Enseñanza de La Ciencia
Enseñanza de La Ciencia
Enseñanza de La Ciencia
ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
FACULTAD DE PSICOLOGÍA, UNAM
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Av. Universidad 3004, Col. Copilco-Universidad, C.P. 04510
Del. Coyoacán, México, D.F.
ISBN 978-607-02-3920-5
V. COLOQUIO DE ESTUDIANTES
La mayor parte de los capítulos que integran este libro fueron trabajos
inicialmente presentados en el Simposium: Enseñanza de la ciencia y luego enri-
quecidos con el intercambio que se promovió durante el mismo. Empero, he-
mos incluido también los trabajos de varios autores (como E. Cavicchi) y
otros que aparecen en la segunda sección y cuarta sección (II. Filosofía, his-
toria y enseñanza de la ciencia; IV. Historia, filosofía y enseñanza de la psi-
cología), que no participaron en el simposium, y que son destacados
investigadores en este campo. Con ello, queremos reconocer y compartir sus
pasadas, presentes y futuras colaboraciones con nuestro proyecto.
De esta forma, desde el cono sur contamos con valiosas contribuciones.
De Argentina, nos honran con su participación especialistas en didáctica de
la ciencia como: Agustín Adúriz-Bravo y su colaborador Yefrin Ariza; en filo-
sofía de la ciencia, como Olimpia Lombardi y Mariana Córdoba; en lógica y
filosofía de la ciencia, Ana Claudia Couló y, desde Brasil, Mauro Castelo
Branco de Moura, filósofo de las ciencias sociales. También se incluye la refle-
xión sobre epistemología de César Jurado-Alaniz, con quien colaboran R.
León-Sánchez y K. Barrera, así como el trabajo de María Luisa Parra Velasco
quien desde los Estados Unidos nos brinda un trabajo sobre la diversidad
cultural y la educación, el cual hemos incluido en la cuarta sección.
Creemos que todos estos trabajos abren las miras de la enseñanza de la
ciencia al acentuar la importancia de la filosofía y de la historia de la ciencia
en la enseñanza y en el aprendizaje de las ciencias (Adúriz-Bravo y Ariza), al
destacar el papel de los modelos para el conocimiento científico (Mariana
Córdoba y Olimpia Lombardi), al poner en evidencia las limitaciones de las
críticas de Popper contra el posible carácter científico del conocimiento de lo
social (Mauro Castelo Branco de Moura), con el señalamiento de la impor-
tancia de los errores sistemáticos para la evaluación (Ana Claudia Couló),
con el examen de la teoría naturalista del conocimiento humano (César Jura-
do et al.) y al acercarnos a problemas educativos derivados de la diversidad
cultural para los hijos de inmigrantes (María Luisa Parra).
Aunque los mencionamos en segunda instancia, son mayúsculas las
aportaciones de los especialistas presentes durante nuestro simposium e
incluidos también en la segunda sección, cuyas propuestas y reflexiones para
la enseñanza de la ciencia incorporan la necesidad de realizarse con el apoyo
de la historia y la filosofía de la ciencia.
Sobre la enseñanza de la química se encuentran las colaboraciones de
José Antonio Chamizo, así como de Andoni Garritz. Las propuestas de estos
autores son relevantes para los docentes tanto de su especialidad como de
otras ciencias empíricas. En sus respectivos capítulos, tanto Chamizo como
Garritz muestran la necesidad de considerar la perspectiva histórica para la
enseñanza experimental ya sea por medio de la interacción “ordenada” con
xiv ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
hacen de las imágenes de biología que se usan en los libros de texto del nivel
de primaria nos permite adentrarnos en algunos aspectos de la enseñanza de
la ciencia a los que no se les había puesto mucha atención: el uso que se hace
de los materiales didácticos en la enseñanza. Un uso que no deja de estar diri-
gido por las “ideas previas” que poseen los elaboradores de tales materiales;
ideas que les llevan, por ejemplo, a asumir una relación directa entre el objeto
y su representación.
El trabajo que nos entregan Leticia Gallegos Cázares y Elena Calderón
Canales sobre la formación de docentes para la enseñanza de la ciencia, tiene
la novedad de ser un trabajo que se realiza fuera del contexto en el cual casi
siempre se han desarrollado estos trabajos, a saber, el contexto urbano. Por
ello, acceder a un contexto rural, con profesores indígenas, hablantes del
náhuatl, sin duda nos brinda una experiencia poco común y enriquece nues-
tro conocimiento del proceso de enseñanza al mostrarnos los aspectos comu-
nes pero también las particularidades que entraña enseñar ciencia en tal
contexto. De allí la riqueza de este trabajo.
Otro grupo de trabajos contenidos en esta sección tienen una gran im-
portancia tanto teórica como práctica. Sin duda el desarrollo de las nuevas
tecnologías de la información y la comunicación han impactado en el proceso
educativo y hecho necesarios cambios en nuestras maneras de aproximarnos
a él. El trabajo de Frida Díaz Barriga y Rosa Aurora Padilla Magaña es un ex-
celente ejercicio de reflexión sobre la formación de profesores y de cómo el di-
seño de e-portafolios puede constituirse en una excelente herramienta de
aprendizaje. Otro trabajo que analiza asimismo la relación entre las TIC y la
educación es el trabajo de José Antonio Martínez Pineda y Rigoberto
León-Sánchez. En éste encontramos un análisis de las maneras en las cuales
los estudiantes universitarios acceden a estos medios y llegan a ser
competentes en su uso.
Por último, otros dos trabajos abordan problemáticas que no pueden
dejarse de lado en un análisis del proceso educativo: el papel de los afectos la
argumentación científica y el problema de la medición de la eficiencia termi-
nal en la educación superior. El primero de ellos, elaborado por Dení Stincer
Gómez nos brinda la oportunidad de reflexionar en un aspecto que casi siem-
pre queda fuera de los análisis educativos, los afectos, y de los obstáculos o
apoyos que pueden representar para el proceso argumentativo. El segundo
de ellos, elaborado por Kirareset Barrera García y Rigoberto León-Sánchez
aborda un problema importante, a saber, cuáles son los parámetros más idó-
neos y válidos para examinar la eficiencia terminal, y haciendo un análisis de
los pros y contras de dichos parámetros.
Sin duda alguna, la enseñanza de la ciencia ha dejado de concebirse co-
mo la simple transmisión de un conjunto de saberes disciplinarios encasilla-
xvi ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Michael R. Matthews
School of Education,
University of New South Wales, Sydney, Australia
G alileo, en su gran trabajo final, Diálogos acerca de dos nuevas ciencias, escri-
to durante el período de arresto domiciliar posterior al juicio que, para mu-
chos, marcó el principio de la época moderna, escribió:
Ahora llegamos a otra cuestión, relacionada con los péndulos, un
tema que a muchos les parecería ser extremadamente árido, espe-
cialmente a esos filósofos que están continuamente ocupados con
las cuestiones más profundas de la naturaleza. Sin embargo, yo no
desdeño este problema. Me alienta el ejemplo de Aristóteles a quién
admiro especialmente porque no dejó de discutir cada tema que
pensó que tenía algún grado de valor para ser tomado en cuenta
(Galileo 1638/1954, pp.94-95).
4 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
2 Dava Sobel ha hecho una gran exposición del problema de la longitud (Sobel 1995). Otros
tratamientos más detallados y de gran alcance se encuentran en Andrewes (1998), Gould
(1923) y Howse (1980).
8 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
3 Muchos libros tratan la historia social y cultural de la medición del tiempo, entre ellos están:
Cipolla (1967), Landes (1983), Macey (1980) y Rossum (1996).
4 En Macey 1980, Pt. II hay una buena introducción sobre el uso del reloj en la filosofía y la teo-
logía del siglo XVIII. Para una discusión general sobre el surgimiento de una concepción del
mundo mecánica, véase Dijksterhuis, E. J., 1961/1986.
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 9
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
5 Recuentos sobre el desarrollo del metro estándar pueden encontrarse en Alder (1995, 2002),
Berriman (1953, cap. XI), Heilbron (1989), Kline (1988, cap. 9), y Kula (1986, caps. 21–23).
Algo de la historia metodológica y política se cuenta en Matthews (2000, pp.141–150).
10 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
nueva ciencia de Galileo. Del Monte no podía creer que las afirmaciones so-
bre el péndulo de Galileo y le parecía que dejaban que desear cuando rodaba
bolas en un aro de hierro. Él era un científico-ingeniero y bastante aristotélico
como para creer que las pruebas contra la experiencia fueran el árbitro final
en física. Las afirmaciones de Galileo reprobaron la prueba. Sin embargo, Ga-
lileo replica que hubo accidentes que interfirieron con la prueba puesta por
Del Monte: el armazón de su rueda no era perfectamente circular, ni lo sufi-
cientemente liso. Estos eran requisitos perfectamente comprensibles, sin em-
bargo debe apreciarse que son requisitos modernos. Galileo introdujo el ahora
bien establecido proceso de abstracción que va de circunstancias reales a
circunstancias ideales.
Los problemas empíricos eran ejemplos donde el mundo no “corres-
pondía puntualmente” con los sucesos demostrado matemáticamente por
Galileo. En sus momentos más ingenuos, Galileo daba cuenta de que los
hechos no siempre corresponden a su teoría; que el mundo material y su
llamado “mundo en el papel”, el mundo teórico, no se correspondían. Inme-
diatamente después de estableces matemáticamente su famosa ley del movi-
miento parabólico de proyectiles, él señala que:
Garantizo que estas conclusiones probadas en lo abstracto serán di-
ferentes cuando se apliquen en concreto y serán falaces en la medida
en que ni el movimiento horizontal será uniforme, ni la aceleración
natural será en la proporción asumida, ni el camino del proyectil se-
rá una parábola (Galileo 1638/1954, p. 251).
Uno puede imaginarse la reacción de del Monte y de otros laboriosos fi-
lósofos de la naturaleza aristotélicos y mecanicistas al recibir tal estipulación.
Dicho sin rodeos, esto era desconcertante para el objetivo básico de la ciencia
aristotélica y empirista, esto es, hablarnos acerca del mundo en el que vivi-
mos. Considérese, por ejemplo, la sorpresa de Giovanni Renieri, un artillero
que intentó aplicar la teoría de Galileo a su oficio, cuando al quejarse en 1647
con Torricelli que sus pistolas no se comportaban conforme a las predicciones
de Galileo, recibió como respuesta de Torricelli que “su maestro hablaba el
lenguaje de la geometría y no estaba atado por ningún resultado empírico”
(Segre, 1991, p.43). Para Del Monte, Galileo era un gran matemático, pero un
físico sin remedio. Esta es la simiente metodológica de la revolución científi-
ca.6
El desarrollo de los análisis pendulares de Huygens, y luego de New-
ton, ilustran bellamente la interacción entre matemáticas y experimento tan
característico del paradigma galileo-newtoniano. Si los estudiantes pueden
6 Algunas discusiones especialmente perspicaces sobre la revolución metodológica de Galileo
están en McMullin (1978, 1990), Machamer (1998) y Mittelstrass (1972).
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 11
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
7 Ernst Mayr, en las páginas introductorias de su obra The Growth of Biological Thought, enco-
mienda el estudio histórico a los científicos en estos términos:
Siento que el estudio de la historia de un campo es la mejor manera de adquirir una
comprensión de sus conceptos. Únicamente al repasar el duro camino por el que
esos conceptos fueron obtenidos –aprendiendo todos los supuestos anteriores
equivocados que tuvieron que ser refutados uno por uno, en otras palabras, apren-
diendo todos los errores pasados– puede uno esperar adquirir una comprensión
real, rigurosa y segura. En ciencia uno aprende no sólo por sus propios errores sino
por la historia de los errores ajenos (Mayr 1982, p. 20).
12 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
8 Alguna contribuciones son: Bond y Bunting (1995), Kuhn y Brannock (1977), Siegler, Liebert,
y Liebert (1973), Shayer y Adey (1981) y Sommerville (1974).
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 13
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
9 Esta sección se apoya mucho en el trabajo de mis colegas del IPP, Art Stinner y Colin Gauld.
10 Para un tratamiento más completo del uso del péndulo en los programas de física, véase
Stinner y Metz (2003).
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 15
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
11 Sobre la vida y logros de Hooke, véase Drake (1996), Jardine (2003) y contribuciones en Hun-
ter y Schaffer (1989).
16 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
esta ley se asume. Sus batallas científicas con Newton son legendarias. Cuan-
do Newton se convirtió en el presidente de la Royal Society en 1705, él borró
todos los vestigios de Hooke de esta sociedad.
Identificamos a Robert Hooke por su famoso dibujo en su revoluciona-
ria micrografía que publicó a la edad de 30 años. Discutiendo la confronta-
ción entre Newton y Hooke los estudiantes se dan cuenta de que la ciencia es
una labor humana y que los científicos encarnan una amplia gama de las
debilidades humanas.
A los estudiantes se les puede formular la pregunta: “¿Qué experimen-
tos hizo Newton que sugieren y confirman sus tres leyes del movimiento?”
Los libros de texto rara vez discuten su trabajo experimental más allá de los
experimentos ópticos. Generalmente, no se conoce que en su estudio de la di-
námica Newton usó péndulos para probar la segunda y tercera ley del movi-
miento, así como la aceleración centrípeta. La inercia o su primera ley del
movimiento, era vista como consecuencia de un experimento pensado que
no podía ponerse a prueba directamente. Newton fue más allá de la idea de
Galileo acerca de la inercia como “la circunnavegación de un objeto en una
Tierra perfectamente lisa”, a la idea de “el movimiento rectilíneo en una
velocidad constante en un espacio profundo cuando no hay fuerzas
actuando sobre el objeto”.
La segunda ley de Newton, F=ma, puede aplicarse al péndulo para de-
mostrar que si la ley de Hooke se sostiene (la fuerza restauradora es propor-
cional al desplazamiento de la masa del péndulo de la vertical) entonces
tenemos movimiento armónico simple. Esta parte de la historia se cuenta a
menudo en los libros de texto, pero los experimentos de Newton para probar
su tercera ley rara vez se mencionan.
Newton demostró la tercera ley, “la acción es igual a la reacción” usan-
do dos largos péndulos (de tres a cuatro metros) y haciéndolos chocar. Él usó
el resultado de Galileo (que la velocidad del péndulo en su punto mínimo es
proporcional a la cuerda de su arco) y la aplicó a la colisión comparando las
cantidades de masa multiplicadas por la longitud de la cuerda, antes y des-
pués del choque. Este es uno de los pocos recuentos detallados que se en-
cuentran en los Principia, que los estudiantes de preparatoria pueden leer y
comprender. Los estudiantes rápidamente pueden darse cuenta de que la
tercera ley es realmente equivalente al principio de conservación del
momento lineal (Gauld 1993, 1998, 1999).
El corolario III de sus leyes del movimiento afirma que “La cantidad de
movimiento que se obtiene tomando la suma de los movimientos hechos en
una dirección y la diferencia de los realizados en sentido contrario, no cambia
por la acción de los cuerpos entre sí” (Newton 1729/1987, p.141). Para New-
ton, este concepto de (cantidad de movimiento) representa lo que llamamos
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 17
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
E l Proyecto Internacional Péndulo (IPP por sus siglas en inglés) tuvo sus
orígenes con la publicación del libro Time for Science Education: How Teaching
the History and Philosophy of Pendulum Motion can Contribute to Science Literacy
(Matthews 2000). Este es un libro de 13 capítulos con 1, 200 referencias. Abar-
có ampliamente la historia, metodología, impacto cultural y pedagogía de los
estudios sobre el péndulo. El interés sobre el tema del libro fue suficiente
para reunir a un gran grupo de especialistas en conferencias en la Universi-
dad de New South Wales en 2002 y nuevamente en 2005. Los participantes
vieron la necesidad de hacer que los profesores y estudiantes se dieran cuen-
ta del importante papel que jugó el péndulo en la historia de la ciencia y para
investigar y promover mejor y de una manera más rica la enseñanza del pén-
dulo en las escuelas.
Especialistas de 20 países colaboraron en el IPP, y sus investigaciones
aparecen en tres números especiales de la revista Science & Education (vol.13
nos.4-5, 7-8, vol.15 no.6.). Treinta y tres trabajos han sido publicados en la an-
tología The Pendulum: Scientific, Historical, Philosophical and Educational Pers-
pectives (M.R. Matthews, C.F. Gauld y A. Stinner eds., 2005).
12 Algunos de los más prominentes defensores de la educación liberal han sido: Mortimer
Adler (Adler 1939/1988), G.H. Bantock (Bantock 1981), Paul Hirst (Hirst 1974), Richard
McKeon (McKeon 1994), John Henry Newman (Tristram 1952), Richard Peters (Peters 1966)
e Israel Scheffler (Scheffler 1973). Ver Kimball (1986), así como contribuciones en Orrill
(1995), y en Schneider y Shoenberg (1998). Elliot Eisner, en su examen de las ideologías en el
curriculum, llama esta tradición educativa “humanismo racional” (Eisner 1992). Hay rela-
ciones con la idea educativa alemana de Bildung (Bauer 2003).
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 21
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
Referencias
Aczel, A.D., 2003, Pendulum: Léon Foucault and the Triumph of Science, Atria
Books, Nueva York.
Adler, M.J., 1939/1988, en G. van Doren (ed.), Reforming Education, Macmi-
llan, Nueva York.
Alder, K., 1995, “A Revolution to Measure: The Political Economy of the Me-
tric System in France”, en M. N.Wise (ed.), The Values of Precision, Prin-
ceton University Press, Princeton, Nueva Jersey.
Alder, K., 2002, The Measure of All Things: The Seven-Year Odyssey that Trans-
formed the World, Little Brown, Londres.
(AAAS) American Association for the Advancement of Science: 1990, The Li-
beral Art of Science: Agenda for Action, AAAS,Washington, DC.
Andrewes, W. J. H. (ed.), 1998, The Quest for Longitude: The Proceedings of the
Longitude Symposium, Harvard University, Cambridge, Massachusetts, No-
vember 4–6, 1993, 2a. Edición, Collection of Historical Scientific Instru-
ments, Harvard University, Cambridge, MA.
Bantock, G. H., 1981, The Parochialism of the Present, Routledge & Kegan Paul,
Londres.
Barger, V. & Olsson, M., 1973, Classical Mechanics: A Modern Perspective,
McGraw-Hill, Nueva York.
Bauer, W., 2003, “Introduction”, Educational Philosophy and Theory, vol. 35, no.
2, pp. 133–137.
Berriman, A.E., 1953, Historical Metrology: A New Analysis of the Archaelogical
and Historical Evidence Relating to Weights and Measures, J. M. Dent &
Sons, Londres.
Bond, T. G. & Bunting, E., 1995, “Piaget and Mea surement III: Reas ses -
sing the Met ho de Cli ni que”, Archives de Psycholo gie, vol. 63, pp.
231–255.
Boyle, R., 1687/1996, A Free Enquiry into the Vulgarly Received Notion of Nature,
E.B. Davis & M. Hunter (eds.), Cambridge University Press, Cambrid-
ge.
Bybee, R.W., Elli s, J.D, Giese, J.R. & Parisi, L., 1992, Teaching About the History
and Nature of Science and Technology: A Curriculum Framework, Colorado
Springs, BSCS/SSEC.
Cipolla, C., 1967, Clocks and Culture: 1300-1700, Collins, Londres.
Conlin, M. F., 1999, “The Popular and Scientific Reception of the Foucault
Pendulum in the United States”, Isis, vol. 90, no. 2, pp. 181–204.
Cohen, I. B., 2002, “Newton’s Concepts of Force and Mass, with Notes on the
Laws of Motion”, en I.B. Cohen & G.E. Smith (eds.), The Cambridge Com-
panion to Newton, Cambridge University Press, Cambridge.
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 23
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
Jardine, L., 2003, The Curious Life of Robert Hooke: The Man Who Measured Lon-
dres, Harper Collins, Londres.
Kimball, B., 1986, A History of the Idea of Liberal Education, Teachers College
Press, Nueva York.
Kline, H.A., 1988, The Science of Measurement: A Historical Survey, Dover Pu-
blications, Nueva York.
Kuhn, D. & Brannock, J., 1977, “Development of the Isolation of Variables
Scheme in Experimental and ‘Natural Experiment’ Contexts”, Develop-
mental Psychology, vol. 13, no. 1, pp. 9–14.
Kula, W., 1986, Measures and Man, Princeton University Press, Princeton
Nueva Jersey.
Landes, D. S., 1983, Revolution in Time. Clocks and the Making of the Modern
World, Harvard University Press, Cambridge, MA.
Macey, S.L., 1980, Clocks and Cosmos: Time in Western Life and Thought, Archon
Books, Hamden, CT.
Machamer, P., 1998, “Galileo’s Machines, His Mathematics, and His Experi-
ments”, en P. Machamer (ed.), The Cambridge Companion to Galileo,
Cambridge University Press.
Matthews, M. R., 1998, “How History and Philosophy in the US Science Edu-
cation Standards Could Have Promoted Multidisciplinary Teaching”,
School Science and Mathematics, vol. 98, no. 6, pp. 285–293.
Matthews, M. R., 2000, Time for Science Education: How Teaching the History and
Philosophy of Pendulum Motion can Contribute to Science Literacy, Kluwer
Academic Publishers, Nueva York.
Matthews, M. R., Gauld, C. F. & Stinner, A. (eds.), 2005, The Pendulum: Scientific,
Historical, Philosophical and Educational Perspective, Springer, Dordrecht.
Mayr, E., 1982, The Growth of Biological Thought, Harvard University Press,
Cambridge MA
McComas, W.F. & Olson, J.K., 1998, “The Nature of Science in International
Science Education Standards Documents”, en W.F. McComas (ed.), The
Nature of Science in Science Education: Rationales and Strategies, Kluwer
Academic Publishers, Dordrecht.
McKeon, R., 1994, On Knowing. The Natural Sciences, compilado por D.B
Owen, editado por D. B. Owen & Z.K. McKeon, University of Chicago
Press, Chicago.
McMullin, E., 1978, “The Conception of Science in Galileo’s Work”, en R.E.
Butts & J.C. Pitt (eds.), New Perspectives on Galileo, Reidel Publishing
Company, Dordrecht.
McMullin, E., 1990, “Conceptions of Science in the Scientific Revolution”, en
D.C. Lindberg & R.S. Westman (eds.), Reappraisals of the Scientific Revo-
lution, Cambridge University Press, Cambridge.
El movimiento del péndulo: cómo la historia y filosofía de la ciencia 25
pueden enriquecer la enseñanza y promover una educación liberal
Mittelstrass, J., 1972, “The Galilean Revolution: The Historical Fate of a Met-
hodological Insight”, Studies in the History and Philosophy of Science, vol.
2, pp. 297–328.
(NRC) National Research Council: 1996, National Science Education Standards,
National Academy Press, Washington.
Newton, I., 1729/1934, Mathematical Principles of Natural Philosophy (traduc-
ción al inglés de A. Motte, revisión de F. Cajori), University of Califor-
nia Press, Berkeley; 1987, Principios Matemáticos de la Filosofía Natural
(traducción de Eloy Rada), Alianza Editorial, Madrid.
Orrill, R. (ed.), 1995, The Condition of American Liberal Education: Pragmatism
and a Changing Tradition, College Entrance Examination Board, Nueva
York.
Peters, R.S., 1966, Ethics and Education, George Allen and Unwin, Londres.
Inhelder, B. y Piaget, J. 1958, The Growth of Logical Thinking from Childhood to
Adolescence. Routledge and Kegan Paul Ltd., Gran Bretaña; 1972, El de-
sarrollo del pensamiento lógico de la infancia a la adolescencia, Paidos, Bue-
nos Aires.
Pólya, G., 1977, Mathematical Methods in Science, Mathematical Association of
America, Washington.
Renn, J., Damerow, P. & Rieger, S., 2000, “Hunting the White Elephant: When
and How did Galileo Discover the Law of Fall”, Science in Context, vol.
13, nos. 3–4, pp. 299–419.
Rogers, E.M., 1960, Physics for the Inquiring Mind, Princeton University Press,
Princeton.
Rossum, G. D-V., 1996, History of the Hour: Clocks and Modern Temporal Orders,
Chicago University Press, Chicago.
Rutherford, F. J.& Ahlgren, A., 1990, Science for All Americans, Oxford Univer-
sity Press, Nueva York.
Scheffler, I., 1973, Reason and Teaching, Bobbs- Merrill, Indianapolis.
Schneider, C. G. & Shoenberg, R., 1998, “Contemporary Understandings of
Liberal Education”, Liberal Education, Primavera, vol. 84, no. 2, pp.
32–37.
Schweitzer, A., 1910, The Quest for the Historical Jesus, Adam and Charles
Black, Londres.
Segre, M., 1991, In the Wake of Galileo, Rutgers University Press, New Bruns-
wick, NJ.
Shayer, M. & Adey, P., 1981, Towards a Science of Science Teaching: Cognitive
Development and Curriculum Demand, Heinemann, Londres.
Siegler, R. S., Liebert, D.E. & Liebert, R.M., 1973, “Inhelder and Piaget’s Pen-
dulum Problem: Teaching Preadolescents to Act as Scientists”, Develop-
mental Psychology, vol. 9, no. 1, pp. 97–101.
26 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Sobel, D., 1995, Longitude: The True Story of a Lone Genius Who Solved the Grea-
test Scientific Problem of His Time, Walker & Co., Nueva York.
Sommerville, S., 1974, “The Pendulum Problem: Patterns of Performance De-
fining Development Stages”, British Journal of Educational Psychology,
vol. 44, pp. 266–281.
Stinner, A. & Metz, D., 2003, “Pursuing the Ubiquitous Pendulum”, The
Physics Teacher, vol. 41, pp. 34–39.
Suchting, W. A., 1995, “The Nature of Scientific Thought”, Science & Educa-
tion, vol. 4, no. 1, pp. 1–22.
Tavel, M., 2002, Contemporary Physics and the Limits of Knowledge, Rutgers Uni-
versity Press, New Brunswick.
Tristram, H. (ed.), 1952, The Idea of a Liberal Education:A Selection from the
Works of Newman, Harrap, Londres.
Westfall, R. S., 1990, “Making a World of Precision: Newton and the Cons-
truction of a Quantitative Physics”, en F. Durham & R.D Purrington
(eds.), Some Truer Method. Reflections on the Heritage of Newton, Colum-
bia University Press, Nueva York, pp. 59–87.
Wise, M. N. (ed.), 1995, The Values of Precision, Princeton University Press,
Princeton.
Yoder, J. G., 1988, Unrolling Time: Christiaan Huygens and the Mathematization
of Nature, Cambridge University Press, Cambridge.
Capítulo 2
Explorando péndulos en el salón de clases
Elizabeth Cavicchi
Edgerton Center, MIT
Introducción
Figura 1. Izquierda: Niños en el Elementary Science Program en los años ‘60 exploran
péndulos (ESS 1969); el mismo marco fue usado por Masa medio siglo después. De-
recha: El artículo en el periódico local sobre mi proyecto del péndulo para la Feria
Científica.
nes definieron y limitaron el alcance con el cual podría haber innovado con
mi proyecto.
Presentaciones de la teoría reemplazaron a la experiencia en mis estu-
dios universitarios de física en el MIT. Sólo conocí el péndulo en el pizarrón
y en conjuntos de problemas, pero no en el laboratorio. Se le estudiaba con-
forme a varias técnicas matemáticas: componentes tangenciales y radiales
en el análisis de la fuerza newtoniana; la relación de trabajo y energía apli-
cada al punto medio y alto de su oscilación; un ejemplo de fuerza de res-
taura ción bajo la aproximación del ángulo reducido; y ecuaciones
diferenciales de un oscilador armónico. Las matemáticas les decían a los
estudiantes lo que estaba allí, omitiendo cualquier papel para la observa-
ción directa.
En contraste con la física, la observación y exploración eran parte inte-
gral de cómo trabajé en el estudio de arte, donde dediqué un número cre-
ciente de largas horas formando esculturas de barro cada vez más
complejas, tratando de ir más allá de los límites propios del material utiliza-
do. Después de obtener un posgrado en artes visuales (1980), comencé a ex-
perimentar mezclando la observación con exploración, la ciencia con el arte,
conectándolo con la historia y enseñanza de la ciencia por medio de mi par-
ticipación como investigadora para la serie científica de televisión pública y
el libro The Ring of Truth (Morrison 1987). El juego y el cuestionamiento in-
tercalados con nuestros ensayos preliminares con: un reloj de torre amplifica-
do con lentes, una hoguera con donas rellenas de jalea, la observación de una
noche estrellada. Con estas observaciones personales, la ciencia real se desen-
volvía en los lugares cotidianos, no así, en los salones de física donde
participaba.
Como profesora de física de la Universidad de Massachusetts, Lo-
well, impartí el currículum de ingeniería física basado en álgebra, alternan-
do la cátedra con el laboratorio. El péndulo apareció en tres laboratorios: el
péndulo de anillo [Ring Pendulum], el péndulo balístico [Ballistic Pendulum],
y el péndulo simple (Pullen 198x). Sensores fotoeléctricos [photogates] pues-
tos afuera del oscilador detectaron las oscilaciones de eventos cambiantes
que la computadora Apple IIe adjunta convirtió en intervalos de tiempo con
.1ms de precisión. Para cada grupo de datos, el software de la computadora
producía una tabla con estadísticas y una gráfica. En el primer laboratorio se
pidió a los estudiantes encontrar la ley de potencia que se ajustaba mejor [i. e.,
raíz cuadrada] al periodo del péndulo por oposición a su tamaño [el diámetro
de una oscilación]. El último laboratorio proporcionó el modelo del ángulo
reducido para el periodo del péndulo y orientó a los estudiantes para exami-
nar la gran separación de amplitud de este modelo para un péndulo de
longitud fija.
Explorando péndulos en el salón de clases 33
1 Desarrollé y enseñé el curso “Science From Our Lives” en los semestres de primavera y vera-
no de 1992 en la Universidad de Massachusetts Lowell.
34 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
otro les ha dicho que deben ver y hacer? Evidencias de los estudios de Gali-
leo sobre el movimiento rastreados por Stillman Drake (1978, 1990) me im-
presionaron por el potencial educativo de la conciencia creciente de Galileo
sobre todo lo que él ignoraba, y su ingeniosa persistencia (1997). Un ensayo
de Tom Settle (1996) me mostró vívidamente –y a los alumnos que lo leye-
ron– la naturaleza exploratoria del proceso de Galileo con todos sus callejo-
nes sin salida y búsquedas ramificadas, con penetrantes analogías y críticas
sagaces. Encontré mayor apoyo para ampliar las actividades de clase con
péndulos e historia a través de la ciencia, historia y materiales educativos
reunidos por el International Pendulum Project (Matthews et al. 2005). Sucesi-
vas experiencias en la enseñanza profundizaron mi propia sensibilidad so-
bre las formas de exploración de los aprendices –desde mis estudiantes has-
ta Galileo– con péndulos. Sin estar ya perpleja por lo que los estudiantes
“no entienden” –y (más importante) al rehusar propositivamente siquiera a
considerar qué “debería” suceder– me di cuenta continuamente de la curio-
sidad de los estudiantes con los péndulos y las incisivas observaciones a las
que llegan.
Mi primera clase de exploración con estudiantes universitarios con
péndulos2 fue muy diferente de aquel laboratorio de física en el que pri-
mero enseñé, donde cada péndulo se presenta igual y se espera que arroje
resultados simila res. Aquí, proporcioné materiales componen tes (cuerda,
cáñamo, sedal, pesos, rondanas, cinta adhesiva) sin instrucciones de ar-
mado, junto con la pregunta ¿“qué notas” sobre algo oscilando? Desde so-
portes de anillos del laboratorio ¡los pesos sencillos o dobles giraban! Los
soportes se tambalearon. Los pesos golpearon sus soportes. Ningún movi-
mien to de los pesos parecía firme. Nuevos arreglos surgieron. La ba rra de
un perchero, o un enchufe eléctrico colgante, fijaban las cuerdas en la si-
guiente ronda de experimentos en los estudiantes. Ahora, para Anna era
la oscilación misma la que atra paba su atención, no importaba lo que hicie-
ra para aumentar los pesos o cambiar su forma, en la oscilación “la-
do–a–lado” aun ocurría y cambiaba “una y otra vez” (Tsui 2005; Figura 4).
Otros descubrieron que un peso eventualmente se separaba del movi-
mien to lado–a–lado, para seguir un camino circular (Bram hill 2005, Cro-
nan 2005).
2 Los episodios descritos en esta sección están tomados del desarrollo de mi curso “Science
Experimenting: Learning About Nature, History, and Ourselves”, en 2005, en la Universi-
dad de Massachusetts Boston. Realicé este curso una vez más en 2007. Mis escritos incluyen
otras narrativas provenientes de las experiencias en estos cursos (2007, 2009, 2011).
38 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Figura 5. Izquierda: El dibujo de Lucienne de sus péndulos con dos aretes, colgando
desde una zapatera casera (Pierre, 2005). Derecha, arriba: Dibujos de Peter de la osci-
lación del péndulo a través de un arco reducido (Fig.1) y un arco grande (Fig.2) (Tusi,
2005). Derecha, abajo: Cuadro de datos de Samantha, con los tiempos que registró pa-
ra las oscilaciones sucesivas de un péndulo (Pitchel, 2005).
Explorando péndulos en el salón de clases 39
En medio de esta disputa, Devin leyó el texto de Galileo en voz alta. Ba-
jo este estudio detallado, los estudiantes revisaron las sutilezas para distin-
guir entre “tiempo en el que se detiene” y la expresión de Galileo “tiempo al
pasar por” un arco pequeño o grande (1638/1914, p. 97). Devin gesticuló con
sus manos para mostrar los arcos pequeños y grandes. Lucienne se dedicó a
seguir el tiempo de detenerse, simultáneamente cuestionó y entendió la in-
terpretación divergente de Devin. Devin releyó el pasaje de Galileo en voz al-
ta; otro estudiante lo reiteró en sus propias palabras. Lucienne, Devin y los
otros ahora expresaron un asentimiento común. Al asimilar el significado de
lo que habían llegado a entender junto con Galileo, Devin se conmovió con su
franqueza al admitir que este resultad parece difícil de creerse: “Galileo hizo
este descubrimiento y luego dijo: ‘sin duda esto me parece un tanto improba-
ble’… ¡él es un sujeto modesto!” (Cavicchi 2005).
En respuesta a los experimentos autoiniciados junto con las observacio-
nes de Galileo, estos estudiantes: improvisaron péndulos con materiales que
encontraron; observaron la sincronía con sus propios ojos y tomaron el tiem-
po de las oscilaciones con cronómetros; discutieron, cuestionaron y repensa-
ron su comprensión del movimiento y su descripción histórica. Aunque los
péndulos rítmicos de Peter y el estudio del tiempo de oscilación de Samant-
ha, hechos en casa, repitieron los hallazgos de Galileo sobre oscilaciones de
arcos grandes y pequeños, ni su texto ni sus confirmaciones llegaron a las
mentes de los otros. Una disonancia subyacente, como la de Lucienne sobre
detener el tiempo, llegó a una nueva resolución únicamente por medio de la
participación directa de la estudiante en discusiones y ensayos. En su proce-
sos de construcción de comprensiones sobre fenómenos, ellos también se es-
Explorando péndulos en el salón de clases 41
A nimar a mis estudiantes para develar los caminos del péndulo –por me-
dio de exploraciones autodirigidas– para mí y para ellos, ofrece una involu-
cración educativa más profunda, que la práctica estándar de adelantar las ex-
plicaciones que se espera que los estudiantes acepten sin observación ni
examen. Mi enseñanza subsecuente por medio de exploraciones críticas ha
mostrado que el entrenamiento científico previo típicamente impide la aper-
tura de los estudiantes para observar y explorar los comportamientos de osci-
laciones. Las respuestas parece que estuvieran ya allí.
Las respuestas y suposiciones desaniman la exploración y limitan las
posibilidades educativas. Mientras que el profesor de primaria que trabajó
con Eleanor Duckworth no se convenció con unos cuantos intentos de que
el peso no importa, los universitarios tienden a asumir que ya tienen una
respuesta desde el marco de la física newtoniana que vieron en clase y no le
ven sentido a buscar más allá. A menudo la respuesta que tienen amerita un
reexamen, tal como la afirmación de que un cuerpo más pesado oscila más rá-
pido que uno ligero o que el tiempo de oscilación se escala linealmente –o no
42 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
3 Imparto el seminario “Recreate Historical Experiments: Inform the Future with the Past” en
el Edgerton Center, MIT. Narrativas extraídas de seminarios previos se documentan en mis
escritos (2008a, 2008b, 2010). El sitio Open CourseWare del MIT proporciona todos los mate-
riales del curso, lecturas, tareas, trabajo de los estudiantes y fotografías de este seminario de
Programas Especiales; para el desarrollo del curso de enero de 2010, ver:
http://ocw.mit.edu/courses/special-programs/sp-713-recreate-experiments-from-history-
inform-the-future-from-the-past-galileo-january-iap-2010/
4 El curso T440 de Eleanor Duckworth, “Teaching and Learning”, se documenta en sus escri-
tos y se describe en el sitio web Critical Explorers (2010). Ella lo imparte en Harvard Gra-
duate School of Education.
Explorando péndulos en el salón de clases 43
Figura 7. Izquierda: Masa abre el compás sobre el papel blanco bajo el péndulo en re-
poso para marcar los dos puntos desde donde será soltado; en un lado y a la distancia
equivalente del otro lado. Derecha: Zengxu y Masa toman el tiempo de oscilación de
su péndulo usando el reloj y el celular.
Conclusión
Agradecimientos
Referencias
Bramhill, D., 2005, Assignments and notebook for Honors 290F, University of
Massachusetts, Boston.
Cavicchi, E., 1980, Arethusa: A Fountain through Sculpture, S. M. Vis. S. Tesis,
Massachusetts Institute of Technology.
——-, 1991, Handwritten notes and lectures for Physics II, University of Massa-
chusetts, Lowell.
——-, 1992, Science from our Lives. Exercises and readings, University of Lo-
well, Lowell.
——-, 1997, “Watching Galileo’s Learning”, en Explorations in College Algebra,
Linda Kime and Judy Clark, John Wiley, Nueva York.
——-, 2005, Transcripts, assignments and notes for Honors 290F, University of
Massachusetts, Boston.
——-, 2007, Mirrors, swinging weights, lightbulbs…: Simple experiments and his-
tory help a class become a community, en P. Heering y D. Osewold (eds.),
Constructing Scientific Understanding through Contextual Teaching, Frank
& Timme, Berlín.
——-, 2008, “Historical Experiments in Students’ Hands: Unfragmenting Scien-
ce through Action and History”, Science and Education, 17(7), pp. 717–749.
——-, 2008, “Opening Possibilities in Experimental Science and its History:
Critical Explorations with Pendulums and Singing Tubes”, Interchange,
39, pp. 415–442.
——-, 2009, “Exploring Mirrors, Recreating Science and History, Becoming a
Class Community”, New Educator 5(3), pp. 249–2273.
http://www1.ccny.cuny.edu/prospective/education/theneweduca-
tor/volume5_3.cfm
——-, 2011, Transcripts, assignments and notes for SP.713, Massachusetts Insti-
tute of Technology, Cambridge.
