Flaubert Gustave - Las Tentaciones de San Antonio
Flaubert Gustave - Las Tentaciones de San Antonio
Flaubert Gustave - Las Tentaciones de San Antonio
Gustave Flaubert
ÍNDICE
Capítulo I....................................................................................................1
Capítulo II.................................................................................................10
Capítulo III................................................................................................23
Capítulo IV................................................................................................32
Capítulo V.................................................................................................80
Capítulo VI..............................................................................................112
Capítulo VII............................................................................................118
Léxico de nombres mitológicos e históricos.............................................133
ABCDEFGHIJKLMNOPQRSTUVZ
SAN ANTONIO
que lleva la barba larga, cabellos largos y una túnica de piel de cabra, está
sentado con las piernas cruzadas, haciendo esteras. En cuanto el sol
desaparece, da un gran suspiro y dice mirando al horizonte:
¡Un día más! ¡Ha pasado otro día!
No obstante, yo antaño no me sentía tan miserable. Antes de que
acabara la noche, empezaba a rezar mis oraciones; luego bajaba al río a por
agua y subía después por el áspero sendero, con el odre al hombro, cantando
himnos. Más tarde, me entretenía ordenándolo todo en mi cabaña. Tomaba mis
herramientas, trataba de que las esteras quedaran muy uniformes y las cestas,
ligeras, pues hasta mis más insignificantes acciones me parecían entonces
deberes que nada de penoso tenían.
Abandonaba mi tarea a horas regulares y, rezando con los brazos en
cruz, sentía como si se derramase una fuente de misericordia desde lo alto del
cielo hasta mi corazón. Ahora, esa fuente está seca. ¿Por qué?
Pasea por el recinto de las rocas, lentamente.
El cielo está rojo. La tierra, completamente negra. Las ráfagas levantan nubes de
arena como si fueran grandes sudarios que luego caen. En un claro, de repente, pasan unos
pájaros formando un batallón triangular, semejante a un pedazo de metal, y en el que
únicamente los bordes se estremecen.
Antonio los contempla.
En la oscuridad blanquecina de la noche aparecen, por aquí y por allá, unos hocicos
en punta, con orejas tiesas y ojos brillantes. Antonio se acerca a ellos. Caen unas piedras
rodando y los animales huyen. Era una manada de chacales.
Tan sólo uno permanece allí, y se sostiene sobre dos patas, con el cuerpo arqueado
y la cabeza torcida, en una postura llena de desconfianza.
¡Ay, se va con los demás! ¡Qué soledad tan grande! ¡Qué aburrimiento!
Golpea con el pie en el suelo y da vueltas en medio de las rocas con paso ligero;
luego se detiene, jadeante, prorrumpe en sollozos y se tiende de costado en el suelo.
La noche está serena. Palpitan numerosas estrellas. No se oye más que el castañeteo
de las tarántulas.
Los dos brazos de la cruz proyectan una sombra en la arena; Antonio, que está
llorando, se fija en ella.
“Los judíos, con sus puñales, mataron a todos sus enemigos e hicieron
con ellos una gran carnicería, de suerte que dispusieron a discreción de
aquellos a quienes aborrecían.”
Viene después la enumeración de la persona a quienes mataron: fueron
setenta y cinco mil. ¡Habían sufrido tanto! Además, sus enemigos eran los
enemigos del dios verdadero. ¡Y cuánto debieron gozar vengándose, mientras
degollaban a los idólatras! La ciudad, sin duda, rebosaba cadáveres. Los había
en el umbral de los jardines, en las escaleras y a tal altura llegaban en las
habitaciones que no podían cerrarse las puertas... ¡Pues no me estoy sumiendo
ahora en ideas de sangre y de asesinato!
Antonio se echa a reír y al apartar los brazos, con la punta de los dedos, pasa sin
querer las páginas del libro. Sus ojos tropiezan con la siguiente frase.
“Ezequías sintió gran alegría por su llegada. Les mostró sus perfumes,
su oro y su plata, todas sus hierbas aromática, sus aceites fragantes, todos sus
vasos valiosos y cuantos tesoros había en sus cofres.”
Me figuro que se verían –amontonados hasta el techo- piedras finas,
diamantes, daricos. Un hombre que posee tal cúmulo de riquezas no puede ser
como los demás. Mientras las toca, pensará que tiene en sus manos el
resultado de muchos y considerables esfuerzos, y algo así como la vida de los
pueblos, que él hubiera absorbido y que puede distribuir. Es una precaución
útil a los reyes. El más sabio de todos no olvidó hacerlo. Sus flotas le traían
marfil, monos... ¿Por dónde anda eso?
En aquel momento, las dos sombras que los brazos de la cruz dibujan tras él se
proyectan hacia delante, forman como dos grandes cuernos; Antonio exclama:
¡Ah, era sólo una ilusión!... ¡Nada más! Es inútil que mi espíritu se
atormente. ¡No tengo nada que hacer!.. ¡Absolutamente nada que hacer!
¡Fue por orden mía por lo que construyeron ese montón de santos
retiros llenos de monjes con cilicios por debajo de sus pieles de cabra, y que
son tan numerosos que podrían constituir un ejército! He curado de lejos a los
enfermos; eché a los demonios; atravesé el río en medio de los cocodrilos; el
emperador Constantino me escribió tres cartas; Balacio, que había escupido
sobre las mías, fue descuartizado por sus caballos; el pueblo de Alejandría,
cuando volvía a aparecer, se peleaba por verme y Atanasio me acompañó
hasta el camino. Pero, la verdad, ¡vaya obras! Hace ya más de treinta años que
estoy en el desierto gimiendo sin cesar. Llevé a mis espaldas ochenta libras de
bronce, como Eusebio; expuse mi cuero a las picaduras de los insectos, igual
que Macario; permanecí cincuenta y tres noches sin pegar ojo, como Pacomio.
Y aquellos a quienes decapitan, a quienes dan tormento con tenazas y a
quienes queman en la hoguera puede que tengan menos mérito que yo, ¡pues
mi vida es un continuo martirio!
¡Ah, carne roja!... Un racimo de uvas e hincar los dientes en él... ¡Leche
cuajada temblando en un plato!...
Pero, ¿qué me está pasando? ¿qué es lo que me pasa?... Siento crecer
mi corazón como el mar poco antes de que llegue la tempestad. Me invade una
flojedad infinita y el aire cálido trae en sus efluvios el perfume de una
cabellera. Sin embargo, ¿no hay aquí ninguna mujer?
Por ahí llegan ellas, mecidas en sus literas por los brazos negros de sus
eunucos. Bajan de las mismas y, juntando sus manos cuajadas de anillos, se
arrodillan. Me cuentan sus inquietudes. La necesidad de una voluptuosidad
sobrehumana las tortura; quisieran morir, han visto en sueños a unos dioses
que las llaman, y el bajo de su vestido me roza los pies. Yo las rechazo: “¿Oh,
no! –me dicen-. ¡Todavía no! ¿Qué debo hacer?” Cualquier penitencia les
parece buena. Piden la más dura, quieren compartir la mía, vivir conmigo.
¡Hace ya mucho tiempo que no veo a ninguna! ¿quizá parezca alguna
pronto? ¿Y por qué no? Si de repente... oyese yo en la montaña el tintineo de
las campanillas que llevan los mulos... Me parece...
Antonio trepa a una roca que hay a la entrada del sendero; se inclina y clava su
mirada en las tinieblas.
Llamando:
El viento, al colarse por entre las rocas, produce modulaciones, y en sus confusos
sonidos Antonio distingue unas voces, como si el aire hablase. Son voces bajas e
insinuantes,, sibilantes.
LA PRIMERA
-¿Deseas mujeres?
LA SEGUNDA
LA TERCERA
Y LAS DEMÁS
ANTONIO
se vuelve hacia su cabaña y el facistol que sostiene el grueso libro, con sus páginas cuajadas
de letras negras, le parece un arbusto cubierto por completo de golondrinas.
Y de pronto pasan por el aire, primero un charco de agua, luego una prostituta,
después la esquina de un templo, la cara de un soldado, un carro con dos caballos blancos
que se encabritan.
Estas imágenes van llegando bruscamente, a sacudidas, destacándose en la noche
como si fueran pinturas de color escarlata sobre madera de ébano.
Su movimiento se acelera. Desfilan de manera vertiginosa. Otras veces se detienen y
van empalideciendo gradualmente, terminando por diluirse. O bien se echan a volar e
inmediatamente llegan otras.
Antonio cierra los ojos.
Las imágenes se multiplican, lo rodean, lo asedian. Un indecible espanto lo
sobrecoge. Ya n siente nada, sólo una contracción que le quema el epigastrio. Pese al
estrépito que hay dentro de su cabeza, percibe un enorme silencio que lo separa del mundo.
Trata de hablar. ¡Imposible! Es como si todo su ser se disolviera y, sin poder aguantar más,
Antonio cae sobre la estera.
II
Entonces una sombra enorme, más sutil que una sombra natural y cuyos bordes se
hallan festoneados por otras sombras, se proyecta en el suelo.
Es el Diablo, acodado en el techo de la cabaña y cobijando bajo ambas alas –igual
que un murciélago gigantesco que amamantara a sus crías- a los siete Pecados Capitales,
cuyas gesticulantes cabezas se entrevén confusamente.
Antonio, que sigue con los ojos cerrados, goza de su inacción y se estira, tendido en
la estera.
Ésta le parece suave, cada vez más; tanto es así que siente como si se rellenara,
como si creciese, y la estera acaba por convertirse en una cama, la cama en una chalupa. El
agua chapotea contra el casco de la embarcación.
A derecha e izquierda se elevan dos lenguas de tierra negra que dominan unos
campos cultivados, con un sicomoro de cuando en cuando. A lo lejos resuenan cascabeles,
tambores y cantos. Son personas que van a Canope, a dormir sobre el templo de Serapis
para tener sueños premonitorios. Antonio sabe esto. Su barca se desliza por entre ambas
orillas del canal, empujada por vel viento. Las hojas de los papiros y las flores rojas de las
ninfeas, de mayor tamaño que un hombre, se inclinan sobre él. Se halla tendido al fondo de
la barca; un remo, en la parte de atrás, va arrastrando por el agua. De cuando en cuando
llega hasta él una tibia brisa y los esbeltos juncos chocan entre sí. El murmullo de las olitas
disminuye. Antonio se adormila y sueña que es un solitario en Egipto.
Se despierta de pronto, sobresaltado.
¿Habré soñado? TodTodo parecía tan claro que llego a dudarlo. ¡Me
arde la lengua! Tengo sed.
El suelo está húmedo. ¿Habrá llovido? ¡Vaya, por aquí hay pedazos de
loza! ¡Mi cántaro se ha roto!... Pero, ¿y el odre?
Lo encuentra.
Tras haber buscado mucho tiempo, recoge un mendrugo pequeño, menor que un
huevo.
¡Ah, la tentación era grande!, ¡pero qué bien he sabido librarme de ella!
Levanta la cabeza y tropieza con un objeto sonoro.
¿Qué es esto?
Antonio se agacha.
¡Vaya, una copa! Alguien que iba de viaje debió perderla... Nada tiene
eso de extraordinario...
Se moja el dedo y frota.
Pues esto representa una suma lo bastante importante para obtener tres
bueyes... ¡Y un campito!
La copa está llena ahora de monedas de oro.
¿Estaré maldito? ¡Eh, no! ¡Es culpa mía! ¡Caigo en todas las trampas!
No hay nadie tan imbécil ni tan infame como yo. Quisiera pegarme o mejor
arrancarme de mi propio cuerpo. ¡Hace demasiado tiempo ya que me
contengo! ¡Necesito vengarme, matar, golpear! Es como si llevara metida
dentro del alma una manada de bestias feroces. Me gustaría matar a hachazos,
en medio de una muchedumbre... ¡Ah, un puñal!
Se abalanza sobre su cuchillo. Éste se le cae de la mano y Antonio permanece
apoyado en la pared de su cabaña, con la boca abierta, inmóvil, cataléptico.
Todo cuanto lo rodeaba ha desaparecido.
Se cree en Alejandría, sobre el Paneo, montaña artificial rodeada por una escalera
de caracol y erigida en el centro de la ciudad.
Frente a él se extiende el lago Mareotis, a la derecha el mar y a la izquierda el
campo; inmediatamente ante sus ojos, un laberinto de techos planos atravesado de norte a
sur y de este a oeste por dos calles que se cruzan y forman, en toda su longitud, una fila de
pórticos con capiteles corintios. Las casas suspendidas sobre esta doble fila de columnas
tienen unas ventanas con cristales de colores. Algunas de ellas presentan al exterior unas
enormes rejas de madera por donde se cuela el aire de fuera.
Diversos monumentos de arquitecturas diferentes se apiñan unos contra otros. Hay
pilones egipcios que dominan templos griegos. Obeliscos como lanzas aparecen por entre
las almenas de ladrillo rojo. En medio de las plazas se ven estatuas de Hermes con orejas
puntiagudas, y de Anubis con cabeza de perro. Antonio divisa los mosaicos en los patios y
colgaduras en las vigas de los techos. De una sola mirada abarca ambos puertos (el Puerto
Grande y el Eunosto), redondos como dos circos y separados por un muelle que une.
Alejandría con el escarpado islote donde se eleva la torre del faro, cuadrangular y de una
altura de quinientos codos. Tiene nueve pisos. En la cúspide del monumento hay un montón
de carbones encendidos echando humo...
Los puertos principales se dividen en puertecitos interiores. El muelle, en cada uno
de sus extremos, termina en un puente apoyado en columnas de mármol plantadas en el
mar. Pasan barcos de vela por debajo, pesadas gabarras repletas de mercancías y barcas
thalamegas con incrustaciones de marfil. También pueden verse góndolas cubiertas por un
toldillo, trirremes y birremes. Hay toda suerte de embarcaciones que circulan o se
encuentran atracadas en los muelles.
En torno al Puerto Grande hay una serie de construcciones reales: el palacio de los
Tolomeos, el Museo, el Posidio, el Cesáreo, el Timonio donde se refugió Marco Antonio,
mientras que al otro extremo de la ciudad, luego del Eunosto, en unos arrabales, se
vislumbran fabricas de cristal, de perfumes y de papiros.
Pueden verse vendedores ambulantes, mozos de cuerda, arrieros de borricos, que
corren y tropiezan. De cuando en cuando aparece un sacerdote de Osiris con una piel de
pantera sobre los hombros, un soldado romano con casco de bronce y muchos negros. Las
mujeres se paran a la puerta de las tiendas, los artesanos trabajan y el chirrido de los carros
asusta a los pájaros que picotean, por el suelo, los desechos de las carnicerías y los restos de
pescado, obligándolos a emprender el vuelo.
Sobre la uniformidad de las casas blancas, el trazado de las calles pone una especie
de negro enrejado. Los mercados repletos de hierbas parecen ramos verdes; los secaderos
de las tintorerías, placas de colores; los ornamentos de oro en el frontón de los templos,
puntos luminosos. Todo esto se halla dentro del recinto oval de los muros grisáceos, bajo la
bóveda azul, cerca del mar inmóvil.
Pero en aquel momento, la multitud se queda parada y mira hacia occidente por
donde avanzan enormes polvaredas.
Son los monjes de la Tebaida, vestidos con pieles de cabra, armados de garrotes y
aullando un cántico de guerra y de religión con el siguiente estribillo: “¿Dónde están?
¿Dónde están?”
Antonio comprende que vienen a matar a los arrianos.
Las calles se vacían de repente y ya no se ven más que los pies de la gente que
corre.
Los Solitarios están ahora dentro de la ciudad. Sus formidables garrotes, provistos
de clavos, giran como soles de acero. Se oye el estrépito de cosas que se rompen dentro de
las casas. Hay intervalos de silencio. Luego se escuchan prolongados gritos.
De una punta a otra de las calles se observa un continuo movimiento de gente
despavorida.
Varias personas llevan picas. A veces dos grupos se encuentran y se funden en uno
solo, y esta masa resbala por las baldosas, se separa o cae. Pero siempre acaban por
aparecer los hombres de pelo largo.
Hilillos de humo se escapan de las esquinas de los edificios. Las hojas de las puertas
revientan. Se derrumban trozos de pared. Caen arquitrabes.
Antonio encuentra a todos sus enemigos, uno tras otro. Reconoce a algunos a
quienes ya había olvidado; antes de matarlos, los ultraja. Destripa, degüella, apalea, arrastra
a los ancianos por las barbas, aplasta a los niños, golpea a los heridos. Y los agresores se
vengan del lujo: los que no saben leer rompen libros, otros destrozan y mutilan las estatuas,
las pinturas, los muebles, los cofres, mil cosas delicadas cuyo uso ignoran y que, por ello
mismo, los exasperan. De cuando en cuando se detienen jadeantes para tomar aliento y
vuelven de nuevo a empezar en seguida.
Los habitantes gimen, refugiados en los patios. Las mujeres alzan al cielo los ojos
sumidos en llanto y los desnudos brazos. Para aplacar a los solitarios, se abrazan a sus
rodillas, pero ellos las tiran al suelo y la sangre salpica hasta el techo, cae en cascada por las
paredes, chorrea por el tronco de los cadáveres decapitados, llena los acueductos, forma
grandes charcos rojos en el suelo.
A Antonio la sangre le llega a las corvas. Chapotea en ella. Sorbe las gotitas que
tiene en los labios y se estremece de gozo al sentirla en su cuerpo, por debajo de su túnica
de piel de cabra que está toda empapada.
Llega la noche y el inmenso clamor se apacigua.
Los solitarios han desaparecido.
De súbito, en las galerías exteriores que rodean los nueve pisos del Faro, Antonio
divisa unas gruesas líneas negras, como si fueran cuervos que allí se hubieran posado. Corre
en su dirección y llega a la cúspide.
Un espejo grande de cobre, vuelto hacia alta mar, refleja los navíos que se hallan a
lo lejos.
Antonio se entretiene mirándolos y a medida que los mira aumenta el número de los
barcos.
Se apiñan en un golfo con forma de media luna. Por detrás, sobre un promontorio,
se extiende una ciudad nueva de arquitectura romana, con cúpulas de piedra, rejados
cónicos, mármoles rosas y azules, y una profusión de bronce adornando las volutas de los
capiteles, en la crestería de las casas y en los ángulos de las cornisas. Un bosque de cipreses
domina esta ciudad. El color del mar es más verde, el aire más frío. En las montañas, allá
por el horizonte, se ve la nieve.
Antonio está buscando el camino cuando un hombre se le acerca y le dice: “¡Venid,
os están esperando!”
Atraviesa un foro, entra en un patio, se agacha para pasar por debajo de una puerta
y llega ante la fachada del palacio, decorada con un grupo hecho de cera que representa al
emperador Constantino derribando a un dragón. Hay una fuente de pórfido que lleva en
medio una venera grande, toda de oro, llena de pistachos. Su guía le dice que puede tomar
algunos si quiere. Él toma unos cuantos.
Después se pierde por una serie de estancias.
A lo largo de las paredes de mosaico, se ven dibujos de generales que le ofrecen al
Emperador, en la palma de la mano, ciudades conquistadas. Y por todas partes se ven
columnas de basalto, rejas de filigrana de plata, asientos de marfil y tapices bordados con
perlas. La luz entra por las bóvedas, Antonio sigue caminando. Circulan tibias exhalaciones;
en ocasiones, oye el crujir discreto de una sandalia. Apostados en la antecámaras hay unos
guardianes –semejantes a autómatas-, que llevan al hombro bastones de plata sobredorada.
