Unico BS2021

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 92

Stamateas, Bernardo

Único : vivir en Adán y vivir en Cristo / Bernardo Stamateas. - 1a ed.


- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Presencia de Dios, 2021.
Libro digital, PDF

Archivo Digital: descarga


ISBN 978-987-8463-15-5

1. Crecimiento Espiritual. I. Título.


CDD 248.4

ÚNICO
Vivir en Adán y vivir en Cristo

Bernardo Stamateas
- 1ª edición -
2021

Presencia de Dios
José Bonifacio 332, Caballito,
Buenos Aires, Argentina
Tél.: (54011) 4924-1690
www.presenciadedios.com

Edición: Silvana Freddi / Verónica Hermo Quiroga


Diseño de tapa y diagramación: Creativos Presencia

No se permite la reproducción parcial o total de este libro, en cualquier for-


ma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias,
digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su
infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.
Índice

Capítulo 1:
Dos nacimientos, dos modelos 5

Capítulo 2:
Agua de vida eterna 25

Capítulo 3:
Cristo es impredecible 41

Capítulo 4:
Siempre vuelve a buscarnos 51

Capítulo 5:
La doble tarea de la cruz 63

Capítulo 6:
Menos Adán y más Cristo 79

Bibliografía 89

3
4
#1
DOS NACIMIENTOS, DOS
MODELOS

La noche busca la luz


A lo largo de este libro viviremos juntos el primer año del
ministerio de Jesús a partir del tercer mes de iniciado el
mismo. En ese momento Jesús ya tenía cinco discípulos
y estaba acompañado de ellos cuando hizo el milagro de
convertir el agua en vino en las bodas de Caná. Estos cinco
discípulos fueron testigos de ese milagro.

Luego, desde Caná, se fueron a Jerusalén. Allí, Jesús lim-


pió el templo de los cambistas. El Señor y Sus discípulos se
quedaron unos días más en Jerusalén. Una de esas noches
en las que permanecieron en la ciudad, visitó a Jesús uno de
los hombres más ricos de Israel. Los historiadores aseguran
que era miembro del Sanedrín y erudito en la Palabra, en la
Torá. Además, por formar parte del Sanedrín, era un hom-
bre muy influyente e importante.

5
Único

Nicodemo fue a ver a Jesús cuando todo estaba en penum-


bras. No quería testigos, intentaba que nadie se enterara
que iba a hablar con Jesús. En medio de la noche Nicodemo
fue a encontrarse con la luz. La noche busca a la luz.

Juan 3:2 narra ese encuentro entre Jesús y Nicodemo: “Este


vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de
Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que
tú haces, si no está Dios con él”. Inmediatamente después de
esta declaración de reconocimiento, Jesús fue directamente
a la necesidad de Nicodemo y este fue el diálogo que se dio
entre ellos: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?
¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y
nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espí-
ritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.
El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes
de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del
Espíritu.
Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?
Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes
esto?” (Juan 3:3-10).

6
Único

Hay dos nacimientos


Jesús le explicó a Nicodemo que hay dos nacimientos: el
nacimiento de la carne y el nacimiento del Espíritu. Lo que
nace de la carne, de lo humano, siempre va a ser humano,
pero lo que nace del Espíritu, espíritu es. ¿Qué significa
esto? Que hay dos maneras de vivir: la manera de vivir en
la carne, en lo humano, en Adán, y la manera de vivir en el
Espíritu. Quien nace de la carne, siempre va a ser carne con
naturaleza humana, pero el que nace del Espíritu, siempre
va a ser espiritual, con naturaleza divina.

Todos los hijos de Dios tenemos dos nacimientos. El naci-


miento cuando nacimos en Adán y el nacimiento cuando
nacimos en Cristo. Cuando recibimos a Cristo en nuestro
corazón, fuimos sacados de la naturaleza adámica y Cris-
to se introdujo en nosotros. Ahora tenemos a una persona
viviendo en nuestro interior. Somos dos: Cristo y cada uno
de nosotros.

El modelo humano no entiende lo divino


Cuando Jesús le habló del nuevo nacimiento, Nicodemo le
dijo que no entendía. “¿Cómo puede un hombre nacer siendo
viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su
madre, y nacer?”, le preguntó. El hombre natural no entiende
las cosas del Espíritu. Adán, el modelo de la carne, de lo hu-
mano, no entiende. Jesús le estaba explicando a Nicodemo
que hasta ese momento él había estado viviendo la vida de
Adán, pero si permitía que la vida de Cristo viniera a su

7
Único

vida, entonces iba a nacer con la naturaleza del Espíritu, es


decir, iba a tener otra manera de vivir.

¿Qué significa nacer en el modo Adán?


Nacer en el modo Adán significa que:
• Nacimos con el espíritu muerto.
• No podemos acceder a las cosas de Dios.
• Buscamos hacer el bien y que descienda la maldad. Toda
nuestra vida está dedicada a determinar lo que está bien
y lo que está mal.
• A Adán le gusta gobernarse a sí mismo.
• La vida de Adán se alimenta de lo que dice la cultura, los
valores humanos, la religión, las opiniones y lo que cada
uno siente, piensa y cree.
• Adán no puede acceder a las cosas de Dios, porque para
acceder a las cosas de Dios, hay que nacer del Espíritu.
• Al modelo de Adán le encanta hablar de sí mismo y de
otros.
• Adán odia hablar de Cristo. El que es nacido en el modo
Adán no quiere a Cristo.
• Adán quiere todo lo que huele a humano. Las opiniones,
los valores, la cultura, la moda, los gustos, las formas.

Las frases de Adán


Algunas de las expresiones que Adán repite constantemen-
te son:
• “Es muy difícil”.
• “No entiendo la Biblia cuando la leo”. (Este es un Adán
creyente que lee la Biblia).

8
Único

• “No tengo tiempo para eso”.


• “Todo bien, pero no se puede”.
• “Tampoco me pidas que sea como Cristo”.
• “Este es mi estilo”.
• “Vos tenés que ser vos mismo”.
• “A mí nadie me dice lo que tengo que hacer”.

La vida cristiana no trata


de mejorar a Adán, sino de vivir a Cristo
Cuando invitamos a Cristo a nuestra vida, necesitamos sa-
ber que Él no vino para mejorar nuestro Adán, para ayu-
darnos a llevarnos mejor con nuestra pareja, para cumplir
nuestros sueños, ni para ayudarnos a tener más alegría,
Cristo vino para aniquilar completamente a Adán.
Tenemos que recordar que Jesús no vino a sanarnos los pro-
blemas de Adán, sino a hacer que Adán muera para que
Cristo viva en nosotros.

Cristo vino para vivir en mí


y para que lo que Él es,
yo lo viva a través de Él.

La vida cristiana es “vivir a una persona”. Cristo no vino


para que aprendamos de Él, sino a que lo vivamos a Él. La
buena noticia es que el que está en Cristo, nueva criatura es.
¡Hay una naturaleza divina en nosotros!

Entonces, para “vivir a Cristo”, tenemos que saber cómo es


Él porque, de esa manera, sabremos cómo vamos a vivirlo.

9
Único

Por eso, nuestra tarea es conocer a Cristo, aumentar a Cristo,


para que lo que Él es viva en nosotros.

Cristo fue hecho maldición por nosotros


Jesús le describió a Nicodemo cómo es la vida cristiana. “Y
como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario
que el Hijo del Hombre sea levantado” (Juan 3:14), dijo. Pero Ni-
codemo no entendió la imagen que le dio Jesús. ¿Cómo es
que Jesús se asemeja a una serpiente? El Antiguo Testamen-
to nos relata que mientras iba rumbo a la tierra prometida,
el pueblo de Israel se quejó contra Dios y contra Moisés.
Esta fue la razón por la que aparecieron serpientes que mor-
dían a las personas, las envenenaban y morían. Entonces
Dios le dijo a Moisés: “Levantá una serpiente de bronce”.
La persona que era picada, cuando miraba esa imagen, era
sanada. Es un pasaje extraño: la gente era sanada por una
serpiente…

“Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene


que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en
él tenga vida eterna” (Juan 3:14-15), le dijo Jesús a Nicodemo.
En otras palabras, el Señor le estaba diciendo: “Voy a ser le-
vantado con la imagen de una serpiente y cuando todo el que haya
recibido el veneno de Adán me mire, ese veneno va a desaparecer”.
Jesús fue levantado con “forma” de maldición y muchos
pensaron que, al estar en la cruz, era un hombre maldito.
Pero todo aquel que contemple la cruz con su espíritu, re-
cibirá la vacuna anti–Adán. De este modo, Adán morirá y
Cristo crecerá en esa persona.

10
Único

Cristo tuvo todas las virtudes


Jesús es el modelo de nuestro vivir. Cristo fue cien por cien-
to Dios y cien por ciento hombre. Él vivió todas las emocio-
nes que tenemos nosotros: se cansó, tuvo sed, tuvo sueño,
se enojó, lloró, sin embargo, la gran diferencia es que Sus
emociones no tuvieron pecado. Detrás de la vida emocional
perfecta, Cristo tenía la vida Zoé, la vida de Dios. Es decir,
cada decisión que Él tomaba, cada cosa que hacía, antes lo
consultaba con Dios. Su comunión era perfecta. Cristo tenía
todas las virtudes.

Pablo afirmaba: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara des-


cubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transforma-
dos de gloria en gloria en la misma imagen [...]” (2 Corintios 3:18).
Si vemos, estudiamos, analizamos, buscamos y miramos
cómo era la sabiduría de Cristo, esa sabiduría se expresará
en nosotros.

Lo único que tenemos que hacer es mirar a Cristo


y descubrir cómo funcionaba ese atributo en Él.

Conozcamos ahora cuáles son Sus virtudes.

El hablar de Cristo
• Cristo imponía respeto, porque tenía una autoridad que
generaba admiración.
• Fue congruente. Lo que hablaba, lo vivía y lo que vivía,
lo hablaba. No había división. Nunca tuvo una contra-
dicción en sí mismo.

11
Único

• Su hablar fue sabio, fácil, breve y con autoridad. Nunca


buscó impresionar a nadie.
• Nunca habló para buscar el aplauso, el reconocimiento
o la felicitación de nadie.
• Siempre que Cristo habló, fue efectivo, ordenado y va-
liente. ¡El hablar de Cristo está en nosotros!

Cristo tuvo victoria en diferentes ambientes


A Jesús le fue bien en el desierto, en el templo, en un velato-
rio, en un casamiento, en el mar, en las casas y en la cruz. No
hubo ni habrá, un ambiente físico que derribe a Cristo. Y a
nosotros también nos va a ir bien en la casa, en la montaña,
en el casamiento, en el velatorio, con trabajo, sin trabajo, con
salud o con enfermedad, porque “todo lo podemos en Cris-
to que nos fortalece”.

No habrá ambiente que nos pueda derribar, porque el Cris-


to que vive en nosotros ya lo venció. No importa si estamos
en una casa de veinte habitaciones o en un cuarto pequeño,
no importa si estamos en el sur o en el norte, donde sea que
estemos, a nosotros nos irá bien.

No importa el lugar,
porque el Cristo que vive en nosotros
trasciende a los lugares.

Cristo se relacionó y tuvo victoria con todo tipo de personas


Cristo habló con religiosos, políticos, asesinos, ladrones,
prostitutas, amigos, enemigos, niños, jóvenes, adolescen-

12
Único

tes, adultos, enfermos y sanos. Y a todos los bendijo. El Cris-


to que vive en nosotros no le tuvo miedo a nadie y habló con
todas las personas.

Por lo general, nuestra naturaleza humana nos lleva a decir


frases como: “hay gente con la que me cuesta mucho rela-
cionarme” o “algunas veces me es difícil hablar con mi jefe,
porque me intimida”. Pero el Cristo que vive en nosotros
está preparado para hablar con cualquier tipo de persona,
de cualquier edad y condición.

Cristo venció en cualquier horario


Jesús venció a la mañana, al mediodía, a la tarde, a la noche
y a la madrugada. No hubo horario en que Él no tuviese
autoridad para vencer. A veces, muchos dicen frases como:
“Lo que pasa es que cuando me levanto, estoy de mal hu-
mor”. Si este es tu caso, llevá a la cruz a ese mal humor. ¿Por
qué? Porque Cristo no se levantaba enojado.

Cristo venció a pesar del rechazo


De acuerdo a la Palabra de Dios, a Cristo le dijeron que:
• Era Juan el Bautista.
• Era el profeta Elías.
• Era el profeta Jeremías.
• Estaba loco (se lo dijeron en dos oportunidades).
• Estaba fuera de sí y sin juicio.
• Estaba endemoniado. Se lo dijeron cuatro veces. La primera
vez lo llamaron “Belcebú”; la segunda vez le dijeron que tenía

13
Único

un espíritu inmundo; la tercera vez afirmaron que tenía un


demonio; la cuarta vez aseguraron que estaba endemoniado.
• Era un impostor.
• Lo trataron de seductor, es decir, lo consideraron un psicópata
manipulador.
• Era un blasfemo.
• Era un traidor a la patria.
• Se endiosaba a sí mismo.
• Era un pecador.

Sin embargo, a Cristo no lo afectó en nada. El Cristo que


vive en nosotros se expresará de tal manera que nos podrán
decir cualquier palabra que no nos va a doler, porque ya no
vivimos nosotros, nos cansamos de Adán, ¡y ahora Cristo
vive en nosotros!

Cristo sabía cuándo hacer las cosas


El Señor sabía cuándo hablar, cuándo callar, cuándo avan-
zar, cuándo esconderse, cuándo ceder, cuándo ponerse fir-
me. En cambio, nosotros solemos actuar de manera inversa:
cuando tenemos que callar, hablamos; cuando tenemos que
hablar, nos callamos; cuando tenemos que trabajar, decidi-
mos descansar y cuando tenemos que descansar, nos po-
nemos a trabajar. Y cuando tenemos que obedecer, aparece
el Adán: “¡A mí nadie me va a decir lo que yo tengo que
hacer!”, decimos. Seguramente te pasó que en un momento
de enojo hablaste y después dijiste: “Uf, ¿¡para qué habré
hablado!?”.

14
Único

Pero el Cristo que vive en nosotros, que tiene victoria en


todas las áreas, nos va a guiar para que sepamos cuándo
hablar, cuándo callar, cuándo ir, cuándo venir. Y entonces,
todo lo que hagamos nos va a salir bien.

Cristo no tuvo una virtud predominante


Cuando alguien nos pregunta cómo somos, solemos res-
ponder: “soy tranquila”, “soy dócil”, “soy muy ordenado”,
“soy muy impulsivo”. Respuestas como estas indican la
presencia de Adán, porque al estudiar la vida de Cristo,
vemos que Él no se anclaba en una virtud. Cristo era firme
y a los cinco minutos podía ceder; en un momento se estaba
riendo, pero más tarde lo podíamos encontrar llorando, y
después de llorar por ese amigo, podía decir con mucha
autoridad: “¡Lázaro, sal fuera!”

