La Ley Moral PDF

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TEORÍAS DE LA LEY

MORAL
Ética – MAS – 22/23
1. DOS TEORÍAS
1. Dos teorías (1)
◦ Una teoría teleológica, como sabemos, deriva el valor moral
de nuestras acciones, y por tanto el contenido de nuestras
obligaciones morales, a partir del grado en que nuestras
acciones promueven la realización de algún bien que está
en nuestro interés realizar.
◦ Una teoría deontológica, en cambio, no deriva nuestras
obligaciones a partir de nada que supongamos deseable o
bueno obtener o realizar. Las acciones que promueven la
realización u obtención de un bien y las acciones
moralmente obligatorias, desde el punto de vista
deontológico, son cosas que marchan por separado.
1. Dos teorías (2)
◦ En occidente, las concepciones teleológicas del bien moral
poseen un origen grecorromano. Las concepciones
deontológicas, en cambio, provienen de la cultura hebrea.
Ambas maneras de pensar el espacio moral influyeron de
manera decisiva en la consolidación de la doctrina cristiana
que sobrevino después de la caída de Roma (476).
◦ Es posible rastrear la influencia de ambas escuelas éticas en
las diferentes interpretaciones del concepto de ley moral que
hallamos en los textos cristianos. Veamos más de cerca el
asunto.
1. Dos teorías (3)
◦ Los filósofos escolásticos, es decir, los filósofos cristianos de la tradición
medieval que sintetizó el pensamiento revelado en la Biblia y el de Grecia
antigua, ilustran la tradición teleológica.
◦ Según ellos, la ley moral es de autoría divina y es responsable de la
armonía que podemos apreciar en la naturaleza. Los objetos que se
pliegan a esta ley florecen y desarrollan relaciones armoniosas entre sí; los
que la resisten, decaen y perecen en discordia.
◦ Dado que la ley moral proviene de un ser infinitamente bondadoso,
obedecer esta ley no puede sino acarrear el beneficio de sus criaturas.
Ergo, si deseamos conocer la ley moral, necesitamos observar la
naturaleza para detectar los principios de conducta que permiten que
los individuos aseguren su felicidad y la de los suyos.
1. Dos teorías (4)
◦ La concepción deontológica desarrollada en la modernidad, en cambio,
vehicula una idea muy diferente de la naturaleza de la ley moral. Para
comenzar, la ley moral no es tratada como algo natural, sino más bien
como algo que constriñe a nuestra naturaleza.
◦ Por otro lado, según esta escuela nosotrxs estamos obligadxs a obedecer
la ley moral solamente en virtud del lazo de sujeción que nos ata a Dios, y
no en virtud de algún bien que resulte para nosotrxs del cumplimiento de
nuestro deber.
◦ Los seres humanos necesitamos reglas con la suficiente autoridad como
para atemperar la influencia que tienen sobre nosotrxs nuestras
tendencias egoístas, y poder así vivir en paz los unxs con los otrxs. Estas
reglas son precisamente los mandamientos que Dios nos dirige, reglas
cuya autoridad radica en el hecho de ser decretos de nuestro creador.
1. Dos teorías (5)
◦ Ahora bien, si deseamos conocer la ley moral, lo único que
debemos hacer, según los deontólogos modernos, es pensar
acerca de las reglas de conducta cuya observancia, por parte
de los miembros de una comunidad, sería suficiente para
garantizar su coexistencia pacífica. Ese núcleo de normas
coincide con el conjunto de mandamientos que Dios dirige a
todos los seres humanos, sin importar su origen, cultura o rango
social.
◦ Las teorías deontológicas suponen la existencia de un orden
moral independiente del establecido por las prácticas e
instituciones sociales o políticas de las comunidades. Una
práctica es mala si viola una ley moral, al margen de si esa
práctica es o no tomada por buena por la comunidad en la que
se inserta. Por tanto, juzgamos la justicia o injusticia de nuestras
prácticas e instituciones a la luz de este orden moral.
