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Criminología: Segundo parcial

Tema 4

Violencia: una aproximación psicoanalítica – Abdel-Masih

Cuando nos encontramos ante lo que se manifiesta entre nosotros, y dentro de cada uno de nosotros,
como la expresión más primitiva de la agresión, la violencia, estamos ante la ruptura, del ordenamiento
producido por el desarrollo social, en la medida en que estos logros fueron y son posibles, en virtud de la
renuncia a la violencia destructiva primordial.
Tendencia a la ruptura de los lazos solidarios y de las organizaciones psíquicas, que es inherente a la
constitución del ser humano, por estar sostenida en el permanente anhelo de retorno a la omnipotencia y
al narcisismo primitivo.
La violencia, así, implica una regresión. El acto violento presupone un movimiento regresivo.
La emergencia de actos violentos es posible cuando la discriminación y la posibilidad de intercambio, es
suplantada por la confusión y la indiferenciación, que anulan la posibilidad de comunicarse, y condenan al
sujeto a la soledad e indefensión. Aparece cuando se regresiona desde la posibilidad de utilizar las palabras
como medios de comunicación, a situaciones donde ésta no tiene lugar y es suplantada por acciones
enajenadas de sentido, o por palabras utilizadas a modo de actos.
Freud afirma que el desamparo inicial del ser humano, es la fuente principal de todas las motivaciones
morales. En virtud del interjuego con el objeto, se generará la inscripción de estas experiencias en estratos
del psiquismo más diferenciados, y la paulatina discriminación respecto del objeto. Este proceso se hará
posible en la medida en que el objeto introduzca sentido y de significación a estas experiencias.
Este proceso es consecuente con la conformación del ideal del Yo, complejo de castración y sepultamiento
del complejo de Edipo mediante.
El Ideal del Yo, en el cual de este modo confluyen la subjetividad y la cultura, va a posibilitar toda una serie
de identificaciones con ideales que van más allá de las figuras parentales. Los ideales son la marca de la
cultura en cada individuo que ingresa en ella.
Las manifestaciones de violencia que marcan directamente al sujeto desde su advenimiento al mundo,
aquellas que provienen de la estructura y funcionamiento familiar, más particularmente de los modos
vinculares de los progenitores para con el niño.
El maltrato infantil son emergentes de una constitución fallida en las redes comunicacionales en el grupo
familiar, que se corresponden generalmente como un posicionamiento inadecuado de cada uno de los
miembros de la pareja parental, en relación a su respectiva función. Esto promueve distorsiones en el
sentido de los vínculos paternos filiales, que darán lugar a acciones inadecuadas y a omisiones.
El abandono o desconexión afectiva, que tiene como una forma de expresión el no otorgamiento de
significado a las experiencias del niño, tiene consecuencias más traumáticas. Cuando a más temprana edad
se produce. Al no tener como dar cuenta de estas experiencias, quedan en su inconsciente como agujeros
psíquicos; van a mimetizarse con el objeto abandonante y van a liberarse, sin tener como vehiculizarlas;
grandes montos de agresión, que en un a posteriori repetirá en sus vínculos de adulto infructuosamente.
Creo importante remarcar acerca de los factores que provienen desde el medio social, en forma de
modelos o ideales de la cultura. Estos inciden de manera directa en el sistema de valores del adulto, y de
este modo indirectamente, en el individuo en proceso de constitución.
¿Cuál es entonces el destino, para la constitución de cada sujeto, que tienen los modelos sociales, cuando
éstos en lugar de responder a la ley fundante, sustentan enunciados interpretativos que se sostienen en
una posición regresiva en relación a los logros culturales? Posición regresiva que se manifiesta a través de
modelos en los que se jerarquiza la inmediatez, y donde ésta es promovida desde los medios de
comunicación. Con la entronización, como ideales identificatorios de modelos individualistas, y con la
desolidarización de las relaciones entre los semejantes.
Estas manifestaciones indican puntos de claudicación del contrato narcisista desde el lado del medio
social.
La inmediatez, con los valores que sustenta, promueve la imposibilidad de investir el futuro y tener
proyectos. La tergiversación del sentido de los lazos humanos y la cosificación como modo de vínculo con
el objeto, condena al desvalimiento, la soledad y la desesperanza.
Cuando la corrupción, el trastocamiento entre lo verdadero y lo falso, en el sentido de que no interesa si
algo es verdadero o falso en lugar de promoverse la identificación con ideales que ayuden al crecimiento,
se proponen modelos que se equiparan y alían con el rehusamiento a abandonar posiciones narcisistas.

Privación materna y delincuencia – Bowlby

Se ha llegado al convencimiento que la calidad y cantidad del cuidado que los padres proporcionan al niño
en los primeros años de su vida, son de vital importancia para su futura salud mental.
Se cree esencial para una salud mental adecuada el que lactantes y niños pequeños deben tener una
relación madre-hijo cálida y constante.
Cuando el niño carece de una relación tal, sufre de “privación materna”.
Los efectos nocivos de la privación varían de grado e intensidad. La privación parcial conlleva ansiedad,
necesidad excesiva de afecto y depresión.
La privación completa tiene efectos a largo plazo sobre el desarrollo del carácter y puede destruir por
completo la capacidad de relación del niño con sus semejantes.
Tres experiencias un tanto diferentes pueden dar como resultado: niños con aplanamiento afectivo
incapaces de dar o recibir afecto y delincuentes. Estas experiencias son:
a) Carencia de oportunidad de formar un lazo afectivo con una figura materna durante los tres
primeros años de vida.
b) Privación materna por un tiempo de 3 a 6 meses, durante los primeros 3 años de vida.
c) Cambios frecuentes de figura materna durante el mismo lapso de tiempo.

Problemas teóricos y métodos de investigación


Observaciones de niños gravemente privados muestran que ni su personalidad ni su conciencia están
suficientemente desarrollados, su conducta es impulsiva, incontrolable, incapaz de establecer y seguir
metas de largo plazo ya que siempre buscan satisfacer el deseo o capricho inmediato. El poder de
autocontrol es ausente y débil. Estos pacientes tienen incapacidad para el pensamiento abstracto.
En una segunda fase, es un serio impedimento para su aprendizaje social futuro. Así que lejos de idealizar a
sus padres y querer parecerse a ellos, una parte de su naturaleza los odia y quisiera no tener nada que ver
con ellos. Estos es lo que provoca conducta incorrecta o delincuente, puede llevar también al suicidio, lo
que es una alternativa para no asesinar a sus padres.
Su ansia de afecto por reprimido que esté, persiste dando como resultado conductas inadecuadas, tales
como promiscuidad sexual y robo.

Cómo estudiar el efecto de la privación materna


Observaciones en bebés y niños pequeños
a) Estudios basados en la observación directa de la salud mental y desarrollado infantil en:
instituciones, hospitales y casas de adopción que llamaremos Estudios Directos.
b) Estudios basados en la investigación de historias tempranas de adultos y adolescentes que hayan
desarrollado enfermedades psicológicas y que llamaremos Estudios Retrospectivos.
c) Estudios longitudinales de grupos de niños, los cuales sufrieron de privación materna en edades
tempranas a fin de determinar el estado de su salud mental a los cuales llamaremos Estudios
Longitudinales de Seguimiento.
Las tres clases de evidencias serán consideradas tomando en cuenta estos tres factores:
a) La edad en la cual el niño pierde el cuidado materno.
b) La duración de esta privación.
c) La carencia completa de la misma.

Observaciones en niños mayores, quienes sufrieron privación materna en edades


tempranas
El denominador común es la incapacidad del niño de establecer buenas relaciones y una historia de largos
períodos de tiempo en instituciones o el pasar de una madre sustituta a otra.
Hay evidencia suficiente para creer que una separación prolongada de un niño con su madre o madre
sustituta durante los primeros 5 años de vida, es la responsable de ciertos tipos de delincuencia.
El acto de robar pudiera obedecer a intentos de proveerse de amor y gratificaciones, y por lo tanto,
reinstalar una relación amorosa que ellos habían perdido.

Técnicas de neutralización: una teoría de la delincuencia –


Skyes y Matza

El comportamiento delictivo es una conducta que se aprende en el proceso de interacción social.


El planteo clásico que da cuenta de esta posición se encuentra en la teoría de la asociación diferencial de
Sutherland, que establece que el comportamiento criminal o delictivo implica el aprendizaje de: a) técnicas
para cometer delitos, y b) motivos, impulsos, racionalizaciones y actitudes a favor del incumplimiento de la
ley.
Existen numerosas pruebas que sugieren que muchos delincuentes sí experimentan un sentimiento de
culpa o vergüenza y su manifestación externa, no debe desestimarse como gesto puramente manipulador
para apaciguar a las autoridades.
Los delincuentes juveniles suelen profesar admiración y respeto por las personas que cumplen la ley.
El delincuente juvenil, por lo general, traza una línea tajante entre quienes pueden ser victimizados y
quiénes no. En general, la potencialidad de victimización parecería ser una función del distanciamiento
social entre los delincuentes juveniles y los otros.
Es muy probable que la familia del delincuente esté de acuerdo con la sociedad respetable acerca de que la
delincuencia es algo malo, aún cuando dicha familia probablemente esté inmersa en varias actividades
ilegales. Es decir, la postura de que los padres conducen a la delincuencia no puede ser un impulso
absoluto.
Entender cómo se neutralizan las demandas internas y externas de conformidad puede ser crucial para
entender el comportamiento delictivo.
El sistema normativo de una sociedad se caracteriza por la flexibilidad.
Gran parte de los delitos se basan en lo que constituye esencialmente una prolongación de los atenuantes
de culpabilidad que se manifiestan como justificaciones de la desviación que son válidas para los
delincuentes, pero no para el sistema legal ni para la sociedad en su conjunto. Estas justificaciones
comúnmente se describen como racionalizaciones. Se considera que surgen con posterioridad al
comportamiento desviado, como un modo de protección del individuo contra su propio sentimiento de
culpa o contra la culpa de otros luego de haber cometido el delito. No obstante, existen razones para creer
que, en realidad, preceden al comportamiento desviado y lo hacen posible.
Las técnicas de neutralización constituyen un componente esencial de las “definiciones favorables para el
incumplimiento de la ley”. Nos pareció conveniente dividirlas en cinco grandes tipos.

 La negación de la responsabilidad. Mientras el delincuente no se defina a sí mismo como


responsable de sus acciones desviadas, la desaprobación de uno mismo o de otros pierde
efectividad como influencia represiva.
 La negación del daño. El derecho penal establece la distinción entre delitos que son mala in se y
aquellos que son mala prohibita, es decir, entre actos que son en sí mismos “malos” y aquellos que
son ilegales pero no inmorales. El delincuente puede hacer la misma distinción al evaluar la
“maldad” de su comportamiento. Para el delincuente, no obstante, la “maldad” de un acto puede
depender del hecho de si alguien sufrió o no algún daño por su desviación.
 La negación de la víctima. Incluso si el delincuente acepta la responsabilidad de sus actos desviados
y está dispuesto a admitir que estos implican un daño, la indignación moral con uno mismo, y la de
los otros, puede neutralizarse al insistir en que, a la luz de las circunstancias, el daño no es un mal.
Por el contrario, es una forma justa de retribución o castigo. A través de un proceso mágico, el
delincuente asume el rol de vengador, y la víctima se transforma en el delincuente.
 La condena a quien condena. El delincuente traslada el foco de atención desde sus propios actos
desviados a los motivos y el comportamiento de quienes desaprueban su violación de la ley. El
delincuente puede alegar que quienes lo van a condenar son hipócritas, desviados encubiertos, o
que el rencor personal los incita a actuar así.
 La apelación a lealtades superiores. El control social interno o externo puede ser neutralizado
mediante el sacrificio de las demandas de la mayoría de la sociedad en pos de las demandas de
grupos sociales más pequeños a los que pertenece el delincuente.

Factores de riesgo de la conducta delictiva en la infancia y


adolescencia – Vázquez González

Factores biológicos. Herencia y genética


Las características biológicas incrementadoras de la conducta delictiva pueden transmitirse genéticamente,
por lo que, cuanto menos, existen indicios acerca del papel genético en la probabilidad de cometer delitos.
En la generalidad de los casos su rol parece limitado al de favorecer o no una mayor probabilidad de
cometer delitos.
Estas refiriéndonos a factores orgánicos que han constituido para el adolescente una posible fuente de
desarreglo emotivo.

Factores familiares
1. Falta de supervisión o control de los padres: Supervisar consiste en saber qué hace el menor
dentro y fuera de casa.
2. Actitudes crueles, pasivas y negligentes de los padres: En aquellos casos en los que los padres
tienen un comportamiento violento, mediante frecuentes y duros castigos físicos, los niños
aprenderán que la violencia representa una medida eficaz para resolver conflictos.
3. Disciplina férrea: El exceso en la disciplina y la rigidez en las relaciones familiares, junto al uso
excesivo del castigo en la educación de los niños y adolescentes, suele llevar a una situación de
tensión dentro de la familia en la que los niños desarrollan una agresividad latente contra sus
progenitores, que al no poder sacar a la luz dentro de casa, tienen necesariamente que exponer en
sus relaciones con los demás, teniendo un comportamiento agresivo, que en un futuro
desarrollarán con sus propios hijos.
El comportamiento antisocial de los jóvenes, también puede ser debido a lo que se ha denominado
como disciplina alternada. Este concepto se aplica a aquellos
padres que alternan entre libertad y severidad de modo caprichoso
4. Conflictos familiares: La ruptura de la familia tradicional, sobre todo por el aumento de
separaciones y divorcios que dejan, con frecuencia, a los hijos a cargo de uno de los padres, que
tiene que trabajar obligatoriamente para sacar adelante a sus hijos, produciéndose una
desatención de los mismos, en muchos casos, ha sido esgrimido como una de las causas
generadoras de la delincuencia juvenil.
5. Familia numerosa: Para que el tamaño de la familia pueda influir en la conducta de los hijos, es
necesario además que se den los siguientes factores concurrentes: una mala posición económica
de la familia y un bajo status social que lleva a que los padres no puedan dedicar a sus hijos los
cuidados y atenciones necesarios, produciéndose una desatención y una falta de control de los
hijos por parte de sus padres.
6. Malos ejemplos conductuales: Los padres son responsables de garantizar que sus hijos tengan
unas experiencias de aprendizaje apropiadas y adecuadas. Está demostrado que los niños tienen
una tendencia natural a imitar el comportamiento que observan en casa, como modelo a seguir.
7. Falta de comunicación entre padres e hijos: Este es uno de los problemas de la sociedad actual,
sobre todo en las familias de clase media y alta.
Un posible factor de riesgo lo constituye también una comunicación familiar deteriorada, en la
que los mensajes entre padres e hijos son confusos y contradictorios.
8. Carencias afectivas: La ausencia de cariño se caracteriza por un fracaso a la hora de resaltar las
cualidades o logros del niño positivamente o con orgullo, por una incapacidad de demostrar afecto,
cariño y amor hacia sus propios hijos.
En sentido contrario, un afecto excesivo y un exceso de protección. Una educación demasiado
blanda, por un exceso de cariño, produce en muchos casos lo que se conoce como un “niño
mimado”. Estos niños se convierten en débiles de espíritu y de voluntad. El niño no aprende nunca
a superar su comodidad y su egoísmo, sino que estos estímulos se desarrollan aún más,
convirtiéndose en auténticos tiranos.
9. Falta de enseñanza de valores prosociales: en la actualidad nuestra sociedad se caracteriza por
una falta de valores humanos, éticos y religiosos, en los que prima el individualismo personal sobre
la colectividad.
10. Marginación socioeconómica: Unas condiciones de vida pobre hacen que la paternidad sea más
difícil, la educación de los hijos más defectuosa y el control y supervisión de los mismos más
deficientes, además de generar situaciones de estrés en los padres lo que puede, a su vez, influir
en carencias afectivas y ausencia de muestras de cariño.

