Derecho de Los Contratos
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PARTE SEGUNDA
CAPÍTULO
LA ACCIÓN DE CONTRATAR
A) EL CONSENTIMIENTO CONTRACTUAL
1 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, “Parte General”, Zavalía, Buenos Aires, 1997,
p. 163.
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CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Vale decir, que el consentimiento implica “la existencia de un acuerdo”, que deriva de la
declaración de una oferta y de una aceptación, o por conducta de las partes, que también
presuponen una oferta y una aceptación. Tanto hay consentimiento cuando se declara comprar
y vender, como cuando se toma un artículo de un supermercado y se paga su precio en la caja,
sin emitir ninguna declaración, pero no puede dudarse que hubo también una oferta seguida de
una aceptación.
2 Así lo puntualiza GIORGI (Teoría de las obligaciones, Reus, Madrid, 1929, vol. III, p. 121). Al respecto,
recuerda que los compiladores del Código Napoleón “hicieron de las donaciones, en el proyecto, un acto por sí
distinto de los contratos y regulado por disposiciones propias; pero por otra parte, siguiendo el ejemplo de
Pothier, le definieron con la palabra convenio. Por cierto que esta palabra no pasó de proyecto, pues al discutirse
la rechazó Napoleón diciendo que la donación no produce obligaciones recíprocas, mientras que el convenio
designa jurídicamente un acto que produce obligaciones de todas las partes. El error fue craso, y la observación
digna de un sofista vulgar: confundía la bilateralidad del consentimiento con la bilateralidad de las
obligaciones. Según esto, los contratos unilaterales no serían contratos. Así y todo, el Código francés y todos los
que le tomaron por modelo deben sólo a esto que la palabra convenio o contrato se haya suprimido
escrupulosamente en materia de donaciones” (GIORGI, Jorge, ob. cit., vol. III, p. 26).
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dos partes, en el sentido de que, una vez formado el consentimiento, las partes querrían la
misma cosa; en otras palabras, las voluntades tendrían el mismo contenido y coincidirían en
orden a lo que es materia del contrato. Por ejemplo, el mutuante y el mutuario tendrían una
idéntica y común voluntad en orden al mutuo (. . .) Si se quisiese postular que, una vez formado
el consentimiento cada una quiere para sí el mismo resultado que la otra quiere para sí, y se
hiciese consistir en esto la llamada voluntad contractual, se enunciaría una proposición
profundamente errónea, porque estaría en contradicción con una obvia constatación en con-
trario. En el ejemplo citado, cada parte, aun una vez perfeccionado el contrato, continúa
teniendo una voluntad propia, diversa de la otra; en efecto, el mutuante quiere dar la cosa,
para después recibirla en restitución; el mutuario, en cambio, quiere recibir la cosa, para
después restituirla”. Sostiene que “identidad de contenido de las voluntades de las dos partes
no existe en el contrato: el fenómeno de la voluntad de contenido idéntico, como suma de varias
voluntades, es propio del acto colectivo, no del contrato”.
En un contrato, el consentimiento contractual implica la suma de la oferta y la aceptación,
y si bien cada una de las partes persigue una finalidad distinta conservando por ello su
individualidad, existe una verdadera integración de las voluntades, porque en el ejemplo
propuesto por MESSINEO, no es verdad que el mutuante solo quiere dar la cosa para después
recibirla en restitución, sino que también quiere que el mutuario la reciba para después
restituirla, y a la vez el mutuario no solo quiere recibir la cosa para después restituirla sino que
también quiere que el mutuante se la entregue para después recibirla en restitución. Esto no
significa que el interés perseguido por las partes sea idéntico, pero sí significa que hay
coincidencia plena de las voluntades internas y externas de las partes configurando un
fenómeno complejo bilateral y no dos actos unilaterales separados. Conforme se ha señalado “el
contrato, como negocio bilateral, no es la yuxtaposición de dos negocios unilaterales, sino la
resultante negocial unitaria proveniente de dos o más partes” 3.
§ 194. Voluntad interna. — Cabe distinguir entre la “voluntad declarada”, cuyo objeto es el
negocio (se quiere comprar) y la “voluntad de declarar”, cuyo objeto es la declaración (se quiere
declarar que se quiere comprar). En el primer caso, se trata de la “voluntad del contenido” y en
el segundo se trata de la “voluntad de la declaración”. Aunque pueden distinguirse por
abstracción, lo declarado y la voluntad que se declara conforman una unidad inseparable. La
declaración de querer comprar conlleva la voluntad de querer comprar4.
También cabe distinguir entre la “voluntad interna o voluntad real” del declarante, como lo
que realmente era querido por éste, con la “voluntad declarada o voluntad aparente”, que es la
efectivamente expresada. La voluntad declarada puede coincidir o no con la voluntad interna o
real del sujeto, por lo que no constituyen una unidad inescindible 5. Se quería comprar pero se
declaró querer vender. La discordancia entre la voluntad interna y la voluntad declarada puede
darse en el nivel de la voluntad del contenido y de la voluntad de la declaración.
La voluntad interna o voluntad real constituye un fenómeno psicológico que pertenece a la
interioridad del alma humana. Se ha señalado que pueden distinguirse cuatro fases: el
“proyecto” y la “deliberación”, que permanecerían en el ámbito del pensamiento y la “decisión” y
eventualmente la “ejecución”, que traducirían la intención6.
3 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 1995, p. 104. ALTERINI (Contratos
civiles, comerciales, de consumo, “Teoría general”, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1998, p. 265) ha expresado que
“desde que el contrato es una declaración de voluntad común en los términos del art. 1137 del Código Civil, va
de suyo que el consentimiento es el contrato”. Por nuestra parte, preferimos sostener que el consentimiento es
“el alma del contrato” y no que “es” el contrato, toda vez que el contrato presupone además del consentimiento,
la capacidad, la forma en los contratos formales, etcétera.
4 ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, Bosch, Barcelona, 1994, t. I, “Introducción y Parte General”, vol. II,
p. 161.
5
Ibídem, t. I, vol. II, p. 163.
6 MÉLICH-ORSINI, José, Doctrina general del contrato, Jurídica Venezolana-Marcial Pons, 1997, p. 124.
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Conforme lo establece el art. 260, “el acto voluntario es el ejecutado con discernimiento,
intención y libertad, que se manifiesta por un hecho exterior” 7. No hay voluntad, o está viciada,
cuando falta el discernimiento, la intención o la libertad.
Por cierto que la voluntad carece de virtualidad jurídica mientras no sea más que una
realidad psicológica, por lo que es preciso que se exteriorice mediante su declaración o
manifestación.
La declaración de la voluntad debe ser seria, por lo que no hay contrato si el
consentimiento ha sido prestado por broma o “jocandi causa”, o bajo una condición puramente
potestativa. Tampoco hay contrato cuando falta la “intentio juris”, en los casos en que se realice
un acto por compromisos sociales o por relaciones de cortesía, sin que se configure una relación
jurídicamente obligatoria8.
La voluntad interna o real no forma parte de la voluntad aparente o declarada, por lo que
en caso de discordancia entre la voluntad aparente y la real corresponde atenernos a lo
efectivamente declarado.
a) Si las voluntades reales y aparentes de ambas partes coinciden existe consentimiento
pleno.
b) Si las voluntades reales y aparentes de las partes no coinciden, no hay contrato por falta
de acuerdo.
c) Si las voluntades aparentes coinciden y las voluntades reales discrepan, hay contrato
formado, sin perjuicio de que pueda luego ser invalidado por existir un vicio de la voluntad.
d) Si las voluntades aparentes no coinciden y sí las voluntades reales, el contrato no se ha
formado, porque las voluntades declaradas exteriorizan un disenso y no un consenso.
En principio los contratos son de formas libres; solo algunos excepcionalmente son
formales o solemnes, y en este último caso, la solemnidad concierne solamente a la forma del
acto, pero la voluntad se expresa libremente porque no existen términos sacramentales9.
§ 197. Manifestaciones expresas y tácitas. — Existen distintos criterios para distinguir las
manifestaciones expresas de las tácitas.
7 Ver § 45.
8 Ver § 58.
9 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 168; RIPERT, Georges, y BOULANGER, Jean, Tratado
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civil argentino, actualizado por Arturo Acuña Anzorena, Tea, Buenos Aires, 1954, t. I, “Fuentes de las
obligaciones”, p. 55.
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15El Código de Vélez, en forma explícita, preceptuaba que “la expresión de voluntad puede resultar
igualmente de la presunción de la ley en los casos en que expresamente lo disponga ” (art. 920).
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Cuando la presunción es iuris tantum el sujeto puede probar que al realizar el acto o
comportamiento no tuvo la voluntad que la ley presume, y si lo prueba no deberán producirse
los efectos previstos. Así, según el art. 899, “se presume, excepto prueba en contrario que: …inc.
b) si se recibe el pago correspondiente a uno de los períodos, están cancelados los anteriores …” ,
pero esta presunción puede caer con la prueba en contrario que rinda el acreedor, en el sentido
de que los períodos anteriores no han sido cancelados.
En cambio, en los casos en que no se admite la prueba en contrario, el comportamiento
calificado como de declaración presunta produce necesariamente los efectos previstos en
la ley, los efectos no son ex voluntate sino ex lege16, como acontecía en el supuesto que
contemplaba el Código de Vélez referido a que la renuncia a la acción civil proveniente de un
acto ilícito importa la renuncia a la acción criminal originada en el mismo hecho, siendo inútil
que el sujeto afirme que no quería ese efecto (art. 1097 del Código derogado).
El actual Código Civil y Comercial no contiene una norma similar, porque no era
necesario, dado que la situación ya está contemplada en el Código Penal, en los arts. 59, inc. 4°
y 60. Al respecto, se ha expresado que la acción penal se extingue por la “renuncia del
agraviado en los delitos de acción privada… la que sólo perjudicará al renunciante y sus
herederos (arts. 59, inc. 4° y 60, Cód. Penal) 17.
puesta a la venta y la colocación de las monedas tienen socialmente sentido de declaración expresa de la
voluntad de vender o de comprar. La oposición a la compra del encargado del puesto no es mera rotura del
silencio, sino rectificación o declaración complementaria”.
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De la misma manera, el que sube al ómnibus paga el boleto sin decir ninguna palabra y,
aunque el conductor tampoco nada diga, es indudable que se ha celebrado un contrato de
transporte.
El silencio puede tener el valor de declaración expresa, cuando las partes lo han convenido
previamente como equivalente a un acuerdo si el destinatario no responde a una oferta en
determinado tiempo. En general será una declaración tácita, cuando el silencio se interpreta
con relación a la conducta anterior del agente (art. 263), la aceptación tácita del mandato puede
surgir del silencio mismo del mandatario (art. 1319, in fine). El silencio también puede tener el
valor de una declaración presunta, como cuando se presume aceptado el mandato si el
mandatario recibe el poder sin protesta alguna, en función de los usos (arts. 979).
Nunca puede el significado del silencio depender del mero arbitrio del proponente 21, por lo
que si éste manifiesta que tendrá por celebrado el contrato si el destinatario no responde dentro
de cierto plazo, ello por sí solo resulta insuficiente para generar la obligación de contestar y el
silencio ante una oferta o propuesta no supondrá aceptación.
Lo mismo puede decirse si se envía algún producto al destinatario, como cuando se
mandan periódicos o libros a quien no los ha pedido con la advertencia de que se le considerará
suscripto al periódico o como comprador del libro si no los rehúsa en determinado plazo, por
tratarse de un proceder impertinente del proponente al pretender restringir la libertad ajena
por propio capricho.
En cambio, si el destinatario no se limita a permanecer inactivo y usa la cosa recibida que
no había solicitado, se considerará que la acepta, pero no ya por el silencio, sino por el hecho
positivo y concluyente de usarla.
En el ámbito de la Ley de Defensa del Consumidor se prohíben estos tipos de propuestas
que obliguen al consumidor a expedirse expresamente por la negativa, y si se le enviaron cosas
el consumidor no está obligado a conservarlas, ni siquiera a restituirlas.
Al respecto el art. 35 de la ley 24240 establece: “Queda prohibida la realización de
propuesta al consumidor, por cualquier tipo de medio, sobre una cosa o servicio que no haya
sido requerido previamente y que genere un cargo automático en cualquier sistema de débito,
que obligue al consumidor a manifestarse por la negativa para que dicho cargo no se
efectivice. Si con la oferta se envió una cosa, el receptor no está obligado a conservarla ni a
restituirla al remitente aunque la restitución pueda ser realizada libre de gastos”.
El silencio tiene el valor de manifestación de la voluntad cuando las circunstancias así lo
determinan, y ello ocurre cuando el sujeto “debía y podía” hablar y no lo hace 22.
Es preciso que “pueda” hablar, porque si el silencio no fue voluntario sino forzado no sería
una declaración de voluntad válida; además debe existir una “obligación” de hablar, porque si
no hay obligación de hacerlo el silencio no sería consentimiento a nada. Conforme lo señala
GIORGI, “qui tacet, quam loqui potuit et debuit, consentire videtur”23.
Estos principios están receptados en el art. 263 del Código Civil y Comercial, el que
preceptúa: “El silencio opuesto a actos o a una interrogación no es considerado como una
manifestación de voluntad conforme al acto o a la interrogación, excepto en los casos en que
haya un deber de expedirse que puede resultar de la ley, de la voluntad de las partes, de los
usos y prácticas, o de una relación entre el silencio actual y las declaraciones precedentes ”.
En el mismo sentido, el art. 979 dispone: “… El silencio importa aceptación sólo cuando
existe el deber de expedirse, el que puede resultar de la voluntad de las partes, de los usos o de
las prácticas que las partes hayan establecido entre ellas, o de una relación entre el silencio
actual y las declaraciones precedentes”.
21 20 STOLFI, Giuseppe, Teoría . . ., ob. cit., p. 211; DE CASTRO Y BRAVO, Federico, Derecho civil de España,
Civitas, Madrid, 1984, p. 70; MÉLICH-ORSINI, José, Doctrina general del contrato, ob. cit., p. 132; GIORGI, Jorge,
ob. cit., p. 184.
22 SANTORO PASSARELLI, F., Doctrinas generales del derecho civil, “Revista de Derecho Privado”, Madrid,
1964, p. 160.
23 GIORGI, Jorge, Teoría de las obligaciones, vol. III, p. 182.
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CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
C) DEBER DE EXPEDIRSE POR LOS USOS Y PRÁCTICAS. Los usos, prácticas y costumbres
son obligatorias cuando las partes se refieren a ellos o en situaciones no regladas legalmente
(art. 1), que resulta concordante con lo dispuesto en el art.964 inc. c. Por lo tanto, puede ocurrir
que la obligación de expedirse derive, no de la ley, sino de los usos y prácticas. En tal caso, el
silencio implica conformidad exactamente igual a que si la obligación de expedirse emanara de
la ley.
24LLAMBÍAS, Jorge J., Tratado de derecho civil, “Parte general”, 20ª ed., LexisNexis (Abeledo-Perrot),
Buenos Aires, 2003, t. II, p. 273.
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§ 200. Relación entre voluntad y declaración. — Cuando la voluntad interna o real del
sujeto no coincide con la voluntad declarada o aparente, se plantea un problema que ha sido
clásico en el siglo XIX, de resolver cuál es la que debe prevalecer.
Existen al respecto dos teorías extremas, la de la voluntad y la de la declaración, que
derivaron luego en otras dos teorías intermedias, la de la responsabilidad y la de la confianza.
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de las partes y sus eventuales vicios, como así también la eventual responsabilidad por la
frustración de la negociación.
El art. 991 dispone: “Durante las tratativas preliminares, y aunque no se haya formulado
una oferta, las partes deben obrar de buena fe para no frustrarlas injustificadamente. El
incumplimiento de este deber genera la responsabilidad de resarcir el daño que sufra el
afectado por haber confiado, sin su culpa, en la celebración del contrato”.
Asimismo, el art. 992 establece: “Si durante las negociaciones, una de las partes facilita a
la otra una información con carácter confidencial, el que la recibió tiene el deber de no revelarla
y de no usarla inapropiadamente en su propio interés. La parte que incumple este deber queda
obligada a reparar el daño sufrido por la otra y, si ha obtenido una ventaja indebida de la
información confidencial, queda obligada a indemnizar a la otra parte en la medida de su
propio enriquecimiento”.
El análisis de la responsabilidad precontractual por el abandono de las tratativas, lo
desarrollamos infra § §
f) Las tratativas previas son frecuentes en los contratos paritarios de cierta entidad
económica o complejidad, en tanto que en los contratos de adhesión, la etapa de las tratativas
ha sido, en general, sustituida por una publicidad inductiva, neutralizando la etapa de la
discusión y en las que una sola de las partes es la que predispone el contenido del futuro
contrato, mientras que el adherente solo tiene la posibilidad de adherirse si desea contratar.
