Ritual
Ritual
Ritual
1. Introducción
El fenómeno del ritual ha sido y es uno de los temas de estudio e investigación más
recurrentes en la Antropología. Desde finales del siglo XIX, el estudio de exóticos
rituales, pertenecientes a lejanas culturas sentidas como diferentes a la propia, se
convirtió en práctica habitual por los científicos sociales. Los antropólogos encontraron
en el ritual el dispositivo más idóneo para tratar de conocer una cultura determinada.
Así se entendió el ritual como una “clave sintetizada, punto de intersección, forma
donde se vierten contenidos fundantes: principios, valores, realidades, fines y
significados de otro modo y en otro lugar constituidos, pero que gracias a su mediación
se manifiestan a la mirada privilegiada del antropólogo” (Díaz Cruz, 1998, p.306). El
ritual devenía así en un ejemplo privilegiado que sintetizaba la expresión de una cultura.
Aunque dicha concepción totalizadora y omnisciente del ritual ha recibido muchas
críticas, sigue siendo habitual considerar que conocer los rituales propios de un contexto
cultural implica poder su comprender su esencia.
Lo que pretendemos explorar en este capítulo es si resulta pertinente estudiar los rituales
que tienen lugar en el contexto educativo. Varias son las preguntas que se pueden
formular: ¿Constituyen los rituales un instrumento de socialización que necesitamos
conocer mejor para aprovechar al máximo sus posibilidades? Si es así, ¿cuáles son las
posibilidades que podría proporcionar este instrumento cultural? ¿Tiene sentido estudiar
rituales en un mundo globalizado gobernado por valores tales como el consumo, la
tecnología, la novedad y la cifra objetiva (Mélich, 1996)?
Otro autor que continuó y desarrolló esta concepción comunicativa del ritual es
Rappaport (1971; 1999) cuando propone que durante un ritual se está transmitiendo
información entre los participantes, a los espectadores, e incluso los participantes a sí
mismos, mediante dos tipos de mensajes: los analógicos y los digitales. Los mensajes
analógicos hacen referencia al mundo privado, subjetivo e individual del sujeto, que
generalmente tienen que ver con aspectos orgánicos y psíquicos (grado de madurez,
cantidad, calidad y tipos de conocimiento, emociones sentidas, etc...). Los mensajes
digitales, por el contrario, se relacionan con el ámbito publico, objetivo y social,
aspectos que sí se pueden cuantificar o precisar con claridad: roles y estatus sancionados
y reconocidos por una institución o comunidad social determinada, etc... De acuerdo
con el autor, gran parte de la eficacia de un ritual tiene lugar cuando se traduce la
información analógica en información digital (de carácter social). Esta digitalización
incrementa la claridad de la información que se está transmitiendo. Siguiendo con
nuestro ejemplo, independientemente de lo que sienta cada uno de los participantes
(orgullo, admiración, cansancio, aburrimiento, sensación de fraternidad o pertenencia,
etc…) hay un mensaje digital de carácter más social que se transmite por el mero hecho
de realizar el ritual, que complementa a todos los analógicos ya referidos: <<somos un
gran país, tenemos un poderío militar, somos una unidad territorial fuerte, el ejército es
un instrumento que está al servicio de otras instituciones estatales democráticas,
participando como asistente doy mi aprobación a la función del ejército como
institución subordinada al estado, etcétera>>. Independientemente de lo que se sienta
individualmente, de los significados personales, asistir, participar en el ritual implica
formar parte de lo que representa el ritual, de sus múltiples significados. Al participar se
aprueba, confirma o mantiene el orden establecido. En este sentido la información
analógica privada se traduce en una información digital social cuyo mensaje es claro: se
participa o no, se asiste o no, se acepta o no.
La tercera definición enfatiza un aspecto afectivo y social del ritual, esta vez se
convierte en un instrumento para expresar e incluso para canalizar tensiones y conflictos
entre diferentes partes de una comunidad. Tal y como plantea Gluckman: “Al segregar e
integrar; al exhibir e inhibir; al vincular y separar; al focalizar en fin la mirada de los
individuos en la normatividad legítima, la ritualización de las relaciones sociales se
propone reducir las indeterminaciones y ambigüedades de los procesos sociales (...)
Pero al posibilitar la reflexión y la crítica a veces no sólo no las reduce u oculta, las
descubre, establece condiciones para el cambio” (1962, p.202 ). La obra de este autor,
al igual que esta definición, enfatiza entender el ritual desde una doble perspectiva:
como valedor de un equilibrio (statu quo) expresado durante el ritual y como
instrumento de reflexión al servicio del cambio. Siguiendo la definición comunicativa
anterior, los mensajes transmitidos por un ritual pueden servir para expresar conflictos
que mantengan el orden preestablecido, o expresar conflictos de tal manera que se
posibilite algún tipo de transformación, a nivel individual o social. Siguiendo con el
ejemplo del desfile militar, dicha ceremonia está expresando la estructura de uno de los
poderes del estado que rinde honores a una tribuna de autoridades. Al desfilar no sólo
rinde honores, también fortalece la estructura que está describiendo así como las
relaciones de poder o autoridad. El ejército con su poder militar no aprovecha la ocasión
para realizar un golpe de estado, sino para homenajear y mantener un orden ya
establecido. En un contexto donde la unidad territorial estuviera en proceso de
renovación, por ejemplo, excluir o incluir tropas pertenecientes a diferentes regiones o
procedencias culturales, e incluso incluir o excluir determinados partidos políticos o
colectivos en la tribuna de autoridades podría servir para representar, proponer y/o
sancionar este tipo de cambios sociales.