Que una virtud nos defina es algo humano y, de ningu-


na manera es el carácter de Cristo. Por otra parte, cuando
decimos que somos “muy...”, necesitamos detenernos. Por
ejemplo: “soy muy emocional” o “soy muy exigente”. Cristo
nunca fue “muy”. El fluyó en todas las virtudes. Nunca tuvo
un “estilo de personalidad”.

Nunca copiaré la virtud de alguien, es solo Adán


“Me gustaría tener la capacidad de expresarse que tenés
vos”, “quisiera tener tu buen humor y tu paciencia”. Estas
son frases que escuchamos con frecuencia. Sin embargo,
cuando copiamos la virtud de alguien, en realidad estamos
copiando un modelo de Adán. Lo cierto es que tenemos que

15
Único

buscar a Cristo, no debemos anhelar las virtudes de nadie.


No tenemos que copiar a nadie, sino aumentar a Cristo en
nosotros.

Al modelo Adán le encanta chismear, copiar, hablar de la


gente, mirar a los demás y echarles la culpa a todos. Pero
Cristo nunca les echó la culpa a los demás, nunca se puso a
mirar lo que hacían los otros. Él dijo: “Yo hago lo que el Pa-
dre me dice que haga, y así como el Padre y yo somos uno,
ustedes serán uno en nosotros”.

No buscaré algo de Cristo, sino a Cristo


Siempre buscamos cosas de Cristo. Queremos Su poder
manifestando en nuestra vida, queremos Sus milagros, Su
sanidad. “Señor, necesito prosperidad, alegría, paz, compa-
ñía y una buena familia”, decimos. Pero nunca tenemos que
separar lo que Él nos da, de lo que Él es.

Cristo no nos da cosas,


Cristo nos da de Él, de Sí mismo.

Jesús no dijo: “Les voy a dar pan”, Él declaró: “Yo soy el


pan”. Por eso:
• Cuando Dios te dé el pan, no digas: “¡Por fin tengo pan!”,
en lugar de eso declará: “¡Tengo a Cristo que es pan en
mí!”.
• Ya no digas: “Él me sanó”; decí: “Tengo a Cristo sanador”.
• No digas más: “Tengo un auto nuevo”; decí: “Tengo al
Cristo prosperidad en mí”.

16
Único

Antes que las cosas que recibamos, tenemos que ponerlo


primero a Él, a lo que Él es. Dejemos de buscar bienes ma-
teriales, porque Cristo no vino a darnos posesiones, Cristo
vino a darnos de Él. Observemos Sus palabras: Jesús no dijo:
“Te voy a dar luz”, Él dijo: “Yo soy la luz”. “Yo soy la vida,
Yo soy la prosperidad, Yo soy el camino, Yo soy la verdad”.

Poner el foco en lo que Él es y no en las cosas


Como expliqué anteriormente, hay cristianos que buscan
logros, pertenencias y se olvidan de Él. Es importante que
comprendamos que debemos tocar a Cristo, no las cosas de
Cristo.
Si solo vemos las cosas,
nos perderemos la vida de Cristo.

No se trata de lograr y tener pertenencias, sino de tocarlo a


Él, de vivirlo a Él, de disfrutarlo a Él. Hay gente que ha vivi-
do milagros, pero no vivió a Cristo. Por eso es que, después
de ser sanados o prosperados, por ejemplo, se han alejado
de Dios.
Cuando Jesús llamó a los primeros discípulos, primero se
sumaron Andrés y Juan. Después vinieron Pedro, Jacobo
y Natanael. Los cinco estuvieron cuando Jesús convirtió
el agua en vino y cuando echó a los mercaderes del tem-
plo. Ellos lo escucharon hablar con Nicodemo, después lo
acompañaron a Samaria y vieron a la gente convertirse. Sin
embargo, después de ser testigos de todos esos aconteci-
mientos milagrosos, regresaron a pescar. ¡Se fueron! ¡Se
volvieron!

17
Único

Unos meses después de que se habían ido, Jesús volvió al


lugar donde estaban pescando. Se subió a la barca de Pedro
y le ordenó: “Boga mar adentro”. Luego, le dijo: “Sígueme”.
Pero ¿por qué le pidió que lo siguiera, si ya lo había seguido?
Porque Pedro había visto los milagros, pero no había tocado
la vida de Jesús.

No le pongamos el foco a las conductas humanas


Podemos ser dóciles y buenas personas, y aun así, no tener
a Cristo aumentado. Muchas personas que se convierten
llegan a ser buena gente, pero Cristo no creció en sus vidas,
no tienen vida Zoé. Lo cierto es que podemos ser ordenados,
por ejemplo, pero si Cristo no aumentó, solo tenemos un
orden de Adán.

Nuestra tarea no es buscar virtudes humanas para mejorar,


porque podemos ser estudiosos y no tener a Cristo, pode-
mos preparar muy bien un estudio, pero si no vivimos a
Cristo y no lo disfrutamos, podremos dar un buen sermón
y nada más. Es decir, nuestras palabras no impartirán vida.

Antes de hacer algo, debemos buscar a Cristo


En estos tiempos aprendí que, antes de hacer algo, antes de
preparar algo, antes de ensayar, antes de limpiar, antes de
trabajar, antes de aconsejar, tengo que buscar que Cristo
crezca en mí, para que entonces Él se exprese como quiera.
No somos seguidores de Cristo. Los confusionistas siguen
las enseñanzas de Confucio, los budistas siguen las ense-
ñanzas del Buda, pero nosotros no somos seguidores de

18
Único

Cristo, nosotros vivimos a Cristo. Ninguno de estos inicia-


dores de diferentes religiones les dijeron a sus discípulos:
“Vívanme”.

Los hijos de Dios no buscamos mejorar la conducta huma-


na, porque, ciertamente, podemos llevarnos muy bien en
nuestro matrimonio y no tener a Cristo; podemos ser bue-
nos papás y mamás, pero en eso no hay vida. Porque el foco
no es la conducta, el foco es que queremos que Cristo crezca
y yo mengüe. Nada de nosotros, ¡todo de Él!

¿Cómo hago para que Cristo crezca en mí?


Para que Cristo crezca en cada uno de nosotros necesitamos
INTIMIDAD. Antes poníamos el foco en las virtudes y de-
cíamos: “quiero tener paz”, “quiero tener alegría”, “quiero
que Dios me saque la depresión”. Dios nos sacó la depresión
y ahora estamos contentos, pero esa es una alegría humana,
sin vida, porque Cristo no creció en nosotros.

Podemos liderar equipos, tener gente a cargo, y decir: “esta


es mi gente”, “este es mi equipo”, y que Cristo no haya au-
mentado. Podemos tener iglesias con diez mil personas y
un Cristo chiquito. Podemos ser la gente más dócil y más
buena del planeta, y vivir sin Cristo.
Muchas veces escuchamos que dicen: “Hay gente que no
tiene a Cristo y es mejor que muchos cristianos”. Lo cierto
es que no son mejores, son iguales, porque ninguno está
viviendo a Cristo. El que se conduce bien no vive a Cristo, y
el que se porta mal tampoco lo vive.

19
Único

Todo lo que Dios me pide, me lo devuelve asegurado


Génesis 22:1-2 relata: “Aconteció después de estas cosas que Dios
le dijo a Abraham: Abraham, toma tu hijo, tu único, a quien amas,
vete a la tierra de Moriá y ofrécelo ahí en holocausto, sobre uno de
los montes que yo te daré”. El sueño de Abraham era tener un
hijo. Dios se lo dio, y nació Isaac. A partir de ese momento,
Abraham nunca más levantó un altar ni se movió del lugar
donde estaba. Esta es la razón por la que el Señor le dijo:
“Toma a tu hijo, tu único, a quien amas [...]”. Abraham estaba
aferrado, pegado a Isaac. Cuando nos apegamos a algo o
a alguien, Cristo no crece. ¿Por qué? Porque todo a lo que
nos apegamos y nos tiene aferrados, incluso cuando se trate
de un hábito o una manera de ser, eso es Adán, y mientras
Adán no muera, Cristo se va a detener.

Dios le dijo a Abraham: “Quiero que me des aquello a lo


cual te aferraste”. Le pidió que se lo dé para devolvérselo,
pero asegurado. Todo lo que Dios nos da, no es nuestro,
siempre sigue siendo de Dios. Sin embargo, Adán cree que
es propio. Esta es la razón por la que Dios nos dice: “Dámelo,
porque te lo voy a devolver asegurado por generaciones”.

Todo lo que rendimos a Cristo, Él nos lo devuelve con la es-


tampilla de la bendición, para que entonces sí lo podamos
conservar realmente.
El éxito, las virtudes, la gente, las maneras de ser, todo a
lo que nos aferramos —aunque no sea necesariamente
malo— detiene a Cristo.

20
Único

Cristo solo me pide lo que siempre fue de Él


Siempre fueron de Él todas las cosas, ¡pero cómo nos gusta
decir: “Esto es mío”! A Adán le encanta el gobierno de las
cosas.
• Dios nos dio un auto, entonces, manejamos el auto y afir-
mamos: “El auto es mío”.
• Dios nos dio un trabajo, ahora manejamos nuestros tiem-
pos, y no tenemos más tiempo.
• Dios nos dio personas para que las guiemos a Cristo, aho-
ra tenemos un equipo y decimos: “Es mi gente”.
Esta es la razón por la que Dios nos dice: “Te ataste al coche,
al trabajo, a la gente. Quiero que me los devuelvas”.

Hay un lugar secreto para el sacrificio


Dios le dijo a Abraham: “Quiero que vayas a la tierra de Moriá,
porque ahí lo vas a entregar en holocausto”. Entregarlo en holo-
causto era literalmente matarlo. Abraham tenía que matar
a Isaac. Dios había sido directo, no se manejó con dobles
mensajes.
Dios no le dio instrucciones precisas del lugar donde debía
ofrecer holocausto. Lo único que le dijo fue que, cuando lle-
gue a la tierra de Moriá, lo iba a guiar a un monte. Hay un lu-
gar secreto donde las cosas tienen que morir. En ocasiones,
Dios nos pide algo que es bueno, pero que Adán lo maneja.
Y es que a Adán le encanta dirigir todo. Así es que solemos
decir: “yo manejo mi dinero”, “yo manejo mi ministerio”,
“esta es mi mejor virtud”, “así soy yo, este es mi carácter”.
Debemos recordar que con Adán no hay que perder tiem-
po. Lo peor que podemos hacer con Adán es tratar de con-

21
Único

vencerlo. Adán tiene que ir a la cruz. Nuestro lugar secreto


del sacrificio de Adán es la cruz.

Abraham e Isaac fueron al monte Moriá y estuvieron allí


tres días. Tres días, en la Biblia, significa resurrección.
Abraham aprendió lo que es la cruz y la resurrección.

Abraham iba con su criado, sin embargo, cuando Dios le


indicó el sitio donde tendría que realizar el holocausto, dejó
al criado en el lugar que estaba y siguió adelante sin él. El ca-
mino al sacrificio es un camino individual; esta experiencia
no se comparte, ni siquiera con amigos.

¿Cuál es tu Isaac?
Abraham tomó a Isaac. Isaac representa aquello a lo que
estás aferrado, todo lo que sentís que te pertenece y te lleva a
decir: “Es que soy así, pienso así, creo esto”. Cuando el cria-
do les preguntó: “¿A dónde van?”, la respuesta de Abraham
fue: “Adoraremos y volveremos”. Dios no le había dicho que
tenía que adorar, sino que tenía que sacrificar, sin embargo,
Abraham dijo “adorar”.

Los apóstoles Pedro y Pablo tomaron esas palabras y nos


enseñaron el sacrificio de alabanza. Tu lugar secreto es
aquel donde, en tu alabanza, llevas a la cruz lo que está bajo
tu dominio. Ese es tu lugar secreto de resurrección.
Para adorar no necesitamos una banda musical, porque la
adoración es más que cantar. La adoración es una actitud.
Es decirle: “Señor, Vos sos grande, yo te adoro, y hoy traigo

22
Único

a Isaac como sacrificio de alabanza”. Porque alabar, todos


podemos hacerlo, pero el sacrificio de alabanza solo lo ex-
perimentan los que viven en Cristo.

A nuestro Isaac hay que llevarlo todos los días a la cruz. Hay
quienes creen que llevar a la cruz es doloroso. ¡Eso no es
verdad! En todo caso, doloroso es vivirlo a Adán.

Vienen tiempos en que Adán morirá y Cristo aumentará.


¡Vamos a vivir la vida de Él en este mundo y a caminar en
victoria!

Sacrificio de alabanza
Cuando Abraham levantó el cuchillo para sacrificar a Isaac,
Dios le dijo: “Ya recibí tu sacrificio de alabanza, y tu des-
cendencia estará bendecida. Tus hijos van a multiplicarse
como la arena, como las estrellas. Te voy a prosperar, te voy
a bendecir, te voy a abrir los caminos. Por cuanto has ve-
nido a traer sacrificio de alabanza, te doy la herencia de la
resurrección”.

Solo cuando Abraham levantó el cuchillo, Dios le soltó to-


das las promesas de victoria. No pierdas más tiempo y, a
partir de ahora, hacé sacrificios de alabanza. Llevemos a
nuestro Isaac a la cruz, porque mientras vamos a la cruz,
habrá victoria.

¿Querés saber cuál es tu Isaac? No indagues, no hagas aná-


lisis, simplemente dejá que el Espíritu Santo te lo muestre.

23
Único

Puede ser un éxito, un logro, una virtud o un defecto. Y


cuando lo descubras, solamente soltalo en la cruz y decí:
“Este es mi holocausto, que entrego en sacrificio vivo, santo
y agradable a Dios”.

24
#2
AGUA DE VIDA ETERNA

Jesús une extremos con Su mensaje


Anteriormente analizamos el diálogo de Jesús con Nicode-
mo. En este capítulo veremos la conversación que tuvo el
Señor con una mujer samaritana, pero antes, observemos
las diferencias entre Nicodemo y la samaritana:

Nicodemo era un principal del Sanedrín; la samaritana era


una extraña.
Él era un hombre rico; ella era del pueblo.
Él tenía “un nombre”; a ella no le conocemos el nombre.
Él tenía prestigio; ella era despreciada.
Él estaba rodeado de muchos pares; ella estaba sola.
Él era un hombre honrado; ella, una mujer rechazada.

Sin embargo, después de que Cristo los impactara...


Él nació de vuelta y ella nunca más tuvo sed.

25
Único

Modo Adán versus modo Cristo


Una vez que terminó de hablar con Nicodemo, la Biblia
narra que Jesús se encontró con una mujer samaritana.
Mientras el Señor estaba yendo a Galilea, decidió pasar por
Samaria, a pesar de que la mayoría de los judíos evitaban
esa región debido a que había una enemistad entre ambos
pueblos.

