SL16374 2015

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República de Colombia

Corte Suprema de Justicia

CORTE SUPREMA DE JUSTICIA


SALA DE CASACIÓN LABORAL

LUIS GABRIEL MIRANDA BUELVAS


Magistrado Ponente

SL16374-2015
Radicación n.° 53986
Acta 039

Bogotá, D.C., cuatro (04) de noviembre de dos mil


quince (2015).

Se resuelve el recurso de casación interpuesto por


LUIS JAVIER GONZÁLEZ UPEGUI contra la sentencia
proferida el 16 de agosto de 2011, por el Tribunal Superior
de Medellín, en el proceso que promovió contra el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES.

I. ANTECEDENTES

En lo que interesa al recurso es suficiente decir que


ante el Juzgado Catorce Laboral del Circuito de Medellín el
hoy recurrente, persiguió que el ente de seguridad social
demandado le reconociera y pagara la pensión de invalidez

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Radicado n°.53986

de origen común, junto con los incrementos pensionales por


personas a cargo y los intereses de mora o la indexación de
las mesadas atrasadas.

Fundó sus pretensiones en que tiene derecho a la


prestación reclamada, habida cuenta de que: (1º) acredita
544 semanas de cotización efectuadas al demandado, de
ellas 440 entre el 1º de enero de 1985 y el 31 de diciembre
de 1994, y las restantes en vigencia de la Ley 100 de 1993;
(2º) fue declarado inválido por la dependencia de medicina
laboral de aquél con una pérdida de capacidad laboral de
origen común del 62.80% y «estructurada desde la infancia»;
(3º) el demandado le negó la prestación «porque no había
ninguna semana al sistema antes de la estructuración de la
invalidez», lo que significa que lo está condicionando «a un
imposible», dado que el ordenamiento de la seguridad social
no lo obliga a cotizar sino desde los 18 años de edad; y (4º)
con ello desconoció el principio de la condición más
beneficiosa que le permite acceder al derecho, dado que
cumplió «todos los requisitos que establecía el ordenamiento
jurídico vigente antes de la expedición de la Ley 860 de
2003», es decir, 26 semanas de cotización a la fecha de
estructuración e, inclusive, 150 semanas en los 3 años
anteriores a la Ley 100 de 1993 y más de 300 en cualquier
época.

El Instituto demandado se opuso a las pretensiones


del actor y en su defensa formuló las excepciones de
inexistencia de la obligación, mala fe del demandante,

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Radicado n°.53986

buena fe suya, improcedencia de la indexación e


imposibilidad de condena en costas.

II. SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA

Fue pronunciada el 28 de mayo de 2010 por el


Juzgado Segundo Adjunto al Séptimo Laboral del Circuito
de Medellín, que conoció del asunto por normas de
descongestión judicial, y con ella declaró probadas las
excepciones de inexistencia de la obligación, mala fe del
demandante, buena fe del Seguro Social e imposibilidad de
condena en costas y en consecuencia absolvió al
demandado de las pretensiones del actor, a quien impuso el
pago de las costas.

III. SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

La alzada se surtió por apelación del demandante y


terminó con la sentencia atacada en casación, mediante la
cual el Tribunal confirmó la de su inferior, sin lugar a
condena en costas.

Para ello, una vez advirtió que la controversia a


resolver era la de si el actor tiene o no derecho a la pensión
reclamada «partiendo de la base de que su estado [de
invalidez] se estructuró a la edad de dos años, con una
pérdida de la capacidad laboral superior al 50%», asentó que
habiéndose establecido ‘legal y jurisprudencialmente’ que la
norma que regula la pensión de invalidez «es la que se
encuentre vigente para la fecha de estructuración de tal

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Radicado n°.53986

estado, tanto cuando se está frente a un origen profesional


como común», aparecía que «no existiría ninguna disposición
que le resulte aplicable al caso dentro del sistema de
aseguramiento asumido por el Seguro Social», por cuanto
que, «para el año 1966, aunque existía el Instituto
Colombiano de Seguros Sociales desde 1946, realmente no
se presentaba la cobertura del riesgo de invalidez, lo que sólo
ocurrió el 1º de enero de 1967», situación que no ocurría en
relación con los empleadores, pues, a cargo de éstos estaba
el auxilio de invalidez, «en los términos del artículo 278 del
Código Sustantivo del Trabajo». En su apoyo citó los apartes
que consideró pertinentes de la sentencia de la Corte de 4
de septiembre de 2007 (Radicación 31017).

Ante el vació normativo advertido agregó que «si en


gracia de discusión se tomase como aplicable la norma
vigente al momento de la realización del dictamen en su tenor
literal», es decir, el artículo 1º de la Ley 860 de 2003, lo
cierto sería que «resulta imposible que el rr. (sic) González
Upegui hubiese cotizado 50 semanas en los tres años
anteriores al cumplimiento de sus 2 años de edad».

