Qué Es Ser Anglicano

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José Moreno

Qué es ser
anglicano
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José Moreno

Qué es ser
anglicano
Qué es ser
anglicano

Copyright  2009-2023 by José A. Peraçoli Moreno

Impreso en Brasil / Printed in Brazil


São Paulo, enero/2023

Está prohibida la reproducción total o parcial por cualquier


persona, medio o sistema sin el consentimiento previo del autor

Si no hubiere indicación al contrario, las citas


bíblicas son de la Reina-Valera Independiente.
(https://reinavaleraindependiente.blogspot.com)

Igreja Anglicana das Américas


Site: https://www.anglicanchurchamericas.org

Correspondência com o autor:

2
E-mail: [email protected]
Tel.: +55 11 99911-1896

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“Descubra lo que Dios está haciendo,
participe y colabore”.

+Roberto McAlister

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5
Via Media

En el siglo XVI, la reina Isabel I determinó


que la Iglesia de Inglaterra, conocida como Ecclesia
anglicana, debía ser la via media, es decir, el camino del
medio, la moderación, entre Roma, sede de la Iglesia
romana, y Ginebra, centro neurálgico de la Reforma
protestante. La soberana pretendía con esto integrar
en la Iglesia anglicana los elementos bíblicos y salu-
dables tanto del catolicismo romano como del protes-
tantismo.
De este modo, la Iglesia de Inglaterra (angli-
cana) se constituyó en una rama del cristianismo que
puede ser llamado de “católica reformada”, pues
abarca la historia y la liturgia en uso desde los
primeros apóstoles de Cristo junto con la restauración
de las verdades bíblicas que habían sido abando-
nadas a lo largo de los siglos y que fueron la carac-
terística principal del movimiento de reforma en el
siglo XVI.

Nuestros orígenes

Ser anglicano es un modo particular de ser


cristiano, distinto de ser evangélico-protestante,
católico-romano u ortodoxo-oriental. Hay un ethos,

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un modo de ser, con características muy específicas
que nos distinguen de los demás cristianos, sin
embargo sin romper los lazos de comunión que unen
a los creyentes de todas las confesiones
denominacionales.
Los católicos romanos son fruto de la Iglesia
que surgió al comienzo del cristianismo en el
ambiente europeu continental. Los ortodoxos
orientales descienden de los creyentes de Oriente, la
cuna del cris-tianismo. Los evangélicos generalmente
son oriundos del movimiento de la Reforma
Protestante del siglo XVI. Cada una de esas corrientes
religiosas tiene su riqueza, su valor, con sus aciertos y
errores, y debe ser respetada, aunque no se esté de
acuerdo con todo lo que enseña y practica.
Lo que hoy es conocido como anglicanismo,
nació en las Islas Británicas, constituyéndose desde
los primordios en una iglesia autónoma y con
características muy peculiares. No existen registros
históricos precisos de cómo el cristianismo llegó allí,
pero se sabe que desde muy temprano la fe cristiana
se estableció entre los habitantes de Britania, Irlanda,
Escocia, Gales, en fin, toda la región que hoy
compone la Gran Bretaña, ciertamente a través de
soldados romanos, comerciantes y esclavos cristianos
que participaron en la colonización de aquellas
tierras.

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De acuerdo con Gildas, un cronista del siglo
VI, ya había cristianos en Inglaterra en la época del
emperador Tiberio, quien murió en el año 37 d. C.
Hay una leyenda que afirma que el fundador de la
iglesia en Inglaterra habría sido José de Arimatea, el
que quitó el cuerpo de Jesús de la cruz; pero nada se
puede decir con certeza.
Según Tertuliano, muerto alrededor del año
225 d. C., hay una clara evidencia, que data de
alrededor del año 200 d. C., de una pequeña
comunidad cristiana en Gran Bretaña. En 314, tres
obispos británicos asistieron al Concilio de Arles en
Francia. Hubo también representantes británicos en
los concilios de Sardica (hoy Sofia, Bulgaria), 343, y
Rimini, Italia (359).
La iglesia inglesa se desarrolló entre los
pueblos celtas, descendientes de los celtas de la Galia
(actual Francia), que llegaron a la región entre los
años 900 y 500 a. C. Hay grandes nombres del
cristianismo celta: Ninian, obispo consagrado en 394;
Patricio, obispo consagrado en 432; Columba (siglo
VI), Brígida (siglo V); y muchos otros.