Eran las doce del mediodía cuando Jesús llegó a un pozo


con Sus discípulos. Tenían que almorzar, por lo cual los
mandó a comprar comida al pueblo. Mientras los esperaba,
llegó al pozo una mujer. Ambos comenzaron a conversar.
En el diálogo entre Jesús y la mujer, Cristo representa el
modo de vida divino y la samaritana, el modo de vida hu-
mano. Es decir, en esta conversación están representadas
las dos maneras de vivir.

Todos los seres humanos nacemos en modo Adán, y este


modo está fallado. Nos fallan las emociones, nos fallan los
pensamientos, nos falla el cuerpo, nos fallan los vínculos.
El modo Adán se alimenta de lo humano. Lo que opinamos,
lo que sentimos, lo que aprendemos, todo tiende a mejorar
un poco lo humano. Dicho de otro modo, es para mejorar
lo bueno y bajar lo malo. Es una lucha del bien contra el
mal. Estudiamos para ser mejores personas, trabajamos
para progresar, tenemos valores para relacionarnos mejor
pero, aunque mejoremos, nuestro Adán sigue siendo Adán
mejorado. Ahora bien, podemos dejar la vida de Adán, el

26
Único

gobierno de lo humano y, sobrenaturalmente, recibir la


vida de Cristo para empezar a vivir la vida de Él.

Jesús y la samaritana
En el diálogo de Jesús con la samaritana podemos contras-
tar cómo es Adán con respecto a cómo es Cristo.
Juan 4:5–8 narra: “Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada
Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí
el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así
junto al pozo. Era como la hora sexta. Vino una mujer de Samaria
a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. Pues sus discípulos
habían ido a la ciudad a comprar de comer”.

Analicemos esta historia:


Jesús llegó al pozo de las afueras de un pueblo. Eran las
doce del mediodía y hacía mucho calor. El Señor les dijo a
Sus discípulos: “Vayan a comprar comida”. Imagino que los
mandó lejos, porque si lo veían con una mujer charlando,
seguramente iban a empezar a opinar.

“Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de


beber” (Juan 4:7). Jesús llegó primero el pozo. Luego, al me-
diodía, apareció la mujer samaritana. Es importante notar
que la costumbre de las mujeres era ir a buscar agua por la
mañana, pero a esta mujer no la quería nadie, era una mujer
rechazada, por eso iba en otro horario. Adán está lastima-
do. Todos fuimos rechazados y lastimados por alguien en
algún momento de la vida.

27
Único

Entonces, Jesús le pidió: “Dame de beber”. “La mujer samari-


tana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que
soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan
entre sí” (Juan 4:9). Los judíos y los samaritanos no se rela-
cionaban. Adán vive en el prejuicio, en las divisiones, en el
juzgamiento. Adán dijo: “No me podés hablar a mí, porque
yo soy samaritana”. Como vemos, lo que hoy llamamos “la
grieta”, existe desde la antigüedad.

“Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es


el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva”
(Juan 4:10). Y la respuesta de la samaritana es lógica pura.
Ella nunca entendió el mensaje: “La mujer le dijo: Señor, no
tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes
el agua viva?” (Juan 4:11). Adán no entiende las cuestiones
del espíritu; Adán no entiende las cosas de Dios.

Jesús le volvió a ofrecer el agua espiritual. El relato conti-


núa así: “Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de
esta agua, volverá a tener sed; más el que bebiere del agua que yo
le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será
en él una fuente de agua que salte para vida eterna. La mujer le
dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí
a sacarla” (Juan 4:13-15). Entonces, con mucha delicadeza,
Jesús le propuso: “Ve, llama a tu marido, y ven acá. Respondió
la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No
tengo marido, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tie-
nes no es tu marido. Esto has dicho con verdad” (Juan 4:16-18). La
samaritana mintió cuando dijo: “ahora no tengo marido”),

28
Único

sin embargo, eso era la verdad, porque en ese momento ya


no estaba casada. Adán junta dinero. Adán junta contactos.
Adán junta viajes. Adán junta placeres. A Adán le encanta
juntar, amontonar, pero nunca le alcanza. Porque Adán tie-
ne sed, está vacío. Haga lo que haga, sigue vacío. La mujer
samaritana tenía un desorden afectivo, no podía consoli-
dar una familia. Porque a Adán le cuesta armar un hogar, le
cuesta llevarse bien en un vínculo. Adán tiene desórdenes
sexuales.

El modo Adán no quiere ver hacia adentro


Jesús no juzgó ni avergonzó a la mujer samaritana. Él le
dijo de manera muy educada: “Llamá a tu esposo”. Cuando
la mujer vio que Jesús le había leído su intimidad, cambió
de tema. “Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta.
Nuestros padres adoraron en este monte, pero vosotros decís que
en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (Juan 4:19-20). La
samaritana no solo cambió de tema, sino que, además, se
puso en “modo espiritual”. Antes de hablar de sus cinco
exmaridos, prefirió preguntar: “¿Dónde hay que adorar?”.
Adán tiene desorden afectivo, desorden sexual, pero le en-
canta aprender cosas del espíritu. En ciertas ocasiones aun
es capaz de aprender algunos versículos de memoria.

La vida de la samaritana era una completa calaminad, pero


qué curioso, ella tenía una duda teológica. Mucha gente
tapa sus carencias personales con charlas y discusiones
“espirituales”. Adán no está interesado en revisar su vida
personal.

29
Único

“Jesús le dijo: Mujer, créeme que la hora viene cuando ni en este


monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que
no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos, porque la salvación
viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los ver-
daderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad,
porque también el Padre tales adoradores busca que lo adoren.
Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es ne-
cesario que lo adoren” (Juan 4:21-24). Adán representa la vida
sin Cristo. La mujer estaba atada a la tradición, pero Jesús
no se mezcló en una discusión teológica.

Todo es Cristo
Me gustaría que nos detengamos en esta parte del diálogo:
“Respondió Jesús y le dijo: Si tú conocieras el don de Dios, y quién
es el que te dice: «Dame de beber», tú le habrías pedido a Él, y Él te
hubiera dado agua viva”.
¿Quién es el don de Dios? Cristo
¿Quién es el que te está hablando? Cristo
¿A quién le pedirías? A Cristo
¿Quién es el agua de vida eterna? Cristo.
Todo se resume en dejar de ser Adán para empezar a vivir
a Cristo. Esta es la razón por la que en este libro estamos
aprendiendo cómo era Cristo para que lo experimentemos,
lo ejercitamos o lo vivamos diariamente.

Cristo tuvo el balance de todas las virtudes


Isaías 11:6 declara: “[...] el león y la bestia doméstica andarán
juntos, y un niño los pastoreará”.

30
Único

Cristo lloraba y reía.


Cristo daba, pero sabía pedir.
Cristo trabajaba y descansaba.
Cristo amaba y se dejaba amar.
Cristo hablaba y también oía.
Cristo estaba solo, pero también disfrutaba de estar con la
gente.
Cristo era profundo y también era sencillo.
Cristo era león y era cordero.
Cristo traerá el balance de Sus virtudes.

El libro Cantar de los Cantares expresa: “Mi amado es como el


cervatillo que salta en las colinas”. Preparate para saltar finan-
cieramente, para saltar a tu nueva casa, para saltar a los via-
jes, para saltar al crecimiento. Porque Cristo también salta,
¡y hace saltos gloriosos!

Cristo supo manejar todas las personalidades


Jesús supo relacionarse con una persona impulsiva como
Pedro; con un narcisista psicópata como Judas; con un ira-
cundo como Juan, que quería bajar fuego del cielo; y con un
Simón el Zelote, que era un partidario politizado. Y hubo
apóstoles de los que no tenemos ni un registro, melancóli-
cos que ni siquiera hablaron. El Cristo que vive dentro de
nosotros nos dará la sabiduría que necesitamos para que no
haya personalidad que nos quiebre.

31
Único

Vivimos al Cristo que triunfó con todas las personalidades.


No hay caso difícil para Él, por eso, no habrá hijo difícil,
marido huraño, ni madre desequilibrada.

Cristo supo manejar los ambientes físicos


Para Cristo era lo mismo estar al aire libre, en una casa, en
la montaña, en un barco o en un velatorio. Él trascendió los
lugares físicos. No importa si estás en un departamento pe-
queño, en una casa enorme o en un parque, el lugar físico no
tendrá dominio sobre el Cristo que vive en tu vida.
Pablo vivía a Cristo, por eso, mientras estaba en la cárcel, el
apóstol dijo: “No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido
a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humil-
demente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseña-
do, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener
abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece” (Filipenses 4:11-13).

Cristo venció en las cantidades


Cristo sabía estar con uno —Juan—, con tres —Pedro, Jaco-
bo y Juan—, con los doce discípulos, con los setenta que lo
seguían y con las multitudes. Y Jesús también sabía estar
solo. Vamos a vivir a Cristo cuando estemos solos o con uno,
con tres o con doce. Y si son multitudes, lo viviremos.

Cristo venció y se relacionó con personas de todas las


profesiones
Él se relacionó con religiosos, con soldados, con amas de
casa, con viudas, con hijos huérfanos, con ricos, con cobra-

32
Único

dores de impuestos, con pescadores, con gobernadores, con


generales. No tenía problema de entablar una conversación
y relacionarse con personas de cualquier profesión. Vos y
yo viviremos a Cristo, veremos cómo Él se expresa a través
de nosotros, nos contactaremos con todo tipo de personas
de cualquier profesión y tendremos éxito.

Cristo hizo todo tipo de milagros


Milagros individuales, grupales, familiares, públicos, pri-
vados, económicos, de sanidad, de multiplicación, de con-
trol de la naturaleza, de resucitación. El Cristo que está en
nosotros traerá toda clase de milagros a nuestras vidas.

Cristo venció todas las reacciones


Cuando lo quisieron hacer rey, Cristo no presumió, no se
envaneció. En cierta ocasión, mientras estaba enseñando
a la gente, dijo: “Yo soy el pan, cómanme”. Frente a estas
palabras, las personas sintieron rechazo y lo abandonaron.
Cuando Él vio que muchos se estaban yendo, se dio vuelta
y, mirando a Sus discípulos, preguntó: “¿Ustedes también
se quieren ir?”. Jesús no se puso a rogarle a la gente que
volviera, no dijo: “¡Esperen, no me dejen solo! ¡Me malin-
terpretaron! ¡Vuelvan, no quise decir eso!”. Al contrario, los
invitó a que se siguieran yendo. A Cristo lo traicionaron, lo
vendieron, lo insultaron, y Él no tuvo estrés postraumático.

Tocar a Cristo es disfrutarlo


Podemos cantar siete horas seguidas y no tocarlo a Él.

33
Único

Podemos servir, podemos participar de un equipo Zoé y no


tocar Su vida.
Podemos ser buenas personas y no disfrutarlo a Él.
Porque Cristo no vino a hacernos buenos, Cristo vino a ha-
cer morir a Adán para que viva Él. Porque Su vida es el mo-
delo que el Padre planificó para todos nosotros, para que
seamos transformados a la imagen de Su Hijo Jesucristo.

Hay cosas que Cristo nunca tuvo


Cristo nunca dudó. Nosotros, en cambio, vivimos hacién-
donos preguntas. ¿Te imaginás vivir la vida sin dudar?
Cristo nunca tuvo ansiedad. Hace unos días, viajaba en taxi
hacia la iglesia. Iba cantando y adorando. De pronto, vino
a mi mente un pensamiento: “¿Y si ahora recrudece la cua-
rentena y ordenan cerrar todo más temprano? ¿Qué va a
pasar con los restoranes? ¿Cómo van a hacer para volver a
sus casas las personas que vienen a la última reunión en la
iglesia? Yo venía con Cristo glorioso y, de golpe, ¡se me apa-
reció el “Adán Bernardo”!

Cristo nunca tuvo baja estima, nunca fue desordenado,


nunca fue impuntual, nunca fue superficial, nunca fue co-
barde, nunca fue sucio, nunca fue caprichoso, nunca sedujo,
nunca fue chismoso, nunca fue rebelde, nunca fue compla-
ciente, nunca opinó, nunca fue ingrato, nunca fue celoso,
nunca fue pasivo, nunca abusó, nunca discutió, nunca fue
quedado, nunca fue resentido, nunca fue egoísta, nunca fue
individualista.

34
Único

Y así como Él vivió, viviremos nosotros.

¿Cómo hizo Cristo para no pecar?


La Palabra de Dios, haciendo referencia a Cristo, declara:
“[...] quien cuando le maldecían, no respondía con maldición;
cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al
que juzga justamente [...]” (1 Pedro 2:23). Cristo nunca salió de
“modo Cristo”. El Adán de la gente quiere activar tu Adán,
pero, como Él, tenés que permanecer en modo Cristo.
Cristo no pecó. Él no respondía maldición con maldición y
cuando padecía no amenazaba, sino que encomendaba la
causa al que juzga. ¿Qué significa exactamente “encomen-
dar” una causa? El pasaje de 1 Pedro 5:7 explica este con-
cepto claramente: “[...] echando toda vuestra ansiedad sobre él,
porque él tiene cuidado de vosotros”. “Encomendar” es “remi-
tir”, “poner en manos de Dios”, “echar”. Cada vez que Adán
aparezca, ni bien surja, lo tenés que echar a la cruz. No ha-
bles con Adán. Cuando te aparezca un pensamiento como:
“¡Qué difícil que está la situación!”, decí: “Entrego este pen-
samiento en la cruz para su muerte. ¡Cristo vive en mí!”.

No dediques tiempo a razonar con Adán.


Apenas detectes el pensamiento,
echalo en la cruz para su muerte.

Inmediatamente después que hayas echado esa idea ne-


gativa propia de Adán en la cruz, buscá a Cristo, pedí un
aumento de Él.

35
Único

Hace algunos años hice un viaje corto en avión hacia una


provincia del interior del país. Mientras esperaba para em-
barcar, una mujer me reconoció y me dijo:
—¡Hola, Stamateas! Le pido un consejo: tengo ataques de
pánico, miedos y fobia de viajar en avión. Por favor, ya que
estamos a punto de volar, ¡dígame qué hago!
Le respondí:
—Te voy a dar una tarea. Por favor, anotá en tu celular siete
cosas de color verde, ocho de color amarillo, veintitrés ma-
rrones y cuarenta y dos grises.
Sin entender demasiado, la mujer obedeció. Durante todo
el viaje estuvo escribiendo en su celular. El avión aterrizó.
Cuando estábamos saliendo, la mujer me dijo: “¡Stamateas,
no tuve fobia, no sentí nada! ¡Me puse a anotar las cosas se-
gún el color y se me fue todo!”. ¿Qué fue lo que sucedió? Ella
se dejó de mirar. En lugar de estar pensando: “Me viene el
mareo”, “me sube la presión”, “me estoy descomponiendo”,
estuvo escribiendo, concentrada en otra cosa. En cuanto te
aparezca una emoción como bronca, tristeza o amargura,
no te pongas a pensar, enseguida decidí: “Lo dejo en la cruz
para su muerte”.

