Ninos Con Alta Sensibilidad - Karina Zegers de Beijl
Ninos Con Alta Sensibilidad - Karina Zegers de Beijl
Ninos Con Alta Sensibilidad - Karina Zegers de Beijl
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Karina Zegers de Beijl
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Título original: Niños con alta sensibilidad
Karina Zegers de Beijl, 2019
Diseño: Editorial
Editor digital: Titivillus
ePub base r2.1
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Índice de contenido
Cubierta
Titulo
Introducción
1. El rasgo
Los cuatro pilares
Algo sobre la investigación
Cómo reconocer a un niño PAS. Un retrato
DOES en niños
Procesamiento profundo
La sobreestimulación
Las PAS, seres muy emocionales y empáticos
Sensibilidad en lo sensorial y respecto a sutilezas
Sensible, pero sin los cuatro pilares
2. El día a día de un niño con alta sensibilidad. Puntos de atención
Talentos
La importancia de un entorno favorable
¿Eres madre o padre con AS?
Dificultades recurrentes
Rabietas
Enfados
Dormir
Guardería y colegio
Acoso y bullying
Jugar con amigos
Los hermanos
Perfeccionismo y baja autoestima
Querer ayudar
A la hora de comer
Centro de atención
Necesidad de desconexión, retirarse
Sobre el comportamiento en general
El estrés en niños
Ocio: la importancia del tiempo libre
El juego para desconectar y aprender
Pantallas
Excursiones y viajes
Los abuelos
Sustos y gritos
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La sobreprotección
Los cambios
3. Consejos y recursos
La importancia de conocer bien el rasgo
Reconoce y acepta que tu niño es altamente sensible
La necesidad de poner límites
La sobreestimulación, ¿cómo evitarla?
A la hora de dormir
Cuando la comida es un problema
Jugar, juego y juguetes
Limitar el acceso a móviles y tablets
Cuando hay problemas en el cole
Acoso escolar y PAS
La conversación con tu hija o hijo PAS
4. PAS sí, ¡pero muchas cosas más!
Introversión, extroversión, niños buscadores de sensaciones y niños
tozudos
Los cuatro temperamentos de Galeno
Los cuatro temperamentos en niños con alta sensibilidad
Epílogo
¿Una educación a base de premios y castigos, o la crianza incondicional?
Anexo 1
Encuesta de alta sensibilidad en niños: el procesamiento profundo
Encuesta de alta sensibilidad en niños: la sensibilidad emocional
Encuesta de alta sensibilidad en niños: los estímulos físicos
Encuesta de alta sensibilidad en niños: talentos
Encuesta de alta sensibilidad en niños: ser madre o padre de un niño con
alta sensibilidad, ¿fácil o complicado?
Encuesta de alta sensibilidad en niños: dificultades generales
Encuesta de alta sensibilidad en niños: situaciones sociales
Encuesta de alta sensibilidad en niños: situaciones nuevas
Anexo 2
Anexo 3
La alta sensibilidad en niños
La alta sensibilidad en adultos
Bibliografía
Libros:
Webs de interés:
Sobre la autora
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Para:
Belle y Alex, mis hijos;
La y Jan, mis padres.
Con inmensa gratitud por los muchos aprendizajes.
Elaine Aron.
Por la llave que nos regaló.
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Introducción
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determinan el rasgo, y aunque todas las PAS las compartimos, las
experimentamos y las expresamos a nuestra manera. A los pilares se añaden
otras facetas de la personalidad y otras experiencias que nos van formando,
modelando. Me basta mirar a mi propia familia para ver que ningún miembro
de nuestro pequeño clan, en el cual todos compartimos el rasgo, se parece al
otro. Bueno, igual en cuanto a algunas de sus ideas, pero en poca cosa más.
Reflexiono sobre esto, algo en apariencia tan lógico, pero realmente lo vivo
como algo milagroso.
Espero poder daros una visión un poco diferente a lo que ya se ha dicho
sobre estos niños tan interesantes y fascinantes que forman parte de nuestra
vida y de los cuales tanto podemos aprender. Un niño es un mundo en sí
mismo. Desde luego no es solamente el resultado de su herencia biológica y
de su entorno; ese pequeño ser, lleva dentro de sí algo único, algo que es
específicamente suyo y que hace que no exista otro igual en el mundo. Si
mostramos interés y deseo verdadero de ser el guía, el educador y el
acompañante que este niño necesita, a lo mejor conseguimos ver y liberar ese
genio que lleva dentro. De este modo quizá llegue a volar y dar sentido a su
existencia en un mundo desesperado por una generación que aporte grandes
dosis de creatividad sensible e inteligente, por encontrar soluciones para los
muchos problemas causados por generaciones anteriores en las cuales me
incluyo. Necesitamos personas que sepan pensar con el corazón y que, al
mismo tiempo, sientan con sensatez. Creo que el rasgo de la alta sensibilidad
juega un papel en el que estas personas se irán manifestando, y confío en que
lo harán en la medida en que consigamos darles la infancia que se merecen,
una infancia respetuosa, una buena infancia que hará que su rasgo se pueda ir
desarrollando de una manera sana y equilibrada, como un paquete de talentos
maravillosos, destinados a contribuir a la realización de un mundo más
humano.
En este libro iremos viendo cómo reconocer al niño PAS y cómo
entenderle. Veremos cuáles son las claves para poder ayudarle y acompañarle
para que llegue a ser un adulto equilibrado, capaz de sacar el máximo fruto de
su forma de ser. Al mismo tiempo espero de todo corazón que el contenido
ayude a la PAS adulta para que vaya, paso a paso, reestructurando su infancia,
revisitándola a través de las gafas de alguien con el mismo rasgo. Desde mi
propia experiencia os confieso que escribir este libro me ha permitido
comprender y perdonar a mis padres, a mis abuelos, a mis profesores y a otros
educadores; y cambiar poco a poco el dolor y los juicios, por una cálida luz de
aceptación y amor. Entender lo que significa ser AS como persona adulta,
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como madre de dos PAS, como hija de dos PAS y como alumna y amiga, me
ha ayudado a comprenderme mejor, y a entender, a un nivel más profundo,
mis reacciones a veces un tanto extrañas y el simple hecho de ser diferente.
Me ha mejorado la autoestima y me ha dado la capacidad de abrazar a mi niña
interior. Si esto fuera el único fruto que tú, educador PAS, saques del texto,
mi objetivo se habrá cumplido ya que el conocimiento del rasgo tal como se
manifiesta en tu hijo o alumno, te capacitará al máximo para ser el adulto que
ayudará y apoyará al pequeño PAS del que cuides.
Si estás leyendo esto es probable que tengas una hija PAS, o un hijo que
lo sea o que profesionalmente trabajes con niños que pueden tener este rasgo.
Siendo la PAS que soy, me emociono pensando en la suerte que tienen estos
niños AS por teneros como cuidadores en sus vidas, cuidadores con un
verdadero interés por comprenderles y ayudarles para que lleguen a ser
adultos emocionalmente equilibrados que sepan disfrutar de las ventajas del
rasgo.
Lo iré diciendo más veces (porque me parece tan importante), son varias
las investigaciones que han hecho visible que las PAS que han tenido una
infancia complicada o traumática tienden a sufrir depresiones o ansiedad a
medida que van creciendo, que sufren incluso más que los no PAS, mientras
que PAS que han sido educadas con mucho cariño, amor y comprensión
llegan a ser tan felices, o más, que niños que no comparten el rasgo.
Por último, os confieso que percibo la tarea de escribir este libro como
una responsabilidad tremenda. Tengo muy claro que los niños de hoy son los
adultos de mañana. Ese «mañana» ya está aquí y necesita de seres humanos
creativos, con valores y con la capacidad de defenderlos. Como bien sabemos,
nuestro planeta y los seres vivos que lo habitan están en peligro y no podemos
perder tiempo. Ayudemos hoy a nuestros niños para que mañana sean
conscientes y capaces de luchar por una vida digna para todos.
Para que la lectura sea amena y el tema de género no ofenda a nadie,
utilizaré niña y niño, madre y padre con variación e invito al lector a leerlo de
la manera en que se ajuste a su situación personal. Alguna vez tendré que
hacer una distinción clara entre chica o chico, y en estos casos lo haré
expresamente.
Utilizaré las siglas PAS y AS para no tener que repetir continuamente
«Persona con alta sensibilidad» y «alta sensibilidad» o «niños con alta
sensibilidad». Me gusta hablar de niños AS.
También me gustaría decir que alguien es PAS —persona con alta
sensibilidad—; no es correcto decir que una persona tiene PAS.
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EL RASGO
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El rasgo encontrado por Aron, que se conoce como el rasgo de la alta
sensibilidad o el rasgo de la sensibilidad de procesamiento sensorial (SPS, su
nombre científico) se basa, como ya indica su nombre, en una marcada
sensibilidad sensorial (véase encuesta de estímulos físicos en Anexo 1) y
emocional, pero es mucho más que esto. «El problema», dice Aron, «es que
hay que dar un nombre a lo que descubres, y para esto te basas en lo que,
desde tu punto de vista, es la faceta más destacable». En los últimos años,
Aron ha ido afinando el concepto hasta llegar a cuatro puntos —pilares— que
forman la esencia del rasgo de la alta sensibilidad:
Muchos conocen estos pilares como las siglas DOES, el acrónimo basado
en la descripción en inglés de los cuatro puntos mencionados:
— Deep processin
— Overstimulation
— Emotions and empathy
— Sensitivity to subtleties
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bastante común ya que se presenta en alrededor del 15 o el 20 por ciento de la
humanidad (también se ha encontrado en más de 100 especies del reino
animal), y es por esto que hablamos de un rasgo y no de un trastorno ya que,
como concepto, este se suele caracterizar por su escasa frecuencia mientras
que el rasgo de la alta sensibilidad es algo muy común. El rasgo no varía
según el género, se presenta en un porcentaje similar en chicas y chicos, en
hombres y mujeres.
En este libro hablaremos sobre niños con alta sensibilidad, y como se trata
de un rasgo que es hereditario, estos cuatro puntos básicos se suelen empezar
a manifestar en el bebé. Al tratarse de un rasgo genético, la madre o el padre
—o ambos— también será PAS. Puede ser que el adulto sepa que es PAS y
que conozca el rasgo. Si es el caso es probable que, al ver ciertas
características en el comportamiento de su hijo, no tarde mucho en darse
cuenta de que el pequeño ha heredado su sensibilidad. Pero lo que ocurre con
bastante frecuencia, es que un adulto que nunca ha oído hablar del rasgo, lo
descubre en sí mismo cuando empieza a investigar determinados
comportamientos de su hijo o hija; que forman parte de las características del
rasgo de la alta sensibilidad. Una vez que entienden que aquello que perciben
en su hijo tiene que ver con un rasgo genético, comienzan a mirarse y
cuestionarse. Como coach, cada vez que pasa algo así, me emociono. Es
maravilloso ser testigo de cómo la persona percibe su propia infancia a través
de las gafas de lo que acaba de descubrir, y le permite entender tantas cosas
de su propia historia, sobre todo esa sensación de no encajar y sentirse
diferente.
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desarrollar timidez, introversión o miedos ante según qué situación, ninguna
de estas características capta el rasgo que existe por debajo de estos aspectos,
el cual es muy difícil de reconocer en función de la observación de un único
comportamiento. Dudo mucho que determinados niños nazcan miedosos y
tímidos, ya que estos rasgos no sobrevivirían mucho en los genes humanos».
Aunque ella ha decidido llamarlo high sensitivity —alta sensibilidad—, el
término científico del rasgo, como he dicho más arriba, es SPS, Sensory
Processing Sensitivity o Sensibilidad de Procesamiento Sensorial. Es
importante saberlo a la hora de buscar más información sobre los resultados
de la investigación oficial y reconocida.
Aparte de la doctora Aron, en muchos casos acompañada por su marido,
el doctor Arthur Aron —quien, como ella, es doctor en psicología bastante
conocido por su trabajo Las 36 preguntas para enamorarse y su presencia en
el documental Sensitive. The Untold Story—, cada vez hay más científicos de
renombre investigando el rasgo que estamos viendo aquí. Me gustaría
mencionar brevemente a algunos y sus hallazgos (si quieres saber más puedes
dirigirte a la web de Aron, www.hsperson.com).
Creo que es importante hablar un poco de su investigación para dejar
claro que estamos hablando de algo serio y no de «un invento que está de
moda», como algunos quieren verlo, como algo New Age. Es importante ser
rigurosos para que la alta sensibilidad se tome en serio en el ámbito de la
salud y la educación. Nos lo merecemos todos los que compartimos este
rasgo, los adultos y, especialmente, los niños, ya que su bienestar emocional
durante el resto de su vida depende en gran medida de cómo son
acompañados, apoyados, comprendidos y educados desde pequeños.
Algunos de los nombres de los investigadores sobre el tema os sonarán,
por su participación en el documental que he mencionado antes, Sensitive.
The Untold Story: Bianca Acevedo, Jadzia Jagiellowicz, Steve Suomi,
Michael Pluess y Jay Belsky. Hay otros, como Theodore Wachs, Friederike
Gerstenberg o Francesca Lionetti —colaboradora de Michael Pluess— de la
Universidad de Queen Mary en Londres que, posiblemente, son menos
conocidos pero cuyo trabajo también ha contribuido al reconocimiento del
rasgo.
Repasemos brevemente algunos de los estudios.
El doctor Steve Suomi, mientras investigaba el comportamiento de los
monos (macaco Rhesus), se fijó en que algunos eran muy inquietos
—«nerviosos» según Suomi— comparados con la actitud relajada y casi
pasota de la gran mayoría de monos. Decidió colocar a los bebés inquietos
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con madres adoptivas, madres «pasotas», con mucha experiencia en la cría de
monos de tierna edad y conocedoras de «herramientas educativas». Viviendo
bajo la tutela de las madres adoptivas, los pequeños monos inquietos iban
calmándose y cogiendo más seguridad en sí mismos. Suomi observó además
que —y esto es casi lo más interesante—, eran justamente estos monos los
que, en la edad adulta, se convirtieron en líderes exitosos de los clanes.
El resultado de este trabajo coincide perfectamente con otro dato,
resultado de la investigación llevada a cabo por Michael Pluess, entre otros,
que ha hecho visible que niños AS que tienen una infancia conflictiva o
traumática, tienden a desarrollar ansiedad y depresión a partir de la
adolescencia, tienen un carácter más neurótico, mientras que niños AS con
una infancia equilibrada o incluso «normalita», tienden mucho menos a la
neurosis y no suelen ser propensos a la ansiedad.
Es muy interesante que, según se vio en los niños que participaron en
estas investigaciones, los niños AS con una infancia conflictiva generalmente
respondían mejor a terapias de todo tipo, hasta obtenían beneficios de libros
de autoayuda y, en cambio, no parecía ser el caso de los niños que no tenían
AS, pero sí habían tenido una infancia complicada. Una manera de
caracterizar el resultado de estos estudios sería decir que las PAS lo pasan
peor si están expuestas a condiciones difíciles y problemáticas en
comparación con niños que no tienen este rasgo, mientras que la buena noticia
es que las PAS sacan un mayor beneficio de intervenciones psicológicas y de
autocuidado que las no PAS cuando reciben las mismas intervenciones.
Si miramos una de las características base del rasgo, la tendencia a
procesar toda la información de una manera profunda, de registrar más datos
que la mayoría de la gente y dar vueltas a todo lo que nos llega a través de los
sentidos, está la investigación de la doctora Jagiellowicz. Ella, mediante el
uso de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI), hizo visible que
las personas con alta sensibilidad demuestran una mayor actividad cerebral a
la hora de intentar descubrir unas mínimas diferencias en imágenes que se
parecen mucho pero no son iguales. Puedes pensar, por ejemplo, en el juego
de «descubre las diez diferencias», que les suele encantar a las PAS ya que
generalmente les cuesta muy poco descubrirlas.
Dice la doctora Jagiellowicz: «Las personas con alta sensibilidad captan
más información de su entorno, pero lo importante es que toman aquello que
les llama la atención y lo combinan con otra información que han ido
recopilando durante toda su vida. Porque han ido coleccionando esa
información por la capacidad de combinarla, muchas veces producen ideas
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nuevas y únicas. No se trata de trucos o magia, es solamente que captan más
información de su entorno». (Sensitive. The Untold Story).
«La relación entre el rasgo de la sensibilidad de procesamiento sensorial y
la reactividad emocional» es un estudio realizado por los doctores Aron y la
doctora Jadzia Jagiellowicz, en el que se vuelve a recurrir al método de la
resonancia magnética funcional para investigar la reacción de 96 personas (la
mitad PAS y la otra mitad personas con poca sensibilidad) ante unas
fotografías estándar que se suelen utilizar para medir reacciones emocionales,
tanto positivas como negativas. Llamaba la atención la intensidad emocional
de las PAS al ver las fotos: una intensidad bastante mayor que la reacción que
se producía con las mismas fotos en el cerebro de los participantes no PAS.
Curiosamente la reacción de las PAS a las imágenes con una carga emocional
positiva era, comparativamente, más fuerte que la reacción a las imágenes
negativas. Un dato curioso añadido es que, entre las PAS, la activación
cerebral ante las fotos positivas era más intensa en aquellas que habían
disfrutado de una buena infancia.
El hecho de que las PAS sufren más en entornos negativos o tóxicos, pero,
por otro lado, realmente llegan a florecer en un entorno positivo y marcado
por relaciones amorosas y de apoyo, es uno de los aspectos que se ha hecho
visible gracias a este estudio y a la investigación de Michael Pluess,
investigador suizo que trabaja en la Universidad Queen Mary de Londres.
«Susceptibilidad diferencial» es el nombre que Pluess dio a estas diferencias
remarcables en la respuesta emocional de las PAS. Realmente es muy
llamativo que una persona con alta sensibilidad en un ambiente positivo se
abre más al lado positivo de la información, no admitiendo tanto la parte
negativa. Dicho de otra manera: allí donde se encuentran bien, se encuentran
mejor que la mayoría de la gente, demostrando una mayor capacidad de
disfrutar de lo positivo. Es realmente sorprendente el hecho de que las PAS
que en su niñez se han sentido queridas y valoradas demuestran reacciones
todavía más intensas que las PAS con una infancia complicada. Se supone
que estos niños «han estado muy pendientes de afirmaciones positivas hacia
su persona, registrando pequeños detalles como las sonrisas de aprobación y
de complicidad como señal de cariño de sus padres», explica Elaine Aron
(«Relationship between the temperament trait of SPS and Emotional
Reactivity», Jadzia Jagiellowicz, Elaine N. Aron, Arthur Aron, en Social
Behaviour and Personality, 2016).
Bianca Acevedo encontró resultados similares en un estudio parecido, en
el cual personas con alta sensibilidad y otras que no tienen el rasgo miraban
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fotografías de seres queridos y de personas desconocidas, presentando más
activación el cerebro de las PAS que el de las personas menos sensibles. De
todas las fotos, las imágenes de seres queridos con una expresión feliz eran
las que más activaban el cerebro PAS. Lo que también pudo constatar
Acevedo es que, en las PAS, se produce una mayor actividad cerebral en la
llamada «ínsula», también conocida con el nombre de «la sede de la
conciencia». La ínsula tiene la particular característica de registrar toda la
información que nos llega en el momento en que está pasando, en el «aquí y
ahora», y se refiere tanto a información sensorial o emocional de la propia
persona, como a información captada desde el entorno. Esta elevada actividad
de la ínsula en personas con alta sensibilidad, mayor que la de las personas no
PAS en situaciones iguales, explica el hecho de que las PAS seamos mucho
más conscientes de lo que pasa en nuestro propio ser (cómo nos sentimos) y
en nuestro entorno. Dicho de otra manera, las PAS profundizamos más en la
gestión de la información recibida. Es justamente esto, el procesamiento
profundo, por un lado, y por otro la elevada sensibilidad sensorial y con
respecto a las sutilezas, lo que reflejan el primer y el cuarto pilar que vimos
bajo el acrónimo DOES (véase encuesta de procesamiento profundo en
Anexo 1).
Tenemos que mencionar también el estudio «Development of the Highly
Sensitive Child Scale and Identification of Sensitivity Groups», firmado por
Michael Pluess, los Aron y Francesca Lionetti, entre otros. El aspecto más
conocido de esta investigación está relacionado con la segunda parte del
trabajo y tiene que ver con el descubrimiento de la existencia de tres niveles
distintos de lo que el Michael Pluess denomina la «sensibilidad ambiental».
Cualquier ser vivo necesita tener cierta sensibilidad en la relación con su
entorno, pero este estudio puso de relieve que esa sensibilidad tiene grados.
Según los datos encontrados por Pluess (investigó a un grupo de niños entre
los 10 y 19 años) un 20 por ciento es altamente sensible, un 60 por ciento es
medianamente sensible, y existe un grupo importante del 20 por ciento que
demuestra muy poca sensibilidad. Aunque la metáfora de las orquídeas para
los muy sensibles y la de los dientes de león para aquellos que no cualifican
como «altamente sensibles» ya la habían introducido antes Boyce y Ellis,
fueron Pluess, Lionetti y los Aron quienes la expandieron añadiendo los
«tulipanes» con la idea de explicar que aquellos que no tienen una alta
sensibilidad no necesariamente son poco o nada sensibles. Según este estudio
existe, pues, un gran grupo de personas «medianamente» sensible (los
«tulipanes»). Se establecieron así tres categorías: el primer grupo, «las
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orquídeas» (20 por ciento y PAS); el segundo «los tulipanes» (60 por ciento y
medianamente sensibles); y el tercero «los dientes de león» (20 por ciento y
muy poco sensibles).
Si quieres saber más sobre la investigación te recomiendo visitar la web
de Elaine Aron ya que, aunque creo que es importante colocar este rasgo en
un marco científico, este libro quiere tratar en primer lugar sobre niños AS,
sus características, comportamiento y posibles puntos de atención.
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si tu hijo mantiene conversaciones largas e intensas con un amigo imaginario,
mientras que amigos de verdad tendrá uno solo o, en todo caso, muy, muy
pocos. En este sentido también llama la atención que muchos niños AS se
entienden muy bien con personas mayores, quizás porque se sienten menos
juzgados o por el hecho de que generalmente les gusta hablar sobre temas
demasiado «serios» para su edad.
El niño también demuestra una tendencia a bloquearse cuando, por el
motivo que sea, es el centro de atención. Este bloqueo se produce por el
simple motivo de que no le gusta que le miren ya que hace que se sienta
inseguro. Esto es especialmente cierto en el caso de niños predominantemente
introvertidos; el peque PAS con temperamento extrovertido se sentirá menos
molesto y hasta puede llegar a disfrutar al recibir mucha atención.
En cuanto a la ropa puede parecer quisquilloso. Hay telas y tejidos, como
la lana, que simplemente no aguanta. Se suele quejar de costuras (¡en
calcetines!) que le hacen daño, y muchos niños AS dicen agobiarse porque la
ropa les aprieta. Una queja estándar de casi todas las PAS, niños y adultos por
igual, es la sensación desagradable y hasta dolorosa de las etiquetas de la ropa
que rozan la tierna piel de la nuca o la parte alta de la espalda, y en muchos
casos producen manchas rojas de irritación. Sobre todo, los más pequeños no
aguantan ropa mojada, algunos pueden insistir en que quieren cambiar una
prenda que se ha manchado y la mayoría odia la sensación de arena en las
manos o en los zapatos. Y hablando de zapatos, pueden suponer un drama
para la PAS de cualquier edad, ya que muchos tienen costuras que producen
dolor, y con pies doloridos es difícil andar o correr. Generalmente puede
decirse que una PAS tiene el umbral de dolor tendiendo a la baja. A lo mejor
piensas que es quejica, pero créeme: cuando una PAS, sin importar la edad,
dice que algo le duele, le duele.
Muchos niños AS presentan problemas a la hora de comer. Hay cosas que
se niegan a comer, no solamente por su sabor sino también por la textura, la
temperatura o la mezcla de ingredientes. Este tema puede ir tan lejos que
muchos educadores se llegan a desesperar y con razón.
Hay más cosas que no le gustan. Es posible que, en comparación con un
niño no AS, se asuste con facilidad y cosas como portazos, globos que
explotan y petardos le pueden sobresaltar hasta hacerle llorar. Algo similar le
pasará con las sorpresas en general. Fiestas sorpresa, salidas espontáneas, un
improvisado cambio de planes, incluso algo tan aparentemente insignificante
como un simple cambio en el ritmo diario como puede ser aplazar la hora de
la comida —aunque como adulto te puede parecer buena idea—, a la pequeña
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PAS le puede producir angustia y malestar ya que de repente tendrá que
gestionar una avalancha de información nueva que no siempre es capaz de
procesar en poco tiempo. Los grandes cambios generalmente le cuestan
mucho más: una mudanza, un cambio de colegio, la llegada de un hermanito,
la separación de los padres, la muerte de un ser cercano… Nuestra pequeña
PAS se verá muy afectada por este tipo de cosas y, para encauzarlas,
generalmente va a necesitar mucha comprensión, atención y paciencia por
parte de sus educadores.
La PAS parece estar dotada de una especie de radar interior porque hay
muy pocas cosas que escapen a su atención. Se queja de ruidos que a (casi)
nadie les molestan como, por ejemplo, el suave tictac de un despertador o el
casi inaudible zumbido de las luces fluorescentes o de una nevera. Se percata
del más mínimo olor inusual, pero también —por supuesto— del aroma de
muchas plantas o de inciensos, pero malos olores, especialmente de personas,
pueden llegar a producirle arcadas. No solo eso, muchas veces parece saber lo
que la otra persona piensa o siente. Percibe cuando alguien se siente
preocupado o incómodo, cuando alguien necesita algo o simplemente se
encuentra mal. La pequeña PAS parece darse cuenta y si la situación se lo
permite, hará lo que pueda para ayudar o para aliviar el sufrimiento. Suele
demostrar la misma sensibilidad empática hacia los animales.
Su radar también le avisará del más mínimo cambio en su entorno
inmediato o en la apariencia de las personas que forman parte de su día a día:
notará, por ejemplo, un cambio de corte de pelo, nuevos cordones en los
zapatos, una foto diferente en el marquito en la estantería, unas gafas nuevas,
un cambio de la marca del yogur (lo cual puede ser un drama) o que haya
salido una flor o una hoja nueva en una de las plantas de la terraza.
No te extrañes si tu PAS tiene un vocabulario avanzado para su edad, algo
que suele ocurrir especialmente si los adultos en su entorno utilizan palabras
«difíciles» en sus conversaciones; el pequeño PAS las captará y las volverá a
utilizar y lo hará casi como saboreándolas. También es muy típico para
muchos niños AS aquello de hacer miles y miles de preguntas porque su
hambre por entender, comprender y aprender a veces parece insaciable.
Algunas de sus preguntas no serán nada fáciles de contestar e invitarán a la
reflexión. Teniendo en cuenta su necesidad de profundizar en los temas, si
hace algo que no quieres que haga, explícale con calma por qué no puedes
permitirlo; dará mucho mejor resultado que gritar (posiblemente llorará) o
castigarle sin más; probablemente percibirá el castigo como una injusticia, y
si hay algo que las PAS no suelen aguantar, son las injusticias.
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La pequeña PAS y la no tan pequeña puede tener una fuerte tendencia
perfeccionista, algo que no siempre le beneficia. Más adelante
profundizaremos en este asunto ya que es importante.
El tema de los límites y el deseo de ayudar es otro punto que puede
indicar que tu peque sea un niño con alta sensibilidad. Hay niños AS con una
tendencia muy fuerte a meterse en un proyecto, una tarea o algún problema
donde haya habido una injusticia que les ha llamado la atención y no saben
parar; se involucran más de lo que sería sano, y terminan por perder el sueño
y la tranquilidad interior. Existe el riesgo de que sigan y sigan hasta que la
cosa sea perfecta, hasta que la ayuda sea completa y el problema se haya
resuelto; suben a las barricadas para defender a un amiguito que ha sido
castigado de manera injusta. Esta última faceta la vemos especialmente en
adolescentes; es como si se les hubiera encendido una llama en el alma, el
fuego del ideal, que hace que se conviertan en uno de esos caballeros
legendarios luchando contra el Mal. El aprendizaje de los propios límites,
algo que para muchos PAS adultos sigue siendo un reto, generalmente
empieza a hacerse visible en esta edad, para bien y para mal, y es justamente
entonces cuando necesitan más que nunca que haya constancia en las reglas
que se les imponen. Un «no» es un «no».
El último punto que creo que no puede faltar en este «retrato» es el tema
de la saturación. Ya hemos visto que una gran cantidad de información nueva,
de estímulos nuevos, pueden causar un bloqueo. Los bloqueos son como
cortocircuitos neuronales que se pueden manifestar, por ejemplo, como una
sensación de tener la mente en blanco, como agitación y rabieta, dolor de
cabeza, mareos o ansiedad. Saturación equivale a estrés. Exponer a nuestro
pequeño PAS a muchos estímulos puede, pues, tener un efecto en su manera
de funcionar, puede afectar a su nivel de concentración por el simple hecho de
que no puede absorber más información. Suelo utilizar la metáfora de una
esponja: una esponja se va llenando de agua, absorbe y absorbe hasta llenarse,
hasta llegar al punto en que ya no puede retener más agua y entonces empieza
a chorretear. Con el cerebro pasa lo mismo. Gracias a sus antenas, que no
parecen paran de rastrear el entorno, una PAS absorbe cantidades ingentes de
información hasta que el cerebro se satura. Es lógico que cuando la cabeza
está llena, cuando el cerebro está saturado, uno no puede seguir prestando
atención. Vemos, entonces, que el niño desconecta, ya sea que empieza a
«soñar» con la mente en blanco, ya sea con una necesidad imperiosa de
moverse, dependiendo del temperamento predominante del niño. Los
diferentes temperamentos son algo importante que veremos con más detalle
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más adelante, pero por el momento es suficiente saber lo que acabo de
explicar porque forma parte del «retrato».
Ten en cuenta que un niño «sobreactivado», sobreestimulado, a la hora de
dormir tendrá problemas para desconectar y conciliar el sueño. Un niño —y
no solamente niños— en este estado puede llegar a rechazar caricias porque
las experimenta como dolor. Intentar calmar a un niño sobreestimulado
mediante el contacto físico puede tener el efecto contrario. A lo mejor te
extraña, pero date cuenta de que una caricia también es información, también
es un conjunto de estímulos. He visto a niños en este estado que, al ser
tocados, pierden el control.
Y un último apunte, relacionado con esto, pero para niños un poco
mayores: un niño sobreestimulado, por ejemplo, si está nervioso y estresado,
probablemente no obtendrá buenos resultados en un examen a pesar de
conocer muy bien la materia y haberse preparado con la actitud del
perfeccionista.
DOES en niños
Hemos mencionado los cuatro pilares del DOES, cuatro puntos esenciales a
tener en cuenta a la hora de poder decir si alguien es PAS o no. Mientras que
para los adultos es relativamente fácil reconocerse en este perfil, para los
niños puede ser más complicado. Antes de que Elaine Aron acuñara las siglas
del DOES como herramienta esencial para identificar el rasgo, teníamos que
conformarnos con un test. La combinación del cuestionario y los cuatro
pilares de DOES ofrece un recurso más fiable, aunque, en caso de duda,
siempre es aconsejable consultar con un buen profesional conocedor del
rasgo. No es lo mismo, como adulto, verse reflejado en los puntos esenciales,
que a través de la observación y la intuición intentar identificarlos en otra
persona y mucho menos si la persona es un niño.
La importancia de las cuatro características es tal que, si uno no se ve
reflejado en todos los puntos, si solamente se ve en tres o en dos, uno puede
ser muy sensible, pero al no reunir todas las características básicas del rasgo,
no podrá llamarse persona con alta sensibilidad. De la misma manera, si en el
niño dudamos de la presencia de los cuatro pilares, no será PAS.
Procesamiento profundo
Este es el primer pilar, siguiendo el orden de las siglas DOES.
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De todos los pilares, este es el más difícil de reconocer en bebés y en
niños muy pequeños. Una vez que empiezan a hablar y comprender
conceptos, suele ser más fácil. Recibir información no depende de la edad,
pero cuanto mayor sea el niño, menos le costará entenderla y más capacidad
pensante tendrá. La capacidad pensante empieza a desarrollarse con el habla,
con la facultad de «conocer» el entorno.
Las PAS recibimos mucha información, muchos datos. Con nuestros
sentidos a flor de piel y una fuerte emocionalidad, nos cuesta relajar la mente.
Al decir «procesamiento profundo» nos referimos al hecho de que tenemos
esa tendencia a analizar, comparar, evaluar y combinar todos los datos; está
claro que un bebé no puede hacerlo a este nivel. Para un niño de 3-4 años, ya
es diferente. Muchas veces tiene sentido pensar las cosas y evaluarlas, por
ejemplo, a la hora de estimar los posibles riesgos de la situación en la que se
va a meter. ¿Juego con este otro niño, o no? ¿Le ofrezco mi pala? También
tiene su utilidad a la hora de tener que tomar una decisión y optar por la mejor
solución, pero otras veces sirve de poco aparte de llegar a confundir y cansar
a la PAS, a veces, hasta el agotamiento. A muchos niños con AS, cuando les
preguntas: ¿de qué quieres el bocata, de queso, tortilla, jamón, crema de
cacahuetes o mermelada?, se pierden. Cada cosa tendrá su atractivo, su parte
negativa, sus implicaciones y consecuencias… y requiere mucho tiempo
llegar a tomar una decisión bien valorada. Muchos niños se echan a llorar por
la confusión o se ven desbordados, y llegan a gritar que no quieren nada.
Mucho mejor es presentarle al máximo dos opciones o, mejor todavía,
simplemente prepararle el bocata con lo que tú estimes que es una buena idea.
Una de las características base de la alta sensibilidad es que una PAS no
suele ser impulsiva ya que valorar un extenso abanico de posibilidades y
riesgos requiere su tiempo. En inglés hablamos del sistema pause and check,
que equivale a «detenerse y comprobar», que es exactamente lo que hacemos
las PAS, y especialmente los niños. Antes de saltar, la PAS se detiene y
empieza a valorar y analizar la situación, comparando todos los datos de los
que dispone. No lo hace por capricho, lo hace porque necesita saber cuáles
son los posibles riesgos. A la PAS no le gusta equivocarse y lo que pretende
es, a través de ese procesamiento profundo, acertar a la primera. Es muy
característico para un niño con este rasgo, sopesar, interiorizar un tema
investigarlo desde todos los lados y luego dar el paso. Por mucho que, como
adulto, quieras convencerle diciendo «te puedes equivocar y no pasa nada» o
«de los errores se aprende», no es el tipo de mensaje que el peque AS quiere o
necesita escuchar.
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En cuanto al procesamiento profundo en niños, esta característica
fundamental, especialmente durante la primera infancia, no es algo que
puedas observar a simple vista, aunque la intensa manera en la que un bebé
centra su atención en la madre o en la persona que le cuida, siguiéndola
continuamente con la mirada, puede ser una indicación inicial. Más adelante,
cuando el niño ya ha empezado a hablar, a los tres o cuatro años es posible
que te haga preguntas que te sorprendan, sobre las que tienes que reflexionar
porque no suelen ser simples de contestar, como si tenemos que amar y cuidar
a los animales, ¿por qué comemos carne? ¿Por qué papá te grita cuando le
pides que baje el volumen de la tele? ¿El abuelo se ha muerto? ¿Qué es la
muerte? ¿Por qué se ha muerto? ¿No le gustaba estar con nosotros y por eso
nos ha dejado? ¿Dónde va la gente que no tiene casa cuando hace frío y
llueve? Si tu niño PAS ve la tele cuando tú la ves y si ve las noticias (no lo
recomiendo en absoluto para los más jóvenes) puede llegar a hacerte
preguntas que todavía son más sorprendentes y que suelen hablar de su
profunda preocupación por temas de tipo ético y moral, o por lo existencial y
el medioambiente.
Probablemente no sea solo este tipo de preguntas lo que te asombre sino
también el vocabulario que utiliza, por ejemplo, la palabra «volumen» o
«difunto». Los niños aprenden por imitación, copian lo que los adultos hacen
y dicen, y cómo lo dicen. Los niños con AS, por su manera de registrar todo
lo que sus sentidos van abarcando, suelen ser excelentes imitadores y, por
ende, suelen aprender relativamente rápido. Si en su entorno se utilizan
palabras «difíciles», les suele encantar repetirlas, sin conocer su significado,
por el simple hecho de poder decirlas. Las van «probando». Te puede
sorprender y a lo mejor piensas que tienes un niño especialmente inteligente;
puede serlo, claro que sí, pero muchas veces se trata solamente de imitación.
Como educador podemos ayudar mucho al niño si somos conscientes de esta
característica del procesamiento profundo, y si le hacemos saber que
entendemos sus dudas y el tiempo que necesita. Le podremos ayudar también
preguntándole por sus pensamientos. Cuando le vemos muy ensimismado,
igual puede ser una buena idea llevarle a dar un paseo por el parque, por la
naturaleza, ya que caminar nos ayuda a todos a ordenar las ideas.
El procesamiento profundo también puede dar lugar a miedos. Si piensas
mucho puedes llegar a preocuparte, y si te falta información concreta y tienes,
como la mayoría de los niños con AS, mucha fantasía, puede pasar que te
inventas cosas desagradables y situaciones amenazantes. Si tu niña tiene que
afrontar nuevas situaciones, es buena idea tomarte el tiempo para ir
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preparándola. Por ejemplo: ir a visitar la guardería antes de que la lleves para
dejarla allí; ir a ver la nueva casa y el nuevo barrio si toca una mudanza; si va
a tener un hermanito, fomentar el contacto físico con tu barriga e introducir
otros bebés (por ejemplo de amigas) en su vida y hablar sobre el milagro del
nacimiento; si se trata de una separación de los padres, hablar sobre las dos
casas y lo que va a pasar (sin compartir tus problemas y preocupaciones),
siempre hablando con amor y respeto sobre la pareja que se va. Habla, explica
con imágenes que el niño pueda comprender, busca libros sobre el tema en
cuestión, dibujad juntos…
Un buen acompañamiento del procesamiento profundo del niño es
esencial para que siempre se sienta seguro y sepa que le escuchas, y será la
base de una buena regulación de su emocionalidad más adelante.
La sobreestimulación
Una PAS no es consciente, pero recibe cada poquito de información que le
llega, sea de carácter visual, auditivo, olfativo táctil o gustativo, en todas sus
dimensiones y con todas sus consecuencias. Lo mismo se puede decir en
cuanto a las emociones que le lleguen y las que va generando en reacción a
todo que va asimilando. Por si todo esto no fuera suficiente, podemos añadir
las emociones fruto de sus cavilaciones: más información todavía. No es
consciente del hecho de que presta mucha atención a lo que va percibiendo
desde su entorno, simplemente porque lo ha hecho toda su vida, ya lo hacía
nada más nacer y posiblemente incluso antes, durante la gestación. Una PAS
lo hace porque forma parte de su ser, de su funcionamiento neurológico. Le
cuesta imaginar cómo es la percepción sensorial de la gran mayoría de la
gente que registra solo una pequeña parte de lo que a ella le llega. Notar tanto
es una ventaja a la hora de tener que acordarte de algo o de buscar soluciones
o respuestas, pero sabemos que también tiene un lado menos agradable que es
la sobreestimulación.
Si toda la información recibida dispara una emoción, o un conjunto de
emociones que también conllevan información, si recibes mucha información
sensorial a la vez, más de lo que puedes gestionar, puedes llegar a sentirte
nervioso, desorientado o inseguro, y hasta mareado o con dolores de cabeza.
Todas las PAS, independientemente de su edad, conocen momentos en los
que están sobreestimuladas. Como adulto lo puedes entender, lo puedes ver
venir, lo puedes evitar o reconducir, pero si eres niño la cosa es más
complicada.
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Un niño que recibe más información de la que puede gestionar suele
reaccionar, según su carácter, con rabietas, cambios de comportamiento, mal
humor, una conducta que hace pensar en hiperactividad, pero también con
mareos, vómitos y dolores de cabeza o de barriga. Como adultos es muy
importante que les ayudemos a reconocer las primeras señales que indican
que están a punto de desbordarse y que, junto con ellos, busquemos maneras
adecuadas, herramientas, que les ayudarán a volver a la calma y al equilibrio
emocional.
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reconocer y nombrar lo que siente, lo cual es absolutamente necesario para
que consiga mantener la calma interior.
Por otro lado, cabe decir que esa dificultad para manejar las emociones no
solamente se refiere a lo difícil o malo, sino también a lo bueno y bonito. Del
mismo modo que el niño AS se puede hundir ante un castigo severo y sentirse
profundamente herido, puede llegar a sentirse eufórico en situaciones
positivas, por ejemplo, cuando puede bailar o jugar bajo la lluvia.
Si eres PAS a lo mejor te acuerdas de escenas de tu infancia cuando
sentías que no cabías en ti de felicidad o momentos de profundo dolor,
tristeza e impotencia. Escribiendo esto me vienen a la mente estos vídeos que
circulan por las redes sociales de bebés que se emocionan tanto cuando sus
mamás les cantan que empiezan a llorar; niñas que ven por primera vez a su
hermanito recién nacido y estallan en un llanto; o esa niña a quien le regalan
la mascota que tanto añoraba y que literalmente no puede con su alma por la
intensa gratitud, hasta el punto de asustar a sus padres que esperaban alegría y
ven lágrimas… de felicidad.
Este pilar también menciona la empatía, que entendemos como la
capacidad de tomar conciencia del estado emocional y físico de otras personas
y, a veces, también de animales. La mayoría de los niños con el rasgo de la
alta sensibilidad tiene esa capacidad de darse cuenta de que no nos
encontramos del todo bien, que estamos preocupados o que nos duele algo.
Lo perciben y sienten el deseo de ayudarnos, de aliviar el mal que estamos
sufriendo. La detección del estado ajeno tiene que ver con la segunda parte
del siguiente pilar: el deseo de ayudar forma parte de la empatía.
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Ahora, con nuestros peques AS está claro que conviene dosificar al máximo.
Al principio irá sobrado con el contacto físico con el cuerpo de su mamá y
con su baño (ya ha estado nadando durante la gestación). Le encantará que su
mamá le meza y le cante. Al recién nacido hay que protegerlo ante casi
cualquier estímulo innecesario, por ello aconsejo esperar a sacarle de casa y
exponerle a entornos con mucho ruido, movimiento o un exceso de luces
hasta que tenga por lo menos cuatro semanas.
El niño va creciendo y, a través de los juguetes, conseguirás que llegue a
conocer todo tipo de texturas: algodón, seda, lana, madera… Ya conocía el
agua de su baño, pero también le sirve para jugar. Luego descubrirá la arena,
las conchas, los objetos de metal… Es importante que sepa qué se siente al
caminar bajo la lluvia, jugar (y ensuciarse) en charcos y con barro.
¿Recuerdas esa sensación maravillosa de tumbarte en una montaña de hojas
secas en otoño? Llevemos al niño a escuchar las olas del mar, el gemir del
viento, y enseñémosle a escuchar el canto de los pájaros, oler el bosque y las
flores. Cuanto mejor aprenda a reconocer los diferentes estímulos y se
familiarice con ellos y con el efecto sobre sus sentidos, menos le molestarán.
Este pilar se refiere a la parte sensorial —los cinco sentidos tal como se
suelen conocer— pero también habla de «sutilezas», por lo cual entendemos
la información que recibimos en forma de esos pequeños detalles que
generalmente no son percibidos por aquellos que no comparten el rasgo.
Sensibilidad auditiva. Mi colega y amiga Esther Bergsma y yo hemos
realizado una encuesta exhaustiva sobre niños AS en los países de habla
hispana. Gran parte de los resultados de esta encuesta aparecen en el anexo de
este libro. Una de las cosas que hemos podido ver es que para un 73,6 por
ciento de los niños, el sentido que más problemas o molestias les causa, es el
oído, o sea, el ruido. El ruido es una constante en nuestro mundo y si vives en
la ciudad, como la gran mayoría de la gente, es extremadamente difícil
encontrar el silencio.
El problema con el ruido, que ya molesta de por sí, es que parece
intensificarse cuando la PAS está estresada. El estrés hace más sensible a la
persona y generalmente lo primero que le irrita y crispa a alguien nervioso
son los ruidos que no quiere oír, porque conllevan todavía más estímulos que
necesitan ser gestionados en un momento en el que le sobra información.
Todos sabemos que los adultos nos estresamos, pero no todo el mundo sabe
que los niños también; de hecho, hoy en día el estrés en los niños es muy
común.
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Cuanto más pequeño es el niño, menos consciente es de la fuente de su
estrés. No sabe que es el ruido (el concepto en sí todavía no le dice nada), no
sabe qué lo produce o de dónde viene. Solamente le hará sentir mal sin poder
entender que le pasa. Llorará y tú, su educador, querrás saber el motivo del
llanto de tu peque. Si sospechas que tiene que ver con un exceso de estímulos
auditivos (ruido) lo que harás es quitar sonidos/ruidos para que el niño se
calme: apagar la tele o la radio, cerrar la ventana o sustituir el ruido por una
música calmada o, mejor todavía, cogerle en brazos y cantarle suavemente.
Un niño algo más mayor puede expresar su deseo por más tranquilidad,
por ejemplo, tapándose los oídos. Pero también hay niños AS que aguantan
mucho por no querer llamar la atención de manera negativa o por no querer
molestar, pero no te sorprendas si, cuando menos lo esperas, de repente
explota y grita: «¡Silencio!». Esto en cuanto a la situación en casa.
Seguramente en el cole también hay ruidos y no podrás estar ni intervenir,
pero si eres profe y si lees esto, a lo mejor puedes recordar este dato para
ayudar a los niños AS en tu aula. Por cierto, ¿sabías que existen cascos
especiales contra el ruido? En muchos colegios de los países nórdicos forman
parte de la equipación estándar de las aulas y se suelen dar a niños que están
sobresaturados para que se tranquilicen.
Sensibilidad visual. En sentido positivo se podría decir que tener una
capacidad para notar pequeños detalles puede ser algo que añade mucha
calidad a la vida. Tener «ojo» para la belleza, poder percibirla, es un regalo
que enriquece el alma y que suele inspirar sensaciones de plenitud y gratitud.
Como madre o padre AS podemos ayudar a nuestro hijo PAS a desarrollar
este talento con el que ha nacido, pero que puede beneficiarse de un
empujoncito.
Aunque es obvio, no siempre pensamos en el hecho de que allí donde hay
muchos detalles, hay mucha información sensorial. Un adulto puede decidir
sobre lo que quiere ver en su entorno, puede quitar «trastos» porque suponen
demasiada información que puede llegar a saturarle, ya que cuando está en su
casa busca y necesita calma para desconectar. ¿Pero el niño? ¿O el bebé?
Cuidado con llenar el cuarto de tu peque con trastos bien intencionados:
peluches, juguetes, cuadros, escenas pintadas en las paredes, cortinas con
dibujos, figuras que cuelgan encima de la cuna o de la camita que se mueven
(¡con música!). Todo esto puede ser demasiado desde el punto de vista
(literalmente) del pequeño con AS; lo mejor es quitar todo lo que sobra, y
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piensa también en armarios con puertas lisas y no decoradas para guardar sus
cosas. Recuerda: cuanta menos contaminación visual, mejor.
No es solamente el exceso de objetos y decoración lo que conlleva
información sensorial visual, también la luz. En este sentido pueden llegar a
molestar y contribuir a una saturación, por ejemplo, unos focos potentes o el
propio sol. Una PAS con ojos claros puede ser extra sensible a la luz.
Nosotras las PAS, generalmente nos sentimos mucho mejor con una luz suave
e indirecta, que puede ser algo a tener en cuenta para la habitación del niño y,
también, para su mesa de trabajo. Haz la prueba y pregúntale cómo quiere que
la luz ilumine su trabajo. Si se queja porque es «demasiada luz», tómalo en
serio. Recuerda que la luz también es una fuente de estímulos que puede
llegar a estresar y hacer daño. Y cuando vayas a la playa o a la montaña,
¡ponle unas buenas gafas de sol!
A la hora de cambiar el pañal al bebé o de vestirle, ten cuidado que la luz
no le dé directamente en los ojos. Cuando saques al bebé a la calle, si le llevas
en el cochecito, por favor, ten mucho cuidado con el sol; evita que le dé en la
cara o en la cabeza. Esto último lo digo para todos los pequeñajos, PAS o no.
Por cierto, ¿alguna vez has pensado en cómo será para tu pequeño
altamente sensible ir en cochecito? La mayoría de los cochecitos están hechos
de manera que el niño solamente puede ver el mundo, no puede ver a su
madre o a la persona que le va empujando. Debe ser como ir solo por un
mundo con un montón de información, de cosas, gente y situaciones
totalmente ajenas lo que le es familiar: su casa y, a lo mejor, la guardería. Me
pongo en su lugar y siento que no puedo, que quiero ver a mi madre, para que
me sonría y me haga saber que no pasa nada, que está conmigo y que estoy
segura. Un niño tiene que tomar contacto con el mundo, conocerlo, claro,
¿pero no sería más reconfortante si pudiese hacerlo viendo a su madre, o sea,
estando en un cochecito sentado «al revés»? Creo que el peque, al ver al
adulto y el mundo que van dejando atrás, se sentiría más protegido y menos
amenazado por el bombardeo de nueva información.
Sensibilidad táctil. El sentido que conocemos como el tacto en realidad es
muy complejo y forma parte del llamado sistema somatosensorial. Es, por
decirlo de una manera, el sentido más extenso y extendido, ya que está
presente en toda nuestra piel. Se puede decir que abarca sensaciones
relacionadas con la temperatura y el dolor, entre otras. Las PAS suelen ser
muy sensibles a la temperatura ambiental y muchas se quejan de tener frío (o
calor) antes de que otra persona empiece a notar que la temperatura ha bajado
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(o subido) solo un pelín. Sabiendo esto, pon especial atención a la
temperatura del agua a la hora de bañar a tu peque y hazle caso cuando te dice
que el agua está «helada» o que «quema». Las reacciones de la pequeña PAS
pueden parecerte un tanto exageradas, pero los más jóvenes lo perciben así.
Una de las características del rasgo de la alta sensibilidad es tener el
umbral del dolor muy bajo. «¡Eres una quejica!». «¡Esto no duele!».
«¡Llorón!». Me imagino que tus hijos habrán escuchado comentarios de este
tipo, a lo mejor incluso se los has dicho tú. Como padre o madre AS te invito
cerrar los ojos un momento y recordar tu propia infancia. ¿Recuerdas si te han
dicho estas cosas? Y, ¿te has quejado por gusto? Me imagino que has llorado
porque algo o alguien te hacía daño. Un niño AS generalmente siente dolor
antes de un niño no AS. Esto se puede percibir en los bebés: el bebé está en la
cuna, ha comido y no tiene motivo aparente para llorar, pero llora y lo hace
intensamente. Lo que nos dicen es que probablemente le duele la barriguita,
que tiene un cólico y que con un suave masaje le puedes calmar. Le das ese
masaje, y posiblemente el llanto aumenta. Si el pequeño es PAS existe una
gran probabilidad de que su barriga esté bien, pero que le duelan las costuras
de su pijama, que le aprieten los botones o que se encuentre muy incómodo
por ese pequeño pliegue en la sábana. De hecho, estas reacciones intensas a
molestias que tienen que ver con el tacto, pueden ser una de las primeras
señales de que tu hijo es una personita con alta sensibilidad. Te puede
asombrar que semejantes «tonterías» produzcan dolor, pero te aseguro que es
bastante probable que esto sea uno de los motivos por los que llora tu bebé. Y
cuando el niño sea un poco mayor y empiece a andar, a la hora de ponerle
calcetines, no te asombres cuando se queje por la costura. Por cierto, que al
adulto PAS le pasa lo mismo, también con ciertos zapatos que, según cómo y
por dónde estén cosidos, son imposibles de llevar.
Aparte de esto, existen muchas más cosas que pueden molestar al pequeño
PAS como, por ejemplo, la arena o telas toscas. El niño te avisará cuando se
sienta molesto, y conviene tomarle en serio.
Sensibilidad olfativa. Otro de los estímulos sensoriales por el cual podemos
llegar a sospechar que nuestra hija es PAS, es por su reacción ante olores y
aromas. «Los de abajo ya están desayunando», dice Paula. «¿Eh?», se
sorprende su madre, «¿cómo lo sabes?». «Huele a café, a tostadas y huevo
frito». Casi todas las PAS, mayores o pequeñas, perciben los olores antes que
la mayoría de la gente. Los perciben para bien y para mal. Puede llegar hasta
el extremo de que el niño no quiera acercarse a un familiar porque este, a su
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parecer, huele mal. Puede insistir en que se le lave su ropa con un
determinado detergente porque el perfume le encanta o justamente lo
contrario, puede que deteste ese «perfume a frescor de primavera», porque
«apesta».
