Jesus El Pande Vida.

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Juan 6:22-58.

Continuamos hoy estudiando el capítulo 6 del


evangelio según San Juan. En estudios anteriores consideramos
la alimentación milagrosa de los cinco mil. En realidad, había en
la multitud como unas quince mil personas. Después de este
milagro, encontramos en este Evangelio el discurso de nuestro
Señor Jesucristo, sobre el Pan de Vida. Después del milagro, la
gente comenzó a buscarle y quedaron defraudados, porque tanto
el Señor Jesucristo, como Sus discípulos, se habían marchado.
Comencemos, pues, leyendo los versículos 22 al 24, de este
capítulo 6 del evangelio según San Juan:

"Al día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar se dio
cuenta de que no había habido allí más que una sola barca, y que
Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que estos
se habían ido solos. Pero otras barcas habían llegado de Tiberias
junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado
gracias el Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba
allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a
Capernaúm, buscando a Jesús."

Al parecer, Jesús y Sus discípulos habían llegado de la parte sur


del mar de Galilea. Y parece que Jesús había alimentado a la
multitud cerca de Tiberias. Luego, habían llegado en la barca a
Capernaúm. Ahora, esta fue la primera vez que Juan utilizó el
título de "Señor", en la expresión: "...después de haber dado
gracias el Señor". Como ya hemos visto, la palabra usual aquí
para Él, era "Jesús". Él es el "Verbo o la Palabra hecha carne".
Ahora, ¿Quién era esa Palabra? Pues, era Jesús. El ángel le había
dicho a José: ". . .y llamarás su nombre JESÚS, porque Él salvara
a su pueblo de sus pecados". (Mateo 1:21) Ahora, lo que
realmente quería toda esta gente, era saber cómo le había sido
posible a Jesús, apartarse de ellos. Leamos los versículos 25 y
26:

"Y hallándolo al otro lado del mar, le preguntaron: Maestro,


¿cuándo llegaste acá? Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de
cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las
señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis."

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Observemos que Jesús no respondió directamente a su pregunta.
Penetró debajo de la superficie del verdadero motivo por el cual le
buscaban. La palabra que usó no fue literalmente "pan", sino una
que significa "forraje". Dice que comieron el forraje y que
quedaron saciados. Su único interés era el de llenar el estómago.
Entonces les dijo aquí en el versículo 27:

"Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que


permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del hombre,
porque a éste señaló Dios, el Padre."

Traduzcamos esta frase a un lenguaje más corriente. Esta no es


una traducción, sino más bien, una manera de resaltar el sentido.
Permítanos decirlo así: "Dejad de trabajar por la comida que se
acaba, pero trabajad por la comida que permanece para la vida
eterna, la comida que el Hijo del Hombre os dará; porque en Él,
Dios el Padre ha puesto Su sello."

Usted recordará que éste es el mismo tipo de aproximación que


nuestro Señor usó con la mujer samaritana, allá junto al pozo. Lo
que ella quería, era agua. Lo que esta multitud necesitaba, era
pan. En aquella ocasión, junto al pozo, Jesús se había presentado
como el Agua de Vida. Y aquí, Él se identificó como el Pan de
Vida. Y estas dos cosas son esenciales. El pan y el agua son muy
importantes para poder mantener la vida. Jesús es tanto el Pan,
como el Agua. Observemos que Él utilizó estos dos elementos
ordinarios como símbolos. También es la Palabra, y la Palabra fue
hecha carne. ¿Cómo podemos explicar esto? ¿Cómo podemos
conocer a Dios, y qué podemos saber acerca de Dios? Jesús, el
Verbo o la Palabra, llega a donde nos encontramos y se comunica
con nosotros de una manera que podemos entender. Jesús dijo
que Él era el Agua y que Él proveía el agua viva. Dijo también que
Él era Pan. Ahora, nosotros sabemos lo que es el agua y lo que es
el pan. Ahora, el versículo 28 dice: "Entonces le preguntaron:
¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?"
En otras palabras, estaban preguntando en cuanto a lo que
podían hacer para ser salvos. Querían hacer algo porque el
hombre siempre ha creído que, si simplemente pudiera ocuparse
en hacer alguna cosa, podría salvarse. El hombre se cree
enteramente capaz de lograr su propia salvación. Se cree