El primero en enterarse debe ser Cristo


Cada vez que recibas algo de Cristo, cada vez que aprendas
algo de Cristo, cada vez que tengas un aumento de Cristo, el
primero que lo tiene que recibir es Cristo. Él tiene que ser el
primero, porque cuando recibimos algo y se lo entregamos,
Él multiplica lo que le dimos.

36
Único

Cristo llegó primero


Jesús iba hacia Galilea con cinco discípulos cuando, sin dar
detalles ni hacer comentarios, les dijo: “Me es necesario pa-
sar por Samaria”. Cuando los judíos tenían que ir a Galilea,
no pasaban por Samaria, sino que rodeaban la ciudad para
evitar pasar por allí. Como mencioné anteriormente, los ju-
díos y los samaritanos se detestaban. Los samaritanos eran
mestizos, descendientes de judíos y paganos. Cuando lle-
garon al pozo de Jacob, con mucha sabiduría, Jesús mandó
a los discípulos a comprar comida. Seguramente, si estaban
allí los cinco, la mujer samaritana se iba a inhibir para ha-
blar de sus temas privados.

Juan 4 nos dice que Jesús llegó primero al pozo. Necesitás


saber que Cristo nos buscó primero. Nosotros no encontra-
mos a Cristo, Él nos encontró a nosotros.

Cuando la mujer samaritana le preguntó a Jesús dónde se


debe adorar, Él le dio una respuesta divina: “No es acá ni
allá. No es un lugar geográfico. El lugar es en tu espíritu”.
La intimidad es tu lugar de adoración. Jesús le derribó todas
sus dudas doctrinales. Dios busca adoradores que, con su
espíritu, lo adoren al Padre, adoradores que tengan intimi-
dad, porque la adoración es intimidad.

Es ahora
Jesús le dijo a la samaritana: “Mas la hora viene, y ahora es [...]”
(Juan 4:23). Es ahora que hay que vivir la vida en Cristo. Al
declarar “es ahora”, el Señor le estaba diciendo: “Ya estoy

37
Único

acá. Estoy inaugurando la vida Zoé. Estoy trayendo el nue-


vo modelo de cómo vivir. Estoy trayendo la plenitud del cie-
lo a la tierra. Estoy trayendo una nueva vida para tu vida”.

Dejá el cántaro en la cruz


La Biblia relata que el encuentro de Jesús con la samaritana
continuó así: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciu-
dad y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho
todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (Juan 4:28-29). La
mujer dejó el cántaro. El cántaro es Adán. El cántaro es lo
que alimenta la vieja naturaleza. El cántaro es la cultura, las
opiniones, las emociones, las reacciones, las virtudes, las
mañas, las ansiedades, las cosas buenas. Cada vez que te
encuentres con Cristo, dejá el cántaro, dejalo en la cruz. No
lo alimentes más.

La mujer llegó a Samaria y dijo: “¡Vengan a ver a este hom-


bre!”. Jesús no le dijo: “Te voy a dar cuatro tips para mejorar
la relación con tu pareja y dos ejercicios para no sentirte
tan sola”. Él le ofreció una vida nueva, una vida distinta.
Y ella salió corriendo a anunciar: “¡Lo encontré, vengan a
conocerlo!”. Nadie le había dicho que tenía que evangeli-
zar, Jesús no la había motivado, no le había dicho: “Vamos,
animate, ponele entusiasmo”, nada de eso. Este es el año de
la gente del Espíritu. Este año no habrá motivación, pero los
que aumentemos a Cristo veremos cosas gloriosas del Hijo,
porque “las tinieblas cubren la tierra, más sobre ti será vista
la luz de Jehová”. ¡Es ahora que los verdaderos adoradores
tendrán intimidad con el Señor!

38
Único

Cuando Cristo me guía, estoy satisfecho


“Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. Él
les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.
Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído al-
guien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad
del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:31-34). Cuando la
gente salió de la ciudad y fue hacia Jesús, llegaron los discí-
pulos con la comida, y le dijeron que comiera. Pero Jesús les
dijo: “Ya comí. En realidad, hice lo que me dijo mi Padre, y
estoy satisfecho. Ya me alimenté”. Cuando tenés intimidad,
lo que hacés te da satisfacción.

Hay gente que hace cosas buenas y, apenas termina la ac-


tividad, ya empieza a quejarse. Está insatisfecha, molesta.
Eso es Adán. Para Jesús hacer la voluntad del Padre fue un
placer que lo llenó de satisfacción.

La mujer samaritana no bebió agua, pero no tuvo sed, se


fue satisfecha. Cristo, que no comió comida, también se fue
satisfecho. Ninguno de los dos comieron en lo natural, pero
ambos comieron de lo espiritual. Cuando tenés intimidad,
tu trabajo te va a poner contento, tu familia te va alegrar, tu
caminar te va a dar felicidad, mirar una película te va a dar
gozo.

39
#3
CRISTO ES IMPREDECIBLE

Adán se autodestruye
Estamos estudiando la naturaleza de Adán y aprendimos
que no le interesan los asuntos de Dios; tiene las emociones
dañadas y no le interesa mirar hacia adentro. Además de
esto, esta naturaleza tiene un sistema de autodestrucción.
El apóstol Pablo decía: “Soy un esclavo del pecado”. Pablo
descubrió que Adán tiene un amo, y ese amo es la vida de
autodestrucción.

Adán tiene un componente de autodestrucción


y de destrucción de los demás.

Si tengo revelación de lo que es vivir en Adán,


voy a disfrutar de lo que es vivir en Cristo
Solo cuando tenemos la claridad del espíritu, de lo que es
la carne, recién entonces disfrutaremos, entenderemos y

41
Único

viviremos la vida Zoé. Cuando Dios te ministra, siempre te


mostrará la grandeza de Cristo y la pobreza de Adán. Dios
trabaja paralelamente en las dos vías: cada vez que algo de
Cristo crece, algo de Adán disminuye; cada vez que algo de
Adán disminuye, algo de Cristo aumenta.

La samaritana y las dos vidas


A lo largo de todos sus capítulos, el Evangelio de Juan hace
énfasis en los dos tipos de vida: la vida de Adán y la vida de
Cristo. Cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana
en el pozo de agua a las doce del mediodía, le dijo: “Yo tengo
un agua que, si la tomás, no vas a tener nunca más sed”. Lo
que le estaba diciendo era: “Yo tengo otra vida”. La mujer
le respondió: “Dame esa agua”. Luego, en vez de hablarle de
esa agua, Jesús le pidió: “Llama a tu marido”. Es que Cristo,
antes de darle agua de vida eterna, le quería mostrar lo que
es vivir en Adán. Frente a Su pedido, la mujer se hizo la
distraída: “No tengo marido”, le respondió. “Bien has dicho:
No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que aho-
ra tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”, concluyó
Jesús. El que vive en Adán busca compulsivamente. Busca
dinero, objetos, viajes, parejas, y lo hace porque tiene un
desorden afectivo.

En cuanto la mujer samaritana se vio “in fraganti”, cambió


de tema e hizo una pregunta de índole “religiosa”. A Adán
le encantan las discusiones religiosas, aunque su vida sea
una calamidad. Jesús viene a darnos un agua que, si la be-

42
Único

bemos, pasaremos a otra vida. Eso es lo que Él nos ofrece:


otro tipo de vida.

Los dos templos, las dos vidas


Los Evangelios narran que, cuando Jesús entró al templo,
utilizando unas sogas como látigo, sacó a los animales y a
los cambistas que están allí. Les dijo: “Mi casa es casa de ora-
ción; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones”. Los cam-
bistas le reprocharon: “¿Con que autoridad estás destruyen-
do nuestro negocio?”, y Jesús les respondió: “Destruyan este
templo y en tres días lo volveré a levantar”. En ese momento,
Jesús les está mostrando que hay dos templos. Por un lado,
estaba el templo de Adán, que está lleno de corrupción, lle-
no de malos negocios. Pero también hay otro templo, que es
Jesús mismo. Este templo tiene vida eterna, está limpio y,
aunque lo quieran destruir, al tercer día volverá a recuperar
la vida.

Nicodemo y las dos vidas


Nicodemo fue de noche a encontrarse con Jesús. Cuando se
vieron, le dijo: “Maestro, sabemos que venís de Dios, por-
que las cosas que hacés vienen de Dios”. Jesús, en vez de
responder ese halago, fue directo a la necesidad del rabino
y le dijo: “Nicodemo, tenés que nacer de nuevo. Lo que ha
nacido de la carne, carne es. Y lo que es nacido del Espíritu,
espíritu es. Tenés que nacer del agua y del Espíritu”.
Nicodemo no entendió lo que Jesús le estaba diciendo. Jesús
le respondió con uno de los versículos más conocidos de la
Biblia: Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que

43
Único

ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se


pierda, mas tenga vida eterna”. Es cierto que todos conocemos
ese versículo, pero veamos qué declara Juan 3:14 y 15: “Como
levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que
ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él
tenga vida eterna”. Ya explicamos a qué se refería el Señor,
pero dada la importancia del tema, te propongo repasarlo
una vez más:

En el camino del desierto hacia Jericó, al pueblo de Israel le


aparecieron unas serpientes que comenzaron a morderlos.
Frente a esto, Dios le dijo a Moisés que, para que la gente no
se muriera envenenada, tenía que hacer una serpiente de
bronce enroscada en un asta. Todo aquel que mirara a la
serpiente se curaría del veneno y salvaría su vida.

Jesús le estaba diciendo a Nicodemo: “Tu naturaleza huma-


na está envenenada. Te ha mordido la serpiente, pero Yo no
vine para mejorar tu naturaleza: seré levantado en la cruz,
como una serpiente. Tendré la forma de serpiente, pero no
la naturaleza de serpiente. Y cargaré el veneno de la carne,
de la vieja creación”. Ahora sí podemos entender profun-
damente el versículo 16: “Todo el que crea en Mí y me mire en la
cruz, Yo lo voy a limpiar, sanar, perdonar y le voy a dar Mi vida,
para que entonces viva una creación nueva”.

Nacer del agua y del Espíritu significa que, cuando Juan el


Bautista bautizaba en el agua, la persona se hundía, lo cual

44
Único

simbolizaba su muerte. Cuando salía del agua y se reincor-


poraba, representaba que era resucitada con Jesús.

Cristo es la imagen del Dios invisible


A Dios nadie lo vio jamás. La Biblia declara que el que lo
veía, moría. Nadie puede ver a Dios, porque la vida de Dios
es invisible, no tiene forma, es eterna, es misteriosa. Enton-
ces, ¿cómo hacía Dios para sumergir esa vida dentro de no-
sotros? El plan fue que el Hijo, Dios-Hijo, se hiciera hombre,
para que cargara con nuestra vieja naturaleza.

Hebreos 1:3 afirma: “Cristo es la imagen del Dios invisible”. Y


Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, porque la
única manera de verlo a Dios era que Dios-Hijo se hiciese
como nosotros.

La palabra “imagen” quiere decir “carácter”. Esta es la úni-


ca vez que aparece esa palabra en la Escritura. Cristo es el
carácter de Dios. El carácter se usaba para una imagen en
una moneda. Cuando miramos una foto de alguien, la ima-
gen nos dice quién es. Cristo es la imagen impresa de Dios.
Cuando lo vemos a Él, vemos al Padre y también vemos la
vida divina. Gracias a que el Hijo se hizo hombre, todo aquel
que en Él cree, puede conocer al Padre y no morir. Ahora es
posible vivir esa vida eterna, misteriosa y gloriosa.

Hablá más del Padre que de vos


Cuando Jesús fue tentado, Satanás le dijo: “Si eres Hijo de
Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”. Y Jesús le res-

45
Único

pondió: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra


que sale de la boca de Dios”. Desplazó el foco de Él y lo dirigió
hacia Dios.

Después, el diablo lo puso sobre el pináculo del templo y le


dijo: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus
ángeles mandará acerca de ti, y en sus manos te sostendrán”. Otra
vez el foco estaba en Jesús. Pero el Señor le respondió: “No
tentarás al Señor tu Dios”. Nuevamente, le corrigió el rumbo.
Luego, Satanás lo llevó a un monte alto y le mostró todos
los reinos del mundo. “Todo esto te daré, si postrado me adora-
res”, le dijo. Y esta vez Jesús le contestó: “Vete, Satanás, por-
que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”.
Cristo salía de Él y hablaba del Padre. Si queremos tener
un aumento de Cristo, hablemos más de Cristo y menos de
nosotros. ¡Sacá el foco de vos y ponelo en Cristo!

Mejorar no es aumento de Cristo


Podés mejorar la paciencia con un curso, pero no hay au-
mento de Cristo ahí.
Podés irte de vacaciones con amigos y pasarla muy bien,
pero no hablaron nada de Cristo, no buscaron a Cristo, y
Cristo no aumentó. Solamente la pasaron bien.
Podés leer un libro, y que su lectura te beneficie, pero no hay
algo nuevo de Cristo que haya aumentado en vos.

Cristo cambia de forma


Cuando Cristo resucitó, se les apareció a los dos de Emaús.
Eran dos discípulos que iban caminando preocupados y

46
Único

tristes por la muerte de Señor. Lo vieron, hablaron con Je-


sús, pero no lo reconocieron, no se dieron cuenta de que era
Cristo.

Marcos 16:12 relata: “Pero después apareció, en otra forma, a dos


de ellos”. “En otra forma...”, ¡Cristo cambia de forma!

Adán no cambia de forma. Adán es repetitivo, es siempre lo


mismo. Camina siempre detrás del formato, detrás de lo co-
nocido. A nosotros nos encanta apropiarnos de una manera
y hacerla ley. Nos disgusta que nos cambien la forma, pero
a Cristo le encanta dinamitárnosla para luego manifestarse
Él de otra forma.

El Señor me dijo: “No te cortes el pelo”, y no me lo corté.


En todas las redes sociales me escribieron para decirme:
“cortate el pelo”, “el cabello largo te hace más viejo”, “mejor
volvé al corte anterior”. ¡Y yo tenía ganas de cortármelo! No
nos gusta para nada que nos cambien la forma, nos molesta.
Sin embargo, Cristo siempre cambia de forma.

Cristo cambia el método


Cuando Jesús terminó de hablar con la mujer samaritana,
llegó un hombre del gobierno romano, y le rogó que des-
cendiese y sanase a su hijo que estaba a punto de morir. La
Biblia narra el episodio de esta manera:
“Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios, no
creeréis.
El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera.

