HAA - TP 2 - Lucas Quiroga.

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UNDEF - RELACIONES INTERNACIONALES

Materia: HISTORIA ARGENTINA Y AMERICANA


TP: UD 2 – PROCESO DE EMANCIPACIÓN
Alumno: LUCAS ALEJANDRO QUIROGA

INVASIONES INGLESAS. CONSECUENCIAS POLÍTICAS Y MILITARES


Antecedentes
A fines del siglo XVIII vemos el ocaso de España como potencia mundial, y el ascenso y
consolidación de Gran Bretaña en el mismo rol. Coincidentemente, el imperio español de
ultramar comienza a mostrar signos de debilidad, mientras que su contraparte británica se
muestra consolidada, a pesar de la pérdida de las colonias norteamericanas. El dominio del
mar tendrá un papel fundamental en este proceso, y para ello será necesario asegurarse el
control de una red de puertos y bases ubicados estratégicamente. Sumado a esto, la creación
de una serie de instituciones financieras o comerciales generó una estructura que amenazaba
la posición de España como potencia mundial. Esta situación, percibida por algunos
españoles, llevó a que un intento de ponerle fin aprovechando que Gran Bretaña estaba
comprometida en la guerra de la independencia de Norteamérica terminara con la destrucción
de la flota franco-española en la batalla de Trafalgar, en octubre de 1805, confirmando la
absoluta superioridad naval de los británicos.
La ocupación Buenos Aires como parte de los planes expansionistas británicos en el
Atlántico había sido sugerida en 1711 por John Pullen, gobernador de Bermuda, quien
afirmaba que el Río de la Plata era el mejor lugar del mundo para instalar una colonia
británica. Acompañaba su propuesta de una descripción detallada de la región y de sus
posibilidades para la actividad agrícola. La idea fue retomada en 1741 por el almirante
Vernon, en 1780 por el coronel Fullerton, quién presentó un proyecto (que fue aprobado y
luego dejado sin efecto por el Gobierno británico) para conquistar la América española desde
dos frentes, en 1796 por el secretario del Tesoro, Vansitartt, y en 1800 por el general
Naitland. Todos estos proyectos fueron sacados de sus archivos en 1804 por el primer
ministro Pitt, quien se reunió con el primer lord del Almirantazgo, Henry Melville, y con el
comodoro Popham, quien tenía gran experiencia como explorador y diplomático. La idea de
Popham no era una conquista de todo el continente sino de sus principales puertos, a fin de
provocar su aislamiento de la metrópolis.
Primera invasión inglesa (1806)
A mediados de 1805 Popham recibió la orden de transportar y escoltar un ejército de 6.300
hombres que debía recuperar Ciudad del Cabo de manos de los holandeses. Cumplida esta
misión en poco tiempo, decidió por su cuenta dirigirse al Río de la Plata para conquistarlo,
asumiendo erróneamente que sus fuerzas serían recibidas como libertadores por los
habitantes de Buenos Aires.
Tras atravesar el Atlántico la expedición, compuesta por unos 1.500 hombres, se encontró
frente a Buenos Aires el 25 de junio de 1806. Desembarcaron en Quilmes y se dirigieron a la
capital, que cayó en 48 horas, demostrando la inutilidad de las medidas tomadas por los
españoles para su defensa, que siempre habían previsto. Los ingleses se instalaron en el
fuerte, encontrándose con que el virrey había huido llevándose consigo los caudales del
gobierno.
El general Beresford, comandante del ejército de ocupación, procuró interferir lo menos
posible, por lo que la presencia británica no alteró en mayor medida la vida de la ciudad, que
continuó desarrollándose casi con normalidad. Las principales medidas adoptadas tuvieron
que ver con la liberalización del comercio, lo que generó resentimiento en algunos sectores
ligados a los monopolios.
