La Liebre y La Tortuga

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 6

1.

La liebre y la tortuga
La liebre siempre se burlaba de la tortuga por su lentitud. Un día, la tortuga, cansada de su actitud, la
desafió a correr una carrera. La liebre, entre risas y muy segura de sí misma, aceptó el duelo.
Cuando comenzó la carrera, ella salió a toda prisa y la tortuga hizo lo propio con su lento andar.
Como la liebre daba por descontado que ganaría ella, decidió dormir una siesta poco antes de llegar
a la meta. Cuando despertó, se dio cuenta de que se había dormido demasiado tiempo y que la
tortuga estaba a dos pasos de llegar. Corrió a toda velocidad pero no hizo a tiempo, por lo cual la
tortuga ganó la carrera y fue ovacionada por los animales del bosque.

Moraleja: La vanidad y la soberbia nos pueden jugar una mala pasada, y nunca debemos
subestimar o burlarnos de aquellos que no tienen las mismas habilidades que nosotros.

1. La gallina de los huevos de oro


2.
Una pareja de granjeros muy pobres compró un día la gallina más grande y linda que había en el
mercado. A la mañana siguiente, cuando fueron al gallinero a buscar los huevos, se encontraron con
una sorpresa: ¡había puesto un huevo de oro! La pareja no salía de su asombro, y más cuando
vieron que este extraño suceso se repetía día tras día. Así fue como se volvieron ricos, hasta que,
presos de la codicia, se les ocurrió matar a la gallina para no tener que esperar a que pusiera un
huevo por día, y entonces acceder a la fuente de toda esa riqueza de una vez por todas. Lo hicieron,
pero cuando mataron y abrieron a la gallina no encontraron nada.

Moraleja: La codicia y la avaricia nunca son buenas consejeras, pues nos pueden llevar a perder lo
que tenemos.
La cigarra y la hormiga
La cigarra disfrutaba muy tranquila del verano, mientras veía a la hormiga trabajar duramente,
recogiendo alimentos para el invierno. Aunque le aconsejaba a la cigarra que dejara de ser tan
holgazana e hiciera lo mismo que ella, esta no hacía caso y seguía cantando muy despreocupada
bajo el sol. Un día, el invierno llegó, y la cigarra se encontró a la intemperie, muerta de frío y sin
alimento. Decidió entonces acercarse a la casa de la hormiga y pedirle ayuda, pero ella le respondió:
“Mientras yo trabajaba, tú no hacías nada, mira ahora cómo estamos”. Y diciendo esto, le cerró la
puerta en la cara. La cigarra se fue cabizbaja, pero aprendió la lección.
Moraleja: Debemos repartir el tiempo entre el trabajo y el ocio, y ser precavidos para los tiempos
difíciles, porque todo puede cambiar de un día para otro.

1. El ratón y el león
Un día el león se disponía a descansar luego de un largo día de caza. Se echó debajo de un árbol, y
en cuanto estaba por dormirse sintió una molestia en la nariz. Cuando abrió los ojos, vio que se
trataba de un ratón, entonces se dispuso a comerlo para poder descansar de una buena vez. En ese
momento, el ratoncito le suplicó que no lo hiciera, que si lo dejaba ir algún día se lo compensaría.
Entre risas, el león lo dejó escapar, incrédulo de esa promesa. Tiempo después, el león quedó
atrapado en la red de un cazador. Comenzó a gritar desesperado y el ratón lo escuchó. Así fue como
se acercó y, con sus filosos dientes, pudo romper la red y salvar al león de su captor.

Moraleja: Las buenas acciones tienen su retribución, y una ayuda puede provenir de quienes menos
lo esperamos.

1. La rana y el escorpión
Un día descansaba la rana a la orilla de un río cuando vio que se acercaba un escorpión.
Atemorizada, se puso en guardia. Cuando lo tuvo enfrente, el escorpión le pidió si por favor podía
cruzarlo en su lomo porque necesitaba llegar a la otra orilla. La rana desconfió, pero la convenció
cuando comprendió que si el escorpión la picaba, ambos morirían ahogados. Así fue como lo subió a
su lomo y comenzó a nadar a través del río. En medio del camino, sintió un profundo pinchazo en su
lomo y se dio cuenta de que el escorpión la había picado. Cuando le preguntó por qué lo había
hecho, puesto que ahora los dos morirían, el escorpión, mientras se hundían, le respondió: “No pude
evitarlo, está en mi naturaleza”.

Moraleja: Los demás no tienen por qué actuar como lo haríamos nosotros: aunque alguien muestre
buenas intenciones, los rasgos que forman parte de su naturaleza no cambian.

También podría gustarte