Este tipo de reacciones pueden parecerte exageradas si tú no eres PAS,
pero siendo madre AS de dos hijos AS y hablando desde mi propia
experiencia, te aseguro que hay olores que le producen tanto malestar a la
persona sensible, que acaba con arcadas como mínimo. En este sentido
recuerdo que, cuando era pequeña e incluso no tan pequeña, y hacíamos la
travesía en barco entre Barcelona y Palma cada año cuando íbamos a veranear
con mis abuelos, a mí no me molestaba el oleaje, de hecho, me encantaban los
movimientos del barco, pero no podía con los vómitos de algunos otros
pasajeros y, al llegarme ese olor ácido y tan desagradable, acababa vomitando
yo también. Para alcanzar tales extremos generalmente hace falta más
información de otros sentidos, generando entre ellos una intensa reacción.
Pienso, en concreto, en la reacción de vehemente negación de mi hijo cuando
tocaba comer pescado —la combinación de un determinado olor con una
determinada textura, olfato y tacto—. En la superficie del interior de la boca
también hay piel, una piel un poco diferente y extremamente sensible.
Otra cosa que le puede pasar al pequeño PAS en relación con este tema es
que no quiere ir al baño si no es en su propia casa. Los aseos de las
instituciones a veces huelen mal y no todos están muy limpios. Si los baños
del cole de tu hijo huelen mal es muy probable que no quiera utilizarlos. Si es
pequeño, existe la posibilidad de que prefiera hacérselo encima antes de
utilizar un baño que le produce arcadas. Si es mayor habrá aprendido a
aguantarse hasta llegar a casa, lo cual no siempre es buena idea. Aquí tenemos
la combinación del olfato con la vista, malos olores con suciedad visible y —
en niños mayores— pensamientos y reflexiones sobre la falta de higiene y sus
consecuencias, que pueden incluso aumentar el rechazo que ya siente.
En cuanto a los bebés y las cremas y lociones que les ponemos, aunque
existen productos naturales sin perfume, somos un país «Nenuco» y a muchas
mamás les gusta «perfumar» al bebé. Ninguna colonia supera el olor natural
de un recién nacido, pero el mercado intenta convencernos de que tenemos
que taparlo con algo «mejor». Está claro que de gustos no se discute, pero ten
en cuenta que los olores, aromas y perfumes intensos pueden molestar mucho
a tu bebé o párvulo. Casi todas las lociones, cremas, geles de baño, pero
también los detergentes y los suavizantes (si los utilizas) están perfumados y
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pueden generar todo tipo de reacción en el pequeño, desde rechazo (llanto)
hasta irritaciones de la piel, rojez, eccema o similar.
No quiero cerrar este párrafo sin añadir que, probablemente, no haya
nadie que pueda gozar tan intensamente de aromas que consideramos
agradables como las PAS de todas las edades.
Sensibilidad gustativa. Aunque, al hablar del «gusto» nos solemos referir a
algo tan amplio que incluso puede ser algo exclusivamente emocional y no
solamente a algo que pasa por la boca, es en primer lugar a esta última faceta
a la que me quiero dedicar aquí.
En la boca se encuentran los receptores que se estimulan en el momento el
que se introduce algo comestible en ella. El gusto, junto con su «hermano» el
olfato, se conocen como los dos sentidos químicos. Los dos trabajan en una
estrecha relación. Antes de poner algo en la boca, ya hemos registrado su
olor. Es más, la boca empieza a salivar con un simple olor, por ejemplo, una
tarta de manzana que está en el horno.
Muchos niños AS —una tercera parte, según nuestra encuesta—, tienen
dificultades con ciertas comidas, con ciertos sabores y determinadas texturas,
y a veces desesperan a sus padres. Recuerdo mi desesperación, por las
muchas veces que mi hijo, al empezar con la comida sólida, casi escupía todo
lo que conseguía meterle en su boquita. Las veces que he recibido duchas de
espinacas, brócoli y verduras en general, han sido innumerables. Ahora,
conociendo el rasgo con todos sus detalles, lo entiendo, pero llegué incluso a
culparme a mí misma. No se puede enfatizar lo suficiente la importancia que
tiene que los educadores conozcan y entiendan el rasgo.
Sensibilidad para sutilezas. Al hablar de «sutilezas» nos referimos a detalles
y, en especial, a los detalles más pequeños, aquellos que no suele percibir la
mayoría de la gente. Existen investigaciones curiosas sobre este tema, como
aquel experimento en el que enseñan a los participantes una lámina con un
número de cuadrados y unas líneas dentro de esos cuadrados, ambos con un
tamaño un poquito diferente. La tarea era detectar las diferencias en los
tamaños de las líneas y de los cuadrados. En realidad, el objetivo principal del
experimento era demostrar diferencias culturales en la percepción entre
asiáticos y americanos, aunque —aprovechando la prueba de esta
investigación cultural— los participantes también realizaron un test de la alta
sensibilidad. El resultado del test era que, mientras que a los asiáticos les
costaba muchísimo distinguir la diferencia entre la longitud de las líneas, no
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tenían ningún problema en percibir los diferentes tamaños de los cuadrados.
En el caso de los americanos era justamente al revés. Ahora bien, aquellos
participantes que, por el test de la AS, resultaron ser PAS —sin importar a
qué cultura pertenecían—, sabían distinguir perfectamente tanto las
diferencias de tamaño de los cuadrantes como de las líneas. Esto, según
Elaine Aron, demuestra esa profundidad de procesamiento típica de las
personas con alta sensibilidad. Aunque, como PAS, no hayas participado en
ese test de las líneas y cuadrados, seguro que percibes en seguida si un cuadro
está mal colgado o, cuando vas a casa de un familiar cercano o un amigo, un
lugar que sueles visitar regularmente, en seguida te das cuenta si han
cambiado la decoración, aunque solamente sea una foto diferente en un
marquito o un cojín del sofá.
Las PAS, desde una edad temprana, pueden notar si alguien se siente bien
o mal, si está cansado o preocupado. No te extrañes si tu peque se da cuenta
de que andas algo preocupado y te pregunta qué te pasa. Si ocurre es muy
importante que no lo niegues —algo que, como adulto, puede parecer lógico
para evitar que el niño se preocupe— ya que es necesario que las PAS
aprendamos cuanto antes que podemos fiarnos de nuestra intuición. Asentir
ante la observación del pequeño PAS y validar así su intuición es algo básico
que contribuye a un desarrollo sano de su autoestima. Evidentemente no
conviene cargar a un niño pequeño o no con problemas de adultos, pero es
preciso reconocer su percepción y luego tranquilizarle diciendo algo como
que se trata de un tema pasajero y que no se preocupe, que todo está bien. Es
muy importante ya que si tú, el educador, eres PAS, conocerás nuestra
tendencia a preocuparnos excesivamente por temas que nos pasan o que les
pasan a nuestros familiares, gente cercana, menos cercana y hasta colectivos
enteros.
En este contexto, tenemos el ejemplo de María, que ahora tiene 16 años y
quien, en las sesiones de coaching está ajustando sus recuerdos a través de las
gafas de PAS. Me cuenta lo siguiente: «Mi madre sufría de migrañas; de
hecho, mis primeros recuerdos son de ella en la cama y a oscuras en su
dormitorio. Veía cómo sufría y me asustaba mucho. Le solía decir: “Mami,
estás tan mal, ¿cómo puedo ayudarte?”, y ella, casi siempre contestaba: “No
te preocupes, no estoy mal, pero necesito descansar”». María suspira. «Ahora
lo entiendo, ella quería evitar que me preocupara, pero lo que conseguía con
su comentario era que yo empezara dudar de mi intuición y de mis
observaciones, y con el tiempo desarrollé cierta indiferencia, tapando mis
cualidades como PAS y suprimiendo una parte muy importante de mi ser.
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Mientras que mi madre quería tranquilizarme, el mensaje que recibí era:
“Crees ver algo, pero te equivocas. No haces bien las cosas”».
Todos los niños son diferentes, y también entre los niños AS hay
diferencias ya que, aunque somos PAS, somos mucho más que ese rasgo con
determinadas características. En cuanto a los cinco sentidos conocidos, es
posible que tu hija los tenga todos muy sensibles, pero generalmente suelen
ser tres o cuatro. O sea, no te preocupes si tienes la fuerte intuición de que tu
hijo es PAS, pero nunca se ha quejado de luces fuertes (por nombrar una de
las posibilidades); si cumple el resto de los «requisitos», puede ser PAS.
Incluso en cuanto a las «sutilezas», unos verán más detalles que otros, pero
generalmente hay poca cosa que escape a nuestra atención. En caso de estrés
o de cansancio conviene saber que los cinco sentidos se hacen más sensibles
(el niño aguantará menos y «saltará» antes) mientras que la capacidad para
ver los pequeños detalles disminuirá por el simple hecho de que el cerebro
estará cerca de saturarse y solamente se fijará en lo estrictamente necesario.
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tranquilizar, le atribuimos cosas que no son exactamente así. Puede pasar. En
caso de la más mínima duda siempre hay que consultar a un experto, un
profesional que trabaja con niños y quien conoce el rasgo de la alta
sensibilidad, para que este pueda valorar si el pequeño es PAS o si, a lo mejor
le pasa otra cosa.
Si digo «otra cosa» pienso en trastornos que se solapan en gran medida
con las características del rasgo de la alta sensibilidad y que, por lo tanto,
pueden llevar a la confusión. La diferencia entre un rasgo y un trastorno
radica en la frecuencia en que este se presenta. Mientras que el concepto de
rasgo se refiere a algo que es bastante común —como en el caso de la alta
sensibilidad ya que hablamos de un 20 por ciento de la humanidad—, los
trastornos son entre raros y muy raros, manifestándose en porcentajes muy
inferiores.
Este libro está dedicado al rasgo de la alta sensibilidad y no a trastornos,
pero creo que es importante ofrecer un pequeño repaso de los más comunes,
apuntando que no soy psicóloga, ni experta en este tema e insistiendo en la
importancia de consultar a un profesional especializado en caso de la más
mínima duda. También es necesario saber que una persona puede ser PAS y,
al mismo tiempo, sufrir algún trastorno. Repito: uno puede ser PAS, pero
siempre y en muchos sentidos, alguien es mucho más que «solamente» eso.
Espectro autista. Trastornos del espectro autista (TEA) como, por ejemplo,
Asperger, se pueden confundir con el rasgo de la AS. En el caso de TEA
hablamos del uno por ciento de la población. Esta confusión no es de extrañar
ya que en ambos vemos una elevada sensibilidad sensorial, algo que suele ser
lo primero que nos llama la atención tanto en las PAS como en aquellos con
TEA. Otra cosa son las rabietas que conocemos tanto de niños con TEA como
de los niños con alta sensibilidad, rabietas como manifestación de la
saturación mental y la consiguiente incapacidad de poder gestionar más
información. Para entender lo que pasa en el cerebro podrías imaginarte un
cortocircuito. Si eres una PAS, seguramente entiendes de qué hablo, esa
saturación o sobreestimulación que produce una especie de colapso mental.
La guía oficial de trastornos, el llamado DSM (Manual diagnóstico y
estadístico de los trastornos mentales) en su última versión, nos dice que, los
TEA se caracterizan por sus limitaciones en la interacción y comunicación
social, por los comportamientos repetitivos de la persona y por sus intereses
concretos y específicos.
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Hemos visto que, siendo PAS, recibimos muchísima información a la vez
y cuando nos preguntan algo, y esto pasa especialmente con niños, antes de
contestar, generalmente necesitamos pensar un poco más que la mayoría de la
gente porque nos importa dar una buena respuesta. Para poder contestar
correctamente conviene revisar, interiormente, las opciones —el
procesamiento profundo, el primer pilar— para asegurarnos de que esa
respuesta refleja todas las alternativas. Pensar mucho antes de contestar es
algo que también se ve en niños con TEA, pero en su caso el motivo suele ser
que les cuesta comprender la pregunta y sus implicaciones, o bien la pregunta
conlleva una palabra que no conocen y su mente se queda colgada en esa
palabra. Vemos, pues, que el motivo por la tardanza, o la causa, es distinto.
Otra cosa que vemos tanto en niños AS como en niños con TEA es la
dificultad para asimilar cambios de todo tipo: horarios, mudanzas, nuevo cole,
etc. Ambos necesitan estructura y calma, pero no por la misma razón. El
problema respecto a los niños AS radica en la necesidad de tener que asimilar
mucha información nueva y contrarrestarla con la información ya asimilada,
generalmente para poder calcular beneficios y riesgos. Es decir, que tienen
que reevaluar algo nuevo para determinar su relación respecto al gran total.
Un niño con TEA suele percibir el mundo como un caos, ya que le falta la
capacidad de ver las grandes líneas y la manera en que todo está
interrelacionado. El hecho de que tenga problemas con los cambios es porque
la pérdida de la estructura a la que se podía aferrar, le hace extraviarse en ese
caos sin el más mínimo control, y le invade el pánico.
El tercer pilar, aquel que tiene que ver con la intensa emocionalidad y, en
este caso, especialmente la empatía, también nos puede ayudar a clarificar las
diferencias entre la alta sensibilidad y el TEA. Un niño AS, igual que los
adultos con alta sensibilidad, tiene esa antena que le permite percibir el estado
emocional y a veces también físico de otras personas. Son expertos en la
comprensión de la comunicación no verbal y no les cuesta nada «leer» las
caras de la gente de su entorno. Esto, la capacidad empática del niño AS, es
una característica que no pertenece al perfil del TEA y podría ser un dato
clave para distinguir entre el rasgo y el trastorno. Un apunte, sin embargo:
cualquier PAS que está saturado y estresado, pierde su capacidad empática
hasta el punto de poder llegar a parecer antisocial o borde. Cuando esto ocurre
en una persona con alta sensibilidad, sería algo puntual y consecuencia de una
saturación mental y emocional.
Elaine Aron, en su libro Psychotherapy for HSP, menciona el hecho de
que las PAS suelen demostrar una gran intensidad emocional en relación con
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las llamadas emociones sociales como vergüenza, culpabilidad, desprecio,
compasión y miedo al abandono, algo que parece estar ausente en el espectro
autista, mientras que el niño con AS suele ser bastante transparente al mostrar
este tipo de emociones.
Reconocer la diferencia entre la alta sensibilidad y TEA en bebés es más
complicado, pero una indicación puede ser que los bebés que son altamente
sensibles siguen con la mirada a su madre o a la persona que les cuida,
mientras que un bebé con TEA generalmente no puede mantener el contacto
visual. Otra clave puede ser que, cuando el peque con TEA recibe una gran
cantidad de información sensorial a la vez, tiene tendencia de quedarse
«colgado» en un solo punto como puede ser, por ejemplo, el botón de tu
chaqueta o un vaso en la mesa.
Un apunte: TEA se manifiesta más en niños que en niñas.
TDA(H). Otro trastorno que puede confundirse con el rasgo de la alta
sensibilidad es el del déficit de atención con o sin hiperactividad y
comportamiento impulsivo, conocido por las siglas TDA-H. No es el lugar de
entrar en este trastorno y sus características, pero es necesario que os dé unas
claves para distinguir entre rasgo y trastorno, aunque repito: en caso de la más
mínima duda conviene consultar a un profesional. Veremos los dos tipos en
relación con la alta sensibilidad.
En el caso de TDA se trata de un problema de atención. Los niños con
este trastorno suelen ser tranquilos, no llaman la atención en clase, a no ser
por el hecho de que no acostumbran a terminar las tareas, se distraen con
cualquier cosa e intentan evitar trabajos que exigen mucha concentración
mental. Son niños que, a simple vista, pueden parecer perezosos,
desmotivados o simplemente irresponsables de cara a los errores que pueden
cometer por imprudencia. Veremos ahora el rasgo: las PAS suelen ser
concienzudas y detallistas. También reciben mucha información a la vez y
procesan todos los estímulos en un nivel profundo. Un niño AS puede parecer
perezoso porque gran parte de su trabajo tiene lugar a nivel interior. Puede
tardar en contestar una pregunta porque está valorando todas las posibles
respuestas y sus implicaciones. La misma característica hace que pueda tardar
en completar una tarea, porque cualquier cosa requiere mucha reflexión y, si
cabe, investigación. Puede necesitar más tiempo porque es concienzudo —
generalmente en combinación con el fuerte deseo de dar una buena impresión
y, también, cierto miedo a equivocarse—, pero no es que no pueda terminar el
trabajo o no quiera hacerlo. Es una diferencia fundamental. Aparte de eso
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cabe remarcar que las PAS no suelen cometer errores y menos por
imprudencia. Una PAS puede concentrarse muy bien y durante mucho
tiempo, pero cuando en su entorno hay mucha actividad y va recibiendo un
exceso de estímulos, puede bloquearse y en consecuencia ya no ser capaz de
seguir concentrado en su tarea.
En el caso del TDAH vemos niveles de falta de atención, impulsividad y
un exceso de actividad considerada como inapropiada. Personalmente creo
que siempre ha habido niños que necesitan moverse mucho frente a otros que
son más tranquilos. Puede ser simplemente la diferencia entre un niño con
carácter extrovertido y otro que es más bien introvertido, es decir, un tema
temperamental. Hubo un tiempo en que casi estaba «de moda» diagnosticar a
los niños activos TDAH y en muchos casos medicarlos, llegando a
porcentajes muy elevados (alrededor de un 20 por ciento) con lo cual ya no
sería correcto hablar de un trastorno (porcentajes mínimos) sino que tendría
que llamarse rasgo.
Veremos qué pasa con el rasgo de la alta sensibilidad y la hiperactividad.
Hay comportamientos que ambos manifiestan y que pueden llevar a una
confusión en cuanto al diagnóstico, pero, aunque los comportamientos
coincidan, la causa es diferente, igual que en el caso del TDA. La
hiperactividad en las PAS también es el resultado de una sobreactivación, de
un exceso de estímulos que no pueden ser gestionados a la vez. Unos niños
desconectan y quedan con la mente en blanco, mientras que otros necesitan
moverse mucho y hablar como una cotorra para descargar el exceso de
información. Cada niño, cada persona, es un mundo y cada uno —cada PAS
— tiene su propia manera de gestionar la sobreestimulación.
En la educación Waldorf se utiliza el movimiento en el aprendizaje de
asignaturas como, por ejemplo, las matemáticas. El movimiento no solamente
ayuda a la hora de memorizar la materia impartida, también hace que se evite
una saturación mental, algo que les conviene a todos los niños y no solamente
a aquellos con TDA-H y/o alta sensibilidad. Volviendo a la hiperactividad,
veremos que esa necesidad imparable de moverse, de hablar y de gesticular
siempre está allí, tanto en el aula como en casa y en momentos de calma
objetiva y poca información sensorial. La pregunta clave para distinguir entre
una cosa y otra podría ser: tu hija, ¿siempre está tan sobreactivada? ¿Es capaz
de leerse un libro? ¿Es capaz de, estando tranquilamente en su entorno
habitual, hacer manualidades o trabajar absorta en una tarea? Si la respuesta
es afirmativa, la niña será altamente sensible, con momentos puntuales en los
cuales gestiona un exceso de información mediante un comportamiento (muy)
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activo. A un niño con TDAH le cuesta muchísimo concentrarse siempre,
mientras que las PAS son capaces de concentrarse profundamente en
situaciones donde reina la tranquilidad.
Otra clave puede ser el tema de la impulsividad. Niños con TDAH actúan
antes de pensar y les cuesta esperar hasta que les toca su turno. Un niño AS,
un niño con la característica de detenerse y comprobar (el pause and check,
que hemos visto más arriba) antes de actuar como consecuencia directa de la
gestión profunda de todos los estímulos que le llegan, no suele demostrar un
comportamiento impulsivo y no corre riesgos irresponsables.
Es importante que tú, educador del niño AS, mires y evalúes muy bien las
causas de su comportamiento y las circunstancias en las que se comporta de
una manera que puede llevar a la confusión y a un diagnóstico erróneo.
Cabe remarcar que es posible tener el rasgo de la alta sensibilidad, ser una
PAS, y al mismo tiempo sufrir de un trastorno. Repito una vez más: en caso
de la más mínima duda, se debe consultar a un profesional que sepa del rasgo
(y lo reconozca como una realidad) y de los trastornos.
Ser PAS, ¿una etiqueta más? Muchos padres, pero también los maestros, me
dicen que no quieren saber de más etiquetas. Aparte, ¿para qué?
Especialmente en los colegios existe cierta resistencia a aceptar el rasgo de la
alta sensibilidad. Entiendo perfectamente que ser maestra o maestro es un
trabajo intenso que requiere una vocación, un auténtico interés por los niños y
su educación, y que, por su gran implicación es un trabajo agotador. En un
aula hay muchos niños, cada uno diferente y con exigencias particulares. ¡Hay
tanto que tener en cuenta! El educador no suele ir sobrado de tiempo ni de
energía para prestar todavía más atención a según qué niño que necesita un
cuidado especial. Y, sí, los pequeños con AS requieren atención especial;
sobre todo, necesitan ser comprendidos. Un adulto no necesita etiqueta ya que
es perfectamente capaz de buscar soluciones para las «rarezas» del rasgo, no
tiene por qué utilizar su lado sensible como excusa.
El niño con AS, sin embargo, más que etiqueta, necesita comprensión. Si
un maestro conoce las características del rasgo, las puede tener en cuenta.
Nada más. Los padres no exigimos gran cosa, sino reconocimiento. Un niño
con AS sentado en la primera fila tardará mucho más en saturarse que cuando
ha de sentarse en la última; y esto contribuirá a la tranquilidad en el aula. Si
no contesta las preguntas a la primera, a lo mejor requiere más tiempo para
valorar las respuestas. Si en el patio hay mucho jaleo, seguramente no querrá
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participar, preferirá quedarse tranquilamente con un libro, o a lo mejor busca
la seguridad o la protección de algún adulto. ¡No le empujes!
Entender cosas de este tipo le será de una enorme ayuda al peque AS.
Esperamos que tú, maestra o maestro, quieras echarle este cable que le
beneficiará el resto de su vida; no te pedimos mucho más.
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2
Ahora que hemos visto el rasgo con su investigación científica, con sus
características base y sus pilares, y entendemos un poco cómo funciona y de
qué manera se puede manifestar, vamos a ir más allá de la teoría para indagar
en el día a día del niño PAS, y veremos cómo se relaciona consigo mismo y
con su entorno.
Al avanzar en su investigación, Elaine Aron se sorprendió al darse cuenta
de que existe un rasgo de la personalidad que se caracteriza por un número de
facetas que parecen apuntar a una personalidad introvertida pero que, sin
embargo, indican algo más ya que también están presentes en un porcentaje
de personas que tienen un carácter rotundamente extrovertido.
Evidentemente, si se mira un rasgo que es compartido tanto por personas
introvertidas como extrovertidas, se está hablando de algo distinto a lo que
hasta entonces se había entendido como el dúo de opuestos
introversión/extroversión.
Talentos
Antes de adentrarnos de lleno en el asunto, quiero recalcar el lado positivo del
rasgo de la alta sensibilidad. Es evidente que este libro no sería necesario si la
educación del niño con AS fuera algo fácil y fluido, si en las idiosincrasias de
alta sensibilidad no hubiera ninguna sombra, pero es muy importante tener
claro que, por muy difícil que sea, ese retoño tuyo es alguien muy especial,
equipado con una serie de talentos que le harán convertirse en un valioso
miembro de la sociedad. Nuestra tarea, como educadores, es servirle de guía
incondicional para que estos talentos puedan florecer. Es en la infancia
cuando ponemos las bases para el resto de la vida. Una educación con apego,
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con respeto, marcada por el amor incondicional por parte del educador, hará
que el niño se sienta seguro y que sea un ser emocionalmente estable. Esto no
quiere decir que no sea emocional; si es PAS, siempre tendrá emociones
intensas —de hecho, es justamente uno de sus talentos— pero sabrá
conducirlas y gestionarlas sin que le abrumen y le hagan sufrir más de la
cuenta. Tener una emocionalidad sana le permite a la PAS desarrollar la
empatía, el segundo regalo enorme con el que llegamos a este planeta. Una
empatía sana, equilibrada, que nos permite entender y conectar con otras
personas y con animales, sin perdernos en su desgracia, sino siendo un
auténtico apoyo desde la escucha y una actitud constructiva.
Ser sensible es un talento en sí, tener una sensibilidad desarrollada, tanto
en lo sensorial como en cuanto a las sutilezas, permite a la PAS ser consciente
de todo que le rodea y, en combinación con esa emocionalidad, disfrutar de
cada detalle que pasa desapercibido a la mayoría de la gente. Esta sensibilidad
combinada con la empatía, ese talento para entender las situaciones y a las
personas, ese «olfato» para aquello que no es tan obvio para la mayoría de la
gente, ese cóctel de talentos le capacitarán para ser alguien con dotes de
liderazgo en cualquier nivel, ya sea en la familia o en el entorno laboral.
Añadimos a todo esto —mientras escribo me viene a la mente la imagen
de las hadas buenas que traen regalos a la Bella Durmiente— una capacidad
de reflexión, de profundizar en la información que les llega. Si esto no es un
regalo, no sé qué puede ser.
Todas estas cualidades tienen su efecto en muchos otros campos de la
forma de ser de una PAS. Les pueden ayudar a ser artistas con una creatividad
especial, a ser maestros vocacionales con esa capacidad de reconocer los
talentos de los alumnos, a ser médicos o enfermeros dotados del famoso «ojo
clínico»; porque la empatía y vocación les hace destacar entre otros colegas
que, por muy buenos profesionales que sean, no tienen ese toque que suele
aportar la AS.
Soy consciente de que estoy escribiendo sobre la PAS adulta. Los
talentos, aunque son innatos y forman parte del rasgo de la alta sensibilidad,
se irán manifestando poco a poco en la personalidad del niño, siempre que
seamos capaces de dar el buen ejemplo en cuanto a nuestro propio
comportamiento y de educarle de una manera respetuosa que permita
desarrollar su potencial. Durante la infancia y la adolescencia irás viendo
cómo, poco a poco, empiezan a florecer los talentos, y es importante
reconocerlos para ir reforzándolos.
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Volviendo a las hadas buenas, allí donde las hay buenas, también está
aquella a la que no invitaron, pero que supo colarse con su «regalo» no tan
positivo. En el caso de las PAS, ese «regalo» se llama sobreestimulación, y es
la que hace que, en el día a día del peque AS, surjan momentos difíciles que
requieren de nuestra atención especial. Entendiendo esas dificultades, saber
por qué se producen y qué se puede hacer para que no lleguen a ser problemas
de verdad, es esencial en el buen acompañamiento de nuestra niña o niño, que
viene equipado con esa mochila repleta de regalos preciosos para ella o para
él, para su familia y su entorno, y, por ende, para la sociedad. (Véase encuesta
de talentos en Anexo 1).
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guiar por mi intuición? Lo iremos viendo, pero antes, una pregunta
importante:
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bastante normales. Si has tenido padres que eran conscientes del valor de un
carácter sensible y que te han educado con esta idea, tus recuerdos te servirán
para dar un buen acompañamiento a tu peque. El secreto está en reconocer y
afirmar el comportamiento del niño para que se pueda sentir amado y
valorado tal como es. Ser diferente no significa ser menos.
La realidad, sin embargo, nos hace ver que la mayoría de las PAS ha
pasado por una infancia problemática. Aunque uno —o ambos— de tus
padres también sea PAS, puede pasar que ellos, por el motivo que sea, no han
podido aceptar su propio lado sensible como algo positivo, como algo que
aporta. He llegado a conocer a muchas PAS cuyos padres les han tratado de la
manera más dura y sin afecto. Conozco historias de castigos y manipulación
de tipo psicológico, y conozco muchas historias de castigos corporales.
Existen padres —especialmente los varones con el rasgo— que no han sabido
aceptar e incorporar su propia sensibilidad y que se han ido poniendo corazas
para evitar a toda costa que alguien les pueda tachar de sensible, o —peor—
de susceptible. Si esto te suena, si tu padre AS o madre AS es alguien con la
sensibilidad acorazada, es probable que a ti también te cueste abrazar el rasgo
porque hayas «aprendido» que la sensibilidad es un defecto, pero si estás
leyendo este libro, estás en el buen camino.
Es duro, duele darte cuenta de estas cosas. Recordar tu infancia no te será
fácil, pero es importante que lo hagas ya que siendo una PAS con un hijo AS,
insisto en que juegas «con ventaja». Volver la mirada hacia atrás no
solamente te ayudará a comprender mejor a tus propios padres, sino que te
servirá para comprenderte mejor a ti mismo. Tus recuerdos te ayudarán a
descubrir qué tipo de comportamiento por parte de tus padres o educadores te
ha hecho daño y qué cosas, palabras, estrategias, etc., te conviene evitar a
toda costa con tu peque AS. Habrá frases que se te han grabado en la
memoria, frases que te minaron —y a lo mejor te siguen minando— la
autoestima, valor y credibilidad, que te han hecho creer que no vales y que tu
comportamiento «no es normal». Frases que te han hecho sentir inseguro y
desprotegido. Serán frases que no querrás decir nunca a tus hijos, aunque
posiblemente, cuando estés cansado o estresado, se te escaparán. Si esto pasa,
reconócelo y perdónate. Haces lo que puedes y eres consciente de tus
pequeños errores.
Hablaremos más de esto y de cómo acompañar a tu hijo PAS más
adelante, cuando entremos un poco más en la educación de un niño AS. Pero
lo más importante que hay que tener en cuenta siempre es que tu hijo necesita
saber que le quieres incondicionalmente, haga lo que haga. Tu hijo necesita
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poder confiar en ti y en tu amor. Necesita que le abraces y le aceptes como es;
que no le juzgues, no le hagas suprimir sus emociones, sus opiniones, sus
valores y su belleza interior.
Me gustaría compartir dos historias para hacer visible el daño que, como
educador, puedes hacer a tu hijo PAS, posiblemente sin querer y por no tener
ni la más mínima idea de cómo le estás marcando su psique.
La historia de Carla es un ejemplo de una PAS, ya adulta y con hijos AS,
a la que nunca aceptaron como es. Hasta el día de hoy sus padres,
especialmente su padre que es una persona con alta sensibilidad que ha
conseguido disfrazar su faceta AS hasta el extremo, no la valoran. Da igual lo
que haga, no recibe la más mínima señal de que la quieren. Haga lo que haga,
nunca «aprueba».
De pequeña Carla, la mayor de cinco hermanos, era una niña alegre,
abierta, entusiasta que abrazaba la vida, derrochaba sonrisas y tenía una
especial sensibilidad para distinguir a las personas tristes a quienes ella, desde
su capacidad inocente de niña pequeña, intentaba consolar con sus gestos de
amor. Cuando, con dos años de diferencia, nació su hermana, no podía dejar
de tocarla y de besarla. Lo mismo pasó con la siguiente hermana que nació
tres años después de la segunda. Todo parecía normal. Carla no se quejaba
por tener que compartir la atención de su mamá con los hermanitos, era un
pequeño sol que alumbraba su casa. La familia vivía en las afueras de una
capital de provincia, el padre era un respetado médico de familia y la madre
no trabajaba, se dedicaba a cuidar de los niños. Los problemas de Carla
empezaron cuando tuvo que dejar la seguridad y la familiaridad del hogar
para ir al cole.
Fue entonces cuando el padre, que hasta ese momento había estado
bastante ausente, empezó a exigirle que fuera siempre la mejor de su clase. Si
no traía un diez a casa, la pegaba. Al principio lo hacía con las manos, pero no
tardó mucho en utilizar el cinturón. Parecía que pegaba por gusto, porque a
veces ni un diez podía satisfacerle. Carla, asustada y cada vez más insegura y
ansiosa, se mataba estudiando y poco a poco fue desarrollando un fuerte
perfeccionismo que no la dejaba descansar. Cuando me cuenta partes de su
historia, siento que se me encoge el corazón. «Nunca era suficiente, nunca.
Nunca, ni una sola vez, me dijo que lo había hecho bien, que estaba orgulloso
de mí. Nunca me ha dicho que me quiere».
Carla, de adulta, llegó a ocupar un puesto de gran responsabilidad, un
puesto público, en el cual brillaba y tenía mucho éxito. Su perfeccionismo
hacía que no se permitiera el más mínimo error, siempre viendo puntos a
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mejorar. En sus relaciones afectivas tuvo menos suerte. Se casó con un
hombre que, igual que su padre, la maltrataba, y por mucho que se esforzara a
ser la esposa que este hombre parecía querer tener, nunca recibió señales o
gestos afectivos o de reconocimiento. Cada vez que recibía una paliza
terminaba culpándose, igual que cuando recibía «cinturón» de su padre.
Tuvieron dos hijos, ambos PAS (ahora lo sabe, pero entonces no tenía idea) y
al final, ayudada por una psicóloga, se divorció y dejó la casa del marido.
Rehízo su vida, a pesar del enfado de su padre quien, evidentemente, no
aprobaba su sabia decisión y hasta el día de hoy (han pasado más de 15 años)
le reprocha haber abandonado al padre de sus hijos.
La lección de Carla fue importante. Cuando me contactó para hacer
sesiones de coaching, los niños ya no eran tan pequeños, uno estaba haciendo
el bachillerato, el otro acababa de entrar en la universidad. Carla no se sentía
bien. Sufre de un estrés descomunal, sigue en su puesto importante y es
consciente de que mucha gente depende de ella. Nota que ha entrado en un
bucle del que no puede escapar, y sigue con esa idea de que, «su nota» —ella
misma y todo lo que hace— nunca es suficiente. Pero no puede más. La
relación con sus padres ha mejorado algo, pero cuando les cuenta que está
agotada, la respuesta que recibe es: «Siempre te has quejado, y sigues
quejándote. ¿Qué quieres? ¿Dejarlo todo? Hija, tu siempre con tus historias.
Y ¿qué dirá la gente? ¿Qué pensarán?». Lo dice un padre a su hija
cincuentona y ella se siente como si tuviera 8-9 años: pequeña, culpable,
asustada, no valorada, no querida e insuficiente.
Las cosas que escuchamos en la infancia, los juicios, la falta de
aceptación, los castigos, las injusticias y la crítica nos pueden afectar el resto
de la vida. El daño que sufrió Carla por la forma en que la trataba su padre
finalmente la llevó a una crisis existencial. Dejó su trabajo, buscó soluciones
para la gente que dependía de ella y se tomó un año sabático para reorientarse
hacia lo realmente importante: trabajar en algo con sentido, que aporte valor
al mundo. Ha cambiado el «qué dirán» por «qué digo y qué siento yo». Ha
aprendido mucho. Está buscando la esencia de su ser y de su vida, en lugar de
vivir la vida que sus padres querían y que consideraban que les daba buena
imagen a ellos. Está buscando la vida que ella necesita para sentirse plena y
feliz: una vida marcada positivamente por sus talentos y su exquisita
sensibilidad.
Como padres es increíble lo que podemos hacer para que nuestros hijos
sean adultos felices sin tener que recurrir a terapias o medicamentos. Depende
en gran medida de nosotros, de cómo los amamos, de nuestro amor
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incondicional de que fomentemos el apego y seguridad, respetando a ese
pequeño ser que no es nuestro clon.
La segunda historia que quiero compartir es un recuerdo personal: tendría
4 años. Mis padres recibieron la visita de un hombre, alguien del ámbito
laboral de mi padre, que más tarde me dijeron que era griego. Por lo que me
cuentan, yo era una niña atractiva y la gente se solía fijar en mí. Este fue uno
de los que se fijó; me intentó tocar el pelo, mis brazos e hizo varios
comentarios tipo piropo a mis padres. Tengo todavía imágenes vivas de esa
visita y cada vez que pienso en la siguiente escena que me ha marcado
mucho, tengo una sensación muy desagradable, de vulnerabilidad, de estar
desprotegida. Llegó el momento de la despedida: el hombre (aún le veo: alto,
pelo negro rizado, brillante, peinado hacia atrás y ojos grandes y oscuros) se
pone la gabardina color beige, me mira, mira a mis padres (¿había un guiño?)
y dice: «Esta vez no, pero la próxima me la llevo. Me he enamorado». Y mi
padre, mi querido daddy, se ríe y dice: «Claro». Entonces, mi mundo se hunde
y estallo en un llanto sin control.
Creo que mis padres nunca lo entendieron, yo tenía tanto miedo que ni
siquiera era capaz de explicar lo que sentía. Por otra parte, creo que con 4
años hubiese sido incapaz de explicar toda esa nube negra y fría de esa
supuesta traición que me envolvió, y aunque más tarde entendí que aquello de
«llevarme» era «broma», el horror de la escena nunca se me fue del todo y
quedé marcada por esa sensación de inseguridad, de no estar a salvo, de no
poder confiar cien por cien en mis padres. Qué diferente hubiese sido todo si
mi padre, en lugar de un lacónico «Claro», le hubiera contestado: «¡Ni hablar!
Karina es nuestra, la queremos infinitamente y no permitiremos nunca que te
la lleves…».
Tengo muchos ejemplos de clientes y personales que hacen visible el daño
que, como padres, podemos causar a nuestros hijos, por eso creo que es
importante repasar nuestra propia infancia para acordarnos de esas heridas y,
de paso, sanarlas con el conocimiento del rasgo que ahora tenemos y que nos
permite comprender y perdonar. Pero más que recordar lo que nos ha hecho
daño y nos ha costado parte de nuestra autoestima, necesitamos hacer ese
viaje por los años de la infancia para ponernos del otro lado de aquellos
comportamientos, actividades o palabras que nos hicieron sentir valorados,
seguros y amados. O sea, como padre, cuida mucho tus palabras, tus frases,
tus expresiones cuando te puede escuchar y ver tu hijo. Date cuenta de que un
niño pequeño, que imita todo lo que hacemos y decimos, todavía no es capaz
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de captar la ironía o según qué tipo de broma, o un doble sentido y que, sin
quererlo, puede hacer mucho daño a corto y a largo plazo.
Los niños con AS no suelen ser fáciles, ya que, aunque solo sea por su
sensibilidad sensorial, requieren mucha atención y comprensión. Puedo
entender que una madre, especialmente si está cansada y estresada, no tenga
la paciencia suficiente como para prestar mucha atención cariñosa a su niña
que se queja de que le duele la coleta que le acaba de hacer. Puedo entender
que un padre, cuyo mayor deseo es ver triunfar a su hijo en el mundo, no sea
muy comprensivo si el niño siempre tiene dolor de barriga a la hora de tener
que competir con otros chicos. Lo entiendo, porque he visto la impaciencia y
la desesperación en mi madre cuando yo era pequeña, y porque he sufrido la
misma impaciencia y desesperación con mis hijos cuando se quejaban de
cualquier cosa en los momentos menos oportunos. Ni mi madre ni yo
teníamos el conocimiento del rasgo que tú, lector, estás aprendiendo. Ojalá
hubiese sabido lo que sabes tú ahora, aunque, gracias al universo, la relación
que tengo con mis hijos es excelente y hablamos mucho sobre mis errores,
riéndonos incluso por muchas escenas en que yo acababa chillando y llorando
de impotencia cuando ellos, mis pequeños «torturadores», me sacaban de
quicio. Es una pena que, sin embargo, no haya podido hacer lo mismo con mi
madre, ya que murió antes de que yo descubriera el trabajo de Elaine Aron.
Ahora bien, detalles como la coleta que duele o el dolor de barriga ante
exámenes o competiciones deportivas son compartidos por muchos niños con
alta sensibilidad. No entran directamente en las características base —los
pilares— del rasgo, pero sí son fruto de él y suelen formar parte del día a día
de muchos niños AS. Sin embargo, no todos estos niños tendrán las mismas
dificultades. En algunos, estos problemas es posible que aparezcan de forma
puntual, como algo temporal, que pueden desaparecer tal como han aparecido.
Quiero recordar aquí que estamos hablando de un rasgo, no de una
enfermedad. Un rasgo no se cura. El niño nace con este rasgo que le hace más
sensible y más emocional que la mayoría de los niños y no pasa nada. Ahora,
esa sensibilidad y emocionalidad a veces necesitan, según la situación en que
se van manifestando, una pequeña explicación. Haremos un repaso de unos
cuantos puntos comunes entre los niños con AS, que pueden requerir de
nuestra especial atención. (Véase encuesta de padres PAS en Anexo 1).
Dificultades recurrentes
Todos los niños, PAS o no, irán topándose con dificultades o temas de
aprendizaje o de superación que requieren más atención de lo normal por
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parte del educador. Son temas por los cuales cada uno tenemos que pasar en
el proceso del crecimiento físico y emocional para, poco a poco, ir
madurando. Ahora, por las típicas características inherentes al rasgo de la alta
sensibilidad, hay determinados temas que se presentan más frecuentemente y
a menudo con más intensidad, en niños AS. Elaine Aron menciona una serie
de temas que llaman la atención en la educación y en cuanto al
acompañamiento. Aparte de estos datos, y gracias a la encuesta sobre niños
con alta sensibilidad realizada con la holandesa Esther Bergsma, disponemos
de un listado concreto de estos problemas y los correspondientes porcentajes
en los que se presentan en España. En este capítulo los iremos viendo, uno
por uno y en orden de importancia.
Rabietas
Según nuestra encuesta, no menos de un 56 por ciento de los niños con alta
sensibilidad llegan a sufrir rabietas. Es quizás uno de los temas que más
llaman la atención en cuanto al comportamiento de estos niños porque sus
episodios suelen producirse de manera inesperada y pueden ser muy
explosivos.
Le miro y es como si, de repente, se le cruzan los cables y explota —dice una madre—. Cruza los
brazos en un gesto dramático, aprieta los labios, se pone rojo, y, con el ceño fruncido, empieza a
dar patadas contra todo lo que se encuentra por delante. Dice cosas ininteligibles por mantener la
boca cerrada, o a lo mejor no dice nada y son solamente sonidos sin sentido alguno, como de un ser
herido, no lo sé. Cuando está así no me ve ni me escucha, la única cosa que puedo hacer es ir
quitándome de en medio y esperar hasta que se calme. Por supuesto, he intentado cogerle el brazo,
abrazarle, hablarle en un tono tranquilo, pero esto, en lugar de calmarle, parece encenderle todavía
más.
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Podemos ver la rabieta como la válvula de escape de una situación de
estrés extremo que no se deja regular. El niño no puede frenarlo ni controlarlo
y, efectivamente, abrazarle o hablarle, generalmente le aporta todavía más
estímulos por lo cual, aunque sea bien intencionado, puede ser
contraproducente. No está de más intentar abrazarle; a veces puede ser lo que
necesita, pero si se enfurece más, es mejor no insistir, no enfadarse, mantener
la calma y esperar hasta que el niño se haya tranquilizado lo suficiente para
poder consolarle y hablar sobre lo que ha pasado. Muchos niños, y
especialmente los más jóvenes, se asustan de su propio comportamiento y del
hecho que no lo pueden controlar o autorregular.
También hay niños que se enfadan de pronto al llegar a un punto de
máxima frustración porque algo, alguna tarea, por ejemplo, no les sale como
quieren. Para la mayoría de los niños altamente sensibles es muy importante
hacer las cosas bien, y hacerlas bien a la primera. Suelen ser niños muy
autoexigentes algo que, más de una vez, se combina con el deseo o la
necesidad de dar una buena impresión y de agradar.
A Xisco le encanta dibujar y, con 4 años, lo hace muy bien. Le encanta regalar dibujos a sus
abuelos, a sus tíos y a otros adultos que juegan un papel en su vida —cuenta Sofía—. Antes de
empezar, ya tiene una idea muy clara de lo que quiere plasmar, y generalmente le sale según lo
planeado. A veces, especialmente cuando está cansado después de un día con muchas actividades,
no lo consigue y se enfada tanto que acaba por romper el papel, tirar los lápices y dar patadas a la
mesa mientras grita como un energúmeno. Si me acerco para consolarle, me pega y me empuja, y
no me queda otra que esperar hasta que acaba agotado y llorando. Me da mucha pena no poder
ayudarle —termina diciendo Sofía.
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Cada persona necesita aprender límites sociales y personales, y este
aprendizaje empieza en la infancia. Tener voluntad y una opinión propia es
perfecto, pero no cuando significa que otra persona, que también las tiene,
tenga que sacrificarlas. Evidentemente, cuando el niño tenga cierta edad y
empiece a razonar, se puede negociar y llegar a hacer tratos.
Lo más importante que puedes hacer, como educador, es ver las rabietas
como episodios en los que va conociendo su propia emocionalidad y hacerle
entender que, por mucho que se enfade, nunca dejarás de quererle ya que tu
amor es incondicional.
Tampoco es una buena idea insistir durante el episodio mismo, en que el
niño se calme y que pare. No sé, a lo mejor ya lo intentaste y te diste cuenta
de que es contraproducente. Lo máximo que podrías hacer es, sin retenerle el
amor que le tienes, decirle con todo el cariño algo como: «Ahora estás muy
enfadado y no podrás escucharme. Pero, cuando te hayas calmado,
hablaremos sobre lo que te ha pasado y me contarás tranquilamente por qué te
hayas puesto así. Te escucharé y veremos qué podemos hacer». Lo mejor es
no esperar demasiado a tener esta conversación. Es importante que el niño
entienda que le quieres y que le aceptas de manera incondicional, en plena
rabieta o cuando está tan fuera de sí que intenta pegarte y darte patadas. No
por tener un ataque de rabia, deja de ser un buen niño; es un buen niño que
tiene una rabieta. Tu amor incondicional hará que se sienta seguro y amado en
lugar de criticado, juzgado y rechazado. Las emociones positivas contribuyen
a que tu niño AS sea un adulto con una buena autoestima, algo que no
podemos perder de vista nunca.
La rabieta suele ser «la última gota» de una serie de acontecimientos que
han ido cargando al niño hasta llegar al momento de saturación en el que
pierde el control. Por eso es tan importante tener una conversación sobre el
incidente, y ayudarle a entender su propio funcionamiento. Solamente si
puede llegar a comprender la intensidad de sus emociones, su manera de
cargarse emocional y sensorialmente (que va unido a un aumento de estrés)
puede empezar a darse cuenta de cómo va subiendo su temperatura interior y
puede aprender a desconectar antes de estallar.
Un niño no controla la rabieta pero, antes de llegar a tenerla, sí puede
aprender a pararla. Podemos ayudar al niño a regular sus emociones. El
educador debe tener muy claro que el niño no tiene la rabieta para fastidiarle.
La inmensa mayoría de los niños AS se sienten mal y avergonzados después
de haber perdido el control, por haber hecho daño a las personas que quieren.
Ten en cuenta que las PAS de todas las edades son personas que quieren
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ayudar, caer bien, cuidar de los demás y, para nada, quieren llamar la
atención, y menos de forma negativa.
Igual que un niño tiene que aprender a andar, hablar, jugar, leer y escribir,
tiene que aprender a regular sus emociones. Las emociones se desarrollan, «se
cuecen» en el interior, son invisibles y surgen, de repente, como una ola
gigantesca que le inunda. Aprender a reconocer esa ola en la distancia y
redirigirla, es lo que forma parte de lo que llamamos la educación emocional.
Enfados
Muchos niños AS se enfadan por las injusticias, y este tipo de enfado, que es
más bien una indignación profunda, no suele ir acompañado de una rabieta,
aunque sí puede manifestarse con llanto y con gritos. Las injusticias pueden
ser situaciones familiares entre hermanos, por ejemplo, o situaciones vividas
en el colegio. Lo que un niño PAS considera una injusticia no necesariamente
lo es desde una perspectiva objetiva o adulta, pero si la niña lo percibe como
tal habrá que dejar que lo explique y escucharla. Conocemos casos de niños
con AS que se enfaden muchísimo cuando a algún compañero (o a ellos
mismos) les acusan de algo que no han hecho, o cuando son testigos o
víctimas de bullying. Los adultos sabemos que el mundo está lleno de
injusticias —y nos siguen indignando— pero los niños necesitan aprender que
esto es así y tienen que descubrir maneras que les permitan gestionar su
indignación. Habla con tu hija sobre estos temas, hazla saber que entiendes
sus emociones y pregúntale por las posibles ideas que ella tiene para
solucionar el problema. No te rías de sus aportaciones si, a lo mejor, te
parecen inmaduras o infantiles, ayúdala a explorarlas más. Ayudarla a
desarrollar un pensamiento propio es uno de los regalos más grandes que
puedes ofrecer a tu hija.
El niño también se puede enfadar por los límites que le impones, por
ejemplo, si no puede tener un teléfono móvil hasta cumplir los 12 años, no
puede ver la tele todos los días, o tiene que hacer los deberes antes de salir a
jugar con sus amigos. En estos casos la reacción suele ser de enfado y de estar
ofendido. (¡No es justo! ¡Todos mis amigos tienen/pueden/hacen…!). Es
importante que tengas una conversación sobre esto y que el niño entienda que
no son castigos. No se establecen porque no le quieres, sino porque tú has
decidido que es por su bien y que, aunque entiendes perfectamente que no le
guste y que no esté de acuerdo, dispones de más información que él y puedes
valorar de otra manera lo que él percibe como una injusticia.
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Elaine Aron nos habla de niños con una voluntad muy fuerte, que tienen
una tendencia a imponerse y enfadarse cuando tienen claro que existen
situaciones que, para ellos, son inaceptables. «Niños tozudos o intensos», los
llama. Se enfadan con facilidad y hacen lo que pueden para salirse con la
suya. Dan la impresión de que saben exactamente lo que es moralmente
aceptable y lo que no, distinguen la verdad de la mentira. Están convencidos
de que ellos tienen razón y harán lo que puedan para convencer a los otros.
Como educador es importante saber que el niño realmente siente lo que dice y
sus reacciones no son el resultado de querer llevar la contraria. La mejor
manera de gestionar las situaciones de tensión que este comportamiento
puede generar, es hablar y preguntarle por sus motivos e ideas, en lugar de
intentar imponerte como adulto y reaccionar con frases como: «Aquí mando
yo», «Has de hacer lo que yo diga porque soy tu padre», «Qué vas a saber tú,
que eres un niñato». Muchos niños, y especialmente niños AS, pueden llegar
a tener ideas, intuiciones e inspiraciones muy válidas que merecen ser
escuchadas.
Cada comportamiento, cada expresión de emociones, es el resultado de
algo, tiene uno o varios motivos, tiene una historia. Tendríamos que
esforzarnos para descubrir la necesidad que el pequeño intenta cubrir con su
rabia, su enfado o su insistencia. ¿Qué es lo que nos quiere decir? ¿Qué ha
pasado para que haya llegado a este extremo? ¿Se siente inseguro? ¿Tiene
miedo de perder el cariño de sus educadores? ¿Duda del amor incondicional
de sus padres? Muchas veces los niños manifiestan comportamientos
«irracionales» cuando han visto que sus padres se hablan mal entre ellos;
cuando son testigos de maltrato; cuando uno de los educadores se tiene que
ausentar por un tiempo determinado, sea por trabajo, por enfermedad; o por
situaciones nuevas sobre las que el pequeño no tiene conceptos y no sabe qué
significan ni cuáles son las consecuencias. También conviene tener en cuenta
que los niños aprenden a través de la imitación; reflejan nuestro propio
comportamiento. Cuando los padres se enfadan entre ellos con gritos o con
malas formas, el niño lo copiará, pensando que este comportamiento es lo
«normal».
Un niño enfadado y preocupado es un niño sobreestimulado, y un niño
sobreestimulado o sobreexcitado tendrá problemas a la hora de dormir.
Dormir
Si un adulto AS tiene dificultades con el sueño, si le cuesta «soltar el día» y,
por culpa de eso, no llega a dormir las ocho horas que necesita, se despertará
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cansado y posiblemente más estresado de lo normal. La falta de sueño le
llevará a sentirse irritado y crispado. Ese adulto sabe que, si no duerme las
ocho horas que necesita para descargar toda la carga sensorial y emocional
del día anterior, no va a estar en óptima forma y se notará más sensible de lo
acostumbrado. Si es solamente una sola noche de pocas horas de sueño
probablemente podrá con el día siguiente y no le costará demasiado controlar
sus irritaciones y sensibilidad, pero cuando empieza a haber más noches en
blanco seguidas, la vida comienza a hacerse cuesta arriba. Sabemos que
muchos adultos con AS tienen problemas de sueño, y si eres madre o padre
con alta sensibilidad, seguramente eres consciente de que dormir poco o mal
te pasa factura y te hace más sensible e irritable. Darte cuenta de que esto es
así, te ayudará a comprenderle mejor a tu hijo.
