Cancilleres I-4
Cancilleres I-4
Cancilleres I-4
Manuel Baranda
Archivo Fotográfico de la
Enciclopedia de México
284
MANUEL BARANDA
MANUEL BARANDA
1
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. México, Porrúa, 1980. 2 t. t. 1.
p. 218.
285
CANCILLERES DE MÉXICO
2
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano. (En lo
sucesivo AHSRE). “Expedientes personales de la Secretaría de Relaciones Exteriores”. México, SRE,
1962, Legajo (Manuel Baranda), L-E-371, p. 58.
3
Vicente Riva Palacio. México a través de los siglos. México, Cumbre, 1972, 5 t. t. 2. p. 223.
286
MANUEL BARANDA
4
José María Roa Bárcena. Recuerdos de la invasión norteamericana. México, 1947, v. 1. p. 20.
5
AHSRE. “Decretos de Relaciones Exteriores”. México, SRE, 1962. Legajo L-E-1414, p. 3, 6, 13 y 17.
287
CANCILLERES DE MÉXICO
288
MANUEL BARANDA
Art. 8°. Las facultades que confiere al gobierno el presente decreto, cesarán
luego que se concluya la guerra. Dado en México, a 20 de abril de 1847.—
Joaquín Cardoso, diputado presidente.—Juan de Dios Zapata, diputado secreta-
rio.—Mariano Talavera, diputado secretario.
Por tanto, mando se imprima, publique, circule, y se le dé el debido cumpli-
miento. Palacio del gobierno federal en México á 20 de abril de 1847.-Pedro
6
María Anaya.—A don Manuel Baranda.
6
Vicente Riva Palacio. Op. cit. p. 220.
7
Gastón García Cantú. Las invasiones norteamericanas en México. México, Era, 1980. 362. p.
8
Salvador Bermúdez de Castro. Relaciones diplomáticas hispanomexicanas. México, El Colegio
de México, 1970. p. 255.
289
CANCILLERES DE MÉXICO
290
DOMINGO IBARRA RAMOS
D
1847.
omingo Ibarra, de origen coahuilense, llegó a ocupar la gubernatu-
ra del estado de Puebla en 1842 y la Cartera del Despacho de Re-
laciones Exteriores, bajo la regencia del general Santa Anna, en
1
Antonio García Cubas. Diccionario geográfico, histórico y biográfico de los Estados Unidos
Mexicanos. Antigua Imprenta de la Escalerilla, 1896, 5 Vols., v. 3, p. 253.
291
CANCILLERES DE MÉXICO
2
Piden que el gobierno deseche la proposición de agentes extranjeros de facilitarles préstamos a
cambio de permitir la importación de algodones e hilazas; dicen que esa concesión significaría la
ruina de la industria fabril protegida justamente por las leyes prohibitivas. Consideran que no se debe
adoptar el sistema del libre comercio. Lucina Moreno Valle. Catálogo de la Colección La Fragua de la
Biblioteca Nacional de México: 1821-1853. México, UNAM, 1975. p. 541 (923).
3
Antonio García Cubas. p. 253.
4
Lucina Moreno Valle. p. 592 (394).
292
DOMINGO IBARRA RAMOS
5
Ciriaco Conde. Diccionario general de Puebla. Puebla, México, Centro de Estudios Históricos de
Puebla, Grupo Literario “Bohemia Poblana”, 1958. v. 3. f-9578. XIX-12.
6
Antonio García Cubas, v. 3, p. 254.
7
Secretaría de Relaciones Exteriores. Funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores
desde el año de 1821 a 1940. México. SRE, 1940. p. 59-60.
8
Ciriaco Conde. v. 3. f-8370- VII-18/70.
293
CANCILLERES DE MÉXICO
9
Idem. f-8890. XIX-12 y f-9524. XXIV-47/319.
10
Ciriaco Conde. v. 2. F-2750. XIX-12.
11
Decreto 14/VI/48; la ley del 24/XI/49 sobre la reducción de los gastos de la administración
pública a 500,000 p/m; Dictamen sobre arreglo de la deuda interior; Decreto del 19/02/1850;
Reglamento de 4/03/50; Ley 30/11/50; Reglamento de la Junta Directa de Crédito Público. Lucina
Moreno Valle. p. 796 (469).
12
Idem. p. 717. (1587.)
13
Ciriaco Conde. v. 3. f-8632. VII-35/301.
294
DOMINGO IBARRA RAMOS
Invariable en sus ideas de unión de los partidos trabajó sin cesar en tan útil
proyecto, que tal vez sin su muerte hubiera producido un resultado favorable.
Quizá hubiera contribuido a renovar obstáculos que después fueron eminente-
mente perjudiciales. Firmeza y profundidad en sus convicciones, constancia y
completo desinterés en sostenerlos, y franqueza y lealtad en su conducta. Co-
mo hombre público fue digno de respeto y admiración: de inteligencia clara,
14
juicio recto, de una actividad poco común y de una honradez intachable.
A principios del siglo XIX el ilustre científico alemán Alejandro von Hum-
boldt viajó a la Nueva España, y contribuyó a la difusión de la idea de que
México era un país inmensamente rico. Sin embargo, la larga guerra de
Independencia acabó con la prosperidad económica del antiguo virreinato,
y la riqueza mexicana se convirtió en una leyenda.
