San Anselmo de Canterbury
San Anselmo de Canterbury
San Anselmo de Canterbury
"Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el corazón lo que toco con
la inteligencia".
Ya en algún que otro post (aquíy acá) he tratado el asunto de cómo nuestra doctrina sobre estos
temas se venía desarrollando entre acaloradas discusiones, objeciones e imprecisiones mucho
antes de la aparición del Protestantismo. Para antes del año 1110 (cuando ya Anselmo había
escrito esta obra) ni siquiera los tatarabuelos de los Reformadores, los Albigenses, habían sido
condenados abiertamente por la Iglesia. Ni John Hus, ni John Wycliffe pensaban nacer y ya
Anselmo hablaba de cómo habían no pocos cristianos que optaban por creer sólo en uno de los
elementos divinos mencionados rechazando la existencia del libre albedrío a la hora de buscar
conciliaciones.
Anselmo, como buen católico, no pone nunca en duda la existencia ni de la Presciencia divina, ni
de la Predestinación, ni de la Gracia y tampoco del libre albedrío. No dirige sus esfuerzos a probar
la existencia de ninguno de ellos. Para él su existencia es doctrina revelada, de fe, e
incuestionable. Su obra es, como él atestigua, un intento por ayudar al que quiere dejar fuera uno
de estos elementos porque no tiene cómo concilar la existencia entre ellos. Y como él ha sido
ayudado por Dios para recibir inteligencia y sabiduría en estos asuntos, las comparte.
Lo que se me hace más interesante en esta obra es que ella fue parida fuera de la tierra de las
contiendas. Aquí no hay concilio, ni anatemas, ni herejes. No hay repliegues hacia defender alguna
postura pre-establecida, ni miedo a hacer partido con algún bando de rebeldes. Aquí lo que hay es
un hombre recibiendo ayuda y revelación de Dios para mostrar lo que es Revelación.
La razón de ser de una obra así radica en la importancia que Anselmo le da a la libertad de
elección que el hombre tiene. Para él después que el hombre alcanza la edad en la que puede
hacer uso de esta libertad de elección no hay posibilidad de que se salve sin el uso de su voluntad.
Más aún, después de alcanzada esta edad el hombre no se puede salvar sin ser justo. Dadas estas
dos máximas: que sin una voluntad que toma elecciones libres y sin justicia no puede haber
salvación, toda la obra girará en torno a qué papel juega la voluntad en la consecusión de la
justicia y la salvación, dado que no se puede negar que exista, Presciencia, Predestinación y
Gracia de Dios.
Justicia es para Anselmo la rectitud de la voluntad mantenida por su propio beneficio. Libertad, en
el mismo sentido, es la habilidad de mantener esa rectitud de voluntad por su propio beneficio. Lo
de "por su propio beneficio" va en el sentido de que no hay un ulterior motivo para querer
mantenerla que el hecho de mantenerla. No se persigue otro fin al tenerla o quererla. Por eso no
se justifica abandonarla por nada. Ella debe ser querida por lo que ella es, no por lo que
proporcione o deje de proporcionar.
A esta doble definición hay que volver una y otra vez si queremos entender la intención y la
demostración del Santo de Aosta.
Para Anselmo libertad no es una indiferencia existente en el hombre para elegir entre el mal o el
bien. Libertad, es lo que produce la rectitud de voluntad en el hombre que le hace optar por lo
que es recto, no por lo que es beneficioso con un fil ulterior.
Aquí el Santo hila fino. Y para no perderse es mejor seguirle con calma y en círculos concéntricos
que van creciendo en diámetro: volviendo a lo mismo, pero ensanchándolo.
En vez de definir libertad como indiferencia para hacer una cosa o la otra, Anselmo habla de dos
voluntades en el hombre. Una que desea lo beneficioso y otra que desea lo recto (justo). La que
desea lo beneficioso siempre está en el hombre, pero la que desea lo recto sólo procede de la
rectitud de voluntad que existe en el hombre. Esa rectitud de voluntad no es natural. Es un regalo
que Dios le dio al hombre al crearlo, pero este regalo es separable de la naturaleza humana. Dios
se lo dio para que el hombre lo mantenga con una decisión libre de su voluntad, para que quiera
mantenerlo. Cuando el hombre optó por algo no-recto (injusto) perdió ese regalo y se quedó a
merced de una sola voluntad: la que quiere lo beneficioso para él.