Por los resultados de la encuesta sabemos que para un 52 por ciento de los
niños con alta sensibilidad, la situación no es muy diferente. Si un hijo
duerme mal o demasiado poco, toda la familia sufre. Muchos padres,
especialmente siendo AS, se desesperan, y con razón. Los problemas de
sueño de los hijos suponen, especialmente si se trata de un bebé, que los
padres tampoco lleguen a sus ocho horas de descanso. La mayoría de los
niños AS que no duerme bien o que no duerme lo suficiente tiene este
problema porque tardan mucho en conciliar el sueño a la hora de acostarse.
Aparte de estos niños vemos un grupo más reducido de niños AS que no
llegan a sus horas de descanso porque se despiertan antes de la hora y no
pueden volver a dormirse.
Ahora, para poder ayudarles, tendríamos que conocer la causa del
problema para, después, ir viendo qué podemos hacer para facilitarle al peque
la transición entre el día y la noche.
Existen varios motivos que pueden dificultar la conciliación del sueño, y
pesan más para una persona con alta sensibilidad que para otra que no
comparte el rasgo. Hemos hablado de los cuatro pilares, de las cuatro
características base que definen el rasgo. En lo que concierne al sueño,
posiblemente el pilar que más pesa es la sobreestimulación, seguido por el de
la reflexión profunda. Una persona sobreestimulada no puede dormir porque
su cerebro va a más de cien por hora lo cual le impide relajarse. Un niño que
ha pasado el día completo en el colegio, seguido por actividades
extraescolares, tendrá problemas para soltar las muchas experiencias que ha
ido viviendo.
De la misma manera le afectarán los días con cualquier tipo de
actividades, especialmente si son nuevas. También vemos cómo situaciones y
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actividades nuevas le pueden ir sobreactivando antes de que tengan lugar ya
que es probable que se preocupe por cómo será y qué pasará. Un ejemplo
puede ser un campamento de verano, una mudanza, un cambio de colegio,
una fiesta de cumpleaños propia o ajena, reuniones de familia, una visita al
dentista o al médico… Si es el día mismo será porque lo está reviviendo todo,
volviendo a recrear interiormente cada detalle que ha percibido, cada emoción
que ha sentido. Si es algo que todavía tiene que pasar, sus preocupaciones
serán del tipo: ¿qué pasará? ¿Cómo será? ¿Cómo me sentiré? La combinación
de pensamientos, emociones y preguntas pueden robarle muchas horas de
sueño a tu pequeña PAS.
Los niños AS y especialmente los niños altamente sensibles con un
carácter extrovertido, suelen participar no al cien, sino al doscientos por cien
en las actividades, implicándose emocionalmente. Un día de cole no
solamente es aprender la materia impartida, sino también asimilar toda la
información sensorial, las emociones que esto le genera, y hay que añadir las
emociones que ha ido percibiendo de sus compañeros, emociones que incluso
puede haber absorbido. Como ya sabes, un niño AS se suele preocupar mucho
por el bienestar de todos y por temas de justicia. Si —y no es nada raro que
pasen cosas de este tipo— ha visto que a alguien lo han tratado de manera
injusta, o si alguien está haciendo algo que es injusto, nuestra pequeña PAS se
encenderá interiormente y sufrirá por la «víctima» de esa injusticia. Se lo
tomará muy a pecho. Temas como este se reavivan una vez que se ha
acostado y hacen que la pequeña PAS lo pase muy mal. Le dará mil de
vueltas a todo lo que le preocupa. ¿Por qué han hecho eso? ¿Nadie ha visto
que…? ¿Cómo se lo pueden creer? ¿No se dan cuenta de que fulano es
inocente? Preguntas de este tipo atormentarán a la pequeña PAS, y estará
pensando en qué puede hacer para enderezar la situación.
Nuestros pequeños PAS lo captan todo y son especialmente sensibles al
estado emocional de sus padres, si entre ellos pasan cosas que perciben como
amenazadoras de su propia seguridad. Todos los niños necesitan poder
sentirse seguros, pero con los niños AS vemos como captan el estado
emocional de los padres y en seguida empiezan a preocuparse mucho, aunque
por fuera nadie lo diría.
Otro tema que suele jugar un papel en la conciliación del sueño es el
horario que solemos llevar en nuestro país, un horario que en general no
ayuda. Sé de muchas familias en las que se cena muy tarde. Esos horarios en
muchos casos vienen determinados por el horario laboral de los padres y lo
podemos ver como una cuestión cultural, con lo cual quiero decir que no lo
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podemos cambiar por mucho que queramos. Irte a la cama directamente
después de cenar no es una buena idea si necesitas dormir ya. Si tienes que
dormir por lo menos ocho horas para recuperarte para poder afrontar el día
siguiente, puede ser que tengamos un problema. Ojalá tuviera la solución,
pero si tu niño no puede dormir por tener la digestión en marcha (lo cual
también contribuye a que la mente vuelva a activarse y a que el niño empiece
a preocuparse por lo que sea), conviene que revises si puedes hacer algo
respecto a la hora de la cena.
Conciliar el sueño equivale a soltar el día, pero en ese momento de
transición entre un estado y otro, pueden colarse los miedos. Los niños
pueden tener muchos miedos, y los miedos causan preocupaciones de todo
tipo: miedo a la oscuridad, a la soledad, a los monstruos que hay debajo de la
cama, a los bullies en el cole, miedo a las consecuencias por no haber hecho
bien los deberes, miedo a tener que hablar en clase el próximo día, miedo a
las peleas entre sus padres… La lista es larga, larguísima. Si tú, adulto, eres
PAS seguramente recordarás los miedos de tu infancia. Da igual si ahora
sabes que son miedos irracionales, siguen siendo miedos y algunos son muy,
pero que muy persistentes.
En cuanto a las PAS más pequeñas puede haber otros factores que
dificultan el sueño. Muchos bebés lloran cuando les acuestan. Mi hija era así,
su llanto era intenso y profundamente desconsolado. Ojalá hubiera sabido en
aquel entonces de la existencia de nuestro rasgo. Un bebé, PAS o no, no
lloraría por preocupación, pero evidentemente puede llorar porque tiene
hambre o, porque, como se suele pensar, le duele la barriguita. Cuando mis
hijos eran pequeños estos solían ser los motivos clásicos: «cólicos», me
decían. Ahora, con el conocimiento que tenemos del rasgo de la alta
sensibilidad, vemos cuántas cosas pueden causar malestar al peque. El último
pilar, el cuarto, habla de la sensibilidad sensorial y la sensibilidad para
detectar sutilezas. Si pensamos que un recién nacido es pura sensorialidad, en
seguida podemos comprender que tendríamos que buscar las soluciones más
bien en el ámbito sensorial, una vez que hemos descartado como causa del
llanto, el hambre o un cólico.
A lo mejor no lo has pensado, pero si tu bebé es AS le pueden molestar y
estresar cosas como el exceso de luz; ruidos como el tictac de un reloj o la
tele del salón donde están los adultos; un pliegue en la sábana o en la ropa;
botones, costuras, un bordecillo de plástico del pañal; demasiado calor o frío
especialmente en los pies; el perfume de lociones o cremas que le hayas
puesto; ambientadores o incienso… Otro clásico que puede llegar a molestar
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mucho al bebé AS son los móviles que se cuelgan encima de la cuna y que les
encantan a los padres por sus figuritas que se mueven y su musiquilla que,
casi siempre, es la famosa «Nana» de Brahms. Si tu bebé PAS llora en lugar
de dormirse y le sigues poniendo la musiquilla, prueba a quitárselo, acunarle
en brazos y cantarle tú. De la misma manera puede ser que le molesten los
peluches de la cuna, o de los muebles de la habitación que llegan a su campo
visual, u otras decoraciones del espacio. Piensa que cuanta menos
información sensorial, cuanto menos estímulo sensorial reciba, cuanto más
tranquilo esté, más fácil será entregarse al estado de sueño y mejor dormirá.
Recuerda: si tu bebé o párvulo altamente sensible tiene problemas de
sueño, no es por gusto, no es por fastidiarte a ti y tampoco es por ser
«quejica». Sé muy bien que un bebé que no para de llorar te puede llegar a
desesperar y te puede agotar, pero sabiendo lo que ahora sabes, tienes más
pistas para investigar la causa del llanto y ayudar a ese ser pequeño e
indefenso que sufre igual, o incluso más que tú.
Cabe añadir el tema de los amigos invisibles. Muchos niños con alta
sensibilidad —un 20 por ciento, según nuestra encuesta— tienen un amigo
invisible, un compañero que el adulto no ve pero que, para el pequeño es una
realidad. Personalmente, creo que el porcentaje real es más alto ya que es
posible que nadie más salvo el niño sepa de ese «personaje». Estos amiguitos
pueden hacerle compañía al niño cuando está en la cama y cuando, por
ejemplo, tiene miedo a la oscuridad. Tu niño hablará con él y las
conversaciones pueden ser largas. Aparte de asegurarte de que es buena
«compañía», lo mejor es no insistir en que son fantasías infantiles ni decirle
que «ya es demasiado mayor» para eso. Si para tu hijo son una realidad,
acéptalo, no lo ningunees ni te burles. Negar la existencia de algo que es real
para el niño puede dañar vuestra relación en un nivel de profunda confianza.
Además, si ese amiguito le ayuda para que se sienta más tranquilo y sin
miedos, ¿qué más podemos pedir?
Guardería y colegio
Veamos el caso de Francisca:
Tengo una niña de un año y medio altamente sensible, tanto yo como su padre también lo somos y
hemos comprendido a Anya desde que nació… Las circunstancias actuales, hacen que ahora
tengamos que empezar a llevar a la pequeña a la guardería y está siendo desagradable tanto para
ella como para nosotros (sobre todo para mí). Anya no soporta que los niños griten y tampoco se
acerca mucho a según qué niños. Cuando oye gritos o simplemente hay algo de la sala que «no le
gusta» empieza a llorar desconsoladamente. Siempre la cojo en brazos y la abrazo con todo mi
corazón, pero no deja de llorar hasta que salimos de la guardería.
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Me gustaría saber si «evitar» estas circunstancias es lo mejor, o cómo enfocarlo, ya que a los 3
años tendrá que ir al colegio y allí todavía puede ser peor.
Anya, con un año y medio, es muy pequeña, y más para una niña AS. Ya
sabes cómo son las transiciones para las PAS adultas. Siempre son difíciles
aun cuando, siendo adultos, ya tienen la capacidad de entender por qué se
sienten así, ya conocen todos los conceptos; aun así, se abruman.
Anya no entiende qué le pasa; no tiene experiencias anteriores de otras
guarderías, ni siquiera sabe qué es una guardería, solo sabe que es un sitio que
no es su casa, donde hay jaleo, mucho movimiento, luces; en otras palabras,
demasiada información de todo tipo. No es extraño que no tarde ni cinco, diez
minutos en saturarse por completo. Si encima su madre la coge en brazos, con
sus mejores intenciones, es posible que ese extra de información, ese
estímulo, en lugar de calmarla, le produzca más ansiedad. Por lo menos,
basándome en lo que me había escrito Francisca, era mi intuición, no lo sabía
con seguridad, pero es probable.
La pregunta es: ¿qué se puede hacer? No sabía lo suficiente de la
situación, pero por el momento, si es posible, es mejor no mandar a Anya
todos los días, ni días enteros. Habría que ir dosificando, aumentando
paulatinamente. Hablar con la profe, explicarle el rasgo; preguntar si hay un
espacio sin niños, silencioso y con pocos estímulos sensoriales, donde pueda
ir para calmarse, para estar tranquila. Es muy pequeña, pero se podría hablar
con ella a su nivel, hacerla entender que la comprendes. Sin embargo, hay que
evitar mensajes como: «Hay que ser fuerte», «mira a fulanita, ella no llora»,
etc. Seguramente, siendo PAS los dos, Francisca y su marido no lo harían,
pero sé que en la desesperación estos mensajes a veces pueden llegar a
decirse. Lo mejor sería que un niño pudiera quedarse en casa hasta los 3 años
(lo creo firmemente y más para niños AS), pero sé que la realidad a menudo
no lo permite.
La historia acabó bien y agradezco a Francisca que, después de un tiempo,
me volviera a escribir para contarme lo que pasó. Ella y su marido decidieron
aplazar la guardería medio año más y preparar un poco mejor a Anya,
organizando encuentros con otros bebés y ampliando los estímulos en casa.
Luego empezaron a llevarla dos mañanas por semana, y cuando vieron que
Anya no mostraba señales de estrés y de saturación, iban aumentando
paulatinamente «los días de cole». Ahora, casi un año más tarde, todo va bien
y no hay problemas. Además, en la guardería hicieron caso y crearon un
rincón tranquilo con colchones en el suelo, luz filtrada y poco ruido.
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Cualquier cambio, cualquier situación nueva es, para la gran mayoría de
los niños AS, algo que les produce un estrés muy elevado, resultado de una
avalancha de nuevos estímulos e información.
A continuación, reproduzco otros testimonios:
Desde el día en que llevamos a Maite a la guardería, llora todas las mañanas a partir del momento
en que le ponemos los zapatos, y no para durante todo el camino. Cuando nos despedimos de ella
sigue llorando. Se te rompe el corazón. Así ya llevamos casi dos meses. Hemos intentado todo y no
hay manera.
Roberto se queja de dolor de barriga. Nada más despertarse, me dice que le duele, pero le pasa solo
entre semana cuando toca ir al cole. A veces tiene diarrea y le cuesta desayunar. Le hemos llevado
al médico, pero este dice que no nos preocupemos, que son nervios y se le pasará. No lo sé; creo
que no es tan simple y me preocupa, aunque a veces es más fácil pensar que el niño exagera, sobre
todo cuando yo estoy estresada y no puedo remediar hablarle mal hasta gritarle. Luego me siento
fatal.
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Una característica muy importante de las PAS es esa necesidad de tomarse
un tiempo para observar «lo que hay» antes de lanzarse, lo que Elaine Aron
llama el sistema pause and check, que ya hemos mencionado antes. Aunque
parece que las PAS extrovertidas no lo hacen, también lo hacen, la diferencia
es que suelen necesitar menos tiempo y posiblemente se arriesgan un poco
más.
El hecho de que una PAS introvertida necesite más tiempo que la
extrovertida, tanto tiempo que realmente llama la atención, hace que parezcan
tímidas. Pueden serlo, existen PAS con un carácter tímido, pero el hecho de
mantenerse un poco al margen en situaciones nuevas y a veces abrumadoras,
tiene que ver con esa tendencia de las PAS de valorar los riesgos, los peligros
y los puntos seguros que le pueden servir de «anclaje». Si observamos al niño
PAS, es muy probable que, al enfrentarse a una situación nueva como el
primer día del cole, no querrá participar. Un espacio (aula) que no conoce,
niños que nunca ha visto en su vida, mucho ruido y demasiado de todo, es un
bombardeo de estímulos que le abruman y le saturan. Es comprensible que
necesite tiempo para gestionarlo todo, para ordenar esa avalancha de
información nueva y que necesite observar a todas las personas en el espacio
para discernir con cuáles podría encajar, cuáles serán un poco como él.
Observará a los niños que gritan, a los que empujan o juegan de una manera
que a él le puede resultar violenta, a los que son inquietos y se decantará por
los más tranquilos. Una vez que tenga asumida toda la nueva información y
que haya determinado qué niños (y adultos) no presentan riesgo, se
incorporará a las actividades. No antes. En realidad, es un comportamiento
que encaja totalmente con la manera de asimilar el mundo y también con la
faceta evolutiva del rasgo: alguien que es consciente de los riesgos y de los
peligros actuará en la línea que garantiza la supervivencia del grupo.
Volvemos a echar un vistazo a la encuesta sobre niños con alta
sensibilidad y vemos que la mitad de estos niños entre los 4 y los 16 años
tiene algún problema en el colegio. De todas las cuestiones que se trataron en
la encuesta, el colegio es donde más dificultades encuentran nuestros
pequeños y jóvenes con el rasgo de la alta sensibilidad. Dentro del ámbito
escolar, ¿qué es, según las respuestas de los educadores, lo que mayor
malestar causa a los niños AS? Casi un 66 por ciento ha marcado la opción
«miedo a fallar». Más adelante lo veremos con más detalle: el miedo a fallar,
a no hacerlo bien a la primera y a llamar la atención; los tres miedos que están
estrechamente relacionados y que aparecen no solamente en el colegio, sino
en prácticamente cada situación social. Los niños que sufren estos miedos lo
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suelen pasar muy mal ante cualquier tarea, por pequeña que sea. Sienten
tensión, estrés e incluso ansiedad, hasta tal punto que un preocupante
porcentaje del 38 por ciento indica que no tiene ganas de ir al cole.
Es muy difícil empezar cinco días de la semana con situaciones de tensión
y de malestar; es difícil como educador, pero también lo es si eres ese niño
que no quiere ir a clase y que cada vez tiene que luchar contra esa sensación
de aversión para levantarse, vestirse, desayunar e ir (o dejarse llevar) al
colegio.
Los educadores se desesperan, pueden perder la paciencia y a veces hay
discusiones y gritos. Todos sufren. Las mañanas entre semana ya suponen, en
menor o mayor medida, prisas y estrés por no llegar tarde. Según el carácter
del niño, aparte de ser un niño AS, la rutina mañanera puede ser nada más que
eso o puede ser un suplicio. Hay niños fáciles y rápidos y hay niños que
necesitan su tiempo para despertarse del todo y entrar en el ritmo diario. Pero
a cualquiera de ellos les puede pasar que, por un motivo o por otro, dejen de
sentir la motivación necesaria para ir al cole.
Si, como padres o educadores, notáis ese tipo de resistencia en vuestro
hijo, durante unos días seguidos, seguramente se os dispara la alarma.
Levantarse sin ganas de vez en cuando es normal, pero si la desgana perdura,
es probable que haya un problema. Puede que el niño se sienta molestado o
acosado por otros niños —hay grados de lo que hoy en día llamamos bullying
—, o que tu hija tenga la sensación de que la maestra no la entiende. El
bullying produce miedo e inseguridad, el niño se siente vulnerable y
desprotegido. Si encima tiene una maestra que no le entiende ni le defiende,
es más que comprensible que perciba el colegio como un lugar hostil, lleno de
enemigos donde es mejor ni acercarse.
También pueden existir otros problemas, como puede ser el estilo de
aprendizaje, que está relacionado con el concepto de las inteligencias
múltiples, desarrollado por el psicólogo estadounidense Howard Gardner.
Según sus investigaciones, no todos los niños aprenden de la misma manera,
cada uno tiene su propio estilo. Gardner define la inteligencia como
capacidad, como talento, y distingue ocho habilidades cognoscitivas:
inteligencia musical, inteligencia cinético-corporal, inteligencia lógico-
matemática, inteligencia lingüística, inteligencia espacial, inteligencia
interpersonal, inteligencia intrapersonal e inteligencia natural.
En nuestro sistema educativo, generalmente las materias son presentadas
de manera verbal —apelando a la inteligencia lingüística— o de una manera
que se basa en la lógica —apelando a la inteligencia matemática—. Sin
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embargo, ahora sabemos que muchos niños AS tienen especialmente
desarrollada la inteligencia espacial o visual, lo cual quiere decir que suelen
aprender (mejor) a través de imágenes; son niños que piensan en imágenes.
Un niño tipo «visual» tendrá más problemas a la hora de memorizar la
materia que su amiguito que puede ser un niño tipo verbal o lógico.
Entre las muchas características de las PAS, vemos que pueden tener
mucha imaginación y, llevando esa imaginación a un nivel mayor, puede
llegar a ser una capacidad visionaria basada en la habilidad de ver las líneas y
las relaciones generales que subyacen en cualquier situación. Esto es un
ejemplo muy claro de qué significa o de cómo funciona esa inteligencia
espacial o visual. También es un tipo de inteligencia que predomina en el
mundo de la creatividad y que ayuda mucho a la hora de planificar y
especular sobre eventualidades y probabilidades de todo tipo. Por decirlo de
algún modo, es como pensar en tres dimensiones. Si tenemos en cuenta la
idea de que —según Elaine Aron— el cerebro de las PAS recibe más riego
sanguíneo en el hemisferio derecho, y que este hemisferio está relacionado
con la creatividad y la intuición, entendemos mejor por qué las PAS de todas
las edades suelen ser predominantemente del tipo inteligencia visual-espacial.
Muchos niños AS, por lo tanto, aprenderán con más facilidad si se les
presenta el contenido de las asignaturas no en textos secos, sino en imágenes
que les permiten visualizar las relaciones entre los diferentes puntos y la
imagen global. Un método de enseñanza en el que se tenga en cuenta el
elemento artístico, sería de gran ayuda.
Recuerdo que, de pequeña, en matemáticas, yo daba las respuestas
correctas sin poder llegar a ellas a través de las fórmulas que tenía que
aprender. Cuando me preguntaban cómo había llegado a la respuesta y me
pedían que lo explicara a través de la fórmula, no era capaz y recibía una nota
baja (aparte de acusaciones de haber hecho trampa, claro). Evidentemente no
hacía trampa y tampoco era (ni soy) vidente, sino que percibía, intuía la
respuesta correcta porque comprendía el principio en forma de «imagen»,
pero era incapaz de explicarlo.
Evidentemente, siempre se utilizan varias o todas de estas inteligencias a
la vez, aunque cada uno suele tener su estilo preferido y más desarrollado, un
estilo que le permite «captar» las cosas con más facilidad. Otra de las
inteligencias que solemos ver en las PAS de todas las edades, pero
especialmente en los niños, es la inteligencia interpersonal. Esa capacidad que
tenemos para detectar el estado emocional de otras personas, esa capacidad
empática, está relacionada con este tipo de inteligencia. Te invito a investigar
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sobre este tema —sobre todo si tu hijo tiene problemas de aprendizaje—, ya
que te va a resultar muy interesante para comprender un poco mejor las
reacciones y la forma de actuar de tu hija o hijo, y, cómo no, también de ti
mismo. Si, como padres, tenéis la idea de que vuestro hijo no rinde en el cole
de forma acorde con sus capacidades intelectuales, también puede ser buena
idea hablar con la maestra. La enseñanza tipo Waldorf trabaja mucho con las
diferentes inteligencias, pero tristemente, suelen ser escuelas no
subvencionadas y por tanto son muy caras, no todo el mundo se las puede
permitir.
En mi opinión, esta tendencia de querer intelectualizar al niño cuanto
antes me parece una aberración brutal. Francamente, no entiendo esa
necesidad de enseñar a leer y a escribir a niños de 3-4 años, y obligarles a que
aprendan a estar sentados en sus mesitas como niños mayores, a
inmovilizarlos y a robarles el tiempo que tendrían que estar jugando. ¿Acaso
hemos olvidado que los niños aprenden jugando? Los aprendizajes cognitivos
tocan más tarde; antes un niño necesita desarrollar su motricidad (corriendo,
bailando, escalando árboles, dibujando…) y sus habilidades sociales (la
interacción con otros niños es fundamental para aprender a manejarse en la
vida ante conflictos, para aprender sobre la amistad y la lealtad, para saber
compartir, para aprender que cada persona es un mundo…). Los niños
aprenden todo esto a través de juegos, imitando el mundo de los adultos,
cantando, realizando pequeñas tareas de carácter social y, si es posible,
cuidando de un huerto escolar o de su propia planta y amando a su mascota si
puede tener una (algo muy importante para niños con AS, de hecho, para PAS
de todas las edades).
La etapa de 3-6 años (hasta cambiar los dientes) es la etapa de la vida que
está destinada a este tipo de cosas, siempre presentando las distintas
situaciones desde un aspecto lúdico, aunque el adulto acompañante sabe muy
bien que los niños están aprendiendo. Si no se vive la primera infancia desde
esta perspectiva social y lúdica, donde el aprendizaje de las relaciones
sociales es natural e instintivo, y se desarrolla la motricidad, se pierden años
valiosos que son irrecuperables. ¿No tiene el niño el resto de su vida para
desarrollar el intelecto? ¿Por qué esas prisas absurdas? ¿Por qué esa necesidad
de criar pequeños adultos si tienen que ser adultos el resto de su vida?
Si lo recordáis, antes nos hemos hecho la pregunta ¿Cómo quiero que sea
mi hijo de adulto? En lugar de ¿Qué quiero que sea mi hijo de adulto? La base
de ese «cómo» se fomenta en la primera infancia y, sobre esta base, se puede
construir el «qué» aunque, francamente, el carácter de una persona, su bondad
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y sus valores en general, en combinación con una autoestima sana, hará que
sea una persona feliz y equilibrada, alguien que aporta a la humanidad porque
siente la necesidad de hacerlo.
Acoso y bullying
El bullying es el término anglosajón que significa «acoso escolar», en el que
se incluye cualquier forma de maltrato —físico y/o psicológico— en el que
existe un desequilibrio de poder. El acosador actúa con la intención de hacer
daño a su víctima. No hablamos de un caso aislado, sino de ataques
continuados, o sea, se considera bullying o acoso, cuando podemos hablar de
ataques repetidos.
Parece ser que los ataques sufridos por los niños AS generalmente son de
tipo psicológico. Los pequeños PAS se sienten cada vez más inseguros por las
amenazas, insultos, risas y muecas a escondidas o humillaciones de todo tipo.
Muchos niños con AS llegan a sentirse excluidos, y si esa sensación no
solamente es imaginación, sino que es algo que en realidad está pasando, se
podría pensar que detrás de esa exclusión están las acciones de un acosador.
También podemos pensar en temas como la xenofobia o el machismo, y
aunque no hace falta que un niño víctima del acoso sea un niño AS, está claro
que, una persona con alta sensibilidad, con toda la emocionalidad que forma
parte de su ser, y con su creciente sentido de no encajar (esto todavía no es el
caso con los más pequeños) y su tendencia a sentirse inseguro, sea una
víctima «fácil» y grata, dándole al bully esa sensación de tener poder que
busca.
El bully o acosador se hace en casa. El niño suele repetir los patrones que
ve de sus padres. La desigualdad, por ejemplo, entre hombre y mujer, ser de
otra raza o entre una persona que es más sensible que otra, no tiene por qué
ser un problema si el niño aprende en su entorno familiar que la diversidad en
su sentido más amplio es algo positivo y enriquecedor.
Evidentemente, es un tema complejo, una lacra social, y hay que hacer
todo lo posible para erradicarlo. Soluciones no tengo, pero sí me gustaría
entrar un poco más en el tema que, por mucho que se hable de él, sigue con
cierto aura de tabú, ya que suele ir acompañado de mucha vergüenza, por
parte de la víctima, por parte de sus padres y de los colegios que —en algunos
casos— no quieren saber, y no solamente porque puede dañar el prestigio de
la institución. Hay que insistir en que, quien sabe y no habla se hace
cómplice.
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Vamos por partes. Como adulto con AS a lo mejor te sientes ofendido por
determinadas reacciones de la gente. Esto no es tan extraño ya que no todo el
mundo comparte los valores que suelen ser característicos para la mayoría de
las PAS, valores como buenos modales, respeto, amabilidad, interés,
atención… Alguien que no te entiende y te contesta mal, o de una manera que
nada tiene que ver con la reacción que esperabas, te puede afectar y
producirte una sensación desagradable; puedes sentir que no te respetan.
Puede ser que alguien tenga un mal día, un dolor, un problema que hace que
su reacción no concuerde con nuestra idea de la amabilidad. Las PAS tenemos
ese lado susceptible que hace que a veces lleguemos a pensar que un mal
gesto de este tipo tiene que ver con nosotros, porque no agradamos, porque
nos consideran raros y nos quieren insultar. Lo digo de una manera un poco
exagerada para que quede claro que muchas veces creemos que alguien nos
quiere hacer daño cuando en realidad no es así. Si esto te pasa a ti como PAS
adulta, podrás entender que los niños AS tengan ese tipo de vivencias. Son
casos que nos hacen sentir mal pero que no pueden considerarse como
maltrato ni acoso.
Con esto no quiero ningunear este problema que puede llegar a vivirse
como un auténtico drama para la víctima hasta producirle un trauma. Cuando
un niño se queja de que le tratan mal, conviene investigar qué pasa. Antes de
utilizar el término de bullying, conviene investigar ya que puede no serlo en el
sentido estricto del concepto. Conviene, pues, distinguir entre incidentes
puntuales e incidentes que se repiten y en los que la violencia física, verbal o
pasiva va in crescendo.
Según la encuesta, un 13,7 por ciento de los niños AS sufre bullying en
menor o mayor medida. El número asusta, ¿verdad? Estamos hablando de tres
de cada veinte niños con alta sensibilidad. Quiero creer que no todos estos
casos son bullying en el sentido estricto de la palabra y que algunos de los que
reciben esta etiqueta son casos puntuales, aunque no por eso son menos
graves. Puedo añadir que, en Holanda —donde también se realizó la encuesta
—, esta cifra llegó a un escalofriante porcentaje del 25 por ciento, o sea, casi
el doble que en España. Lo señalo porque la diferencia del porcentaje me
llama la atención y me pregunto si el porcentaje «bajo» de España viene
influido por la vergüenza mencionada antes; ojalá que me equivoque.
El niño que se siente atacado de la manera y en el grado que sea, sufre.
Ningún niño debe sufrir, necesitan poder sentirse seguros y protegidos. Un
niño AS suele reaccionar con mucha emocionalidad, y cuando se ve
intimidado o acosado, se asusta mucho más que un niño que no es PAS. Un
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niño AS suele llorar con aparente facilidad, y esto en sí es un juicio basado en
la comparación con niños que no son altamente sensibles, cuya percepción del
mundo es distinta. El bully quiere que sus ataques promuevan reacciones
emocionales en su víctima; se siente gratificado cuando su víctima se echa a
llorar, cuando quiere escapar corriendo, cuando contesta en un tono herido,
cuando la respuesta deja claro que sus acciones han hecho daño. Es entonces
cuando repetirá sus ataques y se desarrollará el acoso: se convertirá en
ataques repetidos por parte del acosador cuyo objetivo es meter miedo a la
víctima, lo cual le aporta la sensación de tener poder sobre ella.
Muchos niños, PAS o no, que han sufrido bullying tardan mucho tiempo
en superar este tipo de experiencia. Algunos no llegan a superarla nunca.
Emociones como el miedo profundo, el estar desamparado o estar sometido al
poder de un «compañero» causan trauma y un trauma, como todo el mundo
sabe, no es baladí.
Si miramos a las víctimas de los bullies, vemos que no solamente son
niños emocionales, sino que también suelen ser niños con poca autoestima. El
asunto de la autoestima es complejo porque se presenta el dilema de qué fue
antes, el huevo o la gallina. Nos podemos preguntar si ya eran niños inseguros
antes del acoso (un detalle que le gustará al bully) o han perdido la autoestima
a causa del maltrato. Si el acoso perdura, el niño cada vez se «encoge» más e
intenta hacerse más invisible hasta el punto de querer desaparecer. Les falta la
fuerza interior, la asertividad para defenderse y detener los ataques. Es un
sufrir intenso.
No todos los niños AS hablan con facilidad sobre sus emociones o sobre
lo que les pasa en el colegio. No en todas las familias existe una cultura, una
tradición de hablar con interés sobre las cosas que nos pasan en el curso de un
día; en muchas familias todos están tan cansados que es más fácil encender la
tele o dejar a cada uno con su móvil, en lugar de hablar, escuchar o comentar,
fomentando el afecto familiar. Cuanto menos se hable en familia, más grande
será el riesgo de que el niño no se atreva a contar que le están atormentando.
Puede ser que sienta vergüenza, puede ser que no quiera molestar a sus
padres, puede ser que no quiera preocuparles. También puede ser que tenga
miedo de su reacción, que no quiera recibir consejos del tipo «tienes que
aprender a defenderte», que no sirven de nada y denotan una ausencia total de
empatía. Cuanta más confianza hay en las familias, cuanta más apertura
afectiva, más probable es que nuestro niño nos cuente sus problemas y hable
sobre sus miedos y demás emociones ¡también las positivas!
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Todas las personas son únicas, no hay dos iguales. Eso sí, podemos
parecernos más a unos que a otros. Como PAS, tendremos menos en común
con la mayoría; nuestra manera de ser es propia de la minoría. En un aula hay
pocos niños AS y aunque, en teoría, sabemos que uno de cada cinco personas
nace con el rasgo, lo cual significaría que donde hay 25 niños tiene que haber
cinco con AS, la realidad no es tan simple como la estadística nos quiere
hacer creer. Es posible que haya cinco niños con alta sensibilidad. Pero como
esos cinco también son únicos, es posible que uno de ellos demuestre un
comportamiento que, por inseguridad, timidez, reacciones sui generis,
tendencia a llorar con facilidad, etc., llame más la atención, frente a los otros
cuatro que saben adaptarse a su entorno y que, a lo mejor, han aprendido en
casa que ser sensible es normal y necesario. Ya sabemos que el niño AS que
aprende que ser sensible, empático, compasivo y tolerante es algo positivo, y
que es amado incondicionalmente por sus padres y educadores, es más que
probable que no tenga ningún problema de baja autoestima o inseguridad.
Suelen ser los niños que no reciben ese trato de amor y aceptación
incondicional en su casa los que no se sienten bien con ser diferentes y los
que, a lo mejor, hasta tienen la idea de que son defectuosos. Son estos los que
llaman la atención del bully.
El bullying es un problema con muchas aristas y menos mal que en los
centros educativos hay cada vez más apertura para poder hablar del tema.
Parte de la solución está en el colegio y la atención que los maestros presten
al tema; también depende de los maestros la necesidad de inculcar a los
alumnos la importancia y riqueza de la diversidad —carácter, nacionalidad,
clase social, historia personal, etc.— de la sociedad en que vivimos, y
presentarlo como algo que suma, que enriquece y de lo cual todos podemos
aprender.
La otra parte de la solución está en casa y en la manera en que ayudamos
a nuestra hija o hijo a que se sienta bien y seguro con su forma de ser. La
crianza respetuosa evita castigos y premios, evita comparaciones y fomenta el
amor enfocándose en las necesidades del niño, cuya necesidad básica y
esencial es sentirse querido siempre, incluso cuando no saca sobresalientes o
mete la pata. El amor no debe ser algo que se gana o se merece, sino algo que
nunca deja de estar y no depende de lo que el niño haga o deje de hacer. Si
sabemos crear una cultura de amor y de calor anímico en casa, si pasamos
tiempo jugando y hablando con nuestros peques, no solamente se sentirán
seguros de sí mismos, sino que pueden ser los mejores compañeros de clase
ayudando y apoyando a los demás, y llegar a desarrollarse como valiosos
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miembros de la sociedad. Estos niños pueden llamar la atención de un bully,
pero no se meterá con ellos.
Ahora, los bullies existen y por muy bien que acompañes a tu hijo, puede
pasar que un personaje de este tipo coja manía a tu hijo o a tu hija. Si esto
ocurre, ¿qué se puede hacer?
Lo más importante siempre es escuchar al niño; sentarte con él,
tranquilamente y sin prisas, mirarle con atención e interés; tomar en serio su
relato, sin juzgar, sin animarle a ser «más asertivo», y sin decirle frases como:
«Mira a Menganita, lo bien que sabe defenderse». Este tipo de comentarios
puede hacer que el niño sienta que no se le escucha, ni se le apoya, ni se le
quiere incondicionalmente. O sea, escucha de verdad lo que te cuenta, no
vengas con soluciones o consejos, utiliza tu capacidad empática de una
persona con alta sensibilidad, intenta ponerte en la piel del pequeño que está
sufriendo y demuéstrale tu comprensión.
Si mi hija no habla y no cuenta nada de lo que le pasa fuera de casa,
¿cómo puedo saber si está siendo acosada? No todos los niños hablan y
cuentan su día. Muchos niños tienen un carácter cerrado. Ya sabemos que la
mayoría de los niños con alta sensibilidad son introvertidos, y aunque hay
niños introvertidos que hablan, hay algunos que no. Y menos cuando en su
casa no existe la costumbre de hablar, escuchar y compartir. Un niño que
demuestra miedo por ir al cole, que cada mañana se despierta con dolor de
barriga o con mareos, puede ser un niño acosado. Pero también tenemos que
estar alerta ante cualquier cambio de conducta del niño, por ejemplo, si de
repente muestra desgana, apatía, falta de interés; si no quiere jugar con otros
niños; o si antes sacaba buenas notas y ahora son más bien bajas.
Evidentemente, es importante que la niña o el niño cuente qué le está
pasando. Cuánto más estrecho el vínculo emocional que existe entre padres e
hijos, más seguro y más protegido se sentirá. Estos vínculos no se crean de
repente, sino que son el resultado de un proceso largo que empieza en la
primera infancia. Criar con apego seguro, o la crianza respetuosa es la manera
más indicada para establecer vínculos de seguridad, algo necesario si
queremos que el niño confíe en sus padres. Educar sin juicios y con amor
incondicional hará que el pequeño PAS y cualquier niño, crezca con una sana
autoestima, con seguridad en sí mismo.
Si tu hija es PAS tendrá a su disposición esa capacidad empática que tú,
como padre o madre PAS también tienes. Es una herramienta fantástica si se
aplica en situaciones de este tipo. ¿Por qué? Porque os permite entender al
bully. Al final, un bully también es, casi siempre, una personita con baja
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autoestima. La mayoría de los acosadores tienen problemas en casa y serias
carencias de afecto. Así que puedes utilizar esta herramienta como filtro para
analizar el incidente que tanto le ha dolido a tu hija. Al encontrar
explicaciones por el comportamiento del otro, aunque sin justificarlo en
absoluto, tu hija puede llegar a comprender que ella no es la causa del acoso,
que ella no ha hecho nada mal. Muchos niños AS, especialmente aquellos con
baja autoestima, creen que son culpables del maltrato, porque son deficientes,
defectuosos, antipáticos, feos, etc., y merecen ser acosados, que les pasa lo
que les está pasando por su culpa. Es muy importante que tu hija sepa que el
hecho de que alguien le trate mal tiene que ver con el maltratador y sus
necesidades no satisfechas, no con su forma de ser, aunque esta, por ser
diferente, quizás llame la atención. Ser diferente no es malo, es un plus, y
cada persona es diferente y única; de la diversidad aprendemos todos.
A las PAS de todas las edades les encantan los temas con «fondo», como
pueden ser los valores. Tú, como educador PAS, tendrás tu propio conjunto
de valores que van marcando tu manera de ser, de manifestarte en el mundo,
es decir, aquellos que determinan tus actos. Seguramente has intentado
transmitir estos valores a tus hijos (sabiendo que ellos, durante la
adolescencia los tirarán por la borda en busca de los suyos propios) con lo
cual, puede ser algo sobre lo que hablar en casa. Es importante que lo hagas.
Podéis hablar sobre la amistad y el respeto, la justicia y la protección del más
débil. No todo el mundo tiene los mismos valores y os podéis preguntar por
los del bully. Se puede hablar sobre las consecuencias de los valores en la
propia familia, en los círculos de las amistades, en la calle, el cole, etc. Es
importante que tu hija sepa que sus valores son buenos y correctos; que se dé
cuenta de que en este sentido también existe diversidad, pero que ella, por
creer en lo que cree, no es menos que otras personas, no es mala persona. Así
puedes ayudarla con su autoestima.
Al hablar sobre los distintos valores podéis investigar los valores de los
compañeros de clase y hacerla ver que podría ser buena idea cultivar
amistades con niñas y niños afines. Seguro que en su grupo hay más niños
que comparten el rasgo de la alta sensibilidad. Como adulto puedes ayudar a
buscar nuevos compañeros, algo de lo que hablamos a continuación.
También conviene hablar con el colegio. Aunque el bullying en muchos
colegios sigue siendo un tabú, está el hecho de que por ley en muchos centros
disponen de programas, proyectos y protocolos para concienciar a los
alumnos, para apoyar a las víctimas y para trabajar con los bullies. Tener un
programa de este tipo está bien, pero lo importante es implementarlo, algo
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que, por lo que me cuentan, no siempre es el caso. A lo mejor es una buena
idea informarte sobre el tema en el colegio de tu hijo. Es importante que haya
apertura y comunicación entre los padres y el centro educativo, y que el hecho
de ser acosado no se convierta en un tema de vergüenza e inseguridad.
Justamente cuando estaba escribiendo sobre el bullying me llegó un
artículo del periódico El Comercio con fecha del 3 de mayo de 2019. Se
publicó con motivo del día internacional contra el acoso escolar y el titular
escalofriante dice: «La Asociación Contra el Acoso Escolar contabiliza 800
casos en Asturias». Desde esta asociación, la ACAE, cuentan cómo las
víctimas del bullying tradicional cada vez son más jóvenes —ahora la edad en
que el acoso empieza está en los 10 años— mientras que el ciberbullying o
ciberacoso, la forma de intimidar a las víctimas que está en auge, estalla a
partir de los 12 años.
En este libro hablo de las pantallas y de los teléfonos móviles y el daño
que hacen en el desarrollo mental, anímico y motriz del niño cuyo cerebro
está en fase de formarse, pero aquí tenemos un motivo de más para denegar a
tu hijo el uso de pantallas y no darle un teléfono móvil. El acoso por las
pantallas es más directo y su carácter virtual hace que la víctima se sienta
todavía más impotente y más desamparada. El efecto del ciberbullying es
mucho más traumático todavía que en el caso del bullying tradicional. El uso
de las redes en edades cada vez más tempranas es, en este sentido, un gran
problema.
Si nuestro hijo o nuestra hija PAS es víctima de un acosador, no es
suficiente decirle que tiene que ser más valiente y que tiene que defenderse.
El problema necesita una solución mucho más amplia; los compañeros que
son testigos del maltrato tienen que sentir la obligación moral de apoyar a la
víctima (muchas PAS, a pesar de no ser víctimas del acoso adoptan este rol),
tienen que denunciar los hechos con el tutor y este tiene que ponerse en
contacto con los padres del bully y de la víctima. Existen protocolos y el
colegio no puede saltárselos.
Puedes hablar a tu niño de la necesidad de proteger a las víctimas, de
apoyarlas y de formar piña con ellas. Un niño AS entenderá el valor de apoyar
al más débil y le gustará el papel de protector. Si un niño AS, como la gran
mayoría de los niños con este rasgo, tiene la justicia como valor principal, no
debería ser difícil animarle para que esté atento a casos de acoso en su
entorno. Ser testigo del bullying sin hacer nada, te hace cómplice. A veces los
testigos, igual que las víctimas, se callan por miedo a represalias por parte del
acosador. Callar, sin embargo, no es la solución. Es importante que los
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testigos hablen con sus padres y con los profesores. El bullying es una lacra,
que solamente podemos erradicar si todos lo tomamos en serio y
colaboramos. Piensa que una víctima se puede llegar a percibir y sentir tan
sola y aislada, tan abandonada y dominada por el miedo profundo, que decida
quitarse la vida. El bullying, una auténtica plaga social, no terminará por sí
solo, requiere la implicación de todos.
La pregunta que a lo mejor te estás haciendo es, ¿qué hago cuando
sospecho o intuyo que mi hijo está teniendo un problema de este tipo?
¿Cuando creo que mi hija está siendo acosada en el cole o en las redes? El
primer paso es hablar con tu niño. Hablar puede parecer obvio, pero para una
madre o un padre que es AS, no siempre es fácil, vista la tendencia que tienen
a evitar todo tipo de conflicto. Los conflictos significan mucho estrés para una
persona con alta sensibilidad, y a menudo prefieren ignorarlos. Seguro que no
es tu caso, pero lo menciono porque es una realidad. Háblale a tu niño de tus
sospechas y de las señales que crees percibir y abre el diálogo de una manera
amorosa y empática. Comparte tu profunda preocupación y evita cualquier
tipo de juicio. El siguiente paso, tanto si el niño se abre y cuenta lo que le está
pasando, como si no, será hablar con el centro educativo. También puede ser
buena idea buscar ayuda y asesoramiento psicológico, tanto para el niño
víctima como para la madre o el padre. El acoso de todo tipo es un tema muy
grave, que hay que tomar muy en serio para erradicarlo. Cuanto antes
reaccionemos ante un caso, mejor. El daño anímico que causa el maltrato en
las víctimas es profundo y duradero.
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Cuenta Jerónima:
Mi hijo Juan Miguel no quiere ir al cole porque la maestra le ha dicho que tiene que hacer más
amigos. Juan Miguel tiene un muy buen amigo, Paco, y siempre están juntos. La maestra ha dicho
que no es sano tener una amistad tan estrecha y los ha separado; ya no pueden sentarse juntos. Juan
Miguel no quiere estar al lado de otros niños, solamente quiere estar al lado de Paco. No entiendo a
la maestra, pero ella insiste en que ese grado de «dependencia» entre los chicos es enfermizo. Juan
Miguel es PAS y creo que Paco también.
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probable que una baja autoestima no sea el factor más importante, sino que se
trate más bien de la capacidad de ser flexible y generoso del niño, y de su
deseo de contribuir a la armonía dentro del grupo.
Si, como educador del niño, observas que al peque en muchas otras
situaciones realmente le cuesta expresar sus propios deseos y necesidades,
igual conviene hablar con el niño para ayudarle a reconocer sus emociones y
necesidades y hacerle ver que, aunque la generosidad es muy loable, no
siempre es bueno hacer lo que digan los demás, todos tenemos derecho a
expresar nuestros deseos. Si tú eres un adulto con alta sensibilidad,
seguramente eres consciente de que el sacrificio de las propias necesidades
tiene un límite a partir del cual la anulación del propio ser deja de ser sano.
También vemos lo opuesto: el niño AS que, lejos de optar por seguir la
corriente de los demás, quiere determinar el juego y sus reglas. Hablamos de
uno de cada cuatro niños con alta sensibilidad. Este niño, un auténtico
mandón, generalmente inflexible y con grandes dificultades para adaptarse a
los cambios, quiere llevar la batuta y le encanta ser el centro de atención.
Elaine Aron habla de niños tozudos (strong willed, en inglés), cuyo
comportamiento nos hace pensar en niños AS extrovertidos: a ambos les gusta
llamar la atención, ambos suelen tener ideas sorprendentes que pueden
asombrar por la edad que tienen, y ambos son intensos y emocionales. Los
tozudos tienen una manera de querer arreglar y organizar su entorno, algo que
no le gusta a todo el mundo y por lo cual le puede costar hacer amigos y
mantenerlos. Estos niños suelen sentirse abandonados o traicionados por sus
amigos; ellos invierten mucho en una amistad, tienen un profundo sentido de
lo que es justo pero su fuerza interior hace que se impongan e insistan en
hacer las cosas como ellos perciben que hay que hacerlas.
Los tozudos —más adelante volveremos a hablar de ellos— no son niños
fáciles. No aceptan un simple «no» y siempre tienen una respuesta; algunos
de sus argumentos pueden dejarte literalmente sin palabras. Suelen ser rápidos
y listos, pero, curiosamente, y al contrario que los niños AS con un carácter
extrovertido que confían mucho en sus propias capacidades, los tozudos
suelen tener relativamente poca confianza en sí mismos. Es un tipo de niño
que tiene una idea muy clara de lo que quiere y de lo que busca conseguir, es
tenaz y cuando intentas oponerte a su plan, te arriesgas a una rabieta ya que le
falta la capacidad para entender y gestionar las muchas cosas que siente y,
justamente por estar tan emocionado con su idea, puede llegar a
sobreestimularse con facilidad. Antes de romper su dinámica «a la fuerza», a
lo mejor podrías ponerte de su parte y ayudarle a ordenar su plan y su bola de
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emociones, escuchando sus argumentos y consideraciones. El reconocimiento
del niño le ayudará a calmar su «fuego emocional», la intensidad que a esa
tierna edad no sabe regular a solas.
Poco a poco, sin embargo, este niño que, gracias al rasgo de la alta
sensibilidad, dispone de la capacidad de captar las corrientes sociales y
relacionales, va comprendiendo que su comportamiento no es muy positivo y
solemos ver cómo, gradualmente, va tomando conciencia y su necesidad de
imponerse disminuirá. Este cambio suele producirse alrededor de los 9 años.
Desde hace unos meses tengo vecinos nuevos, una pareja con dos niños
pequeños. Observo a los niños y me asombro por la manera en que su forma
de ser, sus ganas y energía para jugar no se parece en nada a como éramos mi
hermano y yo, o mi hijo. Parecen haber dado vida a mi pequeño barrio donde,
de repente, da la impresión de que hay muchos más niños: hasta ahora no se
les veía, nunca jugaban fuera, pero gracias a los niños nuevos todos quieren
estar en la calle haciendo lo que tienen que hacer los niños: jugar, jugar y
jugar.
No creo que estos dos sean PAS. Les encanta conocer a los otros, en
seguida son los mejores amigos. No demuestran para nada esa característica
tan especial de los niños AS, esa actitud tan «nuestra» de esperar, observar y
calcular los riesgos y posibilidades antes de dar el paso. Con estos dos no pasa
nada de eso. Tampoco veo en ellos señales de estar sobreestimulados: salen
cada mañana a las siete y media y vuelven doce horas más tarde después de
las horas del cole seguidas por las extraescolares. No les veo agotados, no
oigo rabietas y, francamente, estoy impresionada. ¿Por qué cuento esto? Para
hacer visible la diferencia entre niños AS (especialmente los introvertidos) y
aquellos que no comparten el rasgo.
Muchos niños AS están tan cansados y saturados después de un día de
colegio que la simple idea de tener que jugar con otros niños, de invitar a
amiguitos a casa o de ir a jugar a casa de un amigo, les supera. No es que no
quieran, es que no pueden. Un día entero en el cole en compañía de otros
niños, aprender cosas nuevas, estar atentos, aguantar jaleo de todo tipo, les
exige tanto que lo único que quieren es llegar a casa, desconectar y descansar,
para luego meterse con los deberes. Puede ser que tú, madre o padre, te
preocupes porque piensas que no es bueno que tu hija no tenga amigas, que
está sola, pero no necesariamente es el caso. Antes de «ayudar» al peque
invitando a amigos, por favor, considera la posibilidad de que el niño
simplemente necesita estar a solas y que tener que ocuparse de un amigo en
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casa, o que ir a jugar a una casa que no es la suya (¡más estímulos todavía!)
quizás no sea la mejor idea.
Añado que las PAS con carácter extrovertido son un poco diferentes y les
suele encantar invitar amigos a casa e ir a jugar a las suyas. Mientras que los
pequeños PAS introvertidos suelen dosificarse más, los extrovertidos tienden
más a derrochar la energía disponible con el riesgo de agotarse más que
cansarse y, en consecuencia, necesitar más tiempo para recomponerse y
empezar de nuevo. Si eres el educador del pequeño PAS extrovertido, a veces
puede ser una buena idea frenarle un poco para evitar ese agotamiento.
Observa el comportamiento de tu hija o hijo, y luego valora teniendo en
cuenta el rasgo. Más adelante entraremos a fondo en las diferencias entre PAS
introvertida y extrovertida.
Los hermanos
Me encantan esos vídeos de niños pequeños que ven por primera vez a un
hermanito nuevo que acaba de nacer, y se emocionan tanto, que se echan a
llorar. Son imágenes tan tiernas que, siendo PAS, no puedo evitar que se me
humedezcan los ojos y se me haga un nudo en la garganta. Igual es algo que
puede pasar a cualquier niño, no lo sé, pero lo veo como algo muy típico de
las PAS. Sentimos tanto que no sabemos exactamente lo que sentimos, pero
nos abrumamos y nos echamos a llorar.
Si tienes una peque PAS y especialmente si es la primera, cuando nace un
hermanito, es un cambio importante. La llegada de un hermano, significa que
las cosas ya no van a volver a ser igual. La trama de relaciones que existían
hasta ese momento se mueve y para nuestra peque PAS esto, te guste o no,
puede ser una experiencia intensa, por no decir traumática. No quiero ser
dramática, pero lo he visto con mis dos peques. Todos los padres soñamos
con un «enamoramiento» entre los hermanos, y también lo hay, aunque a
veces se produce más tarde, cuando son algo mayores. Sabiendo que
cualquier cambio suele ser muy difícil para las PAS, entendemos que con la
llegada de un nuevo miembro de la familia pueden surgir problemas. Se ha
escrito mucho sobre los celos y la competencia entre los niños y en muchos
casos es lo que pasa. Es normal, ¿no? Si eres la primogénita y, más todavía, si
eres la primera nieta o el primer nieto, y todos te han adorado, no es fácil ni
comprensible (desde la perspectiva infantil) de repente tener que compartir la
atención. Está claro, por muy PAS y empático que seas, ni de niño ni de
mayor eres un ángel.
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En casa es donde se aprenden las habilidades sociales y nos entrenamos
en la gestión de las emociones. Como padres nos toca, aparte de dar el buen
ejemplo y no perder la calma, acompañarle al peque en este tiempo de cambio
y de adaptación a una nueva situación. Los celos y las consiguientes rabietas
pueden ser el resultado de una confusión interna, y castigarle no le ayudará.
