Entrev. Dufour

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FILOSOFÍA – Prof.

Germán Cifre

Artículo period publicado en Pág/12 - 04 de marzo de 2019

Entrevista al filósofo francés Dany Robert Dufour


“La riqueza infinita en un mundo finito no es posible”

El pensador afirma que es falsa la promesa del capitalismo de un acceso a una riqueza ilimitada. Además declara
que el amor está en peligro. A la vez, se siente esperanzado por las nuevas formas de ciudadanía que buscan
combatir las desigualdades.

Desde París

Somos hijos de un delirio, que a su vez fecundó otros. El inicial se creó en Occidente y sus descendientes se
expandieron por todo el mundo con el capitalismo como bandera. Casi no existe esfera que no haya sido
contaminada por ese delirio que preside el destino del mundo. El filósofo francés Dany Robert Dufour, profesor
de Ciencias de la Educación de la Universidad París VIII, ha trazado el itinerario de ese delirio y escaneado sus
implicaciones nefastas en su libro El delirio Occidental y sus efectos actuales en la vida cotidiana: trabajo, amor y
ocio (MRA Ediciones, Barcelona). Dufour es un sabio fiel a sus ideas, un tipo lleno de bondad y lucidez
humanista. El ensayo es un extraordinario alegato contra el productivismo y la tecno dictadura así como una
minuciosa desconstrucción de los mitos positivos del liberalismo: no libera sino que crea dependencias, no
construye sino que destruye acumulando basura y desigualdad.

Dany Robert Dufour tiene una obra filosófica muy rica consagrada a la amoralidad del liberalismo y sus
consecuencias sobre el ser humano. En 2011, con su ensayo L’individu qui vient... après le libéralisme (El
individuo que viene… después del liberalismo) Dufour se interrogaba sobre la forma de resistir a opresión liberal
y sobre qué tipo de individuo vendría después. Ahora, con El delirio occidental, Dany Robert Dufour, nos habla
de un individuo embrujado por ese delirio occidental. La reflexión la completa con otro ensayo de título
exquisito y esperanzador: “La situación desesperada del presente me llena de esperanzas. Frente a tres delirios
políticos, la hipótesis del arte de convivir”. En esta entrevista con PáginaI12 en París, el filósofo francés
desenvuelve la red que nos captura y abre un par de ventanas hacia la emancipación.

–Su libro El delirio occidental y sus efectos actuales en la vida cotidiana: trabajo, amor y ocio aborda la
dimensión predadora de Occidente y su capacidad de seducir, a pesar de que es un obvio modelo de
destrucción. El origen filosófico de este delirio ha llevado al mundo a la fase de extinción de la que tanto se
habla.

–El término delirio se aplica generalmente al campo de la psicología individual. Pero no hay que olvidar que el
delirio forma una pareja con la razón. La racionalidad occidental nació con el filósofo Descartes en la primera
parte del Siglo XVII. En su célebre libro El discurso del método, Descartes anuncia que las ciencias deben dejar
de ser contemplativas para volverse activas. Ello tendrá como consecuencia el hecho de que los seres humanos
van a convertirse en amos y dueños de la naturaleza. Es allí donde la razón occidental se vuelve delirante.
Nuestro punto de partida es la naturaleza, somos parte de ella y no los amos. La pretensión de extraerse de la
naturaleza crea una suerte de delirio de potencia y de grandeza. El capitalismo deriva de esa concepción cuando
se dota de los medios de actuar en el mundo con su promesa de sacar al mundo del régimen de la penuria para
ingresar en un mundo de abundancia. El capitalismo terminó produciendo un montón de esos artificios de los
que hablaba Descartes, es decir, objetos manufacturados para el consumo. Es, de hecho, una promesa delirante
con el fin de gozar de un montón de objetos destinados a ampliar la vida, nuestra presencia en el mundo y
nuestro poder sobre él. Nos damos cuenta de que ese delirio que quiso controlar el mundo lo ha estado más
bien destruyendo. Ha destruido nuestra relación con la naturaleza y los principales parámetros de los
ecosistemas que regulan la vida en la tierra. Ese es el comienzo de la razón delirante. La promesa incumplible e
insostenible del capitalismo se ha plasmado con el capitalismo del consumo, el cual, a su vez, destruye las bases
de la vida. Se trata de un delirio occidental porque nació en Occidente pero terminó arrasando en todo el
mundo. El corazón del capitalismo moderno remite al término griego de pleonexia, o sea, el apetito insaciable
de poseer siempre más. Por eso los filósofos de la Grecia antigua recomendaban contener la pleonexia. Es
preciso controlar esa dimensión que forma parte de la vida humana porque resulta muy destructiva. La promesa
del capitalismo de un acceso a la riqueza infinita es falsa. La riqueza infinita en un mundo finito no es posible.

