Revista Juridica 80
Revista Juridica 80
Revista Juridica 80
REVISTA JURÍDICA
DEL MINISTERIO
PÚBLICO
N˚80
Diciembre 2020
Fiscal Nacional y Representante Legal:
jorge abbott charme
Comité Editorial:
pablo campos muñoz
coordinador
eva curia castro
sandra luco castro
sebastian salinero echeverria
antonio segovia arancibia
Colaboradores:
carol donoso schwarz
andrea gonzález leiva
soledad poblete moya
La Revista Jurídica del Ministerio Público (ISSN N°2735-6094) es una publicación de la Fiscalía Na-
cional de la Institución, continuadora del Boletín del Ministerio Público, cuyo primer número fue
publicado en mayo de 2001. Durante su primer año de publicación, fue editado mensualmente.
Durante el año 2002 lo fue cada dos meses y, en el 2003, el incremento del material de difusión
generado por la Reforma, forzó su edición trimestral, para fortalecer la recopilación y selección del
material a publicar. A partir del año 2016 pasa a tener una periodicidad cuatrimestral.
Contenidos: 1.- Jurisprudencia; 2.- Comentarios de Jurisprudencia (artículos en que autores
pertenecientes al Ministerio Público o externos analizan aspectos doctrinarios interesantes de
fallos correspondientes al nuevo procedimiento penal) y 3.- Artículos e Informes de autores
pertenecientes al Ministerio Público o externos que analizan diversos temas de derecho, prin-
cipalmente derecho penal y procesal penal, o se informa sobre distintos aspectos relativos a la
reforma procesal penal.
Las sentencias publicadas en esta Revista se encuentran diagramadas de acuerdo al estilo de
edición de la misma y sus textos son la transcripción de los originales, salvo cuando involucran a
menores de edad, a víctimas de delitos de índole sexual o violencia intrafamiliar, o testigos cuya
identidad no debe ser difundida, casos en el cuales los nombres de las víctimas y/o testigos y pa-
rientes, son reemplazados por sus iniciales para resguardar su identidad.
Las expresiones contenidas en los artículos publicados son de exclusiva responsabilidad de sus
autores y no representan, necesariamente, la opinión del Ministerio Público.
El Ministerio Público autoriza la reproducción del contenido de esta publicación, siempre y cuan-
do se cite al autor, el número y año de la publicación y no se utilice para fines comerciales.
P. 2
índice de contenidos
PRÓLOGO
página nº5
P. 3
UNIDAD DE COOPERACION UNIDAD ESPECIALIZADA EN
INTERNACIONAL Y EXTRADICIONES LAVADO DE DINERO, DELITOS
página nº89 ECONÓMICOS, MEDIOAMBIENTALES
Y CRIMEN ORGANIZADO
sentencia comentada página nº132
EL PROCEDIMIENTO DE EXTRADICIÓN
PASIVA NO ES UN JUICIO ORAL artículo
álvaro hernández ducos ¿EXCLUSIÓN TEMÁTICA DE LA PRUEBA
página nº90 TESTIMONIAL? UN ANÁLISIS A
PROPÓSITO DEL DENOMINADO CASO
“FRAUDE CARABINEROS” O CASO “VERDE
UNIDAD ESPECIALIZADA EN AUSTRAL”
DERECHOS HUMANOS, VIOLENCIA camila guerrero martínez
página nº133
DE GÉNERO Y DELITOS SEXUALES
página nº101
P. 4
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
prólogo
Presentamos el número 80 de esta publicación que tiene por fin difundir trabajos doctri-
narios, jurisprudencia en materia penal sustantiva y procesal penal y también posturas
sostenidas por el Ministerio Público en temas específicos.
Y se publica luego de haber finalizado un año marcado por la pandemia, que nos llevó a
cambiar de manera importante nuestra forma de vida, y que ha impactado en diversas
restricciones de derechos para todo el orbe.
Ahora, entre los cambios ocurridos, los hubo también en relación a la perpetración de
ilícitos penales, situación abordada en un artículo elaborado por la Unidad Especializa-
da en Responsabilidad Penal Adolescente y Delitos Violentos, y que da cuenta de una
posible relación entre las restricciones a la movilidad personal y el número de delitos
de robo ocurridos.
Por otra parte, y referidos a materias penales sustantivas, ofrecemos en esta edición de
nuestra Revista dos artículos. El primero de ellos analiza el tratamiento penal de la siem-
bra, plantación, cultivo o cosecha de especies vegetales de cannabis en nuestro país. El
segundo, ofrece un análisis del delito de prevaricación administrativa desde su origen
legislativo a su funcionalidad acorde al estado actual del Derecho Administrativo.
Desde el ámbito del derecho adjetivo, publicamos artículos que se refieren a la pers-
pectiva de género como una herramienta necesaria de considerar en la valoración de la
prueba; la legitimación activa de la víctima, el querellante o el Ministerio Público para
reclamar una infracción de garantías fundamentales, y uno que aborda las exclusiones
temáticas de prueba testimonial, a partir de un caso concreto.
Finalmente, en cuanto a jurisprudencia, presentamos los comentarios a una sentencia
que nos aclaran la naturaleza del procedimiento de extradición pasiva.
Dentro del mismo ámbito, también compartimos dos fallos de la Corte Suprema, uno
que analiza la detención en flagrancia practicada por civiles (guardia municipal) -ante la
alegación de una supuesta infracción de garantías constitucionales-, y otro, referido a un
control de identidad en un contexto de infracción a la Ley de Tránsito.
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REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
materias de
interés general
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 6
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
INTRODUCCIÓN
El Fiscal Nacional ha encomendado la confección de un informe en derecho que repre-
sente el desarrollo jurídico doctrinario y jurisprudencial a propósito del motivo del recur-
so de nulidad previsto en el artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal, que estable-
ce: “Procederá la declaración de nulidad del juicio oral y de la sentencia: a) Cuando, en
cualquier etapa del procedimiento o en el pronunciamiento de la sentencia, se hubieren
infringido sustancialmente derechos o garantías asegurados por la Constitución o por
los tratados internacionales ratificados por Chile que se encuentren vigentes”.
La mencionada causal de nulidad, en un comienzo de la reforma, le era reconocida para
su interposición invariablemente tanto al persecutor penal, víctima y querellante, y
por supuesto al imputado. Sin embargo, a partir probablemente de la reforma impe-
trada por la Ley Nº 20.074, de noviembre de 2005, que amplía el ámbito de aplicación
de este motivo, podríamos decir que se asentó una tesis en el máximo tribunal que le
desconocía legitimación al Ministerio Público, salvo algunas excepciones que más bien
han dependido de la conformación de jueces del mencionado tribunal colegiado.
Con este criterio jurisprudencial, cuestiones acontecidas en el juicio, como –sin que
la enumeración sea taxativa–: la imposibilidad de recibir el testimonio del único
testigo ocular de cargo, las restricciones arbitrarias al interrogatorio del Fiscal y
el pronunciamiento de la sentencia por tribunal carente de imparcialidad, serían
acontecimientos que no tendrían remedio jurídico procesal, en circunstancias que si
se tratara de la figura del imputado estaríamos frente a una manifiesta infracción del
derecho a un justo y racional procedimiento, también conocido como debido proceso.
El objeto del presente estudio es mostrar las diversas tesis que argumentan de manera
negativa el eventual derecho del Ministerio Público a recurrir por infracción de garantías
fundamentales, particularmente el debido proceso, y que habiliten a solicitar la nulidad
del juicio y la sentencia.
A su vez, también se busca determinar si estas posturas que podríamos denominar
negacionistas se pueden extender a otros intervinientes como la víctima y el querellante,
en lo que parecería ser la última tendencia de la Sala Penal de la Exma. Corte Suprema.
Finalmente, se presentan una serie de argumentos que desaconsejan la marginación
de estos intervinientes a esta forma de recursos, basados no solamente en el derecho
interno, sino también en el derecho internacional.
Los argumentos esgrimidos para negar lugar al Ministerio Público la posibilidad de recu-
rrir de nulidad por vulneración de garantías fundamentales, desde los inicios hasta estos
tiempos, se pueden estructurar en tres pilares que están íntimamente ligados y que di-
cen relación, en general, con la naturaleza adscriptiva individual del hombre -también en
su cualidad como imputado- de los derechos fundamentales, y con el carácter de órgano
estatal codetentador del derecho a castigar del persecutor penal.
Estos argumentos se construyen tanto en la doctrina nacional, como en la jurispruden-
cia de nuestro máximo tribunal, desconociéndose quién sirvió de fuente original. Tam-
bién es curioso que entre los autores que conforman la doctrina nacional, buena parte
de los argumentos se construyeron por personas ligadas a la Defensoría Penal Pública, lo
que habla de una buena labor de esta institución al momento de colocar en vitrina este
tema institucional.
A continuación, expondremos estas tres líneas argumentales, plasmadas en diversas
sentencias de la Corte Suprema, particularmente su Sala Penal.
1.1. Los derechos fundamentales son de titularidad de las personas y no del Estado
Este primer argumento que se construye encuentra sus bases en la Constitución Política
de la República, la ley adjetiva nacional y su historia, y en la doctrina.
El texto del artículo 19 de nuestra carta fundamental, expresa: “La Constitución asegura
a todas las personas”, lo que deja en claro que los derechos que a continuación establece
lo son solo para estas últimas: las personas (sean estas naturales o jurídicas, aunque es-
tas últimas solo respecto de derechos muy específicos) y no de órganos del Estado, que
es la calidad que enviste el Ministerio Público5.
En palabras de Luigi Ferrajoli, “se trata de derechos hacia y, si es necesario, contra el Estado,
o sea contra los poderes públicos aunque sean democráticos o de mayoría”6; esto es, dicho
de otro modo, son “atributos de los individuos frente al poder”7. El mismo entendimien-
to lo sostiene Nogueira: “... los derechos esenciales son derechos que tienen a la persona
como sujeto activo, y al Estado como sujeto pasivo, en la medida que reconocen y protegen
ámbitos de libertad o prestaciones que los poderes públicos deben otorgar o facilitar a los
individuos”8. Todo lo anterior, es reconocido expresamente en el texto de la Constitución
Política de la República, cuyo artículo 1° señala: “El Estado está al servicio de la persona
humana”. Esto, que inequívocamente es fundamento del razonamiento normativo, lleva a
afirmar que para el ejercicio de su potestad persecutoria el Estado dispone de las normas
legales que integran el Código Procesal Penal y, como consecuencia de ello, de los recursos
que tengan como presupuesto la trasgresión de normas de esta clase. Sin embargo, carece
de la posibilidad anulatoria del apartado a) del artículo 373 del Código Procesal Penal, en
tanto el presupuesto de esa causal es haberse “infringido sustancialmente derechos o ga-
rantías asegurados por la Constitución o por los tratados internacionales”.
5 SCS Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012. En el mismo sentido véase: Rieutord Alvarado, Andrés. El recurso de nulidad en
el nuevo proceso penal. Santiago, Editorial Jurídica, 2007, págs. 41 y sgtes.
6 Ferrajoli, Luigi. Los Fundamentos de los Derechos Fundamentales. 3 ª ed., España, Editorial Trotta, 2003, p. 38.
7 Aldunate Lizana, Eduardo. Derechos Fundamentales. Santiago, Legalpublishing, 2008, p. 159.
8 Nogueira Alcalá, Humberto. Derechos Fundamentales y Garantías Constitucionales. Santiago, Librotecnia, 2008, T. I, p. 55.
Por otro lado, avala la conclusión previa, la circunstancia que a propósito de la causal
del artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal, la Comisión Constitución del Senado,
en su Sesión 5ª, sostuvo que “podrá pedirse la nulidad del juicio oral y la sentencia, en
dos casos: cuando se hubieren infringido derechos y garantías esenciales emanados de
la naturaleza humana, asegurados por la Constitución o garantizados por los tratados
internacionales vigentes; y cuando se hubiere hecho una errónea aplicación del derecho
y ésta hubiere influido sustancialmente en lo dispositivo del fallo”9.
Para terminar, el Ministerio Público es un órgano del Estado, autónomo y jerarquizado,
y a cuyo cargo está la dirección, en forma exclusiva, de la investigación de los hechos
constitutivos de delito, los que determinan la participación punible y los que acreditan la
inocencia del imputado, de modo que en su caso debe ejercer la acción penal pública en la
forma prevista en la ley. Es un órgano que debe someter su acción a la Constitución y las
leyes dictadas conforme a ella. Como órgano del Estado, el Ministerio Público está investido
de amplias facultades para desarrollar sus labores propias, goza de las potestades que el
legislador le ha señalado, tanto en la misma Carta Fundamental, en su Ley Orgánica, como
en el Código Procesal Penal y otros cuerpos normativos, y sin embargo, la Constitución le
señala como límite al que debe someter su acción, entre otros, las garantías y derechos
que emanan del derecho al debido proceso. En ese sentido, pareciera ilógico sostener cómo
puede el órgano invocar derechos (debido proceso) que tiene el mandato de respetar10.
12 SCS Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012; Horvitz Lennon, María Inés. “Estatus de la víctima en el proceso penal”. En: Revista
de Estudios de la Justicia, Nº 3, Santiago, Chile, Universidad de Chile, 2003, págs. 133-143, p. 136 y sgtes. Señala que los tratados
internacionales reconocen solo estas garantías para el imputado. Bofill, Jorge. “Proceso Penal”. En: Revista de Derecho Univer-
sidad Adolfo Ibáñez, Nº 2, Santiago, Chile, Universidad Adolfo Ibáñez, 2005, págs. 702 - 706, p. 705.
13 SCS Rol 5.869-2004, 21 de abril de 2004, y Rol 2600-2004, 11 de agosto de 2004.
14 SCS Rol 4969-2002, 31 de marzo de 2002, y Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012.
15 SCS Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012.
el único legitimado para recurrir, lo que no calza bien con la imposición de la exigencia de
un recurso de apelación que abra una segunda instancia en sentido técnico; 3) no se puede
pretender que el Pacto haya tratado de conformar un sistema unitario de recursos en el
ámbito penal para todos los países firmantes del mismo, sino de establecer una garantía
mínima asumible por ellos”16.
Lo que se viene relatando también encuentra correlato en diversas disposiciones del
Código Procesal Penal, como ocurre por ejemplo con los artículos 7, 9 y 10 de ese cuerpo
normativo, en cuanto el primero señala expresamente la existencia de una serie de
derechos y garantías reconocidos en la Constitución Política, en ese código y otras leyes
al imputado, los que puede ejercer desde la primera actuación del procedimiento y hasta
la completa ejecución del fallo. A su vez, el artículo 9 citado, por su parte, trata el caso
que pudiera afectarse el ejercicio de derechos asegurados en la Constitución Política,
sea al imputado o a un tercero, en alguna actuación del procedimiento, en cuyo caso se
exige al fiscal que cuente con autorización judicial previa. Lo mismo se vuelve a apreciar
en el artículo 10 del Código Procesal Penal, puesto que la cautela de garantías puede ser
adoptada solo respecto del imputado17.
Por su parte, también en el plano procesal, la doctrina es del mismo parecer hasta lo que
aquí se viene manifestando. Así por ejemplo, Horvitz Lennon, en su informe en derecho
“Acerca de la Garantía del condenado de recurrir en contra de la sentencia condenatoria”,
expresó que de la sola lectura del artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal, aparece
que el titular de las garantías a que alude tal precepto es el imputado y en caso alguno
el Ministerio Público-Estado, “...no sólo porque formalmente así lo reconocen todos los
instrumentos internacionales de derechos humanos, sino también porque el concepto mis-
mo de garantía está vinculado históricamente a la creación de barreras institucionales a
la actuación del Estado respecto del ciudadano, especialmente en el ámbito punitivo”18. En
la misma línea, se manifiesta López Masle, en su opinión los derechos y garantías cons-
titucionales “...están establecidos como salvaguardas frente al ejercicio del poder estatal
para la persecución de los delitos y no en favor del Estado”. Explica que la separación de
la función de acusar y decidir en dos órganos distintos no significa que aquellos dejen
de ser órganos del Estado, como tampoco, que en conjunto dejen de ejercer un poder
del mismo, de modo que al denunciar afectación de derechos se trata de la denuncia del
Estado contra sí mismo, lo que supone una contradicción y peor aún, lo que se busca es
una nueva oportunidad de condena19. Otro autor, Carocca Pérez sostiene que “teniendo
en cuenta que las garantías se le conceden al imputado en contra del Estado, sólo él puede
recurrir por esta causal, sin que lo pueda hacer el ministerio público, ya que importaría que
el Estado obtiene provecho de sus propias infracciones constitucionales”20.
16 Cordón Moreno, Faustino. Las Garantías Constitucionales del Proceso Penal. Navarra, Aranzadi, 2002, págs. 203 y sgtes.
17 SCS Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012.
18 Horvitz Lennon, María Inés. “Acerca de la Garantía del condenado de recurrir en contra de la sentencia condenatoria”. En:
Doctrina Procesal Penal, N° 6, Santiago, Chile, Defensoría Penal Pública, 2009, págs. 7-25, p. 21 y sgtes.
19 Horvitz, María Inés; López Masle, Julián. Derecho Procesal Penal Chileno. Santiago, Editorial Jurídica, 2004, T. II, p. 410.
20 Carocca Pérez, Alex. El nuevo sistema procesal penal. Santiago, Chile, La Ley, 2003, p. 265; Sin perjuicio, este autor luego
matiza este discurso: “oponerse por principio a que las garantías procesales puedan favorecer a un ente público por el sólo
hecho de serlo, constituye a nuestro juicio un exceso de dogmatismo”. Carocca Pérez, Alex. “Las Garantías Constituciona-
les del sistema procesal chileno”. En: lus et Praxis, Año 3, Número 2, Talca, Chile, Universidad de Talca, 1997, págs. 145-226,
p. 168 y sgtes.
De manera similar, pero desde otra óptica, se pronuncia Rieutord Alvarado quien sostie-
ne en relación al inciso quinto del artículo 19 N° 3 de la Constitución Política que “como
resulta meridianamente evidente, una sentencia penal siempre tendrá como sujeto pasivo
al particular, a la persona perseguida por el Estado. De tal manera que si la persona resulta
en definitiva condenada, la sentencia que así lo establezca deberá estar fundada en un pro-
ceso justo y racional. De ser absuelta, tal situación no importa un gravamen o carga para
el Ministerio Público. El efecto de tal resultado judicial es la ratificación del estado de ino-
cencia del imputado, hecho que nunca importará una sanción o gravamen para el órgano
persecutor. De no entenderse así, implicaría poner al mismo nivel a la persona juzgada y al
Estado, representado en este caso por el Ministerio Público”. Este mismo autor, se hace car-
go de la protesta más recurrente del Ministerio Público para alegar su derecho a impug-
nar por la vía en estudio –cual es, su calidad de interviniente–, y sobre este punto explica
que no aparece razonable que quien cuenta con todo el aparato estatal para efectuar su
labor pretenda además invocar a su favor las garantías concedidas expresamente a las
personas para salvaguardar sus derechos frente a tamaño poder, porque ello “implica
dejar en el más absoluto desamparo a los eventuales imputados, ya que la evidente des-
igualdad de armas terminaría por destruir cualquier atisbo de protección de las personas,
volviendo de esta forma al desequilibrio del sistema inquisitivo”. Concluye destacando la
evidente contradicción que resulta del hecho que quien sustenta la persecución penal
ejerciendo el poder punitivo del Estado pretenda ubicarse en un plano de igualdad fren-
te a la persona objeto de la persecución penal, que es precisamente lo que ocurre cuando
invoca infracción de garantías constitucionales21.
Finalmente, más lejana la argumentación y más propia del recurso falaz de autoridad
(suma de autores), se ha recurrido a lo señalado por Núñez Vásquez, quien aludiendo a
la causal primera del artículo 373 en estudio, señala que se refiere a los casos en que a
través de la transgresión de las leyes que reglan el procedimiento y la dictación de las
sentencias, es decir, en virtud de vicios in procedendo o in iudicando, se infrinjan substan-
cialmente los derechos o garantías asegurados por la Constitución Política o los tratados
internacionales, como sería, por ejemplo, si al imputado se le negare el derecho a su de-
fensa, se le impusiere declarar bajo juramento o se le juzgare y condenare por una comisión
especial y no por el tribunal establecido con anterioridad por la ley22.
putado que aparece en posición de desigualdad y que debe, por ello, ser protegido por las
instancias más elevadas de la organización jurídica, mediante la garantía de un procedi-
miento formalizado y regulado, que le asegure un tratamiento equilibrado y sobre todo,
capaz de preservar la presunción de inocencia que constituye el fundamento básico para
su defensa”23. También se ha sostenido que el debido proceso no tiene realmente por
objeto instaurar la igualdad entre contendientes de poderes equiparables, sino asegurar
el respeto del más débil por otra parte de la potestad punitiva centralizada24.
23 SCS Rol 3984-2005, 15 de noviembre de 2005, y SCS Rol N° 4011-05, 26 de octubre de 2005. También se ha sostenido por
la doctrina que el Ministerio Público es un detentador o codententador del Ius puniendi. Véase: Bofill, “Proceso Penal”, ob.
cit., págs. 702 - 706; Horvitz, “Acerca de la garantía del condenado de recurrir en contra de la sentencia condenatoria”, ob.
cit., págs. 21 y sgtes.; Romero Muza, Rubén. “Comentario a la SCS de 10 de octubre de 2012 [rol nº5654-2012]”. En: Doctrina
y Jurisprudencia Penal, Nro. 33, Año 2018, Santiago, Chile, Universidad Los Andes, págs. 139-145, p. 139; Duce, Mauricio; Riego,
Cristián. Proceso Penal. Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2007, págs. 523 y sgtes. Para quienes el Ministerio Público en
tanto detentador de poder punitivo desbordado no puede ser titular de las garantías.
24 SCS Rol 5869-2004, 21 de abril de 2004, y Rol 2600-2004, 11 de agosto de 2004.
25 Bofill, Jorge. “Conferencia inaugural”. En: Seminario: Problemas actual del Derecho al recurso en el proceso penal, Centro
de Documentación Defensoría Penal Pública, Nº 5, Octubre, 2012, p. 22.
26 SCS Rol 41.252-2019, 5 de mayo de 2020.
3.1. Literalidad del artículo 373 letra a) del Código Procesal Penal (interpretación
gramatical, histórica y sistemática)
La concepción monista (solo el imputado) de la legitimación o titularidad del recurso de
nulidad por la infracción de derechos o garantías asegurados en la Constitución y los tra-
tados internacionales ratificados por Chile durante cualquier etapa del procedimiento o
en la misma sentencia, no parece verse reflejada en la literalidad de la norma, como de
su discusión histórica, y tampoco bajo la mirada sistemática del régimen recursivo.
En cuanto al sentido literal de la norma en cuestión, considerando que este naturalmen-
te debe determinar el contenido interpretativo de cualquier regla, conforme lo refrenda
el artículo 19 del Código Civil, regla supletoria de interpretación en nuestro sistema ju-
rídico, se debe notar que el artículo 373 del Código Procesal Penal no excluye expresa-
mente de su supuesto recursivo la legitimación activa o titularidad de sujetos distintos
al imputado. Al respecto, es cuestionable la exclusión del Ministerio Público, la víctima
o el querellante sin que exista indicio alguno en la norma de que ese sea su “espíritu”27.
Sobre el particular, cabe mencionar que cuando el legislador ha querido excluir a algún
interviniente de la legitimación recursiva, lo ha hecho expresamente, como ocurre en
el caso previsto en el el artículo 387 inciso 2° del CPP, quedando limitada la nulidad solo
para la víctima respecto de una sentencia absolutoria que ya hubiese sido objeto de nu-
lidad y que tuviere el carácter de condenatoria, y en el caso regulado en el artículo 374
letra c), del cual se hablará más adelante, donde queda restringido solo para un intervi-
niente como es el imputado.
Por otro lado, se nos presenta como elemento adecuado para una interpretación la his-
toria fidedigna del establecimiento de la norma. En específico, determinar la ratio legis
sobre el alcance normativo. En ese sentido, la historia de la Ley 19.696, que estableció
el Código Procesal Penal, nos entrega algunas ideas que inspiraron la introducción del
recurso de nulidad en el sistema. Así, las actas del segundo trámite constitucional en el
Senado, dan cuenta que se habría reemplazado en un único recurso, denominado recurso
de nulidad, el régimen recursivo originalmente propuesto, consistente en un recurso
extraordinario que procedía cuando el fallo se apartaba manifiesta y arbitrariamente
de la prueba rendida, y el recurso de casación cuando se infringían reglas legales o
constitucionales. Ello deja de manifiesto el carácter de continuador legal de la nulidad
respecto del otrora recurso de casación (en la forma y el fondo).
El nuevo recurso de nulidad tendría dos causales genéricas, a saber, la vulneración de
derechos o garantías, por un lado, y por el otro, la errónea aplicación del derecho que hu-
biere influido sustancialmente en lo dispositivo de fallo. Los objetivos que fundamentan
estas causales respectivamente según relata la historia de la ley serían, en primer lugar,
la cautela del justo y racional procedimiento por medio de un pronunciamiento por par-
te del tribunal superior respecto de si se han respetado las garantías básicas en el juicio
oral y la sentencia y, en segundo lugar, el respeto a la aplicación correcta de la ley y el
derecho, teniendo un campo de aplicación mayor que el del recurso de casación.
Por su parte, en el tercer trámite constitucional ante la Cámara de Diputados, se mencio-
na que el nuevo recurso de nulidad tendría como finalidad un mayor control del respeto
a la garantía del debido proceso y el respeto de los valores y principios inmersos en el
nuevo sistema procesal penal de tipo acusatorio. Asimismo, se expresa que las causa-
les de nulidad son casos en que el legislador, en razón de la gravedad de los hechos, ha
considerado expresamente que se infringen las garantías o derechos. Un ejemplo claro
de ello, dice la historia de la ley, sería si se omitiera en la sentencia la valoración de los
medios de prueba en abstracto. El énfasis aquí está dado en que no se hace diferencia
entre pruebas de cargo o de descargo.
De los antecedentes presentados parece derivarse una concepción objetiva de la protec-
ción e infracción correlativa de los derechos y garantías como fundamento del recurso de
nulidad28, puesto que el legislador ha hablado en términos abstractos, sin diferenciar entre
intervinientes como titulares o legitimarios activos del recurso. El enfoque que le ha dado
el legislador a este recurso es más bien centrado en un análisis de las características del
procedimiento y la sentencia en sí, y de cómo en ellos se infringe la ley, los derechos o las
garantías, por oposición a un sistema del recurso de nulidad que se enfoca únicamente en
28 En la doctrina chilena reconocen esta concepción objetiva Fernández, Miguel Ángel. ““El recurso de nulidad en el Códi-
go Procesal Penal”, desde la perspectiva de la Constitución”. En: Revista de Derecho Universidad Católica del Norte, 15, N° 1,
Coquimbo, Chile, Universidad Católica del Norte, 2008, págs. 107-108; y Del Rio Ferretti, Carlos. “Estudio sobre el derecho
al recurso en el proceso penal”. En: Estudios Constitucionales, Año 10, Nº 1, Talca, Chile, Universidad de Talca, 2012, págs.
245-288, p. 265 y sgtes.
los sujetos del proceso, no haciendo distinciones entre el persecutor, el imputado o la víc-
tima cuando se trata de la impugnación de la sentencia por medio del recurso de nulidad.
Ello es así porque el legislador está siempre pensando en un sistema acusatorio adversarial,
en que las diversas partes se les reconoce poderes normativos para intervenir en el proceso.
En tercer lugar, mediante un análisis sistemático del artículo 373 letra a) en relación a las
normas que integran el sistema recursivo de nulidad, arribamos a la misma conclusión
que se llega escrutando su sentido literal e histórico. Pues, el artículo 352 del Código Pro-
cesal Penal establece que son los intervinientes agraviados y el Ministerio Público, este
último sin necesidad de agravio propio, quienes pueden recurrir de las resoluciones en el
proceso penal. Por lo tanto, constatamos que el persecutor, el querellante y la víctima, en
tanto intervinientes, pueden recurrir en contra de las resoluciones conforme a la norma-
tiva general, salvo que la ley exprese lo contrario en un caso concreto29.
A su vez, De La Fuente al revisar las normas pertinentes del recurso de nulidad concluye,
por un lado, que si bien se presenta una conexión entre el recurso de nulidad y el inci-
dente de nulidad procesal al tener ambos el mismo fundamento, se apartarían o desco-
nectan injustificadamente en tanto la nulidad procesal del artículo 159 puede ser inter-
puesto por cualquiera de los intervinientes, en tanto en el recurso de nulidad excluye a
alguno de ellos y; por otro lado, indica la manera en que se relacionan los artículos 373
y 374, ambos del Código Procesal Penal, donde el primero contiene las causales genéri-
cas de nulidad, mientras que el segundo contiene las específicas. A propósito de estas
últimas, se pueden identificar algunas cuyas hipótesis de procedencia, como la letra c)
del artículo 374 del CPP, se restringe su legitimación activa solo para el imputado. Por lo
tanto, la conclusión correcta es que todas las demás causales no limitan su ámbito de
legitimación activa a alguno de los intervinientes en específico, incluida la causal de la
letra a) del artículo 373, que no es más que una cláusula genérica en relación al catálogo
del artículo 37430.
A modo conclusivo, tanto el tenor literal del artículo 373 letra a), como su interpretación
a la luz de la historia del establecimiento normativo y del sistema recursivo, parece evi-
denciar que no hay diferencias en los sujetos que están legitimados para interponer el
recurso cuando se infringe la ley, las garantías o los derechos. Por el contrario, parece pro-
moverse una concepción objetiva del recurso, enfocada en la integridad del proceso, el
sentido estructural de los derechos y la sentencia conforme a la cual todo interviniente
puede recurrir cuando se satisfacen las condiciones legales expresas establecidas para
la procedencia del recurso de nulidad.
of law) como han profesado diversas sentencias, sino que justamente lo que se pretendió
fue lo contrario, apartarse de ese modelo del common law y de ahí, además, se genera la
necesidad de una nomenclatura diferente31. Así, por ejemplo, Evans de la Cuadra señaló:
“… si se emplea escuetamente la expresión “debido proceso”, tiene el temor –aunque es
partidario de un texto escueto– de obligar al intérprete, a la jurisprudencia, a los tratadistas
y a los abogados, a un estudio exhaustivo de los antecedentes, especialmente como ha
señalado el profesor Bernales, de la doctrina y la jurisprudencia anglosajona. En cambio,
cree que nadie puede dejar de entender o de sostener con un mínimo de valor, en el sentido
de eficacia, que hay ciertas garantías mínimas racionales en un proceso. Ya se desprenderá
de la naturaleza del proceso si es garantía mínima racional el que, por ejemplo, deba ser la
sentencia objeto de apelación o de consulta o no; dependerá de la naturaleza del asunto el
que racionalmente pueda concluirse de que no es necesario otorgar un recurso...”32.
Los comisionados se apartaron de la concepción anglosajona del debido proceso porque
a la época de la discusión del proyecto constitucional el sistema procesal imperante en
materia penal era de naturaleza inquisitiva, lo cual implicaba una eventual ineficacia
de la garantía en cuestión. Por ello, entre otras cosas, no entraron a indvidualizar los
principios o categorías jurídicas que conformaban esta garantía constitucional para
no entrar en abierta contradicción con el sistema imperante del aquel entonces33. No
obstante aquello, en la discusión quedan medianamente claros aspectos que dan
cuenta del alcance y extensión de esta norma. En la especie, las Actas de la Comisión
Ortuzar señalan: “… toda la Comisión está de acuerdo, en que las normas racionales y
justas de un debido proceso deben contemplar la posibilidad de tener conocimiento
de la acción, de ser defendido, de poder rendir pruebas, de tener recursos cuando
corresponda, enriquece el concepto de “racional y justo”; y no lo limita, porque hay
muchos otros elementos que son racionales en un procedimiento. Por ejemplo, el plazo
para que el juez dicte sentencia es un elemento racional, porque evidentemente si el
procedimiento no lo señala, el juez o el tribunal podrán posponerla indefinidamente,
lo que significaría la negación de la administración de justicia, y, en consecuencia, se
podría establecer en el texto constitucional como requisito de un justo y racional proceso
la dictación oportuna de la sentencia, y así sucesivamente”34. Las actas de la Comisión
de Estudios para una Nueva Constitución muestran que dicha comisión entendió que
el debido proceso comprende, por una parte, múltiples garantías judiciales, como las
31 Tavolari, Raúl. “Informe en Derecho: La Garantía del Debido Proceso como causal de Nulidad a invocar por el Minis-
terio Público”. En: Boletín del Ministerio Público, N° 15, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2003, págs. 7 y sgtes. Nuestra
Constitución se desvió deliberadamente del modelo norteamericano del debido proceso como garantía de exclusiva
protección a las garantías de los individuos, optando por una concepción más amplia vinculada a la integridad del proceso
justo y racional.
32 Las Actas de la Comisión Ortúzar, p. 516; Bordalí, Andrés. “El derecho fundamental a un tribunal independiente e
imparcial en el ordenamiento jurídico chileno”. En: Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso,
Nº 33, Valparaíso, Chile, Universidad Católica de Valparaíso, año 2009, págs. 263-302, p. 264 y sgtes. La Constitución
Política de la República no utiliza la expresión debido proceso, pero no por un olvido o un explícito deseo de no reconocer
esta garantía a las personas, sino por no emplear una denominación que tiene sus orígenes en el Derecho Anglosajón
(“due process of law”).
33 Las Actas de la Comisón Ortúzar, p. 531, dan cuenta de: “…El señor DIEZ cree que no es posible modificar toda la filosofía
del sistema procesal chileno, ya que ella es distinta de la anglosajona, principalmente con respecto a la justicia penal. A
la Comisión le resulta imposible abordar este último tema. De manera que se tiene que buscar la ecuación para que los
principios generales en que ella cree estén insertos en la Constitución. Pero, al mismo tiempo, se debe tratar de que esta
Constitución no arme una revolución en el proceso penal, porque entonces sí que sería ineficaz y dejaría de cumplirse”.
34 Las Actas de la Comisión Ortúzar, p. 558.
que se enumeraron anteriormente y, por otra, que cumple una función integradora de
derechos fundamentales35.
El derecho a un justo y racional procedimiento, como es sabido, se contiene en nuestra Car-
ta Fundamental, artículo 19 N º 3, el que a la fecha como bien reseñan Carbonell y Letelier,
ha sufrido dos cambios importantes. En primer lugar, se reemplazó la frase “un racional y
justo procedimiento”, por un procedimiento y una investigación racionales y justos, con
ocasión de la separación entre las funciones de investigación y juzgamiento introducida
por la reforma procesal penal; y, en segundo lugar, se agregó en el inciso 3° del artículo 19
N° 3 la siguiente oración: “La ley señalará los casos y establecerá la forma en que las per-
sonas naturales víctimas de delitos dispondrán de asesoría y defensa jurídica gratuitas, a
efecto de ejercer la acción penal reconocida por esta Constitución y las leyes”36.
