Andando en El Espiritu

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EL PROPÓSITO ÚNICO DE DIOS

ES QUE EL HOMBRE LE EXPRESE

Las Escrituras nos muestran constantemente que el pensamiento central revelado en la Biblia es que
Dios desea que el hombre le exprese. Quizás usted diga que lo que la Biblia nos muestra es que Dios
desea que le adoremos, le sirvamos y trabajemos para Él. Aunque la Biblia ciertamente menciona
estas cosas, no las encontramos en los primeros dos capítulos de Génesis. Allí no hallamos la idea de
adorar a Dios, de servirle o de trabajar para Él. La única idea que se ve en estos dos capítulos es que
el hombre fue creado a la imagen de Dios con el fin de que Dios sea expresado. Supongamos que yo
soy una fotografía de usted, y como tal, comienzo a adorarle, a servirle y a trabajar para usted. Usted
pensaría: “¡Qué fotografía tan absurda! Todo lo que hace es absurdo. Yo no quiero que mi fotografía
me adore, que me sirva ni que trabaje para mí. Lo único que quiero es que ella me exprese
claramente”.

Debemos ver que el propósito que aparece constantemente en las Escrituras, el propósito central de
Dios, no es que le adoremos, le sirvamos o trabajemos para Él, sino que lo expresemos. Lo que Dios
requiere de la iglesia en Taipei no es nuestro celo, adoración devota o servicio exitoso; más bien, Dios
desea que cuando las personas vengan a Taipei, vean a Dios. Cada una de las iglesias debe darse
cuenta de esto. Esto no tiene que ver con nuestro celo, diligencia ni adoración devota, sino con el
hecho de que expresemos a Dios. Cuando las personas vengan a nuestras reuniones, deben poder
declarar que Dios verdaderamente está en medio nuestro.

El cristianismo degradado se ha desviado de la elevada meta y propósito eterno de Dios, en el sentido


de que solamente se preocupan por adorar a Dios, servirle y trabajar para Él. Quizás algunos
argumenten diciendo: “¿Acaso Pablo no dijo que adoráramos a Dios? ¿No dijo él que sirviéramos a
Dios?”. En efecto, él lo dijo, pero debemos darnos cuenta de que la adoración, el servicio y el trabajo
del que habla Pablo tienen como fin expresar a Cristo. Quizás usemos los mismos términos que
utilizó Pablo, pero es posible que nuestro entendimiento de dichos términos sea diferente. La
adoración, el servicio y el trabajo para Dios que Pablo presentó, quizás no sean iguales a lo que
nosotros tengamos en mente. Si leemos las epístolas de Pablo veremos que, cuando Pablo hablaba
acerca de adorar a Dios, servirle y trabajar para Él, él se refería a expresar y vivir a Cristo ante los
hombres.

La iglesia es el nuevo hombre, el cual es una fotografía de Dios. Dios desea obtener una fotografía o
réplica de Sí mismo en este universo. Cuando Dios mismo se reimprime, esa réplica es la iglesia.
Existen muchos aspectos diferentes de la iglesia, y uno de ellos es la iglesia como réplica de Dios. La
iglesia es una fotografía corporativa de Dios; es como una fotografía que Dios ha tomado de Sí
mismo. Él no busca que esa fotografía le adore, le sirva ni trabaje para Él. Su única intención es que
dicha fotografía lo manifieste de una manera clara y definida, para que cuando las personas vean la
iglesia, lo vean a Él. Si las personas nos preguntan: “¿Dónde está Dios?”, podríamos decir: “Vengan a
verlo: Dios está en la iglesia”. Si nos preguntan: “¿Qué aspecto tiene Dios?”, podríamos responder:
“Cuando ustedes ven la iglesia, ven a Dios”. Pienso que en los primeros días, los que estaban en la
iglesia en Jerusalén decían: “¡Oh judíos! ¿Quieren conocer a Dios? Entonces vengan a ver la iglesia.
Lo que sus padres les han dado y lo que ustedes han aprendido de ellos, sólo ha sido la ley en
doctrinas. Sin embargo, hoy lo que la iglesia en Jerusalén expresa es al Señor mismo. La iglesia en
Jerusalén es una réplica de Dios”. ¿Podemos nosotros decir lo mismo hoy? Si no podemos proclamar
esto, nos hemos desviado.

Las Escrituras nos muestran que cuando Dios reprendía y juzgaba a Su pueblo, frecuentemente los
reprendía no tanto por sus pecados y cosas malignas, sino por el hecho de que, si bien eran celosos
para servirle, no le expresaban. Consideren las siete epístolas en Apocalipsis. En la primera epístola,
escrita al mensajero de la iglesia en Éfeso, el Señor dijo: “Yo conozco tus obras, y tus trabajos y
perseverancia; ... y has sufrido por amor de Mi nombre, y no has desmayado. Pero tengo contra ti
que has dejado tu primer amor ... Vendré a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te has
arrepentido” (2:2-5). ¿Qué quiso decir el Señor? El Señor parecía estar diciendo: “Ustedes no me
expresan; se preocupan por las obras, por la perseverancia y por otras cosas buenas, pero no por Mí.
Puesto que no se interesan por Mí, Yo tampoco me preocuparé por ustedes”. A menudo esta es
nuestra situación.

Frecuentemente nuestra situación es la misma. Por cincuenta años no pude cambiar mis conceptos.
Constantemente tenía el deseo de trabajar para Dios. Ya que había sido llamado por Dios, me
preocupaba por servirle, laborar para Él y adorarle. Todos tenemos el mismo concepto. Quizás nos
digamos a nosotros mismos: “Mis oraciones no han sido lo suficientemente devotas, así que hoy
intentaré ser más devoto”. Sin embargo, no importa cuán devotos seamos ni cuán devotas sean
nuestras oraciones, a Dios no le interesa nuestra devoción. ¿Qué es entonces lo que Dios desea? Él
desea que le expresemos. Si tenemos un semblante afligido, estaremos expresando a un mendigo y
no a Dios. Quizás usted se diga a sí mismo: “Todas las personas a mi alrededor son muy descuidadas.
Yo soy la única persona cuidadosa. No me atrevo a decir nada ni a hacer nada, no sea que peque
contra Dios”. A los ojos de Dios no tiene ningún valor el que otros sean descuidados, pero tampoco
tiene algún valor el que usted sea cuidadoso. Las personas no pueden ver a Dios en los que son
descuidados ni tampoco en usted que es tan cuidadoso; Dios no se expresa por medio de ninguno de
los dos, porque a ambos los cubre un velo. El velo que cubre a los demás es como un fino velo
nupcial, pero el velo que lo cubre a usted es como una gruesa piel de vaca. La devoción suya no tiene
valor, porque cuando las personas lo ven a usted, lo que contemplan es un semblante afligido. Esto
no es lo que Dios desea; Él desea ser expresado por medio de nosotros. Nuestro semblante afligido
no conducirá a las personas a la salvación. Sólo la luz de la expresión de Dios, que resplandece por
medio de nosotros, hará que las personas toquen a Dios.

EXPRESAR A DIOS AL USAR NUESTRO ESPÍRITU

Para expresar a Dios debemos ejercitar nuestro espíritu. Ya que somos seres humanos, tenemos un
espíritu. En el principio Dios creó al hombre de una manera particular. Dios primero usó el polvo de
la tierra para hacer un cuerpo como estructura, y luego sopló Su aliento en el hombre (Gn. 2:7). La
palabra hebrea que se traduce aliento aquí, también se traduce como espíritu en Proverbios 20:27.
Este versículo dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. La misma palabra hebrea se
traduce espíritu en un lugar, y aliento en otro. Esto muestra que el aliento que Dios sopló en el
hombre está relacionado con el espíritu del hombre. El hombre fue formado de una manera especial,
a saber, tiene un espíritu dentro de él.

Como ejemplo de esto consideremos un radio. Un radio se compone de una caja por fuera y de un
aparato o dispositivo por dentro capaz de captar las ondas radiales. Si se elimina este dispositivo, no
habría manera de que el radio reciba las ondas radiales que están en el aire. Dicho dispositivo
interno es algo construido de una manera especial. Del mismo modo, cada uno de nosotros tiene un
espíritu invisible e intangible, que está dentro de nuestro cuerpo visible y tangible. Tal vez ya
sepamos esto, pero quizás no lo sepamos cabalmente. Por muchos años no pude ver que el espíritu
del hombre es tan importante como los cielos y la tierra. Zacarías 12:1 dice que Jehová extendió los
cielos, fundó la tierra y formó el espíritu dentro del hombre. Los cielos, la tierra y el hombre se
mencionan juntos. Los cielos fueron creados para la tierra; la tierra, para el hombre; y el hombre,
para Dios. Puesto que Dios es Espíritu, es menester que el hombre tenga un espíritu dentro de él.
Dios, como Espíritu, es semejante a las ondas de radio en el aire: difícil de describir o notar, pero
muy real. El hombre fue creado para Dios; por tanto, el hombre debía tener un espíritu a fin de
contactar a Dios, quien es Espíritu. Esta es la razón por la cual Zacarías dice que Dios creó los cielos,
la tierra y un espíritu dentro del hombre. ¿Cuál era el propósito de esto? El propósito es que Dios
obtuviera un vaso en el universo que lo contuviera y lo expresara. El espíritu del hombre no sólo es
un órgano con el cual contactamos a Dios, sino también un vaso en el cual contenemos a Dios.
Podemos usar nuestro estómago como ejemplo. Nuestro estómago es un vaso hecho para contener
alimentos; además, puede digerir el alimento que comemos así como absorber y transportar los
nutrientes a todas las partes de nuestro cuerpo. Tal como tenemos un estómago físico, también
tenemos un estómago espiritual, a saber, nuestro espíritu humano. Nuestro espíritu no sólo puede
contactar a Dios, sino que también puede almacenar y contener a Dios. Además, este espíritu puede
asimilar y transmitir a Dios a todas las partes de nuestro ser.

NO SER RELIGIOSOS,
SINO VIVIR EN EL ESPÍRITU

Lamentablemente, muchos cristianos simplemente no entienden el tema del espíritu. Con respecto a
nuestra vida familiar, la mayor parte del tiempo no vivimos en el espíritu. Incluso en las reuniones es
posible que no sepamos cómo usar nuestro espíritu. Quizás en las reuniones sepamos cómo usar
diferentes métodos, pero tal vez no sepamos cómo usar nuestro espíritu. Muchos de nosotros tal vez
pensemos que gritar en las reuniones equivale a liberar el espíritu, pero quizás no nos demos cuenta
de que gritar puede llegar a ser una ordenanza o un método. Si gritamos y clamamos en voz alta pero
no conocemos nuestro espíritu, entonces todo lo que hagamos seguirá siendo un método.
Anteriormente teníamos reuniones en una manera vieja, que no procedía del espíritu. Es posible que
ahora tengamos una nueva manera; sin embargo, esta manera tampoco procede del espíritu. De
hecho, no es difícil tener una reunión apropiada. La dificultad yace en que no tenemos el
entendimiento correcto y en que no practicamos ejercitar nuestro espíritu. Cuando asistimos a las
reuniones, quizás tengamos una serie de rutinas: orar, cantar, leer las Escrituras, dar un mensaje,
testificar, compartir y tener comunión. Sin embargo, es posible que no preparemos nuestro espíritu
antes de venir a la reunión. De hecho, a veces hasta actuamos como si no tuviéramos un espíritu.
Sabemos cómo usar nuestros ojos para mirar las cosas alrededor de nosotros y también sabemos
cómo usar nuestra mente para pensar acerca de ciertos asuntos; no obstante, es posible que no
sepamos cómo ejercitar nuestro espíritu. Anteriormente, nos manteníamos callados en las reuniones,
y ahora gritamos en las reuniones. Sin embargo, si no ejercitamos nuestro espíritu, no hay diferencia
entre estas dos maneras. Si ustedes gritan sin usar su espíritu, entonces yo no podré decir amén a sus
gritos; y si no ejercitan su espíritu mientras se mantienen callados, tampoco podré decir amén a su
silencio. El problema es que frecuentemente en las reuniones gritamos y lloramos sin ejercitar
nuestro espíritu. Exteriormente tal vez gritemos y lloremos, pero interiormente nuestro espíritu no
es afectado. Por tanto, Dios no se expresa en nuestras reuniones.

Nuestra práctica normal debería ser la de preparar y ejercitar nuestro espíritu antes de llegar a la
reunión. Una vez que ejercitemos nuestro espíritu, nos olvidaremos de nuestros pensamientos; una
vez que ejercitemos nuestro espíritu, nos olvidaremos de nuestros sentimientos. De hecho, una vez
que ejercitemos nuestro espíritu, nos olvidaremos de todo, incluso de quiénes somos. Si nos
olvidamos de todo a ese grado, estaremos casi por completo en el espíritu. Nuestro espíritu será
despertado, y una vez que lleguemos a la reunión y nos sentemos, el espíritu de todos los demás
presentes también será despertado sin que tengamos que gritar ni llorar.

Tenemos que orar pidiendo misericordia del Señor. Casi todo lo que practicamos actualmente ha
llegado a ser un rito religioso. El cristianismo ha logrado convertir las verdades de las Escrituras en
algo religioso. Por ejemplo, la Biblia nos dice que debemos llevar la cruz. Pero, según la Biblia, llevar
la cruz es algo que sólo se puede realizar en el espíritu. Cuando realmente vivimos en el espíritu,
entonces espontáneamente llevamos la cruz. Si tratamos de llevar la cruz sin vivir en el espíritu,
estaremos practicando una forma de ascetismo, lo cual en principio es casi igual que el hinduismo.
Un marido podría decir: “Sé que mi esposa es una cruz que me ha sido dada por el Señor, así que
tengo que llevar esta cruz”. Y la esposa podría decir: “El Señor me dio este marido y no puedo
divorciarme. Esto debe ser una cruz de parte del Señor, así que la llevaré. El Señor también me dio
varios hijos, así que tengo una cruz grande y varias cruces pequeñas”. Esto no es lo que dice la Biblia
acerca de llevar la cruz. Más bien, la Biblia afirma que debemos vivir en el espíritu. Si tenemos hijos,
tenemos que vivir en el espíritu, y si no los tenemos, también tenemos que vivir en el espíritu. Si
nuestros hijos son obedientes, tenemos que vivir en el espíritu, y si no lo son, aún tenemos que vivir
en el espíritu. Mientras vivamos en el espíritu, espontáneamente llevaremos la cruz. Llevar la cruz
equivale a negar nuestro yo y a renunciar a nuestras preferencias. ¿Cómo podemos negarnos a
nuestro yo? ¿Cómo podemos permitir que el Señor decida por nosotros? La única manera de hacer
esto es vivir en el espíritu.

Si leemos nuevamente el Nuevo Testamento, nos daremos cuenta de que en esencia éste nos enseña
simplemente a vivir en el espíritu y a andar conforme al espíritu. La Biblia nunca nos exige que
llevemos la cruz a la vez que crujimos los dientes. Incluso quizás malentendamos lo mencionado en
Romanos 6:11 con respecto a considerarnos muertos al pecado. Según este versículo, es apropiado el
que nos consideremos muertos al pecado; sin embargo, en nuestra experiencia, cuanto más nos
consideramos muertos, más difícil nos es morir. Esto se debe a que estamos tratando de
experimentar Romanos 6 sin tener la realidad de Romanos 8. Romanos 8 dice que debemos andar
conforme al espíritu y vivir en el espíritu (v. 4). Si no vivimos en el espíritu, aunque tengamos la
práctica de orar más, todavía estaremos practicando cierta clase de mortificación propia o ascetismo,
lo cuál sólo podremos hacer por un determinado tiempo. El vivir cristiano es un vivir en el espíritu.
Solamente cuando vivimos en el espíritu podemos orar sin cesar. El secreto de la vida cristiana es
vivir en el espíritu.