Dio por probado que el actor contaba con 544.999


semanas de cotización y una pérdida de capacidad laboral
del 51% y el 57.32% (folios 37 y 60), pero señaló que no era
suficiente, pues tampoco cumplía «con el mínimo de
semanas de cotización para acceder a la prestación
económica especial de vejez por invalidez».

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Radicado n°.53986

Adicionalmente, y luego de transcribir in extenso las


consideraciones de la sentencia de la Corte de 3 de abril de
2000 (Radicación 13189), aseveró que todos los dictámenes
periciales practicados al actor --entre ellos el de la Junta
Regional de Calificación de Invalidez del 14 de diciembre de
2007 con fecha de estructuración de 1º de febrero de 1967
que, pudiendo apelar ante la Junta de Nacional de
Calificación de Invalidez, no impugnó-- coincidían en que su
pérdida de capacidad laboral había sido «estructurada desde
los dos años de edad» como consecuencia de una
«meningitis piógena sufrida en la infancia», de manera que,
contrario a lo alegado por éste en el sentido de que fue a
partir de cuando empezó a sufrir ataques epilépticos que
perdió su capacidad laboral, «los informes y dictámenes
clínicos llevan a concluir que las dolencias y secuelas que con
posterioridad a aquel evento presenta el demandante,
obedecen a las consecuencias normales del padecimiento
sufrido por él en su infancia y no a un proceso agudo
ocasionado como lo indica el apoderado, producto de la
epilepsia, lo que lleva a cada uno de los centros de peritaje a
concluir que no existe nexo entre los supuestos ataques de
epilepsia y las condiciones de deficiencia, discapacidad y
minusvalía del actor, conduciéndolos a calificar una
incapacidad laboral definitiva de 57.32% con fecha de
estructuración de la invalidez desde los dos años de edad».

Por último, precisó que la pérdida de la capacidad


laboral no impidió al actor la afiliación a la seguridad social,
pero solamente para «cubrir los demás riesgos, esto es, vejez
y muerte, pues la pensión de invalidez propende por la

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Radicado n°.53986

protección de las personas que habiendo ingresado al


sistema en buen estado de salud y cumpliendo con las
cotizaciones exigidas sufren de una enfermedad o una
accidente que les impide continuar aportando para
consolidar la prestación por vejez».

IV. EL RECURSO DE CASACIÓN

Interpuesto por el apoderado del demandante,


concedido por el Tribunal y admitido por la Corte, se
procede a resolver.

V. ALCANCE DE LA IMPUGACIÓN

En la demanda con la cual lo sustenta, que fue


replicada el recurrente le pide a la Corte que case la
sentencia del Tribunal, revoque la del juzgado, y en su lugar
acceda los pedimentos de su demanda inicial.

Con tal propósito le formula tres cargos que, con lo


replicado, se resolverán conjuntamente por la Corte,
atendida su comunidad de objeto y de los argumentos en
que se soportan, aunque los dos primeros se orientan por la
vía directa de violación de la ley y el último por la de los
errores de hecho.

VI. PRIMER CARGO

Acusa la sentencia de interpretar erróneamente los


artículos 1º, 2º, 13, 15, 31, 36, 38, 39, 40, 141 y, 272 de la

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Ley 100 de 1993; 1º la Ley 860 de 2003; 3º del Decreto 917


de 1999; 13, 47, 18, 53 y 54 de la Constitución Política; 1º,
2º, 3º, 22, 24, 26, 31 y 33 de la Ley 361 de 1997; 4º, 5º y 6º
del Acuerdo 049 de 199, aprobado por Decreto 758 del
mismo año; 18 al 21 del CSL (sic; 60, 61 y 145 del Código
Procesal del Trabajo y de la Seguridad Social; 241 del
Código de Procedimiento Civil; y 8º de la Ley 153 de 1886.

Parte en la demostración del cargo el recurrente de


afirmar que no discute que cuenta con 544.99 semanas de
cotización; que los dictámenes periciales practicados
señalan su pérdida de capacidad laboral como superior al
50%; que la fecha de estructuración de su estado de
invalidez laboral lo fue a los 2 años de edad, y que se afilió
al sistema de seguridad social.

Afirma que su diferencia con el fallo atacado estriba en


la «eficacia (idoneidad del medio probatorio)» de los diversos
dictámenes periciales que se le han practicado para definir
la fecha de estructuración de su invalidez, pues para el
Tribunal, para cuando se produjo su afiliación al ente
demandado ya contaba con la condición de inválido laboral.

En tal sentido repasa el contenido de las normas que


enlista en la proposición jurídica del cargo para de allí
sostener que «desde la frialdad de las normas resulta
acertada la conclusión del ad quem», pero, agrega, «es allí
donde radica su error hermenéutico», pues el Tribunal debió
reconocer la tensión entre los conceptos de inhabilidad
laboral y «realidad fáctica de una actividad productiva

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Radicado n°.53986

dependiente y remunerada», que es donde, en su parecer,


«debe definirse la estructuración de la invalidez».

