La Tetralogía de Ramón Pérez de Ayala
La Tetralogía de Ramón Pérez de Ayala
La Tetralogía de Ramón Pérez de Ayala
A mis padres.
2
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN .......................................................................................... 6
3
2.4. La crisis de la palabra: hacia la escritura ética........................ 140
4
2.2.4. Moralidad de lo lupanario: la novela lupanaria
artística .................................................................................. 283
3. Formas de la literatura confidencial ................................................ 294
3.1. La forma epistolar .................................................................. 303
3.2. El diario de Bertuco ................................................................ 333
4. Formas dialogadas.......................................................................... 341
4.1. El diálogo platónico ................................................................ 341
4.2. El diálogo teatral .................................................................... 349
4.2.1. ―Consejo de pastores‖ o la estructura de la
intolerancia ............................................................................ 350
5
INTRODUCCIÓN
nómina de narradores menores de la 1ª mitad del siglo XX, pero un paso por
detrás de los grandes escritores de ese mismo periodo. A pesar del interés
Con esta tesis nos hemos propuesto dirigir el interés del lector hacia
las novelas de la 1ª etapa del escritor asturiano –la tetralogía formada por
6
continuo por parte de Alberto Díaz de Guzmán, hemos intentado explicar
seguir las vidas de Tigre Juan y de Herminia al mismo tiempo una vez que
los personajes deciden separarse, a pesar del baldío intento del narrador de
decide leer primero una columna y luego otra –única solución posible en
lograda trabazón orgánica con que Ayala concibe este plan novelesco.
Una de las líneas maestras que circula por este trabajo es nuestra
7
en este apartado de la tesis que con esta elección nominal Ayala hace una
ciclo en el que ya Ayala ofrece una concepción general del fenómeno artístico
postulados estéticos que revela –en una línea similar a la iniciada por
como escritor, que pasa de ser individual –más bien egocéntrica o esteticista
que le es concomitante.
8
esteticismo con que Ayala se inicia en los ambientes literarios madrileños
la revista Helios, el relato Trece dioses, cuyo modelo confeso son Las sonatas
este capítulo (―Bajo la mirada de Plotino‖), aportará una luz nueva a una
9
como con la obra de otros intelectuales de la época, analizamos el encuentro
diálogo intertextual.
10
flujo entre impersonalidad y omnisciencia, las citas, los ―capítulos
constatar cómo tales moldes sirven de vehículo formal del universo ideológico
11
ocasiones. Abrumado Ayala por incontrolables pulsiones sexuales, hecho
descrédito de las ideas falsas, como en el caso del diálogo platónico que
raposa.
12
―Consejo de pastores‖, capítulo de A.M.D.G., con el que ejemplificamos a
13
CAPÍTULO I
CUESTIONES PRELIMINARES
Carmen Bobes Naves señale que los cuatro títulos forman en realidad una
única novela, una sola historia, cuyo nexo se fundamenta en una continuidad
14
de sentido y en la persistencia de algunos personajes2: Rosina, Fernando,
todas ellas, de ahí que sea frecuente referirse a la tetralogía como el ciclo
narrativo de Alberto Díaz de Guzmán. Sin embargo, y aquí estriba una de las
razones principales que se han esgrimido para cuestionar dicha unidad, con la
manera tajante la existencia de una tetralogía como tal que tenga como
del grado de preeminencia que pueda adquirir en cada una de las novelas, no
15
se puede dejar de reconocer el calibre de Alberto Díaz como elemento
retroceso hasta la etapa infantil de ese pintor novicio, Alberto, con el propósito
las distintas obras se asocia con los universos ficticios de autores precedentes,
bien conocidos y muy admirados por Ayala, como Galdós o Balzac, si bien
parece que el universo de Ayala se acerca más al del escritor canario que al del
16
adecuación de esta técnica a la propia concepción ayalina de la novela, nacida
citarlo en más de una ocasión; nos interesa ahora además destacar su fecha,
6 Obras completas, Madrid, Aguilar, 1963, I, pág. 1308. En adelante citaré O.C., con el
volumen correspondiente.
7 En el citado artículo ―La incoherencia‖ leemos: ―Volviendo al concepto predominante
de la novela, diré que usurpa el calificativo de verista y real. Porque, en efecto, ¿puede darse
nada más fuera de lo verosímil que seguir una acción en línea recta, en todas las horas del
protagonista, sin que el más mínimo de sus actos, ni aun pensamientos, se oculte a la vista
del espectador, y supeditando cuanto en el orbe acontece aun propósito preconcebido?‖ (Íbid.
pág. 1309).
17
Sonreía, la vida humana, esa ―historia insignificante‖, se concreta en un ir y
hecho..., ¿quién sabe?‖8. Una manifiesta relativización del tradicional papel del
18
del arte que trata de fijar lo que por naturaleza es dinámico, inaprehensible. La
ambas van a moverse en un mundo en el que los efectos no llevan una causa
a otra novela, no implican un compromiso por parte del narrador –como solía
vida ―oculta‖ del mismo. Tácitamente, el pacto que se establece en este mundo
presente narrativo.
19
A.M.D.G. no resta valor a la decisión narrativa de profundizar en los motivos de
cumbres ―está implícita‖ la vuelta atrás para buscar las razones de la conducta
valores vitales. En coincidencia plena con esta visión, resulta además posible
lector se entera al menos de la relación que hubo entre ambos: habían sido
UNA VOZ
EL JOVEN
ALBERTO
Bien, muy bien; ¿y tú? Cuánto celebro verte. (Le tiende la mano.)
EL JOVEN
ALBERTO
Sí.
EL JOVEN
anunciar A.M.D.G., como sugieren las palabras con que se despide: ―En
caso de prolepsis narrativa que anticipa no un motivo, sino toda una novela,
21
Todo ello nos hace pensar que quizás Pérez de Ayala pensara ya en reflejar la
cierto desliz veraniego con Rosaura, hija del jardinero de su familia. Ante la
amenaza del sacerdote de no absolverle, Bertuco imagina ―el espanto del cielo
en donde se apagase el sol para siempre‖15, esto es, un eclipse perpetuo. Esta
en crisis hunde sus perniciosas raíces en ese pasado: A.M.D.G.. Así pues, si en
medias res permite al narrador pasar en A.M.D.G. a tratar de las raíces del
conflicto allí planteado, mientras que las consecuencias derivadas del mismo,
22
la raposa, novela que señalará el punto cero de una nueva andadura vital: la
apoyo del propio autor y sin evidencias textuales. En las páginas precedentes
aquí, sin embargo, los vínculos entre las novelas de esta tetralogía.
ciertos patrones estructurales que remedan la novela bizantina sobre los que
final.
voluntad vital conocido por Santo Tomás como ―sindéresis‖- disipa los
pensamientos suicidas:
23
rendido, amador y desgraciado, entre un nimbo de ilusiones rosadas. Si
el Destino le arrastraba ahora por lejanías ignotas, ¿quién sabe si
alguna vez se placería en juntarlos de nuevo?16
La estructura que vincula y unifica las cuatro novelas, que a la luz de los
palabras del escritor asturiano. Este plan lógico que Ayala expone a su amigo
problemática que aparece ante los ojos del lector en el momento culminante en
24
interior de nuevos valores, de nuevas normas de actuación (La pata de la
Muchos y muy variados pueden ser los motivos que provoquen que un
observa acertadamente Amorós que ese seudónimo ―no debió despistar a casi
25
salvaguardar el buen nombre paterno ante las seguras reacciones furibundas
obra.
Doch geht aus dem Epilog selbst nicht eindeuting hervor, wieweit
er wörtklich zu nehmen ist, beziehungsweise in welchem Grade er im
Hinblick auf eventuelle Einwände der Zensur geschrieben wurde; hierfür
würde zum Beispiel die Wahl eines Pseudonyms (Plotino Cuevas) in der
ersten Edition sprechen23.
26
novela en un epistolario privado de tanta sinceridad y crudeza como el que
mantiene con Rodríguez Acosta. ¿Por qué aparentar una motivación seria en la
como los deseos sexuales que despierta una prostituta en el autor mientras
pasea por Madrid? Creemos más factible sustentar la opinión de que hay una
serio con lo ridículo. En sintonía con este estado de espíritu Alberto pretende
27
embargo, sus implicaciones. El ―Prefacio‖ aparece escrito por un anónimo
juventud para que, mirándose en él, salga de la mala senda. Tras la chanza se
retórica prologal de la novela ejemplarizante del siglo XIX. Una vez que Plotino
Cuevas se ha puesto a bien con Dios, pide al jesuita que saque un manuscrito
de un cajón:
28
Obedecí y torné a su cabecera tomando el envoltorio entre mis
manos. No pude menos de recordar a Ezequiel, al cual Jehová ordenó
tomar en las manos y luego engullir un envoltorio que contenía...
excremento.
-En ese paquete se encierra el más repugnante engendro que haya
concebido nunca la mente humana. Son las cuartillas de un libro que en
mal hora pensé y en peores instantes desarrollé al correr de la pluma;
esto es lo cierto. Abominaciones y liviandades que andan sueltas por el
mundo, aprisionadas están entre esas páginas. Yo no muero tranquilo si
usted no me promete que las ha de publicar, con un prefacio aclaratorio,
a fin de que la mocedad se mire en ese espejo, conciba horror y huya de
la mala senda; lo que el refrán dice: «escarmentar en cabeza ajena».
Véase a qué repudridos estercoleros me condujo el apartamiento de la
material tutela que la religión ejerce sobre los hombres26.
escritor asturiano es el prólogo ―Al lector‖ que el padre Luis Coloma antepone a
el lector.
Por todo ello podemos concluir que la motivación que lleva al escritor
Pero si resultan notorios los motivos de su uso, aún queda por dilucidar
caverna del libro VII de La República de Platón. ¿Por qué elige Ayala este
29
seudónimo en concreto? ¿Podría implicar una proyección paratextual
intrascendente?
que suponga el origen o motivo de la idea del seudónimo elegido por Ayala,
30
originaria, obviaríamos el rico caudal de muestras narrativas en que el mito de
juego de luces y sombras que plantea Coletes Blanco, sino porque aglutina
sintético, su concepción ética del hecho literario que apunta hacia una
platónico31. Más hondo llega Florencio Friera al indicar que el proceso de la luz
por Ayala de las Ideas expuestas por Platón en el mito de la caverna‖32. Sin
embargo, para este crítico, los tres focos de referencia que muestran lo arraiga-
tales textos, a continuación veremos que existe una cantidad mucho más
31
considerable de alusiones a este mito, siempre en una línea muy específica a lo
con idealismo utópico mira por el haz y el envés las tipologías morales que
sino también como censor que tamiza las normas sustentadas en falsas
mismo que en los días de Sócrates; en el anverso está estampado «¿por qué?»,
32
La importancia del pensamiento platónico en Ayala se manifiesta no sólo
antecedentes narrativos.
33
¿Qué es el mundo -prosiguió- sino caverna donde vivimos
aprisionados fuertemente, sin ver más que la sombra de lo que a
nuestra espalda se hace? Desengáñese usted: no sabemos nada de
nada, y el único expediente fácil para endulzar la vida es disfrutar de las
apariencias y amarlas como tales, convencidos de su deleznable
condición37.
37 Íbidem supra. En su revisión de la vida y el arte de Oscar Wilde, Ayala sugiere que la
desatención a la lección platónica conduce a un fin aciago: ―Comenzó por no ver en el
universo sino interesante juego de apariencias, que viene a ser como pensar que la vida es
una mascarada alegre.‖(O. C., III, pág. 201) Idéntica actitud encontramos en el grupo de
juerguistas que acompañan a Alberto a contemplar el eclipse, quien en el momento de más
aguda crisis de realidad observa por detrás de esa farsa alegre las calaveras de la muerte.
38 Íbid., pág. 1278.
34
concepción ayalina de la novela en sociedad, no podía faltar el tema de la
también cómo recibe el público esa realidad ilusoria que se le ofrece como
una distancia crítica con respecto a la ilusión de realidad que se le ofrece. Aquí
está en germen no sólo una técnica novelística muy usada por Ayala, la
encuentra ante una ficción, sino también la idea de la formación del pueblo
Todo ello nos lleva a pensar que Plotino Cuevas no es tan sólo un
35
educación integral del hombre, asunto del que se deriva la dialéctica ético-
buen maestro debe alumbrar‖ para salir de esa cueva de sombras y tinieblas:
platónica, ―ciega prisión soterránea‖, como paso previo para liberar al hombre
la condicionen.
36
luz concentra la función educativa en dirigir correctamente esas facultades, en
preconcebidas. Como señala nuestro autor en Viaje entretenido al país del ocio
que ―el comercio con los demás hombres, comenzando con los
conciudadanos‖42.
y vuelve a bajar para propagarlo, se expone como una alegoría sobre el estado
que pensar solamente en que pueda servir de base para la crítica a un sistema
Gillespie:
Para quien sepa hallarla hay una unidad bien definida en la obra
literaria de Ayala. Toda esta larga serie de novelas, ensayos, poesías,
artículos, etc., se encamina a un sólo propósito -el de retratar al español
contemporáneo y, ahondando en su carácter, desnudar los motivos de la
decadencia lamentable en que se encuentra. Como buen español, Ayala
comprende y simpatiza con sus compatriotas, pero al mismo tiempo,
como hombre de perspectiva internacional, ve la necesidad urgente de
37
cambiar la ideología nacional43.
para siempre, sino que posteriormente ha de descender para que los demás
elegido por Ayala, Tinieblas en las cumbres: frente a la luz de la verdad de las
recrimine a Yiddy que, tras alcanzar las cimas del espíritu humano, hubiera
descendido para estar de nuevo junto a los demás: ―Si yo llegara allá, lo cual
valles‖44.
que se centra en el desafío entre Coste y Pajolero por ver quién come más,
la pedagogía primitiva y cruel del padre Mur. Así, en la siguiente sección del
significativa paronomasia que se asocia con el nombre del autor del Banquete,
38
al que se encierra en una nueva caverna. El rígido y arcaico sistema educativo
Mur: ―–No habrá, pues, querido amigo, que emplear la fuerza para la
descenso solidario de Yiddy por lo que declaraba que él no bajaría jamás de las
como deber del sabio retornar a la caverna con el fin de sacar de la sombra a
los que allí permanecen sin conocimiento de la luz. Pero también sucede que
Alberto, remiso a la idea del descenso desde las alturas del conocimiento, cae
entre los hombres tras sus búsquedas trascendentales: ―Los ángeles habían
hombres‖47.
quinta carta que Alberto, durante su estancia con los titiriteros, envía a
reflejado, entre otros, a Zeus mientras hace prácticas malabares con reyes,
39
son juguetes en manos de los dioses48.
como peces en pecera, que ellos toman por el universo mundo‖49) se asocia al
pez, comido por Angelón Ríos, nos da una humorística lección al respecto:
Alberto y Yiddy.
bajos (amor carnal) para ascender hasta la idealización intelectual del amor
ahondar más adelante en esta cuestión, ya que este diálogo influye de manera
40
con más detenimiento.
ofrece diversas señales para que el lector lo interprete así. Su cargo como
clásico‖53. Todo ello porque don Sabas considera que el auténtico mal del ser
extroversión emocional.
ejemplificada por el poeta Teófilo Pajares, cuya suerte va a ir pareja a la del pez
puede revelarse a través del prisma poético. Poner de relieve tal sugerencia es
la función narrativa del episodio en que Rosina va con Teófilo al Museo del
41
de Platón y hace una reflexión, sustentada sobre las falacias visuales, sobre la
me parece que no existimos... Si las cosas parecen una ilusión, como en aquel
momento de la oportunidad de salir con una mujer tan hermosa, pero pronto
opiniones sobre los más diversos temas, espeta una nueva referencia platónica
A la luz de estos datos textuales no nos cabe la menor duda de que las
42
seriedad por el contexto burlesco en que se insertan y que es tan del gusto de
que viven los hombres, con la convicción de que no hay más verdad fuera de
esas apariencias, nos permite leer la tetralogía con la vista puesta no sólo en el
existencia humana, entregada hoy igual que ayer, de acuerdo con el clasicismo
novelas posteriores.
43
función del artista en sociedad.
manera reiterativa.
Para Alberto Díaz de Guzmán, aceptado alter ego del autor, ―vivir es
44
que le inspira el abandono de la bohemia madrileña tras regresar a su pueblo,
y con ella el anhelo de vivir más‖62. Esta ansia incontrolable de sentir la vida
lisiados o deformes, que conforman tan sólo el correlato más visible y trágico
algunos ejemplos.
tiempo atrás al pueblo de Pilares uno de ellos, conversan sobre los tipos
valetudinarios‖.
45
ciclo, La pata de la raposa, trae a un primer plano este asunto, formulado
su propia pata para escapar del cepo del cazador, aunque quede coja para
española. Una de las lecciones de Tinieblas era que, como sucedía a Alberto, la
final de la novela:
46
puede más que ellos68.
señalados.
normativo sobre las consecuencias del vivir razonado o emocional sin una
pues el mismo Ayala interpretaba el Las penas del joven Werther como una
pernicioso, ―un cáncer‖, que no muestra sus raíces ni al más hábil psicólogo,
tiene justificación más allá de sí mismo: ―Te amo, por eso, porque te amo. Ya
47
del lector: ―Y se amaron. ¿Qué palabras emplear en estos medios de que el
amor se sirve, que son tan delicados que el alma misma no los entiende, ni yo
creo acierte a decir para que no lo entiendan, si no fuera los que han pasado
por ello?‖72
comparar las frases de los amantes con las que ―pronunciarían en tal ocasión
invalidez.
48
recuerda don Pánfilo Terranova al burlesco poeta modernista Huevillos en la
apunta como punto de concordia de las luchas entre los impulsos naturales
primarios del hombre y la vida razonada el amor. Pero no se trata del amor
sino del amor como sentimiento que se pone indiscriminadamente en todas las
49
mismo‖78. Quien se había mostrado remiso al contacto con las prostitutas en
Tinieblas en las cumbres cede ahora a las pulsiones sexuales, con lo que siente
pata de la raposa. Salo al final de esta novela, como culminación del ciclo
educativo de Alberto, accede a esa unidad entre razón e instinto que se llama
simpatía universal:
de realidad por ella asumida. Muchos hablan para las primeras novelas de
en la línea de las últimas creaciones de los maestros del XIX español. A la luz
Por ello, trataremos ahora de plantear qué entiende Ayala por símbolo y cómo
siguiente:
50
cumbre del Puerto de Pilares (Pajares, entre Oviedo y León), y las
tinieblas espirituales en que vacila y se hunde la conciencia también
de cumbre, excelsa, pero disgregada, del protagonista80.
exposición.
los actos asociados a estos, lo que representa las distintas vertientes humanas
simbolizadas.
síntesis enérgica de sus diversas actitudes vitales. Desde este punto de vista,
51
personajes del escritor canario. Las críticas, en cambio, a los tipos
esencial de su razón de ser, desde la misma raíz del concepto creativo que les
interpreta la presencia del motivo del espejo como una imagen de la falta de
unidad de Alberto consigo mismo y, por ende, en sus relaciones con los
como mero exponente exótico, sino que Ayala en perfecta correlación traza un
82 Íbid. supra.
83 C. Bobes Naves, ―Renovación del relato...‖, pág. 87.
84 A. Amorós, La novela intelectual…, págs. 170-171.
85 O. C., I, pág. 274.
52
puente fonético con la presentación de otro personaje, Travesedo, de quien el
narrador afirma que mira ―las cosas de este mundo desde el punto de vista de
Sirio‖, lo que significa -como atinadamente observa Amorós- mirar las cosas
carro recubierto de espejos que recuerda los carros de guerra asirios, lo que
del hombre, pero no desde la distancia que parece sugerir el lejano punto de
anteriormente.
que ha perdido una a una todas las mentiras vitales. A través de la imagen del
visión amplia sobre la realidad, el reflejo de la conciencia tolerante: ―Pues esta conciencia de
los elementos es el espíritu liberal. El lobo es antipático a la oveja, y la oveja es antipática al
lobo. Pero con perspectiva dilatada, más arriba aún de la estrella Sirio, desde el sitial de la
voluntad divina que los creó a ambos, desde el manantial de origen, oveja y lobo son amables
en la misma medida‖ (O. C., III, pág. 53).
87 A. Amorós, La novela intelectual…, pág. 99.
53
toma de conciencia de la auténtica razón de ser de la existencia. Al enraizar en
por los temas eternos (vida, muerte, religión, arte, amor) del individuo, es
trascendente, sino también de conciencia moral, esto es, la inquietud por los
concepción egocéntrica del mundo. Pero no podemos dejar caer en saco roto el
del mundo, como tampoco que vaya en compañía de dos personajes, Yiddy y
54
En este sentido nos parece relevante el hecho de que en el citado
ofrece el alegato ―Pro domo mea‖, en el que Ayala comenta que el ciclo de sus
cuatro libros de poemas corresponde a los cuatro elementos, pues ―el año y la
vida del hombre tienen sus cuatro estaciones y sus cuatro edades‖90. La paz
nativo, como del árbol por sus raíces; lleva consigo flor, aroma y gorjeo‖91.
Vemos, pues, de qué manera tan magistral Ayala ha hecho confluir en el texto
sobre el sentido de las cosas con Alberto. En esta primera etapa del ciclo vital
significar en hebreo ―tierra roja que gorjea‖, y por Rosina, nombre de flor de
dulce aroma.
90 Íbid., pág. 79
91 Íbid. supra.
55
Fernando un coloquio ―mudo‖ acorde con su sustancia simbólica. La presencia
tomada del poeta portugués Eugenio de Castro, que en 1890 publica su libro
aunque vaya del brazo con la imagen femenina de la Naturaleza, ya que está
paradoja del comediante‖, que podría definirse como un conocer sin sentir.
56
que para ella sea nuestro amor más intenso95.
como un puerto para construir una vida ordenada. Alberto parece intuir en lo
crisis espiritual de este personaje le empuja hacia esta nueva norma de vida, al
¿Debía casarme? Cuando Jehová tuvo a bien decir: Fiat lux!, las
tinieblas y las cosas caóticas que dentro de ellas moraban, debieron de
quedarse estupefactas. Así me quedé yo; es decir, así se quedó mi alma
al verse con un sol ardiente y súbito que la llenaba de fuego y luz.
¿Debía casarme...?96
Con ello pensamos que la educación estética que inicia Alberto tras el
eclipse implica una búsqueda de nuevos valores vitales en que asentar una
57
corazón, un sentido en la vida... Y yo tengo el pecho huérfano de cariños...‖97.
amor, necesario para encauzar las fuerzas dispersas que impiden una
de la raposa es, según lamenta Alberto, una de las causas principales del mal
justificable como interlocutor válido, según el principio del decoro clásico, para
introvertido que se oculta tras esa sonrisa irónica con que contempla los
Coletes Blanco cree que con este personaje Ayala hace un homenaje a Philip
58
Walsh, a quien conociera en su infancia99. No es tema de discusión la posible
una clara referencia literaria, Horacio, poeta latino muy admirado por Ayala y
este personaje inglés una sustancia vital horaciana, como arquetipo simbólico
disperso de Alberto.
―enamorado de los deleites moderados, así de los sentidos como del ánimo,
tierra bermeja, entre los olivos y las vides de su fundo sabino, o caviloso, al pie
del estado en que quedó su vida. La pérdida del sentido de lo absoluto, del
99 Andrés Amorós fue quien primero sugirió esta identificación. La sigue recientemente
F. Friera Suárez (op. cit., págs. 120-121). Todos coinciden en tres puntos para ello: que Ayala
conociera a este inglés siendo niño, la profesión como ingeniero y el recibir una oferta para
trabajar en España. Estas circunstancias nada aclaran, sin embargo, del sustrato literario
sobre el que construye el personaje.