Así, con la presencia de personas y programas de gobierno opuestos en-
tre sí, el país se veía inmerso en una situación que se iba agravando cada
vez más, pero el pueblo de México continuaba
15
con vigor la tarea de formar
un firme y complejo Estado mexicano.
En vísperas del inicio de la segunda mitad del siglo, todavía se vivía la
carencia en muchos rubros, como es el caso de las vías de comunicación
que por consecuencia limitaban la agricultura.
En aquel entonces la población nacional se estimaba entre 7 y 8 000 000 de
habitantes. Sólo seis estados de la República se hallaban por arriba del
medio millón (Guanajuato, Jalisco, México, Oaxaca, Puebla y Yucatán, y
el de México apenas se acercaba al millón.)
Cabe mencionar que la estructura piramidal de la sociedad colonial sub-
sistía con ligeros cambios: clero, milicia y terratenientes estaban en la
cúspide de la pirámide social sostenida principalmente por la masa de
trabajadores del campo.
14
Antonio García Cubas. v. 3, p. 254.
*
Nota del editor.
15
Patricia Galeana. “¿Monarquía o república?: 1855-1867”. México y su historia. México,
Uthea, 1984. t. 7, p. 875.
295
CANCILLERES DE MÉXICO
16
Ibidem. p. 879.
296
DOMINGO IBARRA RAMOS
BIBLIOGRAFÍA
297
CANCILLERES DE MÉXICO
284
JOSÉ RAMÓN PACHECO
1
Juan Manuel Torrea. 135 años de labor diplomática al servicio de México. Funcionarios de la
Secretaría de Relaciones: 1821-1956. p. 57.
2
Lucina Moreno Valle. Catálogo de la colección Lafragua. México, Instituto de Investigaciones
Bibliográficas, UNAM. Ref. 3387.
3
Idem. Ref. 3388.
4
Idem. Ref. 3223.
299
CANCILLERES DE MÉXICO
5
Idem. Ref. 3223, 3224.
6
Idem. Ref. 3386, 5641.
7
Idem. Ref. 3824, 3964, 4130 y 4129.
300
JOSÉ RAMÓN PACHECO
lo que exigía que los ciudadanos, antes de emprender un pleito civil o cri-
minal sobre injurias, debían recurrir a los buenos oficios.
Don José Ramón abogaba también por el régimen de un sistema esta-
blecido por los pueblos, con base en la idea de que deseaban y tenían dere-
cho a disfrutar de los bienes que otorgaba el sistema de los principios libe-
rales. Asimismo, opinaba que la administración de justicia no era un me-
dio, sino uno de los fines de la asociación política de los hombres, y que
ésta se alcanzaba mejor con medidas parciales que fueran reformando las
instituciones; y temía que, escribiendo planes y códigos, cuyas dificultades
harían que en medio de prioridades nacionales de otro género ni se dieran
éstos ni se tomaran aquéllos, la sociedad estuviera, entretanto, privada de
su beneficio.
También consideraba que para la imparcial administración de justicia
era indispensable la independencia de los jueces del influjo mediato o
inmediato de todo poder extraño; igualmente afirmaba que la sociedad no
requería para asegurar sus derechos, sino magistrados que no tuvieran
nada que esperar ni que temer de nadie, de tal manera que no hubiera nada
que influyera en su ánimo al momento de fallar sobre la honra, la vida o la
hacienda de sus ciudadanos.
Los distintivos que la ley había decretado para algunos funcionarios no
debían tener por objeto lisonjear su vanidad, ni vulnerar con ellos la igual-
dad con sus conciudadanos, 8
sino reforzar su obligación de conservar o res-
tablecer el orden público.
Pacheco fue nombrado ministro de Relaciones Exteriores del 7 de julio
al 16 de septiembre de 1847, siendo presidente interino don Antonio Ló-
pez de Santa Anna. Como tal, le tocó resolver muchos problemas con mo-
tivo de la invasión norteamericana.
Desde los años treinta del siglo pasado, Texas fue un pretexto para ini-
ciar hostilidades. México protestó ante su anexión por parte de Estados
Unidos e intentó defender las fronteras que quedaron desprotegidas tras la
pérdida de Texas, sin medios para evitar la expansión norteamericana que
siguió avanzando. Estados Unidos repartió armas a los texanos rebelados y
avanzó fronteras adentro para que México respondiera militarmente y así
justificar la invasión, provocando la guerra en el interior del país, a fin de
apoderarse de una mayor parte de nuestro territorio.
8
México, Archivo de la Secretaría de Relaciones Exteriores (En lo sucesivo AHSRE). Colección de
Leyes y Decretos, de la Secretaría de Justicia y Negocios Eclesiásticos. 1839-1849. t. 3. f. 352-357.
301
CANCILLERES DE MÉXICO
Otra supuesta causa del conflicto por daños y perjuicios fueron las re-
clamaciones por parte de ciudadanos norteamericanos que el gobierno
mexicano no había atendido.
A estas reclamaciones se agregaron las de los pasteleros franceses en
1838, quienes reclamaban 1000 pesos a su favor. Otro pretexto esgrimido
fue la mutua obligación de resguardar las fronteras entre ambos países
contra las incursiones de los indios bárbaros. Con estos argumentos Esta-
dos Unidos inició la guerra al romper las relaciones entre ambos países.
