Decreto Trento Sobre Las Imagenes

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DECRETO DEL CONCILIO DE TRENTO SOBRE LAS IMÁGENES (1563)

"Además de esto, declara que se deben tener y conservar, principalmente en los


templos, las imágenes de Cristo, de la Virgen madre de Dios, y de otros santos, y que se les
debe dar el correspondiente honor y veneración: no porque se crea que hay en ellas divinidad,
o virtud alguna por la que merezcan el culto, o que se les deba pedir alguna cosa, o que se
haya de poner la confianza en las imágenes, como hacían en otros tiempos los gentiles, que
colocaban su esperanza en los ídolos; sino porque el honor que se da a las imágenes, se refiere
a los originales representados en ellas; de suerte, que adoremos a Cristo por medio de las
imágenes que besamos, y en cuya presencia nos descubrimos y arrodillamos; y veneremos a
los santos, cuya semejanza tienen: todo lo cual es lo que se halla establecido en los decretos
de los concilios, y en especial en los del segundo Niceno contra los impugnadores de las
imágenes.

Enseñen con esmero los Obispos que por medio de las historias de nuestra redención,
expresadas en pinturas y otras copias, se instruye y confirma el pueblo recordándole los
artículos de la fe, y recapacitándole continuamente en ellos: además que se saca mucho fruto
de todas las sagradas imágenes, no sólo porque recuerdan al pueblo los beneficios y dones que
Cristo les ha concedido, sino también porque se exponen a los ojos de los fieles los saludables
ejemplos de los santos, y los milagros que Dios ha obrado por ellos, con el fin de que den
gracias a Dios por ellos, y arreglen su vida y costumbres a los ejemplos de los mismos santos;
así como para que se exciten a adorar, y amar a Dios, y practicar la piedad. Y si alguno
enseñare, o sintiere lo contrario a estos decretos, sea excomulgado. Mas si se hubieren
introducido algunos abusos en estas santas y saludables prácticas, desea ardientemente el
santo Concilio que se exterminen de todo punto; de suerte que no se coloquen imágenes
algunas de falsos dogmas, ni que den ocasión a los rudos de peligrosos errores. Y si
aconteciere que se expresen y figuren en alguna ocasión historias y narraciones de la Sagrada
Escritura, por ser estas convenientes a la instrucción de la ignorante plebe, enséñese al pueblo
que esto no es copiar la divinidad, como si fuera posible que se viese esta con ojos corporales,
o pudiese expresarse con colores o figuras. Destiérrese absolutamente toda superstición en la
invocación de los santos, en la veneración de las reliquias, y en el sagrado uso de las
imágenes; ahuyéntese toda ganancia sórdida; evítese en fin toda torpeza; de manera que no se
pinten ni adornen las imágenes con hermosura escandalosa; ni abusen tampoco los hombres
de las fiestas de los santos, ni de la visita de las reliquias, para tener convitonas, ni
embriagueces: como si el lujo y lascivia fuese el culto con que deban celebrar los días de
fiesta en honor de los santos. Finalmente pongan los Obispos tanto cuidado y diligencia en
este punto, que nada se vea desordenado, o puesto fuera de su lugar, y tumultuariamente, nada
profano y nada deshonesto; pues es tan propia de la casa de Dios la santidad. Y para que se
cumplan con mayor exactitud estas determinaciones, establece el santo Concilio que a nadie
sea lícito poner, ni procurar se ponga ninguna imagen desusada y nueva en lugar ninguno, ni
iglesia, aunque sea de cualquier modo exenta, a no tener la aprobación del Obispo".

CONCILIO DE TRENTO, sesión XXV, La invocación, veneración y reliquias de los santos y


de las sagradas imágenes (1563).

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