Siempre creo que el niño en este caso sufre más que el adulto que se siente
molesto, avergonzado o enfadado. No todos los niños sufren los celos en la
misma medida, pero son sentimientos muy comunes que forman parte de la
vida. Si la reacción de tu niño mayor te preocupa, no dudes en buscar ayuda
de un profesional que conozca el rasgo de la alta sensibilidad.
Las PAS, sin importar la edad, suelen necesitar tiempo para digerir
cualquier cambio y cuanto más grande y radical sea, más tiempo van a
requerir. Un cambio conlleva mucha información nueva, y sabemos que
muchos estímulos a la vez pueden saturar, sobreactivar y crear
comportamientos disruptivos. Cambios que no han sido introducidos en fases
también pueden generar muchos miedos, confusión e incertidumbre. En este
caso, como de cara a otros cambios, se trata de ayudar al niño para que esté
«preparado» para la llegada del nuevo bebé. Si a nosotros, los adultos, un
nacimiento y la llegada de un nuevo miembro de la familia ya nos suele venir
«grande», imagínate cómo puede ser para un párvulo. Aparte de rabietas por
tener que competir por la atención, también puede haber regresiones del niño
mayor, que quiere volver a ser bebé para tener la misma atención que antes.
También, por decir algo positivo, me han contado de casos en que el niño
mayor de repente dejó de necesitar pañales y empezó a hacer sus necesidades
en el orinal, como si al hacerse responsable estuviera diciendo «soy el mayor
y sé serlo».
Evidentemente, cada caso, cada niño y cada familia es diferente y existen
tantas variables que se necesitaría un libro para cada uno. Conviene no olvidar
que un nuevo hermano significa un cambio muy grande y que es preciso
tratarlo como tal, con mucha preparación, con mucha paciencia y
comprensión por muy difícil y agotador que pueda ser. Si pierdes los estribos,
no te juzgues, eres humano y me imagino tu cansancio. Tienes la gran ventaja
de conocer el rasgo y de poder entender muchas cosas. Esto, en sí, ya es
mucho más de lo que han experimentado otras personas.
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tendencias perfeccionistas. Esto puede ser algo positivo si lo vemos como un
deseo de mejorar, pero quizá llegue a dar problemas. Existe una línea muy
fina entre, aspirar a hacer un trabajo bien y poder soltarlo con satisfacción, y
seguir trabajando de manera obstinada y obsesiva porque nunca está bien.
A Jorge (de 5 años) le encanta dibujar. Los colores son su pasión, y especialmente los colores que
él llama «alegres», el amarillo y el naranja. Dibuja flores, coches y trenes con estos colores. Es
muy detallista, y como sus «obras de arte» nos gustan mucho a mi marido y a mí, y a los cuatro
abuelos, tiene la costumbre de regalárnoslos. Pero a menudo le cuesta acabar su dibujo, porque
siempre ve algún detallito por mejorar y sigue, y sigue hasta que, a veces se enfada mucho si su
composición no queda como él quiere. Cuando pasa esto, es capaz de romper ese trabajo que tanto
le ha costado, y no es solamente romper, es más bien destruir con rabia. Hay algo en él de
perfeccionista, ya que nunca está contento con lo que hace, aunque todos —incluida la maestra—
estamos de acuerdo en que sus dibujos son muy bonitos para un niño de su edad. Nos preocupa un
poco su reacción, esa violencia o desesperación que percibimos.
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No subestimes esas antenas de tu hijo con AS, que son muy sensibles a la
hora de captar todo tipo de sutilezas como, por ejemplo, el estado emocional
de los padres. Si el niño viene a casa, todo orgulloso, con un ocho y percibe la
decepción del padre —aunque este no llegue a expresarlo—, se sentirá fatal y
avergonzado. O sea, muchas veces no hace falta ni expresar en voz alta esa
decepción, el niño AS se dará cuenta.
Cuidado también con los elogios, ya que al leer esto, a lo mejor piensas
que deberías cambiar los comentarios por enhorabuenas y aplausos. Utilizar
cumplidos, especialmente etiquetas como ¡Campeón!, o ¡Eres un genio!,
también hacen daño ya que tarde o temprano habrá una situación en la que no
le puedes decir eso —por ejemplo, si se cae de la bici—, y se sentirá fatal ya
que sabe que los campeones y genios no se caen, con lo cual dejará de ser ese
campeón y posiblemente dudará de tu amor y de su seguridad. Difícil,
¿verdad? Lo es, porque, como educadores, la mayoría venimos programados,
con ideas fijas de cómo hay que educar al niño. Encima, en función de lo que
por la investigación psicológica vamos descubriendo, vemos cómo nuevas
corrientes traen nuevas «modas» y cada nueva «moda», tendencia o corriente
nos confunde. Está claro que un exceso de información e ideas no ayuda.
Independientemente de esas modas, lo cierto es que un niño necesita
poder sentirse seguro. Si siente que el amor de sus padres —y por ende su
seguridad— no es incondicional, hará todo lo que pueda para ganarse ese
amor y seguridad. Es una trampa y nadie se da cuenta.
Una de las características del ser humano es que tiene la capacidad de
pensar sobre su propio pensamiento, de reflexionar sobre su propio
comportamiento. Es algo que nos distingue de los animales. Todo el mundo lo
puede hacer, pero las PAS lo hacemos más y generalmente empezamos a una
edad más temprana. ¿Te acuerdas del pilar del pensar profundo? Nuestro
peque PAS que recibe mensajes «condicionantes» entiende que el amor no es
libre y que, para ser amado, tiene que esforzarse más. Si le ponemos el listón
demasiado alto, puede pasar que estemos criando a un pequeño
perfeccionista, y también a un niño inseguro, ansioso, con miedo a fallar. ¿Te
acuerdas de la historia de Carla?
En los niños existe una estrecha relación entre perfeccionismo y ansiedad.
El perfeccionismo, tener un objetivo y hacer todo lo posible para conseguirlo,
conlleva estrés y el estrés crea ansiedad. El miedo a no dar la talla, a fallar, a
no conseguir el premio, a sentirse avergonzado, a decepcionar a los padres,
puede hacer que el niño siga esforzándose hasta llegar a «la perfección».
Siempre más y mejor puede conducir a la creación de un bucle de ansiedad,
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del que es difícil salir y que, en contra del deseo de todos, hará que el niño no
llegue al objetivo que se había planteado.
¿Qué puedes hacer? Aparte de cuidar tus palabras y procurar no educar
con el sistema de premio-castigo sino con apego, puedes hacer algo más.
Un aspecto a tener en cuenta son vuestras expectativas como padres. No
es malo esperar lo mejor de tu niño, aunque os vuelvo a recordar esas
preguntas tan importantes: ¿qué quiero que mi hijo sea de mayor? O ¿cómo
quiero que mi hijo sea de mayor? Cada uno sabrá en cuál de las dos pone el
énfasis, pero lo importante para ese pequeño PAS es que tengas mucho
cuidado en cuanto a la altura del listón que le pongas como objetivo. Entiendo
que quieras que aprenda a conectar con su máximo potencial y desarrollarlo,
pero, por favor, nunca esperes de él que sea perfecto. Empujar a los niños
hacia la perfección, y muchas veces antes de que hayan alcanzado la madurez
que necesitan para realizar según qué tarea, no hace más que desmotivar y
dañar la autoestima. Hemos visto que la autoestima es un punto delicado para
nuestros pequeños AS quienes, ya de entrada, se percibirán como diferentes
(porque lo son) y que no encajan con el grupo. Tu hija, por ser consciente de
tus expectativas, de tu deseo de que sea perfecta, se empeñará en conseguir
esa perfección no alcanzable, solamente para ganar tu aprobación y tu amor.
Utiliza tu propia capacidad empática para ponerte un momento en los
zapatos de tu niña y nota ese gran vacío, esa desesperación por sentirse amada
que vive en su corazón, que le hará sentir que haga lo que haga, siempre va a
fallar y nunca va a ganar tu amor y tu orgullo. Cada niño necesita sentir el
amor incondicional de sus padres. Asegúrate, pues, de que tus expectativas —
si las tienes— estén alineadas con la forma de ser del niño, sus capacidades,
su edad, su carácter y su nivel de desarrollo.
Puedes ayudarle mucho para conseguir un desarrollo sano de su
autoestima si, en lugar de premiarle por conseguir un diez, alabas la manera
en que se ha preparado el examen y resaltas su empeño, constancia y seriedad.
Si prestas atención a estas cosas y no a la nota o el resultado obtenido,
ayudarás a valorar el proceso y no tanto el resultado, y se dará cuenta de que
lo importante es el aprendizaje, la experiencia en sí, y que el resultado es
secundario, ya que puede depender incluso de factores exteriores que el niño
no controla.
Muchos de los niños AS con esa tendencia perfeccionista tienen un crítico
interior muy potente, a veces tan potente que solamente pueden pensar en
blanco y negro. Si no es perfecto, es terrible, han fallado y se dicen que son
estúpidos, que no saben hacer nada bien. Puede ser que tú, papá o mamá, le
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hayas hecho algún comentario de este tipo, sin darle importancia o incluso de
broma (lo cual, por su baja autoestima no ha sabido captar); el caso es que ha
colado y se ha instalado el juicio negativo. Si te das cuenta de que tu peque
PAS piensa de esta manera, puedes ayudarle buscando los matices, ya que
nada nunca es cien por cien perfecto o cien por cien desastre. También le
puedes hablar de tus propios errores y las veces que no has llegado a tu
objetivo, dejándole saber que no ha sido un desastre y que has aprendido
mucho de la experiencia. Es importante que el niño entienda que «fallar»
(conviene utilizar palabras como «equivocarse» y «aprendizaje») forma parte
de la vida, que nadie se libra. Reconocer los errores y los fallos y aprender de
ellos es como vamos avanzando; ¿acaso hemos aprendido a andar sin caernos
mil veces?
Aprovechando tus propios errores y fallos, puedes enseñarle que hasta los
más grandes piden ayuda y mostrarle que hay cosas que no sabes o no
entiendes, así harás ver a tu niño que ser imperfecto es normal y que no pasa
absolutamente nada si no logras terminar alguna tarea, siempre y cuando, lo
hayas intentado.
Para terminar este tema tan delicado, cabe mencionar ese fuerte deseo que
vive en muchos niños con AS, el deseo de hacer algo bien a la primera. Esto
no es necesariamente por ser perfeccionista, también puede ser por no querer
llamar la atención, por haber sabido evaluar muy bien las distintas
posibilidades eliminando riesgos, o por haberse tomado el tiempo necesario
para reflexionar sin más. Aun así, creo que es algo a tener en cuenta en cuanto
a las reacciones y el comportamiento que puedes observar en tu peque PAS,
para ayudarle a que aprenda a ser (un poco más) flexible.
Querer ayudar
Una característica importante de las PAS de todas las edades es el deseo de
ayudar, de querer aportar y ser útil. Querer contribuir al bienestar general, al
bienestar del grupo, es una faceta de la personalidad sumamente positiva.
Todos sabemos que el ser humano es un ser social, que necesita su grupo para
poder desarrollarse. Mientras que la evolución de la humanidad está saliendo
de un largo período en el que los grupos de humanos respondían a lo que su
líder o gurú les mandaba, podemos ver cómo, poco a poco, ese confiar
ciegamente en un líder (sea el pater familias o patriarca, el jefe o dueño, el
cura o gurú, o una determinada figura política) va perdiendo fuerza a cambio
de un creciente individualismo. Este individualismo, que casi inevitablemente
pasa por una fase egoísta, idealmente desembocará en una forma de
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individualidad en la que cada uno, desde la libertad y desde un fuerte deseo de
contribuir al mayor bien social, llegará a querer ayudar al prójimo sin desear
nada a cambio. Es algo que ya se empieza a entrever en distintas iniciativas
sociales como, por ejemplo, determinadas ONG, pero, y especialmente —por
eso lo menciono— a nivel individual, en muchos niños con el rasgo de la AS.
Si recuerdas los cuatro pilares del rasgo —DOES— sabes que la «S»
representa no solamente la sensibilidad sensorial, sino también esa facilidad y
facultad que tenemos para notar las sutilezas, los detalles, esas pequeñas cosas
que escapan a la atención de la gran mayoría. El pequeño AS nota
perfectamente cuando no te encuentras bien, por ejemplo, y quiere ayudarte.
En estas situaciones, si la niña te pregunta si estás mal, es de gran importancia
que contestes diciendo la verdad —sin exagerar, pero sin quitar peso— para
que la niña vaya ganando seguridad en cuanto a su intuición. Ayudémosla a
que aprenda a interpretar de manera correcta aquello que, con su observación
sensible, cree que está pasando. Nunca mientas a tus hijos; un niño AS notará
que no le cuentas la verdad, y negar su intuición le generará una gran
confusión interior.
Los niños necesitan ídolos, personas que puedan servir de ejemplo,
modelos que querrán imitar. Suelen ser estas las personas a quienes siempre
querrán ayudar.
Cuenta Yosi:
Mi hija Nuri está enamorada de su maestra. Digo «enamorada» porque no se me ocurre una palabra
mejor. Siempre está pendiente de ella, le lleva regalitos, flores que encuentra de camino al cole,
dibujos, le escribe notitas con corazoncitos. Para ella, lo mejor que le puede pasar, es que la
maestra le pida ayuda, por ejemplo, para regar las plantas en el aula, colocar bien las mesitas y las
sillas, ir a llevar algún papel al director. Estas pequeñas tareas hacen que ella se sienta valorada y
reconocida. A veces, cuando nos lo cuenta en casa, durante la cena cuando nos contamos las cosas
que nos han pasado durante el día, hasta se emociona y luego exclama: «De mayor quiero ser como
la señorita Puri, ¡la quiero tanto!». Y nos emocionamos todos.
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y superfluos. Date cuenta de que el niño pequeño tiene la capacidad de amar
incondicionalmente, y antes de intentar romperle el corazón (porque el
pequeño lo vivirá de esta manera), quizás es una buena idea preguntarte por lo
que tú, estimado adulto, puedes aprender de tu retoño. Los niños nos enseñan
tantas cosas, pero tenemos que querer verlo.
A la hora de comer
No me extrañaría si a muchos padres, al leer el título de este párrafo, se les
escapa un suspiro. Sabemos que, para uno de cada tres niños con AS, el
«comer» y la «comida» son temas delicados. «No me gusta», «no quiero
comer esto», «esta salsa tiene un sabor raro», «está demasiado caliente»,
«¡está frío!», «¡tiene grumos!» y más frases de este tipo suelen ser
relativamente comunes en niños con el rasgo de la alta sensibilidad, y casi
todas las exclaman con tono de horror. Si eres madre o padre PAS, te
entiendo perfectamente si te preocupa que tu hijo tenga este tipo de reacción.
¿Cómo no vas a estar inquieto si eres consciente de la importancia de una
dieta sana y equilibrada para un buen desarrollo mental y físico?
Si tu niño tiene problemas con la comida, igual te sientes más tranquilo
ahora que sabes que esto le pasa a uno de cada tres con el rasgo de la alta
sensibilidad. Hay muchos niños que, por ejemplo, no quieren que pongas la
salsa de la pasta encima de los espaguetis, que exigen que pongas los
ingredientes de la ensalada por separado en diferentes cuencos, que dicen no
aguantar la textura de los garbanzos o que se dan cuenta de que la
hamburguesa que le has puesto es de una carnicería que no es la de
costumbre, o que esta vez has utilizado aceite de girasol en lugar de aceite de
oliva, y se niegan a comer.
¿Es un tiquismiquis? Sí y no. Seguro que se pone firme defendiendo su
realidad, y posiblemente, si tú también te pones firme la cosa puede acabar
con rabieta, gritos o castigos. Mientras escribo esto estoy pensando en mi
propia infancia y en la de mis hijos. ¿Qué sabíamos de la alta sensibilidad?
¡Nada! Era imposible, porque no se había descubierto, y aunque lo estuviera,
no lo puedes saber todo, ¿verdad? Pero, qué suerte tiene tu hijo de que tú
conozcas el rasgo y puedas entenderle y ayudarle sin caer en esas situaciones
tan desagradables y contraproducentes.
Mi hijo se negaba a comer verduras (hasta el día de hoy le cuesta),
solamente podía tragar legumbres. ¿Pescado? ¡Ni hablar! La textura y el olor
le producían arcadas. Mi hija, otra PAS pero con menos problemas con la
verdura, tampoco aguantaba el pescado. Lo único que ambos aceptaban eran
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las barritas de pescado empanado, posiblemente por ser un producto
manipulado que apenas tiene sabor a pescado. Personalmente, recuerdo
perfectamente el olor que desprendían al freírlas, algo que a mí, su madre
PAS, me producía arcadas. Las comidas siempre suponían un problema
porque, siendo madre, era consciente de la importancia de una dieta sana,
pero más de una vez las quejas me quitaban las ganas de preparar la comida.
¡Ojalá hubiera sabido algo de la alta sensibilidad!
Veamos algunos testimonios.
Cuenta Nieves: «En el desayuno las galletas van siempre en el mismo lado y la taza no puede
mojar el plato; pone una servilleta entre ambos».
Cuenta Xisca: «A mi hijo le dan asco las patatas hervidas y las zanahorias hervidas. Ah, y hace
ascos con las semillas de los pimientos asados».
Tomás: «Mi hijo no come carne, no puede, se le hace una bola. Dice que es por el olor y la
textura. Hasta se levanta de la mesa».
Mari Carmen: «Si hay una cosa que a mi hijo le produce un gesto muy feo, es la sandía, y no
solamente la variedad con pipas».
Pepa: «A mi hijo no le des nada mezclado, aunque pone mucho topping en el helado (siempre
de menta y chocolate)».
Jaqueline: «A mi hija le gusta mezclarlo todo; es muy creativa. Y luego echa salsa picante.
Echa picante a todo».
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Un problema grande puede ser introducir comida nueva. No hablo aquí
del problema general de cambiar la lactancia por la comida sólida en puré,
aunque —sin tener datos— me imagino que para muchos peques PAS esto
puede ser más complicado que para la gran mayoría de los niños; no, hablo de
introducir una comida nueva, un sabor nuevo o una textura nueva. Tarde o
temprano invitan a tu niño a comer en casa de algún familiar o de un amigo, y
tarde o temprano saldréis a comer fuera. Forma parte la vida, ¿verdad? No
hay nada peor que un niño que monta un numerito…
Castigar nunca es una buena estrategia, y menos en lo referente a la
comida. En el momento en que el niño empieza a asociar comer con pasar un
mal rato, gritos y ser castigado, vas a tener problemas y, lo que es peor, existe
una gran probabilidad que de mayor tu hijo no llegue a disfrutar de la comida
en general. Para un niño AS una leve corrección es más que suficiente; su
sensibilidad hace que cualquier cambio de tono de voz le baste para
comprender que su comportamiento no es el deseado; gritar les suele producir
un profundo malestar y mucho estrés.
Un niño AS puede ser más que razonable cuando está calmado, tranquilo
y de buen humor. Recuerda, las PAS tenemos una gran capacidad empática
aunque, cuando hay mucho estrés, este talento tiende a disminuir hasta
desaparecer. Hay que aprovechar los momentos de calma para «educarle»,
hablar con él, preguntar por sus necesidades y explicarle según qué cosa. Las
PAS somos reflexivas, ¿te acuerdas? Pues, ahí está la clave. A los niños AS
conviene prepararlos para evitar un exceso de nuevos estímulos y, por ende,
la saturación. Si toca una comida en otra casa le puedes explicar que en esa
casa se han esforzado en prepararle algo especial para celebrar su visita,
puedes hablarle sobre el respeto por el trabajo y el esfuerzo de los demás.
Esto no quita que, según la relación que tengas con la anfitriona, puedes
contarle las particularidades de tu hijo. A tu hijo le puedes decir que, aunque
en casa no le obligues a comer algunas cosas, a veces la vida le llevará a
situaciones en las cuales no existen privilegios de este tipo.
En el caso de ir a comer a un restaurante la cosa suele ser bastante más
simple. La gran mayoría de los restaurantes tienen sus menús online; lo
puedes imprimir, mirarlo y comentarlo con calma antes de salir a comer. Y,
desde la propia experiencia, es algo que también nos va bien a muchos
adultos PAS, especialmente cuando queremos visitar un sitio nuevo donde es
fácil saturarnos con una avalancha de estímulos a gestionar…
Centro de atención
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Como ya hemos dicho, a la mayoría de los niños AS no les gusta mucho
ser el centro de atención, y menos todavía si son PAS introvertidas, tímidas,
inseguras o todo esto junto. Abrumarse en grupos grandes es algo que le pasa
a un 70 por ciento de los niños con AS. Algunos de ellos, aunque sean
introvertidos, a lo mejor sí se alegran por la atención que reciben, pero no
tardarán mucho en saturarse por el hecho de que, al ser admirado por muchos,
tienen que estar muy atentos y son muy conscientes de la importancia de
responder con sonrisas y amabilidad.
También depende del momento en que le toca ser centro de atención. Si es
su cumpleaños, en general suele llevarlo más o menos bien hasta poder
disfrutar porque sabe de antemano que todos le querrán felicitar y que le
cantarán y, con tu ayuda o no, se irá preparando interiormente, pero, por
favor, con tanta emoción y atención, ¡que no dure demasiado! También es
verdad que sé de niños AS que llegan a disfrutar intensamente de este día, y
sin restricciones, deseando que dure, aunque colapse después. Generalmente
cumplir años les gusta más a los niños AS que a los adultos con el rasgo.
Se lleva peor ser centro de atención cuando no te lo esperas, cuando te
llega de sorpresa, por ejemplo, cuando te pasa algo como al pequeño David:
Lo que más le costó de toda la historia —cuenta Sol, la madre de David—, fue después del
accidente, después de que se cayera de la bici, cuando todos los niños y los maestros se pusieron a
su alrededor. No fue tanto el dolor de la clavícula rota lo que hizo que se mareara, sino más bien el
agobio de tener a toda esa gente comentando, riendo, diciendo tonterías o preocupándose mientras
esperaban la llegada de la ambulancia. David se sintió fatal durante esos momentos en que era el
centro de atención, cuando no buscaba serlo.
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Otro ejemplo, que seguramente todos habéis experimentado, es tener que
salir a la pizarra para resolver un problema, algo que sabes hacer
perfectamente estando en tu sitio, pero que te es imposible cuando todos te
miran y te bloqueas.
Seguramente tienes ejemplos de tu infancia (o de después). Utilízalos para
entender, preparar y ayudar a tu hijo en momentos similares. Lo que yo
entonces no sabía y tú a lo mejor tampoco te habías dado cuenta hasta ahora,
es que las PAS nos podemos agobiar y saturar al ver que todos se están
fijando en nosotros.
¿Te acuerdas de ese pilar, esa característica base del rasgo, que habla
sobre el procesamiento profundo? Pues, lo que pasa en este tipo de
situaciones es un buen ejemplo de ello. Llevamos la información que nos
llega muy para dentro y empezamos a pensar, a reflexionar sobre ello,
reparando en un montón de posibilidades diferentes, terminando por
preocuparnos por cosas que todavía no han pasado y que, probablemente no
pasarán. Dirigimos nuestra atención, nuestro radar, al entorno; escaneamos
todo lo que podemos abarcar, nos abrimos a un bombardeo de información
sensorial que dispara todo tipo de emociones, como la inseguridad alimentada
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por una posible baja autoestima o pensamientos tipo ¿qué dirán?, y todo ello
genera un estrés agudo con bloqueo que hace que —como la mayoría de las
PAS en situaciones similares— ¡queramos salir corriendo!
Una vez más vemos la importancia de fomentar una buena autoestima en
nuestros hijos, evitando, dentro de lo posible, que se comparen con otros
niños (no AS) y enseñándoles las ventajas y la necesidad de la diversidad.
Esto se hace en casa. Recuerda que, cuando el niño AS se siente amado y
valorado por quien es, por su manera de vivir el mundo —su entorno— desde
y a través de la sensibilidad, ese niño tendrá una buena imagen de sí mismo y
la probabilidad de que desarrolle ansiedad y depresión más adelante, será
mínima.
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reaccionar con un colapso en forma de rabieta, llanto —sin motivo aparente—
o dolor de cabeza. Puede desaparecer tranquilamente a su cuarto y echarse
sobre la cama. Puede, sin saber por qué, empezar a jugar con su móvil o
encender la tele. Esto en cuanto al niño AS con un carácter más bien
introvertido. Si no sabemos qué le pasa a nuestra peque, podemos intentar
animarla a que haga sus deberes, que ayude en casa o que nos acompañe a
comprar, y a lo mejor nos enfadamos al ver que no responde. No nos damos
cuenta de que reacciona así porque «ha cerrado la tienda» por sobrecarga.
Una vez más, vemos la gran necesidad de conocer el rasgo y saber cómo
funciona para poder empatizar con nuestros críos. No necesitan de nuestra
impaciencia y enfado, sino de nuestro apoyo y comprensión.
Puedes dar por hecho que, cuando tu niño sale del cole, su gestor mental
ya está en estado de estrés y de alarma. Está trabajando a tope para archivar
todas las impresiones, toda la información que ha ido recibiendo desde el
momento en que se ha levantado por la mañana hasta que ha vuelto a casa. Y
es más que probable que el gestor vaya atrasado y necesite que el niño se
tome una pausa, en la que no le llegue ninguna información nueva, para poder
ponerse al día. Sabiendo esto, entiendes que el niño necesita desconectar. Sí o
sí. Si él mismo sabe desconectar por su cuenta, genial, respétalo y déjale que
se vaya a su cuarto para echarse un rato o leer un poco. Si él no es consciente,
ayúdale a crear un espacio de calma, por ejemplo, poniéndole una merienda,
sin hablar demasiado, sin música ni tele. Nada más que tranquilidad. Sé
creativo y busca la mejor manera de apoyar y honrar esa necesidad de
desconexión.
La cosa puede ser bien distinta si tu niño es extrovertido. El gestor mental
de un niño extrovertido con alta sensibilidad, es un gestor muy activo, a veces
nervioso y un poco caótico, igual que el propio niño. Un niño PAS con un
carácter extrovertido derrocha energía (suele tener bastante), participa en
todo, da muchísimo de sí e, igual que su hermano el PAS introvertido, recibe
raudales de información, generalmente recibe más y a una velocidad mayor,
porque hace más, se mueve más y es más rápido. Podemos decir que, a
diferencia del peque introvertido, se llega a saturar incluso más, muchas veces
antes (en menos tiempo) y de manera más intensa. Mientras que el niño
introvertido se va —por decirlo de una manera— marchitando, el extrovertido
llega al colapso que, a veces, es instantáneo. Pero raras veces este colapso
supone echarse en la cama. Lo que le suele pasar al peque «extro» es que, en
lugar de calmarse, se activa más. Y una vez atrapado en el bucle de la
sobreactivación, no será capaz de frenarse por sus propios medios. Son los
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educadores los que se podrán dar cuenta de que el pequeño se está
sobreactivando: se le pondrán las mejillas rojas, hablará cada vez más rápido,
se moverá mucho… Son, pues, especialmente las PAS extrovertidas las que
muestran esa excitación, y a quienes les cuesta más parar antes de colapsar.
Cuando colapsan, lo hacen con más intensidad y necesitan más tiempo de
recuperación.
Como educador es muy importante reconocer este comportamiento por lo
que es, y reaccionar adecuadamente, intentando calmar al peque cuanto antes
y no permitir que la excitación se le vaya de las manos. A veces ayuda
despistar, hacer como que se está ignorando y empezar otra actividad… Cada
niño es diferente, cada casa es diferente y cada padre tendrá su sistema para
calmar al niño cuando esté así. No es fácil, y ojalá tuviera la solución mágica,
pero creo que entender lo que le pasa y por qué le pasa ya te puede dar pistas
en cuanto a las soluciones que puedes aportar. También depende un poco de
la edad del niño; es más fácil despistar a un niño de 3-4 años, que a uno de 9.
En todo caso, para cualquier niño AS, introvertido o extrovertido, es esencial
vigilar el tema del estrés.
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Ya hemos visto muchas características del rasgo de la alta sensibilidad, y
sabemos que uno de los cuatro pilares es la tendencia a la sobresaturación.
También hemos visto que un niño sobresaturado pierde el control sobre su
comportamiento.
¿Tiene sentido castigar a un niño que ha dejado de ser coherente, que no
es capaz de controlarse y que —conviene que lo tengamos presente— lo está
pasando muy mal? No. Es totalmente inútil y —lo que es peor— dañino. No
le ayuda un castigo, solamente le ayuda la empatía.
A lo mejor me dirás: «Pues a mí, de pequeño, me castigaron mucho y
aprendí». Sí, habrás aprendido porque no querías ser castigado, pero yo lo
llamo condicionar para obedecer, no aprender. El mensaje que te han
inculcado es: si eres mala, te castigo y no te quiero; si eres buena, te doy un
caramelo y te quiero. Un niño puede llegar a obedecer por «ganarse» el amor;
pero todos los niños merecen ser queridos, sin importar su comportamiento.
Con lo cual, sugiero llegar a entender el origen, la causa de un
comportamiento y trabajar en ello, sin dejar de querer a tu niño. ¿Te parece?
Escuchemos al sabio Zorro de Saint-Exupéry, entendiendo que aquello que el
niño nos enseña con su comportamiento es, en realidad, la punta del iceberg
que vive en su corazoncito. Para ver su corazón tenemos que activar el
nuestro.
El estrés en niños
Hemos hablado mucho sobre ese pilar de la sobresaturación, sobre esta
característica de cargarnos de tanta información que el cerebro no da abasto
para gestionarla; es algo que le pasa a cualquier PAS, no importa de qué edad.
Un cerebro que continuamente tiene que ir a mil por hora, genera esa
sensación de tensión y estrés. Los adultos entendemos qué es el estrés,
sabemos exactamente cómo nos hace sentir y, generalmente, tenemos una
idea de cuáles son las situaciones que nos llevan a este malestar. ¿Pero el
estrés en niños? ¿Un niño se puede estresar? ¿Si no tiene que preocuparse por
hacer bien el trabajo, por hacer la compra o las cosas de la casa, ni por llegar a
fin del mes?
Pues sí, los niños se estresan también y no poco. Recordemos lo que ya se
ha dicho aquí sobre las situaciones de saturación y sobreestimulación. Son
situaciones de estrés. Utiliza tu capacidad empática y de imaginación para
ponerte en las zapatillas de tu niño e intenta vivir el día desde su posición. Se
levanta, se lava y se viste con prisas, desayuna casi corriendo, mientras tú, su
madre o su padre, estás metiéndole caña, gritándole amenazas: «Si no te das
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prisa llegaremos tarde, se nos irá el bus, entraremos en un atasco, llegaré tarde
al trabajo ¡corre, corre!». Después, el niño que no encuentra un zapato o el
libro que necesita para la clase de mates, y se está preocupando por tus
comentarios y —como no, es un niño AS— por tu bienestar. A esto hay que
añadir una cosa muy importante: el niño, siendo como es, notará tu estrés y lo
absorberá, cargando con una parte de tu nerviosismo. Y esto es solo lo que
pasa en las horas de la mañana. Pero el día sigue.
Podemos, en muchos casos, dar por hecho que el niño, cuando llegue a la
guardería o al cole, va a estar más o menos saturado. No es lo mismo si llega
caminando por un parque o corriendo para coger el metro. No es una crítica y
no quiero crear culpabilidad, solamente lo voy diciendo para que vayas
tomando conciencia. En clase, aparte de tener que absorber la materia de la
asignatura impartida, recibirá mucha información sensorial y emocional de
los compañeros. Y si, después del cole y sin haber tenido la oportunidad de
desconectar de vez en cuando, se tiene que ir directamente a participar en las
actividades extraescolares, nuestro pequeño PAS, al final de un día, estará
más o menos zombi… Pero le faltan los deberes y colaborar en casa. ¿Cómo
te sientes, querido educador, después de haber leído todo esto? Solamente
escribirlo, me agota.
Hay más fuentes de estrés: pruebas, exámenes, visitas al médico, compras,
excursiones, vacaciones, campamento, visitas en casa, ir de visita, cambios
(nuevo hermano, mudanza, cambio de cole, separación de padres), castigos,
reglas impuestas sin más («¡porque aquí mando yo!»), jugar en casa de
amigos, ruido, cumpleaños propios y de los amigos, fiestas, el móvil, el
WhatsApp… No os quiero aburrir, pero se me ocurren muchas más cosas,
cosas que a mí, como adulta, me generan estrés y que, sin ninguna duda,
generan estrés a nuestros peques maravillosos con este increíble pero
complejo rasgo de la alta sensibilidad.
Un niño AS saturado y estresado lo pasa muy mal, y si es joven no sabrá
por qué se siente como se siente ya que «el mundo» le pide cosas, le hace
asumir cosas que no sabe, que no conoce, que no entiende, cosas que le
confunden y que le generan un estado de agitación que no comprende, lo cual
le confunde todavía más. Espero de todo corazón que entiendas lo que intento
transmitir, y que, siendo PAS, también lo comprendas.
Mientras el mundo esté hecho por y para gente sin el rasgo de la alta
sensibilidad, como he dicho antes, tendremos que buscar soluciones para
nosotros y para nuestros niños, para poder sobrevivir sin sucumbir ante la
enorme presión de todo tipo. Necesitamos trucos.
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En mi libro Personas altamente sensibles di un montón de trucos para los
adultos y algunos son válidos para niños. Pero veamos unas cuantas cosas
específicamente para niños, ideas y herramientas que puedes aplicar para
ayudarle a bajar los niveles de información y, con esto, reducir el riesgo de
sobreestimulación y estrés.
Ya hemos dicho que todo lo que nos llega a través de los sentidos es
información, son estímulos, y todo aquello que captamos a nivel emocional de
las personas en nuestro entorno, más nuestras propias emociones, también es
información. A esto se añade lo que pensamos y opinamos sobre todo eso,
que también es información. Un bombardero continuo. Como adultos ya nos
cuesta separar e ignorar datos de manera consciente; para un niño es
imposible, no tiene conciencia ni capacidad para frenar, ignorar o separar todo
que le llega. No sabe qué le pasa, incluso le puede dar mucho miedo. Lo más
probable es que la mayoría de los estímulos que le llegan, le sobran; no lo
sabe, porque es algo que le pasa desde que nació. No se le ocurrirá «apagar la
radio», por ejemplo, para poder calmarse.
Pero nosotros, los educadores, sí podemos darnos cuenta de las fuentes de
información e ir «apagando la radio» en el sentido más amplio de quitarle
estímulos sensoriales y emocionales. Por la mañana, puedes levantarte con
tiempo, preparar mochila y ropa la noche anterior, no cargarle la agenda y, en
cuanto tenga 4 años, trabajar con él para que vaya reconociendo las señales
del estrés (es muy importante tener conversaciones con el peque una vez que
se haya calmado después de una rabieta). Así puede aprender cómo parar él
solito, buscando un lugar tranquilo para desconectar. Debemos darle las
pausas que necesita y no presionarle. Aparte de todo esto, tendremos que
mirar cómo actuamos en familia, si nos tomamos el tiempo necesario para
descansar y cargar las pilas. Una vez más: los niños aprenden por imitación;
nada mejor y más efectivo que dar buen ejemplo.
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también, de las pequeñas tareas que siempre se aconseja dar al niño para que
participe en la vida familiar.
Existe una tendencia a llenar el tiempo libre del niño con actividades
extraescolares, y puede ser una buena idea si son pocas y si existe una pausa
entre la salida del cole y la actividad; un tiempo en el que el niño puede estar
tranquilo, sin recibir información, para recuperarse del ajetreo y de la
sobreactivación que ha vivido durante el día escolar. Igual que los adultos
PAS tienen que tomarse muchas pausas de desconexión durante el día, para
poder almacenar la cantidad de estímulos que, si me permites la metáfora,
esperan en la cola para ser archivados debidamente, el niño, que recibe, en
proporción, más información nueva, necesita muchos huecos en el día a día
para prevenir la sobreestimulación.
La idea fundamental del tiempo libre es que sea eso, «libre y sin
obligación». Para que esos espacios de tiempo sean lo más fructíferos posible
conviene tener en cuenta varias cosas como el carácter del niño y el tipo de
actividad —o la falta de ella— que le ofrecemos. Cada niño tiene su propia
manera de desconectar, pero lo que conviene tener claro es que se trata de
minimizar la cantidad de estímulos. Hay niños —la mayoría de las PAS que
se caracterizan por la introversión—, que sacan un mayor provecho de estar
en un rinconcito tranquilo y silencioso (sin música o tele de fondo) leyendo
un libro o escuchando a alguien que se lo lee. A otros les ayudará pintar,
dibujar, hacer puzles, algo de bricolaje, tejer. Pero también se puede pensar en
estar fuera, en la naturaleza, paseando con o sin su mascota, realizando
trabajos en el huerto o en el jardín. Todas son actividades calmadas con una
faceta lúdica, son opciones para crear espacios en los que dar rienda suelta a
la fantasía y la imaginación, donde no hay obligación de aprender ni ser
productivo. Si el niño es extrovertido, igual busca una actividad más
bulliciosa o quiere compartir estos ratos con otros niños, pero tanto para los
introvertidos como para los extrovertidos es importante la desconexión
mediante una actividad que esté libre de obligaciones.
Cuenta Serena:
Cuando Jimena, mi hija, está cerca de ese punto de la sobreactivación, desaparece. Se esconde,
vamos. Coge a Pukín, su peluche preferido, y se pone detrás del sofá. Normalmente es una niña a
quien le encanta hacerse visible y llamar la atención con sus miles de preguntas, pero de repente
parece que necesita ser invisible. Si la llamas, no contesta. Como padres, hemos aprendido a
dejarla y no molestarla. Como también soy PAS, soy consciente de la gran importancia de la
desconexión.
Cuenta Ángel:
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Cuando Tomás, mi hijo, necesita retirarse del entorno, cuando necesita sus pausas, va al armario,
saca «sus» sábanas y empieza a construir su propia casa, alineando las sillas del comedor y
tapándolas con los trapos. Crea un túnel que es su espacio sagrado y, a veces, si las hay, va hasta
agregando grandes cajas de cartón. Puede estar bastante tiempo ahí dentro, y luego sale como
nuevo…
Cuenta Sabrina:
A Luisa le encanta la naturaleza, estar fuera en el parque o, mejor, en el bosque. Tiene su propia
cestita que va llenando de tesoros. Nada está a salvo de su mirada intensa y curiosa. Recoge
piedrecitas, hojas, flores, trozos de musgo, bayas de todo tipo (y también bichitos, aunque ahí suelo
intervenir), y todo va a parar a la cestita. A veces veo que saca algo y lo pone en la tierra,
generalmente entre las raíces de las hayas, y me explica con cara seria y preocupada que es para los
gnomos, que lo necesitan. De vuelta a casa pone su colección en su mesita y crea su propio paisaje
con ello. Me encanta su creatividad y ese amor que siente por la naturaleza. Ella misma entiende
que estar fuera la relaja, y tenemos un trato: si nota que le empieza a doler la cabeza, o —como ella
dice— tiene hormiguitas en los brazos, coge la cestita, me la enseña, y salimos media hora fuera.
Sale saturada y vuelve radiante y cargada de nueva energía.
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ejemplo, también cuando creemos que no nos están observando. Hay personas
que creen que es gracioso que un niño pequeño suelte tacos, por ejemplo, pero
no lo es. Si pasa, en lugar de reírte, creo que más vale ignorarlo ya que, al
escuchar tu risa, entenderá que decir palabrotas es algo positivo que conviene
hacer para caer bien.
Alrededor del cuarto año, cuando ya van a preescolar y empiezan a imitar
a otros niños, empiezan a decir palabras tipo «caca» y «pis» y les encanta ver
nuestra reacción, sea de horror o de risas. Aunque no son tacos,
personalmente creo que también es mejor ignorarlos. En este sentido no
puedo dejar de mencionar que, si el niño utiliza palabras feas, denigrantes o
insultantes siendo muy pequeño, es algo que ha aprendido en casa, lo copia
sin darse cuenta de que es algo negativo y feo. Quizás recuerdas lo que he
dicho antes sobre el comportamiento de los acosadores: es más que probable
que sea un comportamiento que el niño ha visto en su propia casa o en lugares
que suele frecuentar.
¿No es acaso más bonito si tu peque va por su pequeño mundo cantando
las canciones que le has dedicado con amor y cariño?
El cerebro del niño, en los primeros tres años de la vida, crea unas mil
conexiones nuevas por segundo, y la forma en que los niños son criados en la
primera infancia determina su funcionamiento cerebral durante el resto de su
vida. Esta enorme flexibilidad para aprender y absorber, esa plasticidad
mental, es única y nunca más la volverá a tener. De ahí la suma importancia
de enseñarle que se puede sentir seguro porque es amado, de tratarle como el
ser inocente que es y de dar buen ejemplo. Los adultos sabemos diferenciar
entre lo que es «bueno» y «malo», hemos aprendido a valorar en función de
nuestra experiencia; un niño carece de estos criterios y no cuestionará nunca
si aquello que le enseñamos es bueno o malo: recibirá todo lo que hacemos y
decimos como «bueno», ya que somos su modelo, su único baremo. Es así
como el peque aprende la moralidad de la manera más natural.
Conozco la tentación de empezar a temprana edad con el desarrollo de la
parte cognitiva («¡Mi hija ya sabía leer con 4 añitos!») pero es algo que
muchos psicólogos infantiles han dejado de recomendar. Cada vez hay más
estudios que recalcan la gran importancia del juego libre y no me extraña.
Aparte de que el juego ayuda al desarrollo de la motricidad, lo cual fomentará
una mejor cognición más adelante, yo me pregunto, ¿por qué las prisas? ¿Para
el orgullo de los papás?
Si muchos adultos hoy en día acuden a todo tipo de terapias para volver a
«conectar con su niño interior», ¿por qué no permitir que el niño de pequeño
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sea niño de verdad para que, de adulto, ese niño interior pueda manifestarse
de una manera natural y espontánea? La infancia se llama así porque uno es
«infante» —niño— y tiene que poder descubrir el mundo y las relaciones
sociales a través del juego. Un niño tiene que tener la máxima posibilidad de
explorar el mundo de la fantasía, practicando la creatividad, la curiosidad y el
asombro. Todo esto, como PAS, le servirá de base durante el resto de su vida,
son herramientas esenciales para poder volver con facilidad al estado
equilibrado después de verse sobresaturado por las exigencias y los estímulos
excesivos tan omnipresentes en nuestro mundo.
Jugar generalmente implica interactuar con otros niños, un aspecto muy
importante en la socialización del pequeño. Jugando se aprende a gestionar
conflictos, por ejemplo, pero también que cada uno es diferente y que no todo
el mundo quiere lo mismo en el mismo momento; se aprende sobre la
diversidad y la tolerancia; se aprende sobre la frustración y el aburrimiento y,
sobre todo, se aprende que, cuando te caes, te levantas. En la infancia nada es
tan importante como el juego para asegurarnos del sano desarrollo social,
emocional, cognitivo y verbal.
Repito esa pregunta de cómo te gustaría que tu hijo sea de adulto.
¿Quieres que sea alguien que acepta el mundo tal como es, alguien que se
conforma y se adapta? ¿O te gustaría que tu hija o hijo fuera alguien que se
siente llamado a dejar un mundo un poquito mejor que el que ha encontrado?
¿Quieres que sea buena persona? Es una pregunta importante para plantearte a
menudo, pero la traigo aquí para recalcar la importancia —si es que te gusta
más la segunda opción que la primera— de que tu peque aprenda a pensar de
forma creativa, con curiosidad, asombro, respeto y, si quieres, veneración;
junto con habilidades sociales para relacionarse y saber solucionar conflictos.
No nos olvidemos de que las PAS nacen con la capacidad de ser empáticos,
pero si no exponemos al niño a situaciones en que esa cualidad pueda
«despertarse», de poco le servirá.
Pantallas
Hablando de jugar —es mi opinión personal que no quiero imponer a nadie
—, todo aquello que se puede ver y hacer a través de una pantalla no es lo
mismo que jugar de verdad. Por jugar yo entiendo un equilibrio entre los
movimientos corporales, la actividad pensante y la interacción social, o bien
la vivencia emocional. Un desarrollo sano del cerebro y de la emocionalidad
depende de este equilibrio. Una persona que está con la tablet, el teléfono o la
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pantalla del ordenador, se suele mover poco o nada y tiene la mirada fijada en
la información que está siguiendo, lo cual causa cansancio mental.
Es en la infancia cuando se van formando las redes neuronales y existe
una estrecha relación entre esta formación y el aprendizaje. Aprender a través
de las pantallas, la llamada «formación digital», no es lo mismo que lo que
denominaría el aprendizaje humano y social, que se caracteriza por un
desarrollo corporal, psíquico e intelectual. Un niño debe tener la posibilidad
de conquistar su entorno mediante los sentidos, los movimientos y el juego
creativo, a través de experiencias reales, y con personas y animales reales, que
se pueden tocar, oler y cuyo calor se puede sentir.
El uso de pantallas puede llevar a la adicción, conlleva un riesgo de
sobreestimulación (algo que en los niños AS hay que evitar al máximo) por
centrarse en la actividad unilateral de la mirada fija, excluyendo los otros
sentidos —salvo, quizás, el oído— y el movimiento corporal. Otro peligro es
un deterioro del control de la impulsividad ya que es muy fácil quitar en un
clic aquello que no es de tu gusto y cambiarlo por algo nuevo sin siquiera
haberte tomado el tiempo para reflexionar sobre lo que acabas de ver y
preguntarte por el motivo por el que no quieres seguir mirándolo. Siempre me
ha llamado mucho la atención el hecho conocido de que personajes como
Steve Jobs y Bill Gates, grandes conocedores de las tecnologías y sus riesgos,
no dieron pantallas a sus hijos hasta cumplir los 12 años, y que incluso
después tenían el uso restringido.
A mí me asustan los datos de una encuesta sobre el uso de los teléfonos
móviles entre adolescentes: un 56 por ciento afirma sentir ansiedad y soledad
si no pueden consultar su teléfono. Pero no es solamente culpa de los niños, y
bien lo sabemos. Los niños aprenden por imitación, y quizás no estaría de más
observarnos a nosotros mismos y tener muy claro qué les estamos enseñando.
Un aparato nunca podrá sustituir a un ser humano. No podrá proporcionar
el calor, el cariño y la atención que una persona puede dar a otra. Una tablet
no es un canguro, no es un substituto de la conexión humana ya que nunca
proporcionará afecto.
Cada día salen más investigaciones científicas sobre el efecto negativo de
las «pantallas» en niños, unas más preocupantes que otras. Hemos podido leer
cómo un alto porcentaje de niños en la China creen que aquello que les llega a
través de las pantallas es el mundo real, algo que asusta un poco. Hay
investigaciones que alertan sobre los problemas conductuales y relacionales
en niños y jóvenes, y otras que hablan sobre un aumento de la ansiedad y la
depresión en los jóvenes que están expuestos a pantallas. Y, cómo no, aquí
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también aparece el problema de la obesidad (y riesgo de diabetes) en niños,
un tema muy actual en nuestro país.
No es este el lugar para analizar estas investigaciones, pero os invito a
buscar información en internet sobre este tema. A mí, personalmente, me
preocupa mucho, pero eso no quiere decir que tengáis que estar de acuerdo
conmigo; cada uno debe decidir según sus ideas y situación. Solo voy a hacer
un pequeño apunte: las investigaciones no discriminan entre niños AS y niños
que no tienen el rasgo. Sabiendo lo que sabemos del funcionamiento cerebral
y la emocionalidad de las PAS, creo que no es rebuscado decir que los niños
con alta sensibilidad son aún más vulnerables a las consecuencias de pasar
(mucho) tiempo en las redes. Es decir, si lees sobre los efectos negativos del
tiempo que pasan los niños delante de una pantalla, ten en cuenta que en los
niños AS probablemente son mayores.
Igual la pregunta que nos tendríamos que hacer aquí no debería estar tanto
relacionada con el presente y las supuestas ventajas del uso de tablets y
similares, sino que nos convendría pensar en el futuro estado psicológico del
adolescente y del adulto; en su faceta empática, moral y humana. Ya sabéis,
esa pregunta clave de, ¿cómo quiero que sea mi hijo de adulto? En lugar de
¿qué quiero que mi hijo sea de adulto? Me preocupa el adulto AS de mañana,
ya que son ellos quienes podrían ser los líderes que decidirán sobre la gestión
de nuestro planeta.
Una de las muchas cosas que los niños tienen que aprender es la
autorregulación de sus emociones. Más de una vez he visto —y tú también
habrás sido testigo de escenas de este tipo— a madres, padres o educadores
que, cuando el niño a su cargo empieza a mostrar señales de una rabieta,
cuando se ha caído, cuando se ha hecho daño, o cuando el adulto está mirando
su móvil y el niño está «molestando» porque requiere su atención, esa madre,
ese padre o ese educador le da su móvil o una tablet que tiene a mano para
«tranquilizar» al niño y que no se ponga «pesado». El mensaje callado que
acompaña este gesto es: «Déjame en paz». Puede ser un acto de desconfianza
en tus propias capacidades educativas, pero sin duda es un acto de
desconfianza hacia el niño, que tiene que aprender a entretenerse solo y a
autorregular su estado de ánimo. Las tiritas-caramelos-móviles no ayudan a
que el peque llegue a sentirse seguro de sí mismo.
Antes, las madres no teníamos teléfonos o tablets para despistar o calmar
a nuestros niños. Íbamos armadas de un bolso que contenía un cuaderno,
lápices, algún peluche, muñequitas de dedo, algún libro, una caja de música,
un cochecito… El niño jugaba, bajo la mirada atenta de la madre y de vez en
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cuando intercambiaban tranquilizantes miradas de complicidad y de
aprobación. Jugar es más que mover objetos, jugar es inventarse historias,
algunas basadas en apenas un bloque de madera. La fantasía de un niño
altamente sensible o no, no tiene límites. Su imaginación, desarrollada en la
primera infancia, le servirá el resto de su vida como herramienta básica para
tener una mente creativa, encontrar soluciones ante los obstáculos que la vida
le pone por delante y desarrollar la resiliencia, algo que no ocurrirá de la
misma manera si se queda con la secuencia acelerada y a veces agresiva de,
por ejemplo, Bob Esponja.
Pero hay más. Las pantallas vienen con su información «a la carta» (si
algo no te gusta basta pinchar en otra cosa y probar lo siguiente), con lo cual
la curva de atención del niño, su capacidad para mantener la atención en algo
que «no mola», se queda en las mínimas. Es una variante de nuestro mundo
de «usar y tirar». La concentración no viene dada; hay que aprenderla.
Muchos niños con síntomas de TDAH son niños que en realidad no lo tienen,
pero son niños que no han aprendido concentrarse, que no saben atender a
temas que no les gustan y que se aburren en clase, en una cafetería, en un
restaurante, se aburren en la parada del bus, en el coche, en casa. Se aburren
en todas partes y empiezan a molestar (lloriquear, correr, hablar, quejarse para
llamar la atención) porque han aprendido que, si molestas, te espera una
pantalla-tirita-caramelo. Repito: la concentración se aprende, igual que la
paciencia (saber esperar) y la frustración (aceptar que no siempre puede ser lo
que tú quieres en el momento en que lo quieres).
Las PAS somos personas «profundas», pero conviene que alguien nos
enseñe cómo serlo.
Un apunte que me tranquiliza un poco: en nuestra encuesta, casi un 80 por
ciento de los padres contestó afirmativamente a la pregunta acerca de poner
límites a las horas que sus hijos pueden mirar pantallas; aunque también hay
más de un 5 por ciento que ha contestado que no pone ninguno. Ahora bien,
cuando sumo (como seguramente también hayas hecho), me falta la respuesta
de un 15 por ciento de padres o educadores…
Excursiones y viajes
A veces me acuerdo de esta historia de Adela quien, hace muchos años, vino
a verme para hablar sobre su familia.
Lena no quiere salir de casa. Aunque ha costado, ahora por lo menos acepta que tiene que ir al
cole, aunque no le gusta demasiado, pero si vamos a comprar se pone de mal humor, y cuando
hacemos otras salidas y viajes, ni te cuento. Lo único que quiere es quedarse en casa, jugar con su
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cocinita (tiene una cocinita de madera que le hizo mi marido), haciendo pasteles de arena y de
plastilina y dar de comer a su extensa familia de muñecas, peluches y el perro —Adela suspira—.
Mi marido y yo somos PAS y Lena también lo es. Somos conscientes de la importancia y la
necesidad de pasar tiempo en la naturaleza. A los dos nos encanta la montaña y el camping y
sabemos que a Lena también le vendría bien. Pero nadie quiere hacer una excursión arrastrando a
una niña protestando.