LA REALIDAD DE LA IGLESIA ESTÁ PRESENTE


CUANDO VIVIMOS EN EL ESPÍRITU

Vivir en el espíritu no consiste en tomar parte en cierta clase de adoración religiosa, servicio religioso
ni obras religiosas, sino en permitir que Cristo nos llene y nos sature hasta impregnar todo nuestro
ser, de tal modo que Él se exprese por medio de nosotros. No se trata de que los maridos puedan
amar a sus esposas ni de que las esposas puedan amar a sus maridos; más bien, es un asunto de vivir
en el espíritu y permitir que Cristo como Espíritu vivificante impregne todo nuestro ser y exprese a
Dios por medio de nosotros. Esta es la vida vencedora, la vida familiar y la vida de iglesia del
cristiano. Esta es la realidad de la iglesia. La realidad de la iglesia es vivir en el espíritu. El espíritu al
que nos estamos refiriendo no es simplemente el Espíritu Santo, sino nuestro espíritu creado y
regenerado. Tenemos que olvidarnos de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos y de todo
lo demás. Tenemos que volvernos a nuestro espíritu y estar atentos a fin de permanecer en nuestro
espíritu. La mayoría de las personas prestan atención a su mente y a sus sentimientos, pero muy
pocas prestan atención al hecho de estar en el espíritu. Tenemos que dedicarnos absolutamente a
estar en el espíritu. Quizás no sepamos en qué consiste llevar la cruz, pero sí debemos saber qué es
seguir el espíritu. Tal vez no sepamos lo que significa orar y ayunar, o quizás no sepamos lo que
significa ser humildes y pacientes; sin embargo, debemos saber en qué consiste seguir el espíritu.
Cuando seguimos el espíritu, tenemos humildad y paciencia, y espontáneamente llevamos la cruz.
Una vez que seguimos el espíritu, todo es nuestro.

Que el Señor abra nuestros ojos para que veamos la verdad que aparece constantemente en la Biblia,
y veamos que la manera de vivir en esta verdad es vivir en el espíritu. Fue en nuestro espíritu que
fuimos regenerados y es en nuestro espíritu que el Espíritu de Dios está con nosotros. Es en nuestro
espíritu donde mora el Cristo todo-inclusivo, y es en nuestro espíritu donde disfrutamos Su gracia.
Es en nuestro espíritu donde tenemos Su presencia, y es en nuestro espíritu donde tenemos luz, vida
y verdad. Todo está en nuestro espíritu.
EL SEÑOR ES EL ESPÍRITU
QUE ESTÁ EN NUESTRO ESPÍRITU

Lectura bíblica: Is. 9:6; 2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45; Ro. 8:15; Gá. 4:6; Ro. 8:10; 2 Ti. 4:22;
Ro. 8:4; Gá. 5:16, 25

EL DIOS TRIUNO:
EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU

Muchos de los santos que están hoy en el recobro del Señor todavía no han abandonado sus
conceptos humanos, influencias culturales y pensamientos religiosos, sin mencionar las enseñanzas
tradicionales del cristianismo. Esta es la razón por la cual no ha habido mucho resultado, a pesar de
que hemos presentado muchas cosas que Dios nos ha mostrado. Los santos han oído lo que hemos
presentado y pareciera que lo han recibido, pero no ha habido mucha respuesta en la vida de iglesia
de manera práctica.

Supongamos que dijéramos a la gente que éramos personas que habíamos caído, pero que Dios,
quien amó tanto al mundo, vino a ser nuestro Salvador, y como tal, murió en la cruz y derramó Su
sangre preciosa para redimirnos de nuestros pecados. Si les habláramos de esta manera a las
personas, sería fácil que ellas entendieran, puesto que estas palabras no sólo concuerdan con las
Escrituras, sino que también corresponden con sus conceptos naturales. Esta clase de pensamiento
es muy similar a los conceptos hallados en la mente del hombre. Por consiguiente, cuando hablamos
de esta manera, es fácil que las personas entiendan, reciban y respondan a nuestro hablar.
Supongamos que también les dijéramos: “Puesto que ustedes han sido salvos, tienen que cambiar su
comportamiento. Antes que fueran salvos, la conducta de ustedes era mala y no glorificaba a Dios.
Sin embargo, ahora han sido salvos y han llegado a ser hijos de Dios; por tanto, deben comportarse
de una manera apropiada. Si no lo pueden lograr, necesitan orar. Entonces Dios les ayudará y los
capacitará para que sean buenas personas”. Esta clase de enseñanza también corresponde a la
manera de pensar del hombre natural, así que éste la recibe fácilmente y es animado por ella. Esta
clase de enseñanza también se encuentra en la Biblia.

Sin embargo, todo tiene dos lados —el externo y el interno— y lo que está en la superficie es
frecuentemente diferente de lo que está en el interior. Los conceptos descritos en el párrafo anterior
se hallan en la superficie de lo que se revela en la Biblia, es decir, no están en el “interior”. Entonces,
¿qué está en el interior? Intrínsecamente, la Biblia nos muestra que Dios es Espíritu. Él no sólo es
Espíritu en cuanto a Su esencia, sino que también es el Padre, el Hijo y el Espíritu en cuanto a Su
economía. El hecho de que Dios sea el Padre, el Hijo y el Espíritu no es simplemente con miras a que
tengamos la doctrina acerca de la Trinidad, sino para que se cumpla la economía de Dios. ¿Qué es la
economía de Dios? La economía de Dios consiste en que Dios se forje a Sí mismo en el hombre. Para
que Dios pueda impartirse a Sí mismo en el hombre, Él tiene que ser el Padre, el Hijo y el Espíritu.

EL HIJO ES EL PADRE Y TAMBIÉN ES EL ESPÍRITU

El cristianismo tradicional enseña respecto a la Trinidad diciendo que Dios es uno, pero que hay tres
Personas. Esta enseñanza no es incorrecta, pero puede ser entendida de manera errónea. En el
cristianismo degradado, muchas de las personas que enseñan esta doctrina tienen el concepto oculto
de que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres Dioses. Es un error muy grave tener esta clase de
concepto. Aparentemente estas personas creen que hay un solo Dios, pero si conversamos con ellos
extensamente, al final divulgarán lo que realmente creen: ellos creen que el Padre es un Dios, que el
Hijo es un Dios y que el Espíritu es un Dios, o sea, creen que hay tres Dioses. Por supuesto, la
mayoría no dice esto explícitamente, pero cuando hablamos con algunos creyentes, descubrimos que
interiormente no creen que el Hijo sea el Padre ni que el Hijo sea el Espíritu. Si les preguntáramos en
cuántos Dioses creen, finalmente tendrían que confesar que creen en tres Dioses.

A lo largo de los siglos, este ha sido un asunto muy controversial en la teología. Sin embargo,
debemos darnos cuenta de que Dios en Su Trinidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no se revela
para que lo estudiemos doctrinalmente, sino para impartirse en nosotros. Debemos ser muy
cuidadosos y no pensar que hay tres Dioses: que el Padre es un Dios, que el Hijo es otro Dios, y que el
Espíritu es aun otro Dios. Este es un concepto tradicional que debemos echar al océano Pacífico. Este
concepto tradicional no solamente prevalece en China, sino también en los Estados Unidos. De
hecho, la mayoría de los conceptos cristianos tradicionales vinieron a China provenientes del mundo
occidental. Hoy todavía estamos luchando esta batalla en los Estados Unidos. He desafiado al
cristianismo, tanto en privado como en público, con respecto a los conceptos cristianos tradicionales.
Por ejemplo, he desafiado a muchos de los cristianos en los Estados Unidos a que expliquen cómo
entienden Isaías 9:6. Este versículo dice: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado ... Y se
llamará su nombre Admirable Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz”. La mayoría de
los cristianos no tienen problema con los nombres “Admirable Consejero”, “Príncipe de paz” ni “Dios
fuerte”. Solamente tienen problema con el nombre “Padre eterno”. Isaías 9:6 habla de Aquel que es
tan maravilloso, que Su nombre es “Admirable”. Además, Él es tan maravilloso, que aunque es un
niño, Su nombre es “Dios fuerte”. Los cristianos fundamentalistas creen que el niño que nació en el
pesebre en Belén era el Dios fuerte. Ese niño se llamaba Jesús, y era Dios. Si alguien no cree esto, no
podemos reconocerlo como nuestro hermano; en cambio, tendríamos que considerarlo como un
anticristo. El judaísmo cree en Dios, pero no cree que ese niño era el Dios fuerte. Sin embargo,
nosotros sí lo creemos.

En Isaías 9:6 vemos dos líneas: una es la línea del niño, y la otra es la del hijo. Un niño nos es nacido,
y Su nombre es Dios fuerte; y un hijo nos es dado, y Su nombre es Padre eterno. Sin embargo, hoy en
día algunos en el cristianismo creen en la primera línea, pero no en la segunda. Si les preguntáramos
si el niño que nació en el pesebre es el Dios fuerte, responderían contundentemente que sí lo es. Pero
si les preguntáramos si el hijo dado a nosotros es el Padre eterno, no se atreverían a responder
afirmativamente. Incluso muchos pastores no se atreverían a responder afirmativamente, pues
muchos de ellos están bajo la influencia de las enseñanzas tradicionales. Por tanto, cuando visité los
Estados Unidos, pregunté firmemente: “¿Acaso debemos creer sólo la mitad de Isaías 9:6, o debemos
creer todo el versículo?”. Si creemos que el niño es el Dios fuerte, también debemos creer que el hijo
es el Padre eterno.

Si alguien nos condena de ser herejes porque decimos que el Hijo es el Padre, debemos mostrarles
Isaías 9:6 y leérselos. Cuando estuve en los Estados Unidos, les enseñé a los hermanos y hermanas
allí una estrategia muy simple para tratar con esta clase de personas. Primero debemos preguntarles
si creen que la Biblia es la verdad. Si dicen que sí, debemos preguntarles si creen que el libro de
Isaías es la verdad. Si dicen que sí a esto, entonces debemos preguntarles si creen que Isaías 9:6 es la
verdad. Si dicen que sí, debemos preguntarles si creen que el hijo es el Dios fuerte. Si dicen que sí,
debemos preguntarles también si creen que el hijo es el Padre eterno. De esta manera detendremos
todos sus argumentos. No debemos discutir con tales personas, porque cuanto más discutimos con
ellas, más se confundirán, y más discutirán con nosotros. No debemos decir nada excepto hacerles
estas preguntas. Entonces no podrán hacer otra cosa sino reconocer que el hijo es el Padre eterno.
Hay muchas cosas profundas en cuanto a Dios que van más allá de nuestro entendimiento. Sin
embargo, todo cristiano debe aceptar las claras palabras de la Biblia. Este es el primer paso.

El segundo paso es mostrarles 2 Corintios 3:17, que dice: “El Señor es el Espíritu”. Debemos
preguntarles si el Señor mencionado en este versículo se refiere al Señor Jesús. Seguramente dirán
que sí. Nadie diría que el Señor en este versículo no es el Señor Jesús. El Señor mencionado aquí
ciertamente es el Señor Jesús (cfr. 4:5). Entonces debemos preguntarles a quién se refiere el Espíritu
en este versículo. Tendrán que admitir que el Espíritu mencionado aquí es el Espíritu Santo. De esta
manera, no habrá necesidad de discutir más. También podremos mostrarles 1 Corintios 15:45, que
dice: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Esto también es irrefutable.

Los que critican ciertamente harán muchas otras preguntas. Es posible que pregunten: “Si ustedes
dicen que el Hijo es el Padre, entonces ¿cómo es que el Hijo le ora al Padre? Y ¿cómo es que el Padre
oye la oración del Hijo?”. Podemos decirles que no sabemos, y que tampoco queremos discutir. Sin
embargo, podríamos pedirles que nos expongan Juan 14, dónde el Señor le dice a Felipe: “¿Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto
al Padre ... Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí” (vs. 9-10). No debemos tratar de explicar,
porque podríamos confundirnos y así no podremos ganar la batalla. Con todo, Isaías 9:6 es muy
claro, al igual que 2 Corintios 3:17. Un versículo dice que el hijo será llamado el Padre, y el otro
versículo dice que el Señor es el Espíritu.

En uno de sus himnos, el hermano Nee dice: “Padre una vez se te llamó, Ahora el Santo Espíritu”
(Himnos, #204, estrofa 5). Esto muestra que el hermano Nee vio este asunto hace mucho tiempo.

No estoy aquí para discutir sobre doctrinas, sino para que reciban una impresión. Tenemos que ver
que nuestro Dios es uno, y que este único Dios, quien es un misterio, es el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Hay una razón por la cual Él es el Padre, existe una intención por la cual es el Hijo, y hay un
propósito por el cual Él es el Espíritu. La razón, la intención y el propósito consisten en que Él se
forje plenamente en nosotros.

EL DIOS TRIUNO, COMO ESPÍRITU,


MORA EN NUESTRO ESPÍRITU

Debemos buscar al Señor a fin de que Él nos capacite para ver claramente que hoy nuestro Dios,
nuestro Redentor, es el Espíritu. En Su esencia, Él es Espíritu; en Su economía Él es, finalmente, el
Espíritu; y en Su resurrección, Él se hizo verdaderamente el Espíritu. Él no sólo se hizo carne para
efectuar la redención por nosotros, sino que también fue hecho el Espíritu a fin de entrar en nosotros
y ser nuestra vida. Tenemos que ver que hoy nuestro Dios, nuestro Redentor, es el Espíritu
maravilloso y todo-inclusivo. Este Espíritu maravilloso no sólo está en el tercer cielo, sino que
también mora específicamente en nuestro espíritu.

Romanos 8 dice que Cristo está en nosotros, y como resultado de esto, nuestro espíritu es vida (v.
10). Hoy Cristo, en calidad de Espíritu, está en nuestro espíritu, así que nuestro espíritu, el cual le
contiene como vida, es vida. Podemos usar como ejemplo la electricidad. Cuando la electricidad
entra en el foco o la bombilla, la bombilla llega a ser luz. La revelación respecto al hecho de que
nuestro espíritu es vida, se presenta muy claramente en el Nuevo Testamento. El Señor —quien se
hizo carne, murió y derramó Su sangre para el perdón de los pecados y fue resucitado— ahora es el
Espíritu. Él no sólo está con nosotros en nuestro espíritu, sino que también está mezclado con
nuestro espíritu como un solo espíritu. Esta verdad ha sido enseñada entre nosotros por muchos
años, y este mensaje ha sido liberado muchas veces; sin embargo, no ha habido mucha respuesta de
parte nuestra ni tampoco lo hemos llevado a la práctica, debido a que seguimos limitados por
nuestros conceptos viejos, por nuestras viejas experiencias y por otras enseñanzas.