El hombre sin rectitud de voluntad es aquel hombre que ha perdido el regalo de Dios.
El hombre sin rectitud de voluntad queda a merced de todos los deseos que surgen de su
naturaleza, queda preso del engaño, de la oscuridad del no saber y nacen en su alma toda clase de
apetitos desordenados como crece la mala-hierba en el campo sin cultivar o trabajar. Quedándose
así inclinado irremediablemente a optar por lo in-justo.
No nacía Jansenio, ni Calvino, pero ya este Santo encontraba revelación para corregirles antes de
nacer. No era Anselmo un pesimista, ni un abogado de la total depravación de los caídos. Anselmo
vuelve una y otra vez a la máxima de que la vida eterna, la salvación, se le ha ofrecido al hombre
justo. No al que obra alguna justicia, sino al que tiene rectitud de voluntad y la mantiene por su
propio beneficio. Es incompatible con la promesa del Cielo una justicia a medias. O se tiene
rectitud de voluntad plena o no se tiene.
Insiste el Santo, curándose en salud de una posible bala del fuego cruzado entre infralapsario o
supralapsarios calvinistas o luteranos, diciendo que la concupiscencia que queda en los bautizados
no es concretamente pecado, sino sólo los actos de injusticia que ellos comentan. Pero no deja de
insistir tampoco el Santo, y aquí pienso yo deberíamos seguirle más de cerca, que una vez se ha
perdido la rectitud de voluntad por un pecado de hecho, el hombre queda sometido a un remolino
que lo va hundiendo al abismo de pecado en pecado hasta que la gracia lo salve.
Habiendo hecho el recorrido así, distinto al que siguió Anselmo, ahora podemos eliminar las tres
dificultades con gran facilidad y brevedad.
Si Dios creó al hombre con libre albedrío, dándole el regalo de la rectitud de voluntad, no sólo
para que la mantenga con libertad sino para que lo disfrute a Él y sea dirigida su voluntad-
beneficiosa por la voluntad-recta, pues es claro que Dios pre-conoció esto antes de crearlo.
Entonces no hay necesidad en los actos que hace el hombre por el hecho de que Dios los haya pre-
conocido, y es así porque Él los pre-conoció como actos libres y los trae a existencia así, como
actos libres de la voluntad-recta que es libre y se mantiene en libertad.
En el orden del la Predestinación dirá el Santo que sólo los actos que son predestinados por Dios
pueden ser meritorios o justificatorios. Es decir que sólo lo que Dios ha determinado que ocurrirá
como obra buena es lo que puede traerle justicia al hombre, por lo tanto salvación. Evidentemente
la primera objeción que salta a la luz es que si Dios ha pre-determinado (que es lo que significa
Predestinación para él) que algo ocurrirá entonces la acción con la que eso se hace no es libre.
Siendo la segunda objeción que si Dios todo lo pre-determina entonces Él es el responsable de las
obras malas y condena al hombre injustamente por ellas, rompiendo así el orden de la justicia.
El de Aosta despacha ambas objeciones de la siguiente manera. La primera cae por su propio peso
con argumento similar al de la Presciencia: Dios pre-determina que los actos buenos del hombre
serán hechos libremente. Está la máxima de que si el hombre no opta libremente por la justicia
entonces no es justo. Pero si Dios salva a los justos y él predestina su adquisición de justicia,
entonces Dios debe pre-determinar que obtengan la justicia haciendo libre uso de su voluntad.
La respuesta a la segunda es elegante y particular. Dios predestina tanto las obras buenas de los
justos como las malas de los injustos. En ambas Él es causante de ellas esencialmente. Pero como
una obra injusta es ausencia de ser, no es nada que Dios pueda haber causado. Dice Anselmo que
se puede decir que Dios ha predestinado a los injustos en el sentido de que no les ha salvado de su
maldad y los dejó al correr de su propia elección de abandonar la justicia. Por tanto Dios no causa
sus obras malas en el hecho de que son malas sino por el simple hecho de que son obras, Dios les
ha dado su ser, al haberle dado el instrumento y posibilitado la inclinación del hombre hacia ellas.