100 O. C., IV, pág. 1061. La cursiva es mía.
59
compasión amable y de mansa ironía‖101.
estos términos:
hacen sonreír amablemente, pues sabe que tarde o temprano Alberto tendrá
que buscar una salida a sus cuitas, y que, en definitiva, seguirá viviendo, ya
60
que nada más puede hacerse: la resignación digna, el goce atemperado, la
forma de vida:
similares:
forma y contenido en ambos pasajes nos parece tan elocuente que nos exime
que se encarna en Adam Warble -mucho más que un simple homenaje a Philip
61
Walsh-, hemos postergado un concepto clave para entender la dialéctica
mueve en el concepto del nec otium -la inquietud que produce la falta de una
y otra vez Ayala nos recuerda las palabras que Petrarca lee de las Confesiones
más alta que hay que ganar está en el alma humana106. De Alberto, pues,
podríamos decir lo que Ayala comenta de la sátira sexta del libro segundo de
Horacio: ―El avariento que sigue los caminos del mar no por eso consigue
mismo‖107.
por el hecho de que puede pensar, de que tiene conciencia. Por eso, no resulta
62
cabeza baja, y sobrecogido por la emoción –actitud de la que se burlará
Todo estaba preparado para mí, para que yo viviese desde largos, largos
siglos sin medida: la tierra de donde se nutren mis raíces; [...] y las
simientes innumerables por todas partes y hacia atrás, en el tiempo
insondable, de donde procede esa única simiente que germinó en un
tronco [sic], de cuyo tronco yo florezco a la divina luz del sol109.
árbol que echa raíces y alimentarse de la savia terrestre. Tras esta experiencia
108
O. C., I, pág. 543.
109 O. C., II, págs. 451-452.
63
pertinencia narrativa de lo secundario (personajes, motivos,...).
64
recia y maravillosa en su desnudez indefensa, lanzábase sobre ella112.
que, tras descalzarse unas botas, San Martín lleva puestas unas zapatillas de
Martín.
social del personaje, que como hombre público –empleado del Gobierno- se
qué dirán. De aquí que antes de que se inicie la excursión solicite el respeto a
65
Una vez que ha satisfecho sus ansias amorosas, entrega las botas a su
ocasional ninfa, Remedios, que a su vez se las da a Alberto. Mientras éste las
propietario, les prende fuego. Cuando más adelante San Martín inquiere por
convenciones que establece la razón social y con las que pretende ordenar la
tono burlón, establece una conexión simbólica entre niebla y botas que se
sociales y morales.
66
danzaderas. En 1942, la editorial Losada invita a Pérez de Ayala -por entonces
tetralogía.
para cada uno de ellos, y no para los otros, les provocan o estimulan una
a estas cuatro primeras novelas para reflejar la conciencia nacional, sino que
había concebido un plan más vasto que ―aspiraba a reflejar y analizar la crisis
determinada, pues, por la exposición ―de las reacciones vitales y actitudes del
han sido el gran caballo de batalla en que la crítica ayalina ha sustentado las
67
absoluta de la validez de la declaración de intenciones expuesta en el
negativa de las palabras del ―prólogo‖, destaca dos razones para ella: una
generales con Amorós en el punto capital, a nuestro modo ver, del ―prólogo‖.
68
y de emociones raíces que constituyen el signo peculiar de una época124, y por
creaciones en verso y en prosa. Sería labor prolija acumular aquí las múltiples
declaraciones que expresan esta idea. Ciñámonos, pues, a las que por su
124 La ingente labor galdosiana late bajo esta concepción, como advierte el mismo Ayala:
69
resulta más significativo para corroborar la coherencia ideológica del Ayala que
del ser nacional hic et nunc. Salta a la vista la analogía de estas reflexiones
nacional e histórica‖128.
vida:
tetralogía cabe que destaquemos de este pasaje: por una parte, la literatura
70
―conciencia colectiva‖ de lo que se llama España, lo cual solo es visible
... una visión naciente, dolorosa, personal, de la vida, que pide ser
participada, completamente, realizada democráticamente, y de esta
suerte modificar la presbicia senil, la falsa visión tradicional (fue visión,
ya no es visión) de quienes tienen ojos y no ven. El precursor, el
innovador, el apóstol, el insurgente, el revolucionario (sea en materia de
sentimientos, de ideas, de preceptos o de dogmas), en combate con la
red pasiva de lo establecido (insensibilidad, rutina, licitud, ortodoxia)130.
1922, en la que Ayala plantea la relación entre una conciencia universal que se
71
hojas), y temporalmente de ella recibe conciencia nacional e histórica131.
capítulo sobre ―La comedia política‖, en el que expone que artes como la poesía
en Troteras.
creativa, creemos que la novela habría que situarla en la categoría del espíritu
72
Antes incluso de la redacción de Tinieblas en las cumbres (1905-1907),
lectura que ofrece Ayala en el prólogo de 1942 para la tetralogía, sino que la
ciclo poemático revelan una correspondencia muy estrecha con las ideas
tica136.
de las obras de otros autores. Desde muy temprano también, en 1911, en una
contienen tantas ideas que va a hacer falta mucho tiempo para entenderlas, y
aquí un valor absoluto para la narrativa ayalina: la concepción del arte como
sea uno de los que más huella deja en él la trabazón entre la preocupación social y la
inquisición en la problemática humana. Este valoración positiva se proyecta igualmente sobre
la obra dramática del escritor canario, pues es ―obra íntegra y perfecta, en la cual la
diversidad de elementos sociales, históricos, éticos y estéticos se funden con rara armonía y
grandeza‖ (íbid., pág. 187).
135 O. C., I, pág. 1188.
73
conductas de los distintos tipos humanos, el arte como acicate de la
conciencia histórica.
misma línea. De hecho, el género teatral destaca por encima de los otros
si bien advierte que falló en su intento139. Con ocasión de otra obra de este
autor, El collar de estrellas, recuerda que fue una comedia que se leyó como
individualidad de ficción‖141.
138 Cfra. ―La Personalidad‖, España, 37 (7 de octubre de 1915). Citamos por R. Pérez de
Ayala, Artículos y ensayos…, pág. 51.
139 O.C., III, pág. 320.
74
De todo ello, podemos concluir que cuando Ayala habla de que la
donde Yiddy intente que Alberto abandone sus manías trascendentes y acepte
de lo social.
afirma lo siguiente:
repulsiva y caricaturesca, coincide en el hecho de que una vez que Ayala agota
142 J. Andrés Solís, Vida de Ramón Pérez de Ayala, 1979. La cita la tomo de M.
Fernández Avello, ―Pérez de Ayala y el regionalismo…‖, pág. 39.
75
proponiendo, cabe una lectura historicista del devenir de Cerdá, vinculada al
de Troteras, guarda estrecha relación con la defensa que Amorós hace del
carácter autobiográfico de las novelas del primer ciclo. Este asunto presenta
76
En cuanto al primer punto, la realidad de ciertos hechos (el eclipse solar
entre los que iba inicialmente Azorín, y señoritas de partido) y personajes (el ya
citado caso de Adam Warble, nombre literario edel ingeniero inglés Philip
Walsh o el propio Alberto como alter-ego de Ayala), por citar solo ejemplos de
narrativo, como el ente textual que representa las ideas y emociones de Ayala
en las honduras de un ser distinto al de uno mismo, por lo que sólo cabe
77
Es inexcusable que nos preguntemos entonces si ―solo‖ Alberto refleja el
diversas conciencias vitales que igualmente constituyen una posición -la suya-
frente al mundo. En este sentido, creemos que la sustancia vital que da vida a
Yiddy está más cerca del Ayala que empieza a escribir Tinieblas en las
este hecho.
vital de la que aun participa Alberto en Tinieblas (1907). El sujeto lírico del
78
por las que pasará Alberto a lo largo de la tetralogía, desde los devaneos
autor. Con ello Ayala utiliza una técnica narrativa propia de la novela
de la raposa.
señalan que Ayala temía poder convertirse en alguien como Alberto y muy
comienza a escribir en 1905 Tinieblas en las cumbres, como dice Adam Warble
79
Hemos mencionado ya que en cierto sentido la tetralogía podría ser leída
entendidos como base de una vida ajustada a las normas eternas. Las cuatro
que permita el acceso a una vida ajustada a las mencionadas normas eternas.
Es decir, para que novelas como Belarmino y Apolonio o Tigre Juan fueran vaso
que recibiera el líquido fermentado de las auténticas normas vitales, era paso
necesario derramar en una etapa novelística los malos humores, los errores
propias paradojas.
150 Aunque no sea asunto del presente estudio, ceñido a la tetralogía, por lo que atañe a
la calificación global de ―novela intelectual‖ con que A. Amorós ha identificado la narrativa
ayalina dado que en ella se ofrece una visión amplia, inteligente, sabia y compleja de la vida,
debemos matizar que tal actitud ante la existencia no es un fin en sí mismo, sino el medio
para proyectar ciertos valores. Pues como señala el propio Ayala la educación intelectual,
como su novela, no tiene como propósito la instrucción, sino la tolerancia (O. C., III, pág. 85).
80
narra la historia de la integración de una conciencia individual en la
81
CAPÍTULO II
resulta, sin embargo, la exaltación del impulso artístico como núcleo esencial,
imperecedera del creador. Y es que Ayala creía que todo ―artista realiza u
82
gran cantidad de artículos recogidos en el libro Las Máscaras.
Apolonio; Luna de miel, luna de hiel y Los trabajos de Urbano y Simona; Tigre
estética‖155.
Juan, personaje que tal como lo concibe Tirso de Molina, le parece a Ayala un
ser carente de todos los sentidos superiores de la vida, a saber: ―el sentido
arte narrativo de otro don Juan, Valera en este caso, en el mismo año:
83
alma», problema religioso157.
Siguiendo, pues, las palabras del escritor asturiano sobre las normas
fecha cuando Ayala se habría forjado una filosofía personal coherente que le
ver el mundo‖. Sin embargo, ello no significa en modo alguno que tome
84
podemos señalar que en las cuatro primeras novelas
late bajo sus primeras novelas, no podemos dudar de que Ayala toma
más que una parte. Si bien circunstancias económicas muy conocidas (la
desarrollo del artista desde una posición inicial en que aquél cree que todo lo
creado ha sido puesto ahí para posesión propia (Las formas), pasando por el
intelectual (Las nubes), para descubrir en la madurez final del artista ―que las
85
normas)161. La explicitación del malogrado contenido de este esquema poético
86
humano e histórico, dentro de mi obra y de la evolución de la conciencia
española a través de la conciencia individual de un escritor
contemporáneo, sin hacerse cargo de las preocupaciones de orden
espiritual y estético que gobernaban la mente del autor en el momento
de escribirlas166.
visión que la serie concluye cuando el personaje alcanza finalmente ―the third
norms‖167.
meollo de la cuestión.
modernista. Sus primeras amistades artísticas así como los escritos iniciales
se mueven en esta órbita. En 1902 publica como folletín el relato Trece dioses,
87
rescatado en 1989 por G. Scanlon de las páginas del periódico El progreso de
teatral, La dama negra, que publica en Helios ese mismo año. Su participación
1903 y mayo de 1904 nos sitúa en el marco idóneo para afrontar la naturaleza
estética posterior.
palabras de Patricia O'Riordan, en una ―Dea nebulosa, cuyo culto viene a ser
una religión‖168. En el manifiesto del primer número, firmado entre otros por
―Poesía‖169.
de nuestra muy amada Belleza‖ que declaran los firmantes del manifiesto de
sobre los que se sustenta la teoría del ―arte por el arte‖: el esteticismo no
88
admite otro fin artístico que la creación de belleza. Para ello, el artista debe
aísla del medio social en que vive ―renuncia a ejercer un ministerio artístico
del personaje, lectura que encuentra además el amparo del propio autor,
89
oscura del alma. Las cumbres más sublimes del espíritu, hacia donde el
alma tiende con voluntad de vuelo, quedan anegadas en tinieblas,
pregenesíaca o apocalíptica172.
normativas que la vida había ido arrebatando a Alberto antes de que el lector
90
imperio absoluto‖175. Pero al mismo tiempo confiesa que su deseo artístico se
―la idea de la muerte me hizo artista‖176. Dos de los elementos que componen
Warble: la vivencia religiosa o trascendental del temor al más allá actúa como
cubre el vacío de la existencia presente. Más que de una estética que mire a su
178 En este sentido, Alberto se sitúa en unas coordenadas espirituales similares a las
que, según interpretación del propio Ayala, Nietzsche expone en El nacimiento de la tragedia,
obra en la que ante el terror de la muerte propone la solución estética: ―Bajo la influencia de
Schopenhauer y Wagner, Nietzsche, en El origen de la tragedia, procura aliviar el horror de vivir
–horror solamente, comentamos nosotros, cuando la vida está embebecida en el horror de
morir– anestesiando la inteligencia racionante por medio de una fuerte ebriedad, delirio y
olvidanza de sí propia: el arte. El mundo y la vida no tienen sino una justificación estética‖ (O.
C., IV, pág. 1120).
91
inmediata no existe para él. El origen de esta circunstancia hay que buscarlo
una observación que, sobre cierto defecto de estilo del incipiente escritor, ha
hecho Andrés Amorós. Al buscar algún pasaje con el que singularizar la figura
92
de Pajares, afirma:
lírica del joven Ayala. No nos parecen en absoluto adjetivos gratuitos, sino que
A este respecto hay un hecho, cuando menos curioso, que puede revelar
Cuevas. Así como las ―tinieblas‖ se asocian al mito de la caverna platónica del
nombre Plotino, pues, el mismo Ayala nos recuerda en varias ocasiones que el
93
Περί ψoυς), y que sublime o ypsoys procede de ypsos, que significa
Acaso la conciencia no sea otra cosa que fenómeno huidero; pero por él
todos los átomos del inmenso conjunto han de pasar, a su vez, solo con
el fin de que posean y afirmen esta verdad sublime: ‗soy la conciencia
del universo‘. Y cuando el hombre lo comprende así, es realmente parte
186En el extenso artículo ―El arte del estilo‖, incluido en Más divagaciones literarias,
leemos: ―Los neoplatónicos o alejandrinos Plotino, Longino y Proclo, que sobrevivieron de seis a
ocho siglos después de Aristóteles, introdujeron en el repertorio de las ideas estéticas dos
nociones, quizá necesarias, para mejor enriquecer y delatar las fronteras de lo bello, pero
sobremanera peligrosas y expuestas a sofisticación y fracaso, como lo es toda ambición
inmoderada de conquista. Son estas: el logos de Plotino, verbo o razón universal que viene a
ser, mutatis mutandis, el «yo trascendental» de Fichte, y el ypsoys (de ypsos, la cima, la
cumbre) o lo sublime, que Kant incorporó también a su Ética del juicio‖ (O.C., IV, pág. 1060). La
búsqueda de la sublimidad absoluta implica una ―ambición inmoderada de conquista‖ en la
que fracasa Alberto.
187 O. C., I, pág. 262.
188 Íbid. supra.
94
de Dios en el Universo193.
YIDDY
ALBERTO
95
[...]
YIDDY
Resulta evidente que Ayala tiene muy presente el citado coloquio entre
Yiddy y Alberto en este otro pasaje. Además, el término ―sublime‖ actúa como
96
rasgo sintomático de la transformación que se está produciendo en el
con cierto aire de frivolidad cosmopolita, habla del ―corte sublime‖ de sus
la sublimidad invertida.
97
igual y todo es nada‖199. En estas mismas coordenadas intertextuales se sitúa
surgido de las palabras del señor Ramón, ―aquel Sócrates loco‖200, en clara
confundirse ahora con los hombres pretende ―salir al mundo, hasta coronar
98
su obra y decir su palabra de revelación‖203.
la verdadera imagen del arte –de ahí la elección onomástica de Pérez de Ayala–
Madrid, Gredos, 1971), que la entiende ―como eje configurador de la estructura textual en
términos de inmanencia discursiva‖ (Cfra. José María Pozuelo Yvancos, Del formalismo a la
neorretórica, pág. 195).
206 O. C., I, pág. 343.
99
intencionalidad sobre el mito platónico de la caverna. En él se anticipa de
con el movimiento espiritualista que cobra vigor a finales del siglo XIX de la
100
En el apartado ―Figuras elegíacas. El Ideal‖ del capítulo ―El alba‖,
aquéllos, que comienza ―Cerrar los ojos‖, es de gran importancia para penetrar
nuevo sentido visual interior (el ―ojo alejandrino‖) que permite una
101
la amada en el amado, a una nueva forma de ver en la sombra, más allá de las
apariencias210.
expresada por el alejandrino Plotino en las Enéadas como un ver sin mirar en
corporal vendría a ser tan sólo un reflejo como el de las sombras de la caverna
platónica. Aquí se concreta el pasaje ya citado en que, sin saber aún por qué,
Alberto presiente una nueva luz con que penetrar en el interior de las
sombras.
auténtica patria del hombre, Plotino afirma que, ―como cerrando los ojos,
debes trocar esta vista por otra y despertar la que todos tienen pero pocos
102
usan‖212. Esta facultad innata del hombre para la contemplación de lo bello
desarrollada en La pata y en Troteras) y el ver las cosas como por primera vez.
Troteras. En los tres años que supuestamente transcurren entre los capítulos
literarios, pero su canon de vida, guiado por ―un ritmo a tres tiempos‖213,
212 Íbid. I, 6, § 9.
213 O. C., I, pág. 542.
214 Íbid. supra.
103
Alberto ha recuperado la vista. El mundo de tinieblas que se había
relación con el poema ―Cerrar los ojos‖, donde la amada iba transfundiéndose
hacia las alturas, sino hacia el entorno. Asimismo, la realidad exterior, sumida
―la confusión (fundirse con) o transfusión (fundirse en) de uno mismo en los
previo por el que ha venido a dar en tal concepción de lo estético; por otra, el
104
hecho de que Tejero representa posiciones teóricas que Ortega había dado a
directo con las teorías de Wörringer, nos interesa destacar que su incidencia
general de Arte de este mundo y del otro. En ellos, Ortega se hace eco de la
pasar revista a diversos modos de enfocar el mundo según los tiempos, desde
de julio), Ortega señala que ―la estética alemana contemporánea gravita casi
105
equivalencia castellana: la Einfühlung‖217. Por su parte, en Troteras Antón
–Hay sus más y sus menos; pero, en fin, ese es el concepto que
domina hoy toda la especulación de la estética alemana, el Einfühlung.
Se ve que ha leído usted algo acerca de ello218.
sólo a los seres vivos, sino también sobre ―esquemas o figuras geométricas‖219,
sus reflexiones sobre una base empírica, pues, si bien ha sido una prostituta -
clara por sí...‖221. Esta claridad per se del fenómeno estético se nos antoja toda
sensibilidad del pueblo español que defiende Alberto, también frente a Tejero.
sus más y sus menos‖, pues ni siquiera entre los teóricos alemanes se aprecia
unidad de criterio. Las dos posturas más encontradas están representadas por
106
T. Lipps y por Wörringer. Este parte de la idea del primero de que el goce
sujeto deja de ser individuo para convertirse en un ente sin voluntad, impone
realidad223.
de ascesis que parte de una primera fase de mirada interior, el alma empieza a
percibir que todo se compenetra, que el ojo que ve se identifica con lo visto.
Sólo entonces, como en el poema ―Cerrar los ojos‖, se empieza a percibir una
No hay ya, pues, una cosa fuera y otra que la contempla, sino que quien
tiene una mirada penetrante tiene lo que es visto dentro de sí mismo,
aunque teniéndola en mayor medida no sabe que la tiene, y la mira
como si estuviera fuera porque la contempla como si se tratara de algo
que se ve y porque quiere mirarla. Pues quien mira desde fuera a todas
107
las cosas, las ve como si fuera un espectáculo. Pero es necesario
transportar lo que se ve dentro de uno mismo y verlo como unidad y
mirarlo como si se mirara a uno mismo; como si alguien poseído por un
dios, raptado por Febo o por alguna de las Musas, pudiese engendrar la
visión del dios en sí mismo, si tuviese el poder de mirar al dios en sí
mismo225.
sujeto y mundo, entre ojo y visión estimula la conciencia vital. Una vez que se
vamos hacia las cosas, a la vez que las cosas vienen hacia nosotros. Es
una compenetración en que nos objetivamos, saliendo de nosotros
mismos, y a la par humanizamos un aspecto del mundo objetivo. En
una palabra; vivimos227.
228 Apoyado en la psicología experimental de Théodule Ribot, que llevó a cabo trabajos de
108
2.2.4. El ojo plotiniano como un ver las cosas por primera vez
entre el ojo interior y el concepto ayalino del ―ver las cosas por primera vez‖.
se fundamenta en ―to try to see things as though for the first time‖229, opinión
confirmada por el propio Ayala en su artículo ―Ver por primera vez‖, rescatado
A lo que parece, el fin más elevado del hombre a lo largo de esta vida
perecedera es llegar a ver el universo todo como por primera vez. Esta
visión primera de todo el universo, suprema comprensión y deleite, esta
clara conciencia del mundo natural dentro de nuestra conciencia,
parece que sería imposible sin la revelación y adoctrinamiento del arte.
La fórmula de arte más cabal de cuantas conozco es ésta: «el arte es una
preparación para el natural» 230
pensamiento estructurado.
entre leurs données une continuité qui a été rompue par la discontinuité même des besoins de
mon corps, enfin de reconstruire approximativement le tout de l'objet matériel‖ (H. Bergson,
Matière et mémoire, pág. 48).
229 B. Campbell, ―The esthetic theories...‖, pág. 448.
230 R. Pérez de Ayala, Artículos y…, pág 219.
109
cosas como por primera vez‖ se le ocurre al asistir a una representación del
Tenorio y recuerda que Clarín ensaya este principio a través de la Ana Ozores
de La Regenta231. Pero más interesante que el momento en que hace suyo este
aparece deformada por una mediación cultural: otros ojos ven, pues, por él.
Echa de menos una barbarie del espíritu en que las cosas fueran percibidas
sólo por sus sentidos. Late aquí el deseo de un ―ver las cosas por primera vez‖:
He aquí que me apercibo a gozar por primera vez de las cosas, como si
hubieran sido creadas solo para mí, ¿y qué ha sucedido? Que no veo
con mis ojos ni oigo con mis oídos. La realidad permanece ajena y
misteriosa para mí. Entre ella y yo se interponen las imágenes y las
sensaciones experimentadas por otros sentidos que no son los de mi
cuerpo. No he visto la taberna, ni el paisaje, ni a los mineros, ni al
chigrero; tampoco he oído el canto de la moza con la música del
acordeón. Los han visto y oído por mí Jordaens, Teniers, Verrochio,
Lysipo, Grieg, Rimsky-Korsakof, y por ahí adelante. ¡Maldito esteticismo!
¡Qué ridiculez! ¡Hasta qué extremo había dejado vendar mi originalidad,
como una momia....¡Quién fuera orangután!... Y dar comienzo de nuevo,
dentro de mí mismo, a la historia humana232.
110
El proceso de deshabituación sensorial que refleja el poema ―Cerrar los ojos‖,
del que surge una nueva manera de ver en lo profundo de las apariencias (―el
repetir ―el acto original de aquel que en el orden del tiempo acertó por primera
propia suerte‖235.
del mundo, una desconfianza ante los datos sensoriales. Ayala se sirve en este
238 En las Cuestiones naturales, Séneca pone los siguientes ejemplos: ―Un remo se cubre
de un poco de agua y nos da la sensación de roto; los frutos son mucho mayores para quienes
los contemplan a través de un cristal‖ (I, 3, 9). El epígrafe 8 del libro II de las Enéadas, titulado
―Sobre la visión o de cómo las cosas lejanas aparecen pequeñas‖, argumenta sobre por qué los
111
–En casa tengo una pecera con un pez. Bueno. Pues ¿no se ha
fijado usted en que cuando el pez está junto al vidrio se le ve de su
tamaño, pero se aparta nada más que una cuarta y se le ve muy a lo
lejos, muy a lo lejos? Y, sin embargo, se ve y se conoce que anda muy
cerquita239.
dimensión primigenia y nueva. Al salir del Museo del Prado, Rosina, anegada
entusismo:
objetos lejanos aparecen menores y los distantes cercanos. Asimismo, Lucrecio, en De rerum
natura ofrece un caso de ilusión visual que reaparece en la descripción de la rúa Ruera en
Belarmino y Apolonio: ―Después, aunque un pórtico esté todo él trazado a nivel y de un cabo a
otro se apoye en columnas iguales, visto en su longitud desde un extremo, poco a poco se
contrae en una estrecha punta cónica: el techo se junta con el suelo, la derecha se acerca a la
izquierda, hasta que todo se confunde en el obscuro extremo de un cono‖ (Lucrecio, IV, vv.