◦ El ideal que emana de esta concepción de la
ley moral es el de una vida dedicada al
sostenimiento de una comunidad de iguales
bajo el imperio de la ley. Este imperio está 1. Dos teorías
constituido por el conjunto de deberes y
derechos que cada unx de nosotrxs ostenta por (6)
igual, sin distingos de clase, sexo u orientación
sexual o política.
2. TEORÍA DEL
MANDATO DIVINO
2. Mandato divino (1)
◦ La teoría deontológica de la ley moral que hemos estudiado
hasta ahora es una versión de la teoría del mandato divino (MD).
MD es una teoría normativa que concibe a las leyes morales
como órdenes que Dios nos dirige, e identifica las buenas
acciones con las acciones que Dios nos ha prescrito, y las malas
acciones con las que nos ha proscrito.
◦ Al interpretar las leyes morales como órdenes, MD supone que
las leyes morales no deben entenderse como consejos de Dios.
En otras palabras, la obligatoriedad de sus mandamientos no
descansa en el hecho de que cumplir con ellos nos permita
obtener algún provecho, sino en el hecho de que expresan la
voluntad de alguien a quien debemos obediencia.
2. Mandato divino (2)
◦ MD es problemático. Pues si la obligatoriedad los mandamientos
descansa en el hecho de expresar la voluntad de Dios, entonces
si Dios hubiese deseado otra cosa, otras serían nuestras
obligaciones. Podríamos tener el deber de matar a todas las
personas mayores de 50 años, por ejemplo, de haberlo Dios
querido así. En este escenario, MD estaría obligada a sancionar
como bueno cualquier homicidio de algún miembro de esta
población.
◦ Un proponente de MD podría bloquear esta conclusión
rechazando que un ser con las cualidades de Dios (un ser
omnipotente, omnisapiente e infinitamente bueno) pueda
desear que matáramos a personas de 50+ años de edad. No
obstante, esta maniobra deja expuesta MD a un severo
contragolpe. Es el siguiente.
2. Mandato divino (3)
◦ Al apelar a la bondad y sabiduría divinas, se concede que
existen razones por las cuales Dios no desea que hagamos las
cosas que prohíben sus mandamientos. Un Dios bueno y sabio no
nos obligaría a matar a nadie porque se daría cuenta de que
matar es malo: daña irreparablemente a las personas, hiere a las
comunidades, etc. Pero Dios es justo y sabio, y por tanto expide
sus mandamientos tomando en cuenta todos estos factores.
◦ Sin embargo, si la elección de las leyes morales por parte de Dios
fue guiada por razones externas a su voluntad, entonces la
obligatoriedad de estas leyes no descansa en el hecho de que
emanan de su voluntad; más bien descansa en el hecho de que
la obediencia a esas leyes es provechosa para las personas, y su
desobediencia, nociva. Pero esto significaría que MD es falsa!
◦ Esto significa que un defensor de MD no puede
conceder que existan criterios de corrección
moral independientes de o externos a la
voluntad de Dios, y por tanto que si Dios nos
hubiera ordenado matar a personas de 50+
años, entonces matarlas sería, en efecto, algo
bueno. A ésta doctrina (MD más el supuesto de
que no existen tales criterios) se le conoce como 2. Mandato
voluntarismo teológico.
◦ Huelga decir cuan poco intuitiva resulta esta
divino (4)
teoría moral, por lo cual la alternativa más
razonable consiste en renunciar a MD, y aceptar
que Dios promulga sus mandamientos tomando
como guía un conjunto de estándares morales
ajenos a su voluntad.
3. KANT
1. Kant (1)
◦ La filosofía moral de Kant (1724-1804) se desarrolla en parte
como una reacción a la teoría conocida como intuicionismo
racional. El intuicionismo racional no es una teoría normativa sino
meta-ética, y tiene como objeto de investigación el
conocimiento de la ley moral.
