Wise - Sexualizando A Elvis
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Wise - Sexualizando A Elvis
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ISSN 2422-5541 [online] ISSN 2422-5444 [impresa]
Sexualizando a Elvis
Sue Wise*
Traducción: Silvia von Lurzer
“¿A quién pertenecen todos esos discos de Elvis? … ¡Aj!” es una pregunta fre-
cuentemente oída en mi hogar, mucho más desde que el mismo es regularmente
visitado por feministas. Generalmente respondo con timidez: “Bueno… a decir ver-
dad…umm…son míos… pero ya no los escucho”. “¿Pero cómo pudiste haber sido
fanática de Elvis alguna vez?” es la inmediata pregunta obligada. “Era muy joven”,
me disculpo, y eso es suficiente para sentirme libre de culpa. Sí, sé que si se cono-
ciera la verdad – que aún me gusta el recuerdo de Elvis, que amo sus discos, que
aún poseo un gran álbum de recortes, fotos y demás del que no logro desprenderme
– entonces mi credibilidad como feminista estaría abierta a discusión, se reexami-
narían mis credenciales y se dudaría de mi corrección política bajo esta nueva pers-
pectiva. Es entonces, no sin cierto temor, que me presento aquí por primera vez
públicamente como – una FANÁTICA DE ELVIS.
Es posible que Elvis Presley no tenga un lugar privilegiado en el listado de temas
importantes e interesantes de la mayoría de las feministas, más aún que las mismas
probablemente jamás hayan tenido alguna inquietud acerca de él. Espero que quede
claro de lo que continúa que este ensayo no es “acerca” de Elvis en sí mismo. Más
bien, he tomado mi propia relación con Elvis como tema de análisis, comenzando
por el hecho de que ser una feminista y una fanática de Elvis es problemático, dada
la visión predominante que de cada uno existe en el presente…
Rastrear el origen de esta relación me ha planteado ideas y problemas que con-
sidero cruciales para mi comprensión feminista del mundo. Entre ellos, la relación
entre los relatos objetivos y subjetivos de la realidad y la existencia de una poderosa
ortodoxia feminista que, paradójicamente, acepta los relatos objetivos y “machistas”
del mundo en detrimento de las experiencias personales y subjetivas. De este modo,
y aunque examine el tema específicamente en relación a construcciones antagónicas
de “quién” y “qué” era “Elvis” y “el fenómeno Elvis”, el mismo tipo de cosas puede
(y debe) ser dicho acerca de otros rasgos de muchas experiencias feministas. Estas
cuestiones son claramente de interés para todos nosotros, incluso para aquellos que
ni siquiera han oído hablar de Elvis Presley. Entonces, y para comenzar por el prin-
cipio, planteo la misma pregunta - ¿cómo es posible que yo sea al mismo tiempo,
una feminista y una fanática de Elvis?
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Elvis, el dios de la masculinidad
En estos relatos, los años 50 son presentados como una época de estancamiento,
con una generación joven de post-guerra desencantada por la guerra y en búsqueda
de un símbolo de rechazo al pasado y de esperanza hacia el futuro. Sugieren que
ese cambio, esa revolución que todos los jóvenes del mundo estaban esperando, fue
sintetizada en la expresión de la sexualidad de Elvis.
Él siempre volvía al sexo. Los cantantes de las generaciones anteriores
podían tener atractivo sexual pero debían ocultarlo bajo las apariencias del
romanticismo. En contraste, Elvis era descarado. Cuando esas caderas se
movían, ya no había lugar para fingir acerca de la luz de la luna y el darse
la mano; se trataba de un puro acto físico”. (Cohn, 1969: 25)
Hay innumerable cantidad de relatos como éste, que intentan describir la atmós-
fera de los años 50 y el consecuente impacto de Elvis en un mundo que estaba “es-
perando” un desafío moderno, positivo y emocionante al viejo orden. Que este
desafío resultara ser una sexualidad masculina descontrolada y desenfrenada es in-
variablemente aceptado como poco problemática por los escritores del sexo mascu-
lino que hablan entusiastamente de las caderas de Elvis y de impacto
“revolucionario”:
La “revolución” parece ser una guerra en nombre del sexo, con el falo (por su-
puesto que uno heroico!) como el arma principal – así es que … ¿adivinen quién es
el enemigo?