Por fin llega a una sala, al fondo de la cual ve unas cortinas color jacinto. Éstas se
corren y descubren al emperador sentado en un trono, con una túnica violeta y calzado con
borceguíes rojos de listas negras.
Una diadema de perlas rodea su cabellera peinada en bucles simétricos. Tiene los
párpados caídos, la nariz recta, la fisonomía abotargada y astuta. En las cuatro esquinas del
dosel tendido sobre su cabeza, se han posado cuatro palomas de oro y al pie del trono,
echados en el suelo, hay dos leones de esmalte. Las palomas se ponen a cantar, los leones a
rugir. Al emperador, los ojos le giran dentro de las órbitas. Antonio se le acerca
inmediatamente, sin preámbulo alguno y se relatan sucesos uno a otro. En las ciudades de
Antioquía, Éfeso y Alejandría han saqueado los templos y han fabricado vasijas y ollas con
las estatuas de los Dioses. El Emperador se ríe mucho. Antonio le reprocha su tolerancia
con los novacianos. Pero el emperador se enfurece: novacianos, arrianos y melecianos,
todos lo fastidian. No obstante, admira al episcopado, pues los cristianos están sujetos a los
obispos, quienes, a su vez, dependen de cinco o seis personajes; hay que ganarse a éstos
para obtener el favor de todos los demás. De ahí que él les haya suministrado sumas
considerables. Pero aborrece a los padres del concilio de Nicea. “¡Vamos a verlos!”, dice, y
Antonio lo acompaña.
Ahora se encuentran a igual altura en una terraza.
Esta terraza domina un hipódromo lleno de gente, coronado por unos pórticos y
por allí pasea el resto de la muchedumbre. En el medio del campo de carreras se extiende
una estrecha plataforma que sostiene, en toda su longitud, un pequeño templo de mercurio,
la estatua de Constantino, tres serpientes de bronce entrelazadas y, a ambos extremos, unos
gruesos huevos de madera y siete delfines con la cola levantada.
Detrás del pabellón imperial, los prefectos de las cámaras, los altos dignatarios y los
patricios se escalonan hasta llegar al primer piso de una iglesia cuyas ventanas están todas
abarrotadas de mujeres. A la derecha se halla la tribuna de la facción azul y a la izquierda, la
de la verde. Más abajo, un piquete de soldados y al mismo nivel de la arena, una fila de
arcos corintios que forman la entrada de las galería.
Van a comenzar las carreras. Los caballos se ponen en fila. Llevan, plantados entre
las orejas, altos penachos que se mecen al viento como si fueran árboles. Sacuden con sus
brincos unos carros en forma de valva marina, conducidos por cocheros ataviados con una
suerte de coraza multicolor, con mangas estrechas en el puño y anchas en el brazo, con las
piernas desnudas, la barba larga y el pelo rasurado en la frente, a la manera de los hunos.
Antonio se halla primero ensordecido con el clamor de las voces. Ya mire arriba o
abajo, no ve más que rostros maquillados, trajes abigarrados, placas de orfebrería. La arena
del recinto, completamente blanca, brilla como un espejo.
El Emperador conversa con él. Le confía cosas importantes, secretos. Le confiesa el
asesinato de su hijo Crispo e incluso le pide consejos para su salud.
Entretanto, Antonio observa a unos esclavos que hay al fondo de las galerías. Son
los padres del Concilio de Nicea, andrajosos, abyectos. El mártir Pafnucio está cepillando
las crines de un caballo. Teófilo lava las patas de otro. Juan pinta los cascos a un tercero.
Alejandro recoge estiércol en un cesto.
Antonio pasa por en medio de ellos. Le abren paso y le ruegan que interceda ante el
Emperador, le besan las manos. La muchedumbre entera los abuchea, y él goza
desmesuradamente con su degradación. ¡Y ahora se ha convertido en uno de los grandes de
la Corte, en confidente del emperador, en primer ministro! Constantino acaba por colocarle
su diadema en la frente y Antonio se la queda, considerando que este honor es muy natural.
De pronto aparece, entre las tinieblas, una sala inmensa iluminada por candelabros
de oro.
Hay unas columnas tan altas que se pierden en la sombra, todas en fila, más allá de
las mesas que se prolongan hasta el horizonte, por donde aparecen –envueltas en un vapor
luminoso- superposiciones de escaleras, series de arcos, colosos, torres y, por detrás de
todo esto, la punta de un palacio del que sobresalen unos cedros, dibujando unas masas aún
más negras en la oscuridad.
Los convidados, coronados de violetas, se hallan tendidos en unos lechos muy
bajos. Hay dos filas de personas que pueden servirse vino inclinando unas ánforas y allá al
fondo, completamente solo, tocado con la tiara y cubierto de rubíes, come y bebe el rey
Nabucodonosor.
A derecha y a izquierda, dos teorías de sacerdotes con gorros puntiagudos
balancean unos incensarios. En el suelo, por debajo de él, se arrastran reyes cautivos, sin
pies ni manos, y él les arroja unos huesos para que los roan; aún más abajo están sus
hermanos, con una venda tapándoles los ojos, porque todos están ciegos.
Un continuo lamento asciende del fondo de los ergástulos. Los sones suaves y
lentos de un órgano hidráulico alternan con coros de voces y uno presiente que, en torno a
la sala, hay una ciudad desmesurada, un océano de hombres cuyas olas golpean los muros.
Los esclavos corren llevando platos. Circulan mujeres que ofrecen de beber. Crujen
los cestos bajo el peso de los panes, y un dromedario cargado de odres agujereados pasa y
repasa derramando verbena para refrescar las baldosas.
Unos beluarios traen a los leones. Bailarinas, con el pelo recogido dentro de una
redecilla, dan volteretas apoyándose en las manos y echando fuego por la nariz. Titiriteros
negros hacen juegos malabares. Unos niños desnudos se tiran bolas de nieve unos a otros,
las cuales se deshacen al chocar con los claros objetos de plata. El clamor es tan tremendo
que parece una tempestad y flota una especie de nube sobre el festín, producto de tantas
viandas y de tantos alientos... En ocasiones, el viento arranca una pavesa a las grandes
antorchas, y ésta atraviesa la noche como si fuera una estrella fugaz...
El rey se enjuga los perfumes de su rostro con el brazo. Come en los recipientes
sagrados y luego los rompe; enumera para sí sus flotas, sus ejércitos, sus pueblos. Poco
después, por capricho, prenderá fuego a su palacio con los convidados dentro. Piensa
reconstruir la torre de Babel y destronar a Dios.
Antonio lee en su frente, desde lejos, todos sus pensamientos. Éstos penetran en su
mente y se convierte en el mismísimo Nabucodonosor.
Al punto se halla ahíto de exceso y exterminios. Siente vivo deseo de sumirse en la
bajeza. Además, la degradación que espanta a los hombres es un ultraje hecho a su espíritu,
una nueva manera de dejarlos boquiabiertos; y como nada hay más vil que una bestia,
Antonio se pone en cuatro patas encima de la mesa y muge como un toro.
Siente dolor en una mano –una piedra lo ha herido por casualidad- y vuelve a
encontrarse frente a su cabaña.
El recinto de las rocas está vacío. Brillan las estrellas. Todo está silencioso.
¡Me he engañado otra vez! ¿Por qué me pasarán a mí estas cosas? Debe
de ser porque mi carne se rebela. ¡Ay, miserable!
Se precipita dentro de la cabaña, toma unas cuerdas, cada una de las cuales termina
en una uña metálica y alzando la cabeza al cielo, dice:
Se da un vigoroso cintarazo.
¡Oh, oh, oh! ¡Cada uno de estos golpes me desgarra la piel, me cercena
los miembros! Me escuece horriblemente.
Bueno, pues no es tan terrible... Uno acaba por acostumbrarse. Incluso
me parece...
Antonio se detiene.
¡Toma, toma! ¡Te lo mereces! ¡Más aún!... Aunque ahora siento como
un cosquilleo recorriéndome todo el cuerpo. ¡Qué suplicio! ¡Qué placer! Es
como si me besaran... ¡Mi médula se derrite! ¡Me muero!
Y ve en ese momento, frente a él, a tres jinetes montados en onagros, ataviados con
trajes verdes, con azucenas en las manos y todos ellos muy parecidos de cara.
Antonio se vuelve y ve a otros tres jinetes semejantes montados en unos onagros
exactamente iguales y en idéntica postura.
Retrocede. Entonces los onagros, todos al mismo tiempo, dan un paso hacia delante
y frotan sus hocicos contra él, tratando de morderle las vestiduras. Se oyen unas voces que
gritan. “¡Por aquí, por aquí, aquí es!”, y aparecen unos estandartes por entre las grietas de la
montaña, así como las cabezas de unos camellos cuyo ronzal es de seda roja. Aparecen,
asimismo, unos mulos cargados con los equipajes y unas mujeres tapadas con velos
amarillos que montan a horcajadas sobre caballos píos.
Los animales, jadeantes, se tienden en el suelo; los esclavos se precipitan sobre los
bultos, desenrollan alfombras de colores y esparcen por el suelo cosas que brillan.
Un elefante blanco, enjaezado con una redecilla de oro, acude corriendo y
zarandeando el penacho de plumas de avestruz que lleva atado al frontal.
Montada sobre su lomo, entre cojines de seda azul, con las piernas cruzadas, los
ojos entronados y moviendo la cabeza, hay una mujer tan espléndidamente engalanada que
proyecta rayos de luz a su alrededor. La multitud se prosterna, el elefante dobla las rodillas
y
LA REINA DE SABA
deslizándose por su hombro, pone el pie en la alfombra y se dirige hacia donde está San
Antonio.
Su vestido de brocado de oro, dividido en dos por unas chorreras de perlas,
azabaches y zafiros, le icñeciñe la cintura dentro de un apretado corpiño, realzado por
aplicaciones de colores que representan los doce signos del zodíaco. Lleva puestos unos
chapines muy altos; uno de ellos es negro, sembrado de estrellas de plata y con una media
luna; el otro es blanco, cubierto de gotitas de oro y con un sol en medio.
Las anchas mangas, ornadas de esmeraldas y de plumas de pájaro, permiten ver el
torneado brazo cuya muñeca luce una pulsera de ébano. Sus manos, cuyos dedos están
cargados de anillos, terminan en unas uñas tan puntiagudas que casi recuerdan a las agujas.
Una cadena de oro lisa le pasa por debajo de la barbilla, sube por ambas mejillas y
se enrosca en forma de espiral en torno a su peinado, empolvado de azul. Luego, desciende
de nuevo y le acaricia los hombros, para terminar abrochándose en el pecho mediante un
escorpión de diamantes que saca la lengua por entre sus dos senos. Dos gruesas perlas
rubias le cuelgan de las orejas. Lleva el borde los párpados pintado de negro y en el pómulo
izquierdo luce un lunar natural. Respira abriendo mucho la boca, como si le apretara el
corsé.
Al andar, mueve una sombrilla verde con mango de marfil, rodeada de campanillas
de plata sobredorada. Doce negritos de pelo crespo le llevan la larga cola del vestido, cuya
punta es sostenida por un mono, que la levanta de cuando en cuando.
Dice:
Desde hace tres largas lunas han venido corriendo a paso regular, con
una piedra entre los dientes para cortar el viento, con la cola tiesa, el corvejón
doblado y galopando sin cesar. ¡No encontraremos otros como éstos! Yo los
había heredado de mi abuelo materno, el emperador Saharil, hijo de
Iakshschab, hijo de Iaarab, hijo de Kastán. ¡Ay, si aún vivieran, los
engancharíamos a una litera para regresar de prisa a casa! Pero... ¿Cómo, no
me haces caso?... ¿En qué estás pensando?
Lo mira detenidamente.
Esta tela fina, que cruje al tocarla mis dedos con un chsisporroteo, es la
famosa tela amarilla que traen los mercaderes de Bactriana. Necesitan
cuarenta y tres intérpretes durante el viaje. Mandaré que te hagan trajes con
ella y te los pondrás cuando estés en casa.
¡Abrid el estuche de sicómoro y dadme la arqueta de marfil que está en
la cruz de mi elefante!
Sacan de una caja una rosa redonda y tapada con un velo, y le traen una arqueta
toda cincelada.
Era una noche en que el rey Salomón perdía la cabeza. Por fin
hicimoshicimos
un trato. Él
Sse levantoó y salió sin hacer ruido...
La reina hace una pirueta.
¿Prefieres acaso un cuerpo frío como la piel de las serpientes, o unos ojos
grandes y negros, más oscuros que las cavernas misticasmísticas? ¡Míralos
bien, mis ojos!
Antonio los mira a pesar suyo.
III
Cuando la reina de Saba ha desaparecido ya, Antonio ve a un niño en el umbral de
su cabaña.
ANTONIO
Qque lo observa desde lejos y siente miedo, pregunta:
EL NIÑO responde
ANTONIO
ANTONIO
se acerca a él y lo mira detenidamente.
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO, aparte
¿Será posible...?
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
Has de saber incluso que nunca te abandoné. Pero tú pasas largos
períodos de tiempo sin percatarte de mi presencia.
ANTONIO
HILARIÓN
Han venido todos los Pecados Capitales, pero sus ruines emboscadas
fracasan ante un santo como tú...
ANTONIO
¡Oh, no!... ¡No! ¡A cada minuto desfallezco! ¡Por qué no seré yo como
uno de esos que poseen un alma siempre intréidaintrépida y un espíritu fuerte,
como, por ejemplo, el gran Atanasio!
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
¡Calumnias!
HILARIÓN
ANTONIO
ANTONIO
¡Por desgracia!
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
Tal vez el martirio no sea tan difícil. Las exhortaciones de los amigos, el
placer de insultar al pueblo, las promesas que han hecho, cierto vértigo, mil
circunstncias circunstancias ayudan a los mártires.
Antonio se aparta de HilarionHilarión. Éste lo sigue.
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
ANTONIO, estupefacto
En efecto... En efecto...
HILARIÓN
Cuando la mujer que padecía flujo de sangre tocó a Jesús, éste se volvió
diciendo: “¿Quién me ha tocado?” ¿No sabía, pues, quién lo tocaba? Esto
contradice la omnisciencia de jesúsJesús. Si el sepulcro se hallaba vigilado por
guardianes, las mujeresges no tenían por qué inquietarse de que alguien las
ayudase a levantar la piedra de dicho sepulcro. De lo que se deduce que no
había guardianes o que las santas mujeres no estaban allí. En EMemauúsx,
jesúsJesús come con sus discípulos y les da a tocar sus llagas, lo cual significa
que su cuerpo es humano, que es un objeto material, ponderable y, empero,
atraviesa las paredes. ¿Es eso posible?
ANTONIO
HILARIÓN
¿Por qué recibió al Espíritu Santo siendo el Hijo? ¿Para qué necesitaba
el bautismo si era el Verbo? ¿Cómo podía tentarlo el Diablo, a él, a Dios?
¿Nunca se te ocurrió pensar todo esto?
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN prosigue
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO, suspirando
HILARIÓN
¡Oh, oh! ¡Hombres sabios hay muchos! Incluso los hay aquí, muy cerca
de ti... ¡Vamos a entrar!
IV
Y Antonio ve ante él una basílica inmensa.
La luz se proyecta desde el fondo, tan maravillosa como si fuera un sol multicolor.
Ilumina las innumerables cabezas de la muchedumbre que atesta la nave, refluyendo después
por entre las columnas hacia la parte baja de los laterales donde, en una especie de capillas
de madera, se ven altares, camas, cadenas de piedrecitas azules y constelaciones pintadas en
las paredes.
En medio de la concurrencia hay grupos reunidos aquí y allá. Unos hombres, de pie
sobre taburetes, arengan a la gente con el dedo en alto; otros rezan con los brazos en cruz,
se tienden en el suelo, cantan himnos o beben vino. Alrededor de una mesa hay fieles que
celebran un ágape. También hay unos mártires que se quitan las vendas para mostrar sus
heridas, y unos ancianos, apoyados en sus bastones, narran sus viajes.
Algunos proceden del país de los germanos, de Tracia, de las Galias, de Escitia y de
la India. Llevan nieve en las barbas, plumas en los cabellos, espinas en los flecos de sus
atavíos; sus sandalias están negras de polvo y tienen la piel quemada por el sol. Todos los
trajes se confunden: los mantos de púrpura y los vestidos de lino, las dalmáticas bordadas,
los sayones de pelo, los gorros de marinero, las mitras de los obispos... Sus ojos poseen un
extraordinario fulgor. Tienen aspecto de verdugos o de eunucos.
Hilarión se acerca a ellos. Todos le saludan. Antonio, apretándose contra él, los
observa. Se fija en que hay muchas mujeres, algunas de las cuales van vestidas de hombre,
con el pelo rapado. Siente miedo de ellas.
HILARIÓN
Son cristianas que han convertido a sus maridos. Además, las mujeres
siempre han estado a favor de Jesús. Hasta las idólatras. El ejemplo lo tienes
en Prócula, la esposa de Pilatos, y en Popea, la concubina de Nerón. ¡Deja de
temblar y adelante!
Llegan continuamente más personas.
Se multiplican, se desdoblan, ligeras como sombras, produciendo al mismo tiempo
un gran alboroto en el que se mezclan aullidos de rabia, gritos de amor, cánticos y
reproches.
HILARIÓN
El Señor dijo: “Yo tendría que hablaros aún de muchas cosas.” Ellos
saben esas cosas.
Y lo empuja hacia un trono de oro con cinco escalones, en el cual, rodeado de
noventa y cinco discípulos, todos ellos untados de aceite, delgados y muy pálidos, se halla
sentado el profeta Manés, hermoso como un arcángel, inmóvil como una estatua y ataviado
con un traje hindú, con rubíes en sus cabellos trenzados, en su mano izquierda un libro con
ilustraciones pintadas y en la derecha un globo. Las ilustraciones representan a las criaturas
que dormitaban en el caos. Antonio se inclina para verlas y después
MANÉS
hace girar su globo y amoldando sus palabras a los sones cristalinos de una lira, dice:
UN HOMBRE
¿Por qué?
MANÉS prosigue
ANTONIO, lentamente
MANÉS
La finalidad de toda criatura consiste en liberar el rayo celestial preso
en la materia. Se escapa con mayor facilidad por los perfumes, el aroma del
vino cocido, las especias, las cosas sutiles que se asemejan a los
pensamientos... Pero los actos de la vida, en cambio, lo retienen. El asesino
renacerá en el cuerpo de un leproso; el que mata a un animal se convertirá en
ese animal; si plantas una viña, te verás envuelto en sus ramificaciones. Los
alimentos lo absorben. Así, pues, ¡privaos, ayunad!
HILARIÓN
MANÉS
Hay mucho del mismo en las carnes, menos en las hierbas. Por lo
demás, los Puros, gracias a sus méritos, despojan a los vegetales de esa parte
luminosa y ésta asciende a su hogar. Los animales, por medio de la
generación, lo aprisionan en la carne. ¡Huid, pues, de las mujeres!
HILARIÓN
¡Admira su continencia!
MANÉS
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
¿Un ángel? ¡Él es el Creador!
CERDÓN
MARCIÓN
LOS HÉRNICOS
LOS PRISCILIANISTAS
¡Qué horror!
