Articulo Poesia Dictadura Chile
Articulo Poesia Dictadura Chile
Articulo Poesia Dictadura Chile
Recibido: 05-11-2018
Aprobado: 29-03-2019
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Conferencia impartida el 20 de setiembre de 2018 en el auditorio Abelardo Bonilla de la Escuela de Estudios
Generales de la Universidad de Costa Rica. Esta actividad fue parte del curso corto “Literatura y memoria:
Chile a 45 años del golpe militar” y del proyecto ED-3349 “Dictadura, exilio y retorno en la literatura chilena:
lecturas a 45 años del golpe militar”.
Ya han transcurrido 45 años desde la dictadura que vivió Chile el año 1973, una
de las dictaduras más crueles y largas de Latinoamérica. 17 años donde no sólo
hubo un silencio tremendo a nivel político, sino que a la vez un silencio en la
circulación de ideas, represión y un miedo a expresarse que cruzó todos los
ámbitos sociales y culturales de un país que a nivel literario se encontraba en un
auge internacional. Los escritores de la generación del 50 ya habían alcanzado
un esplendor no sólo en Latinoamérica y Chile, sino que en Europa y otros
continentes. La generación del 50, la última que brilló a sus anchas antes de la
dictadura, estaba compuesta por escritores como Enrique Lihn, Alejandro
Jodorowsky, Jorge Edwards, Claudio Giaconi, María Elena Gertner, Enrique
Lafourcade, entre otros. Una generación de novelistas, ensayistas, dramaturgos
y poetas que levanta la palabra de escepticismo frente a la literatura nacional y
que instala un discurso cosmopolita, de superación del criollismo y altamente
influenciados por escritores rusos como Tolstoi, Gogol y Dostoievski, además de
norteamericanos como Whitman, Hemingway y Faulkner.
el golpe del 73 marcó la cultura chilena de modo tan poderoso que sus huellas
permanecen vigentes no solo en el ámbito de la literatura…. Las generaciones que
copan el campo literario todavía, de modo predominante, se mantienen bajo la
irradiación de esa magna explosión de dolor y frustración. (Careaga, 2018).
Por esos años, entre 1973 y 1989, fueron muchos los poetas y narradores que se
quedaron en el país, pero también fueron muchos los que lo abandonaron. La
literatura se vio fragmentada en ese sentido. Hubo un quiebre de posibles
generaciones y temas, hubo un distanciamiento y fragmentación de los grupos
de referencia, hubo una alteración forzada.
Su madre está muerta y ahora tiene que sentir que su madre ha muerto y tiene que
hacer sentir a los demás que su madre ha muerto, la madre de todos, allá lejos, en
el país que todos sueñan como una mezcla de imágenes infantiles, chistes
adolescentes y frustraciones de adultos expulsados de una especie de paraíso
problemático, no para sociólogos sino para mitólogos, donde uno ya no puede
enterrar ni a su madre como el resto de la gente porque el Tata Dios General
Augusto Pinochet cerró la puerta a nuestras espaldas. Un odio más, como un trago
amargo y una boca torcida, piensa. Siente una sed catastrófica. (Leandro, 2003).
Otro de los escritores emblemáticos que vivieron con esos fantasmas en el exilio
fue el poeta Gonzalo Millán, autor del poemario La ciudad, publicado en 1979
en Quebec, Canadá. Un poemario donde se recrean todas las ciudades que al
final un hombre puede habitar después de haber perdido su propia ciudad, una
ciudad llena de miedo, un libro basado en el lenguaje y el imaginario infinito de
una nueva realidad.
Amanece.
Las aves abren las alas.
Las aves abren el pico.
Cantan los gallos.
Se abren las flores.
Se abren los ojos.
Los oídos se abren.
La ciudad despierta.
La ciudad se levanta.
Se abren llaves.
El agua corre.
Se abren navajas tijeras.
Corren pestillos cortinas.
Se abren puertas cartas.
Se abren diarios.
La herida se abre. (Millán,1979 [2007], p. 13).
