661-Texto Del Artã Culo-1209-1-10-20210712

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3]

Adalbert Stifter escribió

Prólogo a Piedras de colores este prólogo (Vorrede)


para responder a las críti-
cas de Friedrich Hebbel,
dramaturgo alemán de

E
ADALBERT STIFTER notable éxito a mediados
del siglo XIX, que había
subrayado la trivialidad
de sus escritos. La virulen-
cia de las críticas fue con-
testada por Stifter con la
serena y edificante refle-
xión que anida en estas
breves páginas. La edición
canónica de las obras de
n una ocasión se me hizo notar que pequeño, mostraré al respecto en adelante mis pun- Stifter es Gesammelte
Werke in zehn Bünden,
sólo me ocupo de lo pequeño y que tos de vista, que probablemente divergen de los de hrsg. von K. Steffen,
mis personajes son siempre gente muchas otras personas. El flujo del aire, el ondular Birkhauser Verlag, Basel
& Stuttgart, Band 4,
corriente. Si esto es cierto, debo del agua, el crecimiento del grano, las olas del mar, Bunte Steine (1963).
decir que puedo ofrecer algo todavía el verdor de la tierra, el brillo del cielo, el centelleo
más pequeño e insignificante a los lectores, a saber, de las estrellas, todo ello lo considero yo grande; la
toda clase de entretenimientos para corazones jóve- tormenta que crece espléndida, el rayo que hiende
nes. No debería predicarse en ellos la virtud y la casas, la tempestad que conduce el oleaje, la monta-
moralidad, como es costumbre, sino que deberían ña que vomita fuego, el terremoto que entierra paí-
tener efecto tan sólo por lo que son. Si algo noble y ses enteros, todo ello lo considero yo menor que los
característico hay en mí, eso estará por sí mismo en fenómenos previos, pues no son sino efectos de
mis textos; si, por el contrario, no se encuentran en leyes mucho mayores. Aunque estos fenómenos
mi alma esas facultades, trataré en vano de repre- aparecen en sitios aislados, son resultado de causas
sentar lo alto y la belleza, y brillará por doquier lo unilaterales. La fuerza que hier ve la leche en el
bajo y lo innoble. Nunca he pensado en mis escritos puchero de una pobre mujer es la misma que alza la
con el objetivo de dar forma a lo grande o a lo peque- lava en un volcán y la lleva a fluir laderas abajo. Esos
ño, sino que me he dejado llevar por leyes comple- fenómenos sólo son más evidentes y captan la mira-
tamente diferentes. El arte es para mí algo tan alto y da del ignorante y del despistado, mientras que los
elevado, es para mí, como ya he dicho en otro lugar, procesos mentales del verdadero obser vador tien-
lo más alto después de la religión que hay sobre la den principalmente al todo y a lo general y pueden
tierra, que jamás he tenido mis textos por textos reconocer la magnificencia únicamente en ellos, ya
poéticos, ni aspiraría jamás a juzgarlos así. Lo cierto que ellos solos sostienen el mundo. Los detalles des-
es que hay muy pocos poetas en el mundo; ellos son aparecen y en poco tiempo sus efectos apenas pue-
los sumos sacerdotes, los benefactores del género den reconocerse. Permítasenos aclarar lo dicho con
humano; sin embargo, hay entre ellos demasiados un ejemplo. Si durante años un hombre obser vara
falsos profetas. Aunque no todas las expresiones una aguja magnética, cuyo final siempre señalara
pueden ser poesía, pueden ser aún algo más, algo a hacia el norte, día tras día, en momentos fijos, y
lo que no desasiste por completo el derecho de exis- escribiera en un libro los cambios —esto es, cómo la
tir. Proporcionar una hora alegre a amigos agrada- aguja señala el norte ahora más claramente, ahora
bles, enviar un saludo a todos esos amigos, conoci- menos—, es probable que una persona ignorante
dos y desconocidos, y contribuir con un grano de considerara esa actividad algo insignificante y frívo-
bien al edificio del Eterno. Ésa era la intención de lo; pero cuán respetable se vuelve esta pequeña
mis textos, y ése seguirá siendo mi empeño. Sería acción y cuán admirable se antoja esa frivolidad si
muy feliz con la sola certeza de haber alcanzado este advertimos que, en realidad, esas obser vaciones se
propósito. Ya que hablamos de lo grande y de lo realizan en todo el mundo y que de su compilación
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[4 Prólogo a Piedras de colores

