Never Marry Your Brother's Best Friend
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Contenido
Sinopsis Capítulo 17
Capítulo 1 Capítulo 18
Capítulo 2 Capítulo 19
Capítulo 3 Capítulo 20
Capítulo 4 Capítulo 21
Capítulo 5 Capítulo 22
Capítulo 6 Capítulo 23
Capítulo 7 Capítulo 24
Capítulo 8 Capítulo 25
Capítulo 9 Capítulo 26
Capítulo 10 Capítulo 27
Capítulo 11 Capítulo 28
Capítulo 12 Capítulo 29
Capítulo 13 Capítulo 30
Capítulo 14 Capítulo 31
Capítulo 15 Capítulo 32
Capítulo 16 Epílogo
Sinopsis
¿Los polos opuestos se atraen?
En teoría, quizá.
En la realidad, lo dudo.
Cuando el mejor amigo de mi hermano me pide que finja casarme con él
para conseguir un negocio que necesita desesperadamente, me río en su
cara. ¿Yo ayudar a Carter Harrington? Es para partirse de risa. Ni siquiera
me cae bien.
Además, nadie creería que soy la esposa de Carter. Es ridículo.
Él es alto, rubio, y llama la atención. Yo soy bajita, con curvas, torpe... y
normalmente invisible.
Él nunca conoció a alguien a quien no pudiera conquistar. Apenas puedo
hablar con amigos, mucho menos con extraños.
Es un adicto al trabajo que vive y respira dinero y negocios. Yo prefiero
perderme en mi arte.
¿Factor de credibilidad de nosotros como pareja? Cero.
Pero cuando me pone la mano en el muslo, me atrae a su lado
posesivamente y me susurra al oído guarradas que me ponen líquida, todas
las razones por las que no deberíamos estar juntos empiezan a
desvanecerse.
Y cuando nos vemos obligados a compartir la cama para mantener la farsa,
este falso matrimonio empieza a parecer real.
Peligrosamente real.
¿Qué puede hacer una chica cuando el hombre al que no soporta empieza a
sentirse como su marido?
Never Marry Your Brother's Best Friend es una novela romántica con
final feliz. Puede leerse por separado.
Capítulo 1
Carter
—¡HIJO DE PUTA!
Cierro de un portazo la puerta de mi despacho, consciente de que es un
segundo demasiado tarde para amortiguar mi arrebato. Gruño por encima
del hombro, murmurando en voz baja como mi abuela me enseñó a hacer
cuando no tienes nada bueno que decir. —Cam tiene la nariz tan metida en
el culo de papá que seguro que sabe lo que cenó anoche.
No puedo evitar que Cameron sea el niño de oro: el mayor, el más brillante,
el más parecido a nuestro padre y a nuestro abuelo. Excepto que todos
sabemos que Cam es defectuoso de la peor manera posible, con una cicatriz
profunda en el alma por el accidente que se llevó a su esposa y lo dejó como
padre soltero.
Eso no es algo que discutamos en voz alta, ni siquiera en una habitación vacía
en voz baja. ¿Pero la habilidad de Cameron para quedar bien con papá y
hacerme quedar como un imbécil? Eso es juego limpio.
Arrojo el informe que me ha presentado Cameron sobre mi mesa, mirándolo
con rabia como si mi hermano pudiera sentir mi enfado a través de su
brillantez perfectamente formateada. Camino a la izquierda, miro, luego a la
derecha, suspiro tratando de encontrar defectos en algún detalle de su plan.
Pero no hay ninguno. Lo sé. Cameron no lo habría presentado de otro modo.
Puede que sea un imbécil, pero es un buen hombre de negocios.
La puerta se abre detrás de mí y entra Zack.
—Vete a la mierda. Ahora no.
Teniendo en cuenta que es mi mejor amigo, no se ofende lo más mínimo. Ni
escucha. En cambio, entra como si fuera el dueño del lugar. Ni siquiera
trabaja aquí, y se supone que la reunión de nuestra empresa inmobiliaria
privada es durante la cena de esta noche, así que ni siquiera debería estar
aquí.
No es que algo así le haya detenido nunca. No creo que Zack se haya topado
con un solo obstáculo en su vida que no haya afrontado con determinación y
obstinación. O con bolas de acero, según el caso.
—¿Quién te ha meado en la sémola esta mañana?
Su humor me enfurece aún más. Sin preámbulos, le digo:
—Cameron ha hecho hoy una gran presentación. No tenía ni idea de que
estuviera trabajando en algo, pero va y me suelta todo un plan de negocio con
puntos de progreso trazados y cifras de retorno de la inversión totalmente
desarrolladas como si lo hubiera cagado después de su Metamucil matutino.
Señalo con la mano el informe que tengo sobre la mesa y le lanzo otra mirada
amarga. Espero que Cameron sienta la mirada como una buena patada en
las joyas de su familia. No es que las necesite. Está cabizbajo, concentrado
en el trabajo o en su hija, veinticuatro horas al día. Me sorprendería que
alguna vez se distrajera con algo tan frívolo como masturbarse.
Zack toma el papeleo y se sienta en una de las sillas que hay frente a mi mesa,
hojeando las páginas para hacerse una idea general del nuevo gran plan de
Cameron.
—¿Capital de riesgo1? —conjetura mientras lo arroja de nuevo al escritorio
sin cuidado.
—Sí, un chef de primera va a abrir un restaurante. De alguna manera, la
maldita cosa ya tiene una lista de espera antes de que hayan comenzado la
construcción. Es una 'apuesta segura', o al menos Cam así lo cree. —Añado
las comillas con los dedos para asegurarme de que Zack entiende lo idiota
que es esta propuesta. Nunca lo admitiría, pero estoy de malas.
Normalmente, me reiría de que trajera una inversión de un restaurante
porque, por lo general, son arriesgadas, pero admito que esto es oro. Pero sólo
para mí, no para Zack.
Mi abuelo inició el negocio familiar hace décadas con un acuerdo de reparto
de beneficios con un amigo, y desde entonces ha crecido exponencialmente.
1 El capital riesgo consiste en financiar empresas incipientes en fase de crecimiento con elevado potencial y riesgo .
Tenemos nuestros dedos bien cuidados metidos en negocios de todo el
mundo, desde inmobiliarios a bursátiles, pasando por pequeñas empresas de
nueva creación o gestión de carteras.
Somos los arcángeles de los ángeles inversores. Cualquier cosa que podamos
hacer para ganar dinero, o para que otro gane dinero, lo que a su vez también
nos hace ganar dinero, es nuestra especialidad. Y en un negocio que
tradicionalmente tiene más fallos que aciertos, tenemos una notable “media
de bateo”.
Debido a ofertas como el chef Hottie McHottie de Cameron.
También tengo un negocio paralelo con Zack, utilizando mis fondos y su
cerebro. No es que él no tenga dinero o yo no tenga cerebro, pero lo
empezamos hace mucho tiempo, cuando yo estaba centrado en abrirme
camino en el negocio familiar y él necesitaba una inyección de dinero para
empezar.
Zack levanta la mano y frota la punta del dedo contra el pulgar.
—¿Quieres que te toque una canción triste en un violín diminuto del tamaño
de tu polla pequeñita? Puedes llorar tus lágrimas quejumbrosas hasta que te
salgan burbujas de mocos por la nariz. —Su voz es irritantemente lastimera,
como si yo fuera un niño pequeño quisquilloso que exige que le deje salirse
con la suya.
—Mi polla no es pequeñita —corrijo, centrándome en la parte más importante
de lo que ha dicho e ignorando a propósito el resto mientras me dejo caer en
la silla junto a él.
—¡Ese es el espíritu! —Zack anima sarcásticamente—. No es que haya
necesidad de cruzar espadas con tu hermano, pero eres demasiado bueno
para poner mala cara por un trato hecho. Lo que necesitas es un trato propio.
No por casualidad, por eso estoy aquí. —Extiende las manos como si fuera
un regalo de Dios para arreglar mi mal humor.
Percibo la zanahoria que está colgando y, aunque hay una parte de mí que
quiere estar enfadado -bien, celoso- un poco más, no puedo negar el atractivo
de la próxima novedad. No hay duda de que papá se lo inculcó a Cameron,
pero también me inculcó a mí una buena dosis de esos genes, junto con una
buena dosis de competencia fraternal.
—¿Qué tienes?
—Un pajarito me habló de una viuda... —empieza.
—Insuficiente —interrumpo—. Necesito algo grande.
—Como iba diciendo —continúa Zack, sin aminorar la marcha—, gestión de
cartera para una viuda con un patrimonio enorme. Hablo de propiedades,
una colección de arte valorada en más de ocho cifras, inversiones y mucho
más.
Mirando hacia él, concedo.
—Te escucho.
Zack sonríe triunfante, sabiendo que me tiene sólidamente meneándome en
su anzuelo y que es un pescador paciente y hábil.
—Sólo está considerando la subcontratación, pero creo que podrías
convencerla con ese encanto mágico tuyo. Parece que funciona con todas las
mujeres de entre veintidós y noventa y dos años.
Le enseño mi sonrisa característica.
—¿Ahora quién está celoso? —No contesta, se limita a mirarme fijamente,
esperándome—. Bien, cuéntame más. Por favor.
Complacido consigo mismo, me atrae lentamente.
—Elena Cartwright, setenta y cinco, pero ágil y aguda. Su finca está más allá
de Pearl, cerca de diez mil acres. Pero, ¿quién lleva la cuenta a esas
alturas? —Pone los ojos en blanco, consciente de que mi familia también
posee esa cantidad, aunque no en una sola parcela. Tierras como ésas
provienen de más de tres generaciones de ricos como nosotros, los
Harrington, pero Pearl está lo bastante lejos como para que yo no conozca el
legado de los Cartwright.
Continúa:
—Perdió a su marido, Thomas, hace tres años y desde entonces está de luto.
Aunque no está demasiado afectada para gestionar la cartera con su asesor
financiero. Pero él está sobrepasado y lo sabe. Y lo que es más importante,
ella lo sabe. Ella mira al futuro.
—¿Su futuro? —pregunto incrédulo— ¿No dijiste que tiene setenta y cinco
años? Debería estar sentada en el porche, bebiendo un té dulce y cantando
alabanzas por haber presenciado otro amanecer.
—Probablemente hace bastante de eso, pero también ha sido el cerebro de la
última generación de éxitos de Cartwright. No es una cabeza hueca, y harías
bien en recordarlo —advierte.
—Tomo nota. Entonces, ¿cuál es el truco?
—El camino de entrada.
Lo sabía. Si parece demasiado bueno para ser verdad, casi siempre es una
pérdida garantizada.
—Thomas Cartwright era coleccionista de arte y artista por derecho propio.
Elena es su mayor admiradora. El arte es su entrada.
—Sé aproximadamente menos que una mierda de arte —argumento.
Zack da una patada, tirando mi pie de mi rodilla.
—No me digas. Tengo un plan para eso. —Todo el efecto de mi ceño fruncido
cae sobre Zack, que parece completamente imperturbable—. Luna.
Conozco la palabra, luna en latín, pero no sé por qué de repente habla una
lengua muerta.
—Mi hermana, Luna —explica lentamente—. Sabe más de arte que nadie.
Podemos conseguir que sea tu tutora o algo así, al menos que te dé algunos
temas de conversación para poner a Cartwright de tu parte.
La sugerencia bien podría ser que hablara con Elena Cartwright en una
lengua muerta, porque no hay forma de que la hermana pequeña de Zack me
ayude. Soy amigo de Zack desde hace más de diez años, desde nuestro primer
año de universidad. Y aunque la he conocido en un puñado de fiestas de
cumpleaños, he oído muchas historias sobre lo excéntrica que es la hermana
de Zack.
Algunos de los cuentos son simplemente la diferencia de edades, ya que Luna
es casi nueve años menor que Zack, pero otros ponen de relieve que, a veces,
los hermanos pueden ser polos opuestos. Y dado que Zack y yo somos dos
gotas de agua, estoy seguro de que Luna tampoco se preocuparía demasiado
por mí.
Le miro como si hubiera perdido la maldita cabeza porque estoy considerando
el hecho de que puede que realmente lo haya hecho.
—No me vengas con esas —me ordena, a pesar de que no he dicho ni una
palabra.
—¿Crees que va a ayudar? —pregunto dubitativo. Pero en realidad no
importa. Incluso si Luna accediera, es poco probable que pudiera aprender lo
suficiente en poco tiempo como para engañar a alguien apasionado por el
arte.
Sonríe con confianza.
—Puede que sepa un par de cosas sobre un par de cosas, no es que te las
vaya a decir. Sería un secreto de mierda si voy cotorreando por toda la ciudad.
—Planeas chantajear a tu hermana para que me enseñe lo suficiente sobre
arte como para que pueda engatusar a una anciana para que me elija para
gestionar su cartera. —No es una pregunta, simplemente repito el plan de
forma concisa para poder evaluarlo.
—Sí. —Zack parece satisfecho de sí mismo. Con eso, se levanta y me golpea
en el hombro—. Te veo en la cena esta noche.
Solo, vuelvo a mirar el informe de Cameron. Espero que la información de
Zack sobre el trato con Cartwright sea correcta, porque me vendría muy bien
una victoria.
Capítulo 2
Luna
“Nunca será suficiente... nunca será suficiente... para mí... para mí... ¡ah!”
La letra se convierte en tarareo mientras me concentro en el trazo preciso de
mi ilustración. Un poco más fino aquí, un poco más grueso allá para dar
perspectiva. Y... ¡voilá!
—Okey-dokey, papi ahógame, la página quince está en los libros. —Me río de
mi propio chiste de papi mientras paso a la página siguiente en mi tablet. He
trabajado mucho con papel y lápiz, óleos y acrílicos a lo largo de los años,
pero esta tablet se ha convertido en una extensión de mi creatividad, que me
permite dar vida a mi alter-ego—. Alphena, enseñemos a Bradley quién
manda.
Alphena es el personaje principal de la novela gráfica que llevo dibujando
desde que estaba en el instituto, aunque últimamente ha cobrado vida propia.
Un poco de perra alfa, un poco de diosa griega Atenea y mucho de mí se
mezclan para crear un personaje que ataca al patriarcado y hace del mundo
su ostra.
Ojalá fuera así de atrevida en la vida real, pero nunca ha sido así. En realidad,
soy callada, casi tímida. Incluso cuando mi mente lanza ideas sobre lo que
debería haber dicho, mi boca permanece hermética. En mi arte es donde
puedo soltarme, donde mi timidez se convierte en fuerza.
En esta página, Alphena le está dando una paliza a un tipo que está
explicando el colegio electoral... incorrectamente. “No, Braaad. De hecho, no
funciona así. Haz una búsqueda básica en Google y verás que sé algo más que
cocinar y limpiar. Conservo mi educación gubernamental de sexto grado, algo
que pareces haber olvidado”. Estoy en la zona, así que cuando mi teléfono
suena a mi lado, lo ignoro. Entonces suena mi alarma de mensajes de texto
y entrecierro los ojos, concentrándome en la pantalla de la tablet. Cuando
vuelve a sonar, gimo irritada y dejo el bolígrafo.
Mis ojos giran por voluntad propia al ver el nombre de mi molesto hermano
en el identificador de llamadas. A pesar del descaro de Alphena, contesto al
teléfono con relativa educación.
—¿Qué?
—Yo también me alegro de hablar contigo, querida hermana —responde Zack
secamente.
—Mm-hmm. ¿Qué quieres? —Mi cerebro está al noventa por ciento
trabajando y sólo al diez por ciento prestando atención a Zack.
—¿Qué te hace pensar que quiero algo?
—Llamada. Texto. Llamada. A menos que a mamá le pase algo -que sé que no
es así porque he hablado con ella hoy temprano y se lamentaba de que nunca
llames-, quieres algo.
No puede fallar a mi lógica.
—Válido. Quiero llevarte a cenar esta noche. Tengo algo de lo que me gustaría
hablar.
—Estoy ocupada. ¿Quizás la semana que viene? —Lo pospongo para esta
noche, y la semana que viene puedo volver a hacerlo. No es que no quiera ver
a Zack, pero siempre elige lugares elegantes en los que me siento incómoda y
luego me da consejos no solicitados sobre cómo debería trabajar con él. Por
alguna razón, quiere convertirme en una versión en miniatura de sí mismo,
a pesar de ser consciente de que yo lo consideraría un doloroso infierno.
¿Todo el apretón de manos, el lamer culos y las negociaciones que hace?
Viviría en un estado de pánico.
Mi vida es arte, no en sentido poético sino literal.
Para pagar las facturas, trabajo en el museo local haciendo visitas guiadas a
sus colecciones y, de vez en cuando, impartiendo clases en un programa de
divulgación comunitaria. Es suficiente interacción social para toda la vida y
funciona porque sólo tengo que hablar de lo que me gusta. Además, la visita
está casi siempre guionizada y me la sé de memoria.
Para alimentar mi alma, creo Alphena. Entre las dos cosas, no tengo tiempo
para preocuparme de mucho más, especialmente de cualquier ángulo en el
que esté trabajando mi hermano.
—Esta noche, Luna. Dime el lugar.
Interesante. Y sospechoso.
—¿En cualquier sitio? ¿Mi elección? —Después de un tiempo, aclaro—: ¿Y
pagas tú?
—Sí, claro. —La pequeña risita que se traga es una que ya he oído antes,
cuando comenta mi falta de sueldo en comparación con él. Eso es más propio
de Zack.
—Bien. Nos vemos en Fairy Tales2, entonces. —Ya puedo saborear el café y
los sándwiches y, lo que es más importante, oler los libros en mis manos
golosas.
—¿En serio? —se burla—. Te invito a cenar donde quieras, ¿y tú quieres ir a
una cafetería barata en la que comes una vez a la semana?
Esbozo una sonrisa malvada mientras revelo mi plan.
—Voy a añadir un montón de libros de arte a la cuenta de la cena que estás
pagando.
—Trato hecho. Te veré allí a las siete —responde Zack con demasiada
facilidad—. Adiós, hermanita.
Miro el teléfono que tengo en la mano y veo con aprensión que Zack ya ha
colgado. Está claro que trama algo. Pero me va a regalar libros que nunca
podría permitirme, así que no puede ser un mal acuerdo. Sólo es una cena,
¿no?
Vuelvo a la página dieciséis después de poner una alarma para recordarme
que debo dejar de trabajar para llegar a tiempo a Fairy Tales.
—Joder, joder, joder. —Mi alarma sonó, pero sólo me quedaba un poco así
que seguí trabajando, y ahora llego tarde. No es que Zack se sorprenda de
que me haya perdido en mi arte otra vez. Está acostumbrado a que mis “cinco
minutos” sean más bien treinta. O más.
2 Cuentos de hadas
Abro la puerta de golpe y choco con un tipo que lleva una enorme bolsa de
libros.
—Uy, perdona —le digo, agachándome ya y alejándome del ceño fruncido del
tipo mientras vuelvo a ponerme las gafas en su sitio. El olor de los libros me
entra por la nariz y me llega directamente a la sangre. Aquí me siento como
en casa.
En la cafetería, Zack está sentado en una mesa en medio de toda la acción,
mirando fijamente su teléfono. Es un claro cambio con respecto a mi
escondite habitual en el rincón donde nadie interrumpe mi lectura y mis
cenas tranquilas, pero no voy a pedirle que se mueva porque me haría pasar
un mal rato. Me apoyo en la silla de enfrente y le digo:
—¿Qué es tan importante para que vengas a verme?
Sin inmutarse, Zack levanta la vista con una sonrisa.
—Toma asiento.
Patea la silla que está a su lado, pero veo un destello de decepción en su cara
cuando me ve. Mi mono holgado, mi camiseta de tirantes y mis Converse no
son exactamente el estilo de Zack. En cambio, lleva el cabello perfectamente
peinado, las gafas impecables, la camisa abotonada por dentro y, aunque el
resto de su cuerpo está debajo de la mesa, sé que lleva pantalones y zapatos
de vestir. La quintaesencia del hombre de negocios para mi artista creativa.
Para ser hermanos, no podríamos ser más diferentes.
—Déjame pedir primero. —Le tiendo la mano para que me dé su tarjeta, que
me entrega sin decir palabra. Mi hermano es predecible, y un Zack agradable
no es un buen augurio.
Giro y me dirijo al mostrador.
—Hola, Lydia. ¿Cómo estás?
Lydia está aquí casi todas las semanas cuando vengo, y hemos llegado a ser
amigas, lo que significa sobre todo que ella habla y yo escucho. Últimamente
me habla del chico de su clase de economía que le gusta. Después de oír lo
del té, pido uno para mí.
—Chai tea latte y una ensalada griega, por favor. —Paso la tarjeta de Zack,
pero cuando Lydia me da el recibo, jadea.
—¿Quién es?
Sin mirar, respondo:
—Mi hermano.
—No, lo reconocí. Quiero decir... él. —Ella frunce los labios, indicando la mesa
detrás de mí, y yo miro hacia atrás.
—¿Qué...? —jadeo, dando media vuelta para que no me vea.
Él es el mejor amigo y socio de mi hermano, Carter Harrington, que está
sentado a la mesa con Zack. Carter parece un modelo de Armani con traje
negro, camisa azul y corbata azul oscura. Incluso desde aquí, sus ojos azules
resaltan, su bronceado parece el de unas vacaciones en una isla y su
mandíbula es afilada y cuadrada.
—No te emociones —le advierto a Lydia—. Carter es el diablo
disfrazado. —Cuando se inclina hacia delante con impaciencia, sé que es mi
turno de devolverle el cotilleo—. Es el mejor amigo de mi hermano, más rico
que Dios, guapo y lo sabe, mandón porque da por sentado que sabe más que
nadie y un pesado en todos los sentidos. Y no debería estar aquí.
Lydia levanta una ceja mientras se inclina a mi alrededor para mirar a Carter
y Zack.
—Bueno, por mi parte no me importa que haya aparecido sin invitación.
Sobre todo, cuando tus negativos son rico, guapo y mandón. —Tacha los
rasgos con los dedos y añade—: Chica, eso es lo que busco en un hombre.
Puedo enseñarle todo lo demás que necesita saber.
Se olvidó molesto, pero no discuto el punto. No importa cuando sus ojos están
más vidriosos que una docena de donuts de Krispy Kreme. Vuelvo a la mesa,
tiendo una mano para indicar a Carter y hablo sólo con Zack.
—¿Por eso me sobornas con cena y libros?
—Puedo oírte, ¿sabes? —responde Carter. Con el rabillo del ojo -porque no le
presto a Carter Harrington ni un momento de toda mi atención- veo que
sonríe divertido ante mi irritación. Probablemente le divierte, pienso
irónicamente.
No reacciono, manteniendo la mirada fija en Zack. Es él quien me debe una
respuesta.
—Siéntate. Por favor. Y sí, de esto es de lo que quiero hablarte. Quiero decir,
de él.
Despacio, bajo a la silla con un “nop” ya en la punta de la lengua para lo que
quiera Zack.
—Gracias —dice Zack con un movimiento de cabeza apaciguador—. Los he
convocado a los dos aquí esta noche para hablar de una
oportunidad —empieza, sonando como un vendedor en un programa
nocturno de televisión. Aunque, si empieza a intentar venderme unos
cuchillos siempre afilados, puede que los compre, porque puede que les dé
un uso inmediato—. Luna, he encontrado un cliente potencial para Carter,
pero necesita ayuda. Ahí es donde entras tú.
—No me interesa. —Cruzo los brazos sobre el pecho, intentando hacerme
pequeña e invisible. Pero lanzo una mirada de desagrado a Carter a pesar de
que apenas ha hablado. Su mera presencia me molesta. En realidad, su
existencia en el planeta.
—Te pagaré —ofrece Carter.
Con las fosas nasales encendidas, le miro fijamente. Como si quisiera su puto
dinero.
Zack levanta las palmas de las manos para frenar mi explosión inminente. Sí,
exploto, no exploto como la mayoría de la gente. Lo odio, pero es como estoy
hecha.
—Así no. Quiere decir que te pagará para que le des clases. —Desvío la mirada
hacia Zack, cuestionando en silencio su cordura—. Sobre arte.
Espera, espera. ¿Qué?
—¿Qué? —Me hago eco de mi propio pensamiento.
—Carter se acerca a un cliente potencial que es especialmente entendido en
arte, un tema sobre el que reconoce tener conocimientos mínimos. Por suerte,
conozco a alguien que sabe más de arte que prácticamente nadie en el mundo.
—Sonríe con encanto—. Tú —aclara como si no supiera que se refería a mí.
Se me escapa una carcajada antes de que pueda detenerla.
—¿Yo? ¿Ayudar a Carter? —No convencida, espero el chiste o que aparezca
una cámara y diga “¡Caíste!” Cuando no aparece ninguno de los dos, me doy
cuenta de que Zack habla en serio—. No, gracias. Como he dicho, no me
interesa. Lydia —le digo—¿puedes hacerme el pedido para llevar?
Lydia, que aparentemente ha estado viendo todo el espectáculo de la gran
revelación de Zack, baja los ojos sorprendida hacia Zack y luego hacia Carter.
—Uh, claro.
Carter se echa hacia atrás en su silla, completamente indiferente a mi
negativa. Sus ojos brillan y sus dientes blancos centellean mientras me
provoca.
—¿Soy tan repulsivo que ni siquiera me escuchas?
Estoy callada, mi cerebro escupe orina y fuego que mi boca nunca diría,
aunque he estado esperando la oportunidad de decirle a Carter lo que pienso
de él. Excepto que esta vez, las palabras se derraman en toda su honestidad
plana y aburrida.
—Físicamente, no. Y tú lo sabes, lo cual es parte del problema.
Emocionalmente, estoy bastante segura de que tienes la madurez de un chico
de dieciocho años en un fin de semana de vacaciones de primavera, así que,
a pesar de tu éxito en los negocios, no tengo ningún interés en ayudarte a
estafar a alguien para que te entregue su vida y sus fondos.
¡Uf! Supongo que he estado guardando más de lo que pensaba sobre el mejor
amigo de mi hermano.
Hay un destello en los ojos de Carter, pero debo haberlo imaginado porque no
tiene la profundidad emocional para sentirse herido. Especialmente basado
en un insulto de alguien como yo.
—¡Luna! ¡Eso no es lo que él hace y no es lo que te estamos pidiendo que
hagas! —Zack sisea.
Carter levanta una mano y, para mi disgusto, Zack se echa hacia atrás y le
cede la palabra.
—He oído que piensas que soy atractivo y exitoso, pero inmaduro e
inmoral. —La verdad es que me sorprende que pueda oír los aspectos
negativos a través de la niebla de su ego inflado. Cuando guardo silencio,
continúa—: Dame la oportunidad de demostrar que te equivocas. Por favor.
Haré que merezca la pena, te lo prometo.
Con esa solemne promesa, se levanta, le hace un gesto con la cabeza a Zack
y sale de la cafetería dando zancadas. Definitivamente no me doy cuenta de
que sus largas piernas se comen el suelo hacia la puerta de la librería. Pero
Lydia sí, porque grita:
—¡Vuelve cuando quieras! Especialmente los lunes y los jueves para el turno
de la cena.
La fulmino con la mirada y ella se encoge de hombros.
—Es más guapo que Alex de Economía, y definitivamente más rico. No puedes
culpar a una chica por intentarlo.
—Tiene razón. —El acuerdo de Zack sólo aumenta mi fastidio—. No sé por
qué nunca te ha agradado Carter. Es un buen tipo.
Aprieto los labios, luchando contra el impulso de discutir con él. Zack
depende de Carter para financiar su negocio inmobiliario, así que es leal. Pero
cuando te metes en la cama con el diablo, te vas a quemar. No importa
cuántas veces se lo haya advertido a Zack, él no lo ve.
—De acuerdo en no estar de acuerdo.
Zack suspira pesadamente.
—Mira, te lo pido como un favor personal, además te compraré todos los libros
que quieras y Carter te pagará de verdad. Lo único que necesita son un par
de sesiones de tutoría sobre arte para poder acercarse a ese cliente potencial.
Sé que no te importa, pero él necesita una victoria.
Mi hermano no puede estar hablando en serio ahora. Pero parece estarlo.
—Toda la vida de Carter es un gran premio de lotería Powerball.
—Me sorprendes —dice Zack con el ceño fruncido—. Sabes mejor que nadie
que el dinero no lo es todo y que no te hace feliz. Como tú, puede que luches
a veces, pero te mantienes fuerte haciendo lo que te gusta porque es lo que te
hace feliz. Siempre he admirado eso.
Eso fue realmente... dulce, que no es algo que estoy acostumbrada a escuchar
de mi hermano.
—Para gente como Carter y yo, cerrar un trato sólido es lo que nos hace
felices.
Adiós a cualquier emoción que pudiera haber desarrollado. Ese es parte del
problema que tengo con Carter. Ha convertido a Zack en quienquiera que esté
sentado frente a mí.
—Hazlo por mí, Moony3 —pide dulcemente—. ¿Por favor?
Uf. Sacó el apodo que sólo a él se le ha permitido usar porque fue él quien me
lo puso. Por lo visto, de pequeña pasé por una fase nudista y me gustaba
corretear desnuda por casa. Eso, unido a mi nombre, me valió el apodo de
“Luna Llena”, que con el tiempo se acortó a Moony. Y usar eso significa que
está sacando la artillería pesada.
Pongo los ojos en blanco.
—Bien, pero sin promesas. No puedo convertirlo en un experto en un par de
sesiones de tutoría. Dile que se reúna conmigo en mi casa mañana a las ocho
en punto. Sólo lo hago por ti, y ya me arrepiento.
—Estará bien. Sólo necesita conversar. Y gracias.
Zack se levanta, probablemente intentando salir corriendo antes de que
cambie de opinión, pero me aclaro la garganta.
—A menos que me dejes tu tarjeta, tenemos que hacer algunas compras antes
de que te vayas.
Se ríe y pone veinte dólares en la mesa para Lydia. Teniendo en cuenta que
él sólo se ha tomado un café y que ella me ha preparado la ensalada y el café
con leche para llevar, es muy generoso. Odio admitirlo, porque vivo
frugalmente para poder perseguir mis pasiones, pero el dinero es una
necesidad y Lydia estará agradecida por la propina en una lenta noche de
lunes.
Pero mi mamá no crio a un tonto, y sigo recibiendo los libros nuevos que Zack
me prometió.
—Vamos, la sección de historia del arte está aquí atrás.
4Sexy fotografía o un mensaje coqueto en redes sociales, su objetivo es atraer sexualmente a los
demás. Trampa para sedientos
—¿Qué es esto? —pregunta, mostrando un cuadro de un grupo de hombres
de cuello blanco reunidos en torno al lecho de muerte de otro hombre, con el
brazo disecado.
—Renoir —digo con seguridad.
Luna se sube las gafas a la cabeza y me mira atentamente.
—¿En serio? Renoir y Rembrandt empiezan con R, pero ahí acaban las
similitudes. Un truco que utilicé con los niños de fuera es recordar que
Rembrandt tiene una D en su nombre, así que sus cuadros eran más
oscuros5. Literalmente, los fondos son más oscuros y tienen un carácter
ominoso. Renoir suena un poco como aire, y sus cuadros son ligeros como el
aire, mostrando la actividad de un París bullicioso. ¿Ayuda eso?
Me tumbo de espaldas en el sofá y un crujido preocupante suena bajo el
edredón. Considero que podría acabar con el culo al aire de más de una
forma... con el sofá de Luna rompiéndose debajo de mí y con la señora
Cartwright si no consigo solucionar esto.
Me froto los ojos con los talones de las palmas, apreciando los destellos detrás
de mis párpados tanto o más que todas las tarjetas de arte.
—Esto nunca va a funcionar. Va a ser peor que admitir que no sé nada de
arte. Ojalá pudieras venir conmigo. Podrías hablar de arte y yo de dinero.
Luna se ríe, pensando que estoy de broma.
Pero... Me incorporo de golpe, sorprendido por mi brillantez.
—¡Ya está! Es perfecto.
Todavía negando con la cabeza ante la idea, Luna dice:
—De ninguna manera. Nopity, nope, nope. De ninguna manera, no cuentes
conmigo. Y he dicho... no.
Me pongo de pie, la idea tomando forma en mi mente.
—Podríamos decir que eres mi ayudante y que trabajas conmigo para la
presentación de la gestión de la cartera.
6 Vagina
empezó mal, pero nos fue bien durante un tiempo. Hasta que todo se volvió a
torcer.
Pero los Harrington no se rinden, y si dejara que un pequeño contratiempo
me desbaratara cada vez que surge uno, nunca sería un empresario de éxito.
Vi la pasión de Luna por el arte y su necesidad de dinero, y no estoy por
encima de usar esas cosas para persuadirla de que continúe ayudándome.
Capítulo 4
Luna
—¡Uf, me alegro de que el recorrido haya terminado!
Los grupos de excursiones escolares suelen ser mis visitantes favoritos del
museo de arte en el que trabajo, porque los niños más pequeños no tienen
filtros y los mayores ya suelen ser amantes del arte.
Pero el grupo que me ha tocado esta tarde ha sido un desastre. Un chico no
paraba de intentar tocar los cuadros, y otro hacía comentarios inapropiados
sobre cada escultura centenaria. Incluso fingió azotar el culo de una diada.
Y el pobre profesor intentaba estar en cinco sitios a la vez con brazos de pulpo
para mantener a cada niño acorralado de forma segura a la vez que evitaba
dañar las piezas del museo.
Así que estoy agradecida de ver ese autobús escolar alejarse.
—Bueno, espero que tu depósito aún tenga gasolina, chica. Ahora tienes un
tour a las cuatro —me informa Maeve.
Maeve es básicamente la jefa del museo. Suele dedicarse a las tareas
administrativas para mantenernos financiados y en funcionamiento. Pero no
es raro verla paseando por la planta, con sus coloridos atuendos que son casi
obras de arte en sí mismas. Hoy lleva el cabello canoso recogido hacia atrás
para dar protagonismo a su sombrero verde azulado, que combina con su
vestido multicolor y contrasta con sus mocasines y su pintalabios rojo
brillante. Es lo que toda sexagenaria cool sueña con ser en su mejor día.
Rayos, ella es lo que yo sueño ser a los veintitrés.
—¿A las cuatro? Eso no estaba en el horario de esta mañana. —Miro mi
teléfono para confirmar. No, horario despejado. Y después de la locura de mi
última excursión de tres horas, estaba deseando cenar cereales fríos con un
ponche de frutas, realmente como un adulto de verdad después de un largo
día, no otro par de horas de conferencia de WWE 7-meets-art8 con niños que
se dispersan como crías de araña lobo.
Por favor, que sean un par de turistas que quieren una visita guiada.
—De hecho, hoy estaba reservado. Una visita privada, con una petición
especial para ti como guía —me confiesa disimuladamente. Sé lo que está
pensando... el coste de una visita privada será una bendición para el
presupuesto mensual del museo.
Pero tengo la sospecha de que sé exactamente quién reservaría una visita
privada de última hora conmigo.
Una hora más tarde, mis sospechas se confirman cuando llego al mostrador
principal y me encuentro allí a Carter, apoyado en el mostrador y a punto de
encandilar a la recepcionista con su sonrisa de anuncio de dentífrico y sus
ojos pícaros.
Antes de que se fije en mí, me tomo un momento para mirarle de arriba abajo.
Es objetivamente atractivo, por supuesto, pero siempre he tenido la sensación
de que hay algo oscuro bajo su exterior pulcro.
En cuanto a él, creo que va vestido de manera informal con unos pantalones
que probablemente formen parte de su traje de diario y una camisa abotonada
que lleva desabrochada en el cuello después de deshacerse de la corbata.
Vagamente, me pregunto si alguna vez se ensucia, y una imagen de él
metiéndose en la cama con uno de esos pijamas de hombre mayor de dos
piezas a juego me hace reír internamente.
Justo en ese momento, es como si me percibiera porque mira hacia mí y me
pilla sonriéndole como una loca. Por supuesto, cree que sonrío porque está
aquí, no se le pasa por la cabeza que me esté riendo de él.
—Bueno, hola, Luna —me dice, parece contento de verme. O encantado de
haberme pillado acariciándole como a la recepcionista y a todas las mujeres
con las que se cruza.
Piel erizada me recorren los brazos y me molesta su voz melosa y sexy al
pronunciar mi nombre.
11Referencia a los cereales espolvoreados de azúcar que en slang siginifca que tiene la polla
manchada o con rastros de semen por haber tenido sexo.
Me giro para mirarla de frente, y su sonrisa de malcriada se derrite cuando
ve el enojo en mi cara.
—Eso ya lo veremos —le advierto.
—Hola, soy Kyle. ¿Este tipo te está molestando? —Luna mira más allá de mí
hacia Kyle, pero afortunadamente niega con la cabeza.
—Más bien al revés.
Me siento como si estuviera al margen de cualquier conversación que estén
teniendo y, de alguna manera, también el blanco de la broma.
—¿Qué es lo que quieres? No hay tiempo para tonterías.
Kyle se deja caer de lado sobre la moto, con los pies extendidos para sujetarse.
—¿Van a cenar los dos? No te ofendas, Luna, pero no eres su tipo habitual.
Se ríe, y eso duele.
—Lo sé. Tengo cerebro, mis propias tetas y nariz, y esto es... —Mira a su
alrededor como si alguien pudiera oírla revelar un profundo secreto—. Mi
color de cabello natural.
Se echa los rizos castaños por encima del hombro de forma espectacular, y la
risita de Kyle me cabrea, pero no tanto como Luna diciendo estupideces sobre
con quién suelo salir.
—No es como si solo saliera con rubias.
—Claro que no, cariño —dice Luna en tono condescendiente, dándome una
palmadita en el brazo antes de dirigir una mirada conspiradora a Kyle.
Kyle sonríe.
—Ooh, me gusta esta, Carter. ¿Estás seguro de que puedes manejarla? Si no,
podría quitártela de las manos y hacerle pasar un buen rato. —Se lame los
labios, pasándose el pulgar por el inferior mientras mira lascivamente a Luna.
Luna vuelve su fuego contra Kyle, poniendo los ojos en blanco mientras dice:
—A pesar de toda su audacia, eres un imbécil arrogante. Ninguno de los dos
es exactamente sexy. Al menos para mí.
Sabiamente, decido no recordarle que hace un momento estaba babeando por
él.
Kyle se encoge de hombros.
—No esperaba que me saltaras encima. Es que me gusta hacérselo pasar mal
a mi hermano, sobre todo cuando parece que ya se está estrellando y
quemando. No puedo decir que me decepcione ver el espectáculo. Es una
mierda bastante entretenida.
Ya he tenido suficiente de esto. Tenemos sitios donde estar. Volviendo al tema
que nos ocupa, exijo:
—¿Qué quieres?
Kyle suelta un silbido agudo y la contrapuerta se abre con tanta fuerza que
golpea la pared del porche.
—¡Tío CJ! ¡Por fin estás aquí! Te he estado esperando toda la vida.
Mi sobrina, Grace, corre hacia mí con todas sus fuerzas y yo me preparo
instintivamente para el impacto.
—¡Hola, Gracie! ¿Cómo estás amor? —La tomo en brazos y le doy la vuelta,
con las piernas volando detrás de ella en un movimiento que hemos hecho
desde que era pequeñita.
—¡Bien! —grita mientras se ríe. Dejándola en el suelo, me informa—: Tío Kyle
dice que me llevas a casa porque tiene trabajo que hacer.
Lanzando una mirada mortal a Kyle, respondo a Grace:
—Oh, lo hizo, ¿verdad?
—Sí, puedes dejarla en casa de mamá. Cameron la recogerá allí después de
cenar, pero no puedo subirla a la moto todavía. Órdenes de Cam.
Kyle parece pensar que voy a dejarlo todo y encargarme de esto.
Por supuesto que sí. El idiota egoísta. Al menos siguió la regla de Cam en la
moto.
Hay que reconocer que todos ayudamos a cuidar de Grace. Es como la
mascota de la familia, siempre está con uno de nosotros. Todo empezó cuando
Cameron perdió a su mujer y Grace era solo una bebé. Es comprensible que
necesitara tiempo y no pudiera manejarlo todo en medio de su dolor, así que
todos intervenimos para ayudar, y por mucho que Cameron me moleste por
ser el niño de oro en el trabajo, nunca lo pagaría con Grace. Ella no tiene la
culpa de la estupidez de su padre.
Pero hoy no.
—Kyle, no puedo. Esta cena es importante. Llama a mamá y que venga a
recoger a Grace —sugiero razonablemente.
—Me tengo que ir, hermano. Hasta luego, y —le lanza un guiño a Luna— con
suerte, te veré antes. —De algún modo, sin que me diera cuenta, Kyle ya se
ha montado a horcajadas en su moto y arranca el motor, ahogando mis
argumentos con el rugido al acelerar. Se aleja, gritando con fuerza—: ¡Adiós,
Gracie-Face-y!
—¡Adiós, tío Kyle! ¡Cuídate! —grita, con las manos ahuecadas alrededor de la
boca inútilmente porque esta niña tiene unos pulmones tan grandes que
probablemente la hayan oído los vecinos de dos calles más allá, incluso por
encima de la moto de Kyle— ¿Listo, tío CJ? —Parece que Luna se ha dado
cuenta ahora y le tiende la mano—. Soy Grace Harrington, encantada de
conocerte.
Cameron le ha enseñado bien, sobre todo para una niña de ocho años. Luna,
encantada al parecer, le estrecha la mano cortésmente.
—Luna Starr, encantada de conocerte también.
Grace parece boquiabierta.
—¿De verdad te llamas Luna Starr? ¿Cómo luna y estrella? Qué genial. Ojalá
mi nombre fuera así de genial.
Luna se agacha, poniéndose a la altura de Grace.
—Tu nombre también es genial. Por casualidad, ¿eres elegante 12?
Grace sacude la cabeza tan salvajemente que sus rizos rubios vuelan de un
lado a otro.
—No, abuelita H dice que mi nombre es irónico porque nunca conocí un
mueble al que no entrara directamente.
12 Original Graceful que significa elegante o agraciado al igual que su nombre en inglés.
—Bueno, eso sólo lo hace mejor. Mantiene a la gente adivinando —dice Luna,
haciendo que Grace resplandezca de orgullo—. Probablemente deberíamos
irnos si vamos a añadir otra parada —me dice.
Esbozo una sonrisa, no quiero que Grace se sienta una molestia.
—Sí, vamos, Gracie. Es un paseo, así que sube.
Pero otra persona me oye decir “paseo” y también se sube al auto.
—¡Nutbuster, sal de mi auto! —le grito al perro de Kyle, que se ha subido a la
puerta abierta de Luna y está sentado alegremente en el asiento trasero, listo
para dar una vuelta.
¡Rrrarf!
—¿Has dicho que el perro se llama Nutbuster 13? —pregunta Luna, con las
cejas fruncidas como si estuviera segura de haber oído mal.
Suspiro en respuesta.
—Técnicamente, se llama Peanut Butter14 —digo sobre el perro marrón de
cabello largo que probablemente esté babeando y soltando muda por todo mi
asiento trasero—. Pero cuando creció, se paró justo en — alzo la mano hasta
la ingle para explicarlo— y es un poco demasiado acogedor. Para cuando nos
atormentó a todos demasiadas veces y tuvimos que saludarle con las manos
sobre las joyas de la corona, se le quedó el nombre.
—¿Qué son las joyas de la corona? —Grace pregunta— ¿Puedo llevarlas?
—No —digo secamente.
Más suave, Luna dice:
—No creo que quieras estas joyas, cariño. Están todas arrugadas, peludas y
asquerosas. Una dama como tú se merece una tiara.
—Ooh, ¿puedo tener una tiara, tío CJ? —pregunta Grace. Agradecido por no
estar hablando de testículos, asiento rápidamente con la cabeza— ¡Woohoo!
Vamos a casa de abuelita H, entonces.
13 Destructor de nueces
14 Mantequilla de maní.
Antes de darme cuenta, Grace y Nutbuster están en el asiento trasero,
abrochados y listos para salir, y yo miro a Luna confundido.
—¿Cómo vamos a hacer esto?
—Respira, Carter. No está en tu plan del día, pero está bien. Vámonos para
no llegar tarde a casa de los Cartwright. —Su tono es tranquilizador y
calmado, como si esto no fuera gran cosa, como si los hermanos imbécil
coquetos, los niños sin filtro, los perros tocapelotas y las falsas cenas de
matrimonio fueran un sábado más. Por ridículo que sea, me ayuda a
calmarme un poco.
—Bien, esto está bien, totalmente bien —repito, más para mí que para nada.
Me meto en el auto y salgo de la entrada de Kyle, maldiciéndole a rabiar, pero
sólo en mi mente, para que Grace no aprenda esas palabras... de mí.
Una vez en la carretera, llamo a mi madre por el altavoz, con la esperanza de
advertirle de que estamos haciendo una entrega en auto, pero salta el buzón
de voz.
—Hola, mamá. Voy a llevarte a Grace. Kyle dijo que se quedaría contigo hasta
que Cam pudiera recogerla más tarde. Te veo en un rato.
Cuelgo, pero hay algo que me corroe las tripas. Kyle no me habría endosado
a Grace y mentido sobre el plan, ¿verdad?
Es Kyle. Por supuesto que lo haría.
—Mierrr-
—Miércoles —dice Luna lo suficientemente alto como para ahogar lo que iba
a decir— ¿Qué pasa?
Llamo a Cameron y acabo también con su buzón de voz.
—Cam, Grace está conmigo y no estoy seguro de adónde debo llevarla. Kyle
dijo que, a casa de mamá, pero ya sabes cómo va eso. ¿Dónde estás?
Llámame.
Miro por el retrovisor y veo la sonrisa de Grace mientras acaricia a Nutbuster.
Se suponía que hoy no iba a ser así. En absoluto. Y un vistazo al reloj me dice
que me estoy quedando sin opciones.
Repaso la lista de opciones de niñeras para Grace más allá de Kyle, Cameron
y mamá, que es básicamente el resto de mi familia.
¿Mi hermano Cole? No vive lejos, pero entonces recuerdo que está fuera de la
ciudad este fin de semana, así que es un no-vamos.
¿Mi hermano Chance? Da clases los sábados y pone el teléfono en silencio
para que no le interrumpan. Además, el centro donde da clases está en
dirección contraria.
¿Mi hermana Kayla? ¡Sí!
Marco su número y ella contesta.
—¡Kayla! ¿Dónde estás? Necesito un favor… Te lo ruego.
—Y hola a ti también. Sí, estoy bien, gracias por preguntar. ¿Cómo
estás? —responde, corrigiendo con sarcasmo dulce mi apresurado no saludo.