——-, Chiu, S.–M., McDonnell, F., 2009, “Introductory Paper on Critical
Explorations in Teaching Art, Science and Teacher Education” New
Educator 5(3), pp. 189–204.
http://www1.ccny.cuny.edu/prospective/education/theneweduca-
tor/volume5_3.cfm
——-, 2010, “Activity inspired by Medieval Observers with Tubes”, en C. Si-
gismondi (ed.), Orbe Novus, Universitalia, Rome, pp. 22–39.
http://irsol.ch/costantino_sigismondi/OrbeNovus_volume2010.pdf
——-, 2011, “Classroom Explorations: Pendulums, Mirrors and Galileo’s
Drama”, Interchange, Vol. 42(1), pp. 21–50.
——-, y Hughes–McDonnell, F., 2008, “Inklings of Science Arise in Watching
Pendulums”, National Science Teacher’s Association Convention, Boston.
Explorando péndulos en el salón de clases 49
ESS 1969, “Teacher’s guide for Pendulums: [a study unit]”, Webster Division,
McGraw–Hill, St. Louis.
Galilei, G., 1632/1967, Dialogue Concerning the Two World Systems, S. Drake,
trad., University of California Press, Berkeley.
Galilei, G., 1638/1914, Two New Sciences, H. Crew, trad., Dover, Nueva York.
Hawkins, D., 2002a, “Messing About in Science”, en D. Hawkins (2d ed.), The
informed vision: Essays on learning and human nature, Algora, Nueva
York. (Ensayo original publicado en 1965).
Hawkins, D., 2002, “I, Thou and It”, en D. Hawkins (2d ed.), The informed vi-
sion: Essays on learning and human nature, Algora, New York. (Ensayo
original publicado en 1969).
Inhelder, B., Sinclair, H., y Bovet, M., 1974, Learning and the development of cog-
nition, S. Wedgwood, trad., Harvard University Press, Cambridge.
Inhelder, B. y Piaget, J., 1958, The growth of logical thinking: From childhood to
adolescence, A. Parsons y S. Milgram, trads., Basic Books, New York.
(Trabajo original publicado en 1955)
http://www.archive.org/details/growthoflogicalt007957mbp
Leonardo, 1974, en Bedini, S. y Reti L., “Horology”, L. Reti, (ed.), The
Unknown Leonardo, McGraw–Hill, Nueva York.
Matthews, M. R., Gauld, C. F, y Stinner, A., 2005, The Pendulum: Scientific,
Historical, Philosphical & Educational Perspectives, Springer, Dordrecht.
McDonnell, F., 2009, “ ‘I wonder how this little seed can have so much potential’:
Critical exploration supports pre–service teachers’ development as
science researchers and teachers”, New Educator, 5(3), pp. 205–228.
Morrison, Philip y Phylis, 1987, The Ring of Truth. Videos: Public Broadcas-
ting Associates, Cambridge. Libro: Random House, Nueva York.
Piaget, J., 1960, The child’s conception of the world, J. y A. Tomlinson, trads., Little-
field, Adams, Totowa, Nueva Jersey. (Trabajo original publicado en 1926).
Pierre, L., 2005, Assignments and notebook for Honors 290F, University of Mas-
sachusetts, Boston.
Pitchel, S., 2005, Assignments and notebook for Honors 290F, University of Mas-
sachusetts, Boston.
Pullen, D., 198x, Physics Laboratory Experiments, I and II, University of Lowell, Lowell.
Oresme, N., 1968, Le livre du ciel at du monde, A. Menut y A. Demony (eds.), A.
Menut, trad.. University of Wisconsin Pr., Madison.
Settle, T., 1996, Galileo’s Experimental Research, Max Planck Institute for His-
tory of Science, Berlín.
Tsui, A., 2005, Assignments and notebook for Honors 290F, University of Massa-
chusetts Boston.
Tusi, P., 2005, Assignments and notebook for Honors 290F, University of Massa-
chusetts Boston.
Capítulo 3
Helmholtz y sus resonadores:
¿un “péndulo” histórico para la enseñanza
de la psicología científica?
4 Johannes Müller, el antiguo profesor de Helmholtz había aceptado que la corriente fluía a
una altísima velocidad comparable con la velocidad de la luz. Por esta razón, se mostraba
pesimista en cuanto a la posibilidad de poder medir la velocidad de la acción nerviosa. Inge-
niosamente, Helmholtz instaló un galvanómetro en el nervio motor de la pata de una rana.
El tiempo transcurrido entre la aplicación de la corriente y la patada subsiguiente, así como
la distancia entre el estímulo eléctrico y el músculo de la pata le permitieron calcular lo que
sorprendentemente resultó ser una velocidad lenta de noventa pies por segundo (cf. Boring,
1931, pp. 42-43; Hunt, 2007 p. 128).
5 Los últimos veinte años de su vida los dedicó a investigaciones propiamente físicas. En 1871,
Helmholtz fue a trabajar en Berlín como profesor de física. Allí, se dedicó a la teoría de la
conservación de la energía, así como a problemas de hidrodinámica, electrodinámica y ópti-
ca física (cf. Boring 1931, p. 292).
6 El volumen I se publicó en 1856, el volumen II en 1860 y el III a finales de 1866.
56 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
7 Cito de la traducción al inglés de James P. C. Southall (1925) del Handbuch der Physiologischen
Optik. He consultado también la traducción al francés, revisada por Helmholtz, realizada
por Émile Javal y N. Th. Klein, en 1867. Esta version, Optique Physiologique, tiene la ventaja de
proporcionar (entre paréntesis y en cursivas) las páginas de la obra original Handbuch der
Physiologischen Optik (1866).
8 Las páginas en cursivas corresponden a la edición alemana de 1866.
9 La noción de “dualismo” requiere de ser explicada, ya que con frecuencia se utiliza de forma
equívoca. Aunque esto implica un desarrollo más amplio, que no cabe hacer aquí, señalo
que el dualismo de Helmholtz guarda parecido con el dualismo cartesiano. Esto es, supone
que la materia y la mente son de naturaleza completamente distinta. La distinción radical es-
tablecida por Descartes entre la materia y el pensamiento resultaba central para su funda-
mentación de la física. A la vez, para Descartes, la naturaleza humana no se comprende por
medio del dualismo, sino de la unión de esas dos entidades (cf. Monroy 2006, cap. 2). Helm-
holtz tampoco está suponiendo un ser separado, sino compuesto por la materia que (como
Descartes) puede estudiarse física y fisiológicamente, y cuya actividad mental, incorpórea,
no puede investigarse por la ciencia, sino por la psicología filosófica (coincidiendo también
con Descartes).
Helmholtz y sus resonadores: ¿un “péndulo” histórico para 57
la enseñanza de la psicología científica?
10 De acuerdo con Hunt, la música clásica era uno de los pocos lujos (indulgence) que se permi-
tía (cf. 2005, p. 127). Helmholtz supone que la materia y la mente son de naturaleza comple-
tamente distinta.
11 “Hasta ahora es la parte física de la teoría del sonido la que casi exclusivamente se ha tratado
con amplitud, esto es, las investigaciones se refieren casi exclusivamente a los movimientos
producidos por cuerpos sólidos, líquidos o gaseosos cuando ocasionan sonidos que el oído
aprecia. Esta física acústica no es algo más que una teoría de los movimientos de los cuerpos
elásticos” (Helmholtz, 1954, p. 3).
Helmholtz y sus resonadores: ¿un “péndulo” histórico para 59
la enseñanza de la psicología científica?
dor. Los resonadores eran esferas de vidrio huecas (ver Figura 1) o de metal
(ver Figura 2), o tubos (ver Figura 3) con dos aberturas.12
En ambos casos, una abertura (a) tiene bordes afilados y la otra (b) tiene
forma de embudo. Esta abertura está adaptada para insertarse en el oído.
Helmholtz menciona cómo recubre este lado con cera derretida para sellarlo.
Cuando se enfría, pero aún se encontraba suave, presionaba la abertura en la
entrada del oído, convirtiéndose en su propio sujeto experimental. La cera se
moldeaba a la forma de la entrada del oído y permitía que el resonador se
ajustara herméticamente.
La masa de aire en el resonador, junto con el que hay en el pasaje au-
ditivo y la membrana timpánica... forma un sistema elástico capaz
de vibrar de una forma peculiar y en especial, el tono principal de la
esfera que es más grave que cualquier otro de sus tonos, puede de-
sencadenar una vibración simpática,13 y luego el oído, que está en
una conexión inmediata con el aire dentro de la esfera, percibe este
tono aumentado por acción directa. Si tapamos un oído (lo cual se
hace mejor con un tapón de cera moldeado en la forma de la entrada
del oído) y aplicamos un resonador al otro, la mayoría de los tonos
producidos en el aire circundante se sofocarán; pero si se toca el to-
no apropiado del resonador este retumba en el oído poderosamente
(1954, p. 43).
12 Las figuras 1 y 3 aparecen en Helmholtz, 1954, p. 43. La figura 2 es una imagen tomada de:
Apparatus Collection in The Archives of the History of American Psychology (AHAP):
http://www3.uakron.edu/ahap/apparatus: Helmholtz resonators 1 (Origin: Ohio State
University). Otros resonadores de Helmholtzpueden verse en:
http://physics.kenyon.edu/EarlyApparatus/Rudolf_Koenig_Apparatus/Helmholtz_Re-
sonator/Helmholtz_Resonator.html
13 “Se refiere, por ejemplo, a la vibración de una cuerda que resuena por sí sola cuando se hace
sonar otra.
60 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
15 Helmholtz señala que como sucede con los microscopios; entre mayor es el poder de au-
mento, el campo de visión es menor. Al reducir el tamaño del orificio también amplía el tono
del resonador y brinda medios sencillos para sintonizar cualquier tono requerido. Por esto
mismo, la abertura no debe reducirse demasiado (1954, p. 374).
16 Müller (1801-1858) defendía la tesis de que la cualidad de la sensación depende del tipo de
fibra nerviosa que interviene en la percepción. Por ejemplo, si se estimula el sistema visual
tendremos sensaciones visuales.
17 Sobre el papel fundamental de Helmholtz en la evolución histórica de la teoría de la medida
(TM), cf. Díez 1997, pp. 167-185. Para este autor, la teoría de la medida está claramente dife-
renciada en dos períodos que corresponden, por un lado, con los estudios sobre axiomática
y morfismos reales de Helmholtz, Campbell y Holder y, por otro lado, con el trabajo realiza-
do por Stevens y su escuela sobre tipos de escalas y transformaciones (período de formación).
Estas dos líneas de investigación son complementarias y convergen en la obra de Suppes
(1951) donde todos los elementos de la teoría se integran por primera vez (teoría madura). En
el ensayo de Helmoltz, “Numbering and Measuring from an Epistemological Viewpoint”
(“Zählen und Messen erkenntnistheoretisch betrachtet”, 1887), es donde “la cuestión sobre las
condiciones que hacen posible la medición son explícitamente formuladas por vez primera”
[Díez 1997, p.171].
Helmholtz y sus resonadores: ¿un “péndulo” histórico para 63
la enseñanza de la psicología científica?
Referencias
Boring, E. G., 1929/1931 A History of Experimental Psychology, 3a. ed., D-
Appleton-Century Co. Inc, NuevaYork/Londres.
Comte, A. 1893, Cours de philosophie positive, París: J.B. Baillière et fils; 1869;
The Positive Philosophy of Auguste Comte, 2 vols., traducción libre y con-
densada de Harriet Martineau. Kagan Paul, Trench, Trübner & Co.,
Londres.
Díez, J. A., 1977, “Historical Introduction to Measurement Theory 1887-1990
Part I: The Formation Period. Two Lines of Research: Axiomatics and
Real Morphisms, Scales and Invariance”, Studies in History and Philo-
sophy of Science, vol. 28, no. 1, pp. 167-185.
Fuchs, A. H. y Viney, A. W., 2002, “The course in the history of psychology:
present status and future concerns”, History of psychology, 5 (1), pp.
3-15.
Helmholtz, H., 1867, Optique Physiologique, traducido por Émile Javal y N. Th.
Klein, Victor Masson et Fils, París; 1962, Helmholtz´s Treatise on Physiologi-
cal Optics, vol. III, traducción de la 3a. ed. en alemán por James P. C. Sout-
hall, Dover Publications, Nueva York (reimpresión sin abreviar ni alterar
de la primera traducción al inglés publicada por The Optical Society of Ame-
rica en 1925).
——-, 1885/1954, On the Sensations of Tone as a Physiological Basis for the Theory of
Music, traducida, revisada y corregida conforme a la 4a. edición alemana
(1877) por Alexander J. Ellis en 1885, con una nueva “Introducción” de
Henri Margenau (1954), Dover Publications, Nueva York.
Hunt, M., 2007, The Story of Psychology, 2a. ed., Anchor Books, Nueva York.
Kant, I., 1996, Critique of Pure Reason, traducida por Werner S. Pluhar. Intro-
ducción de Patricia Kircher, Hackett Publishing, Co. Inc., Indianápo-
lis/Cambridge.
Locke, J., 1975, An Essay Concerning Human Understanding. Introducción y
aparato crítico de Peter H. Nidditch, Clarendon Press, Oxford.
Monroy Nasr, Z., 2006, El Problema Cuerpo-Mente en Descartes: una Cuestión Se-
mántica. Facultad de Psicología y DGAPA, UNAM, México.
Turner, R. S., 1982, “Helmholtz. Sensory Physiology, and the Disciplinary
Development of German Psychology”, en W. R. Woodward y M. G.
Ash, The Problematic Science: Psychology in Nineteenth-Century Thought,
Praeger Publishers, Nueva York.
Watson, R. I., 1962/1977, “The Role and Use of History in the Psychology Cu-
rriculum”, in J. Brožek y R. B. Evans, Selected Papers on the History of
Psychology, University of Hampshire, Hanover, NH.
Capítulo 4
Entre el péndulo de Piaget y
el péndulo de Foucault:
¿formas de la razón y de la experiencia?
Otras respuestas tienen que ver con la idea misma de ciencia que con-
ciben los sujetos, la cual, como sabemos, va transformándose no sólo por el
paso del tiempo sino por el grado de complejidad de los planteamientos rea-
lizados. Por ejemplo:
Sujeto 5: “Me parece que antes percibía y tenía una concepción más ‘rí-
gida’ de la ciencia. La idea que surge en mí va más en dirección al co-
nocimiento de nuevas metodologías; una reglamentación del conocer,
lo cual no implica que no haya actualmente metodologías adecuadas”.
Sujeto 6: “Antes creía que la ciencia sólo se refería a las ‘ciencias duras’
y sólo entre ellas interactuaban. Pero ahora pude ver un ejemplo de la
manera en que una ‘ciencia dura’ se puede relacionar tan estrechamen-
te con una ciencia tanto biológica como social, como lo es la psicología”.
Sujeto 7: “Mi concepto de ciencia va cambiando. En particular, éste
y otros temas me han hecho pensar sobre la ciencia, sus alcances,
sus limitaciones, sobre la filosofía, sobre la epistemología, etc.”.
Sujeto 8: “El trabajo me da una concepción de ciencia mucho más ri-
ca y completa ya que es posible estudiar el pensamiento científico
mismo, el desarrollo de los conceptos. Pude entender mejor como la
ciencia, más bien la idea de ciencia, se relaciona con nuestras vidas
diarias y con nuestro desarrollo”.
Como se puede observar, la ciencia como forma de pensar se vuelve
una herramienta y un desafío interesante en nuestra manera de comprender
el mundo. Y de esa manera, el péndulo se integra en nuestra vida diaria to-
mando la forma de un reloj, de un columpio, de una imagen, de un concepto,
de un juego de niños como el balero y el yoyo, etc., de diversas formas, y lo
hace de tal forma que nos lleva a preguntarnos otras cosas más, tales como:
¿Pueden la historia y la filosofía contribuir a la enseñanza de la ciencia? ¿Has-
ta qué punto es natural el pensamiento científico? ¿Se han generado varios
modelos en la ciencia? ¿Qué relación existe entre ciencia y cultura? ¿Qué su-
cede en el caso de México?
El pensamiento científico tiene, entre otras cosas, una historia y un es-
pacio geográfico que lo alberga y cobija. ¿Qué tanto hemos reparado sobre
esos aspectos en el caso de México? Intentemos rastrear parte de estas inte-
rrogantes haciendo mención de un caso particular que tuvo y continúa te-
niendo una clara repercusión en nuestro país: el caso de Alexader von
Humboldt. Como se plantea Jaime Labastida al inicio de su ensayo: “¿De qué
manera Humboldt contribuye a construir la magna ficción del sujeto científi-
co que rige hoy en la ciencia moderna?” (Labastida, 2005, p. 94) De este autor
tomaremos sólo algunos puntos que nos servirán para mostrar como este ‘ár-
72 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
bol de la ciencia’ se nutre y se ramifica por caminos a veces no tan claros para
la razón pero indispensables o insoslayables en la vida.
Humboldt fue un hombre educado en el ambiente estricto de la ciencia
moderna (como sus amigos Gay-Lussac o Laplace), que arranca en la Europa
del siglo XVII con las tesis de Bacon, Galileo, Descartes, Kepler y Newton. Es
un pilar en el desarrollo de los estudios científicos en Alemania, además de
ser el impulsor de los estudios de las altas culturas mesoamericanas. Es a par-
tir de él que una corriente fuerte de americanistas buscarán en Mesoamérica
las huellas de las altas culturas, como por ejemplo, Eduard Seler, Konrad
Theodor Preuss, Hermann Beyer y Paul Westheim.
Resulta significativa y es notoria, la forma en la cual hace y reporta sus in-
vestigaciones. Humboldt realiza un viaje a América a costo personal de 1799 a
1804, y a su regreso a Europa y con miras a informar sobre viajes y descubri-
mientos, sus libros aparecen poco a poco, sin orden ni concierto, respondiendo
más bien a exigencias de orden tipográfico y a la redacción de los mismos, edi-
tando 30 volúmenes en Francia bajo su propio costo. En el primer volumen hace
una exposición detallada de sus instrumentos de viaje, siendo los destinatarios
principales de esta información, los miembros de la comunidad científica de su
época. A ésta se le informa sobre observaciones astronómicas, medidas trigono-
métricas, cálculos barométricos de las islas Canarias, la temperatura del agua del
océano, etc., etc., además de registrar una serie de observaciones paralelas de or-
den social, pues como él mismo escribe, la venta de negros en la gran plaza, lle-
vados desde las costas de África, es “un espectáculo lleno de dolor”.
Estilísticamente (o metodológicamente), señala Labastida, es posible
observar en Humboldt un rasgo particular: se asume como el objeto de su
propio relato. Es, a un tiempo, el sujeto de la enunciación y el personaje de la
ficción narrativa. Esto es: describe la naturaleza, pero también escribe de sí
mismo y se narra como testigo de los datos que ofrece.
Como varios de los hombres de su tiempo, a semejanza del caso de Dar-
win poco después, al ampliar el cúmulo de datos que realiza en sus viajes, esto
es, al realizar comparaciones de orden universal como las migraciones de es-
pecies botánicas, zoológicas y humanas, se da cuenta de que es necesario recu-
rrir a un concepto clave dentro de su concepción unitaria y orgánica: el concepto
de equilibrio. Este concepto debería ser aplicado al fluido atmosférico, a la vida
orgánica, y a las sociedades humanas, pues Humboldt desea mostrar que la re-
gularidad a la que se encuentran sujetos los fenómenos, hace posible que estos
se pueden examinar de acuerdo con leyes (Labastida, 2005, pp. 94-110).
Como se puede colegir, el desarrollo de la ciencia no sigue una direc-
ción unilineal, sino que al mismo tiempo procede y da pasos o saltos en dife-
rentes áreas: el tipo de instrumento empleado, el entorno social, el lugar, el
fenómeno. Desde lo más evidente, como puede ser la recolección de datos,
Entre el péndulo de Piaget y el péndulo de Foucault: 73
¿formas de la razón y de la experiencia?
Conclusiones
Referencias
Butterfield, H., 1981, Los orígenes de la ciencia moderna, Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, México.
Eco, U., 1988, “Signos, peces y botones. Apuntes sobre semiótica, filosofía y
ciencias humanas”, en De los espacios y otros ensayos, Editorial Lumen,
Barcelona.
Foucault, L., 2010), El péndulo de Foucault. Información obtenida en:
http://www.casaciencias.org/Planetarium/PlantaBaja/Foucault.html
Huygens, C., 2010, Horologium oscillatorium /1673. Consulta hecha en:
http://www.uco.es/~fa1orgim/fisica/docencia/index.html
Labastida, J., 2005, La construcción del sujeto y del modelo científico en Humboldt.
UNAM/Siglo XXI, México.
Matthews, M., Gauld, C., & Stinner, A., 2005, The Pendulum: Scientific, Histori-
cal, Philosophical & Educational Perspectives, Springer: Países Bajos.
Merrel, F., 2007, “La abducción de C. S. Peirce. Significado, Vaguedad y Ge-
neralidad”, en Z. Monroy Nasr y P. Fernández Christlieb (eds.), Len-
guaje, Significado y Psicología, DGAPA/Facultad de Psicología, UNAM,
México.
Morin, E., 1984, La antigua y la nueva transdisciplinaridad. En, Ciencia con con-
ciencia. Barcelona: Anthropos.
Morin, E., 2002, El Método. El Conocimiento del Conocimiento. Madrid: Edicio-
nes Cátedra.
Nicolescu, B., 1996, La Transdisciplinariedad. Mónaco: Éditions du Rocher.
Centre International de Recherches et Études Transdisciplinaires /
CIRET. http://perso.club-internet.fr/nicol/ciret/ro/visionro.htm
Nicolescu, B., 1997, Quelle université pour demain ? Vers une évolution transdisci-
plinaire de l’université. Locarno, Suisse; Congrès internacional.
http://perso.club-internet.fr/nicol/ciret/
II
FILOSOFÍA, HISTORIA Y ENSEÑANZA
DE LA CIENCIA
Capítulo 5
Importancia de la filosofía y de
la historia de la ciencia en la enseñanza y
en el aprendizaje de las ciencias
Introducción
bre los alcances y límites de la ciencia (cf. Acevedo-Díaz, 2004). Para todo
ello, son necesarios modelos NOS aprendidos significativamente junto con el
contenido de ciencias.
La NOS da respuesta a los nuevos fines de la educación científica inte-
grándose a ella con objetivos propios y distinguibles. Adúriz-Bravo (2001) re-
conoce tres de estos grandes objetivos: el intrínseco, el cultural y el instrumental.
En el objetivo intrínseco, la filosofía y la historia de la ciencia permiten “mirar
con otros ojos” la ciencia que se enseña y se aprende; son utilizadas en su carác-
ter metateórico específico, con el fin de iluminar el funcionamiento de la cien-
cia como actividad y la naturaleza de sus productos (cf. Izquierdo-Aymerich,
2000; Adúriz-Bravo, 2005). En el objetivo cultural, la filosofía y la historia de la
ciencia “acercan” la ciencia que se enseña y se aprende a sus audiencias desti-
natarias. Son utilizadas para establecer una perspectiva humanista sobre la
ciencia, que la considere parte integral de la cultura y que fomente la humani-
zación del conocimiento científico relacionándolo con las preocupaciones per-
sonales, éticas, políticas y culturales de la ciudadanía (cf. Matthews, 1994);
para ello, las metaciencias proporcionan una imagen completa, madura y
coherente de la ciencia que habilita a la reflexión crítica sobre la transformación
que la actividad humana lleva adelante en el mundo natural. En el objetivo ins-
trumental, la filosofía y la historia de la ciencia proveen de un utillaje para ense-
ñar y aprender mejor las ciencias; son utilizadas como herramientas “auxiliares”
para comprender el contenido científico. Funcionan como soporte y fundamen-
tación de los procesos del diseño del currículo de ciencias, la enseñanza y el
aprendizaje de las ciencias, y la formación inicial y continuada del profesorado
de ciencias (cf. Hodson, 1988; Izquierdo-Aymerich, 1990; Mellado y Carracedo,
1993; Matthews, 1994; Moreno y Waldegg, 1998; Adúriz-Bravo, 2001).
L os tenets (algo así como “principios” o “postulados”) NOS son una pro-
puesta ampliamente difundida en la comunidad anglosajona. Se trata de afir-
maciones o aserciones filosóficas de la ciencia intencionalmente sencillas que
refieren a diversos aspectos de la naturaleza de la ciencia y que se nos apare-
cen como pretendidamente “consensuadas” por didactas, filósofos y profe-
sorado de ciencias. Algunas propuestas sistemáticas en esta línea de trabajo
se han presentado, por ejemplo, en McComas y colaboradores (1998), Fer-
nández Montoro (2000) y Acevedo-Díaz y colaboradores (2007a, 2007b).
Para la construcción de los tenets, los investigadores se han valido,
entre otras estrategias metodológicas, de meta-análisis de la literatura en
didáctica de la ciencia (McComas et al., 1998) o de ins trumen tos de re le va -
mien to como el Cuestiona rio de Opinio nes sobre Cien cia, Tecno logía y
Sociedad (COCTS) (Ace vedo-Díaz et al., 2007b). Sin embargo, el he cho
de que to do el edificio de los tenets pivote sobre la nece sidad del alcan ce
de un con sen so so bre cuá les son los prin cipios es truc tu ran tes de la na tu -
raleza de la ciencia –consenso, según muchos, muy difícil de conseguir– ha
generado serias críticas. El didacta de las ciencias canadiense Brian Alters
(1997), por ejemplo, sugiere que la evaluación a fondo de los tenets NOS debe-
ría pasar, primeramente, por determinar quiénes son las “autoridades com-
Importancia de la filosofía y de la historia de la ciencia en la enseñanza y 87
en el aprendizaje de las ciencias
Así, cada idea clave NOS evoca una escuela metacientífica en particular
y conecta con una determinada respuesta –válida hoy o en otros tiempos– a
una cuestión NOS. Por tanto, nos posiciona en una manera teórica de ver la
ciencia que no es neutral, ingenua ni aséptica. Por ejemplo, las afirmaciones
que hagamos sobre el carácter provisorio, teórico, experimental, hipotético,
pragmático, idealizado, objetivo, moderadamente racional, modeloteórico,
etc., de las ideas científicas nos acercan o nos alejan de planteamientos como
el realismo ingenuo, el instrumentalismo, el realismo pragmático, el raciona-
lismo hipotético, el relativismo, la concepción semántica... planteamientos
que se han de seleccionar fundamentada y coherentemente para la escuela,
en un equipo de trabajo “mixto” que podría estar constituido por didactas de
la ciencia, filósofos de la ciencia y profesorado de ciencias.
Consideraciones finales
A nuestro juicio, una reflexión metateórica “tipo NOS” para las aulas de
ciencias y la formación del profesorado de ciencias no debería ser reducida a
una reproducción de posturas filosóficas famosas (esta aproximación suele
ser calificada de “exegética”, por su respeto exagerado a los textos normati-
vos de los grandes personajes). La especificidad de los contenidos “meta” so-
bre la ciencia tal cual ellos se formulan en los estudios especializados de las
metaciencias les otorga un alto poder explicativo sobre las dinámicas y los
productos de la actividad científica. Sin embargo, este poder parece caer un
poco fuera de los objetivos de la educación científica, sobre todo si profesora-
do y estudiantado no logran “apropiarse” de tamañas construcciones intelec-
tuales para pensar en la “ciencia escolar”. Consideramos entonces que, a la
hora de enseñar ciencias, es necesario realizar una auténtica transposición di-
dáctica sobre aquellos contenidos metacientíficos. La naturaleza de la ciencia,
organizada en torno al constructo de “idea epistemológica clave” y a la red
de elementos teóricos a la cual este pertenece, parece fructífera para concretar
aquellos contenidos metacientíficos relevantes para las necesidades actuales
de la alfabetización científica.
Desde el punto de vista del “cómo”, las lecturas críticas, los debates, las
dramatizaciones, las analogías y metáforas, las argumentaciones orales y escri-
tas, entre otras tantas herramientas didácticas, pueden resultar potentes para
adecuar la naturaleza de la ciencia a las finalidades de la educación científica y
conseguir que nuestros destinatarios (profesores en formación inicial y conti-
nuada y estudiantes de ciencias de todos los niveles educativos) sean capaces
de usar flexible y significativamente la NOS para operar sobre el saber científi-
co que van encontrando en cada etapa de formación (Adúriz-Bravo, 2005).
90 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Acevedo-Díaz, J.A., 2004, “Reflexiones sobre las Finalidades de la Enseñanza
de las Ciencias: Educación Científica para la Ciudadanía”, Revista Eure-
ka sobre Enseñanza y Divulgación de las Ciencias, vol. 1, no. 1, pp. 3-16.
Acevedo-Díaz, J.A., Vázquez-Alonso, A., Manassero-Mas, M.A. y Aceve-
do-Romero, P., 2007a, “Consensos sobre la Naturaleza de la Ciencia:
Aspectos Epistemológicos”, Revista Eureka sobre Enseñanza y Divulga-
ción de las Ciencias, vol. 4, no. 2, pp. 202-225.
Acevedo-Díaz, J.A, Vázquez-Alonso, A., Manassero-Mas, M.A. y Aceve-
do-Romero, P., 2007b, “Consensos sobre la Naturaleza de la Ciencia:
Fundamentos de una Investigación Empírica”, Revista Eureka sobre
Enseñanza y Divulgación de las Ciencias, vol. 4, no. 1, pp. 42-66.
Adúriz-Bravo, A., 2009, “Hacia un Consenso Metateórico en torno a la No-
ción de Modelo con Valor para la Educación Científica”, Enseñanza de
las Ciencias, no. extra VIII Congreso Internacional sobre Investigación en la
Didáctica de las Ciencias, pp. 2616-2620.
Adúriz-Bravo, A., 2005, Una Introducción a la Naturaleza de la Ciencia: La Episte-
mología en la Enseñanza de las Ciencias Naturales, Fondo de Cultura Eco-
nómica, Buenos Aires.
Adúriz-Bravo, A., 2003. “La Muerte en el Nilo: Una Propuesta para Aprender
sobre la Naturaleza de la Ciencia en el Aula de Ciencias Naturales de
Secundaria”, en A. Adúriz-Bravo, G.A. Perafán y E. Badillo (comps.)
Actualización en didáctica de las ciencias naturales y las matemáticas, pp.
129-138, Editorial Magisterio, Bogotá.
Adúriz-Bravo, A., 2002, “Relaciones entre la Didáctica de las Ciencias Experi-
mentales y la Filosofía de la Ciencia”, en F.J. Perales et al. (comps.) Con-
greso Nacional de Didácticas Específicas: Las Didácticas de las Áreas Curricu-
lares en el Siglo XXI, vol. 1, pp. 478-491, Grupo Editorial Universitario,
Granada.
Adúriz-Bravo, A., 2001, Integración de la Epistemología en la Formación del Profe-
sorado de Ciencias, Tesis Doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona,
Bellaterra.
Alters, B.J., 1997, “Whose Nature of science?”, Journal of Research in Science
Teaching, vol. 34, no. 1, pp. 39-55.
Ambrogi, A., 2000, “Naturalización: ¿Una Oportunidad Perdida?”, en M. de
Mora, A. Ibarra, E. Peréz Sedeño e I. Sánchez Balmaseda (comps.) Actas
del III Congreso de la Sociedad de Lógica, Metodología y Filosofía de la Ciencia
de España, pp. 221-226, UPV/EHU, Donostia.
Bunge, M., 1993, La Ciencia, su Método y su Filosofía, Ediciones Siglo Veinte,
Buenos Aires.
Importancia de la filosofía y de la historia de la ciencia en la enseñanza y 91
en el aprendizaje de las ciencias
Chalmers, A., 1984, ¿Qué es esa Cosa Llamada Ciencia?, Siglo XXI, Madrid. (Edi-
ción original en inglés de 1982).
Chamizo, J.A., 2010, “Una Tipología de los Modelos para la Enseñanza de las
Ciencias”, Revista Eureka Sobre Enseñanza y Divulgación de las Ciencias,
vol. 7, no. 1, pp. 26-41.
Clough, M.P., 2008, “Teaching the Nature of Science to Secondary and
Post-Secondary Students: Questions Rather than Tenets”, The California
Journal of Science Education, vol. 8, no. 2, pp. 31-40.
Duschl, R., 1985, “Science Education and Philosophy of Science: Twenty-Five
Years of Mutually Exclusive Development”, School Science and Mathe-
matics, vol. 85, no. 7, pp. 541-555.
Eflin, J.T., Glennan, S. y Reisch, G., 1999, “Nature of Science: A Perspective
from the Philosophy of Science”, Journal of Research in Science Teaching,
vol. 36, no. 1, pp. 107-16.
Estany, A., 1993, Introducción a la Filosofía de la Ciencia, Crítica, Barcelona.
Fernández Montoro, I., 2000, Análisis de las Concepciones Docentes sobre la Acti-
vidad Científica: Una Propuesta de Transformación, Tesis Doctoral, Univer-
sitat de València, Valencia.
Flick, L. y Lederman, N.G. (comps.), 2004, Scientific Inquiry and Nature of
Science: Implications for Teaching, Learning, and Teacher Education, Klu-
wer Academic Publishers, Dordrecht.
Gallego Badillo, R. y Gallego Torres, A.P., 2007, “Historia, Epistemología y
Didáctica de las Ciencias: Unas Relaciones Necesarias”, Ciência & Edu-
cação, vol. 13, no. 1, pp. 85-98.
Giere, R.N., 1985, “Philosophy of Science Naturalized”, Philosophy of Science,
vol. 52, no. 3, pp. 331- 356.
Hodson, D., 1988, “Toward a Philosophically more Valid Science Curricu-
lum”, Science Education, vol. 72, no. 1, pp. 19-40.
Izquierdo-Aymerich, M. y Adúriz-Bravo, A., 2003, “Epistemological Foun-
dations of School Science”, Science & Education, vol. 12, no. 1, pp.
27-43.
Izquierdo-Aymerich, M., 2000. “Fundamentos epistemológicos”, en F. J. Pe-
rales y P. Cañal (comps.) Didáctica de las Ciencias Experimentales: Teoría y
Práctica de la Enseñanza de las Ciencias, pp. 35-64, Marfil, Alcoy.
Izquierdo-Aymerich, M., 1990, “Bases epistemològiques de l’ensenyament
de les ciències”, Educar, vol. 17, pp. 69-90.
Manassero-Mas, M.A. y Vázquez-Alonso, Á., 2001, “Actitudes de Estudian-
tes y Profesorado sobre las Características de los Científicos”, Enseñan-
za de las Ciencias, vol. 19, no. 2, pp. 225-268.
Matthews, M.R., 1994, Science Teaching: The Role of History and Philosophy of
Science, Routledge, Nueva York.
92 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Matthews, M.R., 1992, “History, Philosophy, and Science Teaching: The Pre-
sent Rapprochement”, Science & Education, vol. 1, no. 1, pp. 11-47.
Matthews, M., 1991, “Un Lugar para la Historia y la Filosofía en la Enseñanza
de las Ciencias”, Comunicación, Lenguaje y Educación, vol. 11, no. 12, pp.
141-155.
McComas, W.F., Clough, M.P. y Almazroa, H., 1998, “The Role and Charac-
ter of the Nature of Science in Science Education”, en W.F. McComas
(comp.) The Nature of Science in Science Education: Rationales and Strate-
gies, Kluwer Academic Publishers, Dordrecht.
McComas, W.F. (comp.), 1998, The Nature of Science in Science Education: Ratio-
nales and Strategies, Kluwer Academic Publisher, Dodrecht.
Mellado V. y Carracero D., 1993, “Contribuciones de la Filosofía de la Ciencia
a la Didáctica de las Ciencias”, Enseñanza de las Ciencias, vol. 11, no. 3,
pp. 331-339.
Moreno, L. y Waldegg, G., 1998, “La Epistemología Constructivista y la Ense-
ñanza de las Ciencias: ¿Coincidencia o Complementariedad?”, Ense-
ñanza de las Ciencias, vol. 16, no. 3, pp. 421-429.
Moulines, C.U., 1991, Pluralidad y Recursión, Alianza, Madrid.
Porlán, R., Rivero, A. y Martín, R., 2000, “El Conocimiento del Profesorado
sobre la Ciencia, su Enseñanza y su Aprendizaje”, en F.J. Perales y P.
Cañal (comps.) Didáctica de las Ciencias Experimentales: Teoría y Práctica
de la Enseñanza de las Ciencias, pp. 507-533, Marfil, Alcoy.
Smith, M.U., Lederman, N.G., Bell, R.L., McComas, W.F. y Clough M.P.,
1997, “How Great is the Disagreement About the Nature of Science: a
Response to Alters”, Journal of Research in Science Teaching, vol. 34, no.
10, pp. 1101-1103.
Vázquez-Alonso, A., Acevedo-Díaz, J.A. y Manassero-Mas, M.A., 2004,
“Consensos sobre la Naturaleza de la Ciencia: Evidencias e Implicacio-
nes para su Enseñanza”, Revista Iberoamericana de Educación, edición
electrónica.
Capítulo 6
Acerca del modo en que
la ciencia refiere a lo real:
el papel de los modelos
Introducción
diato con los objetos de la realidad, sino que refieren a un modelo, que es mo-
delo de un sistema real. Incluso, los aspectos filosóficamente más interesantes
respecto de los modelos aparecen no en tanto el modelo lo es de una teoría
(polo en el que suelen poner el acento las concepciones sintáctica y semánti-
ca), sino en tanto es modelo de un sistema real. El modelo es, entonces, un ob-
jeto abstracto, conceptualmente construido, en el cual se consideran como va-
riables sólo los factores relevantes, a veces se suponen las propiedades de los
elementos inobservables del sistema real, e incluso en algunos casos se intro-
ducen entidades ideales inexistentes en la realidad.
En la construcción del modelo intervienen diferentes operaciones como,
por ejemplo, el recorte y la simplificación del sistema, la identificación como
caso límite de fenómenos en principio disímiles, o la postulación de entidades
ideales o de estructuras (cfr. Lombardi, 2010). Esta diversidad de operaciones
pone de manifiesto la naturaleza de la relación de representación entre modelo
y sistema real: no se trata de una relación “pictórica”, donde a cada elemento
del modelo corresponde un elemento del sistema real. Por el contrario, entre
ambos se establece una relación compleja, de sistema a sistema, donde algu-
nas variables del sistema real pueden no aparecer en el modelo (por ejemplo,
como resultado del recorte y la simplificación del sistema real) y, a su vez, al-
gunas variables del modelo pueden no poseer su correlato en el sistema real
(éste es el caso típico de modelos que introducen entidades no directamente
observables, cuyas propiedades no pueden ser determinadas por vía empíri-
ca en el sistema real). Esta correspondencia holística entre modelo y sistema real
se manifiesta más claramente en formulaciones de mayor nivel teórico.
De acuerdo con esta concepción, la función principal de los modelos
como mediadores entre teoría y realidad consiste en permitir el uso de una
teoría científica para la explicación de un fenómeno natural a través de una
conceptualización de tal fenómeno. Margaret Morrison (1999, 2005) identifi-
ca las características principales de los modelos como mediadores:
Ø Los modelos no son derivables de la teoría; por el contrario, en general
su formulación es condición necesaria para la aplicación de la teoría a
un sistema real.
Ø Los modelos no son derivables de los datos empíricos a través de técni-
cas estadísticas; por el contrario, en general los modelos involucran su-
puestos conceptuales y teóricos sustanciales.
Ø Los modelos tienen la importante propiedad de reemplazar a los siste-
mas reales en tanto referentes directos de las teorías.