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sombra. Dime, ¿de qué quieres que hagamos los pastelitos?»). Los niños AS
se dejan seducir gracias a esa capacidad de construir su propio mundo interior
y puedes jugar con ello. ¿Le gustan los gnomos? Vais a buscar gnomos. ¿Le
gustan las hadas? Vais a buscar hadas. Tú, madre o padre PAS, abre ese baúl
de recuerdos de tu infancia, busca tus sueños y mundos de fantasía, quítales el
polvo y ¡vuelve a jugar!
Cuanto más expliques de antemano (no te olvides de decidir el día
anterior a la salida sobre la ropa y el contenido de la mochila), menos
resistencia encontrarás. Yo, de niña, solamente quería ir a los bosques de
hayas para buscar gnomos y hadas, y mi hermano solo quería ir a un lago para
remar. Mi padre supo organizar las excursiones de tal manera que se
alternaban los destinos, y mi madre era un genio a la hora de organizar juegos
para entretenernos durante los largos viajes en coche y también para alegrar
las noches en los campings. Hay maneras, doy fe, pero requieren de tu
fantasía, de tu tiempo y de tu empatía.
Los abuelos
Cuando nacieron mis hijos, mis padres ya eran bastante mayores. Mi madre
vivía con nosotros, mientras que mi padre, casado con otra mujer después del
divorcio que tuvo lugar durante mi adolescencia, vivía en una ciudad a unos
sesenta kilómetros, una distancia que hacía que no nos viéramos a menudo.
Yo no conocía el rasgo, no tenía ni la más remota idea de que todos los
miembros de la familia éramos PAS. Es gracias a haber reconstruido nuestra
biografía sabiendo lo que es una PAS, que ahora puedo entender las cosas. En
este sentido me gustaría compartir la siguiente historia ya que es posible que
te pase algo similar.
Mi padre se emocionó muchísimo con el nacimiento de mi hija; no había
más nietos y Annabelle era la primera. Su emoción, de hecho, era tan intensa
que le costó tocarla, mirarla, y siempre le veía los ojos humedecidos. Poco a
poco, las veces que venía o que íbamos a su casa, se iba acostumbrando al
milagro de su nieta, pero cuando no podía verla y saber que estaba bien, se
preocupaba por ella. Llamaba a menudo para preguntar cómo estaba, qué
hacía, si había aprendido algo nuevo y yo, la mamá orgullosa, le contaba
todas las cosas que hacía su nieta, cómo iba creciendo y, también, los
pequeños «accidentes» que iba teniendo como, por ejemplo, que se caía al
aprender a ponerse de pie… cosas normales en el desarrollo de un bebé.
Cosas normales, sí, mientras que estás al lado y sabes que no pasa nada grave,
pero si eres un abuelo PAS a sesenta kilómetros y no has sido testigo de lo
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que había pasado, el pobre hombre se preocupaba tanto por las cosas que le
iba contando, que decidí no contarle ninguna «hazaña» más, que él pudiera
interpretar como «peligro», «drama», «falta de atención» o «ausencia de
protección» por mi parte. Aunque sus reacciones a mi parecer, eran muy
exageradas, me hacían sentirme culpable y verme como una madre
irresponsable. Es una pena. Si yo hubiese conocido el rasgo, si me hubiera
dado cuenta de su alta sensibilidad (y de la de los demás) nuestra relación
hubiera sido distinta. Por cierto, cuando año y medio después nació mi hijo,
también mostró una elevada preocupación, pero debía pensar, como esa
generación que nació al principio del siglo pasado, que los chicos son más
duros y que no necesitan tanta protección.
Otro asunto, también relacionado con los abuelos, son las visitas que,
cuando viven lejos, se pueden convertir en una complicación.
Sonia y su marido, José, viven en Mallorca porque tienen trabajo aquí,
pero son de un pueblo de Almería y sus padres viven allí. Tienen dos semanas
al año para ir a visitarles, para volver «a casa», y desde que tienen hijos,
evidentemente van, como ella dice, «con toda la tropa». Miguel, el mayor, es
PAS, y la niña, tres años más joven, no. Aparte de tener los típicos problemas
antes de irse, porque a Miguel lo de viajar y dejar su casa no le gusta nada,
tienen complicaciones añadidas en ambas casas de los abuelos. Miguel no
quiere saber nada de los abuelos. De ninguno de los cuatro. Ni de sus casas.
De las dos semanas que están en Almería, necesita una para volver a
acostumbrarse tanto a los abuelos como a otras personas. («Hablan muy alto.
¿Por qué gritan? El abuelo fuma y huele mal, el perfume de la abuela me
produce arcadas. ¿Por qué me quieren tocar todo el tiempo? Los botones de la
bata de la abuela “me duelen”»). También tienen que acostumbrarse a sus
casas, al olor, al ruido, al perro que tiene que vivir en el corral (¿por qué no
puede dormir conmigo?), a la gente que viene de visita, a la tele siempre
puesta… La lista es muy larga. Después de una semana se va calmando, deja
de quejarse y de criticar todo, y se relaja. Sonia lo pasa fatal y muchas veces
no sabe qué decirle a Miguel, ni qué explicarle a los abuelos quienes,
básicamente, lo encuentran todo muy exagerado y se burlan del pequeño
tiquismiquis que se queja por todo, salvo —también hay que decirlo— de las
tartas y mermeladas que hace la abuela, y los helados que le da.
Parte del problema está en que los abuelos pasan el resto del año añorando
la visita anual, están locos por ver a sus nietos (para ambas parejas, son los
únicos nietos que tienen) y van contando los días hasta la llegada de la
familia. Es normal que los abuelos quieran achuchar a los críos, tenerlos en el
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regazo y leer libros con ellos, contarles cuentos, pasear con ellos por el
pueblo; es normal que esperen que los nietos les «ayuden» en el huerto o a
buscar los huevos de las gallinas. Y mientras que Amaia, la hermana de
Miguel, es la nieta ejemplar y participa en todo, él da problemas y los abuelos
no entienden nada de las explicaciones sobre la «sensibilidad».
En la encuesta sobre niños con AS, más de un 33 por ciento de los padres
afirmó que sus hijos necesitan tiempo para (volver a) conectar con los abuelos
y, conociendo ya un poco los temas «difíciles» de nuestros peques que son
muy sensibles, es bastante comprensible. Para los padres no es fácil dar
explicaciones —a veces con disculpas y a veces no—, y mantenerse firmes en
la línea de educación que han decidido seguir para acompañar a sus hijos
durante esta etapa infantil.
Sustos y gritos
Nuestros niños altamente sensibles son eso, sensibles. Y son especialmente
sensibles a los mensajes que les damos. Son sensibles al tono que utilizamos,
al contenido de nuestros mensajes y a la intención que hay detrás. ¿Te
acuerdas del último pilar de las características base, de la «S» de sentidos y de
sutilezas?
El tono es muy importante para un niño con AS. Levantar la voz, algo que
no siempre podrás evitar es igual a una bofetada. «¡Pero si no le he pegado!
¡Solamente le he llamado la atención!». Un grito puede hacer que un niño
sensible estalle en un llanto desconsolado. Y no es exagerado, ya que, en
primer lugar se asustará. El volumen del sonido, como bien sabes, se mide en
decibelios, y cuantos más decibelios, más elevada es la cantidad de estímulos.
Igual que el niño se sobresalta por un petardo, un portazo, por un cristal que
cae al suelo, se asusta por un grito. Los niños AS tienen el oído muy
desarrollado (igual que el resto de sus sentidos) y si le quieres transmitir un
mensaje de aviso, es mucho mejor y efectivo mirarle en los ojos para
establecer una conexión, y decirle que aquello que ha hecho es peligroso,
dañino o una falta de respeto. Le puedes explicar por qué. Aunque a lo mejor
no entenderá todas tus palabras, tu tono serio hará que se dé cuenta de que
algo no va bien. No le hables como a un bebé; utiliza palabras y frases
normales.
Un niño no es un animal. Un niño es un ser humano «en proceso»,
aprendiendo muchísimas cosas a la vez. No se le entrena a base de premios y
castigos, se le acompaña con paciencia, cariño y con asombro. Lo que
consigue un niño en los primeros 3 añitos de su vida es enorme, aunque a ti
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—que ya sabes andar y hablar—, posiblemente te parezca normal e, incluso,
crees que tarda demasiado… ay.
En cuanto al contenido, conviene tener en cuenta que el mensaje y cómo
lo transmites no haga que el niño deje de sentirse seguro o querido. Evita
expresiones tipo: «Es por tu culpa». Especialmente en España o en cualquier
país con una fuerte tradición católica, la palabra «culpa» tiene un peso
extraordinario. Un niño PAS, un niño concienzudo como suelen ser casi todos
los que comparten este rasgo, puede hacer suya esta palabra para el resto de
su vida. Cargar con la culpa —especialmente cuando no la tienes— te puede
arruinar la vida. En lugar de «culpa», podrías utilizar palabras como
«responsabilidad». Alguien es responsable de sus actos. Los niños con alta
sensibilidad, que tienen esa capacidad de entender las consecuencias e
implicaciones de las cosas, pueden entender que su acto tiene repercusiones.
En este sentido es muy importante tener una conversación con el niño para ir
explorando las consecuencias de algún incidente; no para que se sienta mal,
sino para ayudarle a entender y entrenar ese talento que, como PAS, le ha
venido con el paquete del rasgo, esa capacidad para entender las relaciones
entre las cosas y situaciones a un nivel mayor. Invítale a explorar, dándole
posibles pistas, y así también le ayudarás a que aprenda a pensar mientras su
autoestima va creciendo. ¿No es mucho mejor así que gritarle y echarle la
culpa?
Otra palabra que conviene evitar es «vergüenza». Preguntas retóricas y
horribles como «¿No te da vergüenza?» pueden hundir al pequeño PAS.
Ambos conceptos tienen tanto peso que quizás tienen validez en relación con
un crimen de verdad, pero no deberían utilizarse por haber cogido una galleta
sin permiso, por haber dejado caer algún objeto accidentalmente, por pisar al
gato sin querer o cualquier acto travieso o accidental.
Las palabras son mucho más que una secuencia accidental de letras,
conllevan una fuerza, una energía. Con esa característica de las PAS, el pilar
correspondiente a la «D», de reflexionar profundamente, de rumiar sobre los
temas, de meditar sobre ellos, las palabras nos pueden marcar de por vida.
Personalmente, he cargado con varias que no me pertenecían. Seguramente
también tienes frases o palabras de tu infancia que se te han clavado, se han
convertido en creencias. Espero que sea para bien, pero generalmente, si se te
han grabado, no suelen ser muy agradables o alentadores. Piensa en eso
cuando utilices palabras para castigar o para humillar a tu peque. No soy
partidaria del castigo físico, en absoluto, pero no hay que olvidar que las
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palabras pueden doler más y llegar a hacer un daño mucho más profundo y
duradero.
La sobreprotección
La línea entre la protección y la sobreprotección es muy fina. Creo que la
protección es ayudar al niño a que descubra el mundo y sus propias
capacidades, alentarlo sin que, como adulto, bajes la vigilancia con la cual el
niño se sentirá apoyado y seguro. La sobreprotección frenará el desarrollo del
niño por el hecho de que el educador va proyectando sus propios miedos e
inseguridades en él, lo cual le hace incapaz de confiar en sus capacidades, y le
irá cortando las alas.
Por tanto, la sobreprotección y los mensajes relacionados con ella,
también pueden hacer daño y llegar a invalidar a un niño con alta
sensibilidad. Entiendo que es necesario proteger a tu niña o tu niño para que
no se lastime, aunque lastimarse también forma parte de lo que deben
aprender.
Imagínate que tu peque quiere trepar a un árbol. Lo ves y se te corta el
aliento, ya que —especialmente si eres PAS— eres consciente del riesgo de
que se pueda caer. Le gritas: «¡No, para, no lo hagas! ¡Es peligroso! ¡Te harás
daño!». Le proyectas tu miedo y el mensaje que escucha el niño es: «No soy
lo suficientemente bueno, no soy capaz, es más prudente no probar cosas que
no conozco». No sé, pero me cuesta creer que quieras que tu niño crezca con
miedos, que llegue a ser un adolescente o un adulto plagado de inseguridades
y con miedo a vivir la vida. Puede ser que seamos PAS, pero esto no quiere
decir que tenemos que ser miedosos e inseguros.
Además, como padre o madre con el rasgo de la AS, hay que tener en
cuenta que las PAS venimos con esa característica, la de primero observar y
calcular los riesgos antes de tomar la decisión y lanzarnos. Es más que
probable que tu niño altamente sensible no haga cosas que le vienen
demasiado grandes, y es muy importante que aprenda a tomar riesgos a su
escala, que aprenda caer y levantarse una y otra vez hasta que domine la tarea,
ya que esto le ayudará no solamente en el desarrollo de una sana autoestima,
sino también esa otra cualidad tan importante que es la resiliencia.
¿Qué pasaría si cambiaras el mensaje? Por ejemplo: «Qué grande es el
árbol, ¿verdad? ¿Quieres descubrir cómo se ve todo desde arriba? Venga,
adelante, estoy aquí contigo por si me necesitas».
Darte cuenta de tus palabras y de tus mensajes requiere conciencia y
presencia. No siempre lo conseguirás, eres un ser humano. A lo mejor
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también has pasado por condicionamientos de este tipo cuando eras pequeño.
Revisa tus creencias y tus miedos donde sea necesario, estate atento a lo que
le dices a tu hijo y a las palabras que utilizas, conéctate con tu capacidad
empática y date cuenta de los mensajes que transmites. Confía y enseña a
confiar.
Por muchos manuales de educación que leas, no pueden garantizar que no
cometas errores. Cada uno —tanto el educador como el niño— es diferente,
es un mundo, y cada combinación de individuos genera una mezcla de
energías que también es única, como lo es cada situación. Es inevitable que
metas la pata más de una vez. Personalmente lo he hecho muchas veces. Si tú
eres la madre o el padre con el rasgo de la alta sensibilidad, tienes la ventaja
de la intuición. Las PAS solemos ser bastante intuitivas. Observa atentamente
al niño en acción y escucha esa vocecita interior. Con el primer niño,
sintiéndote inseguro, cometerás errores por falta de experiencia, con el
segundo porque posiblemente piensas que ya te lo sabes. Equivocarse está
permitido; todos los padres nos equivocamos más de una vez, pero procura
aprender de tus errores para no repetirlos. Igual que el niño, te «caerás» para
levantarte luego; no pasa nada. Los niños aprenden de nosotros y nosotros
aprendemos tantísimas cosas de ellos. ¿No te parece precioso?
Los cambios
Muchos niños con el rasgo de la AS tienen dificultades cuando cambian de
una actividad o situación que les es familiar a otra, o cuando están
acostumbrados a un cierto ritmo o programa en el cual de repente se produce
un cambio. Puede parecer que son inflexibles, pero generalmente no lo son; la
causa de su malestar es otra.
Cualquier cambio supone una cantidad de información nueva, que
necesita ser digerida. En función del tipo de cambio, la cantidad de
información es menor o mayor, y lo mismo ocurre con el tiempo disponible
para su gestión. En este libro mencionamos varios momentos y situaciones de
cambio, pero lo importante es tener claro que conviene evitar que estas se
produzcan de manera abrupta, sin avisos y, si cabe, sin una preparación
adecuada en los casos en los que se puede hablar de transiciones como puede
ser ir por primera vez a la guardería o al jardín de infancia, un cambio de
colegio, una mudanza, un divorcio, una defunción pero también, en el caso de
algunos niños, el momento de ir a la cama y dormir.
La característica de la sobreestimulación por un lado, y el hecho de que
las PAS reciben muchísima información por otro, pueden causar bloqueos en
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nuestro peque PAS si no respetamos ese margen de tiempo que el niño
necesita, o no dosificamos adecuadamente la información. Date cuenta de que
tú, al contrario que el niño pequeño, dispones siempre de mucha información
que este todavía no tiene, simplemente porque le faltan experiencias vitales.
Tú llevas años yendo al súper, el niño no. Has ido en tren, pero para el niño
puede ser la primera vez. Has estado en la playa y sabes lo que puedes
esperar; un niño que tiene su primera experiencia con arena, olas, gaviotas,
conchas, horizontes, olores nuevos, etc., puede sentirse totalmente
sobrecogido, abrumado y estallar en un llanto. Los adultos damos por hecho
muchas experiencias y situaciones porque son conocidas para nosotros, ya las
hemos vivido.
Recuerdo experiencias que creía que entusiasmarían a mis hijos (porque
me gustaban a mí y me hacían ilusión) y los llevé para darles una sorpresa.
Cuando, al llegar, montaban un «numerito», yo no entendía nada. ¿Qué había
hecho mal para que la niña tuviera una rabieta? Pues, había hecho algo que
por aquel entonces no se me hubiera ocurrido en absoluto, pero que hoy en
día tengo claro: ¡Me había saltado la preparación! Y el error número dos: a
los niños AS los planes sorpresa no les «molan» porque, al fin y al cabo es un
cambio y hay que gestionar mucha información a la vez.
Este libro habla de cambios de varios tipos, pero el mensaje de base
siempre es el mismo: el segundo pilar del rasgo, el que nos habla de la
sobresaturación, explica lo que pasa cuando las PAS recibimos más estímulos
de los que somos capaces de gestionar. La sobreestimulación (o
sobreexcitación) es, en realidad, la única bandera roja de nuestro bello rasgo,
pero es una bandera muy importante y una que nunca podemos perder de vista
al acompañar a nuestro peque PAS en su desarrollo desde la cuna hasta la
madurez (véase encuesta de situaciones nuevas en Anexo 1).
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3
CONSEJOS Y RECURSOS
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para poder contestar correctamente y con seguridad a según qué tipo de
reacción que te encuentres. Unos te preguntarán qué es, otros habrán oído
algo, pero no necesariamente estarán bien informados, habrá quienes no
quieran saber nada del tema y, también, te puedes encontrar con personas que
te dirán que son tonterías, cosas de moda, de la nueva era o lo que sea, y se
reirán de ti. Por esto, para poder reaccionar adecuadamente, conviene que
tengas una idea concreta y correcta de lo que estás hablando.
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hay otra gente mirando, esos momentos en que la tentación de aflojar una
regla es enorme porque en ese instante te conviene, pero es un lujo que no te
podrás permitir. Lo sé, a veces cuesta mantener un límite establecido, y cuesta
más cuando tu comportamiento puede parecer desagradable y duro. Ser
constante es dar claridad y seguridad.
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ejemplo, apagar la tele o cerrar la persiana, pero también es buena idea
ir a un lugar con menos información sensorial.
El cuarto del niño PAS. El cuarto será, preferiblemente, un espacio
minimalista con muy poca información sensorial. Luz difusa, armarios
con puertas lisas (cerradas). Si te apetece decorarlo con cuadros y
baldas con peluches, date cuenta de que lo haces para ti y no para tu
niño. Y lo sé, recomiendan que el niño tenga estímulos, pero date
cuenta de que estas recomendaciones son para la mayoría de los niños,
no necesariamente para aquellos con alta sensibilidad. En este sentido
puedes entender que quizás no sea la mejor idea colgar cosas en la
cuna, y menos si tu peque tiene problemas con el sueño.
La ropa del niño PAS. Ya lo vimos antes y si eres madre o padre PAS,
no te cuento nada nuevo: etiquetas, costuras, telas bastas o sintéticas,
jerséis de lana, etc. pueden afectar a la piel de las PAS. Desde la cuna
hasta el último respiro, la piel es un órgano de máxima sensibilidad.
De la misma manera, evita pijamas con botones y cuerdecitas o lazos
en los cuales se hacen nudos para ajustarlos. Cuidado con gomas que
aprietan. ¡Atención! pliegues en la sábana bajera, arena o migas en la
cama, pueden ser una gran molestia. Todas estas cosas generan
malestar y dolor, y el dolor es información. Un dolor constante lleva
fácilmente a un estado de sobreestimulación. Un bebé no puede
quitarse la ropa, no puede cambiar su sábana o sacudirla, ni siquiera
puede decirte qué le pasa, de ti depende ser empático con él, ponerte
en su lugar y preguntarte cuál puede ser la causa de su malestar.
Aprender a distinguir entre emociones propias y ajenas. Ser sensible
para las sutilezas implica que lo seas para el estado emocional ajeno.
Las antenas del peque con AS detectan si tú, el adulto, estás
preocupado; las neuronas espejo, esas que juegan un papel importante
en la empatía, hacen que la emoción se le pegue. Si para un adulto ya
es difícil saber si su estado emocional realmente es suyo o si lo ha
absorbido de otra persona, ¡imagínate un niño! Las emociones son
información y saturan. Puedes ayudar al niño a que tome conciencia
del espacio que es suyo, limitarlo, para que aprenda a protegerse contra
emociones ajenas, pero también contra un exceso de información
sensorial. Hazlo como si fuera un juego. Después de decirle que se
imagine una preciosa bola de cristal mágica, el siguiente paso sería
invitarle para que, usando la imaginación, se meta dentro, a salvo.
También le puedes dar una piedra «mágica» o cualquier objeto, para
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que lo lleve consigo y que, al tocarlo, tenga el mismo efecto. Los niños
en general, pero los niños AS especialmente, tienen mucha
imaginación, e introducir objetos reales o imaginados con poderes
mágicos, puede ser una estrategia efectiva en la «lucha» contra los
dolores, el malestar emocional o los monstruos que se esconden debajo
de la cama.
Pantallas, una vez más. Hay excepciones, lo sé, pero la mayoría de las
pantallas conllevan un exceso de estímulos. Empezando por la intensa
luz azul, pasando por los movimientos de las imágenes, la rapidez con
que se desplazan, y la música o las voces, es mucho. Puede parecer
que el niño se relaja, pero no descansa, y menos si está con
videojuegos. La televisión también es una pantalla. Para muchos niños
que tienen problemas de sueño o que sufren de pesadillas, no es
aconsejable dejarles ver la tele, tablet o móvil un buen margen de
tiempo antes de acostarse. No es solamente por los estímulos de las
imágenes y el sonido, es también por los contenidos ya que, por esa
tendencia PAS a reflexionar mucho sobre la información recibida, para
muchos niños con AS, cualquier tema puede ser un motivo de
preocupación.
Las emociones también son información. La preocupación por lo que
el niño ha visto en la tele, por ejemplo, o por posibles problemas en
casa, también puede llevar a la saturación. Ten en cuenta que la
preocupación genera emociones como el miedo, la vergüenza o la
culpabilidad, tres emociones intensas que se asocian con el rasgo de la
alta sensibilidad. Existen muchos casos de niños que se culpabilizan
por la separación de sus padres, y conozco el caso de una niña que se
solía enfadar muchísimo con su abuela, deseando intensamente que se
fuera. Cuando la abuela se murió, la niña se cargó de una extrema
culpabilidad, convencida de que se había muerto porque ella quería
que se fuera. Otra emoción que puede llegar a dominar el pensamiento
del peque es el intenso miedo a fallar o cometer errores en general.
Date cuenta de que los miedos se suelen alimentar de la propia
inseguridad de la persona. Tener conversaciones con tu peque PAS,
explicar circunstancias sin entrar en problemas personales, sino de
manera objetiva, con calma, a un nivel que un niño de su edad pueda
entender, hablar sobre emociones y nombrarlas («El emocionario»
puede servir de herramienta), permitirle al niño que se exprese, y
acoger sus palabras libres de juicios y sin ningunearle, son cosas que
ayudan a bajar los niveles de preocupación y de sobreestimulación.
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Sobreestimulación y rabieta. La sobreestimulación es comparable con
un cortocircuito; no es por casualidad que utilizamos esa maravillosa
expresión de «Se le han cruzado los cables». El niño pierde el control
y sus emociones y pensamientos entran en un estado de agudo caos
interno que busca su vía de escape mediante gritos, llantos, patadas,
golpes. Gracias a lo que has leído hasta aquí, seguramente habrás
podido evitar muchos momentos de sobrecarga y has aprendido a
«leer» las reacciones del niño para detectar cuando algo empieza a
«cocerse». Si lo ves a tiempo y consigues que el niño entre en una
situación de desconexión (sé creativa) la rabieta no se materializará.
Ahora, ¿qué hacer cuando el niño pierde el control? Creo que lo más
importante, y por mucho que el ataque te afecte a ti, es darte cuenta de
que el peque lo está pasando fatal. Es horrible sentir que has perdido el
control, asusta mucho y ese miedo puede intensificar la rabia del
ataque. Que sepas que el niño va a necesitar unos 20 minutos para
completar esa «descarga», o sea, para lograr calmarse. Durante ese
tiempo será imposible establecer ningún tipo de contacto con él y
realmente no te queda otra opción que la de dejar que se desahogue
hasta que se haya calmado. Posiblemente hayas intentado abrazarle y
te ha empujado; ese empujón no va contra ti, es una reacción visceral a
los estímulos que le aportan tu abrazo y que, al estar sobreestimulado,
le generan más saturación todavía.
Paciencia, pues. Lo que sí conviene es estar cerca de ella o de él,
sabiendo que tu presencia libre de juicios y llena de empatía le ayudará
a calmar el miedo. Obsérvale y dile, con voz tranquila, aquello que
percibes, por ejemplo: «Veo que estás muy enfadado», pero de la
misma manera percibes tristeza, frustración, cansancio o confusión.
Esto también le ayudará a tranquilizarse y le hará sentirse reconocido.
No dejarás de amar a tu niño por tener un ataque de rabia, ¿no? Pues,
es importante que él sea consciente de esto, que aprenda a confiar en tu
amor incondicional. Repito: su ataque no tiene que ver contigo, es una
expresión de su máxima confusión interna como resultado de un
exceso de estímulos, de información, que no es capaz de gestionar
tranquilamente. El hecho de que exprese esta descarga contigo es una
señal de que a tu aldo se siente seguro. Si te enfadas o gritas, la
situación será peor para los dos.
Eso sí, después de la rabieta, una vez que la cosa esté calmada,
conviene hablar tranquilamente sobre lo que ha pasado. Una vez más,
sin juicio y sin ningunearle.
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Ayúdale a reconocer las señales de sobreestimulación. Es importante
que nuestro peque entienda qué le ha pasado y por qué, para que
aprenda a reconocer las señales de su cuerpo que le avisan de una
creciente tensión. Solamente así ella o él será capaz de llegar a cuidar
de sí mismo y a tomar medidas, buscando maneras (hay que buscarlas
juntos para ver cuáles le funcionan mejor) para deshacerse de esa
sobrecarga a tiempo y antes de que estalle. Puedes pensar en pausas, ir
al baño, salir al pasillo, esconderse detrás del sofá o de la cortina,
retirarse a un determinado lugar que todo el mundo reconozca como su
«trono relax». Más adelante hablaré de alguna técnica meditativa para
niños, algo que, para algunos y en determinadas situaciones, también
puede ser una manera de calmarse. Otra técnica para descargar un
exceso de estímulos es mediante el movimiento; saltar a la comba,
correr, jugar al fútbol o un simple paseo a buen ritmo pueden tener un
efecto milagroso.
Vaciar una cabeza saturada. No existe una receta fija para ayudar al
niño AS a vaciar una cabeza llena de información, por ejemplo,
después de un día completo en el cole. Más adelante, cuando leas
sobre los temperamentos y las diferencias básicas entre introversión y
extroversión, comprenderás que con cada «estilo» va algo diferente. Es
cuestión de observar y de hablar con el peque. Existen actividades que
ayudan a la gestión de un exceso de información y conviene que sea
una actividad completamente diferente y libre de obligación,
preferiblemente también libre de competición. Hacer el camino del
cole a casa andando o en bici, es una buena idea; llegar a casa y tener
media horita para merendar, leer, no hacer nada en el sofá, también son
opciones. Jugar al balón, subir a un árbol, jugar (contigo) al parchís,
leerle un libro, dibujar, tocar un instrumento, trabajar en el jardín,
cepillar al perro… Depende del niño y de lo que le guste. Conviene
buscar actividades de este tipo también antes de irse a dormir; por
ejemplo un baño caliente con unas gotas de aceite de lavanda en el
agua.
A la hora de dormir
En el segundo capítulo, donde mencionamos los puntos de atención
relacionados con el rasgo, ya hablamos del sueño y de los problemas que las
PAS podemos tener a la hora de dormir. Ya dijimos que hay un buen número
de niños con el rasgo que tiene dificultades en este ámbito. Más adelante,
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cuando hablemos de caracteres diferentes y de los temperamentos, podremos
ver que cada temperamento supone unos problemas, siendo los niños con un
temperamento predominantemente flemático los que mejor duermen, aunque
a ellos les cuesta especialmente tener que arrancar y entrar en acción el día
después.
Aparte de esos consejos muy estándar de eliminar ruidos, bajar la luz o
añadir al baño un poquito de aceite de lavanda (para los más pequeños se
pueden poner dos gotitas en los laterales de la cuna) hay muchos otros
«trucos» que ayudan a calmar y tranquilizar al niño para que se vaya
«apagando» poco a poco en preparación a ese tránsito del estado de vigilia al
estado de sueño. Haremos un repaso.
No tener prisa. Ir a dormir, por muy rutinario que sea, no deja de ser
una transición importante, y no es por nada que a muchos niños les
cuesta hacerla. Estar solo en la oscuridad y entregarte a los brazos de
Morfeo, no es poca cosa. Un niño que tiene problemas para soltar el
día necesita tiempo y calma; necesita sobre todo tu tiempo y tu calma.
Recuerda que tu niño es altamente sensible y que, por ser como es,
detecta tu estado emocional. Conviene, pues, mentalizarte de que vas a
estar 15 o 20 minutos con tu niño, que necesita de tu completa
presencia. Soy madre y sé perfectamente que es imposible conseguir
esto todos los días; no te fustigues cuando la vida te pone pegas y estás
nerviosa, pero es importante ser consciente de tu propio estado de
estrés y posible preocupación. Os doy consejos; no son leyes.
Avisar. A casi ningún niño con alta sensibilidad le gusta tener que
cambiar abruptamente de una actividad a otra. Ya sabes las
dificultades que tienen con los cambios. Conviene avisarles siempre y
con tiempo de que va a haber un cambio para que se vayan haciendo a
la idea. Avisaremos con un margen de tiempo antes de comer, antes de
salir de casa y, también, antes de que sea la hora de irse a la cama. Así
les dejamos terminar la actividad en que estaban y evitamos estrés y
tener que meterles presión. Avisa diez minutos antes, cinco minutos
antes y un minuto antes. Recuerda que tú, sí, después de tantos años de
vida, tienes el reloj incorporado, pero el niño todavía no.
Mantener un ritmo constante. Algo básico, que en realidad es
importante para todos los niños pero que lo es especialmente para las
PAS, es mantener un ritmo establecido en el sentido de tener un
horario fijo y actividades fijas durante la semana. Las personas somos
animales de costumbres y, aunque no todas las costumbres son igual
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de buenas, hay unas cuantas que no solamente son maravillosas, sino
que también son necesarias. Poder construir tu día a día sobre una base
fija aporta calma y evita sustos. Exactamente lo que un niño con AS
necesita para poder funcionar de una manera óptima. Cuando todos
conocen el programa porque es lo que manda durante la semana, no
tenemos que perder tiempo o energía preocupándonos por lo que
sucederá después. Empezamos con lo básico: levantarse a una hora
determinada, desayunar, lavarse, vestirse y dejar la casa. Cole. Volver
a casa, descanso, comer, descanso o juego, merienda, descanso,
deberes, juego, cena y cama. Me imagino que esto, en cada casa es
más o menos igual; lo importante es que siempre sea el mismo ritmo y,
si por algún motivo tiene que haber un cambio, no te olvides de avisar
con tiempo. Los peques PAS, en especial aquellos que tienen
dificultades a la hora de dormir, necesitan más que un simple beso y
apagar la luz. Introducir algún ritual fijo a la hora de acostarse, les
aportará seguridad y calma, con lo cual les costará menos soltar el día.
Recuerda que es importante que el ritual sea igual siempre. No puede
ser diez minutos un día y el siguiente, media hora. Para nuestros niños
es muy importante no variar, para que sepan de antemano qué pueden
esperar. Así les ayudas a soltar y evitas que lloriqueen por «otro
cuento, otra canción, otro beso, etc.». En el fondo es un tema de
límites, pero siempre demostrando cariño.
Revisar el día. Busca un momento, preferiblemente un poco antes de
que el niño tenga que ir a la cama, para revisar los acontecimientos del
día. Adopta una actitud de auténtico interés y escucha. Haz preguntas
(al final del capítulo 5 tienes ejemplos) para que el niño se pueda abrir
y contar todo lo bueno que le ha pasado y las dificultades o problemas
que le han preocupado o molestado. Conviene también echar una
mirada al día siguiente para que, si hay algo que le preocupa, pueda
expresarlo; también es muy buena idea preguntarle por algo que le
hace ilusión.
Leer un cuento. A todos los niños les encanta que les leas una historia
antes de dormir. Hay niños que siempre quieren la misma, otros un
capítulo de una más larga. Aquí también verás que cada niño es
distinto. Cuando todavía es muy bebé, podrías cantarle una nana o
recitar una rima. Según cuáles sean tus creencias religiosas también
podrías recitar un pequeño rezo dando las gracias o nombrando a los
ángeles que durante la noche velan por él. No importa lo que hagas,
entra en lo que entendemos por ritmos y rituales. La sensación del
ritual aumenta, otorgándole otra calidad más íntima, si enciendes una
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vela y la apagas al terminar, después de haberle dado el último beso
del día. Es mejor no utilizar incienso ya que un olor intenso conlleva
estímulos, aparte de que muchos inciensos son tóxicos.
Hacer un masaje. Niños muy activos, pero también aquellos de
temperamento melancólico que suelen pensar demasiado, pueden
calmarse si les hacemos un pequeño masaje, frotando suavemente las
piernas desde las rodillas para abajo, y los pies. Lo puedes hacer sin
aceite, o utilizar aceite de almendra con una gotita de aceite esencial de
lavanda. Si quieres puedes utilizar también una pluma, pero es algo
que no gustará a todos los niños, si tienen muchas cosquillas. Hazlo
con movimientos rítmicos y pausados. Atención con la luz, que sea
indirecta o —mejor— de una vela. Observa si los pies y las manos del
niño están calentitos.
Calmar la respiración. Casi un 42 por ciento de nuestros niños tienen
problemas a la hora de conciliar el sueño. Siguen estando
sobreactivados a la hora de dormir. A veces, después de haber tenido
en cuenta todos los consejos, y de haber reducido al máximo los
estímulos, puede hacer falta algo más. Para un niño es muy aburrido
tener que fijarse solo en su respiración. Puedes poner algún objeto
sobre su barriguita, una pelota, por ejemplo, que el peque puede ver
subir y bajar cuando inhala y exhala. Si rueda hasta la cama, es un
buen momento para la risa, que siempre relaja mucho.
Hacer meditación para niños. Un paso más allá de la respiración
puede ser una meditación corta y adaptada al niño. Seguramente
conoces meditaciones tipo visualización guiada en que vas bajando
escalones, de diez a uno. El niño se pone cómodo, no hay ruidos ni
música (la música también es información), y la única luz viene de la
velita. Dile que cierre los ojos y se fije en el peso de su cuerpo,
haciendo contacto con el colchón: cabeza, hombros, espalda, nalgas,
piernas, talones. Habla despacio y cuida tus palabras. Invítale a
imaginarse que está en el punto más alto de una bella escalera de
piedra antigua; puede ser un castillo. O puede ser en la naturaleza, en
un jardín mágico. Dile que mire hacia abajo, que hay diez escalones
que irá bajando, lentamente, uno por uno. Él sabe que, estando donde
está ahora, en el escalón más alto, no está relajado, pero si llega abajo
del todo estará muy relajado y allí encontrará un lugar precioso con
una cama con dosel, colchones de pluma, cojines enormes y suaves
donde podrá dormir tranquilamente (cuéntaselo utilizando la imagen
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que tú sabes que le va a calmar). Luego empiezas a guiarle bajando los
escalones, recordándole que en cada escalón se siente un poco más
pesado y más relajado; nueve, ocho… hasta llegar a esta bella
habitación.
Y los monstruos… Pues sí, cuando hablamos de dormir, también
tenemos que hablar de monstruos. Muchos niños los ven, y para ellos
son una realidad. A veces te lo dicen, a veces se callan, posiblemente
por vergüenza o porque, en algún momento, han oído decir que ver
monstruos es de bebés, y que los niños mayores saben que no existen.
Estas cosas a veces se dicen para tranquilizar a los peques, pero
realmente no funcionan. El mensaje que el niño recibe es: «Si veo
monstruos, no soy un niño mayor, soy un bebé, y tengo que ser mayor
para que me quieran. Mejor no decir nada». Pobrecito. Tiene que
esconder su miedo porque nosotros, los adultos, sabemos todo «mejor»
que ellos. Más vale que el niño te cuente que teme a los monstruos y
que juntos busquéis maneras para domarlos.
Aquí también puedes recurrir a objetos mágicos, alguna lucecita
con poderes extraordinarios, un mantra o una fórmula, deja que el niño
busque su talismán. Solamente si fuera necesario, porque no se le
ocurre nada, le puedes ayudar con alguna sugerencia. Un niño, todos
los niños, pero especialmente nuestros peques con AS, tienen una
imaginación sin límites; todo es posible; todo, tanto para inventar
monstruos como remedios para vencerlos, mantenerlos congelados o,
simplemente, conseguir que se queden a una distancia prudente o,
fíjate ¡que se conviertan en aliados!
Mi hija ya era bastante mayor cuando me contó que había
monstruos en su cuarto. Ella es de temperamento colérico (como su
madre) y quiere hacer y resolver todo solita. O sea, no se quejaba. Yo
nunca le pregunté si veía monstruos; total, si no los menciona, ¿por
qué iba a ponerla en alerta? Resultó que había monstruos debajo de la
cama, pero sabía que ellos no la podían ver, o sea, no le preocupaban
demasiado. Los que le preocupaban eran los que estaban en la silla y la
vigilaban. ¿En la silla? Sí, señora. Os lo digo para que lo tengáis en
cuenta. Los monstruos de la silla, era la ropa que estaba allí colgada, la
ropa sin guardar. Sabía perfectamente que era la ropa, pero de noche se
transformaba en monstruos.
Qué pena que yo no tuviera ni idea; tú, querido lector, espero que
estés a tiempo de acompañar a tu nena o nene para evitar que los
monstruos le quiten el sueño.
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Cuando la comida es un problema
Como siempre, cada niño es un mundo y también lo es cada familia con su
historia, sus ritmos, tradiciones y rituales. No obstante, creo que existen
consejos o ideas estándar que pueden ofrecer una solución, o servir de idea
para que te inspires y encuentres la versión que te sea de utilidad. En este
sentido los puntos que compartiré son más indicaciones que otra cosa, con la
excepción del primero.
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entender que no lo hacen por ser desobedientes, sino porque tienen una
boca tan sensible que la combinación de varias texturas a la vez les
produce demasiados estímulos y se ponen nervioso; si esto pasa no
pueden disfrutar de lo que comen.
El ritmo. Hay niños que comen muy deprisa y hay otros que tardan
mucho en empezar o en terminar. Cada uno tiene su ritmo. Si te
molesta la tardanza de uno es suficiente preguntarle si todo está bien, y
dejarle el tiempo que necesita. Cuanto más intentes empujar a estos
niños, más grande se hará su resistencia. Y es un hecho, hay muchos
niños con AS (un 22 por ciento) a quienes les cuesta empezar. Puede
ser porque primero quieren internalizar con los sentidos aquello que se
encuentra en su plato; primero comen con los ojos y el olfato. Otro
motivo por el que tardan en empezar es porque muchos (un 38 por
ciento) no quieren la comida caliente, probablemente también por la
gran sensibilidad del interior de la boca, pero quizás porque si está
demasiado caliente, tiene menos sabor.
El ritual. A lo mejor me tildas de anticuada, pero creo que el momento
de compartir la comida —una al día, al ser posible— en familia es
importante. Generalmente es el único momento en que los miembros
de una familia pueden estar juntos. Debería ser un momento especial.
Existen familias en las cuales, antes de empezar a comer, se da gracias
a la madre tierra por «su fruto», o a una fuerza superior como puede
ser Dios. Algunos encienden una vela. Este tipo de rituales permite
crear un espacio energético que, muchas PAS, perciben como algo
positivo. Pero tanto si recurres a este tipo de prácticas como si no, creo
que compartir la comida es compartir presencia e interés por los
miembros de la familia. Por cierto, un ritual también puede ser el
propio hecho de poner la mesa prestando atención al detalle (si hay
turnos para ponerla, cada uno puede añadir un toque personal); cocinar
juntos una vez a la semana; sentarse el domingo por la tarde a
componer entre todos los menús de la semana siguiente. Aquí puedes
ser creativo e involucrar a los hijos, especialmente entre los 3 y 7 años
(ya que a esas edades les encanta copiarte en todo y hacer lo que tú
haces: cocinar, planchar, barrer, fregar). Recuerda eliminar las prisas,
las pantallas (incluido el televisor) y cualquier tipo de lectura. La
comida es un momento de respiro común en que cada uno puede
contar lo que quiera compartir. Es importante escuchar con interés a
quien esté hablando y no interrumpir. Recuerda que el respeto se
aprende en casa.
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Las chuches. Pueden ser un problema. Quizás el niño no coma porque
no tiene hambre. Puede no tener hambre porque no se siente bien,
claro, pero también porque ha comido —posiblemente sin que tú lo
sepas— una bolsa de patatas, bollería, caramelos; o sea, comida basura
con un exceso de azúcar y grasas malas que le aporta poco en términos
de nutrición. Lo mejor, como siempre, es prevenir. Dar ejemplo para
empezar, ya que tu hijo, como bien sabes, aprende por imitación. Si en
casa existe la costumbre y la necesidad de picar entre comidas, quizás
puedes acostumbrarle a picar tomatitos, frutos secos, zanahorias, algo
ligero que, sobre todo, sea sano.
En este contexto quiero mencionar la necesidad, para la gran
mayoría de las PAS de todas las edades, de comer pequeñas raciones
entre horas. Tener hambre es algo que nos pasa —nos puede pasar de
un momento a otro— y afecta directamente a nuestro estado de ánimo.
Dicho de otra manera: cuando notamos hambre, necesitamos picar o
comer algo. Es importante no ignorar esa señal de tu cuerpo, ya que, si
no picamos algo, en seguida nos ponemos de muy mal humor ¡y eso a
pesar de que las PAS solemos ser muy amables!
Las reglas. Son necesarias, siempre. A veces el adulto las impone
(«porque sí» o «porque lo digo yo») y a veces es posible que se
establezcan entre las dos partes —padres e hijos— y valorando las
necesidades de cada uno. Personalmente creo que la segunda opción es
mucho mejor que la primera, y más en línea con la crianza respetuosa.
Pero conviene distinguir entre reglas de cara a la comida propiamente
dicha, por un lado, y las reglas sociales, por otro. Podemos crear la
costumbre de revisar las reglas (todas las reglas que diseñamos para
nuestra convivencia en familia), por ejemplo, una vez al mes.
Si tu hija es una de esas que no soporta los ingredientes mezclados,
deja que los separe y ayúdala con esto teniendo en cuenta su necesidad
a la hora de preparar la comida. Se sentirá valorada y el vínculo entre
los dos se reforzará. Si tu hijo no puede comer carne o si el pescado le
produce arcadas, acéptalo, no hagas que experimente la comida como
una tortura. No te rías de él, no te burles, ni te desesperes. Tampoco
pierdas la paciencia, hazle saber que le entiendes; la empatía es una
herramienta excelente para fomentar la autoestima de tus hijos. Si
sabes que tu hija no puede con el brócoli, las espinacas o las coles de
Bruselas, no se los hagas comer, ¿para qué? Quizás, muy de vez en
cuando, la invitas a volver a probarlo; los gustos cambian.
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Es importante que sepan que rigen otras normas cuando les invitan
a comer en casa de amigos, una casa con otras reglas; conviene
explicarle que, si una anfitriona ha preparado algo para su invitado
queda feo si dice que «no come eso». Ayúdale a buscar soluciones.
Esto nos lleva a «los modales», una palabra con una carga quizás un poco
anticuada, pero en el fondo es una cuestión social, que hace que la
convivencia no solo sea más agradable, sino también más cariñosa y
respetuosa, que hace que todos se sienten valorados.
¿Cómo te gusta que sea la conversación? Para todos es importante que
prestemos atención si alguien está contando algo, y que no le interrumpamos.
Cuando el niño habla, escúchale con interés y haz preguntas sin criticar.
Hazle ver la importancia de escuchar a los demás cuando hablan; aquí
también conviene dar ejemplo.
Otro tema que puede entrar bajo el capítulo de los modales es la regla que
dicta que mientras se está comiendo, nadie se levanta. Si le has dicho al niño
que se lave las manos antes de sentarse para comer, también puedes incluir el
mensaje de que utilice el baño. Esta regla no es una tontería, sino que, como
la mayoría de las reglas, contribuye a un ambiente más tranquilo durante la
comida, siempre teniendo en cuenta que, para las PAS de todas las edades es
importante limitar todo tipo de información sensorial en la medida de lo
posible.
En este sentido también es importante apagar la tele mientras se está
comiendo. Siempre. No solamente porque no fomenta para nada la
conversación durante la comida, sino por la gran cantidad de estímulos en
forma de imágenes a gran velocidad, música, voces estridentes que —
generalmente— hablan de temas que no interesan pero que sí estresan o que
producen un estado emocional (también información) que no beneficia al niño
AS en ningún momento y menos durante la comida. No entienden ni la mitad
de lo que están viendo. Las noticias de hoy en día pueden llegar a angustiar y
traumatizar a cualquier niño, y más si es una PAS.
En cuanto a los modales propiamente dichos, personalmente me cuesta
mucho tener que compartir la comida con personas que mastican con la boca
abierta, que escupen las pipas de las uvas directamente a su plato, que no se
limpian la boca grasienta antes de tomar un trago de su vaso o de su copa, o
aquellas que, una vez que han terminado de comer, hacen una bola con su
servilleta de papel y la tiran sobre su plato vacío, y además con los cubiertos
apuntando en cualquier dirección.
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Utilizar el móvil en la mesa o simplemente tenerlo encima a la hora de
comer, es algo que no tolero (¡también va para los adultos!) y, para terminar
—sé que soy del siglo pasado—, me parece fatal que alguien empiece a
comer antes de que me haya sentado yo, la anfitriona, la que se ha molestado
en preparar la comida, a no ser que yo haya dicho que empiecen, claro.
Para mí estas son unas reglas básicas que tienen que ver con el respeto
hacia otra persona. Creo que cualquier niño, AS o no, debería aprenderlas.
Pero ojo, esta es mi opinión y no descarto que tú, lectora o lector, tengáis
otras reglas o, quizás ninguna. También creo que, a medida que nuestro hijo
—AS o no— se hace consciente de este tipo de reglas sociales, más tranquilo
se siente en cualquier situación social que la vida le vaya poniendo por
delante. Como PAS, nos va genial no tener que preocuparnos por lo que sea,
si podemos evitarlo.
¿Lo más importante de las reglas, sean las que sean? Sé consecuente,
también cuando estás cansado o has tenido un mal día.
Imponer modales con gritos o premios y castigos no es la mejor idea;
siempre es mejor dar una explicación con calma y hacer ver al niño que, al
compartir la comida con otras personas y utilizar nuestra capacidad empática,
podemos preguntarnos cuál es el efecto de un determinado comportamiento
en aquellos que nos ven comiendo. Ser social o tener un comportamiento
social, es algo a través de lo que podemos expresar nuestro respeto a la otra
persona.
Ahora, no esperes que un niño muy pequeño coma con toda corrección ni
que entienda de las reglas sociales. La introducción de los modales —siempre
dando ejemplo— es algo que deberías ir haciendo paulatinamente, una regla
cada vez, a partir de que el niño tenga unos 4 años.
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conectarlas hasta poder hablar y transmitir un mensaje con coherencia. En la
primera infancia se aprende a desarrollar la motricidad y la base de la
conducta social. El resto de la vida, que todos deseamos que sean muchos
años con buena salud, lo tiene para desarrollar el intelecto, para aprender las
asignaturas más intelectuales.
Jugar es imprescindible y obligatorio para un sano desarrollo del niño; por
favor, no le quitemos ese derecho en la primera fase de su existencia.
Cuando digo jugar quiero decir jugar de verdad. Como niño AS, será
preferiblemente con un máximo de una o dos amiguitas a la vez para evitar la
sobreestimulación. Los juegos de mi infancia —las chapas, las canicas, saltar
a la comba y a la goma, las cocinitas, imitar a los mayores, jugar a tiendas o
restaurantes copiando las situaciones sociales reales— siguen siendo ideales y
recomendables. Patines, bici, skateboard, trepar a los árboles, correr, el balón,
también. Me diréis que ¡la calle ya no es un lugar seguro! Lo sé. Si no tienes
la gran suerte de vivir en un pueblo o, por lo menos, cerca de un parque o de
un lugar donde los peques tienen «su» espacio, estos juegos al aire libre
requieren de nuestro tiempo y posibilidad de acompañarles. Si tu espacio vital
(piso, casa) lo permite, igual hay que «sacrificar» unos cuantos metros para
que el niño pueda jugar.
En el piso de mi infancia, en mi Ámsterdam natal, mi madre nos permitía
ir en patines y en bici por el largo pasillo, mientras el salón era nuestro
espacio para mover y amontonar mesas, sillas y lo que fuera para construir
castillos, tiendas, casas de muñecas, para meter los peluches y… para el gato
y el perro que nos acompañaron durante la infancia, a mi hermano y a mí.
Ahora, de adulta y sabiendo lo que sé, me puedo imaginar que esto, siendo
ella PAS y muy ordenada, debió ser un gran sacrificio.
Yo crecí en los años cincuenta del siglo pasado, aquel tiempo en que los
televisores empezaron a conquistar el mercado y las casas. Pero en la nuestra
no hubo tele, al menos no hasta mi adolescencia. Mis padres, ya por aquel
entonces, entendían de la «magia» de la pantalla y el gran poder cautivador
sobre sus espectadores, entonces realmente insignificante en comparación con
la tremenda atracción de los móviles y tablets de hoy. Menos mal que cada
vez hay más publicaciones sobre el daño que hace (el exceso de) esa
tecnología no solamente en el desarrollo cerebral de los niños, sino también
en lo que se refiere a la interacción social y la capacidad de manejar la
frustración, el aburrimiento (no hay «espacio» más genial para el aprendizaje
creativo que el aburrimiento) y los conflictos. O sea, cuando hablo de jugar y
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de juguetes, me refiero a algo que tenga que ver con los sentidos, algo que
requiera alguna actividad física y que no sea una pantalla.
Los juguetes ideales para los niños con AS, deben de tener un tacto
agradable, esto es lo primero de todo. Las muñecas de plástico duro no serán
las favoritas, sino más bien aquellas de materiales blandos y telas naturales. Si
tiene que ser duro —y queremos deshacernos del plástico—, opta por
juguetes de madera. Aparte de que estéticamente son mucho más atractivos,
tienen un tacto que gusta (ya sabes de la importancia del tacto para nuestros
peques PAS), tienen más peso y presencia, duran mucho más; tanto, que
envejecen tan estupendamente que pueden pasar de una generación a la
siguiente. Con lo cual el argumento de que son caros, es relativo. También
creo que vale más tener pocos juguetes buenos que muchos de poca calidad,
no solo por reducir el consumo en general y del plástico en particular, sino
también —y especialmente— para evitar la saturación y la sobreestimulación.
Entonces, ¿nada de plástico? La crítica medioambiental se enfoca en
primer lugar en el plástico de un solo uso. La mayoría de los juguetes de este
material suelen ser de un uso repetido, o sea, en este sentido son menos
«dañinos». Creo que pueden ser muy prácticos para jugar fuera, para llevarlos
cuando vas de viaje o de excursión, son ideales para la playa y para juegos
con agua. Claro que sí. Es decir, creo que es algo que merece ser valorado
según las circunstancias, tampoco se trata de ser dogmático.
Por último, quiero mencionar los juegos de sobremesa. Soy muy fan de
juegos de toda la vida como el parchís, las damas, el ajedrez, el backgammon;
la lista es larga. ¿Por qué me gustan tanto? En primer lugar, porque fomentan
la interacción social y se juega en grupos reducidos. Si se juegan en familia,
permiten que crezca el lazo de conexión entre los miembros, lo cual en sí es
muy importante, y ayuda a que nuestro peque (y no tan peque) PAS se sienta
seguro y valorado. Aparte de eso, no hay que subestimar los importantes
aprendizajes que el niño va asumiendo gracias al juego, que le servirán para el
resto de la vida: aprender a perder sin sentir rencor, a ganar sin sentirse mejor
que los demás, a tener paciencia y frustración, y cómo gestionarlas, aprender
a controlarse y crear la oportunidad para que otra persona también pueda
ganar y, como guinda, aprender a alegrarse por la victoria de los demás y
celebrarla. ¿Hay algo mejor?
