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Unidad de aprendizaje 1

Elementos introductorios
Presentación de la unidad

La unidad de aprendizaje 1 se compone de una serie de elementos introductorios


que van a permitir nivelarse, desde las diversas áreas de desempeño, en el
conocimiento fundamental en torno a figuras como sociedad del riesgo, derecho
penal ambiental, daño ambiental, recursos naturales y constitución ecológica como
base fundamental del derecho penal ambiental, entre otros.

Para lograr este objetivo general, se presentan preguntas orientadoras que permiten
guiarse en el conocimiento primario de los recursos naturales. Sé plantea un
documento que permite identificar esos elementos normativos. Por último, al
finalizar la temática se abordarán dos puntos: las nuevas posturas en torno al medio
ambiente (ecocéntricas)y las principales dificultades en el relacionamiento de la
fiscalía general de la Nación con las entidades del orden nacional, departamental y
municipal, así como con las autoridades del Sistema Nacional Ambiental (SINA).

Objetivos de la unidad

• Estudiar los principales conceptos relacionados con el medio ambiental.


• Conocer los fundamentos del derecho ambiental y sus principios
orientadores.
• Revisar elementos introductorios del régimen jurídico aplicable a los
recursos naturales, para efectos de comprender los tipos penales en
blanco.
• Comprender la estructura administrativa del sector ambiental con el objetivo
de conocer el régimen competencial de las autoridades ambientales.
• Reconocer los efectos ambientales de las actividades antrópicas y los
trámites ambientales en el ordenamiento ju rídico colombiano.
• Identificar la biodiversidad y los derechos de la naturaleza.
Diagrama de temas

La constitución
Medio ambiente y
ecológica como base
Derecho penal recursos naturales
Sociedad del riesgo fundamental del
ambiental objeto de protección
derecho penal
del derecho penal
ambiental

Organización
Sistema Nacional
administrativa Los ecosistemas como
Ambiental: entidades Principio de
ambiental. (una sujetos de protección
que lo integran y precaución
mirada al Sistema constitucional
finalidad
Nacional Ambiental)

La información ambiental
como condicionante de la
Posturas ecocéntricas Daño ambiental vs.
toma de decisiones
y antropocéntricas daño ecológico
ambientales: los
principios
Tema 1
Sociedad del riesgo

Síntesis

El concepto sociedad del riesgo se basa en la constatación de que, en las


sociedades actuales, la producción social de riqueza va acompañada por una
creciente producción social del riesgo. La progresión y el aumento de estos riesgos
está teniendo consecuencias políticas y económicas claras.

Adicionalmente, se ha dicho que este concepto caracteriza un peculiar estado


intermedio entre la seguridad y la destrucción de la sociedad moderna. Ulrich Beck
también la define como la «fase del desarrollo de la sociedad moderna en que los
riesgos sociales, políticos e individuales tienden cada vez más a escapar a las
instituciones de control y protección de la sociedad industrial» (Beck, 2002, citado
en Pérez Flores, 2015, pp. 172-173).

Profundización

Origen
Figura 1

Ortega (2011) explica que «desde


mediados del siglo XX, los teóricos sociales
estimaron que la sociedad industrial
adoptaba unos rasgos que la diferenciaban
de la sociedad industrial clásica» (p. 76). El
creador del concepto fue Ulrich Beck con la
publicación de su libro La sociedad del
riesgo, en 1986, publicado en Alemania, el
cual cuenta, como lo apunta Ortega (2011)
«con merecida notoriedad por los alcances
que esta teoría ha tenido para otras
disciplinas, entre ellas el derecho» (p. 77).

Fuente: f reepik/33229327
Ortega (2011), agrega que «el autor se propone hacer algo parecido a lo que
hicieron en su momento Marx, Durkheim y Weber, es decir, aventurar hipótesis de
lo que pudiera ser el siglo XXI» (p. 77).

La fuente citada prosigue indicando que:

“El punto de partida de este autor es la propia noción de sociedad del riesgo. Con
esta expresión Beck se refiere a un estado de desarrollo en el que las bases de la
organización social ya no solo son la administración y distribución de los recursos, sino,
fundamentalmente, la distribución de los riesgos. En palabras suyas: “mientras que en
la sociedad industrial la ‘lógica’ de la producción de riqueza domina a la lógica de la
producción de riesgos, en la sociedad del riesgo se invierte esta relación”.

A continuación, afirma que los riesgos “modernos” no son del todo calculables;
además, sus daños son difícilmente imputables a alguien en particular y, lo que es peor,
pueden resultar irreparables. Lo trascendente de todo ello es que los nuevos peligros:
“traen como consecuencia que la realidad se perciba y estructure a nivel cognitivo de
acuerdo a un esquema de seguridad y riesgo”. (Ortega, 2011, pp. 77-78)

Con todo lo anterior, Beck propone:

1. «La necesidad de establecer mecanismos compensatorios, de la misma forma


en que el estado asistencial tuvo que subvenir a los desajustes e injusticias de
la sociedad industrial» (Ortega, 2011, p. 78).

2. «Un compromiso muy serio con el equilibrio ecológico, que ya no puede


calificarse de mal menor, desde el momento en que la naturaleza no es una
simple sierva del progreso» (Ortega, 2011, p. 78).

Implicaciones en el derecho
Estas implicaciones las expone el autor de referencia completamente de la siguiente
manera:

Entre las características más importantes de esta sociedad del riesgo que
afectan al sistema normativo pueden destacarse las siguientes:

1. Existe un cambio en el potencial de los peligros actuales en relación con los


de otras épocas: la sociedad actual se caracteriza por la existencia de riesgos
“artificiales”, es decir, aquellos producidos por la actividad del hombre y
conectados a una decisión suya, a diferencia de lo que acontecía en el pasado,
cuando los riesgos provenían de la propia naturaleza. Aquellos riesgos no solo
son más peligrosos, sino que amenazan a un número indeterminado de
personas, e incluso a la existencia de la humanidad.

(…)
Una diferencia importante entre los riesgos naturales y los riesgos industriales
actuales es que aquellos solo pueden ser imputados a la naturaleza (en otras
épocas, a los dioses); en cambio, los riesgos industriales actuales parten de una
decisión en el campo industrial o económico (con ánimo de lucro), lo que invita a
reflexionar sobre la imputación y la atribución de responsabilidad por las
consecuencias indeseadas, tanto a las personas como a las empresas
implicadas. Sin embargo, algunos riesgos (ecológicos, atómicos,
biotecnológicos, entre otros) ya no se pueden volver a conducir tan fácilmente
hacia los estándares de control, pues suprimen los pilares básicos del cálculo de
riesgos y de seguridad, lo que inevitablemente genera desconfianza.

Un dato importante, que destaca Beck, es el hecho de que estos últimos


riesgos, al contrario de lo que ocurría con los riesgos “tradicionales de la sociedad
industrial primaria”, no son imputables según las reglas vigentes de la causalidad,
la culpabilidad y la responsabilidad. Señala que, con la inocencia de la ciencia
pura, los investigadores del riesgo defienden el arte elevado de la demostración
causal, bloquean así protestas ciudadanas, las sofocan en el origen de una
ausente demostración de ese tipo. En cualquier caso, dicha demostración, para
los riesgos de la modernización, es básicamente inadecuada.

(…)

2. El segundo elemento caracterizador es la complejidad organizativa de las


relaciones de responsabilidad. En la medida en que la sociedad se hace más
compleja, perfeccionada e intercambiable, el individuo piensa que es menor su
responsabilidad, al considerar que su contribución al conjunto es mínima. Esta
percepción induce a suponer que la responsabilidad se ramifica cada vez más a
través de procesos en los que contribuyen muchas personas (por ejemplo, la
eliminación de residuos que por acumulación individual pueden devenir nocivos).
En este sentido, los ciudadanos en realidad mantienen una vaga y difusa relación
con el hecho individual, de manera que solo al forzar mucho los conceptos se
puede vincular la producción del daño o el peligro a la imputación por ello.

A partir de la paradoja de que el riesgo afecta de modo involuntario a las


personas, pero tiene siempre su origen en una decisión humana, esta situación
de “responsabilidad” se produce, en unos casos, como consecuencia de múltiples
acciones individuales y, en otros, por la sistemática divergencia entre producción
del riesgo y afectación por el mismo en sociedades funcionalmente diferenciadas.

3. El tercero de los rasgos definitorios de la sociedad del riesgo, que afecta al


derecho, es la sensación de inseguridad subjetiva, independiente de los peligros
reales. Esto se explica porque en una sociedad cuyos miembros viven más
seguros (de los peligros o riesgos tradicionales o naturales), paradójicamente
tienen una creciente sensación subjetiva de inseguridad. En tales condiciones,
las exigencias de la seguridad jurídica (…) debieran estar encaminadas no solo
a la protección objetiva frente a riesgos —que disuadan tales conductas—, sino
a la posibilidad de garantizar, además, la confianza en dicha seguridad, en su
efectividad.

(…)

Esta relación riesgo-inseguridad provoca que los individuos reclamen del


Estado, de manera creciente, la prevención frente al riesgo y la provisión de
seguridad como únicas salidas viables de tal círculo vicioso. Si hay algo que
caracteriza a la sociedad del riesgo es precisamente la necesidad y la sensación
o impresión de inseguridad, de manera que —y esto es importante subrayarlo—
el logro de la seguridad se convierte en un motivo dominante de la ordenación de
la vida jurídica.

Tal exigencia de seguridad puede convertirse en un problema si esas


demandas se canalizan exclusivamente hacia el derecho, pues este se vería
forzado a expandir sus contornos para el control de nuevos peligros. Debe
advertirse, pues, sobre lo inadecuado que resultaría que el derecho asumiera ese
papel, que no le pertenece de modo prioritario ni mucho menos exclusivo, pues
ello devendría en una intervención jurídica excesiva y, a la postre, en un “Estado
de prevención o Estado preventivo”. (Ortega, 2011, pp. 78-80)
Retos jurídicos
Figura 2

Fuente: f reepik/21018785

Ortega (2011) afirma al respecto que «no es novedoso que el derecho reaccione
frente al riesgo, pero sí lo es la transformación sustantiva tanto del contenido de las
medidas de prevención como de los criterios o referencias que adoptan» (p. 81). Y
agrega que se puede «considerar que la sociedad del riesgo genera en el derecho
dos grupos de cambios: primero, crea nuevos ámbitos de actuación jurídica y,
segundo, existe una callada, pero incesante tendencia a la prevención de riesgos»
(Ortega, 2011, p. 82).

Adicionalmente, se menciona la creación de técnicas preventivas, sobre las que


Ortega (2011) asegura que:

Podemos enumerar las técnicas que ha desplegado el ordenamiento jurídico para hacer
frente a los “nuevos riesgos” en doce niveles: a) creación de delitos e infracciones de
riesgo, b) creación de bienes jurídicos de contenido difuso o bienes jurídicos
macrosociales, c) modificación de la prueba de la relación causal, d) nuevo contenido y
alcance de las tradicionales autorizaciones, e) introducción de estudios técnicos
científicos previos (estudio de impacto ambiental, por ejemplo), f) introducción de
“cláusulas técnicas” (permanente adaptación tecnológica para la prevención de riesgos),
g) establecimiento y ampliación de las medidas preventivas de seguridad, h) mayor
acceso social a la información, i) establecimiento de instrumentos presupuestarios, j)
creación de unidades especiales de protección contra riesgos, k) utilización de
instrumentos económicos fiscales, y l) una mayor participación social en la vigilancia de
los bienes colectivos puestos en riesgo. (p. 83)
Así mismo, como lo reseña Ortega (2011):

Beck afirma que muchas de las actividades que generan riesgos no son estrictamente
nuevas, sino que simplemente tienen hoy un potencial dañino más elevado. Si tomamos
como ejemplo a la industria química, veremos que ha aumentado en los últimos años su
potencialidad para la contaminación ambiental. En la actualidad se han desarrollado
nuevos campos de actividades y avances tecnológicos que encierran un creciente
peligro y un enorme potencial y capacidad lesivos, que indudablemente constituyen
notas peculiares de los nuevos riesgos actuales. (p. 82)

Riesgos productivos y nuevas estrategias eco ambientales


Figura 3

Con la modernización ecológica,


concepto que aparece a partir de
la década de los ochenta, se
presupone «una nueva lectura de
los principios tradicionales del
sistema industrial y productivo,
que, en su proceso evolutivo, va
incorporando las nuevas teorías
ecológicas» (Climent, 2006, p.
131).