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CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Por nuestra parte no advertíamos contradicción alguna en los textos proyectados, ya que se
refieren a supuestos distintos. Dice DÍEZ PICAZO que “la presunción de inexistencia de oferta y
de existencia de simple invitación a ofertar, admite que puede darse la solución contraria, lo
que ocurrirá en todos aquellos casos en los que el proponente indique claramente que hace una
oferta (. . .) siempre que queden cumplidos todos los requisitos necesarios para la calificación de
una comunicación como oferta”27.
Vale decir que la oferta debe estar dirigida a persona determinada o determinable
(determinación relativa). Si se dirige a persona indeterminada es invitación a ofertar, salvo que
el proponente hiciera la proposición en forma vinculante, por lo que en tal caso se lo tiene como
ofertante, lo mismo cuando ello surja de las circunstancias de su emisión, como las
proposiciones que se formulan en el ámbito de los contratos de consumo.
A su vez la Convención de Viena dispone en el art. 14.2: “Toda propuesta no dirigida a una
o varias personas determinadas será considerada como una simple invitación a hacer ofertas, a
menos que la persona que haga la propuesta indique claramente lo contrario”.
§ 205. Contraoferta. — Con la emisión de la oferta se sale del terreno de las tratativas
previas, pero es posible que en lugar de sobrevenir la aceptación el destinatario formule una
contraoferta, en tal caso la primera oferta se entiende rechazada y el destinatario pasa a ser el
ofertante y el anterior ofertante se convierte en destinatario de la nueva oferta. Puede darse
asimismo que se rechace la oferta, y el destinatario en lugar de contraofertar formule una
invitación a ofertar
28
LORENZETTI, Ricardo Luis, Tratado de los contratos, “Parte General”, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2004, p. 292. Dice
BIANCA (Derecho civil, t. 3, “El Contrato”, ob. cit., p. 251) que “mientras esté pendiente la definición de algunos elementos del contrato,
este se debe considerar como no celebrado, bien que se trate de elementos principales o secundarios; a menos que las partes entiendan el
acuerdo ya alcanzado como definitivo y vinculante. De todas formas, en ningún caso se podrá decir que el contrato ya se ha celebrado si
los elementos todavía en discusión no se pueden determinar legalmente”.
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El actual Código Civil y Comercial, recepta esta teoría de la Punktation, en el art. art. 982,
donde regula los acuerdos parciales y establece la distinción con la minuta o borrador. Sobre el
tema nos remitimos al §§
§ 207. Cartas de intención. — El nuevo Código Civil regula las cartas de intención, en el
art. 993, en los siguientes términos: “Los instrumentos mediante los cuales una parte, o todas
ellas, expresan un consentimiento para negociar sobre ciertas bases, limitado a cuestiones
relativas a un futuro contrato, son de interpretación restrictiva. Sólo tienen la fuerza
obligatoria de la oferta si cumplen sus requisitos”.
En los casos de negociaciones complejas y que insumirán cierta duración las partes reali-
zan por escrito las denominadas “cartas de intención”, cuyo objeto es regir sus relaciones en la
etapa precontractual, sin llegar a configurar un contrato preliminar. Su finalidad es reforzar la
obligación de lealtad durante la fase de la negociación, a la vez que pueden servir de prueba de
la existencia de las tratativas preliminares y de la eventual culpa precontractual que pueda
incurrir alguna de ellas. Otras veces, pueden presentar un alto grado de precisión sobre los
elementos del futuro contrato que autorizarían a pensar que se ha ingresado al terreno
contractual29.
Para MENÉNDEZ MATO, el acuerdo de intenciones “es una figura contractual por medio de
la cual, las partes, se obligan a negociar la conclusión de un futuro contrato, siguiendo
determinadas pautas o reglas de conducta prefijadas (p. ej., no llevar a cabo negociacio-
nes paralelas, no desvelar las posibles informaciones conocidas durante el transcurso de la
negociación, adoptar en todo momento un comportamiento ajustado a la buena fe, etc.). Suele
aparecer con antelación al desarrollo de las negociaciones de aquellos futuros contratos dotados
de importante contenido económico y gran complejidad jurídica; por lo que la eventual
conclusión de éstos precisará de una intensa, prolongada y hasta arriesgada negociación
previa. La razón de dar vida a este tipo de contrato se localiza en el interés de las partes de
procurarse una negociación asentada en el principio de seguridad jurídica” 30.
Las cartas de intención sólo configuran una oferta si cumplen sus requisitos (art. 993, in
fine)
C) LA OFERTA
29 MÉLICH-ORSINI, José, Doctrina . . ., ob. cit., p. 137. Señala este autor que un aspecto particular
presentan las llamadas confort-letters, mediante las cuales los bancos exigen de la sociedad matriz antes de
hacer algún préstamo a una de sus filiales un cierto compromiso de hacer cuanto sea necesario para que esta
última mantenga una tesorería suficiente para hacer frente a los compromisos que ella adquiera para con el
banco. Véase también ALTERINI, Atilio A., Contratos . . ., ob. cit., p. 326.
30 MENÉNDEZ MATO, Juan C., La oferta contractual, Aranzadi, Pamplona, 1998, p. 103.
31 Cfr. LÓPEZ DE ZAVALÍA (Teoría . . ., ob. cit., p. 181), quien define a la oferta diciendo que “es un acto
jurídico unilateral destinado a integrarse en un contrato, constituido por una expresión de voluntad que se
postula como penúltima”.
MESSINEO (Doctrina general del contrato, Ejea, Buenos Aires, 1986, p. 312), sostiene que “la propuesta
contractual no es un negocio o acto jurídico unilateral, sino una declaración unilateral, por lo común recepticia
de voluntad, la cual sólo si va seguida por una conforme aceptación expresa o tácita, que también es una
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§ 209. Requisitos de la oferta. — El art. 972 del Código Civil y Comercial establece: “La
oferta es la manifestación dirigida a persona determinada o determinable, con la intención de
obligarse y con las precisiones necesarias para establecer los efectos que debe producir de ser
aceptada”. En este texto se mencionan los requisitos de la oferta y son los que seguidamente se
exponen:
declaración recepticia de voluntad, da lugar a la formación de aquel negocio jurídico bilateral que es el
contrato”.
Para nosotros, la oferta es un acto jurídico (equivalente al negocio jurídico en el derecho español e
italiano), por cuanto, más allá de que se celebre o no el contrato, existe una finalidad jurídica indiscutible, al
perseguir como fin inmediato la conclusión de un contrato. Por ser un acto jurídico debe cumplir los requisitos de
éstos en cuanto a capacidad, consentimiento sin vicios, etcétera; además, puede ser subordinada a condición o
plazo.
32 MENÉNDEZ MATO, Juan C., La oferta contractual, ob. cit., p. 51. LÓPEZ DE ZAVALÍA
(Teoría…, ob. cit., p. 180), en lugar de hablar de la primera declaración de voluntad, prefiere
referirse a ella como la penúltima, porque si fracasa, y no media la aceptación sino una contra-
oferta, ya no sería penúltima y dejaría de ser oferta.
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b) DEBE SER VINCULANTE. Para que sea oferta la declaración de voluntad debe ser
vinculante, realizada con la intención de obligarse. El art. 972 dispone que la oferta es una
manifestación realizada “con la intención de obligarse”. A su vez, el art. 974, primer párrafo,
establece que “la oferta obliga al proponente, a no ser que lo contrario resulte de sus términos,
de la naturaleza del negocio o de las circunstancias del caso”. En este sentido, no son ofertas las
declaraciones efectuadas sin intentio iuris, como las realizadas en broma (animus iocandi) o con
fines pedagógicos, ni tampoco las que se realizan con la cláusula sin compromiso, o cuando la
hace un intermediario o corredor sin poder de disposición sobre el objeto contractual, o cuando
contiene una reserva de aprobación o confirmación final por parte del oferente. Estos últimos
casos se tratarían de invitaciones a ofertar.
c) FORMA. Con relación a la forma, la oferta debe ser emitida en la forma requerida para el
contrato, puesto que constituye uno de sus extremos. En general la oferta y la aceptación se
realizan simultáneamente en un mismo acto, pero si se formularan separadamente las
declaraciones también deben tener la forma del contrato 36.
33 ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil, ob. cit., t. II, “Derecho de obligaciones”, vol. I, p. 370.
34
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 183.
35 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, Civitas, Madrid, 1996, t. I, p. 285.
36 Expresa ALBALADEJO (Derecho civil, ob. cit., t. II, vol. I, p. 371) que “en general, la forma del contrato
deben guardarla las declaraciones de ambas partes. Mas cabría también que la ley exigiese cierta forma sólo
para la declaración del aceptante, en cuyo caso la oferta podría ser hecha de cualquier forma, aunque el contrato
se califique de formal (o solemne) por la exigencia de forma para la aceptación”. Por nuestra parte consideramos
que la exigencia de la forma establecida por la ley para el contrato se aplica tanto para la oferta como para la
aceptación y no sólo para esta última, precisamente porque el contrato se integra con ambas declaraciones de
voluntad, y la circunstancia de que sean emitidas por separado no exime de observar la forma con relación a
ninguna de las voluntades que conforman el contrato.
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En los contratos de consumo, si se trata de ofertas al público, se considera tal a la información o
publicidad difundida por cualquier medio de comunicación. Al respecto se ha dicho que “la oferta al público
tiene fuerza obligatoria cualquiera sea el medio empleado para su difusión…” (CNCiv., sala K, 20/3/2007,
“Colombres Javier y otro c. Colonia de Chacras SA”, LL Online). En los contratos celebrados a distancia, la
oferta se concretiza a través de los medios postales, electrónicos, telecomunicaciones, así como por servicios
de radio, televisión o prensa (art. 1105 Cód. Civ. y Com.). En los demás casos, la oferta debe tener la forma
propia del contrato que se trate. Dado que la oferta constituye uno de los extremos del consentimiento debe
revestir la forma escrita, cuando el contrato es entre presentes. Si se trata de un contrato a distancia, como en
general ocurre con las ofertas al público, es no formal, por lo que la forma de la oferta es libre, y si está
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§ 211. Ofertas cruzadas. — Distinto del caso anterior es el supuesto de las ofertas
cruzadas, que tiene lugar cuando una de las partes ofrece vender una cosa a la otra y
simultáneamente esta última le formula a aquella una oferta de compra de la misma cosa,
produciéndose un entrecruzamiento de las ofertas referidas al mismo objeto. Para una opinión
“ha mediado una coincidencia de voluntades en un momento dado, lo que basta para configurar
el contrato”40. Por nuestra parte, participamos del criterio 41 que considera que dos ofertas que
se entrecruzan circunstancialmente no alcanzan a configurar el consentimiento contractual,
por lo que el contrato no ha llegado a perfeccionarse al no mediar aceptación de ninguna oferta.
El art. 1379 del Código Civil peruano, al que alude ALTERINI42, establece que “en las
ofertas cruzadas, el contrato se perfecciona con la aceptación de una de ellas”, lo que es
demostrativo de que mientras no medie la aceptación de alguna de las ofertas no hay contrato
formado.
referida a la constitución o transferencia de derechos reales sobre inmuebles debe formalizarse por escritura
pública, aunque para el contrato preliminar la forma de la oferta es libre.
38 Ver § 230.
39 LARENZ, Karl, Derecho civil, “Parte general”, “Revista de Derecho Privado”, Madrid, 1978, p. 708.
40 ALTERINI, Atilio A., Contratos . . ., ob. cit., p. 266, citando a Borda.
41 En este sentido LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 20, nota 11; APARICIO, Juan M.,
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una aceptación expresa”. Desde que el agente emprende el retorno sin una aceptación debe
entenderse que ha sido rechazada43.
§ 213. Eficacia jurídica de la oferta. — Una vez formulada y recibida la oferta por el
destinatario, o sea una vez firme, se plantea la cuestión saber de si, antes de la aceptación, ésta
es o no “vinculante” (¿el ofertante puede o no arrepentirse y proceder a revocarla?), y si es o no
“autónoma” (¿caduca o no por la muerte o incapacidad sobreviniente del ofertante?). Por cierto
que la oferta una vez que ha sido aceptada no puede ser revocada, ni es susceptible de caducar,
por cuanto el contrato ya se ha perfeccionado. Pero antes de la aceptación ¿está obligado el
ofertante a mantenerla durante cierto tiempo; subsiste a pesar de la muerte o incapacidad
sobreviniente de aquel? Al respecto existen dos criterios:
a) El criterio tradicional considera que la oferta no es vinculante ni es autónoma, por lo
que mientras no sea aceptada puede ser revocada por el ofertante y pierde eficacia vinculatoria
si el ofertante muere o se incapacita. Dentro de esta orientación se considera que si el
destinatario, ignorando la revocación o la caducidad de la oferta hubiera aceptado y hecho
gastos, tiene derecho a ser indemnizado.
b) El criterio moderno tiende a considerar que la oferta es vinculante y es autónoma
durante un cierto tiempo, durante el cual una vez formulada no puede ser revocada, ni caduca
por la muerte o incapacidad del ofertante. Así, el Código Civil alemán establece en el art. 145
que “quien propone a otro celebrar un contrato está vinculado a la oferta, a menos que haya
excluido la vinculación”, por lo que en tanto no se excluya la vinculación el proponente no puede
modificar su decisión y revocar su oferta durante cierto plazo 44. A su vez, el art. 130 establece
43
Este supuesto estaba contemplado, en forma expresa, en el Código derogado (art. 1151, segunda parte).
44 Señala LARENZ (Derecho civil, ob. cit., p. 710) que “En principio, el mismo proponente puede determinar
el tiempo en que será válida su propuesta. Si ha señalado un plazo al destinatario para la aceptación, sólo puede
aceptarse la propuesta dentro de ese plazo (art. 148). Si no ha determinado un plazo, debe distinguirse entre
una propuesta hecha en presencia del destinatario y una propuesta a un ausente. La propuesta hecha en
18
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
que “no influye sobre la eficacia de la declaración de voluntad la muerte o la incapacidad del
declarante posterior a la emisión”, y, por el art. 153, la oferta no se extingue si el proponente
muere o pierde la capacidad negocial antes de la aceptación, “a no ser que deba suponerse una
voluntad distinta del proponente”45. También la Convención de Viena sobre compraventa
internacional de mercaderías, ratificada por la Argentina mediante la ley 22765, considera que
la oferta no puede ser revocada cuando así se lo ha indicado o cuando el destinatario podía
considerar razonablemente que la oferta era irrevocable (art. 16.2).
En los casos de ofertas irrevocables, estas no pueden ser revocadas, pero podría ser
retirada antes de que llegue al destinatario. En esto residiría la importancia de la distinción 47.
§ 215. Retractación de la oferta. El art. 975 establece: “La oferta dirigida a una persona
determinada puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el destinatario
antes o al mismo tiempo que la oferta”.
presencia del destinatario puede aceptarse por éste sólo de inmediato (art. 147, ap. 1). La propuesta hecha a un
ausente sólo puede aceptarse hasta el momento último en que el proponente pueda esperar en circunstancias
normales el recibo de la contestación (art. 147, ap. 2)”.
45 Cfr. LARENZ, Karl, Derecho civil, ob. cit., p. 711, quien señala que la voluntad distinta del proponente
sería suponer que “no habría pretendido la permanencia de la propuesta posteriormente a su muerte si su
prestación contractual, dado que sólo la podía cumplir personalmente, hubiera resultado entonces imposible, o si
la prestación de la otra parte sólo fuera de interés para ella personalmente, careciendo de valor para otros”.
46 FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho comercial argentino , Zavalía, Buenos Aires, 1987, t. 2, “Doctrina
El derogado Código de Vélez contemplaba las ofertas irrevocables: “La ofertas pueden ser retractadas
mientras no hayan sido aceptadas, a no ser que el que las hubiere hecho, hubiese renunciado a la facultad de
retirarlas, o se hubiese obligado al hacerlas, a permanecer en ellas hasta una época determinada” (art. 1150
CC). A su vez, se disponía que “la aceptación hace sólo perfecto el contrato desde que ella se hubiese mandado al
proponente (art. 1154 CC). En este sistema, el ofertante podía revocar la oferta hasta antes que el destinatario
enviara la aceptación, salvo los casos de irrevocabilidad, por un plazo o sin indicación de plazo. En el régimen
actual, una vez recibida la oferta por el destinatario, el ofertante no la puede revocar (art. 975 CCCN).
19
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 216. Caducidad de la oferta. — El art. 976 dispone: “La oferta caduca cuando el
proponente o el destinatario de ella fallecen o se incapacitan, antes de la recepción de su
aceptación. El que aceptó la oferta ignorando la muerte o incapacidad del oferente, y que a
consecuencia de su aceptación ha hecho gastos o sufrido pérdidas, tiene derecho a reclamar su
reparación”
D) OFERTA AL PÚBLICO
20
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
el curso de un remate público, las mercaderías que vocea el comerciante en la calle. En todos
estos casos, el destinatario se encuentra indeterminado.