Factores socioeducativos. La escuela


La escuela es junto a la familia el otro gran agente de socialización de nuestra sociedad, en la que los niños
y adolescentes aprenden a tener un comportamiento socialmente acorde con las más elementales normas
de una convivencia pacífica en sociedad.
1. El fracaso escolar: El éxito escolar es uno de los mejores preventivos de la delincuencia.
La escuela “refuerza la inadaptación” de los niños y adolescentes con problemas sociofamiliares o
procedentes de medios marginales.
2. Vandalismo escolar: Dicha violencia se puede cometer dentro de la escuela o fuera de ella, en los
alrededores de la misma. Además, hay que mencionar otro tipo de agresión, más extendida y
mucho más difícil de detectar, la que se manifiesta en amenazas, insultos, intimidación,
aislamiento o acoso, entre los propios escolares un fenómeno que en el mundo anglosajón se
conoce como Bullying.

Factores socioambientales. La clase social


Es un hecho comprobado que los niños y jóvenes pertenecientes a clases sociales bajas tiene una tasa más
alta de delincuencia que los pertenecientes a las clases media y alta.
Estos datos según la teoría del labeling se debían principalmente a la criminalización secundaria de los
niños y jóvenes de la clase social baja, los cuales sufrían una persecución penal más frecuente y un peor
trato por parte de la policía y los tribunales juveniles que los menores de clases sociales más favorecidas.
La causa de la carga más alta de delincuencia grave de los niños y jóvenes de la clase social baja reside más
bien en el ambiente social malo y en las prácticas educativas deficientes en las familias de clase social baja.
A esto hay que añadir otros factores relacionados directamente como las denominadas “teorías
ecológicas”. Este espacio se convierte en un lugar de réplica y despersonalización en vez de devolverle al
niño una imagen positiva de sí mismo.

Las amistades
La influencia y aceptación de los amigos y compañeros de la misma edad suele ser más importante para los
adolescentes, que la que puedan ejercer sus padres en casa y sus profesores en el colegio.
Las amistades juegan un papel importante como predictor de la futura conducta de los niños y
adolescentes.
“La influencia de los compañeros violentos adquiere una gran significación sobre todo cuando el nivel
intelectual es bajo, los sujetos tienen una personalidad dependiente y han interiorizado deficientemente
los valores normativos en la escuela y en la familia”.

Desempleo
No obstante, no parece que el paro juvenil sea un factor criminógeno de primer orden. Es evidente que no
afecta por la edad de los sujetos, en edad escolar, a la delincuencia infantil. Respecto de la delincuencia
juvenil, principalmente para los menores con edades comprendidas entre dieciocho y veintiuno o
veinticinco años, a los que se conoce como jóvenes adultos, su influencia es mayor aunque quizás de cara a
una criminalización secundaria.
El desempleo juvenil generalmente no puede desencadenar el inicio de una carrera criminal. Solamente
puede contribuir a su ulterior desarrollo y a su intensificación.
La precoz inmersión en el mundo laboral puede constituir una grave fuente de frustraciones, impedir un
normal desarrollo intelectual, condicionar un irreversible destino en trabajos no cualificados, de bajo nivel
y escasamente remunerados.

Los medios de comunicación


1. Tratamiento informativo de la delincuencia juvenil: Todas las noticias o informaciones en las que de
alguna manera aparezcan implicados menores de edad deben ser tratadas con una veracidad y una
rigurosidad informativa extrema, además se debe tener mucho cuidado para no causar ningún daño al
menor.
Ha de cuidarse al máximo la información pública a fin de sensibilizar a la sociedad ante el problema
de los infractores juveniles y orientarla sobre sus soluciones.
La consecuencia más grave de este tratamiento informativo, además del futuro daño que pueda
causar al menor, se traduce en la creación ante la opinión pública de un estado de alarma social, la
mayoría de las veces infundado, y cuyas consecuencias resultan claramente negativas de cara al
tratamiento de futuros delincuentes juveniles.
2. Violencia en los medios de comunicación: Respecto a la violencia en la televisión, está presente
prácticamente en todos los programas. Esto hace que la violencia se convierta en algo habitual
desde la infancia con los prejuicios que ello conlleva.

Las drogas
La correlación droga – delincuencia – desviación social, si bien existe, y se confirma en relaciones
estadísticamente significativas, no es capaz, por sí sola, de dar cuenta ni del hecho de la drogadicción, ni
del hecho de la delincuencia, ni del hecho de la desviación social.
1. El consumo de drogas por la juventud.
2. Delincuencia juvenil y drogodependencia: hemos de diferenciar entre la delincuencia funcional,
que es aquella en la que el adicto se encuentra obligado a delinquir para proporcionarse los
medios económicos que le permitan comprar el producto, y la delincuencia inducida que se
corresponde con la situación del individuo que tras consumir drogas, los efectos de las mismas
aumenten la probabilidad de que se involucre en actividades delictivas.
3. Delincuencia juvenil producida en torno al mundo de la droga: se observa una preocupante
utilización, por parte de la delincuencia organizada adulta, de menores para la realización de
ciertas tareas.

Algunos aspectos psicológicos de la delincuencia juvenil –


Winnicott

Los ladrones buscan inconscientemente algo más importante que bicicletas y lapiceras.
El delito provoca sentimientos públicos de venganza. La venganza pública podría significar algo muy
peligroso si no existiera la ley y quienes la aplican.
Una de las funciones de la ley consiste en proteger al delincuente contra esa venganza inconsciente y, por
ende, ciega.
El niño cuyo hogar no logra darle un sentimiento de seguridad busca las cuatro paredes fuera del su hogar;
todavía abriga esperanzas.
El niño antisocial simplemente busca un poco más lejos, apela a la sociedad en lugar de recurrir a su familia
o a la escuela, para que le proporcione la estabilidad que necesita a fin de superar las primeras y muy
esenciales etapas de su crecimiento emocional.
Cuando un niño roba fuera de su hogar, también busca a su madre, pero entonces con un mayor
sentimiento de frustración, y con una necesidad cada vez mayor de encontrar, al mismo tiempo, la
autoridad paterna que ponga un límite al efecto concreto de su conducta impulsiva, y a la actuación de las
ideas que surgen en su mente cuando está excitado. El padre estricto que el evoca también puede ser
afectuoso, pero en primer lugar debe mostrarse estricto y fuerte. Sólo cuando la figura paterna estricta y
fuerte se pone en evidencia, el niño puede recuperar sus impulsos primitivos de amor, su sentimiento de
deseo de reparar.
La delincuencia indica que todavía queda alguna esperanza. Como verán, no es necesariamente una
enfermedad que el niño se comporte en forma antisocial, y a veces la conducta antisocial no es otra cosa
que un S.O.S. en busca del control ejercido por personas fuertes, cariñosas y seguras.
El niño antisocial, enfermo, que no ha tenido la oportunidad de desarrollar un buen "ambiente interno"
necesita absolutamente un control exterior para sentirse feliz, para poder jugar o trabajar.
Aparte del descuido, es posible manejarlos en dos formas. Se les puede hacer psicoterapia personal, o bien
proporcionarles un ambiente firme y estable con cuidado y amor personales, y aumentar gradualmente la
dosis de libertad. En realidad, sin esto último, no es probable que la psicoterapia personal tenga éxito.
La tendencia antisocial – Winnicott

La naturaleza de la tendencia antisocial


Esta tendencia no es un diagnóstico.
Una criatura se convierte en niño deprivado cuando se lo depriva de ciertas características esenciales de la
vida hogareña. Emerge hasta cierto punto lo que podría llamarse el “complejo de deprivación”.
La tendencia antisocial se caracteriza por contener un elemento que complete al ambiente a adquirir
importancia.
La tendencia antisocial implica una esperanza.
Hay una relación directa entre la tendencia antisocial y la deprivación.
Dicha tendencia siempre dos orientaciones, si bien a veces el acento recae más en una de ellas. Una de
esas orientaciones está representada típicamente por el robo y la otra por la destructividad. Mediante el
primero, el niño busca algo en alguna parte y, al no encontrarlo, lo busca por otro lado si aún tiene
esperanzas de hallarlo. Mediante la segunda, el niño busca el grado de estabilidad ambiental capaz de
resistir la tensión provocada por su conducta impulsiva; busca un suministro ambiental perdido, una
actitud humana en la que el individuo pueda confiar y que, por ende, lo deje en libertad para moverse,
actuar y entusiasmarse.
Al examinar los comportamientos casi normales y las raíces tempranas de la tendencia antisocial deseo
tener presentes en todo momento estas dos orientaciones: la búsqueda de objeto y la destrucción.

El robo
El niño que roba un objeto no busca el objeto robado, sino a la madre, sobre la que tiene ciertos derechos.

Primeras señales de la tendencia antisocial


La voracidad es un síntoma antisocial muy común, estrechamente ligado a la inhibición del apetito. Si un
bebé se muestra voraz es porque experimenta cierto grado de deprivación y cierta compulsión a buscarle
una terapia por intermedio del ambiente.
Esta voracidad es antisocial y precursora del robo.
Así como la voracidad puede ser una manifestación de la reacción ante la deprivación y de una tendencia
antisocial, lo mismo puede decirse de la enuresis, la destructividad compulsiva y la tendencia a fastidiar o
armar líos.

La pérdida original
Parecería que la deprivación original acontece durante el período en que el yo del infante o niño de corta
edad está en vías de fusionar las raíces libidinales y agresivas del ello.
Tratamiento
El psicoanálisis no es el tratamiento indicado para la tendencia antisocial. El método terapéutico adecuado
consiste en proveer al niño de un cuidado que él pueda redescubrir y poner a prueba, y dentro del cual
pueda volver a experimentar con los impulsos del ello.

Tema 5

Observaciones sobre los mecanismos de control social y su


influencia en los procesos de victimización y en la delincuencia
femenina – Anthony Garcia

Introducción

Mujer y control social


En el hecho es a partir del Estado y a través de los mecanismos de producción de ideologías que se
reproduce la desigualdad genérica a través de la familia, la educación, la religión, los medios de
comunicación social, entre algunas de las instancias no formales.
Las relaciones entre el hombre y la mujer con instituciones como el Estado, la ley el poder son distintos, y
eso produce la ausencia de neutralidad de la ley.
El control social determina los límites de la libertad humana y la sociedad constituyendo instrumento de
socialización de los mitos.

Mujer y control social informal, procesos de socialización


Es en el seno familiar donde empieza el control social.
Es allí donde se regula su comportamiento, sus actitudes, sus actividades de toda índole.
Lo anteriormente expuesto explica por qué posteriormente el Estado, a través de otras instancias formales
de control social, refuerza esta rígida disciplina de obediencia de la mujer en todo lo que signifique la figura
del hombre.
A poco de andar en el mundo, la mujer entra en la esfera del control de la escuela, que reproduce en la
educanda los mismos patrones de comportamiento y adscripción de roles tradicionales.
En lo que se refiere a los medios de comunicación social, en su acepción más corriente, es decir como
mecanismo de control manipulativo, también reafirman la ideología de la dominación.
La docilidad y el acatamiento son los pilares fundamentales del control social a través de la religión.

Mujer y control social formal. Delincuencia y Victimización


En América Latina el impacto de la participación femenina en la criminalidad aparente, tanto global como
específica, pareciera poco significativa.
En lo que se refiere al tratamiento de la mujer en el sistema de justicia penal, conviene recordar que existe
una clara tendencia hacia su encarcelamiento.
En otra instancia del control social formal, existen otras situaciones de discriminación y abuso de poder
que reflejan claramente el criterio patriarcal. Nos referimos a las actuaciones de la policía.

Reflexiones sobre los procesos de criminalidad y


criminalización de las mujeres de América Latina implicadas
en delitos relacionados con droga – Anthony Garcia

El aumento del número de mujeres detenidas procesadas y condenadas por tráfico de estupefacientes en
América Latina ha sido espectacular en los últimos años.
En efecto, son comunes los casos de vulneración de sus derechos fundamentales, sufriendo muchas de
ellas maltratos físicos y sexuales por la policía al ser detenidas, así como el tener dificultades y limitaciones
a su defensa durante el proceso judicial.
La mayoría de las malas llamadas “traficantes” llegan a serlo por su relación matrimonial o de convivencia
con narcotraficantes reproduciendo las diferencias de sexo. La pequeña narcotraficante, comente este
delito por amor y solidaridad hacia su marido o conviviente, o bien por relaciones afectivas familiares
reproduciendo el rol doméstico pasivo obediente.
Las mujeres criminalizadas por tráfico de drogas presentan dos modalidades delictivas: como venta al
menudeo en las grandes ciudades, o como transportistas dentro del país, o hacia otros países con
pequeños cargamentos.
Este tipo de mujeres traficantes, cae en el delito por situaciones económicas precarias de ella y su familia,
lo que podemos definir como estado de necesidad.
El negocio ilícito de drogas significa actualmente una alternativa aparentemente ventajosa para aquellos
sectores marginados de nuestra población que se encuentran fuera de los beneficios de la economía legal.
Las mujeres involucradas en estos delitos tienen una percepción errónea de estas actividades ilícitas; no
tienen conciencia de actos ilícitos calificados de suma gravedad, y por lo tanto son acreedoras de sanciones
rigurosas.
Así como se cree que el crimen es un problema masculino por la cantidad de hombres que delinquen,
también se cree que la adicción les afecta solamente a ellos, lo que significa que no hay servicios que
cubran esta necesidad para las mujeres.
Delincuencia económica: eficacia de las sanciones penales –
Beristain

