Articulo Poesia Dictadura Chile

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Revista Herencia, Vol. 32 (1), enero-junio, 2019.

ESCRIBIR EN DICTADURA, ESCRIBIR EN POSTDICTADURA:


SILENCIO, CENSURA, RESISTENCIA Y REBELDÍA
EN LA LITERATURA CHILENA1

Write in dictatorship, write in post-dictatorship:


silence, censorship, resistance and rebellion in Chilean literature

Claudia Apablaza Valenzuela


escritora independiente, Chile
[email protected]

Recibido: 05-11-2018
Aprobado: 29-03-2019

Claudia Apablaza Valenzuela RESUMEN


estudió Psicología en la
Universidad de Chile, donde La conferencia muestra una panorámica de la crítica literaria y de la
también cursó una maestría en producción literaria chilena en dictadura y en post-dictadura. La
Teoría Literaria. Hizo un máster en influencia del contexto es clave para ahondar en la manera en la
Literatura y Cultura en la cual la literatura registra una memoria plasmada de silencios,
Universidad Autónoma de censuras, resitencia y rebeldía.
Barcelona. Ha publicado novela y
Palabras clave: literatura chilena; dictadura; post-dictadura;
cuento en editoriales chilenas y
silencio; censura; resistencia; rebeldía
extranjeras. Ha trabajado en
edición y como encargada de
prensa en Chile y el ABSTRACT
extranjero.También ha impartido
clases en escuelas de literatura The conference shows an overview of literary criticism and Chilean
creativa en España y Chile. literary production in dictatorship and post-dictatorship. The
Coordinó la colección de influence of context is key to delve into the way in which literature
vanguardias latinoamericanas en records a memory of silence, censorship, resistance and rebellion.
Ediciones Barataria, España.
Premio de cuento de la Revista
Keywords: Chilean literature; dictatorship; post-dictatorship;
Paula en 2005. Premio ALBA de
silence; censorship; resistance; rebellion
narrativa 2012. Coordinadora de
la Editorial Los libros de la Mujer
Rota. Cursa el Doctorado en
Literatura en la Pontificia
Universidad Católica de Chile.

1
Conferencia impartida el 20 de setiembre de 2018 en el auditorio Abelardo Bonilla de la Escuela de Estudios
Generales de la Universidad de Costa Rica. Esta actividad fue parte del curso corto “Literatura y memoria:
Chile a 45 años del golpe militar” y del proyecto ED-3349 “Dictadura, exilio y retorno en la literatura chilena:
lecturas a 45 años del golpe militar”.

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Ya han transcurrido 45 años desde la dictadura que vivió Chile el año 1973, una
de las dictaduras más crueles y largas de Latinoamérica. 17 años donde no sólo
hubo un silencio tremendo a nivel político, sino que a la vez un silencio en la
circulación de ideas, represión y un miedo a expresarse que cruzó todos los
ámbitos sociales y culturales de un país que a nivel literario se encontraba en un
auge internacional. Los escritores de la generación del 50 ya habían alcanzado
un esplendor no sólo en Latinoamérica y Chile, sino que en Europa y otros
continentes. La generación del 50, la última que brilló a sus anchas antes de la
dictadura, estaba compuesta por escritores como Enrique Lihn, Alejandro
Jodorowsky, Jorge Edwards, Claudio Giaconi, María Elena Gertner, Enrique
Lafourcade, entre otros. Una generación de novelistas, ensayistas, dramaturgos
y poetas que levanta la palabra de escepticismo frente a la literatura nacional y
que instala un discurso cosmopolita, de superación del criollismo y altamente
influenciados por escritores rusos como Tolstoi, Gogol y Dostoievski, además de
norteamericanos como Whitman, Hemingway y Faulkner.

La dictadura de Pinochet, como se sabe, removió social y culturalmente a todo


un país, y fundó un Chile muy distinto al anterior. Hace una semana se
cumplieron 45 años desde el golpe militar, y hoy en día, es urgente pensar qué
pasó con las letras nacionales en ese momento, donde, según algunos críticos
literarios como Pedro Gandolfo en reciente entrevista en Artes y Letras, nos dijo:

el golpe del 73 marcó la cultura chilena de modo tan poderoso que sus huellas
permanecen vigentes no solo en el ámbito de la literatura…. Las generaciones que
copan el campo literario todavía, de modo predominante, se mantienen bajo la
irradiación de esa magna explosión de dolor y frustración. (Careaga, 2018).