La propuesta al público plantea el problema de determinar su naturaleza jurídica: ¿es
oferta o invitación a ofertar?
a) El interés práctico de la distinción radica en que si se considera que la proposición al
público configura una oferta, ello implica que cualquiera del público que desea contratar acepta
aquella oferta, con lo cual el contrato queda concluido. En cambio, si se considera que se trata
de una invitación a ofertar, ello equivale a decir que aquel que desea contratar es quien
formula la oferta, la cual está sujeta a la eventual aceptación o no del invitante 48.
b) La hipótesis que se analiza es la de una propuesta completa dirigida al público, que
contenga los elementos del contrato proyectado, porque si fuera incompleta –por ejemplo, no se
indicara el precio– sería una invitación a ofertar, para que cualquiera del público formule
ofertas de contrato.
c) Una camisa se expone en la vidriera con su precio y un cliente desea comprarla. Si se
trata de una oferta, su declaración de voluntad de comprarla es una aceptación y el vendedor
no puede negarse a cumplir el contrato que ya se ha perfeccionado; pero si es una invitación a
ofertar, será el cliente el que haga la oferta de compra y el vendedor puede negarse a contratar
si no lo desea, no aceptando dicha oferta.
Cuando alguien desea alquilar un inmueble en el carácter de locador y publica al efecto un
aviso en el periódico, formulando una proposición que contiene todos los requisitos de la oferta,
pero dirigida al público. ¿Es una oferta o sólo una invitación a ofertar? Si fuera una oferta el
primero que desee alquilar acepta la oferta y concluye el contrato, pero si fuera una invitación a
ofertar, los interesados son los que formulan la oferta sujeta a la aceptación del que publicó el
aviso, quien luego de examinar las condiciones y garantías de los distintos postulantes procede
aceptar a quien más le convenga, o bien, incluso, no aceptar a ninguno.
Antes de dar una respuesta a esta cuestión, corresponde examinar los distintos supuestos
planteados.
48
Señala PASQUAU LIAÑO, Miguel, en Comentarios a la Ley General para la Defensa de los Consumidores y
Usuarios, Bercovitz Rodríguez-Cano, Rodrigo y Salas Hernández, Javier (coords.), Civitas, Madrid, 1992, p. 155, que “es
conocido el debate sobre si la publicidad constituye una declaración de voluntad equiparable a una oferta contractual ad
incertam personam, o si se trata más bien de una invitatio ad offerendum o incitación a que por parte del público se
formulen ofertas de contrato. La cuestión es de sumo interés, porque si optamos por la primera posibilidad, entonces
bastará con la aceptación de un destinatario para que se considere perfeccionado el contrato y para que, por tanto, la
publicidad vincule al anunciante; si, por el contrario, entendemos que sólo existe una invitatio ad offerendum, será
necesaria entonces una nueva declaración de voluntad del anunciante, en los mismos términos, posterior a la oferta del
cliente, para que quede vinculado”.
21
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 219. Remate público. — Expresa FONTANARROSA51 que el pregón del martillero es una
verdadera oferta al público y las posturas hechas por los licitantes tienen el significado de una
verdadera aceptación y que, así pues, el contrato de venta en subasta o almoneda se perfecciona
por la aceptación de la oferta del martillero hecha mediante la postura de cada licitante. Solo
que el contrato así concluido queda sometido a la condición resolutoria constituida por la
eventualidad de que otro licitante posterior mejore la postura aumentando el precio ofrecido.
Por nuestra parte, nos adherimos al criterio sustentado por LÓPEZ DE ZAVALÍA52, quien
explica la mecánica del remate de otra manera. El rematador formula una invitación a ofertar,
cada licitante formula una oferta dirigida al martillero, o sea a una persona determinada, y es
este último quien acepta la oferta del mejor postor. No se trata de oferta al público.
§ 220. Ofertas en prospectos y las proposiciones orales al público. — El art. 973 establece:
“La oferta dirigida a personas indeterminadas es considerada como invitación para que hagan
ofertas”. De allí se sigue que si las proposiciones son verbales, cuando el comerciante vocea la
mercadería en la calle, tampoco son obligatorias, en razón de que si las contenidas en una
circular o prospecto escrito no son vinculantes, menos lo va a ser cuando son orales, en que la
indeterminación es mayor53.
§ 221. Artículo en la vidriera con su precio. — Habíamos expuesto el caso de la camisa que
está en la vidriera con su precio, si era una oferta al público o solo una invitación a
ofertar. LÓPEZ DE ZAVALÍA plantea los problemas prácticos que pueden suscitarse si se
considera que se trata de una oferta, porque en tal caso la declaración del cliente de querer
comprar es una aceptación de aquella oferta que concluye el contrato. Si se agotó el stock,
¿estará el comerciante obligado a sacar el artículo de la vidriera y romper el arreglo? Si el único
artículo que tenía ya ha sido vendido, ¿está obligado a demostrar documentadamente al
comprador que ya lo había vendido? ¿Está obligado a vender toda la cantidad de unidades que
49 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 192; MÉLICH-ORSINI, José, Doctrina . . ., ob. cit.,
p. 150.
50
DI MAJO, Adolfo (Estudios sobre el contrato en general, Alpa y otros, Ara Editores, Lima, Perú, 2004, p. 204), señala
que “la oferta al público es distinta de la promesa pública, porque la primera no es obligatoria sino hasta que se produce la
aceptación del destinatario; en cambio, la promesa obliga al promitente desde el mismo momento en que se hace pública.
En buena sustancia, la oferta al público es siempre elemento de un contrato; en cambio, la promesa es un negocio
unilateral, fuente de obligaciones”.
51 FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho comercial argentino, ob. cit., “Parte General”, n° 411, p. 551.
52 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., p. 193.
53 Ibídem, p. 194.
22
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
le sea requerida y quedarse sin stock para satisfacer a otros clientes? Incluso, quedaría
indefenso frente a todos aquellos que pretendieran adquirir sobre la base de un aviso, cuando
se ha producido un alza repentina en los precios 54.
Frente a tales dificultades, se ha expresado que no siempre que se ha aceptado la
propuesta por algún eventual interesado queda formalizado el
contrato. FONTANARROSA55 señala que quien distribuye un catálogo ofreciendo mercaderías no
queda indefinidamente obligado por su oferta, que la oferta va condicionada a la circunstancia
de que el oferente disponga todavía de existencia suficiente de mercadería y que no incurre en
responsabilidad si se hubiera agotado la mercadería o si se hubiera modificado la situación del
mercado, por lo que en tales casos resulta razonable concluir que la aceptación no concluye el
contrato. Sin embargo, como lo puntualiza LÓPEZ DE ZAVALÍA, “una aceptación o es tal y
entonces no puede ser rechazada, o es rechazable y entonces no es aceptación” 56.
§ 222. Ley 24240 de Defensa del Consumidor. — La Ley 24.240 de Defensa del Consumidor
expresamente, en el art. 7º preceptúa acerca de la oferta: “La oferta dirigida a consumidores
potenciales indeterminados, obliga a quien la emite durante el tiempo en que se realice,
debiendo contener la fecha precisa de comienzo y de finalización, así como también sus
modalidades, condiciones o limitaciones. La revocación de la oferta hecha pública es eficaz una
vez que haya sido difundida por medios similares a los empleados para hacerla conocer”.
Asimismo, el art. 8º dispone que “Las precisiones formuladas en la publicidad o en
anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión se tienen por incluidas en el contrato
con el consumidor y obligan al oferente. En los casos en que las ofertas de bienes y servicios se
realicen mediante el sistema de compras telefónicas, por catálogos o por correos, publicados por
cualquier medio de comunicación, deberá figurar el nombre, domicilio y número de CUIT del
oferente”.
En idéntico sentido, el art 1103 establece: “Las precisiones formuladas en la publicidad o
en anuncios prospectos, circulares u otros medios de difusión obligan al oferente y se tienen por
incluidas en el contrato con el consumidor y obligan al oferente”.
Vale decir que para la Ley de Defensa del Consumidor, en los contratos de consumo, la
oferta dirigida a potenciales consumidores indeterminados es vinculante y obliga a quien la
emite por el tiempo en que se realice. De allí que se trata de una oferta y no de una invitación a
ofertar, aunque para ello es preciso que sea completa, porque debe indicar “sus modalidades,
condiciones o limitaciones” y además “contener la fecha precisa de comienzo y de finalización”.
Con relación a esto último consideramos que la falta de indicación del comienzo y
finalización de la oferta no la convierte en invitación a ofertar, porque dicha omisión equivale a
que aquella se encuentra vigente, a la vez que esta exigencia está referida no a la “oferta
contractual” en sentido técnico o jurídico sino económico, a la “oferta” en el sentido de “rebajas”
o de “promociones” que realizan los comercios en determinadas épocas del año 57. Asimismo,
conforme se ha expresado, “para el supuesto de haberse omitido la especificación del
período de duración de las ofertas, las mismas existirán ‘durante todo el tiempo que
permanezcan accesibles al destinatario (comp. Art. 974, 3er párr.)’”58.
54 Ibídem, p. 195.
55
FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho comercial argentino, ob. cit., t. 2, p. 69.
56 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 195.
57
Señala ZETNER, Diego H. (en Manual de Derecho del Consumidor, Rusconi-Coordinador, Abeledo Perrot, Buenos
Aires, 2009, p. 327) que “la LDC constriñe al proveedor a incluir todas las modalidades, condiciones y limitaciones que,
en términos comerciales, corresponden a la oferta emitida”, y que “esto comporta una alteración de los principios de
derecho común, que prescinde de los aspectos accesorios o no esenciales del negocio”.
58
WAJNTRAUB, Javier H., Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Lorenzetti-director, Rubinzal-
Culzoni, Buenos Aires, 2015, T. VI, pág. 280.
23
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
En cambio, con relación a los contratos paritarios, el art. 973 establece: “La oferta dirigida
a personas indeterminadas es considerada como invitación para que hagan ofertas, excepto que
de sus términos o de las circunstancias de su emisión resulte la intención de contratar del
oferente. En este caso se la entiende emitida por el tiempo y en las condiciones admitidas por
los usos”.
§ 223. Conclusiones. — Del régimen normativo vigente surge que la proposición es oferta
solo si se dirige a personas determinadas, por lo que si está dirigida a personas indeterminadas
es invitación a ofertar, cuando se trata de contratos paritarios.
E) LA ACEPTACIÓN
59
El decreto 1798/94 reglamenta el art. 7º, y dispone: “a) En la oferta de bienes o servicios realizada en el lugar
donde los mismos se comercializan se podrá omitir las fechas de comienzo y finalización, en cuyo caso obliga a quien la
emite durante el tiempo en que se realice. La oferta realizada fuera del lugar de comercialización deberá contener siempre
el plazo de su vigencia”.
60
Que no reviste la calidad de proveedor, por faltar el requisito de profesionalidad, en los términos de los art.2 ley 24.240
y 1093 CCyCN.
61
Señala LORENZETTI, Ricardo L., (Consumidores, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2009, p. 134) que, para que la
locación de inmueble sea objeto de una relación de consumo, “naturalmente persiste la necesidad de que estén presentes
los demás elementos: consumidor, proveedor y destino final”.
sostenemos. Sin embargo, aun ubicado en esa posición este autor considera que cuando el destinatario de la
oferta es una persona no fungible, no es oferta sino invitación a ofertar. Al respecto señala este jurista, en
Derecho comercial argentino, ob. cit., t. 2, p. 70: “Desde luego, la oferta al público tiene eficacia como tal respecto
de aquellos contratos en los cuales el intuitus personæ carece de relevancia. Al oferente ha de serle indiferente
la persona del eventual aceptante; o, como se ha dicho alguna vez, este último debe ser una persona
fungible. Por eso, cuando la oferta se refiere a contratos que crean un vínculo de carácter personal (v. gr.,
mandato, sociedad, mutuo, etc.), no ha de entenderse que el oferente se ha propuesto contratar con el primer
venido, sino que ha de presumirse que se trata de una mera invitatio ad offerendum, con reserva, por parte del
anunciante, de su derecho a elegir el que más le convenga entre los eventuales interesados e, inclusive,
rechazarlos a todos”.
24
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 226. Reglas del espejo y de la última palabra. — El destinatario de una oferta no está
obligado a aceptarla, dado que puede hacer una contraoferta, o una invitación a ofertar, o
puede directamente rechazarla. Pero si acepta la oferta, no puede introducir modificaciones,
porque en tal caso no hay aceptación sino una contraoferta o, en su caso, una invitación a
ofertar.
Conforme lo hemos señalado, uno de los requisitos de la aceptación es que debe ser
congruente con la oferta.
a)La exigencia de que exista una total correspondencia entre la oferta y la aceptación se
conoce en el derecho anglosajón como la regla de la imagen en el espejo , y si se introducen
modificaciones de la oferta al aceptar, no hay aceptación, sino que importa la propuesta de un
63 LÓPEZ DE ZAVALÍA (Teoría . . ., ob. cit., p. 202) define la aceptación diciendo: “es un acto jurídico
unilateral, constituido por una expresión de voluntad en principio dirigida al ofertante, y que siendo congruente
con la propuesta, es apta para cerrar el contrato”.
64 DÍEZ-PICAZO, Luis, y GULLÓN, Antonio, Sistema de derecho civil, Tecnos, Madrid, 1995, vol. II, p. 71.
25
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
nuevo contrato, como dice el art. 978. En tal caso, el destinatario de la anterior oferta pasa a
ser ofertante, y el que era ofertante pasa a ser destinatario de la nueva oferta65.
b) Expresa DÍEZ PICAZO que estas reglas han sido objeto de críticas, consistentes en que la
regla de la coincidencia o de la imagen en el espejo permite fundar a veces la pretensión de que
no hay contrato perfeccionado por una no significativa falta de coincidencia; estas reglas
otorgan excesivas ventajas a los vendedores en detrimento de los compradores. Las reglas del
espejo y de la última palabra han dado lugar a complicaciones en los casos de contratación
mediante formularios, que las partes se remiten, sin clara conciencia de la discrepancia que se
produce entre ellas. Se abre entonces la “guerra de los formularios”, y se puede añadir el
supuesto en que las prestaciones han sido total o parcialmente cumplidas. El autor señala que
en estos casos entender que las prestaciones ejecutadas carecen de base contractual traslada
las cosas al terreno de lo absurdo66.
La denominada “guerra de formularios” se da en el caso de colisión entre condiciones
generales, que se presenta en el tráfico entre empresarios que poseen sus propias condiciones
generales y ambos pretenden incorporarlas al contrato, con lo que el contenido contractual no
queda claro cuando dichas condiciones generales sean divergentes.
Aplicando la teoría “del espejo”, cuando el comprador realiza una oferta de compra
remitiéndose a sus propias condiciones generales y el vendedor acepta, remitiéndose a sus
propias condiciones generales, en realidad no hay aceptación, sino una contraoferta en cuanto
su declaración no coincide plenamente con la oferta.
Al respecto, ALFARO ÁGUILA-REAL señala que “no parece razonable pensar que en caso de
colisión entre las condiciones generales de ambas partes, éstas deseen que el contrato no valga,
cuando normalmente ha existido acuerdo sobre los elementos esenciales del contrato y, sobre
todo, ninguna se ha preocupado de ocuparse de rechazar expresamente las condiciones
generales contrarias, supuesto en el que puede considerarse que sí estamos ante auténticas
contraofertas. Por lo tanto, la voluntad de las partes se interpreta correctamente admitiendo
que el contrato ha quedado válidamente celebrado a pesar de la falta de coincidencia entre las
condiciones generales. Estas no pasan a formar parte del contrato, pero el contrato sigue siendo
válido”. Se trata de una nulidad parcial, porque “las condiciones generales contradictorias no
pasan a formar parte del contrato, pero éste sigue siendo válido en lo demás”67.
Sobre esta cuestión los Principios de UNIDROIT establecen en el ARTÍCULO 2.1.22
“(Conflicto entre formularios) Cuando ambas partes utilizan cláusulas estándar y llegan a
un acuerdo excepto en lo que se refiere a dichas cláusulas, el contrato se entenderá
perfeccionado sobre la base de los términos acordados y de lo dispuesto en aquellas
cláusulas estándar que sean sustancialmente comunes, a menos que una de las partes
claramente indique con antelación, o que con posterioridad y sin demora injustificada
informe a la contraparte, que no desea quedar obligada por dicho contrato”.
