Caso Everest

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Caso: Everest — 1996 1

En la primavera de 1996 se desarrolló en las traidoras laderas del monte Everest una
hazaña increíble pero al mismo tiempo ocurrió una gran tragedia. Noventa y ocho
hombres y mujeres escalaron exitosamente hasta la cumbre pero, desgraciadamente, 15
personas perdieron su vida, entre ellos Rob Hall y Scott Fischer, dos de los más
experimentados escaladores del mundo. Hall, Fischer y otras tres personas murieron
cuando una tormenta envolvió la montaña durante el descenso. Otros escaparon con vida
después de muchas horas de deambular en la oscuridad mientras enfrentaban
temperaturas bajo cero. Desde entonces, muchos han tratado de comprender lo que
sucedió ese día.

Rob Hall Scott Fischer

El Everest y las Expediciones del 1996

El Monte Everest tiene una altura de 8.850 metros sobre el nivel del mar y la cresta de su
cima separa Nepal del Tibet. En 1953 fue conquistada por primera vez por el escalador
Edmund Hillary, de Nueva Zelanda y Tenzig Norgay, de Nepal, quienes se convirtieron de
inmediato en leyendas en todo el mundo. A partir de ahí, ha habido numerosos intentos
por conquistar la montaña más alta del planeta.

Una expedición de 1985 marcó un punto de inflexión importante en la historia de los


intentos por llegar a la cima. El experto escalador norteamericano David Brashears guió a
un rico empresario de Texas, de 55 años, Dick Bass, hasta la cima de la montaña. Pronto,
escaladores menos experimentados empezaron a desear escalar el Everest, y montañistas
muy capacitados reconocieron la oportunidad de obtener dinero ayudando a esas
personas a cumplir con sus sueños.

En 1996, treinta expediciones se propusieron escalar el Everest. Rob Hall y Scott Fischer
encabezaron dos de las mayores expediciones comerciales. Era frecuente que un
escalador experto organizara y dirigiera cada una de estas empresas con fines de lucro.
Por ejemplo, Hall cobraba $65.000 dólares por cliente, la más alta comisión de cualquier
guía en el mundo.
1
Por Michael Roberto
Quizás como resultado de esto, había cierta preocupación, porque varias expediciones
exhibían falta de experticia en escalamiento a gran altura. De hecho, Cuando Hall empezó
a conocer a los miembros de diversas expediciones, expresó su preocupación con respecto
a este tema de esta forma: “Con tanta gente incompetente en la montaña, pienso que es
muy poco probable que pasemos esta temporada sin que algo malo suceda arriba.” Sin
embargo, según otro montañista que estuvo con él: “La sensación de Hall es que no sería
él ni las expediciones que lideraba quienes sufrirían un infortunio; sólo estaba preocupado
de tener que salvar a otros.”

Adventure Consultants

En 1990, Hall y su socio, Gary Ball, escalaron las Siete Cumbres –los montes más altos de
cada uno de los siete continentes– dentro de un período de siete mases. Esto incluyó un
ascenso exitoso del Everest, el primero de Hall, después de dos intentos fallidos en la
década anterior. Los socios financiaron esta empresa a través de un conjunto de
patrocinios corporativos. Luego, en 1992, los dos hombres fundaron Adventure
Consultants, una compañía que tenía por objeto generar dinero mediante la organización
y conducción de expediciones guiadas a las montañas más altas del mundo. La compañía
gozó de un gran éxito inicial, pero Ball murió de un edema cerebral en una expedición de
1993. Hall continuó administrando la empresa después de la muerte de su socio y, para
fines de 1994, había guiado a 39 clientes a la cima del Everest.

A comienzos de 1995, Hall anunció otra expedición al Everest: “¡100% asegurado de éxito!
Pida nuestro folleto gratuito en colores.” Sin embargo, ese año no pudo guiar a ningún
cliente a la cima. Debido a las nieves profundas que retardaron el ascenso del grupo, Hall
hizo regresar a todos cuando faltaba poco para llegar a la cima, creyendo que no llegarían
a ella a tiempo para descender con seguridad.

En 1996, Hall reunió una vez más una expedición al Everest, ansioso de demostrar que el
fracaso del año anterior se debía a la naturaleza y no a sus capacidades como guía.