HILARIÓN sujetándolo
VALENTINO
¿Cómo es eso?
VALENTINO
ORÍGENES
Y le muestra una piedrecita que lleva colgada al cuello, en la que están grabadas
unas líneas extrañas.
ANTONIO
¿Cómo? ¿Y la cruz?
LOS CARPOCRACIANOS
LOS NICOLAÍTAS
LOS MARCOSIANOS
¡Entra en nuestra casa para unirte al espíritu! ¡Entra en nuestra casa para
beber la inmortalidad!
El tercero sostiene una copa de cristal, hace una invocación y aparece sangre dentro
de la misma.
LOS HELVIDIANOS
Más tarde, Antonio pasa junto a una hoguera muy grande, a la que se calientan los
adamitas, completamente desnudos, pues desean imitar la pureza del paraíso. Tropieza con
los
MESALIANOS
PATERNIANOS
hombres, mujeres y niños, todos en montón sobre las basuras, alzan sus repulsivos rostros
embadurnados de vino:
ECIO
Mas de pronto
ANTONIO
¡Maestro! ¡Ayudadme!
TERTULIANO prosigue
ANTONIO
PRISCILA
ANTONIO
¡Montano ha muerto!
PRISCILA
¡No es verdad!
UNA VOZ
MAXIMILA
ANTONIO
¡A un eunuco!
PRISCILA
MAXIMILA
Él me colmó con sus dones. Además, ninguna otra mujer lo ama tanto
como yo ni es de él tan amada.
PRISCILA
MAXIMILA
Se pegan.
Por entre sus hombros aparece la cabeza de un negro.
MONTANO
tapado con un manto negro, abrochado con dos huesos de muerto, dice:
MONTANO
LOS VALESIANOS
que están tendidos en el suelo, con unas placas rojas en la parte baja del vientre, por debajo
de su túnica.
Le muestran un cuchillo.
LOS CAINITAS
con los cabellos atados con una víbora, pasan por su lado vociferándole al oído:
CIRCONCELIONES
vestidos con pieles de lobo, coronados de espinas y llevando en la mano porras de hierro.
SABELIO
ARRIO
ANTONIO
LOS VALENTINIANOS
LOS TEODOCIANOS
¡Era Melquisedec!
LOS MERINTIANOS
LOS APOLINARISTAS
MARCELO DE ANCIRA
EL PAPA CALIXTO
METODIO
CERINTO
Resucitará.
VALENTINO
PABLO DE SAMOSATA
HERMÓGENES
¡Vive en el sol!
Y todos los heresiarcas forman un corro alrededor de Antonio, que llora con la
cabeza entre las manos.
UN JUDÍO
con la barba roja y la piel maculada de lepra se acerca a él y le dice con una horrible
risotada:
ANTONIO
levanta prestamente la cabeza, los mira sin decir ni una palabra y luego, caminando hacia
ellos, grita:
LOS HERESIARCAS
Tenemos mártires que son más mártires que los tuyos, oraciones más
difíciles, arrebatos de amor superiores, éxtasis prolongados...
ANTONIO
LOS CERINTIANOS
LOS MARCIONITAS
LOS MARCOSIANOS
LOS ENCRATITAS
¡El Evangelio de Tomás!
LOS CAINITAS
BASÍLIDES
MANÉS
ANTONIO
TERTULIANO
Tenía un aspecto hosco y repulsivo, pues había cargado con todos los
crímenes, con todos los dolores y con todas las deformidades del mundo.
ANTONIO
¡Oh, no, no! Me figuro, por el contrario, que toda su persona era de una
belleza sobrehumana.
EUSEBIO DE CESAREA
MARCELINA
Entreabre su manto
¿La quieres?
UNA VOZ
Y Antonio siente la presión de una mano brutal sobre su brazo, que lo arrastra.
Sube por una escalera a oscuras y después de subir muchos escalones, llega ante
una puerta.
El que lo guía (¿será Hilarión?, él no lo sabe) le dice al oído: “El Señor va a venir.”
Ambos son introducidos en una estancia de techos bajos, sin muebles.
Lo que más le llama la atención a Antonio en un principio es ver, frente a él, una
larga crisálida color de sangre, con una cabeza de hombre de la que sobresalen unos rayos y
con la palabra Knouphis escrita en griego alrededor. Se halla sobre un fuste de columna
colocado en el centro de un pedestal. En las otras paredes de la habitación hay unos
medallones de hierro pulimentado que representan cabezas de animales: la de un buey, la de
un león, la de un águila, la de un perro y también la cabeza de un asno. ¡Otra vez!
Las lámparas de arcilla colgadas debajo de estas imágenes dan una luz temblorosa.
Por un agujero que hay en la pared, Antonio divisa la luna, que riela a lo lejos sobre las olas,
y hasta distingue su leve chapoteo regular, junto con el ruido sordo de la quilla de una
barca, que choca contra las piedras del malecón.
Unos hombres en cuclillas, que se tapan la cara con el manto, sueltan a intervalos
una suerte de ladrido sofocado. Hay mujeres que dormitan, con la frente apoyada en ambos
brazos, con los que se sujetan las rodillas; tan tapadas están con sus velos que al verlas se
diría un montón de harapos dispuestos a lo largo del muro. Junto a ellas, unos niños medio
desnudos, llenos de piojos, miran con expresión estúpida cómo arden las lámparas; y nadie
hace nada, todos están esperando algo.
Hablan en voz baja de sus familias, o se comunican remedios para sus
enfermedades. Varios de ellos piensan embarcarse al apuntar el día, pues se han recrudecido
las persecuciones. No es difícil, empero, engañar a los paganos. “¡Creen, los tontos, que
adoramos a Knouphis!”
Pero uno de los hermanos, inspirado de repente, se planta delante de la columna en
donde han puesto un pan, encima de una cesta llena de hinojo y de aristoloquias. Los demás
se han ido cada cual a su sitio y forman, todos de pie, tres líneas paralelas.
EL INSPIRADO
TODOS
¡Kyrie eleison!
EL INSPIRADO
¡Kyrie eleison!
EL INSPIRADO
¡Kyrie eleison!
EL INSPIRADO
¡Kyrie eleison!
EL INSPIRADO
golpeando con el talón, chasqueando los dedos y meneando la cabeza, salmodia con ritmo
furioso, al son de los címbalos y de una aguda flauta:
TODOS repiten
LOS FIELES
pegando la boca a la piel de la serpiente, se quitan unos a otros el pan que ésta ha mordido.
EL ANCIANO
que no quiso pagar, en una encrucijada, ante una estatua de Minerva, mira detenidamente a
sus compañeros con una mirada que significa:
¿No fue Pedro de Alejandría quien dio las reglas de lo que debe hacerse
cuando se flaquea ante el tormento?
Y luego dice para sí:
¡Ay, qué duro es esto a mi edad! ¡Mis achaques me dejan tan débil! No
obstante, hubiera podido vivir todavía hasta el próximo invierno...
El recuerdo de su jardincito lo enternece y mira hacia el altar.
EL JOVEN
que interrumpió a golpes una fiesta de Apolo murmura:
¡Qué escándalo! ¿Cómo es posible que tú, que eres una víctima
predilecta, te comportes de esta manera? ¡Piensa en todas las mujeres que te
estarán mirando! Y además, hay ocasiones en que Dios hace un milagro.
Pionio paralizó la mano de su verdugo; la sangre de Policarpo apagó las
llamas de la hoguera en que iban a quemarlo.
Y en la galería de enfrente, los leones van y vienen sin parar, con un movimiento
continuo, rápido. El más grande mira de repente a Antonio, se pone a rugir y le sale vaho de
las fauces.
Las mujeres se apretujan contra los hombres.
Antonio piensa que todas aquellas muertes son preferibles a las fauces de las
horribles bestias feroces. Le parece sentir sus dientes, sus garras, oír cómo crujen sus
pobres huesos entre las mandíbulas de las fieras.
Entra un beluario en el calabozo; los mártires se echan a temblar.
Sólo uno permanece impasible: es el frigio que rezaba, apartado de los demás. Ha
incendiado tres templos. Avanza con los brazos en alto, con la boca abierta, con la cara
mirando al cielo, sin ver nada, como un sonámbulo.
EL CONSOLADOR exclama
UNA DE ELLAS
Su sirvienta saca, de una bolsa de tela, una antorcha y la prende. Los fieles
encienden con su llama otras antorchas y las plantan encima de las tumbas.
¡Ah, por fin he podido venir! ¡Pero qué fastidio, haberme casado con un
idólatra!
OTRA
OTRA
Con el mío, todos los días tenía algún disgusto. Yo no quería someterme
a los abusos que de mi cuerpo exigía y con el fin de vengarme mandó que me
persiguieran por cristiana.
OTRA
¿Os acordáis de Lucio, aquel joven tan apuesto a quien arrastraron por
los talones atado de un carro, como a Héctor, desde la puerta Esquilina hasta
las montañas de Tíbur? ¡Y a ambos lados del camino, la sangre salpicaba los
matorrales! Recogí algunas gotas. ¡Aquí están!
Se saca del pecho una esponja ennegrecida, la cubre de besos y luego se arroja
sobre las losas gritando:
UN HOMBRE
¡Oh, hermana mía!, ¡Oh, hermano mío¡, ¡Oh hija mía!, ¡Oh, madre mía!
Están de rodillas, con la frente entre las manos, o bien tendidos por completo en el
suelo, con los brazos extendidos, y los sollozos que tratan de contener les levantan el pecho
de tal manera que parece como si fueran a romperse. Miran al cielo diciendo:
UNA VIUDA
Aquí te traigo pultis hecho por mí, como a ti te gusta, con muchos
huevos y doble cantidad de harina. Nos lo comeremos juntos, igual que
antaño, ¿verdad?
Empiezan a salir llamas por todas partes, por entre los huecos que dejan los
maderos y
EL GIMNOSOFISTA prosigue
En efecto, la gruesa higuera presenta entre sus estrías una oquedad natural del
tamaño de un hombre.
Las llamas le suben hasta el pecho y lo envuelven. Asoma la cabeza a través de las
mismas como por el agujero de una pared. Sus ojos, abiertos de par en par, continúan
mirando.
ANTONIO se levanta
Revolotea una llama por entre las rocas y en seguida se oye a lo lejos, en la
montaña, una voz cascada...
EL EXTRANJERO (Simón)
Es una jovencita, una pobre niña que llevo conmigo a todas partes.
SIMÓN
Algunas veces se queda así, mucho tiempo, sin hablar, sin comer;
luego se despierta y de su boca salen cosas maravillosas.
ANTONIO
¿De veras?
SIMÓN
HELENA (Ennoia)
Antonio se estremece.
En cada escalón formado por sus grandes ramas hay una pareja de
Espíritus suspendidos en el aire. Las ramas se entrecruzan a su alrededor
como las venas de un cuerpo, y ellos contemplan cómo circula la vida eterna
desde las raíces que se adentran en la sombra hasta la copa que sobrepasa al
sol. Yo, en la segunda rama, iluminaba con mi rostro las noches de verano.
Chisst...
HELENA
ANTONIO
Simón
¡Calla, te digo!
HELENA
SIMÓN
ANTONIO
SIMÓN
ANTONIO
¿Y qué?
SIMÓN
¡Pues que ella es la luna! ¿Acaso no escribió el papa Clemente que
había sido encarcelada en una torre? Trescientas personas acudieron a rodear
la torre, y en cada una de las troneras, al mismo tiempo, vieron aparecer la
luna, aun cuando en el mundo no existen varias lunas, ni varias Ennoia.
ANTONIO
SIMÓN
Tan inocente como Cristo, que miró por los hombres, ella se sacrificó
por las mujeres. Pues la impotencia de Jehová se demuestra con la
transgresión de Adán, y hay que sacudir la antigua ley, tan contraria al orden
de las cosas.
He predicado la renovación en Efraín y en Isacar, a lo largo del torrente
de Visor, detrás del lago de Huleh, en el valle de Megido, más allá de las
montañas, en Bostra y en Damasco. Vengan a mí todos aquellos que estén
manchados de vino, de barro, los que estén manchados de sangre, ¡y yo
borraré sus manchas con el Espíritu Santo a quien los griegos llaman Minerva!
¡Ella es Minerva! ¡Ella es el Espíritu Santo! ¡Yo soy Júpiter, Apolo, Cristo, el
Paráclito, la omnipotencia de Dios encarnada en la persona de Simón!
ANTONIO
¡Ah, con que eres tú!.. Entonces, tú eres... ¡Pero yo conozco tus
crímenes! Naciste en Gittoi, cerca de Samaria. Dositeo, tu primer maestro,
¡tuvo que echarte! Aborreces a San Pablo por haber convertido a una de tus
mujeres, y vencido por San Pedro, lleno de rabia y de terror, arrojaste al mar el
saco que contenía tus sortilegios.
SIMÓN
Antonio lo mira y una voz murmura en su interior: “¿Y por qué no?”
Simón prosigue:
Le tiende sus manos para que las huela. Huelen a cadáver. Antonio retrocede.
Puedo hacer que se muevan las serpientes de bronce, que rían las
estatuas de mármol, que hablen los perros. Te mostraré una inmensa cantidad
de oro. Impondré reyes y verás a pueblos enteros adorándome. Puedo caminar
sobre las nubes y sobre las olas, pasar a través de las montañas, aparecerme
con la figura de un joven, de un anciano, de un tigre o de una hormiga:
apoderarme de tu rostro y darte yo el mío; dominar al rayo... ¿Lo oyes?
Y mientras remueve la llama con la mano, lentamente, como si fuese a rociar con
ella a Antonio, declama:
ANTONIO exclama
ANTONIO
Por efecto de una ráfaga, la niebla se disipa y ve a dos hombres vestidos con largas
túnicas blancas.
El primero es alto, de rostro dulce, de compostura grave. Sus cabellos rubios,
separados en medio como los de Cristo, le caen ordenadamente sobre los hombros. Ha
tirado una varita que llevaba en la mano y su compañero la ha recogido haciendo una
reverencia a la manera de los orientales.
Este último es bajito, grueso, chato, de cuello corto; tiene el pelo crespo y la cara
ingenua.
Ambos van descalzos, sin nada en la cabeza y se hallan cubiertos de polvo, como si
llegaran de un largo viaje.
ANTONIO, sobresaltado
ANTONIO prosigue
DAMIS
ANTONIO
¿Y vais a...?
DAMIS
señalando al otro:
¡A donde él quiera!
ANTONIO
¿Y quién es ése?
DAMIS
¡Miradlo bien!
ANTONIO, aparte
DAMIS
ANTONIO
DAMIS
APOLONIO
¡Que se acerque!
DAMIS
¡Acercaos!
ANTONIO
APOLONIO
APOLONIO
Primero te contaré el largo camino que tuve que recorrer para obtener la
doctrina, y si en toda mi vida encuentras una mala acción, me detendrás en mi
relato pues escandaliza con sus palabras aquel que yerra con sus obras.
DAMIS a Antonio
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
ANTONIO
¿Qué tradición?
DAMIS
APOLONIO
Estuve conversando con los samaníes del Ganges, con los astrólogos de
Caldea, con los magos de Babilonia, con los druidas de Galia, con los
sacerdotes de los negros. Subí a los catorce Olimpos, anduve sondeando los
lagos de Escitia y medí la magnitud del desierto...
DAMIS
APOLONIO
DAMIS
¡Yo! ¡Era yo! ¡Mi buen maestro! En seguida os amé. Erais más dulce
que una muchacha y más hermoso que un Dios.
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO, aparte
Qué significa...
APOLONIO
ANTONIO, soñador
DAMIS
¡Babilonia sí que es una ciudad! ¡Todos son ricos allí! Las casas,
pintadas de azul, tienen puertas de bronce, con una escalera que baja hasta el
río.
APOLONIO
DAMIS
¡Apenas se fijaban en mí! Por eso me quedé solo, paseando por las
calles. Me informaba sobre las costumbres, visitaba los talleres, examinaba las
grandes máquinas que llevan el agua hasta los jardines... Pero me fastidiaba
estar separado del Maestro.
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO, aparte
APOLONIO
En Taxila, capital de las cinco mil fortalezas, Fraortes, rey del Ganges,
nos mostró su guardia de hombres negros, cada uno de los cuales medía cinco
codos de altura y, en los jardines de su palacio, bajo un toldo de brocado
verde, a un elefante enorme al que perfumaban las reinas para entretenerse.
Era el elefante de Poro, que había huido tras la muerte de Alejandro.
DAMIS
ANTONIO
APOLONIO
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO
APOLONIO
A orillas del mar, tropezamos con los cinocéfalos ahítos de leche, que
volvían de su expedición por la isla Trapobana. Las tibias olas dejaban perlas
rubias a nuestros pies. El ámbar crujía bajo nuestros pasos. Esqueletos de
ballenas blanqueaban en las grietas del acantilado. La tierra, finalmente, se
hizo más estrecha que una sandalia y tras haber arrojado, en dirección al sol,
gotas del Océano, volvimos hacia la derecha para regresar.
Regresamos por la región de las hierbas aromáticas, por el país de los
gangáridas, por el promontorio de Comaria, la comarca de los sacalitas, de los
adramitas y de los homeritas. Después, a través de los montes Casanianos, el
mar Rojo y la isla Topazos, penetramos en Etiopía por el reino de los pigmeos.
ANTONIO, aparte
¡Qué grande es la tierra!
DAMIS
APOLONIO prosigue
DAMIS
¡Y la peste desapareció!
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
Si, a un loco que incluso había prometido casarse con ella. Amar a una
mujer, aún pase, pero a una estatua... ¡Vaya sandez! El Maestro le puso la
mano en el corazón y el amor se extinguió en seguida.
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
ANTONIO
DAMIS
Había, en Corinto...
APOLONIO
ANTONIO
DAMIS
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO
ANTONIO
¡Basta!
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
Tras golpear los mosaicos con su cola, depositó dicha mano en las
rodillas de Flavio.
DAMIS
ANTONIO, saltando
DAMIS
ANTONIO
DAMIS
APOLONIO
ANTONIO
APOLONIO
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
ANTONIO, aparte
ANTONIO, sobresaltado
DAMIS
¡Será posible!
DAMIS
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
¡Fue una terrible intrepidez, hay que reconocerlo!
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO, aparte
¡Como Él!
¡Exactamente igual!
ANTONIO
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
¡Porque yo conozco a todos los dioses, todos los ritos, todas las
oraciones, todos los oráculos! Penetré en el antro de TrifonioTrofonio, hijo de
Apolo. ¡Amasé para las mujeres de Siracusa las tortas que ellas llevan a las
montañas! He conseguido pasar las ochenta pruebas de Mitra. ¡Abracé a la
serpiente de Sabasio! ¡Recibí la banda de los cabiros! Lavé a Cibeles, en las
aguas de los golfos campanienses y he pasado tres lunas en las cavernas de
Samotracia!
DAMIS, riendo tontamente
APOLONIO
DAMIS
ANTONIO
¡No ha cantado el gallo! Oigo al grillo en las arenas y veo la luna, que
sigue en su sitio.
APOLONIO
DAMIS
APOLONIO
Sí, partamos.
ANTONIO
No. Yo me quedo.
APOLONIO
¿Quieres que te enseñe dónde crece la planta Balis que resucita a los
muertos?
DAMIS
ANTONIO
DAMIS
APOLONIO
ANTONIO llora
APOLONIO
Conocerás a los demonios que viven en las cavernas, a los que hablan
en los bosques, a los que se mueven en las olas, a los que empujan las nubes.