La facilidad con que ingresaron en Buenos Aires alimentó las previsiones inglesas de que la
ocupación sería sencilla. Por el contrario, en las zonas rurales y bajo el mando de jefes como
Santiago de Liniers, Juan Martín de Pueyrredón y otros, se había comenzado a formar una
resistencia armada, por fuera de las estructuras militares españolas que ya habían demostrado
su ineficacia. Desde Miserere, Liniers intimó la rendición a Beresford, quien intentó resistir
en la Plaza Mayor. Las fuerzas locales avanzaron hacia el centro, mientras sus números van
aumentando con nuevos voluntarios. El 12 de agosto, 46 días después de llegar y tras
encarnizados combates, Beresford se rindió ante Liniers en el fuerte de Buenos Aires, y
embarcó de regreso para Inglaterra, habiendo perdido 165 muertos en el campo de batalla.
Sobremonte fue destituido por el Cabildo y reemplazado por Liniers.
Segunda Invasión Inglesa (1807)
El ejército que se preparaba en Inglaterra para reforzar a las fuerzas que ocupaban Buenos
Aires apareció frente a las costas de Quilmes trece meses después de la capitulación de
aquéllas (casi al mismo tiempo que las noticias de la derrota de Beresford llegaban a
Londres). A los motivos británicos se sumaba ahora la necesidad de encontrar nuevos
mercados para sus productos, frente al bloqueo continental decretado por Napoleón. La nueva
expedición al mando del general Whitelocke, estaba compuesta por más de 12.000 hombres.
El 16 de enero desembarcaron en Montevideo, que tomaron por asalto, y a mediados de junio
hicieron lo propio en la Ensenada de Barragán, al sur de Buenos Aires. Lo esperaba Liniers al
frente de 8.000 hombres, mejor preparados y equipados que el año anterior. Tras encontrarse
con una resistencia más encarnizada de lo previsto, y el 7 de julio se firmó la rendición.
Consecuencias políticas y militares
Las Invasiones Inglesas produjeron en el Río de la Plata consecuencias políticas y militares
que repercutieron en los sucesos de mayo de 1810. En efecto, la actuación del virrey
Sobremonte, su huida de Buenos Aires con pretextos por lo menos dudosos, y la reacción del
Cabildo con su destitución y su reemplazo por Liniers hizo temblar, por lo menos en esta
parte del imperio, la estructura autoritaria del sistema colonial español, ya que se trató de una
decisión impuesta “desde abajo” contra una figura designada por el propio monarca. Esto
generó fuertes reacciones en los sectores más conservadores de la Corona, que no supieron o
no quisieron entender lo que implicaba este movimiento, por lo que tampoco pudieron tomar
medidas que hubieran podido cambiar el curso de los acontecimientos. El fiscal de la
Audiencia vio en el caso de Liniers “un malísimo ejemplo, (…) pues no debe tolerarse que el
pueblo imponga su voluntad.”1
Por otro lado, las precarias medidas tomadas por los españoles para la defensa de Buenos
Aires frente a un eventual ataque inglés (que siempre consideraron posible) demostraron su
más absoluta ineficacia, y fue el propio pueblo de Buenos Aires, bajo la guía de sus jefes, el
que organizó la reconquista (en la primera invasión) y la defensa (en la segunda) de la ciudad,
resistiendo con éxito a un ejército más numeroso, más experimentado y mucho mejor
equipado. Los contingentes mal definidos de milicias ciudadanas que lograron esta hazaña
serían la base de los batallones que, tres años más tarde, habrían de definir el curso de la
Revolución de Mayo y servirían de núcleo para la creación del Ejército Argentino.
SUCESIVAS ORGANIZACIONES POLÌTICAS (1810-1814)
Entre 1810 y 1814 nuestro país tuvo cuatro organizaciones políticas diferentes, de acuerdo
con lo siguiente:
a. Primera Junta (25 de mayo al 18 de diciembre de 1810)
Fue el primer cuerpo que se formó luego de la destitución del virrey. Integrado por un
presidente, dos secretarios y seis vocales. Todos sus miembros eran vecinos de
Buenos Aires; entre las principales críticas que recibió fue la de haber sido constituida
sin consultar a las provincias, y no tener representación de las mismas.
b. Junta Grande (18 de diciembre de 1810 al 23 de septiembre de 1811)
1
LUNA, Félix. Historia Integral de la Argentina, tomo 4, p. 79.