Recientemente asistí a una reunión el día del Señor en la cual se dio un mensaje sobre el tema de
“proseguir”, conforme a Filipenses 3:13-14. El tema del mensaje era el de proseguir, los santos
cantaron himnos respecto a proseguir, y muchos de ellos gritaban: “¡Proseguid!”. Sin embargo,
muchos gritaban de manera natural y sin ninguna revelación; por tanto, los hermanos y hermanas
que asistieron a esa reunión salieron de allí sin recibir ninguna ayuda. En esa reunión se habló
mucho acerca de proseguir, pero nadie explicó cómo debíamos proseguir, dónde debíamos comenzar
y hacia dónde debíamos proseguir. Se gritaba mucho, pero no había revelación. Mientras yo estaba
escuchando, consideraba: “¿Adónde van a guiar a la iglesia los que están compartiendo estas cosas?
¿Podrán guiar a la iglesia a la experiencia de proseguir?”. Es cierto que el pasaje de Filipenses 3:13-14
contiene la idea de proseguir. Sin embargo, hay que leer todo el capítulo tres de Filipenses para
poder entender lo que significa proseguir. El proseguir consiste en desechar la religión. Pablo dijo:
“Guardaos de los perros ... guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la
circuncisión, los que servimos por el Espíritu de Dios ... no teniendo confianza en la carne. Si alguno
piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día ... hebreo, hijo de
hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia
que es en la ley, llegué a ser irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado
como pérdida por amor de Cristo ... Lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”
(vs. 2-8). En vez de simplemente gritar acerca de olvidar lo que queda atrás, tenemos que darnos
cuenta de cuáles son las cosas que quedan atrás y cuáles son las cosas que tenemos que olvidar. Si
tuviéramos revelación, nos daríamos cuenta de que las cosas que quedan atrás son nuestros
conceptos religiosos, el guardar la ley y nuestro celo. Tenemos que olvidarnos de nuestro servicio
como personas responsables en un grupo pequeño, en una reunión de hogar o en un salón de
reunión. Tenemos que olvidarnos de estar tan ocupados y de laborar tanto para llevar a cabo esas
responsabilidades. ¿Desde dónde comenzamos a proseguir? Debemos comenzar olvidándonos de
nuestras responsabilidades en cuanto a las reuniones de hogar y olvidándonos de todo lo que nos
mantiene ocupados. No debemos hacer un lema de Filipenses 3:13-14, y gritar cosas como:
“Olvidemos lo que queda atrás”, “Extendámonos a lo que está delante” y “Prosigamos a la meta”.
¿Cuál es nuestra meta? Nuestra meta es Cristo, quien está en nuestro espíritu. ¿Por qué en esa
reunión de la mesa del Señor nadie declaró: “¡Prosigamos al espíritu! ¡Nuestra meta es el espíritu!”?
La meta no radica en nuestra responsabilidad ni en nuestro servicio. La meta es Cristo, quien está en
nuestro espíritu. Quizás hayamos oído este mensaje muchas veces; sin embargo, hemos fracasado al
no ponerlo en práctica. Hemos oído la verdad, pero no hemos recibido revelación.

Si verdaderamente hemos recibido revelación, seríamos capaces de dar diez mil mensajes, cada uno
con un tema diferente pero todos con el mismo principio subyacente. Sin embargo, si hablamos
acerca de proseguir pero no hemos recibido revelación al respecto, entonces la iglesia no será
edificada, ya que nuestro liderazgo en la iglesia no tendrá ninguna dirección ni meta. ¿Cuál debe ser
nuestra dirección? Nuestra dirección y nuestra meta deben ser el Cristo que vive en nuestro espíritu.
Podemos hablar este mensaje y aplicarlo a miles de asuntos, incluso podemos aplicarlo a la manera
en que nos cortamos el pelo. El hecho de tener el pelo largo o corto no tiene que ver con reglas. No es
necesario preguntarle a los ancianos ni escudriñar las Escrituras acerca de tal asunto; en lugar de
ello, simplemente debemos preguntarle a nuestro espíritu y volvernos a él. No debemos promover el
que tengamos el pelo corto ni el pelo largo. En cambio, ¡debemos volvernos a nuestro espíritu! No
importa cuál sea el mensaje que demos, este debe ser el principio subyacente.

Aquellos que no tienen esta visión andan a tientas, en oscuridad, y hablan cosas absurdas. Es posible
que hablemos acerca de la oración, respecto a cómo orar y qué orar, pero, a menos que hayamos
recibido esta visión, nuestras oraciones serán oraciones absurdas. Antes de ser salvo, Saulo de Tarso
probablemente oró más que ninguno de nosotros. Después de recibir las cartas del sumo sacerdote y
mientras iba camino a Damasco para arrestar a los santos, Saulo seguramente intensificó sus
oraciones y oró detalladamente. Sin embargo, sus oraciones sólo cooperaban con Satanás. Saulo
oraba a Dios, pero Satanás lo estaba usando. Todo aquel que no haya recibido esta visión es propenso
a caer en la trampa de Satanás, no importa lo que haga.
EL MARAVILLOSO ESPÍRITU ES LA CLAVE DE TODO

Tenemos que recibir esta visión. Tenemos que ver que el Dios Triuno, el Dios todopoderoso, quien es
Jehová —el Padre, el Hijo y el Espíritu—, ha llegado a ser nuestro todo y se ha forjado en nuestro ser.
Actualmente, Él está en nuestro espíritu. La clave de todo se encuentra en este maravilloso Espíritu,
quien está en nuestro espíritu creado y regenerado y quien ha llegado a ser un solo espíritu con
nuestro espíritu. Esta es la llave y el punto de partida. Si no nos volvemos a nuestro espíritu y oramos
a partir de nuestro espíritu, nuestras oraciones serán inapropiadas. Si no entramos en el espíritu
mezclado ni amamos a los demás con el espíritu mezclado, nuestro amor no tendrá valor alguno.
Todo lo que no procede del espíritu es de la carne y no producirá el fruto del Espíritu Santo. El
Espíritu de vida no confirmará nada que proceda de la carne.

Debemos olvidarnos de la vieja religión. Tener avivamiento matutino y orar no tienen valor alguno si
no estamos en el espíritu. Es posible que nuestras oraciones hayan estado en cooperación con
Satanás, que nuestro avivamiento matutino haya sido infiltrado por él, y que incluso nuestro servicio
como ancianos haya sido en beneficio de Satanás. Esto no quiere decir que hayamos introducido
ídolos en la iglesia o que hayamos conducido a los hermanos al pecado. Al contrario, quizás seamos
muy piadosos y diligentes en guiar a los santos a tener su avivamiento matutino, en guiarlos a que se
esfuercen en realizar tal práctica y a que perseveren en la lectura de la Palabra. Sin embargo, no nos
damos cuenta de que Satanás se ha infiltrado en todas estas cosas. Existe sólo un lugar que Satanás
no puede invadir, a saber, nuestro espíritu.

Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos conceda la visión celestial. No consideren que es
suficiente ser celosos y servir a Dios. Saulo de Tarso también era celoso y servía a Dios; sin embargo,
él estaba bajo la autoridad de Satanás. Su servicio a Dios, su celo y el que guardara la ley, todo estaba
bajo la autoridad de Satanás. ¿Podemos afirmar que nuestro celo, nuestro avivamiento matutino y
nuestro esfuerzo por hacer tantas cosas no están bajo la autoridad de Satanás? El hecho de estar bajo
la autoridad de Satanás no es determinado por las cosas que hacemos; más bien, se determina por si
estamos en el espíritu o en la carne. ¿Tenemos el avivamiento matutino en nuestro ser natural o en
nuestro espíritu? Si tenemos el avivamiento matutino en nuestro ser natural, entonces, aunque nos
levantemos a las 5:30 a.m., nuestro avivamiento matutino puede ser usado por Satanás. Sin
embargo, si tenemos nuestro avivamiento matutino en el espíritu, habrá un sabor diferente.

Tenemos que volvernos a nuestro espíritu. Ser santos, victoriosos o libres de pecado, no es lo que
importa. Lo único que importa es que vivamos en el espíritu, donde mora el Señor.

PREOCUPARNOS ÚNICAMENTE
POR VIVIR EN EL ESPÍRITU

En la historia del cristianismo han habido muchas enseñanzas doctrinales sobre asuntos tales como
llevar la cruz, dar fin a la carne, buscar la santidad, llevar una vida victoriosa y ser llenos del Espíritu
Santo. Sin embargo, si leemos el Nuevo Testamento con calma y desde un punto de vista objetivo,
descubriremos que el punto crucial y sobresaliente del Nuevo Testamento es que estemos en el
espíritu. El libro de Romanos presenta un esquema general de la vida cristiana y de la vida de iglesia.
Aunque el capítulo seis menciona la cruz, este capítulo no es el final del libro. El capítulo ocho
menciona el espíritu numerosas veces. El capítulo seis solamente menciona la cruz directamente una
vez (v. 6), pero el capítulo ocho menciona el espíritu más de veinte veces. Gálatas también menciona
la cruz; sin embargo, Gálatas también dice: “Andad por el Espíritu, y así jamás satisfaréis los deseos
de la carne” (5:16). Si intentamos dar fin a la carne y crucificarla pero descuidamos el hecho de estar
en el espíritu, entonces cuanto más intentemos crucificar la carne, más viva estará. Podemos ver
claramente en Gálatas que si andamos en el Espíritu, jamás satisfaremos los deseos de la carne. Si
andamos por el Espíritu, seremos crucificados sin intentar serlo, y seremos santos sin esforzarnos
por serlo; seremos victoriosos sin tratar de ser victoriosos, amaremos a otros sin esforzarnos por
amarlos y tendremos luz sin tratar de buscarla. Esto es posible debido a que el Espíritu todo-
inclusivo mora en nuestro espíritu y ha llegado a ser un solo espíritu con nuestro espíritu.

Actualmente todos tenemos que recibir esta visión celestial. Si vemos esto, ya no nos preocuparemos
por ser santos, por ser victoriosos, por llevar la cruz ni por tantos otros asuntos, sino que sólo nos
preocuparemos por vivir en el espíritu. Además, si vivimos por el espíritu, también debemos andar
por el espíritu. Mientras andemos en el espíritu, nada es imposible. Pero, si no andamos en el
espíritu e intentamos crucificarnos ejercitando nuestra voluntad, entonces, cuanto más intentemos
crucificarnos, más vivos estaremos. Si nos esforzamos por abandonar el mundo valiéndonos de
nuestros propios esfuerzos, cuanto más lo intentemos, más amaremos al mundo.

Debemos ir al Señor buscando Su misericordia y pidiéndole que abra nuestros ojos para que
podamos recibir la visión celestial. Tenemos que ver que el gran Dios —Jehová, quién es el Padre, el
Hijo y el Espíritu, y quién es también el Señor Jesús, el Redentor, el Creador y el Espíritu Santo— es
el Espíritu todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu y que se ha mezclado con nuestro espíritu
como un solo espíritu. Debemos vivir y andar en tal espíritu. Esto no debe ser una actuación, sino
nuestro diario vivir. Debemos llevar nuestra vida diaria en el espíritu. No tenemos que preocuparnos
por saber lo que es la humildad o el amor. Tampoco debemos preocuparnos por conocer qué es la
paciencia, la sumisión, el celo, la adoración ni la oración. Debemos preocuparnos únicamente por
vivir en el espíritu. Debemos andar en el espíritu día tras día, simplemente estando en armonía con
nuestro Señor y siendo uno con Él en el espíritu. Nuestra vida, naturaleza, vivir y andar deben ser
uno con nuestro Señor. No es necesario saber qué es la oración ni sobre qué debemos orar; no
tenemos necesidad de saber qué es predicar el evangelio o qué clase de evangelio debemos predicar;
ni siquiera requerimos saber lo que significa amar a nuestra esposa o someternos a nuestro marido;
tampoco tenemos que saber lo que significa ser humildes o pacientes. Todas estas palabras y frases
son expresiones que usan los moralistas. Lo único que debemos saber es que nuestro Dios y
Salvador, a quien amamos, es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo que mora en nuestro espíritu y
que ha llegado a ser un solo espíritu con nuestro espíritu. Estamos unidos a Él, y Él es nuestra vida,
nuestro vivir y nuestro andar. Él y nosotros somos uno.

LO TENEMOS TODO AL VIVIR EN EL ESPÍRITU

Si el Señor es misericordioso y nos abre los ojos a fin de mostrarnos este asunto, nuestra vida
cristiana dará un gran giro. Todos deberíamos leer la Biblia otra vez. Finalmente, toda la Biblia
requiere una sola cosa de nosotros, a saber, que andemos conforme al espíritu mezclado, que es el
Espíritu todo-inclusivo mezclado con nuestro espíritu regenerado. En 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el
que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Si se pone de manifiesto nuestra propia manera de
ser, esto demuestra que no estamos en el espíritu. Si criticamos y juzgamos a los demás sin cuidado
alguno, esto también pone en evidencia que no estamos en el espíritu. Si chismeamos de manera
suelta, aferrándonos siempre a nuestras opiniones, o insistimos en nuestros puntos de vista,
entonces no estamos en el espíritu. Si insistimos en tener avivamiento matutino cuando los demás no
lo tienen, no estamos en el espíritu. Entonces, ¿qué es lo que significa estar en el espíritu? Estar en el
espíritu es simplemente estar en el espíritu, y no estar en el espíritu es simplemente no estarlo.
Necesitamos ver que la realidad de todas las cosas espirituales se halla en el espíritu. La iglesia está
en el espíritu, la edificación de la iglesia está en el espíritu, y el testimonio eterno de la iglesia
también está en el espíritu. Este es el gozne, el secreto y la clave de nuestra vida cristiana y de la vida
de iglesia.

En el Nuevo Testamento casi ningún otro asunto se menciona tantas veces como el espíritu. El
Nuevo Testamento habla del Espíritu y del Espíritu de vida. También menciona nuestro espíritu
regenerado, y aún más, habla del espíritu que es la mezcla del Espíritu con nuestro espíritu. El Nuevo
Testamento se refiere en varias ocasiones a este espíritu. Casi todos los libros hablan sobre dicho
espíritu. Apocalipsis, el último libro de la Biblia, muestra especialmente que debemos estar en este
espíritu (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Hoy en la iglesia también tenemos que recalcar el espíritu. Mientras
más hablemos de otras cosas, más muertos y vacíos nos sentiremos, y más perderán el interés los
demás. La era en la cual nos encontramos hoy es la era del espíritu, una era en la que existe el fluir
del espíritu.

Que el Señor tenga misericordia de nosotros y abra nuestros ojos para que veamos el espíritu. He
visto muchas cosas diferentes en el cristianismo. Estuve con la Asamblea de los Hermanos por siete
años y medio, he estado con el movimiento pentecostal y también he participado en la línea de la
vida interior. Sé con certeza que no hay otro camino aparte de éste. Actualmente, éste es el camino
del Señor. Únicamente al estar en el espíritu podemos disfrutar las riquezas del Señor, y solamente
en el espíritu podemos ser liberados de todo lo que no es del Señor. Que el Señor tenga misericordia
de nosotros, a fin de que todos veamos tal espíritu.

CAPÍTULO TRES

EL VIVIR DE DIOS Y EL HOMBRE EN UNIDAD,


Y VIVIR EN EL ESPÍRITU

Lectura bíblica: Jn. 1:14, 18; 6:57; 14:7-9, 16a, 17, 19-20, 23; 15:5; 17:21a, 23a; 20:22;
3:6b; 4:24

Ahora consideremos el Evangelio de Juan. Aunque este libro nos es familiar, la mayoría de los
cristianos, incluyendo a muchos de nosotros, no nos percatamos de cuál es el espíritu, la realidad o la
esencia del Evangelio de Juan. Aunque hemos dado muchos mensajes basados en este libro y hemos
dedicado mucho esfuerzo para estudiarlo, la mayoría de los que estamos en las iglesias no nos hemos
dado cuenta de cuál es la esencia de este evangelio.