◦ Según lxs intuicionistxs racionales, conocemos nuestros deberes y
la validez moral de los mismos de manera inmediata,
empleando nuestra intuición, que es un medio de conocimiento
no-inferencial. No descubrimos la ley moral a través de
argumentos o procedimientos experimentales, como el de
prueba y error. Sabemos que no debemos matar, o mentir, etc.,
porque es auto-evidente que matar, mentir, etc., está mal. No se
requiere ninguna prueba o evidencia adicional.
1. Kant (2)
◦ Kant no pensó que supiéramos cuáles son nuestros deberes
de manera intuitiva. Según él, llegamos a saber si una acción
𝛼 es obligatoria o no a partir de un razonamiento o método
de decisión que toma a 𝛼 como objeto. Este tipo de
procedimiento forma parte del ejercicio práctico de nuestra
razón, en contraposición a su ejercicio especulativo.
◦ En la filosofía de Kant, nuestra razón posee dos funciones. La
primera de ellas es pensar y conocer; a esta función se le
conoce como razón especulativa o teórica, y está dirigida
hacia la verdad. Pero la razón no nos sirve solamente para
pensar; también nos sirve para gobernar nuestra acción. La
razón, pues, en su ejercicio práctico, está dirigida hacia el
bien.
1. Kant (3)
◦ Los seres humanos, según Kant, entre todos los seres naturales
conocidos, somos los únicos dotados de razón práctica, esto
es, los únicos capaces de determinar nuestra acción de
acuerdo con principios o reglas generales que nos permiten,
dada nuestra situación, realizar nuestros varios propósitos.
◦ Por ejemplo, cuando oprimimos el botón de un ascensor,
estamos actuando apelando al principio según el cual
oprimir el botón de llamada de un ascensor sirve el propósito
de subir sin cansancio varios pisos de un edificio. Nuestra
acción fluye a partir de estos principios o reglas generales
que conectan acciones a llevar a cabo, por un lado, y
propósitos o bienes, por el otro.
1. Kant (4)
◦ No todos los principios de la razón práctica poseen un carácter
vinculante. El principio anterior, por ejemplo, no lo tiene: no es
obligatorio o necesario llamar a un ascensor si queremos subir sin
cansancio un edificio. Podemos pedirle a alguien que lo haga.
◦ Otros principios, en cambio, sí son obligatorios. En el ejemplo de
Deigh, la razón le dicta al estudiante salir a las 9:45 si quiere llegar
a clase de química (cosa que quiere). La acción de salir a las
9:45 no es solamente recomendada: es exigida por la razón.
◦ Los principios demandados por la razón práctica se expresan en
oraciones conocidas como ‘imperativos’. En la filosofía de Kant,
hay dos diferentes tipos de imperativos, cada cual provisto de su
respectivo grado de obligatoriedad.
1. Kant (5)
◦ Los primeros son los imperativos hipotéticos, que tienen una
forma lógica condicional, y que conectan de manera
obligatoria una acción (que aparece como consecuente) con
algún propósito que podemos tener (y que aparece como
antecedente). La oración “si quiero hacer un buen trabajo en
lite, debo leer”, por ejemplo, es un imperativo hipotético. El
antecedente nos provee un propósito o bien perseguido (un
buen trabajo en lite); el consecuente, la acción a la que la
posesión de ese propósito nos obliga (leer).
◦ Intuitivamente, los imperativos hipotéticos nos informan qué
acciones son requeridas por la razón a la luz de los diferentes
intereses que podemos llegar a tener. Sin embargo, la
obligatoriedad de estas acciones es condicional, pues depende
de la previa posesión de los intereses planteados en el
antecedente.
1. Kant (6)
◦ Kant subdivide la clase de los imperativos hipotéticos en dos: los
imperativos técnicos y los pragmáticos. Los técnicos se
caracterizan por vehicular fines o bienes propios de esferas de
actividad a las cuales podemos o no dedicarnos. “Si quiero
manejar un coche, necesito aprender a hacerlo” es un ejemplo
de un imperativo técnico, que concierne solamente a las
personas que desean manejar un coche.