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de salud mental donde muchos pediatras están reclamando máxima
precaución. Al poner los términos en Google te salen miles de «hits». Los
efectos dañinos generalmente son bastante claros, pero quitar el móvil a un
niño que ya lo tiene y protegerle de los riesgos, no siempre es fácil. También
hay grados en la preocupación y los expertos no se ponen de acuerdo.
Algunos exigen que no exista «ninguna exposición a pantallas para los
menores de 18 meses», y otros, más severos, optan por «ninguna exposición
para los menores de 7 años e incluso mayores». Hay de todo, y podemos
encontrar consejos para un uso (muy) moderado y siempre vigilado. Los
riesgos y peligros son múltiples, vuelvo a destacar algunos: desarrollo
cerebral inadecuado en bebés hasta 2 años relacionado con déficit de
atención; retrasos cognitivos; aumento de impulsividad y rabietas por falta de
control; retrasos en el desarrollo de la motricidad y en consecuencia en el
rendimiento académico y la atención; riesgo de obesidad por sedentarismo;
alteración del sueño, mayor dificultad para conciliarlo y por ende problemas
con el rendimiento académico. En cuanto a la salud mental, el uso de
pantallas se relaciona con el aumento de depresiones y ansiedad en la
infancia, trastornos de vinculación, trastorno bipolar hasta psicosis y
problemas de conducta infantil en general; por el hecho de que los niños
aprenden imitando, los contenidos violentos y agresivos pueden afectar la
conducta. La gran velocidad de los contenidos puede afectar la capacidad de
memorizar; existe riesgo de adicción —un estudio afirma que uno de cada 11
niños entre 8 y 18 años es adicto—; la OMS clasifica los teléfonos móviles
como un riesgo para la salud debido a la radiación emitida, estipulando que
los niños son más sensibles a los campos electromagnéticos, los cuales
conllevan un mayor riesgo de contraer enfermedades como el cáncer; y, por
último, riesgo elevado de ciberbullying y abusos de todo tipo. A todo esto
cabe añadir que los niños con alta sensibilidad son todavía más sensibles a
estos riesgos, simplemente por el hecho de que absorben más en todos los
sentidos por las características del rasgo que ya hemos visto más de una vez.
El riesgo añadido de la sobreactivación será, para los niños AS, otro
argumento en contra del (mal) uso de las pantallas de todo tipo, incluida la
televisión. En resumen, no es algo que tomar a la ligera.
Ahora, ¿qué hacer si quieres que tus hijos dejen su tablet y su móvil, y se
levanten del sofá para jugar en la calle, leer un libro, tener una conversación,
tocar un instrumento, dar una vuelta en bici, acompañarte en ese paseo por el
parque, o, simplemente para mirarte? Puede ser que te cueste.
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Ante todo, nada de móviles para críos, ni tablets, ni tele, pues, el mando lo
llevas tú. Es fácil de decir, lo sé. También, sabiendo que los niños aprenden
por imitación, hay que dar buen ejemplo. Las pantallas fuera de casa. Se
reservan para el ámbito laboral y punto. En la mesa, ¡ni se te ocurra! También
hay que tener muy claro que las tablets y los móviles no son canguros. No
digo más.
Es importante hablar con los niños sobre los riesgos. Simplemente
quitarles el aparato no soluciona el problema. Les hablamos del sexo seguro,
del riesgo de tomar drogas, ¿por qué no hablarles de los riesgos de los medios
sociales? El enganche, el elevado riesgo de ciberacoso, los contactos virtuales
inseguros, compartir fotos personales e íntimas, los juegos y aquello que
algunos, como Fortnite, Ballena Azul o Momo conllevan. Según los valores
que manejas en tu familia, conviene implementar reglas estrictas en cuanto a
los horarios y las apps que se instalan. Cada «ping» que avisa de un nuevo
mensaje tiene algo irresistible y es por tanto muy difícil de ignorar. Lo es para
los adultos, pero mucho más para los niños. Es especialmente irresistible para
aquellos con alta sensibilidad, que creen que, para caer bien y agradar, es
absolutamente necesario reaccionar en seguida. Esto también vale al revés:
cuando ellos mandan un WhatsApp a una amiga y no reciben una respuesta en
el mismo momento, se empiezan a preocupar. ¿No es mejor evitar estas
preocupaciones superfluas e innecesarias llegando a un acuerdo de que esas
apps no se instalan? ¿O solamente bajo determinadas condiciones? El
problema puede ser el contexto social, como, por ejemplo, los grupos de
WhatsApp de los colegios. Menos mal que vemos una creciente resistencia
hacia su uso, y parece que incluso adultos que ni siquiera son PAS se saturan
por el aumento del intrusismo de los móviles. Si notas que tú o tu niño no sois
capaces de resistir la llamada de los «pings», hay un problema.
Si tiene que haber móviles en casa (sé que hay empresas que exigen que el
empleado esté localizable durante un horario determinado), por lo menos,
llegad a un acuerdo de silenciar los avisos.
En cuanto a los videojuegos, la OMS considera el trastorno por
videojuegos una enfermedad mental. Según ellos, este trastorno se caracteriza
por un comportamiento de juego continuo y recurrente, vinculado a tres
condiciones negativas que son consecuencia del mal uso de estos juegos: falta
de control en cuanto a la frecuencia, la duración, la intensidad o contexto; el
juego empieza a cobrar prioridad sobre otros intereses o actividades de ocio, u
obligaciones diarias; y la conducta continúa o aumenta, a pesar de percibir las
consecuencias negativas del juego.
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Podría seguir con este tema, pero no quiero extenderme más. Creo que
queda claro que el (mal) uso de las pantallas me preocupa en general, pero
especialmente en relación con los niños con AS. Todos los niños son
vulnerables; los niños AS, por sus características tan bellas e inocentes, lo son
mucho más. Su futuro está en juego. No lo digo por ser dramática, sino
porque conozco ya a varios niños AS que han perdido sus enormes ganas de
contribuir a crear un mundo mejor, que tienen conflictos sociales, que no
saben «jugar» el juego de la vida mediante el interés y la empatía por los
demás y que se han convertido en inválidos emocionales. Dejaron el cole y el
trabajo no les interesa. En fin…
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ella, es la característica más esencial de las PAS. Antes de levantar la mano,
valoras todas las opciones y no solamente la de la respuesta correcta, también
miras a los compañeros, a quién levanta la mano y valoras la probabilidad de
que respondan bien ellos, observas la cara y la actitud del profe para valorar
su disposición emocional, valoras si vale la pena llamar la atención, calculas
el riesgo de ser tachado de empollón (algo que puede llamar la atención del
bully) y si finalmente decides arriesgarte, y el profe ya ha dado el turno a un
compañero, se te escapa un suspiro de alivio.
Otro ejemplo puede ser que tu madre quiere que te apuntes a clases de
música y que elijas un instrumento. Te cuesta un montón elegir porque tiene
que ser un instrumento que es relativamente fácil de aprender, y esto puede
ser un problema. Valorarás todo lo que hay a favor y en contra. Si luego te
enteras de que en la escuela de música quieren que participes en la orquesta,
tu miedo a no estar a la altura de los demás o el miedo a tocar en público,
puede hacer que decidas que la música no es lo tuyo. Somos tan complejos,
¿verdad? Damos tantas vueltas a los temas y los riesgos que no es de extrañar
que necesitemos muchos momentos en los que lo único que queremos es
¡nada!
Si tu niña lucha con estos miedos, la pregunta es, ¿qué puedes hacer?
Cada miedo es una realidad para la persona que lo sufre, me imagino que
lo tienes claro y que no le dices al niño que sus miedos son tonterías. Existen
miedos profundos que requieren de un tratamiento profesional, pero en
muchos casos nosotros, los padres o los educadores del pequeño PAS,
podemos hacer mucho para ayudarle.
El primer punto, pues, está claro: no ningunees el miedo. Recuerda que, si
quieres ayudar al niño, hace falta que lo tomes en serio, siempre. Para poder
hablar sobre sus miedos, el niño tiene que sentirse seguro en su relación
contigo. Mientras que se sepa aceptado, valorado y amado
incondicionalmente, se abrirá. Como él es consciente de los muchos riesgos
que conlleva una determinada situación que le genera este miedo, invítale a
que te hable sobre ello. Esto no es para aumentar la negatividad, sino para que
muestre sus miedos ya que, al sacarlos a la luz, al compartirlos contigo,
pierden mucha fuerza. Si él mismo ha pensado en posibles soluciones, que las
mencione. También es importante hablar de las ventajas de las actividades
que le propones. De la misma manera que preparas a tu peque PAS para
cualquier actividad nueva, le puedes hablar de las ventajas de saber tocar la
guitarra, de participar en el día deportivo del cole o en la excursión
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organizada por algún colectivo. No se trata tanto de competitividad como de
compañerismo y del camino en sí.
Es importante poner el enfoque en el proceso y no en el objetivo final. No
se trata de hacerlo todo maravillosamente bien a la primera (ya sabes, esa
tendencia de las PAS), sino de practicar, de cometer errores y de ir mejorando
poco a poco. Como madre o padre aplaudimos la actitud, la alegría, los
pequeños avances, las soluciones encontradas. No es aconsejable loar la
inteligencia, («qué listo eres»), los resultados («fantástico, ese diez»), y
conviene evitar comentarios tipo: «Esto no es para ti, no serás capaz» o
«Vaya, qué decepción. Esperaba más de ti».
Otro problema, según la encuesta, es que un 38 por ciento de niños
simplemente no tiene ganas de ir al cole. Ya hemos visto que esto puede ser
porque el niño es víctima de bullying, porque no ha terminado los deberes,
porque no ha dormido lo suficiente, o, y esto es algo frecuente, porque el niño
no se siente aceptado por la maestra, ya que se da cuenta de que no le
entiende. También puede ser que siente que no encaja. A la mayoría de las
PAS, por su conciencia social y la necesidad de pertenencia, no encajar les
produce mucho dolor y soledad. A veces vemos que intentan adaptarse al
grupo, pero no suele funcionar. Así pues, el origen del rechazo al colegio
puede ser muy diverso.
Tenemos como ejemplo el caso de Sabel, una niña muy sensible de 7
años, que se resistía a ir al cole porque la maestra insistía en que se sentara al
lado de Marisa. Marisa, la pobre, tenía un problema de olor, por no lavarse y
llevar la ropa sucia y Sabel no podía con ello. La pequeña no quería quejarse
de Marisa, ya que se dio cuenta de que no tenía la culpa de su estado
higiénico y sufría mucho. Sabel, por pequeña que fuera, estaba viviendo su
primer dilema moral.
Un problema también puede ser que el niño pertenece a una minoría y no
es aceptado por el entorno. El lado positivo de la diversidad no está
reconocido en todos los ámbitos y esto supone un grave problema. En primer
lugar, por el propio niño, que, al ser PAS ya es diferente y tiene un
comportamiento distinto, pero también por el nivel de tolerancia y de
aceptación de la sociedad en la que vivimos.
Sea cual sea el origen de la resistencia, si has podido descartar que el
problema sea de casa, y tiene que ver con algo que ocurre en el cole, no queda
otra alternativa que hablar con la maestra. En ocasiones, la solución es buscar
otro colegio.
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Acoso escolar y PAS
En el cole nunca estoy sola y no pasa nada, siempre hay maestros o padres. Forma parte de un
programa anti-bullying que tienen. Pero en el bus que tengo que coger para ir a casa, no puedo
recurrir a nadie, igual que durante el trecho que tengo que andar después. Me persigue. En el bus se
sienta a mi lado y me mete mano. He intentado de todo: coger otro bus, entrar con él y salir en el
último segundo, ir a casa de una amiga para irme luego más tarde, portarme mal en clase para tener
que quedarme una hora más, pero no hay manera. Me ha hecho de todo y saca fotos y las publica.
Cuando me toca me paralizo, no puedo reaccionar. Quiero gritar, quiero darle una patada. No
puedo. Me congelo. Si se lo digo a alguien, me amenaza con decirle a todo el mundo que le he
buscado yo. Me da vergüenza. Tenía mucho miedo y cuando no podía más, finalmente se lo conté
a mi madre. Ahora estoy en otro cole.
Esto lo cuenta Juani, una preadolescente que es PAS. Tengo más relatos
de este tipo, de otros niños AS. Todos se dan cuenta de que son diferentes,
pero no entienden por qué es un problema. El bully que manda en su clase o
en su club les ve como víctimas fáciles, porque lloran en seguida o se
bloquean de pavor y le dejan hacer. Las pequeñas PAS que sufren acoso no
suelen ser las PAS extrovertidas, porque estas generalmente saben camuflarse
más y no llamar tanto la atención. Las víctimas PAS pertenecen al grupo de
los niños introvertidos, los que, por ser tan sensibles y sentirse ajenos al grupo
bullicioso, se suelen mantener al margen, participan lo menos posible en
actividades de grupo, y suelen querer pasar desapercibidos. No hablan mucho,
son más bien silenciosos. Por eso les cuesta contar lo que les pasa, prefieren
sufrir en silencio y rezar para que el bully les deje en paz, generalmente
sintiéndose terriblemente solos y atemorizados. Como padres es difícil
detectar que algo les está pasando. Como siempre han tenido la costumbre de
retirarse a su cuarto o a un rincón de la casa, y lo siguen haciendo, un padre
puede pensar que está todo bien, que todo es normal.
Tu niña o niño AS puede tener un carácter introvertido, ya sabes que la
mayoría de las PAS lo tiene, pero también tiene todas esas cualidades que
marcan este rasgo: suelen tener curiosidad por aprender y comprender, son
sociales y sociables ya que gracias a su empatía tienen un interés por la gente
de su entorno. Ayudan a los demás sin pensarlo y se puede decir que
generalmente son maduros para la edad que tienen. Solamente quieren paz y
armonía y, por ende, no hacen daño. Esto hace que tampoco entiendan que
hay niños (y no tan niños) que buscan hacer daño. Además, por sus reacciones
emocionales y su inocencia llaman la atención del bully; son víctimas «gratas
y sencillas». Son vulnerables y una vez acosados, el miedo les hace más
vulnerables todavía. Sabemos que los niños que consiguen no mostrar miedo
no le interesan al bully. Puede ser útil buscar vídeos en YouTube de Brooks
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Gibbs. Sus ideas anti-bullying son muy buenas y se basan en la convicción de
que el amor es más grande que el odio. Los hay con traducción al castellano.
Yo soy partidaria de la conversación en casa. Se puede conversar durante
la comida (tele apagada y móviles lejos de la mesa), por ejemplo, o se puede
tener un momento fijo durante la semana en el que toda la familia está
presente y cada uno cuenta sus experiencias y reflexiones, mientras los demás
escuchan sin opinar ni interrumpir. La idea es crear un ambiente de confianza
y de respeto en el que el niño, y todos, se sientan valorado, amado y
respetado. Allí el niño AS, y todos los demás, pueden aprender que ser
diferente, ser sensible, no es una debilidad sino una fortaleza. Como padres
tenemos que recalcar esto, ya que es importante que nuestro hijo crezca con
una sana autoestima, basada en la seguridad de que él, por ser sensible,
emocional, social, pacífico, no es ni mejor ni peor que otros niños, que
tendrán otras cualidades.
Enséñale a tu hijo que la diversidad enriquece y que por eso conviene
valorarla siempre. En un entorno de este tipo, cálido e imbuido por el
auténtico interés de todos los miembros de la familia, nuestra hija con alta
sensibilidad no dudará en contar lo que le pasa en el cole, en el camino a casa
o en cualquier ambiente donde se encuentre. Cuanto antes sepamos que hay
algún problema, mejor. Conviene hablar con el colegio, con los maestros. Por
supuesto no podemos esperar a que el colegio resuelva el problema, como
padres también tenemos una responsabilidad.
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lugar, has de ser honesto ya que los niños AS tienen esa antena que les
permite intuir si tu mensaje es verdadero, si contiene una mentira o si tu
intención no coincide con tus palabras. Te aconsejo no mentir nunca, mentir a
un niño AS puede significar el fin de una buena relación.
Luego el tono, los decibelios. Cuanto más levantes la voz, más estímulos
le llegarán al niño, y ya sabes, a las PAS les afectan mucho los estímulos ya
que siempre existe el riesgo de saturación. Es decir, no es buena idea gritar a
una PAS. Ni siquiera cuando estés enfadado. Si quieres que el pequeño PAS
entienda que algo no te ha gustado, una suave corrección suele ser más que
suficiente. Una PAS, independientemente de la edad, es un ser concienzudo a
quien le gusta hacer las cosas como toca, y suele tener un fuerte deseo de
hacerlas bien a la primera, también porque no quiere llamar la atención, no
quiere molestar a nadie y le importa mucho caer bien. Si hace algo que tú
percibes que está «mal», evita el castigo y dale el beneficio de la duda, un
margen para poder mejorar. Por ejemplo, si tenéis que acudir a una cita,
explícale que es importante no llegar tarde ya que hacerlo molesta a otras
personas, por eso necesitáis salir de casa a tiempo. Explicarlo de esta manera
será mucho más efectivo que chillarle para que se dé prisa. También suele
funcionar pedirle su colaboración para que una tarea salga bien. A muchas
PAS les gusta sentirse corresponsables y es una manera de ayudar a la
creación de una buena autoestima y conciencia social.
Sandra, la madre PAS de Guille (de 7 años), está trabajando para cambiar
la manera tradicional de educar que ha aprendido en su casa, por un estilo más
respetuoso y cariñoso. Me dice:
Tus consejos son buenos y te hago caso cuando puedo. Pero no me resulta nada fácil conversar con
Guille. Me he propuesto, como sugieres, sentarme con él, en la merienda después del cole. Veo que
agradece que me tome ese tiempo para él, pero cuando le pregunto: «¿Has tenido un buen día?»,
solamente contesta con un «sí». Hago otro intento y pregunto: «¿Cómo ha sido?». «Bien». «¿Qué
ha pasado?». «Nada». Fin de la conversación. Sé que está cansado, pero creo que se puede aspirar
a más, ¿o no insisto ya?
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¿Has hecho hoy algo especial de lo que te sientas orgulloso?
¿Con quién has compartido tu galleta?
¿Has aprendido una palabra nueva?
¿Alguien te ha hecho sonreír?
¿A quién le has hecho sonreír?
¿Me enseñas algo que yo no sé?
¿Qué es lo que te ha costado más en el día de hoy? ¿Qué deseas que
pase mañana?
¿Con quién has jugado?
¿A qué has jugado?
¿Qué es lo que más te ha gustado de este día?
¿Alguien o algo te ha hecho sentir valiente?
¿Ha habido algo que no has entendido bien?
¿Ha habido algún momento en el cual te has sentido inseguro?
¿Has visto a alguien que no lo ha pasado bien?
¿A quién has dado las gracias hoy?
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emociones que le invaden. Hasta la adolescencia, cuando empieza a
desarrollar sus propios valores, no tiene ni idea de lo que es la moralidad. Me
puedo imaginar que al leer esto piensas que es obvio, que no hay necesidad de
decirlo. Pues, desde mi propia experiencia y desde las experiencias de muchas
madres y muchos padres sé que no es tan natural tener este tipo de reflexión
siempre presente. Te lo garantizo. Si, por ejemplo, le decimos al niño: «¿Otra
vez? ¡Si ya te lo he explicado mil veces!», después de que antes hayamos
afirmado: «Cariño, recuerda, cuando haya algo que no entiendes, ¡pregunta!»,
cuando vuelve a preguntar la misma cosa por enésima vez (no lo hace por
molestar, sino porque realmente no lo entiende) el mensaje que le llega es:
«Soy tonto. Soy torpe. No valgo. No me quieren. No me quieren cuando hago
preguntas. No me quieren cuando no entiendo». Intenta, por un momento,
ponerte en su lugar, es horrible ¿verdad? Es una bofetada. Son frases que, si
fueras un niño pequeño e inocente, te harían pasar vergüenza. La próxima
vez, para ahorrarte otra bofetada, no volverás a preguntar.
Me sabe mal tener que decirlo, pero no es nada excepcional escuchar a los
padres decirles a sus hijos cosas tan brutas e insultantes como: «¡Eres tonto!».
«¡Eres imbécil! ¡Qué torpe eres!» y otras perlas de este tipo. Por favor, no lo
hagas. No lo hagas si quieres que tu hija o tu hijo llegue a ser un adulto
equilibrado, seguro de sí mismo, capaz de abrazar la vida y de dejarse abrazar
por ella, sin sufrir problemas de autoestima, sin sentirse avergonzado, pisado
y no valorado. La autoestima de la persona se fundamenta en la infancia.
Recuerda lo que descubrió Michael Pluess: los niños AS que han pasado por
una buena infancia, de adulto no suelen desarrollar problemas de ansiedad y
de depresión. Entonces, en lugar de hacer que se sienta pequeño y humillado,
es mucho mejor no perder la calma, centrarte en el amor incondicional que
sientes por él y decirle algo como: «Creo que sí lo has entendido. Venga,
pruébalo otra vez. Te ayudo; vamos, pasito a pasito».
Muchos de los padres trabajamos más de la cuenta por necesidad, tenemos
preocupaciones y estamos cansados y estresados. Entiendo perfectamente
que, con todo lo que pesa sobre tus hombros, es fácil tener la mecha más bien
corta y que te sientas irritable. No eres una santa, no eres un ángel y tienes tus
límites. Lo sé, muchas veces hablamos a los niños de manera reactiva,
automática y recurrimos al «no», en lugar de invertir el tema y decir lo que
queremos que el niño haga. Generalmente, y sobre todo cuanto hay prisas, es
más fácil ser negativo que positivo. Daré unos ejemplos, poniendo ambas
variantes.
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Negativo Positivo
¡No corras! Si vas más despacio verás más; puedes disfrutar más; tu hermanito te
puede seguir; puedo ir contigo; dame la mano y vamos juntos (depende
del contexto).
¡No toques! La señora tiene miedo de que se rompan sus cosas; podemos verlas juntos
y si queremos ver algo mejor, le pedimos que nos lo enseñe, ¿te
parece?
¡No exageres! Juega con ellos, es divertido, ya verás, ¿te animas? Veo que no te gusta.
¿Nos quedamos un rato para ver cómo juegan?
¡No mientas! (Siempre y ¿Estás seguro de lo que dices? ¿Realmente ha sido así?
cuando tú, como
adulto tampoco
mientas, ya que los
niños nos copian en
todo).
¡Esto no se hace así! Veo que lo sabes hacer muy bien, pero hay otras maneras de hacerlo. Ven,
te lo enseño.
¡No tires las cosas al Las cosas se pueden romper, sería una lástima. Si quieres ponerlo en el
suelo! suelo, te ayudo con calma. Ven, lo recogemos. Si tiras los papeles al
suelo, alguien tendrá que recogerlos. Es mejor para todos tirarlos
directamente a la papelera, y si no encontramos papelera los llevamos a
casa para tirarlos allí.
¡No saltes! Ven, siéntate conmigo un momento. Luego saldremos a la calle y podrás
correr o saltar a la comba, ¿quieres?
¡No pegues! Veo que estás enfadado, pero pegar duele, también te duele a ti. Respira, y
cuéntame qué ha pasado.
¡No te quejes! ¡No Veo que esto no te agrada, que no te sientes cómodo. ¿Quieres que primero
exageres! miremos un rato y luego hablamos?
Se trata pues de, en primer lugar, darte cuenta del mensaje que el niño
recibe, y si hablamos desde el «no», sin ofrecer una solución, una salida, sin
ofrecerle la mano, hablamos olvidando la conexión y la empatía. Con un
mensaje negativo, lo único que el niño oye es: «Soy malo, no valgo, no me
quieren».
Es importante, pues, acostumbrarte a cambiar la negatividad por un
mensaje positivo. Si a ti te han educado con noes (algo bastante frecuente) es
normal y automático que repitas las mismas órdenes a tus hijos, ya se te han
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quedado grabadas. Si nadie te avisa de que puedes hablar a tu niño de otra
manera, desde otro lugar, es probable que no cambies las formas porque,
simplemente, te falta conciencia y herramientas. Ahora que dispones de
ambas, por favor, inténtalo. Evidentemente, en caso de un peligro inminente,
sí puedes utilizar una orden negativa, aunque también existen variaciones,
como: ¡no corras al cruzar la calle! o ¡camina despacio al cruzar la calle!
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4
«El niño pequeño despierta en nosotros toda una serie de sentimientos: asombro cuando
contemplamos cómo se desarrolla paso a paso de una manera tan maravillosa, ternura cuando
percibimos su inocencia, esperanza cuando tratamos de imaginar su futuro que apenas está
empezando a desarrollarse, reverencia por su valor para entrar en la vida terrenal, y mucho más.
Vivir con niños nos da la posibilidad de convertirnos en mejores seres humanos y desplegar
cuidado y protección en nuestras almas. El niño pequeño nos trae alegría y bondad y despierta en
nosotros un sentido de responsabilidad: responsabilidad por el futuro».
LOURDES TORMES
Las PAS compartimos un rasgo, eso sí, pero hay muchas más cosas —otros
rasgos, características, facetas de la personalidad, material genético, contexto
familiar, mochilas— que no compartimos y que es nuestro. Esto hace que
cada uno sea único, con su mezcla de ingredientes muy personal. Ningún niño
se parece a otro, ni física ni emocionalmente. Que todos los niños con alta
sensibilidad sean tranquilos, introvertidos, ángeles es una fábula. Hay tanta
diferencia entre los niños con AS, que a veces no resulta nada fácil detectar en
ellos el rasgo, hasta el punto de que incluso los profesionales se equivocan y
diagnostican un trastorno, cuando el niño «solamente» es altamente sensible.
Como bien sabes, el rasgo de la alta sensibilidad se caracteriza por sus
cuatro pilares. Es genial poder definir el rasgo en función de estos pilares,
pero tiene un peligro: crea un retrato «fijo» de cómo es o ha de ser una
persona, un niño, que ha nacido con esta cualidad. Así que, como a lo mejor
ya has comprendido, el modelo de persona altamente sensible no existe. Hay
muchísimos niños que no encajan en la imagen de «niño tímido, retraído,
introvertido, poco participativo, llorón, que se queja de todo, que come mal,
duerme mal, que necesita estar a solas, que se colapsa ante cualquier cambio,
que es nervioso y tiene una salud delicada».
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He buscado maneras de presentaros retratos diferentes de niños AS, pero
con otros temperamentos, que a veces son tan intensos, que pueden llegar a
tapar o dominar a ese retrato «base» que se suele tomar como referente. Por
ello también será más fácil entender que existe cierto riesgo de que el niño
PAS no sea reconocido en su rasgo por tener un comportamiento que,
aparentemente, no «casa» con la imagen estándar. También hay que tener en
cuenta la posibilidad de trastornos, o, por lo menos, contrarrestar las
características de un determinado trastorno con las del rasgo que estamos
tratando. Lo he dicho varias veces ya: en caso de duda es muy importante
consultar con un profesional formado en educación o psicología infantil, y
que sea (por favor, no lo olvidéis) buen conocedor de la alta sensibilidad.
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el sentido más amplio y en otras personas. Al contrario que la persona
introvertida que necesita aislarse para volver a generar fuerzas, la persona
extrovertida carga sus pilas por la interacción con otra gente; necesita los
contactos con otras personas para regenerarse. También si es PAS.
Parece ser que nadie es exclusivamente introvertido o extrovertido, y que
la capacidad y necesidad que uno tiene de llevar el enfoque hacia dentro o
hacia fuera, depende también de la situación que la persona esté viviendo y
del nivel de saturación que tenga. Se habla de «ambiversión», un perfil en que
muchos se reconocen. Una manera para determinar si tu hijo es introvertido o
extrovertido puede ser observarle atentamente y preguntarte si el peque carga
sus pilas estando tranquilo y a solas, o si parece hacerlo jugando con un grupo
de niños, por ejemplo, o al practicar un deporte de equipo.
Se da el caso de que, en nuestra cultura occidental, la extroversión es
mucho más valorada que la introversión. Esto no es de extrañar si nos damos
cuenta de que, según estimaciones, el 66 por ciento de la humanidad tiene un
carácter extrovertido. Los niños más bien tranquilos, tímidos si cabe, incluso
retraídos y que hablan poco no son tan valorados como los que en seguida se
muestran entusiastas e implicados. Los padres de niños AS cuya forma de ser
es predominante introvertida, a veces reciben comentarios críticos de
familiares o maestros, argumentando que los niños no participan «lo
suficiente», que apenas abren la boca en clase y que, a lo mejor, intentan
pasar desapercibidos. Parece, pues, que un niño llama la atención por ser
introvertido, por ser diferente de la mayoría, hasta el punto de que puede
molestar. También parece pasar lo mismo si un niño es emocional, llora con
facilidad o se indigna por pequeñas (y grandes) injusticias. Más de una vez
ese tipo de comportamiento se define como «problemático» y se aconseja a
los padres que lo lleven a un psicólogo. Si el comportamiento de la niña o del
niño con alta sensibilidad no coincide con la «norma», y suele ser el caso con
los niños AS y la introversión, esa forma de ser diferente se puede percibir
como un problema, un trastorno.
La tendencia es a querer encajar todo con la «norma», y la «norma» está
basada en la estadística. Todo lo que cae fuera de esta, que responde a los
extremos de la estadística, es «a-normal» y necesita ser «normalizado». Pero
¿realmente tenemos que ser todos iguales? ¿Sería sano que todas las personas
demostrásemos el mismo carácter y el mismo tipo de comportamiento?
¿Desde cuándo hemos perdido de vista que somos individuos y que, por tanto,
somos todos diferentes, aunque compartimos ese denominador común de ser
«humanos»?
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Y ¿qué pasa con los buscadores de sensaciones y las PAS «intensas» o
tozudas?
En primer lugar, conviene tener claro que lo opuesto a ser PAS no es ser
un buscador de sensaciones, que siempre quiere experimentar nuevos
estímulos. Lo opuesto a ser altamente sensible es ser impulsivo. Una PAS, por
una de sus características base, la de la reflexión intensa, no puede ser
impulsiva, aunque, a lo mejor, a veces lo parezca. La reflexión profunda se
traduce en detenerse para comprobar (pause and check), en valorar los riesgos
inherentes a cualquier acción o decisión, antes de lanzarse. El niño con alta
sensibilidad se caracteriza por la gestión de toda la información, de todos los
estímulos, antes de decidirse a dar el paso.
Ser extrovertido no es lo mismo que ser un buscador de sensaciones. A lo
mejor te cuesta imaginarlo, pero una PAS introvertida también puede ser una
buscadora de sensaciones, aunque no de la misma manera.
En su libro sobre la alta sensibilidad y la psicoterapia —que no está
traducido al castellano—, Elaine Aron dice lo siguiente: «Puede parecer que
todos los buscadores de sensaciones tienen un carácter extrovertido, que son
iguales y que es la misma cosa. Los buscadores de sensaciones con un
carácter introvertido optan por una estrategia para buscar sus experiencias
nuevas no a través del contacto con otras personas (lo cual, según la
percepción de una PAS, podría aportar un exceso de estímulos o podría ser
hasta peligroso), sino a través de experiencias emocionales especiales. Pueden
hacerlo a solas o acompañadas por una persona cercana».
Cada persona necesita experiencias nuevas, son necesarias para crecer,
pero para llegar a tenerlas es preciso salir de la zona de confort. No todos los
niños (ni los adultos) se sienten llamados a apartarse de una situación segura y
familiar, pero en esto no influye el hecho de que el peque sea introvertido o
extrovertido; existen pues PAS introvertidos que pueden ser buscadores de
sensaciones y existen PAS extrovertidos que también pueden serlo, pero —al
contrario de lo que a veces se cree— no todas las PAS extrovertidas son
«buscadores de sensaciones».
Con la búsqueda de sensaciones nos referimos a una necesidad de buscar
y experimentar nuevas experiencias de tal manera, que genere una fuerte
emoción interna, cierta tensión. Es una sensación que la persona vive como
agradable gracias al hecho de que esa tensión, ese nerviosismo, al cumplir el
objetivo, genera la liberación de dopamina, ese famoso neurotransmisor que
nos hace sentir bien. Como característica en sí no es algo limitado al rasgo de
la alta sensibilidad, en absoluto. No hace falta ser PAS para tener esta
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característica, de hecho, no es algo que se espera encontrar en una persona
con alta sensibilidad y menos en alguien predominantemente introvertido,
pero resulta que la combinación es muy posible y no tan infrecuente.
La manera en que los buscadores de sensaciones buscan sus experiencias
nuevas varía en función de su forma de ser; si es predominantemente
introvertida o extrovertida. También es importante saber que los
extrovertidos, al cargarse las pilas en compañía de otra gente, buscan la
estimulación social, el contacto social y el estar con otras personas; los
buscadores de sensaciones buscan nuevos estímulos que pueden ser de todo
tipo y no necesariamente de carácter social pero que sí conllevan un
determinado desafío.
La personalidad de la PAS extrovertida y buscadora de sensaciones, se
empezará a manifestar claramente a partir de la pubertad. Vemos cómo en el
niño se va manifestando una especie de hambre por buscar determinadas
nuevas actividades y experiencias emocionantes que le permitan lanzarse a
aventuras, una tras otra. Se siente llamada por el riesgo y le encanta moverse
con un grupo de amigos. Por las características de su rasgo de AS, sin
embargo, también necesita sus pausas, sus momentos en soledad para
gestionar el exceso de estímulos, algo que a su pandilla les costará entender y
que, a la persona misma que va de un extremo a otro, le puede costar explicar.
La PAS introvertida y buscadora de sensaciones busca sus momentos de
emoción intensa a solas, por ejemplo, manifestando el deseo de inscribirse en
un curso de dibujo o de bricolaje, afrontando un reto personal que puede
variar desde salir de casa solo (niños pequeños que dicen que van a descubrir
«el mundo») porque esto le emociona hasta, de adolescente, ir de viaje a solas
o, como mucho, en compañía de su mejor amiga o amigo.
Dada la característica de las PAS de detenerse a evaluar la situación antes
de decidir si lanzarse o no, ser una persona con alta sensibilidad en
combinación con la característica del buscador de sensaciones, a veces puede
ser complicado. La parte que busca la tensión y la emoción no quiere pararse,
quiere esa emoción «ya», pero la personalidad sensible quiere, ante todo,
investigar los riesgos primero. Este conflicto interior puede ser difícil para un
adulto, pero para un niño con el rasgo de la AS puede crear confusión y la
confusión genera estrés. El educador del pequeño PAS con este carácter no lo
tiene fácil a la hora de apoyar al niño en estos momentos de confusión y de
posibles ataques de llanto aparentemente inexplicables.
Igual que se suele asociar la tendencia del buscador de sensaciones con un
carácter extrovertido, existe la idea de que se necesita tener una personalidad
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extrovertida para ser tozudo u obstinado.
En primer lugar, esta característica, igual que la de buscador de
sensaciones, es algo que se puede dar tanto en personas —niños— con el
rasgo de la alta sensibilidad, como en personas que no tienen el rasgo, pero en
aquellas que sí cualifican como PAS, vemos que puede darse tanto en una
extrovertida, como en una introvertida.
Un niño tozudo dispone de una fuerte voluntad. Sabe lo que quiere y
cómo lo quiere; lo que le parece justo y lo que no. No obedecerá sin más, y
menos cuando no está de acuerdo. Solemos atribuir a las PAS de todas las
edades esa característica de querer caer bien y de agradar, hasta de sacrificar
los propios deseos. Efectivamente, muchas PAS son así, y más todavía si
tienen la autoestima algo baja. Ahora, las PAS que, aparte de ser altamente
sensibles, tienen que lidiar con esa sensación de que les arde un fuego en su
interior, que es típico de una fuerte voluntad, no viven pensando en hacer la
vida lo más agradable posible a la gente de su entorno o al mundo en general.
Al contrario que la mayoría de las PAS, el «instinto» de la persona —niño y
adulto— que combina la alta sensibilidad con la tozudez, no suele estar
enfocado al bienestar de los demás. Esto no quiere decir que no sean niños
buenos, en absoluto, son niños con un extremo sentido de la justicia y de
aquello que, según ellos, es moralmente aceptable. Y cuando quieren, o lo
consideran oportuno o necesario, no les cuesta nada «activar» su radar
sensible y empático para ver y percibir si todos en su entorno están bien o si
les falta algo de atención o de ayuda. Si detectan carencias de este tipo, en
seguida se ponen en marcha para prestar todo el apoyo que haga falta. Ahora,
para ellos es más importante que haya justicia a que su familia esté bien.
Son niños que en el juego solamente quieren jugar a su manera y según
sus propias reglas, algo que les llega a costar amistades, y sus padres temen
sus rabietas cuando les dicen que «no» y ellos quieren un «sí». Siempre
contestan, algo que, para los padres, puede ser agotador. También son niños a
los que les cuesta dormir (tardan mucho en gestionar las intensas emociones
del día), y de todos los niños con AS son los que más dificultades tienen con
los cambios.
Curiosamente, y esto es muy importante, estos niños AS con carácter
tozudo, a pesar de esa actitud que tienen de imponerse, son en realidad muy
inseguros ya que, en muchos casos, tienen un gran miedo a fallar, quizás no
tanto como la pequeña PAS introvertida, pero no suele haber mucha
diferencia.
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Estos niños intensos en todos los sentidos, requieren límites muy claros y
que se mantengan sin excepciones. Al topar con un límite se enfadarán y no
poco. Es importante que, como padres, les escuches y que reconozcas sus
argumentos. No hace falta darles la razón, en absoluto, pero es importante que
les hagas caso, que reconozcas sus emociones intensas y que les dejes
exponer sus argumentos para que ellos tengan claro que les entiendes. Ya
solamente haciendo esto, les ayudas a calmarse. No critiques, no juzgues, no
grites. Como padre o madre, las reglas las pones tú. El niño AS con carácter
tozudo probablemente no estará de acuerdo, pero necesita comprender el
porqué de la regla. Explícale tus motivos y —una vez más— sé consecuente.
Entre los niños AS introvertidos y extrovertidos con carácter tozudo, sí
vemos algunas pequeñas diferencias. Las PAS introvertidas «obran» más bien
de manera silenciosa y sin llamar demasiado la atención, aunque sus rabietas
pueden ser explosiones de cuidado. Generalmente tienen muy claro lo que
quieren y cómo lo quieren. No les interesa convencer a los demás y van a lo
suyo. Como hablan poco y explican menos, los padres no siempre tienen claro
los planes y las ideas que tienen, lo cual no es nada fácil. Evitan el conflicto,
como la gran mayoría de los introvertidos. Como educador es muy importante
invertir tiempo, amor y energía en establecer y mantener una conexión con
estos hijos, y en cuanto empieza la adolescencia, esa cerrazón —que puede
percibirse como secretismo— puede ir en aumento. Si consigues mantener
una actitud de confianza, de apertura, de curiosidad, libre de juicios y de
críticas, procurando que el niño se sienta amado incondicionalmente, le
puedes ayudar mucho a que gane esa seguridad interior que tanto le falta, para
que, de adulto, pueda llegar a ser alguien con mucho que aportar.
Por último, vemos el pequeño PAS extrovertido y tozudo. Gracias a su
extroversión no se callará, puede ser incluso bocazas. Si algo no le gusta, en
seguida lo sabrás. Esta combinación de facetas de la personalidad es propia de
los líderes. Para estos niños (y adultos) sí es importante convencer a los otros:
tienen su visión, que consideran que es la correcta, y no evitan conflictos con
tal de convencer a los demás. La capacidad empática de la que disponen
gracias a su lado PAS, les ayuda a entender los motivos de las otras personas
que, seguramente, ven las cosas de otra manera. Dependiendo del nivel de
autoconocimiento y de conciencia social del niño, de su capacidad de
reflexionar sobre el propio comportamiento, es más que probable que lleguen
a darse cuenta de las veces que se ha pasado de intensidad, lo cual no
solamente le ayudará a encontrar el «tono justo», sino que, en su aspecto
negativo, también puede contribuir a sentimientos de arrepentimiento y de
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culpabilidad. Nadie, por todo el «ruido» que es capaz de generar, le puede
negar su personalidad base, la de alguien nacido con el rasgo de la alta
sensibilidad.
Hasta aquí las cuatro tipologías que nos presenta Elaine Aron en sus
libros.
Existen tantas escuelas como sistemas, modelos y teorías para identificar
y reconocer las diferencias de carácter, los diferentes temperamentos, tanto en
los seres humanos como en las especies del reino animal. Entre los muchos
que he leído, los más conocidos quizás son el eneagrama y el extenso pero
muy completo método de Meyers-Briggs; a mí me sigue gustando el sistema
de Galeno por ser simple, efectivo, claro y fácil de utilizar en relación con el
rasgo de la alta sensibilidad. Me parece una buena idea describir el rasgo
desde un ángulo diferente porque creo que, como padres y educadores, lo más
importante y valioso a lo que podemos aspirar, es la comprensión de nuestro
niño, algo fundamental si queremos conocerle y acompañarle en su infancia y
adolescencia, desde la cuna hasta su salida al mundo, buscando cómo
ayudarle a transformar su ser diferente en su mayor fortaleza.
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Igual que el rasgo tiene facetas positivas y negativas, facetas que son
bonitas, fáciles de llevar y otras difíciles de manejar y de integrar, lo mismo
sucede con de cada uno de los temperamentos. Nos ayudará conocer los
puntos positivos y más aceptados socialmente de cada temperamento, pero
conocer sus «sombras», saber que existen y que pueden complicar la
emocionalidad y por ende el comportamiento del niño, también puede
servirnos a la hora de ayudarle y acompañarle adecuadamente y acorde con su
esencia. Repito, cada niño, cada adolescente o adulto tendrá una mezcla de
dos o tres temperamentos, pero siempre habrá uno que se manifieste con más
intensidad que los otros.
Vemos, por ejemplo, que un niño con un temperamento
predominantemente colérico puede tener mucha dificultad a la hora de
controlar sus rabietas y sería el típico niño tozudo que vimos antes. Si no
sabemos ayudar a este niño adecuadamente con su falta de autocontrol,
cuando llegue a la pubertad, tendrá una tendencia impulsiva (algo que parece
chocar con las características de una PAS y que, en un niño con AS a lo mejor
se dará en un grado menor) y un pronto desproporcionado.
De la misma manera, pero ahora mirando el temperamento sanguíneo y
especialmente en un niño con AS, veremos que le costará mucho concentrarse
y a lo mejor se satura más rápido, ya que su gran versatilidad pensativa y su
característica de «culo inquieto», le aporta muchos más estímulos que al niño
PAS con otro temperamento. Este niño, al hacerse un poco más mayor, podría
desarrollar una tendencia a ser caprichoso o una dificultad para encontrar
equilibrio y tranquilidad interior, por tener un pensar demasiado activado o
una actividad más bien impulsiva, caótica y sin rumbo.
El pequeño PAS con temperamento flemático, absorto en su mundo
soñado, corre el peligro de ensimismarse hasta el punto de perder el interés
por el mundo real, es posible que no llegue a aprender a manejarse en el
mundo (se sentirá muy a gusto en un mundo virtual). Siendo PAS, tendría que
esforzarse mucho para participar ya que, si habitualmente el mundo es un
lugar lleno de alfileres para muchas PAS, el niño flemático tendrá una mayor
tendencia a retirarse de todo lo mundano porque no solamente no sabrá
gestionar el exceso de información, sino que simplemente no le «mola».
Un poco más de lo mismo vemos en el pequeño PAS con temperamento
melancólico, aunque en este caso, el apartarse y no querer participar sale de
una profunda tristeza, de verlo todo de manera negativa, de experimentar el
mundo y la vida como un peso que puede llegar a ser insoportable.
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Hasta aquí una pincelada de los cuatro temperamentos, que veremos en
profundidad y con más ejemplos.
Claudio Galeno (129-201 d. C.), médico, cirujano y filósofo de la antigua
Roma, basándose en teorías del también médico y filósofo Hipócrates,
desarrolla su teoría de la personalidad en función de los cuatro humores o
fluidos en el cuerpo humano que, según las investigaciones de ambos,
demuestran tener una estrecha relación con la emocionalidad de la persona.
En nuestros tiempos aquello de los fluidos probablemente ya no nos dice
tanto. Si te llama la atención, busca información en las redes donde
encontrarás bastante sobre el trasfondo de esta teoría. No quiero apartarme
mucho del tema de este libro. Más que nada, quiero compartir las
características de estos cuatro temperamentos porque hablan de las emociones
que pueden predominar en el carácter y las cuales (y sus sombras) se pueden
intensificar por tener el rasgo de la alta sensibilidad. Saber un poco de esta
teoría nos puede llevar a un mayor entendimiento de nuestro peque PAS y,
por ende, facilitarnos más claves para ayudarle. Es importante recalcar que,
aunque todos tenemos facetas de los cuatro temperamentos, cada persona
tendrá uno que predomina, que se manifiesta con más intensidad que los otros
tres. Es especialmente en los niños donde se puede ver un claro predominio
de un solo temperamento ya que, mientras que vamos avanzando en la vida y
llegamos a conocernos mejor, iremos trabajando y afilando aquellos lados de
nuestro carácter que necesitan integrarse mejor y nuestro temperamento se irá
suavizando o cambiando.
Los cuatro humores o temperamentos según estos dos sabios de la
Antigüedad, son: el sanguíneo (relacionado con la sangre), el colérico
(relacionado con la bilis amarilla), el melancólico (relacionado con la bilis
negra) y el flemático (relacionado con el agua).
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excelentes actores y abogados, pero también vendedores y
representantes. El «sanguíneo» es una persona de mente ágil, con
muchas inquietudes, y de carácter versátil con gran capacidad de
adaptación a diferentes situaciones, entornos y personas. Un
problema de esto puede ser que demuestre un lado disperso con
dificultad de concentración, a veces quedándose en lo superficial. Le
puede pasar que, por cierta inseguridad y una posible faceta
miedosa, le cueste mantenerse estable en sus acciones y sus
emociones, lo cual hará aumentar su tendencia a la dispersión.
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los melancólicos los vemos como artistas (¡músicos!), inventores,
filósofos o médicos.
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juguetón, risueño— te acercas mucho al peque con este temperamento
dominante. Este es el típico niño que puede reírse con lágrimas en los ojos.
De estatura es más bien esbelto con el cuerpecito bien proporcionado. A
veces sus movimientos hacen pensar en un pájaro, en un elfo o en Peter Pan.
Le encanta caminar de puntillas, bailar, pisar la tierra lo menos posible, saltar.
El niño con este temperamento es como el aire, volátil, ágil y rápido. Se
mueve mucho, de hecho, da la sensación de estar siempre en movimiento.
Mientras que moverse en sí es tan característico de los niños y es algo que
necesitan para un buen desarrollo de la motricidad, este niño los gana a todos.
Un momento está leyendo, y al siguiente habla por hablar, luego se apresura
para ayudar a un compañero, recoger el boli que la maestra ha dejado caer,
verá esa mosca que acaba de entrar por la ventana…
Por su dificultad para concentrarse (¡todo le interesa y todo le llama la
atención!) puede ser percibido como molesto en el aula, incluso se le pueden
atribuir trastornos relacionados con la falta de atención por hipersensibilidad.
Le gusta cambiar a menudo de juguete y de juego; y, gracias a su pensar
rápido y su imaginación ilimitada, va cambiando y aumentando las reglas y
los parámetros a su antojo, probando nuevas posibilidades para ver qué pasa.
Cuando juega a solas inventa de todo y le encanta probar y testar diferentes
combinaciones del material disponible. Una cosa que, desde muy pequeño,
puede llamar la atención de su comportamiento es que le gusta el ritmo; de
bebé es un niño que no se cansa de ser mecido, y se suele mecer solo en su
cuna. De la misma manera, cuando es un poco mayor, le encanta columpiarse
o cabalgar sobre su caballo de madera.
Se puede enfadar e indignar con facilidad, pero no es rencoroso y pronto
se le habrá pasado. Como adolescente igual le consideramos un tanto
irresponsable, aunque, en realidad más que ser algo de índole moral, es más
bien que simplemente se despista y se olvida de las cosas. Suele tener una voz
clara, más bien alta, y se le da bien la música. Algunos de los calificativos con
los que se le describan (y algunos más bien despectivos) suelen ser: volátil,
voluble, inconsistente, distraído, inestable, falto de concentración, falto de
memoria, nervioso o superficial, pero generalmente, y a pesar de eso, cae
bien.
Suele ser sano, comer bien y raciones pequeñas, como un pajarito, le
encanta la fruta y las cosas saladas o agrias como el zumo de limón. Si
nuestro pequeño PAS se niega a comer comida pesada y salsas grasientas, si
prefiere picotear en lugar de comerse ese estofado que tú crees que le vendría
bien, es probable que sea un niño en el que predomina este temperamento
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sanguíneo. Puede ser que a ti te vaya mejor que coma como lo hace el resto de
la familia, pero te aconsejo que no insistas en que cambie su necesidad de
picotear en lugar de hincharse. Es mejor buscarle comidas ligeras y sanas,
bien repartidas por el día para evitar indigestiones. Es probable que, siendo
PAS, pertenezca a ese grupo de niños que no quiere comida que, según ellos,
está demasiado caliente.
Es uno de esos niños que se duermen rápidamente, pero que se despiertan
con facilidad; y es que el sueño ligero encaja con su forma de ser. Sabemos
que un alto porcentaje de los niños AS se despiertan muy temprano y no
vuelvan a dormirse (un 23 por ciento), y si tu niño tiene ese problema, es
probable que, aparte del rasgo de la alta sensibilidad, tenga el temperamento
sanguíneo.
Al contrario que la mayoría de los niños AS, a este pequeño le encantan
los cambios. ¡Cuantos más cambios, mejor! Esto, evidentemente, es
consecuencia de su tendencia a aburrirse rápidamente y su dificultad para
concentrarse, algo a lo que hay que añadir que la mayoría de los niños de este
tipo son, además, extrovertidos. Ahora, aunque le encanta la variación y no
tiene mucho sentido exigirle que se quede mucho tiempo seguido con una
sola tarea, siendo PAS, tanto cambiar y variar conlleva el problema de que se
saturará relativamente rápido. Los niños AS con este perfil, generalmente, al
llegar al punto en el que no pueden gestionar más estímulos se sobreactivan y
no saben parar. Es como si hubieran entrado en un bucle de actividad
excesiva y no encuentran el botón de emergencia. Ahí es importante que el
educador, con calma, autoridad y poniendo un límite claro y no negociable, le
ayude a frenar, acompañándole en el siguiente e inevitable colapso. Entiendo
que, para el adulto, no es fácil mantener la paciencia que este pequeño se
merece, y menos aún para la madre o el padre que también es PAS.
Repito que se puede decir que el temperamento sanguíneo es de los niños
en general, pero como veremos a continuación y como a lo mejor ya sabes por
tu propia experiencia, no todos los niños tienen estas características volátiles
tan acentuadas como el niño AS con el temperamento sanguíneo. En este
sentido es posible que, si tu hija o hijo presenta estas características, no
pienses en primer lugar que pueda tener el rasgo de la AS. El comportamiento
de una PAS con temperamento sanguíneo dominante puede engañar y
necesita mucha observación, aparte de paciencia a raudales.
Este temperamento también puede pasarse de los límites de lo normal y
aceptable, y si es el caso, debemos preocuparnos. Reírse está bien. Reírse
mucho está bien, pero no poder parar de reír es un problema. Lo mismo
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ocurre con chillar. Coger juguetes, uno tras otro, no para jugar con ellos sino
para tirarlos por el cuarto, también es un problema. No disponer de un freno
interior que permita desarrollar momentos de calma para jugar, leer un libro,
conectar con las personas cercanas, puede ser una señal de que el niño —
altamente sensible o no— sufre el trastorno de la hiperactividad, TDAH.
Existe una diferencia entre el comportamiento de niños que se mueven mucho
y aquellos que no paran de moverse. Muchos niños AS se mueven mucho y
más aún cuando están saturados (ya sabes: lo hacen porque el movimiento
ayuda a «vaciar» la cabeza llena de información). Pero si el niño también sabe
parar, estar tranquilo para comer, escuchar, leer, entonces el único problema
puede ser un exceso de información que le estresa, le satura y le sobreactiva.
