Sentidos en Disputa Sobre Los Cuerpos Trans

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SENTIDOS EN DISPUTA SOBRE LOS CUERPOS
TRANS

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SENTIDOS EN DISPUTA
SOBRE LOS CUERPOS
TRANS

Los discursos médicos, judiciales,


activistas y parlamentarios
en Argentina (1966-2015)

Anahí Farji Neer

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ISBN: 9789878660196
Las opiniones y los contenidos incluidos en esta publicación son
responsabilidad exclusiva del/los autor/es.
Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans
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Índice

Resumen............................................................................................. 9
Agradecimientos........................................................................... 13
Lista de siglas ................................................................................. 15
Introducción .................................................................................. 19
1. Invención y transformación de las categorías médicas
del travestismo y la transexualidad ......................................... 57
2. El escenario médico. Discursos doctos sobre los
cuerpos trans.................................................................................. 83
3. El escenario judicial. El tribunal de los Cuerpos .......... 105
4. El escenario activista. De la descriminalización a la
construcción corporal ............................................................... 133
5. El escenario parlamentario. Debates públicos en
torno al cuerpo y la identidad................................................. 169
6. ¿Hacia un escenario híbrido?. El vínculo entre
usuarios/as y profesionales de la salud a partir de la Ley
de Identidad de Género ............................................................ 211
Conclusiones ............................................................................... 245
Bibliografía ................................................................................... 257
Documentos citados .................................................................. 287

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Resumen

La presente publicación contiene la tesis doctoral que expo-


ne los resultados de la investigación realizada en el mar-
co del Programa de Doctorado en Ciencias Sociales de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires. La tesis fue defendida y aprobada el 5 de septiembre
de 2016. Algunas modificaciones a la versión original fue-
ron realizadas con el fin de hacer mejoras a su edición.
La tesis describe, analiza y compara cuatro discursos
públicos en los que se producen y disputan sentidos alre-
dedor de los procesos de construcción corporal trans en
Argentina: el médico, el judicial, el activista y el parlamen-
tario. Aborda el período comprendido entre 1966 y 2015,
con énfasis en los años más recientes. Indaga en los modos
de regulación social de los tratamientos médicos de cons-
trucción corporal trans, específicamente los hormonales y
quirúrgicos, antes de la sanción de la Ley de Identidad de
Género (Ley Nº 26.743) y las reconfiguraciones emergentes
a partir de su sanción.
La pregunta principal que guía la investigación es: ¿De
qué modos los discursos públicos en los que se producen
y disputan sentidos alrededor de los procesos de construc-
ción corporal trans en Argentina se transforman y condi-
cionan mutuamente? La tesis sostiene que las prácticas de
construcción corporal trans que requieren del conocimien-
to y las tecnologías médicas son un objeto en disputa cuya
regulación no le compete exclusivamente al campo médico,
sino que se construye en base a los discursos producidos en
los cuatro escenarios abordados.
A lo largo de la tesis se utiliza el término “trans” en
un sentido que engloba una amplia gama de posibilida-
des identitarias y de construcción corporal que desafían el
régimen binario de género. Estas formas pueden dialogar,

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10 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

confrontar o bien desentenderse de las categorías y proto-


colos médicos. A su vez, el deseo o la demanda de modificar
aquellos aspectos de la corporalidad ligados culturalmente
a la sexualidad puede corresponderse o no con el uso de las
categorías identitarias del travestismo, la transexualidad, la
transgeneridad o lo trans.
Las herramientas teóricas utilizadas provienen de los
estudios sociales de sexualidad. Específicamente, las que
abordan el vínculo entre corporalidad y ciudadanía y la
sexualidad como campo de poder. Esta perspectiva permi-
te comprender el modo en que, en el período que aborda
la tesis, un conjunto heterogéneo de acciones individuales
y colectivas promovió mutaciones en la definición de los
cuerpos trans como objetos de intervención, producción de
saberes, definición de problemáticas y formas de resolu-
ción, en definitiva, como objetos de gobierno. Se habla de
cuerpos (y no de identidades o subjetividades, por ejemplo)
puesto que el énfasis del análisis refiere a las regulaciones
de aquellas técnicas que intervienen en las modificaciones
corporales trans.
El recorrido de la tesis se encuentra guiado por el con-
cepto de escenario discursivo. Los espacios discursivos abor-
dados son entendidos como escenarios con reglas propias
que les imprimen características particulares a los discursos
allí producidos. El proceso de investigación se despliega
desde un paradigma constructivista y se adopta una estra-
tegia metodológica cualitativa. Se triangulan tres instru-
mentos de recolección de datos: relevamiento y análisis de
documentos, observaciones semiestructuradas y entrevistas
en profundidad.
La tesis muestra que los cambios normativos conden-
sados en la Ley 26.743 de Identidad de Género cristalizan el
desarrollo de mutaciones en las formas de gobierno de los
cuerpos trans. La sanción de la Ley de Identidad de Género
generó las condiciones para la conformación de un esce-
nario de carácter híbrido en el que los discursos expertos
de la medicina se vieron interpelados por las demandas de

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 11

los y las trans, que pueden ser caracterizadas como deman-


das de biociudadanía. Las formas instituidas de autoridad
médica y relación médico-paciente se vieron tensionadas
por las prácticas de autogobierno y de gestión individual
de los riesgos de los tratamientos desarrolladas por parte
de los y las trans.

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Agradecimientos

La tesis que da origen a la presente publicación se realizó


gracias a una beca otorgada por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas.
Agradezco principalmente a todas las personas que
colaboraron con la realización de esta tesis en calidad de
entrevistados y entrevistadas, por la confianza y el interés
en el trabajo que estaba en proceso de elaboración.
Agradezco a mis directores, Mario Pecheny y Juan
Pedro Alonso, por las atentas lecturas, los aportes, las suge-
rencias, la confianza y el apoyo brindado a lo largo de
todo el proceso.
A Renata Hiller por acompañarme y orientarme en la
elaboración de mi tesis de Maestría, instancia fundamental
para la elaboración de esta tesis.
Al Colectivo Antroposex del Instituto Interdisciplina-
rio de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires, colectivo con
el que inicié mis lecturas en estudios de género y sexuali-
dad. Me acompañaron en cada uno de los momentos del
camino académico, los de incertidumbre y los de certezas,
los de lucha y los de celebración. Les agradezco por haber
compartido conmigo el inicio, el proceso y el cierre de una
etapa vital y profesional como lo es la elaboración de una
tesis doctoral.
Muy especialmente agradezco a dos generosas amigas
y excelentes colegas que me brindaron su paciente y aten-
ta escucha durante la realización del trabajo de campo y
la escritura de la tesis. El proceso de elaboración de una
tesis es mucho más agradable cuando contamos con quie-
nes compartirlo de un modo amable y afectuoso. A María
Soledad Cutuli y Ana Mines Cuenya.

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14 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

A mis compañeros y compañeras de los Proyectos


Ubacyt “Perspectivas teórico-metodológicas sobre política,
género, sexualidad y salud en América Latina: tensiones y
sinergias en la construcción de una tradición de investiga-
ción” y “Las escenas de espera y el poder de hacer esperar.
Un estudio en tres ámbitos de la vida social: salud, dinero
y amor”, dirigidos por Mario Pecheny. Por el acompaña-
miento, el apoyo, los intercambios, las lecturas y los debates
compartidos.
A María Alicia Gutiérrez y las integrantes del Proyecto
Ubacyt “Entre lo instituido y lo instituyente: cartografía de
las significaciones en torno a género y sexualidades en la
Argentina actual” con quienes discutí los contenidos de esta
tesis, llevándome importantes aportes y reflexiones para
su elaboración.
A los y las integrantes del Área de Salud y Población
y del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Ins-
tituto de Investigaciones Gino Germani de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, por los
aprendizajes de las reuniones y jornadas.
A mis queridas amigas, que me incentivaron y confia-
ron pacientemente hasta el final, Julia Giser, María Emilia
Villalba, Mariana Palumbo, Rocío Conesa, Victoria Cas-
tro, Claudia Calvo, Laura Gorini, Mariela Prieto, Eliana
Braslavsky, Carolina Strok, Carolina Keitelman y Victoria
Guzmán.
A mi familia, Jaime, Adriana y Eva, por acompañarme
siempre.
A Pablo, por los encuentros que llegaron después de
la tesis.

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Lista de siglas

ALITT (antes ALIT) Asociación de Lucha por la Identi-


dad Travesti-Transexual (antes Aso-
ciación por la Identidad de las Tra-
vestis)

APA American Psychiatric Association

ATTTA (antes ATA) Asociación de Travestis, Transe-


xuales Transgéneros de Argentina
(antes Asociación de Travestis
Argentinas)

CHA Comunidad Homosexual Argentina

CIE Clasificación Internacional de Enfer-


medades

DSM Diagnostic and Statistical Manual of


Mental Disorders (Manual Diagnós-
tico y Estadístico de los Trastornos
Mentales)

FALGBT Federación Argentina de Lesbianas,


Gays, Bisexuales y Trans

FPV Frente Para la Victoria

FREPASO Frente País Solidario

GATE Global Action for Trans Equality

Gays DC Gays por los Derechos Civiles

GES Grupo de Estudios sobre Sexuali-


dades

HBIGDA Harry Benjamin International Gen-


der Dysphoria Association

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16 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

HTA Hombres Trans Argentinos

IGJ Inspección General de Justicia

INADI Instituto Nacional contra la Discri-


minación, la Xenofobia y el Racismo

INDEC Instituto Nacional de Estadísticas y


Censos

LGBT Lésbico, Gay, Bisexual, Trans

LGTTTBI Lésbico, Gay, Travesti, Transexual,


Transgénero, Bisexual, Intersex

MAL Movimiento Antidiscriminatorio de


Liberación

MISER Movimiento Integración Sexual


Étnica y Religiosa

OTTRA Organización de Travestis y Transe-


xuales de Argentina

PJ Partido Justicialista

PS Partido Socialista

REDLACTRANS Red Latinoamericana y del Caribe


de personas trans

RITTA Red Intersexual, Transgénero y


Transexual Argentina

SOC Standards of Care for Gender Iden-


tity Disorders

SSS Superintendencia de Servicios de


Salud

STP – 2012 Stop Trans Pathologization – 2012

TIG Trastorno de la Identidad de Género

TRANSDEVI Transexuales por el Derecho a la


Vida y la Identidad

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TU Travestis Unidas

UBA Universidad de Buenos Aires

UCR Unión Cívica Radical

VIH Virus de la Inmunodeficiencia


Humana

WHO World Health Organization

WPATH World Professional Association for


Transgender Health

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Introducción

En la noche del 9 de mayo del 2012, la Plaza del Congreso


ubicada en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires se vio sacudida por los festejos de las organizacio-
nes de travestis, transexuales, transgénero, trans, lesbianas,
gays, bisexuales y feministas con sus simpatizantes, allega-
dos y allegadas. Había sido aprobada la Ley de Identidad
de Género argentina, la primera en el mundo que permitió
acceder al cambio de nombre y sexo en el documento nacio-
nal de identidad y a los tratamientos médicos de construc-
ción corporal sin pasar por procesos de diagnóstico médico
ni autorizaciones judiciales. La Ley 26.743 establece que los
tratamientos médicos sean realizados solo si las personas
así lo solicitan y, en su artículo 11º, dispone su cobertu-
ra por parte del sistema público de salud, obras sociales y
planes de medicina prepagos. Por tratarse de una política
púbica destinada a la población de la “diversidad sexual”,
lograda gracias al accionar militante de las organizaciones
de travestis, transexuales, transgéneros y trans, su sanción
guarda continuidad con la Ley 26.618 de Matrimonio Igua-
litario aprobada dos años antes. A diferencia de aquella,
el proceso de demanda y sanción de la Ley de Identidad
de Género no provocó el debate público y mediático ni la
movilización social -tanto de apoyo como de rechazo- en la
escala que aquella suscitó.
La Ley de Identidad de Género fue tratada en dos
sesiones parlamentarias en las que primó el discurso de la
corrección política. Su aprobación marcó un antes y un des-
pués en varios aspectos: a partir de su sanción, en Argentina
cualquier persona mayor de dieciocho años puede modi-
ficar su nombre de pila, sexo e imagen en su documento
nacional de identidad presentándose ante cualquier ofici-
na del registro civil con su partida de nacimiento. A su

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20 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

vez, los/as profesionales de la salud pueden indicar y reali-


zar intervenciones quirúrgicas genitales sin tener que con-
tar con una autorización judicial para ello. De este modo,
las categorías legales de varón o mujer quedaron escindi-
das de los mecanismos médico-legales de asignación sexo-
genérica ligados a la genitalidad de las personas. Asimismo,
su aprobación representó el momento de mayor permea-
bilidad del Estado a las demandas de las organizaciones de
travestis, transexuales, transgéneros y trans locales. Estas
se conformaron en la década de 1990 cuando aún regían
figuras contravencionales que penalizaban, por ejemplo, el
hecho de “vestir con ropas del sexo opuesto” y las cirugías
genitales se encontraban prohibidas por el Código Penal
y la Ley Nacional de Ejercicio de la Medicina salvo que
estuvieran clínicamente justificadas.
Es posible afirmar que el concepto de derecho humano
a la identidad de género que la Ley condensó se compone de
dos dimensiones interconectadas: la legal y la sanitaria. Su
aspecto sanitario no se encuentra subordinado al legal, ya
que no es necesario realizar el cambio registral para acce-
der a los tratamientos médicos de construcción corporal.
Esta característica no representa un hecho menor. Traves-
tis, transexuales, transgéneros y trans pueden intervenir sus
cuerpos a fin de construir una imagen corporal acorde a
su identidad. Dichas intervenciones pueden ser temporales
o permanentes, pueden ser realizadas de forma autoagen-
ciada o medicalizada, de modo legal o –con anterioridad
a la sanción de la Ley de Identidad de Género- clandes-
tino. Muchas de estas prácticas también son llevadas a cabo
por las personas cisgénero1 para construir su propia ima-
gen corporal. Sin embargo, al ser practicadas por personas
trans, desafían no sólo las normas sexuales sino también las
normas de género, las que acarrean una dimensión corporal
y pública ineludible.

1 Personas que se identifican con el género que les fue asignado al nacer.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 21

En esta tesis indago en los modos de regulación social


de los tratamientos médicos de construcción corporal trans
antes de la aprobación de la Ley de Identidad de género
y las reconfiguraciones emergentes a partir de su sanción.
Específicamente, hago foco en los tratamientos hormonales
y quirúrgicos. Utilizo el término trans en un sentido que
engloba una amplia gama de posibilidades identitarias y de
construcción corporal que desafían el régimen binario de
género. A su vez, sostengo que el deseo de modificar aque-
llos aspectos de la corporalidad ligados culturalmente a la
sexualidad o al género puede corresponderse o no con el
uso de las categorías identitarias del travestismo, la transe-
xualidad, la transgeneridad o lo trans.
Describo, analizo y comparo cuatro discursos públicos
en los que se producen y disputan sentidos alrededor de los
procesos de construcción corporal trans en Argentina: el
médico, el judicial, el activista y el parlamentario. Abordo el
período comprendido entre 1966 y 2015, con énfasis en los
años más recientes. En 1966 fue producido el primero de
los fallos analizados en la tesis y en 2015 el Poder Ejecutivo
Nacional aprobó el Decreto Nº 903/2015 que reglamentó
el artículo 11º de la Ley de Identidad de Género. En los
casi cincuenta años que abarco en la tesis, los tratamientos
médicos de construcción corporal pasaron de ser entendi-
dos como intervenciones mutilantes o a lo sumo una forma
indicada para paliar el sufrimiento psíquico causado por
una un trastorno de la identidad, a expresiones de autono-
mía de la voluntad y decisión sobre el propio cuerpo que
requieren de intervenciones médicas, cuyos riesgos deben
ser evaluados y sopesados.
Sostengo que las prácticas de construcción corporal
trans que precisan del conocimiento y las tecnologías médi-
cas son un objeto en disputa cuya regulación no le compete
exclusivamente al campo médico, sino que se construye en
base a los discursos producidos en los cuatro escenarios
que abordo en la tesis.

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22 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Las preguntas que guían este recorrido son: ¿De qué


modos el escenario médico, judicial, activista y parlamen-
tario, con sus reglas específicas de producción discursiva,
configuran las coordenadas de lo decible y lo pensable en
torno a los tratamientos médicos de construcción corpo-
ral trans y las condiciones para su acceso en Argentina en
el período abordado?¿Cómo se establece y reconfigura la
correlación de fuerzas entre los distintos escenarios discur-
sivos analizados?¿Qué debates públicos moldean las posibi-
lidades de reconocimiento de la autonomía corporal de las
personas trans? Respondo dichos interrogantes analizan-
do los discursos desplegados por profesionales de la salud,
jueces/zas, activistas y legisladores/as nacionales alrededor
de los tratamientos médicos de construcción corporal trans
con anterioridad a la sanción de la Ley de Identidad de
Género y las discusiones en torno al vínculo entre los y las
trans y los saberes y prácticas médicas que emergieron a
partir de su aprobación.
En el recorrido de la tesis argumento que el régimen
contemporáneo de gobierno de los cuerpos trans se des-
pliega en una interfaz de interacción dinámica entre los
distintos espacios sociales en los que se producen discur-
sos sobre los cuerpos. Identifico las afinidades, acoplamien-
tos, disputas y contradicciones entre estos discursos y sus
definiciones de lo bueno, lo deseable, lo inapropiado o lo
riesgoso para las personas en relación con sus cuerpos y
las posibilidades de transformación de los mismos ofrecidas
por las tecnologías médicas.
Sostengo que los cambios normativos condensados en
la Ley de Identidad de Género cristalizaron el desarrollo de
mutaciones en las formas de gobierno de los cuerpos trans.
La sanción de la Ley de Identidad de Género produjo las
condiciones para la conformación de un escenario de carác-
ter híbrido en el que los discursos expertos de la medicina
se vieron interpelados por las demandas de los y las trans,
cuyas acciones y discursos adquirieron las características
de las demandas de biociudadanía. Las formas instituidas

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 23

de autoridad médica y relación médico-paciente se vieron


tensionadas por las prácticas de autogobierno y de gestión
individual de los riesgos de los tratamientos por parte de
los y las trans.
Resulta pertinente aclarar que toda investigación
implica un recorte. Los procesos de regulación de los cuer-
pos trans o disidentes de las normas binarias de género
podrían haber sido ser indagados desde la historia oral, la
literatura, los registros mediáticos o audiovisuales, entre
tantos otros posibles. Me centro en estos cuatro discursos
públicos para, tangencialmente, indagar en el proceso de
demanda y sanción de la Ley de Identidad de Género, sus
condiciones discursivas de posibilidad, los debates sociales
en los que se enmarcó y las nuevas formas de regulación
que la misma habilitó. Esto implicó poner el foco en los
grandes discursos de la medicina y del Estado en desmedro
de discursos locales que podrían dar cuenta de las resisten-
cias y agencias de los sujetos a los discursos reguladores
de la medicina o las instituciones estatales. Pero tanto en
los documentos de medicina legal que abordo en la tesis
como en los fallos judiciales y en los discursos del activismo
es posible rastrear las huellas de esa agencia y las formas
capilares no necesariamente intencionales de resistencia.
En lo que sigue de esta introducción, presentaré los
antecedentes y aportes de la tesis, las coordenadas teóricas
que sustentan el planteo de la investigación y la estrate-
gia metodológica centrada en el análisis de los escenarios
discursivos.

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24 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Antecedentes2

Las producciones académicas que abordan las experiencias


de tránsito de lo masculino a lo femenino y de lo femenino
a lo masculino coinciden en afirmar que las mismas se
encuentran presentes en una multiplicidad de culturas a lo
largo de la historia. Su definición, vivencia y/o politización
por medio de las categorías del travestismo, la transexua-
lidad, la transgeneridad o lo trans constituyen al “fenó-
meno trans” como un hecho moderno y occidental (Lamas,
1990). Es fruto de la instalación, a partir de fines del siglo
XVIII, de un sistema de clasificación del sexo que sustenta
la oposición entre lo femenino y lo masculino (Laqueur,
1994). Dicho sistema permitió cifrar como pecado, crimen
o patología cualquier experiencia que desafiara la noción de
masculinidad y feminidad establecida en base a una relación
lineal con la genitalidad, leída esta en términos binarios
y dicotómicos. Como expone Michel Foucault (2007) al
introducir el diario de Herculine Barbin, el estatus médico-
jurídico del sexo requirió la búsqueda y definición del sexo
verdadero por parte de miradas expertas. En el contex-
to latinoamericano, su configuración, control y regulación
estuvo atravesada por procesos de colonización, mestizaje,
modernización y globalización (Herdt, 1996; Miano Borru-
so, 2003; Campuzano, 2009).
Los antecedentes de esta tesis son trabajos teóricos
y empíricos producidos en Argentina, Brasil, Colombia,
España, Estados Unidos, México y Perú desde distintas
disciplinas y perspectivas: estudios de género, sociología,
antropología, derecho, historia y teoría queer. Aquellos que
hicieron foco en el vínculo entre las experiencias trans y
la corporalidad lo hicieron a partir de tres ejes proble-
máticos: la construcción de identidades y grupos, el cam-
po médico como dispositivo de sujeción y subjetivación

2 Partes de este apartado fueron publicadas en Farji Neer (2020a).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 25

y el discurso jurídico-legal como espacio de definición de


los requisitos corporales para el ejercicio de los derechos.
A continuación, sintetizo los principales resultados de un
conjunto de investigaciones que abordaron estos tres ejes.
Los mismos serán retomados y discutidos en los diferentes
capítulos de la tesis.
En lo que refiere al primer eje, la construcción de iden-
tidades y grupos, distintos trabajos abordaron los procesos
de construcción corporal y subjetiva trans desde la antro-
pología cultural y feminista. Estos focalizaron en los proce-
sos de construcción de las identidades travesti, transexual,
transgénero o trans, en un comienzo tomando exclusiva-
mente las experiencias femeninas. Estos trabajos se pregun-
taron, entre otras cosas, en qué medida dichas experiencias
contribuían a reforzar el sistema binario de género o bien
lo ponían en crisis. Los abordajes que sostenían lo pri-
mero destacaron el modo en los que en sus discursos las
trans retomaban los pares significantes de cuerpo e iden-
tidad, estático y dinámico, esencia y apariencia, oposicio-
nes consideradas centrales para el sostenimiento del régi-
men binario de género vigente (Raymond 1994; Vendrell
Ferré, 2012). Aquellos trabajos que afirmaron que lo ponían
en crisis, retomaron los planteos de Judith Butler (2001),
quien sostiene que las experiencias trans desafían las bases
del sistema binario de género ya que ponen de manifiesto
lo contingente de la relación entre cuerpo e identidad y
expresan de modo ejemplar que el género no tiene esen-
cia. Algunos de estos trabajos focalizaron en los sentidos
que las trans les asignaban a sus prácticas de construcción
corporal. Desde la teoría queer afirmaron que estas prác-
ticas podían representar apropiaciones subversivas de las
herramientas biotecnológicas de regulación de los sexos y
los géneros (Preciado, 2008; 2009). Otros trabajos afirma-
ron que se trataba de prácticas precarias de construcción
corporal que profundizaban su vulnerabilidad (Silva, 1993;
Kulick, 1998; Benedetti, 2000; Pelúcio, 2009; García Bece-
rra, 2010; Figueredo, 2011).

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26 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

En Argentina y Brasil, estos desarrollos trazaron puen-


tes entre los procesos de construcción corporal e identita-
rio travesti y las diferentes situaciones de vulnerabilidad y
violación de los derechos humanos basadas en la identidad
de género: expulsión familiar, escolar y laboral, ejercicio
de la prostitución como exclusivo medio de subsistencia,
estigmatización social, persecución policial, alta prevalencia
del VIH y precoz mortalidad (Berkins y Fernández, 2005;
Berkins, 2007; Barreda e Isnardi, 2008). Otras perspecti-
vas abordaron el modo en que esas mismas experiencias
de exclusión social se constituyeron como puntapié para la
conformación de grupos que politizaron la experiencia tra-
vesti y transexual (Álvarez, 1998; Berkins, 2003; Fernández,
2004; Raffo, 2006; Carvalho y Carrara, 2013; Cutuli, 2015).
Analizaron los modos en los que el cuerpo travesti –que
expresaría de modo consciente la ambivalencia y ambigüe-
dad de los géneros (Modarelli, 2004; Barreda, 2012)- logró
ubicarse como locus del discurso y la acción política. En un
marco legal restrictivo para la circulación pública de traves-
tis, transexuales y transgéneros, la exposición pública de sus
cuerpos, el festejo y el carnaval constituyeron la estrategia
política del escándalo, cuyo objetivo fue la visibilización
de las necesidades del colectivo y la reivindicación de la
identidad travesti por fuera de marcos discursivos estigma-
tizantes (Fernández, 2004; Cutuli, 2015).
La mayoría de estos estudios abordaron las feminida-
des trans. Aquellos que focalizaron en las masculinidades
trans establecieron cruces entre los estudios de masculi-
nidad y los estudios trans propiamente dichos. Un primer
conjunto de trabajos analizó el modo en que la masculini-
dad era construida y experimentada en cuerpos que no fue-
ron inscritos al nacer dentro de la masculinidad según los
parámetros médico-legales (Califia, 1996). A su vez, abor-
dó las diferencias y continuidades entre las masculinidades
lésbicas y las identidades trans masculinas (Califia, 1996;
Halberstam, 1998). Un segundo grupo de trabajos abordó
los procesos de construcción identitaria y conformación de

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 27

espacios de sociabilidad específicos. Señalaron que estos se


encontraban atravesados por dos dinámicas: la indiferen-
ciación inicial respecto a los espacios y experiencias lésbicas
y, una vez afirmada la identidad masculina, la invisibiliza-
ción respecto a la masculinidad hegemónica (Green, 1997;
Almeida, 2012; Nunes Ávila, 2014). Otros trabajos expusie-
ron críticas a las políticas públicas y a las lógicas inheren-
tes a la producción académica en humanidades y ciencias
sociales en torno a las masculinidades trans. Sobre las polí-
ticas públicas con perspectiva de género -específicamente
las de salud sexual y reproductiva-, expusieron el modo en
que estas omitían en sus discursos y objetivos las necesida-
des de las masculinidades trans en lo que refiere a su salud
sexual, sus proyectos reproductivos y su necesidad de acce-
so al aborto legal. Sobre los espacios de producción acadé-
mica, criticaron el modo en que sus identidades se encon-
traban incluidas como objetos de estudio pero excluidas
como sujetos de conocimiento (Radi, 2012; 2013a, 2014a,
2014b; Maud-Yeuse, Espineira y Alessandrin, 2013).
En la tesis retomo estos desarrollos para abordar la
trayectoria del activismo trans en Argentina y las formas en
las que sus organizaciones se interrogaron sobre el carácter
reproductor o desestabilizador del binario de género de los
tratamientos de construcción corporal de cara a la formu-
lación de demandas de derechos frente al Estado.
El segundo eje refiere a producciones que abordaron
los modos en que el campo médico se consolidó como dis-
positivo de producción de las subjetividades trans. Un tra-
bajo pionero en la temática fue la obra de la feminista Janice
Raymond (1994), publicada en 1979. Raymond se proponía
denunciar la complicidad entre las personas transexuales -
categoría creada por el campo médico en la década de 1960
para referir a las personas cuya identidad de género no
se condice con la asignada al nacer- y el imperio médico
para socavar las iniciativas del feminismo dirigidas a erra-
dicar los estereotipos sexuales. Afirmaba que, a través de
los tratamientos de reasignación de sexo, el sistema médico

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28 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

cimentaba los estereotipos de género en los que se basaba


el sistema patriarcal y que, al encarnarlos, las mujeres transe-
xuales reforzarían la dominación sexual y la opresión de las
mujeres por la institución médica. Otros trabajos de teóri-
cas trans contribuyeron al análisis de la articulación entre
el sistema médico y el orden patriarcal, pero criticaron el
modo en que Raymond entendía las experiencias trans, ya
que no consideraban que estas operaran en connivencia con
el sistema patriarcal (Stone, 1991; Stryker, 1993).
Abordajes realizados desde el marco de los estudios de
género y la antropología médica abonaron a la conceptua-
lización del poder performativo del discurso médico y el
carácter regulador de sus categorías y prescripciones (Haus-
man, 1995; Bento, 2003; Soley-Beltrán, 2003). Afirmaron
que estas operaban naturalizando una mirada ideologizada
de la anatomía, la misma que justificaba y sustentaba las
intervenciones sobre bebés que, en base a esos mismos cri-
terios, poseerían una genitalidad ambigua o no clasificable
(Maffía y Cabral, 2003; Leite, 2008). Dichos trabajos se inte-
rrogaron sobre la capacidad de agencia y las condiciones
para el ejercicio de la autonomía de las y los trans en su
tránsito por los dispositivos clínicos (Bornstein, 1994; Cali-
fia, 1997; Nieto, 1998, 2008).
Algunos trabajos describieron los mecanismos norma-
lizantes a los que los y las trans debían someterse para
ingresar a los tratamientos. Consideraban que en el marco
de la vigencia de rígidos protocolos de atención, la agen-
cia subjetiva se veía profundamente menguada (Hausman,
1995; Dellacasa, 2013). Otros abordajes sostuvieron que
las personas trans eran coproductoras de los protocolos
cuando demandaban acceso a las tecnologías hormonales
y quirúrgicas para modificar sus cuerpos, aunque el cam-
po médico estableciera los criterios normativos de ingre-
so, evolución y resultados esperados (Meyerowitz, 2002).
Expusieron los usos estratégicos de las categorías diagnós-
ticas y las posibilidades de negociación con profesionales de
salud en la gestión del diagnóstico y el tratamiento (Bento,

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 29

2006; Butler, 2006; Teixeira, 2013). Otros trabajos abor-


daron las complejas y multidireccionales relaciones entre
la medicina, los movimientos sociales y los sujetos en la
elaboración y redefinición de las categorías sociales, clíni-
cas y de autoidentificación (Barbosa, 2015), así como los
modos en que la crisis de paradigma en la atención médi-
ca y las demandas de colectivos activistas tuvieron efectos
en la atención de la salud de la población trans (Coll Pla-
nas, 2010; Suess, 2010; Martínez-Guzmán y Montenegro,
2010; Murta, 2013). Mostraron que la noción de autonomía
esgrimida para promover estos cambios se sustentó en la
idea de libre elección, entendida como consumo indiscri-
minado e individual de servicios médicos. Señalaron que
el desafío para las instituciones de salud era el de promo-
ver y respetar la autonomía de decisión de las personas
sin dejar de ejercer las tareas de cuidado médico requeri-
das (Butler, 2006; García Becerra y Missé, 2010; González-
Polledo, 2010; Martínez-Guzmán y Montenegro, 2010).
En la tesis estos trabajos son retomados para analizar
los sentidos con los que profesionales de la salud comen-
zaron a realizar tratamientos de construcción corporal en
el contexto local y sus reformulaciones o dislocamientos en
base a las demandas de los colectivos activistas, así como
para abordar las modificaciones en las políticas públicas
que, formalmente, reconocen y se proponen garantizar el
ejercicio de la autonomía de decisión de las personas trans
sobre sus cuerpos y sus vidas.
Un tercer y último eje refiere al conjunto de trabajos
que analizó desde el derecho, la historia y la sociología
los modos en los que lo corporal intercede en el ejercicio
de los derechos. A partir del análisis del discurso jurídico-
legal abordaron las formas de regulación estatal de las
experiencias trans. Analizaron las operaciones discursivas
por medio de las cuales –en el caso argentino, antes de
la aprobación de la Ley de Identidad de Género- el dere-
cho hizo jurídicamente inteligibles los pedidos de cambio
de nombre y sexo registral y las solicitudes para acceder

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30 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

a tratamientos médicos de construcción corporal (Cabral,


2003; Viturro, 2003; Zambrano, 2003; Petracci y Pecheny,
2007; Litardo, 2010; Ventura, 2010; Sabsay, 2011). Afir-
maron que los discursos elaborados por el campo judicial
reactualizaban la matriz cultural del binarismo de género,
cristalizaban nociones tradicionales en torno a la diferen-
cia sexual y los roles de género, producían efectos en las
subjetividades y reafirmaban el orden cultural dominante
(Cabral, 2003; Viturro, 2003). Las narrativas elaboradas en
respuesta a dichos pedidos consolidaron una interfaz entre
el campo médico y el judicial, ya que pusieron en práctica
mecanismos periciales orientados a constatar el diagnóstico
de “Trastorno de la identidad de género” (cuya asignación
requería corroborar la angustia y sufrimiento originada por
la contradicción entre la propia identidad de género y aque-
lla legalmente asignada) acorde a los criterios definidos en
los manuales diagnósticos y los protocolos médicos (Ven-
tura, 2010). Estos trabajos afirmaron que a partir de esa
imbricación, el campo judicial construyó su propia noción
de transexualidad. También instaló una narrativa estereo-
típica y estandarizada de las experiencias trans a partir de
la cual las personas podían ejercer el derecho modificar
sus datos en los registros oficiales o acceder legalmente a
las cirugías genitales (Litardo, 2010). En la mirada de estos
trabajos, el campo judicial se presentó como un terreno de
disputa, debido al modo en que dichas intervenciones eran
cifradas jurídica y culturalmente: en base a las narrativas
diagnósticas o bien bajo los lineamientos de los derechos
constitucionales, los derechos humanos o el principio de
igualdad y la no discriminación (Zambrano, 2003). No obs-
tante, también señalaron que muchas de las legislaciones y
decisiones judiciales que avanzaron en esta última corriente
promovieron una reontologización del individuo liberal e
impusieron nuevas formas de regulación socio-sexual, ya
que fijaron el carácter indefinido e indeterminado de las

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 31

identidades sociales en base a las exigencias de estabilidad


del derecho. Es decir, también normalizaron y normativi-
zaron lo diferente (Barrancos, 2009; Sabsay, 2011).
Estos textos constituyen un insumo fundamental para
el análisis del escenario judicial y el abordaje de las transfor-
maciones en las economías discursivas y andamiajes lega-
les que dieron lugar a las solicitudes de autorización de
cambio registral y realización de los tratamientos médicos
de construcción corporal a partir de mediados de la déca-
da de 1990 y hasta la sanción de la Ley de Identidad de
Género en 2012.
Finalmente, un conjunto de trabajos abordó el proceso
de sanción de la Ley de Identidad de Género argentina y
sus implicancias para el orden de género. Expusieron las
condiciones que posibilitaron su aprobación: el marco jurí-
dico habilitante, el rol desempeñado por las organizaciones
trans, el activismo jurídico y la efectividad política de los
discursos de las víctimas durante el debate en el Congreso
Nacional (Cabral, 2012; de Mauro, 2015). Otros desarrolla-
ron críticas a la Ley desde perspectivas teóricas antiesen-
cialistas de la identidad. Se preguntaron cómo garantizar
los derechos de las personas trans sin instituir una distin-
ción entre experiencias trans legítimas e ilegítimas (Figa-
ri, 2012a). También abordaron la ambivalencia de la Ley
en lo que refiere a su carácter reproductor o subversivo
del binarismo de género. Si por un lado el contenido de
la Ley se asentó en los mecanismos jurídico-legales que
reproducían el orden social (la Ley de identidad de género
mantiene las categorías de varón o mujer como las únicas
dos opciones de identificación legal), por otro eliminó los
requisitos corporales para habitar dichas categorías, insti-
tuyendo un binario desencarnado y ambivalente (Litardo,
2013; Radi, 2013b).
El recorrido bibliográfico recién expuesto resulta enri-
quecedor en varios sentidos. En primer lugar, estos traba-
jos desarrollan muchas de las herramientas conceptuales
utilizadas en esta tesis, especialmente las que analizan los

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32 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

dispositivos médico-jurídicos de producción y regulación


de lo trans. Segundo, algunos de ellos aportan miradas crí-
ticas e interrogantes potentes sobre las transformaciones
recientes en el campo de la medicina, el derecho y las polí-
ticas públicas. En la tesis retomo la pregunta sobre los már-
genes de agencia y autonomía de las personas trans en un
marco de vulnerabilidad corporal y necesidad de atención
de su salud. Entiendo que las condiciones para el ejercicio
de la autonomía se definen en la interrelación con diferen-
tes esferas, por ello no me centro en el estudio de una de
ellas en particular y abordo los diálogos y tensiones entre
esferas más allá del vínculo entre el campo médico y el judi-
cial. Lo extiendo al ámbito activista y parlamentario ya que
asumo que es en la interrelación entre todas ellas en la que
se definen las condiciones para el ejercicio de la autonomía,
sus fronteras y sus límites.

Coordenadas teórico-analíticas: el cuerpo


en las tramas del poder

Los ejes teóricos-analíticos que convergen en la tesis son


los de la sexualidad como campo de poder y el vínculo entre
corporalidad y ciudadanía. El punto de partida de la tesis
es la perspectiva que afirma el carácter histórico, social y
cultural de la sexualidad y su imbricación con relaciones
de poder, normas, representaciones, categorías e identida-
des sexuales (Rubin, 1989; Foucault, 1990; Halperin, 1993;
Vance 1997; Weeks, 1998). Desde esta mirada, la sexua-
lidad es un campo definido por el entrecruzamiento de
una variedad de discursos y prácticas (religiosas, morales,
médicas, jurídicas, científicas, entre otras) que instituyen
mediante mecanismos de saber y poder aquello entendido
como sexualidad (Foucault, 1990). En Europa, hasta el siglo
XVIII dicha configuración estaba regida por reglas que divi-
dían lo lícito de lo ilícito en términos penales. Comenzó a

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 33

instalarse entonces una lógica reguladora y normalizadora


de las sexualidades, fruto del entrecruzamiento de distin-
tos discursos: la justicia penal, la medicina y la psiquia-
tría. La superposición entre ley y disciplina médica implicó
dejar de penalizar las acciones concebidas como desviadas
e instaurar, a cambio, unas técnicas de búsqueda y fijación
de sexualidades periféricas. En las sociedades modernas y
occidentales, la sexualidad es minuciosamente observada
por una variedad de instituciones: la escuela, el hospital, el
ejército. El control es ejercido sobre las prácticas sexuales
consideradas normales (conyugales, monogámicas y orien-
tadas a fines reproductivos) y sobre la variedad de deseos
y prácticas que se apartan o contradicen la norma hetero-
sexual instituida. Distintos discursos confluyeron e instala-
ron la creencia moderna de que detrás del sexo se ubican
las verdades más profundas y esenciales de los individuos,
sobre los que recae el imperativo de conocerse a sí mis-
mos mediante su indagación (Foucault, 2007). La sexualidad
es incitada discursivamente con el objetivo de conocerla y
regularla, es decir, gobernarla.
Desde la perspectiva desarrollada por Michel Foucault,
la medicalización es una de las principales estrategias de
gobierno o producción biopolítica de los cuerpos. La medi-
cina los produce como objeto de saber, blanco de poder y
campo de intervención (Foucault, 1999). Al mismo tiempo,
la sexualidad constituye un campo con lógicas propias de
desigualdades y formas de opresión: las relaciones socia-
les de sexualidad. Es decir, jerarquías de valor sexual3 y

3 “Según dicho sistema, la sexualidad `buena´, `normal´ y `natural´ sería ideal-


mente heterosexual, marital, monógama, reproductiva y no comercial. Sería
en parejas, dentro de la misma generación y se daría en los hogares. Excluye
la pornografía, los objetos fetichistas, los juguetes sexuales de todo tipo y
cualesquiera otros papeles que no fuesen el de macho y hembra. Cualquier
sexo que viole estas reglas es `malo´, `anormal´ o `antinatural´. El sexo malo
es el homosexual, promiscuo, no procreador, comercial o el situado fuera
del matrimonio. Será la masturbación, las orgías, el encuentro sexual espo-
rádico, el cruce de fronteras generacionales y el realizado en `público´ o al

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34 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de fronteras móviles de definición de las sexualidades legí-


timas e ilegitimas, sostenidas a través de leyes, prácticas
sociales e ideologías (Rubin, 1989).
Abordar mis interrogantes desde estas teorías me per-
mite aprehender el proceso por el cual durante buena parte
del siglo XX la producción de sentidos sociales en torno
a los cuerpos trans estuvo hegemonizada por el campo
médico. Las instituciones estatales retomaron los principios
etiológicos, de diagnóstico y tratamiento elaborados por
este campo para establecer regulaciones sobre los cuerpos
y deseos disidentes de la norma heterosexual y el binaris-
mo genérico. En este sentido, la definición de los límites
legales para que las personas trans dispongan de su cuerpo
y lo construyan por medios biotecnológicos muchas veces
estuvo en consonancia con las definiciones elaboradas por
el campo médico. La proliferación de discursos de crítica al
aparato medicalizador de los cuerpos a partir de mediados
del siglo XX provocó mutaciones en la hegemonía médi-
ca sobre los cuerpos trans. Se dio entonces un paulatino
pasaje de un modelo de regulación basado en categorías y
protocolos médicos a otro que disputa esa heteronomía e
incorpora la producción de sentidos por parte de los pro-
pios sujetos en torno la autonomía de decisión sobre sus
cuerpos y sus vidas.
Para comprender dichas transformaciones utilizo el
concepto de gobierno, focalizando en aquellos aspectos
que atañen al cuerpo y la sexualidad. Foucault define al
gobierno como el “dominio que se puede ejercer sobre uno
mismo y sobre los otros, y sobre el cuerpo, pero también
sobre el alma y la manera de obrar” (2006: 149). El concepto
de gobierno focaliza en el “conjunto de técnicas y saberes
que habilitan la inteligibilidad y por ende la construcción
de comportamientos, fenómenos, procesos y cualidades en

menos en los arbustos o en las baños públicos. Utilizará la pornografía,


los objetos fetichistas, los juguetes sexuales o roles distintos a los tradi-
cionales” (Rubin, 1989: 21).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 35

problemas, válidos como objetos de pensamiento (y acción)”


(Aguilar, 2014: 24). Para Mitchell Dean (2010), toda práctica
de gobierno se asienta en una racionalidad específica que
demarca objetos de intervención, saberes, tecnologías, pro-
blemáticas y formas de resolución. Estas prácticas poseen
una dimensión moral: se anclan en definiciones de lo bueno,
lo virtuoso y lo apropiado para los individuos que son obje-
tos de la acción de gobierno.
Esta perspectiva me permite comprender el modo en
que en el período que aborda la tesis un conjunto hetero-
géneo de acciones individuales y colectivas promovieron
mutaciones en la definición los cuerpos trans como objeto
de intervención, producción de saberes, definición de pro-
blemáticas y formas de resolución. Entre esas acciones se
encuentran los pedidos individuales o colectivos de aten-
ción médica no protocolizada, las demandas a la justicia
por acceder a los tratamientos por fuera de las exigencias
del diagnóstico, la adhesión y participación de campañas
globales por la despatologización trans, y la presentación
y apoyo de proyectos de Ley de Identidad de Género des-
patologizantes, entre otras. Articulo la perspectiva teórica
sobre la sexualidad con trabajos que desarrollan los modos
en que el cuerpo se vincula con la demanda y ejercicio de
los derechos. Propongo que los procesos de construcción
corporal trans medicalizados se emplazan en un terreno
de indeterminación y disputa, en virtud de los discursos
de crítica a la hegemonía médica sobre los cuerpos y a las
posibilidades éticas y políticas desplegadas por los propios
sujetos frente a sí mismos y frente a las instituciones. A su
vez, entiendo que dichas acciones en su conjunto constitu-
yen expresiones de ciudadanía. Retomando a Elizabeth Jelin
(1994), entiendo a la ciudadanía como

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36 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Una práctica conflictiva vinculada al poder, que refleja las


luchas acerca de quiénes podrán decir qué en el proceso de
definir cuáles son los problemas comunes y cómo serán abor-
dados (…) Tanto la ciudadanía como los derechos están siem-
pre en proceso de construcción y de cambio ( Jelin, 1994: 8).

Retomo la perspectiva histórica y dinámica que pro-


pone Jelin para pensar la ciudadanía, teniendo en cuenta
que en Argentina las demandas de los colectivos de traves-
tis, transexuales, transgéneros y trans al Estado y al campo
médico forman parte de un movimiento mayor de demanda
de derechos sexuales y (no) reproductivos4 iniciado a partir
de la última reapertura democrática5. Estos grupos y orga-
nizaciones cuestionan públicamente una idea de ciudadanía
universal que encubre e invisibiliza las situaciones corpo-
rales e identitarias que impiden o condicionan el ejercicio
de los derechos. Sus planteos se encuentran en sintonía con
la teoría feminista del derecho que señala que la ciudadanía
liberal opera en base a una idea pretendidamente abstracta
de ciudadano, equiparándolo a un sujeto heterosexual mas-
culino y promoviendo una idea universal de lo humano a
imagen y semejanza de dicho modelo (MacKinnon, 1984;
Pateman, 1995; Maffía, 2001; Moreno, 2002).
Siguiendo a Petracci y Pecheny (2006), en Argentina
la transición de la dictadura cívico-militar (1976-1983) a
la democracia permitió la discusión pública de asuntos que
anteriormente habían sido cifrados como pertenecientes al
ámbito íntimo o privado. Ello permitió poner en cuestión
el ideario biologicista sobre la sexualidad instalado en los
discursos y prácticas públicas desde la conformación mis-
ma del Estado en el siglo XIX (Ben, 2000; Figari, 2009). El
proceso tuvo como resultado la implementación de un con-
junto de derechos y políticas públicas destinadas a grupos

4 Concepto acuñado por Josefina Brown (2014).


5 El proceso de conformación de las organizaciones de travestis, transexuales,
transgéneros y trans locales y su vínculo con el espectro de organizaciones
sexo-políticas será abordado en el capítulo 4.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 37

sociales definidos por su orientación sexual o vivencia del


género, siendo el discurso de los derechos humanos una de
las principales herramientas utilizadas para ese fin (Mec-
cia, 2006; Pecheny, 2009). Estas legislaciones y políticas
públicas se sustentaron en la definición de sus destinatarios
como víctimas: víctimas de políticas institucionales repre-
sivas, de condiciones de vulnerabilidad corporal y social, de
la imposibilidad real del ejercicio de los derechos básicos,
etc. Siguiendo a Pecheny (2009), los asuntos públicos en
materia de géneros y sexualidades experimentan mutacio-
nes en función de los contextos históricos e institucionales,
los repertorios culturales disponibles en torno al cuerpo y la
sexualidad, así como la definición y contenido programáti-
co de las demandas elaboradas por los grupos y sus alianzas
y articulaciones con otros actores del campo social.
Complemento esta visión de la ciudadanía como arena
de disputa de sentidos centrada en lo institucional con la
perspectiva de Amuchástegui y Rivas (2008), quienes afir-
man que la ciudadanía afecta y es afectada por los modos
en los que los propios sujetos se posicionan frente a las
instituciones, sus propios cuerpos y su sexualidad.
En el recorrido de la tesis el vínculo entre cuerpo y
ciudadanía se presenta bajo dos modalidades. En primer
lugar, el cuerpo se ubica como límite para el ejercicio de los
derechos. Por ello, el objeto de las primeras organizaciones
trans fue disputar el contenido y definición de los derechos
básicos (salud, trabajo, vivienda, educación) para que los
cuerpos disidentes de las normas de género dejaran de ser
obstáculo para su ejercicio. En otro sentido, el cuerpo se
expone como el objeto de aquellas demandas focalizadas
en el acceso a las tecnologías médicas de construcción cor-
poral. Estas se fundamentan en el discurso del derecho a
la autonomía de decisión sobre el propio cuerpo. A fin de
abordar esta última dimensión, retomo aquellos desarrollos
que analizan los modos en que el cuerpo se ubica como
núcleo de las demandas de derechos (Rabinow, 1996; Fas-
sin, 2003; Rose, 2012).

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38 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Utilizo el concepto de ciudadanía biológica (Rose,


2012), que refiere a las demandas de grupos de individuos
que poseen experiencias corporales comunes. En su aspecto
individualizante, la ciudadanía biológica implica una defi-
nición de la identidad ligada a lo corporal, en la que las
nociones de riesgo, sufrimiento y vulnerabilidad tienen un
rol preponderante. Incluye las creencias, representaciones,
actitudes y prácticas cotidianas desarrolladas por los sujetos
frente a sí mismos, frente a otros/as y frente a las institu-
ciones en base a una condición biológica específica. En su
aspecto colectivizante, refiere a grupos que demandan polí-
ticas públicas a los Estados y al campo médico. Pueden exi-
gir la creación de nuevas categorías diagnósticas que con-
templen sus experiencias de vulnerabilidad corporal o bien
enfrentarse a ellas y discutirlas. En el caso de las experien-
cias trans, no se trata de personas que compartan la vivencia
de un rasgo somático común. Sí comparten la experiencia
del estigma social cuyas bases ideológicas se encuentran en
el dispositivo patologizante de las sexualidades que desafían
el régimen binario de género. Aquellas que desean interve-
nir sus cuerpos a través de las herramientas ofrecidas por el
campo médico comparten dudas, expectativas y demandas
comunes al campo médico. En este aspecto, el concepto
resulta útil para entender tanto la politicidad de la agencia
individual como las acciones y discursos llevados adelan-
te por colectivos u organizaciones sociales que demandan
derechos para la comunidad trans. La ciudadanía biológica
permite pensar tanto las prácticas individuales de construc-
ción corporal como las actitudes éticas y las productoras de
nuevos sentidos en las instituciones estatales y de salud.
Finalmente, retomo la perspectiva teórica de la per-
formatividad de género según la cual la cultura moderna
occidental necesita de la estabilidad y linealidad entre los
conceptos de sexo-género-deseo para hacer inteligibles los
cuerpos. El vínculo entre cuerpo y ciudadanía se ve afectado
por el modo en que los distintos dispositivos que inter-
vienen en las dinámicas de gobierno de los cuerpos trans

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 39

conciben la materialidad corporal. Desde esta perspectiva,


la materialidad del cuerpo sexuado es resultado de acciones
performativas que le otorgan al cuerpo la ilusión de sustan-
cia inmodificable (Butler, 2001). El sexo adquiere un efecto
naturalizado en base a las prácticas discursivas reiteradas
que estabilizan su carácter abierto a la significación indefi-
nida. Ello no implica negar el carácter material de los cuer-
pos, que deben cumplir con ciertas funciones biológicas
imprescindibles a fin de sobrevivir. El sufrimiento, el dolor
y el placer corporal existen, pero se encuentran atravesados
y moldeados por categorías culturales y prácticas discursi-
vas que los hacen culturalmente inteligibles. Retomo la idea
de que lo corporal, antes que materia, es “un proceso de
materialización que se estabiliza a través del tiempo para
producir el efecto de frontera, de permanencia y superficie
que llamamos materia” (Butler, 2005: 28). Es decir, un pro-
ceso de construcción corporal del que participan distintos
discursos y prácticas sociales. Esta perspectiva me permite
analizar el modo en que lo corporal, en particular su aspecto
sexuado, se constituye como terreno de disputa. A lo largo
del período en estudio, los discursos circulantes sobre los
cuerpos trans se asentaron y al mismo tiempo construyeron
distintas nociones sobre la materialidad corporal en general
y la materialidad sexuada en particular.
A fin de analizar el modo en que se construye discursi-
vamente la interfaz médica, legal, activista y parlamentaria
de gobierno de los cuerpos trans, la propuesta de la tesis
se encuentra guiada por el concepto de escenario discursivo.
Entiendo cada uno de los espacios discursivos abordados
en la tesis como un escenario con reglas propias que les
imprimen características particulares a los discursos allí
producidos. Me baso en las perspectivas teóricas de Marc
Angenot (2010) y Michel Foucault (1987) sobre los discur-
sos sociales. Angenot (2010) propone entender los discursos
como hechos sociales históricamente situados, cuyo funcio-
namiento social excede el uso o la intencionalidad de indivi-
duos singulares. Entiende por discurso social “las reglas de

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40 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

encadenamiento de enunciados que en una sociedad dada,


organizan lo decible –lo narrable y opinable- y aseguran la
división del trabajo discursivo” (2010: 21). En dicha división
del trabajo ubico a los escenarios con sus reglas de produc-
ción discursiva específicas, tanto internas como externas.
Retomando a Foucault (1987), en la dimensión interna de
significación el sentido está dado por el encadenamiento
sistemático y coherente de sus enunciados y por las reglas
de formación del discurso. Estas reglas refieren a los tipos
de enunciados admitidos, las formas rituales de distribución
de la palabra y las condiciones necesarias para que cier-
tas palabras tengan validez. La dimensión externa refiere
a la forma en que ese discurso circula socialmente y a sus
efectos en la constitución de un campo de objetos y unas
subjetividades particulares. Podemos sumar a dicha dimen-
sión los acoplamientos a los discursos provenientes de otros
escenarios discursivos y las tendencias de poder más glo-
bales. Prestando atención a estas conceptualizaciones, a lo
largo de los capítulos me propongo hacer inteligibles los
discursos analizados prestando atención a su escenario de
producción específico, pero también al modo en que se ins-
criben y reconfiguran en una economía discursiva global de
gobierno de los cuerpos trans.
En base a estas formulaciones, a continuación expongo
la perspectiva metodológica adoptada en la tesis.

Estrategia metodológica

Enfoqué el proceso de realización de la tesis desde un


paradigma constructivista y adopté una estrategia metodo-
lógica cualitativa. Triangulé tres estrategias de construcción
de datos: relevamiento y análisis de documentos, obser-
vaciones semiestructuradas y entrevistas en profundidad.
Siguiendo a Okuda y Gómez (2005), la triangulación con-
siste en “dilucidar las diferentes partes complementarias

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 41

de la totalidad del fenómeno y (…) aumenta(r) la visión


del panorama de un fenómeno humano estudiado” (2005:
121-124). Cada una de las técnicas adoptadas aporta espe-
cificidad al abordaje del problema estudiado y articula con
la herramienta de los escenarios discursivos.

Relevamiento y análisis de documentos


Se relevaron cinco tipos de fuentes para el periodo analiza-
do: a) fallos judiciales emitidos por tribunales argentinos, b)
proyectos de ley presentados en el Congreso Nacional que
proponían regular el cambio de nombre y sexo registral y/o
el acceso a tratamientos hormonales y cirugías; c) versiones
taquigráficas de sesiones en comisiones parlamentarias y
de tratamiento sobre tablas de proyectos de Ley de Iden-
tidad de Género en sesiones parlamentarias ordinarias, d)
publicaciones científicas en revistas argentinas de medicina
sobre la temática; y e) documentos producidos por organi-
zaciones activistas locales e internacionales y notas perio-
dísticas que recogían sus demandas.
La búsqueda documental se realizó a través de bus-
cadores en reservorios digitales y fue complementada con
la realización de trabajo de archivo. Tanto en los motores
de búsqueda jurisprudenciales como en los de las revis-
tas de medicina y medios gráficos utilicé las palabras cla-
ves “travestismo”, “transexualismo”, “transexualidad”, “cam-
bio de sexo”. Para los fallos, utilicé además las expresiones
“identidad de género” e “identidad sexual”.
La etapa de relevamiento y análisis documental se divi-
dió en dos momentos. Entre 2010 y 2012, recolecté un con-
junto amplio de fallos judiciales de pedidos de autorización
para los cambios de nombre y sexo legal y/o realización de
cirugías genitales. Accedí a los fallos a través del centro de
consultas de jurisprudencia de Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires, el centro de documentación
de la Editorial “La Ley” y la base de datos “El Dial”. Para ello
me dirigí varias veces a la Facultad de Derecho y solicité

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42 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

la orientación de su personal administrativo para desarro-


llar mi búsqueda jurisprudencial. Hallé 29 fallos producidos
por tribunales de diferentes niveles y jurisdicciones del país
entre 1966 y 2011. Aquellos reseñados en la tesis fueron
seleccionados por su relevancia en la consideración de la
temática abordada en la arena judicial.
Asimismo, recabé los proyectos de ley que proponían
regular los procedimientos de cambio de nombre y sexo
legal y/o acceso a cirugías genitales a través de los bus-
cadores de proyectos de la Cámara de Diputados y la de
Senadores disponibles online. Para acceder a los proyectos
que no estaban disponibles online me dirigí personalmente
a los archivos del Congreso Nacional. Relevé un total de 12
proyectos. El primero data de 1995, hecho que da cuenta
que la temática tuvo presencia en el Congreso Nacional
desde esa fecha hasta la sanción de la Ley de Identidad de
Género en 2012.
Entre 2013 y 2015, inicié una segunda etapa de releva-
miento documental. Me aboqué a la búsqueda de las versio-
nes taquigráficas de debates parlamentarios desarrollados
en comisiones y en recinto en los que se debatieron los
proyectos de la Ley de Identidad de Género en el perío-
do 2011-2012. A ellos accedí a través de los sitios web de
ambas cámaras. Relevé 4 documentos, correspondientes a la
discusión de los proyectos en las Comisiones de Legislación
General y Justicia de la Cámara de Diputados y las Comi-
siones de Legislación General y Población y Desarrollo de
la Cámara de Senadores y a los debates y votación de los
dictámenes en las Cámaras de Diputados y Senadores.
A su vez, realicé una búsqueda de artículos publicados
en revistas argentinas de medicina a través de la biblioteca
de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos
Aires. La búsqueda no pretendió relevar en forma exhausti-
va la producción de discursos médicos sobre las identidades
que desafían el régimen de la heterosexualidad obligatoria
y el binarismo de género en Argentina -objetivo que excede
a esta tesis y que fue examinado en investigaciones previas

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 43

(Salessi, 1995; Ramacciotti y Valobra, 2008; Gemetro, 2011,


2012; Figari, 2012b)- sino dar cuenta de las formas en que
la temática fue tratada por los círculos médicos locales en
el período abordado. Los artículos fueron tomados a modo
ejemplificador de los sentidos presentes en el campo médi-
co al responder a las demandas de acceso a tratamientos de
construcción corporal en diferentes momentos. Este abor-
daje fue complementado con entrevistas a profesionales que
iniciaron su realización de forma legal en Argentina.
Por último, relevé distintos documentos producidos
por organizaciones locales y globales de activismo trans, así
como entrevistas y notas periodísticas de medios gráficos
y virtuales (Suplemento Soy de Página/12, Diario Tiempo
Argentino, portal de noticias “Infojus” y portal de noticias
“Comunicar Igualdad”) producidos entre 2009 (año en que
los colectivos activistas cobraron presencia en el espacio
público alrededor de la demanda de la Ley de Matrimonio
Igualitario) y 2015. A través de estos documentos –al igual
que en las entrevistas- se registraron los discursos y debates
al interior del activismo en torno al vínculo entre la iden-
tidad de género y la construcción corporal, así como las
distintas estrategias delineadas en pos de lograr la sanción
de la Ley de Identidad de Género.
Los fallos y proyectos de ley recabados fueron enten-
didos como manifestaciones textuales de las políticas esta-
tales reconocidas formalmente por las propias instituciones
y de las iniciativas de personas o grupos a fin de acceder
a las cirugías genitales o bien de lograr el ingreso de sus
demandas a la agenda público-parlamentaria. El análisis de
las transcripciones taquigráficas me permitió indagar en
las coordenadas del debate sobre el rol que debe asumir
el Estado frente a las posibilidades de transformación de
los cuerpos trans por medio de las herramientas ofrecidas
por el campo médico y las posturas oficiales que asumieron
los distintos partidos políticos mayoritarios. En el caso de
los artículos publicados en revistas de medicina, asumí que
los mismos condensaban la transformación de los discursos

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44 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

del campo médico sobre los tratamientos médicos de cons-


trucción corporal trans. También me permitieron abordar
la forma en que se enlaza lo moral y lo técnico en dicho
escenario discursivo. El análisis de los artículos periodísti-
cos me permitió complementar la información recabada en
las entrevistas realizadas a activistas trans para indagar en
los debates desarrollados al interior de sus organizaciones
en el período previo y posterior a la sanción de la Ley de
Identidad de Género argentina.

