La Artificialidad - RESUMEN

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Procesos y tecnología I - Profesorado de Educación Tecnológica

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Capítulo I:
Artificialidad1
La reflexión, racional o mítica, acerca de nuestro estar en el mundo está implícita en
casi todas las manifestaciones de la cultura humana. En la mayoría de estas reflexiones, sin
embargo, la existencia de lo artificial es aceptada como un hecho elemental de nuestro ser
como humanos y los filósofos han hecho muy pocas referencias a lo artificial. Han especulado
acerca del ser, de la conciencia, de la esencia de las cosas, de la naturaleza última del hombre,
pero casi nunca tuvieron en cuenta que una buena parte de esa naturaleza está en su carácter
de Homo Faber: su capacidad para crear artefactos, de modificar el mundo en su provecho. Lo
artificial siempre actuó como un telón de fondo, casi invisible por lo obvio de su existencia. Su
producción ocurría, por decir así, detrás de la escena. Cuando los enciclopedistas del siglo XVIII
quisieron que los técnicos de su época hablaran sobre sus actividades tuvieron grandes
dificultades, ya que los artesanos de las especialidades más diversas estaban acostumbrados a
actuar y lo hacían con eficacia e idoneidad, pero no estaban acostumbrados a reflexionar sobre
sus acciones o sobre sus técnicas.
Lo artificial y la conciencia, aquello que parece diferenciar a los humanos de los
animales, tuvieron un origen divino en todos los Mitos de los Orígenes y al comienzo eran
privativos de los dioses. Los humanos cometieron un grave pecado al pretender entrar en
competencia con ellos, al tomar conciencia tanto de su existencia como de temas tecnológicos.
Prometeo roba a los dioses la técnica del manejo del fuego para entregarla a los humanos y es
severamente castigado por ese acto de traición. Adán y Eva generan la cultura al comer el
fruto prohibido del conocimiento de sí mismos y son prestamente expulsados del Paraíso y
condenados a emplear el conocimiento recién adquirido para su propia subsistencia.
Por lo tanto, el origen de lo artificial representa un misterio y un desafío. Sin embargo,
este desafío no sólo no ha sido levantado por los filósofos hasta muy recientemente, sino que
ha sido relativamente poco tratado por los filósofos profesionales. Y este hecho debería
extrañamos, porque, después de todo, la existencia de objetos artificiales es la huella
característica, más importante y evidente del ser del hombre sobre la Tierra. Sin embargo, la
reflexión sobre la artificialidad recién se profundiza ahora, cuando la Tecnología como
fenómeno histórico irrumpe y se hace abrumadora para muchos.
En los comienzos míticos de la Tecnología, podemos poner la célebre frase de Goethe:
"Al comienzo fue la Acción". Pero la acción pura aún no es tecnológica: debe acompañarla la
reflexión. Por lo tanto, desde un punto de vista ontológico, se puede decir que la Tecnología y
la Ética nacen juntas en el momento en que el ser humano comienza a ser capaz de prever el
resultado de sus acciones: cuando reflexiona sobre las consecuencias de sus actos y puede
comenzar a distinguir si éstos serán nocivos o beneficiosos para sí mismo, para su comunidad o
para el Otro. Cuando analiza un problema, inventa una solución y prevé las consecuencias de
esa solución, inventa lo artificial: la acción y la reflexión sobre la acción.
Cuando algún homínido temprano recogió una rama para usarla como garrote,
resignificó el objeto natural que, de ser una cosa dada, pasó a ser una herramienta.

1
Buch, Tomás (1999). Resumen - Capítulo 1 Artificialidad en: “Sistemas Tecnológicos”. Contribuciones a una Teoría
General de la Artificialidad. Aique.
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Fig. 1: Resignificación: El nacimiento de la Tecnología

Esta resignificación es esencial y será una base para la definición de lo que llamaremos
el Objeto Tecnológico. La conjunción de un humano, un objeto y una representación mental de
un propósito, transforma el objeto: detrás hay una idea de lo que el humano quiere hacer.
También transforma la acción: el simple acto de emplear un objeto se transforma en Acción
Tecnológica.
Este ir y venir conceptual entre acción y objeto recorrerá toda nuestra búsqueda. La
acción está en el centro mismo de la Tecnología pero se ejerce sobre los objetos. De allí que no
sea posible comprender la Tecnología si sólo se centra la atención en los objetos, como
tampoco se puede analizar las acciones sin un conocimiento detallado de los objetos sobre los
que éstas se ejercen. Una excepción sólo aparente es el acto creador (en el cual sólo existe una
imagen mental del objeto a crear), pues ésta se basa en el conocimiento de otros objetos.
La única excepción real -muy importante para los educadores tal vez sea cuando el
niño aprehende el mundo mediante la acción (algunos dirán que lo construye). El concepto
moderno sobre el aprendizaje mediante la construcción del conocimiento a través del hacer
social, en ningún área de la educación tiene tanta vigencia como en la educación tecnológica

