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Capítulo 3

Comprensión e interpretación

3.1. Inferencias
3.2. Analogía
3.3. Silogismos
3.4. ¿Cómo inferir una palabra
nueva?

3.1. Inferencias
Leer es un proceso que exige generar significados y construir
ideas; uno de los requisitos para llevar a cabo una lectura
comprensiva es que el lector elabore inferencias. Johnston
(1983) afirma que las inferencias constituyen la esencia de la
comprensión de la lectura y que, cuantas más se hagan, mejor
se entenderá el texto.
Las inferencias son estrategias o procesos de pensamiento
que llevan a organizar la información de un texto para darle
significado lógico basándose en la información proporcionada
por el autor y la que posee el lector. En otras palabras “inferir
es sacar a la luz ideas semiocultas de un texto y deducir lo que
nos quiere decir el autor” (Aristizabal, 1999). Tanto en una
película, un cuento, una novela, una poesía, un proverbio, un
chiste o en una canción podemos encontrar información se-
mioculta.
El autor puede utilizar este recurso de ideas implícitas con
diversas intenciones: no repetir información, hacer que la men-
te del lector trabaje, evitar la información explícita y lograr
calidad en el texto.
Hay varias modalidades de razonamiento que también po-
demos considerar como inferencias, o que se relacionan con
esta; entre estas se encuentran la analogía y el silogismo.

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Editorial Politécnico Grancolombiano

3.2. Analogías
La analogía es una modalidad de razonamiento que establece
relaciones de similitud. Ayuda a encontrar un mensaje semio-
culto el cual debe ser deducido por el lector donde se conocen
tres términos y se ignora el cuarto.

Ejemplo:
Página es a libro como sirena : ambulancia.
Calle es a ciudad como timbre : teléfono.

3.3. Silogismo
En esta modalidad, el lector deduce una conclusión o tercera
proposición basándose en dos proposiciones previas.

Ejemplo:
a. Todos los estudiantes del Politécnico Grancolombiano
son responsables.
b. Lucia es estudiante del Politécnico Grancolombiano.
c. Se infiere que Lucia es responsable.

Ejemplo:
a. Los metales son dúctiles
b. El oro es un metal
c. Se infiere que el oro es dúctil.

En este proceso hay que tener en cuenta algunos principios básicos:

Principio de igualdad: dos cosas iguales a una tercera son


iguales entre sí.

Ejemplo:

a. El carro de Daniel es igual al de Carlos, y el carro de


Carlos es igual al de Camilo.

b. Se infiere que: el carro de Daniel es igual al de


Camilo.

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Manual de lectura y redacción
Principio de discrepancia: Dos cosas de las cuales una es igual
a una tercera y la otra no, no son iguales entre sí.

Ejemplo:

a. María tiene la misma blusa de Johanna, pero la blusa


de Johanna es diferente a la de Martha.
b. Se infiere que: Johanna y Martha tienen blusas diferentes.

Juicio universal afirmativo: lo que se afirma en general de todo


un género debe afirmarse de todos los individuos comprendi-
dos en él.

Ejemplo:
a. Todos los boyacenses son colombianos.
b. Pedro y Juan son boyacenses.
c. Se infiere que Pedro y Juan son colombianos.

Juicio universal negativo: lo que se niega en general de todo


un género, debe negarse de todos los individuos comprendidos
en él.

Ejemplo:
Las fieras no son dignas de confianza.
Se infiere que: el leopardo no es digno de confianza.

Principio de contradicción: una cosa no puede ser y no ser a


la vez.

Ejemplo:
Un auto no puede ser grande y pequeño al mismo tiempo.
Anita no puede ser una mujer hermosa y fea a la vez.

Sabemos que no todos los lectores pueden sacar las mis-


mas inferencias ya que esto es algo que se debe a sus experien-
cias, a sus conocimientos, a su profesión y al nivel de estudios,
entre otros factores.
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3.4. ¿Cómo inferir una palabra nueva?


Al encontrar una palabra desconocida, el lector puede aprove-
char el contexto que la rodea, es decir, las palabras que están
antes y después de dicha palabra, desconocida tratar de inferir
su significado.

Ejemplo:

William es un tipo sicalíptico, conducta que le han criticado to-


dos sus amigos, especialmente cuando está rodeado de damas.

a. Avaro b. Mal educado


c. Descortés d. Obsceno

(Vea la relación: conducta criticada con respecto a las damas).

Taller
1. Los siguientes ejemplos son portadores de información
semioculta o implícita, ¿qué nos quiere decir el autor en
cada uno?
a. “A ese juez no le interesa el culpable, si no un culpable”.
Se infiere que:...
b. “Los zancudos y otros insectos son atraídos por luz eléc-
trica”. Se infiere que:...
c. “Todas las mujeres de este grupo son hermosas. Claudia
es de este grupo”. Se infiere que:...
d. La canción dice: “Enterraron por la tarde a la hija de Juan
Simón; y era Simón en el pueblo el único enterrador”. Se
infiere que:...
e. “Hay caminos que al hombre le parecen derechos, pero su
fin es camino de muerte”. Se infiere que:...

2. a. Infiera el mensaje que está semioculto en el siguiente


párrafo:
“Innumerables experimentos realizados desde el tiempo
de Lavoiser han confirmado que la materia es indestruc-
tible. La verdad de esta afirmación ha sido establecida a
través de experimentos. Y se ha llegado a formular la ley
de la indestructibilidad de la materia, que dice así: siem-
pre que un cambio en la composición de una sustancia

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Manual de lectura y redacción

tiene lugar, la cantidad de materia después del cambio es


la misma que antes del cambio”.

b. Dos inferencias del párrafo siguiente son:


“No podrás liberarte de un problema con solo cerrar los
ojos (…) En el desierto, el avestruz piensa de la misma
manera: entierra su cabeza en la arena y cree que, puesto
que no puede ver al enemigo, él ha desaparecido. Este tipo
de lógica es perdonable solamente en el avestruz. El hom-
bre no se ha comportado mejor que un avestruz en el caso
del sexo. Cree que el sexo se desvanecerá si lo ignora,
si cierra sus ojos (…) Sin embargo, nada desaparece con
solo cerrar los postigos. Al contrario, esto prueba que le
tememos al sexo, que su atracción es más poderosa de lo
que podemos resistir. Cerramos nuestros ojos porque nos
damos cuenta que no podemos reprimirlo”.

c. Tres inferencias del texto anterior son:


“La verdad es que los animales me hacen reír muy pocas
veces. Cuando esto ocurre, veo, después de considerarlo
bien, que en realidad me he reído de mí mismo o de la
humanidad en general, que los animales saben caricatu-
rizar de manera despiadada. Nos reímos ante la jaula de
los monos, pero no nos reímos al contemplar un caracol o
una oruga. El cortejo de un ganso gris nos parece irresisti-
blemente cómico porque los jóvenes de nuestra especie se
comportan de manera muy parecida”.
“La persona entendida no suele reírse de las curiosidades
o rarezas del reino animal. Me siento molesto cuando un
visitante de un acuario o de un parque zoológico se ríe de
un animal el cual ha adquirido una forma del cuerpo que
se aparta de lo común, en un prodigio de extrema adapta-
ción a cierto género de vida. Este ‘público’ se ríe de algo
que para mí es sagrado: los misterios de la transformación
de las especies, la creación y el creador”1.

1 Texto tomado de: LORENZ, Konrad. El anillo del rey Salomón. RBA
Editores, S.A, 1993. Barcelona. Pág. 197

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3. Teniendo en cuenta el juicio universal afirmativo, resolver


los siguientes ejercicios:

a. Todos los países latinoamericanos están endeudados,


Colombia es un país latinoamericano; se infiere que:...
b. Todos los peruanos son latinoamericanos; Leticia y
Gladis son peruanas, se infiere que:...

4. Teniendo en cuenta el juicio universal negativo, resolver


los siguientes ejercicios:

a. Las mujeres de esta universidad no hacen fraude en los


exámenes. Andrea estudia en esta universidad. Se infiere
que:...
b. Las serpientes no son dignas de confianza; la coral es
una serpiente. Se infiere que:...

5. Inferir el significado de la palabra subrayada:


Gladis Liliana barrunta que Jaime le va a hacer una maldad.

a. presiente b. olvida c. dice d. recuerda e. asegura

Tú eres muy cegatón; por lo tanto necesitas un catalejo.

a. microscopio b. anteojo de larga distancia c. espejo


d. retrovisor e. vidrio

6. Infiera el cuarto término para cada una de las siguientes


analogías:

Carretera : carro :: riel : ________________


Avión : piloto :: carro : ________________
Médico : paciente :: abogado : ________________
Pobreza : escasez :: riqueza : ________________
Rector : colegio :: alcalde : ________________
Hombre : pulmón :: árbol : ________________

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Taller
1. Determine los tópicos del texto “Por un país al alcance de
los niños” de Gabriel García Márquez.
2. Elabore un texto expositivo sobre los siguientes temas:
El fútbol
Los deportes
Las mascotas
El tránsito en Bogotá
Los medios de comunicación
La publicidad
Mi música preferida
Mi comida predilecta

5.4. La argumentación
El texto argumentativo es aquel cuyo propósito es convencer o
persuadir al lector. En este tipo de texto se presentan plantea-
mientos que buscan adhesión del lector a las tesis, opiniones
o hechos allí expuestos. Argumentar significa defender ideas,
sustentarlas. Está muy cerca del Derecho y de la discusión
científica.
El procedimiento argumentativo utiliza la sustentación y
la demostración, por medio de razonamientos. Gira en torno
a una o varias tesis, hipótesis o planteamientos acerca de un
problema para lo cual presenta argumentos. Por ejemplo, si se
quiere atacar el uso de celulares en los carros, para lograr el
convencimiento de los interlocutores será necesario acopiar
ejemplos que permitan demostrar los prejuicios de esta práctica.
Un texto argumentativo puede constar de: opiniones o he-
chos que se desean argumentar; presentación de las pruebas
que respaldan la argumentación: datos, casos, alusiones, citas,
estadísticas, testimonios, ejemplos; y una exposición y un de-
sarrollo adecuado y lógico de los argumentos respaldados con
pruebas y no especulaciones o divagaciones.
La forma estructural de un texto de esta naturaleza puede ser:

1. Planteamiento de un problema.
2. Formulación de tesis e hipótesis.
3. Desarrollo de los argumentos.
4. Conclusión.

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Manual de lectura y redacción
5.4.1. Formas de argumentación
Deductiva: como el método científico, va de lo general a lo
particular. Comienza con la enunciación de la tesis, pasa luego
a presentar la información específica que apoya la tesis.