El gobierno estadunidense propuso al gobierno de la República Mexi-
cana mandar un comisionado para discutir la manera de terminar en forma
amistosa las diferencias que interrumpieron las relaciones que existían en-
tre ambos países.
La nación exigió al general Santa Anna defender su territorio frente a la
invasión norteamericana, claro ejemplo de la opresión injustificable del
poderoso frente al débil, y expresión de su doctrina expansionista del “Des-
tino Manifiesto”.
Frente a esta injusta guerra, José Ramón Pacheco, en su carácter de mi-
nistro de Relaciones Exteriores y todavía, admirando, de alguna manera, la
actitud del general Santa Anna, señalaba que este último había respondido:
9
AHSRE. L-E 1090, f. 223-234.
302
JOSÉ RAMÓN PACHECO
10
José M. Roa Bárcena. Recuerdos de la invasión norteamericana: 1847-1848. t. 1. p. 538-541.
303
CANCILLERES DE MÉXICO
Se negasen a tratar de otra sección que no estuviese limitada a Texas, aún así,
sólo en el caso en que los Estados Unidos aceptaran pagar los terrenos al precio
señalado por el gobierno mexicano para esa clase de enajenaciones. En cuanto
al libre tránsito por Tehuantepec, debía negarse en lo absoluto toda concesión.
Se estimaba que tampoco debía acceder a la pretensión de Trist de que se exi-
miera de todo derecho a las mercancías americanas introducidas en nuestro
puerto durante la guerra; siendo como lo era, injusta y atentatoria, y sólo fun-
dada en el abuso de la fuerza; los comisionados debían hacer valer que el dere-
cho de México era exigir que los Estados Unidos retirasen, desde luego, sus
fuerzas de mar y tierra, devolviesen todo el material de guerra de que se habían
apoderado y se obligasen a indemnizar ampliamente a nuestros ciudadanos de
11
los perjuicios atroces de la invasión.
11
México a través de los siglos. Décima novena ed. México, Cumbre, 1983, t. 8. p. 247-248.
12
Idem.
13
Idem.
14
Idem.
304
JOSÉ RAMÓN PACHECO
15
Idem.
305
CANCILLERES DE MÉXICO
16
AHSRE. C-1-2-19(I) f. 84, 87.
17
Idem. f. 8183.
306
JOSÉ RAMÓN PACHECO
18
Lucina Moreno Valle. Catálogo de la Colección Lafragua. México, Instituto de Investigaciones
Bibliográficas, UNAM. Ref. 5211, 5409, 5544.
19
Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México. 4a. ed. México, Porrúa, 1976.
p. 1552.
307
CANCILLERES DE MÉXICO
308
MANUEL DE LA PEÑA Y PEÑA
* Agradezco a Javier Calderón su colaboración en la revisión de los archivos del Acervo His-
tórico Diplomático.
1
Patricia Galeana. México y el mundo. Historia de sus relaciones con el exterior. t. 3. p. 16.
2
Manuel Rivera Cambas. Los gobernantes de México. t. 5. p. 253.
309
CANCILLERES DE MÉXICO
3
Manuel de la Peña y Peña. Su expediente personal. México, Secretaría de relaciones exteriores.
Archivo Histórico Diplomático Mexicano. (En lo sucesivo AHSRE). Legajo 4/139(55) “823”/1.
4
Ibid.
5
Ibid.
6
Senado de la República. Tratados ratificados y convenios ejecutivos celebrados por México:
1823-1883. t. 1. p. 13.
310
MANUEL DE LA PEÑA Y PEÑA
7
M. Rivera Cambas. Op. cit. p. 257.
8
AHSRE. Manuel de la Peña y Peña. Su expediente personal. Legajo H/131 “822”/7.
9
Ibid.
311
CANCILLERES DE MÉXICO
más, le reiteraba el apoyo por parte del gobierno español y señalaba el buen
10
estado que guardaban las relaciones diplomáticas entre ambos países.
10
Ibid.
11
Cfr. Honor Nacional. p. 399.
12
Josefina Vázquez. Mexicanos y norteamericanos ante la guerra del 47. México, Ediciones
Ateneo, 1977. p. 20.
13
Price Glenn W. Los orígenes de la guerra con México. Versión reducida en Ibid. p. 267.
312
MANUEL DE LA PEÑA Y PEÑA
14
Josefina Vázquez. Op. cit. p. 22.
15
AHSRE. Expediente personal. Legajo 1/131/2621.
313
CANCILLERES DE MÉXICO
Los argumentos que hoy se hacen contra la paz [decía De la Peña y Peña ante
el Congreso] son del mismo carácter que los que se hicieron en 1845; primero
contra el reconocimiento de la independencia de Texas, y después contra las
negociaciones con los Estados Unidos que quiso entablar aquella Administra-
ción [se refería a la de Herrera donde él colaboró como canciller]. Hoy lamen-
tamos que no hubiera prevalecido entonces el sistema de paz: el desengaño de
los hombres que se opusieron a él, no ha podido librar a la República de su in-
fortunio: ha sido tardío y estéril, pero nos da una lección que no debemos olvi-
dar. No la olvidemos, señores, y hagamos un esfuerzo grandioso para que
17
nuestros hijos no maldigan nuestra memoria.
16
Patricia Galeana. Op. cit. p. 17.
17
Los presidentes de México ante la nación 1821-1966. p. 349.