DAMIS
APOLONIO
APOLONIO
ANTONIO
¡Socorro, Señor!
APOLONIO
ANTONIO
APOLONIO
ANTONIO
¿Qué? ¿Cómo?
APOLONIO
APOLONIO
¡Déjalo, Damis!
Cree, como un bruto, en la realidad de las cosas. El terror que le
inspiran los Dioses le impide comprenderlos, ¡y al suyo lo rebaja a nivel de un
rey celoso!
Tú, hijo mío, ¡no me abandones!
Por encima de todas las formas, más lejos que la tierra, allende los
cielos, reside el mundo de las Ideas, llenado por el Verbo. ¡De un salto
franquearemos el otro espacio y captarás en su infinidad al Eterno, a lo
Absoluto, al Ser! Vamos, dame la mano y ¡en marcha!
ANTONIO
caminando lentamente:
HILARIÓN
Al momento, desfilan ante ambos ídolos de todas las naciones y de todas las épocas.
Los hay de madera, de metal, de granito, hechos con plumas y pieles cosidas...
Los más antiguos, anteriores al Diluvio, desaparecen bajo unos fucos que cuelgan
como cabelleras. Algunos de estos dioses, demasiado altos en proporción a su base, se
quiebran por las junturas y se rompen al andar. A otros les sale arena por los agujeros que
hay en sus vientres.
Antonio e Hilarión se divierten enormemente. Se desternillan de risa.
Después pasan unos ídolos con perfil de carnero. Titubean sobre sus piernas
torcidas, entornan los ojos y tartamudean como si fueran mudos: “¡Ba, ba, ba!”
A medida que se acercan más a la figura humana, más irritan a Antonio. Los golpea
a puñetazos, dándoles patadas, se encarniza con ellos.
Se van haciendo más espantosos cada vez, con altos penachos, ojos redondos,
brazos que terminan en garras, mandíbulas de tiburón...
Y ante estos Dioses se hacen sacrificios cruentos degollando a unos hombres sobre
altares de piedra; otros son triturados en cubas, aplastados por carros, clavados en los
árboles. Hay uno todo él de hierro candente, con cuerpo de toro, que devora a unos niños.
ANTONIO
¡Qué horror!
HILARIÓN
Pero ya sabes que los dioses siempre reclaman suplicios. El tuyo
incluso quiso...
El recinto de las rocas se convierte en un valle. Una manada de bueyes pace por allí
la corta hierba.
El pastor que los guarda observa una nube y lanza al aire, con voz aguda, palabras
imperativas.
HILARIÓN
Como necesita que llueva trata, mediante sus cantos, de obligar al rey
del cielo a que abra una nube fecunda.
ANTONIO, riendo
HILARIÓN
HILARIÓN
En el ombligo del Dios crece una flor de loto y dentro de su cáliz aparece otro Dios
con tres caras.
ANTONIO
¡Padre, Hijo y Espíritu Santo no son sino una sola y misma persona!
ANTONIO, deslumbrado
HILARIÓN
ANTONIO
¿Para qué?
HILARIÓN
Aparece de pronto
UN HOMBRE DESNUDO
HILARIÓN
HILARIÓN
“¡Un hombre llamado Simeón, que no debía morir antes de haber visto
a Cristo!”
BUDA
HILARIÓN
BUDA
HILARIÓN
BUDA
ANTONIO, aparte
BUDA
BUDA
Todos los dioses se inclinan; los que poseen varias cabezas las agachan todas a la
vez.
Levanta su mano en alto y prosigue:
Antonio está en el suelo con la cara entre las manos. De pie a su lado y de espaldas
a la cruz, Hilarión lo mira.
Transcurre un rato bastante largo.
Seguidamente, aparece una criatura singular, con cabeza de hombre y cuerpo de
pez. Avanza por los aires en línea recta, pegando con la cola en la arena; y esta figura de
patriarca con brazos cortitos provoca la risa de Antonio.
OANES, con voz quejumbrosa
HILARIÓN
ANTONIO, irónicamente
HILARIÓN
¡Puedes verlos!
ANTONIO
HILARIÓN
Ellos dicen que sí. Pues las cosas de nuestro alrededor pasan, y el cielo,
al igual que la eternidad, permanece inmutable.
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
¿A qué Diosa?
HILARIÓN
¡Ahí la tienes!
ANTONIO
HILARIÓN
Da vueltas gritando:
ANTONIO
Es más alta que los cedros y vuela por el éter azul. Como puede
extenderse aún más que el viento, rodea al mundo. Exhala su aliento por los
orificios nasales de los tigres; su voz brama bajo los volcanes, su cólera es la
tempestad. La palidez de su cara volvió blanca a la luna. Hace madurar las
mieses, hincha las cortezas, hace crecer la barba... ¡Dadle algo, pues aborrece
a los avaros!
Se abre la caja y bajo un toldo de seda azul, se ve una imagen pequeña de Cibeles,
deslumbrante con sus lentejuelas, coronada de torres y sentada en un carro de piedra roja
arrastrado por dos leones con una pata levantada.
La gente se empuja para verla.
EL ARCHIGALO continúa
Ella está triste. ¡También nosotros debemos estarlo! Hay que sufrir para
gustarle. Gracias a ello os serán perdonados vuestros pecados. La sangre todo
lo lava. ¡Echadle a ella algunas gotas, como si fueran flores! ¡Pero pide la
sangre de otra criatura, la sangre de alguien puro!
El archigalo levanta su cuchillo sobre el cordero.
ANTONIO, horrorizado
CIBELES
rodeándole la cintura con los brazos.
ATIS
Se emascula con una piedra y después se echa a correr, furioso, alzando en el aire su
miembro cortado.
Los sacerdotes hacen como el dios, los fieles como los sacerdotes. Hombres y
mujeres intercambian sus vestiduras, se abrazan, y aquel torbellino de carnes ensangrentadas
se va alejando, mientras las voces, que aún se perciben, se hacen más chillonas y estridentes
cada vez, como las que se oyen en los funerales.
Un gran catafalco forrado de púrpura ostenta, en su parte más alta, una cama de
ébano rodeada de antorchas y de cestas con filigranas de plata donde muestran su verdor
unas lechugas, malvas y matas de hinojo. En los escalones, sentadas de arriba abajo, hay
unas mujeres todas vestidas de negro, con el cinturón desabrochado, descalzas y
sosteniendo con aire melancólico grandes ramos de flores.
En el suelo, en las cuatro esquinas del estrado, unas urnas de alabastro llenas de
mirra echan humo lentamente.
Encima de la cama se ve el cadáver de un hombre. Le chorrea la sangre por uno de
sus muslos. Deja colgar el brazo y un perro que aúlla le lame las uñas.
La fila de antorchas –demasiado juntas- impide que se le vea la cara y Antonio se
siente lleno de angustia. Tiene miedo de reconocer a alguien.
Las mujeres dejan de llorar y tras un intervalo de silencio
¡Ay! ¡Ay! ¡La negra sangre corre por sus carnes de nieve! ¡Y ahora se le
tuercen las rodillas, sus costillas se hunden! Las flores de su rostro han mojado
la púrpura. ¡Está muerto! ¡Lloremos y aflijámonos!
Acuden todas en fila a depositar entre las antorchas sus largas cabelleras que, desde
lejos, parecen serpientes negras o rubias. El catafalco va bajando despacio hasta llegar al
nivel de una gruta, de un tenebroso sepulcro abierto en su parte posterior.
Entonces
UNA MUJER
se inclina sobre el cadáver.
Sus cabellos, que ella no ha cortado, la envuelven de la cabeza a los pies.
Tantas lágrimas derrama que su dolor no debe ser igual al de las demás, sino
infinito, sobrehumano.
Antonio piensa en la madre de Jesús.
La mujer dice:
ANTONIO
se pone furioso. Le tira piedras y la injuria.
HILARIÓN
ISIS
¡Es él! ¡Son sus ojos! ¡Son sus cabellos trenzados en forma de cuernos
de carnero! Tú reanudarás sus obras. Volveremos a florecer como los lotos.
¡Yo sigo siendo Isis la grande! ¡Nadie todavía levantó mi velo! ¡Mi fruto es el
sol!
¡Sol de primavera, hay unas nubes que oscurecen tu faz! El aliento de
Tifón devora las pirámides. He visto huir a la esfinge hace un momento.
Galopaba igual que un chacal.
Ando buscando a mis sacerdotes, a mis sacerdotes con mantos de lino,
con grandes arpas, que llevaban una navecilla mística adornada con páteras de
plata. ¡Ya no se dan fiestas en los lagos! ¡Ya no iluminan mi delta! ¡Ya no hay
copas de leche en Filae! Apis, desde hace mucho tiempo, ha desaparecido.
¡Egipto, Egipto! Tus grandes Dioses inmóviles tienen los hombros
manchados de excrementos de pájaros y el viento que pasa por el desierto
acarrea las cenizas de tus muertos. ¡Anubis, guardián de las sombras, no me
abandones!
El cinocéfalo ha desaparecido.
Isis sacude a su hijo.
Pero... ¿qué tienes?... ¡Tus manos están frías y tu cabeza cuelga
desmayada!
Harpócrates acaba de morir.
Entonces Isis da un grito tan agudo, fúnebre y desgarrador que Antonio le responde
con otro grito al tiempo que abre los brazos para sostenerla.
Mas ella ya no está. Él baja la cabeza, avergonzado.
Cuanto acaba de ver se confunde en su mente. Es como una especie de aturdimiento
parecido al que se siente en un viaje, al malestar que deja la embriaguez. Quisiera odiar y,
sin embargo, una compasión vaga le ablanda el corazón. Se echa a llorar desconsolado.
HILARIÓN
ANTONIO
tras buscar dentro de sí un buen rato:
¡Pienso en todas las almas que se han perdido por culpa de estos falsos
Dioses!
HILARIÓN
¿Y no te parece que, en ocasiones, tiene algún parecido con... el Dios verdadero?
ANTONIO
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
Los dioses se asomaban a las nubes para guiar las espadas; uno podía
tropezar con ellos a orillas de los caminos o en la propia casa, y esta
familiaridad confería a la vida un aspecto divino.
Lo único importante en la vida era que fuese libre y bella. Las holgadas
vestiduras facilitaban la nobleza de las posturas. La voz del orador, que se
ejercitaba oyendo el mar, azotaba con ondas sonoras los pórticos de mármol.
El efebo, ungido de aceite, luchaba completamente desnudo a pleno sol. La
acción más religiosa consistía en exponer unas formas puras.
Y aquellos hombres respetaban a sus esposas, a los ancianos y a los
suplicantes. Detrás del templo de Hércules habían erigido un altar a la Piedad.
Inmolaban a las víctimas con flores en torno a los dedos. Hasta el
recuerdo mismo se hallaba exento de la putrefacción de los muertos. Sólo
quedaban de ellos unas pocas cenizas. El alma, tras mezclarse con el éter sin
límites, partía hacia los dioses.
Se agacha para hablarle a Antonio al oído.
ANTONIO
permanece con los ojos bajos y luego, de repente, recita el símbolo de Jerusalén, tal como él
lo recuerda, suspirando a cada frase.
UNA VOZ
se eleva, confusa y terrible, como el rumor de las olas, como el ruido de los bosques en la
tempestad, como el bramido del viento en los precipicios.
JÚPITER
se ha bajado del trono. El rayo, a sus pies, echa humo como si fuera un tizón dispuesto a
apagarse; y el águila, estirando el cuello, recoge con el pico las plumas que se le caen.
¡No, no! Mientras aún permanezca en algún sitio, donde sea, una
cabeza que encierre al pensamiento, aborrezca el desorden y conciba la Ley, el
espíritu de Júpiter vivirá!
Pero la copa está vacía.
Él la inclina lentamente sobre la uña de su dedo.
¡Ni una sola gota! ¡Cuando falta la ambrosía, los Inmortales se marchan!
La copa se le cae de las manos y él se apoya en una columna, sintiéndose morir.
JUNO
¡Si no hubieras tenido tantos amores! ¡Águila, cisne, toro, lluvia de oro,
nube y llama, tomaste todas las formas, extraviaste tu luz en todos los
elementos, perdiste tus cabellos en todos los lechos! El divorcio es irrevocable
esta vez, y nuestro dominio, nuestra existencia, se desvanecen...
Se aleja por los aires.
MINERVA
ya no tiene su lanza y unos cuervos que antes anidaban en las esculturas del friso, dan ahora
vueltas a su alrededor y le muerden el casco.
Dejadme ver si mis naves, tras haber hendido el brillante mar, han
regresado a mis tres puertos. Quiero saber por qué están desiertos los campos
y qué es lo que ahora hacen las hijas de Atenas.
En el mes de Hecatombeón, todo mi pueblo venía hacia mí, guiado por
sus magistrados y sacerdotes. Después, vestidas de blanco y con túnicas de
oro, avanzaban largas filas de vírgenes con copas, canastillas y quitasoles;
detrás venían los trescientos bueyes para el sacrificio, ancianos que agitaban
ramas verdes, soldados que chocaban entre sí sus armaduras, efebos cantando
himnos, músicos que tocaban la flauta o la lira, rapsodas, bailarinas y por
último, en el mástil de un trirreme sobre ruedas, mi hermoso velo grande
bordado por unas vírgenes a quienes se alimentaba durante una año de manera
especial. Cuando ya el cortejo se había paseado por todas las calles con sus
salmodias, subía paso a paso por la colina del Acrópolis, rozaba los Propileos
y regresaba al Partenón.
Pero, ¿qué sucede? ¡Siento malestar, yo, la ingeniosa!
¿Cómo no se me ocurre ni siquiera una idea? Y estoy temblando más
que una mortal...
Vislumbra unas ruinas tras ella, da un grito y, golpeada en la frente, cae al suelo de
espaldas.
HÉRCULES
se ha quitado su piel de león y afianzándose con los pies, arqueando la espalda y
mordiéndose los labios, hace esfuerzos desmesurados para sostener el Olimpo que se
derrumba.
PLUTÓN
NEPTUNO
DIANA
vestida de negro, en medio de sus perros que se han convertido en lobos:
MARTE
con la cabeza descubierta y ensangrentado.
VULCANO
limpiando con una esponja sus miembros sudorosos
El mundo se enfría. Hay que calentar los manantiales, los volcanes y los
ríos que acarrean metales por debajo de la tierra. ¡Golpead más fuerte! ¡Con
todas vuestras fuerzas!
Los Cabiros se lastiman con sus martillos, se ciegan con las chispas y, caminando a
tientas, se pierden en la oscuridad.
CERES
De pie en su carro, cuyas ruedas ostentan alas en sus cubos.
¡Detente, detente!
¡Razón tenían al excluir a los extranjeros, a los ateos, a los epicúreos y
a los cristianos! Han levantado el velo que cubría el misterio de la cesta, han
profanado el santuario y todo se ha perdido...
Baja por una cuesta empinada, gritando y arrancándose los cabellos con
desesperación.
¡Qué más da! ¡La mujer del Arconte es mi esposa! ¡Hasta la ley se
emborracha! ¡A mí el cántico nuevo y las múltiples formas!
El fuego que devoró a mi padre corre por mis venas. ¡Que arda aún más
fuerte aunque yo perezca!
¡Varón y hembra a un mismo tiempo, soy bueno para todos! ¡Me
entrego a vosotras, Bacantes y a vosotros también, sacerdotes de Baco! Y la
viña se enroscará en torno a los árboles.
Y Pan, Sileno, los Sátiros, las Bacantes, las Mimalonidas y las
Ménades, con sus serpientes, sus antorchas y sus máscaras negras, se tiran
flores, descubren un falo, lo besan, sacuden los tímpanos, golpean con sus
tirsos, se lapidan con caracolas marinas, comen uvas, estrangulan a un macho
cabrío y desgarran a Baco.
APOLO
fustigando a sus corceles y cuyos blancos cabellos ondean al viento.
Dejé tras de mí a Delos la pedregosa, tan pura que todo en ella parece
estar muerto ahora, y trato de llegar a Delfos antes de que el vapor que la
inspira se haya disipado por completo. Los mulos están paciendo sus laureles.
La pitonisa se equivoca y no sabe lo que dice.
¡Gracias a una mayor concentración, obtendré poemas sublimes,
monumentos eternos, y toda la materia se verá impregnada por las vibraciones
de mi cítara!
Puntea sus cuerdas. Éstas se rompen y le cruzan el rostro. Tira el instrumento y
azotando con furor a su cuadriga, dice:
¡No, ya basta de formas! ¡Tengo que llegar más lejos aún! ¡Hasta la
misma cima, hasta la idea pura!
Pero los caballos, al retroceder, se encabritan y rompen el carro. Apolo,
enredándose con los fragmentos del timón y de los arneses, cae de cabeza al abismo.
Se ha oscurecido el cielo.
ANTONIO
¿Qué es eso?
¡Mira!
Al momento, a la luz de un pálido rayo de luna, Antonio divisa una interminable
caravana que desfila sobre la cresta de las rocas y todos los viajeros, uno tras otro, van
cayendo del acantilado al precipicio.
Primero caen los tres grandes dioses de Samotracia: Axiero, Axiocerso y Axiocersa,
juntos, enmascarados de púrpura y elevando las manos.
Esculapio avanza con expresión melancólica, sin ver siquiera a Samos ni a Telésforo
que lo interrogan con ansiedad. Sosípolis eleano, en forma de serpiente pitón, enrosca sus
anillos en dirección al abismo. Despona, presa de vértigo, se tira ella misma. Britomartis,
dando alaridos de miedo, se agarra a las mallas de su red. Los Centauros llegan a todo
galope y ruedan cuesta abajo en revoltijo, para acabar despeñándose en el negro agujero.
Tras ellos camina renqueando el grupo lamentable de las Ninfas. Las ninfas de las
praderas van todas cubiertas de polvo y las de los bosques gimen y sangran, heridas por el
hacha de los leñadores.
Las Geludas, las Éstriges, la Empusa y todas las diosas infernales, confundiendo sus
colmillos, sus antorchas y sus víboras, forman una pirámide; en la cúspide de la misma,
sobre una piel de buitre, Eurínomo, azulado como las moscas carnívoras, se devora los
brazos.
Después, desaparecen envueltas en un torbellino: Ortia la sanguinaria, Hymnia de
Orcomenes, Lafria de Patrás, Afia de Egino, Bendis de Tracia, Estinfalia, la de patas de
pájaro. Triopas, en vez de tres ojos no tiene más que tres órbitas. Erictonio, con las piernas
flojas y ayudándose con las manos, se arrastra por el suelo como si estuviera impedido.
HILARIÓN
HILARIÓN
ANTONIO
HILARIÓN
HILARIÓN
Era su alma la que hacía prosperar la casa, con sus palomares, sus
lirones y caracoles, sus corrales protegidos por redes, sus caldeados establos
que olían a cedro.
Protegían al pueblo miserable que arrastraba sus grilletes por los
guijarros de la Sabina, a los porqueros que tocaban la trompa para reunir a los
cerdos, a los que cortaban los racimos en lo alto de los olmos, a los que
arreaban a los asnos cargados de estiércol, y por los senderos. El labrador,
jadeante, agarrado al mango de su arado, les rogaba para que fortaleciesen sus
brazos, y los vaqueros, a la sombra de los tilos, junto a unas calabazas llenas
de leche, alternaban sus elogios tocando flautas de caña.
