Caso Pedro
Caso Pedro
Caso Pedro
social. Él la había llamado en medio de la noche para decirle que no podía más. Había llorado y
hablado de suicidio. La asistente social explicó que vivía solo, que ella no se sentía capaz de
ayudarlo y que su psicoterapeuta estaba de vacaciones. Aconsejó internarlo. El paciente estaba
retraído y tenso y pidió disculpas por los problemas que estaba causando. Se relajó cuando se
le dijo que podía permanecer en el hospital, y no tuvo objeciones cuando se le indicó la
habitación que por el momento debía compartir con tres pacientes mayores.
Pedro nació y creció en un pueblo de campo. A los cinco años perdió a su padre quien murió en
un accidente de autos. Después de la muerte de su padre, su madre logró obtener ingresos
trabajando de camarera en una confitería local. El paciente era hijo único y le había ido bien en
la escuela y nunca había dado a su madre ningún tipo de problema. Ella no se volvió a casar.
Eran muy unidos y él hacía todo lo posible para satisfacerla. Aún de niño, solía entender que la
vida no era fácil para ella y que ella era todo lo que él tenía. Se comportaba bien en la escuela,
y siempre hacía lo que las maestras le pedían, todo el tiempo estaba dispuesto a aceptar las
tareas adicionales que sus compañeros no querían realizar y aparentemente siempre estaba
contento de complacer a los demás. A los 16 años quiso ser técnico en computación, pero esto
significaba irse a una ciudad a más de 100 millas de su casa y a su madre no le gustó la idea.
Cuando es internado esta vez en el hospital, estaba orientado con respecto al tiempo, espacio y
persona. La mañana de su internación, estaba indeciso con respecto a quedarse o irse a su casa
y pidió consejo. Explicó que había sentido pánico la noche anterior y que había reaccionado mal
pero que ahora se sentía bien de nuevo. Dijo que su psicoterapeuta le había aconsejado que no
buscara refugio en hospitales. Su asistente social por otro lado, le dijo que buscara un
"tratamiento real", esta vez, y que se quedara ahora un par de semanas o aún de meses. No
estaba ni deprimido ni ansioso, se lo veía cómodo durante la entrevista y hablaba en forma
coherente. Cuando se le preguntó por su actitud para con los demás, el paciente declaró que le
gustaba estar con otra gente. Dijo que no le gustaba estar solo y que en realidad se sentía
perdido cuando lo estaba. No tenía dificultad para relacionarse con otra gente y se sentía
confortable con casi toda la gente. Aseguró que no tenía problemas con algunos colegas que
eran considerados difíciles por otras personas. A menudo estaba deprimido, pero estos
sentimientos se iban después de un par de horas, especialmente cuando podía hablar con
alguien. También sentía “pánico” cuando tenía que tomar decisiones. En el curso del examen,
no se hicieron evidentes síntomas de ansiedad característicos de una crisis de pánico. El examen
físico no reveló anormalidades. Las pruebas de sangre, incluyendo las de función tiroidea,
estaban dentro de los límites normales, tal como lo fueron otros estudios especiales como el
EEG y el mapeo cerebral.
Cuando se le dijo que no había necesidad de que se quedara en el hospital pero que siempre
habría alguien disponible cuando sintiera que no podía hallar soluciones sólo, aceptó irse a su
casa. Durante las siguientes dos semanas, llamó dos veces para preguntar sobre cosas triviales
y luego retomó sus sesiones con su psicoterapeuta.