Ø Un modelo actúa como mediador en la medida en que lleva consigo un
conocimiento particular o “local” específico acerca del sistema real del
cual es modelo.
Acerca del modo en que la ciencia refiere a lo real: 99
el papel de los modelos
Referencias
Brown, H., 1983, La Nueva Filosofía de la Ciencia, Tecnos, Madrid.
Córdoba, M. y Lombardi, O., 2011, “Realismo y referencia: hacia un enfoque
sincrónico desde la práctica científica”, Diálogos, en prensa.
Frege, G., 1892, ‘Über Sinn und Bedeutung’, en Zeitschrift für Philosophie
und Philosophische Kritik, 100: 25-50. Traducido por M. Black como
“On sense and reference” en P. Geach y M. Black (eds.), 1980, Transla-
tions from the Philosophical Writings of Gottlob Frege, Blackwell,
Oxford, tercera edición. Versión española: “Sobre sentido y referencia”
en T. M. Simpson (ed.), 1973, Semántica Filosófica: Problemas y Discusio-
nes, Siglo XXI, Buenos Aires.
Giere, R., 1988, Explaining Science, a Cognitive Approach, University of Chicago
Press, Chicago.
Klimovsky, G. y Boido, G., 2005, Las Desventuras del Conocimiento Matemático,
A-Z, Buenos Aires.
Kripke, S., 1980, Naming and Necessity, Harvard University Press, Cambrid-
ge MA. Versión española: 1985, El Nombrar y la Necesidad, UNAM, Mé-
xico.
Legris, J., 2001, Deducción y Representación. Una Introducción a la Lógica de Pri-
mer Orden, Economizarte, Buenos Aires.
Lombardi, O., 1998, “La noción de modelo en ciencias”, Educación en Ciencias,
vol. II, no. 4, pp. 5-13.
Lombardi, O., 2010, “Los modelos como mediadores entre teoría y realidad”,
en L. Galagovsky (ed.), Modelos Científicos, Editorial Lugar, Buenos Ai-
res.
Morgan, M. y Morrison, M. (eds.), 1999, Models as Mediators, Cambridge Uni-
versity Press, Cambridge.
Morrison, M., 1999, “Models as autonomous agents”, en M. Morgan y M.
Morrison, 1999, pp. 38-65.
Morrison, M., 2005, “Approximating the real: the role of idealizations in
physical theory”, en M. R. Jones y N. Cartwright (eds.) Idealization XII:
Correcting the Model. Idealization and Abstraction in the Sciences, Rodopi,
Amsterdam.
102 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
H ablar de “ciencias sociales” ya supone, per se, una profunda y sutil ambi-
güedad, que no se consigue ahuyentar por el simple uso de otras y consagra-
das denominaciones (ciencias “humanas”, “del espíritu”, “de la cultura”,
etc.), en la medida en que se confunde el objeto de estas ciencias, el propio ser
social (en sus múltiples facetas), con otros productos de la sociabilidad hu-
mana. Sería una ingenua “robinsonada”2 [Robinsonaden] suponer una ciencia
no social, o no humana, fuera de la cultura o del espíritu, etc. En este sentido,
todas la ciencias, formales, nomotéticas, de la naturaleza, empíricas, o de
cualquier otra nomenclatura que se prefiera adoptar, son sociales, humanas,
del espíritu o de la cultura, en cuanto productos del ser social. Hecha esta
aclaración preliminar, pese a la imprecisión y redundancia, ante a la inexis-
tencia de otra mejor, se empleará en este escrito la consagrada denominación
de “ciencia social” para designar aquellas ciencias que tienen el ser social
como objeto.
La expresión “ser social”, tampoco debe de ser aceptada furtiva y sub-
repticiamente, exigiendo, ciertamente, una aclaración preliminar que por su
relevancia no merece quedar circunscrita a una simple nota de pie de página.
Su estilo metafísico no debe de servir de pretexto para el rechazo prejuicioso
que se fundamente, en última instancia, tan sólo en discordancia estética. Ele-
gantemente o no, la expresión “ser social” sirve, de entrada, para ahuyentar
el reduccionismo metodológico que, con pretexto de la defensa del monismo
científico, instaure un criterio de cientificidad torcido, contribuyendo apenas
para obnubilar la discusión ontológica de fondo. En efecto, el debate ontoló-
gico no puede ser expurgado por el argumento pedestre de su mera nega-
ción. La configuración del objeto de cualquier ciencia y su delimitación
suponen alguna ontología que lo fundamente, por más heroísmo que esté
ahí involucrado. Su precariedad constitutiva, contraria al dogma, no debe de
ser sinónimo de nulidad, sino, sencillamente, una advertencia en cuanto a su
carácter irremediablemente provisional. Hablar de “ser social”, por lo tanto,
puede significar una prudente y preliminar discordancia con los reduccionis-
mos que, por la supresión de los niveles ontológicos, generan consecuencias
epistemológicas no siempre advertidas.
El principal objetivo de este escrito será mostrar que es injustificada la
pretensión popperiana de imputar a las llamadas ciencias sociales una cienti-
ficidad diferenciada y, en última instancia, menor. La base de este emprendi-
miento no puede ser la del rechazo de los criterios de cientificidad sugeridos
por Popper, aunque su utilización no deba de ser apresuradamente interpre-
tada como un asentimiento y un aval, sino, solamente, como un esfuerzo al
diálogo, mediante la aceptación de las reglas del juego por él propuestas. Me-
jor dicho, se tratará de someter las ciencias que tienen el ser social por objeto a
las prescripciones popperianas para poder aquilatar su performance. Esta eva-
luación, sin embargo, como cualquier otra, sería en sí misma, carente de sen-
tido si faltara un referente, o sea, alguna ciencia paradigmática que se
sometiese también a los mismos criterios y así permitiese, por comparación,
medir el desempeño de este grupo de ciencias que se quisiese analizar. Para
que las llamadas ciencias sociales pudiesen pasar en el test de la cientificidad
de modo incontestable tendrían que enfrentarse, en igualdad de condiciones,
con alguna ciencia que estuviese exenta de cualquier suspicacia, sobre la cual
no recayeran dudas. Sería posible sortear, de esta manera, una fundamental,
empero interminable, discusión acerca de los criterios de cientificidad. Así,
Popper y la epistemología de las ciencias sociales 105
I
S ervirán de base a este ejercicio comparativo, por un lado, las tesis poppe-
rianas sobre las ciencias sociales desarrolladas en el contexto de un debate
con Adorno y otros autores, incluso Habermas, y que fueron publicadas ori-
ginalmente en conjunto con los trabajos de los otros participantes en el deba-
te bajo el título de Der Possitivismusstreit in der deutschen Soziologie y divulga-
do en traducción intitulada La Lógica de las Ciencias Sociales, posiblemente
debido a la comunicación homónima presentada por Popper para la ocasión,
allende de The Open Society and its Enemies y, principalmente, The Poverty of
Historicism. Por otro lado, algunas de las ideas de Popper presentadas en su
célebre trabajo The Logic of Scientific Discovery, versión inglesa ampliada del
libro publicado en Austria en 1935. Los textos que abordan directamente la
106 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
3 El propio Popper admite lo efímero de su experiencia política “marxista” al afirmar que ape-
nas “durante unos dos o tres meses me consideré comunista” (ibid. p. 39). Lo anterior denota
lo apresurado de su credo antimarxista, por más intensa que haya sido esta participación y
por más profundas y brillantes puedan haber sido las reflexiones que suscitaran.
4 El primero de ellos, The Open Society and its Enemies, ha sido publicado originalmente a me-
diados de la década de cuarenta. The Poverty of Historicism, aunque el autor lo remonte a los
años veinte, es un producto de la “guerra fría” en su auge, y, finalmente, su debate con los
“frankfurtianos” es, como se ha mencionado, de los años sesenta.
Popper y la epistemología de las ciencias sociales 107
II
E n la medida en que “el objetivo de la ciencia empírica es encontrar expli-
caciones satisfactorias para todo lo que carezca de explicación” (idem, 1981, p.
13), hablar de “explicación” histórica parece significar, para Popper, lo mis-
mo que hablar acerca de la cientificidad de la historia. Para él, con todo, no es
aceptable una “explicación” cualquiera, la ciencia debe de proveer una expli-
cación peculiar: la explicación causal. Así, para el autor, la búsqueda de la
verdad, aunque aproximativa, supone esta modalidad fuerte de explicación.
Sin embargo, no sería oportuno entrar a considerar, en este momento, las
eventuales acepciones que podrían considerarse en un examen más detenido
del concepto de “explicación” y, quizás, menos provechoso aún, sería aden-
trarse en la discusión acerca de los objetivos de la ciencia. Para los propósitos
del ejercicio comparativo aquí propuesto no sería apresurado aceptar la for-
mulación popperiana. Con este argumento, aún corriendo el riesgo de la cir-
cularidad, sería juicioso considerar científicas apenas aquellas explicaciones
que se constriñan a procedimientos estrictamente, con perdón de la redun-
dancia, científicos. De este modo, una explicación científica sólo sería acepta-
ble por una ciencia stricto sensu y los procedimientos lógicos sugeridos por
Popper, a partir del explicandum, podrían estar allí contemplados sin mayores
dificultades.
La anuencia a ciertos procedimientos característicos del rigor formal
y lógico no debe de estimular una conclusión apresurada en cuanto a una
adhesión forzosa a una ontología monístico-reduccionista. Son perfecta-
mente plausibles y compatibles las disposiciones a favor de la defensa de un
rigor equivalente para las diversas ciencias y el reconocimiento de las pro-
fundas diferencias que sus objetos encierran. Incluso porque la aceptación de
ontologías regionales no supone un compromiso necesario con criterios de
cientificidad primariamente divergentes. Se puede, por ejemplo, reconocer la
Popper y la epistemología de las ciencias sociales 109
6 No se duda que hayan paladinos de arquitectura teórica tan simplista, ni que epígonos de
Marx hayan defendido una escatología mesiánica con tal semblante. Además, una buena
búsqueda en la obra de Marx ciertamente hallaría algunas “perlas” en esta dirección. Sin
embargo, no sería necesario una completa reconstrucción de la teoría de Marx, ni una exegé-
tica contextualización, para que un intérprete medianamente desposeído de prejuicios
extra-científicos no se percate de la distancia que separa un autor del quilate de Marx de la
pueril pretensión de agotar fenómenos concretos mediante leyes muy abstractas. Su renom-
brada asertiva de que “Lo concreto es lo concreto porque constituye la síntesis de muchas
determinaciones […]” (Marx, 1985, Tomo I, p. 15) no deja lugar a dudas.
Popper y la epistemología de las ciencias sociales 113
parece olvidar que la propia física, en la teoría cuántica, por ejemplo, recurre,
con frecuencia, al concurso de métodos estadísticos, incluso el cálculo de pro-
babilidades, en el abordaje de regularidades o tendencias y que previsiones
rigurosas y bastante confiables son basadas en estos métodos. Según David
Bohm “Estas tendencias regulares conducen a lo que podemos llamar leyes
estadísticas, las cuales permiten predecir en forma aproximada las propie-
dades del comportamiento promedio o que ‘a la larga’ tendrá una larga se-
rie o un gran conjunto de elementos […]” (Bohm, 1959, p. 41). Además,
revelando cierto partipris, es el mismo Popper quien admite, en el ámbito de
la física queda claro, el éxito de predicciones probabilísticas, observando,
sin embargo, que “No hemos de ver el éxito de las predicciones de probabi-
lidad otra cosa que un síntoma de la ausencia de leyes sencillas en la estruc-
tura de la sucesión […]” (Popper, 1977, p. 193). Como los procesos y
fenómenos sociales no se caracterizan por una peculiar simplicidad, sería
francamente discriminatorio impedir que las ciencias sociales hiciesen uso
del instrumental estadístico, no por casualidad desarrollados, en buena me-
dida, por científicos sociales (de Pareto a Keynes, los ejemplos son abun-
dantes).
Después de estas consideraciones iniciales, empero aceptando la con-
tinuidad del desafío, sería plausible conceder a Popper que el estableci-
miento del deseable nexo causal para la formulación de una explicación
científica fuerte, en la mayoría de los casos, por lo menos en las ciencias so-
ciales, sólo podría ser obtenido a niveles de abstracción elevados, en donde
las circunstancias perturbadoras fuesen previamente hechas a un lado. Sin
embargo, estos procedimientos son usualmente aceptados incluso en
otros dominios científicos. Bohm sostiene, por ejemplo, que “aún donde
las contingencias tienen importancia, por abstracción podemos conside-
rar la ley causal como algo que sería aplicable si éstas no se presentaran”
(Bohn, 1959, p. 13). Por esta misma razón, resaltando que los procedimien-
tos estadísticos, ampliamente utilizados en las ciencias sociales, que suelen
alcanzar en ellas un grado considerable de exactitud y rigor, no podrían ser
desdeñados. Aún así, concediéndose pertinencia a las reservas iniciales de
Popper al empleo de estos métodos, sería posible sostener la tesis de la ine-
xistencia de inconvenientes insuperables para que una ciencia de la historia
hiciese uso de leyes, en el sentido aludido por él. Hay quizá un malentendi-
do en el enredo de las “tendencias” que no ha sido suficientemente bien
examinado.
Cualquier ley, histórica o física, como ha sido mencionado, está inser-
ta en un contexto teórico que supone el empleo conjunto de otras leyes para
la explicación de los fenómenos reales, lo que sería congruente con las pres-
cripciones popperianas. Siempre sería admisible, por lo tanto, la posibilidad
114 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
III
P opper confiere una relevancia especial al papel de la “experimentación”
en la ciencia. Para él la verificación experimental (o mejor la “falsación” expe-
rimental) cumple un rol particularmente importante en la corroboración de
hipótesis científicas, llegando a afirmar que “no hay gran diferencia entre ex-
plicación, predicción y experimentación” (ibid., p. 148). Si, por lado, parece
incontestable la exigencia de que las hipótesis científicas deban, necesaria-
mente, someterse a la prueba de la contrastación empírica, del otro, esto no
significa que la “experimentación” (real o imaginaria) sea la única posibili-
dad de verificación y validación científicas. Sin querer minimizar la impor-
tancia de la experimentación, sería necesario, sin embargo, no mistificarla. Lo
fundamental para la teoría científica es que ésta explique, o, en un tono más
cauteloso, que la teoría científica se acerque de la explicación de los fenóme-
nos concretos tal y como ellos se dan en la realidad ordinaria, es decir, en sus
condiciones normales. Así, si no hay dificultad alguna en aceptar que un
cuerpo teórico deba de pasar por la prueba de la verificación (o de la “falsa-
ción”, como pretende Popper), por su contrastación con la realidad, esto no
quiere decir que la experimentación deba de ser hipostasiada como el criterio
de demarcación de la ciencia. La imperiosa obligatoriedad de contrastación
de las teorías científicas con la realidad y la experimentación no se confunden
necesariamente.
Sería necesario considerar, en primer lugar, que Popper acepta expe-
riencias “imaginarias” y las reconoce como útiles y validas.8 Incluso, este tipo
de experimentación se confunde con la propia tradición experimental de la
ciencia, desde sus albores. Como lo apunta Koyré, muy frecuentemente son
“[…] experimentos imaginarios los que sustentan las leyes fundamentales de
los grandes sistemas de la filosofía natural, como los de Descartes, Newton,
Einstein … y también el de Galileo” (Koyré, 1980, p. 208). Con relación a esto
8 En su obra The Logic of Scientific Discovery, Popper, en diversas oportunidades hace referencia
a “experimentos imaginarios”, llegando, incluso, a proponer, en una versión más antigua
del libro (cf. Popper, 1977, pp. 220-229), uno de estos experimentos; lo cual, sin embargo, es
posteriormente desacreditado, pero, no por el hecho de ser “imaginario”, mas por su cons-
trucción defectuosa. Popper no condena esta modalidad “experimental”, apenas intenta
prevenir en contra de los empleos que considera abusivos, dedicando un apéndice de su
libro a hacerlo (cf. ibid., pp 412-425). Un ejemplo en este sentido es la siguiente advertencia
de Popper: “Lo que aquí critico es, fundamentalmente, el empleo apologético de experi-
mentos imaginarios, y no ninguna teoría en concreto en cuya defensa se hayan esgrimido
tales argumentos. Y menos aún quiero dar lugar a la impresión de que dudo de la utilidad de
los experimentos imaginarios” (ibid., p. 412).
118 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
cepto (cf. Kant, 1976, II, p.28), en cuanto noumenon, fuera del alcance de las in-
tuiciones a priori, de las formas puras de la sensibilidad – parece admitirlo en
el mundo fenoménico, teniendo como fundamento la intuición sensible ex-
terna del espacio. Para él, “La diversidad de los lugares hace que la plurali-
dad y la distinción de los objetos, como fenómenos, sin otras condiciones, sea
ya por sí sola, no solamente posible, sino necesaria” (ibid., p. 32). De este mo-
do, tomándose cualesquiera de las dos grandes vertientes de concepciones
acerca del espacio, sea la absoluta, adoptada por Kant bajo la inspiración de
Newton, o la relativa, defendida por Leibniz y prevaleciendo contemporá-
neamente, aún así, el principio de la no-reproductibilidad de situaciones rea-
les perfectamente idénticas se mantiene. Prima facie, por lo tanto, la
reproductibilidad experimental de las ciencias naturales es “apenas” un pro-
ducto teórico.
Sería perfectamente pertinente contra-argumentar sosteniendo la irre-
levancia de los aspectos irrepetibles de las situaciones concretas, pero esto ya
expresaría el fruto de una elaboración conceptual de criterios de relevancia.
De todo esto se concluye que cualquier proceso de validación (o falsación) ex-
perimental, incluso los reales, son teóricos y, en este sentido, están preñados
de elementos “imaginarios”. La exageración al estimar el papel desempeña-
do por la experimentación controlada en el contexto de las teorías científicas
parece estar fundada en una idealización superficial e inconsistente del ca-
rácter de la ciencia; lo que no disuelve y, mucho menos, aniquila, la impor-
tancia de la experimentación. Allende integrar el cuerpo de la teoría
científica, ilustrándola, aumentándole la fuerza argumentativa, la experi-
mentación contribuye para el perfeccionamiento de la propia teoría, desple-
gándole facetas y sugiriéndole eventuales aplicaciones.
El encomiable empeño de Popper en romper con el círculo vicioso en
que podría incurrir la sistemática de la falsación, en la medida en que las teo-
rías pudiesen ser indefinidamente reformuladas para navegar por los esco-
llos de virtuales refutaciones, lo lleva a abrazar la idea de experimentos
cruciales. En su dramático llamado, Popper sugiere que las teorías científicas,
no sólo acepten la refutabilidad como criterio de demarcación, sino que lo
mismo termine por desembocar en algún experimento crucial, conclusivo,
conditio sine qua non para el abandono o no de la teoría. La elegancia y el refi-
namiento lógico de la sistemática falsacionista sugerida por Popper es in-
cuestionablemente superior y mucho más consistente que cualquier
verificacionismo grosero que persistiese en una defensa empedernida del in-
ductivismo, insistiendo en ignorar las definitivas objeciones de Hume. El
problema está en que la insistencia en el experimento crucial, inocuo desde el
punto de vista heurístico, por su esterilidad práctica, encubre, en verdad, un
discurso prejuicioso.
Popper y la epistemología de las ciencias sociales 121
IV
E l obstinado empeño de Popper en negar la posibilidad de una ciencia de
la historia, basada en explicaciones causales, lo lleva a afirmar que “no puede
haber historia de ‘el pasado tal y como ocurrió en la realidad’; sólo puede ha-
ber interpretaciones históricas y ninguna de ellas definitiva; y cada genera-
ción tiene derecho a las suyas propias” (Popper, 1967, II, p. 382). Tal argu-
mentación popperiana no podría ser más desconcertante, en la medida en
que no constituye un privilegio de la historia, sino que valdría para cuales-
quiera disciplinas científicas, la asertiva de que cada generación “tiene dere-
cho” a reformular el conocimiento sobre la realidad, rechazando, incluso, el
de las anteriores. El paladino del “racionalismo crítico” se contradice y, en su
afán de refutar el “historicismo”, resbala peligrosamente a la orilla del abis-
mo de un dogmatismo torcido. Parece obvio que las teorías científicas acepta-
das, incluso en el campo de la física, sólo puedan, también, ofrecer, en cierto
sentido, “interpretaciones” y, seguramente, “ninguna de ellas definitiva”.
Una ciencia estática, acabada, sería una contraditio in adjeto.
De este modo, el punto a donde Popper desea efectivamente llegar es a
la opinión, externada un poco más adelante, de que “el historicista no se da
cuenta de que somos nosotros quienes seleccionamos y ordenamos los he-
chos de la historia, sino que cree que es la ‘historia misma’ o la ‘historia de la
humanidad’ la que determina mediante sus leyes intrínsecas, nuestras vidas,
124 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
ser de una generalidad estéril como presumió Popper para las “regularida-
des triviales”. Es un hecho que una de las características más marcadas de la
Modernidad ha sido el estrechamiento de la interinfluencia recíproca entre la
ciencia y la técnica, uno de los pilares de la Revolución Industrial; esta rela-
ción, por un lado, reconfiguró el carácter de una y de otra, contribuyendo de-
cisivamente para que la sociabilidad contemporánea tuviese los rasgos
fundamentales que tiene. La simbiosis entre ciencia y técnica hizo con que la
primera, a pesar de la inconmensurabilidad interteórica que la aproxima del
discurso filosófico, bajo el influjo de la segunda, asumiese un semblante acu-
mulativo que es una de las características típicas de la técnica y del saber ins-
trumental. El “progreso” de la ciencia parece oriundo de la acumulatividad
técnica que, incluso sin ser lineal, es perfectamente conmensurable.
La efectividad instrumental de la técnica, no sólo puede ser medida,
pero, en cuanto fuerza productiva en permanente ebullición, confiere a la so-
ciabilidad contemporánea una de sus principales características. La incesan-
te revolución en las fuerzas productivas repercute en el conjunto de la figura
social y en todos y cada uno de sus aspectos, entre los cuales, obviamente, es-
tá la ciencia. De ahí que el discurso y la práctica científicos, a partir de la Mo-
dernidad, apenas guarden relación con sus sucedáneos antiguos. Sin
embargo, la differentia specifica entre un periodo y otro está en la estrecha rela-
ción entre ciencia y técnica que de ahí en adelante se establecerá y que tendrá
como resorte la conversión de la ciencia en fuerza productiva, sobre todo con
el advenimiento de la gran industria. La hija de este connubio, la tecnología,
es una de las fuerzas propulsoras de la contemporaneidad. De esta manera,
la tensión entre fuerzas productivas y relaciones sociales puede sugerir rutas
teóricas bastante estimulantes, incluso para un abordaje riguroso del deno-
minado “contexto de descubrimiento”.
Al encaminarse por la senda de negar a la historia la posibilidad de ex-
plicaciones causales, Popper se ve compelido a un peligroso acercamiento
del historicismo tout court. A pesar de todo el exorcismo, de toda su cruzada
anti-historicista, el fantasma no lo abandona y parece resurgir triunfante a
través de las tesis 24ª e 25ª, con la introducción del concepto de “compren-
sión”, cuya procedencia diltheyana es ostensiva. La imposibilidad de la ex-
plicación causal da lugar a una cierta clase de empatía en donde el inefable
individuo humano, esta “unidad de vida” o “individuo psicofísico”, como
prefiere Dilthey, se sintoniza con los demás. Como admite Popper “Es indu-
dablemente cierto que tenemos un conocimiento del ‘interior del átomo hu-
mano’ mucho más directo que el que tenemos del átomo físico, pero este
conocimiento es intuitivo” (Popper, 1973, p. 153), faltaría, pues, la construc-
ción de hipótesis y su contrastación. No obstante, para Popper, el individuo
humano sería la unidad de observación de lo social, fundamentando ahí su
126 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Barthes, R., 1976, Mitologías, Siglo XXI, México.
Bohn, D.,1959, Causalidad y Azar en la Física Moderna, UNAM, México.
Cusano, N., 1973, La Docta Ignorancia, Aguilar, Buenos Aires.
Dilthey, W., 1978, Introducción a las Ciencias del Espíritu, Fondo de Cultura
Económica, México.
Leibniz, G., 1976, Nuevos Ensayos sobre el Entendimiento Humano, 2 Tomos,
UNAM, México.
Kant, I., 1976, Crítica de la Razón Pura, Losada, Buenos Aires.
Koyré, A., 1980, Estudios de Historia del Pensamiento Científico, Siglo XXI, 1980,
México.
Kuhn, T., 1971, La Estructura de las Revoluciones Científicas, Fondo de Cultura
Económica, México.
Capítulo 8
Los laboratorios, los modelos y
los experimentos químicos
Figura 1. Relación entre los modelos y el mundo real (en cuadros) con el modelaje
(con líneas) .
des que queremos usar y/o conocer, como es el caso del papel pH con el que
se puede conocer la acidez de una disolución acuosa).
Antes de continuar con esta apretada caracterización del experimento
químico hay que considerar el uso de los disolventes. Sobre ellos se ha indica-
do (Cerruti, 1998):
El uso fundamental de ciertos disolventes es permitir que se lleven
a cabo reacciones entre sustancias que, bajo diferentes condiciones,
no serían capaz de reaccionar, o lo harian de manera diferente. En
muchos casos, los disolventes proporcionan medios de reacción, a
la medida de las necesidades de la síntesis química.
En este sentido los gases y el aire mismo funcionan como disolventes
permitiendo o inhibiendo la formación de determinados productos quími-
cos. Experimentar, de acuerdo otra vez con Hacking (1983) es crear, producir,
refinar y estabilizar fenómenos, lo que indica que la síntesis de una determinada
sustancia química, que como ya se dijo anteriormente es la empresa científica
más productiva, se logra en un disolvente, pero no en otro diferente.
De ello se desprende una importante caracterización (Cerruti, 1998):
Los fenómenos son generalmente aceptados, y filosóficamente dis-
cutidos, como los objetivos y el resultado del experimento en física,
en general, las sustancias son los objetivos y los resultados de las
prácticas experimentales más importantes en química.
Así podemos llegar a definir lo que es un experimento químico (Cha-
mizo, 2010a), que lo separa claramente de los experimentos realizados en las
otras ciencias:
El experimento químico crea, en un aparato, un fenómeno (sustancia) uti-
lizando como instrumentos (capaces de aislar físicamente las propiedades
de las entidades que queremos usar y/o conocer) disolventes y reactivos es-
pecíficos.
A manera de conclusión
Referencias
Bailar-Jones D., 2002, “Models, Metaphors and Analogies”, en Philosophy of
Science, P. Machamer y M. Silbestein (eds.) Blackwell Publishers,
Oxford.
Cerruti L. 1998, “Chemicals as Instruments. A Language Game”, HYLE, 4,
pp. 1-18.
Chamizo J. A. 2010a, “The Chemical Experiment”, trabajo presentado en el
Summer Symposium. International Society for the Philosophy of Chemistry,
Oxford.
Chamizo J. A., 2010, “Una tipología de los modelos para la enseñanza de las
ciencias”, Revista Eureka de Enseñanza y Divulgación de las Ciencias, 7,
pp. 26-41.
Chamizo J.A. e Izquierdo M., 2005, “Ciencia en contexto. Una reflexión desde
la filosofía”, Alambique, 46, pp. 9-17.
Chamizo J.A. 2002, Química mexicana, CONACULTA, México.
Clement J.J., 2008, Creative Model Construction in Scientists and Students, Sprin-
ger, Nueva York.
Crosland M., 2005, “Early laboratories c1600-c1800 and the Location of
Experimental Science”, Annals of Science, 62, pp. 233-253.
Gilbert J. Boulter C. and Elmer R., 2000, “Positioning Models in Science Edu-
cation and in Design and Technology education” en J. K. Gilbert y C. J.
Boulter (eds.) Developing Models in Science Education, Kluwer, Dor-
drecht.
Giral F., 1969, Enseñanza de la Química Experimental, Monografías 6. Organiza-
ción de Estados Americanos, Washington.
Greca, I. M. y Moreira, M. A., 1998, “Modelos mentales y aprendizaje de Físi-
ca en electricidad y magnetismo”, Enseñanza de las Ciencias, 16, pp.
289-303.
Hacking I. 1983, Representing and intervening, Cambridge University Press,
Cambridge.
Harré R., 2004, Modelling: Gateway to the unknown, Elsevier, Amsterdam.
Hoffmann, R. y Lazlo P., 1991 ,“Representation in Chemistry”, Angew Chem.
Int. Ed. Engl. 30, pp. 1-16.
IDEASPREVIAS http://ideasprevias.cinstrum.unam.mx:2048/
Kind V. (2005). Mas allá de las apariencias, Santillana-UNAM, México.
MODELOSYMODELAJE CIENTÍFICO.
http://www.modelosymodelajecientifico.com/main.html
Pérez Tamayo R., 2005, “Los modelos en las ciencias experimentales”, en A.
López Austin (coord) El modelo en la ciencia y la cultura, Cuadernos del Se-
minario de Problemas científicos y filosóficos, UNAM-SigloXXI, México.
138 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Russell C.A. (1985) Recent Developments in the History of Chemistry, Royal So-
ciety of Chemistry, Londres.
Schummer J., 2006, “The philosophy of chemistry. From infancy toward ma-
turity”, en Baird D., Scerri E. and McIntyre L. (eds) Philosophy of Che-
mistry, Springer, Dordrecht.
Suppe F., 1989, The Semantic Conception of Theories and Scientific Realism, Uni-
versity of Illinois Press, Urbana.
Capítulo 9
La historia como una herramienta para
promover el aprendizaje de la química
Andoni Garritz
Facultad de Química, UNAM
Introducción
1 Carmen Giunta posee una página electrónica que contiene una buena proporción de los ar-
tículos históricos de los químicos más renombrados,
http://web.lemoyne.edu/~giunta/papers.html.
La historia como una herramienta para promover el aprendizaje de la química 141
Ilustración 3. Portada del libro de Thenard y página en la que incluye algunos de los
grupos con elementos parecidos. Están todos los halógenos (flúor, cloro, bromo e io-
do, con la excepción del astato que fue descubierto hasta 1940), todos los calcógenos
(oxígeno, azufre, selenio y teluro, falta el polonio, descubierto por los Curie en 1898)
y un buen número de los pnicturos (nitrógeno, fósforo y arsénico).
Un tercer ejemplo
acerca de cómo los profe-
sores franceses se adelan-
taron al hacer el trabajo
que sistematizó finalmen-
te Mendeleiev es la ilus-
tración 4, en la que se
presenta una página del
libro de Cahours, (1855)
que tiene casi completa la
familia de los pnicturos
(nitrógeno, fósforo, arsé-
nico y antimonio, sólo fal-
ta escribir el bismuto,
conocido desde 1450).
Este mismo libro fue tra- Ilustración 4. Familia de los pnicturos incluida en el li-
ducido al ruso por Men- bro de Cahours (1855), con nitrógeno, fósforo, arséni-
deleiev en 1862. co y antimonio.
Holton (1978) es uno de los cinco escritos que Niaz (2009) menciona co-
mo análisis históricos posteriores de la controversia. Este historiador de la fí-
sica sí tuvo la oportunidad de revisar el cuaderno del laboratorio de Millikan
en Caltech, Pasadena, California, y su debate se centra en el número de gotas
observadas por Millikan (58 son informadas en 1913; pero en el cuaderno hay
datos de 140 gotas) Sugiere Holton que quizás Millikan excluyó gotas que no
daban una carga igual a un múltiplo entero de la carga elemental, e.
Dada la naturaleza controversial del experimento y la considerable dis-
cusión entre científicos, historiadores y filósofos de la ciencia, uno esperaría
que los educadores científicos tomaran nota de tales desarrollos. No obstan-
te, Niaz (2000) ha encontrado que ninguno de 31 libros de química general
analizados en su trabajo menciona la controversia, ni tampoco en los 43 libros
de física general considerados por Rodríguez y Niaz (2004).
Se ha cumplido cien años de los experimentos de Millikan y Ehrenhaft
y desde aquel entonces hasta hoy ha habido una controversia considerable
entre físicos, historiadores, filósofos y sociólogos acerca de cómo se llevó a
cabo la colección de los datos y los procedimientos de reducción empleados.
Incluso Svante Arrhenius evitó la entrega del Premio Nobel en Física a Milli-
kan entre 1916 y 1920, años en los que fue postulado, porque todavía no había
sido resuelta la controversia con Ehrenhaft. Millikan obtuvo finalmente el
premio en 1923. Nos dice Jones (1995) que el experimento de Millikan es difí-
cil de desarrollar aún hoy. Y con esto culminan los dos ejemplos de casos his-
tóricos involucrados en este estudio.
Referencias
Ampère, A. M., 1816, “Essai d’une Classification Naturelle pur les Corps
Simples”, Annales de chimie, pp. 295-308, 373-394, 1-32, 105-125.
Bensaude-Vincent, B., Bertomeu, J. R. and García-Belmar, A., 2002, “Looking
for an Order of Things: Textbooks and Chemical Classifications in Ni-
neteenth Century France”, Ambix, vol. 49, no.3, pp. 228-251.
Cahours, A., 1855, Leçons de chimie générale élémentaire, Allet-Bachelier, París.
Conant, J. B. 1947, On Understanding Science, Yale University Press, New Ha-
ven, CT.
Döbereiner, J. W., 1817, Ann. Phys., vol. 26, pp. 331.
Döbereiner, J. W., 1829, “Versuch zu einer Gruppirung der elementaren Stof-
fe nach ihrer Analogie“, Poggendorf’s Annalen der Physik und Chemie
(Leipzig), vol. 15, 301-307.
García Belmar, A. 2007, “Louis Jacques Thenard’s Chemistry Courses at
the Collège de France, 1804-1830”, en J. R. Bertomeu-Sánchez, D. Thor-
148 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
burn Burns and B. Van Tiggelen (eds.), Pro cee dings of the 6th Inter -
na tio nal Con fe ren ce on His tory of Che mistry, (Pp. 137-147), Lovaina,
Bélgica, Agosto 2007. Puede bajarse electrónicamente de la URL
http://www.euchems.org/Divisions/History/EIC.asp. Consultado
el 2 de febrero de 2010.
Giunta, C. J. 1998, “Using History To Teach Scientific Method: The Case of
Argon”, Journal of Chemical Education, vol. 75, no.10, pp.1322-25.
Holton, G. & Roller, D. H. D., 1958, Foundations of Modern Physical Science,
Addison-Wesley, Reading, MA, E.E.U.U.
Ehrenhaft, F., 1909, “Eine Methode zur Bestimmung des Elektrischen Ele-
mentarquantums“, Physikalische Zeitschrift, vol. 10, pp. 308-310.
Holton, G. 1978, “Subelectrons, presupositions, and the Millikan-Ehrenhaft
dispute, Historical Studies in the Physical Sciences, vol. 9, pp. 161-224.
Holton, G. 2003, “What Historians of Science and Science Educators Can Do
for One Another”, Science and Education, vol. 12, no. 7, pp. 603–616.
Jones, L. W. 1995, “The Millikan oil-drop experiment: Making it worthwhi-
le”, American Journal of Physics, vol. 63, pp. 970-7.
Millikan, R. A., 1910, “A new modification of the cloud method of determi-
ning the elementary electrical charge and the most probable value of
that charge”, Philosophical Magazine, vol. 19, pp. 209-228.
Millikan, R. A., 1913, “On the elementary electrical charge and the Avogadro
constant”, The Physical Review, vol. 2, no.2, 109- 143.
Millikan, R. A., 1916, “The existence of a subelectron?”, The Physical Review,
vol. 8, pp. 595-625.
Niaz, M., 2000, “The oil drop experiment: A rational reconstruction of the Mi-
llikan-Ehrenhaft controversy and its implications for chemistry text-
books”, Journal of Research in Science Teaching, vol. 37, no. 5, pp. 480-508.
Niaz, M., 2009, Critical Appraisal of Physical Science as a Human Enterprise:
Dynamics of Scientific Progress, Springer Academic Publishers, Dor-
drecht.
Rodríguez, M. A, & Niaz, M., 2004, “The oil drop experiment: An illustration
of scientific research methodology and its implications for physics
textbooks”, Instructional Science, vol. 32, no. 5, pp. 357-386.
Stoeckhardt, J. A., 1846, Schule der chemie, Verlag Friedrich Vieweg in
Braunschweig, Berlín.
Thenard, L. J., 1813, Traité de chimie élémentaire. Teorique et practique. Essay sur
la philosophie chimique. Crochard, París. Hubo seis ediciones de esta
obra, la última en 5 volúmenes, aparecida entre 1834 y 1836.
Capítulo 10
Enseñar epistemología a distancia: la función de
los errores sistemáticos en la evaluación
Introducción
1 “No tiene el concepto” suele verse como marca de devolución en ciertos trabajos.
2 Parte interesante de esta investigación se ha realizado en el marco del área de investigación
vinculada a la naturaleza de la ciencia, o NOS (por sus siglas en inglés).
154 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
4 Desde su inicio y hasta 1994 la titular a cargo de la cátedra fue la Dra. Gladys Palau. Desde
1994 y hasta 2004 (incluyendo el período que nos ocupa en este artículo) estuvo a cargo la
profesora M. Cristina González.
158 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
5 Por un parte, los textos de Hempel (1980) acerca de las investigaciones de Semmelweis sobre
la fiebre puerperal y Torricelli-Pascal sobre la presión atmosférica. Por otra parte, se incluye-
ron en la guía de actividades cuatro casos más reconstruidos ad hoc.
162 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
A modo de conclusión
Referencias
Adúriz-Bravo, A., 2007, Una introducción a la naturaleza de la ciencia, FCE, Buenos
Aires.
Astolfi, J.-P.,1999, El error, un medio para enseñar, Díada Editora, Sevilla.
Astolfi, J.-P., Peterfalvi, B., Vérin, A., 1998, Comment les enfants apprennent les
sciences, Retz, París.
Bachelard, G., 1999, La formación del espíritu científico, Siglo Veintiuno, Ma-
drid.
Barker-Plummer, D., Cox, R., Dale, R., Etchemendy, J., 2008, “An Empirical
Study of Errors in Translating Natural Language into Logic”, en V.
Enseñar epistemología a distancia: 163
la función de los errores sistemáticos en la evaluación
Palau, G. y Couló, A., 2011, “Systematic errors as an Input for Teaching Logic”,
en P. Blackburn, H. van Ditmarsch, M. Manzano, F. Soler-Toscano
(eds.), Tools for Teaching Logic, Third International Congress Procee-
dings. Springer Verlag. Berlin-Heidelberg.
Perrenoud, Ph., 2001, “Évaluation formative et évaluation certificative:
postures contradictoires ou complémentaires?” Accesible en:
http://www.unige.ch/fapse/SSE/teachers/perrenoud/php_main/
php_2001/2001_13.html
Vázquez Alonso, A. y Manassero Mas, M.A., 1999, “Características del cono-
cimiento científico: creencias de los estudiantes”. Enseñanza de las cien-
cias, 17 (3), pp. 377-395.
Capítulo 11
Epistemología con “E” de empírica: hacia una
teoría naturalista del conocimiento humano1
Introducción
1 Agradecemos el apoyo recibido por parte del proyecto “Las teorías implícitas de los profeso-
res universitarios sobre la enseñanza y el aprendizaje” DGAPA PAPIIT IN306709 para reali-
zación de este trabajo.