Ha habido momentos en el género


resulta evidente que muchos pequeños cambios de

humano que han impreso una direc-


la aguja magnetizada ocurren a menudo al mismo

ción hacia un objetivo en la mente de


tiempo y en el mismo grado en todos los puntos de

los hombres, y que tras todo un perio-


la tierra, y que de ello se desprende además que la

do de tiempo han adquirido, a la


superficie entera de la tierra siente un temblor mag-

larga, una forma diferente


nético al unísono. Si nosotros tuviéramos un órgano
sensorial para la electricidad y el magnetismo que
emana de ella, así como tenemos ojos para la luz,
qué gran mundo, qué abundancia de fenómenos
inmensos se abriría ante nosotros. Si bien no tene- de cosas en que una persona puede vivir entre las
mos ese ojo físico, tenemos el ojo mental de la cien- demás y trazar su propio camino, y cuando lo hemos
cia, que nos enseña que la electricidad y la fuerza hecho, nos sentimos satisfechos, nos sentimos más
magnética actúan sobre un enorme escenario, que grandes y más ardientes que cuando éramos meros
se extiende sobre la tierra entera y por todo el cielo, individuos, nos sentimos como toda la humanidad.
y que fluye alrededor de todo y se manifiesta en la Así, hay fuerzas que intentan salvaguardar la exis-
transmutación apacible e incesante, creando formas tencia del género humano como un todo que no
y generando la vida. La luz es sólo un pequeño rasgo debe verse restringido por las fuerzas individuales,
de esa fuerza, que por sí misma es ya algo grande en sino al contrario, pues las fuerzas individuales son
la naturaleza. Pero como la ciencia sólo asegura el ellas mismas las que deben verse limitadas. Ésa es
grano sobre el grano, sólo hace la obser vación la ley de estas fuerzas, la ley que aspira a que cada
sobre la obser vación, sólo llega a lo general desde lo uno sea respetado, honrado y libre de amenaza junto
particular y como, después de todo, la cantidad de a sus semejantes, que cada uno pueda seguir su más
fenómenos y el campo dado es infinitamente grande, alto camino, que pueda ganarse el amor y la admira-
y Dios por lo tanto ha hecho la alegría y la dicha de ción de sus prójimos, que pueda verse protegido
investigación inagotables, por eso también nosotros, como un objeto precioso, pues cada persona lo es
en nuestros estudios, sólo podemos representar lo para las demás. Esa ley se encuentra en todas par-
particular, nunca lo general, porque eso sería toda la tes, en cualquier lugar donde los hombres viven jun-
Creación: de modo que la historia de lo que es gran- tos, y se manifiesta siempre que alguien actúa en
de en la naturaleza consiste en un constante cambio relación a otro. Se encuentra en el amor de los cón-
de perspectivas sobre esa grandeza. Cuando los yuges el uno para el otro, en el amor de los padres
seres humanos estaban en su infancia, su ojo mental para sus hijos, en el de éstos para sus padres, en el
aún no había sido afectado por la ciencia y se veían amor de hermanos y hermanas, de amigos, en la
atrapados por lo que era próximo y evidente, deján- dulce inclinación de los sexos, en la laboriosidad