Un instrumento que facilita este aspecto de moldear el mundo, bien estudiado desde esta
perspectiva, es la “reflexividad”, en el sentido que la actuación ritual permite un reflejo
público como si de un espejo se tratara, posibilitando que una comunidad se contemple
y reflexione acerca de sus acciones y su identidad (Turner, 1989). Este rasgo distintivo
de la actuación, la reflexividad, en la que los participantes se convierten en una
audiencia de sí mismos, ha llevado incluso a que se plantee cuál es el rol del
investigador que observa e investiga un ritual. Se ha sugerido que aquél que estudia los
rituales, tiene mucho en común con los participantes activos del ritual. Un autor
renombrado como Turner (1982), al final de su obra, defendía que un investigador
tendría que complementar el estudio de un ritual, con el desempeño o actuación del
mismo, si realmente pretendía comprender su significado. Aspectos relacionados con
este tema son los que ha desarrollado R. Grimes (1990) con su “ritología” o crítica
ritual, en la que el teórico puede ayudar a los participantes en un ritual a que reflexionen
en cuanto a la eficacia de sus propias actividades rituales. La siguiente cita que
queremos rescatar abunda justamente en este aspecto actuacional del estudio del ritual,
sintetizando todos los aspectos mencionados previamente: “los rituales son organizados
y celebrados por sujetos con intenciones, creencias, deseos, intereses y emociones que
‘están ahí’, desempeñando algún papel en las interacciones sociales. Intenciones,
creencias, deseos, intereses y emociones que nos permitan articular, entender y
explicar ya no digamos las vicisitudes de otras formas de vida, sino incluso la propia”
(Díaz Cruz, 1998, p. 320).
Para finalizar esta sección y enfatizar otro de los aspectos más relevantes de la Teoría de
la Actuación, queremos proponer otra cita. Aunque no pertenece a un estudioso de los
ritules, esta conocida cita pone de relieve un aspecto fundamental del ritual, ser un
medio para generar diferencia, o dicho de otra manera, constituir un marcador de
contexto que dé lugar a información diferencial. Así leemos en el Principito su
definición de Rito: “Es también otra cosa demasiado olvidada –respondió la zorra- Eso
es lo que hace a un día diferente de los otros; una hora de las otras. Entre mis
cazadores, por ejemplo, hay un rito. El jueves bailan con las muchachas de la aldea. El
jueves es pues un día maravilloso. Me voy a pasear hasta la viña. Si los cazadores
bailaran cualquier día, los días se parecerían todos, y yo no tendría vacaciones”
(Antoine de Saint Exupéry, capítulo XXII).
Esa característica definida acerca del ritual “lo que hace un día diferente de los otros”,
sin duda no agota todo lo que es o puede ser un ritual, pero identifica una de sus
cualidades más importantes. El rito marca una diferencia, o lo que es lo mismo, el rito
facilita que una persona o un grupo de personas construyan una diferencia, discriminen
algo. En dicha definición queda sintetizada ese aspecto tan importante del ritual, el
ritual como señalamiento, tal y como tiene lugar en una celebración. Justamente vamos
a tratar de explorar cómo se produce dicho proceso de hacer que algo sea diferente o
especial, y de qué factores depende para que se produzca, así como qué efectos produce.
Los ritos de intercambio y comunión son aquellos en los que se realizan ofrendas a uno
o varios dioses, con el propósito práctico o la expectativa de recibir algo a cambio. Tres
ejemplos de acciones dentro de este tipo de ritual serían los regalos, las ofrendas y los
sacrificios. Cada acción significaría distintas maneras de interactuar con la divinidad e
incluso distintas modalidades de organización e interdependencia social.
Los ritos de aflicción buscan mitigar la influencia de aquellos espíritus que pudieran
estar influyendo de manera negativa a los seres humanos. Estos rituales intentan
rectificar un orden natural de las cosas que ha resultado alterado; su propósito es curar,
proteger, exorcizar y/o purificar. El tipo de ritual y el tipo de experto requerido
dependerán de cómo una cultura interpreta la situación problemática.
En los rituales típicos de fastos, fiestas o festivales enfatizan la expresión pública de
sentimientos religioso-culturales. Los participantes en este tipo de ritual expresan
públicamente a sí mismos, a los demás e incluso a cualquier visitante, su compromiso
y/o implicación con ciertos valores básicos, sean estos religiosos o no. Ejemplos de este
tipo de ritual lo encontramos en el Ramadán musulmán, los carnavales, las procesiones
de semana santa.
Por último los ritos políticos constituyen aquellas prácticas ceremoniales que
promueven y/o muestran el poder de ciertas instituciones políticas. Se suele definir el
poder desde dos dimensiones: por un lado la acción simbólica para representar a un
grupo determinado como una comunidad coherente y ordenada gracias a sus valores y
objetivos compartidos, por otro lado tratan de demostrar la legitimidad de estos valores
y objetivos. El ejemplo del desfile militar que utilizamos en la anterior sección es
justamente un ejemplo de este tipo de ritual.