El alcance del derecho a un justo y racional procedimiento se construye desde la doctrina,
como de la interpretación que sobre el mismo ha dado el Tribunal Constitucional. En ese
sentido, lo primero que se debe decir es que este intérprete natural reiteradamente ha
dicho que nuestra Constitución no contiene una norma expresa que defina con diáfana
claridad lo que la doctrina denomina “el debido proceso”, optando por garantizar el
derecho al racional y justo procedimiento e investigación, regulando, además, dos de
los elementos configurativos del debido proceso. En primer lugar, que toda sentencia
de un órgano que ejerza jurisdicción ha de fundarse en un proceso previo legalmente
tramitado y, en segundo lugar, que corresponderá al legislador establecer las garantías
de un procedimiento racional y justo37.
Un procedimiento legal debe ser racional y justo. Racional para configurar un proceso lógi-
co y carente de arbitrariedad. Y justo para orientarlo a un sentido que cautele los derechos
fundamentales de los participantes en un proceso. Con ello se establece la necesidad de un
juez imparcial, con normas que eviten la indefensión, que exista una resolución de fondo,
motivada y pública, susceptible de revisión por un tribunal superior y generadora de la in-
tangibilidad necesaria que garantice la seguridad y certeza jurídica propias del Estado de
Derecho38. Entonces, por debido proceso se entiende aquel que cumple integralmente la
función constitucional de resolver conflictos de intereses de relevancia jurídica con efecto
de cosa juzgada, protegiendo y resguardando, como su natural consecuencia, la organiza-
ción del Estado, las garantías constitucionales y, en definitiva, la plena eficacia del Estado
de Derecho. El debido proceso, más allá de consagrar los derechos de los litigantes y el po-
der-deber del juez en la forma que el constituyente ha establecido para eliminar la fuerza
en la solución de los conflictos, genera un medio idóneo para que cada cual pueda obtener
la solución de sus conflictos a través de su desenvolvimiento39.
35 Carbonell, Flavia; Letelier, Raúl. “Debido proceso y garantías judiciales”. En: Curso de Derechos Fundamentales, Contreras,
Pablo; Salgado, Constanza (Edits.), Valencia, Tirant lo Blanch, 2020, p. 352.
36 Carbonell, Flavia; Letelier, Raúl. “Debido proceso y garantías judiciales”. En: Curso de Derechos Fundamentales, Contreras,
Pablo; Salgado, Constanza (Edits.), Valencia, Tirant lo Blanch, 2020, p. 351.
37 STC Rol 2702-2015, 11 de junio de 2015; Rol 2895-2016, 6 de diciembre de 2016; Rol 3297-2017, 5 de diciembre de 2016; Rol
3029-2017, 21 de noviembre de 2016, y Rol 821-2018, 1 de abril de 2007.
38 STC Rol 1838-2010, 7 de julio de 2010; Rol 2314-2012, 22 de octubre de 2012; Rol 2335- 2012, 29 de octubre de 2012; Rol 2452-
2013, 17 de octubre de 2013; Rol 2802-2015, 1 de septiembre de 2015; Rol 3406-2017, 20 de marzo de 2017; Rol 4200-2017, 18
de abril de 2017.
39 STC Rol 3297-2016, 5 de diciembre de 2016; Rol 3029-2016, 21 de noviembre de 2016; Rol 5151-2018, 26 de noviembre de
2018; Rol 5151-2018, 26 de noviembre de 2018; Rol 4153-2017, 22 de enero de 2017; Rol 4200 -2017, 18 de abril de 2017.
40 STC Rol 7311-2019, 17 de diciembre de 2019; Rol 7398-2019, 16 de diciembre de 2019; Rol 7430-2019, 17 de diciembre de
2019; Rol 7606-2019, 17 de diciembre de 2019; Rol 3969-2017, 21 de noviembre de 2017; Rol 4434-2018, 29 de enero de 2018;
Rol 7641-2019, 25 de marzo de 2019; Rol 6611-2019, 11 de noviembre de 2019; Rol 7060-2019, 30 de diciembre de 2019; Rol
7061-2019, 30 de diciembre de 2019; Rol 3625-2017, 17 de julio de 2017; Rol 3938-2017, 12 de junio de 2017; Rol 3770-2017, 18
de octubre de 2017; Rol 7203-2019, 2 de enero de 2019.
41 Duce, Mauricio; Marin, Felipe; Riego, Cristian. “Reforma a los procesos civiles orales. Consideraciones desde el debido
proceso” [en línea]. Santiago, Chile, Centro de Estudios de Justicia de las Américas (CEJA), 2011, págs. 17 y sgtes. Disponible
en: http://biblioteca.cejamericas.org/handle/2015/1220 [fecha de consulta: 15 de agosto de 2020]. Tomado desde:
Carbonell, Letelier, ob. cit., p. 354.
42 Fernández, ob. cit., págs. 91-114, p. 107 y sgtes. La naturaleza del debido proceso sería objetiva según su configuración de
los derechos fundamentales. Así, el Ministerio Público se configura como una institución defensora de estos derechos en
un Estado democrático de Derecho; Del Rio Ferretti, ob. cit., págs. 265 y sgtes. Quien destaca que las posiciones contrarias
olvidan el interés objetivo que emana del proceso penal.
43 STC Rol 1718-2010, 7 de abril de 2010, y Rol 2921-2015, 13 de octubre de 2015; Tavolari, ob. cit., págs. 2 -7. Un sistema adver-
sarial (conflicto entre partes con juez pasivo en la producción de pruebas) como el chileno que los intervinientes tengan
posibilidades equivalentes de actuación.
car la aplicación de la sanción prevista por la ley y la reparación del mal causado48. Para
el caso del querellante, se le reconoce el derecho al debido proceso no solo en el sentido
del derecho al recurso49, sino también como un interviniente que controla incluso la ac-
tividad del persecutor penal50.
uso inadecuado de su libertad natural56. Así las cosas, el ius puniendi o Derecho penal
subjetivo, se configura como la potestad penal del Estado, en virtud de la cual puede
declarar punibles determinados hechos a los que impone penas o medidas de seguridad.
En otras palabras, esta potestad es la facultad estatal de crear delitos y penas, los cuales
se contienen en leyes (Nullum crimen, nulla poena sine lege), que son fruto del poder
legislativo en uso de las facultades conferidas por la ciudadanía en el ejercicio de la
democracia57.
Por su parte, el ius puniendi tiene diversos límites que se han subdividido entre materiales
y formales58. Respecto de estos últimos, uno de ellos es el que dice relación con la
existencia de un juicio legal, lo que se traduce desde un punto de vista jurisdiccional, en el
hecho que nadie puede ser condenado a una pena sin previo proceso penal seguido ante
un tribunal competente y constituido de modo regular (nulla poena sine judicio)59. Esto
es entendido como un conjunto normativo que regula el cómo y el modo de ejercitar la
actividad represora del Estado, que se denomina Derecho Procesal Penal y se materializa
por medio del juicio penal60.
Todo el desarrollo pretérito permite llegar a la conclusión de que el Ministerio Público
no es un detentador –o codetentador– del ius puniendi estatal, solo es un sujeto procesal
interviniente en el sistema de justicia penal que, desde lo funcional, no interviene ni
ejerce la potestad sancionadora del Estado, la cual es inherente al Poder Legislativo
desde la óptica que es él el responsable exclusivo de establecer los delitos y las penas, y el
Poder Judicial de cuyo resorte depende su constatación en el juicio penal y la aplicación
de sanciones. Prueba de esto último, es que el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua define al ius puniendi como: “Potestad del Estado para castigar mediante los dos
sistemas represivos existentes en nuestro derecho: el derecho penal, que es aplicado por
los jueces y tribunales, y el derecho administrativo sancionador, que es aplicado por la
administración”.
Por otro lado, que el Ministerio Público sea interviniente implica que tiene derecho a
igual protección de la ley en el ejercicio de sus derechos, derecho que a su vez se mani-
fiesta en el derecho a igualdad de trato y el derecho a un debido proceso61. El primero de
estos derechos, de acuerdo con el sistema acusatorio implicaría una igualdad de armas,
y si el persecutor es afectado en uno de sus derechos sufre un perjuicio reparable con la
nulidad. No reconocer titularidad al Ministerio Público –también a la víctima– constitu-
ye un quebrantamiento del principio de igualdad de intervención en el procedimiento,
56 Rousseau, Jean-Jacques. El contrato social. Madrid, Edit Taurus, 1966, págs. 21, 26 y 39 y sgtes.
57 Quintero Olivares, Gonzalo. Parte General del Derecho Penal. España, Aranzadi, 2009, p. 36.
58 Para una revisión completa de estos límites se recomienda revisar Bustos Ramírez, Juan. Derecho Penal. Parte General.
Obras completas. 2ª ed., Santiago, Ediciones Jurídicas de Santiago, 2007, T. I, págs. 160 y sgtes.
59 Bustos, ob. cit., p. 175.
60 Quintero, ob. cit., p. 44.
61 Fernández, “El recurso de nulidad en el Código Procesal Penal, desde la perspectiva de la Constitución”, ob. cit., págs. 107
y sgtes.; también Cortez, ob. cit., págs. 74 - 75. Si el legislador le reconoce la calidad de interviniente al Ministerio Público
y el principio de igualdad informa el proceso penal, entonces es un contrasentido que mediante un ejercicio meramente
deductivo se prive al persecutor de legitimación activa. Esa limitación debería estar establecida expresamente por ley;
Tavolari, ob. cit., págs. 6 - 8.
62 Maturana, Mosquera, ob. cit., págs. 335 - 337; de manera similar De la Fuente, ob. cit., p. 367. Al asumir el Ministerio
Público la calidad de litigante sujeto a la decisión del juez, necesariamente deben reconocérsele como contrapartida los
derechos del acusado que aseguren las posibilidades de actuación del persecutor; Del Rio Ferretti, ob. cit., p. 266.
63 Zapata, Patricio. “Nuevo proceso penal y Constitución Política”. En: Doctrina Procesal Penal 2001-2003, N° 1, Santiago,
Chile, Defensoría Penal Pública, 2003, págs. 75-104, p. 95.
64 SCS Rol 5.654-2012, 10 de octubre de 2012; En el mismo sentido véase: Rieutord, ob. cit., págs. 28 - 42.
65 Para profundizar, véase: Aldunate, Eduardo. “La titularidad de los Derechos Fundamentales”. En: Estudios Constituciona-
les, vol. 1, núm. 1, Talca, Chile, Universidad de Talca, 2003, págs. 187 - 201, p. 193 y sgtes.
66 Fernández, “El recurso de nulidad en el Código Procesal Penal, desde la perspectiva de la Constitución”, ob. cit., p. 108.
“El fundamento constitucional, para sostener que el Ministerio Público puede recurrir de nulidad, por la causal del artículo
373 letra a) del Código, se encuentra en el carácter objetivo de que también gozan los derechos fundamentales, ya que
estos derechos (...) son la expresión más inmediata de la dignidad humana, y desde esta perspectiva es indiscutible que
presentan sustancialmente una vertiente subjetiva que se traduce en la posibilidad de un agere licere dentro de un deter-
minado ámbito. Sin embargo y como creemos que se desprende con facilidad de todo lo inmediatamente antes expuesto,
los derechos fundamentales poseen además otra significación, esta vez, objetiva.
Por ello, cuando el Ministerio Público invoca la vulneración de los derechos y garantías asegurados en la Constitución o
en tratados internacionales, no lo hace en condición o calidad de titular de esos atributos, sino en defensa de ellos, en su
faz objetiva…”.
67 Carbonell, Letelier, ob. cit., p. 362.
Afianza lo anterior, el hecho que hay que distinguir entre la garantía referente a las ca-
racterísticas del proceso de persecución y, por otra parte, la garantía al respeto de di-
cho proceso, que se refiere a la legalidad de los actos del procedimiento. Distinción que
aparece claramente identificada en el artículo 19 Nº 3 de nuestra Carta Fundamental,
que consagra como deber del legislador establecer las garantías de un procedimiento
racional y justo, y declara que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe
fundarse en un proceso previo legalmente tramitado”68.
La legalidad de los actos del procedimiento es un principio consustancial al Estado de
Derecho que rige no solo aquello que pueda afectar particularmente al imputado, sino
a cualquiera que intervenga en dicho procedimiento, pues es una condición general de
legitimidad de la actuación de cualquier órgano del Estado y, por cierto, también de los
que intervienen en el proceso punitivo69.
En relación a los tratados internacionales ratificados por Chile (que se integran a la legis-
lación nacional por el artículo 5° inciso 2° de la CPR) el derecho de igualdad ante la ley lo
encontramos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PDCP) y en la Con-
vención Americana de Derechos Humanos (CADH). El artículo 26 del PDCP establece que:
“Todas las personas son iguales ante la ley y tienen derecho sin discriminación a igual
protección de la ley. A este respecto, la ley prohibirá toda discriminación y garantizará a
todas las personas protección igual y efectiva contra cualquier discriminación por moti-
vos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social”. A su
vez, la CADH en su artículo 24, determina que: “todas las personas son iguales ante la ley.
En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación, a igual protección de la ley”.
De la sola lectura del artículo 373 del Código Procesal Penal, no se advierten limitaciones
recursivas respecto de la víctima, es más, su contenido solo hace referencia a las cau-
sales objetivas que hacen procedente el recurso. La exclusión de la víctima constituye
una diferenciación arbitraria proscrita y, en consecuencia, una vulneración al derecho
de igualdad ante la ley72, dado que se estaría privilegiando a un solo sujeto procesal e
interviniente, en este caso al imputado, para poder acceder a una instancia superior de
revisión jurisdiccional.
72 Zapata, ob. cit., págs. 95 - 98. Le parece que la garantía vulnerada es la de igualdad ante la ley, y no la del debido proceso.
Al respecto, se debe velar por el interés de la víctima y el interés difuso de la comunidad.
73 Agudelo Ramírez, Martín. “El debido proceso”. En: Opinión Jurídica, vol. 4, Nº 7, Medellín, Colombia, Revista Universidad
de Medellín, 2005, págs. 89 - 105, p. 90.
74 Artículo 14, PDCP:
1. Todas las personas son iguales ante los tribunales y cortes de justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oída públi-
camente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido por la ley, en la
substanciación de cualquier acusación de carácter penal formulada contra ella o para la determinación de sus derechos
u obligaciones de carácter civil. La prensa y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios por con-
sideraciones de moral, orden público o seguridad nacional en una sociedad democrática, o cuando lo exija el interés de
la vida privada de las partes o, en la medida estrictamente necesaria en opinión del tribunal, cuando por circunstancias
especiales del asunto la publicidad pudiera perjudicar a los intereses de la justicia; pero toda sentencia en materia penal o
contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de menores de edad exija lo contrario, o en las acusaciones
referentes a pleitos matrimoniales o a la tutela de menores.
2. Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad
conforme a la ley.
3. Durante el proceso, toda persona acusada de un delito tendrá derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías
mínimas:
a) A ser informada sin demora, en un idioma que comprenda y en forma detallada, de la naturaleza y causas de la acusa-
ción formulada contra ella;
b) A disponer del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa y a comunicarse con un defensor
de su elección;
c) A ser juzgado sin dilaciones indebidas;
d) A hallarse presente en el proceso y a defenderse personalmente o ser asistida por un defensor de su elección; a ser
informada, si no tuviera defensor, del derecho que le asiste a tenerlo, y, siempre que el interés de la justicia lo exija, a que
se le nombre defensor de oficio, gratuitamente, si careciere de medios suficientes para pagarlo;
e) A interrogar o hacer interrogar a los testigos de cargo y a obtener la comparecencia de los testigos de descargo y que
éstos sean interrogados en las mismas condiciones que los testigos de cargo;
f) A ser asistida gratuitamente por un intérprete, si no comprende o no habla el idioma empleado en el tribunal;
g) A no ser obligada a declarar contra sí misma ni a confesarse culpable.
4. En el procedimiento aplicable a los menores de edad a efectos penales se tendrá en cuenta esta circunstancia y la im-
portancia de estimular su readaptación social.
5. Toda persona declarada culpable de un delito tendrá derecho a que el fallo condenatorio y la pena que se le haya im-
puesto sean sometidos a un tribunal superior, conforme a lo prescrito por la ley.
6. Cuando una sentencia condenatoria firme haya sido ulteriormente revocada, o el condenado haya sido indultado por
haberse producido o descubierto un hecho plenamente probatorio de la comisión de un error judicial, la persona que haya
sufrido una pena como resultado de tal sentencia deberá ser indemnizada, conforme a la ley, a menos que se demuestre que
le es imputable en todo o en parte el no haberse revelado oportunamente el hecho desconocido.
7. Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia
firme de acuerdo con la ley y el procedimiento penal de cada país.
Artículo 8, CADH. Garantías Judiciales.
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusa-
ción penal formulada contra ella, o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de
cualquier otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente
su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
a) derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma
del juzgado o tribunal;
b) comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
c) concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y de comunicarse
libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legisla-
ción interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por la ley;
f) derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la comparecencia, como testigos
o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los hechos;
g) derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable, y
h) derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
3. La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza.
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos.
5. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia.
75 Agudelo, ob, cit., p. 91.
76 Salomón, Elizabeth; Blanco, Cristina. El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de De-
rechos Humanos. 1ª ed., Perú, UC del Perú, 2014, p. 251.
88 Corte IDH Caso Claude Reyes vs Chile. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 19 de sep-
tiembre de 2006, párrafo 117.
89 Corte IDH, Caso Apitz Barbera y otros Vs. Venezuela, del 5 de agosto de 2008, párr. 72; Caso Bayarri Vs. Argentina, del 30 de
octubre de 2008, párr. 101; y Caso Cabrera García y Montiel Flores Vs. México, del 26 de noviembre de 2010, párr. 140.
90 Corte IDH, Caso Genie Lacayo Vs. Nicaragua, del 29 de enero de 1997, párr. 64 y 76.
91 Corte IDH, Caso Gomes Lund y otros («Guerrilha do Araguaia») Vs. Brasil, del 24 de noviembre de 2010, párr. 174; Caso
Gelman Vs. Uruguay, del 24 de febrero de 2011, párr. 239; Caso Barrios Altos Vs. Perú, del 14 de marzo de 2001, párr. 42.
92 Corte IDH, Caso Cantos Vs. Argentina, del 28 de noviembre de 2002, párr. 54.
93 Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Sentencia de 30 de mayo de 1999 (Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 154.
94 Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú. Sentencia de 30 de mayo de 1999 (Fondo, Reparaciones y Costas),
párr. 155; en igual sentido: Caso Lori Berenson Mejía, párr. 184; y Caso Castillo Petruzzi y otros, párr. 154; Caso García Asto y
Ramírez Rojas Vs. Perú, 25 de noviembre de 2005.
95 Tribunal Constitucional. Requerimiento de inconstitucionalidad presentado por Harmut Wilhelm Hopp Miottel, respecto
de los artículos 559 y 560 N° 2 del Código Orgánico de Tribunales, en la causa Rol N° 53.015 del Juzgado de Letras de Parral,
en actual tramitación ante la Corte de Apelaciones de Talca, bajo el Rol N° 28-2005. 17 de mayo de 2007, Rol 619-06. Consi-
derando 16.
96 Fernández, Miguel Ángel . “Derecho a la jurisdicción y debido proceso”. En: Estudios Constitucionales, vol. 2, Nº 1, Talca,
Chile, Universidad de Talca, 2004, págs. 99 - 121, p. 113.
97 Idem.
98 Varas Alfonso, Paulino. “Criterios establecidos por la Corte Suprema y el Tribunal Constitucional acerca del contenido
esencial del Debido Proceso”. En: Revista de Derecho Público, Nº 70, Santiago, Chile, Universidad de Chile, 2008, págs. 105 - 116,
p. 115.
99 Idem.
100 Tribunal Constitucional. Requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad presentado por Santander Servicios
de Recaudación y Pago Limitada respecto del inciso duodécimo del artículo 3 del Decreto ley Nº 3.607, en los autos Rol Nº
1225-2007 sobre reclamación interpuesto ante la Corte de Apelaciones de Santiago. 7 de julio de 2011, Rol 1830-10. Conside-
rando 10.
cuada defensa y asesoría con abogados, la producción libre de pruebas conforme a la ley,
el examen y objeción de la evidencia rendida, la bilateralidad de la audiencia, la facultad
de interponer recursos para revisar las sentencias dictadas por tribunales inferiores”101.
Como vimos, los derechos al debido proceso y del procedimiento justo y racional, reco-
nocen de una u otra manera como sub-derecho o una especie de derecho dentro de ese
género, el derecho al recurso. Este derecho se encuentra consagrado en el artículo 8 letra
h) de la CADH: “derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior”. Al respecto, la
Corte Interamericana de Derechos Humanos ha señalado que constituye una garantía
primordial que se debe respetar en el marco del debido proceso legal, en aras de permitir
que una sentencia adversa pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto y de supe-
rior jerarquía orgánica102. Además la Corte ha aclarado que el artículo 8.2.h. de la CADH
dispone que, durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena igualdad, “de re-
currir del fallo ante juez o tribunal superior”103.
Este derecho se refuerza con los establecidos en el artículo 25.1 de la CADH, el cual consagra
el derecho a protección judicial: “Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido
o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampa-
re contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución,
la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que
actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”. Respecto de este derecho la Corte, en lo que
se refiere específicamente a la efectividad del recurso, ha establecido que el sentido de la
protección del artículo es la posibilidad real de acceder a un recurso judicial para que una
autoridad competente y capaz de emitir una decisión vinculante, determine si ha habido o
no una violación a algún derecho que la persona que reclama estima tener y que, en caso
de ser encontrada una violación, el recurso sea útil para restituir al interesado en el goce de
su derecho y repararlo. Lo anterior no implica que se evalúe la efectividad de un recurso en
función de que este produzca un resultado favorable para el demandante104.
Por parte del Tribunal Constitucional, también se ha dado una definición del derecho al
recurso: “consiste en la facultad de solicitar a un tribunal superior que revise lo hecho
por el inferior, formando parte integrante del derecho al debido proceso105, y es parte
integrante del principio del debido proceso, por lo que toda limitación a la interposición
de ellos, atentará contra la consagración de un procedimiento racional y justo, y como
medio de impugnación es deber del legislador establecerlo sin limitaciones o modalida-
des presupuestarias que lo hagan difícil o imposible de entablar”106.
101 Tribunal Constitucional. Requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad presentado por el Senador Guido
Girardi, respecto de inciso tercero del artículo 416, del Código Procesal Penal, en la causa Rol N° 2257-2006 de la Corte de
Apelaciones de Santiago. 8 de agosto de 2006, Rol 478-06. Considerando 14.
102 Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 2
de julio de 2004, párrafo 158.
103 Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 2
de julio de 2004, párrafo 157.
104 Corte IDH. Caso Perrone y Preckel vs Argentina. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del
8 de octubre de 2019, párrafo 122.
105 Tribunal Constitucional. Requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad presentado por Eduardo Pedro Ra-
món Zegers Larraín respecto del inciso segundo, del artículo 277 del Código Procesal Penal, en los autos criminales de que
conoce el Cuarto Juzgado de Garantía de Santiago, bajo el RIT 9056-2012, RUC 1200578139-4. 9 de enero de 2107, Rol 2323-12.
Considerando 23.
106 Tribunal Constitucional. Requerimiento de inaplicabilidad por inconstitucionalidad presentado por la Tercera Sala de
Finalmente, con relación a nuestro sistema procesal penal, estos derechos se encuentran
manifestados en el artículo 373 letra a) del CPP, dado que el recurso de nulidad permite
a las partes que se ven afectadas en sus derechos y garantías contenidos en la Constitu-
ción y en los tratados internacionales ratificados y vigentes, acudir a un tribunal superior
para que se revise el juicio oral o la sentencia. Por lo que excluir a una parte de la posibi-
lidad de recurrir ante un tribunal superior cuando se viera afectada en estos derechos y
garantías, correspondería a una vulneración a los derechos establecidos en los tratados
internaciones, en específico al artículo 8 letra h) y artículo 25.1 de la CADH.
Ante lo anterior, existe una evidente diferencia de perspectiva respecto al reconocimien-
to de los derechos de las víctimas en el proceso penal por parte de la CIDH y nuestro
máximo tribunal. Por ello, se hace necesario avanzar en una mirada de encuadre o de
intregración que reconozca a la víctima similares derechos en ambos sistemas de jus-
ticia, tal como pregona el propio artículo 373 letra a) de la Ley de Enjuiciamiento Penal,
que considera las garantías y derechos previstos en nuestra Constitución Política y en los
Tratados Internacionales ratificados por Chile.
la Corte de Apelaciones de San Miguel respecto del artículo 8°, inciso primero, de la Ley N° 17.322, en los autos caratulados
“Ricardo Antonio Fuentes Moraga con Juzgado de Cobranza Laboral y Previsional de San Miguel”, de que conoce la Corte de
Apelaciones de San Miguel, por recurso de hecho, bajo el Rol N° 57-2019 (Laboral-Cobranza). 30 de diciembre de 2019, Rol
7060-19. Considerando 15.
107 Horvitz, López, ob. cit., p. 281.
108 Idem.
109 Horvitz, López, ob. cit., p. 304.
110 Duce, Mauricio. “La víctima en el sistema de justicia penal: Una perspectiva jurídica y criminológica”. En: Política crimi-
nal, vol. 9, Nº 18, Santiago, Chile, Universidad de Talca, 2014, p. 760.
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RECURSO DE NULIDAD
RECHAZADO. ARTÍCULO
129 DEL CÓDIGO PROCESAL
PENAL. ACTUACIÓN DE
PARTICULARES. DETENCIÓN
POR GUARDIA MUNICIPAL
Tribunal: Corte Suprema
RESUMEN
La Segunda Sala de la Corte Suprema rechazó el recurso de nulidad Ingreso N° 104.209-2020, por
sentencia de nueve de octubre de dos mil veinte.
Dicho recurso apuntó a las actividades desplegadas por un funcionario municipal en la detención
del acusado, criticando el recurrente la realización de actividades privativas de los órganos de la
persecución penal.
La Corte Suprema señala que no cualquier actuación de particulares pone en movimiento la sanción
de ineficacia probatoria; se requiere, a lo menos, que el privado se subrogue –de facto, o en conni-
vencia con un agente estatal- en actuaciones o diligencias propias de la investigación penal, es decir,
aquellas que tienden a esclarecer la existencia de un ilícito o la identificación de sus partícipes.
Se agrega a ello que la infracción producida a los intereses del interviniente debe ser sustancial, rele-
vante, de gravedad, de tal modo que el defecto constituya un atentado de tal entidad que conduzca
a la ineficacia de la garantía, resultando de ello un desconocimiento del núcleo esencial de ésta.
En este caso, el funcionario municipal no obtuvo el material a instancias o en cooperación con los
agentes estatales, ni tampoco arrogándose facultades investigativas reservadas a los órganos de
persecución, sino que el hallazgo se produjo en un contexto de flagrancia, en el que una comuni-
cación de la Central de la Municipalidad de Macul le dio aviso de un robo que se estaba llevando a
cabo en un lugar determinado de la comuna, por lo que el funcionario se dirigió al sitio indicado,
deteniendo a la persona que transportaba una maleta sustraída del vehículo, solicitándole que la
abriera, encontrando una aspiradora.
Tampoco puede estimarse que el acusado haya visto seriamente dañada su legítima expectativa
de privacidad respecto del contenido de la maleta que transportaba, desde el momento en que es
él quien la abre para que fuera visto su contenido, permitiendo que el guardia accediera a conocer
aquél, que posteriormente fue entregado a la policía.
Tal como asienta el fallo impugnado, no se observan razones para haber prohibido la incorporación
al juicio de la evidencia encontrada por el guardia municipal y consecuencialmente, su valoración
positiva no ha lesionado la garantía del debido proceso.
TEXTO COMPLETO
Santiago, nueve de octubre de dos mil veinte.
Vistos:
En esta causa R.U.C. N° 2000184927-2 y R.I.T N° 84-2020 del Séptimo Tribunal de Juicio
Oral en lo Penal de Santiago, por sentencia de veintiuno de agosto del año en curso, se
condenó al acusado JOSÉ EDUARDO QUEUPAN LIPIAN a la pena de tres años y un día de
presidio menor en su grado máximo y a las accesorias de inhabilitación absoluta perpe-
tua para derechos políticos y la de inhabilitación absoluta para cargos y oficios públicos
durante el tiempo de la condena, como autor del delito consumado de robo con fuerza
en las cosas en bienes nacionales de uso público, cometido en la comuna de Macul el día
17 febrero de 2020.
La defensa del acusado interpuso recurso de nulidad, cuya vista se verificó el pasado
veintidós de septiembre, según da cuenta el acta de la audiencia de impugnación.
Considerando:
PRIMERO: Que el recurso de nulidad se funda en la causal de la letra a) del artículo 373 del
Código Procesal Penal, denunciándose que en el desarrollo del juicio y en el pronuncia-
miento de la sentencia se ha infringido sustancialmente la garantía del debido proceso
contemplada en el artículo 19 N° 3 inciso sexto de la Constitución Política de la República
y los artículos 8.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos, 14.1 del Pacto In-
ternacional de Derechos Civiles y Políticos y 10 de la Declaración Universal de Derechos
Humanos, específicamente las facultades excepcionales de los civiles al momento de
la detención de un imputado, con la consecuente prohibición de desarrollar diligencias
investigativas.
Hace presente que el legislador ha vedado en forma categórica la posibilidad de que
particulares desarrollen diligencias de investigación, solamente pueden detener a quien
sorprendieren en delito flagrante, con una limitación correlativa, esto es, debiendo en-
tregar inmediatamente al aprehendido a la policía, al Ministerio Público o a la autoridad
judicial más próxima.
Arguye que las normas legales infraccionadas son los artículos 5, 9, 77, 79, 83, 91, 129, 180
y 181 del Código Procesal Penal.
Indica que el guardia municipal aprehendió al acusado y lo entregó posteriormente a la
policía, como también interrogó al imputado sobre la maleta que portaba y su conteni-
do, además trasladó la evidencia consistente en la caja negra supuestamente sustraída,
para entregarla a personal policial. Es decir, el guardia municipal, que para efectos legales
condenó al acusado a la pena de quinientos cuarenta y un días, como autor del delito de
robo por sorpresa, perpetrado el día 14 de septiembre de 2015.
Indica que como consecuencia de la concurrencia de la agravante de reincidencia gené-
rica, el tribunal aplica el artículo 449 N° 2 del Código Penal, imponiendo en definitiva la
pena de tres años y un día de presidio menor en su grado máximo, por la exclusión del
grado mínimo que impone esta norma.
Precisa que el plazo establecido en el artículo 104 del mismo cuerpo legal no se cumple res-
pecto del delito de robo por sorpresa, por cuanto el hecho que motiva la reincidencia ocu-
rrió el 14 de septiembre del 2015, y el hecho objeto de la acusación el 17 de febrero de 2020.
En relación, al robo en lugar habitado, la jurisprudencia dominante consideran que para
los efectos de plazo de prescripción de la reincidencia, hay que estarse a la pena impues-
ta en concreto en el hecho, a consecuencia de lo cual el plazo para no tomar en conside-
ración dicha condena sería de cinco años y no de diez.
Finaliza solicitando se proceda a anular sólo la sentencia dictada en aquella parte en que
condenó a su defendido en virtud del artículo 449 N° 2 del Código Penal, a la pena de tres
años y años día de presidio menor en su grado máximo, y dicte, sin nueva audiencia –
pero separadamente– la respectiva sentencia de reemplazo, condenando al acusado a la
pena de presidio menor en su grado medio, proponiendo quinientos cuarenta y un días
de presidio menor en su grado medio o la pena que estime conforme a derecho.
CUARTO: Que en lo concerniente a los hechos que fundaron la acusación del Ministerio
Público, la sentencia impugnada tuvo por acreditado que “El día 17 de febrero de 2020,
a las 20:15 horas aproximadamente, en la vía pública correspondiente a la calle Exequiel
Fernández frente al N° 2817, comuna de Macul, el imputado José Eduardo Queupán Lipián,
fracturó la ventana delantera derecha del vehículo tipo furgón, marca Fiat, modelo Fiorino,
año 2015, PPU HJKH-29, de propiedad de la empresa comercial TECH S.A. apropiándose de
una maleta que contenía en su interior una aspiradora y al verse sorprendido se dio a la
fuga con la especie por algunos metros, siendo detenido por personal municipal.”
Estos hechos fueron calificados como constitutivos del delito de robo con fuerza en las
cosas en bienes nacionales de uso público, previsto y sancionado en el artículo 443 en
relación con el artículo 432 del Código Penal, en grado de consumado.
QUINTO: Que en relación a la causal principal de invalidación esgrimida, como se des-
prende del recurso, las afectaciones en que la defensa fundamentó su reclamo se origi-
narían con motivo de determinadas diligencias que habría realizado un guardia muni-
cipal respecto del acusado, en especial respecto a preguntas sobre el contenido de una
maleta que transportaba, la verificación del contenido de la misma y su traslado a la
unidad policial. Se cuestiona la realización de diligencias de investigación por parte de
particulares, lo que vulneraría, de manera trascendental, la garantía del debido proceso,
al incorporarse al juicio prueba obtenida de manera ilícita.
SEXTO: Que es importante comenzar el análisis fijando el contexto fáctico en que se ha-
bría concretizado la vulneración de garantías alegada; de acuerdo a los hechos estable-
cidos por el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal, el guardia municipal tomó conocimiento
por la central de la Municipalidad de Macul de la ocurrencia del delito, del lugar en que
se estaba perpetrando y ciertas características respecto de la persona que lo estaba co-
metiendo, y al llegar al sitio indicado, detuvo al individuo a menos de cincuenta metros
de donde se encontraba el vehículo desde el que se tomó la especie, con vestimentas que
coincidían con las señaladas en el comunicado y a pocos minutos de haber escuchado el
denunciante el ruido que provocó la fractura del vidrio.
SÉPTIMO: Que relacionando la acción cuestionada con las garantías que se invocan
como transgredidas, esta Corte Suprema ya ha señalado que el deber de repeler la prue-
ba ilícita tiene como fundamento la concepción del proceso como instrumento de re-
solución jurisdiccional de litigios enmarcado dentro del ordenamiento jurídico, lo que
conduce a que todo acto que infrinja dicho sistema debe ser excluido del mismo. En este
sentido, el Estado está obligado a velar por el respeto de las garantías fundamentales
y a evitar los efectos ilegítimos de los atentados de que son objeto, a fin de resguardar
la legitimidad del sistema penal y la integridad judicial (SCS 23930-2014, 25.003- 2014,
999-2015 y 21430-2016). En nuestro ordenamiento se reconoce la eficacia horizontal de
los derechos fundamentales, de lo que se desprende que la acción estatal no puede ser
requisito sine qua non para que opere el remedio de exclusión probatoria respecto de
evidencia obtenida con flagrante vulneración de derechos fundamentales, postura que
se ve reafirmada por la circunstancia de que la regla de exclusión se encuentra presen-
te no sólo en materia penal – donde es dable convenir que la abrumadora mayoría de
las vulneraciones de derechos son cometidas por agentes del Estado – sino también en
materia de derecho laboral y derecho de familia, en que los atropellos a derechos funda-
mentales tienden a ser ejecutados por privados.