Antonio suspira.
Y en medio de una habitación, sobre un estrado, se ve un lecho de marfil rodeado
de gente. Todos levan antorchas de abeto.
UNA VOZ
ANTONIO
Ya se fueron todos.
dice ALGUIEN
Y Antonio ve ante él a Hilarión, pero transfigurado, hermoso como un arcángel,
luminoso como un sol y tan alto que para verlo bien
ANTONIO
tiene que echar la cabeza hacia atrás.
HILARIÓN
ANTONIO retrocede
HILARIÓN
fijando en él sus pupilas:
¿Quieres verlo?
ANTONIO
no puede apartar su mirada. Lo invade una gran curiosidad por conocer al diablo. Su terror
aumenta, pero su deseo se hace inconmensurable.
VI
El Diablo vuela con San Antonio encima, con el cuerpo estirado como el de un
nadador. Sus dos alas, completamente abiertas, lo ocultan por entero como si se tratara de
una nube.
ANTONIO
¿Adónde voy?
Antes me pareció vislumbrar la forma del Maldito. ¡No! Es una nube la
que me lleva. ¿Acaso estoy muerto y subo hacia Dios?
¡Ah, qué bien se respira! El aire inmaculado me satura el alma. ¡Me
siento ingrávido! ¡Se acabaron los sufrimientos!
Por debajo de mí se ven relámpagos, el horizonte se ensancha y hay
ríos que se entrecruzan. Aquella mancha rubia es el desierto y aquel charco de
agua, el Océano.
Ya aparecen otros océanos e inmensas regiones que yo no conocía. Allí
están los países negros echando humo como si fueran hogueras, y la zona de
las nieves, siempre oscurecida por la niebla. Voy a intentar situar las montañas
por donde cada noche se pone el sol.
EL DIABLO
EL DIABLO
¿No ves como la tierra no es el centro del mundo? ¡Orgullo del hombre,
humíllate!
ANTONIO
EL DIABLO
ANTONIO
Desde abajo, parecía tan sólida como un muro, pero, por el contrario,
yo paso a través de ella. ¡Me hundo en ella!
Y llegan ante la luna, que parece un pedazo de hielo redondo, lleno de
una luz inmóvil.
EL DIABLO
ANTONIO
En ella sólo veo llanos desolados y cráteres apagados bajo un cielo todo
negro.
¡Vayamos hacia esos tres astros de resplandor más suave, para
contemplar a los ángeles que los sostienen en vilo como si fueran antorchas!
ANTONIO
¡Sí, sí! ¡Mi inteligencia consigue abarcar todo eso! Y esto me produce
un goce superior a los placeres de la ternura. ¡Me quedo sin aliento,
estupefacto ante la inmensidad de Dios!
EL DIABLO
ANTONIO
¡No existe finalidad! ¿Cómo iba a tener Dios una finalidad? ¿Qué
experiencia podría instruirlo, qué reflexión determinarlo?
Antes del principio él no hubiera actuado y ahora sería inútil.
ANTONIO
EL DIABLO
Pero los seres que pueblan la tierra van llegando a ella sucesivamente.
Y en el cielo van surgiendo igualmente nuevos astros, efectos diferentes de
causas varias.
ANTONIO
EL DIABLO
ANTONIO
EL DIABLO
se detiene y, meciéndolo suavemente, le dice:
¡La nada no existe! ¡El vacío no existe! Por todas partes hay cuerpos
que se mueven sobre el fondo inmutable de la Inmensidad; y como si algo
pudiera limitarla ya no sería la inmensidad sino un cuerpo, no conoce límites.
ANTONIO, boquiabierto
EL DIABLO
EL DIABLO
ANTONIO
EL DIABLO
ANTONIO
Se echa a llorar.
¡Oh, no! Por encima de todo eso hay alguien, un alma grande, un Señor,
un padre a quien mi corazón adora y que me quiere a mí!
EL DIABLO
ANTONIO
EL DIABLO
ANTONIO
EL DIABLO
EL DIABLO
VII
ANTONIO
se encuentra de nuevo tendido boca arriba, al borde del acantilado.
El cielo empieza a clarear.
¡Ah, demencia, locura! ¿Es culpa mía acaso? ¡La oración me resulta
intolerable! ¡Tengo el corazón más seco que una roca! ¡Antaño, rebosaba
amor...!
La arena, esta mañana, humeaba por el horizonte como el polvo de un
incensario. Al ponerse el sol, unas flores de fuego florecían en la cruz, y a
medianoche me pareció que todos los seres y todas las cosas, recogidos en un
mismo silencio, adoraban conmigo al Señor. ¡Oh, encanto de las oraciones,
felicidad del éxtasis, presentes del cielo!, ¿qué ha sido de vosotros?
Recuerdo un viaje que hice con Amón en busca de lugares solitarios
donde fundar monasterios. Era la última tarde y apresurábamos el paso
canturreando himnos, uno al lado del otro, sin hablar. A medida que el sol
descendía, las dos sombras de nuestros cuerpos se alargaban como dos
obeliscos que crecieran continuamente y que caminasen delante de nosotros.
Con trozos de nuestros bastones hacíamos unas cruces que plantábamos aquí
y allá para señalar el lugar donde debería instalarse una celda. La noche tardó
en llegar y unas ondas negras se esparcían por la tierra cuando aún el cielo
lucía un inmenso color de rosa.
Cuando yo era niño me entretenía construyendo ermitas con piedras
pequeñas. Mi madre, junto a mí, me contemplaba.
Me habrá maldecido por mi abandono, arrancándose los blancos
cabellos con las manos. Y su cadáver quedó tendido en el suelo de la cabaña,
bajo el techo de cañas, entre las paredes que se derrumbaron. Me parece ver
que una hiena husmea por un agujero, metiendo el hocico... ¡Horror, horror!
Solloza.
Si un hombre cayera aquí, se mataría. No hay nada más fácil, basta con
dejarse rodar sobre el lado izquierdo. Sólo hay que hacer un movimiento. ¡Uno
tan sólo!
Entonces aparece
ANTONIO, balbuceando
ELLA prosigue
¡Pues el rey Saúl se mató! ¡Razias, que era un justo, se suicidó! ¡Santa
Pelagia de Antioquía se mató! ¡Domnina de Alep y sus dos hijas, todas ellas
santas, se mataron! Y acuérdate de cómo corrían los confesores al encuentro
de los verdugos, impacientes por hallar la muerte... con el fin de gozar de ella
más pronto, las vírgenes de Mileto se estrangulaban con sus cordones. El
filósofo Hegesias, en Siracusa, tanto predicó en su favor que las gentes
abandonaban los lupanares para irse a ahorcar por los campos. Los patricios
de Roma se dan muerte por libertinaje.
ANTONIO
LA VIEJA
ANTONIO
ELLA prosigue
LA VIEJA
¡No es menester haber vivido los placeres de este mundo para sentir su
amargura! Con verlos desde lejos, ya dan asco... Estarás harto de la monotonía
que supone el realizar siempre las mismas acciones, cansado de la duración de
los días, de la fealdad del mundo, de la estupidez de sol...
ANTONIO
LA VIEJA
¡Todas las noches, cuando sobre ella te acuestas, estás esperando a que
pronto te cubra!
LA JOVEN
LA MUERTE le dice
¡Morir ahora o un poco más tarde, qué más da! Tú me perteneces, igual
que los soles, los pueblos, las ciudades, los reyes, la nieve de los montes, la
hierba de los campos... ¡Vuelo más alto que el gavilán, corro más de prisa que
la gacela, llego incluso a alcanzar a la esperanza y vencí al Hijo de Dios!
LA LUJURIA
LA MUERTE
LA LUJURIA
LA MUERTE
LA LUJURIA
LA MUERTE
ANTONIO se levanta
LA ESFINGE
permanece inmóvil y contempla a la Quimera.
LA QUIMERA
¡No, jamás!
LA ESFINGE
¡No corras tan de prisa, no vueles tan alto, no ladres tan fuerte!
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
Galopo por los corredores del laberinto, me cierno sobre los montes,
bajo al ras de las olas, ladro en el fondo de los precipicios, me agarro con los
dientes a la punta de las nubes; arrastro mi cola por la arena haciendo rayas en
las playas y las colinas han tomado sus curvas copiando la forma de mis
hombros. Pero a ti, siempre te encuentro inmóvil, o bien dibujando alfabetos
en la arena con tus garras.
LA ESFINGE
LA QUIMERA
¡Yo soy ligera y alegre! Les descubro a los hombres perspectivas
deslumbrantes, con paraísos en las nubes y felicidades lejanas. Les vierto en el
alma eternas locuras, proyectos de felicidad, planes de porvenir, sueños de
gloria, así como promesa de amor y resoluciones virtuosas...
Los muevo a peligrosos viajes y a grandes empresas. He cincelado con
mis patas maravillosas arquitecturas. Fui yo quien colgué las campanillas en la
tumba de Porsena y quien puso un muro de oricalco rodeando los muelles de
la Atlántida.
Busco perfumes nuevos, flores más grandes, placeres no
experimentados. Si en alguna parte vislumbro a un hombre cuyo espíritu
reposa en la sabiduría, me tiro encima de él y lo estrangulo.
LA ESFINGE
LA ESFINGE
¡Oh, Fantasía, llévame sobre tus alas para que olvide el tedio de mi
tristeza!
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
LA ESFINGE
LA QUIMERA
LA ESFINGE
¡No soples demasiado fuerte! Las gotas de lluvia nos lastiman, los
sonidos desafinados nos despellejan, las tinieblas nos ciegan. Estamos hechos
de brisas y perfumes, y rodamos, flotamos, somos algo más que sueños, pero
no del todo criaturas...
LOS NISNAS
no tienen más que un ojo, una mejilla, una mano, la mitad del cuerpo y la mitad del corazón.
Dicen en voz muy alta:
¡Vivimos muy a gusto en nuestras medias casas, con nuestras medias
mujeres y nuestras mitades de niños!
LOS BLEMIOS
carecen de cabeza:
No tenemos cabeza, pero por ello son más anchos nuestros hombros; y
no existe buey, ni rinoceronte, ni elefante que sea capaz de cargar con lo que
cargamos nosotros.
¡Impresos en nuestros pechos llevamos los vagos rasgos de un rostro y
eso es todo! Pensamos las digestiones, sutilizamos las secreciones. Dios, para
nosotros, flota en paz en unos quilos interiores.
Caminamos por un recto camino, atravesando todos los fangos,
bordeando todos los abismos y somos las gentes más felices, más laboriosas y
más virtuosas que existen...
LOS PIGMEOS
LOS ESCIÁPODES
LOS CINOCÉFALOS
EL SADHUZAG
EL SADHUZAG
MARTÍCORA
gigantesco león rojo con rostro humano y tres hileras de dientes.
EL CATOBLEPAS
es un búfalo negro con la cabeza de un cerdo, que arrastra por el suelo y que va sujeto a sus
hombros mediante un cuello delgado, largo y fláccido como una tripa vacía.
Se revuelca por el suelo y sus pezuñas desaparecen bajo la enorme pelambrera de
duros pelos que le tapa la cara.
ANTONIO
¡Oh, éste...! a... a... ¿Si yo quisiera?... Su estupidez me atrae. ¡No, no!
¡No quiero!
Mira fijamente al suelo.
Pero las hierbas se prenden fuego y de las llamas surge
EL BASILISCO
gran serpiente violácea de cresta trilobulada, con dos dientes: uno arriba y otro abajo.
¡Ten cuidado, vas a caer en mis fauces! Bebo fuego. El fuego soy yo, y
lo absorbo de todas partes: de las nubes, de las piedras, de los árboles
muertos, del pelo de los animales, de la superficie de las ciénagas. Mi
temperatura mantiene a los volcanes. Soy yo quien crea el brillo de las piedras
preciosas y el color de los metales.
EL GRIFO
león con pico de buitre, con las alas blancas, las patas rojas y el cuello azul.
EL UNICORNIO
Amanece por fin y, al igual que las cortinas de un tabernáculo cuando se descorren,
unas nubes de oro, al formar grandes espirales, dejan ver el cielo.
Y en medio mismo, dentro del disco formado por el sol, aparece radiante la faz de
Jesucristo.
Antonio hace la señal de la cruz y comienza de nuevo a rezar.
Vocabulario:
A
ABISMO: El primero de los Eones, el Dios supremo en la doctrina gnóstica de Valentino.
ABRAXAS: Fórmula que expresa en letras griegas el número 365, que en la doctrina de
Basílides corresponde al número de Eones o de los cielos que ellos crearon. Por extensión,
piedra sobre la que va grabada esta fórmula.
ABSADEO (por Asbameo): Nombre de una fuente consagrada a Zeus Asbameo cerca de
Tiana.
ADAMITAS: Secta gnóstica de Egipto; sus adeptos eran nudistas y proponían imitar a
Adán como prueba de completa libertad. Proscribían el matrimonio para no perpetuar el
pecado original.
ADONAY: Voz hebrea que significa "Mi Señor". Uno de los nombres que designan a Dios
en las Escrituras.
AFIA por AFAYA: Diosa a la que se consagraba el gran templo de Egina. Se la identificaba
con Artemisa y Britomartis.
AHUTI: Especie de mono (y no de pájaro como dice Flaubert) que vive alimentándose
exclusivamente de viento.
ALEJANDRO, SAN: Obispo de Alejandría, gran adversario de Arrio, miembro del concilio
de Nicea.
ALEJANDRÍA: Ciudad de Egipto fundada por Alejandro el Grande en 331. Fue el crisol
de las religiones, sobre todo de las sectas gnósticas a principios de nuestra era.
ALFALIM: O Hulpalim, especie de mono (y no de pájaro como dice Flaubert) que vivía
alimentándose sólo de viento como el Ahuti.
AMENTI o AMENTES: Infiernos en la religión egipcia; las almas de los muertos iban a él
para ser juzgadas.
AMÓN, SAN: Monje fundador de los Monasterios de Nitria. Murió hacia 345-350.
Cuando murió, cuenta San Atanasio que Antonio fue avisado milagrosamente de su muerte.
AMONARIA: Una virgen llamada Amonaria murió mártir en Alejandría en 250. Tal vez sea
ella quien da origen al personaje de Flaubert.
AMOR: A pesar de la mayúscula, no debe tratarse aquí del dios Amor, sino de la pasión
amorosa.
AMSASPENDAS: Espíritus del bien en la antigua religión del Irán. Ormuz es el primero y
creador de los Amsaspendas.
APOLONIO (de Tiana): Filósofo neopitagórico, nacido en Tiana y muerto en Éfeso en 97.
Recorrió Siria, Egipto, Persia y la India. Su figura se halla envuelta en un halo de leyendas.
Se
lo consideraba una mezcla de mago, visionario y taumaturgo. Su reputación siguió
aumentando tras su muerte, hasta tal punto que llegaron a convertirlo en un rival de Cristo.
La "Vida de Apolonio", escrita por Filóstrato, tiene seguramente mucho de fábula.
ARCONTE: Título dado a los nueve magistrados que ejercían el poder en Atenas en la
época clásica. Uno de ellos, el Arconte rey, era el encargado del culto y juzgaba los
crímenes de impiedad y homicidio. Su mujer desempeñaba un papel en las Leneas, fiestas
dedicadas a Baco
ARCÓNTICOS: Secta gnóstica de la segunda mitad del siglo IV, que propaló hasta
Armenia doctrinas extraídas de los libros sethianos.
ARICIA: Antigua ciudad del Lacio. Virbio era honrado allí en el templo de Diana.
ARISTEO: Hijo de Apolo y de la ninfa Cirene. Enseñó a los hombres el cuidado de las
abejas y el cultivo de la vid. Tras haberse instalado en Tracia, desapareció en el monte
Hemos. “Es inmortal, es dios y hombre a un mismo tiempo.”
ARRIO: Heresiarca de Alejandría. Según sus tesis, Jesucristo no era el verdadero Dios, sino
que sólo se lo podía llamar así de manera figurada. El Verbo era la primera de las criaturas
de Dios, por quien había sido creado para, a su vez, ser creador del mundo. Su doctrina fue
condenada en el concilio de Nicea.
ASCITAS: herejes del siglo II. Uno de sus ritos consistía en bailar ante un odre lleno, que
simbolizaba el ser ellos mismos aquellos odres nuevos de que habla Jesús en el Evangelio de
San Mateo.
ASTOFAIOS: Genio del agua de los ofitas. Su nombre pudo sacarse de las designaciones
de la divinidad en los textos bíblicos.
ASTOMI: Pueblo fabuloso del que habla Plinio. Los astomi no tienen boca, viven del aire y
de los olores que respiran.
ATIS: Pastor de Anatolia del que se enamoró Cibeles. Como él se resistía, ella lo hizo
volverse loco y él se castró. Atis iba asociado a las fiestas de Cibeles que coincidían con la
primavera.
B
BAARAS: Planta maravillosa que, según dice Flavio Josefo (historiador judío 37 d. J.C.)
servía para contrarrestar los hechizos. "Es muy difícil arrancar esa raíz, pues huye siempre,
sin
parar."
BALAAM: Adivino y brujo de Mesopotamia. Llamado por el rey Moab para maldecir a los
hebreos, maltrató a su burra que se dejó detener por un ángel de Yahvé, y ella le reprochó
su crueldad. El ángel inspiró a Balaam, en lugar de maldiciones, bendiciones y profecías.
BALACIO: Prefecto del emperador Constancio. Despreció las cartas que le escribió
Antonio con motivo de la expulsión de Atanasio y murió cinco días más tarde, tras haber
sido mordido por un caballo furioso.
BALIS (Planta): Planta que, según Plinio, cura las mordeduras de las serpientes y según
otros, resucita a los muertos.
BARBATO: Una de las divinidades indigentes, es decir, cuya función se limita a un acto
preciso y que preside al crecimiento, para los romanos.
BARBELO: Eón femenino cuyo nombre quiere decir: hija del Señor. Fue honrada
especialmente por una serie de sectas llamadas "barbelognósticas": barbelitas, ofitas,
nicolaítas y simonianos.
El Basilisco reside en el desierto; mejor dicho, crea el desierto. A sus pies caen
muertos los pájaros y se pudren los frutos; el agua de los ríos en que se abreva queda
envenenada durante siglos. Que su mirada rompe las piedras y quema el pasto ha sido
certificado por Plinio. El olor de la comadreja lo mata; en la Edad Media, se dijo que el
canto del gallo. Los viajeros experimentados se proveían de gallos para atravesar comarcas
desconocidas. Otra arma era un espejo; al Basilisco lo fulmina su propia imagen.
Los enciclopedistas cristianos rechazaron las fábulas mitológicas de la Farsalia y
pretendieron una explicación racional del origen del Basilisco. (Estaban obligados a creer en
él, porque la Vulgata traduce por “basilisco” la voz hebrea Tsepha, nombre de un reptil
venenoso.) La hipótesis que logró más favor fue la de un huevo contrahecho y deforme,
puesto por un gallo e incubado por una serpiente o un sapo. En el siglo XVII, Sir Thomas
Browne la declaró tan monstruosa como la generación del Basilisco. Por aquellos años,
Quevedo escribió su romance El Basilisco, en el que se lee:
BENDIS: Entre los antiguos tracios, diosa de la Luna identificada en Grecia con Ártemis y
Hécate. Su culto se extendió por Grecia y Asia Menor.