Hall contrató a Mike Groom, un escalador australiano de 33 años, y a Andy Harris, un


neozelandés de 31 años para que se desempeñaran como guías en su expedición de 1996.
Groom tenía amplia experiencia en escalamiento a grandes alturas y había escalado el
Everest sin oxígeno suplementario. Harris nunca había tratado de subir al Everest, aunque
había escalado un monte muy difícil del Himalaya, de 6.683 metros de altura. Además,
había guiado a escaladores en los Alpes del Sur de Nueva Zelanda.

Hall también empleó a siete sherpas para que lo ayudaran. Los sherpas son gente de la
montaña que vive en la región de Khumbu de Nepal. Acostumbrados a vivir y trabajar a
grandes alturas, los sherpas a menudo ayudaban a los que se embarcaban en
expediciones de escalamiento en los Himalayas. Muchos grupos contrataban sherpas para
transportar el equipo y provisiones a las montañas. Unos pocos sherpas seleccionados
acompañaban a las expediciones hasta la cima, asegurando sogas a lo largo de la ruta de
ascenso. Los sherpas gozaban de la remuneración y el estatus social que les daba el
participar en estas expediciones, pero a través de los años, hubo muchos que perdieron la
vida. En 1996, eran 53 los sherpas que habían muerto en la montaña, más de un tercio de
todas las muertes en el Everest ese año.

Adventure Consultants reclutó ocho clientes para la expedición de 1996 al Everest.


Ninguno de los clientes había completado un ascenso exitoso al Everest, y ninguno había
escalado tampoco otro monte de más de ocho mil metros de altura. La lista de Hall incluía
tres médicos que deseaban escalar el Everest. Uno de ellos, un patólogo de Dallas, se
convenció de que debería intentar el ascenso después de oír hablar del exitoso ascenso de
Bass en 1985.

El patólogo explicó:
“Bass demostró que el Everest está dentro del ámbito de las posibilidades de un tipo
corriente. Suponiendo que uno está lo suficientemente preparado físicamente y tiene
algunos ingresos disponibles, yo creo que el mayor obstáculo es, probablemente, tomarse
tiempo en el trabajo y dejar a la familia durante dos meses.”

Frank Fischbeck y Doug Hansen estaban regresando al Everest después de varios intentos
fracasados de llegar a la cima. Fischbeck había tratado de escalar el Everest en tres
ocasiones diferentes con otro guía comercial, llegando en una ocasión a estar a unos
meros 330 pies verticales de la cima. Hansen, un miembro de la expedición de Adventure
Consultants en 1995, expresó inicialmente cierta renuencia a volver al Everest. Sin
embargo, Hall lo convenció personalmente, ofreciéndole un descuento en el precio de la
expedición. Hall se sentía mal por no haber podido guiar a Hansen a la cima en 1995.

John Krakauer, un periodista de la revista de deportes de aventura Outside, también se


integró a la expedición después de conversar con Hall. Durante los anteriores dos años,
Fischer había estado tratando de convencer a Krakauer de unirse a una de sus
expediciones al Everest. Creía que un artículo de Krakauer daría gran publicidad a su
incipiente compañía. Sin embargo, las negociaciones entre Fischer y la revista Outside se
rompieron en enero de 1996, y Hall hizo a los editores una oferta más atractiva. Negoció
espacio publicitario en la revista a cambio de la comisión de Krakauer por participar en la
expedición. Krakauer, que era un ávido escalador de rocas, tenía poca experiencia en
escalamiento a gran altura. Antes de partir, aseguró a su mujer que no subiría mucho más
arriba del Campamento Base, que se ubicaba a una altura de 5.364 metros.

John Krakauer
Mountain Madness

En 1984, Fischer fundó Mountain Madness [“Locura de las Montañas”], una compañía que
ofrecía instrucción en escalamiento y expediciones guiadas. A través de los años, Fischer
desarrolló una gran reputación por sus osadas hazañas. Quienes se encontraban con él a
menudo se impactaban por su ambición, personalidad carismática y el deseo de respeto
entre sus pares. En la década de 1990, Fischer ya había llegado a varias cumbres de 8.000
metros. Finalmente, en 1996, decidió organizar una expedición comercial al Everest.