—Lo siento, pero Kyle me engañó para que... —Me quedo paralizado cuando
Luna me da un manotazo en el brazo con el dorso de la mano y lanza una
mirada mordaz hacia el asiento trasero—. Quiero decir... Recogí a Grace de
Kyle y me dijo que mamá se la iba a llevar, pero no contesta al teléfono. ¿Sabes
dónde está?
—Bueno, tengo buenas y malas noticias. Sé dónde está mamá porque está a
mi lado. Desafortunadamente, hoy estamos en Westport. —Eso está a una hora
de distancia, lo que significa que no hay manera de que pueda llevar a Grace
con ella o con mamá.
Resignado, suspiro.
—Ya se me ocurrirá algo. De alguna manera. Por cierto, olvídate de que tienes
un hermano pequeño porque voy a matarlo.
Kayla se ríe, pensando que estoy bromeando, pero, sinceramente, puede que
le lance uno o dos puñetazos a Kyle si consigo atacarle a hurtadillas. Cuelgo
con Kayla y vuelvo a mirar a Grace.
—Cambio de planes, Gracie. Vas a ir conmigo y con Luna —le digo. Antes de
que pueda hacer un millón de preguntas, le cuento lo de la cena elegante con
la señora elegante en la casa elegante con todas las cosas elegantes que no
tocamos—. Es como un juego. Compórtate lo mejor que puedas y practica
todos tus modales para que el tío CJ pueda trabajar, y yo te conseguiré esa
tiara de la que hablábamos. ¿Trato hecho?
Inclina la cabeza y le susurra a Nutbuster:
—¿Qué te parece? —Se inclina hacia el otro lado, como si el perro le estuviera
susurrando, y asiente con la cabeza. A mí me dice—: Trato hecho... con la
salvedad de que la tiara sea morada y de verdad. No una de esas de plástico.
—¿Estás negociando conmigo? —No puedo evitar reírme. Es la hija de su
padre—. ¿Y cómo conoces la palabra salvedad? Tienes ocho años, no
ochenta.
Se encoge de hombros despreocupadamente, pero su sonrisa delata que está
orgullosa de que su vocabulario me haya sorprendido.
—Escucho.
—De acuerdo, trato hecho. Una tiara púrpura de verdad por tu mejor
comportamiento. —Alargo la mano detrás de mí y, aunque oficialmente no
podemos estrecharnos, me coge el dedo meñique con el suyo para
prometérmelo.
—¿Puede Peanut Butter tener también una tiara? —añade.
—Me estoy pasando —le advierto. Pero cuando cruza los brazos sobre el
pecho, consiento—. Si eres extra-extra-extra-extra buena, le compraré una a
él también.
Abraza al atribulado perro y éste le lame la cara. Con una sonrisa, intento
pensar en una manera de darle la vuelta a esto, pero Luna interrumpe mi
mente en torbellino.
—Hazlo simple, como el estúpido. K-I-S-S15, como nuestra historia de fondo.
Es tu sobrina a la que tenías que cuidar. Te hace parecer un padre de familia
de la misma manera —baja la voz a un susurro— que una esposa.
Tiene razón. Asiento con la cabeza, visualizando la introducción y cómo
podría responder Elena.
—Bien, KISS, entendido —resueno vacuamente.
17 Amigas instantáneas.
—Parece triste, como si fuera a llorar —susurra Grace.
Me agacho y asiento con la cabeza.
—La gente llora cuando está triste, pero también hay lágrimas de felicidad. Y
te voy a contar un secreto, yo lloro hasta cuando me enfado. ¿Crees que
podría estar llorando por otra razón?
Puedo sentir los ojos de Carter y Elena, pero estoy en modo guía turístico con
Grace, porque nunca se sabe lo que va a despertar en un niño el amor por el
arte para toda la vida.
—¿Elena? La cena está lista. —Levanto la vista y veo a una mujer cuadrada
con el cabello rubio recogido en un moño militar junto a la puerta. Lleva
pantalones negros, un polo negro y zuecos de cocina negros. Está claro que
es personal de la casa.
—Nelda, estos son Carter, Luna y Grace. ¿Podrías ser tan amable de traernos
un lugar extra en la mesa? —Elena sutilmente inclina su cabeza hacia Grace.
—Por supuesto —responde Nelda—. ¿Debería preparar una comida
alternativa para la señorita? Tenemos salmón.
Grace mira a Carter.
—¿Ese es el pez rosa? —Cuando Carter asiente, ella le habla directamente a
Nelda—. Me gusta el salmón.
Por supuesto que sí. Creo que he comido salmón una vez en mi vida en un
museo, donde me escondí en un rincón y recé para que nadie me hiciera
preguntas. Pero esta niña distingue los peces rosas de los demás y puede
hablar con desconocidos con facilidad. Tomo nota mentalmente para ver si
puedo utilizar a Grace como personaje inspirador en mi novela gráfica.
En lugar del comedor, Elena nos lleva a la cocina, donde hay una mesa
redonda preparada para la cena con platos familiares en el centro. Nelda
añade rápidamente otro cubierto mientras Carter me acerca una silla y, en
un movimiento que me sobresalta, desliza la servilleta sobre mi regazo. Es
una sensación íntima y, cuando levanto la vista, Carter me mira con ojos de
tormenta. En cuanto le miro, aparta la suya como si le quemara y se sienta
entre Grace y yo, con Elena sentada enfrente.
—Espero que no te importe comer aquí. El comedor está muy cargado y, entre
tú y yo, necesito gafas y un audífono para hablar con la gente que está al otro
lado de esa cosa. —Elena levanta las manos, demostrando lo grande que es
la mesa.
—No, claro que no. Esto es perfecto —dice servilmente Carter.
Elena agarra una fuente del surtido que hay en el centro de la mesa y se
inclina hacia Grace.
—¿Quieres que te ayude a poner el salmón en el plato? A veces, les gusta
escaparse nadando.
Se ríe de su propia broma tonta, y Grace sonríe mientras asiente. Una vez
que todos han llenado sus platos, Elena dice:
—Háblame de Blue Lake Assets, Carter.
Ella toma un bocado de ensalada de brócoli mientras él deja el tenedor y se
limpia la boca. Carter está preparado para la pregunta y responde con voz
segura y firme.
—Mi abuelo la fundó hace décadas y ahora mi padre es el director general. Mi
hermano Cameron, mi hermana Kayla y yo trabajamos allí. Es un legado
familiar del que estamos orgullosos. Nuestra especialidad es que no nos
encerramos ni encerramos a nuestros clientes en un único vehículo de
inversión. Es específico para las necesidades y deseos de cada persona.
Mientras Carter intenta venderle a Elena la empresa de su familia, sólo
entiendo una cuarta parte de lo que dice. Es español y conozco las palabras,
pero en conjunto no entiendo nada. Insiste mucho en el tema de la familia,
insistiendo en que no se trata de una oferta insignificante, sino de una
estrecha relación entre los Harrington y los Cartwright.
Es un buen vendedor, me recuerdo. Hace y dice lo que haga falta, no importa
a quién corte, con tal de acabar en la columna de los más.
Pensé que Carter se limitaría a datos y cifras, y aunque habla de ellos,
también añade una historia sobre la adquisición de su primera cuenta.
—Metí diez mil en bolsa basándome en un dato que creía seguro. —Carter se
ríe y Elena se une—. Ambos sabemos que eso no existe, pero entonces era
joven y engreído, seguro de que tenía una máquina de hacer dinero.
—¿Qué ha pasado? —pregunto y cierro la boca, dándome cuenta de que
debería conocer esta historia como su mujer.
Carter lo interpreta de forma excelente, casi como si ya hubiéramos hecho
este truco del poni antes.
—Lo que siempre pasa si no inviertes sabiamente y gestionas tus activos.
Perdí los fondos. Pero aprendí una valiosa lección, lo hice mejor y, al final del
siguiente trimestre, ese inversor había recuperado sus fondos originales más
un aumento significativo.
Elena y él siguen hablando de negocios durante un rato, y todo el tiempo
estoy viendo a Carter hacer su magia. Es atractivo, inteligente, un poco
arrogante y, en general, un buen hombre de negocios. Si no fuera tan imbécil
personalmente, incluso podría ser atractivo más allá de su clásica buena
apariencia.
Pero es un imbécil. Uno con dos caras.
Lo he oído con mis propios oídos y lo he visto con mis propios ojos. No puedo
dejar que esta versión sexy, inteligente y caballerosa me haga olvidar.
Capítulo 9
Carter
—Este es uno de mis favoritos —dice Elena con nostalgia, señalando un
pequeño cuadro en la pared—. Me hace pensar en la playa, con arena bajo
los pies y una copa en la mano.
Elena ha sido una gran compañía toda la tarde, pero debe de estar
volviéndose loca porque este cuadro definitivamente no es una playa ni nada
remotamente relacionado con el océano. De hecho, el púrpura oscuro, el
negro y el verde neón abstracto me recuerdan más a Halloween. O quizá al
Joker.
—Interesante —responde Luna—. ¿Qué hay en esta pieza que te haga pensar
en la playa?
Qué manera más educada de preguntar si alguien está como una cabra.
Luna suele ser más callada, pero cuando el tema es el arte, las palabras salen
con facilidad y efusividad. Las conversaciones tampoco son unilaterales. Nos
hace preguntas y comparte sus pensamientos. Es un espectáculo ver cómo
sus ojos se iluminan con cada nueva obra, y me encuentro conteniendo la
respiración y observándola a ella en lugar del arte, esperando su comentario
para ver el arte a través de sus ojos. Y para formarme mi propia opinión,
porque cada vez descubro más que el arte y yo no somos amigos. Creo que
algunas de las obras son bonitas o están bien hechas, pero no tengo la misma
reacción visceral que Luna y Elena.
Elena toca suavemente el marco.
—Thomas y yo nos fuimos de vacaciones, algo que hacíamos raramente.
Siempre había una razón -una reunión, una inversión, algo específico que
queríamos ver o hacer- para cualquier viaje que hacíamos. Pero él me
sorprendió, de la nada, sin cumpleaños ni aniversarios ni vacaciones. Lo
reservó todo y me llevó a las Seychelles. —Sus ojos se empañan y se quedan
vacíos, como si no estuviera aquí con nosotros, sino que hubiera retrocedido
en el tiempo hasta aquel viaje.
—Qué dulce —le dice Luna—. ¿Lo encontraste en una galería de allí?
—adivina.
Elena sacude la cabeza, volviendo un poco al presente.
—No, fuimos a dar un paseo y encontramos a una joven sentada en la playa,
pintando su corazón con todo, desde sus dedos y pinceles hasta una espátula
e incluso arena. Thomas le preguntó si podíamos sentarnos un rato con ella
mientras trabajaba, y tuvimos una visita estupenda. —Sus ojos recorren los
colores—. Me pareció extraño que no pintara la belleza que tenía delante, sino
otra cosa. Cuando le pregunté por qué, nos dijo que incluso en el paraíso, la
gente sueña con más. Soñaba con el espacio... decía que quería ir a la luna
desde que era pequeña. Por supuesto, no tuvo la oportunidad de hacer algo
así, pero podía imaginarlo incluso desde su prisión paradisíaca.
Nos sonríe cálidamente.
—El espacio era el sueño de Sandrine, pero esa playa con Thomas era el mío.
Esto me lo recuerda.
—Quiero ser acróbata ecuestre —dice Gracie. Sinceramente, me sorprende
que haya estado tan atenta al tour artístico, pero Luna, de alguna manera, lo
mantiene interesante para todos nosotros—. Lo vi en la tele y se lo he contado
a Pegaso.
—Pegaso es su caballo —le explico.
Elena se dobla por la cintura para acercarse a Grace.
—Entonces será mejor que sigas trabajando en ello, y un día, lo conseguirás.
—Y ahora, cuando recuerdes este cuadro, soñarás también esos grandes
sueños, como Sandrine —le dice Luna a Grace, dándole golpecitos en la sien.
Todos miramos la pieza una vez más, y entonces Elena da una palmada.
—Ooh, déjame mostrarte una que pintó Thomas, ¿está bien?
—Sería un honor. —A Luna también se le salen los corazones por los ojos y
rebota emocionada sobre las puntas de los pies. En sus tacones, hace un
sonido de tippy-tap. Es un poco ridículo teniendo en cuenta que es una
reacción mayor que la que tuvo ante el Degas que ya vimos, pero también
bastante adorable. Y parece que le gusta a Elena, que se supone que es de lo
que se trata.
Elena se ríe mientras me dice:
—Carter, ¿puedo darte un consejo de una anciana?
—Sólo si conoces a una —respondo con una sonrisa ladeada.
Me da un manotazo, golpeando el aire.
—Adulador. Mi consejo es que mantengas contenta a tu mujer con todo el
arte que quiere ver y hacer. Mira cómo se pone al ver los garabatos de un
viejo.
Miro a Luna, que recupera el aliento y se queda inmóvil. Demasiado pronto,
baja los ojos al suelo, pero puedo ver el leve despegue de sus labios. Necesito
ver esa sonrisa. Coloco un dedo bajo su barbilla y vuelvo a levantarle la cabeza
para que me mire.
—Es muy guapa.
Es la verdad. Luna no es una belleza clásica, desde luego no es una de las
rubias con las que me acusó de salir. Pero hay un magnetismo en su interior
que atrae a la gente hacia ella, incluso a mí. No sé cómo no me había dado
cuenta antes.
La sonrisa se apodera de sus labios, levantándolos por completo. Su belleza
interior irradia, y me siento afortunado de estar tan cerca de ella. Y entonces
veo cerrarse los postigos de sus ojos cuando recuerda lo que estamos
haciendo. Cree que estoy fingiendo, pero lo digo en serio. Es hermosa de una
forma única y distintiva. Se ríe torpemente, con el sonido entrecortado, y se
vuelve hacia Elena.
—Tienes razón, es un adulador. Pero realmente me gustaría ver uno de los
cuadros de Thomas antes de irnos.
¿Irnos? No iré a ninguna parte hasta que el trato esté cerrado. Pero un rápido
vistazo a mi reloj muestra que es tarde, y Grace está bostezando ampliamente.
Apuesto a que estará dormida en el auto antes de que salgamos de la entrada.
Elena nos conduce a una gran biblioteca donde cuelga de la pared un retrato
en lienzo tamaño póster de una versión mucho más joven de su imagen. Está
rodeado de sencillos bocetos enmarcados, claros precursores de la creación
final.
—¿Ves? Los garabatos de un viejo.
Afortunadamente, en el cuadro está completamente vestida. Sin embargo,
admitiré que Elena era una mujer atractiva en su juventud.
Luna casi tiene la nariz pegada al cristal de los bocetos.
—Se ven las marcas del borrador y las líneas de los bocetos. —Vuelve a
mirarnos emocionada, y me la imagino diciendo “¿estás viendo esto?” pero se
da la vuelta y pasa al siguiente— ¿Siempre hacía tantas versiones antes de
empezar con el lienzo? ¿O sólo para temas especiales?
—Sólo para mí. Cuando hacía otros trabajos, se metía de lleno, a veces sin
saber siquiera qué iba a ser. Solía decirme que trabajaría en ello hasta que lo
sintiera hecho. —Sonríe al retrato, casi riéndose de su imagen— ¿Y yo? Me
hacía sentar y posar. Hablábamos mientras él dibujaba. Creo que ése era su
truco para pasar tiempo conmigo, pero siempre me sentí como una tonta
sentada allí como una estatua mientras él estudiaba cada uno de mis
defectos.
—Él no veía defectos —corrige Luna sabiamente—. Vio a la mujer que amaba.
Escucho el trago de emoción de Elena mientras toma las manos de Luna,
acariciándolas suavemente.
—Gracias, cielo. Es muy dulce de tu parte.
Un suave ronquido procedente de detrás de nosotros llama la atención de
todos. Grace se ha acurrucado en una de las sillas, con la cabeza apoyada en
el brazo y los ojos cerrados. Me da un vuelco el corazón. Parece tan inocente
y dulce cuando duerme. Nada que ver con la niña salvaje que puede llegar a
ser cuando está despierta.
—Parece que ya tuvo demasiado arte —susurra Luna—. Supongo que tiene
que fortalecer sus músculos artísticos un poco más.
—Es muy tarde. Deberían quedarse aquí en las habitaciones de invitados y
hacer el largo viaje de vuelta mañana cuando estén frescos —sugiere
Elena—. Tu cachorro estará bien quedándose esta noche también. Tenemos
un montón de pollo alrededor, tal vez algunas hamburguesas que se pueden
cocinar.
—Oh, no podríamos imponernos así —le digo, pero me decepciona no irme
con un apretón de manos sobre la gestión de su cartera—. No tenemos bolsa
de viaje ni nada, y Grace puede dormir en el camino de vuelta.
—No es ninguna molestia. Le hará bien a esta vieja casa tener un poco de
vida por la noche. Normalmente sólo estamos el personal y yo. Y tengo todo
lo que puedas necesitar. Thomas compró camisetas con monogramas y
pantalones de chándal para las habitaciones de invitados, y los baños están
completamente abastecidos. —Ha pensado en todo, pero luego pone la guinda
a su oferta—. Por la mañana, después del desayuno, podemos ver más de la
colección de Thomas y tal vez hablar un poco más de negocios, también.
Me guiña un ojo, sabiendo que nos tiene a los dos cogidos por los pelos. No
miro a Luna porque no quiero darle la oportunidad de decir que no. En lugar
de eso, asiento con la cabeza, aceptando su oferta.
—Estaremos encantados. Es muy amable por tu parte.
Cuando Elena se acerca a un teléfono de sobremesa para hacer una llamada,
Luna se pone delante de mí, dándole la espalda a Elena, y aunque sus ojos
están muy abiertos y enfadados, su voz apenas supera un susurro.
—¿Qué demonios-estás-haciendo?
—No podía negarme. Está dispuesta a hablar de negocios por la mañana. Y
más arte —le recuerdo, esperando que no salga por la puerta principal y me
abandone.
—¿Elena?
Me sobresalto por la sorpresa y me doy cuenta de que un hombre alto y
delgado, en pijama y bata, ha aparecido silenciosamente en la puerta.
Bueno, mierda. Supongo que por toda la charla dulce de la Sra. Cartwright
sobre su difunto marido, tiene un nuevo amigo especial.
—Siento mucho haberte molestado, Stanley. ¿Por qué no dijiste que ya
estabas acostado? Podría haberlas preparado yo misma para pasar la
noche —se queja. Bien, me he equivocado. No es su novio, sino otro miembro
del personal de la casa.
—Todavía no estaba dormido. —Sonríe, pero sus ojos inyectados en sangre
delatan que hace tiempo que se fue a Villa Ronquidos—- Estoy feliz de
mostrarles las habitaciones de invitados.
Elena chasquea.
—Este es Stanley. Stanley, estos son Carter y Luna, y ese querubín de ahí es
su sobrina, Grace. Bernard también tiene a su perro, Peanut Butter, en el
granero.
No suelo dar la mano a hombres en pijama, pero en este caso, sin duda haré
una excepción. Le tiendo la mano y él la mira sorprendido, pero la toma
despacio. Su apretón es más fuerte de lo que esperaba.
—Encantado de conocerte, Carter.
—No sé cómo mantiene este lugar en funcionamiento, pero lleva décadas
haciéndolo. No podría hacer casi nada sin Stanley —dice Elena.
Elena nos da las buenas noches, prometiendo que Grace tendrá panqueques
de chocolate por la mañana y, con la ayuda de Stanley, conseguimos llevar a
Grace y a Peanut Butter a una habitación de invitados. Es muy fácil obligar
a Grace a acostarse, a pesar de que suele ser un circo de tres pistas conseguir
que se acueste por la noche. Pero una mención a los panqueques por la
mañana y la seguridad de que estamos al final del pasillo hacen que se
acurruque con el perro, y ambos cierran los ojos rápidamente, aunque no
creo que a Stanley le haga mucha gracia tener a un perro y a una niña en
una de las lujosas camas forradas de lino.
Stanley nos muestra nuestra habitación, señalando la cama de matrimonio,
la cómoda llena de ropa y la puerta del cuarto de baño.
—Si necesitan algo, tomen el teléfono y marquen seis-dos-seis. Es mi línea
directa y siempre contesto. Si eso es todo...
—Muchas gracias —dice Luna amablemente—. Te dejaremos volver a la
cama.
Stanley sigue mirándome en busca de confirmación y, cuando asiento con la
cabeza, cierra la puerta tras de sí. Ya solo, suspiro aliviado. El sonido parece
haber alterado a Luna, que empieza a pasearse por la habitación
murmurando en voz baja. —Esto es un desastre, y todo porque Zack dijo que
me compraría libros. Estúpida, estúpida, estúpida. Podría haberme quedado
en casa, en chándal, y trabajar en Alphena, pero noooo, me volví codiciosa. Y
ahora mira dónde estoy. Sola con el maldito Carter Harrington, como su
esposa. Como si eso fuera remotamente creíble.
Al principio, me divierten sus inútiles divagaciones y su ritmo y la forma en
que casi vibra de energía emocional. Pero entonces oigo lo que dice. La tomo
de los brazos, deteniendo sus pasos, y le digo con firmeza:
—Luna. Luna. Mírame.
Se le escapa un suave jadeo mientras sus ojos ardientes brillan detrás de las
gafas. Me sostiene la mirada un instante y, cuando sus mejillas se sonrojan,
mira mis zapatos.
—Es una locura, lo sé —admito—. Pero no podía decir que no.
Para mí, eso es obvio. El trato no está cerrado y lo necesito mucho. Ha cobrado
vida propia en mi mente, un símbolo de mi éxito, una competición entre
Cameron y yo que él no sabe que está ocurriendo. Pero yo sí, y voy a ganar.
Y ya he llegado hasta aquí. ¿Qué son unas horas más y el desayuno?
—Esto es más de lo que acordamos —discute con el suelo.
Trago saliva, sin saber cómo explicarle por qué estoy dispuesto a llegar tan
lejos. No hablo de nuestra dinámica familiar con nadie. Bueno, con Zack a
veces, pero hablamos más del partido de anoche o de los próximos negocios
que de nuestras profundas y oscuras emociones. No es lo que hacen los
hombres.
—Lo es. Te juro que te lo compensaré de alguna manera. Pero por ahora,
sigamos con el plan. Cama, desayuno, charla, visita artística. —Toco los
puntos de la agenda con los dedos y ella levanta los ojos para mirarme.
Siento la sumisión en su cuerpo, aunque no dice ni una palabra, así que la
giro hacia la cómoda. —Vamos a buscar un pijama.
Asiente con la cabeza, pero me deja guiarla y descubrimos que Elena tenía
razón. En los cajones hay camisetas, sudaderas y pantalones de chándal de
todas las tallas. Por no hablar de los calcetines, la ropa interior, los bañadores
y las chanclas, todo perfectamente doblado y colocado. Luna agarra una
sudadera extra grande y los calcetines, sujetándoselos al pecho como si
fueran un escudo.
—Me cambio en el baño.
Cuando cierra la puerta tras de sí, lucho por no soltar una carcajada. Ha
actuado como si le hubiera pedido que se desnudara delante de mí o como si
fuera a seguirla para echar un vistazo.
En lugar de eso, agarro un pantalón de chándal y me cambio rápidamente
antes de que salga. Todavía estoy colgando la ropa cuando se abre la puerta
del baño.
—¿Quieres que cuelgue tu vestido? —le ofrezco. Pero cuando me doy la vuelta,
Luna no tiene el vestido en las manos ni en ningún otro sitio. Sólo está ella...
con una sudadera que le cuelga larga, cubriéndole las caderas y luego la
mitad de los muslos. Lleva los calcetines subidos, justo por debajo de las
rodillas.
Sólo se ve una pequeña franja de sus piernas, pero no puedo apartar los ojos
de ella. Es como un imán que me atrae y, al mismo tiempo, me hace pensar...
Pensamientos que no debería tener, no sobre Luna.
—Lo colgué ahí. —Señala por encima del hombro con el pulgar y luego
empieza a roer el dígito nerviosamente—. Uhm, ¿dónde estás durmiendo? No
vas a dormir conmigo.
—Hay un sofá justo ahí. —Mi voz es demasiado baja, demasiado áspera
cuando pienso en nosotros juntos en la cama haciendo de todo menos dormir,
pero ella no se da cuenta, por suerte.
—De acuerdo. —Ella accede fácilmente, pero luego se dirige ella misma hacia
el sofá, sacando una colcha de los pies de la cama.
No puedo evitar una sonrisa. Hay algo pintoresco y tierno en su aspecto al
cruzar la habitación con una camisa larga y una manta a cuestas.
—Quería decir que dormiré en el sofá.
—Oh. —Ella se congela como un ciervo en los faros antes de redirigirse a la
cama. Se sube, tira las almohadas decorativas al suelo para hacerse sitio y
luego echa la ropa de cama hacia atrás. Todo el tiempo, está de rodillas, con
el culo sobresaliendo, y me pican las palmas de las manos por agarrarla,
mellar la carne flexible que hay allí, o tal vez ver qué hace falta para que se
ruborice como lo hicieron sus mejillas.
El giro sucio de mis pensamientos me choca. Quiero decir, es Luna. No es mi
tipo, y es la hermana de Zack. Diablos, si ella le dice una palabra de lo que
está pasando esta noche a Zack, me despellejará vivo y ni siquiera intentaré
detenerlo. Pero también es voluptuosa de una manera que me hace querer
sofocarme en sus pechos y ahogarme entre sus muslos.
Espera, ¿qué?
—No crees que ella esperaría que tuviéramos sexo, ¿verdad? ¿Cómo una joven
pareja de recién casados? —Las palabras salen como resultado del camino
por el que mi mente ha desaparecido. Como si Elena estuviera detrás de
nuestra puerta escuchando o algo así.
Desde su lugar en la cama, Luna dice secamente:
—No voy a tener sexo contigo.
—Podríamos fingir —sugiero, sonriendo tontamente, continuando por este
camino sin sentido. Es una mala idea, una muy mala idea. Pero también
puede que brillante. Si necesitábamos vender la imagen de marido y mujer,
esto seguramente lo hará.
Luna se sube las gafas a la nariz mientras me mira atentamente.
—¿Qué quieres decir?
No se lo explico. Me subo a la cama con ella, asegurándome de permanecer
encima de las sábanas, pero cuando jadea sorprendida, le guiño un ojo y me
pongo de rodillas a su lado, en mi propio lado de la cama. Sacudo la cama de
un lado a otro varias veces para comprobar si cruje.
No ha habido suerte. Esto no es una cama de IKEA. Esta es una de esas
lujosas y resistentes ofertas pensadas para durar hasta el día del juicio final,
y algo más.
Lo sacudo con más fuerza, consiguiendo por fin un pequeño movimiento,
suficiente para que el cabecero toque la pared. No es un golpe, exactamente,
pero cuando vuelvo a hacerlo, el ritmo es inconfundible.
—¡Carter! —Luna sisea, sus ojos se abren de horror.
Ahogo una carcajada al ver lo escandalizada que parece. En lugar de eso,
gruño un poco antes de gemir:
—Ohhh, Luna.
—¡No digas mi nombre así! —susurra acalorada.
—¿Cómo qué? —Mantengo mi ritmo. Bang, bang, bang.
—Todo gruñón y grotesco cavernícola como ese. Es asqueroso. —Arruga la
nariz con desagrado, pero puedo oír algo en su tono. La dama protesta
demasiado. Eso me hace sonreír más y golpear un poco más fuerte.
Bajando la voz, le pregunto:
—¿Eres una mojigata en la cama? —Ofendida, se sube la manta hasta la
barbilla y yo sonrío triunfante—. Me lo imaginaba.
Mantengo un ritmo constante, cambiando de postura cada poco tiempo para
que el golpeteo del cabecero suene diferente. Incluso encuentro un punto en
el colchón que cruje un poco y reboto sobre él.
—Eso es... buena chica. Tómame todo. Sé que puedes —ordeno, como si
alguien estuviera obedeciendo—. Apriétala para mí... joder, sí. —Disfruto del
juego de emociones que cruzan su rostro: horror, interés, deseo, negación.
Luna suelta la manta y saca la lengua para mojarse los labios.
—¿Eso es lo que dices de verdad cuando estás... haciendo eso? —Hace un
gesto hacia mí.
—Depende de lo que les guste —respondo en voz baja—. ¿Por qué? ¿Me
equivoqué? ¿A la dulce y pequeña Luna le gusta un poco de charla sucia en
su follada?
Sus mejillas se sonrojan y vuelve a arder. Con la mandíbula desencajada, se
quita las sábanas de un puntapié, planta los pies en la cama y empieza a
rebotar, levantando las caderas en el aire antes de dejarse caer sobre el
colchón.
—¡Oh, Carter! Siiii —gime con una voz una octava más alta que la
suya— ¡Haz que duela, cariño!
Me quedo helado durante dos segundos antes de darme cuenta de que me
está siguiendo el juego.
Dos segundos más viendo sus caderas subir y bajar, sus tetas rebotando con
cada movimiento.
Levanta una ceja, desafiándome.
Me uno a ellos, y rápidamente se convierte en una competición de quién
puede decir la cosa más extravagante mientras rebotamos y golpeamos en
una ridícula simulación de sexo que es más ruidosa y acrobática que
cualquiera de las que he tenido.
—Haz que ese coño me chupe hasta secarme. Quiero llenarte, criarte con mi
semilla. —Bang, bang, bang.
Susurra:
—Qué asco. —Más alto, para el espectáculo, grita—: ¡Ahógame, papi!
Esas palabras que salen de la boca de Luna me sorprenden. En mi mente,
puedo ver mi mano rodeando su garganta, ejerciendo una ligera presión
mientras nos acercamos cada vez más a corrernos simultáneamente. Y
aunque estamos fingiendo, mi polla está dura como una roca. Estrictamente
biológica, me aseguro. No es porque quiera a Luna. Eso sería un error
increíblemente grande, sobre todo para una aventura de una noche.
En serio, esto es casi sexo telefónico, todo menos el contacto con la piel, así
que una reacción física es lógica. O al menos eso es lo que me digo a mí
mismo.
—¿Puedo correrme? ¿Por favor? —Rebota, rebota, rebota.
Las palabras salen de su lengua con facilidad, y me pregunto si hay algo en
Luna Starr que nunca me había planteado. Su lenguaje sexual, aunque sea
falso, tiene una inclinación decididamente sumisa, y eso me gusta... mucho.
Me doy cuenta de que tengo que responder para guardar las apariencias, pero
quiero saber desesperadamente qué aspecto tiene Luna cuando se corra.
Aunque sea para aparentar.
—Córrete para mí, nena. Córrete ahora mismo en la polla de papi.
Suelta un gemido muy creíble y golpea el colchón con la mano. Tiene los ojos
cerrados mientras actúa, y yo la observo concentrado, fijándome en el color
de sus mejillas, la respiración entrecortada, el rebote de sus pechos y la forma
en que la sudadera se le ha subido por los muslos con sus movimientos.
—Eso es, buena chica —canturreo. Me agarro a la manta, no para
esconderme de Luna, sino para evitar tocar su piel.
Abre los ojos y sonríe.
—Tu turno —dice.
Ah, sí. Sí. Planto los pies y las manos en la cama, bombeando las caderas
para que el cabecero vuelva a golpear rítmicamente la pared.
—Joder, Luna. Te sientes tan bien.
Gruño un par de veces más, dejando que la última se me escape, y luego me
tumbo boca abajo en la cama para que no se vea mi erección.
Luna también se desploma sobre la almohada, acomodándose el cabello bajo
la cabeza. Estamos jadeando por el esfuerzo a pesar de no haber tenido
ninguna acción real. Nuestros ojos se cruzan y hay algo profundo en los de
Luna que no puedo identificar. ¿Lujuria? ¿Ira? ¿Decepción? ¿Vergüenza?
—¿Estás bien? —pregunto suavemente.
—Suelo quitarme las gafas. A los chicos no les gustan, pero es agradable
poder ver de verdad —confiesa mientras se sube las gafas a la nariz. Al darse
cuenta de lo que ha dicho, se tapa la boca para disimular las risitas que se le
escapan, cruza las piernas y se revuelve un poco.
No puedo evitarlo, yo también empiezo a reírme.
—Las gafas podrían ser... un lío —le contesto en broma, y Luna tiene que
morderse la manga para contener sus aullidos de risa.
—Aun así, mejor que en tus ojos —añade, haciendo un movimiento de
limpiaparabrisas sobre ambas lentes, y así es como acabo a medio vestir, en
la cama, post falso coito, partiéndome de risa con la hermana pequeña de mi
mejor amigo, que también es mi falsa esposa.
La vida es rara a veces.
—En serio. Si algún tipo te dice que no le gustan tus gafas, no debería tener
acceso a tu coño —digo con firmeza—. Tus gafas son monas, y lo más
importante, son tú.
Parece sorprendida por mi opinión sobre la situación, pero es bastante obvia
si me preguntas.
—Bueno, aunque no estoy en posición de rechazar a nadie —se lamenta.
Agarro la otra almohada y apoyo el pecho en ella. Empujo mis caderas hacia
la cama, y noto que al menos mi polla se ha ablandado ahora.
—¿Qué mierda significa eso?
La exigencia es aguda mientras busco en su rostro a qué se refiere. Ella se
hunde en sus hombros y suspira.
—Mira, Carter. Sé que se supone que eres mi falso marido y todo eso, pero no
tenemos que hacer esto. —Me saluda con la mano—. Estamos en mundos
diferentes: financiera, profesional, personal y físicamente. No pasa nada.
Estoy contenta conmigo misma en su mayor parte, pero aparte de Elena, que
podría estar ciega como un murciélago por lo que sabemos, nadie creería que
somos una cosa.
Su encogimiento de hombros es de resignación y su tono de tranquila
aceptación. Pero no lo entiendo…
—Somos diferentes —empiezo, y la veo encogerse, esperando lo que sea que
piense que voy a decir—. Pero lo diferente puede ser bueno —termino—. No
entiendo muy bien por qué lloras cuando ves un cuadro o no siempre dices
en voz alta lo que piensas, y definitivamente no entiendo cómo puedes sacar
el arte de tu cerebro al mundo real. Es magia, es brujería, es algo que yo no
puedo hacer en absoluto.
—Claro, sí —dice desdeñosamente—. Pero la gente no quiere...
—No había terminado. Por último, deja de decir que no eres guapa o que esto
es increíble. —Uso sus palabras anteriores para que sepa que la he
oído—. Eres preciosa, y quien no lo vea es idiota. —No añado que yo era uno
de esos idiotas hace unos días—. Cualquier hombre sería afortunado de
llamarte suya.
Me mira a la cara, buscando la mentira, pero le digo la verdad. Finalmente,
dice:
—No entiendo por qué necesitas tanto este trato. Tu vida es encantadora.
Eres una de esas personas que nacen con una cuchara de plata, pero te lo
estás poniendo difícil, llegando a extremos como este falso matrimonio por un
trato. Esto sería mucho incluso para alguien que no tuviera nada.
—Lo fácil es aburrido. Necesito probarme a mí mismo —confieso.
Poco convencida, pregunta:
—¿A quién?
—A mi hermano, a mi padre, a mi familia. Diablos, probablemente incluso a
mí mismo un poco. Hay mucha presión que viene con esa cuchara de plata.
Tanta que a veces siento que me ahogo con ella.
La confesión me sorprende más a mí que a ella, creo. No me había dado
cuenta de que me sentía tan atrapado por la naturaleza competitiva de mi
familia. Probablemente porque me lo han inculcado durante generaciones. Me
vendría bien uno de los consuelos fáciles de mi madre en este momento, pero
últimamente los reserva para Grace, confiando en que sus hijos adultos
tengan las cosas claras. Si ella supiera que eso no es verdad.
—Hmm, tal vez no seas tan malo como pensaba. —Luna sonríe para suavizar
el halago, pero luego bosteza.
—Disculpa aceptada. Me iré al sofá para que puedas descansar. —Empujo la
almohada hacia la cabecera de la cama, pero ella me detiene.
—Está bien. Esta cama es enorme. Tú quédate en tu lado y yo en el
mío. —Traza una línea en el centro de la cama con la mano.
—Mi espalda te lo agradecerá por la mañana. —Los dos nos acomodamos bajo
las mantas, pero sin tocarnos, con unos centímetros de tierra de nadie entre
nosotros. Me acerco para apagar las luces, me río y murmuro—: Buenas
noches, esposa.
Ella se ríe y responde:
—Buenas noches, Carter.
Apago la luz con el mando a distancia de la mesilla y nos quedamos en
silencio, esperando a que llegue el sueño. Luna sucumbe bastante rápido, y
yo debería estar pensando en Elena, en este trato y en cómo voy a conseguir
ese apretón de manos por la mañana antes de irnos.
Pero sólo puedo concentrarme en Luna y en su suave respiración.
Capítulo 10
Luna
Me despierto, o quizá no esté despierta porque esto debe de ser un sueño.
Estoy flotando en una nube del algodón más suave y esponjoso, y me
envuelven unos brazos fuertes y cálidos. También hay algo muy duro
apretado entre las mejillas de mi culo.
Arqueo la espalda ante las sensuales sensaciones mientras me hundo en el
sueño con un gemido. Salta, y estoy a punto de abrir las rodillas en señal de
invitación cuando los brazos se estrechan en un delicioso abrazo que tira de
mí contra la dureza con fuerza.
—Buenos días, preciosa. —Me estremezco por reflejo, acumulando un calor
entre las piernas que no tiene nada que ver con el edredón de alto número de
hilos.
Mi ceño se frunce cuando el sueño se vuelve confuso. Esa voz me resulta
extrañamente familiar, pero ¿por qué? ¿O quién?
La lógica se ve abrumada por las sensaciones, y vuelvo a apretarme contra la
firmeza, gimiendo de deseo. Un ángulo ligeramente diferente y podré
conseguir...
Mi mente me grita, obligándome a despertar.
¿Carter?
Oh, joder.
¡Carter!
Me agito salvajemente, pateando las mantas en un esfuerzo por alejarme lo
más rápido posible.
—¡Suéltame!
—¿Qué...? —tartamudea, claramente medio dormido. Y se convierte en un
pulpo que me atrae con sus brazos y piernas hasta que nos acurrucamos,
con mi rostro hundido en su pecho desnudo y musculoso, sus brazos
rodeándome y nuestras piernas entrelazadas. Atrapada, me quedo inmóvil
cuando me da un beso en la cabeza. Me contorsiono y él me mira con los ojos
entreabiertos. Probablemente ve doble o sigue dormido, porque sonríe y dice
con voz ronca—: Hola, Luna.
Me retuerzo y mi rodilla alcanza su madera matutina.
—¡Ugh! ¡Joder! —gruñe mientras se dobla en posición fetal, ahuecándose.
Pero al menos me suelta, y yo me escabullo hacia el otro lado de la cama,
poniendo espacio entre nosotros.
—¡Carter!
—¿Por qué me golpeaste?
—¿Por qué me tienes de rehén con tus brazos súper fuertes y tu cosa
estúpidamente grande? —Hago un gesto hacia su ingle y me enfado aún más
cuando sonríe.
—¿Cosa? —Se ríe entre dientes, removiéndose en sus pantalones de chándal
y aun pareciendo decididamente incómodo— ¿En serio? ¿Cuántos años
tienes, doce?
Me siento, cruzo los brazos sobre el pecho y le miro con el ceño fruncido.
—Veintitrés —le recuerdo aunque sé que la pregunta era retórica.
—Anoche estabas todo el rato 'ahógame, papi', ¿y ahora ni siquiera puedes
decir polla o pito? —se burla, y no puedo evitarlo, me ruborizo al recordarlo.
Sí, fue una actuación...
…pero también me sentí bien haciéndolo.
—Eso fue diferente —argumento. Carter levanta una ceja en señal de
desafío—. Déjame en paz.
Me levanto de la cama y me retuerzo la sudadera para volver a ponérmela
alrededor de los muslos, pero estoy segura de que en el proceso muestro una
buena cantidad de nalgas. Camino hacia el baño y noto que Carter me sigue
con la mirada, así que lo fulmino con la mirada mientras cierro la puerta.
En cuanto lo hago, me apoyo en la puerta, con el pulso acelerado. Me está
afectando y no puedo permitirlo.
Suspiro y me acerco al inodoro para sentarme. Mientras hago mis
necesidades matutinas y me lavo el rostro, me vienen recuerdos de la noche
anterior. Me miro al espejo sorprendida. Realmente lo hice. Yo, Luna Starr,
tuve sexo falso con Carter Harrington.
Estoy enfadada conmigo misma, completamente avergonzada y también, muy
en el fondo en un espacio secreto que no le diré a nadie, un poco decepcionada
de que fuera falso. No porque quiera a Carter, sino porque la forma en que
estaba follando y las cosas que decía me estaban volviendo líquida, y ahora
estoy tensa y frustrada. Samantha me diría que me masturbara muy rápido,
pero no puedo... no aquí. No cuando puede oírme. Me moriría de
mortificación.
Y entonces otro pensamiento me asalta. ¿Y si Carter se está ocupando de sus
asuntos matutinos ahí fuera? Y no me refiero a orinar. El hombre tenía una
hoguera entera de madera en sus pantalones de chándal.
¡No me importaría verlo!
Le digo a mi zo18 interior que se calle, aunque ya me estoy imaginando a
Carter agarrándose con la mano, acariciándose fuerte y rápido, y corriéndose
en la cama justo donde dormí anoche mientras aprieta los dientes para que
no le oiga decir mi nombre.
¡No, mala Luna! No eres una ninfómana hambrienta de orgasmos que haría
cualquier cosa por una polla.
Como si percibiera que pienso en él, Carter llama a la puerta.
—¿Luna?
Me sobresalto con fuerza, segura de que de algún modo sabe lo que estoy
pensando.
—¿Qué? ¿No puede una chica ir al baño en paz? —Mi voz es demasiado aguda
incluso para mis propios oídos, una señal obvia de que algo pasa.
18 Diminutivo de zorra.
—¿Estás bien? —pregunta Carter, y juro que oigo su sonrisa de suficiencia
en las dos palabritas.
—Sí, bien. Muy bien. Totalmente bien aquí. —Entierro el rostro en la toalla,
deseando tener una pizca de frialdad, pero no la tengo. Nunca lo he tenido,
nunca lo tendré.
—Eh, bien —balbucea Carter, probablemente pensando que me he golpeado
la cabeza aquí y me he hecho una conmoción cerebral. O más probablemente,
que estoy en el medio de “manejar” las cosas de la manera que me imaginé
que era—. Voy a ver cómo está Gracie. Duerme como una muerta, así que
probablemente siga noqueada, pero Peanut Butter probablemente también
necesite orinar —dice Carter a través de la puerta. Se aclara la garganta y
añade—: Eso te dará algo de privacidad para hacer... lo que sea.
Cree totalmente que me estoy masturbando.
—Claro, sí. Gracias —chillo—. Oh, asegúrate de que Peanut Butter no vuelva
a acercarse los rosales. —El consejo es innecesario, pero no sé qué decir.
¿Cómo pasas de “quítame la polla de encima” a sacar al perro?
Un momento después, oigo abrirse y cerrarse la puerta de la habitación.
Despacio, abro la puerta y me asomo.
Vacío. Completamente sola.
Me dirijo hacia la cómoda, pero me llama la atención el revoltijo de almohadas
y sábanas de la cama recién usada. Y entonces miro hacia la puerta. Si Carter
ya cree que me he masturbado, ¿qué hay de malo en hacerlo de verdad? Al
menos, me despejará la cabeza y podré pensar bien durante el desayuno.
Yo no decido. Actúo. Me apresuro hacia la puerta, me asomo al pasillo para
asegurarme de que está despejado, y luego la cierro con llave. Cerrarla es la
clave, porque si Carter entra y me ve...
Salto a la cama, agarro la almohada que aún huele a Carter y no examino por
qué eso es tan sexy. No, no voy a hacerlo ahora... y probablemente tampoco
más tarde.
Me tumbo boca abajo, recogiendo la almohada con un brazo para enterrar mi
nariz en su aroma, y deslizo el otro brazo por debajo de mi cuerpo. Con las
caderas levantadas y las rodillas separadas, siento una deliciosa sensación
de vulnerabilidad al sentir cómo mis labios se extienden al aire de la
habitación.
Sonrío contra la almohada cuando noto que la humedad me cubre los dedos.
Esto va a ser rápido, lo que Samantha llama el “Cien Movimientos Para
Correrse”.
Cierro los ojos y, aunque en la vida real sería una pesadilla, en mi mente
imagino a Carter entrando...
—¿Qué rayos? —Su exclamación es de sorpresa, pero sus ojos están
hambrientos de mí, disfrutando de la vista.
—¡Carter! —Mis dedos se detienen mientras me sonrojo furiosamente.
—Lo siento, yo... joder, qué caliente —susurra, y me doy cuenta de que no
miente. La carpa de circo de sus pantalones lo confirma—. Volví por mi teléfono
y oí… algo. Quería asegurarme de que estabas bien.
—Lo estoy. —Al menos creo que lo estoy, dada la forma en que se está lamiendo
los labios.
—No te atrevas a parar —dice, acercándose a la cama—. Déjame ver cómo te
masturbas. Muéstrame cómo te gusta.
—Mira. Pero no toques.
—Trato hecho —dice Carter, subiéndose a la cama. Se sienta detrás de mí, con
el culo sobre los talones y un poco hacia un lado para poder verme el coño y el
rostro mientras yo me inclino hacia un lado para verle a él también.
Se esfuerza por quitarse los pantalones, la larga y gruesa vara visible en sus
pantalones de chándal.
—Déjame verte a ti también —digo con una confianza que no tengo en el mundo
real.
Carter se quita la camiseta por encima de la cabeza y engancha los pulgares
en la cintura para bajarse los pantalones por debajo de las nalgas y dejar libre
su polla. Su cuerpo está cincelado y esbelto, sus músculos son fuertes y
poderosos sin ser de culturista, sus abdominales profundamente marcados se
estrechan hasta formar una feliz estela que conduce a la definición misma de
la virilidad orgullosa, erguida y dura como una roca.
Se lame la mano y da una pasada completa, mirándome como si esperara a
ver si protesto.
Cuando no lo hago, rodea su polla con la mano y bombea lentamente.
—Sé una buena chica, Luna. Trabaja para mí.
—Mmm... ¿eso es para mí? —pregunto mientras deslizo un dedo dentro de mí,
estremeciéndome al sentirlo. Lo hago de nuevo, el talón de la palma de la mano
golpea mi clítoris mientras mi dedo se introduce y veo a Carter acariciarse
lentamente hasta que la punta rezuma precum.
—Esto es para ti —me dice, y estoy tentada de pedirle que lo pruebe… pero la
usa para untarse la cabeza, dándole un agarre más deslizante—. Y cuando
derrame semen por todas partes, también será para ti. Me estás volviendo loco,
Luna.