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competente para hacerlo y cree que Dios va a aceptar sus obras.
Veamos cuidadosamente, en qué consisten las obras de Dios.
Leamos el versículo 29:

"Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis


en aquél que él ha enviado." Es que las obras de Dios no
consisten en hacer lo que haya sido mandado por Dios, sino en
aceptar lo que ha sido hecho por Dios. En otras palabras, es lo
que Dios ha hecho y no lo que usted hace. Es la obra de Dios y no
las obras del ser humano. Por eso aquí dice: "Y ésta es la obra de
Dios, que creáis en el que Él ha enviado". Jesús estaba diciendo
que Dios provee la comida. Él es quien ha provisto esa comida
para nosotros hoy en día. Y nosotros debemos comer de ella. En
la parábola de la gran cena, el señor de la casa extendió una
invitación para un banquete y dijo a sus siervos: "Id a las calles
principales para decirles a todos cuantos encontréis que están
invitados a venir". Hoy está vigente esta invitación. Se trata de
una comida gratuita, por cierto, pero es una comida espiritual.
Veamos ahora la respuesta de aquella gente en el versículo 30:
"Entonces le dijeron: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que
veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?" Debemos enfatizar que
esto revela la dureza del corazón humano. Aquí estaban los
hombres que habían sido alimentados milagrosamente por
nuestro Señor Jesucristo, cuando Él alimentó a los cinco mil, y
ellos aún le dijeron: "Danos señal. ¿Qué obra haces?" En otras
palabras, no querían creer en Él de ninguna manera. Y después
hablaron en cuanto al pan material. Leamos los versículos 31 al
33: "Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está
escrito: Les dio a comer pan del cielo. Y Jesús les dijo: De cierto,
de cierto os digo: Moisés no os dio el pan del cielo, pero mi Padre
os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es aquel
que descendió del cielo y da vida al mundo."

Vemos aquí que ellos dijeron que Moisés le había dado maná o
pan al pueblo en el desierto. Pero, la verdad es que Moisés no fue
quien les había provisto el maná, sino Dios. Y no fue una comida
que les dio una sola vez, sino que les alimentó todos los días
durante los cuarenta años de su viaje por el desierto. Ahora, esta
gente quería ser alimentada, y eso es lo que buscaban. Y Jesús
les aseguró que el maná les había preservado la vida en los

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tiempos de Moisés, y que la provisión de comida había sido un
regalo de Dios. El maná les dio la vida física a los que atravesaron
el desierto, pero en esta nueva época, el Señor Jesús les daba la
vida espiritual, como pan de Dios que había descendido del cielo.
Continuemos con el versículo 34: "Le dijeron: Señor, danos
siempre este pan."

La reacción de estas personas, fue idéntica a la de la mujer


samaritana junto al pozo, que había pedido recibir el agua que
Jesús ofrecía, pero estaba realmente pensando en el agua del
pozo, pues así jamás tendría que volver al pozo para sacar el
agua. En aquella ocasión, el Señor pasó algunos momentos
apartando los pensamientos de la mujer del agua de aquel pozo, y
elevándolos hacia el agua espiritual. Y aquí, en este nuevo
episodio, Jesús también hizo un esfuerzo similar por cambiar los
pensamientos de estas personas de su hambre física, hacia su
necesidad del pan espiritual, que les daría vida espiritual. Leamos
el versículo 35: "Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida. El
que a mí viene nunca tendrá hambre, y el que en mí cree no
tendrá sed jamás." Vemos que aquí Cristo unió los dos
elementos: el pan y el agua. Cristo es el maná. Él es quien
descendió del cielo y quien dio Su vida por el mundo, a fin de que
nosotros, usted y yo, estimado oyente, tuviéramos vida. Y ésta es
la salvación. También veremos que Jesús es el Pan del cual
tenemos que alimentarnos constantemente, a fin de que
crezcamos espiritualmente.