Otro caso emblemático y más radical de exilio y al que habría que sin duda
dedicarle una conferencia completa, es el caso de Roberto Bolaño. Bolaño tiene
una particular mirada del exilio. “Yo no creo en el exilio, sobre todo no creo en
el exilio cuando esta palabra va junto a la palabra literatura.” “¿Se puede tener
nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener
nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia? La
cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras
zonas depauperadas o traumatizadas, insiste en la nostalgia, en el regreso al país
natal, y a mí eso siempre me ha sonado a mentira.” (Bolaño, 2001).
Ahora bien, más allá de lo que el mismo Bolaño haya pensado del tema, en sus
libros Los detectives salvajes y Llamadas telefónicas, prima el exilio de principio
a fin. Muchos de sus cuentos dejan ver personajes exiliados, Sensini, Belano, los
poetas de Los detectives salvajes.
Vamos ahora a ver lo que pasó dentro de Chile, alejémonos de los escritores
que salieron al exilio y vamos a los que se quedaron. La literatura de los que se
quedaron está marcada por la censura. Al interior del país se obligaba a los
escritores a una suerte de autocensura, hubo una censura masiva, se prohíbe y
castiga la escritura, aparece por un lado el silencio de muchos escritores, el
silencio unido al miedo.
Por otro lado y opuesta al anterior, hubo otra corriente que primó que fue la del
trabajo con el lenguaje hermético, que buscaba desorientar al opresor con una
escritura y un significado ambiguo. En relación a esto último, tenemos por
ejemplo el caso de la novela Lúmperica de la escritora Diamela Eltit, premio
nacional de literatura 2018. Lumpérica es novela hermética, emblemática, pilar
de la literatura chilena, una novela escrita ante el miedo a la vigilancia y el
opresor:
…yo escribí con un censor al lado, en el sentido más simbólico del término, porque
yo sabía exactamente que mi libro iba a dar a esa oficina. Entonces, tuve varias
censuras: por una parte, este censor real que estaba allí aunque yo no lo conocía;
por otra parte, las censuras que yo misma podía pensar -las mías-; y después, todas
las censuras estéticas que uno trabaja para escribir un texto. (Lazzara, 2002).
Ahora bien, pasando al tema de las publicaciones, ¿qué tipos de libros fueron
prohibidos en dictadura? ¿Qué hacer ante estas prohibiciones?
Rodrigo Cánovas, uno de los grandes ensayistas que tenemos hoy en Chile, en
su libro: Novela chilena. Nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos
publicada en 1997, hace una división de cómo se segmentó la literatura chilena
en plena dictadura, cómo es que los escritores enfrentaron y reaccionaron a la
oscuridad de ese entonces, y siguieron produciendo. Las características
generales de estos autores que produjeron en dictadura tenemos que:
3. Por último, hay una tercera variante, más política y a la vez más poética.
Trabaja más a fondo con el lenguaje y dialoga con las tradiciones
literarias, en especial europeas. Aquí encajan escritoras más politizadas
con más conciencia social, de lo que estaba ocurriendo en ese momento
en Chile, como Diamela Eltit, y también en este grupo se instala la nueva
narrativa chilena, autores que asistieron a los talleres del escritor José
Donoso, tales como Jaime Collyer, Carlos Franz, Arturo Fontaine, entre
otros. En general, la mayoría presentó una clara postura de oposición
frente a la dictadura.
Es en relación con esto último que propongo una suerte de canon, estrictamente
personal, de las quince novelas que en mi opinión están plenamente calificadas para
servir para entender nuestro país, a quien pueda necesitarlo, más allá de sus
apariencias y virtualidades. Tal vez no sean en todos los casos las mejores, pero sí
las más significativas conforme al propósito señalado. (en Olivárez, 1997, pp.49-50).
Pasemos ahora a hablar de los grupos más contestarios que hubo en dictadura.
En dictadura hay dos colectivos de literatura y arte de primordial relevancia.
Realizaban acciones de arte en contra de la dictadura, de la estetización de la
literatura, del poder dentro de la literatura y el arte, el hablar abiertamente de
homosexualidad en dictadura.