La fase romana

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En 597, el papa Gregorio Magno envió a
Inglaterra un equipo de misioneros liderados por
Agustín (no confundir con Agustín de Hipona) para
evangelizar a los ingleses y conducir a la comunión
con Roma a los que ya eran cristianos en Inglaterra.
Agustín fundó una iglesia en Canterbury, la cual
estaba destinada a convertirse, muchos siglos
después, en el centro del anglicanismo mundial, y fue
consagrado obispo de Canterbury en aquel mismo
año.
Durante varias décadas, el cristianismo
romano convivió con el cristianismo celta, no sin
muchas animosidades, hasta que, en 664, fue
convocado el Sínodo de Whitby. En ese sínodo
histórico quedó decidido que la iglesia celta se
sometería a Roma, situa-ción que perduró hasta 1534,
cuando el rey Enrique VIII rompió con la iglesia
romana y se declaró “la cabeza suprema de la Iglesia
de Inglaterra”.

El LOC

En 1549, el arzobispo Thomas Cranmer, de


Canterbury, compuso el Libro de Oración Común
(LOC), el cual contiene todos los ritos y ceremonias
necesarios para la continuación y actualización del
sacerdocio de Cristo en el mundo. Hasta hoy,

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revisado y actualizado, el LOC es el manual de
liturgia de las iglesias anglicanas esparcidas por 164
países de todos los continentes. En enero de 2007,
nuestra iglesia en Brasil publicó el Breviário do Livro de
Oração Comum, en portugués actual, adaptado a su
realidad eclesial particular.

Las iglesias libres

En el siglo XIX, descontentos principalmente


con los rumbos tomados por el movimiento anglo-
católico, algunos obispos de la Iglesia de Inglaterra
entendieron que la iglesia estaba siendo nuevamente
“romanizada” y decidieron separarse de la iglesia
estatal y organizar iglesias libres, independientes. de
la corona británica. La primera iglesia libre fue
reconocida por el gobierno británico en 1917.
Las iglesias libres tenían como uno de sus
principales objetivos mostrarse como iglesias
protestantes reformadas, contrarias a las desviaciones
doctrinales de la iglesia medieval, entonces redividas
en Inglaterra, según su óptica. Hoy, las divergencias
han sido superadas en grande parte y muchas iglesias
libres forman parte del movimiento ecuménico mun-
dial, que, sin ignorar las diferencias entre ellas, quiere
unir a las iglesias cristianas en el testimonio de lo que
todas tienen en común, y que se expresa en el Credo

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de los Apóstoles y em el Credo de Nicea. Sin
embargo, divergencias teológicas y morales serias
todavía separan anglicanos de anglicanos; no todos
los anglicanos aceptan, por ejemplo, las pautas
ecuménicas o la agenda y las distorsiones de la
teología liberal.

La Iglesia Anglicana de las Américas

Por essas razones, en Brasil, estamos afiliados


a Anglican Church of the Americas - ACA (Iglesia
Anglicana de las Américas - IAA). Nuestra comunión
formal no es con el Arzobispo de Canterbury, sino
con el Reverendísimo Arzobispo Michael Bland
Simmons, Patriarca de la ACA, cuya sede está en
Luverne, Alabama, EE. UU.