Observaciones
Entre 2010 y 2015, observé distintos tipos de situaciones
públicas en espacios académicos, activistas, médicos y par-
lamentarios. Consistieron en actividades de presentación y
discusión de los proyectos de Ley de Identidad de Género,
sesiones parlamentarias en los que se trataron los mismos
y actividades de difusión del contenido de la Ley con pos-
terioridad a su sanción.
Durante 2010 y 2011, observé charlas y debates enmar-
cados en el proceso de presentación de distintos proyectos
de Ley de Identidad de Género. Se trató de la charla debate
titulada “Hacia una Ley de Identidad de Género” organiza-
da por el Grupo de Estudios de Sexualidades (GES) de la
Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires desarrollada el 5 de noviembre de 2010 de la que par-
ticiparon referentes de las principales organizaciones trans
junto con académicos y académicas, y la presentación del
“Proyecto de Ley de Identidad de Género” (Expediente N°
8126) por parte del Frente Nacional por la Ley de Identidad
de Género en el Congreso Nacional el 11 de noviembre
de 2010. En dichas observaciones me propuse identificar
las discusiones, expectativas y posturas de las organizacio-
nes activistas que demandaban su sanción. A su vez, el 18
de agosto del 2011 observé el tratamiento de los proyec-
tos legislativos por parte de las Comisiones de Legislación
General y Justicia de la Cámara de Diputados del Congreso

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 45

Nacional y el 30 de noviembre de ese mismo año estuve


presente en el debate parlamentario que llevó a la obtención
de la media sanción por parte de la misma cámara.
Durante 2014, presencié otros eventos públicos: una
iniciativa activista para promover la reglamentación de del
artículo 11º de la Ley de Identidad de Género y una jornada
hospitalaria organizada por un equipo interdisciplinario de
atención de personas trans. Se trató, más específicamente,
de la presentación del documento “Aportes para pensar la
salud de personas trans” del colectivo Capicúa en la Jefatura
de Gabinete de Ministros de la Nación el 17 de octubre del
2014 y la “Jornada Interdisciplinaria de Salud Transgénero”
desarrollada en el Hospital General de Agudos Dr. Carlos
Durand el 20 de noviembre del 2014.
Estas observaciones me permitieron registrar las inter-
acciones entre los distintos actores, sus posicionamientos y
las discusiones desarrolladas en torno al vínculo entre las
políticas públicas y el rol de los/as profesionales e institu-
ciones médicas frente a las demandas de atención de los y
las trans. Las mismas fueron registradas a través de notas de
campo realizadas durante o con posterioridad a los eventos
y las exposiciones orales de sus participantes fueron regis-
tradas, desgrabadas y posteriormente codificadas.

Entrevistas
Por último, entre 2014 y 2015 entrevisté dos tipos de infor-
mantes clave: activistas y profesionales de la salud con expe-
riencia en la realización de tratamientos de construcción
corporal trans. Entrevisté a 5 activistas y 6 profesionales. La
selección de la muestra de entrevistados/as fue intencional,
y en uno y otro caso la selección de informantes estuvo
guiada por los objetivos de la tesis.
Para el primer grupo me contacté con referentes de
organizaciones trans de Argentina que participaron activa-
mente de la demanda de la Ley de Identidad de Género y
que luego llevaron adelante actividades o iniciativas para su

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46 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

implementación en el ámbito sanitario. Entrevisté activistas


cuyo trabajo hacía hincapié en la despatologización y el
acceso a la salud de las personas trans en el Área Metropo-
litana de Buenos Aires, en el resto de las provincias del país
y/o a nivel internacional.
El segundo grupo se compuso de profesionales de
la salud de las especialidades de cirugía urológica, cirugía
plástica, psiquiatría y endocrinología que trabajaran en la
atención de la población trans en el Área Metropolitana
de Buenos Aires. La selección de informantes buscó cubrir
profesionales pioneros/as de las diferentes especialidades
involucradas en los tratamientos de construcción corpo-
ral trans, así como profesionales que los iniciaron poste-
riormente.
Elaboré dos guías de entrevistas diferenciadas estruc-
turadas en base a tres ejes. En las entrevistas con activistas
indagué en su trayectoria activista, sus percepciones sobre
los límites y posibilidades para la implementación de la Ley
de Identidad de Género en el ámbito sanitario y sus expe-
riencias y concepciones sobre los procesos de construcción
corporal. En las entrevistas realizadas a profesionales de la
salud exploré las características de su trayectoria formativa
y profesional, los cambios identificados en la demanda y
forma de atención a partir de la sanción de la Ley de Identi-
dad de Género y sus percepciones sobre el contenido de la
misma y el paradigma despatologizante.
Las entrevistas tuvieron una duración aproximada de
cuarenta y cinco minutos, fueron grabadas con previo con-
sentimiento oral y a lo largo de la tesis mantengo la confi-
dencialidad de los datos personales de los/as entrevistados/
as. Las grabaciones fueron trascriptas, codificadas manual-
mente y analizadas.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 47

Estrategia de análisis
Para el análisis del corpus utilicé la técnica del análisis de
contenido cualitativo y los lineamientos de la teoría fun-
damentada –Grounded Theory– de Strauss y Corbin (2002).
Según Jaime Andréu Abela (1998), el análisis de conteni-
do se basa en la lectura como instrumento de recogida de
información que, a diferencia de la lectura común, debe ser
sistemática con el fin de obtener indicadores que permitan
“la inferencia de conocimientos relativos a las condiciones
de producción/recepción (contexto social) de estos mensa-
jes” (Andréu Abela, 1998: 3). El término “teoría fundamen-
tada” refiere a una metodología general de análisis vincu-
lada a una recopilación de datos que utiliza la aplicación
sistemática de métodos para generar una teoría inductiva.
Su objetivo no es producir una representación exhaustiva
del fenómeno, sino elaborar una teoría pertinente y anclada
en los datos que lo explique (Raymond, 2005).
Para la etapa de análisis dividí el corpus según el esce-
nario discursivo a abordar. En un primer momento ana-
licé manualmente y por separado el material asignado a
cada escenario de modo inductivo. El abordaje del esce-
nario judicial se basó exclusivamente en el análisis docu-
mental. Para el análisis del escenario médico, activista y
parlamentario, por el contrario, se analizaron varios tipos
de fuentes. Posteriormente, realicé un análisis de conjunto
de todo el material a partir de las categorías construidas
para la primera instancia de análisis y las emergentes. Las
categorías finales fueron: tipo de discurso (médico, judi-
cial, activista, parlamentario), nociones utilizadas para refe-
rir a las experiencias trans (desviación, inversión, enferme-
dad, trastorno, travestismo, transexualismo, transexualidad,
transgeneridad, trans), caracterización de las personas trans
(sujetos peligrosos, victimas, minorías, sujetos de derecho,
activistas, pacientes, usuarios/as de los servicios de salud),
discursos que inhabilitan el acceso a los procedimientos de
construcción corporal (violación de las normas naturales,

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48 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

morales o legales, reproducción de las normas binarias de


género, derechos de niños, niñas y adolescentes), discursos
que habilitan el acceso a los procesos de construcción cor-
poral trans (clínico, bioético, derechos humanos, derecho a
la no discriminación, derechos personalísimos, derecho a
la salud integral), discursos sobre la noción de riesgo aso-
ciado a las intervenciones de construcción corporal (riesgo
para la sociedad, para los/as profesionales de salud, para los
sujetos, para el Estado).
Para finalizar esta introducción, a continuación expon-
dré los intereses a partir de los cuales tracé los interrogantes
que desarrollo a lo largo de la tesis y el modo en que me
impliqué con su elaboración.

Sobre el proceso de investigación

Una investigación es rigurosa desde el punto de vista meto-


dológico si explicita las decisiones tomadas a lo largo del
diseño de investigación y es correcta desde un punto de
vista ético si logra comunicar desde dónde, con qué aspira-
ciones, intereses y objetivos fue realizada (Pecheny, 2008).
En este caso, dicha explicitación posee una relevancia adi-
cional. Quienes investigamos en el campo de las sexualida-
des nos vemos permanentemente interpelados/as -en jor-
nadas académicas, charlas, debates públicos, conversaciones
e incluso en las redes sociales- a explicitar nuestro posi-
cionamiento cuando escribimos sobre otros y otras desde
el lugar de privilegio que nos otorga la academia. En esos
intercambios se señalan con insistencia los capitales nece-
sarios para acceder al espacio universitario y académico
(económico, simbólico, cultural y corporal) y el modo en
que los sujetos de estudio muchas veces son excluidos de la
misma como agentes de conocimiento pero incluidos como

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 49

objeto de análisis. Por ello, considero necesario explicitar


mis intereses y deseos al realizar la investigación que da
origen a esta tesis.
En esta tesis doctoral me propuse profundizar las
líneas de análisis planteadas previamente en mi tesis de
maestría (Farji Neer, 2017a)6. Ese proyecto había sido el
resultado de mi interés por los estudios de género y los
estudios de sexualidad, creciente en los últimos años de mi
tránsito por la carrera de Sociología de la Universidad de
Buenos Aires. Dicho interés se potenció tras mi incorpora-
ción a un grupo de lecturas de la Carrera de Antropología
de Facultad de Filosofía y Letras en 2008, que luego se
transformaría en el Colectivo Antroposex. Entre las lectu-
ras realizadas habían llamado mi atención las reflexiones
sobre las experiencias y las corporalidades trans. El traves-
tismo interpeló mi propia construcción corporal femenina.
Me enfrentó con su carácter ficcional, que también paro-
dia y emula un ideal inalcanzable. Por más que una base
somática “acompañe” -según la ideología binaria vigente-
mi identidad femenina, me veo constantemente empujada
a domesticarla, moldearla y construirla a través de un sin-
número de tecnologías estéticas, somáticas y de representa-
ción más o menos “invasivas” para que otros y otras puedan
codificarla como tal. El principal tribunal, no obstante, es
mi propia mirada escrutadora.
En base a mis intereses teóricos y personales, al cul-
minar la carrera de grado decidí orientarme profesional-
mente hacia la carrera académica. Elaboré un proyecto para
solicitar una beca de investigación en el que propuse ana-
lizar las políticas públicas en torno al travestismo. Tenía
aún presente el conflicto entre los colectivos de travestis
y legisladores y legisladoras en 2004 en el marco de las

6 La tesis fue realizada en el marco de la Maestría en Investigación en Cien-


cias Sociales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires. Se tituló “Fronteras discursivas: travestismo, transexualidad y trans-
generidad en los discursos del Estado argentino, desde los Edictos Policiales
hasta la Ley de Identidad de Género”.

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50 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

modificaciones al Código Contravencional de la Ciudad


de Buenos Aires y los proyectos de Ley de Identidad de
Género presentados en el Congreso Nacional a partir del
2007. El proyecto de investigación tuvo como resultado la
elaboración de mi tesis de maestría, en la que analicé las
transformaciones en la regulación estatal del travestismo, la
transexualidad y la transgeneridad en Argentina entre 1932
y 2012 (Farji Neer, 2017a).
Durante el tratamiento parlamentario de la Ley de
Matrimonio Igualitario, mi interés teórico y político se
posó en la posibilidad de aprobación de la Ley de Identidad
de Género en base a las iniciativas del activismo. Como
integrante del colectivo Antroposex colaboré con el Fren-
te Nacional por la Ley de Identidad de Género, una de
las organizaciones que demandaron su sanción, así como
con otras iniciativas elaboradas desde el activismo trans7.
Durante ese proceso tuve el privilegio de conocer a tres
activistas que marcaron el recorrido del movimiento trans
argentino y de las políticas públicas del país en materia de
identidad de género: Claudia Pía Baudracco, Diana Sacayán
y Lohana Berkins. Al momento de escribir esta introduc-
ción lamentablemente ellas ya no están físicamente presen-
tes, pero la elaboración de este y otros trabajos académicos
es tributaria de su incansable lucha por los derechos de
los y las trans.
Una vez aprobada la Ley, el sentido del trabajo aca-
démico se vio reconfigurado y tomó un cariz más analí-
tico que político. Para la investigación doctoral incorporé
al corpus observaciones y entrevistas. Este cambio aca-
rreó para mí un desafío adicional. La estrategia del análisis
documental desarrollada para la elaboración de la tesis de

7 Otra de ellas fue la creación de un Bachillerato Popular Trans “Mocha Celis”,


una escuela secundaria pensada desde la perspectiva de la educación popu-
lar para que travestis, transexuales, transgéneros y trans terminen sus estu-
dios secundarios, del que participé como parte del equipo docente.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 51

maestría me había resguardado de implicarme emocional y


éticamente con las vicisitudes el del “cara a cara” que ahora
me veía obligada enfrentar.
Comencé entrevistando profesionales que habían ini-
ciado el desarrollo de los tratamientos en Argentina. Las
primeras dos entrevistas las realicé con una colega cuya
investigación doctoral guarda puntos de contacto con esta
tesis. Tras charlas, encuentros y lecturas compartidas, ela-
boramos una amplia guía de entrevista que permitió abor-
dar los puntos de interés de ambas. Nos embarcamos
entonces en el ingreso al campo. Los/as profesionales fue-
ron contactados/as por mail y tuvieron buena predisposi-
ción al diálogo y el intercambio. Las siguientes entrevistas
las realicé por mi cuenta. Elaboré un cuestionario propio y
contacté a los/as profesionales por la misma vía. El contacto
con los/as activistas fue menos lineal. A algunos/as los/as
había conocido durante la demanda de sanción de la Ley
de Identidad de Género. Otros/as fueron contactados/as
por las redes sociales o bien por intermedio de colegas y
amigos/as que hicieron de nexo para que yo pueda acceder
y realizar las entrevistas.
En el transcurso de las entrevistas con los dos grupos
de informantes hubo momentos de incomodidad, desacuer-
do, confusión y dudas. También de comprensión, interés,
motivación, distracción y risas. Hubo momentos de equi-
librio y comprensión mutua y momentos de conflicto. Si
bien el encuentro siempre estuvo motivado por mi inicia-
tiva, nunca siguió el derrotero lineal de los puntos de mi
guía de entrevista.
Los interrogantes que aborda la tesis se originan en
experiencias e inquietudes personales pero tienen como
horizonte los debates públicos que ubican en su centro la
autonomía de decisión sobre el propio cuerpo. Preguntarse
por los límites y posibilidades para el ejercicio de la autono-
mía y su relación con las políticas públicas, las instituciones
de salud y sus profesionales guarda afinidades con el debate
sobre la interrupción voluntaria del embarazo y con los

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52 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

derechos de los/as usuarios/as frente al sistema de salud


en sentido amplio. Apuesto entonces a que muchas de las
aristas de discusión abordadas en esta tesis puedan abonar
a discusiones públicas sobre la compleja interrelación entre
las aspiraciones individuales y colectivas en torno a los
cuerpos, los discursos públicos y las prácticas del sistema
médico. La tesis aborda las regulaciones sociales puestas en
práctica en torno a experiencias corporales e identitarias
que no viví y probablemente no experimentaré. Desde los
debates sobre la autonomía que expongo en la tesis, visuali-
cé que la dificultad no reside en apoyar intervenciones cor-
porales que yo misma podría o desearía realizar, sino reco-
nocer la voluntad del otro o la otra como legítima en toda
situación. No tengo por qué compartir dichas decisiones,
pero me unen al otro o la otra porque son tomadas a partir
del deseo en un marco de incertidumbre, como todas las
decisiones (e indecisiones) corporales que yo misma tomo.
Considero, no obstante, que siempre deben garantizarse las
óptimas condiciones sanitarias para su realización.
El problema que abordo en esta tesis, la regulación
social de los cuerpos, signa mi experiencia cotidiana como
la de cualquier persona: experimento el mundo a través de
un cuerpo marcado como “femenino”, categoría definida
por el sistema médico-legal de la que me apropio subjetiva-
mente. Desde mi carnadura de mujer cisgénero transito por
la vida, por las instituciones públicas, educativas y médi-
cas, y también realicé la presente investigación. Ingresé a
archivos, bibliotecas y al Congreso Nacional, solicité ayuda
al personal administrativo de dichos archivos, entrevisté
profesionales de salud y activistas trans, participé como
oyente de distintos eventos activistas y médicos. Este reco-
rrido no hubiera sido el mismo desde otra corporalidad. Sus
resultados son fruto de los límites y condiciones vigentes
para la circulación de los cuerpos sexuados y generizados
en los distintos espacios sociales que en su mayoría aún

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 53

están gobernados por varones cisgénero. En definitiva, esta


tesis expone un recorte particular, corporal y subjetivamen-
te situado, entre muchos otros posibles.

Estructura de la tesis

La tesis se organiza del siguiente modo: en el primer capí-


tulo realizo un recorrido por las transformaciones en las
categorías y protocolos de la medicina moderna asociados
al travestismo y la transexualidad. En los siguientes cin-
co capítulos describo las reglas de producción discursiva
de cada uno de los escenarios abordados y expongo los
principales hallazgos en base a los objetivos y preguntas
de investigación.
En el capítulo 1, describo la emergencia y transforma-
ción de las categorías del travestismo y la transexualidad en
Europa y Estados Unidos desde fines del siglo XIX y prin-
cipios del XX, y expongo el modo en que el campo médico
latinoamericano las adoptó y reformuló. Luego, abordo el
desarrollo e institucionalización de los protocolos médicos
de atención de la transexualidad y su estructura tripartita:
psicoterapia, terapia hormonal y cirugía genital, y describo
el proceso de incorporación de las demandas del activismo
global por la despatologización por parte de las institucio-
nes médicas referentes en la temática.
En el capítulo 2, abordo la emergencia y desarrollo de
discursos y prácticas médicas desplegadas alrededor de los
deseos de las personas trans por modificar su corporalidad
mediante las herramientas ofrecidas por el campo médico
en Argentina. En virtud de su prohibición legal, expongo
que la medicina legal fue la primera en producir conoci-
miento en asociación con los dispositivos policiales de con-
trol del espacio público. Sostengo que una vez que las inter-
venciones comenzaron a ser autorizadas por parte del esce-
nario judicial, se configuró una interfaz médico-jurídica de

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54 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

regulación de los cuerpos trans que sentó las bases para el


desarrollo de una práctica y un saber específico por parte
de un conjunto acotado de profesionales que se invistieron
como pioneros profesionales y morales.
En el capítulo 3, abordo los modos en los que el esce-
nario judicial co-configuró, junto con el campo médico, los
sentidos oficiales en torno a los tratamientos médicos de
construcción corporal solicitados por los y las trans. Des-
cribo y analizo las respuestas judiciales a los pedidos para
acceder a las intervenciones quirúrgicas genitales y analizo
los cambios en las voces, los argumentos y discursos pre-
sentes en las mismas.
En el capítulo 4, abordo las transformaciones en las
reivindicaciones de las organizaciones de travestis, tran-
sexuales, transgéneros y trans desde su emergencia en la
década de 1990 y las discusiones desarrolladas en este esce-
nario en torno a los procesos de construcción corporal y
su carácter reproductor o bien desestabilizador del régimen
binario de género. Analizo las estrategias desplegadas para
lograr la aprobación de una Ley de Identidad de Género que
legalizara las intervenciones médicas de construcción cor-
poral sin imponer como requisito certificación diagnóstica
ni autorización judicial.
En el capítulo 5, abordo el proceso de ingreso de la
demanda de la Ley de Identidad de Género al escenario
parlamentario. Describo y analizo los distintos proyectos de
ley presentados desde 1995 y los sentidos forjados y dispu-
tados por legisladores y legisladoras nacionales en torno
a los procesos de construcción corporal trans, su regula-
ción y cobertura.
En el capítulo 6, último capítulo, desarrollo que tras la
sanción de la Ley de Identidad de Género dieron las con-
diciones para la conformación de un escenario de carácter
híbrido en el que los discursos expertos de la medicina se
vieron interpelados por las demandas de los y las trans.
Sostengo que dichas demandas tienden a poner en crisis

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 55

la autoridad médica y generan como respuesta un reforza-


miento de la jerarquía médico-paciente por parte de los/as
profesionales de la salud.
En las conclusiones recapitulo y discuto los hallazgos
alcanzados y dejo planteadas líneas de indagación a futuro.

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1

Invención y transformación
de las categorías médicas
del travestismo y la transexualidad

En este capítulo describo los saberes sobre la construcción


corporal trans desarrollados en el escenario médico-
psiquiátrico europeo, norteamericano y latinoamericano
desde fines del siglo XIX. Repaso las variaciones en la cons-
trucción médica del fenómeno y las distintas terapéuticas
diseñadas para su abordaje.
Describo el nacimiento y mutación de la categoría clí-
nica del travestismo a fines del siglo XIX y principios del
siglo XX y expongo las características que asumió el modelo
clínico de abordaje de la transexualidad ideado por el endo-
crinólogo alemán Harry Benjamin, e instalado en el campo
médico a mediados del siglo XX en Estados Unidos. Luego,
abordo las formas en las que el higienismo y la crimino-
logía argentina retomaron algunos de los desarrollos de la
sexología europea a fin de conocer y controlar el fenómeno
de la “inversión sexual”. Finalmente, expongo los modos en
los que la psiquiatría norteamericana incorporó las deman-
das globales por la despatologización trans modificando los
manuales diagnósticos de circulación global.
Como expondré en los capítulos que siguen, estos sabe-
res fueron reformulados en el contexto local por parte de
discursos médico-legales primero y clínicos luego. Poste-
riormente, fueron objeto de crítica por parte de los grupos

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58 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

activistas que demandaron la sanción de una Ley de Identi-


dad de Género despatologizante, desestigmatizante, descri-
minalizante y desjudicializante.

Medicalización y desmedicalización
de las sexualidades disidentes

La medicalización constituye una de las principales estra-


tegias de gobierno y producción biopolítica de los cuerpos.
En lo que refiere a los cuerpos trans, esta estrategia adqui-
rió características particulares al interior de una dinámica
más amplia de “medicalización de la desviación” (Conrad,
1982). Según Peter Conrad (1982), ciertas enfermedades o
trastornos fueron construidos por el saber médico con fines
políticos, morales y profesionales tanto implícitos como
explícitos. Conrad afirma que prácticas entendidas como
inmorales, pecaminosas o criminales, con el despegue del
sistema médico a fines del siglo XIX pasaron a tener esta-
tus y significado médico. La medicalización construye los
problemas médicos como asuntos individuales, extiende la
esfera del control médico sobre el comportamiento humano
y otorga autoridad al campo médico sobre hechos que gene-
ralmente escapan a su plena comprensión.
La medicalización y patologización de aquellas prác-
ticas sexuales y formas de vida que se distancian de la
heterosexualidad y el binarismo de género fue resultado de
una revolución epistémica en la cual una práctica sexual -la
heterosexual- fue ungida como modelo y norma universal.
En ese proceso, la medicina moderna jugó un rol de peso:
escindió las prácticas sexuales presuntamente saludables de
las patológicas (Tin, 2012).
A fines del siglo XIX, la “sodomía” o “pecado nefan-
do” comenzó a concebirse como patología con el fin de
proteger a los sujetos de la represión legal (Conrad, 1992).
En ese momento, la medicina propició la circulación de

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 59

un término que no hablaba el lenguaje de las prácticas,


sino el de las formas de ser. Ello implicó la creación de la
homosexualidad como categoría clínica e identitaria (Fou-
cault, 1990). Pero lejos de liberarla, su descriminalización
signó su ingreso en los mecanismos de las violentas tera-
pias correctivas.
En respuesta, en la década de 1960 en Estados Unidos
se conformaron grupos que demandaron la descataloga-
ción de la homosexualidad de los manuales diagnósticos, en
un marco de crítica generalizada a la disciplina psiquiátri-
ca. Ello sentó las condiciones para que en 1973 la Ameri-
can Psychiatric Association (APA) decidiera desclasificar a la
homosexualidad como enfermedad del Manual Diagnóstico
y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM)1, aunque
mantuvo la categoría de “homosexualidad egodistónica” (es
decir, aquella que le generaría malestar o sufrimiento psí-
quico al individuo). Con la emergencia de la epidemia del
VIH en la década de 1980, la homosexualidad volvió a caer
en las lógicas medicalizantes. La homosexualidad masculina
fue nuevamente ubicada bajo la lupa médica, en un marco
de reforzamiento de los controles sobre las prácticas sexua-
les en sentido amplio (Conrad, 2007).
El proceso la patologización y despatologización de la
homosexualidad analizado por Conrad permite establecer
diferencias entre la patologización (entender ciertos fenó-
menos o formas de vida como enfermedades con el objeti-
vo de controlarlas y normalizarlas) y la medicalización (la
gestión de los deseos, cuerpos y subjetividades por medio

1 Como indica Silvia Di Segni (2013), la primera versión del DSM fue editada
en 1952 en un contexto de posguerra frente al incremento de casos de estrés
postraumático. Se trataba de un manual de 130 páginas cuyo objetivo era
uniformizar los sistemas de clasificación frente a la gran cantidad de escue-
las, corrientes y sistemas de clasificaciones existentes, entre los que se
encontraban los utilizados por la Marina de los Estados Unidos. Tenía una
fuerte influencia neurológica y originalmente incluía solo tres tipos de tras-
tornos. En su apartado sobre “desviaciones sexuales” incluía: “homosexuali-
dad”, “travestismo”, “pedofilia”, “fetichismo” y “sadismo sexual” (Di Segni,
2013).

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60 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de terapéuticas y tecnologías médicas disponibles, sin tener


como objetivo explícito curar o tratar patologías). Ambas
dinámicas operan según las reglas de formación discursi-
va del campo médico. Siguiendo a Georges Canguilhem
(1968), en medicina el concepto de normalidad gobierna el
modo de observar, diagnosticar e intervenir. Se trata menos
de un concepto descriptivo que de una noción prescriptiva
y moral sobre cómo deben funcionar los cuerpos.
Los procesos de medicalización-desmedicalización y
patologización-despatologización se relacionan con las
transformaciones en el campo médico (el desarrollo tec-
nológico, la emergencia de corrientes bioéticas, etc.) y el
surgimiento de colectivos sociales que elaboran demandas
frente al campo médico y frente a los Estados. En lo que
refiere al proceso de medicalización-desmedicalización y
patologización-despatologización del travestismo, la tran-
sexualidad, la transgeneridad y lo trans, a partir de finales
del siglo XIX las experiencias corporales y subjetivas que
desafían el binarismo de género comenzaron a ser enten-
didas como parte del amplio espectro de la “desviación
sexual”, y a principios del siglo XX como cuadros patológi-
cos que podrían curarse o prevenirse mediante tratamien-
tos psicoterapéuticos. A mediados del siglo XX, pasaron a
ser concebidas como “trastornos de la identidad” cuya tera-
péutica indicada era la modificación de los aspectos cor-
porales culturalmente asociados a la sexualidad por medio
de tratamientos hormonales y quirúrgicos (cirugías estéti-
cas, mastectomías, implantes, vaginoplastías y faloplastias,
entre otras).
Las primeras cirugías –que posteriormente se deno-
minarían cirugías de “reasignación sexual”- se realizaron
en la década de 1930 con el objetivo de recrear genitali-
dades femeninas. Se valieron de las técnicas quirúrgicas de
finales del siglo XIX que tenían por objetivo la normaliza-
ción de bebés nacidos con cuadros de “ambigüedad” genital
(Meyerowitz, 2002). En lo que respecta a los tratamientos
de construcción corporal trans, la primera vaginoplastía

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 61

fue realizada en Alemania en el año 1931 a Lili Elbe,


quien murió tras la intervención (Billings y Urban, 1998).
Las faloplastias retomaron las técnicas de reconstrucción
peneanas aplicadas a soldados mutilados en la primera gue-
rra mundial. El cirujano británico Harold Gillies fue el
primero en practicarlas en personas que no presentaban
cuadros clínicos de “ambigüedad” genital ni amputaciones.
En la década de 1940, la técnica se complejizó por medio
de la incorporación de prótesis peneanas y testiculares sin-
téticas (Castel, 2001).
A partir de mediados de siglo XX, el perfeccionamiento
de las técnicas quirúrgicas y la profundización del conoci-
miento endocrinológico permitieron montar un dispositi-
vo médico de normalización y corrección de los cuerpos
trans y fijarlo en protocolos de diagnóstico y tratamiento
de alcance mundial (Bento, 2006). Las técnicas quirúrgi-
cas, desarrolladas en un comienzo de modo experimental,
fueron perfeccionándose entre las décadas de 1960 y 1970
en Estados Unidos.
En oposición a los protocolos que indicaban que la
etapa conclusiva y obligatoria de los tratamientos eran las
intervenciones quirúrgicas genitales, a partir de mediados
de la década del 2000 surgieron movimientos que deman-
daron la despatologización trans. Es decir, la transforma-
ción de las categorías y protocolos del campo médico que
entendían a las experiencias, cuerpos y subjetividades que
desafían el binarismo genérico como patologías o trastor-
nos de la identidad. También se proponían la modifica-
ción de los requerimientos burocráticos y administrati-
vos que imponían la adecuación a los protocolos clínicos
como requisito para el ejercicio de los derechos. Algunas
de estas demandas fueron paulatinamente incorporadas por
los manuales de diagnóstico y tratamiento y protocolos de
atención médica de circulación global.
A continuación, describo el proceso de emergencia de
las categorías clínicas vinculadas al fenómeno de la “inver-
sión sexual” en Europa a partir de fines del siglo XIX por

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62 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

parte del incipiente pensamiento sexológico. Luego, desa-


rrollo el modo en que el higienismo y la sexología lati-
noamericana retomaron los postulados de sus antecesores
europeos a fin de regular y controlar fenómenos entendidos
como inmorales y patológicos. Posteriormente, expongo las
particularidades que asumió el dispositivo clínico de abor-
daje de la transexualidad en Estados Unidos en la década de
1960. La terapéutica allí indicada era la readecuación cor-
poral a la identidad autopercibida a través de tratamientos
hormonales y quirúrgicos.
Con este recorrido me interesa mostrar que las pautas
de observación, diagnóstico y tratamiento del campo médi-
co no se encuentran definidas de una vez y para siempre.
Sus cambios se vinculan con las transformaciones en el
campo científico y técnico, así como con procesos econó-
micos, sociales y culturales más amplios, como el avance de
la psiquiatría en detrimento del psicoanálisis, el desarrollo
de una industria farmacéutica y el surgimiento de una red
de activistas de alcance global.

La sexología europea y norteamericana

La invención del travestismo y la transexualidad como cate-


gorías médicas2 fue resultado del pasaje de una estrategia de
represión legal de las prácticas sexuales no heterosexuales
y no procreativas a su búsqueda, conocimiento, fijación y
regulación. A fines de siglo XIX y principios de siglo XX,
el objetivo principal de la “primera ola sexológica” europea
(Russo, 2013), fue trazar una frontera entre la criminali-
dad y la enfermedad. Sus principales exponentes fueron
Richard von Krafft-Ebing, Henry Havelock Ellis y Magnus

2 Como se desarrollará en el capítulo 4, posteriormente dichas categorías fue-


ron reapropiadas en términos identitarios y políticos por los propios suje-
tos, dotándolas nuevos sentidos.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 63

Hirschfeld. La categoría de la “inversión sexual” se consti-


tuyó como la piedra basal de una serie de intervenciones ya
no punitivas sino correctivas (Russo, 2013).
En 1886, el psiquiatra alemán Richard von Krafft-
Ebing escribió Psychopathia sexualis. Allí estableció una
taxonomía de los distintos cuadros de lo que entendía como
“inversiones sexuales”. Su esquema no refería a la separa-
ción conceptual actualmente vigente entre las categorías
sexo, género y orientación sexual. La idea de una sexua-
lidad natural (heterosexual, orientada a la procreación y
relacionada de modo lineal con identificaciones masculi-
nas y femeninas) constituyó el patrón a partir del cual se
proponía medir los grados de desviación. Cualquier for-
ma que se distanciara de esa norma era entendida como
patológica y caracterizada en función de su origen: inna-
to o adquirido. Un tipo de “inversión del instinto sexual”
descrito en su obra refería a la “excitabilidad de las funcio-
nes sexuales por estímulos inadecuados”. Estas podían ser
“sadismo”, “masoquismo”, “fetichismo” o “antipatía sexual”.
Krafft-Ebing utilizó este último término para referirse a la
“atracción homosexual adquirida” de la que podían identifi-
carse diferentes grados. El de mayor gravedad representaba
la “ilusión de cambio de sexo”: la “metamorphosis sexualis
paranoica”. El deseo de vivir acorde a un género distinto
al asignado al nacer era entendido allí como una ilusión
paranoica (Krafft-Ebing, 2006; Leite, 2008).
En 1913, el médico y psicólogo británico Henry Have-
lock Ellis acuñó el término “inversión sexo-estética” y en
1920 el de “eonismo”, para referirse a individuos que se
identifican con un género distinto al asignado al nacer no
sólo en el uso de vestimentas sino también en sus gustos
y características emocionales, considerando a este último
como un fenómeno que no debía confundirse con la homo-
sexualidad. Havelock Ellis fue el primero en conceptuali-
zarlo como un fenómeno en sí mismo (Leite, 2008).

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64 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

A principios del siglo XX, el médico alemán Magnus


Hirschfeld desarrolló su “teoría de los estadios sexuales
intermedios”. Definió formas ideales de masculinidad y
feminidad a partir de cuatro variables: “órganos sexua-
les”, “otras características físicas”, “impulso sexual” y “otras
características emocionales”. Afirmó que la masculinidad
y feminidad nunca se condicen con dichos modelos, sino
que se desarrollan bajo formas que entremezclan distintos
aspectos de esas cuatro dimensiones (Llorca Díaz, 1996). En
1910, escribió el libro Die Transvestiten en el que creó una
categoría autónoma para referirse a personas cuyo “estadio
sexual intermedio” radicaría en el ámbito de las caracterís-
ticas emocionales. En su caracterización del travestismo, el
uso de ropas entendidas como propias de un género dife-
rente al asignado al nacer fue expuesto como un fin en sí
mismo, es decir, como una forma particular de subjetividad
y no como una expresión de fetichismo sexual (Hirschfeld,
2006; Leite, 2008).
El término “transexual psíquico” fue acuñado en 1923
por Hirschfeld y retomado en 1949 por el médico estadou-
nidense David Cauldwell. En su ensayo Psychopathia Tran-
sexualis, Cauldwell lo describió como una predisposición
orgánica hereditaria que, combinada con una crianza dis-
funcional, podría producir una variedad de efectos psicoló-
gicos entre los que se encontraría la creencia de pertenecer
al “otro sexo”. Lo entendió como un cuadro que podría
mejorar o incluso alcanzar la cura a través del tratamiento
psicológico (Cauldwell, 2006). Esta idea fue retomada por
el psicoanálisis lacaniano, corriente para la cual se trataría
de un fenómeno de raigambre psicopática originado en una
fase pre-edípica a partir de un deseo de simbiosis con la
madre (Barbosa, 2015).
El nacimiento de la transexualidad como categoría
médica e identitaria asociada a distintos procesos de cons-
trucción corporal medicalizados puede ser leído como
resultado del avance del conocimiento endocrino y perfec-
cionamiento de las técnicas quirúrgicas (Hausman, 1995),

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 65

pero también de las transformaciones que atravesó la regu-


lación de la sexualidad. Desde esta perspectiva, puede ser
vinculado con procesos sociales y culturales de más largo
alcance: la emergencia del yo moderno (liberal, autónomo
y racional), así como la cultura de la liberación sexual, la
proliferación de las identidades sexuales y los activismos
sexo-políticos (Meyerowitz, 2002).
En referencia a la definición del objeto y tratamientos
terapéuticos indicados, la socióloga brasilera Berenice Ben-
to (2004) identificó dos tipos de definición de la transexua-
lidad: la stolleriana y la benjaminiana. La primera de las
corrientes se apoyaba en la teoría psicoanalítica freudiana,
mientras que la segunda -que logró hegemonizar el campo
a partir de la década de 1980- se basó en las posibilidades de
intervención y transformación de la materialidad biológica
por la técnica quirúrgica y el conocimiento endócrino.
El psicoanalista norteamericano Robert Stoller fue
autor del libro La experiencia transexual y fue el primero en
acuñar el concepto de “identidad de género” en 1963. Este
reformulaba el concepto de “rol de género” desarrollado por
John Money, médico neozelandés mundialmente reconoci-
do por sus tratamientos en bebés intersex (Barbosa, 2015).
Stoller consideraba que el origen de la experiencia transe-
xual se encontraba en el vínculo entre las madres y sus hijos
o hijas. Desde esta perspectiva, debido a la insuficiente o
inexistente figura paterna capaz de encauzar el rol materno,
no sería posible la resolución del complejo de Edipo. Lo
definía como un cuadro que podía curarse mediante una
terapia psicoanalítica orientada a resolver correctamente el
complejo de Edipo. Solo en los casos en los que el cuadro
llegara a un estadio avanzado la cirugía podía ser indicada
como terapéutica (Bento, 2004).
A contrapelo de las teorías psicoanalíticas, a partir de
la década de 1980 dentro de la comunidad médica mundial
adquirió preeminencia una perspectiva que entendía a la
transexualidad como un “trastorno de la identidad” cuya
terapéutica indicada era la adaptación física a la identidad

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66 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

autopercibida. Esta innovación se dio en el marco de una


doble mutación al interior de la sexología clínica: un cambio
de referentes teóricos y clínicos (en su mayoría norteame-
ricanos) y un cambio en el objeto de estudio e intervención
(de la sexualidad entendida como desviada a la sexuali-
dad entendida como normal) (Russo, 2013). En ese marco,
el concepto de sexualidad se vio reformulado, articulando
lo orgánico con lo relacional. Ello tuvo como consecuen-
cia una pérdida de poder heurístico del psicoanálisis en
favor de una creciente farmacologización de los tratamien-
tos (Castel, 2001; Russo, 2013). Con el correr del tiempo,
esas teorías se extendieron hacia otras latitudes. Para el caso
latinoamericano, se acoplaron a los desarrollos sexológicos
locales ligados a los dispositivos estatales de control social
vigentes desde la conformación de los estados nacionales.

Higienismo, criminología y sexología en Latinoamérica

Los dispositivos de regulación médica de la sexualidad en


Latinoamérica estuvieron directamente ligados a la con-
formación de los Estados Nacionales. Para la constitución
de una ciudadanía moderna era necesaria la construcción
de una moral de Estado. Ello era requisito, a su vez, para
incorporar sus economías al mercado capitalista mundial.
En el marco de ese proyecto, la regulación de la sexualidad
ocupó un rol central. A finales del siglo XIX, la articulación
entre el discurso médico y el urbanismo dieron lugar a la
que podría ser considerada la primer corriente sexológica
en América Latina: el higienismo. Si una sexualidad nor-
mal era una condición necesaria para construir la Nación,
la sexualidad anómala constituía una amenaza para dicho
proyecto. Como afirma Figari “lo sexual aparecía como un
campo de la corporalidad y del deseo que debía obedecer
también a las máximas del orden y progreso” (2012: 24).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 67

En la segunda mitad del siglo XIX en Argentina, la


institucionalización de la práctica médica estuvo ligada a
la conformación de una nación unificada y un Estado cen-
tralizado3. Este proyecto civilizatorio se vio influenciado
por el positivismo europeo, corriente de pensamiento que
otorgaba un lugar central a la gestión científica, objetiva y
racional de lo público, especialmente de la cuestión social
(Dovio, 2012). Como afirman Ciancio y Gabriele (2012), a
diferencia del contexto europeo, en Argentina fueron nece-
sidades políticas y sociales antes que intereses de índole
científica las que propiciaron el desarrollo del pensamien-
to positivista.
Para la elite gobernante era necesario unificar el terri-
torio en términos políticos e institucionales, e instaurar un
sentimiento nacional y de pertenencia compartido. Pero
se configuró un ideal de ciudadanía imposible de compa-
tibilizar con la población migrante pobre que se concen-
traba en conventillos y pensiones cerca del puerto (Dovio,
2012). Entre los “efectos adversos” del proceso de moderni-
zación se encontraban el hacinamiento urbano, los críme-
nes, la prostitución4 y la continua diseminación de prácticas
homoeróticas. A la medicina y sus profesionales se les asig-
nó entonces la tarea de desarrollar saberes y estrategias para
intervenir sobre estos fenómenos.
El modelo higienista basado en la dicotomía salubre/
insalubre supo instalarse como esquema dominante para
pensar lo social luego de las pandemias ocurridas en Buenos

3 En 1852 se creó la Facultad de Medicina y el Consejo de Higiene pública


(luego llamado Departamento Nacional de Higiene). En 1875 se fundó el
Círculo Médico Argentino y en 1883 la Secretaría de Asistencia Pública
(Nouzeilles, 2000).
4 Siguiendo a Pablo Ben (2012), la magnitud que adquiere la demanda de sexo
por dinero por parte de varones es resultado de la explosión demográfica
ligada el desarrollo de un sistema moderno de transporte y la migración
masiva. La explosión del fenómeno del sexo comercial entre 1850 y 1950 no
es exclusivo de Buenos Aires sino de un gran número de ciudades a nivel
mundial.

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68 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Aires entre 1852 y 18715. Cuando las epidemias fueron


diezmadas, el lugar de amenaza fue ocupado por aquellos
sujetos y grupos que contradecían el ideario de ciudadanía
que los fundadores de la moderna Nación Argentina habían
proyectado. Una vez controlada la epidemia, la noción de
amenaza continuó siendo operativa para mantener el orden
social (Terán, 1987). Ese exterior amenazante pero consti-
tutivo de la ciudad-nación, fue encarnado indistintamente
por obreros urbanos, anarquistas y socialistas, prostitutas y
homosexuales (Guy, 1994; Salessi, 1995; Ben, 2000).
El discurso médico se instaló como grilla epistemo-
lógica de producción de saberes sobre lo social a través
de los pares sano-enfermo, normal-anormal e inofensivo-
peligroso (Nouzeilles, 2000). También sirvió de base al
desarrollo de una noción biológica de pertenencia a la
nación. Como sostiene Gabriela Nouzeilles:

La salud nacional, definida como una pura virtualidad hacia


el futuro, requería que el estado promulgara a través de sus
aparatos una política de control que tomara en cuenta las
leyes biológicas universales que gobernaban todos los orga-
nismos. Este inmenso proyecto de regulación del cuerpo y
la enfermedad se sustentó en una utopía científica que pre-
sentaba al médico como profeta iluminado de una cruzada
secular inspirado por la fe positivista en la cura absoluta de
todas las enfermedades (Nouzeilles, 2000: 21).

La idea de un enfermedad degeneradora –ya sea moral


o física- que amenazaba a la nación se articuló luego con las
ideas eugenésicas (Miranda, 2011). Bajo aquel ideario se ter-
minó de integrar la reproducción a la razón de Estado6.

5 La Ciudad de Buenos Aires atravesó distintas epidemias de fiebre amarilla


en 1852, 1858, 1870 y 1871.
6 Siguiendo a Marisa Miranda (2011), la eugenesia fue definida por el inglés
Francis Galton en 1883 como la ciencia que se ocupa del cultivo de la raza.
La corriente eugénica comenzó a surgir en Argentina hacia la década 1930,
retomando la propuesta biotipológica italiana de tinte lombrosiano de Enri-
co Ferri, Nicola Pende y la Escuela de Turín. Logró articularse fácilmente

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 69

Higienismo y criminología fueron los dos pilares en los


que se basó la estrategia local de regulación de los cuerpos
y la sexualidad. El higienismo ubicó como foco de control
e intervención a la sexualidad conyugal. De los homosexua-
les, las prostitutas, los criminales, los pobres y los locos se
ocupó la criminología. El diagnóstico y tratamiento médico
sirvió, al mismo tiempo, para fines punitivos, correctivos y
terapéuticos (Nouzeilles, 2000).
Tres referentes del positivismo higienista y crimino-
lógico argentino de principios de siglo XX fueron José
María Ramos Mejía7, Eusebio Gómez y Francisco De Veyga.
Siguiendo a Mendiara, “la labor higiénica de fines del siglo
XIX de intelectuales como Ramos Mejía, era relevada, a
principios del siglo XX, por la de otros como De Veyga e
Ingenieros en la organización de una disciplina criminoló-
gica” (Mendiara, 2002: 33).
Según Carlos Figari (2012b), entre 1870 y 1880 apa-
recieron las primeras referencias en textos médicos locales
a la “pederastia” y la “inmoralidad”. Dentro de la catego-
ría “perversiones del instinto sexual” se incluían el “exhi-
bicionismo”, el “sadismo”, el “fetichismo”, la “erotomanía”, y
la “inversión sexual”. Al interior de esta última, la “inver-
sión de los instintos sexuales y de la personalidad psíqui-

con el ideario católico, el hispanismo reaccionario y las distintas combina-


ciones del fascismo criollo. La primera institución de la eugenesia argen-
tina fue la Sociedad Argentina de Eugenesia, fundada en 1918 por Víctor
Delfino (Nouzeilles, 2000) luego la Asociación Argentina de Biotipología,
Eugenesia y Medicina Social creada en 1932. En 1954, fue creada la fun-
dación de la Sociedad Argentina de Eugenesia a cargo de Carlos Bernaldo
de Quirós (Miranda, 2011). Como antecedentes de estas asociaciones se
encuentra la Sociedad Argentina de Profilaxis Sanitaria y Racial fundada
por Emilio Coni en 1907.
7 En 1873 Ramos Mejía fundó el Círculo Médico Argentino. Entre 1888 y
1892 fue Diputado Nacional y entre 1893 y 1898 presidente del Departa-
mento Nacional de Higiene. Sus obras Las neurosis de los hombres célebres, La
locura en la historia y Las multitudes argentinas, escritas entre 1878 y 1899, fue-
ron piezas fundamentales del pensamiento higienista argentino (Nouzeilles,
2000: 52).

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70 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

ca” (Figari, 2012). No eran considerados crímenes, pero


sí enfermedades “con su diagnóstico, etiología, patogenia,
prevención y terapéutica específicas” (Figari, 2012: 31).
En su libro Multitudes argentinas de 1899, Ramos Mejía
acuñó la noción de “invertido sexual” o “guarango” para
referir a la adopción por parte de varones de un espectro
amplio de hábitos y costumbres entendidas como femeni-
nas y que podían ser corregibles mediante la educación. En
1902, se fundaron los Archivos de Criminología, Psiquiatría
y Ciencias Afines, dirigidos por José Ingenieros. Allí cola-
boraban con sus producciones Ramos Mejía y De Veyga.
En 1910, Ingenieros publicó su artículo “Patología de las
funciones psicosexuales” en el que estableció una rigurosa
y extensa clasificación de las perversiones sexuales, basán-
dose la idea de que toda emoción, sentimiento o tendencia
sexual que no estuviese vinculado a la finalidad biológica de
la reproducción era patológica.
En este marco, Francisco De Veyga estudió a los lla-
mados “hombres que se visten con las ropas del sexo feme-
nino”. De Veyga fue profesor de medicina legal y el encar-
gado de incluir la enseñanza de la antropología criminal en
la cátedra de Medicina Legal de la Universidad de Buenos
Aires a fines del siglo XIX. A partir de dicha incorpora-
ción, el Servicio de Observación Alienados del Depósito de
Contraventores dependiente de la Policía Federal ofició de
extensión de la cátedra de Medicina Legal. El objetivo allí
era indagar y conocer el psiquismo de los/as contravento-
res/as, que podían acercarse al Servicio de Observación por
motivos de salud y no solamente tras ser captados/as por la
policía (Ciancio y Gabriele, 2012).
Los análisis de De Veyga pueden encontrarse en los
artículos titulados “Inversión Sexual Congénita” e “Inver-
sión sexual adquirida” publicados en los Archivos de Cri-
minología, Psiquiatría y Ciencias Afines en 1902 y 1903 res-
pectivamente. Los artículos tomaban la forma de informes
periciales, indagaciones y diagnósticos presentados por los
médicos a los jueces. Ello pone en evidencia el tipo de

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 71

amalgamamiento entre ciencia y derecho de la época (Men-


diara, 2002). De Veyga se interesaba particularmente por
conocer las historias y trayectorias de vida constitutivas de
esas identidades a través de la indagación de varias fuentes
que podían ser orales, fotográficas o escritas. Según María
Belén Ciancio y Alejandra Gabriele:

De Veyga construye una narrativa basada en el caso. Estos


“casos clínicos”, lejos de la abstracción taxonómica, bordean
el chisme y la oralidad, en una figura bifronte entre la fabu-
lación -siempre a punto de la desmentida- del observado y
la escucha enjuiciante del psiquiatra, que a veces cita y otras
censura, pero que siempre pretende distanciarse aséptica-
mente de la palabra del otro que asimila (Ciancio y Gabriele,
2012: 7).

A través de los relatos de Manón, Aída, Rosita de la


Plata, Aurora y la Bella Otero, descompuso al travestismo
en sus diferentes tipos patológicos de “inversión congénita”
o “adquirida”. Especificó al interior de esta última tres tipos:
“profesional”, “por sugestión” y “por causa de decaimiento
mental” (Mendiara, 2002). En cada uno de los casos des-
critos y analizados por De Veyga se abordaba con fuerte
preocupación la simulación, el engaño y la mentira.
En esa misma época, el médico guatemalteco Manuel
Arroyo diferenciaba entre “bisexuales” o “hermafroditas
psíquicos” y “verdaderos uranistas” u “homosexuales”. Entre
estos últimos, a su vez, especificaba a quienes poseían
modales afeminados. De este modo, diferenciaba dos tipos
de inversión: la de los instintos sexuales y la de la per-
sonalidad psíquica. Una última categoría era la “inversión
completa de la personalidad”, que podía incluir modifi-
caciones físicas. Para ella utilizó la categoría “adrogynia”
(Figari, 2012: 32).
Al fenómeno de la llamada “homosexualidad femenina”
se le otorgó menos centralidad en ese período. Arroyo uti-
lizó los conceptos de “tribadismo o frotamiento mutuo de
las partes sexuales, safismo u onanismo bucal o masturba-

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72 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

ción” (Figari, 2012: 32). A su vez, se valió de las catego-


rías de “viraginidad” y “ginandria” para referir a los cua-
dros de “inversión de la personalidad psíquica” en mujeres.
En Argentina, se utilizaron las categorías de “tribadismo”,
“safismo” o “uranismo” (Gemetro, 2012). Dos exponentes
del campo médico que escribieron sobre el tema en esa épo-
ca fueron Juan Bialet Massé y Víctor Mercante (Gemetro,
2012). Al carácter patológico de la “inversión sexual” se le
sumaba como componente patógeno el hecho de desafiar la
complementariedad de los sexos y el mandato de la mater-
nidad (Ramacciotti y Valobra, 2008). En 1905, Mercante
publicó el artículo titulado “Fetiquismo y uranismo feme-
nino en los internados educativos”. Allí se explayó sobre
el carácter patológico la homosexualidad femenina, reto-
mando nociones elaboradas previamente por Krafft-Ebing
(Gemetro, 2012).
Estos exponentes del campo médico, cuyas produccio-
nes precedieron la conformación de una corriente sexoló-
gica local, en gran medida se valieron de las teorías desa-
rrolladas por los antecesores europeos y las adaptaron a
la geografía local.
Para el caso brasilero, Figari (2009) identificó dos
periodos iniciales de regulación de la sexualidad por parte
del campo médico en el proceso de conformación del Esta-
do Nación moderno. El primero se extendió desde 1870
hasta principios del 1900. En ese período se produjeron las
primeras obras médicas en las que se elaboraron saberes en
torno a la homosexualidad, tanto masculina como femeni-
na. Estas formas eróticas eran entendidas como patologías
que requerían de una intervención preventiva: la educación
moral en la infancia y adolescencia. Un segundo período
identificado por Figari rigió entre 1920 y 1940, marcado
por la constitución de un área específica dentro del campo
clínico: la sexología forense. Como sub rama de la medicina
legal, la medicina forense se valía del accionar policial para
el acceso a su objeto de indagación. Para definir el trata-
miento era necesario realizar una exhaustiva identificación

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 73

del cuadro patológico por medio de una metodología posi-


tiva, es decir, la identificación, medición y cuantificación de
característica fisiológicas (Figari, 2009):

La construcción de la inversión, o del homosexual, se hará


de acuerdo con la metodología médica taxonómica de pato-
logías y síntomas. Una epistemología casuística esencializa-
dora de cuerpos, en verdad bastante mudables, o mejor dicho,
plausible de ser aplicada a un universo inmenso de carac-
terísticas humanas de acuerdo con el diagnóstico iniciático
de los médicos, únicos capaces de desentrañar los laberintos
del cuerpo y del alma para encasillarlos en una categoría y
diagnosticar su cura (Figari, 2009: 101).

Se establecieron entonces dos corrientes teóricas sobre


la homosexualidad: la psiquiátrica y la endocrinológica. A
su vez, los cuadros patológicos fueron caracterizados según
su origen, ya sea adquirido o congénito.
En Brasil, los/as primeros/as profesionales que se pro-
pusieron constituir la sexología como campo clínico autó-
nomo surgieron en la década de 1930. Retomaron la pers-
pectiva de sus antecedentes europeos e hicieron foco en las
perversiones sexuales, entendidas como formas anómalas
del instinto sexual (Russo, 2011).
En Argentina, hasta la década de 1950 no se conformó
un campo sexológico propiamente dicho. La conformación
de la sexología clínica respondió a la necesidad de desarro-
llar la educación sexual e instaurar la planificación familiar
a través del dictado de cursos de en hospitales y facultades
de medicina (Jones y Gogna, 2014). Su constitución como
tal se inició en la década de 1950 de la mano de psiquiatras,
ginecólogos/as y psicoterapeutas. Pero recién a partir de la
década de 1980, tras la finalización de la última dictadura
cívico-militar, en Argentina la sexología comenzó a desa-
rrollarse en el ámbito clínico, mayormente en consultorios
privados. A su vez, se orientó a intervenir sobre las sexuali-
dades presuntamente normales (heterosexuales y conyuga-
les), en detrimento de las catalogadas como “desviadas”.

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74 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Esta nueva corriente de sexología clínica se definió en


base a objetos y objetivos muy distintos a los del higienismo
y la criminología de fines del siglo XIX. Russo y Rohden
(2011) lo inscriben dentro de la “segunda ola sexológica”,
basada en las perspectivas de la sexualidad presentes en el
informe Kinsey8 y en las terapias sexuales de tipo com-
portamental. Estas se proponían “la modificación de com-
portamientos y pensamientos identificados como `disfun-
cionales´” (Jones y Gogna, 2014: 146). Es decir, buscaban
intervenir sobre aspectos puntuales de la sexualidad, reto-
mando las propuestas elaboradas en Estados Unidos entre
fines de 1960 y principios de 1970, que disputaban el lugar
de las terapias psicoanalíticas en la atención clínica.
La década de 1980 marcó un hito en la sexología mun-
dial en general y en la latinoamericana en particular. Uró-
logos/as y endocrinólogos/as se incorporaron a los equipos
de sexología clínica, favoreciendo el desarrollo de trata-
mientos orientados a la modificación o alteración de proce-
sos orgánicos en detrimento de los tratamientos psicotera-
péuticos, especialmente los psicoanalíticos. Este proceso se
dio en consonancia con una tendencia a nivel global iden-
tificada por Russo (2013) como una “tercera ola sexológica”
que se caracterizó por la farmacologización y tecnificación
de los tratamientos. Se desarrolló al compás del crecimiento
de la industria farmacéutica, los cambios en el campo psi-
quiátrico y las innovaciones biotecnológicas.
Esta trayectoria de conceptos enmarca el proceso por
el cual en Argentina se desarrollaron los primeros saberes
específicos en torno a los tratamientos médicos de cons-
trucción corporal solicitados por la población trans. Tam-
bién se vio influenciada por el desarrollo de un modelo
terapéutico de diagnóstico y tratamiento de los “trastornos

8 Estudio realizado en Estados Unidos que tenía por objeto describir el com-
portamiento sexual del ser humano. Sus resultados establecieron que prácti-
cas sexuales consideradas inmorales eran realizadas por una gran cantidad
de personas.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 75

de la identidad de género” basado en la transformación


corporal. A continuación, abordo su emergencia y conso-
lidación en Estados Unidos a partir de la década de 1960,
así como su incorporación a los manuales de diagnóstico de
circulación mundial y sus posteriores modificaciones.