Un montañista asociado describió las motivaciones de Fischer para hacer de guía en el


Everest: “Yo creo que él contemplaba el éxito de Rob Hall y pensaba... ‘Si él lo puede
hacer, yo también puedo.’” Cuando Fischer partió hacia Nepal, un periodista le preguntó
qué pensaba su familia acerca de los riesgos de una ascensión al Everest. Fischer contestó:

“Creo cien por ciento que voy a regresar... Mi mujer cree cien por ciento que voy a
regresar. No está en absoluto preocupada por mí cuando estoy guiando una expedición
porque voy a tomar todas las opciones correctas. Cuando ocurren accidentes, creo que
siempre es un error humano. De modo que eso es lo que quiero eliminar.”

Fischer empleó a dos guías para que ayudaran a los clientes en la expedición. Anatoli
Boukreev era un capaz escalador de montañas de gran altura y un guía experimentado de
Rusia. Había escalado siete de las montañas más difíciles del mundo, incluido el Everest,
sin usar oxígeno suplementario. Neil Beidleman, el otro guía de la expedición de Mountain
Madness, carecía de la estatura y experiencia de Boukreev. Incluso con su gran
experiencia, Boukreev reconocía los peligros inherentes al escalamiento del Everest.
Cuando Fischer lo reclutó para unirse a la expedición, Boukreev ofreció el siguiente
consejo:

“No hay lugar para errores. Se necesita buen tiempo y mucha suerte. Se necesitan guías
calificados, escaladores profesionales que conozcan las grandes alturas y la montaña. ¿Y
clientes? Es necesario seleccionarlos cuidadosamente; se necesita gente que pueda asumir
las responsabilidades y desafíos de las grandes alturas. Esto no es cualquier cerro. Escalar
a grandes alturas requiere un conjunto distinto de reglas. Hay que desarrollar la
autodependencia de los escaladores porque no se los puede tener de la mano todo el
tiempo.”

Anatoli Boukreev
Al evaluar su equipo, Fischer reconoció que varios de los clientes no habían estado
expuestos a grandes alturas por mucho tiempo. Por ejemplo, estaba Sandy Pittman, una
celebridad de Nueva York que podría darle publicidad a Fischer; y Pete Schoening, una
leyenda del montañismo pero que tenía 68 años. También estaba Dale Kruse, amigo de
Fischer que suministró el capital inicial para la expedición pero que se sabía que sentía mal
en las grandes alturas. Sin embargo, Fischer no se mostró preocupado. Cuando se le
preguntó sobre esto, dijo:

“La experiencia está sobrevalorada. No es la altura lo que es importante, es la actitud de


uno... Conocemos perfectamente al gran Everest, lo tenemos completamente acotado. En
estos días, le puedo asegurar, hemos construido una senda de ladrillos rojos hasta la
cima.”

Viaje hasta el Campamento Base

El 31 de marzo de 1996, los miembros de la expedición de Hall se reunieron en Katmandú,


Nepal. Caminaron aproximadamente 3 o 4 horas por día; las poco higiénicas condiciones
de vida demostraron ser un problema; muchos escaladores llegaron al Campamento base
con enfermedades respiratorias y digestivas.

Fischer se enfrentó a varios problemas logísticos inesperados durante la caminata de su


equipo al Campamento Base. Por ejemplo, un problema con un vuelo chárter impidió la
entrega de una carpa para grandes alturas. Luego, surgió un conflicto con los porteadores
nepaleses, porque decidieron exigir un gran aumento de sus salarios. Esto también
dificultó la entrega del oxígeno y otras provisiones al Campamento Base. Todos estos
problemas logísticos crearon una carga inmensa para Fischer, lo que le impidió planificar
el curso de acción del equipo o su propia aclimatación. En una palabra, parecía exhausto.

