Pitarch Seis Cualidades de Una Etnografía Teórica
Pitarch Seis Cualidades de Una Etnografía Teórica
Pitarch Seis Cualidades de Una Etnografía Teórica
PEDRO PITARCH
(coord.)
ENSAYOS
DE ETNOGRAFÍA TEÓRICA
MESOAMÉRICA
Colección: EntreGiros
Dirección: Óscar Muñoz Morán
Imagen de portada:
Máscara, cultura purépecha. Autor: Juan Horta. Nº de inventario CE1994/3/32
Museo Nacional de Antropología (Madrid).
Nola Editores
Apdo. de Correos 7065
c/Palos de la Frontera, 6-10
28012 Madrid (España)
<www.nolaeditores.com>
Pág.
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INTRODUCCIÓN
SEIS POSIBLES CUALIDADES
DE UNA ETNOGRAFÍA EXPERIMENTAL
MESOAMERICANA
Pedro Pitarch
DOI: 10.37552/eet.mesoam.introd.pitarch
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Complejidad
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Multiplicidad
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temático y unitario. Tal vez el modelo por excelencia de este ideal sea
la Historia general de las cosas de Nueva España, del fraile Bernardino de
Sahagún (1829), cuya aspiración —como corresponde a su época— es la
de una totalidad enciclopédica. Más recientemente, la expresión de esta
ambición ha sido la monografía etnográfica. La monografía de un pueblo
indígena pretendía describir todos los aspectos de la vida local: un poco
de su historia, su geografía, modos de subsistencia, parentesco y familia,
organización política, ritual, creencias, etc. Es obvio que hoy en día esto
no tiene mucho sentido. Para empezar, mucho de esos datos caen en el
dominio de especialistas: economistas, agrónomos, historiadores, geógra-
fos, estadísticos y así. «El recorte» que nos va quedando a los etnógrafos se
va volviendo cada vez más pequeño y exige no tanto una redefinición del
tema de estudio cuanto un refinamiento de su propósito.
La etnografía podría reconocerse en esa variación narrativa sin fin,
pues una etnografía sensible a la pluralidad debe ser resultado de la con-
fluencia y el tropiezo de un gran número de métodos interpretativos,
maneras de ver, formas de decir, tanto del etnógrafo como del «nativo».
A diferencia de una monografía que se cierra en una forma armoniosa,
una poligrafía permite la liberación de fuerzas mediante la comparación
y yuxtaposición parcial de aspectos y perspectivas imprevistos. Es preci-
samente ese carácter parcial, cruzado, de las analogías lo que garantiza
una verdad no parcial.
En términos de escritura, este efecto puede lograrse de diversas ma-
neras. Por ejemplo, recurriendo a los juegos de polifonía o «dialogismo»,
como propone Bajtin (cf. Alejos en este volumen, págs. 333-356), donde la
unicidad del narrador deja paso a la expresión de una multiplicidad de
voces. O a un objeto o una acción que, como un ritual o una obra de arte,
pueda ser interpretado en varios niveles o desde perspectivas distintas.
O recurrir a una forma aforística, de verdades provisionales que sirven
de paso a nuevas verdades provisionales, es decir, donde la verdad no
está nunca asegurada. O simplemente aceptar un tipo de etnografía que
no tenga un tema o unos contornos nítidos —¿de qué trata al final y al
cabo?— y que, por tanto, tampoco persiga una conclusión o posea un
telos definido de antemano.
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Creatividad
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sobre el cambio también debe hacerlo por los modos de gestionar lo que
llamamos «modernidad». Integridad cultural aquí no se opone a novedad
y modernidad y de hecho estas categorías acaban por resultar sumamente
inestables y relativas. Si tiempo atrás se interpretaba la modernización
como la sustitución de una forma cultural por otra, lo que parece intere-
sar hoy son precisamente los juegos de creatividad indígenas.
Por lo demás, el reconocimiento de la creatividad indígena propor-
ciona una imagen muy distinta a la que evoca la imagen de «resistencia»,
«oposición» o «contra-hegemonía», que ha caracterizado mucho de los
análisis de las últimas décadas. Identificar las formas culturales indíge-
nas únicamente como regidas por el principio de resistencia les otorga
un sesgo pasivo, no de acción sino de reacción a fuerzas externas, o a
simples estrategias de sobrevivencia. Una orientación así empobrece esa
cualidad de intensidad vital que, por difícil que sea precisar, todo etnó-
grafo experimentado no ha podido dejar de sentir en el trabajo de campo.