Como Dios creó al hombre con el fin de que mantenga libremente su rectitud de voluntad y le
capacitó para que mantenga esta rectitud de voluntad, otorgándosela Él mismo, pues no se puede
acusar a Dios de haber creado hombres para que renieguen de la justicia. Es el hombre sólo el
responsable de su condenación. Dios sólo es causante, predestinante, de ese abandono del hombre
en el sentido de que Dios le dio la voluntad con la que el hombre opta por la injusticia, pero la
elección de la injusticia jamás se puede pensar sea causada por Dios en cuanto se opta por algo no
creado por Dios, algo que de por sí no es creación. Esto en el mismo sentido que la concupiscencia
no es mala en sí misma por el hecho de que hay una voluntad que desea algo sino por el deseo de
ese algo que no es creado ni querido por Dios y viene de la ausencia de justicia en el hombre. Bye
bye doble-predestinación.
Llegados aquí, a los últimos círculos, Anselmo ha repetido varias veces que Dios le ha otorgado
graciosamente una rectitud de voluntad al hombre que él, por su sola culpa, ha perdido. Insiste
Anselmo en que esta rectitud no se la puede otorgar ninguna otra criatura y se subraya la
imposiblidad que tiene el hombre de alcanzar esta rectitud porque para tener rectitud de voluntad
hay que querer lo recto, y como ya se ha probado que sólo se puede querer lo recto por su propio
beneficio si se cuenta con la rectitud de voluntad que así lo posibilita, es evidente la imposibilidad
que tiene el hombre de alcanzar el estado de justicia a menos que la gracia se lo conceda.
Aquí se podría alegrar alguno con resabios a semi-pelagiano al pensar que cuando se tiene rectitud
de voluntad la voluntad se mueve por sí sola, pero a pesar de que en la época que Anselmo vivía se
creía que ninguno conocía los cánones de Orange II, el Santo insiste en que así como nadie recibe
la rectitud en la voluntad sino mediante la gracia que le precede así mismo tampoco nadie la
puede mantener a menos que no sea con la gracia que le sigue.
De esta manera concluye Anselmo de la siguiente manera: "Como todo está sujeto a la
ordenación de Dios, todo lo que pasa a un hombre que asiste a su libre albedrío para recibir o
mantener la rectitud de la que estoy hablando deber serle imputado a la gracia de Dios."
San Anselmo de Canterbury
"Haz, te lo ruego, Señor que yo sienta con el corazón lo que toco con
la inteligencia".
Anselmo recibió una excelente educación clásica y fue considerado uno de los mejores
latinistas de su tiempo.
Su educación temprana le impresionó la necesidad de ser preciso en el uso de las
palabras, y sus escritos se hicieron conocidos por su claridad.
En 1060 o 1061 tomó sus votos monásticos. Debido a la reputación de Anselmo de
gran habilidad intelectual y piedad sincera, fue elegido prior del monasterio después
de que Lanfranc se convirtiera en abad de Caen en 1063. En 1078 se convirtió en abad
de Bec.
Fue nombrado prior del monasterio en 1063. Su elección para el cargo de abad de la
comunidad en 1078 hablaba del amor y la consideración que le tenían sus
cohermanos. Pero Bec no sería el final de su viaje.
Fue nombrado Prior del monasterio en 1063
Entre las diversas tareas que Anselmo asumió como prior estaba la de instruir a los
monjes, pero también le quedaba tiempo para llevar a cabo rigurosos ejercicios
espirituales, que desempeñarían un gran papel en su desarrollo filosófico y teológico.
Mostró gran coraje al disputar a Guillermo II y a Enrique I con respecto a los abusos
eclesiásticos que estaban siendo visitos en la iglesia por esos reyes. En dos ocasiones
fue desterrado mientras realizaba llamamientos en Roma.
A lo largo de sus años, Anselmo mantuvo una fuerte lealtad a su estilo de vida
monástica y a sus búsquedas intelectuales. Compuso varios tratados filosóficos y
teológicos, así como una serie de oraciones y meditaciones hermosas, además de su
frecuente correspondencia inspiradora.