La Tecnología, el Homo sapiens y los otros animales


Al reflexionar acerca de la esencia de lo artificial, que al parecer diferencia nuestra
especie de todas las demás, debemos preguntarnos sobre los límites de lo artificial, cuál puede
ser la naturaleza de las actividades técnicas de los animales.
Los humanos somos seres biológicos pero a la vez somos autores de los objetos que
producimos y, como especie, preexistimos a ellos. La existencia de lo artificial se debe a que
reunimos ciertas potencialidades que posibilitan la creación; la primera de las cuales es el
lenguaje.
…La Tecnología se presenta, entonces, como la principal razón por la cual el ser humano ha
podido prosperar -y tal vez sobrevivir como especie. De este modo, la cultura y la Tecnología,
que es una parte muy importante de ella, pueden ser vistas como el "nido" que el hombre
construye en la naturaleza para refugiarse en él.

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Physis y techne
Las consideraciones que anteceden se refieren al conjunto de lo artificial, término que
comúnmente se aplica a todo lo que no es "natural". Es decir, artificial es todo lo hecho por el
humano, más allá de sus actividades biológicamente condicionadas, como alimentarse de lo
que encuentra o reproducirse. En este sentido, una de las acepciones del término Tecnología
es "la ciencia de lo artificial". En efecto, en griego techne es, indistintamente, técnica o arte; es
decir que abarca todo lo artificial en oposición a physis -lo natural- y a logos -la palabra, la
explicación y el discurso. Los griegos diferenciaban la techne de la praxis, el obrar cotidiano,
que involucra lo artificial de una manera filosóficamente más ingenua. Sin embargo, nos
interesa separar de este conjunto de lo artificial aquellos actos y objetos que debemos calificar
de propiamente tecnológicos. Esta tarea no es obvia ni sencilla, pues lo tecnológico está
íntimamente imbricado con todos los demás aspectos de la cultura; es así como no se
distinguía entre técnica y arte.
Esta identificación entre la técnica y el arte llega hasta los albores de la revolución
industrial. En efecto, el primer gran compendio i1uminista de la totalidad del conocimiento
humano, la gran Enciclopedia de Diderot y D'Alembert, clasifica lo que hoy llamamos técnicas
como "artes mecánicas". En general, en la actualidad se suele hacer cierta diferencia entre los
Objetos Tecnológicos en el sentido estricto y otras clases de objetos artificiales, como las obras
de arte, los objetos de culto, las categorías sociales y los valores.
Aquí sólo quisiéramos esbozar este tema como área para un debate. Por un lado, ya
hemos señalado que todos los objetos artificiales comparten una característica básica, al
derivar de la cualidad humana de la reflexión sobre sus actos y de la capacidad de la acción
instrumental. Sin embargo, hacer de la Tecnología una categoría omnímoda al identificarla con
la totalidad de lo artificial-, nos hace correr el peligro de una interpretación tecnologicista de la
existencia humana misma. Frente a esto, en una época de peligroso predominio de la
Tecnología sobre la mayoría de los demás valores humanos, vale la pena recordar a L.
Mumford cuando dice que lo más propio de la especie humana no es tanto el hacer, la
construcción de objetos, como el pensamiento, la reflexión. Para él, el ser humano es, ante
todo, Homo sapiens y, sólo en segundo lugar, Homo faber.
En vista del pesimismo tecnológico de Mumford, esta contraposición marca la tensión
secular entre una posición premoderna (que tiene su frase liminar en el comienzo del
Evangelio de Juan: "Al comienzo fue el Verbo") y la actitud moderna -que se expresa en la ya
citada frase que Goethe pone en la boca de Fausto, el personaje paradigmático de la
modernidad: "Al comienzo fue la Acción". Se trata de una falsa contraposición: como ya lo
hemos mencionado, lo característico de lo humano es la reflexión sobre la acción, o acción
reflectiva. Goethe hace decir a Fausto que ha logrado la síntesis del pensamiento y la acción,
usando su mente para transformar el mundo. El tecnólogo lo expresa de esta manera: "El que
piensa debe actuar y el que actúa debe pensar: de eso trata la Tecnología".
Por otra parte, la observación de Mumford, quien antepone el pensamiento a la acción
en términos éticos, no puede ser aceptada sin mayor comentario. En efecto, en ninguna otra
época se ha reflexionado tanto sobre la acción como en nuestro siglo. Al mismo tiempo, la
acción nunca se había ejercido en la escala a la que nos hemos acostumbrado y nunca había
tenido consecuencias tan amplias y universales como en nuestro tiempo. Éste es el tema
central de este debate: lograr que la reflexión sobre sus consecuencias sepa poner límites a la
acción.