El equipo de Fischer llegó al Campamento Base el 8 de abril, y el grupo de Hall llegó un día
después. Krakauer se sintió inquieto respecto de las habilidades ded montaña de algunos
clientes. Si bien llegó a hacer bastante amistad con uno de ellos, no se sentía tan cómodo
con los otros. Krakauer recordó sus preocupaciones:

“No me sentía seguro con respecto a los otros clientes. En puntos de vista y experiencia no
se parecían en nada a los escaladores fogueados con los que yo habitualmente iba la
montaña. Pero parecían personas agradables y decentes... En general, yo atribuía mi
creciente inquietud al hecho de que nunca había escalado como miembro de un grupo tan
numeroso, y, además, un grupo de completos desconocidos.”

Varios escaladores se preguntaban si podrían confiar en los miembros de su equipo


durante los momentos difíciles. Muchos se preocupaban también de lo que los demás
pensaban de ellos. Les inquietaba la posibilidad de no ser aceptados por sus compañeros
de equipo. Krakauer lamentó no tener lazos fuertes con sus compañeros de equipo:
“Cuando se escala, tener confianza en los socios no es una preocupación menor. Las
acciones de un escalador pueden afectar las acciones de todo el equipo. Pero la confianza
en las otras personas es un lujo que les está negado a quiénes se inscriben como clientes
en un ascenso guiado.”

Si bien los clientes abrigaban dudas unos de otros, mantuvieron su confianza en sus
propias capacidades. Krakauer recuerda cómo se sentía cuando llegó al campamento
base:

“Cuando llegó el momento para que cada uno de nosotros evaluara sus propias
capacidades y las cotejara con los formidables desafíos de la montaña más alta del
mundo, a veces parecía como si la mitad de la población del Campamento Base tuviera un
delirio de grandeza clínico.”

Aclimatación

A mediados de abril, los escaladores empezaron a aclimatarse a la ardua actividad física en


grandes alturas. La rutina de aclimatación consistía en una serie de escalamientos cada
vez más difíciles intercalados con períodos de descanso y recuperación. A medida que las
expediciones practicaban estos escalamientos, establecían campamentos adicionales en la
ruta a la cima. Cuando los grupos completaron la rutina de aclimatación, retornaron al
Campamento Base para descansar y prepararse para la última arremetida para llegar a la
cima.

La aclimatación permite a los escaladores ser menos más susceptibles a enfermedades


relacionadas con la altura; los más graves, los edemas pulmonares y cerebrales por gran
altura. Ambas enfermedades pueden causar la muerte a menos que el escalador
descienda rápidamente a alturas menores, un esfuerzo difícil cuando se está incapacitado.

Si bien la aclimatación ayudaba a impedir la enfermedad, no preparaba totalmente a los


escaladores para la escasez de oxígeno en las alturas muy elevadas. Por lo tanto, muchos
escaladores pensaban llevar botellas de oxígeno durante la arremetida final para alcanzar
la cima.

Mientras, los cada vez más difíciles ejercicios de aclimatación, empezaron a abrigar dudas
en Krakauer sobre su propia capacidad para llegar a la cima. En un momento, él expresó
sus temores a Hall. El líder de la expedición replicó: “Ya ha funcionado 39 veces y algunos
de los tipos que llegaron a la cima conmigo eran casi tan patéticos como tú.”

Varias otras personas tuvieron dificultades de respiración y de congelación de dedos,


entre otros problemas. De hecho, en los ejercicios, uno de los participantes tuvo
problemas de respiración y tuvo que ser escoltado por Hall de regreso al campamento
base. Esto fue agotando al líder de la expedición. Los problemas se intensificaron, al
punto que un sherpa llamado Ngawang Topche sufrió un edema pulmonar en el
campamento II, por lo que fue enviado al campamento base y luego a un hospital nepalés
(donde murió 4 semanas después).

A pesar de estos problemas, la expedición completó sus ejercicios de aclimatación y


regresó al Campamento Base a fines de abril. Permanecieron ahí durante una semana
antes de empezar su arremetida para llegar a la cima. Las expediciones pretendían hacer
su intento por llegar a la cima a comienzos de mayo, porque parecía ser el momento que
ofrecía la mejor oportunidad de condiciones climáticas serenas en lo alto de la montaña.
Durante los anteriores cinco años, esta oportunidad temporal había funcionado
notablemente bien. Sin embargo, no siempre ocurrió: a mediados de la década de 1980
—antes de que muchos de los guías hubieran estado en el Everest— hubo tres emporadas
consecutivas de escalamiento en que nadie subió a la montaña debido a la ferocidad del
viento.