Inductiva: de lo particular a lo general. Parte de los argumen-


tos para llegar a proponer la tesis a manera de generalización
o conclusión.

Comparación: la comparación puede ser lograda de diversas


maneras las cuales contribuyen a darle fuerza expresiva a un
texto. Estas son: la analogía, el contraste, el símil, la compa-
ración.

Dialéctica: la dialéctica constituye además una forma de con-


cebir el mundo con base en elementos opuestos. Este tipo de
argumentación contempla tres fases que son: la tesis, la antí-
tesis y la síntesis y consiste en oponer a la tesis el argumento
contrario, para lograr un nuevo planteamiento.

Taller
1. Elabore un texto argumentativo sobre alguno de estos tó-
picos: la legalización de la droga, el aborto o la pena de
muerte.
2. Lea con atención el texto “Por un país al alcance de los
niños” y establezca las tesis propuestas en él por García
Márquez y los argumentos con los cuales las defiende.
Dilucide la estructura de dicho texto.

POR UN PAÍS AL ALCANCE DE LOS NIÑOS*.


COLOMBIA: AL FILO DE LA OPORTUNIDAD
Gabriel García Márquez

Los primeros españoles que vinieron al Nuevo Mundo vivían


aturdidos por el canto de los pájaros, se mareaban con la pu-
reza de los olores y agotaron en pocos años una especie ex-
quisita de perros mudos que los indígenas criaban para comer.
Muchos de ellos, y otros que llegarían después, eran crimina-

* Gabriel García Márquez. Por un país al alcance de los niños. Colombia:


al filo de la oportunidad. Misión de Ciencia Educación y Desarrollo.
1994.

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les rasos en libertad condicional, que no tenían más razones


para quedarse. Menos razones tendrían muy pronto los nati-
vos para querer que se quedaran.
Cristóbal Colon respaldado por una carta de los reyes de
España para el emperador de China, había descubierto aquel
paraíso por un error geográfico que cambió el rumbo de la
historia. La víspera de su llegada, antes de oír el vuelo de
las primeras aves en la oscuridad del océano, había perci-
bido en el viento una fragancia de flores de la tierra que le
pareció la cosa más dulce del mundo. En su diario de abordo
escribió que los nativos lo recibieron en la playa como sus
madres los parieron, que eran hermosos y de buena índole,
y tan cándidos de natura, que cambiaban cuanto tenían por
collares de colores y sonajas de latón. Pero su corazón perdió
los estribos cuando descubrió que sus narigueras eran de oro,
al igual que las pulseras, los collares, los aretes y las tobille-
ras; que tenían campanas de oro para jugar, y que algunos
ocultaban sus vergüenzas con una cápsula de oro. Fue aquel
esplendor ornamental, y no sus valores humanos, lo que con-
denó a los nativos a ser protagonistas del nuevo Génesis que
empezaba aquel día. Muchos de ellos murieron sin saber de
dónde habían venido los invasores. Muchos de estos murie-
ron sin saber dónde estaban. Cinco siglos después, los des-
cendientes de ambos no acabamos de saber quiénes somos.
Era un mundo más descubierto de lo que se creyó en-
tonces. Los Incas, con diez millones de habitantes, tenían un
estado legendario bien constituido, con ciudades monumen-
tales en las cumbres andinas para tocar al dios solar. Tenían
sistemas magistrales de cuenta y razón, y archivos y memo-
riales de uso popular, que sorprendieron a los matemáticos
de Europa, y un culto laborioso de las artes públicas, cuya
obra magna fue el jardín del palacio imperial, con árboles y
animales de oro y plata en tamaño natural. Los aztecas y los
mayas habían plasmado su conciencia histórica en pirámi-
des sagradas entre volcanes acezantes, y tenían emperadores
clarividentes y artesanos sabios que desconocían el uso in-
dustrial de la rueda, pero la utilizaban en los juguetes de los
niños.
En la esquina de los grandes océanos se extendían cua-
renta mil leguas cuadradas que Colón entrevió apenas en su
cuarto viaje y que hoy lleva su nombre: Colombia. Lo habi-
taban desde hacia unos doce mil años varias comunidades
dispersas de lenguas diferentes y culturas distintas, y con sus

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Manual de lectura y redacción

identidades propias bien definidas. No tenían una noción de


estado; ni unidad política entre ellas, pero habían descubier-
to el prodigio político de vivir como iguales en las diferen-
cias. Tenían sistemas antiguos de ciencia y educación, y una
rica cosmología vinculada a sus obras de orfebres geniales y
alfareros inspirados. Su madurez creativa se había propues-
to incorporar el arte a la vida cotidiana —que tal vez sea el
destino superior de las artes —y lo consiguieron con aciertos
memorables, tanto en los utensilios domésticos como en el
modo de ser. El oro y las piedras preciosas no tenían para
ellos un valor de cambio sino un poder cosmológico y artís-
tico, pero los españoles los vieron con los ojos de Occidente:
oro y piedras preciosas de sobra para dejar sin oficio a los
alquimistas y empedrar los caminos del cielo con doblones
de a cuatro. Esa fue la razón y la fuerza de la Conquista y la
Colonia y el origen real de lo que somos.
La paradoja es que estos conquistadores nostálgicos,
como sus antepasados, nacieron en un país de puertas cerra-
das. Los libertadores trataron de abrirlas a los nuevos vientos
de Inglaterra y Francia, a las doctrinas jurídicas y éticas de
Bentham, a la educación de Lancaster, al aprendizaje de las
lenguas, a la popularización de las ciencias y las artes, para
borrar los vicios de una España más papista que el papa y
todavía escaldada por el acoso financiero de los judíos y por
ochocientos años de ocupación islámica. Los radicales del
siglo XIX, y más tarde la Generación del Centenario, volvie-
ron a proponérselo con políticas de inmigraciones masivas
para enriquecer la cultura del mestizaje, pero unas u otras
se frustraron por un temor casi teológico de los demonios
exteriores. Aun hoy estamos lejos de imaginar cuánto depen-
demos del vasto mundo que ignoramos.
Somos conscientes de nuestros males, pero nos hemos
desgastado luchando contra los síntomas mientras las causas
se eternizan. Nos han escrito y oficializado una versión com-
placiente de la historia, hecha más para esconder que para
clarificar, en la cual se perpetúan vicios originales, se ganan
batallas que nunca se dieron y se sacralizan glorias que nun-
ca merecimos. Pues nos complacemos en el sueño de que la
historia no se parezca a la Colombia en que vivimos, sino
que Colombia termine por parecerse a su historia escrita.
Por lo mismo, nuestra educación conformista y repre-
siva parece concebida para que los niños se adapten por la

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fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de


poner el país al alcance de ellos para que lo transformen y
engrandezcan. Semejante despropósito restringe la creativi-
dad y la intuición congénitas, y contraría la imaginación, la
clarividencia precoz y la sabiduría del corazón, hasta que los
niños olviden lo que sin duda saben de nacimiento: que la
realidad no termina donde dicen los textos, que su concep-
ción del mundo es más acorde con la naturaleza que la de los
adultos, y que la vida sería más larga y feliz si cada quien
pudiera trabajar en lo que le guste, y sólo en eso.
Esta encrucijada de destinos ha forjado una patria densa
e indescifrable donde lo inverosímil es la única medida de
la realidad. Nuestra insignia es la desmesura. En todo: en
lo bueno y en lo malo, en el amor y en el odio, en el júbilo
de un triunfo y en la amargura de una derrota. Destruimos a
los ídolos con la misma pasión con que los creamos. Somos
intuitivos, autodidactas espontáneos y rápidos, y trabajado-
res encarnizados, pero nos enloquece la sola idea del dinero
fácil.
Tenemos en el mismo corazón la misma cantidad de
rencor político y de olvido histórico. Un éxito resonante o
una derrota deportiva pueden costarnos tantos muertos como
un desastre aéreo. Por la misma causa somos una sociedad
sentimental en la que prima el gesto sobre la reflexión, el ím-
petu sobre la razón, el calor humano sobre la desconfianza.
Tenemos un amor casi irracional por la vida, pero nos mata-
mos unos a otros por las ansias de vivir. Al autor de los crí-
menes más terribles lo pierde una debilidad sentimental. De
otro modo: al colombiano sin corazón lo pierde el corazón.
Pues somos dos países a la vez: uno en el papel y otro
en la realidad. Aunque somos precursores de las ciencias en
América, seguimos viendo los científicos en su estado me-
dieval de brujos herméticos, cuando ya quedan muy pocas
cosas en la vida diaria que no sean un milagro de la ciencia.
En cada uno de nosotros cohabitan, de la manera más arbi-
traria, la justicia y la impunidad: somos fanáticos del legalis-
mos, pero llevamos bien despierto en el alma un leguleyo de
mano maestra para burlar las leyes sin violarlas, o para vio-
larlas sin castigo. Amamos a los perros, tapizamos de rosas
el mundo, morimos de amor por la patria, pero ignoramos la
desaparición de seis especies animales cada hora del día y de
la noche por la devastación criminal de los bosques tropica-