–Usted rescata una sensación contradictoria que afecta a los seres humanos inmersos en este delirio de
consumo: el desencanto, la impotencia, lo que usted llama “la melancolía generacional de Occidente”.

–Ocurre que en el momento en que tenemos todo, nos damos cuenta de que no tenemos gran cosa. Tenemos
objetos, posibilidades, tenemos diversiones, etc, etc. Pero desde el punto de vista del ser, hay algo que no está
colmado. La multiplicación de las posesiones no nos llena. La dimensión fundamental del ser humano no está
colmada, satisfecha. Hay entonces una melancolía porque percibimos que nos estamos perdiendo algo. La vida
no consiste en poseer objetos manufacturados sino en fabricarlos nosotros mismos. Esos objetos pueden ser
nuestros libros, nuestros cuadros, nuestras redes de amigos, nuestro lenguaje. Pero el mercado ofrece objetos
manufacturados sin subjetividad. Fabricar nuestros propios objetos significa que hace falta un sujeto para
fabricarlos, y ese sujeto soy yo. El trabajo moderno carece de subjetividad, está industrializado,
instrumentalizado, parcelado, es meramente utilitario. Es delirante. De ello proviene la melancolía de la
población. Hay mucho, pero no tenemos nada.

–Trabajo, ocio, amor: el delirio de Occidente contaminó cada espacio de nuestra vida. El amor es casi el único
objeto revolucionario que nos queda, pero también está amenazado por la idea de marcado.

–Los efectos del delirio occidental en el trabajo lo acabamos de abordar. Y en lo que atañe al ocio, el delirio de
Occidente lo pervierte porque el espacio del ocio se convirtió en un espacio de diversión y no de tiempo de
trabajo para uno mismo y sobre uno mismo. Y el amor, que es lo más sorprendente y bello que hay en la vida,
ha sido pervertido y reemplazado por la pornografía contemporánea de las satisfacciones. Ya no necesitamos
encontrar a alguien para construir algo con él. El espacio amoroso está saturado por un mercado pornográfico
que empieza a actuar desde la adolescencia con la meta de la eficacia sexual. Se olvida que, de pronto, hay algo
más que se puede construir más allá de los objetos de satisfacción o de puro placer. El amor ha sido dañado por
el delirio occidental. El amor está en peligro.

–La conquista occidental del mundo, la invasión del mercado como regulador de todo, no parece tener límite.
Ha penetrado incluso a sociedades que contaban con su propia filosofía, con su propia cosmovisión. ¿Cómo se
explica esa extraordinaria contaminación de todas las conciencias?.

–Las burguesías internacionales imponen sus modelos. Creo que si las poblaciones han sido receptivas a esta
propuesta del capitalismo se debe, en parte, a que estas culturas posmodernas, esas culturas que acceden a un
capitalismo tardío y su promesa de liberación absoluta, creen igualmente en la promesa de salir de los cercos
morales heredados de las culturas clásicas o antiguas.¡Olviden todo y prueben la verdadera liberación del
capitalismo, donde todo está autorizado y permitido!. El capitalismo funciona siempre así: promete una
liberación que luego conduce a nuevas alienaciones. Fíjese la historia del cigarrillo y la liberación de la mujer. En
1929, los productores de cigarrillos estaban muy enojados porque la mitad de la humanidad, o sea las mujeres,
no fumaba. Le encargaron una campaña a Edward Bernays, que era un sobrino de Freud. La campaña
publicitaria de Bernays consistió en decir que el cigarrillo era una empresa de liberación de la mujer porque
permitía que las mujeres se apoderaran de un objeto masculino. ¡ Fumando se volvían autónomas, liberadas con
un tóxico mortal !. El modelo de liberación ofrecido por todos los objetos manufacturados no hace más que
producir nuevas adicciones.