El Intento de llegar a la Cima

Las expediciones planeaban partir desde el Campamento Base el 6 de mayo, para empezar
la arremetida para llegar a la cima. A medida que los escaladores completaban los
preparativos finales, Hall pudo énfasis en que los clientes debían seguir sus instrucciones
durante el ascenso, incluso si eso significaba volver atrás antes de llegar a la cima:

“No toleraré ningún desacuerdo allá arriba. Mi palabra será la ley absoluta, sin apelación.
Si a ustedes no les gusta una decisión particular que yo tome, me sentiré feliz de discutirla
con ustedes después, pero no mientras estamos arriba de la montaña.”

Hall explicó a los clientes sus otras reglas y procedimientos. Los tres guías (Hall, Harris y
Groom) se espaciarían entre los clientes durante el ascenso. Cada uno de ellos llevaría una
radio, aunque los clientes no lo harían. Hall había planificado que uno de los guías
ascendiera al frente del grupo, y otro se desempeñara como “recogedor”, ayudando a los
clientes que iban al final. Fischer planeaba seguir el régimen de ascenso de Hall durante el
intento de llegar a la cima, y él también traía sólo unas pocas radios. Según uno de los
escaladores, las radios de Fischer eran “antiguas y con 10 canales.”

La arremetida final hacia la cumbre se realizaría el 10 de mayo, y era necesario un


dificilísimo viaje de ida y vuelta desde el Campamento IV hasta la cima. Las personas se
encontrarían en gran peligro si no llegaban a la cumbre hacia mediodía, porque entonces
el descenso duraría hasta la noche y se les acabaría el oxígeno suplementario. Los
escaladores debían regresar si se daban cuenta de que no llegarían a la cima hasta media
tarde o después.

Sin embargo, Hall y Fischer sabían que los individuos encontrarían difícil devolverse
después de llegar tan lejos y hacer tantos esfuerzos. Guy Cotter, un guía que había subido
al Everest con Hall en el pasado, describió el problema que habían experimentado en
anteriores intentos de llegar a la cima: “Es muy difícil hacer que alguien se devuelva en lo
alto de la montaña. Si un cliente ve que la cima está cerca y está completamente decidido
en llegar a ella, se va a reír en su cara y seguirá subiendo.”

Hall y Fischer hablaron a menudo de la necesidad de establecer una hora de regreso


predeterminada con el fin de evitar una situación peligrosa. Krakauer recordaba que Hall
“nos instruyó repetidamente acerca de la importancia de tener una hora predeterminada
para regresar en nuestro día de la cima —en nuestro caso sería probablemente a la 1:00
p.m. o, a más tardar, a las 2:00— y de la necesidad de cumplirla, sin importar lo cerca que
estuviéramos de la cumbre.”

Los dos equipos salieron del Campamento Base al Campamento II el 6 de mayo. Uno de
los clientes del equipo de Hall, Doug Hansen, se había sentido particularmente cansado.
Sin embargo, siguió adelante con determinación. Krakauer observó que “estaba decidido a
integrarse a la arremetida hacia la cima.” El cliente dijo a los otros: “He puesto mucho de
mí mismo en esta montaña para abandonar ahora, sin dar todo lo que tengo.”

Más allá de este incidente, al día siguiente llegaron al Campamento II sin mayores
problemas. El 8 de Mayo partieron al campamento 3. Otra expedición, cuyo objetivo era
filmar el Everest usando la tecnología IMAX, decidió volverse Habían pasado una noche
muy ventosa en el Campamento III y llegaron a la conclusión de que el clima parecía
demasiado inestable para un ascenso a la cima. Optaron por esperar unos pocos días
antes de intentarlo otra vez. Viesturs recuerda que se sentía un tanto cohibido acerca de
su decisión: “Nos sentimos un poco avergonzados de bajar. Todo el mundo estaba
subiendo y pensamos ’Dios mío, ¿estaremos tomando la decisión correcta?’ “

El 9 de Mayo, los equipos partieron al Campamento IV. Al llegar, las condiciones


climáticas eran muy malas. Boukreev preguntó a Hall por las condiciones: “¿Qué vamos a
hacer? Estoy seguro de que el tiempo es claramente inadecuado para el asalto a la cima.”
Hall replicó: “Mi experiencia es que después de una ventolera como ésta a menudo viene
una calma, y, si en la noche aclara, haremos nuestro intento mañana. Si el tiempo no
cambia para medianoche, mi grupo esperará otras 24 horas. Si el clima sigue malo el
segundo día, descenderemos.”

