En Un Largo y Angosto Camino

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Camino sin salida

Por. Andrea C Polo Ortega.


En un largo y angosto camino, rodeado por montañas y propenso a atrancos, un
comerciante anciano estaba agachado recogiendo su mercancía que se había caído de la
carretilla. Con rapidez se apresuró a amontonar todas sus manzanas y peras que habían
caído y rodado en el piso lejos de él; consiguió recoger la mayoría y se dio prisa para no
atascar el flujo del camino, que en ese momento parecía vacío. Sin esperarlo, el
comerciante termina siendo embestido por otro comerciante, un joven robusto y con barbas
largas, a quien también se le cayeron sus productos.
- ¡No te quedes en la mitad, viejo tonto! - Le reclamo el joven.
-Perdón, joven. Es que se me había caído mis manzanas y tarde mucho tiempo en
recogerlas- Le dijo el anciano al comerciante, buscando que entendiera la situación.
- ¡No me importa, los ancianos son unos descuidados y nunca saben lo que hacen!- Le grito
el joven al anciano, harto de sus excusas.
La confrontación se vio interrumpida por otro comerciante que había chocado al
comerciante más joven, esta vez era una mujer adulta con un bebe llorón en sus brazos, que
al chocarse se le habían caído los vestidos que tenia en su carretilla.
- ¡Continúen el camino! - Le grito a los dos hombres- ¡tengo que llegar a la plaza, para
vender mis vestidos y poder conseguir dinero para comprar comida! - Exclamo la mujer
con el bebe en brazos que gritaba por alimento.
-¡Yo no puedo moverme si el viejo este no se mueve!- Exclamo el joven lleno de ira y
procedió a sentarse en el suelo.
- ¡Yo menos me voy a mover! - Dijo iracundo el anciano comiéndose sus manzanas
enfrente de la mujer y su bebe hambriento- ¡Hasta que el joven no se disculpe conmigo,
nadie podrá seguir el camino!.
Viendo el acto del anciano, a la mujer se le ocurrió pedirle unas manzanas para su bebe,
pero este se negó porque ella no tenia dinero con que pagarle. La mujer estaba tan colérica
que empezó a discutir con el hombre. Sin mucha espera, un carruaje llevado por caballos a
toda velocidad choco con la carretilla de la mujer y la rompió. El dueño del carruaje
resultaba ser un rico terrateniente que vivía del otro lado del camino; este, se disculpó con
la señora, pero ella estaba rabiosa, así que el rico y la mujer comenzaron a discutir.
Ni una sola gota de comprensión cabía en un camino tan angosto, por lo que más personas
se chocaron y discutieron. Ni siquiera los reyes pudieron pasar porque los que estaban antes
que él, se negaban a conciliar con los que estaban discutiendo.
La obstinación y la testarudes no llevan a ningún acuerdo.

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