Lo que la mayoría de los cristianos conoce acerca del Evangelio de Juan se limita a los siguientes
asuntos: en primer lugar: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1:29); en
segundo lugar: “De tal manera amó Dios al mundo” (3:16); y en tercer lugar: “Yo soy el buen Pastor;
el buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (10:11). Algunos también han visto que hemos recibido
un mandamiento nuevo, a saber, que nos amemos unos a otros (13:34). Otros han visto que, puesto
que nos amamos unos a otros, debemos lavarnos los pies los unos a los otros (v. 14). Otros han visto
aún más, y entienden que el Señor es la vid, que nosotros somos los pámpanos, y que permanecemos
en Él y Él en nosotros (15:1, 4-5). Sin embargo, la mayoría no entiende cómo podemos permanecer
en Él ni cómo Él puede permanecer en nosotros. Tienen algún conocimiento, pero muy poca
experiencia. Además, otros han visto la oración que el Señor hizo en Juan 17 con respecto a la
unidad. Por lo general, en conjunto, éste es el grado de conocimiento que la mayoría de los cristianos
tienen acerca del Evangelio de Juan. Si éste es nuestro caso, entonces no sabemos cuál es la esencia
de este evangelio.

El Evangelio de Juan habla principalmente acerca de Dios. Juan 1:1 dice: “En el principio era el
Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. Por tanto, el Evangelio de Juan es un libro
que habla acerca de Dios, y no sobre el hombre. Su propósito al hablar acerca de Dios es mostrarnos
el deseo del corazón de Dios, el cual es forjarse a Sí mismo en el hombre. La intención de este
evangelio no es enseñarnos cómo adorar y servir a Dios, cómo laborar para Dios ni cómo mejorarnos
para que seamos personas nobles; no existe tal enseñanza en el Evangelio de Juan. De entre los
sesenta y seis libros de la Biblia, el Evangelio de Juan habla exclusivamente de una cosa: Dios desea
forjarse en el hombre a fin de ser su vida y suministro de vida. Dios también anhela ser
absolutamente uno con el hombre. Puesto que Dios desea entrar en nosotros e introducirnos en Sí
mismo, debemos permanecer en Él, y así Él también permanecerá en nosotros. Además, Él y
nosotros, nosotros y Él, viviremos juntos. Él entra en nosotros a fin de permanecer con nosotros.
Ahora, Él desea que vivamos por Él y con Él.

El evangelio más elevado no trata simplemente con el perdón de pecados y con el hecho de ser
librados del infierno a fin de que recibamos la bendición eterna; más bien, consiste en que seamos
salvos hasta el grado en que Dios y nosotros, nosotros y Dios, lleguemos a mezclarnos por completo
como una sola entidad, teniendo una sola vida y un mismo vivir. Anteriormente, nosotros éramos
pecadores caídos —malignos, degradados y desolados—, sin embargo, ahora podemos llevar una sola
vida con Dios y un solo vivir con Él. Dios puede permanecer en nosotros y vivir con nosotros.
¿Creemos esto? Si lo creemos, quizás ésta sea nuestra creencia en teoría, pero no lo que
experimentamos en nuestro diario vivir. Tal vez hayamos sido cristianos por décadas; no obstante,
quizás nunca hayamos recibido la impresión profunda de que el evangelio de Dios nos salva e
introduce en Dios para que vivamos con Él, de modo que Él y nosotros llevemos una sola vida y un
mismo vivir. Es posible que hayamos leído la Biblia diariamente y que hayamos leído el Evangelio de
Juan varias veces, pero quizás nunca hayamos tenido este concepto. ¿Qué hemos visto en el
Evangelio de Juan? Tal vez hayamos visto la dulzura del Señor Jesús expresada en Sus palabras,
hechos y conducta. No obstante, sin importar cuán dulce sea Él, Él sigue siendo Él, y nosotros
seguimos siendo nosotros. Debemos leer Juan 15:4, que dice: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros”.
Debemos leer también Juan 6:57, que dice: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa
del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Estas palabras son mucho
más profundas, y nos muestran que el Señor no solamente está cerca de nosotros sino que también
se ha mezclado con nosotros.

DIOS ENTRA EN EL HOMBRE A FIN DE LLEVAR


UNA SOLA VIDA Y UN SOLO VIVIR CON ÉL

No debemos tratar este asunto como si fuera una doctrina; más bien, debemos recibir una verdadera
impresión de ello. Queremos recibir la visión misteriosa revelada en el Evangelio de Juan. ¿Qué es
una visión y qué es una revelación? Si cubriera mi cara con un velo, ustedes no podrían ver mi rostro;
así que, no habría revelación. La revelación es semejante a quitarme el velo para mostrarles mi cara.
Sin embargo, si existiera tal revelación pero ustedes fueran ciegos o no hubiera luz, aún no podrían
ver mi cara. Sabrían que algo había sido revelado, pero no sabrían qué. Sin embargo, si hubiera luz y
ustedes también tuvieran la facultad de la vista, entonces al ser quitado el velo, inmediatamente me
verían. Mi cara sería una visión para todos ustedes. Una visión es una escena poco común, una
escena extraordinaria.

El Evangelio de Juan es un libro lleno de revelación. Sin embargo, para que recibamos revelación, es
necesario que la luz resplandezca y que tengamos la facultad espiritual de la vista. Por consiguiente,
necesitamos buscar al Señor. La revelación contenida en el Evangelio de Juan ha sido presentada; no
obstante, aún necesitamos el resplandor del Señor y que el Señor nos dé ojos espirituales a fin de que
veamos la escena en este libro y recibamos una visión.

El Evangelio de Juan habla acerca de Dios, quien es el Creador de todas las cosas. El propósito de
este libro es mostrarnos cómo este Dios se forja a Sí mismo en el hombre. ¿Cómo logra Dios esto? La
mejor manera de ingerir algo es comiéndolo. ¿Es necesario, entonces, que Dios se divida en
pequeños pedazos? Inicialmente, no había manera de que pudiéramos comer a Dios, porque en
calidad de Creador, Dios es misterioso, incomprensible, grande y glorioso. Si Él se acercara a
nosotros en calidad de Creador, nos tendríamos que postrar ante Él llenos de temor y temblor. Por
tanto, el Evangelio de Juan revela primero que el Verbo era Dios: “En el principio era el Verbo ... y el
Verbo era Dios” (1:1). ¿Para qué sirven las palabras? Para expresar y explicar. En el libro de Juan, el
Dios misterioso y oculto se expresó como el Verbo. Cristo, en calidad de Verbo, habla y expresa al
Dios misterioso y oculto. Si alguien no conoce a Dios, simplemente debe venir a Cristo, ya que Él es
la explicación de Dios. En segundo lugar, Dios se hizo carne, un hombre (v. 14). El Dios grande y
glorioso se hizo hombre a fin de que los hombres pudieran acercarse a Él sin temor. En tercer lugar,
este Dios encarnado era el Cordero. El hombre es pecaminoso pero Dios es santo, y Dios no puede
tener contacto con nada que tenga pecado. Por tanto, el Cordero de Dios llevó nuestros pecados a la
cruz y los eliminó. En la cruz, Él efectuó la redención al derramar Su sangre, y después fue sepultado.
Luego, algo maravilloso aconteció, algo que nunca había ocurrido en la historia humana. Después de
ser sepultado Él resucitó, y en Su resurrección todavía tenía un cuerpo humano, pero además, fue
hecho el Espíritu. Posteriormente vino adonde estaban los discípulos, y aunque las puertas estaban
cerradas, Él entró, sin llamar a la puerta y sin que nadie le abriera. De hecho, ni siquiera entró en el
cuarto; simplemente apareció de pie en medio de ellos (20:19). Su cuerpo misterioso sencillamente
va más allá de nuestro entendimiento. Mientras Él estaba de pie en medio de los discípulos, no les
predicó ni les dio alguna enseñanza. En vez de eso, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu
Santo” (v. 22). De esta manera, Él entró en ellos. Dios entró en los discípulos para ser uno con ellos.
Ambos —Dios y el hombre, el hombre y Dios— llegaron a ser uno, teniendo una misma vida y un solo
vivir. Por medio del Espíritu, Dios puede vivir en el hombre, y el hombre puede vivir por Dios.

El Evangelio de Juan dice claramente que Dios es Espíritu (4:24). Puesto que Dios es Espíritu, Él
puede entrar en el hombre. Mucho antes de que Dios entrara en el hombre, Él preparó un espíritu en
el hombre. El hombre tiene un espíritu dentro de él. Este libro dice que es necesario que el espíritu
dentro del hombre sea regenerado (3:6). El espíritu humano necesita ser regenerado por Dios, quien
es el Espíritu divino. De esta manera, el Espíritu divino puede ser engendrado en el espíritu del
hombre. Además, este libro dice que este Dios misterioso no sólo es nuestra vida, sino también
nuestro pan de vida (6:35). Por tanto, podemos comerle e ingerirle. Sin embargo, no le comemos de
la misma manera en que comemos pan. El Señor dijo: “El Espíritu es el que da vida; ... las palabras
que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Esto significa que debemos recibir las palabras
del Señor con nuestro espíritu. Entonces, lo obtendremos a Él, y Él será la vida dentro de nosotros.
Finalmente, Él dijo que los que le comieran vivirían por causa de Él (v. 57). No vivimos por nosotros
mismos, sino por el Espíritu que hemos recibido.

Debemos descubrir qué clase de libro es el Evangelio de Juan. Este libro nos muestra que Dios,
después de pasar por el proceso de encarnación, muerte y resurrección, llegó a ser el Espíritu
vivificante y todo-inclusivo. Ahora lo único que tenemos que hacer es ejercitar nuestro espíritu a fin
de recibirle. De esta manera, Él entra en nuestro espíritu y se mezcla con nosotros como un solo
espíritu. Él llega a ser nuestra vida y suministro de vida, y vivimos por Él. Ambos —Él y nosotros,
nosotros y Él— tenemos una sola vida, un mismo vivir y un solo andar.

VIVIR EN EL ESPÍRITU
ES LA ENSEÑANZA MÁS ELEVADA
La enseñanza más elevada que se halla en las Escrituras es la de vivir en el espíritu. En los últimos
siglos, este asunto nunca ha sido presentado de una manera tan clara como ahora. Buscar la
santidad, ir en pos de la victoria, llevar la cruz y recibir la disciplina del Espíritu Santo, todos estos
son temas que se encuentran en las Escrituras. Sin embargo, todos estos asuntos son simplemente
ramas; el tronco, el fundamento, es vivir en el espíritu. La razón por la que buscamos la santidad es
que no vivimos en el espíritu; si viviéramos en el espíritu, no sería necesario buscar la santidad. La
razón por la que procuramos ser pacientes y victoriosos es que no vivimos en el espíritu; si
viviéramos en el espíritu, no sería necesario ir en pos de la paciencia y de la victoria. La razón por la
que requerimos ser disciplinados por la cruz es que vivimos en el yo; sin embargo, si viviéramos en el
espíritu no habría necesidad de ser disciplinados por la cruz. La disciplina de la cruz tiene como fin
llevarnos a vivir en el espíritu. Si nos esforzamos para ser disciplinados por la cruz, pero procuramos
obtener esto aparte del espíritu, lo que ocurre simplemente es que estamos cambiando nuestro
entendimiento acerca de la situación. Por ejemplo, quizás un hermano nos haya agraviado, haya
mentido acerca de nosotros o nos haya ofendido. Al principio, es posible que no podamos olvidar la
ofensa, pero más tarde pensamos: “Ahora me doy cuenta de que el Señor me está tratando de esta
manera a fin de quebrantarme. Soy un viejo testarudo, y nadie me puede ayudar. Por tanto, Dios me
ha dado a tal hermano. Gracias al Señor, mi entendimiento ha cambiado. Ya no culpo a ese hermano.
Ahora entiendo que Dios está usando a ese hermano como un hacha para quebrantarme. Por tanto,
Padre, te doy gracias; ahora me gustaría besar el hacha”. Podemos tener un cambio de
entendimiento, pero aún así no vivir en el espíritu. Podemos esforzarnos por llevar la cruz tres veces
al día, pero todavía no vivimos en el espíritu ni siquiera por cinco minutos.

Dios no requiere que busquemos la santidad, la victoria, la cruz o el quebrantamiento; al contrario,


Dios desea ser nuestra vida a fin de que vivamos por Él. Espero que una gran luz resplandezca sobre
nosotros y derribe cualquier otra enseñanza. No necesitamos aprender esta o aquella lección; antes
bien, necesitamos el espíritu y tenemos que vivir en el espíritu. En cierto sentido, Dios no necesita
que una persona sea quebrantada o pulida, sino que viva por Él. Dios no necesita personas que vivan
por Él sólo por cinco minutos y luego dejen de hacerlo. Él necesita personas que, día y noche, las
veinticuatro horas del día, vivan en el espíritu, vivan por Él, y vivan con Él tomándolo como su vida.

¿Por qué entonces la Biblia contiene tantas otras enseñanzas? Las otras enseñanzas son pruebas que
determinan si vivimos en el espíritu o no. No debemos confundirnos y pensar que tales enseñanzas
están en la Biblia para que las practiquemos. Más bien, están allí para comprobar si vivimos en el
espíritu o no. El Evangelio de Juan no nos enseña que seamos humildes o pacientes, que llevemos la
cruz ni que aprendamos esta o aquella lección. El énfasis principal del Evangelio de Juan se halla en
tres versículos: “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (6:57); “Permaneced en Mí, y Yo
en vosotros” (15:4); y “El que me ama, ... vendremos a él y haremos morada con él” (14:23). ¿Cómo
podemos vivir en Él, y cómo puede Él vivir en nosotros? La única manera de cumplir esto fue que Él
llegara a ser el Espíritu. Juan 15 necesita Romanos 8 como su continuación. Sin Romanos 8, no
sabríamos claramente cómo permanecer en el Señor. Permanecer en el Señor es permanecer en el
espíritu, poner nuestra mente en el espíritu y andar siguiéndole de cerca, es decir, andar conforme al
espíritu. Cuando andamos conforme al espíritu al poner nuestra mente en el espíritu, permanecemos
en el espíritu y también permitimos que el Señor permanezca en nosotros. No debemos esperar hasta
que lleguen las pruebas para comenzar a orar, pidiéndole al Señor que nos dé resistencia y fuerzas a
fin de poder experimentar el quebrantamiento. En ese momento ya es demasiado tarde para pedir
auxilio, y la oración no nos será de ayuda. El hecho de que nos volvamos al Señor solamente cuando
enfrentemos pruebas, nos muestra que no vivimos en el espíritu. Si viviéramos en el espíritu, no
importaría si experimentamos pruebas o tentaciones, o si somos objeto del favor y compasión de
Dios, ni tampoco importaría ninguna otra cosa. Todo eso no importaría, porque simplemente
viviríamos en el espíritu. No importa hacia dónde sople el viento —ya sea que nuestra esposa se
enfade con nosotros o que un hermano discuta con nosotros— nada de ello nos afectará.
Simplemente viviremos por nuestro Señor y viviremos en el espíritu.
NECESITAMOS EJERCITARNOS
Y PONER EN PRÁCTICA VIVIR CON EL SEÑOR

Este camino es sumamente simple. El Señor se hizo carne y efectuó la redención por nuestros
pecados; luego, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de que lo recibiéramos. Cuando
usamos nuestro espíritu para recibirle, inmediatamente Él entra en nuestro espíritu y nos regenera.
Además, en nuestro espíritu Él llega a ser nuestra vida, nuestro suministro de vida e incluso nuestra
persona. Él y nosotros tenemos una sola vida, un mismo vivir, un solo mover y un solo actuar.
Simplemente vivimos por Él. Nosotros no sabemos lo que significa amar al mundo o no amarlo;
tampoco sabemos qué es aborrecer a otros o amarlos; ni siquiera sabemos qué es ser orgullosos o
humildes. Simplemente vivimos por Él. Esto es lo que Dios se ha propuesto recobrar en esta era. Por
muchos siglos esto es lo que Él ha buscado, pero no lo ha podido obtener. Si les hablamos a las
personas sobre la redención, la victoria, la santidad, la cruz y el quebrantamiento, ellas entienden.
Sin embargo, si les hablamos acerca de vivir en el espíritu, acerca de llevar una sola vida y un solo
vivir con el Señor las veinticuatro horas del día, tal pareciera que entienden pero no muestran interés
en ello. Después de entender este asunto, nadie se ejercita para ponerlo en práctica. Incluso después
de leer este mensaje, ¿cuántos de nosotros nos ejercitaremos para poner en práctica este asunto?
Mañana por la mañana, cuando se presente una situación, quizás nos olvidaremos de este mensaje y
de nuevo procuraremos resistir pacientemente, intentaremos amar a nuestra esposa o trataremos de
someternos a nuestro marido. Debido a que no tenemos la realidad de este asunto en nuestro ser, no
se produce ningún efecto en nosotros ni ninguna respuesta.