Nuestra identidade

Nosotros somos anglicanos. En nuestro uso,


el anglicanismo incluye, además de sus orígenes
celtas, también las influencias patrísticas, la iglesia
medieval, la reforma protestante, el avivamiento
evangélico de John Wesley, el movimiento de Oxford
y la renovación carismática moderna.

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No hay identidad sino a partir de la memoria
que la historia ofrece. Además, la identidad de un
pueblo, o de una iglesia, no está determinada por lo
que piensen o digan sus amigos o enemigos. Los
seguidores de Cristo fueron llamados cristianos por
primera vez en Antioquía (Hch 11.26), pero eso no
represen-taba simplemente una opinión que alguien
tenía de ellos, sino la confirmación inequívoca de su
identi-ficación con el Resucitado. Así, la IAA será – o
no – celta, católica, anglicana, cristiana, no porque sus
simpatizantes o detractores emiten sus opiniones
sobre ella; la IAA afirmará su identidad a partir de la
postura que adoptar frente a la historia; y la misma
historia dirá a las generaciones futuras quiénes somos
realmente hoy y quiénes seremos mañana.
En cuanto a la aceptación de una iglesia
anglicana libre, siempre habrá intolerancia y
oposición; pero los mismos apóstoles fueron
portadores de estas contradicciones: “Juan dijo:
Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en
tu nombre, y se lo prohi-bimos, porque no te sigue con
nosotros” (Lc 9.49). No era el caso que él no fuera de
Cristo; él no seguía a Cristo “con nosotros”; es decir,
no formaba parte de la “camarilla”. Las certezas y los
absolutos no toleran ser contrariados.

La inclusión anglicana

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Una característica-clave del anglicanismo es
la inclusión, la tendencia a tolerar mutuamente
experiencias intraeclesiales distintas y hasta
antagónicas (incluso fuera de la Comunión
Anglicana, en las iglesias anglicanas continuantes –
cf. Lambeth/1998, Sección IV, 4.9, o en las ahora
llamadas iglesias anglicanas confesantes – signatarias
de la GAFCON, Global Anglican Future Conference).
Sin embargo, no todos los así denominados
anglicanos han asimilado esa inclusión que hace que
cohabiten bajo el mismo alias percepciones y
tendencias teológicas divergentes. La intolerancia y la
arrogancia se manifiestan tanto en algunos sectores
de la Comunión Anglicana como en outros de las
iglesias continuantes y confesantes (*)1.
La buena nueva es que el soplo de Dios se
manifiesta donde quiere y, poco a poco, se va perci-
biendo que todos los que creemos en Jesucristo como
único y suficiente Salvador formamos la iglesia una,
santa, católica y apostólica de Cristo. Y lo mejor que
la iglesia tiene para ofrecer al mundo decaído no es
su denominación, su nombre terrenal, institucional,
sino el Nombre precioso de Jesús, a respecto de quien
1
(*) “Continuantes” y “Confesantes” son dos grupos de iglesias
anglicanas que no están en comunión formal con el Arzobispo
de Canterbury, debido a divergencias éticas y doctrinales. La
IAA está afiliada a la GAFCON.

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Pedro dijo: “En ningún otro hay salvación, porque no hay
otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que
podamos ser salvados” (Hch 4.12).

La fe de los anglicanos

El anglicanismo histórico consagra su lealtad


a la Santa Biblia, nuestra única regla de fe y práctica,
cuyo contenido, creído como siendo la palabra
inerrante de Dios, define todo lo que es necesario
para nuestra salvación eterna. Además, como
símbolos de su fe, subscribe los Credos Apostólico y
Niceno, sin olvidar los Treinta y Nueve Artigos de
Religión de la Iglesia de Inglaterra.
La Biblia es leída e interpretada hoy a la luz
de la razón y de la tradición, para evitar que se caiga
en extremos y fanatismos, que serían altamente
perjudiciales para nuestra fe.
En nuestro Breviario del LOC, hay una
inscripción que demuestra nuestro compromiso con
la palabra de Dios: “Muéstrenos algo claramente
establecido en las Escrituras Sagradas que aún no
enseñamos – y lo enseñaremos. Muéstrenos algo de
nuestra doctrina y práctica que sea evidentemente
contrario a las Sagradas Letras – y lo abandonaremos
".