Se constituyó luego de la incorporación a la Primera Junta de los representantes de las
provincias, por invitación de aquélla. Inicialmente formada por dieciocho miembros
(incluyendo los nueve de la Primera Junta, que permanecieron en los mismos cargos),
llegó a tener un máximo de veinticuatro.
Se disolvió en su función ejecutiva tras un golpe llevado a cabo por el Cabildo de
Buenos Aires, que recelaba de la presencia de los diputados provinciales,
convirtiéndose entonces en un organismo legislativo con el nombre de Junta
Conservadora.
c. Triunvirato (23 de septiembre de 1811 al 31 de enero de 1814)
Creado luego de la disolución de la Junta Grande, estaba integrado por tres miembros.
El Primer Triunvirato fue derrocado en octubre de 1812 por un movimiento
organizado por la Logia Lautaro, que propugnaba la inmediata declaración de la
independencia. El Segundo Triunvirato convocó a la denominada Asamblea del Año
XIII, para que determinara la definitiva organización política del país. Este órgano fue
el primero que, sin declarar abiertamente la independencia, adoptó una serie de
medidas propias de un país soberano.
d. Directorio (31 de enero de 1814 al 1º de febrero de 1820).
Establecido por la Asamblea del Año XIII, fue el primer gobierno unipersonal de
nuestro país. Se sucedieron seis directores supremos, de los cuales el último, José
Rondeau, renunció al cargo tras ser derrotado en la batalla de Cepeda, lo que significó
la disolución del Gobierno nacional y la autonomía de las provincias, situación que se
mantendría en diferentes grados hasta 1862.
CAMPAÑA SANMARTINIANA (1814 A 1816)
José de San Martín fue hijo de un funcionario de la administración colonial española que,
terminado el mandato de su padre, regresó con su familia a España, donde siguió la carrera
militar, llegando a participar en las Guerras Napoleónicas.
En 1812, en compañía de otros americanos, regresó al Río de la Plata, donde le fue
reconocido su grado militar y se le encomendó la organización de una unidad de caballería.
Su primera misión fue evitar las incursiones de la flota española que, desde Montevideo,
asolaba las poblaciones del litoral fluvial. Así, la unidad recién creada, los Granaderos a
Caballo, se dirigió hacia el norte siguiendo el curso de una flotilla española que remontaba el
río Paraná. Al llegar a San Lorenzo, enfrentó y derrotó a las fuerzas realistas desembarcadas
en lo que sería el bautismo de fuego de los granaderos y su única acción en suelo argentino,
el 3 de febrero de 1813.
En enero de 1814 se hizo cargo del Ejército del Norte, reemplazando a Manuel Belgrano,
pero debió retirarse al poco tiempo por problemas de salud. Sabiendo que el centro del poder
español en América estaba en Lima, reconoció la dificultad de llegar a él a través de los
difíciles terrenos del Alto Perú, por lo que concibió lo que se conoce como el “Plan
Continental”, que preveía la organización de un gran ejército en Cuyo, desde donde, tras
atravesar los Andes, invadiría Chile para derrotar allí a los españoles y luego dirigirse a Lima
por mar. Para asegurar la frontera norte, dejó allí a una pequeña fuerza irregular que, al
mando de Martín de Güemes, rechazara cualquier intento español de reconquistar el Río de la
Plata.
Para poner en marcha su plan, logró ser nombrado gobernador de Cuyo, asumiendo el cargo
el 6 de septiembre de 1814. Comenzó entonces la organización del Ejército de los Andes,
reforzado por los contingentes chilenos que se habían exiliado en Cuyo tras el desastre de
Rancagua y la caída de la llamada “Patria Grande”, alcanzando un efectivo de poco más de
5.000 hombres, de los cuales unos 3.700 eran combatientes y el resto de apoyo. La tarea
demandó casi dos años, y el cruce se llevó a cabo entre enero y febrero de 1817. El tamaño
del ejército obligó a utilizar seis pasos diferentes: el grueso atravesó por los de Los Patos y
Uspallata, mientras que columnas auxiliares utilizaron los de Comecaballos, Guana, El
Portillo y El Planchón. Las fechas de partida de cada contingente fueron cuidadosamente
planificadas, a fin de que todos pudieran reunirse simultáneamente en un punto del lado
chileno de la cordillera.
