Dia 31 Tratado
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237 Aunque en otro tiempo no hubo nada más infame que la cruz, al presente este
madero no deja de ser el objeto más glorioso del cristianismo. Digamos lo mismo de los
hierros de la esclavitud. Nada había más ignominioso entre los antiguos, ni lo hay aún
ahora entre los paganos; pero, entre los cristianos, nada hay más ilustre que estas
cadenas de Jesucristo, porque ellas nos libertan y preservan de los vínculos infames del
pecado y del demonio; porque ellas nos ponen en libertad y nos ligan a Jesús y a María,
no por constricción y por fuerza como galeotes, sino por caridad y amor como hijos:
“Traham eos in vinculis charitatis”(Os 11, 4): “los atraeré a mí, dice Dios por boca de un
profeta, con cadenas de caridad”, que por consiguiente, son fuertes como la muerte3, y,
en cierto modo, más fuertes en aquellos que sean fieles en llevar hasta la muerte estas
señales gloriosas. Pues, aunque la muerte destruya sus cuerpos reduciéndolos a
podredumbre, no destruirá los vínculos de su esclavitud que, siendo de hierro, no se
corromperán fácilmente: y puede ser que en el día de la resurrección de los cuerpos, en
el gran juicio postrimero, esas cadenas, que todavía ligarán sus huesos, constituyan
1
Podría creerse que ciertos decretos de las Congregaciones romanas han prohibido el uso absoluto de estas
cadenitas. Nada sin embargo en esos decretos prohíbe esta práctica a los particulares, sobre todo si las lleva como
símbolo de la esclavitud de Jesús en María, en lo que propiamente consiste la devoción que enseña el Santo.
2
Cf. Ef 3, 1 y Filemón 9
3
Cf. Cant 8, 6
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parte de su gloria y sean cambiadas en cadenas de luz y de gloria. ¡Felices, pues mil
veces felices, los esclavos ilustres de Jesús en María, que llevan sus cadenas hasta la
tumba!
238 He aquí las razones por las cuales se lleva estas cadenitas:
3º) Es para asegurarse y preservarse de las cadenas del pecado y del demonio. Porque
es preciso que llevemos o cadenas de iniquidad, o cadenas de caridad y de salvación:
“Víncula peccatorum… o … in vinculis charitatis”.
240 ¡Ah!, querido hermano mío, rompamos las cadenas de los pecados y de los
pecadores, del mundo y de los mundanos, del diablo y de sus secuaces, y arrojemos
lejos de nosotros su funesto yugo: “Dirumpamus vincula eorum et projiciamus a nobis
juguin ipsorum” 4. Metamos nuestros pies, para servirme de los términos del Espíritu
Santo, en sus hierros gloriosos, y nuestro cuello en sus collares: Injice pedem tuum in
compedes illius, et in torques illius collum tuum (Eccli. VI, 25). Sometamos nuestros
hombros y llevemos la Sabiduría, que es Jesucristo, y no nos disgustemos de sus
cadenas: Subjice humerum tuum et porta illam, et ne acedieris vinculis ejus (Eccli 6, 26).
Notarás que el Espíritu Santo, antes de decir estas palabras, prepara al alma para ellas,
a fin de que no rechace su importante consejo. He aquí sus palabras5: “Audi filii, et
accipe consilium intellectus, et ne abjicias consilium meum”: “Escucha, hijo mío, y recibe
un consejo de entendimiento, y no rechaces mi consejo”.
241 Permíteme, querido amigo mío, que me una al Espíritu Santo para darte el mismo
consejo: “Vincula illius alligatura salutis” (Eccli. VI, 31) : “Sus cadenas son cadenas de
salvación”. Como Jesucristo en la cruz debe atraer todo a Él, de grado o por fuerza, Él
atraerá a los réprobos por las cadenas de sus pecados, para encadenarlos como
galeotes y diablos, a su ira eterna y a su justicia vengadora; pero atraerá,
4
Sal 2, 3
5
En el versículo 24, anterior a los que acaba de citar.
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Oraciones - Día 31
6
Juan 12, 32
7
Es la expresión de S. Pablo puesta en plural (Ef 3, 1; Filp 1, 7, 13)
8
Ver n. 170
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Oremos. Asístanos, te pedimos, Señor, la virtud del Espíritu Santo, que purifique
clementemente nuestros corazones y nos preserve de todo mal. Por Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.
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Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Jesús.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Jesús.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Jesús.
Que el nombre del Señor sea bendito, Ahora y siempre por los siglos de los siglos.
Oremos. Señor Jesucristo que dijiste: Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá:
os pedimos nos deis el afecto de vuestro divinísimo amor, para que os amemos con todo el corazón,
palabra y obra, y nunca cesemos de alabaros: Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Así
sea.
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Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
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