Estos seis tipos de actividad ritual nos pueden permitir identificar cualquier ritual que
pretendamos analizar. De entre todos ellos, el modelo de los ritos de paso ha cautivado
la atención de muchas generaciones de investigadores que lo han usado como un
procedimiento para comprender el cambio individual y social. Autores tales como van
Gennep (1909) y Turner (1969) llegaron incluso a considerar el rito de paso como el
principal modelo de ritual, no siendo los demás rituales otra cosa que ejemplos
particulares de este tipo de ritual caracterizado por una triple estructura de ‘separación’
del estado previo a superar, del anterior estatus, ‘transición’ o momento indefinido en
el que los cambios tienen lugar y no se está en una situación estable para pasar a la
‘reintegración’, última fase en la que se confirman o ratifican los cambios, se celebran
normalmente en comunidad y se instaura de nuevo un nuevo estado. Un ejemplo de esto
nos lo proporciona la tipología de ritos de paso establecida por Tyrrell (2000) a partir de
los trabajos previos de van Gennep (1909) y Turner (1969). Para dicho autor hay tres
tipos de ritos de paso: (1) ritos basados en el ciclo vital (nacimientos, pubertad social,
matrimonio, muerte, enfermedad / curación…); (2) rituales asociados a cambios
estacionales que correspondería a los ritos dependientes del calendario que vimos antes,
(carnavales, peregrinajes, comienzo de nuevas temporadas, etc…) y por último y muy
especialmente (3) las iniciaciones, distinguiendo entre (3.1) iniciaciones concernientes
con operaciones normales y cotidianas (como sacarse el permiso de conducir, ir a la
universidad) donde la iniciación proporciona al individuo la legitimidad social para
desempeñar ciertas acciones y/o funciones; (3.2) iniciaciones relacionadas con roles
especializados pertenecientes a ciertas subculturas (iniciaciones a profesiones técnicas
muy específicas) y (3.3) iniciaciones a roles sociales que normalmente operan en zonas
de incertidumbre (organizaciones mágicas y místicas como Masonería, brujería,
consejeros espirituales, etc…).
Recientemente podemos encontrar bastantes trabajos que han adoptado el modelo de los
ritos de paso para estudiar fenómenos sociales contemporáneos pertenecientes a
contextos muy diferentes tales como la terapia familiar (Quinn, Newfield & Protinsky,
1985); el fortalecimiento de la vinculación entre madre-hijo durante la adolescencia
(Stevens, 1981); el proceso de transición típico en la adolescencia (Blumenkrantz &
Gavazzi, 1993); transiciones de la escuela primaria a la secundaria (Allan & Dyck,
1985); programación de educación vivencial tal como la ‘formación outdoor’ (Bell,
2003; Cushing, 1999); la transición a la adultez en sociedades industriales avanzadas
mediante ritos de paso informales basados en actividades de ocio tales como salir por la
noche por bares los fines de semana (Northcote, 2006); la aparición de nuevos ritos de
paso como industria de la recolocación (Tyrrell, 2000); expresiones contemporáneas de
ceremonias tradicionales de iniciación a la adultez entre los indios Navajo (Markstrom
& Iborra, 2003) y los indios Apaches (Markstrom, 2008); el estudio de experiencias de
conversión (Iborra, 2005); la formación de personal militar y su influencia en la
socialización de la masculinidad (Lambert, 2005); y por último en la promoción de la
identidad étnica en comunidades afro-americanas (Alexander, 1999; Brookins, 1996;
Hill, 1992). Los ritos de paso proporcionan un manera ordenada de secuenciar una
transición, incluyendo la posibilidad de generar una oportunidad para señalar, marcar y
celebrar las esperadas transformaciones del estatus, los valores e incluso de la identidad
de los participantes en estos rituales. En cierto sentido, el éxito de los ritos de paso
como un modelo utilizado para tratar de comprender e incluso propiciar este tipo de
experiencias transicionales no es sorprendente1.
1
Un ejemplo de utilización (e incluso de idealización) de este modelo lo podemos encontrar en el
siguiente vídeo colgado en el portal youtube: http://es.youtube.com/watch?v=jcr2ZdjYLZc
4. Ritos de paso y Educación: el problema de la iniciación
Una vez definido qué es un ritual y tras examinar algunos tipos de ritual nos podemos
preguntar qué relación mantienen los rituales con el mundo de la Educación. Si
examinamos o recordamos nuestra experiencia a lo largo de nuestra escolarización
(incluyendo el paso por la Universidad), ¿qué rituales recordamos? ¿son diferentes
dichos rituales de algunos otros que vivenciáramos en otros contextos como la familia o
el grupo de iguales? ¿cumplen con los mismos propósitos? ¿generan los mismos
efectos?
Si comparamos ambos contextos podemos identificar que los rituales que ocurren en el
contexto familiar poseen un mayor componente afectivo que los que tienen lugar en el
contexto Escolar. El carácter de estos rituales propios del contexto familiar, aparte de
tener en cuenta a la familia como sistema funcional, incluyen también al individuo
como parte de dicho sistema y lo acompañan a lo largo de su ciclo vital. También
podríamos decir que esto ocurre en el contexto Escolar, en el sentido de que aparte de
tener en cuenta al colegio-instituto-facultad-universidad como sistema funcional,
incluyen también al individuo como parte de dicho sistema y lo acompañan a lo largo de
su ciclo escolar. Ahora bien, ¿son los rituales vividos en estos dos contextos igual de
significativos para cada uno de los individuos? ¿poseen el mismo efecto?