La transformación corporal como terapéutica

Harry Benjamin, endocrinólogo alemán radicado en los


Estados Unidos, desarrolló las bases teóricas del diagnósti-
co y tratamiento clínico del “transexualismo”. Las concep-
ciones de Benjamin se basaron en las teorías conductistas
sobre el género que John Money había desarrollado a partir
de sus intervenciones realizadas en la década de 1950 sobre
niños y niñas nacidos con una corporalidad “ambigua” o
no clasificable bajo los patrones de un modelo sexual bina-
rio (Fausto-Sterling, 2000; Kessler, 1990; Preciado, 2008).
Para Money, el “sexo psicológico” o género constituía una
dimensión maleable del sexo hasta los dieciocho meses de
vida. Una vez pasado ese momento, el género cristalizaría
y sería tan inmutable como la propia biología. Los pro-
tocolos de tratamiento ideados por Money consistían en
determinar y asignar el “sexo correcto”. Ello requería, en
principio, develar el lo que se entendía por “sexo verdadero”
mediante estudios genéticos y hormonales, y luego interve-
nir los cuerpos a fin de hacerlos funcionales al coito hete-
rosexual penetrativo (Fausto-Sterling, 2000; Kessler, 1990).
Estas teorías se basaban en una idea de sexo pluridimensio-
nal (cromosómico, gonadal, hormonal y psicológico).
En paralelo a estos desarrollos, en 1952 el cirujano
danés Christian Hamburger realizó una de las primeras
vaginoplastías exitosas a una persona adulta. A partir de la
difusión mediática de la intervención, Hamburger recibió
consultas desde distintos lugares del mundo, entre ellos,
Estados Unidos. El cirujano derivó dichas consultas a Ben-

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76 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

jamin, quien comenzó a indicar tratamientos hormonales


y a desarrollar su teoría sobre el “transexualismo”. Los pri-
meros tratamientos fueron desarrollados en personas que,
habiendo sido asignadas al nacer al género masculino, se
identificaban con el femenino (Meyerowitz, 2002).
En lo que refiere a los tratamientos hormonales, reto-
mando los desarrollos de principios del siglo XX del aus-
tríaco Eugen Steinach, a partir de la década de 1930 dis-
tintos/as profesionales se dedicaron a establecer relaciones
entre endocrinología, anatomía y psiquismo. Desarrolla-
ron tratamientos hormonales con el objeto de “curar” las
“desviaciones sexuales”: estrógenos para lo entendido como
desviación femenina y testosterona como desviación mas-
culina. El endocrinólogo inglés Michael Dillon fue el pri-
mero en desarrollar lo que luego se dio en llamar “tera-
pia hormonal cruzada”. Postulaba que se trataba de casos
de “intersexualidad” y que el tratamiento indicado sería la
corrección de los caracteres sexuales secundarios, es decir,
todos aquellos que no incluyen la genitalidad (Rubin, 2003).
Estos tratamientos de carácter experimental fueron
retomados por Benjamin, quien los incorporó a su propia
teoría. Valiéndose de las tecnologías médicas disponibles,
consideraba que la terapéutica indicada para restituir el
equilibrio entre las dimensiones sexuales en los casos de
“transexualismo verdadero” era la cirugía genital y la terapia
hormonal. Para elaborar su teoría se basó en los discur-
sos de los propios sujetos, quienes afirmaban que la única
alternativa posible para mitigar su sufrimiento era la trans-
formación corporal. Para Benjamin, el tratamiento requería
adaptar la corporalidad a la autorepresentación y no inten-
tar curarla por medio de tratamientos psicoanalíticos. Esta
idea encontró la oposición de muchos/as profesionales de la
salud mental que concebían las intervenciones quirúrgicas
como mutilaciones (King, 1998; Bento, 2006).
En 1966, Benjamin publicó The transsexual phenomenon
y en 1979 los Standards of Care for Gender Identity Disorders
(en adelante SOC). Allí estableció un método estandarizado

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 77

para el diagnóstico y tratamiento del “transexualismo”. El


mismo fue plasmado en los protocolos de atención, imple-
mentados por la Clínica de Identidad de Género del Johns
Hopkins University Hospital de Baltimore. Las categorías
diagnósticas y protocolos permitieron a urólogos/as rea-
lizar las intervenciones quirúrgicas genitales, ya que el
criterio clínico los/as eximía de ser acusados/as de rea-
lizar intervenciones consideradas mutilantes (Meyerowitz,
2002).
El proceso de diagnóstico buscaba descartar la pre-
sencia de otros tipos de cuadros como la esquizofrenia o
la psicosis y corroborar tres fenómenos: el sentimiento de
pertenecer al “otro” género, el uso temprano y persistente
de vestimentas del sexo “opuesto” al asignado al nacer sin
un sentido erótico y el desprecio hacia el comportamien-
to sexual homosexual (Bento, 2006). Pasado el proceso de
diagnóstico, el tratamiento se componía de tres etapas pro-
gresivas: una psicológica (que luego incluyó la realización
del llamado test de la vida real9), una hormonal y por últi-
mo, una quirúrgica.
Siguiendo a Bento (2006), los protocolos adoptaron el
lenguaje de la corrección y la normalización. Establecieron
criterios basados en estereotipos sobre lo femenino y lo
masculino. A fin de constituirse como candidatas aptas para
el ingreso a los tratamientos, las personas que los reque-
rían se veían obligadas a adaptarse en términos gestuales y
corporales a los estereotipos de femineidad y masculinidad,

9 “Real-life experience” o “Test de la vida real” refiere a la adopción plena del


“rol de género” en la vida cotidiana de modo sostenido por un período de
tiempo determinado. En la versión Nº 6 de los SOC de la WPATH, dicha
instancia era necesaria a fin de que, previo a la realización de los tratamien-
tos médicos, las personas se familiarizaran con las implicancias personales y
sociales de adquirir una identidad diferente a la asignada al nacer. Por medio
de psicoterapia se evaluaba el grado de adaptación subjetivo a dicho cambio
(Pons Rabasa, 2013).

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78 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

exponer un relato biográfico coherente y lineal e inducir


sentimientos de compasión en los/as profesionales de la
salud (Bento, 2004; Dellacasa, 2013).
A partir de la década de 1970, el fenómeno comenzó a
ser entendido como “síndrome de disforia de género” luego
de su formulación en esos términos por parte del psiquia-
tra norteamericano Norman Fisk en 1973. El concepto se
acuñó a fin de posibilitar el tratamiento de casos que no se
ajustaran a los rígidos criterios de definición del “transexual
verdadero” de Benjamin.
En definitiva, el proceso de emergencia y consolidación
del dispositivo clínico de abordaje de la transexualidad en
los Estados Unidos fue resultado de una transformación al
interior del campo sexológico (Russo, 2013), así como de
acciones llevadas adelante por sujetos que deseaban trans-
formar los aspectos de su corporalidad ligados a la sexua-
lidad (Meyerowitz, 2002). Si bien su origen se encuentra
en Norteamérica, se trató de un proceso replicado a lo
largo del mundo.

Los manuales diagnósticos y sus transformaciones

En la década de 1980, el diagnóstico de “transexualismo”


fue incluido en los manuales de clasificación de enfer-
medades y trastornos mentales de circulación mundial: el
Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Menta-
les (DSM) de la Asociación Americana de Psiquiatría (APA,
por sus siglas en inglés) y la Clasificación Internacional
de Enfermedades (CIE) de la Organización Mundial de la
Salud (OMS)10. Ello representó la institucionalización de
estas concepciones dentro de la comunidad médica global.

10 La primera versión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE)


data de 1893. En su 6° versión de 1948 incluyó un capítulo sobre “trastornos
mentales” y en su 8° de 1965 incluyó un apartado de “desviaciones sexuales”,
incorporando allí las categorías del “travestismo” y la “homosexualidad”.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 79

En 1975, la Organización Mundial de la Salud publicó


su 9º versión de la CIE. Allí incluyó el “Transexualismo”
y el “Trastorno de la identidad psicosexual” al interior del
apartado de las “Desviaciones y trastornos sexuales”. Por su
parte, el DSM III publicado en 1980 creó una nueva cate-
goría: “Trastorno de la identidad de género”. Allí incorporó
las categorías de “Transexualismo” y “Trastorno de la iden-
tidad de género en la infancia” (Di Segni, 2013). Siguiendo
a Russo (2004), en la edición del DSM III se puso de mani-
fiesto la crisis de hegemonía del psicoanálisis en Estados
Unidos. Coincidió también con el surgimiento de la “ter-
cera ola sexológica” marcada por el auge de la medicina
sexual por sobre las terapias sexológicas. A diferencia de
versiones anteriores, el DSM III adoptó una perspectiva
fisicalista en el modo de entender la etiología de los tras-
tornos mentales. El aumento de las categorías listadas –de
180 a 295- se basó el interés por establecer definiciones
precisas a través de la exposición de principios empíricos
observables y medibles.
En 1994, la APA publicó el DSM IV. En dicha edición,
al interior de “Trastornos de la identidad de género” se
incluyó “Trastorno de la identidad de género en la infancia”,
“Trastorno de la identidad de género en la adolescencia o
adultez”, “Tipo no transexual” y “Transexualismo”. En 1995,
la OMS publicó la CIE 10, retomando gran parte de las
definiciones del DSM IV. Allí, el “Transexualismo”, conjun-
tamente con el “Trastorno de la identidad de género en la
infancia”, fueron ubicados dentro de “Trastornos de la iden-
tidad de género” en el capítulo dedicado a los “Trastornos
mentales y de comportamiento” (Di Segni, 2013).
Por su parte, tras la muerte de Harry Benjamin, los
SOC comenzaron a ser reeditados por la World Professio-
nal Association for Transgender Health (WPATH) y también
fueron revisados periódicamente. En su 7° versión de 2011
se introdujeron conceptos que reconocieron las múltiples
posibilidades identitarias y corporales. Se consideró que la
“variabilidad de género” o “no conformidad de género” y

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80 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

la “disforia de género” no eran fenómenos necesariamente


vinculados. Por “no conformidad de género” o “variabilidad
de género” se entendió a aquellas formas de identificación
o expresión de género que difieren de las normas culturales
establecidas. “Disforia de género” fue el término utilizado
para referir a la “la incomodidad o malestar causado por una
discrepancia entre la identidad de género de una persona
y el sexo asignado a ésta al nacer” (WPATH, 2012: 2). El
documento también refirió que “(s)ólo algunas personas con
variabilidad de género experimentan disforia de género en
algún momento de sus vidas (y el papel de género asocia-
do y/o las características sexuales primarias y secundarias)”
(WPATH, 2012: 5, subrayado en el original). Ello formaría
parte de un cuadro mayor del llamado “estrés de minoría”,
término utilizado para referir a aquellos síntomas produci-
dos socialmente. A su vez, estableció que “(l)as identidades
y expresiones de género son diversas, y las hormonas y
cirugías son sólo dos de las muchas opciones disponibles
para ayudar a que las personas logren sentirse confortables
consigo mismas y su identidad” (WPATH, 2012: 5).
En 2013, la APA publicó su 5º edición del DSM incor-
porando modificaciones similares en el apartado sobre
“Disforia de género”. La categoría contó con su propio capí-
tulo, separado del de “Disfunciones sexuales y parafilias”11.
Allí se incorporó la noción de “no conformidad de género”
en un sentido que no refería necesariamente a una expe-
riencia del sufrimiento psíquico.
En vistas a la publicación de la 11º revisión de la
CIE, en 2011 la organización Global Action for Trans Equality
(GATE) propuso que los códigos que permiten la cober-
tura de los tratamientos de construcción corporal trans
sean incluidos en el apartado “Z” ya que “(l)os códigos Z
ofrecerían referencias que no están basadas en la enferme-
dad, para guiar a l*s prestador*s de servicios de salud y a

11 http://www.dsm5.org/Documents/Gen-
der%20Dysphoria%20Fact%20Sheet.pdf

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 81

investigador*s hacia un modelo despatologizador” (GATE,


2011: 11). Dicha iniciativa se enmarcó en la propuesta de
implementación de un modelo “estrella de mar”. Esto es:
“un sistema descentralizado de códigos, ubicados en dis-
tintos bloques y capítulos, que podría ser utilizado por y
para las personas trans* con el objeto de garantizar su acce-
so a la atención de la salud en contextos muy diferentes”
(GATE, 2011: 10)12.
En definitiva, a la par del avance en el desarrollo de las
tecnologías y tratamientos hormonales y quirúrgicos, y en
el marco de las prácticas regulatorias del amplio espectro
de las “desviaciones sexuales” por parte de la sexología, el
campo médico tomó a su cargo los deseos de transforma-
ción corporal de las personas trans, bajo sus propias lógicas
y en sus propios términos. Con el correr del tiempo se
incorporaron algunas de las demandas del activismo global
y se introdujeron modificaciones a los textos de manuales y
protocolos de circulación mundial.

Recapitulación y conclusiones

En este capítulo describí el modo en que desde de finales


del siglo XIX las experiencias corporales y subjetivas que
desafían el binarismo de género pasaron de ser entendidas
como “desviaciones sexuales” a “trastornos de la identidad”
cuya terapéutica indicada era la modificación corporal por
medio de tratamientos hormonales y quirúrgicos. Afirmé
que desde fines del siglo XIX hasta la actualidad los cambios
en las nomenclaturas diagnósticas y protocolos de inter-
vención formaron parte de transformaciones propias del

12 En junio de 2018, la OMS dio a conocer las principales modificaciones a la


11º edición de la CIE. En dicha edición se incorporaron las categorías de
“incongruencia de género en la adolescencia y adultez” e “incongruencia de
género en la infancia” en un nuevo capítulo específico sobre “salud sexual”
(“Ser trans ya no es un trastorno mental”, 2018).

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82 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

campo sexológico, así como de cambios sociales de más


largo alcance como los avances tecnológicos y el desarro-
llo de la cultura de la liberación sexual y los activismos
sexo-políticos.
En los capítulos que siguen, desarrollaré de qué modos
los conceptos producidos por la sexología europea y norte-
americana fueron adoptados y reformulados en el contexto
local por parte de la medicina legal primero y por psiquia-
tras, endocrinólogos/as y cirujanos/as luego. En base a sus
reapropiaciones médicas, los conceptos y protocolos clíni-
cos de atención se diseminaron por diferentes instituciones
estatales, en particular, las judiciales. Jueces y juezas esta-
blecieron la corroboración pericial de los diagnósticos de
“Transexualismo” y “Trastorno de la identidad de género”
como requisito para autorizar los pedidos de cambio de
nombre y sexo registral en los documentos identificato-
rios oficiales y las cirugías genitales. Con el correr de los
años, dichos mecanismos comenzaron a ser denunciados
por las organizaciones trans locales como violatorios a los
derechos humanos. Ello constituyó el núcleo central de la
demanda de una Ley de Identidad de Género que eliminara
los requisitos diagnósticos para adecuar los registros identi-
ficatorios a la propia identidad y acceder a los tratamientos
médicos de construcción corporal.

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2

El escenario médico

Discursos doctos sobre los cuerpos trans

En este capítulo abordo la emergencia y desarrollo de dis-


cursos y prácticas médicas desplegadas alrededor de las
iniciativas de construcción corporal trans a fin de analizar
los modos en los que en Argentina entre 1966 y 2015 se
configuraron las coordenadas de lo decible y lo pensable en
torno a los tratamientos médicos de construcción corporal
trans. Estos saberes fueron producidos en el marco de estra-
tegias médico-legales primero y clínicas después. Enten-
der dichos tratamientos como una amenaza para el orden
natural y moral los colocó en un marco de ilegalidad y
en clandestinidad. Visibilizarlos como el abordaje indicado
para un trastorno de la identidad acorde a las definiciones
de los manuales diagnósticos de circulación internacional,
permitió su gestión y control en la esfera de lo clínico y los
hizo objeto de cálculos de riesgos.
A partir de la década de 1990, comenzó a formarse en
el contexto local un campo clínico específico en torno a los
tratamientos de construcción corporal trans cuya práctica
se asentaba en tres pilares. En principio, la mirada com-
pasiva y el sentimiento humanitario de profesionales de la
salud que asumieron “riesgos profesionales” con el objetivo
de paliar el sufrimiento existencial de las personas trans.
Luego, la puesta en marcha un dispositivo clínico basado
en los protocolos de atención validados internacionalmente

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84 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

cuyo principal objetivo era identificar el riesgo de suicidio.


Por último, la judicialización como posibilidad y límite de
dichas prácticas clínicas.
Comienzo analizando una serie de artículos publicados
en revistas académicas de medicina entre la década de 1970
y de 1980 a fin de abordar los sentidos que al interior del
campo médico se les asignó a las prácticas de construcción
corporal trans en el período previo a su autorización legal
por la vía judicial. Posteriormente, abordo los discursos
elaborados por profesionales pioneros en el desarrollo de
intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales soli-
citados por personas trans de modo legal en el país. Analizo
su trayectoria profesional en la temática, así como los sen-
tidos que les asignaron a las intervenciones y tratamientos
desarrollados. Finalmente, abordo la idea de riesgo que los
profesionales entrevistados1 articularon en torno a dichos
tratamientos e intervenciones.
En los capítulos subsiguientes de la tesis abordaré las
características que adquirió la interfaz médico-jurídica de
gobierno de los cuerpos trans y la progresiva incorporación
de discursos que reconocen la autonomía de los/as pacien-
tes para decidir sobre sus propios cuerpos2.

Travestismo y transexualidad en la medicina legal


argentina

En Argentina, la medicina legal y la sexología clínica se


constituyeron como los primeros espacios de producción
de saberes en torno a las corporalidades trans. A partir
de la década de 1970, el incipiente desarrollo de un saber

1 Dado que los profesionales que iniciaron los tratamientos en el país son en
su totalidad varones cisgénero, en este capítulo me referiré a las personas
entrevistadas utilizando siempre el género gramatical masculino
2 Partes de este capítulo fueron publicadas en Farji Neer (2018b; 2018c;
2020b).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 85

clínico se desplegó en el marco de los dispositivos legales


y policiales que penalizaban ejercer la prostitución, vestir-
se con “ropas del sexo contrario”3, y a profesionales de la
salud, practicar intervenciones médicas que provocaran la
esterilización4.
Las normativas que regulaban el ejercicio de la pro-
fesión médica limitaron la consolidación de un campo de
saber acerca de los tratamientos e intervenciones para la
construcción de los cuerpos trans. Ello no impidió que pro-
fesionales de la salud realizaran los tratamientos e interven-
ciones de manera clandestina. Sí imposibilitó la sistemati-
zación, protocolización y circulación de un conocimiento
específico en torno a dichas prácticas clínicas. El desblo-
queo fue posible recién a fines de la década de 1990 a
partir de la intervención del escenario judicial. Este otor-
gó un marco legal –aunque inestable, ya que dependía de
los criterios de cada juez/a- para que profesionales de la
salud comenzaran a realizar los tratamientos fuera de la
clandestinidad.
Las primeras publicaciones en revistas académicas de
medicina sobre las corporalidades trans evidencian la arti-
culación entre el dispositivo policial de control de los

3 En virtud de los Edictos Policiales que criminalizaban la homosexualidad y


el travestismo a través de los artículos 2° F y 2° H. Estos penalizaban “exhi-
birse en la vía pública o lugares públicos vestidos o disfrazados con ropas
del sexo contrario” e “incitarse u ofrecerse al acto carnal”, respectivamente
(Gentili, 1995).
4 El Código Penal en el Libro Segundo, capítulo II sobre “Lesiones” (Art. 91)
establecía que “se impondrá reclusión o prisión de tres a diez años si la
lesión produjere una enfermedad mental o corporal, cierta o probablemente
incurable, la inutilidad permanente para el trabajo, la pérdida de un sentido,
de un órgano, de un miembro de la palabra o del uso de la capacidad de con-
cebir”. A su vez, la Ley Nacional 17.132 de Ejercicio de la Medicina de 1967
establecía la prohibición por parte de profesionales de la salud de “aplicar en
su práctica privada procedimientos que no hayan sido presentados, conside-
rados o discutidos o aprobados en los centros universitarios o científicos
reconocidos del país” y “practicar intervenciones que provoquen la esterili-
zación sin que exista indicación terapéutica perfectamente determinada y
sin haber agotado todos los recursos conservadores de los órganos repro-
ductivos”.

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86 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

cuerpos y el escenario médico. Estos artículos tenían por


objetivo poner el conocimiento y las técnicas médicas al
servicio de la persecución y penalización del travestismo e
imponer límites médico-legales a las prácticas que tenían
por objeto transformar la genitalidad de las personas en
base a su propia voluntad.
En 1971, el cirujano Arnaldo Yódice5 escribió en El día
médico. Periódico científico e informativo ilustrado un artículo
titulado “Aguafuerte quirúrgica”. Allí relató, bajo la forma de
una crónica, su experiencia frente al “pedido de extirpación
de genitales masculinos” realizado por una persona que,
según su relato, en un comienzo “aparentaba” ser una joven
mujer. Allí, el médico narró con “asombro” y “estupefac-
ción” los hechos, y luego expresó su interés por desentrañar
el motivo de dicha consulta:

No pudimos averiguar el origen de semejante aberración,


consecuencia psico-biológica de un error de la naturaleza.
Porque estos pobres seres, desviados en el orden sensorial,
con una mentalidad cercana a la inconsciencia, pretendían
la curación de su mal por medio de la mutilación del atri-
buto de su sexo. ¿Cómo era posible semejante monstruosi-
dad? Era la pregunta que nos hacíamos. (…) ¡Pobres seres!
Ellos no tienen la culpa. La biología les hizo una mala jugada
(Yódice, 1971: 295).

El médico se negó a realizar el pedido solicitado ya que


lo concibió como una aberración y monstruosidad, fruto de
una enfermedad mental y pérdida de noción de la realidad.
No obstante, en su relato el tono de condena moral se entre-
mezclaba con una mirada compasiva y exculpatoria. Las
mismas intervenciones que treinta años más tarde serían
realizadas en algunos consultorios públicos del país, fueron
entendidas por Yódice como mutilaciones.

5 Jefe de Servicio de Cirugía del Hospital de Agudos “Cosme Argerich”, hospi-


tal público de la Ciudad de Buenos Aires, entre los años 1944 y 1966.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 87

En base a la lectura del artículo es posible afirmar que,


si bien no constituía una práctica regular, los sujetos se pre-
sentaban en los consultorios solicitando los tratamientos a
distintos/as profesionales de salud. Dichos pedidos no eran
considerados como delitos por los/as profesionales, aunque
sí se los asociaba a la idea de autoengaño y patología. En
continuidad con las teorías de la sexología europea de prin-
cipios de siglo desarrolladas en el capítulo anterior, Yódice
entendió que un pedido de tales características no podía
más que ser fruto de una pérdida de sentido de la realidad.
En 1981, la revista La semana médica6 publicó el artículo
titulado “Aplicación del urocitograma en el estudio endo-
crino de casos de travestismo y transexualismo”. Su autor
era Leo, J. Lencioni, titular de la cátedra de Medicina Legal
de Universidad Nacional de Rosario y Jefe del Cuerpo
médico forense de los tribunales provinciales de la misma
ciudad. Lencioni había aplicado la técnica del urocitograma
para el identificar valores hormonales diferenciales según
sexo a través del estudio del sedimento urinario. Con el
objetivo de desarrollar una herramienta pericial se propuso
utilizar dicha técnica para producir un conocimiento espe-
cífico sobre los valores hormonales de personas que presen-
taran “desviaciones sexuales”. Como se dijo en el capítulo
anterior, la medicina forense accedía a su objeto de estu-
dio e intervención por medio de la institución policial y
su función era producir conocimiento útil a la institución:
prevenir y controlar las conductas delictivas.
Para acceder a sus “casos de estudio” Lencioni se valió
de su experiencia como médico forense en el poder judicial:

En el consultorio de los tribunales provinciales de Rosario,


pertenecientes a la segunda circunscripción judicial, exami-
namos en relación a este trabajo a un transexual y cuatro
travestis. El primero se trataba de un hombre de 22 años de
edad que se había sometido, en el extranjero, a una operación

6 Revista de la Asociación Médica Argentina fundada en 1894.

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88 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

quirúrgica consistente en la amputación del pene y creación


de una neovagina. Fue enviado al consultorio médico por
un juez en lo civil dado que había iniciado el trámite con el
objeto de lograr el cambio de sexo y nombre en los docu-
mentos de identidad, lo que finalmente no prosperó. Res-
pecto a los travestis, llegaron a la consulta forense por estar
acusados de desorden público y para peritaje psiquiátrico
(Lencioni, 1981: 511).

En base al fragmento recién expuesto, vale señalar que


dada la prohibición legal local las personas comenzaron a
acceder a las intervenciones quirúrgicas de modo clandes-
tino o bien en otros países. En virtud de los interrogatorios
practicados, Lencioni encontró que todas ellas “se aplica-
ban, desde mucho tiempo atrás, altas dosis de estrógenos
de depósito por vía intramuscular, los que habían induci-
do una ginecomastia considerable” (Lencioni, 1981: 511).
En base a dichas prácticas de construcción corporal auto-
agenciadas elaboró la categoría de “hombres con desvia-
ciones sexuales que se aplican voluntariamente estrógenos”
y analizó los casos en función de cinco variables: edad,
ginecomastia -aumento del busto- (“intensa” o “modera-
da”), desarrollo genital (“hipogonádico”, “normal” o “vaginal
artificial”), valores del urocitograma y observaciones (“tra-
vestismo homosexual” o “transexualismo”). Lencioni desa-
rrolló un saber clínico específico en torno a la “desviación
sexual” a fin de aportar al conocimiento no solo en lo que
atañe a sus dimensiones psicológicas, como lo había hecho
De Veyga a principios de siglo, sino también fisiológicas,
teniendo en cuenta sus prácticas de construcción corporal.
Un año más tarde, la misma revista publicó “La situa-
ción del médico frente al tratamiento hormonal de traves-
tis y transexuales. Consideraciones jurídicas, medicolegales
y deontológicas” del Dr. Luis Alberto Kvitko. El artículo
versaba sobre el “tratamiento efectuado por profesionales
médicos, que prescriben tratamientos hormonales a estos
`verdaderos enfermos´” (Kvitko, 1982: 350). Definía a tra-
vestis y transexuales como “sujetos que, perteneciendo a un

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 89

sexo determinado, tienen sin embargo la convicción y el


deseo de pertenecer al sexo opuesto (y) buscan la realización
de su deseo, sometiéndose a la corrección de la apariencia
sexual de su cuerpo por métodos farmacológicos y quirúr-
gicos” (Kvitko, 1982: 351).
Kvitko expuso una mirada de sospecha y desconfianza
hacia las posibilidades de transformación corporal por
medios quirúrgicos y hormonales, técnicas a las que enten-
dió como un “adelanto avasallador de las ciencias y de la
tecnología” (Kvitko, 1982: 351). En su artículo, constata-
ba que los sujetos demandaban tratamientos hormonales a
profesionales de la salud, quienes en algunos casos daban
respuesta a dichos requerimientos. El objetivo del escrito
era establecer si dicha práctica médica podría constituir un
delito en base a las normativas vigentes en el contexto local.
Es decir, tenía por objeto delimitar el campo de acción de
la práctica médica en base a las normas legales, clínicas y
morales vigentes en ese momento.
El artículo comenzaba exponiendo las normativas que
al momento de producción del artículo se encontraban en
vigencia: los Edictos Policiales y las normativas que regula-
ban el ejercicio de la práctica médica (Código Penal y Ley
Nacional de Ejercicio de la Medicina). Luego, retomaba de
otros trabajos científicos las posibles consecuencias para
la salud derivadas del consumo de estrógenos por parte
de personas de “sexo masculino”. Establecía que “son capa-
ces de producir atrofia testicular, así como depresión de
la espermogénesis” y que el consumo de altas dosis “pue-
den originar manifestaciones gastrointestinales tales como
nausea, vómitos y diarrea” (Kvitko, 1982: 354). En base a la
exposición de argumentos legales y clínicos, afirmaba:

De ninguna manera puede prescribirse a los travestis o


trans-sexuales, un tratamiento hormonal, considerando estar
obrando ante “un estado de necesidad” ello debido a que no
se está en presencia de un mal inminente, de existencia real

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90 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

y objetiva, que constituya una amenaza de peligro concreta,


inminente y actual, comprobada con sólida base científica
(Kvitko, 1982: 356).

Y proseguía:

La ética, la moral médica, se ven reñidas con la aplicación


de estas medidas terapéuticas, que a todas luces contravie-
nen con el espíritu, con el sentido, con el criterio de nues-
tras normas deontológicas, de necesaria, de imprescindible
aplicación, en todos y cada uno de los actos del profesional
médico (Kvitko, 1982: 356).

La negativa a dispensar tratamientos de construcción


corporal se sustentó en dos argumentos. El primero era
un axioma propio de la práctica médica que afirmaba que
solo debía intervenirse en la medida en que existiera una
amenaza científicamente comprobada a la salud que consti-
tuyera el “estado de necesidad” que justificara el tratamien-
to. El otro era de índole moral: profesionales de la salud
debían ajustar sus prácticas a la moral vigente en una época
y contexto dado.
Las normas legales y morales que regulaban el ejercicio
de la profesión médica bloquearon el desarrollo de un saber
específico en torno a dichos tratamientos e intervenciones.
Estas prohibiciones no impidieron que los médicos con-
tinuaran realizándolas, aunque obstaculizaron la sistema-
tización y protocolización de las prácticas y saberes acu-
mulados.
El desbloqueo de estos saberes fue posible recién a par-
tir de la intervención del escenario judicial. Como se verá
en el capítulo que sigue, en 1994 se autorizó por primera
vez la realización de una cirugía genital voluntaria en un
caso de “pseudohermafroditismo femenino masculinizan-
te”7. En base a la constatación clínica de este diagnóstico,

7 Fallo de la Cámara 1º de Apelaciones en lo Civil y Comercial de San Nicolás


del 11 de agosto de 1994, cuyo contenido se analiza en el capítulo 3.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 91

los jueces resolvieron que existía el “estado de necesidad”


al que refería Kvitko. Ello tornó jurídicamente viable la
realización de una práctica médica prohibida por Ley. Este
antecedente habilitó la producción de fallos que, valiéndose
de los diagnósticos de “Transexualismo” y “Trastorno de la
identidad de género”8, autorizaron los pedidos para acceder
a cirugías genitales.
Hasta ese momento, viajar a Chile era la forma más
fácil de acceder a una cirugía genital fuera de la clandesti-
nidad. Dado que las normativas de dicho país no las prohi-
bían, las mismas eran llevadas a cabo por un grupo de
profesionales desde la década de 1970. Así lo relató una
de las entrevistadas:

Yo me hice en Chile mi cambio de sexo en el año 1986,


tenía veintitrés años. Me enteré por las revistas, por una chica
que se llamaba Patricia, Patricia Bayo, una mujer transexual
argentina que salió en una revista, en la “Eroticón”. Entonces
busqué y me comuniqué y pude viajar a Chile (…) Llamé al
médico, el teléfono me lo dio la chica esta, de un grupo de
chicas de Rosario y me comuniqué con el médico y viajé a
Chile. Me entrevisté con el médico, (me indicó) un análisis y
después pasé al quirófano directamente (Mónica, activista).

A continuación, abordaré los sentidos que los primeros


profesionales que desarrollaron los tratamientos de forma
legal en el país le asignaron a sus prácticas.

8 Anteriormente, estas intervenciones se realizaban en un marco de clandesti-


nidad. Los/as profesionales de la salud corrían con el riesgo de ser penaliza-
dos/as legalmente. Un caso de acusación penal a un médico por realizar una
vaginoplastía de modo clandestino será analizado en el capítulo 3.

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92 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Los pioneros

En base a las decisiones judiciales favorables a los pedidos


de intervenciones quirúrgicas, el servicio de urología de un
hospital público de la ciudad de La Plata fue el primero
en realizar cirugías genitales a personas trans en el país.
Con posterioridad, otro servicio de urología de un hospital
público de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires comenzó a
realizar tratamientos hormonales primero y cirugías luego
en el marco de un consultorio de sexología. En ambos casos,
la atención se inició a partir de los pedidos de los y las trans
y el interés personal de algunos profesionales. Los primeros
tratamientos hormonales y quirúrgicos se desarrollaron en
feminidades trans. La atención de las masculinidades trans
se desarrolló posteriormente.
Como pioneros en el desarrollo de los tratamientos,
los profesionales invocaron valores humanitarios y compa-
sivos al relatar los motivos que los llevaron a incursionar
en los tratamientos. Refirieron que la sensibilidad ante el
sufrimiento ajeno los llevó a tomar el desafío legal y pro-
fesional de realizar los tratamientos. También afirmaron
que lo hicieron por audacia e interés profesional frente a
la oportunidad de indagar en un tema desconocido. Uno
de los médicos urólogos entrevistados relató el proceso del
siguiente modo:

En el año 1997 ingresó una paciente, Juana, con una auto-


rización judicial para ser reasignada… sus genitales. Era una
paciente biológicamente masculina (…) tenían que ser reasig-
nados sus genitales a femeninos. Venía dando vueltas por
diferentes hospitales no sólo de la Provincia (de Buenos Aires)
sino del país porque era de Mendoza y había estado por dis-
tintas provincias y lo que se le decía es que esa cirugía aquí no
se realizaba (…) nosotros le dijimos que tampoco la hacíamos,
pero éramos jóvenes, teníamos treinta y pico de años, cuando
todavía uno era joven y tiene cierta audacia y tiene ganas de
aprender cosas y de cambiar las cosas, entonces le dijimos que
si nos daba tiempo para formarnos, que era viajar al exterior

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 93

porque aquí no se hacía, la íbamos a operar, sabiendo el riesgo


que implicaba que ella fuese la primera persona que íbamos a
operar (Germán, médico urólogo).

Junto a otro médico cirujano, Germán viajó a Chile


a fin de entrevistarse con los profesionales que realizaban
dichas cirugías en el país trasandino desde 1976. Se trataba
de Guillermo Mac Millan Soto y Antonio Salas Vieyra. El
caso fue descrito en el libro Juan/a. La angustia de vivir en un
cuerpo equivocado (Sívori, 1998). El libro incluía un artículo
de Mac Millan Soto (1998) titulado “Experiencia quirúr-
gica del transexualismo”. Allí, el cirujano chileno sostenía
que los tratamientos quirúrgicos constituían la terapéutica
indicada para los casos de “transexualismo”, haciendo uso
de las definiciones presentes en el DSM III descritas en el
capítulo anterior:

Clínicamente, el paciente transexual se presenta como una


persona sin trastorno del juicio quien desde su niñez siente
pertenecer al sexo opuesto con constante y persistente con-
vicción, y que, progresivamente asume el rol de su sexo psi-
cológico en totalidad. (…) la función del psiquiatra es decisiva
a fin de estudiar la idoneidad de los enfermos para su posible
cirugía de reasignación sexual dirigiéndolos en todo su pro-
grama de rehabilitación (Mac Millan Soto, 1998: 137).

Mac Millan definió a la intervención quirúrgica como


la terapéutica indicada para esos casos, siempre que exis-
tiera una evaluación clínica y psicológica previa que permi-
tiera evaluar a los/as candidatos/as al tratamiento. Susten-
taba sus concepciones en las nociones de “rehabilitación”
y “adaptación”. Las intervenciones quirúrgicas oficiarían de
paliativo y permitirían la “rehabilitación” ante la imposibi-
lidad clínica de cura:

Desgraciadamente, la psiquiatría y la psicoterapia no han


logrado solucionar el problema de estos enfermos. Ha sido
imposible obtener un cambio psíquico en estos pacientes, por
lo que en los últimos veinte años se ha aceptado que la mejor

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94 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

forma de rehabilitar a estos pacientes es intentando adaptar


su anatomía a su sexo psicológico, incluyendo tratamientos
hormonales, cirugía plástica de la cara, mamas y plastía de
genitales (Mac Millan Soto, 1998: 138).

A su vez, para el cirujano chileno la adaptación de


la anatomía por medios quirúrgicos permitía neutralizar
el carácter moralmente peligroso de las personas trans. De
este modo, afirmaba: “el paciente transexual constituye un
problema socio-moral únicamente mientras no es tratado y
operado” (Mac Millan Soto, 1998: 138).
Estos eran los sentidos con los cuales las técnicas de
construcción corporal trans comenzaron a desarrollarse
localmente: como medios de rehabilitación social y mini-
mización del carácter peligroso de las personas que los
solicitaban.
En el hospital ubicado en la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, un psiquiatra coordina desde 2005 un grupo
interdisciplinario de profesionales compuesto originalmen-
te por dos endocrinólogos, una ginecóloga y el mencionado
psiquiatra. El mismo refería que a partir de 2004 surgió
la “demanda trans” de modo espontáneo primero, y luego
por derivación de profesionales y grupos activistas. El psi-
quiatra afirmaba que se vio interpelado y sensibilizado por
esa demanda. Su formación en la temática fue autodidacta
y se centró en el estudio de los protocolos de la WPATH.
Expresó que en un marco institucional y profesional signa-
do por el temor, el desconocimiento y el desinterés, fue el
primero en llevar adelante acciones para que las personas
que lo requerían pudieran acceder a los tratamientos:

Los médicos antes de la Ley de Identidad de Género no


prescribían tratamientos hormonales porque tenían miedo
que se les hicieran juicios… operar ni qué hablar, sólo con
una orden judicial, pero tampoco entendían muy bien de qué
se trataba… un cirujano plástico tampoco iba a hacer una

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 95

mastectomía si un juez no lo avalaba o yo, de alguna manera,


firmaba que esa persona lo necesitaba (…) El único que firmó
absolutamente todo fui yo (Jorge, psiquiatra).

Animarse a incursionar en la temática y asumir los ries-


gos legales y profesionales –ser descalificado por sus cole-
gas, por ejemplo- constituyó parte del relato del pionero
que lo posicionaba como autoridad no solo técnica en tér-
minos de conocimiento y trayectoria, sino también moral.
Como se afirmó previamente, las intervenciones qui-
rúrgicas sobre la genitalidad de las personas que no
tenían indicación terapéutica se encontraban explícitamen-
te prohibidas salvo que mediara una autorización judicial.
Otras prácticas quirúrgicas -como mastectomías o cirugías
estéticas- y tratamientos hormonales se emplazaban en un
terreno de indefinición legal. Ninguna norma establecía
explícitamente su prohibición. Sin embargo, los/as profe-
sionales eran reticentes a su realización frente a posibles
demandas judiciales.
Al relatar su incursión en el desarrollo de los trata-
mientos, uno de los endocrinólogos entrevistados refería su
preocupación sobre la responsabilidad legal:

Lo primero que hicimos fue buscar asesoramiento legal.


Como endocrinólogos no sabíamos qué podía pasar si había
alguna complicación o alguna demanda. Averiguamos con los
abogados del hospital y lo que nos dijeron era que si había un
aval del servicio de salud mental nosotros podíamos tratarlos
(…) Entonces lo que hicimos fue elaborar las normas de tra-
bajo y atención (Matías, endocrinólogo).

En lo que atañe a las prácticas que no intervenían direc-


tamente sobre la genitalidad, los manuales de diagnóstico
y tratamiento así como los protocolos médicos internacio-
nales les permitieron correr las fronteras de la responsabi-
lidad médico-legal. En base a las directivas del hospital, el
servicio al que pertenecía uno de los profesionales entre-
vistados seguía muy minuciosamente las normas y etapas

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96 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

clínicas estipuladas por los protocolos que, como se dijo, se


componían de un proceso de diagnóstico con psicoterapia
y luego tres etapas progresivas y obligatorias: tratamiento
psicológico, terapia hormonal y cirugía genital. Así lo des-
cribía el entrevistado:

Había un protocolo, que era el protocolo clásico, el Standard


of Care seis, antes de que saliera el siete y lo que me exigían
era que trabaje, si se quiere, científicamente (…) es decir que
había que hacer un diagnóstico… a partir de eso, experiencia
de vida real, a partir de eso hormonación y, bueno, la persona
hacía un juicio y el informe judicial que iba al juez, el juez exi-
gía un informe avalando que la persona era transexual y que
básicamente necesitaba esta operación ( Jorge, psiquiatra).

En el hospital de la ciudad de La Plata, los tratamientos


hormonales eran realizados de modo informal como parte
de un conjunto de respuestas locales a una demanda sobre
la que los profesionales no poseían suficiente conocimiento
clínico. Así lo expresaba uno de los entrevistados:

(Era) muy under… lo realizábamos por un tema de que las


pacientes venían y solicitaban tratamiento y nosotros no
teníamos cómo canalizar ese tema. Porque cuando hablába-
mos con endocrinólogos, lo que nos decían era “yo no le voy
a dar hormonas masculinas a una mujer ni hormonas feme-
ninas a un hombre, es una locura, es ilegal, vamos a ir todos
presos”. Entonces conseguimos a una ginecóloga que hacía
ginecología endocrinológica para que nos ayude y nos dé una
mano… porque la mayoría de las pacientes se automedicaba
y eso era venenoso. Entonces le dijimos “mirá, pediles los
estudios y orientalas, aunque no sea algo legal, que lo anoten
ellas” así empezamos a armar como podíamos pero la idea era
que no se automedicaran y que tuvieran controles médicos
(Germán, médico urólogo).

En un primer momento, el urólogo especialista en ciru-


gía genital reconstructiva del hospital de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires fue reticente a la realización de las

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 97

vaginoplastías frente a la posibilidad de generar daños en


personas que no sufrían de ninguna patología que, según
los criterios médicos vigentes en ese momento, justificara
clínicamente la intervención. El conocimiento de los pro-
tocolos le permitió ubicar las intervenciones dentro de la
terapéutica indicada para un trastorno. El “acondiciona-
miento de la genitalidad” –y no ya la “mutilación”- podría
aliviar el sufrimiento e incluso “resolver el problema”. Los
daños o riesgos posibles de la intervención empezaron a
formar parte de un cálculo de costo-beneficio similar al de
otras prácticas médicas:

Cuando Jorge vino hace bastante tiempo y nosotros estába-


mos cómodos sacando riñones, operando próstatas, uretras,
o lo que sea, dijimos “¿Por qué vamos a empezar a hacer
esto y meternos en algo que no sabemos y que podemos
generar daño con el bisturí? Básicamente empezaron a picar
algunos bichitos dentro de la cabeza del equipo. Vino Jor-
ge diciendo que había un factor psicológico o psiquiátrico y
que en realidad con el bisturí podíamos llegar a acondicio-
nar a estos pacientes y que podíamos resolver algo (Rodrigo,
médico urólogo).

Este médico urólogo comenzó tratando personas que


habían sido intervenidas previamente en otros países y que
se presentaban en el servicio con complicaciones post ope-
ratorias. Ello permitió eludir el requisito judicial, dado que
la intervención ya había sido realizada. En base a estas prác-
ticas, los/as profesionales del servicio acumularon conoci-
miento necesario para realizarlas “desde cero”, con la auto-
rización judicial requerida. Así lo relataba el entrevistado:

Como venían ya, entre comillas, amputadas y venían a un


centro reconstructivo de referencia, teníamos el aval o el per-
miso -o la gambeta judicial- para poder empezar a hacer este
tipo de cirugías. Hasta que un día hablamos con Jorge y nos
sentimos bastante preparados y dijimos “bueno, empecemos
nosotros a realizar estas cirugías, de novo”, y fue así que
empezamos con toda esa transición judicial, de hacerle juicio

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98 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

al Estado para que nos autorice y vinieron las autorizacio-


nes de la Corte Suprema ordenándonos realizar la cirugía de
readecuación (Rodrigo, médico urólogo).

Cuerpos que importan

Con el correr del tiempo, a los tratamientos hormonales


y vaginoplastías se agregaron otras prácticas e interven-
ciones: cirugías estéticas, faloplastias, colocación de próte-
sis mamarias, testiculares y peneanas, mastectomías, histe-
rectomías, tratamientos fonoaudiológicos, entre otros. Los
objetivos de dichas intervenciones se encontraban guiados
por presunciones culturales acerca de cómo son los cuerpos
sexuados y qué tipo de prácticas deseantes llevan a cabo
(Lavigne, 2009; Kessler, 1990).
En lo que respecta a los tratamientos hormonales, los
endocrinólogos entrevistados mencionaban distintos tra-
tamientos. Uno de ellos era reversible y era indicado a
comienzos de la adolescencia para retrasar la aparición de
los signos corporales asociados a la pubertad. El otro, apli-
cado a adultos/as, era el llamado “tratamiento hormonal
cruzado”. Se trataba de un tratamiento parcialmente rever-
sible: a más tiempo de tratamiento, menos reversibilidad. Su
objetivo era el de “suprimir los caracteres sexuales secun-
darios del sexo original y procurar que la persona adquiera
los del sexo deseada en la mejor medida y forma posible”
(Matías, endocrinólogo). El tratamiento hormonal era utili-
zado para lograr efectos “feminizantes”, tales como dismi-
nución de grasa, vello, fuerza y masa muscular, mayor sua-
vidad en la piel, aumento mamario, reducción del volumen
testicular y del eyaculado. En el caso del tratamiento hor-
monal para generar efectos “masculinizantes” los cambios
aspirados más importantes eran el cese de las menstrua-
ciones, el engrosamiento de la voz, el crecimiento del vello
facial y corporal y el aumento de masa y fuerza muscular.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 99

En lo que refiere a los tratamientos quirúrgicos sobre la


genitalidad, el objetivo de las vaginoplastías era el de cons-
truir una vulva y una vagina similar a las vulvas y vaginas
“nativas” en términos estéticos, funcionales al coito hetero-
sexual y sensibles. En el caso de las faloplastias, la técnica
constaba de distintas intervenciones. Las expectativas de
mímesis con la genitalidad “natural” no siempre alcanzaban
las expectativas de profesionales y usuarios/as. Uno de los
médicos urólogos entrevistados refería al respecto:

La vaginoplastía es perfecta desde el punto de vista de lo que


es estética, función, placer, es perfecta… la vaginoplastía, si
no sos médico, es casi imposible de darte cuenta. En cambio,
la faloplastia vos la ves y te das cuenta de que hay algo que no
va, es un pene que le permite tener relaciones, desde el punto
de vista placentero no es tan placentero porque es tejido, pero
tampoco es un tejido sensible y desde el punto de vista de la
erección necesita prótesis (Germán, médico urólogo).

A diferencia de la vaginoplastía, que podía ser realizada


en una única intervención, la faloplastia incluía varias inter-
venciones que debían ser realizadas en distintos momentos.
Las intervenciones eran: histerectomía, faloplastia, escro-
toplastia, uretroplastia, colocación de prótesis testicular
y peneana. El objetivo de su realización era lograr un
“falo cosmético con capacidad sensitiva y eréctil” (Germán,
médico urólogo). Al realizar estos tratamientos, la expec-
tativa era la de alcanzar un grado de similitud tal con la
genitalidad “natural” que ningún/a observador/a externo/a
pudiera reconocer que se trataba de una corporalidad pro-
ducida por medios quirúrgicos.
Los profesionales entrevistados proyectaban una cor-
poralidad ideal no solo en términos morfológicos y de apa-
riencia sino también deseantes y performantes: penes que
pudieran penetrar vaginas “naturales” y vaginas que pudie-
ran ser penetradas por penes “naturales”. Se trataba de tra-
tamientos que tenían por objetivo “restituir” artificialmente

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100 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

una naturaleza definida en términos ideales y normativos.


La noción de éxito y fracaso se definía en función de la posi-
bilidad de crear cuerpos que se acercaran a dicho ideal.

Del peligro al riesgo

En 2011, la Revista de la Sociedad argentina de endocrinología


ginecológica y reproductiva publicó el artículo titulado “Tras-
torno de identidad de género (TIG), un enfoque integral”,
escrito por el médico endocrinólogo Uriel Marcelo Pra-
gier. El artículo condensó el conocimiento acumulado en
la temática en el ámbito local y un cambio de perspectiva
en los discursos validados al interior del escenario médico
en torno a los tratamientos de construcción corporal trans.
Comparando su contenido con el de los artículos publica-
dos en la década de 1970 y 1980, del peligro social y el
delito se dio paso a una noción amplia de riesgo con sus
matices y gradaciones. En ese artículo se le otorgaba parti-
cular importancia al riesgo de suicidio de las personas trans,
previo y con posterioridad a la realización de los tratamien-
tos. El mismo sostenía que los tratamientos reducirían la
tendencia de suicidio. En la medida en que respondieran
a un “verdadero” deseo por la transición, su realización
reduciría fuertemente la angustia experimentada por los/as
pacientes. Por el otro, en los casos en los que el diagnóstico
no hubiera sido realizado de forma correcta, podrían des-
encadenar situaciones de crisis que podrían conducir, en los
casos de mayor gravedad, al suicidio. Frente al temor por la
posibilidad de que los/as pacientes cometieran suicidio con
posterioridad a los tratamientos, el artículo afirmaba que
el trabajo interdisciplinario ofrecía un resguardo clínico y
profesional necesario para minimizar las posibilidades de
aparición de efectos no deseados. En este mismo sentido,
uno de los endocrinólogos entrevistados afirmaba:

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 101

La angustia y la ideación suicida se reducen inmediatamente


después de iniciado el tratamiento, se produce una apertura
y se alivia la angustia aunque hay un pequeño porcentaje que
presenta un empeoramiento después de la transición y por
eso nosotros insistimos en que el equipo de salud tiene que
acompañar todo el proceso en forma permanente (Matías,
endocrinólogo)

Como ya se dijo, en ese período las intervenciones


quirúrgicas genitales debían contar con una autorización
judicial para ser realizadas. Dichos procesos debían contar
con una serie de pericias médicas y psicológicas a fin de
corroborar los criterios diagnósticos de los manuales inter-
nacionales. Como afirmaba el artículo recién mencionado,
un diagnóstico correcto minimizaba el riesgo de arrepenti-
miento. Pero por tratarse de un riesgo de vida, la posibili-
dad de arrepentimiento era entendida por los profesionales
en términos éticos y de deontología profesional, antes que
como un problema de índole netamente legal. Uno de los
cirujanos afirmaba:

Como médico no es agradable operar a alguien y en vez de


solucionarle el tema, complicarle la vida. La mayoría de los
mensajes que tenemos son “doctor, gracias, usted me cambió
la vida”, no es muy agradable recibir “doctor mi hermano se
mató por lo que ustedes le hicieron”. Entonces no pasa por
un tema legal, pasa por un tema médico y de que uno hace las
cosas para mejorarle la vida a la gente, no sería muy agradable
saber que uno operó a alguien, que es irreversible y que esa
persona se arrepiente (Germán, médico urólogo).

Este entrevistado establecía una diferenciación entre


lo legal y lo médico. Lo médico, al decir del profesional,
tendría por objetivo “mejorarle la vida a la gente”. En vir-
tud de esta distinción, los/as profesionales se guiaban por
los procedimientos protocolizados que les permitían mini-
mizar el riesgo o la incertidumbre de generar malestar en
los/as pacientes.

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102 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Tal como se desarrolló en el capítulo anterior, los pri-


meros saberes elaborados en torno a la corporalidad trans
tenían por objetivo controlar una porción de la población
entendida como peligrosa. En dicho esquema interpretati-
vo lo que debía ser resguardado y protegido era el orden
social y la moral pública. No había grados posibles de inter-
vención de la corporalidad si ello contradecía las normas
binarias de género. La prohibición médico-legal era taxati-
va. Cuando los tratamientos de construcción corporal trans
comenzaron a ser realizados en un marco de semi legalidad
se dio paso de una noción de peligro social a una de riesgo
individual. El suicidio era el principal riesgo a ser gestiona-
do por los profesionales pioneros en base a los indicadores
presentes en los protocolos internacionales que permitían
identificar la probabilidad de aparición de casos de ten-
dencia al suicidio en función de indicadores pre-definidos.
En base a la cuantificación y medición de un conjunto de
casos se correlacionaban ciertas características individuales
(edad, antecedentes psiquiátricos, inserción laboral, inser-
ción social, vínculos familiares, etc.) con la tendencia al
suicidio (Pragier, 2011).
Siguiendo a Foucault (1999), ambas formas de gestión
de riesgo -la del peligro social y la del riesgo individual-
constituyen estrategias biopolíticas que se vinculan con
las mutaciones en las prácticas y discursos médicos como
estrategia de gobierno de los cuerpos (Foucault, 1999). Para
Mitchell Dean (1998), el riesgo es una forma de ordenar una
realidad caótica e imprevisible a fin de tornarla interpre-
table, medible y proyectable, en definitiva, gobernarla. Esta
mutación en las formas de gestión del riesgo en los trata-
mientos de construcción corporal trans es inherente a la
constitución de un dispositivo clínico de la transexualidad
(Bento, 2006). Se trata de un dispositivo normalizador que
tiene en su horizonte la construcción de un saber positivo
en torno a su objeto, en base a las reglas de formación dis-
cursiva de la medicina moderna.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 103

Entender el desarrollo de los tratamientos médicos


de construcción corporal trans exclusivamente como una
amenaza para el orden natural, moral y social las arrojó a
la ilegalidad y clandestinidad. Visibilizarlas como un tras-
torno, por el contrario, las tornó legibles –en el sentido
de la inteligibilidad cultural, pero también de su ingreso
dentro de lo judiciable y legislable- y gestionables en la
esfera del gobierno de lo clínico. Al momento de realizar las
intervenciones quirúrgicas y tratamientos hormonales los
profesionales entrevistados proyectaban una corporalidad
ideal en términos morfológicos, deseantes y performantes
en base a las representaciones normativas imperantes res-
pecto a cómo deben ser y qué funciones deben realizar
vaginas y penes naturales.

Recapitulación y conclusiones

En este capítulo abordé la emergencia y desarrollo en


Argentina de discursos y prácticas médicas desplegadas en
torno a sujetos cuyas identidades y corporalidades desafia-
ban las normas de género dominantes. Los primeros sabe-
res producidos en torno a las corporalidades trans fue-
ron elaborados en el marco de la medicina legal y forense.
Tenían por objetivo controlar un sector de la población
entendida como peligrosa. En ese esquema debía ser res-
guardado y protegido el orden social y la moral pública, en
base a un ideal de verdad natural. No había grados posibles
de intervención de la corporalidad si ello contradecía las
normas binarias de género. La prohibición médica, legal y
moral era taxativa.
Cuando los tratamientos de construcción corporal
trans comenzaron a ser realizados en un marco de semi
legalidad en base a las autorizaciones judiciales, se dio paso
de una noción de peligro social a una de riesgo individual,
centrado en el riesgo de suicidio. Dejó de operar entonces

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104 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

una distinción tajante entre lo permitido y lo prohibido. Se


desplegó un proceso de una evaluación individual, minu-
ciosa y pormenorizada en cada uno de los casos. Al relatar
el proceso que los llevó a incursionar en esos tratamientos,
los profesionales pioneros invocaron sentimientos humani-
tarios tales como valentía (frente a los riesgos profesionales
y legales que asumieron) y compasión (al verse interpelados
por la necesidad de las personas trans).
Las condiciones para el desarrollo de un saber específi-
co sobre los tratamientos médicos de construcción corporal
trans obedecieron a la habilitación judicial de dichas inter-
venciones. Los/as jueces/zas a cargo de la evaluación de
los pedidos procuraron responder la pregunta sobre quién
poseía el legítimo derecho de decidir en torno al uso de las
tecnologías médicas disponibles de transformación corpo-
ral y cuál era el límite de la autonomía de los sujetos para
decidir sobre sus cuerpos.
Como se verá en los capítulos que siguen, dicho límite
fue corriéndose en base a las demandas de los propios
sujetos y a la presencia del activismo en el espacio públi-
co. En el escenario judicial particularmente, los discursos
que sustentaron esos corrimientos fueron los de la bioética,
los derechos humanos y los derechos de los/as pacientes.
Estos lograron instalar nuevas miradas y sentidos sobre los
tratamientos médicos de construcción corporal trans en el
escenario judicial.

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3

El escenario judicial

El tribunal de los Cuerpos

En este capítulo abordo los modos en los que el escenario


judicial co-configuró, junto al campo médico, los sentidos
oficiales en torno a las intervenciones quirúrgicas sobre la
genitalidad de las personas trans1. Describo y analizo las
respuestas judiciales a los pedidos para acceder a las inter-
venciones quirúrgicas genitales, observando cambios en las
voces, argumentos y discursos.
Divido los tipos de respuesta judicial a los pedidos
acceso a las intervenciones médicas de construcción corpo-
ral en tres tipos. El primero se caracteriza por la denega-
ción de los pedidos y la penalización de los/as profesiona-
les que las realizaban sin autorización; el segundo se basa
en la autorización de las intervenciones imponiendo como
requisito la corroboración pericial del “Transexualismo” o
el “Trastorno de la identidad de género” en base a las defi-
niciones de los manuales diagnósticos de circulación inter-
nacional; el tercer tipo de respuesta autoriza los pedidos de
acceso a las cirugías amparándose en una noción de autono-
mía menguada para las personas trans. En cada uno de estos
tres momentos cobraron centralidad distintas nociones: la
del peligro, la del sufrimiento o la de la autonomía.