Me follo con los dedos, duro y rápido, los golpes en mi clítoris una descarga de
placer cada vez, acercándome más y más.
—Eres lo más caliente que he visto nunca. El coño en el aire, rogándome que lo
llene con mi gran polla. Joder, te agarraré por las caderas, te daré una palmada
en el culo y te penetraré tan profundamente que nunca olvidarás lo que se
siente al estar llena de mí. —Carter se acaricia sin piedad, sus palabras nos
excitan a los dos.
—¿Quieres eso? —exige.
Me muerdo el labio y asiento con la cabeza, demasiado concentrada en el ritmo
de mi mano para encontrar palabras.
—No es suficiente. ¿Qué me vas a hacer? Dímelo.
Abro los ojos para encontrarme con los suyos. Me desea a gritos, tan excitado
por las palabras como porque yo le diga lo que quiero. Jadeo y tartamudeo:
—Chuparte, tragarte. Hasta que sea un amasijo de babas y semen. Incluso
lágrimas, porque me atraganté contigo.
Es demasiado para los dos. Su pecho sube y baja erráticamente, y yo gimo
suavemente con cada exhalación, justo al borde.
—Juntos.
Sincronizamos nuestras caricias, mis dedos y su mano se mueven a la vez.
Mientras él se acaricia, yo me acaricio, y mi coño se agarra a mis dedos como
lo haría a la hermosa polla que tengo a unos metros. Nos miramos el uno al otro
y veo cómo el semen empieza a derramarse sobre su mano. Mis muslos
tiemblan por el clímax que se aproxima y muevo los dedos hacia mi clítoris,
concentrándome donde más lo necesito.
—Lo… Lo quiero —jadeo—. Mmm, Carter... sí...
La línea que separa la fantasía de la realidad se difumina cuando vuelvo a la
consciencia, aquí y ahora, con el rostro aplastado contra el mullido de la
almohada. Espero que haya amortiguado mis sonidos, porque me he dejado
llevar un poco. Bien, me dejé llevar mucho.
—Dios mío —jadeo en voz baja en la habitación vacía.
Me desplomo sobre la cama, gimiendo de frustración. ¿Qué ha pasado? ¿En
serio me he masturbado pensando en ese imbécil?
Sí, lo hiciste. Y fue la fantasía más caliente que has tenido. No finjas que no
vas a sacar esa del viejo banco de azotes mentales más tarde para una
segunda ronda.
Pongo los ojos en blanco ante la zorra que llevo dentro, que esta vez se ha
salido con la suya, y me levanto. Tengo que prepararme o Carter vendrá a
verme, y no creo que sea como mi escena imaginaria. Me lavo, encuentro en
el cuarto de baño una goma para hacerme un moño desordenado y me pongo
una sudadera, unos pantalones y unas chanclas. Ahora mismo no puedo
mirarme a los ojos en el espejo, así que confío en tener buen aspecto.
Definitivamente me siento más humana y tengo mis escudos mentales y
emocionales levantados. Los voy a necesitar después de lo de anoche... y aún
más después de lo de esta mañana.
En el pasillo, oigo voces y las sigo hasta la cocina.
—Buenos días —me saluda Elena. Está sentada a la mesa con Grace, con
una enorme pila de panqueques en cada plato—. Toma asiento, y Nelda te
preparará todo en un santiamén.
—Entrando —advierte Nelda un segundo antes de poner delante de mí una
pila de panqueques cargadas de chocolate—. Di cuándo. —Agita una botella
grande sobre los panqueques, cubriéndolas de azúcar en polvo.
—Sigue viniendo. —Agito pidiendo más, y sigo agitando, agitando y agitando.
Finalmente, digo—: Cuándo.
—Una mujer como yo. —Elena se ríe, al ver mi pila.
Las puertas francesas se abren y Carter entra con Peanut Butter atado a una
cuerda. Pero no tiene ningún control sobre el resbaladizo suelo de baldosas,
y el perro se mete directamente debajo de la mesa, arrastrando a un Carter
que tropieza, resbala y se desliza.
—Nutbuster, sal de ahí —suplica Carter, sus ojos desaparecen por debajo del
nivel de la mesa mientras se agacha. Todos miramos por debajo de la mesa
al gran perro, que se despatarra sin gracia, con el hocico a los pies de Grace.
Carter se disculpa con Elena.
—Lo siento mucho, es un poco demasiado leal.
Pero teniendo en cuenta que Grace le da al perro una loncha de beicon
mientras Carter no mira, no creo que el problema sea la lealtad. Grace me ve
luchando contra una sonrisa y se lleva un dedo a la boca, diciéndome que me
calle.
—No pasa nada. No es como si estuviera en una de las alfombras finas —dice
Elena—. El azulejo se friega fácilmente.
No conozco a mucha gente adinerada -de hecho, probablemente sólo a una,
Carter-, pero Elena definitivamente no es lo que esperaba. Es tan
despreocupada con todo, casi... normal, excepto que está en una casa lo
suficientemente grande como para que vivan cientos de personas. Tengo la
sensación de que incluso si Peanut Butter hiciera caca en una de las
alfombras, ella diría que no es para tanto porque una alfombra es sólo una
“cosa” y no tan importante como un lindo perrito respondiendo a la llamada
de la naturaleza.
Carter se deja caer en una silla con un resoplido.
—Me alegro de que pienses así. Me temo que Bernard estuvo a punto de
quitarme el pellejo, además de a Nutbuster, esta mañana. Lo mantuve alejado
de las rosas —dice, dirigiendo su mirada hacia mí—. Pero supongo que el
melocotonero también está fuera de los límites. Creo que sus palabras exactas
fueron: 'Si mis melocotones saben a pis, voy a colgar tu culo en el pajar como
cebo para los ratones'.
Elena se ríe a carcajadas.
—Oh, me encanta el giro de la frase de ese hombre. Es bastante imaginativo.
—No estoy seguro de que estuviera bromeando —dice Carter hoscamente.
Pero sus ojos se iluminan cuando ve los panqueques—. Gracias, Nelda.
Tienen una pinta deliciosa. —Sus modales vuelven a ser correctos ahora que
estamos en público y él está en modo de negocios. Le da un mordisco y
gime—. Sabe delicioso también.
Hay una pequeña charla antes de que Carter traslade la conversación a la
cartera de Elena.
—Estaré encantado de coordinarme contigo para asegurarme de que tu dinero
funciona como te gustaría. Hay todo tipo de opciones que podemos discutir,
pero lo más importante es que te asocies con alguien que te entienda a ti y a
tu estilo práctico. Me gustaría pensar que ese soy yo.
A pesar de su carácter afable, Elena también sabe cuándo mostrar la mano y
cuándo no.
—Creo que podría ser, pero me gustaría revisar tu propuesta de gestión con
mi actual asesor financiero. Está dispuesto a pasar página por la cantidad de
trabajo que llevo. —Se acaricia con cuidado su melena plateada con una
sonrisa de satisfacción, como si el problema fuera ella y no el tamaño de su
cartera—. Pero he trabajado con él los suficientes años como para confiar en
su opinión.
La brillante sonrisa de Carter se desvanece unos grados, pero rápidamente,
la vuelve a encender a toda velocidad.
—Por supuesto. Es un plan inteligente. Estaré encantado de reunirme con los
dos si les resulta útil. Puedo responder a cualquier pregunta que puedan
tener.
—Es muy amable de tu parte. Lo programaré.
Se produce un incómodo momento de silencio y me apresuro a llenarlo,
queriendo ayudar a Carter si puedo, pero también mostrarle mi
agradecimiento.
—Elena, he disfrutado mucho viendo la colección de Thomas. Es tan especial,
con piezas que ni siquiera he visto en los libros. ¿Has pensado alguna vez en
hacer una exposición exclusiva en el museo? Sería una forma estupenda de
homenajearle. —Agito las manos en el aire, como haciendo el movimiento del
“arco iris de estreno”—. La Colección Thomas y Elena Cartwright.
Elena, que se está lamiendo el almíbar del dedo de un manotazo, dice:
—No había pensado en nada así. A estas alturas, el arte forma parte de la
decoración. Está ahí, lo veo, pero no lo veo, ¿sabes?
Asintiendo con la cabeza en señal de comprensión, añado:
—Puede ser tan grande o tan pequeña como quieras, mostrando las piezas
con las que te sientas cómoda sin estar en tu 'casa' durante un rato. Incluso
podríamos hacer la información de la placa juntos, diciéndole a la gente
exactamente lo que te gustaría compartir sobre cada pieza.
—Tendré que pensarlo. No sé si podría separarme de alguno de ellos. Son
como los bebés de Thomas. —Elena se pone la mano sobre el corazón y su
sonrisa se vuelve triste—. Me siento bien teniéndolos a mi alrededor, como si
él siguiera aquí en cierto modo.
—Eso tiene mucho sentido. Sin ninguna presión, sólo házmelo saber. Me
encantaría trabajar contigo para compartir su amor con el mundo, pero sólo
si tú te sientes cómoda con él. Me siento honrada de llegar a ver a sus “bebés”
en absoluto.
Es la pura verdad. Hay obras que vi anoche que me acompañarán el resto de
mi vida, y aunque me encantaría que otros tuvieran la misma oportunidad de
verlas, también soy protectora de mi arte, tanto del mío propio como del que
he coleccionado de otros artistas.
Elena me palmea la mano.
—Lo haré, cariño. —Cambiando de tema, dice—: Saben, si ya terminaron de
comer, creo que les prometí un poco más de recorrido. Pensé que a la Srta.
Grace le gustaría visitar el granero.
Elena y yo no tenemos ni idea de la bomba que acaba de detonar, pero Carter
se tapa los oídos rápidamente cuando Grace chilla:
—¡Siiii! ¿Tienes caballos? ¿Y cabras? ¿Y gallinas?
Grace se levanta de la mesa, zapateando y lista para salir mientras interroga
a Elena sobre toda la lista de animales del granero alrededor de un bocado de
panqueques.
—En mi establo hay un gato ratonero llamado Grillo. ¿Tienes un gato?
No espera respuesta y sigue hablando a toda velocidad, con la esperanza de
tragar saliva por el camino.
—Pegaso tiene miedo de Grillo porque Grillo intentó subirse a la espalda de
Pegaso para dar una vuelta. Es raro que me deje subir a su lomo, ¿pero a un
gato pequeño? No, no lo hará. —Sacude la cabeza y sale por la puerta de
atrás.
Elena está escuchando, caminando con la mano de Grace entre las suyas, y
Carter y yo abandonamos lo que queda de nuestros panqueques para seguirla
unos pasos por detrás.
—Siento que aún no hayas entendido el trato —susurro—. ¿Estás bien?
Su mandíbula se tensa, pero asiente.
—Aún es la palabra clave. No me he rendido. Apenas he empezado a
cortejarla. —Unos pasos más y toma mi mano entre las suyas—. Sabes lo que
eso significa, ¿verdad?
Tontamente, pregunto:
—¿Qué?
Se detiene y me guía para que haga lo mismo. De puntillas, me levanta la
barbilla para que nuestros ojos se encuentren.
—Significa —me dice en un áspero susurro junto a la oreja—, que tienes que
ser mi mujer un poco más. —Me da un suave beso en la mejilla mientras yo
me asusto por dentro, mi cerebro empieza a procesar esta nueva información.
¿Cómo? ¡No! Eso no es parte del trato. He visto el arte, y ahora hemos
terminado. Esta farsa de matrimonio ha terminado, y puedo volver a mi vida
tranquila.
—Son adorables como dos chinches en un jersey, pero será mejor que vengan
o la señorita Grace y yo les ganaremos en llegar antes al establo. —Elena y
Grace empiezan a galopar hacia el establo como si fueran caballos, con
Peanut Butter pisándoles los talones. Elena es extraordinariamente ágil para
su edad, aunque Grace le lleva varios metros de ventaja.
—Ese no era nuestro trato... —empiezo, pero Carter me corta con una presión
de su dedo sobre mis labios.
—Por favor, Luna.
Sé que me está pidiendo que acepte ser su falsa esposa hasta que consiga el
trato con Elena, pero parece que me está pidiendo mucho más que eso.
—Yo... Yo…
—No contestes ahora. Asegurémonos de que Grace no ha convencido a Elena
para que le dé otro caballo. Sólo... más tarde, ¿de acuerdo?
Me lleva al granero con mi mano firmemente agarrada a la suya. A cada paso,
mi mente da más y más vueltas. ¿Cómo ha pasado esto? Ha pasado de la
tutoría a la simulación, y yo estaba un poco de acuerdo con eso por el arte.
¿Pero ahora? Después de haber conocido a Elena, se siente mucho más mal,
y la culpa está creciendo más rápido que una mala hierba en mi corazón. Ella
es tan dulce y genuina, y la estamos engañando. ¿Y para qué, un trato? No
había pensado más allá de la cena, pero ¿qué pasa si Elena decide trabajar
con Carter? ¿Vamos a tener que mantener la farsa?
¿Dónde termina... nuestro eventual falso divorcio?
No tengo la oportunidad de decirle a Carter lo que siento o lo que pienso
porque Grace y Elena están dando galletas a un par de caballos en establos
vecinos.
—¡Oh, vaya! Son... grandes. —murmuro sorprendida. El caballo marrón claro
que está más cerca de Grace la supera por lo menos en un par de
metros—. ¿Es seguro?
No sé a quién se lo pregunto, pero los tres me asienten y Carter parece
divertido por mi preocupación.
—Toma, tú también puedes hacerlo —ofrece Elena, tendiéndome una
galleta—. Son todos unos bebés grandes.
Retrocedo, sacudiendo la cabeza mientras miro a la enorme bestia.
—No pasa nada. Gracias.
—Este viejo amigo es un alma gentil. Es muy blandito, te lo prometo. —Elena
demuestra su afirmación acariciándolo en la nariz, frotando desde entre sus
ojos hasta su hocico. Resopla y mueve los labios, enseñando unos dientes
largos y amarillentos.
Hago un vergonzoso sonido de miedo mientras retrocedo rápidamente.
Grace se ríe.
—¿Qué pasa? Ed es un encanto. —Apoya su afirmación jugando con su
melena, que cuelga baja donde ella puede alcanzar—. Te está sonriendo.
Entre Grace y Elena, me siento arrinconada.
—¿Has visto alguna vez a un monstruo sonreír justo antes de comerte? Creo
que eso es lo que está haciendo Ed —contesto.
Carter susurra “¿Q-H-A?”
Arrugo la nariz.
—¿Eh?
—¿Qué haría Alphena? —explica—. Escribes a esta patea traseros que se
enfrenta a la vida, y se supone que está basada en ti, así que seguro que no
te asusta un caballo que sólo quiere una galleta.
—¿Estás usando mi alter-ego contra mí? —le acuso. Pero odio admitir que
tiene razón. Alphena nunca dejaría que un caballo la detuviera, nunca dejaría
que el miedo la frenara. Pero Alphena es sólo una parte de mí, la que quiero
ser. Mi yo del mundo real mira a Ed como si pudiera saltar lo bastante alto
como para traspasar la puerta de su establo y atacarme. ¿Pero para qué?
Todo lo que parece querer es una galleta. Grace tiene razón en eso.
—Q-Q-A —me repito una y otra vez mientras me acerco unos centímetros.
Elena me da una galleta, que sostengo entre dedos delicados. Doblo los otros
dedos hacia abajo en un pequeño esfuerzo por salvarlos si esto sale mal.
Probablemente pueda dibujar con el dedo corazón siempre que mantenga el
pulgar.
—¿Q-Q-A? —Enderezando la espalda, me encuentro con los ojos de Ed...
bueno, mis dos ojos miran profundamente al suyo del lado en el que estoy.
—Ed, ¿quieres una galleta? —pregunto, como si se lo estuviera pidiendo a un
loro llamado Polly. Le tiendo la galleta, con los hombros encogidos en señal
de protección mientras me alejo por si acaso—. Toma, caballito, caballito.
¿Quién es un buen caballito?
Ed se inclina lentamente hacia delante, mordisquea la galleta un momento
con la mirada fija en mí antes de comérsela entera.
—¡Oh! —Estoy en parte aterrorizada, en parte emocionada y completamente
sorprendida de haber sobrevivido con todos los dedos intactos— ¡Lo he
conseguido! —le digo a mi audiencia de tres, que parecen estar luchando
contra la risa ante mi dramatismo por algo que estaban haciendo fácilmente.
Pero nunca he estado rodeada de caballos. Esa no es la vida que llevo.
Tal vez me sirva de inspiración para un episodio de Alphena. Alphena se
enfrenta a su mayor miedo... los alces. En su historia, Alphena conducía por
Michigan para bañarse desnuda en la frontera canadiense cuando un alce
salió de la niebla en una gasolinera para intentar, literalmente, aparearse con
su auto mientras ella estaba dentro comprando tazas de mantequilla de
cacahuete y cecina. Alphena detuvo al alce gritando y espantándolo, pero se
llevó como recuerdo abolladuras del tamaño de una pezuña y un adorno roto
en el capó.
Sí, puedo verlo… Alphena alimentando a un alce en un santuario de rescate,
superando su miedo igual que yo…
—Buena chica.
El elogio de Carter me golpea inesperadamente, sonando tan parecido al de
anoche, y el rumor de su voz se hace eco en lo más profundo de mi vientre
por las mariposas que golpean alrededor.
—Uh, gracias... cariño.
Grace mira a Carter con extrañeza y yo me pongo a su lado, rodeándole la
cintura con el brazo antes de que Elena se dé cuenta de mi tartamudeante
cariño.
Por suerte, Grace tiene la capacidad de atención de un niño normal de ocho
años, y cuando Peanut Butter pasa corriendo persiguiendo una hoja que
sopla, ella sale corriendo tras él.
¡Crisis evitada! Por ahora...
Capítulo 11
Carter
Me decepciona que Elena no esté dispuesta a firmar un acuerdo con Blue
Lake Assets y, por extensión, conmigo. Pero comprendo su deseo de
consultarlo con la almohada y reunirse con su actual hombre del dinero, así
que mantengo una sonrisa de vendedor mientras Elena enseña a Grace el
granero y luego nos pasea por el jardín lleno de estatuas y la casa de la
piscina. Está completamente sobredimensionada, como la propia finca, con
varios dormitorios, una gran sala de estar y comedor, y un cuarto de baño
con bañera de hidromasaje. No está presumiendo, sino mostrando a Luna
más arte de Thomas. Parece estar escondido en cada rincón, en cada grieta
posible.
Incluso el baño tiene arte, esculturas que resisten la humedad y tienen
maravillada a Luna. Por eso, pasan horas antes de que emprendamos el
camino de vuelta hacia la casa principal, pero no tengo prisa. Cuanto más
hable Elena, más posibilidades tendré de cortejarla. Y cuanto más disfrute
Luna viendo el arte, más probable es que siga ayudándome.
Estamos en lo que se califica como el patio trasero cuando un niño pequeño,
probablemente cercano a la edad de Grace, corre hacia nosotros.
—¡Ann-Elle! ¡Ann-Elle!
Parpadeo sorprendido, escuchando atentamente porque parece que está
gritando “anal” una y otra vez. Tardo un segundo en descifrar que está
diciendo “tía19 El”, como Elena, pero con un poco de acento.
El chillido es suficiente para asustar a Peanut Butter, que no es precisamente
un perro intrépido, y chilla mientras sale corriendo con el rabo entre las
piernas. Directo a la piscina con un gran chapoteo.
21 Encantador
Me dedica una sonrisa arrogante y acalorada, y me pregunto si no debería
habérmela guardado para mí.
—Empecemos por lo fácil —dice en lugar de torturarme con esa
información—. Ya has conocido a Kyle...
—¡Espera! Déjame agarrar mis notas para estudiar antes de cenar. —Esto
será mucho peor que un examen o memorizar la información de la visita.
Necesitaré conocer a estas personas de atrás para adelante y responderles en
tiempo real como si fuéramos familia desde hace tiempo para poder engañar
a Elena. Y rezar para que Carter tenga razón acerca de que su familia no
cuestionará mi repentina aparición frente a un invitado.
Con notas y mi bolígrafo favorito en la mano, Carter me habla de su familia.
Tiene razón... son un montón. Y tengo que cenar con ellos como esposa de
Carter.
Tengo muchos problemas.
Capítulo 15
Carter
Si el despacho de papá en el trabajo es el infierno, el de su casa es el
purgatorio. Es igualmente su dominio, pero no hay ninguna fachada de
profesionalidad, y la única esperanza de rescate es mamá, y ella tiende a
mantenerse al margen de la política y los proyectos de la oficina en la medida
de lo posible.
Y esto entra de lleno en el ámbito de un proyecto de empresa, al menos a sus
ojos.
—¿Qué más necesito saber? ¿Alguna novedad? —Papá pregunta. Ha sido un
bulldog en esto, y su interrogatorio ha sido implacable. Estamos sentados en
sillones de cuero frente a la chimenea vacía, con un whisky en la mano. Tomo
un sorbo y me entretengo tomándole la medida a papá.
Creo que todos los adolescentes llegan a una edad en la que piensan que
pueden ser más hombres que su padre. Yo tenía catorce años cuando creí
que había llegado ese día. No recuerdo por qué nos peleábamos, pero yo había
gritado, había sido irrespetuoso y había soltado aquellas infames palabras:
“¿Quieres llevar esto fuera?” Y aunque papá no había querido, se había ido
conmigo, con cara de resignación.
Me equivoqué, y el moratón que me dejó en las tripas después de que
intentara asestarle varios puñetazos, sin conseguirlo, fue prueba suficiente.
Cuando me hice mayor, me di cuenta de que el verdadero poder no estaba en
si podía o no enfrentarme a papá mano a mano. Estaba en el dinero, la
influencia y el control, y él siempre tendrá más que yo. Al menos en Blue
Lake.
Pero esta vez, es él quien me subestima.
—Sigo sin estar de acuerdo con esto. Estás pisoteando mi perspectiva cuando
tu enfoque de mano dura no está justificado.
Estoy intentando por todos los medios no sonar como una gaviota quejica,
mía, mía. Aunque no estoy seguro de conseguirlo.
—Tomo nota —dice papá complacido, pero luego añade—: Sigue ocurriendo.
Pero considera tu objeción en el expediente.
Es un apisonador. Un encantador, pero un apisonador, no obstante.
Mentalmente, evalúo el tablero de ajedrez imaginario en el que estamos
sentados, buscando mi mejor jugada. El objetivo final es traer a Elena como
cliente. Será bueno para Blue Lake, bueno para Elena y, hay que reconocerlo,
bueno para mí. Demostrará que puedo estar al lado de Cameron como la
próxima generación de Harringtons, trayendo negocios, gestionando clientes
y aumentando los ingresos.
Mi mejor jugada es asegurarme de que esta noche sea un éxito rotundo.
—Elena no es la típica aristócrata recaudadora de fondos —le
recuerdo—. Tiene más dinero que Dios, pero vive despreocupadamente. Es
más probable encontrarla en el establo con su caballo que asistiendo a una
gala. Me dijo literalmente que dejara de lado la pompa y circunstancia, así
que no exageres. Es una apuesta segura para alejarla de Blue Lake.
Papá se burla.
—A todo el mundo le gusta un poco de pompa para sentirse importante. No
te preocupes por mí. Sólo asegúrate de no hacerlo mal. Esto podría ser
importante para nosotros.
No lo entiende en absoluto. Ni Elena, ni yo. Ha usurpado este trato sin darme
la oportunidad de tener éxito por mi cuenta. Y lo estaba haciendo bien con
Elena sin involucrar a la familia.
Necesitaba a Luna. Todavía la necesito.
Una vez más, me planteo mi decisión de soltarle a Luna a mi familia en medio
de todo. Por supuesto, la respuesta más obvia habría sido contarles lo de la
falsa esposa con antelación y esperar que me siguieran la corriente, pero eso
no habría salido bien. Casi puedo oír a papá gritándome por tratar esta
oportunidad como una broma.
Que no lo hago.
Que Luna llegue unos minutos después que Elena es mi mejor opción. Nadie
en mi familia se arriesgará a ser el tonto que no sabe quién es Luna durante
una cena profesional. Estamos entrenados para asentir con la cabeza a lo que
diga papá, y ellos harán lo mismo conmigo. Eso espero.
Mamá entra, su falda hasta las rodillas se agita mientras camina al lado de
papá.
—Hola, chicos, ¿disfrutando de un whisky de última hora?
Levanto el mío como respuesta. Mamá se apoya en el brazo de la silla de papá
y le rodea los hombros con el brazo. Si no fueran mis padres, serían una
pareja adorable a la que la gente aspiraría a emular: ricos, atractivos,
inteligentes y enamorados al cien por cien. Asquerosamente enamorados.
Hasta el punto de que sabemos que no debemos pasar sin avisar ni entrar en
ninguna habitación sin hacer ruido antes.
Lo aprendí por las malas.
—No tanto como estoy disfrutando contigo —gruñe papá, agarrando la cadera
de mamá. Ella se pasa el cabello rubio por detrás de la oreja y suelta una
risita.
—¿Podrían detenerse? —No puedo dejar de mirar mi vaso de whisky.
—Deberías tener tanta suerte de ser tan asqueroso cuando tengas nuestra
edad —se burla papá.
Suena el timbre y me salva, literalmente. Dejo el whisky en la mesa y salgo
corriendo hacia la puerta.
—¡Yo abro!
Uno de los empleados ya estará preparado para abrir la puerta a medida que
llegue la gente, pero yo aprovecho la oportunidad para alejarme de los padres,
que probablemente se estén preparando para una sesión de besos antes de
cenar.
Al entrar en el vestíbulo, Grace me ve y grita:
—¡Tío CJ! —Corre hacia mí con los dos brazos extendidos, y yo me agacho
para hacer nuestro saludo habitual de recoger y girar—. ¡Guau! —Su chillido
resuena en el espacio de techos altos.
—Bájala, Carter. No quiero que se exalte antes de que tenga que portarse
bien —Cameron le dice la última parte a Grace, probablemente recordándole
la conversación que tuvieron en el auto sobre modales para una cena familiar
con un invitado.
Dejo que los pies de Grace toquen el suelo mientras le dice a Cameron:
—Lo sé, papá. Seré la mejor de todas. Siempre lo soy, ya lo sabes. —Asiente
con la cabeza con seguridad, pero yo podría nombrar al menos a un puñado
de personas que no estarían de acuerdo con eso.
—¿Estás lista para ver a Elena de nuevo?
Grace tuerce los labios, ladeando la cabeza.
—Depende. ¿Estamos teniendo 'shark-coochie' de nuevo?
Miro a Cameron, que luce una sonrisa igual a la mía. Ambos luchamos contra
la risa.
—Esta noche no, Gracie. Quizá en otra ocasión.
—¿Lo prometes? —Extiende su dedo meñique expectante.
Enrollo mi dedo alrededor del suyo.
—Te lo prometo.
—Con pequeñas galletas —corrige.
Asiento con la cabeza.
—Galletas de animalitos. Sé cuáles son tus favoritas.
Grace tira de mí hacia el salón y Cameron la sigue de cerca. Pero Grace nos
abandona rápidamente por su colección de Barbies que llena una cesta en
un rincón.
—¿Cuánta mierda te está dando papá sobre todo este asunto de
Cartwright? —Cameron dice lo suficientemente bajo para que Grace no lo
oiga.
—No tanto como va a hacerlo —murmuro crípticamente—. ¿Cúbreme las
espaldas?
—Siempre. —Se lo daré a Cam. Puede que me eche mierda, y yo se la
devuelvo. Pero si tuviera que ir a una pelea a vida o muerte con cualquier
persona en el planeta, sé a quién elegiría para estar a mi lado. No importa lo
mucho que discutamos y compitamos, al final del día, Cam es mi vivir o morir.
Miramos a Grace jugar un momento y luego nos tira de las manos para que
nos sentemos en su mesa de tamaño infantil.
—Tú, serás la Princesa Pony. Y tú, serás Dino Dylan. Es el novio de
Barbie. —Nos pone figuritas en las manos y, aunque Cameron y yo estamos
igual de molestos, le seguimos el juego.
—¿Recuerdas cuando solíamos tirar petardos atrás, detrás del jardín de
mamá? ¿Cómo acabábamos jugando a las Barbies? —Cameron gime.
—Tú me tuviste —responde rotundamente Grace, aparentemente sin
escuchar, pero, como de costumbre, oyéndolo todo.
La puerta principal se abre de nuevo y aparecen Kayla y Chance. Aunque
Kayla es la gemela de Cole, es más probable que esté con Chance en un
momento dado. Son compañeros perpetuos. Yo los llamaría compañeros de
crimen, pero Chance no se plantearía un exceso de velocidad, y mucho menos
un crimen real, y Kayla hace prácticamente lo que le da la gana. Por lo
general, ni siquiera sabemos lo que está tramando porque mantiene sus
cartas ocultas hasta que le conviene mostrarlas. Debería haber seguido sus
reglas con todo este asunto de Cartwright.
Aunque ésta es la casa de nuestros padres, me convierto en el anfitrión de
esta fiesta.
—¡Hola a todos! Gracias por venir.
Chance me mira como si me hubiera salido una segunda o tercera cabeza.
—Papá dijo que había una cena. Se espera que estemos aquí, así que aquí
estamos.
Extiende las manos, sonando ligeramente molesto por la no invitación de
papá, pero de ninguna manera iría en contra del viejo. Lo entiendo, papá nos
ha hecho esto a todos alguna vez.
Kayla pone los ojos en blanco ante la respuesta de buen soldado de Chance.
A mí me dice:
—Es la cena de papá, pero el trato es cosa tuya. Tenemos tu espalda, Carter.
Lo que necesites.
Como Cam, me alegra saber que Kayla está aquí para mí. Y ayuda que ella lo
llame mi trato.
—Te lo voy a recordar —advierto.
Kayla me mira con una ceja ligeramente confusa e inquisitiva, pero no dice
nada mientras se sienta en otra silla de tamaño infantil en la mesa de Grace.
Agarra una estatuilla mandalorian y exclama:
—Juegues o no juegues, no lo intentes.
Grace se ríe y se une a Kayla, no sin antes hacernos un gesto a Cameron y a
mí para que volvamos a nuestros papeles y entregarle un árbol a Chance.
—¿Qué se supone que tengo que hacer con esto? —pregunta. Cameron le
fulmina con la mirada, diciéndole en silencio que se las arregle y que no se
meta con Gracie. Minutos después, estamos a merced de Grace mientras nos
dirige en una escena de su creación. Al menos tengo una silla para sentarme.
Chance está arrodillado en el suelo, bailando su árbol sobre la mesa y
cantando una canción sobre las partes de un árbol al son de Cabeza,
Hombros, Rodias, y Pies.
Pero el espectáculo empieza de verdad para mí cuando aparecen Elena y
Claire. Grace grita inmediatamente:
—¡Elena!
Corre hacia ella y la abraza por la mitad. Elena está encantada y le devuelve
el abrazo con la misma fuerza.
—Bueno, hola, dulce Grace. ¿Cómo estás, querida?
—Bien. ¿Quieres jugar a las Barbies?
Cameron interrumpe:
—Grace, creo que la Sra. Cartwright tiene mejores cosas que hacer ahora.
Aunque yo no estoy tan seguro de ello, todos nos levantamos, agradecidos de
haber salido del infierno Barbie.
Grace se queda boquiabierta y se le sale el labio inferior. Elena se agacha un
poco para susurrarle en el escenario:
—Será mejor que vuelvas a meter ese labio. Se equivoca, no tengo nada mejor
que hacer, pero ahora tengo que jugar a los adultos en vez de a las Barbies.
Qué fastidio.
Grace se ríe.
—Jugar a ser adulto suena aburrido.
—A veces lo es —coincide Elena.
Cambiando de marcha y pasando del tío divertido a los negocios, le tiendo la
mano a Elena para que me la estreche fácilmente y luego a Claire, que la
estrecha de mala gana.
—No te esperaba. Gracias por venir.
Con los dientes apretados, dice:
—Stanley dijo que habías llamado e invitado a la tía Elena a cenar. —Mueve
los dedos como si esta cena fuera una pérdida de tiempo.
—Maldita sea, Stanley realmente necesita una vida propia, ¿no? —Bromeo.
—Él cuida de la tía Elena —dice Claire pétreamente—. Siempre lo ha hecho.
De acuerdo. Elena definitivamente le tenía cariño a Stanley, pero me parece
un poco acosador. Presento a Elena y Claire a mis hermanos y hermana, y
luego, cuando entran, a mamá y papá.
—Elena, esta es mi madre, Miranda, y mi padre, Charles. Mamá, papá... ellas
son Elena Cartwright y Claire Reynolds.
Mamá está en modo anfitriona, un papel que se le da especialmente bien. A
lo largo de los años ha cantado y bailado tantas veces para los distintos socios
de papá que probablemente podría hacerlo hasta dormida. Puede hacer que
cualquiera se sienta un invitado de honor.
—Encantado de conocerte, Elena —dice papá, con sus ojos azules
brillando—. Carter me ha hablado muy bien de ti.
No paran de hablar, y papá se deshace en encantos, cumplidos y hospitalidad
sureña como si Elena fuera una tarta de melocotón para la cena del domingo
que necesita helado y nata montada, además de un poco de nueces. Y a pesar
de que Elena no pide nada extravagante, se come la atención de mamá y papá
como si fueran amigos desaparecidos que se ponen al día de toda una vida
de acontecimientos.
Mientras tanto, Claire se queda parada, frunciendo el ceño en silencio. ¿Me
planteo hablar con ella? Algo así como el consejo de “si quieres a la chica, sé
bueno con la mejor amiga” que aprendí en el instituto... excepto que esto tiene
que ver con dinero y no con coños. Pero Claire no parece dispuesta a entablar
conversación y escucha a Elena como si fuera a desvelar secretos familiares
en cualquier momento.
—¿Por qué sigues mirando a la puerta? —susurra Kayla de lado a lado de la
boca mientras papá sigue siendo el centro de atención.
—¿Qué? —pregunto rápidamente—. No, no lo hago.
Estaba buscando a Luna. Estoy preocupado porque llega tarde. Le dije que
viniera unos minutos después de la hora prevista de llegada, pero ya han
pasado varios minutos. Es muy posible que se haya vuelto a liar con el trabajo
y no se dé cuenta de que llega tarde hasta dentro de unas horas. También es
posible que haya cambiado de idea y no se presente.
Pero, aunque esas opciones son razonables, también hay una semilla de
preocupación. Pensaba venir en auto porque yo tenía que llegar pronto. ¿Y si
tenía problemas con el auto? ¿O tenía un accidente?
La preocupación por ella se apodera de mí y siento que mi corazón se acelera.
Debería llamarla. Sólo para comprobar si está bien. Y de camino.
La necesito.
Kayla me pone la mano en el hombro.
—Hermano, ¿dónde se te ha ido el cerebro? ¿Estás teniendo un ataque de
pánico? Ve al pasillo y pon la cabeza entre las rodillas o algo.
—¿Qué? No, estoy bien. Sólo estoy...
¿Qué? ¿Enloqueciendo porque mi falsa esposa no está aquí?
—No lo estás. No hace falta que me mientas.
Mi abuela solía decirnos que algunos hombres eran todo sombrero y nada de
montura. Significaba que un hombre era todo espectáculo y no el verdadero
negocio. Kayla es todo lo contrario: todo montura y nada de sombrero. No
tiene tiempo para sutilezas y mentiras blancas. Despreciaría lo que estoy
haciendo con Luna.
Pero tampoco quiere que le diga falsas galanterías cuando está claro que no
estoy bien.
—Estoy preocupado —confieso, sin revelar por qué.
—Deberías. —Señala a papá y a Elena, que actúan como los mejores
amigos—. Papá te está robando el negocio y tú estás aquí permitiéndoselo. Ve
por tu cliente, amigo.
Ella tiene razón. Siempre la tiene.
—Gracias.
Misión renovada, les interrumpo cuando papá empieza con la historia de
cómo convirtió un barco destartalado en un millón de dólares.
—Elena, ¿te está contando papá historias de guerra sobre sus días en las
trincheras de la vida empresarial? Tiene algunos chismes.
—No, pero me encantaría oírlos. Puedo ver de dónde sacas tu encanto,
jovencito. —Elena sonríe cálidamente—. Y tu buena apariencia.
Mira a mamá, aunque yo soy básicamente un “corta y pega” de papá. Las
conversaciones triviales son un hecho molesto pero necesario de la vida, y me
lanzo con ella a hablar de naderías sin dejar de vigilar la puerta como un
halcón.
Pero al final oigo abrirse la puerta principal y casi corro hacia ella con un
alivio palpable. Eso dura solo dos segundos, hasta que Luna aparece en la
puerta del salón... del brazo de mi hermano Cole.
Lleva jeans negros, una camisa blanca abotonada desabrochada en el cuello,
gafas de sol subidas a la cabeza y un montón de pulseras en cada muñeca,
donde tiene las mangas remangadas. Luna lleva un bonito vestido negro que
es relativamente básico, salvo que su sencillez hace que sus curvas de latigazo
resalten mucho más.
A todos los efectos, parecen una pareja que llega para cenar. Lo que
definitivamente no es el plan.
—Luna. —Es un poco brusco, pero no me gusta ver su mano en el pliegue del
codo de mi hermano.
Me mira a mí y luego a la asamblea. Veo que se le va el color del rostro y que
se pone nerviosa mientras se muerde el labio.
—Uhm, ¡hola!
Su voz es brillante y aguda por el nerviosismo. Me acerco a ella y su mano se
separa del codo de Cole y cae a su lado mientras me mira con los ojos
desorbitados por el pánico y la boca abierta.
—Hola, nena. Estaba preocupado por ti. —Y entonces, allí mismo, delante de
mi familia, beso a Luna como si fuera mía. Como si ella fuera mi dueña: en
cuerpo, corazón y alma. Es rápido pero impactante. Mi familia contiene la
respiración.
—Oh, son las cosas más lindas del mundo —dice Elena, haciéndose eco de
sus sentimientos anteriores sobre Luna y yo—. Cuando termines de saludar,
necesito un abrazo, señora.
Luna se ríe, y cuando se mueve para abrazar a Elena e intercambiar
cumplidos, los ojos de Cole son los primeros que veo. Las preguntas allí son
grandes, pero a él puedo ignorarlo. Cuando me doy la vuelta, mamá y papá
me miran asombrados. Eso no puedo ignorarlo.
Capítulo 16
Luna
Hace unos momentos…
Estoy de pie en los escalones de la casa familiar de Carter. Es enorme y lujosa,
pero no por eso estoy congelada como una estatua fuera, murmurando para
mis adentros.
No, estoy congelada porque al otro lado de esta puerta está la mayor mentira
que he dicho nunca y lo que más miedo me da de hacer. Odio las multitudes,
odio conocer gente nueva, odio saber que me van a juzgar por ser una “artista
rara”. Por eso me quedo con mi pequeño grupo de gente. Carter ya me está
obligando a crecer para esto del falso matrimonio, pero al menos los nervios
de la cena con Elena se compensaron con la emoción de ver su colección de
arte.
Aquí, no hay nada de eso. Esto es sólo puro, miedo sin adulterar disparando
a través de mis venas.
—¿Vas a entrar? —pregunta una voz detrás de mí. No he oído a nadie
acercarse, así que doy un pequeño respingo, que es recibido con una risita
masculina—. Perdona, no quería asustarte.
Fuerzo una sonrisa, empezando mi papel un momento antes de lo que había
planeado.
—Está bien… Cole. —Lo reconozco por las fotos que Carter me enseñó, pero,
aunque no hubiera visto ni una sola foto, sabría que este hombre es un
Harrington. Casi todos se parecen, son casi copias de su padre. Bueno, aparte
de Kyle, pero Carter me aseguró que no estaría aquí, aunque lo
invitaran—. Drama familiar —lo llamó.
Cole frunce el ceño mientras me mira más de cerca.
—¿Nos conocemos?
—Oh, soy Luna. Carter es mi... —Hago una pausa, no estoy segura de sí
debería decir esposa. Parte del plan de Carter es que haya un poco de
mentalidad de mafia cuando toda su familia esté a nuestro alrededor, y que
no nos interroguen con público. Pero aquí sólo estamos Cole y yo, y sé que
presentarme como la esposa de Carter dará lugar a preguntas que no puedo
responder. Me relamo los labios y repito con más decisión—: Soy de Carter.
El humor ilumina los ojos de Cole, que extiende el codo amablemente.
—Bueno, de acuerdo entonces. Parece que me voy a alegrar de no haberme
saltado esta fiesta familiar después de todo. ¿Entramos, Luna?
Le agarro suavemente del codo y dejo que me lleve dentro. La verdad es que
es agradable no entrar sola. Justo hasta que Carter me ladra:
—¡Luna!
Creo que saludo estúpidamente. ¿O tal vez digo algo? No estoy segura porque
me pierdo en la mirada pétrea y azulada de Carter, que se acerca a mí a
grandes zancadas, un hombre con una misión. Veo cómo mueve los labios,
pero mis oídos están llenos de ruido estático, así que no oigo lo que dice.
Estoy en cortocircuito hasta que Carter me besa.
Juro que debe de haber tomado una clase o algo así, porque cada vez que sus
labios se encuentran con los míos, es como si mis neuronas entrasen en un
frenético coro de “ahhhhh” y calentura de cadera que básicamente las hace
resonar en el interior de mi cráneo.
Cuando me suelta -que puede ser un segundo después o puede ser una hora,
la verdad es que no lo sé- me empuja hacia Elena. Al menos es un rostro
amable y tiene los brazos extendidos, así que sé qué hacer. La abrazo
mientras me dice lo bueno que es volver a verme.
Ahora depende de mí.
Mis ojos recorren a la familia de Carter, reconociéndolos por sus
descripciones y las fotos que me ha enseñado. Doy vueltas mentalmente a las
cartas en mi cabeza en un intento de no asustarme porque casi todos nos
miran a mí o a Carter con asombro, horror o alguna mezcla de ambos, y ser
el centro de atención es una de mis pesadillas más comunes.
Absurdamente, me froto las manos en los muslos, la suave tela del vestido
me tranquiliza y me dice que al menos no estoy desnuda en esta versión de
la pesadilla.
¿Qué haría Alphena? ¿Q-H-A?
Empiezo por lo más fácil, agacharme ante Grace.
—Gracie, Gracie, Bo Bacie —le canto a Grace mientras hacemos la
complicada rutina de chocar los cinco que coreografiamos en el auto cuando
volvíamos de casa de Elena.
Se ríe antes de terminar:
—La pequeña Luna foo-foo, saltando por el bosque.
Hacemos dedos de oreja de conejo y luego los movemos una contra otra. Para
un adulto no tiene sentido, pero a nosotras nos funciona. Miro a Cameron y
sonrío. Parece aturdido, probablemente tanto por mi aparición como por la
canción y el baile con su hija, pero arregla la cara rápidamente.
—Hola —me dice amablemente.
Juro que murmura en voz baja:
—¿Luu-na y El-e-na? Creía que decía el mismo nombre, sólo que a veces se
equivoca al hablar.
¿Pensó que Luna y Elena sonaban igual? Eso es gracioso. Pero nada más de
este encuentro lo es.
Después, sonrío a Kayla.
—Hola, Kayla —le digo, abrazándola de lado a modo de saludo.
En su honor, me devuelve el abrazo como Carter dijo que haría.
—Voy a necesitar respuestas de alguien más tarde —me susurra al oído.
Contando mi saludo con Cole mientras entraba, voy tres de tres con los
hermanos sin hiperventilar. Mi Alphena interna está haciendo una pequeña
animación de cómic patea traseros.
Saludo con la mano a Chance, de quien Carter me advirtió que sería difícil de
vender y una mala reacción y alguien a quien evitar. Entonces es el momento
de centrarse en el gran malo de la habitación.
—Hola mamá, papá. Me alegro de verlos.
Charles Harrington me mira atentamente, sus ojos escrutan los míos. Veo
que Miranda mira a Carter. Hay un momento de horrible expectación en el
que pienso que el contenido de mi estómago podría subir y derramarse sobre
sus zapatos y la carísima alfombra que tienen debajo. Y teniendo en cuenta
que hoy no he desayunado ni comido por culpa de los nervios, eso no sería
nada agradable.
Miranda debe ver algo en la cara de Carter porque reacciona primero.
Me pasa los brazos por los hombros en un abrazo amistoso -como si ya lo
hubiéramos hecho docenas de veces- y me dice:
—Hola, cariño, yo también me alegro de verte.
Dejo escapar un suspiro de alivio entre sus brazos.
¡Están de acuerdo! No me lo puedo creer. El siguiente pensamiento que tengo
es, Esta familia es reeealmente rara.
Había una pequeña parte de mí que sinceramente pensaba que Carter podría
estar gastándome una broma. Como si fuera a entrar, esperando actuar como
su mujer, y toda la familia gritara “caíste” y yo fuera la tonta. Supongo que
mientras Ashton Kutcher estuviera aquí, no me importaría ser Punk'd sin
embargo.
No parece ser el caso. En todo caso, Carter y yo somos los que los golpeamos.
El padre de Carter, Charles, no es tan fácil como Miranda. Su mirada curiosa
se ha vuelto francamente hostil.
—¿Qué pasa...?
Carter me pasa el brazo por encima de los hombros, tirando de mí hacia su
lado tan rápido que casi pierdo el equilibrio sobre los tacones que rara vez
llevo. El movimiento es intencionado, demuestra que pertenezco a su lado. O,
mejor dicho, a él. Al menos en este contexto. Su tono es igual de cortante.
—Papá, tengas los problemas que tengas con mi mujer, ahora no es el
momento. Luna y Elena disfrutaron hablando de su pasión compartida por el
arte, y si Elena elige trabajar con Blue Lake, será en parte por el amor de
Luna por todo lo artístico.
Carter da a entender que Charles y yo tenemos una historia sórdida y llena
de dramas, mientras le suelta todo tipo de indirectas a su padre sobre lo que
estoy haciendo aquí sin explicárselo en una pancarta de avión. Carter me ha
dicho que su padre es brillantemente inteligente y adaptable, pero que
Charles capte las indirectas y le siga el juego es harina de otro costal.
Carter y Charles entran en una competición de miradas fijas conmigo
atrapada entre los dos. Tengo un salvador en esta habitación, y me entierro
en el costado de Carter, mi mano en su abdomen, donde puedo sentir los
duros músculos bajo su camisa, y mis ojos se clavan en su pecho, que sube
y baja constantemente. Su respiración me impide entrar en un ataque de
pánico mientras acompaso mi respiración a la suya.