Ahora bien, no cualquier actuación de particulares pone en movimiento la sanción de
ineficacia probatoria; se requiere, a lo menos, que el privado se subrogue –de facto, o
en connivencia con un agente estatal- en actuaciones o diligencias propias de la inves-
tigación penal, es decir, aquellas que tienden a esclarecer la existencia de un ilícito o la
identificación de sus partícipes.
OCTAVO: Que, además, la infracción producida a los intereses del interviniente debe ser
sustancial, relevante, de gravedad, de tal modo que el defecto constituya un atentado de
tal entidad que conduzca a la ineficacia de la garantía, resultando de ello un desconoci-
miento del núcleo esencial de ésta.
NOVENO: Que, entonces, delineados los contornos de las vulneraciones de garantías
fundamentales que ameritan, en abstracto, el uso del remedio de exclusión, cabe anali-
zar si la infracción denunciada por la defensa, reúne la entidad suficiente para ser consi-
derada una acción ilícita que habilita a poner en marcha tal institución, de acuerdo a los
supuestos de hecho asentados en el motivo sexto.
Tal como se establece en el fallo recurrido, el funcionario municipal no obtuvo el ma-
terial a instancias o en cooperación con los agentes estatales, ni tampoco arrogándose
facultades investigativas reservadas a los órganos de persecución, sino que el hallazgo
se produjo en un contexto de flagrancia, en el que una comunicación de la central de
la Municipalidad de Macul le dio aviso de un robo que se estaba llevando a cabo en un
lugar determinado de la comuna, por lo que el funcionario se dirigió al sitio indicado de-
teniendo a la persona que transportaba una maleta sustraída del vehículo, solicitándole
que la abriera, encontrando una aspiradora.
Tampoco puede estimarse que el acusado haya visto seriamente dañada su legítima ex-
pectativa de privacidad respecto del contenido de la maleta que transportaba, desde el
momento en que es él quien la abre para que fuera visto su contenido, permitiendo que
el guardia accediera a conocer aquél, que posteriormente fue entregado a la policía.
DÉCIMO: Que, entonces, tal como asienta el fallo impugnado, no se observan razones
para haber prohibido la incorporación al juicio de la evidencia encontrada por el guardia
municipal Claudio Madrid Jerez y, consecuencialmente, su valoración positiva no ha le-
sionado la garantía del debido proceso.
UNDÉCIMO: Que, en consecuencia, cabe estimar que los jueces del tribunal oral no in-
currieron en vicio alguno al fundamentar su decisión condenatoria en la prueba rendida
en el juicio, conforme a sus facultades soberanas, de manera que la causal del recurso en
estudio será rechazada.
DUODÉCIMO: Que en lo que atañe al primer motivo subsidiario -artículo 374 letra e) del
Código Procesal Penal-, esta Corte ya ha señalado que toda sentencia criminal debe razo-
nar y exponer los fundamentos en que se apoya, justificar la decisión adoptada, fijar los
hechos y establecer el derecho aplicable. El cumplimiento de la obligación de motivación
de la decisión significa elaborar una justificación específica de la opción consistente en
tener algunos hechos como probados, sobre la base de los elementos de prueba obteni-
dos en la litis, con las garantías inherentes al juicio oral. Tal deber apunta no sólo a per-
mitir la comprensión de la decisión, sino además a garantizar la actuación racional en el
terreno de la determinación de las premisas fácticas del fallo.
La satisfacción de esta carga posibilita la fiscalización de la actividad jurisdiccional por
los tribunales superiores mediante el ejercicio de los recursos procesales. Si el tribunal
explica las razones de su resolución es posible controlar si efectivamente la actividad
judicial se ha desarrollado dentro de los parámetros de la lógica-racional y la legalidad o
si, por el contrario, es el resultado de la arbitrariedad. Por ello, en nuestro ordenamiento
jurídico las decisiones judiciales no deben resultar de meros actos de voluntad o ser fru-
to de simples impresiones de los jueces, sino que deben ser el corolario de la estimación
racional de las probanzas, exteriorizada como una explicación igualmente racional sobre
las razones de la decisión de una determinada manera -y no de otra-, explicación que
deberá ser comprensible por cualquier tercero, mediante el uso de la razón.
DÉCIMO TERCERO: Que al mismo tiempo, la fijación de los hechos y circunstancias que
se tuvieren por probadas, favorables o desfavorables al acusado, debe ir precedida de
la debida valoración que impone el artículo 297 ya citado. Atendiendo a esta norma, el
tribunal debe hacerse cargo de toda la prueba producida, incluso la desestimada, con
señalamiento de los medios de prueba, únicos o plurales, por los cuales se dieren por
probados los hechos y circunstancias atinentes a la litis.
DÉCIMO CUARTO: Que tal exigencia de fundamentación ha sido debidamente satisfe-
cha por la sentencia que se revisa. En efecto, el fallo extrae conclusiones del análisis de
1.- Que se rechaza el recurso de nulidad deducido por la defensa del acusado JOSÉ
EDUARDO QUEPAN LIPIAN contra la sentencia dictada en la causa RUC N° 2000184927-2
y RIT N° 84-2020 por el Séptimo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago con fecha
veintiuno de agosto de dos mil veinte, y contra el juicio oral que le antecedió, los que en
consecuencia, no son nulos.
Regístrese y devuélvase.
Redacción a cargo del Ministro Sr. Dahm.
Rol Nº 104.209-2020.
Pronunciado por la Segunda Sala integrada por los Ministros Sres. Carlos Künsemüller L.,
Haroldo Brito C., Jorge Dahm O., Leopoldo Llanos S., y el Abogado Integrante Sr. Ricardo
Abuauad D. No firman el Ministro Sr. Llanos y el Abogado Integrante Sr. Abuauad, no
obstante haber estado en la vista de la causa y acuerdo del fallo, por estar con permiso el
primero y ausente el segundo.
RECURSO DE NULIDAD
RECHAZADO. ARTÍCULO
85 DEL CÓDIGO
PROCESAL PENAL.
CONTROL DE IDENTIDAD.
INFRACCIÓN A LA LEY
DE TRÁNSITO. INDICIOS:
APRECIACIÓN SEGÚN LAS
CIRCUNSTANCIAS
Tribunal: Corte Suprema
RESUMEN
Mediante sentencia del dieciséis de diciembre de dos mil veinte, la Corte Suprema recha-
zó el recurso de nulidad Ingreso N° 119.117-2020, que apuntaba contra el procedimiento
policial que se inicia con un control de tránsito que desencadena un control de identidad
y la posterior detención de los acusados por el delito de robo con intimidación.
Importa destacar en este caso la secuencia de los diversos regímenes legales desde un ini-
cial control vehicular, control de identidad y finalmente detención, y el peso que lleva en la
argumentación del fallo la apreciación de las circunstancias en que se desenvuelven todos
estos momentos.
La Corte Suprema señala que una actuación autónoma e intrusiva como el control de iden-
tidad, dado que afecta garantías constitucionales como el derecho a la intimidad, debe ne-
cesariamente basarse en un indicio de carácter objetivo y por ello susceptible de ser objeto
de revisión judicial.
Agrega que en la construcción de un indicio deben aquilatarse, en su conjunto, todas aque-
llas circunstancias que, conforme el procedimiento llevado a cabo, fueron constatadas por
los agentes policiales.
TEXTO COMPLETO
Santiago, dieciséis de diciembre de dos mil veinte.
Vistos:
En los antecedentes RUC N° 1900767921-4, RIT Nº 11-2020, del Séptimo Tribunal de Juicio
Oral en lo Penal de Santiago, se dictó sentencia el ocho de septiembre de dos mil veinte,
por la que se condenó a los acusados Cristian Patricio Jesús Contreras Stubing, Cristian
Pablo Fuenzalida Maliqueo y Francisco Andrés Maliqueo Ruz, a sufrir cada uno de ellos la
pena de cinco (5) años y un (1) día de presidio mayor en su grado mínimo, más accesorias
legales, por su responsabilidad como autores del delito de robo con intimidación, previs-
to y sancionado en el artículo 436, inciso 1°, del Código Penal, cometido el día 17 de julio
de 2019, en la comuna de La Florida.
En contra del referido fallo la defensa de los sentenciados Contreras Stubing y Fuenzali-
da Maliqueo interpuso recurso de nulidad, siendo éste conocido en la audiencia pública
de veintiséis de noviembre último y luego de la vista se citó a la lectura del fallo para el
día de hoy, según consta del acta levantada en su oportunidad.
Considerando:
PRIMERO: Que previo al análisis del recurso de nulidad deducido por la defensa de los
encartados Contreras Stubing y Fuenzalida Maliqueo, es menester señalar que, en es-
tos estrados, el Ministerio Público incidentó respecto de la inadmisibilidad del mismo,
atendida su falta de preparación, toda vez que en la audiencia preparatoria del juicio
oral, la defensa no solicitó la exclusión de la prueba de cargo por infracción de garantías
fundamentales.
Para desestimar tal alegación, es preciso señalar que con fecha veintinueve de septiem-
bre de dos mil veinte, este Tribunal, conociendo de la incidencia propuesta por el ente
persecutor, la rechazó y decidió abocarse al conocimiento del arbitrio en estudio, por lo
que debe estarse a lo resuelto en dicha oportunidad procesal.
Al efecto, arguye que en el presente caso, el tribunal no ha dado por acreditada la partici-
pación de los imputados más allá de toda duda razonable, vulnerando de esta manera el
principio antes aludido, toda vez que el reconocimiento de la víctima a uno de los impu-
tados fue de lo más particular, porque no solo se demoró bastante, sino porque además
no veía en su pantalla a todos los presentes del juicio, después preguntaba cuántos acu-
sados habían, posterior a ello se desconecta el fiscal y cuando ingresa, la victima logra
reconocer a uno de los acusados, y con esa información se le pregunta por alguien más a
quien pueda reconocer y no reconoce a nadie.
Refiere que respecto del kardex fotográfico exhibido al ofendido, que permitió el recono-
cimiento por parte de éste de dos de los acusados, el tribunal no consideró que el funcio-
nario encargado de realizarlo, después de manifestar que la víctima sólo proporcionó los
datos de manera vaga de un sujeto de cuello largo, ropa oscura, joven y tez morena, depuso
que incorporó al mismo todos los acusados que iban de edades de 20 a 40 años, rubios y
ojos azules como era Cristian Contreras y de 40 años como lo era Cristian Maliqueo.
Arguye que, en tercer término, los funcionarios manifestaron que las especies estaban
en el auto, por lo que era del todo plausible que los acusados fueran quienes cometieron
el delito, por estar cerca del lugar en donde se habría éste perpetrado, por lo que ese es-
tándar debió ser un poco más elevado para acreditar la participación de los imputados
en un delito.
Pide, que se acoja el presente recurso de nulidad, declarando en definitiva nulos el juicio
oral y la sentencia y que se determine que el procedimiento habrá de quedar en estado
de realizarse el juicio oral y se ordene la remisión de los autos al tribunal oral no inhabi-
litado que corresponda.
CUARTO: Que de la sola lectura de los fundamentos de la causal subsidiaria incoada por
la defensas de los acusados, es posible colegir que a través de su reclamo lo que se pre-
tende es revertir una valoración no compartida por la defensa respecto de las probanzas
rendidas en autos, más no la inexistencia o la contraposición de la mismas a las reglas
de la lógica como contempla la letra c) del artículo 342 del Código Procesal Penal, razones
por las que la causal en estudio será desestimada, toda vez que, por lo demás, la alusión
que se hace en el arbitrio de una supuesta infracción al principio de la razón suficiente
carece de todo sustento.
QUINTO: Que el hecho que se ha tenido por establecido por los sentenciadores del grado,
en el motivo duodécimo de la sentencia que se impugna, es el siguiente:
“El día 17 de julio del año 2019, a eso de las 23:10 horas aproximadamente, los acusados
FRANCISCO ANDRES MALIQUEO RUZ, CRISTIAN PATRICIO JESUS CONTRERAS STUBING y
CRISTIAN PABLO FUENZALIDA MALIQUEO, con la finalidad de sustraer especies, intercep-
taron a la víctima PABLO JOSE JESUS ERNESTO NAVARRO SILVA, en la intersección de Ave-
nida La Florida con calle Del Prado, comuna de La Florida, quien se encontraba circulando
en su bicicleta marca Trek, color verde, avaluada en la suma de $100.000 (cien mil pesos),
momentos en los que la víctima se detuvo para contestar una llamada de su teléfono
celular marca Samsung, modelo J7, avaluado en la suma de 60.000 (sesenta mil pesos),
descendieron dos de los acusados del vehículo P.P.U., LDTH.28, marca Volkswagen, mode-
Por estas consideraciones y de acuerdo, también, a lo establecido en los artículos 372, 373
letra a), 374 letra c), 376 y 384 del Código Procesal Penal, SE RECHAZA el recurso de nulidad
promovido por la defensa de los condenados Cristian Patricio Jesús Contreras Stubing y
Cristian Pablo Fuenzalida Maliqueo, en contra de la sentencia de ocho de septiembre dos
mil veinte y en contra el juicio oral que le antecedió en el proceso RUC N° 1900767921-4,
RIT Nº 11-2020, del Séptimo Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Santiago, los que en con-
secuencia, no son nulos.
unidad especializada
anticorrupción
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 55
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
EL DELITO DE
PREVARICACIÓN
ADMINISTRATIVA:
REFLEXIONES SOBRE
SU ORIGEN HISTÓRICO-
LEGISLATIVO, Y SU
FUNCIONALIDAD EN
EL ACTUAL ESTADO DEL
DERECHO ADMINISTRATIVO
Cristian Crisosto Rifo1
I. INTRODUCCIÓN
Etimológicamente prevaricación proviene de “prae- varicare”, que quiere decir caminar
con paso torcido, ir por mal camino. Según la Real Academia Española de la Lengua pre-
varicación en su primera acepción quiere decir: “Delito consistente en que una autori-
dad, un juez o un funcionario dicte a sabiendas una resolución injusta”.
Desde su entrada en vigencia en 1874 nuestro Código Penal incorporó en el Libro Se-
gundo, Título V “De los crímenes y simples delitos cometidos por empleados públicos en el
desempeño de sus cargos”, en su párrafo 4, las diversas hipótesis de prevaricación. Así en
los artículos 223 hasta el 227, se sancionan las diversas hipótesis dolosas y culposas de
la prevaricación judicial; a continuación en el artículo 228 la denominada prevaricación
administrativa, en el 229 la no aprehensión de personas; y en los artículos 231 y 232 la
prevaricación de los abogados y procuradores.
Posteriormente y ya en el año 2002 por Ley Nº 19.806, se incorporó al Código Penal una
hipótesis que puede conceptualizarse como prevaricación del fiscal del Ministerio Pú-
1 Abogado, Magister en Derecho con mención en Derecho Público, Fiscal Adjunto Especializado en la investigación de los
delitos de corrupción de la Fiscalía Local de Temuco, Fiscalía Regional de La Araucanía, Ministerio Público.
blico, sin embargo el legislador lo incorporó en el artículo 269 ter, dentro del párrafo II
bis del delito de obstrucción de la investigación, dentro del Título VI del Libro Segundo,
que regula “Los crímenes y simples delitos contra el orden y seguridad públicos cometi-
dos por particulares”.
Así las cosas el artículo 228 de nuestro Código Penal sanciona el delito de prevaricación
administrativa, castigando en su inciso primero una conducta dolosa y en el segundo
inciso una hipótesis culposa, de la siguiente manera: “El que, desempeñando un empleo
público no perteneciente al orden judicial, dictare a sabiendas providencia o resolución
manifiestamente injusta en negocio contencioso-administrativo o meramente admi-
nistrativo, incurrirá en las penas de suspensión del empleo en su grado medio y multa
de once a quince unidades tributarias mensuales.
Si la resolución o providencia manifiestamente injusta la diere por negligencia o igno-
rancia inexcusables, las penas serán suspensión en su grado mínimo y multa de seis a
diez unidades tributarias mensuales”.
Se podrá apreciar en este ensayo a partir de la revisión de la doctrina sobre el delito de
prevaricación administrativa, que su tratamiento ha sido históricamente residual, apa-
reciendo permanentemente “a la sombra” del delito de prevaricación judicial. En efecto,
tanto la doctrina comparada como la nacional, abordan en detalle las diversas hipóte-
sis de prevaricación de los jueces, y al referirse a la prevaricación administrativa, sim-
plemente se replican los conceptos ya tratados respecto de los magistrados, particular-
mente en los elementos típicos más problemáticos, como ser la correcta interpretación
de conceptos normativos como “manifiestamente injusta”, el hecho de ser un delito de
mera actividad, etc., produciéndose una especie de conocimiento insuficiente en torno a
su verdadera naturaleza jurídica, principalmente cuando se le analiza a la luz de algunos
conceptos de Derecho Administrativo que subyacen en su descripción típica.
Adicionalmente también, se podrá constatar la influencia determinante que tuvo en la
Comisión Redactora de nuestro Código Penal, en la configuración del tipo penal en es-
tudio, la regulación de la prevaricación administrativa del Código Penal Español de 1848,
y también la obra de Joaquín Francisco Pacheco, renunciando los comisionados a desa-
rrollar una descripción típica propia para nuestro artículo 228, redacción que, como se
requiere para todo tipo penal, debe conciliarse con el principio de taxatividad del artículo
19 Nº 3 de la Constitución, que exige que la conducta sancionada esté expresamente
descrita en la ley.
Al mismo tiempo se examinará la configuración del delito, a la luz de la actual vigencia
de un nutrido complejo de normas de Derecho Administrativo, inexistentes a la época
de la entrada en vigencia del Código Penal, que regulan hoy casi la totalidad de las la-
bores de la Administración Pública, entre otros: la función pública, el procedimiento ad-
ministrativo, el acto administrativo, como también los procedimientos administrativos
disciplinarios, y por cierto los diversos mecanismos de invalidación y revocación de los
actos administrativos ilegales o arbitrarios, que hacen necesario revisitar la pertinencia
de mantener el control de la jurisdicción penal respecto de la dictación de “providencia o
resoluciones injustas”, en el estado actual de nuestro ordenamiento jurídico.
2 Ossandón Widow, María y Rodríguez Collao, Luis: “Aspectos sistemáticos y político-criminales de la prevaricación admi-
nistrativa”. En: Revista de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, XXVI, 2005, II semestre, p. 410.
3 Ibíd.; p. 412, en Jakobs, G. Derecho Penal. Parte General (trad. Cuello Contreras - Serrano González de Murillo). 2a ed., Madrid,
Marcial Pons, 1997, p. 53.
4 Ibíd., p. 413.
5 Guzmán Dálbora, J. “La Administración de Justicia como objeto de protección jurídica”. En: ARROYO ZAPATERO - BERDUGO
GÓMEZ DE LA TORRE (dir.), Homenaje al Dr. Marino Barbero Santos. In memoriam. Cuenca, U. Castilla-La Mancha, 2001.
Por otro lado la función pública protegida por el delito de prevaricación administrativa,
pareciera no compartir precisamente el mismo contenido que el de la prevaricación judi-
cial. En efecto, de la misma redacción del artículo se desprende una voluntad legislativa
de separarlo de la prevaricación judicial al indicar el inicio del artículo 228 del Código
Penal: “El que, desempeñando un empleo público no perteneciente al orden judicial…”,
texto que aparte de distinguir claramente al sujeto activo, parece hacer alusión a una
actividad o función distinta de la jurisdiccional, al mencionar el concepto de “empleo
público” situado en un “orden” o ámbito distinto, fuera de lo “judicial”.
Así, tradicionalmente nuestra doctrina y jurisprudencia casi unánime nos ha planteado
que el bien jurídico protegido por los delitos en general llamados funcionarios, sería el
correcto desempeño de la función pública. Por ello Etcheberry indica: “A nuestro juicio, el
bien jurídico protegido […] es también entre nosotros la recta administración pública. Para
estos efectos, la expresión ‘Administración Pública’ debe entenderse en sentido muy amplio,
como ‘actividad general del Estado’, no sólo en el aspecto técnicamente llamado adminis-
trativo, sino también en el legislativo y el judicial. Esta idea es expuesta por Bunster, quien
manifiesta su acuerdo con el pensamiento de Eusebio Gómez, en el sentido de que en estos
delitos no resulta atacado el Estado mismo, sino su regularidad funcional”6.
Por su parte Politoff, Matus y Ramírez plantean que: “En cuanto al bien jurídico protegido
de manera común por todas estas figuras puede postularse el recto funcionamiento de la
Administración Pública, cuyos funcionarios tienen un deber especial frente a la consecu-
ción de sus finalidades en orden a la prosecución del bien común, que justifica el diferente
tratamiento penal que aquí se les dispensa, mediante la construcción de ‘delitos especiales’,
sin perjuicio de las particularidades de cada delito”7.
Coinciden con los anteriores los profesores Ossandón y Rodríguez, al postular que el bien
jurídico protegido: “Es el propio desempeño de la función pública, por ser éstos lo que pue-
de llegar a afectar —en términos de perjuicio o beneficio— a la ciudadanía”8.
De esta manera, el bien jurídico protegido por el delito de prevaricación administrati-
va podría entenderse como el correcto desempeño de la función pública, no entendida
ésta en sentido orgánico sino que en sentido dinámico, es decir, como el ejercicio de
potestades públicas con el objeto de satisfacer fines generales, de acuerdo al ordena-
miento jurídico. En efecto, si consideramos el artículo 1 inciso cuarto de la Constitución
que nos indica que “…el Estado está al servicio de la persona humana y su finalidad es
promover el bien común”, y lo vinculamos con el artículo 6 inciso primero de la misma
Carta Constitucional que prescribe que: “Los órganos del Estado deben someter su ac-
ción a la Constitución y a las normas dictadas conforme a ella…”, es posible considerar
que los órganos del Estado, en lo que nos atañe, distintos a los del Poder Judicial, tienen
como función o razón de ser el servicio a las personas. ¿Cómo?, a través del ejercicio de
potestades públicas, con el objeto de satisfacer necesidades generales de manera regu-
6 Etcheberry, Alfredo. Derecho Penal. 3ª edición, Santiago de Chile, Editorial Jurídica de Chile, 1997, Tomo IV, p. 203.
7 Politoff Lifschitz, A; Matus Acuña, Jean; Ramírez Guzmán, María. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte
especial. Santiago de Chile, Editorial Jurídica, 2005, Tomo II, p. 487.
8 Ossandón Widow, María; Rodríguez Collao, Luis. Delitos contra la función pública. El Derecho Penal frente a la
corrupción política, administrativa y judicial. 2ª edición, Santiago de Chile, Editorial Jurídica, 2014, p. 98.
9 Pacheco, Joaquín F. “El Código Penal, concordado y comentado” de don Joaquín Francisco Pacheco, de la Academia Española.
Fiscal que fue del tribunal Supremo de Justicia. Quinta edición, corregida y aumentada, Madrid, Imprenta y Fundición de
Manuel Tello, Impresión de Cámara de S.M. Isabel la católica 23, 1881, Tomo II, págs. 400 y sgtes. En Fama.es, catálogo de la
Biblioteca de la Universidad de Sevilla, Joaquín Pacheco.
10 Actas de las sesiones de la Comisión Redactora del Código Penal Chileno. Santiago, Imprenta de la República de Jacinto
Núñez, 1873, págs. 308 y sgtes.
En efecto, en el delito de malversación de caudales públicos del artículo 233 del Código
Penal, el concepto penal de si un funcionario público tiene “a su cargo” los caudales o
efectos de los cuales se apropia, dependerá de las normas de Derecho Administrativo
que regulan la posición y labores del funcionario público. Pues bien, de la misma mane-
ra es posible también aseverar que en el caso de la prevaricación administrativa, serán
también las normas jurídicas del Derecho Administrativo las que nos permitirán precisar
el núcleo de la conducta delictiva consistente en “desempeñando un empleo público”,
“dictare providencia o resoluciones injustas”. Esto puede ser así porque estas decisiones
administrativas no son otras que los denominados actos administrativos, y para dictar-
los el funcionario debe contar con potestades públicas, y este tipo de potestades es po-
sible entenderlas como un concepto abstracto, como un “poder de acción”11, es decir la
potestad sería una “posición jurídica activa, que se traduce en el poder de crear, modificar
o extinguir relaciones jurídicas”12.
Por ello la noción de potestad permite fundar el concepto de potestad pública como “el
poder de acción unilateral de las autoridades públicas”. Es decir, se trata de un concepto
abstracto, distinto de la facultad.
Siguiendo lo anterior se dice que la potestad es un poder que puede o no concretarse
luego en la atribución de un derecho subjetivo, llamado también facultad. Es aquel po-
der de acción el que permite que el sujeto activo, interviniendo en algún procedimiento
administrativo concretice dicha potestad pública en la dictación o emisión de algún acto
administrativo, el cual podrá ser de gravamen o favorable para algún ciudadano.
En segundo lugar las potestades públicas son de derecho estricto, y deben en principio
ser siempre asignadas por ley, es decir el fundamento de la potestad pública está en
el legislador. A su vez estas potestades podrán ser regladas o discrecionales, siendo las
primeras aquellas en que el legislador predefine en la ley la totalidad de las condiciones
para su ejercicio, en cambio las discrecionales son aquellas en que el legislador entrega
a la Administración ciertos grados de libertad para determinarse, al decir de García de
Enterría y Fernandez, es “una libertad de elección entre alternativas igualmente justas, o,
si se prefiere, entre indiferentes jurídicos”13.
Por lo anterior podemos decir que la conducta incriminada en el delito de prevarica-
ción administrativa presupone que el funcionario público sea titular de alguna potes-
tad pública, la cual puede ser reglada o discrecional, ya que la ley no distingue una de
otra hipótesis. Adicionalmente dicha potestad pública debe ejercerse válidamente en el
contexto del ejercicio de las funciones públicas del sujeto activo, vale decir dentro de su
competencia, o sea, ejerciendo la medida o porción de potestades públicas que el orde-
namiento jurídico le ha asignado. En cambio si el sujeto activo fuese empleado público
pero incompetente para dictar el acto administrativo injusto, sería plausible vislumbrar
alternativas, entre ellas analizar la posibilidad de subsumir la conducta en el tipo penal
de Abusos contra particulares, del artículo 255 del Código penal, no obstante ser éste un
delito construido de forma distinta al que estudiamos.
11 Valdivia, José Miguel. Manual de Derecho Administrativo. Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 2018, págs. 147 y sgtes.
12 Ibíd., p. 145.
13 Valdivia, José Miguel, ob. cit., p. 224.
2. Objeto material
A continuación y considerando la forma procedimental y reglada en que la Administra-
ción debe ejercer sus funciones públicas, debemos concordar que la conducta de dictar
providencia o resoluciones manifiestamente injustas en materia contencioso adminis-
trativa o meramente administrativa, debería darse en el contexto de un procedimiento
administrativo, el cual a contar del año 2003 con la Ley Nº 19.880 tiene regulación legal
expresa, al dictarse la Ley de Bases de Procedimientos Administrativos.
Por ello se podría entender que el legislador al describir que la conducta recae en dictar
providencia o resoluciones injustas, nos reenvía también a las normas de Derecho Admi-
nistrativo para precisar su recta aplicación. En efecto, es posible que entendamos por
dictar dichas providencias o resoluciones como la emisión de un acto administrativo,
y en nuestro ordenamiento jurídico existe incluso una definición legal para ello en el
artículo 3º inciso segundo de la ya aludida Ley Nº 19.880, de Bases de Procedimientos Ad-
ministrativos, al definir el acto administrativo como “las decisiones formales que emitan
los órganos de la Administración del Estado en las cuales se contienen declaraciones de
voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública”.
De esta manera es plausible entender que la conducta de dictar las resoluciones o provi-
dencias debería en principio, cumplir con los requisitos de formalidad atendido el tipo de
acto de que se trate, y esta formalidad debería entenderse en primer lugar, como su emi-
sión con los requisitos de forma necesarios para cada acto administrativo en particular.
A continuación el acto administrativo debe emitirse en el contexto de un procedimiento
administrativo, en el cual la autoridad o funcionario está ejerciendo una potestad públi-
ca que se expresa en la emisión de un determinado acto administrativo, y dicha inter-
vención debe desplegarse en el ámbito de su competencia.
Por lo anterior entendemos que el objeto material sobre el cual recae la acción se refiere
al acto administrativo en sentido amplio, por ello el legislador lo describe como “provi-
dencia o resolución”. De esta distinción es posible deducir que incluye tanto los actos
trámite como los actos finales. Así, “providencia” haría mención a actos administrativos
que sin ser terminales, deciden ciertas etapas intermedias del procedimiento, que son
necesarias para en definitiva adoptar una resolución final, como lo sería por ejemplo la
decisión de declarar inadmisible, fuera de bases, la oferta de una empresa que postuló a
la licitación de la construcción de una obra pública, dejándola fuera del procedimiento
de licitación, el que continúa con las demás empresas oferentes. Y estaríamos en presen-
cia de una “resolución”, al tratarse de un acto administrativo terminal o final, que decide,
define un procedimiento administrativo, como lo sería, siguiendo el mismo ejemplo, la
emisión de la resolución o decreto que adjudica en definitiva el contrato de obra pública
a alguna de las empresas oferentes.
Si bien es cierto el legislador no distingue y sanciona la emisión de ambos tipos de actos
administrativos, es menester hacer presente que respecto de los actos trámite, se de-
bieran comprender sólo aquellos que tengan un cierto contenido decisorio mínimo, que
sean aptos para generar el peligro de una decisión injusta. Esto es refrendado también
por la propia definición legal de acto administrativo, que hace mención a que contengan
“declaraciones de voluntad”, es decir que los actos administrativos sean capaces de crear,
modificar o extinguir relaciones o posiciones jurídicas, lo que nos lleva a sostener que no
todo acto trámite podrá ser objeto material de este delito. Esto dejaría también fuera de
tipicidad la emisión de informes o asesorías.
La descripción típica además exige que la dictación del acto administrativo injusto pueda
verificarse en un “negocio contencioso administrativo o meramente administrativo”, lo
que denota una concepción de carácter amplio del tipo de procedimiento administrativo
en el contexto del cual se emite la decisión injusta. En efecto, lo extensivo de ambos con-
ceptos permite afirmar que la conducta prevaricadora podrá cometerse prácticamente
en cualquier tipo de procedimiento administrativo, que se tramite ante los más distintos
órganos públicos, partiendo por ejemplo por la solicitud de un subsidio de agua potable
en un municipio, meramente administrativo, hasta la sustanciación de un procedimien-
to sancionatorio dirigido por una superintendencia, contencioso administrativo. De esta
manera el legislador no limita la sede o el tipo de procedimiento en cuyo contexto puede
dictarse el acto administrativo “injusto”, lo que permite en definitiva proteger de mejor
manera los derechos de los ciudadanos.
3. Manifiesta injusticia
En cuanto a que la providencia o resolución deba ser “manifiestamente injusta”, existen
diversas opiniones doctrinales al respecto. Según Muñoz Conde: “El problema de lo que
debe entenderse por injusticia se traslada al ámbito de la interpretación, debiendo enten-
derse como injusta toda interpretación jurídica que sea difícilmente justificable en el plano
teórico. También actuaciones de facto en las que, aparentemente no se conculcan normas
jurídicas, pueden constituir una injusticia y, por tanto prevaricación, por ejemplo el retraso
excesivo en la adopción de una resolución, la arbitrariedad, la desviación de poder, la deci-
sión desigual de supuestos iguales, entre otros”14.
Por cierto las aseveraciones del maestro español se vinculan con la forma en que está
regulada la prevaricación administrativa en el Código Penal español de 1995, que en su
artículo 404 castiga: “A la autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injus-
ticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la
pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio del derecho
de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años”.
Por su parte Matus y Ramírez adscriben a un criterio más restringido, al señalar que:
“Por resoluciones manifiestamente injustas no se ha de entender otra cosa que aquellas
dictadas contra ley expresa y vigente, pues no es otra la obligación constitucional de los
empleados públicos […]. No se trata, por tanto, de una referencia a la injusticia material
medida con cualquier extra normativo, sino al mismo criterio objetivo que se aplica con
relación a la prevaricación judicial”15.
14 Muñoz Conde, F. Derecho Penal. Parte especial. 14ª edición, Valencia, Editorial Tirant lo Blanch, 2002, p. 938.
15 Matus Jean Pierre y Ramírez María. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte especial. Talca, Universidad de Talca, 2002, p. 336.
Parecería abonar esta interpretación más estricta la doctrina vigente a la época de dic-
tación de nuestro Código, y que sirvió de base para su promulgación. En efecto, el Código
Penal español de 1848 regulaba este delito en su artículo 270: “El empleado público que
a sabiendas y con manifiesta injusticia dictare o consultare providencia o resolución en
negocio contencioso administrativo o meramente administrativo, incurrirá en la pena de
inhabilitación perpetua especial”. Respecto de esta tipificación, casi idéntica a la nuestra,
don Joaquín Francisco Pacheco en su obra ya citada, al analizar el delito de prevaricación
administrativa expresa al respecto: “Manifiestamente injusta. Es decir, que no basta cual-
quier injusticia, una ilegalidad dudosa, una falta de esta clase, para cuya convicción sean
necesarias grandes conocimientos, difíciles deducciones”16.
“…No hay prevaricación –al menos de la que aquí se habla- sino cuando de una manera
evidente se ha faltado a lo que era justo”17. La ilegalidad dudosa a la que se refiere el ex
Fiscal del Tribunal Supremo Español, nos condiciona además a que la infracción de ley
deba ser de tipo evidente, palmaria.
Esta interpretación más estricta pareciera deducirse también de la historia fidedigna del
establecimiento de nuestro artículo 228. En efecto, en la sesión Nº 48 de quince de julio
de 1871, con presencia de los Comisionados Sres. Reyes, Altamirano, Gandarillas, Flores y
Renjifo, se señala: “Habiéndose adoptado ya una disposición semejante en el artículo 149
respecto de los empleados judiciales, es justo reproducirla en el 218, desde que en él se des-
cubre la misma razón”18.
En efecto, ocurrió que la Comisión Redactora reguló en el artículo 148 del proyecto que
sometieron a revisión del Congreso, las diversas hipótesis de prevaricación judicial, entre
ellas fallar contra ley expresa y vigente, que una vez promulgado el Código quedaron
reguladas en el artículo 223, hasta nuestros días. Pues bien, a propósito del mencionado
artículo 148 y para delimitar su sentido y alcance, en la sesión Nº 35 de cinco de mayo de
1871, la Comisión agregó un artículo 149, que señalaba: “Para hacer efectiva la responsa-
bilidad de los funcionarios a que se refiere el artículo anterior, en los casos de los número
1, 2, 3, 4 y 7, es necesario que la infracción de la lei sea clara y manifiesta, i la ignorancia o
mala aplicación de ella inexcusable”19.