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La oración

Otro aspecto importante del anglicanismo


preservado por la IAA es la oración. Nadie puede
legítimamente llamarse cristiano si no se dedica
diariamente a la oración. Orar es hablar con Dios. Sin
discursos ni imposición de voz, hablamos con Dios de
nuestros problemas, de nuestros desafíos. El Salmo
65:.2, en la Biblia de las Américas, dice: “Oh, tu que
escuchas la oración”, y es con esa certeza que nos
acercamos al Oyente.
El LOC prevé, entre otros, un rito
denominado Oficio Diario (oraciones Matutina y
Vespertina), que puede ser utilizado en cultos públicos
o privados. Se espera que cada anglicano ore al
menos dos veces al día, por la mañana y por la noche.
La oración puede ser formal, redactada previamente,
o puede ser espontánea. Es conveniente también que
sea mezclada con la lectura de la Biblia, para que Dios
nos hable a través de su palabra.
Rezar solo ni siempre es fácil; por eso, la
iglesia estimula la oración comunitaria, en reuniones
o grupos de oración. Nadie quiere que usted sea una
isla, viviendo solitariamente un cristianismo
particular.

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Los sacramentos

La definición clásica dice que un sacramento


es “un signo externo y visible de una gracia interna y
espiritual”. Son dos los sacramentos de la fe cristiana:
el bautismo y la eucaristía, ambos ordenados
directamente por Cristo. Sin embargo, en la
enseñanza y en la tradición de la iglesia, hay otros
cinco así llamados "sacramentos menores" o ritos
sacramentales: confirmación, confesión, matrimonio,
unción de los enfermos y orden.
Las iglesias anglicanas son iglesias
sacramentales; creen que los sacramentos son los
medios a través de los cuales la gracia de Dios se
manifiesta en nuestras vidas y "imprimen carácter",
es decir, nos hacen más parecidos a lo que Dios quiso
para nosotros.

El bautismo

Este es el mandamiento del Señor Jesús: “Por


tanto, vayan, y hagan discípulos a todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espí-ritu Santo” (Mat 28.19). Esta es la enseñanza de
los apóstoles: “Y Pedro les dijo: Arrepiéntanse, y cada

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uno de ustedes bautícese en el nombre de Jesucristo para
perdón de los pecados; y recibirán el don del Espíritu
Santo." (Hch 2.38). Esta es la práctica de la iglesia: “…
el Espíritu Santo aún no había descendido sobre ninguno
de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el
nombre de Jesús" (Hch 8.16); "Y mandó bautizarlos en el
nombre del Señor” (Hch 10.48).
El bautismo es la puerta de entrada a la vida
cristiana. Por eso, las iglesias anglicanas suelen
bautizar a los recién nacidos. Pero también hay
quienes creen que se debe bautizar después de que el
niño crece y se da cuenta de que es un pecador, se
arrepiente y pide el bautismo.
El uso del agua en las ceremonias religiosas
era una costumbre muy antigua, que apuntaba a la
necesidad de una purificación moral (Num 19; Sal
51.7). El agua, por sí sola, no puede purificar al
hombre, no tiene ningún valor sobrenatural, pero
tiene un significado simbólico muy importante (Hch
22.16; Isa 1.16).
La purificación mística, de la que el agua es
símbolo, forma parte de la enseñanza del Nuevo
Testamento: “En la cual [la arca de Noé] pocas
personas, es decir, ocho, fueron salvadas por el agua, que
también, como antítipo, ahora nos salva – no la remoción
de la suciedad de la carne, sino la indagación de una buena
consciencia para con Dios – por la resurrección de