Con ello San Anselmo no solo afirmo dicha existencia sino que a le vez le dio los
argumentos a las personas de que si había una razón valida y firme de la fe .
Y de allí establece que la existencia de Dios era tan necesaria como cualquier razón
que tuviera una persona de no creer en el.
Ética de San Anselmo
En Colombia hay una Iglesia de estilo colonial que etsta dedicada a San Anselmo, la
misma esta ubicada en la Parroquia San anselmo
San Anselmo se basaba mucho en las obras de San Agustín, por lo cual era un fiel
seguidor de esta Santo.
Otra de las frases de San Anselmo es que decía: “aunque no quisiera creer en ti, no
puedo dejar de comprender que existes”.
En esta frase hay que leerla como que el santo no “quiere” creer en Dios, sino como
que en el caso supuesto de que no “quisiera”.
Aunque no quisiera creer en ti, no puedo dejar de comprender que existes
En las Frases de San Anselmo: ¡Vamos, pequeño hombre! huye por un tiempo de tus
tareas, escóndete por un pequeño espacio de la agitación de tus pensamientos.
Ven, deja a un lado tus penosos cuidados y deja de lado tus trabajosos trabajos.
Por un momento, dedique su tiempo a Dios y descanse un momento en Él.
Entra en la cámara interior de tu mente, cierra todas las cosas, excepto Dios y todo lo
que pueda ayudarte a buscar a Dios; y habiendo bloqueado la puerta de tu cámara,
búscalo.
En este otro vídeo tienes una ampliación de varias de las frases de San Anselmo y de
sus obras mas importantes:
Los siguientes cuatro años fueron una sucesión de disputas entre el arzobispo
y el rey por asuntos monetarios, derechos y privilegios. Al ser investido del
palio, no quiso recibirlo de manos del rey, yéndose a Roma en 1097, tras, con
mucha dificultad, obtener el permiso del rey para el viaje. Asistió a
un concilio en Bari y otro en Roma, defendiendo en el primero ante los
representantes de la Iglesia griega la procesión del Espíritu Santo. El discurso
forma el De processione S. Spiritu contra Graecos liber. En Roma fue adulado
y honrado, pero tuvo poca ayuda práctica en su batalla con el rey. Volvió a
Inglaterra tan pronto como supo de su muerte (1100) por la llamada del nuevo
rey, Enrique. Pero una dificultad surgió a causa de las investiduras laicas y el
homenaje que los clérigos habían de rendir a las autoridades seculares,
estando por medio bienes materiales. Aunque Anselmo era un hombre pacífico
y gentil, adoptó el punto de vista gregoriano sobre la relación entre el Estado y
la Iglesia, adhiriéndose con firmeza a esa convicción. El rey, aunque inclinado a
la conciliación, fue igualmente firme en su actitud de proteger sus intereses.
Tenía un alto concepto de Anselmo, tratándole siempre con consideración,
siendo las relaciones entre ambos generalmente cordiales. Sin embargo, hubo
muchas disputas entre ellos y varias embajadas infructuosas a Roma, yendo
Anselmo mismo allí en 1103 y permaneciendo hasta 1106, donde Pascual II le
dio cordial acogida. Luego fue a Lión, al lado del arzobispo Hugues. Sus luchas
con el rey se calmaron mediante una solución de compromiso alcanzada en
1107, pasando lo que le quedó de vida pacíficamente aunque dificultado por
sus problemas físicos.
En el Monologium afirma que de la idea del ser procede la idea del ser más
absoluto y elevado, es decir, el Ser auto-existente, del cual derivan los demás
seres su existencia. En el Proslogium la idea de un ser perfecto, que no puede
ser imaginado más grande, no puede separarse de su realidad como
existencia, mostrando la profunda influencia del realismo sobre el pensamiento
de Anselmo, y colocándole como impulsor del argumento ontológico que
posteriormente sería seguido por Descartes (Meditationes), Hegel y su escuela
y especialmente J. Caird (Philosophy of Religion, Nueva York, 1881, páginas
153-159). Resumidamente, el argumento de Anselmo para probar la existencia
de Dios parte de la idea del ser perfecto tal como lo concibe nuestro espíritu.