Después de todo, el maná era un alimento milagroso que satisfizo


plenamente. Cuando los israelitas entraron en la tierra prometida,
les fue dado el fruto de la tierra, espigas nuevas tostadas, que era
un símbolo de la Palabra de Dios. Pero hay muchos hoy en día, a
quienes no les gusta "el fruto de la tierra". Leamos ahora, los
versículos 36 y 37, de este capítulo 6 del evangelio según San
Juan: "Pero ya os he dicho que, aunque me habéis visto, no
creéis. Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí, y al que a mí
viene, no lo echo fuera." En este versículo hay una combinación
de dos grandes verdades: la soberanía divina, en la frase "Todo lo
que el Padre me da" y la respuesta humana, en la frase "y al que a
mí viene". Con frecuencia algunos se han apropiado de una de
estas grandes verdades, y en ocasiones, de la otra,

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transformándolas separadamente en sistemas lógicos de doctrina
que, llevados cada uno a un extremo, podrían llegar a ser "medias
verdades". Sin embargo, Jesús expuso estas verdades unidas. Y
aunque éstas se cumplen en la experiencia humana, hay que
reconocer que el reconciliar la soberana gracia de Dios con la
libertad y responsabilidad del hombre, trasciende la razón
humana que, al estar afectada por la caída de los seres humanos
en el pecado, no puede comprender los grandes misterios de
Dios. Hay una distinción entre el inclusivo "todo", que es neutro,
y el personal "al que a mí viene". La respuesta es individual. Y en
la declaración "no le echo fuera", el negativo es enfático.

Jesús les preguntó si en verdad querían pan. Si querían pan, Él


era el Pan de Vida. Pero, le habían visto y no creían. Habían
rechazado el verdadero Pan. Pero no por ello se desalentó el Hijo,
pues todo aquel que fuese don del Padre, para Él vendría, y al
acudir, no hallaría en Él repudio sino una cordial acogida.
Continuemos ahora con el versículo 38 de este capítulo 6 del
evangelio según San Juan: "He descendido del cielo, no para
hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió." Cuán
maravilloso es que la voluntad de Dios sea que usted venga a Él.
Jesucristo vino del cielo porque era necesario que el Hijo del
Hombre fuese levantado. Jesús vino para hacer la voluntad del
Padre en todo, y es la voluntad de Dios que usted, sea nacido de
nuevo, que experimente el nacimiento espiritual. Pero usted tiene
que venir a Jesús, estimado oyente, esa es la única manera. Venir
a Él es sinónimo de creer en Él. Tiene que venir al Señor Jesús
por la fe. Ahora, el versículo 39, dice: "Y la voluntad del Padre,
que me envió, es que no pierda yo nada de todo lo que él me da,
sino que lo resucite en el día final."

Y la voluntad de Dios no se circunscribe al llamado, sino que se


extiende a preservar a quienes le son dados a Cristo. Significa
exactamente lo que Él dice aquí. Cuando una persona acepta a
Cristo, es justificada, y si ha sido justificada, es igualmente
seguro que será glorificada. Cuando Jesús comenzó con cien
ovejas, terminará su obra con cien ovejas. No se perderá ninguna.
Eso es lo que esto significa. Todos los que creen en Cristo tienen
vida eterna, y todos serán resucitados en el día postrero. Leamos
los versículos 41 y 42: "Murmuraban entonces de él los judíos,

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porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo, y
decían: Éste, ¿no es Jesús el hijo de José, cuyo padre y madre
nosotros conocemos? ¿Cómo dice ahora: ¿Del cielo he
descendido?"

No había duda alguna que aquí, Jesús les estaba enseñando que
Él era Dios y que había descendido del cielo. En esta sección Él
estaba enseñando Su nacimiento virginal. Hay quienes dicen que
el Señor Jesús nunca enseñó sobre Su nacimiento virginal. Pero
entonces, ¿qué estaba diciendo aquí? Los judíos entendieron lo
que Él decía. Preguntaron cómo podía ser cierto, siendo que
conocían a Su padre y a su madre. ¿Cómo podía haber bajado del
cielo? Bueno, fue por su nacimiento virginal. Como el ángel le
dijo a María, fue el Espíritu Santo quien concibió aquel Santo Ser
en ella. Esta sección que comienza en el versículo 38, es un
complemento, o una confirmación del nacimiento virginal, y
necesita ser añadida a las otras porciones de la Escritura que
tratan este Tema.