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Jesucristo” (1 Pe 3.20-21, traducción libre). El
lavamiento en agua (el bautismo) produce, no una
limpieza física, no la "remoción de la suciedad del
cuerpo", sino una limpieza interior, al asumir "una
buena consciencia para con Dios".
El bautismo en agua es comparado a un
sepelio (Rom 6.3-4). El significado del término griego
baptismos: inmersión, sumersión, y se lo compara con
el acto de sepultar a un muerto. Esta “sepultación”
ocurre porque nosotros ya morimos con Cristo (Rom
6.6); mas en seguida resucitamos con él (Rom 6.4-5).
Por lo tanto, si usted todavía no ha sido
bautizado o si tiene alguna duda sobre su bautismo,
contacte con nosotros para recibir la debida
orientación.

La eucaristia

La pregunta 21 de nuestro Oficio de Instru-


cción es: "¿Para qué fue instituido el sacramento de la
Cena del Señor?" Respuesta: "Para memoria eterna de
la muerte de Cristo y de los beneficios obtenidos para
nosotros en la cruz". Por tanto, la Eucaristía es el acto
central de nuestro culto. La iglesia local es
denominada “comunidad eucarística”.

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Este sacramento recibe entre nosotros varios
nombres: eucaristía, cena del Señor, comunión, misa,
y se administra con pan y vino, siendo presidido por
un obispo, sucesor de los apóstoles, a quienes Jesús
ordenó: "...hagan esto en memoria de mí” (1 Cor 11.24),
o por un anciano o pastor (*)2 ordenado por un obispo
para ayudarlo en sus responsabilidades apostólicas y
pastorales.
En nuestra iglesia, todos los que pertenecen a
Cristo están invitados a la mesa del Señor para, en-
vueltos en el misterio de la fe, alimentarse del Cuerpo
y de la Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

La confirmación

De acuerdo con la Palabra de Dios, y


siguiendo una antigua tradición, la iglesia confirma
sacramentalmente a las personas que demuestran un
firme propósito de seguir a Jesucristo y desean
renovar los compromisos asumidos en el bautismo.
La confirmación es hecha con la imposición
de manos de un obispo, luego de un período de
catequesis (discipulado) y discernimiento. Este rito es
uno de los medios por los cuales la gracia de Dios es

2
En griego: πρεσβύτερος, presbítero, anciano; pero no necesariamente
en edad, sino en maturidad.

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transmitida y, a su discreción, el obispo puede
autorizar a un anciano para administrarlo.
El rito de la confirmación no debe ser oficiado
cuando existan obstáculos justificables; por ejemplo:
vida sexual contraria a los preceptos bíblicos
(homosexualismo, prostitución, fornicación, etc.);
estado civil irregular (bigamia, concubinato, etc.), y
otras irregularidades que puedan ser demostradas
bíblica-mente, de acuerdo con el consenso histórico y
católico de la iglesia. Cuando una persona niega la fe
y no confiesa a Jesús como Salvador, tampoco debe
ser confirmada.
Sin embargo, la iglesia acoge maternalmente
y da acceso a los sacramentos a quienes se están es-
fuerzando sinceramente para superar condiciones tan
reprochables.
Los beneficios de la confirmación son
múltiples; entre ellos la fe de los confirmados es
fortalecida; el discípulo demuestra su
responsabilidad para con la iglesia; la confirmación
también permite a la comunidad local reconocer la
vida espiritual de sus miembros, incluso cuando ellos
permiten que sus bolsillos sean “convertidos”, como
el de Zaqueo (Luc 19.8).

Confesión y absolución de los pecados.