Es decir para la Comisión Redactora las hipótesis de prevaricación judicial consistente en
fallar en contra de ley expresa y vigente, y otras allí identificadas en su artículo 148, re-
querían además de un actuar malicioso, que concurriera en su conducta una infracción
de ley, y que esta violación además fuera palmaria, evidente.
Por ello y a propósito de la regulación de la prevaricación administrativa, la Comisión
entendió que también debía utilizarse el mismo criterio que en la judicial, y agregó un
inciso segundo al artículo 218, quedando este artículo de la siguiente manera: “El em-
pleado público que a sabiendas i con manifiesta injusticia dictare o consultare providencia
o resolución en negocio contencioso o administrativo o administrativo meramente admi-
nistrativo, incurrirá en la pena de suspensión del empleo i multa.
16 Pacheco, Joaquín Francisco, ob. cit., p. 400.
17 Pacheco, Joaquín Francisco, op. ob. cit., p. 400.
18 Actas de la Comisión Redactora del Código Penal Chileno…, ob. cit., págs. 98 y sgtes.
19 Actas de la Comisión Redactora del Código Penal Chileno…, ob. cit., págs. 70 y sgtes.
Para la aplicación de este artículo deberán concurrir respecto de los casos a que él se refiere
las circunstancias determinadas en el 149”.
Como vimos el mencionado artículo 149 requería de parte del sujeto activo una “infrac-
ción de lei”, y que además fuera manifiesta.
Por lo anterior e independientemente que en definitiva la redacción final del artículo
varió un tanto, quedando regulado en nuestro actual artículo 228 del Código Penal, no
es menos cierto que el concepto normativo “manifiesta injusticia” se mantuvo hasta la
actualidad, por lo cual es válido considerar que la Comisión Redactora entendía que de la
misma manera en que un juez prevaricaba al fallar contra ley expresa y vigente, la preva-
ricación administrativa importaba una conducta equivalente a aquella, esto es infringir
la ley, pero ahora ejecutada por un miembro de la Administración Pública en su propio
ámbito de competencias.
Por ello estimamos que la Comisión Redactora se decidió por un criterio único para am-
bos tipos penales para efectos de fijar el real sentido de lo que debía entenderse por
“injusto”, interpretando en ambos casos la idea de injusticia como infracción de ley. Esto
nos permite concluir que para que un acto administrativo sea injusto para efectos pe-
nales, no bastará una arbitrariedad, sino que requiere que se dicte en contra de lo que
la ley manda, prohíbe o permite, es decir podría llegar a plantearse que para efectos del
artículo 228 del Código Penal, lo injusto sería equivalente a ilegal, esto es aplicar la ley de
forma contraria a lo que ella prescribe.
Administración Pública como bien jurídico protegido por este delito. Y estimamos será
el grado o magnitud de afectación de este bien jurídico, el que debería determinar la
intervención de mecanismos represivos de índole administrativa, o bien que justifique el
control sancionatorio de carácter penal.
Y lo anterior se traduce en una situación eventualmente discutible, en el sentido de de-
batir hasta qué punto se requiere la persecución penal de una conducta, cuando ésta
no afecta un derecho subjetivo de un ciudadano en particular, o un derecho colectivo
determinado o al menos determinable. Pues claro, si entendemos que no se requiere
tal afectación específica para la intervención penal, atendido el bien jurídico protegido,
sería posible dialogar sobre si la configuración de este delito se acercaría más bien a la
protección del ordenamiento jurídico en sí mismo, más que el recto funcionamiento de la
Administración, es decir, el delito devendría en instrumento de protección del principio
de legalidad en sentido amplio, lo cual haría al menos discutible la utilización de la juris-
dicción penal, en vez de propender a la intervención de los mecanismos administrativos
de control, que parecieran constituirse en instrumentos más conciliables con el principio
de ultima ratio del Derecho Penal, dado que se puede argüir que la razón de ser del sis-
tema de responsabilidad administrativa, consiste precisamente en preservar y mejorar
el funcionamiento específico de la institución pública en la cual se cometió el acto ilícito.
VI. CULPABILIDAD
Como se indicó en cuanto al elemento positivo de la culpabilidad del delito, el inciso pri-
mero exige dolo directo, lo que se evidencia de la incorporación del concepto “a sabien-
das”. Esta exigencia de dolo directo viene justificada desde su origen legislativo mismo.
En efecto, el mismo Pacheco se refiere a este elemento cuando lo analiza a propósito de
la prevaricación judicial, haciéndolo expresamente aplicable a la prevaricación adminis-
trativa, al señalar: “Venimos ya a la tercera condición del artículo: que esta injusticia se
haya cometido a sabiendas, esto es, con conocimiento de lo que era, con malicia, con ánimo
de perpetrarla”. “…Si el artículo no hubiere usado aquella palabra, daría a entender que en
todo caso de sentencia injusta, la presunción estaría por haberse hecho con conocimiento
y designio de delinquir. Por el contrario, usándola da a entender que la presunción es la
opuesta, y que ese mal intento necesita ser justificado”20.
De esta manera en el texto guía de nuestra Comisión Redactora, se justifica la incorpora-
ción de “a sabiendas”, para exigir que la dictación de la sentencia, en nuestro caso, la del
acto administrativo injusto, no se le aplicaría la presunción general de dolo, sino que se
requiere que el acusador debe probar que la conducta fue cometida con conocimiento y
voluntad reflexiva, que el sujeto activo tiene certeza de la naturaleza ilegal de la conduc-
ta, y concienzudamente la ejecutó.
Fundados en estas disquisiciones es que nuestra Comisión Redactora incorpora tam-
bién en la descripción típica el requisito subjetivo del dolo directo, a través de la frase
“a sabiendas”, excluyendo de esta manera la posibilidad de su comisión con dolo
eventual. Muy ilustrativo a este respecto resulta Etcheberry, quien señala a propósito
los Estatutos Administrativos, tanto de los funcionarios públicos como de los munici-
pales, regulan, entre varios tópicos, la función pública, los criterios y procedimientos de
actuación a los cuales están sometidos los diversos funcionarios públicos, como también
aquellos procedimientos disciplinarios destinados a sancionar sus conductas ilícitas en
el ejercicio de su ministerio. También se cuenta con la Ley de Bases de Procedimiento
Administrativo, que establece las figuras de la revocación e invalidación de los actos ad-
ministrativos, como también el silencio administrativo.
Así cuando hablamos de controlar y sancionar la emisión de actos administrativos ile-
gales o arbitrarios, encontramos diversos mecanismos de Derecho Administrativo que
permiten obtener la invalidación o supresión de los efectos antijurídicos del acto cues-
tionado con mayores grados de eficiencia y eficacia, que los que ofrece el Derecho Penal.
Es del caso de ciertas instituciones que se integran a los mecanismos de cesación de
vigencia del acto administrativo, en particular la revocación e invalidación de los actos
administrativos. Ambas instituciones se conocen como instrumentos de extinción unila-
teral por la Administración, y se caracterizan por privar de efectos a un acto administra-
tivo mediante una decisión posterior de contrario imperio25.
De esta manera la revocación consiste en el retiro del acto por parte de la propia Ad-
ministración, por motivos de oportunidad, mérito o conveniencia, que es lo mismo que
decir que se le priva de efectos porque se volvió a evaluar las circunstancias que llevaron
a dictarlo en un momento inicial. Así lo indica el artículo 61 de la Ley Nº 19.880. Este ins-
trumento de privación de efectos de un acto administrativo por cierto que puede apli-
carse a aquellos fundados en un abuso de autoridad, o en el ejercicio de una potestad
con desviación de poder. El límite para su ejercicio estaría en los actos de tipo favorable.
Por otro lado está la Invalidación del artículo 53 de la Ley Nº 19.880, que consiste en el
retiro del acto de parte de la propia Administración fundado en razones de Derecho, en
particular asilado en la ilegalidad inicial del acto, por considerarse ex post que el acto
debía ser anulado, potestad que debe ser ejercida en el plazo de 2 años.
Ambas instituciones resultan ser mucho más eficientes a la hora de controlar la even-
tual emisión de actos injustos, arbitrarios o derechamente ilegales. Además contienen
un elemento de eficacia encomiable, porque por más que algún sujeto sea condenado
en sede penal por haber emitido una resolución “injusta”, esa condena penal no nece-
sariamente privará de efectos jurídicos al acto administrativo, lo que sí ocurrirá, con la
revocación o la invalidación. Esto con una importante salvedad legislativa, la situación
expresamente contemplada a título excepcional y a propósito de la responsabilidad ad-
ministrativa, en el artículo 120 del Estatuto Administrativo Ley N° 18.834, inciso primero
que señala: “Si se le sancionare con la medida de destitución como consecuencia exclu-
siva de hechos que revisten caracteres de delito y en el proceso criminal hubiere sido
absuelto o sobreseído definitivamente por no constituir delito los hechos denunciados,
el funcionario deberá ser reincorporado a la institución en el cargo que desempeñaba
a la fecha de la destitución o en otro de igual jerarquía”. Es decir, haciendo excepción a
la independencia de las responsabilidades administrativa y penal, el legislador otorga
VIII. CONCLUSIONES
El delito de prevaricación administrativa del artículo 228 del Código Penal ha sido histó-
ricamente estudiado de manera residual, apareciendo permanentemente “a la sombra”
del delito de prevaricación judicial. En efecto, tanto la doctrina comparada como la nacio-
nal abordan en detalle las diversas hipótesis de prevaricación de los jueces, y al referirse
a la prevaricación administrativa, simplemente se replican los conceptos ya tratados res-
pecto de los jueces, particularmente en los elementos típicos más relevantes.
unidad especializada
en tráfico ilícito de
estupefacientes y
sustancias sicotrópicas
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 73
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
TRATAMIENTO PENAL DE
LA SIEMBRA, PLANTACIÓN,
CULTIVO O COSECHA DE
ESPECIES VEGETALES DEL
GÉNERO CANNABIS EN
CHILE
Roberto Rabi González1
RESUMEN
El presente trabajo busca entregar un panorama actualizado del estatuto legal, además
del entorno jurisprudencial y doctrinario, del delito de siembra, plantación, cultivo o co-
secha de especies vegetales del género cannabis en Chile, previsto y sancionado en el
artículo 8 de la Ley 20.000; revisando la estructura del tipo penal y sus principales proble-
mas dogmáticos. Analizamos sus orígenes, abundantes fallos de importancia, doctrina
nacional y comparada relevante y la redacción actual de la figura penal; enfatizando la ne-
cesidad de una reformulación que sea consecuencia de una decisión seria y definitiva en
torno a las necesidades de política criminal que fundan la penalización de esta conducta.
I. INTRODUCCIÓN
En el Derecho Penal comparado, los sistemas de tipificación penal de los delitos de trá-
fico ilícito de drogas y figuras afines, optan preferentemente por estructuras complejas
que abarcan las distintas etapas del desarrollo del ciclo de los estupefacientes, desde la
generación de las sustancias hasta su consumo. El legislador chileno escogió la técnica
denominada “de incriminación en cascada2”, orientada fundamentalmente a evitar la-
gunas de punibilidad, en términos tales que si, por ejemplo, no es factible acreditar los
presupuestos de alguno de los comportamientos ligados al tráfico de la droga (verbigra-
1 Fiscal Adjunto, especializado en delitos de tráfico ilegal de estupefacientes, Fiscalía Santiago Norte de la Fiscalía Regional
Metropolitana Centro Norte, Ministerio Público. Magíster en Derecho Constitucional Pontificia Universidad Católica de
Chile, Máster en Derecho Penal y Procesal Penal Universidad Diego Portales.
2 La noción de incriminación en cascada, alude a la técnica legislativa que busca establecer tipos penales amplios para
figuras de mayor gravedad, y el empleo del mismo núcleo típico, pero con menor exigencia para figuras asociadas de me-
nor disvalor. Es distinto de la responsabilidad criminal en cascada, que alude a un sistema de responsabilidad penal para
cierto tipo de delitos, en virtud del cual, se establece una cadena escalonada de autoría que funciona de forma excluyente
y subsidiaria.
cia la venta) persiste la posibilidad de sancionar penalmente al sujeto activo por los otros
(la tenencia, el transporte, etc.).
En tal contexto, desde la entrada en vigencia de la Ley 18.403 de 4 de marzo de 1985, el
ordenamiento jurídico nacional ha contemplado una figura periférica, pero de tremen-
do alcance práctico: la siembra, plantación, cultivo o cosecha de especies vegetales del
género cannabis. Dicha figura, actualmente regulada en el artículo 8 de la Ley 20.000, a
diferencia de la gran mayoría de los tipos penales de dicha norma, tiene un objeto ma-
terial más bien específico, se trata de “especies vegetales del género cannabis u otras
productoras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas”. Considerando que el verbo
rector consiste en “sembrar, plantar, cultivar o cosechar especies vegetales”, el ámbito de
posibilidades se restringe considerablemente, quedando reducidas a hipótesis de muy
poca ocurrencia, aquellas en que las especies vegetales en cuestión son distintas del
cannabis. De hecho, el artículo 5 del reglamento de la Ley 20.000 contiene la enunciación
concreta de las especies a que se refiere el artículo 8 de la ley, prescribiendo: “Califícase
como especies vegetales productoras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas, a que
se refiere el artículo 8º de la ley Nº 20.000, las siguientes: Cannabis Sativa L, Cacto Peyote,
Catha Edulis (Khat), Datura Estramonium L, Hongo Psilocide, Eritroxylon Coca, Papaver
Somniferum L, Salvia divinorum (salvinorina A)”.
II. HISTORIA
La figura, como decíamos anteriormente, aparece en nuestro sistema penal con la Ley
18.403, de 4 de marzo de 1985. Su incorporación obedeció a razones de política crimi-
nal y a la necesidad de armonizar nuestro sistema persecutor con tratados internacio-
nales vigentes, fundamentalmente la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes.
La redacción original sancionaba a quienes “sin contar con la competente autorización,
siembren, cultiven, cosechen o posean especies vegetales o sintéticas del género canna-
bis u otras productoras de substancias estupefacientes o sicotrópicas, en circunstancias
que hagan presumir el propósito de tráfico ilícito de alguna de ellas”. Posteriormente, la
Ley 19.366 de 30 de enero de 1995, reformuló la tipificación, sancionando a “los que, sin
contar con la competente autorización, siembren, planten, cultiven o cosechen especies
vegetales del género Cannabis u otras productoras de substancias estupefacientes o si-
cotrópicas (…) a menos que justifiquen que están destinadas al uso o consumo personal
exclusivo y próximo en el tiempo, en cuyo caso, serán sancionados según los artículos 41
y siguientes”, esto es, se estableció un tipo penal que sancionaba dos modalidades de
realización de verbos rectores alternativos, precedidos todos ellos de un elemento nega-
tivo del tipo: “sin contar con la competente autorización”. Dicha estructura fue conserva-
da por el legislador de la Ley 20.000, que en el artículo 8, dispuso: “El que, careciendo de
la debida autorización, siembre, plante, cultive o coseche especies vegetales del género
cannabis u otras productoras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas, incurrirá en
la pena de presidio menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo y
multa de cuarenta a cuatrocientas unidades tributarias mensuales, a menos que justifi-
que que están destinadas a su uso o consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo,
caso en el cual sólo se aplicarán las sanciones de los artículos 50 y siguientes”.
Estas dos modalidades, como veremos, tienen, en principio, una penalidad tremenda-
mente desigual. Sin embargo, el inciso final de la disposición citada contiene una rebaja
de pena aplicable a los casos en que se sanciona a título de delito y no de falta, que es
facultativa para el tribunal y de amplísimo espectro: “Según la gravedad del hecho y las
circunstancias personales del responsable, la pena podrá rebajarse en un grado”.
3 En el presente artículo emplearemos varias definiciones del diccionario de la RAE, en todos los casos, existiendo más de
una acepción, empleamos el que figura con el número uno, que es en cada concepto el principal y, además, el atiente al
tema que abordamos.
4 Joshi Jubert, Ujala. Los delitos de tráfico de drogas I. un estudio analítico del art. 368 CP. Barcelona, José María Bosh Editor,
1999, p. 118.
5 4° TOP de Santiago, RUC 0600200858-9, RIT 11-2008, 5 de marzo de 2008. En: Revista de Derecho (Valdivia), Vol. XXI - N°
1 - Julio 2008, Valdivia, Universidad Austral de Valdivia, páginas 171-185.
6 Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre, y Ramírez, María Cecilia. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte Especial. Segunda
edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p. 601.
7 Alcalde Sánchez, M. Salud pública y drogas tóxicas. Valencia, Tirant lo Blanch, 2002, p. 41. Citado en Frieyro, Sofía. El delito
de tráfico de drogas. Valencia, Tirant lo Blanch, 2017, p. 60.
8 Pedreira González, Félix. Actos de cultivo, elaboración y tráfico. En: El delito de tráfico de drogas. Valencia, Tirant lo Blanch,
2009, págs. 30 y 31. Citado en Frieyro, Sofía. El delito de tráfico de drogas. Valencia, Tirant lo Blanch, 2017, p. 61.
9 Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre, y Ramírez, María Cecilia. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte Especial. Segunda
edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p. 601.
10 Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre, y Ramírez, María Cecilia. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte Especial. Segunda
edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2004, p. 602.
11 Roxin, Claus. Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 2ª edición alemana de Luzón Peña, Diego; Díaz y García Con-
lledo, Mihuel, y de Vicente Remesal, Javier. Madrid, Civitas, 1997, reimpresión 2008, Tomo I, p. 284.
12 Roxin, Claus. Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 2ª edición alemana, de Luzón Peña, Diego; Díaz y García
mencionada está regulada por el artículo 9 de la Ley 20.000, que dispone que esta será
otorgada por el Servicio Agrícola y Ganadero, conforme a las disposiciones de los artícu-
los 6 y siguientes del Reglamento Nº 86713, que regulan la forma de efectuar la solicitud,
Conlledo, Miguel, y de Vicente Remesal, Javier. Madrid, Civitas 1997, reimpresión 2008, Tomo I, p. 284.
13 De la autorización, control y fiscalización de las siembras, plantaciones, cultivos y cosecha de especies vegetales produc-
toras de sustancias estupefacientes o sicotrópicas.
Artículo 6: Para obtener la autorización a que se refiere el artículo 8º de la ley Nº 20.000, los interesados deberán presentar
una solicitud en la Dirección Regional del Servicio Agrícola y Ganadero con jurisdicción en el territorio en que está ubicado
el predio en que se efectuará la siembra, plantación, cultivo o cosecha de las especies vegetales a que se refiere la disposi-
ción legal citada. En el caso en que el predio respectivo abarque dos o más jurisdicciones, se podrá solicitar la autorización
en cualquiera de ellas.
Artículo 7: La solicitud deberá presentarse con una antelación mínima de cuatro meses al inicio de la siembra, plantación,
cultivo o cosecha y deberá contener la siguiente información:
a. La completa individualización del solicitante, esto es, nombres y apellidos, nacionalidad, estado civil, profesión o
actividad, domicilio, lugar y fecha de nacimiento, número de la cédula de identidad y del Rol Único Tributario, si
fuere distinto a aquélla;
b. Ubicación y denominación del predio, si la tuviere; superficie y deslindes del mismo; rol de avalúo para el pago de
contribuciones territoriales; inscripción en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces;
c. Exacta ubicación del terreno y superficie en que se proyecta efectuar el cultivo;
d. Fecha en que se efectuará la siembra; género, especie y variedad del cultivo; cantidad del material de reproduc-
ción que se propone emplear y proveedor del mismo; período y cantidad estimados de cosecha;
e. Destino que se pretende dar al producto cosechado y antecedentes del contrato respectivo, si ya se hubiere celebrado.
Artículo 8: La solicitud a que se refieren los artículos anteriores deberá ser acompañada de los siguientes documentos:
a. Certificado de dominio vigente y de pago de contribuciones al día;
b. Autorización otorgada por el dueño del predio y copia del título en virtud del cual el solicitante lo explota, los que
deberán ser suscritos ante Notario;
c. Plano en que aparezca debidamente delimitado el terreno en que se desea efectuar el cultivo;
d. Declaración jurada acerca del cierro que se utilizará y de la forma en que se procederá a la destrucción de rastrojos
una vez concluida la cosecha;
e. Si se tratare de sociedades deberá acompañarse copia de sus títulos, con certificado de vigencia;
f. En el caso de comunidades hereditarias deberá acompañarse copia autorizada de la inscripción del decreto judicial
o resolución administrativa que concede la posesión efectiva y de la especial de herencia con certificado de vigencia;
g. Tratándose de asociaciones distintas de las anteriores, se acompañará el título que la origine y la individuali-
zación de sus integrantes. Si careciere de pacto escrito, la individualización completa de los asociados deberá
hacerse por medio de una declaración jurada ante Notario.
En los tres casos anteriores deberá agregarse una relación completa de los socios, directores, administradores o de los
miembros de las asociaciones o comunidades, salvo el caso de las sociedades anónimas, en la que se incluirá, además, a
las personas encargadas directamente del cultivo, con expresa mención de este hecho.
Artículo 9: Recibida la solicitud en el Servicio Agrícola y Ganadero, con toda la documentación antes descrita, se remitirá
el expediente a la Intendencia Regional correspondiente, la que ordenará agregar los certificados de antecedentes del
solicitante, del propietario del predio, de los socios directores, administradores o de los miembros o integrantes de las
sociedades, comunidades u otras asociaciones y de los encargados del cultivo. Si lo estimare pertinente, la Intendencia
pedirá informe a los organismos policiales respectivos.
Artículo 10: Concluidas las gestiones anteriores, la Intendencia informará sobre el particular al Servicio Agrícola y Ganadero,
y éste, una vez recibido el informe, podrá otorgar la autorización solicitada, la que comunicará, remitiendo una copia de ella,
a las jefaturas de Carabineros de Chile y de la Policía de Investigaciones con jurisdicción en el territorio en que está ubicado
el predio. El rechazo de la solicitud deberá ser fundado, con arreglo a la ley y este Reglamento.
En la autorización se establecerán las características de los cierros que deberán utilizarse, como asimismo, la forma en que
se efectuará la destrucción de las especies a que se refiere el inciso 2º del artículo 10º de la ley Nº 20.000.
Artículo 11: Concedida la autorización, el interesado deberá comunicar a la Dirección Regional del Servicio Agrícola y Ganadero
con jurisdicción en el territorio en que está ubicado el predio y con una anticipación mínima de 30 días, la fecha exacta de la
siembra, plantación o cultivo. Igualmente, deberá comunicarse a dicha Dirección Regional la fecha en que se iniciará la cosecha,
con una antelación no inferior a sesenta días, contados desde la fecha indicada para el inicio de la misma.
Con todo, si el predio respectivo abarca dos o más jurisdicciones del Servicio Agrícola y Ganadero, las comunicaciones a
que se refiere el párrafo anterior, se podrán enviar a cualquiera de ellas.
Artículo 12: Concluida la cosecha y para los efectos del transporte de los productos obtenidos, el interesado deberá re-
querir, previamente, una guía de libre tránsito que otorgará el Servicio Agrícola y Ganadero, en la que se individualizará
el medio de transporte, cantidad de los productos, destino y ruta a ser utilizada. Dicha guía deberá ser visada por alguna
de las Unidades de Carabineros más próxima al predio y también por aquella correspondiente al lugar de destino de los
productos.
Artículo 13: Los predios en que se realicen alguno de los cultivos a que se refieren los artículos anteriores deberán estar del
todo cerrados mediante algún sistema que impida el acceso de cualquier persona que no esté directamente encargada
del cultivo.
Artículo 14: Finalizada la cosecha y separado el producto, las plantas, sus rastrojos, florescencias, semillas u otras partes
activas deberán ser destruidas por el interesado en presencia de un funcionario del Servicio Agrícola y Ganadero y de
un funcionario de la Policía de Investigaciones o de Carabineros de Chile, de la Oficina o Unidad más próxima al predio,
sus requisitos y resguardos orientados a que, otorgada que sea, la producción se desvíe a
personas y usos distintos de los que fundamentaron la autorización. Entre otras restric-
ciones, la ley prescribe que no podrá otorgarse dicha autorización a quienes hubieren sido
formalizados o condenados por ilícitos de las leyes 19.366, 20.000 o 19.913 (sobre lavado
de activos). Recientemente, la Corte Suprema ha resuelto que la expresión “careciendo de
la debida autorización” es un elemento normativo del tipo, esto es, uno de aquellos para
cuya inteligencia se requiere valoración jurídica14; por cierto, lo que no importa que no sea,
a su vez, un elemento negativo en los términos antes señalados. Más allá de la etiqueta,
precisa el alcance del citado elemento al resolver que “dice relación con la antijuridicidad,
pues las conductas realizadas con la competente autorización se encuentran justificadas
por el derecho, de manera tal que no es la falta de aquella la que determina que la realiza-
ción de alguna de las conductas respecto de las sustancias o drogas esté prohibida o sea
ilegal, en este caso la plantación del género cannabis sativa, sino que es la capacidad de
afectar el bien jurídico a través de su difusión incontrolable la que determina su ilegalidad.
Simplemente, la ley contempla casos en que se pueden realizar las conductas prohibidas
cumpliendo con las normas pertinentes, por considerar que en esos casos existen otros
intereses que justifican la realización de dichas conductas”15.
Los actos antes expuestos, en las circunstancias descritas, podrán ser sancionados ya sea
con las penas de simple delito, previstas en el artículo 8 de la Ley 20.000, esto es, presidio
menor en su grado máximo a presidio mayor en su grado mínimo y multa de cuarenta
a cuatrocientas unidades tributarias mensuales; como regla general, o con las penas de
multa la falta del artículo 50 de dicho cuerpo legal; esto último en aquellos casos en
que el sujeto activo justifique que las sustancias están destinadas a su uso o consumo
personal, exclusivo y próximo en el tiempo. Del tenor literal de la disposición citada se
desprende que el tratamiento de las conductas en comento como faltas penales, supone
la concurrencia de ciertas cualidades del destino que el sujeto activo le dé al objeto ma-
terial de la conducta, aludiendo como modalidades alternativas al uso y al consumo. Lo
cierto es que la expresión “uso” tiene tal amplitud que hace irrelevante la formulación
alternativa, pues, entre otras expresiones más específicas, incluye al propio consumo.
Más ardua resulta la precisión sobre los calificativos de dicho uso o consumo, pues el
legislador utiliza a las expresiones “personal exclusivo y próximo en el tiempo”, como
cualidades copulativas.
Por “personal” entendemos aquel uso o consumo de un objeto, destinado a la persona
del sujeto que usa o consume y no de otro. La ley refuerza esta cualidad empleado la voz
“exclusivo”, que importa la negación absoluta de la participación de cualquier otro en
el uso o consumo en cuestión. No debe desconocerse, sin embargo, que la disposición
citada no excluye la posibilidad de coautoría o coparticipación, situación en que, eviden-
temente, el alcance de estas expresiones alude al conjunto de los autores o partícipes.
Así lo ha resuelto la Corte Suprema, afirmando que “los actos de siembra, plantación,
debiendo levantarse un acta de la diligencia, la que suscribirán los funcionarios asistentes y el interesado, copia de la cual
se remitirá al mencionado Servicio Agrícola.
14 Como, por ejemplo, “cosa mueble”, “abuso”, “legítimamente”, etc.
15 Corte Suprema, Rol Nº 5417-2019, 17 de diciembre de 2019.
cultivo o cosecha de las plantas realizados por dos o más personas mancomunada o
concertadamente, aún cuando no todos ellos ejecuten alguno de esos actos de manera
directa o inmediata, no serán sancionados conforme al artículo 8° sino según el artículo
50, en su caso, si justifican que la droga que obtendrían de esas plantas está destinada a
su propio uso o consumo”16.
Finaliza la disposición con la partícula más ambigua, la alusión a la “proximidad en el
tiempo”. Al discutir la Ley 19.366 que incorporó dicha referencia, algunos diputados re-
velaron su incomodidad con la mención, toda vez que en su opinión “podría ser una
forma de incentivar el consumo y la autorización para los cultivos caseros”17. Pero sobre
la redacción específica, únicamente se buscó precisar la expresión “próximo”, agregan-
do a ella “en el tiempo”, especificación que no contenía el proyecto original18. Nuestra
doctrina y la jurisprudencia se han abocado a la interpretación de estas exigencias en
conjunto, no de manera independiente, con mayor intensidad, como anticipamos, en la
proximidad en el tiempo.
Al respecto, la Corte Suprema ha señalado que la diferenciación obedece a un criterio
no cuantitativo, y la conducta se considerará comprendida en la hipótesis sancionada
como delito, cuando la droga “no pueda ser considerada para el autoconsumo próximo
en el tiempo por su calidad o pureza o las circunstancias concomitantes sean suficiente-
mente indiciarias por sí mismas de la destinación por el sujeto activo a su tráfico” y, por
el contrario, no lo será cuando “la droga de que se trata sea posible de ser consumida en
un tiempo próximo y no existan otros elementos concomitantes que desvirtúen dicha
situación”19.
Respecto de la proximidad en el tiempo, la Corte Suprema ha variado su interpretación,
de una inicialmente estricta, hasta una que le da a la alternativa punible como falta
bastante más extensión. Desde comienzos de la presente década, la variación más re-
levante se advirtió, “respecto del uso o consumo de marihuana “próximo en el tiempo”
(que) dista, en un importante número de casos, de interpretaciones restrictivas que po-
dían apreciarse en años anteriores, no obstante su carácter formal de droga dura”20. En
cuanto a esta específica cuestión, “próximo se define como cercano, que dista poco en
el espacio o en el tiempo. La ley no emplea expresiones como ‘inmediato’ o ‘rápido’ para
calificar el consumo en su limitación temporal, dependiendo de las circunstancias del
caso su calificación”21.
Ahora, la Corte Suprema ha resuelto que pesa sobre el acusado la carga procesal de acre-
ditar que la droga se destinaría al uso o consumo personal, exclusivo y próximo en el
tiempo, mediante la prueba de descargo que se rinda, de las circunstancias concretas
de dicho destino22. Debemos asumir, en todo caso –y así lo ha sostenido la Corte Supre-
ma– que esta referencia corresponde a un concepto “regulativo”, que implica que la de-
terminación de las circunstancias bajo las cuales opera debe necesariamente realizarse
atendiendo al escenario fáctico del caso concreto, de manera que “la facultad de hacerlo
tiene que entenderse concedida a los jueces que son quienes se encuentran en posesión
de los mencionados antecedentes fácticos, motivo por el cual en el ejercicio de esa facul-
tad, ellos gozan de una amplia discrecionalidad, puesto que los mencionados conceptos
no “procuran normas ni son constitutivos para la sentencia”23.
Se ha afirmado también, por cierta jurisprudencia y doctrina, que la aplicación de las
sanciones del artículo 50 de la Ley 20.000, tratándose de lo que se ha denominado “cul-
tivo-falta”, no se impondrán si “las características propias del hecho y las circunstancias
concomitantes que acompañen a la acción no permiten aplicar la sanción residual. Esto
en consideración de dos elementos: el lugar de cultivo y la afectación que este le pro-
duzca al bien jurídico protegido por la ley”24. Vale decir que, frente a la conducta del artí-
culo 8, acreditado que el destino del cultivo sea su uso o consumo personal, exclusivo y
próximo en el tiempo, deberían, además, para aplicarse la sanción del artículo 50 según
el reenvío, concurrir los presupuestos fácticos de la figura del art. 50 de la Ley 20.00025-26.
Sin embargo, la tesis mayoritaria, respaldada en fallos recientes, sostiene de manera ca-
tegórica que “el artículo 8 de la Ley N° 20.000, al aludir a la utilización de la cannabis para
el consumo personal, exclusivo y próximo en el tiempo, no está eximiendo de responsa-
bilidad a su autor, sino solamente le impone una pena más baja, esto es, la contenida en
el artículo 50 de la Ley antes señalada”27.
22 En Corte Suprema, Rol N° 4.949-15, 9 de junio de 2015, y Corte Suprema, Rol N° 15.920-15, 17 de noviembre 2015. En algu-
nos casos recientes (Rol N° 12.564-18, 16 de agosto de 2018, y Rol N° 35.154-16, 27 de julio de 2016) que parecen ajustarse a
lo decidido en casos anteriores, cuando la Corte Suprema sostuvo que pesa sobre el acusado la carga de aportar antece-
dentes sobre el destino del cultivo, sin embargo, resuelve en sentido opuesto al estimar, en definitiva, como insuficiente
la prueba del Ministerio Público para demostrar que la droga estaba destinada a su tráfico, incurriendo, además, en el
consiguiente ejercicio de valoración proscrito en la sede de nulidad.
23 Rodríguez Vega, Manuel. “La proximidad” del uso o consumo como causal de exención del delito de plantación de especies
vegetales del género cannabis del art. 8 de la ley 20.000. Santiago, Universidad de Talca, 2016, p. 4.
24 Del Real, Vicente y Vergara, Gonzalo. “Análisis Jurídico: Artículo 8 de la Ley 20.000. El Problema de la licitud del cultivo,
como respuesta al consumo privado y sus vías de obtención”. Tesis para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas
y Sociales, Santiago, Universidad Finis Terrae, 2016, p. 47.
25 “SEXTO: […] Que, con lo razonado, y conforme lo prescribe la norma legal antes citada, en su inciso final, donde se
establece que sin constituir delito, una persona que sin la debida autorización, siembre , plante, cultive o coseche estas
especies, y justifique que están destinadas a su uso o consumo personal exclusivo y próximo en el tiempo, será sancio-
nado conforme a lo dispuesto en el artículo 50 y siguientes de la L. 20.000; sin embargo, no reuniéndose en la especie
los requisitos que señala esta última norma, pues no se trata de un consumo en lugares públicos o abiertos al público ni
tampoco se ha probado que el acusado se haya concertado para consumir privadamente, no procede sancionarlo”. TOP de
Talca, RIT N° 264-2009, 12 de abril de 2010.
26 Así, la Corte Suprema ha afirmado que si la hipótesis corresponde a especies de género cannabis destinadas a su
“consumo personal, exclusivo y próximo en el tiempo en lugar privado o no abierto al público (se trata de el) único caso
en que ese consumo privado no es sancionado penalmente ni aun a título de falta”. Corte Suprema, Rol N° 6909-16, 4 de
abril de 2016.
27 Corte de Apelaciones de Coyhaique, Rol Nº 89-2019, 16 de septiembre de 2019.
Las figuras en cuestión, como es evidente, no admiten una modalidad de comisión cul-
posa28, sino que, como en el Derecho español, es necesario que concurra el “conocer y
querer de los actos de cultivo, conocer y querer el objeto del cultivo y conocer y querer la
capacidad objetiva de difusión del consumo ilegal de las sustancias obtenidas; el cultivo
debe estar orientado a la obtención de drogas como producto por medios agrícolas”29.
28 A diferencia de la figura del artículo 10, que pese a tener una evidente vinculación, supone un sujeto activo especial y
una conducta específica.