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Manual de lectura y redacción

les, y nosotros mismos hemos destruido sin remedio uno de


los grandes ríos del planeta. Nos indigna la mala imagen del
país en el exterior, pero no nos atrevemos a admitir que la
realidad es peor. Somos capaces de los actos más nobles y de
los más abyectos, de poemas sublimes y asesinatos demen-
tes, de funerales jubilosos y parrandas mortales. No porque
unos seamos buenos y otros malos, sino porque todos parti-
cipamos de ambos extremos. Llegado el caso —y Dios nos
libre— todos somos capaces de todo.
Tal vez una reflexión más profunda nos permitiría es-
tablecer hasta qué punto este modo de ser nos viene de que
seguimos siendo en esencia la misma sociedad excluyente,
formalista y ensimismada de la Colonia. Tal vez una más
serena nos permitirá descubrir que nuestra violencia histó-
rica es la dinámica sobrante de nuestra guerra eterna con la
adversidad. Tal vez estemos pervertidos por un sistema que
nos incita a vivir como ricos mientras el cuarenta y cinco
por ciento de la población malvive en la miseria, y nos ha
fomentado una noción instantánea y resbaladiza de la felici-
dad: queremos siempre un poco más de lo que ya tenemos,
más y más de lo que parecía imposible, mucho más de lo que
cabe dentro de la ley, y lo conseguimos como sea: aun contra
la ley. Conscientes de que ningún gobierno será capaz de
complacer esta ansiedad, hemos terminado por ser incrédu-
los, abstencionistas e ingobernables, y de un individualismo
solitario por el que cada uno de nosotros piensa que sólo de-
pende de sí mismo. Razones de sobra para seguir preguntán-
donos quiénes somos y cuál es la cara con la que queremos
ser reconocidos en el tercer milenio.
La misión de Ciencia, Educación y Desarrollo no ha
pretendido una respuesta, pero ha querido diseñar una car-
ta de navegación que tal vez ayude a encontrarla. Creemos
que las condiciones están dadas como nunca para el cambio
social y que la educación será su órgano maestro. Una edu-
cación desde la cuna hasta la tumba, inconforme y reflexiva,
que nos inspire un nuevo modo de pensar y nos incite a des-
cubrir quiénes somos en una sociedad que se quiera así mis-
ma. Que aproveche al máximo nuestra creatividad inagotable
y conciba una ética -y tal vez una estética- para nuestro afán
desaforado y legítimo de superación personal. Que integre las
ciencias y las artes a la canasta familiar, de acuerdo con los
designios de un gran poeta de nuestro tiempo que pidió no
seguir amándolas por separado como a dos hermanas enemi-

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gas. Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora


que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y
la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad so-
bre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel
Aureliano Buendía, por el país próspero y justo que soña-
mos: al alcance de los niños.

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Capítulo 7

La redacción

7.1. Etapas de la escritura


7.2. Estructura textual.
Coherencia y cohesión
7.3. Relaciones entre la
idea principal y las ideas
secundarias en un párrafo
7.4. La oración
7.5. Puntuación
7.1. Etapas de la escritura
Escribir puede ser más fácil de lo que parece si se le dedica un
tanto de atención, pues como cualquier oficio requiere discipli-
na, pero además, organizar y documentar ideas para sustentar-
las bien. El momento en que frente al papel le damos forma a
un tema valiéndonos de un lenguaje apropiado, debe ser el final
de un proceso en el que previamente hemos leído e investigado
con atención sobre aquello que interesa escribir de acuerdo con
un plan elaborado previamente. A estos tres pasos fundamen-
tales la retórica clásica llama: invención, disposición, elocu-
ción.
En la invención se hace acopio de información; en la dis-
posición se organiza el material con base en un mapa concep-
tual, un esquema, un plan de temas o de títulos que guíen la
redacción. Y en la elocución, que es el acto de la escritura pro-
piamente dicho, entra a desempeñar un papel muy importante
la creatividad y la imaginación del escritor.

7.2. Estructura textual, coherencia y cohesión

7.2.1. El párrafo
Todo texto está conformado por unidades mínimas de sen-
tido que son las oraciones. A partir de estas se configura el pá-
rrafo, el cual puede contener dos o más oraciones relacionadas
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por una temática común; su función es la de contribuir a la


ilación de las ideas, pues generalmente, cada párrafo desarrolla
una idea. Así que su estructura encierra una idea principal -que
puede ir al inicio- y otras que la soportan llamadas ideas secun-
darias. La extensión del párrafo depende del gusto y necesidad
del autor.
Para que el texto adquiera forma acabada debe presentar
un orden; o sea, una coherencia resultado del acoplamiento en-
tre sus partes. En ese sentido se puede hablar de una estructura
textual fundada en diferentes tipos de párrafos que cumplen
funciones denominadas de introducción, de desarrollo y de
conclusión. Estos se organizan de acuerdo con los tópicos que
se quieren tratar como se aprecia en la primera parte de este
manual, en el capítulo 5 referente a la exposición.

Taller
1. Determine cada una de las partes del texto de Gabriel
García Márquez: Por un país al alcance de los niños.
2. Investigue en la biblioteca sobre algunos de los siguien-
tes temas. Luego elabore un texto de por lo menos cuatro
párrafos: uno de introducción, dos de desarrollo y uno de
conclusión.
a. El uso de los celulares en los carros.
b. Tener una mascota cuesta.
c. El cuidado del medio ambiente.
d. Retos de la globalización.
e. ¿Cómo prepararnos para las catástrofes?

7.3. Relaciones entre la idea principal y las ideas


secundarias en un párrafo
Conocer las posibles relaciones entre la idea principal y las
ideas secundarias en textos expositivos o argumentativos, es
muy provechoso tanto para el lector como para quien escribe.
Para el primero, porque le permitirá percibir la manera como
está configurado el párrafo, le revelará la intencionalidad del
escritor y, con ello, podrá establecer lo que realmente quiere
decir. Para el escritor, porque el acto de la escritura puede ver-
se como la tarea de pegar oraciones con fines concretos; enten-
der estas relaciones le facilitará la labor.
Antes de continuar es necesario aclarar que en los textos
literarios es difícil establecer jerarquías entre sus ideas, pues
110
Manual de lectura y redacción
en ellos todos tienen la misma importancia. A veces, se pueden
destacar situaciones que son núcleos de la narración, pero el
argumento, si lo hay, es tan significativo como lo que pudiera
parecer secundario, ya que todo forma parte de la reflexión lite-
raria: el lenguaje, las preguntas sobre cómo y para qué contar;
más lejos aún, la pregunta sobre si la posibilidad del lenguaje
linda solamente con el habla como si el referente tuviera las
características secuenciales de un relato; lo mismo sucede en
el manejo del tiempo y del espacio. En un texto literario, en
últimas, las palabras no son un cascarón de donde se pueden
sustraer las ideas que pudieran ser dichas de otra forma, lo que
sí es posible con textos argumentativos o informativos.
Volviendo a las relaciones entre la idea principal y las se-
cundarias, lo primero que diremos es que, como se ha visto en
alguna clasificación de los tipos de párrafos, la idea principal
puede ubicarse en distintos lugares de esa unidad. Tenemos
la tendencia de colocarla en un comienzo para continuar con
las secundarias, es decir, construir párrafos deductivos, pero
esto hace monótona la escritura; es más rico el texto si trabaja-
mos un poco la configuración de cada unidad que lo compone,
evitando la uniformidad. Empezar un párrafo con una idea se-
cundaria de contraste, por ejemplo, le da más fuerza a la idea
principal como puede verse en el siguiente caso:
“Hay muchos que consideran que las soluciones a la situa-
ción de conflicto que vive nuestro país es cuestión de fuerza,
que por las armas se alcanza la paz. Nosotros pensamos que,
por el contrario, esta se empieza a construir con el trabajo ur-
gente en dos frentes: un diálogo serio con los grupos alzados en
armas y una política orientada a resolver los graves problemas
sociales, pues...”
Aquí el conectivo “por el contrario” prepara al lector
para recibir el punto de vista de quien escribe, su idea central;
y el conectivo “pues”, a escuchar las razones que sustentan la
idea principal.
Hay diversas maneras de relacionar la idea principal con
las secundarias. A esto contribuyen los conectores. Es necesa-
rio tener en cuenta que siempre es posible encontrar más de un
conector que cumpla la misma labor; aprender a usarlos y com-
binarlos, nos permite evitar la monotonía del texto. Si escribi-
mos un texto, para citar un caso, en el cual estemos constante-
mente ilustrando las afirmaciones con ejemplos, para variar el
uso del conectivo “por ejemplo” después de cada afirmación,
se puede sustituir por “verbigracia”, “como puede verse” u otra
opción; incluso, se puede construir un párrafo colocando los
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Editorial Politécnico Grancolombiano

ejemplos en primer lugar y terminar con la idea principal usan-


do un enlace como “de todo lo anterior se puede afirmar que...”
También debemos tener en cuenta que, muchas veces se puede
obviar su uso y que los signos de puntuación también pueden
desempeñar este papel.