Aquí en el versículo 42, la frase ". . . he descendido del cielo", es


la historia de la Navidad. Vino de la gloria del cielo. Descendió del
trono para ascender a la cruz por Ud. y por mí, estimado oyente.
Esto lo hizo mediante el nacimiento virginal. Ésa es la historia de
la Navidad, y no habría ninguna historia navideña sin este
nacimiento virginal.

Aquí, pues, los que escuchaban a Jesús entendieron


inmediatamente y preguntaron: Bueno, "¿Y, no es este Jesús, el
hijo de José?" Ellos creían que conocían a Su padre y a Su
madre, pero la verdad es que no lo conocían. Porque Jesús no era
el hijo de José. Él había descendido del cielo. Continuemos con
los versículos 43 y 44: "Jesús respondió y les dijo: No murmuréis
entre vosotros. Nadie puede venir a mí, si el Padre, que me envió,
no lo atrae; y yo lo resucitaré en el día final."

Jesús dirigió su atención a la acción de Dios de hacer venir a la


gente a Cristo y de enseñarles. Ellos no estaban en posición de
juzgarle, porque sin la ayuda de Dios, cualquier evaluación del
mensajero divino estaría equivocada. Ninguno puede venir a
Cristo o creer en Él sin la ayuda divina. Porque los seres

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humanos se encuentran esclavizados y atrapados por las arenas
movedizas del pecado y la incredulidad. Si Dios no les saca de
ese lugar, seguirán sin esperanza. Este ministerio de Dios es
amplio, no está limitado sólo a unos cuantos. Recordemos que
Jesús dijo, en Juan 12:32, "Y yo, cuando sea levantado de la
tierra, a todos atraeré a mí mismo". Pero Dios le hace a usted,
responsable de decidir si va venir a Jesús o no. El Señor continúa
hablando en el versículo 45 y dice: "Escrito está en los Profetas:
Y todos serán enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oye al
Padre y aprende de él, viene a mí."

Son casi innumerables los pasajes en el Antiguo Testamento que


se refieren a este Tema. Por ejemplo, Isaías 54:13 dijo: "Y todos
tus hijos serán enseñados por el Señor; y se multiplicará la paz
de tus hijos". En el capítulo 60, versículos 2 y 3, Isaías declaró:
"Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las
naciones; más sobre ti amanecerá el Señor, y sobre ti será vista
su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al
resplandor de tu amanecer". Hay estas y muchas otras
declaraciones, que decían que ellos podían acudir a Dios y que
confirman que usted puede venir a Él. Y estas verdades son
maravillosamente claras. El profeta Malaquías dijo en el capítulo
4, versículo 2 de su profecía: "Mas para vosotros los que teméis
mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá
salvación. Saldréis, y saltaréis como becerros de la manada".
Ésta fue otra referencia clave a esta verdad. Cada hombre que oye
al Padre y aprende de Él, vendrá a Mí. Eso es lo que Él está
diciendo aquí. Ésta es la verdad central en todos estos pasajes. Si
usted escucha la Palabra de Dios, entonces, vendrá a Cristo.

Leamos ahora los versículos 46 y 47: "No que alguien haya visto
al Padre; solo aquel que viene de Dios, ese ha visto al Padre. De
cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna."

El único que ha visto al Padre es el Señor Jesucristo. Y Él aclaró,


sin lugar a dudas, que cualquiera que creyese en Él, tendría vida
eterna. Esto, estimado amigo y hermano (a), no puede ser
expresado de una manera más clara. Continuemos con los
versículos 48 hasta el 51: "Yo soy el pan de vida. Vuestros padres
comieron el maná en el desierto, y aun así murieron. Éste es el

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pan que desciende del cielo para que no muera quien coma de él.
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguien come de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la
cual yo daré por la vida del mundo."

Jesús vino a esta tierra como el Verbo o la Palabra hecha carne, e


iría a la cruz para entregar allí Su vida humana, como un
sacrificio, para pagar los pecados suyos y los míos. Si usted
acepta esto, es salvo. Alguien dirá: "Eso es demasiado fuerte". Y
eso era lo que decían también en aquel entonces. Note usted lo
que dice el versículo 52: "Entonces los judíos discutían entre sí,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?"