dose llevar por el miedo y la admiración; pero cuan- que nos mantiene, en la actividad en que trabajamos
do sus sentidos se abrieron y comenzaron a dirigir para nuestro círculo próximo o distante y para la
su atención a la conexión entre las cosas, los fenó- humanidad, y finalmente en el orden y en la forma
menos particulares cayeron cada vez más hondo y la con que todas las sociedades y estados han rodeado
ley ascendió cada vez más alto; las maravillas cesa- su existencia y la han llevado a término. No en vano,
ron, el milagro se incrementó. los poetas antiguos como los modernos han utiliza-
Igual que en la naturaleza externa, ocurre en la do a menudo estos elementos para acceder a la sim-
naturaleza interior del género humano. Una vida patía de las generaciones próximas y distantes sobre
entera llena de justicia, de simplicidad, de eficacia, sus creaciones. Pero el verdadero obser vador de la
de dominio de sí mismo, de reflexividad, de activi- humanidad advierte, dondequiera que pisa, tan sólo
dad limitada al propio medio, de admiración de lo esta ley omnipresente, que es lo único general, fun-
hermoso, combinada con una muerte alegre y tran- dador, inagotable. La distingue tanto en la cabaña
quila, todo ello lo considero yo grande; las sacudi- más humilde como en el palacio más alto, lo descu-
das poderosas del temperamento, los espantosos bre tanto en la abnegación de una pobre mujer como
arrebatos de cólera que las siguen, el deseo de ven- en el desprecio soberano de la muerte del que hace
ganza, el espíritu inflamado que aspira a la acción y gala el héroe que se sacrifica por la patria o por la
derriba, cambia, destruye, y a menudo, en su exci- humanidad. Ha habido movimientos en el género
tación, arrastra incluso la propia vida, todo ello no lo humano que han impreso una dirección hacia un
considero yo grandioso, sino menor, ya que son pro- objetivo en la mente de los hombres, y que tras todo
ductos de fuerzas aisladas y unilaterales, como las un período de tiempo han adquirido, a la larga, una
tempestades, los volcanes y los terremotos. forma diferente. Cuando la ley de la justicia y la
Trataremos de obser var la suave ley que orienta al moralidad es reconocible en esos movimientos,
género humano. Hay fuerzas que animan la super vi- cuando han sido inaugurados y guiados por ella,
vencia del individuo. Toman y emplean todo lo nece- entonces nos sentimos ensalzados en toda la huma-
sario para su super vivencia y desarrollo. Aseguran nidad, nos sentimos humanos en general, sentimos
la permanencia de uno y de todos. Pero cuando lo sublime que por doquier desciende al alma cuan-
alguien toma todo para sí, suponiendo que sus nece- do las inconmensurables grandes fuerzas, en el
sidades lo precisan, destruye de hecho las condicio- espacio o en el tiempo, actúan sobre un todo razo-
nes de existencia de alguien distinto, y entonces nable y equilibrado. Pero, cuando la ley de la justicia
algo elevado se enfurece en nosotros; nosotros ayu- y la moralidad no es visible en esos movimientos,
damos al débil y al oprimido; restauramos el estado cuando bregan por objetivos unilaterales y egoístas,
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Estudios Culturales 5]