Niños AS con temperamento melancólico: cuando pienso en el prototipo del
niño melancólico, con o sin el rasgo de la alta sensibilidad, me viene a la
mente la imagen de una niña delgada, pálida, más bien alta, la cara angular
tendiendo a alargada, con una expresión algo triste, una niña que suele
esconderse en sitios más bien oscuros con un libro o para observar el mundo,
para soñar y pensar, para desarrollar fantasías en su pequeña cabeza en las
cuales ella es la trágica protagonista. Una niña callada e introvertida, de
escaso movimiento. Si el niño sanguíneo hacía pensar en aire, alegría y
ligereza, aquí caben conceptos opuestos como la pesadez de la tierra,
seriedad, la profundidad y mucha sensibilidad. No baila cuando anda, al
contrario, esta niña —a la que parece que le pesa el mundo—, arrastra los
pies, va cabizbaja y no suele levantar la mirada muy a menudo.
Le encantan los cuentos y cuando, como buena mamá, le lees alguno, te
darás cuenta de que en seguida se identifica con la princesa, con la niña
abandonada por sus padres, con el animal perdido en el bosque (ama a los
animales). O sea que, sentada en nuestro regazo tenemos a Cenicienta en
persona, mientras que se preocupará muchísimo por las siete cabritas cada vez
que vuelvas a leer ese cuento de los hermanos Grimm. La pequeña PAS
melancólica no es alegre, es más bien una niña que sufre y mientras que las
PAS de todas las edades y de todos los temperamentos son muy sensibles,
esta niña es extremamente sensible, tendiendo a susceptible. Le cuesta reírse
de las bromas y más si son tontas, le es imposible reírse de sí misma y no
soporta que se burlen de ella.
Le falta esa espontaneidad exuberante del niño sanguíneo, y esto, en
combinación con esa tendencia a preocuparse, hace que generalmente parezca
más mayor de lo que es. Hemos dicho que la preocupación, la reflexión,
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rumiar sobre un tema y darle muchas vueltas es una de las características base
del rasgo de la alta sensibilidad, pero en un niño AS con temperamento
melancólico, la preocupación puede llegar a ser desmesurada. Como educador
conviene tener mucho cuidado de no hacerle partícipe de según qué temas
que, aunque el peque parezca mayor para su edad, superan su capacidad
cognitiva. Sin la información y experiencia que hace falta para poder
comprender bien los problemas de los adultos, la preocupación del peque
PAS melancólico puede llevarle a enfermar.
Una de las características de los niños con alta sensibilidad es hacer
preguntas «sabias» con carácter existencial (el 53 por ciento de los niños AS
suelen hacer esto). Esto podría darte una pista de si tu peque es un pequeño
PAS con temperamento melancólico. Hacer preguntas de este tipo es una
característica de casi todas las PAS introvertidas, pero se da de manera
especial, muy intensa y a temprana edad en las PAS melancólicas por tener
una forma de pensar que es, digamos, más bien analítica. Suele analizar y
desmenuzar toda la información hasta el último detalle. Si decimos de las
PAS que tienen sensibilidad para captar sutilezas, a este pequeño PAS no se
le escapa una, para bien y para mal.
No suelen ser niños vitales, niños fuertes, más bien lo contrario. Ese
«peso» que van arrastrando hace que se cansen rápidamente y ya a muy
temprana edad se quejan de dolores de cabeza.
Siempre aconsejamos no gritar ni castigar a los niños, y menos a los que
tienen alta sensibilidad ya que, en caso de que hayan traspasado la línea entre
lo permitido y lo no permitido, les basta un comentario sereno. Son muy
conscientes de que han hecho algo mal. Si castigamos severamente o gritamos
a un niño AS de carácter melancólico, al ser extremamente concienzudo y
tener esa sensibilidad que no tarda en convertirse en susceptibilidad, se puede
hundir porque suele tomarse todo demasiado a pecho. Cabe remarcar también
que algo muy frecuente en «los melancólicos» es la autocrítica.
Cuando decimos de los niños AS que son fieles, puede ser que ese
pequeño PAS con temperamento melancólico sea el más fiel de todos, con
tendencia a sacrificarse si hiciera falta. Buscan la seguridad, necesitan poder
estar seguros y confiar, pero esa seguridad y confianza también la ofrecen.
Cuanto más seguros se sientan, más capaces serán de mostrar su lado noble e
idealista.
Niños de este tipo suelen ser muy inteligentes en el sentido clásico de la
palabra, son muy disciplinados y se pueden perder en la belleza, otorgando
una gran importancia a la estética en general.
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Sin embargo, no todo es de color de rosa, el carácter de un melancólico no
suele ser fácil, especialmente porque es más bien hermético y le cuesta
mostrar lo que siente. Responde en gran medida a la imagen estereotipo de
una PAS: un niño introvertido, solitario, ensimismado, observador, tímido…
Pero, cuando menos te lo esperas, puede tener salidas sarcásticas que dan
directamente en la diana.
El mundo le pesa, todo le pesa. Esto puede tener como consecuencia que
es un niño infeliz, malhumorado, negativo y criticón. Como educador es
importante entender que a este niño realmente le puede costar mostrar una
sonrisa, y no porque no quiera sino porque todo le pesa. Es su realidad y si tú,
educador PAS, utilizando tu empatía, consigues ponerte a su lado y hacerle
sentir que siempre puede contar con tu amor incondicional, si puedes darle
esa seguridad, le darás el regalo más grande de su vida. Su extrema
sensibilidad es uno de sus puntos más débiles. Tiene una fuerte tendencia
egocéntrica que se activará especialmente cuando algo le hace dudar de su
seguridad vital, aunque, por otro lado, cuando le pesa algo por su desarrollada
conciencia, es capaz de regalar hasta su mayor tesoro: su último y más
querido libro. Es esa conciencia la que le lleva a sentirse culpable por
cualquier tontería que haya cometido y realmente no hace falta castigar a este
tipo de niño, él entiende mejor que nadie de trasgresiones y puede tender a
castigarse por haber hecho algo mal.
La mayoría de las PAS prefiere jugar con un amigo, máximo dos, pero la
PAS melancólica prefiere jugar a solas, de manera silenciosa, desarrollando
su propia fantasía, a veces abrumándose bajo la intensa riqueza de todos los
posibles hilos que su cuento interior le ofrece y no pudiendo decidir cuál de
las múltiples posibilidades seguir. Puede pasar entonces, que de repente
desconecte de su juego, se retire a su cuarto, o se esconda detrás de una
cortina, coja un libro, se meta el pulgar en la boca y se deje llevar. El niño AS
con este temperamento es posible que sea el menos sociable de todas las PAS,
pero gracias al rasgo, sí le interesa el mundo, lo que no le gusta es participar
activamente y directamente en él. Cuando sea un poquito mayor, en la
preadolescencia, profundizará en muchos temas de la actualidad, desde su
lado filosófico; buscará explicaciones y respuestas, y su originalidad para
encontrar nuevos puntos de vista y soluciones —o inventos nuevos— le harán
ser, ya desde una temprana edad, un personaje interesante.
Su relación con la comida es un poco especial y cuanto más predomina
este temperamento en tu hija o hijo, más probable es que topes con lo
siguiente: le encanta cualquier dulce, caramelos, tartas, postres, mientras no
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estén fríos. Le gusta la fruta madura y, aunque a lo mejor no te lo esperabas,
el queso curado. Lo que no le gusta, y puede ser extremamente claro en su
manera de comunicarlo, es comer carne. Si tú, como educador, crees que es
importante que coma carne, la solución puede ser preparar comidas en las que
la carne sea invisible o esté camuflada.
Le cuesta dormirse. El día le ha traído muchos pensamientos, muchas
impresiones y temas que quedaban pendientes para reflexionar sobre ellos.
Casi un 42 por ciento de los niños con AS tienen problemas a la hora de
conciliar el sueño, y esto puede ser uno de los factores. Al peque con AS no
es que le cueste estar a solas o que tenga miedo a la oscuridad. Pensar y
preocuparse es lo suyo, y suele pasar que está tan metido en su cabeza dando
vueltas a todo, que notas que tiene los pies y las manos fríos. Nadie mejor que
una PAS sabe cuánta energía es necesaria para pensar. Repito algo que ya dije
antes: como madre o padre de este niño tan sensible, no conviene hacerle
partícipe de tus problemas de adulto ni que vea las noticias o cualquier drama
en la tele, ya que, literalmente, le pueden quitar el sueño. No son niños
«fuertes» y, como cualquier persona y especialmente siendo alguien con el
rasgo de la alta sensibilidad, es importante que duerman lo suficiente para
despertarse descansados el día siguiente.
Niños AS con temperamento colérico: la primera cosa que me viene a mente
cuando pienso en un niño con este temperamento es su enorme energía y
vitalidad —siempre está haciendo, creando, organizando—, pero también sus
rabietas que suelen ser explosivas, acercándose a veces a ataques de furia.
Parecen tener un fuego interior que, incluso cuando están en estado normal y
calmado, hace difícil ignorarlos. Son esos niños de los que se suele decir que
tienen «carácter». De aspecto son más bien bajitos, con tendencia a la
«redondez»: cara redonda, cuerpo rellenito, pero sin obesidad, son lo que
llamaríamos «fuertes».
Su temperamento ya casi lo puedes ver en la manera decidida en que
camina, rápida y energéticamente, plantando los talones con fuerza en la tierra
y cuando está enfadado, pisa con más fuerza todavía. A veces, si miras bien,
¡puedes ver las chipas que saltan! Podríamos decir que son PAS atípicos, pero
igual no lo son tanto. Ahora, igual que les pasa a las PAS sanguíneas, a veces
cuesta más «detectar» el rasgo en este tipo de criaturas, pero una pista puede
ser esa característica sobre la cual ya hablamos antes, los niños AS a los que
llamamos los tozudos, los strong willed.
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Estos niños tienen una tendencia a ser líderes porque saben motivar a sus
compañeros. Si miramos a una PAS con temperamento colérico vemos a una
niña que sabe lo que quiere y lo suele conseguir. Es mandona, pero no es mala
persona. Como buena PAS sabe exactamente cuáles son los pasos a tomar
para alcanzar su objetivo personal o el de su grupo. Se apasiona con facilidad
y ama con fervor. A veces es un poco bruta en la expresión de su cariño hacia
otros, llegando a empujarles, pero le encanta ayudar, arreglar y organizar. Por
sus capacidades especiales que le vienen con el rasgo, sabe utilizar su carácter
fuerte para conseguir un bien común ya que su lado empático le otorga la
compasión necesaria para ver las necesidades específicas de cada niño de su
grupo, y las tiene siempre en cuenta. Es líder del grupo de niños y buen
gerente o líder de una empresa de mayor. Aquellos que habéis visto el
documental Sensitive a lo mejor os acordáis de Rupert Mayer, el alemán que
tiene un vivero de orquídeas. Es el ejemplo perfecto de una PAS líder con
temperamento colérico.
De niño puede ser líder de un grupo de compañeros, pero, aunque tenga
esa conciencia social y sea empático, no necesariamente es alguien que
siempre necesite estar con gente. Es más que probable que nuestra PAS con
temperamento colérico sea alguien a quien le gusta estar a solas y emprender
cosas a solas. Es muy probable que sea un niño solitario e independiente.
Necesita su soledad para desconectar y calmar su cabeza fácilmente
sobreactivada. Trabajar con gente, ser líder en el sentido y al nivel que sea,
conlleva la gestión de una importante cantidad de estímulos.
Como niños, suelen ser un poco impacientes. Como PAS, necesitan
relativamente poco tiempo para hacer su pause and check; observan y evalúan
los riesgos en un abrir y cerrar de ojos. Podemos decir que son rápidos en
todos los sentidos y su mente va a mil por hora: en seguida entienden «el
panorama», perciben lo que hace falta (tienen en extremo ese talento para
notar sutilezas) y se ponen manos a la obra. Estos chicos quieren descubrir las
cosas a solas; en principio no les gusta que les ayuden. Los niños coléricos
que no comparten el rasgo, los coléricos que no son PAS, pueden llegar a ser
tremendamente impulsivos y no suelen reflexionar demasiado, pero gracias a
las características del rasgo, el pequeño PAS sí se toma su tiempo para
observar y analizar, por lo cual su impulsividad es menos «salvaje»; no
obstante, muchas de las cosas que hace, son originales y diferentes (el rasgo
ayuda).
Aunque no tanto como los niños AS con perfil sanguíneo, a este tipo de
niño le gusta el movimiento: mover piernas y brazos. Son inquietos, y esto, en
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combinación con el hecho de que son muy intensos, hace que puedan
considerarse problemáticos en el aula. Puede ocurrir que se les ponga la
etiqueta de TDAH. Es posible que tengan el trastorno de la hiperactividad, ser
un niño con alta sensibilidad no quiere decir que no pueda tener un trastorno,
pero antes de llegar a tal diagnóstico (y recetarle medicación al peque)
conviene investigarlo seriamente. En caso de duda siempre aconsejo consultar
con un buen profesional y conocedor del rasgo.
No son niños fáciles, está claro. Un niño original con mucha fuerza y
energía no puede ser fácil, requiere de mucha dedicación y atención por parte
de sus educadores. Un niño incansable con un comportamiento anérgico no
siempre es agradable para el entorno. Ser intenso no siempre es valorado y les
cuesta aceptar límites. Enfados con patadas, llorar sollozando, actitudes de
soberbia, dificultad para perdonar, comentarios hirientes y sarcásticos, una
fuerte irritabilidad y momentos en que suprimen su emocionalidad tanto que
pueden parecer hasta insensibles, forman el lado difícil del carácter de este
niño que tanto tiene que aportar al mundo, pero que, como cualquiera de
nosotros, no es un ángel sino alguien muy dinámico.
No les pidas que se comprometan con proyectos a largo plazo, no son
corredores de fondo, van perdiendo el interés. Los pequeños y no tan
pequeños PAS con temperamento colérico funcionan de manera óptima con
objetivos a corto plazo que, eso sí, se pueden ir encadenando hasta llegar a ser
un proyecto grande. No es por falta de concentración; estos niños, en contra
de los de perfil sanguíneo, se suelen concentrar muy bien, pero una vez que
han visto y entendido de que va la cosa, pierden el interés. Un dato
importante: si el proyecto les interesa y ven que existe una necesidad
intrínseca para realizarlo, mucho mejor, pues eso les motiva y pondrán todo
su entusiasmo y energía. Ahora, ante todo son niños que empiezan un
proyecto, lo montan, lo organizan, lo ponen en marcha y, una vez que la cosa
funciona, se apartan para que otros sigan con él. Son, digamos, iniciadores.
Generalmente son madrugadores y, nada más despertarse, empiezan con
una actividad. De todos las PAS, los coléricos son los que menos sueño
necesitan. Este tipo de niño no deja de moverse durante el sueño. Puede ser
que, cuando vayas a verle durante la noche, te lo encuentres destapado, con la
manta en el suelo, y que tenga la cabeza donde deberían estar los pies.
Recuerdo que mi hija, una especie de tornado desde que nació, dormía así; a
veces me la encontraba durmiendo en el suelo (se salía de la cuna a pesar de
las barras), con la cabecita toda sudada, aunque la temperatura en su cuarto
era normal. Es el típico niño que también puede sufrir bruxismo ya que parece
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que nunca para, ni siquiera cuando duerme. El niño con este perfil colérico
generalmente se despierta antes de nadie, sale de su cama y empieza a hacer
cosas o coge un libro (le encantan las historias heroicas) y se pone a leer.
No suelen ser demasiados quisquillosos y generalmente comen de todo,
aunque prefieren la comida que se pueda masticar a los purés y cosas blandas.
No suele pasarse de comer, pero come con ganas y conviene alimentarle con
alimentos que aporten energía. Su único problema podría ser tener que
esperar para empezar a comer hasta que todos tengan comida en el plato,
comer con calma y no zampar a lo loco como una aspiradora, y quedarse
sentado tranquilamente esperando hasta que todos hayan terminado. ¿Me
puedo levantar? es una de sus preguntas favoritas. Es normal, porque siempre
le esperan tantas aventuras, tareas y cosas por hacer, que no quiere perder
tiempo.
Como es PAS y —por muy colérico que sea su temperamento— tiene las
características del rasgo, puede llegar a sobreactivarse por sobreestimulación.
Ninguna PAS se libra de esto. El educador —tú— lo sabe, y está en tus
manos la difícil tarea de ser lo suficientemente creativo para conseguir que
este pequeño revoltoso tenga sus momentos de pausa.
Ningún niño presenta solamente un temperamento al cien por cien, su
forma de ser siempre tendrá facetas de otros temperamentos, pero estos niños
con un carácter tan fuerte requieren muchísima paciencia, conexión y entrega,
mucho amor y constancia. Y límites. Ellos mismos no son capaces de frenar;
necesitan aprenderlo a través de los límites impuestos de manera consecuente
por los padres. Son PAS con una emocionalidad intensa, pero puede pasar
que, como siempre tienen prisa por hacer más cosas, les incordie tener que
detenerse para realmente sentir; a veces es más fácil seguir haciendo. Claro
que esto tiene un precio, ya que por mucho que te esfuerces para suprimir lo
que sientes, esa bola de emoción tarde o temprano tiene que explotar, y lo
hará en el momento menos oportuno. Lo que mejor funciona con ellos, igual
que con los niños tozudos, son momentos de conexión antes de que pierdan el
control: en lugar de gritarles para que se calmen, acercarte al niño, pon el
brazo por sus hombros y enséñale algo para observar juntos cualquier cosa
que pueda llamarle la atención. ¿Has visto ese pájaro? ¿Ves el fuego de la
chimenea? El truco del despiste para sacarle de ese bucle que le llevará a la
sobreexcitación, suele funcionar bastante bien con este tipo de niños, pero
también conviene que ellos mismos aprendan a reconocer sus niveles de
excitación para poder frenar y desconectar.
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Niños AS con temperamento flemático: pienso en Carlitos, el hijo de una
vecina. Es gordito y blandito al tacto porque le encanta comer. Si pudiera,
estaría todo el día comiendo; es el comilón por antonomasia. Y es lento. Ya
sabemos que el típico niño PAS necesita un tiempo para contestar a una
pregunta, tiene que valorar cuál sería la respuesta correcta, o está saturado y
se le han cruzado los cables. Pero Carlitos, que también es posible que esté
saturado, suele necesitar incluso más tiempo que la mayoría de los niños con
alta sensibilidad. No es que no sea listo ¡qué va! Es muy listo, pero no hay
muchas cosas que realmente le interesen. No tiene ninguna prisa.
Le veo por las tardes sentado en el patio, a veces con su madre. Él hace
deberes, mientras ella le da leche con galletas, y más galletas. A mi vecina
María le encanta hacer galletas y a Carlitos le encanta comérselas. Son la
perfecta pareja PAS flemáticos, tranquilos, pacíficos, lentos, plácidos.
Ya de bebé le encantaba comer; el pecho de su mamá siempre estaba listo
para el suministro. Y cuando no comía, chupaba el chupete o el dedo gordo,
feliz en su cuna, redondito como un pequeño buda. Contento, contentísimo.
De todos los niños AS, estos no suelen presentar problemas a la hora de
comer ni a la de dormir. Lo que sí les podría costar es levantarse, ya que esto
significa ponerse en acción y sentir esas prisas matutinas para ir al cole y no
llegar tarde.
Comparado con otros niños, tardó un poco en empezar a andar y a hablar.
Ya lo dije, Carlitos no tiene prisa y su madre tampoco. Son tan felices, que yo
les miro con asombro. Podría aprender mucho de ellos porque yo, con mi
temperamento predominantemente colérico, soy lo radicalmente opuesto
(aunque también me gustan las galletas de María que están muy buenas).
A Carlitos le gusta el orden, en eso su sentido del perfeccionismo está
incrementado por el hecho de ser PAS. En el juego se toma su tiempo para
seleccionar los juguetes que quiere utilizar. Casi más que el juego en sí le
gusta colocar, ordenar, sistematizar, sin prisas, hasta estar seguro de que no
hay errores ni irregularidades. En la mayoría de juegos de mesa —le encanta
jugar con María porque el juego con ella es relajado y va acompañado de algo
bueno para picar— suele ganar ya que, como lo hace todo con extrema
atención, no se le escapa nada. Tiene su rutina, ama la tradición y esto le
proporciona más calma todavía. Dormir casi le gusta tanto como comer.
Una dificultad de este tipo de niño puede ser el hecho de que tiene muy
poca iniciativa. Tampoco es espontáneo. En el cole no busca la compañía de
otros niños; siendo PAS podemos pensar que la actividad alborotada de los
otros niños le satura y le asusta en extremo, aparte de que tampoco le interesa
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correr, saltar, trepar a los árboles, crear, construir… Estas cosas no le van.
Otros niños tampoco le buscan porque le encuentran soso ya que no participa
y a él no le importa. No sufre y ni siquiera se siente solo.
De él se puede decir aquello del refrán: «Las aguas quietas corren
profundas». Es así, hay mucho por debajo de la superficie, siempre está
digiriendo estímulos y comida. Parece tranquilo, pero cuando menos te lo
esperas, se enfada muchísimo por algo quizás no demasiado importante. En
realidad es que ha estado tragando hasta que pasa algo que colma el vaso,
cualquier tontería, y explota. Se enfada mucho y te asustarás, pero déjale ir,
en seguida se calmará para volver a repetir el proceso. Lo que niños como
Carlitos no aguantan y lo que más van tragando, son las prisas que el entorno
exige de él.
No es tonto, aunque probablemente necesite más tiempo, mucha práctica
y sobre todo repetición para aprender algo. Luego, gracias a su muy buena
memoria, no se olvida de lo aprendido. Los flemáticos reflexionan mucho y
de manera lenta, algo que viene reforzado por esa característica base del rasgo
de la alta sensibilidad, aquella de pensar mucho sobre las cosas.
Aunque un niño AS con temperamento flemático suele ser solitario y no
le van los grupos, generalmente es un compañero bien valorado. Su
tranquilidad hace que los niños confíen en él, y porque no se suele implicar ni
alterar, es la persona indicada para mediar en cualquier conflicto. Los
compañeros cuentan con él, y también lo hace el maestro.
Uno de esos talentos o regalos que vienen con el rasgo de la alta
sensibilidad, la capacidad para disfrutar, la tiene hasta tal punto que no hay
nadie que disfrute tan intensamente y con todo su ser como Carlitos. Disfruta
de todo y se deja llevar por ello, desconectando de la realidad. Esto en clase
puede ser un problema, e incluso confundirse con un trastorno. Si existe la
sospecha de que un niño como Carlitos sufre de TDA, antes de confirmar el
diagnóstico, conviene valorar su temperamento flemático en combinación con
el rasgo de la alta sensibilidad y buscar soluciones enfocadas a su carácter.
Los niños de este tipo suelen tardar más en aprender a andar y hablar.
También en aprender a leer y escribir. Esto puede ser un tema delicado, ya
que no aguantan que les «empujen» pero sí necesitan ser estimulados; todo un
acto de equilibrio para los maestros, pero también para los padres. Ahora, una
vez que se han enganchado con algo que les gusta y motiva, puede ser difícil
pararles.
La verdad, al niño AS con este carácter, lo peor que le puedes hacer es
presionarle, porque se sobreestimula como nadie. Es lento, es como es.
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Intentar animarle para que sea más rápido, le marea y le confunde mucho.
¿Crees que es perezoso? A lo mejor lo es, pero quizás es más bien lo que a ti
te parece porque tú eres más rápido, como yo. Ser colérico y tener que
aguantarte porque un flemático tarda mucho, es todo un ejercicio de
paciencia.
Hasta aquí la descripción de los cuatro temperamentos según Galeno.
Vuelvo a decir lo que comenté al principio: tal como están descritos en este
texto, como caricaturas y de forma extrema, no se presentarán en ningún niño,
ya que siempre confluyen más temperamentos en un carácter. Cada
temperamento, en combinación con el rasgo de la alta sensibilidad, reforzará
según qué característica del rasgo afín a ese temperamento. Saber esto y
observarlo en tu niño te puede dar más pistas en el caso de que tuvieras la
sospecha de que tu retoño ha nacido con el rasgo de la alta sensibilidad, pero
no lo tienes claro. También te puede dar respuestas en cuanto a tus
preocupaciones sobre su forma de ser y, sobre todo, te proporcionará más
claves para una mayor comprensión y —por ende— un mejor
acompañamiento, ya que de esto se trata.
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Epílogo
No sé si, desde que has empezado a leer este libro, te has topado con
palabras, ideas u observaciones que te han hecho reflexionar. Espero que,
aparte de haberte re-conocido o re-afirmado como madre o padre con alta
sensibilidad, hayas podido pensar sobre tu propia infancia, la educación que
recibiste y la que te gustaría haber recibido. Espero también que te haya
podido «inspirar» para llegar a ver algunas cosas desde una perspectiva
distinta. A mí, el descubrimiento del rasgo de la alta sensibilidad, me ha
servido para ver la vida y mi educación de una manera totalmente distinta, he
cambiado el chip cargado de cierto victimismo por otro mucho mejor: el de la
comprensión y el perdón. También, cómo no, me ha hecho ver muchas cosas
y la cantidad de «errores» que cometí al educar a mis dos hijos AS.
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potencial. Personalmente, no me convencía, aunque había dos ideas que me
gustaron y que sí adopté para la crianza de mis hijos: no influenciarles en
cuanto a su vocación y no fomentar en ellos un espíritu competitivo. Hasta el
día de hoy estoy muy contenta de haber hecho lo último, pero me arrepiento
de haber seguido la línea de «premio-castigo-culpa» que aprendí de mis
padres y según la cual nos educaron a mi hermano y a mí. No es, en absoluto,
una línea positiva para educar a ningún niño, y menos a un niño AS.
El manual del doctor Spock no era lo adecuado, ni lo era aquella
tendencia diametralmente opuesta en que se dejaba mandar al niño, sin
ningún tipo de guía, límite o regla por parte de los padres. No queremos a
niños sin pensamiento o voluntad propia, pero tampoco queremos a un tirano
en casa, aunque, gracias al carácter empático de un niño AS, eso de acabar
siendo un tirano probablemente no llegaría a ocurrir. Aunque, habiendo dicho
esto y teniendo muy claro que por la totalidad de la mochila emocional,
educacional y temperamental que cada uno va creando desde el día uno de su
existencia, tener el rasgo en sí no es ninguna garantía de que el niño llegue a
ser un adulto empático. Sé de casos en los que el niño con este rasgo a quien
se le ha permitido todo, esos pequeños reyes y reinas de la casa, acabaron
siendo «ni-nis», incapaces de motivarse ni entusiasmarse por nada y, por su
inercia total, comportándose como una especie de pequeño terrorista en casa.
Hoy se habla cada vez más del apego, de las distintas inteligencias, de la
importancia de las emociones, de las diferentes maneras de aprender. Cada
vez hay más conciencia sobre los efectos a largo plazo de una educación
basada en el sistema de premios y castigos. Cada vez hay más conciencia
entre los educadores que entienden que el juego de premiar y castigar no sirve
si queremos que el niño se sienta seguro de sí mismo y tenga una autoestima
sana. Castigar y premiar es entrenar al niño como si fuera un perro, pero un
niño no es un perro. Un niño es un ser humano que tendrá, finalmente, su
propia capacidad de pensar y discernir; un ser provisto de algo que es
únicamente suyo: su propio «yo». Ese «yo» no es el de su madre, ni el de su
padre. Es suyo e implica que la vida que ha de vivir es única y es suya. Con
sus propios talentos y los retos que son inherentes a su trayectoria personal.
Existe ese poema tan precioso de Kahlil Gibran, «Tus hijos no son tus
hijos». De esto se trata. Vienen a nuestra vida para que les acompañemos y
les proporcionemos el amor incondicional y la seguridad necesaria para que
pueda llegar a florecer la mejor parte de su ser. No nos han llegado para ser
adiestrados ni para que, más adelante en el momento en que nosotros, ya
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mayores, ya no seamos capaces de cuidarnos, tengamos asegurado nuestro
cuidador personal.
Repito las dos preguntas fundamentales que conviene plantearte si tienes
hijos: ¿qué quiero que sea mi hijo de mayor? o ¿cómo quiero que sea mi hijo
de mayor? La diferencia es fundamental. ¿Quieres que tu hijo tenga un trabajo
importante con prestigio y que gane mucho dinero, o prefieres que sea en
primer lugar una buena persona, un ser social y ético con valores, empático,
respetuoso, pensante y con corazón? ¿Te sentirás más satisfecho con un hijo
que a ti te orgullece por sus logros laborales, su coche grande y su casa
impresionante, o sentirías un amor profundo hacia este ser que ha enriquecido
tu vida y que, de adulto, es capaz de enriquecer la vida de muchos otros?
¿Quieres poder decir: «Mi hijo es listo»?, ¿o prefieres decir: «Mi hijo es
buena persona, es feliz con lo que hace, lo que tiene y lo que puede aportar a
la sociedad»? Una cosa no quita la otra, para nada, pero el punto de partida
determina el color del alma y el tono de la vida.
Los niños que, por el método de premio-castigo, han aprendido a
comportarse de una manera ejemplar, suelen ser niños que sienten una gran, y
a veces excesiva, necesidad de obedecer y de complacer a sus educadores. La
mayoría de los niños tranquilos, calladitos y obedientes, no necesariamente
son felices. Es probable que sean niños bien entrenados —no pocas veces por
medio de mucho castigo—, que se han convertido en el modelo que los
padres tenían en mente para ellos mismos —«un niño fácil»— pero quienes,
en muchos casos, han llegado a perder el sentido de su propia identidad. Sin
embargo, en el momento en que esa identidad, que se ha intentado suprimir
mediante el adiestramiento educativo, empieza a querer salir a la superficie,
comienzan los conflictos de todo tipo. Tal vez suceda en la adolescencia, pero
también puede retrasarse hasta «la crisis de los 40», cuando la persona
empieza a preguntarse por el sentido de su vida.
Los niños AS generalmente son fáciles de adiestrar ya que, a las PAS, nos
gusta complacer y agradar. Nos gusta caer bien. Tragamos mucho para poder
evitar un conflicto, cualquier conflicto. Hacemos mucho para mantener la
armonía, incluso si solamente es una armonía aparente. Cuando, en nuestra
infancia nos enseñan que esto es lo que toca hacer, si este comportamiento
tiene premio, pues, es lo que seguiremos haciendo hasta el momento en que,
en la forma que sea, por problemas de salud o a través de la crisis que te toca
vivir, te das cuenta de que ese premio que te han ofrecido siempre por hacerte
invisible y obediente, en realidad es un precio muy alto que estás pagando. Y
esto, ojo, es gracias a que tus padres querían lo mejor para ti. Yo lo he vivido
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así, mi educación ha estado basada en ese sistema de premio-castigo y he
tardado más de cincuenta años en darme cuenta del error. Cincuenta años y la
educación de mis propios hijos, a quienes también les hice pasar por esto.
Espero que tú, cuando leas esto, estés a tiempo de apuntarte a la crianza
respetuosa y de darles a tus hijos una educación diferente con la cual les
ayudarás a sacar el máximo provecho de las enormes cualidades inherentes al
rasgo de la alta sensibilidad, proporcionándoles una vida interior basada en
una autoestima sana y una emocionalidad intensa, pero equilibrada y
regulable.
Una pregunta que me solía hacer es, si una de cada cinco personas es AS,
en España habrá unos 10 millones de PAS, pero ¿dónde están? En la APASE
—Asociación de Personas con Alta Sensibilidad de España—, en nuestros
grupos en Facebook, en los encuentros que se organizan, en mi consulta y con
mis colegas vemos a muchas PAS, pero no llegan ni de lejos a ese número tan
elevado. Las PAS que nos contactan, lo hacen porque suelen buscar
soluciones para las facetas del rasgo que les producen problemas. Muchos de
ellos experimentan el rasgo de la alta sensibilidad, el ser tan diferente de la
mayoría de la gente, como algo que les complica la vida. Pero si estos son
relativamente pocos, ¿quiere decir que los millones de PAS que no
conocemos —aparte de que muchas no saben del rasgo—, no viven la elevada
sensibilidad como algo problemático? Es posible, ojalá sea así.
Gracias al trabajo de investigación de, entre otros, Michael Pluess, hemos
aprendido algo muy importante: las PAS que han pasado por una infancia
buena hasta, incluso, medianamente buena, no suelen sufrir de ansiedad o
depresión a partir de la adolescencia. Me atrevo a decir que esas son las PAS
que no perciben la alta sensibilidad como algo problemático, son las que no
vemos en la consulta ni en los grupos, simplemente porque tienen el rasgo
completamente integrado en su personalidad sin sufrir por ello. No buscan
respuestas ni soluciones, porque ser sensible para ellos no es algo conflictivo.
Esto es importante, ya que ningún padre quiere que su hijo en algún momento
dado de su vida, tenga problemas emocionales o mentales, ¿verdad?
Me imagino que tú, como madre o padre de un niño AS, esperas que tu
hijo, más adelante en su vida, no tenga problemas emocionales o mentales. Te
gustaría que llegara a formar parte de ese gran grupo de adultos altamente
sensibles que no se sienten perdidos o en conflicto con el mundo en general;
esas PAS que, gracias a su buena educación han podido integrar el rasgo
como algo normal (porque lo es) y, en muchos casos, incluso saben
aprovecharse de las muchas cualidades que conlleva. Esto corrobora la
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importancia de una educación buena y amorosa para cualquier niño, pero —
para centrarnos en el tema de este libro— especialmente para los niños AS.
Miremos pues, a ese pequeño PAS que acaba de llegar a nuestras vidas.
Un pequeño milagro, recién aterrizado, indefenso, un puro órgano sensorial y
tan inocente como auténtico. No es probable que te acuerdes, pero a lo mejor
podrías intentar imaginarte cómo te sentías tú, pequeña o pequeño PAS, en tu
cuna, sin saber nada de nada, sin tener referentes ni conceptos de ningún tipo
que te permitieran relacionar o comprender todos esos estímulos que te
llegaban a través de tus sentidos, mientras eras completamente dependiente de
lo que tus mayores hacían contigo. Lo que te hacían ver, oír, sentir, oler…
Solamente podías ser quien eras, expresarte como eras: no tenías herramientas
y sí una máxima vulnerabilidad. Es enorme, esto ¿no te parece? Y no te
cuento nada nuevo, claro que no, pero pocas veces somos conscientes de la
tremenda dependencia y vulnerabilidad de un recién nacido, ya que no es algo
que solemos tener presente de forma automática, nos olvidamos; recordarlo
requiere un acto consciente.
No nos acordamos de cómo era ser bebé y hemos olvidado cómo era ser
párvulo. Ya no nos acordamos de cómo era aquello de sentir con todo tu ser
sin poder recurrir a explicaciones racionales, aquello de ser invadido por una
sola emoción intensa que no sabes nombrar ni gestionar, simplemente porque
es algo que todavía no has aprendido. Es un hecho que en ninguna fase de la
vida aprendemos tantas cosas como durante los primeros años y a tanta
velocidad. A través del habla empezamos, poco a poco, a descubrir las
relaciones entre actos y sentimientos. Cuando todavía somos muy pequeños y
algo no nos gusta, cuando solamente sentimos un intensísimo «¡No!», muchos
de los adultos creen que tenemos una rabieta por capricho, por molestar, por
llamar la atención y por probar hasta dónde podemos llegar sin que nos
castiguen. Muchos adultos nos atribuyen la capacidad de la astucia, realmente
creen que el único motivo de nuestro llanto es un deseo consciente de querer
salirnos con la nuestra. Nada más lejos de la realidad.
Los adultos solemos proyectar nuestras propias experiencias,
inseguridades y suposiciones en nuestros hijos, sin preguntarnos si lo que
pensamos nosotros realmente es así o si proyectamos en nuestros peques algo
que no les pertenece, sino que es nuestro. El hecho de que nosotros sepamos
manipular (conscientemente o no) o tengamos pensamientos de este tipo, no
quiere decir que los peques también sean así o piensen de la misma manera. Y
los peques PAS suelen tener muchos momentos en que sienten ese «¡No!»
intenso sin saber por qué y sin haber aprendido todavía cómo regular esa
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emoción. El llanto desesperado de un crío es una señal de que está
sobreestimulado, de que le está llegando de todo, no sabe qué es y le está
generando una fuerte emoción que tampoco sabe entender. ¿Te acuerdas del
pilar de los sentidos muy sensibles y el de la fuerte emocionalidad?
La pregunta es, ¿qué hacer cuando nuestra niña o niño patalea, llora, grita
o da portazos? Nos hace sentir mal, quizás creemos que hemos perdido el
control porque, aunque insistimos y le pedimos que pare, no solo no nos hace
caso, sino que aumenta el volumen. O a lo mejor contestamos a sus gritos con
más gritos. ¡Qué horror! A mí me ha pasado con los míos y tenía la
desagradable y desmoralizadora sensación de ser una madre horrible y de
haber fallado. Ojalá supiera entonces lo que sé hoy.
Vamos a ver, ¿qué opciones tenemos? Lo «normal» es querer tener el
control, enseñarles quién manda y a quién tienen que obedecer. Tú. Esto nos
lleva a buscar los castigos adecuados, castigos de toda la vida como: dejarlos
solos, mandarlos a su cuarto, retirar permisos o juguetes, anular salidas
especiales, sobornos, amenazas, en fin, intentamos buscar algo para
devolverles «el daño» que ellos nos hacen, para «enseñarles» que su
comportamiento es inaceptable. Querer tener el control y no conseguirlo nos
hace daño, ya que nos solemos sentir seguros mientras tenemos el poder. Es
una reacción jerárquica y el castigo se justifica «para que el niño aprenda; es
por su propio bien». Como si no fuera tu hijo, ese pequeño ser indefenso que
quieres con toda tu alma, sino una rata en el laboratorio adiestrada mediante
los métodos de Pavlov: a la larga aprenderá. Es posible que aprenda y que
llegue a comportarse más de acuerdo con tu idea de «niño bueno», sin
embargo, lo que realmente aprende es que solamente le quieres si te obedece,
aprende que suprimir sus emociones vale la pena porque esto le da el derecho
a ganarse tu amor, premios, y a ser valorado; un aprendizaje que tendrá
interiorizado para el resto de su vida, y que marcará todas sus futuras
relaciones.
¿Por qué consideramos que un niño que intenta expresar sus emociones de
una manera «escandalosa» es un niño con «defectos» y «maleducado»? ¿Por
qué no nos damos cuenta de que todavía no sabe expresarse de otra manera?
¿Que está en proceso de aprender estas cosas, como tiene que aprender miles
más en esta época de su vida? Más vale que tengamos muy presente lo que ya
hemos dicho más de una vez: nuestro pequeño PAS se satura con facilidad ya
que recibe mucha información que no puede comprender al mismo tiempo y
le genera una gran confusión; no comprende porque le falta la capacidad
mental y emocional, aparte de que le falta tiempo para gestionarlo todo a la
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vez. Si, además, cuando nuestro castigo no funciona, le gritamos o volvemos
a castigarle, produciendo más estímulos todavía, se sentirá peor.
Entre las muchas personas sabias y maravillosas que me han enseñado en
el curso de mi vida está Marshall Rosenberg, el psicólogo estadounidense que
ha creado la Comunicación No Violenta, un conjunto de herramientas,
también conocida por sus siglas, la CNV. La base de su teoría está en
preguntarte por tus propias emociones y necesidades, pero también, utilizando
tu capacidad empática, en preguntarte por las necesidades y emociones del
otro. La educación que yo recibí de mis padres y la que repetí con mis hijos,
está basada en primer lugar en lo que el adulto siente y quiere, no tiene en
cuenta lo que el niño siente y necesita. Tengo claro que mi familia no ha sido
la única en utilizar esta filosofía de «aquí mando yo» (porque soy el adulto,
tengo la experiencia que a ti te falta, y también y primordialmente, porque
esta es mi casa). Me imagino que tú también conoces a, por lo menos, una o
dos personas que educan o que han educado de esta manera.
Ahora, sabiendo lo que sé, me pregunto: ¿sería posible cambiar esta
actitud para ponernos al lado de los niños en lugar de imponernos
jerárquicamente? Igual los pequeños se merecen nuestra gratitud y empatía,
nuestra comprensión. Sinceramente, creo que son buenos, hacen lo que
pueden, llegan hasta donde llegan y por naturaleza no harán cosas malas a
sabiendas para hacernos daño ya que —piénsatelo— dependen al cien por
cien de sus educadores y del amor que estos sientan por ellos. A los únicos
que tienen para protegerles es a sus padres y sus educadores. ¿Realmente nos
querrán enemistar?
Que los pequeños se puedan sentir tranquilos y que puedan confiar en
nosotros, sus adultos, a través de un apego seguro, puede incluso ser una
necesidad evolutiva. Date cuenta de que, según John Bowlby, que investigó
sobre la teoría del apego, el desarrollo del cerebro del niño depende de cómo
interactuamos con él, de manera positiva o negativa. Bowlby sugiere que el
apego sano es esencial para que el niño aprenda a regular sus emociones y
que esto es absolutamente necesario para un buen desarrollo cerebral. Nuestro
cerebro, relativamente pequeño al nacer, suele tardar más de veinte años en
madurar. No puedes pedirle a un niño de 5 años lo que pedirías a un joven
adulto de 20. Exigirles cosas como a un adulto no es muy realista. «Ordena tu
cuarto» puede ser una tarea imposible, un orden demasiado abstracto, para un
niño pequeño que tiene el cerebro todavía sin desarrollar, me da igual si
piensas que tu hija es lista. La autodisciplina es algo muy difícil si no sabes lo
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que es, y te faltan no solo los conceptos necesarios, sino también la capacidad
pensante para poder abarcarlos.
Los niños hasta unos 6-7 años, aprenden imitándonos. Nos observan todo
el tiempo y copian nuestras acciones y gestos; nuestra manera de hablar, el
tono, las frases y las palabras; nuestros gustos y costumbres. En cierto modo
es como si tomaran prestado de nuestro cerebro, y los ejemplos que les vamos
poniendo son decisivos para su desarrollo y crecimiento.
A un niño con alta sensibilidad no se le escapa ningún detalle, sabe
perfectamente si finges o si mientes, tú y otros. El niño AS sabe si el cariño
con que le tratan es genuino o falso, y sus reacciones se basan en ello. No
sabrá decir qué es una «mentira» porque para poder entender el concepto
«mentira» necesita de determinadas experiencias personales, pero es capaz de
detectar que algo no está bien, que algo no cuadra, y si esto pasa se sentirá
inseguro y desamparado. Hasta cosas de este tipo, por la confusión interna
que provocan, le pueden provocar llanto y pataletas. De modo que, si le
castigas, no comprenderá por qué y, en lugar de abrazarle para darle a
entender que todo está bien, le haces llegar el mensaje de que él ha hecho algo
mal. Tú, madre o padre con alta sensibilidad, fíjate en las necesidades de tu
pequeño, para ayudarle y ampararle, para darle la sensación constante de que,
haga lo que haga o cómo reaccione, le quieres y contigo está seguro, se puede
fiar siempre de vosotros, su madre y su padre.
Nuestra capacidad empática junto con el conocimiento de las herramientas
de la Comunicación No Violenta nos pueden ayudar a tener más paciencia y
más compasión con nuestros hijos. Por mucho que deseemos que el peque
pueda pensar y razonar como un adulto, no podrá hacerlo porque su cerebro
todavía no está preparado.
Se dice que el niño, en el primer septenio de su vida, debe aprender lo
bueno, en el segundo septenio aprenderá lo que es bello, o sea, desarrollará el
sentido de la estética, y a partir de la adolescencia tendrá que aprender lo que
es verdad, o sea, la moralidad. Esto implica que no sirve imponerle temas de
moralidad a un niño en edad preescolar ya que, por la incapacidad cerebral de
poder acoger este tipo de asuntos, acabarás enseñándole miedo e inseguridad.
Todo a su debido tiempo.
Al niño pequeño, a tu pequeño PAS, el mejor regalo que le puedes hacer
para el resto de su vida es rodearle de bondad, de amor, y —también— de
rituales y ritmos que aumentan la sensación de seguridad. Esto le ayudará a
aprender a regular sus emociones ya que confía en que todo está bien. En los
momentos de saturación, puede perder el control y tener una rabieta, pero
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mientras sepa que puede contar con tu amor y comprensión en lugar de
esperar un castigo, se calmará antes.
Según una investigación, los niños que sufren un exceso de estrés tienen
un mayor desarrollo del tallo cerebral, la parte del cerebro que regula el
sistema nervioso central y la zona que regula la reacción de lucha, huida o
parálisis. De adulto, si han sufrido mucho estrés en la primera infancia,
pueden tener respuestas exageradamente reactivas ante situaciones de estrés,
con todas las consecuencias que eso conlleva. También las PAS, a pesar de
esa característica suya de pause and check, la de detenerse para observar,
antes de reaccionar.
¿Te acuerdas de Michael Pluess, el psicólogo que hizo una investigación y
descubrió que aquellos niños altamente sensibles que han pasado por una
buena infancia, de mayores suelen tener pocos problemas con la ansiedad y la
depresión? Y al revés, ¿que los niños AS con una infancia difícil e insegura
tienen mayor tendencia a sufrir ansiedad y depresión? Solamente saber que
los niños con AS son más propensos a sufrir estrés por motivos fisiológicos,
debería ser motivo suficiente para que seamos muy conscientes de la gran
necesidad de proveer a nuestro pequeño tesoro sensible con todo el calor
anímico y toda la seguridad emocional posible. Al darle al peque una
educación en la que prevalece la seguridad, se desarrollará el córtex
prefrontal, la parte del cerebro que interviene en la regulación emocional.
Puedes olvidarte de los detalles técnicos, pero sí es importante que te quedes
con el hecho de que, al darle estabilidad y seguridad emocional a cualquier
bebé o niño pequeño, pero especialmente a uno con alta sensibilidad, le
ayudarás a desarrollar una gestión más calmada de las emociones, le darás
una base de estabilidad emocional que le capacitará para encauzar los intensos
efectos emocionales que, como PAS, vienen con el «paquete» del rasgo. Y
esto «solamente» porque, desde su primera infancia, sus experiencias y
aprendizajes de interdependencia y capacidad de reacción le han enseñado
que su mundo es seguro y que puede fiarse del amor y de las reacciones de
sus educadores.
Date cuenta de que pasar por la primera infancia es, para cualquier niño,
todo un trabajo. Todo, absolutamente todo es nuevo. Cada experiencia es
nueva. Y si eres peque AS, lo vivirás con una tremenda intensidad y la
intensidad genera estrés. El cerebro infantil, en plena fase de desarrollo,
todavía no está preparado para dar palabras a las emociones intensas, con lo
cual ese pequeño que experimenta emociones intensas, no sabe cómo
expresarlas ni cómo gestionarlas. Si para muchos adultos (PAS), disponiendo
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de un vocabulario adecuado, ya es difícil nombrar e identificar según que
emoción, imagínate ser pequeño y no poder verbalizar esa enormidad que
sientes. ¿Es tan extraño que exploten?
Creo que es de máxima importancia tener muy claro que ningún niño
tiene rabietas por gusto, por fastidiar o por manipular. Ya lo dije, es un error
proyectar nuestra experiencia vital de adulto en un ser pequeño que no ha
vivido prácticamente nada y que ni siquiera tiene un cerebro lo
suficientemente maduro como para poder entender lo que le pasa. Con este
cerebro que todavía no está capacitado o preparado para poder entender qué le
pasa, es una suerte disponer de una válvula de escape para evitar un colapso
total. Pues sí, esa válvula de escape es la rabieta, y es el llanto sin control.
Al contrario que las ideas de la educación conductista que quiere castigar
la rabieta para suprimirla como algo molesto, desde la educación respetuosa
incidentes de este tipo son una oportunidad para que el niño aumente su
sensación de seguridad, experimentando el amor incondicional de sus
educadores y creando una sólida base de conexión con ellos. Al mismo
tiempo, si los adultos practican cualidades como la empatía, la paciencia y la
tolerancia, pueden aprender y crecer como personas. Es necesario ver las
rabietas como algo positivo y no como una prueba de paciencia o de poder.
Si el niño no tiene esas rabietas para «castigarnos», si son una expresión
involuntaria que no puede controlar, que se produce por la activación de su
«válvula de escape» para evitar que la frustración, fruto de un exceso de
emoción que no sabe nombrar, le haga explotar, a lo mejor también nos
damos cuenta de que conviene ayudarle y acompañarle en lugar de rechazarle.
Esto lo digo, pero soy la primera en reconocer que esto no es fácil y quizás lo
es menos todavía si compartes el rasgo de la alta sensibilidad. Creo que, los
adultos PAS, podemos llegar a tener nuestra propia variante de la rabieta y
recuerdo muy bien cómo, especialmente cuando mis hijos aún eran pequeños
«trastos», los días después de dormir poco y con exceso de trabajo, tenía
momentos en que también sentía una necesidad incontrolable de gritar y de
dar golpes en la mesa exigiendo orden y calma. Bien podría utilizar la excusa
de que, por aquel entonces no sabía del rasgo, pero mentiría si dijera que en
ese punto de extrema saturación no me hubiera pasado lo mismo ahora. Otra
cosa es que lo hubiera entendido, y que esto hubiese sido una herramienta
para volver a calmarme más rápidamente. Con esto te quiero decir que,
mientras que estás en el proceso de ir cambiándote el chip y buscas ser esa
madre compasiva o ese padre compasivo, por favor, sé compasivo contigo
mismo también.
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Ahora, la pregunta sería, si el castigo no es la solución para acabar con ese
ataque de rabia, ¿qué podemos hacer? En primer lugar, conviene saber que la
mayoría de las rabietas son previsibles, aunque requiere que observemos al
niño para verlas venir. El niño da señales que tú, como su educador más
cercano, puedes ir detectando y con el tiempo podemos ayudarle para que él
las vaya reconociendo también. Una señal puede ser que empiece a hablar
más rápido y más alto. Quizás esté inquieto, conteste mal, deje de
concentrarse, se vaya apartando. Cada niño es diferente y tendrá su propia
manera de avisar. Él mismo, pudiendo detectar señales corporales, podría
sentir la subida de tensión por los hombros, un hormigueo por el cuero
cabelludo; en los momentos de calma después de la pérdida de control podéis
tener una conversación sobre este tema.
Pongamos por caso que no se han visto las señales y el niño ha entrado en
esa fase de sobreactivación que llamamos rabieta. Lo importante es que tú, el
adulto, tampoco pierdas el control: no le grites, no le empujes, no le rechaces.
No le riñas ni le critiques. Ni se te ocurra reírte de él; algo que también he
visto, aunque me atrevo a decir que fue por la total impotencia de la persona
que cuidaba al niño.
Considera la idea de que el pequeño está desesperado. No es nada
agradable perder el control, da igual la edad que tengas. Es más, perder el
control sobre tu persona da miedo, es como ir conduciendo un coche y que el
volante de repente deje de girar como tú quieres que gire, lo cual añade
todavía más emoción a lo que el niño ya siente y que le desborda más, con lo
cual entra en un estado de pánico. En realidad, está pidiendo ayuda, pide tu
cercanía, tu consuelo y tu amor a gritos.
Tú, quien no está en esa situación de «alarma emocional», puedes elegir
cómo respondes, y ya como estamos hablando de educación respetuosa, tienes
que respetarle. Respira y céntrate. Suelta el móvil y deja cualquier actividad
que, a lo mejor te parece más importante, y date cuenta de que lo
verdaderamente importante es tu pequeño que necesita de tu ayuda, que
necesita saber que le quieres, también cuando le pasa algo que es
desagradable. Entiendo que esto te puede ser muy difícil si eres madre o padre
PAS, ya que la rabieta probablemente te afectará y te desequilibrará. Te
cuesta acogerlo y aceptarlo. Pero el pequeño necesita tu amor y tu calma para
aprender a gestionar algo que, en este momento le viene demasiado grande.
Juegas con ventaja: al contrario que tu niña o niño, tú puedes comprender lo
que le pasa (y lo que te pasa a ti).
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Puedes intentar abrazarlo, poner tu mano en su hombro o cogerle de la
mano. Ahora, con niños AS esto no siempre es una opción adecuada, ya que
el contacto físico también produce información sensorial y emociones, y es
posible que pierda más los estribos. No insistas, pues. Date cuenta de que no
te rechaza a ti, pero no puede con su alma. Siéntate a su lado, empatiza y
observa. No le dejes solo. Piensa en lo que ha pasado antes de que perdiera el
control, qué ha visto, escuchado, sentido, vivido. Esto te puede dar una idea
de lo que ha sido el desencadenante.
Recurre a la técnica de la Comunicación No Violenta y pregúntate por las
posibles necesidades que han generado esta incontrolable emocionalidad.
