La Medicina Como Profesión
La Medicina Como Profesión
La Medicina Como Profesión
CIENTÍFICA Y HUMANA
MEDICINE AS SCIENCE AND HUMAN PROFFESION
RESUMEN.
La Profesión Médica la ejerce un ser humano que debe estar dotado de capacida-
des para una actuación inteligente, técnicamente idónea, y, además, moralmente
buena. Durante toda su actividad profesional, atenderá a otro ser humano, carac-
terizado por una triple complejidad bio-psico-social.
Palabras clave: Bioética, conocimientos científicos, habilidades técnicas, com-
prensión humana.
ABSTRACT.
Medicine is exercised by human being that must be abe to qualify for a intelligent
acting, ideal technical skills, and, also, morally good.
For the lifetime of the physician, he will care for patients with a bio-psycho-
social triple complexity.
Key words: Bioethical, Science Knowledge, Technical skills and Human
comprehension.
INTRODUCCIÓN
Señoras y señores; comenzaré por decirles que ser médico puede ser apasio-
nante, y cuando se tiene una vocación firme, meditada, y decida, es un privilegio.
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Convertirse en médico significa mucho más allá, que terminar los estudios de
medicina, y los años de formación del posgrado, significa adquirir una forma de
vida muy vocacional, una impronta, que es característica de nuestra verdadera
profesión. A partir de ese momento su principal objetivo será el cuidado de los
enfermos, que son los auténticos protagonistas de la medicina.
Harrison, el gran internista estadounidense, en la primera edición de su obra,
definía lo que se espera del médico, en palabras que, aunque reflejan el sesgo de
género de aquel momento, aún suena muy bien como principio universal. Escri-
bió: “No cabe mayor suerte, responsabilidad, u obligación en el destino del hom-
bre que convertirse en médico. Para atender a los que sufren debe poseer conoci-
mientos científicos, habilidades técnicas, y comprensión humana. Del médico se
espera abnegación, simpatía y comprensión humana, porque el paciente es un ser
humano, temeroso y esperanzado que busca alivio y confianza”.
El futuro médico debe conocer que la historia clínica, es decir, el primer
contacto que se establece entre médico y paciente es, de singular importancia.
Pues, precisamente una de las características del buen médico es saber escuchar
con esmero a sus pacientes. La anamnesis es mucho más que una fría recogida
de datos y su calidad determinará en gran medida, la eficacia y el éxito del acto
profesional.
El médico, en esta humana entrevista, no sólo recopila los síntomas subje-
tivos del paciente, sino que, además, puede vislumbrar el influjo del psiquismo
en las molestias que refiere, así como las circunstancias de su entorno familiar y
social.
Deberá tener en cuenta también que la misma enfermedad ofrece, a veces,
significativas diferencias según las personas que la padecen. Con razón, el huma-
nitario y valioso internista José María Manso gustaba de repetir: “La enfermedad
no es simplemente una entidad nosológica es además una vivencia personal”.
De la misma manera que en la práctica de la historia clínica, en todos los
demás cuidados de su enfermo, el médico intentará actuar sin perder de vista la
atención integral y el carácter humanitario de su profesión.
¿Cómo debería ser la educación médica pregraduada para que el futuro fa-
cultativo pueda actuar de acuerdo con estos principios? Es evidente que, sin unos
sólidos conocimientos teóricos, firmemente sedimentados, no se puede ejercer
de un modo preciso nuestra profesión. Pero es igualmente cierto que, junto a la
adquisición de conocimientos, es imprescindible el entrenamiento de habilidades
y la formación de actitudes para lograr una buena capacitación clínica.
En España, el sistema de formación médica de posgrado (MIR) ha dado
y está dando magníficos resultados. Ciertamente no hubiera sido posible sin la
participación de la red hospitalaria pública, lo que ha permitido la formación
de grandes clínicos y cirujanos de todas las especialidades, que, esparcidos por
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se necesita más que nunca del calor humano y de la presencia del médico, quien
debe proporcionar al paciente apoyo emocional, paliar sus dolores y sufrimientos,
e impedir que quede aislado de su familia, evitando prolongar de forma innecesa-
ria la vida con técnicas artificiales y con fármacos, ya que no alargar inútilmente
la vida como he sostenido en otras ocasiones también dignifica a la medicina.
El médico debe ser un valedor de los enfermos, y, de modo singular debe
proteger a los seres con vida que se sitúan en los extremos del camino humano, en
los segmentos más débiles y vulnerables; desde el embrión hasta el más decrepito
anciano, a menudo, solitario y carente de afectos, o inmerso en los silencios o
penumbras de una mente afectada por enfermedad de Alzheimer.
Debemos recordar a los futuros médicos que todo ser humano debe ser tra-
tado como algo único, insustituible, e irrepetible. Esta es la dignidad constitutiva
u ontológica de la persona. No cabe, pues arrebatar la dignidad a nadie, ya que
el valor supremo del hombre no puede depender del juicio variable de los demás.
Como ha escrito el gran oncólogo Sanz Ortiz cuyos conceptos suscribo.
• Es necesario incorporar la muerte a la vida.
• La sedación terminal permite culminar la vida de una forma humani-
zada.
• El último acto de la vida debe protagonizarlo si es posible, la propia per-
sona, cuyos valores, prioridades y creencias deben respetarse siempre.
• Nadie debe morir con sufrimiento, y nadie debería morir sólo. Nunca
debe faltar el calor de una mano amiga.
• Asistir a la muerte digna de un ser querido es un bien personal que deja
un buen recuerdo y perdura en el tiempo.
Lo que se persigue es dignificar, humanizar, y dulcificar el último tramo
del camino de una vida y esta es una misión sagrada y obligada del médico. No
podemos permitir que la tecnología, abusivamente utilizada convierta las fases
finales de la vida en una experiencia insufrible tanto para el paciente como para
sus seres queridos.
Es decir que el médico debe ser un valedor de los enfermos, y, de modo sin-
gular debe proteger a los seres con vida que se sitúan en los extremos del camino
humano, en los segmentos más débiles y vulnerables; desde el embrión hasta el
más decrepito, a menudo solitario y carente de afectos o inmerso en silencios y
penumbras de una mente afectada por la enfermedad de Alzheimer.
En otro orden de cosas nuestra Academia (de la que tanto he recibido) pone
de manifiesto una vez más que sigue conservando valores universitarios como los
de la gratitud y la valoración de la obra de las personas, de su valía, dedicación,
entrega y prestigio acumulado.
Pero nada hubiera sido posible en nuestra Facultad de Medicina y en nuestra
Real Academia sin el legado de los que nos han precedido y que con su dedica-
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