166 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
en favor de otras apegadas a los ideales verificacioncitas más propios del con-
cepto moderno de ciencia. Esta defensa del cientificismo alcanzó su más fuerte
expresión con las propuestas de los miembros del Círculo de Viena durante
las primeras décadas del siglo XX (Carnap, 1932/2002; Hempel, 1931/1980;
Neurath, 1937; Robinson, 1940). De acuerdo con estos autores, el conoci-
miento científico es el único género posible de genuino conocimiento; es de-
cir, no hay más saber que aquel que es empíricamente verificable y/o deriva
lógicamente de proposiciones empíricamente verificables.
Este vigor empirista resulta fascinante cuando se considera que fue
desde dentro de la filosofía, y no desde la investigación empírica, de donde
recibió su más agresivo impulso. Esto no deja de ser perturbador cuando se
considera que la “descontaminación metafísica” del conocimiento defendida
por autores como Rudolf Carnap (1932/2002) o Edward Robinson (1939) no
sólo constituye una crítica feroz para todos aquellos que sostienen la imposi-
bilidad de abordar ciertos fenómenos - típicamente los fenómenos humanos -
a partir de las herramientas y métodos propios de la ciencia natural (Dilthey,
1880/1980), sino también porque en el centro mismo del programa positi-
vista se halla el rechazo de las preocupaciones, pretensiones y métodos que
alimentaron durante siglos el desarrollo del conocimiento filosófico y, en
consecuencia, el abandono de casi la totalidad de éste. Si la filosofía habría de
jugar papel alguno en el progreso de nuestra comprensión del mundo, éste
estaría restringido al análisis lógico de las teorías científicas. Dicho de otro
modo, el positivismo es la filosofía de la renuncia a la filosofía.
Sería erróneo defender la primacía de la ideología positivista en la ac-
tualidad. Sin embargo, también resulta justo reconocer que las disputas enta-
bladas entre los defensores y detractores de este movimiento terminaron por
reconfigurar el panorama intelectual en que habrían de desarrollarse tanto la
ciencia como la filosofía desde entonces.
Central para los objetivos de este trabajo resulta el hecho de que, al
tiempo que establecen una ruptura con las tradiciones filosóficas preceden-
tes, reivindicando como nunca antes la deseabilidad de las propiedades del
“saber científico” - i.e. haciendo de la ciencia el modelo al que habrían de ajus-
tarse todos los otros géneros de conocimiento -, la mayor parte de los progra-
mas epistemológicos contemporáneos constituyen una continuación, sino
acaso un endurecimiento, de las idealizaciones filosóficas alrededor de qué
es y cómo se desarrolla la ciencia. Dicho de otro modo, la naturalización del
conocimiento que con tanto ahínco reclaman tanto filósofos como científicos
no se ha reflejado en la correspondiente naturalización de nuestras concep-
ciones y criterios epistemológicos.
En este capítulo sostenemos que la resistencia idealista en la epistemo-
logía naturalista repercute de manera directa y negativa en las perspectivas
Epistemología con “E” de empírica: 167
hacia una teoría naturalista del conocimiento humano
Por otro lado, si ahora nos encontramos hablando por teléfono con
un amigo que vive en Barcelona y le preguntamos la hora, “Es media no-
che” bien podría contar como una respuesta apropiada. Dada la ambigüe-
dad de la situación, sería mejor aceptar que la pregunta debería ser
reformulada; por ejemplo: “¿qué hora es allá (Barcelona)?”, donde el
“allá” es de central relevancia en esta situación. El punto importante es que
la pregunta “¿qué hora es?” (qué es x) es distinta de “¿qué hora es allá? (qué es x
a partir de T).
Así pues, toda pregunta empírica del tipo “¿cómo se desarrolla el co-
nocimiento científico?” es un cues tio na mien to dis tin to a “¿có mo se de -
sa rro lla el co no ci mien to científico desde un punto de vista T (kuhniano,
popperiano, constructivista, cognitivo…)?” y, como tal, requiere una respuesta
distinta.
Es importante aclarar que no sostenemos que la única salida de la fi-
losofía sea incorporarse de lleno a la ciencia empí rica, sino sólo que, cuan-
do se trata de dar cuenta de cuestiones del tipo “qué es x”, los hechos
empíricos sí importan. Por otra parte, tampoco mantenemos que las expli-
caciones del tipo “qué es x a partir de T” sean privativas del ámbito filosófico:
toda explicación toma la forma “x es y a partir de T” por el simple hecho de
que es imposible aproximarse a un fenómeno sin ideas previas sobre su or-
ganización. Sin embargo, lo que permite a una explicación acercarse al ideal
“x es…” recae sobre la apertura para modificar la descripción “y” y la teoría
“T” en la medida en que aumenta nuestra comprensión del fenómeno “x” de
interés -aunque estos cambios sean un proceso lento y complicado (Gold-
man, 1999).
Para que una propuesta teórica, la que fuere, aspire a ser una explica-
ción general, un paso obligado es que deje de ser T-ista/iana. Pero, ¿qué signi-
fica dejar de ser T-ista/iana? Claramente no que aquellos que la sostienen
dejen de tener una particular predilección (por razones éticas, políticas o es-
téticas) hacia un determinado grupo de autores y sus ideas. Como discutire-
mos más abajo, nada resulta más infructuoso que pretender fincar la
Objetividad y la Racionalidad de la ciencia en la objetividad y racionalidad
de los científicos. En nuestra opinión, una propuesta teórica deja de ser T-is-
ta/iana en el momento en que su justificación deja de depender en exclusiva
de la coherencia de sus postulados respecto de la tradición intelectual que la
sostiene y comienza a incorporar datos empíricos independientes de esta tra-
dición. Es decir, en la medida en que la discusión transita desde la descalifica-
ción entre tradiciones intelectuales contrarias hacia la argumentación basada
en aquello que es conocido -y se va descubriendo- del fenómeno, se puede
decir que una propuesta teórica es, o está en camino de convertirse, en una
respuesta a un problema empírico.
170 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
tre personas de diferentes culturas o, aún más, entre grupos sociales dentro
de una misma cultura. Este hecho mina los cimientos mismos sobre los que
hemos construido nuestra concepción sobre la ciencia y nos obliga a repensar
la naturaleza de nuestro conocimiento.
S i bien es cierto que desde hace años se acepta que la nuestra cognición
muchas veces se aleja de los criterios de racionalidad impuestos por la lógica
y la estadística (véase, por ejemplo, Wason y Shapiro, 1971), éstas no han de-
jado de jugar un papel fundamental en la conceptualización y evaluación de
los procesos cognitivos.
Una vez asimilado este shock intelectual (razonamiento ? lógica), el estu-
dio del razonamiento pasó a desenvolverse dentro de supuestos defendidos
por lo que se ha dado en llamar el “programa de heurísticos y sesgos”, desarro-
llado por Amos Tversky y Daniel Kahneman (1974, Kahneman y Tverky,
1984). Desde esta perspectiva, las “desviaciones” de nuestro razonamiento res-
pecto de la lógica y la probabilidad representan “errores” que algunas veces
pueden llevarnos a tomar decisiones subóptimas y poco adaptativas pero que
(“por fortuna”) serían susceptibles de ser superados a través de la instrucción
adecuada (Sutherland, 1996).
No obstante, en la última década Gerd Gigerenzer y sus colaboradores
(Gigerenzer y Brighton, 2008; Gigerenzer y Gaissmaier, 2011; Todd y Gige-
renzer, 2000) han abordado el estudio de los heurísticos y sesgos desde una
perspectiva muy diferente: lo que se ha dado en llamar “racionalidad limita-
da” (bounded rationality) o “racionalidad ecológica”. Todd y Gigerenzer
(2000) argumentan que, cuando se toma en cuenta la estructura del ambiente, las
reglas simples de decisión, como los heurísticos, superan muchas veces el de-
sempeño predicho por complejos modelos estadísticos.
De este modo, no hay nada de malo con nuestra forma cotidiana de razo-
nar ni razones para suponer que nuestros procesos cognitivos deberían de ajus-
tarse a los criterios prescritos por sistemas históricamente desarrollados y
culturalmente específicos como son la lógica o la estadística (Weinberg, Nichols
y Stich, 2001/2008; Machery, Mallon, Nichols y Stich, 2004/2008). Esto es lo que
uno debería esperar si se acepta que la cognición es un producto más de la evo-
lución biológica, donde la capacidad de dar respuestas flexibles de forma rápida
y frugal debió haber sido de gran importancia (Gigerenzer y Brighton, 2008).
Así pues, es necesario dar cuenta del hecho que mentes limitadas como
las nuestras (Gigerenzer y Brighton, 2008; Gigerenzer y Gaissmaier, 2011;
Todd y Gigerenzer, 2000), interactuando en contextos plagados de diferentes
formas de comprender qué es el conocimiento (Weinberg, Nichols y Stich,
2001/2008; Machery, Mallon, Nichols y Stich, 2004/2008), hayan desarrolla-
do un sistema tan rico y complejo como lo es la ciencia moderna. Una teoría
epistemológica que asuma que existe una única vía para adquirir y evaluar el
conocimiento simplemente no trata ni de nosotros ni de nuestra ciencia.
Epistemología con “E” de empírica: 173
hacia una teoría naturalista del conocimiento humano
piensan los niños y científicos y el modo en que lo hace “el resto” de las per-
sonas.
Por otra parte, la “teoría de la teoría” también es ingenuamente opti-
mista en lo que tiene que ver con la uniformidad de los procesos de “razona-
miento científico”. Como lo comentamos al revisar los trabajos de Stich y sus
colaboradores (Weinberg, Nichols y Stich, 2001/2008; Machery, Mallon, Ni-
chols y Stich, 2004/2008), resulta difícil defender la existencia de intuiciones
epistémicas universales. Desde nuestro punto de vista, no hay motivos para
pensar que esto sea muy diferente al interior de la propia práctica científica.
La diversidad al interior de la ciencia puede ser incluso más marcada que la
existente en el nivel de las instituciones sociales (igualmente diversas) de las
que ésta es sólo un ejemplar.
¿Dónde rastrear entonces la continuidad entre disciplinas tan dispares
como la física, la biología y la psicología? Más que hablar de la Ciencia como
un método unitario, nos vemos obligados a reconocer la existencia de mu-
chas ciencias organizadas en torno a una serie de preocupaciones e intereses
comunes. Cada dominio científico cuenta con sus propios recursos concep-
tuales, metodológicos y tecnológicos, resultados de su evolución individual
y del desarrollo histórico de la sociedad en su conjunto. La articulación de es-
tos elementos, aunados a su interacción con otros sistemas de valores, consti-
tuye el ambiente normativo dentro del cual se desarrolla una ciencia en un
momento determinado.
Gopnik y Meltzoff (1999) sostienen que el desarrollo cognitivo no es
más que un cambio teórico. Este su pues to mo ti vó que gran par te de la
in ves ti ga ción realizada en el área de la enseñanza de la ciencia se dirigiera a
intentar sustituir las “ideas previas”, “teorías naïve” o, aún más claro, “con-
cepciones erróneas” de los niños por los conocimientos desarrollados por los
científicos (por ejemplo, Carey y Spelke, 1994/2002). De este modo, se acepta
que el cambio conceptual siempre apunta hacia una mayor objetividad y es
impulsado por la falta de correspondencia entre nuestras “teorías implícitas”
y los hechos en el mundo (Carey y Spelke, 1994/2002; Gopnik y Meltzoff,
1999; Gopnik y Wellman, 1994/2002).
No obstante, como destaca Duit (1999, citado en Pozo, 2007), aunque
con mejores resultados que otros intentos de instrucción en dominios científi-
cos, no hay un solo estudio sobre las teorías implícitas de los estudiantes que
haya logrado sustituir sus intuiciones por el conocimiento científico. Como
mucho, las investigaciones existentes sólo han mostrado un éxito limitado
sobre la disposición de los alumnos para aceptar las nociones científicas al
tiempo que siguen echando mano de sus ideas anteriores en contextos no es-
colares. Lo dicho hasta el momento habría de hacer evidente que aquí, como
en el caso de los heurísticos y sesgos de razonamiento, no hay razones para
Epistemología con “E” de empírica: 175
hacia una teoría naturalista del conocimiento humano
suponer que este abandono debe de tener lugar. Como comenta Juan Ignacio
Pozo:
[Quizás] la principal causa de este fracaso sea la propia idea de que
el cambio conceptual debe implicar el abandono del conocimiento
cotidiano, lo que no sólo resulta muy difícil de lograr sino que inclu-
so puede ser inconveniente. Tal vez el cambio conceptual no impli-
que sustituir un conocimiento más simple, el cotidiano, por uno
más complejo, el científico, sino adquirir diferentes tipos de conoci-
mientos o representaciones para tareas o situaciones distintas
(2007, p. 84).
La imposibilidad de describir la práctica científica a partir de un con-
junto restringido de propiedades exclusivas y claramente definidas resta
gran parte de su atractivo a la analogía del niño como científico. Si la ciencia
comparte gran parte de sus cualidades constitutivas con otras instituciones
sociales, que a su vez se caracterizan por la variedad de prácticas que coexis-
ten a su interior, habría de quedar claro que, más que una ruptura, ésta repre-
senta sólo un eslabón en el continuo de la actividad humana.
Claro que es mucho lo que el estudio del desarrollo cognitivo tiene que
aportar en el ámbito de la enseñanza y la instrucción, sin embargo, no cree-
mos que equiparar ciencia con pensamiento y cambio teórico con aprendizaje
sea una estrategia prometedora. No obstante, sí existen paralelos significati-
vos entre los niños y los científicos, acaso el más importante es que la activi-
dad de unos y otros está enmarcada por un contexto social altamente rico y
complejo (Harris, 2002).
go, existe una dificultad todavía mayor que pocas veces es considerada. Una
gran parte de estudio del razonamiento humano depende de las respuestas
verbales que las personas dan ante la formulación verbal de problemas hipoté-
ticos. La justificación teórica de este hecho es el supuesto (muchas veces im-
plícito) de que la cognición tiene lugar a través de medios lingüísticos y que el
habla pública no es más que la explicitación del propio proceso de pensa-
miento (Fodor, 1975). Sin embargo, la situación parece ser mucho más com-
plicada de lo que se suele aceptar.
En los últimos años se han multiplicado las voces que destacan que se
puede emitir conducta altamente compleja sin la necesidad de deliberación
consciente (Bargh, 2005; Baumeister, y Masicampo, 2010; Baumeister, Masi-
campo y Vohs, 2011; Dijksterhuis, Chartrand y Aarts, 2007; Mercier y Sper-
ber, 2011). Dijksterhuis, et al (2007) sostienen que (cuando ocurre) el proceso
de racionalización de nuestra conducta suele tener lugar después de que he-
mos actuado, por lo que sería absurdo suponer que el comportamiento siem-
pre es resultado de evaluación consciente de nuestras creencias, objetivos y
alternativas. Podemos perseguir una meta o ajustar nuestro actuar al entorno
físico y social sin ninguna consideración explícita sobre ello. La evidencia
neurofisiológica disponible ha llevado a John A. Bargh (2005) a asegurar que
“una disociación entre la conducta motora y el conocimiento consciente está
ahora surgiendo como una propiedad estructural básica del cerebro
humano” (p. 43).
Aunque esto no cancela la posibilidad de que exista un isomorfismo en-
tre pensamiento y lenguaje (podría darse el caso de que el vehículo del pensa-
miento fuera de naturaleza lingüística aunque resultara inaccesible para
nosotros mismos), abre la posibilidad al estudio de la cognición a partir de apro-
ximaciones teóricas mucho más tratables desde el punto de vista empírico.
En este sentido, de acuerdo con José Luis Bermúdez (2003), la totalidad
de la conducta de los organismos carentes de lenguaje, y gran parte de aque-
llos que sí lo poseen, puede ser explicada a partir de la propuesta de James J.
Gibson ¯adicionada con una “protológica” muy básica que opera directa-
mente sobre información proporcionada por los sentido¯ que propone que la
percepción del ambiente (tanto interno como externo) es un proceso altamen-
te complejo que “facilita” (afford) determinadas acciones por sobre otras (Gib-
son, 1986, citado en Bermúdez, 2003, véase también Dijksterhuis, Chartrand
y Aarts, 2007).
Teniendo un sistema tan robusto para el control directo del comporta-
miento, ¿cuál podría ser el papel de nuestra capacidad de deliberación expli-
cita dentro de nuestra vida mental? Recientemente, Hugo Mercier y Dan
Sperber (2011) han dado una respuesta fascinante a esta importante pregun-
ta. De acuerdo con ellos, la función principal del razonamiento no tiene que
Epistemología con “E” de empírica: 177
hacia una teoría naturalista del conocimiento humano
ver tanto con emisión de conducta, sino con la capacidad de producir y eva-
luar argumentos, indispensable en los procesos de comunicación humana.
Una propuesta similar ha sido desarrollada por Baumeister y Masicampo
(2011), quienes ven en el razonamiento un elemento de central importancia
para el intercambio y la interacción social.
La propuesta de Mercier y Sperber (2011) tiene implicaciones directas pa-
ra una teoría epistemológica naturalista. En primer lugar, hace evidente la natu-
raleza eminentemente social del conocimiento. Por otro lado, y puede que más
importante aún, pone de manifiesto las características de los entornos sociales
que favorecen el desarrollo de nuestra comprensión sobre el mundo.
Cuando uno intercambia ideas sobre un evento con personas que man-
tienen opiniones muy similares a la propia, se observa un fenómeno de “pola-
rización de creencias” que lleva a percibir como más objetivo y a defender con
más vehemencia un supuesto que en un primer momento pudo haber sido vis-
to sólo como una posibilidad. En un contexto como el actual, en que las tradicio-
nes intelectuales tienden más y más a sobrespecializarse y aislarse provocando
una homogeneidad cada vez mayor, tanto en los saberes como en las experien-
cias de aquellos que participan en ellas, habría de quedar claro que nos enfren-
tamos a una situación propicia para el estancamiento de la ciencia.
Por el contrario, si nos vemos obligados a debatir nuestras creencias
con personas que tienen diferentes formas de conceptualizar los hechos, nos
es posible ampliar los horizontes de nuestra comprensión. Como Mercier (en
prensa) comenta, a partir del intercambio de ideas nos es posible transformar
los errores de muchos individuos en un acierto colectivo. Contrario a la orto-
doxia epistemológica que vive obsesionada con la búsqueda de los principios
generales de evaluación del conocimiento, la investigación empírica de los
procesos de comunicación y razonamiento nos indica que la ciencia podría
no ser más que aquellos supuestos en los que están de acuerdo personas que
por lo demás ven el mundo de modos muy diferentes. Desde esta perspecti-
va, la diversidad es el motor mismo del desarrollo científico.
Debería de ser claro que el conocimiento nos es algo que pueda estar
contenido en la cabeza de individuos particulares, sino que se distribuye en
el entorno, no sólo entre los miembros de una comunidad, sino también a tra-
vés de los desarrollos tecnológicos, las instituciones sociales, las prácticas
culturales y los sistemas de valores que la definen. Andy Clark (1997/1999)
ve precisamente en esta impresionante capacidad de extender nuestra mente
en el mundo el rasgo más definitorio de nuestra especie.
En conclusión, una educación científica no es aquella que transmite co-
mo dogmas los resultados surgidos de la labor de los investigadores, sino la
que hace partícipes a los alumnos de los objetivos y valores que definen la
práctica científica.
178 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Bargh, J.A., 2005, “Bypassing the Will: Toward Demystifying the Noncons-
cious Control of Social Behavior”, en R.R. Hassin, J.S. Uleman y J.A.
Bargh (eds.) The new unconscious, Oxford University Press, Nueva
York.
Baumeister, R.F. y Masicampo, E.J, 2010, “Conscious Thought Is for Facilita-
ting Social and Cultural Interactions: How Mental Simulations Serve
the Animal-Culture Interface”, Psychological Review, vol. 117, pp.
945-971.
Baumeister, R.F., Masicampo, E.J. y Vohs, K.D., 2011, “Do Conscious
Thoughts Cause Behavior?”, Annual Review of Psychology, vol. 62, pp.
331-361.
Bermúdez, J.L, 2003, Thinking without Words, Oxford University Press, New
York.
Brun, G. y Kuenzle, D, 2008, “Introduction: A New Role for Emotions in Epis-
temology?”, en G. Brun, U. Doðuoðlu y D. Kuenzle (eds.) Epistemology
and Emotions. Ashgate, Hampshire.
Carey, S., 2009, The Origin of Concepts, Oxford University Press, Nueva York.
Carey, S. y Spelke, E., 1994/2002, “Conocimiento dominio específico y cam-
bio conceptual”, en L.A. Hirschfeld y S.A. Gelman 1994/2002, vol. 1,
pp. 243-284.
Carnap, R., 1932/2002, “Psychology in Physical Language (Excerpt)” en D.
Chalmers (comp.) Philosophy of mind. Classical and contemporary rea-
dings, Oxford University Press, Nueva York.
Clark, A., 1997/1999, Estar ahí: Cerebro, cuerpo y mundo en la nueva ciencia cog-
nitiva, Paidós, Barcelona.
Davidson, D, 1963/2001, “Actions, reasons and causes”, en D. Davidson
Essays on Actions and Events, Claredon Press, Oxford.
Dijksterhuis, A., Chartrand, T.L. y Aarts, H., 2007, “Effects of Priming and
Perception on Social Behavior and Goal Pursuit”, en J.A. Bargh (ed.) So-
cial Psychology and the Unconscious: The Automaticity of Higher Mental
Processes, Psychology Press, Nueva York.
Dilthey, W., 1880/1980, Introducción a las ciencias del espíritu, Alianza, Ma-
drid.
Eraña, A., 2007, “Sobre la viabilidad de una epistemología empírica y norma-
tiva”, Signos Filosóficos, vol. 9, no. 17, pp. 101-138.
Eraña, A. y Martínez, S. F., 2004, “The Heuristic Structure of Scientific Know-
ledge”, Journal of Cognition and Culture, vol. 4, no. 3, pp. 701-729.
Fodor, J., 1975, The Language of Thought, Tomas y Crowell Company, Nueva
York.
Epistemología con “E” de empírica: 179
hacia una teoría naturalista del conocimiento humano
Robinson, E.S., 1940, “The Unity of Science Movement and the Social Scien-
ces”, Proceedings of the Oklahoma Academy of Science, vol. 20, pp. 129-130.
Sutherland, S., 1996, Irracionalidad: el enemigo interior, Alianza, Madrid.
Tversky, A y Kahneman, D., 1974, “Judgment under uncertainty: heuristics
and biases”, Science, vol. 185, pp. 1124–1130.
Todd, P.M. y Gigerenzer, G, 2000, “Précis of Simple heuristics that make us
smart”, Behavioral and Brain Sciences, vol. 23, pp. 727-780.
Wason, P.C. y Shapiro, D., 1971, “Natural and Contrived Experience in a rea-
soning problem”, Quarterly Journal of Experimental Psychology, vol. 23,
pp. 63-71.
Weinberg, J.M, Nichols, S. y Stich, S., 2001/2008, “Normativity and Episte-
mic Intuitions”, en J. Knobe y S. Nichols 2008, pp. 17-45.
Capítulo 12
Empirismo versus matematicismo en
George Berkeley
Introducción
Conclusiones
B erkeley muestra en su Ensayo hacia una nueva teoría de la visión, que esta
facultad es mucho más compleja de que lo que se había supuesto, pues, por
una parte, considerar que vemos directamente diversos aspectos de los obje-
tos, aplicando automáticamente ciertos parámetros a-priorísticos, resulta
simplificador y engañoso. Literalmente no “vemos” de manera directa ni el
tamaño, ni la distancia. La visión se auxilia del tacto por lo que tales percep-
ciones resultan de complejas operaciones mentales que, además, son produc-
to del hábito y el aprendizaje, como lo demostró en su tiempo el caso Moly-
neux, del ciego de nacimiento que recupera la vista y no puede reconocer por
la mera visión la diferencia entre el cubo y la esfera que dominaba perfecta-
mente por el tacto. Así, Berkeley desmiente a los científicos de su tiempo que
reducían el conocimiento de los fenómenos visuales a las explicaciones geo-
métricas.
En suma, la Nueva teoría de la visión es una propuesta psicológica y
empírica que revela que las matemáticas son un instrumento útil que pue-
de contribuir al desarrollo del conocimiento si se aplica correcta mente, pe-
ro que muestra algunas limitaciones respecto a la explicación de cómo
adquirimos las ideas sensibles. De esta manera, Berkeley da un impulso de-
finitivo al desarrollo de la psicología y de sus fundamentos epistemológi-
co-empíricos.
188 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Yolton, J. W., Price, V. & Stephens, J. (eds.), 1999, “Newton”, en Dictionary of
Eighteenth Century, Thoemes Press, Bristol, Reino Unido.
Berkeley, G., 1975, An Essay Towards a New Theory of Vision en George Ber-
keley Works, Every Man´s Library, Londres.
Capítulo 13
De la episteme al ethos en la
enseñanza de la ciencia
Liliana Mondragón B.
Instituto Nacional de Psiquiatría “Ramón de la Fuente”
Introducción
1 Hace más de medio siglo era aún posible afirmar la neutralidad ética de la ciencia, esto es, que
la ciencia producía conocimientos avalóricos e inmunes a evaluación ética, además de que po-
drían ser usados para cualquier fin, lo cual eximía de responsabilidad a los científicos.
2 En este trabajo se utiliza el término moral de manera indistinta de ética, debido a que Aristó-
teles así lo plantea en el tema que se está abordando.
De la episteme al ethos en la enseñanza de la ciencia 191
De la Episteme a la Phrónesis
A ristóteles (Mor. nic., lib. VI, lib. I, cap. II) entendía a la ciencia como co-
nocimiento de lo universal y de las cosas necesarias, como facultad de de-
mostrar las cosas. El ideal aristotélico de ciencia significaría que toda verdad
fuera demostrable. La demostración, procedimiento que muestra necesaria-
mente una tesis, acontece expresado en el silogismo -conexión de razones,
que proviene o parte de los universales- (Aristóteles, Et.nic., VI 3, 1139b
29-30; Génova, 2010), por ejemplo:
Premisas: Los animales sin bilis tienen larga vida.
Pero el hombre, el caballo y la mula no tienen bilis.
Conclusión: Luego el hombre, el caballo y la mula tienen larga vida.
Después Aristóteles comenzará a insistir en la necesidad del camino as-
cendente, describiendo un tipo de razonamiento al que llama epagoge, tradu-
cido como “inducción” o “comprobación”, que es el principio de lo universal
(Et.nic., VI 3, 1139b 28 29), distinto del razonamiento necesario, que es la “de-
192 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
5 Como en la episteme: por ejemplo en las matemáticas, 2x2 siempre dará como resultado 4.
6 Por ejemplo “un médico no delibera para saber si debe curar sus enfermos, ni el orador para
saber si debe convencer a su auditorio, ni el hombre de Estado para saber si debe hacer bue-
nas leyes” (Aristóteles, Mor.nic. lib. III, cap. IV; Aristóteles, Et.nic. III 6, 1112b 10-15).
7 No se delibera sobre el fin, sino que, puesto el fin, se indaga cómo y por qué medios puede al-
ello, el que actúa trata con cosas que no siempre son como son, sino que pueden ser también
distintas, por lo que este saber de lo que tiene él mismo no pretende comprobar o demostrar
lo que es.
9 La virtud no es un don de la naturaleza, es preciso adquirirla por repetición del acto, median-
11 La prudencia como disposición práctica tiene la misión identificar el “termino medio” razo-
nable entre dos extremos viciosos, sea por exceso y por defecto. Un ejemplo de esto es el tér-
mino medio entre audacia y miedo es el valor. La prudencia es, según Aristóteles, una vir-
tud rectora de las otras e incomparable a ésta, propiamente humana, que le permite al hom-
bre dirigirse hacia el bien realizable en el mundo.
De la episteme al ethos en la enseñanza de la ciencia 195
De la Phrónesis al Ethos12
glas, normas y valores culturales particulares y/o universales. El agente epistémico es quien
pone en movimiento el resultado de su propia coparticipación en la toma de decisiones, al
estar inmerso en una actividad de cooperación tríadica: hombre-sociedad-naturaleza, en una
actividad sistémica, dinámica, no lineal, simultanea, ecológica, ética, de generar y transmitir
verdad.
196 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
14 Para Aristóteles el logos es una regla que sirve de norma, no una facultad racional-formal de
la dimensión cognoscitiva-científica del hombre. Esto, ya que piensa que la sabiduría no está
en la razón, sino en el actuar conforme a ella, como discernimiento que decide la conducta
moral.
15 En caso contrario, el conocimiento general aplicado a una circunstancia concreta “oscurece”
liza o no. Así, “la imagen que se forma el hombre de sí mismo, es decir, de
aquello que quiere y debe ser, está constituida por ideas directrices como el
derecho y la justicia, el coraje y la solidaridad, etc.” (Gadamer, 2007, p. 88).
Lo anteriormente expuesto nos permite clarificar que la ciencia no se
puede enseñar únicamente como un cúmulo de conocimientos teóricos y abs-
tractos (de la episteme), porque en cada situación concreta que ella presente,
tendrá que existir una deliberación sustentada en el saber ético (de la phróne-
sis), cuya acción se base en las exigencias éticas, y sea ejecutada por un agente
moral, con un ethos, que haga de la acción un acto virtuoso.
De la Episteme al Ethos
gismo práctico, el actuar racional no era una conclusión del saber, sino el presupuesto de la
inferencia práctica. La premisa mayor de tal silogismo estaba constituida por fines que no
dependían de la razón sino de la voluntad; la premisa menor era el conjunto de medios suje-
tos a la deliberación racional en vista de los fines; la conclusión era una decisión. Ésta no con-
sistía en un resultado puntual, sino que incluía todo el camino de la reflexión desde aquello
que se quiere hasta aquello que se debe hacer y, al mismo tiempo, exigía una concreción de
lo que se quiere. En una inferencia práctica la aceptación de las premisas implica una acción
conforma a ellas (López, 2010, p. 4).
198 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Conclusión
Referencias
Aristóteles, 1985, Ética Nicomaquea, ética eudemia, Editorial Gredos, Madrid.
Aristóteles, 1942, Moral, a Nicómaco, Espasa-Calpe Argentina, S.A., Buenos
Aires, Argentina.
Aristóteles, 2004, Magna Moralia, Losada, Buenos Aires, Argentina.
Cortina, A., 1994, 10 palabras clave en ética, Editorial Verbo Divino, España.
Echegoyen, J., 2010, Historia de la Filosofía. Volumen 1: Filosofía Griega, Edito-
rial Edinumen, Versión electrónica, consultado en octubre 14 en
http://www.e-to rre de ba bel.com/Historia-de-la-filosofia/Filosofia-
griega/Aristoteles/Saber(tipos).htm
Ferrater-Mora, J., 2004, Diccionario de Filosofía, Editorial Ariel, Barcelona.
Gadamer, H-G., 2007, El problema de la conciencia histórica, Editorial Tecnos,
Madrid.
Génova, G., 2010, Los tres modos de inferencia, Versión electrónica, consultado
en octubre 12 en http://www.unav.es/gep/AF/Genova.html
López, M.C., 2010, La aplicación gadameriana de la phrónesis a la praxis, Versión
electrónica, consultado en octubre 10 en http://www.uma.es/gada-
mer/Arstoteles.htm
Quintanilla, M. A., 1976, “El mito de la ciencia”, Diccionario de Filosofía Con-
temporánea, Sígueme, Sálamanca, España.
Rachels, J., 2009, Introducción a la filosofía moral, Fondo de Cultura Económica,
México.
Sagols, L., Linares, J., de la Garza, T., 2005, Ética y Valores 1, Mc Graw Hill,
México.
Varela, L., 2010, La racionalidad de la Phrónesis. Algunas resonancias en el pensa-
miento actual sobre la acción y la ética, Ratio, Versión electrónica, consul-
tado en octubre 12 en http://www.favanet.com.ar/ratio/pub7.htm
III
IDEAS PREVIAS, CONTEXTOS
Y ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Capítulo 14
Concepciones epistemológicas y de aprendizaje
de docentes de ciencias. México
Introducción
A nálisis sobre el quehacer docente han puesto de manifiesto que los profe-
sores encuentran serias dificultades para llevar al aula los nuevos enfoques
educativos que se promueven en proyectos y programas educativos, incluídos
aquellos que son fomentados desde las autoridades educativas. Los nuevos
enfoques educativos son aprendidos en su discurso pero difícilmente llegan al
aula y en buena medida, los profesores los acomodan a sus visiones y prácticas
habituales. De esta forma, las interpretaciones, usualmente incorrectas de los
nuevos enfoques educativos, están determinados por sus propias concepcio-
nes científicas, epistemológicas, pedagógicas, psicológicas y axiológicas (Dri-
ver, Guesne y Tirberghien, 1989; Aguirre y Linder, 1990; Gimeno Sacris-
tán,1998; Pozo y Gómez 1998; Flores (1994), Flores, et al. 2000 y 2006).
204 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Metodología
Categorías de análisis
1 La relación que existe entre dos variables puede ser directa cuando ambas disminuyen o au-
mentan, inversa cuando una aumenta y la otra disminuye y nula cuando no existe relación.
2 Como es posible obtener la puntuación total de cada sujeto en cada uno de los enfoques de
las variables NOS y LOS, se crearon nuevas variables cuantitativas con los totales de
ambos y con éstas se elaboraron los perfiles de cada profesor.
Concepciones epistemológicas y de aprendizaje 207
de docentes de ciencias. México
Elementos Categorías
Papel del docente.
1.-Sujetos.
Papel del alumno.
Estrategia didáctica general.
Conocimientos previos.
Actividades generales que predominan durante la
enseñanza.
Características de la Experimentación.
2.-Procesos.
Planteamiento de problemas.
Uso de modelos.
Desarrollo de proyectos.
Recursos didácticos.
Resultados
N=313
Gráfica 1. E Empirismo, PL Positivismo lógico, R Racionalismo;
RC Racionalismo crítico y C Contextualismo.
A asociacionismo, D aprendizaje por Descubrimiento, S significativo y
CC Constructivismo.
Correlación
Correlaciones Enfoques de la NOS Enfoques de la LOS
de Pearson
Asociacionismo ,201(**)
Empirismo
Descubrimiento ,170(**)
Positivas Positivismo Lógico Significativo ,174(**)
Racionalismo Constructivismo ,153(**)
Constructivismo Constructivismo ,415(**)
E Empirismo Constructivismo -,307(**)
Positivismo Lógico Constructivismo -,162(**)
Racionalismo Descubrimiento -,161(**)
Negativas
Asociacionismo, -,165(**)
Constructivismo Descubrimiento -,140(*)-
y Significativo -,260(**)
Práctica educativa
Profesor folio 23
Tipo de en-
Correlaciones Enfoques de la NOS Enfoques de la LOS
señanza
Asociacionismo
(7%) y Mecanicista
Empirismo (10%)
Descubrimiento (10%)
Positivas (2%)
Positivismo Lógico
Significativo (0%)
(6%)
Empirismo Constructivismo
Negativas
Positivismo Lógico Constructivismo
Negativas Asociacionismo,
Constructivismo Descubrimiento y
Significativo (3%)
Concepciones epistemológicas y de aprendizaje 213
de docentes de ciencias. México
Conclusiones
Referencias
Aguirre, J. M. Haggerty, S. and Linder, C. J., 1990, “Student- teachers´ con-
ceptions of science, teaching and learning: a case study in preservice
214 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Introducción
1 Este trabajo fue apoyado por el proyecto: “Las teorías implícitas de los profesores universita-
rios sobre la enseñanza y el aprendizaje”, DGAPA PAPIIT IN306709.
216 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Feixas, M., 2002, “El desenvolupament professional del profesor universi-
tari”. Facultat de Ciènces de l’Educació, Universitat Auònoma de Bar-
celona. Tesis doctoral. Recuperado el 13 de noviembre de 2010 de:
http://www.tdr.cesca.es/TDX-0212103-191458/
——-, 2004, “La influencia de factores personales, institucionales y contex-
tuales en la trayectoria y el desarrollo docente de los profesores univer-
sitarios”, Educar, 33, pp. 31-59.
——-, 2010, “Enfoques y concepciones docentes en la universidad”. Revista
Electrónica de Investigación y Evaluación Educativa, Vol. 16, No. 2, pp.
1-27. Recuperado el 9 de noviembre de 2010 de:
http://www.uv.es/RELIEVE/v16n2/RELIEVEv16n2_2.htm
Fuentes, A., Eduardo, J. y González Sanmamed, M., 1997, “El Profesorado
universitario: Reflexiones en torno a su formación y desarrollo
224 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
1 Altamira, en España, Dewey en Estados Unidos, Cousinet en Francia, Rébsamen y Rafael Ra-
mírez en México, por mencionar algunos.
2 Véase la revista Cero en Conducta desde 1991 a 1998 y el estado del Conocimiento del COMIE
del 2003. Haciendo una revisión de las tesis existentes en la UNAM que refieren a dicho
tema se encontró que el 97% de éstas se presentaron entre 1988 y el 2008, ubicándose la pro-
ducción principalmente en áreas de historia (50%), área de piscología (22.5%) y pedagogía
(18.5%). Del año 2000 a la fecha, las tesis, se han centrado en la educación media superior y
superior (63%), educación básica (29%) y quedando en un nivel inferior la formación docen-
te (6.4%). Otra institución que tienen una importante producción es la Universidad Pedagó-
gica Nacional, en la cual, al igual que en las escuelas normales, hay tesis sobre la enseñanza
de la historia como parte de las tesis y trabajos de los estudiantes a manea de reporte de ex-
periencia docente para obtener el grado de licenciado en educación.
Concepciones epistemológicas de historia en futuros maestros de primaria: 229
¿Por qué interesa conocerlas?
3 Entre las conclusiones de estos estudios podemos mencionar que si bien hay cambios en los
discursos de los maestros, estos cambios no se observan en la práctica, incluso encuentran
fuertes limitaciones con respecto al manejo del conocimiento histórico mismo en estos maes-
tros.
Concepciones epistemológicas de historia en futuros maestros de primaria: 231
¿Por qué interesa conocerlas?
4 Se reconoce como el iniciador de este constructo a W.G. Perry (1981), profesor en la Universi-
dad de Harvard en los años 50´s, quién observó que los estudiantes respondían de muy dife-
rentes maneras a las experiencias escolares. A través de entrevistas con los estudiantes en-
contró diferentes perspectivas del conocimiento. Ubicó las perspectivas en nueve fases o es-
tadios continuos, desde las posiciones que consideró ingenuas, hasta las más complejas y de
mayor compromiso con la construcción del conocimiento, éstas son: dualismo (hay respues-
tas correctas e incorrectas, las respuestas correctas son conocidas por la autoridad en la ma-
teria), multiplicidad y subjetividad (hay muchas verdades, cada quien tiene la suya y tiene el
derecho de defenderla), relativismo (hay conocimientos que son producto de la interpreta-
ción personal y conocimientos que requieren de la aplicación de un método de análisis),
compromiso con la construcción del conocimiento (el conocimiento es construido con otros
y, a través de la reflexión y la experiencia). A partir de este modelo se han ido construyendo
diversas explicaciones de las concepciones epistemológicas.