Para el recurrente, como el hecho de que se presten


servicios a un empleador obliga a éste a la afiliación del
trabajador al sistema, afiliación que debe tomarse entonces
con «plena eficacia en cuanto al reconocimiento de las
prestaciones que el sistema otorgue sin que pueda hablarse
de preexistencias o circunstancias no cubiertas –art. 6-1 a
10, art 13-c de Ley 100 de 1993», el sistema, según lo dicho
por las citadas normas, debe garantizar todas las
prestaciones económicas y de salud a quienes tienen una
relación laboral.

Asevera que la Constitución Política y la ley propugnan


por una mayor protección a las personas en condiciones de
debilidad manifiesta, como a su no discriminación, de
donde «no es posible predicar que en nuestro sistema de
seguridad social existan las preexistencias o las
circunstancias médicas que impidan a una persona afiliarse
y, menos, que una vez afiliadas puedan acceder a los
beneficios prestacionales que el sistema consagra, como
erradamente concluyó el a quo (sic)».

Sostiene que si la fecha de estructuración de la


invalidez laboral es aquella en que se genera la pérdida de
la capacidad laboral de forma permanente y definitiva, el
sentido común indica que ello no es predicable cuando la
persona se vincula laboralmente, por manera que, como él
mantuvo su vinculación laboral «hasta que su enfermedad

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se lo permitió», no puede ser la fecha de estructuración de


su invalidez laboral anterior a ese último momento, sino «la
fecha hasta la cual pudo ejercer una actividad
económicamente productiva».

El recurrente resalta expresiones de sentencias de la


Corte Constitucional, de esta Corporación y de
recomendaciones de la O.I.T. para reiterar que la fecha de
estructuración de la invalidez laboral no debe ser la fijada
en los dictámenes médicos expedidos y aportados al
proceso, sino aquella en que ya no pudo trabajar
definitivamente, todo ello dice, porque el Tribunal equivocó
el sentido de las normas mencionadas, lo cual indica como
respaldado en sentencias de las que copia apartes de esta
Corporación, de 23 de marzo de 2011 (Radicación 39863) y
7 de diciembre de 2006 (Radicación 38928), entre otras, y
de la T-268 de 11 de abril de 2011 de la Corte
Constitucional.

VII. LA RÉPLICA

El Instituto opositor replica conjuntamente los tres


cargos de la demanda de casación sobre la aseveración de
que en el proceso quedó acreditado que el recurrente no
cumple con las exigencias para acceder al derecho
reclamado, dado que para cuando se afilió al sistema ya se
había estructurado su estado de invalidez laboral.

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Radicado n°.53986

VIII. SEGUNDO CARGO

Acusa la sentencia de interpretar erróneamente los


mismos preceptos sustantivos que incluye en el anterior
cargo, pero aquí, afirma, tal violación fue resultado de la
violación medio de los artículos 237 y 241 del Código de
Procedimiento Civil en relación con los artículos 60, 61 y
145 del Código Procesal del Trabajo y de la Seguridad
Social, y en su demostración alude a similar argumentación
a la consignada en ese ataque, a la cual adiciona la de que
no obstante que las normas procesales regulan lo atinente a
la producción de los dictámenes periciales, como
igualmente lo hace el Decreto 917 de 1999 respecto del
expedido por las Juntas de Calificación de Invalidez, el
Tribunal no tuvo en cuenta que lo concluido en ellos estaba
desvirtuado, «por la trascendental circunstancia de que el
demandante laboró de manera subordinada entre los años
1985 y 1998, lo que le resta credibilidad científica al
concepto técnico emitido por los peritos».

IX. TERCER CARGO

Acusa la sentencia de aplicar indebidamente similar


elenco normativo de orden sustancial al propuesto en los
dos anteriores cargos, pero en esta oportunidad por los
siguientes que singulariza como errores de hecho:

“-Dar por demostrado sin estarlo que el demandante estructuró la


pérdida de la capacidad laboral desde ‘los dos años de edad’.
“-No dar por demostrado estándolo que el demandante laboró de
manera efectiva entre los años 1985 hasta 1998 (sic) realizando
aportes al sistema de seguridad sociales pensiones (sic).

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“- No dar por demostrado estándolo que el actor estructuró la


pérdida de capacidad laboral desde septiembre de 1998 (a partir
de octubre 1 de 1998, fecha en que dejó de cotizar al sistema)”.

Indica como no apreciado el carnet de afiliación del


folio 11 y como indebidamente apreciada la historia laboral
de folios 12 a 15 y 50 a 54 del expediente.