314
MANUEL DE LA PEÑA Y PEÑA
18
Josefina Vázquez. Op. cit. p. 26.
19
Los Presidentes de México... p. 347.
315
CANCILLERES DE MÉXICO
316
MANUEL DE LA PEÑA Y PEÑA
22
AHSRE. Legajo I/131/2621.
317
CANCILLERES DE MÉXICO
318
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
1
Archivo parroquial de Pinos. Acta de bautismo. Libro 54. p. 83.
2
De la Rosa menciona las haciendas en sus escritos y fueron ratificadas por el señor Sabino
Guerrero Segura.
3
De la Rosa lo comenta en el discurso que pronunció en la alameda el 16 de septiembre de 1846.
4
Eliseo Rangel. Francisco García Salinas. p. 86.
5
Elías Amador. Bosquejo histórico de Zacatecas. t. 2. p. 544.
6
Ibid. y Daniel Moreno. Los Hombres de la Reforma. p. 121.
319
CANCILLERES DE MÉXICO
7
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano. “Genaro
Estrada”, México, SRE, L-E-373, Expediente personal de Luis de la Rosa, f. l. (El documento lo firma
Mariano Riva Palacio. Y efectivamente al margen está la firma de Luis de la Rosa).
8
E. Amador. Bosquejo. t. 2. p. 545.
320
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
9
El siglo XIX, 3 de septiembre de 1856. Nota necrológica de Luis de la Rosa redactada por
Francisco Zarco.
10
Archivo José María Lafragua, vol. 916, 54 p.
321
CANCILLERES DE MÉXICO
servirá de texto a la Reforma, y que entonces fue un obstáculo para que siguie-
11
ra con la cartera.
Al día siguiente presentó su renuncia al cargo.
La guerra concluyó y ese mismo día, 14 de septiembre, el país quedó
sin gobierno ante la renuncia de Santa Anna ocupando el gobierno Manuel
de la Peña y Peña, quien se encontraba en la hacienda Canaleja cercana a
la capital. Éste se trasladó a Toluca y ahí nombró a De la Rosa ministro de
Relaciones, cargo que ocupó del 26 de septiembre al 13 de noviembre de
1847, al mismo tiempo se encargó también de las demás secretarías. La
noticia se dio a conocer mediante una circular firmada por el presidente y
publicada en El Monitor; parte de ella se transcribe:
...para comenzar a dar impulso a la administración he nombrado ministro de
Relaciones Interiores y Exteriores al Sr. diputado Luis de la Rosa, autorizándo-
lo para despachar los negocios más urgentes de las demás secretarías del des-
pacho hasta que en Querétaro pueda hacer el nombramiento para los otros mi-
12
nisterios.
En su expediente en la Secretaría de Relaciones se confirma lo anterior, así
como la notificación
13
del traslado del gobierno a Querétaro con fecha 30 de
septiembre.
Desde el día 27 envió una circular a los gobernadores de los estados
acreditándose ya como ministro de Relaciones Interiores y Exteriores. Y de
ella se extrajo: “Las relaciones del Gobierno General de la Unión con los
gobiernos de los Estados serán dirigidos con mayor franqueza y buena fe. 14
Armonía para que no haya desconcierto y confusión en el sistema federal”.
Los ministerios tuvieron que sufrir dificultades abrumadoras durante la
ocupación de México por el ejército de Estados Unidos. Por lo que toca al
Ministerio de Relaciones, muchos de sus empleados abandonaron sus pues-
tos debido al cambio a Querétaro y, principalmente, porque no había dinero
para sus sueldos. Francisco Zarco fue uno de los pocos subordinados que
permanecieron al lado de sus superiores soportando la carga del gobierno.
Luis de la Rosa comprendió todo el valor, la habilidad, la perseverancia
15
y el
patriotismo del joven Zarco, por lo que lo nombró jefe de sección.
11
El Siglo XIX, 3 de septiembre de 1856.
12
El Monitor Republicano, 2 de octubre de 1847.
13
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano “Genaro
Estrada”, L-E-373, f. 4.
14
El Monitor Republicano, 2 de octubre de 1847.
15
Guillermo Prieto, Memorias de mis Tiempos, t. 2. p. 175. Véase Charles Hale. El Liberalismo
mexicano, p. 17. Y Raymond C. Wheat, Zarco el portavoz liberal de la Reforma, p. 16-17.
322
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
16
Enrique Olavarría. México a través de los siglos. t. 8. p. 269.
17
Ibid.
323
CANCILLERES DE MÉXICO
324
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
22
El Siglo XIX, 3 de septiembre de 1856.
23
México, Imprenta de Lara, 1848. 78 p.
325
CANCILLERES DE MÉXICO
24
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
“Genaro Estrada”, L-E-373, f. 7.
25
Ibid. f. 12. En ese momento era senador por Zacatecas.
26
Ibid. f. 13.
27
Ibid. f. 14.
28
Ibid. f. 20-21.
29
Ibid. f. 22.
30
Ibid. f. 23.
31
Ibid. f. 24.
326
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
32
Nueva York, W. G. Stewart, 1849. 54 p.
33
Ch. Hale. El Liberalismo. p. 215.
34
El Siglo XIX, 3 de septiembre de 1856.
327
CANCILLERES DE MÉXICO
35
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
“Genaro Estrada”, L-E-373.