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La regla anglicana sobre la confesión
sacramental es que todos pueden, pero nadie está
obligado a recurrir a la confesión auricular ante un
sacerdote ordenado. Por eso, este rito es muy poco
utilizado entre nosotros, aunque algunas personas sí
debieran confesarse ante un presbítero u obispo.
Cuando revelamos a alguien nuestros pecados,
secretos y pensamientos más íntimos, por difícil que
sea, estamos afrontándolos de modo honesto y
corajoso.
El sacerdote está obligado a mantener el más
absoluto sigilo sobre los hechos oídos en la confe-
sión. Él escucha, sin necesariamente aconsejar o dar
opinión, y profiere la absolución para que el
penitente siéntase confiado y seguro ante Dios, a
quien había ofendido con su pecado.
Este rito es muy útil cuando un pecado
específico y recurrente provoca un sentimiento
persistente de indignidad y culpa, y dificulta la
relación de la persona con Dios. El acogimiento por
parte del representante de Dios trae un bálsamo al
alma. Recibir la absolución pronunciada en nombre
de Dios produce liberación y paz, brindando la
posibilidad de un nuevo comienzo, de una nueva
vida en la presencia de Dios.

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El matrimonio

Desde el principio, Dios instituyó el


matrimonio, el cual es celebrado exclusivamente
entre un hombre y una mujer, en un acto público y
solemne, con testigos, y presidido preferentemente
por un obispo o un anciano. El deseo de Dios es que
el hombre no viva solo, no camine solo. En el
matrimonio, hombre y mujer se unen para juntos
iniciar una jor-nada hacia la felicidad conyugal y a la
procreación.
El ideal bíblico es que la unión conyugal
perdure “hasta que la muerte los separe”, pero
lamentablemente, debido a la “dureza de corazón”
(Mat 19.8), esto ni siempre es posible. Por lo tanto, en
determinadas circunstancias excepcionales, y luego
de la debida orientación pastoral, las personas
divorciadas pueden recibir autorización del obispo
para contraer un segundo matrimonio.
Sin embargo, que esto no sirva de incentivo
para el divorcio, pues Jehová lo aborrece (Mal 2.16).

Unción de los enfermos

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El ministerio a los enfermos es muy
importante para los anglicanos. Creemos en el poder
de Dios, por eso oramos pidiendo la curación de las
enfermedades, no sólo del cuerpo, sino también del
alma, y en obediencia a lo que determinó el apóstol
Santiago ungimos a los enfermos con óleo en el
nombre de Jesús (Stg 5.14). Los casos de personas
curadas milagrosamente tras la unción son
innumerables.

Orden

Durante su ministerio terrenal, Cristo eligió a


doce apóstoles para continuar la obra de
evangelización que él inició. Éstos, a su vez, eligieron
sucesores, quienes a lo largo de los siglos fueron
transmitiendo a otros la incumbencia de alcanzar los
pueblos de todo el mundo con el mensaje de
salvación.
De esta manera, el vínculo histórico con la
iglesia apostólica quedó garantizado y ha llegado
hasta nosotros a través de los tres órdenes sagrados:
obispos, presbíteros y diáconos, funciones que
pueden ser ejercidas tanto por hombres como por
mujeres (Gal 3.28).

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Conclusión

Ahora que usted conoce un poco del que es


ser anglicano, quiero decirle que la diferencia entre
frecuentadores y miembros de la iglesia está determi-
nada por el compromiso que cada uno tiene con ella.
Cristo, por ejemplo, totalmente comprometido,
"... amó a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella"
(Ef 5.25). Por lo tanto, es necesario que las personas
pasen de frecuentadoras a miembros, asumiendo el
compromiso de imitar a Cristo y entregarse sacrifi-
cialmente por la iglesia.
Ante esto, quiero invitarle a usted a ser parte
de nuestra familia y disfrutar de los placeres de estar
en comunión con Dios y con su pueblo.
Sea bienvenido.

+Obispo José Moreno

Contáctenos:

E-mail: [email protected]
WhatsApp: +55 19.98206-4577

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O que é ser
anglicano

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IGLESIA ANGLICANA DE LAS AMÉRICAS
https://www.anglicanchurchamericas.org

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