BIBLOS: Puerto de Fenicia. La Leyenda cuenta que Isis fue allí para recuperar el ataúd de
Osiris, encerrado en una columna de madera que sostenía los desvanes del palacio.
BLEMIOS: Monstruos sin cabeza, con una boca y unos ojos inmóviles en el pecho, según
Plinio. Situaba a este pueblo fabuloso al sur de Egipto o en Etiopía.
BUDA: Sakyamuni, sabio hindú, profeta y fundador del budismo (560 – 480 antes de
nuestra era). La palabra Buda indica a los que poseen la ciencia perfecta y la razón
suprema, pero se aplica especialmente a Sakyamuni. El budismo se fue separando
progresivamente del brahmanismo.
BRITOMARTIS: Divinidad cretense compañera de Ártemis. Inventó las redes para cazar
(o según otra leyenda, fue salvada de perecer ahogada gracias a unos pescadores).
C
CABIROS: Divinidades de origen fenicio que se adoraban en Egipto y en algunos lugares
de Grecia (Samotracia, Tebas): Herodoto los llama hijos de Hefesto.
CAFF: Según el Zend-Avesta, montaña que salió de Albordj, la montaña originaria mística.
CAINITAS: Secta gnóstica del siglo II que honraba a todos los perseguidos por el Dios de
los judíos: Caín, Esaú, los habitantes de Sodoma y Gomorra, etc. Su libro santo era el
Evangelio que atribuían a Judas (bienhechor de la humanidad por haber entregado a Cristo
únicamente para que se cumpliese la redención).
CALIXTO, San: Papa de 217 a 222. Murió mártir o al menos víctima de un motín y fue
considerado como tal. Se lo había acusado sin razón de herejía sobre la Trinidad.
CAMENA: Designación latina de las Musas. Aquí, diosa secundaria encargada de enseñar a
cantar.
CANOPE, río de: Brazo del Nilo en el que se hallaba situada la ciudad de Canope (tal vez
Abukir).
CAOS: El estado confuso del mundo y particularmente de la tierra antes de que el Creador
ordenase los elementos.
CAOSYAC -o más bien Saoshyant- : el "Salvador último" o "Salvador del final de los
tiempos" en la antigua religión persa.
CARIDAD: Virtud teologal de los cristianos. Uno de los Eones en la doctrina de Valentino.
CARNA: Diosa romana de la carne. Su misión era apartar a las Éstriges, demonios
femeninos alados, que le chupan la sangre a los recién nacidos.
CATOBLEPAS: Animal fabuloso parecido a un toro salvaje, del que hablan Plinio y Eliano.
Plinio (VIII, 32) cuenta que en los confines de Etiopía, no lejos de las fuentes del
Nilo, habita el Catoblepas.
“Fiera de tamaño mediano y de andar perezoso. La cabeza es notablemente pesada
y al animal le da mucho trabajo llevarla; siempre se inclina hacia la tierra. Si no fuera por
esta circunstancia, el Catoblepas acabaría con el género humano, porque todo hombre que
le ve los ojos, cae muerto.”
Catoblepas, en griego, quiere decir “que mira hacia abajo”. Cuvier ha sugerido que
el gnu (contaminado por el basilisco y por las gorgonas) inspiró a los antiguos el
Catoblepas.
CERDÓN: Heresiarca sirio que nació a principios del siglo II. Tuvo por discípulo a
Marción. Decía que “la legislación de Moisés y las enseñanzas de los profetas no son fruto
de la inspiración divina”.
CERES: Genios que, en la Ilíada, asumen la imagen del Destino que se lleva a los muertos;
eran representadas con alas negras, dientes blancos y uñas afiladas.
CERINTO: Heresiarca gnóstico de fines del siglo I . Nacido en Judea. Para él y sus
discípulos, Jesús era un hombre más, con ciertos poderes y virtudes superiores. Cristo había
bajado a él y luego había subido al Pleroma.
CIBELES: Diosa de origen frigio, llamada también la “Buena Diosa”, la Buena Madre de
las montañas, la “Madre Grande”. Personificaba a la tierra nutricia. Durante las fiestas de
Cibeles, cuando regresaba Atis, se celebraba una fiesta salvaje durante la cual los fieles se
herían con chuchillos. Los sacerdotes de Cibeles debían someterse a la castración, al menos
el gran sacerdote o Archigalo.
CIMERIOS: Pueblo nómada de las regiones situadas al norte del Mar Negro.
CIPRIANO, San: Padre de la iglesia nacido en Cartago hacia 210. Obispo de Cartago en
249. Durante la persecución de Decio, en 250, se escondió durante un año lejos de
Cartago, cosa que fue objeto de críticas. Instituyéndose jefe de la Iglesia de África, intentó
después que sus colegas de Roma admitieran sus opiniones sobre la actitud a tomar con los
herejes y los que habían abjurado de su fe. Murió mártir en Roma en 258.
CIRCONCELIONES: Sectarios de África del Norte en el siglo IV, que manifestaban una
rebeldía a la vez social, religiosa y quizá nacionalista. Reunidos en bandas anárquicas, se
dedicaban al pillaje. Compartían la doctrina de los donatistas, que reclamaban una Iglesia
independiente del poder político, proclamaban que la validez de los sacramentos depende
del valor del que los confiere y exigían de los cristianos que fuesen al encuentro del
martirio.
CNIDO: Ciudad de Caria, en Asia Menor, célebre por la estatua de Afrodita de Praxíteles
que allí se encontró.
COLIRIDIANOS: Herejes del siglo IV que consideraban a la Virgen como una Diosa. Su
nombre proviene de la clase de pasteles (en griego collyra) que le ofrecían en sacrificio.
COLZIM O COLZUM: Montaña que baja hasta el Mar Rojo, en los alrededores de Suez.
Ciudad del mismo nombre, según la cual fue bautizado el mar Rojo: Bahar ad Colzum.
CTESIFONTE: Ciudad de Babilonia a orillas del Tigris. Fue la capital de Persia durante el
reinado de los reyes partos. Sobre las ruinas de Ctesifonte fueron construidas Bagdad y El-
Madaïn.
D
DAIRA: Uno de los nombres de Proserpina o Perséfona.
DAMIS: Personaje sin duda histórico, discípulo de Apolonio de Tiana y cuyas memorias
sirvieron a Filóstrato para escribir su Vida de Apolonio.
DANIEL: Profeta hebreo de la casa real de David. Estando cautivo en Babilonia explicó los
sueños de Nabucodonosor y éste, prosternándose ante él, reconoció que el dios de Daniel era
el Dios de los dioses.
DÉCIMA: En Roma, diosa que velaba sobre el décimo mes del embarazo, si éste se
prolongaba.
DEMIURGO: El creador del mundo. Término empleado por Platón y después por Plotino
y los gnósticos. Varias escuelas gnósticas asimilan al Demiurgo -última emanación del Dios
supremo-con el Dios de los judíos Yahvé.
DIONISIO, San –de Alejandría-: Obispo en 247. Durante la persecución de Decio, escapó
a la muerte, pero tuvo que marcharse de Egipto. Pidió medidas de clemencia a Novaciano
para los que habían flaqueado durante las persecuciones. Era un intelectual discípulo de
Orígenes.
DÍDIMO: Teólogo griego de Alejandría. Ciego desde los cuatro años, fue sin embargo
maestro de la escuela de Alejandría y tuvo por alumnos, entre otros, a San Jerónimo (pero
no a San Antonio: nacido hacia el 311 y muerto en 398, tenía sesenta años menos que él).
DOMIDUCA: Divinidad romana. Según San Agustín, velaba sobre el regreso a casa del
romano que salía de paseo. Para Flaubert, es una de las denominaciones de Juno. Se trata
de la divinidad patrocinadora del matrimonio.
DOMITILA: Cristiana de la familia de los Flavios, exiliada por Domiciano. Se cree que
recibió el martirio.
DOSITEO: Samaritano del siglo I . Fue uno de los primeros autores del gnosticismo,
maestro y émulo de Simón el Mago.
E
EBIONITAS: Secta que nació, según Epifanio, en un grupo judeocristiano, refugiado en
Pella tras la toma de Jerusalén por los romanos. Afirmaban la necesidad de pasar por la
revelación judaica, sus ritos y sus símbolos, para entrar en la revelación cristiana. El rasgo
principal de sus creencias era el de ver en Jesús "a un hombre igual que los demás, nacido
de José y de María".
ECIO: Heresiarca del siglo IV, discípulo de Arrio y jefe de la secta de los ecianos.
ELEFANTINA: Isla formada por el Nilo frente a Asuán, que conserva vestigios de muelles
faraónicos. Allí existían varios templos construidos.
ENCRATITAS: Secta del siglo II que reprobaba el matrimonio (se abstenían de comer
carne y de beber vino y consideraban el matrimonio como una abominación). Fundaban sus
creencias en libros apócrifos que ellos decían ser escritos por San Pablo o por Santo Tomás.
EONES: Según los platónicos y los gnósticos, potencias eternas emanadas del Ser y que
posibilitan su acción sobre las cosas. Los eones, para los gnósticos, son emanaciones de la
divinidad y participan de su naturaleza. La palabra eón, según parece, significa eterno (del
griego aiôn, tiempo).
EFRAIM: Segundo hijo de José que dio nombre a una de las doce tribus de Israel.
ESPERANZA: Una de las virtudes teologales para los cristianos; uno de los Eones en la
doctrina de Valentino.
ESPÍRITU SANTO: del griego pneuma hagion. Dios mismo, Donador, el Espíritu (Juan
3:6) a diferencia de espíritu santo, el don (Hechos, 1:8; 2:4). La tercera persona de la
Trinidad, mayormente para los católicos cristianos.
ESTESÍCORO: Poeta lírico griego de la primera mitad del siglo VI antes de nuestra era.
Según la leyenda, se quedó ciego por haberse expresado irreverentemente respecto a
Helena, pero recobró la vista al componer la Palinodia. Los simonianos relacionan esta
leyenda con Helena-Ennoia.
ESTINFALIA: Las estinfálides eran pájaros que se alimentaban con carne humana. Sus
plumas eran armas mortíferas. Heracles acabó con ellas.
EUSEBIO: Este hombre santo, cuyas mortificaciones son un ejemplo para Antonio, podría
ser Eusebio de Cesarea, o el obispo de Samosata, perseguido y martirizado en 380 “por su
celo religioso”, o San Eusebio de Vercelli, que fue relegado a la alta Tebaida.
EVANGELIO DEL SEÑOR: Evangelio de Marción, texto del Evangelio según San Lucas,
arreglado y mutilado por Marción y que el heresiarca atribuía al mismo Jesús.
EZEQUÍAS: Rey de Judá de 716 a 687 antes de nuestra era. Al igual que su antepasado
David, combatió el culto a los ídolos. Rompió la serpiente de bronce fabricada por Moisés.
F
FABULINO: Divinidad romana que enseñaba a los niños a hablar.
FERALIA: La palabra significa: día de las ofrendas. Fiestas romanas en honor a los dioses
manes o almas de los antepasados.
FILAE: Isla del Nilo en el Alto Egipto. Isla santa cuyo templo principal estaba dedicado a
Isis.
FILOLAO: Filósofo y matemático griego. Desarrolló una teoría astronómica afirmando que
la tierra daba vueltas alrededor del sol.
FE: Una de las virtudes teologales para los cristianos; uno de los Eones en la doctrina de
Valentino.
FRAORTES: Rey filósofo de la India que recibió a Apolonio y lo envió a ver a Iarcas.
G
GANGÁRIDAS: Pueblo de las orillas del Ganges.
GLAUCO: Hijo de Minos y de Pasifae. Muerto al caer en un jarrón de miel, fue resucitado
por una planta milagrosa que trajo una serpiente, tal vez el dios Esculapio.
GIMNOSOFISTA: Palabra derivada del griego, que significa "sabio o filósofo que está
desnudo o casi desnudo." Nombre dado por los autores de la Grecia clásica a los ascetas o
filósofos indios que se abstenían de carne, renunciaban a toda clase de voluptuosidades y se
entregaban a la contemplación. Vivían en extrema austeridad en el seno de la naturaleza.
Hoy en día hay también gimnosofistas, no sólo en la India, sino también en varias comarcas
de África.
GRIFO: Animal fabuloso, cuya descripción toma Flaubert de Eliano. Su función consistía
en guardar los tesoros y especialmente los de Apolo.
“Monstruos alados”, dice de los Grifos Herodoto, al referir su guerra continua con
los Arimaspos; casi tan impreciso es Plinio, que habla de las largas orejas y del pico curvo
de estos “pájaros fabulosos” (x, 70). Quizá la descripción más detallada es la del
problemático Sir John Mandeville, en el capítulo ochenta y cinco de sus famosos Viajes:
“De esta tierra (Turquía) los hombres irán a la tierra de Bactria, donde hay hombres
malvados y astutos, y en esa tierra hay árboles que dan lana, como si fueran ovejas, de la
que hacen tela. En esa tierra hay ypotains (hipopótamos) que a veces moran en la tierra, a
veces en el agua, y son mitad hombre y mitad caballo, y sólo se alimentan de hombres,
cuando los consiguen. En esa tierra hay muchos Grifos, más que en otros lugares, y algunos
dicen que tienen el cuerpo delantero de águila, y el trasero de león, y tal es la verdad,
porque así están hechos; pero el Grifo tiene el cuerpo mayor que ocho leones y es más
robusto que cien águilas. Porque sin duda llevará volando a su nido un caballo con el jinete,
o dos bueyes uncidos cuando salen a arar, porque tiene grandes uñas en los pies, del
grandor de cuerpos de bueyes, y con éstas hacen copas para beber, y con las costillas, arcos
para tirar.”
En Madagascar, otro famoso viajero, Marco Polo, oyó hablar del roc y al principio
entendió que se referían al uccello grifone, al pájaro Grifo. (Viajes, III, 36).
En la Edad Media, la simbología del Grifo es contradictoria. Un bestiario italiano
dice que significa el demonio; en general, es emblema de Cristo, y así lo explica Isidoro de
Sevilla en sus Etimologías: “Cristo es león porque reina y tiene la fuerza; águila, porque,
después de la resurrección , sube al cielo.”
En el canto veintinueve del Purgatorio, Dante sueña con un carro triunfal tirado por
un Grifo; la parte de águila es de oro, la de león es blanca, mezclada con bermejo, por
significar, según los comentadores, la naturaleza humana de Cristo. Estos recuerdan la
descripción del Esposo en el Cantar de los Cantares (v, 10-11): “ Mi amado, blanco y
bermejo...; su cabeza como oro.” Blanco mezclado con bermejo da el color de la carne.
Otros entienden que Dante quería simbolizar al Papa, que es sacerdote y rey.
Escribe Didron, en su Iconografía cristiana: “El Papa, como pontífice o águila, se eleva
hasta el trono de Dios a recibir sus órdenes, y como león o rey anda por la tierra con
fortaleza y con vigor.”
H
HARPÓCRATES: En la región egipcia: hijo segundo de Isis y de Osiris, hermano pequeño
de Horus, Harpócrates nació tras la muerte de su padre.
HEGESIAS: Moralista griego de la escuela cirenaica, que vivió hacia 300 a. De J.C. Con
él, el hedonismo se inclina hacia el pesimismo y la desesperanza. El único bien es el placer y
el hombre no puede alcanzarlo. Por tanto, lo único que puede hacer es morir. Hegesias fue
llamado el PEISTHÁNATOS (el que aconseja la muerte).
HELVIDIANOS: Discípulos de Helvidio, hereje del siglo IV. Negaba la virginidad perpetua
de María y sostenía que la virginidad no era un estado superior al del matrimonio. Fue
combatido por San Jerónimo.
HERÁCLITO: (h. –535-h. –475). Filósofo griego. Floreció de –504 a –500. Se le llama
con frecuencia el Oscuro por la dificultad que encierran los fragmentos que se conservan de
su obra (Sobre la naturaleza, según Diógenes Laercio). W. Jaeger cree que estaba
compuesta por aforismos, dada la rotundidad de su estilo. Adjudicó un principio material a
todas las cosas y se asemeja a los eleatas por su doctrina del logos, principio normativo del
universo y del hombre, según el que “todas las cosas son y son conocidas”. Sin embargo ,
su punto de partida es absolutamente opuesto al del esencialista Parménides, ya que
atribuye realidad a lo concreto, múltiple y cambiante, es decir, a un universo formado por
contrarios en perpetua oposición, a los que el logos conduce a síntesis armónica.
Interpretado a veces como un relativista por su afirmación del cambio, probablemente
exagerada en el Cratilo de Platón y en la exposición que de él hace Aristóteles en su
Metafísica, hoy es generalmente considerado como un gran metafísico y como el fundador
de la dialéctica.
HERMAS: Profeta cristiano de Roma, autor del El pastor, tratado de penitencia lleno de
visiones apocalípticas. Había sido esclavo de una mujer llamada Horda, de la que se
enamoró estando casado, cosa que ella le reprochó apareciéndosele en el cielo. También se
le apareció una anciana que representaba a la Iglesia.
HERMES: Monumentos erigidos a lo largo de los caminos en honor al dios Hermes, dios
de los viajeros. Se trataba de unos pilares cuadrados sobre los que ponían un busto con
muñones en lugar de brazos, para colgar las coronas que se le ofrecían. En la parte
delantera del fuste de la columna había una representación del miembro viril.
HERMÓGENES: Heresiarca del siglo II que trató de conciliar la doctrina estoica y los
dogmas cristianos. Afirmaba la eternidad de la materia y afirmaba que el cuerpo de Cristo
no había subido a los cielos, sino al sol.
HORAS: Hijas de Zeus y de Temis. Distribuían las lluvias y el rocío y cerraban las puertas
del Olimpo. Presidían las bodas de los dioses y la vida de los hombres. Pasaron a simbolizar
las estaciones del año y sus productos, bajo cuyo aspecto fueron incorporadas a la
mitología romana, siendo asociadas a Ceres.
HILARIÓN: Anacoreta que se halla en el origen del monaquismo en Palestina. Hacia 307,
al volver de una visita a San Antonio, se instaló en soledad cerca de Gaza. Otros muchos
anacoretas se instalaron en torno a él, en Palestina y hasta en Siria.
HOMA: En la antigua religión persa, profeta suscitado por Ormuz y fundador de la Magia.
Se le honraba en forma de árbol sagrado que simbolizaba su naturaleza de "árbol del
conocimiento y de la vida". Existe otro mito diferente: El Homa es una planta que se
convierte en Dios; es también un licor que se extrae de dicha planta y da la inmortalidad.
HOMAI: Los árabes creen que el alma de un hombre asesinado, cuando no ha sido preso su
asesino, se convierte en un "homai" que canta eternamente sobre su tumba un canto de mal
augurio.
HOMERITAS: Nombre dado por los griegos antiguos a los himyaríes, pueblo de Arabia
meridional.
HOSTILINO (es más corriente el femenino Hostilina): Diosa invocada en el Lacio para que
crezcan bien las espigas.
I
IAARAB: Antiguo rey de Saba.
IARCAS: Sabio hindú que enseñó a Apolonio las ciencias ocultas, especialmente el arte de
adivinar.
INTELIGENCIA: Nombre del Monogenes o Hijo único del Dios supremo, uno de los
primeros Eones en la doctrina de Valentino.
ISIS: Divinidad egipcia, hermana y mujer de Osiris que poco a poco fue convirtiéndose en
la madre universal. La búsqueda de Osiris asesinado es un elemento importante en su
leyenda y en su culto.