La atracción de Elvis se describe tradicionalmente como una atracción ejercida
sobre las chicas jóvenes quienes, abrumadas por su magnetismo animal, lograban
perder sus inhibiciones sexuales, y, si bien en la seguridad de una sala de conciertos,
“responder” a la excitación provocada por el héroe sexual masculino, respuesta en
la que demostraban una histeria (sexual) colectiva. Pero algunas de las citas ante-
riores sugieren claramente el rara vez mencionado y jamás analizado impacto que
Elvis tuvo en los varones jóvenes. Eran los niños ricos rebeldes los que lo estaban
esperando, eran los hombres jóvenes que se identificaban con él y su supuesta ha-
bilidad para “acostarse con chicas” fácilmente y sin consecuencias. No es una coin-
cidencia que los archivistas masculinos de la cultura popular estuvieran interesados
solamente en Elvis en tanto él representaba sus fantasías sexuales. Aunque Elvis
tuvo una carrera de más de veinte años, los escritores masculinos se concentran so-
lamente en los dos primeros, cuando pueden identificarse con el superhéroe sexual
masculino que ellos mismos han promovido y alabado. Y cuando el héroe popular
pierde su “potencia” como Elvis, acuden a explicaciones fuera de su control para ex-
plicar su “caída”, al igual que hacen con otras estrellas “fracasadas” del rock:
Lo interesante es que su atracción se dirigió en primer lugar hacia los va-
rones jóvenes… Cada explosión sucesiva de música popular ha emergido de
los clubes en los que nació rugiendo como un toro joven y enojado… La ex-
plotación comercial avanza hacia él con un balde lleno de contratos de gra-
bación, presentaciones televisivas y fama mundial. Entonces, cuando el
hocico está enterrado en el afrecho de oro, el carnicero con astucia corta há-
bilmente a lo largo de los flancos y castra al animal… El truco es cambiar el
énfasis de manera que el ídolo popular, en principio representante de la re-
beldía masculina, se transforme en un objeto fantástico de masturbación de
las jóvenes adolescentes. (Melly, 1970: 39-40)
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Elvis, el osito de peluche
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Como adolescente yo había sido una persona solitaria, que siempre sentía que
no encajaba en ninguna parte o “conectaba” con otro ser humano. Años más tarde,
entendí esto en términos de mi temprana toma de conciencia acerca de mi homo-
sexualidad, pero en aquél momento, era confuso. Elvis llenaba un vacío profundo
en mi vida de muchas maneras. Era un pasatiempo cuando la vida se tornaba abu-
rrida y sin sentido. Era una manera de ser aceptablemente “diferente” porque no
estaba de moda ser una fanática da Elvis en ese momento. Más que nada, él era otro
ser humano con el cual yo podía relacionarme e identificarme. Cuando me sentía
totalmente sola en el mundo, siempre estaba Elvis. Era un amigo privado y especial
siempre presente más allá de todo, y yo no lo tenía que compartir con nadie. Era
alguien a quien cuidar, en quien interesarme y a quien defender contra toda crítica.
En mi propio mundo Elvis, podía olvidar que me sentía triste y sola escuchando
sus discos y viendo sus películas. Algunas personas que se sienten tan solas en un
mundo que les es extraño, se vuelcan a la religión, a la bebida o a los equipos de
fútbol para darle sentido a sus vidas. Yo recurrí a Elvis; él siempre estuvo allí y
jamás me defraudó.
Encuentro difícil de explicar esta forma de sentir a Elvis, pero sé que fue com-
partida por muchas otras personas. Hojear las páginas de la revista mensual de Elvis
y recordar conversaciones con otras fanáticas trae a mi mente una y otra vez que
muchos fanáticos del sexo femenino y masculino experimentaron a Elvis de este
mismo modo. Para nosotros Elvis, el superhéroe macho, bien pudo haber sido otra
persona totalmente diferente, ya que definitivamente él no era nuestro Elvis.