Taller
1. Con cada uno de los siguientes temas construya párrafos
relacionando la idea central con ideas secundarias con los
propósitos que a continuación de ella se colocan (varíe la
ubicación de la idea principal):
a. Educación en Colombia, una necesidad.
b. La escogencia de su carrera: (relaciones de causa y efecto).
c. Creación de empresa: (relaciones de contraste y compara-
ción).

7.4. La oración
Mientras que el texto se hace comprensible gracias a su co-
herencia lógica u organización macro estructural, como queda
dicho, en el nivel de la sintaxis, la oración es la que contri-
buye a la unidad de sentido con la cual enunciamos nuestros
pensamientos. De acuerdo con Martín Vivaldi en su Curso de
Redacción es necesario adecuar el lenguaje al pensamiento y
no al contrario. Para que las oraciones respondan al propósito
semántico deben estar bien cohesionadas.
Por ejemplo, cuando se dice: “Se venden tableros para ni-
ños porcelanizados”, en realidad se quiere decir: ”Se venden
tableros porcelanizados para niños”; tampoco es necesario de-
cir: ”El postre estaba muy delicioso”, pues con decir “El postre
estaba delicioso”, se significa lo mismo con menos palabras.
La cohesión se establece en el orden lineal, de la frase.
Esto es, en la relación entre sujeto y predicado (sintaxis), en la
concordancia de género, número, tiempos y modos verbales,
en el buen uso de las preposiciones, y de los elementos de enla-
ce, de los signos de puntuación y de la riqueza léxica.

Taller
1. Resuma el argumento del primer capítulo de Don Quijote
en diez oraciones cada una con un solo verbo conjugado.
112
Manual de lectura y redacción

2. Haga del siguiente, un texto que se pueda leer del princi-


pio al final sin errores de cohesión.

“El debate social de la últimas semana ha girado en torno al


creciente porcentaje de población que se puede definir como
pobre, y muy especialmente a las cifras y metodologías de me-
dición del fenómeno. Sin embargo, no hacen mucho los medios
informan a cerca de la reactivación y el buen desempeño de la
economía, que con una crecimiento de 3,64% en 2003 parecían
dejar atrás una postración de varios años.” (“Competitividad
y atraso social en la empresa colombiana”. Augusto Valero J.
UN Periódico N. 62, agosto 22 de 2004 pág.4.)
“Tal vez no tendremos que esperar casi 500 años para que se
cumplan lo que Huxley imaginó para el 2050 en un Mundo
Feliz de 1932. No está distante ese mundo donde no existirán
enfermedades, dolor vejez y se utilizaron la genética y la clo-
nación para le control de los individuos, donde los niños na-
cerá en laboratorios y será condicionados para pertenecer, sin
rebelarsen, a alguna de las cinco categorías: los alfas (la elite),
los beta (ejecutante) los gamma ( empleados subalternos) y lo
delta y los epsilones (destinados a trabajos arduos). Ese mundo
donde según Huxley habrá cárceles sin muros y la esclavitud
será amada, gracias a que seremos sometidos a un sistema de
consumo y entretenimiento”. (Gloria H. Rey. “Mundo de pos-
thumanos”. Lecturas. Dominicales. El Tiempo, 5 de septiem-
bre, 2004.)

3. Si en las oraciones siguientes encuentra una expresión


mal usada corríjala.

Bolívar nace en Caracas y estudió en Italia.


Eso fue lo que le dije a los profesores.
El colegio tiene el gusto de invitarle a la reunión.
Después del accidente en el que hubieron muchos heridos, tam-
bién han habido discusiones sobre el pago del seguro.
Cuando nos toca la lotería, uno se pone muy contento.
Busco a mi padre y no le encuentro.
Hubo una discusión al interior de esa dependencia.
Fue entonces que Luis decidió salir a pasear.
Es con flexibilidad que se deben templar los rigores de la justicia.
El gran escritor que fue Cervantes nació en Alcalá de
Henares.
Es haciendo gimnasia que se desarrollan los músculos.

113
Editorial Politécnico Grancolombiano

El domingo pasado lo pasamos muy delicioso en La Calera.


Aunque yo me coloqué rojo porque no tenía dinero.
Luego caí en cuenta de que tenía la tarjeta de crédito.
Pedí un vaso con agua y una pastilla para el dolor de cabeza.
La cultura cogí son anteriores a la conquista.
Paola y Gina no les gusta el chocolate.
El martillo, la puntilla y el taladro es la herramienta del albañil.

4. En las siguientes oraciones hay gerundios bien y mal em-


pleados. Si están mal, escriba la forma correcta.
• Un avión se estrello muriendo toda su tripulación.
• El ministro decidió regresar cancelando su visita a
Londres.
• La policía destruyó un laboratorio de coca encontrando
gran cantidad de insumos.
• En manos de la policía cayeron “El Chompiras” y Ferney
Ríos. Los detuvieron intentando ingresar dólares falsos.
• Sufrió un grave accidente, muriendo poco después.
• Golpeando la mesa con fuerza, el juez llamó la atención
de los presentes.
• Siendo ya de madrugada, Don Quijote salió.
• Se pasa el día durmiendo.
• Estaba cogiendo flores.
• Aprendió la lección, repitiéndola mucho.

5. En las siguientes oraciones hay errores de sintaxis, pues se


invierte el orden de los complementos o faltan conectivos
¿Qué quiso decir el periodista en las siguientes noticias?
Redáctelas correctamente:
a. Su niño puede tener ambliopía. Descubra ese grave pro-
blema antes de los seis años de edad.
b. Victor G. Ricardo se reunirá con la Comisión de Paz para ne-
gociar el canje de detenidos por secuestrados en las cárceles.
c. Mañana vence el plazo para el pago de vehículos con el
15% de descuento.
d. Espero les haya gustado el programa.
e. Se ha convertido en un problema el paso de los colombia-
nos a los Estados Unidos ilegales.
f. El ejército confirmó que los esposos Ramírez fueron ase-
sinados con base en un informe de medicina legal.
g. El presidente canceló hoy su viaje a los Estados Unidos
donde se realiza una conferencia por los atentados terro-
ristas.

114
Manual de lectura y redacción

6. Del siguiente párrafo subraye los conectores y diga qué


función están desempeñando.
“El lenguaje es igualmente el instrumento básico para la so-
cialización, es decir, para que el niño se adapte e integre al
grupo, superando el egocentrismo y llegando a ser partícipe de
la vida en comunidad, en la que no sólo los roles, sino también
las normas, los ritos, los valores, las creencias, costumbres y
demás convenciones son parte vital. La endoculturación o cul-
turación es una consecuencia de lo anterior y consiste en la
apropiación de la cultura del grupo, lo cual supone un aprendi-
zaje realizado directa o indirectamente a través del flujo comu-
nicativo”. (Tomado de: Niño Rojas, Víctor. Los procesos de la
Comunicación y el Lenguaje. Bogotá: Ecoe Ediciones, 2000.).

7. Del párrafo anterior sustituya los conectores por otros que


cumplan la misma labor.

7.5. Puntuación
Los signos de puntuación usados en la escritura para indicar las
pausas y el sentido de lo escrito, son: coma, punto y coma, dos
puntos, punto, puntos suspensivos, interrogación, admiración,
paréntesis, comillas, guión, raya, diéresis.

La coma indica una breve pausa en la lectura y se emplea


para:
• Separar dos o más partes consecutivas de la oración y que
sean del mismo nivel, siempre que entre ellas no estén las con-
junciones y, o, ni.
Ejemplos:
• Había libros, cuadernos, libretas y papel para dibujos.
• Bella e inteligente, así es mi compañera;
estudia, trabaja y se divierte.

• Para separar dos miembros independientes de una oración,


exista o no conjunción entre ellas.
Ejemplos:
• Unos cantaban, otros reían, algunos bailaban, y todos
parecían contentos.
• Al anochecer las flores se cierran, los pájaros buscan
su nido, las sombras cubren el campo y el hombre re-
gresa a su hogar.
115
Editorial Politécnico Grancolombiano

• Antes y después de las oraciones explicativas que aclaran o


amplian la oración principal.
Ejemplos:
• No vayas, me dijeron, ya esta todo arreglado.
• La gran sabana que se extendía ante su vista, le atemorizó.
• Aquellos días que esperábamos con ansia, se presentaron
tristes.

• Las expresiones adverbiales, sea cual fuere su posición, van


precedidas y seguidas de coma.
Ejemplos:
• En efecto, iremos por la carretera.
• Todos le obsequiaron, es decir, los que le estimaban.
• De acuerdo, se dirá como tú digas.
• En fin, hay que tener paciencia.
• Por último, se repartieron los premios.
• Te lo advierto, por tanto, procura evitarlo.
• Efectivamente, ella lo hizo.