36
Ibid.
37
Ibid. Expediente 1-3-761.
38
Ibid. Esta carta la dirigió Salvador Iturbide a Jorge Law, presidente del banco Dry Dock.
328
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
39
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
“Genaro Estrada”, L-E-373, f. 34-35.
40
Ibid. f. 36.
41
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano “Genaro
Estrada”, L-3-757.
42
Baltimore, Juan Murphy y Cía. 1851, 96 p.
329
CANCILLERES DE MÉXICO
43
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
“Genaro Estrada”, L-E-373, f. 44.
44
Ibid. f. 47.
330
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
45
Ibid. f. 52.
331
CANCILLERES DE MÉXICO
46
Ibid.
47
El Siglo XIX, 3 de septiembre de 1856.
48
México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1853. 84 p.
49
El Siglo XIX, 3 de septiembre de 1856.
332
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
Ocampo, quien a los quince días de ocupar el cargo renunció por diferen-
cias políticas con Comonfort. Para ocupar dicha Cartera se provocó una
crisis ministerial ya que se le ofreció a las siguientes personas: Joaquín
Cardoso, José María Lafragua, Luis de la Rosa y Pedro Escudero, hasta
que la aceptó Miguel Arrioja.
Ese y otros problemas obligaron a Álvarez a reunir a un grupo de respe-
tables liberales —entre ellos, De la Rosa—, con el propósito de consultar-
los para tomar la decisión de continuar en el gobierno o retirarse.
Al día siguiente, el 5 de diciembre, todos los ministros habían renuncia-
do a sus Carteras. El presidente llamó a De la Rosa para encargarle la for-
mación de un nuevo gabinete, pero esta comisión se suspendió por la re-
nuncia de Álvarez.
Ignacio Comonfort fue electo presidente sustituto el 11 de diciembre, y
dos días después nombró ministro de Relaciones a De la Rosa. El Siglo
XIX del 15 de diciembre externó un encendido y entusiasta elogio a él
como estadista.
El día 14, De la Rosa se dirigió a los cónsules para notificarles que es-
taba al frente del Ministerio; a los de Nueva Granada, Chile, España, Fran-
cia y Prusia lo hizo de la manera siguiente:
Al cumplir con este deber el infraescrito se complace en hacerle presente que
todos sus esfuerzos en el desempeño del puesto que se le ha confiado, tenderán
a consolidar y estrechar cada vez más de las buenas relaciones que felizmente
existen entre la República Mexicana y las demás Naciones, cultivando con
ahínco los benévolos sentimientos que unen a ellas y muy especialmente a
aquellas Potencias que como la que dignamente representa a S.E. están ligadas
50
con la mexicana de una manera más íntima.
El cónsul de Chile, Manuel de Elizalde confiando “en la notoria ilustración”
y “conocido patriotismo” del ministro de Relaciones mexicano le contestó:
Que no solamente continuarán las buenas relaciones con las Potencias Amigas,
sino que las de Sudamérica, y especialmente de Chile, se extenderán hasta el punto
que reclaman sus simpatías con México por la identidad de su origen y común
interés, no sólo en materias mercantiles sino en el establecimiento de un políti-
ca verdaderamente americana de que resulte la unión de todos los gobiernos
que formaron antes las colonias españolas, cuyo pensamiento tan esencial a la
50
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
“Genaro Estrada”, L-E-373, f. 71.
333
CANCILLERES DE MÉXICO
51
Ibid. f. 77.
52
Ibid. f. 88.
334
LUIS DE LA ROSA OTEIZA
53
Ibid. f. 92.
54
Ibid. f. 81-89 y 92-96.
55
Ibid. f. 95.
335
CANCILLERES DE MÉXICO
Mariano Otero
Óleo/tela 98 X 74 cm
Autor: S. Martínez Báez, s/f
Galería de Cancilleres
Claustro de Tlatelolco, SRE
336
MARIANO OTERO
MARIANO OTERO
Datos personales
Pensamiento político
1
Jesús Reyes Heroles. (recopilador). Mariano Otero. Obras, México, Porrúa, 1967, t. 2. p. 389.
2
Arroniz. “Datos Biográficos de Mariano Otero”, en Otero, M. Ensayo sobre el verdadero estado
de la cuestión social y política que se agita en México, 3a. ed. México, Universidad de Guadalajara.
p. 12-14.
337
CANCILLERES DE MÉXICO
3
José Barragán Barragán. Mariano Otero, México, Senado de la República, 1987, p. 14-15.
338
MARIANO OTERO
4
J. Reyes Heroles. Op. cit. p. 474.
339
CANCILLERES DE MÉXICO
5
Ernesto de la Torre Villar. Historia documental de México. México, UNAM-IIH. 1969, t. 2. p. 287.
340
MARIANO OTERO
6
J. Reyes Heroles. El liberalismo mexicano. México, FCE, 1978, p. 118.
7
E. de la Torre Villar. Op. cit. p. 219.
341
CANCILLERES DE MÉXICO
defender la soberanía del país; por otro lado, se opone al uso de dichos
bienes argumentando que era necesario economizar y distribuir lo mejor
posible los gastos, señala que se debe diseñar un sistema de contribuciones
que comprometa de forma general y equitativa a todos los individuos a
sostener la guerra y el Ejército. De esta forma, el gasto bélico sería facul-
tad del gobierno pero apoyado en todos los ciudadanos.