El 12 de febrero se produce el primer choque con los españoles en la Cuesta de Chacabuco, al
norte de Santiago, donde los patriotas obtienen un resonante triunfo, y poco después entraron
en la capital, de donde ya habían huido las autoridades realistas. Una vez instalado en Chile,
San Martín de dedicó a preparar la expedición naval al Perú, mencionada más arriba, mientas
el ejército acampaba cerca de Valparaíso. El 19 de marzo de 1818 se produjo un
enfrentamiento en Cancha Rayada, que terminó con una victoria de los españoles. Sin
embargo, el ejército patriota logró recuperarse y el 5 de abril obtuvo la victoria en la batalla
de Maipú, considerada una de las acciones decisivas de la guerra de la independencia, y que
consolidó definitivamente la libertad de Chile, dejando abierto el camino para la expedición
al Perú.
Esta comenzó el 20 de agosto de 1820 con la partida de Valparaíso de la flota que trasladaba
al ejército unido. Tras varias acciones menores, incluyendo la campaña de la Sierra al mando
de Arenales, San Martín desembarcó en Lima casi sin resistencia en julio de 1821,
proclamándose la independencia del Perú el 28 de ese mes. Una pequeña guarnición española
permaneció en la fortaleza del Callao, hasta que fue derrotada en 1826 por fuerzas
pertenecientes al ejército de Simón Bolívar.
FEDERACIÓN Y CONFEDERACIÓN. CONSTITUCIÓN CENTRALISTA DE 1819.
Declarada finalmente la independencia en 1816, se planteó la cuestión de la forma de
organización política a adoptar por el nuevo Estado. Si bien en esos momentos estaba vigente
el Directorio, debe recordarse que el mismo había sido establecido por la Asamblea del Año
XIII sin que estuviera vigente una constitución, por lo que la redacción de la misma debía ser
una tarea del congreso reunido en Tucumán.
Habiéndose decidido la adopción de una forma de gobierno republicana (descartando así a la
monarquía que algunos habían propuesto), faltaba ahora resolver entre la federación (una
serie de estados provinciales reunidos bajo un gobierno central, aunque tanto aquéllos como
éste conservan un importante grado de control) y la confederación (entendida ésta como una
unión fluida de estados que retienen los principales poderes del gobierno, delegando en el
gobierno central un limitado número de funciones, sobre todo defensivas o de relaciones
exteriores.). Finalmente se decidió por la primera, tomando como modelo la Constitución de
los Estados Unidos, aunque con un carácter más unitario que ésta. Se consideraron, además,
los proyectos de la Sociedad Patriótica y de la Comisión Oficial (presentados ante la
Asamblea del Año XIII), el Estatuto de 1815, el Reglamento de 1817, la Constitución
francesa de 1791 y la de Cádiz de 1812.
Cabe aclarar, sin embargo, que entre 1820 (caída del Directorio) y 1852 (caída de Rosas), la
forma de organización política de nuestro país respondió –al menos en teoría– más al modelo
confederal, pues las provincias ejercieron un alto grado de autonomía y sólo delegaron en el
gobernador de Buenos Aires el manejo de las relaciones exteriores.
La constitución propuesta tenía 138 artículos distribuidos en seis secciones. Preveía un poder
legislativo bicameral, un poder ejecutivo ejercido por el Director Supremo, elegido por ambas
cámaras de la legislatura, y un poder judicial representado por una Alta Corte de Justicia.
Enumeraba luego los derechos de los habitantes. Sin mencionarlo explícitamente, el régimen
descrito tenía un carácter fuertemente unitario.
Tras ser aprobada por el Congreso, entró en vigencia el 25 de mayo. Pueyrredón,
considerando cumplida su misión (la declaración de la independencia y el establecimiento de
una constitución) renunció al cargo de Director Supremo, siendo reemplazado por José
Rondeau. La nueva Constitución fue casi de inmediato rechazada por muchas provincias, en
vista de su contenido unitario. Santa Fe, Entre Ríos y la Banda Oriental decidieron ir a la
guerra contra el Directorio; un ejército provincial avanzó sobre Buenos Aires y el 1º de
febrero de 1820 se produjo la batalla de Cepeda, donde las fuerzas de Rondeau fueron
derrotadas, produciéndose así la disolución del Gobierno nacional y la derogación de la
Constitución del año anterior.