Extensión e importancia de los crímenes y criminales económicos


La delincuencia económica técnicamente entendida es una especie de la delincuencia de cuello blanco.
Sutherland definía los crímenes de cuello blanco como delitos cometidos por personas respetables y de la
alta sociedad en el ejercicio de su profesión.
Posner entienden por delitos económicos los cometidos sin violencia por personas físicas o morales que
son consideradas “formales” frente o a diferencia de quienes comente los llamados delitos comunes.
También, desde otro punto de vista, considera delitos económicos los tipificados en determinadas leyes
especiales, sobre todo cuando los realizan ciertas personas físicas o inorales “bien consideradas”. Por fin,
incluye dentro de estos delitos, teniendo en cuenta el autor y el medio empelado, los cometidos por
personas económicamente fuertes, y mediante fraudes, estafas, monopolios, etc., más que con violencia.
El derecho penal económico es el conjunto de normas jurídico-penales que protegen el orden económico
entendido como regulación jurídica del intervencionismo estatal en la Economía.
Este derecho penal económico tipificará como delitos las acciones que lesionen o ponga en grave peligro la
normativa que regula la intervención del Estado en el mundo económico.
En sentido amplio se considera como Derecho Penal económico el conjunto de normas jurídico-penales
que protegen el orden económico entendido como regulación jurídica de la producción, distribución,
consumo y conservación de bienes y servicios.
Dentro de esta concepción se tipificarán como delito las acciones que atenten o pongan en peligro un bien
jurídico patrimonial individual y, además o principalmente, la normativa que regula la producción, la
distribución, el consumo y la conservación de bienes y servicios.
Parece oportuno recordar también un concepto medio, funcional, de derecho penal económico que incluye
aquellos delitos que por su modo de llevarse a cabo o por el perjuicio que producen pueden atentar
contra, o poner en grave peligro, la estabilidad económica o hacer desaparecer la confianza del público en
la honestidad de las prácticas comerciales o en el buen funcionamiento de las instituciones públicas
relacionadas con la economía.
Aquí incluimos también los delitos financieros, los delitos de la calidad de vida, los delitos sociales, los
delitos de los negocios, etc.
Algunos autores de graves delitos contra la economía, a diferencia de los clásicos defraudadores, apenas si
perciben los cuantiosos perjuicios que producen a sus víctimas, pues sólo tienen ante sus ojos su ansia de
ganar, y para conseguirlo utilizan medios en gran parte legales, de tal manera que son incapaces de
reconocer su propia imagen de criminales.
La edad de nuestros delincuentes suele ser más elevada que la de los delincuentes comunes.
El problema de la criminalidad económica no es sólo un problema criminal, sino más bien una cuestión de
qué tipo de sociedad industrial o posindustrial deba constituirse cómo deberá estar organizada y regulada,
y por quienes.
La discutida eticidad de estas sanciones
Algunas acciones tipificadas como delito económico no encuentran una reprobación general
suficientemente fuerte. En otros casos se considera que la sanción civil y/o administrativa resulta más
apropiada.
A medida que las leyes económicas se van complicando en nuestra sociedad posindustrial resulta más
difícil encontrar fundamentación y frontera clara para el reproche ético indispensable en estos delitos.
Algunos tratadistas opinan que, éticamente hablando, la respuesta a las infracciones en el terreno
económico debe limitarse a las sanciones civiles y administrativas sin entrar en lo penal. Por lo tanto, la
autoridad judicial no debe intervenir, pues basta la actuación de los individuos privados quizás reunidos en
grupos o acudiendo a instituciones gubernamentales o paragubernamentales, pero evitando el exceso de
burocracia y profesionalización.
La sanción penal debe o debería tender a desaparecer en un futuro más o menos próximo, pero en las
circunstancias actuales tiene eticidad suficiente, pues, ante el fracaso de los otros medios, en caso de
verdadera necesidad el juez penal se ve obligado a actuar como ultima ratio para evitar que impere la ley
del más sinvergüenza, sin las garantías personales del proceso legales.

Amplitud de su prevención general y especial


Las sanciones en la delincuencia económica pueden considerarse beneficiosas en el terreno de la
prevención general, y en algunos aspectos de la prevención especial. Sin embargo, generalmente se niegan
resultados positivos cuando se trata de la reinserción social en sentido estricto, como un sector de la
prevención especial.
Tres factores dificultan especialmente la eficacia de las sanciones penales en los delitos económicos:
1. La esperanza de quienes realizan estas acciones de no ser sancionados o, en caso de que se les
imponga una sanción, que ésta sea muy leve.
2. Las dificultades y la lentitud en el proceso, especialmente en lo que respecta a la averiguación y
limitación de la culpabilidad.
3. La conciencia del delincuente de que actúa dentro de la moral de “frontera”.
No pocos tratadistas consideran las sanciones penales en el campo de la delincuencia económica eficientes
e indispensables respeto a la prevención general, aunque reconocen la escasez y la dificultad de pruebas
empíricas dado el volumen tan alto de su cifra negra.
Si pasamos ya a la prevención especial, o sea, a los efectos que la sanción produce en el condenado para
evitar su reincidencia, se suele reconocer cierta eficacia de las penas y medidas penales inocuizadoras, en
grado mayor o menor.
Los más autorizados especialistas niegan la posibilidad de reeducación a estas personas desde varios
puntos de vista. Principalmente porque se considera que poseen un alto grado de socialización. La sanción
penal nunca será eficaz en el aspecto importante de la reinserción, pues el delincuente económico ya está
inserto y no necesita tal reinserción.
El concepto de reeducación y/o reinserción que manejan los penalistas clásicos no es aplicable a los
delincuentes económicos, como tampoco su concepto de delito y/o delincuente.
Si partimos del principio de que los delitos económicos tipificados en la legislación penal son acciones
culpables que atentan o ponen en peligro el orden económico justo, la conservación, la producción, la
distribución y el consumo de bienes y servicios indispensables para la comunidad; y si consideramos como
personas socializadas aquellas que no cometen delitos graves, se puede deducir que los delincuentes
contra la economía carecen del grado necesario de socialización, en el sentido técnico de la palabra,
aunque conozcan y practiquen a la perfección las reglas.
Quienes entendemos por reinserción social la capacitación para vivir en sociedad sin infringir
notablemente las leyes penales, hemos de concluir que los autores de delitos económicos necesitan algo
para ser reinsertados en la sociedad, para que no vuelvan a delinquir, pues su acción delictiva muestra que
sus interpretaciones desfavorables a la ley preponderan sobre sus interpretaciones favorables.

Objeciones contra la privación de la libertad


Otros criminólogos rechazan la reinserción social en los delincuentes económicos por motivos y en
aspectos distintos. Especialmente critican la resocialización mediante las sanciones privativas de libertad.
La cárcel nunca repersonalizará al delincuente de cuello blanco porque éste no puede “nacer de nuevo”. Se
portará muy bien dentro de la prisión, pero en cuanto salga a la calle volverá a “aprovecharse”, a delinquir.
Además, la prisión, aunque consiga repersonalizar, conlleva gastos excesivos, especialmente cuando se
trata de criminales educados. La cárcel destroza el psiquismo de muchos prisioneros y produce graves
perjuicios a sus familiares.
La persona conserva durante toda su vida una estructura necesitada y abierta a nuevas relaciones y
socializaciones. La personalidad es un proceso continuo imparable y hasta trascendente.

Necesidad y límites de la repersonalización


Las sanciones penales pueden resultar efectivas para la prevención general y especial e incluso en el
ámbito de la resocialización. Las sanciones penales necesitan cultivar una dimensión resocializadora o,
dicho con otras palabras, positiva y beneficiosa para el condenado. Su fundamento y su límite son la
necesidad y la culpabilidad.
Algunos especialistas exigen que la sanción penal, particularmente en los delitos económicos, sea
unidimensional, es decir, puramente retributiva, represiva, un mal.
La ideología de clase que consideraba al delincuente como un enfermo, o como una persona mala en
sentido absoluto, hoy ha sido superada. En cierto sentido, se puede decir que cada delito proviene un
proyecto vital asocial relativamente constante.
Si se considera al hombre como sujeto, no como mero objeto, cuando realice acciones reprochables surgirá
la necesidad y la posibilidad de pedirle que corrija libremente la dirección de su opción fundamental, para
que “no vuelva a las andadas”.

Apología parcial de las multas


Las multas deben aplicarse más que la cárcel a los delincuentes económicos porque resultan menos
inhumanas que la privación de libertad, más eficaces en varios sentidos, y más aplicables a las personas
jurídicas.
Cuando pedimos para los delincuentes económicos penas pecuniarias más que penas privativas de
libertad, pedimos también que a los demás delincuentes se les aplique el mismo criterio.
Coffe y otros critican la eficacia de las sanciones pecuniarias porque pueden y suelen ser
desproporcionadas a las ganancias obtenidas, y porque la empresa o la sociedad fácilmente las cubre
computándolas en el capítulo de costos o en los precios de venta. Además, los delincuentes económicos
pueden ocultar, dentro o fuera de su nación, sus bienes para así eludir los prejuicios de la multa.
La primera objeción respecto a la multa se resuelve por dos caminos: elevando la cuantía de la multad, y
desadministrando esa sanción, de manera que la persona jurídica no pueda evitar el reproche de la
condena penal.
En cuanto a la otra objeción contra la multa cabe responder que al legislador y al juez corresponde buscar
y encontrar los medios para lograr hacer justicia en todo el ámbito patrimonial.

Trata de personas con fines de explotación – Cilleruelo

1. Una aproximación a la trata de personas


La denominación trata de blancas es errada pues implica en primer lugar una discriminación implícita, al
haberse creado el término como contraposición a los otrora “tratantes de negros” o esclavos, y por otra
parte, por cuanto se intenta dejar entrever que la trata de blancas es menos grave cuando ello no es así.
Es un fenómeno que se potenció a niveles exponenciales con la denominada globalización, consiste
básicamente en la explotación de un ser humano por una banda organizada de delincuentes, para hacerla
trabajar en distintos rubros, obteniendo un rédito económico por la actividad.
El tráfico ilícito de migrantes es el traslado irregular de personas con el objeto de hacerlas ingresar a un
país ajeno a su nacionalidad. El principal damnificado es el Estado al que ingresa el migrante ilegal,
mientras que en la trata de personas el único damnificado es la víctima a quien se le lesionan sus derechos
como persona humana.

2. La trata de personas como proceso


Constituye un proceso por la diversidad de actividades que resultan necesarias para los delincuentes para
lograr sus nefastos fines.
Se puede decir que la trata de personas tiene tres elementos constitutivos, a saber: actividad –
reclutamiento, captación, traslado, acogida—, medios —forzado, engañoso, fraudulento, coactivo, etc.— y
fines —explotación sexual, laboral, etc.
La trata de personas como proceso requiere la captación de la víctima que puede ser engañosa o un liso y
llano secuestro.
El transporte, que es un paso imprescindible pues se capta en una región para explotar en otra. La
explotación que es donde se realiza la actividad que reporta el beneficio económico para el tratante.
En algunas oportunidades suele darse una etapa que los tratantes denominan ablande. Básicamente
consisten en un primer destino, al que llega la víctima y ya se la somete obligándola con los medios
coactivos para doblegar su voluntad con el fin que la víctima ya llegue sumisa y no genere inconvenientes
en el lugar definitivo de su explotación.
Los tratantes intentan lograr un encarcelamiento de la víctima, no solamente físico, sino psicológico, para
poderla someter la mayor cantidad de tiempo posible.
3. La situación a la que son sometidas las víctimas
Con las prácticas de los delincuentes, las víctimas de trata sufren graves problemas psicológicos como
consecuencia de las situaciones altamente traumáticas vividas durante su cautiverio.
Se les genera a las víctimas situaciones permanentes de terror, ya sea por todos aquellos tratos
inhumanos, como también por las amenazas a seres queridos.
En muchos casos las víctimas son obligadas a consumir estupefacientes, alcohol, incitándolas al vicio para
que este sea otro factor más de sometimiento, una vez generada la adicción.
Estos aspectos tendrán sus efectos negativos al momento de la investigación, por cuanto el terror de lo
padecido les impide acusar a sus explotadores.

4. Estrategias de los tratantes para lograr sus fines. Mecanismos de coerción


Los tratantes logran ejercer un encarcelamiento tanto físico como psicológico sobre las victimas en base a:

 Servidumbre por deuda.


 Aislamiento y confiscación de sus documentos.
 Aislamiento lingüístico.
 Violencia propiamente dicha.
 Vergüenza.

5. Consecuencias psicológicas para las víctimas


El desconcierto psicológico que genera en la víctima la sinsazón de ser objeto de semejantes agresiones,
origina en ellas negación y disociación, que actúan como detonante de otros síntomas, como ser, la
despersonalización, percepción alterada de la temporalidad o pérdida de memoria, indiferencia ante la
violencia que padece, y fragmentación de la percepción, sentimientos, conciencia y memoria.
Las víctimas, para sobrellevar su situación elaboran estrategias de supervivencia a nivel psicológico tales
como:

 Evitación: la víctima hace cualquier cosa para evitar más violencia, se vuelve sumisa hacia el
tratante.
 Identificación con el tratante: aquí busca la aprobación del tratante al compenetrarse con su visión
y fines.
 Insensibilización
Este dato hay que tenerlo especialmente en cuenta a la hora de evaluar el testimonio de las víctimas, para
evitar prejuzgar sobre la eventual falta de cooperación o por las fallas en la memoria.

6. Factores o causas que favorecen la trata de personas


 Sociales: discriminación por género y por edad, falta de oportunidades laborales y educativas.
 Económicos: altos índices de pobreza que afectan mayoritariamente a mujeres y jóvenes en los
lugares de origen.
 Culturales: roles sexuales tradicionales.
 Discriminación de género: el conjunto de características sociales y culturales asignadas a las
personas en función de su sexo.
 Globalización.
 Emigración indocumentada.
 Corrupción de funcionaros públicos.
 Legislación deficiente: en los países de destino se encuentran presente estos factores: mercado,
que demanda servicios sexuales, mano de obra barata, etc., falta de controles estatales.
 Políticas migratorias restrictivas.

7. Prejuicios derivados de la trata de personas para la seguridad común


Las bandas de tratantes comienzan con su particular negocio, pero rápidamente las ganancias
exponenciales que obtienen de la actividad ilícita, les permite volcar esos ingresos a otras actividades.
Esto conlleva necesariamente ciertos niveles de corrupción en el sector público de contralor.

8. Esquema de investigación sobre trata de personas


El primer desafío que debe asumir quien investigue un caso de trata es el cambio del paradigma en la
investigación.
Este tipo de investigación debe considerar tres aspectos centrales, desde el punto de vista estratégico:
a) Rescate de las víctimas, su protección y cuidado.
b) Detención y condena de los culpables.
c) Detección de bienes y finanzas de la organización de tratantes para su afectación.
La investigación en materia de trata de personas requiere:
a) Coordinación en la recolección de pruebas.
b) Consideración de la fase operativa.
c) Evaluación de los niveles de riesgo.
d) Profundización de investigaciones económicas.
e) Evaluación permanente de las pruebas.
f) Trabajo con equipo interdisciplinario.
La persona damnificada del delito, dadas las características psicológicas que el proceso de trata le generó,
no siempre estará dispuesta a colaborar como testigo, por lo cual la investigación tendrá que apoyarse de
manera fundamental en otros elementos probatorios.
Por ello, debe centrarse el investigador en la utilización de medios probatorios alternativos como ser:

 Ingreso encubierto.
 Seguimientos.
 Intervenciones telefónicas.
 Informes de organismos públicos.
 Informes a empresas privadas.
La notable diferencia con el resto de las investigaciones se basa en dos condiciones.
Primero, en la necesidad de producir un constante acopio de información y posterior análisis, cruzando
datos.
Segundo, la necesidad de lograr que la víctima sea testigo, cuestión que no es sencilla y será de inestimable
valor para lograr los objetivos ya delimitados de la investigación.
Como consecuencia del estrés postraumático, la víctima tal vez no llegue jamás a recuperarse de los daños
físicos, sexuales y psicológicos que ha sufrido y se necesitará de un abordaje en dos etapas. La primera, es
un intento de estabilizar a la víctima; y la segunda, que es el intento de incorporación de la víctima al
proceso, una vez ya estabilizada.
La investigación debe tener una investigación financiera paralela.