26
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
68 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, p. 314. El art. 19 de la Convención de Viena establece:
“La respuesta a una oferta que pretenda ser una aceptación y que contenga adiciones, limitaciones u otras
modificaciones se considerará como rechazo de la oferta y constituirá una contraoferta. 2) No obstante, la
respuesta a una oferta que pretenda ser una aceptación y que contenga elementos adicionales o diferentes que
no alteren sustancialmente los de la oferta constituirá aceptación a menos que el oferente, sin demora
injustificada, objete verbalmente la discrepancia o envíe una comunicación en tal sentido. De no hacerlo así, los
términos del contrato serán los de la oferta con las modificaciones contenidas en la aceptación. 3) Se considerará
que los elementos adicionales o diferentes relativos, en particular, el precio, al pago, a la calidad y la cantidad de
mercancías, al lugar y a la fecha de la entrega, al grado de responsabilidad de una parte con respecto a la otra o
a la solución de las controversias alteran sustancialmente los elementos de la oferta”.
69 IBÁÑEZ, Carlos M., El proyecto de unificación y la teoría general del contrato , ED, t. 130, p. 926.
70
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., ps. 207 y siguientes. El análisis está referido al Código
derogado.
27
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Exige que el ofertante comunique de inmediato al aceptante, que admite las modificaciones
propuestas. No basta que el ofertante guarde silencio, como lo proponían los proyectos
anteriores, lo que creaba una gran incertidumbre. Ahora se requiere en caso que haya
modificaciones a la oferta por el aceptante, que el ofertante las admita expresamente de
inmediato, para que el contrato quede concluido con las modificaciones. De lo contrario, el
contrato no se perfecciona.
§ 227. Acuerdo parcial.- El Código Civil y Comercial en el art. art. 982 que establece: “Los
acuerdos parciales de las partes concluyen el contrato si todas ellas, con la formalidad que en
su caso corresponda, expresan su consentimiento sobre los elementos esenciales particulares.
En tal situación, el contrato queda integrado conforme a las reglas del Capitulo 1. En la duda,
el contrato se tiene por no concluido. No se considera acuerdo parcial la extensión de una
minuta o de un borrador respecto de alguno de los elementos o de todos ellos”.
En cuanto al resto del contenido del contrato, sobre el que las partes no se han explicitado,
se integra y completa con las normas legales imperativas y supletorias pertinentes, y los usos y
prácticas del lugar. Al respecto, el art. 964 preceptúa: “El contenido del contrato se integra con:
a) las normas indisponibles, que se aplican en sustitución de las cláusulas incompatibles con
ellas; b) las normas supletorias; c) los usos y prácticas del lugar de celebración, en cuanto sean
aplicables porque hayan sido declarados obligatorios por las partes o porque sean ampliamente
conocidos y regularmente observados en el ámbito en que se celebra el contrato, excepto que su
aplicación sea irrazonable”.
Esto es así, pero sólo en principio. Por ello, se dispone que “en la duda, el contrato se tiene
por no concluido”. Adviértase que los elementos esenciales particulares de un contrato, pueden
determinarse con claridad en los contratos nominados, pero pueden no ser tan claros en los
contratos innominados. Por otra parte, si hay dudas de que el consentimiento se haya
suficientemente explicitado, o cuando las partes continúan discutiendo sobre otros puntos, más
allá de los elementos esenciales particulares, en los que no se ponen de acuerdo, debe tenerse
por no concluido el contrato y que la negociación continúa.
Al respecto, el art. 2.1.13 de los Principios de Unidroit, establece que “cuando en el curso de
las negociaciones una de las partes insiste en que el contrato no se entenderá perfeccionado hasta lograr un
acuerdo sobre asuntos específicos o una forma en particular, el contrato no se considerará perfeccionado
mientras no se llegue a ese acuerdo”.
Asimismo, el art. 982 prescribe que “no se considera acuerdo parcial la extensión de una
minuta o de un borrador respecto de alguno de los elementos o de todos ellos”.
28
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
La minuta es un borrador en el cual las partes van anotando los puntos sobre los cuales se
van poniendo de acuerdo a medida que avanza la negociación. Con la realización de minutas,
las negociaciones continúan abiertas.
Constituye, en definitiva, una cuestión de hecho determinar si un escrito firmado por las
partes es un contrato ya perfeccionado o se trata todavía de una minuta que permanece en la
etapa de las tratativas previas: a) Será solo una minuta si faltan las cláusulas esenciales. b)
También, cuando algunas cláusulas accidentales han sido dejadas para tratarlas con
posterioridad. c) Asimismo, corresponde determinar si las partes han subordinado el
perfeccionamiento del contrato al cumplimiento de una determinada formalidad, como la
elevación a escritura pública del acuerdo, en cuyo caso mientras dicha forma facultativa no se
haya cumplido no habrá contrato formado.
§ 228. Revocación y caducidad. — Una vez que la aceptación ha sido recibida por el
ofertante no puede caducar ni por la muerte o incapacidad sobreviniente de él, atento a que con
la recepción de la aceptación el contrato ya se ha perfeccionado. Hasta antes de ese momento, si
el ofertante o el aceptante fallecen o pierden su capacidad caduca la oferta y, por ende, en su
caso, también la aceptación (art. 976)
“La aceptación puede ser retractada si la comunicación de su retiro es recibida por el
destinatario antes o al mismo tiempo que ella” (art. 981).
29
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
que el contrato se perfecciones sólo entre quienes hubiesen expresado el consentimiento, con
exclusión de los que no han consentido71.
En cambio, en el segundo caso, el contrato se celebra con el que acepte en primer término,
por lo que si hay varias aceptaciones, éstas se realizan bajo la condición suspensiva de que no
haya otra aceptación que sea anterior.
Si el proponente dirige la oferta de objeto único a varios destinatarios en forma autónoma
e independiente, existe una pluralidad de ofertas y se concluyen sendos contratos con todos los
que hubieran aceptado. Por supuesto que, al ser un objeto simple, el ofertante podrá cumplir
con uno solo de los aceptantes y con relación a los demás que también hubieran aceptado
incurrirá en incumplimiento. Por aplicación del art 756 “si varios acreedores reclaman la
misma cosa inmueble prometida por el deudor, son todos de buena fe y a título oneroso, tienen
mejor derecho: a) el que tiene emplazamiento registral y tradición; b) el que ha recibido la
tradición; c) el que tiene emplazamiento registral precedente; d) en los demás supuestos, el que
tiene título de fecha cierta anterior”. A su vez, el art. 757 dispone: “si varios acreedores
reclaman la misma cosa mueble prometida por el deudor, son todos de buena fe y a título
oneroso, tienen mejor derecho: a) el que tiene emplazamiento registral precedente, si se trata
de bienes muebles registrables; b) el que ha recibido la tradición, si fuese no registrable; c) en
los demás supuestos, el que tiene título de fecha cierta anterior”.
Estos principios ceden frente a la regulación especial que puede haber en determinados
contratos, como el supuesto del art. 1547 en la donación y el art. 1326 en el mandato.
c) OFERTA DE OBJETO PLURAL. Cuando la oferta está referida a una pluralidad de objetos,
pueden configurarse tres supuestos diferentes: la oferta divisible, la oferta indivisible y la
oferta alternativa.
La oferta es divisible cuando comprende cosas separables, por ejemplo la venta de dos
caballos a $ 200 cada uno. En tal caso el destinatario puede aceptar ambos caballos ofrecidos,
pero la aceptación de solo uno también concluye el contrato con respecto al que se acepta, y un
rechazo por el otro. Se trata de cosas separables y la aceptación puede ser total o parcial.
71
PITA, Enrique Máximo (en Revista de Derecho Privado y Comunitario, 2016-3, Contratos, Parte General,
p. 232, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, 2017), ha expresado acertadamente que “El epígrafe que precede a la
norma refiere al contrato plurilateral, denominación equívoca en tanto esa categoría tiene un desarrollo
específico en la dogmática contractual y resulta ajena a los casos de partes subjetivamente complejas, en un
contrato que debe ser calificado como estrictamente bilaterales cuanto a su estructura…”. También señala que
“los supuestos de origen legal pueden derivar del régimen del condominio o de la propiedad horizontal. En
cambio, no se subsumen en la situación prevista en el art. 977 del CCC los supuestos de representación
orgánica pues en tal caso no existe, en puridad, una manifestación compleja sino la propia actuación del ente a
través de su órgano representativo, sin perjuicio del previo cumplimiento de las exigencias o conformidades
que se deriven del estatuto o contrato social”.
30
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
La oferta es indivisible cuando recae sobre cosas que no pueden separarse. Así, ante la
oferta de venta de dos caballos a $ 400, la aceptación de uno solo por $ 200 no concluye el
contrato, porque importa una contraoferta y el contrato no queda concluido. En tal caso, el
destinatario de la oferta primitiva pasa a ser ofertante y el anterior ofertante pasa a ser
aceptante si desea celebrar el contrato en las nuevas condiciones propuestas.
En la oferta alternativa, se comprende una pluralidad de objetos, p. ej., la venta de una
cosa o su alquiler, en cuyo caso el destinatario de la oferta, al aceptarla, debe optar por alguno
de los objetos propuestos; en el ejemplo, la venta o el alquiler.
revocación, que se produce cuando el consumidor se arrepiente del contrato dejándolo sin
efecto”72.
§ 234. Especies de contratos entre ausentes. — Los contratos entre ausentes pueden ser de
dos clases:
a) Los denominados contratos entre personas lejanas se caracterizan porque los
contratantes se encuentran en distintos lugares, ya sean próximos o lejanos, pero separados por
una línea de frontera (internacional, provincial o departamental), de manera que cada
contratante se encuentra “ausente” de la jurisdicción en que se encuentra el otro. Vale decir
que la oferta ha sido formulada en un país, provincia o departamento y la aceptación se
manifiesta en otro distinto, lo que lleva a plantearse en cuál de esos lugares se considera que el
contrato se ha perfeccionado.
72
IBÁÑEZ, Carlos M., Extinción unilateral del contrato, Hammurabi, Buenos Aires, 2018, p. 233.
73 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., p. 213.
32
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Asimismo es posible que la oferta sea entre ausentes porque ha sido dirigida por el
ofertante al destinatario que está en otro país, provincia o departamento, y la aceptación
formularse entre presentes, encontrándose el aceptante, en ese momento, frente al ofertante.
Finalmente, es posible que el contrato sea entre ausentes desde el punto de vista del
derecho interprovincial, y entre presentes desde el punto de vista del derecho nacional. Por
ejemplo, la oferta ha sido emitida en Tucumán y la aceptación en Santiago del Estero.
b) La otra clase de contratos entre ausentes son los denominados contratos por
correspondencia, que suponen la utilización de un medio de comunicación que insume un cierto
tiempo desde la exteriorización de la voluntad de cada una de las partes hasta el conocimiento
por la otra.
Desde que se escribe la carta por el ofertante hasta que la conoce el destinatario y desde
que éste escribe la aceptación hasta que la conoce el ofertante, pueden transcurrir varios días o
meses. En este caso, no hay una celebración instantánea del contrato sino que la oferta se
emite en una fecha y la aceptación en otra distinta, lo que conlleva el problema de determinar
en qué día se ha perfeccionado el contrato.
El mismo problema se plantea aun en el caso de que los contratantes se encuentren
comunicados en forma instantánea, por teléfono, fax, télex, e-mails, etc., pero que estén en
lugares con horarios distintos, por ejemplo, uno en la Argentina y el otro en Australia, por lo
que pese a estar contratando simultáneamente, la oferta y la aceptación se formulan en días
distintos.
§ 236. Contratos por teléfono o por otro medio de comunicación instantánea. — Cuando el
contrato se celebra por teléfono o por otro medio de comunicación instantánea entre personas
distantes se ha considerado que debe entenderse realizado entre presentes, en cuanto al
momento de su conclusión, y entre ausentes desde el punto de vista del lugar del perfec-
cionamiento74.
Por nuestra parte compartimos el criterio de LÓPEZ DE ZAVALÍA en el sentido de que a
priori no puede determinarse si el contrato celebrado por teléfono, fax, télex, e-mail, etc., es
entre presentes o entre ausentes, puesto que hay que considerar en cada caso concreto si media
entre ambos contratantes o no un límite territorial o temporal jurídicamente relevante,
susceptible de plantear problemas jurisdiccionales o temporales, según los distintos lugares y
tiempos en que se encuentre cada uno de los contratantes 75.
33
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
76 GARRIDO, Roque F., y ZAGO, Jorge A., Contratos civiles y comerciales. Parte general, Universidad,
Buenos Aires, 1985, p. 133.
34
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 238. Sistema del Código de Vélez. — El Código Civil derogado establecía un sistema
mixto. El principio general era el sistema de la expedición, dado que la aceptación hacía sólo
perfecto el contrato desde que ella se hubiese mandado al proponente. Pero tenía dos
excepciones, en las que seguía el sistema de la información o conocimiento: a) la caducidad de
la oferta por fallecimiento o incapacidad sobreviniente del ofertante antes de haber sabido la
aceptación; y, b) la retractación de la aceptación, que podía tener lugar hasta antes que la
aceptación haya llegado a conocimiento del proponente.
§ 239. Sistema del Código Civil y Comercial.- El art. 980 preceptúa: “La aceptación
perfecciona el contrato: a) entre presentes, cuando es manifestada; b) entre ausentes, si es
recibida por el proponente durante la vigencia de la oferta”.
Este artículo reitera lo establecido en el art. 971, cuando dice que “los contratos se
concluyen con la recepción de la aceptación de una oferta”. Es preciso que la aceptación sea
recibida, que llegue a poder del ofertante.
35
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
correspondencia, se perfecciona cuando la carta que contiene la aceptación llega a poder del
ofertante, cuando éste la recibe. Para que la oferta esté vigente debe haberse perfeccionado, lo
que ocurre a partir de la fecha de su recepción (art. 974, cuarto párrafo) o anterior conocimiento
(art.983), y que no haya sido retirada (art. 975), ni hubiera caducado (art.976).
Pese a la claridad de los arts. 971 y 980, que consagran categóricamente la teoría de la
recepción de la aceptación por el ofertante para el perfeccionamiento del contrato entre
ausentes, el art. 983 provoca perplejidad al cambiar por el sistema de la información o
conocimiento. Este artículo dispone: “A los fines de este Capítulo se considera que la
manifestación de voluntad es recibida por la otra cuando ésta la conoce o debió conocerla,
trátese de comunicación verbal, de recepción en su domicilio de un instrumento pertinente, o de
otro modo útil”.
Una interpretación sería que en caso de que el ofertante conozca la aceptación antes de
haberla recibido, según el art. 983 CCyCN, ese conocimiento equivale a recepción, por lo
que el contrato, en tal caso, queda perfeccionado, no por la recepción, sino por la
información o conocimiento, con lo que modifica el sistema implementado en los arts. 971
y 980. De allí que la aceptación entre ausentes perfecciona el contrato cuando es recibida
por el ofertante, o si ella es conocida por el ofertante antes de ser recibida. En otras
palabras, la recepción o el conocimiento, lo que antes ocurra.
Otra explicación más razonable es que el sistema del Código Civil y Comercial es el de
la recepción, pero se considera tal cuando dicha recepción fue conocida o debió ser
conocida, por ejemplo, el ofertante recibe la aceptación en su oficina un día feriado, por lo
que estaba cerrada, en tal caso debió conocerla el primer día hábil siguiente.
Vale decir, que la teoría del recepción rige en la medida que la aceptación sea
declarativa y expresa, pero si la aceptación es por comportamiento no declarativo, cuando
es una aceptación tácita, por el silencio, presumida por la ley, o sea “por una conducta”
(art.971 CCCN) o “acto que revele conformidad con la oferta” (art.979 CCCN), el contrato
se perfecciona cuando la voluntad del aceptante se “manifiesta” (art. 980, inc.a, CCCN) con
el acto de “ejecución”, aunque no haya comunicación77.
77
Como lo señala DI MAJO, ob. cit., p. 190, “en las relaciones comerciales, especialmente, cuando tienen por
objeto la adquisición y/o provisión de mercaderías cuyos precios resulten de listas o catálogos, o de otras
fuentes, constituye una práctica común que una orden o autorización dirigidas por un comitente a un
comerciante no venga seguida de una respuesta, en el sentido de una adhesión formal a la orden recibida; es
seguida, más bien, por una inmediata ejecución (de la orden)”.
37
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
CAPÍTULO
RESPONSABILIDAD PRECONTRACTUAL
§ 240. Nociones previas. — Durante el período de formación del contrato una de las partes
puede incurrir en un comportamiento que provoque la nulidad del contrato que se había
celebrado, o puede ocurrir que el contrato no llegue a perfeccionarse porque una de las partes
se retire de las tratativas que estaban desarrollándose, y que como consecuencia de ello la otra
parte sufre un daño. En tal caso, se plantea la cuestión de determinar si corresponde que esta
última tenga derecho a ser indemnizada.