Para el recurrente «el Tribunal no tuvo en cuenta que el


demandante laboró de manera efectiva y cierta entre 1995 y
1998» para varios empleadores con cotizaciones efectuadas
al sistema de seguridad social, pues el documento del folio
11 muestra que tuvo un vínculo laboral durante los meses
de enero y febrero de 1993; y la historia laboral que
también lo los tuvo con varios empleadores entre 1985 y
1998, todo lo cual dio lugar a que el número de cotizaciones
por los servicios prestados fuera de 544.999. Tal errores de
apreciación, dice, fueron ostensibles, «pues de haber
advertido que sí podía laborar a pesar del problema de salud
que lo aquejaba no podía calificarse de inválido antes de las
fechas en las cuales tuvo vínculo laboral y por ello le habría
dado plena eficacia a los aportes para invalidez accediendo
a la pensión pedida en los términos de la demanda».

X. CONSIDERACIONES

Como se recuerda, las razones esgrimidas por el


Tribunal para confirmar el fallo absolutorio del juzgado que
no dio paso a la pensión reclamada, fueron, esencialmente
las siguientes: 1ª) que para cuando el actor estructuró su
estado de invalidez --a los 2 años de edad, habiendo nacido

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el 1º de febrero de 1964 se vio afectado por una meningitis


piógena con secuelas de epilepsia, retardo mental e
hipertiroidismo, que dio lugar a calificación superior al 50%
de invalidez laboral, folios 37 a 41 vto-- no existía norma
que le permitiera acceder a la pensión de invalidez, dado
que la que legal y jurisprudencialmente regula la pensión de
invalidez «es la que se encuentre vigente para la fecha de
estructuración de tal estado, tanto cuando se está frente a un
origen profesional como común»; 2ª) que advertido ese vacío
normativo, «si en gracia de discusión se tomase como
aplicable la norma vigente al momento de la realización del
dictamen en su tenor literal» –13 de diciembre de 2007
(ibídem)--, es decir, el artículo 1º de la Ley 860 de 2003, lo
cierto sería que «resulta imposible que el rr. (sic) González
Upegui hubiese cotizado 50 semanas en los tres años
anteriores al cumplimiento de sus 2 años de edad»; 3ª) que,
contrario a lo alegado por el demandante en el sentido de
que a partir de cuando empezó a sufrir ataques epilépticos
fue que perdió su capacidad laboral, «los informes y
dictámenes clínicos llevan a concluir que las dolencias y
secuelas que con posterioridad a aquel evento presenta el
demandante, obedecen a las consecuencias normales del
padecimiento sufrido por él en su infancia y no a un proceso
agudo ocasionado como lo indica el apoderado, producto de
la epilepsia, lo que lleva a cada uno de los centros de peritaje
a concluir que no existe nexo entre los supuestos ataques de
epilepsia y las condiciones de deficiencia, discapacidad y
minusvalía del actor, conduciéndolos a calificar una
incapacidad laboral definitiva de 57.32% con fecha de
estructuración de la invalidez desde los dos años de edad»;

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4ª) que, en todo caso, el número de semanas de cotización


no era suficiente «para acceder a la prestación económica
especial de vejez por invalidez»; y 5ª) que la pérdida de la
capacidad laboral no impidió al actor la afiliación a la
seguridad social, pero solamente para «cubrir los demás
riesgos, esto es, vejez y muerte, pues la pensión de invalidez
propende por la protección de las personas que habiendo
ingresado al sistema en buen estado de salud y cumpliendo
con las cotizaciones exigidas sufren de una enfermedad o
una accidente que les impide continuar aportando para
consolidar la prestación por vejez».

Quiere decir todo lo anterior que para concluir el


Tribunal que era improcedente la pensión de invalidez que
el actor reclamó al Instituto demandado --con fundamento
en contar con 544 semanas de cotización, un 62.80% de
incapacidad laboral y los requisitos pensionales por
condición más beneficiosa--, no solo tuvo en cuenta la fecha
de estructuración de invalidez que le fue diagnosticada –
sobre los 2 años de edad--, sino que además, encontró que
para esa época no existía norma que le amparara el derecho
reclamado; no cumplía las exigencias del artículo 1º de la
Ley 860 de 2003; tampoco las de la pensión de vejez a que
alude la misma preceptiva; su afiliación a la seguridad
social estaba limitada a los riesgos de vejez y muerte, pues
el de invalidez lo había cumplido con anterioridad a dicha
afiliación; y por sobre todo, que no podía tomarse como
fecha de la invalidez la del momento de los diversos
dictámenes practicados, por cuanto las afecciones y
dolencias que presentaba para ese momento, no eran más

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que las «consecuencias normales del padecimiento sufrido


por él en su infancia y no a un proceso agudo ocasionado
como lo indica el apoderado, producto de la epilepsia, lo que
lleva a cada uno de los centros de peritaje a concluir que no
existe nexo entre los supuestos ataques de epilepsia y las
condiciones de deficiencia, discapacidad y minusvalía del
actor, conduciéndolos a calificar una incapacidad laboral
definitiva de 57.32% con fecha de estructuración de la
invalidez desde los dos años de edad».