232 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Evans (1989) categorizó sus hallazgos en cinco tipos de concepciones, las cua-
les están relacionadas con sus posturas ideológicas, religiosas y formación en
la disciplina de cada sujeto; encontró poca reflexión sobre sus estrategias de
enseñanza en relación con la concepción que expresan. Ubicó que el tipo de-
nominado “el historiador científico” (aunque con enfoque positivista) logró
producir en los estudiantes, en comparación con las otras categorías,6 un
compromiso cognitivo y la conciencia de un cambio en sus concepciones so-
bre la historia. Yilmaz (2008), por su parte, llevó a cabo un estudio con 12
maestros en servicio en nivel secundaria, a través de entrevistas semiestruc-
turadas. Yilmaz ubicó las concepciones de la Historia en dos categorías: his-
toria como el pasado (visión fragmentada y parcial) y la historia como un
interpretación del pasado (Holística e integrada). Esta autora reporta confu-
sión de corrientes historiográficas y señala la predominancia de definir a la
historia desde una visión fragmentada y parcial. La mayoría de los profeso-
res del estudio no hacían referencia al proceso de construcción del conoci-
miento en esta área ni identificaron las características de la escritura
histórica, no mencionaron la naturaleza interpretativa de la historia, refi-
riéndose a ella como una descripción fiel de la realidad, considerándola a la
vez como un arte. Los que afirmaban que es una ciencia mostraron dificul-
tades para argumentar su idea. Los docentes que tenían estudios de licen-
ciatura en historia y un doctor en educación mostraron concepciones más
sofisticadas de la historia en comparación con el resto. También resalta que
varios de estos maestros mostraron un desdén por lo teórico, argumentan-
do que para su trabajo requerían estrategias y técnicas, no teorías.
Los hallazgos en el aborda je de las concepciones epistemoló gicas
de la his to ria en profesores deben de ser interpretados con reserva y asu-
mir hipótesis tentativas debido principalmente, entre otros aspectos, al ta-
maño de las muestras, por ello se insiste en que se requieren estudios con
muestras más gran des y de tipo lon gitudinal para dar cuen ta de estas
concep ciones y sus contextos espe cíficos de aplicación y expresión. En
particular, consideramos necesario estudiar los ámbitos de formación do-
cente; espa cios en los que los formadores de docen tes podrían identificar e
incidir en estas concepciones. A partir de la revisión de las investigaciones
en general respecto a las epistemologías personales (Hofer y Pintrich, 1997)
se insiste en la necesidad de recuperar datos en el contexto de situaciones en
las que los sujetos tengan que movilizar sus concepciones para interpretar y
resolver algún problema en particular, lo cual nos permita rebasar el carác-
ter declarativo que pueden tener las entrevistas fuera de contexto.
Referencias
Bloch, M., 2004, Introducción a la Historia, traducción de P. González & M.
Aub, FCE, México. Trabajo original publicado en 1949.
Burke, P., 2006, La revolución historiográfica francesa. La escuela de los Annales:
1929-1989, traducción de Luis A., Gedisa, Barcelona. Trabajo original
publicado en 1990.
Concepciones epistemológicas de historia en futuros maestros de primaria: 235
¿Por qué interesa conocerlas?
Introducción
Causas de la obesidad
Método
Resultados
D e acuerdo con los datos obtenidos, se encontró que las mujeres, a dife-
rencia de los varones, perciben que es muy difícil bajar de peso [t(192) =
3.316, p < .10]. Asimismo, las comparaciones entre los grupos de estudiantes
[F(5,188) = 3.88, p < .01] indican que los alumnos de la licenciatura en Conta-
240 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
(continuación)
* p < .05
**p < .01
*p < .05
**p < .01
*p < .05
**p < .01
Conclusiones
L os datos que hemos obtenido indican que los participantes del estudio,
con independencia de su sexo, edad y nivel educativo, asumen que la obesi-
dad puede ser causada por múltiples factores. Es decir, no creen que haya un
único factor que pueda ser considerado como la causa principal de la obesi-
dad.
En algunos casos parece apreciarse alguna tendencia en el conjunto
de respuestas que dan los participantes. Por ejemplo, ante la pregunta: “Los
bebés que nacen con exceso de peso están destinados a ser adultos obesos”, el
21.5% se muestra de acuerdo mientras que el 78.5% dice estar en desacuerdo.
Es decir, ante el dilema naturaleza versus ambiente, los participantes se de-
cantan por las condiciones ambientales. No obstante, ante otras preguntas
que también implican los posibles efectos del ambiente en la determinación
de la condición “obeso”, entonces ya no es clara esta tendencia. Así, ante la
pregunta: “Una persona que nace en un ambiente en donde la alimentación
no es balanceada, crece y se mantiene obesa toda su vida”, los participantes
244 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
no muestran una elección franca hacia una u otra dirección; es decir, los por-
centajes de “acuerdo” y “desacuerdo” son muy similares, 47.7% y 52.3%, res-
pectivamente. Lo mismo sucede ante la pregunta: “Las madres de las
personas obesas no les enseñaron a comer frutas y verduras a sus hijos cuan-
do eran niños”, 58.8% de acuerdo y 41.2% en desacuerdo.
De manera llamativa, lo mismo sucede cuando se les pregunta si creen
que “La obesidad es un problema genético”. Es decir, ante tal pregunta no en-
contramos una tendencia en las respuestas: el 46.1% se muestra de acuerdo
mientras que el 53.9% muestra su desacuerdo. Sin embargo, cuando se les
pregunta si “El exceso de peso en las personas obesas está influido por la ge-
nética de sus padres”, entonces sí aparece una tendencia clara en favor de es-
ta afirmación por parte de los participantes: 66.3% está de acuerdo y el 33,7%
en desacuerdo.
Por otra parte, como puede observarse en la Tabla 3, cuando a los parti-
cipantes se les pregunta acerca de la influencia de la mercadotecnia en la cau-
sación de la obesidad, tienden a mostrar más su acuerdo que su desacuerdo
en el rol que ésta juega. Dicho acuerdo queda en entredicho, como se muestra
en la Tabla 1, cuando se les pregunta: “A las personas obesas se les permitía
ver demasiada televisión cuando eran niños”. Entonces, en este caso, obser-
vamos que el 82.0% de los participantes muestra su desacuerdo y sólo un
18.0% dice estar de acuerdo. Sin embargo, en nuestra opinión, estos datos in-
dican que los participantes parecen estar pensando más en influencias más
directas y más vehiculadas por la educación parental. En otras palabras, es-
tán de acuerdo con el efecto que produce en los individuos el aprendizaje de
los patrones sociales de alimentación en la causación de la obesidad. Por
ejemplo, ante la pregunta: “Las personas obesas aprendieron malos hábitos
alimentarios de sus padres”, el 74.4% está de acuerdo y el 25.6% en
desacuerdo.
Asimismo, es llamativa la consistencia de las respuestas que dan los
participantes sobre el hecho de que las personas obesas tengan o no la culpa
de su condición. Para aquellos, las personas son obesas porque no les gusta
hacer ejercicio, comen golosinas entre comidas, no tienen fuerza de voluntad,
son perezosas, etc. Podemos corroborar lo anterior si comparamos los altos
porcentajes obtenidos en este rubro, por ejemplo: “La gente obesa bajaría de
peso si comiera alimentos más nutritivos” (88.1% de acuerdo y 11.9% en de-
sacuerdo), con los obtenidos en la Tabla 2, por ejemplo: “La obesidad es un
problema genético” (46.1% de acuerdo y 53.9% en desacuerdo). Dicha com-
paración, en nuestra opinión, muestra que para los participantes las conduc-
tas que llevan a cabo las personas, así como sus atributos de personalidad
(fuerza de carácter, etc.) pesan un poco más en la causación de la obesidad
que factores metabólicos o genéticos. En otras palabras, los estudiantes aso-
Creencias de estudiantes de secundaria y universitarios 245
sobre las causas de la obesidad
cian el hecho de ser obeso con poseer ciertas características personales negati-
vas. Sin embargo, creemos que este mismo hecho, en un determinado
momento, puede dar lugar a una expresión más abierta de la estigmatización
de la obesidad pues, de acuerdo con Crandall (2000), lo que perpetúa la estig-
matización es lo que él ha llamado ideologías de justificación, es decir, aquellas
creencias acerca de lo moral (lo que debería ser) o inmoral (lo que no debería ser),
las cuales convierten el acto de discriminación en algo aceptable o, incluso, ne-
cesario; en otras palabras, las ideologías de justificación “representan creencias
no-probadas que promueven y justifican el estigma, a la vez que eliminan los
sentimientos de culpa por la conducta discriminatoria y las actitudes sesga-
das” (Puhl y Brownell, 2003, p. 216); así, puede creerse que una persona obesa
que es percibida como débil de carácter debe ser tratada en consecuencia, es de-
cir, se justifica la conducta de discriminación (Crandall, 2000).
Por último, creemos que la exploración que hemos realizado de las ideas
que tienen los estudiantes de secundaria y universitarios sobre la causación de
la obesidad ha arrojado algunos datos interesantes. Sin embargo, también ha
dejado muchas dudas. En futuras investigaciones, y con otras técnicas, intenta-
remos explorar de manera más detallada el conocimiento de los estudiantes
analizándolo en concordancia con el conocimiento sobre el proceso de la nutri-
ción y el funcionamiento corporal en general, de manera tal que podamos co-
nocer, por un lado, el monto de conocimiento biológico con el que cuentan los
estudiantes y, por el otro, examinar si existe una relación entre ese monto de
conocimiento y la estigmatización que hacen de la obesidad.
Referencias
Anesbury, T. y Tiggemann, M., 2000, “An attempt to reduce negative ste-
reotyping of obesity in children by changing controllability beliefs”,
Health Education Research, vol. 15, no. 2, pp.145-152.
Crandall, C. S., 2000, “Ideology and lay theories of stigma: The justification
of stigmatization”. En: T.F. Heatherton, R.E. Kleck, M.R. Hebl y J.G.
Hull (Eds.). The Social Psychology of Stigma. The Guilford Press,
EE.UU.
Gesta, S., Tseng, Y. y Kahn, C.R., 2007, “Developmental origin of fat: Trac-
king obesity to its source”, Cell, vol. 131, no. 2, pp. 242-256.
Harvard Medical School, 2004, “Is obesity a mental health issue?”, Harvard
Mental Health Letter, vol. 21, no. 4, pp. 1-4.
Hebebrand, J., Sommerlad, C., Geller, F., Görg, T. y Hinney, A., 2001, “The
genetics of obesity: Practical implications”, International Journal of Obe-
sity, vol. 25, supl. 1, pp. S10-S18.
246 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Introducción
De ahí la importancia que recobran las ideas previas del niño, con las
cuales llega a la escuela y en las que subyace una determinada estructura con-
ceptual, facultades cognitivas propias de un estado psicoevolutivo y un cú-
mulo de experiencias particulares, estrechamente relacionadas con el
contexto sociocultural en el que se desenvuelve.
El reconocimiento del papel activo que las concepciones de los estu-
diantes tienen en el aprendizaje de los conceptos científicos, ha influido, de
manera significativa, en el replanteamiento y la comprensión de problemas
de índole conceptual, didáctico, curricular, de evaluación, de formación do-
cente e incluso en el campo de la investigación.
Es importante tener en cuenta que la construcción de nuevas represen-
taciones y/o transformación de las ideas previas no son procesos abruptos,
sino por el contrario, son procesos lentos y graduales. También es necesario
reconocer que dichos procesos son muy complejos e intervienen en ellos di-
versos factores entre los que se pueden mencionar el contexto, el nivel de
comprensión de los conceptos, el tipo de relaciones causales o funcionales,
sólo por mencionar algunos.
Metodología de la investigación
Muestra.- 87 niños de cuarto grado de las escuelas primarias Anexas a
la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, cuya edad fluctúa entre los 9 y
11 años de edad.
Instrumentos.- Los niños que conforman la muestra desarrollaron una
tarea, la cual consistió en dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Alguna vez
has pensado qué pasa con lo que comes?, presentándoles una silueta infantil
en una hoja de papel, y se les pide que dibujen lo que le pasa a una manzana
cuando la comen, además que expliquen por escrito el proceso mediante el
cual, el cuerpo humano transforma y aprovecha las sustancias nutritivas con-
tenidas en la manzana.
Posteriormente se realizó una entrevista con los casos representativos
de cada uno de los modelos inferidos, para profundizar en las representacio-
nes de los niños, aunque en este apartado solamente se dará cuenta de la pri-
mera fase; es decir, la interpretación de los resultados del desarrollo de la
tarea mencionada.
Categorías de análisis.- Con base en algunas investigaciones de Nuñez
y Banet (1996), y en lo encontrado en los escritos de los niños que conforman
la muestra, se elaboraron las categorías de análisis y los indicadores que sir-
vieron para interpretar las ideas sobre la digestión.
A continuación se presentan los modelos y los indicadores desde el
punto de vista anatómico y fisiológico, considerando en primera instancia las
cuestiones anatómicas ya que en el proceso histórico de la construcción de los
conocimientos sobre la digestión-circulación se inicia con aspectos morfoló-
gicos (que son los visibles) y posteriormente se van incluyendo aspectos fisio-
lógicos de manera paralela al avance del conocimiento del mundo a nivel
micro, entre ellos los de la bioquímica.
Validación.- La validación de los resultados se da mediante la triangu-
lación de la clasificación e interpretación de los datos obtenidos mediante el
desarrollo de la tarea solicitada.
Resultados.- Después de la sistematización y análisis de los datos al
realizar la tarea se encontraron cuatro modelos representativos que son:
Modelo I. Tubo discontinuo
Modelo II. Tubo continuo
Modelo III. Tubo continuo abierto formado por diferentes órganos y
en donde se realizan procesos mecánicos.
Modelo IV. Articulado que relaciona los sistemas digestivo y circula-
torio. Tubo continuo abierto, en donde se realizan procesos mecánicos y se
encuentra articulado con el sistema circulatorio.
Las ideas previas sobre digestión. 251
Punto de partida para la enseñanza de las ciencias
Conclusiones
Referencias
Arnaudin, M. & Mintzes J., 1985, “Student´s Alternative Conceptions of the
Human Circulatory System: A cross-Age Study”, Science Education,
69(5), pp. 721-733.
Banet, E. y Núñez, F., 1988, “Ideas de los alumnos sobre la digestión: Aspec-
tos anatómicos”, Enseñanza de las ciencias, 6(1), pp. 30-37.
Banet, E., Núñez, F., 1989, “Ideas de los alumnos sobre la digestión: Aspectos
fisiológicos”, Enseñanza de las ciencias, 7(1), pp. 35-44.
Banet, E., 2001, Los procesos de nutrición humana. Referencias para la planeación de
la enseñanza, Síntesis Educación, Madrid.
Driver, R. y Oldham, V., 2000, “Un enfoque constructivista del desarrollo cu-
rricular en Ciencias”, en R. Porlán, E. García y P. Cañal (comp.), Cons-
tructivismo y enseñanza de las ciencias, Diada, Sevilla.
Garrido, M., García, S., Martínez, C., 2005, “¿Qué conocen los niños/as ente
los 4 y los 7 años sobre el aparato digestivo y el aparato respiratorio?”,
Enseñanza de la Ciencias, Número Extra VII Congreso (2-6).
León-Sánchez, R. & Barrera, K., 2009, Las ideas de los niños sobre el mundo bioló-
gico, Universidad Autónoma de México, Facultad de Psicología, Méxi-
co.
260 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
León-Sánchez, R., Barrera, K. & Palafox, G., 2005, “Las ideas de los niños
acerca del proceso digestivo”, Enseñanza de las Ciencias, Número Extra
VII Congreso (1-4).
López Manjón, A., Postigo, Y. y León-Sánchez, R., 2007, “La naturaleza de las
representaciones sobre el sistema circulatorio”, en J. I. Pozo y F. Flores
(eds.) Cambio conceptual y representacional en el aprendizaje y la enseñanza
de la ciencia, Visor, Madrid.
López-Manjón, A, y Postigo, Y., 2009, “Representations of the human circula-
tory system”, Journal of Biological Education, 43(4), pp. 159-163.
Núñez, F. Banet, E., 1996, “Modelos conceptuales sobre las relaciones entre
digestión, respiración y circulación”, Enseñanza de las ciencias, 14(3), pp.
261-278.
Rivadulla L. J. C., García B. S. y Martínez L. C., 2008, La nutrición humana en la
educación obligatoria. Dificultades y análisis conceptual. Reporte de avance
de Tesis de Doctorado. Facultad de Ciencias Da Educación. Universi-
dade Da Coruña.
Texeira, F., 2000, “What happens to the food we eat? Children’s conceptions
of the structure and function of the digestive system”, International
Journal of Science Education, 22(5), pp. 507-520.
Tunnicliffe, S., 2004, “Children´s understandings of excretion. Where does
the drink go?”, Primary Science Review, 85 (Nov./Dic.), pp. 8-10.
Capítulo 19
Análisis de las imágenes de biología en
los libros de texto de primaria1
Asunción López-Manjón y
Yolanda Postigo-Angón
Universidad Autónoma de Madrid
Introducción
como las siguien tes: a) las imáge nes serían más sencillas que las palabras
y se re cor da rían y com pren de rían más fá cil men te; b) las imá ge nes in ter-
nas que se forman en la mente son como una “co pia” o una “foto en la ca -
beza” de las imá ge nes externas; c) las imáge nes realistas son las que más
favore cen la comprensión; y d) las imágenes representan el conocimien -
to “verdade ro”. Estas ideas asumirían un principio epistemo lógico rea -
lista se gún el cual las imá ge nes no son una represen ta ción de la rea lidad,
es de cir, un pun to de vis ta de esa rea lidad sino la rea lidad mis ma. Este
principio parece caracterizar la naturaleza del pensamiento intuitivo
(Pozo y Gó mez Crespo, 1998). Por otra parte, y derivado del prin cipio an-
te rior, al es ta ble cer una re la ción di recta en tre imá ge nes ex ter nas e in ter-
nas no se postula ningún tipo espe cífico de procesamiento cognitivo
para in terpre tar o com pren der las imá ge nes ex ternas asu mien do una fal-
sa fa cilidad y sim pli cidad de las mis mas ya que se “expli can” por sí mis -
mas y no ne cesitan que se in terpreten ni que se de codifiquen o tra duzcan
a otro tipo de re pre sen ta ción. Por lo tan to, se rían muy fá ciles de usar y
con menor deman da cognitiva que el texto. Des de este punto de vis ta se
asume que el mate rial visual es transpa rente (Lowe, 1993) y por lo tan to
no es nece saria una instrucción espe cífica para poder interpretarlas y
comprenderlas. Entre las esca sas inves tiga ciones realizadas sobre la con -
cepciones intuitivas de las imágenes como herra mien ta de apren diza je
encontra mos que los resultados obtenidos con profesores de ciencias en
niveles medio y superior argentinos (Fanaro, Otero y Greca, 2005) mues-
tran que un 65.27% man tie nen las con cep cio nes an te rio res.
Otra ma ne ra de con ce bir las imá ge nes (los dia gra mas, los di bu -
jos, las fo to gra fías, los ma pas con cep tua les, las ta blas o las grá fi cas nu -
mé ri cas), y que va mos a de fen der en es te ca pí tu lo, es en ten der las
co mo un sis te ma ex ter no de re pre sen ta ción (Mar tí y Po zo, 2000). Entre
es tos sis te mas se in clui ría la es cri tu ra, las no ta cio nes ma te má ti ca y
geo mé tri ca y la no ta ción quí mi ca en tre otras. Espe cí fi ca men te, en el
do mi nio de la bio lo gía las imá ge nes tie nen y han te ni do, a lo lar go de
la his to ria, un pa pel muy im por tan te (p.e. Maiens chein, 1991; Kind -
field, 1993/1994) en el ra zo na mien to cien tí fi co y en la cons truc ción de
nue vas teo rías: des de Dar win con la re pre sen ta ción de la evo lu ción de
las es pe cies en for ma de ár bol has ta la re pre sen ta ción de la mo lé cu la
de ADN pa san do por las di fe ren tes re pre sen ta cio nes de la cé lu la
(Maiens chein, 1991).
Según Martí y Pozo (2000) la distinción en tre los siste mas externos
e internos de representación implica pasar de considerar los primeros
úni ca men te co mo con te nidos de las re pre sen ta cio nes in ternas a con ce -
birlos co mo un obje to de es tu dio por sí mis mo con una na tu ra le za pro pia
Análisis de las imágenes de biología en 263
los libros de texto de primaria
que in fluye en la cog ni ción y el apren di za je del que los utiliza. Des de es te
punto de vista no existiría una relación directa entre las representaciones
externas y las internas como se plan tea des de la concepción intuitiva. La
relación sería más comple ja e inte ractiva ya que las representaciones in -
ternas no son una copia ni una sim ple apropiación de las re presen ta cio-
nes ex ter nas. Los es tu dian tes de ben sa ber in ter pre tar y usar los sis te mas
externos de representación generados por la comunidad científica para
po der apren der cien cia. Ade más, és te es un pro ce so de re-cons truc ción
de la re pre sen ta ción ex ter na que pue de ge ne rar nue vos usos y sis te mas
de re pre sen ta ción in ter na (Martí y Pozo, 2000). Esta reconstrucción o in-
te rac ción en tre las re pre sen ta cio nes in ter nas y ex ter nas plan tea mu chas
dificulta des, como se ha puesto de manifiesto en las esca sas inves tiga cio -
nes so bre la com pren sión de las imá ge nes tan to en el do mi nio de las cien -
cias (p.e. Colin, Chauvet, y Viennot, 2002) co mo en otros dominios o
representaciones visuales espe cíficas como por ejem plo, los mapas geo -
gráficos (p.e. Postigo y Pozo, 2004) o las gráficas numé ricas (p.e. Pérez
Eche ve rría, Pos ti go y Pe cha rro mán, 2009; Pos ti go y Po zo, 2000) por parte
de estudian tes de secun daria, universidad e incluso gradua dos universi-
ta rios (p.e. Bowen y Roth, 2002).
Específicamente, una de las dificultades que se encuentran los estu-
diantes cuando se enfrentan a representaciones visuales en el dominio de las
ciencias naturales es que la interpretación que hacen los estudiantes tiende a
estar limitada a las características superficiales de la representación y no
guiada por los conceptos que pretenden representar (Bowen y Roth, 2002;
Lowe, 1993). Además, se han encontrado también dificultades para producir
estas representaciones como herramientas para pensar o solucionar proble-
mas (Kindfield, 1993/1994). Esto puede ser debido principalmente a que las
actividades relacionadas con las imágenes de los libros de texto son de tipo
reproductivo, es decir, la actividad principal por parte de los estudiantes es
copiar las imágenes del libro. Según Martí y Pozo (2000), la producción de los
sistemas externos de representación es más costosa que su interpretación y,
por supuesto, necesita la creación de espacios instruccionales específicos
dirigidos a ese fin.
Las representaciones visuales en biología presentan también algunas difi-
cultades específicas como son: a) la representación en tres dimensiones; b) repre-
sentar estructuras que contienen inevitablemente otras estructuras; c) aprender
las convenciones de los cortes de estructuras (Constable, Campbell y Brown,
1988) y d) las representaciones celulares y moleculares debido a que son uno de
los diagramas contemporáneos más complejos en biología. Las fotografías tam-
bién plantean dificultades ya que el significado de una foto viene determinado
por la relación dialéctica que se establece entre la manera de ver del fotógrafo y
264 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
la percepción del observador. Por lo tanto, una foto puede dar lugar a múltiples
interpretaciones y por ello es necesaria una guía para su interpretación (Pozzer y
Roth, 2003).
Dentro de la literatura sobre análisis de libros de texto han sido esca-
sas las investigaciones que analizan las imágenes (Otero, Moreira y Greca,
2002; Perales y Jiménez, 2002; Soyibo, 1994; Pozzer y Roth, 2003) y mucho
más escasas en el nivel educativo de primaria (Pérez de Eulate, Llorente, &
Andrieu, 1999). Las conclusiones a las que llegan estas investigaciones es
que existe una falta de conciencia sobre la complejidad que demandan las
imágenes y se presentan por lo tanto como si fueran “auto-evidentes”
(Otero, Moreira y Greca, 2002). Por ello, nuestro objetivo es analizar si la
utilización de las imágenes en los libros de texto gra tuitos de Ciencias Na -
turales en México de la Reforma Integral de la Educación Básica refleja las
anteriores conclusiones o están más cerca de la concepción constructivista
sobre el papel de las imágenes como sistemas externos de representación
en el apren dizaje de la cien cia.
E n este es tudio sobre el trata miento de las imáge nes en los libros de
tex to he mos utiliza do como cri te rios de aná lisis ade más del tipo de ima -
gen o representación visual (para diversas propues tas de cate goriza ción
de las imá ge nes, véase Kosslyn, 1989; Lowe, 1993; Postigo y Pozo, 2000;
Winn, 1989) otros as pectos que forman parte de la ima gen (por ejemplo,
distintos recursos gráficos), elementos que ayudan a su interpreta ción
(por ejem plo, uso de rótulos) así como su re la ción con el texto y la exis -
ten cia y caracterís ticas de las activida des que implican el uso de imáge -
nes (Perales y Jime nez, 2002). De tal ma ne ra que diferenciamos seis crite -
rios de aná lisis que pasamos a des cribir brevemente (para una
des crip ción más de ta lla da de al gunos de ellos, véa se Ló pez Man jón y
Pos ti go, 2008):
1) Tipo de imagen: diferenciamos distintos tipos de imágenes o represen-
taciones visuales tanto específicas de la biología como otras de carácter más
general (véase tabla 1 y figuras 1, 2, 3, 4, 5 y 6).
Análisis de las imágenes de biología en 265
los libros de texto de primaria
Diagrama Describe las características físicas de las partes del objeto repre-
de estructura sentado y cómo están dispuestas en el espacio.
2 Entendemos por decorativa aquellas imágenes (dibujos, fotografías) que aunque relacionadas
temáticamente con el fenómeno su función es adornar y por tanto pueden ser prescindibles.
266 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
R especto al tipo de imagen hay diferencias entre los dos primeros cursos (3º
y 4º) frente a los otros dos (5º y 6º). En 3º y 4º predominan fundamentalmente
tres tipos de imagen (diagramas de estructura, dibujos y construcciones vi-
suales) aunque en porcentajes diferentes. Así en 3º predominan los diagra-
mas de estructura seguido de los dibujos (sumando ambos el 70% de las imá-
genes) y en una menor proporción las construcciones visuales. Mientras que
en 4º, aunque presenta un porcentaje similar a 3º de construcciones visuales,
predominan los dibujos en casi un 55% y la mitad de diagramas de estructura
que los que había en 3º.
Frente a estos dos cursos, en 5º y 6º predominan fundamental-
mente otros tres tipos de imágenes (fotografías, diagramas de estructura y
microfotografías) en parecida proporción en los dos cursos. No obstante hay
que señalar que en 5º hay una mayor presencia de fotografías que en 6º y que
6º, aunque en pequeño porcentaje, presenta una gran variedad de imágenes
(hasta los diez tipos de imágenes recogidos en la tabla 1) algunas no presen-
tes en el resto de los cursos. Un aspecto que hay que destacar a lo largo de los
cuatro cursos es la casi inexistencia de diagramas de proceso con un escasísi-
mo 5% solo en los cursos 3º y 6º.
En cuanto a los recursos gráficos, grafismos y colores en general no
hay uso de recursos gráficos (detalles ampliados o cortes) a lo largo de los
cuatro cursos. Salvo puntualmente un caso de detalles ampliados y presenta-
ción simultánea de más de una perspectiva de una estructura. Respecto al
uso de los colores, con la excepción de 3º y las microfotografías en 5º y 6º, es
bastante deficiente e inadecuado en 4º, 5º y 6º que al no ser colores contrasta-
dos dificulta diferenciar las estructuras y los distintos sistemas corporales.
b) Rótulos y títulos
R especto a la relación entre imagen y texto no hay diferencias entre los cur-
sos. En todos ellos el texto no hace ningún tipo de referencia a la imagen (solo
algún caso muy puntual del tipo “Observa esta imagen”) y aunque suele es-
tar relacionado temáticamente con la imagen que lo acompaña también hay
casos en los que el texto no se adecua del todo (por ejemplo, la imagen apare-
ce en la pagina siguiente o solo está en parte relacionada).
En cuanto a las actividades con imágenes hay grandes diferencias
entre grupos (desde un 0% en 5º, pasando por un 33,3% en 3º y 4º, hasta un
77,7% en 6º). Sin embargo, la mayor parte de ellas son actividades reproducti-
vas (tareas de producción como copiar o completar tablas) y no de interpreta-
ción de la imagen (solo hay una excepción en 4º con una actividad de
comparación de imágenes). También hay que destacar que la mayoría de las
actividades no emplean el tipo de imágenes presentadas en el texto principal
de la unidad (por ejemplo, diagramas de estructura en el texto y tablas verba-
les en las actividades).
Conclusiones
E n este estudio encontramos que aunque por una parte se da una gran im-
portancia a las imágenes dado la gran cantidad de ellas que aparecen en los li-
bros de texto analizados, por la otra se les asigna un uso fundamentalmente de-
corativo. No se consideran objetos de aprendizaje en sí mismos al mismo nivel
que el texto. La escasez de ayudas para poder interpretar las imágenes presentes
en los libros de texto tales como la ausencia de rótulos y títulos, la escasa referen-
cia explícita a las imágenes en el texto principal y que en las pocas actividades
que se demanda trabajar con imágenes no se proporciona ninguna guía, confor-
man el hecho de que las concepciones que han dirigido la selección, diseño y tra-
tamiento de estas imágenes se corresponden con una concepción intuitiva de las
mismas. Según esta concepción las imágenes de los libros de textos son eviden-
tes por sí mismas, fáciles de comprender, con un único y claro significado, y
cuanto mayor realismo muestren mayor será su aprendizaje.
Los diseñadores de materiales instruccionales deberían tener
en cuenta aspectos tales como los posibles destinatarios, objetivos y situacio-
nes en las que se utilizarán las imágenes incluidas en un libro de texto, pero
también que los alumnos pueden diferir en el conocimiento previo y estrate-
gias para utilizar esas diversas representaciones y por tanto no presentarlas
como si fueran auto-explicativas. La dificultad de interpretación de las imá-
Análisis de las imágenes de biología en 271
los libros de texto de primaria
Referencias
Bowen, G. M. y Roth, W.-M., 2002, “Why students may not learn to interpret
scientific inscriptions”, Research in Science Education, vol. 32, pp. 303-327.
Colin, P., Chauvet, F., y Viennot, L., 2002, “Reading images in optics: stu-
dents´ difficulties and teachers´ views” International Journal of Science
Education, vol. 24, no. 3, pp. 313-332.
Constable, H., Campbell, B., y Brown, R., 1988, “Sectional Drawings from
Science Textbooks: An Experimental investigation into pupils´ unders-
tanding”, British Journal of Educational Psychology, vol. 58, pp. 89-102.
Fanaro, M. A., Otero, M. R., y Greca, I. M., 2005, “Las imágenes en los mate-
riales educativos: las ideas de los profesores”, Revista Electrónica de
Enseñanza de las Ciencias, vol. 4, no. 2, pp. 1-24.
Kindfield, A. C. H., 1993/1994, “Biology Diagrams: Tools to Think With” The
Journal of the Learning Sciences, vol. 3, no. 1, pp. 1-36.
Kosslyn, S.M., 1989, “Understanding charts and graphs” Applied Cognitive
Psychology, vol.3, pp. 185-226.
López-Manjón y Postigo, Y., 2008 “De las representaciones en biología a las ilus-
traciones de los libros de texto” en G. Mares (coord.) Diseño psicopedagógico
de textos, UNAM, México DF.
272 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Introducción
nos y docentes que les lleven a la construcción de una cultura científica no in-
vasiva ni impositiva, sino una donde se reconozcan y respeten las
características de cada cultura.
En nuestro país uno de los objetivos de la escuela es que los niños y ni-
ñas indígenas desarrollen la capacidad de construir explicaciones objetivas
de los fenómenos naturales y sociales (SEP, 2004, 2008), que tengan una vi-
sión científica del mundo y que dentro de la escuela (Brayboy y Castagno,
2008), se encuentren múltiples formas de conocer y aprender ciencias.
Pensar en la educación en ciencias conlleva afrontar el problema de la
formación de los docentes que se encuentran inmersos en una cultura dife-
rente como puede ser la indígena y que, al mismo tiempo, son partícipes de la
cultura científica representada por la ciencia de la escuela que tiene su funda-
mento en el pensamiento científico y que es parte del bagaje cultural que la
escuela promueve. El docente de la escuela indígena debe por tanto estar
consciente de las características propias de su cultura y de la que se imparte
en la escuela. Por lo tanto, es necesario conocer qué se representa como cien-
cia en un contexto cultural distinto (indígena), y reconocer los puntos de
coincidencia y distancia entre la ciencia escolar y el pensamiento indígena.
Con ello será posible la construcción de “puentes de interpretación intercul-
tural” que permitan a los miembros de esa comunidad que desde cualquiera
de las dos posiciones sean comprendidos los significados que ambas dan a
las nociones científicas.
prin ci pios fun da men ta les de am bas for mas de pen sa mien to son in com -
patibles, esto es, intra ducibles y por lo tan to incon men surables local -
men te (Kuhn, 1972).
Por consiguiente, estas dos formas de conocimiento se sustentan en raí-
ces ontológicas y epistemológicas distintas, con objetivos y finalidades de
construcción también distintos, lo que lleva, la mayoría de las veces, a conflic-
tos entre sus seguidores (Haukoos y LeBeau, 1991). Este conflicto lleva a frag-
mentar el conocimiento científico y distorsionarlo (Aikenhead, 2001), con el
posible rechazo a las formas de construcción del pensamiento científico en
los seguidores de la preservación de la cultura de las comunidades indíge-
nas.
Si se parte de este supuesto de inconmensurabilidad y se asume que el
proceso de construcción del conocimiento científico está ligado a la construc-
ción de múltiples representaciones de los fenómenos, el proceso de forma-
ción docente necesariamente debe contemplar la posible construcción de dos
esquemas teóricos paralelos que se articulen a través de la fenomenología
(objeto de estudio) y de las múltiples representaciones fenomenológicas
(método).
El proceso de formación de docentes indígenas basado en la existencia
de la inconmensurabilidad cultural implica un replanteamiento del proceso
y de los objetivos que deben perseguirse para tal fin. Este documento presen-
ta la propuesta de formación de docentes indígenas de habla Náhuatl en el
área de las ciencias naturales bajo este supuesto.
1 Una escuela multigrado es aquella donde un mismo profesor atiende varios grados. En esta
modalidad los grupos están divididos por ciclos. Primer y segundo año son el primer ciclo,
segundo y tercer año son el segundo ciclo y cuarto y quinto año son el tercer ciclo.
La formación de docentes para la enseñanza de las ciencias 277
en un contexto náhuatl
Propuesta de formación
La propuesta contempla los siguientes rubros: I. Definición del contex-
to de la zona; II. Modelo de intervención y III. Seguimiento y evaluación. Los
rubros específicos son:
I. Definición del contexto de la zona
l Características de la población de profesores
l Características de la ciencia escolar que se imparte en las escuelas
de la zona
l Identificación del pensamiento indígena sobre temas específicos
Referencias
Aikenhead, G., 2001, “Integrating western and aboriginal sciences:
Cross-cultural science teaching”, Research in Science Education, no. 31,
pp. 337-355.
282 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Brayboy, B. Mc. J., & Castagno, A. E., 2008, “Indigenous Knowledge and nati-
ve science as partner: a rejoinder”, Cultural Studies of Science Education,
vol. 3, no. 3, pp. 787-791.
Borgatti, S. P. & Halgin, D. S. (s/f). Consensus analysis. Recuperado el 4 de
septiembre de: http://www.steveborgatti.com/papers/BHConsen-
sus.pdf
De Pury-Toumi, Sybille. 1997, De palabras y maravillas. Ensayo sobre la lengua y
cultura de los nahuas (Sierra Norte de Puebla). Centro de Estudios mexica-
nos y Centroamericanos/ Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.
México, p. 16.
García, M. B., 1987, Los Pueblos de la Sierra. El poder y el espacio entre los indios del
norte de Puebla hasta 1700. Colegio de México, México.
Haukoos G. D. y LeBeau, D. 1991, Toward implementing Self-Determination in
Teaching Cultural Science. Artículo presentado en la National Conven-
tion of National Science Teachers Association. (39th) Houston, TX, mar-
zo 30. Recuperado el 10 de noviembre de 2010 de la base de datos de
ERIC.
Kuhn, T., 1972, Las estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cul-
tura Económica, México.
McComas, F. W. Clough, P. M., & Almazora, H, 2000, The role and character
of the nature of science en W.F. McComas (comp.) The Nature of Scien-
ce in Science Education, Kluwer Academic Publishers, The Nether-
lands.
Nelson-Barber, S., & Estrin, E. T. (1995). Culturally responsive mathematics and
science education for native students. San Francisco, CA: Far West Labora-
tory for Educational Research and Development. Recuperado el 10 de
noviembre de 2010 de la base de datos de ERIC.
Secretaría de Educación Pública, 2004, Programa de educación preescolar, SEP,
México.
Secretaría de Educación Pública, 2008, Plan de estudios. Educación básica. Pri-
maria. SEP, México.
Snively G., & Cosiglia, J., 2000, “Discovering indigenous science: Implica-
tions for science education”, Science Education, no. 84, pp. 6-34.
Capítulo 21
Los afectos y sus posibles
funciones epistemológicas en el discurso
argumentativo de las ciencias sociales
Introducción
Kuenzle, 2008). Uno de los supuestos que sobresale de estas tesis es que los
afectos parecen tener una incidencia, no necesariamente desfavorable como
se suele pensar, sobre los procesos cognitivos y los comportamientos de la ac-
tividad de conocer. También, se considera que esto parece deberse a que por-
tan, como defiende De Sousa (2003, 2008), información relevante sobre el
objeto de conocimiento. Esta información se encuentra generalmente implíci-
ta o no formulada en proposiciones, relacionada con los elementos causales
del fenómeno, con sus propiedades fundamentales, su necesidad y suficien-
cia. También información relativa a los riesgos del proceso y a los elementos
que se deben descartar.
En este capítulo se presentan los avances de un trabajo empírico rea-
lizado con el propósito de aproximarnos al conocimiento del papel de los
afectos en la argumentación científica, considerando tanto su posible con-
tribución a la calidad de los comportamientos necesarios para una buena
argumentación, como la aceptación del conocimiento defendido por parte
de los interlocutores.
Metodología
Definición de variables
Participantes
Instrumentos
Entrevista
Con el propósito de identificar los afectos y sus AC se construyó una
entrevista. En ella se le preguntó al sujeto qué afectos experimentaban ante lo
que implicaba argumentar. En específico ante 1) la adjudicación de la carga
de la prueba, 2) el apego a las virtudes que hacen una defensa consistente y 3)
la asunción de una actitud razonable y cooperativa con el buen fin de la dis-
cusión. Todas ellas subvariables de la variable “calidad del comportamiento
argumentativo”.
Con respecto a la primera subvariable se le preguntó, qué afectos expe-
rimentaba ante el hecho particular de argumentar y ante la responsabilidad
que tenía de probar lo que defendía. Para identificar los afectos ante el “ape-
go a las virtudes (coherencia, pertinencia, valor y oportunidad de las asercio-
nes) que hacen a una defensa consistente” se acudió a una pregunta
indirecta. Se preguntó qué afectos experimentaba ante los enunciados de su
propio argumento. Esta estrategia permitía conocer sí los afectos referidos se
debían a la presencia o no de estas virtudes. Con respecto a la tercera subva-
riable, se preguntó qué afectos experimentaba ante las críticas, objeciones y
contraargumentos así como ante los interlocutores de quienes provenían
estos elementos.