47
Único

Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre creyó la palabra que Jesús
le dijo, y se fue.
Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron
nuevas, diciendo: Tu hijo vive. Entonces él les preguntó a qué hora
había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó
la fiebre.
El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús
le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa” (Juan
4:48-53).

El hombre tenía a su hijo muy enfermo. Estaba tan grave


que no se lo pudo llevar a Jesús. Por eso viajó 26 kilómetros
en burro, unas 7 horas, en medio de la montaña. Cuando se
encontró con Jesús, estaba en “modo Adán”, porque le dijo:
“Vení a mi casa a tocar a mi hijo para sanarlo”. Pero Jesús le
respondió: “Tu hijo vive”. El “modo Adán” busca el método
que sabe que funciona, pero Cristo lo sorprendió y lo hizo
como jamás ese hombre se lo hubiera imaginado. Él decla-
ró: “Tu hijo vive”, y Su palabra viajó 26 kilómetros, se adentró
en el hijo y el hijo quedó sano.

Ahora bien, en otra ocasión, cuando le dijeron de otro enfer-


mo, Jesús respondió: “Tráiganlo”. Así lo hicieron. Él lo tocó
y fue sano. Entonces, la pregunta es la siguiente: ¿Jesús te
toca o sana a la distancia?

A Él le encanta cambiar de forma, para mantener tu espíritu


despierto y expectante. Cristo quiere que te olvides de los
métodos, de las formas, y le digas: “Señor te voy a disfrutar

48
Único

y voy a ser testigo de la obra asombrosa que estás haciendo


en mi vida”.

Cristo te cambiará la forma y te sorprenderá


para que no te acostumbres a nada.

Cuando el hombre llegó a su casa, el siervo le contó que el


día anterior el hijo se había sanado. Esto quiere decir que el
hombre no volvió rápidamente a su hogar. Es posible que
haya parado en un hotel para descansar. Después de su en-
cuentro, él había confiado en Jesús, ya no estaba en “modo
Adán”, sino en vivir a Cristo. Al día siguiente, cuando se dio
cuenta de que, en esa hora del día anterior, el Señor había
dado la palabra, la familia entera creyó en Jesús.

Este hombre había ido por un milagro y cuando volvió,


toda la familia se convirtió. ¡Cristo va a hacer más de lo que
esperás y de lo que le pediste!

Cristo es como el viento


Imagino a Nicodemo como un hombre elegante, educado,
alguien que amaba a Dios, moral, muy diferente a la sama-
ritana. Pero, para Cristo, tanto el educado Nicodemo como
la desordenada samaritana eran carne. Nicodemo quería
saber cómo iba a ser el nuevo nacimiento, y Jesús le dijo: “El
viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dón-
de viene, ni a dónde va [...]” (Juan 3:8). El viento es libre y, del
mismo modo, Cristo es libre. El Cristo que vive en nosotros

49
Único

nos llevará a ser como el viento, a ser libres de la gente, libres


de las deudas, libres de los problemas, libres de las heridas.
Jesús le dijo a Nicodemo: “El Espíritu es como el viento. Yo
soy espíritu: voy a hacerte libre, porque soy libre”. Cristo
hoy te dice: “El viento es misterioso, no sabés de dónde vie-
ne ni a dónde va. Y así me voy a mover Yo en tu vida. De
manera misteriosa, cambiaré de forma y haré lo que jamás
imaginaste. El viento es invisible, no se ve, pero se oye. De
manera invisible, Yo me moveré en tu vida”.

Cristo saldrá y se expresará a través de nosotros. Él se mo-


verá como el viento, y viviremos en libertad. De manera
misteriosa e invisible, la voz del Hijo saldrá de nosotros.

50
#4
SIEMPRE VUELVE A
BUSCARNOS

Si me enfoco en Cristo seré transformado a Su imagen


¿Cómo tenemos que hacer para que Cristo crezca en nues-
tras vidas? 2 Corintios 3:18 declara: “Por tanto, nosotros todos,
mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor,
somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen [...]”.

¿Qué es la gloria del Señor? Cristo. Y, cuando lo miramos a


cara descubierta, somos transformados a Su imagen. En-
tonces, para que Cristo crezca, tenemos que mirarlo a Él.
A Adán no le gusta mirar a Cristo; a Adán le gusta mirar a
Adán. Por ejemplo, cuando alguien nos dice algo que nos
ofende, ¿cuánto tiempo nos quedamos pensando en esa
persona?

El Dr. Mike Murdock cuenta en uno de sus libros que, una


vez, luego de que una persona lo criticara duramente, se

51
Único

sentó a escribir una carta para contestarle. “Estimado her-


mano: ¿Por qué habló mal de mí? Eso no corresponde…”.
No terminó la frase y tiró el papel. Tomó una nueva hoja y
empezó otra vez: “Hermano, tenemos que amarnos, por-
que somos uno en Cristo…”. Desconforme con sus palabras,
volvió a desechar el papel. Estuvo media hora tratando de
escribir una respuesta, hasta que el Espíritu Santo le dijo:
“Estás perdiendo tiempo con alguien que no te ama. ¿Por
qué no le escribís una carta a tu mamá que sí te ama?”. Mur-
dock terminó escribiéndole una carta a su madre. Aprove-
chá y buscá a Cristo. Escribile una carta al Señor. Enfocate
en Cristo, porque enfocarte en tu problema no te trae au-
mento de Cristo.

La única manera de que Cristo crezca en nosotros


es mirándolo a Él atentamente.

Una persona que vive en el extranjero me contó:


—Bernardo, estoy orando, estoy invocando, estoy en el
equipo Zoé, pero con mis ideas obsesivas sigo igual...
—¿Y cómo orás? —le pregunté.
—Desde que me levanto empiezo la batalla en oración: “Pa-
dre, gracias porque hoy no tendré un día con pensamientos
de muerte. No tendré pensamientos ansiosos ni de pánico”.
—Ahora entiendo por qué estás tan grave. ¡Te levantás exal-
tando tu problema! ¡Lo ponés en el centro del día! No ores
más así. Levantate y orá: “Señor, hoy Tu gloria recorre mi
día, Tu paz es extraordinaria, Tu amor es poderoso. Este día
veré Tu gloria en mi vida” —respondí.

52
Único

La semana siguiente me llamó y me dijo: “Bernardo, ¡orar


como me enseñaste realmente funciona!”.

Experimentar a Cristo
Hay una pregunta que necesitás guardar en tu corazón para
hacértela cada día: “¿Cómo experimenté hoy a Cristo?”.

Es posible leer la Biblia y no experimentar a Cristo. De


hecho, si preguntamos a varios cristianos: “¿Cómo expe-
rimentaste a Cristo hoy?”, muchos de ellos no sabrán qué
responder. Y es que tenemos mucho Adán y poco Cristo.
Mientras estás leyendo este libro, puede ser que tengas un
aumento de Cristo, pero cuando dejes de leer, pensarás en
los problemas que tenés, hablarás de los demás, estudiarás
cómo resolver cuestiones laborales. Quizás, cada tanto se
te escape un “gloria a Tu nombre, aleluya”. Por eso, nuestra
tarea es evaluarnos para ver cuánto está creciendo Cristo en
nosotros. Necesitamos chequear si lo estamos disfrutando
y si realmente estamos experimentando a Cristo.

Conocer a los demás en el espíritu


En 2 Corintios 5:17, el apóstol Pablo dice algo que todos co-
nocemos de memoria: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura
es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas”. Pero es
interesante que observemos qué dice Pablo en el versículo
anterior: “De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie
conocemos según la carne [...]”. La carne es lo humano.
Imaginemos que me encuentro con Pablo y le digo:
—Hola, mi nombre es Bernardo. Soy psicólogo.

53
Único

—Eso es carne, no me interesa —respondería él.


—Bueno, Pablo, también hice varios doctorados y maestrías.
Además, viajé por muchos países dando conferencias...
—Eso también es carne, no me interesa —diría el apóstol—.
Yo me propuse no conocer a nadie en la carne. Mejor hable-
mos de Cristo. Quiero saber cuánto de Cristo creció en vos.
Ah, y algo más: a Cristo tampoco lo conozco en la carne.

Cuando Pablo fue impactado por Jesús, buscó a Pedro y a


Juan para que le contaran cómo fue la vida con Él, porque,
como sabemos, él no lo conoció personalmente, sino solo
por revelación. Pedro, Juan y los discípulos le contaron la
historia, las parábolas, los milagros, las enseñanzas. Sin
embargo, Pablo dijo: “Ni a Cristo lo quiero conocer en la
carne. Yo no quiero saber las historias bíblicas sobre Cristo,
porque para mí el vivir es Cristo”.

Hay gente que concurre a la iglesia desde hace muchos


años. Y hemos crecido juntos. La mayoría ya estamos más
viejos, y nos conocemos en la carne. Y cuando nos referimos
unos a otros, podemos opinar desde la confianza, pero Pa-
blo diría: “No me interesa saber sus virtudes o defectos, lo
que quiero conocer es cuánto Cristo creció en esa persona”.
Onésimo era un esclavo fugitivo que se había escapado y
viajado a Roma. Allí lo apresaron y lo enviaron con el após-
tol Pablo, quien también estaba preso en una casa. Pablo lo
llevó a Cristo y fue entonces cuando Onésimo le dijo: “Pa-
blo, ahora que estoy en Cristo, tengo que confesarte algo:
Yo le robé a mi jefe. Se llama Filemón”. Filemón era amigo

54
Único

y compañero de Pablo. El apóstol le escribió a Filemón di-


ciéndole: “Acá tengo a Onésimo, era un inútil, pero ahora es
útil, porque Cristo creció en él”. Cuando Cristo crece en no-
sotros, de inútiles nos volvemos útiles. Y agregó: “Recibilo,
Filemón. No lo veas en la carne, velo en el espíritu”.

Una experiencia gloriosa


Hace un tiempo el Señor me dio una experiencia gloriosa.
Iba caminando hacia la iglesia cuando el Señor me dijo:
—Mientras vas caminando, quiero que hagas oraciones
en las que solamente ores lo que Yo soy. No quiero que te
involucres.
Entonces empecé a orar:
—Señor, sos grande, sos poderoso. Tu amor es glorioso y
vivís en mí.
—¡No! —me detuvo el Señor—. Dijiste “Vivís en mí”, te
incluiste.
Volví a empezar:
—Señor, Tu nombre es glorioso, Vos sos poderoso y mara-
villoso. Tu poder bendice mi casa...
—¡No! Dijiste “mi casa” —me dijo el Señor.
Entonces estuve más atento. Durante la cuadra siguiente
le agregué a todas las frases “Vos sos” adelante, así no me
equivocaba.
—Vos sos glorioso. Vos sos poderoso. Vos sos grande. Vos
sos ungido y admirable. Vos sos el Dios fuerte.
—¡Muy bien! —me dijo el Señor—. Seguí así otra cuadra.
—Vos sos glorioso. Vos sos poderoso. Vos sos grande. Vos
sos ungido y admirable. Vos sos el Dios fuerte.

55
Único

—¡Excelente, Bernardo! Pero ahora no repitas lo mismo.


—Vos sos glorioso. Vos sos poderoso. Vos sos grande. Vos
sos ungido y admirable. Vos sos el Dios fuerte. Sos príncipe,
sos gloria, sos paz.
Así continué las siguientes tres o cuatro cuadras, hasta que
me di cuenta de que se me habían gastado todos los “Vos
sos” conocidos y que sabía de memoria. De pronto dije:
—Tu presencia es el viento que nadie puede limitar. Soplás
del norte, del sur, del este y del oeste.
Y el Señor me dijo:
—Recién ahora estás orando en aguas profundas, porque
tu mente se calmó y no estás hablando de vos.
Ese día aprendí que hay oraciones de orilla, como “Dame,
bendecime, ayudame”, y eso está muy bien. Su Palabra dice
“El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. También hay
oraciones de aguas medias: “Vos sos grande, glorioso y me
has bendecido”. Él y nosotros. Y eso también está bien. Pero
hay otras oraciones, como las que están en algunos de los
salmos y en el Apocalipsis, en las que es todo Él. Cuando las
orás, entrás en la calma y el Espíritu te empieza a mostrar.
Después de esta experiencia, tuve un aumento de Cristo.
Porque si lo vemos a Él, si lo oímos a Él, si lo buscamos a Él,
Él va a crecer. Y eso se llama intimidad.

La familiaridad
Jesús llegó a Nazaret y entró a la sinagoga. Todo el mundo
lo conocía. En aquella época era costumbre que los invita-
dos diesen una pequeña prédica. Jesús levantó la mano y lo
hicieron pasar adelante. Abrió el rollo de Isaías y leyó: “El

56
Único

Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar
buenas nuevas a los pobres [...]” (Lucas 4:18). Completó la lec-
tura y se sentó. Desde su asiento, los miró a todos y les dijo:
“Esta escritura, se ha cumplido hoy delante de sus ojos”.
La gente de Nazaret, comenzó a comentar: “¿este no es el
hijo de José?”, “creo que a este le compré un banquito de
madera”, “estoy seguro de que es el hijo de María”, “¿los her-
manos y hermanas de este no son los que viven acá a dos
cuadras?”. Le decían “este” y murmuraban entre ellos: “¿Por
qué hizo milagros en todos lados y acá no hizo ninguno?”.
Mientras todos esos rumores estaban circulando, Jesús les
dijo: “Seguramente dirán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mis-
mo’ —algo similar a ‘en casa de herrero, cuchillo de palo’—
pero, saben, a Elías le pasó lo mismo: a la única mujer que
le dio el milagro del pan fue a una viuda de otro pueblo,
porque nadie creyó en él. Y esto también le pasó a Eliseo:
él no hizo ningún milagro con su pueblo, aunque sanó a
Naamán, que era sirio”. Cuando escuchó esas palabras, la
gente se empezó a enojar. Todos se levantaron y empezaron
a empujar a Jesús. Lo llevaron a la cumbre de una montaña
para matarlo, pero cuando lo estaban por tirar por el pre-
cipicio, un milagro de gloria ocurrió, y la gente se quedó
paralizada. Entonces, Jesús pasó en medio de ellos y se fue.
En este tiempo de pandemia, muchos escribían: “extraño ir
a la casa de Dios”, “quiero volver a las reuniones en la igle-
sia”, pero cuando no había restricciones, esa misma gente
no escribía eso.
La familiaridad trae desprecio. Los de Nazaret decían: “es
el hijo del carpintero”. La familiaridad hace que mates a

57
Único

Cristo y que Él siga su camino. Tenemos que valorar al Cris-


to que vive en nosotros. ¿Cómo sabemos que lo estamos va-
lorando? Si le dedicamos tiempo, dinero y esfuerzo. Cuan-
do a algo le brindás tiempo, dinero y esfuerzo es porque eso
es importante para vos.