En tanto, el recurrente enfila los tres ataques de su


demanda de casación, los dos primeros por la vía directa de
violación de la ley como ya se dijo y el último por la
indirecta, a desvirtuar la fecha de estructuración del estado
de invalidez laboral, pues, en su parecer, no debe ser la que
se establece a través de los dictámenes médicos,
específicamente de las Juntas Regional y Nacional de
Calificación de Invalidez, sino, reitera, cuando ya no se está
en condiciones de trabajar de ningún modo, pues en tanto,
es decir, mientras esté cotizando a la seguridad social, no es
dable predicar el dicho estado.

En consecuencia, los razonamientos esenciales del


fallo del Tribunal sobre la improcedencia de la pensión de
invalidez reclamada por el demandante, hoy recurrente, con
independencia de su acierto, por no haber sido atacados en
los tres cargos que en su contra dirige, permanecen
incólumes y, con ellos, la sentencia mantiene en integridad
su presunción de legalidad.

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Por lo anterior, debe reiterar la Corte que para la


prosperidad del recurso de casación es necesario que el
recurrente controvierta todos los fundamentos de hecho o
de derecho en que se basa la sentencia acusada, pues nada
conseguirá si ataca razones distintas de las expresadas por
el Tribunal como soporte de la decisión impugnada, o
apenas alguna de ellas, como aquí sucedió, ya que lo que
hace el recurrente es apenas insistir en la demostración de
los tres cargos que plantea contra el fallo en que la fecha de
estructuración del estado de invalidez y pérdida de su
capacidad laboral no es la determinada por los órganos
técnicos establecidos para tales efectos, sino aquella en la
cual se produce la imposibilidad de seguir cotizando a la
seguridad social por no estar en condiciones definitivas de
laborar, ignorando con ello las esenciales consideraciones
del Tribunal sobre la ausencia de norma para el 1º de
febrero de 1967 que regulara la prestación; la falta de
cumplimiento del número de semanas de cotización
exigidas por el artículo 1º de la Ley 860 de 2003 con
anterioridad a la fecha de estructuración del estado de
invalidez; la falta del número de semanas de cotización para
acceder a la pensión de vejez en defecto de la anterior; la
restricción del objeto de su afiliación a la seguridad social; y
la irrelevancia de sus dolencias y padecimientos al
momento de los dictámenes para fijar la fecha de
estructuración del estado de invalidez laboral, por ser
naturales secuelas de su situación de salud particular.
Ante la orfandad argumentativa de los cargos en los
aspectos señalados, las conclusiones del Tribunal, se

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reitera, permanecen incólumes, como la presunción de


legalidad que cobija la sentencia.

Así las cosas, es del caso recordar que, como está


claramente enunciado en el artículo 86 del Código Procesal
del trabajo y de la Seguridad Social, y lo ha explicado
muchas veces la jurisprudencia del trabajo, el fin de la
casación no tiene por objeto volver a juzgar el litigio que
enfrentó a las partes, sino establecer, si el recurrente sabe
plantear el recurso, si la sentencia se dictó conforme a la
ley, pues, como también lo ha asentado pertinazmente, el
recurso de casación no es una tercera instancia en donde
libremente puedan discutirse las pruebas del proceso o
plantearse cuestiones de espalda a las consideradas por el
juzgador de instancia.

Con todo, y aras de su labor uniformadora de la


jurisprudencia, importa a la Corte recordar que la carencia
de la capacidad laboral que da lugar a la pensión de
invalidez de que trata el Sistema Integral de Seguridad
Social de la Ley 100 de 1993, con las normas que la han
modificado como la Ley 860 de 2003, e igual a como ocurrió
con normatividades anteriores, hace relación a la
incapacidad patológica sobrevenida o posterior al trabajo o
actividad laboral, en cuanto que es una contingencia propia
del trabajo, es decir, que se produce o desarrolla en el
ejercicio de una actividad laboral, razón por demás para
que se exija por todas las citadas normatividades que las
semanas de cotización mínimas que se prevén como soporte

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económico para su disfrute se cumplan en términos


inmediatamente anteriores a su ocurrencia.