Por otra parte, Rodrigo Cánovas, académico de la Pontificia Universidad Católica


de Chile, agrega en el mismo reportaje recién citado: "Hay dictadura para rato.
Pero la literatura no es ahora una épica de la derrota o un proyecto nacional,
sino un relato de familia y una construcción de una ética personal" (Careaga,
2018).

Grínor Rojo, también académico, pero de la Universidad de Chile, dice


"´absolutamente toda´ la literatura publicada en Chile después del golpe del 73
está ´signada a fuego´ por el hecho” (Careaga, 2018); cosa que el crítico Camilo
Marks le debate, mostrándose además en desacuerdo con todo lo
anteriormente dicho: "Yo no pienso que los autores chilenos hagan muchas
referencias a la dictadura en sus obras, todo lo contrario, parecería que, a juzgar

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por la narrativa de las pasadas décadas, el régimen autocrático nunca hubiese


existido", sostiene, y agrega que hay "poquísimas" obras de valor que hayan
abordado el tema (Careaga, 2018).

Hoy en día y hace ya algunas décadas, en Chile, la dictadura y su relación con la


literatura es ampliamente investigada por excelentes académicos como Lorena
Amaro, Macarena Areco, Rubí Carreño, Magdalena Sepúlveda, Ignacio Álvarez,
entre otros.

Para comenzar y situar me gustaría citar a Grinor Rojo, lúcido investigador


latinoamericano que, al igual que otros investigadores, realiza la clasificación
entre producción literaria del insilio (exilio interior) y literatura del exilio.
Entendiéndose por literatura de insilio la literatura generada en un exilio interior;
y la del exilio, toda aquella literatura que fue producida más allá de las fronteras
geográficas de Chile.

Por esos años, entre 1973 y 1989, fueron muchos los poetas y narradores que se
quedaron en el país, pero también fueron muchos los que lo abandonaron. La
literatura se vio fragmentada en ese sentido. Hubo un quiebre de posibles
generaciones y temas, hubo un distanciamiento y fragmentación de los grupos
de referencia, hubo una alteración forzada.

De los que partieron tenemos por ejemplo al narrador y académico José


Leandro Urbina y su exilio en Canadá, desde donde escribió uno de sus mejores
libros escritos en dictadura, la novela Cobro revertido. Un hombre de unos
treinta y tantos, estudiante de sociología, que vive en Quebec, recibe la llamada
de que su madre ha muerto. El no poder viajar a Chile desencadena un viaje
enloquecido por la ciudad en busca de recursos y ayuda para poder viajar al
entierro. Publicada originalmente en 1992, hoy cuenta con una edición en
Editorial Lom Ediciones, editorial nacional que ha rescatado varios de los libros
que se generaron en esa época.

Vamos a un fragmento de Cobro revertido:

Su madre está muerta y ahora tiene que sentir que su madre ha muerto y tiene que
hacer sentir a los demás que su madre ha muerto, la madre de todos, allá lejos, en
el país que todos sueñan como una mezcla de imágenes infantiles, chistes
adolescentes y frustraciones de adultos expulsados de una especie de paraíso
problemático, no para sociólogos sino para mitólogos, donde uno ya no puede
enterrar ni a su madre como el resto de la gente porque el Tata Dios General
Augusto Pinochet cerró la puerta a nuestras espaldas. Un odio más, como un trago
amargo y una boca torcida, piensa. Siente una sed catastrófica. (Leandro, 2003).

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Así, en los escritores del exilio aparece la literatura de la pérdida, de lo que se


ha dejado en Chile, familias, amigos, la literatura marcada por la melancolía ante
ese pasado. Una literatura que piensa Chile desde la distancia, y que por un lado
desarrolla la desesperanza y el abismo, en la medida que el escritor se va
integrando la nueva cultura en que se ve inmerso, dependiendo del país al que
se llega.