—Me vendría bien un trago. ¿Alguien más? —Kayla dice alegremente,
rompiendo el empate. Me aparta de Carter, y me estremezco ante la pérdida
de su protección, pero parece que realmente me cubre las espaldas porque
me guía hasta la esquina de un bar. En voz baja, me pregunta—: ¿Tienes
edad para beber? Si no, joder, dímelo ahora para que pueda seguir adelante
y asesinar a mi hermano.
Sé que parezco joven, pero no se me ocurrió que pudieran pensar que era
menor de edad en comparación con Carter. Me preocupaba estrictamente la
situación de la esposa desconocida. Asiento con la cabeza, confirmando:
—Tengo veintitrés años.
Kayla abre una botella de vino tinto con un ¡POP! que cubre su maldición.
—¿Veintitrés? —repite—. ¿Tienes cómo… una palabra de seguridad o algo así
con él para lo que sea que es esto?
Parpadeo, mis pies se alejan de Kayla instintivamente.
—Uhh...
—Claro que no —suspira, apretando los dientes mientras sirve vino en
copas—. Te ha metido en un buen lío. Si necesitas una salida, mírame a los
ojos y parpadea dos veces. —Su advertencia se hace con una dramática
demostración de parpadeo.
Me deja sola y se vuelve para repartir copas de vino tinto a su familia. Sus
palabras retumban en mi cerebro, haciéndome cuestionar todo lo que Carter
me ha dicho.
¿Por qué estoy haciendo esto otra vez?
Debería irme, salir por la puerta sin mirar atrás e irme a casa, a Alphena,
donde pertenezco. Encima de la barra hay un espejo y me miro a los ojos.
Parezco asustada, pero mi maquillaje es perfecto gracias a la ayuda de
Samantha. Ese pequeño detalle me da un pequeño impulso de fuerza, y
cuando Carter se vuelve, sus ojos encuentran los míos al instante en el espejo.
Eso es otro impulso.
Recojo las otras copas y se los ofrezco a los que no tienen una de las que
distribuyó Kayla. No me corresponde a mí, pero necesito hacer algo para
mantener las manos ocupadas y evitar que mis pies corran hacia la puerta.
Con la respiración entrecortada, le tiendo una copa a Charles a modo de rama
de olivo.
—¿Papá? —digo interrogativamente, con la voz quebrada en una sola sílaba.
Mis nervios hacen que parezca que tengo miedo de Charles, y lo tengo, pero
no por la razón que Carter ha dado a entender.
Desde mi lado, Elena me dice:
—Si fuera tú, lo aceptaría.
Sin decir nada, amenaza con irse si él no lo hace. Charles mira la copa, a mí,
a Elena y luego a Carter. Por fin, por fin, agarra la copa sin tocarme la mano.
No hace un brindis ni bebe el vino, sino que se limita a sostenerlo.
—Yo también me alegro de verte, Luna. —Las palabras salen de la garganta
de Charles de una en una. Miranda le golpea la cadera con la suya y él sonríe
por reflejo, pero no le llega a los ojos.
Es una señal para todos de que, sea lo que sea lo que está pasando, todos
seguimos adelante con ello, y se reanudan las conversaciones triviales.
Respiro hondo, forzando una sonrisa en los labios y esperando que parezca
natural.
¡Lo hemos conseguido!
Carter me da unas palmaditas en el culo y yo doy un respingo, chillando de
sorpresa. Cuando levanto la vista hacia él, me guiña un ojo.
¿De verdad no tenía dudas? ¿No está cerca de DEFCON 22 uno en este
momento?
Sé que me estoy volviendo loca por dentro, y sólo mi experiencia pasada
ocultando crisis nerviosas me mantiene vertical.
Por suerte, ahora que me han aceptado, al menos momentáneamente, no
tengo que hablar. Prácticamente me olvido de Charles, que conversa con
Elena mientras Claire mira como una amargada.
—Lamento su pérdida. No puedo imaginarme la vida sin mi
Miranda. —Charles mira a su mujer cariñosamente antes de volver su mirada
a Elena.
Apretando los labios, Elena asiente solemnemente.
—Le echo de menos cada día.
—Yo también —interviene Claire—. Mi tío era un buen hombre. Se
preocupaba por los demás.
Claire desvía la mirada hacia Elena y reanuda su gruñido silencioso. Está
insinuando claramente que a otras personas no les importa lo mismo que a
Thomas. Sólo puedo suponer que se refiere a Elena, pero eso no tiene sentido.
Elena parece tan dulce y no ha sido más que amable.
Charles está de acuerdo.
—La familia es lo más importante que dejamos atrás.
Mira a Carter y me pregunto si Charles está amenazando a su hijo, pero
Carter no parece preocupado en lo más mínimo. Aun así, siento el impulso
de ponerme delante de Carter para protegerlo, pero no puedo hacer gran cosa,
tanto si la batalla es verbal como física. En lugar de eso, deslizo mi mano
entre las de Carter, indicando que somos nosotros dos contra Charles, y
Carter me aprieta la mano con calidez. Siento el peso de su mirada y alzo los
ojos hacia él. Sus labios se levantan ligeramente y, al principio, creo que le
divierte mi tonto intento de protegerlo, pero en el fondo de sus ojos azules hay
un calor que no tiene nada que ver con reírse de mí y sí con... ¿nosotros? Me
da un beso en la frente y me hundo en él.
22 En los Estados Unidos, el DEFCON es un término utilizado para medir el nivel de disponibilidad y defensa de las Fuerzas Armadas.
¿Sabe que es mi Kriptonita, que me hace sentir como un s'mores empalagoso
por dentro que alguien ha derretido a la perfección?
Después de un rato, nos dirigimos a un comedor formal. Aunque no me lo
esperaba, hay el número exacto de sitios dispuestos en la larga mesa,
incluidos platos de porcelana fina, cubiertos y copas de cristal. Quienquiera
que sea el personal de la casa, están en la bola. No es que pensara que los
Harrington permitirían otra cosa que una rápida eficiencia.
Carter me guía para que me siente a su lado y vuelve a colocarme la servilleta
en el regazo. Esta vez, al menos, no salto.
¿Para qué son todos esos tenedores? Sé que uno es para la ensalada y otro
para el plato principal, pero también hay uno en la parte superior del plato, y
no tengo ni idea de eso.
—¿Dónde está Jacob? —le pregunta Grace a Claire mientras se sirve el primer
plato. Cameron mira a Grace interrogativamente, y Grace explica—: Es su
hijo. Es molesto, pero es más divertido que ser el único niño aquí.
—¡Grace! —Cameron dice bruscamente—. No llamamos a la gente molesta.
Grace arruga el ceño.
—Llamas pesado al tío CJ todo el tiempo. —Mira a Carter, que está mirando
a su hermano con una ceja levantada, y repite—: Lo hace. Especialmente
cuando se queja de cosas del trabajo.
—¿Es así? —Carter pregunta.
Claire se aclara la garganta.
—Jacob está en casa con su padre, mi marido, Mads. No parecía que fuera a
necesitarlo para una simple cena. —Ella mira alrededor de la mesa, y de
alguna manera, incluso su mirada es condescendiente.
—¿Tu marido se llama Mads? —pregunta Kayla—. Yo también conozco a un
tipo llamado Mads. Nunca he oído hablar de otro. Por casualidad no trabajará
en el bar South Peach, ¿verdad?
No sé si Kayla habla en serio o no. Supongo que Claire tampoco, porque
frunce el ceño al responder.
—Mi marido no es camarero. Es banquero. Y se llama Madison, pero prefiere
Mads.
Kayla se encoge de hombros.
—Comprensible. Lo del nombre, no lo del camarero. No hay nada malo en ser
camarero. Mads23 es mi amigo. Es genial y se llama así porque es un
poco... —Se pasa un dedo por la oreja—. Nos aseguramos de que no se enfade.
Dudo que el marido de Claire sea genial. Probablemente sea un tipo estirado
que se pone los calcetines en la cama. No puedo imaginar que ella lo tendría de
otra manera.
—Harrumph —dice Claire mientras apuñala un picatostes y se lo mete en la
boca.
Desde algún lugar bajo la mesa, suena un teléfono. Todos se miran, con ojos
interrogantes.
—Oh, soy yo. Disculpe —dice Cole, sacando su teléfono del bolsillo. Se levanta
y sale de la habitación, pero incluso en el pasillo se oye su voz
amortiguada— ¿Hola? —Se queda callado un momento, presumiblemente
escuchando, y luego dice—: Sí, lo tengo. No te preocupes. Me salvas de una
aburrida cena de negocios familiar. Nos vemos en un rato.
Cuando asoma la cabeza por la esquina, medio espero que Charles le exija a
Cole que siente el culo para esta “aburrida cena de negocios familiar”, pero
no tiene oportunidad. Cole saluda con los dos dedos y dice:
—El deber me llama. Encantado de conocerlos, Elena, Claire. Asegúrate de
que mi hermano cuida de ti, Luna. Puede ser un imbécil.
Suelto una risita de sorpresa cuando Cole desaparece por el pasillo. Menos
de medio segundo después, la puerta principal se abre y se cierra. Debajo de
la mesa, Carter me pone la mano en el muslo y aprieta con fuerza. Siento el
peso de su contacto, la fuerza de su apretón y el calor que se extiende desde
la punta de sus dedos hasta mi centro. Me retuerzo, sin saber si quiero más
o que pare, y Carter susurra con un lado de la boca:
—¿Estás bien?
¿Cómo se atreve Carter a arruinar lo que hicimos con toda una noción
preconcebida sobre lo que se supone que debe ser el sexo con alguna mierda
del tipo 'debería', 'podría', haría? ¿Como si yo no supiera lo que estaba
haciendo o lo que quería?
Debería haberle quitado el pánico de la cara.
Lo habría hecho si lo hubiera pensado en ese momento.
Y todavía podría dar la vuelta a este auto y volver a hacerlo.
Pero no lo hago. Voy donde sé que no me juzgarán.
Unos minutos más tarde, entro en el aparcamiento del edificio de Sam. Llamo
a su puerta y ella grita:
—Pasa.
Abro la puerta sin llave... excepto que Samantha no está sola.
—No voy a llevar un tapón en el culo con cola de mapache mientras me folla
por detrás —dice una voz femenina.
Me detengo y me quedo paralizada ante el grupo de gente que me mira
fijamente.
—Eh... —Un ruido de incertidumbre es todo lo que puedo reunir.
—¿Luna? —dice Samantha sorprendida. Ella está liderando el grupo, sentada
en el suelo con el círculo de gente—. Lo siento, todo el mundo.
La disculpa es para los demás, pero sus ojos están clavados en mí.
—YO... YO... Lo siento. —Trato de retroceder y cerrar la puerta.
—¡Espera! —dice Samantha, corriendo hacia mí. Bajando la voz,
pregunta—: ¿Estás bien?
Debería decir que estoy bien e irme a casa. O al menos, decirle a Sam que me
llame más tarde. Pero lo que sale es:
—Tuve sexo con Carter.
—Se acabó el grupo de práctica. Todo el mundo fuera —dice Sam
rotundamente, con los ojos muy abiertos y la mandíbula desencajada.
Se oye un murmullo de voces y creo oír a alguien decir “¿qué?” y “¿puede
hacer eso?”. Pero como Sam está ayudando a la gente a levantarse, los demás
miembros del grupo captan la indirecta y se levantan, pasando a mi lado. Me
disculpo una y otra vez, odiando la atención hasta que una chica me confiesa
que no están enfadadas por la interrupción. Están enfadadas porque no
pueden quedarse a tomar el té.
—No conozco tu situación, chica, pero no es ninguna vergüenza conseguir
algo cuando lo necesitas o lo quieres —me tranquiliza. Dirige su mirada al
hombre que está a su lado y añade con descaro—: Siempre que no quiera que
seas una bandida con la cara por los suelos mientras lo haces.
—Era una escena falsa, Rebecca —le dice poniendo los ojos en blanco. A mí
me dice—: Los hacemos para practicar lo que diríamos cuando un cliente dice
algo así.
Me quedo en blanco tanto tiempo que Rebecca me da una palmada en el
hombro y se va antes de que pueda responder a su evaluación. Demasiado
tarde, cuando está al final del pasillo, grito:
—¡Gracias!
Mira hacia atrás y sonríe, pero de esa forma tan rara que conozco tan bien.
Genial, ¿la señora obsesionada con los mapaches cree que yo soy la rara? ¿En
serio?
Una vez que Samantha consigue despejar el apartamento -prometiendo una
sesión de maquillaje a un tipo que no parece querer irse-, cierra la puerta de
un portazo.
—Cuéntamelo todo.
Empiezo con la cena: cómo Carter me besó delante de todos y mantuvo su
mano en mi muslo todo el tiempo. Me quito los zapatos de una patada y revivo
con ella el masaje en los pies, me siento en el sofá y le cuento cómo dejé que
los dedos de Carter me recorrieran hasta el centro, y luego hago rebotar las
rodillas sin pensar mientras le cuento cómo nos acostamos.
Levanto la vista para juzgar su reacción, pero lleva la cara inexpresiva y
desprejuiciada de terapeuta que se ha esforzado en perfeccionar, no la de su
mejor amiga.
—¿Qué?
Ella parpadea pacientemente, dejando que el silencio crezca.
—¿Qué más?
—¿Eh? Eso es todo.
Ladea la cabeza con curiosidad, aún en silencio. Suspiro y confieso:
—Ha estado muy bien, Sam. Mejor de lo que jamás había soñado. Carter tiene
una boca asquerosa y me encantó. Me hizo pedirle que co…
Sam levanta un dedo para detenerme y pregunta con fuerza:
—¿Te negó el placer?
Mis ojos caen hacia donde estoy jugueteando con el dobladillo de mi vestido.
—No, desde luego que no. Era... para demostrar que era una buena chica.
—¡Oh, me gusta a dónde va esto! —Cuando me arriesgo a levantar la vista, la
cara de terapeuta de Samantha ha desaparecido por completo y sonríe
ampliamente—. ¿Y te portaste bien? —bromea.
Suelto una risita y asiento con la cabeza.
—Una muy buena.
—Entonces estoy confundida. Entonces, ¿por qué estás aquí?
Y puf, ahí va mi buen humor otra vez.
—Él... —Trago saliva, no quiero decirlo en voz alta porque lo haría real. Ahora
mismo, puedo fingir que ha sido una pesadilla. ¿Por qué no? No es diferente
a fingir que soy la esposa de Carter.
Excepto lo que sentía con Carter dentro de mí. Eso era real.
—¿Luna? —Sam dice suavemente mientras se sienta a mi lado en el sofá.
—Después, enloqueció.
Se estremece.
—¿En qué sentido exactamente? ¿Estás bien?
—¿Qué? Ah, sí. Así no —digo rápidamente. Sam es vivir o morir, y si no la
llamo, estará derribando la puerta de Carter. Con un cuchillo de cocina y la
pistola eléctrica que lleva en el campus.
—De acuerdo. —Suspira aliviada.
Le he contado muchas cosas a Samantha, casi todo. Hemos hablado de sexo
durante horas… en teoría. La he ayudado a estudiar para innumerables
exámenes, he leído sus trabajos de investigación y hemos hablado de parejas
anteriores. De ella, obviamente, aunque yo he compartido mis escasas
experiencias. Sólo que nunca le dije explícitamente...
—No lo había hecho con una persona de verdad hasta esta noche. Bueno,
aparte de oral —confieso en voz baja.
—No habías. Ahora sí. —La corrección se hace con un movimiento de cejas.
No parece sorprendida en absoluto. Cuando la miro inquisitivamente, se
ríe—. ¿Creías que no lo sabía? Mi trabajo va a ser, literalmente, saber las
cosas que la gente no me cuenta y llevarles a descubrirse a sí mismos. Por
ahora, eso es más fácil con gente que conozco bien, como mis amigos.
Eso tiene sentido, pero sigo sintiéndome vulnerable de que ella lo supiera.
¿Qué más sabe de mí que yo no haya descubierto?
—Supongo que creía que era mi secreto —acepto solemne. Mirándola a los
ojos, confieso—: Fue increíble, Sam. Pero se arrepintió. Mientras aún estaba
dentro de mí.
—Mierda. Ay. —Se queda pensativa un momento y luego pregunta—: ¿Y tú?
Me importa una mierda Carter Harrington o sus sentimientos. Lo único que
me importa eres tú.
Busco en mi corazón, mi cuerpo y mi mente.
—De lo único que me arrepiento es de haberme dejado las bragas en su
mesita.
Me mira las piernas, siguiéndolas por debajo del vestido.
—Alexa, recuérdame que limpie el sofá antes de la clase de mañana.
La voz automatizada repite el mensaje.
Se ríe sorprendida y luego nos reímos las dos. Me tumbo en el sofá y ella se
queda boquiabierta al verme mover las piernas.
—¡Deja de actuar como si tuviera mis cosas desnudas en tu sofá!
Frunce los labios, con cara de duda.
—¿Así que seguiste mi consejo y te enceraste la jungla salvaje?
Le doy un manotazo en la pierna mientras jadeo ofendida.
—No era salvaje ahí abajo.
—Bueno, obviamente, ya no. —Adopta una voz al estilo de los documentales
de Steve Irwin—: Lo que antes era matorral natural se ha domesticado y
civilizado. Como un parque nacional.
—Gracias. Me siento mejor —le digo sarcásticamente a Sam, todavía riendo
un poco—. Creo que me voy a casa. Quiero una ducha, mi tablet, y tal vez
una buena noche de sueño.
—¿Segura?
Lo estoy. Puede que esta noche no haya sido nada de lo que pensé que sería,
y puede que Carter tampoco sea nada de lo que pensé, pero el sexo con él fue
bueno y voy a aferrarme a eso.
—Let it gooooo... let it goooo... —Canto con los brazos abiertos—. Estoy bien.
Robando la melodía, sugiere:
—Tal vez intente... Carter es un puto hoooo... oh noooo...
A punto de salir por la puerta, hago una pausa.
—¿Qué pasa con Rebecca y el tapón de cola de mapache?
Sam se cierra los labios.
—Confidencialidad paciente-terapeuta. —Guiña un ojo y añade—: Salvo que
no se trata de un paciente real ni de un grupo real, sino de un estudio de
clientes en el que jugamos a los roles. Sin embargo, hablando de algo que no
tiene nada que ver, ¿sabes que dije que la gente se descubre a sí misma? ¿Has
oído hablar alguna vez de un peludo? Porque alguien de mi grupo de estudio
tiene alguna mierda que aprender... sobre sí mismo.
Capítulo 19
Carter
Es hora de hacer frente a lo que he hecho. Al menos en un sentido, que es
por lo que he vuelto a casa de mis padres. ¿El otro asunto con Luna? No estoy
seguro de qué demonios hacer al respecto.
Guío a papá a propósito al salón para nuestra charla, queriendo evitar esta
vez su despacho y el juego de poder inherente a él. Sentado en el sofá, con las
manos entre las rodillas, le imploro que comprenda.
—No tenía que ser así. Te dije que toda la canción y el baile de la cena familiar
era exagerado.
—¿Crees que la cena familiar fue el problema? ¿Eso fue lo
exagerado? —ladra, inclinándose hacia delante en la silla con los ojos
clavados en mí—. ¿No fue la mentira en primer lugar? —Presiona la mesita
con el dedo—. ¿O no decírnoslo antes de cenar? —Otra presión con el dedo.
Sacude la cabeza, obviamente frustrado.
—¿Qué mierda, Carter? No hacemos negocios así. Tú lo sabes.
La decepción en sus ojos es profunda. Por mucho que odie admitirlo, en cierto
modo sigo siendo el chico que intenta ganarse la aprobación de su padre. Miro
mis zapatos y luego la alfombra que hay entre ellos. Es persa, con diseños
arremolinados en varios tonos de azul. Creo que mamá la compró la última
vez que redecoró, o quizá antes. Pero las respuestas no están en las fibras
que tengo debajo.
Miro a papá a los ojos, dispuesto a asumir mi responsabilidad.
—Quería el trato. Por Elena, por Blue Lake y, sobre todo, por mí. Puedo traer
clientes yo mismo, gestionar mis propias cuentas. Llevo años haciéndolo.
¿Pero éste? Sabía que era un gran negocio y lo quería. Estaba... estoy
dispuesto a hacer lo que haga falta. Incluso aprender arte o contratar a un
timador para cerrar el trato.
Papá escucha, aunque resopla exasperado antes de responder con sorna:
—¿Crees que así me enseñas de lo que eres capaz?
Abro los brazos y grito:
—No se trataba sólo de eso. Pero ahora que lo dices, bueno, ¡nada más
funcionaba!
—¡Tampoco esto! —me grita.
Nos miramos fijamente, con los dientes apretados y las mandíbulas afiladas.
Yo cedo primero.
—No estoy de acuerdo. Lo tenía todo bajo control. Pero, ¿qué quieres hacer
ahora?
Cierra los ojos, se aprieta el puente de la nariz y, por primera vez, veo que le
pesa la edad. Papá lleva muchos años al timón de Blue Lake Assets. ¿Quizás
esta hazaña sea la gota que ha colmado el vaso?
—No lo sé —murmura—. Este es tu lío. Me inclino a dejar que lo arregles,
excepto que has arrastrado a Blue Lake y a la familia también.
Muerdo un comentario sarcástico diciendo que, técnicamente, él arrastró a la
familia al forzar la cena. Si se hubiera quedado fuera como le pedí, el
problema sería solo mío.
—Puedo arreglarlo, aunque ahora mismo, si lo piensas bien, no hay nada que
arreglar. —Me mira dubitativo y le explico lo que pienso—. La cena estuvo
bien y Elena cree que Luna es mi mujer. Le caemos bien y está abierta a
utilizar Blue Lake para la gestión de la cartera. Me reuniré con Elena y su
actual financiero, y partiremos de ahí. No hay necesidad de hacer nada. Me
siento mal por ello, porque parece una buena mujer, y tal vez no era necesario
hacer todo esto, pero en ese momento, parecía una manera de entrar. Por
ahora, es lo que hay.
—¿En serio? ¿Crees que continuar con esta farsa es el camino a seguir?
—¿Crees que decirle que mentí es mejor? —Contraataco—. Entonces todo
habría sido en vano.
Papá se levanta de la silla y yo me pregunto por un instante si estamos a
punto de volver a salir. Por suerte, se acerca a la ventana y se queda mirando
el jardín. Está pensativo, y eso nunca es bueno.
—Mira, lo siento. Todo se me fue de las manos tan rápido. —Intento calmarlo
y detener cualquier viaje mental que esté haciendo porque no puede ser un
buen presagio para mí.
Sin dejar de mirar por la ventana, declara:
—Le dirás la verdad a Elena. Si nos cuesta el trato, que así sea.
—¿Qué? —Me resisto— ¡No puedo hacer eso!
Se gira y me mira fijamente.
—Puedes, y lo harás. Aunque tuviera éxito, al final se descubrirá, y será peor.
¿O también planeaste un divorcio falso?
Lo hace sonar ridículo, y tal vez no he pensado tanto en el futuro, pero no
hay necesidad de precipitarse en decidir ahora, hoy. Pero papá ya está
decidido…
—Toda esta mentira es siempre una bomba a punto de explotar en medio de
la relación que intentas construir con Elena. No dejaré que manchen nuestra
reputación. No es así como funcionamos. ¿Puedo confiar en ti para arreglar
tu cagada? ¿O tengo que hacerlo por ti?
Me pongo en pie y le miro furioso. Me está atando las manos. Y sea como sea,
he cambiado su opinión de mí para peor, exactamente lo contrario de lo que
intentaba desesperadamente.
Muerdo con fuerza:
—Yo me encargo.
No sé por qué voy a casa de Luna. Ella no quiere verme, pero no hay nadie
más que lo entienda, y me dijo que tuviera suerte con todo, así que quizá
quiera saber qué ha pasado. Es una excusa y lo sé, pero no me impide llamar
a su puerta.
—¿Carter? —Abre la puerta con el ceño ya fruncido por la confusión al
verme—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Lleva un chándal holgado de color púrpura con estrellas a lo largo de la pierna
izquierda. Echo un vistazo y veo que la inscripción dice “Reescribe las
estrellas”. La camiseta le cuelga de un hombro y me acuerdo de la primera
vez que me acerqué a su puerta para una simple tutoría. Parece que fue hace
tanto tiempo.
—¿Gran Showman? —digo, señalando su pierna.
Pasa la mano por encima del estampado antes de ajustar la cintura y subirla.
Creo que intenta disimular, pero solo sirve para acentuar la curva de su
cadera bajo su cintura más pequeña.
—Sí.
Paso junto a ella sin esperar invitación, sabiendo que no me detendrá.
—Deberíamos hablar.
—Carter... No creo... —balbucea.
Me siento en su sofá, sus palabras -o su intento de decirlas- no me convencen
lo más mínimo.
—Al menos escucha, por favor.
—Bien. —Cierra la puerta y se acerca al sofá, pero se sienta lo más lejos
posible de mí— ¿Qué?
—Hoy he hablado con mi padre. —Eso llama su atención, aunque no hace
preguntas—. Está enfadado, claro, y preocupado por lo que pase en el futuro.
Si nos descubren, cuáles serán las consecuencias, o si no decimos nada y
Elena elige Blue Lake, hay un riesgo perpetuo de que se entere.
—Tiene sentido. —Se encoge de hombros, sin parecer especialmente
preocupada.
—Lo que también te afectaría a ti estaría interesada en exponer la colección
de Thomas en el museo —le recuerdo.
—Oh —dice rígidamente—. Entonces, ¿qué vas a hacer?
Me muevo por el sofá, sentándome de lado para que nuestras rodillas se
toquen.
—Básicamente me ordenó que dijera la verdad. Dijo que era la única manera.
Me mira a los ojos y yo le sostengo la mirada, sin querer ocultarle nada.
—¿Vas a hacerlo? —susurra.
—Tengo otra idea.
Salí y vine directamente a casa de Luna, pero el tiempo que pasé en el auto
lo pasé reproduciendo todo el escenario en mi mente con docenas de
resultados diferentes.
Luna levanta las cejas interrogante.
—La verdad. De eso se trata. ¿Y si la hacemos... verdad? —Tomo las manos
de Luna entre las mías, sosteniéndolas entre nosotros—. Cásate conmigo. De
verdad.
Se ríe en mi cara, una carcajada salvaje y bulliciosa ante lo absurdo de mi
idea, que me duele profundamente por una razón que no puedo precisar.
Suelto sus manos para pasarme los dedos por el cabello.
—Es la única manera.
—No, no lo es —dice ella, intentando recuperar el aliento de tanto reír—. Tu
padre tiene razón y deberías decirle la verdad a Elena.
Pensé que estaría de acuerdo conmigo, o al menos consideraría mi idea. Pero
la descarta de plano.
—¡No! —grito. Luna se estremece al oír el volumen y yo me repongo—. No
puedo hacerlo.
—Carter... —Luna comienza, su voz un tono calmante como si tratara de
tranquilizarme—. Esto es una locura. Las cosas se me van cada vez más de
las manos. ¿Hemos pasado de un poco de tutoría de arte a que me pidas
matrimonio de verdad? ¿Qué será lo próximo?
No lo sé, pero no puedo decírselo. Necesito tener un plan, uno al que podamos
atenernos. La gente se casa por varias razones todo el tiempo, así que esto no
es tan loco. Me digo a mí mismo que me ciña a los hechos...
—Nos casamos. Lo sobrellevamos y lo vemos. Después, bueno, lo
resolveremos. Estoy desesperado, Luna. Lo que tú quieras.
—Tendrías que estar desesperado para querer casarte conmigo.
—No quería decir eso y lo sabes. No pongas palabras en mi boca —respondo.
—Te voy a meter el pie en la boca —responde ella, igual de insolente.
—Resulta que a algunas personas les gusta eso.
Le agarro el pie por debajo de la pierna, tirando de él en el aire, y Luna cae
de espaldas al brazo del sofá.
—¿Qué...?
La hago callar metiéndome el dedo gordo del pie en la boca. Nunca había
hecho esto antes, pero tengo que admitir... que es sexy de cojones.
—Piensa en ello. Piensa en nosotros. Piensa en el trato y en la exposición de
arte. —Le mordisqueo la carne del dedo del pie y le recuerdo—: Piensa en lo
bien que estábamos juntos.
No estoy hablando de en la cena o con Elena, y ambos lo sabemos. También
he estado pensando sin parar en lo que pasó entre Luna y yo: lo increíble que
fue y luego cómo terminó. Me quedé en shock y no lo llevé bien, y me
encantaría tener la oportunidad de mejorar la experiencia. No es que me
queje, pero Luna se merece más.
Y joder, quiero ser yo quien se lo dé. Me he sentido un poco neandertal por
ser yo. No estoy orgulloso de ello, pero hay algo especial en ser el que ella deja
que la vea en ese momento tan vulnerable. Se me pone dura sólo de pensarlo.
—¿Has usado esos juguetes de los que me hablaste desde entonces? —le
pregunto mientras le subo la sudadera y le beso la pantorrilla, sin dejar de
mirarla.
Se muerde el labio inferior, sin contestar, pero es respuesta suficiente.
—¿Dónde están?
—Mi mesita de noche —dice en voz baja mientras le lamo detrás de la rodilla.
Hasta ahí puedo llegar con ella en estos pantalones, y quiero más.
Me levanto, la tomo en brazos y la llevo al dormitorio que hay al final del
pasillo.
Ella es mi esposa. O va a serlo.
La tumbo suavemente en su cama y la sigo, colocándome a su lado para poder
seguir tocándola... por todas partes mientras acaricio y amaso sus
pantorrillas, sus muslos, sus caderas y hasta sus pechos.
—Carter, deberíamos estar hablando de cómo ser sinceros, no... de
esto. —Ella está discutiendo, pero las palabras son gemidos y sus ojos se han
cerrado.
—Deberíamos follar ahora y hablar después —sugiero contra la sensible piel
de su cuello—. Tú quieres esto, Luna. Me deseas. No tiene sentido discutir,
tu cuerpo te delata. —Le meto las manos por debajo de la camiseta y le saco
los pechos a través del sujetador.
—Es una reacción biológica —dice—. Le pasaría a cualquiera.
—¿Tú crees? Lo que hicimos, lo que estamos haciendo ahora... ¿crees que es
así para todos? —Le he levantado el sujetador, dejando libres sus pechos, y
le lamo el pezón, gimiendo contra su deliciosa carne.
Grita, me agarra de la cabeza y me abraza a ella para que le dé más. Como si
tuviera intención de parar.
No le miento ni le digo cosas bonitas para que me deje follarla otra vez. Puede
que Luna no se dé cuenta de lo especial que fue lo que hicimos, pero yo sí.
Un sexo tan bueno es una experiencia única en la vida. Creo que en parte por
eso me molestó tanto que no me contara lo de su virginidad. Sentí que la
había presionado demasiado, demasiado rápido, o que tal vez había sido
demasiado duro con ella.
Pero finalmente, me di cuenta de que la dulce e inocente Luna Starr podría
ser mi pareja. Y no importa lo peligroso que sea, es un raro regalo que no
desperdiciaré.
Le quito la camiseta por la cabeza y ella me ayuda a quitarle el sujetador
mientras yo bajo hasta su chandal y le acaricio por las caderas mientras le
beso el vientre.
—Quiero verte. Quiero tocar y saborear cada centímetro de ti, encontrar cada
punto que te vuelve loca y provocarlo hasta que me supliques que te llene.
—Ajá. —Aunque es un acuerdo fácil, es difícil de ganar y lo sé.
Mientras le bajo los pantalones, me doy cuenta... —¿No llevas ropa interior?
—Miro su cuerpo y la veo sonriéndome—. Pequeña zorra burlona, ¿sólo había
una fina capa entre el cielo y yo todo este tiempo?
Pongo su pierna sobre mí de forma que me sitúe entre sus piernas y le doy
un largo lametón en la raja, saboreando los jugos que manan de su coño. Sigo
lamiendo mientras le digo:
—Te dejaste las bragas en mi mesa cuando te fuiste. ¿Te has dado
cuenta? —Ella gime, sus dedos se deslizan por mi cabello y me arañan el
cuero cabelludo mientras me agarra la cabeza—. Me masturbé con ellas,
recordando este apretado coño apretándome y lo guapa que estabas mientras
te corrías para mí.
—¡Oh! —grita mientras deslizo dos dedos en su resbaladizo núcleo.
—¿Te gusta esa imagen, Luna? ¿Me vuelves tan jodidamente loco que me
ordeño con tus bragas sedosas envueltas alrededor de mi polla?
—Muéstrame.
—Buena chica, quiero que me digas lo que quieres. —La elogio mientras me
muevo para cumplir sus órdenes, poniéndome de pie para quitarme la camisa
por encima de la cabeza y los zapatos para poder quitarme los pantalones.
Esta vez quiero piel con piel, toda Luna y todo yo.
En la cama, está tumbada de lado, mirándome con ojos brumosos que se
posan en mi polla mientras me la meto en la mano con movimientos largos y
lentos. Una gota de precum gotea por la parte superior, cubriéndome la mano,
y Luna se lame los labios con hambre.
—Dime lo que quieres, nena. ¿Quieres chupármela?
Como respuesta, Luna se sienta en el borde de la cama, con las piernas a
ambos lados de las mías. Me la estrecho en la mano, mostrándole de cerca lo
que quiero hacerle. Cuando mi polla asoma por mi puño, ella saca un poco la
lengua, lamiendo el semen como un gatito hambriento. Le agarro la cabeza,
manteniéndola quieta.
—Saca la lengua. —Ella lo hace, y yo me froto sobre su lengua rosada, de la
punta a la garganta, despacio y con suavidad, provocándonos a los dos.
Traga por reflejo, tratando de llevarme más adentro.
—Toma mi boca —gime.
Le doy lo que quiere, follándole la cara lenta y profundamente mientras la
observo de cerca. Se lleva una mano a las gafas y me quedo inmóvil,
sujetándola por la base de la polla. Me mira, con los ojos llorosos tras las
lentillas, y le recuerdo:
—Ponte las gafas. Quiero que veas lo que me haces, lo jodidamente loco que
me pones, Luna.
Asiente con la cabeza, hundiendo la nariz en mi cabello recortado, y sólo
entonces la suelto. Espero que necesite un segundo para recuperar el aliento
o decidir si ha sido demasiado, pero no pierde el contacto con mi polla y
enseguida encuentra un ritmo que me lleva al límite más rápido de lo que
debería.
Me mete y me saca del calor húmedo de su boca, sorbiéndome obscenamente.
Me rodea la base de la polla con una mano para que trabaje en tándem con
su boca, y luego la otra mano desaparece entre sus piernas. Empieza a gemir,
las vibraciones me vuelven loco, pero no es tan sexy como la idea de que al
chuparme la polla Luna esté tan excitada que necesite tocarse.
Me inclino hacia atrás, dándole más de mi polla, pero sobre todo para poder
verla tocarse. Cuando empieza a mover las caderas, le advierto:
—No te corras. No te corras todavía. Haré que merezca la pena.
Ella hace un mohín, un sonido en lo más profundo de su garganta al trabajar
sobre mi polla, pero aparta la mano de su coño. La agarro y me llevo los dedos
a la boca, chupando la crema con un gemido. Es tan deliciosa que al instante
me pongo nervioso y tengo que sacarle la polla de la boca.
—¿Qué...? —dice, y sus ojos saltan hacia los míos.
—Corrámonos juntos. —Me estremezco mientras hago la promesa, mi cuerpo
en franco desacuerdo con mi mente. Me inclino para besarla, deslizando mi
lengua contra la suya mientras le acaricio el rostro—. Recuéstate. Es mi turno
de volverte loca.
Los nervios se reflejan en sus ojos durante una fracción de segundo, pero
luego sonríe y vuelve a tumbarse en la cama. Se tumba como Blancanieves:
la cabeza sobre la almohada, las manos cruzadas sobre el vientre y los pies
juntos. Eso no va a funcionar durante mucho tiempo, pero la dejo en paz
mientras abro el cajón de su mesita de noche para ver qué tipo de diversión
vamos a tener.
Consoladores, vibradores y lubricantes ¡vaya! Sonrío malvadamente mientras
oigo la voz de Luna cantando dulcemente en mi cabeza.
—Joder, mi dulce chica tiene un lado travieso, ¿verdad?
Luna se sonroja y baja los ojos avergonzada, pero yo me acerco y le levanto la
barbilla con un dedo.
—Me encanta, Luna. Me alegro de que conozcas tu cuerpo. Yo también quiero
conocerlo.
Esta vez sus ojos se encuentran con los míos.
—El morado en mi clítoris... es mi favorito.
Mejor. Más audaz. Luna tiene una diosa dentro de ella. Es mi trabajo ayudar
a Luna a liberarla en el mundo con un amante, no sólo sola.
Pulso el botón lateral del vibrador con forma de rosa morada y éste cobra vida
con un zumbido bajo, casi insonoro, que noto en la mano. Lo vuelvo a pulsar
y las vibraciones se vuelven cada vez más rápidas, a veces acompasadas y
otras a toda velocidad. Esto va a ser divertido.
—Abre las piernas en mariposa —le ordeno. Junta los pies y deja caer las
rodillas para exponerse a mi mirada. Me tumbo en la cama entre sus pies,
apoyándome en el codo para tener las dos manos libres.
Empiezo con el vibrador a baja potencia, tocando su piel. Poco a poco, me
acerco a sus pechos, y ella se arquea, deseando tener el vibrador allí. Pulso
el botón y aumento la vibración mientras toco un pezón con el borde. El
vibrador succiona el pezón hacia el pequeño orificio del centro de la rosa, y
Luna respira entrecortadamente. Utilizo la mano que me queda libre para
tirar y jugar con el otro pezón, no quiero que se sienta excluido.
Cuando está lista, soplo suavemente sobre su clítoris, sin tocarla más que
con mi aliento.
—Me pregunto si podría hacer que te corrieras así... sin ni siquiera tocar tu
dulce coño. ¿Qué te parece?
Luna se retuerce, intentando levantar sus caderas hacia mi boca, pero
conmigo tumbado sobre su cadera, está inmovilizada.
—Creo que eres malvado. —Pero entonces recuerda que puede decirme lo que
quiere, que yo quiero que lo haga—. Lámeme, chúpame, usa el rosa
conmigo... lo que sea.
La quiero en mi boca, pero le prometí juguetes, así que vuelvo a bajar la
intensidad del vibrador antes de presionarlo sobre su clítoris. Es
tortuosamente insuficiente y lo sé, pero su coño palpita bajo el juguete
morado, derramando más de su jugo. Lo saboreo. Dejo el juguete en su sitio
y deslizo mi lengua endurecida dentro de ella, follándola mientras aumento
la intensidad del vibrador.
La hago trabajar así, alternando la lengua y los dedos con el vibrador,
llevándola al límite una y otra vez hasta que se convierte en un charco que
suplica ser liberado. Me revuelco contra la cama, con la polla desesperada
por penetrarla.
No puedo esperar más. Ni ella tampoco. Estoy tan cerca del punto de no
retorno que apenas me dará un ataque y probablemente me derramaré sobre
su vientre, y también puedo hacer que se corra en un santiamén.
Extiende las manos, una clara invitación de lo que quiere.
—¿Estás segura? —pregunto. Una última oportunidad antes de hacerla mía.
Ella asiente, y conmigo alineado con su coño, extiende una mano hacia abajo,
guiándome hacia dentro. Lo hago despacio, no porque Luna necesite tiempo
de adaptación, sino porque quiero sentir cómo envuelve cada centímetro de
mí en su calor. Es una sensación que nunca había sentido antes, una especie
de pérdida de mi propia virginidad.
Con Luna. Parece correcto que sea con ella.
Cuando toco fondo, retrocedo antes de deslizarme de nuevo. Poco a poco,
aumentamos el ritmo y, en algún momento, sus piernas acaban sobre mis
hombros. Poco a poco, me inclino hacia delante, observándola para ver si es
demasiado, pero debe de haber dicho la verdad sobre lo de hacer yoga, porque
tiene las piernas pegadas a las orejas y estoy penetrando su coño levantado
en cuestión de minutos.
Echa la cabeza hacia atrás y suplica:
—Ahórcame24.
—Maldita sea, Luna —gruño. Pero le rodeo suavemente el cuello con una
mano— ¿Esto es lo que quieres?
—Ahógame, por favor. —Sonríe mientras sus ojos se aclaran. Puede que Luna
no tenga experiencia, pero sabe lo que quiere.
Aprieto suavemente y siento el correspondiente aleteo contra mi polla. Quiero
probar algo más, mantengo una mano alrededor de su garganta y le golpeo el
culo con la otra.
—¡Oh! —grita con el agudo sonido. Lo hago una y otra vez, y cada vez el grito
se convierte más en un gemido gutural. Luna se vuelve loca debajo de mí.
Agita la cabeza y tengo que apretar más fuerte para mantenerla en su sitio.
Sus pantorrillas se clavan en mis hombros para hacer palanca mientras se
agita, haciendo que su culo golpee mis caderas mientras se mete mi polla
hasta el fondo. Le paso un brazo por encima de las piernas, inmovilizándola,
y tomo el control.
Me la follo duro, con las piernas bloqueadas y la garganta inmovilizada,
totalmente a mi merced.
—¿Quieres correrte, Luna? —Aprieto los dientes.
—¡Sí! Por favor, ¿puedo?
—Buena chica —la alabo acordándome de preguntar—. ¿Puedo correrme yo
también? Te prometí que nos correríamos juntos, y estoy a punto de llenar
este coño con mi semen de verdad. —Me recorre un cosquilleo fresco desde
los huevos hasta la columna vertebral—. Nunca he hecho eso, Luna. Quiero...
contigo.
Quiero que entienda que también es especial para mí. Ella es especial para
mí.
24Original hand necklace que significa collar de mano durante el sexo cuando un dominante esta
con una sumisa.
—Juntos —está de acuerdo.
Luchamos por llegar hasta ahí, y cuando está al borde de nuevo, la mantengo
empalada con la polla hasta el fondo dentro de ella, dando empujones
superficiales, y consigo gruñir:
—Di que eres mía, Luna. Di que te casarás conmigo.
—¡Sí! —grita mientras los aleteos de su coño me rodean. No estoy seguro de
si me está respondiendo o está gritando de placer, pero voy a hacer que lo
cumpla. En cualquier caso, no puedo contenerme más y me derramo dentro
de Luna. De mi polla salen chorros de esperma caliente, y la idea de que la
estoy marcando es ridículamente sexy para una parte profunda, oscura y
posesiva de mi alma.
Puede que no sea correcto, pero es la verdad.
Mientras Luna recupera la consciencia tras su orgasmo, sigo bombeando
dentro de ella, queriendo que mi semen llegue hasta el fondo.
—Maldita sea, Luna. Eres jodidamente increíble.
Se echa hacia atrás, me quita las piernas de los hombros para dejarlas colgar
sin fuerza y deja caer los brazos sobre la cama. Recorro su piel con las manos,
acariciándola por todas partes. Cuando mi polla, ahora blanda, sale de su
interior, uso los dedos para volver a introducir en ella nuestro semen
combinado.
—Eres un desastre resbaladizo —le digo. Se retuerce, probablemente
pensando que es algún tipo de insulto, y le doy un golpe en la cadera—. Lo
más sexy que he visto nunca. Tu coño cubierto de nuestro semen, crema
blanca derramándose, pero tu coño absorbiéndola de nuevo cuando te meto
el pulgar. Lo quieres ahí, ¿verdad?
Levanto la vista y ella asiente en silencio, con los ojos brillantes de picardía.
Le susurro:
—¿Quieres saber un secreto? —No espero a que responda, simplemente le
digo—: Yo también lo quiero ahí. Mi semen marcándote y luego secándose
sobre tus muslos cuando corra por tus piernas. Quiero frotarlo en tu piel
como una loción para que sepas que eres mía.
Se ríe ligeramente.
—¿Tuya? No soy tuya, Carter. Eso fue sólo... ya sabes, hablar sucio.
En un instante, meto mis dedos dentro de ella, empalándola fuerte, profunda
y rápidamente, y me inclino sobre ella, poniéndome justo en su cara, nariz
con nariz.
—Mía. Dijiste que sí, Luna. Te vas a casar conmigo.
Capítulo 20
Luna
¿QUÉ MIERDA? ¿Hablaba en serio Carter? ¡No podía hablar en serio! Era una
charla sexual, eso es todo.
Pero la fría mirada de sus ojos dice otra cosa. Parece peligrosamente serio,
sobre todo cuando empieza a meterme los dedos otra vez.
—Dijiste que sí. —Bombea—. Nos vamos a casar. —Mueve sus dedos dentro
de mí—. Dilo —ordena, encontrando un nuevo ritmo.
—Pero... —Gimo.
No puedo casarme con él. Es una locura. Tampoco puedo volver, no tan
pronto. Pero Carter no está de acuerdo con ninguna de las dos opciones.
—Puedes, y lo harás, Luna.
Eso es lo último que dice, por suerte, porque cuando me da otro orgasmo
estremecedor, creo que habría aceptado cualquier cosa que dijera en ese
momento.
¡Cuac como un pato y llámame Spanky 25!
Trato hecho, Spanky. ¡Shucky-ducky quack-quack!
¡Pinta un paisaje con el pincel apretado en el culo!
Seguro. Soy tu chica. ¡Te tengo, no hay problema!
Casarme con él... a la mierda mi vida, habría dicho que sí.
Después, estoy frita. Me llaman croissant porque me pongo de lado, me
acurruco y me desmayo. En algún lugar de mi inconsciencia, sé que Carter
está tumbado detrás de mí, con su brazo echado sobre mí y sus dedos
25 Azotes o nalgaditas.
trazando suaves círculos sobre mi vientre bajo las mantas que nos ha puesto
encima.
Por eso sé que probablemente todo esto es un sueño. Carter Harrington no
está acariciando mi redondo vientre después de proponérmelo en mitad del
sexo. Me despertaré por la mañana sola, como siempre. Me levantaré sola,
desayunaré sola, iré al museo y, más tarde, trabajaré en Alphena… sola.
Y no pasa nada. En realidad, no me importa... normalmente. Aun así, me
acurruco en el abrazo de Carter, disfrutando de este sueño un poco más.
Me despierto con la luz del sol entrando por la ventana. Me estiro como un
gato, deliciosamente descansado.
Chico, anoche dormí como un muerto. ¿Y esos sueños?
No puedo creer que inventé todo un escenario de Carter proponiéndome
matrimonio de verdad y luego follándome hasta que dije que sí.
Mi cerebro es un lugar tan extraño, tan lleno de ideas extrañas. Menos mal
que son privadas, porque me daría mucha vergüenza compartirla con
Samantha. Probablemente intentaría escribir un artículo sobre mi
imaginación delirante.
Me río para mis adentros, me doy la vuelta y me froto los ojos. Entrecierro los
ojos intentando enfocar el reloj. No veo lo bastante bien como para saber qué
hora es, pero veo que hay un número de más... cuatro, en lugar de tres, lo
que significa...