ISACAR: Una de las doce tribus de Palestina, cuyo nombre es el de uno de los hijos de
Jacob.
IXIÓN: Héroe tesalio, rey de los lapitas. Zeus lo condenó por sus crímenes a ser atado a
una rueda ardiendo (o rodeada de serpientes) que giraría eternamente en los Infiernos.
IZEDS: Segunda serie de genios creados por Ormuz en la antigua religión persa. Son los
que gobiernan al mundo.
J
JENÓFANES: Filósofo griego del siglo VI antes de nuestra era, fundador de la escuela de
Elea.
JUANA: Mujer de Cuza, mayordomo de Herodes. Es una de las santas mujeres a las que
nombra Lucas en su Evangelio.
JUDAS: Apóstol de Jesús que lo entregó a sus enemigos. Los cainitas lo reverencian,
puesto que gracias a su traición pudo realizarse la redención.
K
KAIOMORTZ: El primer hombre en la antigua religión persa. Salió del costado derecho del
toro Abuad, en el que Ormuz había puesto la semilla de la vida.
KALANOS: Sabio hindú. Cicerón cuenta que se dio muerte en una hoguera en presencia
de Alejandro.
KASTUR: Nombre etrusco de Cástor, uno de los Dioscuros de “hijos de Zeus” (el otro es
Pólux, en etrusco Pulutuk). Los Dioscuros, hermanos de Helena y de Clitemnestra, fueron
divinizados.
KAULAKAU: Nombre que los basilidianos daban al Salvador. La expresión "qav la qav" se
encuentra en Isaías, XXVIII, 10; aparece como el balbuceo de un niño mediante el cual se
ridiculiza los discursos del profeta, juzgados incomprensibles. Para Matter significa en
hebreo "norma de la norma", y en la versión de "los Setenta", "esperanza de la esperanza",
calificaciones que se aplicaban a la redención, que daba al mundo inferior el mundo superior
por norma y que presentaba, según Basílides, a cada grado de la "pístis" (fe) un grado
correspondiente de "elpís" (esperanza).
KNUFIS: Para los gnósticos de Egipto, una de las transformaciones del Dios supremo.
Corresponde a Kneph, dios serpiente egipcio. Es el espíritu bueno, el creador del mundo.
L
LAFRIA: Nombre bajo el cual se veneraba a Ártemis (Diana) en Patrás.
LARVAS: Fantasmas malhechores en la antigua Roma. Se creía que las larvas eran
espectros de hombres criminales o de víctimas de una muerte violenta que habían quedado
sin sepultura. Erraban entre los vivos, los aterrorizaban y les producían epilepsia. Se les
representaba como seres fantasmales que producían ruido, o como esqueletos.
LIBITINA: Diosa del Lacio que presidía los funerales. Se la asimilaba con Proserpina.
M
MACARIO: Anacoreta egipcio llamado el Viejo y el Grande. Ordenado sacerdote, discípulo
de San Antonio, se retiró al desierto de Libia. El obispo arriano de Alejandría, Lucio, lo
desterró a una isla. Allí convirtió a gran número de paganos. Se le atribuyen cartas, homilías
y opúsculos ascéticos que ejercieron una fuerte influencia en la mística oriental (301-391).
MANÉS o MANES o MANI: Fundador del maniqueísmo, al que puede considerarse como
una verdadera religión gnóstica. Nació en Babilonia hacia 216 y murió hacia 277. Fue
educado, según parece, en un medio judeo-cristiano, pero también influyó en él Zoroastro,
del que adoptó un dualismo mucho más radical que el de las sectas gnósticas anteriores.
Familiarizado con creencias mandeas, gnósticas y cristianas, habría recibido revelaciones
espirituales desde su juventud y fue iniciado en los Misterios de Mithra. Para Manés, Cristo
es un principio de luz que ha venido a manifestarse a los hombres; las almas justas, después
de la muerte, suben a los astros en donde son purificadas mediante el fuego antes de
elevarse al imperio de la luz; la almas manchadas, en cambio, van reencarnándose hasta su
total purificación. Manés predicaba una doctrina muy ascética. Llevó, durante cuarenta
años, vida de misionero a través de Asia Central, India y China; cuando regresó a Persia,
una conspiración de magos obtuvo su condena. Fue despellejado, decapitado y disecado.
-Maniqueísmo: Religión oriental de carácter dualista fundada por Manes hacia el
año 242. Animada por un gran celo misionero, esta religión se extendió por Oriente y
Occidente llegando hasta Europa y el Asia Central. Sus elementos constitutivos se remontan
a Babilonia y Persia, y a influencias de carácter cristianas, mitraístas y budistas. Los
conceptos fundamentales del sistema maniqueo son la existencia de dos principios eternos
que luchan entre sí, un reino bueno de luz y uno malo de las tinieblas, al cual pertenece todo
lo material y corpóreo. De ambos parten emanaciones que se mezclan en el mundo y en el
hombre. Para separar esta mezcla vinieron todos los profetas, entre ellos Cristo y Mani, con
un cuerpo de mera apariencia. Esta separación se lograba a modo de autosotería (propia
redención), la cual tenía dos grados: el superior, propio de los "perfectos" o "puros",
comprendía el saber (gnosis) y la abstención del matrimonio, de carne y vino y de trabajos
manuales; el inferior, propio de los "oyentes" se limitaba a la observancia de los diez
mandamientos. Existía también la teoría de los tres momentos: pasado, presente y futuro. El
Maniqueísmo suprimió el libre albedrío y rechazó el Antiguo Testamento y parte del Nuevo.
San Agustín fue "oyente" por espacio de nueve años antes de su conversión al cristianismo.
El Maniqueísmo fue perseguido ferozmente por los emperadores bizantinos y los pontífices
romanos, sin embargo su influencia parece haber perdurado hasta el S. XIII, pues sus ideas
reaparecen en cátaros, albigenses, bogomilos y valdenses. La literatura esotérica menciona
que los maniqueos son una orden oculta de elevada espiritualidad y algunos autores
sostienen que es aún más importante que el movimiento Rosacruz y que actuará en la sexta
época. Según Rudolf Steiner, Mani fue un alto enviado de Cristo e iniciado con una
experiencia espiritual directa del Misterio del Gólgota, ya que el misterio del bien y del mal
tiene su culminación interpretativa y esotérica a través del drama crístico. Las enseñanzas de
Mani influenciaron a los rosacruces y a los Templarios, corrientes espirituales que se
determinaron en el cristianismo esotérico. Se dice que en la actualidad en Sudamérica, en la
Puna de Atacama, reside una orden oculta del mismo nombre.
-Error de Manes (o Mani): combinación de elementos heréticos del judaísmo y del
cristianismo (del tipo del gnosticismo) con un fondo de ideas mazdeístas (dualismo) y
extremo-orientales (en especial budistas). San Agustín lo combatió después de haberse
separado de él (el primero es el De moribus Ecclesiae). Constituido una perpetua amenaza
para la fe católica en la edad media. Se ha señalado justamente el papel que ha representado
en un cierto falso espiritualismo que distingue toda una parte de la literatura cortés,
especialmente de la lengua de Oc.
MARCIÓN: Heresiarca del siglo II nacido en Sínope. Hijo, según se cree, de un obispo.
Fue armador de buques y llegó a ser muy rico. Excomulgado en el año 144 por herejía,
entabló relación con Cerdón. Había concebido un sistema que cortaba el cristianismo de
todas sus raíces y enfrentaba al “padre desconocido” de los cristianos (el Dios Bueno, el
Dios Supremo) y al dios de los judíos, culpable de haber impuesto a los hombres la ley
nefasta de Moisés. Para devolver a la Revelación toda su pureza, se dedicó a escoger y a
estudiar los libros sagrados de los cristianos. Sólo retuvo un evangelio: el de Lucas, aunque
lo expurgó y llamó Evangelio del Señor.
MARCOSIANOS: Discípulos de Marcos llamado “el Mago”, que basaba sus enseñanzas en
la escuela de Valentino. Conocemos sus ritos por San Ireneo: bautismos en diversas formas,
aspersiones de aceite sobre los moribundos, eucaristía por la sangre de la madre celeste;
celebraban también unas “bodas espirituales” tal vez licenciosas.
MENA o MENE: Divinidad del Lacio, hija de Júpiter, bajo cuya dirección se hallaban las
purificaciones mensuales de las mujeres.
MENIPO: Joven corintio que se enamoró de una empusa con forma de mujer, a quien
desenmascaró Apolonio el día de su matrimonio.
MESQUIA y MESQUIANÉ: Adán y Eva en la antigua mitología del Irán. Cuando murió
Kaiomortz, su simiente cayó al suelo; de allí salió un árbol que tenía, en lugar de frutos, diez
parejas humanas entre las que se encontraban Mesquia y Mesquiané, los antepasados de la
raza humana. Éstos fueron seducidos por Ahrimán, quien les presentó unos frutos que les
hicieron perder casi todas sus beatitudes.
MILETO: Ciudad de Asia Menor (Las vírgenes de .....). Cansadas de la vida quisieron
suicidarse. Les impidieron realizar sus propósitos amenazándolas con exponer en público
sus cadáveres desnudos.
MINOS: Hijo de Zeus. Rey y legislador de Creta. Tuvo numerosos hijos de su mujer
Pasifae, entre los cuales se cuentan Deucalión, Glauco, Ariadna y Fedra. Tras su muerte, se
convirtió en juez de los infiernos.
MITRA o Mithra: Antiguo dios de Persia e India, donde es dios del día según los Vedas;
jefe de los Izeds en la antigua religión persa. La iniciación a los misterios de Mitra se
acompañaba de pavorosas pruebas. Hasta el siglo VI. a. J.C. fue una figura menor en el
gran sistema de Zoroastro, pero bajo la dinastía fundada por Ciro el Grande, Mitra fue
adquiriendo creciente importancia hasta que aparece en el siglo V a. J.C. como el principal
dios persa, aliado de Ahura Mazda en su lucha contra las tinieblas, personificando a la luz y
el sol. La extensión de su culto a la Mesopotamia, el Imperio Romano y otras regiones, lo
convirtieron en una religión de características universales, el Mitraísmo, que guardó la
forma de una religión misteriosófica.
-Mitraísmo: Religión misteriosófica de los antiguos persas originada en el culto al
dios Mithra, divinidad de la luz, aliado de Ahura Mazda en su lucha contra las tinieblas. El
sistema mitraítico fue dualista y su mito central es la muerte por Mithra de un toro sagrado
cuya sangre fertiliza la tierra. Este motivo ha sido hallado reproducido en muchos relieves y
reliquias de la antigüedad. Como se decía que el dios había nacido en una gruta, el culto se
llevaba a cabo en grutas naturales o artificiales y los fieles pasaban por una larga iniciación
que comprendía siete grados (jerarquía), cada uno de los cuales tenía un nombre simbólico,
y se llevaban a cabo una serie de ritos sacramentales (bautismo, comunión, etc.). Las
mujeres no eran iniciadas. La ética del Mitraísmo era rigurosa, existía una estricta jerarquía
y se prescribía la continencia y el ayuno. Los fieles de Mithra creían que esta vida es sólo el
umbral de otra vida eterna y que el último día, los muertos se alzarían al llamado del dios
para ser juzgados. En constante expansión desde el s. V a. J.C. se desarrolló rápidamente a
través de la Mesopotamia y llegó al imperio romano, donde fue una de las grandes
religiones que en el siglo II estaba aún más difundida que el cristianismo. Fue especialmente
adoptado por las legiones romanas. A fines del S. IV el Mitraísmo y otros cultos paganos
fueron rigurosamente reprimidos y la mayor parte de sus fieles se volcó al cristianismo y el
maniqueísmo.
MOLOC: Dios de los fenicios y de los cartagineses. Dios terrible a quien se sacrificaban
niños pequeños.
NEITH: Diosa egipcia y líbica, adorada especialmente en Sais y que era venerada como
madre del Sol Ra. Era la "madre divina de todas las cosas". Los griegos la identificaron con
Atenea.
NICEA: Ciudad de Bitinia sobre el lago Ascanius, en Asia Menor. Sede del primer concilio
ecuménico convocado por Constantino en 325. Acudieron numerosos obispos y en él
participó el mismo emperador. La herejía de Arrio fue condenada y tras largas discusiones,
se proclamó la consustancialidad del Padre y del Hijo.
NICOLAÍTAS: Secta que profesaba un libertinaje moral, proclamando que hay que
entregar el cuerpo a la voluptuosidad para liberar el alma de las ataduras del mundo
corporal.
NICOLÁS: Jefe de los nicolaítas, predicador hereje que vivía en Antioquía en el siglo II.
NINFAS: Paracelso limitó su habitación a las aguas, pero los antiguos las dividieron en
Ninfas de las aguas y de la tierra. De estas últimas, algunas presidían sobre los bosques. Las
Hamadríadas moraban invisiblemente en los árboles y perecían con ellos; de otras se creyó
que eran inmortales o que vivían miles de años. Las que habitaban en el mar se llamaban
Océanidas o Nereidas; las de los ríos, Náyades. Su número preciso no se conoce; Hesíodo
aventuró la cifra de tres mil. Eran doncellas graves y hermosas; verlas podía provocar la
locura y, si estaban desnudas, la muerte. Una línea de Propercio así lo declara.
Los antiguos les ofrendaban miel, aceite y leche. Eran divinidades menores; no se
erigieron templos en su honor.
NITRIA: Región pantanosa del Bajo Egipto donde se refugiaron los primeros anacoretas.
NIXES: Nombre dado a tres deidades arrodilladas cuya estatua se veneraba en el Capitolio,
en Roma, ante el templo de Minerva. Eran las protectoras de los partos.
NONA: Diosa de los romanos que protegía el noveno mes del embarazo.
NORTIA: Diosa del destino, de la fortuna y del tiempo para los etruscos.
O
OANES: Dios pez de los caldeos, que salió del las aguas para sacar a los primeros hombres
del estado salvaje. Es el autor de toda civilización y toda ciencia.
OLIMPO: Macizo montañoso que hay en Grecia. Sobre una de sus cumbres colocaban los
griegos la morada de sus dioses. Los “catorce Olimpos” son las diversas cumbres que integran
la cadena.
OMÓFORO: El equivalente de Atlas para los maniqueos occidentales. Lleva a sus espaldas
las ocho tierras que, junto con los diez firmamentos, constituyen el universo.
OFITAS: Secta gnóstica del siglo II, próxima a los valentinianos. En su sistema, Sofía dio a
luz al Demiurgo Ialdabaoth. Éste creó al hombre imperfecto, sin alma y reptando. Gracias a
Sofía, un rayo de luz animó a esta criatura deforme, que se convirtió en la imagen del Dios
supremo e Ialdabaoth, celoso, se convirtió en Satán, el espíritu del Mal. Prohibió al hombre
el árbol de la ciencia. Sofía, en cambio, le envió al genio serpiente Ofis, que le dio a probar
el fruto del árbol y entonces comprendió las cosas celestiales. Precipitado en la materia
junto con el hombre, Ofis se volvió –según algunos- tan malvado como el Demiurgo. Para
otros, siguió siendo un genio bueno y es objeto de culto (evocado por Flaubert). Como
muchos otros gnósticos, los ofitas distinguían a Cristo cuando lo bautizaron en el Jordán y
que goza desde entonces de un poder divino.
ORAÏOS: Uno de los siete ángeles creados por Ialdabaoth. Genio del fuego.
Vocabulario
ORSILOQUÉ: Flaubert traduce por la luna. Ártemis era venerada en el Taurus con el
nombre de Orsiloqué y se sabe que Selene, la luna, también fue identificada con Ártemis.
ORTIA (rígida): Epíteto de Ártemis en Esparta. Cada año los jóvenes eran azotados hasta
que se les saltara la sangre, lo que debían soportar sin quejarse.
P
PABENA: Ciudad de Egipto donde Pacomio instaló a los primeros cenobitas (monjes que
viven en comunidad).
PACOMIO, San: Anacoreta de Egipto nacido hacia 292, muerto en 346. Tras haber
formado parte de un grupo de anacoretas reunidos en torno a un maestro pero que
continuaban llevando vida individual, fundó varios monasterios con una regla de vida
común.
PALESIMUNDA: Antiguo nombre de Sri-Lanka entre los griegos.
PANTERO: "Celso representa a Jesús nacido de la unión adúltera entre María y un soldado
llamado Pantero" (Orígenes: Contra Celso, I , XXXII).
PARTENÓN: Templo de Palas Atenea situado en la Acrópolis de Atenas. Así llamado por la
virginidad de la Diosa.
PATERNIANOS: Herejes del siglo IV. Afirmaban que la carne es obra del demonio y se
entregaban a toda suerte de libertinajes.
PABLO, San: Apóstol de los gentiles, nacido en Tarsia hacia 5-15 y muerto en 64-67. Se
convirtió repentinamente en el camino de Damasco (adonde se dirigía para oponerse a los
cristianos) y predicó el evangelio en Arabia, Siria y Cilicia. Después, en Antioquía, donde
permanece algún tiempo y, finalmente, alrededor del mar Egeo. Escribió catorce Epístolas
que figuran en el Nuevo Testamento.
PABLO DE SAMOSATA: Obispo de Antioquía. Fue excomulgado por sus tesis heréticas
en su ciudad, en un concilio celebrado en 268. Afirmaba que Jesús era hijo de José y de
María, pero que el Verbo (la inteligencia de dios) se había unido a él y podía llamarse a sí
mismo Hijo de Dios.
PELAGIA: Santa y mártir. Virgen de Antioquía que se tiró desde lo alto de un tejado
durante la persecución de Diocleciano, para escapar a un soldado que quería violarla.
PADRE: La primera persona de la Trinidad para los cristianos. El primero de los Eones en
las doctrinas gnósticas.
PERSÉFONE: Hija de Zeus y de Ceres, conocida también por el nombre de Koré, “la
virgen” y por el de “Proserpina”, como la llamaban los romanos. Hades la raptó y se la llevó
a los infiernos. Ceres obtiene de Zeus que su hija vuelva a la tierra seis meses al año; el resto
del tiempo es la reina de los Infiernos. Simboliza de este modo las estaciones.
PLEROMA: El mundo divino constituido por los Eones en las doctrinas gnósticas.
POLICARPO, San: Obispo de Esmirna, discípulo de San Juan y maestro de San Ireneo.
Nació en el 69 y murió mártir hacia 155 o 167. La historia de su martirio es la más antigua y
la única detallada que existe sobre un mártir individual.
POROS: Nombre dado al rey hindú Paurava, uno de los grandes adversarios de Alejandro
en la India. Fue derrotado por él en 327 antes de nuestra era.
PRUNIKOS: "Lasciva." Apodo que los valentinianos daban a las dos Sofías (véase Sofía y
Acaramoth) para señalar que son las pasiones las que las dominan. En el sistema de Simón,
Prunikos se encarna en Helena la prostituta, cuyo culto daba lugar a ritos obscenos. Los
nicolaítas pretendían asimismo "reunir la fuerza de Prunikos" extrayéndola de los cuerpos
mediante la voluptuosidad.
PROVIDENCIA: Como nombre común, plan según el cual y acción mediante la cual Dios
gobierna el mundo. Con mayúscula, la Providencia es Dios en persona, puesto que
mantiene la buena marcha del universo.