GUERRA CON EL BRASIL
Antecedentes
Los orígenes de la guerra con el Imperio del Brasil pueden rastrearse a la política portuguesa
en el Río de la Plata desde finales del siglo XVIII, y a sus ambiciones de controlar la orilla
oriental del mismo. Cuando, en 1807, la corte portuguesa se instaló en Río de Janeiro
huyendo de la invasión napoleónica, dichas aspiraciones se vieron favorecidas, y hallaron
expresión en las pretensiones de la infanta Carlota Joaquina (hermana de Fernando VII y
esposa del rey Juan II de Portugal) de reinar sobre estas tierras en nombre de su hermano
prisionero.
A partir de la independencia del Río de la Plata, los portugueses iniciaron un lento pero
progresivo avance sobre la Banda Oriental, que completaron en 1817, aprovechando que la
atención y los recursos del gobierno de las Provincias Unidas estaban concentrados en la
campaña de los Andes.
En 1821, el general Lecor, jefe de las fuerzas portuguesas en la Banda Oriental, convocó un
congreso en Montevideo y proclamó formalmente la incorporación de la misma al Reino
Unido de Portugal y Brasil, con el nombre de “Provincia Cisplatina”. Cuando, un año más
tarde y tras la liberación de Portugal de la ocupación francesa, el rey Juan II regresó a Lisboa,
su hijo Pedro decidió permanecer en Río de Janeiro, proclamó la independencia de Brasil
(incluyendo la Provincia Cisplatina) y se proclamó emperador del nuevo Estado.
Por su parte, el pueblo de la Banda Oriental y sus dirigentes, a pesar de la tradicional
rivalidad de Montevideo con Buenos Aires, no aceptaban la dominación portuguesa ni
brasileña, y en 1825 el coronel Lavalleja, exiliado en Buenos Aires, solicitó apoyo al
gobernador Las Heras para liberar a su tierra. Éste, por su parte, no quiso dar un paso que lo
llevara a enfrentarse con el Brasil. Entonces Lavalleja, con el apoyo de algunos federales
porteños, cruzó el 19 de abril el río Uruguay junto a treinta y tres paisanos (los “Treinta y
Tres Orientales”) e inició la lucha contra los ocupantes. Una fuerza enviada por Lecor al
mando de Rivera para reprimir a los “insurrectos” se pasó a los mismos, que a partir de ese
momento comenzaron a aumentar sus efectivos con el apoyo de la población. Mientras tanto,
y a pesar de la reticencia de Las Heras, la causa de los orientales sumaba apoyo en los
sectores populares porteños; Lavalleja decidió aprovechar el momento y, el 25 de agosto, un
congreso reunido en La Florida declaró la independencia de la Banda Oriental del dominio
brasileño y su reincorporación a las Provincias Unidas, lo que dos meses más tarde fue
aceptado por el congreso de Buenos Aires. Mientras tanto, el gobernador dispuso la adopción
de medidas defensivas frente a la probabilidad de un ataque brasileño, desplegando sobre el
río Uruguay un ejército, llamado “de observación”, al mando de Martín Rodríguez.
Inicio de las hostilidades
El 1º de diciembre el emperador Pedro I declaró la guerra y de inmediato ordenó el bloqueo
del Río de la Plata. El 1º de enero de 1826 el congreso de Buenos Aires respondió,
declarando a su vez la guerra al Brasil.
La diferencia de recursos era enorme en favor de los brasileños, quienes además de disponer
de un gran ejército y una poderosa flota, contrataron contingentes alemanes veteranos de las
guerras napoleónicas.