—¡Llego tarde!
Agarro las gafas de la mesilla y me las pongo torcidas en el rostro. Miro el
reloj acusadoramente, preguntándome por qué la alarma no me ha
despertado a las ocho como siempre. Ahora son más de las diez, el museo ya
está abierto y se supone que estoy de servicio.
Salgo rodando de la cama y corro hacia el baño. No tengo tiempo para
ducharme, así que sólo puedo cepillarme el cabello y los dientes y echarme
una capa de desodorante. Por una vez, agradezco el feo uniforme que tengo
que llevar porque limita mis opciones, así que me visto en un tiempo récord.
—Bolsa, barrita de proteínas, y ooh, teléfono. —Vuelvo sobre mis pasos para
tomar también el móvil de la mesilla y vuelvo a mirar el reloj.
Un paso en la sala de estar y me detengo en seco.
—¿Carter?
Está aquí. En mi cocina. Inhalo y capto el aroma que debería haberme
delatado automáticamente: café recién hecho de la taza que me regaló
Samantha. La que dice Hos antes que Bros26.
—Buenos días, dormilona —canturrea—. ¿Café?
Pero además de estar aquí, bebiendo café, la otra cosa realmente extraña es...
que está desnudo. Como Monty27 completo, salchichas y galletas, polla y
bolas desnudas... en mi cocina.
—¿Qué haces? ¿Por qué estás...? —Señalo hacia el sur, manteniendo
educadamente la mirada desviada hacia el norte.
Se ríe y extiende los brazos.
—No parecía gran cosa después de lo de anoche.
¿Eh? ¿Anoche?
¿Cómo podía saber lo de mis sueños? Oh, duh... Sigo durmiendo.
Me pellizco el brazo bruscamente.
—¡Ay!
—¿Qué carajo? ¿Por qué has hecho eso? —Dream Carter se acerca, dejando
el café en el camino. Me agarra el brazo y me frota la marca roja que ya está
apareciendo.
—Para despertar. Voy a llegar tarde al trabajo. —La explicación tiene mucho
sentido para mí, pero Dream Carter no parece pensar lo mismo.
2626Hermanas antes que los chicos, aunque es más popular el termino Bros before hoes que significa
que la amistad es más importante que las relaciones o interacciones con chicas.
27 Referencia a la película Full Monty
Con el ceño fruncido, habla despacio como si yo no pudiera entender un
discurso de tempo regular.
—Estás despierta. Tu alarma sonó, pero no me di cuenta de que era para el
trabajo, así que la apagué. Perdona. ¿Quieres café para llevar?
—¿Estoy... despierta? ¿Y estás desnudo en mi cocina? ¿Con café recién
hecho? —Me río de la ridiculez.
Sonríe, con un brillo intenso en los ojos.
—Ve a trabajar, Luna. Te llamaré más tarde. Cenaremos. Y si eres una buena
chica, quizás un poco de postre también.
—Oh, bien —digo entre dientes porque La Soñadora Yo tiene que ir a trabajar,
pero quedarme aquí y cenar temprano también estaría bien.
Dream Carter me da una palmada en el culo, me dice que va a cerrar y que
tenga un buen día.
Cuando Maeve me grita por llegar tarde, me doy cuenta de que nada de esto
es un sueño. Carter estaba realmente desnudo en mi cocina esta mañana, lo
que significa que anoche... ¿también fue real?
No puedo examinarlo demasiado de cerca sin asustarme, así que me encierro
en el servicio de atención al cliente. No es hasta el final del día, cuando miro
el teléfono, cuando me doy cuenta.
Carter: Cena, 7pm. Capitol Chophouse. Ponte un vestido.
Mandón y directo. Un hombre exasperante.
Unos minutos después, volvió a enviar un mensaje.
Carter: O ponte lo que quieras.
Una sonrisa se dibuja en mis labios ante su autocorrección. Es la única razón
por la que me planteo ir a esa cena.
¿A quién crees que engañas? Vas a ir. Y deberías darte prisa porque necesitas
una ducha antes de irte.
Duchada, afeitada, untada de loción y poción, me aliso las palmas de las
manos sobre la falda del vestido. He pensado en aceptar la opción de Carter
de ponerme lo que me diera la gana y aparecer con un overol o unos jeans
anchos sólo para ser intratable, pero al final he decidido seguirle el juego a
este plan de cena. El vestido es el mismo negro que llevé a casa de los padres
de Carter -recién vaporizado después de lo que hice con él la última vez-, pero
es lo mejor que pude sacar de mi armario con poca antelación porque
Samantha me pidió prestado el vestido verde, sin importarle que deje al
descubierto varios centímetros más de muslo en sus largas piernas que en
las mías.
La anfitriona de Capitol Chophouse me saluda amablemente, aunque un poco
rígida, cuando entro.
—He quedado aquí con un amigo… Carter Harrington. —Veo una chispa de
interés en sus ojos al oír el nombre de Carter, y me mira de arriba abajo con
más detenimiento. La sigo hasta la mesa, esperando encontrar a Carter
esperándome.
En su lugar, hay dos personas sentadas… Carter y Zack.
—Hola. —Ambos se ponen de pie cuando me acerco, y luego hay un momento
extraño en el que ambos extienden la mano para acercarme una silla.
Zack se ríe y vuelve a sentarse, dejando que Carter tome mi asiento.
—Supongo que es bueno que tengas modales, ¿eh? Tu hermano te tendría
haciendo uno de sus seminarios si no los tuviera.
Carter se inclina hacia mí.
—Está hablando de Chance. Presenta un podcast llamado Two Men and a Mic
que enseña a los jóvenes cómo prosperar en nuestro mundo actual, en la
economía de los negocios y más allá. Creo que no lo mencionó en la cena.
—¿Cena? —Zack se hace eco, captando esa pepita al instante.
—Sí, las cosas se precipitaron un poco cuando el viejo se enteró de todo.
Llamada cena familiar —explica Carter como si la cena no fuera gran cosa, lo
que sin duda era. Fue más bien una Cena Familiar con mayúsculas.
—Me alegro de habérmelo perdido. —Zack mueve la cabeza con complicidad
y me pregunto si habrá ido alguna vez a una cena en casa de los Harrington.
Antes no me importaba, ni siquiera pensaba en ello, pero ahora siento
curiosidad.
—Por supuesto —Carter está de acuerdo—. Sobre eso... hay algo que quiero,
quiero decir... queremos hablar contigo—. Carter me toma la mano y me da
un suave beso en el dorso.
Zack también se da cuenta rápidamente.
—Hijo de puta —le gruñe a Carter. Al menos mantiene un tono de voz
razonable teniendo en cuenta el lugar, y me doy cuenta de que Carter lo había
planeado inteligentemente— ¿Dormiste con mi hermana?
Tacha eso... porque la mesa de al lado lo oyó perfectamente.
—No hemos dormido mucho —murmuro sin querer, y Zack me fulmina con
la mirada—. Uy, se suponía que era mi voz interior.
Carter me aprieta la mano e intenta tranquilizar a Zack.
—No fue un polvo sin sentido. —Me dedica una sonrisa privada y yo me
sonrojo furiosamente mientras lo miro con los ojos muy abiertos. Y luego se
pone mucho peor—. Fue especial. La primera vez.
—¿No podríamos? —susurro enfadada, esperando que Carter se calle. La
mesa de al lado ha dejado de fingir que no escucha y se inclina hacia nosotros
para oírnos mejor.
Zack me mira a mí y a Carter y parece darse cuenta de que no sólo nos
acostamos, sino que fue la primera vez para mí. Aparentemente, ese
tecnicismo cuenta para alguna norma social con la que no estoy de acuerdo,
pero estoy segura de que no voy a hablar de mi vida sexual con mi hermano.
—Te voy a matar, hijo de puta —grita Zack, lo suficientemente alto como para
detener la cena y las conversaciones en todas las mesas de alrededor. Hay un
coro de jadeos de sorpresa cuando todos los ojos del restaurante se fijan en
nosotros.
Zack se pone en pie al instante y rodea la mesa en dos zancadas. Carter sale
a su encuentro con las manos extendidas en una postura apaciguadora.
—Mira, hombre. Cálmate.
¿Por qué la gente dice eso? En realidad, nunca hace que la persona enfadada
se calme. No creo que nadie se haya parado en seco, haya pensado “sí, estoy
exagerando” y se haya calmado. Pero Carter lo dice de todos modos.
Zack le agarra de la camisa, sacudiéndole un poco, y cuando eso no cambia
el pasado, Zack se echa hacia atrás y lanza un puñetazo a la nariz de Carter,
que hace brotar sangre roja que gotea hasta el suelo de mármol.
—¡Zack! ¡Carter! ¡Basta! —grito, pero ninguno de ellos me hace caso.
Hay un poco de forcejeo, pero es más que nada un puñetazo y listo porque
Carter no se defiende. Cuando lo sueltan, Carter se tapa la nariz, mirando a
Zack.
—¿Te sientes mejo?
Estoy segura de que quiere decir “mejor”, pero la nariz ensangrentada hace
que su voz suene un poco hueca.
A Zack no parece importarle.
—En absoluto.
La anfitriona se levanta con más interés en los ojos que enfado y dice:
—Chicos, si esto no se acaba, voy a tener que pedirles que se vayan. —De un
lado de la boca, susurra—: ¿Los tienes peleando por ti?
Creo que se supone que es un cumplido, no una pregunta.
Hablo por los tres.
—Ve a limpiarte. —Le hago señas a Carter para que se vaya—. Y tú
siéntate. —Señalo la silla vacía de Zack.
—Volveré enseguida —promete Carter—. Y nos encargaremos de esto.
¡Uf, espero que eso no signifique más peleas! No es como si fuera a salvar mi
honor o algo anticuado como eso. Alphena les daría una patada en el culo
tanto a Carter como a Zack por siquiera pensar algo así, y mucho menos por
actuar en consecuencia. Y la pizca de Alphena que reside dentro de mí está
considerando hacerlo también.
Carter se aleja dando pisotones, sin prestar atención a la gente con la que se
cruza y que le mira con asco. Supongo que las narices ensangrentadas no
son realmente un entretenimiento para cenar en un lugar como este. ¿Quizás
algunas de estas personas deberían venir a los bares universitarios a los que
Sam me lleva? Allí, un plato de nachos, una cerveza y una pelea son una
típica noche de viernes.
—¿Qué demonios, Zack? —exijo cuando estamos los dos solos. Me he
inclinado cerca, aunque estamos sentados uno al lado del otro en la mesa.
Pero ya hemos dado suficiente espectáculo. Esta conversación merece algo de
intimidad.
Zack pone sus manos sobre las mías, inclinándose también hacia mí.
—Siento mucho haberte metido en esto, Moony. Esto no es lo que quería que
pasara. Nunca pensé que se aprovecharía de ti así.
Sus ojos están llenos de la auto-tortura a la que se está sometiendo. En algún
momento de nuestras vidas, le habría dejado sumirse en su propia culpa,
merecida o no. Pero no ahora, no esta vez.
—No lo siento —confieso, sabiendo que es verdad—. Estoy bien, y él no se
aprovechó de mí. Pero no voy a hablar de mi… —Hago una pausa y miro a mi
alrededor para asegurarme de que nadie me escucha, pero sigue habiendo
miradas de reojo—. Susurro: vida sexual —y luego vuelvo al volumen
normal—: contigo. Hablamos de muchas cosas, pero eso está prohibido. Y eso
va en ambos sentidos. Tampoco quiero oír hablar cuyos tobillos le has puesto
detrás de la cabeza.
Zack mira hacia el baño y con la mandíbula apretada pregunta:
—¿Lo hizo?
—Ah-ah-ah, eso no —advierto—. No puedes ir por ahí pegando a los tipos que
veo, aunque tenga sexo con ellos.
Se encoge de hombros.
—Es un poco mi trabajo.
Eso detiene mi argumento junto con mi aliento. Sé de lo que habla. A pesar
de nuestra diferencia de edad, la mayor diferencia fue que Zack asumió
muchas responsabilidades cuando nuestros padres se divorciaron. En cierto
modo, creo que aceptó que ahora era “el hombre de la casa” y nos cuidaba a
mamá y a mí. Pequeñas cosas, como cambiar las bombillas, y grandes cosas...
como validar con quién salíamos. Nunca necesité mucho de esa “crianza”
debido al arte y a mi preferencia por estar sola. Pero Zack echó a un par de
novios de mamá que no creía que pasaran el examen.
En ese marco, su reacción exagerada tiene sentido como años de
preocupación reprimida por mí mezclada con la preocupación de que sea su
mejor amigo, con una pizca de culpa por haber ayudado a montar todo el
asunto del falso matrimonio en primer lugar.
Le doy un dulce beso en la mejilla.
—Gracias, Zack Attack28, aunque no sé si debería llamarte así ahora. Podría
animarte a volver a hacer payasadas como esa. —Le lanzo una sucia mirada
de desaprobación, que él responde con una sonrisa burlona.
Carter se aclara la garganta y yo doy un respingo. Tiene la nariz roja y
bulbosa.
—Te pareces a Rudolph —le digo con una risita— ¡Vas a caer en
his-tor-ryyyy! —Canto, habiendo cantado ya la canción en mi mente.
—Me alegro de que te parezca divertido. —Su mirada desafiante y fría como
la piedra se clava en Zack mientras me da un beso firme y reivindicativo en
la frente.
Decido que los besos en la frente son los mejores y mis pies bailan de felicidad
bajo la mesa.
Carter se sienta, agarra mi mano y la sostiene sobre la mesa. Es un
movimiento de poder y lo sé. Demonios, todos lo sabemos. Pero su pulgar
hace un movimiento de barrido sobre mi piel que me recuerda a otra cosa que
ha hecho antes, y empiezo a ponerme un poco caliente.
Zack suspira pesadamente.
28 Zack ataca.
—Dice que no te aprovechaste de ella. No estoy seguro de creerlo. He visto
cómo entras y sales del negocio.
Habla de mí como si no estuviera aquí sentada.
—Y, sin ofender. —Zack me mira—. Pero eres joven y, aunque no quieras
oírlo, ingenua. Dos cosas que este tipo no es. No es que haya una gran
diferencia, pero hay muchas lecciones de vida en esos años.
Me está advirtiendo, y siempre he escuchado a mi hermano antes. Pero esta
vez, tengo un conflicto.
—¿Recuerdas tu vigésimo séptimo cumpleaños? —le pregunto a mi hermano.
Aunque parece confuso, responde afirmativamente.
—Estaba escondida en un rincón, tomando una copa de champán que no
debía y tratando de pasar desapercibida, como siempre. Miraba a la gente
hablar y reír, y me alegré de verte tan feliz con tus amigos. Creo que ya sabes
que Carter nunca me ha caído bien. —Le aprieto la mano, diciéndole que
espere porque hay un punto aquí—. Es por esa noche.
Desaparezco en el recuerdo mientras cuento la historia, que me parece real.
—Estabas bailando, y Carter estaba hablando con un tipo. Yo estaba
escuchando. No era mi intención, pero estaban cerca y no pude evitarlo, sobre
todo cuando oí tu nombre. Carter le contaba a este tipo que te creías un genio
pero que no tenías las habilidades para respaldarlo. Esto fue mucho después
de que hicieras negocios con él, pero se estaba riendo de ti. Me cabreó mucho.
Quería defenderte, decirle a Carter y al otro que podían meterse su arrogancia
por el culo. Pero yo...
Zack frunce el ceño.
—Tú no harías eso.
Sacudo la cabeza.
—No pude. Simplemente me fui. —Parpadeo con fuerza, recordando lo
decepcionada que me había sentido conmigo misma. Le había dicho a Zack
que me iba, y él me había pedido que me quedara un poco más, pero me había
ido de todos modos—. Y te metiste más y más en el negocio con Carter,
siempre hablando de cómo no podías hacerlo sin él y diciendo lo mucho que
lo admirabas.
—¿Por eso siempre le has odiado? —pregunta Zack, y yo asiento con la
cabeza—. ¿El tipo con el que hablaba era pelirrojo y tenía barba?
—¿Simmons? —Carter pregunta acaloradamente—. ¿Ese imbécil?
Zack sonríe.
—Luna, Carter me cubrió las espaldas con ese tipo. Simmons era, y sigue
siendo, una comadreja oportunista con traje de tienda de segunda mano.
Siempre intentaba entrometerse en mis pistas, socavarme. Carter estaba
tratando de correrlo de mis faldones diciéndole que yo era un desarrollador
de mierda. No me estaba traicionando.
Y eso es... traición. Todos estos años, he pensado que Carter traicionó a mi
hermano. Incluso a través de todo este asunto del falso matrimonio, incluso
cuando me ha estado dando placer que nunca he conocido, no confiaba en él
porque sabía de lo que era capaz. No fue activamente en mi mente, sino un
sentimiento que he tenido de él desde entonces. Si pudo traicionar a mi
hermano, la persona más leal que conozco, Carter podría traicionar a
cualquiera. Así que a pesar de que Zack piense que soy ingenua, tal vez he
sido más dura con Carter de lo que debería.
Porque si no traicionó a Zack y, de hecho, lo estaba ayudando... ¿qué significa
eso?
He sentido los cambios en Carter. He visto un lado completamente diferente
de él cuando trabaja y trata con su familia. He experimentado lo generoso que
puede ser. Nada de lo cual tenía sentido con mis nociones preconcebidas
sobre él. Supongo que, en cierto modo, estaba dejando de lado esas ideas, ya
que he llegado a conocer mejor a Carter, pero saber que no traicionó a Zack
me hace sentir un poco más cómoda a la hora de continuar por este camino
con Carter. Si no es y nunca fue un mentiroso de dos caras, entonces
realmente está tratando de hacer algo bueno por Blue Lake y por Elena.
Guardo silencio durante un largo momento, y Carter me da tiempo para
procesar todo aquello. Cuando le miro con una disculpa en los ojos, me da
un dulce y suave beso en los labios. Disculpa aceptada, dice su beso.
—Ahora que ya hemos superado todo eso —empieza Carter, y cuando hace
una pausa, Zack inclina la barbilla una vez, aparentemente ya superado el
drama del código de hermanos—. ¿Quieres ser mi padrino?
Estúpidamente, al principio creo que me está preguntando, levanto la vista
de nuestras manos enlazadas y digo:
—¿Eh? —Pero está mirando a Zack con la esperanza de su historia en los
ojos.
Carter y yo no hemos hablado de su “proposición real” y mi respuesta
inducida por el sexo, pero eso no parece ser un problema para él. Va a toda
máquina como si esto estuviera pasando de verdad.
¿Está ocurriendo?
Quiero decir, sé que es por el trato Cartwright y para salvar la cara con su
padre, pero eso no significa que sea falso. No como lo ha sido. ¿Realmente
Carter quiere que firmemos un certificado de matrimonio, nos paremos junto
con padrino y dama de honor y digamos los votos? ¿Mudarnos juntos como
sugirió anoche y seguir teniendo sexo? ¿Como... casados?
Es una situación muy diferente a la que yo acepté. Técnicamente.
Y aunque siempre me imaginé casándome, supuse que sería por amor. No
por arte o negocios. Aun así, cuando veo la seriedad con la que Carter mira a
Zack, como si se tratara de un momento real en honor a su amistad, no puedo
evitar emocionarme.
Le doy una patada a Zack por debajo de la mesa y se sobresalta.
—¡Oww! —Se frota la espinilla y me mira enfadado. A cambio, le lanzo dagas.
Dejo caer mi voz, tratando de sonar como Zack.
—Sería un honor. Dilo, tarado.
Zack y Carter se ríen entre dientes y ambos bajan la cabeza, incrédulos.
Extendiendo una mano a Carter al otro lado de la mesa, Zack suspira.
—Aparentemente, sería un honor. —Tengo que admitir que mi imitación
estuvo cerca. La mayoría de la gente ni siquiera habría oído la diferencia entre
nuestras dos voces—. Aunque me reservo el derecho de patearte el culo otra
vez. Un puñetazo no me parece justo.
—¡Zack! —grito demasiado alto.
Pero Carter asiente.
—Trato hecho.
Los hombres son tan frustrantes.
Capítulo 21
Luna
—¿Estás segura de esto? —Samantha me pregunta por millonésima vez.
Mi respuesta es la misma que todas las veces anteriores.
—No. No estoy segura de nada en este momento.
Mis manos se agitan, mi corazón se acelera y probablemente he caminado al
menos una milla en los últimos diez minutos alrededor de la habitación de
Carter. He oído hablar de un tipo que corrió un maratón en su balcón, yendo
y viniendo de un extremo a otro en un bucle casi interminable de absurda
dedicación. Pero ahora mismo, tengo energía más que suficiente para hacer
eso. Probablemente podría llegar hasta las rodillas con los niveles de
nerviosismo que tengo.
Sam se pone delante de mí con las manos en alto para detener mi avance por
la habitación. Excepto que no funciona porque estoy perdido en mi propia
mente y caminar a la derecha en ella, boob smacking boob en toda la colisión
de parachoques.
—¡Oye!
—¿Quién iba a pensar que batearías en segunda base el día de tu boda con
alguien que no fuera el novio? —Sam se ríe—. Te estás convirtiendo en una
puta normal y corriente, ¿verdad?
—¡Yo no soy tal cosa! Y baja la voz. —Le tapo la boca con la mano, mirando
hacia la puerta cerrada—. Carter y Zack van a escuchar.
Es raro pensar en ellos vistiéndose en la habitación de invitados de Carter.
Pero Carter insistió, dijo que lo correcto era que Samantha y yo usáramos su
habitación principal con el baño adjunto. La ceremonia, si se puede llamar
así, será en la sala de estar.
Sólo han pasado dos días desde la cena con Zack y, mientras tanto, él ha
intentado disuadirme de esta decisión, preocupándose de que esté en una
misión equivocada para complacer a la gente. Mientras tanto, Samantha ha
estado intentando convencerme, hablando poéticamente sobre el valor de
vivir una aventura y de vivir audazmente en mi juventud como si ella no
tuviera la misma edad que yo.
Y Carter, en modo prometido en toda regla, ha estado escuchándome ir y
venir indecisa y luego dejándome sin sentido con un orgasmo tras otro.
Después de nuestra falta de comunicación inicial, ha estado más que
encantado de ayudarme a “practicar” cosas que antes sólo había imaginado.
Y aunque nunca he sido atleta, empiezo a comprender el valor de los
entrenamientos de dos días que ellos hacen.
Carter también encontró tiempo entre orgasmos para encargar docenas de
rosas blancas. Samantha y yo hicimos un viaje rápido a la boutique para ver
a Brenda por un vestido blanco y, lo más sorprendente, Carter sugirió que
hiciéramos nuestros propios votos. Lo que supongo que es bueno porque los
estándar no son exactamente apropiados para lo que estamos haciendo. Aquí
no hay amor, honor y obediencia.
Tampoco para siempre.
Rápido, sencillo, fácil. Ese es el tema del día. Es real, pero no.
Samantha me lame la palma de la mano y yo retrocedo, liberándola para que
vuelva a hablar.
—¿A quién le importa? No es real, ¿recuerdas?
Samantha está siendo frívola, pero hay una chispa de inteligencia en sus ojos.
Sabe lo que hace al presionarme. A cambio, empiezo a caminar de nuevo.
—Me importa —admito—. No siempre tuve sueños como otras niñas, pero ¿el
día que me casé? Me lo imaginaba, y no era esto.
—Pero esto es un papeleo para ayudar a un amigo, no un matrimonio real.
Como lo de la tarjeta verde —razona Samantha—. Así que más adelante,
cuando conozcas al Sr. Correcto y quieras casarte por amor, entonces tendrás
la boda soñada. Me aseguraré de ello.
Sus palabras revolotean en mi cabeza. Ayudar a un amigo. Como una situación
de tarjeta verde. Lo cual es ilegal, pero lo que estoy haciendo con Carter no
está mal hasta ese punto. Es sólo una locura y no el tipo de cosas que le
pasan a la gente como yo. Soy aburrida, extraña y cerca de ser un ermitaño.
Pero aquí estoy, delante de un espejo con un vestido blanco, con esperanza
en los ojos y confusión en el corazón.
—Esto parece real, peligrosamente —le susurro a Sam—. No sé si estoy hecha
para jugar a fingir ser esposa a este nivel.
Se para detrás de mí, encontrándose con mi mirada en el espejo.
—Uno, di la palabra y te sacaré de aquí en un segundo. Ya lo sabes. Hoy o
cualquier día. Pero dos, ¿amas a Carter?
—Creo que debo decir que sí si nos vamos a casar, pero... —Me encojo de
hombros, haciendo una mueca—. Me gusta.
Espero que se horrorice, pero sonríe.
—Perfecto. Si dijeras que le quieres y que él lo hace por un contrato de trabajo,
yo misma vetaría todo el embrollo. Pero no estás tan interesada en él. Se
gustan, tienen buen sexo, puedes vivir en el regazo del lujo, y tal vez, sólo tal
vez, traigas la mayor y mejor exposición que el museo haya visto jamás. Puede
que incluso te suban el sueldo o te asciendan en el trabajo, lo que te daría los
fondos para sacar Alphena al mercado. Todo son ventajas. —Guiña un ojo y
añade—: Además, será una gran historia que contar a nuestros nietos cuando
seamos viejecitas en la residencia.
Tiene razón, pero ¿es suficiente? ¿No sigue estando mal?
—Los negocios son los negocios, nena. No hay nada malo en ello —decide
Sam, y me encuentro asintiendo, aunque todavía no estoy segura.
Carter
—No puedo creer que vayas a hacerlo —me dice Zack con una sonrisa que
muestra demasiados dientes blancos. Es como un tiburón, buscando sangre
en el agua... probablemente la mía.
—¿Estás disfrutando con esto?
Se ríe amargamente, sin molestarse en contraer lo más mínimo su sonrisa.
Ahora que vuelvo a mirar, quizá sea más una muestra de dientes que una
sonrisa.
—¿Estás de broma? Hemos hecho alguna estupidez, pero esto se lleva la
palma... y el pastel... ...y todo el maldito buffet de postres. —Agita las manos
y mira el montaje de la boda en mi salón—. Aun así, no me lo habría perdido
por nada del mundo.
—Estás a punto —le advierto.
Agita una de las rosas blancas que cuelgan de la repisa de la chimenea.
—No me abandonarás ahora.
Tiene razón y lo sabe. Lo quiero aquí, y Luna también.
—Bueno, no tienes que ser tan engreído al respecto.
—Hermano, no lo entiendas mal. A regañadientes y a duras penas estoy de
acuerdo con esto. Por el bien de Luna, no por el tuyo. Esta mierda va a
explotar, y quiero estar aquí para atraparla cuando lo haga. Te quiero, pero
vas a caer de pie. Ella es diferente a nosotros. —Mira hacia la puerta de mi
habitación y, aunque he estado hiperconsciente de ella todo el día y sé que
no se ha abierto, yo también miro.
—No voy a hacerle daño —juro solemnemente.
Menea la cabeza, con los labios apretados. Parece estar pensando si decir lo
que piensa. Con un gran suspiro, me dice con tristeza:
—Creo que tú crees eso. De verdad, o la tendría tan lejos de ti y de este lío
como pudiera. ¿Pero al final? Lo harás. Es inevitable.
—Gracias por el voto de confianza. —Sus palabras fueron duras, así que las
mías son escupidas con rabia.
—Como ella me ha recordado, no puedo hacer nada al respecto. Ella es
diferente a nosotros, pero es más fuerte de lo que piensa, y si le dijera que no,
tendría mis pelotas en un torno. Espero que mantenga esa energía al tratar
contigo.
Extiende la palma de la mano, pero luego cierra el puño y lo retuerce.
Involuntariamente, me estremezco y me cubro.
En ese momento suena el timbre.
¡Salvado por la campana!
—Ese debería ser el Juez de Paz que reservé.
—¿Cuánto tuviste que pagar por una visita a domicilio?
Levanto las cejas y confieso:
—No tanto como para asegurarme de que entiende que se trata de una
situación muy privada. —Zack se ríe y yo divulgo—: Estoy bastante seguro de
que cree que Luna está embarazada.
Vuelven a llamar a la puerta.
—Supongo que está impaciente. —Me enderezo la corbata mientras abro la
puerta, ya diciendo—: Gracias por...
Excepto que no es el Juez de Paz. Es mi hermana.
—¡Kayla! ¿Qué haces aquí? —Exijo bruscamente. Ella no puede estar aquí.
Nadie de mi familia puede saberlo.
Como de costumbre, a Kayla le importa un carajo y entra.
—Me has estado evitando, así que te estoy emboscando para averiguar qué
demonios está pasando.
—No pasa nada.
Me ignora por completo y se centra en Zack, señalándome como si ni siquiera
estuviera en la habitación.
—¿Le crees cuando miente tan mal?
Zack sonríe y sacude la cabeza.
—Es un mentiroso de mierda si lo conoces.
—¿Verdad? —asiente, como si se compadeciera de mí por ser tan malo
mintiendo. Y no es así.
No tengo tiempo para que hablen mal de mí. Tengo que sacarla de aquí.
—Kayla, Zack y yo hemos quedado para trabajar y me estás interrumpiendo.
Kayla pone los ojos en blanco. O supongo que lo hace, pero sólo puedo verle
la nuca. Pero parece algo que ella haría y Zack se resiste a reír.
—Oye, Carter... si tienen una reunión, ¿a qué vienen esas rosas? —Sonríe
victoriosa mientras Vanna Whites29 coloca el arreglo en la repisa de la
chimenea.
Zack pierde la batalla y se ríe.
—Te tiene ahí.
Suspiro y me pellizco el puente de la nariz. En ese momento se abre la puerta
de la habitación y Samantha se asoma.
—Si no ponemos en marcha este espectáculo, Luna podría hiperventilar. Otra
vez.
Samantha y Kayla se miran.
—¿Eres el JP? —pregunta Samantha.
Kayla huele sangre en el agua.
—¿El qué?
Tengo que frenar este tren desbocado, y eso empieza por sacar a Kayla de
aquí. Tomando su codo en el mío, la conduzco a la puerta.
—Hora de irse.
Abro la puerta, con la intención de echarla. Con cuidado, por supuesto. Pero
hay un anciano de pie con la mano preparada para llamar.
—¡Oh! ¡Sr. Harrington! Bonito día para una boda, ¿verdad? —dice.
30 Realidad Virtual.
Elena me dice que le gustaría volver al frente sola, ella y Thomas, dice con
una sonrisa triste y la mano sobre el corazón, y yo me siento pesadamente en
el banco mientras la veo irse.
Todo esto es tan confuso y me da asco por dentro porque, aunque todo lo que
le he dicho a Elena hace un momento era verdad, está construido sobre los
cimientos de una mentira.
Me siento allí sola, mirando el suelo en lugar de las obras de arte, porque las
baldosas insípidas me permiten pensar y procesar. Más tarde, Maeve me
encuentra.
—¡Luna! Cuéntamelo todo —me exige con una sonrisa radiante mientras se
sienta a mi lado, acercándose al acoso sexual en su excitación—. Josie me
llamó al mostrador, ¿y a quién veo sino a Elena Cartwright? ¿De qué la
conoces? ¿La conoces? Te llamó Luna Harrington, no Starr, pero tú eres la
única Luna que conozco, así que supuse que se refería a ti, y parecían muy
unidas.
Levanto la mirada, me paso el cabello por detrás de las orejas y me subo las
gafas por la nariz para poder ver bien.
—Es una historia un poco larga —le digo, esperando que Maeve no haga más
preguntas.
No hay forma de que pueda dar una explicación que tenga sentido. No sobre
ser la esposa falsa de Carter Harrington, y definitivamente no sobre ser la
verdadera.
—Ooh, ¿no es intrigante? —Me hace un gesto con las cejas—. Ya sabes que
me encantan los misterios. Pero por ahora, puedes guardar tus secretos si
podemos hablar de esta oportunidad para el museo. —Ella toma mi silencio
como un acuerdo y dice—: ¿El Thomas Cartwright? Un Thomas. Cartwright.
¿Exposición? ¿Aquí?
—Eso es lo que dijo Elena.
—¿Elena? Te tuteas con Elena Cartwright. ¿Cómo en el mundo? —Maeve
pregunta.
Eso es parte de todo el asunto de la explicación que no puedo manejar, pero
tal vez…
Cíñete al arte, Luna.
—Yo, uhm, conocí a Elena. Y, bueno, ella me mostró la colección de Thomas.
Es increíble, con Renoir, Van Gogh, Picasso, y algunos artistas menos
conocidos también. Incluso pude ver obras que hizo el propio Sr. Cartwright
—Gano vapor mientras describo la colección de Thomas porque la alegría de
verla vuelve a mí—. Nunca había experimentado nada igual. Hay piezas de
las que nunca había oído hablar ni había visto en libros. Quería sentarme y
contemplarlas, estudiarlas centímetro a centímetro. Podría haberme pasado
horas y horas, y pensé que, si yo quería hacer eso, otras personas también lo
harían. Así que sugerí la exposición como forma de homenajearle, y...
Maeve me interrumpe.
—Respira, Luna. Te estás poniendo azul.
Maeve sonríe cálidamente ante mi exuberancia, pero estoy esperando a que
me grite. ¿Por qué? No lo sé.
¿Por hablar para el museo sin permiso? ¿Por ofrecernos de voluntarios para
una exposición? ¿Por querer encargarme de algo más que de las visitas? ¿Por
no responder a su pregunta sobre mi apellido?
Nada de eso sucede. Sólo espera que respire.
Tomo aire y, con una sonrisa vacilante, la miro a los ojos.
—Hola —le digo insegura.
—Buen trabajo. Estoy orgullosa de ti por pensar en el museo durante lo que
parece una visita realmente especial. Le enviaré un correo electrónico a la
Sra. Cartwright para hacer un seguimiento de su visita de hoy...
Guardo silencio hasta que siento que Maeve me mira expectante. Me doy
cuenta de que no me lo estaba diciendo, me lo está preguntando... como si yo
ya estuviera al mando de la exposición.
—¡Oh! Sí, por supuesto.
Maeve asiente y se levanta, tecleando en su teléfono antes de salir de la
habitación.
¡Ya está en marcha! Una colección de Thomas Cartwright aquí mismo, en el
museo, y parece que podré ayudar a coordinarla.
Necesitando celebrar esto con alguien, tomo mi teléfono para enviar un
mensaje a Carter.
¡No te lo vas a creer! ¡Elena ha venido hoy al museo para hablar de la
exposición! ¡Le he hecho una visita guiada!!!!!!!!!!
Debería usar menos signos de exclamación, pero estoy tan emocionada que
básicamente vibro. Enviar mensajes de texto como una niña de secundaria
es la menor de mis preocupaciones, así que pulso Enviar y espero.
Menos de un minuto después, recibo una respuesta.
Carter: Eso es impresionante. ¡Enhorabuena! No puedo esperar a oírlo
todo esta noche.
Yo: ¿Qué tal la reunión?
Carter: Todavía no lo sé. No fue tan receptivo como esperaba.
Yo: ¡Oh, no! Lo siento. ¿Puedo hacer algo?
Los tres puntos permanecen ahí durante mucho tiempo, y me pregunto si
estará escribiendo una novela. O, más probablemente, escribiendo algo sucio
y luego borrándolo, y siento que una sonrisa me roba los labios ante la idea.
Carter: Todo bien. No me rindo tan fácilmente.
Yo: Yo tampoco.
Carter: Buena chica. Voy a una reunión. ¿Nos vemos esta noche?
Le respondo con un emoticono de corazón y guardo el móvil.
No es hasta después de mi siguiente visita cuando me doy cuenta de que no
envié un mensaje de texto a Samantha, Zack o incluso a mi madre cuando
recibí la gran noticia de la exposición. Mi primer y único pensamiento fue que
quería hablar con Carter.
Pero eso no me parece mal en absoluto.
Capítulo 25
Carter
Después de que Luna me cuenta la extraña visita de Elena al museo con
veinte preguntas y la invitación a cenar, me paso la noche dando vueltas en
la cama con la mente a mil por hora. Me siento tres pasos por detrás, y no es
una sensación que me guste, pero mirar al techo no ayuda.
¿Qué hacía Claire en la oficina de Oleana?
¿Por qué fue Elena al museo después de eso?
¿Es esta cena para decirnos que todo está en marcha?
¿O para decirnos que va en otra dirección tanto con su dinero como con el arte
de Thomas?
Me alejo de Luna, planeando dejarla durmiendo felizmente mientras voy a la
sala de estar a conspirar y planear, obsesionarme y analizar. Pero ella
murmura:
—Carter, ¿adónde vas?
Si solo fuera el murmullo medio dormido, podría haberme dirigido al salón,
pero Luna me tiende la mano con dedos agarrados y un gemido de
descontento es demasiado para mí. Me vuelvo a tumbar y ella se acurruca
contra mí, con la cabeza en mi pecho y el cuerpo pegado a mí. Noto que mueve
la mejilla y me doy cuenta de que sonríe mientras duerme.
Debido a mí.
Tener a Luna en mis brazos es una alegría que nunca soñé tener.
Sinceramente, no sé si la había visto de verdad antes de todo esto. Era la
hermana pequeña de mi amigo, pero ahora... la veo. La conozco. La siento.
Paso los dedos por su brazo y le doy un beso en el cabello. No por ella, sino
para tranquilizarme. Tengo un mal presentimiento sobre esta cena, pero me
juro a mí mismo que no dejaré que le pase nada a Luna.
Al final, me duermo de puro agotamiento, pero no sueño con carteras. No,
Luna baila mientras duermo, y duermo mejor de lo que he dormido en años.
Al día siguiente, decido trabajar desde casa, empapándome de toda la
información que tengo sobre la finca Cartwright y luego indagando en lo que
pueda encontrar sobre Claire.
No hay mucho.
En pocas palabras, es sobrina de Thomas, pero sólo porque estoy demasiado
confundido entre bisabuelos, nietos y exparecidos como para saber cuál es
su verdadero parentesco. En realidad, no importa, porque siempre la han
llamado “sobrina”. Está casada con Madison, que prefiere Mads, y tienen un
hijo, Jacob. Todo lo que sabía. Mi investigación muestra que tenía razón en
que Mads es un tipo trajeado, aunque es un directivo de nivel medio, no un
contable como yo sospechaba. Por lo que sé, viven de los fondos del bueno
del tío Thomas: la casa, los autos, las clases de piano de Jacob y mucho más.
¿Quién consigue que ese niño se quede quieto el tiempo suficiente para tocar el
piano? Pobre profesor.
Pero no hay nada preocupante que pueda encontrar. Parece una mujer de
recursos, como muchas otras cuando tu familia es rica al nivel de Cartwright.
—Toma, come algo —me dice Luna mientras pone un bocadillo en la mesa a
mi lado. Lleva todo el día trabajando con Alphena, haciendo ruiditos al
escribir que supongo corresponden a la acción en las páginas de su tablet.
—No puedo. Tengo que resolver esto. —Sigo tecleando, sin saber qué espero
encontrar.
Luna se deja caer en la silla en la que ha estado acurrucada todo el día,
sentada sobre sus pies de una forma que hace que me duelan las piernas, y
da un mordisco a su propio bocadillo. Alrededor del bocado, dice:
—Si no comes en todo el día, cuando Elena te ponga la cena delante, te
comportarás como un ñu voraz.
Sigo sin tomar el bocadillo.
—Tu cerebro necesita combustible para descifrar lo que sea que estés
intentando descifrar. No vas a hacerlo si todo lo que tu cerebro dice es
'aliméntame'. En este punto eres básicamente un zombi que funciona con
cafeína.
Bien, es una buena observación. Tomo un bocado, masticando
pensativamente.
—Claire es la clave aquí. No sé por qué, pero su aparición en la oficina de
Oleana y luego Elena viniendo al museo me preocupan.
Luna toma otro bocado y luego deja su sándwich en favor de su tablet.
—Sea lo que sea, lo manejarás.
Su fe en mí es tranquilizadora. Ojalá yo sintiera lo mismo.
Ella vuelve a trabajar y yo la observo un momento antes de hacer lo mismo.
Esta vez, llegar a casa de Elena está tan plagado de posibles errores como la
última vez. He investigado, planeado y tramado. Luna y yo hemos hecho todo
lo posible para conseguir el dinero y el arte, e incluso hemos llegado a
casarnos de verdad. No debería haber nada que puedan lanzarnos para
arruinar esto.
Pero mi corazón late tan fuerte que casi puedo sentirlo reventar a través de
mi camisa.
Agarrando a Luna de la mano, la ayudo a salir del auto.
—¿Se ha traído esta vez a ese monstruo meón? —dice una voz gruñona.
Miro y veo a Bernard, el jardinero, con una botella de spray en la mano como
si fuera un vaquero del Salvaje Oeste que va a disparar al atracador del banco
cuando pase corriendo. ¿Mi suposición? Nutbuster es su versión del malo, y
haría cualquier cosa para proteger sus rosales de otra ronda de bautismo por
pis de perro.
—No, esta vez no —respondo con una sonrisa forzada, saludando con la
mano.
Su labio se tuerce en un gruñido y me lanza un chorro de agua con un tirón
del brazo. El chorro sale disparado, pero no me alcanza. Creo que realmente
quería que lo hiciera, lo que habría mojado mi traje favorito.
—¿Qué mier...?
Luna me aprieta la mano.
—Gracias de nuevo por cuidar tan bien de Peanut Butter la última vez que
estuvimos aquí, Sr. Bernard. Creo que él también te echa de menos.
No puede ser. Es imposible que el viejo cascarrabias quiera decir eso. Pero
gruñe una vez más y se aleja, con la cabeza gacha y mirando a izquierda y
derecha, como si inspeccionara cada brizna de hierba.
Miro a Luna sorprendido y ella se encoge de hombros. Susurrando, dice:
—A todo el mundo le gustan los perros, incluso a los gruñones.
Elena abre la puerta antes de que pueda llamar.
—¡Eh, ustedes dos! Vengan aquí. —Es sonriente y acogedora, parece contenta
de vernos, y mi ritmo cardíaco disminuye progresivamente.
Abraza a Luna y luego a mí a modo de saludo, haciendo que esto parezca más
una visita a casa de la abuela que una reunión de negocios. Aunque, teniendo
en cuenta lo unidos que han estado Elena y el Sr. Oleana durante años, tal
vez ese sea el tipo de relación laboral que puedo esperar también con Elena.
Me imagino almuerzos mensuales en los que repasamos las finanzas y nos
ponemos al día sobre nuestras vidas. Como amigos, mezclando lo personal y
lo profesional. Sé que eso puede funcionar porque así es como funcionamos
Zack y yo también.
Elena nos hace pasar al salón formal, y toda esperanza muere en mi pecho al
instante. Claire está sentada en el sofá, con cara de satisfacción por nuestra
llegada. Mads está sentado a su lado, examinándose las uñas, aunque, por lo
que he leído, sus manos no han sufrido ningún trabajo duro en toda su vida.
Jacob está sentado de lado en una silla, inclinando su Nintendo Switch a
izquierda y derecha mientras sisea al juego. —¡Ve por él! ¡No! El otro tipo,
¡estúpido!
—Hola, Claire, Jacob —digo con un gesto de la mano—. Tú debes de ser
Mads. —Le tiendo la mano y él mira primero a Claire, como pidiendo permiso,
antes de estrecharla.
—Tú debes ser Carter.
Sus ojos se desvían hacia Luna, que está a mi lado, pero mientras se
estrechan las manos cortésmente, su mirada cae hacia su pecho. Es solo un
instante, pero suficiente. Instintivamente, doy un paso adelante y paso un
brazo por los hombros de Luna de forma posesiva.
—Esta es mi mujer, Luna —digo bruscamente, sintiendo que Luna se
sobresalta por la dureza de mi tono al presentarla.
El cavernícola de mis entrañas se alegra de que lleve camiseta y jeans, porque
si llevara vestido, no sé si podría contenerme y reventarle por atreverse a
mirar los pechos de Luna tan descaradamente.
—¡Madison! —le regaña Claire, tirándole de la mano para que caiga de
espaldas en el sofá junto a ella.
—Sabes que odio eso —le dice. No es un “no me llames así” ni una orden, sino
un recordatorio quejumbroso.
Están manteniendo una conversación silenciosa de miradas y, aunque le
presto atención, me fijo en Luna. Ella boquea.
—Whoa.
Tiene las mejillas sonrojadas y los ojos ardientes. Creo que le ha gustado el
momento cavernícola. Me inclino para darle un beso rápido en la mejilla y
guiñarle un ojo, y ella se abanica en respuesta.
Elena se ríe entre dientes, y Luna recuerda que tenemos público, poniéndose
un poco tiesa a mi lado. Aunque tiene los ojos pegados a su juego, le pregunto
a Jacob:
—¿A qué juegas, chico?
—Mario Kart 8. ¡¡¡Nooo!!! —grita—. Hiciste que me equivocara. —La acusación
recuerda al tono que acaba de emplear su padre.
—Lo siento —digo, sin sentirlo lo más mínimo.
—Siéntate —dice Elena, entrando detrás de nosotros y sentándose al otro
lado de Mads. Espero a que Luna se siente en el sofá y me siento a su lado,
apoyando el tobillo en la rodilla y sujetando la mano de Luna en el muslo.
—Luna no paraba de decirme lo emocionada que estaba por darte una vuelta
por el museo. ¿Qué te ha parecido? —le pregunto.
Elena sonríe cariñosamente a Luna.
—Nos divertimos. Dos señoras hablando de arte. A Thomas le habría
encantado que yo fuera a un museo de arte. Siempre intentaba arrastrarme
aquí para ver este cuadro y allí para ver aquel otro. Como si yo tuviera idea
de algo.
Se ríe ligeramente y Luna sonríe.
—Me divertí, pero creo que le diste un infarto a Maeve apareciendo así. A mí
también, sinceramente.
—Bueno, yo diría que lo escondiste bien —responde Elena, pero entonces la
cara seria que está manteniendo se derrite, y ella y Luna se ríen a carcajadas
juntas, dejando al resto de nosotros mirando confundidos.
—En lugar de hacernos los simpáticos, ¿podríamos hablar de algo realmente
importante? —Claire frunce el ceño mirando a Elena, y puedo sentir el
péndulo de la fatalidad oscilando sobre mi pecho.
—¡Claire! —Elena chasquea bruscamente—. ¿Podrías al menos fingir que
tienes una pizca de corazón en ese vacío al que llamas pecho? Este no es el
tipo de cosas que le tiras a alguien sin avisarle. Tienes que calentarte un poco.
Y sigo pensando que debes estar equivocada.
—No lo estoy —insiste Claire.
—Uh, no quiero interrumpir, pero ¿está todo bien? —pregunto.