Existe un libro en la Biblia, el Evangelio de Juan, que específicamente nos muestra este asunto. Dios
se hizo carne a fin de ser el Cordero de Dios, quien efectuó la redención. Además, después de Su
muerte y resurrección, Él llegó a ser el aliento de vida y se infundió en nosotros por medio de Su
soplo. Cuando Él entra en el hombre, el Padre también entra. Cuando Él entra en el hombre, el Hijo
también entra. Él está dentro del hombre como vida, pan, agua de vida, aire espiritual y como una
persona. El hombre lleva una sola vida y un mismo vivir con Él, de tal modo que puede expresarlo en
su vivir. Esta es la historia de la relación de Dios con el hombre. Se ha hablado acerca de este asunto
cientos de veces, incluso miles de veces; sin embargo, en nuestro vivir diario, la mayoría de nosotros
no lo pone en práctica. Hemos oído muchas enseñanzas en el pasado, y hemos estado dispuestos a
ejercitarnos y ponerlas en práctica; la única excepción es la visión que se encuentra en el Evangelio
de Juan. Se ha hablado de este asunto, y lo hemos oído, pero no ha producido ningún efecto en
nosotros.

Todos los que estamos en la iglesia necesitamos recibir una visión. Tenemos que ver que no se trata
de ser santos o victoriosos, ni de esto ni lo otro. Actualmente todo recae en el hecho de que el Dios
Triuno como Espíritu todo-inclusivo está en nuestro espíritu para ser nuestra vida y nuestro todo.
Vivimos por Él, y Él y nosotros somos uno: somos uno en vida y en nuestro vivir. Él es nosotros, y
nosotros somos Él. La vid no es sólo Él, sino también nosotros, ya que nosotros somos los pámpanos
de la vid. Si pudiéramos preguntarle a un pámpano: “¿Qué haces?”, nos respondería: “No sé nada. Lo
único que sé es vivir y permanecer en la vid; produzco hojas cuando es el tiempo de hacerlo, florezco
cuando es el tiempo de hacerlo, y llevo fruto cuando es el tiempo de hacerlo. Todo depende de la ley
natural de vida. Como pámpano que soy, simplemente permanezco en la vid. Esto es así de simple”.

Sin embargo, nosotros hemos estado confundidos debido a que hemos acumulado muchas cosas
interiormente, tales como la cultura humana, los conceptos religiosos, los pensamientos éticos y las
doctrinas cristianas. Algunos proponen una cosa, mientras que otros proponen otra. Algunos desean
predicar el evangelio extensamente; otros desean tener más tiempo para orar; y aun otros desean
hablar en lenguas. Necesitamos leer nuevamente el Nuevo Testamento. Si lo leyéramos de manera
imparcial, inclinaríamos la cabeza y diríamos: “El pensamiento fundamental, el punto central y el
énfasis de la Biblia, es que Dios se hizo el Espíritu vivificante, el Espíritu todo-inclusivo”. Él lo ha
realizado todo. Ahora Él está esperando que lo recibamos en nosotros. Todos tenemos un espíritu
para recibirle, y podemos vivir por Él. Esto no es una doctrina, una exhortación ni un reglamento
religioso; más bien, es el Espíritu viviente, una Persona viviente, quien mora en nosotros, y ahora
nosotros vivimos por Él. Todo está aquí. Si tenemos esto, lo tenemos todo.

VIVIR EN EL ESPÍRITU ES EL CAMINO


MÁS SIMPLE, CONVENIENTE Y EXCELENTE

Algunos santos me han dicho: “Hermano Lee, hace más de veinte años, cuando nos entrenaba aquí
en Taipei, usted habló de algo diferente”. Les respondí: “¡Tienen razón; eso fue en 1953, y hoy
estamos en 1975!”. Reconozco que he cambiado. En 1953 había aprendido algo, pero hoy he
aprendido más. La primera vez que fui a los Estados Unidos, volé en el avión más rápido de aquel
tiempo. Volé a no más de trescientas millas por hora; me tomó veintiséis o veintisiete horas llegar a
los Estados Unidos, y pensé que eso era muy rápido. Sin embargo, hoy los jets pueden volar a más de
quinientas millas por hora, y solamente tarda unas diez horas volar desde los Estados Unidos hasta
aquí. Cuando estaba a bordo de un jumbo 747, me sentía como en casa. El vuelo fue muy cómodo,
calmado y tranquilo. ¿Preferirían ustedes tomar el 747, o un avión construido en 1946? Si prefieren
el avión anticuado, serían insensatos. Esto no significa que esa clase de avión no sirva para nada;
todavía tiene cierta utilidad, pero no es tan útil como el 747. En el pasado hablé acerca de buscar la
santidad e ir en pos de la victoria. Por ejemplo, un tiempo atrás compartí diecinueve mensajes sobre
la experiencia de vida, y cada uno de esos mensajes siguen siendo útiles hoy. Sin embargo, si hablara
otra vez sobre el tema, no necesitaría dar diecinueve mensajes; sólo tendría que hablar cuatro
palabras: “Vivir en el espíritu”. Vivir en el espíritu es suficiente. Si vivimos en el espíritu, jamás
satisfaremos los deseos de la carne. Si vivimos en el espíritu, espontáneamente desecharemos el
mundo.

El camino más simple, conveniente y excelente es vivir en el espíritu. El Evangelio de Juan no hace
énfasis en ninguna otra cosa. Dicho evangelio presenta versículos tales como: “Vivirá por causa de
Mí”, “Permaneced en Mí”, “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis”, y “En aquel día vosotros
conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (6:57; 15:4; 14:19, 20).
Luego, en Romanos 8 dice: “Andamos ... conforme al espíritu” (v. 4). Es suficiente vivir y andar
conforme al espíritu. Debemos ejercitar el espíritu. El mejor camino a seguir es vivir en el espíritu las
veinticuatro horas del día. Entonces, cuando asistamos a una reunión, podremos expresar algo en el
espíritu. Habremos ejercitado nuestro espíritu hasta el grado en que éste sea viviente y fresco, y
tendrá un rico depósito que nos permitirá ejercer nuestra función en la reunión del modo que
deseemos. Si deseamos alabar, habrá alabanza; si deseamos orar, habrá oración; si deseamos
ministrar la palabra, tendremos palabras; si deseamos testificar, habrá testimonios. No seremos
como somos hoy, a saber, la mayor parte del tiempo no vivimos en el espíritu y sólo vivimos en el
espíritu cuando empezamos a prepararnos para ir a la reunión. Por eso difícilmente podemos hablar
algo en las reuniones.

Si hemos recibido la visión, veremos que lo que el Señor quiere hacer hoy es forjarse a Sí mismo en
nosotros para que podamos vivir por Él. No se trata de vivir por Él en la mente, sino de vivir por Él
en el espíritu. Si diariamente viviéramos por Él de esta manera, nuestro espíritu fluiría y sería
viviente y eficiente; además, seríamos ricos en experiencias y podríamos expresar tales riquezas
cabalmente. De este modo, las reuniones de la iglesia serían liberadas de las ordenanzas. Esto es lo
que debemos ver hoy. Este es el camino del Señor, el camino apropiado, que debemos tomar a fin de
preparar Su novia para que Él pueda regresar.
CAPÍTULO CUATRO

PRODUCIR EL NUEVO HOMBRE


Y VIVIR EN EL ESPÍRITU

Lectura bíblica: Ef. 2:15; 3:8, 16-17a, 19b; 4:23-24; 2 Co. 3:18

MANTENERNOS ACTUALIZADOS
CON RESPECTO AL FLUIR DE LA ERA

Durante la guerra china de resistencia contra los japoneses, viajé a las provincias del noroeste de
China para visitar a las iglesias. En algunos lugares tuve que viajar en una carreta que sólo podía
recorrer cerca de cincuenta kilómetros en un día, y eso después de viajar desde el amanecer hasta el
anochecer. En la noche, cuando llegaba a un mesón, sentía que todos mis huesos se habían separado.
Lo único que podía hacer era acostarme a dormir. Era muy difícil viajar en esos días. Hoy, sin
embargo, tanto Taiwan como los Estados Unidos tienen muy buenas carreteras y excelentes sistemas
de transporte. Por tanto, viajar en estos países es muy eficiente y cómodo. Este es un ejemplo
práctico de cómo cambian las eras. He sido cristiano ya por cincuenta años. En los primeros años
parecía como si viajara en carreta; me esforcé mucho en proseguir, pero no avancé mucho, no
aprendí muchas lecciones ni crecí mucho en la vida divina. Luego, gradualmente, el Señor nos guió a
experimentar muchos cambios, y hoy podemos ver que hemos avanzado una gran distancia. Por
ejemplo, nuestros mensajes e himnos son mucho más avanzados que los que teníamos antes.
Realmente estamos en una era diferente. Lamentablemente, las iglesias en el Lejano Oriente no
están actualizadas con respecto al fluir de la era. Me preocupa profundamente que los mensajes
dados en muchas localidades carezcan de revelación, no sean lo suficientemente ricos y no estén
actualizados.

Algunos santos rehúsan seguir el fluir de la era. Ellos dicen que prefieren recibir todo directamente,
en lugar de aprender de otros. Estas palabras son engañosas. Solamente pocas personas, tal como
Pablo, recibieron todo directamente. Por tanto, lo que nosotros hayamos recibido de las Escrituras ya
no es algo que hayamos obtenido de manera directa. Francamente, no me importa si recibo algo
directamente o no. Lo único que me importa es el objeto mismo. Si el objeto es un diamante, no me
importa por cuántas manos haya pasado; en tanto que lo posea en mis manos, será de mucho valor
para mí. Sin embargo, si el objeto es estiércol, no desearía poseerlo, aun si yo fuera el primero en
haberlo recibido. Todos debemos ser humildes, en el sentido de no considerar que hemos visto algo
por cuenta propia. Aunque ciertamente hayamos visto algunas cosas, quizás lo que hemos visto no
tenga valor. Tenemos que ver la visión central, la cual consiste en que el Dios Triuno se hizo carne,
murió para efectuar la redención y, en la resurrección, se hizo el Espíritu vivificante y todo-inclusivo.
Hoy Él ha entrado en nuestro espíritu y vive en nosotros; y no sólo nos da Su vida, sino que se
imparte a Sí mismo en nosotros para ser nuestra persona. Él y nosotros estamos unidos, tenemos
una sola vida, un mismo vivir, un solo andar y un solo mover, y sencillamente vivimos por Él. Este es
el asunto más importante.

Algunos podrían decir que han aprendido una lección particular, por ejemplo, cómo ser santos. Sin
embargo, esta clase de lecciones son secundarias. No hace mucha diferencia si las aprendemos o no.
Hoy Dios tiene un propósito central, una visión central, la cual tenemos que ver. Esto es lo que
carecen los hijos de Dios actualmente. Esta es una carencia no solamente en el cristianismo, sino aun
entre nosotros. Todos tenemos que ver esto.
LA IGLESIA ES EL NUEVO HOMBRE,
EL CUAL FUE CREADO CON LA VIDA DE CRISTO

Efesios es un libro que trata específicamente de la iglesia. Muchas personas saben que Efesios 1 dice
que la iglesia es el Cuerpo de Cristo (v. 23). Sin embargo, ¿cuántos saben que la iglesia es el nuevo
hombre? Efesios 2:15 dice que Cristo, después de resolver todos los problemas en la cruz, creó en Sí
mismo —de todos los creyentes judíos y gentiles— un solo y nuevo hombre. Este nuevo hombre debe
ser una entidad corporativa, pues solamente hay un nuevo hombre y no muchos nuevos hombres.
Este nuevo hombre fue creado por Cristo en Sí mismo. ¿Qué material usó Cristo para crear al nuevo
hombre? Él se usó a Sí mismo como material. El Señor Jesús creó de todos nosotros un solo y nuevo
hombre, usándose a Sí mismo como material. La palabra griega para crear denota la creación de algo
nuevo. Anteriormente, en el universo no existía tal cosa como el nuevo hombre. Sin embargo, ahora
Cristo ha creado al nuevo hombre en Sí mismo y con Su vida de resurrección. Antes de Su muerte y
resurrección, nuestro Señor ya poseía la vida eterna de Dios, pero no tenía la vida que había pasado
por la muerte y la resurrección. El Señor Jesús creó al nuevo hombre, no con la vida eterna que no
había pasado por la muerte, sino con la vida eterna que había pasado por la muerte y la resurrección.
Existe una gran diferencia entre la vida que ha pasado por la muerte y la vida que no ha pasado por
ella. Antes de Su crucifixión, Él ya tenía la vida eterna, pero esa vida no había entrado en la muerte,
ni había pasado por ella ni tampoco había salido de ella. Pero después de Su resurrección, Él poseía
la vida eterna que ya había pasado por la muerte y que había entrado en la resurrección. Fue con tal
vida eterna que el Señor Jesús creó al nuevo hombre. Por tanto, cualquier persona que pertenece al
nuevo hombre ciertamente ha pasado por la muerte y está en resurrección.

ES NECESARIO VER Y DISFRUTAR


LAS INESCRUTABLES RIQUEZAS DE CRISTO

Después, Efesios 3 dice que Pablo fue enviado para anunciarnos las inescrutables riquezas de Cristo
(v. 8). Las inescrutables riquezas de Cristo se hallan en Su vida eterna, la cual es una vida que ha
pasado por la muerte y la resurrección. Todas Sus riquezas están en esta vida eterna. Necesitamos
que alguien nos ayude, a fin de que nuestros ojos sean abiertos para ver esto. Necesitamos que
alguien nos revele el contenido de esta vida y nos muestre la visión de las riquezas de Cristo, escena
tras escena. ¡Los elementos del nuevo hombre dentro de nosotros son muy ricos! ¡Las inescrutables
riquezas de Cristo están dentro de nosotros hoy!