Fuente: https://bit.ly/3PRRlhO

Así mismo, Climent (2006) afirma que, para Arthur Mol:

La ciencia está adquiriendo un gran protagonismo en las nuevas estrategias


industriales, de la misma manera que los procesos de producción y consumo se
fundamentan con mayor frecuencia en criterios ecológicos tales como: el análisis del
ciclo de vida de los productos, el reciclaje o las nuevas tecnologías verdes. En este
contexto, las ONG ambientalistas también han experimentado un cambio importante
en sus estrategias, sustituyendo paulatinamente la confrontación por el diálogo y la
negociación directa con los agentes económicos. Por último, y este es un punto muy
importante a tener en cuenta, ante los crecientes problemas ambientales causados
por la industria, la modernización ecológica se erige como un modelo alternativo al
proceso de desindustrialización que, como consecuencia de sus repercusiones
económicas y laborales, goza de muy poca aceptación popular. (p. 132)
Conclusiones

El surgimiento de nuevos ámbitos de riesgos exige del derecho una nueva forma de
actuar, como lo dice Anglés Hernández (2006, citada en Ortega, 2011):

En nuestros días el uso de sustancias peligrosas se ha generalizado y va en aumento...


lo cual se ha traducido en riesgos sanitarios y ambientales importantes... hecho que
obliga a la sociedad global de este siglo XXI a desenvolverse en los límites del riesgo,
con mayores niveles de peligro para su salud, inclusive, para su vida. (p. 82)

En conclusión, «estos nuevos ámbitos de actuación jurídica como efecto de la


sociedad del riesgo vienen de la mano de reformas constitucionales o de su
interpretación, celebración de tratados, establecimiento de leyes y la creación de un
gran número de disposiciones reglamentarias» (Ortega, 2011, p. 82).
Tema 2
Derecho penal ambiental

Profundización
Figura 4

Fuente: f reepik/31094300

El derecho penal ambiental es una rama del derecho relativamente nueva que, en
su generalidad, presenta constantes avances, además de poseer características
particulares teniendo en cuenta la especialidad de la materia.

Sobre este particular, se trae a colación lo planteado por Sessano (2002), quien
asegura que:

“Existe una tendencia internacional a la protección del medio ambiente por medio del
derecho penal, pese a que los conocimientos empíricos nacionales e internacionales
permiten observar su eficiencia todavía con escepticismo. La protección del medio
ambiente, y el aseguramiento de su preservación representan en la actualidad un
objetivo social fundamental, en los ámbitos estatal e internacional. Para afrontar la tutela
de estos intereses, el Estado va a recurrir a sus instrumentos jurídicos sancionatorios,
tanto a los administrativos cuanto a los penales. Desde esta expansión sancionatoria en
la esfera del derecho penal medioambiental hay que tener en cuenta que la experiencia
del derecho penal clásico, con la protección de la vida, salud e integridad física y la
propiedad, no encuentra respuestas apropiadas a las nuevas formas de amenaza
originadas por la civilización técnica. Por otra parte, el impacto del efecto propagandístico
de espectaculares destrucciones del medio ambiente —para los que la opinión pública
requería fuertes sanciones— ha impulsado la actuación del legislador. Sin embargo, se
observa cada vez con mayor escepticismo la ampliación del derecho penal del medio
ambiente”. (pp. 5-6)
Tema 3
Medio ambiente y recursos naturales objeto de protección del
derecho penal

Síntesis

Con el advenimiento de la modernidad, tanto en el pensamiento filosófico como


científico, y la irrupción de las nuevas tecnologías que han diversificado y
dinamizado los mercados, han ido evolucionando de manera paralela la prevalencia
y especial protección de los derechos humanos, dentro de los cuales se ha
contemplado de manera reiterada un medio ambiente sano. Nuestro ordenamiento
jurídico no es ajeno a esta protección, no obstante, deberá comprenderse todos
aquellos componentes que hacen parte de este gran concepto medio ambiente.

Profundización
Definición
Figura 5

Fuente: f reepik/2524112

Los recursos naturales, según la definición de Morello (1987), “es todo aquello que
satisface las necesidades humanas proveniente del medio físico y natural”, mientras
Ekerlin (1997) los define como “capital que se gasta rápidamente”, dando a entender
que se está́ comprando un presente barato con un futuro caro; en tanto, Zimmerman
(1933), mediante una visión funcional entre economía y geografía, dice: “Los
recursos no lo son, llegan a ser”.
El Código de los recursos naturales renovables y de protección del medio ambiente
para Colombia, en el decreto 2811 de 1974, reconoce el valor social de los recursos:
“(...) el ambiente es patrimonio común de la humanidad y necesario para la
supervivencia y el desarrollo económico y social de los pueblos” así como las
condiciones de uso, Art.45 “Se procurará que la transformación industrial de bienes
obtenidos en la explotación de recursos se haga dentro de la región en que estos
existen”, destacando como responsable a la Nación por el uso de los recursos
naturales, Art. 42 “Pertenecen a la Nación los recursos naturales renovables y
demás elementos ambientales (...)”.

Respecto a los recursos naturales no renovables, en la Constitución política de


Colombia, Art. 332, indica que: “El Estado es propietario del subsuelo y de los
recursos naturales no renovables la Nación” y el uso y/o explotación de recursos
naturales no renovables, se compensarán a través de un pago o contraprestación,
denominada regalía (art. 360, Constitución Política de Colombia) y cuyo sistema de
percepción de recursos, se distribuye proporcionalmente de acuerdo al número de
habitantes de cada población, Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), así como
la destinación para proyectos de infraestructura y fondos de estabilización
macroeconómica (Ley 1530 de 2012).

La cuestión del bien jurídico protegido


Análisis previo

Figura 6

De los problemas técnicos y dogmáticos, planteados


por los tipos penales que protegen el medio ambiente,
que han sido analizados de forma sucinta y sin ánimo
de exhaustividad, se puede adelantar la siguiente
afirmación: queda en entredicho la actual eficacia
de las normas penales para conseguir una
adecuada tutela del medio ambiente.

Fuente: https://bit.ly/3Vb9Mix

Ahora bien, que la protección penal medio ambiental no constituya el mejor


instrumento para salvaguardar determinados intereses o valores ecológicos no
significa que esta tutela no se ofrezca desde diversos tipos penales.

En primer lugar, es necesario determinar el objeto de protección de la norma. Y en


segundo lugar se tratará de apreciar de qué manera se dispensa, desde el código
penal, la tutela al medio ambiente, tanto de forma directa como indirecta. (Sessano,
2002, p. 13)

Objeto de protección

El ordenamiento jurídico, en general, y el derecho penal, en particular, tienden a


proteger todos aquellos bienes que son importantes para la vida del individuo.
También para el desarrollo armónico de la colectividad poniendo en marcha los
mecanismos de regulación y control social que necesita una sociedad
industrializada, de allí la necesidad de tener instrumentos que materialicen el ius
puniendi del estado no solo en el plano administrativo, como la ley 1333 del 2009,
sino cuya consecuencia sea la pena.

El derecho a la calidad de vida y al medio ambiente constituyen un objetivo


irrenunciable y de ahí surge la idea predominante de proteger el medio ambiente
como una defensa de la salud y de la vida de los habitantes. (Sessano, 2002, pp.
16-17)

El derecho penal protege al medio ambiente de una forma particular al resto. Para
su entendimiento, se explicarán porque necesariamente en materia penal no es
necesario infringir o dañar el medio ambiente para incurrir en un delito.

Delitos de peligro

Acerca de estos delitos, se cita a continuación lo apuntado por Gómez (2014):

Los delitos de peligro, en general, son aquellos en los que las conductas prohibidas
entrañan un peligro para los bienes jurídicos protegidos y se diferencian de los delitos
de lesión, porque estos exigen que el bien jurídico penalmente protegido sea
efectivamente lesionado, que se le cause un daño real. Pueden ser de peligro concreto,
que incluyen los casos en los que se requiere demostrar la existencia del peligro
efectivamente corrido, por tanto, si el resultado no se produce se dice que es solo por
casualidad. Estos delitos requieren un juicio de imputación donde se verifique la
producción de un «resultado de peligro», casi siempre para la vida o la salud hum ana,
desde una perspectiva ex post (…).

Los delitos de peligro también pueden ser de peligro abstracto o presunto, en cuyo
caso ha de entenderse que son aquellos que tipifican conductas de naturaleza peligrosa,
pero que no exigen que se cree efectivamente un peligro para el bien jurídico o no
requieren que se demuestre la puesta en peligro efectiva en este sentido, no será
necesario demostrar ex post, en el caso concreto, que el comportamiento tenía
capacidad lesiva frente al bien jurídico protegido, por esto se dice que este grupo de
delitos ha sido consagrado en el Código Penal en particular porque normalmente
suponen la peligrosidad y, por esto, basta la constatación de la acción típica (…).
La forma adoptada para la protección ambiental es, en general, la del peligro
abstracto, entre otras razones, por la necesidad de regular y criminalizar determinadas
conductas desde una etapa previa a la intervención clásica del derecho penal, que opera
cuando se ha lesionado un bien jurídico, en especial por el deterioro en el que se
encuentra el medio ambiente que ha implicado el aumento de riesgos por el desarrollo
tecnológico e industrial que pone en peligro a las generaciones futuras. Más adelante se
insistirá que este adelantamiento de las barreras de protección penal no produce
resultados eficaces, a pesar de que se vea teóricamente posible, porque es más efectiva
la intervención administrativa a través de sus sanciones, lo que indica que en estos
supuestos el derecho penal funciona más como una herramienta simbólica (…) para
reforzar las demás, que como una buena solución al problema ambiental.

Una de las principales críticas que ha recibido la consagración de este tipo de delitos,
consiste en el quiebre que generan en los principios básicos del derecho penal, com o lo
son el de legalidad (seguridad jurídica) y lesividad, así lo expresa Soto refiriéndose a la
regulación española: “[l]as críticas más contundentes se dirigen contra la modalidad de
delitos de peligro abstracto consistente en la incriminación de meras infracciones
administrativas que, por sí solas, no implican necesariamente un peligro para el bien
jurídico protegido” (2003, p. 177).

Sin embargo, los autores que avalan la protección de bienes jurídicos colectivos a
través de la consagración de los delitos de peligro abstracto insisten que ello no implica
la aceptación del desmantelamiento de las garantías penales. (pp. 317-318)

Crítica

Díaz Burgos (2015) refiere en su tesis que:

Es un hecho real, notorio e incuestionable que el medio ambiente terráqueo se


deteriora cada día más por el abuso indiscriminado que los seres humanos le hemos
dado a los recursos naturales renovables y no renovables. Aumenta este detrimento, por
el exiguo cuidado y atención que se le brinda a nivel global a las correcciones y
soluciones que se le deben dar a este flagelo. No controlarse a tiempo pone en riesgo la
supervivencia de los seres vivos que habitan el planeta —incluida la especie humana. El
círculo de la vida que rodea al reino animal y vegetal hace depender a unos de los otros
en una secuencia necesaria de lazos interconectados entre sí, que de no contarse con
una política y una legislación idónea y expedita que propenda por el respeto y
conservación de tales recursos, llevará a la posible extinción de la vida tal como se le
conoce hoy.