Los dos relatos de Elvis como dios masculino y como osito de peluche son tan
diferentes que se le podría perdonar a uno por pensar que describen a dos personas
distintas. Por supuesto que describen a la misma desde dos perspectivas bastante
distintas, y no puede decirse que alguna de ellas sea la imagen “real” o “verdadera”
de lo que representó Elvis en términos de cultura popular. Algunas personas habrán
vivido a Elvis de la manera que lo hice yo; para otros habrá sido el dios masculino;
y para otros, no habrá significado nada. No obstante, los archivistas no presentan
una visión tan relativista. Por el contrario, el rasgo aplastante es la similitud de sus
relatos, su completo acuerdo acerca de que Elvis fue el primero y el último en de-
mostrar una sexualidad masculina desenfrenada. Pero una vez aceptado que algunas
personas no lo sintieron de esa forma (yo, por ejemplo), se vuelve interesante plan-
tear la pregunta acerca de cómo surgió una visión tan unilateral, por qué ganó po-
pularidad y por qué no se la ha cuestionado durante tanto tiempo.
Ya he sugerido que la mayoría de los que escriben acerca de Elvis, entonces y
ahora, son hombres y es cierto que las mujeres han escrito poco acerca de él. El pri-
mer componente de esta ingeniosa construcción de Elvis es por lo tanto el hecho
simple y familiar para las feministas del hombre interpretando y codificando el co-
nocimiento en pos de sus propios intereses y siguiendo su propia imagen, para
luego llamarlo un relato objetivo del mundo como realmente es.
La segunda característica de esta construcción es la cuidadosa selección de seg-
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Esta versión de Elvis está tan generalizada y aceptada que es difícil cuestionarla
sin conocimiento de primera mano acerca de lo que “realmente” pasó. Práctica-
mente, es la única versión difundida que existe. Y demuestra cómo la gente involu-
crada en la producción de “conocimiento” encuentra exactamente lo que busca
indagando en lugares selectivos, formulando solamente ciertas preguntas e igno-
rando o haciendo caso omiso a información incómoda o que no encaja. Y esto es
algo que nosotras, como feministas, debemos reconocer; es decir, no debemos acep-
tar a pies juntillas, debemos formular nuestras propias preguntas, buscar nuestro
propio conocimiento, y debemos siempre mirar el caballo regalado – en la forma
del conocimiento de los otros – en los dientes.
Tal vez las feministas hayan adoptado la versión de Elvis del dios de la masculi-
nidad porque simplemente no ha habido otra disponible para todos aquellos que no
pasaron por la clase de experiencias por las que yo pasé. Sin embargo, me parece
paradójico que las feministas, yo incluida, hayan aceptado estas ideas machistas
acerca de la música rock sin molestarse en preguntar cómo vivieron este fenómeno
las mujeres. Se suponía que el feminismo consistía en cuestionar todas las cons-
trucciones machistas de la realidad y el conocimiento, en rediseñar el sentido común
masculino en las comprensiones del mundo. En el caso de Elvis, los escritores mas-
culinos han tomado sus fantasías sexuales subjetivas y las han transformado en
“hecho objetivo”. Y las feministas han acompañado – el despliegue mediático ha te-
nido éxito, la imagen ha sido aceptada, el cuestionamiento feminista no ha sido lle-
vado a cabo.
Quedan aún muchos replanteos y desafíos feministas por llevar a cabo, y he
usado mi experiencia personal de un fenómeno público como ejemplo de una visión
de la realidad totalmente aceptada que está abierta a una interpretación diferente.
Es en el examen de mi experiencia personal que se ve más claramente el desfase
entre las realidades objetivas y subjetivas. La reivindicación y la re-denominación
feminista del mundo son aún importantes y necesarias y cuando ellas ocurren in-
variablemente revelan complejidad profunda y realidad múltiple y proponen inte-
rrogantes interesantes. Por supuesto, hacerlo acerca de “Elvis” como he hecho aquí
es solo el comienzo, pero tengo la esperanza de que ofrecer a otros una versión ana-
lítica de mi experiencia ha demostrado que aún los comienzos pueden ser intere-
santes!
* Sue Wise (2006) [1984]: “Sexing Elvis” en Frith, Simon y Goodwin, Andrew
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