Esta es la idea de un ser tal que no puede concebirse otro mejor que él. Este
ser debe existir en la realidad; de lo contrario, sería posible concebir otro
existente a la vez en la inteligencia y fuera de ella, el cual sería mejor que
aquél, sólo ideal, y esto es contrario a la idea del ser perfectísimo. En ese
célebre argumento Anselmo se muestra sumamente realista en el sentido en
que le realismo se tomaba en la Edad Media, o sea en el de admitir que una
cosa es tanto más real cuanto más alta es la idea que de ella formamos. Un
monje de Marmoutiers, Gaunilón, refutó, después de aparecido, el argumento
de Anselmo, con el Liber pro insipiente adversus Anselmi in Prologii
ratiocinationem, acusando al autor de confundir dos cosas tan distintas como
el esse in intelecto y el esse in re; de que tengamos la idea de una cosa no se
sigue que ella exista. Anselmo contestó con un Liber apologeticus contra
Gannilonem respondentem pro insipiente, en el que dice que las ideas de las
cosas contingentesno demandan realización en la existencia, pero no es así la
del ente necesario.
'El insensato tiene que convenir en que tiene en el espíritu la idea de un ser por
encima del cual no se puede imaginar ninguna otra cosa mayor, porque cuando
oye enunciar este pensamiento, lo comprende, y todo lo que se comprende
está en la inteligencia; y sin duda ninguna este objeto por encima del cual no se
puede concebir nada mayor, no existe en la inteligencia solamente, porque, si
así fuera, se podría suponer, por lo menos, que existe también en la realidad
nueva condición que haría a un ser mayor que aquel que no tiene existencia
más que en el puro y simple pensamiento. Por consiguiente, si este objeto por
encima del cual no hay nada mayor estuviese solamente en la inteligencia,
sería sin embargo, tal, que habría algo por encima de él, conclusión que no
sería legítima. Existe, por consiguiente, de un modo cierto, un ser por encima
del cual no se puede imaginar nada, ni en el pensamiento ni en la realidad.'
La clave de la teoría de la expiación de Anselmo fue la idea de 'satisfacción'.
El pecado del hombre ha dañado el honor de Dios y por lo tanto es necesario
que sea realizada una satisfacción a ese honor perjudicado. Esa satisfacción
es hecha por Jesucristo mediante su muerte, la cual compensa la injuria
realizada y permite a Dios ser misericordioso hacia el pecador. Hay en esta
explicación ciertas características adicionales: El pecado es una violación de
una relación privada entre Dios y el hombre, existe la interacción entre
la gracia y la justicia divina, siendo necesario un representante sufriente. En la
doctrina reformada el pecado y la expiación adquieren un carácter más público,
subrayándose la obediencia activa de Cristo y exponiéndose la relación
representativa de Cristo hacia la ley. En el siglo XVII se destacó el aspecto
forense y penal de la justicia de Dios; Cristo sufre el castigo por nuestro
pecado, un equivalente completo del castigo que nosotros debemos sufrir,
siendo el fundamento sobre el que nuestra culpa y castigo son perdonados. En
el siglo siguiente, Owen (Works, ix. 253-254) sostuvo que los sufrimientos de
Cristo por los pecadores no fueron tantidem sino idem. En discusiones
posteriores, Hodge(Systematic Theology, ii. 480-495) mantuvo que Cristo no
sufrió ni la clase ni el grado que los pecadores deben sufrir sino cierta clase y
grado de sufrimiento que judicialmente padeció en satisfacción de la justicia y
la ley. De hecho, no ha habido teoría de la obra de Cristo que no la haya
concebido como satisfacción; incluso las teorías de influencia moral se centran
en esta idea (cf. W. N. Clarke, Outline of Christian Theology, Nueva York, 1898,
páginas 348,349). De ahí se desprende cuán fundamental es la idea de la
satisfacción personal de Anselmo. Sólo debe tenerse presente en primer lugar
que en la evolución de la doctrina cristiana de la salvación la forma particular
en la que se efectuó la satisfacción ha sido diversamente concebida y en
segundo lugar de si el perdón del pecado en Jesucristo se efectúa sólo cuando
la naturaleza ética de Dios queda satisfecha, siendo de subordinada
importancia la forma especial en la que se realiza la satisfacción. En una clase
de ideas, la representativa o jurídica, la satisfacción estuvo condicionada a un
solo y aislado hecho divino-humano, la muerte o la vida y muerte de Cristo; en
las otras teorías la satisfacción es triple: en la expresión de la buena voluntad
divina, por la vida y muerte de Cristo, en la respuesta inicial de los pecadores a
la gracia perdonadora y en traer a todas las almas a una unión perfecta con el
Padre. Cf. C. A. Beckwith, Realities of Christian Theology, Boston, 1906,
páginas 226-229.
