661-Texto Del Artã Culo-1209-1-10-20210712
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3]
E
ADALBERT STIFTER notable éxito a mediados
del siglo XIX, que había
subrayado la trivialidad
de sus escritos. La virulen-
cia de las críticas fue con-
testada por Stifter con la
serena y edificante refle-
xión que anida en estas
breves páginas. La edición
canónica de las obras de
n una ocasión se me hizo notar que pequeño, mostraré al respecto en adelante mis pun- Stifter es Gesammelte
Werke in zehn Bünden,
sólo me ocupo de lo pequeño y que tos de vista, que probablemente divergen de los de hrsg. von K. Steffen,
mis personajes son siempre gente muchas otras personas. El flujo del aire, el ondular Birkhauser Verlag, Basel
& Stuttgart, Band 4,
corriente. Si esto es cierto, debo del agua, el crecimiento del grano, las olas del mar, Bunte Steine (1963).
decir que puedo ofrecer algo todavía el verdor de la tierra, el brillo del cielo, el centelleo
más pequeño e insignificante a los lectores, a saber, de las estrellas, todo ello lo considero yo grande; la
toda clase de entretenimientos para corazones jóve- tormenta que crece espléndida, el rayo que hiende
nes. No debería predicarse en ellos la virtud y la casas, la tempestad que conduce el oleaje, la monta-
moralidad, como es costumbre, sino que deberían ña que vomita fuego, el terremoto que entierra paí-
tener efecto tan sólo por lo que son. Si algo noble y ses enteros, todo ello lo considero yo menor que los
característico hay en mí, eso estará por sí mismo en fenómenos previos, pues no son sino efectos de
mis textos; si, por el contrario, no se encuentran en leyes mucho mayores. Aunque estos fenómenos
mi alma esas facultades, trataré en vano de repre- aparecen en sitios aislados, son resultado de causas
sentar lo alto y la belleza, y brillará por doquier lo unilaterales. La fuerza que hier ve la leche en el
bajo y lo innoble. Nunca he pensado en mis escritos puchero de una pobre mujer es la misma que alza la
con el objetivo de dar forma a lo grande o a lo peque- lava en un volcán y la lleva a fluir laderas abajo. Esos
ño, sino que me he dejado llevar por leyes comple- fenómenos sólo son más evidentes y captan la mira-
tamente diferentes. El arte es para mí algo tan alto y da del ignorante y del despistado, mientras que los
elevado, es para mí, como ya he dicho en otro lugar, procesos mentales del verdadero obser vador tien-
lo más alto después de la religión que hay sobre la den principalmente al todo y a lo general y pueden
tierra, que jamás he tenido mis textos por textos reconocer la magnificencia únicamente en ellos, ya
poéticos, ni aspiraría jamás a juzgarlos así. Lo cierto que ellos solos sostienen el mundo. Los detalles des-
es que hay muy pocos poetas en el mundo; ellos son aparecen y en poco tiempo sus efectos apenas pue-
los sumos sacerdotes, los benefactores del género den reconocerse. Permítasenos aclarar lo dicho con
humano; sin embargo, hay entre ellos demasiados un ejemplo. Si durante años un hombre obser vara
falsos profetas. Aunque no todas las expresiones una aguja magnética, cuyo final siempre señalara
pueden ser poesía, pueden ser aún algo más, algo a hacia el norte, día tras día, en momentos fijos, y
lo que no desasiste por completo el derecho de exis- escribiera en un libro los cambios —esto es, cómo la
tir. Proporcionar una hora alegre a amigos agrada- aguja señala el norte ahora más claramente, ahora
bles, enviar un saludo a todos esos amigos, conoci- menos—, es probable que una persona ignorante
dos y desconocidos, y contribuir con un grano de considerara esa actividad algo insignificante y frívo-
bien al edificio del Eterno. Ésa era la intención de lo; pero cuán respetable se vuelve esta pequeña
mis textos, y ése seguirá siendo mi empeño. Sería acción y cuán admirable se antoja esa frivolidad si
muy feliz con la sola certeza de haber alcanzado este advertimos que, en realidad, esas obser vaciones se
propósito. Ya que hablamos de lo grande y de lo realizan en todo el mundo y que de su compilación
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Estudios Culturales 5]
el verdadero obser vador, advirtiendo cuán violentos dencia pierden primero su moderación. Persiguen
y horribles pueden ser, aparta su mirada con dis- después lo particular, y se arrojan sobre lo limitado
gusto y los obser va como algo menor, como algo e insignificante, priman lo contingente sobre lo
indigno de un hombre. Tan grande es el poder de general; buscan entonces el placer y la sensualidad,
esta ley de la justicia y la moralidad que allí donde la satisfacción del odio y la envidia hacia sus veci-
ha sido socavada, siempre, en última instancia, ha nos; su arte representa lo unilateral, lo que resulta
resurgido de la lucha victoriosa y glorificada. De válido tan sólo desde un punto de vista, lo efímero,
hecho, incluso cuando individuos o generaciones lo inconsistente, lo azaroso y, finalmente, lo sensual,
enteras han perdido la justicia y la moralidad, no lo excitante, para terminar en la inmoralidad y el
sentimos que han sido derrotadas, sentimos que vicio; la verdadera religión interior degenera en una
han triunfado; la exultación y el placer se confunden mera formalidad o en un opulento fanatismo, la dis-
con nuestra compasión; pues el todo permanece tinción entre el bien y el mal se pierde, el individuo
más alto que las partes, porque el bien es mayor que desprecia la totalidad y persigue su placer y su des-
la muerte; entonces decimos sentir la condición de trucción, y la nación se convierte así en presa de su
lo trágico y somos alzados, temblando, hacia el puro desarraigo interior o de un enemigo externo, más
éter de la ley moral. Cuando vemos a la humanidad salvaje pero más poderoso.