Por ejemplo, si una de las partes oculta durante las tratativas una información o
circunstancias que determinan luego la no celebración del contrato, como sería si uno de los
intervinientes oculta su incapacidad de hecho y una vez conocida dicha circunstancia por la
otra, el contrato no se celebra. O cuando una de las partes incurre en error, o actúa con dolo o
violencia provocando un vicio de voluntad en la otra, que causa la nulidad del contrato. Cuando
una persona sin tener intenciones de contratar entra en negociación con otra para impedir que
contrate con un tercero o para obtener alguna información de aquella. O cuando no tiene
propósito de contratar y se retira de la negociación sin expresar motivo justificado 78. Asimismo,
es posible que durante el período precontractual concurran ciertos sucesos imprevistos, como el
fallecimiento o incapacidad sobreviniente de las partes que incidan en que el contrato no llegue
a perfeccionarse.
Si se afirma que el damnificado tiene derecho a ser indemnizado, ello implica sostener la
existencia de un supuesto de responsabilidad civil precontractual.
38
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
El primer autor que habló de la culpa en la etapa de la formación del contrato ha sido
Ihering, en su célebre monografía titulada “De la culpa in contrahendo o de los daños e
intereses en las convenciones nulas o que no han sido perfeccionadas ”, publicada en sus Oevres
choisies, en 1860.
La doctrina de Ihering tuvo una importante repercusión, a tal punto que aún en la
actualidad sigue constituyendo el punto de partida ineludible para todo autor que intente
abordar el tema de la responsabilidad precontractual.
Ihering se planteaba –entre otros– el caso de una persona que habiendo solicitado el envío
de 100 libras de una determinada mercadería, al hacer el pedido, por un lapsus, confunde el
signo “libra” con el de quintal. La otra parte, al leer que se le requieren 100 quintales, le envía
dicha cantidad. El contrato puede ser anulado por adolecer de error obstativo esencial
demostrándose la existencia del vicio de la voluntad, porque el comprador sólo quería 100 libras
y no 100 quintales. Pero se pregunta Ihering: ¿quién responde por los fletes, embalaje y demás
gastos de expedición en que ha incurrido el otro contratante? Resulta justo que el que envió la
mercadería tenga derecho a ser indemnizado de los perjuicios sufridos.
La doctrina tradicional deja sin respuesta al interrogante, porque el damnificado no tenía
la acción contractual en razón de ser nulo el contrato, tampoco tenía la actio doli porque no
había incurrido en dolo sino en error, ni tampoco la actio legis aquilæ, puesto que el caso no
encajaba en ninguno de los casos contemplados en la ley Aquilia, que supone un daño visible
causado a objetos exteriores. Ihering analizaba la cuestión sobre la base de las leyes romanas
que regían en Alemania antes de la sanción del BGB.
Sin embargo, no podía decirse que el damnificado no disponga de ninguna acción, y que la
parte que había incurrido en culpa quedara indemne, mientras la parte inocente sea víctima de
la negligencia de la otra sin lograr ninguna satisfacción.
De los casos que se planteaba Ihering, se advierte como puntos comunes que la culpa se
había cometido en el período previo a la formación del contrato y que una de las partes había
sufrido un daño como consecuencia de una acción de la otra “mientras se contraía la relación
contractual”. Por ello se habla de la “culpa in contrahendo” (mientras se contraía la
obligación)79.
Ihering encuentra algunos textos romanos que contemplaban la hipótesis de venta de
cosas extra comercio, conociendo el vendedor dicha circunstancia y no la comunica al
comprador, quien contrata en la creencia de que se trata de cosas “intra commercium”. En tal
caso “los textos conceden al contratante de buena fe una actio empti dirigida a proporcionarle el
id quod interest”80. De esa manera generaliza la solución, que para casos concretos en que el
contrato era nulo por culpa del vendedor se le otorgaba al damnificado la acción del contrato
para obtener la reparación de los daños que la nulidad le originaba, razonando que lo que es
cierto para el vendedor, también debe serlo para el comprador, y lo que es cierto en la
compraventa lo es para los otros contratos81. La tesis de Ihering consiste en lo siguiente:
1) Las partes en la formación del contrato deben actuar con debida diligencia para celebrar
un contrato válido. La parte que en la conclusión de un contrato no emplea la diligencia debida
incurre en culpa, por eso se denomina “culpa in contrahendo”.
2) El deber de las partes de obrar con la debida diligencia no necesita estar estipulado
expresamente porque la ley la presume, existe un pacto tácito de garantía, que entra a
funcionar cuando el contrato se anula.
3) La obligación de obrar con debida diligencia comienza a funcionar a partir de la emisión
de la oferta, y en la medida en que ésta fuera aceptada. Las meras tratativas anteriores a la
oferta, para Ihering, no son susceptibles de originar responsabilidad civil basada en esta
especie de culpa.
79
Cfr. BREBBIA, Roberto H., Responsabilidad precontractual, La Rocca, Buenos Aires, 1987, p. 48.
80 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, p. 271.
81
Cfr. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 283.
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CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
40
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Se considera que el retiro ha sido intempestivo cuando una de las partes se ha retirado de
las negociaciones poniendo fin a las tratativas sin que estas hayan seguido su curso normal, las
que deberían culminar con un resultado positivo o negativo, ya sea en el perfeccionamiento del
contrato o, en su caso, en la ruptura definitiva por falta de acuerdo. De allí que si antes de que
se arribe a dicho resultado, una de las partes se retira frustrando el avance normal de la
negociación, dicho retiro debe ser considerado intempestivo.
Para Fagella el fundamento de la responsabilidad precontractual no es la noción de culpa,
como sostenía Ihering, sino la violación del acuerdo concluido expresa o tácitamente entre las
partes para entablar negociaciones. No es preciso que se hubiera actuado con culpa o dolo,
puesto que basta la separación arbitraria de las tratativas, sin motivos o justificación, para que
surja la responsabilidad. No se trata de que exista obligación de contratar, sino de llevar
adelante la negociación hasta su finalización, con la celebración o no del contrato.
Decía Fagella que “en el consentimiento para tratar la formación de un contrato existe un
acuerdo sobre esto: que se elabore un proyecto hasta que se llegue a la conclusión del vínculo
jurídico o al punto en que, por la contrariedad de los intereses y por el resultado de las
discusiones, ya no sea posible el acuerdo. Ahora bien, el desistimiento puro y simple, sin que los
tratos previos hayan tenido su desarrollo y su resultado positivo o negativo, importa la
violación de ese acuerdo precontractual tácito, y tal violación torna arbitrario e intempestivo el
desistimiento”87.
El resarcimiento por ruptura intempestiva de las negociaciones se debe limitar a los gastos
reales efectuados con motivo de ellas, porque si existía un acuerdo para entablar negociaciones
y basándose en él alguna de las partes incurre en la realización de gastos preparatorios, si la
otra parte se retira intempestivamente frustrando el avance de las negociaciones, el que
incurrió en gastos tiene derecho a ser indemnizado.
87 Fagella, citado por FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho comercial argentino, ob. cit., t. 2, p. 56.
88 Cfr. BREBBIA, Roberto H., Responsabilidad precontractual, p. 56.
89 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, p. 275.
41
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
caducidad de la oferta por la muerte o incapacidad sobreviniente del ofertante aun cuando en
este supuesto también existe responsabilidad90.
91 Ibídem, p. 290.
92 SPOTA, Alberto G., Instituciones de derecho civil, vol. I, “Contratos”, Depalma, Buenos Aires, 1980,
p. 310.
93
DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, p. 275.
94 Al respecto sostiene LÓPEZ DE ZAVALÍA (Teoría . . ., ob. cit., p. 290) que “conviene no abusar del principio
del abuso del derecho”.
95 LARENZ, Karl, Derecho de obligaciones, ob. cit., t. I, p. 107.
42
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
que, como lo señala LÓPEZ DE ZAVALÍA, si así no fuera, habría que cerrar el Código y resolver los
casos con arreglo a la sola aplicación de los principios de la buena fe 96.
Sin perjuicio de ello, la buena fe en la etapa de la celebración de los contratos impone a las
partes ciertos deberes cuyo incumplimiento genera responsabilidades concretas (art. 992).
§ 245. Contratos nulos. — Los supuestos de nulidad del contrato por diversas causales
están expresamente contemplados en nuestro ordenamiento jurídico, estableciéndose el
régimen, los efectos y las responsabilidades emergentes. De allí que no ofrece mayores
dificultades la determinación de la responsabilidad civil derivada de la celebración de un
contrato nulo.
Se trata de una responsabilidad de naturaleza extracontractual, que consagra el art. 391
del Cód. Civil y Comercial en cuanto preceptúa: “Los actos jurídicos nulos, aunque no
produzcan los efectos de los actos válidos, dan lugar en su caso a las consecuencias de los
hechos en general y a las reparaciones que correspondan”.
97 Loc. cit.
98 ALTERINI, Atilio A., Contratos . . ., ob. cit., p. 345.
99 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, p. 276.
43
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
En forma expresa la norma legal determina que los actos anulados producen los efectos de
los hechos en general, estableciendo la responsabilidad extracontractual.
Para que opere la responsabilidad es preciso que se hubiera declarado la nulidad del
contrato, sin importar que se trate de un supuesto de nulidad manifiesta o no manifiesta, ni
que la nulidad sea absoluta o relativa, pero debe ser imputable al dolo o culpa de una de las
partes. Sin perjuicio de la regla general establecida en el citado artículo, se contemplan
asimismo los distintos supuestos de nulidades en particular.
b) NULIDAD POR INIDONEIDAD DEL OBJETO. El art. 1130 establece: “Si la venta es de cosa
cierta que ha dejado de existir al tiempo de perfeccionarse el contrato, éste no produce efecto
alguno…”. La responsabilidad en este caso es objetiva, “por el solo hecho de que se produzca la
situación prevista por la ley, con exclusión de la idea de culpa”100.
d) NULIDAD POR FALTA DE LAS FORMAS IMPUESTAS. Si el contrato se anula por defectos
formales en los casos en que éste es solemne (art. 969, primer párrafo), la nulidad no genera
responsabilidad toda vez que las formas se encuentran establecidas en la ley y ninguna de las
partes podría alegar la ignorancia del derecho (art. 8, Cód. Civ. y Com.)101.
e) NULIDAD POR VICIOS DE LA VOLUNTAD. Cuando el contrato se anula por error, dolo o
violencia, el causante del vicio de la voluntad debe indemnizar a la otra parte (arts. 391, 275 y
278).
a) CADUCIDAD DE LA OFERTA. El art. 976, segundo párrafo, dispone: “El que aceptó la oferta
ignorando la muerte o incapacidad del oferente, y que a consecuencia de su aceptación ha hecho
gastos o sufrido pérdidas, tiene derecho a reclamar su reparación ”.
Si se produce la caducidad de la oferta por la muerte o incapacidad sobreviniente del
proponente, como lo preceptúa el art. 976, y el destinatario hubiera aceptado y hecho gastos
ignorando la caducidad, tiene derecho a ser indemnizado.
En este supuesto la responsabilidad tiene un fundamento legal en la norma del art. 976
que la establece, sin que pueda suponerse ninguna idea de culpa en el supuesto de hecho allí
contemplado. El factor atributivo de responsabilidad no es subjetivo, sino objetivo.
b) LA OFERTA IRREVOCABLE. Una vez que la oferta ha sido recibida por el destinatario, se
torna irrevocable (art.975).
De allí que si el ofertante, pese a que ya no puede revocar la oferta, celebra el contrato con
otra persona, y con posterioridad sobreviene la aceptación del primer destinatario, se habrá
44
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
102 En igual sentido, ALTERINI (Contratos . . ., ob. cit., p. 347), quien señala que “la obligación asumida
unilateralmente por el ofertante da lugar a que, cuando se produce la aceptación oportuna de la otra parte, se
cierra el circuito del contrato, con todas sus consecuencias: el oferente debe satisfacer al acreedor en los
términos resultantes del contrato (arts. 725, 505, incs. 1 y 2, Cód. Civ.), e indemnizar en caso contrario (art. 505,
inc. 3)”.
Ídem, APARICIO (Contratos, ob. cit., p. 380), quien expresa al respecto que “la tempestiva aceptación,
perfecciona el contrato, malgrado la revocación inoperante. La responsabilidad que se origina, concluido el
contrato, es, pues, por incumplimiento y de índole contractual”.
45
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Es por ello que, si desde un comienzo la parte no tiene interés en la contratación, carece de
todo sentido la pretensión de que continúe el desarrollo de las tratativas hasta el final, para
solo en ese momento rechazar la oferta que le sea formulada, como propicia Fagella, perdiendo
el tiempo y haciendo incurrir en mayores gastos a la otra parte. Desde que no tiene interés en
el contrato, la parte puede retirarse sin ninguna responsabilidad.
Como dice LÓPEZ DE ZAVALÍA, “el que entra en tratativas, sabe que ellas pueden fracasar, y
hace sus cálculos. Obra, sabiendo, o debiendo saber, cuáles son las consecuencias posibles. Sin
duda que su tiempo es precioso, y dignos de consideración los gastos que haya hecho; pero
también es precioso el tiempo del otro tratante, el que no tiene por qué seguir perdiéndolo
hasta llegar al resultado negativo, ni tampoco tiene por qué verse obligado a hacer gastos para
seguir con las tratativas”103.
Por nuestra parte, consideramos que cada parte soporta el daño que eventualmente derive
de la frustración de su esperanza a contratar, pues debe saber que puede o no cumplirse.
De la misma manera que el boxeador se expone voluntariamente a ser golpeado en un
match de boxeo, las partes que entran en una negociación también voluntariamente asumen el
riesgo de soportar daños para el caso de no concretarse el contrato.
b) La ausencia de responsabilidad se da en el supuesto que la parte se retire de la
negociación actuando de buena fe. “La buena fe es también eximente de responsabilidad,
porque si hay buena fe no hay culpabilidad en el obrar”104.
Pero existen casos en los cuales existe responsabilidad por hecho de la ruptura de la
negociación, cuando una parte había creado la confianza en la otra de que el contrato sería
celebrado, y luego de manera injustificada se retira de la negociación, sin que exista culpa de
esta última. También puede haber responsabilidad por la aplicación de otros principios.
46
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Siguiendo las enseñanzas de DÍEZ PICAZO106, podemos puntualizar que los elementos de
este supuesto de hecho son:
1) la creación de una razonable confianza en la conclusión del contrato;
2) el carácter injustificado de la ruptura de las conversaciones o negociaciones;
3) la producción de un daño en el patrimonio de una de las partes, y
4) la relación de causalidad entre este daño y la confianza suscitada.
Señala DÍEZ PICAZO que cuando las conversaciones han alcanzado un cierto grado de
desarrollo y se encuentran avanzadas, valorándose el comportamiento de las partes, implica la
creación de una situación de confianza de que el contrato será concluido; por ejemplo, si el que
pretende ser locatario de unos locales pide al propietario la realización de obras para ade-
cuarlos al fin perseguido, o cuando una de las partes le comunica a la otra la realización de
dichos trabajos y esta última guarda silencio.
Asimismo, la ruptura de las negociaciones debe ser injustificada, para lo cual habrá de
valorarse si la situación de confianza se había creado, considerando los deberes de buena fe y
de lealtad y con lo que razonablemente puede esperarse de personas colocadas en situación
semejante.
Sobre la base de estas pautas se considera justificada la ruptura por la enfermedad
sobrevenida del que pretendía ser locatario para llevar a cabo una actividad de carácter
personal en el local, o cuando reclama la nueva redacción de una cláusula ambigua y la petición
es rechazada, o cuando objetivamente existe ocasión de hacer un mejor negocio o existe una
mejor oferta, en cuyo caso los deberes de lealtad y de buena fe obligan solamente a comunicar
estas circunstancias a la otra parte, para que decida si puede o no ajustar sus propuestas a la
nueva situación107.
Finalmente, para la existencia de la responsabilidad precontractual es preciso la
producción del daño y la relación de causalidad entre el daño y la confianza. De allí que no son
resarcibles los gastos especulativos o que constituyen un riesgo implícito en todo negocio, o los
gastos espontáneos, que son lo que de igual forma habría que realizar para iniciar las
negociaciones.
a) MALA FE. Existe responsabilidad cuando hay mala fe en una de las partes, que en
realidad entró en la negociación sin tener intención de contratar e intencionalmente hace
perder tiempo a la otra parte ocasionándole daño. Conforme se ha expresado por BENATTI108,
“surge responsabilidad por ruptura o abandono de las negociaciones previas cuando alguna de
las partes continúa las conversaciones y los tratos sabiendo que no llegará a concretar el
negocio”.
