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EL ASTUTO ARMADILLO Y EL TRAMPOSO ZORRO

(Cuentan Los Araucanos - Bertha Koessler -Ilg)

https://www.youtube.com/watch?v=Xfm0E1_xpPQ&t=47s

El cuento que quiero narrar es tan viejo que no sé muy bien


cuándo sucedieron esos hechos. De todos modos, nuestros
antepasados eran entonces todavía pillanes y al llegar el invierno,
acostumbraban calentar a sus pobres animales desnutridos en los
volcanes, en las faldas de las montañas donde los albergaban. No les
podían dar alimento. Sólo les resultaba posible cuidarlos del frío y la
nieve.
Por eso, el tragalotodo, el zorro colorado de la cordillera de los
Andes se topó un buen día con un hambre fuerte, hambre feroz...
No encontraba nada, nada que comer.
Pero a él se lo comían los sabañones: küwü, el bicho invisible, se
había introducido como una espiral bajo la piel de sus patas y vivía
alegremente, dando vueltas, bailando, haciendo diabluras e
impertinencias, sin descanso. El küwü, el alma del sabañón, nunca
duerme, como los piojos.
Comía de día y de noche, taladrándole las patas al pobre zorro.
Daba lástima verlas, hinchadas y tumefactas. ¡Y día y noche los küwü
no sólo crecían, sino también se multiplicaban!
Tan torturante como el küwü, era el hambre.
Por suerte las estrellas de la constelación Chau- Acháwal, que
formaban la gallina con los pollos, tales como los veían nuestros
antepasados, estaban a gran altura en el firmamento, porque si no el
tragalotodo zorro, con un zarpazo, las hubiera devorado.
El pobre zorro colorado no sabía cómo hacer para buscarse
alimento: las avestruces y los guanacos era veloces para darles caza
y además le conocían la manía. ¿Y quién no conoce al tramposo
zorro?
¿Atacar a las cabras y ovejas? Ni pensarlo. Los protegían
demasiado bien unos perros bribones, de atroces colmillos. Mara, la
gorda liebre de la cordillera, no salía de su madriguera con un tiempo
tan malo. Los pájaros, desgraciadamente, tenían alas. Las
aristócratas nutrias, de gruesa piel, y su no menos distinguida
parentela, se reían de él y lo miraban riendo desde el seguro refugio
de sus escondites, mascando y tragando sin cesar. ¡Estaban bien
protegidas, entre las rocas y el agua!
Y las lagartijas no le gustaban al zorro. Eran de un sabor amargo
y el zorro sólo se dignaba a comerlas en caso de gran apuro, en los
momentos de mayor desesperación: pero ahora, en invierno, dormían
apaciblemente sobre la falda del volcán.
Cuando el invierno era muy cruel, como ahora, el zorro debía
devorar a las lauchas y ratones del monte, mientras la oropéndola
negra se reía de sus dificultades. Aquel pájaro burlón tenía suerte de
vivir tan alto en las tupidas ramas de los árboles: de lo contrario, bien
caro le hubiera hecho pagar él su estúpido canto: "Wilú, wilú wilú"...
Tristón vagabundeaba por el monte el zorro colorado, mientras
en su casa esperaban que trajera alimento. Gran trabajo era éste para
un padre de familia tan numerosa: sus hijos devoraban de un modo
que daba miedo y como si esto fuera poco, la madre estaba lista para
alumbrar uno nuevo. Además, era muy gruñona y hasta mordía al
zorro cuando tenía hambre y sentía ira.
De pronto, el corazón del zorro empezó a brincar de júbilo. Había
visto las huellas de un peludo o armadillo. ¡Qué pisadas grandes!
Debía ser un animal muy viejo, gordo y pesado. Una hembra, con
seguridad...
A cazar, pues.
No tardó en alcanzar al peludo. También éste buscaba comida
porque no tenía provisiones en su cueva.
-¡Qué hermoso armadillo! -se dijo el zorro -. ¡Cómo brilla su
amarillenta panza debajo de la caparazón! ¡Con qué lentitud camina
debido al peso de su panza! ¡Ah! ¡Qué colcha de fina grasa, casi
derretida ya! ¡Por fin! ¡Esto sí que es un bocado digno de un zorro
padre de familia, digno de un cazador famoso de la cordillera nevada!
Cuando se disponía a dar su famoso salto, el armadillo lo vio. Se
sintió perseguido y tuvo tiempo de meter bajo la arena la trompuda
cabecita...
-¡A salvar la mejor parte! -se dijo, escarbando y moviendo las
ágiles patas.
Con tanta vehemencia lo hacía que volaba lejos la arena
mezclada con nieve. ¡Daba pena verlo! ¡Cómo temblaban sus pelitos
ralos, rubios y finos!
Conviene saber que, en esa remota época, los armadillos no se
escondían aún en la tierra. Por eso había tantas matanzas. Igual
suerte corrían sus parientes, pobres inocentes que se buscaban la
vida donde a otros le habría asqueado hacerlo. Debido a su pereza y
a la escasa protección de su coraza, los atrapaban los carnívoros
hambrientos...
Por eso, asustado, el armadillo, al ver que el zorro se le acercaba
con malas intenciones, giró un poco la trompita y fingiendo escuchar,
dijo a media voz:
- Pido un momento de paciencia. Hay algo importante a la vista.
Y, cambiando de voz, agregó:
-Ya, ya ahora mismo.
Fingió escuchar a los que estaban abajo. Susurró, musitó,
gimió...y tiró arena. Escarbaba con todas sus fuerzas y del hoyo
volaba cada vez más arena. De vez en cuando, les decía a los de
abajo:
-Sí, aquí no más estoy. Y aquí no más está él. ¿Vendrán pronto?
¿Lo agarró? ¡A sus órdenes! ¿De qué lado darán el salto?
El hambriento zorro, muy impaciente y que desconfiaba un poco
ya, gritó:
- ¿Con quién estás hablando? ¿Quién es? ¿Dónde está?
El astuto armadillo, metido ya hasta el ombligo en el hoyo
arenoso, dijo entonces:
-¡Bah no tiene importancia! Soy cazador de los que están ahí
abajo... Se hallan reunidos y hablan de un pelirrojo muy ladrón...
Aúllan: "¡Venganza! ¡Venganza!" y gritan como toros...
-¿Qué más dicen? -repuso el zorro-. ¡Apúrate tengo hambre!
Mientras tanto, el hoyo se agrandó y el armadillo desapareció por
completo en él. Ya estaba muy abajo cuando gritó:
-Dicen los lonkos (jefes) que hoy matarán a todos los pelirrojos,
ladrones, ladinos y falsos. Carnearán a todos los que persiguen a los
hermanos de caparazón...Ahí abajo, hay gran fiesta y banquete de
carne...
Y el armadillo desapareció allí.
Desde ese día, la cabeza del armadillo tiene una hendidura en el
sitio donde se une con la trompa. Y cuando se ve amenazado, se
hunde rápidamente en la tierra con la velocidad del rayo: en un
momento escarba con la trompita y hace con las patitas un hoyo, que
suele medir varios metros de profundidad.

