Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo, pero Zeus decidió castigar su soberbia alzando un tábano que picó a Pegaso. El caballo se encabritó y Belerofonte cayó, quedando rengo y ciego. Pasó el resto de sus días vagando, mientras que Pegaso siguió volando hasta convertirse en una constelación.
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Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo, pero Zeus decidió castigar su soberbia alzando un tábano que picó a Pegaso. El caballo se encabritó y Belerofonte cayó, quedando rengo y ciego. Pasó el resto de sus días vagando, mientras que Pegaso siguió volando hasta convertirse en una constelación.
Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo, pero Zeus decidió castigar su soberbia alzando un tábano que picó a Pegaso. El caballo se encabritó y Belerofonte cayó, quedando rengo y ciego. Pasó el resto de sus días vagando, mientras que Pegaso siguió volando hasta convertirse en una constelación.
Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo, pero Zeus decidió castigar su soberbia alzando un tábano que picó a Pegaso. El caballo se encabritó y Belerofonte cayó, quedando rengo y ciego. Pasó el resto de sus días vagando, mientras que Pegaso siguió volando hasta convertirse en una constelación.
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Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo.
Después de tantas hazañas se sentía
invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse. Una mañana, Belerofonte montó a Pegaso para volar hacia el Olimpo. Después de tantas hazañas se sentía invencible, digno de ser recibido en la morada de los dioses. Pero Zeus no pensaba igual. Al verlo venir, decidió castigar su soberbia. Para eso le alcanzó con un tábano. El insecto voló y picó a Pegaso en una pata. El caballo se encabritó. Belerofonte, que montaba con confianza y con distracción, no llego a aferrar la rienda dorada. La terrible caída no lo mató pero lo dejó rengo, ciego y muy lejos de su hogar. Así pasó Belerofonte sus últimos años vagando por los caminos. Pegaso, por su parte, siguió volando hasta el cielo. Allí se inmortalizó como una constelación que lleva su nombre, y hasta el día de hoy puede verse.