Otro de los escritores emblemáticos que vivieron con esos fantasmas en el exilio
fue el poeta Gonzalo Millán, autor del poemario La ciudad, publicado en 1979
en Quebec, Canadá. Un poemario donde se recrean todas las ciudades que al
final un hombre puede habitar después de haber perdido su propia ciudad, una
ciudad llena de miedo, un libro basado en el lenguaje y el imaginario infinito de
una nueva realidad.

Amanece.
Las aves abren las alas.
Las aves abren el pico.
Cantan los gallos.
Se abren las flores.
Se abren los ojos.
Los oídos se abren.
La ciudad despierta.
La ciudad se levanta.
Se abren llaves.
El agua corre.
Se abren navajas tijeras.
Corren pestillos cortinas.
Se abren puertas cartas.
Se abren diarios.
La herida se abre. (Millán,1979 [2007], p. 13).

Así, en la literatura del exilio aparece la temática de la imposibilidad de volver al


país, comienza a gestarse el país imaginario, donde prima el recuerdo de lo
vivido antes o en el momento del golpe. Hernán Valdés, Armando Uribe,
Fernando Alegría son excelentes representantes de esa literatura.

Tejas verdes: diario de un campo de concentración en Chile de Hernán Valdés


es un libro testimonial que fue también una producción que se desarrolló en el
exilio. Fue publicado en 1974, narra la experiencia del autor en el campo de
detención Tejas Verdes. Es un texto que tiene un carácter de testimonio y
denuncia.

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César me ha dicho que hay gusanos en el WC y otros compañeros lo confirman. Me


imagino que son gusanos que pululan en el magma de mierda, y si bien la idea me
repugna, no me extraña demasiado. Pese al frío del alba y a la imposibilidad de
secarse, he tratado de lavarme lo más posible; al quitarme la blusa he visto que
tengo la piel totalmente aguijoneada por las picadas de pulgas. El color de mi
camisa no lo deja ver, pero en quienes tienen camisas blancas se observan un
firmamento de defecaciones sanguinolentas. (Valdés, 2017).

Otro caso emblemático y más radical de exilio y al que habría que sin duda
dedicarle una conferencia completa, es el caso de Roberto Bolaño. Bolaño tiene
una particular mirada del exilio. “Yo no creo en el exilio, sobre todo no creo en
el exilio cuando esta palabra va junto a la palabra literatura.” “¿Se puede tener
nostalgia por la tierra en donde uno estuvo a punto de morir? ¿Se puede tener
nostalgia de la pobreza, de la intolerancia, de la prepotencia, de la injusticia? La
cantinela, entonada por latinoamericanos y también por escritores de otras
zonas depauperadas o traumatizadas, insiste en la nostalgia, en el regreso al país
natal, y a mí eso siempre me ha sonado a mentira.” (Bolaño, 2001).

En su conferencia en Viena, que trató exactamente acerca de este tema


“Literatura y exilio” Bolaño nos dice:
Una de las enseñanzas del poema de Parra es que el nacionalismo es nefasto y cae
por su propio peso, no sé si se entenderá el término caer por su propio peso,
imaginaos una estatua hecha de mierda que se hunde lentamente en el desierto,
bueno, eso es caer por su propio peso. Y la tercera enseñanza del poema de Parra
es que probablemente nuestros dos mejores poetas, los dos mejores poetas
chilenos fueron un español y un nicaragüense que pasaron por esas tierras australes,
uno como soldado y persona de gran curiosidad intelectual, el otro como emigrante,
como un joven sin dinero pero dispuesto a labrarse un nombre, ambos sin ninguna
intención de quedarse, ambos sin ninguna intención de convertirse en los más
grandes poetas chilenos, simplemente dos personas, dos viajeros. Y con esto creo
que queda claro lo que pienso sobre literatura y exilio o sobre literatura y destierro.
(Bolaño, 2001).

Ahora bien, más allá de lo que el mismo Bolaño haya pensado del tema, en sus
libros Los detectives salvajes y Llamadas telefónicas, prima el exilio de principio
a fin. Muchos de sus cuentos dejan ver personajes exiliados, Sensini, Belano, los
poetas de Los detectives salvajes.