El deterioro continuo del medio ambiente viene influenciado por el rápido crecimiento
de la economía, que trae consigo la producción ilimitada de bienes de consumo como
motor que impulsa el modelo de sociedad. Esto genera toda suerte de perturbaciones al
entorno natural que rodea al hombre, así como la deseada industrialización ha
degenerado en un dominio destructivo de los recursos naturales que el planeta ofrece
para satisfacer toda clase de necesidades humanas. (p. 16).
Tema 4
La constitución ecológica como base fundamental del derecho penal
ambiental

Profundización

Definición
Para el caso colombiano, la Corte Constitucional ha manifestado que en la Carta
Política de 1991 se encuentra una verdadera constitución ecológica, del mismo
rango de las constituciones económica, social y cultural, en tanto que:

Al lado del conjunto de principios que la Constitución dedica a las relaciones económicas
deben situarse una serie disposiciones de no menos trascendencia encaminadas a
asegurar una protección básica a la vida humana considerada como un valor en sí, al
margen del uso que se haga de los recursos humanos en atención a fines políticos y
económicos. Se da así entrada a una nueva dimensión de las garantías constitucionales
cuyo núcleo esencial se halla en la protección de la libertad personal y de los demás
derechos fundamentales vinculados de diversa manera a la misma y que se manifiesta,
ante todo, en un conjunto de reglas generales tendentes a crear una situación ambiental
que facilite lo más posible el ejercicio de las libertades individuales (…). (Sala Plena,
2014, núm. 5.1.11)

A su vez, agrega Amaya (2016) que:

La preocupación sobre el medio ambiente ha encontrado espacio en la parte


dogmática de las constituciones, mediante la consagración de un nuevo derecho al
contenido económico y social, el derecho al ambiente sano y a la calidad de vida, al
que se suele impregnar de una funcionalidad compleja a partir de su configuración —
simultánea, por cierto— de derecho y de deber (puesto que incorpora la obligación de
conservar el medio ambiente que se tiene derecho a disfrutar). De ahí su consagración
como los principales rectores de la política económica y social.

Sin embrago, tras la conquista de la constitución de 1991, opina Canosa Usera que la
generosidad en esas proclamaciones constitucionales no siempre asegura la protección
de los bienes tutelados. Ese riesgo de caer en lo semántico pesa sobre todas las
constituciones, en especial sobre las de los países en desarrollo que, por lo demás,
suelen ser más generosas en las proclamaciones.
Fines esenciales del Estado
La Constitución Política de Colombia (1991) estipula en su artículo 2 que:

“Son fines esenciales del Estado servir a la comunidad, promover la prosperidad


general y garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución; facilitar la participación de todos en las decisiones
que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y cultural de la
Nación; defender la independencia nacional, mantener la integridad territorial y
asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo.

Las autoridades de la República están instituidas para proteger a todas las personas
residentes en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de
los particulares”.

Desde varios puntos de vista, esta norma tiene implicaciones ambientales, en primer
lugar, al «facilitar la participación de [los ciudadanos] en las decisiones que los
afectan y en la vida económica, administrativa, y cultural de la Nación». En
consecuencia, Amaya (2003a) afirma que:

Las decisiones administrativas de contenido ambiental generan consecuencias jurídicas


que repercuten en el vivir cotidiano los ciudadanos. La consagración de un Estado social
del derecho (art. 10.o C. P.) puntualiza el carácter participativo de la Carta y de nuestro
régimen democrático. La participación se vuelve un postulado concretó en decisiones
que, como las ambientales, afectan las relaciones de los ciudadanos entre sí, frente a
los recursos naturales y frente al sistema económico. (p. 113)

En ese orden de ideas, las decisiones culturales también incluyen un componente


ecológico que merece destacarse.

En segundo lugar, cuando se habla de «mantener la integridad territorial» no solo


se hace referencia a la conservación de esta integridad desde el punto de vista de
la soberanía política (protección de agresores externos o internos que pretendan
afectar su integridad). También al mantenimiento de la integridad física, corporal de
la nación. Los recursos naturales y el matrimonio ecológico y físico de la nación
deben ser objeto de protección estatal porque se consagran como fines esenciales
del Estado.

En tercer lugar, decir que «las autoridades de la República están instituidas para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida (…)» también
permite reafirmar, como se dibuja en el preámbulo, que la salvaguardia de la vida
está en la esencia de la función de protección al medio ambiente. Este artículo
segundo de la Constitución del 91 recoge parte de lo consagrado en el artículo 16
de la Constitución de 1886, concretamente en el segundo párrafo.
Buena parte de la discusión que se dio en la Asamblea Nacional Constituyente
sobre este tema fue a propósito del proyecto de reforma constitucional número 1,
presentado por el delegado Jesús Pérez González Rubio.

Derecho a gozar de un ambiente sano

Figura 7

Fuente: f reepik/3534042

El artículo 79 de la Constitución de 1991 establece que:

Todas las personas tienen derecho a pasar de un ambiente sano. La ley


garantizará la participación de la comunidad en las decisiones que puedan
afectarlo.

Es deber del Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente,


conservar las áreas de especial importancia ecológica y fomentar la educación
para el logro de estos fines.

Esto representa, en palabras de Amaya (2003b):

Una norma sin precedentes en la historia constitucional de Colombia, aunque en el


Código Nacional de Recursos Naturales Renovables (Dcto. 2811 de 1974) se le
consagró en el artículo 7.o con una fórmula similar (“… toda persona tiene derecho a
disfrutar de un ambiente sano…”. Este “nuevo” derecho constitucional, clasificado como
derecho colectivo, forma parte de los denominados derechos de la tercera generación,
los cuales superan la noción subjetiva de los derechos por cuanto su titularidad se otorga
a toda la comunidad. (p. 29)
Figura 8

Fuente: freepik/121716

La cuestión ambiental puede considerarse desde diferentes puntos de vista. La


Corte Constitucional ha anotado al respecto que:

Desde el plano ético, se construye un principio biocéntrico que considera al hombre


como parte de la naturaleza, otorgándoles, a ambos, valor. Desde el plano económico,
el sistema productivo ya no puede extraer recursos ni producir desechos ilimitadamente,
debiendo sujetarse al interés social, al ambiente y al patrimonio cultural de la nación;
encuentra, además, como límites el bien común y la dirección general a cargo del Estado
(…). En el en el plano jurídico el derecho y el Estado no solamente deben proteger la
dignidad y la libertad del hombre frente a otros hombres, sino ante la amenaza que
representa la explotación y el agotamiento de los recursos naturales; para lo cual deben
elaborar nuevos valores, normas, técnicas jurídicas y principios donde prime la tutela de
los valores colectivos frente a los valores individuales. (Sala Plena, 2002, VI, núm. 2)

El planteamiento anterior responde a los postulados de pertenencia y dependencia


del hombre frente a la naturaleza, expreso en la Carta Mundial de la Naturaleza, en
la que se identifica la cuestión ambiental como elemento transversal que permea
todas las actividades del hombre en el entorno.

El derecho ambiental sano se extiende a la protección de todas las dimensiones


necesarias para el equilibrio del medio en el cual se desarrolla la vida, por lo tanto,
incluye la vida humana, animal, vegetal, microbiana, y la regulación sobre los
recursos que existen en la naturaleza y que permiten su desarrollo.
Como lo asegura Amaya (2003a), al indicar que:

El derecho a disfrutar y a vivir en un ambiente sano (…) es considerado como un derecho


humano básico y, en opinión de algunos, como un prerrequisito y fundamento para el
ejercicio de otros derechos humanos, económicos y políticos. Es necesario aceptar que
un ambiente sano es condición sine qua non de la vida misma y que, bajo ese mismo
esquema, ningún otro derecho podría ser realizado en un esquema alterado. (p. 116).
Tema 5

Sistema nacional ambiental: entidades que lo integran y finalidad

Profundización

Figura 9

Fuente: propia

Pilares fundamentales del derecho ambiental colombiano


La base es la constitución ecológica del 91 en materia ambiental, en la que se hace un
reconocimiento de los asuntos ambientales como principio, derecho y deber de los
particulares y de las diferentes ramas del poder (cfr. Const., 1991, art. 95).

Sobre esa base, se han difundido algunas leyes que representan lo básico o mínimo del
derecho ambiental, las cuales se describen a continuación:

• Ley 23 de 1973: se considera la gran ley ambiental; cubre aspectos esenciales, por
ejemplo:

El medio ambiente es un patrimonio común; por lo tanto, su mejoramiento y


conservación son actividades de utilidad pública, en las que deberán participar el
Estado y los particulares. Para efectos de la presente Ley, se entenderá que el medio
ambiente está constituido por la atmósfera y los recursos naturales renovables.
(art. 2)

• Decreto Ley 2811 del 1974: es el Código de Nacional de Recursos Naturales;


establece las reglas para el uso y aprovechamiento de los recursos naturales.

Se habla del modo de uso de los recursos naturales. No se necesita autorización


administrativa particular, sino que es la ley la que faculta para usar el recurso natural.
Estas actuaciones básicas no necesitan autorización de autoridad administrativa, pues
la ley le da permiso, ya que no son acciones grandes. Algunos de sus artículos más
relevantes son:

El artículo 1, que estipula que «el ambiente es patrimonio común. El estado y los
particulares deben participar en su preservación y manejo, que son de utilidad pública
e interés social.

La preservación y manejo de los recursos naturales renovables también son de utilidad


pública e interés social (…)».

El artículo 3, que lista los recursos naturales renovables que se entienden regulados
en el código: primera visión legal restrictiva vigente de lo que se entiende por medio
ambiente (en conjunto con la de la Ley 23 de 1973).

El artículo 8, que comprende un listado importante de factores que deterioran el medio


ambiente.

Y el artículo 51, que dicta que «el derecho de usar los recursos naturales renovables
puede ser adquirido por ministerio de la ley, permiso, concesión y asociación».

• Ley 9 de 1979: en esta se dictan medidas sanitarias correlacionadas con el ambiente


sano, como suministro de agua, salud ocupacional, saneamiento de edificaciones,
alimentos, control de especímenes, derechos y deberes relativos a la salud.

Antes la competencia era del Minsalud. Pero, con la Constitución del 91, la Ley 99 del
93 hace una modificación importante de la estructura administrativa: la competencia en
asuntos ambientales pasa al Ministerio del Medio Ambiente.

En el artículo 45 se puede encontrar una expresión del principio de restauración y


corrección en la fuente: «Cuando las emisiones a la atmósfera de una fuente
sobrepasen o puedan sobrepasar los límites establecidos en las normas, se procederá
a aplicar los sistemas de tratamiento que le permitan cumplirlos.

• Ley 99 del 1993: organiza el sistema nacional ambiental y las funciones de las
autoridades administrativas ambientales. Pone unas cargas económicas ambientales.
También, considera varios mecanismos de participación ciudadana.

Con esta ley, se reordena el sector público encargado de la gestión y conservación del
medio ambiente y recursos renovables. Se organiza el Sistema Nacional Ambiental
(SINA).

• Ley 1333 de 2009: establece el procedimiento sancionatorio administrativo ambiental.

En el artículo 1 habla de la potestad de la facultad sancionatoria que le corresponde al


Estado, la cual recae en el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, y
en autoridades ambientales.
El sector ambiental se transformó en el gobierno de Juan Manuel Santos y de sus
autoridades. Se creó la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA).

El artículo 3 presenta los principios rectores: precaución, prevención, justicia ambiental,


resiliencia, etc.

El artículo 4 trata sobre las sanciones administrativas, que «tienen una función
preventiva, correctiva y compensatoria».

