Urgencias Gastrointestinales
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Hemorragia gastrointestinal
Síntomas
Diagnóstico
Después de una hemorragia importante, la medición del hematócrito (un tipo de análisis de
sangre) generalmente muestra una baja concentración de glóbulos rojos. El conocimiento de los
síntomas responsables de un episodio de hemorragia puede ayudar al médico a determinar la
causa del mismo. El dolor abdominal que se alivia con la comida o con antiácidos sugiere una
úlcera péptica; sin embargo, las hemorragias de las úlceras a menudo no se acompañan de dolor.
Los fármacos que pueden dañar el revestimiento gástrico, como la aspirina, pueden causar
hemorragias en el estómago, con aparición de sangre en las heces.
Una persona con una hemorragia gastrointestinal, que haya perdido el apetito y que pierda peso
sin razones aparentes, es examinada con el fin de detectar la presencia de un cáncer. Así mismo,
si alguien presenta dificultades para tragar, debe ser examinado en busca de un cáncer de
esófago o un estrechamiento del mismo. Los vómitos y las arcadas intensas antes de una
hemorragia sugieren un desgarro en el esófago, pero cerca de la mitad de las personas con esta
lesión no vomita con antelación. El estreñimiento o la diarrea junto con la hemorragia o la
presencia de sangre oculta en las heces pueden ser consecuencia de un cáncer o de un pólipo en
la parte baja del intestino, particularmente en los mayores de 45 años. La sangre fresca por
encima de las heces puede ser causada por hemorroides o por un problema en el recto, como un
cáncer.
El médico examina al paciente en busca de indicios que lo conduzcan al origen de la hemorragia.
Por ejemplo, durante una exploración del recto se buscan hemorroides, grietas en el recto
(fisuras) y tumores. Posteriormente se eligen las pruebas si se sospecha que la hemorragia
procede de la parte alta del tubo digestivo (esófago, estómago y duodeno) o de la parte baja
(porción inferior del intestino delgado, intestino grueso, recto y ano).
La sospecha de problemas en la parte alta del tracto gastrointestinal se investiga generalmente
primero introduciendo una sonda por la nariz hasta el estómago y extrayendo líquido. El líquido
gástrico que se asemeja al poso de café es ocasionado por la digestión parcial de la sangre, lo
que indica que la hemorragia es escasa o que se ha detenido. La sangre roja y brillante indica
una hemorragia activa y vigorosa. A continuación, el médico utiliza un endoscopio flexible (un
tubo de visualización) para examinar el esófago, el estómago y el duodeno en busca de la causa
de la hemorragia. Si no se encuentra una gastritis o una úlcera en el estómago o en el duodeno,
se puede realizar una biopsia (obtención de una muestra de tejido para su examen al
microscopio). Ésta puede determinar si la hemorragia es consecuencia de una infección por
Helicobacter pylori. Si es así, se instaura un tratamiento con antibióticos y habitualmente la
infección se cura.
En la parte baja del tracto gastrointestinal se buscan pólipos y cánceres mediante radiografías,
tras la administración de una enema de bario, o bien utilizando un endoscopio. El médico puede
observar directamente la porción inferior del intestino con un anoscopio, un sigmoidoscopio
flexible o un colonoscopio.
Si estas investigaciones no aclaran el origen de la hemorragia, se puede realizar una angiografía
(radiografías tras la inyección de una sustancia radiopaca) o una gammagrafía tras la inyección
de glóbulos rojos marcados con una sustancia radiactiva. Estas técnicas son especialmente útiles
para desvelar si el origen de la hemorragia es consecuencia de una malformación de los vasos
sanguíneos.
Tratamiento
En más del 80 por ciento de las personas con hemorragia gastrointestinal, las propias defensas
del cuerpo la detienen. Las personas que continúan sangrando o que tienen síntomas de una
pérdida significativa de sangre a menudo son hospitalizadas y, generalmente en una unidad de
cuidados intensivos.
En caso de gran perdida de sangre puede ser necesaria una transfusión. Se pueden utilizar
concentrados de hematíes en lugar de sangre entera, evitando sobrecargar la circulación
sanguínea con exceso de líquidos. Una vez restaurado el volumen de sangre, el paciente es
estrechamente vigilado por si aparecen signos de nuevas hemorragias, como un aumento de la
frecuencia cardíaca, una disminución de la presión arterial, o una pérdida de sangre por la boca o
el ano.
La hemorragia a partir de las venas varicosas de la porción inferior del esófago (venas
esofágicas) se puede tratar de varias maneras. Se puede colocar un catéter con un globo
hinchable por la boca hasta el esófago e inflarlo para ejercer presión sobre el área sangrante.
Otro método consiste en inyectar en el vaso sangrante un irritante químico que causa inflamación
y cicatrización de las venas.
La hemorragia gástrica puede a menudo ser detenida mediante maniobras realizadas con un
endoscopio; tales maniobras consisten en la cauterización del vaso sangrante con corriente
eléctrica o la inyección de un material que provoca la coagulación en el interior de los vasos
sanguíneos. Si fallan estos procedimientos, puede ser necesaria una intervención quirúrgica.
La hemorragia procedente de la parte baja del intestino no suele requerir tratamiento de urgencia.
Sin embargo, en caso necesario se realiza una endoscopia o una cirugía abdominal. A veces, en
este último caso, el punto de la hemorragia no se puede localizar con precisión, y debe extirparse
un segmento del intestino.
Las hemorragias por malformaciones arteriovenosas son causadas por la rotura de vasos
sanguíneos anormales que comunican arterias con venas.
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