Taller
1. Construya una oración con cada uno de los tres primeros
pasos.
2. En el ejemplo anterior subraye las expresiones adverbiales.
3. Construya una oración con cada una de las expresiones: es
decir, en fin, sin embrago.

El punto y la coma indica una interrupción más larga que la de


la coma y se usa para:

• Separar las diferentes proposiciones de una oración larga en


la que ya hay una o más comas.

Ejemplo:
• La lluvia arreciaba, el viento soplaba con fuerza, la ma-
rejada iba en aumento; pero el barco se mantenía a flote.

• Antes de las conjunciones adversativas: más, pero, aunque,


cuando van en proposiciones largas, ya que en cortas es sufi-
ciente con la coma.

116
Manual de lectura y redacción

Ejemplo:
• Salió a la calle; más no sabía hacia donde se dirigía.
• Pensó en hablarle, en hacerle frente y aclarar la
situación; pero cuando se encontró ante él no se atrevió.
• Pensaba en ella día y noche, le escribía diariamente;
aunque ella nunca contestaba.

Taller
1. Escriba una oración con cada uno de los casos.

El punto separa oraciones autónomas. La oración siguiente


puede empezar en el mismo renglón (punto seguido) o en el
siguiente (punto y aparte). También se emplea punto para abre-
viaturas: Sr., Kg., pág., cap., etc.

Los dos puntos están precedidos de un verbo como decir, afir-


mar, asegurar, replicar, contestar, añadir y otros. Usados para
enumerar e introducir frases literalmente exactas a como las
dijo el hablante. También se usa con palabras como: por ejem-
plo, los siguientes, son los que siguen. También siguen a los
encabezados de las cartas y solicitudes: Distinguido Señor.:

Los puntos suspensivos se emplean cuando se quiere dejar in-


completa la idea con matices de duda, temor o ironía. También
cuando se interrumpe lo que se está diciendo por considerar
innecesaria su continuación: sí, pero…o cuando se cita textual-
mente a la mitad de una frase o cuando se interrumpe la cita
para continuarla posteriormente o no interesa terminar la fra-
se: “…el dialecto de los poemas….en nada parece un lenguaje
hablado sino, por el contrario una lengua creada expresamente
para servir de expresión a la epopeya…” 1. En los escritos en
prosa se recomienda no abusar de ellos, pues dan a entender
dudas de parte del escritor.

Taller
1. Construya una oración usando los puntos suspensivos
para expresar duda, temor o ironía, o acortar una cita.

1 Vallejo, Fernando. Logoi. Una gramática del lenguaje literario.


México: Fondo de Cultura Económica. 1983.
117
Editorial Politécnico Grancolombiano

Las comillas se emplean para: citar algo literalmente: Recuerda


lo que dijiste: “volveré pronto”. También las palabras que se
quieren resaltar como en el ejemplo: Una casa de un piso, cuatro
árboles alrededor y un pozo seco, esa era su “hermosa finca”.

Taller
1. Colocar la puntuación en el siguiente texto2:

La suposición de que Remedios la bella poseía poderes de


muerte estaba entonces sustentada por cuatro hechos irrebati-
bles Aunque algunos hombres ligeros de palabra se compla-
cían en decir que bien valía sacrificar la vida por una noche de
amor con tan conturbadora mujer la verdad fue que ninguno
hizo esfuerzos por conseguirlo Tal vez no solo para rendirla
sino también para conjurar sus peligros habría bastado con un
sentimiento tan primitivo como el amor pero eso fue lo único
que no se le ocurrió a nadie Ursula no volvió a ocuparse de
ella en otra época cuando todavía no renunciaba al propósito
de salvarla para el mundo procuró que se interesara por los
asuntos elementales de la casa “Los hombres piden más de
lo que tu crees” le decía enigmáticamente “Hay mucho que
cocinar mucho que barrer mucho que sufrir por pequeñeces
además de lo que crees” En el fondo se engañaba a sí misma
tratando de adiestrarla para la felicidad doméstica porque es-
taba convencida de que una vez satisfecha la pasión no había
un hombre sobre la tierra capaz de soportar así fuera por una
ida una negligencia que estaba más allá de toda comprensión
el nacimiento del último José Arcadio y su inquebrantable vo-
luntad de educarlo para Papa terminaron por hacerla desistir
de sus preocupaciones por la bisnieta la abandono a su suerte
confiando que tarde o temprano ocurriera un milagro y que
en este mundo donde había de todo hubiera un hombre con
suficiente cachaza para cargar con ella ya desde mucho antes
Amaranta había renunciado a toda tentativa de convertirla en
una mujer útil desde las tardes olvidadas del costurero cuando
la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la manivela
de la máquina de coser llegó a la conclusión siempre de que
era boba “Vamos a tener que rifarte” le decía perpleja ante
su impermeabilidad a la palabra de los hombres más tarde
cuando Ursula se empeñó en que Remedios la bella asistiera
a misa con la cara cubierta con una mantilla Amaranta pensó
que aquel recurso misterioso resultaría tan provocador que
muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como para
2 Tomado de: García Márquez, Gabriel. Cien Años de Soledad.
118
Manual de lectura y redacción

buscar con paciencia el punto débil de su corazón pero cuan-


do vio la forma insensata en que despreció a un pretendiente
que por muchos motivos era más apetecible que un príncipe
renunció a toda esperanza Fernanda no hizo siquiera la tenta-
tiva de comprenderla cuando vio a Remedios la bella vestida
de reina en el carnaval sangriento pensó que era la criatura
extraordinaria pero cuando la vio comiendo con las manos
incapaz de dar una respuesta que no fuera un prodigio de sim-
plicidad lo único que lamentó fue que los bobos de familia tu-
vieran una vida tan larga a pesar de que el coronel Aureliano
Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios la bella
era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás
y que lo demostraba a cada momento con su asombrosa ha-
bilidad para burlarse de todos la abandonaron a la buena de
Dios Remedios la bella se quedó vagando por el desierto de
la soledad sin cruces a cuestas madurándose en sus sueños
sin pesadillas en sus baños interminables en sus comidas sin
horarios en su hondos y prolongados silencios sin recuerdo
hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el
jardín sus sábanas de bramante y pidió ayudas a las mujeres
de la casa apenas había empezado cuando Amaranta advirtió
que Remedios la bella estaba transparentada por una palidez
intensa
Te sientes mal le preguntó
Remedios la bella que tenía agarrada la sábana por el
otro extremo hizo una sonrisa de lástima
Al contrario dijo nunca me he sentido mejor
Acabó de decirlo cuando Fernanda sintió que un delica-
do viento de luz le arranco las sábanas de las manos y las des-
plegó en toda su amplitud Amaranta sintió un temblor miste-
rioso en los encajes de sus pollerines y trato de agarrarse de
la sábana para no caer en el instante en que Remedios la bella
empezaba a elevarse Ursula ya casi ciega fue la única que
tuvo serenidad para identificar la naturaleza de aquel viento
irreparable y dejó las sábanas a merced de la luz viendo a
Remedios la bella que le decía adiós con la mano entre el
deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella que
abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias y
pasaban con ella a través del aire donde terminaban las cua-
tro de la tarde y se perdían con ella para siempre en los altos
aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de
la memoria.

119
Editorial Politécnico Grancolombiano

la técnica narrativa de Cortázar, de impecable factura, no sólo


rompe el orden cronológico y espacial, sino que, además, logra
desdibujar y hacer dudosos los límites que separan realidad y
ficción, sueño y vigilia, autor y lector, razón y fantasía, prosa
y poesía.

Ángel Marcel

8.4. El ensayo
Es mucho lo que se ha dicho y escrito sobre el género ensayo.
A continuación ofrecemos un texto de Susan Sontag que reune
todas sus características:

EL HIJO PRODIGO*
SUSAN SONTAG
Traducción de Andrés Hoyos

¿Qué es un ensayo? Muchas cosas, pero so-


bre todo un ejercicio de libertad intelectual.
Así lo explica su más ardiente y elegante de-
fensora en el prólogo al volumen The Best
American Essays of 1992.

Supongo que debo empezar por hacer una declaración de


interés.
Los ensayos ingresaron en mi vida de lectora precoz y
apasionada de una manera tan natural como lo hicieron los
poemas, los cuentos y las novelas. Estaba Emerson al igual
que Poe, los prefacios de Shaw al igual que sus piezas teatra-
les, y un poco después los ensayos de tres décadas de Thomas
Mann, y la “Tradición y el talento individual” de T.S. Eliot
en paralelo con La tierra baldía y Los cuatro cuartetos, y los
prefacios de Henry James, al igual que sus novelas. Un ensayo
podía ser un evento tan transformador como una novela o un
poema. Uno terminaba de leer un ensayo de Lionel Trilling o
de Harold Rosenberg o de Randall Jarrell o de Paul Goodman,
* Tomado de: Revista El Malpensante. Lecturas paradójicas.
Enero - Febrero No. 2, 1997. Página 10.