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La relación entre la Tecnología y los conceptos más abarcativos del ser de nuestra
especie, como el de cultura, merece un análisis muy cuidadoso. Los arqueólogos que estudian
los restos de las civilizaciones extinguidas se encuentran solamente con objetos materiales: las
culturas están caracterizadas y definidas por sus instrumentos, los rastros a eriales que están
disponibles para su estudio. Sin embargo, tales objetos no se identifican con la cultura ni la
agotan. Los Objetos Tecnológicos son una especie de materialización o expresión de la cultura.
También lo son de la nuestra, a pesar de que, como veremos oportunamente, existen Objetos
Tecnológicos cuyo "ser en el mundo" no es material. Por ejemplo, alguien que sólo pudiese ver
computadoras, difícilmente inferiría de ellas la existencia de Internet.
Al mirar a nuestro alrededor, podemos clasificar fácilmente a la mayoría de los objetos
(en un sentido muy amplio de este término al que calificaremos más de cerca en el capítulo
próximo) en naturales y artificiales, en "nacidos" y en "hechos" como los ordena Kevin Kelly. En
efecto, es muy fácil distinguir un rascacielos de un árbol. Las formas generadas por crecimiento
se distinguen netamente de las formas creadas por diseño. Sin embargo, aun en este intento
casi trivial de distinguir lo natural de lo artificial, nos encontramos con perplejidades y
ambigüedades. Un objeto natural, como una rama o una piedra, se transforma en Objeto
Tecnológico ("naturfacto") al ser resignificado como herramienta. El choque entre dos piedras
es un acontecimiento natural; pero cuando el humano controla ese choque para sus fines lo
resignifica como acción tecnológica. Desde la revolución neolítica resignificamos a los seres
vivos como alimento. Los vegetales que crecen en los campos de cultivo no lo hacen de la
manera que, intuitivamente, designaríamos como natural; crecen en hileras, son regados
mediante sistemas artificiales y reciben nutrientes, sin los cuales no prosperarían tamo como
lo hacen. En los cultivos de frutales, los árboles son podados de maneras que facilitan la
cosecha.
¿Y qué clase de entidad es una organización como una empresa? Salvo las organizaciones
tribales, formas espontáneas y muy antiguas de organización social, parece obvio que las
organizaciones son objetos artificiales, generalmente creadas por diseño y con una final ida
expresa. Sin embargo, como todos los que han intentado formar conducir una organización
humana saben, la artificialidad de una entidad social es de una clase muy diferente de la de un
mecanismo, y las organizaciones comparten muchos atributos con los seres vivos. Es decir,
usando la metáfora de Kelly, las organizaciones se "hacen" pe luego crecen como si hubieran
"nacido". Y se resisten a ser manejadas como si fueran mecanismos, como lo demuestra
afortunadamente- el fracaso de las sociedades totalitarias.

La reflexión sobre lo artificial y la Tecnología tiene varias vertientes desigualmente


desarrolladas. Una es metafísica y reflexiona sobre su esencia y sus orígenes en los albores de
lo humano. La otra, antropológica, sociológica e histórica, ha derivado, además, en una tercera
vertiente, la ética y crítica. Hay una cuarta: la de los ingenieros que reflexionaron sobre su
quehacer.
La actitud de enfrentamiento y conquista frente a la naturaleza está imbricada desde
el comienzo con toda la cultura judeo-cristiana. Es el mismo Dios del Génesis quien pone al
hombre en un papel excepcional frente a las demás creaturas y ordena a Adán sojuzgar la
tierra -por más que diversas traducciones matizan ese término de varias maneras y los
exégetas hablan de que Dios le dijo que tenía que cuidaría, cosa que, por supuesto, nunca hizo.
Por lo tanto, el tema del dominio -sobre la naturaleza, pero también sobre los demás hombres-
está presente desde los comienzos de la reflexión sobre la Tecnología.