Así, en sentencia CSJ SL, del 3 de abr. de 2000


rad.13189, al realizar su estudio apuntó la Corte:

“En la evolución normativa correspondiente al riesgo de invalidez


por riesgo común, para efectos de la pensión por esta
contingencia, siempre se ha partido del presupuesto, de que la
pérdida de la capacidad laboral debe estructurarse durante el
tiempo que el trabajador esté afiliado y cotizando al sistema de
seguridad social. Luego no es acertada la tesis que propone el
recurrente respecto a que la invalidez puede ser anterior a la
afiliación del trabajador a una de las entidades de seguridad
social. Constante que se observa claramente en el siguiente
recuento normativo:
“En su orden el artículo 5º del Acuerdo 224 de 1966, aprobado
por el Decreto 3041 del mismo año, exigía como requisito para
que se configurara el derecho a la pensión de vejez que el afiliado
acreditara 150 semanas de cotización dentro de los 6 años
anteriores a la invalidez, de las cuales 75 debían corresponder a
los 3 últimos años, o en su defecto, 300 semanas aportadas en
cualquier tiempo.
“En tanto que el artículo 1º del Acuerdo 019 de 1983, aprobado
por el Decreto 232 de 1984, que modificó la anterior disposición,
mantuvo las mismas exigencias generales pero eliminando la
relativa a que 75 de las semanas cotizadas debían corresponder
a los 3 últimos años.
“Posteriormente, el artículo 6º del Acuerdo 049 de 1990 aprobado
por el Decreto 758 de ese mismo año, fue más categórico aún si
se quiere que las anteriores disposiciones al precisar que la
pérdida de la capacidad laboral para efectos de la pensión de
invalidez debe ser posterior a su afiliación al régimen del
Instituto de Seguros Sociales, según se observa en la siguiente
transcripción:
“Artículo 6º Requisitos de la pensión de invalidez. Tendrán
derecho a la pensión de invalidez de origen común, las personas
que reúnan las siguientes condiciones:
a) Ser inválido permanente total o inválido permanente absoluto o
gran inválido y,
b) Haber cotizado para el Seguro de Invalidez, Vejez y Muerte,
ciento cincuenta (150) semanas dentro de los seis (6) años
anteriores a la fecha del estado de invalidez, o trescientas (300)
semanas, en cualquier época, con anterioridad al estado de
invalidez.
“Por último, el artículo 39 de la Ley 100 de 1993, que es la
disposición vigente que regula el tema, prevé que es requisito

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necesario para que la persona inválida obtenga el derecho a la


pensión de invalidez que se encuentre cotizando al régimen y
haya aportado al menos 26 semanas al momento de producirse
el estado de invalidez ó que habiendo dejado de cotizar al
sistema tenga aportadas por lo menos 26 semanas en el año
anterior al momento en que se produzca el estado de invalidez.
“En síntesis es válido resaltar que es un parámetro común en las
disposiciones citadas para que se cause el derecho a la pensión
de invalidez que la pérdida de la capacidad laboral se haya
producido luego de haberse aportado al régimen respectivo un
determinado número de semanas. Por tanto la invalidez
preexistente al momento de la afiliación o la producida durante
un determinado tiempo en que se haya dejado de cotizar,
previsto legalmente, no da derecho a la pensión de invalidez por
riesgo común.
“En éstas condiciones, es claro que el juzgador de segundo
grado, no incurrió en la violación de las normas citadas en el
cargo, puesto que acertadamente resolvió el caso con las normas
vigentes al momento en que el demandante denunció la
invalidez en que se funda la prestación reclamada”.

Ahora bien, sobre la posibilidad de que el dictamen


médico especializado expedido por las Juntas de
Calificación de Invalidez sea susceptible de ser desvirtuado
para efectos prestacionales, también la Corte ha proferido
su criterio. En tal sentido, en sentencia CSJ SL, del 19 de
oct. de 2006, rad.29622, sobre acotó la Corporación:

“Ciertamente, la Corte ha estimado que en la actualidad el


estado de invalidez de un trabajador corresponde establecerse
mediante la valoración científica de las juntas de Calificación, a
través del procedimiento señalado en los reglamentos dictados
por el Gobierno Nacional. Pero la Sala de Casación Laboral no ha
sostenido que los parámetros señalados en el dictamen de la
Junta sean intocables. La regla sentada en el fallo citado por el
recurrente como apoyo de su criterio es que, en principio, la
declaración del estado de invalidez es materia de expertos y no
corresponde, en los actuales momentos, a la entidad de
seguridad social, como ocurría antes, sino a unos entes
autónomos, como son las juntas Regionales en primera instancia,
y la Nacional en último grado.
“De ninguna manera ha considerado la Corte que los hechos
relativos a las circunstancias de tiempo, modo y lugar sobre el
hecho genitor de la minusvalía, tenidos en cuenta por uno de
tales entes, o por ambos si se agotan las dos instancias, sean
materia incontrovertible ante la jurisdicción del trabajo. Por el

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contrario, en reciente sentencia del 13 de septiembre 2006 (rad.