En febrero de 1826 el ejército de observación cruzó el río y se estacionó en proximidades de
Paysandú, donde permaneció inmovilizado durante algún tiempo. Finalmente, Rodríguez
renunció a su mando y fue reemplazado por Rondeau, quien no llegó a hacerse cargo. En el
interín, el congreso de Buenos Aires había designado presidente de la Nación a Bernardino
Rivadavia, quien nombró ministro de Guerra al general Alvear. Éste se hizo cargo
personalmente del ejército de observación y decidió darle un nuevo impulso a la campaña. Se
mejoraron las condiciones del ejército, que fue reforzado por nuevos contingentes reclutados
en Buenos Aires, ya que en el interior la guerra no despertaba la menor adhesión y las
provincias se negaban a realizar aportes de hombres o recursos.
Mientras tanto, Manuel J. García, ministro de Gobierno de Rivadavia, se oponía a la guerra e
intentó obtener la mediación del cónsul británico. El gobierno de Londres decidió
involucrarse cuando el bloqueo comenzó a afectar sus intereses en el Río de la Plata. Sin
embargo, sus propuestas de paz fueron rechazadas por los brasileños. Al mismo tiempo,
comenzaba a tomar forma la idea de convertir a la Banda Oriental en un estado
independiente.
Desarrollo de las operaciones
El ejército de observación, ahora llamado “Republicano”, se puso en movimiento a fines de
1826. Entre sus jefes se contaban oficiales veteranos de las luchas de la independencia, como
Paz, Lavalle, Brandsen, y Soler, entre otros. En lugar de atacar directamente las plazas fuertes
de los brasileños (Colonia y Montevideo), Alvear prefirió avanzar hacia el noreste para
enfrentarlos en su propio territorio. Se sucedieron varios encuentros que resultaron favorables
a los argentinos, como Bacacay y Ombú. El 20 de febrero de 1827 se produjo tuvo lugar en
Ituzaingó la batalla más importante de la guerra. Siguieron luego los triunfos de Camacuá y
Yerbal, aunque el lamentable estado del ejército republicano no permitió explotar
adecuadamente estas victorias. Tras la renuncia de Rivadavia a la presidencia y la
recuperación de sus autonomías por parte de las provincias, Alvear, muy cuestionado por su
forma de manejarse, fue destituido por Dorrego, gobernador de Buenos Aires a cargo de las
relaciones exteriores. Bajo el mando de Lavalleja, su reemplazante, el ejército permaneció
varios meses más inmovilizado en Cerro Largo. Diferencias personales entre Rivera y
Lavalleja hicieron que para fin de año la mayoría de las fuerzas republicanas hubieran
abandonado el suelo oriental.
La campaña naval
Pese a la falta de recursos, la Argentina pudo organizar una pequeña flotilla al mando de
Guillermo Brown, la que obtuvo importantes triunfos en Colonia, Martín García, Quilmes,
Los Pozos (a la vista de Buenos Aires, cuyo pueblo observó desde la orilla el desarrollo del
combate) y Juncal. También se logró liberar la navegación por el río Uruguay y desbaratar un
intento brasileño de ocupar Carmen de Patagones. Se capturaron numerosos buques
brasileños que fueron incorporados a la flota republicana, y varios navíos mercantes
recibieron patentes de corso para atacar el comercio enemigo.
La paz
Tras las batallas de Juncal e Ituzaingó, Rivadavia instruyó a su ministro García a iniciar
tratativas de paz, bajo las alternativas de que la Banda Oriental debía reincorporarse a las
Provincias Unidas o, en su defecto, convertirse en un Estado independiente. Excediéndose en
sus instrucciones, García firmó un tratado que cedía la Banda Oriental al Brasil y aceptaba
pagar indemnizaciones por los daños causados por la guerra de corso. Rivadavia desautorizó
al ministro y rechazó el tratado, pero renunció a su cargo, quedando de esa manera disuelta
nuevamente la autoridad nacional. Viendo afectados sus intereses, los británicos presionaron
por el cese de las hostilidades y, en agosto de 1828, se firmó en Río de Janeiro una
convención preliminar reconociendo la independencia de la Banda Oriental. En octubre se
intercambiaron los instrumentos de ratificación, con lo que oficialmente se dio por terminada
la guerra.