¿Cómo podemos disfrutar estas riquezas? En la última parte del capítulo tres, Pablo oró por nosotros
pidiéndole al Padre que nos diera, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por Su Espíritu (v. 16). Dios posee gloria, y Su gloria es sumamente rica. Las
riquezas de Su gloria son las inescrutables riquezas de Cristo. Debemos notar que Efesios 3 menciona
las riquezas dos veces: primero habla de las inescrutables riquezas de Cristo, y luego de las riquezas
de la gloria de Dios. Las riquezas que se mencionan en estos dos pasajes son una sola. Pablo oró para
que el Padre nos diera, conforme a tales riquezas, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior
por Su Espíritu, el Espíritu todo-inclusivo. Esto significa que dentro de nosotros hay algo viviente,
vital y orgánico que continuamente nos energiza por dentro, no en nuestra mente sino en nuestro
nuevo hombre regenerado. Como resultado, Cristo puede hacer Su hogar en nuestros corazones (v.
17a).

CRISTO HACE SU HOGAR EN NUESTROS CORAZONES

El hecho de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones no es algo insignificante. No se trata
simplemente de una parábola o de una historia, sino de una realidad. Cristo hace Su hogar en
nuestro corazón, no sólo en nuestro espíritu sino también en nuestro corazón, el cual rodea nuestro
espíritu. Al leer las Escrituras podemos ver que nuestro espíritu está rodeado por nuestro corazón.
En 1 Pedro 3 dice que hay un hombre interior escondido en el corazón (v. 4). Ese hombre interior es
nuestro espíritu. Nuestro espíritu se halla en la parte interior de nuestro corazón, y nuestro corazón
rodea nuestro espíritu. Si nuestro espíritu es fortalecido, entonces Cristo puede hacer Su hogar no
sólo en nuestro espíritu, sino también en nuestro corazón. Es decir, cada parte de nuestro ser puede
ser ocupada por Cristo. Esta no es una enseñanza ética ni una enseñanza religiosa ni filosófica; más
bien, es una visión celestial.

Temo que aunque muchos hermanos y hermanas hayan leído Efesios una y otra vez, todavía no
hayan visto tal visión. Quizás no hayan visto que Cristo está esperando en nuestro espíritu para
tomar cualquier oportunidad y saturar cada parte de nuestro ser consigo mismo, a fin de hacer Su
hogar en nuestro corazón. Efesios 3:19b dice: “Para que seáis llenos hasta la medida de toda la
plenitud de Dios”. ¿Qué clase de filosofía o doctrina es ésta? ¡Esto es más elevado que cualquier
filosofía o doctrina! Los confucionistas chinos dicen que el principio más elevado del aprendizaje es
desarrollar la virtud brillante. Lo más que puede hacer este principio es ayudarnos a desarrollar la
virtud brillante, la cual es nuestra capacidad y conocimiento innatos. Hoy no sólo tenemos la virtud
brillante, la cual es nuestra capacidad y conocimiento innatos, sino que en nuestro espíritu tenemos
al Cristo todo-inclusivo, al Espíritu todo-inclusivo y al Dios Triuno como las inescrutables riquezas
en nosotros. Wang Yang-ming, un filósofo chino, dijo que si una persona sólo se mejora
exteriormente pero no desarrolla su capacidad y conocimiento innatos, esa persona es como un árbol
sin raíces y una corriente sin fuente. Si los filósofos prestan tanta atención al tema de la fuente
interior, ¡cuánto más nosotros! Ellos sólo prestan atención a la capacidad y al conocimiento innatos,
a saber, la virtud brillante dentro del hombre; sin embargo, nosotros debemos centrarnos en el gran
Dios Triuno, en el Cristo todo-inclusivo y en el Espíritu todo-inclusivo, que mora en nuestro espíritu
y se ha mezclado con nosotros como un solo espíritu.

Si usted realmente ve esta visión, estará fuera de sí por tres días, debido a que éste es un asunto muy
importante. El Dios Triuno está dentro de nosotros. El Espíritu todo-inclusivo está dentro de
nosotros y ha llegado a ser un solo espíritu con nosotros. Él ha llegado a ser yo, a fin de que yo llegue
a ser Él. ¡Él y yo, yo y Él, tenemos una sola vida, un mismo vivir, un solo andar y un solo mover! Todo
aquel que vea esto dará saltos. Con el tiempo, seremos llenos hasta la medida de toda la plenitud de
Dios. No seremos llenos sólo con un poco de amor o con un poco de humildad; más bien, seremos
llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Este es el vivir del nuevo hombre, y ésta es la vida
de iglesia.

OCUPARSE SOLAMENTE DE LIBERAR EL ESPÍRITU


Y NO TENER REGLAS EN LAS REUNIONES

Si todos lleváramos un vivir conforme a esta visión, no habría reglas en nuestras reuniones. Es
posible que en una reunión nadie pida un himno, sino que todos oren. Además, no tenemos que orar
según un modelo establecido. Es apropiado orar solamente dos o tres frases. Los patrones o modelos
establecidos se originan en la mente. Simplemente debemos orar lo que sintamos. Estamos muy
acostumbrados a ser religiosos, y no nos damos cuenta de que un patrón establecido es como una
cuerda con la que nos ahorcamos. ¿Por qué hemos de necesitar un modelo establecido? Porque
nuestro espíritu no está avivado. Nosotros mismos matamos las reuniones y, sin embargo, no
sabemos por qué las reuniones están muertas. No quiero decir que sea incorrecto orar después de
cantar un himno; no obstante, no es apropiado hacerlo si esto llega a ser un patrón establecido.

El Señor que mora en nosotros es viviente. Cada uno de nosotros tiene por dentro al Señor viviente.
Si esto es así, ¿por qué cuando venimos a las reuniones no permitimos que actúe este Señor viviente?
Si esperamos que cierto hermano pida un himno y que otro hermano dirija la oración, nos estaremos
reuniendo según un patrón establecido y no según el espíritu. Frecuentemente criticamos a las
denominaciones, pero hoy lo que practicamos ha llegado a ser igual que las denominaciones. Los
hermanos y hermanas en nuestras reuniones son como miembros inactivos sentados en un banco.
Cuando venimos a las reuniones, debemos liberar nuestro espíritu y adorar a Dios. Si todos
viviéramos en el espíritu, entonces al venir a las reuniones, por una parte estaríamos callados en la
presencia de Señor y, por otra, liberaríamos nuestro espíritu. Entonces, en nuestras reuniones no
habría ninguna regla establecida. En lugar de ello, las riquezas fluirían espontáneamente de cada uno
de nosotros. La totalidad de este fluir sería nuestra adoración. Esta clase de reunión estaría llena de
la expresión de Dios, llena de la presencia de Cristo y llena del mover del Espíritu Santo. Además,
todos los santos serían alimentados. Esta es la reunión de la iglesia. Si nuestras reuniones fueran así,
entonces al visitarnos las personas proclamarían que Dios está entre nosotros (1 Co. 14:25).

MIRAR AL SEÑOR A CARA DESCUBIERTA

Por lo general, tenemos la tendencia de aferrarnos a nuestras viejas reglas, las cuales siempre nos
matan. En 2 Corintios 3:18 dice que la condición normal del creyente es que éste tenga la cara
descubierta. Sin embargo, muchas personas actualmente tienen velos. ¿Qué es un velo? Un velo es
algo que nos impide ver. Nuestros viejos hábitos, antiguas reglas, viejos conceptos y experiencias
pasadas, todos son velos. Necesitamos tener la cara descubierta. Todos los velos que nos cubren,
desde nuestro espíritu interiormente hasta nuestro ser exterior, deben ser quitados. En 2 Corintios 3,
el velo se refiere a la ley, al conocimiento y a las enseñanzas del Antiguo Testamento. Lo mismo
ocurre hoy. Nuestros velos son nuestro conocimiento bíblico, nuestras doctrinas bíblicas y nuestras
viejas experiencias. Todos necesitamos recibir misericordia a fin de que Dios pueda quitarnos los
velos de nuestra cara, capa tras capa, de modo que tengamos una cara descubierta. Nuestra cara
debe ser como un espejo descubierto. Si usted fuera un espejo, cuando me mirara, reflejaría mi
imagen. Sin embargo, si usted fuera un espejo cubierto con un velo, entonces perdería su función.
Frecuentemente declaramos que debemos levantar nuestra cabeza y mirar al Señor. Pero si nuestra
cara tiene sobre ella capas y capas de velos, no podremos ver al Señor. Necesitamos mirar a cara
descubierta. Todo nuestro ser, desde nuestro espíritu hasta nuestro ser exterior, debe estar libre de
velos, de modo que sea como un espejo descubierto, mirando y reflejando a nuestro Señor. Así, Su
imagen será impresa en nosotros como un espejo, y reflejaremos esta imagen y seremos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu.

Es bueno que las iglesias en Taiwan sean todas muy estables. Sin embargo, aunque es necesario que
nuestros pies sean estables, nuestro espíritu debe ser flexible. Debemos cambiar nuestra oración,
nuestra manera de vivir y nuestra manera de reunirnos para tener comunión. Todos debemos
cambiar. ¡Si no cambiamos, no habrá manera de ir adelante! Si permanecemos en nuestra vejez, no
habrá diferencia entre nuestras prácticas y los ritos de las denominaciones. Conoceremos todo lo
demás menos el espíritu, y tendremos todo lo demás excepto el espíritu. ¡Oh Señor, quita nuestros
velos!

CAPÍTULO CINCO

GUARDARNOS DE LOS ÍDOLOS


Y VIVIR EN EL ESPÍRITU

Lectura bíblica: 1 Jn. 2:24, 27-28; 4:13; 5:4, 18-21; He. 4:12; 6:18-20

PERMANECER EN EL SEÑOR HASTA QUE ÉL REGRESE


El Dios Triuno llegó a ser el Espíritu vivificante a fin de morar en nuestro espíritu y llegar a ser uno
con nosotros (1 Co. 15:45; 6:17). Ahora, Él quiere que vivamos por Él, y que llevemos una sola vida y
un mismo vivir con Él. Creo que ya hemos visto y oído esto. Lo que necesitamos es buscar al Señor
para que nos siga concediendo misericordia y gracia a fin de que vivamos según lo que hemos visto.
No es necesario que veamos esto otra vez ni que busquemos otro método. Simplemente debemos
vivir conforme a la visión que hemos visto.

En 1 Juan 2:24 dice: “En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros
permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. Debemos valorar las palabras permanezca y permanece. Si
permitimos que permanezca en nosotros lo que hemos oído desde el principio, nosotros también
permaneceremos en el Hijo y en el Padre. Estas palabras no son terrenales sino celestiales. Uno no
escucha que estas palabras sean habladas entre los hombres sobre la tierra; más bien, estas palabras
proceden de los cielos. Es algo maravilloso que podamos permanecer en el Hijo y en el Padre. El
apóstol Juan dijo: “Hijitos, permaneced en El” (v. 28). Esto no significa que debemos permanecer en
Él sólo por uno o tres días, sino hasta que Él regrese.

Permanecer en el Señor no significa solamente estar en Él, sino vivir y movernos en Él. Ya que hemos
oído este misterio eterno, de ahora en adelante debemos simplemente permanecer en el Señor,
viviendo y andando en Él. No pregunten cómo permanecer en el Señor; simplemente permanezcan
en Él. Si ya han sido salvos, entonces tienen al Señor dentro de ustedes, y ciertamente sabrán cómo
permanecer en Él. Por tanto, no necesitan estudiar este asunto. Simplemente deben permanecer en
el Señor. Es necesario que permanezcamos en Él hasta que Él regrese.

UN HECHO MISTERIOSO: EL SEÑOR ESTÁ EN NOSOTROS

En la economía de Dios existe un hecho grandioso, un hecho del que muchas veces no estamos
conscientes y al cual no le prestamos mucha atención. Este hecho consiste en que, cuando nos
arrepentimos y creímos en el Señor, Él como Espíritu viviente entró en nosotros de manera
imperceptible. Si no creen esto, pueden hacer un experimento. Procuren decir: “No siento que el
Señor more en mí. No deseo que esté en mí, y ya no creo en Él”. Si tratan de hacer tal experimento,
descubrirán que el Señor sí está en ustedes, pues cuanto más digan: “Ya no creo”, más el Señor dirá:
“No puedes hacer eso. Yo permaneceré aquí”. Quizás usted dirá: “Ya no quiero a Jesús”, pero Él dirá:
“Yo sí te quiero”. Si tratan de hacer esto, se darán cuenta de que hay tal Persona en ustedes. Los
incrédulos no tienen a tal Persona en ellos. ¿Cómo podemos distinguir entre los creyentes de Cristo y
los que no lo son? No podemos juzgar simplemente por las apariencias. Los creyentes tienen a una
Persona misteriosa que mora en ellos. Esto verdaderamente es un asunto muy misterioso.

Hay millones de personas en todo el mundo que han creído en Jesús, pero ninguna de ellas ha visto
al Señor Jesús con sus propios ojos. En cierto sentido, le hemos visto en espíritu. Sin embargo,
externamente ninguno de nosotros lo ha visto. No obstante, dentro de nosotros hay algo que hace
imposible alejarnos de Él. Incluso si cayéramos y nos degradáramos hasta el punto en que nuestra
conducta sería inapropiada ante los demás, esta Persona misteriosa aún estaría en nosotros. Cuanto
más digamos: “Yo no creo en Él, no lo quiero, no me interesa ni me importa”, más firmemente Él nos
sostendrá interiormente. Esto comprueba que algo misterioso ha sucedido en nosotros: esta Persona
maravillosa, el Señor Espíritu todo-inclusivo, ha entrado en nosotros.

EL SEÑOR DESEA QUE VIVAMOS POR ÉL

Lo que el Señor desea no es que le sirvamos celosamente ni que hagamos esto o aquello para Él; más
bien, Él desea que seamos uno con Él y que vivamos por Él. Él es nuestra vida y nuestra persona.
Finalmente, Él desea llegar a ser nosotros, y desea que nosotros lleguemos a ser Él. Este es un asunto
muy simple, pero a menudo no estamos dispuestos a cooperar.

Ser salvos es muy simple. No se requiere que hagamos muchas cosas. Lo único que se requiere de
nosotros para ser salvos es creer. Una vez creemos, somos salvos. El pecado único de los gentiles
incrédulos ante el Señor, es su incredulidad. Los pecadores irán al infierno no porque hayan robado,
sino porque no creyeron en el Señor. Los pecadores perecerán principalmente por un solo pecado: la
incredulidad. Nosotros los creyentes también tenemos un pecado: no vivir por el Señor. En el caso de
los incrédulos, su pecado principal es la incredulidad. Pero en cuanto a nosotros los creyentes,
nuestro principal pecado es que no vivimos por el Señor. Dicho de una manera simple, no vivimos en
el espíritu.