Vamos ahora a ver lo que pasó dentro de Chile, alejémonos de los escritores
que salieron al exilio y vamos a los que se quedaron. La literatura de los que se
quedaron está marcada por la censura. Al interior del país se obligaba a los
escritores a una suerte de autocensura, hubo una censura masiva, se prohíbe y
castiga la escritura, aparece por un lado el silencio de muchos escritores, el
silencio unido al miedo.

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Por otro lado y opuesta al anterior, hubo otra corriente que primó que fue la del
trabajo con el lenguaje hermético, que buscaba desorientar al opresor con una
escritura y un significado ambiguo. En relación a esto último, tenemos por
ejemplo el caso de la novela Lúmperica de la escritora Diamela Eltit, premio
nacional de literatura 2018. Lumpérica es novela hermética, emblemática, pilar
de la literatura chilena, una novela escrita ante el miedo a la vigilancia y el
opresor:

…yo escribí con un censor al lado, en el sentido más simbólico del término, porque
yo sabía exactamente que mi libro iba a dar a esa oficina. Entonces, tuve varias
censuras: por una parte, este censor real que estaba allí aunque yo no lo conocía;
por otra parte, las censuras que yo misma podía pensar -las mías-; y después, todas
las censuras estéticas que uno trabaja para escribir un texto. (Lazzara, 2002).

La académica Nelly Richard dice de Lumpérica:

La autonarratividad de Lumpérica que comenta y revisa su propia fabricación de


historia en borradores; las incoherencias del relato que mezcla falsificaciones y
desmentidos para exacerbar el tic de la sospecha; la memoria fragmentada en
recuerdos siempre discordantes que plantean la historia como versión (relato) y no
como fundamento (verdad): toda esta ensayística del decir que "arrepiente el signo"
fue la primera arma de una literatura de la palabra oficial, desatando en torno a ella
conflictos de interpretaciones que denunciaban la impostura de una voluntad
inflexible de significación única. Contra el autoritarismo del mensaje oficial y su
lógica vertical del cierre doctrinario, el desborde horizontal de la ambigüedad hecha
palabra múltiple y contradictoria. (Richard, 1991, p. 5).

Ahora bien, pasando al tema de las publicaciones, ¿qué tipos de libros fueron
prohibidos en dictadura? ¿Qué hacer ante estas prohibiciones?

En general se prohibieron muchos libros relacionados a las ideologías de


izquierda, o cuyos autores fuesen militantes de algún partido o movimiento
político con esa inclinación, sobre todo libros periodísticos que divulgaran las
atrocidades del golpe, como por ejemplo el Libro negro de la justicia chilena de
Patricia Verdugo, aunque también libros de ficción o poesía. Entre ellos Carlos
Droguett y su libro Matar a los viejos, El chilote Otey de Francisco Coloane, El
ciclista del San Cristóbal de Antonio Skármeta, y Buenas noches los pastores de
Patricio Manns.

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Ante este temor terrible a la censura, muchos escritores prefieren no publicar,


aparece una mudez voluntaria, y más que publicar en dictadura, publican
apenas esta es derrocada, post 1990. Dicho esto último, nos podemos centrar
en otro grupo importante que surgió en apenas terminada la dictadura, que fue
el grupo llamado La nueva narrativa, esa generación de narradores que
comienzan a publicar post 89, apenas la dictadura comienza a desaparecer,
ayudados por el editor Carlos Orellana, emblemático editor chileno, nacido en
Guatemala, y que fue secretario de redacción de la revista cultural Araucaria de
Chile (1978-1989) dirigida por Volodia Teitelboim y con sede en París. Una
publicación muy importante que reunió en sus páginas el pensamiento y la obra
de numerosos artistas e intelectuales latinoamericanos.