106 DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos . . ., ob. cit., t. I, ps. 278 y 279.
107
Expresa STIGLITZ, en Código Civil y Comercial de la Nación Comentado, Lorenzetti-director, T.V, pág. 668,
que “pareciera que el punto de equilibrio deseable se hallará, si es que se acepta que la ruptura de las tratativas genera
responsabilidad, sólo cuando es injustificada y arbitraria, o sea, cuando se halle sujeta a una justa causa que legitime el
ejercicio de la libertad de no contratar como, por ejemplo, lo sería buscar una mejor ocasión, o mejores condiciones en
punto al precio o diferimiento en el pago o en las aptitudes (calidad) de la cosa o del bien objeto del contrato, o cuando en
pleno período de negociaciones sobrevienen circunstancias ajenas a las partes y que alteran sustancialmente la relación de
equilibrio existente al tiempo del comienzo de las negociaciones, etcétera. En estos supuestos no se advierte incorrección,
deslealtad, ni mala fe, por lo que, debidamente anoticiada la otra parte de las razones por las cuales se dan por finalizadas
las tratativas, no hay causa alguna que justifique una pretensión resarcitoria”. En igual sentido, CARAMELO, Gustavo,
ob. cit., pág. 72.
108
BENATTI, La responsabilità precontrattuale, citado por FONTANARROSA, Rodolfo O., Derecho
comercial argentino, ob. cit., t. 2, p. 57.
47
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Vale decir que el fundamento de la responsabilidad en este caso no es la buena fe, porque
si frente a una propuesta de contrato una parte se interesa y entra en la negociación y en el
curso advierte de buena fe que en realidad el negocio no le interesa o no le conviene y se retira
de las tratativas, por el solo hecho del retiro no puede tener responsabilidad, ni ser calificada la
ruptura como arbitraria o injustificada, incluso aun cuando no exprese motivo alguno para no
contratar.
Distinto es el caso en que actúa de mala fe, cuando desde el momento inicial y sin ninguna
intención de contratar, de mala fe y con dolo, con el propósito de hacerle perder el tiempo o de
obtener alguna información o para impedir que contrate con un tercero, etc., entretiene a la
otra parte y luego se retira de las tratativas.
En tal caso existe responsabilidad, pero no derivada del hecho de no contratar sino de la
mala fe o dolo, que convierte en ilícita a su conducta 109.
b) ACTO ILÍCITO. Por cierto que si durante las tratativas una de las partes sufre un daño
por un acto ilícito, ya sea por la comisión de un delito o cuasidelito de la otra parte, existirá
responsabilidad de naturaleza extracontractual, consecuencia del acto ilícito cometido y no del
retiro de la negociación.
Supóngase el caso en que una de las partes, al retirarse de las tratativas, injuria o
calumnia a la otra: hay responsabilidad por el delito cometido; o cuando, probándose un
automóvil ofrecido en venta, se sufre un siniestro que provoca lesiones a la otra parte, también
existe responsabilidad extracontractual, pero no por la ruptura de las negociaciones.
c) ENRIQUECIMIENTO SIN CAUSA. Si una de las partes durante las tratativas ha efectuado
gastos que redundaron en beneficio de la otra, y luego el contrato no se celebra, tiene derecho a
reclamar el pago de dichos gastos, porque de lo contrario se produciría un enriquecimiento sin
causa.
§ 249. Deberes que impone la buena fe en la celebración del contrato. — El artículo 961
establece que los contratos deben celebrarse de buena fe, y el art. 991 prescribe que “durante
las tratativas preliminares, y aunque no se haya formulado una oferta, las partes deben obrar
de buena fe para no frustrarlas injustificadamente…”.
De allí que en la etapa de la celebración del contrato las partes deben actuar de buena
fe. El principio de buena fe impone ciertos deberes que deben observar las partes mientras
celebran un contrato y cuya inobservancia acarrea responsabilidades. No son responsabilidades
por la negativa a contratar sino por no respetarse los deberes de buena fe en la etapa pre-
contractual.
109
Principios de Unidroit, dispone: “ARTÍCULO 2.1.15 (Negociaciones de mala fe) (1) Las partes tienen plena
libertad para negociar los términos de un contrato y no son responsables por el fracaso en alcanzar un acuerdo. (2) Sin
embargo, la parte que negocia o interrumpe las negociaciones de mala fe es responsable por los daños y perjuicios
causados a la otra parte. (3) En particular, se considera mala fe que una parte entre en o continúe negociaciones cuando al
mismo tiempo tiene la intención de no llegar a un acuerdo”.
48
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
de Córdoba, 2000, t. II, p. 49, citando a Terre, Simler y Lequette, expresa: “En una sociedad de hombres libres y
responsables, es natural que cada uno cuide sus propios intereses sin esperar la ayuda ajena. Pero, al mismo
tiempo, la lealtad (la buena fe) que debe presidir la formación de las relaciones contractuales, parece determinar
que cuando una persona posee información sobre el contrato que se está en trance de celebrar, de tal naturaleza
que es capaz de influir en la elección o en la decisión de su ‘partenaire’, ella debe comunicarla
espontáneamente. Según las épocas, el acento está puesto en una o en otra de las consideraciones que
anteceden. Durante largo tiempo se ha presumido la capacidad y la aptitud del individuo para informarse por sí,
y para bastarse a sí mismo en lo relativo a las opciones que se le ofrecen para contratar. Conocido es el adagio ‘el
acreedor debe ser curioso’, esto es, cada uno tiene el deber de informarse por sí propio. Pero a partir de la mitad
del siglo XX, una corriente de pensamiento más atenta a los débiles, más proclive a reducir las desigualdades, ha
modificado el equilibrio a favor de aquellos cuya capacidad de información aparece limitada”.
113 APARICIO, Juan M., Contratos, ob. cit., p. 367.
114 ORTI VALLEJO, “Naturaleza y caracteres del derecho a la información”, en BERCOVITZ RODRÍGUEZ-
CANO, Rodrigo, y SALAS HERNÁNDEZ, Javier (coords.), Comentarios a la Ley General para la Defensa de los
Consumidores y Usuarios, Civitas, Madrid, 1992, p. 407.
49
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
La ley 24240 (reformada por la ley 26361) establece en el art. 4º que “El proveedor está
obligado a suministrar al consumidor en forma cierta, clara y detallada todo lo relacionado con
las características esenciales de los bienes y servicios que provee, y las condiciones de su
comercialización. La información debe ser siempre gratuita para el consumidor y proporcionada
con claridad necesaria que permita su comprensión”.
Conforme lo puntualiza ORTI VALLEJO115, el fundamento del derecho del consumidor a ser
informado reside en la desigualdad y desequilibrio entre éstos y los profesionales que conocen
los bienes y servicios que colocan en el mercado, mientras que “los consumidores son, en su
gran mayoría, incapaces de juzgar por adelantado, de comparar entre ellos y de conocer los
riesgos que su uso puede comportar y las medidas a adoptar para evitarlos”.
En cuanto al objetivo del derecho a la información, es “facilitar que el consentimiento que
presta al contratar un producto o servicio haya sido formado clara y reflexivamente” y que
“adquirido el producto o contratado el servicio, el consumidor o usuario ha de ser informado
sobre el modo de empleo, en orden a obtener la mayor utilidad y en el caso de que lo contratado
sean productos o servicios peligrosos, recibir instrucciones que prevengan el riesgo”. En
consecuencia, “dos son los fines del derecho a la información del consumidor: 1) protección del
consentimiento; 2) satisfactoria utilización del producto o servicio”. La información debe ser
cierta, clara, objetiva, detallada, eficaz y suficiente.
CASIELLO señala que debe distinguirse entre el deber de información, que tiene por objeto
hechos objetivos, y el deber de consejo, que tiende a orientar a la otra parte y el deber de
advertencia cuando se trata de productos peligrosos, que establece el art. 6º, LDC. Si no se
cumple con el deber de información, el art. 37 de la ley 24240 establece: “En caso que el
oferente viole el deber de buena fe en la etapa previa a la conclusión del contrato o en su
celebración o transgreda el deber de información o la legislación de defensa de la competencia o
de lealtad comercial, el consumidor tendrá derecho a demandar la nulidad del contrato o la de
una o más cláusulas. Cuando el juez declare la nulidad parcial, simultáneamente integrará el
contrato, si ello fuera necesario”.
La violación de guardar el secreto puede hacer incurrir en los delitos penales de violación
de secreto, sin perjuicio de la responsabilidad civil por infracción al principio de buena fe 116.
50
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
confianza, la instigación a la infracción y adquisición de información no divulgada por terceros que supieran o no, por
negligencia grave, que la adquisición implicaba tales prácticas. ARTICULO 2°- La presente ley se aplicará a la
información que conste en documentos, medios electrónicos o magnéticos, discos ópticos, microfilmes, películas u otros
elementos similares. ARTICULO 3°- Toda persona que con motivo de su trabajo, empleo, cargo, puesto, desempeño de su
profesión o relación de negocios, tenga acceso a una información que reúna las condiciones enumeradas en el artículo 1° y
sobre cuya confidencialidad se los haya prevenido, deberá abstenerse de usarla y de revelarla sin causa justificada o sin
consentimiento de la persona que guarda dicha información o de su usuario autorizado. II Protección de la información
solicitada por la autoridad sanitaria como requisito…”.
117
El Código Europeo de los Contratos, de la Academia de Pavía, establece: “Art. 8. Deber de reserva. 1. Las partes
tienen el deber de hacer un uso reservado de las informaciones que obtengan confidencialmente durante el desarrollo de
los tratos preliminares. 2. La parte que no respete este deber está obligada a reparar el daño sufrido por la otra y si,
además, ha obtenido una ventaja indebida de la información confidencial, está obligada a indemnizar a la otra parte en la
medida de su propio enriquecimiento”.
En un sentido similar los Principios de Unidroit, disponen: ARTÍCULO 2.1.16 (Deber de confidencialidad) Si una de las
partes proporciona información como confidencial durante el curso de las negociaciones, la otra tiene el deber de no
revelarla ni utilizarla injustificadamente en provecho propio, independientemente de que con posterioridad se perfeccione
o no el contrato. Cuando fuere apropiado, la responsabilidad derivada del incumplimiento de esta obligación podrá incluir
una compensación basada en el beneficio recibido por la otra parte.
118 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., p. 302.
51
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
CAPÍTULO
CONTRATOS PREVIOS
A) CONTRATOS PREPARATORIOS
§ 168. Contratos tipo. — Son contratos con contenido preordenado para contrataciones
futuras, con la particularidad de que la preordenación no es obra de una sola parte pre-
disponente, sino que ha sido “elaborada por la común discusión de dos entidades
representativas de los respectivos intereses”119.
Se trata de una “reglamentación de origen bilateral, susceptible de ser discutida y
destinada a aplicarse en el futuro a los negocios a celebrarse” 120. El contrato tipo se exterioriza
en formularios o modelos, también se denominan contratos standard, uniforme o redactado
mediante formularios.
§ 169. Contratos normativos. — Son los acuerdos creadores de normas jurídicas generales
y abstractas para regular imperativamente el contenido de futuros contratos. Son ejemplos de
119
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., t. I, p. 118.
120 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos, ob. cit., p. 141, donde los denomina “contratos reglamentarios”.
52
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
B) EL CONTRATO PRELIMINAR
§ 170. Concepto. — Si el contrato previo, además de fijar el contenido del futuro contrato,
obliga a su celebración, limitando tanto la libertad de conclusión, como la de configuración, es
un contrato preliminar.
El contrato preliminar es aquel en el que las partes asumen la obligación, ya sea ambas o
solo una de ellas, de concluir posteriormente otro contrato, que por diversos motivos deciden no
celebrarlo en ese momento, sino en el futuro.
El contrato preliminar obliga a contratar, a celebrar un determinado contrato, y además,
obliga a hacerlo con un determinado contenido. Por ello, se dispone: “Los contratos
preliminares deben contener el acuerdo sobre los elementos esenciales particulares que
identifiquen el contrato futuro definitivo” (art. 994, primera parte).
El Código Civil y Comercial contempla un plazo en el que debe celebrarse el contrato
previsto. Al respecto, dispone: “El plazo de vigencia de las promesas previstas en esta Sección
es de un año, o el menor que convengan las partes, quienes pueden renovarlo a su vencimiento”
(art. 994, segunda parte).
Se trata de un plazo de caducidad, a cuyo vencimiento, si el contrato previsto no se celebra,
queda sin efecto el preliminar. Las partes pueden pactar el plazo de vigencia del contrato de
promesa, pero si no lo indican, la ley dispone que el plazo es de un año, aclarando que las
parten pueden fijan un plazo menor, y que también renovarlo a su vencimiento.
Supóngase que una persona quiere comprar a otra un inmueble, y que el precio sería
abonado con un préstamo bancario. La entidad financiera requiere la suscripción de un
contrato de promesa entre las partes, por un plazo 60 días, a los fines de dar curso al trámite
del préstamo solicitado. Si el plazo vence sin que el mutuo hubiera sido concedido, el contrato
de promesa queda sin efecto, al caducar el plazo de su vigencia.
En la terminología del Código Civil y Comercial, el contrato preliminar es un género que
abarca dos especies: a) el contrato de promesa o promesa de contrato; y b) el contrato de opción.
53
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
En estos casos, las partes celebran un contrato actual, por el cual (una o ambas) se obligan
a concluir un contrato futuro, cuyo contenido está determinado en aquel.
La nomenclatura es muy variada: se habla de contrato de promesa o promesa de contrato,
pactum de contrahendo o pactum de inuendo contractu , precontrato, antecontrato, contrato
preliminar, etcétera.
Una definición completa ha sido brindada por LÓPEZ DE ZAVALÍA, quien señala que “el
preliminar es un contrato (puro o condicional) jurídicamente contingente, que obliga a la
conclusión de otro contrato (definitivo o preliminar) que regulará los intereses de las mismas
partes sustanciales”121.
El Código Civil y Comercial preceptúa: “Las partes pueden pactar la obligación de celebrar
un contrato futuro” (art. 995, primera parte), con lo que se limita la libertad de conclusión,
porque obliga a contratar.
121 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría de los contratos, “Parte General”, Zavalia, Buenos Aires, 1997,
t. 1, p. 151.
122 ROCA SASTRE, Ramón M., Estudios de derecho privado, “Revista de Derecho Privado”, Madrid, 1948,
54
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
bases del contrato definitivo, lo que demostraría que no era un preliminar sino solo tratativas
previas o proyectos.
Dice DÍEZ PICAZO que “el precontrato de Roca Sastre se asemeja más a los acuerdos de
intenciones o contratos rectores de la fase de negociación, en los que las partes bosquejan o
establecen el perfil del contrato y se obligan a negociar, aunque conservando su libertad
respecto de la decisión final, a diferencia de lo que la doctrina ha venido llamando precontratos,
en los que la obligación contractualmente asumida existe ya” 126.
Precisamente, en este sentido, el Código Civil y Comercial dispone que “los contratos
preliminares deben contener el acuerdo sobre los elementos esenciales particulares que
identifiquen el contrato futuro definitivo” (art. 994 primera parte).
Esto determina que el contrato preliminar limita, no solo la libertad de conclusión, sino
también la libertad de configuración, porque el contrato previsto debe ajustarse en su contenido
a lo establecido en el contrato de promesa.
126
DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos del derecho civil patrimonial, Civitas, Madrid, 1996, t. I, p. 334.
127 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., t. 1, p. 153.
55
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 175. Objeto. — El contrato de promesa tiene por objeto la realización de otro contrato,
que es el contrato previsto. Por lo tanto, el contenido de la promesa es distinto al del contrato
previsto, siendo su objeto una obligación de hacer: celebrar otro contrato, prestando un nuevo
consentimiento contractual. Por ello, el art. 995 (concordante con el art. 1018, primera parte),
establece que “es aplicable el régimen de las obligaciones de hacer”.
Como señala DÍEZ PICAZO, “se trata de un iter negocial complejo, de formación sucesiva,
que deviene a través de dos fases o etapas. La relación jurídica inter partes posee una clara
unidad funcional. Sin embargo, la vinculación existente entre las partes se produce, en una y
otra etapa o fase, con diferente alcance y con un diferente contenido”128.
Se ha expresado que el efecto de la promesa “es siempre el dar lugar a una obligación de
hacer, o sea, de prestarse a la estipulación del futuro contrato definitivo, esto es, a desarrollar
una actividad determinada, por lo que el preliminar no puede –por definición– ser traslativo o
constitutivo de derechos” y que “el preliminar, cuando ha dado lugar al contrato definitivo, casi
siempre agota su razón de ser; y al agotarla, automáticamente deja de tener efecto, es decir, se
extingue”129.
El contrato previsto puede ser el contrato definitivo, pero nada impide que se celebre otro
contrato de promesa de segundo grado que a su vez tenga por objeto la celebración del contrato
definitivo.
56
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
En este sentido, la situación del contratante que tiene la facultad unilateral de exigir a la
otra la conclusión del contrato previsto, sin que esta última pueda oponerse, es muy similar al
destinatario de una oferta irrevocable, en la cual el ofertante debe mantener la oferta y su
destinatario tiene la facultad de aceptarla o no.
Tanto el contratante no obligado en la promesa unilateral y el destinatario de la oferta
irrevocable gozan de la facultad de concluir el contrato o de no concluirlo por su sola voluntad.