1 Agradezco a María Eugenia Monte por su atenta lectura y sugerencias en el


proceso de elaboración de este capítulo.

teseopress.com 105
106 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

En este capítulo afirmo que estas transformaciones dis-


cursivas obedecieron a cambios acaecidos al interior del
campo judicial, en especial la incorporación de la corriente
de la bioética principialista y los sentidos que el activismo
trans local e internacional hizo ingresar en los escenarios
estatales2.

Las reglas de producción discursiva del escenario


judicial

El escenario médico y el estatal se demarcaron mutuamente


los límites de acción e intervención sobre los cuerpos trans.
La Ley Nº 17.132 de Ejercicio de la Medicina sanciona-
da en 1967 prohibía a profesionales de la salud “practi-
car intervenciones que provoquen la esterilización sin que
exista indicación terapéutica perfectamente determinada y
sin haber agotado todos los recursos conservadores de los
órganos reproductivos” (Art. 20 inc. 18º). Antes de esa nor-
mativa, el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional N° 6.216
de 1944 impedía “practicar intervenciones que provoquen
la esterilización en la mujer, sin que exista una terapéutica
perfectamente determinada y sin haber agotado todos los
recursos conservadores de los órganos reproductivos”. El
Código Penal, en su artículo 91º establecía que “se impon-
drá reclusión o prisión de tres a diez años si la lesión produ-
jere una enfermedad mental o corporal, cierta o probable-
mente incurable, la inutilidad permanente para el trabajo,
la pérdida de un sentido, de un órgano o de un miembro,
del uso de un órgano o un miembro, de la palabra o de la
capacidad de concebir” 3. Con estas regulaciones, el Estado
marcó límites de acción a los/as profesionales de la salud en

2 Partes de este capítulo fueron publicadas en Farji Neer (2012; 2017a; 2017b;
2018a).
3 Correspondiente al Libro Segundo, De los delitos, Título I, Delitos contra
las personas, Capítulo II, Lesiones.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 107

lo que atañe a la posibilidad de intervenir quirúrgicamente


la genitalidad de las personas, independientemente de la
voluntad de las mismas.
Hasta la sanción de la Ley de Identidad de Género
en 2012, contar con una autorización judicial era condi-
ción necesaria para que las personas pudieran acceder a
las transformaciones corporales que intervenían quirúrgi-
camente su genitalidad de modo legal. Para obtener dicha
autorización debían poner sus deseos, cuerpos y vivencias a
disposición de peritos y jueces/as.
En este capítulo analizo la transformación en los dis-
cursos elaborados por los/as jueces/zas al evaluar los pedi-
dos de autorización para el acceso a las cirugías de “cambio
de sexo” o “reasignación sexual” y al juzgar las acciones
de los/as profesionales de la salud que las realizaron sin
el aval judicial. Indago en los argumentos y los discursos
presentes en el entramado polifónico de los fallos: las voces
de profesionales de la salud, operadores/as judiciales (jue-
ces/zas, abogados/as, peritos) y las personas solicitantes, la
doctrina jurídica, el discurso científico, el de los derechos
humanos y el de la bioética. Asimismo, abordo el rol que
se le asignó al cuerpo en los esquemas argumentales desa-
rrollados en los fallos.
Sostengo que en dichas tramas judiciales el cuerpo
tomó el lugar de objeto o fin de pero también de pre-
requisito. Se lo ubicó como objeto de las decisiones judi-
ciales, ya que el objetivo de las personas que realizaban los
pedidos era el de acceder a intervenciones médicas para
transformar ciertos aspectos de su corporalidad vinculados
a su vivencia del género y la sexualidad. Pero se lo colocó
también como pre-requisito en la medida en que los/as jue-
ces/zas evaluaban las características o disposiciones corpo-
rales que portaban las personas con anterioridad a las inter-
venciones. El objetivo de dicha evaluación era identificar si
existía un “estado de necesidad” que ameritara la interven-
ción quirúrgica sobre la genitalidad. El mismo podía justi-
ficarse a partir de la presencia de enfermedades somáticas

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108 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

que requirieran la intervención o bien la corroboración


pericial de los cuadros de “Transexualismo” o “Trastorno de
la identidad de género”.
Antes de adentrarme en el análisis de los fallos judi-
ciales, abordaré las reglas de producción y circulación del
discurso judicial. En principio, su poder performativo -en el
sentido de configurar sujetos y realidades jurídicas a través
del propio acto enunciativo (Austin, 1988: 49)- proviene
del rol que ocupa la institución judicial en las sociedades
modernas y occidentales. Estas pretenden monopolizar la
justicia legítima. Sus expresiones deben estar avaladas por
los procedimientos formales convencionales y por parte de
las personas investidas de la autoridad requerida a tal fin.
Para el filósofo del derecho Enrique Marí (1994), el discurso
judicial cifra de un modo particular los fenómenos extra-
judiciales y constituye un registro propio de lo real. Este
registro está compuesto por ficciones jurídicas. Por ejem-
plo, el derecho puede dar validez jurídica a ciertos hechos
aunque ello implique una alteración de los tiempos crono-
lógicos, siempre y cuando ello encuentre su fundamento en
una utilidad o valor jurídico superior (Marí, 1994). Silvia
Chejter (1990) afirma que existen lógicas particulares inhe-
rentes al ritual jurídico de la producción de fallos judiciales.
Según Chejter, el evento jurídico se distancia de los sucesos
tal como son vividos por sus protagonistas. Los expedien-
tes conforman relatos polifónicos en los que se alternan
voces de distintos actores con diferentes registros, funcio-
nes y temporalidades: testimonios, peritajes, doctrina, defi-
niciones elaboradas por jueces/zas, fiscales y/o abogados/
as. La resolución de los casos se encuentra siempre en diá-
logo con el exterior judicial. Detrás de sus tecnicismos se
encuentra un trasfondo social, ético, ideológico y político.
Es decir, un marco de correlaciones de fuerza en el que
se juegan los intereses, creencias y valoraciones de los/as
operadores judiciales que intervienen en los casos. A su vez,
justicia y verdad no son conceptos dados de suyo ni uni-
versales: la juridicidad necesita de la veridición (Foucault,

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 109

2014). Ambas dependen de procedimientos y rituales. Se


configuran en el marco de contextos políticos y culturales
específicos.

El cuerpo, un bien indisponible

Una intervención mutilante


El primer fallo que abordaré fue producido en 1966 por
la Cámara Nacional en lo Criminal y Correccional de la
provincia de Buenos Aires. Allí se acusaba a un médico ciru-
jano de realizar una cirugía genital prohibida por Ley. La
carátula del fallo era “Lesiones gravísimas, operación qui-
rúrgica”. El juez entendió que se trataba de una operación
mutilante y castrativa, viable jurídicamente solo en caso de
comprobar la existencia de una enfermedad somática que la
justificara. La operación consistió en “la amputación de su
pene, extirpación de ambos testículos, epidídimos y sección
de ambos cordones espermáticos, habiéndosele implanta-
do la uretra en el periné y confeccionado una pseudovulva
en las bolsas” (Fallo “S. M., R.”). El relato del fallo estuvo
orientado a determinar el carácter lícito o ilícito de dicha
intervención en base a dos dimensiones: la presencia o no
de una enfermedad que justificara la intervención y el con-
sentimiento de la víctima como factor atenuante.
El expediente se componía de distintos documentos.
Algunos de ellos fueron producidos a pedido del juez como
parte de la operatoria de producción de verdad judicial:
informes médico-forenses (pericias clínicas, psicológicas y
un informe de laboratorio), declaraciones de la enfermera y
el anestesista presentes en la operación, declaraciones de un
cirujano plástico y un cardiólogo que atendían a la persona
intervenida con anterioridad a la operación y relatos de
distintos/as allegados/as a la persona a la que se le realizó
la intervención. Otros documentos fueron secuestrados en
la clínica en la que se realizó la intervención: una ficha

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110 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

personal, fotografías, recetas de medicamentos, informes de


laboratorio e indicaciones médicas. El fallo incorporó a su
corpus documental distintos tratados de anatomía patológi-
ca y el Código de Ética Médica de la Confederación Médica
Argentina de 1965.
La inclusión de los testimonios tenía por objetivo inda-
gar en el motivo real de la intervención realizada, ya que
otros/as profesionales y auxiliares presentes en la interven-
ción habían declarado que “sus servicios fueron requeri-
dos bajo el pretexto de que debía extirpar un carcinoma
a un enfermo que lo tenía radicado en el pene” (Fallo “S.
M., R.”). Al mismo tiempo, un allegado de la persona había
afirmado que:

Tenía la absoluta seguridad de que la operación consistió en


amputarle sus órganos genitales, “con el único fin de con-
vertirlo en mujer, dado que toda su vida había deseado per-
tenecer al sexo femenino. Que es totalmente imposible que
sufriera una enfermedad de cáncer en los órganos genita-
les que justificara tal operación, dado que de haber sido así
hubiera sido una de las personas que se habría enterado”
(Fallo “S. M., R.”).

Siguiendo lo expuesto en el fallo, la persona cuyos


genitales habían sido intervenidos quirúrgicamente había
iniciado el pedido de autorización judicial para su realiza-
ción en 1964. Al momento de la sentencia, ese pedido aún
no había obtenido respuesta. El juez retomó las pericias
realizadas por los médicos forenses en aquel expediente.
Las mismas afirmaban:

Que M. F. “presenta una personalidad anormal del tipo de las


desviaciones sexuales (variedad homosexual por tendencia);
2) la intervención quirúrgica a la que desea someterse no le
reportará ningún beneficio en su salud mental ni en su salud
física, porque además de destruirle varias vías nerviosas que
condicionan la posibilidad actual de alcanzar un orgasmo no
originará un total cambio de sexo sino un símil de la anatomía
y fisiología femenina genital; 3) en última instancia no se

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 111

tratará jamás de un ortodoxo cambio de sexo sino de una ope-


ración mutilante, castrativa, seguida de la confección de un
disvirtículo por plástica destinado a recibir presumiblemente
un pene, pero que distará de poseer anatómica, histológica y
neurológicamente las características de una vagina verdadera
y por fin, de que no propiciaban ni aconsejaban el “pseudo
cambio de sexo quirúrgico” (Fallo “S. M., R.”).

En continuidad con estas concepciones, el Fiscal de


Cámara determinó que el acusado había intervenido sobre
“un bien indisponible”, “con un fin inmoral”, y que la opera-
ción quirúrgica realizada desafiaba “la más primaria de las
leyes sociales –ley anterior a todas las normas de derecho
y moral-: la preservación de la especie”. En base a estas
consideraciones, el juez condenó al cirujano por el delito de
“lesiones gravísimas”.
La sentencia se sustentaba en la idea de que la ope-
ración realizada no podría crear una anatomía femenina
verdadera y que, más allá de la solicitud de la persona, voces
expertas podrían afirmar que dicha intervención no le trae-
ría el alivio psíquico reclamado. Asimismo, no estaba sola-
mente en juego la salud mental o física de la persona inter-
venida, sino también la salud de todo un conjunto social y
sus primarias leyes morales.
La segunda instancia4 respondió al pedido del impu-
tado de considerar el consentimiento de la persona a la
que se le había realizado la intervención como atenuante
de la pena5. En respuesta, el juez afirmó que el argumento
del consentimiento no era pertinente, ya que el pedido se

4 Una segunda instancia es la revisión de una decisión de un tribunal de pri-


mera instancia realizada por un tribunal de segunda instancia ante el cues-
tionamiento (recurso de apelación) que realizan el/los actor/es del proceso
judicial de la decisión del tribunal de primera instancia.
5 Previo a la sanción de la Ley de Identidad de Género, el artículo 19º de la
Ley Nacional de Ejercicio de la medicina establecía que para los casos de
“intervenciones mutilantes” debía contarse con la conformidad escrita de
los/as pacientes, salvo en los casos de inconsciencia, alienación o cuando
por motivos de gravedad el caso no admita demoras (Art. 19, inc. 3º).

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112 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

encontraba “viciado de un mal psíquico” y agregó que, aun-


que el consentimiento hubiera sido viable, la persona “no
podía ser somáticamente convertido en mujer; el desacuer-
do entre cuerpo y psiquis no podía ser realmente remediado
por ese medio” (Fallo “S. M., R.”).
El análisis del fallo “S. M., R.” permite afirmar que en
dicho contexto las intervenciones eran efectivamente rea-
lizadas aunque de modo clandestino. Las pericias y testi-
monios tenían por objetivo indagar en la existencia o no
de una patología o padecimiento que justificara legalmen-
te la intervención y descartara la necesidad de evaluar la
responsabilidad médica. Una vez corroborado que la inter-
vención había sido realizada a pedido de la persona, se abría
un nuevo campo de indagación: determinar en qué medida
dicho interés armonizaba o se contraponía con los bienes
jurídicos por los que los jueces debían velar.
En el fallo abordado se esgrimieron dos argumentos
para afirmar la sentencia que declaraba culpable al cirujano
por llevar a cabo una intervención penada por la Ley: la
indisponibilidad del propio cuerpo en base a las normas
morales vigentes y leyes naturales y el carácter ficticio de la
genitalidad a lograr por medio de la intervención.

Los derechos del individuo y los derechos


de la sociedad
En 1974, otra sentencia fue producida por el juzgado Nº 14
de la 1º Instancia en lo Civil de la Capital Federal. El fallo se
caratuló “Autorización judicial-improcedencia”. Se trataba
de la evaluación de una solicitud para acceder a una inter-
vención quirúrgica genital de una persona asignada al nacer
al sexo masculino. En este caso, el fallo fue producto del
pedido de autorización de la persona directamente implica-
da. El expediente estuvo conformado por pericias médicas y
psicológicas. Un primer examen de diagnóstico físico tuvo
por objetivo indagar en las características morfológicas de
la genitalidad de la persona que solicitaba la autorización.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 113

El juez también dispuso la realización de un examen de tipo


genético (“estudio de cromatina sexual en la mucosa bucal”).
Ambas pericias arrojaron que se trataba de un sujeto perte-
neciente al sexo masculino cuyos órganos genitales gozaban
de buena salud. Se sumó también un examen psicológico
que tenía por objeto “explicar los motivos que tiene el actor
para pretender operarse” (Fallo “N. N.”) En base a interro-
gatorios y tests, la pericia psicológica determinó que:

Se está en presencia de un sujeto psíquicamente desequili-


brado y de conformación morfológica perfectamente mas-
culina; sus angustias y sus inclinaciones por el travestismo
y sus peculiaridades de conducta que lo sitúan en el transe-
xualismo, tienen origen en desviaciones eminentemente psi-
cológicas (y) se infiere el enfoque paranoico del sujeto y la
posibilidad de que, dado el monto de su heteroagresividad
puede llegar a revestir peligrosidad (Fallo “N. N.”).

En base a las pericias, el juez descompuso el problema


jurídico en tres dimensiones: el carácter de la cirugía genital
solicitada -que entendió como mutilación-, el alcance de los
derechos del individuo para decidir respecto a una “inter-
vención mutiladora” y el alcance de los derechos de la socie-
dad a oponerse a que el individuo disponga libremente de
su cuerpo. En base a dichas consideraciones, afirmó que
dicha intervención no restituiría el sujeto a la “normali-
dad” y que, en caso que la intervención no cumpliera con
sus expectativas, profundizaría sus “tendencias depresivas y
suicidas” (Fallo “N. N.”). Con estos argumentos rechazó el
pedido de autorización solicitado.
Tanto en esta como sentencia como en la anterior se
encontraba en entredicho la validez o invalidez del consen-
timiento de las personas solicitantes y las posibilidades de
reconocer sus deseos de construcción corporal en el marco
de la vigencia de un orden político, social y moral restric-
tivo. Las decisiones de los jueces respondían interrogantes
respecto a quién tenía el legítimo derecho de decidir en
torno al uso de las tecnologías médicas disponibles para

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114 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

transformar la corporalidad y en qué medida las personas


solicitantes eran autónomas para decidir sobre sus cuerpos
y para sopesar los riesgos asociados a las intervenciones
quirúrgicas en cuestión.
La imposibilidad de reconocer la decisión de las perso-
nas en lo que refiere a intervenciones quirúrgicas sobre su
genitalidad se sustentó en dos pilares. En primer lugar, se
asoció el deseo de transformación corporal a la “desviación
sexual”, entendida esta como un mal psíquico o patología.
A su vez, se entendió a las intervenciones quirúrgicas en
cuestión como mutilaciones. El discurso de la patología le
quitaba racionalidad al pedido y lo inscribía en una dis-
cusión en torno a la capacidad o incapacidad del sujeto
para decidir sobre su cuerpo. Dicha discusión se basaba en
definiciones normativas de los conceptos de salud y enfer-
medad. Cifraba como enfermedad cualquier aspiración cor-
poral que desafiara lo que “debe ser” y colocaba ese “deber
ser” en el lugar de lo universal, lo normal y lo esperable.
Como corolario, la salud se presentaba no como un dere-
cho, sino como un deber. Como señala Miriam Ventura
(2010) en su estudio sobre sentencias similares elaboradas
por tribunales brasileros, estos fallos pueden encuadrarse
en el fenómeno de la “iatrogenia por acto judicial” (2010:
149). Es decir, decisiones judiciales que hacen uso de los
argumentos médicos para negar derechos e imponer mode-
los de comportamiento definidos moralmente.
El segundo pilar en el que se sustentaban las sentencias
negativas era el argumento de la imposibilidad de generar
anatomías femeninas o masculinas “auténticas” por medios
quirúrgicos. Dado que el cometido de los/as jueces/zas era
velar por la verdad de los cuerpos –entendida en base a
una supuesta naturaleza inmodificable-, debían oponerse
a la realización de intervenciones que no hacían más que
emular artificialmente la genitalidad natural.
Si bien con el correr del tiempo la consideración de la
imposibilidad de crear una genitalidad auténtica por medios
quirúrgicos se mantuvo, se transformó el modo en que los/

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 115

as jueces/zas interpretaron la función social de la artifi-


cialidad en base a los marcos discursivos ofrecidos por los
derechos humanos, la salud integral y los derechos de los/
as pacientes.

La justicia frente al hecho consumado

Un azar natural y desdichado


Los fallos recién descritos expresan una modalidad vigente
en el escenario judicial durante casi treinta años. Esta se vio
modificada en 1994, cuando la Cámara 1º de Apelaciones
en lo Civil y Comercial de San Nicolás revocó una sentencia
que denegaba la autorización para acceder una intervención
quirúrgica con el fin de “adecuar las anotaciones registrales
y los genitales al sexo femenino” de una persona registrada
con el sexo masculino. La sentencia negativa consideraba
que el sexo genético era el elemento inmodificable que defi-
nía la sexualidad y debía ser resguardado por el derecho y
la justicia. Afirmaba que “el mismo no puede ser alterado
por una decisión unilateral, por estar involucrado el orden
público y la moral social” (Fallo “L., J. C.”).
La incorporación de los tratados de derechos humanos
a la reforma de la Constitución Nacional de 1994 configuró
un marco normativo favorable a decisiones judiciales que
reconocieron las decisiones de los sujetos sobre sus propios
cuerpos6. La segunda sentencia se fundamentó en el Pacto

6 Los tratados que fueron incluidos en el artículo 75º, inciso 22º mediante la
reforma constitucional de 1994 son la Declaración Universal de Derechos
Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Cul-
turales, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención para la Preven-
ción y la Sanción del Delito de Genocidio, la Convención Internacional
sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, la Con-
vención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra
la Mujer, la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles,
Inhumanos o Degradantes, la Convención sobre los Derechos del Niño, la

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116 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de San José de Costa Rica que en su artículo 5° contem-


pla el derecho de las personas al respeto de su integridad
física, psíquica y moral. También se basó en un fallo de
la Corte Europea de Derechos Humanos de diciembre de
1992 en el que se condenó a Francia por no haber aprobado
una solicitud de rectificación de nombre y sexo legal. En la
construcción argumental de la segunda instancia se agregó
el testimonio de la persona solicitante, registro ausente en
los fallos anteriormente analizados.
La pericias médicas de la segunda instancia reconfir-
maron el diagnóstico de “seudohermafroditismo”, esto es,
un estado de “indefinición congénita” de la genitalidad. El
examen morfológico establecía que los órganos sexuales de
la solicitante eran “carente(s) de aptitud copulativa”. A los
ojos de quienes se desempeñaron como peritos, ello deter-
minaba la imposibilidad “anatómica y funcional” de com-
portarse como un varón. Las pericias psicológicas afirma-
ron que su conducta se correspondía con una típicamente
femenina “pero de una feminidad natural, sin afectación
ni acicalamiento: lejos, muy lejos, de otras situaciones en
que la exageración de rasgos, la ostentosidad, es la nota”
(Fallo “L., J. C.”), estableciendo distinciones entre el traves-
tismo y la transexualidad. Allí se afirmaba que, mientras
que el interés de las personas seudohermafroditas era el de
superar la ambigüedad genital que padecen, las personas
transexuales buscaban “escapar” del sexo que les vino dado
de nacimiento. El sufrimiento asociado a una condición
somática no elegida -un “azar natural y desdichado” (Fallo
“L., J. C.”)- permitió que el fallo fuera favorable al pedido.
La decisión también reconoció los componentes sociales y
psicológicos del sexo por sobre los genéticos y ponderó la
identidad de la persona.

Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los


Crímenes de Lesa Humanidad, la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y
la Convención Interamericana sobre la Desaparición Forzada de Personas.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 117

En el texto del fallo se expresó que la intervención


quirúrgica tenía como fin corregir el “dimorfismo genital
congénito” y superar la situación de ambigüedad que le
producía a la persona solicitante dificultades en el ejerci-
cio de derechos constitucionales básicos. La operación en
debate no fue entendida como mutilante sino como correc-
tiva y terapéutica. La misma tenía por objetivo “solucio-
nar un padecimiento personal profundo” (Fallo ““L., J. C.”).
La exposición del sufrimiento frente a una situación invo-
luntaria -en este caso una dolencia somática hereditaria-
permitió dar curso favorable al pedido. Siguiendo los argu-
mentos del fallo, no se trató de avalar una elección volun-
taria considerada contraria a las leyes morales y naturales,
sino la respuesta médica a una necesidad ponderada clí-
nicamente. La intervención del derecho permitía restituir
artificialmente una naturaleza errada (Kessler, 1990). A su
vez, la performance femenina correcta, mesurada y pruden-
te de la solicitante, que la diferenciaba de una expresión
“escandalosa” asociada al travestismo, terminó de inclinar la
balanza por la decisión favorable. El fallo instituyó entonces
una jerarquía de formas de ambigüedad sexual: mientras
que las no elegidas podrían aspirar a ciertos derechos, aque-
llas entendidas como caprichosas y escandalosas, no. Sin
embargo, ofició de antecedente para el desbloqueo de las
decisiones judiciales en torno al reconocimiento legal de la
identidad de personas que se identificaban con un género
distinto al asignado al nacer. También permitió que algu-
nos/as profesionales de la salud comenzaran a capacitarse
en las técnicas quirúrgicas solicitadas por aquellas personas,
tal como se desarrolló en el capítulo anterior.

La culminación de una transformación


La primera vez que en Argentina un fallo autorizó el
cambio de nombre y sexo registral fue en 1997. El mismo
fue producido por el Juzgado de 1° Instancia en lo Civil
y Comercial Nº 8 de Quilmes, Provincia de Buenos Aires.

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118 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

La persona solicitante no presentaba ninguna enfermedad


genética o somática que, en base a los criterios vigentes en
ese momento, justificara la autorización. La sentencia colo-
có como antecedente jurisprudencial el fallo recién aborda-
do y un fallo en minoría del Juez Calatayud de la sala F de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil de la Capital
Federal de 19897. No fue necesario evaluar la viabilidad
de la intervención quirúrgica, ya que la misma había sido
realizada previamente en Chile. Por ello, en lo que refiere
a la modificación de la corporalidad, los jueces también
decidieron sobre el hecho consumado.
Intervinieron como peritos un médico legista (quien
realizó un examen morfológico en el que se corroboró la
operación realizada), dos psicólogos y un psiquiatra. Este
último afirmó que la persona solicitante se encontraba
“libre de síntomas psicopatológicos” y que carecía de “pro-
blemas en su identificación psicosexual, que es netamente
femenina” (Fallo “M. M.”).
La decisión favorable se encuadró en la doctrina de los
derechos humanos, en particular, en el derecho a la no dis-
criminación. Este argumento normativo permitió ponderar
la protección de la individualidad frente ciertas formas ava-
sallantes de ejercicio del poder.
La sentencia adoptó una argumentación similar a la
del fallo antes abordado. Las consideraciones respecto a la
enfermedad genética fueron retomadas y adaptadas para
decidir en torno a un “caso de transexualismo”. Las consi-
deraciones jurídicas sobre la enfermedad somática se equi-
pararon con las de un presunto trastorno psiquiátrico. Des-
de esa óptica, el pedido de autorización no fue entendido
como resultado de un obrar libre y caprichoso sobre el bien
indisponible del cuerpo, sino de la imperiosa necesidad de

7 El mismo se posicionó a favor del pedido de modificación de nombre y sexo


registral de masculino a femenino en virtud de una entrevista que tuvo con
la persona solicitante. En dicho encuentro el juez se vio impactado por “su
apariencia y modales, absolutamente femeninos” (Fallo P., F.N.”). La senten-
cia final fue negativa ya que el resto de la cámara se pronunció en contra.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 119

intervenir sobre una dolencia psíquica. Lo que permitió


equiparar ambas formas de supuesta enfermedad (somática
y psíquica) fue la corroboración de sufrimiento, ya que la
decisión autónoma sobre el propio cuerpo aún no consti-
tuía un argumento habilitante.
Tanto en este fallo como en el analizado anteriormente,
el reconocimiento de estos pedidos requirió corroborar el
sufrimiento psíquico originado en una condición ambi-
gua, sea anatómica (“pseudo hermafroditismo”) o fruto de
la no coincidencia entre genitalidad e identidad (“transe-
xualismo”).
El rol que se le dio al sufrimiento en la estructura
argumental de ambos fallos expresaba el peso de lo moral
en los discursos públicos sobre el cuerpo. No se trataba
ya de una moral del peligro social frente a la desviación
sino de sentimientos humanitarios que también poseen una
naturaleza moral. Didier Fassin (2003) analiza una forma de
gobierno de los cuerpos en la que no se busca la adaptación
de los cuerpos a un modelo de cuerpo sano y normal, sino
que el cuerpo enfermo -o sufriente- es el recurso utilizado
para reivindicar distintos tipos de derechos8. Estos pue-
den implicar directamente al cuerpo –como el derecho a
la salud- o bien, el sufrimiento puede ser invocado para la
demanda del derecho al trabajo, a la vivienda o, como en
el caso analizado, para el reconocimiento legal de la propia
identidad. El autor la caracteriza como una dinámica de
biolegitimidad. La herramienta principal de esta modalidad
biopolítica es la “argumentación patética” (2003: 203). Esto
es, un relato autobiográfico compuesto por distintos hitos
vitales caracterizados por el infortunio9. Este relato, que en

8 Didier Fassin analiza extractos de solicitudes elevadas a la Dirección Depar-


tamental de Asuntos Sanitarios y Sociales de Seine-Saint Denis para solici-
tar el ingreso al Programa Fondo de Urgencia Social, política destinada a dar
respuesta a las demandas del movimiento de desempleados y precarios (Fas-
sin, 2003).
9 El autor identifica cuatro “tópicos de infortunio”: necesidad, compasión,
mérito y justicia (Fassin, 2003).

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120 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

los fallos abordados se expone bajo la forma de testimonios


o audiencias, tiene por objetivo invocar sentimientos mora-
les que se articulan en una razón humanitaria de Estado.
Siguiendo a Fassin (2012), todo sentimiento moral se
compone de razón y emoción. Los sentimientos humanita-
rios se caracterizan por crear la obligación de prestar asis-
tencia a sujetos o colectivos desfavorecidos. Los atraviesa
una tensión entre la dominación y la ayuda, ya que quien
ayuda tiene el poder de ayudar, mientras que quien recibe
la asistencia la necesita para sobrevivir. Las acciones desen-
cadenadas en virtud de la razón humanitaria tienen la capa-
cidad de influir radicalmente en la vida de aquellos sujetos
cuyas trayectorias están signadas por la precariedad y el
único capital que detentan es el propio sufrimiento (Fassin,
2012; Butler, 2006). En continuidad con esta dinámica, en
la que el sufrimiento opera como argumento legitimante, la
justicia argentina incorporó el discurso de los derechos del
paciente para dar curso a los pedidos de autorización. Ello
le permitió redefinir también los límites de la autonomía de
decisión sobre el propio cuerpo.

Los derechos de la paciente trans

Una lectura bioética de la transexualidad


La paulatina institucionalización al interior del campo judi-
cial de una corriente afín a los derechos humanos permitió
que en 2003 se autorizara la realización de una “interven-
ción quirúrgica feminizante” a una persona asignada al sexo
masculino al nacer. El fallo fue producido por el Juzgado
de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional de Mar
del Plata, Provincia de Buenos Aires. A diferencia de los
abordados anteriormente, se trató de una respuesta a una
acción de amparo. Siguiendo al constitucionalista Daniel
Sabsay (2000), la acción de amparo constituye una “acción
judicial breve y sumaria, destinada a garantizar los derechos

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 121

y libertades constitucionales distintos de la libertad físi-


ca (pues ella está protegida por el hábeas corpus)” (2000:
4). Con la incorporación de distintos tratados de dere-
chos humanos al texto constitucional en 1994, se dio una
ampliación de los derechos que en caso de verse vulnerados
pueden dar origen a una acción de amparo. Entre ellos,
la no discriminación y los derechos económicos, sociales
y culturales.
El fallo marcó una mutación en los esquemas argu-
mentativos sostenidos anteriormente, ya que el juez funda-
mentó su sentencia en los principios bioéticos de autono-
mía, beneficencia, no maleficencia y justicia. Es decir, en la
corriente principialista de la bioética10. A las voces expertas
invocadas en los fallos anteriores se sumó el dictamen de un
Comité de Bioética Ad Hoc11. El mismo establecía que

El valor más alto a proteger es el de Autonomía de la Persona,


su proyecto de vida, seguido del de Beneficencia, atendiendo
al conflicto de género manifestado desde su edad temprana,
para que pueda reconstruir su identidad, procediendo al cam-
bio de sexo civil (Fallo “C., A.M.”).

10 La bioética es una corriente que articula la ética y la aplicación el derecho.


Comenzó a consolidarse en la década de 1960 en Estados Unidos en res-
puesta al avance de la biomedicina (las técnicas de trasplante de órganos, el
desarrollo de la genética y las tecnologías de reproducción médicamente
asistida, entre otras). Tiene como antecedente el Código de Núremberg de
1947 que estableció normas éticas para la realización de investigaciones
médicas con seres humanos, en respuesta al accionar de los médicos al inte-
rior del régimen nazi (Irrazábal, 2010; Digilio, 2004). Una de las principales
corrientes es la principialista. Esta retoma el concepto kantiano de ética del
deber y la ética utilitarista de John Stuart Mill (Ventura, 2010). Otra de las
corrientes es la del personalismo, basada en los preceptos católicos de inicio
y finalización de la vida y del ser humano en general (Irrazábal, 2010).
11 Distintos/as autores/as utilizan el término “bioderecho” para referir a la
inclusión de dictámenes de comités de bioética en los expedientes judiciales
o la mención de conceptos bioéticos en las sentencias judiciales (Diniz 2003,
2006; Ventura 2010; Alonso, 2016).

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122 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Siguiendo a Ventura (2010), la corriente principialista


se propone establecer un lenguaje moral común sin recurrir
a principios absolutos ni trascendentes como la ley divina
o la ley natural. Sus principios buscan armonizar con el
lenguaje liberal de los derechos, ya que presumen la exis-
tencia un sujeto jurídico capaz y responsable. La definición
de autonomía sostenida en estos principios se basa en la
idea de que las personas tienen el derecho moral y legal de
decidir sobre todo lo que refiera a su propia vida, siempre
que sus elecciones no afecten directamente la vida de otros/
as. Pero en este fallo se puso de manifiesto que la capacidad
de decisión autónoma por parte de las personas trans debía
ser previamente reconocida como tal por peritos y jueces/
zas. Frente al supuesto de que las personas trans experimen-
taban un profundo sufrimiento psíquico y frente a los pre-
suntos riesgos (somáticos, psicológicos, sociales) asociados
a las intervenciones de construcción corporal solicitadas,
las personas trans se constituyeron como sujetos de tutela
para el escenario judicial. Si, por un lado, el sufrimiento y el
riesgo fueron ubicados dentro de los argumentos habilitan-
tes para dar curso a los pedidos, por otro, implicaron poner
en práctica todo un andamiaje de tecnologías de poder en el
que la voluntad expresa de las personas trans para interve-
nir su propio cuerpo no era argumento suficiente para acce-
der a las tecnologías médicas de construcción corporal.
En sintonía con los fallos anteriores, el juez a cargo
del caso solicitó la realización de diversas pericias: médico-
clínica, médico-forense, psicológica y psiquiátrica. La peri-
cia médica afirmó que se trataba de un caso de “Transe-
xualismo”, acorde a la definición de los manuales de diag-
nóstico:

Toda su vida vivió y sintió como mujer siendo físicamente


varón. La pericia psicológica, remitiendo explícitamente al
DSM IV, sentenció que dicho cuadro “provoca malestar clí-
nicamente significativo, deterioro social, laboral o de otras
áreas importantes de la vida del individuo” (Fallo “C.A.M.”).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 123

El juez solicitó una audiencia con la solicitante, opción


habilitada en el marco legal propio del amparo. En dicha
ocasión, tuvo acceso a su “angustiante situación”. La soli-
citante elaboró un relato de su historia de vida en el que
afirmó que a partir de los tres o cuatro años de edad había
comenzado a identificarse con el género femenino y relató
distintos hechos discriminación y hostigamiento que debió
experimentar a lo largo de su vida, en particular durante
su pasaje por las instituciones educativas. Es decir, un rela-
to que seguía la estructura del infortunio a la que refiere
Fassin (2003).
En base a estas pruebas documentales y su recorrido
argumental, el juez dio curso favorable al pedido. Afirmó
que la solicitante era “una persona autónoma (competente)
y `capaz´ desde la óptica jurídica, (que) ha exteriorizado un
consentimiento libre y esclarecido”12 (Fallo “C.A.M.”). Para
el juez, la intervención quirúrgica tenía como fin adecuar
el cuerpo a su verdadera identidad. El juez dispuso que
solo una vez realizada la intervención pudiera reconocerse
legalmente su identidad.

De la tutela a la competencia
En 2007, el Juzgado de 1° Instancia en lo Civil, Comercial,
de Conciliación y Familia de Villa Dolores, Provincia de
Córdoba, autorizó la realización de una intervención qui-
rúrgica genital feminizante en una persona menor de edad.
En una primera oportunidad, el juez rechazó el pedido13.
Posteriormente, el Tribunal Casatorio revocó esa senten-
cia inicial y el juez debió reconsiderar su sentencia. La

12 El pasaje de un esquema decisiones judiciales basado en la defensa de la vida


o la salud como valores normativos al reconocimiento de la autonomía de
decisión tiene líneas de continuidad con otras formas de judicialización de
las decisiones de las personas frente al campo médico. Tal es el caso, por
ejemplo, de las decisiones médicas en el final de la vida (Alonso, 2015).
13 Argumentó que en el caso solicitado, la representación de su madre y su
padre en ejercicio de la patria potestad era improcedente dado que la
demanda refería a “atributos que como tales presentan caracteres de inna-

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124 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

importancia del fallo reside en que el mismo innovó en


el contenido del concepto de “competencia” en dos aspec-
tos: en torno a la minoría de edad y en lo que refiere al
pedido de autorización para acceder a una intervención
quirúrgica genital.
El juez afirmó una idea de “competencia” que objetaba
el concepto de tradicional de “capacidad jurídica” de niños,
niñas, adolescentes y personas que sufrían de algún tipo de
dolencia. Antes de la aprobación de la reforma del Códi-
go Civil de 2015, el derecho argentino establecía que la
capacidad jurídica se adquiría al cumplirse la mayoría de
edad a los veintiún años14. El juez concedió la excepción a
dicha definición por tratarse de una persona que sufría una
dolencia particular, al abrigo de las definiciones bioéticas
de los derechos del paciente. Su argumental se sustentó en
el pasaje de un régimen de “tutela” de menores e incapaces a
una idea de “competencia” y “autonomía” de índole bioético.
Por tratarse de decisiones referidas a la salud física, mental
y al propio cuerpo, ponderó el principio bioético de auto-
nomía y el derecho a la salud integral, a la que definió como
el completo bienestar personal, físico y social. Asimismo,
definió a la competencia como:

La capacidad del paciente para comprender la situación a la


que se enfrenta, los valores que están en juego y los cursos
de acción posibles con las consecuencias previsibles de cada
uno de ellos para, a continuación, tomar, expresar y defender

tos, vitalicios, inalienables, imprescriptibles, absolutos y que interesan al


orden público, constituyendo el sexo uno de los elementos del estado de
las personas”.
14 Con la aprobación y entrada en vigencia del Código Civil y Comercial en
2015 se modificó el régimen de capacidad civil de los y las menores. Quedó
definida la minoría de edad hasta los dieciocho años, la mayoría de edad de
más de dieciocho años y se estableció una regulación específica de adoles-
centes entre trece y dieciséis años en lo relativo a las prácticas médicas y de
los/as adolescentes de más de dieciséis años en lo relativo a las decisiones
referidas al cuidado de su propio cuerpo.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 125

una decisión que sea coherente con su propio proyecto de


vida y escala de valores (Fallo “C., J. A. y otra – solicitan
autorización”).

Aun incorporando esas innovaciones normativas para


la evaluación de la competencia y la autonomía, el juez
recurrió a pericias médicas, psiquiátricas y psicológicas. A
estas miradas se sumaron los informes de un comité con-
sultivo en prácticas médico-sanitarias y bioéticas del poder
judicial y una perito trabajadora social de la oficina de dere-
chos humanos y justicia. Estos informes tenían por objeto
determinar si la menor tenía la “capacidad” de brindar un
consentimiento informado válido frente a la intervención
quirúrgica solicitada. El fallo también hacía referencia a
distintos materiales de doctrina jurídica en los que se con-
templaba el derecho a la identidad sexual como parte de la
corriente de los derechos personalísimos y se ponderaban
los daños y beneficios de las médicas en debate.
Las pericias establecieron el estado de necesidad que
justificaba la autorización: el diagnóstico de “Trastorno de
la identidad de género” según el DSM III y la CIE 10.
Luego, ponderaron los riesgos en juego. A diferencia de
los fallos judiciales anteriores que contemplaban los riesgos
somáticos y psicológicos de la operación, en este caso, se
incorporó la reflexión sobre los riesgos de no practicar la
intervención quirúrgica solicitada. Frente a dos situacio-
nes presuntamente inconvenientes –el sufrimiento psíquico
asociado al diagnóstico de “Trastorno de la identidad de
género” y someterse a una cirugía genital irreversible- se
inclinaron por autorizar aquella cuya negación representa-
ría un mayor costo para el bienestar de la solicitante.
El último de los elementos probatorios fue el testimo-
nio de la menor, resultado de una audiencia sostenida con
el juez. En dicha entrevista, el juez corroboró su capacidad
de discernimiento y conocimiento de las características y
posibles consecuencias de la intervención médica solicitada.

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126 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

A ello se sumó una minuciosa indagación de su corporali-


dad, disposición gestual, modales, trayectoria vital y deseos.
En palabras del juez:

El joven se presentó a la entrevista correctamente alineado y


aseado, con su cabello convenientemente arreglado, vistiendo
prendas femeninas, y maquillado (sin exageraciones) como
mujer. Su forma de desplazarse, sus movimientos, modales
y gestos, se apreciaron delicados y típicamente femeninos.
Relató las circunstancias de su vida desde su infancia, las
distintas situaciones conflictivas por las que atravesó a medi-
da que fue creciendo, el sufrimiento padecido debido a su
permanente falta de adaptación al rol masculino, tanto en los
juegos como en sus relaciones sociales (fundamentalmente
en la escuela), y familiares (Fallo “C., J. A. y otra – solicitan
autorización”).

Las expresiones “correctamente”, “convenientemente”,


“típicamente”, “sin exageraciones” ponen de manifiesto que
uno de los objetivos de la audiencia con la menor era
corroborar que la feminidad que se completaría mediante la
intervención quirúrgica ya era encarnada previamente de
modo “correcto” por la solicitante. Es decir, el cuerpo se
ubicó como pre-requisito para la intervención reclamada.
En la sentencia, el juez determinó que le sería otorgado
un DNI acorde a la identidad femenina luego de realizar
la operación.

El cuerpo como fin y pre-requisito


Innovando en el contenido de este conjunto de decisiones
judiciales, en 2008 el mismo juzgado que en 2003 había
autorizado la realización de la cirugía feminizante, dio cur-
so a un pedido de cambio registral de sexo y nombre. La
estructura argumental, elementos probatorios y doctrina-
rios citados en el fallo fueron similares a los anteriores, pero
tuvo un aspecto diferencial: no estableció como requisito
para la rectificación legal de nombre y sexo la realización

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 127

de la cirugía genital. Para elaborar su sentencia invocó los


derechos sociales (la igualdad y derecho a la no discrimi-
nación, derecho a trabajar, seguridad social y a la salud
integral). También profundizó en la llamada corriente de
derechos personalísimos, inherentes a la figura de la perso-
na y la protección de su individualidad. Los derechos per-
sonalísimos incluyen el derecho a la identidad personal, a la
identidad sexual y a la verdad personal, al nombre propio,
a la intimidad y a un proyecto personal de vida. Postulan la
protección de todo aquello que atañe a la vida privada y la
intimidad de las personas, siempre que su reconocimiento
no afecte ni perjudique a terceros o al bien público. Sin
embargo, condensan una concepción que se desentiende del
modo en que la identidad, el cuerpo sexuado y los proyec-
tos individuales de vida se configuran en marcos sociales
y culturales específicos (Litardo, 2015). En torno a estos
principios, y a la posibilidad de vincularlos con el pedido de
la solicitante, el juez afirmó:

La persona es única e idéntica sólo a sí misma. La libertad


permite a cada uno elaborar intransferiblemente su propio
proyecto de vida, su existencia. La identidad personal, entra-
ña una inescindible unidad psicosomática, con múltiples aris-
tas de diversa índole vinculadas entre sí, configurando una
propia manera de ser, con aspectos estáticos y dinámicos, que
conlleva la necesidad de protección jurídica a dicha identidad
real (Fallo “L., T., acción de amparo”).

Como en los casos abordados anteriormente, la eva-


luación de la disposición corporal y gestual de la solicitante
constituyó un elemento probatorio de peso. Las pericias
médicas arrojaron que la persona había alcanzado un estado
de castración química como resultado de la ingesta sosteni-
da de “hormonas femeninas”. A los ojos del juez, la imposi-
bilidad de procreación biológica minimizaba los riesgos de
que su decisión afectara a terceros.

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128 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Este fallo fue analizado por Mauro Cabral (2008), quien


expuso que la decisión favorable se sustentó en el hecho
de que la solicitante ya “comparecía” como mujer con su
cuerpo y gestualidad. Es decir, que la decisión judicial se
ancló en la evaluación de las características y disposicio-
nes corporales, instituyendo al cuerpo como terreno donde
radicaría y se anclaría la identidad de género. Cabral (2008)
planteaba una serie de interrogantes en los que ponía de
manifiesto el carácter dual y paradojal que ocupaba el cuer-
po en estas decisiones judiciales:

¿Qué tanto es necesario encarnar un hombre o una mujer


standard para que la identidad de género de alguien sea legal-
mente reconocida? ¿Qué tan disponibles están los medios
biotecnológicos capaces de producir esa encarnación? ¿Para
quiénes, bajo qué condiciones, en qué circunstancias, con qué
consecuencias? ¿De qué modo termina reforzando este orden
de encarnación necesaria no sólo estereotipos corporales y
biográficos, sino también patrones de dependencia respecto
de la biotecnología médica, y condiciones desiguales de acce-
so a esa biotecnología? (Cabral, 2008: 4)

Hasta la sanción de la Ley de Identidad de Género en


2012, la autorización judicial era condición necesaria para
acceder de modo legal a las transformaciones corporales
deseadas. Para obtenerla, las personas trans debían poner
sus cuerpos a disposición de peritos y jueces/zas. En defini-
tiva, constituirlos como objeto de los discursos y prácticas
del campo judicial y médico.
Dos problemáticas atravesaban estos fallos: el sta-
tus jurídico de la noción de naturaleza y las condiciones
impuestas por el campo judicial para dotar de validez el
consentimiento de los y las trans y reconocer su autono-
mía de decisión. El concepto de naturaleza se ubicó como
pre-requisito para otorgar las autorizaciones de acceso a
las cirugías genitales, ya que era una condición “natu-
ral” considerada patológica la que configuraba el “estado
de necesidad” que permitía otorgar las autorizaciones. La

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 129

corroboración pericial de los diagnósticos de “Transexua-


lismo” o “Trastorno de la identidad de género” operó como
condición necesaria pero no suficiente para obtener la auto-
rización judicial. En los procesos judiciales también debía
constatarse una predisposición “natural” hacia el género en
el que las personas reclamaban ser reconocidas. Por medio
de audiencias y entrevistas, operadores/as judiciales evalua-
ron el carácter de las disposiciones corporales, actitudinales
y gestuales de las personas que solicitaban los pedidos de
autorización. Estas debían acercarse lo más posible a una
“naturaleza” masculina o femenina.
La noción de autonomía invocada en los fallos en los
que las solicitudes fueron concedidas se correspondía con la
concepción que tiene de la misma la bioética principialista.
Pero la autonomía trans, tal como fue definida y gestiona-
da en el escenario judicial, poseía características propias.
Según la corriente de la bioética principialista, la autonomía
implica que las personas tienen el derecho moral y legal de
decidir sobre todo lo que refiera a su propia vida, siem-
pre que sus elecciones no afecten directamente las vidas de
otros/as. En los fallos analizados se expresó que, para ser
reconocidas como autónomas, las decisiones corporales de
los y las trans debían ser previamente reconocidas como
tales por medio de mecanismos judiciales (pericias, testimo-
nios, audiencias, etc.). Se instituyó entonces una autonomía
limitada por encontrarse mediada, paradójicamente, por la
mirada heterónoma de peritos y jueces/zas.

Recapitulación y conclusiones

En este capítulo describí la transformación en las estructu-


ras argumentales que sustentaron las decisiones judiciales
sobre el acceso a las cirugías genitales solicitadas por los y
las trans entre 1966 y 2008. Las decisiones y argumentos
presentes en los fallos fueron modificándose en base a los

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130 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

cambios institucionales y normativos, la transformación en


los discursos disponibles sobre los cuerpos trans y la con-
solidación al interior del campo judicial de los discursos
de la bioética principialista y la corriente de los derechos
personalísimos.
En estas decisiones judiciales se encontraba en entredi-
cho la posibilidad de reconocer los deseos de construcción
corporal de las personas trans en el marco de regímenes
normativos y morales restrictivos.
En las primeras decisiones analizadas, la imposibilidad
de reconocer la autonomía de decisión de las personas trans
se sustentaba en dos pilares. En principio, en la asociación
entre el deseo de transformación corporal y la desviación
sexual entendida como un mal psíquico, trastorno o pato-
logía. Luego, por considerar que el producto de las inter-
venciones quirúrgicas constituía un engaño y un artificio.
Las decisiones negativas ponderaban la presunta protección
de la sociedad frente a deseos corporales contrarios a las
normas sociales vigentes. Se sustentaban, a su vez, en una
noción de la salud moralmente definida
En un segundo conjunto de fallos, la incorporación de
distintos tratados de Derechos Humanos a la Constitución
Nacional habilitó el reconocimiento de los pedidos. Las
primeras decisiones favorables entendían a las intervencio-
nes quirúrgicas como necesarias en base a los diagnósticos
que así lo estipulaban. En la estructura argumental de estos
fallos el sufrimiento ocupaba un rol central. No se trataba
ya de una moral del peligro social frente a la desviación,
sino de sentimientos humanitarios.
Un tercer conjunto de decisiones judiciales se sustenta-
ron en los principios de la bioética y los derechos persona-
lísimos. El concepto de autonomía invocado en estos fallos
afirmaba que las personas tenían el derecho moral y legal
de decidir sobre todo lo que refiera a su propia vida, siem-
pre que sus elecciones no afectaran directamente la vida
de otros/as. No obstante, los fallos expresaban que para

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 131

ser reconocidas como autónomas, las decisiones corporales


de las personas trans debían ser previamente reconocidas
como tales por medio de mecanismos judiciales
En respuesta a esta dinámica médico-judicial de
gobierno de los cuerpos trans, el activismo trans argentino
demandó la aprobación de Ley de Identidad de Género que
permitiera el cambio de nombre y sexo legal en los docu-
mentos y el acceso a tratamientos e intervenciones de cons-
trucción corporal por fuera de los requisitos impuestos en
el escenario judicial. Dicha reivindicación se articuló con un
movimiento a escala global por la despatologización trans.
Se enmarcó, a su vez, en una serie de debates al interior de
las organizaciones trans respecto al modo de entender el
deseo de transformar el propio cuerpo e inscribirlo en una
trama de discursos y acciones que bregan por desmantelar
el binarismo de género.

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4

El escenario activista

De la descriminalización a la construcción
corporal

En este capítulo analizo los cambios en las demandas del


activismo travesti, transexual, transgénero y trans argen-
tino (en adelante activismo trans) desde la conformación
de los primeros grupos activistas a principios de la déca-
da de 1990 hasta la aprobación de la Ley de Identidad de
Género en 2012.
Sostengo que las reivindicaciones sostenidas desde el
surgimiento de las primeras organizaciones del activismo
trans hasta la sanción de la Ley de Identidad de Géne-
ro pueden desdoblarse esquemáticamente en tres ejes. En
principio, la descriminalización de sus identidades y del
ejercicio de la prostitución frente a la vigencia de los Edic-
tos Policiales y los Códigos Contravencionales en la Ciudad
de Buenos Aires y las distintas provincias del país. Lue-
go, la demanda por acceso efectivo a los derechos sociales
(salud, trabajo, educación y vivienda) y el reconocimiento
de la propia identidad por las instituciones estatales. Por
último, la demanda de una Ley de Identidad de Género
que permitiera el cambio de nombre y sexo registral en los
documentos de identidad oficiales sin requisitos médicos ni
judiciales y el acceso a las tecnologías médicas de construc-
ción corporal por fuera de los mecanismos patologizantes.
En base a la activa presencia de estas organizaciones en el

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134 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

espacio público-político, estas demandas fueron paulatina-


mente incorporadas a las políticas públicas, con tensiones y
matices, a partir de la década del 2000.
El objetivo del capítulo es analizar cómo se reconfiguró
la correlación de fuerzas entre los escenarios discursivos
analizados previamente a partir de la creciente visibilidad
pública de las demandas del activismo trans. Asimismo, se
abordarán los distintos sentidos que se produjeron al inte-
rior del activismo trans en torno a las posibilidades de cons-
trucción corporal ofrecidas por las tecnologías médicas1.

Las organizaciones trans en el mapa


de los movimientos sociales

En Argentina, las primeras organizaciones que se con-


formaron en torno a la identidad travesti y transexual lo
hicieron a comienzos de la década de 1990 (Berkins, 2003;
Fernández, 2004; Hiller, 2011a; Cutuli, 2015). Con anterio-
ridad, activistas travestis habían formado parte de las orga-
nizaciones que politizaron la identidad homosexual y gay.
A partir de la década de 1990, las organizaciones trans fue-
ron multiplicándose y cada una de ellas elaboró sus propias
reivindicaciones, demandas y discursos, así como tendió
redes con otras organizaciones, partidos políticos, activistas
independientes, académicos/as y/o intelectuales.
Con sus características específicas, acordes al contexto
político y cultural en el que surgieron y se desarrollaron,
las organizaciones trans pueden ser inscritas dentro de los
llamados “Nuevos Movimientos Sociales” (NMS). Esta cate-
goría fue utilizada para caracterizar a los grupos que sur-
gieron a finales de la década de 1960 en Europa y Estados
Unidos. Los NMS expresaron demandas y reivindicacio-
nes distintas a las formuladas hasta el momento, que se

1 Parte de este capítulo fue publicada en Farji Neer (2016b).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 135

centraban en la transformación de la estructura de clases


y la redistribución de la riqueza. Los NMS nacieron en un
contexto en que el poder de cohesión social y organización
de los partidos políticos y sindicatos tradicionales se había
visto debilitado, hecho que dio lugar a nuevas formas de
organización política (Touraine, 1982, 1985, 1998; Melucci,
1994; McAdam, 1994; Tarrow, 1995; Tilly, 2000a, 2000b).
La bibliografía sobre los NMS ubica como casos ejem-
plares a los grupos feministas y de la liberación sexual, las
manifestaciones estudiantiles y los grupos ecologistas (Dal-
ton, Kuechler y Burklin, 1992; de Sousa Santos, 2001). Sus
reivindicaciones tenían como horizonte un cambio cultural
y simbólico. En algunos casos, dicho objetivo se ubicaba al
mismo nivel que las demandas por la transformación de la
estructura socioeconómica y la redistribución de la riqueza.
En otros, las organizaciones priorizaban el “cambio cultu-
ral” por sobre el “económico” (Butler, 2008; Fraser, 2008a,
2008b). Desde su surgimiento, los NMS hicieron planteos
novedosos tanto en lo que refiere a las formas de hacer
política, estructura interna y procesos de toma de decisión -
que buscaban la democratización y la horizontalidad- como
en el contenido de sus consignas y reivindicaciones.
Siguiendo a Melucci (1994), más que unidades o con-
juntos de individuos con estabilidad y permanencia, los
NMS son redes de relaciones informales que conectan indi-
viduos y grupos. Melucci afirma que se trata de un sistema
de intercambios de personas e información en espacios de
circulación tales como bares, centros culturales y librerías.
En este sentido, la unidad y persistencia de estos grupos
o redes es inestable, ya que se encuentra supeditada a los
avatares de la coyuntura y los resultados de las acciones
desplegadas (1994: 799). En lo que refiere a sus demandas,
reivindican la dimensión política de la vida privada y la
intimidad. A su vez, se posicionan en contra de un orden
cultural moralista y restrictivo. Estas características permi-
ten el surgimiento de demandas en torno al cuerpo y a la

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136 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

identidad, colocando en un lugar central a la autonomía de


decisión sobre el propio cuerpo y el desarrollo de la indivi-
dualidad (Plummer, 2003).
Frente a la pérdida de vigencia de categorías claves para
la acción política, la identidad social configuró el elemento
aglutinador necesario para la conformación y cohesión de
estos grupos. En muchos de ellos, la identidad también se
presentó como un objetivo en sí mismo (Melucci, 1994;
Polletta, 1998; Gamson, 2002). Esta característica atravesó
fuertemente a las organizaciones feministas y a las pos-
teriormente conformadas organizaciones de la diversidad
sexual. Como afirma Gamson (2002), la historia de estos
grupos estuvo signada por un proceso de definición, cues-
tionamiento y redefinición de las categorías identitarias que
los cohesionaban o articulaban. En lo que refiere particular-
mente a las organizaciones trans, uno de los ejes que signó
estas tensiones fue el posicionamiento en torno al cuerpo y
sus posibilidades de transformación a través de las tecno-
logías médicas disponibles. Dicha tensión se expresó en las
diferencias en torno a reivindicar políticamente la categoría
travesti, transexual, transgénero y/o trans.
Siguiendo a Melucci (1994), las estrategias o cursos de
acción de los NMS oscilan entre dos polos: la producción
y diseminación de nuevos valores culturales y la visibilidad
pública mediante movilizaciones y demandas públicas. Para
Dalton, Kuechler y Burklin (1992), los NMS no necesaria-
mente desestabilizan las instituciones políticas tradiciona-
les, ya que en ciertos momentos pueden llegar a utilizarlas,
o incluso integrarse a ellas.
En Latinoamérica, a partir de la década de 1990 los
movimientos de la diversidad sexual adoptaron un discur-
so permeable a las políticas públicas. Ello sentó las bases
para el desarrollo de un “ambiguo proceso de ciudadani-
zación y reconocimiento basado en supuestos de preca-
riedad, victimización y vulnerabilidad” (Pecheny y de la
Dehesa, 2010: 39). Como desarrollaré a continuación, en
un primer momento las organizaciones trans denunciaron

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 137

las estructuras estatales represivas y discriminatorias del


Estado para luego articular y tender redes con el sistema
institucional y representativo de los partidos políticos a fin
de concretar sus objetivos. Uno de los más importantes fue
la sanción de la Ley de Identidad de Género.
En lo que sigue del capítulo, describiré el proceso de
emergencia y fortalecimiento de las organizaciones trans en
Argentina. Expondré los principales avances logrados en la
lucha contra la criminalización del travestismo y la pros-
titución, el acceso efectivo a los derechos sociales básicos
(salud, educación, trabajo y vivienda) y el reconocimiento
de sus identidades por parte del Estado. Si bien me dedicaré
a desarrollar separadamente cada una de estas tres deman-
das, no considero que se trate de un desarrollo lineal y pro-
gresivo de reivindicaciones, sino que las mismas estuvieron
presentes a lo largo de toda la historia del activismo trans
con diferentes intensidades.