Finalmente, el artículo 5 establece que:

Se considera infracción en materia ambiental toda acción u omisión que constituya


violación de las normas contenidas en el Código de Recursos Naturales Renovables,
Decreto-ley 2811 de 1974, en la Ley 99 de 1993, en la Ley 165 de 1994 y en las
demás disposiciones ambientales vigentes en que las sustituyan o modifiquen y en
los actos administrativos emanados de la autoridad ambiental competente. Será
también constitutivo de infracción ambiental la comisión de un daño al medio
ambiente, con las mismas condiciones que para configurar la responsabilidad civil
extracontractual establece el Código Civil y la legislación complementaria, a saber:
el daño, el hecho generador con culpa o dolo y el vínculo causal entre los dos.
Cuando estos elementos se configuren darán lugar a una sanción administrativa
ambiental, sin perjuicio de la responsabilidad que para terceros pueda generar el
hecho en materia civil.
Sistema Nacional Ambiental
Figura 10

Fuente: f reepik/10329515

Sobre este sistema, Schlesinger (2017) expone que:

Debido a las reformas institucionales adelantadas durante los años noventa, como
consecuencia de la expedición de la Constitución Política de 1991 y de la Ley 99 de
1993, la gestión ambiental en Colombia tuvo un amplio desarrollo. Uno de estos grandes
adelantos fue la creación del Sistema Nacional Ambiental (SINA), en un claro esfuerzo
por crear un verdadero sistema para el manejo de los recursos naturales en el país. El
SINA es consagrado por el artículo 4.o de la Ley 99 de 1993 y puede entenderse como:
“el conjunto de orientaciones, normas, actividades, recursos, programas e instituciones
que guían la gestión ambiental del país”. (p. 1)

Agrega Schlesinger (2017) que este sistema:

Se encuentra bajo el liderazgo del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible


(MADS), el cual también fue creado por la Ley 99 de 1993 con el nombre de Ministerio
del Medio Ambiente. La idea esencial, con la creación del SINA, era promover el manejo
de los recursos naturales bajo un esquema descentralizado pero articulado, que tuviera
a su cabeza a las autoridades ambientales nacionales. (p. 1)

Hoy por hoy, el objetivo es integrar los diferentes agentes públicos, sociales y
privados involucrados, con el fin de promover un modelo de desarrollo sostenible
entre el bienestar social y la preservación de la naturaleza.
Tema 6
Organización administrativa ambiental (una mirada al Sistema Nacional
Ambiental)

Profundización
¿Cuándo, por qué y para qué se creó el SINA?

En línea se puede rastrear los siguientes datos sobre este sistema:

El SINA nació en diciembre de 1993 como resultado de una gradual toma de


conciencia entre los ambientalistas públicos y privados del país sobre la urgencia de
contar con esquemas institucionales y sociales acordes con la responsabilidad de
proteger y hacer un uso sostenible del patrimonio ambiental colombiano, considerado
entre los cinco más ricos del planeta.

Desde la década de los 80 el territorio colombiano empezó a ser catalogado como


una potencia mundial en diversidad biológica, al contar con más del 10 por ciento de
todas las especias vivas del mundo, así como una privilegiada diversidad de
ecosistemas, recursos genéticos, pisos térmicos y fuentes de agua y de oxígeno.
Colombia también es líder mundial en diversidad cultural, al contar con 84 etnias
indígenas, además de comunidades negras y campesinas depositarias de un invaluable
conocimiento tradicional sobre el manejo de la biodiversidad consignada en sus
territorios.

El proceso de devastación de este patrimonio ambiental y cultural, particularmente


durante la segunda mitad del siglo XX, demostró los vacíos de un modelo de desarrollo
basado en la depredación, la subvaloración de esta riqueza nacional, y la debilidad de la
autoridad ambiental de ese entonces, representada en un pequeño instituto adscrito al
Ministerio de Agricultura (…). (¿Qué es el SINA?, s. f., párr. 5-7)

Figura 11

Fuente: portaf olio de of erta de servicios institucionales, Ministerio de Ambiente y Desarrollo


Sostenible (2020)
Sector central

• Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible:

Es el rector de la gestión del ambiente y de los recursos naturales renovables,


encargado de orientar y regular el ordenamiento ambiental del territorio y de definir
las políticas y regulaciones a las que se sujetarán la recuperación, conservación,
protección, ordenamiento, manejo, uso y aprovechamiento sostenible de los recursos
naturales renovables y del ambiente de la nación, a fin de asegurar el desarrollo
sostenible, sin perjuicio de las funciones asignadas a otros sectores. (Decreto 3570,
2011, art. 1)

Figura 12

Fuente: portaf olio de of erta de servicios institucionales, Ministerio de Ambiente y Desarrollo


Sostenible (2020)

• Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN): es una unidad


administrativa especial, creada mediante el Decreto 3572 del 2011, de orden
nacional «encargada de la administración y manejo del Sistema de Parques
Nacionales Naturales y la coordinación del Sistema Nacional de Áreas
Protegidas» (Decreto 3572, 2011, art. 1). Con respecto al recurso hídrico, esta
autoridad se ocupa de otorgar concesiones de los recursos hídricos presentes
en los parques nacionales naturales y las áreas protegidas, así como de su
administración, control y conservación.

• Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (ANLA): es una unidad administrativa


especial, creada mediante el Decreto 3573 del 2011, de orden nacional, «encargada de
que los proyectos, obras o actividades sujetos de licenciamiento, permiso o trámite
ambiental cumplan con la normativa, de tal manera que contribuyan al desarrollo
sostenible (…)» (Decreto 3573, 2011, art. 2). Con respecto al recurso hídrico, esta
autoridad se ocupa de otorgar los permisos de concesión de aguas superficiales y
subterráneas, de prospección y exploración de aguas subterráneas y de la autorización
de construcción en zonas que ocupen el cauce de una corriente o depósito de agua, así
como de hacerles seguimiento a todas las licencias otorgadas.

Frente a esta autoridad nace la pregunta: ¿Quiénes pueden otorgar licencias ambientales
en Colombia? ANLA, corporaciones autónomas regionales y los grandes centros urbanos.

Sector descentralizado

• Entidades adscritas:

Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) (Decreto


1277 de 1994): es una agencia del orden nacional, adscrita al Ministerio de
Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADS), con autonomía administrativa,
personería jurídica y patrimonio independiente.

Entre sus funciones están (i) realizar estudios importantes de investigación


ambiental, por ejemplo, calidad de aire, y (ii) administrar el Sistema de
Información Ambiental Colombiano (SIAC) y los subsistemas ambientales
(SIAM, SIB, SIRH, STAT-ACC, SISEAIRE), los cuales están clasificados en tres:
recursos naturales, uso de recursos naturales, planificación y gestión ambiental.

• Entidades vinculadas:

Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt


(Decreto 1603 de 1994): es una corporación civil sin ánimo de lucro, de carácter
público, sometida a las reglas de derecho privado, con autonomía administrativa,
personería jurídica y patrimonio independiente, vinculada al MADS.

Entre sus funciones están (i) entregar al IDEAM los estudios sobre la
biodiversidad y (ii) el inventario nacional de biodiversidad.

Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (SINCHI) (Decreto 1603


de 1994): es una corporación civil sin ánimo de lucro, de carácter público,
sometida a las reglas de derecho privado, con autonomía administrativa,
personería jurídica y patrimonio independiente, vinculada al MADS.

Entre sus funciones están (i) proporcionar estudios sobre el mejoramiento de


calidad de vida, producción sostenible, información sobre los recursos de la
Amazonía, y (ii) búsqueda de soluciones relacionadas con los grupos étnicos de
la Amazonía.

Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (INVEMAR) (Ley 99 de 1993,


[art. 18] y Decreto 1444 de 1974): corporación dedicada a la investigación
ambiental básica y aplicada de los recursos naturales renovables y el medio
ambiente, así como de los ecosistemas costeros y oceánicos de los mares
adyacentes al territorio nacional.

Entre sus funciones se encuentran (i) prestar asesoría y apoyo científico y


técnico al ministerio, a las entidades territoriales y a las corporaciones; (ii) tener
competencias en la gestión y proporción de información del ecosistema marino,
oceánico y costero, y (iii) proporcionar asesoría y apoyo técnico y científico al
ministerio y otras entidades del SINA que lo requieran.

Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacifico (IIAP): está encargado


de desarrollar investigaciones científicas y tecnológicas que contribuyan al
mejoramiento del bienestar de la población, conservación de la calidad del medio
y aprovechamiento sostenible de los recursos naturales, además de dar apoyo
científico y técnico al Ministerio del Medio Ambiente para el cumplimiento de sus
funciones, contenidas en el artículo 2.2.8.7.2.2 del Decreto 1076 de 2015:

Colaborar con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de acuerdo con


sus pautas y directrices en la promoción, creación y coordinación de una red de
centros de investigación, en la que participen las entidades que desarrollen
actividades de investigación.

(…)

Emitir la información oficial de carácter científico en las áreas de su competencia.

Emitir los conceptos técnicos que en razón de su especialización le sean


requeridos por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y otras autoridades.

(…)

Celebrar contratos y convenios con personas naturales o jurídicas, públicas o


privadas, nacionales o extranjeras, incluidas las entidades sin ánimo de lucro, para
el cumplimiento de los objetivos y funciones asignadas en la ley, en el presente
capítulo y en las normas complementarias.

Promover, elaborar y ejecutar proyectos de investigación y transferencia de


tecnología agropecuaria sostenible.

Las demás que le otorgue la ley y le fijen los estatutos para el desarrollo de sus
objetivos legales.

Cabe aclarar que los institutos son autoridades de fomento o investigación, pero no
son autoridades ambientales.

• Órganos y comités: hacen parte del Consejo Nacional Ambiental y tienen un


representante en los consejos directivos de las CAR en todo el país.
Dentro de sus funciones se encuentra:

Ayudar a las partes contratantes a enfrentar los complejos temas vinculados


a la conservación de la diversidad biológica y a la utilización sostenible de sus
componentes.

(…) Ayudar a cubrir la brecha entre la ciencia, las decisiones políticas y la


ciudadanía, y así facilitar el proceso de adopción de decisiones.

(…) Ayudar a desarrollar la conciencia pública sobre la importancia de la


diversidad biológica y las causas o fuerzas que conducen su pérdida y, a
través de ello, ayudar a crear un clima político en el cual puedan adoptarse
decisiones difíciles, así como ejecutarse las acciones correspondientes.
(Glowka et al., 1996, p. 131)

Además, poseen una función fiscalizadora, a través de la cual hacen


«seguimiento de las acciones tomadas para implementar el convenio a nivel
local, nacional e internacional» (Glowka et al., 1996, p. 131).

• Fondos especiales: organización de organizaciones ambientalistas, de


carácter no gubernamental, sin ánimo de lucro, de interés público, con
autonomía administrativa, dotada de personería jurídica.

Dentro de sus funciones se encuentran:

(i) Agrupar organizaciones ambientalistas presentes en el territorio nacional, que


compartan los objetivos de la Corporación ECOFONDO.

(ii) Fortalecer el tejido organizativo entre las organizaciones ambientalistas, en


alianza con otras organizaciones de los movimientos sociales; logrando sentido
de pertenencia, construcción de sinergias, participación, empoderamiento y
autonomía en la gestión y política ambiental.