A las 8:00 p. m., los feroces vientos amainaron; el aire parecía estar notablemente quieto.
Hall y Fischer anunciaron sus planes de seguir adelante con el intento de llegar a la cima.
Hall y Fischer pusieron énfasis una vez más en la importancia de regresar si los escaladores
se atrasaban respecto del plan, pero ningún guía estableció una hora exacta de retorno.
Krakauer explicó:

“En el Campamento base, antes de nuestro intento de llegar a la cumbre, Hall había
contemplado dos posibles horas de retorno: o la 1:00 p.m. o las 2:00 p.m. No obstante,
nunca declaró cuál de estas dos horas deberíamos cumplir, lo que fue curioso,
considerando todo lo que había hablado de la importancia de fijar un plazo fatal y de
cumplirlo pasara lo que pasara.
Simplemente, fuimos dejados con una idea vagamente articulada de que Hall se
abstendría de tomar la decisión final hasta el día en que subiéramos a la cima, después de
evaluar el clima y otros factores, y que entonces asumiría personalmente la
responsabilidad de hacer volver a todos a la hora adecuada.”

El día de la cima

Las dos expediciones partieron del Campamento IV a las 11:30 p.m. del 9 de mayo. Hall y
Fischer subieron a retaguardia, desempeñándose como “recogedores” para cada grupo.
Cada cliente llevaba dos envases de oxígeno.

Durante el ascenso, cuatro clientes (Taske, Hutchison, Kasischke y Fischbeck) optaron por
devolverse antes de llegar a la cima. Krakauer describe la decisión:

“Con el fin de tener éxito hay que tener un intenso deseo de llegar, pero si el deseo es
demasiado intenso, es probable que usted muera. Por encima de los 26.000 pies, además,
la línea entre el celo adecuado y la fiebre temeraria por alcanzar la cima se hace
gravemente delgada. Por eso las laderas del Everest están sembradas de cadáveres. Taske,
Hutchison, Kasischke y Fischbeck habían gastado US$70.000 y aguantado semanas de
agonía para lograr esta única oportunidad de llegar a la cima... y sin embargo,
enfrentados con una dura decisión, estuvieron entre los pocos que ese día tomaron la
decisión correcta.”

Los otros continuaron su caminata a la cima. A las 5:30, Krakauer y Ang Dorje, uno de los
sherpas, descubrieron que no se habían fijado cuerdas en los restantes 500 m metros de
subida. Hall y Fischer había planeado mandar a varios sherpas para que fijaran cuerdas a
lo largo de la ruta, pero descartaron estos planes cuando oyeron que la expedición
montenegrina había instalado líneas de cuerdas durante su anterior subida a la cima.
Desgraciadamente, los montenegrinos gastaron erróneamente todas sus cuerdas en los
primeros 400 metros sobre el Campamento IV. Krakauer y Dorje querían remediar el
problema, pero los procedimientos de seguridad de Hall exigían que todos los clientes
esperaran a los guías antes de avanzar más allá del balcón (ubicado a 8.500 metros). Esto
significaba que Krakauer no podía fijar ninguna cuerda más allá de ese punto. Los dos
escaladores esperaron más de una hora a que llegara el resto del equipo de Hall. Esto
generó “cuellos de botella” que demoraron a los escaladores durante el resto del ascenso,
mientras esperaban que los guías fijaran líneas de cuerdas.