Uno de los temas de fondo que estamos tratando de desarrollar en este apartado
mediante la comparación de estos tres contextos, es hacer emerger una función que los
tres comparten. Los tres contextos socializan. Los tres contextos, en cierta medida,
podríamos decir que inician a un individuo en un contexto social determinado (la
familia, la escuela, el mundo social de los iguales). Si algo caracteriza a nuestra
compleja y postmoderna sociedad actual es que los modelos de socialización son
múltiples, así como la larga moratoria temporal necesaria para ir convirtiéndose en lo
que podríamos denominar un ciudadano-adulto responsable. Al contrario que en
sociedades preindustriales donde el paso de ser un niño a ser un adulto se señalaba y
facilitaba ceremonialmente, donde ambos estados (ser un niño y ser un adulto) estaban
bien definidos, identificados y mantenidos por una comunidad significativa, en las
sociedades modernas pasar de ser un niño a ser un adulto lleva mucho tiempo, mucha
preparación, y ambos estados no terminan de estar claramente definidos, mantenidos e
incluso podríamos plantear si deseados, sobre todo teniendo en cuenta la connotación
peyorativa que para muchos jóvenes tiene eso de convertirse en un adulto. La
investigación reciente sobre la adultez emergente (Arnett, 2000) justamente refleja la
ambigüedad de esta nueva categoría social de jóvenes que no se identifican ni con la
adolescencia ni con la adultez, pero que comparten rasgos con ambos grupos sociales.
La siguiente cita justamente trata de expresar este hecho de las sociedades actuales: “El
vacío en el que hoy vive el adolescente, sin ritos de paso ni instituciones sólidas, lo deja
en libertad para individualizarse, pero incrementa las incertidumbres, puesto que ya no
existen modelos claros para la formación de su personalidad. Las redes asociativas que
puedan servir de marco a los jóvenes resultan en general insuficientes, y, a causa de la
moratoria que a la vez los protege y les quita responsabilidad, los adolescentes se
encuentran más expuestos que antes a deambular por las calles y a adherirse a grupos
de colegas” (Tessier, 2000, p.98).
De nuevo y por recapitular temas tratados hasta ahora, los tres contextos que hemos
tenido en cuenta (el mundo educativo formal de la escuela, el mundo educativo informal
de la familia y el mundo informal social del grupo de iguales) socializan a los jóvenes,
los inician al mundo social complejo propio de nuestro tiempo. Al contrario que otras
sociedades, dicha socialización no se encuentra tan ritualizada, lo que no excluye que se
utilicen rituales o ceremonias más o menos formalizadas. Uno de los temas a considerar
es plantearnos si esta aparente ausencia de iniciaciones formales a la adultez supone un
problema. Autores como Grimes (2000) han planteado extensamente este tema. ¿Es
necesario iniciar a nuestros jóvenes o dada la variedad de modelos disponibles
actualmente podemos dejar que se inicien ellos mismos a sí mismos, o que sean los
propios medios de comunicación y sus instrumentos publicitarios los que realicen
progresivamente dicha iniciación? ¿añadiría algo emplear rituales formalizados y
supervisados por una comunidad de adultos responsables? ¿sería significativo para
dichos jóvenes? ¿cuál sería el mejor contexto para llevar a cabo dichos rituales: el
mundo educativo formal, el mundo educativo informal familiar, el mundo informal de
los iguales?
Que no se empleen rituales de iniciación de una manera formal, supervisada por una
comunidad de adultos no quiere decir que dichos rituales no tengan lugar. Como
ejemplo podríamos citar los rituales de iniciación informales que tienen lugar entre
grupos de jóvenes de manera espontánea sin ningún tipo de supervisión adulta, sin
ningún tipo de gestión acerca la idoneidad de los valores que se están transmitiendo, de
las identidades que se están construyendo2. Las conductas violentas, degradatorias,
2
A modo de ilustración se pueden ver los siguientes vídeos disponibles en el portal youtube y contrastar
diferentes tipos de ritos de iniciación formalizados y supervisados por una comunidad de adultos, o
informales y supervisados por una comunidad de jóvenes con sus propios valores y normas de conducta:
http://es.youtube.com/watch?v=5B3Abpv0ysM (rito formal)
http://es.youtube.com/watch?v=iKaPTns5dqE (rito informal, especialmente la parte de 2’ 50’’ donde se
describen los ritos de iniciación recurriendo a actividades violentas en el caso de los hombres, o
acitividades sexuales en el caso de las mujeres).
humillantes que hay que realizar para formar parte de una banda callejera, una
fraternidad o simplemente por ser un novato en un curso de universidad, son ejemplos
de este tipo de ritos de iniciación informales, necesarios para conseguir ser aceptados
por un grupo de referencia determinado, percibidos como necesarios para pertenecer y
por extensión ser.