(iii) Contribuir a la sostenibilidad y a la construcción de culturas ambientales


alternativas, mediante procesos de transformación positiva de las realidades
territoriales, a través de la gestión ambiental participativa y de la acción política
ambientalista.
Órganos autónomos
Figura 13

Fuente: f reepik/ 12389094

Corporaciones autónomas regionales y de desarrollo sostenible: el IDEAM (s. f.)


define las Corporaciones Autónomas Regionales (CAR) como:

Entes corporativos de carácter público, creados por la ley, integrados por las
entidades territoriales que por sus características constituyen geográficamente un
mismo ecosistema o conforman una unidad geopolítica, biogeográfica o
hidrogeográfica, dotados de autonomía administrativa y financiera, patrimonio propio
y personería jurídica, encargados por la ley de administrar, dentro del área de su
jurisdicción, el medio ambiente y los recursos naturales renovables y propender por
su desarrollo sostenible, de conformidad con las disposiciones legales y las políticas
del MADS. (párr. 4)

Fueron creadas mediante la Ley 99 de 1993 y están integradas bajo una división por
recursos naturales, no por departamentos. Su diseño institucional les da autonomía
para la toma de decisiones y el establecimiento de procedimientos, de manera que el
Minambiente no incide sobre ellas.

Así mismo, agrega el IDEAM (s. f.):

Las corporaciones para el desarrollo sostenible cumplen las funciones anteriormente


descritas para las CAR, se encargan del aprovechamiento sostenible y racional de
los recursos naturales renovables y del medio ambiente en su respectiva jurisdicción,
de la promoción de la investigación científica e innovación tecnológica, de dirigir el
proceso de planificación regional de uso del suelo para mitigar y desactivar presiones
de explotación inadecuada del territorio, y propiciar con la cooperación de entidades
nacionales e internacionales la generación de tecnologías apropiadas para la
utilización y la conservación de los recursos y del entorno de su área de influencia.
(párr. 5)
Grandes centros urbanos:

Sobre estos, señala el IDEAM (s. f.)

Las autoridades ambientales urbanas se encuentran presentes en los municipios,


distritos o áreas metropolitanas cuya población urbana es igual o superior a un millón
de habitantes. Están encargadas de promover y ejecutar programas y políticas
nacionales, regionales y sectoriales en relación con el medio ambiente y los recursos
naturales renovables, es decir, cumplen con las funciones de las Corporaciones
Autónomas Regionales en su jurisdicción. (párr. 6)

Figura 14

Fuente: Fuente: portaf olio de oferta de servicios institucionales, Ministerio de Ambiente y Desarrollo
Sostenible (2020)

Figura 15

Fuente: portaf olio de of erta de servicios institucionales, Ministerio de Ambiente y Desarrollo


Sostenible (2020)
Tema 7
Principio de precaución

Síntesis
La Constitución encarga al Estado de prevenir y controlar los factores de deterioro
ambiental, así como de imponer las sanciones legales y exigir la reparación de los
daños causados, labor preventiva que adquiere especial significado tratándose del
medio ambiente. Para su puesta en práctica, suele apoyarse en varios principios,
dentro de los que se destacan los de prevención y precaución, pues dicha labor
tiene que ver tanto con los riesgos o daños cuyo efecto no pueda ser conocido
anticipadamente como con aquellos en los cuales resulta posible conocer el efecto
antes de su producción.

Profundización
Figura 16

Fuente: f reepik/31643602

Definición
• Principio de prevención: tratándose de daños o de riesgos, en los que es
posible conocer las consecuencias derivadas del desarrollo de determinado
proyecto, obra o actividad, de modo que la autoridad competente pueda adoptar
decisiones antes de que el riesgo o el daño se produzcan , con el fin de reducir
sus repercusiones o de evitarlas, opera el principio de prevención que se
materializa en mecanismos jurídicos tales como la evaluación del impacto
ambiental o el trámite y expedición de autorizaciones previas, cuyo presupuesto
es la posibilidad de conocer con antelación el daño ambiental y de obrar, de
conformidad con ese conocimiento anticipado, a favor del medio ambiente.

La consecuencia del riesgo consiste en que el deterioro ambiental debe ser


neutralizado desde sus propios orígenes y sin retardar la actuación hasta el
momento mismo en que los efectos negativos se produzcan o generen mayor
daño. La expedición de licencias o el otorgamiento de permisos son, en buena
medida, manifestaciones de una actividad administrativa dirigida a precaver
riesgos o efectos no deseables y ese mismo propósito se encuentra en el
derecho administrativo sancionador.

En el área ambiental se ha precisado que toda la normatividad expedida tiene


un carácter preventivo. Por lo tanto, derecho administrativo sancionador no tiene
alcance distinto a reforzar ese principio preventivo de la legislación ambiental
que cuenta con otros medios para lograr su efectividad. Desde luego, la finalidad
preventiva que preside todo el andamiaje jurídico levantado alrededor del medio
ambiente.

Los instrumentos jurídicos diseñados para el cumplimiento de la función


preventiva suelen enfrentar problemas originados en la propia materia
medioambiental. No en pocas ocasiones está caracterizada por la necesidad y
urgencia de actuar en situaciones dominadas por la incertidumbre acerca de las
condiciones fácticas o materiales que configuran un evento o acerca de la
amenaza que para las personas o el medio ambiente puede representar alguna
situación.

• Principio de precaución o tutela: se aplica en los casos en que ese previo


conocimiento no está presente, pues tratándose de este, el riesgo o la magnitud
del daño producido o que puede sobrevenir no son conocidos con anticipación,
porque no hay manera de establecer, a mediano o largo plazo, los efectos de
una acción, lo cual tiene su causa en los límites del conocimiento científico que
no permiten adquirir la certeza acerca de las precisas consecuencias de alguna
situación o actividad, aunque se sepa que los efectos son nocivos.

Si bien el principio de precaución hace parte del ordenamiento positivo, con


rango legal, a partir de la expedición de la Ley 99 de 1993, la Corte ha
considerado que se encuentra constitucionalizado, pues se desprende de la
internacionalización de las relaciones ecológicas y de los deberes de protección
y prevención contenidos en Carta Magna, constitucionalización que deriva del
deber impuesto a las autoridades de evitar daños y riesgos a la vida, a la salud
y al medio ambiente.
Elementos exigidos para la adopción de medidas fundadas en este
principio
Figura 17

En la Sentencia C-703 de 2010 se indica que:

La Corte ha advertido que la adopción de medidas


fundadas en el principio de precaución debe contar con
los siguientes elementos: (i) que exista peligro de daño,
(ii) que este sea grave e irreversible, (iii) que exista un
principio de certeza científica, así no sea esta absoluta,
(iv) que la decisión que la autoridad adopte esté
encaminada a impedir la degradación del medio
ambiente y (v) que el acto en que se adopte la decisión
sea motivado. (Sala Plena, 2010, VI, núm. 6)

Fuente: https://bit.ly/3jqzzpO

Se adiciona en la citada sentencia que:

Cuando la autoridad ambiental debe tomar decisiones específicas, encaminadas a


enfrentar una situación o hecho o a evitar un peligro de daño grave, “sin contar con la
certeza científica absoluta, lo debe hacer de acuerdo con las políticas ambientales
trazadas por la ley, en desarrollo de la Constitución, en forma motivada y alejada de toda
posibilidad de arbitrariedad o capricho”.

De conformidad con lo entonces expuesto, el acto administrativo dictado con base en el


principio de precaución “debe ser excepcional y motivado” y “como cualquier acto
administrativo, puede ser demandado ante la jurisdicción de lo contencioso
administrativo”, para que así “la decisión de la autoridad se enmarque dentro del Estado
de Derecho, en el que no puede haber decisiones arbitrarias o caprichosas” de modo
que, si esto llegara a ocurrir, el ciudadano tenga “a su disposición todas las herramientas
que el propio Estado le otorga” (…). (Sala Plena, 2010, VI, núm. 6)

Ejemplos de aplicación del principio de precaución

En la sentencia citada también se menciona que:

En la Ley 164 de 1994, aprobatoria de la Convención Marco de las Naciones Unidas


sobre el Cambio Climático o en la Ley 740 de 2002, aprobatoria del protocolo de
Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología del Convenio sobre la Diversidad
Biológica y la Corporación ha estimado que las medidas preventivas en materia
ambiental también constituyen manifestación del mentado principio.
En efecto, en la Sentencia C-293 de 2002 la Corte puntualizó que “acudiendo al
principio de precaución”, y con “los límites que la propia norma legal consagra”, una
autoridad ambiental puede proceder “a la suspensión de la obra o actividad que
desarrolla el particular, mediante el acto administrativo motivado, si de tal actividad se
deriva daño o peligro para los recursos naturales o la salud humana, así no exista la
certeza científica absoluta”. (Sala Plena, 2010, VI, núm. 3)
Tema 8
Los ecosistemas como sujetos de protección
constitucional
Profundización
¿Qué son y cuáles son sus implicaciones?
Figura 18

Fuente: f reepik/8668105

En una nota del periódico de la UNAL se publicó que:

La designación de ríos, páramos y regiones de Colombia como ecosistemas


“sujeto de derecho” representa una oportunidad de respeto, protección y
conservación para la naturaleza. El profesor Gregorio Mesa, del Grupo de
Investigación en Derechos Colectivos y Ambientales (GIDCA) de la Universidad
Nacional de Colombia (UNAL), explica por qué es importante esta consideración
y cuáles son sus implicaciones.

En los últimos 50 años los jueces han decidido que un ecosistema o un


elemento de él —como ríos, bosques naturales, una montaña, un páramo o una
especie específica— sean sujetos de derecho.

“Se parte del hecho de que el Estado debe proteger la diversidad y la integridad
ambiental. Cuando un elemento del ambiente pasa de ser “objeto” a ocupar una
categoría de “sujeto”, abre la puerta a la protección, pues se cambia esa relación”,
destaca el profesor Mesa.
La importancia de esta designación radica en estas dimensiones:

— Cambia la relación con el sujeto,

— Prevalece el cuidado y la conservación, y

— Comienza una nueva relación o cosmovisión.

Al respecto, la normativa en Colombia es amplia y se encuentra especificada


en la Constitución Política de 1991, en la cual incluye algunos artículos
relacionados con la protección de la diversidad y la integridad ambiental, entre
ellos el 8, deber de proteger el ambiente; el 63, mediante el cual se protegen
determinados elementos como los Parques Naturales Nacionales y los
resguardos indígenas, entre otros; y el 79 y el 80, que señalan que “todas las
personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano”.

Estos se complementan con la Ley 99 de 1993, que habla de los principios


ambientales, la protección de ecosistemas esenciales para la vida (como
páramos, humedales, zonas de recarga de acuíferos y las cuencas
hidrográficas), y la Ley 165 de 1994, que protege la diversidad de la vida.

Actualmente existe un debate sobre si sirve o no declarar un ecosistema como


sujeto de derecho, pues con las sentencias se ordena cumplir con normas de
protección específicas que tardan en coordinarse con el Gobierno y cumplirse.

Entre otros, se han catalogado como ecosistemas sujetos de derecho: el río


Atrato (Chocó), Cauca, Magdalena, Quindío, Pance (Valle del Cauca), La Plata
(Huila), Otún (Risaralda), el páramo de Pisba (Boyacá), la región de la Amazonia
colombiana, los afluentes Coello, Combeima y Cocora (Tolima) y el Vía Parque
Isla de Salamanca (Magdalena). (Ecosistemas como sujeto…, 2020, párr. 1-8)

A partir del 2016, Colombia inició un nuevo experimento constitucional, consistente


en el reconocimiento de la personalidad jurídica de los ecosistemas. Vinculado al
«biocentrismo», la jurisprudencia constitucional parecería aproximarse a una
corriente contrahegemónica, desarrollada ampliamente en el derecho «andino»,
que ha construido un Estado de derecho «socioambientalista» y que da origen a un
«nuevo constitucionalismo de la biodiversidad».

Este «nuevo constitucionalismo», «constitucionalismo biométrico»,


«constitucionalismo experimental» o «constitucionalismo de la alteridad» tiene
antecedentes en la Constitución ecuatoriana y boliviana, que explícitamente
reconocen a la naturaleza como un sujeto de derechos, pero que, por demás, se
convierten en centros de producción de derecho, esto es, un sistema jurídico
«autóctono», que, si bien no se divorcia del ibérico-romano, se separa de este en
tanto produce categorías jurídicas propias.