9. Diferentes tipos de redes u organizaciones criminales para la trata de personas


Las redes pueden diferenciarse en nacionales o internacionales.
Esas organizaciones criminales a su vez, se diferencian en profesionales o no profesionales.
Las organizaciones de envergadura poseen en grandes rasgos los siguientes partícipes:
a) Inversores o financistas.
b) Captadores.
c) Transportista.
d) Funcionarios públicos corruptos.
e) Seguridad.
f) Lavadores de dinero.

10. Aspectos normativos. Instrumentos internacionales. Fondo y forma


Un tema particular dentro de las disposiciones generales lo constituye la no punibilidad de las víctimas de
trata de personas por la comisión de cualquier delito que sea el resultado directo de haber sido objeto de
trata.
La ley también sigue los lineamientos del Protocolo de Palermo, posibilitando que aquellas cuenten con
información, alojamiento, asistencia psicológica, médica y jurídica gratuita, proveer medidas de seguridad,
protección de su identidad e intimidad, retorno domiciliario.
Los tipos penales son dos y se diferencian en cuanto a las víctimas. Cuando aquellas fueren personas
mayores de 18 años, se mantiene la trilogía actividad-medios-propósito, que se complementa con el
artículo 2 de la misma ley en cuanto destaca que estaremos ante un caos de trata aun cuando exista
consentimiento de la víctima.
La mayor importancia de aquél agravante reside en la punición de los funcionarios públicos.
La técnica escogida para el supuesto en que las víctimas fueren menores de 18 años, es diferente. La figura
básica no contempla los medios comisivos y la penalidad es superior. Y justamente, dentro de las
agravantes se prevén los medios comisivos, la relación especial entre autor y víctima, la pluralidad de
autores, y cuando las victimas fueren, también tres o más.

Las madres que matan – Helen David

Los amores decepcionados


Las decepciones amorosas reavivan desgarramientos profundos en las madres asesinas. El hundimiento
que sienten repite un hundimiento ya producido, y viven esas rupturas como un trauma, un terror sin
nombre del que no es posible liberarse. No sólo sufren la ruptura, sino la llegada de otra a la vida de su
cónyuge. Todas asignaron a su compañero la misión de darles una razón de vivir, y a través de esa relación
reactivaron todas las esperanzas infantiles decepcionadas.
Estas mujeres crecieron con una avidez tan intensa que ningún compañero podía estar a su altura, y
ninguna de ellas aceptó que la decepcionaran.

Las maternidades necesarias


Los niños asesinados y los niños abortados fueron masivamente investidos y se constituyeron en el objeto
de una nostalgia punzante en el caso de los abortos o de una relación simbiótica en el de los embarazos
llevados a término.
Los niños que esas mujeres mataron constituyen con frecuencia una prolongación de sí mismas.
Estos niños son la representación inconsciente de lo que debe reparar el narcisismo maternal, lo que debe
insuflar esperanza.
El engendramiento es en realidad un doble engendramiento. Dan vida a un niño con la condición de que
éste les pague con la misma moneda, las mantenga con vida. Tarde o temprano, el niño las decepcionará al
querer alejarse de ellas y dejará de cumplir su misión. La madre ya no tiene entonces ni siquiera eso para
mantenerse con vida. Y si alrededor de ellas todo se desmorona y se hunde, ya no bastará ni siquiera la
magia del hijo. Por lo cual deberán arrastrarlo con ellas.

Hijas de sus madres y hermanas de sus hermanas


En la identificación que establecen con su hijo, ellas se maternan por proyección. Ese bebé es el hijo que
habrían querido ser. Todas explican el pasaje al acto por un deseo altruista de salvarlo de lo que describen
como una vida y un porvenir imposible.
Cuando se desencadena el gesto asesino, estamos entonces ante una hemorragia narcísica provocada por
el hecho de que el cónyuge se interesa en otra mujer, como su madre pudo preferir a la hermana, rivalidad
de colores depresivos por el miedo de ser esta vez definitivamente abandonadas.

La pasión de Meda
Las representaciones fantasmáticas activadas en el momento del obrar nos llevan a lo que Aulagnier
describe como la Omnipotencia del deseo del otro de abandonar al sujeto, y contra el cual éste no tiene
influencia. Por consiguiente, estas mujeres deben morir como niños impotentes, con la herida profunda de
ser dejadas e incapaces de influir en la Omnipotencia del otro.
El drama del filicidio se representa en el triángulo amoroso portador de la repetición preedípica del
triángulo entre estas mujeres, sus madres y sus hermanas.
En las relaciones de pareja de estas mujeres, todo recuerda la relación simbiótica que se establece en la
Omnipotencia del amor o el odio.
Cuando sienten que sus maridos son indiferentes y que ellas han perdido definitivamente la batalla por el
reconocimiento, la única posibilidad es la muerte.
Estas madres mataron al hijo al que más apego sentían, al que estaban desesperadamente aferradas, en
una relación simbiótica que no podía autorizar compromiso alguno.
Fenómenos de serialidad criminal: una cuestión “psi-juridica” –
Disanto

Introducción
Los diagnósticos conocidos y en uso, no suelen explicar la razón de la serie tanto homicida como la de los
delitos sexuales.
El primero en ser estudiado es el agresor sexual, aquel que agrega a la violación, el homicidio.
La cuestión de la motivación de los delitos sistemáticos o seriales se ha enfocado en el componente sexual
de tipo sádico, algunos autores ubican al componente sexual no en la motivación sino como un
instrumento para ejercer poder y dominación sobre sus víctimas.
Quizás deba reflexionarse, que en ciertos casos el delito es "una especie de regulador de una vida, una
suplencia reglada ante la ausencia de otros parámetros. No existe una sintaxis del crimen que explique a
cada criminal, pero el crimen suele ser causa de una historia que convierte al acto criminal en una
verdadera manifestación de un ser en particular".

El lector advertido
El primer hecho de la serie, se resignifica a partir de la introducción de tres eventos, inaugurando una serie
como suceso, aunque el primero hecho puede ser inédito, incluso azaroso.
No es tan absurdo reconocer que en esas vacilaciones del Nombre, del Padre y de la Ley a nivel de la
referencia social se reeditan a su vez tres instancias psíquicas, y que en relación al reiterado fracaso de la
función simbólica del asesinato del padre se lo suplanta en ciertos casos con identidades homicidas, donde
el sujeto precario de la crueldad va realizando un trayecto entre el acto y el comentario del mismo.

Causas y motivaciones
Desde una perspectiva de la motivación, Skrapec afirma que los criminales seriales no son diferentes al
resto sino que revelan aspectos extremos de la normalidad, donde la violencia cumple una función en sus
vidas.
Sus experiencias vitales suelen estar marcadas por recuerdos angustiosos, creencias distorsionadas y
conflictos no resueltos que dirigen su comportamiento criminal, siendo sus experiencias vitales las que
activan o refuerzan sus inclinaciones hacia la violencia.
Skrapec diferencia entre:

 Homicidio sexual: de motivación sexual para obtener orgasmo pre, peri o postmortem.
 Homicidio sexualizado: el motivo es matar.
Y dice que suelen aparecen tres temas dominantes en las motivaciones: el de justificación, el de control y
poder, y el de la vitalidad. En relación a la justificación, sienten que son víctimas que castigan a los que se
lo merecen poseen una doble moral, una para sí mismos y otra para el resto.
En la motivación de control/poder, el acto de matar o violar les otorga un poder fugaz, donde el motor
fantasioso es crucial, dado que es otra realidad que les proporciona la experiencia de un control tanto
sobre los demás como sobre su propio destino.
Por último, la vitalidad se refiere a la sensación de éxtasis eufórico o ira violenta de consecuencias
orgiásticas, luego del cual experimentaban un estado de alivio o calma.
El crimen serial no suele ocurrir en las sombras de relaciones preexistentes, no es la relación social previa
lo impulsa a la destrucción del otro.

Las series
Siguiendo a Badiou y su concepto del acontecimiento, el primero de la serie tendría que constituir un
hecho digamos inefable, inédito, que rompe con las series anteriores del individuo y produce un efecto,
una aparición nueva, una verdad nueva, un acontecimiento en escena.
La serie se suele presentar como aleatoria, azarosa; hasta que un lector pueda detectar la repetición de un
hecho.

Diagnósticos
Desde la perspectiva psicopatológica no es sencillo ni directo identificar a los delincuentes seriales con las
perversiones, más allá de la presencia de parafilias en muchos casos. Siendo incluso necesario no
homologar perversión con psicopatía.
Cabello afirma que en ciertas psicosis hay un comienzo de apariencia perverso.
Se trata de un inicio de un proceso psicótico o de una restitución psicopática de la psicosis, que posterga el
desencadenamiento psicótico bajo la paradoja de una certidumbre criminal que otorga sostén a cierta
identidad homicida.
Desde enfoques psicoanalíticos, la perspectiva kleiniana planteaba que el acto del psicópata expresaría la
única respuesta que le permitiría conservar su unidad y mantener el contacto con el mundo exterior,
conducta diferente a la psicótica, en tanto el paso a la acción, sustituiría a la elaboración delirante.
En ciertos casos, la venganza contra sus padres es animada por el odio del ser. Odio inducido por el hecho
de que el sujeto imagina la existencia de un "ser" que posee un saber inasible y amenazante para sí mismo.
Odio que puede dirigirse hacia aquel que supone más perfecto, según Freud del odio participa el deseo de
saber, algo es más odiado cuanto más desconocido, sobreestimando la amenaza que representa.
El acto serial alivia inmediata y parcialmente a quien lo comete, un criminal serial suele atacar el pudor y lo
bello, a pesar de que en algunos se promulga la idea de un acto en nombre de lo bello, el asesinato como
una de las bellas artes.
La necesidad de lo público en las marcas suele contrastar sobremanera con la actitud de estos sujetos en
su vida privada.
Marcas de autoría, cortes o señales en el cuerpo del control, que evocan un rasgo perverso como señal de
apropiación o como fetiche que soporta un goce último, aún después del crimen.
A partir de las pistas, el detective desmonta la unidad imaginaria de la escena del crimen, desnuda su
carácter de montaje, la relación entre la escena armada y los detalles, entonces el caso concreto debe
buscarse como si se leyera un texto.

Noticias de los criminales


Los antecedentes más relevantes en la construcción de la que se ha dado en llamar el perfil psicológico en
la escena del crimen han sido tres.
En primer lugar el texto de Berg, “El sádico”, donde se exponen las confesiones y relatos de Peter Kürten,
el vampiro de Düsserdolff. Aparece con gran claridad que la motivación de los crímenes pueden provenir
de fantasías de carácter perverso por su contenido y por su ubicación en la conciencia, y que estas
fantasías puede ser un móvil tan poderoso o más que los motivos criminales tradicionales.
En segundo lugar, el trabajo realizado por Brussel que posibilita la captura de un sujeto que colocaba
bombas, inaugura el proceso de realizar un perfil psicológico de alguien desconocido a distancia,
analizando las escenas del crimen, los artefactos explosivos que utiliza y sus cartas, no en su aspecto
grafológico sino en su gramática y sintaxis.
Y en tercer lugar, la descripción de Brittain del asesino sádico, artículo de tono descriptivo pero orientador
en una patología no siempre evidente y que suele mimetizarse con otros diagnósticos.
Por último, la Unidad de Ciencias del Comportamiento del FBI realizo a mediados de la década del 70 una
metodología basada en entrevistas a criminales cumpliendo condena, a la informatización de la misma y
luego al establecimiento de protocolos de aplicación del perfil, para su validación y objetivación.
Canter sostiene que un agresor sistemático va contando una historia ó narración, donde cada uno de sus
crímenes forma un capítulo de esa historia que el psicólogo investigador debe interpretar para responder a
la pregunta central de qué es lo que le mueve y qué es lo que pretende con esos actos criminales.
Hay cinco enfoques sobre los que trabajar un perfil:

 Coherencia interpersonal: selección de víctimas con características similares a personas que son
significativas para ellos.
 Importancia del tiempo y lugar: señala cuando tiene tiempo libre, que tipo de trabajo tiene y
dónde puede vivir, si está familiarizado con el lugar por su forma de moverse.
 Características criminales: permite clasificar a los agresores.
 Carrera criminal: valoración de antecedentes delictivos.
 Conciencia forense: los que han cometido delitos y conocen las técnicas forenses.
Otro de sus aportes es su hipótesis del círculo, que consiste en marcar sobre un mapa todos los crímenes
cometidos por alguien, luego se toman como diámetro las dos escenas del crimen que se encuentren más
alejadas la una de la otra. Después se dibuja un círculo en el que se incluyen todas las localizaciones
mencionadas. La "hipótesis del círculo" dice que el criminal vive dentro de ese círculo, posiblemente cerca
del centro.

Análisis descriptivo de violadores seriales y sus víctimas -


Fortete y Gionghi

La perfilación criminal consiste en analizar el comportamiento del autor de un delito para hacer un perfil
criminológico (descripción física, psicológica, de estilo de vida y otras cualidades demográficas) para ayudar
a los investigadores en su búsqueda a través de la reducción del número de posibles sospechosos, la
vinculación de distintos casos y la elaboración de nuevas líneas de investigación. Existen
fundamentalmente dos métodos sobre los que se asientan estas técnicas, el inductivo y el deductivo. El
inductivo se basa en información estadística de delitos ocurridos en el pasado con autores conocidos. Esta
información es traducida a variables que se introducen en programas informáticos de espectro estadístico
que permite relacionar patrones delictivos y obtener rápidamente una clasificación del probable autor. El
principio que lo guía es que si un número de personas diferentes comente delitos con semejanzas,
evidentemente se caracteriza por rasgos de personalidad comunes. El método deductivo se caracteriza por
analizar exhaustivamente la escena del crimen, teniendo en cuenta las evidencias tanto físicas como
psicológicas presentes en el mismo. Suele ser más eficaz para entender la motivación criminal.
El análisis de delitos seriales se completa con el análisis geográfico. Existen diversas teorías que explican el
comportamiento espacial del autor de un hecho con la finalidad de establecer la existencia o no de una
relación entre estos lugares y las rutinas del victimario. La ubicación del autor en una determinada zona
permite circunscribir y priorizar los trabajos de búsqueda a una zona, hay dos preguntas claves para
responder: quien puede ser el autor y dónde podría encontrarse esta persona.
La criminología ambiental señala que la delincuencia ocurre en lugares y en tiempos concretos y le dan
gran importancia al principio de proximidad, el que postula que los delincuentes actúan generalmente
cerca de su hogar cuando se encuentran cumpliendo alguna rutina y se presenta la oportunidad.
Tenemos la hipótesis del círculo de Canter, que plantea que los lugares donde se comenten los delitos
están relacionados con el domicilio del delincuente o con algún lugar importante para éste.
A los delincuentes que viven dentro del círculo denominó “merodeadores”, ya que se desplazan de forma
radial hasta los lugares donde cometen sus delitos y luego vuelven a su hogar. Al resto de agresores que no
viven dentro del círculo los denominó commuter o viajeros, ya que viajan desde su domicilio hasta un área
donde comente sus delitos.
Tenemos también el principio de decaimiento desarrollado por Rossomo, que señala que a medida que un
delincuente aumenta la distancia de desplazamiento para cometer delitos, la frecuencia de estos delitos
disminuye. Rossomo aclara igual que existe también una zona de seguridad o tapón cerca del domicilio en
la que el delincuente no comete sus delitos, ya que es una zona donde puede ser reconocido por las
víctimas y/o testigos.
Cuanto mayor planificación haya en un delito, menor comportamiento geográfico habrá, es decir, menor
probabilidad hay de que estas teorías ser verifiquen.
Un agresor serial no suele tener un número límite de agresiones, sino que, por lo general, el límite lo
determina su detención.
La selección de la población de riesgo depende de las preferencias particulares de cada victimario, y de las
circunstancias relacionadas a su accesibilidad. No hay un estereotipo de víctima definido únicamente por
su edad, características físicas, vestimenta, actividad que desarrolla, sino que estas características se
relacionan a las preferencias de los victimarios, pero fundamentalmente a las situaciones de oportunidad o
situacionales del momento que la hacen accesibles y vulnerables.