Surgimiento y transformaciones del activismo trans


en Argentina

En Argentina, una nueva generación de movimientos


sociales surgió con la recuperación de la institucionalidad
democrática en 1983. El restablecimiento de las garantías
constitucionales permitió el resurgimiento de la presencia
callejera urbana movilizada con nuevos objetivos político-
sociales. Ejemplos paradigmáticos de las nuevas organiza-
ciones fueron los movimientos de derechos humanos, la
escena cultural juvenil plasmada en los conciertos de rock
y el incipiente movimiento de mujeres (Jelin, 1987; Petrac-
ci y Pecheny, 2006). Como afirma Elizabeth Jelin (1987),
estos grupos vehiculizaron sus demandas por fuera de los
canales institucionales que tradicionalmente detentaban la
hegemonía de poder y la representación política en Argen-
tina (la iglesia, los sindicatos y los partidos políticos). En

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138 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

ese contexto, resurgieron también las organizaciones sexo-


políticas creadas a fines de la década de 1960 (Brown, 1999,
2002; Pecheny, 2001; Rapisardi y Modarelli, 2001; Mec-
cia, 2006)23.
Las primeras organizaciones que en democracia reivin-
dicaron las identidades gay y homosexual fueron la Coor-
dinadora de Grupos Gays conformada en 1983 y la Comu-
nidad Homosexual Argentina (CHA) creada en 1984. En
1987 se fundó la organización Gays por los Derechos Civi-
les (Gays DC). Esta desarrolló un tipo de activismo que
tenía como interlocutoras a organizaciones de derechos
humanos, referentes de partidos políticos y funcionarios/as
públicos/as. Su objetivo principal era luchar en defensa de
los derechos humanos de gays y lesbianas. Adoptaron una
retórica de grupo minoritario y reivindicaron los derechos
liberales (Meccia, 2006; Bellucci, 2010). Estas organizacio-
nes formularon sus demandas en sintonía con el nuevo
marco institucional y generaron alianzas con distintos acto-
res sociales y políticos.
La adopción de la retórica de los derechos humanos fue
un factor decisivo en el armado de esas alianzas. También
lo fue la epidemia del VIH, que a nivel mundial requirió
generar redes internacionales de ayuda y financiamiento
y, a nivel local, una respuesta comunitaria a la epidemia.

2 Las organizaciones pioneras fueron Nuestro Mundo y, posteriormente, el


Frente de Liberación Homosexual, disuelto con el inicio de la dictadura
militar (Sebreli, 1997; Rapisardi y Modarelli, 2001).
3 Utilizaré el término organizaciones sexo-políticas para referirme a las agru-
paciones que se organizan con el fin de denunciar y revertir la invisibiliza-
ción, discriminación y estigmatización a la que gays, lesbianas, bisexuales,
travestis, transexuales, transgéneros, trans –en definitiva, personas cuyas
prácticas y deseos se distancian de la norma heterosexual y el régimen bina-
rio de género dominante- se ven permanentemente expuestos/as. Incluyo
en este conjunto a las agrupaciones feministas, dado que en su surgimiento
se orientaron a denunciar las formas de control y opresión de las mujeres
cisgénero basadas en un régimen de heterosexualidad obligatoria que presu-
pone la disponibilidad de sus cuerpos para los varones cisgénero.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 139

Esa respuesta permitió una progresiva legitimación y acu-


mulación de capital social por parte de las organizaciones
homosexuales (Pecheny, 2000, 2001, 2009; Brown, 2002).
La demanda más urgente de estas primeras organiza-
ciones fue el cese de la persecución policial. A partir de
la década de 1990, forjaron el reclamo público contra la
discriminación, cuya principal estrategia fue la política de
visibilidad (Moreno, 2008). Consistía en hacer visible públi-
camente su existencia como colectivo o comunidad, así
como elaborar representaciones sobre las sexualidades no
heterosexuales que discutieran con los sentidos estigmati-
zantes socialmente instalados. De la mano de esta estrategia,
en 1992 comenzaron a realizarse las Marchas de Orgullo4
(Bellucci y Rapisardi, 1999; Moreno, 2008).
En ese marco surgieron las primeras organizaciones
que politizaron y elaboraron demandas específicas en torno
a las condiciones de vida de las personas trans frente a
la sociedad y frente al Estado (Berkins, 2003; Fernández,
2004). En 1991, en la Ciudad de Buenos Aires se funda-
ron Transexuales por el derecho a la vida y la identidad
(TRANSDEVI), liderada por Karina Urbina, y la Asocia-
ción de Travestis Argentinas (ATA), creada por María Belén
Correa. Más tarde se creó Travestis Unidas (TU), lidera-
da por Kenny De Michelis. Estas primeras experiencias de
organización fueron apoyadas e incentivadas por figuras
de la militancia homosexual, en especial la de Carlos Jáu-
regui (Belucci, 2010; 2015). En 1995, se dio una división
al interior de ATA5, originada por el debate en torno a

4 “En 1992 se realizó la primera marcha gay lésbica en Buenos Aires, convo-
cando a unas 300 personas y con cobertura de los medios de comunicación.
Desde entonces las Marchas del Orgullo se dan año a año y constituyen el
momento de mayor visibilidad del movimiento en una acción pública con-
tenciosa (Jones, Libson y Hiller, 2006). Las Marchas del Orgullo y su organi-
zación previa evidencian la existencia de redes entre personas y colectivos, y
entre distintas organizaciones” (Hiller, 2011: 82).
5 La Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina
(ATTTA) incorporó la segunda “T” a su sigla en el año 1996 y en el 2001 la
“T” correspondiente a “transgénero”.

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140 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

reivindicar públicamente o no la prostitución como un tra-


bajo. De dicha división surgieron OTTRA (Organización de
Travestis y Transexuales de Argentina), liderada por la falle-
cida Nadia Echazú y ALITT (Asociación de Lucha por la
Identidad Travesti Transexual) liderada por la líder travesti
Lohana Berkins, fallecida en 2016. OTTRA se disolvió con
la muerte de Nadia Echazú en 2004.

Las demandas por descriminalización


y antidiscriminación
Un primer conjunto de demandas se orientó a la descri-
minalización del travestismo y la prostitución a través de
la lucha por la derogación de los Edictos Policiales. Los
Edictos Policiales constituían un código normativo urbano
vigente en la Ciudad de Buenos Aires que fijaba penas y
multas para aquellas conductas que afectaran la conviven-
cia urbana y que no estuvieran especificadas en el códi-
go penal. Por ser penas menores, no configuraban delitos
sino contravenciones o faltas. La institución policial era la
encargada de elaborar, juzgar y aplicar las ordenanzas poli-
ciales (Gentili, 1995; Pita, 2004). En 1932, se incorporaron
los artículos 2° F y 2° H referidos a “exhibirse en la vía
pública o lugares públicos vestidos o disfrazados con ropas
del sexo contrario” e “incitarse u ofrecerse al acto carnal”
respectivamente (Gentili, 1995). Estas penas implicaban la
detención de una duración que oscilaba entre los veinte
y treinta días, primero en comisarías y luego en cárceles
comunes (Cutuli, 2013). A partir de la década de 1950, las
provincias comenzaron a elaborar sus propios Códigos de
Faltas e incorporaron figuras similares, delegando en la ins-
titución policial el juzgamiento y aplicación de las penas
(Farji Neer, 2017a).
Los Edictos Policiales fueron derogados en 1996 con
la sanción de la Constitución de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires en el marco de la adquisición de autonomía

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 141

de la ciudad en 19946. En reemplazo, se sancionó un nuevo


Código de Convivencia Urbana. Frente al espíritu moralista
y represivo de los Edictos, el Código se presentó como una
forma garantista y democrática de asegurar la convivencia
urbana y reducir la corrupción policial. Pese a ello, conti-
nuó penalizando aquellos sujetos y prácticas consideradas
amenazantes de la moral social. Un punto especialmente
conflictivo del nuevo código fue la eliminación, reingreso y
posterior reformulación del artículo sobre la regulación de
la prostitución callejera7.
Las organizaciones de travestis participaron de los
debates públicos de la Asamblea Estatuyente de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires de 1996 que tenía por objetivo
redactar una Constitución para la ciudad. Las organizacio-
nes sexo-políticas demandaron la inclusión del ítem sobre
“discriminación por orientación sexual” en el Artículo 11º
de “no discriminación”. Las organizaciones de travestis se
sumaron a dicha demanda, aunque tiempo después la acti-
vista travesti Lohana Berkins expresaría que ese artículo
había sido pensado por el activismo para proteger a homo-
sexuales y lesbianas de situaciones de discriminación. Por
lo tanto, no era una herramienta legal de utilidad para pro-
teger a su propio colectivo de la violencia institucional. Este

6 Hasta 1994, conforme a la Constitución Nacional, la Ciudad de Buenos


Aires era gobernada por un/a intendente municipal designado/a por la Pre-
sidencia de la República. La reforma constitucional de ese año estableció en
el artículo 129º que la Ciudad tendría un régimen autónomo con facultades
propias de legislación y jurisdicción, con un/a jefe/a de gobierno elegido/a
por el pueblo.
7 En la primera versión, el Código eliminó las figuras de “prostitución” y
“exhibirse en la vía pública con ropas del sexo contrario”. En una segunda
versión, se agregó el artículo 71º sobre “Alteración a la tranquilidad pública”,
reintroduciendo la prohibición de la prostitución bajo las figuras de “ruidos
molestos” y “alteración al orden público”. En 1999, la Legislatura porteña
reformuló el artículo 71º prohibiendo completamente “Ofrecer o demandar
para sí u otras personas, servicios sexuales en los espacios públicos”. El
artículo 81º del Código aprobado en 2004 autorizó la oferta y demanda de
sexo solo en espacios públicos específicos.

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142 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

hecho, que generó roces con el activismo gay y homosexual,


constituyó el puntapié para la elaboración de demandas
propias (Berkins, 2003).

Las demandas por derechos sociales


Tras la derogación de los Edictos, las organizaciones trans
comenzaron a elaborar una agenda propia de demandas y
reivindicaciones. El segundo conjunto de demandas postu-
laba el acceso efectivo a los derechos sociales tales como
educación, trabajo, salud y vivienda, y el reconocimiento de
la propia identidad por parte de las instituciones encarga-
das de garantizarlos.
Las primeras organizaciones reivindicaron la identidad
travesti. Con el tiempo, incorporaron otras categorías iden-
titarias, aunque no sin tensiones o conflictos. En sintonía
con la estrategia de visibilidad adoptada por el conjunto
de las organizaciones sexo-políticas, comenzaron a realizar
acciones para dotar de legitimidad a la identidad travesti,
históricamente asociada al delito y la prostitución.
ALITT realizó acciones para lograr el reconocimiento
al nombre propio y la identidad travesti en las instituciones
públicas. Para ello generó alianzas con distintas figuras del
feminismo y la academia8. En el marco de la Cátedra Libre
de Derechos Humanos de la Universidad de Buenos Aires,
entabló un vínculo con la filósofa feminista Diana Maffía,
quien entre 1998 y 2003 estuvo a cargo de la Adjuntía en
Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo de la Ciu-
dad de Buenos Aires. Con el sello de ese organismo, en
1999 se realizó el “Informe preliminar sobre la situación de

8 En una entrevista realizada en noviembre de 2008 para el Centro Latinoa-


mericano en Sexualidad y Derechos Humanos, la referente de ALITT Loha-
na Berkins, destacaba en el proceso de formación de su organización el
vínculo con el grupo “Ají de Pollo”, el “Grupo Eros” y el “Área Queer” de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. También a
académicos/as como Diana Maffía, Dora Barrancos, Silvia Delfino, Josefina
Fernández, Mauro Cabral, Mario Pecheny, Alejandra Sardá y Flavio Rapi-
sardi (Berkins, 2008).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 143

las travestis en la Ciudad de Buenos Aires”9 que constituyó


el primer relevamiento estadístico de las condiciones de
vida de la población travesti en el ámbito de la Ciudad de
Buenos Aires. Previamente, la Adjuntía había intervenido
frente a situaciones de abuso policial sobre la población
trans y ofició de nexo entre las organizaciones de travestis y
distintos organismos públicos. En 2002, el organismo elevó
a la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires una solicitud para la elaboración de un acto
administrativo que tenía por objetivo favorecer el respe-
to a la identidad de género en los ámbitos educativos. La
resolución N° 122 de la entonces Secretaría de Educación
del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fue
aprobada en 200310. La misma sirvió de antecedente para la
aprobación de la Resolución N° 2.272 de 2007 del Minis-
terio de Salud que dispuso lo mismo para las dependencias
de salud de la Ciudad de Buenos Aires. Ambas normativas
fueron incluidas en la Ley Nº 3.062 de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires que establecía el respeto a la iden-
tidad de género de travestis, transexuales y transgéneros
en todas las dependencias pública de la jurisdicción (Farji
Neer, 2013; 2017a).
Con esos antecedentes, en 2005 ALITT elaboró y
publicó el “Informe sobre la situación de la comunidad tra-
vesti en la Argentina” (Berkins y Fernández, 2005). Este
informe fue realizado con el apoyo y asesoramiento de

9 Se trató de un estudio exploratorio realizado sobre una muestra de 147


encuestadas que fueron seleccionadas por su condición de travestis residen-
tes en Ciudad de Buenos Aires. En la encuesta se relevaron datos sociode-
mográficos y exposición a situaciones de violencia y discriminación.
10 Resolución Nº 122/GCABA/SED/03. En su artículo 1º la misma establecía
“Recomiéndese, a todos los establecimientos educativos de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires, sean éstos de gestión pública o privada, así como a
todas las instancias administrativas dependientes de la Secretaría de Educa-
ción, para que en el ámbito de sus competencias, se garantice el respeto por
la identidad de género, dignidad e integración de las personas pertenecien-
tes a minorías sexuales”. Un Análisis de dicha normativa fue realizado en
Farji Neer (2013).

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144 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

varias académicas. Entre ellas, la antropóloga feminista


Josefina Fernández, quien fue la primera investigadora del
país en escribir y publicar su tesis de maestría en la que
analizaba las prácticas y representaciones de género de las
travestis. Amén del interés intelectual y teórico que movi-
lizó dicho trabajo, en aquel momento la producción aca-
démica en torno al travestismo permitía hacer visible las
problemáticas que atraviesa dicha población y constituir
las demandas de los colectivos trans como un asunto de
interés social y político. En 2006, se publicó el “Informe
nacional sobre la situación de las travestis, transexuales y
transgéneros”11 que ampliaba geográficamente la muestra
del estudio anterior. El objetivo de los informes era hacer
del colectivo travesti una población identificable y cuanti-
ficable por medio de indicadores sociodemográficos para
demandar políticas públicas al Estado (Berkins, 2007).
ALITT delineó una estrategia vinculada a la creación
de oportunidades de trabajo en consonancia con su planteo
abolicionista de la prostitución. En junio de 2008, quedó
inaugurada formalmente la primera cooperativa de trabajo
textil de travestis y transexuales, presidida por Lohana Ber-
kins (Cutuli, 2015). Previamente, la organización había soli-
citado a la Inspección General de Justicia (IGJ) la obtención
de la personería jurídica para poder solicitar su reconoci-
miento formal por parte del Estado. Tras la negativa de la
IGJ, la organización inició una demanda judicial. En 2006
la Corte Suprema de Justicia, organismo máximo del poder
judicial, dispuso su aprobación12.

11 El informe se basa en una encuesta realizada en 5 ciudades de territorio


nacional (Córdoba, Salta, Mendoza, San Miguel de Tucumán y Neuquén) en
base a una muestra de 257 casos de un rango etario entre 16 y 63 años. El
cuestionario relevó los ejes de educación, vivienda, vínculos familiares,
ingresos, salud, violencia y migraciones (Berkins, 2007).
12 "Recurso de hecho deducido por la actora en la causa Asociación Lucha por
la Identidad Travesti - Transexual c/ Inspección General de Justicia": Corte
Suprema de Justicia de la Nación. Sentencia del 21 de noviembre de 2006.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 145

ATTTA, por su parte, fue una de las primeras orga-


nizaciones en darle a la salud un lugar prioritario en las
demandas y acciones del activismo trans, a fin de reducir
la prevalencia del VIH en su población13. Tendió redes con
distintos hospitales y servicios de salud, primero en la Ciu-
dad de Buenos Aires y luego en la Provincia de Buenos
Aires, bajo la estrategia de los servicios o consultorios “ami-
gables” para la población trans14. El objetivo era favorecer
la accesibilidad de esta población a los servicios de salud,
principalmente a partir de la prevención del VIH. Una de las
dependencias públicas con las que ATTTA inició este tra-
bajo fue la Coordinación Sida de la Secretaría de Salud del
Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Entre
2002 y 2003, la Coordinación llevó adelante un proyecto
financiado por la agencia de Cooperación Alemana GTZ
(Barreda, Isnardi y Alarcón, 2003). Lo realizó en conjun-
to con la Fundación Buenos Aires Sida y la Asociación de
Travestis Transexuales y Transgéneros de Argentina (Casal
y Pugliese, 2009). La intervención consistía en un espacio
de reunión semanal denominado “Grupo Tacones” dentro
del Hospital de Infecciosas “Francisco Javier Muñiz”. Este
era coordinado por profesionales de la Coordinación Sida
y una promotora de salud perteneciente al colectivo trans.
En paralelo, integrantes de la organización comenzaron a
acercarse a la sala de internaciones del mismo hospital para
ofrecer apoyo a las trans internadas.

13 Según el documento titulado “Salud, VIH y personas trans. Atención de la


salud en personas travestis y transexuales. Estudio de seropevalencia de VIH
en personas trans” (2008) elaborado por Ministerio de Salud de la Nación,
ONUSIDA y la Organización Panamericana de la Salud, en colaboración
con la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina
(ATTTA) y la Fundación Buenos Aires Sida (FBAS), en 2006 la prevalencia
del VIH entre personas trans en Argentina era del 34,47%.
14 Siguiendo a Barreda, Isnardi y Alarcón (2003) los consultorios amigables
son “aquellos servicios que, sin modificar sus prácticas y rutinas habituales,
han podido responder a las situaciones concretas de esta población en rela-
ción con sus problemáticas de salud (horarios, turnos, llamado por su apelli-
do en sala de espera y por su nombre femenino en la consulta, etc.)” (2003:
58).

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146 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Posteriormente, la organización tendió vínculos con el


Servicio de Inmunocomprometidos del Hospital de Agu-
dos “José María Ramos Mejía”, otro hospital público de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En 2008, ese servicio
elaboró un proyecto de acceso de las personas trans al sis-
tema de salud. Con subsidios del Fondo Global de la Lucha
contra el Sida, Tuberculosis y Malaria, el servicio formó
un grupo de promotoras de salud trans para fomentar el
testeo del VIH entre sus pares y acompañarlas en el circuito
intrahospitalario de examen básico de salud.
La participación en las políticas de prevención del VIH
promovidas por distintas agencias internacionales generó
tensiones al interior del activismo, ya que en dichos pro-
gramas el colectivo trans era englobado bajo la categoría
HSH (“Hombres que tienen Sexo con Hombres”)15. ALITT
rechazó dicha categorización por considerar que violentaba
sus identidades, mientras que ATTTA se incorporó a los
programas con el fin de luchar contra la principal causa de
muerte de su comunidad (Cutuli, 2011).
ATTTA se constituyó como una red nacional con líde-
res distribuidas en todas las provincias del país y es inte-
grante de la Red Latinoamericana y del Caribe de perso-
nas trans (REDLACTRANS). Fue una de las organizaciones
que en 2005 conformó la Federación Argentina de Lesbia-
nas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT)16. Ello le permitió

15 “La categoría HSH surgió en el contexto de la epidemiología (o en un senti-


do más amplio, de los enfoques sociales sobre la epidemia) con una finalidad
descriptiva, clasificatoria y mensuradora. Es decir, surgió para describir una
categoría de individuos (una categoría que se define por un cierto número
de propiedades y es siempre arbitraria); para poder clasificar (es decir, orde-
nar) a los individuos que estaban siendo afectados (infectados, enfermos o
fallecidos) por el VIH; y para poder saber cuántos y en qué proporción lo
estaban” (Pecheny, 2012: 129-130).
16 Esta estuvo conformada originalmente por las organizaciones ATTTA (Aso-
ciación de Travestis Transgéneros y Transexuales de Argentina); La Fulana
(organización de mujeres lesbianas y bisexuales de Buenos Aires); Nexo
Asociación Civil (organización gay de Buenos Aires fundada en 1992); VOX
Asociación Civil (organización LGBT de la Provincia de Santa Fe fundada
en 1998) y la Fundación Buenos Aires Sida (Hiller, 2011).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 147

trabajar unificadamente con otras organizaciones en distin-


tas provincias del país, proponiéndose una extensión a esca-
la nacional. La FALGBT se orientó en estructura y objetivos
bajo el modelo de las Federaciones de España y de Bra-
sil. Como señala Renata Hiller (2011a), el objetivo de esta
organización fue “generar una estructura a nivel nacional
que potenció la proliferación de organizaciones en aque-
llas provincias donde previamente no las había, o estaban
escasamente desarrolladas” (2011: 98).
Otra de las organizaciones, conformada con poste-
rioridad a la derogación de los Edictos Policiales, fue
el Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL).
Esta agrupación se formó en 2002 por iniciativa de Diana
Sacayán, líder travesti asesinada en 2015. Focalizó sus acti-
vidades en el trabajo territorial desarrollado en La Matanza,
partido del Gran Buenos Aires. Contó en sus orígenes con
el apoyo del Partido Comunista que cedía sus locales para
la realización de los encuentros. Entabló vínculos con el
Hospital Interzonal General de Agudos “Dr. Paroissien” del
partido de La Matanza, donde también promovió la crea-
ción de un “servicio amigable para la diversidad sexual”
focalizado en la atención de la población trans (Diana Saca-
yán en Página/ 12, 01/07/2011). Su trabajo en el acceso a
la atención sanitaria fue el puntapié para la aprobación de
la Resolución N° 2.359/2007 del Ministerio de Salud de la
Provincia de Buenos Aires que garantizaba el respeto a la
identidad de género en todos los efectores sanitarios de la
provincia. Avanzando en su trabajo territorial y de articu-
lación con las agencias estatales en el ámbito de la Provin-
cia de Buenos Aires, la organización demandó la creación
del Programa de Inclusión en Educación de la Provincia de
Buenos Aires, y junto con otras organizaciones17, la Ley

17 Las organizaciones que propusieron y participaron de la redacción del pro-


yecto fueron MAL, la Agrupación Jóvenes Por La Diversidad, ALITT y
Futuro Transgenérico (liderada por Marlene Wayar). Entre los espacios
adherentes, se encontraban la Asociación Internacional de Lesbianas, Gays,
Bisexuales y Trans Región Latinoamérica y el Caribe (ILGA-LAC), Abo-

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148 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Provincial Nº 14.783 de cupo laboral para personas trans.


Esta fue aprobada en septiembre de 2015 por la Legislatura
de la Provincia de Buenos Aires18.
Por su parte, en 2007, se formó Futuro Transgenérico,
organización creada por Marlene Wayar, vinculada al arte y
la cultura. La misma integró la Red Trans de Latinoamérica
y el Caribe “Silvia Rivera” y gran parte de sus actividades
se realizaron en el marco del área Tecnologías de Género
del Centro Cultural Rector Ricardo Rojas dependiente de
la Universidad de Buenos Aires. A su vez, la organización
produjo “El Teje”, el primer periódico travesti latinoameri-
cano19 (Bevacqua, 2011).
A partir del camino abierto por estas organizaciones
pioneras, con el correr del tiempo fueron surgiendo nuevas
agrupaciones que focalizaron sus demandas en el acceso
al trabajo, la educación, la salud y la vivienda tanto una
mirada territorial o bien apostando a la federalización de
sus reivindicaciones.

Políticas de la identidad
Un último conjunto de demandas se orientó a promover la
sanción de una Ley de Identidad de Género que permitiera
el cambio de nombre y sexo registral en los documentos
de identidad oficiales y el acceso a las tecnologías médi-
cas de construcción corporal por fuera de los mecanismos

gadxs por los Derechos Sexuales (Abosex), Cooperativa Trans Escuela Nadia
Echazú, Cooperativa de Trabajo Trans Silvia Rivera, Bachillerato Popu-
lar Trans Mocha Celis, Asociación Marplatense por la Igualdad, Área de
Diversidad Sexual del Municipio de Lanús, Consultorio de Salud Inclusivo
con Perspectiva de Diversidad Sexual de Lanús, Morón y La Matanza, la
Comunidad Homosexual Argentina y la Federación Argentina LGBT.
18 En su artículo 1º establece que “El Sector Público de la Provincia de Buenos
Aires, deberá ocupar, en una proporción no inferior al uno (1) por ciento de
la totalidad de su personal, a personas travestis, transexuales y transgénero
que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo y a establecer reser-
vas de puestos de trabajo a ser exclusivamente ocupados por ellas, con el fin
de promover la igualdad real de oportunidades en el empleo público”.
19 https://elteje.com

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 149

impuestos hasta ese momento por el campo judicial. El


punto de inicio de esta estrategia puede ubicarse en 2007,
año en que ATTTA presentó junto al Partido Socialista un
proyecto de Ley de Identidad de Género que tomaba como
modelo la Ley española sancionada ese mismo año20. Este
proyecto perdió sucesivamente estado parlamentario al no
ser tratado por las comisiones correspondientes. La estrate-
gia de demandar a los/as integrantes del Congreso Nacional
la discusión de una Ley de Identidad de Género se revitalizó
tras la sanción de la extensión de los derechos del matrimo-
nio civil para parejas conformadas por personas del mismo
sexo21 (en adelante Ley de Matrimonio Igualitario) en el
mes de julio de 2010.
En esa misma época, comenzaron a formarse agru-
paciones centradas en las demandas de las masculinidades
trans. Estas también participaron activamente de la deman-
da de la Ley de Identidad de Género. Uno de los primeros
agrupamientos que reivindicaron la identidad trans mascu-
lina fue el grupo Teatro de Operaciones22, desarrollado en
2006 por Mauro Cabral y Joaquín Ibarburu (Teatro de ope-
raciones, 2009). Años más tarde, en el marco de los debates
parlamentarios de la Ley de Matrimonio Igualitario en el
Congreso Nacional se conformaron nuevas organizaciones.
En virtud de la investigación realizada para la elaboración
de la presente tesis cuyo trabajo de campo culminó en 2015
puede afirmarse que en algunos casos fueron desprendi-
mientos de grupos ya existentes que para varios de sus
integrantes no incorporaban las demandas de las masculi-
nidades trans a sus programas políticos. Tal es el caso de
Hombres Trans Argentinos de la Ciudad de Córdoba, des-
prendimiento de “Encuentro por la Diversidad”. En otros

20 Expediente 5259-D-2007 titulado “Ley de identidad de género: objetivos,


creación de la oficina de identidad de género en el ámbito de la secretaria de
derechos humanos, rectificación registral del sexo y cambio de nombre”.
21 Ley Nacional Nº 26.618.
22 Teatro de operaciones fue un “proyecto lúdico-político de activismo mascu-
lino trans e intersex” (Teatro de operaciones, 2009: 145)

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150 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

casos, integraron las organizaciones o federaciones ya exis-


tentes. Ese es el caso de ATTTA Trans Masculinos y RIT-
TA (Red Intersexual, Transgénero y Transexual Argenti-
na). Ambas organizaciones integraron la FALGBT. Algunos
activistas trans conformaron la organización Capicúa que,
si bien no centró su programa político en las masculini-
dades trans, incorporó sus demandas. Otros desarrollaron
su activismo de modo independiente o dentro de partidos
políticos de izquierda. Estos grupos y activistas compar-
tían gran parte de las reivindicaciones del activismo previa-
mente constituido pero poseían planteos políticos propios.
Algunos criticaban la sobrerepresentación de las demandas
de las identidades trans femeninas en el espacio del acti-
vismo trans y la escasa presencia de personas trans como
portavoces de los colectivos sexo-políticos con mayor pre-
sencia pública y mediática. También reclamaban la inclu-
sión de los derechos sexuales de las masculinidades trans
(derecho al aborto y al acceso a tecnologías reproductivas)
en la agenda de las organizaciones sexo-políticas (Sfeir en
Página/12, 20/06/2014). Las demandas de las organizacio-
nes que nucleaban a las masculinidades trans se dirigían al
Estado y al campo médico pero también buscaban inter-
pelar, producir cuestionamientos y modificar las prácticas
activistas de las organizaciones sexo-políticas en general y
de las trans en particular.
Hasta aquí, el capítulo expuso el proceso de surgimien-
to y desarrollo de las organizaciones trans y las principales
demandas sostenidas hasta la sanción de la Ley de Identidad
de Género en 2012. A continuación, profundizaré en dos
de los ejes que atravesaron el proceso recién descrito: las
disputas en torno a la definición de su identidad política
y la reivindicación de la construcción corporal como un
derecho o bien su denuncia como una imposición médi-
ca y cultural. Ahondaré en los solapamientos entre ambas
dimensiones a partir de las tensiones entre las distintas
organizaciones en torno a la reivindicación política de la
categoría travesti, transexual, transgénero y/o trans.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 151

“Tenemos que construir la identidad, tenemos


que construir y cuestionar la corporalidad”23
Entre las organizaciones trans pioneras pueden rastrearse
diferencias y tensiones alrededor de las posibilidades de
transformación y construcción corporal. Estas se vincula-
ron, a su vez, con las categorías identitarias que cada orga-
nización eligió reivindicar políticamente.
Desde su surgimiento, ALITT reivindicó la identidad
travesti y con el correr del tiempo se definió como una
organización feminista. En base a este posicionamiento,
concibió a la identidad travesti como alternativa al binaris-
mo dominante, es decir, ni masculina ni femenina, y anti-
patriarcal. Lohana Berkins, referente de la organización,
afirmaba: “Aunque yo tengo pene y tetas no soy varón, pero
tampoco soy mujer” (Berkins, 2008: 24). Para esta referente,
la categoría travesti tenía la potencialidad de desestabilizar
las categorías dicotómicas varón-mujer, mientras que las
categorías transgénero y transexual tenderían a reafirmar-
las, reproduciendo el orden normativo instituido. La reivin-
dicación del travestismo les permitía inscribirse dentro de
una genealogía local y regional de organizaciones que se
identifican con la misma categoría y des-inscribirse de las
norteamericanas y europeas que adscribían a la identidad
transgénero. ALITT reivindicó la autonomía para decidir
sobre el propio cuerpo. También fue crítica de las aspira-
ciones por encajar en la norma corporal sexual y de los
protocolos impuestos por el campo médico para ingresar a
los tratamientos de construcción corporal:

Las travestis vivimos circunstancias diferentes respecto de las


que atraviesan muchas transgéneros de otros países, quienes
a menudo recurren a cirugías de reasignación de sexo y tie-
nen como objetivo reacomodarse en la lógica binaria como
mujeres o varones. Gran parte de las travestis latinoamerica-

23 Frase acuñada por Lohana Berkins (2008: 3).

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152 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

nas reivindicamos la opción de ocupar una posición fuera del


binarismo y es nuestro objetivo desestabilizar las categorías
varón y mujer (Berkins, 2006: 2)

El antropólogo brasilero Bruno Cesar Barbosa (2013)


afirma que las distinciones entre las categorías travesti,
transexual, transgénero y trans son polisémicas, ya que sus
sentidos dependen de las situaciones y momentos en las que
son utilizadas por las personas, sea para referirse a sí mis-
mas o a otras. Si bien hay una continuidad de experiencias
y vivencias del cuerpo y la identidad entre quienes se iden-
tifican como travestis, transexuales, transgéneros o trans,
al reivindicar políticamente una u otra categoría se desta-
can sus diferencias con el objetivo de tomar una posición
específica en el espacio público en general y en el activismo
sexo-político en particular.
Cada una de estas categorías posee, a su vez, su propia
historia local de circulación y apropiación subjetiva. La
antropóloga Soledad Cutuli (2013; 2015) realizó una genea-
logía de la categoría travesti en los sectores populares en
Argentina. Afirmó que la misma empezó a circular en el
contexto argentino en un sentido identitario a partir de la
década de 1960. En un comienzo, estuvo ligada a la escena
teatral del under porteño en espectáculos de vedettes que
adoptaban una performance femenina durante los shows.
Una vez que las tecnologías médicas de construcción cor-
poral –tales como siliconas y hormonas- comenzaron a
estar disponibles para las personas que integraban los ámbi-
tos artísticos, algunas de estas vedettes adoptaron la cate-
goría travesti en su vida cotidiana fuera de las tablas. Las
herramientas biotecnológicas de construcción corporal se
sumaron al conjunto de prácticas y saberes de construc-
ción y recreación de la feminidad compartido con maricas,
mariconas y locas24 de mayor edad. Estas prácticas eran el

24 Categorías utilizadas para referirse a varones homosexuales afeminados que


no intervenían su cuerpo de modo permanente.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 153

corte y confección, el maquillaje y otras técnicas de montaje


transmitidas de generación a generación. Como afirman
Soledad Cutuli y Joaquín Insausti:

Hacerse travesti implicó una experiencia corporal cualitati-


vamente diferente a la de las maricas de la generación ante-
rior, por la aparición de nuevas tecnologías para feminizar los
cuerpos de forma permanente, circunstancia que contribuyó
a afianzar la consistencia en el uso del femenino para referirse
a sí mismas y a otras travestis. No obstante, (…) se enmar-
caron en una serie de experiencias previas que implicaron
la transmisión de saberes y expectativas concretas, ligadas a
la circulación en el ambiente teatral y carnavalesco (Cutuli
e Insausti, 2015: 32).

El desarrollo y acceso a las tecnologías médicas de


construcción corporal en los sectores populares fue cen-
tral para la posterior configuración de la identidad travesti
como categoría diferenciada de la de gay u homosexual. Ello
se dio por fuera de los discursos médicos o judiciales. No
obstante, Cutuli e Insausti (2015) resaltan la continuidad de
experiencias y construcciones identitarias entre travestis y
mariconas: circuitos de yire urbano, carnavales, teatros y
espacios de detención como cárceles y comisarías.
Tras la finalización de la última dictadura cívico-
militar, el resurgir de la democracia y el avance del neolibe-
ralismo, el número de travestis que comenzaron a migrar de
las provincias a la Ciudad de Buenos Aires fue en aumento
y pasaron de integrar el espacio artístico teatral a ejercer
la prostitución. Esta actividad se constituyó como princi-
pal medio de subsistencia pero también como espacio de
desarrollo y afianzamiento de la identidad travesti (Cutuli,
2015). Como también señala Cutuli (2013; 2015), hay un
origen de prácticas y sentidos comunes entre travestis y
maricas, aunque con el correr del tiempo cada una de las
identidades que conforma la sigla LGBT haya delineado
relatos, experiencias y demandas políticas propias. Ello se
dio al compás del afianzamiento -tanto al interior de las

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154 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

disciplinas clínicas como de las humanidades y las ciencias


sociales- de los conceptos de orientación sexual e identidad
de género como dimensiones diferenciadas.
La identidad transexual estuvo presente solo de modo
marginal en términos políticos. Con excepción de Transde-
vi (Transexuales por el derecho a la vida y la identidad) fun-
dada por Karina Urbina, el término formó parte de las siglas
de las organizaciones aunque no fue reivindicado política-
mente. El modo en que las distintas categorías ingresaron al
mapa identitario y político local fue relatado por una de las
activistas entrevistadas para esta tesis del siguiente modo:

Muchas veces nos hicieron creer que nosotras nos identifi-


cábamos como travestis, los travestis, una persona vestida de
mujer. Después vinieron las personas transexuales… pero no
es que vinieron, empezamos a tener contacto con mujeres
transexuales, las primeras que se operaban en Chile, Argenti-
na… Empezamos a ver toda esa diversidad dentro de nuestra
comunidad… como aparecieron las personas transgénero. Es
una palabra de Estados Unidos, no una palabra nuestra. Que
viene de allá y nos metieron acá… porque nos metieron, aca-
démicamente, nos metieron ahí (Mónica, activista).

La categoría travesti era entendida por la entrevista-


da como aquella impuesta por la policía para perseguir-
las y reprimirlas, luego reapropiada por las organizacio-
nes para denunciar estas prácticas represivas. La categoría
transgénero aludiría a un término importado e impuesto
desde la academia y el activismo estadounidense25. Por su
parte, la categoría transexual identificaría a aquellas que

25 El término “transgenderist” fue acuñado por la activista estadounidense


Virginia Prince en la década de 1970. Esta formuló el término para referirse
a aquellas personas que, al igual que ella, vivían de forma íntegra en un géne-
ro distinto al asignado al nacer sin el deseo de modificar su genitalidad qui-
rúrgicamente. Prince buscaba valerse de un término que discutiera con las
categorías médicas del transexualismo y el travestismo (Valentine, 2007).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 155

atravesaron intervenciones quirúrgicas genitales, general-


mente realizadas en Chile, tal como se mencionó en los
capítulos anteriores.
Acerca de los sentidos diferenciados con los que circu-
lan socialmente los términos travesti y transexual, Barbosa
(2013, 2015) afirma que hay estilos corporales y lenguajes
que marcan la adscripción a una u otra categoría identitaria.
Siguiendo al antropólogo brasilero, quienes adscriben a la
identidad transexual suelen dominar las categorías y retó-
ricas médicas. Vale destacar que para acceder al dominio
del léxico del campo médico es necesario haber accedido
previamente a la escolarización y otros bienes simbólico-
culturales. Estas narrativas serían reapropiadas para expli-
car deseos y sentimientos, y también oficiarían de mapa
para la construcción corporal. Desde el campo médico, la
transexualidad fue definida como mesurada y recatada a
fin de diferenciarla de los modelos corporales exuberantes
ligados al ambiente teatral y prostibulario en el que se des-
plegaba la identidad travesti.
Para las organizaciones que no la reivindicaban, la
identidad transexual expresaba la posición de aquellas per-
sonas que deseaban acceder a las tecnologías médicas para
construir sus cuerpos y así ajustarse a los imperativos de
género impuestos por la cultura patriarcal. Durante una
charla debate realizada en 2009 en la Legislatura de la Ciu-
dad de Buenos Aires, Marlene Wayar -referente de Futuro
Transgenérico- refirió al deseo de transformación corporal
como la internalización de los mandatos normativos sobre
los cuerpos, contra la que debía lucharse con la misma
intensidad que contra las representaciones discriminatorias
y estigmatizantes:

Tenemos que quitarnos al enemigo que tenemos dentro (…)


Si alguien quiere transexualizarse está en su derecho, y el
Estado tendría que brindar las formas posibles. También esta-
mos las que decidimos no hacerlo. No quiero imponer el “no
te intervengas quirúrgicamente”, no es mi objetivo, pero me

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156 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

parece que hay que plantearlo. Hay allí un tema a trabajar


y que tiene que ver con el enemigo interno que nos dice
“que estamos mal” y que tenemos que ser hombres y mujeres
“puros y perfectos” (Álvarez en Página/12, 23/10/2009).

Las críticas también hacían foco en las prácticas de


construcción corporal desarrolladas al interior de la comu-
nidad travesti, argumentando que estaban motivadas por
los estereotipos de género propios del ambiente prostibula-
rio y que eran realizadas en condiciones de precariedad. En
este sentido, Berkins afirmaba:

Hay una exigencia que pasa por una puesta en escena remar-
cada, reforzada; cuanto más grandes tengamos la tetas, la
boca o la cola, mejor, puesto que esa femineidad, en nosotras
tiene que quedar completamente evidente (…) nos hace expe-
rimentar cosas tales como que todas tenemos que ser rubias,
tener el mismo labio, la misma nariz, la misma prótesis del
mismo cirujano, que por cierto son todas cirugías clandesti-
nas (Berkins, 2004: 22 – 23).

Algunos de los referentes de las organizaciones de mas-


culinidades trans entrevistados para esta tesis no ponían en
discusión la decisión de intervenir el propio cuerpo sino
más bien la apropiación de las retóricas diagnósticas -en
especial la metáfora del “cuerpo equivocado” vinculada a
los discursos médicos- para explicarse a sí mismos. En este
sentido, un entrevistado afirmaba:

El término transexualidad, como estuvo inventado por el sis-


tema médico yo lo discuto y si me decís transexual me estás
ofendiendo, así te lo digo. Soy tajante con eso. No creo ni en
el cuerpo equivocado, ni en el cerebro equivocado ni nada de
eso, no lo creo y si hay una persona trans que me viene a decir
que nació en el cuerpo equivocado le daré la discusión. Nin-
gún cuerpo equivocado. Es tu cuerpo, lo tenés que cuidar y es
el que va a convivir con vos. Después que lo puedas cambiar
como a vos se te cante, buenísimo (Nicolás, activista).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 157

En el marco de estas discusiones, algunas organizacio-


nes comenzaron a utilizar el término trans para diferenciar-
se tanto de aquellas que reivindicaban la identidad travesti
como de las que reivindicaban la transexual. Una activista
entrevistada refirió que la adopción de categoría trans por
parte de su organización le permitió negociar estas tensio-
nes e incluir una amplia gama de posibilidades identitarias y
aspiraciones corporales. Afirmaba que reivindicar una sola
categoría las hubiera llevado a posicionarse en un lugar
de vigilancia de los cuerpos y diferenciar entre “operadas”
y “no operadas”. Por ello afirmaba “somos todas trans, no
podemos andar por la vida bajándonos las polleras y mos-
trando si somos transexual, que la otra no es transexual y es
travesti… No. Somos trans” (Mónica, activista).
En definitiva, la adopción de las categorías travesti,
transexual, transgénero o trans a nivel subjetivo y/o político
formó parte de un proceso más amplio de circulación teó-
rica e identitaria entre los campos activista, médico y legal
a nivel local, regional y mundial.
A pesar de las diferencias en el modo de concebir los
tratamientos de construcción corporal por parte de dife-
rentes organizaciones y activistas, fue posible reivindicar
la despatologización trans y demandar una Ley que legali-
zara y garantizara el acceso a los tratamientos médicos de
construcción corporal por fuera de requisitos patologizan-
tes. A continuación, expondré el recorrido por el cual se
incorporó la demanda por la despatologización al reperto-
rio de reivindicaciones de las organizaciones trans locales.
La misma comenzó a ser adoptada públicamente a partir
del 2009 en el contexto de las discusiones públicas que
antecedieron la sanción de la Ley de Matrimonio Iguali-
tario y de la mano de la campaña internacional Stop Trans
Pathologization 2012.

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158 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Las demandas al campo médico de aquí y de allá

La campaña internacional Stop Trans Pathologization 2012


(en adelante STP 2012) fue un movimiento global lanzado
en octubre de 2007 en Barcelona por la Red Internacional
por la Despatologización Trans. En un primer momento, se
conformó para oponerse a la sanción de la Ley de Identidad
de Género española cuyos requisitos para realizar el cam-
bio de sexo registral incluían “el tratamiento terapéutico
del proceso transexualizador al menos dos años antes de
la solicitud, avalada ésta por un médico o psicólogo clíni-
co, además de la adecuación de las características físicas al
género reclamado” (Zerolo, 2012: 292-293). Luego, comen-
zó a demandar la retirada del diagnóstico de “Trastorno
de identidad de género” de los manuales diagnósticos, en
especial del DSM cuya 5º edición se publicaría en 2012. El
movimiento por la despatologización trans buscaba generar
un movimiento social similar al que en la década de 1970
consiguió la eliminación de la categoría de la homosexuali-
dad del mismo manual.
En principio, la campaña se dirigió al campo médico,
denunciando los protocolos coercitivos que reproducían un
modelo corporal exclusivamente binario. Luego, a los Esta-
dos que imponían el requisito del diagnóstico para modifi-
car el nombre y sexo legal en los registros identificatorios.
Desde la perspectiva de la campaña, ambos mecanismos
formaban parte de una misma lógica social que limitaba la
autonomía de decisión de las personas trans para decidir
sobre sus propios cuerpos y sus vidas.
La campaña estuvo influenciada por la emergencia a
nivel mundial de un movimiento de crítica al sistema médi-
co hegemónico y el afianzamiento de la doctrina de los
derechos humanos a nivel internacional (Suess, 2011). La
principal crítica dirigida a la producción de los diagnósticos
psiquiátricos y sus protocolos de intervención focalizaba en
que estos no prestaban atención a las condiciones socia-
les que provocan el malestar psíquico. Los/as detractores/

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 159

as de los manuales de diagnósticos referían que con cada


revisión aumentaba exponencialmente el número de com-
portamientos catalogados como desórdenes mentales. De
hecho, de las 130 páginas de la primera edición del DSM, su
5° versión pasó a 947 (Hacking, 2013). Las sucesivas revisio-
nes, lejos de facilitar el trabajo de médicos/as o terapeutas,
ensanchaban el campo de beneficio para las compañías far-
macéuticas que desarrollaban drogas específicas para cada
uno de los trastornos en catálogo. Asimismo, respondían
menos a las necesidades de los/as usuarios/as que a los
intereses de la industria farmacéutica y las burocracias del
sistema sanitario (Di Segni, 2013; Hacking, 2013).
Previo a la conformación de la campaña STP 2012,
distintos colectivos y activistas a nivel global utilizaron el
lenguaje de los derechos humanos para promover el desa-
rrollo de políticas públicas que elevaran la calidad de vida
de lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transexuales, trans-
géneros, trans e intersex. Como parte de dicha estrategia,
en 2006 un conjunto de especialistas de distintos lugares
del mundo redactaron los Principios de Yogyakarta sobre la
Aplicación del Derecho Internacional de Derechos Huma-
nos a las Cuestiones de Orientación Sexual e Identidad de
Género. Estos fueron considerados parte del soft law del
derecho internacional en materia de derechos humanos ya
que no poseían carácter vinculante para los Estados. Sin
embargo, su elaboración permitió promover la celebración
de acuerdos y consensos internacionales a fin de que su
contenido fuera cumplido en cada uno de los países (Maffía
y Berkins, 2014). Estos condensaron una conceptualización
de la identidad de género distinta a aquella establecida por
el campo médico-psiquiátrico. La definieron como:

La vivencia interna e individual del género tal como cada


persona la siente profundamente, la cual podría correspon-
der o no con el sexo asignado al momento del nacimiento,

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160 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

incluyendo la vivencia personal del cuerpo y otras expresio-


nes de género; incluyendo la vestimenta, el modo de hablar y
los modales (Principios de Yogyakarta).

Los Principios de Yogyakarta constituyeron un plexo


normativo internacional de derechos humanos en relación
con la orientación sexual y la identidad de género. Propu-
sieron estándares de trato digno a ser cumplidos por parte
de los Estados basados en el principio jurídico del recono-
cimiento de la identidad de género. Entre los veintinueve
principios se incluyó el derecho a la vida, a la seguridad per-
sonal, al trabajo, a una vivienda adecuada, a la educación, a
la salud, a la protección contra abusos médicos, entre otros.
En línea con los principios bioéticos que sustentaron
algunos de los fallos analizados en el capítulo anterior,
el objetivo de la campaña fue lograr que se les otorgara
a las personas un rol activo en los procesos de decisión
sobre sus tratamientos y que se reconozcan las múltiples
posibilidades de vivencia de la corporalidad acorde a sus
deseos y respetando su autonomía de decisión. Es decir,
que los tratamientos médicos no se limitaran a un único
modelo lineal y progresivo cuya culminación fuera inde-
fectiblemente la intervención quirúrgica de la genitalidad
(Coll Planas, 2010).
En vistas al proceso de revisión del DSM originalmente
previsto para 201226, los eventos públicos estuvieron acom-
pañados de declaraciones y manifiestos producidos des-
de el campo activista. Se demandaba la incorporación a
los manuales y protocolos de formas no patologizantes de
entender y codificar las formas de vida trans y los trata-
mientos médicos de construcción corporal. Sin embargo,
existían diferencias entre quienes sostenían que debía eli-
minarse toda categoría que refiriera a las identidades trans
y quienes consideraban necesario mantener de modo estra-
tégico algún tipo de mención en los manuales a fin de

26 Finalmente fue publicado en 2015.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 161

asegurar el acceso y cobertura de las intervenciones quirúr-


gicas y tratamientos hormonales por los sistemas de salud
(Butler, 2006, Cabral, 2010). Estos últimos no renunciaron
a la crítica de los mecanismos que hacen necesario que esas
categorías existan. Como afirmó Mauro Cabral (2014):

Las personas trans seguimos estando atrapadas en una ver-


sión u otra de la enfermedad mental, y seguimos siendo cata-
logad*s como una especie de sufrientes. Y hay que recordar
que los diagnósticos provistos por ese Manual siguen siendo
condición imprescindible en muchos países del mundo para
acceder a derechos tales como el reconocimiento legal y las
modificaciones corporales, las cuales siguen siendo conce-
bidas en este marco, e indefectible, como el “tratamiento”
indicado para un sufrimiento diagnosticado, y nunca como
un modo biotecnológicamente mediado de expresión de sí
(Página/ 12, 2014, octubre 17).

En el marco de la campaña STP 2012, en octubre de


2007 se celebró el “Día Internacional de Acción por la Des-
patologización Trans”. Este evento fue ganando adhesiones
en distintas ciudades del mundo27 y obteniendo eco en la
comunidad médica internacional. Tal como fue desarrolla-
do en el capítulo 1, la 5° versión del DSM eliminó la cate-
goría de del “Trastorno de la identidad de género”, que fue
reemplazada por la de “Disforia de género”. Dicha versión
dejó de entender la “No conformidad de género” como un
trastorno y estableció que solo corresponde indicar trata-
miento psicológico en caso de que las personas experimen-
taran alguna forma de sufrimiento psíquico.
La campaña logró instalar la problemática a nivel glo-
bal, definir un lenguaje común de demandas y coordinar
acciones simultáneas en diferentes países a lo largo del
mundo.

27 Según la página oficial de la campaña, en 2015 se realizaron “más de 100


acciones por la despatologización trans en 45 ciudades de diferentes regio-
nes del mundo“ www.stp2012.info/old/es/noticias

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162 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

A partir del 2009, estas consignas se incorporaron a los


discursos de las organizaciones locales. El modo en que los
colectivos locales la retomaron no se centró exclusivamente
en denunciar los protocolos y categorías diagnósticas sino,
como instancia previa, necesaria y urgente, demandar al
Estado el acceso efectivo a los derechos sociales, entre los
que se encuentra el derecho a la salud.
Los informes elaborados por ALITT anteriormente
mencionados mostraban que las personas trans evitaban
acudir a la consultas sanitarias debido a las burlas y maltra-
tos sufridos en los ámbitos sanitarios por parte de profesio-
nales y del personal administrativo (Berkins y Fernández,
2004; Berkins, 2007). Este hecho se sumaba a las barreras
burocráticas ocasionadas por no contar con un DNI que
reflejase la propia identidad y generaba el escaso o nulo
control de la salud. Llevaba al ingreso a un circuito pre-
cario y clandestino de prácticas de construcción corporal
(implantes, cirugías estéticas e inyección de aceite de sili-
conas) así como al consumo de hormonas sin supervisión
médica (Berkins y Fernández, 2004; Berkins, 2007). Los
informes también expusieron trayectorias de vida signadas
por la expulsión de los marcos familiares, educativos y labo-
rales (Berkins y Fernández, 2005; Berkins, 2007). Las orga-
nizaciones responsabilizaron al Estado de estos procesos de
exclusión tanto por acción como por omisión.
Antes de adherir a la campaña internacional STP 2012,
las críticas a las categorías diagnósticas no tuvieron como
interlocutor al campo médico, sino al judicial. El activismo
local se encargó de denunciar los mecanismos excluyentes
del derecho para el acceso a los documentos de identidad
y los tratamientos médicos, tales como pericias y proce-
sos diagnósticos desarrollados en el capítulo anterior. La
principal exigencia al campo médico era el acceso a una
atención sanitaria. La demanda por la construcción corpo-
ral resultaba marginal frente a la gravedad de la exclusión
casi total del sistema de salud.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 163

En 2009, las organizaciones locales se sumaron a las


acciones públicas de la campaña STP 201228. La demanda
de descatalogación del diagnóstico de “Trastorno de la iden-
tidad de género” del DSM y la CIE sostenida por la campaña
se sumó a los repertorios reivindicativos históricos de las
organizaciones trans locales. Estos incluían la denuncia de
los Códigos de Faltas criminalizantes del travestismo y la
prostitución aún vigentes en algunas provincias del país y
el reclamo por el acceso a derechos sociales como trabajo,
educación, vivienda y salud (Página/12, 22 de octubre de
2010). Ese año, en la Ciudad de Córdoba se realizaron acti-
vidades públicas y en la Legislatura de la Ciudad de Buenos
Aires se organizó la charla debate titulada “Otro mundo es
posible. Para terminar con la patologización de la transe-
xualidad” (Álvarez en Página/12, 23/10/2009). En junio de
2010, la referente del MAL, Diana Sacayán, viajó al Primer
Congreso Internacional de Identidad de Género y Derechos
Humanos desarrollado en Barcelona e impulsado por acti-
vistas pertenecientes a la Campaña STP 2012 (Sacayán en
Página/12, 18/06/2010). El 23 de octubre de ese mismo año,
se realizaron actividades públicas, marchas y festivales en
Buenos Aires y Córdoba cuya consigna fue “Por la Despa-
tologización, Descriminalización y Desestigmatización de
las Identidades Trans”29. Las actividades convocadas en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires incluyeron escraches30
en las casas de las provincias que mantenían vigentes la

28 http://www.stp2012.info/old/es/prensa
29 http://www.stp2012.info/old/es/prensa
30 Los escraches son modalidades de protesta comunitaria ideadas en la década
de 1990 por agrupaciones de hijos e hijas de desaparecidos durante la última
dictadura cívico-militar argentina. Con el correr del tiempo esta modalidad
de acción colectiva se instaló dentro del repertorio de acciones de protesta y
fue utilizado por distintas organizaciones para reivindicar consignas que
exceden las demandas por memoria, verdad y justicia de los hechos ocurri-
dos durante la última dictadura cívico-militar argentina. Siguiendo a Sergio
Gradel (2011) el escrache “se originó con el propósito de constituir una
identidad propia basada en la realización de una justicia colectiva, una con-
dena social realizada a nivel barrial y comunitario” (2011: 291).

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164 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

criminalización del travestismo y/o la prostitución en sus


Códigos de Faltas. Estas acciones también tuvieron como
objetivo impulsar el debate parlamentario de los proyec-
tos de Ley de Identidad de Género, teniendo en cuenta la
ventana de oportunidades abierta por el debate público y
discusión parlamentaria de los proyectos de Ley de Matri-
monio Igualitario.

Estrategias del activismo trans por una Ley


de Identidad de Género

En julio de 2010, el Congreso Nacional aprobó la amplia-


ción de los derechos del matrimonio civil a parejas confor-
madas por personas del mismo sexo. Esta era una demanda
histórica de las organizaciones gay-lésbicas locales. A partir
de este logro militante, las organizaciones trans se orienta-
ron a mancomunar esfuerzos y entablar vínculos con dis-
tintos partidos políticos y legisladores/as nacionales a fin de
conseguir a la sanción de una Ley de Identidad de Género.
Como expondré en el capítulo que sigue, los proyectos
de Ley de Identidad de Género presentados hasta 2010
referían mayoritariamente a los mecanismos legales para el
cambio de nombre y sexo registral. En 2010, a través de la
diputada Juliana Di Tullio del Frente Para La Victoria, ATT-
TA presentó un proyecto que regulaba el cambio de nombre
y sexo registral y también el proyecto titulado “Régimen de
atención sanitaria para la reasignación del sexo” que dispo-
nía la legalización y cobertura de las intervenciones quirúr-
gicas y tratamientos hormonales, eliminando el requisito de
la autorización judicial previamente vigente. En 2010, se
conformó la coalición de organizaciones denominada Fren-
te Nacional por una Ley de Identidad de Género integrado
por las agrupaciones Putos Peronistas, ALITT, Coopera-
tiva “Nadia Echazú”, Hombres Trans Argentinos, Movi-
miento Antidiscriminatorio de Liberación (MAL), Futu-

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 165

ro Transgenérico, Encuentro por la Diversidad (Córdoba),


MISER, Antroposex, Viudas de Perlongher, Jóvenes por la
Diversidad, Escénica Arte y Diversidad, Cero en Conducta
(Santiago del Estero), ADISTAR-Salta, Comunidad Homo-
sexual Argentina, Apid, Crisálida (Tucumán), Ave Fénix,
AMMAR Córdoba y activistas independientes. Algunos/as
de sus integrantes también formaban parte de organiza-
ciones internacionales que trabajaban en pos de los dere-
chos humanos de las personas trans e intersex. También lo
integraron abogados/as actualizados/as en derecho inter-
nacional en materia de orientación sexual e identidad de
género. En 2011, a través de la diputada Diana Conti del
Frente Para la Victoria, el Frente presentó un proyecto que
incluía en un mismo proyecto tanto artículos referidos a
los procedimientos de cambio de nombre y sexo registral y
como artículos que contemplaban al acceso gratuito y libre
a tratamientos médicos de construcción corporal.
El 5 de noviembre de 2010, el Grupo de Estudios
sobre Sexualidades (GES) -equipo de investigación perte-
neciente al Instituto de Investigaciones Gino Germani de
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Bue-
nos Aires- organizó una charla debate titulada “Hacia una
Ley de Identidad de Género”. Allí, referentes trans locales
dialogaron y expusieron sus preocupaciones y expectativas
en torno a la discusión de una Ley de Identidad de Género
en el Congreso Nacional. Algunos/as expresaron su preo-
cupación ante la posibilidad de que la Ley fuera debatida
y aprobada sin que las voces de los/as directamente impli-
cados/as fueran escuchadas. Remarcaron el hecho de que
miembros del Congreso Nacional hayan presentado pro-
yectos sin consultar con las organizaciones sexo-políticas
o bien que se vincularan con referentes de movimientos
sociales que no eran trans y que, por lo tanto, no conocían
de modo encarnado las necesidades de dicha población.
Otro modo en el que se ponía de manifiesto el problema
de la autonomía de decisión sobre el propio cuerpo y la
propia vida era ser o no autores/as de los proyectos de ley

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166 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

que, en caso de aprobarse, regularían los mecanismos para


acceder al cambio de identidad legal y a los tratamientos
médicos de construcción corporal. En aquel encuentro, la
abogada de una de las organizaciones explicó los motivos
que llevaron a tomar la decisión de presentar dos proyectos
por separado: uno contemplaba el cambio de nombre y sexo
registral y el otro el acceso a tratamientos hormonales y
quirúrgicos. Estos motivos se sustentaban en una interpre-
tación particular de la mecánica legislativa. La demanda de
atención sanitaria integral implicaba inversión de presu-
puesto público, por ello se preveía que el proyecto se vería
sujeto a un sinnúmero de objeciones. Este fue el motivo
por el cual, explicó, optaron por presentarlo separadamente
del que solo refería a los cambios registrales que requerían
menor inversión pública.
Para uno de los entrevistados, presentar los proyectos
por separado era coherente con un modo particular de
entender el vínculo entre la identidad, el cuerpo y el reco-
nocimiento jurídico. Una Ley de Identidad de Género no
tenía por qué ser evaluada por representantes de la comi-
sión de salud o por expertos/as en temas sanitarios ya
que, desde una perspectiva despatologizante, la identidad
no debía vincularse necesariamente a lo corporal. El riesgo
de presentar un proyecto que unificara lo identitario y lo
corporal era que la mirada médica hegemonizara el debate y
se perdiera de vista la importancia de que el Estado recono-
ciera la propia identidad sin imponer requisitos corporales
ni intermediarios médicos.
Para las organizaciones que incluyeron ambos aspectos
en un mismo proyecto, escindir las demandas era desapro-
vechar el momento político abierto por la Ley de Matri-
monio Igualitario favorable a la discusión de una Ley de
Identidad de Género. A una ley se llegaría mientras que a la
otra no. Por ello formularon un proyecto que incluía ambas
dimensiones desde una perspectiva despatologizante.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 167

En la charla debate, muchos/as activistas advirtieron


sobre limitaciones intrínsecas a cualquier tipo de Ley de
Identidad de Género, aun la más completa. Una activista se
preguntaba en qué medida tener documentos que acredita-
ran su identidad de género le evitaría las situaciones de dis-
criminación y estigmatización experimentadas diariamen-
te. La misma afirmaba: “el documento no va a cambiar nada
y se nos va a seguir aplicando la exclusión que se nos aplica
no sólo por ser travestis, sino por la evidencia de ese ser
travesti” (Registro de campo, 5 de noviembre de 2010). Otro
sector consideraba que debía demandarse que los docu-
mentos identificatorios agregaran un tercer casillero en la
categoría sexo para incluir la letra “T” ya que, de mantenerse
el binario, normativo y mutuamente excluyente “varón” o
“mujer”, las personas trans aún iban a tener que adecuarse
al binomio, aplazando la posibilidad de ser reconocidas en
su identidad travesti, transexual, transgénero o trans.
Este era el contexto de debates que atravesó el activis-
mo trans al momento de demandar la Ley de Identidad de
Género. Con el avance del tratamiento parlamentario de los
distintos proyectos de ley vigentes en 2011, las organiza-
ciones sexo-políticas se agruparon bajo la demanda de una
ley unificada que incluyera tanto el cambio de los registros
legales como el acceso a las intervenciones médicas. Ello
fue posible luego de que al interior de las organizaciones
trans se consensuara que la demanda por el acceso a los
tratamientos médicos de construcción corporal era intrín-
seca e inseparable al reclamo por el reconocimiento de la
propia identidad históricamente reclamado. Esto es, conce-
bir la identidad como inseparable de la corporalidad y el
acceso a las tecnologías de transformación corporal como
un derecho humano fundamental.