Claire frunce el ceño y, aunque Elena niega con la cabeza, hace un gesto de
permiso con la mano.
—Adelante, entonces. Tu funeral.
—Bien. Bueno, entonces... —Claire vuelve su atención a Luna, y puedo sentir
cómo se encoge en el sofá ante la atención sin paliativos que se le dirige.
Mis instintos protectores vuelven a ponerse en marcha, aunque no estoy
seguro de lo que ocurre. Me inclino hacia delante, bloqueando la vista de
Claire.
—¿Qué está pasando?
—Fui a cenar con un amigo hace poco. En un lindo lugar en Bridgeport. —Lo
dice como si eso debiera significar algo. Como no reacciono,
continúa—: Nunca adivinarás a quién vi.
Mads se mueve incómodo junto a Claire, pero ella no parece darse cuenta ni
preocuparse.
—¿Adivinas, Luna? —pregunta con una sonrisa en los labios.
—¿Alguien famoso? —Luna adivina. Noto que se asoma para responderme,
así que me relajo en el sofá y dejo que se encargue ella. Sea lo que sea.
Claire se ríe.
—No, definitivamente no. Aunque probablemente desearías que lo hubiera
hecho. Pero no, te vi a ti.
—¿Yo? —Luna chilla.
—Con otro hombre. —Claire fija los ojos en mí, hambrienta de mi reacción al
enterarse de que mi mujer estaba con otro hombre—. Ella lo besó.
Lo pronuncia, queriendo asegurarse de que no haya lugar a malentendidos.
Luna suelta una carcajada de asombro, pero la furia se apodera de mí. No
por la idea de que Luna bese a otro hombre, porque confío en Luna, sino
porque Claire siente algún tipo de placer enfermizo y retorcido al pensar que
va a hacernos daño a Luna y a mí.
—¿Esta cena era en Capitol Chophouse? —Supongo, entrecerrando los ojos
para calibrar la reacción de Claire ahora. Un poco de cambio es juego limpio,
creo.
—Sí, es bastante bonito. El tipo de sitio al que llevas a alguien cuando quieres
impresionarle. ¿Como una cita, tal vez? —La sugerencia de Claire demuestra
que lo ha pensado mucho, considerando todas las razones por las que Luna
podría salir a cenar con alguien.
—¡Oh! Fui a Capitol Chophouse con… —Luna empieza a explicarse, pero le
pongo la mano en la rodilla y aprieto con fuerza, y se detiene al instante,
aunque me mira interrogante.
Vuelvo a mirar a Luna con dulzura, intentando decirle que se quede aquí
conmigo, y luego dirijo una mirada furiosa a Claire. Aprieto la mandíbula y le
digo:
—¿Puedes decirme qué has visto? Exactamente.
—Ay, cariño. No te preocupes —Elena intenta tranquilizarme, juzgando mal
el objetivo de mi ira. O tal vez está tratando de proteger a su sobrina, no estoy
seguro de cuál.
—Claro que sí. —El placer de Claire es obvio, el regocijo llena sus ojos y su
voz—. Allí estaba yo, ocupándome de mis asuntos, cuando vi a la dulce e
inocente Luna con otro hombre. Era mayor que ella, supongo que tiene un
tipo, ¿eh? Con el cabello castaño y gafas negras. ¿Te suena? —pregunta.
Como me quedo callado, continúa, dando más detalles—. Estaban hablando
muy cerca, casi íntimamente, diría yo. Y entonces tu mujer se acercó aún
más y besó al chico en la mejilla, como quedándose ahí como si quisiera más.
Ella lo hace sonar salaz, como si Luna y este tipo se estuvieran besando en
la mesa, pero lo dudo seriamente.
—Cloro. —Luna hace una arcada a mi lado—. Qué asco.
Su arrebato interrumpe el regodeo de Claire, que mira confundida de mí a
Luna. Me río entre dientes y, tras darle una palmadita en el muslo a Luna,
saco el móvil y encuentro una foto de Zack y yo en una noche reciente. Le doy
la vuelta al teléfono para que Claire pueda ver la foto.
—¿Este es el chico? —Cuando Claire asiente con entusiasmo, me río un poco
más—. Este es Zack, mi mejor amigo.
—Oh, eso es horrible —dice, aparentemente comprensiva mientras sacude la
cabeza, pero el brillo de placer en sus ojos lo desmiente—. Siempre es con el
mejor amigo, ¿no?
—Basta —dice Luna con firmeza, poniéndose de pie y agitando las manos
para detener a Claire—. ¡Zack es el mejor amigo de Carter... y mi hermano!
Elena ríe primero, ululando y carcajeándose ruidosamente.
—¡Claire! Te dije que tenía que haber una explicación razonable, pero no... no
me creíste. Creo que me dijiste que me estaba volviendo un poco crédula con
la edad. Ahora, ¿quién queda como un tonto?
Pero Luna está canalizando su Alphena interior, y está en modo ardiente.
—¿Realmente pensaste que estaba engañando a Carter? ¿Qué clase de
enferma se complace en decirle eso a alguien? No lo hacías por él —acusa
Luna, señalándome. Y luego dirige su dedo acusadoramente hacia
Claire—. Lo hacías por ti. ¿Me viste besar la mejilla de Zack y luego salir
corriendo como un perro con un hueso? Seguro que sí, porque si hubieras
esperado un mísero segundo más, habrías visto a Carter volver del baño y
sentarse a cenar con nosotros.
Claire abre y cierra la boca de asombro. Mads parece muy incómodo sentado
a su lado, o quizá ante la idea de tener que defender a su despreciable esposa.
Elena sonríe al ver a Claire en su sitio. Jacob sigue con la mirada fija en su
juego a pesar de toda la locura. Y yo estoy asombrado... de Luna.
Cuando es callada y tímida, y cuando es ruidosa y dominante, Luna es
preciosa. Y tan condenadamente fuerte. Es increíble.
—Sólo pensé... —Claire balbucea—. Quiero decir, ustedes dos no son
exactamente...
—¿No son qué? —incita Luna con las manos en las caderas.
Claire endereza la espalda, recordando que con ella tampoco se juega, y se
levanta para discutir cara a cara con Luna.
—Mira, ustedes dos forman una extraña pareja. Debes tener diez años menos
que Carter, ¿y de qué demonios hablan? —Ella se burla, luego sonríe con
fiereza— ¿Tal vez esa es la atracción? ¿No eres más que una chica joven y
estúpida que él puede manipular? —Se da golpecitos en la nariz como si nos
hubiera descubierto—. Supongo que tu boca debe servir para algo porque
seguro que no está contigo por tu aspecto.
—¡Claire! —Elena grita.
—¿Qué? Sabes que es verdad —resopla Claire, sin inmutarse por la
reprimenda—. Es imposible que estés pensando en trabajar con esa gente.
—No me importa si crees que es verdad, no lo digas. Carter y Luna no han
sido más que amables, y su relación no es asunto tuyo. Dios sabe que me
mantengo al margen de la tuya y la de Mads, mordiéndome la lengua cuando
eres mala como un tejón de miel con ese dulce hombre. —Se inclina hacia la
derecha, hablando sólo a Mads—. Sin ofender. Y desde luego no te juzgo si te
gusta.
Para ser alguien que promueve mantener la boca cerrada, Elena
definitivamente no lo hace.
Mads se encoge de hombros y le dice a Elena:
—No me ofende. Y no, no disfruto cuando se pone en plan perra.
—¡Madison! —grita Claire, girando para fruncir el ceño hacia él con
enojo—. No soy mala contigo. Díselo a ella. Y no te atrevas a llamarme perra.
Por su parte, Mads mira incrédulo a su mujer.
—Llámame. Mads. ¿Y te oyes? Sí, a veces eres mala. Y perra a veces. Sigo
deseando que las veces que no eres mala superen a las otras, ¿pero luego vas
y haces un truco como este? Simplemente no puedo contigo, Claire.
Parece sorprendida de que se haya atrevido a contestarle, y me pregunto si
es la primera vez que lo hace.
—Creo que le debes una disculpa a Luna y a Carter —le dice Elena a
Claire—. Especialmente Luna.
Claire frunce los labios, como si la idea de una disculpa fuera un trago
amargo. Pero al final, apacigua a su tía.
—Lo siento. —Más tranquila, y dirigida a Mads, murmura—: Aunque no
puedes culparme por suponer lo peor. Quiero decir, ¿en serio? —Sus ojos se
dirigen hacia Luna y hacia mí.
Observo que no se disculpa por nada en concreto, a pesar de que hay varias
cosas por las que debería disculparse. No estoy dispuesto a dejar pasar esto,
siento que tengo que salir en defensa de Luna en muchos aspectos. Que Claire
no vea lo increíble que es Luna no significa que lo sea menos. Es mucho más
que una chica joven y estúpida, y quiero que todo el mundo lo sepa.
Porque yo también era una de esas personas que la pasaban por alto, pero
ahora… la veo. Estoy a punto de decir algo cuando Luna lo hace.
—Disculpa aceptada —dice Luna, sentándose de nuevo a mi lado.
No es suficiente, ni por parte de Claire ni por la mía, pero puedo sentir la
tensión en Luna y eso tiene prioridad sobre lo que piense una zorra como
Claire. Si Luna quiere dejar esto, lo haré... por ella.
Parece que acabamos de esquivar cientos de minas terrestres y aún no nos
hemos sentado a cenar. Nunca me comí ese sándwich, y Luna tiene razón,
me muero de hambre después de semejante descarga de adrenalina y de tener
que morderme la lengua a la fuerza.
—Siento mucho todo esto —añade Elena, aunque ella no tiene nada que
ver—. Son tan lindos como un pastel de melocotón juntos, así que no le hagan
ni caso a Claire.
—Está bien —respondo. No lo está, en absoluto. Pero tampoco merece la pena
reventar este acuerdo, sobre todo ahora que está semimanejado y sé que
Claire es una serpiente en la hierba, esperando para atacar. Estaré en alerta
máxima con ella a partir de ahora.
Luna hace un zumbido y me doy cuenta de que está apretando y soltando las
manos.
—¿Estás bien? —le pregunto frotándole la espalda. Su cabeza cae, sus ojos
fijos en sus manos, y un mal presentimiento recorre mis entrañas—. ¿Luna?
Levanta la vista y me mira a los ojos. Tiene lágrimas en los cristales de las
gafas y le tiemblan los labios.
—Lo siento. No puedo seguir haciendo esto.
—¿Qué? —Tengo medio segundo de no entender antes de que Luna suelte
una bomba de las suyas.
—Carter y yo no estamos realmente casados. Bueno, lo estamos ahora, pero
no lo estábamos. No antes. —Está divagando, que es la única gracia salvadora
que puedo esperar. ¿Tal vez nadie entiende lo que está diciendo?
Agarro su rodilla, apretándola con firmeza.
—Luna. No tienes que hacer esto.
Sacude la cabeza, desoyendo mi petición de que cierre la boca.
Elena mira a Luna con una preocupación casi paternal.
—¿Estás bien, querida?
—No. Carter quería… se suponía que era tutoría de arte. Era eso. Y luego se
declaró. Era un espectáculo, todo fingido. No se suponía que fuera así. Yo
sólo quería ayudarlo. Y luego la colección de Thomas. No podía... Quería verla.
Egoístamente lo necesitaba. Así que vinimos a cenar. Nunca quise... No
quería... pero entonces llegamos a... aquí. —Agita las manos, señalando la
habitación, pero en realidad se refiere a este momento.
Sus divagaciones son rápidas y desordenadas, pero Elena lo entiende. Todos
lo entendemos porque ahora no deja lugar a dudas.
Luna acababa de confirmar la suposición de Claire de que no era posible que
estuviéramos juntos de verdad y, lo que es más importante, estropeara
cualquier oportunidad que tuviera en la cartera Cartwright.
Papá ya está furioso conmigo, y cuando se entere de lo mal que lo dejé, no
volverá a confiar en mí. A este paso, tendré suerte de ser el segundo violín de
Cameron. ¿Quizás me dejen poner las mesas en el nuevo restaurante de su
elegante chef?
Puedo ver toda mi carrera estallando en llamas ante mis propios ojos. Cada
hora extra que he trabajado, cada sacrificio que he hecho, incluso todo lo que
Luna y yo hemos hecho... todo ha sido en vano. Ella acaba de aniquilarlo
todo.
—¡Luna! ¿Cómo has podido? —Exijo con rabia, apartándome de ella en el
sofá. No puedo creer que esté destruyendo todo de esta manera. Teníamos un
trato, un plan, y me está traicionando peor de lo que jamás hubiera creído
posible.
—Odio mentir. Especialmente cuando Elena es... —Mira a Elena, que parece
muy confundida—. Tan dulce. Lo siento mucho. De verdad, lo siento. Se salió
tanto de control, tan rápido.
Luna sale corriendo de la habitación, cerrando de golpe una puerta en algún
lugar del pasillo delantero.
Estoy que echo humo, un pozo oscuro y furioso en el estómago crece
rápidamente hasta consumirme.
—Lo siento... —Empiezo, pero Claire está lista para atacar e interrumpe.
—¿Es verdad? —pregunta.
¿Verdad? Ya no sé qué es verdad, pero no quiero responder a la pregunta de
Claire. Todo lo que diga puede y será usado en mi contra. No en un tribunal,
sino en la práctica de los negocios.
Me levanto y me aliso la corbata hasta que casi me ahogo. ¿O quizá son las
palabras que se me atascan en la garganta?
—Puede que no seamos la pareja habitual ni nos hayamos juntado de la forma
típica, pero Luna y yo estamos casados. Nada de esto significa que no pueda
hacer el trabajo, y me encantaría ser el director financiero de la cartera
Cartwright. Creo que podríamos hacer un buen trabajo juntos, a pesar de los
errores que yo haya cometido.
Intento guardar las apariencias, poniendo una máscara estoica, aunque sé
que todo ha terminado. Incluso cuando me doy la vuelta para irme, siento
que mis planes se convierten en escombros y mi corazón en piedra.
Sigo el sonido de los sollozos de Luna y, en el pasillo, llamo a la puerta del
baño.
—¿Luna? Creo que deberíamos irnos.
Se sorbe los mocos y con voz áspera dice:
—He llamado a Zack para que venga a buscarme. Está de camino para
llevarme a casa.
¿A casa? Ya voy para allá. ¿Por qué necesita que Zack la lleve? Y entonces me
doy cuenta... quiere decir su casa... su apartamento. No a la mía.
Aprieto los dientes ante el nuevo golpe en las tripas.
—Bien.
Elena, Claire y Mads me han seguido hasta el pasillo y están escuchando
nuestro intercambio, pero yo repito innecesariamente:
—Su hermano viene a buscarla. ¿Está bien?
Elena inclina la barbilla, sus ojos parecen más astutos cuando me mira
fijamente. No aguanto más y me dirijo a la puerta.
—¿Carter? —Elena dice, y me detengo, mirando por encima de mi
hombro—. A veces, terminamos en un lugar que nunca pretendimos y
depende de nosotros decidir si nos gusta donde estamos. —Ella asiente como
si eso fuera algo profundo y significativo y no un dicho de galleta de la fortuna
apenas coherente.
Definitivamente no empecé planeando engañar a Elena de esta manera. Todo
se me fue de las manos y seguí pensando que podía arreglarlo. Lo habría
arreglado... eventualmente. Cuando estuviera listo, cuando el trato estuviera
hecho, cuando estuviera planeado y tuviera sentido. No así.
—Gracias. Y de nuevo, lo siento.
Fuera, Bernard intenta hablarme de Nutbuster, pero levanto una mano para
detenerle y subo a mi auto.
Al salir de la carretera, no puedo evitar sentir que dejo atrás algo importante.
Luna.
Le digo a mi cerebro, o a mi corazón, o a mi polla -lo que sea que esté hablando
ahora- que se calle. Yo no la dejé. Ella me dejó cuando le dijo la verdad a
Elena.
Malditas sean las consecuencias.
En cierto modo... es admirable. Desearía haber tenido las agallas para
hacerlo, pero entonces no habría tenido a Luna.... incluso por este corto
período de tiempo.
Capítulo 26
Luna
Oigo el portazo de la puerta principal y salto, aunque sabía que se acercaba.
Carter me dejó. Sabía que acabaría haciéndolo. No podía soportarlo más:
todas las mentiras, que me llamaran infiel, defenderme mientras Carter
estaba sentado en silencio observando cómo me enfurecía con Claire.
Tantas mentiras. A Elena, a Carter, a mí misma.
Pensé que algo bueno pasaba entre nosotros. Tal vez un comienzo extraño,
pero algo real. Lo sentí en las últimas semanas, especialmente desde la boda,
pero todo sigue siendo una estratagema para él. Nada más que una farsa para
cerrar un trato.
Me siento en el suelo con las rodillas apretadas contra el pecho y sollozo
mientras veo el puntito de mi hermano moverse hacia mí en la aplicación que
tenemos para seguirnos. No puede llegar lo bastante rápido y, al mismo
tiempo, querrá respuestas, pero no quiero hablar de esto con él ni con nadie.
Respira, Luna. Adentro, 2, 3, 4. Fuera, 2, 3, 4.
No sé cuánto tiempo permanezco sentada hablando conmigo misma desde el
filo de la navaja de la ansiedad cuando llaman suavemente a la puerta.
—¿Luna, querida?
—Lo siento —vuelvo a decir. No creo que pueda decirlo lo suficiente en este
momento.
—Todos los demás se han ido. Sólo estamos tú y yo. ¿Por qué no vienes aquí
y me dejas hacerte una taza de té?
Elena está siendo demasiado amable, provocando que una nueva ansiedad
se dispare a través de mí. Sacudo la cabeza, aunque ella no puede verme.
—¿Vas a obligarme a derribar esta puerta? Lo haré si es necesario. También
puedo forzar una cerradura si es necesario. Es una buena habilidad —dice
conversando.
¿Cómo?
—¿Cómo... cómo sabes hacer eso? —pregunto. No importa, pero creo que
probablemente por eso lanzó esa información, para empezar.
—Abre la puerta y te cuento mientras te enseño.
¿Una lección de apertura de cerraduras? ¿Ahora? Lo absurdo del asunto hace
que una pequeña sonrisa se dibuje en mis labios.
Casi como si lo supiera, Elena añade:
—Estas viejas cerraduras son bastante fáciles, pero no soy demasiado buena
con las nuevas. Nunca tuve una razón para abrir una de esas, supongo.
—¿Por qué elegiste las viejas? —La pregunta se me escapa sin siquiera pensar
en hablar.
—Porque soy una vieja entrometida, sobre todo —se ríe—. Odiaba no
enterarme de nada, así que solía entrar en el despacho de mi padre y en el
baño de mi madre. Ah, y en el granero, pero eso era una de esas cerraduras
con combinación. La combinación era el aniversario de mis padres. Pan
comido.
Me ha distraído totalmente con su historia, así que doy un respingo cuando
se abre la puerta. Elena está allí de pie, orgullosa a más no poder, con una
horquilla en los dedos.
—¿Quieres esa lección o quieres un té antes de que llegue tu hermano? De
cualquier manera, te vas a levantar de ese piso.
Me tiende la mano para ayudarme a levantarme y, aunque lo tomo como un
gesto de cortesía, no tiro de ella ni un poco. Me levanto sola y Elena me mira
con algo parecido a la aprobación. Pero no puede ser. No puede ser después
de haber mentido y haberme escondido en su baño.
—Vamos, entonces. Creo que voy a tomar un trago de whisky en mi té. ¿Tú
también? —Se da la vuelta y se marcha, dejándome seguirla o no.
La sigo arrastrando los pies y mis Converse chirrían en el suelo de mármol.
—Lo siento —vuelvo a decirle mientras se sirve un chupito... mejor dicho,
dos... en un vaso colocado en una bandeja sobre la mesita. Supongo que
Nelda ya ha estado aquí. Me siento culpable por su duro trabajo preparando
la cena y que nadie se la coma. Me siento en un rincón del sofá y me gustaría
acurrucarme, pero sé que no debo manchar los muebles con los zapatos. Aun
así, si pudiera hacerme uno con el brazo del sofá, lo haría.
—Basta de disculpas, querida. ¿Quieres un chupito fino o uno fuerte como el
mío? —pregunta, alzando la botella de líquido ámbar.
—¿Uh, flaco? —Creo que nunca antes había tomado té con whisky. El vertido
que hace es más ligero que el suyo, pero aún más largo de lo que yo habría
hecho.
Me lo tiende y choca su vaso con el mío antes de sentarse. Bebe un buen
sorbo, traga varias veces y suspira de felicidad. Cuando me mira expectante,
pruebo un poco. No está nada mal, solo un poco pasado de alcohol.
—Gracias.
—Bien, dime qué es verdad y qué es mentira. Parece que necesito una revisión
de mi medidor de mentiras.
En lugar de eso, bebo otro trago de té, pues el ardor que me produce su bajada
me resulta menos doloroso que el ácido agrio de la verdad de lo que he hecho.
Al final, el whisky hace su magia y me suelta la lengua. No sé qué le digo a
Elena, pero esta vez sé que todo es verdad.
Me río ligeramente mientras le cuento lo mal que se le da a Carter recordar
una mierda de arte. Le ruego que me entienda cuando le explico lo mucho
que quería ver la colección de Thomas y lo especial que es para alguien como
yo. Lloro cuando le cuento cómo Carter me cuidó cuando tuve un ataque de
pánico. Me sonrojo cuando le cuento que sus besos me calientan por dentro,
hasta los dedos de los pies, y que cuando sus ojos azules se clavan en mí,
siento que soy hermosa.
—Incluso si eso no es realmente cierto. Quiero decir, sé lo que Claire quería
decir. Carter es… Carter. Y yo soy... yo. No somos exactamente una pareja
hecha en el cielo.
—Cierra el pico. Puede que no sea un detector de mentiras andante, dada la
situación actual, pero puedo ver cómo te mira ese chico. Nadie necesita
entender su amor excepto ustedes dos.
Suelto una carcajada amarga.
—¿Amor? No lo creo. Carter nunca se enamoraría de mí. Y a pesar de estar
casada con él, tampoco creo que un hombre que llegaría tan lejos por un
negocio sea el adecuado para mí. El dinero nunca ha sido tan importante para
mí. No tenemos sentido.
—Nunca digas nunca —responde ella.
Suena el timbre y Elena se levanta.
—¡Yo voy, Stanley! —grita. Más tranquila, me dice—: Está por aquí, seguro
que sabe todo lo que ha pasado. Si soy entrometida, ese viejo es Pinocho.
Desaparece y reaparece un momento después con Zack a remolque.
—Ves, como te dije, ella está bien. Tomando un té de suero de la verdad. —
Me guiña un ojo, y me doy cuenta de que su oferta de té no era del todo
amistosa, después de todo. También tenía motivos ocultos.
Sentándose a mi lado, Zack pregunta:
—¿Qué ha pasado?
—Claire nos vio a ti y a mí y pensó... —Un escalofrío de asco hace que todo
mi cuerpo se mueva con repulsión—. Lo arreglamos, pero yo ya no podía
hacerlo. —Levanto la vista, esperando que me entienda—. Le dije la verdad a
Elena.
—Maldita sea, Moony —susurra—. Realmente sabes cómo joder la mierda,
¿no? ¿Qué pasa con Carter?
Mis ojos caen de nuevo mientras me encojo de hombros.
—Se fue.
—Él. Se fue. —Está diciendo lo mismo que yo, pero suena muy diferente.
Estoy resignada, pero Zack está lívido y trata de ocultarlo. Lo conozco lo
suficiente como para reconocerlo.
—No pasa nada —le digo, intentando calmar su enfado—. No importa.
¿Podemos irnos a casa? Quiero irme a casa.
Dejé que Zack y Elena me acompañaran a la puerta, sintiéndome como un
zombi.
—¿Debería haber mantenido la boca cerrada? —Me pregunto en voz alta, sin
saber a quién se lo estoy preguntando.
—No, cariño —responde Elena mientras me pasa un brazo por los
hombros—. Hiciste lo que tu corazón te dijo que hicieras, y escuchar a ese
músculo palpitante de la autodirección es siempre lo correcto. —Se palpa el
pecho, justo encima del corazón, y me pregunto qué le estará diciendo ahora.
Esta anciana es casi Yoda con sus niveles de sabiduría.
Pero la verdad es que probablemente esté contenta de librarse de nosotros.
Alguien que te miente a la cara no es alguien que quieras que administre tu
dinero. Y alguien que quiere que mientas, te mentirá. Debería haberme dado
cuenta de eso sobre Carter antes. Yo también, porque estaba demasiado
dispuesta a seguirle la corriente. ¿Y para qué?
Ver la colección de Thomas se siente manchado ahora por mi propia
decepción. No merecía verla.
—Gracias por cuidar de ella, señora Cartwright —le dice Zack a Elena en la
puerta principal.
Echo un último vistazo a la obra de Eakin en el vestíbulo, recordando la
alegría que sentí al verla por primera vez. ¿Cómo he podido faltar al respeto
a una obra de arte creada con tanto corazón e impregnada de tanto significado
de la forma en que lo hice?
—Lo siento —digo una vez más. Esta vez, a Thomas.
Me quedo callada en el auto después de decirle a Zack que no quiero hablar
de ello. Entendió lo esencial, de todos modos. Arruiné la oportunidad de
Carter en la cartera Cartwright. Por suerte, respeta mi deseo y no dice nada
hasta que llegamos a mi apartamento.
—¿Moony? —dice en voz baja—. Sólo quiero que sepas que lamento haberte
metido en esto y que te amo. Pase lo que pase.
Asiento con la cabeza y le dedico una pequeña sonrisa.
—Gracias.
Entrar en mi apartamento es extraño. No he estado aquí en un tiempo, y
parece vacío, incluso con Zack aquí conmigo.
—Ve a ponerte ropa cómoda o a darte un baño —me ofrece, intentando
consolarme, pero no hay nada que pueda hacer para arreglar esto y, de todos
modos, no es el mejor para las cosas sentimentales. Por supuesto, yo
tampoco.
—Un baño suena bien —le digo, sabiendo que no tengo energía para nada de
eso. Pero entro en el cuarto de baño, tapo el desagüe y abro el grifo. La
temperatura no importa porque no me voy a meter. Sólo necesito el ruido para
tapar lo que probablemente va a ser un feo llanto.
En lugar de eso, me siento en la tapa del váter, me abrazo las rodillas al pecho
y cierro los ojos. Pero las lágrimas no salen. Sólo me siento vacía, una cáscara
de mí misma que ni siquiera tiene la energía para dejar salir el dolor que llevo
dentro.
En algún momento, llaman a la puerta.
—Estoy bien, Zack. Me voy a la cama después de esto. Puedes irte, pero
gracias por venir a buscarme.
La puerta se abre de golpe. ¡Maldita sea, la gente sigue entrando en el baño
esta noche! Pero no es Zack, es Samantha.
—Ves, te dije que no estaba desnuda aquí —le informa Sam a Zack con
descaro. Zack se tapa los ojos con la mano, presumiblemente porque pensaba
que estaba desnuda en la bañera.
—¿Luna? —La voz de Zack es tranquila pero tensa. Probablemente también
esté enfadado porque le he mentido. Supongo que lo estoy convirtiendo en un
hábito. El pensamiento hace que las lágrimas finalmente se derramen, por
alguna extraña razón.
—Yo me encargo —le dice Sam a Zack, como si no estuviera aquí
escuchándolos. Ella le empuja hacia la puerta, intentando cerrársela en las
narices, pero él no se va fácilmente.
A pesar de todas las pruebas de lo contrario, le digo:
—Estoy bien.
No importa si él está aquí o Sam está aquí. Todo lo que voy a hacer es
sentarme y revolcarme en mi propia angustia mental hasta que me duerma.
A lo sumo, pintaré si me siento con fuerzas para plasmar estas emociones en
el lienzo.
Zack me besa la cabeza, le dice algo a Sam que no oigo y entonces la puerta
principal se abre y se cierra. Me doy cuenta de que no he oído llegar a Sam.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —pregunto.
—Lo suficiente para saber lo que está pasando. Ahora, venga... vamos a la
cama para que podamos fantasear con formas de matar a Carter Harrington
sin que nos pillen. —Sam desenchufa la bañera, me agarra de la mano y me
levanta. Ni siquiera me importa que tenga la mano mojada, algo que
normalmente me molestaría.
—Zapatos fuera. —Me quito las Converse de una patada, dejándolas en un
montón, y me meto en la cama, con jeans y todo, para agarrarme a la
almohada. Ella se sube a mi lado, sentándose con la espalda apoyada en el
cabecero—. Bien. De acuerdo, me inclino por llevarlo a una granja y dejar que
los cerdos lo maten. He oído que es una buena manera de deshacerse de un
cuerpo.
Lo dice con indiferencia, como si una fantasía de asesinato y abandono de
cadáveres fuera una conversación ligera. Supongo que es normal después de
una ruptura, aunque no lo sé con certeza porque nunca he roto con nadie. Y
menos después de algo así.
¿Es siquiera una ruptura si nunca fue real en primer lugar?
Sacudo la cabeza.
—¿Demasiado? Bien, ¿quizás deberíamos hacer de su vida un infierno?
Normalmente, diría que lo asustáramos con un susto de ITS, pero eso no es
realmente posible aquí. —Parece triste por ese hecho, pero sólo me recuerda
que mi única experiencia sexual “real” es con Carter. Juro que mi cuerpo se
aprieta ante la idea de volver sólo a los juguetes después de conocer la forma
en que Carter puede hacerlo cantar—. ¿Y si...?
No sé cuántas ideas se le ocurren a Sam. Creo que intenta hacerme sonreír
un poco cuando sugiere rociar la parrilla del AC de su auto con un spray para
pedos, riéndose mientras me asegura que hará que su Mercedes huela a
cagadero para siempre. Al final, me duermo y Sam sigue haciéndome
sugerencias.
Capítulo 27
Carter
—El Sr, Harrington te vera ahora.
La asistente de papá es tan profesional como siempre, pero a pesar de todo
percibo fatalidad en su voz casi sonora.
—¿Alguna pista sobre lo que pasa? —Levanto las cejas con la intención de
sonsacarle información, pero me duele y hago una mueca de dolor. Intento
tocarme el moratón de la mejilla izquierda, pero en el último momento desvío
la mano y me enderezo la corbata, sin querer invitar a más preguntas que las
que ya tiene en los ojos.
—No estoy en libertad de decirlo —responde cortésmente, prefiriendo ignorar
el ojo morado como la profesional que es.
—Por supuesto.
Permanezco un segundo ante la puerta de papá, armándome de valor. Sé que
se trata de la oportunidad Cartwright. No le he contado lo de anoche, pero no
dudo de que lo sabe. De alguna manera, siempre lo sabe. Como si pudiera
sentir la perturbación en la atmósfera cuando algo pasa con sus hijos.
Y si no lo hace, lo sabrá en cuanto me vea. Podría haberme defendido de Zack,
pero no lo hice. Me merecía cada golpe que me pudiera dar.
Al entrar en el santuario de mi perdición, finjo una despreocupación que no
siento.
—Hola, papá, ¿qué pasa?
—¿Qué demonios te ha pasado? —sisea papá, retrocediendo visiblemente al
mirarme.
—Oh, está bien. Deberías ver al otro tipo. —La broma cae por su propio peso
y papá me mira expectante, exigiendo en silencio más explicaciones—. Zack
y yo tuvimos unas palabras. Lo solucionaremos.
—¿Zack hizo eso? —Papá suena más impresionado que enfadado—. ¿Por
qué?
No tengo oportunidad de explicarme porque el altavoz de papá zumba.
—Sr. Harrington, su cita de las diez está aquí.
—¿Quieres que vuelva más tarde? —pregunto, esperando una escapatoria.
Papá señala con firmeza una silla.
—Esta reunión es sobre ti, aparentemente. Siéntate.
Confundido, bajo a la silla cuando se abre la puerta, pero cuando la asistente
de papá hace pasar a Claire Reynolds, me levanto rápidamente.
—¿Qué haces aquí?
—Yo también me alegro de verte, Carter. Parece que anoche recibiste un poco
de lo que te merecías —dice con suficiencia, tocando suavemente la zona
debajo de su ojo.
—¿Lo que se merecía? —Papá resuena con dureza.
Me gustaría pensar que está de mi parte y que no le gusta que nadie sugiera
que uno de sus hijos merece una paliza, pero siendo realistas, probablemente
sólo quiere respuestas. Y las quiere ahora.
—¿No te lo ha dicho? Perdona que te lo cuente —dice Claire con
obsequiosidad, claramente encantada de ser ella quien me clave el cuchillo
entre las costillas—. Anoche cenamos juntos en la finca de los Cartwright.
Fue, cuando menos, agitada.
Veo el pequeño respingo de papá al oír el nombre Cartwright. Cree que ya
sabe de qué va todo esto. Me ordenó que le dijera la verdad a Elena y supone
que lo hice, convirtiendo esto en su oportunidad para suavizar las
consecuencias.
Excepto que no tiene ni idea de lo profundo que llega esto.
Papá recurre a su característico encanto.
—Me alegro de volver a verte, aunque el comentario de 'agitada' me tiene
preocupado. —Se levanta para ofrecerle un apretón de manos, que ella acepta
con delicadeza.
—Debería estarlo, Sr. Harrington. Me temo que estoy aquí con algunas
preocupaciones serias. —Mientras se sienta, me mira de reojo para dejar claro
su punto de vista.
Papá y yo volvemos a sentarnos y el pavor me invade las entrañas. Me he
pasado toda la noche intentando encontrar la manera de arreglar esto, pero
no hay vuelta atrás, por mucho que desee que no sea así.
Cuando Zack entró anoche por mi puerta, gritando y lanzándome un gancho
limpio al ojo seguido de un puñetazo en las tripas antes de ponerse a trabajar
de verdad, le dejé. No me importó porque la verdad era que estaba pensando
en Luna.
Estaba agachado y resollando cuando Zack me gruñó.
—Sabía que esto pasaría, joder. Te lo advertí, pensando que quizá dejarías de
dejarte llevar por la polla y usarías el cerebro para variar. Especialmente con
mi hermana.
—¿Luna está bien? —jadeo.
—No gracias a ti, pero sí. Está en casa, llorando a mares con Samantha.
Deberías cerrar la puerta con llave porque Sam está loca de remate y
probablemente vaya por un allanamiento de morada esta noche y haga que lo
que estoy a punto de hacer parezcan golpecitos de amor.
—Aww, sí que te importa —gruño, sonriendo a pesar del dolor mientras vuelve
a golpearme en las costillas. La cara no, nene. Es la máquina de hacer dinero.
—Vete a la mierda, Carter. Deja a mi hermana en paz.
De pie, pero aún un poco encorvado, aclaro:
—¿Seguimos almorzando esta semana?
—Sí. Tú invitas.
Zack se había ido, pero yo me había quedado con la imagen de Luna llorando
y no había podido concentrarme bien en lo que podía hacer para arreglar este
asunto. Ahora, listo o no, es hora del espectáculo.
—Estaré encantado de escuchar cualquier inquietud que tengas —le dice
papá a Claire, abriendo la puerta de par en par para que me destroce por
completo.
Sonríe malvadamente, pero transforma su rostro en algo más parecido a la
preocupación, como si acabara de recordar que se supone que no debe
mostrarse petulante ante esta situación.
—Papá... —Empiezo, pero levanta una mano y me interrumpe.
—Sra. Reynolds —le dice, devolviéndole la palabra.
—Gracias. Me preocupé desde el principio cuando Carter se acercó a mi tía,
pero después de lo de anoche... —Ella se desvanece, haciendo un chasquido
con la lengua—. Bueno, basta con decir que estoy alarmada por la forma en
que ha representado a Blue Lake Assets.
Recorre el despacho de papá como si fuera la caravana de un vendedor de
autos usados, jugando con la preocupación más profunda de papá: el legado
del negocio familiar.
—¿Qué pasó exactamente?
—Creo que tienes alguna idea, dado que también te referiste a Luna como la
mujer de Carter durante la cena en tu casa. —La acusación es atrevida, sobre
todo por el tono decepcionado que adopta.
Papá suspira y me lanza una mirada de frustración antes de volver a centrar
su atención en Claire.
—Sí, por desgracia —empieza, entrelazando los dedos sobre su
escritorio—. Después de cenar, Carter y yo hablamos de que había que
abordar el malentendido sobre su matrimonio. Supongo que se trata de eso.
Claire entrecierra los ojos, evaluando de nuevo a papá.
—Sí... y no. Carter no dijo nada sobre su matrimonio después de nuestra
primera cena. Pero yo notaba que había algo raro entre ellos; soy muy
perspicaz. Y cuando vi a Luna cenando con otro hombre... Supe que tenía
razón. —Se da un golpecito con una uña en la sien mientras asiente, dándose
la razón a sí misma.
Intento interrumpir para explicarme, pero papá niega casi
imperceptiblemente con la cabeza. Inhalo profundamente, reprimiendo las
palabras... por ahora.
—Intenté hacer entrar en razón a la tía Elena. Pero había tenido una reunión
con Carter y nuestro planificador financiero familiar y creía que había ido
bien.
Me recorre una pequeña sacudida de satisfacción. Sabía que había superado
esa reunión.
—No me escuchaba, no importaba cuántas veces se lo dijera. Se ha vuelto un
poco testaruda y es bastante despistada. Pero anoche habló con Luna y las
invitó a su casa. Me uní a ellas, con la esperanza de aclarar las cosas...
—¿Te refieres a acusar alegremente a Luna de engañarme con su
hermano? —No puedo quedarme de brazos cruzados mientras Claire se pinta
a sí misma como la sobrina perfecta que intenta cuidar de la anciana
olvidadiza. Eso no es en absoluto lo que está pasando.
—Carter —dice papá con severidad.
—Puede que haya habido un malentendido. Supongo que la cena fue con su
hermano. —Pone los ojos en blanco como si eso fuera un detalle sin
importancia, y luego suelta otra bomba—. Pero Luna fue bastante clara -
aunque un poco histérica- cuando explicó que su matrimonio era una farsa...
y luego se volvió muy real. Muy real, por lo que parece.
Papá se inclina bruscamente hacia delante.
—¿Perdona? —le exige a Claire, pero entonces sus ojos saltan hacia
mí—. Carter, ¿de qué está hablando?
Le miro a los ojos con descaro.
—Mentir no le pega a un Harrington, algo que me has dicho toda la vida, así
que lo convertí en verdad.
—¡Te dije que dijeras la verdad, no que la convirtieras en
verdad! —ladra—. ¿De verdad te casaste con Luna Starr?
—Lo hice. —Asiento, pero luego confieso—: Aunque ahora no va bien.
Claire suelta una carcajada.
—Yo diría.
Papá no puede más y se vuelve contra Claire.
—Le agradezco que me haya informado, Sra. Reynolds. Parece que Carter y
yo necesitamos tener una conversación privada para discutir algunos asuntos
familiares.
Se resiste, probablemente porque quiere ver cómo papá me abofetea, pero
cuando él le tiende la mano, no tiene más remedio que hacer lo mismo. Claire
estrecha la mano de papá, rozándolo de nuevo con delicadeza, y luego me
mira por encima del hombro.
—No vuelvas a contactar con mi tía —ordena—. O me veré obligada a tomar
nuevas medidas. —Deja caer la amenaza y, con una mirada de acero, da
media vuelta y se marcha.
En cuanto se cierra la puerta, papá se desploma en la silla y se pasa las
manos por la cara.
—Carter... ¿en qué demonios nos has metido?
—Sí, todo esto es sobre ti —gruño, harto de su mierda al menos por un
momento—. He estado trabajando en este acuerdo durante semanas y acaba
de estallar en un resplandor de gloria, pero sí, vamos a hablar de ti.
Sus ojos se aclaran al posarse en mí.
—¿Yo? Prueba con la empresa. Eso es lo que me preocupa, lo que siempre me
preocupa. ¿Y luego vas y haces algo estúpido como esto y pones todo en
riesgo?
Me callo, sabiendo que tiene razón, pero sin querer admitirlo.
—Tendremos que anular el matrimonio —declara, como si fuera su
decisión—. Porque estoy seguro de que no te molestaste en hacer que Luna
firmara un acuerdo prenupcial, ¿verdad?
—Luna no es así. No quiere mi dinero —le digo fríamente. No puedo creer que
sugiera algo así—. Y no quiero una anulación. Quiero...
¿Qué es lo que quiero?
Ni siquiera estoy seguro de saberlo. O tal vez no quiero admitirlo, porque si lo
hago... puedo salir herido.
Estoy enojado con Luna, eso es seguro, pero no quiero pretender que esto
nunca sucedió. Porque pasó. Miré a Luna a los ojos mientras decíamos
nuestros votos, la sostuve en mis brazos mientras se deshacía en éxtasis,
escuché sus sueños sobre cómo Alphena puede cambiar la vida de las
jóvenes, y mucho más. Sí, estoy loco, pero no puedo imaginarme la vida sin
ella.
La quiero.
Quiero a Luna.
La intuición me golpea con fuerza. ¿Cuándo ocurrió? No estoy seguro de poder
señalar un momento exacto, pero en algún lugar de este loco lío, creo que me
enamoré de Luna Starr. No, Luna Harrington. Mi esposa.
Y quiero el trato Cartwright. Me gusta Elena y su forma de ver el mundo. No
se toma demasiado en serio a sí misma y quiere tener un impacto positivo.
He disfrutado investigando su cartera y analizando formas de maximizar sus
inversiones para que pueda dejar un legado del que se sienta orgullosa. Me
ha hecho reconsiderar lo que hago día a día y el legado que quiero dejar.
¿Es vivir a la sombra de Cameron en Blue Lake? ¿Es luchar para que papá
me vea como un colega profesional? ¿O algo completamente distinto? Lo que
sí sé es que me he divertido más con este asunto que con cualquier otro en el
que haya trabajado, y no me siento ni remotamente acabado. Quiero seguir
adelante, seguir trabajando con Elena y toda su herencia.
Papá aprovecha la oportunidad de mi silenciosa comprensión para intervenir.
—No siempre conseguimos lo que queremos, Carter. —Lo dice como si fuera
una lección divina e importante—. Esperemos que firme la anulación para
que no pierdas la mitad de todo. —Pensando que es una amenaza válida o
una posibilidad real, mira al techo con un suspiro. No sé si está rezando para
que Luna firme o rezando para tener la paciencia de contenerse y no
matarme—. Llamaré a nuestro abogado para que prepare el papeleo. Y, joder,
no le digas a tu madre que te has casado sin ella.
Como si nada, empieza a teclear en su ordenador. Probablemente enviando
un correo electrónico a legal.
Es un claro rechazo. Él tiene la última palabra y yo debo seguirle la corriente
como un buen perro.
Pero no esta vez.
—No —afirmo con firmeza—. No hay anulación, y no he terminado con este
trato Cartwright. Y ciertamente no he terminado con Luna.
Antes de que pueda responder, salgo de la habitación, sintiéndome libre como
hacía mucho tiempo que no me sentía. Quizá nunca. Tengo una misión, dos.
Luna.
Elena.
En ese orden.
Capítulo 28
Luna
No había llamado para decir que estaba enferma ni un solo día en los años
que llevo trabajando en el museo... hasta hoy. Sencillamente, esta mañana
no tenía ganas de “gente”. En lugar de eso, antes de irse a la escuela,
Samantha nos trajo café y panecillos, se aseguró de que me duchara y me
pusiera ropa nueva para “sentirme guapa”, y luego me preparó mi tablet para
trabajar. Bien, ella lo llamó “ahogar mis emociones en un mundo de fantasía”,
pero es lo mismo.
Después de trabajar en ella durante horas, me di cuenta de que mi tablet
había estado en casa de Carter. No tengo ni idea de cómo ha llegado hasta
aquí, pero me alegro de tenerla porque casi he terminado esta edición de
Alphena. La escritura ha ido muy bien, esta edición casi se escribe sola.
En esta parte, Alphena le muestra a un tío de los podcasts el error de su
misoginia y, milagrosamente, entra en razón. Y lo que es aún más
extraordinario, no es por sus pechos, sino por su cerebro.
“¿Ves? La gente puede cambiar”, proclama Alphena triunfante en la página.
—Bla, bla, bla —le digo a mi personaje alter-ego, irritada porque está “a favor
de la gente” en un momento en el que yo preferiría aislarme de todo el mundo
y convertirme en una ermitaña. Salí de mi zona de confort y me subí a una
balsa inestable en un mar tempestuoso de mentiras y emociones. Son las dos
cosas que peor se me dan, pero hice todo lo que pude. De verdad que lo hice.
Aun así, acabé siendo un desastre confuso y destrozado.
Lo sé muy bien. Por eso me quedo con los tours del museo, los amigos íntimos
que conocen mis puntos fuertes y respetan mis límites, y un mundo de
fantasía diseñado por mí. Así es más fácil.
Viendo la alegría de Alphena por su logro, me planteo tachar los dos últimos
capítulos de resolución feliz y, en su lugar, hacer que Alphena tire a Podcast
Dude a un pozo de serpientes y deje que le muerdan los huevos y el pene. Eso
sería más probable.
—¡Cambia eso! Ugh! —Garabateo en la tablet con el bolígrafo y, con un rugido
de frustración, la tiro al sofá a mi lado. Me echo hacia atrás y me acurruco
con la almohada del sofá entre los brazos. Con una mano, trenzo los hilos de
las borlas del cojín y pienso qué hacer con mi historia. Y con mi vida.
Estaba bien... hasta Carter.
Estoy furiosa con él, pero también decepcionada conmigo misma, lo que sólo
hace que me enfade más por lo que hicimos. Anoche, alcancé mi umbral y
simplemente no pude contener más la verdad. Burbujeó fuera de mí,
aliviando una fuerte presión contra la que no me había dado cuenta de que
estaba luchando.
Doy un sorbo al café que lleva demasiado tiempo sobre la mesa, molesta
porque se ha enfriado pero dispuesta a beberlo porque está más dulce que un
caramelo gracias a los cuidados de Samantha. Los golpes en la puerta
también me molestan, al igual que la manta que intenta estrangularme los
pies al levantarme.
—Suéltame —le digo a la tela suave y mullida con la que me suele encantar
acurrucarme, arrastrándola por media habitación. Finalmente, lo hace justo
antes de que abra la puerta de golpe, molesta también con él—. ¿Qué?
Supuse que era Samantha o Zack que venían a ver cómo estaba. Lo que no
espero es ver a Carter allí de pie, sonriendo como un tonto con un ojo morado.
—Luna —suspira justo antes de tomarme en brazos.
Mis pies cuelgan hacia el suelo mientras él me abraza con fuerza. Me siento
tan bien hundiéndome en él por un momento que mi mente se convierte en
una pelusa esponjosa y todo mi cuerpo se relaja. Entonces recuerdo que estoy
enfadada y me agito, pataleando y empujándole los hombros.