128
Manual de lectura y redacción

para mencionar apenas unos cuantos nombres norteamerica-


nos, y pensaba y se sentía diferente para siempre.
Ensayos con el alcance y la elocuencia de los que men-
ciono son parte de la cultura literaria - esto es, una comunidad
de lectores y escritores con una curiosidad y una pasión por la
literatura del pasado - es justamente lo que no se puede dar por
sentado en la actualidad, Hoy es más frecuente que un ensa-
yista sea un ironista dotado o un tábano, que un sabio.
El ensayo no es un artículo, ni una meditación, ni una
reseña bibliográfica, ni unas memorias, ni una disquisición,
ni una diatriba, ni un chiste malo pero largo, ni un monólogo,
ni un relato de viajes, ni una seguidilla de aforismos, ni una
alegría, ni un reportaje, ni...
No, un ensayo puede ser cualquiera o varios de los ante-
riores.
Ningún poeta tiene problemas a la hora de decir: soy
un poeta. Ningún escritor de ficción duda al decir: estoy es-
cribiendo un cuento. El “poema” y el “cuento” son formas
y géneros literarios todavía relativamente estables y de fácil
identificación. El ensayo no es, en ese sentido, un género. Por
el contrario, “ensayo” es apenas un nombre, el más sonoro
de los nombres que se da a una amplia variedad de escritos.
Los escritos y los editores suelen denominarlos “piezas”. No
se trata solamente de la modestia o de la informalidad de los
norteamericanos. Una cierta actitud defensiva rodea en la ac-
tualidad la noción de ensayo. Y muchos de los mejores en-
sayistas de hoy se apresuran a declarar que su mejor trabajo
ha de encontrarse en otro lugar: en escritos que resultan más
“creativos” (ficción, poesía) o más exigentes (erudición, teo-
ría, filosofía).
Concebido con frecuencia como una suerte de precipita-
do a posteriori de otras formas de escritura, el ensayo se define
mejor por lo que también es o por lo que no es. El punto lo
ilustra la existencia de esta antología, ahora en su séptimo año.
Primero fueron Los mejores cuentos norteamericanos. Luego,
alguien preguntó si no podríamos tener también Las mejores
piezas cortas –¿de que?– de no ficción. La más exacta de las
definiciones del ensayo, así como la menos satisfactoria, es
la siguiente: un texto en prosa corto, o no tan largo, que no
cuenta una historia.
Y sin embargo se trata de una forma muy antigua más
antigua que el cuento, y más antigua, cabría sostenerlo, que
cualquier narración de largo aliento que pueda llamarse en
propiedad una novela. La escritura ensayista surgió en la cul-
129
Editorial Politécnico Grancolombiano

tura literaria de Roma como una combinación de las energías


del orador y del escritor de cartas. No solo Plutarco y Séneca,
los primeros grandes ensayistas, escribieron lo que llegó a ser
conocido como ensayos morales, con título como “Sobre el
amor a la riqueza”, “Sobre la envidia y el odio”, “Sobre el
carácter de los entrometidos”, “Sobre el control de la ira”,
“Sobre los muchos amigos”, “Sobre como escuchar discur-
sos” y “Sobre la educación de los niños” –esto es, prescripcio-
nes confiadas de lo que han de ser la conducta, los principios
y la actitud–, sino que asimismo hubo ensayos, como el de
Plutarco sobre las costumbres de los espartanos, que son pu-
ramente descriptivos. Y su “Sobre la malicia de Herodoto” es
uno de los ejemplos más tempranos de un ensayo dedicado a
la lectura cuidadosa del texto de un maestro: es decir, lo que
llamamos crítica literaria.
El proyecto del ensayo exhibe una continuidad extraor-
dinaria, que casi se prolonga hasta el día de hoy. Dieciocho
siglos después de muerto Plutarco, William Hazlitt escribió
ensayos con títulos como “Sobre el placer de odiar”, “Sobre
los viajes emprendidos”, “Sobre el amor a la patria”, “Sobre el
miedo a la muerte”, “Sobre lo profundo y lo superficial”, “La
prosa de los poetas” –los tópicos perennes–, así como ensayos
sobre temas sesgadamente triviales y reconsideraciones de
grandes autores y eventos históricos. El proyecto del ensayo
inaugurado por los escritores romanos alcanzó su clímax en
el siglo XIX. Virtualmente todos los novelistas y poetas deci-
monónicos prominentes escribieron ensayos, y algunos de los
mejores escritores del siglo (Hazlitt, Emerson) fueron princi-
palmente ensayistas. Fue también en el siglo XIX cuando una
de las transposiciones más familiares de la escritura ensayís-
tica –el ensayo disfrazado de reseña bibliográfica –obtuvo su
lugar de privilegio. (La mayoría de los ensayos importantes de
George Eliot fueron escritos como reseñas bibliográficas en el
Westminster Review). Al tiempo que dos de las mejores men-
tes del siglo, Kierkegaard y Nietzsche, podrían considerarse
practicantes del genero más conciso y discontinuo en el caso
de Nietzsche más repetitivo y verboso en el de Kierkegaard.
Por supuesto que calificar de ensayista a un filósofo es,
desde el punto de vista de la filosofía, una degradación. La
cultura regentada por las universidades siempre ha mirado el
ensayo con sospecha, como un tipo de escritura demasiado
subjetiva, demasiado accesible, a duras penas un ejercicio en
las bellas letras. El ensayo, en tanto contrabandista en los so-
130
Manual de lectura y redacción
lemnes mundos de la filosofía y de la polémica, introduce la
digresión, la exageración, la travesura.
Un ensayo puede tratar el tema que se quiera, en el mis-
mo sentido en que una novela o un poema pueden hacerlo.
Pero el carácter afirmativo de la voz ensayística, su ligazón
directa con la opinión y con el debate de actualidad, hacen
del ensayo una empresa literaria más perecedera. Con unas
cuantas excepciones gloriosas, los ensayistas del pasado que
sólo escribían ensayos no han sobrevivido. En su mayor parte,
los ensayos de otros tiempos que todavía interesan al lector
educado pertenecen a escritores que nos importan de ante-
mano. Uno tiene la oportunidad de descubrir que Turgueniev
escribió un inolvidable ensayo-testimonio contra la pena capi-
tal, anticipándose a los que sobre el mismo tema escribieron
Orwell y Camus, porque tenía presente a Turgueniev como
novelista. De Gertrude Stein nos encanta “Que son las obras
maestras” y sus Conferencias sobre América porque Stein es
Stein es Stein.
No es solo que un ensayo pueda tratar de cualquier cosa.
Es que lo ha hecho con frecuencia. La buena salud del ensa-
yo se debe a que los escritores siguen dispuestos a metérsele
a temas excéntricos. En contraste con la poesía y la ficción,
la naturaleza del ensayo reside en su diversidad - diversidad
de nivel, de tema, de tono, de dicción. Todavía se escriben
ensayos sobre la vejez o el enamoramiento o la naturaleza de
la poesía. Pero también los hay sobre la cremallera de Rita
Hayworth o sobre las orejas de Mickey Mouse.
A veces el ensayista es un escritor que se ocupa más
que todo de otras cosas (poesía y ficción), que también escri-
be... polémicas, versiones de viajes, elegías, reevaluaciones
de predecesores o rivales, manifiestos de autopromoción. Sí.
Ensayos.
A veces “ensayista” puede no ser más que un eufemismo
solapado para “crítico”. Y claro, algunos de los mejores ensa-
yistas del siglo XX han sido críticos. La danza, por ejemplo,
inspiró a André Levinson, a Edwin Denby y a Arlene Crove.
El estudio de la literatura ha producido una vasta constela-
ción de grandes ensayistas –y aún los produce–, a pesar del
acaparamiento que sobre los estudios literarios ha hecho la
academia.
A veces el ensayista es un escritor difícil que ha condes-
cendido, felizmente, a la forma del ensayo. Habría sido desea-
ble que otros de los grandes filósofos, pensadores sociales y
críticos culturales europeos de comienzos del siglo XX hubie-

131
Editorial Politécnico Grancolombiano

ran imitado a Simmel, Ortega y Gasset, y Adorno, los cuales


probablemente se leen hoy con placer apenas en sus ensayos.
La palabra ensayo viene del francés essai, intento –y mu-
chos ensayistas, incluido el más grande de todos, Montaigne–,
han insistido en que una seña distintiva del genero es su carác-
ter aproximativo, su suspicacia ante los mundos cerrados del
pensamiento sistemático. No obstante, su rasgo más marcado
es la tendencia a hacer afirmaciones de un tipo u otro.
Para leer un ensayo de la manera apropiada, uno debe
entender no solamente lo que argumenta, sino contra qué o
contra quién lo hace. Al leer ensayos escritos por nuestros
contemporáneos, cualquiera aporta con facilidad el contexto,
la polémica pública, el oponente explícito o implícito. Pero el
paso de unas cuantas décadas puede dificultar en extremo este
procedimiento.
Los ensayos van a parar a los libros, si bien suelen ini-
ciar su vida en las revistas. (No es fácil imaginar un libro de
ensayos recientes pero inéditos todos). Así, lo perenne se viste
principalmente de lo tópico y, a corto plazo, ninguna forma
literaria tiene un impacto de semejante fuerza e inmediatez
sobre los lectores. Muchos ensayos se discuten, debaten y sus-
citan reacciones en un grado que a los poetas y escritos de
ficción a duras penas les cabe envidiar.
Un ensayista influyente es alguien con un sentido agu-
dizado de aquello que no se ha discutido (apropiadamente) o
de aquello que se debería discutir (de una manera diferente).
Con todo, lo que hace perdurar un ensayo no son tanto sus ar-
gumentos cuanto el despliegue de una mente compleja y una
destacada voz prosística.
En tanto que la precisión y la claridad de los argumen-
tos y la transparencia del estilo se consideran normas para la
escritura del ensayo, a semejanza de las convenciones realis-
tas, que se consideran normativas para la narración (y con la
misma escasa justificación), el hecho es que la más duradera y
persuasiva tradición de la escritura ensayista es la que encarna
el discurso lírico.
Los grandes ensayos siempre vienen en primera persona.
A lo mejor no necesitaran emplear el “yo”, toda vez que un
estilo de prosa vívido y lleno de sabor, con suficientes apar-
tes aforísticos, constituye de por sí una forma de escritura en
primera persona: piénsese en los ensayos de Emerson, Henry
James, Gertrude Stein, Elizabeth Hardwick, William Gass.
Los escritores que menciono son todos norteamericanos, y se-
ría fácil alargar la lista. La escritura de ensayos es una de las
132
Manual de lectura y redacción