◦ Los imperativos pragmáticos, en contraparte, movilizan bienes
que los seres humanos necesariamente perseguimos. Según
Kant, sólo existe un bien así: la felicidad. Es parte de nuestra
naturaleza el que deseemos ser felices. Por esta razón, la acción
requerida por un imperativo pragmático tiene una urgencia u
obligatoriedad superior a la requerida por un imperativo técnico.
Los primeros siempre derrotan a los segundos.
1. Kant (7)
◦ Como vimos, los imperativos hipotéticos, según Kant, tienen una
validez condicional. Son obligaciones que contraemos sólo en la
medida en que nuestra voluntad persigue algún bien. Algunos
de estos bienes los buscamos de manera contingente (como
saber manejar, el placer de ir al teatro, un armario que
fabricamos, etc.), otros de manera necesaria (la felicidad), pero
todos aplican solamente en tanto nuestra voluntad quiere o
desea algo.
◦ No obstante, Kant piensa que existen requerimientos de la razón
práctica que no tienen esta forma de dependencia. En otras
palabras, existen imperativos cuya validez es absoluta, porque
no aplican en virtud de que nuestra voluntad desee tal o cual
cosa, sino meramente en virtud de que poseemos una voluntad
racional—una voluntad capaz de ser determinada por
principios, y no solamente por inclinaciones o apetitos (como la
de los demás animales).
1. Kant (8)
◦ Los imperativos categóricos plantean deberes absolutos
planteados por la razón para la dirección de nuestra voluntad.
¿Pero cómo podemos reconocer tales deberes? La respuesta de
Kant es que los podemos reconocer porque todos comparten
una misma forma. Todos obedecen al mismo meta-principio, es
decir, a un principio que rige sobre los principios que empleamos
para actuar racionalmente, y que Kant llama “máximas”. Es el
siguiente (ésta es una de varias formulaciones posibles):

Obra sólo según aquella máxima por la cual al mismo tiempo puedas
querer se convierta en ley universal.

◦ Kant llama a este meta-principio el imperativo categórico.


1. Kant (9)
◦ El imperativo categórico condensa un procedimiento para
determinar si tenemos el deber absoluto de llevar a cabo o no una
determinada acción, partiendo del principio o máxima a la que
acudimos para realizar esa acción.
◦ La idea, grosso modo, es la siguiente. Supongamos que deseamos
saber si nos está permitido mentirle a nuestrxs amigxs para nos
tengan en mejor estima. Entonces debemos preguntarnos: ¿qué
principio o máxima estaríamos aplicando al realizar esta acción? Si
generalizamos, la máxima es el siguiente: debo mentir si con ello
obtengo un beneficio personal.
◦ Ahora supongamos un mundo en el cual todas las personas
actuaran siempre según esta máxima (como si la máxima fuera una
ley natural) y preguntémonos: ¿qué aspecto tendría este mundo?
¿Podríamos querer formar parte de un mundo así?
1. Kant (10)
◦ Un mundo en el cual todxs mienten en cualquier ocasión en la cual
pueden beneficiarse es un mundo en el cual todxs mienten en
cualquier instancia de interacción humana, puesto que no hay
ninguna de estas instancias en la cual algunx de lxs participantes no
pueda sacar provecho.
◦ En un mundo así, no existiría la confianza. No habría ni compromisos
entre personas, ni instituciones civiles, probablemente tampoco
familias. Toda interacción humana se desintegraría, y con ella la
práctica misma de mentir, pues perdería sus condiciones de
aplicabilidad.
◦ Por último, ¿podríamos querer ser huéspedes de tal mundo? Es
improbable. Un mundo inhóspito y en el cual estamos destinados a la
soledad no se acomoda a seres que, como nosotrxs, buscan la
felicidad por necesidad, y que muchas veces requieren de la
cooperación de buena fe por parte de otras personas para
obtenerla.
◦ Por ende, dado que la máxima debo mentir si
con ello obtengo un beneficio personal no es
susceptible de ser deseada como una ley
universal que rija sobre todo agente racional,
tenemos, según Kant, el deber perfecto o
2. Kant (11)
absoluto de abstenernos de llevar a cabo
cualquier acción que se base en este principio.

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