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168 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Recapitulación y conclusiones

En este capítulo analicé las reivindicaciones de las orga-


nizaciones trans locales sostenidas desde su emergencia a
comienzos de la década de 1990 hasta la sanción de la Ley
de Identidad de Género en 2012.
Incluí a las organizaciones trans dentro de los llamados
“Nuevos Movimientos Sociales” (NMS) considerando que
una de sus características es que los procesos de definición,
cuestionamiento y redefinición de las categorías que los
definen son inherentes al modo de entender y poner en
práctica lo político. Entre las organizaciones trans locales,
uno de los ejes que travesó estas tensiones fue el posicio-
namiento en torno al cuerpo y sus posibilidades de trans-
formación a través de las tecnologías médicas disponibles.
Dicha tensión se expresó en la disputa por la reivindica-
ción política de la categoría travesti, transexual, transgénero
y/o trans. Argumenté que la adopción de estas categorías
a nivel subjetivo y/o político forma parte de un proceso
más amplio de circulación teórica e identitaria entre los
campos activista, académico, médico y legal a nivel local,
regional y mundial.
Tras describir la historia de las primeras organizacio-
nes trans y el recorrido de sus demandas, analicé las ten-
siones presentes entre ellas en torno a la definición de la
identidad política y la reivindicación del acceso a los tra-
tamientos de construcción corporal, o bien su cuestiona-
miento como imposición médica y cultural. A pesar de las
diferencias en el modo de concebirlos, fue posible deman-
dar una Ley de Identidad de Género que legalizara y garan-
tizara el acceso a dichos tratamientos.

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5

El escenario parlamentario

Debates públicos en torno al cuerpo


y la identidad

A fin de abordar los debates públicos que signaron las posi-


bilidades de reconocimiento de la autonomía corporal de
las personas trans en el escenario parlamentario, en este
capítulo analizo los sentidos forjados y disputados al inte-
rior del Congreso Nacional al debatirse los proyectos de
Ley de Identidad de Género entre 2011 y 2012. El deba-
te giró alrededor de dos ejes: la regulación de los proce-
dimientos para el cambio de nombre y sexo legal en los
registros identificatorios oficiales y la definición de los cri-
terios de acceso y cobertura de los tratamientos médicos de
construcción corporal.
Comenzaré describiendo el proceso de ingreso de las
demandas de los colectivos LGBT en la agenda parlamenta-
ria argentina. Haré hincapié en el debate y sanción de la Ley
de Matrimonio Igualitario en 2010 asumiendo que se trató
de un acontecimiento decisivo para el posterior tratamiento
de los proyectos de Ley de Identidad de Género en el Con-
greso Nacional. Seguidamente, compararé los proyectos de
ley presentados desde 1995 que tenían por objeto regular
el cambio de nombre y sexo registral o el acceso a ciru-
gías genitales voluntarias. Finalmente, me adentraré en el
análisis del los debates parlamentarios desarrollados entre
2011 y 2012. Allí, la discusión se orientó a delimitar cuáles

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170 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

eran las corporalidades que podían encarnar legalmente las


categorías de varón o mujer y el modo de entender oficial-
mente los tratamientos médicos de construcción corporal
solicitados por la población trans.
Afirmo que, una vez aprobada la Ley de Identidad de
Género que legaliza, descriminaliza, despatologiza y desju-
dicializa el acceso a los tratamientos médicos de construc-
ción corporal, se abrió un marco de disputas y tensiones
entre usuarios/as de los servicios de salud y profesionales
de la salud para definir el modo en que esos principios
legales se llevarían efectivamente a la práctica al interior
de los consultorios1.

Las reglas de producción discursiva del escenario


parlamentario

El escenario parlamentario se caracteriza por ser un espacio


público de habla y deliberación con reglas y procedimien-
tos específicos para la producción de enunciados válidos.
Allí se disputan los sentidos sociales vigentes en torno a
distintos asuntos que afectan a la ciudadanía. Como afirma
la socióloga mexicana Teresa Carbó (1987), la producción
del discurso parlamentario requiere de un proceso rituali-
zado y regulado acorde a la normativa que rige su actividad.
Dicho proceso sustenta, en última instancia, la legitimidad
de las decisiones legislativas que de allí emanan:

El debate parlamentario sería el encuentro convenido de


adversarios leales e iguales, que se reúnen convocados por
la palabra, y que se dedican a trabajar con ellas dentro de
ciertas tareas verbales que se consideran propias de la labor
parlamentaria: el análisis, la reflexión, la crítica, el debate, la

1 Partes de este capítulo fueron publicadas en Farji Neer (2014, 2015, 2016a).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 171

polémica y la resolución racional de los enfrentamientos por


medio de la propuesta de las mejores y más justas soluciones
(Carbó, 1987: 165).

A diferencia de otros espacios públicos como el mediá-


tico, el artístico o el activista, el parlamentario goza de la
autoridad que emana de su localización estatal y se dife-
rencia de aquellos por su grado institucionalización, for-
malidad y capacidad decisoria (Hiller, 2011a; 2011b; Fra-
ser, 1997). Al igual que el judicial, su pertenencia estatal
le otorga un valor simbólico específico. En las unidades
de control territorial que se rigen bajo una administración
centralizada, el Estado concentra el dominio de otros capi-
tales circulantes en el espacio social (económico, cultural,
informacional, simbólico y la fuerza física). Ello le otorga al
mismo tiempo autoridad y legitimidad. Es lo que Bourdieu
denominó “meta-capital” estatal (1993). Pero a diferencia
del campo judicial, el parlamentario fue proclamado por
el pensamiento político moderno y liberal como el espacio
privilegiado del debate democrático. Se configuró alrede-
dor de él un conjunto de presunciones culturales que lo
instituyeron como el espacio ideal de deliberación y refle-
xión crítica, compartido por sujetos libres e iguales que
deben velar por los intereses de aquellos a quienes repre-
sentaban (Carbó, 1987).
La producción legislativa tiene como objetivo dar una
respuesta política y técnica a las demandas de los colectivos
sociales que logran ser cifradas como asuntos de interés
público y, a partir de allí, incluidas en la agenda parlamen-
taria (Rein y Schön, 1993; Aguilar Villanueva, 1994; Stone,
2002; Fischer, 2003). El contenido de las normas se esta-
blece en base al consenso entre puntos de vista divergen-
tes o a la decisión de la mayoría parlamentaria (Marafioti,
2007). La legitimidad de las decisiones allí elaboradas no
es incuestionable, depende del modo en que la población
perciba y juzgue a la autoridad estatal en cada momento.
A su vez, la representación –núcleo central de la definición

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172 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

del espacio y la actividad parlamentaria- nunca es transpa-


rente, lineal o exenta de conflictos. Mucho menos cuando
se trata de debatir legislaciones que atañen a los intere-
ses de los grupos subalternizados, tales como los pueblos
originarios, las mujeres o los colectivos LGBT. Estos “dile-
mas de la representación” fueron expresados por Renata
Hiller en un conjunto de interrogantes en torno al sistema
democrático representativo y la idea moderna y liberal de
representación en general:

¿Deben representarse los diferentes grupos e intereses


(muchas veces antagónicos) que existen en una sociedad? ¿O
la representación debe expresar valores y opiniones sobre lo
común? ¿Cómo dar curso a la pluralidad de voces existentes
en una sociedad, reservando un lugar para los grupos minori-
tarios? (…) ¿Quiénes pueden ser representantes? ¿Qué signi-
fica representar? (…) ¿Cómo se estructura la representación
de los grupos minoritarios? (…) ¿se requiere que quien repre-
sente un determinado colectivo sea integrante del mismo? Y
si es así, ¿alcanza con ello? (Hiller, 2011b: 173-174).

Lejos de erigirse como un espacio de representación


transparente de todos los intereses presentes en la sociedad,
el parlamentario es un espacio siempre en diálogo, tensión
o disputa con otros espacios públicos vigentes y con sus
intereses respectivos. Oficia de caja de resonancia de las
demandas o conflictos sociales que logran acceder al estatus
parlamentario en base a un contexto o correlación de fuer-
zas favorable. Siguiendo a Pecheny y de la Dehesa (2011), las
decisiones parlamentarias no solamente resuelven proble-
mas públicos, también transmiten mensajes y poseen efec-
tos sociales concretos.
Analizar el modo en que se procesan las demandas de
los colectivos trans en el escenario parlamentario permite
visualizar el proceso por el cual los sentidos sociales en
torno a dichos colectivos fueron disputados y dotados de
carácter oficial. También permite indagar en las modali-
dades de producción discursiva de los sujetos que dichas

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 173

políticas regulan. Estos pueden ser definidos como suje-


tos de derechos, victimas, sujetos sufrientes, personas vul-
nerables o miembros de una ciudadanía empoderada que
demandan tomar las riendas de su vida y sus cuerpos.
A partir de la última reapertura democrática, las orga-
nizaciones sexo-políticas locales hicieron del escenario par-
lamentario el espacio predilecto donde dar la batalla para
promover el respeto cultural de sus formas de vida. A con-
tinuación, describiré el contexto y condiciones sociales y
políticas para el debate y aprobación de la Ley de Identidad
de Género, focalizando en el ingreso previo de las deman-
das de los colectivos gay-lésbicos en la agenda parlamen-
taria nacional. Me referiré al proceso de sanción de la Ley
de Matrimonio Igualitario para posteriormente adentrarme
en el análisis de los discursos que circularon en el Congre-
so Nacional al debatirse los distintos proyectos de Ley de
Identidad de Género.

El escenario parlamento y las demandas


de reconocimiento

Las demandas de los colectivos trans ingresaron en la agen-


da parlamentaria con posterioridad al ingreso de las de los
colectivos gay-lésbicos. La última reapertura democrática
implicó el pasaje de una estrategia de confrontación por
parte de las organizaciones sexo-políticas a distintas formas
de vínculo con la institucionalidad estatal. Se demandaron
legislaciones y políticas públicas para revertir situaciones
de discriminación, estigmatización, violencia y exclusión
social. Una vez derogados los Edictos Policiales, los distin-
tos sectores del espectro de organizaciones sexo-políticas
elaboraron sus propias demandas. El acceso igualitario a los
derechos, independientemente de la orientación sexual de
las personas, fue una de las primeras demandas que logró
ingresar en la agenda parlamentaria y tuvo como resultado

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174 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

la sanción de la Ley de Unión Civil (Ley Nº 1002) de la


Ciudad de Buenos Aires en 2002. Esta demanda había teni-
do como principal opositora a la Iglesia Católica. Sumado
a ello, predominaba el desinterés de los partidos políticos
tradicionales por la problemática del estatus menguado de
la ciudadanía de las personas no heterosexuales, cuando no
una casi automática alineación a los postulados de la Iglesia.
La aprobación de la Ley de Unión Civil se explica, en par-
te, porque la misma era un indicador de modernidad. Ello
contribuyó a que los partidos progresistas de la Ciudad de
Buenos Aires ganaran apoyo de las clases medias urbanas
definidas históricamente como modernas. Dicha definición
incluía una visión amplia en torno a la sexualidad (Pecheny
y de la Dehesa, 2011; Hiller, 2009).
La Ley de Unión Civil otorgaba algunos de los dere-
chos contemplados en el matrimonio civil, tales como
“incorporar a la pareja a la obra social, recibir una pensión,
solicitar vacaciones en el mismo período, pedir créditos
bancarios conjuntos y obtener el mismo trato que los espo-
sos en caso de enfermedad del concubino/a” (Hiller, 2011a:
109). Esta Ley daba respuestas a algunas de las demandas
surgidas en el marco de la epidemia del VIH durante la
década de 1990. Si bien representaba un gran avance, resul-
taba incompleta ya que regía solo en una jurisdicción del
país y dejaba por fuera otros aspectos atinentes al matrimo-
nio, tales como la herencia y la adopción.
En base a la continuidad en las demandas y estrate-
gias de las organizaciones gay-lésbicas, entre 2005 y 2009
fueron presentados distintos proyectos de modificación
de la Ley de Matrimonio Civil. Tuvieron como firman-
tes a miembros de distintos partidos políticos tales como
el Partido Socialista, el Frente Para la Victoria y el Parti-
do Encuentro Popular y Social. En paralelo, el activismo
gay-lésbico local impulsó la presentación de amparos judi-
ciales por parte de parejas conformadas por personas del
mismo sexo que solicitaban turnos para contraer matri-
monio en el Registro Civil. Estos pedidos eran denegados

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 175

automáticamente. El objetivo de los amparos era instalar


la problemática en la agenda pública y mediática así como
generar una sinergia entre el poder judicial y el poder legis-
lativo (Hiller, 2011a).
El primer debate legislativo de los proyectos de ley de
Matrimonio Igualitario se desarrolló 4 de mayo del 2010 en
la Cámara de Diputados en un contexto que Hiller (2011a)
describió como de reacomodamiento post electoral: fue el
primer debate de peso desarrollado tras la nueva confor-
mación de la Cámara. La media sanción en la Cámara de
Diputados se obtuvo con 126 votos favorables, 110 en con-
tra y 4 abstenciones y así logró su pase al Senado. Durante
el mes de julio de ese mismo año, la presidenta Cristina Fer-
nández de Kirchner del Frente para la Victoria se manifestó
públicamente a favor de la aprobación de la Ley. Ello le
permitió afianzar una estrategia discursiva iniciada durante
la gestión de Néstor Kirchner en 2003 que se hacía eco de
las consignas de defensa de los Derechos Humanos elabo-
radas por los organismos de Derechos Humanos y otras
organizaciones sociales. También afianzó la disputa con la
Iglesia Católica que duró hasta la elección del Cardenal de
la Ciudad de Buenos Aires Jorge Bergoglio como Sumo
Pontífice de la Iglesia Católica en marzo del 2013.
El 14 de julio del 2010, durante su tratamiento en la
cámara de Senadores, y contando con una fuerte campaña
opositora por parte de la Iglesia Católica, la Ley de Matri-
monio Igualitario fue aprobada con 33 votos a favor, 27 en
contra y 3 abstenciones. Con la aprobación de esta Ley, el
conjunto de las organizaciones sexo-políticas ampliaron su
cuota de legitimidad social y sus demandas fueron incorpo-
radas por otras instancias institucionales.
Los discursos a favor de la Ley que circularon durante
el debate parlamentario se sustentaron en criterios antidis-
criminatorios y de inclusión social. Vale destacar que su
sanción implicó un reposicionamiento del país en el mapa
global de políticas de reconocimiento hacia la diversidad
sexual.

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176 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

En este contexto, la discusión de una Ley de Identidad


de Género profundizaba el proceso abierto con la sanción
de la Ley de Matrimonio Igualitario. Las condiciones de
posibilidad para su tratamiento estuvieron dadas por el
debate público y parlamentario que lo precedió y también
por el proceso de instalación pública e institucional de las
demandas políticas de los grupos activistas descritas en el
capítulo anterior. Las organizaciones trans llevaron ade-
lante una estrategia similar a la delineada para lograr la
sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario (Hiller, 2011a).
Dicha estrategia se compuso de distintos ejes. Un primer
eje se caracterizó por el “lobby” o “cabildeo” entre los/as
legisladores/as nacionales con el objeto de ganar apoyos y
promover el ingreso del asunto en la agenda institucional-
parlamentaria. Es decir, lograr el tratamiento de los pro-
yectos en las comisiones parlamentarias y, una vez allí,
garantizar que la definición del problema público que pre-
valeciera fuera aquella delineada por las organizaciones. Un
segundo eje de la estrategia fue la judicialización, esto es,
la obtención del reconocimiento judicial de la demanda de
modificación de los documentos de identidad sin pasar por
peritajes médicos ni certificación diagnóstica. Esta iniciati-
va se orientaba a obtener una gran cantidad de fallos estra-
tégicos y así presionar a los/as integrantes del Congreso
Nacional para agilizar el tratamiento de los Proyectos. Para
ello, los equipos jurídicos del Frente Nacional por la Ley
de Identidad de Género, la CHA y la FALGBT comenza-
ron a fomentar y patrocinar la presentación de solicitudes
bajo la forma de amparos o medidas cautelares frente a los
tribunales del Fuero en lo Contencioso, Administrativo y
Tributario de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Cardi-
naux, Clérico y Ronconi, 2012). En este marco, a fines del
2010 la actriz Florencia de la V. obtuvo, mediante un fallo
de la Jueza Elena Liberatori, titular del Juzgado en lo Con-
tencioso, Administrativo y Tributario Nº 4 de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, la autorización para obtener la
rectificación de su nombre y su sexo en el DNI. En aquel

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 177

fallo se tomó como prueba su sola declaración de voluntad


y la jueza se abstuvo de solicitar pericias médicas. La actriz
tampoco justificó su pedido en la realización de una cirugía
genital previa ni se le solicitó comprometerse a realizar-
la. Este fallo sentó jurisprudencia e inauguró la “Doctrina
Florencia Trinidad”.

Los proyectos legislativos

A continuación, repasaré los proyectos legislativos presen-


tados con anterioridad al tratamiento parlamentario de la
Ley de Identidad de Género. Analizaré el contenido de pro-
yectos legislativos que tenían por objetivo regular el cambio
de nombre y sexo registral y el acceso a cirugías genitales
voluntarias a partir de los siguientes ejes: definición del
problema público, procedimiento y requisitos para el cam-
bio registral y rol asignado a las intervenciones médicas.
En base al análisis de los distintos proyectos presenta-
dos, es posible identificar una primera generación de pro-
yectos para regular el cambio de nombre y sexo registral.
Estos fueron el “Régimen para la adecuación física y cam-
bio de identidad civil para los casos de intersexualidad y
transexualidad” 2 presentado por el diputado del Partido
Justicialista Gustavo Green en 1995, el proyecto de “Dere-
chos personales a la rectificación sexual para transexuales,
hermafroditas o seudohermafroditas” presentado en 2001
por el diputado Alfredo Bravo del FREPASO3 y el “Régimen

2 Expediente 2949-D-1995 “Régimen para la adecuación física y cambio de


identidad civil para los casos de intersexualidad y transexualidad”.
3 Expediente 2249-D-2001 “Derechos personales a la rectificación sexual
para transexuales, hermafroditas o seudohermafroditas”.

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178 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de derechos personales a la rectificación sexual registral”4


presentado en 2002 por el diputado Roberto Saredi del
Partido Justicialista.
Esta primera generación de proyectos estipulaba que
el poder judicial continuara a cargo de la evaluación de
los pedidos pero establecía los requisitos necesarios para la
resolución judicial positiva a fin de limitar la discrecionali-
dad de los/as jueces/zas. Los requisitos eran la certificación
de los diagnósticos médicos mediante pericias médicas y/
o psicológicas y la realización entrevistas con los/as soli-
citantes a fin de que los/as jueces/zas pudieran “apreciar
personalmente la dimensión del conflicto existencial vivi-
do e informar al mismo de sus consecuencias irreversi-
bles” (Expediente 2949-D-1995). En el caso del proyecto
de Bravo, se sumaba el requisito de no haber contraído
matrimonio ni haber tenido hijos/as al inicio del trámite.
En estos primeros proyectos, una vez recibida la autori-
zación, la persona debía someterse de modo obligatorio a
una intervención quirúrgica con el fin de adecuar el “sexo
físico” al sexo legal peticionado. Solo luego de la interven-
ción los/as solicitantes podían dirigirse al Registro Civil
para realizar el cambio registral. En lo que respecta a las
intervenciones quirúrgicas genitales voluntarias, en 1997
el senador de la Unión Cívica Radical Alberto Maglietti
presentó un “Proyecto de Ley sobre despenalización de la
cirugía transexual”5 en el que proponía la modificación del
Código Penal a fin de que se eximiera de responsabilidad
penal a los/as profesionales que las realizaran, siempre que
se dejara fehacientemente asentado el consentimiento de las
personas solicitantes.

4 Expediente 1877-D-2002 “Régimen de derechos personales a la rectifica-


ción sexual registral”.
5 Expediente 1622-S-97 “Proyecto de ley sobre despenalización de la cirugía
transexual”.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 179

Los fundamentos de estos primeros proyectos presen-


tados entre 1995 y 2002 se sustentaron en una natura-
lización de los diagnósticos médicos descritos en capítu-
los previos, entendiéndolos como condiciones no elegidas
que ameritaban la intervención del Estado para menguar el
padecimiento y la discriminación consecuentes. Estos argu-
mentos estaban en consonancia con los fallos judiciales que
los antecedieron y que fueron analizados en el capítulo 3.
En 2003, se inauguró una segunda generación de ini-
ciativas parlamentarias con la presentación del proyecto
titulado “Cambio de nombre y adecuación sexual en caso de
cambio de sexo o discordancia con identidad o expresión
de género”6 por parte de la entonces diputada por el Partido
Socialista, María José Lubertino y un proyecto de “Ley de
Identidad de Género”7, inspirado en la Ley española homó-
nima, presentado en 2007 por la diputada Silvia Augsburger
del mismo partido. Esta segunda generación de propuestas
buscaban quitarle al poder judicial la potestad para deci-
dir en los pedidos de cambio de nombre y sexo registral.
Proponían que el trámite se realizara de modo personal en
las oficinas del Registro Civil. Dejaban de lado la retórica
biomédica de la transexualidad e incorporaban los concep-
tos de “identidad de género” y “expresión de género”. No
obstante, mantenían el requisito de la presentación de un
certificado médico “en el que conste la necesidad o con-
veniencia de adecuar el nombre de pila a su identidad de
género” o bien que la persona “haya cambiado su sexo, a
través de intervención quirúrgica o tratamientos hormona-
les” (Expediente 5954-D-2003), por más que las interven-
ciones quirúrgicas genitales continuaran siendo ilegales en
el país. En estos proyectos la intervención quirúrgica no era
obligatoria y tampoco se establecía la prohibición de con-
traer matrimonio una vez realizado el cambio registral. El

6 Expediente 5954-D-2003 “Cambio de nombre y adecuación sexual en caso


de cambio de sexo o discordancia con identidad o expresión de género”.
7 Expediente 5259-D-2007 “Identidad de género”.

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180 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

proyecto presentado por Augsburger proponía la creación


de una Oficina de Identidad de Género cuya función era,
entre otras, la evaluación de las solicitudes de rectificación
registral del sexo y cambio de nombre que estaría a car-
go de un equipo interdisciplinario formado por expertos/
as (profesionales de la salud, abogados/as, psicólogos/as y
sociólogos/as). El equipo tenía la potestad de decidir sobre
la identidad de las personas, rol similar al que ocupaban
los/as jueces/zas en las primeras propuestas legislativas.
El proyecto presentado por Augsburger retomaba las
definiciones de los Principios de Yogyakarta y los avances
normativos logrados por las organizaciones trans en distin-
tos ámbitos estatales mencionados en el capítulo anterior,
tales como el Fallo de la Corte Suprema de Justicia que
otorga la personería jurídica a ALITT y la Resolución que
garantizaba el respeto a la identidad de género en los ser-
vicios de salud de la Provincia de Buenos Aires. También
citaba documentos producidos por la Federación Estatal
de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de España
utilizados para demandar la Ley sancionada en ese país.
Este proyecto volvió a ser presentado en 20098 y 20119. A
su vez, un proyecto similar al elaborado por Lubertino fue
presentado en 2010 por parte de la diputada Silvana Giudici
de la Unión Cívica Radical10.
Una última generación de iniciativas se inició en 2010
con la presentación de proyectos de ley cuya redacción
incluyó a las organizaciones trans locales. Estos contem-
plaban el acceso y cobertura de los tratamientos médicos.
Se trató del Proyecto de “Ley de reconocimiento y respeto
a la identidad de género”11 y el Proyecto de “Régimen de

8 Expediente 1736-D-2009 “Identidad de género”.


9 Expediente 1879-D-2011 “Identidad de género”.
10 Expediente 7243-D-2010 “Derecho a la identidad de género. Régimen.
Modificación de las leyes 17671, 18248 y 26413”.
11 Expediente 7644-D-2010 “Ley de reconocimiento y respeto a la identidad
de género”.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 181

atención sanitaria para la reasignación del sexo”12 presen-


tados por la diputada del Frente Para la Victoria Juliana Di
Tullio, así como el Proyecto titulado “Identidad de género.
Régimen para su reconocimiento y respeto. Derogación de
la Ley 17.132. Modificación de la Ley 18.248”13 presentado
por la diputada Diana Conti del mismo partido. Los pro-
yectos de Di Tullio fueron redactados en conjunto con la
Federación Argentina LGBT y contaron con el apoyo del
Foro de Diversidad Sexual del Instituto Nacional contra
la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). Por
su parte, el proyecto de Diana Conti fue elaborado por la
CHA, ALITT y MAL, organizaciones que posteriormente
conformaron el Frente Nacional por la Ley de Identidad
de Género.
En lo que refiere al cambio registral, los proyectos
proponían que cualquier persona pudiera solicitar la con-
fección de un nuevo documento nacional de identidad con
la rectificación registral del sexo y un nuevo nombre propio
presentándose en las oficinas del Registro Nacional de las
Personas, sin necesidad de acreditar ninguna prueba o auto-
rización médica, judicial o administrativa. Atendiendo a sus
fundamentos, los proyectos se proponían reducir y reparar
la violación constante de los derechos humanos por moti-
vos de identidad de género. Se sustentaban en los principios
de no discriminación y eran críticos de la judicialización, la
patologización y la medicalización compulsiva de las per-
sonas trans como requisito para modificar su documen-
tación. Proponían que las nuevas legislaciones reflejaran
los avances teóricos en materia de géneros y sexualidades
desarrollados por el feminismo, los estudios de género, las
ciencias sociales y las humanidades. Afirmaban concepcio-
nes no biologicistas y desnaturalizadoras del género y la

12 Expediente 7643-D-2010 “Régimen de atención sanitaria para la reasigna-


ción del sexo”.
13 Expediente 8126-D-2010 “Identidad de género. Régimen para su reconoci-
miento y respeto. Derogación de la ley 17.132. Modificación de la ley
18.248”.

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182 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

sexualidad. A diferencia de los primeros proyectos que se


sustentaban en concepciones biomédicas, afirmaban nocio-
nes amplias y flexibles de la sexualidad y la identidad. Con-
cebían a la identidad de género como parte de una realidad
simbólica, social y cultural antes que biológica.
Sea en un mismo proyecto o por separado, las propues-
tas de Di Tullio y Conti incluían la regulación del acceso
y cobertura de los tratamientos de construcción corporal.
Proponían que los mismos fueran cubiertos por parte de los
tres subsistemas de salud (público, privado y obras sociales).
Destacaban la necesidad de garantizar la salud integral de
las personas trans, entendida como el “completo bienestar
físico, psíquico y social” (Expediente 7643-D-2010). Para
ello, se proponían eliminar los requisitos judiciales vigen-
tes en el momento e incorporar la obligatoriedad de dejar
constancia del consentimiento informado de la persona, es
decir, que los/as profesionales de la salud informaran sobre
las características, alcances y posibles consecuencias de los
tratamientos practicados.
En resumen, desde 1995 fueron presentados distintos
proyectos de ley que tenían por objetivo regular la posi-
bilidad de modificar el sexo y el nombre en el documento
nacional de identidad a fin de que el mismo reflejase la
identidad de género de las personas. A lo largo del recorrido
recién expuesto, fueron transformándose los fundamentos
conceptuales de los proyectos así como los procedimientos
y requisitos propuestos. En lo que refiere a las concepciones
sobre el cuerpo y los procesos de construcción corporal,
se pasó de la obligatoriedad de la intervención quirúrgi-
ca genital para el cambio de identidad legal, a afirmar su
carácter opcional y a disponer su cobertura por parte del
sistema de salud.
A continuación, abordaré el tratamiento parlamentario
de los proyectos de ley presentados a partir del 2010. Ana-
lizaré los discursos elaborados por referentes del activismo
trans al exponer sus argumentos en las comisiones parla-
mentarias. Abordaré los núcleos discursivos utilizados por

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 183

los/as activistas a fin de disuadir a los/as legisladores/as


y disputar los sentidos oficiales impuestos por el campo
médico. Luego, analizaré los argumentos forjados por los/
as integrantes del Congreso Nacional durante el debate en
la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores. Focali-
zaré en los ejes de consenso y disenso alrededor del conte-
nido de la Ley en debate.

“Memoria, verdad y justicia sobre nuestras vidas


y nuestros cuerpos”14. Los discursos
de las organizaciones trans en el Congreso Nacional

El 18 de agosto del 2011 se inició el tratamiento de los pro-


yectos de Ley de Identidad de Género en las Comisiones de
Legislación General y Justicia de la Cámara de Diputados.
Las reuniones de las comisiones parlamentarias tienen por
objetivo confeccionar los dictámenes a debatirse en las
sesiones parlamentarias. Para ello, son invitados/as a expo-
ner expertos/as en la temática, a fin de ofrecer una mirada
técnica del asunto en debate. En una reunión conjunta entre
las dos comisiones, se dio tratamiento a los cuatro proyec-
tos de “Ley de Identidad de Género” y un proyecto de “Régi-
men de atención sanitaria para la reasignación del sexo”15.
Según consta en la transcripción taquigráfica de la reunión,
participaron del debate el diputado Tunessi, presidente de
la Comisión de Justicia, las diputadas Diana Conti y Juliana
Di Tullio y el diputado Miguel Ángel Barrios como firman-
tes de los proyectos. En representación de las organizacio-
nes intervinieron Marcela Romero y Claudia Pía Baudracco
por la FALGBT, Mauro Cabral y Lohana Berkins por el
Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género y Alba
Rueda por la Asociación Civil 100% Diversidad y Derechos.

14 Frase acuñada por Alba Rueda, 18/8/2011.


15 Expedientes 7643-D-2010, 7644-D-2010, 7243-D-2010, 8126-D-2010,
1879-D-2011.

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184 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

También participaron el jurista Andrés Gil Domínguez, el


interventor del INADI Pedro Mouratian, el juez del Fuero
en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires Dr. Guillermo Scheibler, las
diputadas Adriana Puiggrós, Cecilia Merchán, Laura Alonso
y Marcela Rodríguez. El 30 de noviembre de ese mismo
año, el dictamen fue tratado en la Cámara de Diputados.
Tras su aprobación con modificaciones, el expediente giró
a la Cámara de Senadores. El 17 de abril del 2012 se reali-
zó una reunión conjunta de las Comisiones de Legislación
General y Población y Desarrollo Humano de dicha Cáma-
ra. Según consta en la transcripción taquigráfica de dicha
reunión, en dicha oportunidad intervinieron Martín Cane-
varo en representación del INADI, Mauro Cabral, Diana
Sacayán y Blas Radi en representación del Frente Nacional
por la Ley de Identidad de Género, Lohana Berkins por la
Cooperativa de Trabajo “Nadia Echazú”, Esteban Paulón y
Marcela Romero por la FALGBT, Alba Rueda en represen-
tación de la Asociación Civil 100% Diversidad y Derechos,
César Cigliutti por la Comunidad Homosexual Argentina,
representantes de la Agrupación Nacional Putos Peronistas,
Tortas, Travas, Trans y Putos del Pueblo y Marlene Wayar.
También intervino Matilde Cerruti en representación del
Ministerio de Trabajo.
A diferencia del proceso de sanción de la Ley de Matri-
monio Igualitario en el que durante los debates en las comi-
siones parlamentarias las voces expertas fueron encarnadas
mayoritariamente por académicos/as (Hiller, 2011a), en el
caso de la Ley de Identidad de Género ese rol fue desempe-
ñado mayoritariamente por activistas trans.
A continuación, sintetizaré los argumentos elaborados
en ambas reuniones por referentes del activismo trans. Los
principales núcleos argumentativos giraron en torno a tres
ejes: 1) la caracterización de la población destinataria como
un colectivo vulnerable y la necesidad de la aprobación de
la legislación para mejorar su calidad de vida; 2) la apro-
bación de la Ley como un avance en la democratización

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 185

de la sociedad y la inclusión social; 3) la importancia de


que la Ley contemplara la cobertura de las intervenciones
médicas para garantizar el derecho a la identidad de género
y a la salud integral.
El objetivo de los colectivos trans fue elaborar argu-
mentos eficaces para persuadir a los/as integrantes del
Congreso Nacional de la importancia de aprobar la Ley de
Identidad de Género, pero también disputar el carácter de
verdad de los conceptos médicos y morales vigentes alre-
dedor de sus cuerpos y sus identidades. En lo que refiere
al primer punto, los/as referentes activistas expresaron el
modo en que la discriminación e imposibilidad de acceder a
documentación que reflejara su identidad impedían el ejer-
cicio de los derechos básicos y tenía como consecuencia una
disminución drástica de su calidad de vida. En palabras de
la activista de ATTTA, Claudia Pía Baudracco:

Quiero decirles que nuestra población tiene una expectativa


de vida de 35 años de edad y que es compromiso del Estado
revertir esa situación. No es posible que las trans en Argenti-
na tengamos que morir tan jóvenes por no acceder a la salud
ni a la educación y por no tener la posibilidad de calificar para
un trabajo con los desafíos que hoy tiene el campo laboral
(Claudia Pía Baudracco, 18/8/2011).

Durante el debate en las comisiones parlamentarias


desarrollado en la Cámara de Senadores, una activista tra-
vesti expresó el modo en que la Ley podía reparar simbóli-
camente las múltiples experiencias de exclusión y vejación
experimentadas por su población, siendo la expulsión fami-
liar y el ejercicio de la prostitución las más significativas:

Primero, somos la nena o el nene de papá y de mamá, y al


manifestar nuestro deseo absoluto de construirnos a nosotras
y a nosotros mismos, somos excluidas de manera brutal. Las
travestis somos puestas en situación de calle, de prostitución,
y de niñas tenemos que cambiar sándwiches y Coca Cola por
nuestro cuerpo, que es lo único que poseemos. Esta ley no me

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186 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

conforma, pero la comunidad travesti y transexual necesita


de ustedes porque será el primer pequeño gesto de amor que
este Estado, en sus funciones materna y paterna, nos debe
(Marlene Wayar, 17/04/2012).

La politicidad de los argumentos se expresó en la


denuncia del accionar represivo del Estado contra la pobla-
ción trans aún en democracia. Con este argumento, los/as
activistas buscaban interpelar a toda la ciudadanía, inclui-
dos/as los/as representantes parlamentarios/as, para que el
asunto en debate no se definiera como un problema de un
grupo minoritario sino de todo el conjunto social. Los/as
referentes denunciaron la vigencia de un estado de excep-
ción o régimen dictatorial paralelo para su población. En
base a esta idea, tomaron y adaptaron elementos propios
de los discursos de los organismos de derechos humanos
al demandar por el esclarecimiento de los crímenes de
lesa humanidad cometidos en la última dictadura cívico-
militar, tomando nota del contexto institucional y político
que reivindicaba dichas consignas:

Estamos buscando la historia, la memoria, la verdad y la


justicia sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos. Esta historia
no termina en la dictadura sino que persiste en el proceso
de democratización de las instituciones; y cuando devinimos
en democracia, nosotras teníamos una democracia paralela,
restringida. Me parece que allí hay que hacer mención a todo
lo que significó el corpus de criminalización, especialmente
a los edictos policiales, a los códigos de faltas, que en sus
artículos, a lo largo y ancho de todo el país, criminalizaron la
figura del travestismo, con lo cual dejaban la piedra libre para
la represión policial (Alba Rueda, 18/8/2011).

En la reunión de comisión desarrollada en la Cámara


de Senadores, otro de los expositores expresó que las vio-
laciones a los derechos humanos de la población trans eran
implementadas no solo por la institución policial sino tam-
bién por el poder judicial a través de los requisitos patolo-
gizantes impuestos para el cambio registral:

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 187

Para cambiar el documento, hasta hace muy poco tiempo, era


necesario cumplir con una serie de requisitos que aparecen,
en este momento, como violaciones a los derechos humanos
(…) Entre esos requisitos se encontraban el diagnóstico psi-
quiátrico, distintas pericias de salud mental y, en mi caso,
ginecológicas; la necesidad de probar que era un hombre
heterosexual, algo imposible aunque lo hubiera intentado; la
necesidad de pasar por un tratamiento hormonal y por varias
cirugías (Mauro Cabral, 17/04/2012)

Como expuso Marcela Romero, referente de ATTTA,


con la aprobación de la Ley de Identidad de Género se bus-
caba incluir a la comunidad trans en la ciudadanía, acorde
al régimen democrático vigente:

Todavía no conozco la democracia. Quiero conocer la demo-


cracia como todas mis compañeras. Quiero tener los dere-
chos como todos los ciudadanos y ciudadanas de nuestro
país, porque no queremos ser más las olvidadas de la demo-
cracia. Vivimos en este país, vivimos en esta sociedad y nece-
sitamos nuestros derechos, que están y que nos niegan (…)
en salud, educación, justicia, trabajo, vivienda, en la cual no
podemos acceder por no tener un documento que nos iden-
tifique (Marcela Romero, 17/04/2012)

A partir de estos argumentos, las organizaciones for-


mularon y afianzaron el concepto del Derecho humano a la
identidad de género. El mismo fue utilizado para solicitar a
los/as integrantes de las comisiones parlamentarias el tra-
tamiento de una Ley de Identidad de Género que permitie-
ra que los documentos identificatorios oficiales reflejaran
la identidad de género de las personas sin imponer para
ello requisitos judiciales ni diagnósticos médicos. Afirma-
ron que la identidad es una verdad íntima y personal a la
que solo pueden acceder los propios sujetos y que el cuerpo
constituye una dimensión inescindible de la misma.
Una concepción integral de la identidad de género
entendida como un constructo complejo, compuesto por
la autopercepción y la corporalidad, requería de una Ley

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188 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

integral. Es decir, una normativa que contemplara los tra-


tamientos y acciones para prevenir o curar enfermedades,
pero también para construir y habitar el cuerpo deseado. Se
articuló entonces el derecho a la identidad de género con
el derecho a la salud y se hizo hincapié en la exposición
a severos riesgos para la salud hasta tanto no se incluyera
en las políticas públicas el derecho de construir el propio
cuerpo. Este argumento fue profundizado por uno de los
expositores, quien ubicó en un mismo plano el ejercicio
de los derechos básicos (educación, vivienda y trabajo) y el
acceso a los tratamientos médicos de construcción corpo-
ral. Si del incumplimiento de los primeros el Estado era el
principal responsable, de las complicaciones para la salud
derivadas de las prácticas de construcción corporal clan-
destinas también:

¿Cuál es el problema de vedarnos el acceso a procedimientos


médicos y quirúrgicos destinados a la modificación del cuer-
po? El problema es que las personas trans lo seguimos hacien-
do, y lo hacemos a espaldas del cuidado del Estado. Es por
eso que reclamamos que, así como se tiene en cuenta nuestra
dignidad, nuestro derecho a la educación, a la vivienda y al
trabajo, al mismo tiempo también se tenga en cuenta que
necesitamos la protección del Estado para el cumplimiento
de esa identidad de género encarnada, a fin de tener la posibi-
lidad de habitar un cuerpo en el cual podamos reconocernos
(Mauro Cabral, 18/8/2011).

La reunión de comisión desarrollada en la Cámara de


Diputados duró aproximadamente dos horas y tuvo como
resultado la confección de un dictamen de mayoría16. Este
se componía de quince artículos en los que se establecía
que cualquier persona mayor de dieciocho años podía soli-
citar la emisión de una nueva partida de nacimiento con
su nombre y su sexo modificados presentándose en una

16 Orden del día Nº 2913. Comisiones de Legislación General y Justicia con


fecha 22 de noviembre de 2011.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 189

oficina de registro civil y mediante su sola declaración jura-


da. Una vez adquirida la partida, podía iniciar el trámite de
confección de un nuevo documento de identidad en el que
constaran esos mismos datos. Ello no alteraba la titularidad
de los derechos ni responsabilidades jurídicas previamente
adquiridas. Se establecía la gratuidad de todos los trámites
y se disponía que el procedimiento pudiera realizarse una
sola vez. En caso de solicitarse por segunda vez, debía darse
intervención a la vía judicial. El artículo 5º titulado “Perso-
nas menores de edad” establecía que las personas menores
de dieciocho años podían realizar los cambios registrales de
nombre y sexo en sus DNI en cualquier oficina del regis-
tro civil por medio de sus representantes legales y con la
expresa conformidad de la persona menor de edad. Solo en
caso de que los/as representantes legales negasen el aval se
daría intervención al poder judicial. El artículo 11º titula-
do “Derecho al libre desarrollo personal” disponía que los
tratamientos para adecuar la corporalidad a la identidad de
género (intervenciones quirúrgicas y/o tratamientos hor-
monales) fueran cubiertos por todos los efectores del siste-
ma de salud (público, privado y obras sociales) y establecía
como único requisito el consentimiento informado de la
persona solicitante. Para el caso de menores de edad, regían
los mismos requisitos que en el artículo 5º.
Durante el debate desarrollado en la Cámara de Dipu-
tados se realizaron modificaciones al dictamen17. Su nueva
formulación establecía la obligatoriedad de la intervención
del/a abogado/a del/a niño/a18 en los trámites del cambio
registral y en la realización de los tratamientos hormonales
en menores de edad. Para las intervenciones quirúrgicas
en menores de edad se incorporaba, además, el requisi-
to de la autorización judicial. En la reunión de comisión

17 Expediente CD-75-11-PL “Proyecto de Ley en revisión de derecho a la


identidad de género”.
18 Acorde a lo dispuesto en la Ley 26.061 de “Protección integral de los dere-
chos de las niñas, niños y adolescentes”.

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190 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

desarrollada en la Cámara de Senadores se aprobó el dicta-


men sin ninguna modificación. A continuación, describiré
las principales discusiones que atravesaron el debate parla-
mentario en ambas Cámaras19.

El debate parlamentario

El 30 de noviembre del 2011, en la última sesión del año


antes del recambio de integrantes de la Cámara de Dipu-
tados, se debatió la Ley de Identidad de Género. El dictamen
de mayoría obtuvo 168 votos a favor, 17 en contra y 6
abstenciones20. En dicha oportunidad, los proyectos de Ley
de Identidad de Género fueron debatidos conjuntamente
con otras dos legislaciones que también afirmaban aspectos
de autonomía de decisión sobre el propio cuerpo frente
al campo médico: la Ley de “Fertilización Asistida”21 y la
Ley de “Muerte Digna”22. La Ley de Identidad de Género
obtuvo la media sanción, quedando pendiente el voto en el
Senado. Finalmente, el 9 de mayo del 2012, la Ley de Iden-
tidad de Género tuvo su sanción definitiva en la Cámara de
Senadores con 55 votos a favor y una abstención, sin votos
negativos23. Al igual que en el debate de la Ley de Matri-
monio Igualitario, la gran mayoría de los bloques dieron
libertad de conciencia para votar (Hiller, 2011a). En el caso
de la Cámara de Senadores, la votación fue casi unánime a
favor de la iniciativa, con la excepción de la abstención de la

19 A lo largo de este capítulo, al mencionar a los/as legisladores/as nacionales


se especificará los bloques parlamentarios que integraban al momento de
debatir los proyectos analizados.
20 http://www1.hcdn.gov.ar/dependencias/dselectronicos/actas/2011/
129OE07_04_R10.pdf .
21 Ley N° 26.862/13 de Reproducción Medicamente Asistida.
22 Ley 26.742/2012 de modificación de la Ley N° 26.529 que estableció los
derechos del paciente en su relación con los profesionales e instituciones de
la Salud.
23 http://www.senado.gov.ar/parlamentario/sesiones/09-05-2012/05/down-
loadTac

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 191

senadora Di Perna24. En lo que sigue, analizo los principales


nudos discursivos que atravesaron el debate, destacando los
consensos y puntos de conflicto.

De víctimas, mensajes a la ciudadanía y una naturaleza


en disputa
En los debates de ambas Cámaras primaron los consensos.
Ello se explica, en parte, por el fuerte apoyo social que
tuvo la Ley de Matrimonio Igualitario. Las posiciones que
predominaron fueron las de la corrección política, es decir,
exposiciones que se esforzaban por evitar aquellos lugares
del discurso públicamente reconocidos como discrimina-
torios (Hiller, 2011a). No obstante ello, distintos/as legis-
ladores/as expusieron sus diferencias en lo que respecta al
contenido de la Ley. Los aspectos más debatidos fueron los
requisitos para el cambio registral en menores de edad y la
cobertura de las prestaciones médicas (artículos 5º y 11º).
A continuación, analizo de modo conjunto los debates
desarrollados en los recintos de las Cámaras de Diputados
y Senadores al dar tratamiento a los dictámenes elaborados
en las reuniones de comisión correspondientes. Focalizo
en los consensos y discrepancias en torno a los siguientes
ejes: 1) misión de la ley y sus destinatarios/as; 2) noción de
identidad; 3) límites legítimos para el derecho a la identidad
de género en personas menores de edad; 4) concepciones
sobre los tratamientos médicos de construcción corporal y
sus criterios de cobertura por el subsistema público, obras
sociales y planes de medicina prepagos.
Durante el debate en la Cámara de Diputados, la mayo-
ría de los/as legisladores/as cifró el asunto en términos de
derechos de minorías, políticas antidiscriminatorias y dere-
chos humanos. Circuló con fuerza la idea de la Ley tenía
por objeto revertir la discriminación de un grupo social

24 Graciela Di Perna, senadora del Frente por la Integración por la Provincia


de Chubut.

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192 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

específico y promover el respeto a la identidad de las per-


sonas trans y su autonomía para decidir sobre sus cuerpos
y sus vidas, en consonancia con otros avances normativos
en el plano local e internacional. Así lo expresó la diputada
Ibarra25 al abrir la sesión:

Quiero empezar defendiendo este dictamen de mayoría


diciendo que estamos pidiendo el voto para aprobar un pro-
yecto de ley que permita a las personas trans desarrollar su
propio plan de vida acorde a su identidad de género y res-
petando la dignidad de las personas, tal cual lo establecen
el artículo 19 de nuestra Constitución Nacional y los tra-
tados internacionales de Derechos Humanos incluidos en el
texto constitucional (…) Nosotros estamos recogiendo aquí
de manera muy fuerte todo lo que se refiere a la autonomía
de la voluntad y a la posibilidad de diseñar nuestro propio
plan de vida sin interferencias en aquello que decidimos vivir
respecto de nuestro cuerpo, de nuestra identidad y de nuestra
vida (Dip. Ibarra, 30/11/2011).

Desde esta perspectiva, la Ley cumpliría varios objeti-


vos. No solamente representaría una política pública desti-
nada a un grupo social específico, sino que también tendría
la potencialidad pedagógica de transmitir un mensaje de
inclusión social y no discriminación hacia el conjunto de la
sociedad. Redundaría así en un mejoramiento de la calidad
institucional y social. Así lo expresó otra legisladora:

Este es un debate de derechos. Este es un debate profunda-


mente constitucional que afecta la vida no sólo de una mino-
ría sino de toda la sociedad argentina que desea, que quiere y
que anhela ser una sociedad abierta e igualitaria. Es un debate
que nos compete a todos y es un debate por el cual tenemos
que hacer docencia, explicar, sumar, discutir y conversar, tra-
tar de convencer, persuadir (Dip. Alonso26, 30/11/2011).

25 Vilma Ibarra, diputada del Frente para la Victoria por la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
26 Laura Alonso, diputada de la Alianza PRO-Propuesta Republicana por la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 193

En consonancia con la estrategia llevada adelante por


los/as referentes de las organizaciones al exponer en las
comisiones parlamentarias, se entendió al colectivo desti-
natario de la Ley como una población históricamente vul-
nerada en el ejercicio de sus derechos básicos, que reque-
ría de una atención particular por parte del Estado. Esto
fue expresado por el diputado Barrios27 cuando ubicó a las
personas trans en el primer puesto de un “ranking de vul-
nerabilidad” de la diversidad sexual. Así también lo hicie-
ron otros/as legisladores/as al explicitar el modo en que se
sintieron interpelados/as al escuchar los relatos de los/as
referentes de las organizaciones trans en las reuniones de
las comisiones parlamentarias:

Nos han llevado a emocionarnos (…) los relatos sobre la larga


lucha de años y años contra la persecución, la discriminación,
la ridiculización social, la estigmatización y el sometimien-
to. Han sido minorías sometidas en este país bajo el estig-
ma de que son diferentes, que no se las toleraba, que se las
obligaba durante mucho tiempo a pasar por procesos muy
desgarradores y dolorosos desde el punto de vista social (Dip.
Tunessi28, 30/11/2011).

En ese mismo sentido, otra senadora afirmaba:

El colectivo de personas trans en nuestro país está muy


expuesto a vulneraciones de sus derechos desde la niñez:
encuentran obstáculos para acceder a la educación porque el
sistema no las reconoce, lo que a veces trae como resultado
que ni siquiera puedan completar sus estudios primarios o
secundarios, con lo cual también quedan imposibilitadas de
acceder al mercado laboral, a una vivienda digna, a la alimen-
tación, etcétera. De esta manera, se han visto privadas de los

27 Miguel Ángel Barrios, diputado de la Concertación Cívica por la Provincia


de Santa Fe.
28 Juan Pedro Tunessi, diputado de la Unión Cívica Radical por la Provincia de
Buenos Aires.

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194 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

derechos básicos que son necesarios para una vida digna, y


no debemos permitir que esto suceda dentro del marco de un
estado de derecho (Sen. Itúrrez de Cappellini29, 9/5/2012).

La estrategia discursiva desplegada por referentes de


las organizaciones trans en las reuniones de comisión fue
efectiva, ya que interpeló y promovió el involucramiento
emocional de parte de los/as legisladores/as. Otros/as par-
ticipantes consideraron que la Ley oficiaría de reconoci-
miento estatal a la trayectoria de las organizaciones de tra-
vestis, transexuales, transgéneros y trans locales como parte
del movimiento organizaciones que un año antes había
logrado la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario. El
reconocimiento al accionar militante implicaba la celebra-
ción de una ciudadanía activa y la vigencia de una cultura
democrática. Según la senadora Luna30:

Vaya mi agradecimiento a todas las organizaciones que en


estos años dieron muestras de perseverancia y produjeron
cambios significativos a través del aporte de conceptos, expe-
riencias y marcos jurídicos, de la construcción de políticas
sociales y comunitarias, y de la generación de antecedentes
muy importantes en la Justicia y de teorías y de saberes que
nos enriquecen como sociedad (Sen. Luna, 9/5/2012).

Más allá del objetivo inmediato de la sanción de la


Ley -la posibilidad de cambiar de nombre y sexo regis-
tral mediante un trámite personal y acceder a tratamientos
de construcción corporal- muchos/as legisladores/as con-
sideraron que eran otros los fines de la Ley, sea de índole
reparatorios, de reconocimiento o de transmisión de valo-
res sociales de igualdad y no discriminación al conjunto
de la población.

29 Ada Rosa del Valle Itúrrez de Cappellini, senadora del Frente Cívico por
Santiago por la Provincia de Santiago del Estero.
30 Mirtha Luna, senadora del Frente para la Victoria por la Provincia de La
Rioja.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 195

Saliendo de estos puntos de consenso, tanto las pos-


turas críticas como las más favorables señalaron los “efec-
tos colaterales” que podría tener la Ley una vez apro-
bada. Dichos señalamientos afirmaban que las categorías
de varón y mujer eran centrales para el orden jurídico-
institucional. El senador Cabanchik31 destacaba la necesi-
dad de adecuar otras legislaciones y procedimientos una vez
sancionada la Ley en debate:

Quiero dejar asentado que acá va a ser necesaria mucha nueva


legislación que se amolde a esta que se está por sancionar,
porque la distinción femenino-masculino u hombre-mujer
permea un montón de cuestiones del régimen legal argentino;
desde la distinción entre nombres de hombres y nombres de
mujeres; la cuestión de las cárceles de hombres y las cárceles
de mujeres; los agravantes acerca del femicidio, asunto sobre
el que estamos trabajando; la cuestión del cupo femenino
para las cámaras de Diputados y de Senadores. O sea, hay un
montón de consecuencias que se deberán tener en cuenta al
dar este paso que estaríamos efectuando hoy, porque están
unidas en una lógica sistémica de la legislación, que tiene que
ver con prácticamente la regulación completa de la vida en
sociedad (Sen. Cabanchik, 9/5/2012).

Por su parte, la senadora Di Perna consideraba que


autorizar la emisión de una nueva partida de nacimiento
consignando un sexo distinto al asignado al nacer represen-
taba la adulteración de un documento público. En su argu-
mento, la partida de nacimiento, en tanto que documento
médico-jurídico, articulaba dos matrices de regulación de
los cuerpos que se verían desafiadas con la aprobación de la
Ley de Identidad de Género:

Este proyecto propone la adulteración de un documento


público, como es la partida de nacimiento. Sabemos que este
no es el único documento que acredita el sexo y la identidad

31 Samuel Cabanchik, senador de la Alianza Coalición Cívica por la Ciudad


Autónoma de Buenos Aires.

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196 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

en un recién nacido. También lo hacen la historia clínica peri-


natal, la planilla identificatoria del recién nacido, la libreta
sanitaria y los libros de parto que se llevan en maternidades y
hospitales. Los datos de estos registros los aportan profesio-
nales que tienen también una responsabilidad penal ante los
mismos, y deben ser coincidentes con los datos de la partida
de nacimiento (Sen. Di Perna, 9/5/2012).

A fin de debatir con las posturas contrarias al conte-


nido de la legislación en debate, los/as participantes favo-
rables al dictamen se vieron obligados a realizar una defi-
nición conceptual de identidad que sustentaría la noción
de derecho humano a la identidad de género. El diputado
Tunessi lo expresó del siguiente modo:

La identidad estática está conformada por el genoma


humano, las huellas digitales, los signos distintivos; la identi-
dad dinámica se refiere a los despliegues temporales influidos
por la personalidad, construidos a partir de los atributos y
características de cada persona, desde los éticos, religiosos
y culturales, hasta los ideológicos, políticos y profesionales
(Dip. Tunessi, 30/11/2011).

Adscribiendo también a la diferenciación conceptual


entre los aspectos estáticos y los dinámicos de la identidad,
la senadora Di Perna afirmaba:

Es posible modificar los caracteres sexuales secundarios. Es


posible inhibir la función de los órganos sexuales primarios
mediante tratamientos hormonales. Pero no se puede alte-
rar el genotipo de sexo de un individuo presente desde la
concepción, en el núcleo de cada célula del organismo (Sen.
Di Perna, 9/5/2012).