virtudes literarias de este país. Nuestro primer gran escritor,


Emerson, se dedicó ante todo a los ensayos. Y estos florecen
en una variedad de vertientes en nuestra cultura polifónica y
conflictiva: desde ensayos centrados en un argumento hasta
digresiones meditativas y evocaciones.
En vez de analizar los ensayos contemporáneos según sus
temas –el ensayo de viajes, el de crítica literaria y otra crítica,
el ensayo político, la crítica de la cultura, etc.–, uno podría
distinguirlos por sus tipos de energía y de lamento. El ensayo
como jeremiada. El ensayo de temperamento, etc.
Del ensayo se obtiene todo lo que se obtiene de la in-
quieta voz humana. Enseñanza. Elocuencia feliz desplegada
porque sí. Corrección moral. Diversión. Profundización de los
sentimientos. Modelos de inteligencia.
La inteligencia es una virtud literaria, no solo una energía
o una aptitud que se pone atavíos literarios.
Es difícil imaginar un ensayo importante que no sea, pri-
mero que todo, un despliegue de inteligencia. Y una inteligen-
cia del más alto orden puede ante sí y de por sí constituir un
gran ensayo. (Valga el ejemplo de Jacques Rivière sobre la
novela, o Prismas y Minima moralia de Adorno, o los princi-
pales ensayos de Walter Benjamín y de Roland Barthes). Pero
hay tantas variedades de ensayo como las hay de inteligencia.
Baudelaire quería intitular una colección de ensayos so-
bre pintores, Los pintores que piensan.
Es este punto de vista uno quintaesencial para el ensa-
yista: convertir el mundo y todo lo que el mundo contiene en
una suerte de pensamiento. En la imagen refleja de una idea,
es una hipótesis que el ensayista desplegará, defenderá o vili-
pendiará.
Las ideas sobre la literatura –al revés, digamos, de las
ideas sobre el amor– casi nunca surgen si no es como res-
puesta a las de otras personas. Son ideas reactivas. Digo esto
porque tengo la impresión de que usted –o la mayoría de la
gente, o mucha gente– dice eso. Las ideas dan permiso. Y yo
quiero dar permiso, por intermedio de lo que escribo, a un
sentimiento, una evaluación o una práctica diferentes.
Esta es, una expresión preeminente, la postura del ensayista.
Yo digo esto cuando usted está diciendo eso no solo por-
que los escritores son adversarios profesionales; no solo para
enderezar la balanza o corregir el desequilibrio de una acti-
vidad que tiene el carácter de una institución (y la escritura
es una institución), sino porque la práctica –y también quiero
decir, la naturaleza– de la literatura arraiga inherentemente
133
Editorial Politécnico Grancolombiano

en aspiraciones contradictorias. En literatura, el reverso de una


verdad es tan cierto como esa verdad misma.
Cualquier poema o cuento o ensayo o novela que impor-
te, que merezca el nombre de literatura, entraña una idea de
singularidad, de voz singular. Pero la literatura –que es acu-
mulación– entraña una idea de pluralidad, de multiplicidad,
de promiscuidad. Todo escritor sabe que la práctica de la li-
teratura exige un talento para la reclusión. Pero la literatura...
la literatura es una fiesta. Una verbena, la mayor parte del
tiempo. Pero fiesta, así y todo. Incluso a título de disemina-
dores de indignación, los escritores son dadores de placer. Y
uno se convierte en escritor no tanto porque tenga algo que
decir cuanto porque ha experimentado el éxtasis como lector.
Ahí van dos citas que he estado rumiando últimamente.
La primera, del escritor español Camilo José Cela: “La
literatura es la denuncia del tiempo en que se vive”.
La otra es de Manet, quien en 1882 se dirigió a alguien
que lo visitaba en su estudio de la siguiente manera: “Muévase
siempre en el sentido de la concisión. Y luego cultive sus re-
cuerdos; la naturaleza nunca le dará otra cosa que pistas –es
como un riel que evita que uno se descarrile hacia la banali-
dad–. Ha de permanecer usted siempre el amo y hacer lo que
le plazca. ¡Tareas, nunca! ¡No, nunca hacer tareas!

Taller
1. Elabore un ensayo de acuerdo con el tema escogido en
clase para su trabajo final.

134
ANTE LA LEY
Franz Kafka, (Publicado por Ediciones del Sur. Mayo de 2003).

Ante la ley hay un guardián. Un campesino se presenta frente a este guardián, y


solicita que le permita entrar en la Ley. Pero el guardián contesta que por ahora no puede
dejarlo entrar. El hombre reflexiona y pregunta si más tarde lo dejarán entrar.
—Tal vez —dice el centinela— pero no por ahora. La puerta que da a la Ley está
abierta, como de costumbre; cuando el guardián se hace a un lado, el hombre se inclina para
espiar. El guardián lo ve, se sonríe y le dice:
—Si tu deseo es tan grande haz la prueba de entrar a pesar de mi prohibición. Pero
recuerda que soy poderoso. Y sólo soy el último de los guardianes. Entre salón y salón
también hay guardianes, cada uno más poderoso que el otro. Ya el tercer guardián es tan
terrible que no puedo mirarlo siquiera.
El campesino no había previsto estas dificultades; la Ley debería ser siempre
accesible para todos, piensa, pero al fijarse en el guardián, con su abrigo de pieles, su nariz
grande y aguileña, su barba negra de tártaro, rala y negra, decide que le conviene más esperar.
El guardián le da un escabel y le permite sentarse a un costado de la puerta.
Allí espera días y años. Intenta infinitas veces entrar y fatiga al guardián con sus
súplicas. Con frecuencia el guardián conversa brevemente con él, le hace preguntas sobre su
país y sobre muchas otras cosas; pero son preguntas indiferentes, como las de los grandes
señores, y, finalmente siempre le repite que no puede dejarlo entrar. El hombre, que se ha
provisto de muchas cosas para el viaje, sacrifica todo, por valioso que sea, para sobornar al
guardián. Este acepta todo, en efecto, pero le dice:
—Lo acepto para que no creas que has omitido ningún esfuerzo.
Durante esos largos años, el hombre observa casi continuamente al guardián: se
olvida de los otros y le parece que éste es el único obstáculo que lo separa de la Ley. Maldice
su mala suerte, durante los primeros años audazmente y en voz alta; más tarde, a medida que
envejece, sólo murmura para sí. Retorna a la infancia, y como en su cuidadosa y larga
contemplación del guardián ha llegado a conocer hasta las pulgas de su cuello de piel,
también suplica a las pulgas que lo ayuden y convenzan al guardián. Finalmente, su vista se
debilita, y ya no sabe si realmente hay menos luz, o si sólo lo engañan sus ojos. Pero en medio
de la oscuridad distingue un resplandor, que surge inextinguible de la puerta de la Ley. Ya le
queda poco tiempo de vida. Antes de morir, todas las experiencias de esos largos años se
confunden en su mente en una sola pregunta, que hasta ahora no ha formulado. Hace señas
al guardián para que se acerque, ya que el rigor de la muerte comienza a endurecer su cuerpo.
El guardián se ve obligado a agacharse mucho para hablar con él, porque la disparidad de
estaturas entre ambos ha aumentado bastante con el tiempo, para desmedro del campesino.
—¿Qué quieres saber ahora?—pregunta el guardián—. Eres insaciable.
—Todos se esfuerzan por llegar a la Ley —dice el hombre—; ¿cómo es posible
entonces que durante tantos años nadie más que yo pretendiera entrar?
El guardián comprende que el hombre está por morir, y para que sus desfallecientes
sentidos perciban sus palabras, le dice junto al oído con voz atronadora:
—Nadie podía pretenderlo porque esta entrada era solamente para ti. Ahora voy a
cerrarla.