Cristo vuelve a buscarnos


De Nazaret, Jesús se fue a Galilea. Mucha gente empezó a
juntarse cuando se supo que Él estaría en la ciudad. Justo
en ese lugar, estaban Pedro y Andrés. Los dos hermanos
estaban lavando las redes, porque no habían pescado nada
en toda la noche. Jesús se acercó y les preguntó: “¿Me pres-
tan el barco para hablarle a la gente?”. Se subió a la barca y
le habló a la multitud. Cuando terminó, lo miró a Pedro y
le dijo: “Bogá mar adentro y echá las redes”. Imagino que
Pedro debe de haber pensado: “Este hombre no sabe que
estuvimos probando toda la noche y no sacamos nada.
Además, no se pesca de día porque la luz del sol espanta los
peces. Por otro lado, los peces no están mar adentro sino en
la orilla”. Pero finalmente le contestó: “Maestro, estuvimos
toda la noche pescando, pero en Tu palabra echaré la red”.
Sabemos cómo continuó la historia: tiraron las redes y estas
se empezaron a romper de tantos peces que hallaron.

Pedro y Andrés llamaron a otra barca para que los ayudara.


Entre las dos barcas levantaron las redes y, cuando hubie-
ron sacado todos los peces, Pedro se tiró de rodillas ante
Jesús y le dijo: “Apártate de mí, que soy pecador”. “Sígueme,
y te haré pescador de hombres”, le respondió Jesús.

58
Único

Cuando Juan el Bautista bautizó a Jesús, ya tenía dos dis-


cípulos: Juan y Andrés. Andrés lo fue a buscar a Pedro, su
hermano. Ellos vieron cuando Jesús se bautizó. También
escucharon cuando el Bautista dijo: “¡Este es el Cordero de
Dios, que quita el pecado del mundo!”.

Ellos estuvieron presentes cuando Jesús entró al templo y


sacó a todos los mercaderes. Lo siguieron cuando fue a las
bodas de Caná y vieron el milagro del agua que se convirtió
en vino. También fueron testigos de la charla con la sama-
ritana, a quien le dijo: “Tengo agua de vida”. Lo vieron ha-
blando con Nicodemo, cuando le explicó: “Tenés que nacer
de nuevo”.

En esos mismos días, a Juan el Bautista se lo llevaron preso.


Y algo les pasó a Pedro, a Andrés, a Jacobo y a Juan, porque
dejaron a Jesús. Habían estado nueve meses con Él, habían
visto milagros, habían presenciado sanidades, habían sido
testigos de cosas gloriosas, pero igual se fueron.
Ahora bien, después de casi un año, Cristo volvió a Galilea
y empezó a predicar.

Volviendo al relato de Pedro, dijimos que luego de levantar


las redes, Pedro se arrodilló ante Jesús. ¿Qué fue lo que lo
impactó a Pedro? ¿Acaso fueron, los peces? No, ni siquie-
ra los contó. Lo que le impactó a Pedro fue que Cristo ha-
bía vuelto a buscarlo. Sin importar los errores que haya-
mos cometido, si estamos en Él, Cristo volverá otra vez por

59
Único

nosotros. Y es que existe un pacto eterno: que Él vivirá en


nosotros.

En la actualidad, muchas personas volvieron a pescar, a la


barca, a su pasado. Pero Cristo trae este mensaje: “Vine a
buscarte otra vez. ¡No te voy a soltar!”.

Pedro vio el milagro del agua en vino, vio las conversacio-


nes con la samaritana y con Nicodemo y, sin embargo, se
fue. Pero el milagro de la pesca abundante que la Biblia rela-
ta era un milagro para él. Hasta que vos y yo no experimen-
temos personalmente a Cristo, es posible que nos alejemos
como lo hizo Pedro. Sin embargo, cuando él tuvo su propia
experiencia de amor, dejó todos los peces, ni los contó, y lo
siguió a Cristo.

Dios está levantando gente que tiene intimidad con Cristo,


que no mira los milagros de otros y dice: “Yo experimenté
al Cristo que vive en mí. Yo lo disfruto, y lo veo más que
antes, lo oigo más que antes, lo valoro más que antes. Él está
creciendo en mí, porque lo amo más que antes”.

Pedro y Andrés dejaron todo y se lo cruzaron a Jacobo y a


Juan, que eran los otros dos discípulos que se habían ido.
La barca que habían llamado Pedro y Andrés para que los
ayudara a levantar las redes era de Jacobo y Juan, por lo
que ellos también tuvieron su experiencia. Jesús les dijo:
“Síganme ustedes también”. Y ellos dejaron todo para ir con

60
Único

Jesús. “Ahora hemos experimentado al Cristo que segui-


mos”, dijeron.

Cristo se esconde
¿Por qué Jesús tardó un año en encontrarse con Sus discípu-
los? Porque a veces el Señor se esconde. Hay oportunidades
en que oramos, ayunamos, reclamamos, hacemos todo lo
que conocemos, pero el Señor se oculta. En Cantar de los Can-
tares, el amado fue a ver a la amada y le dijo: “¡Mi amor aquí
estoy!”. La enamorada le respondió: “Estoy desvestida, ven
más tarde”, y el amado se fue. Entonces, la amada se levan-
tó, se vistió y cuando salió dijo: “¿Habéis visto al que ama mi
alma? ¡Se fue! ¡Se escondió!”. El Señor se esconde para que
lo empecemos a valorar. Y sabemos que cuando Él venga, lo
que Él empezó, lo va a terminar.

Experimentar a Cristo
Los pasajes de 1 Corintios 15:45; 47 declaran:
“Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán, alma
viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante”.
“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que
es el Señor, es del cielo”.

Por revelación de Dios, el apóstol Pablo nos dice qué es Cris-


to con respecto a Adán. Y señala dos definiciones:

1. Cristo es “el postrer” Adán (1 Corintios 15:45). Cristo es “el


último”, no hay otro modelo de vida. “El último” significa

61
Único

que le puso fin “al primero”. Le dio muerte a la vieja manera


de vivir.

2. Cristo es “el segundo” Adán (1 Corintios15:47). Esto signi-


fica que es “el segundo” del nuevo modelo. ¿Por qué? Porque
nosotros somos ahora “el primero” del segundo modelo. Es
decir, Cristo no solo le puso fin al modelo de Adán, sino que
liberó Su vida. Trajo la vida Zoé, la naturaleza divina, el nue-
vo modelo, para que ahora podamos vivirla, disfrutarla, ¡vi-
virlo a Él! Así, Él pasó de ser el “Hijo único” de Dios, a ser
el “Hijo primogénito “, el primero de muchos hijos. Ahora
todos podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo”.

62
#5
LA DOBLE TAREA DE LA
CRUZ

La gran mayoría de mis problemas


son por vivir en Adán
La gran mayoría de nuestros problemas, angustias, dolores,
luchas y amarguras son por vivir en Adán. Sin embargo,
hay veces que los problemas no vienen por esta causa. Por
ejemplo, si en tu trabajo te echan por ser honesto, por no
mentir, entonces ese problema no vino por vivir en Adán.
Eso es una injusticia. Pero quitando estas excepciones, la
gran mayoría de los conflictos, de los problemas emociona-
les que tenemos, de las luchas, de las dificultades con los hi-
jos, las preocupaciones económicas, son por vivir en Adán.

Veamos un ejemplo: Un hombre tiene baja estima, por lo


que busca continuamente agradar, quedar bien con todo
el mundo, hasta que un día estalla y le grita al jefe: “¡¿Qué
piensa, que me van a tomar por un inútil?!”. Otra vez, la vida
de Adán le complicó la existencia.
63
Único

Hasta un 95% de los problemas que tenemos es por vivir


con miedo al compromiso, con baja estima, con carácter
complicado, siendo autoritario, en definitiva, por vivir en
Adán.

Problemas sencillos y problemas graves


La falta de compromiso, la baja autoestima, los miedos, el
carácter difícil, las inseguridades son algunos temas que
los podríamos agrupar en “sencillos”, pero también hay
temas más “graves”. El apóstol Pablo estudió en profundi-
dad lo que es vivir en Adán, y descubrió que, además de
los asuntos “menores” hay cuestiones “graves”. El apóstol
diseñó cuatro listas de actividades de Adán:

64
Único

Es notable que Pablo mezcle celos con homicidio y con


envidia. ¿Acaso es lo mismo estar celoso o tener envidia
que matar? Aunque la justicia humana castigue a un caso e
ignore a los otros, para Pablo todo es vivir en Adán.

En Romanos 6 y 7 encontramos un detalle de cómo vive


Adán. Tanto las cosas graves, como el homicidio, como las
cosas sencillas, como las contiendas, todo es carne para
Dios. Porque lo que es nacido de la carne, carne es. No hay
carne sencilla o grave.

Adán funciona como una ley, es decir, funciona las 24 ho-


ras. Al respecto, Pablo dijo: “Quiero hacer el bien, pero me
encuentro haciendo el mal; quiero mejorar, pero encuentro
que hago cosas que me hacen daño. ¿Quién me va a librar de
esta lucha que tengo? Doy un paso adelante en un área de
mi vida, pero doy tres pasos hacia atrás en otra”. El apóstol
reconoce que está atado a una ley. Además, declara: “No
confío en la carne” (Filipenses 3:3) y “Vivir en la carne no
puede agradar a Dios” (Romanos 8:8). Por su parte, Jesús fue
más directo todavía y dijo: “La carne para nada aprovecha”.

Para Dios no hay una carne mejor que otra,


para Él toda la carne está condenada.
Hasta lo bueno de lo humano es malo para Dios.
Hasta lo bueno de lo humano está fallado.

Como dijimos anteriormente, la mayoría de nuestros pro-


blemas son por vivir en Adán. Y Dios no vino a mejorar ni

65
Único

solucionar los problemas de nuestro Adán. Lo único que se


puede hacer con Adán es crucificarlo. Porque “si ya no vivo
yo, entonces ahora Cristo va a vivir en mí y, si antes vivía
la vida heredando lo que me dejó Adán, ahora que recibí a
Cristo, viviré heredando lo que Cristo es”.

En la cruz, Jesús hizo una doble tarea


Dios le reveló a Pablo las dos obras de Jesús en la cruz: le
dio muerte a nuestro Adán y liberó Su vida para que todos
nosotros podamos vivir en Cristo. Por eso, cuando pasó por
la cruz, declaró: “El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”
(Juan 11:25). Ahora podemos decir: “Ya no vivo yo, más Cristo
vive en mí”.

Gálatas 2:20 declara: “Con Cristo estoy juntamente crucificado,


y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó
a sí mismo por mí”. Observemos ahora la traducción literal
del griego:

• “Cristo, con Él crucificado”.


Cristo comienza Su vida en mí cuando le doy fin a mi vida
en Adán.

• “Estoy viviendo, pero yo ya no”.


La palabra “vivo” es Zoé, ¡la vida de Él! Además, Pablo acla-
ra: “No ya yo”. El término “yo” en el griego es ego.

66
Único

• “Está viviendo Cristo en mí”.


“Está viviendo” es yi (ζεί), el verbo derivado del término
Zoé. El pasaje no dice “Cristo vive en mí”, sino que la prime-
ra palabra es “vive”: “Vive Cristo en mí”, porque el énfasis
aquí es el verbo “vive”, es decir, la vida Zoé, la vida divina,
eterna, gloriosa, que es Él.

“En mí” hace referencia al espíritu nuevo que tengo en Cris-


to. Mi nuevo ser, el cual no es mi “alma“ o mi “yo” que ha
muerto en la cruz. Es decir, Cristo llena mi espíritu hacién-
dome uno con Él.

• “Con el cual ahora vivo en la carne”.


“Vivo” es Zoé. En lo humano —aquí “carne” es sinónimo
de “vida bios”—, Zoé y bios se hacen uno, de allí que en la
eternidad tendremos un cuerpo resucitado.

• “En fe vivo, la del Hijo”.


La fe ahora está en Zoé. Lo que el Hijo tiene, que es “fe”, es
ahora mi fe (mía). Nada natural es necesario, sino que Cristo
me da todo lo que Él es y tiene.

• “La del Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo


por mí”.
Todo esto es obra del amor de Él, de Su entrega “a Sí mismo”.
Pablo muestra que Cristo no dio Su vida solo para que sea-
mos salvos, como si solo consistiera en hacer una oración y
esperar morirnos para ir al cielo. ¡No! Es que “ser salvado”

67
Único

es vivirlo a Él, ahora y por siempre. Es un vivir, es Su vivir


en mí.

Resumiendo, la doble obra de Cristo en la Cruz fue:

A. Cristo cargó con Adán y le dio muerte en la cruz a la vieja


naturaleza.
B. Cristo liberó Su vida para que ahora Él viva en nosotros.
“Cristo, con Él crucificado, estoy viviendo, pero no ya yo.
Cristo está viviendo en mí. Con Él ahora vivo en fe. En la fe
del Hijo de Dios que me amó y se entregó a Sí mismo por
mí”.

Comer caramelos
Muchas veces hemos ido a la iglesia con el fin de “buscar
una palabra”, porque estábamos mal. Ciertamente, yo lo
hice hasta no hace mucho tiempo. Leíamos un versículo o
un devocional que nos hiciera sentir mejor. Y nada de eso
está mal, al contrario. Buscar un párrafo que nos ayude
con nuestros problemas es como comer caramelos: no es
malo, pero no alimenta al Cristo que estamos buscando que
crezca. Por eso, necesitamos hacer un salto hacia aguas pro-
fundas y, en lugar de buscar una palabra que nos anime,
tenemos que enfocar toda nuestra vida en aprender a vi-
vir a Cristo. Si aprendemos cómo vivir a Cristo, saldremos
de los caramelos y nos volveremos “chefs de alta cocina de
Cristo”. Si aprendemos a vivir a Cristo, la gran mayoría de
nuestros problemas en Adán desaparecerán para siempre.

68
Único

“Cuando era niño jugaba como niño, pensaba como niño,


pero me fui aguas adentro y aprendí que para mí el vivir
es Cristo”, dijo Pablo. “Mi objetivo, mi anhelo, mi meta, mi
deseo a partir de ahora, es aprender a vivir a Cristo”.

¿Por qué nos cuesta tanto vivir a Cristo? Por la sencilla ra-
zón de que tenemos muy poco de Él. El problema es que
pensamos que tenemos mucho de Cristo, pero en realidad
tenemos poco de Cristo y mucho de Adán. Seamos sinceros,
si tuviésemos que compartir lo que sabemos y hemos expe-
rimentado de Cristo, mencionaríamos tres o cuatro cosas...

El Señor me preguntó: “Bernardo, ¿experimentaste el Cris-


to que está en Colosenses, el de Efesios y el de Filipenses?”.
Nunca había pensado en esa diferencia... Lamentablemen-
te, tenemos poco Cristo.