29 Frieyro, Sofía. El delito de tráfico de drogas. Valencia, Tirant lo Blanch, 2017, p. 60.
30 Cuadrado, Cristóbal; Huneeus, Josefina, y Zamorano, Nicolás. Documento de posición del Colegio Médico de Chile so-
bre el proyecto de ley que “Modifica el Código Sanitario para incorporar y regular el uso medicinal de productos deriva-
dos de cannabis”. Santiago, Colegio Médico de Chile, 2019, p. 3. Disponible en: http://www.colegiomedico.cl/wp-content/
uploads/2019/06/documento_cultivo_seguro.pdf
31 Sánchez Bustos, Sergio. “Principales Paradigmas Preventivos en el mundo de Hoy”. En: Musalem, Pedro y Sánchez,
Sergio. Aportes para una Nueva Política de Drogas. Santiago, Colegio Médico de Chile, 2010, págs. 20 y sgtes.
V. ANTIJURIDICIDAD DE LA CONDUCTA
Los delitos de tráfico de la Ley 20.000 protegen la salud pública, por lo mismo es nece-
sario para que se configuren que “las sustancias estupefacientes o sicotrópicas –objeto
material– puedan afectarla y estén controladas”33. En doctrina suele distinguirse entre
antijuridicidad formal y antijuridicidad material. Entendemos por antijuridicidad for-
mal la mera contradicción entre la conducta típica del agente y el derecho, esto es, la
contravención de las órdenes y prohibiciones que establece el ordenamiento jurídico. La
antijuridicidad material importa que la conducta efectivamente afecte el bien jurídico
protegido por un tipo penal, descartando, por ende, los casos en que no se ha dañado o
puesto en peligro el específico bien jurídico que tutela una figura penal determinada y
no otro. Para que se produzca la afectación del bien jurídico protegido por la generalidad
de los tipos penales de la Ley 20.000, tratándose de delitos de peligro abstracto34, basta
la posibilidad de que dicha afectación se produzca y es por lo tanto imprescindible que
el objeto material de dichas figuras sea idóneo al efecto. Nuestro máximo tribunal ha
resuelto que, por no existir certeza científica sobre el grado de pureza y peligrosidad de la
droga incautada, tal como establece el art. 43 de la Ley 20.00035, en los casos en que úni-
32 Cuadrado, Cristóbal; Huneeus, Josefina, y Zamorano, Nicolás. Documento de posición del Colegio Médico de Chile so-
bre el proyecto de ley que “Modifica el Código Sanitario para incorporar y regular el uso medicinal de productos derivados
de cannabis”. Santiago, Colegio Médico de Chile, 2019, p. 6. Disponible en: http://www.colegiomedico.cl/wp-content/
uploads/2019/06/documento_cultivo_seguro.pdf
33 Rebolledo, Lorena. “El Bien Jurídico protegido en los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes”. En: Revista del Ministe-
rio Público, Nº 60, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2014, p. 124.
34 Tanto en los delitos de peligro abstracto como en los delitos de peligro concreto nos enfrentamos a construcciones
penales que justifican la proscripción de determinadas conductas en razón al peligro que ellas generan y no a un resul-
tado tangible. Si embargo, mientras en el caso de los delitos de peligro abstracto el resultado nocivo es presumido por el
legislador, en el caso de los delitos de peligro concreto la puesta en peligro en un escenario específico debe acreditarse. En
general, los sistemas comparados y el chileno, emplean la técnica de delitos de peligro abstracto para la penalización de
los delitos cuyo objeto material son los estupefacientes.
35 Artículo 43.- El Servicio de Salud deberá remitir al Ministerio Público, en el más breve plazo, un protocolo del análisis
químico de la sustancia suministrada, en el que se identificará el producto y se señalará su peso o cantidad, su naturaleza,
contenido, composición y grado de pureza, como, asimismo, un informe acerca de los componentes tóxicos y sicoactivos
asociados, los efectos que produzca y la peligrosidad que revista para la salud pública.
41 Corte Suprema, Rol N° 12.564-18, 16 de agosto de 2018. Corte Suprema, Rol N° 12.869-18, 1 de agosto de 2018.
42 Rodríguez Vega, Manuel. “Jurisprudencia de la Corte Suprema del trienio 2016-2018 sobre aspectos sustantivos de la
Ley N° 20.000”. En: Revista Jurídica del Ministerio Público, Nº 75, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2019, p. 129.
43 Rodríguez Vega, Manuel. “Jurisprudencia de la Corte Suprema del trienio 2016-2018 sobre aspectos sustantivos de la
Ley N° 20.000”. En: Revista Jurídica del Ministerio Público, Nº 75, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2019, págs. 129 y 130.
44 Matus, Jean Pierre. “La teoría del concurso aparente de leyes penales y el “resurgimiento” de la ley en principio desplaza-
da”. En: Revista de Derecho Universidad Católica del Norte, Coquimbo, Universidad Católica del Norte, 2002, págs. 30-31.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
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2. Cisternas Veliz, Luciano. “Consumo de Marihuana «Próximo en el Tiempo»: Aproximación a la Evolución
Jurisprudencial (2005-2015)”. En: Revista de la Justicia Penal, N° 7, Santiago, Librotecnia, 2017.
3. Cuadrado, Cristóbal; Huneeus, Josefina, y Zamorano, Nicolás. “Documento de posición del Colegio
Médico de Chile sobre el proyecto de ley que “Modifica el Código Sanitario para incorporar y regular el
uso medicinal de productos derivados de cannabis”. Santiago, Colegio Médico de Chile, 2019.
4. Del Real, Vicente y Vergara, Gonzalo. “Análisis Jurídico: Artículo 8 de la Ley 20.000. El Problema de la
licitud del cultivo, como respuesta al consumo privado y sus vías de obtención”. Tesis para optar al grado
de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Santiago, Universidad Finis Terrae, 2016.
5. Frieyro, Sofía. El delito de tráfico de drogas. Valencia, Tirant lo Blanch, 2017.
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7. Matus, Jean Pierre. “La teoría del concurso aparente de leyes penales y el “resurgimiento” de la ley en
principio desplazada”. En: Revista de Derecho Universidad Católica del Norte, Coquimbo, Universidad
Católica del Norte, 2002.
8. Politoff, Sergio; Matus, Jean Pierre, y Ramírez, María Cecilia. Lecciones de Derecho Penal Chileno. Parte
Especial. Segunda edición, Santiago, Editorial Jurídica de Chile, 2004.
9. Rebolledo, Lorena. “El Bien Jurídico protegido en los delitos de tráfico ilícito de estupefacientes”. En:
Revista Jurídica del Ministerio Público, Nº 60, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2014.
10. Rodríguez Vega, Manuel. “La proximidad” del uso o consumo como causal de exención del delito de plan-
tación de especies vegetales del género cannabis del art. 8 de la ley 20.000”. Santiago, Universidad de
Talca, 2016.
11. Rodríguez Vega, Manuel. “Jurisprudencia de la Corte Suprema del trienio 2016-2018 sobre aspectos sus-
tantivos de la Ley N° 20.000”. En: Revista Jurídica del Ministerio Público, Nº 75, Santiago, Chile, Ministerio
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12. Roxin, Claus Derecho Penal. Parte General. Traducción de la 2ª edición alemana, de Luzón Peña, Diego; Díaz
y García Conlledo, Mihuel, y de Vicente Remesal, Javier. Madrid, Civitas, Tomo I, 1997, reimpresión 2008.
13. Sánchez Bustos, Sergio. “Principales Paradigmas Preventivos en el mundo de Hoy”. En: Musalem, Pedro y
Sánchez, Sergio. En: Aportes para una Nueva Política de Drogas, Santiago, Colegio Médico de Chile, 2010.
NORMAS CITADAS
1. Código Penal. Actualizado al 15 de octubre de 2020.
2. Ley Nº 18.403 (4/3/1985), Sanciona el tráfico ilícito de drogas y estupefacientes y deroga la Ley Nº 17.934.
3. Ley Nº 19.366 (29/9/1994), Sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, dicta y
modifica diversas disposiciones legales y deroga Ley N° 18.403.
4. Ley 20.000 (16/2/2005), Sanciona el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias sicotrópicas, dicta y
modifica diversas disposiciones legales y deroga Ley N° 19.366.
JURISPRUDENCIA CITADA.
1. Corte Suprema, Rol Nº 4215-12, 25 de julio de 2012.
2. Corte Suprema, Rol N° 4949-15, 4 de junio de 2015.
3. Corte Suprema, Rol N° 15.920-15, 11 de noviembre de 2015.
4. Corte Suprema, Rol N° 6909-16, 4 de abril de 2016.
5. Corte Suprema, Rol N° 35.154-16, 5 de diciembre de 2016.
6. Corte Suprema, Rol N°1720-2017, 9 de marzo de 2017.
7. Corte Suprema, Rol N° 3994-2017, 15 de marzo de 2017.
8. Corte Suprema, Rol N°10.197-2017, 4 de mayo de 2017.
9. Corte Suprema. Rol N° 24.869-2017, 18 de julio de 2017.
10. Corte Suprema, Rol N° 39.641-2017, 9 de noviembre de 2017
11. Corte Suprema, Rol N° 44.261-2017, 30 de enero de 2018.
12. Corte Suprema, Rol N° 12.564-18, 16 de agosto de 2018.
13. Corte Suprema, Rol N° 12.869-18, 1 de agosto de 2018.
14. Corte Suprema, Rol N° 12.564-18, 16 de agosto de 2018.
15. Corte Suprema, Rol Nº 5417-2019, 17 de diciembre de 2019.
16. Corte Suprema, Rol Nº 29.118-2019, 6 de enero de 2020.
17. Corte Suprema, Rol N° 29.948-19, 24 de febrero de 2020.
18. Corte de Apelaciones de Coyhaique, Rol Nº 89-2019, 16 de setiembre de 2019.
19. 4° TOP de Santiago, RUC 0600200858-9, RIT 11-2008, 5 de marzo de 2008. En: Revista de Derecho (Valdivia),
Vol. XXI - N° 1 - Julio 2008, páginas 171-185.
20. TOP de Quillota, Rit N° 9-2012, 20 de marzo de 2012; confirmado por CA de Valparaíso, Rol N° 388-2012,
2 de mayo de 2012.
21. TOP de Talca, RIT N° 264-2009, 12 de abril de 2010.
unidad
de cooperación
internacional
y extradiciones
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 89
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
EL PROCEDIMIENTO DE
EXTRADICIÓN PASIVA NO
ES UN JUICIO ORAL.
COMENTARIO DE
SENTENCIA
Álvaro Hernández Ducos1
I. INTRODUCCIÓN
La Sala Penal de la Corte Suprema ha definido la extradición pasiva como el procedimiento
que consiste en la entrega que se hace por un país a otro de un individuo al que se acusa de
un delito o que ha sido condenado ya por él, a fin de que el último lo juzgue o proceda al
cumplimiento de la sentencia en el caso respectivo (Cury, Derecho Penal, Parte General, sép-
tima edición, p. 218). Se trata, además, de una institución que procura hacer efectiva la com-
petencia judicial internacional en materias penales, en otras palabras, es un instrumento de
cooperación internacional que legitima la entrega de un individuo que ha delinquido en un
estado determinado al Estado que lo requiere, a fin de ser juzgado por un ilícito penal o para
que se haga efectiva la cosa juzgada de una sentencia condenatoria ejecutoriada en el país
que cometió el delito materia del requerimiento2.
Además, ha indicado que la extradición pasiva no constituye propiamente un juicio, pues
no persigue acreditar la existencia del delito y determinar la responsabilidad del imputado,
sino que consiste en un mero “procedimiento” destinado a establecer la concurrencia de los
requisitos que la hacen procedente, en lo relativo al o los sujetos extraditables, al delito y su
naturaleza y a la extensión de la sanción aplicable. A mayor abundamiento, es preciso con-
signar que la extradición ha sido definida por esta Corte Suprema como “el acto mediante
el cual el Estado en cuyo territorio se ha refugiado una persona, la entrega al Estado don-
de delinquió, para su juzgamiento o cumplimiento de la pena, en su caso, con el objeto de
evitar la impunidad de los delitos y hacer efectivo el principio del auxilio mutuo que deben
prestarse las naciones, para la consecución del señalado fin” (proceso de extradición Rol Nº
7.063-2009). En consecuencia, esta institución tiene por objeto impedir que delitos que afec-
ten bienes jurídicos de alta lesividad para la sociedad queden impunes, y también someter a
los responsables a rendir cuenta en un proceso en marcha o enfrentar las decisiones que a su
respecto se adopten en un proceso ya concluido3.
La extradición es una institución jurídica que proviene del Derecho Internacional Público y
que emana del Derecho de los Tratados.
Chile ha suscrito tratados de extradición desde la segunda mitad del siglo XIX a la fecha,
muchos de los cuales se encuentran aún vigentes.
Los tratados de extradición contienen, en términos generales, un compromiso recíproco
de los Estados parte en orden a entregarse mutuamente a las personas que hayan come-
tido delitos, sea para juzgarlas o para permitir el cumplimiento de sentencias condena-
torias firmes, los requisitos formales y de fondo, la jurisdicción, los delitos extraditables
o la gravedad de los mismos4, las condiciones que impiden conceder una extradición de
manera imperativa (cosa juzgada, prescripción de la acción penal o de la pena, persecución
política, entre otros) o facultativa (nacionalidad del requerido), el instituto de la detención
previa con fines de extradición, la concurrencia de solicitudes de extradición entre varios
países, la extradición en tránsito, los plazos para formalizar una extradición y para retirar a
los extraditados, la incautación de objetos vinculados a los delitos y los gastos, entre otras.
El procedimiento de extradición pasiva se encuentra regulado en Chile en el Libro IV, Título
VI, Párrafo 2° del Código Procesal Penal, en concreto entre los artículos 440 a 454 inclusive.
Dichas normas determinan, básicamente, la procedencia de la extradición, la competencia
del tribunal llamado a conocer del asunto en primera instancia y en segunda instancia (ar-
tículo 450), la institución de la detención previa, consagrada en todos los tratados interna-
cionales sobre la materia, la representación del Estado requirente, que se entrega por ley al
Ministerio Público, el mecanismo para ofrecer y producir pruebas, tanto para el representan-
te del Estado requirente como de la Defensa, la procedencia de la prisión preventiva y otras
medidas cautelares, así como los resguardos que debe tomar el ministro instructor de la Cor-
te Suprema, el contenido y la ritualidad de la audiencia de juicio de extradición pasiva propia-
mente tal, el contenido de la sentencia de extradición, los recursos que se pueden interponer
en contra de la sentencia del juicio de extradición, contemplando tanto el de apelación como
el de nulidad, los efectos de las sentencias que conceden y que deniegan la extradición, y el
procedimiento de extradición pasiva simplificada.
Hay que destacar que esta regulación no contiene ninguna norma que permita la aplica-
ción supletoria de otro procedimiento, en caso de ausencia de regulación expresa.
colombiana por Feminicidio en contra del requerido y que no habían llegado por vía di-
plomática junto al pedido formal de extradición, sino que a través de cooperación directa
de parte del tribunal colombiano: el primero era el informe final de necropsia sobre la
víctima y el segundo la declaración de un testigo.
El tercer documento era el registro de la declaración del imputado ante la Policía de In-
vestigaciones de Chile, en el marco de la investigación que desarrollaba la Fiscalía Local
de Los Andes, ocasión en la cual, junto con renunciar a su derecho a guardar silencio so-
bre los delitos que se investigaban (usurpación de nombre y uso indebido de documento
público falso), en forma espontánea y sin que hubiera ningún indicio sobre ello, confesó
que se encontraba huyendo de Colombia, su país de origen, pues allí había dado muerte
a su pareja, cortándole el cuello con un cuchillo cocinero al interior del hogar común.
Durante la audiencia del juicio de extradición, la Defensa se opuso tenazmente a la lec-
tura de los mencionados documentos, señalando que el Ministerio Público los había
obtenido a través de una investigación no autorizada por la ley, sin resguardo de las ga-
rantías del debido proceso e, invocando las normas sobre juicio oral, agregó que existía
prohibición para dar lectura en juicio de antecedentes de la investigación. El Ministerio
Público argumentó que ninguno de los abogados que representaban a la República de
Colombia en el juicio de extradición había ordenado esas diligencias, que ellas eran pú-
blicas para los intervinientes y constaban en la carpeta investigativa de la Fiscalía Local
de Los Andes, donde el imputado era a su vez representado por la Defensoría Penal Públi-
ca local, que el juicio de extradición es un procedimiento especial regulado por el Código
Procesal Penal, que no tiene las características de un juicio oral y que existe una norma
que permite ofrecer y producir pruebas que van más allá del contenido de la demanda
formal de extradición que formula el Estado requirente.
El Ministro Instructor acogió los planteamientos del Ministerio Público, permitió la lec-
tura resumida de los documentos objetados por la Defensa, los valoró en su sentencia y
concedió la extradición de la persona requerida.
La Defensoría Penal Pública dedujo recurso de nulidad y de apelación en subsidio en
contra de la sentencia que concedía la extradición. Para justificar la nulidad, alegó en
contra del uso y valoración de los tres documentos antes mencionados. Y para justificar
la apelación, partió del supuesto que sin esos tres documentos no se cumpliría con el
estándar probatorio exigido en Chile para conceder una extradición.
La causal de nulidad invocada fue la contenida en el artículo 373 letra a) del Código Pro-
cesal Penal, por cuanto estimó que se habían infringido sustancialmente los derechos y
garantías contenidos en la Constitución y por los tratados internacionales suscritos por
Chile, en particular el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y de la Conven-
ción Americana sobre Derechos Humanos. Ello por cuanto el Ministerio Público habría
obtenido pruebas con infracción de garantías fundamentales, las cuales fueron autori-
zadas por el Tribunal con infracción de ley y que fueron valoradas positivamente y cons-
tituyeron uno de los elementos centrales en su decisión final.
Agregó el recurrente que la incorporación a través de lectura de la declaración del im-
putado obtenida ante la Policía de Investigaciones y de los demás documentos men-
cionados contravenían la prohibición establecida en los artículos 228, 329 y 334 del Có-
digo Procesal Penal, vulnerando los principios de oralidad, inmediación y contradicción
de nuestro sistema jurídico. Por último, agregó que el Ministerio Público debe limitar su
acción a los antecedentes que presente el Estado requirente a través de su demanda de
extradición y que no puede realizar actividad investigativa alguna ni valerse de otras que
hayan tenido lugar en el extranjero.
La Sala Penal de la Corte Suprema, por unanimidad y con participación de todos sus
ministros titulares, rechazó el recurso de nulidad, indicando que en la especie no se con-
culcó el derecho constitucional que reclamaba el recurrente y que el Ministro Instructor
actuó correctamente en todas y cada una de las actuaciones que impugnaba la Defensa.
En su argumentación, se refirió al concepto de la extradición, a su naturaleza jurídica, a
sus objetivos generales, y dio cuenta de la historia fidedigna de su establecimiento con
los párrafos dedicados a la materia en la discusión parlamentaria que condujo a la nor-
mativa hoy vigente en nuestro país.
La sentencia de nulidad hace particular énfasis en su argumentación que la extradición no
es un juicio de culpabilidad, en el sentido que no se busca determinar si la persona reque-
rida era culpable o inocente de los hechos que se le imputaban, pues de lo contrario habría
un doble juzgamiento sobre la persona, sino que se trataba de un antejuicio en el cual ha-
bía que demostrar la concurrencia de los requisitos y exigencias que plantean los tratados
internacionales, el derecho internacional y la normativa nacional sobre la materia.
En cuanto a la naturaleza jurídica, la Corte Suprema sostuvo que la extradición pasiva
constituía un procedimiento especialísimo, tanto por sus objetivos como por el hecho de
contener mecanismos de incorporación de prueba totalmente diferentes a los propios
de un juicio ordinario.
Así, en su considerando séptimo se señala que los antecedentes proporcionados por las
autoridades del Estado requirente se entendían como legítimamente incorporadas al
proceso de extradición sin necesidad de formalidad especial ni con las exigencias de pu-
blicidad previa de los juicios ordinarios, imponiendo a su representante únicamente la
obligación de hacer una breve relación de ellos al inicio de la audiencia de juicio. En tanto,
que los demás antecedentes que ofrezcan las partes deben ser anunciados y producidos
en la forma que prescribe la norma especial del procedimiento de extradición.
La Corte sostuvo además que la extradición era un procedimiento especialísimo por
cuanto no le resultan aplicables las normas del procedimiento del juicio oral, ni siquiera
en forma supletoria de aquel, al no existir ningún artículo que haga ese reenvío.
Esta forma de resolver ya constituye una jurisprudencia uniforme de parte de la Corte
Suprema. En efecto, esta es la misma línea de argumentación que aparece en las reite-
radas decisiones de los Ministros Instructores conociendo de diversos juicios de extra-
dición pasiva en primera instancia y las posteriores confirmaciones por parte de la Sala
Penal conociendo de recursos de apelación.
Además del caso que se comenta en este trabajo -sentencia al recurso de nulidad Rol de
Ingreso N° 19.567-2020- es necesario considerar una sentencia anterior, también referi-
IV. CONCLUSIÓN
Con la sentencia comentada en este trabajo, se puede considerar que se ha asentado
una jurisprudencia uniforme y sostenida en el tiempo por parte de la Corte Suprema, en
el sentido que el juicio de extradición constituye un procedimiento especialísimo, que
por su naturaleza jurídica y sus objetivos, no guarda relación con las normas del juicio
oral ordinario, normas que ni siquiera se le aplican en forma supletoria.
Vistos:
En estos antecedentes Rol N°19567-20, que dicen relación con una solicitud de extra-
dición pasiva, efectuada por Colombia, el Sr. Ministro don Carlos Aranguiz, pronunció
sentencia el diez de febrero del año en curso, por la cual se accedió a la petición formu-
lada por ese país, respecto de Fernando Vásquez Sinisterra, ciudadano colombiano, por el
delito de feminicidio agravado contemplado en los artículos 104 A literales A y E y 104B
literal G- del numeral 7 del artículo 104 del Código Penal colombiano, seguido ante el
Juez 21 Penal Municipal con Función de Control de Garantías de Cali, perpetrado en ese
país el 15 de octubre de 2018, disponiendo que se arbitren las medidas necesarias para
poner al requerido a disposición del Ministerio de Relaciones Exteriores, con el objeto de
ser entregado al país solicitante, cuyo cumplimiento será diferido hasta la completa sus-
tanciación del procedimiento que enfrenta actualmente en el Juzgado de Garantía de
Los Andes, RUC N° 1901040790-K, RIT N° 2830-2019, y, en su caso, hasta el cumplimiento
efectivo de la eventual condena que se le pueda imponer.
Contra la sentencia antes referida, la defensa del inculpado dedujo un recurso de nuli-
dad con apelación subsidiaria, ordenándose la realización de la correspondiente audien-
cia, la que se verificó el día veinticinco de marzo pasado, comenzando con la recepción de
la prueba documental ofrecida por el abogado del requerido, quien incorporó mediante
su lectura extractada, algunos pasajes del Informe Policial N°20190533356/00864/302
de fecha 27 de septiembre de 2019, efectuada por la BRIDEC de la PDI, para a continua-
ción ser oídos los intervinientes, presentándose a alegar el abogado señor Javier Ruiz
Quezada, por la Defensoría Penal Pública; y contra los recursos, el abogado del Ministerio
Público don Álvaro Hernández, incorporándose el acta respectiva.
Considerando:
PRIMERO: Que la requirente dedujo recurso de nulidad, basado exclusivamente en la cau-
sal de la letra a) del artículo 373 del Código Procesal Penal, esto es, cuando, en cualquier
etapa del procedimiento o en el pronunciamiento de la sentencia, se hubieren infringido
sustancialmente derechos o garantías asegurados por la Constitución o por los Tratados
Internacionales ratificados por Chile que se encuentren vigentes, lo que vincula con el de-
bido proceso, garantía que se encuentra establecida en el inciso sexto del numeral 3º del
art. 19 de la Carta Fundamental, artículos 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos, 8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, y el derecho a la
libertad ambulatoria consagrada en el artículo 19 n° 7 de la Constitución Política de la Re-
pública, en relación con los artículos 77, 83, 84, 228, 329, 331 y 334 del Código Procesal Penal.
Desarrollando los motivos de su arbitrio, denuncia que el Ministerio Público a través de
la policía obtuvo pruebas con infracción de garantías fundamentales, cuya incorporación
además fue autorizada por el Tribunal con infracción a las normas legales que la regulan,
las que luego fueron valoradas positivamente como uno de los elementos centrales del
fundamento de la sentencia que accedió a la extradición.
Prosigue con su explicación, detallando que se trata de tres medios de prueba que pro-
vienen de la carpeta de investigación de una causa llevada a cabo por la Fiscalía Local de
los Andes, bajo el RUC 1901040790-k, por el delito de usurpación de nombre y uso mali-
cioso de instrumento público y en la cual el sr. Vásquez tiene la calidad de imputado en
nuestro país, que consisten en:
a) Informe Policial N°20190533356/00864/302 de fecha 27 de septiembre de 2019, efec-
tuada por la BRIDEC de la PDI que consigna una declaración efectuada por el reque-
rido en el marco de la investigación seguida en su contra en Chile.
b) Informe Pericial de Necropsia N°2018010176520000437 de fecha 16 de octubre de
2018 del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, de la Seccional
Valle del Cauca, Unidad Básica de Palmira.
c) Acta de entrevista de Manuel de Jesús Pacheco Concha, con fecha 18 de octubre de
2018, ante la Policía Judicial de Cali, Colombia.
tuaciones, ordenadas legalmente, para garantizar, y en su caso disponer, la entrega por las
autoridades del Estado donde se halla una persona reclamada por las autoridades de otro
Estado, con el fin de responder de actividades delictivas, al objeto de que sea juzgada por sus
órganos jurisdiccionales o cumpla la pena o medida de seguridad que se le impuso (SCS, Rol
Nro. 1858-2010, de 21 de junio de 2010 y Rol Nro. 4651- 2010, de 17 de agosto de 2010).
El fundamento de esta institución radica en la comunidad de intereses de todos los Esta-
dos para asegurar la persecución de los delitos poniendo a los imputados que se hallaren
en sus respectivos territorios a disposición de los titulares penales de los órganos de
la jurisdicción de otros Estados, siempre que concurran los presupuestos que lo hacen
admisible y eficaz, y que se consignan en los tratados o en el derecho consuetudinario.
Sus motivos prácticos se concretan en la necesidad de no dejar impunes delitos de cierta
importancia y en llevar obligadamente a los responsables a rendir cuentas a un proceso
en marcha o a enfrentar las decisiones tomadas en uno ya concluido (SCS, Rol Nro. 1858-
2010, 21 de junio de 2010).
CUARTO: Que el procedimiento de extradición pasiva se encuentra definido en el artículo
440 del Código Procesal Penal, como aquel aplicable cuando un país extranjero solicitare
a Chile la extradición de individuos que se encontraren en territorio nacional y que en
el país requirente estuvieren imputados de un delito o condenados a una pena privativa
de libertad de duración superior a un año, correspondiendo al Ministerio de Relaciones
Exteriores remitir la petición y sus antecedentes a la Corte Suprema.
Constituye la extradición el acto por el cual un Estado entrega a una persona a otro Esta-
do que lo reclama para juzgarlo penalmente o para ejecutar una pena ya impuesta. (Ser-
gio Politoff. Derecho Penal. Tomo I. p. 164). A su turno, el Profesor Enrique Cury la define
como el acto de entrega que se hace por un país a otro de un individuo al que se acusa
de un delito o que ha sido condenado ya por él, a fin de que el último lo juzgue o proceda
al cumplimiento de la sentencia en el caso respectivo (Derecho Penal. Parte General. 7ª
Edición. p. 218).
QUINTO: Que, en consecuencia, la gestión de solicitud de extradición pasiva no constitu-
ye propiamente un juicio, pues no persigue acreditar la existencia del delito y determinar
la persona del delincuente para imponerle una pena o absolverlo, sino que consiste en
un mero procedimiento destinado a establecer la concurrencia de los requisitos que la
hacen procedente, cuales son los expresados anteriormente en lo relativo al sujeto ex-
traditable, al delito y a la naturaleza y extensión de la sanción aplicable.
SEXTO: Que, al respecto, la Comisión de la Cámara de Diputados señaló: “No es función
de la Corte, ni del ministerio público, hacer un juicio de culpabilidad completo de la per-
sona antes de conceder extradición. La extradición es una especie de juicio de mérito:
determina si tiene o no tiene fundamento la petición de extradición para que el otro
tribunal lo juzgue. No tiene sentido acreditar si es culpable o inocente”. Por su parte,
la Comisión del Senado indicó “que la investigación que puede realizarse en Chile res-
pecto de un delito cometido en el extranjero es mínima, ya que los antecedentes deben
ser proporcionados por el Estado requirente” (J. Cristóbal Núñez Vásquez, Tratado del
Proceso Penal y el Juicio Oral, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, p.p. 505 y 506). Es por
UNDECIMO: Que, en cuanto dice relación con el recurso de apelación que se ha inter-
puesto subsidiariamente, como ya se ha adelantado en reflexiones anteriores, valorados
solamente los antecedentes acompañados al requerimiento de extradición por el país
requirente, ellos son suficientes, idóneos y convincentes para acreditar los supuestos del
artículo 449 del Código Procesal Penal, que exige para que se conceda la extradición, que
se compruebe la identidad de la persona cuya extradición se solicita; que el delito que se
le imputa sea de aquellos que autorizan la extradición según los tratados vigentes; y, que
del mérito que surge de ellos, pueda presumirse que en Chile se deduciría acusación en
contra del imputado, en atención a que, tales antecedentes proporcionan fundamento
serio para su enjuiciamiento, con lo que dicho recurso no puede prosperar.
DUODECIMO: Que, contrariamente a lo afirmado por la apelante, el fallo en revisión, en
sus considerandos sexto y séptimo abunda en antecedentes objetivos que a criterio de
este tribunal representan fundamentos serios y graves como para afirmar que en nues-
tro país sí se deduciría acusación en contra del imputado por los hechos que se le atribu-
yen, siendo de advertir que tal exigencia de modo alguno impone al tribunal que conoce
de la extradición el adquirir la convicción absoluta de condena, pues ello será labor de
los juzgadores que en definitiva conozcan de la causa en el país extraditante, bastando
para nuestros tribunales el convencerse de que estos antecedentes proporcionan funda-
mentos serios para un eventual enjuiciamiento del imputado en Chile, estándar que se
cumple sobradamente en la especie.
Y visto, además, lo dispuesto en los artículos 384, 450 y 451 del Código Procesal Penal, se
rechaza el recurso de nulidad deducido por la defensa de Fernando Vásquez Sinisterra,
contra la sentencia de diez de febrero del año en curso, por el Sr. Ministro don Carlos
Aranguiz, la que en consecuencia, no es nula.
Asimismo, pronunciándose sobre el recurso interpuesto en forma subsidiaria por la de-
fensa, por las razones expuestas precedentemente y por sus propios fundamentos, se
confirma la sentencia apelada, antes individualizada.
Regístrese y devuélvase, con sus agregados. Redacción del Ministro Sr. Brito.
Rol N°19567-2020
Pronunciado por la Segunda Sala integrada por los Ministros Sres. Carlos Künsemüller L., Haroldo
Brito C., Lamberto Cisternas R., Manuel Antonio Valderrama R., y Jorge Dahm O. No firma el Mi-
nistro Sr. Cisternas, no obstante haber estado en la vista de la causa y acuerdo del fallo, por haber
cesado en sus funciones.
En Santiago, a catorce de abril de dos mil veinte, se incluyó en el Estado Diario la resolución
precedente.
unidad especializada
en derechos humanos,
violencia de género y
delitos sexuales
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 101
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
COMO HERRAMIENTA PARA
LA VALORACIÓN RACIONAL
DE LA PRUEBA
Sebastián Aguilera Vasconcellos1
RESUMEN
El presente trabajo aborda la necesidad de incorporar la perspectiva de género en los
distintos momentos de la actividad probatoria en los procedimientos penales en que se
conocen delitos constitutivos de violencia de género, a la luz de los estudios de género y
de la teoría racional de la prueba.
En particular, analizaremos por qué incorporar la perspectiva de género en la etapa de
valoración de la prueba permite adoptar una decisión racional, deteniéndonos en la va-
loración del testimonio único de la víctima y el impacto de los prejuicios, libretos y este-
reotipos en la aplicación de máximas de la experiencia, y cómo su erradicación permitiría
disminuir los niveles de impunidad observados en la comisión de este tipo de delitos.
1 Abogado de la Unidad Especializada en Derechos Humanos, Violencia de Género y Delitos Sexuales, Fiscalía Nacional,
Ministerio Público.
I. INTRODUCCIÓN
Desde hace ya varias décadas, pero con especial intensidad en nuestro país en los últi-
mos años, ha venido tomando fuerza la necesidad de incorporar la perspectiva de géne-
ro en todos los ámbitos de la actividad estatal2, destacándose especialmente esfuerzos
desde los distintos actores del sistema de justicia penal para dar respuesta a casos de
violencia de género en contra de las mujeres.
En ese sentido, el Ministerio Público ha venido realizando importantes avances en esta
materia, mediante la implementación de una Política de Igualdad de Género de la Fis-
calía de Chile, que estableció como uno de sus primeros objetivos la incorporación de la
perspectiva de género en los diferentes procesos y materias vinculados con la investiga-
ción y persecución penal3. En ese mismo sentido, destaca la publicación de un “Manual
para la investigación de casos de violencia física y psíquica por razones de género”, que
se constituye como una herramienta metodológica estandarizada que establece direc-
trices de actuación para las y los fiscales, y las funcionarias y los funcionarios, a fin de
investigar y ejercer la acción penal con perspectiva de género4.
La Defensoría Penal Pública, por otra parte, reconoció el año 2018 en su Manual de Ac-
tuaciones Mínimas en Materia de Igualdad de Género, lo indispensable de incorporar
la perspectiva de género al momento de analizar ciertas categorías penales, debido a la
“existencia de concepciones estereotipadas de género ampliamente utilizadas por los
operadores del sistema de justicia criminal”5.
Por último, el Poder Judicial adoptó el año 2018 una Política de Igualdad de Género y
No Discriminación (en adelante) y al año siguiente, la Secretaría Técnica de la Corte Su-
prema publicó un Cuaderno de Buenas Prácticas, que entrega entre otros insumos, una
matriz de trabajo, que sirve de herramienta práctica a los jueces y juezas de nuestro país,
para “apoyar la argumentación de la sentencia, desde el punto de vista normativo y ju-
risprudencial”, aplicando los principios de igualdad, no discriminación y perspectiva de
género en las sentencias6.
Hasta ahora, y con justa razón, gran parte de estos esfuerzos de parte de las instituciones
que conforman el Sistema de Justicia han estado concentrados en introducir nociones
esenciales sobre los aportes de las teorías del género7 y la normativa del sistema in-
2 Véase, por ejemplo, el reconocimiento de esta necesidad en la discusión constitucional chilena a iniciarse este año,
que “requiere de la igualdad de género en la construcción, en la participación y en el órgano constituyente que discuta y
decida los contenidos de la nueva Carta”, en SEPÚLVEDA, Bárbara. Género y Derecho Público. La construcción jurídica de la
ciudadanía de las mujeres. Santiago, Chile, Thomson Reuters, 2020, Capítulo 3.1.