29328), tuvo esta Sala de Casación oportunidad de referirse al
tema, en los siguientes términos:
“Por otra parte, la circunstancia de que la Junta Nacional actúe
como órgano de segunda instancia para resolver las
reclamaciones formuladas por los interesados contra las
evaluaciones de las juntas regionales, no necesariamente su
concepto obliga al juez. De no ser así, ciertamente carecería de
sentido la intervención de la jurisdicción laboral simplemente
para dar un aval al pronunciamiento de un ente que, tal cual lo
reconoce la censura, no tiene la potestad del Estado para
“decidir” el derecho. Sólo el juez puede, con la fuerza que imprime
a sus decisiones el instituto de la cosa juzgada, definir si hay
lugar a establecer el estado de invalidez o los parámetros en que
debe reconocerse la pensión objeto de controversia y, para tal
propósito, nada le impide acudir al apoyo de un ente
especializado en la materia y que cumple funciones públicas, así
sus miembros no sean servidores del Estado, en virtud del
moderno esquema de administración descentralizada por
colaboración”.
“Cuando en casos como en el que ocupó a la Sala en esa
oportunidad, se planteó una manifiesta contradicción de la
valoración médica sobre el nivel de la incapacidad entre las
juntas de calificación que intervinieron para tal efecto, la Corte no
tuvo duda sobre el carácter discutible del punto y la plena
competencia de los jueces para establecer, también por medios
técnico-científicos el verdadero grado de invalidez del afectado.
Con mucha más razón cuando se trata del señalamiento de la
fecha en que se estructura la invalidez, porque no en todos los
casos se podrá inferir tal data de una prueba infalible e
incontrastable y, por lo mismo, incontrovertible, como sería lo
ideal. Para la muestra un botón: En el sub examine, el Tribunal
consideró contraevidente e ilógico que una persona haya
laborado durante varios años ejerciendo actividades de vendedor
y la Junta de Calificación de Invalidez desconozca esa realidad,
dejando de lado el material probatorio que tuvo a su disposición
y sin que ameritara un pronunciamiento al respecto, y se
dictamine que la invalidez se produjo en la infancia temprana,
muchísimos años antes del despliegue de una vida laboral, esa
sí demostrada fehacientemente.
“Reitera la Corte, entonces, su criterio ya decantado de que los
jueces del trabajo y de la seguridad social sí tienen plena
competencia y aptitud para examinar los hechos realmente
demostrados que contextualizan la invalidez establecida por las
juntas, a fin de resolver las controversias que los interesados
formulen al respecto. Ello, por supuesto, no llega hasta
reconocerle potestad al juez de dictaminar en forma definitiva,
sin el apoyo de los conocedores de la materia, si el trabajador
está realmente incapacitado o no y cuál es la etiología de su mal,
como tampoco cuál es el grado de la invalidez, ni la distribución
porcentual de las discapacidades y minusvalías”.

19
Radicado n°.53986

Pero sobre la necesidad de que dicho criterio técnico


científico sea idóneamente desvirtuado en el respectivo
proceso donde se discute la aludida condición laboral,
mediante los diversos medios de convicción que prevé el
ordenamiento, en sentencia CSJ SL, del 23 de sep. de 2008
rad. 32617, asentó:

“La censura centra su inconformidad únicamente en el dictamen


rendido por la Junta Regional de Calificación, que taxativamente
plasmó como fecha de estructuración de la invalidez del actor,
“desde la infancia”, para reclamar la obligatoriedad de tal
peritación en los términos del artículo 11 del Decreto 2463 de
2001, pero no puede dejarse de lado que el ad quem para formar
su juicio también tuvo un argumento de indudable trascendencia
en la definición según el cual, con apoyo en la historia clínica y
en los testimonios atrás aludidos, comprobó que el actor a pesar
de su discapacidad que presentaba desde la infancia, “pues era
sordomudo”, realizó para la empresa oficios varios como “barrer,
arrimar madera, es decir realizaba una actividad productiva
acorde con su discapacidad”, amén de que su empleadora lo
mantuvo afiliado al ISS.
“Realmente, la Sala no puede pasar inadvertido, igualmente, un
aspecto, quizás el más relevante dentro del proceso, y es el de
que el Tribunal estableció que “el demandante permanecía
laborando y afiliado al sistema de seguridad social en pensiones
desde enero de 1995, hasta 10 de agosto de 2004, cuando fue
calificado por la junta con una pérdida de capacidad del
54,95%”. Esta realidad, que no controvierte el impugnante, no
puede tomarse en forma aislada, so pretexto de que la única
prueba válida para decidir el asunto es el dictamen de la Junta
Regional de Calificación de Invalidez, porque, si ello fuera así, la
definición de derechos, como el aquí reclamado, estaría única y
exclusivamente en manos de las mencionadas Juntas, no siendo
éste el querer de la legislación aplicable al asunto. Además, no
podría perderse de vista que el demandante cotizó al ISS más de
(9) años para los riesgos de IVM, a través de la empleadora, por
servicios a ella prestados.
“Es más, en el resumen del dictamen de la calificación practicada
el 10 de agosto de 2004 a instancias del juzgado (fl. 59) se
destaca en la parte final que “no necesita ayuda para las
actividades de la vida diaria” y que desde la infancia “presenta
trastornos mentales, de la audición y del habla desde dicha
época”.
“El juzgador de alzada se llenó de argumentos para explicar el
desarrollo que del artículo 47 de la Constitución Política realizó el