—Bájame.
Mis pies tocan suavemente el suelo, pero Carter no me suelta. Me agarra el
rostro con las manos mientras su sonrisa crece por momentos, y juro que
está a un suspiro de besarme como si nada hubiera pasado.
—Te he echado de menos.
Lo empujo.
—No. No hagas eso.
Me alejo dando pisotones, recojo la manta y la doblo sin cuidado. La dejo en
el sofá, recojo la tablet y la dejo sobre la mesa. Eso me lleva a la taza de café,
y la llevo a la cocina, vertiéndola en el fregadero. Cualquier cosa que me aleje
de Carter. Pero él me sigue hasta la cocina, me atrapa y me hace desear haber
elegido un piso más abierto.
—Luna, tenemos que hablar. —Parece tan seguro de que haré lo que quiere,
pero esos días ya pasaron.
Ya he hecho demasiado por Carter, y el resultado final es que estoy enfadada
conmigo misma y con él.
—Deberías irte. —Pongo la taza en el lavavajillas—. No tengo nada que decir.
—Eso no es verdad. Tienes tanto que decir, que puedo ver las palabras
revueltas detrás de tus ojos.
Carter tiene razón, pero decirle lo que pienso no nos hará ningún bien a
ninguno de los dos. Quiero alejarme y fingir que esto nunca sucedió para
poder volver a mi vida cómoda y predecible.
—No importa. Sólo vete.
Intento pasar a su lado, pero Carter me agarra los brazos con las manos.
—Me importa, Luna.
Riendo amargamente, me zafo de su agarre.
—No, no es así. Si fuera así, no me habrías arrastrado a todo esto.
Sus ojos se abren de par en par.
—¿Te arrastré? En cuanto mencioné la colección de Thomas, te subiste a
bordo. ¿Te acuerdas? —Cruzo los brazos sobre el pecho, gritándole con los
ojos y esperando que los cristales de mis gafas lo amplifiquen como la luz del
sol a través de una lupa y se fría como una hormiga. Me devuelve la mirada,
frustrado—. Sin embargo, es más fácil echarme toda la culpa a mí, ¿no?
Supongo que has decidido que soy tu chivo expiatorio demasiado conveniente.
Pongo algo de espacio entre nosotros, pero no puedo hacer otra cosa que
mantener las manos ocupadas. Recurro a juguetear, retorciéndolas mientras
aclaro:
—No te estoy culpando. O no sólo a ti. Yo también me equivoqué. No debería
haber seguido tu estúpido plan para poder ver la colección de arte. No importa
lo increíble que sea, fue un error.
Ya me he hecho pasar un mal rato por eso y no necesito que Carter repita la
conversación o me saque de la autoflagelación.
Respira hondo y sus ojos azules se clavan en mí. Siento como si lo viera todo:
mis nervios, mi rabia e incluso el deseo que reprimo tan profundamente que
niego que exista.
—Ni siquiera he venido por eso. Creo que estamos mucho más allá de eso, y
ambos lo sabemos. Quiero hablar de nosotros.
Me río.
—¿Nosotros? Nosotros no existimos.
Él interviene de inmediato y afirma:
—Pero lo hacemos. Estamos casados... de verdad. Mi padre está hablando de
anulaciones y acuerdos prenupciales...
—¿Es eso lo que te preocupa? —ladro—. Bien. Enséñame dónde hay que
firmar y te tranquilizaré. Sólo quiero que todo esto termine. —Agito las manos,
deseando poder borrar todo esto con una simple firma. Si fuera tan fácil. Pero
nunca sacaré a Carter de mi corazón, no importa cuántas veces firme nuestra
separación.
—¡No! —Carter grita.
El vecino golpea la pared y yo grito:
—¡Lo siento! —Miro fijamente a Carter y le digo—: Se acabó. Envíame la
documentación y haremos como si esto no hubiera pasado. Será fácil para ti.
Se te da bien fingir. —Sé que es un golpe bajo, pero estoy demasiado enfadada
para que me importe.
No pestañeo, pero no veo que se mueva. De todos modos, de repente estoy
presionada contra el mostrador, inmóvil en el agarre de Carter, con él en mi
rostro.
—Esto no ha terminado. Nunca terminará.
—¿Qué?
No llego a terminar mi pregunta porque Carter me besa. Su tacto es poderoso,
sus labios firmes y su lengua exigente. Me retuerzo, intentando zafarme, pero
él gime, y juraría que suena como mi nombre, pero eso no tiene sentido. Todo
esto no tiene sentido.
Me baila con determinación por el pasillo, con su boca inflexible sobre la mía
durante todo el camino.
—Es real —murmura, y me besa desde la mandíbula hasta la oreja—. No sé
cuándo, y no me importa una mierda. Pero esto... Es. Real.
—No, no lo es —argumento, pero inconscientemente inclino la cabeza para
darle mejor acceso.
Me muerde bruscamente el tendón del cuello, no lo suficiente para hacerme
daño, pero sí para llamar mi atención, y yo jadeo.
—Te gusta, ¿verdad?
Sacudo la cabeza a pesar del calor que se acumula en mi centro. Siento la
risita de Carter más que oírla, la vibración me acelera el corazón.
—Sí, te gusta. Si te toco ahora mismo, estarás empapada para mí, ¿verdad?
La respuesta de mi cuerpo a él no es más que una respuesta biológica.
¿Cuántas veces me he dicho eso para mantener mi corazón protegido? Pero
sé... que no es verdad. Pero que mi corazón y mi cuerpo sean estúpidos no
significa que yo tenga que serlo, y su traición sólo hace que me enfade más.
—Suéltame, Carter —le ordeno.
Sonríe y me suelta, pero no me he dado cuenta de que me ha llevado a mi
habitación, justo hasta el borde de la cama, y cuando me suelta, caigo de
espaldas sobre la mullida superficie. Hago un ruido de sorpresa y lo miro
acusadoramente con el ceño fruncido.
Se mete entre mis piernas y se inclina sobre mí, con las yemas de los dedos
abollando el colchón. Al principio me inclino hacia atrás, intentando alejarme
de él, pero cuando veo un brillo burlón en sus ojos, me quedo inmóvil,
obstinada en mantenerme firme. Espero que él también pare, pero no lo hace.
Vuelve a taparme la boca con la suya.
Me quedo quieta, pero al cabo de un momento, no puedo resistirme. Le
devuelvo el beso, exigiendo más.
—Te odio —gruño dentro del beso y luego le muerdo el labio con los dientes,
sabiendo que es demasiado fuerte, pero queriendo hacerle daño—. Te odio.
Sin inmutarse, se encoge de hombros.
—Te amo —dice Carter mientras me acaricia los pechos. Me río por lo absurdo
que resulta y me pellizca los pezones como castigo. Incluso a través de la
camisa, el dolor es agudo y... maravilloso. Me arqueo entre sus manos y
vuelve a hacerlo—. Te amo.
—No me amas. —No sé por qué dice que me ama cuando no hay forma de
que sea verdad. ¿Ha olvidado la verdad de toda esta situación? Es todo por
su trato.
Ni siquiera nos gustamos.
Bueno, me gusta lo que le hace a mi cuerpo. La forma en que me chupa los
pezones. Me ha empujado de espaldas a la cama, me ha quitado la camiseta
y me está lamiendo una larga línea a lo largo del escote mientras me sujeta
los pechos, y eso sí que me gusta.
Pero lo odio... ¿por qué fue eso otra vez?
Ah, sí, las mentiras. Y cuando dije la verdad...
—Me dejaste.
—Tú me dejaste primero. Arruinaste todo mi puto mundo con esa boca tuya
y luego llamaste a Zack para que viniera a buscarte. —Se cierne sobre mí,
inmovilizándome con su mano enredada en mi cabello y una mirada pétrea
que me llega al alma—. Tú me dejaste primero.
Intento sacudir la cabeza, pero me tira del cabello y hago una mueca de dolor.
Carter no me suelta. En lugar de eso, me rodea el cuello con la otra mano y
se pone nariz con nariz conmigo mientras me aprieta.
—Puede que yo nos haya metido en esto, pero tú has hecho que me enamore
de ti, y ahora ya no hay vuelta atrás, Luna. Eres mi mujer, y eso es
jodidamente real.
—No, yo...
Estoy tan confundida. Quiero decir, sé que Carter y yo estamos casados de
verdad, como en los votos que dijimos, pero todo fue por el asunto Cartwright,
no para que realmente estuviéramos casados. Somos demasiado diferentes y
no tenemos sentido juntos. Él es demasiado viejo, yo soy demasiado joven. Él
es demasiado hambriento de dinero, yo soy demasiado artística. Él es el mejor
amigo de mi hermano, yo soy... yo.
Son argumentos que me he repetido a mí misma una docena de veces, pero
nada de eso parece importarle a Carter cuando me arranca el chándal, con
bragas y todo, y me mete dos dedos hasta el fondo.
—Ahhh —grito, no de dolor, sino de placer—. ¡Carter!
—Te lo dije. Jodidamente empapada para mí. Tu marido.
—Te odio —vuelvo a decir, pero esta vez no hay veneno.
Carter también sabe exactamente por qué lo digo.
—Te lo diré tantas veces como quieras. Te amo. Te amo. Te amo.
Cada vez que lo dice, acaricia ese punto de mi interior que me lleva al límite
casi al instante. Me agito, no para resistirme, sino para impulsarme más
hacia sus dedos, y me toco el clítoris con los míos.
—Maldita sea, eso es tan sexy. Frota ese clítoris, fuerte y rápido. —Eso es lo
que estoy haciendo, pero me elogia de todos modos—. Buena chica.
Me recorre un escalofrío y noto cómo se me erizan los pezones. Estoy
ardiendo, pero el frío de la habitación me lastima los picos sensibles. Carter
se da cuenta y me agarra el pecho con firmeza, amasando la carne con su
cálida palma.
—No debería dejarte correrte por lo que has hecho. Debería bordearte una y
otra vez hasta que te arrepintieras de haberme dejado.
Grito ante la idea, tan cerca ya de correrme.
—Pero no lo haré. —Sus dedos me penetran profunda y duramente—. Esto
es culpa mía, y lo siento. —Otro golpe, añadiendo un tercer dedo y
estirándome deliciosamente.
Mañana voy a estar magullada y dolorida, pero ahora mismo quiero que
vuelva a hacerlo, así que digo lo único que sé con certeza que hará que eso
ocurra.
Le miro con los ojos medio vidriosos y le digo a la fuerza:
—Te odio.
Veo la media sonrisa que levanta el lado derecho de su boca. Y entonces se
lame los labios y hunde rápidamente sus dedos en mí, una y otra vez.
—Te amo, Luna Harrington. Mi mujer. Ahora córrete por tu marido.
Por él... por el maldito Carter Harrington. Vuelo. Destellos corren a través de
mí, ¿o tal vez yo soy el destello? No lo sé. Me siento como champán mientras
vuelo a través de la negrura detrás de mis ojos.
Oigo un rugido en los oídos y creo que son los latidos de mi corazón, pero
cuando recupero la conciencia, me doy cuenta de que es Carter. Sigue
metiéndome los dedos tan bruscamente que sus nudillos empiezan a dolerme
en mis partes más sensibles, pero se ha abierto los pantalones de un tirón y
se corre sin pensar sobre mí mientras se masturba furiosamente.
Echa la cabeza hacia atrás, los tendones a los lados del cuello sobresalen y
su cara se contorsiona de placer. El calor de su semen me calienta la piel y,
en lugar de frotarme ahora el clítoris, me paso los dedos por el líquido,
esparciéndolo por mi coño desnudo y hasta el bajo vientre.
—Cúbreme. Márcame... marido.
Su cabeza baja, sus ojos abiertos y claros al verme. Veo lo que necesita, pero
aún tengo miedo de creerle.
—Dilo. Dime la verdad. Quiero tu verdad —grita.
No podría negárselo, aunque quisiera. Como antes, las palabras contra las
que he estado luchando se derraman.
—Te amo.
Gruñe con aprobación mientras un último chorro se derrama sobre su mano,
y luego se sube a la cama conmigo.
—Date la vuelta —me ordena.
No lo dudo. Me arranco la camisa y me tumbo boca abajo, con las gafas a un
lado y la mejilla apoyada en la almohada sobre la que lloré anoche. Carter
también se ha desnudado rápidamente y siento que se arrodilla detrás de mí.
Me levanta las caderas y me da una palmada en el culo tan fuerte que me
deja la huella de la mano.
—Joder, este culo está precioso así todo sonrojado.
Me contorsiono un poco y él se ríe sombríamente mientras vuelve a hacerlo.
Espero un tercer golpe, pero en lugar de eso, me penetra. Me sorprende que
aún esté duro, o que lo esté de nuevo cuando acaba de correrse, pero no hay
duda de que es grueso y sólido. A pesar de estar llena de semen, me aprieto
ante la invasión. No porque no quiera a Carter, sino porque quiero tenerlo
dentro de mí... siempre. Carter me agarra el culo, separándome las mejillas,
y me siento vulnerable.
—Deberías ver lo bien que me agarra tu coño. Bonitos labios aferrándose a
mi polla reluciente, succionándome cada vez que intento sacarla.
Entra y sale de mí lentamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para
estudiar cómo me veo empalada en él. Gimo y arqueo la espalda para incitarle
a penetrarme más. Tómame, márcame, fóllame... reclámame.
No se da por aludido, sino que pasa el pulgar por mis jugos y los extiende
hasta mi culo. Rodea el pequeño nudo de nervios que hay allí, explorando mi
reacción.
—Háblame. Dime lo que quieres, lo que no quieres. Sé que lo sabes.
Lo hago, pero decirlo es difícil. Vergonzoso, incluso, aunque no debería serlo.
No he probado el juego anal por mi cuenta, pero ahora mismo...
—Méteme el dedo... ahí. —Es todo lo que puedo hacer, pero es suficiente para
Carter.
—Respira, cariño. Relájate y déjame entrar. —Me mete suavemente el pulgar
y grito. Esta vez hay dolor mezclado, ¿pero es un dolor bueno? No tiene
sentido, pero no me importa. Carter mantiene su ritmo constante de caricias
profundas en mi coño y de penetraciones superficiales en mi culo, e
intuitivamente, vuelvo a mover los dedos hacia mi clítoris.
Alivia el dolor, convirtiéndolo en un profundo y palpitante placer, y en
cuestión de minutos me he relajado lo suficiente como para que podamos ir
más fuerte, aunque noto que Carter está siendo cuidadoso conmigo, atento a
las señales de que es demasiado. Pero no con sus palabras...
—Mierda, Luna. Tenemos una eternidad juntos, y un día, voy a ser el
afortunado que se folle tu sexy culo. Quiero llenarte de todas las formas que
me permitas.
Es demasiado y grito de éxtasis. El vecino vuelve a golpear la pared y creo que
grita, pero estoy demasiado ida para estar segura.
Carter me mete dos dedos en la boca para que me calle, y yo los chupo por
reflejo. Es como si ya me estuviera llenando el coño, el culo y la boca.
Y tu corazón.
Eso es lo que realmente me hace correrme más que nunca.
Carter se corre un instante después, y yo gimo alrededor de sus dedos,
animada, al sentir las pulsaciones en lo más profundo de mi ser. Se desploma,
con el pecho pegado a mi espalda mientras jadea. Yo también intento
recuperar el aliento, pero es difícil con su peso sujetándome parcialmente.
—¿Carter?
—¿Ahora podemos hablar de nosotros? —dice. Puedo oír la sonrisa en su voz.
—¿Hay más de qué hablar? —Me burlo.
Se escabulle y me doy la vuelta para poder verle. Carter se estira a mi lado,
con la cabeza apoyada en una mano mientras sus otros dedos bailan
suavemente sobre mi piel.
—Hay mucho más de qué hablar, esposa.
Capítulo 29
Carter
Estoy seguro de esto. En cierto modo, me sorprende lo seguro que me siento
de ello. Soy un planificador, alguien que traza puntos de éxito y afronta la
vida hasta alcanzar cada punto de referencia. Pero aquí estoy, jugándomelo
todo a lo que equivale a una apuesta arriesgada.
Y no es una posición a la que esté acostumbrado.
Al acercarme a la puerta, agarro un poco más fuerte la mano de Luna,
contento de que esté aquí conmigo porque va a haber preguntas para los dos.
Toco el timbre y me aclaro la garganta, dispuesto a suplicar por mi vida. O al
menos por mi vida profesional.
—¿Señor? —El saludo de Stanley al abrir la puerta es poco amistoso. De
hecho, con su expresión, estoy listo para que declare con voz atronadora:
“¡SOLTAD A LOS SABUESOS!”
—Hola, Stanley, me alegro de verte de nuevo. ¿Cómo estás? —Voy por todas
con el encanto, pero él no me da nada, permaneciendo con la cara inexpresiva
y quieto como una piedra—. Esperaba que Elena estuviera disponible para
hablar unos minutos.
Sonrío amablemente, suponiendo que dirá que sí o que, al menos, irá a hablar
con Elena.
—Lo siento, Sr. Harrington. Me han instruido que no vea a la Sra. Cartwright
bajo ninguna circunstancia. —Su tono es llano, pero hay algo en él que me
dice que no lo siente en absoluto y que realmente desea que desaparezca de
la puerta de su empleador.
—¿Instruido? ¿Quién haría eso? —pregunta Luna, diciendo lo que estoy
pensando.
Dirige la mirada hacia Luna, sin reconocerla por primera vez, y se encoge de
hombros con indiferencia.
—¿Quién te ha dicho eso? —repito. Pero ya lo sé. Me lo dijo cuando vino a
vernos a papá y a mí—. Claire, ¿verdad?
Suspira exasperado, parece molesto de que le preguntemos.
—Sí, la Sra. Reynolds. Ella está 'haciéndose cargo de algunas cosas aquí',
aparentemente. Parece pensar que el juicio de Elena ya no es apto.
—¿Qué? Elena es muy lista —argumenta Luna.
—No han sabido nada de mí —dice, pasándose una cremallera por el labio y
tirando la llave—. Será mejor que se vayan. Odiaría que la Sra. Reynolds se
enterara de su visita.
Suena como una amenaza, como si fuera él quien fuera a chivarse a Claire, y
luego nos cierra la puerta en las narices.
—¿Qué mierda? —digo en voz baja.
Luna tiene los ojos grandes y redondos detrás de las gafas.
—¿Crees que Elena está bien? Quiero decir, Claire tiene un poco de derecho,
pero esto suena más como…
—¿Un robo de dinero? —sugiero preocupado. Si lo es, estoy casi tentado de
tirar la puerta abajo y que se atengan a las consecuencias. Curiosamente,
esta anciana significa algo para mí.
Luna aprieta los labios en una línea plana, no gustándole el sonido de eso
más que a mí.
Salimos del porche y observamos la tranquila propiedad. A la derecha, veo
otra cara conocida.
—Vamos, preguntémosle a Bernard.
—Hola, Bernard, ¿cómo están tus rosas? —le pregunto. Ni siquiera se gira,
nos ignora por completo— ¿Bernard? Esto es ridículo. Sólo queríamos hablar,
ver si sabías qué pasa con Elena y Claire. No tienes que ser grosero.
Terminando de podar el arbusto en el que está, se vuelve y chilla, saltando
un palmo en el aire cuando nos ve.
—¡Santo cielo! —grita, quitándose los auriculares de las orejas—. Me han
dado un susto de muerte. ¿Por qué están merodeando?
Está enfadado y nos regaña, pero me río al oír sus palabras.
—Perdón por el susto, no me di cuenta de que llevabas auriculares. Y no
estamos merodeando. Estamos buscando a Elena. —No menciono
específicamente que Stanley dijo que no éramos bienvenidos aquí. Si Bernard
no lo sabe, no seré yo quien se lo diga.
—Está en el invernadero. Vamos, te lo enseñaré —gruñe.
Ahora que sé que no me ha oído antes, repito mi pregunta.
—¿Cómo están tus rosas?
Es lo correcto, porque durante todo el trayecto hasta el invernadero habla del
contenido del suelo y de los niveles de nitrógeno, sonando más como un
científico loco que como un jardinero, mientras Luna y yo asentimos
complacidos. Cuando abre la puerta, oigo cantar a Elena.
—Sólo nos balanceábamos. Sólo nos balanceábamos.
También hay algo sobre tarta de chocolate y pollo frito, pero no sé qué canción
está cantando. Esperemos que se trate de un columpio de verdad y no de un
intercambio de piñas al revés.
—¡Sra. Elena! He encontrado a unos intrusos aquí fuera. ¿Qué quiere que
haga con ellos? —dice Bernard, con el rostro impasible.
—¿Qué? —dice Elena, pero luego se gira. Veo cómo sus ojos se dirigen a mí,
a Luna, a nuestras manos entrelazadas y luego a nuestros ojos—. Oh, esto
tengo que oírlo. Ven aquí y cuéntamelo todo.
Nos hace señas con la mano para que nos acerquemos. Sentada en el borde
de un taburete de madera, Elena parece más que encantada de vernos. Lleva
lo que probablemente sea su ropa de jardinería: pantalones de poliéster, una
camisa de diseño y un sombrero para el sol. Se quita los guantes sucios y los
deja en el borde de la maceta en la que está trabajando.
—No hay mucho que contar —intento, pero Elena se ríe entre dientes y luego
Luna se une en silencio—. Bien, ¿por dónde empiezo?
—¿Qué tal dónde te hiciste ese ojo morado? —Bernard sugiere—. ¿Y era
merecido?
Es un lugar tan bueno como cualquier otro, así que les cuento que Zack ha
ido y me ha hecho saltar por la honra de Luna. Luna frunce el ceño,
pareciendo sorprendida por la noticia, y dice que hablará con él, pero no
necesito que lo haga. Zack hizo exactamente lo que yo habría hecho, quizá
menos, si alguien hubiera hecho daño a mi hermana. Aunque Kayla y Luna
tienen personalidades muy distintas, y me daría más miedo que Kayla le
hiciera daño a otra persona que viceversa.
—Entonces, Claire se presentó en Blue Lake Assets para hablar con mi padre
sobre 'mi comportamiento' —zumbé, utilizando comillas con los dedos. Sé que
no reaccioné bien, pero acudir a mi padre -y jefe- es una idiotez por parte de
Claire.
Elena se resiste, su sonrisa desaparece.
—Disculpa, ¿esa chica hizo qué ahora?
—Está comprensiblemente preocupada —respondo, dándole a Claire el
beneficio de la duda—. Así que pidió que no nos pusiéramos más en contacto
contigo.
—Sin embargo, aquí están. —Elena nos señala a Luna y a mí.
—No renuncio tan fácilmente. Además, no sigo órdenes muy bien, me
temo. —Espero que eso sea positivo en la estimación de Elena.
Ella sonríe socarronamente y le da un codazo a Bernard, confesando:
—Me gusta una pizca de rebeldía en un hombre. —Él se ríe bruscamente al
oírla bromear, sonando como una lata de aceite vacía, y yo me pregunto hasta
qué punto era Thomas un rebelde. Creo que me habría gustado mucho
conocerlo, pero saber de él a través de Elena sigue siendo un regalo.
—Espero que sea verdad, porque tengo una idea... —Trato de seducirla, pero
no estoy en modo vendedor. Voy a la honestidad pura y dura y rezo para que
sea suficiente.
Elena aplaude.
—Vamos a escucharlo.
Miro profundamente a los ojos de Luna mientras le hablo a Elena.
—Primero, nos gustaría aclarar la verdad sobre nosotros. Como mínimo, te lo
mereces. —Luna me devuelve la sonrisa, y puedo sentir nuestra conexión
tejiéndose y creciendo entre nosotras.
Empieza Luna, diciéndole a Elena:
—Siento mi volcado de información por ansiedad. Llegué a mi límite porque
no suelo hacer cosas así.
Elena y Bernard se ríen.
—No podríamos decirlo —bromean.
La sonrisa que esboza Luna es tímida, pero va creciendo en intensidad, y
disfruto viendo cómo sale de su caparazón a medida que se siente cómoda
con la gente. Creo que disfrutaré viéndolo una y otra vez durante toda nuestra
vida.
—Groseros —contesta, fingiendo enfado antes de mirar a Bernard—. ¡Y ni
siquiera estabas allí!
Frunce el ceño.
—¿Crees que no estábamos todos cotilleando sobre tu berrinche después de
que te fueras? Stanley tomó el té, Nelda hizo el té, y yo estaba pendiente de
cada palabra mientras bebía cada gota. —Hace un sonido de sorbo.
—Oh. —Luna se sobresalta incómoda, sin saber qué decir a eso, pero se las
arregla para compartir los hechos—. Carter y yo empezamos como tutores de
arte, y se podría decir que no fue bien. Él tenía la idea de llevarme para que
yo pudiera hablar de arte y él pudiera centrarse en las finanzas. Y entonces,
se torció.
Continúo la historia, responsabilizándome de mi parte.
—Le solté lo de 'esposa' a mi familia en la cena, y mi padre se puso hecho una
furia después, ordenándome que les dijera la verdad. Decidí que, en lugar de
arriesgar esta oportunidad confesando, haría realidad la mentira sobre
nuestro matrimonio. Luna y yo nos casamos de verdad hace unas semanas.
Fue una ceremonia diminuta, y aunque fue con segundas intenciones, los
votos que le di a Luna fueron en serio.
Luna me da un manotazo en el hombro.
—¡Juraste bajar siempre la tapa del váter y comprarme flores una vez al
mes! —Su risa es aguda y feliz con las promesas bastante razonables.
—Y que te apoyaría en tus esfuerzos artísticos, asegurándome de que siempre
tuvieras tiempo para crear —añado—. Y sí que bajo la tapa del váter. Incluso
te compré una de esas lámparas nocturnas de váter para que pudieras ver si
hay serpientes en la taza, a pesar de vivir en el último piso de un edificio en
medio de la ciudad.
Puede que las preocupaciones de Luna no siempre tengan sentido para mí,
pero si puedo disiparlas con una solución sencilla, haré lo que pueda. Incluso
si es una solución complicada, sacaré un conejo de la chistera por ella.
—Ooh, eso me gusta. Eso está bien —le dice Bernard a Elena, asintiendo y
señalándome con un dedo huesudo.
Ella le hace callar.
—Deja que terminen de contarlo. Pero recuérdame que yo también podría
querer una de esas cosas de luz.
Sonrío y, cuando sigo explicando, noto que Elena vuelve a caer bajo mi
hechizo. Pero esta vez, el hechizo es puro y genuino.
—Amo a Luna. Ha tejido una telaraña, un hechizo mágico, y estoy cien por
cien enamorado de ella. Eso es lo esencial. Y ella me ama a mí.
Decirlo en voz alta es poderoso, da a este sentimiento un nuevo sentido de
realidad. No puedo contenerme y me inclino para besar suavemente a Luna.
Aunque tengo los ojos cerrados, noto que Elena y Bernard nos miran, y
entonces Elena suelta un fuerte “woooo” de ánimo que hace que Luna se ría
dentro del beso.
—Lo siento —dice Luna, tapándose la boca con la mano.
Le paso el brazo por los hombros, tirando de ella hacia mí.
—Yo no.
Luna se sonroja adorablemente, pero se inclina hacia mí.
—¿Se han dado cuenta por fin? —Es más una afirmación que una pregunta,
y entonces Elena añade encantada—: Ya era hora de que sacaran la cabeza
del culo, porque lo he visto desde el principio y empezaba a pensar que nunca
iban a salir de su propio camino.
—¿Qué? —pregunto tontamente.
—Ustedes dos no se conocían de nada cuando vinieron aquí la primera vez.
Eso habría sido obvio para un ciego, pero incluso entonces, había una
chispa. —Chasquea los dedos, como si nos encendiera ella misma—. Pude
verlo entre ustedes.
—¿Lo sabías? —Los ojos de Luna se abren de golpe tras sus gafas—. ¿Por qué
no dijiste nada?
Elena sonríe socarronamente.
—Claro que lo sabía. No se puede engañar a una anciana como yo. He visto
casi todo al menos una vez en mi vida, así que tenía curiosidad por ver cómo
se desarrollaba. Mira, soy vieja. Y perdóname, pero emociones como esta son
raras. Mantiene el mundo lo suficientemente interesante como para que
quiera quedarme por aquí un poco más, quizá ver algunas cosas más.
Inclino la cabeza. Lo que acaba de decir podría parecer insensible. Pero lo
entiendo, y desde luego no puedo enfadarme con Elena por dejarnos llevar a
cabo nuestro propio plan equivocado.
—Tardé un poco más de lo que pensaba. Ustedes dos son un poco lentos en
los asuntos del corazón, pero no quería estropearles el momento.
—¿Estropear? —digo rotundamente, tan sorprendido como Luna.
—Por supuesto. Si te hubiera dicho que lo sabía, se habría acabado el juego.
Si te hubiera dicho que veía algo entre ustedes, lo habrían negado y habrías
rebotado el uno contra el otro como bolas de pinball. Podría arruinarlo todo.
No, mantuve la boca cerrada y te dejé hacer lo tuyo, y ahora aquí estamos,
como sabía que estaríamos. —Salta del taburete y se acerca para envolvernos
a Luna y a mí en un abrazo simultáneo. Le da un beso de abuela en la mejilla
a Luna y luego en la mía antes de soltarnos—. ¿Y ahora qué?
Vuelve a sentarse, mirando de mí a Luna, y luego se inclina hacia Bernard y
le susurra:
—Creo que esta va a ser la parte extra buena. —A nosotros, nos hace girar
una mano—. Bueno, manos a la obra.
Su reacción a todo es alentadora, y espero que sienta lo mismo por lo que
viene a continuación.
—En realidad, algo que dijiste me inspiró —le digo a Elena. Ella asiente,
murmurando que dice cosas brillantes todo el tiempo. No puedo
discutirlo—. Me dijiste que la gente acaba en sitios que no pretende, y que
depende de ellos decidir si es ahí donde quieren estar.
Le da una palmada en el hombro a Bernard, satisfecha de sí misma.
—Yo dije eso.
—Cuando lo dijiste, pensé en Luna y en cómo no pretendía estar casado con
ella en medio de este gran fingimiento. Sentí que me estabas diciendo que
decidiera dónde quería estar. Pero cuando realmente pensé en lo que dijiste,
me di cuenta de que tenía el problema opuesto. Acabé exactamente donde
siempre pensé que estaría, sólo que... —Trago saliva. Esto es difícil de decir,
aunque sea verdad, porque es grande. Una reorientación total de mi vida.
Luna se apoya en mí, su hombro toca el mío en señal de apoyo. Pero estoy
preparado, lo he decidido—. No soy feliz con esto. No soy feliz con Blue Lake
Assets, siempre sintiendo que tengo que probarme a mí mismo y quedándome
cort...
Me quito un gran peso de encima y siento que puedo respirar por primera
vez. Desde niño supe que formaría parte del legado Harrington en Blue Lake.
Nunca me lo planteé ni yo ni mi familia. No fue hasta que empecé a
profundizar en la cartera de Cartwright que me planteé hacer otra cosa. Ser
otra persona.
—¿Qué estás pensando en hacer, entonces? Déjame adivinar... ¿bombero?
¿Astronauta?
—No, nada de eso. Me encanta lo que hago, pero no dónde lo hago. Quiero
una conexión más personal con la gente con la que trabajo.
Bernard se ríe.
—¿Más personal que familiar?
Antes de pronunciarla, busco confirmación en mi corazón una vez más, pero
sé que es la correcta.
—Con mis clientes. Me gustaría ser el gerente de finanzas personales de la
finca Cartwright. No como parte de Blue Lake Assets, sino como Carter
Harrington. He disfrutado examinando lo que el señor Oleana ha hecho por
ustedes e ideando formas de mejorar los rendimientos a medida que avanzan.
Para ser sincero —sonrío ante la intencionada elección de palabras— su
patrimonio es lo bastante grande como para justificar un servicio práctico a
tiempo completo, y sería un honor proporcionárselo.
Estoy poniendo todas mis cartas sobre la mesa, sin guardarme nada, y espero
que Elena pueda respetarlo. Diablos, creo que me respeto a mí mismo más
que nunca, y eso tiene que contar para algo.
—Interesante —tararea Elena— ¿Tú y yo, dirigiendo todo como hablabas con
Pat?—No parece preguntarme, sino repetir mi propuesta— ¿Crees que
podríamos?
—Absolutamente. —Estoy cien por cien seguro de eso—. Tendremos que
hablar con Claire, sin embargo. Stanley nos ha dicho que Claire se está
'encargando de algunas cosas' porque tu juicio es 'cuestionable'...
—¿Qué ha dicho? —Elena chilla, saltando de su taburete—. Es de la familia,
pero voy a curtir el pellejo de esa chica. Todavía tengo mi ingenio sobre mí.
De eso no hay duda.
Elena parece decidida a cazar a Claire en ese mismo instante, pero el motor
de un auto ruge fuera y corremos a la puerta para ver qué pasa. Es Claire,
que baja a toda velocidad por el largo camino de entrada y frena tan
bruscamente que el auto da una sacudida. Apenas se ha apagado cuando ella
salta y se dirige a toda velocidad hacia la puerta principal.
—Claire Luanne Reynolds, trae tu culo aquí —brama Elena con una voz que
parece unos veinte decibelios demasiado alta para una mujer de su tamaño
y edad.
Luna susurra.
—Ooh, todo su nombre del gobierno. Está muy en el fondo.
Claire no oye a Luna, pero seguro que oye la orden de Elena, y se gira, el fuego
en sus ojos golpea a Elena y luego se extiende a mí y a Luna. Bernard parece
ser el único que se salva de su mirada asesina.
—¿Qué haces aquí? Te dije que te alejaras de la tía Elena.
Me está hablando a mí, y yo estoy bastante dispuesto a manejar mis propias
peleas, pero Elena se pone una mano en la cadera y empieza a agitar
dramáticamente la otra.
—Sé que me has oído. Ven aquí. Yo tengo que hablar y tú tienes que escuchar,
señorita. —Elena no espera a que Claire se acerque, sino que se abalanza
sobre ella—. ¿En serio vas por ahí diciéndole a la gente que me estoy volviendo
loca? Soy lista como una tachuela y estoy más que dispuesta a ponerte una
en el trasero si necesito recordarte lo lista que soy.
Claire se lo devuelve, gritando a su vez.
—¿En serio? Debes de estar perdiendo la cabeza si hablas con estos
payasos. —Me señala a mí, por suerte, porque si su dedo manicurado se
hubiera acercado a Luna, no creo que pudiera evitar protegerla.
—Prefiero “Payaso principal” si no te importa, o PP, para abreviar —le digo, lo
que incita aún más a Claire—. Es un puesto de nivel directivo.
—Cállate —gruñe Claire, como si pudiera darme órdenes. A Elena le
dice—: No puedes trabajar con Blue Lake Assets. Ya le dije al Sr. Harrington
que cualquier contacto de su oficina sería remitido a nuestro abogado. Parece
que tengo que llamarle.
Su amenaza debería preocuparme, y quizá lo haga más adelante, pero ahora
mismo estoy demasiado absorto en el momento y suelto:
—Supongo que entonces es bueno que no le pida a Elena que trabaje con
Blue Lake, ¿no?
Eso la hace parar de golpe.
—¿Qué?
Elena le cuenta mi propuesta, y la ira de Claire crece exponencialmente con
cada palabra.
—Así que crees que puedes entrar aquí y llevarte todo lo que ha ganado mi
tía.
Sacudo la cabeza, incrédulo de que sugiera tal cosa.
—¡Claro que no! —digo peligrosamente—. ¿Pero no es eso una ida loca? ¿Por
qué te preocupa tanto lo que hace tu tía con su dinero?
Es una pregunta que no deja de rondarme por la cabeza. Tiene sentido que
Claire proteja a su tía, pero no lo hace. Está protegiendo el dinero. También
es lógico, pero hay algo que no encaja.
—¿Estás tratando de tomar el control de Elena, su dinero, o ambos?
Claire emite un sonido que sería digno de un meme de Internet de “Karen
cabreada” mientras se cruza de brazos.
—¿Cómo te atreves? No sabes nada de mí. Como el hecho de que el señor
Oleana lleva años enseñándome a conciliar las cuentas.
—¿Él qué? —grita Elena.
—Es lo que quería el tío Thomas —afirma Claire con petulante seguridad.
Elena sacude la cabeza con vehemencia.
—Thomas podía querer en una mano y cagar en la otra, y ver cuál se llenaba
más rápido. Nunca ibas a administrar el dinero. Es un conflicto de intereses.
Recibes tu asignación mensual, igual que yo, y deja la obsesión por el dinero
a alguien cualificado para ello.
Claire pisa fuerte como si fuera un niño pequeño.
—¿Subsidio? ¿Así llamas a la miseria que me da el señor Oleana? No puedo
vivir con eso. Nadie puede.
Luna levanta la mano.
—Apuesto a que la mayoría de la gente estaría muy agradecida de que le
dieran una asignación cuando no han hecho nada para ganársela, aparte de
nacer en el grupo genético adecuado. ¿Estoy en lo cierto?
Luna me pregunta a mí, dando por sentado que, como mi familia también
tiene dinero, tendré una opinión al respecto. La tengo, pero vamos a tener
que hablar de sus suposiciones más tarde porque está totalmente equivocada.
—No he recibido una asignación de mi fideicomiso familiar desde que tenía
veinticinco años y empecé a trabajar. Sí, tengo ahorros. Están ahí por si tengo
una emergencia, pero no dependo de ellos. Mis padres se aseguraron de que
todos tuviéramos una sólida ética de trabajo, conociéramos el valor de un
dólar y supiéramos que el único que debemos gastar es el que ganamos.
Parece que te perdiste esa lección, Claire.
—Bueno, al menos aprendí a no mentir en la vida para conseguir lo que
quiero —replica con dureza.
Tiene razón, así que asiento con la cabeza.
—Mi padre también me lo enseñó. Lástima que no lo aprendí muy bien hasta
hace poco. —Tomo notablemente la mano de Luna, comunicando
inequívocamente que estamos juntos. Esta vez de verdad y para siempre.
—Vaya —se burla Claire—. Debes de ser muy buena de rodillas. —Mira a
Luna con indisimulada condescendencia y yo casi espero que Luna se ensañe
con Claire. Merecidamente, en mi opinión, y yo agarraría mis palomitas y
animaría a mi chica si se diera el caso. Luna se queda quieta, pero, como
mejor mujer que es, y al no obtener la reacción que desea, Claire me lanza
una mirada fría—. O realmente necesitas a alguien que piense que tu acto de
imbécil manipulador es encantador.
—¡Claire!
Le tiendo una mano, deteniendo a Elena de lo que sea que esté a punto de
decir en nuestra defensa.
—No pasa nada. Eso es lo que ella piensa. Está completamente equivocada,
pero esto me da la oportunidad de corregir su pensamiento. —Doy un paso
hacia Claire y ella, desafiante, levanta la barbilla para devolverme la mirada
dura.
—Luna es buena de rodillas. —Luna chilla detrás de mí, pero yo continúo
rápidamente—: Pero eso es sólo una pequeña parte de por qué la amo. Es
fuerte, guapa, caótica y ve el mundo de una forma con la que yo sólo puedo
soñar. Hace que cada día sea mejor sólo por estar ahí. Y puede que yo sea un
imbécil manipulador, pero si es así, Luna sabe exactamente quién y qué soy.
Probablemente sea la única que lo sabe. Y no la engañé para que me amara,
pero por alguna razón, lo hace -todo lo bueno y lo malo- así que intento ser
mejor cada día, por ella.
Claire resopla, con los ojos tan en blanco que probablemente pueda ver su
propio culo inexistente.
—No vas a caer en esto otra vez, ¿verdad? —le pregunta a Elena.
—He caído exactamente una vez en toda mi vida, y fue por un tal señor
Thomas Cartwright. Sabía que algo pasaba con Carter y Luna desde el
principio, igual que sé que tú tienes al señor Oleana usando fondos de la finca
para pagar las clases de piano de Jacob y otras facturas, pensando que no
tengo ni idea. Yo firmé los malditos cargos, Claire. Igual que aprobé tu
asignación y la “extra” que Thomas te dio hace años cuando se lo pediste a él
y no a mí, pensando que podías eludirme.
Mira fijamente a Claire, dejando que lo asimile.
—¿Crees que me estás engañando con todo eso? Sé que para ti todo es
cuestión de dinero, pero darte dinero te mantuvo alejada de Thomas porque
sabía que acabarías rompiéndole el corazón, y yo haría casi cualquier cosa
para evitar que eso ocurriera. Todo lo que él quería era una familia, y tú eras
la única sangre que le quedaba. Pero eres una perra codiciosa. Ese dinero era
un pequeño precio a pagar para mantenerte a distancia.
Claire se queda con la boca abierta y los ojos desorbitados.
—¡Por qué, yo nunca!
—Lo sabemos —dice Bernard. Más tranquilo, se dirige a mí y a Luna y
dice—: Esto ha tardado mucho en llegar. Parece que seré yo quien tome el té
esta noche. Stanley se enfadará mucho si se lo pierde.
Espera…
—Entraste chirriando neumáticos, corriendo para impedir que habláramos
con Elena. ¿Cómo sabías que estábamos aquí? —Ya sé la respuesta, pero
tengo curiosidad por ver si confiesa.
—¿Qué? Venía a ver cómo estaba la tía Elena y… vi tu auto. —Hay un retraso
evidente mientras intenta crear una historia sobre la marcha.
—Stanley te lo dijo, ¿no? —Deduzco.
Claire levanta la barbilla con orgullo.
—Sabe quién heredará la finca finalmente, y quién cuidará de él. O no.
—No amenazaste a Stanley —jadea Elena—. Ese hombre ha dado toda su vida
a la familia Cartwright y es básicamente de la familia él mismo. ¿Cómo te
atreves?
—Es la verdad —dice Claire—. Sabe lo que le conviene, quién le conviene.
Luna añade:
—Tú no.
La miro sorprendido y ella parpadea rápidamente. No estoy seguro de si
quería decir eso o sólo pensarlo. Pero la mirada de Elena dice que lo aprueba
plenamente, y de pronto me pregunto si Alphena podría encontrar una
mentora en una amable anciana llamada Elena.
Elena ya ha oído suficiente.
—Vamos a hablar con ese hombre ahora mismo —dice, sacudiéndose el
trasero sin vergüenza—. Voy a decirle que no tiene que hacer nada de lo que
digas. No quiero ni que te traiga un vaso de agua si te estás muriendo de
deshidratación. No dejaré que estreses a ese pobre hombre con estas
tonterías.
Se dirige hacia la casa y todos la seguimos como soldados en guerra.
Capítulo 30
Luna
—Tía Elena… espera… para… —Claire persigue a Elena, lo que habla de lo
rápido que Elena cruza el patio lateral hasta la casa. No ayuda que Claire
lleve tacones que se hunden en la hierba, pero, aun así, es impresionante
para una mujer de la edad de Elena.
Bernard refunfuña, observando los agujeros que Claire está dejando a su
paso, y no me cabe duda de que en su mente está maldiciéndola a rabiar.
Elena entra por la puerta lateral gritando.
—¡Stanley! ¡Stanley! ¡Ven aquí, viejo chiflado!
Nelda aparece primero, claramente sorprendida y preocupada.
—¿Elena?
—¿Dónde está Stanley? —Los ojos de Nelda se abren de golpe ante el tono
furioso de Elena, y sus hombros saltan hacia sus orejas rápidamente. Elena
grita de nuevo, y Nelda desaparece tan rápido como apareció con Bernard
siguiéndola detrás— ¡Staaan-leeey!
—¿Señora? —Stanley responde, apresurándose por el pasillo. Está más
despeinado que cuando Carter y yo llegamos. Tiene el cabello erizado, como
si se hubiera pasado los dedos por él, y la corbata se le ha caído varios
centímetros de su sitio. Sus ojos se posan en Claire y se aparta visiblemente
de ella.
Elena se arremolina contra Claire.
—¿Qué demonios le dijiste? ¡Está aterrorizado de ti!
Claire se estremece, pero Elena no quiere una respuesta de todos modos. Se
vuelve hacia Stanley y le señala con el dedo.
—Escucha y escucha bien, Stanley Hodgins. Lo que sea que te haya
dicho —gira el dedo hacia Claire para que quede claro— es un gran montón
de mierda de perro humeante y nada más.
—Tía Elena, estás histérica —Claire arrulla—. Deberías sentarte. Eso te
ayudará a calmarte.
Claire intenta empujar a Elena hacia una silla, pero Elena suelta el brazo del
agarre de Claire.
—No me hables como si hubiera perdido la cabeza. Estoy tan lúcida como
siempre y tú eres la misma entrometida prepotente de siempre.
Claire hace un ruido de incredulidad, agarrando perlas invisibles. Empiezo a
ver esa reacción como un movimiento forzado que ella cree que la hace
parecer inocente. Lo hizo cuando Jacob dijo algo que no le gustó, y ahora lo
hace cuando Elena hace lo mismo.
Elena resopla.
—Ahórrate el dramatismo. No eres Scarlett O'Hara, eso seguro.
—¿Señora? —Stanley se inclina entre las dos mujeres— ¿Qué está pasando?
—Dímelo tú —contesta Elena— ¿Te dijo Claire que le debías algún tipo de
lealtad? ¿Te amenazó?
Stanley mira a un lado y a otro, parece inseguro de qué decir o contra quién
hablar.
—Yo... eh, yo...
Elena mueve la cabeza con incredulidad, sus ojos tristes.
—Ella realmente hizo un número en ti, ¿no?
Me acurruco junto a Carter, no me gusta la tensión, y él me toma la mano,
pasando el pulgar por la piel sensible. Entre la distracción de su tacto y el
apoyo de su brazo apretado contra el mío, me calmo, pero no me gusta la
discusión.
—No es que seas una histérica, pero sentarse para sacar todo esto a la luz
podría no ser una mala idea. —La recomendación de Carter es mucho mejor
recibida que la de Claire, sobre todo porque proviene de un lugar bien
intencionado y no de la condescendencia de Claire. Creo que también lo
sugiere pensando que me ayudará a sentirme más cómoda.
Elena aprieta los labios y mira a Claire.
—Sí, hagámoslo. Pero primero, Carter, llama a tu padre y que venga a cenar.
Carter asiente.
—Claro, ¿cuándo?
—Esta noche. Si lo que has dicho va en serio. —Elena levanta una ceja
bruscamente, interrogante.
Aprieto la mano de Carter como muestra de apoyo. Anoche hablamos de esto,
de los sentimientos de Carter sobre la empresa de su familia, su papel allí y
sus sueños para el futuro. Escuché como Carter analizaba cada ángulo,
incluso profundizando en las emociones de lo que significa ser parte de su
familia y si no estar en Blue Lake cambiaría eso. No vinimos aquí a la ligera,
y Carter no se presentó a Elena casualmente.