El primero fue Las yeguas del apocalipsis, que funcionó en Chile desde 1987 y
hasta 1996. Conformado por los escritores Pedro Lemebel y Francisco Casas.
Irrumpían en presentaciones de libros dejando constancia de su presencia,
alterando la presentación y generando un momento de incomodidad y sorpresa
entre los asistentes. Dos acciones de arte marcaron el inicio de las yeguas.
literatura y el arte a la calle. Fusión de arte, literatura y vida. Muy cercanos a las
ideas de los vanguardistas, tenían una lógica de resistencia frente al modelo
imperante. Intervinieron el espacio público santiaguino con imágenes que
cuestionaron la vida de Chile en dictadura. Buscaban remover por medio del
arte.
Después de esa larga noche en la cultura nacional, los escritores chilenos han
buscado subvertir ese pasado, reconfigurarse, reconfigurar de cierta
subjetividad contemporánea, ya sea colectiva o individual.
Por otro lado, si tuviéramos que definir brevemente lo que sucede hoy en Chile,
y desde hace 5 años atrás, podríamos decir que el campo literario chileno hoy
está por sobre todo tomado por escritoras mujeres, a diferencia de lo que
sucedía hace 10 años atrás, donde el campo era un campo liderado por
hombres o propuestas masculinizadas en pro de la pertenencia a un cierto
grupo. Varias teóricas e investigadoras del feminismo, entre ellas, Rebecca
Walker, Teresa Valdés y María José Cumplido, han demostrado, en base a la
nueva lucha por los derechos de las mujeres, que vivimos la tercera ola del
feminismo. Hoy Chile y el mundo pone ojo a la producción de mujeres. El
feminismo y las nuevas posibilidades que están teniendo las mujeres hoy no sólo
se inscribe dentro del marco político y legal, sino que también en el marco del
arte, la literatura y la creación.
A partir del año 2010 aparecen en el panorama y campo literario una gran
cantidad de libros de mujeres escritoras nacidas a partir de los 80, obras que si
bien son producidas por escritoras nacidas en años similares, se diferencian de
forma significativa en varios puntos, entre ellos, en las formas de concebir lo
literario, el proyecto de obra, la recepción de sus libros, diferencias ideológicas,
entre otras. Dentro de este nuevo panorama encontraremos nombres como los
de Arelis Uribe, Paulina Flores, Catalina Infante, María Paz Rodríguez, Alia
Trabucco, Camila Gutiérrez, Constanza Gutiérrez, Carmen Galdames, María José
Navia, entre otras; todas cuentan con publicaciones de al menos un libro, libros
que han sido publicados en nuevo panorama editorial postdictadura, donde se
presencia altas posibilidades de publicación de libros por la apertura y
ampliación del campo editorial, las posibilidades publiquen sus libros no sólo
en editoriales trasnacionales, sino que en editoriales independientes o
microeditoriales, apareciendo así, y en horizonte, una gran diversidad de
propuestas de escritura, estéticas, formas de narrar que llenan un vacío que se
vivió en generaciones anteriores.
Chile hoy en día está en esto, una lucha liderada por las mujeres que cruza todos
los horizontes, prensa, publicaciones, ferias, y tal como dijo Olga Grau en el
último especial de Anales de la universidad de Chile, lo que están haciendo hoy
las feministas en Chile es extraordinario, y las que levantan la voz hoy en día son
las “hijas de las feministas que no pudieron hacer desaparecer en dictadura”.
Es aquí donde tenemos que poner el ojo. Pensar este cambio de paradigma que
se está viviendo a nivel internacional. ¿Dónde nos llevará este cruce entre
literatura y derechos de las mujeres? ¿Se está acaso derrocando ese concepto
tan amplio que llamamos “literatura”? ¿Qué y cómo es la literatura que se está
gestando hoy en Chile? ¿Es un asunto de moda o realmente nos enfrentaremos
a un cambio de paradigma?
BIBLIOGRAFÍA