426-431; versión española de Eduardo Valentí, Madrid, C.S.I.C., 1983, II, págs. 35-36).
239 O. C., I, pág. 600.
112
conciencia colectiva. El principio del ―ver por primer vez‖ alcanza una
dimensión nacional durante el mitin organizado por Antón Tejero, otro paladín
ya conocidas, una vieja cantinela que, sin embargo, ―dijérase que se oía por
Este contacto con la realidad ―como por primera vez‖ no sólo se reduce
haya pasado antes por los sentidos, afecta igualmente al mundo de las ideas.
impuestas al hombre. Hay que entender bien que el propósito de este principio
esencial de todo lo creado, este ―ver por primera vez‖ o mirada plotiniana
2.3.1. Introduccción
113
hay que reconocer que Pérez de Ayala nace a la literatura en un momento
114
depurar sin extremismos la postura de un Ayala que al tiempo que arremete
rendir tributo a esa Belleza reconquistada por los modernistas para el nuevo
hemos sido nosotros los que, rotos sus lazos, la hemos devuelto al mundo‖246.
acción cuyos medios más eficaces –término ilustrativo del compromiso social
que adquiere para el escritor asturiano la labor creativa– son la prensa diaria y
la creación literaria:
una matización que conviene tener en cuenta. Aunque la novela se publica en Madrid en
febrero 1913 con fecha de finalización el 10 de noviembre de 1912, cree que no es ―aventurado
suponer que la escribe en ese año que va de noviembre de 1911 a noviembre de 1912‖ (Vida y
literatura..., págs. 17-18).
115
Guzmán, manifiesta la exigencia de una formación de la sensibilidad como
mítines y actos similares sino ―en otras partes y de manera más eficaz‖.249 Es
tetralogía.
educación política como necesidad perentoria para solventar los males del
país. La pedagogía política defendida por este personaje responde punto por
(1914).
116
pedagogía social como programa político‖, en la que proclama, con ese gesto
la formación política del pueblo y carga las tintas sobre el arte como único
117
estética del hombre (1795), en el que se considera a la estética (el arte) como la
única vía para armonizar las potencias sensibles e intelectuales que escinden
por parte del Estado ―hasta que no se suprima la escisión en el interior del
hombre‖254.
nación civilizada, el día que haya nueve españoles capaces de leer el Simposio
118
cultural en la apreciación del mundo, concebido como imagen impuesta y
en la eficacia educativa.
cuestión del proselitismo radical del español (―En España todos somos
257 En ―Rincón asturiano‖ Ayala señala que hay dos sistemas educativos, el de los
prefijos e, pro, de con la raíz duco (educar, producir y deducir), ―sistema de enseñanza libre‖
y el de los prefijos con, in, se (conducir, inducir, seducir), que es, en cambio, un ―sistema de
enseñanza autoritaria‖ (Íbid., 1240). Ya pusimos de evidencia en el capítulo anterior (léase lo
referido por n. 41) la relación del primer sistema educativo con la filosofía platónica y, más
concretamente, con el mito de la caverna.
258 Íbid. supra.
119
Y como quiera que la humana convivencia se compone de la suma
reciprocidad de potencialidades individuales, cuando la sociedad o el
régimen no aciertan con esa libertad vital, la sociedad se disgrega y el
régimen se derrumba260.
Vuelve a postular esta idea con ocasión del comentario que hace a las
moral, la cívica y la física, que conforman las cuatro piedras angulares que
pedagogo portugués, sino que, en una práctica muy habitual en Ayala, las
obras ajenas le sirven para dar libre curso a sus propias concepciones. Esto
120
que pueda ―dotarlo de aptitud para la simpatía hacia el mundo externo‖263.
marcado por el compromiso feroz con las ideas de Bakunin, defendía por
Partido Socialista. Dos años antes había publicado el artículo ―El recato
121
modo; un socialismo humano integralmente‖265. Como si recogiera la petición
que ahora no son más que elucubraciones, se concreta pronto en una frase
final tomada por el alter ego de Ayala de decantarse por la palabra frente a
2.3.3.1. Introducción
265 O. C., I, pág. 511. Igual que ocurría con la noción de Einfühlung, Ayala pudo
conocer esta ideología socialista en sus colaboraciones en Helios, donde aparece un artículo
de Álvaro de Albornoz, ―La evolución del socialismo‖, en el que se plantea que el punto final
de tal evolución es precisamente la humanización radical del socialismo, o en palabras de
Rappoport: ―La emancipación de la humanidad tiene que ser obra de la humanidad entera.
El socialismo será integral ó [sic] no será‖ (Helios, nº V, 1903, pág. 219).
266 Íbid. supra.
122
formulada siempre de manera coherente.
Sobre este último aspecto, resulta todo un hito para la crítica ayalina
krausismo, entre otros, hasta llegar a Pérez de Ayala, cuyos inicios literarios
seudónimo.
arte del estilo‖ —recordemos que Tejero defendía la lectura del original griego
través de la vista y el oído‖, los dos sentidos estéticos por antonomasia; y por
123
último, se accede a la ―belleza absoluta, contemplada por el entendimiento‖269.
Ese primer momento en que el amor sensual domina todos los resortes
bailarina de un teatro del género ínfimo, ese santuario ―donde se alberga algo
del alma española‖ parece querer decir: ―¡El mundo gira alrededor de la matriz
Tú, lector, que has enfrenado un tanto los sentidos, ni ruges, ni bramas,
ni te deleitas con enfermizas visiones cerebrales; pero sientes que la
dura carga de la vida se hace liviana, se disipa casi; si eres intelectual
oyes el rumor de las ideas que se van, de cierta personalidad adquirida
que se disgrega plácidamente, quedamente; te ves caer en el abismo de
ti mismo, poco a poco, en penumbrosas profundidades de tu alma
nunca visitadas. Es una suerte de profundidad espiritual. Las ideas
toman vagorosa incertidumbre de fantasma; disípanse unas, surgen
otras del fondo de la caverna271.
124
una momentánea satisfacción, lo que se tenía por sólida normativa de vida:
racional se concreta en la frase ―el sentir está por encima del pensar‖. La
compartido entre hombre y animal, sobre la razón abre una escisión que
platónico con el de Nietzsche275. Sólo al aunar estos opuestos, por vía estética,
páginas de La Lectura en enero de 1903, con ocasión de la reseña que el escritor asturiano
hace de L’immoraliste de André Gide, novela intensamente imbuida de las ideas de Nietzsche,
125
a Alberto se le revela el principio normativo del cosmos: la simpatía universal
convencimiento de que
278 Íbid. supra. Son muchísimas las ocasiones en que el concepto de educación estética
La Verdad, el Bien y la Belleza son uno y lo mismo, como quería Platón. Pero Verdad,
Bien y Belleza, los más altos, los primordiales, residen, como atributos, solo en Dios; y
las cosas perecederas de aquí abajo, todas ellas creación y reflejo gradual del espíritu y
voluntad divinos, desde la materia inerte hasta la materia más embebida de
126
Ya hemos señalado que el concepto de educación estética, muy
Tinieblas en las cumbres. Una vez que hemos seguido los pasos de la evolución
de Alberto hasta venir a dar en este principio que proyecta como solución
127
los excursionistas al puerto de Pajares, donde destaca la figura de Alberto.
reincide por doquier en distintos ensayos del escritor y tiene un peso capital
afirma que no es infrecuente que sus poemas ―asciendan, aquí y acullá, del
128
Además, de modo más nítido, en el apartado ―Schopenhauer y Sócrates‖,
amorosas de los comensales del diálogo platónico, desde el mito del andrógino
ascendente los órdenes del amor, desde el amor físico hasta el amor genuino y
concepto amoroso del filósofo griego. Se trata del relato corto Sonreía,
de la vida del hombre, aquéllas que Juan Ruiz determinó como ―aver
129
―España se salvará, alzándose a la dignidad de nación civilizada,
el día que haya nueve españoles capaces de leer el Simposio o banquete
platónico en su original griego‖. A esto, Luis Muro, el poeta cómico,
había respondido en la sección ―Grageas‖ del diario La Patria:
sugerir que para Ortega el texto platónico supuso desde mucho antes un
de 1906 a Unamuno:
130
Acercándose más al concepto de la simpatía universal o Einfühlung al
recuerda también que ―Platón ve en el eros un ímpetu que lleva a enlazar las
Todo ello muestra no sólo que Ayala mantuvo un trato íntimo con las
131
hijos. Por su parte, Jiménez tiene apariencia de ―demonio bienhumorado‖,
cierto sadismo verbal por parte del narrador. Para el propósito de reflejar esa
universo, nos parece muy oportuno que la novela comience con dos
prostibulario.
(tacto y gusto), mientras que el olfato quedaría a mitad de camino entre ambos
los personajes actúa como signo de su condición brutal, lujuriosa, de ahí que
amoroso.
132
aromas era como corriente eléctrica que, atravesando las visiones zambullidas
animalizadoras que pretenden rebajar más aún si cabe al personaje: los ojos,
ocurría con Cerdá en ―Prolegómenos‖, los ojos de Barros son descritos con
133
de pupila, que ostentaban su esfericidad poco menos que tangente al
sanjuancruciano:
134
el presentimiento de un ―destino‖302, inseparable ya de la figura de Fernando.
Miraba a las mozas, en los pueblos, por muy guapas, como se mira a
una estampa, considerando que su linaje natural era otro que el suyo,
el de él, sin desear su mirada, ni su sonrisa, ni oír el encanto de su voz
y sin pensar que una fuerza irresistible de amor le hiciera depender de
ninguna. Cuando había visto a Rosina, saliendo de la fábrica entre el
tumulto de sus compañeras, habíase quedado como bobo: era el sol
entre nubes303.
135
si estuviera a la luz del día y una muchedumbre la contemplara305,
y la soledad sonora:
infantil. Al margen, pues, de las liviandades de que hacen gala todos sus
desprende del conocido ―Coloquio superfluo‖ que mantiene con Adam Warble
136
tierra. Actúa como contrapunto de los ideales de Alberto, cuyo mal, según
extremos perniciosos:
¿De suerte que usted mismo comprende su mal? ¿No ignora usted que
la pasión por la naturaleza es mucho peor que la del vino, aunque este
llegue a la borrachera; que la del juego, aunque termine en ruina y
deshonra; que la de las mujeres, aunque conduzca a cenagosa
aberración; que la de los libros, aunque le convierta a uno en un
erudito?307
de Belleza como antídoto contra la muerte, sin haber penetrado antes en las
137
independiente de la vida. Para ello, Ayala vuelve a servirse simbólicamente de
los dos sentidos estéticos por excelencia de la tradición platónica, vista y oído,
Solo la fruición del tacto ha sido exclusivamente mía; y la del olfato, con
el olor a flores y tierra mojada; y la del paladar. Tacto, olfato y paladar,
que no son sentidos estéticos, sino sentidos animales. Hay que
animalizarse. ¡Quién fuera orangután!... Y dar comienzo de nuevo,
dentro de mí mismo, a la historia humana309.
educación estética. Baile español‖ que, al salir del teatro quiere despreciarse
pero no puede, así también Alberto sufre esta repulsión abismal en brazos de
despreciaba interiormente‖310.
138
presentan en forma de cuerpos placenteros, dispuestos para el goce, resume
mentiras vitales sobre las que sustenta el hombre su visión de las cosas. De
frente al mundo.
una concepción estética que huye de la vida, Alberto accede al fin al sentido
139
estético de la vida, concretado en una mirada hacia la realidad que le permite
todas las preguntas y respuestas con que el hombre pretende dominarla. Las
problemas vitales, sin osar resolverlos314. Mucha autobiografía hay, sin duda,
140
revelan un ideario lingüístico en que la palabra, como materia prima del
sea en Belarmino y Apolonio donde esta cuestión adquiere una dimensión más
las novelas del ciclo de Alberto Díaz de Guzmán y Belarmino y Apolonio radica
Díaz de Guzmán.
sociedad.
141
polémica se imbrica en el ideal de gloria eterna que persigue Alberto, que
natural e instintiva, sino como una elección meditada sobre los alcances de la
142
proyección universal ―que lo mismo puede apreciar y sentir un patagón que
apela al sentido de la vista, esté por encima del medio de expresión poético321.
la fama del creador, sino en relación con sus medios de expresión. Así se
desprende del hecho de que poco antes del encuentro entre Alberto y Adam
prevención sobre la eficacia de los medios pictóricos para captar el alma de las
cosas:
143
la nota mate y triste del cielo, todo lo que sea forma apariencia, cosa
visible y patente; pero ¿y este no sé qué difundido en la mañana, este
espíritu de leyenda, de antigüedad remota, de melancolía y de ensueño
que todo lo empapa, y vibra por dondequiera como música que viene de
muy lejos, y...?322
del novelista, cimentado en la creencia de que ―form is not all in art; equally
Pajares324.
estorbar‖325, en conjunción con las reservas del propio personaje. Más que
144
correspondencia con un clima finisecular326.
―reveladora‖ de Alberto:
distinguir y denominar, los cuales integran una misma acción de conocimiento; el ver
corresponde a la imagen; no vemos sino imágenes; el distinguir corresponde a la idea; tan
pronto como distinguimos una cosa de otra, hemos hallado su idea; el denominar corresponde
a la palabra; ni imagen, ni idea, alcanzan consumación de existencia subjetiva, o sea, de
conocimiento, hasta que no han sido incorporados en una palabra. Si acertamos, pues, ante
las cosas, a verlas, distinguirlas y denominarlas, fundiendo en un mismo acto original, que
nace de nosotros mismos, imagen, idea y palabra, aunque palabra, idea e imagen sean las
usaderas y tradicionales, no por eso se nos ha suplantado el alma, ni superpuesto una óptica
convencional, sino que en nosotros se verifica el mismo fenómeno que hubo de experimentar
quien contempló el mundo por vez primera. Tal es el método socrático‖ (op. cit., pág. 19). Tal es
el método en el que cree ―ciegamente‖ Pérez de Ayala en su quehacer artístico.
145
tanta lógica y sencillez, que yo me admiraba de mí mismo y de ver tan
claro, y de las ideas fáciles y habituales, de las opiniones admitidas, con
tanta agudeza y precisión, que yo me quedaba perplejo descubriendo
que no eran tan claras como yo creía. Me parecía que usted había dado
conciencia a mis ojos, a mis oídos, a mi corazón y a mi cerebro328.
que debe tender la palabra que pretenda despertar conciencia estética (ojos y
ética, la palabra se enfoca hacia las estructuras aparentes sobre las que la
para enseñar a ver, oír, sentir y comprender las cosas por uno mismo. La
que, al recibir la carta de Bob, Alberto piense: ―Y, sin embargo, yo no sé a qué
hacer muy deprisa, que iba con retraso por el mundo. ¿Hacer qué? Cualquier
en el mundo.
intelectual de apacible vigor ético. Sus clases eran ―porción de cosas varias y
146
amenas a propósito para robustecer el temperamento antes que para
hacia la cultura erudita del educando (el lector), sino hacia la afirmación de su
que Carmen Bobes hace de los modos educativos de los padres Sequeros y
expresión latina Vox et praeterea nihil333, esto es, ―una voz y nada más‖, en
Alberto.
147
produce el logos de Alberto, este pasaje supone el punto de partida de la toma
de conciencia de que el arte debe aplicarse a cuestionar las doxa, las sombras
sobre las que el hombre, por inercia social, sustenta sus patrones de conducta
con Yiddy—que si llegara a esas cumbres sublimes del espíritu humano jamás
principio se acoge el título que ofrece a los espectadores del circo en una de las
sensibilidad del público, la ceguera para ver reflejados en escena sus propios
que Ayala Ayala reconoce que la limitación expresiva del arte de la pantomima muda obliga
al autor a remedar situaciones o modelos bien conocidos por el público con intención
paródica o burlesca. Asimismo, su valoración de la pantomima enraíza en su capacidad
para conciliar diversas manifestaciones artísticas como ―música, pintura y representación‖
(O. C., III, págs. 417-421). En ―El gran teatro del mundo‖, además de reconocer su gusto
personal por la pantomima, revela el sentido de la pantomima en La pata al afirmar que
aquella representa una fase infantil del teatro ―incompatible con las sofisticaciones
verbosas en que degenera el teatro al trasponer su postrera fase de senilidad‖ (Íbid., pág.
557).
148
vicios o las lacras sociales que se critican.
social y humano, pero del que aún está ausente la palabra como vehículo de
dentro de una ética de la acción social. Quedan sólo dos aspectos —en
ceja y ceja que confesaba a Adam Warble que la idea de la muerte le había
―Rataplán, plan, plan. ¡Duro, amigo mío! ¡Que sólo se oiga tu voz! (Hablo con el
149
poligonal con que sustituir la rueda. Pero la vida no es movimiento a
secas, es movimiento rítmico. Y el ritmo, por muy exquisita y matizada
que sea nuestra sensibilidad moderna, no podrá eximirse del tamboril
como su expresión más sencilla y clara340.
su forma más simple, Alberto pretende una vuelta a los orígenes, a un estadio
enterarse de que su pantomima ha sido denunciada por el cura del pueblo por
ataques a la religión.
Que tras la narración de estos tanteos de una forma artística que aúne
resulta muy relevante desde la lógica estructural del relato. Primero, Alberto
anarquismo. Tras hablar con uno de los presos, Fausto —personaje de estirpe
social‖342, para lo que, sin embargo, se siente incapaz, sin las energías
150
punto de despertar de un sueño‖344. El nuevo sol que simboliza el siguiente
atente contra este ideario ético-estético va a ser objeto de crítica. De ahí que
cuenta de que hay que dejar paso a los sentimientos propios sin mediaciones
¿verdad?‖347.
pide excusas por tener que acudir a expresiones metafóricas o que se burla de
151
cumbres, el Padre X, al describir por boca del narrador la faz del moribundo
Plotino Cuevas, se detiene en considerar sus ojos ―como dos estrellas en una
Para Ayala, el lenguaje metafórico dista mucho de ser la forma adecuada para
el público349.
152
culebrón en las entrañas, a causa del mal uso que en vida había hecho
de ellas350.
153
dos modos de imaginación baconiana, la informe y la formal, Ayala señala que
ésta es la que ―conoce las formas esenciales‖, mientras que identifica a aquélla
con los idola specus, esto es, los ―fantasmas de la caverna, que habitan el
subconsciente individual‖ que pueden encarnarse en los idola fori, ―ídolos del
mercado‖. Estos últimos son los errores, las doxa platónicas, ―que se
individual‖354.
de reconducir los rumbos poéticos, de ahí que aconseje a Teófilo Pajares que
154
―el rumor de árboles y ondas hablándose entre sí, sin decirse retruécanos,
poesía como una gracia que restituye al hombre a su origen divino, pero
155
–A ver si me presentas un día. Yo me sé de memoria muchos versos
de él. Debe de ser un gran tipo, con su melena...
–No tiene melena.
–¿Cómo que no? Entonces, ¿por qué habla de sus guedejas
undosas? ¿Guedejas no es lo mismo que melena?
–Sí.
–Oye, pues eso de decir una cosa por otra no está bien363.
tradición poética española, ―la tradición del verso tónico, que nunca ha sido
de las personas iletradas del Bajo Imperio, gente de áspero oído‖365. Palabras
tan duras como estas se justifican por lo que la poética española tiene de
una regeneración de los sentidos para poder enfocar el mundo con mirada y
oído propios. En analogía con esta idea, en la conversación con Tejero, Alberto
regeneradora: ―Mire por una vez siquiera, querido Antón, alrededor suyo y
156
hacia atrás en nuestra literatura, y verá una raza triste y ciega‖366. La ceguera
los males de España, uno de esos ―escritores de los últimos tiempos [que] han
iniciado la empresa de otorgar sentidos a esta raza española, que nunca los
había tenido‖369.
157
palabra oral en eventos de tal índole son cuestionadas porque la oralidad
aquel ideal de individualización estética que permite que cada uno sea capaz
concibe la expresión oral, al modo dannunziano por lo que tiene de medio para
inflamar los ánimos hacia la acción inmediata, esto es, hacia la ―acción
palabra, pero más evidente, ya que ―es un lenguaje del alma, sobre todo en los
intelectuales del momento, adquiere en las páginas del libro una trabazón
palabra. Lo que Antón Tejero se propone para España, esto es, despertar la
1913, y con mayor exactitud, como señala Amorós, ―el día 17 de febrero de
1913, Los Lunes del Imparcial anuncia que en ese día se pone a la venta el
158
educación nacional consiste en dotar de sensibilidad a la opinión pública, y
que los medios apropiados y los más eficaces no son otros que el arte literario,
crítica y reflexiva del individuo. Si, como gustaba recordar Ayala, para
159
sobre las figuras de Rosina y Teófilo Pajares, que se entregan a la
intimidad y soledad del hombre. Ante sus ojos el lector ve a una pareja de
timidez, las dudas de una declaración amorosa, pero, sobre todo, asiste como
dos pensaban: «No es tiempo aún»‖378 o ―«[a]hora tiene que ser», pensaron la
incomunicación humana.
160
La palabra traiciona al que la pronuncia, se dice lo que no se hace, la
cual éste responde ―que no podré casarme con ninguna otra, como no sea con
afirmaciones:
tiempo que abre el camino a los otros, ―como una luz que alumbra y pone de
mundo y de la vida‖383.
161
CAPÍTULO III
1. Concepto de novela
1.1. Problemática de la novela
había algún crítico que se atribuía la capacidad para decidir si lo que había
Maupassant -el creador va siempre un paso por delante del crítico- partía, sin
embargo, del supuesto de que la novela, después de la revolución que durante
el siglo XIX traen los grandes narradores, a imitación de Cervantes, impide una
de esta polémica, ya que este tipo de críticas tomaron su obra como punto de
162
Podemos observar esa misma incomprensión hacia su particular
ficcional es que pesa como una losa todo el caudal humanista e intelectual,
novela y el ensayo.
se ha visto privada de los parámetros para juzgar la obra de Ayala, así como de
163
destacado una serie de defectos que subvertirían una ideal pureza narrativa
por igual entre novela, ensayo y poesía388. La visión más acertada, a nuestro
creemos que esta conceptualización se sostiene sobre dos pilares muy sólidos:
como la que luego nos dará Ramón Gómez de la Serna, por admitir todas las
modelo croceano.
predominio de los tres dones‖ (De "Troteras" a "Tigre Juan", pág. 61).
389 M. Á. Lozano Marco, Del relato modernista a…, pág. 32.
164
sino entrar en un amplio abanico de formas y temas que le permitan moverse a
sus anchas sin directrices fijas. Así se entienden las siguientes palabras,
390 Cfra. ―La aldea lejana. Con motivo de La aldea perdida‖, en Helios, nº 1 (abril de
1903); recogido en O. C. I, págs. 1192-1199. Este diagnóstico sobre una nueva novela es
compartido a su vez por otros escritores. En 1909, Ramón Gómez de la Serna incluye un
ensayo titulado ―El concepto de la nueva literatura‖ en la revista Prometeo (abril, 1909, págs.
