Cuando Todo Estava Perdido 1
Cuando Todo Estava Perdido 1
Cuando Todo Estava Perdido 1
21
Pasando otra vez Jesús en una barca a la otra orilla, se reunió alrededor de él una gran
multitud; y él estaba junto al mar.22 Y vino uno de los principales de la sinagoga, llamado
Jairo; y luego que le vio, se postró a sus pies,23 y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está
agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá.24bY le seguía gran
compañía, y le apretaban. 25Y una mujer que estaba con flujo de sangre doce años hacía, 26Y
había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada había
aprovechado, antes le iba peor, 27Como oyó hablar de Jesús, llegó por detrás entre la compañía, y
tocó su vestido. 28Porque decía: Si tocare tan solamente su vestido, seré salva. 29Y luego la fuente
de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. 30Y luego Jesús,
conociendo en sí mismo la virtud que había salido de él, volviéndose á la compañía, dijo: ¿Quién ha
tocado mis vestidos? 31Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién
me ha tocado? 32Y él miraba alrededor para ver á la que había hecho esto. 33Entonces la mujer,
temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le
dijo toda la verdad. 34Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva (griego: sesoken – curada o
salvado):ve en paz, y queda sana (griego: hugies – curada o sana) de tu azote.
“Y una mujer que estaba con flujo de sangre doce años hacía” (v. 25). Esta mujer ha sufrido a
manos de muchos médicos, que tomaron su dinero sin curarla. Sus circunstancias son muy
diferentes a las de Jairo. Su flujo, probablemente flujo vaginal, la ensucia ritualmente, aislándola de
todo contacto humano. No solo se le considera manchada o impura, pero también su tacto mancha a
cualquiera que toque. Ella ensucia hasta la cama en la que duerme y la silla en que se sienta, y
éstas después transmiten su impureza al que las toque (Lev. 15:25-30). Dada la facilidad con la que
un hombre puede divorciarse de su mujer (véase Mateo 5:31), parece probable que ya hacía mucho
tiempo que su marido se habría divorciado de ella. Su condición haría imposible que ella encontrara
un trabajo como sirvienta doméstica. Irónicamente, su condición la rinde incapaz de poder asistir a la
sinagoga de Jairo (Cousar, 410). Su situación es parecida a la de un leproso (véase Levitico 13:44-
46). Está completamente aislada de cualquier contacto social. Este tipo de aislamiento debe ser casi
inaguantable. Está claro que esta mujer es una “forastera” – una persona que no cuenta – que no
pertenece.
“Como oyó hablar de Jesús, llegó por detrás entre la compañía, y tocó su vestido” (v. 27).
Jairo se acercó a Jesús directamente, cara a cara, pero esta mujer se acerca a Jesús por detrás,
escondida entre la multitud.
Ella cree que con solo tocar el vestido de Jesús se curará (v. 28). Habiendo tenido que evitar
tocar a otros durante tantos años, requeriría un gran esfuerzo de su parte para estirar la mano y
tocar el vestido de Jesús. Aunque ella haya oído la historia de Jesús tocando un leproso (1:41), sería
difícil imaginar que Jesús invitase su contacto.
Sin embargo, “En vez de que la impureza pase de la mujer a Jesús, el poder de sanar fluye de Jesús
a la mujer” Inmediatamente al tocar el vestido de Jesús, “la fuente de su sangre se secó; y sintió en
el cuerpo que estaba sana de aquel azote” (v. 29). Jesús se da cuenta de que virtud ha salido de él y
pregunta,“¿Quién ha tocado mi vestido?” (v. 30). Al oír esto, los discípulos piensan que es una
pregunta poco razonable, considerando la multitud que le rodea. Sin embargo, la mujer cae ante
Jesús y le dice toda la verdad (v. 33). Jesús dice, “Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y
queda sana de tu azote” (v. 34). Fíjese que, al tocar sus vestidos, ella quedó sana de su
enfermedad. Pero, solo después de que ella se presenta a Jesús él dice, “Hija, tu fe te ha hecho
salva (sozo – te ha salvado)” (Williamson, 110).
La palabra “hija,” puede sonarnos algo paternal para los del siglo XXI, pero en la época de Jesús
era una manera normal de dirigirse. El uso de la palabra refleja un cariño y una aceptación que esta
mujer no habrá sentido por mucho tiempo – una hija es un ser querido de una familia. En este
contexto, “hija” es una palabra que salva.
35Hablando aún él, vinieron de casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija es muerta; ¿para
qué fatigas más al Maestro? 36Mas luego Jesús, oyendo esta razón que se decía, dijo al príncipe de
la sinagoga: No temas, cree solamente. 37Y no permitió que alguno viniese tras él sino Pedro, y
Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. 38Y vino á casa del príncipe de la sinagoga, y vio el alboroto,
los que lloraban y gemían mucho. 39Y entrando, les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La
muchacha no es muerta, mas duerme. 40Y hacían burla de él: mas él, echados fuera todos, toma al
padre y á la madre de la muchacha, y á los que estaban con él, y entra donde la muchacha
estaba. 41Y tomando la mano de la muchacha, le dice: Talitha cumi; que es, si lo interpretares:
Muchacha, á ti digo, levántate. 42Y luego la muchacha se levantó, y andaba; porque tenía doce
años. Y se espantaron de grande espanto. 43Mas él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo
que le diesen de comer.
“Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas más al Maestro?” (v. 35). Esta historia nos recuerda a la
resurrección de Lázaro en Juan 11. Si Jesús hubiera llegado antes, hubiera podido prevenir la
muerte de Lázaro. Una vez que Lázaro estaba muerto, Marta y María perdieron esperanza en el
poder de Jesús para ayudarle. Marcos no describe como reacciona Jairo al ver a gente lamentando,
pero nos podemos imaginar la desolación que sentiría al ver que el rito de los muertos ya había
empezado.
“Y no permitió que alguno viniese tras él sino Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de
Jacobo” (v. 37). Estos hombres constituyen el circulo más intimo de Jesús, y más adelante Jesús
les invitará a acompañarle en la Transfiguración (9:29) y en Getsemaní (14:33).
Jesús “vio el alboroto, los que lloraban y gemían mucho” (v. 38). El rito de luto incluye gente que
lamenta de manera profesional, que gime y llora, se bate el pecho, se tira del pelo, y rasga sus
prendas. Flautas tocan canciones de lamentación. Estas acciones avisan a la comunidad de la
muerte.
A la multitud, les dice, “La muchacha no es muerta, mas duerme” (v. 39). El último comentario es
difícil de comprender ya que ésta es una historia de resucitar en vez de sanar. Quizá Jesús quiere
decir que la muerte de la niña es solo temporal y que se despertará con su llamada.
“Y hacían burla de él” (v. 40). Este comentario deja claro que la multitud no duda la muerte de la
niña, y nos prepara para la dificultad del milagro que requiere.
Jesús limita sus testigos de sanar/resucitar a la niña a los padres de la niña y “á los que estaban con
él” (Pedro, Jacobo, y Juan) (v. 40). “Y tomando la mano de la muchacha, le dice: Talitha cumi; que
es, si lo interpretares: Muchacha, á ti digo, levántate.” “Talitha cumi“
“Y tomando la mano de la muchacha” (v. 41). El tocar a la niña va contra de la ley del Tora, que
rinde impuro a quien toque un cuerpo muerto hasta la noche (Lev. 11:39), o por siete días (Num.
19:11). Tal persona debe pertenecer fuera del campamento (Num. 5:2-3).