Por ejemplo, por haber ayudado durante el ascenso al campamento IV a la celebridad


Pittman, quien no era buena escaladora, uno de los sherpas quedo agotado y no pudo
estar disponible. Además, Fischer nunca pudo ayudar a resolver el problema de la línea
de cuerdas. Sus procedimientos de seguridad exigían que se desempeñara como el
“recogedor” en el día de la cima. Permaneció detrás del grupo para ayudar a los clientes
con dificultades y devolverlos si era necesario. Además, Fischer parecía haber
experimentado una recaída de una enfermedad crónica contraída más de una década
antes. Estos problemas de salud hicieron que quedara muy atrás de los otros y le
impidieron desempeñar sus deberes como “recogedor”. Muchos escaladores notaron el
deterioro de la condición fi ́sica de Fischer durante el ascenso, sin embargo ninguno
cuestionó sus planes de seguir adelante.

Alrededor del mediodi ́a, varios escaladores se habi ́an acercado a la Cima Sur, 100 metros
por debajo de la cima. Todavi ́a teni ́an que fijar cuerdas. Dadas las continuas demoras,
muchos clientes optaron por recoger su tercer envase de oxi ́geno en la Cima Sur en su
camino a la cumbre, contrariando planes anteriores.

Poco después de la 1:00 p.m., Krakauer, Harris y Boukrev fueron los primeros escaladores
en llegar a la cima. Beidleman y Adams siguieron poco después. Mientras los otros
optaban por descender rápidamente, Beidleman se quedó atrás para esperar a los clientes
de su equipo. Harris se desorientó mucho durante el descenso y cometió un error cri ́tico;
llegó erró neamente a la conclusión de que en la Cima Sur no quedaba oxi ́geno
suplementario. Krakauer y Adams descubrieron el error cuando llegaron a la Cima Sur,
pero no pudieron convencer a Harris de que estaba equivocado. Por lo tanto, siguieron
adelante sin él, esperando que pronto los siguiera. Más tarde, Krakauer lamentó no haber
planteado su preocupació n respecto de la condició n fi ́sica de Harris o cuestionado su
capacidad para descender con seguridad. Él explicó :

“Mi capacidad para discernir lo obvio fue exacerbada en alguna medida por el protocolo
cliente-guía... Es inconcebible para mí que haya descuidado el reconocimiento de su difícil
situación. Pero en esta expedición, [Harris] tuvo el papel del guía invencible, que estaba ahí
para cuidarme a mí y a los demá s clientes; se nos había instruido específicamente en que
no debíamos cuestionar el juicio de nuestros guías. La idea nunca se me ocurrió... que un
guía pudiera necesitar ayuda urgente de mi parte.”

A las 2:00, la mayor parte de los clientes de Fischer no habi ́a llegado a la cima. Uno de los
guías, Neal Beidelman ,se preocupó . Teni ́a serias reservas acerca de que la gente subiera
bien pasado el mediodi ́a, pero no se senti ́a có modo para decir a Fischer y a otros
miembros del equipo que deberi ́an devolverse. Beidelman explicó : “Yo estaba
definitivamente considerado como el tercer guía, de manera que traté de no ser
demasiado insistente. Como consecuencia, no siempre hablé cuando lo debería haber
hecho.” Krakauer ofreció una evaluación semejante:

“Debido a que la experiencia de Beidelmen en alta montaña era relativamente limitada, su


situación en la cadena de mando de Mountain Madness estaba debajo de la de Fischer y
Boukreev. Y su paga reflejaba su situación subordinada; él había aceptado ser guía en el
Everest por US$10.000, en comparación con los US$25.000 que Fischer pagó a Boukreev.
Beidelman, que era naturalmente sensible, estaba muy consciente de su lugar en el
escalafón de la expedición.”

Hall llegó a la cima a las 2:30 p.m., junto con varios clientes de las dos expediciones. Los
clientes descansaron y gozaron de su triunfo durante 40 minutos. Hasta ese momento, el
clima no habi ́a dado ninguna razón para preocuparse. Fischer llegó a la cima a las 3:45
p.m. y descubrió que Hall estaba todavi ́a ahi ́, esperando que llegara un cliente. El último
cliente llegó a la cima poco después de las 4.00 p.m.