3 Ministerio Público de Chile. Política de Igualdad de Género de la Fiscalía de Chile. Santiago, Chile, Ministerio Público de
Chile, 2019, p. 29.
4 LÓPEZ, Edith. Manual para la investigación de casos de violencia física y psíquica por razones de género. Santiago, Chile,
Ministerio Público de Chile, 2019.
5 R.E. Nº 484, 28 de diciembre de 2018, de la Defensoría Penal Pública, que establece manual de actuaciones mínimas en
materia de igualdad de géneros, considerando décimo octavo.
6 ARBELÁEZ, Lucía y RUIZ, Esmeralda. Cuaderno de Buenas Prácticas para incorporar la perspectiva de género en las senten-
cias. Santiago, Chile, Poder Judicial de Chile, 2019, p. 15.
7 Como bien advierte Zúñiga, esto es parte del proceso de difusión de los postulados y metodologías feministas, ZÚÑIGA,
Yanira. “La ‘generización’ de la ciudadanía. Apuntes sobre el de la diferencia sexual en el pensamiento feminista”. En: Re-
vista de Derecho, Vol. XXII, Nº 2, Valdivia, Chile, Universidad Austral de Chile, 2009, págs. 39-64, p. 47.
8 En ese sentido, ver un completo análisis en SEPÚLVEDA, Ivonne y SOVINO, Maurizio. “Violencia de género e investi-
gación penal: deberes y desafíos para el Ministerio Público”. En: Revista Jurídica del Ministerio Público, Nº 69, Santiago,
Chile, Ministerio Público, 2017, págs. 125-171.
9 Se suele señalar que el resultado de aproximadamente un 80% de los casos dependerá de aspectos probatorios más
que dogmáticos o jurídicos, si no más. En ese sentido, TWINING, William. “De nuevo, los hechos en serio”. En: DOXA,
Cuadernos de Filosofía del Derecho, nº 32, Alicante, España, Universidad de Alicante, 2009, p. 321.
10 GAMA, Raymundo. “Prueba y perspectiva de género. Un comentario crítico”. En: Quaestio facti. Revista internacional
sobre razonamiento probatorio, Nº 1, Girona, España, Marcial Pons, 2020, p. 286.
11 Cfr. ELLISON, Louis y MUNRO, Vanessa. “Telling tales: exploring narratives of life and law within the (mock) jury room”.
En: Legal Studies, Nº 35(02), Cambridge, Reino Unido, Cambridge University Press, 2015, p. 220.
12 DI CORLETO, Julieta. “Igualdad y diferencia en la valoración de la prueba: estándares probatorios en casos de violencia de
género”. En: DI CORLETO, Julieta. Género y justicia penal, Buenos Aires, Argentina, Didot, 2017, p. 285.
13 ARAYA, Marcela. Recurso de nulidad penal y control racional de la prueba. Santiago, Chile, Librotecnia, 2018, p. 140.
14 LÓPEZ, E., ob. cit., págs. 85 y sgtes.
15 Entre otras razones, “porque la noción género se incardinó en el lenguaje normativo internacional (…) expandiéndose a
las normas administrativas internas y a los estatutos legales referidos a la mujer”, ZÚÑIGA, ob. cit., p. 46.
16 GAMA, ob. cit., p. 288.
17 Por supuesto no hay una, sino que múltiples teorías feministas, pero que en lo medular apuntan en este sentido. Cfr.
FACIO, Alda y FRIES, Lorena. “Feminismo, género y patriarcado”. En: Academia: revista sobre enseñanza del derecho de
Buenos Aires, Año 3, Nº 6, Buenos Aires, Argentina, Universidad de Buenos Aires, 2005, p. 295; CHILDS, Mary y ELLISON,
Louis. “Evidence law and feminism”. En: CHILDS, Mary y ELLISON, Louis. Feminist perspectives on evidence, Londres, Reino
Unido, Cavendish Publishing, 2000, p. 6.
18 FACIO y FRIES, ob. cit., p. 286.
Alda Facio, esta tarea no es nada fácil, ya que muchas de las manifestaciones del sexismo
son percibidas tanto por hombres como por mujeres como algo natural, y la mirada de
los hombres ha pasado por tantísimos siglos como una mirada “neutral”, que en muchas
oportunidades será difícil reconocerla para desarticularla19.
El derecho, como toda construcción social, no está ajena a la dominación del discurso pa-
triarcal. Como se ha venido señalando desde las teorías feministas, al ser el Derecho una
construcción realizada esencialmente por hombres y para hombres20, está inevitablemen-
te teñido de sesgos androcéntricos y heteropatriarcales, por lo que la perspectiva de género
pretende derribar la idea de neutralidad del Derecho, y servir de herramienta para com-
prender que “la realidad no se puede analizar en forma neutra sin que ello, en situaciones
de desigualdad, derive en perpetuar y consolidar la discriminación contra la mujer”21.
No obstante este diagnóstico de la situación, hoy existe un corpus iuris bien definido de
normas dentro del sistema internacional de promoción y protección de los derechos hu-
manos que recogen estos conceptos, comprendidos tanto por tratados internacionales,
acuerdos no convencionales sobre la materia, normas internacionales en el ámbito del
derecho humanitario y el derecho penal internacional, además de la jurisprudencia de
los tribunales internacionales, tanto en materia de derechos humanos como penales
internacionales22, que dan fuerza a la necesidad de incorporar esta herramienta en el
ámbito jurídico23.
Este cuerpo normativo pone especialmente énfasis en brindar un debido acceso a la
justicia24 de mujeres víctima de violencia, y asegurar el principio de igualdad y no dis-
criminación25, señalando la necesidad de adoptar medidas que otorguen un trato dife-
renciado, a través de medidas afirmativas que tengan por objeto asegurar el progreso de
ciertos grupos discriminados26.
19 Ibíd., p. 277.
20 OLSEN, Frances. “El sexo del derecho”. En: RUIZ, Alicia. Identidad femenina y discurso jurídico. Buenos Aires, Argentina,
Biblos, 2000, p. 16.
21 ARAYA, Marcela. “Género y verdad. Valoración racional de la prueba en los delitos de violencia patriarcal”. En: Revista de
Estudios de la Justicia, Nº 32, Santiago, Chile, Centro de Estudios de la Justicia, 2020, p. 37.
22 La Corte Penal Internacional, por ejemplo, ha establecido criterios especiales para el conocimiento de casos de violencia
sexual, señalando en su Regla Nº 63.4 de Procedimiento y Prueba que “la Sala no requerirá corroborar la prueba para de-
mostrar ninguno de los crímenes de la competencia de la Corte, en particular los de violencia sexual”.
23 ZELADA, Carlos y OCAMPO, Mauricio. “Develando lo Invisible: la feminización de los estándares de prueba sobre violencia
sexual en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos”. En: Derecho en Libertad, Nº 9, Lima, Perú,
Universidad del Pacífico, 2012, p. 146.
24 ARROYO, Roxana. “Acceso a la justicia para las mujeres…el laberinto androcéntrico del derecho”. En: Revista IIDH, Nº 5, San
José, Costa Rica, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 2011, p. 53: “Problemas como la falta de celeridad, ausencia
de personal capacitado, protocolos de intervención, desconfianza de la palabra de las víctimas y falta de credibilidad de su
testimonio amparado bajo supuestas normas neutrales, favorecen un subtexto de género que profundiza los sesgos sexis-
tas presentes en el derecho penal y en el derecho procesal penal, prevaleciendo por ejemplo la creencia de la mala fe de las
declaraciones de las mujeres, lo que en definitiva lleva a la impunidad”.
25 El reconocimiento del principio de igualdad y no discriminación, permite distinguir entre el reconocimiento normati-
vo-formal de la igualdad y la igualdad real o de facto. Como hemos venido diciendo, siendo el punto de partida del orden
social y cultural para el establecimiento de diferencias androcéntricas, tomando al hombre como parámetro y medida
de todo, es él quien dicta las normas y las aplica, por lo que toda persona que no cumpla con su estándar, será distinta e
inferior. De ahí que la mera igualdad formal no alcance para satisfacer las necesidades de los grupos marginados, pues no
se encontrarán en la misma situación para el goce y ejercicio de sus derechos.
26 SEPÚLVEDA y SOVINO, ob. cit., págs. 138-140.
Así, en su artículo 5º, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discri-
minación contra la Mujer (en adelante, CEDAW) dispone que los Estados deben velar
por la erradicación de prejuicios y estereotipos que resultan discriminatorios contra las
mujeres “basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquier de los sexos o
en funciones estereotipadas de hombres y mujeres”.
Por su parte, la Convención Belém do Pará destaca la relación entre discriminación y
violencia, señalando que “el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia incluye,
entre otros el derecho de la mujer a ser libre de toda forma de discriminación (art. 6º
letra a), y la necesidad de adoptar medidas apropiadas de todo tipo para “modificar los
patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres” (art. 8º letra a).
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante, Comisión IDH) tam-
bién ha destacado, por ejemplo en el informe temático sobre Acceso a la Justicia para
las Mujeres Víctimas de Violencia en las Américas27, la obligación de erradicar patrones
socioculturales discriminatorios que pueden influir la labor de fiscales, jueces y otros
funcionarios judiciales en la judicialización de casos de violencia contra las mujeres; el
deber de garantizar que la actuación del sistema de justicia sea imparcial, independien-
te, y libre de discriminación.
En definitiva, la perspectiva de género busca reconocer y distinguir que una cosa es la
diferencia sexual y otra cosa son las “atribuciones, ideas, representaciones y prescrip-
ciones sociales que se construyen tomando como referencia a esa diferencia sexual”28.
El uso de esta herramienta permite poner el foco en las situaciones de discriminación,
desigualdad y violencia que viven principalmente las mujeres. Implica reconocer, identi-
ficar la situación de desigualdad y discriminación de hombres y mujeres en la sociedad, y
asumir la necesidad de desarrollar acciones concretas para transformarla29.
Del modo en que hemos venido conceptualizando, juzgar con perspectiva de género se
debe traducir en que el juez o jueza facilite la consecución del objetivo de la igualdad
efectiva de mujeres y hombres en el uso y disfrute de derechos y libertades. En concreto,
“aspira a que los parámetros que utiliza el sistema de justicia para interpretar y aplicar la
ley no refuercen, a través de una pretendida neutralidad axiológica vinculada a la igualdad
formal, las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, consolidando la discrimi-
nación de estas últimas”32.
En ese sentido, la recomendación Nº 35 del año 2017 de la CEDAW establece que “todos
los órganos judiciales tiene que garantizar que los procedimientos judiciales por violencia
de género contra la mujer sean imparciales justos y no se vean afectados por estereotipos
de género ni por nociones preconcebidas o estereotipadas”.
En el mismo sentido, el Comité CEDAW dentro de sus observaciones al Estado de Chile
en el marco del séptimo informe periódico, señala en su Recomendación Nº1433 su pre-
ocupación por los “obstáculos institucionales, procedimentales y prácticos que afrontan
las mujeres para acceder a la justicia, tales como: a) Los estereotipos discriminatorios, la
parcialidad judicial y los escasos conocimientos sobre los derechos de la mujer entre los
miembros del poder judicial, los profesionales de la justicia y los encargados de hacer cum-
plir la ley, incluida la policía (…)”.
Como bien señaló el juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Humberto
Sierra, juzgar con perspectiva de género no es realizar activismo judicial, sino que consis-
te en aplicar el derecho de igualdad frente a la ley y no discriminación dentro de una pro-
tección multinivel de los derechos humanos: significa no utilizar estereotipos de género
que perpetúen discriminaciones y desigualdades y en últimas significa ser más justos34.
Por ello es que en particular en las distintas etapas de la actividad probatoria, la pers-
pectiva de género cumple un rol fundamental, pues permite identificar las atribuciones
y prescripciones sociales basadas en el género, dándole al juez o jueza la capacidad de
eliminar de su razonamiento los estereotipos subyacentes en sus evaluaciones36, toman-
do conciencia de la posibilidad de que en su razonamiento hayan tenido incidencia cons-
ciente o inconscientemente, y hacer uso de la información que proporciona este punto
de vista para valorar sin prejuicios la prueba rendida en juicio37.
La aplicación de la perspectiva de género en cada una de las etapas de la actividad pro-
batoria38, redundaría previsiblemente en una disminución muy sustancial de la cantidad
de testimonios únicos no corroborados y con ella, de la cifra de impunidad que arrojan
estos casos39.
Ahora bien, la perspectiva de género no solo pretende la eliminación de estos estereoti-
pos en el razonamiento probatorio, sino que además y complementariamente, la pers-
pectiva de género exige la sustitución de estos fundamentos patriarcales por nuevas
inferencias, que se basen en exigencias de igualdad real y efectiva en la interpretación y
aplicación de la ley40.
Sin entrar de momento a detallar la función que cumpliría en la valoración de la prueba
propiamente tal, se defiende en este trabajo su función heurística, esto es, una herra-
mienta que mejora el rendimiento del juez para la averiguación de la verdad, al erradicar
de su razonamiento elementos que lo contaminan y en definitiva tornan cualquier con-
clusión fundada en ellos, en irracional.
Por ello descartamos consideraciones como las que, aduciendo un concepto aparente-
mente neutral de racionalidad, señalan que en esta etapa solo se pueden admitir argu-
mentos de tipo epistémicos y/lógicos, considerando a la perspectiva de género como un
criterio político41.
En ese mismo sentido, y como veremos, la incorporación de la perspectiva de género en
el razonamiento probatorio no es una regla contra-epistémica, esto es, una barrera que
dificulta la obtención de conocimiento por parte del sujeto llamado a decidir, impidiendo
que alcance un grado mayor de inteligencia e información sobre el asunto42. No es, como
se ha dicho, “una forma más de limitación normativa a la búsqueda de la verdad, basada
en argumentos acerca de lo que es valioso hacer con el sistema penal”, ni pretende sacri-
Sin embargo, la dificultad que más atención ha suscitado entre quienes han estudiado
este aspecto, dice relación con la clandestinidad en la que normalmente se ejerce la vio-
lencia en contra de las mujeres51. Ello ya que normalmente las agresiones se ejercen en
espacios privados, donde predomina el silencio y el miedo, y donde naturalmente no hay
presencia de terceras personas que puedan actuar como testigos directos de los hechos.
De ahí que, generalmente el único medio de prueba directo disponible será el testimo-
nio que pueda prestar la víctima, lo que se ha denominado en doctrina como un caso de
testimonio único de la víctima. De ello importa que el juez se vea generalmente enfren-
tado a la elección entre seguir la hipótesis de la víctima o la del acusado, lo que como ha
advertido Matida, termina desarrollando un dilema político-moral: “por un lado, está la
palabra de la víctima y nuestro reclamo de ser una sociedad que debe construir un sistema
de justicia penal preparado para escuchar a las mujeres; por otro, nuestra promesa de pro-
teger importantes garantías procesales para la democracia”52.
Esto también ha sido revisado y señalado en reiteradas oportunidades por la Corte IDH,
la que ha destacado que, dada esta especial forma de violencia, “no se puede esperar la
existencia de pruebas gráficas o documentales y, por ello, la declaración de la víctima cons-
tituye una prueba fundamental sobre el hecho”53.
Esto se suma a otras dificultades propias del estado actual de nuestro sistema de valora-
ción racional de la prueba, cual es la sobrevaloración de la prueba científica por un lado54
y por otra, la subvaloración y falta de claridad respecto a criterios para una valoración
racional de la prueba testimonial55.
A continuación, entonces, y a la luz de este diagnóstico de déficit probatorio, analizare-
mos el rendimiento de la incorporación de la perspectiva de género en la valoración de la
prueba, para aclarar cuáles son sus alcances, refiriéndonos muy brevemente también a
la situación del testimonio único de la víctima.
que hemos venido desarrollando desde las teorías de género, sin perjuicio de que esta
postura insiste en una pretensión de objetividad y neutralidad del Derecho57.
Esta concepción racional de la prueba, se basa en las siguientes asunciones de partida:
a. Hay una relación o conexión teleológica entre prueba y verdad, de modo que la
verdad se configura como el objetivo institucional a alcanzar mediante la prueba
en el proceso judicial58.
b. El concepto de verdad en juego es el de verdad por correspondencia, esto es, un
enunciado sobre hechos es verdadero si, y solo si, se corresponde con lo sucedido
en el mundo.
c. Nunca un conjunto de elementos de juicio, por rico y fiable que sea, permitirá al-
canzar certezas racionales (no psicológicas o subjetivas) respecto de la ocurrencia
de un hecho, reconociendo que tenemos limitaciones epistémicas que nos sitúan
siempre ante decisiones que deben adoptarse en contextos de incertidumbre.
d. El razonamiento probatorio es, en definitiva, un razonamiento necesariamente
probabilístico. Por eso al decir que una afirmación sobre hechos está probada, es
afirmar que es probablemente verdadero dadas las pruebas disponibles59.
Asimismo, los autores60 que reconocen en la actividad probatoria una búsqueda por la
verdad y ponen de relieve la necesidad de la coincidencia del razonamiento judicial con
la epistemología, distinguen claramente tres momentos fundamentales de la actividad
probatoria o de toma de decisiones sobre los hechos en el proceso judicial: i) La confor-
mación del conjunto de elementos de juicio sobre cuya base se adoptará la decisión; ii)
La valoración de esos elementos de juicio; y finalmente iii) La adopción de la decisión en
base a un determinado estándar de prueba61.
Sin perjuicio de esta distinción de los distintos momentos de la actividad probatoria,
a pesar de tratarse de momentos distintos y sucesivos, muchas veces en los procesos
reales se ven entrelazados y en nuestro medio, tanto doctrina como jurisprudencia suele
confundirlos62, especialmente la valoración y la adopción de la decisión.
Así, de momento dejaremos de lado cualquier análisis vinculado con etapas anteriores de
la actividad probatoria que han sido menos estudiados, como el razonamiento probatorio
en la etapa de investigación o preparación del caso, dirigida a la generación de hipótesis y
elementos de prueba, dirigido a la decisión que debe adoptar el órgano persecutor al mo-
Art. 297.- Valoración de la prueba. Los tribunales apreciarán la prueba con libertad,
pero no podrán contradecir los principios de la lógica, las máximas de la experiencia
y los conocimientos científicamente afianzados.
El tribunal deberá hacerse cargo en su fundamentación de toda la prueba producida,
incluso de aquélla que hubiere desestimado, indicando en tal caso las razones que
hubiere tenido en cuenta para hacerlo.
La valoración de la prueba en la sentencia requerirá el señalamiento del o de los me-
dios de prueba mediante los cuales se dieren por acreditados cada uno de los hechos
y circunstancias que se dieren por probados. Esta fundamentación deberá permitir
la reproducción del razonamiento utilizado para alcanzar las conclusiones a que lle-
gare la sentencia.
Ahora bien, y a diferencia de lo que generalmente se suele indicar, el sistema de sana
crítica no es en realidad un sistema intermedio entre el sistema legal tasado y la libre
convicción65, sino que se trata más bien de un sistema distinto a los otros dos, que no se
limita solo a establecer la ausencia total de reglas predeterminadas en abstracto por el
legislador, sino que sugiere la existencia de otro tipo de reglas.
Pues a pesar de no establecer reglas legales sobre cómo valorar, mediante la invoca-
ción a la sana crítica, el sistema de valoración nos hace recurrir entonces a las reglas
de la epistemología general, “no difiriendo sustancialmente el razonamiento, en materia
63 ACCATINO, Daniela. “Atomismo y holismo en la justificación probatoria”. En: Isonomía, Nº 40, México D.F., Instituto Tec-
nológico Autónomo de México, 2014, p. 21.
64 LÓPEZ, J., ob. cit., p. 150.
65 Cfr. Ibid., p. 149.
72 SCHUM, David. The evidential foundations of probabilistic reasoning. 2ª ed., Evanston, EE.UU., Northwestern University
Press, 2001, págs. 82-83.
73 GONZÁLEZ LAGIER, ob. cit., nº 71, p. 22.
74 GONZÁLEZ LAGIER, ob. cit., nº 70, p. 43.
75 GAMA, ob. cit., p. 291.
76 TARUFFO, Michele. La prueba. Madrid, España, Marcial Pons, 2008, p. 211.
77 ANDERSON, Terence, SCHUM, David y TWINING, William. Análisis de la prueba. Madrid, España, Marcial Pons, 2015, p. 338.
78 Ibid., p. 338.
Así, Taruffo ha reconocido que este sentido común está lleno de prejuicios de género, racia-
les, religiosos, étnicos y de todo tipo, que pueden afectar profundamente el razonamiento
probatorio, y son particularmente peligrosas porque pueden ser efectivas en hacer que una
determinada motivación judicial resulte especialmente coherente y creíble para aquellos
que comparten los mismos prejuicios, reforzándolos. De esa manera los hechos pueden ser
distorsionados y manipulados sustancialmente, pero la historia relatada puede sonar muy
persuasiva para una audiencia que comparte prejuicios similares79.
De ahí que, al estudiar las máximas de la experiencia, se hace la prevención de que algu-
nas nunca podrán utilizarse, ya que no se basan en verdaderas generalizaciones, sino que
en prejuicios, estereotipos, especulaciones, proverbios, mitos y, en general, asunciones
que carecen de todo fundamento cognitivo que se hacen en base a un supuesto “sentido
común”80. Así sucede, por ejemplo, con los prejuicios que tienen por base el género, la
raza, la religión o el partido político81, y en general, cualquiera construido sobre la base de
lo que hoy día conocemos como “categorías sospechosas de discriminación”82.
Así, siguiendo el análisis que hace Ezurmendia a propósito de la valoración de la prueba
en los procedimientos de familia83, dentro de este bagaje de conocimientos que mane-
ja el juez o jueza, pueden encontrarse inferencias falaces que pueden terminar conta-
minando la racionalidad de la conclusión sobre los hechos alcanzada por el juez/a. Así,
dentro de las falencias que pueden afectar el ejercicio racional del juez, encontramos
fundamentalmente tres: los prejuicios, los libretos y los estereotipos.
1. Prejuicios
Los prejuicios, han sido comúnmente descritos como una creencia sin fundamento
sobre una persona por su pertenencia a una determinada categoría, o en palabras de
Schauer, como creencias infundadas respecto a una persona, normalmente basadas en
generalizaciones estadísticamente febles84. Como señala el autor, los prejuicios no nece-
sariamente implican una carga negativa, sino que basta el empleo de una generalización
estadísticamente débil. Pero el peligro de realizar inferencias a partir de premisas que
contienen prejuicios “radica en su conclusión, toda vez que el prejuicio puede, y muchas
veces suele, ser compartido por una parte importante de quienes componen un grupo
social determinado, validando como consecuencia dicha conclusión”85.
2. Libretos
Por su parte los libretos o scripts, señalan que existen asignaciones ético morales referi-
das a cuestiones entendidas como buenas o malas en función de determinadas conduc-
tas consideradas como normales o anormales88. Es decir, las conductas que son conside-
radas como lejanas a la “normalidad”, adoptan un valor negativo y antagónico a aquellas
que la generalidad considera como propias, sin ninguna evidencia científica ni válida. Así
en el ejemplo de Ezurmendia, se podría entender mejor una familia constituida por un
hombre y una mujer que una familia monoparental o una pareja homosexual89. Estos
libretos preconcebidos, al igual que los prejuicios, pueden derivar en alcanzar conclusio-
nes y decisiones lógicamente inexactas y jurídicamente incorrectas. Además, al trasmitir
un juicio moral, no es un mecanismo útil para informar sobre la verdad de algo, sino de
un mecanismo para condicionar las reacciones de la audiencia90.
Así por ejemplo, en otra sentencia conociendo de un caso de violación en contra de una
mujer por parte de su entonces ex pareja, el tribunal absolvió, y aunque si bien no ex-
plicitó como motivos para su decisión, se refirió sobre la víctima como si “es o no una
mujer maligna, una cazafortunas o una prostituta y si merecía o no lo que pasó o si lo
debía, y si había que obligarla a propinarle sexo violento son cuestionamientos que […]
86 Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Coyhaique, 29 de agosto de 2004, RUC Nº 0300133869-1, considerando 5º.
87 ZÚÑIGA, Yanaira. “Cuerpo, Género y Derecho. Apuntes para una teoría crítica de las relaciones entre cuerpo, poder y
subjetividad”. En: Revista Ius et Praxis, Año 24, Nº 3, Talca, Chile, Universidad de Talca, 2018, p. 227.
88 EZURMENDIA, ob. cit., p. 110.
89 Idem.
90 TARUFFO, ob. cit., p. 212.
no tienen influencia en la decisión”, mientras que respecto del imputado, solo se refieren
a este como que “se ignora si el acusado es amable y bueno, tampoco que sea abogado,
padre de familia y buena expareja”91.
Aunque en el caso se haya señalado expresamente que esto no fue considerado para
adoptar la decisión de absolución, la invocación de estos libretos por parte del tribunal
(mujer maligna versus hombre buen padre de familia), influyen poderosamente sobre
las categorías que vienen a la mente de la persona, condicionando la capacidad de anali-
zar una situación, pues se hace “podemos ver con mucha más facilidad lo que esperamos
ver que lo que no”92.
3. Estereotipos
Finalmente, los estereotipos, en los términos de Cook y Cusack, son una generalización
o preconcepción sobre los atributos o características de los miembros de un grupo o los
roles que las personas de tales grupos deben cumplir93. El estereotipo también se usa
para marcar diferencias y establecer relaciones de inferioridad o superioridad con una
persona de un grupo, como ocurre en un sistema patriarcal respecto de hombres y muje-
res. Así, comúnmente se refiere el estereotipo de género como una “una preconcepción
de atributos o características poseídas o papeles que son o deberían ser ejecutados por
hombres y mujeres respectivamente”94. Si bien no necesariamente son errados, cuando
son impuestos sin reconocer la realidad individual de la persona ni su efectiva perte-
nencia o adherencia a una categoría, “entonces el enunciado deja de ser probatorio y se
transforma en lisa y llana crítica ideológica a su comportamiento”95.
Los estereotipos se basan en marcadores sociales, combinando una categoría o tipo de
personas con una etiqueta o comportamiento esperado: el “árabe-terrorista”, la “ru-
bia-tonta” o como vimos hace poco en nuestro país, “miembro de una barra de un club
de fútbol-delincuente”96. Presuponemos que su pertenencia a un grupo implica un cier-
to tipo de conductas o características sobre lo que son o se espera de ellas. Por ello, Cook
y Cusack se refieren a estos como una suerte de guiones de identidad97. En la mayoría de
los casos, los estereotipos se basan en generalizaciones estadísticas febles, y, por lo tanto,
no reflejan ninguna realidad específica.
Como bien señala Taruffo, son usados como medio para subsumir personas o comporta-
mientos específicos bajo “tipos” bien conocidos, esto es, como un mecanismo que reduce
la individualidad y particularidades de tales personas o comportamientos, con el fin de
simplificar la comprensión y la descripción de la realidad. Cuando esto sucede, quien
presenta los hechos incurre en una falacia, porque distorsiona los hechos para forzarlos
a calzar dentro de una estructura narrativa culturalmente familiar98.
Asimismo, como construcciones ideológicas y culturales que reflejan la estructura des-
igual de poder existente en la relación entre sexos, pueden desempeñar una función
no solo descriptiva sino también prescriptiva o normativa, en tanto implícitamente im-
ponen a las mujeres que se adecuen a los roles que se les asignan por los hombres99,
afectando así en muchos casos el derecho de la mujer a un proceso judicial imparcial100.
En ese sentido, se han identificado como un especial tipo los estereotipos normativos,
que determinan un rol para determinada categoría de personas, construyendo y deter-
minando su personalidad de una forma unidireccional. Así, estas pautas estereotipadas
incluyen a los individuos en una categoría o grupo social en particular; y especifican las
normas que se aplican a esa categoría de personas y que definen sus roles, minimizando
y valorando negativamente cualquier otra conducta desapegada del rol o norma101.
Así, especial gravedad tiene la utilización de estereotipos para analizar la credibilidad de
las víctimas de violencia de género, las inconsistencias en sus declaraciones, su compor-
tamiento, la duda o inseguridad con la que hablan. Como señala Sepúlveda, el estereoti-
po de la víctima mujer pone especial énfasis en las “características de debilidad y vulnera-
bilidad que se espera las víctimas tengan. Bajo esta lógica, una mujer víctima de un delito
sexual no podría ser más fuerte y corpulenta que su perpetrador, o reaccionar con rabia en
vez de llanto, no podría ser una mujer autónoma y resuelta o de personalidad fuerte. Eso
simplemente no obedece a los cánones impuestos de la víctima ideal”102.
Asimismo, los estereotipos sobre la víctima ideal hacen que el juez ponga un énfasis
desmedido en su valoración en cuestiones como “la ausencia de alteración emocional en
la afectada al relatar los hechos materia de lo denunciado, es decir, la falta de correlación
ideo-afectiva, o aquel que toma en cuenta que la víctima no se aísla socialmente después
de haber sufrido el delito, ya que no advierte el gran abanico de reacciones con que los seres
humanos podemos enfrenar una situación compleja o traumática”103.
En el mismo sentido, el estereotipo de la víctima ideal establece como regla de conducta
cual es el comportamiento esperable de una mujer tras sufrir una agresión, construyen-
do sin matices, “el argumento de la tardanza en presentar la denuncia como dato conclu-
yente de lo inverosímil de lo denunciado”104.
En: Boletín Comisión Penal. Juezas y Jueces para la Democracia, Nº 10, España, Jueces para la Democracia, 2018, págs. 33-34.
105 COOK y CUSACK, ob. cit., p. 25.
106 RAMÍREZ, ob. cit., p. 232.
107 Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer, Comunicación Nº 18/2008, Caso Karen Tayag con
Filipinas, 22 de septiembre de 2010, párrafo 3.5.
108 ARAYA, ob. cit. nº 21, p. 50.
tras ser agredida sexualmente por el agresor, defenderse y lograr salir de la pieza en la
que estaba junto a él, no huye de inmediato, sino que permanece en la misma cabaña.
Así, el tribunal señala lo que a su juicio es la conducta esperable de una mujer víctima de
violencia sexual, señalando que desde las máximas de la experiencia, quien repele una
agresión sexual empleando resistencia física, simultáneamente procede a pedir socorro,
siendo un testimonio en otro sentido incoherente y contradictorio, centrando en defi-
nitiva la cuestión sobre la tipicidad del asunto en el comportamiento de la víctima para
verificar la existencia, o su ausencia, de una violación109.
En definitiva, siendo el contenido de estas máximas de experiencia meras regularidades
sin respaldo empírico feble y que obedecen a construcciones culturales arraigadas en el
colectivo social fuertemente influenciado por el patriarcado, “no pueden servir de sus-
tento a una inferencia racionalmente justificable”110. De ahí la necesidad de exigir que
los jueces/zas saquen a la superficie las máximas con las que justifican su decisión, con
el fin de que pueda controlarse su eventual arbitrariedad o la consistencia y solidez de
su basamento empírico, erradicando las que son un producto directo de estereotipos de
género o que encubren concepciones discriminatorias.
De ahí el valor epistemológico de la perspectiva de género, y su consagración como he-
rramienta útil para el descubrimiento de la verdad. Ello, pues hace patente la necesidad
de erradicar las falacias supuestamente basadas en la razón, que no hacen más que con-
taminar las conclusiones a las que llega el juez a partir de ellas, pues proveen razones
inválidas, ilegítimas o falsas para aceptarlas111. Ahora bien, si ya las generalizaciones de
sentido común son epistemológicamente peligrosas112, creo que en el ámbito del razo-
namiento probatorio en casos de violencia de género son tanto más perjudiciales por
dos órdenes de cosas: porque generalmente de modo implícito, permiten perpetuar
estereotipos de género en nuestra sociedad113, lo que sumado a una probable decisión
desfavorable a la pretensión punitiva, entrega un mensaje de impunidad en casos de
esta naturaleza, lo que se traduce en perpetuar la violencia que sufren las mujeres en un
orden patriarcal.
109 AGUIRRE, Fernanda et. al. “La influencia de los estereotipos de género en la construcción de máximas de experiencia”.
En: IV Concurso Nacional de Derecho Procesal “Sistema de Justicia y perspectiva de género”. Santiago, Chile, Universidad
Diego Portales, 2019, p. 23.
110 ARAYA, ob. cit. nº 21, p. 49.
111 TWINING, William. Rethinking Evidence. Exploratory Essays. 2ª ed., Cambridge, Cambridge University Press, 2006, p. 334.
112 Idem.
113 En ese sentido, CASAS y GONZÁLEZ, ob. cit., p. 272.
114 FUENTES, ob. cit., págs. 280-281.
Una dificultad que prevalece en la valoración de la prueba testimonial, es que los tribu-
nales suelen remitirse a una regla del sistema de prueba legal tasada, conocida como
“Testis unus, Testis nullus”, en virtud de la cual, un testigo único no puede ser fundamento
de una condena115. En ese sentido, se denuncia que en nuestro sistema procesal penal se
perpetúan incomprensibles reminiscencias del sistema de prueba legal, que se conside-
raba superado116.
Así, algunos autores como Sancinneti, estudiando principalmente los criterios utilizados
por los tribunales alemanes y haciendo un recorrido por la historia de la valoración de la
prueba de testigo único, concluye que “una condena basada en un testimonio único –y
muy especialmente si el testigo es el acusador del proceso– nunca tendría una base obje-
tivamente suficiente como para alcanzar una “certeza personal”, que no sea por vía de un
“pálpito” o “corazonada”117.
En el mismo sentido Ramírez, para quien el elemento central en la valoración probatoria
en casos de testimonios únicos, es la presencia de elementos externos de corroboración,
pues coincidiendo con Sancinneti, le preocupa el espacio de subjetividad en la decisión
que puede adoptar el juez/a118. Así, a su juicio, solo mediando prueba corroborativa exis-
tirá una mínima justificación racional de la valoración probatoria, “pues someteríamos
a contraste lo que el testigo dijo con un elemento que confirmaría o infirmaría lo que
manifestó como paso previo a declarar o no probada la hipótesis acusatoria”119.
Nuestros tribunales, si bien no han desarrollado con mayor profundidad este asunto, sí
han señalado que deben concurrir ciertos requisitos para que el testimonio de la víctima
produzca prueba120: a) coherencia en la declaración, b) ausencia de ganancias secunda-
rias y c) ausencia de un elemento externo, en el mismo tenor de lo que ha venido desa-
rrollando el Tribunal Supremo de España121. En ese sentido, dicho tribunal ha establecido
tres criterios de referencia para determinar la veracidad de la declaración de la víctima
en caso de que sea esta la única prueba de cargo:
a. La credibilidad subjetiva de la víctima, que generalmente se suele constatar, ade-
más de características físicas y psíquicas propias del testigo que pudieren debilitar
su testimonio (discapacidades sensoriales, edad, etc.), por la concurrencia de mó-
viles espurios, en función de relaciones anteriores (odio, resentimiento, venganza
o enemistad), o de otras razones (ánimo de proteger a un tercero, etc.).
b. La verosimilitud del testimonio, donde se considera fundamentalmente la coheren-
cia interna del relato o la lógica o plausibilidad de la declaración, y la existencia de
datos objetivos periféricos corroboradores.