La entrevista fue diseñada por la autora y validada por dos expertos en
elaboración de entrevistas a profundidad. La identificación de los afectos se
realizó mediante un análisis de contenido de las respuestas de los participan-
tes. Se identificaron aquellos términos relativos a estados afectivos y los que
resultaron similares se condensaron en categorías generales.
Cuestionario
Para obtener información sobre las variables, calidad del comporta-
miento argumentativo y aceptación del conocimiento defendido se diseñó un
cuestionario y se acudió a los miembros del jurado del examen para que lo
respondieran. Ellos, como expertos en el contenido, podían proporcionar es-
ta información.
La información relativa a la primera variable se obtuvo de la siguiente
manera. Se elaboró una lista con los indicadores de una buena argumenta-
292 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
ción3 (ver apéndice A). Se creó una escala tipo likert que contenía cuatro posibi-
lidades (nunca, a veces, casi siempre y siempre) en las que el interlocutor
pudiera dar a conocer la frecuencia en la que se presentaba el indicador en el
comportamiento argumentativo del sujeto.
Para obtener una medida de la variable que permitiera apreciar si la ca-
lidad del comportamiento argumentativo era óptima o no, se llevó a cabo el
siguiente procedimiento. Se asignó un valor numérico a cada posibilidad de
respuesta. Se sumaron los valores de las categorías de respuesta señalada
por el interlocutor, y se multiplicó por el número de indicadores que contenía
cada subvariable (por ejemplo en el caso de la responsabilidad con la carga
de la prueba, se multiplicó por sus cuatro indicadores), y se dividió por el má-
ximo que se podía obtener, de acuerdo con el número de jueces presentes. Se
obtuvo una proporción que arrojó un valor entre 0 y 1. Debido a que las cate-
gorías de respuestas positivas tenían el mayor valor y las categorías de res-
puestas negativas tenían el valor menor, puede interpretarse que los valores
cercanos a cero indican una calidad no óptima y los valores cercanos a 1 indi-
can una calidad óptima. Este procedimiento apunta a un nivel de medición
intervalar de las variables.
Para obtener información sobre la segunda variable “aceptación del co-
nocimiento defendido” se elaboraron cuatro enunciados con cuatro posibili-
dades de respuestas (muy de acuerdo, de acuerdo, en desacuerdo y muy en
desacuerdo) que permitían apreciar el grado de aceptación, por parte del si-
nodal, de la propuesta defendida. Los enunciados versaban sobre el grado de
admisibilidad de la propuesta defendida. La posición que tomaba frente a la
propuesta con respecto a otras que coexisten con ella. La percepción que tenía
de la fuerza de los argumentos expuestos ante los argumentos en contra y su
consideración de que el trabajo fuese publicable o no. Esta variable fue medi-
da de la misma forma que la anterior. A cada respuesta se le asignó un valor.
La proporción obtenida indica una aceptación alta o una aceptación baja de la
propuesta defendida.
El cuestionario consta de tres secciones (ver apéndice A). En la primera,
se solicitaron datos sociodemográficos del respondiente. En la segunda, apa-
rece la lista con los indicadores de los tres comportamientos argumentativos
distribuidos de forma aleatoria. En la tercera aparecen los cuatro enunciados
relativos a la aceptación del conocimiento defendido.
El cuestionario fue validado por cinco expertos. Para conocer sí el
acuerdo fue significativo, se aplicó el coeficiente de concordancia W de Ken-
dall. Se obtuvo un valor de .93, con éste se rechaza la hipótesis de acuerdo nu-
lo. El cuestionario se piloteó con 20 sinodales. Para determinar la consistencia
3 Los indicadores aparecen en la sección correspondiente, donde se definen las variables del
estudio.
Los afectos y sus posibles funciones 293
epistemológicas en el discurso argumentativo de las ciencias sociales
Procedimiento
La entrevista fue aplicada a cada participante con uno o dos días de an-
telación al examen de grado. Duró una hora aproximadamente. Los cuestio-
narios fueron aplicados a los sinodales concluyendo el examen o enviados
vía correo electrónico. Se propuso fuera contestado máximo dos días después
de transcurrido el examen.
Esta investigación cumple con los requerimientos éticos de la Aso-
ciación Mexicana de Psicología. La participación fue volunta ria e informa-
da y se garantizó el anonimato de las personas que participaron en el
estudio. En los extractos que se presentan en los resultados, se utilizan
pseudónimos.
Resultados
El análisis del contenido de las respuestas y un análisis de frecuencia
revelan que los principales afectos que experimentan los participantes cuan-
do argumentan en el dominio de las ciencias sociales son, el miedo y la ansie-
dad, la certeza, la incertidumbre, el enojo, la satisfacción o alegría y la
sensación de reto.
En la tabla 1 se observa la distribución de estos afectos ante cada uno de
los componentes de la argumentación.
Hacia el primer componente, la mayor parte de los sujetos experimen-
tan miedo, ansiedad e incertidumbre y también afectos de valencia positiva
como la satisfacción o alegría y la sensación de reto. Aunque estos últimos
son superados por el miedo y la ansiedad. La certeza y el enojo poseen valo-
res menos significativos.
La responsabilidad de asumir la carga de la prueba genera fundamen-
talmente: sensación de reto, certeza e incertidumbre. En menor medida, eno-
jo, satisfacción y alegría, miedo y ansiedad.
Los afectos hacia el propio argumento generan fundamentalmente cer-
teza, satisfacción y alegría e incertidumbre. En ningún caso generó miedo y
ansiedad. El enojo y la sensación de reto fueron poco referidos.
Las críticas, objeciones y contraargumentos son generadores, casi en la
misma medida, de afectos de valencia negativa como de valencia positiva.
Podemos observar que la incertidumbre, el miedo y ansiedad así como la sa-
tisfacción y la sensación de reto son los afectos que alcanzan altos valores. Se
aprecia también que el 21.4% de los sujetos refirió experimentar enojo. Aun-
294 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Los afectos y sus posibles funciones 295
epistemológicas en el discurso argumentativo de las ciencias sociales
que su valor no es alto, es interesante notar que resultó ser más alto que los
valores alcanzados en los componentes anteriores. Los sujetos referían que
las críticas u objeciones les generaban enojo.
Los interlocutores de la argumentación resultaron ser un componen-
te de la argumentación generador, fundamentalmente, de incertidumbre,
satisfacción y alegría. Estos son los afectos de mayor frecuencia y por los
valores alcanzados ambos parecen ser experimentados por un mismo su-
jeto. También se puede observar que casi la mitad de los sujetos manifestó
sentir miedo y ansiedad hacia los interlocutores así como sensación de re-
to. El enojo volvió alcanzar un valor mayor con respecto a los otros com po-
nentes.
Las razones a las que acuden los sujetos estudiados para justificar la vi-
vencia de estos afectos, tanto los de valencia negativa como los de valencia
positiva, están relacionadas con las cualidades intrínsecas a la tarea de argu-
mentar o con cualidades extrínsecas a ella.
La posibilidad de comprender el fenómeno a cabalidad, instaurar
una nueva propuesta en la comunidad científica a la que se pertenece, ge-
nerar investigaciones futuras, y confrontar ideas para obtener un conoci-
miento objetivo son algunas de las razones de naturaleza intrínseca a la
tarea que justificaron la vivencia de afectos de valencia positiva. No contar
con los argumentos y las eviden cias suficientes para defender la propues -
ta, la percepción de que las objeciones son más fuertes que los propios ar-
gumentos, no ser capaz de transmitir coherencia y sentir inse guridad
porque los argumentos no pueden ser contundentes son algunas de las ra-
zones de naturaleza intrínseca que justifican la vivencia de afectos de va-
lencia negativa.
Las cualidades extrínsecas a la tarea que apoyan la vivencia de afectos
de ambas valencias, están relacionadas fundamentalmente con aspectos rela-
tivos al ego. La autoconfirmación de valores intelectuales como por ejemplo:
ser inteligentes, poder pertenecer a una comunidad científica, obtener un re-
conocimiento social, ser el centro de atención, ser reconocido, son algunas de
ellas. Éstas podían generar afectos de valencia positiva o negativa. Podía sen-
tirse miedo porque la argumentación es una posibilidad de “quedar en un ri-
dículo impresionante si no sabes” o se estaba feliz y satisfecho porque “es
una oportunidad de probarse a sí mismo, medirse con otros que están en lo
mismo o que los demás reconozcan el esfuerzo realizado”.
Otras razones extrínsecas a la tarea que justifican la vivencia de afectos
de valencia negativa son por ejemplo: debatir con los propios compañeros,
ser el centro de atención, objeto de observaciones, ataques y críticas. Tres de
los participantes acudieron a la frase “argumentar es estar en el banquillo de
los acusados”.
296 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Discusión y conclusiones
Tanto las respuestas de los sujetos como los resultados obtenidos per-
miten apreciar una posible influencia entre los afectos y la asunción de com-
portamientos argumentativos adecuados o no. Cada uno de los afectos
puede estar cumpliendo la función epistemológica como la que le es atribui-
da por autores como De Sousa (2008), Thagard (2008) y Hookway (2008).
Por ejemplo, el miedo ha sido considerado por De Sousa (2008) como
un evaluador instintivo de riesgos. En nuestro estudio, el 90.3% de los sujetos
manifestó este afecto (ver tabla 1 supra) lo cual es un indicador de que la argu-
mentación lo posee. Los riesgos parecen ser fundamentalmente dos: 1) cons-
tatar que los razonamientos utilizados para afirmar una conclusión sean
erróneos y 2) ser desacreditados como un ser intelectual capaz. Las respues-
tas de los sujetos revelan diferencias (de acción) entre aquellos que perciben
el primer riesgo y los que perciben el segundo. En general, a los que perciben
el primer riesgo, el miedo los conduce a apegarse a los criterios normativos
de una buena argumentación, como por ejemplo acudir a pruebas significati-
vas a favor de su tesis, responder a las objeciones, enfrentar los contraargu-
mentos, tener una actitud positiva frente a éstos, esforzarse por transmitir
claridad, inteligibilidad y orden. Los sujetos que perciben el segundo tienden
a recurrir a comportamientos inadecuados o falaces como por ejemplo, desa-
creditar al interlocutor, tener una actitud pasiva ante la crítica o una acepta-
ción acrítica de las objeciones o desviar el curso de la discusión hacia aspectos
no vinculados con la validación de inferencias.
En el caso de la certeza y la incertidumbre parece confirmarse el su-
puesto de De Sousa (2008) acerca de la posible actuación de estos afectos en la
congelación o no (en el caso de la incertidumbre) de los procesos de búsque-
da de evidencias para arribar a una conclusión. La certeza parece proporcio-
nar la información de que las evidencias con las que se cuenta, son necesarias
y “suficientes” para derivar algo de ellas. La incertidumbre indicaría que el
proceso de búsqueda no debe cerrarse porque la necesidad o la suficiencia de
las evidencias y las razones expuestas, aún son cuestionables.
La satisfacción o alegría al que hicieron referencia la mayor parte de los
sujetos, de acuerdo con mi punto de vista, se deben a dos razones. La primera
es la constatación del sujeto, a través de esta situación, de haber logrado un
conocimiento profundo del fenómeno. La segunda razón está relacionada
con la naturaleza de la situación. Ésta implicaba la obtención de un grado, un
proyecto de vida de gran importancia para los participantes. Thagard (2008)
considera que estos afectos están relacionados con la coherencia. A ésta la de-
fine como la percepción por parte del individuo de que todas las representa-
ciones mentales, en un inicio inconexas, logran mostrar una conexión entre
ellas, “encajan unas con otras”. De acuerdo con Thagard (2008) esta percep-
ción de que las representaciones mentales “encajan” se acompaña de una
302 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Brun, G. y Kuezle, D., 2008, “A new role for emotion in epistemology?”, en G.
Brun, U. Doguoglu y D. Kuenzle (comp.), Epistemology and Emotions,
Ashgate, Aldershot.
Damasio, A., 2007, El error de Descartes. La emoción, la razón y el cerebro humano,
Crítica, Barcelona.
de Sousa, R., 2003, Emotion (Stanford Encyclopaedia of Philosophy). Recupe-
rado de http://plato.stanford.edu/entries/emotion/
——-, 2008, “Epistemic Feeling”, en G. Brun, U. Doguoglu, D. Kuenzle
(comp.), Epistemology and Emotions, Ashgate, Alderchot.
Driver, R., Newton, P., & Osborne, J., 2000, “Establishing the norms of scien-
tific argumentation in classrooms”, Science Education, vol. 84,
pp.287-312.
Elgin, C., 2008, “Emotion and Undestanding”, en G. Brun, U. Doguoglu, y D.
Kuenzle (comps). Epistemology and Emotions, Ashgate, Alderchot.
Elster, J., 2003, Alquimias de la mente. La racionalidad y las emociones. Paidos Ibé-
rica, España.
Foyler, S., Zeidler, D., y Sadler, T., 2009, “Moral sensitivity in the context of
socioscientific issues in high school science students”, International
Journal of Science Education, vol. 31, no. 2, pp. 279-296.
Hookway, C., 2008, “Epistemic immediacy, doubt and anxiety: On a role for
affective states in epistemic evaluation” en: G. Brun, U. Doguoglu y D.
Kuenzle (comp.) Epistemology and Emotions, Ashgate, Alderchot.
Infante, D. A., y Rancer, A. S., 1982, “A conceptualization and measure of ar-
gumentativeness”, Journal of Personality Assessment, vol. 46, pp. 72-80.
Kuhn, D., 1993, “Science as Argument: Implications for teaching and lear-
ning scientific thinking”, Science Education, vol.77 no. 3, pp. 319-337.
Kuhn, D., Cheney, R., y Weinstock, M., 2000, “The development of epistemo-
logical understanding”, Cognitive Development, vol. 15, pp. 309-328.
Nussbaum, E. M., 2002, “How introverts versus extroverts approach small –
group argumentative discussions”, The Elementary School Journal, vol.
102, no. 3, pp. 183-197.
Nussbaum, E. M., y Bendixen, L. M., 2003, “Approaching and avoiding argu-
ments: The role of epistemological beliefs, need for cognition, and ex-
traverted personality traits”, Contemporary Educational Psychology, vol.
28, pp.573-595.
Pereda, C., 1994, Vértigos Argumentales, Editorial Anthropos, España.
Pérez Ransanz, A. R. 2005, “Las emociones como ingrediente básico de nues-
tras representaciones”. Representaciones, Revista de Estudios sobre Repre-
306 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Apéndice A
Doctor(a) en:
Responsabilidad dentro del jurado:
Nombre del sustentante:
El presente cuestionario tiene el objetivo de capturar información acerca del discurso
argumentativo del doctorando y sobre la plausibilidad del conocimiento defendido. El
propósito de esta investigación es encontrar las relaciones que existen entre argumen-
tar y ciertas variables de naturaleza psicológica. El cuestionario es uno de los instru-
mentos metodológicos para encontrar estas relaciones.
Las respuestas que usted proporcione no afectarán en lo absoluto al o la estudiante ni
al proceso por el cual atraviesa, por lo que la autenticidad de sus respuestas contribu-
ye, de forma significativa, a la precisión del análisis. Es importante que conteste todas
las preguntas y aclarar que se guarda el anonimato de la persona que contesta.
Le agradezco de antemano su participación.
308 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
1.- A continuación aparece una lista con los indicadores relativos a una buena
argumentación. Según el discurso argumentativo del doctorando que acaba
de presenciar ¿con qué frecuencia se manifestaron estos indicadores?
2.- Con respecto a las siguientes afirmaciones por favor marque con una (X)
su grado de acuerdo o desacuerdo.
a) ( ) muy de acuerdo
b) ( ) de acuerdo
c) ( ) en desacuerdo
d) ( ) muy en desacuerdo
a) ( ) muy de acuerdo
b) ( ) de acuerdo
c) ( ) en desacuerdo
d) ( ) muy en desacuerdo
a) ( ) muy de acuerdo
b) ( ) de acuerdo
c) ( ) en desacuerdo
d) ( ) muy en desacuerdo
Los afectos y sus posibles funciones 311
epistemológicas en el discurso argumentativo de las ciencias sociales
Apéndice B
Nota: Las filas sombreadas son casos en los que los afectos negativos predominan so-
bre los afectos positivos. Obtienen resultados bajos (por debajo de 0.70) en las varia-
bles dependientes.
Capítulo 22
Consideraciones
metodológicas en la medición de la
eficiencia terminal en la educación superior
Introducción
bien, descriptiva. El desarrollo de este modelo, permite crear una red baye-
siana que representa el dominio de conocimiento que es accesible al investi-
gador. Mediante la determinación de las dependencias entre las variables y
el conocimiento de variables desconocidas, produce un modelo con valor
predictivo. En la Tabla 2 se muestran las variables que utilizaron estos auto-
res.
Los resultados de este estudio (Kuna et al., 2010) muestran que el grupo
de estudiantes en riesgo de no presentar actividad académica en el segundo
año son aquellos que reprobaron más de dos materias en el primer año, y que
eran considerados como estudiantes de tiempo completo y sus estudios eran
solventados por la familia o alguna otra persona; además, habían dejado de
estudiar entre 8 y 15 años y vivían lejos del campus universitario.
Por su parte Giovagnoli (2005) llevo a cabo un estudio con dos
objetivos principales. El primero, identificar en qué momento de los estudios
universitarios los alumnos abandonan sus estudios y, el segundo, identificar
características socioeconómicas y factores personales que se encuentren rela-
cionados con el riesgo de deserción. De forma parecida a la investigación de
Kuna et al. (2010), Giovagnoli (2005) planteó un estudio en el cual se conside-
raron probabilidades condicionales. De esta manera, una de las variables
principales es considerar la variable T como discreta, que no posee valores
negativos y que representa la duración de los estudios, en otras palabras, una
variable que representa el tiempo durante el cual el alumno permanece acti-
vo en la universidad. Por esta razón, consideran diferentes cohortes de tiem-
po: t1, t2, etc., los cuales varían de un alumno a otro. El segundo paso fue
indagar, dentro de una población heterogénea, cuáles eran las características
que distinguen a los alumnos con alto riesgo de deserción de aquellos con
bajo riesgo.
Consideraciones metodológicas en la medición de la 319
eficiencia terminal en la educación superior
Discusión y conclusiones
Referencias
Aparicio, E., 2005, “Un estudio sobre factores que obstaculizan la permanen-
cia, logro educativo y eficiencia terminal en las áreas de matemáticas
del nivel superior: El caso de la Facultad de Matemáticas de la Univer-
sidad de Yucatán”. Acta Latinoamericana de Matemática Educativa. vol.
19. pp. 450-455.
Bean, J. 1981, “The synthesis of theoretical model of student attrition”. Docu-
mento presentado en el Annual Meeting of the American Educational Re-
search Association.
Blanco, J. & Rangel, J. 2000, “La eficiencia de egreso en las instituciones de
educación superior. Propuesta de análisis alternativo el índice de efi-
ciencia terminal”. Revista de la Educación Superior, Vol. XXIX, no. 114.
pp. 7-26.
Camarena, R, Chávez, A & Gómez, A. 1984. Eficiencia terminal en la UNAM
1970-1981. Perfiles Educativos, vol. 7, pp 1-17.
Cao, Z. & Gabb, R. 2007. “Student attrition at new generation university”.
Australian Association for Research in Education Conference, 2006.
Cuellar, O. & Bolívar, A. 2006. “¿Cómo estimar la eficiencia terminal en la
educación superior?” Revista de la Educación Superior, vol. XXXV, no.
139. pp. 7- 27.
De los Santos, E. 2004, “Los procesos de permanencia y abandono escolar en
educación superior”. Universidad de Colima, México.
Giovagnoli, P. 2005, “Determinants in university desertion and graduation:
an application using duration models”. Economica, vol. LI. no. 1-2. pp.
59-90.
IESALC-UNESCO. 2005. Datos Para Colombia: SNIES, Ministerio de Educa-
ción Nacional.
Ishitani, T. & Stephen L. 2002, “A Longitudinal Investigation of Drop out
from College in the United States”. Documento presentado en: Annual
Meeting of the Association for Institutional Research. ERIC ED473067. pp.
1-34.
Kuna, H., Martínez, R & Villatoro, F. 2010, “Pattern Discovery in University
students desertion base don data mining”. Advances and applications in
Statistical Sciences Journal, vol. 2. no. 1.
322 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Introducción
conocer cómo los diferentes usos de las TIC pueden relacionarse con el de-
sempeño general de los estudiantes, o en diferentes asignaturas; es decir, co-
mo variable contextual en la educación. Por ende, es de suma importancia
conocer cuál es el nivel de desarrollo de las habilidades en el manejo de las
TIC que tienen los estudiantes y qué usos son los que dan a estas tecnologías
dentro y fuera de los espacios educativos. En ocasiones los estudios se han
centrado en la frecuencia de uso de la computadora, sus aplicaciones y el uso
del internet.
En los últimos años se han realizado algunas investigaciones que nos
ofrecen datos sobre el uso que hacen los adolescentes de las TIC. Por ejemplo,
en cuanto al uso del internet, Castells (2001) reporta que un 73.9% de los jóve-
nes de Barcelona entre 15 y 19 años de edad son usuarios de Internet y se co-
nectan aproximadamente unos cinco días a la semana, dedicando sus horas
de navegación principalmente a los servicios de mensajería instantánea y
Chat (82%), juegos online (62%) y correo electrónico (55%). En el mismo sen-
tido, el estudio de Naval, Sádaba, Bringué y Pérez-Alonso (2003) reporta que
un 55.9% de los adolescentes navarros utiliza Internet y un 75.7% posee una
computadora personal.
Amorós, Buxarrais y Casas (2002), por su parte, han aportado datos
sobre las horas semanales que utilizan las TIC los adolescentes entre los 12
y los 16 años de edad. En relación con las actividades que realizan con la
computadora, se encontró que el 92.2% de ellos tiende a escuchar música,
seguido por el uso del procesador de texto y videojuegos. En contraste, la
actividad que menos realizan es la de componer música y, de manera inte-
resante, las actividades que nunca llevan a cabo son las de dibujar, pintar y
diseñar. Respecto del internet, un 65.7% afirma realizar activida des como
navegar, chatear y utilizar el correo electrónico. Este conjun to de resulta-
dos corrobora los encontrados en un estudio que evaluó la auto-percep-
ción de 42 estudiantes de enfermería sobre su competencia en las TIC
(Fetter, 2009). Dicho estudio encontró que estas estudiantes perciben ser
más competentes en el uso de la computadora para fines de comunica ción
(fuentes de Internet, redes) y en el uso de aplicaciones de escritorio (proce-
sador de texto) mientras que su percepción de competencia era baja en el
uso de bases de datos. De la misma manera, corrobora lo encontrado por
Moreno (2009) en un estudio descriptivo llevado a ca bo con el fin de deter-
minar los niveles y frecuen cias de uso de diversas aplicaciones informáti-
cas tanto de docentes como de alumnos, en otras palabras, determinar
cuáles son los objetivos de uso promovidos por los docentes en su práctica
y las intenciones de uso de los estudiantes. Los resultados obtenidos por
Moreno (2009) muestran que para ambas poblaciones la computadora tie-
ne un uso ins trumental. Es de cir, las aplicaciones se realizan a un nivel uti-
Los usos de las TIC en la educación: 327
Conocimiento y dominio de estudiantes universitarios
de la UNAM (27 hombres, 23 mujeres) con una edad promedio de 20.6 años
(SD = 1.77).
El cuestionario en cuestión está compuesto por 51 ítems: referentes a
datos personales (6), experiencia con la computadora (1), promedio de tiem-
po que se utiliza la computadora (4), tiempo de uso por actividad específica
(16), auto percepción de competencia en el uso de aplicaciones (8), frecuencia
de uso de aplicaciones (7), usos específicos por aplicación (7), oportunidad de
aprendizaje en la escuela (1) y principal fuente de adquisición de la compe-
tencia (1).
Resultados
Conclusiones
Referencias
American Library Associa tion, 2000, The information literacy competency
standards for higher education. ALA. Disponible en:
http://www.ala.org/acrl/ilcomstan.html (último acceso: 28 de agosto
de 2008).
Amorós, P., Buxarrais, M. R. y Casas, F., 2002, La influencia de les tecnologies de
la informació i comunicació en la vida dels nois i nois de 12 a 16 anys. Institut
d’Infància i Mon Urbà. Disponible en:
Los usos de las TIC en la educación: 331
Conocimiento y dominio de estudiantes universitarios
Introducción
fesor tanto en el aula como en algún otro espacio relacionado, que demues-
tran el conocimiento, las habilidades, el talento o las competencias docentes
de su autor, pero al mismo tiempo, son un testimonio de su identidad y de los
procesos de formación en que participa o ha participado (Airasian, 2001; Díaz
Barriga y Pérez, 2010).
Cabe hacer notar que en la definición anterior se consideran tan-
to procesos como producciones del autor del portafolio, que ocurren en un
contexto educativo determinado, en algún momento de su trayecto como do-
cente en formación o servicio y que son objeto de reflexión y valoración con
base en una serie de objetivos, metas de desempeño o estándares de compe-
tencia docente. Por todo lo antes expuesto, resulta evidente que un portafolio
docente no puede restringirse a una presentación sintética del currículum vi-
tae de su autor, de ninguna manera puede ser “aséptico” o neutral, ya que
implica una toma de postura y aunque puede orientarse por estándares, esto
no implica que siga la lógica de los instrumentos estandarizados
convencionales.
Para Shulman (2003, p. 45) “el portafolio es un acto teórico” puesto que
cada vez que se diseña, organiza o crea un esquema o modelo para un porta-
folio didáctico, se realiza un acto teórico, debido a que “será la teoría que se
sostenga acerca de la enseñanza la que determine lo que constituye un ítem
conveniente para incluir en el portafolio” (idem). El sentido del portafolio re-
side, desde la perspectiva de este autor, en la posibilidad de ofrecer retroali-
mentación formativa al profesorado y promover en éste procesos reflexivos,
más que en la posibilidad de estandarizar sus prácticas o actuación como en-
señantes. Por su parte, Bird (1997, p. 336), afirma que la principal función del
portafolio docente es “apoyar la continuidad en la planificación, el apoyo y el
tutelaje del avance profesional de un profesor”.
Con el creciente desarrollo de las nuevas tecnologías de la información
y comunicación (TIC) y su franca incursión en la educación, se ha impulsado
la elaboración de portafolios en formato electrónico (también denominados
e-portafolios o simplemente, e-folios). Bronwyn (2007) considera que aproxi-
madamente en una década los portafolios didácticos y de aprendizaje que co-
nocíamos como portafolios físicos o impresos en papel han desaparecido
prácticamente y que semejante a un sueño de ciencia ficción, los portafolios
electrónicos se han convertido en una realidad. Esto es debido no sólo a la
ubicuidad de las tecnologías, sino a que su rasgo más sobresaliente es que
conducen al estudiante o al profesor que los elabora a mostrar su verdadero yo,
por lo que permiten no sólo expresar sino reflexionar sobre la construcción y
devenir de la propia identidad. No obstante, se previene sobre una realidad,
la posibilidad de acentuar la disparidad educativa entre los que tienen y los
que no tienen acceso a las tecnologías informáticas.
336 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
distinto, puesto que está elaborado por equipos docentes distintos y en cada
uno se imprime una concepción de la enseñanza de las ciencias y un estilo
propio que busca reflejar una realidad educativa específica, aunque su
utilidad radica en que a fin de cuentas se comparten realidades y objetivos
semejantes. En las dos últimas generaciones se ha comenzado a solicitar a los
equipos docentes el seguimiento de su trabajo de diseño y aplicación en el
aula de sus producciones didácticas mediante el reporte en una bitácora
semanal, así como una mayor sistematicidad en la documentación y
recuperación de evidencia generada en la aplicación de su unidad didáctica
en el aula. Para fines de evaluación formativa, los equipos realizan la auto y
co-evaluación de los portafolios con base en la aplicación de un instrumento
en el formato de rúbrica. Al concluir la experiencia, los equipos docentes
participan en una feria de las ciencias, consistente en una exposición en vivo
de algunas de sus producciones didácticas (experimentos, materiales de
enseñanza, etc.) con la participación de sus estudiantes, así como la
exposición de su e-portafolio ante el público asistente al evento en un
formato tipo congreso académico.
Diseño de e-portafolios: 341
Una experiencia colaborativa de formación de docentes de ciencias
Comentarios finales
Referencias
Airasian, P. W., 2001, Classroom assessment, McGraw Hill, Boston.
Bird, T., 1997, El portafolios del profesor: un ensayo sobre las posibilidades.
En: J. Millman y L. Darling-Hammond (eds.). Manual para la evaluación
del profesorado (p.p.332-351). Editorial La Muralla, Madrid.
342 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Bronwyn, T. W., 2007, “I’m ready for my close-up now: Electronic portfolios
and how we read identity”, Journal of Adolescent & Adult Literacy. 50 (6),
pp. 500-504.
Díaz Barriga, F., Padilla, R. A., Valdez, S., Rueda, C. e Ibarra, J. A., 2008, “Di-
seño de unidades didácticas y portafolios electrónicos: una experiencia
de formación psicopedagógica con profesores de ciencias”, en E. Lugo
Villaseñor (comp.). Reformas Universitarias: su impacto en la innovación
curricular y la práctica docente (p.p. 151-170), UAEM/ANUIES, México.
Farías, G. M. y Ramírez, M. S., 2010, “Desarrollo de cualidades reflexivas de
profesores en formación inicial a través de portafolios electrónicos”,
Revista Mexicana de Investigación Educativa, 15 (44), pp. 141-162.
Gil, D., Carrascosa, J., Furió, C. y Martínez Torregrosa, J., 1991, La enseñanza de las
ciencias en la educación secundaria, ICE-Horsori, Barcelona.
Kalz, M., 2005, “Building eclectic personal learning landscapes with open
source tools”, en F. de Vries, G. Attwell, R. Elferink & A. Tödt (Eds.).
Open Source for Education in Europe. Research & Practice, Proceedings of
the Open Source for Education in Europe Conference, pp. 163-168,
Heerlen, The Netherlands.
Penny, C. & Kinslow, J., 2006, “Faculty perceptions of electronic portfolios in
a teacher education program” Contemporary Issues in Technology and
Teacher Education, 6 (4), pp. 418-435.
Solbes, J., Vilches, A. y Gil, D., 2001, en P. Miembela (Ed.). Enseñanza de las cien-
cias desde la perspectiva Ciencia-Tecnología-Sociedad, cap.11, pp. 163-175,
Narcea, Madrid.
Zhao, Y., Pugh, K., Sheldon, S. y Byers, J., 2002, “Conditions for classroom
technology innovations”, Teachers College Record, 104 (3), pp. 482-515.
IV
HISTORIA, FILOSOFÍA
Y ENSEÑANZA DE LA PSICOLOGÍA
Capítulo 25
Enseñanza de la
Historia de la Psicología
Programa de estudios
Investigación
Referencias
Alvarez, G., 2009, “Notas acerca de la Enseñanza de la Historia de la Psicolo-
gía”, en Z. Monroy Nasr y R. León Sánchez (eds.), Epistemología,psico-
logía y enseñanza de la ciencia, Facultad de Psicología y DGAPA, UNAM,
México.
Enseñanza de la Historia de la Psicología 355
Alvarez, G., Monroy N., Z., León-Sánchez, R. y Barrera G, K., 2009, “Las ‘i-
deas previas de los estudiantes de Psicología sobre la Enseñanza de
la Historia”, Ponencia, XXXVI Congreso del Consejo Nacional para
la Enseñanza e Investigación en Psicología (CNEIP) “Un encuentro
para la expresión sin fronteras”, Cuernavaca, Morelos, 27, 28 y 29 de
mayo.
Anguera i D., B., Bidon-Chanali, G. A., Giménez, S. M., Gómez, Z.B. y Nava-
rro, C.C., 1991, “Expectativas de los estudiantes ante la Historia de la
Psicología. Un estudio realizado en Barcelona, 1990-1991”, Revista de
Historia de la Psicología, 12(3-4), pp. 377-391.
Carretero, M., 1997, La enseñanza de las Ciencias Sociales. Visor, Madrid.
Carretero, M. & Voss, J. F. (eds,), 2004, Aprender y pensar la historia, Amorror-
tu, Buenos Aires.
Carretero, M., Rosa, A. y González, M. F. (eds), 2006, Enseñanza de la historia y
memoria colectiva, Paidós, Buenos Aires.
Díaz Barriga, F. y Hernández, G., 2002, Estrategias docentes para un aprendizaje
significativo, McGraw-Hill, México.
Gallegos, J., 1997, Las estrategias cognoscitivas en el aula. Programa de interven-
ción psicopedagógica, Escuela Española, Madrid.
García Sánchez, M. D., 2008, “Expectativas de los estudiantes ante la asigna-
tura de Historia de la Psicología” Enseñanza e Investigación en Psicología,
vol. 13, no. 1, pp. 15-26.
Giménez M. C., 2002, “Algunas reflexiones sobre la historia de la psicología y
la formación de psicólogos”, Anuario de Psicología, vol. 33, no. 2,
pp.213-224.
Hernández, R. G., 1998,.Paradigmas en psicología de la educación, Editorial Pai-
dós Mexicana, México.
Hernández, R. G., 2006, Miradas constructivistas en psicología de la educación,
Editorial Paidós, México.
León-Sánchez, R., Álvarez-Díaz de León, G., Monroy-Nasr, Z., Barrera Gar-
cía, K., 2010, “Las ideas previas de los estudiantes de psicología sobre la
enseñanza de la historia”, VII Congreso Iberoamericano de Psicología.
Oviedo, España.
Monroy-Nasr, Z., de Moura, M., León-Sánchez, R.,2007, “A Proposal for
Science Teaching In Mexico through History and Philosophy of Scien-
ce”, Proceedings of the 9th International History, Philosophy of Science in
Science Teaching Conference, 2007.
http://www.ucalgary.ca/ihpst07/proceedings/IHPST07%20papers
/113%20Monroy-Nasr.pdf
Monroy-Nasr, Z., Alvarez-Díaz de León, G., y León-Sánchez, R., 2009, The
Challenge of Teaching History of Psychology: a New Curriculum, a New Pro-
356 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
gram and the Students’ Previous Ideas. Proceedings del IHPST 10th Inter-
national Conference,
http://www.nd.edu/~ihpst09/papersgiven.html
Monroy-Nasr, Z., León-Sánchez, R., Alvarez-Díaz de León, G., Barrera Gar-
cía, K., Flores Camacho, F., Gallegos Cázares, L., Calderón Canales, E.,
2010, “De la filosofía de la ciencia a la filosofía de la psicología: avatares
en un cambio curricular”, Memórias da 1ª Conferência Latinoamericana do
International History, Philosophy, and Science Teaching Group (1ª
IHPST-LA), Brasil, En prensa.
Pozo J. I., Asensio, M., y Carretero, M.,1989, “Modelos de aprendizaje-ense-
ñanza de la historia”, en M. Carretero; J. I. Pozo, & M. Asensio, La Ense-
ñanza de las Ciencias Sociales, Visor, Madrid.
Rosa, A., Huertas, J. A. y Blanco, F., 1996, Metodología para la historia de la psico-
logía, Alianza, Madrid.
Salazar, S. J., 2001, Problemas de Enseñanza y Aprendizaje de la Historia. ¿…Y los
maestros qué enseñamos por historia? Universidad Pedagógica Nacional,
México.
Voss, J. F., Wiley, J. y Kennet, J., 2004, “Las percepciones de los estudiantes
acerca de la historia y de los conceptos históricos”, en M. Carretero y J.
F. Voss (eds.). Aprender y pensar la historia, México: Amorrortu, México.
Voss, J. F., Ciarrochi, J. y Carretero, M., 2004, “La causalidad histórica: acerca
de la comprensión <intuitiva> de los conceptos de suficiencia y necesi-
dad”, en M. Carretero y J. F. Voss (eds.). Aprender y pensar la historia,
Amorrortu, Buenos Aires.
Capítulo 26
La necesidad
de una nueva formación del psicólogo,
en el campo de la criminología
Los peritajes
â CASO 1: “Multihomicida de Tacuba”: Goyo Cárdenas
Seguramente Goyo Cárdenas ha sido el asesino serial sobre el que más
se ha escrito, sin tener la información suficiente, porque hay dos cosas que
nunca se le pudieron comprobar: 1) que él fuera el asesino y 2) que estuviera
loco.
El conocimiento científico que se debatió en la década de los 40, del Si-
glo XX, respecto de la personalidad de Goyo Cárdenas durante seis años (no
se consideran aquellos realizados al ser recluido en Lecumberri), se presenta
a continuación:
Doctores Juan Peón del Goyo debía ser segregado de por vida
Valle para efectos de su tratamiento y defen-
y sa social.
Francisco Elizarras
(también a petición del
abogado defensor)
Poco tiempo después, Goyo Cárdenas escapó del Manicomio, al escuchar que le
practicarían una lobotomía frontal.
â CASO 3. Paulette
Se presentará una de las breves intervenciones psicológicas y que, su-
ponemos que debido a la presión social del momento, se eligió a una buena
profesionista.
Entre otros aspectos del caso, en rueda de prensa, se destacó la declara-
ción de la psicóloga, al decir que Lisette (la madre de Paulette):
Si tiene características de personalidad que sorprenden, y por eso es una lí-
nea de investigación que estamos fortaleciendo. Estamos frente a una abo-
gada, inteligente, audaz, astuta, fría, siempre se ha mantenido muy
distante de la parte afectiva, sin apego -familiar-, que ha mentido en fin,
hay una serie de características de que estamos frente a un trastorno.
En cuanto a la hermana de Paulette, de 7 años de edad -con el mismo
nombre de la madre- se reportó el siguiente estudio psicológico (Moreno,
2010: 60):´
Área Afectiva: Se observa que la menor Lisette Gebara Farah muestra sen-
timientos de irritabilidad, enojo constante debido a que manifiesta despla-
zamiento afectivo por parte de las figuras paternas, debido a la situación
actual. Poca capacidad de empatía.
Área conductual: se observa una conducta desafiante, agresiva. Tenden-
cias histriónicas y actitud ego-centrista. Tiene poca tolerancia a la frustra-
ción, poca capacidad de aplazamiento de los impulsos.
Área interpersonal: muestra conducta desenvuelta, tendencias de extro-
versión. Dominante y desafiante. Poca autoridad introyectada.
Área cognoscitiva: se identifican pensamientos de irritabilidad constante,
enojo e ideas de supremacía en relación con su hermana.
La necesidad de una nueva formación del psicólogo, 365
en el campo de la criminología
hay “verdades” que se expresan y que son más rápidamente legitimadas que
otras, dependiendo de las instituciones desde donde se generen: no es lo mis-
mo decir, que “expertos en la UNAM dicen …”, a que sean los expertos de
una institución educativa de menor prestigio. Bajo esta óptica podemos mi-
rar las intervenciones que frecuentemente tienen lugar en las investigaciones
de delitos, donde el conocimiento científico se justifica a través de la utiliza-
ción de las pruebas psicológicas, para “conocer la verdad histórica del he-
cho”.
Lo que no queda claro es dónde se sostiene o de quién se sostiene el co-
nocimiento científico. Pareciera ser que es suficiente hablar, en estos escena-
rios, que fueron psicólogos quienes a través de sus pruebas obtuvieron “la
verdad histórica del hecho”, para darle el carácter científico. Vale la pena co-
nocer que la mayoría de las pruebas que actualmente se utilizan en esos me-
dios, se remontan a las primeras décadas del siglo XX, sin dejar de reconocer
que algunas de ellas han llegado a ser revisadas y actualizadas.