Si más arriba me he referido a la creatividad indígena como un «gusto»
es porque no se trata de una simple necesidad, sino de un estilo de vida
y pensamiento.
El énfasis en la dominación y la resistencia sustituye la originalidad
indígena por una versión universalista de las relaciones sociales según la
cual todo se reduce a reconocer las formas de dominación. En el mejor de
los casos, la creatividad de los dominados es solo una cuestión de tácti-
ca política. En palabras de Sahlins, la hipotética función de resistencia no
puede explicar el contenido cultural de las poblaciones indígenas «como
si la verdad de otras sociedades necesariamente consistiera en nuestra
propia corrección política» (2001: 507). Sin duda una etnografía así nos
sirve a «nosotros» porque tranquiliza y da sentido a los valores que res-
petamos. Mas por esa misma razón se limita a ratificar nuestras verda-
des: nunca dice nada que no sepamos de antemano y difícilmente con-
tribuye a ensanchar la imaginación de lo posible, de una antropología y
una vida social distinta. La omisión de la creatividad indígena subyuga
nuestra propia imaginación. O, para resumirlo con una frase de Geertz
(2000: 87), si lo que queríamos son verdades domésticas, podíamos haber-
nos quedado en casa.
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Mutualidad
Durante mucho tiempo la división del trabajo etnográfico estuvo bien es-
tablecida: el informante (indígena) proveía los «datos» y el antropólogo
los organizaba, explicaba y con ellos construía la «teoría». Los ensayos de
este libro adoptan en cambio un punto de vista según el cual los indígenas
mesoamericanos tienen sus propios conceptos y su propia teoría. O, dicho
de otro modo, asumen que existe una antropología indígena como existe
una antropología académica, como de hecho todos los grupos humanos,
todas las culturas, poseen su propia antropología: todos hacemos antro-
pología. Este es el punto de vista que adopta Jacques Galinier (2009: 3)
cuando afirma que «la teoría existe en la realidad misma del campo, no en
el gabinete del investigador, ni tampoco en los pasillos de la universidad».
Así pues, la división etnográfica cambia: entre informante y etnógrafo
existe una equivalencia epistemológica o, mejor, una mutualidad episte-
mológica. Como consecuencia de ello se produce una relación recíproca
en la cual las posiciones de sujeto y objeto se alternan: el resultado es una
antropología facultativamente reversible. «Reversibilidad» podría ser otro
título para este epígrafe.
Esta premisa metodológica compromete la etnografía de varias ma-
neras. Una es que si nuestra antropología se interesa por la antropología
indígena, cómo —de qué modo, en qué términos, a través de qué me-
dios— se interesa la antropología indígena en la nuestra. Cómo pensar
el pensamiento indígena pensando el nuestro. En qué sentido divergen y
convergen y cuál es el resultado de ese cruce de perspectivas. Desde el
trabajo pionero de Wagner (2019), esta cuestión se conoce teóricamente
como «antropología inversa» (que Wagner ilustró con el «cargo» melane-
sio como un modo en que estas poblaciones tratan de entender y relacio-
narse con el mundo occidental, el «cargo» formando parte de su modo de
hacer antropología) y, más recientemente, como «simetrización» (Latour
2007) o «recursividad» (Holbraad 2011).
La segunda implicación es que no hay necesidad de remitir las ideas
y prácticas indígenas a un plano más «real» o positivo con el fin de ser
«explicadas». No tratar el pensamiento indígena como si fuera fundamen-
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Suficiencia
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Ligereza
Pero si tuviera que escoger una cualidad de la cultura indígena que trans-
mitir a la etnografía, sería seguramente esta. La ligereza es quizá la más
difícil de caracterizar y sin embargo no es necesariamente imprecisa o
inconsistente. La vida y el pensamiento indígenas se distinguen por re-
ducir el peso de las cosas: peso de las acciones, de las relaciones, de las
opiniones, del lenguaje. Pese a su grado de formalización y de protocolo
—o más bien por causa de este—, la vida indígena parece extrañamente
fluida, como una ceremonia continua que no se sabe cuándo comienza o
termina y qué es aquello que la guía. Su ideal es la impersonalidad, la
reticencia, la discreción. Todo se sostiene ligeramente en un mundo casi
en levitación, como en los sueños y en los viajes chamánicos.
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Referencias bibliográficas
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