1-32), donde se reclama para la novela la irrupción de precedentes filosóficos como Emerson,
Stirner, Nietzsche o Haeckel y la importancia que concede a la vida (Luis Fernández
Cifuentes, Teoría y práctica de la novela…, págs. 44). Alcalá Galiano, pocos años después,
dice: ―En la novela caben todos los moldes y diré más, entran todas las formas del arte: el
drama por el conflicto de las pasiones, la psicología de las almas y el diálogo, forma dramática
intercalada en la narración. La música en el estilo y la pintura en el paisaje descriptivo‖ (L.
Fernández Cifuentes, op. cit., pág. 39).
391 Antes que Ayala, su maestro Clarín había detectado este proceso. En ―Lecturas.
Zola. La Terre‖ señala que con la decadencia del naturalismo —cosa que él no cree, en modo
alguno— empieza a surgir una ―tendencia neo-psicológica‖ (Ensayos y revistas, pág. 106).
165
fuera y dentro de él. Además, la cita confirma desde muy temprano la visión
como "espectáculo" desde la que el autor ha de observar y testimoniar el marco
de las conciencias en conflicto.
Pero no debemos pensar que ese viraje hacia el ―egoísmo psicológico‖
implica una decantación por la novela de introspección psicológica, contra la
que Ayala tenía las mismas reservas, dado su fraude en el sentido de la
verosimilitud. Si queremos entender que sus personajes primerizos puedan ser
la ficcionalización de este aspecto que reclama para el espacio de la nueva
novela, habremos de entenderlo no como una reducción del mundo novelístico
a la causalidad psicológica de la conducta, sino paradójicamente como un
principio ético de comprensión; dicho de otro modo, que nuestra imposibilidad
para entrar en las razones de los otros no deben impedirnos comprender sus
sinrazones. Por eso, en el relato El último vástago, de 1905, Ayala se burla de
las implicaciones psicológicas que a los novelistas gusta sacar del
comportamiento de los personajes: ―Bueno será advertir que la situación
psicológica, como dicen algunos novelistas, del último vástago de los
marqueses del Solar de Soto era simplicísima‖392.
En el relato Sonreía, el narrador metaliterario vuelve a poner en solfa
esta tópica psicologista al confesar su incapacidad para llegar a ser un gran
novelista, porque nunca le "han interesado cosa mayor las vidas ajenas"393. Y
llega a desmontar cualquier justificación de la novela de vertiente psicológica
pura sobre la idea de que si ni siquiera puede uno conocerse a sí mismo,
―¿cómo he de inmiscuirme en cráneos y costillas que no me pertenecen?"394. El
autor sólo puede intentar conocerse a sí mismo a través de la narración para
llegar a la verdad de que cada día se conoce menos, postulado del que se
deriva la plasmación de una narrativa ―heterogénea e inconexa‖, hecha de
incertidumbres, de verdades presentidas que, amenazadas por el error, se
revelan y se escapan de nuevo; una narrativa cuyo afán es la necesaria
concienciación individual en un proceso vacilante de avances y retrocesos. La
novela ayalina será una novela de personajes de conciencia problemática,
166
como la tetralogía de Alberto Díaz de Guzmán, pero no como explicación
naturalista de una determinada manera de ser ni como profundización en las
razones psicológicas últimas de su comportamiento, sino como proceso de
iluminación que, abandonando los recintos subterráneos de las apariencias
falsas que impiden ver la claridad, pretende acceder a un estado de
contemplación comprensiva de todas las cosas.
La crítica de Ayala se hunde en la raíz de la novela psicológica en tanto
que sus prácticas narrativas producen una impresión artificiosa e
inverosímil en el lector. Sin negar la presencia de este componente anímico-
espiritual del hombre en la novela, su preocupación se centra en la necesidad
de plasmar verosímilmente sus resortes mentales, sin subterfugios. Para ello,
el narrador colocará a su personaje en situaciones que lo exalten hasta la más
alta tensión lírica-subjetiva, como reflejo, pues, de su naturaleza interior395.
La clave de su concepción de la novela se sintetiza en las frases que rematan el
artículo "Incoherencia", donde se alude al compromiso social del artista que
debe escribir esta novela, haciendo especial hincapié en los aspectos
contradictorios, en las incoherencias de la existencia humana, siempre las
mismas a lo largo de la historia, pero referidas al momento presente:
167
eso afronta la pintura de la vida de modo subjetivo, desde una perspectiva
se reúnen.
narrador curtido, entre otras cosas por un sentimiento de soberbia que nace de
realidad:
la realidad.
trascendental.
suya una novela aglutinadora, novela in genere, entendida como recipiente que
168
ombliguista del mundo deambula por todas las cosas en proceso analítico, a
sensibilidades opuestas.
con la psicagogía platónica del Filebo, concebida como una empresa didáctica
idealismo racional: sólo por este camino se llega a las normas vitales de la
santidad. No se trata de tomar partido por uno u otro tipo, sino de fundir
169
pues, incluso en la médula de su concepción de la novela. Y podemos
segunda.
un sentido utilitario y comprometido del arte. El arte no debe ser un lujo social
402 En el artículo ―De Portugal‖ leemos: ―Los más claros varones que la historia de la
educación menciona fueron, al propio tiempo que educadores, hombres de gran finura
literaria, así como de las obras maestras de la literatura (por algo las llaman maestras) no es
difícil extraer fecundas sugestiones sobre educación‖ (O. C., III, pág.1100). La poesía tampoco
escapa de su función didáctica, entendida como instrumento que instruye a los demás en la
incubación de su propia intuición e inefabilidad (O. C., II, pág. 136). Alienta aquí una
concepción platónica de la formación moral del hombre, no tanto como transmisión, sino
como despertamiento de lo que está potencialmente dormido.
170
intencionalidad didáctica y moralizadora, cuestionada la mayoría de las veces
donde declaraba que lo había escrito con la intención de mejorar un poco más
el mundo.
supone que esta cuestión encierra no sólo ―una de las claves para entender
bien su obra narrativa‖404, sino uno de los pilares sobre los que se sustenta su
educativa y comprometida del arte que podemos partir de sus alusiones para
sólo aconsejaba la participación del autor en la sociedad a través del arte, sino
que la sentía como función primordial del intelectual-artista. Por ello, tal labor
171
proyección de la obra artística en el seno de la actividad social, donde ambas
desde los antiguos hasta Ruskin o Brecht y que pretende influir sobre la
sensiblidad del pueblo. Entre los aspectos pedagógicos con que Ayala trata de
influir en ese lector medio, R. Derndarsky destaca, entre otros, la visión crítica
cultural y el uso del diálogo como exponente de las ideas de los personajes407.
novela, hay una sustancia mucho más profunda de la que emana el mismo
las fuentes de donde emana o con las que se hermana el pensamiento artístico
406 O. C., IV, pág. 983. A este crítico, preocupado no únicamente por la calidad o
naturaleza de la obra de arte, sino por lo que pueda tener de beneficioso para mejorar el gusto
del público, "Clarín" lo calificó de "crítico demócrata". Y no ha de ocuparse del gran público, de
aquel con el que pueda entrar en natural sintonía la obra, sino del ―público grande‖, esto es,
el pueblo. (Sergio Beser, Leopoldo Alas, crítico…, pág. 152).
407 R. Derndarsky, op. cit., págs. 176-182.
172
de Pérez de Ayala, sino principalmente dilucidar los aspectos que dichas
son múltiples, pero coincidentes en el fin último. Desde Platón, uno de los
y lo útil.
sus contenidos la ética. Por eso el arte tanto en su forma como en su contenido
ha de adecuarse a su fin. Cuando se leen en Pérez de Ayala frases como ―esas
preguntas de por qué una cosa no es otra cosa totalmente adversa, en vez de
¿No sabes que con respecto a lo mismo todas las cosas son
hermosas y buenas? Pues en primer lugar, la virtud no es cosa buena
para unas cosas y hermosa para otras; en segundo lugar, los hombres
son llamados hermosos y buenos en lo mismo y con respecto a lo mismo
173
todo lo demás que utilizan los hombres se considera hermoso y bueno en
relación a aquello para lo que sea útil. Así, pues, ¿no es hermoso
también un cesto para llevar estiércol? Sí, por Zeus, y es feo un escudo
de oro si para las labores propias de cada uno de ellos el uno está bien y
el otro mal409.
debía participar en la creación del Estado perfecto. Para éste el arte conduce al
idea de la Verdad, del Bien y de la Belleza, para favorecer los intereses del
atisbar esta preocupación por forjar desde el fenómeno literario ese ideal social,
que Ayala quiere hacer desprender de la lectura de sus novelas como iniciación
estética previa:
174
literario en nuestro autor es la de la areté. La novela, en cuanto imitación
Ayala como la capacidad para discernir entre las realidades contrarias que
propugnado por el poeta latino, por lo cual no nos extraña que el autor lo
vida. Su imagen será una de las que refulja con más brillo a lo largo de toda su
412 Horacio, Arte poética; recogida en Ayala, O. C., II, pág. 463.
175
1.3.1.2. Influencias europeas
un estado del espíritu en que la respuesta del imperativo ético no actúa por
del ser humano, sobre una base ético-estética. Schiller parte del escrito Sobre
inmediatez de los efectos morales del arte sobre la sociedad y condena los fines
413 Cfra. Wellek y Warren, I, pág. 251 o Goethe, Verdad y poesía (libro 13).
176
hombre podemos apreciar en la concepción de la función artística en Pérez de
Ayala, quien le da una dimensión social mucho más manifiesta que la que
escritura con afán de cambio social es Mariano José de Larra, del cual
señalaba Ayala que una media docena de sus artículos seguían teniendo
una literatura útil, que atienda los problemas y seduzca al lector como primer
177
sociedad, viendo el arte como educación, como utilidad, casi como una propa-
todas las problemáticas terrenas (la convivencia social) y divinas (la salvación
Galdós con respecto a otros autores consiste en que su obra creativa, de gran
el fin de resaltar los que mejor cuadren para la buena marcha social. Así
178
vuestra obra será, asimismo, de Galdós. Puesto que el genio literario es
capaz de crear un pueblo419.
98‖, de los que López Morillas piensa que no pretendieron ―resolver problema
formarán en la memoria del lector ―capa de mantillo que abone sus concepcio-
dimensión personalista y egoísta del arte, concebido ahora como vehículo para
la salvación personal: ―No creo que jamás se haya propuesto otra cosa que
su yo‖422.
de fin de siglo se constata en el artículo ―el 98‖, donde Ayala sitúa su llegada al
mundo de las letras españolas justo en el momento en que ―la palabra, mágica,
179
Prometeo se explica desde esta perspectiva, pero antes de las ―Novelas
conciencia del deber ético hacia la renovación del pueblo español, este deseo de
180
las formas narrativas seleccionadas por el autor, debemos entender qué
Robert Escarpit nos recuerda que una comunidad ―segrega‖ unas ideas,
creencias, juicios de valor o realidad, que son aceptados como formas evidentes
sin necesidad de justificación y sin las cuales el grupo como tal perdería su
propio del escritor intelectual los valores de este grupo, pero va a tratar de
dinamitar aspectos relativos al modo de ser de ese grupo, con las miras
puestas en la mejora moral del mismo. Sabe que las estructuras sociales
del Estado ideal, en tanto el medio social tiende a conservarse y disfrutar del
181
protagonista de La pata de la raposa.
público. La semiótica apunta entre los principios específicos del arte teatral el
concepción dramática.
teatro una escuela de las costumbres, según el famoso postulado clásico. Por
no siempre aceptada por los teóricos —Schiller decía al respecto que el público
se olvidada de todo una vez que salía del teatro—, inducía a mirar con lupa su
buen curso del ―stablishment‖ social como por la posición del autor ante los
hechos dramatizados.
popular, de modo que fuera siempre aquél el que mostrase el camino del gusto
Ateniense coloca al juez de los concursos por encima de la opinión del público:
182
El juez, en efecto, cuando se trata de juzgar, no se sienta en su lugar
como discípulo, sino como maestro de la multitud y los espectadores, y
su misión es la de oponerse -oposición que era posible gracias a la ley
antigua de los griegos- a los que procuran al público su provisión de
placer en contra de lo conveniente y correcto427.
este principio emana la labor crítica de Ayala desde las páginas de El Imparcial.
Platón, como Ayala, piensa en un legislador del gusto que eduque y mejore la
opinión de la masa, nunca en un público que dirija los gustos de los artistas.
Un autor en quien Ayala observa este principio de rección, sin las miras
autor y actor, que aconsejaba a los cómicos que no trabajasen para el público
exquisita, como una academia del buen gusto con derecho de admisión. De
el hecho teatral, pero sin que ello implique una concesión al gusto general, ya
183
únicamente pretende el éxito inmediato del público vulgar a través de los
en que no sólo no lo educa, sino que pervierte mucho más aún sus gustos.
cuestiones que exijan la participación del espectador, así como sus ataques
Con ocasión del estreno de ¡Alégrate, papaíto!, señala Ayala que se trata
de una obra que se dirige únicamente a una parte del público medio, la más
espectador, una preocupación de orden moral. Ya que tiene entre sus manos al
sector más amplio del público español, el más superficial y frívolo, ―lo único
malear algo‖429.
Tal sería la tendencia del arte conservador, cuyos dos males ingénitos
son la claudicación con los vientres perezosos, esto es, la inutilidad del arte por
429 O. C., III, pág. 465. El diagnóstico que hace Ayala del público era preocupación
constante en la época. El mismo "Clarín" nos recuerda alguna vez que ―Schopenhauer
pensaba que el público siempre está pidiendo algo nuevo, pero siempre se queda, por instinto
natural, con lo vulgar y bajo‖. Schopenhauer también plantea la influencia negativa que la
mala literatura tiene sobre este menor de edad que es el público-lector, al tiempo que frena el
progreso moral y cultural, porque ―corrompen más y más el gusto, y detienen el progreso del
siglo‖ (Cfra. Clarín, Ensayos y revistas,.... pág. 227).
184
la frivolidad de su intención, y la malignidad.
verdad justifica las múltiples censuras que el autor de Las máscaras hace a
adelante sienta las bases de una de las técnicas más originales del escritor
que se acercan tangencialmente a nuestro autor como los que se han dedicado
que Ayala rara vez se deja llevar en sus obras de un sentimiento intenso y
puede dar frutos, no puede mover un pueblo, sino más bien todo lo contrario,
430 Azorín censura también el horror del escritor español a la meditación, de donde se
desprende un abuso de la retórica vacua, que en detrimento de la idea reveladora practica
una estilística del vacío:
De nuestro horror a la meditación nace toda una literatura vacía y
amplificadora. La frase hueca, los períodos ventosos, los adjetivos acumulados sin
medida, forman la armazón de la obra literaria. La idea se pierde en un laberinto de
palabras (O. C. III, pág. 93).
185
aletargarlo más aún: ―El sentimentalismo habitual es el peor pecado, porque es
con la vida; es intelectual, literario, teatro de teatro‖433. ¿No sorprende que sea
el mismo Ayala quien repudie por conveniencia histórica una dramaturgia que
Ayala por ―humano‖? Pues aquella región del espíritu donde germinan
conceptos, ideas e ideales434. Su crítica se explica, por tanto, a partir del hecho
431 O. C., III, pág. 63. También Clarín ("El teatro y la novela", Mezclilla, págs. 285-289) ve
en el sentimentalismo del público el motivo del éxito teatral de obras de dudosa calidad. Una
obra tendrá tanto más éxito si ―es de gran aparato o va acompañada con música sensual, o
lleva el atractivo de una actualidad maliciosa, la aplaude, y hace que viva meses y meses, el
público más iliterato, el que todos llamamos vulgo‖ (op. cit., pág. 286). Pero si tiene la
recompensa de este público, su natural búsqueda de lo nuevo, de las obras de moda, no de la
calidad teatral, éste mismo la condena pronto al olvido, porque ―las ha aplaudido el
sentimiento, que no tiene memoria‖ (op. cit., pág. 287).
432 O. C., IV, pág. 814.
434 Véase el artículo ―Los hermanos Quintero‖ (O. C., III, págs. 623-649). Galdós vuelve a
186
cambio de las estructuras de pensamiento de una época435.
que se vive en una época histórica de babelismo, una época trágica. Quienes
tienen ideas, es decir, quienes saben dónde radica lo humano auténtico, deben
ideal como el que Ayala aprecia en el teatro culto de Hebbel e Ibsen, el cual es
como ―un modo inteligente y aplicado de conducta que aspira como finalidad al
mente un espectador ideal, sino que al tiempo que satisface las necesidades del
187
Como prueba de su objetividad y de la prevalencia de su visión
público, finalidad que Ayala concibe como una nobilísima actividad del
verdadero artista:
443 Íbid., pág. 437. La inexistencia de un gran público, sino de pequeños públicos
heterogéneos es otro de los males detectados por los intelectuales del momento. En enero de
1900, Miguel de Unamuno escribe para Las Noticias de Barcelona un artículo con el
188
En otra reflexión sobre Galdós, Ayala consolida más si cabe esta visión
educadora del arte y nos permite apreciar una línea de continuidad entre la
comedia humana del escritor canario instruye al modo clásico, esto es,
mostrando los males y vicios capitales de la sociedad sin comentario para que
así como la tópica del manuscrito entregado por un moribundo a otro que lo ha
ejemplarizante.
presente como fuerzas reiteradas en todos los tiempos, a través de los cuales
189
muerte frente al disfrute de la vida, el entregarse a los demás o el encerrarse en
uno mismo, etc. Esto que Ayala plantea de modo dialéctico en sus novelas le
social444. Porque para Ayala ser intelectual no es una etiqueta ni una clase,
sino un deber hacia los demás. Su labor primordial es acuñar y fijar ideas en el
pueblo. Pero no dar culto a la idea por sí, pues como siempre en Ayala las
el mejoramiento de la raza446.
ya que trastoca la máxima del teatro como espejo de costumbres; pues, desde
voluntad del autor como el gusto del espectador se detienen con delectación
444 En el artículo "Al servicio de la República", leemos: ―Escritor soy y como tal he
actuado, actúo y seguiré actuando en la vida social española. Ofrezco a mi país y a mis
conciudadanos lo único que puedo darles: mis escritos‖ (O. C., III, pág. 1051).
445 En "¿España, pueblo fracasado?", junto a la tríada platónica como norma de
conducta y aspiración al conocimiento incorpora la ―Utilidad‖ como va señalamos antes. Vide.
n. 440 (O. C., III, pág. 1024).
446 Véase al respecto el artículo ―La función de los intelectuales‖ (O. C. III, págs. 1054-
1056).
447 O. C., III, pág. 81.
190
morosa en lo voluptuoso. Aquí radica lo pornográfico en arte449. La línea que
tetralogía.
Naves opina que la selección de las técnicas del autor asturiano se fundamenta
191
ideológicamente al lector, pasamos a una visión fragmentaria y hasta
quedarse sólo con los alumnos más aventajados de la clase, sino que su labor
llegar hasta el final. Eso sí, siempre que se acepten las reglas del juego literario
Belarmino y Apolonio, ―donde mediante tres versiones de los mismos hechos, el lector alcanza
lo que Ayala llamará ‗visión diafenomenal‘, y puede formarse un juicio propio, sin seguir
necesariamente ninguna de las tres visiones‖ (op. cit., pág. 95), creemos que se debe
extrapolar esta secuencia técnica-lector a toda su novelística.
451 O. C., I, pág. 1188.
192
fomentar el espíritu crítico bajando al terreno de los ―infidelium‖, para
que nacida de una honda reflexión intelectual pretende elevar a todos los
"La tarde", ya que, como suele señalarse, aquí se perfila el último Alberto,
tetralogía, pues el momento vital del personaje que se refleja en esta última
Ayala. Digno de mención es asimismo el hecho de que tras esta cita apunte un
193
tipo de lectores, con mayor o menor capacidad intelectual, de ahí que su
que se le plantea455.
como ―pío lector‖, ―benévolo lector‖ y otras similares. Más vaga resulta la
ingenuo, realista, y un lector ideal, cómplice, que tal como lo configura nuestro
primero.
455 Así podemos entender igualmente las palabras que sobre el ―paradigma de la
natación‖, tan importante para comprender la figura inadaptada de Juan Pérez de Setiñano
en Prometeo, aplica al proceso formativo en los niveles cognitivo y pragmático:
El que enseña a nadar, sirviendo de ejemplo a los que enseñan a pensar, a
obrar y a vivir, podría expresarse de esta suerte, dirigiéndose al incipiente nadador:
―Mi enseñanza se redujo a que tú aprendieses de tus propios recursos: para lo cual
te he colocado en el trance perentorio, inaplazable, de aprender o sucumbir. La
emoción te ha transido hasta el meollo y ha hecho que se revelase al exterior otro
hombre que sin sospecharlo llevabas en lo más turbio de tu ser, un hombre que
sabía nadar e ignoraba que sabía‖ (O. C., I, pág. 1243).
456 D. Villanueva, ―La novela picaresca…‖, págs. 97-99.
194
Mediante lo que Ayala denominó ―ironía pedagógica‖457 podemos apreciar
acerque a esta. Nuestro autor se burla del lector común, trasunto textual del
lector de novela realista, que se identifica con los héroes, que sigue con
este lector para que salte desde sus hábitos pasivos de lectura y lo hará desde
457 En la sección ―Ética y estética‖ del ensayo ―Anatole France‖ aparece esta concepción
de la ironía como método pedagógico, no sólo, como generalmente se dice, como expresión de
la tolerancia de Ayala hacia la infinita tontería humana (O. C., IV, pág. 1151).
458 O. C., IV, pág. 863.
195
vicios que provocan ese indeseado ensimismamiento del lector para Ayala.
recursos en sí, sino la manera en que son presentados ante el lector. Siguiendo
este modo pueda aprender a ver las cosas de la realidad exterior del mismo
Pero ¿por qué piensa Ayala que el medio de cambiar al pueblo español
planteamiento irónico del español que opina y habla de todo sin poder
Belarmino y Apolonio. Sin una posición objetiva no puede existir la crítica, que
creer que se sabe de todo, y en tanto se puede opinar de todo se está por
encima de todo. Falta, en definitiva, sentido reverencial, esto es, respeto hacia
Con este afán educativo Ayala sigue la línea marcada por los krausistas,
196
reflexión sobre las viejas concepciones, replanteadas ex ovo. En ―La educación
parece no haber echado de ver aún que su problema más apremiante, por ser
que el arte literario y sobre todo la prensa debían asumir este reto formativo.