En 1847, la participación política de Otero se inicia cuando es nombra-
do presidente del Congreso. En él tratará aspectos esenciales referentes a
cómo firmar el acuerdo de paz con Estados Unidos. Asimismo, el proble-
ma sobre la forma en que debía continuarse la guerra es parte central del
quehacer político del abogado jalisciense. En septiembre de ese año parti-
cipa en las negociaciones sobre el armisticio con los estadunidenses. El
presidente Manuel de la Peña y Peña dispuso que la comisión negociadora
acudiera a Mariano Otero para que le consultaran, pues lo consideraba un
hombre letrado y sus opiniones eran importantes para el país. Por su parte,
el joven abogado no estaba de acuerdo con la forma en que aquel país
quería establecer la paz. Opinaba que era mejor resistir la guerra hasta
encontrar mejores condiciones para negociar; de igual manera, considera-
ba que después de la ocupación de la Ciudad de México nos encontrába-8
mos presionados para pactar una paz que nos haría más subordinados.
Es por este motivo que Otero rechaza y critica las negociaciones de la
Casa de Alfaro, en las cuales el gobierno también cedía Nuevo México a
los norteamericanos. Este hecho era considerado una condición para firmar
la paz; ante esta situación, Otero menciona que: “la
9
guerra que los Estados
Unidos nos hacen es ya una guerra de conquista”.
Por fin, el tratado de paz es firmado el 2 de febrero de 1848, sin embar-
go, al pasar al Congreso para su ratificación, en mayo del mismo año, Ote-
ro es uno de los cuatro diputados que vota en contra. La argumentación del
abogado se basó fundamentalmente en señalar que la Constitución prohi-
bía al Ejecutivo una negociación de la naturaleza contenida en el Tratado;
con esto pretendía que el Tratado se sometiera al examen de la legislatura
de los estados.
8
J. Reyes Heroles. (recopilador). Op. cit. p. 593.
9
Ibidem. p. 540.
342
MARIANO OTERO
10
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
Expediente personal de Mariano Otero. 1848. L-E-1773.
343
CANCILLERES DE MÉXICO
11
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
Correspondencia diplomática de la Legación mexicana en Inglaterra, 1848, L-E-1638.
344
MARIANO OTERO
345
CANCILLERES DE MÉXICO
12
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano.
Correspondencia con el Ministro plenipotenciario de México en Londres, 1848, L-E-2099.
346
MARIANO OTERO
347
CANCILLERES DE MÉXICO
348
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
Antonia Pi-Suñer
1
Guillermo Prieto. Memorias de mis tiempos. México, Librería de la Vda. de Bouret, 1906. p. 160.
2
Loc. cit.
3
Ibidem. p. 72-73.
349
CANCILLERES DE MÉXICO
y que solía pasarse horas enteras boca arriba en su catre, leyendo o estu-
diando, sin acordarse de probar bocado. En cuanto su carácter nos dejó
dicho que:
Le encantaba el sofisma de la discusión, era su placer apoderarse de los argu-
mentos del contrario, ampliarlos, robustecerlos, hacerlos aparecer unos instan-
tes como triunfando... para devastarlos de un soplo, exponiendo entre los es-
combros de sus raciocinios, anonadando a su adversario vencido... y volvién-
4
dole la espalda con indiferencia.
Esta brillantez de Lacunza hizo que, aún siendo estudiante, se ganase una
beca concedida por el entonces presidente Manuel Gómez Pedraza, para
que pudiese sostenerse en sus estudios. Por ello vemos que, efectivamente,
desde el punto de vista económico, no tenía una vida muy holgada.
Tanto José María como Juan Nepomuceno se distinguieron desde muy
jóvenes por sus creaciones literarias. En 1836 fueron los fundadores, junto
con sus amigos Guillermo Prieto, Manuel Carpio, Manuel Tossiat Ferrer y
Andrés Quintana Roa, de la Academia de San Juan de Letrán. Ésta fue la
primera institución cultural en los anales de la historia de México. Los
estudiosos de la cultura mexicana nos dicen que con esta academia se ini-
ciaron los movimientos romántico y nacionalista, que se expresaron en
poemas y novelas cortas. Es interesante seguir de nuevo a Prieto en la
narración que hace acerca de cómo se formó la institución:
Concurríamos a hora determinada los nombrados al cuarto de Lacunza, y tan
de su gusto era la tertulia que éste se daba traza para que no lo distrajese ocu-
pación chica ni grande... Arrellanábase en su sillón, con su levita café de traba-
jo, en que reía insolente uno que otro chirlo con licencia absoluta, ni había go-
rrito, ni pantufla, ni nada del uniforme de bufete como hoy se estila... Después
de leer el autor la composición, pedíamos la palabra para hacer notar sus defec-
tos, y a veces aquélla era una zambra tremebunda... Por estricta mayoría se
aprobaba o se corregía la composición. Tenían ostensiblemente aquellos ejer-
cicios literarios el aspecto de un juego, pero en el fondo y merced al saber de
Lacunza, los nuestros eran verdaderos estudios dirigidos por él las más de las
5
veces.
Al decir de Prieto, la Academia también tuvo gran importancia al demo-
cratizar los estudios literarios y distinguir sólo el mérito,
6
sin importar ni la
edad, ni la posición social, ni los bienes de fortuna. Es evidente que, junto
4
Ibidem. p. 73.