Delitos contra la integridad sexual, articulaciones


psicoanalíticas: desde las sombras del entre rejas – Iacuzzi
Aportes psicoanalíticos con incidencias clínicas
En el vasto conjunto de Delitos Contra la Integridad Sexual la mayor violencia se manifestaría en el vínculo
con el semejante, muchas veces reducido a objeto degradado.
En la economía del sufrimiento por la ausencia de tránsito desde el Yo Ideal al Ideal del Yo la conciencia
moral queda suspendida, no presentándose obstáculos intrapsíquicos para que el aparato pulsional
impulse el pasaje al acto deviniendo descarga corporal.
Autores consideran subjetivar el crimen como fase inicial para que pueda otorgársele significado a la
sanción legal a través de implicarse en la conducta por la que se lo acusa. Lo esencial estaría en que el
sujeto dimensione para no redoblar la tendencia al acto, intentándose así caminos de no repetición.
Estaríamos dentro de las des-viaciones múltiples con etiologías diferentes, de las aspiraciones libidinosas
mutadas en síntomas, de tras-tornos en la meta o el objeto sexual. La delimitación adentro-afuera estaría
perturbada.
Para muchos de los sujetos estudiados el objeto-víctima ha sido contingente; teniendo que ser vivo,
preferentemente un humano. La primigenia premisa es que juegue el juego que el victimario propone:
conceder aún negándose.
La resistencia agudizaría la excitación.
La inclusión de la dimensión narcisista y del Yo Ideal resulta insoslayable al construirse la noción “otro”.
En ocasiones el des-vío en la búsqueda del objeto es el punto central, llegando a situaciones en las que
pulsión sexual rebaja al objeto. Ergo, el valor del objeto sexual sería secundario.
La erotización de los afectos dolorosos y el odio cobra forma de omnipotencia aniquiladora, fría y
descarnada. Se apuntaría a asegurarse una posesión del otro a través de la neutralización del estatuto de
su condición deseante, aboliéndose al sujeto como tal.
En los delitos contra la integridad sexual media el cuerpo, “tocan” el cuerpo erógeno, pulsional.
Otros casos se plantean desde la psicodrinámica de los mecanismos adictivos. A prima facia se hablaría de
un componente pulsional que no admite dilación.
No podrían soslayarse los componentes agresivos de la libido y el enlace libido-crueldad. Tampoco dejar de
repasar aquí la concepción winnicotteana de destructividad primaria, esa agresividad que carecía de
intencionalidad agresiva y que es necesaria en relación al objeto primario para acceder a la individuación.

Articulaciones clínicas
Si estamos dispuestos a acoger los fenómenos mentales de los tras-tornos de la regulación narcisista en
inminencia de colapsar es pertinente que el analista se ubique sin resquemores como objeto cohesionador,
instaurando una relación comprometida y particularmente investida en complementariedad objetal para
hacer inteligible los bloqueos en el advenimiento del sujeto. Su exploración en el territorio del mal reclama
el gobierno de la contrantransferencia negativa, tolerando las fluctuaciones de la heterogeneidad con sus
incertidumbres.
Inicialmente la coproducción traumática, sus sentimientos y de empobrecimiento, su necesidad de
reconocimiento, soledad y vacío no encuentran narrativa.
En estos pacientes el desapuntalamiento ha sido la constante, han estado carentes de ofertas humanas. Al
tener la mayoría apodos vinculados al tipo de delito resulta vital restituirle su apellido y nombre,
nominándolos a través de ellos.
En rigor, es considerado “curativo” o con mayor posibilidad de trans-formación el ensamble de trabajo
en/de la relación terapéutica conjuntamente con la reconstrucción del pasado.
En tanto a las “conversaciones preliminares” no se trataría de una fuga a lo manifiesto ni intentar
persuadirlo, sino de movilizar al Yo del paciente. Se propendería a que el paciente se arrime y anime
virando la curiosidad hacia una demanda.
Son pacientes que cuadran en un tipo de pensamiento auténticamente operatorio. Teniendo en cuenta
que el síntoma advino como intento de solución frente a la cronificación cautivante de tensiones internas
y del dolor psíquico, clínicamente se propendería a instalar al sujeto en un más allá de la mera
catarsis/abreacción que refiere a escena congelada, no dinamizando el aparato.
Una insuficientemente buena evolución yoica depende de las vicisitudes del narcisismo primario,
reforzándose a su vez las defensas narcisistas. Las conductas antisociales y las abyecciones nos llevan
inicialmente a situarnos en el campo del Yo sus múltiples escisiones. Un exceso de energía no manejable
por el Yo, con efecto retardado, intentaría establecer en la descarga algún tipo de ligazón con autonomía
del principio del placer. A mayor montante de angustia más reaparición automática sin posibilidad de
diferir ni mediatizar la degradación vía proceso secundario. Freud denominó experiencia de satisfacción a
aquello que liquida la excitación interior dando lugar al estado de deseo. Pero también introdujo el
concepto de domesticación de la pulsión como quista del Yo, integrándose la pulsión a una conformidad
yoica, logrando así el Yo bienestar.
Abuso alude linderamente a exceso no soportable. Se repetiría la descarga de lo siniestro de la emergencia
pulsional que se sitúa en el orden de un exceso de excitación promovida por la irrupción de obstinados
sentimientos de inexistencia y/o excesos de realidad no metabolizados.
Para protegerse del desmoronamiento referido a una experiencia agonística se hipotecaría la organización
psíquica del sujeto, no pudiendo éste sustraerse al permanente estado de amenaza en que quedaría
sumido. Freud planteó que el empuje perentorio de la pulsión puede ser coartado en sus fines,
promoviendo una satisfacción inhibida que citó como satisfacción parcial. En estos bordes, el desafío está
en encontrar juntos analista-paciente nuevos circuitos pulsionales, que a la manera de trueque libidinal
oficien de embajadas de la pulsión de muerte en sus ligámenes con la cultura.
Escisión yoica y renegación se nutren mutuamente en pro de una defensa de supervivencia ante el riesgo
de colapso psíquico. En momentos de raptos de furia narcisista donde predomina el tono quejumbroso
basado en el narcisismo primario, subsistiendo el Yo Ideal, ante el fracaso de defensas yoicas y bajo el
resguardo de la escisión se apuntaría al borramiento del otro en su estatuto de sujeto.
El primer proceder analítico con sujetos con dificultades severas para autosostenerse sería promover el
“encuentro” fundando en algo nuevo desde situarse a ultranza dentro de una estructura relacional
regulada en ritmos periódicos, secuencias y tiempos “para recuperar niveles de desarrollo psíquico antes
nunca alcanzados”, confirmando su existencia.
El objeto deseado por el sujeto porta el riesgo potencial de desubjetivizar al analista, siendo indispensable
asumir y mantenerse en la escena no obstante este asedio. Las lastimaduras narcisistas han suscitado
trastrocamientos en las cadenas representacionales, serios déficits de ligazón como grávido factor
etiopatogénico.
Por la cualidad de desborde por indefensión que denota un peligro real en estos pacientes, el analista en
su función de “suplencia” debe cuidar no deslizarse del “como si” que caracteriza su función.
Si bien los señalamientos enérgicos son ineludibles en algunos momentos, las intervenciones “profundas”
generalmente no tienen cabida en estas situaciones clínica por el impacto que producen. Sí las tiene que
tener el analista en su mente para abrir formaciones intermedias en el sujeto que propenden a
“neurotizar”.
La constatación de que el mero “saber” y la aceptación intelectual en poco influyen para la elaboración
psíquica nos hace pensar que el referente insight adquiere particular relevancia.
En el campo analítico siempre se hacen presentes aciertos y tropiezos muchas veces ceñidos por los
vasallajes del Yo. Dentro del ámbito de las pulsiones que se pretenden sofocar no podemos paras por alto
que Freud sagazmente distinguió cinco formas de resistencia: Tres del Yo (represión, resistencia en la
transferencia y beneficio secundario de la enfermedad), un del Ello (compulsión de repetición) y una del
Superyó (sentimiento de culpabilidad-necesidad de castigo, que incluye la reacción terapéutica negativa.

Madres frágiles: un viaje al infanticidio – Kalinsky y Cañete

Introducción

1
El infanticidio es un homicida atenuado debido a diferentes causas; las clásicas fuero la psicosis puperal y la
soltería de la madre.

2
A la mujer juzgada por este tipo de delito se la percibe como alguien que no cabe en los parámetros
morales ni existenciales de una sociedad “sana”, “normal” y con vocación por la vida.

3
El papel de “buena madre” es una construcción social y por ende un modelo para seguir.
Se espera incondicionalidad del amor materno.

La violencia de algunas vidas

Primera parte: madres que no pueden ser madres

El vínculo de la madre con el hijo por nacer


En ciertos casos se empieza a dar significados bizarros a los hijos por nacer, rompiéndose paulatinamente
el lazo afectivo con ellos; una suerte de “duelo” compensatorio de una situación perturbada.
El vínculo madre-hijo es una construcción social.
No habrá entonces un único modelo de ser una “buena” madre ya que la multiplicidad de factores, la
heterogeneidad social y la desigualdad política y cultural de la relación entre varón y mujer y de la madre
con la prole harán que haya muchas formas posibles de ser una “buena madre”.
No se puede pretender analizar el vínculo madre-hijo sin tomar en cuenta el contexto más amplio donde
esta relación nace y se desenvuelve.
Frente a la presencia real de un hijo que finalmente ha nacido, a pesar del deseo profundo de que no lo
haga, surge un torrente incontrolable de emociones y acciones inhibidas hasta entonces que pudieron
haber dado una falsa impresión del deseo de maternidad. Quizá esa muerte se convierta en una expresión
de “no deseo”.
Ellas van sufriendo un progresivo desapego emocional de sus hijos que serán las víctimas, tal como ellas lo
han sido de la generación anterior.
Nada destruye más al ser humano que verse “de-negado”, “desconocido” por la propia madre o quien
cumpla esa función. Sus propias madres dejaron pasar todo lo que ellas sufrieron y las consolidaron como
las personas que son ahora.
El infanticidio es un acto extremo que obedece a un conjunto de muy diversas razones pero que, por sobre
todo, reafirma una maternidad rechazada en un tiempo y lugar determinados en la biografía de una mujer.
El denominador común es que ella caree de deseo, habilidad o de ambos para dar sostén a ese hijo.

Segunda parte: el vínculo entre madres e hijas


Si bien cada historia es única e irrepetible, todas tiene un denominador común: aislamiento y soledad.
En general comienzan su relato hablando de una infancia “feliz”. Tiempo después empiezan a desmenuzar
el significado de “feliz” y encuentran que ese valor tiene diferentes significados para unas y para otras.

Abuelas, madres e hijas: una historia imborrable


El abuso sexual infantil o adolescente deja profundas huellas en las capacidades maternales posteriores:
baja autoestima, distorsión en las reales posibilidades que tienen para ejercer exitosamente el rol materno,
bajas expectativas en la posibilidad de remontar el pasado y seguir un modelo razonablemente correcto
para ser una “buena madre”.
Por eso cuando se enteran de que son sus hijos quienes ahora son abusados pueden tomar dos caminos:
aceptar el hecho y tratar de transmitir su experiencia para aminorar los efectos físicos o psicológicos, o
bien negar en forma insistente la situación porque la relacionan con su propia historia de abuso, lo cual
interfiere en el apoyo necesario y el soporte adecuado que pueden ofrecerle a su hijo.
Si la madre presenció o bien fue objeto de niña o adolescente de situaciones de violencia, ello puede
tornarse en un predictor de que solucionará los conflictos en su vida adulta también de manera violenta.
No son capaces de crear un modelo parental afectivo y saludable, o al menos no pueden sostenerlo en el
tiempo.
Podemos asumir que estas madres, que no sostuvieron a las hijas mujeres adecuadamente en su infancia y
adolescencia, no tuvieron ellas mismas un soporte social apropiado y sobre todo no tuvieron éxito para
lidiar con las necesidades y exigencias, que a veces parecen desmedidas, de sus hijos.