La diferencia consiste en que tratándose de un contrato de promesa unilateral, si el
contratante facultado decide concluir el contrato, deberá celebrarse un nuevo contrato, con sus
respectivas oferta y aceptación.
En cambio, si la voluntad del destinatario de la oferta irrevocable es concluir el contrato,
bastará que acepte la oferta.
En el contrato de promesa unilateral hay una situación de desequilibrio, desde que una de
las partes permanece obligada a contratar, frente a la otra que goza de la libertad de contratar
o no hacerlo. De allí que es frecuente que la parte obligada a contratar perciba de la otra una
retribución, como contraprestación a su obligación de contratar, si aquella se lo exige.
Así, por ejemplo, el que quiere vender un inmueble, celebra un contrato de promesa
unilateral, obligándose a realizar el contrato definitivo en un determinado plazo, si la otra
parte lo requiere, percibiendo una retribución por dicha obligación de mantener la reserva.
El contrato de promesa es bilateral cuando ambas partes quedan obligadas a concluir el
futuro contrato si cualquiera de ellas lo exige. Como lo señala MESSINEO, “en el preliminar
bilateral, a diferencia del preliminar unilateral, las posiciones de las partes están equilibradas
en cuanto a la obligación de llegar al contrato definitivo y, por tanto, cada una de ellas puede
exigir que la otra cumpla la promesa de prestarse para la celebración del contrato definitivo. De
este modo no hay sacrificio de un interés al otro, como ocurre en cambio, en el caso del
preliminar unilateral”130.
El contrato de promesa bilateral es muy usado en materia de compraventa inmobiliaria
(preliminar bilateral de compraventa o promesa de compraventa).
§ 177. Capacidad. — Quien quiere vincularse mediante una promesa de contrato debe
tener la capacidad legal requerida para la celebración del contrato proyectado, ya que en otro
caso sería fácil eludir las incapacidades y prohibiciones legales.
57
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
§ 181. Promesa de derechos reales de garantía. — Los derechos reales de garantía, como
la hipoteca, la prenda y la anticresis, pueden ser celebrados mediante contrato preliminar. Así,
por ejemplo, la hipoteca debe celebrarse por escritura pública, y nada impide que se realice en
un boleto de compraventa de un inmueble que incluya una promesa de hipoteca.
131
LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría . . ., ob. cit., t. 1, p. 160.
132 Loc. cit.
58
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
133
MOSSET ITURRASPE, Jorge, Responsabilidad precontractual, ob. cit., p. 204.
134 Ibídem, p. 237.
59
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
Adviértase que el art. 969 establece que cuando la forma requerida para los contratos, lo es
sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción de nulidad, “no quedan
concluidos como tales mientras no se ha otorgado el instrumento previsto, pero valen como
contratos en los que las partes se obligaron a cumplir con la expresada formalidad”; y el art.
1018, con relación a los contratos que deben ser otorgados por escritura pública, establece que
“el otorgamiento pendiente de un instrumento previsto constituye una obligación de hacer si el
contrato no requiere una forma bajo sanción de nulidad”.
Por lo tanto, si el boleto de compraventa inmobiliaria, constituye una obligación de hacer,
“no queda concluido como un contrato de compraventa”, puesto que sin la forma “no quedan
concluidos como tales” mientras no se ha otorgado el instrumento previsto no puede decirse que
el que vendió por boleto está obligado a transferir la propiedad de la cosa, porque no es una
compraventa, no ha quedado concluida como tal.
Lo que sí ha quedado concluido es un contrato que “obliga a escriturar”, que reviste la
naturaleza de un contrato preliminar, y que en virtud de lo establecido en el art. 995, último
párrafo, genera “obligaciones de hacer”, disposición que resulta concordante con lo establecido
en el art. 1018, por el cual mientras esté pendiente la escrituración, constituye “una obligación
de hacer”.
Por lo tanto, la escrituración implica la realización de “otro” contrato, el contrato
definitivo, puesto que ambas partes deben prestar “nuevamente” su consentimiento al suscribir
la correspondiente escritura.
Del contrato definitivo de compraventa inmobiliaria celebrada por escritura pública,
nacerán recién las obligaciones de dar, toda vez que el art. 1139 establece que una vez
realizada la escrituración, nace la obligación de entregar el inmueble, no antes.
b) Por cierto que nada impide que en el mismo boleto de compraventa las partes asuman la
obligación de entregar la cosa y/o pagar el precio, en cuyo caso dará lugar simultáneamente a
obligaciones de hacer la escritura y de dar la cosa y el precio.
El art. 1139 prescribe que el vendedor debe entregar el inmueble inmediatamente de la
escrituración, “excepto convención en contrario”.
Esto significa que la promesa de compraventa genera obligación de hacer, salvo que en el
boleto se hubiera pactado la obligación de entrega de la posesión de la cosa con anterioridad a
la escritura, en cuyo caso, el boleto genera obligaciones de hacer (de escriturar) y de dar (la cosa
y/o el precio).
60
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
(art. 1031). Por otra parte, la posesión puede haber sido entregada voluntariamente al
comprador, en cuyo caso no podría requerirse la devolución.
En definitiva, la tradición efectuada en virtud de un contrato de compraventa inmobiliaria
instrumentada en escritura pública, transmite el dominio; mientras que la tradición realizada
en virtud de un boleto de compraventa, transmite la posesión.
§ 185. Efectos del preliminar. — Con la celebración del contrato preliminar, ambas partes
o sólo una de ellas, queda obligada a concluir el contrato previsto, según que se trate de un
contrato preliminar bilateral o unilateral.
Si la parte obligada a prestar su colaboración emitiendo su declaración de voluntad para
concluir el contrato definitivo incurre en incumplimiento, se plantea la cuestión relativa a si
puede ser obligada a cumplir.
La prestación de un nuevo consentimiento consiste en un facere, pero no puede decirse que
sea incoercible, atento a que el obligado a cumplir la prestación de hacer el contrato definitivo,
si no cumple, puede ser condenado a hacerlo por el juez, como acontece con todas las
obligaciones de hacer (locación de servicios, de obra, mandato, etc.).
Lo que se plantea, en todo caso, es la cuestión relativa a que si el deudor persiste en el
incumplimiento sólo cabe la indemnización de daños y perjuicios o si el juez puede otorgar los
documentos necesarios en lugar del deudor.
En la medida que el cumplimiento del preliminar sea posible por obra de un tercero,
procede la escrituración por el juez en lugar del deudor, en el caso del boleto de compraventa
inmobiliaria. Si no fuera ello posible, por ejemplo, por haber vendido un non domino, en caso de
incumplimiento de la promesa sólo cabe la indemnización de daños y perjuicios (arts. 995, in
fine y 777).
61
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
D) EL CONTRATO DE OPCIÓN
135
ROCA SASTRE, Ramón M., Estudios . . ., ob. cit., vol. I, p. 351.
62
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
E) PACTO DE PREFERENCIA
136
DÍEZ PICAZO, Luis, Fundamentos…, ob. cit., T. I, p.345; LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, Teoría…, ob. cit.,
t.
63
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
cesión, como ocurre en el pacto de preferencia en la compraventa, dado que el art. 1165
preceptúa que “el derecho que otorga es personal y no puede cederse ni pasa a los herederos”.
En este último caso es intuitu personae, y no puede cederse, ni pasa a los herederos.
f) Con relación a la mecánica de funcionamiento, el art. 998 dispone: “El otorgante de la
preferencia debe dirigir a su o sus beneficiarios una declaración, con los requisitos de la oferta,
comunicándole su decisión de celebrar un nuevo contrato, en su caso de conformidad con las
estipulaciones del pacto. El contrato queda concluido con la aceptación del o de los
beneficiarios”.
Cuando la parte otorgante de la preferencia se decide a celebrar el contrato, tiene una
obligación de hacer (art. 997), que consiste en comunicar al beneficiario los términos de la
oferta que realiza (indicando precio, plazo, modalidades de pago, tipo de moneda, etcétera).
El beneficiario, una vez que toma conocimiento de dicha oferta, debe decidir si ejerce o no
la preferencia. Si lo hace, debe proceder a aceptarla, con lo que queda concluido el contrato.
Pero si no acepta, porque la rechaza, guarda silencio o no iguala los términos de ella, la
otra parte tiene libertad de acción para contratar con cualquiera.
g) La norma legal no establece ningún plazo dentro del cual el beneficiario debe expedirse,
por lo que deberá estarse a lo pactado al respecto, o al que resulte de los usos, prácticas o
costumbres. En la compraventa, el plazo para que el vendedor ejerza la preferencia es de diez
días desde que recibió la comunicación (art. 1165); y en el suministro es de quince días de
recibida la notificación (art. 1182).
h) Tampoco nada dice para el supuesto en que el otorgante de la preferencia hubiera
contratado con un tercero, sin respetar la preferencia otorgada, en cuyo caso para el tercero
dicho pacto le resulta inoponible, y el beneficiario afectado sólo podrá reclamar indemnización
de daños derivados del incumplimiento de la preferencia. En cambio, el pacto de preferencia en
la compraventa es oponible a terceros, si la cosa vendida es registrable (art.1166).
i) Sin perjuicio de esta genérica regulación del pacto de preferencia, también ha sido
regulado para algunos contratos en particular.
1) Pacto de preferencia en el contrato de compraventa. El art. 1165 preceptúa: “Pacto de
preferencia es aquel por el cual el vendedor tiene derecho a recuperar la cosa con prelación a
cualquier otro adquirente si el comprador decide enajenarla. El derecho que se otorga es
personal y no puede cederse ni pasa a los herederos.
El comprador debe comunicar oportunamente al vendedor su decisión de enajenar la cosa y
todas las particularidades de la operación proyectada o, en su caso, el lugar y tiempo en que
debe celebrarse la subasta.
Excepto que otro plazo resulte de la convención, los usos o las circunstancias del caso, el
vendedor debe ejercer su derecho de preferencia dentro de los diez días de recibida dicha
comunicación.
Se aplican las reglas de la condición resolutoria”.
2) Pacto de preferencia en el contrato de suministro. El art. 1182 preceptúa: “El pacto
mediante el cual una de las partes se obliga a dar preferencia a la otra en la celebración de un
contrato sucesivo relativo al mismo o similar objeto, es válido siempre que la duración de la
obligación no exceda de tres años.
La parte que desee contratar con terceros el reemplazo total o parcial del suministro cuyo
plazo ha expirado o expirará en fecha próxima, debe dar aviso a la otra de las condiciones en
que proyecta contratar con terceros, en la forma y condiciones pactadas en el contrato. La otra
parte debe hacer uso de la preferencia, haciéndolo saber según lo acordado. A falta de
estipulación en el contrato se aplican la forma y condiciones de uso. En su defecto, una parte
debe notificar por medio fehaciente las condiciones del nuevo contrato con una antelación de
treinta días a su terminación y la otra debe hacer saber por igual medio si utilizará el pacto de
preferencia dentro de los quince días de recibida la notificación. En caso de silencio de ésta,
expira su derecho de preferencia”.
64
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
65
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
CAPÍTULO
137
LORENZETTI, Tratado de los Contratos, T. I, pág. 115, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1999.
66
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
etcétera. Esto implica que el contenido de las obligaciones puede variar a lo largo de la
duración del contrato.
Se ha expresado que la duración del contrato debe ser “útil” y “justa”, a fin de que
el contrato produzca sus efectos propios, sin que se frustre la finalidad económico-social
por una ruptura intempestiva, y que es necesario que se mantenga la justicia conmutativa, la
equidad y el equilibro durante toda la etapa temporal138.
138
LORENZETTI, Contratos de servicios a los consumidores, pág. 94, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2005.
139
Señala LORENZETTI (Tratado de los Contratos, Parte General, pág. 52, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2004) que, para la
interpretación económica, el contrato “no causa una obligación de cumplir, sino una opción para el deudor entre cumplir y no cumplir
según sea más eficiente, o razonable según el standard que se utilice. El fundamento de esta regla es que el propósito de la teoría
contractual es promover el bienestar de las partes, creando un incentivo para que se celebren contratos que produzcan beneficios mutuos,
y no obligándolos a cumplir cuando no se obtiene ese objetivo… El postulado se basa en que el bienestar individual es una función
agregativa, y que la suma de todas las utilidades individuales produce el bienestar social”.
140
DOYNEL, Santiago, Contratos de Distribución, pág. 119, Ad.Hoc, Buenos Aires, 2010. Este autor afirma que “el criterio adoptado
por la Corte Suprema en el caso ‘Automóviles Saavedra’, actualmente vigente, es eficiente” (pág. 118) y que “la jurisprudencia anterior
al caso ‘Automóviles Saavedra’ que establecía que el derecho de rescisión unilateral sólo podrá ser ejercido por la productora en el caso
que mediara un incumplimiento grave por parte del distribuidor resultaba ineficiente. Esto porque obligaba a las partes a mantener un
contrato aunque el costo de su ejecución superara a la suma de beneficios para ambas partes” (pág.124).
141
BOTERO ARISTIZÁBAL, Luis Felipe, “Apuntes sobre la terminación unilateral del contrato”, en La Terminación del Contrato,
Gaitán Martínez, José Alberto-Mantilla Espinosa, Fabricio (directores académicos), pág. 387, nota 26, citando a Peña González, Carlos,
(“El análisis económico de las instituciones legales. Revista Apuntes de Derecho –Facultad de Derecho, Universidad Diego Portales, en:
www.udp.cl/derecho/publicaciones/analisis_pena”), Universidad del Rosario, Bogotá, Colombia, 2007.
67
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
1) La regla que obliga a cumplir los contratos –pacta sunt servanda- que se
encuentra a la base del derecho de los contratos, puede no ser eficiente.
2) Intuitivamente, una regla de derecho contractual es correcta si induce a la
solución más eficiente – a aquella que concitaría la unanimidad de los actores o a aquella
que un individuo prefiere estrictamente siendo los demás indiferentes a cualquiera de las
alternativas en juego-.
3) También la eficiencia puede medirse, como sugiere Posner, como maximización
de riqueza.
4) Intuitivamente, entonces: si al incumplir Pedro respecto de Diego, por una oferta
de Juan, tiene acceso a un beneficio que permita compensar a Diego y así y todo acrecentar
su bienestar, la regla del pacta sunt servanda es ineficiente.
5) Sea “x” el cumplimiento e “y” el incumplimiento, no habría nadie que preferiría
“x” a “y”; habría uno para quien “x” es tan buena como “y”; y habría dos que preferirían
“y” a “x”.
6) El bienestar social medido agregativamente –y en base a las preferencias
reveladas- obligaría, en este caso, a abandonar la regla del pacta sunt servanda.
7) Si se permitiera a las partes negociar (o mejor desistir) –supuesto el criterio de
bienestar- ellas permitirían el incumplimiento eficiente.
Sin embargo, el “incumplimiento eficiente”, con el logro de mayores utilidades para
las partes, que las que se derivarían del propio cumplimiento del contrato, puede traer
consecuencias disvaliosas.
Como lo señala RAMONDA, “los contratos con alta relevancia e impacto en la
sociedad, sea macroeconómica o por estar en juego intereses especialmente sensibles –
como la salud o la vivienda- o por ser cadenas o redes negociales en el sistema productivo,
necesitan soluciones óptimas porque la rescisión apareja consecuencias negativas142.
Basta suponer, como por ejemplo, un contrato de suministro celebrado entre dos
partes, y una tercera logra que los productos de la suministrante le sean entregados a ella,
indemnizando debidamente a la empresa suministrada, la que a cambio de la indemnización
recibida, se queda sin los insumos indispensables para funcionar, afectando al conjunto de
RAMONDA Margarita, “La rescisión unilateral en los contratos de duración en la perspectiva relacional”, en Revista de Derecho
142
Comercial del Consumidor y de la Empresa, Diciembre 2011, pág. 161, La Ley, Buenos Aires, 2011.
68
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
los trabajadores. En el caso del ejemplo dado, puede apreciarse que el “incumplimiento
eficiente” ha provocado grandes perjuicios a la comunidad.
143
MOSSET ITURRASPE, Jorge, - PIEDECASAS, Miguel A., La Revisión del Contrato, pág. 301, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008.
144
RAMONDA Margarita, “La rescisión unilateral en los contratos de duración en la perspectiva relacional”, en Revista de Derecho
Comercial del Consumidor y de la Empresa, Diciembre 2011, pág. 159, La Ley, Buenos Aires, 2011.
145
LORENZETTI, Tratado de los Contratos, T. I, pág. 74, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1999.
146
NICOLAU, Noemí Lidia, Fundamentos de Derecho Contractual, Tomo I, pág. 14, La Ley, Buenos Aires, 2009.
147
MOSSET ITURRASPE, Jorge, - PIEDECASAS, Miguel A., La Revisión del Contrato, pág. 299, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008.