Lo que trato de defender desde aquí es que el contexto educativo formal resulta un
escenario idóneo para incluir este tipo de prácticas socializadoras, de facilitar este tipo
de iniciaciones o al menos fomentar el sentido y la reflexión acerca de las mismas. Los
rituales suponen un poderoso y complejo instrumento de socialización y educación,
pero volviendo de nuevo a revisar los rituales típicos que tienen lugar en el contexto de
la Escuela (sea cual sea su nivel), la mayoría de las ceremonias tienen como propósito
principal organizar un grupo social, secuenciar momentos propios del curso académico
o de la jornada. Principalmente señalan momentos, no aprovechan tanto dichos
momentos para celebrar y/o generar cambios significativos. En este sentido plantea
Grimes (2000): “Los sistemas escolares, incluso los religiosos, han ignorado el poder
del ritual, exceptuando las ceremonias empleadas para establecer jerarquías y
mantener el orden. En vez de elevar el aprendizaje al nivel de la celebración ritual, las
escuelas usan ceremonias como herramientas de control social o las reducen al nivel de
una representación vacía” (p.133). Se enfatiza aquí tal y como vimos en nuestra tercera
definición del ritual, una concepción que enfatiza el control, la organización para
mantener cierto statu-quo, cierto ‘orden de las cosas’. Esta crítica contrasta con
ejemplos de ceremonias de iniciación ya en desuso, que encontrándose plenamente
integradas en el mundo escolar, resultaban plenamente significativas para sus
participantes. Así de nuevo Grimes (2000) nos proporciona un ejemplo ritual judío
medieval de iniciación a la escolarización formal, en este caso con el aprendizaje del
alfabeto y la lectura: “A la edad de 5 ó 6 años en el festival de primavera de
Pentecostés, el chico se sentaba con su maestro, que le enseñaba una tableta en la que
el alfabeto hebreo estaba escrito. El maestro lo leía hacia delante, hacia atrás y
finalmente en combinaciones de pares de letras simétricas. Después le pedía al niño
que repitiera la misma secuencia. Tras ello, impregnaba las letras con miel y le pedía
al niño que las chupara. Después se traían pasteles en los que aparecían versos
bíblicos. El maestro lo leía y tras imitar al maestro, el niño se los comía. El maestro
pedía al niño que recitara un ruego pidiendo a Potah, el príncipe del olvido, que
estuviera lejos y no bloqueara ni su corazón ni su mente. Después le enseñaba a recitar
balanceándose hacia delante y detrás cuando recitara sus lecciones en voz alta. Como
conclusión le llevaba a un río cercano y le decía que el estudio de la Torah, como el
agua rugiente del río nunca terminaría. Mediante estos actos se busca “expandir el
corazón del niño” (p.132). Nos podemos preguntar justamente cómo negar el poder
‘nutritivo’ de las palabras con tantas referencias y resonancias sensoriales, tan bien
adaptadas al momento evolutivo del niño. Un ritual que tan eficazmente transmite un
mensaje al niño, conectando la tarea de lectura con conceptos tales como la nutrición, lo
dulce, un proceso para toda la vida, ilusionante, que lo vincula a los mayores y lo hace
además con respeto, un ritual así, constituye un buen ejemplo del poder del ritual como
herramienta de socialización e iniciación.
El primer ejemplo tiene que ver con ritos de paso aplicados por comunidades
afroamericanas en Estados Unidos, como una manera de limitar la vulnerabilidad de
muchos jóvenes que viven en graves situaciones de pobreza, prejuicios, discriminación,
bajos recursos educativos y escasas oportunidades laborales que contribuyen a generar
conductas de abuso de drogas, delincuencia, actividad criminal e incluso suicidio. De
acuerdo con autores como Hill (ver en bibliografía) factores tales como bajos niveles
socioeducativos unido a índices de pobreza posibilitan que se generen muchas
conductas de riesgo en la juventud afroamericana (o la juventud expuesta a este tipo de
situación social). Para dicho autor un problema muy significativo en este tipo de
situaciones está generado por la ausencia de un sentimiento de pertenencia a una
comunidad cultural que provea de un sentido de propósito a todos sus miembros.
Teniendo en cuenta estas experiencias de violencia, riesgo y discriminación muchas
asociaciones comunitarias y grupos de investigadores empezaron a considerar los ritos
de paso como un medio que pudiera facilitar la adaptación y socialización de estos
jóvenes. Además de ayudarles a ir afrontando los progresivos desafíos propios de una
vida adulta, este tipo de programas que se empezaron a desarrollar tenían también como
propósito fomentar una identidad étnica positiva: “ los programas de los ritos de paso
que implican actividades culturales específicas y proporcionan información histórica y
cultural, que enseñan habilidades sociales e intelectuales y que promueven valores
consistentes con la cultura afroamericana, tienen una influencia positiva y un fuerte
impacto a la hora de ayudar a la juventud afroamericana a examinar su raza y su
etnicidad y desarrollar su propia identidad étnica” (Alexander, 1999, p. 37).
Un aspecto interesante de este programa basado en los ritos de paso y a diferencia del
que analizaremos a continuación, es que no consiste sólo en la vivencia de un único
acontecimiento ritual, los ritos de paso son entendidos como un proceso más que un
acontecimiento puntual. Esto lo expresa el siguiente autor (Goggins, 1998): “Los Ritos
de Paso no son una simple progresión a través de un ‘programa’, sino un proceso que
prepara a una persona a vivir la vida. Los ritos constituyen un proceso de solapamiento
dinámico que conecta el pasado, el presente y el futuro; intenciones con acciones, la
vida con un propósito. Por lo tanto es inapropiado referirse a los ritos de paso como un
programa por el que uno simplemente tuviera que pasar. Más allá que eso, los ritos de
paso suponen un proceso dinámico en el que uno entra. Cada etapa que se completa
con éxito proporciona la preparación y toma de conciencia sobre otras áreas vitales así
como sobre etapas y desafíos futuros” (p.40).