Sin embargo, no se trata de la primera experiencia comparada en crear una nueva


categoría de sujetos de derecho; Ecuador y Bolivia podrían haber iniciado con estos
experimentos constitucionales, pero países como Francia, Inglaterra, Australia,
Alemania, Austria, Colombia, Suiza, Argentina, entre otros, desarrollaron otras
herramientas jurídicas que tienen como consecuencia la subjetivación de la
naturaleza. Inclusive, Nueva Zelanda fue el primer país en reconocer derechos a un
río (río Whanganui), e India (Ríos Ganges y Yamuna) también reconoció la
personalidad jurídica a estos ecosistemas.

Lo anterior no quiere decir que en Colombia haya nacido el ecocentrismo o la


protección de ecosistemas en el 2016. Al contrario, las Sentencias C-595 de 2010,
C-632 de 2011, C-449 de 2015 y T-080 de 2015 protegieron la naturaleza, pero es
solo mediante la Sentencia T-622 de 2016 que la Corte Constitucional declaró por
primera vez a un ecosistema como sujeto de derechos en Colombia. En este fallo
la Corte reconoció al río Atrato, su cuenca y afluentes como una entidad sujeta de
derechos a la protección, conservación, mantenimiento y restauración a cargo del
Estado y las comunidades étnicas, como consecuencia de su notable degradación
ambiental, luego de la intensiva actividad minera que vertía mercurio en la fuente
hídrica y que aprovechaba los recursos naturales de forma ilícita.

Luego de esta trascendental decisión, vinieron otras declaraciones judiciales en el


mismo sentido, que ampliaron significativamente el número de ecosistemas
protegidos constitucionalmente, a saber: la región de la Amazonía colombiana; los
ríos Cauca, Magdalena, Quindío, Pance, La Plata, Otún, Combeima, Cócora y
Coello; el páramo de Pisba; el complejo de páramos las Hermosas; el Parque
Nacional Natural los Nevados; la vía parque Isla de Salamanca (VPIS); el valle del
Cocora en Quindío, y la laguna de Tota en Boyacá.

Con todo, parecería que el reconocimiento de estos ecosistemas como sujetos de


derecho se encontrase todavía en transición. En efecto, podríamos constatar que
esta categoría se encuentra en un intermedio entre la conexidad del derecho
colectivo al medio ambiente con derechos al mínimo vital, integridad personal y vida,
así como la equidad intergeneracional, indicando así que el ecosistema amenazado
y la naturaleza en general son herramientas o instrumentos para la conservación de
la vida humana y de sus condiciones de existencia.

Por otra parte, estas sentencias también contienen órdenes complejas que plantean
una vulneración masiva y generalizada de varios derechos constitucionales que
afecta a un número significativo de personas. Consecuencia de la prolongada
omisión de las autoridades en el cumplimiento de sus obligaciones para garantizar
los derechos que incluye la no expedición de medidas legislativas, administrativas
o presupuestales necesarias para evitar la vulneración de los derechos, y que
produce un problema social cuya solución compromete la intervención de varias
entidades. Esto demanda un esfuerzo presupuestal adicional importante. En otras
palabras, se trata de sentencias estructurales en las que el aparato judicial reconoce
la existencia de un problema sistemático y, por ello, ordena acciones afirmativas de
ejecución inmediata y progresiva para la protección de derechos fundamentales que
pueden ser afectados de forma masiva, dada las consecuencias que tiene la
degradación del ecosistema.

A partir de esto, se trata de una nueva categoría, en la medida en que toma


prestados los insumos del litigio estructural para corregir conductas y se instaura
una estrategia institucional con las entidades involucradas. Con el objeto de hallar
bases estructurales y complejas que garanticen el respeto de los derechos
impactados, que se van a irradiar también a las personas que no acudieron a la
jurisdicción. No obstante, su aporte radica en una ficción que hace subjetiva a la
naturaleza (ecosistema concreto) para hacerlo destinatario de acciones afirmativas,
progresivas y positivas. Así, los tribunales han optado por impartir órdenes
complejas, de seguimiento y de inversiones, en aras de no solo contribuir a detener
la degradación del ecosistema, sino de recuperar sus condiciones ambientales,
servicios ecosistémicos y de esta forma, garantizar la supervivencia del ecosistema.

Quizá, luego de más de una docena de sentencias que declaran como sujeto de
derecho a los ecosistemas enunciados y seguramente otros litigios que estarán por
venir, las cortes cerrarían filas para la protección de quienes están por nacer, pero
también de la naturaleza, reconociendo en ella un valor intrínseco y, por demás, una
carga ética que tiene la humanidad de conservar el planeta, su biodiversidad y su
habitabilidad, tanto para la raza humana como para las demás especies. Empero,
la velocidad de estas transformaciones puede ir a un ritmo más lento que la
degradación ambiental, la extinción masiva de especies y el cambio climático. Sin
embargo, es un paso definitivo en la consolidación de un futuro sustentable, que
supere el Antropoceno y brinde, en dignidad y capacidad, una existencia plena a las
generaciones que están por venir.
Tema 9
Posturas ecocéntricas y antropocéntricas

Profundización

Definición
Con respecto a este tema, Cresci (2018) formula lo siguiente:

A nivel nacional e internacional, se ha realizado una serie de esfuerzos con el objetivo


de lograr que el impacto del hombre sobre la naturaleza no termine con ella. Ya sea
mediante convenios, declaraciones, tratados internacionales, leyes, etc., actualmente se
cuenta con una gran cantidad de normativa que apunta a «proteger» la naturaleza. Pero
¿es esto realmente así? ¿Esta normativa busca proteger a la naturaleza o al hombre
para que este pueda explotarla? Es en este sentido que me pregunto: ¿son estos
esfuerzos suficientes, considerando que el eje de la protección de la mayoría de la
normativa positiva es el hombre y no la naturaleza?

La ética ambiental surge por el cuestionamiento de las consecuencias del


progreso científico sobre la vida, que, si bien ha permitido una mayor expectativa
y una mejor calidad de vida en los seres humanos, también trae consecuencias
importantes. El Informe Geo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio
Ambiente del año 2000 destaca que los problemas son varios: cambios
climáticos, pérdida de la capa de ozono, escasez del agua dulce, contaminación
del agua potable y del aire, deterioro del suelo, deforestación y desertificación,
alteración de ecosistemas, desastres naturales, eliminación de desechos,
acumulación de sustancias tóxicas, agotamiento de los recursos naturales,
pérdida de la biodiversidad, inseguridad alimentaria, pobreza, urbanización,
guerras y conflictos, entre otros.

Según Ochoa Figueroa: «El antropocentrismo se centra en la creencia de que


los humanos son superiores al resto de la naturaleza, por lo que, como resultado,
se considera al ser humano como legítimo dueño de aquella y, por ende, puede
utilizarla para sus propósitos, de modo que la naturaleza tiene un valor por su
contribución a la calidad de la vida humana, satisfaciendo sus necesidades
físicas y materiales; en sentido contrario, la visión ecocéntrica considera que la
naturaleza contiene un valor inherente, independientemente de si le es de utilidad
o no al ser humano; en este sentido los ecocéntricos valoran a la naturaleza por
sí misma» .
Por eso quienes defienden la postura antropocéntrica argumentan que el
deterioro ambiental no constituye una lesión o peligro de un bien jurídico, ya que
solo será relevante si lo que se pone en peligro es la vida o la salud de las
personas. En cambio, para quienes defienden la postura ecocéntrica, el medio
ambiente es un bien jurídico independiente que merece protección jurídica
autónoma, más allá de que le sirva al hombre o beneficie o afecta su explotación
o agresión.

Por su parte, Ibarra Rosales explica que en la ética antropocéntrica, el hombre


es el centro y eje del universo, es superior a todo miembro de la biosfera,
utilizando a la ciencia y a la tecnología como instrumentos para sujetar el mundo
natural a los fines del hombre porque la naturaleza es un mero objeto cuyo
sentido o razón de ser es satisfacer las necesidades e intereses del hombre, ya
que la misma no posee un valor propio solo un valor instrumental asignado y
reconocido por el hombre que la valora en la medida en que le proporciona las
condiciones y los bienes materiales para el logro y desarrollo de la vida humana
y es la relación del hombre con la naturaleza la que debe estar regulada por el
deber ético de cuidar y preservar el entorno natural para asegurar el futuro
desarrollo del hombre y de la sociedad.

En contrapartida, en la ética ambiental biocéntrica el hombre es u n miembro


más de la comunidad biosfera compartiendo un destino común con las otras
especies y elementos de la Tierra, ya que forma parte de la totalidad de ese
sistema, poseyendo la naturaleza un valor en sí misma que lo adquiere por el
simple hecho de existir y poseer dinámica y vida propia considerándosela un fin
en sí mismo, una potencia que genera las condiciones de vida en general, cuyos
elementos participan y contribuyen en ese proceso, por lo cual tienen derecho
intrínseco de vivir y desarrollarse en la biosfera debiendo el hombre reconocerse
como un elemento más, respetando a los otros miembros de la misma.

La autora considera fundamental recuperar la dimensión ética del medio


ambiente, la cual puede contribuir a construir e impulsar una estrategia de
desarrollo sustentable pertinente y factible que tienda a mejorar las condiciones
de vida y el equilibrio entre el desarrollo y la naturaleza. La ética del medio
ambiente aborda esta dimensión desde diversas perspectivas teóricas que
plantean alternativas para conocer y comprender la complejidad que encierra el
medio ambiente, tomando en cuenta la crisis actual que presenta a nivel
planetario.

En este sentido es que analizaremos la normativa positiva vigente de diversos


países latinoamericanos y cómo su visión antropocéntrica o ecocéntrica impacta
sobre la protección de las especies y la biodiversidad en general. (párr. 7-13)
Tema 10
La información ambiental como condicionante de la toma de
decisiones ambientales: los principios

Síntesis

A partir de la expedición en 1991 de una nueva Carta política, ha sido significativo


en Colombia el avance en materia de acceso a la participación y de acceso a la
información. En particular, hay una diversidad de instrumentos, espacios y
mecanismos con los que se abre paso a todas las personas para que conozcan e
incidan en los asuntos ambientales de su interés. No obstante, se requiere de un
proceso de divulgación y conocimiento de estos, junto con una dinámica
concientizadora acerca de la importancia de la actuación de los diferentes actores
en los asuntos y decisiones del ambiente. (Lora & Rodríguez 2008).

Profundización

¿En qué consiste el acceso a la información?


Lora & Rodríguez. (2008) apuntan que:

En sentido amplio y de acuerdo con el artículo 19 de la Declaración Universal de los


Derechos Humanos, el derecho a la información o el derecho a saber es la garantía
fundamental que tiene toda persona a acceder a la información, a informar y a ser
informada. También se puede decir que el derecho a la información es la capacidad de
acceder, solicitar y conocer datos, documentos y demás contenidos que el ciudadano
considere de interés o necesidad. Este derecho se sustenta en los artículos15, 20 y 23
de la Constitución política de 1991 y tiene tres estados de aplicación: (1) forma activa,
cuando soy yo quien brinda la información, (2) forma pasiva, cuando la solicito y (3) forma
neutra, cuando puedo conocer qué existe acerca de mí en bases de datos tanto públicas
como privadas. (Lora & Rodríguez., 2008, p. 15).
Problemática entorno a la información ambiental
Figura 19

Fuente: f reepik/35758969

Los Lineamientos para una política de la participación plantean que la


desigualdad de unos actores en relación con otros en cuanto a sus posibilidades
de acceso y manejo de la información genera inequidad en los espacios de
participación (Wilches 1998). La carencia de información impide a los actores
participar en determinados procesos. Ellos suelen enterarse de que se están
presentando esos acontecimientos cuando comienzan a padecer sus
consecuencias de manera irreversible. Para contribuir con que haya una
participación eficaz, la información debe caracterizarse por la oportunidad, la
calidad, la accesibilidad y la retroalimentación (Ministerio del Ambiente 2002,
161).