Para esta última, Ayala reivindica una doble misión: informar con objetividad
se trata del medio más cercano, y por lo tanto, más influenciable, al público
como conjunción del medio de mayor radio de influencia con el género literario
marco, si bien la novela no tiene una inmediatez tan acentuada como la prensa
por mor de una expresividad eficaz. Así se desprende del artículo ―El arte del
197
subordinación de los primeros a los segundos, y en lo estético unos y
otros sean consustantivos e idénticos, no implica que lo práctico rechace
en todo punto lo estético462.
vinculada a una ética social, que no puede desvincularse del contexto histórico
en que surge, pero que al mismo tiempo trata de impulsar un cambio en las
humano de don Ramón, siguiendo las tesis vertidas por Platón para la buena
contempladores pasivos que viven ―una vida ideal de la imaginación, más bella
que la vida real, y son unos fantasmas perezosos e inofensivos que componen
final, pasa ahora a lector adulto. Este paso conlleva desde el punto de vista
198
en sus distintas modalidades en el proceso de creación artística, en cuanto
humanidad. Hasta tal punto creemos importante este hecho que entendemos
199
los demás elementos morfológicos de la narración la presencia de la voz
obra se va a desprender del modo en que esa voz ordene las unidades
La voz narrativa puede adoptar ante esa realidad ficcional dos actitudes
no toma nunca partido por la realidad ficcional, donde no son interpretados los
narrativa; por eso acaba afirmando que ―aunque el autor puede hasta cierto
Entre las ventajas que podemos reconocer a esta técnica en relación con
independencia de visión que sobre la ficción pueda hacerse el lector sin tratar,
200
en apariencia, de forzarle por una u otra de las perspectivas elegidas. O, por lo
posición ante los sucesos, como dueño y señor que hace y deshace a su antojo.
las que el autor está siempre presente, ―hasta el exceso haciendo sombra,
201
En conclusión, Tinieblas en las cumbres se caracteriza por la
presencia de una narrador personal, omnisciente, que se manifiesta con
intrusiones y comentarios, que manipula los personajes y marca el ritmo
de la acción, que intercala coloquios, digresiones sin importarle lo que
esas rupturas puedan suponer con relación a la estructura y vida misma
de la novela470.
de sus personajes‖471.
ojos del lector, propósito del que se sigue paradójicamente un hacerse visible.
totalmente, a pesar suyo, como vasija que se vuelca‖472. Por eso, al hacer la
202
sus personajes. La obra genuina de arte excede todos los dogmas. Lo
que ahora estoy haciendo, por ende, no es menospreciar a Eça de
Queiroz por no ajustarse a la fórmula naturalista, sino mostrar cómo
ciertas deficiencias de este escritor no provienen, como alguien intenta,
de haber aplicado estrictamente la fórmula naturalista, la cual no aplicó
por entero, ni podía aplicar, dada su idiosincrasia; de donde se deduce
que, en último término, las tales no son en puridad deficiencias, sino
características, modalidades, distinciones de este escritor. De este
escritor y de todos473.
entonces, por qué introduce su voz de narrador que comenta los hechos, y
voz narrativa no basta con recordar el sentido intelectualista que tanta veces
literatura.
203
fluctuación entre subjetivismo y objetividad, Ayala habitúa al lector a no
quedarse fácilmente con una u otra opinión, sino que le fuerza desde todos los
la novela realista-naturalista del siglo XIX, le permite entrar como actor que se
identifica con los personajes y moverse libremente por ese mundo con ellos, la
intromisión de esa voz irónica le avisa de que no se fíe, de que debe revisar y
por una parte pone sobre aviso al lector, pero al mismo tiempo no lo
mundo, ya que esto último corresponde a la propia iniciativa del lector: una
dárselo todo hecho al público, sino que éste, ―libremente condicionado‖ por el
474 Creemos que así hay que entender sus palabras en el ensayo ―Casandra‖, en el que
señala que la obra genial se acomoda al principio cervantino de la ―comprensión‖, donde los
buenos y los malos se mueven sujetos a una misma ley lógica, no a una tiranía externa,
porque no puede haber la intención previa de hacer odioso a tal o cual personaje. Tal es lo que
se denominaría ―liberalismo impersonal‖ (O. C., III, págs. 28-29).
475 O. C., IV, pág. 319. Aunque en la cita aluda al teatro sus postulados son extensibles
a la novela, como se desprende de otro pasaje, adscrito también a la idea del espíritu liberal
en literatura, que ―se da preferentemente en la novela y en el drama‖ (O. C., III, pág. 51).
204
Este principio va a justificar muchas páginas poéticas, ensayísticas y
novelísticas de Pérez de Ayala, incluso aquéllas que han sido muy criticadas en
tanto apuntan elementos aparentemente nocivos o inmorales, como la discuti-
da calificación de Tinieblas en las cumbres como novela lupanaria. Este
binomio, por demás tópico en la literatura didascálica, entre pecado y
educación se justifica y comprende a partir de afirmaciones como la que sigue,
cuyo comentario obsta:
Hasta ahora hemos visto el sentido del deber social con que Ayala se
referencias intertextuales que pueblan las cuatro novelas del ciclo de Alberto,
inadecuados para las necesidades éticas que Ayala entendía como principales
205
Alberto, adquiere la categoría de personaje principal el poeta modernista
olvidar que para Ayala la literatura no es letra muerta, sino una experiencia
vital desde la instancia lectora. Recordemos sus palabras en ―Don Juan Valera
lectura:
206
la poesía de uno o dos poetas modernistas que pudieran figurar como modelos
desde dentro, con referencias irónicas a la memoria del lector, con pretendidos
el narrador se toma la molestia de hacer saber al lector las viandas que han de
207
la primera obra de un escritor novel o quizás la representación del pecado de la
gula como mal ingénito al español, si no fuera porque unas cien páginas más
adelante el narrador retoma el tema de las viandas para mofare del lector.
Se ha dicho ya que las tortillas eran dos, y también cuáles eran sus
ingredientes; mas esto último díjose en paraje adonde quizá no llegue la
flaca memoria del lector. Lo repetiremos, aun a trueque de caer en
iteración. La una era de jamón; la otra, de patatas480.
que subvierte Ayala, se ―preocupará‖ por haber pasado por alto un episodio tan
cómplice ante las muecas irónicas del narrador y empieza a percatarse de que
tiene delante a un narrador poco fiable. Precisamente esta diferencia entre una
detallismo descriptivo del que aquella escuela literaria hizo gala, técnica ésta
208
tema de la bebida el que se presta a las socarronas intenciones del narrador.
faltar la relación de hábitos poco acordes con los principios de la moral —ya
pretexto irónico para burlarse de los juicios del lector, al que acostumbra a ver
lector sus prejuicios categóricos sobre aquel. Veamos de qué manera tan sutil
apresuradamente a un personaje.
209
individuos que componían la caravana se habían embriagado, sin
―error‖ -mejor sería decir, del error que sabe ha cometido el lector a causa de
cierto que sus cualidades morales no son ejemplarizantes, que sus defectos
―repugnan‖ incluso al narrador irónico que pretende mostrar los vicios para
categóricos y ―planos‖ sobre los personajes. Pues si Jiménez tiene todos los
narrador amonesta sobre los prejuicios del lector, que tampoco se acordaba de
entender sin antes observar todas las perspectivas puestas en juego al final del
capítulo ―El Pasado‖, donde Mariquita reconviene a las prostitutas para que se
210
con armar líos y peineterías; mucho cuidado y que no me...‖487. La frase, que
debía concluir con algún vulgarismo malsonante, queda cortada por decisión
saber el tiempo verbal usado y el hábito del personaje a usarlo: ―Al llegar aquí
Mariquita, desde una nueva perspectiva episódica, amonesta a las niñas por
última vez antes de la partida. Completa ahora, para tranquilidad del lector
con nuestro lector al darle la solución por partes. Pero, el juego no acaba aquí.
frase posterior que sus pupilas puedan robarle su dinero: ―Ya os dije, además,
que no cobréis. Yo cobraré luego, por todas‖489. Para volver de nuevo al sentido
literal del primer término mediante una perífrasis del que no se desprende del
prescindibles‖.
Una de los defectos que suele achacarse a las primeras novelas de Pérez
211
intelectual y, por lo tanto, con escasa incidencia narrativa.
Las citas y las notas a pie de página con que detiene la narración han
inexhaustibles: la vida y los libros‖491. La gran novela sólo puede darse por lo
prematura a través de los otros492. Pero los libros por sí ―valen poco‖, sólo
retórica jesuítica que estudia Ayala en sus años de estudio, admite el uso de
palabras griegas antes que latinas en dos ocasiones: cuando algo pueda ser
212
dicho más apropiadamente y más convenientemente en griego que en latín, y
las cumbres, en el que Plotino Cuevas insta al Padre X a que entienda que el
―sobrado caudal de citas inglesas, latinas y hasta griegas‖, que circulan por la
obra tanto a modo de frases traídas ex profeso para apuntalar algún episodio o
para rematar alguna reflexión, como las que se colocan a pie de página se
explican ―por cierto inmoderado afán, que siempre sentí, de mofarme un tanto
discurso narrativo, no resultan, desde la óptica con que Ayala encara el género,
estos subterfugios hagamos una breve parada, que tendrá la virtud de resaltar
y desenfadado la pedantería de las citas (―Notas sobre el credo crítico-estético…‖, págs. 189-
230). No obstante, la crítica de fondo más que contra la pedantería humanística del escritor
asturiano apunta a la hipocresía moral de las actuaciones públicas del escritor en ambientes
de dudosa reputación. Tiempo tendremos en otra ocasión de contextualizar tales
afirmaciones, desde el único punto de vista, para nosotros, pertinente, la intencionalidad
literaria.
213
con una preparación práctica para la vida ultraacadémica, casi casi habíamos
fácilmente reconocible además por la mayor parte de los lectores por su fuerte
sabor sainetesco, la novela abre la perspectiva del lector y le informa de que tal
a no escandalizarse por lo que narra, porque no existe nihil novum sub sole.
Pero por si algún lector más escrupuloso tiende a ver en esto motivo de
escándalo, finaliza una de las citas aludiendo al pueblo de Dios, en el que ―la
prostitución fue espantosa, si hemos de creer los libros santos, los cuales nos
objetivamente sobre tema tan escabroso, igual que hacen los libros sagrados,
asepsia con relación al contenido. Pero será la última cita de este primer
capítulo la que enfoque la cuestión, por una parte como crítica a la hipocresía
ciudad de la parte libidinosa. El pueblo tiene una iglesia ―con una torre mocha
214
ayuntamiento dan la impresión de ―una decoración escénica‖500. Jiménez y
paródico será actualizado por Azorín, tan buen conocedor de estos juegos
215
aparición ruidosa– empleó millares de hechos recogidos en los periódicos, en
este recurso a incluir autores imaginarios, libros falsos o citas mal otorgadas,
que subvertía desde dentro una costumbre muy habitual entre los escritores
del momento, igual que en época de Cervantes. El mismo Azorín aclara su uso
aludiendo:
¿No habéis visto esas obras atestadas de citas y cubiertas por todo
un andamiaje de erudición? ¿No habéis leído a esos pobres escritores
que no saben dar un paso sin apoyarse en la autoridad de fulano o de
mengano?, y que buscan el que se diga: ¡cuánto ha leído ese hombre!508
objetividad sobre los hechos. No es la primera vez que Ayala usa en un relato la
508 Cfra. ―Dejar los andamios‖ en Las Noticias, 7 de mayo de 1900, artículo recogido en
216
figura del historiador como excusa para el distanciamiento irónico, con
con el elemento temporal como eje de su escasa credibilidad. Por una parte,
citas de distintos autores para demostrar que la opinión del ―insigne‖ leridano
como Erasmo o Saint Evremont. Destaca, sin embargo, una curiosa y misógina
frase de Balzac, que dice: ―Elle perdit son pucelage avec ses premières
a citar a un autor antes de que hubiera nacido, con lo que anticipa de manera
509 Podemos verlo, por ejemplo, en El último vástago (O. C., I, pág. 37) donde se nos
presenta un historiador cuya labor como cronista fidedigno queda irónicamente cuestionada
por el paso del tiempo, su mismo instrumento de trabajo:
Llamábase don Gonzalo Fernández de la Viña, según consta en una
inscripción que, medio borrada, está en la capilla de la finca coronando los blasones
familiares; en la cual inscripción, por un olvido del que la puso o tal vez por injurias
del tiempo, no consta la fecha, con lo que la tarea del historiador se dificulta en
sumo grado.
510 O. C., I, pág. 105, n. 1.
511 Un precedente muy interesante del uso narrativo de las citas es la novela Maximina,
de Armando Palacio Valdés, donde además de incluir citas infieles, hay una lección de
astronomía, tal como el mismo Clarín recuerda en uno de sus paliques (Cfra. Clarín, Mezclilla,
pág. 189).
217
denominado Andrés Amorós a aquel capítulo que aparece en algunas obras de
Ramón Pérez de Ayala en el que el narrador pide al lector que lo pase por alto
algún capítulo, al menos del modo tan explícito en que lo hace Ayala. Lo que
afirmamos es que existen una serie de capítulos en el inmortal libro en los que
título que Cervantes coloca delante del capítulo XXIV de la Segunda Parte:
narrador presenta a Alberto Díaz de Guzmán, que junto con Yiddy van a ser
los interlocutores del ―Coloquio superfluo‖, dice de él ―que era pintor novicio y
traía entre ceja y ceja no sé qué cosquilleos trascendentales sobre arte y hasta
presente el modo tan peculiar con que aquél encabezaba sus capítulos: ―Hay
capítulos, que Fielding adoptó para sí, y Dickens pudo tomar de Fielding‖514.
primera parte, "El capitán cautivo" y "El curioso impertinente", y los capítulos que José
Manuel Marrero Henríquez considera una "Poética dialogada" y en los que el cura y el
canónigo discuten sobre los géneros literarios, en especial sobre la relación de las novelas de
caballería con la comedia nueva ("El héroe frente a…, págs. 63-71).
513 O. C., I, págs. 213-214.
218
capítulo de esta historia‖; en el XXXVI, aún más significativo: ―Que es muy
asegurándoles, desde luego, que nada tiene que ver con el asunto central de
esta historia...‖, de Tinieblas o ―El autor aconseja al lector que deje de lado este
escritura leída por todas las capas de la sociedad a una escritura que debe
sirve de una técnica que actúa como proyección irónica a este tipo de
carguen las tintas sobre lo circunstancial, Ayala presenta con total desfachatez
la época sobre el teatro. De esta sumisión al gusto del público deja huella
público, España es un país que teme la verdad y pide, entonces, a sus autores
hacia lo accidental‖515.
tensión emocional. Con sutil ironía finge que los lectores pueden rehuir la
219
verdad novelesca al introducir un episodio dilatorio donde está contenido lo
lector nuevo para una novela que presenta una realidad más compleja, una
novelística del siglo XX, en las antípodas de un realismo plano por medio de
de tal modo trabado que incita a una lectura ansiosa, expectante de sucesos,
220
pero nada reflexiva. El éxito del folletín en el siglo XIX, del que se nutre el
Sin olvidar que el mismo modo de distribución del folletín, por series, ya
busca de un lector reflexivo, que pudiera escapar de las doxa, de una novela
de la trama, aconseja al lector pasar por alto unos episodios, que ―son, en
sus novelas esta técnica Ayala trata de hallar un camino de expresión que
almendra horaciana‖ de sus Glosas sobre los clásicos dice que ―aun en los
pieza literaria, breve las más de las veces, que es su almendra o simiente
esta cita podría contenerse una defensa del ―capítulo prescindible‖, así como
hombre.
221
En Tinieblas en las cumbres, el ―capítulo prescindible‖ aparece bajo la
propio autor como la ―actividad de concebir y parir ideas morales, con dolor y
Tenida hasta casi nuestros días por una novela lupanaria, cabe más
bien verla como novela ejemplarizante. Ayala no duda en poner ese ―te
222
entender el carácter y la significación de la influencia jesuítica y a renglón
seguido aconseja al lector que puede pasarlo por alto y leerlo al final a modo de
epílogo.
carne.
literario para invitar al lector, mediante otro sistema semiótico (el teatro, el
se siguen‖521.
No hay que perder de vista, sin embargo, que para la lectura supone una
pesada carga, de la que sin duda era consciente Pérez de Ayala. Pero no parece
pronto percibe éste las nefastas consecuencias que ejerce sobre ellos. La
expresividad de este recurso es, pues, mediata, directa sobre la emotividad del
apagarse al final de este episodio la luz del cielo, que explica el título de la
novela anterior. Pero no hay que olvidar además la cita que Ayala pone como
Alberto de Tinieblas la idea del arte como posible salvación de la muerte, sin
223
Alberto dice a Yiddy:
Hay además otro recurso irónico que el lector que hubiera saltado el
plantea el tema de la ciencia infusa y del poder que otorga Dios a sus ministros
para hacerse entender en todas las lenguas. El contexto nos sitúa, pues, en el
posteriormente por Ayala para burlarse del falso apostolado de los padres de la
Compañía de Jesús. El padre Olano, que antes había expresado cómo este don
de lenguas había sido concedido de manera especial a los hijos de San Ignacio
de Loyola, tiene que hablar con Ruth, la esposa inglesa de Villamor, ingeniero
logra comunicarse con ella, ante lo cual el padre superior, Arostegui, recupera
el motivo del don divino en tono irónico: ―Usted creía que el Espíritu Santo le
hubiera sido en sí, sino que además no puede percatarse del abismo que
la Compañía.
224
fragmentarias y los versos de Alberto Díaz de Guzmán relativos a distintas
que conmina al lector a volver al finalizar la novela en esta ocasión remeda los
modos cervantinos (―y vuelva sobre él, a revolverlo y examinarlo, si así le place,
existenciales. Los animales que utiliza como paradigma de los tipos morales
proporción con los tipos de moral ejemplificados por cada uno. ―Sultán‖, el
cotidiano. Este recorrido a través de la historia moral del hombre obtiene como
respuesta un pesimista ―[y], sin embargo...‖, para cada una de las opciones
225
consolidada, firme en sus bases responde con una composición regular. A la
3.5. La intertextualidad
una clara conciencia literaria en nuestro autor, que recoge de la más variada
libro de Cervantes. Ayala, sin embargo, opta por la dirección azoriniana, pero
ni trata, como Azorín, de recrear con variaciones los motivos cervantinos, sino
que los incorpora a su creación como arquetipos literarios ya consolidados con
226
Ayala es rotundo en su valoración del fenómeno literario como imitatio no sólo
de la realidad, sino incluso de otras obras literarias. Para él, la historia literaria
de que entra a formar parte el autor novel se concreta en un doble juego entre
tradición literaria:
525 R. María Tenreiro, por ejemplo, aprecia en Tinieblas en las cumbres la práctica de ―la
destreza por la destreza‖, mientras que en La pata de la raposa, novela en que, según él, se ha
consolidado una madurez narrativa, todavía perviven ―algunas puerilidades eruditas‖ (Cfra. La
pata, en "La Lectura", XII, 2 (1912), págs. 390-397).
526 O.C., IV, pág. 838.
227
destacan especialmente en este caso el regusto ayalino por manipular los topoi
que utiliza: ―...ya el rutilante y abusado Apolo había ocultado por Poniente las
abusa del dios griego del sol? Apunta humorísticamente al abuso literario de la
imagen del carro de Apolo que recorre el cenit como metáfora mitológica del
día.
de fe. Si en el Quijote son las novelas caballerescas y pastoriles, aquí son los
excepción de la Monna Lisa (lo mismo que el cura salva algunos libros de la
quema). Parece que igual que Cervantes pretende echar del mundo los libros
Pérez de Ayala, que sea el perro ―Sultán‖ el que saque al protagonista de sus
228
angosta. De la importancia de las labores de unos y otros opta por las de los
aclarado por el mismo narrador poco después: ―Hace cosa de pocos días, yo
229
CAPÍTULO IV
1. Introducción
A pesar de su larga andadura histórica, la especulación sobre el
con ello superar tal distanciamiento entre Poética y Literatura, haciendo que
tales‖532.
género, como punto de referencia obligado tanto para creadores como para
230
unas coordenadas genéricas concretas, en un modelo estructural que le viene
estado inicial en el que los rasgos dominantes que caracterizan el modelo que
sino como ensanchamiento de los límites del modelo estructural base, que es
teórico o tipo, cuya existencia se inscribe en el marco ―de una teoría del
231
discurso literario‖535. Frente a la división tripartita de los géneros literarios que
Poética moderna eleva el número hasta cuatro, ya que incluye a la novela, que
como género teórico se manifiesta a partir del siglo XVI coincidiendo con el
538 Coincidiendo con Arnold Bennett, para Ayala ―el novelista y, en ciertos casos, el
autor dramático (que es un subnovelista, dice Bennett), han colonizado y anexionado con éxito
las provincias de las otras artes‖ (Cfra. Pequeños ensayos, pág. 29). Esta concepción de la
novela como suma artística es aserto común a otros autores. Alcalá Galiano se manifiesta en
estos términos en 1914: ―En la novela caben todos los moldes y diré más, entran todas las
formas del arte: el drama por el conflicto de pasiones, la psicología de las almas y el diálogo,
forma dramática intercalada en la narración. La música en el estilo y la pintura en el paisaje
descriptivo‖ (Cfra. Luis Fernández Cifuentes, Teoría y mercado..., pág. 39). En esta línea se
inscribe el intento de Ayala por superar la disposición temporal de la escritura en favor de la
espacialidad pictórica que manifiesta el capítulo ―Adagio‖ de El curandero de su honra.
232
periodos en los que la crítica frena el progreso creativo y otros en los que sirve
último cuarto del siglo XIX hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial se
constata una franca oposición por parte de los sectores más reaccionarios
caso muy significativo de toda esta problemática es el del escritor francés Guy
publicar una novela siempre había algún crítico que se arrogaba la capacidad
para decidir si lo que había escrito podía considerarse en puridad una novela:
novela, después de la revolución formal que a lo largo del siglo XIX traen los
apriorística del género: ―Existe-t-il des règles pour faire un roman, en dehors
233
sebo y en la polémica crítica que en su tiempo despierta su concepto del
originalidad:
234
Ayala acepta como connatural a la manera narrativa la heterogenidad
formal, el hecho de que cada novela presente una apariencia diversa respecto
genérica:
trilogía formada por las obras Prometeo, Luz de domingo y La caída de los
235
Francisco (cuento drolático)‖, ―Cruzada de amor (novela romántica)‖, ―Artemisa
designaciones es, por otra parte, síntoma de una concepción muy del periodo
noche del sábado como ―novela escénica‖ o que Armando Palacio Valdés
algunos ejemplos.
ayalina, argumento que cuenta además con el apoyo de que esta poética
tiempo, constituye una consigna por la que parece regirse la narrativa de entre
236
contesta a esta pregunta con la noción de ―novela total‖, síntesis de ―la
experiencia y sabiduría humana adquiridas a lo largo de toda una vida‖.549 Tal
concepción no toma en consideración otras ―totalidades‖ más propiamente
literarias que de igual modo definen su praxis novelesca: la diversidad lectorial
y la variedad genérica. Respecto de la primera ya hablamos anteriormente de
la heterogeneidad de expectativas emocionales e intelectuales que concita la
narrativa ayalina como modo de agrupar el variopinto espectro de respuestas
lectoriales. A ello hay que añadir un universo narrativo que asume intencional
y expresivamente una multiplicidad de modalidades genéricas. Vista así, la
novela resulta un discurso totalizador que viene a ser la expresión testimonial
de un escritor frente a las ideas, emociones y patrones literarios (históricos y
teóricos) de su tiempo. El punto de partida de este concepto es, una vez más,
el Quijote, que, según las palabras de Leon Livingstone, ―reproduce el concepto
totalitario de lo real en un género múltiple, amalgama de todas las formas de
la novela conocidas en aquel entonces‖550. La importancia que Ayala concede
al carácter multiforme de la novela excede lo puramente narrativo para incidir
en una valoración global del fenómeno literario, necesariamente abarcador de
la compleja realidad vital. Las grandes obras literarias acomodan
intencionalmente los más variados esquemas, como sucede en la obra
dramática de Shakespeare, en la que Ayala detecta la ―totalidad‖ de
modalidades genéricas:
237
Con indiferencia de que tal polimorfismo se dé o no en la dramaturgia
del cisne de Avon, lo que nos parece indiscutible es que Ayala está
trasponiendo su propia noción del hecho literario como suma genérica y que
afina el concepto de novela in genere según la entiende. De ello da cumplida
cuenta lo que da en llamar ―literatura platónica‖, caracterizada por un
propósito comprehensivo de la realidad que vincula armoniosamente lo
emocional y lo intelectual, pues, como indicábamos a propósito de la teoría de
la educación estética ayalina, el autodidactismo platónico de Alberto Díaz de
Guzmán culmina con la proyección de una simpatía por todo lo creado
mediante el amoroso alumbramiento del sentimiento y del pensamiento.
Sin que volvamos a insistir en la importancia de esta ‗literatura
platónica‘ en la cosmovisión que sustenta la tetralogía, es un hecho que
debemos destacar que el vehículo formal de aquélla, el diálogo socrático-
platónico, tenga una presencia significativa en La pata de la raposa, obra en
que el éxtasis cognoscitivo de Alberto articula todo el relato.