Por supuesto, ellos pensaban en Su carne literal. Pero


observemos la respuesta de Jesús, en los versículos 53, hasta el
58:

"Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne


del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida
eterna, y yo lo resucitaré en el día final, porque mi carne es
verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come
mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él., Así como
me envió el Padre viviente y yo vivo por el Padre, también el que
me come vivirá por mí. Éste es el pan que descendió del cielo; no
como vuestros padres, que comieron el maná y murieron; el que
come este pan vivirá eternamente."

Estimado oyente, ésta fue una declaración asombrosa. Nuestro


Señor estaba preparando a estos hombres para aquella última
cena, y para la institución de la Cena del Señor. Al ser la sangre
un símbolo de la vida, les estaba diciendo que iba a entregar Su
vida. Además, si usted compara la frase "el que cree en mí, tiene
vida eterna", del versículo 47, con la frase "el que come mi carne
y bebe mi sangre, tiene vida eterna", del versículo 54, verá que
ambas frases son sinónimas. La próxima semana comentaremos
más ampliamente este pasaje, pero hoy, al terminar, quiero que
queden en su mente las últimas palabras de este párrafo: el que
come este pan vivirá eternamente. Es decir, que todo aquel que
confíe en el Señor Jesús como su Salvador, tiene vida eterna.

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JUAN 6. EL FONDO

Estos versículos constituyen el final del Discurso de Pan de Vida (vv.


22-58), dado en la sinagoga en Capernaum (v. 59), el pueblo natal de
Jesús, ya en su edad adulta (Mateo 4:13). El discurso sigue las
historias de alimentar los cinco mil (vv. 1-15) y Jesús caminando sobre
el agua (vv. 16-21).

El hecho de que Jesús pronuncie este discurso en su pueblo natal


resulta en que sus oyentes encuentren sus palabras particularmente
difíciles de aceptar – palabras y declaraciones provocativas que
parecen exageradas. Los vecinos de Jesús le piden una señal con la
que se pueda verificar, y mencionan el regalo de maná que Moisés dio
en el desierto como ejemplo del tipo de señal que buscan (v. 31).
Jesús les corrige – “No os dio (tiempo pasado) Moisés pan del cielo;
más mi Padre os da (tiempo presente) el verdadero pan del cielo” (v.
32). Después se identifica como el pan de vida (v. 35).

Sus oyentes protestan de la aparente grandiosidad de Jesús. ¿Cómo


puede este niño local, su vecino, declarar que es el pan del cielo (v.
41)? ¿Cómo puede su Padre darles el verdadero pan del cielo?
Conocen a su padre, José (v. 42) – un carpintero normal y corriente –
no un panadero de pan celestial.

Jesús responde con declaraciones aún más audaces. Los israelitas


comieron maná en el desierto, pero el maná solo les sustentó unos
años – ya llevan muchos años muertos. En contraste, Jesús declara:
“soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de
este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual
yo daré por la vida del mundo” (v. 51). ¡No es sorprendente que estos
oyentes tengan dificultad con sus palabras!

JUAN 6:51-52. YO SOY EL PAN VIVO

51Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere
(griego: phage) de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré
es mi carne (griego: sarx), la cual yo daré por la vida del mundo.
52Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede
éste darnos su carne a comer?

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“Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo” (v. 51a). Este “pan
vivo” es paralelo al “agua viva” que Jesús ofreció a la mujer samaritana
(4:10).

“Si alguno comiere (griego: phage) de este pan, vivirá para siempre”
(v. 51b). Phage es el aoristo de esthio (comer), y representa una
acción que ocurre una vez. En este contexto, comer de este pan es
una metáfora para aceptar a Cristo una vez por siempre.

“Y el pan que yo daré es mi carne (sarx), la cual yo daré por la vida del
mundo” (v. 51c). Jesús no retira la ofensa de sus palabras, sino que
añade a ella al mencionar su carne (sarx).

• Este lenguaje es de sacrificio – el regalo de la carne es el más


grande y personal de todos los sacrificios que una persona puede
hacer por otra. En esta situación, Jesús lo hace por el mundo – no solo
por Israel (véase también 3:16-17). Su sacrificio es ambos voluntario y
delegado.