Cristo habló con autoridad


Jesús salió de Nazaret y fue a Capernaum, a buscar a los
cuatro discípulos que se habían ido: Pedro, Andrés, Jacobo
y Juan. Ya allí, un sábado, llegó a la sinagoga con algunos
discípulos. Lucas 4 relata el evento de esta manera: “Des-
cendió Jesús y empezó a hablar un sábado. Se admiraban de su
doctrina, porque la palabra de él era con autoridad. Y estaba en la
sinagoga un hombre que tenía un espíritu de demonio inmundo,
el cual exclamó a gran voz diciendo: Déjanos, qué tienes con noso-
tros Jesús Nazareno. ¿Has venido para destruirnos? Yo te conozco
quién eres. Eres el Santo de Dios.

69
Único

Y Jesús les reprendió diciendo: Cállate y sal de él. Entonces el de-


monio lo derribó en medio de ellos, salió de él y no le hizo daño
alguno. Y estaban todos maravillados y hablaban unos a otros,
diciendo ¿qué palabra es esta?, ¿con qué autoridad y qué poder
manda a los espíritus inmundos y salen? Y su fama se difundía
por todos los lugares”.

Jesús estaba hablando cuando se le cruzó un hombre en-


demoniado. Jesús le dijo al demonio: “Cállate y sal de él”. No
gritó, no oró diez horas seguidas, no hizo un espectáculo. Él
dijo: “Cállate”. Esa palabra, en el original, significa “poner
un bozal”. La orden fue: “¡Te ponés un bozal y te vas!”. Cuan-
do Cristo crezca, vos y yo nos vamos a encontrar hablando
con autoridad. Vendrá el enemigo a atacarnos y diremos:
“Cállate y sal”, y el ataque habrá terminado. Con dos pala-
bras se termina todo. Así es Cristo.

Ahora bien, en este relato diferenciamos tres voces: la voz


de Jesús, la voz del endemoniado y la voz de la gente. Cuan-
do se terminó la voz del endemoniado, se terminaron las
voces de la gente. ¡Ahora es tiempo de la voz de Cristo con
autoridad!

Cristo no usó la oratoria


La gente que estudia oratoria, que son técnicas para hablar
en público, enseña que hay tres principios básicos a respe-
tar si se desea tener éxito en las charlas en público: (1) argu-
mentar lo que se va a decir, (2) tener un objetivo claro, y (3)
vibrar en el sentido de la charla.

70
Único

Argumentar lo que voy a hablar es esencial, porque así


podemos hacer referencia a diferentes datos que apoyen
y sostengan lo que diga. Lo cierto es que Jesús nunca pre-
cisó argumentar Sus declaraciones. Cuando Él hablaba,
era Él mismo. Al hombre endemoniado no le dio ningún
argumento, solo le dijo: “Callate y andate”. Cristo se va a
expresar en tu vida con Su autoridad. No vas a tener que de-
mostrarle nada a nadie, y lo que digas será Cristo viviendo
en vos.

El segundo punto que te enseñan para ser un buen orador


es tener un objetivo claro, saber exactamente qué estás bus-
cando lograr. Sin embargo, cuando Cristo hablaba no te-
nía como objetivo resolver algún problema a alguien, solo
transmitía Su vida a los demás. Cristo hablará a través de
vos para transmitir vida y no para resolver problemas.

Por último, dicen los oradores que, si querés impactar a la


audiencia, tenés que vibrar primero en el sentido de la char-
la. Si querés que el otro llore, entonces te quebrás; si querés
que el público se ría, entonces te reís. Cristo no hizo nada de
eso. Él no hablaba para impactar con emociones. No nece-
sitó ser un orador formado, porque Él “era la Palabra viva”.

Cristo crecerá en nosotros y Él mismo hablará con tu jefe,


con tus hijos, con tu pareja, con los vecinos. “Abrí tu boca”,
dice el Señor, “y Yo la llenaré de Mis palabras”. No te pre-
ocupes por lo que vayas a decir, tu tarea no es preocupar-
te por nada. Tu tarea es que aprendas a vivir a Cristo, que

71
Único

busques que Cristo crezca y Él se expresará para que hagas


grandes negocios, resuelvas problemas y tengas autoridad
frente a cualquier circunstancia adversa que te suceda.

Cristo fue tierno


Jesús y los discípulos salieron de la sinagoga. Ya era de tar-
de. Se fueron a la casa de Pedro. “Entonces Jesús se levantó y
salió de la sinagoga, y entró en casa de Simón. La suegra de Simón
tenía una gran fiebre; y le rogaron por ella. E inclinándose hacia
ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al
instante, les servía” (Lucas 4:38-39). Jesús reprendió la fiebre y
automáticamente hubo un milagro. Preparémonos, porque
al enfermo que Dios nos ponga delante, le soltaremos la voz
de Cristo, le diremos: “Sé sano en Jesús”, y nada más: Cristo
lo sanará instantáneamente. ¡No será por nuestra oración,
sino porque Él se va a manifestar!

El Evangelio de Mateo agrega que Jesús tomó de la mano a la


suegra de Pedro. Eso es ternura. ¡Cristo se va a expresar con
ternura!
¿Recibiste alguna vez un “abrazo vacío”? Los abrazos va-
cíos son abrazos de gente que te rodea, que te toca, pero que
están vacíos, no transmiten ni amor ni ternura. Las perso-
nas que dan abrazos vacíos generalmente nunca mimaron
a nadie ni se dejaron mimar. Pero Cristo fue tierno, porque
no solo reprendió la fiebre, sino que le dio ternura a la an-
ciana. Cristo puede ser mimoso, aunque diez minutos antes
haya reprendido un demonio. Jesús no vivía reprendiendo
demonios, sino que trataba a la gente con ternura.

72
Único

Un ambiente de paz y alegría


Al salir de la casa de Pedro, a Jesús se le apareció un leproso.
El hombre se puso de rodillas y le dijo: “Señor, si quieres pue-
des sanarme”. Jesús se compadeció y le respondió: “Quiero”.
Ese Cristo vive en vos y en mí. Y, si todavía no lo hemos
experimentado así, es porque aún hay mucho de Adán en
nuestras vidas.

Ese diálogo con el leproso generó una atmosfera de paz y


alegría. Adán vive en un ambiente de pelea, discusiones,
tensión, gritos, dudas, pero Cristo genera climas hermosos.
“Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfer-
medades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de
ellos, los sanaba. También salían demonios de muchos, dando vo-
ces y diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les
dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo” (Lucas 4:40-41).

Después de liberar al endemoniado y sanar a la suegra de


Pedro, el relato bíblico narra que Jesús no podía salir de la
casa, ya que afuera estaban todos los enfermos de la zona.
La fama de estos milagros había atraído a multitudes. En-
tonces, Jesús les impuso las manos y los sanó a todos. Pre-
parate para dejar que Cristo se exprese en sanidades y en
milagros, porque “vivir a Cristo” es hacer lo que Él hizo.

Jesús tenía intimidad con Su Padre


“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se
fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

73
Único

Después de estar toda la tarde y toda la noche ministrando


sanidad y expulsando demonios, todos se fueron a dormir.
Recién entonces, a la madrugada, cuando todavía estaba
oscuro, después de una jornada agotadora, Jesús se levantó
y fue a tener intimidad con Su Padre.

Jesús nunca oró con los discípulos. Él oraba solo. Una vez
que estaba con Pedro, Jacobo y Juan, les dijo: “Quédense
acá, que voy a orar”, y se fue solo. Intimidad es experimen-
tar al Señor. Intimidad es disfrutar a Cristo.

En los últimos dos meses he leído 372 libros de Jesús. Y el


resultado es que ahora quiero leer libros que me hablen más
de Cristo. Ahora busco cosas nuevas, experiencias, alguna
nueva revelación de Cristo. Y cuando encuentro algo nue-
vo, me alegro y lo disfruto. Porque intimidad es disfrutar.
Cuando tu máxima alegría, placer y disfrute es comer a
Cristo, entonces estás en aguas profundas.

El predicador chino Witness Lee escribió un comentario de


toda la Biblia. Aquel fue un trabajo enorme. Él comenta que,
mientras estaba haciendo ese trabajo, se cansaba mucho.
“Estoy todo el día escribiendo, estudiando, y me canso. En-
tonces, lo que hago es invocar a Jesús. Lo invoco unos minu-
tos y mis fuerzas se renuevan. Después sigo escribiendo”.

Hay que seguir adelante


“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se
fue a un lugar desierto, y allí oraba.

74
Único

Y le buscó Simón, y los que con él estaban; y hallándole, le dijeron:


Todos te buscan.
Él les dijo: Vamos a los lugares vecinos, para que predique también
allí; porque para esto he venido.
Y predicaba en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba
fuera los demonios” (Lucas 4:42-44).

Todos buscaban a Jesús, porque seguramente se habían he-


cho populares los milagros del día anterior. Cuando los dis-
cípulos le dijeron que lo buscaban, Él respondió: “Vamos a
otro lado, así también predico allá”. El mensaje fue: “Hay
que seguir. Hay más gente todavía. ¡Hay mucho trabajo por
hacer, vamos hacia otro lado!”. El Señor nos dice: ¡Hay que
seguir! ¡Todavía hay mucha gente que vive en Adán y nece-
sita saber que hay otra vida con Cristo!

Éxtasis
Una experiencia de éxtasis es descubrir algo nuevo de Cris-
to y que esa sea tu máxima alegría. La Palabra narra que
mientras estaba en una terraza, el apóstol Pedro tuvo un
éxtasis al recibir una visión de parte de Dios.

“Éxtasis” quiere decir “fuera de estado”, porque no se trata


de un trance de histeria. Pedro vio el cielo abierto. Él se salió
de Adán, salió del estado solamente humano, para experi-
mentar un éxtasis y ver algo glorioso de Cristo.

Un éxtasis es un deslumbramiento de alegría, de disfrute,


es ser consciente de que estás viviendo a Cristo y que esta

75
Único

vida con Él es tan gloriosa, que ni la muerte, ni la vida, ni lo


alto, ni lo profundo te podrá separar del amor de Dios en
Cristo Jesús. ¡Esas son aguas profundas!

Disfrutar de los tres rostros de Jesús


No existe ningún retrato del aspecto físico de Jesús. Aun
cuando algunos dicen que el rostro era de tal o cual manera,
eso es algo erróneo. El mismo Señor se encargó de que no
quedara imagen alguna. Sin embargo, sí permitió que tres
hombres de Dios lo “vieran” y nos dejaran su descripción
para nuestro disfrute.

1. Isaías: El rostro de la pasión


Isaías 53:2: “No había en él belleza ni majestad alguna; su as-
pecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable”.
El profeta vio el rostro ensangrentado, lastimado, deforma-
do, lacerado por amor. Ocho siglos antes de Cristo, pudo ver
en el espíritu el rostro de Jesús en la pasión, yendo a la cruz
por nosotros.

2. David: El rostro de la eternidad futura


Salmos 45:2: “Eres el más hermoso de los hijos de los hombres”.
David vio la eternidad: Su belleza, Su armonía, Su perfec-
ción, Su dulzura. Él pudo ver el fin de los tiempos; lo vio a
Cristo en Su gloria y majestad, como Dios-hombre perfecto,
lleno de gracia y esplendor.

76
Único

3. Pablo: El rostro del siervo


Filipenses 2:7: “Sino que se despojó a sí mismo, tomando forma
de siervo, hecho semejante a los hombres”.
Pablo lo vio en Su humildad, en Su amor, al hacerse como
nosotros. También cómo descendió de Su gloria, experi-
mentando todo lo que nosotros vivimos, para así, un día,
poder ser también nosotros como Él. El apóstol Pablo vio al
hombre que vino a darse y a caminar como nosotros.

Estos tres rostros solo nos dan una descripción “parcial” de


Cristo, ninguno de los relatos lo abarca completamente. Te
invito a meditar, orar, adorar y disfrutar cada “rostro” del
Hijo.

77
#6
MENOS ADÁN Y MÁS
CRISTO

Los cuatro amigos de hierro


Jesús estaba con Sus discípulos. Había ido a una casa a pre-
dicar. Lo cierto es que el lugar se llenó de gente, pero solo
dejaron pasar a los fariseos, los religiosos de turno, y los
sentaron en la primera fila. Ellos no se sentaron allí para
aprender, sino para poder criticar mejor a Jesús.

Afuera se produjo un alboroto, porque aparecieron cuatro


amigos que traían a su compañero paralítico para que Jesús
lo sanara. Un médico, que hizo un comentario sobre este
tipo de enfermedad de la época, nos ilustra que se podría
haber tratado de poliomielitis. Esta enfermedad incluía
síntomas como incontinencia —a este hombre había que
bañarlo antes de llevarlo— y trastornos depresivos, porque
no podía hacer nada, de manera que, además, seguramente,
lo tuvieron que convencer de que se dejara llevar. Después

79
Único

de higienizarlo y de convencerlo, los amigos lo cargaron y


lo llevaron por las calles empinadas. ¡Esos amigos amaban
al paralítico!

Cuando llegaron a la casa, a estos cuatro hombres con ca-


milla a cuestas, no los dejaron pasar como a los fariseos. El
lugar estaba repleto. Sin embargo, lejos de amedrentarse,
los amigos dieron la vuelta a la casa, se subieron al techo,
que era de paja, y comenzaron a hacer un agujero para bajar
por allí a su amigo.

¿Te imaginás la situación? Jesús estaba hablando cuando, de


pronto empezaron a caer pedazos de paja del techo. Toda
la gente, los fariseos y Jesús, miraron hacia arriba. El techo
seguía rompiéndose. Cuando finalmente terminaron el
agujero, los amigos empezaron a bajar al paralítico, proba-
blemente mal atado, con sogas. Cuando Cristo lo vio, le dijo:
“Hijo tus pecados están perdonados”.

Los religiosos, que estaban en primera fila, pensaron:


“¿Quién es este que perdona los pecados?”. Jesús les leyó el pen-
samiento y también los susurros, por lo que declaró: “¿Qué
es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o
decirle: Levántate, toma tu lecho y anda? Pues para que sepáis
que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar
pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y
vete a tu casa” (Marcos 2:9:11).

80
Único

En ese momento, la vida Zoé de Cristo se introdujo en el


hombre paralítico. Toda la poliomielitis desapareció; to-
dos los músculos atrofiados se sanaron; toda la vida divi-
na lo llenó. El hombre se levantó sano por completo y salió
caminando.

El techo representa a Adán. Hay un Adán que tenés que


romper para que Cristo libere Su poder. Adán es como un
frasco que, si no lo rompés, no saldrá el perfume que está
allí.

Él produce el querer y el hacer


Hay cosas que a nuestro Adán no le gusta hacer. Por ejem-
plo: no nos gusta ir al gimnasio, no nos gusta estudiar, no
nos gusta hacer dieta, no nos gusta levantarnos temprano.
Sin embargo, Cristo tiene todas las virtudes y Él puede ha-
cer que nos alimentemos correctamente, nos ejercitemos,
estudiemos y nos den ganas de levantarnos temprano. Pue-
de ser que no seas ordenado, pero el Cristo que vive en vos
puede expresarse y entonces serás como Cristo: ordenado.
Esta es la razón por la que el apóstol Pablo, en Filipenses 2:13
asegura: “Él produce el querer y el hacer”.