Ya desde sus primeros relatos Pérez de Ayala se revela como escritor de
enorme cultura literaria que gusta ejercitarse en diversas formas genéricas. En
estos primeros escritos, incluidos luego en Bajo el signo de Artemisa, se
advierte una decidida predilección por la técnica metaliteraria. La literatura
actúa constantemente en su novelística como sustancia con la que establecer
un diálogo intertextual a todos los niveles, desde la simple alusión hasta la
apropiación de discursos estilísticos más o menos reconocibles o la compleja
red de expectativas que cifra un patrón narrativo determinado. La tetralogía
conforma un fresco riquísimo de moldes genéricos: junto a formas afines a los
otros géneros teóricos (teatro, poesía y ensayo) aparecen una gran variedad de
subgéneros históricos. Tal heterogeneidad no significa en última instancia que
la experimentación formal sea un modo novedoso de superar el agotamiento o
la crisis de los patrones narrativos dominantes, sino el planteamiento desde la
novela de una problemática general del hecho artístico: los límites que cada
medio expresivo por separado comporta para dar cuenta de la compleja
realidad humana. En este sentido nos parece sintomático, como ya
advertíamos en otra ocasión, que Alberto Díaz de Guzmán rechace en un
238
principio la escritura como medio de comunicación por sus limitaciones
ínsitas, o que asimismo la pintura acabe revelando su ineficacia para
reproducir todo aquello que no sea ―forma, apariencia, cosa visible y
patente‖552. Excepto novela y drama, que acaparan en su totalidad la realidad
multiforme y difusa, los demás medios artísticos ofrecen una visión limitada
de la vida:
perfección el medio expresivo del que se sirve y que la novela abrace lo lírico o
que alienta las diversas tentativas, no hay que olvidar que Ayala distingue ―`el
público y una tendencia artística determinada constituye uno de los caballos de batalla del
regeneracionismo español. Ya mencionamos antes el artículo ―Públicos y público‖ de Unamuno
(véase n. 443 del presente trabajo). Y concluye más adelante que ―la compenetración de los
distintos públicos, la rotura de este régimen de cotarros chicos y grandes, el enlazar a nuestras
distintas capas sociales en una unitaria corriente de cultura, es lo único que hará público
239
arracimados en pequeños grupos de respuesta emocional e intelectual
lectoriales, esto es, el lector in genere. En este sentido, vuelve a ser significativa
recepción literaria:
teórico que se ―lee hoy y es tan actual como en su vida‖556. En concreto, sobre
enfoque su creación con la intención de hacer reír, llorar, etc., sino que
compacto, presupuesto para una conciencia nacional, que sea de veras una‖ (Miguel de
Unamuno: Artículos en..., págs. 196-198).
555 R. Pérez de Ayala, Principios y finales…, pág. 91.
556 Íbid., pág. 89.
240
En cuanto a lo que Maupassant advierte de que cada grupo del
público solicita del autor afectos y efectos muy diferentes, esto no
estorba a que el autor que aspira a la grandeza se ufane en sumar el
mayor número de efectos. Una novela será tanto más valiosa y duradera
si sirve para consolar, divertir, entristecer, enternecer, hacer soñar,
hacer reír, estremecer, hacer llorar, y hacer pensar al lector. Y más
efectos todavía, todos los cuales se resumen en uno: contribuir a
reforzar la sensación y esclarecer la conciencia del enigma de la vida557.
flexibilidad variable que se asocian con una visión específica del mundo. En
241
se sustenta en una visión ―ginecéntrica‖ del mundo, de la que se deriva una
mismo la sexualidad sin conciencia ni consecuencia que está a años luz del
disfrute moral de los placeres como medio para huir del doloroso sinsentido
del mundo terrenal. No quiere esto decir que el escritor asturiano comulgue
sufrir crisis activa, ya que ―cada nueva novela que se escribe (aludo a las
aquí que la mayoría de los críticos comenten con unanimidad: «Esto no es una
Sin duda por haber nacido con posteridad a la era del caos
pregenesíaco, jamás he acertado a comprender esa distinción escolástica
242
entre materia y forma, ni he logrado hallar, ya sea en la Naturaleza, ya
en el arte, materia sin forma ni forma sin materia. [...] Materia y forma
están unidas en consorcio indivorciable, y el agente que hace fecundo
este abrazo es el espíritu, el espíritu vivificador. Por la agencia del
espíritu, la materia, inmutable y constante, adquiere sin cesar formas
nuevas. Por eso lo que me interesa en un autor es su espíritu vital, la
conciencia que en su vida toma el flujo de apariencia del universo. Todo
espíritu vital se reviste necesariamente de una forma distinta, única,
individual, bien que en concordancia y armonía con el largo abolengo de
las formas establecidas560.
243
formas que se asocian exclusivamente con el universo narrativo (novela
origen a la novela, han pasado a ella con carta de naturaleza (género epistolar
2. Formas narrativas
2.1. La novela bizantina
244
novelística que iba a ser imitada posteriormente y que llegará hasta el
siglo XX bajo nuevos moldes estéticos e interpretativos561.
245
Vamos ahora con nuestro querido y admirado Azorín. Su Don Juan
y su Doña Inés no son propiamente fábulas amorosas, a la manera
helénica. La intriga, la peripecia, apenas existen. Hay en ellas un
protagonista, al parecer, que a veces es héroe y otras veces es heroína.
Y, sin embargo, estas novelas de Azorín son sutiles, penetrantes,
auténticas y genuinas ―eróticas‖. No se percibe en ellas la angustia
dilatada de las aventuras y enredos del amor; pero se siente de continuo
y por lo intenso la pura emoción del amor564.
246
La novela bizantina está sujeta a unas convenciones de escasa
movilidad, tanto en la Antigüedad como en sus manifestaciones medievales,
renacentistas y barrocas. Los ejes compositivos de mayor significación son los
siguientes:
1. El elemento central de la estructura bizantina es el viaje. Los
personajes nucleares en torno a los que se centra la trama deambulan por lo
general por separado por lejanas tierras, hasta que finalmente vuelven a
unirse en un reencuentro final o anagnórisis, que pone un término feliz a
tantos obstáculos.
2. Los protagonistas suelen ser dos jóvenes de belleza incomparable,
alta nobleza y amor sin igual, que sufren diversas calamidades como prueba a
la consistencia de su amor.
3. Las peripecias que separan a los amantes consisten en naufragios,
enfrentamientos con piratas o bandoleros, raptos, cautiverios o muertes
supuestas.
4. Tanto en Bizancio como, en un mayor grado, en sus adaptaciones
posteriores, el género lleva implícito un contenido formativo y moral, lo cual
explica en muchos casos la elusión de elementos procaces.
5. Un rasgo estructural frecuente en las versiones del Siglo de Oro
consiste en la técnica del marco narrativo, como ―andamiaje novelesco que
permite, sin forzar la obra, incluir una serie de relatos en principio
independientes‖566.
En el caso específico de la tetralogía, la estructura bizantina se organiza
en torno a las andanzas de dos personajes, Fernando y Rosina, que aparecen
por primera vez en Tinieblas en las cumbres y vuelven a hacerlo, con distinto
grado de participación narrativa, tanto en La pata de la raposa como en
Troteras y danzaderas.
En la segunda parte de Tinieblas, ―El pasado‖, el lector asiste a los
antecedentes que han llevado a Rosina hasta la prostitución, situación en la
que aquél la encuentra al final de ―Prolegómenos‖. En un extenso ―flash-back‖
se cuenta el acoso a que es sometida por su jefe Emeterio Barros y el
conocimiento de Fernando, el Hércules de un circo que pasa por su pueblo.
247
Desde el momento en que se ven surge en ambos una atracción irrefrenable
que culmina en la unión física en la estrecha habitación de Rosina.
Gary Keller piensa que la técnica del flash-back, empleada con el fin de
poner en conocimiento del lector los antecedentes de la joven prostituta,
quiebra la buena marcha narrativa, el punto de vista e incluso el estilo. Para
Keller la razón que lleva al escritor asturiano a elegir este modo de
presentación denota una falta de dominio del arte narrativo, por cuanto
supone la elección de la opción técnica más sencilla:
There is no good reason why Rosina could not emerge through her
responses to the narrative interplay between herself and Alberto, to the
general group, and to her environment. This would be difficult, it would
require consummate artistry567.
hay que tener en cuenta que si esta detención para dar cuenta de la
conservadores.
248
narración de los hechos que han llevado a Rosina a prostituirse. Este modo de
de Heliodoro.
molde genérico es el hecho de que el texto insinúe que la separación entre los
hasta qué punto Ayala era consciente de la trama argumental de este ciclo
propias del género: la separación de los amantes, la presencia del Destino que
cumbres, con el esquema básico del modelo bizantino, se corrobora con las
249
palabras con que Teijeiro Fuentes resume el núcleo temático del relato
desafortunado destino‖570.
utilizarla para las Novelas de Urbano y Simona (Luna de miel, luna de hiel y Los
los recuerdos de obras como Dafnis y Cloe, Hermann y Dorotea, Emilio, o Los
práctica.
250
2.1.1. Caracterización de los personajes
siempre descritos en los términos más admirativos. Desde que aparece ante el
lupanar.
251
y de mucho brillo; las mejillas de fuego, atenuado tras un vapor de
ámbar; gordezuelos los labios; los dientes unánimes, menudos,
blanquísimos575.
descrito con esas y no con otras palabras—, sino que el modo etopéyico
desprecio por parte del narrador, pues, como indicábamos arriba, encarna la
252
Por su parte, en las diversas caracterizaciones que de él hace el narrador,
Fernando compendia la fortaleza corporal de que hace gala como Hércules del
tal como Ayala la actualiza en la tetralogía. Frente al tópico que imponía a los
la narrativa ayalina.
253
idealizado. Al comienzo de ―El pasado‖, el narrador rememora una edad mítica
cumplir ésta los doce años llegan ―algunos exploradores‖; el narrador comenta:
254
perspectiva amorosa que predomina en Tinieblas en las cumbres es claramente
la de un erotismo soez y primitivo. La descripción del ambiente prostibulario
donde se va en busca del amor mercenario, con el que se manifiesta la libido
desatada de los componentes de la excursión, la pasión hipócrita que se
esconde tras los anteojos ―erectos‖ de unos monjes que también han ido a
presenciar el eclipse o un sacerdote que no vacila en profanar el sagrado
recinto de una iglesia para conseguir a Ramona, llenan la novela de
referencias sexuales. Este contexto sicalíptico hace más evidente la
contraposición con el acto erótico —significativamente, el único que se
describe con delectación en la novela— entre Fernando y Rosina. El amor que
nace entre éstos es de naturaleza diametralmente opuesta: la pureza, el
candor, la timidez dominan su encuentro nocturno y el lenguaje narrativo se
hace eco de esta polarización temática, el lenguaje sublime del misticismo
cobija bajo su pureza conceptual y simbólica el amoroso lance de estos
amantes.
El personaje más emblemático de aquella concepción lujuriosa de las
relaciones sexuales es Cerdá, como ya indicamos. La descripción que de él
hace Ayala al principio de la novela subraya, sobre el modelo clásico del sátiro
que persigue a las ninfas por los bosques, su concupiscencia y las horroriza
―con el denodado brío de su formidable masculinidad, y su resistencia, casi
legendaria, en el lúbrico ejercicio‖582. Su interés por la anatomía femenina se
concreta con obsesiva insistencia en los senos. Estos dos polos opuestos de la
idea amorosa, Cerdá y Rosina, entran en contacto cuando aquél, junto a
Jiménez, va a buscar compañía mercenaria al prostíbulo de doña Mariquita
para la excursión al puerto de Pajares. Al presentar la alcahueta a Rosina, el
leridano permanece con la mirada absorta en la contemplación de las ―ubres‖
de la muchacha, porque para él ―las glándulas mamarias lo eran todo en la
mujer‖583. Concebida como contraste de la actitud de Cerdá, oportunamente
revestida por el narrador de un lenguaje naturalista y directo, Fernando trata
el cuerpo amado con una reverencia religiosa, penetrada de transfusión
mística —piénsese en el ya mencionado poema ―Cerrar los ojos‖ de La pata de
255
la raposa:
En todo este pasaje toda una larga tradición de literatura mística actúa
narrador traza una línea muy estrecha entre dos momentos, unidos en
por el que su amado se ha ido. La alegría vital que siente en esos momentos se
256
Posteriormente, Rosina y Alberto van juntos a un aposento de la hostería de
dice:
la hostería era ―de hoja de maíz‖589, al igual que en la escena entre Fernando y
disfrutará como acto vital sin trascendencia, pero también como madre tierra
257
en la que Alberto, anulado para la vida espontánea por el peso de la conciencia
plenitud de la Naturaleza:
258
Una escala cromática sobre lo rubio entona,
desde el prodigio en llamas que los cielos corona592.
con Yiddy.
los condicionantes que con más frecuencia provocan esta desunión en los
259
El segundo tópico, el de la muerte fingida, nos parece aún más
260
La historia o trama de Oliver Twist es lo que los preceptistas
clásicos llamaron un caso de anagnórisis, agnición o reconocimiento. O
sea, que en el curso de la historia hay una o varias personas, cuya
procedencia y verdadera personalidad nos es desconocida; las tomamos
por una cosa y resultan ser otra; hasta que al final se descubre todo,
felizmente. [...] Por último, una particularidad reveladora -un lunar en
cierta parte del cuerpo, o un medallón, o una sortija- son el gatillo que
dispara las gozosas eyaculaciones de ¡padre, o madre mía! ¡Hijo, o hija
mía! etc. Sobre casos tales se fundó la comedia griega y la latina: y luego
la novela alejandrina. Algunas Novelas ejemplares (por ejemplo, La
gitanilla y La ilustre fregona), y otras de las novelas cortas intercaladas
en el Quijote son casos de anagnórisis. En Joseph Andrews hay
anagnórisis también595.
Las palabras iniciales del pasaje delatan que Ayala está siguiendo muy
los seis tipos de ―anagnórisis‖ que postula el filósofo griego, Ayala menciona en
261
se aventura por los pasillos del teatro en busca de hermosas mujeres se
novela alejandrina.
Hay que constatar, sin embargo, que en este rasgo estructural, Ayala
reencuentro con Fernando, sus relaciones con el poeta Teófilo Pajares, que
262
lejos de conferir una dimensión frívola al carácter de la hermosa prostituta
acaba bien en toda la tetralogía. Es quizás por esta vía por donde podamos
la naturaleza como realidades que están regidas por leyes eternas a las que el
263
Herminia acaece cuando, superadas las barreras que imponen las
sexual a que por imperativos sociales se ven arrastrados —el mismo Fernando
Entre finales del siglo XIX y la década de los veinte aparecen una serie
Alberto Insúa, Pedro Mata, entre otros) que hacen del elemento erótico e
264
frívola y sensual, que representa Zamacois, y una derivación de la estética
mediación ambiental:
265
los escritores padecen la obsesión del sexo, es porque están
contaminados del ambiente605.
incipiente escritor Arsenio Bériz, raro prototipo del español que, como ya
español, para que regrese a su pueblo levantino, porque en Madrid Äle dice
aquélÄ ―terminarás por corromperte física, moral y artísticamente‖606.
tiempo en 1911 añade un nuevo condicionante que nos parece capital para
expansión del género al tiempo que motivada por la demanda del público se
que sería difícil negar, porque es un hecho que salta a los ojos, no acusaría yo
266
mercenaria‖ en revistas y periódicos que disculpa tales atrocidades literarias y
-Unas veinte mil pesetas —dijo rotundo—. Más que todos los
novelistas jóvenes, exceptuando a Ricardo León, que es el escritor de la
gente seria. De modo que aquí, el poco dinero que se dedica a la
literatura es para los serios y para los sicalípticos. Por eso yo, que no
busco la inmortalidad, no me saldré del terreno de la sicalipsis, aunque
me emplumen...613
267
vuelo porque no sería lo que más halagase al dicho caballerete‖615. El pane
entonces, como sabía perfectamente Ayala, pero lo más alejado de sus ideales
268
artísticos juveniles, la novela lupanaria.
modelo clásico, del linaje inaugurado con La Celestina, empalmando así con la
tía fingida‖621. Por su parte, Bobes Naves cree que tal calificación ni define ni
269
momento o presente de Troteras y danzaderas623.
cuando pretenda aprovecharse del éxito editorial del mismo, no obsta para que
el diseño expresivo de la novela exceda los límites del modelo del que parte.
Pérez Minik: ―Con respecto a la novela erótica, Pérez de Ayala adoptó un punto
narrativo.
terrenal de este coloquio en las alturas, como pesada pero ineludible realidad
alto este capítulo porque ―nada tiene que ver, con el asunto central de esta
270
cuando el narrador se burla del lector implícito de Tinieblas, cuyo ronquío
burla aquí Ayala de antemano de los potenciales ―lectores eróticos‖ a los que
supuestamente va dirigida la novela?, ¿de que el relato sea tildado por el lector
tetralogía.
271
sentido a la existencia y impulso a ―disfrutar de las apariencias y amarlas
endulzar la vida630.
candor lírico desde las íntimas páginas del diario reproducido en el capítulo
titulado ―Hortus siccus‖: ―En los prados hay a veces amapolas, con hojas de
272
descubrimiento trueca aquel juego infantil en conciencia lujuriosa, que al
273
Alberto se halla preso de una visión judeocristiana del erotismo, que
atracción más incoercible por la mujer y la aversión más oscura por el acto
274
traducido íntegramente por Ayala en otra ocasión642— configura un referente
se debate. Esos dos polos de la existencia humana (placer y sabiduría) son ―lo
simbolizados en la novela en la imagen de los rieles del tren como ―dos rectas
señalamos.
humana.
275
¡Ay, cuánto sufro, querido Miguel644.
276
modo alguno capítulo aparte, sino una pieza activa en el engranaje ficcional,
inserta en el ideario ético-estético que se pone en juego en la tetralogía. Prueba
de ello es la distorsión entre las experiencias mercenarias y la tendencia a su
idealización imaginaria, perceptible en las relaciones que establecen varios
personajes relevantes de este ciclo narrativo. Por la virtud alquímica de la
imaginación, Cerdá, en plena vena poética —actitud explicitada irónicamente
por el narrador—, reputa ―por placenteras y brillantes en mayor grado que las
de Sardanápalo‖ lo que sólo han sido escarceos en burdeles de tarifa
asequible648.
El mismo poeta Teófilo Pajares metamorfosea a las prostitutas con las
que se ha educado en el conocimiento sexual en ―princesa[s] de manos
abaciales, sabias en el arte de tañer el clavicordio‖649.
La siempre decisiva participación de Alberto en las diversas cuestiones
planteadas en la tetralogía revela la sustancia profunda de este hecho. Así,
después de caer en brazos de Magadalena, desdoblándose en actor y
espectador de su propia vivencia, Alberto compone el poema ―La dulce
Helena‖, organizado en dos partes bien diferenciadas. La primera, remedo de
la estética modernista tanto en la forma como en el tejido imaginístico,
transustancia una experiencia lupanaria a todas luces burda y grosera: las
dos cervezas que se toma Alberto para anublar su sentido del ridículo y su
vergüenza interior, se truecan en un brindis a la sapiencia y otra al placer650;
la prostituta que se queja de que Alberto no le dé ―[n]i una perra de
648 O. C., I, pág. 109. Cerdá es el prototipo del hombre con una visión ginecéntrica del
mundo. Síntoma de esta concepción del amor como posesión física es el condicionante
sensorial que lo caracteriza. Como el Atila que Pérez de Ayala se figura en el artículo ―En torno
a Nietzsche‖, aspirando el perfume contenido en las prendas de la mujer amada ―hasta que
cayó en paroxismo‖ (O. C., IV, pág. 1092), al husmear Cerdá unos pañuelos, recuerdo de sus
victorias amorosas, el sentido olfativo actúa ―como corriente eléctrica que, atravesando las
visiones zambullidas en la quietud de la memoria sensorial, las exaltase con resplandor
orgiástico‖ (O. C., I, pág. 109). Sentidos e imaginación, facultades romas en el pueblo español
de acuerdo con el diagnóstico de Troteras y danzaderas, hacen, en este personaje lupanario,
―delirante serrallo del cerebro‖ (Íbid. supra). La experiencia olfativa de Cerdá se asocia
ineludiblemente con la que visualmente padecen los espectadores del género ínfimo que se
describe en ―La educación estética. Baile español‖, en donde ―[m]il ojos desnudan a la
bailarina y la gozan. Mil cerebros acarician la dulce visión de la mujer, cuyas carnes
mordisquean hasta el desfallecimiento‖ (Cfra. D. Albiac, ―La educación estética…‖, pág. 3).
649 O. C., I, págs. 723.
277
propina‖651, en ―gracia lúbrica de hetera‖652. La tópica descriptiva remite a ese
esteticismo alejado de la realidad, de tendencia parnasiana: brazos como
―marmórea guirnalda‖ y ―ojos de esmeralda‖653.
En la segunda parte, en cambio, el proceso metaforizador cede ante una
denominación referencial de las cosas y a ver la realidad ―tal cual la realidad
es, sin mixtificaciones ni sofisticaciones‖654:
imaginación, más bella que la vida real‖ de los que se habla en el Parergón de
educar la sensibilidad del pueblo español, lo que vale tanto como decir dotarlo
externo, pues ―sin sentidos y sin imaginación, la simpatía falta; y sin pasar por
la simpatía no se llega al amor; sin amor no puede haber comprensión moral,
278
imaginativo que es propio del ―alma española‖ —perceptible tanto en el
santuario del género ínfimo que refleja el artículo sobre el baile español, como
universal del hombre —lo que llamaría en La caverna de Platón ―un temblor
tratan del mundo libertino (La noche del sábado, La princesa Bebé y La
emoción de tipo espiritual, sino una turbación ―que nace de la sugestión del
sexo, imperando sobre toda otra forma‖660. En este contexto, vuelve a ser de
su vientre parece decir: ―¡El mundo gira alrededor de la matriz estéril, del fácil
279
Baile sensual, prostitución, visión ginecéntrica del mundo reaparecen en
emplea en la azarosa danza del placer‖662, asociación ésta entre danza y placer
revelado cabalmente una trotera, Verónica.663 Y no hay que pasar por alto que
una danzadera de muy distinto signo a las demás que se mencionan en las
espectador, pues más que en los sucios y pueriles bailes de Toñita, Alberto
665 O. C., I, pág. 403. Es la misma situación que se ofrece en el espectáculo de "La
280
muchacha, llegando a afirmar que nunca ha visto nada ―tan clásicamente
de respuesta erótica al cuerpo, o como dice el mismo Ayala: ―La lujuria, por el
Así, pues, por amor a la libertad, por amor a nuestros hijos, por
amor a nuestra raza y a nuestro pueblo, por amor a la hombría cabal,
por amor al Amor, debemos atajar la pornografía paladina670.