Ingresó en un terreno de disputa la definición del


aspecto de la identidad que debía primar legalmente. En
ambas Cámaras la mayoría sopesó la autonomía, la autode-
terminación y la protección de la intimidad por encima de
los aspectos estáticos de la identidad. También se señaló la

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 197

importancia de construir un Estado que limite su potestad


para juzgar o evaluar las decisiones de las personas, sus
cuerpos y sus vidas. Estas ideas fueron condensadas bajo el
concepto del “derecho a ser uno mismo”. Para el senador
Petcoff Naidenoff32:

Esta decisión de construir la autobiografía pertenece a ese


ámbito personalísimo en el marco de la libertad y del derecho
a la intimidad, que es absolutamente infranqueable tanto para
terceros como para el Estado mismo y que está amparado
tanto por el artículo 19º de nuestra Constitución Nacional
como por los tratados con jerarquía constitucional. A partir
de esta decisión, en el marco del estado de derecho ya no
son pertinentes las intromisiones a la libertad y a la priva-
cidad, pues esta ley se suma a garantizar la oportunidad de
vivir y ejercer el derecho a ser uno mismo. Es decir que
reafirmamos el derecho a ser uno mismo (Sen. Petcoff Nai-
denoff, 9/5/2012).

Pero para otros/as legisladores/as, debía ponderarse el


aspecto estático e inmodificable dictado por ley natural o
por ley divina, en especial en lo que refiere a la sexualidad
de las personas. Según el diputado Olmedo33:

Dios creó la naturaleza y también al hombre y a la mujer


(…) desde mi punto de vista no podemos ir en contra de la
naturaleza. No me cabe en la cabeza que de acuerdo con esta
propuesta cuando un niño tenga tres o cuatro años el padre
le pueda preguntar a su hijo si quiere ser varón o mujer, si se
quiere vestir de una u otra forma o si se quiere seguir llaman-
do Pedro o de otra manera (Dip. Olmedo, 30/11/2011).

Para el diputado De Marchi34:

32 Luis Petcoff Naidenoff, senador de la Unión Cívica Radical por la Provincia


de Formosa.
33 Alfredo Horacio Olmedo, diputado de la Alianza Salta Somos Todos por la
Provincia de Salta.
34 Omar De Marchi, diputado de la Alianza Frente Partido Demócrata – PRO
por la Provincia de Mendoza.

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198 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Es hipócritamente discriminatorio alentar el ocultamiento de


la realidad. Entonces lo primero es reconocer con claridad,
sin prejuicios y sin ambigüedades, que existe una realidad
que debe ser amparada. Pero el amparo no viene de la mano
de igualar géneros, que son naturalmente y mucho más allá
de nuestra voluntad, desiguales. Como decíamos recién, eso
no es igualar sino profundizar la desigualdad (…) No es con
demagogia como se es vanguardista. No es serio alentar la
ilusión de que por el mágico imperio de una ley dos géneros
opuestos se igualen (De Marchi, 30/11/2011).

Las afirmaciones contrarias al dictamen de mayoría


consideraban que modificar las leyes inapelables de la natu-
raleza por medio de leyes mundanas constituía un mensaje
falso e hipócrita a la sociedad, diseñado con fines demagó-
gicos por parte de la mayoría parlamentaria para obtener el
apoyo de aquellos sectores de la población más progresis-
ta. Sostenían que ello redundaría en un perjuicio para las
personas implicadas ya que instituiría con la fuerza de ley
una ficción o una fantasía: para estos/as legisladores/as los
cuerpos y los sexos son lo que son, más allá de la voluntad de
las personas, la legislación o las tecnologías biomédicas dis-
ponibles. En resumen, en el debate quedaron representadas
tanto las posiciones no esencialistas como las biologicistas
respecto al sexo y la identidad, aunque estas últimas hayan
tenido una presencia minoritaria en el debate.

Los ejes del disenso I: cuerpos menores, sujetos


de riesgo
Incluso entre los/as legisladores/as favorables a la sanción
de la Ley en general, dos artículos generaron discrepancias:
el artículo 5º referido a los cambios registrales en menores
de edad y el 11º sobre la legalización y cobertura de los tra-
tamientos de construcción corporal. Las controversias lle-
varon a realizar una votación en particular de dichos artícu-
los en ambas cámaras. En la Cámara de Diputados, el voto
por la positiva se redujo: de 168 (85.5%) votos afirmativos

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 199

en la votación general se pasó a 121 (71.2%) por el 11º y


117 (65.7%) por el artículo 5º. En la Cámara de Senadores,
por su parte, en la votación en general se registró solo una
abstención, mientras que en la votación en particular de
ambos artículos se pasó a tres.
En lo que atañe al primero de los artículos controver-
tidos, para algunos/as legisladores/as existía la posibilidad
de que la decisión del cambio registral fuera resultado de la
acción de personas adultas con la intención de provocarles
daño a los/as menores, o bien, que se tratase de una decisión
apresurada, ya que por ser menores podrían no tener el
desarrollo racional y madurativo necesario para una deci-
sión de tal magnitud. Nuevamente ingresaba en terreno de
debate la definición de la capacidad o incapacidad de las
personas menores de edad para decidir sobre sus cuerpos.
Así lo expresaba un diputado:

Me parece que con la intención de favorecer algo que es


indiscutido, como es el derecho a la autodeterminación, esta-
mos yendo en contra de la protección de los derechos de
esos menores. (…) Si lo que se dice es que se necesita el
consentimiento de los padres, ese es un pésimo argumento.
Todos saben –y más que nadie lo sabe el LGBT- que la mayor
violencia física y psicológica se ejerce en el interior de las
familias (Dip. Iglesias, 30/11/201135).

A fin de prevenir esas situaciones, proponían incor-


porar al dictamen el requisito de la intervención del poder
judicial. En este caso, recaía sobre la familia una sospecha
en lo que refiere a la capacidad de velar por los intereses
y el cuidado de los/as menores. Siguiendo a algunos/as
legisladores/as, dicho riesgo sería paliado únicamente con
la intervención de los/as jueces/zas, de los/as cuales se daba
por sentada su idoneidad y capacidad de proteger dichos
intereses. Sin embargo, la intervención del poder judicial en

35 Fernando Adolfo Iglesias, diputado de la Coalición Cívica por la Ciudad


Autónoma de Buenos Aires.

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200 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

asuntos de identidad iba en contra de la definición del dere-


cho a la identidad de género sostenida por las organizacio-
nes y plasmada en el dictamen de mayoría: que nadie excep-
to las propias personas –incluidas las menores de edad-
tiene la potestad decidir sobre su cuerpo y su identidad.
En lo que refiere al artículo 11º, se expusieron dos tipos
de objeciones. En una primera instancia, se debatió el carác-
ter de los tratamientos, su reversibilidad o irreversibilidad,
los riesgos de su realización y los requisitos que debían ser
incorporados al texto de la Ley para minimizarlos. Luego,
se discutieron los criterios y fundamentos para su cobertura
por parte del subsistema público de salud, las obras sociales
y los planes de medicina prepagos.
En lo que respecta al carácter de los tratamientos médi-
cos, el diputado Ferrari36 afirmó que por tratarse de una
decisión trascendental para la vida de las personas, debía
diseñarse algún tipo de protocolo específico para asegurar-
se que esas intervenciones se condigan con las verdaderas
necesidades de las personas:

Evidentemente el cambio de sexo implica una decisión tras-


cendental de cada persona, sobre todo cuando importa tra-
tamientos quirúrgicos irreversibles. Por lo tanto, ella debe
darse en un marco que asegure que sea la más adecuada para
cumplir con el fin último del interesado y el fin último de la
norma, es decir, su pleno y sano desarrollo social, psicofísico
y sexual (Dip. Ferrari, 30/11/2011).

La diputada Rodríguez37 debatió la idea de “decisión


trascendental”, afirmando que se trataba de procedimientos
–tanto los reversibles como los irreversibles- dispensados
rutinariamente por los/as profesionales de salud a personas

36 Gustavo Alfredo Horario Ferrari, diputado de la Alianza Unión PRO por la


Provincia de Buenos Aires.
37 Marcela Virginia Rodríguez, diputada de la Alianza Acuerdo Cívico y Social
por la Provincia de Buenos Aires.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 201

cisgénero, sin necesidad de cumplir con ningún requisito


legal o certificación de diagnóstico clínico. Sobre los trata-
mientos reversibles (principalmente hormonales) afirmaba:

Cualquiera de las mujeres aquí presentes sabe, sobre todo


las de nuestra generación, que las pastillas anticonceptivas no
son ni más ni menos que un tratamiento hormonal, y nos las
prescribían cuando éramos bastante chicas. Ahora las provee
cualquier hospital o establecimiento de salud que cuente con
atención ginecológica juvenil (Dip. Rodríguez, 30/11/2011).

Y sobre los irreversibles, generalmente quirúrgicos:

Existen otro tipo de intervenciones que luego no se pueden


modificar, que igualmente se realizan sin exigirse ningún tipo
de autorización. Incluso, hay intervenciones quirúrgicas en
menores de edad que tampoco requieren autorización judi-
cial. Por ejemplo, cuando un bebé nace con seis dedos se
lo interviene quirúrgicamente para separar el dedito o para
cortar el metacarpo. (…) Cuando las gónadas no bajaron a
los escrotos, también se hace una operación de rutina que
tampoco requiere de autorización judicial (Dip. Rodríguez,
30/11/2011).

Los argumentos de la diputada Rodríguez, de larga


trayectoria feminista, buscaban visibilizar que estos trata-
mientos, al ser solicitados por personas trans, generaban
una preocupación de índole moral antes que médica. La
diputada también destacaba que, para el caso de los trata-
mientos hormonales, se trataba de intervenciones proba-
blemente experimentadas por muchas de las participantes
del debate en algún momento de sus vidas, discutiendo con
la idea de que se trataba de prácticas excepcionales.
Complementando esa postura, el diputado Tunessi sos-
tenía que el requisito de la autorización judicial para acce-
der a tratamientos hormonales e intervenciones quirúrgicas
modificaba la esencia de la propuesta en debate, centrada en
las condiciones para el ejercicio de la autonomía de decisión

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202 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

sobre el propio cuerpo. A su vez, exponía que no habría


riesgo ni daño posible en la medida en que fueran decisio-
nes voluntarias tomadas por las propias personas:

Se parte de la idea equivocada de que detrás de la rectificación


registral y cambio de sexo puede existir un daño. ¡No hay
un daño! ¡No hay mutilación! ¡No existe intervención que
pueda ser dañina para las personas! Se trata de una decisión
de la propia voluntad, que debe ser respetada como tal (Dip.
Tunessi, 30/11/2011).

Tanto los argumentos a favor como en contra del acce-


so a los tratamientos médicos sin requerimientos diagnós-
ticos simplificaban el tema en debate. Dicha simplificación
obedecía a una modalidad característica de la discusión
parlamentaria, compuesta por intervenciones acotadas que
sintetizan las opiniones de sus participantes. La afirma-
ción tajante del diputado Tunessi de que ninguna de las
intervenciones tendría por qué provocar un daño puede ser
complejizada, sin por ello apelar a la idea de mutilación.
La realización de procedimientos médicos irreversibles que
intervienen sobre aquellos aspectos de la corporalidad aso-
ciados a la expresión de género de las personas despliega
un amplio abanico de alternativas posibles en los que la
mutilación y la plena autonomía conforman solo dos polos.
La idea de que pueda existir plena conciencia y autonomía
respecto a la realización de tratamientos médicos que, como
toda intervención médica, posee grados de incertidumbre
respecto a sus resultados y consecuencias para la salud física
o emocional, concibe a la autonomía de decisión como una
experiencia dada, pura e incuestionable. Al mismo tiem-
po, imprime sobre el campo médico una ficción de control
pleno sobre los efectos de sus técnicas e intervenciones.
Pero proponer, en cambio, que esas decisiones sean evalua-
das por un agente externo para velar por la salud e integri-
dad de las personas, coloca a menores y personas trans en

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 203

un nivel de autonomía diferencial y menguada respecto del


resto de las personas que cotidianamente toman decisiones
sobre sus cuerpos y sus vidas.
La tensión entre la imposición y la plena elección for-
ma parte de las paradojas de las “políticas del reconocimien-
to”. Wendy Brown (2000, 2003) analizó dichas paradojas
y afirmó que se sustentan en los mecanismos regulatorios
del derecho y la identidad. En la medida en que los dere-
chos tengan por objeto proteger o amparar una identidad
subordinada particular, deben afirmar el carácter definido,
fijo y estable de esa categoría identitaria. Es decir que, para
protegerla de los mecanismos que la constituyen como vul-
nerable, deben definirla previamente como tal. Al mismo
tiempo, se sustentan en una noción de identidad sobera-
na. Como afirma Leticia Sabsay (2011), se basan en una
idea de sujeto que debe ser “capaz de realizar demandas
de derechos sobre la base del establecimiento de fronte-
ras que estabilizan su identidad” (2011: 78). Es un sujeto
que para devenir sujeto de derecho precisa ser autónomo,
autoconsciente y autocentrado con una identidad estable.
Estas concepciones dejan de lado el hecho de que no es
posible pensar un sujeto que tome sus decisiones escindido
de los marcos históricos de relaciones de poder-saber que
lo producen como tal.
Acorde al clima de época cultural en general, y parla-
mentario en particular, se priorizó una noción abstracta de
autonomía por sobre las características inherentes a toda
intervención médica. La medicina puede, en el mejor de los
casos, garantizar procedimientos, no así resultados. La dis-
cusión acerca de los tratamientos médicos adquirió nuevas
aristas al momento de debatir su cobertura por parte del
sistema público de salud. Allí, los argumentos de los riesgos
para la salud física y mental fueron reemplazados por los
de la razón financiera.

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204 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Los ejes del disenso II: economías morales y financieras


El artículo Nº 11 del dictamen de mayoría no solamente
eliminaba requisitos diagnósticos y judiciales para el acceso
a los tratamientos médicos, sino que también establecía
su cobertura por parte del sistema de salud público, obras
sociales y planes de medicina prepagos. Algunos/as de los/
as participantes del debate se opusieron a aprobar dicha
cobertura. Argumentaron que existían asuntos más urgen-
tes en materia de salud en los cuales era menester desti-
nar el dinero del Estado o de las obras sociales y que su
incorporación en los planes prepagos aumentaría la tarifa
para el conjunto de sus usuarios/as. El diputado Obiglio38
consideraba que “en la Argentina hay otros temas prio-
ritarios para ser cubiertos con fondos públicos o por las
obras sociales; hay ciertas patologías concretas que debe-
rían ser cubiertas y que en este momento no lo son”. En
continuidad con dichas concepciones, la senadora Di Perna
consideró que, de aprobarse, la Ley daría tratamiento a un
asunto extraordinario y marginal, utilizando para ello unos
fondos públicos limitados: “No debiera ser posible obligar
al sistema a brindar prestaciones extras con iguales recur-
sos”. La discusión en torno a las fronteras de intervención
legítima del propio cuerpo fue traducido al lenguaje de
la asignación racional de recursos del Estado. Posiciones
intermedias consideraron que dicho financiamiento debía
otorgarse, pero no de modo universal e irrestricto. Así, el
diputado Ferrari afirmaba:

Con respecto al artículo 11, por el cual se garantizan tra-


tamientos hormonales y quirúrgicos gratuitos, la inteligen-
cia que me inspira es la misma, es decir, no negarse a esa
prestación sino tratar de que efectivamente haya una adecua-
ción para que no ocurra en cualquier caso. Digo esto por-
que se propone incluir en el sistema de salud la posibilidad

38 Julián Martín Obiglio, diputado de la Alianza PRO-Propuesta Republicana


por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 205

de asegurar prestaciones, que en mi opinión tendrían que


estar delimitadas (…) trataremos de que no se dé un abani-
co de posibilidades de tratamientos estéticos o de cualquier
otro tipo, sino que se determine con precisión cuáles son los
tratamientos de los que el Estado se tiene que hacer cargo,
porque obviamente no puede ser cualquiera (Dip. Ferrari,
30/11/2011).

Para el diputado Ferrari era necesario “actuar con pru-


dencia” frente a los tratamientos hormonales y las inter-
venciones quirúrgicas para que estas no se realicen siempre
que sean solicitadas. Demandó una diferenciación entre las
necesidades profundas y aquellas entendidas como esté-
ticas. Proponía “que se establezca la previa evaluación
médica, clínica y psicológica para acceder a tratamientos
médicos en servicios públicos, prepagos u obras sociales”
(Dip. Ferrari). Desde esta perspectiva, la evaluación médico-
judicial que regía hasta ese momento permitía poner en
práctica una racionalidad no solo sanitaria sino también
financiera. Sin embargo, dejaba en manos del campo médi-
co y judicial los criterios para diferenciar intervenciones
estéticas (por ende, entendidas como superficiales y pres-
cindibles) de aquellas médicamente necesarias, reduciendo
la autonomía de decisión de las personas en torno a su
cuerpo y su identidad.
Para la senadora Di Perna el requisito para que una
prestación fuera cubierta por el sistema de salud era que
estuviera indicada para el tratamiento o prevención de una
enfermedad: “Se dice que las personas que padecen este
conflicto entre sexo y percepción de género no son enfer-
mos, pero sin embargo se cargan sobre el sistema sanita-
rio tratamientos quirúrgicos y hormonales con los mismos
recursos”. Desde su perspectiva, era contradictorio que el
sistema de salud cubriera prestaciones que no tuvieran por
objetivo la intervención frente a una enfermedad potencial
o preexistente. Se puso de manifiesto que la despatologiza-
ción poseía puntos problemáticos a ser sorteados cuando se
demandaba la cobertura de tratamientos médicos por fuera

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206 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de los propios protocolos del campo médico (Cabral en


Página/12, 17/10/2014; Butler, 2006a). El desafío era insta-
lar la idea de que la realización de tratamientos médicos de
construcción corporal constituía un modo “biotecnológica-
mente mediado de expresión de sí” (Cabral en Página/12,
17/10/2014) y no la respuesta clínica a una enfermedad ni
el capricho por acceder a intervenciones estéticas haciendo
uso de fondos públicos o colectivos. Es decir, entenderlo
como un derecho, no como un privilegio, y como tal, poner
a disposición los fondos públicos necesarios.
Un diputado afín al dictamen de mayoría retomó los
conceptos desarrollados por referentes activistas en las
reuniones de comisión y argumentó la importancia del
cuerpo en la construcción de la identidad. Afirmó que el
acceso y la gratuidad para construir esa corporalidad era
un factor imprescindible para revertir la desigualdad y la
inequidad entre las personas por motivos de identidad de
género:

No sería operativo reconocerles a las personas un derecho si


no tenemos en cuenta también la autonomía de la voluntad
en el manejo de su propio cuerpo (…) La gente tiene derecho
a adecuar su cuerpo a la identidad que esa persona percibe
o cree percibir. No hay derecho si no existe el mismo reco-
nocimiento en las obras sociales. Si no existe reconocimiento
en estas últimas, no hay acceso igualitario al derecho que
tienen las personas. Entonces, toda prestación está contem-
plada, porque queda incluida en el Plan Médico Obligato-
rio para hacer verdaderamente efectivo este derecho (Dip.
Tunessi, 30/11/2011).

La doble inscripción del cuerpo en la esfera de lo natu-


ral y de lo social y cultural -y el modo en que las técnicas
médicas de construcción corporal trazan un puente entre
ambas dimensiones- se hizo explicito en esta intervención.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 207

La senadora Escudero39, por su parte, retomó los argumen-


tos financieros pero destacó su bajo impacto en compara-
ción con los grandes beneficios para la inclusión social que
la aprobación de su cobertura podría traer:

Si las cifras nos muestran que el 95 por ciento de estas per-


sonas están fuera del acceso de los derechos, me parece que
lo menos que podemos conceder es este derecho. Y digo esto,
porque en términos económicos el impacto es ínfimo, pero
en términos de acceso a los derechos, el impacto es enorme
(Sen. Escudero, 9/5/2012).

Los argumentos del costo-beneficio en un sentido eco-


nómico fueron esgrimidos sin recurrir a datos certeros
sobre cuántas personas trans efectivamente demandaban
estos tratamientos y cuál sería el costo de los mismos. Ello
permite arriesgar que las críticas al artículo en cuestión
apelaron a argumentos financieros para solapar las consi-
deraciones morales en torno a las posibilidades de transfor-
mación corporal de las personas trans.
En definitiva, en el debate se tensionaron dos tipos
discursos. Por un lado, el discurso de la inclusión ciuda-
dana por medio de la ampliación de derechos, por otro,
el de la necesidad de velar por la racionalidad financiera
del Estado. En lo que refiere al carácter simbólico de la
Ley, pocos miembros del Congreso Nacional establecieron
objeciones, pero cuando fue momento de discutir el finan-
ciamiento público de ese derecho, muchas voces salieron
al cruce. Como afirman Holmes y Sunstein (2011), todos
los derechos precisan del financiamiento público para ser
efectivos, de lo contrario constituyen meras declaraciones
de principios. Es decir, tienen impacto concreto en la vida
de las personas únicamente en la medida en la que haya
fondos públicos que los sostengan. En tanto que derechos

39 Sonia Margarita Escudero, senadora de la Alianza Partido Justicialista –


Frente Justicialista para la Victoria por la Provincia de Salta.

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208 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

a ser ejercidos, tanto el cambio registral como el acceso a


prestaciones sanitarias requerían del financiamiento públi-
co, aunque en diferente medida.
La Ley finalmente aprobada estableció que las inter-
venciones quirúrgicas y tratamientos hormonales orienta-
dos a construir una imagen corporal conforme a la pro-
pia identidad de género fueran cubiertos por los efectores
de los tres subsistemas de salud (público, privado y obras
sociales) sin necesidad de acreditar autorización judicial o
administrativa. El texto legal no definía ni el monto ni el
origen de esos fondos. Dichos aspectos serían fijados pos-
teriormente en su reglamentación por parte del Poder Eje-
cutivo. Tras la sanción de la Ley 26.743 de Identidad de
Género comenzó una nueva etapa signada por la demanda
aprobación del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional que
reglamentara el artículo 11º. Dicho artículo fue reglamen-
tado en 2015, tres años después de la sanción de la Ley.
En el capítulo que sigue, abordaré las tensiones entre
el activismo y el campo médico desarrollados a partir de
la sanción de la Ley en torno al ejercicio de la autonomía
de decisión al interior de los consultorios y la puesta en
práctica de la perspectiva de la despatologización por parte
de los/as profesionales de la salud.

Recapitulación y conclusiones

En este capítulo analicé el proceso de ingreso de la demanda


de una Ley de Identidad de Género despatologizante y
desjudicializante en el Congreso Nacional entre los años
2011 y 2012.
Abordé las reglas de producción discursiva del esce-
nario parlamentario e inscribí el debate de los Proyectos
de Ley de Identidad de Género en una trayectoria previa
de ingreso de las demandas de los colectivos gay-lésbicos
en el parlamento nacional a partir de la última reapertura

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 209

democrática. Afirmé que la Ley de Matrimonio Igualitario


fue la ventana de oportunidades que propició el debate par-
lamentario de la Ley de Identidad de Género. No obstante,
el mismo fue resultado de las estrategias y acciones llevadas
adelante por el activismo trans.
Expuse los argumentos que circularon durante el tra-
tamiento parlamentario de la Ley y analicé los sentidos en
disputa en torno a la legalización y cobertura de las inter-
venciones médicas de construcción corporal trans. El deba-
te giró alrededor de dos ejes, en primer lugar, la regulación
de los procedimientos para el cambio de nombre y sexo
legal en los registros identificatorios oficiales, y en segundo,
la definición de los criterios de acceso y financiamiento de
los tratamientos médicos de construcción corporal.
Se trató de un debate con un alto nivel de consenso en
torno a la importancia de la aprobación de la legislación. Sin
embargo, se señalaron los “efectos colaterales” que podría
tener la Ley una vez aprobada. Dichos señalamientos afir-
maban el modo en que las categorías de varón y mujer eran
centrales tanto para el orden jurídico como para el médico.
A su vez, a lo largo del debate quedaron representadas tan-
to las posiciones no esencialistas como las biologicistas en
torno al sexo y la identidad, aunque que estas últimas hayan
tenido una presencia minoritaria.
Dos artículos generaron discrepancias incluso entre
legisladores/as que eran favorables a la sanción de la Ley.
Estos fueron el artículo 5º “Personas menores de edad” y el
11º “Derecho al libre desarrollo personal”. La inclusión del
artículo sobre la cobertura de los tratamientos médicos de
construcción corporal abrió un debate sobre los criterios
de acceso y cobertura pública de los mismos. Para algu-
nos/as legisladores/as, era necesario actuar con prudencia
frente a los tratamientos hormonales y las intervenciones
quirúrgicas, dado el carácter irreversible de estas últimas
y porque se utilizarían los recursos financieros del Estado
para cubrirlas en el sistema público de salud.

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210 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

La Ley finalmente aprobada dispuso que las interven-


ciones quirúrgicas y/o tratamientos hormonales para ade-
cuar el cuerpo a la identidad de género fueran cubiertos
por los efectores de los tres subsistemas de salud (público,
privado y obras sociales) sin necesidad de acreditar autori-
zación judicial o administrativa. Tras la sanción de la Ley se
abrió el interrogante sobre las condiciones necesarias para
que la despatologización se haga efectiva al interior de los
servicios de salud. A su vez, comenzó un una nueva etapa
para las organizaciones trans signada por la demanda de
aprobación del decreto de reglamentación del artículo 11º
por parte del Poder Ejecutivo Nacional. En el capítulo que
sigue abordaré las emergentes tensiones entre el activismo
y el campo médico a partir de la sanción de la Ley.

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6

¿Hacia un escenario híbrido?

El vínculo entre usuarios/as y profesionales


de la salud a partir de la Ley de Identidad
de Género

En este último capítulo analizo las discusiones en torno


al vínculo entre los y las trans y los saberes y prácticas
médicas desarrolladas a partir de la aprobación de la Ley de
Identidad de Género. Sostengo que la sanción de la Ley de
Identidad de Género habilitó las condiciones para la con-
formación de un escenario de carácter híbrido en el que
los discursos expertos de la medicina se vieron interpelados
por las demandas de los/as usuarios/as trans del sistema de
salud, Afirmo que dichas demandas adquirieron las carac-
terísticas de la “biociudadanía biológica”. Frente a los/as
profesionales e instituciones de la salud, los/as usuarios/
as trans reivindicaron su libertad y autonomía para decidir
sobre el curso de los tratamientos. Frente a las autoridades
públicas, reclamaron la cobertura de los mismos y el diseño
de planes de capacitación y sensibilización de los/as pro-
fesionales de la salud.
En respuesta a estas iniciativas, los/as profesionales de
salud reafirmaron su rol de expertos/as y su autoridad en la
definición del tipo de tratamiento y evaluación de riesgos.
No obstante, incorporaron a su discurso nociones acerca
de la importancia de escuchar y respetar las necesidades
y deseos de los/as usuarios/as trans. Las acciones de los/

teseopress.com 211
212 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

as trans promovieron la puesta en crisis de la autoridad


médica y generaron como respuesta un reforzamiento de
la jerarquía médico-paciente por parte de los/as profesio-
nales de la salud1.

Biociudadanías trans

La Ley de Identidad de Género aprobada en 2012 permite


a cualquier persona cambiar de nombre y sexo registral
en su documento de identidad. Para mayores de edad, ello
requiere presentarse en una sede del registro civil con la
partida de nacimiento y completar un formulario de decla-
ración jurada en el que se manifieste el pedido de cambio
de nombre y sexo registral. El trámite estipula la confección
de una nueva partida de nacimiento en la que consten los
datos modificados. Una vez que la misma es emitida, la
persona puede solicitar un nuevo DNI en el que consten
los mismos datos. No requiere instancia de evaluación ni
la presentación de material probatorio de ninguna índole2.
La Ley también dispone que quienes así lo deseen puedan
acceder a intervenciones quirúrgicas y/o tratamientos hor-
monales para adecuar el cuerpo a su identidad de género
y que dichos tratamientos sean cubiertos por los efectores
de los tres subsistemas de salud (público, privado y obras
sociales) sin necesidad de acreditar autorización judicial,
médica o administrativa.
Para menores de dieciocho años, la Ley establece que
el trámite de cambio registral sea realizado por interme-
dio de sus representantes legales, con la expresa confor-
midad del/a menor involucrado/a y contando también con

1 Partes de este capítulo fueron publicadas en Farji Neer (2016c; 2018d; 2019;
2020a).
2 Acorde a lo dispuesto en el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 1007/
2012.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 213

la asistencia del abogado del niño3. En caso en que los/as


representantes legales no presten su conformidad, podrá
presentarse el pedido ante un juez, quien evaluará el caso
“teniendo en cuenta los principios de capacidad progresiva
e interés superior del niño/a de acuerdo con lo estipula-
do en la Convención sobre los Derechos del Niño y en
la Ley 26.061 de protección integral de los derechos de
niñas, niños y adolescentes” (Ley 26.743, art. 5º). Para acce-
der a las intervenciones quirúrgicas, en el caso de menores
de dieciocho años sí es requisito obligatorio contar con la
autorización judicial.
En lo que refiere a los tratamientos médicos de cons-
trucción corporal, la Ley estableció dos innovaciones res-
pecto a los criterios legales anteriormente vigentes. En pri-
mer lugar, los tratamientos dejaron de ser requisito para el
cambio de nombre y sexo registral. Al no existir instancia
evaluadora que indague en la corporalidad de las personas,
la identidad legal fue escindida de la apariencia corporal. En
este sentido, la Ley desarticuló los criterios médico-legales
de asignación sexo-genérica basados en la genitalidad. En
segundo lugar, la Ley legalizó las intervenciones quirúrgicas
genitales anteriormente ilegales en virtud de lo dispuesto
por el Código Penal y la Ley Nacional de Ejercicio de la
Medicina. La Ley incorporó esas y otras prácticas médicas
que tuvieran por objeto “adecuar” la corporalidad a la iden-
tidad de género al Plan Médico Obligatorio4.

3 Figura creada en la Ley Nacional Nº 26.061.


4 Algunas de las prácticas comprendidas dentro de la Ley según el decreto del
Poder Ejecutivo Nacional Nº 903/2015 son: mastoplastía de aumento, mas-
tectomía, gluteoplastía de aumento, orquiectomía, penectomía, vaginoplas-
tía, clitoroplastía, vulvoplastía, anexohisterectomía, vaginectomía, metoi-
dioplastía, escrotoplastía y faloplastía con prótesis peneana y los
tratamientos hormonales definidos como “aquellos que tienen por finalidad
cambiar los caracteres secundarios que responden al sexo gonadal, promo-
viendo que la imagen se adecue al género autopercibido” (Decreto del Poder
Ejecutivo Nacional Nº 903/2015).

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214 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

El Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 903/2015


que reglamentó el artículo 11º de la Ley de Identidad de
Género fue aprobado pasados tres años de la sanción de
la misma. El Decreto estableció que el Ministerio de Salud
nacional llevara a cabo, en conjunto con las autoridades
jurisdiccionales, la preparación necesaria de los servicios
públicos para garantizar el cumplimiento del contenido de
la Ley en términos de infraestructura, equipamiento e insu-
mos. También dispuso la coordinación e implementación
de un programa de “capacitación, actualización y sensibili-
zación para profesionales de la salud del sub sector público,
a fin de poder dar respuesta al abordaje integral de la salud y
a las intervenciones y tratamientos, dispuestos por el artícu-
lo 11º” (Decreto Nº 903/2015).
La aprobación de la Ley de Identidad de Género recon-
figuró el espacio de negociación, diálogos y tensiones entre
profesionales de los servicios de salud y los/las trans, tanto
los/as nucleados/as en organizaciones como los/as inde-
pendientes. En ese marco, se reactualizó el debate respecto
a la responsabilidad profesional sobre la gestión de los ries-
gos en los tratamientos de construcción corporal trans y el
margen para el ejercicio de la autonomía de decisión de las
personas sobre sus propios cuerpos. Estos no eran debates
aislados, por el contrario, se encontraban a tono con pro-
cesos de alcance global en los que la autoridad médica y
el rol de los pacientes en el ámbito de la salud se vieron
reconfigurados.
Siguiendo a Conrad (2007), a partir de la década de
1980 se dieron cambios en la organización de la prácti-
ca médica que alteraron el régimen biopolítico vigente, es
decir, el modo en que lo biológico se constituye como eje
de las tecnologías y dispositivos de poder. Conrad (2007)
destacó tres aspectos de este proceso: la erosión de la auto-
ridad médica, la mercantilización de la atención y la incor-
poración de los avances científico-tecnológicos al campo
de la salud.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 215

En lo que refiere a la reconfiguración de la autoridad


médica, si bien los/as profesionales de la salud mantienen
su dominio y soberanía en el campo de la salud, nuevos
actores comienzan a incorporarse o a reconfigurar su rol:
la industria farmacéutica y los/as usuarios/as. Estos/as últi-
mos/as comienzan a actuar como consumidores/as activos/
as en la búsqueda de tratamientos, profesionales y servi-
cios en base a sus deseos, necesidades y posibilidades. Los
avances en la industria farmacéutica reconfiguraron el rol
de los/as profesionales, en especial en los tratamientos psi-
coterapéuticos (Conrad, 2007).
Muchos de estos cambios fueron subsidiarios de avan-
ces en la investigación médica y la tecnificación de los tra-
tamientos. Para Adele Clarke et al (2003), la integración de
los desarrollos de las tecnociencias al campo de la salud
promovió un cambio de peso: el pasaje de la medicalización
a la biomedicalización. Los dispositivos médicos de produc-
ción, control y regulación de las subjetividades propios de la
modernidad se vieron modificados frente a la transforma-
ción del estatus de la materialidad biológica, su concepción
y sus posibilidades de transformación en base a los avances
tecnocientíficos. La biología, cada vez más, deja de ser des-
tino: es materia cognoscible, mutable y modificable a escala
molecular (Haraway, 1995; Franklin, 2003; Rose y Novas,
2003; Preciado, 2008; Rose, 2012). Estos procesos tienen
efectos en la subjetividad, en las formas de colectividad y
sociabilidad, en la relación entre usuarios/as y profesionales
de salud y en las políticas públicas.
Para Novas (2006), que los/as usuarios/as tomen un rol
activo en la producción y avance del conocimiento trans-
forma las reglas del juego de la medicina5. A partir de la
década de 1980, este proceso se vio acompañado por el

5 Como caso paradigmático, el avance de la genética abrió un sinnúmero se


posibilidades de tratamientos a futuro, articulando dinámicas de organiza-
ción de pacientes en base a una condición biológica común que movilizan
acciones e investigaciones a partir de la esperanza de obtención de cura para
sus padecimientos (Fox Keller, 2000; Novas, 2006).

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216 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

desarrollo y expansión de nociones y sentidos morales acer-


ca de la responsabilidad de los individuos sobre su propia
salud. Esto puede ser leído como un llamamiento neolibe-
ral al manejo y gestión individual de los riesgos (Rabinow,
1996; Rose y Novas, 2003; Novas, 2006). Para Nikolas Rose
(2012), permite la emergencia de nuevas formas de ética
somática en las que el sujeto se concibe a sí mismo como
un emprendedor de su propia vida. Es decir, un sujeto que
se autogobierna.
En el contexto latinoamericano, otros factores se
sumaron a los procesos de alcance global. Ayres, Paiva y
Buchala (2012) afirman que la epidemia del VIH provocó
una crisis de los conceptos que tradicionalmente guiaban
las prácticas de los/as profesionales de la salud, y obligó a
revisarlos. Ello llevó -de modo no lineal ni progresivo- al
desarrollo de perspectivas que atendieron a las diferencia-
les situaciones de vulnerabilidad en las que se encuentran
las personas: factores sociales, culturales, económicos, con-
diciones de acceso a la información, así como situaciones
individuales que aumentan la exposición a situaciones de
riesgo. Estas perspectivas fueron extendiéndose a otras sub
disciplinas del campo clínico, en especial aquellas centradas
en grupos poblacionales específicos tales como pueblos ori-
ginarios, mujeres, población LGBT, etc.
En este marco emergió la llamada corriente de “huma-
nización de la atención de la salud” (Deslandes, 2004) que
busca la elaboración de cursos de acción clínicos en base a
los deseos y “proyectos de felicidad” de las personas (Ayres,
2004a). Una atención de salud guiada por criterios huma-
nitarios trastoca el sentido y la aplicación de la técnica
médica, ya que la felicidad no necesariamente tiene como
horizonte la construcción de un cuerpo “sano” como forma
idealizada del cuerpo “normal”. Implica, por el contrario,
contemplar que los sujetos y sus comunidades son quienes
imprimen sentidos a los conceptos de salud y enfermedad
y que los/as profesionales de salud, antes que prescribir-
los, deben adaptarse a ellos (Ayres, 2004b). Muchos de esos

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 217

sentidos fueron configurados por los/as usuarios/as orga-


nizados/as cuyo accionar frente a las instituciones de salud
puede ser caracterizado como la expresión de formas de
biociudadanía6.
Distintos/as autores/as utilizan la noción de ciudada-
nía biológica o biociudadanía para referir a aquellos gru-
pos identificados en base a una condición somática común
(Rabinow, 1996; Rose y Novas, 2003; Novas, 2006, Rose,
2012). Estos demandan una participación activa en el desa-
rrollo de tratamientos, movilizan demandas y colaboran
en la producción y avance del conocimiento médico. Los
individuos se vinculan con ellos mismos a través del cono-
cimiento de su condición somática. Al mismo tiempo, en
base a categorías y procesos de vulnerabilidad corporal,
sufrimiento o riesgo, se conforman espacios de sociabilidad
cuyo objetivo puede ser la demanda de políticas públicas
específicas, de investigaciones médicas y/o la elaboración
de campañas para promover que la población conozca las
características de su condición somática (Rose y Novas,
2003).
En Argentina y América Latina, las organizaciones
homosexuales y gays conformadas a partir de la década de
1980 pueden entenderse como experiencias de biociudada-
nía, ya que delinearon estrategias de respuesta al VIH cuan-
do ningún programa estatal lo hacía (Teixeira, 1997; Biehl,
2007). El avance de la epidemia profundizó la estigmatiza-
ción y discriminación hacia las sexualidades no heterose-
xuales pero también propició la conformación de grupos
de personas con necesidades y demandas comunes frente al

6 En el contexto de estos debates, en 2009 el Congreso Nacional argentino


sancionó la Ley Nacional Nº 26.529 que garantiza los “Derechos del Pacien-
te en su Relación con los Profesionales e Instituciones de la Salud”. Esta
legislación, entre otras cosas, reconoce la autonomía de la voluntad para a
aceptar o rechazar tratamientos o intervenciones médicas. Luego, en 2012,
usuarios/as organizados promovieron su modificación mediante la Ley Nº
26.742 para que quienes se encuentren en un estadio terminal puedan
rechazar tratamientos o procedimientos que tengan como único objetivo
prolongar su condición.

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218 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Estado (Pecheny, 2012). Sus iniciativas fueron la antesala de


los primeros programas de salud pública focalizados en la
prevención, testeo y tratamiento del VIH. Biehl y Eskerod
(2013) destacan el modo en que a partir de la década del
2000 los Estados, lejos de diseñar políticas de salud frente
al VIH de modo universalista, segmentaron a la población
destinataria y limitaron el acceso de aquella con meno-
res recursos. Estos sectores poblacionales debieron gene-
rar estrategias informales y colectivas para llevar adelante
sus tratamientos. En este marco, Nguyen (2010), elaboró el
concepto de “ciudadanía terapéutica” para describir aque-
llas situaciones en las que la incorporación a programas de
salud específicos -limitados en el número de beneficiarios/
as- constituían el único medio para acceder a los derechos
básicos (Nguyen, 2010).
En lo que refiere a las posibilidades de ejercicio de la
autonomía por parte de los/as usuario/as del sistema de
salud, Pecheny y Manzelli (2003) elaboraron una tipolo-
gía. Afirmaron que el ejercicio de la autonomía se encuen-
tra condicionado por dos dimensiones, una estructural y
otra subjetiva. En lo que refiere a la primera, señalaron
la estructura demográfica y socioeconómica de cada país,
el modo en que cada Estado se encuentra organizado, los
recursos económicos que posee cada usuario/a, su acceso
al sistema educativo, el lugar ocupado en las relaciones de
género (sexo, orientación sexual e identidad de género) y
las características del subsistema de salud por el cual acce-
de a la atención médica. En lo que atañe a su dimensión
subjetiva, señalaron las experiencias particulares que sig-
nan su condición somática y los recursos simbólicos para
construir vínculos sociales y relacionarse con los/las pro-
fesionales de la salud. Este esquema analítico se compone
de tres tipos: sujetos pasivos, usuarios de servicios de salud

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 219

e interlocutores-ciudadanos (Pecheny y Manzelli, 2003)7.


Este último tipo se caracteriza por atravesar un proceso de
expertización. Es decir, conoce sus opciones de tratamien-
tos, sus derechos y forma parte de grupos y redes que le
permiten construir y acumular un “capital de paciente” que
se pone en juego tanto en el vínculo con los/as profesio-
nales de la salud como por fuera de los ámbitos de salud
(Pecheny et al, 2006).
Las tensiones entre el sistema médico y los/as trans
dieron un nuevo giro con la sanción de la Ley de Identi-
dad de Género –cuyos pilares son la descriminalización, la
desestigmatización, la desjudicialización y la despatologiza-
ción- y la demora en la reglamentación del artículo 11º. La
puesta en práctica por parte de un sector del activismo trans
de acciones y discursos que adquirieron las características
de las demandas de biociudadanía tuvo como antesala la
demanda de políticas de prevención del VIH cuya respuesta
fue la creación de “consultorios amigables”. Estas dinámicas
adquirieron nuevas formas tras la aprobación de la Ley de
Identidad de Género. La sanción de la Ley de Identidad
de Género planteaba un nuevo interrogante: ¿de qué modo
va a hacerse efectiva la despatologización al interior de los
consultorios médicos?

7 El “sujeto pasivo, ejerce una menor autonomía relativa en cuanto a la toma de


decisiones. Aquí, en la relación paciente-médico, el cuerpo es objeto del
saber/poder médico, y se inserta en un orden simbólico, social, político y
legal que legitima la heteronomía corporal y psíquica del paciente. El segun-
do, que definimos como usuario de servicios de salud, está caracterizado por la
autonomía propia de los clientes o consumidores de un servicio dentro de
un mercado competitivo más o menos oligopólico (…). El paciente como un
interlocutor legítimo, que es el tercer modelo construido, refiere a la autono-
mía en términos de derechos, responsabilidades y obligaciones individuales
y comunitarias. En este modelo, la relación paciente-médico se transforma
en un campo de negociación, donde el paciente, consciente de sus derechos
y responsabilidades, ejerce su capacidad de voz y decisión en lo vinculado a
su estado de salud, terapéuticas y opciones vitales, a la manera de un ciuda-
dano participativo” (Pecheny y Manzelli, 2003: 567).

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220 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

A continuación, abordaré las principales demandas ela-


boradas por parte usuarios/as y activistas trans hacia los/as
profesionales de la salud. Estas se caracterizaron por soste-
ner una mirada de sospecha y crítica al aparato médico y a
los criterios de atención propios de los protocolos diseña-
dos en la década de 1960, en particular al rol asignado a la
psicoterapia. Luego, describiré los modos en los que los/as
profesionales locales se hicieron eco de esas demandas.

Desafíos para la atención sanitaria trans a partir


de la Ley de Identidad de Género

El sistema de salud argentino se compone de tres subsis-


temas: el público, el de las obras sociales y el privado. El
Ministerio de Salud Nacional es el organismo que se encar-
ga de la regulación, organización, planificación y evaluación
de la totalidad del sistema de servicios de atención médica
(Belmartino, 1999). El Programa Médico Obligatorio crea-
do en la década de 1990 establece las prestaciones mínimas
que deben cubrir sus tres subsistemas8.
El subsistema público se financia a través de los recur-
sos del Estado en sus tres niveles (nacional, provincial y
municipal). Provee atención de forma gratuita en hospi-
tales y centros de salud. Dado que la mayor parte de la
población del país se encuentra bajo la cobertura ofrecida
por las Obras Sociales, el subsistema público es utilizado,
en general, por la fracción poblacional de menos recursos.
Luego, el subsistema de Obras Sociales forma parte de un
seguro social que coloca bajo cobertura a trabajadores/as
asalariados/as y sus familiares directos. Su financiamiento
se compone de las contribuciones de los/as empleadores/
as y de una parte del salario de los/as trabajadores/as. Este
subsistema se consolidó por medio de la sanción de la Ley

8 Creado por medio del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 492/95.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 221

nacional Nº 18.610 en 1970. El Ministerio de Salud, a través


de la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS)9 coor-
dina y supervisa sus servicios. Por último, el subsistema
privado se compone de un conjunto de empresas de medi-
cina prepaga con fines de lucro. Dado el elevado costo de
sus servicios, accede a ellos la porción de la población con
mayores recursos y asalariados/as cuyas obras sociales los
contratan (Acuña y Chudnovsky, 2002).
Típicamente, el acceso a tratamientos e intervenciones
médicas se produce ante la presencia de algún tipo de enfer-
medad o riesgo de contraerla. Las personas trans que con-
sultan con el fin de llevar adelante tratamientos de cons-
trucción corporal son pacientes sanos/as. En lo que refiere a
los tratamientos de construcción corporal disponibles más
comunes, los hormonales se asemejan a tratamientos de
pacientes con enfermedades crónicas por la duración de los
tratamientos y el vínculo entre usuarios/as y profesionales
que dichos tratamientos habilita. Las intervenciones qui-
rúrgicas genitales guardan continuidad, por ejemplo, con
los partos medicalizados de mujeres sanas, ya que se trata
de una circunstancia vital que no implica la presencia de
una enfermedad y requiere de atención médica acotada en
el tiempo. El hecho de que no constituyan patologías no
implica que el Estado se desentienda de acompañar y cubrir
los procesos requeridos. También comparten algunas carac-
terísticas con los procedimientos estéticos quirúrgicos, sal-
vando las distancias en lo que refiere al carácter más o
menos experimental de las vaginoplastías y las faloplastias.
El factor económico juega un rol de importancia aun-
que no es definitorio en el acceso a dichos tratamientos e
intervenciones. Quienes tienen la posibilidad económica de
acceder en forma privada gozan de beneficios en términos
de celeridad en la atención y un acceso más directo a los/
as profesionales. Dado que existe un número acotado de
profesionales que realizan los tratamientos e intervenciones

9 Creada por medio del Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 1615/96.

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222 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de construcción corporal solicitados por la población trans


y que en su mayoría se desempeña en el ámbito público, el
capital económico no marca la diferencia en lo que refiere
al acceso a profesionales más capacitados.
A partir de la sanción de la Ley de Identidad de Género
hubo un aumento en las consultas médicas sobre trata-
mientos hormonales y quirúrgicos, en especial la de las
masculinidades trans (Álvarez, 2013). Ello se explica, en
parte, porque la legalización de los tratamientos promovió
el “destape” de una demanda contenida y también porque
el debate público en torno a la Ley aumentó la visibilidad
y difusión de las experiencias de las personas trans y los
tratamientos disponibles para modificar sus cuerpos. Sin
embargo, la demora en la reglamentación del artículo 11º
de la Ley fue el argumento utilizado por algunos/as pro-
fesionales para evitar la atención y, en el caso de las obras
sociales y prepagas, para no dar cobertura a las interven-
ciones y tratamientos10.
En paralelo a la demanda por la reglamentación, orga-
nizaciones y usuarios/as trans se acercaron a los servicios
de salud para solicitar la atención a profesionales que en
algunos casos no estaban al tanto de la sanción de la Ley
ni de las características de los tratamientos de construc-
ción corporal. Al mismo tiempo, denunciaron que algunos/
as profesionales seguían exigiendo un certificado emitido
por un/a profesional del campo de la salud mental como
requisito obligatorio para el ingreso. En base a este pano-
rama, esperaban que la reglamentación avanzara en los

10 Uno de los casos que cobró mayor relevancia mediática fue el de la artista
trans y performer Elizabeth Chorubczyk (Effýmia), quien con veinticinco
años solicitó a su prepaga, OSDE, la cobertura de la intervención quirúrgica
genital. La obra social denegó el pedido argumentando que la Ley de Identi-
dad de Género no había sido reglamentada y por ende la intervención solici-
tada no formaba parte del Plan Médico Obligatorio. Elizabeth radicó una
denuncia en la Superintendencia de Servicios de Salud, organismo que se
expidió a su favor, pero ante la demora en la respuesta de la Obra Social,
pagó la intervención por su cuenta. Posteriormente le reclamó sin éxito el
reintegro del monto (Máximo, 2013).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 223

siguientes aspectos: disponer financiamiento público para


cubrir medicación, prótesis y recursos hospitalarios, plani-
ficar la capacitación profesional a nivel federal y establecer
la obligatoriedad de cobertura por parte de obras socia-
les y prepagas. También se esperaba que la reglamentación
incluyera la elaboración de un protocolo o guía de atención
que unificara los criterios de acceso y tratamiento frente a
la heterogeneidad de perspectivas y criterios de atención.
Así lo expresaba un activista entrevistado al comparar la
atención en dos hospitales en la Provincia de Córdoba:

Bueno, la atención es totalmente distinta en los dos hospita-


les. En el hospital “A” no hemos tenido ningún tipo de incon-
veniente. Nos dan los medicamentos gratuitos, nos hacen
los controles, el tratamiento psicológico es optativo como
establece la Ley. Uno puede ir a tratamiento psicológico no
por cuestiones trans, sino por lo que sea. En cambio, en el
Hospital “B” el consultorio de sexología es sumamente pato-
logizante (….) Al no haber protocolo, se bajan protocolos
de otros países: lo que dice la (Ex) Asociación (Internacio-
nal Harry Benjamin) o el DSM y nosotros nos quedamos
sin ese derecho y estiran las terapias (con) el psicoanálisis
(Diego, activista).

El artículo 11° de la Ley de Identidad de Género elimi-


nó las exigencias administrativas y judiciales para el acce-
so a los tratamientos y estableció como único requisito el
consentimiento informado de las personas. Ello no le impi-
dió a los/as profesionales de la salud elaborar sus propios
criterios clínicos de atención y solicitar el diagnóstico o la
psicoterapia de modo obligatorio para ingresar a los tra-
tamientos. Por ello, usuarios/as y activistas trans deman-
daron que la reglamentación estableciera explícitamente la
despatologización y que asegurara la atención de calidad
de modo integral. En lo que refiere a los tratamientos hor-
monales demandaban:

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224 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Que exista un protocolo previo al tratamiento hormonal (…)


y que los propios servicios de salud puedan empezar a hacer
un seguimiento sobre qué pasa… por ejemplo, un pibe trans
diabético, que es que el páncreas no le reconoce el azúcar ¿no?
En el caso de tomar testosterona, el páncreas trabaja dos o
tres veces más forzado ¿qué pasa con eso? Una pregunta que
me hago ¿se entiende? No sabemos qué pasa con todo eso.
Entonces, el protocolo lo que va a poder es escribir y dejar
en claro determinadas cosas. Alguien que tiene problemas
cardíacos no puede hacer un tratamiento hormonal, como
de la misma forma un médico no va a intervenir a alguien
que tenga las defensas más bajas que (…) bueno, todo bien,
vos podés querer tener más barba, ahora, previo a eso, la
responsabilidad del médico es informarte que vas a tener un
problema de salud. (…) Muchos médicos no saben ni siquiera
todos esos cambios (Nicolás, activista).

Frente a la escasez de profesionales formados/as en


faloplastias, reclamaban ante el Ministerio de Salud el dise-
ño formal de un plan capacitación que sistematizara las ini-
ciativas locales de formación que venían llevándose a cabo
a partir de la sanción de la Ley:

Lamentablemente hay una sola persona, un solo médico (…)


que es el que hizo también la operación acá en Córdoba a
una chica trans, siempre las operaciones de chicas son más
simples, digo, son tremendas las operaciones pero son más
simples que las nuestras (…) trajeron también al Dr. Mac
Millan que es de Chile e hicieron una operación en Mar del
Plata a una chica trans y dos operaciones más en Santa Fe,
en Rosario, una de las operaciones fue por videoconferencia
(Diego, activista).

El coordinador de una organización de masculinidades


trans profundizó sobre el tema en una entrevista periodís-
tica en la que expuso la necesidad de cubrir las vacancias
formativas de los/as profesionales locales mediante capaci-
taciones en el exterior para llevar a cabo las cirugías geni-
tales en varones trans:

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 225

En la Argentina no hay una cirugía genital que sea funcional:


no se tiene sensibilidad, no se puede realizar el conducto uri-
nario, no se tiene erección naturalmente. Lo ideal sería que
los cirujanos pudieran capacitarse en el exterior donde hay
operaciones que recubren la prótesis con todas las termina-
ciones nerviosas, por ende hay sensibilidad, erección natural
y a parte se realiza el conducto urinario (Jiménez España en
Página/ 12, 19/04/2014).

Estos activistas destacaron el interés de los/as ciruja-


nos/as por formarse e incursionar en nuevas técnicas pero,
dado el carácter experimental de algunas intervenciones,
eran críticos el rol de “conejillo de indias” que debían asu-
mir los/as primeros/as en realizarlas. En este caso, la nece-
sidad o el deseo de intervenir sus cuerpos profundizaba
su vulnerabilidad corporal frente a los/as profesionales de
la salud que aún estaban formándose o desarrollando las
técnicas:

Los cirujanos quieren hacer, les encanta. Lo primero que


piensan es reasignación sexual. Bueno está bien, yo me voy a
poner en la camilla, pero ¿Qué capacidad tenés, cuántas per-
sonas trans operaste ya? Yo no me voy a meter en la camilla y
me vas a dejar sin sensibilidad. Digo, yo quiero acceder a mi
derecho pero de la mejor forma, que se garantice ese derecho
y que no me genere a mí un mal (Diego, activista).

Este entrevistado hacía foco en las garantías de sen-


sibilidad genital tras la intervención quirúrgica. Es decir,
reclamaba acceder a las prácticas médicas para construir
su corporalidad sin por ello tener que renunciar al placer
sexual genital. Para ello, era necesario contar con profe-
sionales capacitados/as en estas intervenciones. Otros/as
entrevistados/as destacaban la importancia de la colabora-
ción entre usuarios/as y profesionales. Contribuir al desa-
rrollo de las técnicas permitiría que futuras generaciones
pudieran acceder a intervenciones de mejor calidad aunque

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226 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

ello implicara exponerse a ciertas consecuencias no desea-


das de las intervenciones. En lo que respecta a las mastecto-
mías otro entrevistado afirmaba:

A mí me quedó una cicatriz que me cortaron hasta la espalda


un poco más… tengo el corte hasta la espalda y el otro lo
tengo hasta abajo del brazo, es una guasada lo que hicieron,
por eso sé que a pesar de esos errores se van perfeccionando.
Y otros van a quedar mejor, que es la idea porque para mí
todo va avanzando (…) pero es cuestión también de nosotros
mismos ayudarlos a los médicos a que se perfeccionen un
poco más ( Julián, activista).

Frente a estas experiencias y debates, algunos sectores


del activismo se orientaron a promover la importancia del
autocuidado y la participación activa en las decisiones res-
pecto a los tratamientos. La concientización sobre los ries-
gos y posibles consecuencias no deseadas se desarrolló a
través de las redes sociales y en notas en medios gráficos.
En una nota periodística publicada en un suplemento de
diversidad sexual de un diario de distribución nacional, un
activista trans difundió la existencia de un grupo de varo-
nes trans creado en una red social tras la sanción de la
Ley de Identidad de Género. Allí saldaban dudas y ponían
en común sus miedos respecto a los tratamientos. Si bien
afirmaban su derecho a conocer las características de los
mismos, no recurrían a profesionales para ello sino a sus
propios pares:

Si sos un trans masculino/hombre trans, podés buscar infor-


mación en un grupo de Facebook que se llama “data de ciru-
gías/ tratamientos hormonales para chicos trans de Argen-
tina”. Esta página fue creada por Francisco, un compañero
de la provincia de Santiago del Estero que vio y entendió la
necesidad de estar más informados sobre lo que está pasan-
do con las operaciones y los tratamientos, la necesidad de
colectivizar la información, de compartir fotos de cómo van
evolucionando las operaciones, qué equipo médico las reali-
zó, experiencias y opiniones de cosas a tener en cuenta previo

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 227

a realizarse una cirugía o un tratamiento, ya que muchas


personas han expresado disconformidad luego de la inter-
vención médica porque no les dijeron qué técnica iban a
utilizar, cuánto tiempo iba a llevarles el posoperatorio, cómo
iba a quedar el pecho, cuánto tiempo tarda en desinflamar,
cómo iba a ser reconstruida la tetilla, en qué lugar, entre
otra infinidad de cosas que debemos y tenemos el derecho
de saber (Prieto, 2014).

Como afirman Rose y Novas (2003), el ejercicio de


la ciudadanía biológica suele implicar la adquisición de
conocimiento experto y su difusión entre pares. Las herra-
mientas virtuales tales como listas de correo, comunidades
virtuales, redes sociales y sitios web favorecen el contac-
to entre individuos con las mismas inquietudes, deseos y
necesidades corporales. Este proceso es caracterizado por
los autores como formas de biociudadanía digital. Como
también afirman Pecheny et al (2006):

Los ámbitos de sociabilidad de las redes constituyen también


espacios privilegiados para obtener información y multipli-
car sus conocimientos tanto sobre los aspectos médicos de la
enfermedad como sobre los derechos de los pacientes. De esta
manera, la participación en redes posiciona a los pacientes de
otra manera ante el médico y ante las dificultades de la vida
diaria (Pecheny et al, 2006: 212).