Tercera parte: parejas sentimentales golpeadoras


La violencia es el uso consciente de la fuerza física o el control emocional de una persona o grupo sobre
otra persona o grupo para producir daño, sometimiento o sumisión.
Las mujeres sufren más de una victimización en estos lugares sociales violentos: por un lado, suelen ser
víctimas directas de la violencia, sea en su hogar de origen y en el que pueden llegar a formar. Por el otro,
se han visto obligadas a salir del ámbito doméstico. Deben cumplir con ambas funciones a la vez, lo que
significa que están precarizadas laboralmente y se las señala como “insuficientes” en cuanto a su
performance en el cuidado del hogar.
Hay una “marginalidad múltiple” en el sentido de una construcción acumulativa de situaciones
desventajosas que van acrecentando la posibilidad de ser víctima de la violencia o bien victimaria.
Podríamos indicar una serie de características que no agotan la relación entre golpeador y víctima pero que
van en esa dirección. En primer lugar, los efectos del castigo físico o emocional de la madre reverberan en
las generaciones siguientes. En consecuencia, hay un progresivo abandono de la vigilancia o los controles
necesarios para evitar el uso del castigo y de la violencia general respecto de los hijos.
Las explicaciones que suelen dar una vez ocurrida la tragedia giran en torno a su fracaso en haber sido
“buenas” madres: no haber podido salvar a los hijos de la violencia que también ellas sufrieron en carne
propia.
Hemos podido recoger algunas conclusiones preliminares de la situación y las capacidades de una mujer en
contextos violentos:

 La mujer-madre sufre máximas presiones psicológicas y vinculares frente a las que no suele estar
preparada, no sólo para responder de una forma activa y productiva sino tampoco para
comprenderla en su magnitud.
 La mujer-madre carece de las herramientas conceptuales y perceptivas que le permitan hacer un
diagnóstico más o menos acertado de la situación debido a que está inmersa en ésta y es difícil
tomarse un “respiro” y ver qué le está sucediendo a ella, a sus hijos a su pareja emocional,
 La mujer-madre está cansada, físicamente deteriorada, las más de las veces golpeada y violada, con
lo que sus esfuerzos se dirigen a cubrir las apariencias antes que a concentrarse en el problema de
fondo.
 La mujer-madre poco a poco va distorsionando la percepción de ese problema de fondo al que va
empujando de su área de visión hasta no poder verlo ya más.
 La mujer-madre golpeada suele desarrollar efectos paradójicos en la percepción de la violencia: da
la razón al hombre, asumiendo sus mismos argumentos, para que pueda seguir golpeándola sin que
ella se defienda, se vaya del hogar o pida ayuda hacia fuera de la familia.
 La mujer-madre que ya se ha situado en una racionalidad paradójica respecto de la legitimidad de
la violencia que sufre puede, a veces, ejercerla sobre sus propios hijos o bien no defenderlos lo
suficiente o adecuadamente a la proporción de la violencia ejercida por la imagen masculina.
 La mujer-madre no tiene figuras confiables en quienes depositar sus problemas.
 La mujer-madre no logra apoyarse en las pocas personas que, viendo la situación por la que
transcurre, se acercan con el propósito sincero de ayudar.
 La mujer-madre puede hacer llamadas de auxilio que no son correctamente interpretadas.
Finalmente, en algunos casos, mata y se suicida.
Se ve el resultado de esta situación como un fracaso individual, en el ser mujer y en el ser madre, antes
que una consecuencia del entramado social e institucional. La culpa de lo que haya ocurrido se le echa sólo
a ella.

TEMA VI
Psicopatía - Abdel-Masih

Es una perturbación asintomática, que solo una observación sagaz y un muy preciso instrumento
diagnóstico pueden detectar.
La personalidad psicopática se caracteriza por: la indiferencia afectiva, el tedio como emoción capaz de
sentir, y el acting-out; características estas que se fundan en las siguientes perturbaciones funcionales: de
la identidad, de la simbolización y de la socialización.
Desde el punto de vista del área privilegiada de expresión, hay un marcado predominio del accionar en el
mundo externo, con empobrecimiento del área de la mente. La capacidad perceptiva y el juicio de
realidad, funcionan como instrumento directo del principio del placer y el servicio del proceso primario,
para liberarse inmediatamente de la frustración.
El psicópata es impulsivo y versátil, incapaz de posponer la satisfacción de deseos, y con absoluta
desconsideración por los demás. Su impulsividad es sintónica al Yo.
Hay falta de sentimientos de culpa consciente. Y falta de insight. Se observa irresponsabilidad, con falta de
previsión sobre sus actos. No tolera el aburrimiento.
Su sexualidad es impersonal, emocionalmente trivial, y a menudo promiscua.
Es incapaz de sentir emociones; siendo solo capaz de que sus estados de tensión se traduzcan y expresen
en tedio.
El lenguaje está al servicio de la acción; al no haber construido símbolos que representen contenidos
representacionales de la experiencia, los utiliza en un como-si, al servicio del proceso primario, no hay
contacto real.
Se caracteriza también por la acción sorpresiva (“hacer actuar” sin que el otro se dé cuenta). Tiende a
confundir con su discurso. Estando esto enlazado profundamente con su falta de discriminación entre Yo y
No-Yo.
El equilibrio interno del psicópata es precario; el vacío de su mundo interno provoca que para no caer en la
psicosis o en la depresión necesite mantener el equilibrio a través de: 1) actuando su incapacidad de
tolerar la tensión; 2) haciéndolo a través de un depositario que actúe por él, siendo su modo de
aproximación al objeto; 3) a través de la combinación de mecanismos defensivos como omnipotencia,
splitting masivo e identificación proyectiva.
El estado psicopático es un modo de adaptación a la realidad; como así también la importancia de la
agresión. Donde el carácter tanático, destructivo, se mezcla con una tentativa externa de preservar la
relación con la realidad.
En lo referente a la utilización de los otros como depositarios: su incapacidad de contener el conflicto
dentro de sus propios límites, determina que utilice a los otros para esto.
Manejar al depositario es para el psicópata una necesidad de primer índole.
El psicópata no ha podido construir un mundo interior con identificaciones sólidas; en el sentido que no ha
podido introyectar experiencias que le permitan tolerar la espera, no hay mediatización simbólica.
Coexiste en el psicópata un adecuado desarrollo de las funciones yoicas ligadas a los procesos de tipo
intelectual, con el vacío de contenido vivencial, con el vacío simbólico, con el vacío de afecto; es lo que se
puede observar como producciones de un sofisticado nivel de elaboración; pero al servicio del proceso
primario, sustentado en ecuaciones simbólicas y vínculos aparentes, ya que el otro no es para el psicópata,
sino un depositario, o sea, una parte de sí mismo.
Tanto la percepción de los estímulos externos, como los estados de tensión interna, son vividos como
cargas con solo valor cuantitativo, que producen malestar y hay que desembarazarse de ello
inmediatamente. Esto es lo que se denomina tedio, estado insoportable de tensión interna que solo a
través de la actuación, de la descarga inmediata, podrá aliviarse, so riesgo de producirse algunos de los
modos de desestructuración.
El grupo familiar del futuro psicópata, no está bien integrado; las relaciones parentales se caracterizan por
la hostilidad, los celos y la promiscuidad. La comunicación del grupo familiar está apuntalada por
gratificaciones externas; es un grupo perturbado en su capacidad de elaborar pérdidas.
El padre es autoritario y ausente, lo que no permite la identificación adecuada, identificándose así con un
superyó rígido y cruel, con aspectos narcisistas muy severos. La madre: o lejana y autista, que tome al hijo
como una prolongación de sí semejante a la madre del esquizofrénico; o sobreprotectora, con una gran
emotividad, pero que en lugar de volcarla en su pareja la vuelca en el hijo, volcando su necesidad de
dependencia.
El intercambio con los padres se hace a través de objetos materiales, y esto es lo que internaliza.
Esta carencia de padre y madre, provoca la imposibilidad de incorporarse a la cultura. Superyó deficiente y
aislado o cruel y severo que prohíbe e impulsa a vencer la prohibición. Superyó deficiente que no integre la
pauta del grupo social; que no cumple la función de ajustar la necesidad instintiva a las posibilidades del
ambiente.
Normalmente las funciones yoicas son desempeñadas primero por la madre. Esta falla inicial en la
psicopatía, impide la capacidad para el “no” semántico que implica el reconocimiento del otro como
persona con voluntad independiente; falla que produce la incapacidad para el aprendizaje, una intensa
necesidad de encontrar un objeto simbólico para que sirva de depositario de los aspectos intolerables del
yo.
En esta patología es fundamental la perturbación de las funciones que se consolidan en el segundo año. Es
la etapa de la valoración de las heces como parte del cuerpo. La característica de la etapa anal primaria es
la aniquilación del objeto; y la anal secundaria, la de preservar el objeto aunque bajo control, si no se
establece sólidamente la segunda, surge la psicosis. El niño retiene muchas formas de comunicación no
verbal, y recurre a la acción como modelo de comunicación.
El futuro psicópata utiliza el lenguaje como instrumento exhibicionista y no de comunicación.
Entre el tercero y quinto año de vida internaliza una relación parental sadomasoquista en la que
predominan actuaciones de tendencias retaliativas mutuas.
Ya en la latencia, como consecuencia del fracaso en la comunicación, rico en fantasías omnipotentes y
déficit en la simbolización va a ser lo que lo caracterizará. No puede introyectar prohibiciones; no puede
compartir, no sabe jugar, quiere ganar siempre.

La criminalidad como fenómeno general humano – Alexander y


Staub
El estudio comparativo de los tipos criminales, biológicamente definidos, con el hombre normal no puede
captar toda la diversidad de los sujetos antisociales.
Todo hombre es innatamente un criminal, es decir, un inadaptado, y conserva en su plenitud esta
tendencia durante los primeros años de la vida. La adaptación del sujeto a la sociedad comienza después
de la victoria sobre el complejo de Edipo, en su periodo de latencia. Mientras que el normal consigue,
principalmente durante el período de latencia del complejo, reprimir las genuinas tendencias criminales de
sus impulsos, excluyéndolos de su motivación y dirigiéndolos en un sentido social, el criminal fracasa más o
menos en esta adaptación.
La única diferencia que hay entre el delincuente y el hombre normal consiste en que éste domina
parcialmente sus instintos motores criminales; pero los desvía hacia otros fines socialmente inocuos.
La primera relación de recién nacido con sus alrededores es un impulso de apoderarse de todo.
En este período falta toda tendencia a considerar los intereses ajenos.
Por temor al castigo o reproche de los adultos aprende el niño a dominar y regular la actividad de su
esfínter. El primer delito que cometen todos los hombres, sin excepción, es el quebrantamiento de las
reglas de la limpieza.
A la perseverancia y constancia en el resultado idealizado de la testarudez anal infantil, corresponde en sus
excesos antisociales la persistencia testaruda de algunos criminales.
En el transcurso de su desarrollo se ensancha el interés siempre creciente del niño y empieza a captar,
además de la dirección de los propios sucesos corporales, la relación con las personas que le rodea. La
manera que tenga el niño de resolver los conflictos engendrados en esta situación determinará si va a ser
un hombre sano o un enfermo anímico, y también si podrá adaptarse socialmente o será un criminal. El
neurótico y el criminal han fracasado por su incapacidad de resolver el problema de sus relaciones con la
familia en un sentido social.
Por la intromisión del modelo paterno nace dentro de la personalidad del hijo otra personalidad parcial
que frente a sus impulsos primitivos, representa las exigencias impeditivas del padre.
A esta instancia, nacida de la identificación y que representa a la vez una función impeditiva y un ideal, la
denominamos Superyó, es decir, la parte social de la personalidad, y la diferenciamos del resto del Yo.
El conflicto de antes entre los adultos y el niño se ha convertido en un conflicto interno de dos partes de la
personalidad: entre el Superyó y el Yo. En vez del temor real, surge ante la propia conciencia, el miedo
interior del Yo ante el Superyó.
Una característica de todos los neuróticos y de la mayor parte de los criminales la constituye el quedar
incompleta esta incorporación del Superyó, fracasando la unión de este con el Yo en una formación
unitaria.
En el caso de una infracción del Derecho, e superyó pierde su fuerza impeditiva sobre el Yo, y por eso el Yo
puede obedecer sin frenos a las tendencias del Ello.
La satisfacción que produce el síntoma neurótico no representa una acción verdadera y tiene una
trascendencia subjetiva, y, el desplacer neurótico tiene el sentido de una pena impuesta a sí mismo,
mientras que la satisfacción criminal de los instintos significa un hecho real frente al mundo exterior, y su
consecuencia, es decir, la pena, implica un displacer impuesto desde afuera.
Tanto la neurosis como la criminalidad presentan dos fases: primera, una satisfacción de un instinto que no
corresponde a la realidad o al Superyó; segunda, una pena, el factor de displacer, como reacción de la
sociedad, o respectivamente del Superyó, ante la satisfacción.
Denominaremos criminales neuróticos al grupo, muy numeroso, de delincuentes que en su estructura
anímica muestran una semejanza interior con los enfermos de neurosis, es decir, que poseen el conflicto
neurótico entre tendencias sociales y asociales. Nos referimos con esto a todos los criminales cuya acción
se basa en sucesos inconscientes semejantes a los que pueden conducir también a la formación de una
neurosis.
Mientras que una parte de los criminales se caracteriza por la tensión excesiva que en ellos existe entre las
exigencias sociales y las del instinto, demostrando que los modelos educativos no se han fundido
orgánicamente con el Yo y se oponen a éste como a un extraño; hay otro grupo de criminales, que no
demuestra en su estructura anímica esta desviación con la norma recibida. Este gripo, especialmente sus
representantes jóvenes. Poseen en cierto sentido un Superyó criminal. Son sociales en una sociedad
criminal.
Este grupo de criminales, que vamos a denominar delincuentes normales, no se diferencia en su estructura
psíquica de los hombres que no han delinquido. Más bien se trata de personas que se han adaptado a un
tipo diferente de sociedad y que son adaptados en ésta. El conflicto interno entre el Yo y el Superyó no
existe o, de todos modos, no es más fuerte que en el hombre real.
Frente a estos dos grandes grupos desempeñan un papel inferior los delincuentes de que hasta ahora se ha
ocupado más la Medicina legal: aquellos cuyo desarrollo está retrasado por causas somáticas o cuya
personalidad espiritual ha sido destruida por procesos patológicos orgánicos.
Este grupo, cuyas desviaciones anímicas no se basan primariamente en las influencias psíquicas del medio
ambiente no en el género de vida, sino en procesos orgánicos, hereditarios o no, lo denominaremos
criminales de base orgánica.
Hemos circunscripto los tres grupos principales de delincuentes:
1. Criminal neurótico: cuya conducta de enemistad social representa el punto de escape del conflicto
psíquico entre las partes sociales y asociales de su personalidad, conflicto que nace de influencias
anímicas semejantes a las que producen la psiconeurosis y que tienen lugar durante la primera
infancia o en la vida posterior (etiología psicológica).
2. El criminal normal: de estructura anímica semejante al hombre normal, pero identificado por la
educación con modelos criminales (etiología sociológica)
3. Criminales a causa de procesos patológicos orgánicos (etiología biológica).
A estos tres grupos de delincuentes, proclives al crimen por una disposición personal, los llamaremos
criminales crónicos, para diferenciarlos del gran número de personas normales que, en ciertas condiciones,
caen en el delito: los criminales agudos. Estos últimos delinquen no por pertenecer a un grupo
determinado de hombres, sino por hallarse en condiciones tales que cualquier persona, puesta en la
misma situación, infringiría la ley. Lo característico no son las particularidades del sujeto, sino las de la
situación.
La clasificación diagnóstica de un hecho criminoso como perteneciente a este grupo es de una importancia
decisiva para los Tribunales, ya que aquí el tratamiento penal no puede servir ni para adaptar el
delincuente a la vida social, ni para intimidarlo, evitando su reincidencia.
Todas estas formas y modos de la criminalidad oscilan entre dos tipos límites polares, que sólo se pueden
establecer con claridad teóricamente. A un lado se encuentra el criminal puro, en el que las exigencias
sociales no han logrado tener una representación interna en la forma de un Superyó, y que, por esto,
inhibe sus tendencias antisociales, sin ninguna convicción íntima, y sólo forzado por el temor ante el poder
social. El otro límite lo constituirían aquellas personas tan perfectamente adaptadas que sin conflicto
interior prefirieran al propio interés el de la sociedad, presentando así fundidos en una unidad el Yo y el
Superyó.