281
del baile. A ésta el tipo de baile que practica su hermana Pilarcita le parece
La lujuria deja de ser el único incentivo del baile, que da entrada a una
por Alberto:
282
que el arte debe cumplir un magisterio sobre la sensibilidad del pueblo. No se
trata ya de la ―danza del vientre... vacío‖ referida por Teófilo675, sino de cierta
283
en la naturaleza, así también en la novela. En este contexto, la presencia de
no deja en el lector una impresión aberrante, sino una tristeza que en sí lleva
consuelo677. Dos focos de interés despiertan estas palabras: por una parte, la
función catártica. Ya señalamos con ocasión del artículo ―La moral y el arte‖,
segunda, con la que la obra de arte se abre a la compleja realidad humana sin
impide, sin embargo, que manifieste una veta de incidencia social o moral:
284
El arte artístico, si no va del brazo de la moral, tampoco se enfrenta
con ella, ni la contradice. Cabe aquí decir que la obra de arte, aunque
su contenido esté compuesto de acciones calificadas de inmorales en la
vida, no es moral ni inmoral, puesto que el artista no buscó sino dar
artísticamente la sensación de la vida misma. Y aún podría añadirse
que si el artista acertó a mantenerse impersonal en todo punto, sin
incurrir en deleitación inmoral de simpatía, o admiración por el acto
inmoral, habiendo sabido penetrar en los motivos fatales de los actos
reprobables, entonces, la obra de arte, aunque de traza inmoral, es
verdaderamente moral, puesto que, resolviendo el instinto pecaminoso
en conocimiento liberador, cumple en aquel elevado menester del arte
trágico, generador de la piedad, expurgador de pasiones, extirpador de
sombríos estímulos de conciencia680.
tetralogía. Por una parte, Ayala reniega de la novela lupanaria coetánea no por
285
demuestran títulos como Resurrección, de Tolstoi683. Así mismo en la tetralogía
de esta temática una dimensión personal a modo de ―mea culpa‖ al tiempo que
en cabeza ajena»‖685. Otra cosa bien distinta es que la recepción que se hizo de
porque el mismo Ayala lo quiere así, pero nos parece incuestionable la seriedad de su
propósito, máxime cuando ahí reside la eficacia educativa de la obra literaria, como expone en
el epígrafe ―San Basilio y la tolerancia‖ del artículo ―Más sobre Galdós y la intolerancia‖: ―¿Que
286
Tinieblas privilegiara exclusivamente el componente lupanario, como
Usted sabe muy bien, Padre X., que un filósofo griego, no recuerdo el
nombre, conducía a sus discípulos a los parajes en donde los borrachos
se reunían, con lo cual los jóvenes, contemplando la abyección y
nausebundez de este vicio, le cobraban aborrecimiento687.
en los autores gentiles, como en los autores profanos modernos, campea de bulto el pecado,
descrito con sugestiva y contagiosa pulcritud? ¿Cómo, pues, hemos de obcecarnos al punto de
no percibir que ahí reside la ejemplaridad y eficacia educativa de la obra literaria? ¿Por qué
evitamos el fuego sino porque sabemos que quema? Si a un hombre primitivo, desconocedor
del fuego, se le pusiese delante de una antorcha encendida, se abalanzaría a sumir el rostro y
olfatear en la llama, tomándola por flor purpúrea. ¿Cómo aprende el cuerpo humano a andar
sino cayendo? Pues de la propia suerte el espíritu humano. ¡Y cuánto mejor se cae con la
imaginación que no de hecho, lo cual suele ser irreparable! [...] Ellos, más que nos
demuestran, nos muestran, haciéndonoslo experimentar idealmente, que la caída y el pecado
son formas, divinamente preestablecidas, de fecundidad y perfeccionamiento, puesto que son
exigencias para el conocer. Luego, debemos ser tolerantes; esto es, comprensivos‖ (O. C., IV,
pág. 946).
686 G. de Torre,"Un arcaizante...", pág. 179.
287
inagotable pinacoteca galdosiana. No os llaméis a engaño si caéis
víctima de un fariseo. Galdós os había prevenido. La culpa es vuestra688.
cómo.
―proyecto‖: llevar a Márgara por lupanares madrileños de todo tipo con lo que
―le haremos ver [...] que lo más probable es que vaya a dar con sus huesos allí
entre este episodio de pedagogía clásica dentro de la novela –Márgara es, pues,
688 O. C., IV, pág. 929. Como su admirado Horacio, cuyas epístolas, sátiras, odas y
épodos tienen una ―intención de ejemplaridad ética‖ (O. C., II, pág. 440), Ayala pretende esta
consideración de sus contemporáneos: ―Que seas contemplado como ejemplar y doctrinador
de la vida moral, hacia la cual incitarás con palabras sinceras y palpitantes de vida‖ (O. C.,
II, 463).
689 O. C., I, pág. 868.
288
constituye la pieza erótica más aberrante de la tetralogía; pero al mismo
todas las casas de mal vivir, desde las de ínfima categoría hasta las de cierto
postín‖690. Trátase, por una parte, de un viaje por las miserias de las
Horno de la Mata, de dos pesetas‖693. Pero, por otra parte, el lector asiste al
289
Espectadora del drama lupanario, Verónica pasa por los dos
calle del Horno de la Mata, la repulsión acaba por fundirse con la compasión:
―—¡Basta, basta, por Dios! —añadió Verónica, con lágrimas en los ojos‖696. La
290
pone de relieve esta circunstancia al manifestar claramente las actitudes de
291
Santa Teresa, esto es, la literatura, como preparación para el natural, como
de renombre como Rosina, quien señala: ―Quiere ser una cocote, como yo, y
reinar en el mundo y sus arrabales, porque ella se figura que ser cocote y
que es Gran Arte para Alberto —recupera así la inicial mayúscula que había
292
estética. Baile español‖— implica al mismo tiempo un paso hacia la educación
caverna de sombras:
Yo persigo la norma
del muy enamorado
que a su objeto, en espíritu y forma,
define de arquetipo y de dechado709.
293
el reto que supone el éxito social de la novela lupanaria, a partir de cuyos
parámetros introduce un camino de esperanza para una España de vitalismo
más activo, preparada para cumplir cabalmente su misión histórica. El
intelectual-artista, conciencia educadora del pueblo, voz irónica de la realidad
que apunta al ideal, hace suyo este propósito: ―Así, pues, por amor a la
libertad, por amor a nuestros hijos, por amor a nuestra raza y a nuestro
pueblo, por amor a la hombría cabal, por amor al Amor, debemos atajar la
pornografía paladina‖710.
los motivos de la escasa profusión de esta literatura confidencial, G. de Torre destaca las
reticencias del español "a poner por escrito confidencias y efusiones" (art. cit, pág. 77). Ayala
subraya asimismo la ―pudicia‖ del carácter español (O. C., IV, pág. 1263).
294
quehacer novelesco de principios de siglo XX —de la mano de los escritores
noventayochistas, principalmente— da entrada a los modos propios de estos
subgéneros como vehículos que permiten un seguimiento de la evolución
espiritual de los seres de ficción. Martínez Ruiz emplea la técnica del diario
fingido en el Diario de un enfermo, y aunque suprima la convención de las
fechas y del escribir día a día sobre un pasado más o menos cercano, en La
Voluntad y en Antonio Azorín ―la estructura del diario se mantiene en el
fondo‖713. Asimismo, en el escritor de Monóvar el género epistolar adquiere un
gran predicamento en estas mismas obras, mientras que en las Confesiones de
un pequeño filósofo acoge el modelo agustiniano o rousseauniano de la
confesión. Por su parte, las Sonatas de Valle-Inclán —modelo confeso de la
novela Trece dioses, de Ayala— se presentan como las memorias del marqués
de Bradomín.
Se trata, pues, de patrones narrativos al uso en el momento en que Ayala
comienza su carrera literaria, hecho especialmente significativo si
consideramos la relación que el escritor asturiano mantiene con la creación de
estos autores; no es de extrañar, por tanto, que Ángel del Río afirme que la
producción novelesca de Ayala se nutre de moldes habituales en el contexto en
que surge, lo cual no es obstáculo para que adquieran un sentido específico en
el plan intencional de la tetralogía.
Desde muy temprano, la narrativa ayalina se sintió atraída por estos
subgéneros que permiten la exteriorización de la subjetividad del personaje, en
consonancia, como pronto veremos, con el reclamo de una novela que dé
cuenta del ―egoísmo psicológico‖ que supone toda visión del mundo. Baste
citar como antecedentes de la tetralogía los fragmentos de las memorias de
Rodríguez que articula el relato Sonreía o la influencia valleinclanesca en Trece
dioses, perceptible incluso en la técnica memorialista de una obra que se
presenta como los fragmentos de las memorias de Florencio Flórez, personaje
éste que reaparece en un cuento con idéntico procedimiento: ―Viudo.
Fragmentos de las memorias de Florencio Flórez‖714.
Si estos modos narrativos de la confidencia suponen un recurso al que
295
habitualmente acude Ayala en sus primeros relatos breves y en los cuentos, al
tentar el ámbito de la novela su importancia como soporte estructural no cede,
aunque se advierte una clara tendencia hacia la variedad. En A.M.D.G., un
capítulo completo, el titulado ―Hortus siccus‖, recoge fragmentos de las
memorias —en realidad, del diario— del joven Bertuco. La modalidad epistolar
como conductora de sucesos apunta en esta misma novela, mientras que gana
en impronta estructural en La pata de la raposa y en Troteras y danzaderas.
Dentro de estas modalidades habría que incluir las notas de cuaderno y los
―esbozos fragmentarios‖ que conforman el ―capítulo prescindible‖ de La pata
de la raposa.
Todas estas manifestaciones genéricas se caracterizan porque dan cauce
a la emergencia de la vida interior de un yo que se manifiesta directamente en
primera persona, sin la intermediación de una voz narrativa. Desde W. Booth
sabemos que esta aparente desaparición de la omnisciencia del narrador no
impide que puedan detectarse sus máscaras, no sólo en las ocasiones en que
aquél sale como testigo o parte implicada en los hechos, sino aún, como en el
caso de Ayala, en las que actúa como mero transmisor o transcriptor del
contenido narrativo, focalizado desde el punto de vista del personaje. El
empleo de estas fórmulas genéricas en la tetralogía revela una actitud crítica
de Ayala respecto de la convención de la omnisciencia narrativa, especialmente
derivada de su concepción de lo psicológico en el hombre como un reducto
impenetrable desde la mirada exterior.
En la edición de 1930 de La pata de la raposa aparece un lema con el
que Ayala define sintéticamente su concepto de la novela: ―Esta novela y acaso
todas las novelas genuinas debiera subrotularse: «Biometría espiritual»‖715.
Miguel Viñuela opina que este encabezamiento implica una lección moral,
íntimamente relacionada con el título de la novela, que se concreta en la idea
de que el hombre de espíritu recio, en su enfrentamiento con la vida, da de sí
toda la medida de su espíritu, sacando a flote todas las fuerzas potenciales
que en él subyacen716. Si este es, efectivamente, el mensaje vital del escritor
asturiano en esta obra —como en toda novela genuina—, no podemos perder
296
de vista tampoco el hecho de que constituye toda una declaración de
principios narrativos: la apología de la novela de personajes de conciencia
problemática.
A pesar de que este lema se incorpore en una edición posterior, en el
marco global de la tetralogía revela el hecho de que de manera específica La
pata supone una inmersión en el terreno psicológico, marcada por el propósito
de seguir paso a paso el desarrollo emocional e intelectual de un personaje
hasta ahora más bien poco conocido de tejas adentro para el lector, Alberto
Díaz de Guzmán. Cuando éste aparece, ya muy adelantada la trama
argumental de Tinieblas en las cumbres, el narrador no se atreve a profundizar
en la íntima complejidad de ese pintor novicio que ―traía entre ceja y ceja no sé
qué cosquilleos trascendentales sobre arte y hasta teología y otras
zarandajas‖717. Haciendo gala de cierto recelo contra la introspección
psicológica en la que el narrador entra y sale a capricho de los personajes, el
relator de Tinieblas sólo puede señalar la complejidad enigmática de su
sonrisa, como reflejo de su intrincado mundo interior. Este recóndito misterio
de Alberto se pone al descubierto en Tinieblas mediante el recurso del diálogo
en el ―Coloquio superfluo‖. El uso de la técnica dialógica para revelar la
sustancia psíquica del personaje va estrechamente ligado al carácter polémico
con que Ayala concibe el coloquio entre Alberto y Yiddy. Acertadamente
enfrenta a un personaje que, en su simbólica subida hacia las cumbres de
una montaña —las cimas del espíritu humano—, espera encontrar respuesta
a todos sus anhelos y sosiego a todas sus inquietudes, y a otro que ya
desciende, con un vitalismo amargo, de las alturas espirituales hacia las que
aquél aspira. El diálogo no sólo sirve de cauce para hacer brotar la corriente
anímica de Alberto, sino que, por lo que supone de choque frontal entre dos
formas de ver la vida, apresura la quiebra de las normas vitales de aquél.
La acción de La pata de la raposa, en cambio, se sitúa en el punto de
partida hacia un nuevo estado de cosas por parte de Alberto; el lector asiste a
la gestación en el presente de una conciencia frente a la problemática del
mundo. En esa búsqueda interior de una nueva visión, la narración se abre a
la indagación de los brotes emocionales e intelectuales que de manera
297
vacilante van configurando la aventura interior de Alberto, de ahí que, como
oportunamente afirma Andrés Amorós, la estructura novelesca de La pata se
caracterice ―por el predominio casi absoluto del protagonista‖718. Esta
focalización centrípeta que articula La pata de la raposa se justifica, pues,
desde la lógica interna de la tetralogía, pues la dinámica estructural que
dictan las dos novelas anteriores condiciona la detención en el análisis del
personaje. El punto de mira se pone ahora en la reeducación consciente a que
el personaje se somete después del fracaso de sus posiciones vitales pasadas.
Es en este punto donde la incorporación de la forma epistolar, así como de
otras modalidades genéricas definibles por la visión subjetiva de la realidad
(notas, diarios, fragmentos o poemas), se entienden como moldes narrativos
convenientes —en su sentido etimológico— para la extroversión de los
pensamientos y sentimientos interiores del personaje. La tentativa de
autoconocimiento se concreta, pues, en el reclamo de unos moldes genéricos
que se vinculan con la ―literatura confidencial‖.
Cuando hablamos aquí de conveniencia formal nos referimos a una
práctica narrativa que se apoya en una teoría literaria que conforma la poética
del autor. En este sentido, la interrogante que suscita la presencia de estos
moldes genéricos en las novelas que venimos estudiando entronca
dialécticamente con las técnicas tradicionales de la novela psicológica. En
realidad, la conveniencia formal de estas modalidades, singularmente en La
pata de la raposa, parte de la intención, declarada en el lema inaugural de la
novela, de introducirse en el interior del personaje, de que la novela se sirva de
unos cauces expresivos que permitan no sólo que las criaturas de ficción den
toda la medida de su espíritu en trances de intenso clímax emocional o
intelectual, sino que lo haga de una manera verosímil, alejada de los artificios
propios de la novela psicológica.
En el citado artículo ―La incoherencia‖, Ayala observa una evolución en
la concepción de la novela entre los creadores de principios de siglo. Frente al
modelo narrativo que reivindica la escuela naturalista —búsqueda del
objetivismo e impersonalidad en la representación del mundo ficcional—, el
escritor asturiano, desde su poética personal, reivindica para la novela actual
298
la necesidad de que se abra ―al egoísmo psicológico e incoherente de la vida,
ampliamente y humanamente considerados‖719. Como la vida misma, el
universo imaginario de la novela ha de ser un ―espectáculo formado por un
conjunto de apariciones heterogéneas e inconexas‖720. Ayala expresa, pues, el
compromiso de que la novela dé un giro hacia la conciencia individual —
irremediablemente sujeta a una imagen ―ombliguista‖ del universo—, y que
represente las incoherencias que este mirar al mundo desde el ―yo‖ advierte
fuera y dentro de sí.
La crisis de la novela experimental a que se refiere Ayala, así como la
reorientación hacia cierto concepto psicológico de naturaleza egotista se
inscribe en una línea ya bosquejada por los cultivadores españoles de la
formula zoliana a finales del siglo XIX. Un caso singularmente significativo,
por cuanto que combina crítica y creación literarias, es el de ―Clarín‖, que, tras
una defensa inicial de los dogmas de Le roman experimental de Zola, opta por
una estética de vertiente espiritualista que penetre en la intimidad psicológica
de los personajes. Es bien conocido que en el caso de Clarín este cambio viene
especialmente motivado por la influencia de la Historia de Jesús de Renan —
auténtico motor del espiritualismo finisecular, según el autor de La Regenta—
y la propuesta de Maupassant de una novela psicológica721. A partir de
Stendhal —dice Clarín— la novela apuesta por la introspección del novelista
no sólo en la conciencia del personaje, sino en toda su esencia espiritual. Por
este camino la superioridad de la novela del momento en relación con los otros
géneros literarios estriba precisamente en ―esta facultad de anatomía
espiritual‖722, concepto éste que es posible poner en conexión con la definición
que Ayala proponía de la novela genuina como una ―biometría espiritual‖.
Ambos términos se sitúan en el ámbito de la novela psicológica.
Ayala reniega por falaces o simplificadores de los planteamientos
habituales de la novela psicológica, puesto que en trances de compleja tensión
La Terre‖, Clarín observaba ya que con la decadencia del naturalismo empezaba a emerger
en la novela una ―tendencia neo-psicológica‖ (Ensayos y..., pág. 106). En ―La novela
novelesca‖ vincula el arranque espiritualista a la obra de Renan (Ensayos y..., pág. 159).
722 Clarín, Ensayos y…, pág 246.
299
emocional o intelectual, de naturaleza inefable en muchas ocasiones, el
minucioso análisis psicológico ―no sirve sino para acarrear fatiga y
confusión‖723. Como manifiesta el sujeto lírico del poema ―Jardines (modos del
alma)‖, perteneciente al libro El sendero andante, la laberíntica interioridad del
ser humano siempre permanecerá hermética a los ojos ajenos —pensemos en
la curiosidad del narrador omnisciente— que traten de revelar su misterio:
300
creación novelesca, por lo cual, el narrador del mismo, Fernández, a pesar de
la fama que le auguraba un antiguo profesor de retórica, justifica su
incapacidad para llegar a ser un gran novelista porque nunca le ―han
interesado cosa mayor las vidas ajenas‖726. Desmonta después el soporte
principal de la novela de vertiente psicológica al indicar que si ni siquiera
puede uno conocerse a sí mismo, ―¿cómo he de inmiscuirme en cráneos y
costillas que no me pertenecen?‖727 El resultado es bien significativo, el relato
de las memorias de un tal Rodríguez, contadas por él mismo.
En el fondo de todo esto se transparenta un deseo evidente de
desacreditar la introspección de los caracteres propia de la novela psicológica
tradicional con narrador omnisciente. Mientras que Clarín defiende la figura
del narrador porque lo que el autor puede desentrañar en el proceso de
disección espiritual de sus criaturas es de mayor significación ―que lo que el
personaje mismo puede ver dentro de sí y decirse a sí propio‖728, Ayala cree
que el análisis de las motivaciones y la destilación de sensaciones,
sentimientos o pensamientos por parte del novelista ―tiene siempre algo de
imposibilidad e inverosimilitud, de la parte del lector‖729.
Como hecho de historia literaria, además, la falacia de la presencia de
una mirada, de una voz, inexistentes en la realidad extraliteraria, que ofrece al
personaje de cuerpo entero, ―por fuera y por dentro, y la historia de su vida
anterior, y la de sus padres, y la de sus abuelos tal vez‖730, conduce a un
análisis psicológico abusivo, impensable en la vida real. Así, la decantación
hacia el ―egoísmo psicológico e incoherente de la vida‖ supone la afirmación
del elemento psicológico en novela, pero no la aceptación incondicional de los
modos con que la novela tradicional incorpora la sustancia interior de los
personajes. Esta crítica a la degeneración a que llevan tales convenciones
narrativas se apoya en la concepción que Ayala tiene de la novela como
preparación para la vida natural. La ausencia de credibilidad que esta práctica
transmite reduce la eficacia catártica que para el escritor asturiano debe tener
301
toda gran obra de arte. Para ello es indispensable que el lector no pueda
encontrar fisuras entre el mundo ficcional y la realidad cotidiana.
La transmisión verosímil de los resortes mentales de los personajes se
concreta ilustrativamente en el ―Coloquio superfluo‖ de Tinieblas en las
cumbres. Alberto relata a Adam Warble que durante su época estudiantil en
un colegio de jesuitas la aparición de los primeros impulsos artísticos vino
acompañada por un sentimiento de zozobra por la idea de la muerte. Por lo
prematuro de tales preocupaciones añade: ―(Es posible que usted advierta en
esta historia sobrada precocidad, que parece inverosímil; pero ello aconteció
como se lo cuento)‖731. La forma parentética con que se apostilla la anterior
afirmación más que al interlocutor narrativo parece dirigida a una posible
incredulidad del lector.
Frente a la autopsia mental que disecciona pensamientos y
sentimientos, Ayala parte de la idea de que lo psicológico, como componente
de lo humano, como forma de vida, es pábulo de lo ilógico, de lo absurdo, y
está sujeta a incertidumbres y contradicciones, a revelaciones sin un orden
prefijado. Esos autores que dominan todos los resortes mentales de sus
personajes pecan de artificiosos, ya que ―del flujo vital y psicología viva ajenos
uno no puede sino solamente verlos por de fuera, interpretarlos o
adivinarlos‖732. En una tardía confesión personal Ayala declara que uno de los
problemas más acuciantes que la relación arte-vida planteaba a su creación
novelesca era precisamente la transmisión de la sensación de vida. Así lo
manifiesta a través de uno de sus autores predilectos desde el periodo juvenil:
302
que se desprende de la obra de Maupassant, Nietzsche le admiraba
tanto, como narrador y psicólogo, porque veía en él el autor más fiel al
sentido de la vida; o, por mejor decir, a la falta de sentido de la vida733.
plasmación del universo interior del personaje tal como se produce en realidad
debe recurrir a la exaltación de los mismos ―hasta la más alta tensión poética
y lírica; esto es, subjetiva‖734, que permita fundir en novela la extroversión del
narración, pero en cada una de ellas hay referencia a comunicación por carta
303
acude a esta forma para evitar la monotonía estructural o dejándose llevar por
novelísticos que adoptaron esta técnica como vehículo narrativo (La Pamela y
304
presentación de la intimidad del personaje.
En esta apreciación de la forma epistolar en novela, Ayala coincide en sus
aspectos esenciales con los modernos teóricos de la literatura que se han
ocupado del subgénero. Como ha puesto de manifiesto Tzvetan Todorov, la
impresión de verosimilitud que se sigue de la comunicación epistolar por
cuanto en ella la expresión de un contenido se recoge en el preciso momento
de su enunciación, de ahí que cara al lector ―sólo el personaje puede
transmitir de un modo «natural» su visión individual de los acontecimientos
relatados, sea ésta verdadera o falsa, comprensiva o superficial; si el autor de
una novela hiciera eso mismo, se percibiría más el carácter superficial del
procedimiento‖737.
Esta noción de verosimilitud en Ayala guarda estrecha relación con la
necesidad de que el arte literario intensifique el efecto catártico sobre el lector.
La capacidad psicológica del escritor, según lo entiende Ayala, resulta un
aspecto consustancial a la novela genuina, que tiene en aquélla su principio
como actividad eficaz o nula sobre la transformación de la realidad, en línea
directa, pues, con la formación lectorial:
305
un vehículo formal apto para la expresión de esa subjetividad, no sólo como
sondeo interior, sino como óptica individual frente al mundo; de ahí que la
conciba como el molde narrativo más próximo a la poesía lírica:
psicología viva. No sólo las cartas, sino las otras formas confidenciales de la
panorámica del narrador omnisciente, sino como algo que el personaje está
306
siempre una información añadida a la caracterización, a la trama e incluso al
lector sólo participa del aspecto material del mensaje742: escritura descuidada
ámbito espacial que representa Manuela la Picha, quien, por una parte,
poco‖744 y, por otra, habita una casa en la que el polvo y la mugre campan a
307
esencialmente narrativos como un componente más del engranaje argumental,
sucede con la carta del provincial en el capítulo ―Ab urbe condita‖, en la que se
luces un acto sospechoso desde la óptica de la carta secreta practicada por los
308
una vía de escape de un ser angelical que no comprende la cerrazón afectiva
efectivo de la incomunicación.
caso, la profusión expresiva del emisor (―dos pliegos en cada carta‖) anticipa el
postiza que aquél emplea para aparentar ante los demás y como medio para
309
refiere una fase importante de la trama, la ruptura de relaciones con su novia;
desdoblamiento interior del personaje, que le había llevado a romper con Fina,
310
Capítulo aparte merece el epistolario a Halconete. Un aspecto previo que
porque creemos que esta interpolación posterior del propio Ayala se explica
personaje, esto es, en primera persona. He aquí el pasaje en cuestión, tal como
(Azorín).