115 DI CORLETO, ob. cit., p. 291.
116 Cfr. NIEVA, Jordi. “La inexplicable persistencia de la valoración legal de la prueba”. En: Ars Iuris Salmanticensis, Nº 5,
Salamanca, España, Universidad de Salamanca, 2017.
117 SANCINETTI, Marcelo. “Testimonio único y principio de la duda”. En: InDret, Nº 3, Barcelona, España, Universitat Pompeu
Fabra, 2013, p. 15.
118 RAMÍREZ, ob. cit., p. 215.
119 Ibid., p. 219.
120 Corte de Apelaciones de Valparaíso, 2 de enero de 2020, Rol Nº 2419-2019, considerando 6º.
121 SCOGNAMILLO, Alessandra. “La víctima como único testigo”. En: Revista de Ciencias Penales, Sexta Época, Vol. XLVII,
Santiago, Chile, Thomson Reuters, 2020, p. 363.
lizar una parte de lo sucedido, y que tenga recuerdos solapados que le hagan incurrir en
contradicciones. No hay acuerdo, además, de los psicólogos en este sentido. Póngase por
ejemplo que, al parecer, la víctima de un accidente suele aportar más datos sobre la lo-
calización y circunstancias del accidente, y en cambio los testigos no accidentados suelen
tener más recuerdos sobre las personas de los accidentados. Si ello es así, es posible que la
víctima sepa decir dónde estaba y qué se hallaba haciendo cuando se produjo la agresión,
pero sólo pueda recordar los rasgos físicos del agresor con gran dificultad, incluso teniendo
la serenidad suficiente para fijarse en él”126.
En suma, adoptar como exigencia que la declaración de la víctima esté corroborada por
datos externos y no como un criterio de valoración de la prueba puede traducirse en una
regla que opere en detrimento de las víctimas y que no hace sino reforzar un escepticis-
mo estructural hacia su credibilidad, al tiempo que refuerza la impunidad de cierta clase
de delitos, como es la violencia de género en contra de las mujeres127.
Sin perjuicio de ello, creemos que en realidad prácticamente nunca se estará en presen-
cia de un caso de prueba única, pues naturalmente, existe la prueba indiciaria o de con-
texto que permite dar corroboración al testimonio prestado por la víctima.
Así, aunque no existan elementos probatorios que corroboren exactamente la ocurren-
cia de la conducta típica, “es importante rodear la narrativa presentada con elementos
confirmatorios en la medida de lo posible, haciendo así tantas inferencias probatorias
como sea posible, las que sumadas, denotan una mayor plausibilidad de la hipótesis de
acusación ante tantas corroboraciones”128.
Y aquí también rinde provecho la incorporación de la perspectiva de género, pues nos
permite visibilizar los elementos que pueden ser considerados como pertinentes para
corroborar el testimonio de la víctima y permitir que su testimonio sea suficientemente
valorado129.
Así, lo importante será visibilizar que los testimonios de peritos y testigos de oídas cons-
tituyen en realidad pruebas de naturaleza diversa al testimonio directo, y por tanto per-
miten la corroboración de este, pues no se limitan a reiterar el relato de la víctima, sino
que son capaces de aportar datos como el estado emocional, circunstancias de la deve-
lación, contexto del vínculo entre las partes, etc. Como señala Di Corleto130, aunque la
distinción parezca sutil, es fundamental para comprender que en realidad no estamos
en presencia de casos de “testigo único”, sino que, en la mayoría de los casos, en realidad
existe suficiente prueba de contexto para condenar.
Este matiz es importante, pues permite visibiliza cómo la existencia de otros elementos
de prueba directos, como la existencia de partes médicos que acreditan las característi-
cas de las lesiones en un caso de violencia física o sexual, no son propiamente tal un fac-
tor de corroboración de la declaración de la víctima (aunque pudieran serlo). Por lo que,
El enfoque que defendemos en este trabajo, supone que a través del recurso de nulidad
el tribunal de alzada puede y debe fiscalizar la forma en que han sido establecidos los
hechos en el proceso penal mediante el conocimiento del recurso de nulidad, fundado
en la motivación de las sentencias. En ese sentido, si comprendemos que nuestro siste-
ma probatorio se despliega fundamentalmente mediante la aplicación de un razona-
miento de probabilidad inductiva, en que se valora el apoyo que cada elemento de prue-
ba aporta a las hipótesis en conflicto, y donde juegan un rol trascendental las máximas
de la experiencia en tanto generalizaciones que hacen posible este ejercicio inferencial,
se hace necesario que este razonamiento se explicite para ser controlado.
Si el tribunal no se vale de criterios de racionalidad en la valoración de la prueba, su decisión
será entonces sustancialmente equivalente a la arbitrariedad subjetiva y debe ser reverti-
da136. De ahí que sea necesario y válido realizar un control ex post de la racionalidad del tri-
bunal, constatando que la valoración se haya realizado empleando los siguientes criterios:
a. que la valoración no se realice con métodos calificados como irracionales;
b. la utilización adecuada de todos los datos empíricos disponibles;
c. el uso de esquemas adecuados de argumentación; y
d. la validez racional de las inferencias basadas en máximas de experiencia137.
En ese sentido, y fundado principalmente en el incorrecto uso de una inferencia proba-
toria, al utilizar una máxima de la experiencia carente de fundamento, basada en pre-
juicios, libretos y estereotipos prohibidos por el ordenamiento jurídico, y que corrompen
cualquier conclusión sobre los hechos adoptada en función de ellos, la decisión adopta-
da por el tribunal carece entonces de racionalidad.
Lo que se espera entonces es que la motivación bien entendida –en su concepción racio-
nalista– sirva de punto de partida, con el fin de concebir la posibilidad de control sobre
el juicio de hecho, lo que permitiría erradicar de las decisiones judiciales alusiones a la
“soberanía del juzgador” y al “privilegio de la inmediación”, que impiden el control sobre el
razonamiento y lo sustraen de las posibilidades contralores que se radican en la nulidad138.
La perspectiva de género permitirá al operador visibilizar el mal uso de estas inferencias
probatorias epistémicas, exigir su identificación, erradicación y sustitución por otras que
reconozcan los principios de igualdad y no discriminación.
VI. CONCLUSIÓN
La perspectiva de género es una herramienta de análisis que como hemos revisado,
cumple un papel fundamental en todas y cada una de las etapas del proceso en casos de
violencia de género en contra de las mujeres, desde los primeros momentos del inicio de
la investigación hasta la adopción de una decisión de absolución o condena.
136 TARUFFO, Michele. La prueba de los hechos. 2ª ed., Madrid, España, Trotta, 2005, págs. 422.424.
137 Ibid., p. 424.
138ARAYA, ob. cit. nº 13, p. 119.
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págs. 209-254.
unidad especializada
en lavado de dinero,
delitos económicos
medioambientales y
crimen organizado
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 132
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
¿EXCLUSIÓN TEMÁTICA DE
LA PRUEBA TESTIMONIAL?
UN ANÁLISIS A PROPÓSITO
DEL DENOMINADO CASO
“FRAUDE A CARABINEROS”
O CASO “VERDE AUSTRAL”
Camila Guerrero Martínez1
SUMARIO
I. Introducción; II. El caso concreto; 1. Resolución de tribunal a quo; 2. Apelación del auto de
apertura de juicio oral por parte del Ministerio Publico; a) Argumentos referidos a la inexis-
tencia de vulneración de garantías fundamentales; b) Análisis particular de la prueba testi-
monial excluida “temáticamente”; 3. Sentencia revocatoria de la Ilustrísima Corte de Ape-
laciones de Santiago: criterios de indivisibilidad del medio de prueba y de la interpretación
sistemática de la prueba testimonial conforme al artículo 306 CPP; III. Exclusiones proba-
torias en el proceso penal; 1. Sobre el estándar de pertinencia: distinciones doctrinales; a)
Pertinencia como relevancia en sentido epistémico; b) Pertinencia como filtro de exclusión
extra epistémico; IV. ¿Exclusión temática de la prueba testimonial?: una crítica a la reinter-
pretación de la pertinencia formal como filtro [automático] de exclusión extra epistémico.
1 Abogada de la Unidad Especializada en Lavado de Dinero, Delitos Económicos, Medioambientales y Crimen Organizado
(ULDDECO), Fiscalía Nacional, Ministerio Público.
I. INTRODUCCION2
Con fecha 10 de julio de 2020 la Ilustrísima Corte de Apelaciones de Santiago acogió un
recurso de apelación presentado por el Ministerio Público en contra del auto de apertura
de juicio oral dictado por el 7° Juzgado de Garantía de Santiago, que había excluido temá-
ticamente por supuestas inobservancias a garantías fundamentales, la declaración de tes-
tigos funcionarios policiales, quienes habían elaborado informes policiales patrimoniales
de distintos acusados, en el marco de la investigación por el delito de lavado de activos en
el denominado caso “Fraude a Carabineros” o caso “Verde Austral” (R.U.C. 1601014175-7, RIT
N°4730-2017)3.
El presente artículo, tiene por objeto analizar los fundamentos de la resolución recurrida y
de la sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, para luego desarrollar someramen-
te el estándar de la exclusión probatoria contemplada en el artículo 276 inciso primero del
Código Procesal Penal (en adelante; CPP), refiriéndome a las distintas posturas doctrinales
sobre la pertinencia y la conexión de estos desarrollos con el debate jurisprudencial por la
existencia o inexistencia de la denominada “exclusión temática” a nivel interno, abordan-
do los escasos pronunciamientos de la doctrina e indicando los argumentos más frecuen-
tes que suelen darse en audiencias al respecto. Finalmente, se realizarán algunas observa-
ciones sobre las denominadas reglas “contra epistémicas” como limitaciones al principio
general de inclusión de prueba, para luego señalar cómo es que el hecho de invocar una
función depuradora del juez de garantía implicaría -a su vez- estar dispuestos a asumir el
riesgo de un potencial incremento de error judicial por falsos negativos en el proceso penal
-especialmente- en casos con delitos de alta complejidad.
2 Agradezco a las fiscales Karina Guajardo, Tania Sironvalle y Constanza Encina, con quienes intercambié distintos ar-
gumentos, por haberme facilitado gentilmente algunas sentencias de sus respectivas investigaciones que acá se siste-
matizan. Asimismo, debo especial mención a Constanza Witker, Marcelo Contreras y Sebastián Salinero, por sus valiosos
comentarios y sugerencias que contribuyeron a dar forma y sentido al presente trabajo. Los errores que persistan son, por
supuesto, míos.
3 A la fecha de preparación de este artículo, la causa se encuentra vigente y con fecha de inicio de juicio oral para junio de
2021. Se trata de una investigación llevada por el Fiscal Regional de Magallanes y la Antártica Chilena, Eugenio Campos
Lucero, en la que se acusó a distintos imputados por haber conformado presuntamente una organización criminal com-
puesta por funcionarios de Carabineros en servicio activo, en retiro y civiles, quienes habrían malversado caudales públi-
cos por a lo menos $28.348.928.198 (veintiocho mil trecientos cuarenta y ocho millones novecientos veintiocho mil ciento
noventa y ocho pesos) aproximadamente, a través de distintas modalidades y con las participaciones de otras 95 personas
-condenadas en procedimiento abreviado-, quienes facilitaron sus cuentas bancarias para dicho efecto.
• Que “el hecho de haberse utilizado una declaración del imputado en la realización del
informe policial no implica en sí una infracción de garantías constitucionales”4;
• Que “lo cierto es que el testigo si le tomó declaración [al imputado] entiende el tri-
bunal que en ese sentido no se ve vulnerado para nada el principio de que solamente
pueden comparecer los testigos de oídas porque eso es, un testigos de oídas, por lo que
también el tribunal en ese sentido rechaza dicha exclusión”5 (SIC);
• Que “en cuanto a que se necesita una autorización expresa para utilizar las diferentes
diligencias que realizaron en particular las declaraciones de los imputados, lo cierto es
que solamente se refiere a la declaración. Entiende el tribunal que ellos pueden hacer
renuncia a su derecho a guardar silencio en cualquier etapa de la investigación y así
también en el juicio, debiendo ser valorada esta producción o renuncia por el tribunal
oral en el momento respecto de la determinación de pena, en la audiencia del artículo
343 del Código Procesal Penal, para los efectos de ver si concurre o no una atenuante
de responsabilidad penal”6 (SIC).
4 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 28 de octubre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°41.
5 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°448.
6 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°568.
gos que son funcionarios policiales en la causa concreta, se debían rechazar las alegacio-
nes de la defensa, señalando en cada caso que no habría vulneración de garantías por los
siguientes motivos:
• Que “no hay una impertinencia formal basada en que no prestó declaración [ya que]
existe en la labor investigativa que realizó una forma de contraste”7;
• Que “se trata de testigos que refieren a distintas diligencias”8, por lo que en cuanto a
hacer impertinente formalmente entiende el tribunal que esta impertinencia no co-
rresponde como se ha señalado anteriormente mas aun en este tipo de testigos [en]
que existen sus informes policiales respecto de los cuales el testigo podrá ser confron-
tado”9 y;
• Que “se trata de un funcionario diligenciador, en esas circunstancias, considera que
este podrá ser contrastado con las distintas diligencias que realizó durante el procedi-
miento, reiterando que la prohibición de ingresar los registros de investigación es para
el Ministerio Publico, no así para las defensas de acuerdo al 334 del Código Procesal
Penal”10 (SIC).
Finalmente, en relación con el tercer tipo de solicitud, algunas defensas argumentaron una
causal de exclusión por “impertinencia formal” y en subsidio por vulneración de garantías,
debido a que los testigos funcionarios policiales, habrían firmado un informe policial patri-
monial, en el que constaban los resultados o conclusiones de las diligencias investigativas,
lo que -según argumentaron- sería propio de un informe de peritos en los términos del
artículo 314 CPP. Por lo anterior, al tener características de un peritaje, pero ser presenta-
do como prueba testimonial, se configuraría una causal de exclusión que denominaron
“impertinencia formal” y, en subsidio, la causal de vulneración de garantías por infracción
al derecho a defensa. El tribunal a quo, mediante resoluciones referidas a audiencias de
discusión de exclusiones probatorias de fechas 28 de octubre, 19 de noviembre, 20 de no-
viembre y 25 de noviembre de 2019, acogió la argumentación de algunas defensas, pero
fundado en una supuesta infracción al debido proceso, específicamente, de normas rela-
tivas a la prueba pericial. Estimó al respecto, que debía excluirse temáticamente la decla-
ración de funcionarios policiales de la sección de Lavado de Activos de OS7 de Carabineros
de Chile, quienes no se podrían pronunciar sobre los resultados de los informes policiales
patrimoniales que realizaron respecto de tres acusados, dado que ello vulneraría garantías
constitucionales. Los argumentos del tribunal para acoger la solicitud de exclusión temáti-
ca de la prueba testimonial se referirían fundamentalmente a dos motivos (i) que, a través
del acto de concluir, los funcionarios policiales excedían el marco que les correspondía,
pues el análisis de la prueba de déficit patrimonial correspondía a alguien que tenga la ex-
pertiz respectiva; y (ii) que dichas conclusiones podrían afectar garantías constitucionales,
dado que el testigo se estaría refiriendo a esa conclusión sin contar con un conocimiento
específico. Lo anterior, según puede apreciarse a continuación:
7 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 28 de octubre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°41.
8 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°439.
9 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°448.
10 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°568.
11 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 18 de octubre de 2020, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°41.
12 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°439.
13 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°448.
exclusión temática de las conclusiones de sus informes, señaló al respecto que “el
tribunal, como lo ha venido sosteniendo y lo ha hecho con otros testigos, entiende que
por haber en las conclusiones establecido una consecuencia estable [respecto de los
imputados que indica] (…) el tribunal solamente hace una exclusión temática respecto
a la infracción de Garantías Constitucionales, como lo ha hecho respecto de los demás
testigos, respecto de las conclusiones únicamente a las que arribó a propósito del in-
forme patrimonial”14 (SIC).
Como es posible apreciar, el eje central de la argumentación del tribunal a quo es que si
bien, no son peritajes propiamente tales (de hecho, lo señala explícitamente a propósito del
informe elaborado por el testigo N° 439 al expresar que “pericial claramente no lo es”), el
problema de fondo estaría dado porque el funcionario aparentemente habría excedido “el
marco de sus capacidades, que son solamente de orden policial” y que esto vulneraria ga-
rantías constitucionales del imputado al formular aseveraciones sin tener mayores conoci-
mientos. Lamentablemente, lo que el tribunal no ponderó, es que los funcionarios policiales
que elaboraron los informes, sí tenían formación en investigaciones por lavado de activos
y realizaron una serie de diligencias patrimoniales para cumplir una instrucción particular
referida a determinar si conforme a los ingresos formales de los imputados, era posible acre-
ditar un incremento patrimonial injustificado mediante diligencias en terreno, relativas a la
identificación de bienes raíces, vehículos y otros bienes adquiridos a su nombre o de terceros
testaferros. Lo anterior, se materializó posteriormente en un informe en que se daba cuenta
de las distintas propiedades e inversiones que tenían los acusados y concluyeron en función
de los resultados de las diligencias.
Uno de los aspectos necesarios de relevar es la invocación genérica de una denominada
“impertinencia formal o procesal” como argumento de algunos intervinientes para soli-
citar la exclusión temática de la prueba testimonial, tanto por la causal de impertinencia
del inciso primero del artículo 276 CPP, como por la causal de vulneración de garantías
constitucionales del inciso tercero de la referida norma. Se trata de una construcción ar-
gumentativa proveniente de una determinada corriente doctrinal, a la que me referiré en
supra III y IV.
Con fecha 30 de abril de 2020 el tribunal a quo dictó auto de apertura de juicio oral en el
caso de análisis. Los argumentos generales para solicitar la incorporación de la prueba tes-
timonial excluida temáticamente -contenidos en la apelación presentada por el Ministerio
Publico-, así como los específicos relativos a la caracterización de la prueba excluida por
dicho concepto, se desarrollarán brevemente en los apartados siguientes.
2. Apelación del auto de apertura de juicio oral por parte del Ministerio Publico
El Ministerio Público presentó apelación del auto de apertura de juicio oral con fecha 05 de
mayo de 2020, señalando que la exclusión temática no tendría cabida en nuestra legisla-
ción y que tampoco podría ser admitida por la vía de una supuesta vulneración a garantías
fundamentales, más aún si en el fundamento de la exclusión, el tribunal a quo no había
especificado la forma concreta en que alguna garantía resultaría efectivamente vulnera-
14 7° J.G. de Santiago, audio audiencia 19 de noviembre de 2019, RUC N° 1601014175-5, RIT N°4730-2017, testigo N°568.
da. Señaló al respecto cuatro argumentos generales para sustentar lo anterior y luego se
refirió específicamente a la prueba testimonial excluida “temáticamente”, consistente en
una parte del contenido de informes policiales patrimoniales desarrollados en el marco de
la investigación por el delito de lavado de activos.
15 Artículo 295 CPP: “Libertad De prueba. Todos los hechos y circunstancias pertinentes para la adecuada solución del caso
sometido a enjuiciamiento podrán ser probados por cualquier medio producido e incorporado en conformidad a la ley”.
16 Corte Suprema, 30 de mayo de 2012, Rol N° 2513-2012: “en general, la trascendencia de lo que está en juego en la judica-
tura punitiva ha llevado al legislador contemporáneo a sentar en el principio de la prueba absoluta que el artículo 295 de
CPP reproduce en términos categóricos” [énfasis añadido].
17 BLANCO, Rafael. Código Procesal Penal sistematizado con jurisprudencia. 3ª ed., Santiago, Chile, Editorial Thomson Reu-
ters, 2017, p. 635.
18 Corte de Apelaciones de Santiago, 06 de octubre de 2014, Rol N° 2696-2014.
19 BLANCO, ob. cit., p. 637. En el mismo sentido, Hernández, Cfr.: HERNÁNDEZ, Héctor. La exclusión de la prueba ilícita en el
nuevo proceso penal. Santiago, Chile, Universidad Alberto Hurtado, Colección de Investigaciones Jurídicas, 2002, N°2, págs.
68 y 69.
20 Corte de Apelaciones de Concepción, 27 de mayo de 2016, Rol N°366-2016, considerando 2°, Cfr.: CL/JUR/3509/2016;
Corte de Apelaciones de Rancagua, 21 de noviembre de 2007, Rol N°447-2007.
21 “(...) la exclusión temática no está permitida en nuestra legislación, de modo que la decisión del juez de garantía debe limitarse
a aceptar la inclusión o exclusión de la probanza respectiva como una universalidad. El legislador no estableció como razón de
exclusión el “tema” acerca del cual prestará declaración un testigo. No existe fundamento legal para excluir la declaración de un
testigo ofrecido por los intervinientes, de modo “temático”, esto es, permitiéndole que concurra al juicio oral, pero prohibiéndole
que declare respecto de ciertos “temas” (...)” [énfasis añadido]. Cfr.: BLANCO, ob. cit., p. 635.
22 Corte de Apelaciones de Concepción, 24 de marzo de 2017, Rol N°2114-2017, considerando 6°, Cfr.: CL/JUR/1159/2017.
23 Corte de Apelaciones de Santiago, 02 de septiembre de 2019, Rol N° 3170-2019.
24 “Todo testigo antes de comenzar su declaración, prestará juramento o promesa de decir la verdad sobre lo que se le
preguntare, sin ocultar ni añadir nada de lo que pudiere conducir al esclarecimiento de los hechos”.
25 MATURANA, Cristián y MONTERO, Raúl. Derecho Procesal Penal. 3ª ed., Santiago, Chile, Editorial Librotecnia, 2017, Tomo
II, p. 1271.
26 BAYTELMAN, Andrés y DUCE, Mauricio. Litigación penal en juicio oral y prueba. Bogotá, Colombia, Grupo Editorial Ibáñez,
reimpresión 2018, p. 60.
27 DUCE, Mauricio. La prueba pericial. CABA, Argentina, Ediciones Didot, 2014, págs. 107 a 109.
28 Corte de Apelaciones de San Miguel, 12 de agosto de 2013, Rol N°1081-2013. Cfr.: ALVEAR, Camila. “Comentario al fallo
dictado por la I. Corte de Apelaciones de San Miguel sobre la exclusión temática de prueba de peritos del Servicio de Im-
puestos Internos”. En: Revista Jurídica del Ministerio Público, N°56, Santiago, Chile, Ministerio Público, 2013, págs. 241-256.
29 De hecho, como parte de GAFILAT, el Estado de Chile debe someterse a un proceso de evaluaciones mutuas para el
cumplimiento de las recomendaciones formuladas por el organismo. Proceso en el que se encuentra actualmente Chile
durante 2020 y 2021.
30 Recomendación del Consejo de Europa, de fecha 25 de abril de 2002, sobre “Mejora de la metodología de la inves-
tigación operativa en la lucha contra la delincuencia vinculada al tráfico de drogas y simultáneamente investigación
económico-patrimonial de la misma”, publicada en el Diario Oficial del Consejo de Europa con fecha 15 de mayo de 2002.
Cfr. contenida además en: Unidad de Análisis Financiero, Ministerio Público y Ministerio del interior. “Guía para la investi-
gación patrimonial en lavado de activos y delitos precedentes. Estrategia Nacional para la Prevención y Combate al Lavado
de Activos y al Financiamiento del Terrorismo”. 2017, p. 12.
Así, podemos ver que, de los argumentos expuestos, la Corte de Apelaciones de Santiago
recogió dos criterios que considero importante relevar: por un lado, el criterio de indivisi-
bilidad del medio de prueba y, por otro, el de la interpretación sistemática de las normas
referidas a la prueba testimonial, especialmente en lo relativo al artículo 306 CPP. En
un ejercicio de ponderación, la Corte hace ver que no existiría una supuesta garantía
conculcada ya que constituye “el núcleo las defensas” el ejercicio de refutación y contras-
tación que se realizará durante el desarrollo del juicio oral respecto de dicho medio de
prueba, resaltando que la valoracion de los testimonios queda entregado al tribunal oral
luego de la declaración realizada íntegramente según las obligaciones que el propio CPP
establece en orden a decir la verdad sobre todo lo que se le pregunte sin ocultar nada.
Para efectos de abordar la resolución del tribunal a quo desde un punto de vista crítico, en
las líneas que siguen, se desarrollarán las principales conceptualizaciones relativas a las
exclusiones, es decir, su fundamento y su relación con el principio de libertad probatoria
o principio general de inclusión, refiriéndome brevemente a los distintos estándares que
se han desarrollado por la doctrina y jurisprudencia en relación con la aplicación de la ex-
clusión contemplada en el artículo 276 inciso primero del CPP. Lo anterior, deteniéndome
en los dos tipos de conceptualizaciones que se han desarrollado acerca del alcance de la
noción de pertinencia34, en lo que podría percibirse como un ejemplo gráfico de lo que Co-
loma ha denominado como la “torre de babel del derecho probatorio”35. Posteriormente,
Vol. XXIX N°2, Valdivia, Chile, Universidad Austral de Chile, 2016, págs. 35-58.
36 Se trata de sentencias en que algunos tribunales superiores de justicia han acogido recursos de apelación y nulidad,
y han aplicado implícitamente la exclusión de una parte de la prueba testimonial, al sostener que el tribunal no debió
incluir (juez de garantía) o valorar (tribunal oral), la declaración de un testigo policial referida a dichas actuaciones y/o
diligencias, es decir, reducido a este tipo de situaciones.
37 HERNÁNDEZ, Héctor. “Pertinencia como garantía: Prevención del prejuicio en el examen de admisibilidad de la prueba”.
En: ACCATINO, Daniela (Coord.) Formación y valoración de la prueba en el proceso penal, Santiago, Chile, Abeledo Perrot
LegalPublishing, 2010.
38 VALENZUELA, Jonatan. Hechos, pena y proceso. Ensayo sobre racionalidad y prueba en el derecho procesal penal chileno.
Santiago, Chile, Rubicón Editores, 2017, p. 138.
39 LAUDAN, Larry. “Por qué un estándar de prueba subjetivo y ambiguo no es un estándar” [en línea]. Doxa. Cuadernos de
Filosofía del Derecho, N°28, 2005, ISSN 2386-4702. Disponible en: https://doxa.ua.es/article/view/2005-n28-por-que-un-
estandar-de-prueba-subjetivo-y-ambiguo-no-es-un-estandar [fecha de consulta: 07 de enero de 2021].
refiere como los del núcleo duro de la epistemología jurídica, en tanto se interesan pre-
cisamente en cómo hacer para que estos errores sean tan improbables como lo permita
la evidencia. Finalmente, los valores cuasi epistémicos, son referidos por el autor como
aquellos en que el interés no está en la reducción de los errores, sino en su distribución
de una manera particular. En este sentido, Laudan los denomina quasi-epistemicos, dado
que, aunque se centran en el control del error, “sus motivos no derivan de su relación con
la verdad ni con la reducción del error, sino de una decisión política según la cual cierto tipo
de errores es peor o menos aceptable, que otros”40.
La discusión que nos convoca a propósito de las exclusiones probatorias nos lleva a abor-
dar los dos primeros tipos de valores, entendiendo que los terceros, relativos a la distribu-
ción del error, se encuentran presentes en el segundo y tercer momento de la actividad
probatoria, relativa a la valoracion de la prueba y la adopción de la decisión del caso
sometido a conocimiento del tribunal, ambas durante la fase de juicio oral.
Un aspecto necesario de recordar es que, si bien en un sentido epistémico, la búsqueda
de la verdad y la distribución del error judicial es uno de los fines del proceso, esta bús-
queda no puede ser a cualquier costo. Por lo tanto, cada vez que la protección o maximi-
zación de otros fines del proceso supone la exclusión de pruebas relevantes para el caso
que deba decidirse, significa que han operado las reglas “contra epistemológicas”, -que
materializan en cierta forma los valores extra epistemológicos-, y que suponen un “sacri-
ficio epistémico” al ser contraproducentes para el objetivo de averiguación de la verdad.
Por lo mismo, según sostiene Ferrer:
“(…) consciente de ese coste, el legislador deberá decidir en cada caso de conflicto
entre la maximización de los fines epistemológicos y de cualquier otro que se quiera
proteger, en qué medida se sacrifican unos y otros (…) para evaluar en cada caso si
este tipo de reglas de exclusión están justificadas, habrá que juzgar su racionalidad
teleológica atendiendo a su adecuación como medios para alcanzar los fines a los
que responder. Y, además, evaluar, dado que entran en conflicto con la averiguación
de la verdad, si están disponibles otros medios para alcanzar esos fines que no con-
lleven este conflicto (evitando así la regla de exclusión)”41.
Ahora bien, para el ejercicio de ponderación entre las normas que integran el derecho
probatorio y la búsqueda de la verdad en un sentido epistemológico, existen tres mo-
mentos de la actividad probatoria en el proceso judicial42: (a) la conformación del con-
junto de elementos de juicio sobre cuya base se adoptará la decisión; (b) la valoracion de
esos elementos, y (c) la adopción de la decisión. Las exclusiones de prueba en el proceso
penal se enmarcan justamente dentro del primer momento, es decir, a propósito de la
proposición de admisión de pruebas en el proceso, como uno de los filtros o limitaciones
al principio general de inclusión. Este principio tendría como uno de sus orígenes la con-
cepción de Bentham, según la cual existe una justificación epistemológica para la admi-
sión de toda prueba que aporte información relevante sobre los hechos que se juzgan,
en la medida que “garantiza la mayor probabilidad de que los enunciados que se declaren
probados coincidan con la verdad43. Esto último ha sido reinterpretado por Ferrer, en el
sentido de que se debe hacer una distinción entre validez y verdad de la decisión, en los
siguientes términos:
“Una decisión sobre los hechos será válida si está fundada en los elementos de juicio
disponibles. Sera, en cambio, verdadera si se corresponde con los hechos del mundo.
Pues bien, el aumento de la riqueza del conjunto de elementos de juicio aumenta
la probabilidad de que la decisión válida sea también verdadera. Y ello es suficiente
para justificar el principio de inclusión”44 [énfasis añadido].
Al respecto, según ha sostenido Valenzuela, conforme al principio general de inclusión
“(…) debe considerarse en el marco de la actividad probatoria a toda evidencia que resulte
relevante o pertinente para la verificación de una determinada hipótesis de hecho (…) Cual-
quier evidencia cuya capacidad de explicar alguna hipótesis de hecho resulte pertinente o
relevante para la solución del caso concreto, es una evidencia que debe incluirse. Este es el
típico modo de definir a las evidencias en el contexto de procedimientos en las denomina-
das ciencias del descubrimiento”45. Si esto es así, entonces las exclusiones probatorias -en
tanto filtro excepcional del principio general de exclusión- dificultan la averiguación de
la verdad, dado que tienen por justificación, “recoger en el marco del proceso penal ciertos
valores que son considerados valiosos para el sistema de enjuiciamiento en su conjunto”46.
Por este motivo es que las reglas contra epistémicas “convierten a la prueba de los hechos,
en algún sentido, en prueba jurídica. Ello porque la relación teleológica entre actividad pro-
batoria y verdad en el derecho se encuentra mediada por la satisfacción de criterios tales
como el respeto por los derechos de las personas, la necesidad de dar contenido operativo a
la idea de debido proceso, la seguridad jurídica, la realización de los cometidos del derecho
sustantivo, entre muchos otros”47.
A nivel interno, la consagración del principio general de inclusión se encuentra en el artí-
culo 295 CPP en relación con el 276 inciso final CPP y las exclusiones de prueba en el artí-
culo 276 CPP inciso primero al tercero, por causales de impertinencia, sobreabundancia e
infracción de garantías fundamentales, respectivamente. Ahora bien, y como se adverti-
rá en su momento, la noción de “exclusión temática” no está expresamente consagrada
en nuestro ordenamiento jurídico, aun cuando en distintos razonamientos de tribunales
superiores de justicia -y a propósito de recursos de nulidad que han sido sometidos a
su pronunciamiento-, es posible identificar algunas sentencias en las que se ha señala-
do que determinado testigo no debió pronunciarse acerca de una diligencia declarada
nula o que hubiere sido obtenida con infracción de garantías fundamentales. Esto ha
sido interpretado por algunos como una especie de exclusión temática al impedir que
un funcionario policial se pronuncie de alguna diligencia específica, pudiendo declarar
43 FERRER, ob. cit., págs. 155 y 158.
44 FERRER, ob. cit., p. 162.
45 VALENZUELA, ob. cit., p. 128.
46 VALENZUELA, ob. cit., p. 126.
47 VALENZUELA, ob. cit., p. 129.
respecto de las demás que hubiere realizado. En mi opinión, estos razonamientos judi-
ciales no son más que una aplicación de la teoría del fruto envenenado y que encuentra
consagración expresa en nuestra legislación en el inciso tercero del artículo 276 CPP48.
Una construcción argumentativa totalmente distinta, es la relativa a la “exclusión temá-
tica” fundada en una supuesta impertinencia formal o procesal, cuando se estima que
no se hubiere incorporado un determinado medio de prueba “de conformidad a la ley”.
Esta discusión será abordada en infra III y IV, pero desde ya dejaré esbozado, que esta
construcción tiene su punto de partida en el alcance e interpretación que se puede dar al
artículo 295 del Código Procesal Penal, contenido en el párrafo 4°del título II en relación
con el inciso final del artículo 276 CPP. Dichos artículos consagran el principio de libertad
probatoria en los siguientes términos:
“Art. 295. Libertad de prueba. Todos los hechos y circunstancias pertinentes para la
adecuada solución del caso sometido a enjuiciamiento podrán ser probados por
cualquier medio producido e incorporado en conformidad a la ley”.
“Art. 276 CPP inciso final: Exclusión de prueba para el juicio oral. (…) Las demás prue-
bas que se hubieren ofrecido serán admitidas por el juez de garantía al dictar el auto
de apertura del juicio oral”.
Por último, considero relevante destacar que el principio general de inclusión de la prue-
ba se encuentra expresamente señalado en el mensaje del Código Procesal Penal en los
siguientes términos:
(i) A propósito de la etapa intermedia, indicándose que:
“(…) En cuanto al control de la admisibilidad de las pruebas, también se ha adoptado
por entregar al juez facultades limitadas de control en sentido negativo, es decir, solo
puede rechazar pruebas por causales específicas, destinadas en general a cautelar la
adecuada realización del juicio (…)” [énfasis añadido].
48 Por ejemplo, en este comentario jurisprudencial dicha situación se menciona expresamente. Cfr.: SHÜRMANN, Miguel.
Comentario de Jurisprudencia: “La exclusión temática de los testigos de oídas sobre lo expuesto por un imputado en la
etapa de investigación”. En: Gaceta Jurídica, N°381, Santiago, Chile, Lexis Nexis, 2012, págs. 294-320.