San Anselmo de Canterbury
San Anselmo de
Canterbury
San Anselmo de
Canterbury. (Aosta, 1033 -
Canterbury, 1109). Se le
conoce también como
Anselmo de Aosta, por el
lugar donde nació, o
Anselmo de Bec. Fue un
monje benedictino que
fungió como arzobispo de
Canterbury durante el
periodo 1093-1109.
Destacó como teólogo y
filósofo escolástico. Doctor Religión o
Catolicismo
de la Iglesia. Como Mitología
teólogo, fue un gran
defensor de la Inmaculada Patrón(a) o Arzobispo de Canterbury durante el
Concepción de María y Dios(a) de periodo 1093-1109
como filósofo se le
recuerda, además de por
su célebre argumento Fecha de Fue canonizado en 1494 y proclamado
ontológico, por ser padre canonización Doctor de la Iglesia en 1720.
de la escolástica. Fue
canonizado en 1494 y País o región Se le conoce también como Anselmo de
proclamado Doctor de la de origen Aosta, por el lugar donde nació, o
Iglesia en 1720.
Anselmo de Bec. Fue un monje
Teólogo y filósofo benedictino que fungió como arzobispo
medieval, representante de de Canterbury durante el periodo 1093-
la escolástica temprana.
1109. Destacó como teólogo y filósofo
Anselmo afirmaba que la fe
escolástico. Doctor de la Iglesia. Padre de
debe preceder al
conocimiento: es preciso la escolástica. Fue canonizado en 1494 y
«creer para comprender»; proclamado Doctor de la Iglesia en 1720
no obstante, la creencia
puede ser fundamentada Venerado en En Inglaterra
«racionalmente». En la
disputa sobre los universales mantenía un realismo extremo. (Realismo
medieval). Desarrolló la denominada prueba ontológica de la existencia de
Dios. En calidad de arzobispo de Canterbury, llevó a cabo una tenaz política de
desarrollo de la Iglesia Católica.[1]
Contenido
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1 Síntesis biográfica
o 1.1 Primeros años
o 1.2 Actividad religiosa
o 1.3 Pensamiento
1.3.1 La relación entre Fe y Razón
o 1.4 Postura ante el problema de los universales
1.4.1 Teología Natural
1.4.2 Filosofía del Lenguaje
2 Obras
o 2.1 Muerte
3 Véase también
4 Referencias
5 Fuentes
Síntesis biográfica
Primeros años
Nace bajo el nombre de Anselmo de Candia y Ginebra, en Aosta ciudad de la
Longobardia en 1033, ostentante de la herencia de un linaje noble del
Piemonte de Casa de Candia era hijo de Gondulfo de Candia, vizconde de La
Bresse y Bugay, y la princesa Ermenberga de Ginebra, pariente de Otto I de
Saboya.
Como en muchas de las biografías de los santos de aquella época, se presenta
una antítesis entre los caracteres de ambos progenitores: Un padre pródigo y
disipado y una madre profundamente religiosa. Aun siendo esto verdad, no
representaría un caso excepcional, considerando el comportamiento común en
el medievo de hombres y mujeres. Con todo, se puede asegurar que la primera
infancia de Anselmo transcurriría en completa normalidad. El hecho de que
desde muy pequeño mostrara inquietudes religiosas se debería en gran parte
al trato continuo con su madre, quien le habría acercado a sus valores y
prácticas religiosas. Por otro lado, no era raro que hijos de nobles vieran la vida
monástica como una vía solicitada para perpetuar el renombre de la familia.
Lo cierto es que Anselmo deseaba el ingreso al monacato benedictino desde
los quince años, época en la que se le describe como piadoso y estudioso. A
esta idílica etapa de su vida sucede una juventud disipada que lo conduce a un
conflicto con su padre, lo cual provoca el abandono de su hogar.