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Radicado n°.53986

legislador, mediante la expedición de la Ley 361 de 1997,


dirigida a crear mecanismos para la protección laboral de los
discapacitados, de la que destacó el artículo 26 cuyo tenor es el
siguiente: “En ningún caso la limitación de una persona, podrá
ser motivo para obstaculizar una vinculación laboral, a menos
que dicha limitación sea claramente demostrada como
incompatible e insuperable en el cargo que se va a
desempeñar…”. Igualmente, con apoyo en la sentencia de esta
Sala de la Corte, que identificó y reprodujo en lo pertinente,
evaluó todos los medios probatorios recaudados, junto con el
dictamen de la Junta de Calificación Regional, que lo llevaron en
una forma razonada, al convencimiento de que lo procedente era
revocar la sentencia del a quo, convicción que dedujo de la
facultad de la libre valoración probatoria que le confería el
artículo 61 del C. P. del T., que le indicó que existían otros medios
reales, tangibles e irrefutables que desvirtuaban que la fecha de
estructuración de la invalidez del actor hubiera sido desde la
infancia.
“La conclusión final que el ad quem plasmó en su providencia,
previo el análisis normativo ampliamente sustentado, y la
evaluación integral de las pruebas, de que no podía “atenderse el
dictamen en relación con la época de estructuración de la merca
(sic) de capacidad, ya que es contrario a las pruebas practicadas
en el proceso, pues si bien como ya se ha dicho en esta
providencia, el demandante es sordomudo, pero esta minusvalía
no lo apartó del mundo laboral, ni le impidió realizar labores
como aquellas que realiza, y por lo tanto no puede entonces
decirse que la merma de capacidad en su totalidad se dio desde
la infancia…” no resulta contraria a la legalidad ni a lo que en
realidad le demostraron las pruebas integralmente consideradas.
“El Tribunal, entonces, no incurrió en el error jurídico que se le
endilga porque nada diferente de lo que establece la ley y la
jurisprudencia dejó consignado en su sentencia”.

Luego, si bien es cierto que para la Corte la valoración


científica de las Juntas de Calificación de Invalidez, a través
de los procedimientos señalados en los reglamentos
dictados por el Gobierno Nacional, es en principio la
fórmula probatoria propia al establecimiento de dicha
condición, también lo es que ha considerado que bajo
ciertas circunstancias dicha valoración es susceptible de ser
desvirtuada para efectos de la pensión de invalidez a través
de la multiplicidad de los medios de prueba previstos en el
ordenamiento jurídico procesal y al tenor de las normas

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probatorias que rigen la actividad del juez del trabajo pero,


en modo alguno, de la simple afiliación o cotización al
Sistema de Seguridad Social Integral, como lo pretende aquí
el recurrente, y cuestiones que en este caso de ninguna
manera desconoció el juzgador de la alzada como
desatinadamente lo asevera en el último de los cargos de su
demanda, y que si bien acreditan las relaciones jurídicas de
afiliación y cotización con el ente de seguridad social no
constituyen plena prueba de la ejecución de la labor o
actividad laboral del interesado durante el término alegado.

Menos aún podrían resultar tales medios de prueba


fuente del reconocimiento de la fecha de estructuración del
estado de invalidez laboral para este caso, en donde el
Tribunal concluyó que la incapacidad laboral del recurrente
no sobrevino de la o durante la realización de su actividad
laboral, pues las dolencias y padecimientos últimamente
registrados fueron naturalmente secuelas de la afección a la
salud que lo aqueja desde su temprana infancia que le puso
en la condición de invalidez anunciada, conclusión que se
repite, como las demás que ya se indicaron, no fue atacada
por el recurrente en alguno de los cargos de su demanda.

En suma, aparte de no atacar lo soportes esenciales


del fallo del Tribunal, el recurrente no acredita los yerros
jurídicos y probatorios endilgados al juzgador.

Costas en el recurso a cargo del recurrente, porque


hubo réplica. Como agencias en derecho téngase la suma de
$3’250.000.

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XI. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, Sala de Casación Laboral, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley NO
CASA la sentencia proferida el 16 de agosto de 2011 por la
sala del Tribunal Superior de Medellín, dentro del proceso
promovido por LUIS JAVIER GONZÁLEZ UPEGUI contra el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES.

Costas, como se dijo en la parte motiva.

Cópiese, notifíquese, publíquese y devuélvase al


Tribunal de origen.

CLARA CECILIA DUEÑAS QUEVEDO


Presidenta de Sala

JORGE MAURICIO BURGOS RUIZ

RIGOBERTO ECHEVERRI BUENO

GUSTAVO HERNANDO LÓPEZ ALGARRA

LUIS GABRIEL MIRANDA BUELVAS

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