5
Ibidem. p. 165-166.
6
Ibidem. p. 216.
350
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
7
Esta novela ha sido atribuida a José Ma. Lafragua, quien firmaba con las mismas iniciales que
Lacunza. Después de un detenido estudio sobre la cuestión, Celia Miranda Carabés sostiene que su
autor fue José Ma. Lacunza, Cfr. C. Miranda C. La novela corta en el primer romanticismo mexicano.
México, UNAM, 1985. p. 127.
8
Josefina Muriel. “El Real Colegio de San Ignacio de Loyola”. Los vascos en México y su
Colegio de las Vizcaínas: (1734-1863). México, CIGATAM, 1987. p. 55 y 66.
9
Antonia Pi-Suñer Llorens. “El Colegio de la Paz (1861-1982)”. Los vascos en México y su
Colegio de las Vizcaínas. p. 76-79.
351
CANCILLERES DE MÉXICO
10
José Ma. Lafragua. Miscelánea política. Manuscrito, s. f.
11
Loc. cit.
12
Memoria del Ministerio de Relaciones Interiores y Exteriores leída al Congreso general en enero
de 1850. México, Imprenta de Vicente García Torres, 1851; Memoria leída en las Cámaras en 1851
por el Secretario de Relaciones Interiores y Exteriores. México, Imp. de Vicente García Torres.
13
Niceto de Zamacois. Historia de Méjico, desde sus tiempos más remotos hasta nuestros días.
Barcelona-Méjico, J.F. Parrés y Cía., 1880, t. 13, p. 410-418.
352
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
Extraño parecería que este cuadro de mejora a las personas que se han acos-
tumbrado a no ver más que males en la suerte de la República; pero él es real-
mente más ventajoso que el que pudiera presentarse en cualquier periodo de
igual duración de la existencia de la nación mexicana: ha sido hecho el progre-
so bajo auspicios los más adversos que pudieran imaginarse, y en cuanto a su
verdad, los monumentos existen para atestiguarla. La administración que va a
concluir, no por la violencia, sino por obedecer a la ley, se retira sin remordi-
miento, pues lleva la conciencia de haber hecho todo lo que ha podido y mucho
14
más de lo que se esperaba en beneficio público.
14
Memoria leída en las Cámaras en 1851 por el secretario de Relaciones Interiores y Exteriores.
México, Imp. de Vicente García Torres, 1851. p. 43.
15
México, Secretaría de Relaciones Exteriores. Archivo Histórico Diplomático Mexicano, José
Ma. Lacunza. Expediente personal. LE 371. f. 32.
16
AEEM, Caja 52. Despacho Nº 69.
17
Enrique Olavarría y Ferrari, “México independiente”. México a través de los siglos. México,
Cumbre [s.f.], t. 8. p. 316.
353
CANCILLERES DE MÉXICO
354
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
23
posible sucesor. Se le ofreció y se negó. Sin embargo, en abril de 1862,
Juárez lo nombró ministro de Hacienda en lugar de José González Echeve-
rría. Así, quedó prevista su marcha a Orizaba,24 junto con Jesús Terán, para
llegar a un arreglo con los intervencionistas, mismo que no se logró ya
que por aquellos días advino la ruptura entre las potencias involucradas,
retirándose de México las tropas españolas e inglesas. A partir de 1863, el
nombre de Lacunza ya no apareció entre los de las personas que rodeaban
o apoyaban a Juárez. Recordemos que en septiembre 25
de aquel año hubo
una gran querella entre moderados y radicales, seguramente el distan-
ciamiento del grupo juarista por parte de don José María advino también
por aquellas fechas.
En 1864 Lacunza, junto con varios otros liberales moderados, vino a
engrosar las filas imperialistas. Acerca de la colaboración con el Imperio
por parte de varios connotados moderados, Jesús Terán escribiría desde
Europa a Juárez:
23
J. Tamayo. Op. cit. vol. 5. p. 355.
24
Ibidem. vol. 1, p. 342.
25
Walter V. Scholes. Política mexicana durante el régimen de Juárez: 1855-1872. México, FCE,
1972, p. 129-144.
26
J. Tamayo. Op. cit. vol. 9, p. 634.
27
Manuel Rivera Cambas. Historia de la intervención europea y norteamericana en México y del
Imperio de Maximiliano de Habsburgo. México, Tipografía de Aguilar e hijos, 1980. vol. 2. p. 469.
28
Manuel Payno. Cuentas, gastos, acreedores y otros asuntos del tiempo de la intervención
francesa y del imperio de 1861 a 1867. México, Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1981. p. 694.
29
M. Rivera Cambas. Op. cit. vol. 2. p. 525.
355
CANCILLERES DE MÉXICO
30
El Diario del Imperio. 7 y 8 de julio de 1865.
31
M. Rivera Cambas. Op. cit. vol. 3. p. 67-68.
32
Ibidem. vol. 3. p. 262.
33
J. Tamayo. Op. cit. vol. 11. p. 436.
34
Samuel Basch. Recuerdos de México. Memorias del médico ordinario del emperador Maxi-
miliano. 1866-1867. México, Nabor Chávez, 1870. p. 81-82.