Quizás oremos, leamos la Palabra, asistamos a las reuniones, laboremos para el Señor, le sirvamos y
le adoremos; sin embargo, la mayor parte del tiempo no permanecemos en el espíritu ni vivimos por
el Señor Jesús. Debemos abandonar nuestras opiniones religiosas. No debemos considerar que sea
suficiente orar, leer la Palabra, asistir a las reuniones, servir y adorar. No debemos pensar así; esa es
nuestra opinión religiosa. Es muy posible que aun mientras oremos, leamos la Palabra, nos
reunamos y adoremos, al mismo tiempo estemos fuera del espíritu y aparte del Señor. Es posible
hacer todas estas cosas y aún así no estar en el espíritu. Entonces nuestra adoración llegará a ser algo
religioso, algo hecho para Dios pero sin que Dios sea el contenido, y nuestro servicio se volverá
religioso, un servicio para el Señor pero que carece de Él mismo. Es posible tener una religión, y a la
vez, no tener al Señor ni tampoco estar en el espíritu.

TODO LO QUE ES NACIDO DE DIOS


SE GUARDA A SÍ MISMO DEL PECADO

La primera Epístola de Juan podría parecernos un libro superficial, un libro que no es muy
profundo; no obstante, dicha epístola es uno de los libros más misteriosos de la Biblia. La primera
Epístola de Juan dice que podemos permanecer en el Señor, lo cual es algo realmente misterioso;
también dice que hay algo dentro de nosotros que “ha nacido de Dios” (5:4a). El Evangelio de Juan
nos muestra lo que esto significa. Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es
nacido del Espíritu, espíritu es”. ¿Qué es lo que ha nacido de Dios? Es el espíritu regenerado dentro
de nosotros. Nuestro espíritu es lo que ha nacido de Dios. Hay una sola cosa en todo el universo que
ha nacido de Dios, y está en usted, en mí y en todo aquel que cree en el Señor. La palabra
traducida todo en 1 Juan 5:4 fue escogida muy cuidadosamente; es muy importante traducir
correctamente esta palabra griega. Sin este versículo, simplemente no podríamos entender la
primera Epístola de Juan. Leí 1 Juan 3:9 durante décadas sin saber por qué dice que “todo aquel que
es nacido de Dios, no practica el pecado”. No entendía esto, porque aunque hemos nacido de Dios,
conforme a nuestra experiencia aún cometemos pecados.

En el cristianismo moderno hay una escuela de pensamiento que enseña la erradicación del pecado.
Los que enseñan esto dicen que cuando una persona cree en el Señor, el pecado es erradicado en ella.
Ellos basan su enseñanza en 1 Juan 3:9, que dice: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el
pecado ... y no puede pecar”. Por tanto, ellos afirman que una vez nacemos de Dios, el pecado es
erradicado en nosotros, de modo que ya no podemos pecar. Hace cuarenta años, en Shangai, había
un hombre de mayor edad que se aferraba a esta escuela de pensamiento. Él hablaba sobre la
regeneración de una manera muy firme, diciéndole a las personas que tenían que nacer de nuevo;
pero también le decía a la gente que cuando fueran regenerados, el pecado sería erradicado en ellos y
ya no pecarían. Un día, él llevó a cuatro jóvenes a un parque. Todos necesitaban pagar la entrada al
parque, pero él compró solamente dos entradas. Dos de los jóvenes entraron al parque usando los
dos boletos. Después, uno de ellos salió con los boletos y entró de nuevo al parque con otro joven.
Repitieron esto hasta que los cinco hubieron entrado, usando una y otra vez los dos boletos. Uno de
los jóvenes me contó este incidente. Cuando él vio lo que ocurrió, se quedó perplejo, preguntándose
si era correcto comprar solamente dos entradas e introducir a cinco personas en el parque. Se
preguntó a sí mismo: “¿Qué es esto?”. Cuando regresaron, le preguntó al hombre mayor de edad:
“¿Acaso el pecado no ha sido erradicado de nosotros? Entonces, ¿cómo es que usamos solamente dos
entradas para introducir a cinco personas en el parque?”. El hombre respondió: “Eso no es pecado,
sino que simplemente es una debilidad”.

Sea pecado o sea debilidad, ni lo uno ni lo otro es bueno. Una vez que una persona haya sido salva
mediante la regeneración, aún puede pecar, según lo confirma nuestra experiencia. De hecho, en 1
Juan dice que hoy en día todavía están en nosotros los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la
vanagloria de la vida (2:16). ¿Por qué entonces dice en el capítulo tres: “Todo aquel que es nacido de
Dios, no practica el pecado” (v. 9)? Por muchos años no entendíamos este asunto con claridad.

Un día, mientras leía 1 Juan y estudiaba el texto griego, vi el versículo 4 del capítulo cinco, que dice:
“Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. Entonces vino la luz, y de repente pude entender lo
que antes no me era claro. La palabra todo se refiere a toda persona que ha nacido de Dios. Tal
expresión, sin embargo, se refiere especialmente a la parte interior de una persona que ha sido
regenerada con la vida divina, es decir, se refiere al espíritu de una persona regenerada. El espíritu
regenerado de un creyente no practica el pecado (3:9), y ha vencido al mundo. Lo único en el
universo que ha nacido de Dios es nuestro espíritu. Nuestra carne y nuestra alma, incluyendo
nuestra mente, parte emotiva y voluntad, no nacieron de Dios. “Lo que es nacido de la carne, carne
es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Jn. 3:6). Nadie puede negar que el espíritu que hay en
nosotros, ha nacido de Dios. Finalmente, al corroborar esto con nuestra experiencia, tenemos que
decir amén a dichas palabras. Nuestra carne todavía puede pecar, así como también nuestra mente,
pero nuestro espíritu regenerado no puede practicar el pecado. De hecho, mientras nuestra carne
está pecando, nuestro espíritu regenerado nos advierte continuamente, diciendo: “¡No peques! ¡No
peques!”. El espíritu siempre nos amonesta. Si obedecemos nuestros deseos carnales y vamos a ver
una película, el espíritu dentro de nosotros nos dice: “¡Vete a casa! ¡No veas más!”. Después de ser
salvos, descubrimos que ahora hay algo en nosotros que nos molesta y que no nos deja tranquilos; se
trata del espíritu regenerado en nosotros. Nuestro espíritu regenerado constantemente nos
redarguye. Sólo existe un lugar en este universo que aún está limpio, que ha sido reservado por Dios
y que no tiene las huellas de Satanás; ese lugar es nuestro espíritu regenerado.

No importa cuánto gusten las hermanas del mundo y de la moda, y no importa cuánto les guste
embellecerse, su espíritu frecuentemente les hablará desde su interior, diciendo: “¡Olvídate de todas
estas cosas! ¡No hagas estas cosas que no tienen sentido! ¿Por qué le dedicas tanto tiempo a estas
cosas?”. Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Quizás una hermana fuerte caiga en gran
tentación, y como resultado, simplemente no le haga caso al sentir en su espíritu. Es posible que
diga: “No me importa. De todos modos, un día iré al cielo. No pienso que vaya al infierno sólo por
tratar de embellecerme. Soy una joven. No debo parecerme a una mujer vieja”. Sin embargo, su
espíritu le seguirá diciendo: “Es inútil discutir. ¡Ya no hagas eso! Vas a entristecer al Señor”. Ella
sentirá que algo dentro de ella no la deja en paz.

En un sentido, no me preocupa si hemos vencido o si hemos fracasado. Espero que nos demos cuenta
de que hay algo en nosotros que ha nacido de Dios: nuestro espíritu. Quizás estemos en el peor lugar
del mundo, pero nuestro espíritu aún nos dirá: “¡Sal de aquí! ¡Deja de hacer tonterías! ¡Lo que haces
no tiene sentido!”. Quizás digamos que es el Señor Jesús el que nos habla; sin embargo, ¿dónde está
Él cuando nos habla? Él no nos habla desde nuestra mente ni desde nuestra parte emotiva, sino
desde nuestro espíritu regenerado. Todo lo que es nacido de Dios vence al mundo.

Además, en 1 Juan 5:18 dice: “El que es nacido de Dios se guarda a sí mismo”. Somos creyentes
regenerados, y como tales, hemos nacido de Dios específicamente en nuestro espíritu. Así que,
nuestro espíritu regenerado, es decir, lo que ha nacido de Dios, nos guarda de pecar. Podemos
testificar que este espíritu que ha nacido de Dios, nos ha guardado. Muchos cristianos han tenido
esta experiencia. Quizás mientras iba camino al cine, algo dentro de usted le dijo: “¡Vete a casa!
¿Para qué vienes aquí?”. Después de entrar al cine, algo por dentro le dijo otra vez: “¡Vete a casa!”.
Finalmente, usted tuvo que decir: “¡Mejor me olvido de esto!”. Así que, se fue a casa. ¿Quién le
guardó? ¿Quién le envió de regreso a casa? Fue el espíritu regenerado dentro de usted quien le
guardó. Todos somos viles pecadores y somos capaces de cometer pecados graves; sin embargo,
hemos sido guardados por todos estos años. La razón es que nuestro espíritu regenerado nos ha
guardado. Dentro de nosotros tenemos algo que ha sido regenerado, algo que ha nacido de Dios; ese
algo es nuestro espíritu.

¿Qué hay en nuestro espíritu? Dios mismo está en él. En 1 Juan 3:9 dice que en nuestro espíritu está
la simiente de Dios, es decir, Dios mismo y Cristo mismo. Este es un asunto muy misterioso. En
nuestro espíritu regenerado está Dios mismo y Cristo mismo como nuestra simiente. Todo lo que
tenemos que hacer es permanecer en nuestro espíritu regenerado, y vivir y andar en nuestro espíritu.
En 1 Juan se nos dice que tenemos algo que ha sido regenerado; tenemos la simiente de Dios en
nuestro espíritu regenerado. Así que, debemos permanecer en nuestro espíritu regenerado. Si lo
hacemos, entonces somos de Dios.

EL MUNDO ENTERO, EXCEPTO NUESTRO ESPÍRITU,


ESTÁ EN EL MALIGNO

En 1 Juan también se afirma que el mundo entero está en el maligno (5:19). El mundo incluye los
acontecimientos, las cosas y la gente del mundo. A los ojos de Dios el mundo entero, es decir, todos
los seres humanos, todas las sociedades humanas y todas las cosas, está en las manos de Satanás; la
única excepción es nuestro espíritu regenerado. No debemos pensar que los incrédulos están bajo la
autoridad de Satanás y que nosotros no. No podemos generalizar. Es posible que nuestra mente aún
esté bajo la autoridad de Satanás y que sólo nuestro espíritu regenerado no lo esté. De hecho, es muy
posible que incluso nuestra lectura de la Palabra y nuestra oración estén bajo la autoridad de
Satanás, puesto que proceden de nuestra mente, parte emotiva y preferencias, y no de nuestro
espíritu regenerado. Espero que estemos bajo una luz más fina y profunda. Sólo existe una cosa en el
universo entero y en toda la tierra que no tiene las huellas de Satanás: nuestro espíritu regenerado.
Aparte de nuestro espíritu regenerado, todas las demás partes de nuestro ser están en las manos de
Satanás.

Consideremos otra vez los ejemplos anteriores. Por ejemplo, consideremos el día en que el Señor
Jesús fue a la pequeña casa en Betania y se sentó a tener comunión con Sus discípulos. En aquel
mismo instante, el sumo sacerdote en Jerusalén ofrecía sacrificios y quemaba incienso. ¿Dónde
estaba Dios en aquel momento? Él estaba en la casa en Betania, y no en el templo en Jerusalén.
Entonces, ¿qué podemos decir sobre la adoración en el templo? ¿Era simplemente algo religioso? De
hecho, el servicio del sumo sacerdote, el quemar incienso y la adoración en el templo, todo estaba en
las manos del maligno. Por tanto, aunque los judíos adoraban a Dios y aprendían las Escrituras en
sus sinagogas, en Apocalipsis capítulos dos y tres el Señor Jesús llamó a los judíos una “sinagoga de
Satanás” (2:9; 3:9). Las sinagogas judías se convirtieron en sinagogas de Satanás. La sinagoga no
sólo se convirtió en algo religioso, sino que incluso se convirtió en la sinagoga de Satanás, porque a
pesar de que allí los judíos adoraban a Dios, estudiaban las Escrituras y servían a Dios, el hecho era
que Dios mismo no estaba presente. Dios estaba en otro lugar: en Betania. ¿Dónde está la Betania
actual? La Betania actual está dentro de nuestro espíritu. Si consideramos este asunto desde tal
perspectiva y ángulo, nos daríamos cuenta de que cualquier adoración o servicio que se realice sin el
Señor Espíritu, es del diablo. ¡Este es un asunto muy serio!

Debemos preguntarnos si el Señor está presente en nuestra oración, en nuestra lectura de la Biblia y
en nuestra reunión para partir el pan. Si no estamos en el espíritu y nadie más está en el espíritu,
entonces el Señor no está presente, y todas estas prácticas siguen en las manos de Satanás. No sólo
los bailes, las discotecas y el juego de mah-jong están en las manos de Satanás, sino que incluso
nuestra lectura de la Palabra, nuestra oración y nuestra práctica de ir a las reuniones pueden estar en
las manos de Satanás, a menos que éstas se hagan en el espíritu. Esto se debe a que la única cosa en
el universo que no tiene a Satanás, es nuestro espíritu regenerado. A menos que estemos en nuestro
espíritu, cualquier cosa que hagamos estará en las manos de Satanás.

¿Dónde está Dios hoy? Él está justamente en nuestro espíritu. Tenemos que ver que nuestro espíritu
es el Lugar Santísimo de Dios. Las tres partes de nuestro ser —nuestro espíritu, nuestra alma y
nuestro cuerpo— corresponden a las tres partes del tabernáculo. Nuestro espíritu es el Lugar
Santísimo, y la morada de Dios en los cielos también es el Lugar Santísimo. Según Hebreos, estas dos
esferas están conectadas. La morada de Dios, el lugar donde Dios mora, es el Lugar Santísimo. Hoy
nuestro espíritu también es el Lugar Santísimo. Nuestro espíritu, en calidad de Lugar Santísimo, está
conectado y unido con el Lugar Santísimo que está en los cielos. Si esto no fuera así, no podríamos
entrar en el Lugar Santísimo ni tocar el trono de la gracia para hallar el oportuno socorro, como se
menciona en Hebreos 4:16. Si el Lugar Santísimo de Dios sólo estuviera en los cielos y no en nuestro
espíritu, no tendríamos ninguna manera de mirar al Señor cada día. Sin embargo, nuestro espíritu
hoy es el Lugar Santísimo.

Además, la totalidad de los espíritus de los creyentes es la iglesia. La iglesia no se encuentra en un


edificio físico; la iglesia está en nuestro espíritu. La iglesia es el Lugar Santísimo de Dios, pues la
iglesia es el agregado o totalidad de los espíritus regenerados de todos los santos.

Por tanto, cuando oramos, leemos la Palabra, adoramos y servimos, debemos estar en nuestro
espíritu y en la iglesia, puesto que la iglesia es la totalidad de nuestros espíritus. A veces no estamos
en el espíritu, pero aún así nos reunimos para adorar. En esos momentos, debemos darnos cuenta de
que nuestra adoración no es la adoración que se realiza en la iglesia. Si estamos en tal situación, ya
no estamos en el Lugar Santísimo, sino afuera. Sólo nuestro espíritu regenerado, que es el Lugar
Santísimo, no está bajo la autoridad de Satanás. Aparte de nuestro espíritu regenerado, todo lo
demás en el universo y sobre esta tierra ha sido contaminado por Satanás.