VOCABULARIO

Pillañ: V. Huen Pilláñ


Huen Pillañ de Huene, cielo, y Pillañ, demonio. Es el alma de un antepasado, que
vive generalmente en un volcán. Antes, cada familia tenía su pillan; hoy, según las
creencias, hay sólo uno. Era un ser protector o vengador, y su favor se compraba con
sacrificios humanos, animales, etcétera. Era el dueño de los diluvios, los rayos, las piedras
y muchas calamidades. A veces pedía perentoriamente muchos sacrificios. Lo temían y
veneraban mucho. Pillañ puede significar también montaña, volcán, espíritu de las alturas.
Pire: Nieve. Pire mahuida: cordillera nevada.
Küwü : Un animal de fábula que se introduce en el cuerpo, de preferencia sobre los
pies, picando de una manera penosísima, causando sabañones. Tiene forma de espiral y
es muy pequeño y molesto.
Chan o Chawn Achahual : gallina con pollos, constelación (o Acháwal).
Mará : liebre de la cordillera. Cuadrípedo parecido al venado. Vive en cuevas.
Kofür : peludo, armadillo (Dasy pus minutus).
Mahuida: selva, bosque, montaña.
Lonko : cabeza, jefe, sobre todo en tiempo de guerra. V. Toki.
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