• El lenguaje de sacrificio recuerda a la referencia anterior de Juan


Bautista, que se refirió a Jesús como “¡el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo!” (1:29) – recordándonos al cordero de la Pascua,
sacrificada para salvar las vidas de los israelitas en Egipto (Éxodo 11-
12), un sacrificio que Israel conmemora anualmente.

• También recuerda al Sirviente que Sufre de Isaías 53, que “llevó el


pecado de muchos y oró por los transgresores” (Isaías 53:13).

• “A menudo, en las escrituras se refiere a la salvación de Dios en


cuestión de comer y beber…, esto no ocurre de manera más
impresionante en ninguna otra parte que en Isaías 55, donde el
descenso de la palabra de la boca de Dios parece lluvia y nieve,
regando la tierra y posibilitando su producción de pan (v. 10). Esto
después de la invitación que abre:

A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero,
venid, comprad, y comed. Venid, comprad, sin dinero y sin precio, vino
y leche (Isaías 55:1)” (Smith, 159-160).

Sin embargo, “carne” es una palabra provocativa, y suscita un


espectro de canibalismo. Es particularmente provocativa en una

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cultura que distingue tan precisamente entre carne pura e impura y
enfatiza la estricta observación de las leyes de dieta. Para cualquier
judío, la primera consideración al contemplar el consumo de cualquier
carne, sería si esa carne es permitida o prohibida. Ningún judío
observador pensaría consumir carne humana.

JUAN 6:53. SI NO COMIEREIS Y BEBIEREIS

53Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis


(griego: phagete) la carne (griego: sarka – de sarx) del Hijo del
Hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros.

“De cierto, de cierto os digo” (v. 53). Estas palabras enfatizan lo que
sigue.

“Si no comiereis la carne del Hijo del Hombre, y bebiereis su sangre”


(v. 53). El título que Jesús utiliza aquí para sí mismo es Hijo del
Hombre. “En un sentido es simplemente un hombre, es decir, alguien
hecho de carne y hueso; pero también es él a quien Dios señaló (v.
27), el pan del cielo, el que desciende y asciende ‘a donde estaba
primero’ (v. 62)” (Carson, 296).

El primer asunto significativo aquí es si las palabras de Jesús son de


naturaleza eucarística (refiriéndose a la Cena del Señor) o
simplemente de encarnación o sacrifico (refiriéndose a la encarnación
y la cruz). La pregunta es significativa. ¿Enfatiza aquí Jesús
participación en la eucaristía? Un sermón basado en este texto, ¿debe
enfatizar participación en la Cena del Señor? Eruditos difieren en esta
cuestión, y hacen surgir algunos puntos para considerar – tres de ellos
no favorecen el enfatizar participación en la eucaristía:

• Primero, la palabra “carne” (sarx) en versículo 51c es inusual. En


todo relato de la institución de la Cena del Señor (Mateo 26:26;
Marcos 14:22; Lucas 22:19; 1 Corintios 11:24), la palabra es “cuerpo”
(soma) – no “carne” (sarx). Sin embargo, Raymond Brown cuestiona
este argumento, anotando que “realmente no hay una palabra hebrea
o aramea para ‘cuerpo,’ como nosotros lo entendemos; y muchos
eruditos mantienen que en la Cena del Señor lo que Jesús dijo
realmente es el equivalente arameo para ‘Ésta es mi carne’” (Brown,
285).

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• Segundo, la palabra “carne” nos hace pensar en la Encarnación, no
en la Cena del Señor – “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre
nosotros…” (1:14). Puede ser que el énfasis de 6:51-58 está en la
encarnación en vez de la eucaristía.

• Tercero, en versículo 47, Jesús estableció el creer como condición


para recibir vida eterna. En versículo 53 su lenguaje cambia, y el
comer su carne y beber su sangre se convierten en condiciones para
recibir vida eterna. Si interpretamos el comer y beber como
participación en la eucaristía, suena como si cualquier persona que
toma del pan y vino tiene garantizada la salvación sin tomar nada más
en cuenta, como el creer o el bautizo. Basado en la lectura de otros
pasajes del Nuevo Testamento, resulta difícil creer que éste sería el
caso.