Esas ganas nuevas que te surgen, por ejemplo, de cuidar


tu salud o de empezar a congregarte es Cristo creciendo
en vos. Cristo produjo esas ganas. Él no dependerá de tus
ganas, sino que te va a dar Sus ganas para hacer las cosas
que te cuesta hacer.

81
Único

Si le damos muerte a Adán y buscamos un aumento de Cris-


to, las ganas, la fuerza y la vida del Hijo, serán nuestras ga-
nas, nuestras fuerzas y nuestro vivir.

Como Adán murió, cuando Cristo aumenta la voluntad que


no tenías aparece. Pero ahora no solo aparece el querer, sino
el poder. Muchas veces decimos: “no puedo estudiar, no
me da la cabeza”, “no puedo entender estos conceptos”, “no
puedo formar una pareja”, “no puedo prosperar”, pero ne-
cesitás saber que el Cristo que vive en vos no solo expresa
Su querer, sino también Su poder, por Su buena voluntad.
Entonces, de repente, te encontrarás siendo capaz de hacer
lo que no podías hacer. Porque “todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”.

Lo humano, lo de Adán, también crece


Dice el apóstol Pablo: “No nos cansemos de hacer el bien” (Gála-
tas 6:9), y esto significa que no debemos cansarnos de sem-
brar a Cristo en nuestra vida. Si no desmayamos, vamos a
cosechar.

Todos los días, cada uno de nosotros siembra en Adán o


en Cristo. Necesitamos elegir dónde vamos a sembrar. Si
sembramos en Adán, Adán se fortalece, crece. Pero hemos
aprendido a entregar en la cruz a Adán. El problema es que,
por lo general, solo entregamos lo que no nos gusta de nues-
tro Adán. Por ejemplo, entregamos los ataques de pánico, la
pobreza, las enfermedades. Pero hay otras áreas de Adán

82
Único

que no las queremos soltar y, al aferrarnos a eso, Adán se


fortalece, y hasta se vuelve espiritual.

Cuando Dios nos debilita el Adán


El techo de la casa, de donde bajaron al paralítico, represen-
ta que hay aspectos de nosotros que necesitan ser golpea-
dos, debilitados. ¿Eso significa que debemos castigarnos?
No. Dios no castiga. El Señor debilita el área donde nuestro
Adán se hace “el fuerte” para que lo entreguemos. Cristo
trabajará en las áreas donde Adán es fuerte y lo debilitará.
¿Cómo lo hará? Permitiendo que lo que hacíamos bien aho-
ra nos salga mal.

Tiempo atrás, di un seminario para una iglesia de otro país.


Pensé en compartir lo último que estamos hablando de
Cristo. Y tal cual como lo había dicho el domingo anterior
en nuestra iglesia, se lo transmití a ese grupo de liderazgo,
creyendo que iba a ser un impacto total. Cuando terminé
me hicieron preguntas. Fue entonces cuando me di cuenta
de que no habían entendido nada.

Finalizó el seminario y me dije: “No comprendieron nada.


¿Cómo puede ser que haya terminado así, si a esta palabra
la investigué, la oré, la medité? ¿Cómo puede ser que no
hayan entendido?”. Estaba muy enojado, era puro Adán.
Pero el Señor me dijo: “Confiaste en Adán, porque a veces
nuestras virtudes son Adán disfrazado”.

83
Único

Muchas veces, las cosas que nos salen bien, de pronto co-
mienzan a fallar. Y Dios nos dice: “Como te salía tan bien, lo
estabas haciendo solo, no me buscaste a Mí. Confiaste solo
en vos”.

Otras veces, Dios nos debilita cambiándonos los roles. Ima-


ginate que le digo al guitarrista de la banda de la iglesia:
“Preparate que, en cinco minutos, en vez de tocar la gui-
tarra tenés que predicar”. ¿Te imaginás la intensidad con
la que va a orar los próximos cinco minutos? ¡Él sabe que
dependerá 100% de Dios! Seguramente, su oración antes de
tocar la guitarra no es igual a esta oración…
Lo mismo ocurriría a la inversa. ¡Si yo tuviera que tocar la
guitarra estaría orando en varios idiomas para poder acer-
tar un acorde! Por otra parte, los que estuvieran presentes
estarían orando para que no toque. A veces Dios nos da una
tarea imposible para que aprendamos a depender más de
Él.

¡Tenemos que buscar al Señor de la misma manera cuando


nos va mal que cuando nos va bien!

Adán se debilita en la cruz


Cuanto más llevamos a la cruz a Adán, más se debilita. El
pastor Watchman Nee decía que hay un momento en tu
vida del espíritu, que entregar a la cruz a Adán es tan auto-
mático, que apenas aparece un problema, lo llevás a la cruz
y en el segundo minuto, ya Cristo se está expresando nue-
vamente. No obstante, hay gente que lleva a Adán a la cruz

84
Único

solamente cuando “las papas queman”. Después de que los


despiden del trabajo dicen: “Entrego mi orgullo y mi mal
carácter”; se enteran que el hijo está consumiendo drogas y
oran: “Señor, te entrego mi paternidad/maternidad y todo
mi hogar”. Pero cuando les está yendo bien, se olvidan de
seguir entregando a Adán.

Cuando algo de Adán muere, automáticamente Cristo, em-


pieza a crecer y sale de nosotros. Cuando los amigos rom-
pieron el techo y bajaron a ese paralítico, en un minuto ese
hombre se fue caminando. Vienen días en los que, cuando
entreguemos en la cruz a nuestro Adán, todo lo que esta-
ba paralizado, todo lo que estaba mal, muerto o herido, va
a restaurarse en el poder de la vida de Cristo de manera
automática.

Adán busca a Adán


Jesús salía de la casa con Sus discípulos cuando se encon-
tró a Mateo. Mateo era un recaudador de impuestos. No lo
quería nadie, porque estaba en complicidad con los roma-
nos para robarle a la gente. El Señor lo enfrentó y le dijo:
“Seguime”. Mateó dejó todo, lo siguió y, además, organizó
una fiesta. Invitó a todos sus contactos corruptos y enga-
ñadores. Como si esto fuera poco, aparecieron los fariseos.
“¿Qué hace Jesús con esa gente? ¿Cómo puede ser que com-
parta una fiesta con ese tipo de gente? ¡Qué vergüenza!”,
se horrorizaron. Entonces, los fariseos les preguntaron a
los discípulos: “¿Por qué su maestro come con esa gente?”.
Jesús los escuchó y no dejó que los discípulos respondieran.

85
Único

Interrumpiéndolos, les dijo: “Los sanos no tienen necesidad de


médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa:
Misericordia quiero” (Mateo 9:12-13). El Adán siempre quiere
activar tu Adán pero, cuando Cristo crece, sabremos cómo
responder a las preguntas difíciles.

La regla del 3 por 15


Si nunca escuchaste habar de esta regla, es porque la inven-
té yo. Cada tres minutos que hables de alguien o reacciones
mal, tenés que dedicarle quince minutos a la adoración y la
búsqueda de Cristo. Por cada tres minutos de Adán, quince
que sean de Cristo. ¡Vos y yo necesitamos debilitar a Adán
y fortalecer al Cristo!

No te salgas de Cristo. Ya estás en Cristo, entonces ¡no te


salgas de Él! Recordá que el Señor dijo: “Si permanecen en mí
y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran, y se
les concederá” (Juan 15:7).

Que nuestras reacciones, nuestro hablar, sean para que


Cristo crezca, y por cada tres minutos que perdamos el
tiempo con Adán, dediquémosle quince a Cristo. ¡La única
forma de aumentar a Cristo es disfrutándolo y experimen-
tándolo a Él!

Cómo leer la Biblia experimentando a Cristo


Estamos acostumbrados a leer la Biblia en “modo ori-
lla”, pero hoy quiero enseñarte a leerla en modo “aguas
profundas”.

86
Único

Veamos ejemplos de lo que llamo “modo orilla”: “El señor


le habló a la samaritana y le dio agua de vida. ¡Amén! Él
me dará agua de vida eterna” o “Jesús le dijo a Zaqueo: ‘La
salvación ha venido a tu casa’. Toda mi casa ahora será llena
del Señor”.

Ahora observemos cómo es el “modo aguas profundas”:


Cuando lees un milagro de sanidad que Cristo hizo, le di-
rás: “Señor, gracias, porque lo que hiciste acá, lo vas a hacer
ahora a través de mí”. Entonces, vas a estar con una persona
enferma, Cristo va a hablar y esa persona enferma se va a
sanar. Jesús no gritó, ni hizo un show al momento de sanar;
Él se encontraba con el enfermo y, simplemente, se expresa-
ba. Cuando Jesús se cruzó con el leproso, generó una atmós-
fera hermosa y de paz. Cuando te enfrentes a un espacio
de dolor o tensión, permití que Cristo salga y exprese una
atmósfera agradable.

Para llegar alto Adán debe estar en la cruz


En Egipto, Moisés tenía todo. Vivía en el palacio, disponía
de una fortuna y tenía un futuro próspero. Pero Dios dijo:
“Eso es puro Adán”, y lo echaron de Egipto, se quedó sin
palacio, sin dinero y además lo persiguieron para matarlo.
Moisés terminó trabajando con el suegro. Y, cuando estaba
en lo más bajo de su vida, se le apareció el Señor en una zar-
za ardiente y le dijo: “Moisés, así como ese fuego, así me voy
a introducir en vos. Yo voy a ser el fuego”. Moisés le planteó
todas sus limitaciones, le mostró a Dios el Adán completo:
“No voy a poder, no sé hablar, nadie me va a creer”. Y Dios

87
Único

no le contestó ninguno de esos planteos. Solamente le dijo:


“No me hables de vos, Moisés, porque Yo seré tu voz, Yo
te pondré gente, Yo te bendeciré. Porque no se trata de tus
posibilidades e imposibilidades, Moisés. Se trata de que Yo
me exprese”. Y Dios tomó a Moisés de lo más bajo y lo volvió
a poner en lo más alto.

Dios llama a los escondidos en Su intimidad


Cuando David fue a pelear contra Goliat, le dijeron: “¡Vos
no sabés pelear! ¡Ese gigante es un hombre de guerra!”, pero
David respondió algo hermoso: “Cuando yo estaba solo en
intimidad con mi Dios, un oso y un león venían a matar a
mis ovejas y yo los atacaba. Yo tengo intimidad con el Señor,
no les tengo miedo a los gigantes”.

Te invito a que guardes esta enseñanza en tu corazón: Dios


no llama a los conocidos, Dios llama a los escondidos, a los
que se esconden en Su intimidad. Por eso, si vos y yo nos
escondemos en Cristo, vivimos a Cristo y lo disfrutamos,
veremos Su poder expresarse a través de nosotros.

En Cristo
¡Cuánto amó Pablo la expresión “en Cristo”! La usó 10 veces
en Romanos, 12 veces en 1 Corintios, 9 veces en 2 Corintios,
6 veces en Gálatas, 4 veces más en Colosenses, 10 veces en
Efesios, 7 veces en Filipenses, 13 veces en los “libros T” — Te-
salonicenses, Timoteo y Tito—, 7 veces en 2 Timoteo, 3 veces en
Filemón...
Que esta expresión sea un rhema en nuestras vidas…

88
Bibliografía

Alonso, H., La doctrina bíblica de la cruz de Cristo, Ed. Clie,


1990.
 
Chafer, L.S., El hombre espiritual, Portavoz, 1948.

Edwards, G., La vida suprema, El faro, 1998.

Girod, Gordon, Palabras y portentos de la cruz, Ed. Clie, 1973.

Guyon, Madame, Torrentes Espirituales, Marrón y azul, 2018.

Guyon, Madame, Cómo experimentar las profundidades de Je-


sucristo, Ed. El faro, 1975.

Guyon, Madame, Experimente las profundidades de Jesucristo,


Ed. Peniel, 1990.

Guyon, Madame, Autobiografía, Marrón y azul, 2018.

Henry, M., Cómo incrementar nuestra comunión con Dios, Ed.


Clie, 1984.
 
Huegel, Federico, Luces sobre el sendero, C.U.P., 1948.

Huegel, Federico, Vida de su vida, C.U.P., 1950.

Huegel, Federico, Cumbres de redención, C.U.P., 1953.


89
 Huegel, Federico, La vida interior, Ed. Vida, 1998.

Lee, Witness, El pleno conocimiento de La Palabra de Dios,


L.S.M., 2011.
 
Lee, Witness, El árbol de la vida, L.S.M., 1997.

Lee, Witness, Estudio-vida, L.S.M., 2000.

Lee, Witness, El misterio de Dios y el misterio de Cristo, L.S.M.,


2005.

Lee, Witness, La salvación en vida que Dios efectúa,


L.S.M.,2003.

Lee, Witness, La conclusión del Nuevo Testamento, L.S.M.,


2014.
 
Lewis, J.P., La cruz del calvario, Ed. Clie, 1982.

Lutzer, E., Y la muerte pierde su poder, Portavoz, 2004.


 
Mendo, Hilario, Gestos de Jesús, Palabra, 2008.
 
Morgan, Campbell, G., Las enseñanzas de Cristo, Ed. Clie,
1983.

Morgan, Campbell, G., Las crisis de Cristo, 2 tomos, Ed. Clie,


1984

Nee, Watchman, Cómo estudiar La Biblia, L.S.M., 1999.

90
Nee, Watchman, El ministerio de La Palabra de Dios, L.S.M.,
2000.
 
 Nee, Watchman, La fe cristiana normal, L.S.M., 2017.

Nee, Watchman, El carácter del obrero de Dios, Peniel, 1988.


 
Paxson, R., Cómo vivir en el plano superior, Portavoz, 1984.

Paxson, R., Ríos de agua viva, C.U.P., 1982.


 
Phillips, J., La visión de la cruz, Portavoz, 2006.
 
Rogers, A., La pasión de Cristo, Ed. Vida, 2006.
 
Sheen, F., La vida de Cristo, Herder, 1996.

Rosanas, Juan, Historia de la ascética y mística cristiana, Ed.


Poelt, 1948.
 
Simpson, A.B., La vida del amor del Señor, Ed. Clie, 1984.

Simpson, A. B., La cruz de Cristo, Ed. Clie, 1983.


 
Thomas, G., El cristianismo es Cristo, C.U.P., 1950.

Taylor, Hudson, Unión y comunión, Ed. Betania, 1975.


 
 Wilson M. y Volkhardt S., Cómo formar hábitos saludables,
C.L.C., 1999.

Zimmermann, Otto, Teología ascética, Seminario metropo-


litano, 1952.
91

También podría gustarte