El otro ejemplo que vamos a proporcionar está basado en una escuela (Colorado
Outward Bound School) que emplea una metodología de formación outdoor, en el que
subyace el esquema estructural de los ritos de paso. Esta metodología consiste en
realizar una formación “de puertas abiertas”, es decir, realizando actividades al aire
libre, en contacto con la naturaleza, mediante la cual los participantes desarrollan su
aprendizaje interactuando con los demás participantes, solucionando problemas o
dinámicas que surgen en un entorno intensivo de convivencia. Tal y como plantea
Cushing (1999) “Outward Bound y este tipo de cursos tienen siempre un objetivo
educativo que implica expandir los límites de lo que los estudiantes creen que son
capaces (de hacer). Generalmente la idea es que aprender en la naturaleza (salvaje)
será una metáfora y los participantes se darán cuenta que las experiencias de éxito,
liderazgo, apertura y comunicación son posibles y positivas, de manera que trabajarán
en transferir esas pautas a sus vidas cotidianas” (p.27). En síntesis se busca salir de los
contextos habituales, separarse de las situaciones e incluso relaciones cotidianas, para
buscar una experiencia transformadora, en la que se desarrollen nuevos aprendizajes,
donde se desarrollen nuevas habilidades, se adquieran nuevos valores, para regresar de
3
Algunos de los nombres de estos programas eran los siguientes: K.E.Y.S (Kemetic Education of Young
Scholars), MALD (Michigan Association for Leathership Development), MANTALK, Youthcheck,
Calling All Brothers Mentor Program, Male Responsibility Network Program, M.A.N (Male
Accountability Network), MANT2MAN Mentor Program.
nuevo transformados a los contextos cotidianos4. Como vemos el esquema de
separación, transición/transformación y reintegración subyace en gran medida a cómo
está estructurado este tipo de cursos. En la página web de este colegio se expresa
claramente cuál es la misión de la organización: “inspirar el desarrollo del carácter y el
autodescubrimiento en gente de todas las edades y caminar por la vida mediante
desafíos y aventuras, impulsándoles a obtener más de lo que nunca pensaron que era
posible, a mostrar compasión por los demás y a implicarse activamente en crear un
mundo mejor” (Outward Bound: http://www.outwardbound.org/aboutus.vp.html ). Más
allá de adquirir meras habilidades sociales o aprendizajes técnicos o conceptuales, el
programa pretende generar cambios más profundos mediante la interiorización de
nuevos valores e incluso de una nueva identidad o carácter.
4
La dirección que ya mencionamos previamente http://es.youtube.com/watch?v=jcr2ZdjYLZc hablando
de los ritos de paso supone un buen ejemplo de este tipo de aproximaciones.
no llega a la complejidad de poder reflexionar o cuestionar críticamente dicha
ciudadanía o la cosmovisión de la que depende.
Respecto al segundo punto tratado, el grado de eficacia del cambio, Cushing (1998)
plantea que generalmente estos modelos han priorizado excesivamente la segunda fase,
la de transición, en la que supuestamente los cambios tienen lugar. La consecuencia de
esto es que la tercera fase de reincorporación no termina de realizarse plenamente, con
los problemas que esto plantea para que los cambios logrados puedan mantenerse en el
tiempo o transferirse a los contextos cotidianos de los participantes. El propósito de la
fase de reincorporación de acuerdo con van Gennep (1909) consistía justamente en
facilitar la transición del novicio, del iniciado, de la persona que participó en el rito a
una nueva vida, asumiendo un nuevo rol o estatus en la estructura social. El autor
plantea que en este tipo de cursos que suponen ejemplos actualizados de ritos de paso,
esta tercera fase se da por hecha, presuponiendo que el participante realizará él mismo
la transición a su nueva vida, incorporando espontáneamente todos los cambios, lo que
no suele ser el caso.
Si bien es cierto que el primer ejemplo parece más efectivo a la hora de generar los
cambios que pretende promover, no está de más tener en cuenta de nuevo la reflexión
acerca de qué tipo de cambio es el que se está produciendo. Independientemente de la
eficacia de los cambios producidos por la vivencia del rito de paso, ambos ejemplos
parece que promueven un cambio que enfatiza sobre todo el convertirse en buen
ciudadano, lo que implica estar bien adaptado al contexto sociocultural del que se forma
parte. Dicho cambio puede ser un gran logro, sobre todo trabajando con adolescentes
que como hemos visto se encuentran en situaciones se riesgo. Pero igualmente, desde
una perspectiva evolutiva más amplia, también podría suponer una limitación si no
facilita ir más allá o generar un tipo de ciudadano reflexivo y crítico, que no sólo es
capaz de adaptarse a una comunidad, sino también de criticar y cuestionar aspectos de la
misma. De nuevo volvemos a las definiciones del ritual con las que iniciamos el
capítulo, especialmente la tercera de Gluckman. El ritual puede ser un buen instrumento
no sólo para mantener el statu quo de una comunidad, organización o cultura
determinada, sino también para generar cambios y transformación en dicha comunidad.
Sobre todo cuando el ritual actúa de manera reflexiva, cuando nos reflejamos en cuanto
comunidad en dicho ritual, produciendo así una oportunidad donde contemplarnos y ser
más conscientes de nosotros mismos. En el siguiente punto sintetizaremos algunos de
los principales efectos que se pueden conseguir con estos rituales que estamos
examinando, con el propósito de poder optimizar su potencial uso en el contexto
educativo.