aproximándose a un objetivo grandioso y eterno, Con este prólogo he ido más lejos en mis perspec-
como una corriente plateada y tranquila, sentimos tivas sobre lo grande y lo pequeño, hasta el punto de
entonces lo sublime, lo épico preferentemente. Pero que podría sentirme autorizado a decir que he pro-
aun considerando el modo tan poderoso y extraordi- curado recoger muchos casos ejemplares en la his-
nario como lo trágico y lo épico pueden afectarnos, toria del género humano, reuniendo los detalles de
aun considerando su magnífica incidencia como un estos casos en un esfuerzo creativo. Pero mis puntos
resorte para el arte, sin embargo es principalmente de vista y mis experiencias, tal como se han des-
en lo ordinario, en lo diario, en las acciones recu- arrollado en estos últimos años, me han enseñado a
rrentes de la gente donde la ley recae con mayor fir- desconfiar de mis facultades, de modo que este
meza como un centro de gravedad, pues son esas esfuerzo bien podría quedar yermo hasta que mis
acciones lo que permanece, lo constitutivo, como si relatos hayan sido revisados o simplemente destrui-
fuesen los millones de raicillas del árbol de la vida. dos como insignificantes.
Como sucede en la naturaleza, donde las leyes gene- Sin embargo, aquellos que me han acompañado a
rales operan silenciosa e incesantemente y lo visible través de este prólogo, que no se dirige en modo
es tan sólo una expresión individual de éstas, así alguno al público joven, no menospreciarán disfru-
sucede con la ley moral, que sigilosamente anima el tar de mis modestas capacidades y repasar conmigo
alma hacia una comunión final de los hombres con las inofensivas cuestiones que siguen.
los hombres, de tal modo que los milagros de cada
instante son sólo las pequeñas señales de esta fuer- En Heriste, 1852.
za general. Así, esa ley es la ley que sostiene a la
humanidad, así como la ley de la naturaleza es la ley
que sostiene al mundo. T RADUCCIÓN
Igual que en la historia de la naturaleza las actitu- Alejandro Martínez Rodríguez
des hacia la grandeza han cambiado continuamente,
ocurre en la historia moral de la humanidad. Al prin-
cipio, las personas se veían atraídas por lo próximo
y lo accesible; se ensalzaban la fuerza física y las vic-
torias en combate; aparecieron después la valentía y
el coraje militar, con objeto de despertar y animar
sentimientos violentos y pasiones hostiles hacia gru-
pos enemigos; entonces la autoridad tribal y familiar
fue loada, al tiempo que la belleza y el amor, así
como la amistad y el sacrifico; pero entonces se fijó
la vista en algo más grande: todos los grupos huma-
nos y relaciones se ordenaron, el derecho del todo
fue vinculado al de las partes, y la generosidad hacia
el enemigo y la represión de las pasiones propias en
aras de la justicia fueron sacralizadas, e incluso la
moderación fue vista por los ancianos como la virtud
primordial, y al cabo, un vínculo que abarcase a
todos los pueblos fue imaginado como algo desea-
ble, un vínculo que intercambiase los dones de un
pueblo con los de otro, que promoviese la ciencia,
revelando sus tesoros a todo el mundo, y un vínculo
que en el arte y en la religión simplemente se dirige
a lo más alto y celestial.
Igual que en el ascenso del género humano, ocu-
rre también con su descenso. Los pueblos en deca-
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