Después de algunos estudios preliminares sobre retórica y latín realizados en
las ciudades de Borgoña, Avranches y finalmente en Bec, la fama
de Lanfranco lo atrae a la Orden Benedictina, aunque al principio, según
confesión propia, se sintiera indeciso ante el renombre de este monje al que
Anselmo consideraba como un obstáculo en el desarrollo de sus propias
posibilidades para hacerse de una carrera eclesiástica. Corría el
año 1060 cuando, una vez aclaradas sus motivaciones, ingresa al monasterio.
Actividad religiosa
Pese a sus temores iniciales, la carrera de Anselmo ganó fama de manera
vertiginosa, para 1063 sucede a Lanfranco en el priorato de Bec, al ser este
último elegido abad. Ésta será la tónica de toda su vida: posteriormente le
sucede como Abad (1078) y finalmente como arzobispo de Canterbury (1093).
Es en Inglaterra donde Anselmo, además de filósofo y téologo, muestra dotes
de político apologeta. La Iglesia vive el momento más cruento del conflicto de
las investiduras y él debe defender desde la cátedra arzobispal el derecho que
ella "tiene a la libertad" e impedir tendencias cismáticas que amenzaban a su
grey. Los monarcas británicos Plantagenet y Guillermo el Rojo no harán fácil
esta tarea que se había impuesto a sí mismo; pero gracias a esta oposición, se
reconoce otra faceta en los escritos de Anselmo.
Pensamiento
La relación entre Fe y Razón
Anselmo inaugura en filosofía lo que se llamará la escolástica, periodo que
fructificará en las summas y sistemas de hombres como Buenaventura, Tomás
de Aquino y Juan Duns Scoto.
Su formación agustiniana, común en el medioevo, la acercará a su intuición
filosófica más característica: la búsqueda del entendimiento racional de aquello
que, por la fe, ha sido revelado. En el sentir de Anselmo, no se trata de
remover el misterio de los dogmas, ni de desacralizarlos; tampoco significa un
vano intento de comprenderlos en su profundidad, sino tratar de entenderlos,
en la medida en que esto es posible al ser humano.
Esta actitud del "creyente que pregunta a la razón" provoca que en varios de
sus textos las preguntas fundamentales queden sin respuestas. La fe ya será la
encargada de dárselas. Se debe decir que no logra hacer una clara distinción
entre los campos de la teología y de la filosofía; sin embargo, cabe aclarar, que
ello no formaba parte de sus pretensiones y que no era el momento histórico-
cultural para siquiera intentarlo. Por todo ello, es inútil y contradictorio al
pensamiento de Anselmo buscar una teoría del conocimiento tal cual dentro de
sus obras.
El dato primario del entendimiento humano, al menos para el tipo de verdades
más sublimes, es el dato de la fe. Anselmo encuentra este método
epistemológico del fides quaerens intellectum obligado por las circunstancias.
Él mismo comenta que algunos hermanos le habían suplicado frecuentemente
que les escribiera en forma argumentativa racional lo referente a los misterios
que a diario meditaban sin recurrir, para ellos, a la autoridad de la Sagrada
Escritura.
Es por este intento de satisfacer las necesidades de sus correligionarios por lo
que se decide a empezar un camino sin atender por completo a la dificultad del
tema. Esto le ocasionará algunos problemas al principio. Lanfranco, por
ejemplo, considerará este método algo peligroso a la ortodoxia católica. Sin
embargo, es el inicio de una metodología que reinará por lo menos tres siglos
más y que sigue presente en la corriente neoescolástica.
Todo ser humano tiene la idea de un ser superior tal que no existe ningún otro ser
mayor que él que pueda ser pensado (aliquid quo nihil majus cogitari possit).
Si ese ser tal que nada mayor que él puede concebirse existiera sólo en la
inteligencia, este mismo ser del que nada mayor puede ser concebido sería tal que
algo mayor que él podría ser concebido, pero ello es contradictorio.
Obras
Monologio.
De Grammatico.
De veritate.
De De libertate arbitrii.
De casu diaboli.
Muerte
Muere en 1109 como Arzobispo de Cantebury