“(…) El juez de garantía, luego de examinar las pruebas ofrecidas y escuchar a los in-
tervinientes que hubieren comparecido a la audiencia, ordenará fundadamente que
se excluyan de ser rendidas en el juicio oral aquellas que fueren manifiestamente
impertinentes y las que tuvieren por objeto acreditar hechos públicos y notorios (…)”
[énfasis añadido].
49 A diferencia de Durán, quien distingue entre tres tipos de desarrollos conceptuales de la pertinencia en materia pro-
batoria, en mi opinión la postura sostenida por Duce es coincidente con la de Hernández, relativa a una noción de la
pertinencia como filtro extra epistémico.
50 DURÁN, ob. cit.
51 MATURANA, Cristián y MONTERO, Raúl. Derecho Procesal Penal. 3ª ed., Santiago, Chile, Editorial Librotecnia, 2017, Tomo
II, p. 1122.
52 HORVITZ, María Inés y LÓPEZ, Julián. Derecho Procesal Penal Chileno. Santiago, Chile, Editorial Jurídica, 2004, Tomo II, p. 45.
En esta misma línea, podemos decir que, a nivel jurisprudencial se han sostenido -al me-
nos- los siguientes criterios que considero relevante destacar:
• Impertinencia debe fundarse en la falta de relación del medio con los hechos:
“(…) En efecto, la causal de exclusión de impertinencia, debe fundarse en que el medio
probatorio ofrecido no tenga relación alguna con los hechos descritos en la acusa-
ción, cuyo no es el caso de la prueba en análisis, que corresponde al testimonio de un
perito Criminalístico de LABOCAR de Carabineros de Chile, que obtuvo fotografías
del sitio del suceso y de la víctima, en el marco de una diligencia de reconstitución de
escena, diligencias que claramente se conectan a los hechos investigados, no cons-
tituyendo su incorporación un despropósito sin relación alguna con el objeto de la
presente causa.(…)”53.
• Impertinencia debe fundarse en la falta de vinculación del medio con el objeto del
juicio en términos de relevancia:
“(…) y en relación a la impertinencia de la prueba mencionada, esta Corte tiene en
consideración que la calificación citada está referida a la relación del medio concreto
con el hecho a probar, esto es, su vinculación con el objeto del juicio en términos de
relevancia, permitiendo así la demostración o la refutación de una imputación (…)”54.
57 HERNÁNDEZ, Héctor. “Pertinencia como garantía: Prevención del prejuicio en el examen de admisibilidad de la prueba”.
En: ACCATINO, Daniela (Coord.) Formación y valoración de la prueba en el proceso penal, Santiago, Chile, Abeledo Perrot
LegalPublishing, 2010, p. 43.
58 Cuando Duce distingue entre relevancia lógica y relevancia legal, dado que sitúa en este segundo nivel, un análisis de
costo y beneficio, Cfr.: HERNÁNDEZ, Ibíd., p. 44.
59 DUCE, Mauricio. “Admisibilidad de la prueba pericial en juicios orales: Un modelo para armar en la jurisprudencia na-
cional”. En: ACCATINO, Daniela. Formación y valoración de la prueba en el proceso penal, Santiago, Chile, Editorial Abeledo
Perrot Legalpublishing, 2010, p. 60.
60 DUCE, Mauricio. “Admisibilidad y exclusión de prueba en el proceso penal” [en línea]. En: El Mercurio Legal, 2011. Dis-
ponible en: https://www.elmercurio.com/legal/movil/detalle.aspx?Id=900648&Path=/0D/BE/ [fecha de consulta: 05 de
enero de 2021].
61 Este mismo razonamiento es desarrollado más latamente por el referido autor a propósito de la prueba pericial, Cfr.:
DUCE, “Admisibilidad de la prueba pericial en juicios orales: Un modelo para armar en la jurisprudencia nacional”, ob. cit.,
págs. 61 y sgtes.
62 DURÁN, ob. cit., p. 47.
63 HERNÁNDEZ, Héctor. La exclusión de la prueba ilícita en el nuevo proceso penal. Santiago, Chile, Universidad Alberto
Hurtado, Colección de Investigaciones Jurídicas, 2002, N°2, p. 62.
mos con una decisión con la mayor información posible”67. No obstante, y dado
que todo sistema penal no solo tiene por objeto amparar valores epistémicos,
existen reglas “contra epistémicas” que regulan la actividad probatoria como fil-
tro o ejercicio de ponderación, pero que “no permiten aumentar la capacidad del
proceso de determinar lo sucedido”68.
2. Uno de los fundamentos de dichas reglas es que existen una serie de valores
igualmente relevantes para el proceso además de la búsqueda de la verdad. Den-
tro de estas se encuentran aquellas reglas que buscan resguardar el respeto por
las garantías fundamentales de las personas, cuya vulneración supone la aplica-
ción de un criterio de exclusión por ilicitud; y aquellas reglas que buscan resguar-
dar otro tipo de valores, como lo son -a modo de ejemplo-, las reglas relativas a
los plazos y preclusiones, que si bien no constituyen propiamente exclusiones
probatorias, sí configuran un límite a la actividad probatoria en el marco del de-
bido proceso, con miras a cautelar la realización de un procedimiento dentro en
un plazo razonable y justo.
3. Las exclusiones de prueba para el juicio oral están consagradas en el artículo 276
CPP de manera taxativa. De esto da cuenta el mensaje del CPP y ha sido además
señalado en sentencias de tribunales superiores de justicia69. Sin perjuicio de lo
anterior, en el desarrollo jurisprudencial de estas causales, se ha podido identifi-
car algunos fallos en que sin pronunciarse acerca de una existencia de exclusión
temática expresamente, sostienen -a partir de la teoría del fruto del árbol enve-
nenado-, que los tribunales no debieron haber incluido (juzgados de garantía) o
no debieron haber valorado (tribunales orales) determinadas declaraciones de
funcionarios policiales en la parte en que se refieren a diligencias o actuaciones
que hubieren sido declaradas nulas o que hubieren sido obtenidas con inobser-
vancia de garantías fundamentales. En estas exclusivas hipótesis, algunos tribu-
nales superiores de justicia, al momento de acoger recursos, hacen referencia a
la imposibilidad de referirse u ocupar dichas actuaciones a través de cualquier
medio probatorio.
4. Esta aplicación de la exclusión por vulneración de garantías fundamentales dista
mucho de la que fue levantada por las defensas y posteriormente acogida a pro-
pósito del caso analizado en supra II, según se intentó justificar. A diferencia de la
hipótesis expuesta en el párrafo anterior, el fundamento para la “exclusión temá-
tica” aplicada por el tribunal a quo, no estaría dada por el hecho de que los testigos
se fueran a referir a alguna actuación o diligencia declarada nula ni a la obtención
de pruebas con inobservancia de garantías fundamentales, sino que en una even-
tual vulneración ex post, al momento del juicio oral, es decir, cuando los respectivos
funcionarios policiales hubieren prestado declaración en calidad de testigos, por la
referencia a los resultados y conclusiones de las diligencias realizadas. Lo anterior,
67 VALENZUELA, ob. cit., p. 139.
68 VALENZUELA, ob. cit., p. 25.
69 En este sentido, a modo de ejemplo, Cfr.: Corte de Apelaciones de Santiago, 06 de octubre de 2014, Rol N° 2694-2014;
Corte de Apelaciones de Santiago, 02 de septiembre de 2019, Rol N° 3170-2019, considerando 9°. Corte de Apelaciones de
Santiago, 28 de agosto de 2019, Rol N° 4226-2019.
70 En este sentido, a modo de ejemplo, Cfr.: Corte de Apelaciones de San Miguel, 08 de octubre de 2010, Rol N° 1243-2010,
considerando 4°, revoca resolución que excluyó sentencia condenatoria en procedimiento abreviado; Corte de Apelaciones
de San Miguel, 10 de septiembre de 2014, Rol N° 1380-2014, considerandos 3° y 4°, acoge recurso de hecho de Ministerio Pú-
blico por considerar que impertinencia alegada era en realidad infracción de garantía; Corte de Apelaciones de Talca, 14 de
abril de 2016, Rol N° 131-2016, acoge apelación del Ministerio Público y revoca resolución que excluyó testigo policial que no
había prestado declaración; Corte de Apelaciones de Santiago, 01 de septiembre de 2015, Rol N° 2467-2015, considerandos 2
y 3°, acoge recurso de hecho del Ministerio Público por considerar que impertinencia alegada era en realidad infracción de
garantía; Corte de Apelaciones de Valdivia, 16 de abril de 2014, Rol N° 208-2014, considerando 4°, rechaza recurso de hecho
interpuesto por defensa; Corte de Apelaciones de Valdivia, 21 de abril de 2014; Rol N° 2013-2014, considerando 5°.
71 DUCE, “Admisibilidad y exclusión de prueba en el proceso penal”, ob. cit. Este mismo razonamiento es desarrollado más
latamente por el referido autor a propósito de la prueba pericial, Cfr.: DUCE, Mauricio. “Admisibilidad de la prueba pericial
en juicios orales: Un modelo para armar en la jurisprudencia nacional”. En: ACCATINO, Daniela. Formación y valoración de
la prueba en el proceso penal, Santiago, Chile, Editorial Abeledo Perrot Legalpublishing, 2010, págs. 61 y sgtes.
72 Hernández aborda esto respecto de los testigos de contacto, pero no pareciera restringirlo exclusivamente a este tipo
de pruebas, Cfr.: HERNÁNDEZ, Héctor. “Pertinencia como garantía: Prevención del prejuicio en el examen de admisibilidad
de la prueba”. En: ACCATINO, Daniela (Coord.) Formación y valoracion de la prueba en el proceso penal, Santiago, Chile,
Abeledo Perrot LegalPublishing, 2010.
73 En este sentido, a modo de ejemplo, Cfr.: Corte de Apelaciones de Santiago, 06 de octubre de 2014, Rol N° 2694-2014;
Corte de Apelaciones de Santiago, 02 de septiembre de 2019, Rol N° 3170-2019, considerando 9°. Corte de Apelaciones de
Santiago, 28 de agosto de 2019, Rol N° 4226-2019.
74 En este sentido, se ha sostenido además por la jurisprudencia que “(…) la exclusión de las evidencias no resulta eficaz ni
menos legal, haciendo presente que aquélla es un acto extremo, delicado, pues se trata de desprenderse de pruebas que
pueden posibilitar la respuesta social a un acto ilícito” [énfasis añadido], Cfr.: Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de junio
de 2014, Rol N° 1521-2014, considerando 5°.
75 En este sentido, también, a modo de ejemplo, Cfr.: Corte de Apelaciones de Santiago, 09 de mayo de 2014, Rol N°1078-
2014, considerandos 4° y 5°; Corte de Apelaciones de Santiago, 09 de junio de 2014, Rol N° 1319-2014, considerandos 6° y 7°;
Corte de Apelaciones de Santiago, 10 de junio de 2014, Rol N° 1521-2014, considerandos 3° y 4°.
76 En este sentido, a modo de ejemplo, Cfr.: Corte de Apelaciones de Santiago, 02 de septiembre de 2019, Rol N° 3170-2019,
considerando 6°.
77 Ibíd.
78 Sobre el principio de libertad probatoria y la incorporación de la prueba testimonial “conforme a la ley”, Cfr.: Corte de
Apelaciones de Santiago, 27 de enero de 2014, Rol N° 3748-2013, considerando 6°: “(…) Que, por último, debe tenerse en
consideración que el artículo 295 del Código Procesal Penal recoge el principio de libertad probatoria al señalar que, para la
adecuada solución del caso sometido a enjuiciamiento, servirán aquellos incorporados en forma legal y, tratándose de un
juicio oral, todas las pruebas sólo tienen valor en la medida en que se producen ante el Tribunal, según se preceptúa en el
artículo 309 y es, en la única oportunidad, en que ello tiene la posibilidad de hacerse”.
79 Cfr.: HERNÁNDEZ, Héctor. La exclusión de la prueba ilícita en el nuevo proceso penal. Santiago, Chile, Universidad Alberto
Hurtado, Colección de Investigaciones Jurídicas, 2002, N°2, p. 68: “(…) con independencia del indudable debido respeto a
la legalidad procesal penal, no parece proporcionado, y con ello, no parece legítimo excluir toda prueba ilegalmente ob-
tenida, sino sólo aquella respecto de la cual la ilicitud en que se funda socava de un modo intolerable la legitimidad de la
persecución penal” [énfasis añadido].
80 FERRER, ob. cit., p. 159.
ii. Desde el punto de vista del conflicto con la verdad, ¿están disponibles otros
medios para alcanzar dichos fines que no conlleven este conflicto, para así
evitar la regla de exclusión?
12. Desde ambos puntos de vista, pareciera ser que no fue adecuada la exclusión
realizada por el tribunal a quo como único medio para alcanzar los fines que se
pretendía resguardar:
a. Si se pretendía evitar una afectación al derecho a defensa, lo cierto es que -se-
gún señaló la propia Corte- la contrastación y refutación que se podrá realizar
en juicio por parte de los intervinientes constituye el núcleo de la defensa.
b. Si lo que se pretendía es evitar que los jueces no escucharan conclusiones o
resultados porque no se trataba de peritos, me parece que optar por la ex-
clusión de dichas referencias implica desconocer el carácter que tienen en
nuestro país y en la sociedad moderna, aquellos funcionarios policiales que se
desempeñan en secciones o brigadas especializadas y que tienen formación
específica para investigar determinado tipo de delitos. Así lo han reconocido,
por lo demás, diversas recomendaciones internacionales sobre criminalidad
económica organizada, lavado de activos y corrupción pública.
c. Asimismo, pareciera ser que, sí existían medios adicionales para alcanzar los
fines que se temía pudieran ser vulnerados, por ejemplo a través del ejercicio
de contra examen respecto de los dichos de los testigos ante el tribunal, o bien
mediante la preparación de una pericia o exhibición de medios de pruebas,
para efectos de refutar las aseveraciones indicadas en el informe policial pa-
trimonial, ya que estos constan en la carpeta investigativa, y los intervinientes
podrán siempre efectuar ejercicios del 332 CPP para demostrar o superar con-
tradicciones y solicitar las aclaraciones pertinentes.
13. Muy conectado con todo el análisis anterior, se encuentra quizás, la discusión
sobre los alcances de la epistemología de la prueba pericial y testimonial en es-
pecífico, debate apenas incipiente a nivel interno, pero que ha sido abordado -por
ejemplo-, por Daniela Accatino81, a partir de las teorías generales y especiales
sobre la justificación testimonial de Carmen Vázquez. Sin embargo, un análisis
acabado de estas teorías excedía con creces el modesto objetivo de este artículo.
14. Finalmente, una de las dudas que podría surgir a partir del caso analizado, dice
relación con el carácter de “testigos expertos”, que tienen algunos funcionarios
policiales y cómo nuestra legislación entendería su regulación para efectos de
su participación en juicio oral. Esto es especialmente relevante tratándose de
delitos complejos como el lavado de activos, los delitos económicos, el cibercri-
men, los delitos medioambientales, entre otros delitos de alta complejidad, en
los que existe una formación especializada de policías, y por tanto una clara ex-
perticia en el ámbito de dichos fenómenos criminales. Sobre este punto, com-
81 Cfr.: ACCATINO, Daniela. “La prueba pericial y la epistemología del testimonio: ¿una teoría y dos modelos? Comentario
al libro ´De la prueba científica a la prueba pericial´ de Carmen Vázquez”. En: Anuario de Filosofía Jurídica y Social, N°34,
Santiago, Chile, Sociedad chilena de filosofía jurídica y social, 2018, págs. 05-17.
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12. HERNÁNDEZ, Héctor. La exclusión de la prueba ilícita en el nuevo proceso penal. Santiago, Chile, Universi-
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13. HERNÁNDEZ, Héctor. “Pertinencia como garantía: Prevención del prejuicio en el examen de admisibilidad
de la prueba”. En: ACCATINO, Daniela (Coord.) Formación y valoracion de la prueba en el proceso penal,
Santiago, Chile, Abeledo Perrot LegalPublishing, 2010.
14. HORVITZ, María Inés y LÓPEZ, Julián. Derecho Procesal Penal Chileno. Santiago, Chile, Editorial Jurídica,
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2017, Tomo II.
16. SHÜRMANN, Miguel. Comentario de Jurisprudencia: “La exclusión temática de los testigos de oídas sobre
lo expuesto por un imputado en la etapa de investigación”. En: Gaceta Jurídica, N°381, Santiago, Chile,
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17. VALENZUELA, Jonatan. Hechos, pena y proceso. Ensayo sobre racionalidad y prueba en el derecho procesal
penal chileno. Santiago, Chile, Rubicón Editores, 2017.
unidad especializada
en responsabilidad
penal adolescente
y delitos violentos
MATERIAS DE INTERÉS GENERAL P. 161
REVISTA JURÍDICA DEL MINISTERIO PÚBLICO N°80, DICIEMBRE 2020
EL DELITO DE ROBO EN EL
MARCO DE LA PANDEMIA
COVID-19
Álvaro Murcia García1
Roberto Guerrero Infante2
INTRODUCCIÓN
La pandemia provocada por el Covid-19 que ha afectado a nuestro país principalmente a
partir del mes de marzo del año 2020, ha tenido un impacto significativo en todo el que-
hacer nacional. En este marco, dicho impacto también ha significado diferencias relevan-
tes en lo que a ingresos delictuales3 se refiere, lo que resultaba en cierto modo esperable
al enfrentar situaciones de cuarentena y de restricciones de movilidad en las distintas
regiones del país. Ahora bien, ¿cuál ha sido el efecto que esta situación ha tenido en
las distintas categorías delictuales del país? Para dilucidar aquello y considerando como
foco de atención los delitos que históricamente han tenido la mayor tasa de ingreso, el
presente análisis se centra en los delitos de robo en sus distintos tipos penales, conside-
rando como período de análisis los diez primeros meses del año 2020, en comparación
con el mismo período de los dos años inmediatamente anteriores a fin de –mediante
este análisis comparativo– aportar consideraciones basadas en cifras recientes del Mi-
nisterio Público.
1 Abogado de la Unidad Especializada en Responsabilidad Penal Adolescente y Delitos Violentos, Fiscalía Nacional, Minis-
terio Público.
2 Abofado de la Unidad Especializada en Responsabilidad Penal Adolescente y Delitos Violentos, Fiscalía Nacional, Minis-
terio Público.
3 Por ingresos delictuales se hace referencia a la cantidad de delitos ingresados al Ministerio Público, ya sea por medio de
denuncia, querellas o investigaciones iniciadas de oficio por la institución.
CIFRAS ASOCIADAS
En primer lugar, es necesario considerar que el Ministerio Público, en lo que a presenta-
ción de cifras se refiere, ha agrupado las distintas figuras de robo en dos categorías: ro-
bos y robos no violentos. La primera categoría referida incluye las distintas hipótesis del
robo con violencia o intimidación4, mientras que la segunda categoría corresponde las
figuras de robos con fuerza5. Hecha la aclaración, a continuación se presentan las cifras
correspondientes a las mencionadas familias de delitos.
a. Robos
Tabla 1: Ingresos en familia de robos para período enero-octubre años 2018, 2019 y 2020
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART.
4.829 4.192 4.757 4.731 4.957 4.359 4.707 4.830 4.004 4.674
433, 436 INC. 1º, 438.
total general 10.113 8.742 9.691 9.499 10.026 8.751 9.414 9.942 8.536 10.202
4 En la categoría de delitos de robos se consideran los siguientes delitos: robo con intimidación del art. 436 inc. 1º y del art.
438 del Código Penal; robo con violencia del art. 436 inc. 1º, 433, 438 y 439 del Código Penal; robo por sorpresa del art. 436
inc. 2º del Código Penal; robo con homicidio del art. 433 Nº1 del Código Penal; robo con violación del art. 433 Nº1 del Código
Penal; robo con castración, mutilación o lesiones graves gravísimas del art. 433 Nº2 del Código Penal; robo con lesiones
graves o con retención de víctimas del art. 433 Nº3 del Código Penal.
5 En la categoría de delitos de robos no violentos se consideran los siguientes delitos: robo en lugar habitado o destina-
do a la habitación del art. 440 del Código Penal; robo en lugar no habitado del art. 442 del Código Penal; robo en bienes
nacionales de uso público o sitios no destinados a habitación del art. 443 del Código Penal; robo con fuerza de cajeros au-
tomáticos del art. 443 bis del Código Penal; robo de vehículo motorizado del artículo 443 inc. 2º del Código Penal; robo de
vehículo utilizando elementos distractivos del art. 443 inc. 3º del Código Penal; robo de vehículo motorizado por sorpresa,
violencia o intimidación, relativo al art. 436 inc. final del Código Penal; robo con ocasión de calamidad o alteración al orden
público del art. 449 ter del Código Penal; saqueo del art. 449 quáter del Código Penal.
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART.
5.279 4.547 4.580 4.824 4.701 4.618 5.323 5.203 4.522 4.163
433, 436 INC. 1º, 438.
total general 11.066 9.396 9.487 9.728 9.414 9.225 10.532 10.381 9.273 8.759
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART.
6.037 5.858 5.897 4.830 3.853 3.768 3.916 2.563 2.408 2.739
433, 436 INC. 1º, 438.
total general 12.023 11.634 10.951 8.010 6.917 6.519 6.948 4.876 4.790 5.552
a ño de i ng r e s o
total general
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 135.669
Al observar las cifras de la Tabla 1, es posible evidenciar que existe una importante dismi-
nución de las cifras de ingresos para los robos desde el mes de mayo de 2020 en adelan-
te, en comparación con igual período de los años 2018 y 2019. A mayor abundamiento,
el mes de septiembre presenta el menor volumen de ingreso de todos los períodos
analizados con 4.790 delitos ingresados, lo que no deja de ser interesante toda vez que
las situaciones de cuarentena ya se habían presentado con antelación en nuestro país,
sin embargo, la disminución del ingreso alcanza su punto más bajo en este mes. Al
respecto, es importante atender que este tipo de delitos requiere necesariamente de
contacto entre víctima e imputado, puesto que, de no ser así, se configuraría otro ilícito.
En este sentido, estimamos que el delito más representativo es el robo por sorpresa,
dado que generalmente acaece en la vía pública, mientras que el robo con violencia o
intimidación puede ocurrir también en el domicilio de la víctima. Conforme a lo señalado,
si observamos este tipo de robo en particular, podemos apreciar que también presenta
su menor volumen de ingreso durante el mes de septiembre de 2020, aun cuando el mes
de agosto presenta una cifra bastante similar.
Otro aspecto a destacar de esta categoría de delitos, es que en enero de 2020 se presenta
la mayor cantidad de robos de todo el período analizado, con una cifra récord de 12.023
robos, superando las cifras de cualquier otro mes de los tres años estudiados. Debido
a que el foco de este estudio son los primero diez meses de los tres años ya indicados,
buscando identificar los efectos de la pandemia en algunos delitos, es difícil levantar
una hipótesis que permita explicar la razón de ese fenómeno, ya que no se cuenta en
este análisis con las cifras de los últimos meses del año 2019, las cuales podrían entregar
mayores luces al respecto.
b. Robos no violentos
Tabla 1: Ingresos en familia de robos para período enero-octubre años 2018, 2019 y 2020
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 4.430 3.519 4.008 4.254 4.619 4.262 4.488 4.687 3.807 4.785
SAQUEO
total general 17.962 14.798 15.935 16.068 17.382 16.171 17.233 17.346 14.729 17.572
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO EN BIENES NAC. DE USO PÚB. O
5.992 4.673 5.087 5.258 5.352 5.196 6.001 5.811 4.871 4.715
SITIOS NO DESTINADOS A HAB.
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 4.277 3.514 3.942 4.288 4.403 4.042 4.687 4.340 3.900 7.534
SAQUEO
total general 17.835 14.616 15.230 16.126 16.531 15.695 18.617 17.159 15.117 17.961
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO EN BIENES NAC. DE USO PÚB. O
6.391 5.452 4.935 3.460 3.631 3.496 3.624 2.883 2.858 3.489
SITIOS NO DESTINADOS A HAB.
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 4.368 3.784 4.118 4.466 4.554 3.942 3.747 2.372 2.286 2.762
SAQUEO 1 11 28 2 1 2 11 1 33
total general 17.490 15.514 15.071 12.974 13.347 12.119 12.231 8.887 8.756 10.485
a ño de i ng r e s o
delito 2018 - 2019 - 20 2 0
total general
ROBO EN BIENES NAC. DE USO PÚB. O SITIOS NO DESTINADOS A HAB. 144.681
SAQUEO 90
Al igual que comentamos al analizar la familia de los robos, para el caso de los robos no
violentos el mes de septiembre de 2019 es el que presenta la cifra más baja con 8.756 robos
denunciados. Ahora bien, es importante considerar que para esta categoría de delitos es
esencial que no exista contacto con la víctima o bien este sea mínimo, dado que si el im-
putado agrede o amedrenta a la víctima se configuraría robo con violencia o intimidación.
En este contexto, resulta esperable la baja significativa que se puede apreciar en esta ca-
tegoría de delitos en el período de pandemia, que de un promedio de 16.555 denuncias por
mes entre marzo y octubre de los años 2018 y 2019, bajó a un promedio de 11.734 denuncias
por mes en el mismo período del año 2020, significando una baja de un 29% de ingresos
en este tipo de delitos en el período de pandemia estudiado. En este sentido, uno de los
delitos que presenta mayores bajas es el robo en lugar habitado o destinado a la habitación,
que entre los meses de marzo a octubre de 2019 registró 37.979 ingresos, mientras que en
igual período del año 2020, la cifra llegó a los 22.465, significando un descenso de casi un
41%, diferencia que se acrecienta si la comparamos con lo ocurrido en el año 2018, donde
en igual período se ingresaron 40.462 denuncias por dicho ilícito. Esta baja significativa
se explica principalmente por las restricciones de movilidad decretadas a propósito de la
pandemia provocada por el Covid-19, ya que al existir toques de queda y cuarentenas se
producen dos circunstancias que hacen más difícil la ocurrencia del delito de robo en lugar
habitado: por un lado, la reducción de los horarios y días posibles para la perpetración de
los ilícitos, lo cual también es aplicable a muchos otros delitos; y en segundo lugar, debido
a que dichas restricciones a la movilidad afectan tanto a víctimas como a imputados, por
lo que los lugares habitados o destinados a la habitación estuvieron más tiempo y días
con personas en su interior que en un período normal, lo cual trae aparejado la mayor
dificultad para que se perpetre este delito, ya que si el imputado ingresa a un inmueble
de este tipo con moradores en su interior, lo más probable es que el delito que se cometa
sea un robo con intimidación o violencia y no un robo en lugar no habitado. Esto último
debe ser relacionado con lo indicado a propósito de los robos violentos, donde también
se apreció una baja importante en sus ingresos, lo cual nos entrega indicios respecto a
que todos los delitos de robo se ven afectados de forma similar por la pandemia y las
restricciones que trae aparejada, no observándose en el periodo de estudio una transición
desde los robos no violentos a los robos violentos o viceversa.
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delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433,
272 232 242 287 269 266 292 306 228 243
436 INC. 1º, 438.
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 207 193 227 203 207 193 192 216 167 228
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delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 223 192 211 198 198 187 236 183 144 162
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 151 180 135 68 96 95 113 83 45 59
a ño de i ng r e s o
delito 2018 - 2019 - 20 2 0
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 6.531
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 INC. 1º, 433, 438, 439. 4.105
b. Región de Valparaíso
La región de Valparaíso, en lo que a robo con intimidación se refiere, presenta su cifra
más alta en enero de 2020 y la más baja en agosto de ese mismo año, con 114 robos. Por
su parte, el robo con violencia presenta un comportamiento similar: febrero 2020 con
254 ingresos y septiembre del mismo año con 106. Ahora bien, si observamos el total de
ingresos del período, los robos en lugar habitado o destinado a la habitación tienen el
mayor volumen de ingresos, mientras que a nivel nacional, en los tres períodos analiza-
dos, el delito de las familias analizadas que presenta el mayor volumen de ingresos es el
robo en bienes nacionales de uso público, situación similar a la observada en la Región
del Biobío.
En el caso de la región de Valparaíso, una de las razones que pueden explicar la alta
concentración de delitos en los meses de enero de los tres años analizados, es el hecho
de ser uno de los destinos turístico con mayor población flotante en el periodo estival,
ocupando como región el segundo lugar de pernoctaciones6 en el mes de enero de 2020,
situándose solo después de la Región Metropolitana de acuerdo con la Encuesta Men-
sual de Alojamiento Turístico del Instituto Nacional de Estadísticas7.
6 Pernoctaciones: corresponde al número total de noches que los pasajeros alojan en el establecimiento.
7 Instituto Nacional de Estadísticas (2020). Encuesta de Alojamiento Turístico, edición Nº 256.
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delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 379 334 300 311 313 288 306 342 333 418
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 510 407 472 487 527 517 553 578 419 518
SAQUEO
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delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 428 342 395 337 318 314 355 360 309 297
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 498 384 514 522 527 505 533 538 462 981
SAQUEO
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delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 410 370 325 217 205 134 102 133 140 164
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 453 461 521 651 576 458 382 248 225 315
SAQUEO 1 1 1
a ño de i ng r e s o
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 7.802
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 INC. 1º, 433, 438, 439. 5.411
SAQUEO 3
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delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 890 772 786 763 763 638 676 847 687 785
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 720 534 587 617 617 632 668 721 567 643
SAQUEO
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delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 816 667 692 743 719 694 755 790 761 681
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 567 484 567 633 599 575 669 565 518 1.214
SAQUEO
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delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 942 881 843 397 336 295 407 305 338 461
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 596 509 494 475 461 440 488 305 272 356
SAQUEO 1 11 13 1 11 1 16
a ño de i ng r e s o
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 39.419
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 inc. 1º, 433, 438, 439. 15.006
SAQUEO 54
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delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 308 231 266 291 307 239 249 310 247 342
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 258 198 239 213 233 220 239 200 211 245
SAQUEO
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delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 402 316 290 269 286 239 325 386 262 265
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 267 202 199 195 190 205 275 239 137 637
SAQUEO
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 321 289 283 219 154 149 164 129 132 150
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 197 160 194 242 250 209 180 125 123 175
SAQUEO 8 1 1 6
a ño de i ng r e s o
delito 2018 - 2019 - 20 2 0
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 25.259
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 inc. 1º, 433, 438, 439. 7.936
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 7.820
ROBO EN BIENES NAC. DE USO PÚB. O SITIOS NO DESTINADOS A HAB. 15.007
ROBO EN LUGAR HABITADO O DESTINADO A LA HABITACIÓN. ART. 440. 8.449
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 6.657
ROBO CON HOMICIDIO 27
ROBO CON VIOLACIÓN. ART. 433 Nº1. 35
ROBO CON CASTRACIÓN, MUTILACIÓN O LESIONES GRAVES
2
GRAVÍSIMAS
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delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 304 296 271 294 293 288 312 329 281 397
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 313 293 275 318 390 304 330 346 364 403
SAQUEO
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 360 307 309 338 299 250 319 273 249 283
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 334 271 312 309 322 294 328 317 284 591
SAQUEO
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 360 296 242 116 141 111 138 155 122 193
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 444 363 374 336 322 252 259 197 198 231
SAQUEO 4 2
a ño de i ng r e s o
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 15.320
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 INC. 1º, 433, 438, 439. 5.258
SAQUEO 6
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2018
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 301 152 275 234 250 233 195 236 237 288
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 390 257 432 386 376 364 317 411 367 431
SAQUEO
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2019
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 270 210 214 205 213 175 219 225 240 196
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 484 311 337 420 397 379 475 422 399 791
SAQUEO
a ño y m e s de i ng r e so
delito 2020
ene feb mar abr may jun jul ago sep oct
ROBO POR SORPRESA. ART. 436 INC. 2°. 265 219 178 128 139 95 91 96 121 117
ROBO EN LUGAR NO HABITADO. ART. 442. 399 352 347 426 457 365 311 196 221 245
SAQUEO 1 5
a ño de i ng r e s o
TOTAL GENERAL
ROBO CON INTIMIDACIÓN. ART. 433, 436 INC. 1º, 438. 21.926
ROBO CON VIOLENCIA. ART.436 inc. 1º, 433, 438, 439. 7.212
SAQUEO 6
CONSIDERACIONES FINALES
El impacto de la pandemia Covid-19 permite realizar una infinidad de estudios desde dis-
tintas ópticas. En este sentido, el presente análisis no pretende de ningún modo agotar
dicha posibilidad para los robos, sino simplemente aportar datos recientes sobre este fe-
nómeno, mencionando ciertos aspectos que nos resultaron particularmente relevantes.
En relación, con ello podemos destacar lo siguiente:
Una de las primeras consideraciones, más bien lógica, dice relación con la sensibilidad
que tiene el comportamiento de este tipo de delitos a las restricciones a la movilidad de
las personas, lo que queda demostrado a nivel nacional y regional con el comportamien-
to de los distintos delitos de robo en el período de pandemia.
Del mismo modo, ligado a lo indicado en el punto anterior, pareciera existir una curva de
adaptación del fenómeno criminal a las nuevas condiciones, ya que si bien la pandemia
comenzó en marzo, decretándose el estado de excepción constitucional a nivel nacional
el día 18 de marzo de 2020 y estableciéndose en todo el territorio el toque de queda des-
de el día 22 de marzo, el número de ingresos del delito de robo en general se mantuvo
constante hasta ese mes; pero a partir de abril se observa una disminución progresiva en
los meses siguientes.
Continuando con la correlación entre la pandemia y el comportamiento de los delitos de
robo, es posible observar que la tendencia progresiva a la baja solo se mantiene hasta el
mes de septiembre de 2020, existiendo un quiebre en el mes de octubre, donde se ob-
serva que casi la totalidad de los delitos estudiados presentan un aumento respecto del
mes anterior. Para explicar lo anterior, se puede plantear una hipótesis relacionada con
el hecho de que octubre fue el mes con los mejores números asociados a la pandemia,
por lo que la mayoría de las restricciones a la movilidad fueron flexibilizadas. Si bien los
datos estudiados no son suficientes para comprobar esta hipótesis, una vez que se haga
un nuevo análisis con un período de datos más amplio, será posible ver cuán cierta es la
misma, ya que podremos ver como se comportó el fenómeno criminal en el mes de no-
viembre, donde el toque de queda fue reducido y en los meses posteriores donde varias
medidas fueron nuevamente impuestas.
Agregando una variable territorial, no asociada a la pandemia, es relevante destacar el
comportamiento de las regiones que tienen una alta cantidad de población flotante en
los meses de verano, como es el caso de la Región de Valparaíso; la cual, en el mes de ene-
ro de los años 2018, 2019 y 2020 tiene la mayor cantidad de delitos de robo denunciados
en el período estudiado, superando a cualquiera de los otros meses del año respectivo.