Es en el nuevo contexto constitucional en el que se ha creado una conciencia


de propiedad colectiva sobre los recursos naturales y el ambiente. Es ah í́ donde
se genera la preocupación por defender lo público, lo que se ha reflejado en el
interés de los ciudadanos por participar en las decisiones ambientales y por
acceder a la información ambiental.

En Colombia, se garantiza a todas las personas la libertad de informar y de


recibir información. También, el derecho de acceso a la información, elevado a
rango constitucional en el artículo 74 que señala que “todas las personas tienen
derecho acceder a los documentos públicos salvo los casos que establezca la
Ley”.

Por su parte, el artículo 23 de la Constitución Nacional materializó el derecho a


la información en la figura del Derecho de Petición de la siguiente manera:
“Toda persona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las
autoridades por motivos de interés general o particular y a obtener pronta
Resolución. El legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones
privadas para garantizar los derechos fundamentales”.

Así, el derecho de las personas a solicitar información de todo tipo, incluida la


información de carácter ambiental y el acceso a ella, se protegió́ de manera
especial, consagrando como un derecho fundamental, con las acciones judiciales
que esto implica, su defensa por medio de la acción de tutela y la posibilidad de
utilizar el recurso de insistencia.

Principios
El acceso a la información trae implícito el principio participativo y democrático.

El principio participativo es un pilar de la Constitución de 1991 y del Estado


Social de Derecho, e implica que la ciudadanía haga parte de las decisiones y de
los debates que la afectan y le competen. (Sentencia T- 361 de 2017)

La participación se comprende como “la acción social que permite la interacción


de diferentes actores”. Además, esa denotación adquiere un alcance jurídico,
debido a su reconocimiento como principio, derecho, deber y mecanismo para
ejercer la ciudadanía en el orden jurídico, “toda vez que la participación ha sido
definida como la posibilidad de que los individuos puedan sentirse parte de una
comunidad política a través del libre ejercicio de derechos y deberes” (Sentencia
T - 660 de 2015).

La Corte resalta que no pueden existir espacios vedados para la participación


ciudadana en las decisiones que afectan a la comunidad. Así, se protege ese
derecho en determinaciones de la administración que van más allá de la
representación, de la toma de decisiones colectivas mediante mecanismos de
participación del artículo 102 superior y de la formulación de acciones
constitucionales. Ello sucede en la construcción e implementación de acciones
afirmativas, en el ejercicio del control político, en el procedimiento de decisiones
que restringen derechos fundamentales, o normatividades regulatorias de
desarrollo, construcción de políticas sociales o de distribución de recursos etc, es
decir, en una participación administrativa. La maximización de la intervención de
la población se justifica en que la eficacia de la administración también depende
de la materialidad de la participación del pueblo, por eso, ésta debe ser activa,
real y efectiva, al punto que no se limita a obtener información sobre los asuntos
públicos. La Constitución de 1991 quiso que el ciudadano se apropiara de la
satisfacción de sus necesidades, de ahí que entregó amplias facultades a la
colectividad con el fin de que su voz fuese escuchada por las autoridades.
(Sentencia T- 361 de 2017)
Reflexión:
En suma, el acceso a la información es un elemento indispensable para
desarrollar el derecho de la participación en materia ambiental, puesto que éste
requiere que los interesados en intervenir en esas decisiones puedan conformar
su posición para el diálogo con las autoridades. De hecho, el suministro de datos
permite que la calidad de la participación aumente y se obtengan mejores
resultados. Además, la garantía de ese principio es la única forma de construir
una política de gestión ambiental sustentable. (Sentencia T- 361 de 2017)
Tema 11
Daño ambiental vs. daño ecológico

Profundización

Concepto de daño ambiental


Figura 20

Fuente: f reepik/22431187

Acosta y Galvis (2014) en su monografía dan el siguiente aporte:

En el ordenamiento jurídico patrio, el artículo 2 de la Ley 23 de 1973 contemplaba el


daño ambiental como todo lo que “(...) concierne a la lesión del ambiente, bien jurídico
cuya noción abstracta remítese especialmente a la atmósfera y los recursos naturales
renovables.” (…), definición que a primera vista debe ser criticada por limitarse a
considerar solo los recursos renovables, dejando de lado los recursos no renovables, y
por hacer referencia solo a la atmósfera. Actualmente el artículo 42 de la Ley 99 de 1993,
regulando lo concerniente a las tasas contributivas y compensatorias, define el daño
medioambiental como todo lo “(...) que afecte el normal funcionamiento de los
ecosistemas o la renovabilidad de sus recursos y componentes”, definición a nuestro
juicio más acertada.

Esa acepción de daño ambiental no puede ser comprendida aisladamente del resto
del ordenamiento normativo, por lo que hay que leerla en concordancia con el artículo 8
del Decreto 2811 de 1974 que contiene una lista de factores que afectan y menoscaban
el medio ambiente, y que por ende pueden ser entendidos como daños
medioambientales.
De igual manera, la Corte Suprema de Justicia en sentencia del 16 de mayo de 2011
estableció que el daño ambiental (daño ecológico, daño a la salubridad ambiental, etc.)
es “(...) todo detrimento causado al ambiente, bien público resultante de la conjunción de
sus distintos elementos, susceptible de protección autónoma, mesura o proyección
patrimonial, y derecho colectivo perteneciente a toda la comunidad, conglomerado o
sociedad”. En la misma sentencia, la misma Corporación concluye que el daño ambiental
recae sobre el ambiente, el cual termina siendo a su vez un valor, un interés y un derecho
público colectivo, supraindividual, es decir que va más allá del individuo. Esto se traduce
en que el menoscabo afecta a los denominados “bienes ambientales”.

El concepto de daño ambiental también ha sido abarcado en otros ordenamientos,


donde a diferencia del nuestro, tienen una única definición concreta. Tal es el caso de
Chile, donde la Ley 19300 de 1994 define el daño ambiental como “(...) toda pérdida,
disminución, detrimento o menoscabo significativo inferido al medio ambiente o a uno o
más de sus componentes.”. A su vez, el ordenamiento jurídico argentino en su Ley
25.675 de 2002 contempla el daño ambiental como “(...) toda alteración relevante que
modifique negativamente el ambiente, sus recursos, el equilibrio de los ecosistemas, o
los bienes o valores colectivos”.

Tanto las definiciones nacionales, internacionales y doctrinarias de daño


medioambiental se caracterizan por ser amplias y extensivas, no contienen conceptos
absolutos, ni restringen el campo medioambiental. Lo anterior, tiene lugar debido a que
el medio ambiente es supremamente dinámico, todos los días se producen nuevas
formas de causar daños al medio ambiente y adicionalmente, éstos varían dependiendo
del lugar en estudio. Sin embargo, una cuestión importante que hay que destacar es que
todos los autores y normas hacen un esfuerzo por englobar y reunir un sinnúmero de
elementos para poder ofrecer por lo menos una idea general del concepto de daño
ambiental.

Si bien algunos doctrinantes como el Profesor Andres Mauricio Briceño, en su obra


“Aproximación a los conceptos de daño ecológico y daño ambiental”, distingue el
concepto de daño ambiental al de daño ecológico, estableciendo que el daño ecológico
no tiene en consideración las afectaciones que se generen para la comunidad en general
o para un individuo en particular, sino que a diferencia del daño ambiental se centra
exclusivamente en determinar cuáles fueron las afectaciones negativas que se
generaron en un ecosistema, en este escrito tomaremos el concepto de daño ambiental
en el sentido más amplio posible y no haremos distinción con el daño ecológico. (pp. 13-
15)
Elementos de identificación del daño ambiental
Figura 21

Fuente: f reepik/28883948

Del mismo trabajo de Acosta y Galvis (2014) se puede extraer que:

Dada la dificultad de la comprobación y determinación de este tipo de daño, diversos


autores se han enfocado en establecer las principales características para así poder
determinar cuando este tiene lugar. Tal es el caso del doctrinante Jorge Mosset
Iturraspe, quien menciona como características del daño ambiental el ser “(...)
despersonalizado o anónimo; suele ser el resultado de actividades especializadas, que
utilizan técnicas específicas, desconocidas para las víctimas” (…).

Siguiendo al profesor Héctor Bibiloni, puede afirmarse que el daño ambiental se


caracteriza por ser veloz, expansivo, enorme, relativo, atemporal, extraterritorial,
solidario, irreversible, insidioso, bifronte, biológico, inmensurable, incompensable,
intolerable, supraindividual y colectivo. Características de las que se permite constatar
el grado de dificultad no solo en la prueba y determinación de la relación de causalidad,
sino también en la determinación y forma de repararlo.

El doctrinante Nestor Caferatta hace alusión a dos elementos para identificar el daño
ambiental así: (i) una alteración negativa relevante al ambiente y (ii) que tal alteración
recaiga sobre el ambiente, los recursos naturales o el equilibrio del ecosistema.

Esta alteración al ecosistema deberá ser perjudicial, lesiva y grave, en contraposición


a afectaciones leves y superfluas, que, si bien logran alterar el medio ambiente de una
u otra forma, no causan un detrimento considerable en el desarrollo normal del
ecosistema y por lo tanto entran dentro de la categoría de “daño ambiental necesario”.
Generalmente estos daños ambientales necesarios, no tienen relevancia jurídica porque
la normativa así lo prevé o porque “son tan ínfimos que son soslayados por el
ordenamiento jurídico” (Suarez, 2008), y deben ser soportados por la sociedad porque
reportan beneficios mucho mayores al daño mismo.

Con relación al segundo supuesto, esto es, que tal alteración recaiga sobre el
ambiente, los recursos naturales o el equilibrio del ecosistema, bienes o valores
colectivos, no es necesario hacer mayores precisiones debido a que el medio ambiente
no puede ser apreciado sin otros componentes como lo son los recursos naturales, el
ecosistema y los valores colectivos.

El daño ambiental debe referirse a uno de los componentes del ecosistema en


concreto o a una afectación que de manera general afecte negativamente al ambiente
en su totalidad.

A nuestro parecer, la importancia de tener aunque sea unas características o unos


elementos generales y comunes que puedan identificar el daño ambiental se centra en
que, bajo la teoría de la responsabilidad civil colombiana, el daño debe acarrear una
lesión o menoscabo existente, cierto, directo, determinado o determinable para que este
pueda ser reparado o indemnizado. Este tema ha sido ampliamente controvertido puesto
que tales elementos esenciales en la configuración de responsabilidad civil no se
presentan en la mayoría de los casos de responsabilidad ambiental.

Lo anterior no significa que la legislación colombiana deba apartarse del tema y dejar
de sancionar un daño ambiental por falta de certeza en los elementos típicos. Al
contrario, como se ha venido haciendo, se tiene que ampliar el campo de acción del
Estado, flexibilizar los supuestos de responsabilidad y plantear si el daño ambiental es o
no un nuevo tipo de daño que goza de protección constitucional, pero que no necesita
para su configuración de todos los elementos y características tradicionales. Más
adelante en este escrito, se profundizará en los elementos para que se configure
responsabilidad civil por daño ambiental y se ahondará en la problemática de la dificultad
de determinación de los elementos típicos del daño. (pp. 15-17)
Tipos de daño ambiental
Figura 22

Fuente: f reepik/3585374

Acosta y Galvis (2014) añaden sobre este tema lo que se presenta a continuación:

Como dilucidamos anteriormente, el daño ambiental no es un daño típico o tradicional,


al contrario es especial y propio. A continuación, se explicará de forma concisa la
tipología de daño ambiental que la doctrina y la jurisprudencia han desarrollado hasta el
momento.