–Lo más escatológico es que, cuando más produce el capitalismo, más basura se acumula.

–Toda esta súper producción termina en basura que está cubriendo el mundo. Además del delirio, en el
capitalismo hay una dimensión perversa. En la perversión, incluida la perversión freudiana, el primer estado de
la perversión es el estado sádico-anal. Cambiamos mierda por algo, y ese algo se convierte en dinero y con él
entramos en un ciclo infinito de dinero. Pero, al final, de ese ciclo, lo único que hay es mierda y basura. La
misma que está recubriendo el mundo y con la cual no sabemos qué hacer. En los océanos hay continentes
enteros de plástico que se desplazan por el mar. Los objetos tienen una obsolescencia programada.
Continuamente los renovamos por otros que, a su vez, se vuelven basura. El límite moral del capitalismo fue
hecho añicos. Pero desde ahora nos enfrentamos a un límite natural. El mundo no puede absorber más la masa
de producción, todo el flujo de basura que perturba cada uno de los ciclos y altera la vida misma. No podemos
continuar. Estamos en un sistema que nos conduce al abismo y no sabemos cómo detenerlo. En este momento
estamos en la fase de frenesí del consumo. Pronto llegará la época del pánico.

–Y sin embargo, pese al panorama, su ultimo ensayo es un canto paradójico a la vida: “La situación
desesperada del presente me llena de esperanzas. Frente a tres delirios políticos, la hipótesis del arte de
convivir”.

–Bueno, lo primero: es una frase de Marx. Efectivamente, estamos no sólo en el delirio occidental sino que,
encima, ese delirio suscita otros delirios. Políticamente hay tres. Uno: el de la pleonexia, o sea, el híper
consumo. dos: el delirio de la pureza que consiste en recuperar la alianza original con Dios. Esa es la postura de
los fundamentalistas, o sea, el teofascismo de los islamistas salafistas radicales que buscan la pureza original.
Pero esa promesa de una pureza plena se transforma en suciedad absoluta: se dispara contra la multitud, se
cortan cabezas, se mutilan miembros, etc. El delirio se encarna en la forma contraria que lo creó. El tercero: el
delirio nacional de la identidad con su idea de una pureza del pueblo. El precio a pagar por ese delirio es la
expulsión de los extranjeros y la fabricación de nuevos chivos expiatorios. Ese delirio de la identidad no puede
sino conducir a lo que ocurrió en los años 30 del Siglo XX: nazismo, fascismo. ¿Cómo salir de esto y reconstruir
una base para existir? No estoy desesperado ni tampoco soy completamente optimista. Pero todo esto me llena
de esperanzas porque creo que hemos tocado fondo y ya no podemos ir más hacia abajo. Tal vez, en la
conjunción de estos tres delirios hay una salida posible. Lo vemos en varios países del mundo, empezando por
Francia con los chalecos amarillos donde todo emana del pueblo. El liberalismo continuó expandiéndose en el
mundo con su lote de de-subjetivación, de de-socialización, de control de la población mediante los psico-
poderes y de crecimiento de las desigualdades en el mundo. Sin embargo, hay muchos datos que muestran
cómo la población resiste. La insurrección de los chalecos amarillos en Francia es una prueba de ello. El
presidente Emmanuel Macron dijo en una entrevista que él era la “emanación del gusto del pueblo francés por
lo romanesco”. Ahora está descubriendo que es la emanación del asco del pueblo francés por la desigualdad.
Hay algo que se está armando y que tiene que ver con las nuevas formas de ciudadanía, con formas de combatir
las desigualdades y de restaurar la dignidad de los individuos, con una manera de respetar el medio ambiente
sin regresar a la vela. Hay búsquedas en curso y eso me evita estar completamente desesperado. El individuo
post liberal se está preparando para llevar a cabo combates muy rudos. La gente reflexiona sobre lo que quiere
y no quiere, y actúa.

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