Carter saca su teléfono del bolsillo y llama mientras Elena lleva a Claire y
Stanley a la sala.
—Oye, papá, es una larga historia, pero necesito que vengas a cenar a casa
de Elena Cartwright. Ven ahora. Te lo explicaré cuando llegues.
Se queda callado, escuchando un momento.
—No. Esta noche. Es importante. Por favor.
Carter suspira aliviado.
—Gracias. Hasta pronto. —Cuelga y vuelve a guardarse el teléfono en el
bolsillo—. Ya viene.
—¿Estás realmente seguro? —pregunto—. Última oportunidad para salir
corriendo. —Inclino la cabeza hacia la puerta principal con una sonrisa,
sabiendo ya su respuesta.
Él sonríe a cambio, la versión de encanto completo.
—Vamos a ver cómo está Claire. —Levanto las cejas sorprendida, y él
aclara—: Para ver si Elena ya ha terminado de arrastrarla sobre las brasas.
¿Es malo que quiera ver eso?
Le susurro:
—Espero que no, porque yo también quiero ver.
En el salón delantero, encontramos a Elena reinando en una silla, con Claire
y Stanley sentados en el sofá, cada uno abrazado a los extremos para dejar el
mayor espacio posible entre ellos. Claire tiene las mejillas sonrojadas y los
ojos duros, brillantes de ira apenas contenida.
Stanley está congelado, aparte de sus ojos que van y vienen entre las dos
mujeres. Parece, por desgracia, un perro apaleado que acaba de mear en la
alfombra y se pregunta de dónde vendrán primero los gritos.
—¿Carter? —Elena hace una pausa en lo que estaba despotricando para
comprobarlo. Carter inclina la barbilla afirmativamente—. Bien. Ahora,
¿dónde estábamos?
En silencio, Carter me guía hasta el sofá y se sienta a mi lado, sin soltarme
la mano. Agradezco la distracción cuando empiezan a hablar de nuevo y
Stanley levanta un dedo.
—Estabas hablando del testamento de Thomas.
—Bien. Gracias. —Ella señala a Stanley—. El testamento de Thomas me dejó
todo a mí, obviamente. El Sr. Oleana ha gestionado nuestro patrimonio
familiar durante décadas y hace poco decidió que le gustaría jubilarse. Tengo
un cerebro financiero, pero gestionar tu propio patrimonio cuando es tan
grande no es lo mejor. Estoy demasiado cerca. Se necesita a alguien con cierta
objetividad, como Carter.
Claire resopla.
—Sobre mi cadáver.
—Eso se puede arreglar —responde Elena, con las cejas levantadas por la
amenaza. Claire le devuelve la mirada furiosa con los ojos
entrecerrados—. Como iba diciendo, Carter se va a coordinar con Pat para
que la transición sea fluida. Y si estás pensando que sólo tienes que esperar
a que estire la pata, que sepas que mi testamento no te lo deja todo a ti. —
Elena señala esta vez a Claire—. En ningún caso recibirás más de lo que
Thomas quería que tuvieras: un estipendio mensual razonable.
—¿Qué? —Claire chasquea.
Elena se centra en Stanley.
—Exactamente como el resto de ustedes.
—¿Yo? —pregunta Stanley, con el ceño fruncido por la confusión.
—Por supuesto. Tú, Nelda, Bernard. Son familia. —Los ojos de Elena se han
vuelto suaves mientras le dice a Stanley lo que significa para ella, lo que
significó para Thomas—. Tanto -si no más- que otras personas.
—¡No puedes hablar en serio! —grita Claire mientras se levanta, con las
manos en las caderas—. ¡Es mi dinero! Soy de la familia... ¡de sangre! No una
empleada. Me lo merezco. Es mío. ¡El tío Thomas quería que lo tuviera!
Cada palabra que dice lleva un signo de exclamación detrás, y su voz se hace
cada vez más alta a medida que va subiendo de tono. Me alejo del ruido,
encogiéndome más en el sofá, y me siento voyeurista. Es un asunto familiar
y no estoy segura de que Carter y yo debamos estar aquí.
Elena se levanta lentamente, con los ojos duros.
—Claire, te equivocas. Ese dinero no es tuyo y nunca lo será. Y Thomas era
un hombre brillante, cariñoso y asombroso que se preocupaba mucho por ti.
Pero él y yo tuvimos conversaciones sobre esto. La herencia y tú. Realmente
no sé de dónde sacaste esta idea. Nunca fue la intención de ninguno de los
dos, y esto sólo solidifica ese sentimiento. —La frialdad se ha desvanecido,
dejando a Elena más dolida que otra cosa por las acciones y expectativas de
Claire.
Intentando intimidar a Elena, Claire amenaza:
—Conseguiré un abogado.
Elena se ríe despreocupadamente.
—¿Con qué dinero, querida? ¿Crees que voy a financiar una demanda contra
mí misma? —Ladea la cabeza—. Deberías estar agradecida por lo que tienes,
Mads, Jacob, y una asignación que te permite vivir bastante cómodamente.
Claire aprieta los labios y puedo ver su mente trabajando detrás de sus ojos.
—Aumenta mi paga un veinte por ciento o no volverás a ver a Jacob.
Guau. Claire es más malvada de lo que pensaba. ¿Realmente le quitaría el nieto
a Elena por dinero?
Elena suspira con tristeza.
—¿Qué clase de madre utilizaría a su hijo de esa manera? —Pero Claire no
cede. Se cruza de brazos, manteniéndose firme. Elena se acerca a una foto en
la repisa de la chimenea, tocando suavemente el marco justo debajo de la
cara de Jacob—. Ya veo. Sabes que amo a Jacob con todo mi corazón, y por
supuesto, deseo verlo.
Claire sonríe victoriosa y sus ojos se iluminan. Es como si estuviera
saboreando su éxito. Completamente disgustada, miro a Carter, que tiene
cara de piedra y aprieta los dientes.
—No me gusta la extorsión, pero si ése es el juego al que quieres
jugar... —Elena mira por encima del hombro, comprobando si Claire
realmente quiere ir por ese camino. Claire se encoge de hombros, sin
inmutarse por la acusación. Elena inhala profundamente, clavando en Claire
una mirada curiosa—. Ya veo. Bueno, muy bien, entonces. Recuerda, fue tu
elección jugar duro. Seguiré viendo a Jacob... si quieres seguir recibiendo una
asignación. En absoluto.
—¿Qué? —exclama Claire—. ¡No puedes hacer eso! —Se lleva las manos a los
costados, enfadada, pero no creo que llegue a las manos con Elena. Su modus
operandi no parece ser la confrontación audaz, dado que ha estado al acecho
en las sombras de los tratos de Thomas y Elena durante años.
—Desde luego que puedo. Sigue siendo mi firma en todos los tratos
financieros. Supongo que todavía tengo algo de ingenio, ¿no? —dice Elena. Es
un regodeo, pero realmente parece bastante triste y descorazonada por toda
esta conversación.
Claire parece haber perdido la calma porque cierra la boca, lanza una mirada
infernal a Elena y se dirige hacia la puerta. Al pasar junto a Carter, le dice
con desprecio:
—Todo esto es culpa tuya.
Carter muestra su sonrisa arrogante, la que me hizo odiarlo durante tanto
tiempo, y Claire gruñe mientras sale dando pisotones. Unos segundos
después, la puerta principal se cierra de golpe.
Cambiando de dirección, Elena niega con la cabeza, pero mira a Stanley a los
ojos.
—Tú, querido amigo, no tienes nada de qué preocuparte. Has dado tu vida a
esta familia y nosotros cuidaremos de ti el resto de la tuya. Nunca te
sometería a eso. —Elena mueve la cabeza hacia la puerta por donde
desaparece Claire—. Cuando estés listo para retirarte, amigo mío, sólo tienes
que decirlo.
—Menos mal —dice Stanley con evidente alivio, secándose los ojos—. Elena,
lo siento. Esa mujer me ha estado matando. Dime esto, haz aquello. Lo que
dijo tenía sentido, y aunque te soy leal, no quería aislarme de tu familia.
Elena camina hacia Stanley, que se levanta.
—Ustedes son mi familia. Thomas y yo siempre lo sentimos así, y siento si no
te lo hicimos saber antes.
Abraza a Stanley, que se queda quieto un momento antes de rodearla también
con sus brazos. Un segundo después, se retira.
—Señora. —Inclina la barbilla una vez, con deferencia—. ¿Debo decirle a
Nelda que espere invitados para la cena?
Elena sonríe.
—Por favor.
Stanley escapa, parece contento de alejarse de todo el drama y los gritos, y
Elena se vuelve hacia Carter y hacia mí.
—Primera orden del día. Tenemos que comprobar por cuadruplicado que
todos los papeles indiquen el acceso y las asignaciones de Claire. Es decir...
¿si todavía quieres trabajar para los Cartwright después de todo esto?
Carter extiende la mano.
—Sería un honor.
—Bien. Pensé que tal vez eso te asustaría y pasaría la cena con tu papá
diciéndole que te estoy arrebatando de sus buenas gracias.
Carter se ríe entre dientes.
—No, estoy contigo. Pero te advierto, papá probablemente hará que tu
pequeña riña con Claire parezca un juego de niños.
Capítulo 31
Carter
—Muy bien, estamos aquí. Y se supone que ustedes no deberían estar, así
que ¿qué demonios está pasando? —Papá gruñe en voz baja cuando él y
mamá entran por la puerta. Parece furioso y decepcionado al mismo tiempo.
Mamá le pone una mano tranquilizadora en el brazo y, a juzgar por la tensión
de sus ojos, el trayecto hasta casa de Elena no ha sido agradable.
—Yo también me alegro de verte, papá.
Estoy mintiendo entre dientes otra vez, algo que juré no hacer. Por eso me
alegro de que papá esté aquí. Estoy listo para seguir adelante con Elena, pero
el proceso para llegar allí va a ser doloroso en el mejor de los casos. Será una
dura honestidad amorosa para ambos.
Papá mira más allá de mí y ve a Luna y Elena, que han estado charlando
sobre las distintas piezas de arte que hay en el salón. Creo que Luna está en
las nubes, escuchando las historias detalladas de cómo Thomas adquirió
todas y cada una de las piezas directamente de Elena, y Elena está
disfrutando compartiendo la emoción de Thomas con alguien que quiere
escuchar cada detalle.
En realidad, ha sido muy útil. Después del drama con Claire, creo que Elena
estaba aniquilada. No todos los días tienes que asumir un manto que puede
no gustarte y manejar las cosas con tanta fuerza fría y dura. Pero la luz y la
alegría de Luna han vuelto a llenar a Elena y está volviendo a ser la mujer
inteligente y divertida que es normalmente.
—¿Carter? —dice en tono de advertencia.
—Sr. Harrington, me alegro de volver a verle. —Elena se acerca con la mano
extendida y una sonrisa que desmiente el drama de hoy—. Gracias por venir
con tan poca antelación.
Papá levanta una ceja, mirándome de reojo mientras se saludan.
—No me dieron exactamente a elegir.
—Charles —dice mamá, sonriendo con simpatía en un intento de suavizar la
aspereza de papá—. Estamos encantados de venir, por supuesto —le dice a
Elena—. Yo también me alegro de verte, Luna.
Luna da un paso adelante, ofreciendo su mano a mamá.
—Gracias.
Vuelve a mi lado y me dedica una sonrisa alentadora. Sabe lo preocupado que
estoy por esta conversación con papá, pero también lo decidido que estoy.
—¿Por qué no entramos aquí y nos sentamos? —dice Elena—. Comamos y
hablemos.
Elena no espera acuerdo, simplemente camina hacia el comedor formal.
Vuelve a poner el manto, lista para encenderlo contra Charles Harrington si
es necesario.
El ambiente es muy distinto al de la mesa de la cocina donde Elena suele
comer. Es pesada, formal, lo más parecido a la realeza que hay en Estados
Unidos. Tras ella, nos sentamos alrededor de la mesa de incrustaciones de
madera oscura con Elena a la cabeza, y Nelda aparece con una botella de vino
para servirnos una copa a cada uno.
—¿Lista para la ensalada? —le pregunta a Elena, que asiente con la cabeza.
Cuando Nelda desaparece de nuevo en la cocina, a papá se le acaba la
paciencia.
—No quiero ser grosero, pero ¿qué está pasando aquí?
Elena se ríe.
—No se preocupe en absoluto. Tengo entendido que mi sobrina, Claire, le hizo
una visita hace poco.
—Podría decirse que sí —acepta papá con recelo—. ¿Por qué?
—Digamos que es un poco mocosa —refunfuña Elena—. No ha encontrado
un límite que no quiera cruzar. Y eso incluye ir a verle. No debería haberlo
hecho, no debería haber hablado por mí o por la finca.
A papá se le iluminan los ojos.
—¿Quieres decir que Blue Lake Assets sigue en consideración para gestionar
la cartera de Cartwright?
Elena me mira con una cálida sonrisa.
—Algo así.
Papá se lanza de nuevo a vender Blue Lake: cómo empezó, cómo ha crecido,
cómo su liderazgo ha dado lugar a una amplia base de asociaciones de éxito
en varios frentes. También podría estar tocando una bocina que grita su
propio nombre, ignorando por completo el hecho de que soy yo quien buscó
a Elena, llegó a conocerla a ella y a las necesidades de su cartera, y ha estado
tratando con ella todo este tiempo.
Ni una sola vez durante su improvisada presentación menciona mi nombre.
Ni durante la ensalada ni cuando Nelda pone los platos con pollo asado y
tubérculos.
—Interesante —dice Elena secamente cuando papá termina su espectáculo
unipersonal. Afortunadamente, no está nada impresionada. Podría estar
bostezando de aburrimiento.
Por eso esto va a funcionar entre nosotros. No quiero una relación formal e
impersonal con mi trabajo. Es mi pasión, y quiero hacerlo lo mejor posible,
con la confianza de que será reconocido y apreciado.
Eso nunca pasará con papá, pero sí con Elena.
—Aunque Claire se haya excedido, he decidido ir en otra dirección con la
gestión de mi cartera. ¿Sin rencores? —Elena pregunta, luego toma un
bocado de sus zanahorias.
La sonrisa de papá se derrite y sus ojos saltan a los míos cuando se da cuenta
de lo que Elena está diciendo. Ahí hay ira. A pesar de todo el espectáculo que
ha montado, cree que soy yo quien de alguna manera ha fastidiado todo esto
a Blue Lake Assets. No tiene ni idea de lo que soy capaz.
—Papá, he aprendido mucho de ti: cómo ser un hombre y cómo ser un hombre
de negocios. Y siempre te estaré agradecido por esas lecciones. Pero
recientemente, he estado sintiendo que hay un mundo ahí fuera para mí que
no he explorado. Un mundo más allá de Blue Lake.
Mamá se queda boquiabierta mientras jadea:
—¿Carter? —En contraste, la mandíbula de papá se tensa mientras aprieta
los dientes.
—Con efecto inmediato, comenzaré mi propia firma, Carter Harrington Asset
Management.
—No hablas en serio —gruñe papá mientras pone los ojos en blanco con
desdén—. Carter, eres bueno, y un día, serás grande. Pero todavía no. No
estás preparado.
Quiero despotricar y enfurecerme, decirle lo equivocado que está y que
necesito su apoyo, no su condena. Pero eso no ayudará. En todo caso, lo verá
como una confirmación de lo que piensa de mí. Así que respiro hondo y le
miro a los ojos con valentía.
—Siento que lo estoy. Pero nunca podré saberlo con seguridad mientras siga
a la sombra de Blue Lake, siempre preocupado por ser el segundo plato de mi
padre... o de mi hermano —le digo con sinceridad—. Voy a hacerlo, papá.
Dejaré Blue Lake y me independizaré. Planeo...
Luna me pone la mano en el muslo por debajo de la mesa. Su apoyo lo es todo
para mí. Pongo mi mano sobre la suya y entrelazo mis dedos con los suyos.
—Me hare cargo de la cartera Cartwright por Elena. Luna y yo estamos
casados de verdad y seguimos así porque estamos enamorados.
Boom. Boom. Boom.
Suelto todas las bombas a la vez, cada una de ellas me parece tan importante
que no puedo retener una en favor de la otra. Quiero gritarlo desde todos los
tejados para que todo el mundo me oiga.
Para que mamá y papá oigan.
Papá se ríe incrédulo. Pero mamá se salta la parte de Cartwright y chilla:
—¡Carter! ¡Luna! ¿Se han casado? ¿De verdad?
Elena se reclina en su silla, observando la escena que tiene ante sí como si la
hubiera orquestado ella misma. Diablos, tal vez lo hizo de alguna manera.
—Esto sí que es presumir. Que empiecen los juegos —murmura.
Mis padres son los que más reaccionan, pero mi atención se centra en Luna.
Quiero protegerla de cualquier metralla que puedan tener mis bombas. Ella
es mi prioridad, y este es el tipo de cosas que podrían hacerla entrar en pánico
de nuevo. No dejaré que eso ocurra.
Levanto una mano.
—Déjame explicarte.
Papá se aparta bruscamente de la mesa y se levanta para intentar inclinarse
hacia mí. Con las manos plantadas a ambos lados de su plato casi vacío,
ruge:
—¿Explicar? No hay nada que explicar. Has perdido la cabeza.
Ha olvidado por completo que Elena está aquí para presenciar esta ruptura.
Pero estoy haciendo todo lo posible por recordarlo y comportarme en
consecuencia, como la persona fuerte y profesional a la que ella puede confiar
sus bienes más valiosos. Es difícil cuando mi ego quiere que me levante y le
ruja a mi padre.
Apretando los dientes, consigo decir:
—Gestionare la cartera de Elena. Y amo a mi mujer, Luna.
Le quito la mano del regazo, le doy un beso en el dorso de la mano para
reafirmarlo y le hago un gesto de agradecimiento a Elena. Hizo bien en
mantenerse al margen y ver cómo se desarrollaban los acontecimientos.
Porque esto es lo que importa. Esta es la vida que estoy creando para mí, la
que estoy eligiendo.
—Charles, vamos a escucharle —sugiere mamá mientras le tira de la manga,
intentando que vuelva a sentarse—. Quiero oír hablar de este matrimonio.
Es mamá.
Mis dos padres se preocupan, aunque lo demuestran de formas muy
distintas. Mamá siempre se preocupa primero por nuestro bienestar mental
y emocional, mientras que papá quiere asegurarse de que llevamos comida a
la mesa y mantenemos nuestra reputación.
—Los detalles no importan, eso es entre Elena y yo. Hemos resuelto cómo el
señor Oleana me traspasará la responsabilidad para que pueda jubilarse.
Está hecho —declaro, cerrando la puerta a la parte comercial de las cosas
para centrarme en lo que mamá quiere oír—. Lo importante es que Luna y yo
estamos juntos, felices y enamorados.
—Se parece tanto a ti —dice mamá de la nada, mirando a papá con
cariño—. ¿Recuerdas cuando estabas así, lleno de orina y vinagre, tan
dispuesto a enfrentarte al mundo que no dejabas que nada te
detuviera? —Se ríe ligeramente y papá frunce el ceño. Pero no puede seguir
enfadado con mamá. Nunca ha podido.
Papá se ríe sin querer.
—No me escapé y me casé por un negocio —replica mientras mueve la cabeza
hacia mí, hablando como si yo no estuviera aquí sentado para escuchar. Pero
su tono se suaviza cuando mamá hace magia con él.
—No, nos casamos porque teníamos un trato de otro tipo y no querías
decírselo a tu padre. Sorpresa. —Mueve las cejas hacia papá y me doy cuenta
de lo que insinúa.
—Creía que Cameron había nacido antes de tiempo.
Elena me da unas palmaditas en la mano y me explica amablemente.
—Eso es lo que solíamos decir cuando el bebé nacía a los siete u ocho meses
de casados, querido. Y la gente educada te seguía la corriente y te decía lo
bonito que era que el bebé fuera tan grande para ser prematuro.
Parpadeo y miro a mamá y a papá asombrado. ¿Cómo no lo sabía? No cambia
nada, en realidad no, pero también hay una sensación de satisfacción porque
quizá papá no siempre fue perfecto.
Papá juguetea con el tenedor, examinando su plato y sus pensamientos.
Cuando levanta la vista y me pregunta:
—¿Estás seguro?
No sé si pregunta por la gestión de la cartera o por Luna. No importa porque
la respuesta es la misma en ambos casos.
—Absolutamente.
Papá vuelve los ojos hacia Luna, que sorprendentemente se encuentra con
los suyos y le sostiene la mirada.
—¿Estás segura de este idiota? —No hay odio en los insultos. Es más bien
una burla.
Luna frunce el ceño, pero hay un brillo de humor en sus ojos.
—Hay una delgada línea entre el amor y el odio, pero sí, estoy segura.
Me sonríe, orgullosa de sí misma por la indirecta. Como respuesta, me inclino
hacia ella, acortando la distancia que nos separa y depositando un dulce beso
en sus labios. Lo hemos conseguido. Juntos hemos superado un montón de
batallas hoy, y no podría haberlo hecho sin ella a mi lado. Demasiado rápido,
se aparta y la veo sonrojarse furiosamente ante la exhibición pública.
—Son demasiado lindos —declara Elena.
Asiento y le digo a Luna:
—Sí, lo eres.
Capítulo 32
Luna
—¿Estás segura? —me pregunta Samantha, provocando una sensación de
déjà vu.
Pero esta vez, hay mariposas de un tipo totalmente diferente.
—También me lo preguntaste la última vez que me casé.
Samantha ladea la cabeza.
—Sí, y me dijiste que no. ¿Entonces?
Me tomo un momento, escudriñando mi cabeza, mi corazón y mi alma. Han
pasado varias semanas desde la gran cena en casa de Elena. Durante ese
tiempo, muchas cosas han cambiado, pero todo me parece... bien, lo que no
es habitual en mí. Normalmente odio el cambio, pero mudarme con Carter,
vivir como marido y mujer y explorar nuestro amor mutuo de muchas
maneras y en muchas posiciones ha sido revolucionario. Para los dos.
Me encuentro con los ojos de Samantha en el espejo y sonrío.
—Nunca he estado más segura de nada.
—¡Oh, me gusta esa confianza! —responde ella moviendo los
hombros—. Hagamos esto, entonces.
—Esta cosa —es una renovación de votos. Melinda mencionó su deseo de
haber estado presente en nuestra primera boda, y Carter y yo habíamos
hablado de ello. Después de darnos cuenta de que nos gustaría incluir a
nuestras familias en nuestra boda, hemos trabajado para organizar una
celebración pequeña e íntima.
Samantha y yo bajamos las escaleras y entramos en la habitación principal
de la casa de Elena. Me había parecido el lugar perfecto para celebrar la
ceremonia porque es lo que nos unió en primer lugar.
—Ahora vuelvo. Voy a ver cuánto falta para el espectáculo —me dice
Samantha mientras sale corriendo de la habitación y me deja sola.
Miro el cuadro que hay sobre la chimenea, un retrato de Thomas Cartwright
hecho por él mismo. Su autorretrato parece devolverme la mirada.
—Gracias por todo esto —le digo—. Elena nos unió a Carter y a mí, pero
también fuiste tú. Tu arte, tu colección... si no fuera por ti, no habríamos
tenido necesidad de fingir que estábamos casados. —Me acerco y apoyo
suavemente los dedos en la esquina del marco, con cuidado de no tocar el
lienzo—. Gracias.
—Hola, cariño, ¡creo que estamos listos si tú lo estás! —dice mi madre
alegremente al entrar en la habitación. Mira el cuadro y sonríe feliz. No
entiende mi amor por el arte, pero siempre lo ha apoyado, y encontrarme
mirando un cuadro en uno de los días más importantes de mi vida no le
sorprende lo más mínimo.
—Estoy lista, y gracias, mamá. Por todo. —La rodeo con mis brazos y ella me
abraza suavemente para no estropear mi vestido ni el suyo. Ella ha sido
increíble con todo esto, recibiendo a Carter con los brazos abiertos como mi
marido, ya habiendo oído todo sobre él de los años de Zack trabajando con
él.
—Sabes que hará cualquier cosa por ti, Moony —dice Zack desde detrás de
mí.
Mamá y yo nos separamos y nos giramos para mirar a Zack. Está sonriendo
ampliamente, apoyado en el marco de la puerta.
—¿Quieren mirarse ustedes dos? Absolutamente impresionantes.
Mamá lleva un vestido de cóctel azul suave que le da un aspecto
resplandeciente. Hace juego con la camisa azul que lleva Zack. Está elegante,
pero informal. Mi vestido blanco es el mismo que llevaba antes. Me pareció
importante volver a ponérmelo porque, aunque ahora nuestra relación es
diferente, los votos que Carter y yo hicimos antes siguen siendo igual de
verdaderos. Hoy, los estamos ampliando, no reescribiéndolos.
—Tú tampoco estás tan mal, Zack Attack —le respondo—. Y mamá haría
cualquier cosa por cualquiera de nosotros.
—Para eso están las madres. —Se encoge de hombros como si no fuera gran
cosa, pero Zack y yo sabemos que es increíble—. Tenemos que ponernos en
marcha. Están listos para ti.
Samantha asoma la cabeza por la esquina.
—Sí, lo están. Elena me envió a buscarte. —Hace una pausa, sus ojos
escanean la habitación—. Una pregunta, sin embargo... toda la familia de
Carter está aquí, ¿verdad? Hay básicamente todo un elenco de Baywatch de
gente rubia y guapa ahí fuera.
—Oh, no lo creo. Chance está fuera de la ciudad por trabajo, y quién sabe
con Cole. Va y viene cuando quiere. Pero el resto deberían estar: su hermano
Cameron con su hija Grace, su hermana Kayla y su hermano menor, Kyle,
que en realidad no tiene el cabello rubio pero su perro, Peanut Butter, sí.
Además, Charles y Miranda.
Es toda una manada, pero estoy aprendiendo a quererlos a todos. Vamos a
formar una nueva familia y estoy deseando presentárselos a mamá.
Caminamos juntos hacia la puerta trasera. Estoy lista para esto, para
continuar mi historia con Carter.
Grace está de pie justo fuera, sujetando con fuerza una cesta blanca entre
sus manos.
—Suelta los pétalos. No tires los pétalos —murmura para sí misma con
urgencia—. Suelta los pétalos. No tires los pétalos.
Supongo que Cameron le dio el mantra para que lo repitiera porque, sin él,
probablemente estaría haciendo llover pétalos de rosa blanca en un alegre
despliegue de exuberancia juvenil que es Grace. Ya ha conseguido convencer
a Carter para que sea Peanut Butter quien lleve los anillos, alegando que es
lo más parecido a un oso que tenemos. Y ninguna explicación de que los
portadores de anillos no son osos reales como Smokey pudo convencerla de
lo contrario.
—Lo vas a hacer muy bien —le digo. Cuando yo tenía su edad, caminar sola
o con un perro por un pasillo lleno de gente mirándome habría sido horroroso.
—Claro que sí —dice con confianza. Está claro que Grace no se parece en
nada a mí. Me llevó mucho más tiempo encontrar algo parecido a esa
comodidad conmigo misma.
—Adelante, entonces —le dice Samantha a la chica, dándole un golpecito en
el hombro cuando empieza la música.
De pie a un lado, veo cómo Bernard le pasa la correa de Peanut Butter a Grace
y le hace un gesto con el pulgar hacia arriba. Ella acomoda los hombros y
camina lentamente hasta perderse de vista... paso, juntos, pausa y caída de
pétalos, paso, juntos, pausa y caída de pétalos.
Zack le da el codo a Samantha y salen juntos. Casi demasiado rápido, nos
quedamos solas mamá y yo, y me dan ganas de disculparme con ella por no
haber podido disfrutar de la experiencia madre-hija de la planificación de la
boda, pero al mismo tiempo, no estoy segura de que yo lo hubiera llevado muy
bien. Es mucha presión y mucha atención concentrada. En otro tiempo,
habría luchado contra mis propias ansiedades para hacer las cosas esperadas
para la comodidad de los demás, pero ¿ahora? Estoy orgullosa de ser quien
soy y tengo más confianza para decir lo que quiero y lo que no quiero. Y esta
“boda” es perfecta. Para mí.
Y eso es suficiente para Carter.
—Siempre esperé que encontraras a alguien que te quisiera exactamente
como eres, Luna. —Me agarra del codo y sonríe cariñosamente—. Eso no
siempre es posible para los más fáciles de nosotros, y creo que ambas
sabemos que, por maravillosa que seas, no eres fácil. Exiges que la gente sea
más. De lo contrario, las atraviesas. Pero no te abres fácilmente. Das un paso
adelante, dos atrás. A veces, todo un salto atrás. —Sonríe, riendo ligeramente.
—Vaya, gracias. Realmente siento el amor, mamá. —Mi seco discurso subraya
que sé exactamente de lo que está hablando.
—Déjame terminar —me indica—. Cuando Carter y tú se miraban, puedo
verlo. Él te quiere, Luna, y no quiere que seas nadie más de lo que eres. Y
aunque nunca te imaginé con un 'vestido', cuando lo miras, puedo ver cuánto
lo amas también.
—Gracias —digo más sinceramente.
Me pasa el brazo por el mío y caminamos juntas por el pasillo. Hay una
pequeña reunión -los Harrington, Samantha, Zack, Elena, Nelda, Stanley y
Bernard-, pero no noto nada excepto a Carter. Mamá tiene que contenerme
para que no corra hacia él. Pero incluso con lo despacio que va, en un abrir
y cerrar de ojos estoy delante de él.
—Hola —susurro, saludando con la mano libre. Pero he olvidado que llevaba
flores en la mano, así que parece que las estoy agitando.
—Hola —responde con una sonrisa sexy que me hace alegrarme de que sea
mi marido. Me conoce, sabe que soy torpe y le encanta cada segundo.
Entrego mi ramo a Samantha y agarro las manos de Carter. El oficiante habla,
pero me pierdo en los ojos de Carter y no capto las palabras hasta que
pregunta:
—¿Alguien tiene alguna razón para que estas dos personas no se casen hoy?
No es la pregunta lo que llama mi atención, sino que Zack se aclare la
garganta. Carter se gira, con los ojos muy abiertos e incrédulos.
Zack le devuelve la sonrisa.
—Iba a decir que no puedes 'casarte hoy' porque ya estás casado. —Da una
palmada sólida en el hombro de Carter—. Eres mi mejor amigo. No te
preocupaba que me opusiera, ¿verdad?
—No, claro que no. —Carter lo estaba totalmente.
Yo también lo estaba, aunque Carter y Zack están bien ahora. Han
continuado con su negocio, y Zack compró otra pequeña propiedad para
venderla la semana pasada. Aunque Carter dedica todo su tiempo profesional
a trabajar en la finca de los Cartwright, él y Zack almuerzan de vez en cuando
o pasan un rato juntos, hablando de negocios e invirtiendo lo que Carter llama
“dinero de la diversión”. Zack, por su parte, lo llama su medio de vida, pero
les funciona igual que siempre.
—¿Podemos continuar? —pregunta el oficiante. Cuando Carter y yo miramos
hacia él, asiente—. Entiendo que han escrito sus propios votos. Por favor,
continúen.
Carter se lame los labios y, por primera vez, veo nerviosismo en su expresión.
Ya estamos casados, así que nada de lo que diga cambiará eso, pero esto es
importante para los dos.
—Luna, ojalá pudiera ofrecerte palabras bonitas o arte que te hicieran sentir
lo mucho que te amo, porque te mereces la luna, las estrellas y mucho más.
Por desgracia, lo único que te ofrezco soy yo. Espero que sea suficiente porque
te amo. Siempre te amare. Empezamos con mentiras y caos, cosas que sé que
no te gustan, pero de alguna manera fueron el comienzo perfecto para algo
real. Me comprometo a ser siempre sincero contigo y conmigo mismo, a
proteger tu corazón como si fuera el mío propio, y a ponerme delante de ti
cuando necesites un momento para esconderte, a tu lado cuando abordemos
la vida juntos, y detrás de ti cuando salga a relucir tu maldad. Todas las
versiones son igualmente tú e igualmente bellas para mí.
—Wow —digo, y todo el mundo suelta una risita que me acalora las mejillas.
Me aclaro la garganta, intentando recordar las palabras que he practicado
docenas de veces, pero ya no están. Mi mente está completamente en blanco.
—Está bien —dice Carter en voz baja, leyéndome de nuevo—. Mírame. Sólo
somos nosotros.
Me vuelvo a posar en los ojos azules de Carter, como he hecho tantas veces,
y veo la calidez y la aceptación que hay en ellos. No necesito mis palabras
practicadas. Sé lo que siento.
—Te odiaba, y luego me engañaste en esta situación que me hizo sentir
incómoda. Pero esas no son cosas malas. Me empujaste a crecer y me
mostraste que las cosas no son siempre lo que parecen. Y en más de un
sentido, hiciste que mis sueños se hicieran realidad. Y ahora, tenemos toda
una vida para crear nuestro futuro y convertirnos en quienes queramos ser...
juntos. Prometo acompañarte valientemente en este viaje y disfrutar de cada
paso que demos... incluso cuando tengamos que dar un salto atrás para
avanzar de verdad. —Miro a mamá y se le saltan las lágrimas de que haya
usado sus palabras en mis votos.
—Encantador —dice el oficiante—. Y ahora, pueden sellar sus votos con un...
Carter no espera a que diga beso. Para cuando el oficiante dice la palabra, ya
estoy en los brazos de Carter con su boca en la mía. Sus labios se mueven
contra mí, prometiendo incluso más que sus votos, y yo le devuelvo el beso
con tantas promesas como él.
Lo hemos hecho. Bueno, ya lo estamos haciendo porque técnicamente-
legalmente-ya estamos casados, ¡pero lo hemos vuelto a hacer! Sólo espero
que no tengamos que seguir celebrando ceremonias de boda y pedidas de
mano porque ya estoy un poco harta de las exhibiciones públicas. Pero
mientras Carter me suelta y sonreímos a nuestra familia y amigos, me doy
cuenta de que... esto no es tan malo. No tan doloroso como una excursión
escolar, al menos.
—¡Woo-hoo! —grito, levantando nuestras manos entrelazadas.
Hay caras de asombro ante mi arrebato, pero luego todos lo celebran con
nosotros.
—¡Felicidades!
—¡Asegúrate de que Luna no se desmaye otra vez!
—¡Me alegro mucho por ustedes!
—Nutbuster, ¡trae tu culo aquí!
El último es Kyle, que tira de la correa de Peanut Butter mientras el perro
intenta escapar hacia el establo. Supongo que espera volver a ver un caballo
en particular. Él y Ed fueron buenos amigos cuando Peanut Butter los visitó
antes, y además el perro sabe dónde están las galletas de avena en el establo.
Juntos, ha decidido dónde quiere estar y ni siquiera Kyle va a detenerle.
—Está bien, deja correr al chucho sarnoso. Lo llevaré al granero y nos
encontraremos en la casa. —Bernard suena casi... ¿feliz? Casi como si se
diera cuenta, añade—: Así no romperá mis petunias ni se meará en Rosalía.
—¿Rosalia? —Kyle resuena confundido, pero Carter y yo nos reímos.
—Una larga historia —ofrezco.
Dentro, Elena ha ampliado al máximo la mesa del comedor formal y nos
sentamos todos. Carter está en la cabecera de la mesa, un honor que Elena
dijo que estaría encantada de concederle, y yo estoy a su derecha.
—Me gustaría darles las gracias a cada uno de ustedes —dice Carter,
levantando su vino para brindar—. De alguna manera, cada uno de ustedes
jugó un papel en traernos a Luna y a mí aquí hoy, y es exactamente donde
ambos pertenecemos. No podríamos haberlo hecho sin ustedes.
Tomamos un sorbo y empieza una ronda de brindis de casi todo el mundo.
Excepto yo. Ya he tenido suficiente tiempo en el centro de atención hoy.
Cuando Elena se levanta y alza su copa, está más seria de lo que esperaba
en una ocasión tan alegre. Pensaba que sus brindis incluirían versos
graciosos y maldiciones creativas, pero, en lugar de eso, dice:
—Perdí a la persona más importante de mi vida y no hacía más que vivir.
Hasta que un joven encantador y una joven apasionada aparecieron en mi
puerta para cenar. Y eso lo cambió todo. Ahora tengo una familia
completamente nueva.
Nos mira a todos y se detiene en Stanley. Ellos también están bien ahora,
habiendo resuelto sus sentimientos sobre las manipulaciones de Claire. Por
su parte, Claire ha mantenido las distancias, probablemente esperando su
momento, pero Elena y Carter se darán cuenta si vuelve a aparecer como una
mala hierba. Y ha mantenido su parte del trato, dejando que Elena vea a
Jacob con regularidad, siempre y cuando esos permisos sigan llegando.
—Si me permite —dice una voz educada, interrumpiendo pero intentando ser
cortés al respecto. Volvemos los ojos hacia el joven chef con delantal
negro—. Su primer plato son champiñones rellenos de cangrejo con una
reducción de salsa de crema de pimienta negra. Que disfruten.
El chef hace una ligera reverencia y nos deja degustar el delicioso plato que
ha preparado. Él también tiene algún tipo de relación, el infame restaurador
del próximo acuerdo de capital riesgo de Cameron. Está previsto que el
restaurante abra sus puertas dentro de unas semanas, pero el chef dijo que
sería un placer cocinar esta noche para que Nelda pudiera ser simplemente
una invitada. Creo que es a petición de Cam, como una feliz despedida para
Carter dejando Blue Lake.
Y mientras pruebo la tapa de champiñones, me alegro mucho.
—OhmiDios, esto es riqui-simo —murmuro con la boca llena.
—No tanto como tú, mujer —dice Carter, inclinándose y dándome un suave
beso en la comisura de los labios. Siento su lengua recorrer mi piel y me doy
cuenta de que debo haberme manchado el labio de salsa. En lugar de
avergonzarme, me planteo pintarme de salsa para que Carter me bese y me
lama por todas partes.
Mis sucios pensamientos deben estar escritos en mi rostro porque Carter
sonríe, levantando una ceja.
—Lo que sea que estés pensando... sí.
Más tarde, en la misma cama de la misma habitación de invitados de nuestra
primera noche juntos en casa de Elena, no necesito ayuda con la crema hecha
en la cocina. Tengo suficiente para Carter y él tiene suficiente para mí.
Sin embargo, hay una diferencia con respecto a la última vez.
—Shh, —Carter sisea en voz baja en mi oído—. No dejes que nadie te oiga.
Esos son mis ruidos. Nadie los oye de ti excepto yo.
Está detrás de mí, con el culo al aire y el pecho pegado a la cama. Pero para
susurrarme al oído, se inclina sobre mí, su frente a mi espalda, y me siento
enjaulada de la mejor y más sexy manera.
—Ahh —Lucho por quedarme callada y recurro a taparme la boca con la mano
mientras Carter mueve las caderas, enloqueciéndome con sus lentas
embestidas. Sus dedos se aferran a mis caderas, clavándose. Apuesto a que
mañana, cuando nos vayamos de luna de miel, tendré pequeñas marcas rosas
y moradas. Carter probablemente lo quiera así, teniendo en cuenta que ya me
ha dicho lo sexy que es mi diminuto bikini en mis curvas de latigazo cervical.
—Buena chica. ¿Puedes callarte cuando te corras?
No puedo arriesgarme a hablar, así que niego con la cabeza furiosamente, sin
importarme que probablemente la almohada me esté haciendo nudos en el
cabello. Carter gruñe y sale de mí, dejándome vacía sin él. Me guía para que
me dé la vuelta, tirando de mis piernas sobre sus hombros para que pueda
penetrarme más profundamente.
—Quiero verte.
Carter reanuda su ritmo castigador, moviendo lentamente las caderas hasta
que llega a un punto dentro de mí que roza el exceso. Siento que no puedo
respirar con él tan dentro, como si literalmente me estuviera sacando el aire
de los pulmones.
Pero no necesito oxígeno. Necesito a Carter.
Cuando me derrumbo, mantengo mis ojos fijos en los suyos. Sus orbes azules
prometen un futuro que estoy deseando vivir.
—Te amo.
—Yo también te amo, Luna. —Carter grita mi nombre al correrse, y sus ojos
se agitan, pero se obliga a mantenerlos abiertos, clavándome la mirada.
Nunca hubiera pensado que podría ser así. Con nadie, pero ciertamente no
con Carter Harrington, el mejor amigo de mi hermano. Mi marido. Pero me
alegro de que alguien sabio me dijera que nunca digas nunca porque puedes
acabar arrepintiéndote de esas palabras.
Epílogo
Carter
El museo bulle esta noche de gente que ha venido de todo el mundo con
motivo de la inauguración de esta exposición. Las piezas que contiene son
especiales, algunas no se veían desde hace décadas.
Juntas, las mujeres a cargo de esta noche caminan hacia el podio. Elena y
Luna se paran juntas, tomadas de la mano mientras Maeve presenta la
alineación.
—A mi izquierda, me gustaría presentarles a la Dra. Alice Standford. Ha sido
una de las comisarias31 de las obras que tendrán la oportunidad de ver esta
noche —dice, indicando a la mujer de traje.
—A mi derecha está Luna Harrington. Esta exposición es un proyecto de
pasión para ella, que diseñó pensando en el corazón de Thomas Cartwright.
A su lado está la Sra. Elena Cartwright, cuyo generoso préstamo de la
colección del Sr. Cartwright hizo posible esta exposición.
Sí, Luna no está a cargo de la exposición en general, pero no está disgustada
por ello. Más bien, le entusiasma aprender a comisariar, diseñar y ver una
exposición desde su concepción hasta su finalización. La Dra. Standford ha
estado más que dispuesta a enseñar a Luna también, y han desarrollado un
respeto mutuo la una por la otra.
Luna aún tiene esperanzas de que Alphena despegue y se convierta en una
novela gráfica importante, o incluso en una serie de anime, pero es bastante
feliz rebotando entre ambos lados de su amor por el arte: de lo digital a la
pintura, y viceversa.
Las cuatro mujeres se dirigen a una cinta ceremonial colocada en el
escenario, en la que Maeve, como directora del museo, y Elena, como donante,
31 Los curadores quienes antes eran llamados "comisarios" se encargan de organizar y desarrollar toda la producción de una
muestra, estableciendo un criterio para la selección de piezas y objetos que van a formar parte de la misma
ocupan un lugar central. Juntas, cortan la cinta con unas enormes tijeras
chapadas en oro, inaugurando oficialmente la exposición de la Colección
Thomas Cartwright.
Dentro, Luna me guía a través de las obras. La mayoría de las veces sigo sin
tener ni idea de lo que dice, no sé distinguir un Rembrandt de un Renoir, pero
la escucho con gusto hablar de lo que más le gusta: el arte.
Bueno, aparte de mí.
Tarareo complacido mientras ella disecciona los sutiles matices entre el
periodo más oscuro de la pintura de alguien, habiendo perdido ya el hilo de
quién está hablando porque sólo puedo concentrarme en ella. Está en su
salsa, la gente se le acerca para estrecharle la mano y preguntarle por sus
obras. No hay nervios ni guiones, sólo Luna y su corazón, que brilla a la vista
de todos. Lo que parecen horas después, doblamos la última esquina de la
exposición y Luna se queda sin aliento.
Ha visto mi sorpresa. Maeve y la Dra. Standford me ayudaron a colocarla
después de que Elena insistiera en que se incluyera, al menos para la
inauguración de esta noche.
—¡No puedo ser yo! —susurra Luna conmocionada al darse cuenta de que la
mujer de la pared es ella.
En el retrato, sus gafas se han deslizado por la nariz mientras mira fijamente
un cuaderno de dibujo en su regazo, mordisqueándose el labio inferior. Está
acurrucada en el sofá, lleva un sujetador y unos pantalones cortos que
acentúan sus curvas y unos calcetines que le caen por encima de los tobillos.
La luz de la ventana la hace brillar, algo que no sé cómo ha conseguido captar.
Pero si puede captar a Luna con tanta perfección, la luz del sol debe de ser
fácil.
—Lo encargué —explico—. Eakin lleva meses trabajando en él, basándose en
una foto tuya que le envié.
La pieza es grande, de al menos metro y medio de ancho, y muestra un boceto
a lápiz del mismo estilo que el que Luna adora en el recibidor de Elena. Es
impresionante, si me permiten decirlo, aunque puede que sea parcial por el
tema.
—¡Dios mío, gracias! —Luna está llorando, con las manos cubriéndole medio
rostro, pero puedo ver la sonrisa en sus ojos llorosos—. Es increíble. Me hizo
hermosa.
Frunzo el ceño, confundido.
—Esto es exactamente como tú, fotorrealismo de una foto real que
tomé —repito—. Este es tu aspecto. Hermosa.
Y lo es. Por dentro y por fuera.
Luna es mi bella, apasionada, inteligente y neurótica esposa. Y no me gustaría
que fuera de otra manera. Porque soy el bastardo afortunado que consigue
ser su marido.
—Cuando lleguemos a casa, creo que necesitarás que te recuerde lo preciosa
que eres —le prometo al oído—. Creo que te follaré delante del espejo, te haré
ver cómo caen tus sexys tetas en mis manos, cómo rebota tu culo cuando te
follo, y lo preciosa que estás con la boca abierta, jadeando por el clímax. Verás
cómo me vuelves loco con ese coñito tan estrecho y esa boca tan sucia que
sólo yo oigo.
Joder, estoy intentando hablarle sucio para que se sienta guapa, pero me he
metido en una situación incómoda con mis pantalones. Sin importarme quién
vea que estoy con mi mujer delante de un dibujo suyo igual de sexy, me ajusto
la polla dura como una roca.
Luna sonríe, bajando tímidamente la barbilla para que no vea lo mucho que
le gustan mis palabras.
—¿Otra vez? Acabamos de hacerlo antes de la inauguración.
Es tan jodidamente linda, pensando que lo que hicimos antes será suficiente
para mí. Tiene nuestro semen combinado en sus bragas ahora mismo, pero
nunca tendré suficiente de ella. Quiero su cuerpo, su mente, su corazón, su
alma todo el tiempo.
—¡Nunca será suficiente... para mí! —Canto en voz baja. Creo que antes de
Luna no había visto ningún musical en mi vida, pero ahora puedo cantar con
ella. Normalmente no lo hago porque prefiero escucharla a ella, pero soltar
sus letras favoritas en la conversación es una forma segura de sonreír.
Y lo hace. Sonríe y se le abren los ojos. Pero en lugar de cantar la siguiente
línea de la canción, me agarra de la mano y me empuja hacia la salida.
—Vámonos a casa.
Fin