Rodrigo Cánovas, uno de los grandes ensayistas que tenemos hoy en Chile, en
su libro: Novela chilena. Nuevas generaciones. El abordaje de los huérfanos
publicada en 1997, hace una división de cómo se segmentó la literatura chilena
en plena dictadura, cómo es que los escritores enfrentaron y reaccionaron a la
oscuridad de ese entonces, y siguieron produciendo. Las características
generales de estos autores que produjeron en dictadura tenemos que:

• “Primero hay una diversidad importante, una diferencia en los modos de


comprender y de significar la escritura, el compromiso político, la forma
que asume el compromiso literario v/s el compromiso político.
• Segundo el contexto cultural es para todos el mismo. Un contexto de
alienación, dictadura y silencio. Habrá algunos que se quedan en Chile,
pero otros que se van de este país a lugares donde los acogen
• Tercero, qué tanto se interrogan al poder del autoritarismo militar, qué
tanto se está de acuerdo, qué tanto se calla”. (Cánovas, 1997).

Así nacen tres grandes grupos según Canovas (1997).

1. Los narradores más ligados a “una corriente denominada como de


imaginación publicitaria”. Escritores jóvenes, de entre 20 y 30 años, muy
ligados a las actuales modas norteamericanas, el consumo, el
bilinguariimo, el ataque a corrientes latinoamericanas como el realismo
mágico y las vanguardias de principios de siglo XX. Una literatura en
directa conexión con la música, la hamburguesa y el mall, en la clase
media latinoamericana abierta al consumo. Sus representantes más
fuertes son Alberto Fuguet y Sergio Gómez.

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2. Hay una segunda corriente, según Canovas (1997) marcada por la


escritura de género, ya sea rosa, el policial o la historia de aventuras,
aparece así una narrativa al servicio de segmentos de lectores claramente
determinados. Destacan Luis Sepúlveda y Marcela Serrano.

3. Por último, hay una tercera variante, más política y a la vez más poética.
Trabaja más a fondo con el lenguaje y dialoga con las tradiciones
literarias, en especial europeas. Aquí encajan escritoras más politizadas
con más conciencia social, de lo que estaba ocurriendo en ese momento
en Chile, como Diamela Eltit, y también en este grupo se instala la nueva
narrativa chilena, autores que asistieron a los talleres del escritor José
Donoso, tales como Jaime Collyer, Carlos Franz, Arturo Fontaine, entre
otros. En general, la mayoría presentó una clara postura de oposición
frente a la dictadura.

Tenemos ya un panorama armado, hay un paisaje que se está derrumbando y


los escritores nacidos en esa generación necesitan anclarse a algo, agarrarse y
no quedar huérfanos de representantes, hay que seguir escribiendo. Y así, casi
todos estos autores, casi todos de 40 años, salen a la luz pública con el retorno
de la democracia a Chile.

Volviendo al caso de Carlos Orellana, el editor de Planeta de ese entonces, nos


dice:

Es en relación con esto último que propongo una suerte de canon, estrictamente
personal, de las quince novelas que en mi opinión están plenamente calificadas para
servir para entender nuestro país, a quien pueda necesitarlo, más allá de sus
apariencias y virtualidades. Tal vez no sean en todos los casos las mejores, pero sí
las más significativas conforme al propósito señalado. (en Olivárez, 1997, pp.49-50).

Seguidamente la enumera (se incluye año de publicación):

1. Morir en Berlín de Carlos Cerda, 1993.


2. Cien pájaros volando de Jaime Collyer, 1995
3. La ciudad anterior de Gonzalo Contreras, 1991
4. Los siete días de la Sra. K de Ana María del Río, 1993
5. Los vigilantes de Diamela Eltit, 1994
6. Oír su voz de Arturo Fontaine, 1992
7. El lugar donde estuvo el paraíso de Carlos Franz, 1996.

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8. Mala onda de Alberto Fuguet, 1991


9. Ay, mama Inés de Jorge Guzmán, 1993
10. Las cien águilas de Germán Marín, 1997
11. El viaducto de Darío Oses, 1994.
12. La reina Isabel cantaba rancheras de Hernán Rivera Letelier, 1994.
13. El beneficio de la duda de Alejandra Rojas, 1997
14. Nosotras que nos queremos tanto de Marcela Serrano, 1991

Acciones políticas en dictadura

Pasemos ahora a hablar de los grupos más contestarios que hubo en dictadura.
En dictadura hay dos colectivos de literatura y arte de primordial relevancia.
Realizaban acciones de arte en contra de la dictadura, de la estetización de la
literatura, del poder dentro de la literatura y el arte, el hablar abiertamente de
homosexualidad en dictadura.