El Descenso

Mientras los clientes descendi ́an a la Cima Sur, notaron que el clima cambiaba para peor.
Nubes de tormenta empezaron a moverse hacia el área, los vientos aumentaron y empezó
a nevar. Muchos de ellos se movi ́an lentamente debido a su considerable fatiga y a las
condiciones climáticas en rápido deterioro. Só lo Boukreev llegó al Campamento IV antes
de que cayera la oscuridad sobre la montañ a.

En el intertanto, mientras los otros descendían, Hall se mantuvo con el cliente rezagado,
incapaz de bajarlo por la pared vertical de hielo. Por radio, otros le rogaron a Hall que
dejara al cliente atrás, pero Hall no quiso abandonar a su cliente.

A las 9:00, sólo Krakauer y Adams se habían unido al guía ruso en el Campamento IV. Más
tarde, esa misma noche, un grupo de escaladores convergió sobre las laderas que había
sobre el Campamento IV. Sin que ellos lo supieran, el campamento estaba sólo a una corta
distancia. Sin embargo, no pudieron encontrar el camino debido a las horribles
condiciones climáticas. El grupo incluía a Beidleman, Groom, siete clientes y tres sherpas.
Los escaladores se dieron vueltas por un rato, pero finalmente decidieron acurrucarse
todos juntos y esperar que se produjera una pausa en la tormenta. El clima se había vuelto
horrendo; prevalecían condiciones de falta de visibilidad y el frío del viento registraba 70
grados Celcius bajo cero. Uno de los escaladores sobrevivientes (Fox) recuerda sus
pensamientos en ese momento:

“Para entonces, el frío casi había terminado conmigo. Mis ojos estaban congelados. No
veía cómo íbamos a salir con vida de ahí. El frío era tan terrible, que yo no creía que
pudiera seguir soportándolo. Sólo me enrosqué como una pelota y desee que la muerte
llegara rápido.”

Beidleman y otros 3 escaladores se las arreglaron para encontrar el camino de regreso al


campamento IV poco después de media noche. Ellos dieron detalladas indicaciones a
Boukreev, que salió a rescatar a los demás. Vio la lámpara de cabeza de uno de los
escaladores a través de la tormenta y localizó al grupo. Ayudó a 3 escaladores a regresar
al campamento alrededor de las 4:30 a.m.; pero con renuencia, dejó a otros dos atrás,
suponiendo que los escaladores moribundos no podrían ser salvados en ese momento.
A las 4:43, Hall hizo contacto por radio con el personal del Campamento Base. Les dijo que
Hansen—el cliente que había llegado último a la cima—habi ́a muerto y que el guía Harris
habi ́a desaparecido. Finalmente, Hall bajó a la Cima Sur, pero no pudo avanzar más allá de
ese punto. Mientras tanto, varios sherpas salieron después del amanecer a rescatar a
Fischer. Lo descubrieron con signos vitales mi ́nimos. Los sherpas le proporcionaron
oxi ́geno, pero pronto llegaron a la conclusión de que no podi ́an ayudarlo. Lo dejaron y
regresaron al campamento IV. Nadie volvió a ver a Fischer de nuevo.

Más adelante, esa misma tarde, los escaladores despertaron a una sombría realidad. Cinco
de sus compañeros en el ascenso no regresarían nunca; Hall, Fischer, Hansen, Namba y
Harris habían muerto. Confundidos y exhaustos, empezaron su descenso al Campamento
Base.
Anexo: Las Expediciones de Mountain Madness y Adventure Consultants

Adventure Consultants Mountain Madness

Rob Hall Líder Scott Fischer Líder

Mike Groom Guía Anatoli Boukreev Guía

Andy Harris Guía Neal Beidleman Guía

Doug Hansen Cliente Sandy Hill Pittman Cliente

Dr. Beck Weathers Cliente Charlotte Fox Cliente

Frank Fischbeck Cliente Tim Madsen Cliente

Lou Kasischke Cliente Pete Schoening Cliente

Dr. John Taske Cliente Klev Schoening Cliente

Yasuko Namba Cliente Lene Gammelgaard Cliente

Jon Krakauer Cliente Martin Adams Cliente


Dr. Stuart
Cliente Dr. Dale Kruse Cliente
Hutchison
Ang Dorge Sherpa principal Lopsang Jangbu Sherpa principal
Seis sherpas
Siete sherpas escaladores
escaladores

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