Daño al medio ambiente: puro e impuro

La primera categoría a la que se hará referencia es la del daño ambiental puro


e impuro. El daño ambiental puro también es conocido como daño ecológico puro,
y es aquel que es ajeno a una persona determinada. Afecta al ambiente y por lo
tanto a toda la comunidad por concebirse el ambiente como patrimonio de la
humanidad, este no “(...) recae específicamente en personas o cosas
jurídicamente tuteladas, y afecta en forma inmediata la calidad de vida de los
diversos seres vivientes del planeta” (…).

El daño ambiental puro es aquel que se deriva de la afectación del derecho


colectivo al medio ambiente, por ende, excluye la reparación de un patrimonio
individual y se centra exclusivamente en la reparación al medio ambiente como
bien jurídico colectivo. Este tipo de daño afecta a bienes que superan la
concepción patrimonial porque hacen parte de un patrimonio común desde el
punto de vista de la conservación de la diversidad biológica. (…)

Por otro lado, el daño ambiental impuro, también conocido como daño
indirecto, hace referencia a las consecuencias que puede tener el detrimento
medioambiental en una o unas personas consideradas individualmente o sus
bienes particulares. Generalmente, el daño ambiental se causa siempre a la
colectividad, pero en ocasiones puede tener repercusiones sobre bienes
individuales, lo que legitima a dichos individuos a “(...) accionar en su nombre
para pedir una indemnización propia” (…).

Existen situaciones en las cuales el daño ambiental indirecto consiste en el


detrimento de un bien medioambiental apropiado por un particular, por lo que la
reparación entrará directamente al patrimonio del individuo y como daño
medioambiental directo se tendrá la afectación al derecho colectivo.

Un ejemplo de esto es el daño ambiental que recae sobre un predio, que se


materializa en la destrucción de varios árboles de propiedad privada. Tal
acontecimiento faculta a su propietario o poseedor para accionar por la
reparación que él considera necesaria para restablecer las cosas al estado en
que se encontraban. Si consideramos que ese predio, además de satisfacer el
interés propio de su titular, ostenta una función ecológica, en la medida en que
esos árboles permiten purificar el aire de toda la región, sirve de hábitat de
diversas especies animales, entre otras múltiples funciones, el daño, que en
principio consideramos que sería de interés privado, se torna en un daño que
afecta al ecosistema en general y por lo tanto a la colectividad. Al repararse al
propietario o poseedor del predio y reemplazar los árboles que fueron destruidos,
no solo se verá beneficiado el propietario o poseedor del predio, sino también la
sociedad.

Si bien el daño ambiental puro e impuro son conceptos que no pueden


entenderse aisladamente, la importancia de que exista una distinción entre estos
radica en que esta “(...) marcará no solo la forma de reparación del daño, sino la
finalidad de cada acción que busca proteger al medio ambiente” (…).

Daño colectivo

El concepto de individuo como tal ha perdido significado en la vida moderna.


Hoy en día no puede hablarse de individuo en sí, puesto que se considera que
siempre el individuo formará parte de un grupo social y, por lo tanto, además de
tener derechos y obligaciones radicados en cabeza de cada persona, el conjunto
de personas como tal también se ha vuelto titular de derechos y obligaciones.

Es así como surgen los denominados derechos colectivos, los cuales no se


predican en favor de una persona en concreto, sino respecto a la colectividad en
general. “El daño colectivo es el experimentado por un conjunto de personas que
sufren a un interés común.” (…), “la vida moderna se caracteriza por el fenómeno
de la “masificación”: todo se produce en grandes cantidades y la individualidad
se pierde en el seno de la masa. (...) Es de esta forma que aparecen no solamente
intereses individuales dignos de protección sino, además, intereses colectivos
que deben ser tutelados.” (…). Es esta la condición de los derechos
medioambientales que ostenta la colectividad con respecto al ambiente.

En armonía con lo anterior, se puede afirmar que la sumatoria de daños


individuales jamás constituirán un daño colectivo, y que, aun que algunos
particulares resulten afectados con un mismo hecho, esto per se no le otorgará
el carácter de colectivo al conjunto de daños individuales.

No obstante, si se causa un daño sobre un bien privado que afecta al


ecosistema al cual pertenece, es posible que el beneficio derivado de la
reparación sea directo para el particular e indirecto para la comunidad, porque,
al protegerse un bien particular medioambiental, indirectamente se beneficia la
colectividad, caso que no sucede al contrario, es decir que un particular no puede
enriquecer su patrimonio con el beneficio que reporta la indemnización del daño
a un bien colectivo.

Es importante anotar que este daño es colectivo gracias al carácter mismo de


los bienes encontrados en medio ambiente que “(...) no son susceptibles de
apropiación o fraccionamiento individual y que resultan diferenciados o
diferenciables de otros daños” (…).

El daño ambiental colectivo va más allá que la suma de los daños jurídicos
individuales; se concreta en la afectación que sufre la colectividad en general por
conductas negativas para el medio ambiente. En concordancia con lo anterior, la
reparación derivada de este tipo de daño no puede concretarse en un patrimonio
individual, sino que, por el contrario, toda la colectividad deberá ser resarcida en
su totalidad, es por esto que los profesores Julio Enrique González Villa y Juan
Carlos Guayacán Ortiz, en el libro Daño Ambiental (…), han sostenido la
idoneidad de las acciones populares y de grupo establecidas en la Constitución
para proteger al medio ambiente.

En armonía con lo anterior y derivado de la naturaleza de colectivo que ostenta


el derecho al medio ambiente, el Consejo de Estado ha ligado este derecho con
el principio de moralidad administrativa el cual “(...) es la expectativa de la
comunidad susceptible de ser alegada por cualquiera de sus miembros a que la
función administrativa se desarrolle conforme a ella entendida como principio”
(…). En esta providencia, el Consejo de Estado muestra la importancia de la
buena gestión en las actuaciones de las autoridades administrativas en la
protección del medio ambiente y condena al entonces Departamento
Administrativo de Planeación Distrital, hoy Secretaria Distrital de Planeación, a
pagar una indemnización a favor de la comun idad por la totalidad de los costos
ambientales que se llegasen a determinar en estudio técnico en razón a que se
“concedió una licencia de construcción en un predio que hacía parte de un área
protegida que impedía estos usos, como lo era el humedal El Burro.” (…). Si bien
la licencia se concedió a través de un acto administrativo ficto, el Consejo de
Estado fue constante en establecer que la comunidad no debía soportar la carga
de una consecuencia negativa derivada de una actuación pasiva de la autoridad
en ejercicio de función administrativa y que por lo tanto debería indemnizar a la
comunidad a través de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca.

Daño moral colectivo

Ahora bien, una nueva categoría de daño ambiental es el denominado daño


moral colectivo. “El daño moral colectivo es la disminución en la tranquilidad
anímica y espiritual que sufre la comunidad en su totalidad (...) se funda en que
se lesiona el bien colectivo en su propia existencia o extensión” (…).

A primera vista el daño moral colectivo es similar al daño colectivo, pero


cuando nos adentramos en el tema las diferencias saltan a la vista. La principal
discrepancia radica en que el daño moral colectivo, como su nombre lo indica,
hace referencia a la esfera interna de la comunidad, a sus aflicciones e intereses
no patrimoniales que tal como en el daño patrimonial son la honra, la tranquilidad,
la paz, y de los cuales se busca una función resarcitoria, mas no sancionatoria;
a diferencia del daño colectivo ambiental, que protege intereses patrimoniales,
pero de la colectividad, los cuales no hacen parte de la esfera interna de las
personas.

Para evidenciar lo anterior, nos permitimos exponer el siguiente ejemplo: una


empresa que pretende explotar un río o una montaña genera contaminación con
su actividad en el entorno donde habita una comunidad indígena. El daño moral
colectivo, tendría lugar, en el sufrimiento que padece la comunidad indígena,
debido a la cosmovisión bajo la cual se han desarrollado y don de el medio
ambiente, para ellos, está tan ligado a la comunidad misma que, más allá del
daño patrimonial que la empresa pueda causar con la explotación del río o de la
montaña (v. gr.: muerte de peces, disminución de pesca, daño al suelo y daño a
los cultivos), ellos sienten una aflicción moral que trasciende a su órbita interna.
Daño continuado y daño progresivo

El daño ambiental continuado es aquel que es producto de varias acciones


repartidas en el tiempo, es decir que no es posible identificar el hecho generador
del daño porque este hecho no es una situación temporal particular, sino que es
el resultado de la suma de varias acciones que contribuyeron a su causación.

Este tipo de daño no debe ser confundido con el progresivo, que, aunque
también consiste en una serie de actos repartidos en el tiempo, esta serie de
actos sucesivos “(...) provoca un daño mayor que la suma de cada uno de los
daños individualmente generados por cada acto lesivo” (…).

Para hacer más clara la diferencia que existe entre uno y otro tipo de daño,
usaremos el siguiente ejemplo: cuando un río está siendo contaminado por
personas que lavan la ropa o arrojan basura en la orilla, o por empresas de
curtiembre que arrojan los desechos industriales al mismo río, estamos ante la
presencia de un daño continuado debido a que la repetición de todas esas
acciones en el tiempo confluye en la contaminación del río, generando un daño
ambiental, hasta el punto en que, cuando el río se satura de contaminación, todos
esas acciones individuales, que podríamos llamar menores por no ser
individualmente causas suficiente del daño ambiental, se subsumen dentro de un
daño ambiental mayor; es precisamente en ese momento cuando se dice que el
daño ambiental es progresivo.

Estos daños no son identificados claramente porque se desconoce el


momento en el que se dio origen y cuál es o cuáles son las causas que influyeron
en la causación, es por esto que su valoración es tan compleja y se tiende a la
supra o sub valorar el daño causado.

Otra de las problemáticas, aparte de la identificación y determinación del daño


ambiental, es que, al no tener clara la designación del daño, es muy posible que
se rompa o que se vea interrumpido el nexo causal o incluso que a primera vista
se piense que no hay causalidad, haciéndose evidente la misma, tiempo
después, por lo que la atribución de responsabilidad y, en consecuencia, de
indemnización y reparación, se torna casi imposible. (pp. 17-23)

Daño Ecológico

Por su parte, González (2005) menciona en su tesis doctoral:

El daño ecológico puro se caracteriza porque no existe una víctima individual, sino
que, como se ha dicho, el «daño» o quebranto tiene aquí́ carácter colectivo. Más que, a
una persona concreta, afecta al colectivo de los ciudadanos, al medio ambiente como tal
o en general. Por ello, conviene examinar qué significa aquí́ que se hable de daño, en
primer lugar, y a qué se refiere al mismo, aspecto este segundo que se trata en el
epígrafe siguiente.

En su origen, el «daño ecológico puro» constituyó un concepto teórico


derivado de la creciente concienciación social sobre el valor del medio ambiente.
Según algunos autores, el concepto de daño ecológico o eco-daño procede de la
discusión previa a la aprobación de la Ley alemana de responsabilidad
medioambiental de 1990. Con esta ley se pretendía designar a los daños no
individualizables al medio ambiente, en especial los causados a los animales sin
dueño o a las plantas silvestres, así como los cambios ecológicos globales.
Durante algún tiempo se ha considerado que el concepto es impreciso o, incluso,
que tiene implicaciones políticas, debido a la antítesis entre los conceptos
«ecológico» y «económico». Esto explica por ejemplo que los redactores de la
Convención de Lugano evitasen utilizar la expresión, para no producir equívocos,
a pesar de que el objetivo de la Convención era que se resarciese este tipo de
daño. (González, 2005, p. 65)
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