GENERACIÓN DEL ´37
Se conoce con este nombre a un grupo de jóvenes pertenecientes a la generación nacida en el
período de la independencia e identificados con la corriente del romanticismo, que alrededor
del año 1837 se juntaron para debatir acerca del futuro político de la Argentina. Entre los más
destacados se encontraban Juan Bautista Alberdi, Esteban Echeverría, Vicente Fidel López,
Carlos Tejedor, Félix Frías, los hermanos Juan María y Juan Antonio Gutiérrez, y muchos
otros. Reunidos en la librería de Marcos Sastre, el 23 de julio de ese año fundaron el Salón
Literario y, un año después, la Joven Argentina, que luego pasaría a llamarse Asociación de
Mayo. Su propósito es superar las distintas discordias que afectan a nuestro país. Siendo la
mayoría de ellos partidarios del unitarismo, muchos fueron perseguidos durante el gobierno
de Rosas y debieron exiliarse.
SUBLEVACIÓN DE URQUIZA
Las relaciones entre Rosas y Urquiza, que en un momento habían sido aliados, comenzaron a
deteriorarse a partir de 1845, ante los reiterados pedidos del gobernador de Entre Ríos de que
se procediera a la organización nacional y la redacción de una constitución, pedidos que eran
siempre rechazados o demorados por Rosas con distintos argumentos. Entre Ríos contaba con
un ejército que había sido bien equipado por Rosas para defender la frontera con Brasil, y los
exiliados en Montevideo le insistían a su gobernador para que se sublevara.
“El 5 de enero de 1851 el periódico La Regeneración, de Concepción del Uruguay, virtual
vocero de Urquiza, anunció que ese año será el de la organización nacional. El comentario
significa un ataque directo a Rosas, quien de inmediato ordena una ofensiva periodística
contra el entrerriano.”2
Ante esta ruptura, varias provincias propusieron ungir a Rosas con el supremo poder
nacional, a lo que Urquiza responde que el gobernador de Buenos Aires es el único obstáculo
a la organización constitucional del país. El 1º de mayo de 1851 publica tres documentos,
conocidos en su conjunto como el “Pronunciamiento”, por los cuales la provincia de Entre
Ríos reasume su soberanía hasta que se reúna un congreso constituyente, retirándole a Rosas
las facultades delegadas. Además, reemplaza el lema “Mueran los salvajes unitarios” por
“Mueran los enemigos de la organización nacional”. A partir de ese momento el proceso se
acelera: el 29 de mayo se firma en Montevideo un convenio entre Entre Ríos, el Estado
oriental, Corrientes y el Imperio del Brasil, proclamando la libre navegación de los ríos
interiores y la guerra contra Rosas si éste la declara contra cualquiera de ellos. Un ejército
combinado avanza entonces sobre Montevideo: Oribe, aliado de Rosas, que sitiaba la capital
oriental, firma un tratado de paz con los ocupantes y su ejército se suma al de Urquiza. El 18
de agosto Rosas declaró la guerra al Brasil –argumentando un problema menor de vieja data–
y Urquiza es acusado de traición. Se pone entonces en vigor el convenio firmado en
Montevideo. Se formó entonces el llamado Ejército Grande, que a fines de diciembre cruzó el
río Paraná y, tras ocupar Santa Fe y Rosario, se dirigió a Buenos Aires. El 3 de febrero de

2
LUNA, Félix. Historia Integral de la Argentina, tomo 6, pág. 15.
1852 ambas fuerzas se enfrentaron en la localidad de Caseros, y la batalla resultante terminó
con la derrota y huida de Rosas, y el inicio del proceso de organización nacional.
BIBLIOGRAFÍA
GOLDMAN, Noemí. Historia Argentina. Revolución, república, confederación (1806-1852).
Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2001.
LUNA, Félix. Historia Integral de la Argentina, vols. 4, 5 y 6. Ed. Planeta, Buenos Aires,
1995.
ROJAS, Ricardo. El Santo de la Espada. Vida de San Martín. EUDEBA, Buenos Aires, 1978.
ROMERO CARRANZA, A., RODRÍGUEZ VARELA, A. y VENTURA, E. Historia Política
y Constitucional Argentina 1776-1989. Círculo Militar, Buenos Aires, 1992.
SAYE, Arthur, ALLUMS, John y POUND, Merritt. PRINCIPIOS DEL GOBIERNO
AMERICANO. EDISAR, Buenos Aires, 1981.

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