35
J. Tamayo. Op. cit. vol. 11, p. 835.
36
Francisco de Paula de Arrangoiz. México desde 1808 hasta 1867. México, Porrúa, 1974
(Colección Sepan Cuántos, 82). p. 866.
37
J. Tamayo. Op. cit. vol. 12. p. 1081.
356
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
Vuestra Excelencia comprenderá que el hecho de que una gran parte de los me-
jicanos ha aceptado la intervención francesa, de que ha aceptado igualmente el
imperio y lo sostiene hoy, a pesar de los principios republicanos, que fueron
los de su niñez, establece un poderoso argumento porque a la idea de interven-
ción y de imperio va unida la de la buena fe del orden, de la fidelidad al go-
bierno y, por consiguiente, la de la independencia de la raza latina en el Nuevo
38
Mundo.
38
N. de Zamacois. Op. cit. vol. 18. p. 406.
39
Ibidem. vol. 18. p. 404.
357
CANCILLERES DE MÉXICO
358
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
40
Antonio de la Peña y Reyes. Insubsistencia de una Convención. México, Secretaría de Rela-
ciones Exteriores, 1928. p. 5.
41
Loc. cit.
42
Manuel Payno. La Convención española. México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1857. p. 27.
43
Reseña Histórica de las negociaciones diplomáticas entre España y México. Madrid, Tipografía
de J. Casas y Díaz, 1857. p. 12-14.
44
Ibidem. p. 19.
359
CANCILLERES DE MÉXICO
45
La Convention Espagnole. Réponse au Mémoire composé a ce sujet par don Manuel Payno.
París, Imprimerie de Guiraudet et Jouast, 1858. p. 19.
46
Memoria leída en las Cámaras en 1851 por el secretario de Relaciones Exteriores, México, Imp.
de Vicente García Torres, 1851. p. 5-7.
47
A. de la Peña y Reyes. Op. cit. p. 4-7.
360
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361
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50
Loc. cit.
362
JOSÉ MARÍA DE LACUNZA BLENGIO
BIBLIOGRAFÍA
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Mariano Yáñez
Óleo/tela 98 X 74 cm
Autor: S. Martínez Báez, s/f
Galería de Cancilleres
Claustro de Tlatelolco, SRE
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MARIANO YÁÑEZ
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Eduardo Giles
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MARIANO MACEDO
MARIANO MACEDO
Eduardo Giles
Daniel Herrendorf∗
∗
Filosofía de los Derechos Humanos. México, Comisión Nacional de los Derechos Humanos,
1992. p. 65.
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CANCILLERES DE MÉXICO
Las (especulaciones políticas) que ahora se presentan son admirables por su va-
riedad. La monarquía absoluta, la dictadura militar, las bases orgánicas, la
agregación a los Estados Unidos, el comunismo, la preponderancia de la raza
1
Lilia Díaz. “El liberalismo militante”. Historia General de México. México. El Colegio de
México (4 volúmenes), p. 89.
370
MARIANO MACEDO
indígena; todos estos extravíos tienen sus apóstoles, sus escritores, sus conspi-
radores; mientras que el gobierno, sin plan, sin apoyo político, sin fuerza, se
2
reduce a conservar el statu quo y vivir de la inercia general...
A todo esto, se le añadían diversos problemas que el país tenía que enfren-
tar con las potencias europeas. Durante la gestión de Macedo al frente de
la Cancillería, nuestro país mantenía relaciones diplomáticas con España,
Francia, Gran Bretaña, Rusia y Bélgica en Europa, caracterizadas por una
serie de altibajos a consecuencia de los reclamos de algunos de esos países
por obligaciones contraídas con acreedores extranjeros. A mediados de
1851, Gran Bretaña endureció su posición y el gobierno mexicano tuvo
que ceder en algunas concesiones. Cabe señalar que las presiones estuvie-
ron encaminadas a que México permitiera la construcción de un paso por
el Istmo de Tehuantepec.
No es extraño por ello, que en este clima de tanta falta de estabilidad
política, los ministros, y aun los gobiernos, duraran tan poco en sus cargos.
Lo cual no fue obstáculo para que personajes, con un gran sentido del pa-
triotismo, se hicieran cargo de los asuntos internacionales de México, co-
mo fue el caso de Mariano Macedo, quien resistió hasta donde pudo las
presiones del exterior, teniendo en mente siempre la supervivencia de la
nación mexicana.
Por otra parte, a menos de un lustro de la guerra que costó al país cerca
de la mitad de su territorio, las relaciones con Estados Unidos se comen-
zaban a regularizar, al mismo tiempo que poco a poco se incrementaba
nuestra presencia en Latinoamérica. No obstante, los intereses de muchos
latinoamericanos eran Estados Unidos y Europa, desatendiendo las rela-
ciones con los países vecinos, y cuando se abrían las fronteras con esas
naciones casi siempre era para debatirse en guerras por problemas limítro-
fes. En esa época, las relaciones de México con Brasil eran titubeantes,
mientras que con Guatemala aún estaba en discusión la anexión del Soco-
nusco a Chiapas y la definición de la frontera de México y Guatemala.
Entre ambos países se daban frecuentes problemas por la invasión de indí-
genas a nuestro territorio.
2
Citado por Patricia Galeana de Valadés. Las relaciones Iglesia-Estado durante el segundo
Imperio. México, UNAM, 1991. p. 31.
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