el verdadero obser vador, advirtiendo cuán violentos dencia pierden primero su moderación. Persiguen
y horribles pueden ser, aparta su mirada con dis- después lo particular, y se arrojan sobre lo limitado
gusto y los obser va como algo menor, como algo e insignificante, priman lo contingente sobre lo
indigno de un hombre. Tan grande es el poder de general; buscan entonces el placer y la sensualidad,
esta ley de la justicia y la moralidad que allí donde la satisfacción del odio y la envidia hacia sus veci-
ha sido socavada, siempre, en última instancia, ha nos; su arte representa lo unilateral, lo que resulta
resurgido de la lucha victoriosa y glorificada. De válido tan sólo desde un punto de vista, lo efímero,
hecho, incluso cuando individuos o generaciones lo inconsistente, lo azaroso y, finalmente, lo sensual,
enteras han perdido la justicia y la moralidad, no lo excitante, para terminar en la inmoralidad y el
sentimos que han sido derrotadas, sentimos que vicio; la verdadera religión interior degenera en una
han triunfado; la exultación y el placer se confunden mera formalidad o en un opulento fanatismo, la dis-
con nuestra compasión; pues el todo permanece tinción entre el bien y el mal se pierde, el individuo
más alto que las partes, porque el bien es mayor que desprecia la totalidad y persigue su placer y su des-
la muerte; entonces decimos sentir la condición de trucción, y la nación se convierte así en presa de su
lo trágico y somos alzados, temblando, hacia el puro desarraigo interior o de un enemigo externo, más
éter de la ley moral. Cuando vemos a la humanidad salvaje pero más poderoso.
aproximándose a un objetivo grandioso y eterno, Con este prólogo he ido más lejos en mis perspec-
como una corriente plateada y tranquila, sentimos tivas sobre lo grande y lo pequeño, hasta el punto de
entonces lo sublime, lo épico preferentemente. Pero que podría sentirme autorizado a decir que he pro-
aun considerando el modo tan poderoso y extraordi- curado recoger muchos casos ejemplares en la his-
nario como lo trágico y lo épico pueden afectarnos, toria del género humano, reuniendo los detalles de
aun considerando su magnífica incidencia como un estos casos en un esfuerzo creativo. Pero mis puntos
resorte para el arte, sin embargo es principalmente de vista y mis experiencias, tal como se han des-
en lo ordinario, en lo diario, en las acciones recu- arrollado en estos últimos años, me han enseñado a
rrentes de la gente donde la ley recae con mayor fir- desconfiar de mis facultades, de modo que este
meza como un centro de gravedad, pues son esas esfuerzo bien podría quedar yermo hasta que mis
acciones lo que permanece, lo constitutivo, como si relatos hayan sido revisados o simplemente destrui-
fuesen los millones de raicillas del árbol de la vida. dos como insignificantes.
Como sucede en la naturaleza, donde las leyes gene- Sin embargo, aquellos que me han acompañado a
rales operan silenciosa e incesantemente y lo visible través de este prólogo, que no se dirige en modo
es tan sólo una expresión individual de éstas, así alguno al público joven, no menospreciarán disfru-
sucede con la ley moral, que sigilosamente anima el tar de mis modestas capacidades y repasar conmigo
alma hacia una comunión final de los hombres con las inofensivas cuestiones que siguen.
los hombres, de tal modo que los milagros de cada
instante son sólo las pequeñas señales de esta fuer- En Heriste, 1852.
za general. Así, esa ley es la ley que sostiene a la
humanidad, así como la ley de la naturaleza es la ley
que sostiene al mundo. T RADUCCIÓN
Igual que en la historia de la naturaleza las actitu- Alejandro Martínez Rodríguez
des hacia la grandeza han cambiado continuamente,
ocurre en la historia moral de la humanidad. Al prin-
cipio, las personas se veían atraídas por lo próximo
y lo accesible; se ensalzaban la fuerza física y las vic-
torias en combate; aparecieron después la valentía y
el coraje militar, con objeto de despertar y animar
sentimientos violentos y pasiones hostiles hacia gru-
pos enemigos; entonces la autoridad tribal y familiar
fue loada, al tiempo que la belleza y el amor, así
como la amistad y el sacrifico; pero entonces se fijó
la vista en algo más grande: todos los grupos huma-
nos y relaciones se ordenaron, el derecho del todo
fue vinculado al de las partes, y la generosidad hacia
el enemigo y la represión de las pasiones propias en
aras de la justicia fueron sacralizadas, e incluso la
moderación fue vista por los ancianos como la virtud
primordial, y al cabo, un vínculo que abarcase a
todos los pueblos fue imaginado como algo desea-
ble, un vínculo que intercambiase los dones de un
pueblo con los de otro, que promoviese la ciencia,
revelando sus tesoros a todo el mundo, y un vínculo
que en el arte y en la religión simplemente se dirige
a lo más alto y celestial.
Igual que en el ascenso del género humano, ocu-
rre también con su descenso. Los pueblos en deca-
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