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La actitud de la antigüedad clásica frente a los técnicos y la tecnología fue de


desconfianza y desdén. La actividad técnica más noble era la agricultura y Sócrates privilegia a
la acción cívica y la reflexión filosófica, y sobre todo la ética, sobre las actividades técnicas.
Éstas podían llegar a distraer a los ciudadanos de cosas más nobles. Algo similar pensaba
Platón, quien no en vano puso a los filósofos -y no a los tecnólogos- en el gobierno de su
República. También la escolástica advertía un peligro para la Fe en la excesiva confianza y el
excesivo interés por los objetos de este mundo. De tal modo, aparece en toda la historia
clásica de Occidente una actitud de escepticismo y desconfianza hacia los productos de la
ingeniosidad humana. Esta actitud sería totalmente revertida a partir del Renacimiento.

Ortega y Gasset y el bienestar


En la vertiente metafísica y ontológica de la reflexión acerca de la artificialidad se
destacan dos filósofos casi contemporáneos. Partiendo de la reflexión metafísica sobre la
esencia de lo humano, llegan a muy diversos resultados acerca de la esencia de "lo artificial” y
marcan extremos que nos llevan a tomarlos como típicos de una posición optimista respecto
de lo que la Tecnología hace para el hombre y otra pesimista sobre sus resultados en el largo
plazo.
El primero de ellos es José Ortega y Gasset. En su Meditación de la técnica, en relación con la
famosa frase en la que habla de "El humano y sus circunstancias", dice que estas circunstancias
no son" dadas, como en los animales, sino que son en gran medida producto de la acción del
hombre mismo. Y esa acción es fundamentalmente una acción técnica, porque el hombre,
entre todos los animales, es aquél que puede alejarse intelectualmente de sus necesidades
inmediatas. Esto le permite inventar e influir en sus circunstancias. El ser humano y su
ambiente están en una relación enantiopoiética (de enantio = recíproco, y poiesis =
producción; Ortega no usa ese término), en la que se modifican recíprocamente, y tal es la
acción de la Tecnología; aunque si bien es una proyección humana, no sigue estrictamente la
línea de lo natural en el hombre: constituye una ruptura con lo natural e impone un cambio a
la naturaleza misma. Es a la vez natural y extranatural. La Tecnología es lo contrario de la
adaptación del humano al medio: es la adaptación del medio a las necesidades humanas
En su breve revisión de la historia de la Tecnología, Ortega comienza por seguir con la
vista de su imaginación al hombre primitivo, que tiene frío y hambre. El animal, si no
encuentra albergue o comida a su alcance más o menos inmediato y en la forma en que los
puede aprovechar, se deja morir, porque actúa sólo por reacción ante el medio. El humano, en
cambio, está dotado intelectualmente para defender su vida y tomar iniciativas: es proactivo.
Además, es capaz de postergar sus exigencias inmediatas para realizar tareas que resultarán
en una satisfacción posterior.
Pero hay aun más: el humano no sólo busca la supervivencia, el mero estar, sino que
busca el bienestar (y también la seguridad) allí donde los animales sólo pueden buscar la
simple existencia. Se aprovecha del fuego en una etapa muy temprana del largo proceso de
hominización, pero el uso de los embriagantes es igualmente antiguo (aunque Ortega no
explica cómo sabe eso). El humano vive, también, en función de la realización de un proyecto
de vida; hace un primer descubrimiento o invento pre-técnico: el del deseo, que postula lo
inexistente y luego procura que exista. El humano se propone un programa que procura
cumplir y, al cumplirlo, se fabrica a sí mismo.
Las necesidades vitales primarias son obvias para él. Ni bien se encuentran satisfechas,
desaparecen de su conciencia, se vuelven transparentes. Salvo en condiciones extremas, sólo

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percibe como necesario lo objetivamente superfluo. Según Ortega, la Tecnología es la


producción de lo superfluo. Qué es en cada caso lo superfluo tiene que ver con las
circunstancias; es un concepto histórico que, a diferencia de lo que ocurre con los animales,
cambia como consecuencia del accionar humano mismo. Por lo tanto, también la Tecnología
va cambiando, como lo hacen su estructura y su funcionalidad misma.
Desde este punto de vista, el concepto habitual de que el desarrollo tecnológico
obedece a la satisfacción de necesidades no es capaz de superar fácilmente un examen crítico.
Por lo menos, el debate sociológico y político acerca de lo que son las necesidades humanas ya
lleva décadas y no es probable que se agote pronto. En particular, es necesario definir las
necesidades, aun las más elementales, en función de un objetivo, aunque sea el de la simple
supervivencia. Al cambiar los objetivos cambian también las necesidades: lo que es necesario
para alcanzar dichos objetivos.
Lo que parece cierto es que existen necesidades humanas, que además existen deseos
que aparecen cuando aquéllas están satisfechas y que a veces las pueden reemplazar. Desde el
punto de vista de su acción como motor de la innovación, son casi indistinguibles.

Fig. 2: El Bienestar

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