El diagnóstico criminal psicoanalítico


Al tratar de la cuestión de la imputabilidad, llegamos a la conclusión de la necesidad de reemplazar este
concepto jurídico por un diagnóstico criminal, basado en el grado de participación del Yo consciente y del
Yo inconsciente en el hecho. Si consideramos la criminalidad exclusivamente desde este punto de vista,
podemos presentar el siguiente esquema: 1. Acciones criminales de individuos criminalmente afectados
(criminalidad crónica). Se trata de sujetos proclives a la delincuencia por la estructura de su aparato
anímico. 2. Acciones criminales de hombres no criminales (criminalidad accidental).
1. Criminalidad crónica: este grupo puede escindirse, con arreglo al grado de participación del Yo en el
hecho, en las siguientes unidades diagnósticas:
a) Acciones criminales en que por causas tóxicas o por otros acontecimientos orgánico-
patológicos la función del Yo está perjudicada o desconectada en gran medida. El grado de
participación del Yo en la acción puede llegar a ser nulo.
b) Acciones criminales condicionadas neuróticamente: estas acciones están condicionadas en
primer lugar por motivos inconscientes, y, por lo tanto, la parte consciente de la
personalidad no puede tener ningún influjo en tales motivos, inasequibles para ella. Según
los mecanismos que producen efectos principalmente en la acción, distinguimos:
 Delitos de autocoacción o sintomáticos: son los más próximos al síntoma neurótico.
El impulso coactivo surge en el Yo como un cuerpo extraño, sin sentido y aislado del
restante contenido de la conciencia. El Yo, en estos casos, está superado por
tendencias inconscientes.
 Actuaciones criminales neuróticas con participación de la personalidad total. Se
seduce al Yo para realizar el hecho, mediante mecanismos de dolor o por
racionalizaciones. Un caso extremo de la actuación neurótica está constituido por el
criminal por sentimiento de culpabilidad, que ejecuta la acción para enlazar un
sentimiento de culpa anterior con un delito relativamente inocente.
c) Acciones criminales de delincuentes normales no neuróticos con un superyó criminal: su
personalidad se identifica totalmente con la acción. Pudiera decirse que su hecho social es
adecuado y hasta superadecuado al Yo.
d) El criminal genuino: caso límite imaginable del hombre que no ha sufrido ninguna especie
de adaptación social y se encuentra al nivel primitivo del hombre ancestral y cuyos instintos,
no domados por ninguna instancia interna, se traducirán inmediatamente en hechos, si no
lo impidiera la resistencia de la realidad exterior, es decir, el temor real ante las represalias.
Se trata del hombre sin Superyó.
2. Criminalidad accidental:
a) Delitos por equivocación (culpa o negligencia): cuando el Yo está con la atención fija en una
cosa distinta de la situación real en que se encuentra, puede cualquier tendencia criminal
inconsciente llegar a desbordarle. El Yo rechaza por completo el hecho realizado en estas
circunstancias.
b) Delitos de situación: todo el mundo comprende y disculpa las acciones realizadas en ciertas
especiales situaciones, cuyo choque afectivo provoca en el sujeto una reacción criminal.
El delincuente por sentimiento de culpabilidad – Freud

Los actos ilícitos eran cometidos, ante todo, porque se hallaban prohibidos y porque a su ejecución se
enlazaba, para su autor, un alivio psíquico. El sujeto sufría, en efecto, de un penoso sentimiento de
culpabilidad, de origen desconocido, y una vez cometida una falta concreta sentía mitigada la presión del
mismo. El sentimiento de culpabilidad quedaba así, por lo menos, adherido a algo tangible.
El sentimiento de culpabilidad existía antes del delito y no procedía de él. Tales sujetos pueden ser
justificadamente designados con el nombre de delincuentes por sentimiento de culpabilidad.
El resultado de la labora analítica fue el de que tal oscuro sentimiento de culpabilidad procedía del
complejo de Edipo, siendo una reacción a las dos grandes intenciones criminales: matar al padre y gozar de
la madre.
En los niños podemos observar directamente que “son malos” para provocar el castigo, y una vez obtenido
este se muestran tranquilos y contentos. De los delincuentes adultos hemos de restar desde luego todos
aquellos que cometen delitos sin sentimiento de culpabilidad, aquellos que no han desarrollado
inhibiciones morales o creen justificada su conducta por su lucha contra la sociedad.

Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte –


Freud

Nuestra decepción ante la guerra


No debe asombrarnos que el relajamiento de las relaciones morales entre los pueblos haya repercutido en
la moralidad del individuo, pues nuestra conciencia no es el juez incorruptible que los moralistas suponen,
es tan sólo, en su origen, “miedo social”.
Podemos, sin embargo, someter a una consideración crítica tal decepción y hallaremos que no está, en
rigor, justificada, pues proviene del derrumbamiento de una ilusión.
Dos cosas han provocado nuestra decepción en esta guerra: la escasa moralidad exterior de los Estados,
que interiormente adoptan el continente de guardianes de las normas morales, y la brutalidad en la
conducta de los individuos de los que no se había esperado tal cosa como copartícipes de la más elevada
civilización humana.
Las malas inclinaciones del hombre son desarraigadas en él y sustituidas, bajo el influjo de la educación y
de la cultura circundante, por inclinaciones al bien.
La esencia más profunda del hombre consiste en impulsos instintivos de naturaleza elemental, iguales en
todos y tendentes a la satisfacción de ciertas necesidades primitivas. Estos impulsos instintivos no son en sí
ni buenos ni malos. Los clasificamos, y clasificamos así sus manifestaciones, según su relación con las
necesidades y las exigencias de la comunidad humana. Todos los impulsos que la sociedad prohíbe como
malos se encuentran entre tales impulsos primitivos.
El hombre es raras veces completamente bueno o malo; por lo general, es bueno en unas circunstancias y
malo en otras.
La transformación de los instintos malos es obra de dos factores que actúan en igual sentido, uno interior y
otro exterior. El factor interior es el influjo ejercido sobre los instintos por el erotismo; esto es, por la
necesidad humana de amor en su más amplio sentido. La unión de los componentes eróticos transforma
los instintos egoístas en instintos sociales. El factor exterior es la coerción de la educación, que representa
las exigencias de la civilización circundante, y es luego continuada por la acción directa del medio civilizado.
Si a la aptitud que un hombre entraña para transformar los instintos egoístas, bajo la acción del erotismo,
la denominamos ‘disposición a la cultura’, podremos afirmar que tal disposición se compone de dos partes:
una innata y otra adquirida en la vida, y que la relación de ambas entre sí y con la parte no transformada
de la vida instintiva es muy variable.
La educación y el ambiente no se limitan a ofrecer primas de amor, sino también recompensas y castigos.
Pueden hacer, por tanto, que el individuo sometido a su influjo se resuelva a obrar bien, en el sentido
cultural, sin que se haya cumplido en él un ennoblecimiento de los instintos, una mutación de las
tendencias egoístas en tendencias sociales. El resultado será el mismo; sólo en circunstancias especiales se
hará patente que el uno obra siempre bien porque sus inclinaciones instintivas se lo imponen, mientras
que el otro sólo es bueno porque tal conducta cultural provoca ventajas a sus propósitos egoístas.
La sociedad civilizada, que exige el bien obrar, sin preocuparse del fundamento instintivo del mismo, ha
ganado para la obediencia o la civilización a un gran número de hombres que no siguen en ello a su
naturaleza. Animada por este éxito se ha dejado inducir a intensificar en grado máximo las exigencias
morales, obligando así a sus participantes a distanciarse aún más de su disposición instintiva. Estos
hombres ven impuesta una yugulación continuada de los instintos, cuya tensión se manifiesta en
singularísimos fenómenos de reacción y compensación. El sujeto así forzado a reaccionar
permanentemente en el sentido de preceptos que no son manifestación de sus tendencias instintivas vive,
psicológicamente hablando, muy por encima de sus medios y puede ser calificado, objetiva‐ mente, de
hipócrita. Hay, pues, muchos más hipócritas de la cultura que hombres verdaderamente civilizados, e
incluso puede plantearse la cuestión de si una cierta medida de hipocresía cultural no ha de ser
indispensable para la conservación de la cultura, puesto que la capacidad de cultura de los hombres del
presente no bastaría quizá para llenar tal función.
Las disquisiciones que preceden nos procuran ya el consuelo de comprobar que nuestra indignación y
nuestra dolorosa decepción ante la conducta incivilizada de nuestros conciudadanos mundiales son
injustificadas en esta guerra. Se basan en una ilusión a lo que nos habíamos entregado. En realidad, tales
hombres no han caído tan bajo como temíamos, porque tampoco se habían elevado tanto como nos
figurábamos. El hecho de que los pueblos y los Estados infringieran, unos para con otros, las limitaciones
morales, ha sido para los hombres un estímulo comprensible a sustraerse por algún tiempo al agobio de la
civilización y permitir una satisfacción pasajera a sus instintos retenidos.
La esencia de la enfermedad mental consiste en el retorno a estados anteriores de la vida afectiva y de la
función.
La transformación de los instintos, sobre la cual reposa nuestra capacidad de civilización, puede quedar
anulada de un modo temporal o permanente.
La violencia y la psicopatía – Mayer, Folino, Taborda, Hare

Puntos clave
1. La violencia se estudia en el marco de la pluricausalidad y sin descuidar su intrínseca relación con la
psicopatía. La psicopatía puede ser vista como una “mini teoría de la violencia”.
2. El estudio de la psicopatía tiene gran importancia en el ámbito forense.
3. Si bien la psicopatía es un constructo universal, algunas de sus manifestaciones pueden estar
marcadas por la cultura.
4. El instrumento que se considera “regla de oro” para la evaluación de psicopatía es el PCL-R.
5. La violencia puede dividirse principalmente en violencia reactiva o violencia instrumental según el
objetivo que moviliza a quien la ejecute. Los actos violentos de los psicópatas, por su parte, tienden
a ser del tipo instrumental, aunque también pueden actuar de manera reactiva, con amplio
descontrol y desproporción lesiva.

Introducción
La psicopatía está tan intrínsecamente relacionada con la violencia que ha sido considerada una “mini
teoría de la violencia”. El constructo de la psicopatía contribuye a explicar, en el marco de la
multicausalidad, parte del comportamiento violento y antisocial.

Antecedentes históricos y conceptualización actual


El estudio de la psicopatía tiene antecedentes que se remontan a épocas remotas.
El concepto adquirió características morales en tanto autores como Prichard categorizan el constructo
como una suerte de “locura moral” que llevaría a las personas a no compartir los “sentimientos naturales”
de decoro, bondad y responsabilidad propios de los seres humanos.
Para Schneider el psicópata no es un enfermo, sino un sujeto con personalidad anormal.
En 1980, se realiza una nueva modificación en el sistema DSM y se instaura el diagnóstico de Trastorno de
Personalidad Antisocial, que abarca “un amplio espectro de personas que no se adaptan a las normas
sociales ni representan los dictámenes de la legalidad, pero no cumplen con los criterios necesarios para
llamarlos psicóticos, psiconeuróticos o con trastornos mentales de otro tipo.

Características, evaluación y diagnósticos diferenciales de la psicopatía


La psicopatía es un constructo psicopatológico de relevancia clínica para la salud mental y de gran
aplicabilidad en el área forense. El concepto de psicopatía tiene en núcleo a comportamientos
transgresores a los modos imperantes en una época determinada y que atenta contra los fundamentos de
las normas que la sociedad mantiene para su propia supervivencia. Si bien se ha demostrado que la
psicopatía es un constructo universal, algunas de sus manifestaciones podrían resultar diferentes de
acuerdo a las condiciones socioculturales.
La tradición clínica y las evidencias empíricas sustentan que la psicopatía está fundamentalmente asociada
con la antisocialidad es difícil comprender y evaluar el constructo sin hacer referencia a las conductas
antisociales exhibidas por los sujetos psicopáticos. La antisocialidad no se trata sólo de una simple
consecuencia del estilo interpresonal, afectivo o formas conductuales sino de una asociación recíproca
entre variables.
La psicopatía tiene una fuerte relación con la delincuencia. Sin embargo, no debe sobrestimarse el riesgo
de realizar diagnóstico sólo en base a la antisocialidad y se debe tener en consideración que la psicopatía
se caracteriza por una constelación de rasgos, que se conjugan para formar el trastorno y un diagnóstico
adecuado se requiere que las puntuaciones de los sujetos sean elevadas en los cuatro factores del PLC-R de
Hare.
El PLC-R tiene cuatro factores que se denominan de la siguiente manera: “interpersonal”, que evalúa la
forma en que el sujeto se relaciona con otras personas. La evaluación es longitudinal, por lo que se
requiere información histórica, comenzando por la niñez. “Afectivo”, que evalúa la resonancia afectiva de
la persona frente a los diferentes acontecimientos en su vida y la calidad de su vinculación con los demás.
“Estilo de vida”, pues se considera que una conducta aislada no es suficiente para el diagnóstico de
psicopatía. Finalmente, el factor “Antisocial” que es el que capta la versatilidad criminal propia de la
psicopatía. La revisión de los antecedentes delictuales es imprescindible para la evaluación de este ítem.
Respecto al diagnóstico diferencial, existe una controversia de larga data relacionada con la psicopatía y el
trastorno de personalidad antisocial tal como fuese establecido en las publicaciones DSM-III a IV. El DSM-IV
establece los criterios con dos perspectivas diferentes: por una parte se centra en la conducta antisocial y
por la otra realiza inferencias de rasgos de personalidad, pero no dispone la forma de realizar esas
inferencias. Mientras el DSM-IV establece que el Trastorno de Personalidad Antisocial sería también
conocido como psicopatía, sociopatía o trastorno de personalidad antisocial, hay líneas de pensamiento
que reconocen importantes diferentes entre el TPAS y la psicopatía y estudios que establecen diferentes
prevalencias de ambos trastornos en el ámbito forense. En el DSM-IV se describe que el TPAS se asociaría
con mayor fuerza a un estatus socioeconómico bajo y a la vida urbana, lo que estaría en oposición a la
probable influencia genética que en los psicópatas trascendería a las condiciones socioeconómicas del
sujeto. Los criterios diagnósticos se centran básicamente en la antisocialidad entendida como criminalidad,
por lo que aquellos sujetos que no cometen delitos quedarían fuera de este diagnóstico.
La fortaleza del diagnóstico de psicopatía estaría en que al centrarse en aspectos de personalidad, resulta
con más estabilidad temporal y con menor probabilidad de engaño al evaluador.
El DSM-5 supera limitaciones de previas versiones del DSM al aportar alternativa para diferenciar la
presentación clínica del TPAS con características psicopáticas. La psicopatía, entonces, queda reconocida
en el DSM-5 como un subtipo de la categoría más amplia del TPAS.