69
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
148
MOSSET ITURRASPE, Jorge, - PIEDECASAS, Miguel A., La Revisión del Contrato, pág. 307, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008.
149
LORENZETTI, Tratado de los Contratos, T. I, pág. 85, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 1999.
150
MOSSET ITURRASPE, Jorge, - PIEDECASAS, Miguel A., La Revisión del Contrato, pág. 308, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008.
151
NICOLAU, Noemí Lidia, Fundamentos de Derecho Contractual, Tomo I, pág. 15, La Ley, Buenos Aires, 2009.
70
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
IAN R. MACNEIL expone una teoría general del contrato, válida para todos,
desarrollando las normas comunes152:
1. El rol integral que cada parte debe cumplir: significa colaborar en el logro del resultado
buscado, ajustándose a las reglas del arte, persiguiendo a la vez lo útil y lo justo.
2. La reciprocidad: ambas partes deben lograr lo suyo, el beneficio solo para uno vuelve
injusto el acuerdo.
3. La planificación: el negocio contractual es planificado, organizado; en los relacionales la
planificación es permanente, puesto que la inejecución no acarrea la conclusión del
acuerdo, sino que da pie a la puesta en marcha de criterio de continuación.
4. La realización del consentimiento: En los contratos relacionales las partes se ponen de
acuerdo simplemente sobre el principio de la relación; ése es el aspecto sobresaliente y no
el de las obligaciones emergentes.
5. La flexibilidad: la posibilidad cierta de modificar el contrato en curso de ejecución,
englobando la onerosidad sobreviniente o imprevisión. En un mundo socioeconómico en
constante evolución, las partes tienen necesidad de modificar el contrato a fin de adaptarlo
a circunstancias difícilmente previsibles o bien aquellas que no han podido ser vistas o
descubiertas al momento de la celebración.
6. La solidaridad: la interdependencia entre las personas origina el deseo de cooperar, de
colaborar en la satisfacción de las necesidades, en el logro de los resultados apetecidos.
7. Sanciones aplicables: La norma engloba todas las sanciones: legales, sociales, morales,
religiosas, económicas, etc.
8. Creación y limitación del poder: La norma de poder interviene durante toda la ejecución
del contrato.
9. Las reglas del arte: refiere al tratamiento leal que se deben los contratantes, a la sujeción
de las reglas del arte, a la buena ejecución.
10. Función social del contrato: Para MACNEIL el contexto social en el cual se concluye
el contrato no puede ser ignorado por los juristas, no se limita a las reglas de derecho, sino
que concierne a todas las reglas que un individuo debe respetar: usos, costumbres, reglas de
cortesía, etcétera.
152
MOSSET ITURRASPE, Jorge, - PIEDECASAS, Miguel A., La Revisión del Contrato, pág. 308, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
2008. NICOLAU, Noemí Lidia, Fundamentos de Derecho Contractual, Tomo I, pág. 15, La Ley, Buenos Aires, 2009.
71
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72
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153 ANDINO DORATO, Jimena, Contratos conexos, LL, ejemplar del 8/11/2000; LORENZETTI, Ricardo L.,
Redes contractuales, contratos conexos y responsabilidad , en “Rev. de Derecho Privado y Comunitario”, nº 17,
p. 221.
73
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
El nexo entre los distintos contratos está dado por la existencia de una causa fin en su
concepción objetiva-subjetiva. La causa así entendida es “la posibilidad de que un
determinado negocio, además de cumplir con su finalidad (objetiva) inmediata, se integre
con una finalidad (subjetiva) concreta y específica, consistente en el carácter determinante
que otro negocio adquiere para su celebración (. . .) Uno de los negocios (o ambos
recíprocamente) debe haber sido determinante para la celebración del otro y, la finalidad
que determinó la celebración del otro negocio, debe haber sido común para ambas partes, es
decir, exteriorizada y como tal, conocida por la otra parte”.
154 TOBÍAS, José W., y DE LORENZO, Federico, Complejo de negocios unidos por un nexo (El ligamen
negocial), LL, t. 1996-D, p. 1042.
155
TOBÍAS, José W., Los contratos conexos y el crédito al consumo, LL, t. 1999-D, p. 993.
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156 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos conexos, Rubinzal-Culzoni, Santa Fe, p. 52.
157 TOBÍAS, José W., Los contratos conexos . . ., artículo citado.
75
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158 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos conexos, ob. cit., p. 155; TOBÍAS, José W., Los contratos
conexos . . ., artículo citado.
159 MOSSET ITURRASPE, Jorge, Contratos conexos, ob. cit., p. 164.
160 Ibídem, p. 200.
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g) LEASING: Con relación al leasing financiero, el art. 1232, primer párrafo, establece
que “…el dador cumple el contrato adquiriendo los bienes indicados por el tomador. El
tomador puede reclamar del vendedor, sin necesidad de cesión, todos los derechos que
161Ibídem, p. 209.
162 LORENZETTI, Ricardo L., “Tipicidad y atipicidad contractual”, en VALLESPINOS, Carlos G. (dir.),
Contratos, Advocatus, Córdoba, 1999, p. 72.
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CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
emergen del contrato de compraventa…”. Vale decir, que el tomador tiene acción directa
contra el que vendió el bien al dador.
C) EL SUBCONTRATO
§ 163. Contrato y subcontrato. — Los subcontratos son los contratos que derivan de
otro, que puede denominarse contrato padre, teniendo el contrato derivado, o contrato hijo,
idéntico contenido a aquel.
Con el subcontrato se da vida a una posición jurídica del mismo tipo a la del contrato
padre, pero sin que el contratante pierda su titularidad.
El art. 1069 establece: “El subcontrato es un nuevo contrato mediante el cual el
subcontratante crea a favor del subcontratado una posición contractual derivada de la de
que aquél tiene en el contrato principal”. Asimismo, “en los contratos con prestaciones
pendientes éstas pueden ser subcontratadas, en el todo o en parte, a menos que se trate de
obligaciones que requieren prestaciones personales” (art. 1070).
Se configura el subcontrato cuando el mandatario sustituye el mandato en un
submandatario (art. 1327) o cuando el locatario celebra una sublocación con un tercero
(art. 1214).
Adviértase que el mandatario que sustituye el mandato continúa obligado frente al
mandante, y el locatario sublocador también sigue ligado al locador, por lo que no pierden
la titularidad en la posición contractual, aun cuando se le ha agregado un tercero.
El interés práctico del subcontrato se presenta cuando la ley confiere acciones directas,
no solo subrogatorias, entre el causa-dante del contrato-base y el causa-habiente del
subcontrato. Así, tiene acción directa el sublocatario contra el locador y el locador
originario contra el sublocatario (art. 1216); el mandante contra el sustituto y éste contra el
mandante (art. 1327)86.
El art. 1071 preceptúa: “El subcontratado dispone: a) de las acciones emergentes del
subcontrato, contra el subcontratante; b) de las acciones que corresponden al
subcontratante, contra la parte del contrato principal, en la extensión en que esté
pendiente el cumplimiento de las obligaciones de éste respecto del subcontratante. Estas
acciones directas se rigen por lo dispuesto en los artículos 736, 737 y 738”.
A su vez, “la parte que no ha celebrado el subcontrato mantiene contra el
subcontratante las acciones emergentes del contrato principal. Dispone también de las que
corresponden al subcontratante contra el subcontratado, y puede ejercerlas en nombre e
interés propio” (art. 1072).
Se distingue el subcontrato de la cesión del contrato (art.1636), en que en la cesión del
contrato hay un solo contrato, donde el cedente sale de la relación contractual y en su lugar
se incorpora el cesionario; mientras que en el subcontrato, al contrato originario (contrato
base o contrato madre) se agrega un segundo contrato, pactado entre el causa-habiente del
contrato base con el subcontratante (contrato derivado).
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D)CONTRATACIÓN INFORMÁTICA
Y “ON LINE”
§ 164. Contratos informáticos. — Son contratos informáticos aquellos que tienen por
objeto bienes y servicios informáticos. Pueden consistir en venta, locación de obra o de
servicios y de licencia163.
El objeto de los contratos informáticos es múltiple: estudios y análisis por parte del
proveedor de los problemas de automatización, el suministro de equipos y de software, la
adaptación de un software a las necesidades individuales del usuario, desarrollo de
programas, mantenimiento de sistemas, etcétera.
Se distinguen: a) el hardware (hard significa “duro”), que está constituido por el
equipo informático: son sus componentes materiales o físicos, el procesador, teclado,
monitor, impresora, etc.; y, b) el software (soft significa “blando”): es el soporte inmaterial,
como son los programas que permiten el funcionamiento.
La contratación de bienes informáticos se refiere a aquellos negocios jurídicos que
versan sobre elementos que conforman el sistema en cuanto al hardware, ya sea la unidad
central del proceso o sus periféricos y todos los equipos que tienen una relación directa de
uso con respecto a ellos y que, en su conjunto, conforman el soporte físico del elemento
informático, así como los bienes inmateriales que proporcionan las órdenes, datos,
procedimientos e instrucciones, en el tratamiento automático de la información y que, en su
conjunto, conforman el soporte lógico del elemento informático, software. Por su parte, la
contratación de servicios informáticos se relaciona con todos los negocios que tienen por
objeto servir de apoyo y complemento a la actividad en sí en una relación de afinidad
directa con ella 164.
Señala CORREA que los contratos informáticos pueden ser clasificados del siguiente
modo165:
1) Contrato de venta (de equipo informático, de programas).
2) Contrato de leasing (la entidad financiera, que compra al fabricante el material
informático, lo alquila al usuario, con opción de compra).
3) Contrato de locación (de equipo, de programas).
4) Contrato de horas máquina (se cede el uso de la máquina por una cantidad
determinada de horas-máquina).
5) Contrato de mantenimiento.
6) Contrato de prestaciones intelectuales (estudios previos, pliego de condiciones, la
formación del personal, el contrato llave en mano).
7) Contrato de prestación de servicios.
163 CORREA, Carlos M., Derecho informático, Depalma, Buenos Aires, 1987, p. 152.
164
Cfr. VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p.64.
165 Ibídem, p. 154.
79
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
b) En este siglo XXI son comunes los contratos que se celebran utilizando como
instrumento de realización, las computadoras o teléfono móvil que permiten acceder a las
redes electrónicas.
Se emplean los medios informáticos por vía Internet, ya sea por la World Wide Web o
por correo electrónico, para adquirir un pasaje de avión o de ómnibus, para comprar
mercaderías en un hipermercado, adquirir en subastas on line, comprar libros, turismo,
etc. También para la adquisición de bienes inmateriales que se utilizan en la misma red,
como comprar música, películas, programas de computación, etcétera.
Los contratos electrónicos se perfeccionan mediante un intercambio electrónico de
datos de ordenador a ordenador, aunque en un sentido más amplio deben incluirse los
celebrados por otros medios electrónicos, como el fax, télex, teléfono166.
c) El contrato celebrado por vía electrónica no se distingue de cualquier otro contrato,
excepto por el medio empleado para su celebración, si concurren el consentimiento y demás
requisitos necesarios para su validez167.
d) En principio, cualquier contrato puede ser celebrado por medios electrónicos, y se
rigen por el derecho común168. En caso de tratarse de un contrato entre una empresa y un
consumidor, resultan de aplicación las normas protectoras de los consumidores y usuarios.
e) La contratación electrónica se refiere a aquella que se realiza de forma no presencial
mediante la utilización de algún elemento electrónico cuando este tiene su incidencia sobre
la manifestación o formación de la voluntad, o bien sobre la ejecución o interpetación
futura del contrato.
El contrato electrónico se define como aquél “en el que la oferta y la aceptación se
transmiten por medio de equipos electrónicos de tratamiento y almacenamiento de datos,
conectados a una red de telecomunicaciones”169.
El art. 33 de la ley 24240 establece que contratación electrónica es aquella en que la
propuesta se efectúa por medio electrónico y cuya respuesta se realiza por iguales medios.
f) Se trata de un contrato celebrado a distancia (art. 1105 CCCN), porque “la difusión
de la oferta se realiza mediante una técnica de comunicación a distancia empleada por
ambas partes. Por ende, la presencia física del oferente o preofesional y el consumidor no
se producirá en ningún momento, lo que determina que a veces el consumidor actúe
irreflexivamente en la contratación”170.
166 MÁRQUEZ, José F., y MOISSET DE ESPANÉS, Luis, La formación del consentimiento en la contratación
electrónica, LL, diario del 12/10/04.
167
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 65, señala que “nos encontramos ante una nueva forma de contratación posibilitada por un nuevo
soporte y medio de transmisión de voluntades negociales, pero no ante una nueva categoría científica con
significaciópn jurídica”.
168
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 76, expresa que “cuando se trate de relaciones entre consumidores o entre empresarios, actuando las
partes en igualdad de condiciones, se aplicará la normativa común”.
169
Cfr. VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 65, mencionando el anexo de definiciones, apartado h) de la LSSICE (Ley de Servicios de la
Sociedad de la Información y del Comercio Electrónico, Ley 34/2002 España).
170
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 72. Ver lo que decimos en § §
80
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
h) La prueba del contrato celebrado por vía electrónica se rige por los principios
generales y por lo establecido en la ley de firma digital. En defecto de firma digital o de
firma electrónica, el soporte electrónico constituye un principio de prueba por escrito que
autoriza a acudir a todos los medios de prueba, lo mismo ocurre, cuando ha existido un
principio de ejecución del contrato173. También se encuentran equiparados al instrumento
particular no firmado los registros de palabra y de información “cualquiera sea el medio
empleado” (art. 287 CCCN).
k) Si el sitio web contiene una propuesta completa es una oferta al público, que puede
ser aceptada por el usuario; en caso contrario, es una invitación a ofertar, siendo el usuario
quien formula la oferta, sujeta a la aceptación del proveedor.
171
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 119.
172
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 120, dice que la “equivalencia funcional no es por el momento total y absoluta, pues cuando la ley
determine la necesidad de que un contrato se colme con una forma especial o ad solemnitatem, no será válida
la electrónica hasta que los avances tecnológicos y la legalidad vigente vayan equiparando en todos los
ámbitos ambas clases de documentos”.
173
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 122, expresa que la exigencia formal del soporte electrónico “no es tanto para determianr la validez
del ocntrato (forma ad solemnitatem) cuanto para acreditar la existencia del contrato (ad probationem)”.
81
CARLOS MIGUEL IBÁÑEZ
174
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 220. Dice este autor que “en el ámbito del comercio electrónico ha de realizarse bien mediante un
clic de aceptación, en cuyo caso se transmite esta aceptación mediante comandos informáticos o bien
mediante formas más extensas como es un correo electrónico, con la indicación legal de que no es necesario
para la celebración del contrato electrónico el previo acuerdo de las partes para la utilización de los medios
electrónicos (art. 23.2 LSSICE)”.
175
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 227.
176
VEGA VEGA, José Antonio, Contratos electrónicos y protección de los consumidores, Reus, Madrid,
2005, p. 229, nota 56.
82
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177 LLAMBÍAS, Jorge J., Tratado de derecho civil, actualizado por Patricio Raffo Benegas, 20ª ed.,
83
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178 SERRANO ALONSO, Eduardo, y SERRANO GÓMEZ, Eduardo, Manual de derecho de obligaciones y
contratos, Edisofer, Madrid, 2008, p. 99.
84
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certificado haya sido emitido o reconocido, según el art. 16 [debe decir art. 17] de la
presente, por un certificador licenciado”.
Para el funcionamiento del sistema se requiere de la actuación de un “certificador
licenciado”. Según el art. 17, “se entiende por certificador licenciado a toda persona de
existencia ideal, registro público de contratos u organismo público que expide certificados,
presta otros servicios en relación con la firma digital y cuenta con una licencia para ello,
otorgada por el ente licenciante”.
A su vez dice el art. 13: “Se entiende por certificado digital al documento digital
firmado digitalmente por un certificador, que vincula los datos de verificación de firma a
su titular”.
En cuanto a los requisitos de validez de los certificados digitales, el art. 14 establece:
“Los certificados digitales para ser válidos deben: a) ser emitidos por un licenciado del
ente licenciante; b) responder a formatos estándares reconocidos internacionalmente,
fijados por la autoridad de aplicación, y contener, como mínimo, los datos que permitan:
1. Identificar indubitablemente a su titular y al certificador licenciado que lo emitió,
indicando su período de vigencia y los datos que permitan su identificación única; 2. Ser
susceptible de verificación respecto de su estado de revocación; 3. Diferenciar claramente
la información verificada de la no verificada incluidas en el certificado; 4. Contemplar la
información necesaria para la verificación de la firma; 5. Identificar la política de
certificación bajo la cual fue emitido”.
Los documentos digitales cuentan con fecha cierta, al disponer el art. 12 que, con
relación a los procedimientos para conservar documentos, registros o datos, se exige que
“permitan determinar fehacientemente el origen, fecha y hora de su generación, envío y/o
recepción”.
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