Otras intervenciones
â CASO 4. “Presunto Culpable”: La entrevista psicológica
Continuando con los casos que han sido de gran impacto en nuestra so-
ciedad, se mencionará la intervención psicológica que tuvo lugar en el caso
de aquel que siendo inocente fue declarado responsable de un homicidio,
motivo del rodaje de la película “Presunto Culpable”, la entrevista psicológi-
ca que se le realizó será transcrita tal y cómo fue publicada:
l Buenas tardes
Ü Siéntate. ¿Te drogas?
l No, gracias a Dios, no. De hecho cuando estaba en la delegación pedí que me
hicieran un examen para que se dieran cuenta de que yo no tenía nada que
ver con una banda que vende drogas.
Ü Pero te drogas o no
l No
Ü Ah, ¿Con nada?
l Con nada. Sólo fumo Marlboro
Ü Contéstame si o no
l No voy a inventar algo porque usted me lo pide. Yo no lo maté. No he matado
a nadie.
cía, que por parte de una psicóloga (por más “ruda” que ésta fuera). Se deci-
dió ubicar este caso fuera de los peritajes, porque no se reporta la utilización
de ningún otro instrumento sólo un interrogatorio, muy alejado de ser una
entrevista psicológica. En el contenido se pudo identificar una preocupación
obsesiva por el posible consumo de drogas, mismo que hemos observado en
los interrogatorios que se hacen utilizando el polígrafo para la selección de
servidores públicos. Es decir, el fantasma que merodea a la población es la
droga y como consecuencia de ella surgen todos los males, no obstante, al pa-
recer no le aplicaron el antidoping. Otro aspecto a resaltar es el objetivo de la
entrevista, ¿es el psicólogo a quién le toca obtener la confesión del delito?
Consideramos que no, es él quien simplemente ofrece pruebas donde se des-
criba la personalidad y características intelectuales de los presuntos respon-
sables, ya será el juez quien vincule las pruebas con la supuesta conducta
delictiva y determine con ello la culpabilidad o no del acusado.
Como comentario final de este caso se puede señalar que curiosamente
se le ha llama estudio criminológico (de “estudio” no tiene nada, como tampoco
tiene el carácter psicológico o criminológico).
Referencias
American Psychiatric Association, 1995, Manual Diagnóstico y Estadístico de los
Trastornos Mentales (DSM-lV), Masson, España.
Dolto, F., 1991, La Causa de los niños, Paidós, México.
Focault, M., 1990, La vida de los hombres infames, Las ediciones de la Piqueta,
Madrid.
——-, 2000, Los Anormales, 2ª ed., Fondo de Cultura Económica, México.
Moreno, M., 2010, Paulette. Lo que no se dijo, Aguilar, México.
Ríos Molina, A., 2010, Memorias de un loco anormal. El caso de Goyo Cárdenas,
Debate, México.
Capítulo 27
Explicación de cómo se adquiere
el conocimiento y sus implicaciones para la
enseñanza de la ciencia
Introducción
Espero haya quedado claro que es en la sociedad donde ocurren las in-
teracciones que producen conocimiento y su herramienta central es el len-
guaje. Como dice el gran filosofo austriaco Ludwig Wittgenstein, las
descripciones que hacemos del mundo y las explicaciones que damos cobran
forma en el lenguaje a través de lo que denomina los juegos del lenguaje. A
partir de ahí, podemos considerar las grandes preguntas que se han plantea-
do los filósofos como otros tantos juegos del lenguaje. La eterna cuestión de
saber si el espíritu, la mente, conoce verdaderamente el mundo exterior, lo
que se denomina el “problema epistemológico” es solo un problema en el se-
no de un determinado juego de lenguaje. Para jugar, debemos ponernos de
acuerdo en que existe un “mundo mental” por un lado, y un “mundo mate-
rial” por otro (un aquí dentro y un allá afuera), y que el primero puede refle-
jar al segundo. Cuando no aceptamos jugar según estas reglas el “problema
del conocimiento individual deja de existir como tal para nosotros. Este pun-
to de vista se ajusta a la idea de que el saber tiene su origen social. Al coordi-
nar sus actos, los seres humanos a menudo obtienen un sistema de signos y
de palabras, las palabras sirven para que quienes participan den un nombre
al mundo.
Por lo anterior nos interesa estudiar los procesos discursivos que ope-
ran en el seno de las comunidades científicas. De acuerdo a la posición indivi-
dual y factual como sostienen los neopositivistas y otros filósofos cercanos a
ellos, (Carnap, 1966; Nagel, 1968; Popper, 1959; Bunge, 1997, etc.) la fuerza
rectora del cambio de paradigma es la intrusión de lo “anómalo” hechos que
son independientes de las explicaciones teóricas. Tal como Kuhn (1970) pro-
pone, empiezan a surgir las anomalías fácticas que no son explicables en tér-
minos del paradigma prevaleciente, o no pueden ser predichas por este.
En cierto punto a medida que se acumulan, estas anomalías, un cambio
de concepción se produce en la perspectiva teórica. Surge una nueva teoría
que puede dar cuenta de la gama de anomalías. Desde este puno de vista la
anomalía como fuerza rectora es centro de un debate entre la vieja y la nueva
explicación, las formas tradicionales de explicar el cambio defienden que son
los hechos los que hacen evidente las limitaciones y fallas de una explicación
y la nueva explicación coincide más con la realidad.
A diferencia de la forma clásica y moderna de explicar el cambio, no-
sotros pensamos que los cambios de paradigma son en gran medida asunto
de evolución en formas de negociar socialmente los significados, como vi-
mos con el ejemplo de la fecundación. Desde el punto de vista del socio
construccionismo, en lugar de observar pasivamente la realidad, construi-
mos de modo activo los significados que enmarcan y organizan nuestras
percepciones y experiencia. Por lo tanto, nuestra comprensión de la reali-
dad constituye una construcción, no un reflejo del mundo. El positivismo
378 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Cambios en la educación
ceso social, que las explicaciones científicas no son dogmas, que cambiarán
conforme la sociedad evoluciones que no hay que casarse con las explicacio-
nes, que hay que tomarlas mientras funcionan y desecharlas cuando los argu-
mentos dejan de ser convincentes. Esto solo es posible si entendemos que las
explicaciones no son descripciones objetivas de la realidad, sino construccio-
nes que logran consenso.
Conclusiones
Referencias
Anderson, H., 1999, Conversación, Lenguaje y Posibilidad, Amorrortu Editores,
Buenos Aires.
Bateson, G., 1972, Pasos hacia una ecología de la mente, Edit. Lohle-Lumen, Bue-
nos Aires.
Bohm, D., 1988, Diálogo y Creatividad en la totalidad y el orden implicado, Edito-
rial Kairos, Barcelona.
Bruner, J., 1998, Actos de significado: Más alla de la revolución cognitiva, Editorial
Alianza, Madrid.
Bunge, M., 1997, La ciencia, su método y su filosofía, Editorial Sudamericana,
Buenos Aires.
Explicación de cómo se adquiere el conocimiento y sus 381
implicaciones para la enseñanza de la ciencia
Carnap, R., 1966, Philosophical Foundations of physics, Basic Book, Nueva York.
Gergen, K., 1996, Realidades y Relaciones, Ed. Paidós, Barcelona.
Gergen, K., 2005, Construir la realidad, Ed. Paidós, Barcelona.
Hare-Mustin, R. y Marececek, J., 1994, Marcar la Diferencia: Psicología y Cons-
trucción de los Sexos, Editorial Herder, Barcelona.
Kuhn, T., 1970, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura
Económica, México.
Nagel, E., 1968, La estructura de la ciencia, Ed. Paidós, Buenos Aires.
Popper, K. R., 1959, La lógica de la investigación científica, Ed. Tecnos, Madrid.
Shotter, J., 2001, Realidades conversacionales, Amorrortu Editores, BuenosAi-
res.
Capítulo 28
Construcción de artefactos
cognitivo-autorregulatorios para evaluar y
fomentar el aprendizaje inicial de procesos
psicológicos básicos1
Sus índices de Ajuste fueron: Comparativo de Ajuste (CFI)= .950, Ajuste de Bollen =
.950; Ajuste no normado de Bentler – Bonett = .942; Raíz Media de los cuadrados del
error = .023; Intervalo de confianza= .026.
del apren diza je y la educa ción. Así, las dimensio nes comúnmente utili -
za das en la in ves ti ga ción so bre epis te mo logía per sonal pue den ser agru-
pa das en dos tipos: el de la na tu ra le za del co no cimien to (lo que uno cree
sobre el conocimiento) y el de la naturaleza del apren diza je y la educa -
ción (cómo es que uno lle ga a cono cer). En este contexto y con base en las
nociones de Schom mer (1990) cons truimos el Inventa rio de Epistemolo -
gía Per so nal. El ins trumen to consta de 38 ítems tipo Likert (después de la
ca libra ción de ítems), y los ítems fue ron di se ña dos para me dir las creen -
cias epis te mo ló gi cas de los es tu dian tes en sie te di men sio nes in de pen-
dien tes, que se ob servan a con tinua ción:
Las primeras cinco dimensiones del instrumento miden las creencias de los estu-
diantes acerca de la naturaleza del conocimiento específico y las dos últimas acerca
de su aprendizaje.
El IEP se piloteo con una muestra total de 573 alumnos de seis institu-
ciones educativas a nivel nacional, ésta se obtuvo de grupos naturales y de
forma intencional. Se calibraron los ítems utilizando MULTILOG (op. Cit.)
y se analizaron las respuestas de los sujetos en función del modelo de res-
puesta graduada de Samejima (op. cit). Se eliminaron los reactivos que tu-
vieron valores de a < 1.00 (índice de discriminación) y tuvieron errores
estándar altos SE > 1.00. La tabla 2 muestra una síntesis de las confiabilida-
des obtenidas para cada dimensión y conclusiones al respecto de la unidi-
mensionalidad hipotetizada.
390 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Baxter, M. B., 1992, Knowing and reasoning in college: Gender-related patterns in
students_ intellectual development, Jossey Bass, San Francisco.
Belenky, M., Clinchy, B., Goldberger, N., y Tarule, J., 1986, Women’s Ways of
Knowing: The Development of Self, Voice, and Mind, Basic Books, Nueva
York.
Castañeda, S., 2004, Educación, aprendizaje y cognición: teoría en la práctica, Ma-
nual Moderno, México.
Castañeda, S. y Ortega, I., 2004, “Evaluación de estrategias de aprendizaje
y orientación motivacional al estudio”, en S. Castañeda (ed.). Educa-
ción, aprendizaje y cognición: teoría en la práctica, Manual Moderno,
México.
Castañeda, S., 2002, “A cognitive model for learning outcomes assessment.”
International Journal of Continuing Engineering Education and Life-long
Learning, vol. 12(1-4), pp. 94-106.
Castañeda, S. y Martínez, R., 1999, “Enseñanza y Aprendizaje Estratégicos.
Modelo integral de evaluación e instrucción.” Revista Latina de Pensa-
miento y Lenguaje, vol. 4, pp. 251-278.
Castañeda, S., 1998, Evaluación y fomento del desarrollo intelectual en la enseñan-
za de ciencias, artes y técnicas: Perspectiva internacional en el umbral del siglo
XXI, Editorial Miguel Angel Porrúa – UNAM, México.
Castañeda, S., 1996 “Interfase afectivo-motivacional en la comprensión de
textos: Estudio transcultural México-Holanda.” Revista Latina de Pensa-
miento y Lenguaje, vol.5, pp. 169-185.
Castañeda, S., 1993, Procesos Cognitivos y Educación Médica. Serie Seminarios
Institucionales de la Facultad de Medicina. UNAM, México.
394 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
1 Los autores desean agradecer a Mariela García por los comentarios a una versión previa del
presente trabajo.
398 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
los estudiantes, no sólo de ciencias, sino también de las profesiones, las ar-
tes y las humanidades (Castañeda, Lugo, Pineda y Romero, 1998). Esta pa-
norámica se deriva de diversas evaluaciones en las que los estudiantes de
ciencia han mostrado que son incapaces de resolver tareas diferentes a las
planteadas en las aulas, laboratorios o en los textos, desempeños repetitivos
e invariantes, planteamientos que no tienen el grado de abstracción o gene-
ralidad requerida para abordar otras situaciones no discutidas en clase, de-
sempeños que no son efectivos para producir los cambios esperados en una
situación problema y comportamientos que no se corresponden con los cá-
nones científicos necesarios para la perpetuación, transformación y recrea-
ción de la ciencia, en suma, que los potenciales científicos no son
preparados para participar de la dinámica de las comunidades científicas, y
a veces, ni siquiera logran incorporar una mínima cultura científica (Back-
hoff y Tirado, 1994; Freixa, 2009; Guevara, 1991; Pacheco, Carranza, Silva,
Flores y Morales, 2005).
Son lugares comunes las quejas de los docentes de ciencia cuando el de-
sempeño de los estudiantes se caracteriza por ser invariante y repetitivo. Sin
embargo, es altamente probable que dicho desempeño sea consecuencia de
un sistema que abusa de las estrategias que se fincan también en la repeti-
ción, del cual en muchas ocasiones, el docente es un fiel representante. En es-
te contexto vale la pena preguntar, ¿por qué esperar que un alumno sea
variado en su comportamiento si aprende cosas heterogéneas (actividades,
temas, estrategias, etc.), en el mismo lugar (el aula), en las mismas circunstan-
cias (gis, pizarrón, cuaderno, etc.) y con las mismas estrategias didácticas (el
discurso del docente)? Es probable que lo que se presencia del desempeño es-
tudiantil sea, entre otras cosas, el poco impacto positivo de la enseñanza re-
petitiva en el desempeño académico de los estudiantes del nivel superior,
cuando se les coloca ante situaciones que demandan algo más que la
repetición de lo leído, lo escuchado o lo visto en clase (Wertheimer, 1991).
Si por un momento se acepta que la escuela es la inteligencia de la socie-
dad y se asume que el papel de la educación es promover el actuar inteligen-
te, entonces son necesarios planteamientos que posibiliten un objetivo de
dicha naturaleza y que permita aportes a las soluciones de las anteriores pro-
blemáticas. En el presente trabajo se parte desde la perspectiva Interconduc-
tual de Kantor (1990) concretada en las formulaciones teóricas de Ribes y
López (1985) y Ribes (1990). En esta perspectiva se concibe a lo psicológico
como interacción entre un individuo y su medio ambiente, interacción de
múltiples factores que se afectan mutuamente, misma que evoluciona en la
historia ontogenética del individuo y que puede estructurarse en cinco nive-
les de complejidad funcional. Desde esta perspectiva se identifica a la díada
enseñanza-aprendizaje, con su núcleo funcional que es la interacción didácti-
Enseñanza de la ciencia, comportamiento inteligente y lectura: 399
el papel de las prácticas didácticas variadas
ca, como la relación que enmarca y se estructura de conformidad con los cri-
terios disciplinarios, pedagógicos y curriculares con el propósito de que el
resultado sean formas de comportamiento (“haceres”, “saberes”, “actitu-
des”, “valores”, “creencias”, etcétera) que satisfagan plenamente los criterios
definitorios del hacer y decir en el ámbito de la(s) disciplinas que se enseñan
y los ámbitos sociales propios para su ejercicio. Desde esta perspectiva la re-
lación educativa no supone una unidireccionalidad, sino que parte del su-
puesto de que los protagonistas de dicha interacción se enfrascan en
relaciones de mutua afectación; con un papel activo tanto de quien enseña co-
mo de quien aprende. Respecto a los contenidos se reconoce una interdepen-
dencia entre lo que se enseña y la forma pertinente en que ello se debe
enseñar; se considera el papel del lenguaje como uno de los elementos estruc-
turantes de la relación educativa, pero la evaluación de ésta no se restringe al
análisis del lenguaje, sino incorporando lo que hacen y dicen docente y
alumno en situaciones particulares y no se considera que el docente tenga un
conocimiento acabado, sino que éste es el resultado de la interacción
didáctica, en que se ve modificado, enfatizando el carácter funcional de los
haceres y decires en el espacio educativo (Carpio e Irigoyen, 2005).
Una de las cosas que caracteriza a los espacios educativos en los que se
imparte la enseñanza de la ciencia, es que frecuentemente se presentan al
alumno situaciones académicas problema que éste ha de resolver, como una
forma de poner en evidencia que se aproxima a las formas de comportamien-
to compartidas en la comunidad paradigmática. El comportamiento referido
a problemas por solucionar, como el que tiene lugar en la práctica científica,
no sólo funge como situación de evaluación sino que puede llegar a consti-
tuirse como un factor potencializador de desarrollo psicológico. Según Ribes
(1990) este comportamiento puede ocurrir en dos dimensiones: la efectividad
y la variabilidad. Dichas dimensiones dan lugar a diferentes tipos de
desempeño que pueden ser útiles para caracterizar el actuar del alumno y del
docente:
1.- El desempeño exploratorio, el cual es variado pero no efectivo, por
ejemplo, el docente que hace varias cosas en su clase pero no consigue
que sus alumnos aprendan lo que curricularmente se espera.
2.- El desempeño habitual, que se caracteriza por ser invariante pero
efectivo, por ejemplo el docente que usa el mismo ejemplo para ense-
ñar un tópico y consigue que los alumnos lo aprendan.
3.- El desempeño tonto, el cual es invariante e inefectivo, por ejemplo el
docente que usa la misma estrategia o los mismos ejemplos y no consi-
guen que sus alumnos aprendan lo que pretende.
4.- El desempeño inteligente, que se caracteriza por ser variado y efectivo y
que en la práctica educativa puede observarse cuando un docente desplie-
400 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
dencia?, la respuesta que han dado los autores de dichos estudios es que esta
tendencia se configuró en la historia interactiva académica de los estudiantes
a partir de las características de las prácticas educativas dominantes tanto en
los escenarios de nivel básico como en los de medio superior en los que se
suelen promoverse prácticas memorísticas como repetir fechas, datos,
sucesos, nombres, números, etcétera.
Si el contacto de un estudiante con un texto depende críticamente del ti-
po de historia académica configurada, entonces la lectura futura de textos se
realizará atendiendo al tipo de criterios que ha satisfecho (Arroyo, Morales,
Silva, Camacho, Canales y Carpio, 2008). Pero esto puede ser susceptible de
modificarse si se configura una historia diferente en la que un estudiante lea de
diferentes maneras un mismo texto (en función del criterio impuesto), en opo-
sición a “leer” diferentes textos de la misma manera (condición que parece ser
la prevaleciente en las instituciones escolarizadas). Este argumento sirvió de
base para planear las posibilidades lógicas de variar textos que un docente pro-
porciona a los alumnos, así como variar los tipos de criterios que se impone en
cada lectura. Lo anterior da como resultado una matriz de dos por dos (tipos
de criterios y número de textos), la cual se presenta en la Tabla 1.
Metodología
Resultados
Tabla 2. Porcentaje promedio de respuestas correctas de todos los grupos en las eva-
luaciones 1 y 2 en la resolución de problemas con base en los cinco tipos de criterios.
Enseñanza de la ciencia, comportamiento inteligente y lectura: 405
el papel de las prácticas didácticas variadas
del criterio que define el problema, permite que los estudiantes resuelvan
problemas de Ajustividad, Efectividad y Pertinencia, mientras que la variabi-
lidad del texto en interacción con el criterio, posibilita mejores desempeños
en problemas de Efectividad, Pertinencia y Congruencia. En términos de la
constancia-variabilidad, resulta que la mayor variabilidad (texto-criterio) se
tradujo en una condición didáctica que permite interacciones más variadas y
de mayor complejidad. La intervención con condiciones variables parece que
a corto plazo genera que los estudiantes sean inefectivos ante los problemas
que se les presentan, pero que los habilitan para enfrentar situaciones nove-
dosas con éxito. Lo antes expuesto se ve respaldado por la comparación entre
los grupos a los que se les impusieron diferentes tipos de criterios durante la
intervención, en este caso el grupo 3 (1TVC) y el grupo 4 (VTVC), en cuanto al
tipo de problemas que resolvieron durante la intervención. En dicha compa-
ración se aprecia que los participantes del grupo 3, obtuvieron mejor porcen-
taje de respuestas correctas en los problemas de Efectividad, Pertinencia,
Congruencia y Coherencia (Tabla 3). Esta condición de desempeño efectivo
mostrado por el grupo 3 durante la intervención se revierte en la compara-
ción entre evaluaciones, ya que el grupo 4 muestra mejores porcentajes de
respuestas correctas en los problemas de Efectividad, Pertinencia, Congruen-
cia (ver Tabla 2), no así en Coherencia, problemas en los que el grupo 3
obtuvo mejores porcentajes.
Conclusiones
D e manera general se puede concluir, que los grupos con variabilidad ob-
tuvieron mejores porcentajes que el grupo con constancia texto-criterio, aun-
que resalta que la variabilidad del criterio que define a los problemas presen-
408 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
(Morales, Cruz, León, Silva, Arroyo y Carpio, 2010). Los resultados de los es-
tudios psico-pedagógicos orientados a la promoción de comportamiento in-
teligente pueden, en un momento dado, dar paso a la realización de estudios
en los que ya no sólo se promueva la satisfacción de criterios que definen a los
problemas, sino también la realización de estudios que promuevan en los
estudiantes el comportamiento que da origen a nuevos criterios, nuevos
problemas y nuevas soluciones, es decir, al comportamiento creativo
(Carpio, 2005).
Finalmente, la formación en los espacios educativos en los que se ense-
ña ciencia, en este caso del comportamiento, de forma variada y efectiva, pa-
rece ir a tono con una realidad con condiciones socio – culturales altamente
cambiantes; que exige individuos cada vez más preparados para afrontar
múltiples situaciones problemáticas, tanto sociales como disciplinarias
(Ruíz, Medina, Bernal, y Tassinari, 2002). Además de que puede contribuir a
fomentar en el futuro científico el análisis multinivel, el argumento crítico, la
síntesis, la explicación, la elaboración y la formulación de nuevos
planteamientos científicos, actuaciones que reclaman variedad, efectividad y
novedad del comportamiento.
Referencias
Arroyo, R., Canales, C., Morales, G., Silva, H. y Carpio, C., 2007, “Programa
de investigación para el análisis funcional del ajuste lector”, Acta Co-
lombiana de Psicología, vol. 10, no. 2, pp. 31-39.
Arroyo, R., Morales, G., Silva, H., Camacho, I., Canales, C. y Carpio, C., 2008,
“Análisis funcional del conocimiento previo: sus efectos sobre el ajuste
lector”, Acta Colombiana de Psicología, vol. 11, no. 2, pp. 55-64.
Backhoff, E. y Tirado, F., 1994, “Estructura y lógica del examen de habilida-
des y conocimientos básicos”, Revista Sonorense de Psicología, vol. 8, no.
1, pp. 21-33.
Carpio, C., 1994, “Comportamiento animal y teoría de la conducta”, en L. Ha-
yes, E. Ribes y F. López (comp.) Contribuciones en honor a J. R. Kantor, U.
de G, México.
Carpio, C., 2005, Condiciones de entrenamiento que promueven comporta-
miento creativo: un análisis experimental con estudiantes universita-
rios. Tesis inédita de Doctorado en Psicología, Universidad Iberoamerica-
na, México.
Carpio, C., Canales, C., Morales, G., Arroyo, R. y Silva, H., 2007, “Inteligen-
cia, creatividad y desarrollo psicológico”, Acta Colombiana de Psicología,
vol. 10, no. 2, pp. 41-50.
410 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Introducción
en la isla de Manhattan, sin contar las lenguas indígenas. Aunque la hegemonía del inglés
sobre las trece colonias se decidió en los últimos años del siglo diecisiete, los sonidos del
alemán, holandés, francés, sueco, irlandés y galés se escuchaban con frecuencia en el tiem-
po de la revolución americana, y el español era la lengua dominante en muchos de los terri-
torios que se adquirían más tarde. Ser bilingüe era común entre la clase trabajadora y la
clase educada, particularmente en las colonias de Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey y
Diversidad cultural y educación en los Estados Unidos: 415
el caso de la población infantil latina
que al primero de julio de 2006, la oficina del Censo reportó 44.3 millones de
Latinos, 14.8 por ciento de la población total (229 millones). Entre 2000 y 2006
los latinos representaron la mitad de la población creciente en el país con una
tasa de crecimiento del 24.3 %, tres veces más que la tasa de crecimiento de la
población total (6.1 por ciento). Sin embargo, es la población infantil latina la
que, desgraciadamente, se encuentra en la situación social y académica más
vulnerable y apremiante como lo muestran los siguientes datos publicados
por la Population Reference Bureau del National Council of La Raza
(http://www.nclr.org).
La juventud latina es el grupo con mayor tasa de crecimiento en los
Estados Unidos. Para el año 2035 los niños latinos conformarán un tercio de
la población infantil total y se proyecta que para el 2050 la población latina
será un tercio de la población total de este país. Se calcula que hay dieciséis
millones de niños latinos (92%) que son ciudadanos americanos. Sin embar-
go, el panorama no es alentador ya que una parte importante de los niños
latinos (22% de la población total) viven en pobreza. Los jóvenes latinos tie-
nen una tasa de graduación de preparatoria del 55 % y tienen la tasa de de-
serción más alta en los Estados Unidos, dos veces más que la población
anglo (Orfield, 2000). Esta lamentable situación impone enormes retos tan-
to para los niños y jóvenes que buscan un lugar en la sociedad como para
sus padres y los maestros encargados de la educación de estos chicos. ¿Cuá-
les son pues las opciones educativas para los niños latinos? ¿Cuál ha sido la
historia detrás de estas opciones?
Dos propuestas educativas principales, la asimilacionista y la multi-
cultural, han sido los dos polos dentro de los cuales se ha buscado la res-
puesta a las complejas interrogantes de la educación para niños de otras
culturas. Por un lado, la posición asimilacionista propone seguir un progra-
ma de tronco común alrededor de los valores culturales de la civilización
occidental, y tiende a enfatizar la importancia de la tecnología y la econo-
mía. Parte central de esta propuesta es la enseñanza de los contenidos en in-
glés desde el primer momento en que el niño entra a la escuela, con el
propósito de ayudarlos a asimilarse y ser parte de la sociedad americana lo
Delaware” (la traducción es mía). Por otra parte, una consulta a la página de internet de la
Modern Language Asociation (MLA, http://www.mla.org) nos da una idea de la dimen-
sión de la diversidad cultural y lingüística actual de los Estados Unidos. La MLA sostiene
que se hablan por lo menos treinta y tres lenguas diferentes en este país. Otras lenguas que
encontramos en los Estados Unidos son chino, tagalo, francés, vietnamí, alemán, coreano,
ruso, italiano, árabe, portugués, polaco, francés créol, hindi, japonés, cantonés, persa, grie-
go, urdu, mandarín, guajarathi, punjabi, kru, ibo, yoruba, armenio, cambodiano, hebreo,
hmong, navajo, laosiano. Otras fuentes como Languages of the World (www.ethnolo-
gue.com) mencionan 311 lenguas de las cuales 162 son indígenas (de diferentes partes del
mundo, incluyendo varias de México) y 149 lenguas inmigrantes.
416 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
antes posible. Las dificultades que tienen los niños para adaptarse al siste-
ma escolar tienden a evaluarse desde la perspectiva del déficit y se propo-
nen programas remediales para compensar lo que el niño no sabe. Por otro
lado, se encuentra la propuesta multicultural que promueve la inclusión de
las contribuciones de los diversos grupos étnicos y mujeres en la historia de
los Estados Unidos. Se valoran las diferentes culturas y se promueve el uso
de la lengua materna en casa, aunque la lengua de instrucción sea el inglés.
Sin embargo, este apoyo a la diversidad cultural también ha derivado en di-
ferentes modelos curriculares sin que ninguno realmente defina lo que es la
educación multicultural y en ocasiones terminan por enfatizar diferencias y
deficiencias (Banks, 1996, Ogbu 1992).
Un componente central a considerar en el debate de la educación de los
niños de culturas diversas es la lengua de instrucción: ¿debemos enseñar des-
de el principio en inglés, aún cuando los niños no lo hablen? O ¿debemos en-
señar primero el inglés para que después el niño se inserte en el salón de clase
regular? O ¿debemos enseñar primero contenidos escolares en la lengua ma-
terna del niño para que aprenda los conceptos en su lengua y después los
transfiera al inglés?
Estas preguntas han generado un continuo debate alrededor de la edu-
cación bilingüe convirtiéndola en uno de los campos de batalla más canden-
tes entre padres de familia, educadores, investigadores y políticos.4 El
4 Para una amplia y exhaustiva revisión de la historia de la educación bilingüe en Estados Uni-
dos se pueden consultar las obras de Crawford, 1993 y Nieto, 2009. Los primeros debates
sobre la educación “bilingüe” datan de la década de 1880 cuando el Bureau of Indian Affairs
implementó una política que forzaba a que la población nativa americana se escolarizara en
inglés. En el siglo XX, quizá una de las frases que ha tenido mayor peso en torno a este tema
ha sido el discurso que Theodore Roosevelt dio a la American Defense Society en 1919
donde enfatizó la conexión entre el inglés, la lealtad a los Estados Unidos y la identidad
americana: “We have room for but one language here, and that is the English language...and
we have room for but one sole loyalty and that is a loyalty to the American people". (Aquí te-
nemos espacio sólo para una lengua, y esa es el inglés… y tenemos espacio sólo para una
lealtad y esa es la lealtad hacia el pueblo americano.) Sin embargo, este tipo de discurso apo-
yando la unidad lingüística y la identidad cultural americana ha encontrado importantes
protestas y demandas de la sociedad civil que ha peleado por una educación más plural. Por
ejemplo, se pueden encontrar luchas y fallos de la Suprema Corte en favor de la educación
bilingüe desde 1927. Quizá una de las decisiones más importantes a este respecto fue la con-
tienda en 1954 entre Brown (padre de familia afroamericano) y el distrito escolar de Topeka,
Kansas (donde se apoyaba la segregación escolar implementada en 1896). En este caso, la
suprema corte de justicia declaró inconstitucional la segregación racial en las escuelas y
sentó las bases para la integración educativa y el movimiento de derechos civiles de 1964. En
1968 se aprobó la Bilingual Education Act, legislación fundamental que asignaba por pri-
mera vez un presupuesto federal para implementar programas bilingües y en 1974 la con-
tienda Lau (padre de familia asiático) vs. Nichols (distrito escolar en San Francisco) resultó
en que la suprema corte de justicia ordenó a los distritos escolares proveer los programas
necesarios para educar a los niños que no hablaran inglés. Sin embargo, aunque estos fallos
Diversidad cultural y educación en los Estados Unidos: 417
el caso de la población infantil latina
im ple men ta ron cam bios cen tra les en el sis te ma edu ca ti vo, tales cam bios no se die ron a
nivel cons ti tu cio nal, lo que ha per mi ti do que ini cia ti vas en con tra de la edu ca ción bi -
lin güe hayan vuelto a ser parte del es ce nario educa ti vo. Así, en los años 80 el pre si den -
te Reagan se pronunció en con tra de la educa ción bi lin güe y, a pesar de una reauto riza-
ción de la Bilingual Educa tion Act en 1994, en 1998 surgió con gran fuerza el mo vi mien-
to “English Only” (patrocinado por Run Unz, empresa rio cali fornia no) que ha
proli fe rado en va rios es tados del país que han votado en contra de los programas bilin -
gües. Entre estos es tados se en cuentran Arizona (2000), Colo rado (2001) y Massa chu-
setts (2003).
5 Estos programas se pueden agrupar en tres grandes grupos: 1) Pro gra ma re gu lar en in glés,
para la pobla ción anglo en ge neral y al que asis ten muchos niños de culturas di versas,
ya sea por elección o por no haber otras opcio nes; 2) Programas de inglés como segun-
da len gua para los niños que entran al sis te ma es co lar y que hablan una lengua dife ren-
te al inglés. A estos niños se les clasi fi ca como “Li mited English Pro fi cient”, “Language
Mi nority Student” o “English Language Learner". Hoy día el programa más común
para esta po bla ción es el lla ma do “Shel te red En glish” o de “Instruc ción con tex tua li za-
da para el aprendi zaje del in glés". En este pro grama, la ense ñanza del in glés se es truc-
tura a través de áreas de con te nido y el nivel de in glés se adap ta al nivel de los es tu-
dian tes. Se usan téc ni cas de pe da go gía de se gun das len guas. Otros pro gra mas den tro
de este grupo proveen ins trucción en inglés indi vi dual y grupal fuera del salón de
clase; 3) Pro gramas bilin gües que a su vez se di vi den en a) programas de transi ción
donde se en se ña español durante cier to tiempo para ayudar a los niños a transi cio nar
al progra ma regular. Estos programas de transición pueden ser de “Early exit” (salida
temprana y los niños entran al programa regular en segundo grado) y “Late exit” (salida
tardía para entrar al programa recular en segundo de secundaria); b) programas bilin-
gües de dos vías (el currículo escolar se enseña en inglés y español, idealmente hasta ter-
cero de secundaria). Sin embargo, estos programas son escasos y la población latina
tiene poco acceso a ellos.
418 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
6 Los varios argumentos que a través de las últimas décadas han tratado de explicar el fracaso
escolar de niños de grupos minoritarios pueden agruparse en tres categorías (Bond, 1981 ci-
tado en Valdés, 1996, p.18): 1) el argumento genético, el cual sostiene que hay grupos genéti-
camente más capaces que otros; 2) el argumento cultural, donde el fracaso escolar se ve como
el resultado de la “cultura de pobreza” en la que viven los niños o de la incapacidad de los
padres y niños para adaptarse a la escuela por tener una cultura diferente; y 3) el argumento
de análisis de clase, el cual sostiene que el fracaso escolar es el resultado del mantenimiento
de las estructuras sociales del sistema capitalista.
7 Fundado en 1994 por la Doctora Martha Julia García-Sellers, este programa surge de la cola-
boración entre Tufts University y sistemas escolares de los Estados Unidos, América Latina,
Kuwait y Jordania. El programa consistía en hacer visitas a las familias para conocer la situa-
ción e historia familiar, y evaluar habilidades y destrezas básicas en el niño. También se tra-
bajaba con los maestros en el salón de clase y se observaba al niño en diferentes actividades
dentro de la escuela. A lo largo del año escolar se hacía un seguimiento con la familia y una
segunda visita a la casa al final del año escolar. Se desarrolló un programa para maestros que
incluye una serie de materiales y cuestionarios para trabajar con familias de diferentes
culturas. Los materiales están traducidos al español en Parra y García-Sellers, 2005.
8 Bronfenbrenner también propone considerar la situación económica, la estabilidad y la satis-
facción general de la familia (el exosistema) como factores que afectan el desarrollo del niño.
Diversidad cultural y educación en los Estados Unidos: 419
el caso de la población infantil latina
Cabe resaltar que para algunos autores en los Estados Unidos, el análi-
sis de factores detrás del éxito o fracaso escolar debe incluir un análisis de las
9 Siguiendo a Super y Harkness (2002), la cultura organiza nuestras acciones a partir de los sis-
temas de creencias que se tengan sobre lo que es una familia, lo que es la escuela y lo que un
niño debe hacer a determinada edad.
420 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
10 Así, en el prólogo del libro Immigrant Voices Trueba y Bartolomé (2000) proponen que:
“Para la mayoría de los inmigrantes y otros grupos subordinados en los Estados Unidos
llegar a tener una voz representa un proceso a través del cual llegan a conocer el significa-
do de estar en la periferia de la íntima pero frágil relación entre colonizador y colonizado.
También significa que el colonizado toma plena conciencia de que tener voz no es algo
dado por el colonizador. Tener voz es un derecho humano” (p. ix). (La traducción es
mía).
11 Trueba y Bartolomé (2000) insisten en que: “Al dejar nuestro legado colonial sin examinar, la
mayoría de los educadores aceptan ciegamente modelos de análisis psicológicos que no sólo
despolitizan la compleja y contradictoria relación entre los grupos dominantes y subordina-
dos sino que también crea espacios donde la ideología se borra de la discusión y las manifes-
taciones psicológicas se reducen a la biología". (p. xii) (la traducción es mía). Estas reflexio-
nes son fundamentales si se piensa que aunque la población infantil se ha vuelto más diver-
sas, la planta docente y administrativa sigue siendo principalmente anglo y monilingüe
(García, 1999).
12 Entendida ésta como: “la coincidencia entre las concepciones sobre la educación (o metas del
grado escolar que curse el educando) y las expectativas que del niño tengan los padres y los
maestros” (Parra y García-Sellers, 2005, p. 11).
Diversidad cultural y educación en los Estados Unidos: 421
el caso de la población infantil latina
Consideraciones finales
13 Este último punto me parece de particular importancia porque el tema de la diversidad cul-
tural es un tema que ocupa no sólo a los Estados Unidos sino también a México. El tema de
la educación intercultural en el ámbito mexicano es un tema con profundas raíces históricas
y políticas vigente en nuestros días (para una revisión de las políticas educativas de la po-
blación diversa en el México de los siglos XIX y XX se pueden consultar Barriga Villanueva,
2010; Villavicencio, 2010).
424 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Barriga Villanueva, R., 2010, “Una hidra de siete cabezas y más: la enseñanza
del español en el siglo XX mexicano, en Historia de la sociolingüística de
México. R. Barriga Villanueva y P. Martín Butragueño (dir.), vol. 2, El
Colegio de México, México.
Banks, J. A, 1981, Education in the 80s: Multiethnic Education. National Educa-
tion Association, Washington, D.C.
------, 1996, Multicultural Education, Transformative Knowledge, and Action: His-
torical and contemporary perspectives. Teachers College Press, Nueva
York.
Brizuela, B. y García-Sellers, M.J., 1999, “School Adaptation: A Triangular
Process”, American Educational Research Journal, summer, 36 (2), pp.
345-370.
Bronfrenbrenner, U., 1979, The Ecology of Human Development: Experiments by
Nature and Design, Harvard Univesity Press, Cambridge, MA.
Crawford, J., 1993, Bilingual Education: History, Politics, Theory and Practice.
Bilingual Educational Services. Los Angeles, CA.
De Carvalho, M. E. P., 2001, Rethinking Family-School Relations, Lawrence
Erlbaum Associates, Nueva Jersey.
Díaz, C. F., 2000, Multicultural Education in the 21st. Century, Longman, Nue-
va York.
García, E., 1999, Student Cultural Diversity. Understanding and Meeting the
Challenge. Second edition. Houghton Mifflin Company, Boston.
García-Sellers, M. J., 1996, A conceptual model of school adaptation applied to His-
panic immigrant children. Manuscrito.
Kao. G. y Tienda, M., 1995, “Optimism and Achievement. The Educational
Performance of Immigrant Youth”, Social Science Quarterly, 76, no. 1,
pp.1-19.
Nieto, S. y Bode, P., 2008, Affirming Diversity. The Sociopolitical Context of Mul-
ticultural Education. Fifth Edition. Pearson, Boston.
Nieto, D., 2009, “A Brief History of Bilingual Education in the United States”,
Perspectives on Urban Education, Spring, pp. 61-69.
Ogbu, U. John, 1992, “Understanding Cultural Diversity and Learning”, Edu-
cational Researcher, vol. 21, no. 8, pp. 5-14.