Acabamos de ver dos ejemplos de aplicaciones del modelo del rito de paso en contextos
educativos, para favorecer procesos de socialización y en cierta manera facilitar una
iniciación en una comunidad adulta determinada, para adoptar nuevos roles,
responsabilidades, creencias o valores. A continuación voy a enumerar una serie de
efectos que se podrían adquirir haciendo un buen uso de actuaciones rituales. Aunque la
mayoría de ellos ya han sido mencionados previamente, conviene explicitarlos.
• Celebrar y señalar
5
Véase Grimes 2006 donde se expone un ritual preparado con motivo del atentado en las Torres
Gemelas de Nueva York el 11 de Septiembre de 2001.
progresivamente (lo que genera mayor intensidad dramática) honrando al profesor que
se va y comunicando su rechazo al director, que observa indignado toda la escena. No
todos participan en el ritual y aquí claramente participar implica no sólo homenajear y
despedir al valorado profesor, sino rechazar a una institución educativa cuyas decisiones
y modo de educar no comparten6. El ritual por lo tanto sirve para expresar y en la
medida de lo posible negociar creencias, reglas, normas acerca de cómo funciona el
mundo.
• Vinculación y pertenencia
En la mayoría de los rituales se fomenta vínculos afectivos entre todos los participantes
que comparten una experiencia importante, que comparten una determinada manera de
ver el mundo. Al vincularse afectivamente es más fácil sentirse parte de algo más
grande que uno. En este sentido se puede construir un sentido de pertenencia, basado en
las vinculaciones afectivas con los demás participantes en un ritual. Es conocida la
experiencia de “communitas” que según Turner (1969) experimentan todos los
participantes en un rito de iniciación, que tras verse separados momentáneamente de su
vida anterior, se igualan con sus nuevos compañeros durante la fase de transición de un
rito de paso, en la que todos pasan a ser un grupo social indiferenciado. Piénsese por
ejemplo en los reclutas recibiendo instrucción en un batallón que visten y se comportan
todos igual, o en las estereotipadas conductas típicas en los primeros años adolescentes.
En este tipo de ejemplos parece fortalecerse no sólo la vinculación entre las personas,
sino gracias a ello, la sensación de pertenecer a un grupo social determinado. La
siguiente cita de Alexander (1999) muestra lo que expresa un adolescente participando
en un rito de paso afroamericano, enfatizando una experiencia de conexión y
pertenencia con un grupo determinado:
6
Si se quiere ver la escena se puede seguir el siguiente enlace:
http://es.youtube.com/watch?v=HVS4PiVicqw
bien tener adultos cerca. Ha habido tantas experiencias de aprendizaje para
mi. La más memorable e impactante fue la vez en la que uno de los mentores se
derrumbó y lloró enfrente de nosotros. Toda la sala estaba en silencio,
pensando tranquilamente sobre el testimonio doloroso y la relación de
vinculación de la que éramos testigos. Miraba a mi alrededor de la sala que
albergaba a unos 30 jóvenes y 10 adultos, y estaban casi todos llorando, yo
incluido, y sabía que este programa era bueno para mí. Estaba comprometido
de por vida. (pp. 77-78)
Una vez se crean vínculos entre los participantes de un ritual que facilitan la emergencia
de un sentido de pertenencia a una estructura más amplia que uno mismo, es más fácil
identificarse con dicho grupo y a la vez lograr que la propia estructura amplia se
identifique a sí misma como un ‘todo’ diferenciado de otros. Así una familia, una
organización, una clase, una comunidad étnica, un colegio, una banda, una tribu se
identifica de manera diferenciada respecto otras familias, otras organizaciones, otras
clases, otras comunidades étnicas, otros colegios, otras bandas u otras tribus. Una señal
típica de esto suele ser que los miembros exhiban algo que los identifica como
perteneciendo a dicha estructura más amplia. Por ejemplo un uniforme, un emblema, un
tatuaje, una manera de hablar, cierto aspecto físico. Y desde luego algo que los
identifica es el hecho de participar y compartir una serie de actividades rituales. Un
ejemplo típico en el contexto escolar son las fotografías de los alumnos de una clase que
se suelen hacer en momentos especiales del año. Una fotografía grupal identifica a una
serie de personas vinculadas y que pertenecen a un grupo determinado. Exhibir dichas
fotografías es también una manera de identificarse con dicho grupo.
• Transformar la identidad
7
Figuras históricas tales como Lutero, Sócrates, Newton, Einstein, Galileo, Gandhi, Martin Luther King,
Malcolm X, etc… se caracterizan justamente por esto, cuestionar elementos claves de una institución a la
que pertenecían (científica, social o religiosa) que sirvieron para introducir reformas o cambios
importantes en la misma, o incluso la constitución de nuevas instituciones.
7. El ‘I Seminario de Pedagogía Ritual (2007)’ como ejemplo de actividad
ritual.
El contenido de los seis apartados anteriores fue desarrollado durante la ponencia que
impartí al principio del Seminario de Pedagogía Ritual organizado por la Escuela de
Educación Básica de la Universidad Central de Santiago de Chile. A lo largo de dos
días tuvimos ocasión de discutir, explorar y compartir diferentes ejemplos de rituales
que tenían lugar en el contexto escolar. Este capítulo estaría incompleto si no incluyera
los aprendizajes, las conexiones y conclusiones que obtuve gracias a participar en el
seminario.
El seminario se estructuró con una serie de ponencias teóricas impartidas tanto por
profesores y alumnos, así como por una serie de talleres prácticos. Diferenciando los
talleres y las ponencias, fuimos igualmente participando en una serie de ceremonias.