Espera un rato, sigue con tu observación del peque fuera de control, empieza
a describirle tranquilamente lo que ves, lo que percibes, sin añadir juicios o
comentarios superfluos. «Te veo tan enfadado (o desesperado, triste, lloras
tanto…) ¿es porque tus amiguitos se han ido sin avisarte?». No importa si te
equivocas por el motivo; lo que cuenta es que estás allí con tu atención y tu
amor, el niño se siente acompañado y seguro, sabe que no le retiras tu amor
aunque no se esté comportando de una manera ejemplar. Nuestro amor no
debe ser una herramienta para adiestrar, debe ser la red salvavidas que aporta
seguridad.
El niño debe poder contar con nosotros en este camino que es la infancia,
en que todo le viene grande. A lo mejor no te acuerdas, pero sentir mucho sin
saber lo que sientes, sin poder identificar las emociones, da pavor y tú
también has tenido que aprender a manejar esto e incluso te puedo decir que
conozco adultos que nunca lo han aprendido del todo. Ahora tu niño te
necesita para que le ayudes a reconocer e identificar lo que siente. Castigarle
por interrumpir tu día y estropear tus expectativas de tener un hijo «bueno y
obediente» puede parecer lo más fácil (¡atención!), pero pasa factura a vuestra
relación y a la futura salud mental de tu hijo, creando un adulto ansioso e
inseguro. Te repito la pregunta: ¿es más importante cómo será tu hijo de
mayor, o qué será tu hijo de mayor?
Los niños pequeños necesitan ser acogidos y acompañados, necesitan ser
reconocidos y validados. No solamente cuando todo va viento en popa,
también y especialmente en los momentos más difíciles. El crecimiento y
desarrollo emocional de un niño es igual de importante que su crecimiento y
desarrollo físico y motriz. Que las emociones no se vean hasta que salen en
una rabieta, no quiere decir que no existan. Cuando tus hijos sean mayores no
se acordarán de lo que les dijiste, pero sí se acordarán de que les hiciste
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sentirse amados y aceptados sin tener en cuenta su estado emocional, ni sus
actos.
Lo sé, eres madre PAS o padre PAS y tienes tus límites; estás cansado, el
momento de la rabieta nunca es el oportuno (como si los hubiera) y para una
PAS siempre es difícil reaccionar adecuadamente a una sorpresa, a un cambio
de programa. Olvidar el programa previsto para poder centrarte en tu niño con
intensas necesidades emocionales requiere mucha entereza y fuerza interior.
Mi abuela decía, «el papel tiene paciencia», y tenía razón. Es fácil leer
esto, asentir con la cabeza y decidir reaccionar adecuadamente la próxima vez
que tu pequeña tenga una crisis. Ahora, te garantizo que en la mitad de los
casos no te acordarás de esto cuando ocurra; es más que probable que te
acuerdes después de la crisis y posiblemente te sientas mal por haber
reaccionado como siempre. ¡Otra vez! Date tiempo para asumir ese cambio de
paradigma en la educación, lee sobre el tema (en la bibliografía encontrarás
textos que te pueden interesar, y on line también hay mucha información
disponible) y trabaja con ello a nivel interior, reflexionando sobre las
implicaciones de una educación respetuosa, reescribiendo escenas del pasado
con las herramientas que ahora tienes. El niño necesita desarrollar su cerebro
emocional, pero tú, madre o padre, necesitas pasar por un aprendizaje de
teorías nuevas y esto también requiere tiempo. Hay que tener empatía hacia
los peques, pero también hacia uno mismo.
La compasión y el acompañamiento empático ayudarán al peque en el
buen desarrollo de su sistema neurosensorial; con 6-7 años este desarrollo
puede estar completo y tendrás un hijo o una hija con alta sensibilidad capaz
de regular sus intensas emociones. Esto es importante para todos los niños,
pero especialmente para los niños AS y la fuerte emocionalidad que
experimentan. El rasgo está ahí, no podemos cambiarlo, no podemos ser
menos emocionales o menos sensibles, pero sí podemos aprender a gestionar
mejor todo lo que nos va llegando, y cuanto antes aprenda el niño a hacerlo
—desde la premisa de que su forma de ser no es defectuosa sino maravillosa
—, mejor. Podemos hacer mucho desde la conexión, la empatía y el amor
incondicional para que nuestro hijo, el día de mañana sea un adulto que sabe
manejar y gestionar sus intensas emociones, se siente seguro de sí mismo,
confía en su intuición, no pierde los papeles en un ataque de rabia ciega, no
retrocede ante el miedo, reconoce su emocionalidad en su justa proporción,
sin llegar a sufrir ansiedad. Es, creo yo, lo que cualquier madre y padre quiere
para su hija o hijo, sea PAS o no.
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Vuelvo a preguntarme ¿dónde están todas las PAS? ¿Están sufriendo,
viven escondidas, han tirado la toalla, están todas enfermas, quizás
percibiéndose locas, desmoralizadas y tristes? Ahora me siento mucho más
tranquila sabiendo que muchas, muchísimas, están llevando una vida
totalmente normal, participando en nuestra sociedad con sus grandes alegrías
y regalos, y con sus retos, sombras y dificultades. Estas PAS saben gestionar
su rasgo y no sufren. Muchas han sabido y saben hacerlo gracias a una
educación en la que se han visto acogidas, valoradas y queridas
incondicionalmente. Estas PAS, que no se hacen visibles porque no sufren ni
se sienten defectuosas por ser sensibles, aquellas que han asumido su rasgo y
no lo ven como un problema, sino simplemente como su manera de ser, son
las personas que el mundo necesita: sensibles, empáticas, seguras de sí
mismas, con valores, con compromiso y con talentos especiales en el ámbito
social. Por eso es tan importante que eduquemos a nuestros hijos para que
puedan ser adultos como ellos. Pero como hemos visto, para llegar a ser un
adulto mentalmente equilibrado, es necesario pasar por una infancia buena y
con una educación respetuosa. Los niños que han crecido en un entorno
empático y de amor incondicional llegarán a ser adultos autónomos e
independientes, mujeres y hombres que no tienen miedo al mundo y que
saben confiar en sí mismos y en su entorno. Un niño con confianza en sí
mismo no tiene miedo de enfrentarse al mundo y querrá descubrirlo. Y
muchos niños AS, al ir creciendo, querrán contribuir a que el mundo sea un
lugar más humano.
El rasgo de la alta sensibilidad viene con todos los talentos que el niño
necesita para llegar a ser ese adulto. De nosotros, sus educadores, depende
ayudarle para que aprenda a encauzar sus diferencias y abrazarlas, a
considerarlas algo valioso, enriquecedor y necesario. La llave para
transformar las diferencias en fortalezas se llama amor incondicional.
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Anexo 1
ENCUESTAS
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74,8%). Desde el minuto en que nace, el niño empieza a recibir y
«coleccionar» información de todo tipo. Una vez que empiece a hablar y
tomar consciencia de su entorno, dándose cuenta de que es un ser autónomo
(cuando empieza a decirse «yo»), comenzará, poco a poco, a comprender
conceptos y contextos. Esto, por su característica de reflexionar y de buscar
conexiones, le llevará a conclusiones y a hacer preguntas que, como adulto, te
pueden coger de sorpresa. No todos los niños con alta sensibilidad
demuestran esta tendencia pero, como ves, siete de cada diez niños PAS sí lo
hacen. Para poner algunos ejemplos: un 53 % hace preguntas existenciales, y
un 49% hace ver a su entorno que piensa sobre la muerte, algo que suele pasar
cuando hay una defunción en la familia.
Esta tendencia a valorar, sopesar y cuestionarlo todo también se puede
manifestar como una inseguridad ante las propias capacidades (73,4 %) ya
que, si eres consciente de que existen varias posibilidades dentro de una
situación determinada, es lógico que también te des cuenta de todo que te
puede salir mal. Un paso más, ahora en combinación con una autoestima no
muy alta, sería el miedo a fallar. Aquí hay un 66%, que es un porcentaje un
poco preocupante, creo yo.
Pensar mucho, dar muchas vueltas a las cosas, buscar sentido y
comprensión respecto a lo que te pasa y lo que observas, también se puede
manifestar como un gran sentido de la justicia (63,6%), un valor importante.
Quizás es algo que se despierta en el niño en relación con un castigo que ha
recibido y ha encontrado injusto, pero muchos pequeños (y no tan pequeños)
PAS también se llegan a indignar profundamente por las injusticias ajenas.
No me extraña leer que un 60% de los niños con alta sensibilidad
demuestran tendencias perfeccionistas, ya que es una característica que
acompaña a un gran número de PAS de todas las edades. Querer hacer las
cosas bien, dar una buena impresión, ser concienzudo. En realidad también es
un valor, ¿verdad? Un valor es una cualidad, por lo tanto tener esa tendencia
es algo positivo, aunque con el peligro de que se convierta en obsesión ya que
todos sabemos que algo siempre es mejorable y, en este sentido, «la
perfección» como ideal absoluto es una ilusión. Si notas esa tendencia en tu
pequeña o pequeño, estate atento especialmente a una posible (pero frecuente)
relación entre la baja autoestima y un perfeccionismo exagerado, hasta
obsesivo.
El hecho de que un 41,9% de los niños observados tarda más en contestar
a preguntas de lo que se considera «la norma», generalmente es una
característica de la alta sensibilidad. Todos sabemos que una pregunta simple
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puede tener más posibles respuestas que una complicada. A las PAS nos
encanta machacarnos para dar la respuesta correcta, pero el problema es que
solemos encontrar más respuestas lógicas (aunque no siempre correctas en el
sentido estricto) que aquellos que no comparten el rasgo, y antes de contestar
conviene tener muy claro lo que vas a decir. Esto, evidentemente, está
relacionado con otro hecho: que a las PAS nos gusta hacerlo bien a la
primera, o sea, no equivocarnos ni cometer errores. Dar vueltas, procesar
excesivamente la información disponible, valorar todas las posibilidades, es
lógico que necesitemos (más) tiempo para pensarlo todo, ¿no? Es importante
que esto no se confunda con «ser tonto» o no haber estudiado el tema.
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Un 41,3% de nuestros pequeños no aguanta programas con violencia,
palabrotas, insultos, maltrato de todo tipo, gritos. Diría que posiblemente
depende un poco del entorno y del «tono» de la familia en que está creciendo
el niño con alta sensibilidad. Cuanta menos violencia de todo tipo haya en su
casa, más le costará aguantar este tipo de programas por el simple hecho de
que no está acostumbrado a que la gente se trate de esta manera. Todo aquello
a lo que uno no está acostumbrado, significa información nueva para
gestionar y, en el caso de una PAS reflexiva, acabará haciendo(sé) muchas
preguntas («¿Mamá, por qué la gente se pega?» «¿Por qué grita?»), o
simplemente, demostrará un fuerte deseo de apartarse del programa en
cuestión.
Existen muchas situaciones que te hacen notar que tu pequeña o pequeño
PAS piensa, piensa y piensa, sorprendiéndote con sus preguntas y
comentarios; seguramente sabrás nombrar unas cuantas más de las que hemos
visto aquí.
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Cuanto más jóvenes son aquellos que «captan» este tipo de información,
esa tristeza ajena, más se preocuparán por no entender lo que le pasa a la
persona ya que un niño pequeño no tiene la capacidad (información) que
necesita para poder comprender problemas de salud, falta de dinero, de pareja
o laborales. El joven PAS solamente nota que la otra persona no está bien,
que le pasa algo, y es más que probable que le hace sentir mal, preocupado e
inseguro (a veces hasta culpable porque puede llegar a creer que la tristeza
ajena tiene que ver con él). Creo que, como adulto, es importante proteger al
pequeño contra «la tristeza ajena» y, desde luego, no hacerle confidente de
nuestros propios problemas y preocupaciones.
Si vemos que un 62% de niños se identifica con el estado emocional
ajeno, nos podemos dar cuenta de lo permeables que son, se identifican con lo
que sienten los otros, para bien y para mal. Este porcentaje, al contrario que la
pregunta anterior en que el niño se siente afectado y puede reaccionar con
preocupación, pero también con rabietas o problemas de sueño, con hacerse
pis en la cama, tendrá reacciones empáticas como buscar la mano, arrimarse,
ofrecer dulces, dibujos o prestarle algún juguete preferido al adulto o al
compañero en que perciben algún tipo de sufrimiento. La diferencia con los
niños que se ven afectados, es que estos dan un paso más y empiezan a buscar
soluciones para ayudar y aliviar el malestar.
Un porcentaje casi igual de niños (62%) lloran con facilidad: suelen
sentirse afectados hasta llorar por cualquier cosa que les digas, sea una
corrección, una crítica, hasta una broma. Lloran si levantas la voz, lloran de
emoción al recibir un regalo añorado, si ven a un niño o un animal que sufre.
Son niños muy sensibles al estrés que, cuando se ven enfrentados a
situaciones de este tipo, no saben regular bien sus emociones (en muchos
casos porque están cerca de la saturación sensorial y/o emocional), se
bloquean y lloran. Es una reacción muy «normal» para niños con el rasgo de
la alta sensibilidad (ya ves, casi dos terceras partes de todos) y creo que, como
adultos, es prudente no reaccionar ante este tipo de desbordamiento
emocional y menos con comentarios tipo: «¡Otra vez esas lágrimas!» «¡No
llores, no pasa nada!». (Si realmente no pasara nada no lloraría), o similar.
Ningún niño llora por gusto; si llora es por algo. Si quieres, un beso sería lo
justo, o si no, esperar un ratito y luego hablar con el niño sobre sus emociones
ya que conviene que aprendan a nombrar lo que sienten.
Muchos niños sienten una conexión profunda con los animales, y en la
encuesta vemos que el 58% de ellos saben identificarse con sus mascotas y
con los animales en general. Siempre y cuando sea posible aconsejamos que
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un niño puede tener su propia mascota, no solamente para fomentar el respeto
y el amor hacia los animales, sino también para aprender cómo cuidarles, y
para tener un compañero a quien contarle todo. Es importante que un 20% de
los niños parece tener un amigo invisible (personalmente creo que este
porcentaje es mayor, pero que los adultos no conocen el secreto del niño), lo
cual demuestra la necesidad de tener «algún compañero» con quien el niño
pueda conectar íntimamente y hacerle cómplice de todo lo que siente y piensa
sin ser juzgado.
Temas como la sensibilidad hacia las necesidades ajenas (53 %) y la
facilidad con la que el niño se adapta a las necesidades de otros como amigos
y hermanos (45 %) están íntimamente relacionados, y pueden tener como
origen el deseo de paz y armonía y el rechazo al conflicto —dos
características muy importantes del rasgo—, aunque también pueden estar
relacionados con una autoestima baja y la inseguridad (miedo) de expresar los
propios deseos.
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Encuesta de alta sensibilidad en niños: los estímulos físicos
La pregunta que hicimos a los participantes es la siguiente: ¿ante cuáles de
los siguientes estímulos físicos demuestra su hija una mayor sensibilidad?
Quizás no sorprenda que la mayoría de los niños AS se siente molesta por el
ruido (73,6 %). El ruido ambiental es omnipresente y el oído es el sentido que
más sufre. Es algo a lo que no te acostumbras nunca; si a los adultos con el
rasgo de la alta sensibilidad les molesta, a los niños más, y cuanto más
pequeños, menos podrán entender el origen (o el motivo) del ruido. Ya sabes
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que cada estímulo en el fondo es información, y cada bit de información hay
que gestionarlo. Si recibimos más información de lo que podemos gestionar,
nos estresamos, nos sobreestimulamos, y esto, para un niño, equivale a perder
el control. Los niños sobreestimulados pueden demostrar un comportamiento
temporalmente muy activo (parecido a la hiperactividad), pueden echarse a
llorar sin motivo aparente, pueden bloquearse o tener síntomas fisiológicas
como vómitos, dolores de cabeza, contracturas.
Lo que sí me sorprendió fue la respuesta que viene en el segundo lugar y
con muy poca diferencia. Un 69,4% de los niños con alta sensibilidad tienen
el sentido del tacto extremamente sensible, en el sentido de que la piel no
aguanta costuras, etiquetas de la ropa, pliegues en las sábanas… Cualquier
roce en la piel les molesta hasta producir dolor, y la sensibilidad al dolor en sí
mismo ocupa el tercer lugar con un 56,3%. Es decir, más de la mitad de los
niños AS son, según la percepción de sus padres, más sensibles al dolor que
niños que no comparten el rasgo. Es posible que en este sentido exista una
combinación con el tema de sobresaltarse; si te caes te asustarás, y esto,
siendo una experiencia intensa para los pequeños con alta sensibilidad, puede
—emocionalmente— intensificar la sensación del dolor. Más adelante
veremos que casi un 60% de nuestros niños se asustan con facilidad.
También creo que, para muchos niños sensibles, existe una relación entre
la piel sensible (aunque en este caso no llegue al dolor) y el elevado
porcentaje de niños (42,8%, casi la mitad) que tienen una reacción adversa al
tocar sustancias como arena (mi hijo odiaba la playa y, casi cuatro décadas
después y viviendo al lado de una, sigue sin gustarle) y barro, y no les gusta
mojarse. Esto, en realidad es una pena, porque a todos los niños, y
especialmente a las PAS, les hace enormemente bien jugar con arena, barro y
agua. Pero la arena es abrasiva (enrojece la piel hasta el dolor), el barro
ensucia y el agua, aparte de producir una mancha en la ropa, moja, y la ropa
mojada da la desagradable sensación de frío. Como todo influye y todo está
relacionado entre sí, creo que se puede decir que en cuanto a ensuciarse y
mojarse habría que mencionar otro factor, que es el perfeccionismo.
Ya hemos visto, al referirnos al colegio, cómo se detecta la tendencia
perfeccionista en un 60% de los niños. Aparte de no querer cometer errores,
muchos niños AS no aguantan la ropa sucia (o rota), que es otra
manifestación de ese anhelo por que todo esté «perfecto». Podemos añadir
que el dolor y las manchas pueden causar preocupación. La preocupación es
una emoción negativa y las PAS de todas las edades tienen facilidad para
preocuparse por lo que sea. Todo esto la mente lo percibe como información,
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por lo cual un niño AS puede llegar a estresarse por un poco de arena en su
zapato, que le duele y le molesta. Para él es una realidad y conviene tomarlo
en serio, haciendo una parada para quitarle el zapato, sacudirlo y volver a
calzar al peque, darle un beso y seguir el camino.
En el gráfico también puedes ver que el olfato ocupa la cuarta posición
con 51,3%. Más de la mitad de los niños AS huele más intensamente, para
bien y para mal. Un olor, un aroma, es información que detectamos
directamente y, como PAS, nos percatamos antes y más intensamente. Si algo
huele mal no lo queremos cerca (incluso si son personas y los niños pueden
ser muy directos en este sentido) y si algo huele bien, no queremos
desprendernos de ello, así de simple.
Los resultados de las preguntas sobre la comida, con las cuales
buscábamos obtener información sobre el gusto, hablan por sí solos, con el
apunte de que el gusto en el sentido de «saborear algo» está estrechamente
relacionado con el olor (oler la comida) y con el tacto (sentir la textura en tu
boca).
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Por último, en la pregunta sobre luces fuertes, el porcentaje (38%) es más
o menos lo que esperábamos. Muchas PAS, sin importar la edad, estamos más
a gusto cuando la luz es filtrada, suave e indirecta. Más intensidad es más
información. En el caso de los niños pequeños, que todavía no llegan a
entender estas cosas, lo mejor que puedes hacer es tener cuidado de que no les
llegue ningún tipo de luz fuerte a los ojos.
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faltar en la educación de ningún niño, pero tanto el fomento del juego libre
como indagar en la filosofía, son temas especialmente importantes para niños
con alta sensibilidad. El talento de la reflexión nos viene regalado y con la
ayuda de los adultos, el peque PAS podrá desarrollarlo como algo
enriquecedor a nivel personal, pero también, a una edad más avanzada, como
una capacidad que contribuye a un bien mayor.
Ser emocional puede avergonzar a nuestra peque; es cierto, ya que a nadie
le gusta estallar en llanto por una «tontería» —como ver a un cachorro o a un
bebé recién nacido— y que los demás se burlen de ti. Pero tener un mundo
interior rico, con emociones que te permiten disfrutar de la belleza, de gestos
de bondad, que te mueven a ser un ser sociable y empático, ¿no es un talento?
¡Claro que sí!
Como veis, en realidad, siendo PAS, vamos colmados de talentos, de un
montón de cosas que ayudan a que el mundo sea un lugar mejor. Luego, estos
talentos generales, se convierten en talentos más individuales que, en parte,
dependen también de la genética, del contexto en que crece el niño, pero
también de su individualidad, de eso que es únicamente suyo.
Las preguntas de nuestra encuesta ofrecían una larga lista con sugerencias
y había la opción de añadir talentos que no estaban. Os confieso que al ver las
respuestas me he emocionado. Ver tanta riqueza en nuestra juventud
altamente sensible, es muy esperanzador, especialmente teniendo en cuenta
que los porcentajes probablemente serán mucho más altos, ya que un número
importante de los niños observados tienen una edad tan tierna que alguna u
otra opción sugerida todavía no es visible en su comportamiento. ¿Qué pensar
de un casi 50% a quienes les encanta ayudar? ¿O de un casi 60% que sienten
una conexión con la naturaleza? Más de la mitad de los niños PAS tiene un
pensar imaginativo (51%), tienen una fantasía fecunda, y a más de la mitad
les gusta dibujar (52%), que es una expresión de un pensar imaginativo en
combinación con la capacidad de dar forma creativa al pensamiento. La
verdad, las PAS demuestran una creatividad impresionante, de una manera o
de otra. ¡Y tantos (44%) a quienes les gusta la lectura! El sentido del humor,
el mejor sentido de todos, y desde luego el más sabio, hace la vida de muchas
pequeños PAS (44,7%) más luminosa y más alegre, ¿verdad? Con el humor y
la capacidad de reírse de uno mismo, se vence todo.
Muchos niños son empáticos (45%) en general y un 47% lo es con los
animales. ¿No es maravilloso poder leer esto? ¿No os da esperanza?
En las respuestas individuales hay muchos padres que cuentan que a sus
hijos les encanta bailar, otro dato positivo.
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Estimados padres y educadores de estos maravillosos seres pequeños
equipados con el rasgo de la alta sensibilidad, yo sé que no siempre es fácil y
se os pide mucho amor incondicional, paciencia, tiempo y dedicación, pero
entre vuestras manos tenéis diamantes en bruto. Ayudémoslos para que los
cuidados que les ofrezcamos les vayan puliendo para que, el día de mañana,
sean capaces de derrochar sus múltiples talentos para contribuir a una
sociedad más humana y más sensible.
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Encuesta de alta sensibilidad en niños: ser madre o padre de un
niño con alta sensibilidad, ¿fácil o complicado?
La pregunta que hicimos a los participantes es: ¿Qué temas encuentra
difíciles en la educación de su hija/hijo?
Educar a un niño con el rasgo de la alta sensibilidad puede tener momentos
preciosos, otros difíciles y algunos que te superan, pero siempre será
diferente. Lo será por el simple hecho de que el rasgo hace que este niño
reaccione de manera diferente, generalmente intensa y en momentos en los
que esperabas otra cosa y te da la sorpresa. Ante todo, espero que tengáis
claro que tener en tu vida a una hija o a un hijo con este rasgo —algo que ha
podido ocurrir porque uno de sus padres, o ambos, también lo tienen— es un
regalo. Todos los hijos son un regalo, pero un hijo AS quizás lo es un poco
más. ¡Nos aportan tanto!
Para muchos, el gran regalo que te hacen, es que, por el interés que pones
para entenderle mejor ¡descubres que tú también eres una PAS, una persona
con el rasgo de la alta sensibilidad! Y esto te ayudará a entenderte mejor a ti
mismo y, en muchos casos, a reconstruir tu propia infancia y adolescencia ya
que, de repente, entenderás muchas cosas sobre ti mismo. El regalo más
grande que te aportan es el del autoconocimiento en relación con el rasgo de
la alta sensibilidad. Me encanta el comentario de esta madre: «Ser mamá PAS
de un niño con AS es una experiencia intensa, pero a medida que aprendemos
juntos se vuelve más enriquecedora». Y así es.
Por características inherentes a los cuatro pilares que definen el rasgo —la
manera en que la persona percibe el entorno con esas antenas siempre activas,
su tendencia a reflexionar sobre toda la información que le llega, sus
tempestuosas emociones y su capacidad empática— tendrás un niño que
requiere mucho de ti, mucha presencia, mucha atención, mucho
entendimiento y empatía. Fíjate que, como madre o padre PAS, este niño
requiere de ti justamente aquello que tú también tienes y que te permite
entenderle mejor que nadie. A medida que tú empieces a entenderte mejor
desde la perspectiva de una PAS, te resultará más fácil entender al peque,
conectar con él y establecer ese vínculo especial, tan necesario para que pueda
crecer sintiéndose amado y seguro.
Ahora, todo esto no quiere decir que acompañar y educar a un niño con
AS siempre sea un camino de rosas sin espinas; espinas saldrán, y menos mal,
ya que educar sin desafíos puede parecer ideal, pero realista no es: para crecer
hay que salir de la zona de confort.
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Nuestra encuesta aportó datos muy esperanzadores en cuanto a la
pregunta sobre la dificultad de educar a un niño AS, ya que algo más de la
mitad (52%) contestó que para ellos, educar a un niño sensible «a veces» es
difícil, mientras que aquellos que encuentran la educación de su hijo «muy
difícil y estresante» no llega a un 20%. Me da mucha alegría ver que un 14%
dice «disfrutar a tope» y que un 7% contesta «fácil». Enhorabuena, vuestras
respuestas son muy tranquilizadoras, la verdad.
Me gustaría señalar que «una dificultad» no se refiere tanto al propio niño,
sino a situaciones que se dan, fruto de la interacción entre el niño y su
educador y el estado emocional de cada uno; cuanto más cansados, estresados
o sobreestimulados están (cada uno por su cuenta o los dos a la vez), mayor
será esa dificultad o la percepción de la misma.
Lo último lo vemos muy bien en la opción que más afirmaciones obtuvo:
un 66% dice que el carácter intenso del niño, su insistencia, presenta una
dificultad. Me puedo imaginar perfectamente situaciones en que el niño
quiere algo de ti, y no puedes atenderle debidamente por estar cansado, por
estar ocupado, por tener que conducir, por tener la cabeza en otra parte y el
peque, que percibe tu «ausencia» hace todo lo posible por captar tu atención
para asegurarse tu amor. Un ejemplo es cuando estás hablando por teléfono y
viene y te pregunta una chorrada. Os ha pasado, ¿verdad? Entonces sabéis que
responder «Ya voy» o «Déjame hablar un momentito, luego estoy contigo»
no funciona.
La segunda opción con un porcentaje elevado de contestaciones
afirmativas (51%) era «mi propia sensibilidad». La propia sensibilidad hace
que muchas veces te sientas cansado, estresado y con mecha corta. Te
esfuerzas mucho para estar presente por tu niño, pero sabes muy bien que no
te es posible estar del todo porque simplemente te faltan fuerzas y esto te
puede generar culpabilidad. Percibes por tus antenas, por tu capacidad de
captar sutilezas, que «no eres suficiente», y lidiar con esto no es fácil ya que
probablemente te genera preocupación.
Una de las madres, una PAS, comentó: «Lo que más me cuesta es la falta
de libertad para desconectar un rato en mi mundo (pintando, escribiendo,
pasando un día sin horarios) y poder dormir más».
Otra comenta: «A pesar de que sé que no tiene sentido, insisto en
preocuparme en exceso cuando no está conmigo o con su padre. Tengo miedo
a que le pase algo cuando está con sus abuelos o en la guardería».
¿Sabes qué? Haces lo que puedes, estar cansado y estresado te hace
mucho más sensible y no puedes dar lo que no tienes. Valen más cinco
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minutos de atención plena que media hora de intentos a medias. Eres humano
y llegas hasta donde llegas. Si quieres saber más sobre el estrés, la
preocupación o la culpabilidad, quizás te interese indagar más en los artículos
de mi blog con sus consejos.
Llegamos a la pregunta sobre la gestión de las rabietas. Un 38% de los
padres dice que no saben muy bien cómo actuar ante el estallido de sus hijos.
Uno de cada tres, lo cual es mucho.
Os muestro el comentario que una mamá nos ha dejado en la encuesta:
«También soy muy empática y cuando mi hija tiene una rabieta es como si la
tuviera yo; me cuesta mucho controlarme a mí misma, así que controlarla a
ella me es casi imposible. Es lo que peor llevo, porque no me gusta enfadarme
con ella, pero no puedo remediarlo». Se entiende, ¿verdad? Las dos
sobreestimuladas. Espero que ella, mientras tanto haya aprendido más sobre
el rasgo y sobre sus propios mecanismos de sobreestimulación.
Menor, pero posiblemente porque en la encuesta también participaron
madres y padres de bebés que todavía no han pisado el colegio, es el número
de los que marcan dificultades con el colegio, como la falta de comprensión
por parte de la institución (un 20%) o problemas en general (un 23%). Creo
que podemos quedarnos con que los padres de uno de cada cuatro niños no
están contentos con el colegio de su hijo, algo que puede ser preocupante.
Para terminar, os dejo un comentario más ya que hay dificultades, claro
que sí, y también las habrá con niños que no son AS, pero no podemos perder
de vista nunca la parte positiva de tener un hijo altamente sensible que nos
aporta tanto. «Descubrir que mi hija es PAS me ha dado muchas respuestas
que necesitaba porque me planteaba en muchas ocasiones qué estaba
haciendo algo mal, y ¡ni yo misma sabía el qué! Es muy duro pero gratificante
y aprendemos mucho con ella. ¡Cada día es una aventura!».
¿Qué temas encuentra difícil en la educación de su hija/hijo AS?
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En general, ¿cómo considera la educación de su hija/hijo AS?
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Encuesta de alta sensibilidad en niños: dificultades generales
La pregunta que hicimos a los participantes es: ¿en cuáles de los siguientes
puntos ha tenido, o tiene dificultades su hija/hijo?
Aparte de ofrecer la posibilidad de marcar los diferentes «problemas»
mencionados por nosotros, los participantes tenían la de añadir experiencias
individuales. Los problemas que los educadores ven como difíciles o
problemáticos en sus hijos con AS, son —con diferencia— los ataques de
rabia o rabietas (56%) y el de dormir (56,2%). Son temas amplios, abarcan
mucho. Un ataque de rabia no es lo mismo que una rabieta, y depende del
estado emocional y la experiencia educativa del observador (el educador)
cómo lo percibe.
Un 80,4% de los educadores indica que sus hijos expresan sus emociones
de manera intensa, generalmente con berrinches o rabietas. Desde la propia
experiencia como madre PAS sé que es posible percibir una rabieta causada
por, por ejemplo, la frustración, como un ataque de rabia. Creo que quizás el
verdadero problema de esta dificultad se encuentra en el hecho de que uno no
sabe qué hacer con un niño que pierde el control sobre sus emociones,
especialmente si tú, el adulto PAS, también te sobreestimulas con el llanto,
los gritos, la intensidad y la posible agresividad de tu peque. Soy la primera
en admitirlo: no es nada fácil ver cómo tu hija, de un ser dulce y apacible, de
un momento para otro se convierte en un especie de tirano en miniatura.
¿Cómo actuar? ¿Qué hacer para no perder la calma?
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En cuanto a los desencadenantes de las rabietas, el motivo más recurrente
es la frustración, un verdadero problema en los niños de nuestros tiempos, en
los que aprenden muchas cosas, pero no siempre algo tan esencial como, por
ejemplo, aceptar un simple «no» sin protestar, o saber tener paciencia y
esperar. Te puede pasar que, como educador con el mismo rasgo de tu hija,
por estar cansado, estresado o sobreactivado, o por la ansiedad que la rabieta
te genera, te cuesta imponerte, y marcar y mantener límites, con lo cual
entráis en un bucle negativo.
El tema del sueño es todavía más complejo. Casi un 42% dice que a su
hijo le cuesta «soltar» el día y conciliar el sueño. Un 31,5% de los peques
suele despertarse varias veces por la noche; un 23% se despierta (muy)
temprano; un 6,5% dice ver «espíritus»; un 45,4% teme la oscuridad; casi la
mitad no quiere estar solo (46,7%); muchos sufren pesadillas (30,2%) y a algo
más que un cuarto de los niños (28,9%) les cuesta despedirse de los padres.
Es un hecho que muchísimas personitas con alta sensibilidad tienen
problemas con los tránsitos —cambiar de un estado a otro— y no hay otro
tránsito más intenso y hasta dramático que el momento de cambiar el día, con
todas sus actividades y compañía, por la calma, la tranquilidad y la soledad de
la noche. Es un cambio del día a la noche —literalmente— o de la luz a la
oscuridad. El tipo de dificultad que presenta tu niña a la hora de dormir
depende un poco de su forma de ser en general, pero muchos de los
problemas suelen desaparecer o disminuir con algún ritual para acompañar
este tránsito (un 25% de los educadores indica que su hijo necesita un ritual
exacto para ir a la cama). Puede empezar una hora o dos antes de irse a la
cama (nunca cuando ya está acostado, porque puede causar un exceso de
preocupación en la peque), con una conversación para repasar el día, siempre
terminando con la pregunta: ¿qué es lo que más te ha gustado del día de hoy?
Digerir el día de esta manera le ayudará a colocar, a gestionar, el exceso de
información que todavía quedaba en el aire y que, si no es revisada antes, le
puede mantener despierta y preocupada durante horas.
También vemos, y no sorprende, que el colegio es una fuente importante
de dificultades (41,3%), y aquí también existe una serie de puntos conflictivos
comunes como pueden ser: un preocupante miedo a fallar (43,7%), el maestro
no entiende al niño (31,4%), pensar demasiado antes de contestar con lo cual
el maestro/la maestra excluye al niño o le trata como si fuera tonto,
desconocimiento y no aceptación del rasgo en el cole, aburrirse en clase
(29,3%), al niño no le interesan los contenidos ofrecidos (22%), la
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incapacidad de poder conectar con compañeros (18%), no tener ganas de ir al
cole (38%) y no querer despedirse de los padres.
También son recurrentes dificultades como la incapacidad del niño de
adaptarse al grupo y de ser aceptado, la concentración en las horas lectivas y
la sobreestimulación en general, pero especialmente en el patio durante el
recreo. El bullying, según los educadores, llega a ser un problema para el
13,7% de los niños con alta sensibilidad. Un porcentaje que no deja de
asustar. Casi un 10% de los padres dice que en el cole de su niño piensan que
este sufre TDAH y un 3,4% nos hace saber que en el cole de su pequeño los
profes piensan que el peque está en el espectro autista.
No todos los niños con alta sensibilidad son fáciles y flexibles a la hora de
jugar con sus amigos: un 34% indica que su hijo experimenta dificultades en
este terreno. Tenemos pequeños PAS que son un tanto mandones (24,6%) y
solo quieren jugar a su manera; otros que se adaptan a lo que los demás
quieren (27,8%); niños que no saben perder; niños que lloran con facilidad
(17,6%); y niños que simplemente se niegan a jugar con otros. La mayoría no
aguanta juegos violentos o con ruido y mientras algunos brillan en juegos de
equipo, no pocos en seguida se ponen muy nerviosos cuando tienen que
«controlar» todo lo que pasa alrededor por recibir más información de la que
pueden gestionar. La mayoría de nuestros nenes prefiere tener un solo amigo
o una sola amiga (94%) frente a un grupo de amigos. Si ese amiguito rompe o
afloja la amistad, nuestro pequeño lo puede vivir como un auténtico drama y
le costará regular la intensidad de sus emociones y sensaciones por sentirse
traicionado (18,2%).
La relación entre hermanos también puede ser difícil (lo es para un 21%)
y dar lugar a una necesidad de acaparar la máxima atención de los padres, por
ejemplo. Puede haber envidia y competencia.
Comer y la comida es otro tema que causa preocupación a los padres
(33,3%), e igual que lo que hemos visto al hablar de dormir y del colegio,
pueden ser muchos los factores que causan problemas como, no querer
comida caliente (38%), no querer comida nueva (37%), no querer que se le
mezcle la comida (34%), no querer comer verdura (30%) o carne (17%), no
querer comer algo por la textura (29%), el sabor (27%), porque hay «trozos»
(16%), por la cantidad, o no querer comer fuera de casa (el comedor del cole
es un problema para muchos).
Luego veremos temas como: tardar mucho en empezar a comer o en
vaciar el plato, no querer comer solo, devolver lo ingerido y niños a los que
les cuesta el tránsito del pecho a la comida sólida. Aquí también vemos que el
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problema depende un poco de cómo es la forma de ser del niño, de su
temperamento, pero de la misma manera puede depender de la atmósfera, el
ambiente alrededor de la mesa, el grado de calma y de respeto, el nivel de
ajetreo o prisas antes de empezar a comer o durante la misma comida, o el
tono de las conversaciones y el estado emocional de los comensales.
Saber acompañar, acoger y escuchar al pequeño sensible en todas estas
situaciones que le producen estrés o malestar, reconocer sus miedos y
preocupaciones, es esencial para el buen desarrollo emocional del niño.
Requiere atención, dedicación, tiempo y, sobre todo, calma y amor.
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Confieso que es una de las preguntas que más me gustan. Quienes me
conocen un poco saben que una de las cosas que suelo repetir es: solamente
podemos llegar a conocernos a través de la otra persona. Esto lo vemos
reflejado en las opciones y respuestas de esta pregunta, ya que las
«situaciones sociales» implican la relación con otros. Evidentemente, estamos
hablando de niños, pero las situaciones que se ponen como opciones para
contestar son puntos que cada PAS adulto (padre, madre, educador…)
conocerá desde su propia experiencia.
Hay varias cosas que me llaman la atención: en primer lugar vemos una
afirmación de algo de lo que venimos hablando, esa característica de pause
and check (parar y evaluar) que es tan típica de las PAS y tan visible en las de
temperamento introvertido. Un 73,9% ha contestado de manera afirmativa a
la opción de necesitar tiempo antes de poder conectar con invitados. Está
claro, un invitado es alguien nuevo que entra en el espacio conocido que es tu
casa, lo que conlleva una avalancha de información nueva desde el punto de
vista sensorial (género, estatura, ropa, olor, tono de voz), pero también en
cuanto a sutilezas (estado emocional, estado de salud, las energías que trae).
Todos estos estímulos necesitan ser recibidos y gestionados por nuestro
peque. Cuanto más joven, más tiempo va a necesitar, no solo porque todavía
le falta la información necesaria para comprender y contextualizar lo que va
percibiendo, sino también porque aún no ha adquirido las habilidades sociales
para disimular este proceso de integración de información.
Este punto está relacionado con otro, en el que vemos que un 33% de los
niños PAS incluso necesitan tiempo para reconectar con los abuelos, aunque
me imagino que esto no es así cuando existe un contacto habitual. A veces a
los abuelos les resulta difícil comprender que el niño se resista a ser abrazado
y achuchado nada más entrar en casa, o que no salga corriendo hacia ellos de
manera espontánea (como se suele ver en las películas o en la publicidad).
Espero que les pueda tranquilizar este párrafo, al darse cuenta de que la
tardanza en volver a conectar no es por falta de amor ni de respeto, es el
resultado de la característica de «parar y evaluar». Y, ¡atención! Es muy
importante no forzar al niño y darle ese ratito.
El segundo tema que me llama la atención de esta pregunta, también tiene
que ver con algo que ya mencionamos antes, y aquí se confirma: las dos
corrientes de, por un lado, las PAS introvertidas, y las extrovertidas por otro.
Vemos que un 70,2% dice sentirse abrumado en grupos grandes, mientras que
a un 26% les encanta ser el centro de atención, aunque les agota.
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Según Elaine Aron un 70% de las personas con alta sensibilidad (o
sensibilidad al procesamiento sensorial, SPS) es introvertido, mientras que el
30% restante es extrovertido. Es evidente que estos porcentajes son una
aproximación, pero coinciden perfectamente con el hecho de que para una
PAS con un carácter introvertido (a veces hasta se confunde con la timidez)
los grandes grupos son abrumadores porque el exceso de información le irá
saturando muy rápidamente, mientras que la PAS extrovertida se suele sentir
muy bien en grandes grupos y mejor todavía si ella es el centro de atención,
pero a la larga también se satura más intensamente que la introvertida y
generalmente necesita más tiempo para volver a calmarse. No sé si es cierto,
pero tengo la sensación de que puede ser porque la PAS extrovertida también
«emite su energía» aparte de recibir mucha información (su atención está
enfocada en sí misma y también en su entorno), mientras que la PAS
introvertida no suele «emitir», solamente recibe (su atención está enfocada en
el entorno y en cómo le afecta emocionalmente).
Solamente un 56% dice sentirse molesto al ser observado mientras que
realiza un trabajo. El porcentaje puede sorprender ya que, en realidad, tendría
que ser cerca de un 70% para coincidir con el porcentaje de las PAS
introvertidas. Pero es verdad que solamente puedes sentirte mal al ser
observado si tienes consciencia de ti mismo, cuando te das cuenta de que eres
diferente y único, lo cual es algo que los más pequeños todavía no hacen.
Un 38% de los niños retratados en nuestra encuesta tiene menos de 4 años y
es alrededor de los 3 cuando el niño empieza a darse cuenta de que él o ella es
una individualidad distinta.
De la misma manera un niño muy pequeño, un bebé que todavía no se
identifica con su «yo», no ve ningún problema en ser el centro de atención,
mientras que el niño, a partir de que empieza a sentir su «yo», y ha despertado
en él la realización de que es un ser separado, de repente puede sentirse muy
incómodo cuando toda la atención se centra en él (45,2%). A lo mejor has
escuchado alguna vez frases tipo: «De repente mi hija se ha vuelto tímida».
Tiene que ver con el despertar del «yo».
Volvemos a los cuatro pilares, en este caso a la «S» de «sutilezas». Un
37,7% de los niños tiene, según sus educadores, la capacidad de detectar un
comportamiento falso. Creo que, para no dañar la intuición del pequeño
personaje, es importante respetar estas observaciones y no ningunearlas.
La autoestima es un tema de peso para muchas personas con alta
sensibilidad, y una autoestima sana se fomenta en la infancia. Cuando leo que
un 25% de los niños se siente incómodo al recibir atención positiva, creo que
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debe tratarse de aquellos con 5 o 6 años, ya conscientes de su forma de ser un
poco diferente, que han recibido críticas y juicios negativos por su
comportamiento distinto, y cada vez están más incómodos por ser como son.
Es decir, su autoestima ha empezado a sufrir y se ven defectuosos. ¿Cómo vas
a recibir un piropo o un cumplido si en otros momentos te critican por ser
sensible, por ser un bonachón, por llorar, por saturarte y tener rabietas, y la
imagen de ti mismo se corresponde con la idea de ser un niño defectuoso?
Estos piropos o críticas positivas te crearán mucha confusión interior y la
sensación de no saber cómo interpretar el mensaje.
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percibe o ha visto en su hija/o?
Sabemos, por las investigaciones de la doctora Elaine Aron y otras como la
del doctor Steve Suomi con sus macacos, y las investigaciones sobre el
comportamiento de las percas sol, que una característica importante del rasgo
de la alta sensibilidad es la de dedicar un espacio de tiempo para registrar toda
la información que aporta una nueva situación y gestionarla, para sopesar y
valorar los posibles riesgos e implicaciones que esta conlleva en un contexto
más amplio. Solamente entonces, cuando la PAS haya reunido todos los
datos, se sentirá preparada para entregarse a una situación, o no. Este sopesar
y calcular los riesgos, al que Elaine Aron ha dado el nombre de «sistema de
pause and check» (parar y evaluar), se manifiesta tanto en las PAS
introvertidas como en las extrovertidas, aunque no suele funcionar de la
misma manera en unas y en otras. Las introvertidas suelen necesitar más
tiempo en el momento mismo, o sea, al verse confrontadas con la situación
que requiere ser valorada, mientras que las PAS extrovertidas, cuyo tiempo de
«parar y evaluar» antes de lanzarse generalmente es más reducido, suelen
haber hecho los deberes de antemano, habiendo dedicado tiempo investigando
(valorando) para estar preparadas en el momento en que toca tomar la
decisión. En este sentido puede pasar que las extrovertidas parecen ser más
impulsivas, aunque en realidad no lo son y vienen, digamos, con el trabajo
hecho. O sea, el modus operandi de cada grupo es un poco diferente, pero
ambos se toman su tiempo para sopesar y evaluar las consecuencias y
posibles riesgos de sus actos.
Cada situación nueva conlleva información nueva que necesita ser
gestionada e integrada. Un 76,2% de los educadores ha observado que sus
hijas e hijos, antes de tomar una decisión, necesitan su tiempo para recibir,
ordenar y sopesar los estímulos nuevos. Las PAS, como hemos visto, no se
lanzan impulsivamente, o sea, según la encuesta más de tres cuartos de los
niños PAS demuestran esta característica de pause and check, y parece ser
que incluso una pequeña parte de los extrovertidos dudan un poco antes de
tirarse a la piscina. (Partimos de la premisa de que un 70% de las PAS es
introvertido, teniendo el restante 30% un temperamento más bien
extrovertido).
Una tercera parte de los niños (66%) de nuestra investigación se muestra
afectada por cambios importantes en su vida, y un porcentaje similar
demuestra reacciones intensas ante actividades o acontecimientos puntuales
que requieren la asimilación de mucha información nueva a la vez. Ejemplos
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típicos son una mudanza, un cambio de colegio, el divorcio o la separación de
los padres, una muerte en la familia, pero también temas aparentemente más
fáciles de llevar, como puede ser una excursión del colegio, un evento
deportivo, el rechazo de una amiga o un amigo, una visita en casa…
Cualquier acontecimiento que no forme parte de la rutina establecida, puede
provocar intensas reacciones emocionales en nuestro o nuestra peque.
Reacciones emocionales que pueden ser expresadas como rabietas, la
negación de comer, llanto, hacerse pis en la cama, dolor de barriga o de
cabeza, fiebre, retirarse y quedarse callado o lo contrario, demostrar una
actividad extrema y no habitual. Te puede parecer una reacción exagerada,
pero para el niño es real y su malestar no es teatro. Es importante darte cuenta
de la sensibilidad de cara a cambios externos de tu hija o hijo, y prepararle
con cariño y con tiempo para lo que va a pasar evitándole sorpresas. Si notas
cambios en el comportamiento de tu niña o niño, antes de llamarle la atención
o tacharle de exagerado o histérico y decirle que no es para tanto, pregúntate
si se trata de una reacción a algo que le ha pasado y que no ha podido
gestionar bien a nivel interior.
Otro asunto con puntuación alta es el de asustarse con facilidad de
acontecimientos inesperados. Más de la mitad de los niños con alta
sensibilidad se asusta por lo inesperado (un 59,3%), y entiendo que aquí
también nos referimos a sobresaltarse a causa de, por ejemplo, un globo que
explota, un portazo o un frenazo de un coche. O incluso algo como aquel niño
que, por primera vez en su vida, ve el mar y no sabe si reírse, saltar, llorar,
gritar…
El descontrol emocional que genera el susto o el sobresalto generalmente
se exterioriza en forma de llanto. Cuanto más estresado esté nuestro niño, más
intensa será su reacción. Si eres padre o madre PAS del niño que acaba de
reaccionar de esta manera, tú a lo mejor también te has asustado. En este caso
te puede ser difícil reaccionar adecuadamente y con la empatía necesaria.
Recuerdo bastantes veces en que yo, madre PAS con dos hijos AS, en lugar
de acogerles y hacerles entender que entendía su susto, me puse a gritarles sin
más. Entonces todavía no conocía el rasgo y mis gritos eran más bien el
resultado de mi propio susto. Tú, que lees esto, tienes la ventaja de poder
entenderte y de poder entender a tu niña o a tu niño.
Como ya sabes, el cuarto pilar del rasgo, la «S», representa la sensibilidad
sensorial ante las sutilezas. En nuestra encuesta el porcentaje de niños que
demuestra sensibilidad a detalles como los cambios físicos en una persona,
por ejemplo, un corte de pelo, un cambio de color del mismo, no sentirse
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bien, estar cansada, etcétera (56,9%) o los cambios en lugares (41,7%) puede
parecer bajo, pero es porque los niños más pequeños que también participaron
en esta encuesta, todavía no tienen la capacidad de expresar lo que ven de
modo que los padres no tienen constancia de lo que ellos van percibiendo.
Esto no quiere decir que no estén registrando cambios de este tipo; nuestros
pequeños PAS perciben muchísimo más de lo que pensamos.
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Anexo 2
ESQUEMA
Características, luces sombras y estrategias
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estrés
Extroversión Conexión social, alto grado Dar demasiado de sí, no Aprender a escuchar
de participación conocer bien el mejor las señales del
propio límite del cuerpo
agotamiento intenso
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Anexo 3
TESTS
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
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16. Prefiere juegos tranquilos o estar con un libro
P.D.: Existe una variante de niño extrovertido: niño inquieto, alborotado, muy
social, sociable y participativo, encantado de ser el centro de atención. Le
cuesta conocer los límites de su energía: suele derrochar sus fuerzas, hasta
sobreactivarse y luego «colapsar» por agotamiento, y volver a empezar el
proceso.
El test, tal como aparece aquí, está basado en el test clásico creado por
Elaine Aron y publicado en su libro El don de la alta sensibilidad en la
infancia. Algunos de los puntos, sin embargo, los he añadido yo utilizando mi
propia experiencia.
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1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
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26. Te cuesta relajarte cuando tienes tareas pendientes
Página 213
53. Si te falta el contacto con la naturaleza y los animales, te
sientes vacío
Suma tus puntos…
Entre 560 y 360: te puedes considerar una persona altamente sensible. Cuanto más alta sea tu
puntuación, más tendrás la sensibilidad a flor de piel. Si ser altamente sensible te complica la vida, te
impide llevar la existencia que te gustaría llevar, te aconsejo estudiar con atención el rasgo, considerar
participar en los encuentros de personas altamente sensibles y hacer unas sesiones de coaching.
Entre 360 y 250: hay una gran probabilidad de que seas una persona altamente sensible. Es posible que
en el pasado hayas tenido algunos problemas, te los hayas trabajado y hayas conseguido ya encauzarlos.
Si sigue habiendo aspectos de la personalidad que te gustaría trabajar, convirtiendo algo que te moleste
en algo que te aporte, puede ser una muy buena idea participar en grupos PAS, o hacer unas sesiones de
coaching. Estudiar diferentes publicaciones sobre el tema siempre es aconsejable.
Menos de 250: la probabilidad de que seas una persona altamente sensible no es muy grande. Aun así,
si hay problemas en los que te ves reflejado y que te molestan, está claro que tienes una sensibilidad
elevada, más bien selectiva. A veces es posible trabajarla, a veces no.
Independientemente de la puntuación que hayas sacado, no existe un test tan preciso como para que
debas basar tu vida en él. Siempre es una simple orientación y conviene acudir a un profesional que
entienda del tema.
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Bibliografía
Libros:
Página 215
HEYDEBRAND, Carolina Von, La niñez, Antroposófica, Buenos Aires,
2002.
KLÜNGELEN, H. Von et al., Caminando hacia el futuro, Rudolf Steiner,
Madrid, 2019.
KOHN, Alfie, Crianza incondicional, Crianza Natural, Barcelona, 2012.
MOYA ALBIOL, Luis, La empatía, Plataforma, Barcelona, 2018.
ROSENBERG, Marshall, La comunicación no violenta, Acanto, Barcelona,
2017.
SCHOOREL, Edmond, Beeldscherm beelden, Christofoor, Zeist, 2015.
STEINER, Rudolf, Pedagogía Waldorf, Rudolf Steiner, Madrid, 1989.
TORRE, Pilar de la, Fundamentos y prácticas de comunicación no
violenta, Arpa, Barcelona, 2018.
ZEFF, Ted, Raise an emotional healthy boy, Prana Publishing,
Queensland, 2013.
ZEGERS DE BEIJL, Karina, Personas altamente sensibles, La Esfera de los
libros, Madrid, 2016.
—, Karina, La alta sensibilidad, vivir desde el corazón, autopublicado en
Amazon, 2012.
Webs de interés:
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KARINA ZEGERS DE BEIJL (Ámsterdam, 1952). Asiste a una escuela
Waldorf y cursa Filología Española en la Universidad de su ciudad natal.
Traductora literaria e intérprete de varios idiomas durante treinta y siete años,
en 1990 se afinca en Mallorca. En 2004 descubre que es PAS y amplía
estudios especialmente enfocados al autoconocimiento, tales como Coach
Personal, Técnicas de Comunicación, Mediación de Conflictos,
profundizando en la obra de la doctora Elaine Aron.
En la actualidad imparte sesiones de coaching, talleres, encuentros y
conferencias, y lleva un blog muy visitado. En 2012 funda la Asociación
Nacional de Personas Altamente Sensibles (APAS) y autopublica con éxito su
primer libro: La alta sensibilidad. Vivir desde el corazón.
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