Orfield, G., 2000, “Policy and Equity: Lessons of a third of a century of educa-
tional reforms in the United States”, en Unequal Schools, Unequal Chan-
ces. The Challenges to Equal Opportunity in the Americas, F. Reimers (ed.),
The David Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard
University. pp. 400-429.
Diversidad cultural y educación en los Estados Unidos: 425
el caso de la población infantil latina
2 Para designar el caos donde esta fijado el goce del serdiciente (parlêtre), Lacan crea el concep-
Referencias
Gross, F., 2000, Foucault y la locura, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires.
Hegel, W.G.F., 2000, Fenomenología del espíritu, Fondo de Cultura Econó-
mica, México.
Kant, I., 2004, Sueños de un visionario aclarados por sueños de la metafísica, traduc-
ción, prólogo y notas de Carlos Correas, Leviatán, Buenos Aires.
Lacan, J., 2006, “El sinthome”, Paidós, Buenos Aires, vol. XXIII, El Seminario.
——-, “Aun”, Paidós, Buenos Aires, vol. XX, El Seminario.
——-, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis” Paidós, Bue-
nos Aires, vol. XI, El Seminario.
——-, “El reverso del psicoa nálisis”, Paidós, Buenos Aires, vol. XI, El Se-
mi na rio.
——-, “La angustia”, Paidós, Buenos Aires, vol. X, El Seminario.
——-, “Las psicosis”, Paidós, Buenos Aires, vol. III, El Seminario.
——-, “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica”, Paidós, Buenos
Aires, vol. II, El Seminario.
——-, 2001, Escritos, Siglo XXI editores, vol. 1 y 2, México.
——-, 1984, “El atolondradicho”, Escansión, vol. 1, pp.15-73.
Maleval, J.C., 2009, La Forclusión del Nombre del Padre, Paidós, Buenos Aires.
Monroy Nasr, Z., 2006, El problema mente cuerpo en Descartes: una cuestión se-
mántica, UNAM, DGAPA, México.
Žižek, S., 2000, Mirando al sesgo, Paidós, Buenos Aires.
——-,1992, El sublime objeto de la ideología, Siglo XXI editores, México.
Capítulo 32
Joseph Jastrow:
La forclusión en la historia de la ciencia
y su relación con las redes sociales
2 Sobre todo por que su fundación en 1876 llevaba el objetivo de convertirla en el nuevo mode-
lo a seguir, con Departamentos especializados y profesores asistidos por eminentes ayudan-
tes, bajo las categorías de “fellows” o “associates”. El estilo era parecido al modelo alemán,
pero como era costumbre de la época, se adaptó al modelo estadounidense y se le dio prima-
cía a los estudios e investigaciones de posgrado.
Joseph Jastrow: La forclusión en la historia de la ciencia 435
y su relación con las redes sociales
rio universitario en 1888, que fue laureado por la Revue Scientifique de Francia
(Varigny, 1894, cit. en Blumenthal, 1991), sin contar que precisamente él fue
quien fundó el Departamento de Psicología de Wisconsin, claro.
Para 1889 ya contaba con más de 25 publicaciones y es, junto con Cat-
tell, el estadounidense más citado por William James en Principios de Psico-
logía. Cabe mencionar que James y Jastrow participaron juntos en el
Primer Congreso Internacional de Psicología de París en 1889, represen-
tando a los Estados Unidos.
Inventó, junto con West en 1892, el automatógrafo, una especie de Ouija
científica para estudiar experimentalmente las respuestas motoras incons-
cientes, particularmente ante estimulaciones controladas, como solicitar a los
participantes concentrarse en una persona que estuviera presente o en un ob-
jeto que habían escondido anteriormente y por el que el experimentador les
preguntaba (Wegner, 1948/2002). Basándose en esas investigaciones, trabajó
el tema del autocontrol y el autoengaño, para entender el comportamiento
voluntario en contraposición al involuntario (nótese que la publicación fue
anterior a la gestación de la técnica freudiana de asociación libre). Además de
ello, publicó en 1906, sin necesidad de aproximarse teóricamente al psicoaná-
lisis, sobre procesos tales como los sueños despiertos, diferentes niveles psí-
quicos de atención, percepción subconsciente, deslices y personalidad
múltiple. Jastrow fue uno de los primeros que demostraron científicamente
la falsedad de los telépatas, lectores de la mente y personajes que presumían
dominar la comunicación espiritista.
Otra contribución más a la divulgación de la psicología –como conoci-
miento científico incipiente- fue la organización y administración del Pabellón
de Psicología de la Feria Mundial de Chicago de 1893, también conocida como
Feria o Exposición de Colón, pues se trataba de una celebración de los 400 años
del encuentro cultural entre Viejo y Nuevo mundos. Dicho stand contaba, so-
bre todo, con la presencia de instrumentos y representaciones tamaño natural
de laboratorios europeos y artefactos históricos, para estudiar, principalmente,
tres aspectos básicos de la psicología según Jastrow: lo experimental -procesos
elementales como las sensaciones o tiempo de respuesta, atención, elección y
memoria-, lo comparativo -adultos con niños, humanos con animales, lo salvaje
con lo civilizado- y lo anormal -ilusiones, sueños, efectos de drogas, hipnotis-
mo, mutismo, locura, ceguera e idiotez- (Jastrow, 1893). Para ejemplificar la sa-
gacidad de Jastrow, véase cómo utilizó de sujetos experimentales a las
personas que se acercaban a conocer los instrumentos (incluida Hellen Keller),
aplicándoles tests al mismo tiempo que les explicaba su funcionamiento. Así
consiguió, literalmente, miles de datos, que posteriormente utilizó en sus aná-
lisis psicofísicos y su columna Manteniéndose en buena forma mental, que para
esa época aparecía publicada en 150 diferentes periódicos.
436 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
sus conexiones sociales fueron tan débiles que no tuvo en quién apoyarse
personal o institucionalmente.
En el sentido de Granovetter (1973), Jastrow contó con bastantes
vínculos débiles, pero no con lazos o relaciones sociales fuertes, pues no com-
partía rasgos ideológicos comunes a la sociedad en la que se desenvolvía.
Ya desde nacido, contaba con cierta animadversión cultural protestante
por ha ber na cido judío, lo que le valdría bloqueos en su ca rrera aca démica,
aun cuando no era practicante y se había graduado en John Hopkins. Ade-
más, en palabras de Blumenthal (1994), era arrogante y de carácter abrasi-
vo.
En un sentido lacaniano, podríamos decir que Jastrow fue rechazado
como significante en la historia de la psicología. Se pudo haber tratado de un
mecanismo más radical que decir que erró en sus críticas o propuestas parti-
culares, al punto que simplemente, desapareció. El rechazo de los grupos
que estaban consolidándose en el poder académico pudo ver a este personaje
arrogante, permítaseme llamarlo parental por su trascendencia pionera y fun-
dadora, como una figura sádica a la cual había que no sólo castigar, sino eli-
minar simbólicamente (Lacan, 1956/1984).
En cualquier caso, ya sea que la situación se ha ya presen ta do histó-
ri ca men te ba jo al guna, va rias, to das o nin guna de las pers pec tivas arriba
men ciona das, lo que se espe ra que trascienda de es te texto no es dar por
sen ta do que un bre ve acer ca mien to a un au tor nos per mi te asi mi lar su
esencia, sino presentar ejem plos de variaciones explicativas a un hecho
histórico: Jas trow desapa reció de la His to ria de la Psi co lo gía y dada la im -
por tan cia del per so na je en su tiem po, nos re quie re co mo me ta cien tí fi cos,
pre gun tar y tra tar de com pren der no só lo el qué y có mo, sino el por qué los
científicos permanecen o desaparecen, independien temente del valor de sus pro -
puestas científicas. Queda pues, la pro puesta de analizar los conte nidos
teóricos y metodológicos que aho ra considera mos pilares de nues tra dis -
ciplina y pregun tarnos por los suje tos que los propusie ron y sus redes so-
cia les, con la subse cuente obligación de inda gar sobre sus contextos y
antecedentes sociológicos, antropológicos, filosóficos y psicológicos, pa -
ra po der en ton ces sí, com pren der de qué es ta mos ha blan do cuan do de ci-
mos que lo que hace mos es psi cología y qué tan to, có mo y por qué, las
redes socia les de psicólo gos actua les nos están generan do próceres de
bronce, o bien, ilustres des conocidos, perso najes que serán negados a la
me mo ria his tó rica de las ge ne ra ciones ve ni de ras de es tu dian tes de psi-
cología.
440 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Referencias
Blumenthal, A., 1991, “The intrepid Joseph Jastrow”, en Kimble, G. A., Wert-
heimer, M. y White C. (Eds.), 1991, Portraits of Pioneers in Psychology,
The American Psychological Association y Lawrence Erlbaum Asso-
ciates, Inc., Vol. I
———, 1994, “Joseph Jastrow: Pioneer Psychologist Facing the “Administra-
tive Peril””, en Alder, H. E. y Rieber, E. W. (Eds.), Aspects of the History
of Psychology in America: 1892-1992, The American Psychological Asso-
ciation y The New York Academy of Sciences.
Boring, E. G., 1990, Historia de la Psicología Experimental, Trillas, México
Cadwallader, T. C., 1992, “The Historical Roots of the American Psychologi-
cal Association”, en R. B. Evans, V. S. Sexton, y T. C. Cadwallader, The
American Psychological Association: a historical perspective, American
Psychological Association, Washington.
Coleman, J., 1990, Foundations of Social Theory, Harvard University Press,
Cambridge.
Feist, G. y Gorman, M., 2009, “Ensuring a Next Generation of Psychologists
of Science”, Journal of Psychology of Science and Technology, Vol. 2, No. 1,
pp. 2-4.
Galindo, J. A., 2007, “La influencia del presbiterianismo en la postura de B. F.
Skinner sobre el problema del determinismo comportamental”, Tesis
para obtener el Grado de Doctor en Psicología, UNAM-Facultad de Psi-
cología, México.
———, 2009. “La religiosidad en Harvard a principios del siglo XX: Vínculo
entre la educación formal, informal y no formal, en Z. Monroy Nasr, y
R. León-Sánchez, Epistemología, Psicología y enseñanza de la ciencia,
UNAM, México.
Good, H. G., 1966, Historia de la Educación Norteamericana, UTEHA, México.
Granovetter, M., 1973, “The strength of weak ties”, American Journal of Socio-
logy, Vol 78, No 6, pp. 1360-1380, versión en línea disponible en:
http://www.itu.dk/courses/DDKU/E2007/artikler/Granovet-
ter-%20Weak%20Ties.pdf
Jastrow, J., 1893, “The Section of Psychology”, en Hardy, M.P. (1893), Official
Catalogue-World’s Columbian Exposition, W. B. Conkey, Chicago, versión
en línea disponible en C. D. Green, 2000. Classics in the History of Psycho-
logy, York University, Toronto-Ontario, en: http://psychclassics.yor-
ku.ca/Jastrow/section.htm
———, 1932, The house that Freud built, Greenberg, Nueva York.
———, 1935, “Has Psychology failed”, American Scholar, Vol. 4 No. 3, pp.
261-269, versión en línea disponible en C. D. Green (2000) Classics in the
Joseph Jastrow: La forclusión en la historia de la ciencia 441
y su relación con las redes sociales
N os valemos de los recuerdos para existir, para saber cómo comer, para
disfrutar y complicarnos la vida, para luchar por ella, por eso recordar es vi-
vir, volver al corazón. Son muchas las disciplinas que han investigado sobre
tan importante actividad, muchas personas han expuesto diferentes postu-
ras sobre la memoria, desde tiempos inmemoriales. En este artículo se reto-
ma la concepción de inicios del siglo XX de memoria colectiva, desarrollada
por Maurice Halbwachs, explicándola y exponiendo algunos argumentos
sobre la necesidad de su estudio para averiguar sobre el transcurrir de la
psicología social.
446 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Maurice Halbwachs
Memoria Colectiva
1 Maurice Halbwachs nació en Francia en 1877. Vivió entre las dos primeras guerras mundiales, lo que
influyó directamente en su desarrollo humano. Murió en Alemania en 1945 al ser detenido por la Ges-
tapo y llevado al campo de Buchenwald.
Memoria colectiva e historia para la psicología social: 447
retomando a Maurice Halbwachs
pueblo y por tanto son su pueblo; o como diría el psicólogo colectivo Fer-
nández cuando describe a la sociedad como colectiva: “«uno» significa su
sociedad” (2004, p. 47).
El olvido
también se transforman poco a poco con la sociedad y son parte de las me-
morias como pensamientos de acuerdo a lo que evocan.
mientos que se transforma y perdura. Este pensamiento difiere del que todo
lo busca especifico, limitado, uniformado.
La historia contemplada por Halbwachs trataría de canonizar lo que
fue y posiblemente lo que es, imponer una visión de la psicología social sobre
los psicólogos sociales. En cambio, la memoria colectiva daría cuenta del sen-
tido de la disciplina construido por sus actores, ampliaría la visión y la coge-
ría sabiendo que cuando se escriba es posible que se encuentre en proceso de
transformación, es decir, tomaría una fotografía, sabiendo que el “objeto”
cambiará de posición, manteniendo los mismos marcos. En la determinación
de los marcos sociales de la memoria colectiva en la que se desenvuelve la
psicología social, es que entraría la historia, dando cuenta de estos puntos de
referencia. Entonces esta historia complementaría a la memoria colectiva y
esta última apoyaría para dar cuenta del sentido de si de la psicología social y
de los pensamientos sociales que la conforman.
Es importante señalar que para trabajar memoria colectiva es necesaria
una visión que observe desde las estructuras físicas en donde laboran los psi-
cólogos sociales, hasta las palabras dichas por los mismos (las entrevistas a
profundidad pueden ser muy útiles), y que quien realice la investigación se-
pa que por más aproximaciones no podrá asir totalmente a la disciplina, que
el camino del conocimiento le valdrá más.
Explorar la trayectoria de la psicología social desde la memoria colecti-
va implica una aproximación profunda, no determinista y preocupada por
los significados elaborados desde y alrededor de la disciplina.
Referencias
Aguirre Rojas, C. A., 2005, La “Escuela” de los Annales. Ayer, hoy, mañana, Edi-
torial Contrahistorias, Ciudad de México.
Bloch, M., 1925/2006, “Memoria colectiva, tradición y costumbre. A propósi-
to de un libro reciente”, Historia e historiadores, Ediciones Akal, Madrid.
Bloch, M., 2006, Introducción a la historia, Fondo de Cultura Económica, Colec-
ción Breviarios, México.
Blondel, C.,1945, Psicología Colectiva, Compañía Editora Nacional, México.
Farfán, R., 2004. “Un durkheimiano en Chicago: Maurice Halbwachs”,
Reis: Revista española de investigaciones sociológicas, no 108, pp.
201-214. Versión electrónica
http://www.reis.cis.es/REIS/PDF/REIS_108_101168257820661.pdf
Fernández Christlieb, P., 1994, La psicología colectiva un fin de siglo más tar-
de: Su disciplina. Su reconocimiento. Su realidad, Anthropos, Barcelona.
Fernández Christlieb, P., 2000. La afectividad colectiva, Taurus, Ciudad de Mé-
xico.
452 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
saber narrativo posmoderno que más que generar nuevo saber, debía cues-
tionar la legitimidad del ya existente desde la política y la ética.1 El pensa-
miento posmoderno y el saber que se genera de él es, en palabras del francés,
un «saber narrativo», con legitimidad en el consenso, que admite la plurali-
dad de los juegos del lenguaje y obedece a la pragmática (cfr. Lyotard, 2006).
Y así fue: en el ámbito práctico encontramos saberes de este tipo, sobre todo
en las teorías sociales (cfr. Berger y Luckmann, 2005; Gergen, 1996; Mead,
1993; Parsons, 1974), así como metateorías y análisis críticos ideológicos y re-
tóricos del conocimiento (cfr. Ricœur, 1999; Habermas, 1996; Gergen, 1996;
Benjamin, 1973).
Frente a todo esto, me parece necesario preguntarnos si seguimos en la
condición descrita por Lyotard. Sin duda, los avances tecnológicos, ahora
más virtuales que técnicos, han repercutido en la sociedad y en la cultura.
Ahora en una sociedad que podemos nombrar virtual: ¿qué ha pasado con el
conocimiento?, ¿cómo ha modificado el saber “narrativo” posmoderno al
quehacer científico y a la transmisión de conocimiento?
Es clara la pertinencia de considerar los resultados de la posmoderni-
dad, que más que implicar un momento histórico, designa una actitud frente
al conocimiento y al mundo mismo, por lo tanto considero posible pensar ya
en un después de la posmodernidad. Parece ser que los saberes posmodernos
y su propuesta narrativa han desencadenado en que todas las significaciones
y los sentidos se consideren como conocimiento verdadero, y más aún como
conocimiento científico. Es frente esa actitud que se presenta cada vez más
entre los investigadores, docentes y estudiantes que debemos ser cautelosos.
La posmodernidad ha sido una condición en la que se nos han dado los senti-
dos pero la referencia se ha perdido. Y es que, como recuerdo haber escucha-
do una vez en boca de un profesor: el eclecticismo en la ciencia es estar
parado muy firmemente sobre las nubes. La actitud que describo, nos debe
hacer recordar, también, aquellas energéticas palabras apasionada de Arthur
Schopenhauer: “lo verdadero y auténtico ganaría más fácilmente un espacio
en el mundo si aquellos que son incapaces de producirlo no se confabularan
al mismo tiempo para evitar su surgimiento” (Schopenhauer, 2009, p. 47).
Primeramente, cabe entender las concepciones posmodernas dentro
del marco de la problemática del estatus del lenguaje en la tradición epistémi-
ca y ontológica. Ya en el Crátilo de Platón, se plantea el problema epistemoló-
gico de la validez del lenguaje para llegar al conocimiento, es decir, de la
adecuación del lenguaje con la realidad (2008). La posición de Sócrates, a lo
largo del diálogo, va de un lado a otro. Primero parece adherirse a la idea na-
turalista del lenguaje, defendida por Crátilo, al afirmar que las cosas tienen
1 Como lo hacen los trabajos de Theodor Adorno (1903-1969), Jürgen Habermas (n. 1929) y
Walter Benjamin (1892-1940) de la Escuela Crítica de Frankfurt.
El saber después de la posmodernidad: ¿es aún posible? 455
Referencias
Baudrillard, J., 2002, Cultura y simulacro, 6ta. ed., trad. Antoni Vicens y Pedro
Rovira, Kairós, Barcelona.
Benjamin, W., 1973, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad téc-
nica” en Discursos Interrumpidos I, trad. Jesús Aguirre, Taurus, Madrid,
(Ensayistas; 91).
Berger, P. y Luckmann, T., 2005, La construcción social de la realidad, trad. Silvia
Zuleta, Amorrortu, Buenos Aires.
Borges, J. L., 1998 “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” en Ficciones, Alianza editorial,
Madrid (Biblioteca Borges; BA 0002).
Breuer, J. y Freud, S., 1976, “II. Historiales clínicos. 1. Señorita Anna O.
(Breuer)” en S. Freud, O.C. Tomo II, Amorrortu, Buenos Aires.
El saber después de la posmodernidad: ¿es aún posible? 459
1 La historia oficial olvida mencionar a un integrante del núcleo relativista original: Dorothy
Demetracopoulou Lee (1905-1975), alumna de Alfred L. Kroeber, estudiosa de la antropolo-
gía lingüística cultural en boga en la Norteamérica del primer tercio del siglo XX (cfr.
Fernández, 2003, p.125).
El lenguaje, una lente para ver el mundo 463
tes. Es decir, el lenguaje, la lengua para ser más precisos, ejerce en menor o
mayor medida alguna influencia sobre el pensamiento.
Idea que, con sus debidas reservas, fue bien acogida en la lingüística.
No así en la psicología. Casi por regla general, los psicólogos abordaron esta
hipótesis sólo desde lo experimental. Al no encontrar pruebas favorables que
pudieran sustentar estos principios, la desecharon casi por completo. Algu-
nos, sin embargo, continuaron creyendo que el lenguaje era necesario para el
pensamiento. Otros, que la inviabilidad de esta hipótesis era irrefutable.
Cuéntese entre ellos al psicólogo evolucionista: Steven Pinker.
En su afamado libro El instinto del lenguaje (1994), Pinker dedica todo un
capítulo a intentar probar que estas afirmaciones (las más extremas, las más
‘sapirianas’ y las más ‘whorfianas’) son absurdas. Pinker refiere lo siguiente:
Pero ésta [la hipótesis Sapir-Whorf] es incorrecta, del todo incorrec-
ta. La idea de que el pensamiento es lo mismo que el lenguaje es un
ejemplo de lo que puede llamarse un disparate clásico […] La impli-
cación es grave: las categorías fundacionales de la realidad no están
“en” el mundo sino que son impuestas por la propia cultura (y pue-
den por tanto impugnarse, da cuenta quizás del atractivo recurren-
te de esta hipótesis para las sensibilidades universitarias)”[1994, p.
57, traducción mía]2
Comete, sin embargo, errores crasos en la formulación de su crítica. El
primero: asumir que la dupla de Sapir-Whorf considera que el pensamiento
es lenguaje. Tal premisa, Sapir la rechazó contundentemente desde el princi-
pio. En su multicitada obra: El lenguaje, una introducción al estudio del habla
(1921), distinguió muy claramente los atributos de uno y otro. El lenguaje no
es pensamiento, ni es la etiqueta final que se le impone al mismo, escribía. A
lo más, el lenguaje puede ser la faceta externa del pensamiento, una interpre-
tación refinada del contenido del habla, el nivel más alto y más generalizado
de expresión simbólica. De hecho, Sapir no creía en lo absoluto que el flujo de
la lengua indicara en sí mismo pensamiento alguno, ni que el principal uso
del lenguaje fuera conceptual.
Sapir concebía una independencia funcional entre el lenguaje y el pensa-
miento, una actuación diferenciada. Justo por eso y porque era pre-racional, el
lenguaje estaba al servicio del pensamiento, le prestaba formas y clasificacio-
nes en las cuales vaciarse para eventualmente leerse. Es decir, vía la simboliza-
2 “But it [the Sapir-Whorf hypothesis] is wrong, all wrong. The idea that thought is the same
thing as language is an example of what can be called a conventional absurdity […]. The im-
plication is heavy: the foundational categories of reality are not “in” the world but are impo-
sed by one’s culture (and hence can be challenged, perhaps accounting for the perennial
appeal of the hypothesis to undergraduate sensibilities)” (Pinker, 1994, p. 57).
464 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
3 “[The speech element] is the symbol, first and foremost, not of a single perception, nor even
of the notion of a particular object, but of a ‘concept’, in other words, of a convenient capsule
of thought that embraces thousands of distinct experiences and that is ready to take in thou-
sands more”. (Sapir, 1921, ¶12) La referencia a la obra de Sapir, siguiendo la edición de 1921,
se hace indicando los parágrafos con “¶”.
4 “If the single elements of speech are the symbols of concepts, the actual flow of speech may
be interpreted as a record of the setting of these concepts into mutual relations” (Sapir, 1921,
¶ 12).
5 “Language is primarily an auditory system of symbols” (Sapir, 1921, ¶ 16).
6 “[…] Language is not identical with its auditory symbolism. The auditory symbolism may be
replaced, point for point, by a motor or by a visual symbolism” (Sapir, 1921, ¶ 14).
El lenguaje, una lente para ver el mundo 465
7 “Language as such is not and cannot be definitely localized, for it consists of a peculiar
symbolic relation –physiologically an arbitrary one –between all possible elements of cons-
ciousness on the one hand and certain selected elements localized in the auditory, motor,
and other cerebral and nervous tracts on the other” (Sapir, 1921, ¶ 9).
8 “We cannot define it as an entity in psycho-physical terms alone, however much the
psycho-physical basis is essential to its functioning in the individual” (Sapir, 1921, ¶ 9).
466 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
9 Aunque,no sólo Humboldt enarboló esta idea. La importancia intelectual concedida a la di-
versidad de las categorías lingüísticas fue importante también en Inglaterra (Locke), Francia
(Condillac, Diderot), Italia (Vico) y Alemania (Hamman, Herder) a finales del siglo XVII y
principios del siglo XVIII.
El lenguaje, una lente para ver el mundo 467
10 “It’s quite an illusion to imagine that one adjust to reality essentially without the use of langua-
ge and that language is merely an incidental means of solving specific problems of communi-
468 ENSEÑANZA DE LA CIENCIA
Whorf retoma muchas de las ideas de Sapir, se las apropia y las radica-
liza. Para Sapir, el lenguaje sugería significados. Para Whorf, el lenguaje de-
terminaba significados. Escandalosa interpretación que se torna menos
impactante si se lee con sus debidas precauciones. Cito en extenso aquí, la ci-
ta que suele ser ampliamente reproducida en la mayoría de los textos:
Diseccionamos la naturaleza a lo largo de las líneas establecidas por
nuestra lengua madre. Las categorías y las clases que aislamos del
mundo de los fenómenos no los encontramos ahí porque miren a
todos los observadores a la cara; por el contrario, el mundo de los
fenómenos se presenta en un flujo caleidoscópico de impresiones
que tiene que ser organizado por nuestras mentes –y esto significa
en mayor medida por los sistemas lingüísticos en nuestras mentes.
Cortamos la naturaleza en pedazos, la organizamos en conceptos y
le adscribimos significados como lo hacemos, en gran medida por-
que somos partícipes del acuerdo de organizarla en esa forma –un
acuerdo que se mantiene a través de nuestra comunidad lingüística
y es codificado en los patrones de nuestro lenguaje. El acuerdo, por
supuesto, es implícito y no es verbal pero sus términos son absolu-
tamente obligatorios; no podemos hablar en lo absoluto, a menos
que suscribamos la organización y clasificación de datos que el
acuerdo estipula” (Whorf, 1956, pp.213-214; traducción mía).11
Declaraciones que deberían considerarse a la luz de la articulación de
su trabajo teórico-práctico. La realidad de la que el habla es de la realidad co-
tidiana. Formado ya como antropólogo y lingüista, realizó trabajo de campo
para comparar sistemas gramaticales marcadamente diferentes. Contrastó el
hopi (lengua indígena de la América septentrional que pertenece a la rama de
Shosohón de la gran familia uto-azteca) con su propio sistema gramatical (el
cation and reflection. The fact of the matter is that the ‘real world’ is to a large extent build up
on the habits of the group. No two languages are ever sufficiently similar to be considered as
representing the same social reality. The worlds in which different societies live are distinct
worlds, not merely the same world with different labels attached” (Sapir, 1929, p. 209).
11 “We dissect nature along lines laid down by our native language. The categories and types
that we isolate from the world of phenomena we do not find there because they stare every
observer in the face; on the contrary, the world of phenomena is presented in a kaleidosco-
pic flux of impressions which has to be organized by our minds –and this means largely by
the linguistic systems in our minds. We cut nature up, organize it into concepts and ascribe
significances as we do, largely because we are parties to agreement to organize it in this way
–an agreement that holds throughout our speech community and is codified in the patterns
of our language. The agreement is, of course, an implicit and unstated one, but its terms are
absolutely obligatory; we cannot talk at all except by subscribing to the organization and
classification of data which the agreement decrees” (Whorf, 1956, pp.213-214).
El lenguaje, una lente para ver el mundo 469
Referencias
Casasanto, D., 2008, “Who’s afraid of the Big Bad Whorf?”, Language Lear-
ning, vol. 58, no.1, pp. 63-79.
Fernández, M. X., 2003, El relativismo lingüístico en la obra de Edward Sa-
pir. Una revisión de tópicos infundados. Teorema, vol. XXII, pp.
115-129.
Gumperz, J., y Levinson, S., 1991, “Rethinking linguistic relativity”, Cu-
rrent Anthropology, vol. 32, no 5, pp. 613-623.
Kay, P., 1983, “What is the Sapir-Whorf Hypothesis?” American Anthropo-
logist, vol. 86, no. 1, pp. 65-79.
Lucy, J. A., 1997, “Linguistic Relativity”, Annual Reviews, vol. 26, pp. 291-312.
El lenguaje, una lente para ver el mundo 471
Introducción
I
¿ Por qué hay científicos que aun mantienen este apego empirista? “El
mundo es un lugar heterogéneo, y estamos equipados con diferentes tipos de
intuiciones y de lógicas, cada una de ellas apropiada para una sección de la
realidad”, dice S. Pinker (2003, p. 323). Este reconocido científico afirma que
hemos desarrollado, a través de nuestra evolución, ciertas “intuiciones” que
nos permiten sobrevivir en el mundo en el que hemos evolucionado. Dentro
de estas llamadas intuiciones están la física intuitiva, la psicología intuitiva,
la ingeniería intuitiva, etc. A modo de ilustración de lo que quiere decir Pin-
ker con estas intuiciones y para propósitos de este escrito, citaré lo referente a
la física intuitiva, donde dicho autor cita a Spelke:
Una física intuitiva, que empleamos para seguir la pista de cómo caen
los objetos, cómo se balancean y se doblan. Su intuición primordial es
el concepto de objeto, que ocupa un lugar, existe durante un espacio
continuo de tiempo, y sigue leyes del movimiento y la fuerza. No son
leyes de Newton sino algo más parecido a la idea medieval de ímpetu,
un “impulso” que mantiene en movimiento a un objeto y que poco a
poco se desvanece. (Spelke, citado en Pinker, 2003, p. 324)
1 Guillermo de Ockham fue un filósifo inglés, conocido por proponer la famosa “navaja de
Ockham”. Esta navaja no es más que la negación de la validez de todos los conceptos que no
pueden anclar en la experiencia misma.
El peso de la materia o cuando el ojo se cree omnisciente 475
II
¿ Es adecuado entonces mantener este prejuicio empirista para el desarro-
llo del conocimiento? Me pregunto esto en virtud de que existen varias críti-
cas contra la postura empirista. De hecho, según Xirau (2003) el propio Herá-
clito mencionaba que el conocimiento por medio de la razón como la
verdadera forma de conocimiento, más que por los sentidos. Leibniz y hasta
el propio Kant también sostuvieron críticas ante el empirismo. Ambos postu-
laron la necesidad de algún elemento anterior a la experiencia para la posibi-
lidad del conocimiento.
Feyerabend (1974) lanzó también una dura crítica al empirismo. Para
él, nosotros contrastamos le experiencia con los conocimientos que ya se tie-
nen, y no sólo se contrastan los conocimientos con la experiencia. Como
muestra de esta afirmación, Feyerabend indica que somos capaces de poner
en duda nuestras mismas percepciones, ya que confiamos en principios ge-
nerales. Para entender eso propongo imaginarnos que repentinamente el si-
llón de nuestra sala comience a moverse por sí mismo, a caminar y a hablar.
Evidentemente que ante tal suceso la mayoría de las personas dudarían de lo
que están viendo; podrían suponer que se trata de una alucinación, que están
en un sueño o algo similar, pero no creerían lo que están viendo ya que creen
en el principio de que los sillones no se mueven por sí mismos y mucho me-
nos son capaces de hablar.
Por otro lado, la experiencia, para Feyerabend, no es tan privilegiada-
mente diferente de la teoría, ya que la experiencia tanto como la teoría contie-
ne interpretaciones que son ideas abstractas e incluso metafísicas. Para él, las
percepciones no tienen una posición privilegiada, a menos que se les tome co-
mo una autoridad infalible. Ante esta posibilidad, Feyerabend propone some-
ter a consideración y a examen la experiencia como base del conocimiento.
Apunta que considerar la experiencia como base del conocimiento es una hi-
pótesis, y como tal ha de ser revisada de la misma forma en que se hace con
otro tipo de hipótesis, aunque ciertamente debería tener una mayor importan-
cia ya que se trataría en ese caso de la mismísima base del conocimiento.
Feyerabend sugiere que la experiencia surge junto con las teorías, y no
antes de ellas, además de que una experiencia sin teorías es tan poco funcio-
nal como una teoría sin experiencia. Las inconsistencias entre las teorías y los
hechos, tienen para Feyerabend una justificación basada en que los errores se
podrían atribuir más al uso de la experiencia misma que a la teoría. Así, la
teoría es inconsistente con los hechos:
porque la evidencia en su favor contiene sensaciones no analizadas
que no corresponden más que parcialmente a procesos externos; o
El peso de la materia o cuando el ojo se cree omnisciente 477
A modo de conclusión
Referencias
Blauberg, I., 2001, Diccionario de filosofía, Ediciones Quinto Sol, México.
Ferrater Mora, J., 1965, Diccionario de filosofía. Tomo III, Sudamericana, Buenos
Aires.
Feyerabend,P., 1974, Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del cono-
cimiento, Ariel, Barcelona.
Hempel, C. G. 2003, Filosofía de la ciencia natural, Alianza Universidad, Ma-
drid
Michotte, A., 1963, The perception of causality, Methuen’s manuals of modern
psychology, Londres.
Pinker , S., 2003, La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, Pai-
dos, Barcelona.
Xirau, J., 2003, Introducción a la historia de la filosofía, Universidad Autónoma
de México, México.
Capítulo 37
Freud y la ciencia: percepción y memoria
I
D esde los comienzos del psicoanálisis la relación con la ciencia ha sido
polémica y problemática. Se ha dicho que Freud estaba empeñado en llamar
al psicoanálisis ciencia debido a que en ese momento histórico ésta se erigió
como la forma privilegiada del conocimiento verdadero. Sin embargo, se
hace poca alusión a la formación médica de Freud que influiría enorme-
mente en todo su desarrollo profesional. En sus años de estudiante todas
sus investigaciones versan exclusivamente sobre asuntos anatómicos y fi-
siológicos; sentía gran confianza y esperanza en los adelantos de la medici-
na, por lo que se entregó al estudio minucioso de dicha disciplina. Freud fue
un médico bien informado sobre las aportaciones de la nueva e incipiente
neurología. Dentro de éste marco realizó importantes investigaciones. Por
ejemplo, en 1891 publicó un detallado artículo sobre las Afasias, calificado por
sus colegas como extraordinario. Su interés por los nuevos hallazgos científi-
cos lo llevó a París, donde comenzó su preocupación por las enfermedades
nerviosas. Ahí conoció al afamado Chârcot y sus hallazgos relacionados con la
histeria. Impresionado por los logros del médico francés Freud se dedica tiem-
po completo a examinar en detalle los padecimientos nerviosos, en especial la
histeria.
Lo que condujo a Freud a abandonar el estudio de la neurología fue la
experiencia clínica. Su estancia en París fue fundamental para experimentar
Freud y la ciencia: percepción y memoria 483
sino una buena explicación. No será en las vías de la neurología en las que re-
posará su teoría, pues, el quehacer terapéutico lo encaminaría por territorios,
hasta ese momento, desconocidos. Freud renuncia a la ciencia, en el sentido
de que no son las bases biológicas las que pueden explicar el complejo funcio-
namiento de la mente, sino son otros los fundamentos que pueden dar cuenta
de éste. Tras el trabajo con mujeres histéricas y el autoanálisis, Freud inaugu-
ra un nuevo método: el psicoanalítico.3 El psicoanálisis parte del supuesto de
que los procesos mentales son parte del aparato psíquico, el cual trabaja por
medio de la operación conjunta de los diversos sistemas que lo constituyen:
consciente, preconsciente e inconsciente.4 Ahora bien, cómo solucionar el
problema que antes había quedado en suspenso: explicar en un mismo siste-
ma el fenómeno de percepción y memoria. El problema de que en un mismo
aparato operen dos funciones que aparentemente son excluyentes, continuará
ocupando el interés de Freud por muchos años.
En un pequeño texto llamado “Nota sobre la pizarra mágica” publicado
treinta años después que el Proyecto de psicología, logrará al fin despejar la
incógnita. Si queremos hacer la analogía entre nuestra memoria y una hoja
de papel o un pizarrón de tiza, veremos que la superficie, en principio, se
encuentra totalmente libre para registrar lo que deseemos: una cifra, una fe-
cha, un nombre, una descripción de un lugar, pero pronto se encontrará lle-
na. La superficie es limitadamente receptora, para incorporar nuevos
contenidos tenemos que utilizar una nueva hoja o borrar el pizarrón. Sin
embargo, estas analogías corren la misma suerte que las anteriores, no se
explica cómo es posible que un mismo mecanismo pueda ser indefinida-
mente receptivo e ilimitadamente duradero. No es hasta que sale al merca-
do un novedoso, pero sencillo, juguete infantil en el que Freud se apoya
para mostrar cómo el aparato psíquico puede realizar al mismo tiempo las
funciones de percepción y memoria:
Ahora bien, hace algún tiempo ha aparecido en el comercio, con el
nombre de «pizarra mágica» un pequeño artífico que promete un
mayor rendimiento que la hoja de papel o la pizarra. No pretende
ser otra cosa que una pizarra de la que pueden eliminarse los carac-
teres mediante un cómodo manejo. Pero si uno lo estudia más de
cerca, halla una notable concordancia entre su construcción y la
nuestro aparato receptivo tal como yo he supuesto, y se convence
de que efectivamente puede ofrecer ambas cosas: una superficie
perceptiva siempre dispuesta y huellas duraderas de los caracteres
recibidos (1925/1986, p. 244).
Referencias
Freud, S., 1895/1986, “Proyecto de Psicología” Obras Completas, Tomo I,
Amorrortu, Buenos Aires.
Freud, S.,1896/1986, “Carta 52” Obras Completas, Tomo I, Amorrortu, Buenos
Aires.
Freud, S.,1925/1986, “Nota sobre la «pizarra mágica»” Obras Completas,
Tomo XIX, Amorrortu, Buenos Aires.
Jones, E.,1996, Vida y obra de Sigmund Freud, Tomo I, 4ª ed., traducción Mario
Carlisky, Lumen Hormé, Argentina.
A cerca de los autores
Michael R. Matthews
Elizabeth Cavicchi
ros Urbanos, así como el estudio de la relación entre Modelos Médicos Hege-
mónicos y Modelos Médicos Alternos. En el extranjero ha trabajado en Lon-
dres y Turquía aspectos relativos a: Discurso, Narrativa y Semiótica; áreas en
las que, junto con los nuevos planteamientos de la Retórica, son líneas en las
que continúa trabajando actualmente.
Agustín Adúriz-Bravo
Yefrin Ariza
Mariana Córdoba
Olimpia Lombardi
UNAM (2004) y realizó una estancia posdoctoral en la École des Hautes Étu-
des en Sciences Sociales (2007/2008), en París. Tiene publicaciones naciona-
les e internacionales, entre ellas: Os Mercadores, o Templo e a Filosofia: Marx e a
Religiosidade. 1ª. ed. Porto Alegre: EDIPUCRS - Editora da Pontifícia Univer-
sidade Católica do Rio Grande do Sul, 2004; “Marx y la Felicidad” en C. True-
ba (org.), La Felicidad: Perspectivas Antiguas, Modernas y Contemporáneas.
México: UAM/Siglo XXI, 2011 y “El Problema del Sentido”, en Z. Monroy
Nasr y P. Fernández Christlieb, P. (org.), Lenguaje, Significado y Psicología. Mé-
xico: FP y DGAPA, UNAM, 2007. Desde 2003 es contraparte responsable del
Convenio de colaboración académica, científica y cultural entre la Universi-
dad Federal de Bahía y la UNAM.
Andoni Garritz
César Jurado-Alaniz
Liliana Mondragón B.
Fernando Flores-Camacho
Rigoberto León-Sánchez
Asunción López-Manjón
Yolanda Postigo-Angón
V. Coloquio de estudiantes