PTAH: Dios egipcio, uno de los agentes del demiurgo Knufis. Venerado en Menfis, es dios
del fuego, comparable a Vulcano.
PTOLOMEO o TOLOMEO: General de Alejandro que llegó a ser rey de Egipto, fundador
de la dinastía de los Lagidos.
PIGMEOS: Raza fabulosa de enanos que vivían en la región donde nace el Nilo. Al igual
que el nombre de blemios, el de los pigmeos se emplea hoy para un pueblo existente.
Para los antiguos, esta nación de enanos habitaba en los confines del Indostán o de
Etiopía. Ciertos autores aseveran que edificaban sus moradas con cáscaras de huevo. Otros,
como Aristóteles, han escrito que vivían en cuevas subterráneas. Para cosechar el trigo se
armaban de hachas como para talar una selva. Cabalgaban corderos y cabras, de tamaño
adecuado. Anualmente los invadían bandadas de grullas, procedentes de las llanuras de
Rusia.
Pigmeo era asimismo el nombre de una divinidad, cuyo rostro esculpían los
cartagineses en la proa de las naves de guerra, para aterrar a sus enemigos.
PITÁGORAS: Filósofo y matemático griego del siglo VI antes de nuestra era. Vivió en
Egipto donde se inició a la religión y ciencias de aquel País, y luego en Babilonia, en donde
se encontró con sacerdotes y magos. Fundó una escuela en Crotona. Impartía unas
enseñanzas de carácter iniciático, reservando un importante lugar a la doctrina de la
reencarnación.
Q
QUIMERA: La primera noticia de la Quimera está en el libro sexto de la Ilíada. Ahí está
escrito que era de linaje divino y que por delante era un león, por el medio una cabra y
por el fin una serpiente; echaba fuego por la boca y la mató el hermoso Belerofonte, hijo
de Glauco, según lo habían presagiado los dioses. Cabeza de león, vientre de cabra y cola
de serpiente, es la interpretación más natural que admiten las palabras de Homero, pero
la Teogonía de Hesíodo la describe con tres cabezas, y así está figurada en el famoso
bronce de Arezzo, que data del siglo V. En la mitad del lomo está la cabeza de cabra, en
una extremidad la de serpiente, en otra la de león.
En el libro sexto de la Eneida reaparece “la Quimera armada de llamas”; el
comentador Servio Honorato observó que, según todas las autoridades, el monstruo era
originario de Licia y que en esa región hay un volcán que lleva su nombre. La base está
infestada de serpientes, en las laderas hay praderas y cabras, la cumbre exhala llamaradas
y en ella tienen su guarida los leones; la Quimera sería una metáfora de esa curiosa
elevación. Antes, Plutarco había sugerido que Quimera era el nombre de un capitán de
aficiones piráticas, que había hecho pintar en su barco un león, una cabra y una culebra.
Estas conjeturas absurdas prueban que la Quimera ya estaba cansando a la gente.
Mejor que imaginarla era traducirla en cualquier otra cosa. Era demasiado heterogénea;
el león, la cabra y la serpiente (en algunos textos, el dragón) se resistían a formar un solo
animal. Con el tiempo, la Quimera tiende a ser “lo quimérico”; una broma famosa de
Rabelais (“Si una quimera, bamboleándose en el vacío, puede comer segundas
intenciones”) marca muy bien la transición. La incoherente forma desparece y la palabra
queda, para significar lo imposible. “Idea falsa”, “vana imaginación”, es la definición de
Quimera que ahora da el diccionario.
RAZIAS o RAZIS: El judío Razias, para escapar de los soldados de Nicanor se traspasó
con la espada y después se tiró desde lo alto de una muralla. Acabó arrancándose las
entrañas.
S
SABA: Reino establecido en el suroeste de Arabia (Yemen) y que subsistió del siglo VIII al
VI antes de nuestra era.
SABAOTH: Una de las apelaciones del dios de Israel. Yahvé Sabaoth significa Dios de los
ejércitos. Algunos gnósticos llamaron Sabaoth al Demiurgo, incluso a uno de sus auxiliares,
en señal de desprecio al dios de los judíos.
SAMARIA: Capital del reino de Israel antes de ser conquistado éste por los asirios. Dio su
nombre a la provincia central de Palestina.
SAMOTRACIA: Isla del mar Egeo, donde celebraban los misterios de los Cabiros.
SÁTIROS: Así los griegos los llamaron; en Roma les dieron el nombre de Faunos, de Panes
y de Silvanos. De la cintura para abajo eran cabras; el cuerpo, los brazos y el rostro eran
humanos y velludos. Tenían cuernecitos en la frente, orejas puntiagudas y la nariz
encorvada. Eran lascivos y borrachos. Acompañaron al dios Baco en su alegre conquista del
Indostán. Tendían emboscadas a las Ninfas; los deleitaba la danza y tocaban diestramente la
flauta. Los campesinos los veneraban y les ofrecían las primicias de las cosechas. También
les sacrificaban corderos.
Un ejemplar de esas divinidades menores fue apresado en una cueva de Tesalia por
los legionarios de Sila, que lo trajeron a su jefe. Emitía sonidos inarticulados y era tan
repulsivo que Sila inmediatamente ordenó que lo restituyeran a las montañas.
El recuerdo de los Sátiros influyó en la imagen medieval de los diablos.
SAÚL: Primer rey de Israel. Tras haber sido vencido por los filisteos en el monte Gelboé y
haber visto morir a tres de sus hijos en la batalla, Saúl se suicidó arrojándose sobre su
espada.
SENAD: Animal fabuloso que desgarra a sus crías con la lengua, según Bochart, pero no
parece indicar que se trate de un oso con tres cabezas.
SERAPIS: Dios egipcio cuyo culto fue eclipsando poco a poco a los demás. Es Osiris en
los infiernos, que juzga a los muertos. En Alejandría había un templo a él dedicado y otro en
Menfis.
SESOSTRATIS: Varios reyes del antiguo Egipto han contribuido a formar la imagen de
este personaje legendario que, al parecer, reinó en el siglo XVII antes de nuestra era y al
que los historiadores griegos atribuían numerosas conquistas.
SETIANIANOS o SETIANOS: Al igual que los ofitas, los setianos atribuían la protección
del mundo inferior a Sofía. Abel, creación del Demiurgo por ser una criatura débil, fue
vencido por Caín, creación del genio del Mal. Entonces Sofía lo sustituyó y puso a su hijo
Seth en su lugar, el cual dio una raza buena y fuerte. Los descendientes de Caín hicieron
peligrar esta raza. Seth hizo entonces una reaparición en la persona de Jesucristo. Flaubert
parece haber confundido a los setianos con otra secta de la que habla San Agustín, que veía
en Jesús la reencarnación de Sem.
SIJE: "El silencio." Según Gregorio de Nacianzo, uno de los ocho Eones del Pleroma en la
doctrina de los simonianos. Corresponde a Ennoia.
SIMÓN EL MAGO: Llamado el “Samaritano” o “el Mago”. Era un mago de Samaria, muy
conocido por sus sortilegios. Tropezó con los apóstoles en Samaria y vio en ellos a unos
magos de ciencia superior a la suya. Se hizo bautizar y trató de conseguir con dinero el
poder de conferir el Espíritu Santo. Pedro rechazó con indignación y él no insistió, pero
siguió desarrollando y propalando su doctrina gnóstica, afirmando que la creación del
mundo se debía “a las manos de unos ángeles”, y que debido al mal gobierno de éstos son
depuestos por el Poder Primero. Entre este Poder Primero y los ángeles, Simón colocaba a
Ennoia-Helena, en quien veían encarnado al Espíritu Santo, mientras que él mismo se
presentaba como “el gran poder del Ser Supremo”. Según Gregorio de Nacianzo, la idea
del Pleroma ya estaba en Simón. En cualquier caso, se encuentra en sus sucesores. Su
discípulo Menandro fue el continuador de su doctrina.
SIMÓN o más bien SIMEÓN: Hombre justo a quien el Espíritu Santo había revelado que
no moriría sin ver al Salvador. Llevado por el Espíritu, acudió al templo el día de la
presentación de Jesús.
SIRENAS: A lo largo del tiempo, las Sirenas cambian de forma. Su primer historiador, el
rapsoda del duodécimo libro de la Odisea, no nos dice cómo eran; para Ovidio, son aves de
plumaje rojizo y cara de virgen; para Apolonio de rodas, de medio cuerpo arriba son
mujeres y, abajo aves marinas; para el maestro Tirso de Molina (y para la heráldica), “la
mitad mujeres, peces la mitad”. No menos discutible es su género; el diccionario clásico de
Lemprière entiende que son ninfas, el de Quicherat que son monstruos y el de Grimal que
son demonios. Moran en una isla del poniente, cerca de la isla de Circe, pero el cadáver de
una de ellas, Parténope, fue encontrado en Campania, y dio su nombre a la famosa ciudad
que ahora lleva el de Nápoles, y el geógrafo Estrabón vio su tumba y presenció los juegos
gimnásticos que periódicamente se celebraban para honrar su memoria.
La Odisea refiere que las Sirenas atraían y perdían a los navegantes y que Ulises,
para oír su canto y no perecer, tapó con cera los oídos de los remeros y ordenó que lo
sujetaran al mástil. Para tentarlo, las Sirenas le ofrecieron el conocimiento de todas las cosas
del mundo.
“Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel, sin haber escuchado de nuestra boca la
voz dulce como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio...
Porque sabemos todas las cosas: cuantos afanes padecieron argivos y troyanos en la ancha
Tróada por determinación de los dioses, y sabemos cuanto sucederá en la tierra fecunda”
(Odisea, XII).
Una tradición recogida por el mitólogo Apolodoro, en su Biblioteca, narra que
Orfeo, desde la nave de los argonautas, canto con más dulzura que las Sirenas y que éstas
se precipitaron al mar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando
alguien no sintiera su hechizo. También la Esfinge se precipitó desde lo alto cuando
adivinaron su enigma.
En el siglo VI, una Sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales, y figuró
como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre de Murgen. Otra, en 1403,
pasó por una brecha en un dique, y habitó en Haarlem hasta el día de su muerte. Nadie la
comprendía, pero le enseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz. Un cronista del
siglo XVI razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no era una mujer porque
podía vivir en el agua.
El idioma inglés distingue la Sirena clásica (siren) de las que tienen cola de pez
(mermaids). En la formación de esta última imagen habrían influido por analogía los
Tritones, divinidades del cortejo de Poseidón.
En el décimo libro de la República, ocho Sirenas presiden la revolución de los ocho
cielos concéntricos.
Sirena: supuesto animal marino, leemos en un diccionario brutal.
SOL: El sol fue adorado como dios en muchas religiones antiguas. Para los griegos, Apolo
era el dios del sol con el nombre de Febo. En lar religión egipcia, Osiris es identificado al
sol e Isis a la luna. Lo mismo ocurre con Baal o Belo para los caldeos.
SOLITARIOS: Anacoretas.
SPLENDITENENS: En la doctrina de Manes, sostiene los diez fragmentos que, junto con
las ocho tierras, integran el universo.
SUBLICIO, Puente: Puente de madera colocado sobre el Tíber ,frente al Janículo, según la
tradición, por Ancio Marcio.
TAGES: Dios etrusco. Según la leyenda, surgió bajo la apariencia de un niño de entre los
terrones de tierra de un campo donde estaba arando un labrador. Enseñó a los etruscos las
artes adivinatorias, la de interpretar el vuelo de los pájaros y la de leer en las entrañas de las
víctimas.
TACIANITAS: Discípulos de Taciano, apologista gnóstico del siglo II, que fundó la secta
de los encratitas o que, al menos, fue su más ilustre representante. Condenaba el
matrimonio y
todos los placeres de los sentidos.
TÁNTALO: Rey de Frigia. Según algunos autores, hijo de Zeus y de la ninfa Pluto. Fue
condenado a pasar hambre y sed a perpetuidad teniendo frutas al alcance de la mano y
estando sumergido en agua. Otra versión decía que estaba situado bajo una piedra siempre
próxima a caer. Existen discrepancias acerca de cuál fue su delito: para unos, haber revelado
a los mortales los secretos de los dioses; según otros, haber robado para aquéllos el néctar y
la ambrosía.
TEBAIDA: Vastos desiertos en la parte sur de Egipto, donde se retiraron los primeros
anacoretas cristianos.
TEODAS: Discípulo de San Pablo, de quien Valentino afirmaba haber recibido su doctrina.
TACIANITAS: Discípulos de Taciano, apologista gnóstico del si-glo II, que fundó la secta
de los encratitas o que, al menos,
fue su más ilustre representante. Condenaba el matrimonio y
todos los placeres de los sentidos.
TEODOTIANOS: Discípulos de Teódoto "el curtidor", heresiarca del siglo II, de tendencia
valentiniana, que discutía la divinidad de Cristo.
THOT: Dios egipcio generalmente representado como un hombre con cabeza de ibis o
como un cinocéfalo. Se le atribuye el invento de las ciencias y de las artes.
THULÉ: Nombre dado por griegos y romanos a la más septentrional de las tierras
conocidas: Islandia, una de las Shetland o de las Órcadas o una parte de las costas de
Noruega.
TÍBUR: Hoy Tívoli. Ciudad a 30 kilómetros de Roma, célebre por sus parajes y casas.
TICIO: Gigante que quiso violar a Leto. Castigado por Zeus, fue encadenado en el Tártaro.
Dos buitres (o dos serpientes) le devoraban el hígado.
TIFÓN : El malvado hermano de Osiris, el genio del mal, que trató de aprovechar la
ausencia de Osiris para apoderarse del trono de Egipto y luego lo mató y abandonó su
cuerpo en un cofre por el Nilo. Cuando Isis lo encontró, él cortó el cadáver en catorce
pedazos, de los que Isis consiguió salvar sólo el miembro viril.
U
UNICORNIO: Animal fabuloso de un solo cuerno en la frente. Su cuerpo se componía de
varias partes tomadas de diversos animales y principalmente del caballo. En la mitología
persa era "un símbolo del reino de los animales puros".
La primera versión del Unicornio casi coincide con las últimas. Cuatrocientos años
antes de la era cristiana, el griego Ctesias, médico de Artajerjes Mnemón, refiere que en los
reinos del Indostán hay muy veloces asnos silvestres, de pelaje, blanco, de cabeza purpúrea,
de ojos azules, provistos de un agudo cuerno en la frente, que en la base es blanco, en la
punta rojo y en el medio es plenamente negro. Plinio agrega otras precisiones (VIII, 31):
“Dan caza en la India a otra fiera: el Unicornio, semejante por el cuerpo al caballo,
por la cabeza al ciervo, por las patas al elefante, por la cola al jabalí. Su mugido es grave; un
largo y negro cuerno se eleva en medio de su frente. Se niega que pueda ser apresado
vivo.”
El orientalista Schrader, hacia 1892, pensó que el Unicornio pudo haber sido
sugerido a los griegos por ciertos bajorrelieves persas, que representan toros de perfil, con
un solo cuerno.
En las Etimologías de Isidoro de Sevilla, redactadas a principios del siglo VII, se lee
que una cornada del Unicornio suele matar al elefante; ello recuerda la análoga victoria del
karkadán (rinoceronte), en el segundo viaje de Simbad (éste nos dice que el cuerno del
rinoceronte partido en dos, muestra la figura de un hombre; Al-Qazwiní dice que la de un
hombre a caballo, y otros hablan de pájaros y de peces). Otro adversario del Unicornio era
el león, y una octava real del segundo libro de la inextricable epopeya The Faerie Queene
conserva la manera de su combate. El león se arrima a un árbol; el Unicornio, con la frente
baja, lo embiste; el león se hace a un lado, y el Unicornio queda clavado al tronco. La
octava data del siglo XVI; a principios del XVIII, la unión del reino de Inglaterra con el
reino de Escocia confrontaría en las armas de Gran Bretaña el Leopardo (león) inglés con el
Unicornio escocés.
En la Edad Media, los bestiarios enseñan que el Unicornio puede ser apresado por
una niña; en el Physiologus Graecus se lee: “Cómo la apresan. Le ponen por delante una
virgen y salta al regazo de la virgen y la virgen lo abriga con amor y lo arrebata al palacio de
los reyes.” Una medalla de Pisanello y muchas y famosas tapicerías ilustran este triunfo,
cuyas aplicaciones alegóricas son notorias. El Espíritu santo, Jesucristo, el mercurio y el mal
han sido figurados por el Unicornio. La obra de Jung Psychologie und Alchemie (Zúrich,
1944) historia y analiza estos simbolismos.
Un caballito blanco con patas traseras de antílope, barba de chivo y un largo y
retorcido cuerno en la frente, es la representación habitual de este animal fantástico.
Leonardo da Vinci atribuye la captura del Unicornio a su sensualidad; ésta le hace
olvidar su fiereza y recostarse en el regazo de la doncella, y así lo apresan los cazadores.
V
VALENTINO: (m. 160) Filósofo gnóstico de origen egipcio. Procedente del
judeocristianismo egipcio, vivió en Roma de 130 a 160. Intentó sintetizar los diversos
sistemas gnósticos en un complejo religioso incorporándole elementos platónicos,
pitagóricos y estoicos. Fundó la secta de los Valentinianos, y es la personalidad más
relevante de la Gnosis.
VALENTINIANOS: Secta gnóstica fundada hacia el año 140 por el filósofo alejandrino
Valentino, cuya doctrina consiste en un complicado sistema de emanaciones encabezadas
por el Padre ignoto, el Abismo (BYTHOS), engendrador de los eones ordenados por pares.
El último de los treinta eones, Sofía, quiso conocer la naturaleza del Padre ignoto y este de-
seo provocó su caída dando nacimiento a Acaramoth, quien engendró a su vez al
Demiurgo, que hizo al mundo y al hombre. Para salvar la degeneración de éste, los eones
proporcionaron un redentor en la figura de Jesús. La secta agrupaba a los hombres en tres
categorías: hílicos (hombres materiales destinados a desaparecer); psíquicos (que pueden
aspirar al mundo del Demiurgo) y pneumáticos (del gr. pneuma, espíritu, que pueden
alcanzar la beatitud perfecta).
VALESIANOS: Miembros fanáticos de una secta fundada por Vale-sio. No comían carne y
llevaban la exigencia de pureza hasta
el extremo de castrarse, pues consideraban pecado la perpetua-ción de la especie.
VERBO: (del griego logos, palabra) En la religión cristiana, el Hijo, la Palabra de Dios
hecha carne, también considerado como la segunda persona de la Trinidad. En el sistema de
Valentino uno de los Eones.
VESTA: Divinidad romana arcaica, diosa del hogar. El fuego que a ella se dedicaba no
debía apagarse nunca. Su culto se remonta a la época de Numa, que le consagró un templo
redondo, porque “Vesta –según él- era la tierra, y la tierra es redonda”.
VIRBIO: Divinidad venerada en Nemi junto con diana. Se lo confundió con Hipólito, a
quien Esculapio había devuelto la vida para ser rebautizado por Diana con un nombre que
significa “nacido dos veces” (vir bis vivus).
VOLUPIA o VOLUPTAS: Diosa romana del placer. Por influencia de la mitología griega
se la considera hija de Eros y de Psique.
Z
ZALMOXIS: Héroe legendario o divinidad de las religiones escíticas. Enseñó a los tracios
a creer en la inmortalidad del alma utilizando el subterfugio de una desaparición, seguida
tres años más tarde por una reaparición.