Características de la violencia psicopática


La violencia es un tema ineludible en la evaluación de la psicopatía. En el psicópata con frecuencia se
verifica que la violencia es instrumental, se ejerce fría y premeditadamente, es controlada y predatoria.
La agresión “instrumental” o proactiva se presenta cuando el daño causado a un sujeto es secundario al
logro de otra meta externa.
Berkowitz denomina “violencia o agresión reactiva” a la reacción hostil y enojada a una amenaza o riesgo
percibido. El objetivo de este tipo de agresión sería la defensa personal contra algo frustrante percibido en
el medio ambiente.
Los sujetos psicopáticos podrían ejercer ambos tipos de violencia, pero incluso cuando ejercen la violencia
reactiva tendrían una mayor capacidad de control sobre ella. La psicopatía es un fuerte predictor de varias
formas de conducta violenta debido a sus rasgos interpersonales y afectivos. El sadismo en los psicópatas
se relaciona con la búsqueda de emociones fuertes, la ausencia de empatía y de otros mecanismos
inhibitorios.
La violencia no necesariamente fluctúa entre dos polos: reactiva e instrumental sino que puede
conceptualizarse en cuatro diferentes clases: A) violencia meramente reactiva que sería aquella en la que
habría fuerte evidencia de un alto nivel de espontaneidad e impulsividad a la vez que una falta de
planificación al momento de llevar a cabo el delito o el acto violento. B) Violencia reactiva/instrumental en
la que se observan elementos tanto de violencia reactiva como instrumental, aunque la característica
central debe ser la reactividad. C) Violencia instrumental/reactiva en cuyo caso en el análisis del delito
deben detectarse tanto elementos instrumentales como reactivos, aunque los básicos son los primeros. E)
La cuarta clase de violencia es la instrumental propiamente dicha en la que no se encuentran elementos
emocionales o situacionales que hayan provocado la violencia; por el contrario, está completamente
orientada hacia un fin determinado previamente. Al comparar a los psicópatas con sujetos con
psicopáticos, los primeros se involucran en una violencia instrumental realizada a sangre fría con mayor
frecuencia que los segundos. Las razones para esta conducta serían falta de empatía característica de los
psicópatas y la baja emocionalidad frente a las víctimas.
La violencia sexual psicopática suele presentarse con la configuración que tradicionalmente se ha descripto
como sádica. En esa conducta sádica, más allá del desvío del interés sexual, se vislumbran características
típicas psicopáticas como son la falta de empatía frente al sufrimiento ajeno y elevada capacidad para
infligir sufrimiento, dolor y causar, heridas o la muerte de los demás.
Por último, es importante considerar que la violencia psicopática no sólo se manifiesta en actos o
conductas abiertamente agresivas como podría ser el homicidio o delitos sexuales. También se evidencia,
con particularidades, en las relaciones de pareja o laborales.
Las víctimas de la violencia psicopática generalmente sufren durante mucho tiempo el desconcierto que
implica estar sometida a sujetos que pueden ser encantadores y con alta capacidad de manipular y
engañar lo que puede incluso derivar en que la víctima accione también conducta agresiva y,
paradójicamente, ofrezca una nueva justificación o “razón” al psicópata para el uso de la violencia.
Cuando el psicópata ejerce violencia laboral, suele verificarse también una tendencia a asumir el control
financiero.

Psicopatología: sus fundamentos dinámicos – Paz

Psicopatías, impulsiones y perversiones


El agrupar a estos cuadros en un ítem común obedece a las siguientes razones:
1. Expresan conflictos primarios.
2. No son psicosis, en tanto permiten una juste a la realidad compatible, en muchos casos, con el
desempeño de actividades complejas.
3. Las conductas que los definen atetan contra ciertos valores convalidados.
El concepto de impulsividad es originariamente descriptivo; refiere al pasaje desde niveles motivacionales
primitivos (pulsionales) al acto, sin la mediatización de sistemas transicionales adecuados.
Los sistemas simbólicos, a los que puede concebirse como sistemas sociales internalizados, ubicables en el
superyó, constituyen sistemas de demora de los impulsos.
Las psicopatías introducen inexorablemente el problema de los valores en el ámbito de la psicopatía.
El psicópata, impulsivo o perverso, en cuanto tal, sustituye la realidad tal cual es, por las perentoriedades
inconscientes que lo determinan, creándose metas y apetencias que tienden al equilibrio de ansiedades
psicóticas intensas, por lo que se dan de manera narcisista y omnipotente.
La consideración del otro como valor simplemente no existe.
En las psicopatías y perversiones no necesariamente los actos tienen siempre un carácter impulsivo, sino
que los sistemas de mediación se hallan distorsionados.
Lo específico de esas distorsiones reside, en el caso de la psicopatía, en la absorción de todas las
capacidades por las necesidades de una estrategia angustiosa originada en ansiedades persecutorias de tal
magnitud que transforman cada acto en juego de supervivencia, en el que, naturalmente, todo vale.
En las perversiones, el modelo básico es similar, con la particularidad de que las conductas esenciales se
hallan polarizadas en el área de las actividades sexuales.
Las perversiones pueden considerarse como un tipo especial de estructuración caracteopática; serían, en
su mayoría, caracteopatías sexuales.
Respecto de las adicciones, puede considerárselas como desorganizaciones psicóticas potenciales
consolidadas alrededor de un núcleo que funciona como objeto integrativo idealizado.
También cabe aquí diferenciar entre adicciones “puras”, a las que podemos considerar como graves
carateropatías y las conductas adictivas en neurosis descompensadas.
Las personalidades de los adictos divergen en su inicio, mientras que en estadios avanzados de deterioro,
se uniformizan por la pérdida de los niveles conductuales de más jerarquía.
En el psicópata “vero” la consideración del otro como valor no se da. La antisociabilidad psicopática surge
así naturalmente de un fondo vivencial arcaico, donde la concepción del otro y de sí mismo como
interiores diferenciados no se concibe.
Lo que en otros pacientes correspondería al “insight” es aquí sustituido por manifestaciones
hipocondríacas o actuaciones. Lo primero se explica puesto que la precariedad simbólica caduca frente a
experiencias emocionales que “llegan”, y se expresan en el nivel primordial de lo corporal-indiscriminado-
persecutorio. La actuación tiende a la utilización de los otros para reservorios de sus ansiedades o para que
jueguen ciertos roles necesarios para el mantenimiento del equilibrio psicopático.
Las vivencias de necesidad, sentidas como catastróficas, tienen que ser simultáneamente negadas y
satisfechas.
Podríamos definir a la personalidad psicopática como la forma más exitosa de consolidación de una
identidad mediante la identificación nuclear con un objeto malo.
La fantasía básica existente respecto al propio self es de algo muy destruido, no reparable. El “falos self”,
consolidado sobre el tipo específico y estable de identificación con el perseguidor antes señalado
constituye la única garantía para evitar el derrumbe, de ahí la dificultad para el “insight” y la reversibilidad.
Destaca el déficit en el intercambio verbal en las redes comunicativas familiares de estos pacientes, de
forma tal que la acción pasa a constituirse en el medio expresivo por excelencia.
La “antigrupalidad” que los define hace que difícilmente puedan integrarse, puesto que carecen de las
posibilidades mínimas de identificaciones y proyecciones de intercambio necesarias para el juego
convivencial. Sólo pueden hacerlo en roles fijos y que les den la seguridad de poder y control discrecional.
Repiten así la pauta familiar, en tanto muestran desembozadamente el sadismo paterno con el cual se han
identificado nuclearmente. Es frecuente la erotización del manejo sádico de los demás o de las conductas
delictivas, dándose así el entroque con las perversiones, en sus formas sádicas y sadomasoquistas.
La habilidad para el manejo de los demás, expresa el desarrollo escindido y unilateral de aprendizajes y es
esencial puesto que en su mundo vivencial cada acto es de vida o muerte. Poder controlar supone
tranquilizar la persecución y, además, comprobar el estado del instrumento de manejo.
El modelo de partes de la personalidad es útil para comprender la existencia de rasgos neuróticos que se
han desarrollado en aquellos sectores de la personalidad menos enfermos; desde el punto de vista
estratigráfico configuran la superestructura de “fachada” que da lugar a diagnósticos equivocados.
La soledad es insoportable para el psicópata, pues cae bajo la acción de vivencias desintegrativas que
tienden a organizarse melancólicamente. Esto da lugar a un tipo especial de aburrimiento, difícilmente
soportable y del cual sale mediante la actuación, que en ese punto surge como objeto idealizado que lo
llenará de algo neutralizador del “vacío corrosivo” que experimenta.

Perversiones
Es precisamente en las perversiones en las que lo pregenital de un comportamiento es un dato clínico e
incluso descriptivo, en la mayoría de los casos.
Podemos clasificar las perversiones, según sus variaciones, respecto de:
1. El objeto (sexo, edad, especie).
2. Zonas anatómicas (felacio, coito anal).
3. Fines sexuales preliminares (tocamiento, contemplación, exhibición, sadismo y masoquismo).
El placer preliminar proviene de dos fuentes:
1. De la activación de la zona o función erógena en cuestión.
2. De la anticipación del placer final.
Esto es importante para comprender la psicopatología sexual.
La fijación de los perversos a cierta zona, fin u objeto previo, debe pensarse en su sentido más completo y
profundo. La sexualidad de estos enfermos se halla permanentemente desgarrada por la presencial virtual
del coito heterosexual como término idealizado que es negado, imitado o atacado en las distintas
actividades y fantasías.
A menudo el intenso placer supuesto de la perversión consiste en el orgasmo en tanto finalización de una
aventura azarosa.
De tal forma que tenemos una doble restricción: 1) de la actividad sexual plena, 2) de la actividad sexual
sustituta.
La perversión surge como transacción: se satisfacen las pulsiones y también el superyó secundariamente
estos síntomas se organizan como sistemas estables constituyendo un tipo especial de caracteropatías:
perversiones.
El placer del Superyó podemos entenderlo por la existencia de objetos internos sádicos que obtienen
placer de la castración. De ahí que el Superyó del perverso haya sido descripto como poseyendo una
fractura intrasistémica que “permite” actividades pregenitales y “prohíbe” las genitales.
Locura de a dos – Quiñonez

El texto relata el caso de dos hermanas que asesinan a su padre en lo que parece ser una especie de ritual
para “sacarle el demonio”.
Azucena padece esquizofrenia, un tipo de psicosis, es decir de alteración grosera de la personalidad con
escisión del Yo, ambivalencia afectiva y disociación asociativa del pensamiento. La esquizofrenia en su
variedad paranoide se caracteriza por la presencia de un “delirio de influencia”. Quien lo padece siente que
alguien o algo lo domina, las alucinaciones auditivas son el modo en que se manifiestan.
Una idea delirante es una idea errónea, instalada mórbidamente, que tiene una fuerte carga emotiva y
“que mueve a la acción”. El delirio de tipo místico no deja de ser convincente, por el contrario, se trata de
una certeza cuya característica básica es la frescura sensorial de las alucinaciones auditivas, visuales y de
tipos diversos, que pueden ser descriptas perfecta y detalladamente por el paciente cuando se le pregunta
por ellas, además de la sensación de éxtasis espiritual y arrobamiento o enajenación que siempre las
acompañan.
Es por esto que estas alucinaciones percibidas, por los sentidos tienen una intensa convicción subjetiva,
son irreductibles e incomprobables.
En la percepción intervienen tres procesos psicológicos: la sensación propiamente dicha, la evocación de
los recuerdos y la asociación de ideas. La alucinación de los recuerdos es una alteración de la percepción,
consiste en un constructo, una captación sin estímulo real ni presente que aparece en el área sensorial
alterando la visión, la audición, etc.; su producto, el delirio, es un error de juicio de realidad basado en un
pensamiento que no es objetivo, razonable, estable, fundamentado, ni cumple con las leyes lógicas de la
asociación de ideas.
Dalmacia, la hermana mayor, padecía un trastorno esquizofreniforme. Se trata de una alteración que se
caracteriza por la presencia de delirios, alucinaciones, discurso y comportamiento desorganizado, pero
cuya producción sintomática puede durar de uno a seis meses. Lo que ocurrió esa madrugada de ninguna
manera fue producto de un impulso, sino que se venía gestando desde hacía tiempo y corresponde a un
fenómeno que forma parte de la historia de la criminología y la psiquiatría: una “locura de a dos”. Se trata
de un trastorno psicótico de una personalidad esquizofrénica hacia otra proclive a este tipo de alienación
compartida.
Por definición, la sugestión hace posible la credibilidad y aceptación de una idea erróneamente concebida.
Tal mecanismo genera una realidad interna muy especial, en cuyo ámbito solo existe incertidumbre y
miedo.

La tarjeta de visita del criminal – Reik


Definición más importante
Indicios: actos incautos, indiferentes, que traicionan al criminal mientras su atención
está concentrada en borrar rastros. El individuo no puede ocultar secretos.

El análisis químico de las heces que muchos criminales dejan en el lugar del hecho, han permitido, con
frecuencia, el total esclarecimiento del caso.
Hellwig cree que se basa en la idea de que si el criminal huye, debe dejar algo detrás de sí, es decir, lo
impulsa la convicción fundamental de que todo crimen debe expiarse.
Debemos a Freud, el descubrimiento de que el niño considera las haces como un regalo, como una
expresión de afecto hacia una persona querida. Este significado infantil no excluye que se las utilice
también como un medio de desafío. La superstición del criminal, la idea de expiación y protección
representada por las heces, se hace comprensible considerándola como una expresión infantil de
compensación.
Constituye una expresión de impulsos inconscientes de confesar. Algunas veces, si se investiga el motivo
inconsciente se puede deducir que las heces han sido abandonadas con un propósito de auto traición.
Las historias de los indicios demuestran que el autocastigo puede ser reemplazado por la autotraición, la
necesidad de expiación por el impulso inconsciente a la confesión o expresada por parapraxis (actos
fallidos).

El regreso del asesino al lugar del crimen


Es un hecho importante que el impulso a regresar al lugar del crimen gravita muy a menudo con fuerza
compulsiva.
Lo que ocurre en él, después de un crimen, es en gran parte desconocido para su yo. Puede sostenerse que
precisamente los crímenes más graves, constituyen también un trauma psicológico para su autor, un
trauma que tiene que ser dominado mentalmente.
El deseo de reexperimentar el placer es, seguramente, uno de los motivos ocultos que llevan nuevamente
al criminal al lugar donde cometió el crimen. Junto a este impulso de reexperimentar el pacer, existe otro
no menos compulsivo: la necesidad inconsciente de castigo.
De acuerdo con los conceptos psicoanalíticos, existen, especialmente en los crímenes graves, ciertos
mecanismos de proyección. El criminal huye de su propia conciencia como lo haría ante un enemigo
exterior, proyectando hacia afuera a este enemigo interno. Bajo tal presión su yo debilitado lucha
vanamente y el criminal se vuelve descuidado y se traiciona a sí mismo.
Su yo lucha en vano contra la compulsión a la confesión. La vuelta de los asesinos a la escena del crimen
coincide con este esquema de las cosas, pues uno de los motivos ocultos es su anhelo de entregarse a la
justicia.
Sería erróneo decir que el odio a sí mismo hace que el criminal se traicione; tal vez sea la piedad o el amor
al objeto introyectado en el yo. Tal vez la ley se más benigna que la autodestrucción. El criminal más
empedernido teme a su superyó; a la agresión interna que efectúa su destrucción.

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