Las campañas recién mencionadas tenían como desti-


natarios a los/as usuarios trans de los servicios de salud,
mientras que otros materiales y actividades tenían como
destinatarios/as a los/as profesionales. En ese mismo perío-
do, la organización Capicúa elaboró una Guía denominada
“Aportes para pensar la salud de las personas trans”. Una
primera versión fue presentada en 2013 en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires (La Nación,
2013, octubre 15). El documento se componía de tres sec-
ciones principales: “Buenas prácticas e información”, “La
construcción del cuerpo trans: técnicas no invasivas, trata-
mientos de hormonación y cirugías” y, por último, “Familias

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228 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

diversas”, en la que se describían las técnicas disponibles


de reproducción médicamente asistida. Incluía un apar-
tado final con teléfonos y direcciones de profesionales y
servicios que llevaban a cabo los tratamientos. El material
buscaba sensibilizar e informar a profesionales de salud y
también estaba dirigido a potenciales usuarios/as de los
servicios de salud. En paralelo, la organización comenzó
a dictar charlas informativas para profesionales de distin-
tas instituciones de salud. Uno de los integrantes de la
organización describió los objetivos de estas iniciativas del
siguiente modo:

Hay que generar sensibilización en todo el servicio, en todo


el equipo médico, desde la persona que te atiende en la
mesa de entrada, el de seguridad, (…) servicio de maestran-
za, enfermeros, médicos, todo el mundo. Porque vos caíste
internada porque tuviste un accidente ¿Dónde caés? En la
guardia. Y cuando estás en la guardia ¿Cuál es el relato de
muchas compañeras y compañeros trans? Que sos el chiste,
que vienen a mirarte y a ver qué hay ahí y pasás a ser el
circo (Nicolás, activista).

Por su parte, durante 2014 la organización Hombres


Trans Argentinos de la Provincia de Córdoba llevó adelante
la campaña “Normatrón” con el objetivo de concientizar a
los/as profesionales sobre la perspectiva despatologizante
de la Ley de Identidad de Género. En palabras de uno de los
activistas involucrados, se trataba de un “trabajo cultural”
para promover que revisaran sus prácticas y concepciones
en torno a las experiencias trans. La actividad se desarrolla-
ba en los pasillos de los hospitales y consistía en la entrega
de un envase similar al de un medicamento, denominado
“Normatrón” (Mendieta en Página/12, 21/11/2014). La dis-
tribución de este medicamento apócrifo (que contenía un
prospecto similar al de un medicamento y un confite men-
tolado que emulaba un comprimido) era una oportunidad
para el diálogo entre profesionales y activistas:

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 229

Normatrón surgió por estos problemas que estamos teniendo


en los hospitales, en el trato, en qué tipo de atención están
brindando y algunas dificultades… y en disconformidad con
algunas políticas que se vienen bajando desde los ministerios
y ahí vimos que era y que es importante hacer un traba-
jo cultural (…) nos pusimos a pensar en cómo nos tratan y
que permanentemente nos quieren normalizar y nos quieren
ajustar a los estándares más allá de la transición corporal que
uno pueda llegar a hacer. Así que así nació Normatrón, que
es el medicamento que nosotros le damos a la gente que nos
quiere medicar (Diego, activista).

Frente a la falta de reglamentación del artículo 11º de


la Ley, las organizaciones tomaron en sus manos su imple-
mentación en los ámbitos de salud por carriles informales
y autogestionados: contactaron a los/as profesionales para
que comenzaran a formarse en los tratamientos, realizaron
campañas de concientización sobre el contenido de la Ley
de Identidad de Género y su perspectiva despatologizante
en las instituciones de salud, denunciaron la vigencia de
dinámicas patologizantes en ciertas instituciones y pusie-
ron a circular información entre sus pares.
A diferencia de algunas de las posturas del activismo
travesti desarrolladas en el capítulo 4 que entendían a las
intervenciones corporales como formas de internalización
de los mandatos hegemónicos de género, estas campañas
se proponían que, más allá del debate respecto a la repro-
ducción o subversión del orden genérico, se desarrollaran
de modo informado y consciente respecto al cuidado de
la salud.
Las demandas trans al campo médico reclamaban la
cobertura de las prestaciones y una atención de calidad sin
que ello implicara entender a los tratamientos de construc-
ción corporal como la respuesta a una patología. La inter-
vención médica pasó a ser entendida como necesaria para
el ejercicio del derecho humano a la identidad de género,

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230 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

concepto que contemplaba la autonomía de decisión sobre


el propio cuerpo y la propia vida. Esto trajo tensiones y
desafíos para los/as profesionales de la salud.
A continuación, desarrollaré el modo en que el proceso
de modificación de los manuales y protocolos médicos de
uso mundial y la sanción de la Ley de Identidad de Género
local generó entre los/as profesionales de la salud la revi-
sión de algunos de los conceptos que guiaban sus prácticas
y la reactualización de ciertas miradas instituidas sobre el
vínculo entre usuarios/as y profesionales.

¿Una autoridad médica reconfigurada?

En el período transcurrido entre 1994, año en que se realizó


la primera cirugía genital voluntaria bajo el amparo legal,
hasta la sanción de la Ley de Identidad de Género en 2012,
los/as profesionales de la salud locales ganaron experiencia
y trayectoria. Adaptaron sus prácticas a las actualizaciones
de las guías de atención de la salud trans de la WPATH y
de los manuales diagnósticos (el DSM de la APA y la CIE
de la OMS). En algunos casos, también se capacitaron para
profundizar su conocimiento de las técnicas quirúrgicas.
En paralelo, nuevos/as profesionales se incorporaron a la
atención de la población trans desde otras perspectivas y
formaciones.
Aunque los/as profesionales de salud no fueron con-
vocados/as a los debates en las comisiones parlamentarias
previos a la sanción de la Ley de Identidad de Género, la
valoraron positivamente. Su aprobación facilitó su trabajo
cotidiano y le dio un marco legal a sus prácticas. Algunas de
las demandas del activismo local argentino fueron tomadas
y otras duramente rebatidas, en particular las que criti-
caban el ejercicio de la autoridad médica en los procesos

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 231

de toma de decisión en torno a los tratamientos o que se


pudiera acceder sin lapsos de reflexión a procedimientos
irreversibles.
En lo que sigue del capítulo, resumiré las características
y enfoques desarrollados por distintos/as profesionales de
salud que iniciaron sus prácticas en tratamientos de cons-
trucción corporal con anterioridad a la sanción de la Ley
de Identidad de Género. Luego, abordaré las principales
modificaciones en los criterios de atención realizadas a lo
largo de su trayectoria profesional11.
La mayoría de los/as profesionales entrevistados/as
atendían de modo interdisciplinario en servicios de endo-
crinología, cirugía urológica, cirugía plástica, ginecología,
otorrino-laringología y salud mental, tanto de hospitales
públicos como de centros privados y obras sociales. Algu-
nos de estos equipos preexistían a la Ley de Identidad de
Género y otros se conformaron con posterioridad, sea por
iniciativa de profesionales específicos o de las direcciones
médicas de las instituciones. Eran equipos coordinados de
modo centralizado por un/a profesional que en general per-
tenecía a la especialidad de psiquiatría, cirugía o endocri-
nología. Este/a profesional organizaba el trabajo entre las
distintas especialidades y realizaba las entrevistas de admi-
sión, evaluación y derivación de los/as usuarios/as.
Ni la Ley o su reglamentación, ni el Ministerio de
Salud Nacional a través de ordenanzas u otros instrumen-
tos regulatorios, establecieron taxativamente un modelo de
atención, por lo cual cada equipo diseñaba sus propios pro-
tocolos de atención basados en las guías locales e interna-
cionales, la experiencia clínica acumulada y las concepcio-
nes y valoraciones de sus integrantes.

11 Partes de este apartado son resultado de una investigación financiada por el


Programa de Becas Carrillo-Oñativia, Comisión Nacional Salud Investiga,
Ministerio de Salud de la Nación.

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232 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Los principales desplazamientos discursivos respecto a


los primeros protocolos de la WPATH desarrollados en el
capítulo 1 respondían a las modificaciones en los mismos a
partir del 2011 y a los cambios legislativos locales. También
se hacían eco de algunas de las demandas del activismo glo-
bal y local por la despatologización. Los mismos pueden ser
sistematizados en tres pasajes: del diagnóstico al acompaña-
miento, del protocolo a la personalización-customización12 y
de la minimización del riesgo al cálculo costo-beneficio.
En 2015, una de las principales directrices que guiaba
la atención era la evaluación integral (física y psicológica) de
los/as usuarios/as trans a fin de determinar en qué medida
se encontraban preparados/as para iniciar los tratamientos
solicitados, en especial los quirúrgicos. Los criterios que
anteriormente tenían como fin corroborar o descartar el
diagnóstico de “Transexualismo” o “Trastorno de la iden-
tidad de género”, se traducían al lenguaje de la integrali-
dad: los/as profesionales consideraban que era necesaria
una evaluación integral para conocer las condiciones físi-
cas, emocionales y psicológicas de los/as potenciales usua-
rios/as.
La evaluación tenía varios objetivos. Los principales
eran entender o ayudar a construir la configuración iden-
titaria de la persona y, a partir de allí, ofrecer las dis-
tintas opciones de tratamientos para la construcción cor-
poral, informando sus potencialidades y riesgos. También
ofrecían herramientas para elaborar las implicancias de esa
“transición corporal” en sus círculos sociales:

Lo que hacemos es detectar la necesidad de cada persona y


a partir de su necesidad acompañamos, pero primero aclarar
la situación de momento vital de que la persona tenga claro

12 Anglicismo utilizado para expresar que algo fue diseñado a la medida de las
necesidades del consumidor. Proviene del término en inglés customer que
significa consumidor.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 233

quién es y qué necesita y a partir de eso acompañamos el tipo


de tratamientos, hormonales, quirúrgicos, totales, parciales,
eso se ve en cada caso en particular ( Jorge, psiquiatra).

Se orientaban a corroborar que la persona se encon-


trara emocionalmente “apta” para realizar los tratamientos
a fin de minimizar los riesgos de arrepentimiento. Para eso,
construían indicadores contextualmente elaborados de la
estabilidad o inestabilidad en la toma de decisiones a lo
largo de la vida. Al respecto, un endocrinólogo relataba el
método utilizado:

Hablando con él y preguntándole primero su historia, su


acompañamiento familiar, su acompañamiento social, su
inserción laboral, su aceptación en el entorno, viendo el
aspecto que tiene, si tiene aspecto de hombre o de mujer,
cómo se viste y preguntándole cómo son sus expectativas,
si hizo algún otro tratamiento y tratando de ver un poco…
hay ciertos patrones que te pueden hablar de la persona. Por
ejemplo una persona que te puede llegar a decir “empecé
abogacía y dejé, empecé arquitectura y dejé, empecé medicina
y dejé, me gusta el teatro pero no soy constante”, entonces
vos podés inferir que por ahí no va a ser constante en su
tratamiento (Leonel, endocrinólogo).

Si bien no se amparaba en un diagnóstico, la evaluación


se basaba en la percepción y valoraciones subjetivas del/
a profesional respecto a la trayectoria de vida de los/as
usuarios/as trans, instituyendo un protocolo contextual e
informal de evaluación de propensiones y riesgos.
Siguiendo a los/as profesionales entrevistados/as, lue-
go de la primera entrevista, el tratamiento psicoterapéutico
podía ser obligatorio u opcional, dependiendo del servicio o
el/la profesional. Cuando se demandaba una cirugía genital,
la interconsulta psicoterapéutica era obligatoria. Su indica-
ción continuaba obedeciendo a las dudas o inseguridades
de los/as profesionales antes que a las demandas de los/as
usuarios/as trans. En caso que ya se encontraran realizando
un tratamiento psicoterapéutico, no indicaban el cambio de

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234 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

profesional sino que procuraban contactarse a fin de reali-


zar una evaluación conjunta. En este sentido, el jefe del Ser-
vicio de Cirugía Plástica de un hospital público refería:

Se entrevista con uno de nosotros que somos los responsables


del grupo de las operaciones y después lo pasamos… Hay algo
que yo no cambio: lo fundamental es con la psicología, con
la psiquiatría, porque algunos me dicen “yo no necesito, por
la Ley” y yo digo “¿Cómo hacemos para volver para atrás de
una cirugía de estas? Imposible. Así que tenemos que estar
seguros de que vos estas bien para la cirugía. Si te hacemos
mujer ¿Cómo volvemos para atrás? Imposible” (…) Si esta tra-
tándose ya hace dos o tres años en otro lado, bueno, (pedimos)
el certificado del otro psicólogo o psiquiatra que diga que está
en condiciones de operarse (Roberto, cirujano plástico).

Del mismo modo, un médico urólogo relataba las


características de la atención en forma privada:

Si ya vienen con una evaluación psiquiátrica de años y todas


esas cosas y yo noto que está bien llevado me parece agresivo
cambiarle de terapeuta al final del camino, entonces charlo
con el terapeuta que lo está llevando y si me genera dudas sí lo
hago evaluar por el equipo que yo trabajo. Si viene el paciente
a la deriva y no tiene ningún tipo de evaluación lo enfoco y lo
pongo en el sistema nuestro de evaluación (Rodrigo, médico
urólogo, resaltado propio).

Cuando se demandaban tratamientos hormonales, la


indicación de tratamientos psicoterapéuticos dependía del
criterio del/a profesional en función de cada caso parti-
cular:

Yo no pido la autorización en todos los casos, solamente en


los casos donde hay, donde yo noto algún tema de duda con
el tratamiento o… no duda, sino mucha ansiedad. Entonces
cierto apoyo psicológico necesitan, para eso o cuando no
tienen por ahí muy claro los efectos del tratamiento enton-
ces yo se los explico pero todavía están con muchos miedos
(Leonel, endocrinólogo).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 235

Siguiendo los discursos de estos/as profesionales, en


ambos casos –obligatorio u opcional- el objetivo de las
entrevistas psicoterapéuticas no era corroborar un diagnós-
tico, sino más bien acompañar el proceso de toma de deci-
sión respecto a los tratamientos y que los/as profesionales/
as tuvieran garantías sobre la estabilidad emocional de los/
as usuarios/as trans. La necesidad de garantías no respondía
a una responsabilidad legal sino de ética profesional.
Otro de los desplazamientos identificados fue el pasaje
de un modelo de atención protocolizado compuesto de tres
etapas lineales y sucesivas (psicoterapia-hormonización-
cirugía genital) a una personalización o customización de los
tratamientos en función de las necesidades de los/as usua-
rios/as. Para los/as profesionales, esta modalidad permitía
maximizar las probabilidades de “éxito” de las intervencio-
nes en lo que refiere a los resultados no solo orgánico-
funcionales sino también “simbólicos”, término utilizado
para referir a la auto representación corporal y el placer
sexual. Así lo explicitaba un médico urólogo entrevistado:

No es una cirugía nada más. Los cirujanos estamos acos-


tumbrados a pensar en cirugía y nada más, pero si uno se
pone a decir que esto es sacar los testículos, sacar el pene,
hacer una vagina, no… Tiene un montón de simbolismo. Hay
que hablar antes con los pacientes. No todos los pacientes
quieren el mismo tipo de cirugía. Hay un tema de custo-
mización e individualización de esto, feroz. Creo que no es
nada más que una cirugía (…) Nuestras pacientes como cual-
quier mujer nativa puede tener quilombos sexuales, nuestros
pacientes también los tienen “no me siento, no me encuentro,
no llego al orgasmo” cualquier cosa habitual, bueno, en estos
pacientes tiene un simbolismo muchísimo mayor (Rodrigo,
médico urólogo).

Los/as profesionales asumían que para ser “exitosos/


as” en las intervenciones necesitaban desarrollar una sensi-
bilidad que excedía las meras capacidades técnicas. Reque-
ría de una escucha atenta y comprometida de las necesi-

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236 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

dades y expectativas de las personas. Expresaban que la


práctica médica debía estar guiada por las necesidades y
expectativas de las personas, antes que por las de los/as pro-
fesionales. Como contraparte, sostenían que ninguna guía
ni protocolo podía suplir la sensibilidad necesaria para lle-
var adelante la tarea, ya que se trataba de prácticas que se
ubicaban a medio camino entre lo terapéutico y lo estético
(su resultado en términos estéticos era un factor de mucha
importancia en la evaluación del “éxito” o “fracaso”) e inter-
venían en un aspecto esencial para la constitución subjetiva
de las personas, como lo es la identidad y la sexualidad.
Finalmente, en los protocolos anteriormente vigentes
el principal riesgo a ser sopesado era el de arrepentimiento
o suicidio, mientras que en tras la sanción de la Ley de
Identidad de Género la atención se realizaba en base a un
amplio mapa de riesgos posibles. Se sopesaban una multi-
plicidad de consecuencias posibles, desde las físicas hasta
las de no intervenir la corporalidad. Los/as profesionales
partían de la idea de que no existía situación ideal de riesgo
cero. Desde allí discutían con la idea de que un cuerpo ideal
era aquel no intervenido ni hormonal ni quirúrgicamente.
Tanto la intervención como la no intervención tendría un
costo, sea físico o subjetivo. Así lo explicaba un endocri-
nólogo entrevistado:

Hay mucha conmoción entre los profesionales por el hecho


de decir “si vos le vas a dar estrógenos lo estás predispo-
niendo a la trombosis, si le vas a dar progestágenos lo estás
predisponiendo al cáncer de mama y a la osteoporosis” (…)
O sea, piensan generalmente en el ideal, o sea, en su ideal…
“Mejor no le doy nada y lo eximo de riesgo” pero se olvidan
que si los deja en las condiciones en las que está tiene otro
riesgo. Entonces hay realidades donde hay que asumir ries-
gos, porque si vos tenés una persona que no está contenta con
su sexo tenés que elegir entre el riesgo del deterioro de su
salud mental o entre el riesgo de una trombosis, no existe la
opción del no riesgo (Leonel, endocrinólogo).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 237

El uso de la noción de riesgo a partir de la década de


1980 implicó el pasaje del sujeto peligroso en el siglo XIX
y el grupo de riesgo en el siglo XX, a los factores de riesgo
en el siglo XX tardío (Castel, 1986; Foucault, 2006). Desde
la perspectiva de los factores de riesgo, evaluar sus posibi-
lidades requiere visualizar una multiplicidad de hechos en
el marco de una ecuación de costo-beneficio de carácter
abstracto y conjetural. Para la mirada médica, los factores
de riesgo no se encontrarían definidos de antemano, ya que
se inscribirían en una serie de posibilidades aleatorias de
futuro. Su identificación depende de la experiencia acumu-
lada y la percepción de los/as profesionales (Mantilla, 2010;
Bianchi, 2012). El interrogante que emerge tras la aproba-
ción de la Ley de Identidad de Género es quién sopesa esos
riesgos y quién tiene la última palabra en torno al curso
de acción a seguir.
Como se mencionó previamente, al eliminarse el requi-
sito legal o la potencial denuncia por violación de la Ley
de Ejercicio de la Medicina, para los/as profesionales la
responsabilidad ético-profesional ocupaba un lugar de peso
en el proceso de toma de decisión:

Yo puedo llegar a hacer un tratamiento, el paciente me


lo pide, yo estoy avalado por la Ley, lo puedo hacer, pero
muchas veces decido no hacerlo, no por mí sino por el
paciente. Por ejemplo, porque no lo veo decidido, porque sé
que hay efectos que son irreversibles. Entonces, aunque el
paciente venga y me lo pida y me dice “Dr. yo le firmo lo
que quiera”, si yo no lo veo decidido… O sea, no todo es
cumplir o no cumplir la Ley. La idea es que el paciente esté
bien (Leonel, endocrinólogo).

Partiendo de la idea de que no hay una situación ideal


y que siempre hay riesgos a sopesar, los/as profesionales
continuaban reclamando su autoridad sobre la definición
del curso de los tratamientos apelando a su responsabilidad
ético-profesional y a una experiencia clínica insustituible.

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238 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Al identificar estos desplazamientos discursivos, la pre-


gunta que surge es: ¿hasta qué punto la autoridad médica
se vio reconfigurada, si quien continúa teniendo la última
palabra respecto a los tratamientos era el/la profesional?
Si bien la atención en salud en occidente se basó tradi-
cionalmente en la mirada y criterios médicos, el rol del/a
paciente viene reconfigurándose desde mediados del siglo
XX y sigue siendo asunto de controversias. Como afirma
Armstrong (1984) en su análisis de los cambios en discursos
y prácticas médicas británicas, hasta la década de 1930 la
voz de los/as pacientes era solicitada solamente para adqui-
rir información sobre la historia y recorrido del síntoma.
Hacia la década de 1960, se pasó a hablar de personalida-
des, grupos y situaciones de riesgo medibles en términos de
comportamientos y hábitos. Para identificarlos se tornaba
necesario establecer un vínculo y una escucha activa del/a
paciente. Para el autor, la incorporación de la voz de los/
as pacientes al examen clínico no necesariamente implicó la
modificación de la relación jerárquica entre profesionales
y pacientes, sino que más bien complejizó el examen de
salud tradicional e inauguró nuevas esferas de intervención
(Armstrong, 1984).
Los/as profesionales entrevistados/as criticaban cual-
quier legislación que tuviera por objeto regular el ejercicio
de la medicina ya que desde su perspectiva se trataba de
una práctica en la que en el “ojo clínico” poseía un rol
fundamental e irremplazable. Criticaron una formulación
del concepto de autonomía del paciente que lo entendía
como un individuo consumidor de bienes y servicios bio-
tecnológicos, donde el criterio clínico no tenía entidad ni
razón de ser:

La ley tampoco nos va a decir a nosotros cómo atender al


paciente, ni decir cuál es el momento oportuno de indicar
tal estudio, o cuál es el momento de darle o no darle la
aprobación para operarse, o decirle cuándo no puede reali-
zar tal tratamiento. Todo lo que vos tenés, o todo lo que el

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 239

médico hace, tiene indicaciones, contra indicaciones, efectos


adversos, etc. (…) Entonces, hay un montón de cuestiones que
(se) contraindican. Por más que haya una Ley, hay cuestiones
médicas. (…) la gente cree que como en el papel dice, “a mí
me tienen que dar…” y de repente el médico es un quiosquero
que se planta ahí y viene el paciente y le dice: “deme esto,
deme lo otro” (…) vos como médico no existís y no tenés
ningún rol (Matías, endocrinólogo).

Así como los grupos activistas fomentaron entre los/as


usuarios/as prácticas de autocuidado, agencia y responsabi-
lidad sobre sus tratamientos, los/as profesionales de la salud
reafirmaron la importancia de su saber experto para reposi-
cionarse como autoridad, en particular en lo que refiere a la
identificación y evaluación de riesgos. Se posicionaron en
contra de una idea del ejercicio de la autonomía que impli-
cara que la consulta médica se transformara en un mero
“quiosco de hormonas”.
Es posible identificar varias sospechas o acusaciones
cruzadas entre activistas y profesionales de la salud. Para
los/as activistas, los/as profesionales no se interesaban por
transmitir correctamente los posibles riesgos para la salud
de la realización de los tratamientos. En algunos casos
podían llegar a exigir un proceso de evaluación cuyas eta-
pas y duración respondía a criterios y prejuicios perso-
nales, alargando los tiempos de espera para el ingreso a
los tratamientos. Por su parte, los/as profesionales consi-
deraban que los/as usuarios trans les exigían comportarse
como meros/as expendedores/as de hormonas y tratamien-
tos, incluso sin estar plenamente seguros/as de sus deseos o
sabiendo que los tratamientos solicitados implicaban ries-
gos para su salud.
La circulación de información, el agenciamiento y
empoderamiento de los/as usuarios/as trans tendía a poner
en crisis la autoridad médica y generaba como respues-
ta un reforzamiento de la jerarquía entre profesionales y
usuarios/as por parte de los/as profesionales de la salud.
Sin embargo, el campo médico no es homogéneo y la

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240 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

incorporación de nuevos/as profesionales en la atención de


la salud de la población trans permite la incorporación de
otras miradas y perspectivas. El desafío radica en la posibi-
lidad de abrir canales de diálogo directo entre usuarios/as,
organizaciones trans y profesionales de la salud.
Estos cambios en los discursos tanto de usuarios/as
y activistas como de profesionales de la salud se inscri-
ben en un mapa más amplio de transformaciones en el
orden biopolítico contemporáneo. Como afirma Nikolas
Rose (2010), se asiste a mutaciones en los discursos de ver-
dad sobre el carácter biológico de los seres humanos, las
formas de conocimiento, regulación e intervención sobre
esa materialidad y los modos específicos de formación de
subjetividades.
El 20 de mayo de 2015, el artículo 11º de la Ley
de Identidad de Género fue reglamentado por medio del
Decreto 903/2015 del Poder Ejecutivo Nacional. El mismo
incluyó un listado orientativo de las prestaciones y trata-
mientos que debían ser contemplados en el marco de la Ley
de Identidad de Género por parte de efectores del sistema
público, obras sociales y prepagas. Determinaba la puesta
en marcha de un programa de capacitación, actualización y
sensibilización de profesionales de la salud del sector públi-
co, así como campañas de información a fin de promover
el acceso a la salud de las personas trans en los tres sub-
sistemas de salud.
El 17 de junio de ese mismo año, el Ministerio de Salud
de la Nación lanzó la guía titulada “Atención de la salud
integral de personas trans. Guía para equipos de salud”. Se
trató de un material informativo elaborado por el Programa
Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable de
dicho Ministerio, dirigido a los/as profesionales de la salud.
La guía retomaba muchas de las demandas de los colectivos
activistas. Incluso, en sus apartados se mencionaban algu-
nos de los materiales elaborados por aquellos. La misma
se encontraba organizada en cinco capítulos: “El derecho a
la identidad de género y a la atención de la salud integral

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 241

de personas trans: nuevo marco legal”, “Expresiones e iden-


tidades de género”, “Población trans: mapa de la situación
sociosanitaria en Argentina”, “Salud integral de las personas
trans: abordaje desde el equipo de salud” y “Atención de la
salud en relación con procesos de modificación corporal”.
En dichos capítulos se detallaban las características técnicas
de algunas de las prácticas médicas de construcción corpo-
ral trans disponibles. Incentivaba el desarrollo de un enfo-
que despatologizador por parte de los/as profesionales de
salud, el reconocimiento de la singularidad de experiencias
y deseos, así como la escucha activa, el acompañamiento y
la no coacción. También establecía la importancia de for-
talecer el primer nivel de atención y el trabajo articulado
entre los distintos niveles, a fin de favorecer el acceso de los
y las trans al sistema de salud más allá de los servicios de
infectología, urología y endocrinología a los que en algunos
casos ya accedían. También sugería la creación de espacios
de diálogo y articulación entre los equipos de salud y las
organizaciones trans. En lo que refiere a los tratamientos de
construcción corporal, sugería la individualización de los
tratamientos, que los/as profesionales informaran amplia-
mente sobre los posibles riesgos, efectos adversos y con-
traindicaciones, así como potenciales consecuencias para
la fertilidad. Luego, que propiciaran un espacio de diálogo
para la puesta en circulación de sus dudas, temores, expec-
tativas y deseos, y que recuperaran las prácticas previas y
autoagenciadas de construcción corporal.
Por tratarse de una guía informativa y no obligatoria,
un desafío futuro será conocer su circulación y recepción
entre los/as profesionales de la salud. Si futuras gestiones
gubernamentales a cargo del Ministerio de Salud profundi-
zarán o no estas líneas de trabajo aun es una incógnita.

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242 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Recapitulación y conclusiones

En este último capítulo desarrollé que las tensiones entre el


sistema médico y los/as usuarios/as trans dieron un nuevo
giro con la sanción de la Ley de Identidad de Género. Se
reconfiguró el espacio de negociación, diálogos y tensiones
entre profesionales de los servicios de salud y los y las trans,
y se reactualizó el debate respecto a la responsabilidad pro-
fesional sobre la gestión de los riesgos en los tratamientos
y el margen para el ejercicio de la autonomía de decisión
de los y las trans sobre sus cuerpos en el marco de los
tratamientos de construcción corporal.
Argumenté que dichas tensiones se dieron en el marco
de un proceso de alcance global en el que la autoridad
médica y el rol de los/as usuarios/as en el ámbito de la
salud se vio reconfigurado. Los/as usuarios/as del sistema
de salud comenzaron a actuar como ciudadanos/as activos/
as en la búsqueda de tratamientos, profesionales y servicios
en base a sus deseos, necesidades y posibilidades. En lo
que refiere a los/as usuarios/as trans, este involucramiento
tuvo como antesala la demanda de políticas de prevención,
testeo y tratamiento del VIH, y adquirió nuevas formas
tras la sanción de la Ley de Identidad de Género. En este
marco, el activismo se orientó a promover la importancia
del autocuidado y de tener una participación activa en las
decisiones respecto a los tratamientos, desplegando accio-
nes y discursos que adquirieron las características de las
demandas de biociudadanía.
Entre los/as profesionales de la salud se identificaron
cambios en los discursos que guiaban sus prácticas, así
como resistencias a las demandas activistas. Los principales
desplazamientos discursivos, que responden a las modifica-
ciones en los protocolos y manuales internacionales a partir
del año 2011 y a los cambios legislativos locales, fueron
resumidos en tres pasajes: del diagnóstico al acompaña-
miento, del protocolo a la personalización-customización y
de la minimización del riesgo al cálculo costo-beneficio.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 243

En el capítulo identifiqué sospechas o acusaciones cru-


zadas entre activistas y profesionales de la salud. Para los/
as activistas, los/as profesionales desconocían o tenían poco
interés en transmitirles correctamente los posibles riesgos
para la salud de la realización de los tratamientos. En algu-
nos casos, exigían un proceso de evaluación cuyas etapas
y duración respondía a criterios y prejuicios morales, alar-
gando a través de las terapias psicológicas los tiempos de
espera para el ingreso al los tratamientos. Para los/as pro-
fesionales, por su parte, los/as usuarios trans les exigían
comportarse como meros/as expendedores/as de hormo-
nas y tratamientos, aunque no siempre supieran exacta-
mente cuáles eran sus deseos o sabiendo que los trata-
mientos buscados podían implicarles riesgos para su salud.
A pesar de los cambios en los discursos que orientan sus
prácticas, los/as profesionales continuaban reclamando su
autoridad sobre la definición del curso de los tratamien-
tos, apelando a su responsabilidad ético-profesional y a una
experiencia clínica insustituible.

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Conclusiones

En la tesis analicé las transformaciones en los discursos


públicos en los que se producen y disputan sentidos acerca
de los tratamientos médicos de construcción corporal trans
en Argentina en el período comprendido entre 1966 y 2015.
Hice foco en las regulaciones sobre las intervenciones qui-
rúrgicas genitales y tratamientos hormonales. Sostuve que
las prácticas de construcción corporal desarrolladas por la
población trans que requieren del conocimiento y las tec-
nologías médicas son un objeto en disputa cuya regulación
no le atañe exclusivamente al campo médico, sino que se
despliega en una interfaz conformada por distintos discur-
sos. Aunque no son los únicos discursos plausibles de ser
analizados, en esta tesis seleccioné los discursos médicos,
judiciales, activistas y parlamentarios. El análisis segmen-
tado en sus correspondientes escenarios fue una decisión
metodológica y expositiva pero también teórica. Me intere-
só abordar las reglas de producción y circulación específica
de cada uno de los discursos analizados, para elaborar luego
una mirada global sobre el modo en que en determinados
momentos unos u otros escenarios configuraron las coor-
denadas de lo decible y lo pensable en torno a los trata-
mientos médicos de construcción corporal trans. También
focalicé en el modo en que ciertos núcleos de sentido atra-
vesaron los distintos escenarios.
En un primer momento, los tratamientos médicos de
construcción corporal trans fueron concebidos como una
amenaza para el orden natural y social, y las personas
que los demandaban fueron caracterizadas como peligrosas
tanto para sí mismas como para el orden social. Ello colocó
a los tratamientos en un marco de ilegalidad y clandestini-
dad. A partir de la década de 1990, el ingreso de las llamadas
cirugías de “reasignación sexual” en la esfera de lo legal

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246 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

solo fue posible tras entenderlas como parte fundamental


del tratamiento indicado para un trastorno. Ello propició
el despliegue de una compleja maquinaria de producción
de pruebas judiciales. Informes periciales, estudios clíni-
cos y testimonios tenían como fin corroborar presencia de
un trastorno de la identidad para justificar legalmente las
intervenciones solicitadas. Se consolidó entonces una inter-
faz médico-jurídica de gobierno de los cuerpos trans, atra-
vesada por una tensión entre la idea de genitalidad “natural”
en posición a la idea de genitalidad “artificial”. Si bien esa
distinción permaneció vigente a lo largo del tiempo, fue-
ron variando los discursos que la contenían, transformando
también su sentido: discursos sexológicos o psiquiátricos,
de la bioética, de los derechos humanos o de los derechos
personalísimos.
La intervención del campo judicial para autorizar las
cirugías genitales voluntarias permitió la conformación de
un incipiente campo clínico de saberes y profesionales pio-
neros abocados a la realización de esas y otras intervencio-
nes y tratamientos. La aparición del activismo trans en el
espacio público argentino en la década de 1990 propició las
condiciones para la paulatina transformación de los discur-
sos públicos sobre los procesos de construcción corporal
de las personas trans. La trayectoria y logros del activismo
trans a nivel global y del activismo sexo-político argentino
a partir del 2010 reconfiguró los límites y coordenadas del
debate en torno a los derechos de las personas trans en
general y las condiciones de acceso a los tratamientos médi-
cos de construcción corporal en particular. La demanda de
acceso sin requisitos diagnósticos ni judiciales cobró peso
tras la adhesión local a campañas internaciones y ante la
posibilidad de formular una Ley de Identidad de Género
acorde a las necesidades de la población trans. Las organi-
zaciones demandaron una Ley que incluyera tanto la regu-
lación del cambio de nombre y sexo en los registros legales
como el acceso a las intervenciones médicas sin requisitos
patologizantes ni judicializantes.

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 247

Un aspecto que expuse en la tesis fue el carácter moral


de los discursos sobre los tratamientos médicos de cons-
trucción corporal trans. A lo largo de los cuatro escena-
rios, las definiciones de lo bueno y lo apropiado para los
sujetos en relación con sus cuerpos adquirieron la forma
de discursos clínicos, legales, humanitarios, económicos y/
o políticos. Al debatirse los proyectos de Ley de Identidad
de Género en el escenario parlamentario, la discusión en
torno a los criterios de acceso y cobertura de los tratamien-
tos médicos de construcción corporal acarreó el despliegue
de discursos morales bajo investiduras económicas con el
objetivo de que los mismos no sean realizados en cualquier
caso, sino que instancias evaluadoras –clínicas o judiciales-
permitieran velar por las arcas del Estado y los cuerpos
de los/as ciudadanos/as. En el escenario parlamentario, los
discursos activistas pasaron de la periferia al centro a la
hora de definir los saberes legítimos y autorizados en lo que
refiere a los cuerpos e identidades trans en detrimento de
los médicos y los judiciales.
La Ley de Identidad de Género estableció dos innova-
ciones respecto a los criterios legales anteriormente vigen-
tes. En primer lugar, las cirugías genitales dejaron de ser
requisito para el cambio de nombre y sexo registral. Al no
existir instancia evaluadora que indague en la corporalidad
de las personas, la identidad legal se escindió de la apa-
riencia corporal. De este modo, se transformaron los cri-
terios médico-legales de asignación sexo-genérica basados
en la genitalidad: ya no es requisito tener vagina para que
una persona sea legalmente asignada al género femenino
ni pene para que sea asignada al masculino. En segundo
lugar, la Ley legalizó las intervenciones quirúrgicas genita-
les anteriormente ilegales en base al Código Penal y la Ley
de Nacional de Ejercicio de la Medicina. A su vez, estableció
que las intervenciones quirúrgicas y/o tratamientos hor-
monales para “adecuar” el cuerpo a la identidad de género
fueran cubiertos por los efectores de los tres subsistemas
de salud (público, privado y obras sociales) sin necesidad

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248 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

de acreditar autorización judicial o administrativa. En su


expresión formal, tanto la Ley como sus decretos de regla-
mentación recogieron gran parte de las demandas del acti-
vismo trans en lo que refiere al acceso a las intervenciones
médicas de construcción corporal. Sin embargo, ni la Ley
ni sus decretos de reglamentación hicieron mención al pro-
ceso de adaptación del sistema de salud (registro de datos,
elaboración de estadísticas y criterios de atención) a la pre-
sencia de varones con vagina, útero y trompas de Falopio y
mujeres con pene, testículos y escroto.
En base al recorrido realizado, a continuación propon-
go cuatro ejes que resumen los principales resultados de la
tesis: 1) la permeabilidad del escenario médico a los discur-
sos del escenario judicial, el activista y el parlamentario, 2)
las tensiones entre posiciones constructivistas y biologicis-
tas respecto al sexo, el género y la identidad presentes en
los cuatro escenarios abordados 3) los sentidos en disputa
en torno a la autonomía de decisión de las personas trans
sobre sus cuerpos y 4) la reconfiguración de la noción de
riesgo asociada a los tratamientos médicos de construcción
corporal trans.
El despliegue de los capítulos de la tesis siguió un reco-
rrido circular, o mejor dicho, espiralado: comenzó y termi-
nó en el escenario médico. Pero este escenario no perma-
neció estático o invariable, sino que se reconfiguró a partir
de las mutaciones y transformaciones no necesariamente
lineales ni progresivas de los discursos de los escenarios
judicial, activista y parlamentario.
En Argentina, las prácticas médicas se encuentran
reguladas legalmente. Los cambios en dichas regulaciones
se encuentran en consonancia con procesos de transforma-
ción social más amplios. Existen prácticas médicas permiti-
das y prohibidas, así como hay legislaciones que garantizan
los derechos de los/as pacientes en relación con las institu-
ciones y las prácticas de salud, condicionando o modelando
el accionar de sus profesionales. La Ley de Identidad de
Género fue resultado de iniciativas de personas y grupos

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 249

que elevaron pedidos a la justicia, formularon proyectos


legislativos, dieron a conocer públicamente sus reclamos y
entablaron lazos y redes con otros grupos y personalidades
públicas. Entre otras demandas, por medio de la Ley de
Identidad de Género el activismo trans se propuso garanti-
zar el acceso a las intervenciones quirúrgicas y tratamientos
hormonales sin que ello implicara entenderlos como la res-
puesta a una patología. En respuesta, los/as profesionales de
la salud reivindicaron la potestad del escenario médico para
desarrollar sus propios mecanismos de control y regula-
ción. Es decir, reclamaron su autonomía respecto de los res-
tantes escenarios, tanto del judicial como el parlamentario
y el activista. La especificidad de su práctica, caracterizada
por un saber y experiencia clínica entendidas como únicas
e insustituibles, fue el argumento que sustentó esa posición.
Sin embargo, en lo que refiere a los tratamientos médicos de
construcción corporal trans, las iniciativas y necesidades de
los/as trans fueron la condición de posibilidad para el desa-
rrollo de un campo de prácticas y saberes médicos especí-
ficos. Por otro lado, frente a la prohibición legal, la inter-
vención del escenario judicial permitió y al mismo tiempo
impuso límites a ese desarrollo. Es decir, lo co-configuró.
Los pedidos debían ser evaluados por jueces/as, quienes
se valían de pericias médicas para elaborar sus decisiones.
La producción de sentidos humanitarios permitió disputar
otros argumentos morales que establecían la inviabilidad de
dichas prácticas en caso de no existir un “estado de necesi-
dad” que las justificara clínica y legalmente.
La legalización de los tratamientos médicos de cons-
trucción corporal, dispuesta a través de la Ley de Identidad
de Género, “liberó” a los/as profesionales de la salud de la
autorización judicial para llevar adelante sus prácticas. Pero
también sentó las condiciones para la conformación de una
interfaz médico-activista en la que se puso en juego el corri-
miento de los límites para el ejercicio de la autonomía de
decisión sobre sus cuerpos por parte de los y las trans. Fren-
te a las demandas de mayor participación en las decisiones

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250 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

sobre el curso de los tratamientos y la evaluación de los


riesgos, los/as profesionales reaccionaron con argumentos
clínicos y de ética médica.
Algunos de los tratamientos de construcción corporal
llevados a cabo en el país poseen carácter experimental.
Esto limita o pone en tela de juicio el discurso de la auto-
ridad de los/as profesionales sobre la evaluación de los
riesgos en los tratamientos y profundiza las condiciones de
vulnerabilidad de los y las trans, vulnerabilidad que escapa
incluso a las posibilidades de acción de los/as profesionales.
Dado que toda práctica médica se despliega en un escena-
rio de incertidumbre respecto de sus resultados -mayor o
menor en función del tipo de intervención o tratamiento-
, los argumentos clínicos tendieron a solapar el carácter
moral de los discursos que refuerzan la autoridad médica.
Los derechos reconocidos formalmente se ejercen en
contextos que son más complejos que lo que un fallo judi-
cial o una normativa pueden contemplar. En lo que a la
atención de la salud respecta, la relación entre profesiona-
les y usuarios/as se encuentra condicionada por las lógicas
burocráticas de las instituciones o subsectores de salud en
la que se inscribe, el vínculo desplegado entre profesionales
y usuarios/as en cada caso particular, los recursos econó-
micos y simbólicos con los que cuentan los/as usuarios/as,
etc. En este sentido, la sanción de la Ley de Identidad de
Género no representó la culminación del proceso histórico
y por ende dinámico de gobierno de los cuerpos trans, sino
una nueva etapa en la que se pusieron en juego nuevas y
viejas tensiones, intereses en pugna, correlaciones de fuer-
zas y equilibrios inestables entre las personas trans y los/
as profesionales de la salud, mediadas a su vez por otros
discursos públicos.
En los cuatro escenarios abordados se identificaron
tensiones entre las posiciones constructivistas y biologicis-
tas respecto al sexo, el género y la identidad. A lo largo del
período abordado en la tesis, se dio un pasaje en el reco-
nocimiento oficial de argumentos que afirman el carácter

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 251

estático e inmodificable del sexo, a otros que sostienen que


el sexo no tiene esencia y que las personas pueden cons-
truir su identidad independientemente de su corporalidad.
En el escenario judicial y parlamentario, estos argumentos
adquirieron legitimidad y fueron formalmente reconocidos
al abrigo de la incorporación de los discursos bioéticos,
los estudios de género, el feminismo y la expansión de la
órbita del discurso de los derechos humanos a asuntos que
atañen al género y la sexualidad. En el escenario médi-
co, fueron subsidiarios de la reconfiguración de la autori-
dad médica, las nuevas dinámicas de la relación médico-
paciente y la emergencia de la corriente de la humanización
de la atención en salud. La trayectoria de las organizaciones
sexo-políticas y la afirmación de sus demandas en un clima
político e institucional permeable a discursos progresistas
promovieron políticas públicas sustentadas en definiciones
constructivistas del género y la sexualidad. Ello no implicó,
no obstante, que posiciones esencialistas que afirman que
la verdad última del género y la sexualidad se ubica en el
cuerpo perdieran validez.
En el escenario parlamentario circularon argumentos
que afirmaban que las legislaciones debían adecuarse a las
leyes divinas o a las de la naturaleza y que la emisión de
nuevas partidas de nacimiento contemplada en la Ley de
Identidad de Género adulteraba documentos públicos.
En el escenario activista, donde predominan discursos
constructivistas en torno a la identidad, existieron posicio-
nes encontradas en torno al vínculo entre cuerpo e iden-
tidad. Ciertos posicionamientos sostenían que el cuerpo -y
sus posibilidades de transformación- ocupaba un rol fun-
damental en el proceso de construcción de la identidad.
En base a este modo de concebir la relación entre cuerpo
e identidad, se elaboró el concepto de derecho humano a
la identidad de género que requiere, para su completa rea-
lización, el acceso y cobertura de los tratamientos médi-
cos de construcción corporal. Otras posturas afirmaron
que identidad y cuerpo no van necesariamente asociados.

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252 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Observaron con desconfianza el deseo de intervenir el pro-


pio cuerpo por medio de las tecnologías biomédicas dis-
ponibles. Algunas posiciones sustentaron esta desconfianza
en la reproducción de los estereotipos de género inherentes
a dichas intervenciones. Otras lo hicieron visibilizando los
posibles riesgos para la salud física derivados de su rea-
lización. Apelando a distintos marcos de sentido, afirma-
ron que la corporalidad no intervenida es la corporalidad
legítima. Un mismo argumento fue utilizado para sustentar
posiciones conservadoras o bien disruptivas del orden de
los géneros. Su sentido se terminó de construir en función
del escenario en el que circuló y los encadenamientos dis-
cursivos a los que se acopló.
Tanto en el escenario médico como en el judicial se dio
una disputa por definir los límites legítimos a la autonomía
de decisión de los y las trans para intervenir sus cuerpos por
medio de tratamientos e intervenciones médicas en gran
medida irreversibles. La noción de autonomía sostenida en
un primer momento se basaba en el supuesto de que las
personas tendrían el derecho de decidir sobre todo lo que
refiera a su propia vida siempre que sus elecciones no afec-
taran directamente la vida de otros/as y que una mirada
clínica certificara que se encontraban en condiciones físicas
y psicológicas de llevarlas a cabo. El sufrimiento y el ries-
go -definidos clínica y judicialmente- permitieron poner
en práctica todo un andamiaje de tecnologías de poder
en el que la voluntad expresa de las personas trans para
intervenir su propio cuerpo no era suficiente argumento
para acceder a las intervenciones solicitadas. Un régimen
médico-legal de autonomía menguada de las personas trans
permitió la realización de los tratamientos médicos bajo la
órbita de la legalidad, aunque en carácter de excepción.
Durante el debate parlamentario de los proyectos de
Ley de Identidad de Género, la autonomía y las condicio-
nes para acceder a los tratamientos volvieron a ocupar un
lugar central, en particular al debatirse el artículo del dic-
tamen de mayoría que estipulaba la cobertura pública de

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 253

los tratamientos médicos de construcción corporal. Dado


el carácter irreversible de los tratamientos quirúrgicos -y
en algunos casos también los hormonales-, se consideró
que debía diseñarse un protocolo específico para asegurarse
que esas intervenciones se condigan con las “verdaderas”
necesidades de los sujetos. Posturas afines a los discursos de
las organizaciones afirmaron la plena conciencia y autono-
mía de los sujetos respecto a la realización de tratamientos
médicos que, como toda intervención médica, posee grados
de incertidumbre respecto a sus resultados y consecuencias
para la salud física o emocional.
El recorrido de la tesis permite sostener que en la medi-
da en que la noción de autonomía invocada en los discursos
públicos que reivindican la gestión individual de los riesgos
coincida con aquella tributaria del liberalismo individua-
lista y racionalista se encontrará con puntos ciegos, dado
que toda autonomía requiere de otros y otras para tornar-
se efectiva y siempre acarrea un carácter conflictivo. Una
noción de autonomía que le haga justicia a las experiencias
concretas de las personas difícilmente puede partir de la
racionalidad, especialmente cuando lo que se encuentra en
juego es el vínculo entre los sujetos y sus cuerpos. En este
campo no existe la plena autonomía de decisión o dominio
ya que toda decisión corporal que implique la intervención
de tecnologías médicas es tomada en un marco de vulnera-
bilidad e incertidumbre.
Al compás de las transformaciones en los discursos
acerca de la autonomía de decisión de los y las trans sobre
sus cuerpos, se dio un corrimiento de los sentidos asociados
a la noción de riesgo. Estos pueden ser caracterizados en
base a tres dimensiones: a) el sujeto u objeto en riesgo: la
sociedad y sus normas morales, los/as profesionales de la
salud al realizar prácticas ilegales, o bien la salud de las
personas directamente implicadas en los tratamientos; b)
la situación de riesgo a controlar: la posibilidad de arrepen-
timiento o bien una multiplicidad de situaciones indesea-
das, tales como daños para la salud física causados por los

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254 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

tratamientos o para la salud psíquica originada por la no


realización de los mismos. Otro riesgo, introducido en el
escenario activista, fue el de reproducir y reforzar del orden
binario de género a través de la normalización de los cuer-
pos; c) la gestión del riesgo: externa, por parte de médicos,
jueces o legisladores/as, o bien interna. Esto es, una gestión
individual del riesgo asociada a una idea abstracta de ejer-
cicio de la autonomía.
El pasaje de la gestión y evaluación externa de los
riesgos a su manejo individualizado se vincula con la intro-
yección de los mecanismos de gobierno de los cuerpos por
parte de los sujetos. Esta modalidad forma parte de cambios
recientes en el campo de la salud, cuyas principales carac-
terísticas son la erosión de la autoridad médica y mayor
participación de los/as usuarios/as en los tratamientos, la
mercantilización de la atención y la incorporación de los
avances científico-tecnológicos al campo de la salud (Con-
rad 2007). La mayor implicación de los/as usuarios/as en
sus tratamientos se desarrolla a la par de una producción
de sentidos morales acerca de la responsabilidad sobre su
propia salud y la emergencia de una ética somática en la
que el sujeto se concibe a sí mismo como un emprendedor
de su propia vida (Rabinow, 1996; Rose y Novas, 2003;
Novas, 2006).
En base al trabajo realizado, emergen nuevas aristas de
interrogación plausibles de ser abordadas en futuras inves-
tigaciones. La primera es el rastreo de discursos sobre el
uso de las biotecnologías por fuera de los relatos médicos
o del ejercicio de la ciudadanía. Un ejemplo de ello pue-
de ser, tal como sugirió uno de los entrevistados, el uso
de hormonas con fines exclusivamente recreacionales o de
búsqueda de placer, o las cirugías como formas de experi-
mentación corporal cyborg o queer. Al respecto, surgen los
siguientes interrogantes: ¿Qué discursos públicos pueden
englobar estas experiencias y bajo qué términos? El deseo
de transformación o experimentación corporal, despojado

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 255

de la retórica humanitaria de la necesidad o el sufrimiento,


¿puede ser contemplado dentro del derecho humano a la
identidad de género?
La segunda línea de indagación refiere a las recon-
figuraciones del activismo trans tras la sanción de la Ley
de Identidad de Género. A partir de su aprobación, algu-
nos grupos reorientaron parte de su estrategia a promover
cambios en las representaciones y prácticas médicas. Tam-
bién se crearon espacios para promover el diálogo e inter-
cambio de experiencias o dudas sobre los tratamientos de
construcción corporal. Estas acciones e iniciativas poseen
puntos de contacto con otros activismos de usuarios/as del
sistema de salud que no demandan la atención en calidad
de víctimas ni enfermos/as, sino como ciudadanos/as que
conocen sus derechos y reclaman el cumplimiento de la
legislación vigente en las mejores condiciones. Afirman su
autonomía y capacidad decisoria en el curso de los tra-
tamientos y asumen su pertenencia a una comunidad de
pares con experiencias, aspiraciones corporales e interro-
gantes compartidos.
Un aspecto emergente de esta investigación refiere
entonces a las implicancias políticas de la demanda por la
construcción del propio cuerpo frente al campo médico y
el acceso a la atención en el sistema de salud en sentido
amplio. Un interrogante que emerge es en qué medida estas
demandas tienen la potencialidad de politizar el escenario
médico y profundizar la revisión de la autoridad médica
por parte de los/as mismos/as profesionales. Al respecto,
considero que el desafío más grande es el de reducir las
barreras de acceso de la población trans al sistema de salud,
sobre todo entre quienes no desean acceder a tratamien-
tos médicos de construcción corporal. Es allí donde radica
la politicidad del sistema de salud, al definir qué cuerpos
logran acceder a los servicios, en qué condiciones y bajo
qué posibilidades de escucha, dialogo, atención y ejercicio
de la autonomía.

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256 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Una última dimensión emergente refiere a la recon-


figuración del campo médico a partir de la sanción de la
Ley de Identidad de Género y los sentidos que los/as pro-
fesionales de la salud producen en torno a sus prácticas en
relación con la autonomía de los/as usuarios/as del sistema
de salud. A la luz de este eje sería de interés indagar en la
incorporación de nuevos/as profesionales a los tratamien-
tos de construcción corporal trans, sus trayectorias, proce-
sos de formación y vínculo con profesionales pioneros y
con grupos activistas. También la realización de jornadas
de capacitación, articulación entre servicios e instituciones,
sistematización de saberes, estudios de nueva casuística,
surgimiento o consolidación de espacios de debate e inter-
cambio profesional, así como diálogos y tensiones entre
profesionales y funcionarios/as públicos/as tanto de nivel
nacional como jurisdiccional encargados/as de diseñar los
programas necesarios para el cumplimiento de lo estableci-
do en el artículo Nº 11 de la Ley de Identidad de Género.
El problema de la autonomía de decisión sobre el pro-
pio cuerpo es el gran eje analítico-político que atraviesa la
tesis y se encuentra presente en un sinnúmero de demandas
actuales frente al Estado, a los/as profesionales de la salud
y a la sociedad en general. Considero que el trabajo reali-
zado permite sostener que la autonomía se emplaza en un
terreno de negociación entre distintos colectivos, institu-
ciones y discursos que definen qué decisiones pueden ser
concebidas como autónomas, como inconvenientes pero
tolerables o bien, como imposibles. Dicha frontera no está
definida de una vez y para siempre. Va corriéndose al com-
pás de las dinámicas históricas y de los sentidos articulados
por los sujetos acerca de sus propias vidas.

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Ley N° 17.132 de Ejercicio de la Medicina
Ley N° 18.248 del Nombre
Ley N° 26.413 de Registro Civil y Capacidad de las Personas
Ley N° 26.743 de Identidad de Género
Ley 26.061 de Protección integral de los derechos de las
niñas, niños y adolescentes
Ley 26.862 de Reproducción Medicamente Asistida.
Ley 26.742 de Modificación de la Ley 26.529 que estableció
los derechos del paciente en su relación con los profe-
sionales e instituciones de la Salud.
Decreto 6.216/44 de Ejercicio de la Medicina (PEN)
Decreto 773/2012 Identidad de Género Ley 26.743. Su pro-
mulgación (PEN)
Decreto 1.007/2012 Identidad de Género. Rectificación
registral de sexo y cambio de nombre/s de pila e ima-
gen (PEN)

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288 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Decreto 903/2015 Identidad de Género Ley 26.743. Regla-


mentación Artículo 11º (PEN)
Instrumentos Provinciales
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Ley N° 10 del Código Contravencional de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires
Ley N° 12 del Código Contravencional de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires
Ley N° 42 del Código Contravencional de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires
Ley n° 162 del Código Contravencional de la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires
Ley N° 1472 del Código Contravencional de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Ley 1.004 de Unión Civil de la Ciudad Autónoma de Bue-
nos Aires
Ley N° 3.062 del Cumplimiento al Derecho a ser diferente
de la Ciudad de Buenos Aires
Ley 14.783 de Cupo laboral trans – Provincia de Buenos
Aires
Resolución N° 2.359/07 Ministerio de Salud – Provincia
de Buenos Aires
Resolución N° 2.272/07 Ministerio de Salud – Ciudad
Autónoma de Buenos Aires
Resolución 122/2003 Secretaría de salud – Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires

Proyectos de Ley

Expediente 2949-D-1995 “Régimen para la adecuación físi-


ca y cambio de identidad civil para los casos de inter-
sexualidad y transexualidad” (PJ).
Expediente 1622-S-97 “Proyecto de ley sobre despenaliza-
ción de la cirugía transexual” (UCR).

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Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans • 289

Expediente 2249-D-2001 “Derechos personales a la recti-


ficación sexual para transexuales, hermafroditas o seu-
dohermafroditas” (FREPASO).
Expediente 1877-D-2002 “Régimen de derechos personales
a la rectificación sexual registral” (PJ).
Expediente 5954-D-2003 “Cambio de nombre y adecua-
ción sexual en caso de cambio de sexo o discordancia
con identidad o expresión de género” (PS).
Expediente 5259-D-2007 “Identidad de género” (PS).
Expediente 1736-D-2009 “Identidad de género” (PS).
Expediente 7243-D-2010 “Derecho a la identidad de géne-
ro. Régimen. Modificación de las leyes 17671, 18248
y 26413” (UCR).
Expediente 7644-D-2010 “Ley de reconocimiento y respeto
a la identidad de género” (FPV).
Expediente 7643-D-2010 “Régimen de atención sanitaria
para la reasignación del sexo” (FPV).
Expediente 8126-D-2010 “Identidad de género. Régimen
para su reconocimiento y respeto. Derogación de la ley
17.132. Modificación de la ley 18.248” (FPV).
Expediente 1879-D-2011 “Identidad de género” (PS).
Otros expedientes parlamentarios
Expediente CD-75-11-PL “Proyecto de Ley en revisión de
derecho a la identidad de género” (Cámara de Dipu-
tados).
Orden del día Nº 2913. Comisiones de Legislación General
y Justicia con fecha 22 de noviembre de 2011 (Cámara
de Diputados).

Transcripciones taquigráficas

Comisiones de Legislación General y Justicia de la Hono-


rable Cámara de Diputados de la Nación (2011) Tras-
cripción taquigráfica de la Reunión conjunta del 18/08/
2011. Buenos Aires.

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290 • Sentidos en disputa sobre los cuerpos trans

Comisiones de Legislación General y Población y Desa-


rrollo Humano del Honorable Senado de la Nación
(2012) Trascripción taquigráfica de la Reunión del 17/04/
2012 Buenos Aires.
Honorable Cámara de Diputados de la Nación (2011) Acta
de las 10ma Reunión – 7ma Sesión ordinaria (especial) de
la Honorable Cámara de Diputados de la Nación – versión
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Honorable Senado de la Nación (2012) Versión taquigráfica
(provisional) de la 5ta. Reunión – 3ra Sesión ordinaria –
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Fallos

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