Sin embargo, otras consideraciones favorecen una interpretación


eucarística – sugiriendo que Jesús está hablando, por lo menos en
parte, de participar en la Cena del Señor:

• La mención de maná (“pan del cielo”) por parte de la multitud como el


tipo de señal que esperan ver de Jesús (v. 31) constituye el fondo de
6:51. Jesús responde identificándose como “el pan de vida” (v. 35) y
“el pan vivo descendido del cielo” (v. 51). Después dice, “y el pan que
yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51c). En
este momento el lenguaje parece hacerse eucarístico.

• El Evangelio de Juan no incluye un relato de la institución de la Cena


del Señor, pero en su lugar relata solo la historia de lavar los pies
(13:1-20). Algunos eruditos piensan de 6:51-58 como el equivalente
johanino de la institución de la Cena del Señor.

En nuestra cultura, se nos bombardea de anuncios de cosas tan


diversas como pasta de dientes y coches deportivos. Cada anuncio
declara cumplir nuestras necesidades más profundas. Tales
declaraciones están huecas, y terminan por desilusionarnos. Sin
embargo, cuando creemos en Jesús y tomamos de su carne y sangre,
él nos refuerza y sustenta de una manera que nada más puede
hacerlo.

Por muy importante que sea la eucaristía, es una de las maneras en


las que experimentamos la presencia de Dios. “El verdadero alimento
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y refresco de nuestra vida espiritual ha de encontrarse… en todas las
maneras que su gente se alimenta de él a través de su fe – no solo en
la Mesa, sino también leyendo y oyendo la Palabra de Dios, o en
oración y meditación privada o comunitaria” (Bruce, 160).

“Y yo le resucitaré en el día postrero” (v. 54b). “Es interesante la


continua referencia a Cristo suscitando al creyente el último día.
Puede haber más de la vida eterna que la vida en una edad venidera,
pero, definitivamente, la vida en esa edad es prominente” (Morris,
336).

“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera


bebida” (v. 55). Antes en este discurso, Jesús se dirigió a gente que
había experimentado el alimentar de los cinco mil, diciendo, “De cierto,
de cierto os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales,
sino porque comisteis el pan y os hartasteis. Trabajad no por la
comida que perece, más por la comida que á vida eterna permanece,
la cual el Hijo del hombre os dará” (vv. 24-25). El maná que sus
antepasados experimentaron en el desierto no era verdadera comida –
no les dio vida (v. 49). El pan que Jesús utilizó para alimentar las
5.000 personas en la cima de la montaña era algo menos que el pan
verdadero, porque satisfizo el hambre de la gente solo
momentáneamente. En vez, la carne y sangre de Jesús son verdadera
comida porque “si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre” (v.
51) – y “tiene (tiempo presente) vida eterna” (v. 54). vida, así él nos da
vida. “Solo Cristo tiene acceso directo al Padre. Creyentes reciben
vida solo por medio de Cristo” (Morris, 337).

JUAN 6:58. EL QUE COME DE ESTE PAN, VIVIRÁ ETERNAMENTE

58Este es el pan que descendió del cielo: no como vuestros padres


(hoi pateres – los padres – antepasados) comieron el maná, y son
muertos: el que come (griego: trogon) de este pan, vivirá eternamente.

Como se anota arriba, eran los oyentes de Jesús los que primero
mencionaron el maná, refiriéndose a él como “pan del cielo” dado por
Moisés (v. 31). Jesús les corrigió. No fue Moisés el que les dio pan,
sino Dios. Maná no era el verdadero pan del cielo, sino que solo era
una clase (una premonición) del verdadero pan del cielo. Jesús se
identificó como el pan de vida (v. 35) y el pan viviente (v. 51). Ya les
ha recordado a sus oyentes que el maná no podía ser el pan de vida,
13
ya que sus padres, que lo comieron, murieron en el desierto (v. 49), y
de nuevo repite ese pensamiento aquí. La muerte de sus antepasados
fue una muerte física, pero “según una tardía tradición judía, la
generación en el desierto murió también espiritualmente y por eso no
tendría lugar en el mundo venidero” (Brown, 284).

Jesús promete vida eterna (v. 54) – una calidad de vida espiritual que
podemos empezar a disfrutar ahora en vez de una continuación infinita
de la vida física. En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús define la
vida eterna según la relación del creyente con el Padre y el Hijo: “Esta
empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a
Jesucristo, al cual has enviado” (v. 17:3).

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