ESTE ES EL VERDADERO DIOS Y LA VIDA ETERNA

Si leemos de nuevo la última sección del capítulo cinco de 1 Juan, entenderíamos su verdadero
significado. El versículo 18 dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el
pecado, pues el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”. La
expresión todo aquel que ha nacido de Dios no se refiere al ser completo de un creyente regenerado,
sino a su espíritu regenerado. En el universo entero Dios ha trazado una línea alrededor de nuestro
espíritu. Estoy convencido de que Dios ha hecho tal cosa. Dios le ha fijado un límite a Satanás,
diciendo: “¡Satanás, ésta es una zona prohibida para ti! ¡No traspases este límite!”.

Podemos ver este principio en el libro de Job. Dios permitió que Satanás hiciera esto y lo otro; sin
embargo, también trazó un límite y le prohibió a Satanás ir más allá de dicho límite. Si leyéramos
cuidadosamente el Nuevo Testamento, y además comprobáramos con nuestra experiencia, veríamos
que Dios en efecto ha trazado un límite. El maligno no puede tocar el espíritu regenerado del
hombre. Se afirma muy claramente en 1 Juan que “el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el
maligno no le toca”. Mientras estemos en nuestro espíritu regenerado, seremos guardados, y Satanás
no tendrá ningún terreno en nosotros. Esto no significa que Satanás no intentará usar alguna de sus
artimañas. Al contrario, él usará toda manera posible, pero al final no lo conseguirá. Por tanto,
cuando estamos en nuestro espíritu, podemos decir: “¡Satanás, intenta de otra manera! ¿Tienes
algún otro método?”. Entonces Satanás dirá: “He perdido. He agotado todos mis métodos. Tendría la
manera de ganar si estuvieras en el alma o si estuvieras en la mente; también tendría muchas
maneras para derrotarte si estuvieras en la carne. Pero una vez que te vuelves al espíritu, no tengo
ninguna manera de triunfar. No puedo dañarte. No puedo tocarte”.
El versículo 19 dice: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está en el maligno”. El mundo
entero es como un pescado que está sobre una tabla, a punto de ser cortado por el chef a su gusto.
Sólo nuestro espíritu regenerado no está en las manos de Satanás. Aparte de esto, todo lo demás,
incluyendo nuestra carne, nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad, está en las
manos de Satanás.

El versículo 20 dice: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para
conocer a Aquel que es verdadero”. La expresión Aquel que es verdadero se refiere al Dios Triuno, al
Cristo todo-inclusivo y al Espíritu todo-inclusivo. Conocer a esta Persona es tener un entendimiento
verdadero. Aunque los profesores y la gente con doctorado tienen el conocimiento del mundo,
muchos no reciben al Señor Jesús. Por tanto, ellos no tienen el verdadero entendimiento. Sin
embargo, nosotros sí tenemos el entendimiento verdadero. El versículo 20 continúa diciendo: “Y
estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”. Observen
que este versículo no dice: “Él es”; más bien dice: “Este es”. La palabra este se refiere a este asunto,
circunstancia o situación en particular, a saber, el Dios verdadero y la vida eterna. Sólo hay una cosa
en el universo entero que es verdadera y real: el Dios verdadero y la vida eterna.

GUARDARNOS DE LOS ÍDOLOS

Al final, tenemos una advertencia: “Hijitos, guardaos de los ídolos” (1 Jn. 5:21). Esto significa que
todo lo que no proceda del verdadero Dios ni de la vida eterna y que no esté en el espíritu
regenerado, es un ídolo. Es posible que nuestra lectura de la Biblia sea un ídolo, que nuestra oración
sea un ídolo y que incluso nuestra práctica de partir el pan sea un ídolo, ¡debido a que quizás leamos
la Palabra, oremos, adoremos, sirvamos e incluso partamos el pan fuera de nuestro espíritu
regenerado! Mientras no estemos en el espíritu, estamos en el maligno.

En la séptima epístola, en Apocalipsis 3, el Señor parece decirle a la iglesia en Laodicea: “¡Oh


Laodicea! Estoy por vomitarte de Mi boca. Ya que no eres fría ni caliente, te vomitaré. ¿Sabes que
estoy a la puerta y llamo? No estoy adentro de ti sino afuera, y tú no estás en Mí”. En tales
circunstancias, la iglesia en Laodicea estaba en el maligno. En un sentido práctico, los laodicenses no
estaban en el Señor, ni el Señor estaba en ellos. Me preocupa que muchas veces las iglesias no estén
en el Señor, incluso mientras partan el pan, y que el Señor no esté en las iglesias cuando se parte el
pan. El resultado de esto es Laodicea. Ciertamente tienen las enseñanzas, el conocimiento y los ritos
de adoración, pero no están en el espíritu, y el Señor no está en ellos. ¡Este es un asunto serio!

En 1 Juan 5:21 dice: “Hijitos, guardaos de los ídolos”. Ustedes podrán decir que no hay ídolos en su
salón de reunión. Sin embargo, tal vez no se den cuenta de que los ídolos son ustedes mismos, junto
con sus maquinaciones y su actitud dominante. Quizás no se den cuenta de que el deseo que tienen
por convencer a otros, es un ídolo. Es posible que tampoco se den cuenta de que su ídolo consiste en
instruir a otros respecto a la experiencia espiritual que ustedes tuvieron hace tres años. Tal vez
ustedes amen la Biblia e insistan en que otros la lean de la misma manera en que ustedes lo hacen;
eso también es un ídolo. Todo lo que no está en el espíritu, es un ídolo. Todo lo que no procede del
espíritu, es un ídolo. Si los ancianos y los colaboradores en una iglesia local se aferran a sus propias
opiniones, ellos tienen ídolos. Si estamos en el espíritu, no tendremos opiniones. El Señor Jesús es
uno solo, y Él también es un solo espíritu con nosotros, así que no puede haber ninguna opinión
disidente si estamos en nuestro espíritu. Toda iglesia en la que haya disensión entre los ancianos y
los diáconos, entre los ancianos mismos o entre los ancianos y los colaboradores, tiene ídolos.

¿Qué son los ídolos? Todo lo que no es el verdadero Dios, es un ídolo. Hoy el verdadero Dios está en
nuestro espíritu regenerado. Nosotros permanecemos en Él, y Él permanece en nosotros. Este es el
verdadero Dios y la vida eterna. Si algunos hermanos que llevan la responsabilidad no son unánimes
y están en un “impasse” o punto muerto, eso es un ídolo. Si algunos hermanos que sirven juntos no
abren su ser el uno al otro, eso también es un ídolo. Es terrible promocionar el nombre del Señor
Jesús, pero a la vez, hacer lo que desea nuestra carne.

Por muchos años no entendía por qué estas palabras aparecían repentinamente al final de 1 Juan:
“Hijitos, guardaos de los ídolos”. No obstante, un día el Señor me mostró este misterio, y entonces
me di cuenta de que todo lo que no sea hecho en el espíritu regenerado y todo lo que no exprese al
Señor Espíritu, es un ídolo. Sólo existe un Dios verdadero, y este Dios verdadero está solamente en
un lugar, a saber, en nuestro espíritu. Todo lo que esté fuera de este espíritu, es un ídolo. Si nuestra
práctica de partir el pan y nuestras alabanzas no están en el espíritu, éstas son falsas. El
cumplimiento de nuestras responsabilidades y de nuestra obra también pueden ser falsos si no están
en el espíritu. Si insistimos en nuestra opinión al servir con otros, eso también es un ídolo.

HUIR Y CRUZAR EL RÍO

Hebreos 4 dice que la palabra de Dios es viva y capaz de penetrar y dividir nuestro espíritu, que es el
Lugar Santísimo, del alma, que es la parte que lo rodea (v. 12). Hebreos 6 dice que todos nosotros
huimos (v. 18). ¿De qué estamos huyendo? Huimos de nuestros ídolos, de nuestra carne, de nuestras
ideas, de nuestras opiniones, de nuestros pensamientos disidentes y de nuestras viejas experiencias.
En el texto griego la palabra huir se usa sólo dos veces en el Nuevo Testamento. Una vez en Hechos
14:6, donde vemos que el apóstol Pablo huyó de Iconio a Listra y Derbe, y también se usa en Hebreos
6:18. La palabra griega traducida huir implica “huir de manera intensa, seria y rápida”, tal como Lot
y su esposa huyeron de Sodoma. Esto es lo que quería decir el escritor del libro de Hebreos. Pareciera
decir: “¡Oh hermanos hebreos, tienen que huir! Huyan del judaísmo y de todas las viejas doctrinas”.

¿Adónde debemos huir? Al Lugar Santísimo. Debemos huir de nuestra manera de ser, de las
opiniones que tenemos entre los colaboradores y de nuestros pensamientos disidentes. Si no huimos,
estaremos en las manos de Satanás. Nuestro Precursor ya ha entrado en el espíritu, en el Lugar
Santísimo. Hoy en día no debemos permanecer en el atrio ni en el Lugar Santo. Tenemos que huir y
entrar al Lugar Santísimo, a la presencia de Dios. Tenemos que huir hasta que no quede nada de lo
cual tengamos que huir, hasta que toquemos directamente a Dios y estemos cara a cara con Dios. De
esta manera, estaremos con Dios en el Lugar Santísimo, y no habrá necesidad de huir más. Sin
embargo, hoy todos tenemos que huir.

La palabra hebreo significa “cruzador de ríos”. Abraham cruzó ríos; por tanto, era un cruzador de
ríos. Todos tenemos que cruzar ríos, cruzar de un lado del río al otro. Tenemos que cruzar el río de la
carne, el río del conocimiento, el río de la vieja religión y el río de nuestra vieja manera de
conducirnos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos ser cruzadores de ríos.
Tenemos que cruzar e ir a la tierra de Canaán, para entrar en el reposo donde está el templo de Dios,
Su santuario. Las iglesias en el recobro han tenido una larga historia. Hoy han llegado a la orilla del
río. Por tanto, debemos decir: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros para que podamos huir y
entrar al Lugar Santísimo”.

EL MUNDO ENTERO, EXCEPTO NUESTRO ESPÍRITU,


ESTÁ EN EL MALIGNO

En 1 Juan también se afirma que el mundo entero está en el maligno (5:19). El mundo incluye los
acontecimientos, las cosas y la gente del mundo. A los ojos de Dios el mundo entero, es decir, todos
los seres humanos, todas las sociedades humanas y todas las cosas, está en las manos de Satanás; la
única excepción es nuestro espíritu regenerado. No debemos pensar que los incrédulos están bajo la
autoridad de Satanás y que nosotros no. No podemos generalizar. Es posible que nuestra mente aún
esté bajo la autoridad de Satanás y que sólo nuestro espíritu regenerado no lo esté. De hecho, es muy
posible que incluso nuestra lectura de la Palabra y nuestra oración estén bajo la autoridad de
Satanás, puesto que proceden de nuestra mente, parte emotiva y preferencias, y no de nuestro
espíritu regenerado. Espero que estemos bajo una luz más fina y profunda. Sólo existe una cosa en el
universo entero y en toda la tierra que no tiene las huellas de Satanás: nuestro espíritu regenerado.
Aparte de nuestro espíritu regenerado, todas las demás partes de nuestro ser están en las manos de
Satanás.

Consideremos otra vez los ejemplos anteriores. Por ejemplo, consideremos el día en que el Señor
Jesús fue a la pequeña casa en Betania y se sentó a tener comunión con Sus discípulos. En aquel
mismo instante, el sumo sacerdote en Jerusalén ofrecía sacrificios y quemaba incienso. ¿Dónde
estaba Dios en aquel momento? Él estaba en la casa en Betania, y no en el templo en Jerusalén.
Entonces, ¿qué podemos decir sobre la adoración en el templo? ¿Era simplemente algo religioso? De
hecho, el servicio del sumo sacerdote, el quemar incienso y la adoración en el templo, todo estaba en
las manos del maligno. Por tanto, aunque los judíos adoraban a Dios y aprendían las Escrituras en
sus sinagogas, en Apocalipsis capítulos dos y tres el Señor Jesús llamó a los judíos una “sinagoga de
Satanás” (2:9; 3:9). Las sinagogas judías se convirtieron en sinagogas de Satanás. La sinagoga no
sólo se convirtió en algo religioso, sino que incluso se convirtió en la sinagoga de Satanás, porque a
pesar de que allí los judíos adoraban a Dios, estudiaban las Escrituras y servían a Dios, el hecho era
que Dios mismo no estaba presente. Dios estaba en otro lugar: en Betania. ¿Dónde está la Betania
actual? La Betania actual está dentro de nuestro espíritu. Si consideramos este asunto desde tal
perspectiva y ángulo, nos daríamos cuenta de que cualquier adoración o servicio que se realice sin el
Señor Espíritu, es del diablo. ¡Este es un asunto muy serio!

Debemos preguntarnos si el Señor está presente en nuestra oración, en nuestra lectura de la Biblia y
en nuestra reunión para partir el pan. Si no estamos en el espíritu y nadie más está en el espíritu,
entonces el Señor no está presente, y todas estas prácticas siguen en las manos de Satanás. No sólo
los bailes, las discotecas y el juego de mah-jong están en las manos de Satanás, sino que incluso
nuestra lectura de la Palabra, nuestra oración y nuestra práctica de ir a las reuniones pueden estar en
las manos de Satanás, a menos que éstas se hagan en el espíritu. Esto se debe a que la única cosa en
el universo que no tiene a Satanás, es nuestro espíritu regenerado. A menos que estemos en nuestro
espíritu, cualquier cosa que hagamos estará en las manos de Satanás.

¿Dónde está Dios hoy? Él está justamente en nuestro espíritu. Tenemos que ver que nuestro espíritu
es el Lugar Santísimo de Dios. Las tres partes de nuestro ser —nuestro espíritu, nuestra alma y
nuestro cuerpo— corresponden a las tres partes del tabernáculo. Nuestro espíritu es el Lugar
Santísimo, y la morada de Dios en los cielos también es el Lugar Santísimo. Según Hebreos, estas dos
esferas están conectadas. La morada de Dios, el lugar donde Dios mora, es el Lugar Santísimo. Hoy
nuestro espíritu también es el Lugar Santísimo. Nuestro espíritu, en calidad de Lugar Santísimo, está
conectado y unido con el Lugar Santísimo que está en los cielos. Si esto no fuera así, no podríamos
entrar en el Lugar Santísimo ni tocar el trono de la gracia para hallar el oportuno socorro, como se
menciona en Hebreos 4:16. Si el Lugar Santísimo de Dios sólo estuviera en los cielos y no en nuestro
espíritu, no tendríamos ninguna manera de mirar al Señor cada día. Sin embargo, nuestro espíritu
hoy es el Lugar Santísimo.

Además, la totalidad de los espíritus de los creyentes es la iglesia. La iglesia no se encuentra en un


edificio físico; la iglesia está en nuestro espíritu. La iglesia es el Lugar Santísimo de Dios, pues la
iglesia es el agregado o totalidad de los espíritus regenerados de todos los santos.

Por tanto, cuando oramos, leemos la Palabra, adoramos y servimos, debemos estar en nuestro
espíritu y en la iglesia, puesto que la iglesia es la totalidad de nuestros espíritus. A veces no estamos
en el espíritu, pero aún así nos reunimos para adorar. En esos momentos, debemos darnos cuenta de
que nuestra adoración no es la adoración que se realiza en la iglesia. Si estamos en tal situación, ya
no estamos en el Lugar Santísimo, sino afuera. Sólo nuestro espíritu regenerado, que es el Lugar
Santísimo, no está bajo la autoridad de Satanás. Aparte de nuestro espíritu regenerado, todo lo
demás en el universo y sobre esta tierra ha sido contaminado por Satanás.

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