El primero fue Las yeguas del apocalipsis, que funcionó en Chile desde 1987 y
hasta 1996. Conformado por los escritores Pedro Lemebel y Francisco Casas.
Irrumpían en presentaciones de libros dejando constancia de su presencia,
alterando la presentación y generando un momento de incomodidad y sorpresa
entre los asistentes. Dos acciones de arte marcaron el inicio de las yeguas.

La primera es la que funda el nombre del grupo. Lemebel y Casas se montaron


sobre una yegua, desnudos e ingresaron al campus Juan Gómez Millas, donde
está la carrera de literatura, todas las carreras humanistas y sociales de la
universidad. El entrar desnudos a la facultad definía el estar pensando en la
refundación de los conceptos básicos que sostenían a la universidad.

La segunda es cuando irrumpieron en la entrega del premio Pablo Neruda al


poeta Raúl Zurita, en la misma fundación Neruda. Casas y Lemebel entraron y
pusieron una corona de espinas al poeta, dejando así constancia del contenido
cristiano en la obra de Zurita, cuestionando las ideas donde estaba fundada la
poesía del autor.

El otro colectivo de primordial importancia en dictadura fue el colectivo CADA,


integrado por Diamela Eltit, Nelly Richard, Raúl Zurita, Lotty Rosenfeld y Juan
Castillo. Surge como un colectivo que busca derribar los muros que separan el
arte del quehacer social y político, vinculando ambos espacios y llevando la

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literatura y el arte a la calle. Fusión de arte, literatura y vida. Muy cercanos a las
ideas de los vanguardistas, tenían una lógica de resistencia frente al modelo
imperante. Intervinieron el espacio público santiaguino con imágenes que
cuestionaron la vida de Chile en dictadura. Buscaban remover por medio del
arte.

La primera acción de arte del CADA es una que describe en la página de


Memoria Chilena, un sitio de la biblioteca nacional de Chile. Se llamó Para no
morir de hambre en el Arte, realizada en 1979. El 3 de octubre se entregaron a
la población de la Granja cien bolsas de medio litro de leche a habitantes. Luego
pidieron de vuelta las bolsas y más tarde las entregaron a artistas pidiéndoles
que las utilizaran como soporte para la realización de obras que en forma
posterior serían expuestas en la Galería Centro Imagen. El medio litro de leche
entregado aludía a la medida tomada por Salvador Allende en relación a la
garantía de leche diaria para los niños chilenos.

Apuntes finales: Chile hoy

Después de esta larga dictadura que vivimos en Chile (1973-1989) donde y


como recién vimos, no sólo hubo un silencio agudo a nivel de circulación de
ideas, una represión frente a la libertad de opinión, atentado contra los derechos
humanos, represión de ciertas ideologías, sino que también ese silencio se hizo
ver en el ámbito de la cultura que permeó y cruzó todos los ámbitos sociales y
culturales de un país, incluyendo el ámbito de las letras, donde se removió todo
un sistema, una tradición y se fundó un Chile muy distinto del anterior.

Cierre de editoriales, escritores en el exilio, interrupción del auge de una


literatura cosmopolita (de la generación del 50), mudez voluntaria o forzada, e
instalación de cierta afonía, publicación de muy pocos libros, temor enorme a la
censura, fue el panorama que se vivió post golpe militar y hasta principios de los
2000.

Después de esa larga noche en la cultura nacional, los escritores chilenos han
buscado subvertir ese pasado, reconfigurarse, reconfigurar de cierta
subjetividad contemporánea, ya sea colectiva o individual.

Distintos investigadores han puesto su trabajo al servicio de esta etapa de


nuestra literatura, los que han buscado definir, cartografiar, reunir e identificar

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cualidades presentes en las narrativas chilenas postdictaduras, trabajo que sin


duda ha sido complejo pensando en las diversas secuelas que esta época
histórica dejó en nuestras subjetividades y que hoy en día sigue manifestándose.
Conceptos tales como orfandad, literatura de los hijos, literatura de los nietos,
estéticas de la intimidad, trabajadores, artistas, estoicos, escépticos, epicúreos,
son los valiosos conceptos que hoy en día nos explican esta diversidad de
estéticas en las letras nacionales y que apoyan investigaciones de autores como
Nona Fernández, Álvaro Bisama, Diego Zúñiga, Diamela Eltit, Alejandro Zambra,
Paulina Flores, Germán Marín, Alejandra Costamagna, entre otros escritores que
publican en esta época.