311
absurdo. Educado en nociones incorrectas o nocivas para la vida, intuye que
el camino hacia la resolución de una nueva forma de ver las cosas ha de pasar
que toca a la modalidad epistolar, afirma que cuando las cartas van
Alberto y, por lo tanto, sólo se aprecie su punto de vista, está en sintonía con
emisor.
ocasión muestra una atención muy especial a desplegar toda una amplia
312
gama de recursos que se encaminan casi con exclusividad a trasmitir la
epistolar entre emisor y receptor ―sirven para probar que se trata de cartas
comprobar que las de Halconete actúan como punto de partida para las de
de aquél. Así se observa en la carta II, en la que Alberto cita en estilo indirecto
una frase que remite a la contestación de Halconete: ―Me dice usted que la
aún... Allá veremos‖759. También las cartas IV, V y VI comienzan con este
313
A este mismo fin van encaminadas las referencias a las circunstancias
del proceso de enunciación por las que pasa el emisor. Estrechamente ligado
que sucede entre este corte y el momento en que vuelve a coger la pluma es el
momento en que Alberto comienza sus relaciones con Fina en la III) vivifica
narración.
Pasando a otro asunto dentro del epistolario, hay una cuestión que ha
314
apellidos: mediante la combinación de un ave de rapiña y de un diminutivo764.
paralelismo entre ambos nombres, que fundamenta en que ―el nombre del
posible señalar otra hipótesis que cuenta con el apoyo de que se deriva de la
empresas —la que el grupo había llevado a cabo por el encarcelamiento del
caciquil:
Pero mis planes son más vastos. Estoy madurando una serie de
pantomimas transcendentales. Pienso efectuar de pueblo en pueblo
activa propaganda moral, sirviéndome de esto que califico de
anarquismo acrobático. Claro está que usted entiende la concomitancia
que hay entre la moral y el anarquismo; huelga, pues, toda
disquisición767.
Si bien el tema del caciquismo como mal endémico del pueblo español
315
en el asunto queda abortada en la epístola porque el emisor sabe a ciencia
amigos.
imperator en las clases de retórica con los jesuitas. Conviene anticipar ahora
que uno de ellos tiene especial incidencia en este asunto. En su tratado sobre
la epístola, Luis Vives indica que el comienzo de la carta debe exponer el tipo
sitúa bajo la autoridad de este tópico —el reconocimiento de los escritos del
316
justifica la elección del interlocutor no es la afinidad intelectual que los une,
como exigía la tópica epistolar clásica, sino por una especial afinidad espiritual
Muchas gracias. Ya sabía yo que usted se prestaría con noble afecto a ser el
317
de la novela, como ha manifestado Andrés Amorós, resulta incuestionable:
cual se felicitan entre otros Unamuno y Ortega y Gasset. Para éste último, el
Monóvar, de ahí que al aparecer Lecturas españolas afirme: ―En este libro
generales por el nuevo rumbo ideológico de Azorín, Pérez de Ayala lo elija como
emisión, pero en la que la carta acerca a los interlocutores; de ahí que Luis
318
de este principio epistolar se constata en la Grande Encyclopédie du XIXe siècle
que define la carta como ―une conversation entre absents[...]. Pour y réussir,
figurez-vous donc que vous êtes en présence de celui qui vous lira, qu'il entend
le son de votre voix, et a les yeux fixés sur les vôtres‖, concepto de oralidad
―que les manuels épistolaires reprennent en choeur dans les préfaces et les
introductions‖776.
con una epístola de Séneca —uno de los pilares sobre los que se sustenta la
retórica epistolar que se enseña en la ratio studiorum jesuítica— en la que
expresa a Lucilio el deseo de que sus cartas vengan a ser conversaciones sin
sencilla y ágil, tales quiero que sean mis epístolas en las que nada hay de
sermo». Prescindiendo del quasi, Vives resume: «epistola es sermo absentium per litteras»‖
(C. Guillén, Teorías de la Historia..., pág. 300). Son multitud los ejemplos clásicos sobre este
punto. Valga como botón de muestra lo que Cicerón dice a su hermano Quinto: ―Sed ego
quia, cum tua lego, te audire, et quia, cum ad te scribo, tecum loqui videor,...‖ (Q. Fr. I, 1,
45). [Porque yo, cuando leo las tuyas te escucho, y cuando te escribo parece que te veo].
776 Cfra. Chartier, La correspondance, pág. 229.
319
rebuscado o falso‖778.
Por otro lado, la idea de Alberto de iniciar una serie epistolar con
Halconete como medio para continuar una comunicación entre dos personas
postrer estadio del espíritu‖779. Este conato de antagonismo se diluye para que
Esta carta informativa solía tratar sobre noticias recientes aún desconocidas
781 Q. Fr. I, 1, 37. La traducción es mía. He aquí el texto original: ―...illud, quod est
epistulae proprium, ut is, ad quem scribitur, de iis rebus, quas ignorat, certior fiat,
praetermittendum esse non puto‖.
782 O. C., I, pág. 434.
320
retórica epistolar clásica es el tópico de la brevitas, la exigencia de brevedad.
ya no rivalices con los demás, sino contigo mismo. Yo no debería escribir más,
asunto para no exceder los límites de la carta privada. En una de las Epístolas
modo: ―Mas, para no sobrepasar los límites de una epístola que no debe
colmar la mano izquierda del lector, reservaré para otro día esta disputa con
los dialécticos‖784.
carta II: Otro día le explicaré cómo vine a dar en este flaco. Temo haber
escrito hoy demasiadamente, y, lo que es peor aún, con
bastante desconcierto785.
carta IV: Como esto se va haciendo largo, hago punto. Hasta otro
día786.
783 Fam. XI, 15, 2. La traducción es mía. El texto original dice así: "Quod superest,
perge, mi Brute, et iam non cum aliis, sed tecum ipse certa. plura scribere non debeo,
praesertim ad te, quo magistro brevitatis uti cogito‖.
784 Séneca, Epístolas morales a Lucilio, 45, 13.
321
que hoy me cuesta mucho trabajo escribir. Hasta otro día789.
Mientras que el resto de cartas oscila entre las dos (VI y VII) y las tres páginas
(I, II, III, V, VIII), la carta IV, sintomáticamente en posición central, alcanza
hasta Quevedo. No es la única vez además que Ayala se apoya en este motivo,
escribe a Valvanera: ―Gracias a Dios, amiga de mi vida, que hoy puedo escribir
todo lo que quiera. Hoy me siento discípula del Tostado, y me será fácil hacer
322
precisamente en torno a la consideración de la brevitas: mientras que Alberto
locuacidad.
Tostado, con cierta ironía, en Charivari: ―De ese modo, hasta Ricardo Fuente, a
Inmerso en este tópico, Alberto afirma con impudor que las cartas están
323
Sobre el primero, la vanagloria de Alberto parece situarse en la línea de
que pensó en aquella larga noche que pasó tendida en un sofá dará idea la
este pasaje y el de La pata nos podría inducir a pensar que se trata un curioso
324
de ingenios al exclamar en voz alta lo que ya sabían unos pocos, ―los plagios
plagiado.
tetralogía.
325
caverna de Platón‖, en el que don Melitón —atiéndase a la similitud de este
hombre, tal como confirma el poema ―Los temas eternos (El amor)‖ de Primeros
que, mientras rey y reina ―miran a los faranduleros‖, el príncipe loco alumbra
funambulesca y del dolor más clarividente —no hay que olvidar que Alberto
ocasiones. En A.M.D.G. el narrador alude la obra Solaya o los circasianos, pero lo que es más
326
interlocutor extranjero que, inserto en una sociedad extraña, ofrece una visión
crítica de sus usos constituye un rasgo definitorio, que de manera muy sui
circense, sino que son ―intrusos‖, condición que le permite una distancia
Montesquieu. Así, Alberto mira desde fuera tanto la propia realidad circense
han resuelto por el sencillo expediente del pucherazo. Con la clara intención
una farsa teológica que trae ahora como consecuencia la censura del poder
eclesiástico.
327
Sin que aún esté definido del todo su sentido de la finalidad del arte,
danzaderas:
—Digo que aquella catarsis no es más que, si bien se mira, que acto
preparatorio del corazón para recibir dignamente el advenimiento de dos
grandes virtudes, de las dos más grandes virtudes, y estoy por decir que
las únicas.
—Son, a saber.
—La tolerancia y la justicia807.
tropieza a ras de suelo con la dura realidad de la tortuga Sesostris. Las dos
referencias epistolares que se constatan en este primer capítulo, una carta que
escribe Angelón Ríos para don Sabas Sicilia, ministro de Gracia y Justicia y
hecho de que ambas, a pesar del antagonismo vital que separa a estos
los gestos redentores, como pone de manifiesto el poema satírico de Luis Muro,
según Antón Tejero, actúa de contrapunto respecto del ―piri, coci o puchero del
328
resto de la nación‖808. La reflexión de don Sabas ante la carta de petición
realidad, por lo que ésta tiene de mujer de carne y hueso. Esta escisión entre
De las nueve veces que en los tres restantes capítulos se alude a una
329
episodio de Márgara, las demás giran directa o indirectamente en torno al
primera carta tanto su padre como don Sabas Sicilia y Teófilo no son capaces
de entender su repentina huida; otra cosa debiera suceder al lector, que desde
Tinieblas sabe que siempre que aparece Fernando en la vida de Rosina la vena
Teófilo encuentra como lector intruso a doña Juanita, que rasga la epístola
una vez leída y califica a aquélla de mala mujer813. Sin embargo, los términos
novela:
330
hizo abrir los ojos con sobresalto. Decía claramente el murmurio: ―Creo
en Dios y acepto lo que sucede como un castigo que me tengo bien
ganado‖. ¿Por qué no había de creer en Dios aquella mala mujer? Doña
Juanita pensó: ―Mala mujer, pero no tan mala como yo soy, sin ningún
temor de Dios y ciega a su alta justicia. Mejor mujer es que yo soy, pues
ella me enseña la resignación y el acatamiento a lo que no es sino
castigo de nuestros desvaríos. ¡Dios! ¡Dios! Este desamor, y aun yo
dijera odio, que Teófilo me tiene, ¿qué es sino justa sanción de mis
pecados para con él? Hijo mío de mi alma, hijo mío de mi alma, ¡cómo
me haces sufrir!‖814.
Ähecho del que da cuenta la longitud de ambasÄ, las escritas por Arsenio
Bériz. Tras haber disfrutado éste del vicio madrileño, del ―claroscuro de la
331
ideal de vida apetecible: ―casarse, tener muchos hijos, educarlos bien; vivir tan
apartado del mundo como se pueda [...] La vida es bella, la vida es buena.
constituye el fundamento del artículo ―Advenimiento‖ (26 de junio de 1904), en el que Ayala
afirma que la condición humana es por naturaleza descontentadiza con la propia suerte y que
desdeña ―por fatigoso y duro lo que ayer se nos aparecía como la felicidad suma‖ (O. C., I, pág.
1285). En consonancia con lo que sucede en Troteras, esta radical contradicción del hombre es
ejemplificada en la gente de pueblo, que, hastiada de la vida familiar y recogida, suspira ―por la
urbe populosa, por la gran ciudad gárrula y cosmopolita‖ (O. C., I, pág. 1285), en la que el
332
En ambas cartas, el género epistolar cumple el papel que Ayala le otorga
aquel molde. Práctica narrativa, poética y cosmovisión aparecen una vez más
en estrecho consorcio.
tal como aparecen, de mano del niño‖819. Como sucede en el caso del
copiar.
hacerse sitio en las letras españolas como recurso narrativo. Valgan como
cercano en el tiempo, Martínez Ruiz había utilizado esta técnica en libros como
provinciano cederá poco a poco, falto de voluntad, a la dilapidación de las costumbres, rodeado
de malas compañías. Cabe destacar, sin embargo, la explicitación de un punto de concordia
que supera éste como todos los dualismos: la confusión y transfusión del ―yo‖ en lo otro, esto
es, ―haced el bien a los cuatro vientos, vivid para los demás y a la luz del día, y las horas
correrán sin enturbiarse de sinsabores‖ (O. C., I, pág. 1289).
819 A.M.D.G., pág. 327.
333
Charivari (1897) y Diario de un enfermo (1901), o en el cuento ―fragmentos de
(José Martínez Ruiz) antepone al Diario de un enfermo nos pone sobre aviso de
la indistinción de límites precisos entre diario y memorias, pues si, por una
pieza. Todo ello nos lleva a pensar que es el propio narrador-editor el que
Pero si hay un escamoteo nominal del tipo genérico del diario sus
334
vínculos formales con éste resultan indiscutibles. La distinta perspectiva
temporal que sobre la propia vida adoptan ambas modalidades es uno de los
335
un anhelo en el presente, sino que se proyecta hacia el futuro: ―En los prados
las hojas ¡Qué ganas tengo de irme a casa! Me bañaré en el albercón y perderé
mismo. Si como afirma Enza Biagini, ―[i]l presupposto del journal (fuori o
degli eventi, tratti del propio io‖829, la aparición de un modo narrativo como el
336
espirituales para corregir la rebeldía —destacada en cursiva en el propio
en la confesión que el padre Olano hace al padre Atienza, cuando dice sentirse
niños desde que aquél rememora su propia infancia, como algo que se ha
quedado en el camino:
832 Sobre los Ejercicios espirituales de San Ignacio como libro, afirma André Collinot que
estaba concebido para que "le directeur l'utilise pour entraîner l'exercitant à la soumission de
sa volonté, pour le conduire à l'«élection», état d'indifférence personnelle, de perméabilité, qui
permet de coïncider avec la volonté de Dieu" (L'exercice..., pág. 19).
833 A.M.D.G., pág. 177.
337
condición de rebelde: ―Hoy, que es lunes, han salido los congregantes. Nos
mundanas, observamos una paulatina decantación por la vida —lo que está
fuera de los muros del colegio— que reacciona contra la educación para la
muerte.
tolerante, lección ésta que aún estaría por aprender Bertuco, como se relata
se plantea como problema para la salvación del alma: ―El padre Sequeros nos
ha dicho que, de todos los que quedamos aquí, sólo se salvará uno‖837. En
muy sucios. Ese padre Olano... Pues ¿y Conejo? No digamos Mur‖838. Llegado
una progresiva anulación espiritual del niño; a partir de aquí se recogen dos
gravitación hacia la vida: ―Los Padres hablan de milagros. ¿Qué mayor milagro
338
Palpita aquí en germen una dicotomía que se proyecta a lo largo de todas
exuberante y frondoso840.
―Me parece demasiado. Es decir que en la Iglesia lo único importante son los
―negrura‖, del vivir pensando en la muerte —Vive memor lethi es el título que
correspondientes al mes de mayo, en los que a través de los motivos del grillo
claridad solar. A. Amorós ha señalado que la fascinación acústica por el cri cri
del grillo o el deleite visual por el que toca la pandereta son rasgos
estética —recordemos que al ver a la tuna decide no ser poeta para ―ser un
artículo de Ayala ―La fiesta del árbol‖, en el que la influencia de Joaquín Costa lleva al joven
diputado Don Felipito Asiniego a pensar que ―la causa de la aridez castellana estriba en el
desamor al árbol; remedio indicado, provocar el amor al árbol‖ (O. C., I, pág. 96).
841 A.M.D.G., pág. 330.
339
destinatario, alguien ante quien justificar actos y opiniones y al mismo tiempo
alguien que coarte el libre flujo de los mismos, convierte este procedimiento en
suelta a la intimidad más soterrada, e incluso para observar desde una lectura
el hecho de que Ayala aprovecha la introspección interior del diario para cifrar,
como que Bertuco sienta que se ha rendido al ―yugo de la tiniebla‖, que con
844 Cfra. Riccardo Scrivano, ―La penna che spia…‖, págs. 13-47.
340
4. Formas dialogadas
El diálogo es un recurso que puede desempeñar una amplia gama de
en el seno de la tetralogía.
novela.
locuente está creando expresiones inauditas, puesto que tiene que expresar
341
platónico no significa la expresión de lo antes nunca sentido, pensado o dicho,
básico, dentro del cual Pedro Bádenas ha distinguido una triple tipología que
la tetralogía.
cuestión.
342
Alberto: ―Desengáñese usted; a nuestra edad, lo único es el amor, y su
compartida‖.850
343
por arte de encantamiento si usted quiere. Espiritualmente, continúa
siendo la Leonor de hoy. ¿La amaría usted como hoy la ama?
—Eso es caprichoso, imposible. Sé que no puede ocurrir; por lo
tanto, no sé lo que haría en ese caso.
—¿Que no puede ocurrir? Si ha de ocurrir fatalmente, hombre de
Dios. Sólo que la obra de unos años, muy pocos, no vaya usted a creer,
yo la condenso en una noche [...]851
réplicas monosilábicas del tipo ―sí‖, ―eso es‖, etc., que precipitan
ses limites‖852:
854 En Viaje entretenido al país del ocio leemos: ―Sócrates dice siempre hasta la náusea:
«Para llegar a la verdad en una deliberación (el diálogo es una deliberación, un `dejar libres´
verdades antes reclusas y como paralíticas) hay que comenzar por definir las palabras con
exactitud.» He aquí la primera pedagogía del nombre y la cosa, del nominalismo y el realismo
medievales. Sócrates no puede oír nada, aun la cosa más obvia, usadera, admitida,
indiscutida y de sentido común, a que no ataje con algo que unos toman como negación‖ (ed.
344
Telesforo para descubrir la trampa que éstas esconden. Para llegar a la
conclusión final de que el matrimonio nada tiene que ver con el amor, Alberto
pone de manifiesto que en Amor no hay edad ni caben otras mujeres ―para
conversación las ideas platónicas sobre el asunto. El eje temático que articula
huye con la cupletista francesa Nanon Orette y Alberto se deja llevar por el
345
el universo ideológico del fundador de la Academia, como pone de manifiesto el
Alberto:
intervenciones del narrador. La primera sitúa el tema que será objeto posterior
tal señor Robles), mientras que la acotación final expone la reacción de tita
346
estíquico:
-No cree usted, Alberto, que eso que ha hecho Robles es una acción
muy mala.
-Nada hay que sea una mala acción, tita Anastasia.
-¿Ni el robar?
-Ni el robar.
-¿Ni el matar?
-Ni el matar.
Tita Anastasia se santiguó857.
-¿Qué es la verdad?
-Tita Anastasia, una vez se lo preguntaron a Pilatos, y él se lavó las
manos.
-¿Y qué quiere decir eso? Que es verdad lo que se toca con las
manos. ¿Eh?
-También puede querer decir que se debe tener muy limpia la piel,
de manera que no ocurra que cuando creamos tocar una cosa, estemos
tocando tan sólo nuestra propia inmundicia.
-¿Usted va a misa, Alberto?
-No, tita Anastasia858.
expuesta de manera sencilla para que llegue a todos y que actúa críticamente,
pero sin dogmatismos, contra las ideas existentes, por lo que pasa por
347
opinión de Alberto de que ni el robar ni el matar son actos malos, pero que
Usted dice que todo es guapo, que es lo mismo que decir que todo
es feo. Usted dice que todo está bien, que es lo mismo que decir que
todo está mal. Usted dice que para conocer la verdad hay que lavarse
las manos, y esto se me figura que es lo mismo que decir que no se
puede conocer la verdad. Y usted no va a misa, que es lo mismo que no
creer en Dios. Y, sin embargo, me parece usted un santín... ¡No me lo
explico!860
de una contradicción que nunca atinará a resolver‖861. Queda claro que este
348
alacrán. Que en por los siglos de los siglos te queme el alma Satanás!862
tarde ya, el magisterio sobre sí mismo, como delata el lema vinciano que
349
4.2.1. “Consejo de pastores” o la estructura de la intolerancia
de que éste sea el efecto estético pretendido —hecho discutible por lo enojoso
que resulta la lectura del capítulo de los Ejercicios Espirituales—, Bobes Naves
que se puedan localizar, de los diálogos que remeden modos propios del teatro
una novela. Decir que todo el capítulo adopta la forma dialogada no basta para
350
Bertuco padeció, todo el tiempo que duraron los ejercicios
espirituales, dolorosos desfallecimientos y agonías interiores. Dentro de
él despertábase un sentido crítico y de rebelión contra aquellas
verdades, pretendidamente inconcusas, que con tanto aparato escénico
intentaban inculcarle870.
enseñanza jesuítica, con lo que el género, más que imposición arbitraria del
de los padres.
decoración de la celda del padre Arostegui, siguen luego los nombres de los
compete a los dos primeros aspectos presenta una disposición atípica, que
indicaciones escénicas, orden respetado por Pérez de Ayala tanto en ―La dama
―Todas las celdas son iguales; pero la del Rector caracterízase por cierta
351
padre Arostegui‖873. Asimismo, que la nómina de personajes no aparezca
Por otra parte, ofrecer una nómina de personajes ya conocidos por el lector
sería la siguiente:
1ª serie A-B-A-B-A-C-A-D-A-D-A-C-A-D
2ª serie A-B-A-B-A-C-A-D-A-D-A
Mur. El padre Eraña, haciendo gala de su apodo, Conejo, esconde las orejas.
Todo queda en un diálogo a dos voces entre Arostegui y Mur, cuya opinión se
352
impone a la de los demás. Disciplina y orden afectan, pues, a la misma
que logra evitar la monotonía de la voz narrativa, sino como vehículo cuya
353
CONCLUSIONES
que va a cobrar vida literaria en una tetralogía novelesca que tendría como
aquella novela sin pensamiento de ciclo alguno, hemos podido constatar, sin
ensayística del escritor asturiano, revela la asunción por parte de éste del
354
de guiar al pueblo fuera de la simbólica cueva donde las doxa –las
crítica– impiden una visión personal, propia, del statu quo. Esta dimensión
una ascensión, por vía estética, desde el amor físico a la contemplación del
amor puro.
cumbres –como luego las demás de la serie– asume con valentía literaria
Jiménez y San Martín compendian en esa primera novela una actitud vital
355
impera sobre el disfrute sensorial de la belleza. Reflejo, pues, de un mal
pasiones impuras (fase representada en la traición del amor a Fina con una
obsesiones metafísicas) hasta otra ética, vital y de vocación social (el Alberto
356
que decide escribir para los demás). El tránsito de una conciencia a otra se
destacan el mencionado Platón y Horacio así como los grandes maestros del
de por sus cualidades artísticas, es valorada por nuestro autor por lo que
pronto entra en crisis –en este contexto, resulta inevitable asociar la imagen
del dios del sol, Helios, cuyo nombre adoptará la revista modernista fundada
por González Blanco, Juan Ramón Jiménez y el propio Pérez de Ayala, con
el eclipse solar con que culmina Tinieblas–, Ayala reivindica un arte que se
dirigido.
357
de la novela romántica o de aventuras amorosas. Algunas técnicas
tanto que preestructuran una respuesta por parte del lector, es decir,
cuando el lector cree que puede aceptar la voz narrativa con confianza, como
sucedía con la voz del narrador decimonónico, aquel descubre que a pesar
358
mismo, pretende enmendarse en la praxis novelesca.
Fernando, sobre ella ejerce una extraña atracción la sofisticada figura del
poeta modernista Teófilo Pajares, quien, como el propio Alberto le hace ver a
–Teófilo acaba muriendo después de saber que incluso su vida era una
crecer como el canto del grillo cazado por un anónimo compañero de colegio
359
la Naturaleza, de la Vida, entre las frías e inhumanas paredes de Regium,
la muerte, que sintetiza el poema que cierra A.M.D.G. Del susurro subjetivo
360
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