Ceremonias de inauguración, de despedida, ceremonias diseñadas para ir facilitando los
tránsitos entre las diferentes partes del seminario.
No obstante para mí todavía no se había expresado el potencial del ritual como actividad
transformadora. En cierto sentido, los rituales que se iban desarrollando, compartiendo,
explorando, eran rituales ‘domesticados’. Esto fue más evidente para mí en el transcurso
del último taller que consistía en que los estudiantes, formando diferentes grupos,
crearan un ritual y lo llevaran a la práctica, mostrándoselo a los demás, que
observábamos sentados en círculo. Así cada grupo fue desempeñando diferentes rituales
que se podían aplicar en el contexto educativo. Para ello demostraron altas dosis de
imaginación y creatividad. Hubo ritos donde los alumnos de secundaria iniciaban a los
recién llegados alumnos de primaria, ritos donde se exaltaban prácticas culturales
propias de diferentes regiones del país, ritos de presentación para iniciar una clase, ritos
de despedida. No obstante había un aspecto que mientras observaba era evidente para
mí que no estaba presente: no había vivencia ritual. Más que rituales lo que se
representaba eran dinámicas, secuencia de actividades que se podían hacer con un
grupo. Una de las limitaciones era que los que observábamos no participabámos de los
rituales que eran presentados y explicados mientras se representaban. El grupo más
grande tenía un rol de espectador pasivo, mientras contemplaba los ejemplos de los
demás compañeros.
Mientras iba siendo un espectador de todo esto, de repente tomé conciencia de lo que
era necesario y de cómo expresarlo. La toma de conciencia fue intensa y significativa
porque apresó todo mi cuerpo, especialmente manifestado por los latidos de mi corazón
que se incrementaron notablemente. Cuando el último grupo finalizó su demostración
de ritual, como me iban a dar la palabra para que expresara mi opinión, preparé mi
propia demostración ritual que sintetizaría mi opinión.
Salí al centro de un círculo de personas que esperaba escuchar las palabras del invitado
internacional del seminario. Ahora bien, salí descalzo, porque era una manera de
señalar que lo que iba a ocurrir era diferente a lo de antes. Al llegar al centro me
arrodillé y empecé a respirar profundamente, para centrarme, serenarme y
tranquilizarme. El hecho de arrodillarme también señaló que lo que estaba ocurriendo
era diferente, se estaba marcando el contexto de que algo iba a ocurrir, es posible que
se iniciara una expectación entre los que estaban observando, una reorientación de su
atención. Poco a poco la gente se calló. Cuando yo ya me encontraba más centrado y
había un clima apropiado, de silencio, empecé a mirar directamente a los ojos de todos
aquellos que tenía justo delante de mí. Uno a uno me encontré con cada uno de mis
compañeros del seminario, expresando un encuentro, una conexión, un reconocimiento,
un agradecimiento, una despedida, todo ello concentrado en un acto simple y claro,
mirar a lo ojos durante unos segundos. Al concluir con esa fila, me incliné en señal de
respeto y agradecimiento. A continuación me giré hacia la derecha y repetí la misma
operación, encontrándome con otra serie de personas y volviéndome a inclinar al final.
La misma operación la repetí girando otra vez a la derecha, hasta completar las cuatro
direcciones y contactar con el círculo al completo. Estas cuatro repeticiones
proporcionaron cierto sentido de ritmo, al igual que las miradas con los participantes
que iban generando multitud de breves vivencias interpersonales, que también servían
para ir coordinando a todos los miembros del grupo que íbamos participando en el
ritual de manera activa. Poco a poco la sincronización entre todos, el respeto, las
vivencias internas y externas fueron coordinándose. El contexto había cambiado, era un
contexto especial, era un contexto ritual. Al volver al centro, me encontraba
profundamente afectado, no había sido sencillo encontrarme con tantas personas, con
tantos recuerdos en tan breve tiempo. En ese momento sentía una vinculación más
fuerte con el grupo, una sensación de pertenencia mayor. Yo era el mismo pero al
mismo tiempo lo que estaba viviendo me estaba cambiando de alguna manera
indefinida. Al volver al centro, simplemente me levanté y me fui. Sobraban las palabras.
El grupo reaccionó espontáneamente con un aplauso, en el que se pudieron también
expresar otras emociones previamente contenidas. El ritual había concluido.
Probablemente de 10 a 15 minutos de tiempo objetivo, quien sabe cuanto tiempo
subjetivo. El ritual había concluido pero el seminario no, con lo que reanudamos las
actividades previstas, donde poder reencontrarnos. Al igual que el cambio que yo había
experimentado, más personas probablemente vivenciaron también algún tipo de cambio,
algún tipo de toma de conciencia a nivel individual. El ritual se había manifestado
generando una oportunidad de transformación, aprendizaje y desarrollo. Y al mismo
tiempo el ritual había comunicado varios mensajes a todos los participantes del
seminario, dándoles la responsabilidad de interpretarlos libremente. Más allá de
adaptarse al orden de las cosas que se había establecido, el ejemplo ‘reflexivo’ del ritual
representado tal vez estableció ciertas condiciones para el cambio.
Días después, aprovechando un viaje a Temuco, al sur de Chile, tuve más distancia para
reflexionar sobre lo ocurrido y expresar ya con palabras algunas conclusiones del ritual,
conclusiones que cobraban un mayor significado gracias a la experiencia vivida:
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