Macarena Areco en su libro Cartografía de la novela chilena reciente (20015)


hace alusión a una narrativa postdictadura es “muy amplia y variada”, donde una
suerte de

…multiplicidad de códigos puestos en juego, la falta de ley de registro único, la


indecibilidad e indeterminación del posmodernismo…. Y la creciente proliferación
de una amplia gama de publicaciones diversas, desde las que todavía se siguen
considerando “obras de arte” hasta que las que logran el estatuto de best Sellers.
(Areco, 2015, p. 15).

Por otro lado, si tuviéramos que definir brevemente lo que sucede hoy en Chile,
y desde hace 5 años atrás, podríamos decir que el campo literario chileno hoy
está por sobre todo tomado por escritoras mujeres, a diferencia de lo que
sucedía hace 10 años atrás, donde el campo era un campo liderado por
hombres o propuestas masculinizadas en pro de la pertenencia a un cierto
grupo. Varias teóricas e investigadoras del feminismo, entre ellas, Rebecca
Walker, Teresa Valdés y María José Cumplido, han demostrado, en base a la
nueva lucha por los derechos de las mujeres, que vivimos la tercera ola del
feminismo. Hoy Chile y el mundo pone ojo a la producción de mujeres. El
feminismo y las nuevas posibilidades que están teniendo las mujeres hoy no sólo
se inscribe dentro del marco político y legal, sino que también en el marco del
arte, la literatura y la creación.

A partir del año 2010 aparecen en el panorama y campo literario una gran
cantidad de libros de mujeres escritoras nacidas a partir de los 80, obras que si
bien son producidas por escritoras nacidas en años similares, se diferencian de
forma significativa en varios puntos, entre ellos, en las formas de concebir lo
literario, el proyecto de obra, la recepción de sus libros, diferencias ideológicas,
entre otras. Dentro de este nuevo panorama encontraremos nombres como los

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de Arelis Uribe, Paulina Flores, Catalina Infante, María Paz Rodríguez, Alia
Trabucco, Camila Gutiérrez, Constanza Gutiérrez, Carmen Galdames, María José
Navia, entre otras; todas cuentan con publicaciones de al menos un libro, libros
que han sido publicados en nuevo panorama editorial postdictadura, donde se
presencia altas posibilidades de publicación de libros por la apertura y
ampliación del campo editorial, las posibilidades publiquen sus libros no sólo
en editoriales trasnacionales, sino que en editoriales independientes o
microeditoriales, apareciendo así, y en horizonte, una gran diversidad de
propuestas de escritura, estéticas, formas de narrar que llenan un vacío que se
vivió en generaciones anteriores.

Chile hoy en día está en esto, una lucha liderada por las mujeres que cruza todos
los horizontes, prensa, publicaciones, ferias, y tal como dijo Olga Grau en el
último especial de Anales de la universidad de Chile, lo que están haciendo hoy
las feministas en Chile es extraordinario, y las que levantan la voz hoy en día son
las “hijas de las feministas que no pudieron hacer desaparecer en dictadura”.

Es aquí donde tenemos que poner el ojo. Pensar este cambio de paradigma que
se está viviendo a nivel internacional. ¿Dónde nos llevará este cruce entre
literatura y derechos de las mujeres? ¿Se está acaso derrocando ese concepto
tan amplio que llamamos “literatura”? ¿Qué y cómo es la literatura que se está
gestando hoy en Chile? ¿Es un asunto de moda o realmente nos enfrentaremos
a un cambio de paradigma?

Es todo muy reciente, es complejo a la vez, aunque en Chile estamos


acostumbrados a estas revoluciones intensas, y creo firmemente y espero, que
este es el siglo de las mujeres.

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Revista Herencia, Vol. 32 (1), enero-junio, 2019.

ISSN: 1659-0066 176

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