DE LAS TRANSFORMACIONES
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra

Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el espíritu se convierte en


camello, y el camello en león, y el/eón, por fin, en niño.
¿Qué es pesado?, así pregunta el espíritu de carga, y se arrodilla, igual que el camello,
y quiere que lo carguen bien. ¿Acaso no es humillarse para hacer daño a la propia soberbia?
¿Hacer brillar la propia tontería para burlarse de la propia sabiduría? Con todas estas cosas,
las más pesadas de todas, carga el espíritu de carga: semejante al camello que corre al desierto
con su carga, así corre él a su desierto.
Pero en lo más solitario del desierto tiene lugar la segunda transformación: en león se
transforma aquí el espíritu, quiere conquistar su libertad como se conquista una presa y ser
señor en su propio desierto. Aquí busca a su último señor: quiere convertirse en enemigo de
él y de su último dios, con el gran dragón quiere pelear para conseguir la victoria. ¿Quién es
el gran dragón, al que el espíritu no quiere seguir llamando señor ni dios? ''Tú debes" se llama
el gran dragón. Pero el espíritu del león dice "yo quiero". Crear valores nuevos tampoco el
león es aún capaz de hacerlo: más crearse libertad para un nuevo crear, eso sí es capaz de
hacerlo el poder del león. Crearse libertad y un no santo incluso frente al deber: para ello,
hermanos míos, es preciso el león.
Pero decidme, hermanos míos, ¿qué es capaz de hacer el niño que ni siquiera el león
ha podido hacer? ¿Por qué el león tiene que convertirse todavía en niño? Inocencia es el niño,
y olvido, un nuevo comienzo, un juego, una rueda que se mueve por sí misma, un primer
movimiento, un santo decir sí. Tres transformaciones del espíritu os menciono: cómo el
espíritu se convirtió en camello, y el camello en león, y el león, por fin, en niño.
ES QUE SOMOS MUY POBRES
Juan Rulfo, [Cuento - Texto completo.]

Aquí todo va de mal en peor. La semana pasada se murió mi tía Jacinta, y el sábado,
cuando ya la habíamos enterrado y comenzaba a bajársenos la tristeza, comenzó a llover
como nunca. A mi papá eso le dio coraje, porque toda la cosecha de cebada estaba
asoleándose en el solar. Y el aguacero llegó de repente, en grandes olas de agua, sin darnos
tiempo ni siquiera a esconder aunque fuera un manojo; lo único que pudimos hacer, todos
los de mi casa, fue estarnos arrimados debajo del tejabán, viendo cómo el agua fría que caía
del cielo quemaba aquella cebada amarilla tan recién cortada.
Y apenas ayer, cuando mi hermana Tacha acababa de cumplir doce años, supimos
que la vaca que mi papá le regaló para el día de su santo se la había llevado el río.
El río comenzó a crecer hace tres noches, a eso de la madrugada. Yo estaba muy
dormido y, sin embargo, el estruendo que traía el río al arrastrarse me hizo despertar en
seguida y pegar el brinco de la cama con mi cobija en la mano, como si hubiera creído que
se estaba derrumbando el techo de mi casa. Pero después me volví a dormir, porque reconocí
el sonido del río y porque ese sonido se fue haciendo igual hasta traerme otra vez el sueño.
Cuando me levanté, la mañana estaba llena de nublazones y parecía que había seguido
lloviendo sin parar. Se notaba en que el ruido del río era más fuerte y se oía más cerca. Se
olía, como se huele una quemazón, el olor a podrido del agua revuelta.
A la hora en que me fui a asomar, el río ya había perdido sus orillas. Iba subiendo
poco a poco por la calle real, y estaba metiéndose a toda prisa en la casa de esa mujer que le
dicen la Tambora. El chapaleo del agua se oía al entrar por el corral y al salir en grandes
chorros por la puerta. La Tambora iba y venía caminando por lo que era ya un pedazo de río,
echando a la calle sus gallinas para que se fueran a esconder a algún lugar donde no les llegara
la corriente.
Y por el otro lado, por donde está el recodo, el río se debía de haber llevado, quién
sabe desde cuándo, el tamarindo que estaba en el solar de mi tía Jacinta, porque ahora ya no
se ve ningún tamarindo. Era el único que había en el pueblo, y por eso nomás la gente se da
cuenta de que la creciente esta que vemos es la más grande de todas las que ha bajado el río
en muchos años.
Mi hermana y yo volvimos a ir por la tarde a mirar aquel amontonadero de agua que
cada vez se hace más espesa y oscura y que pasa ya muy por encima de donde debe estar el
puente. Allí nos estuvimos horas y horas sin cansarnos viendo la cosa aquella. Después nos
subimos por la barranca, porque queríamos oír bien lo que decía la gente, pues abajo, junto
al río, hay un gran ruidazal y solo se ven las bocas de muchos que se abren y se cierran y
como que quieren decir algo; pero no se oye nada. Por eso nos subimos por la barranca, donde
también hay gente mirando el río y contando los perjuicios que ha hecho. Allí fue donde
supimos que el río se había llevado a la Serpentina, la vaca esa que era de mi hermana Tacha
porque mi papá se la regaló para el día de su cumpleaños y que tenía una oreja blanca y otra
colorada y muy bonitos ojos.
No acabo de saber por qué se le ocurriría a la Serpentina pasar el río este, cuando
sabía que no era el mismo río que ella conocía de a diario. La Serpentina nunca fue tan
atarantada. Lo más seguro es que ha de haber venido dormida para dejarse matar así nomás
por nomás. A mí muchas veces me tocó despertarla cuando le abría la puerta del corral porque
si no, de su cuenta, allí se hubiera estado el día entero con los ojos cerrados, bien quieta y
suspirando, como se oye suspirar a las vacas cuando duermen.
Y aquí ha de haber sucedido eso de que se durmió. Tal vez se le ocurrió despertar al
sentir que el agua pesada le golpeaba las costillas. Tal vez entonces se asustó y trató de
regresar; pero al volverse se encontró entreverada y acalambrada entre aquella agua negra y
dura como tierra corrediza. Tal vez bramó pidiendo que le ayudaran. Bramó como solo Dios
sabe cómo.
Yo le pregunté a un señor que vio cuando la arrastraba el río si no había visto también
al becerrito que andaba con ella. Pero el hombre dijo que no sabía si lo había visto. Solo dijo
que la vaca manchada pasó patas arriba muy cerquita de donde él estaba y que allí dio una
voltereta y luego no volvió a ver ni los cuernos ni las patas ni ninguna señal de vaca. Por el
río rodaban muchos troncos de árboles con todo y raíces y él estaba muy ocupado en sacar
leña, de modo que no podía fijarse si eran animales o troncos los que arrastraba.
Nomás por eso, no sabemos si el becerro está vivo, o si se fue detrás de su madre río
abajo. Si así fue, que Dios los ampare a los dos.
La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora
que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había
conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin
de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos
hermanas, las más grandes.
Según mi papá, ellas se habían echado a perder porque éramos muy pobres en mi casa
y ellas eran muy retobadas. Desde chiquillas ya eran rezongonas. Y tan luego que crecieron
les dio por andar con hombres de lo peor, que les enseñaron cosas malas. Ellas aprendieron
pronto y entendían muy bien los chiflidos, cuando las llamaban a altas horas de la noche.
Después salían hasta de día. Iban cada rato por agua al río y a veces, cuando uno menos se
lo esperaba, allí estaban en el corral, revolcándose en el suelo, todas encueradas y cada una
con un hombre trepado encima.
Entonces mi papá las corrió a las dos. Primero les aguantó todo lo que pudo; pero más
tarde ya no pudo aguantarlas más y les dio carrera para la calle. Ellas se fueron para Ayutla
o no sé para dónde; pero andan de pirujas.
Por eso le entra la mortificación a mi papá, ahora por la Tacha, que no quiere vaya a
resultar como sus otras dos hermanas, al sentir que se quedó muy pobre viendo la falta de su
vaca, viendo que ya no va a tener con qué entretenerse mientras le da por crecer y pueda
casarse con un hombre bueno, que la pueda querer para siempre. Y eso ahora va a estar difícil.
Con la vaca era distinto, pues no hubiera faltado quién se hiciera el ánimo de casarse con
ella, solo por llevarse también aquella vaca tan bonita.
La única esperanza que nos queda es que el becerro esté todavía vivo. Ojalá no se le
haya ocurrido pasar el río detrás de su madre. Porque si así fue, mi hermana Tacha está tantito
así de retirado de hacerse piruja. Y mamá no quiere.
Mi mamá no sabe por qué Dios la ha castigado tanto al darle unas hijas de ese modo,
cuando en su familia, desde su abuela para acá, nunca ha habido gente mala. Todos fueron
criados en el temor de Dios y eran muy obedientes y no le cometían irreverencias a nadie.
Todos fueron por el estilo. Quién sabe de dónde les vendría a ese par de hijas suyas aquel
mal ejemplo. Ella no se acuerda. Le da vueltas a todos sus recuerdos y no ve claro dónde
estuvo su mal o el pecado de nacerle una hija tras otra con la misma mala costumbre. No se
acuerda. Y cada vez que piensa en ellas, llora y dice: “Que Dios las ampare a las dos.”
Pero mi papá alega que aquello ya no tiene remedio. La peligrosa es la que queda
aquí, la Tacha, que como palo de ocote crece y crece y que ya tiene unos comienzos de senos
que prometen ser como los de sus hermanas: puntiagudos y altos y medio alborotados para
llamar la atención.
-Sí -dice-, le llenará los ojos a cualquiera dondequiera que la vean. Y acabará mal;
como que estoy viendo que acabará mal.
Esa es la mortificación de mi papá.
Y Tacha llora al sentir que su vaca no volverá porque se la ha matado el río. Está aquí
a mi lado, con su vestido color de rosa, mirando el río desde la barranca y sin dejar de llorar.
Por su cara corren chorretes de agua sucia como si el río se hubiera metido dentro de ella.
Yo la abrazo tratando de consolarla, pero ella no entiende. Llora con más ganas. De
su boca sale un ruido semejante al que se arrastra por las orillas del río, que la hace temblar
y sacudirse todita, y, mientras, la creciente sigue subiendo. El sabor a podrido que viene de
allá salpica la cara mojada de Tacha y los dos pechitos de ella se mueven de arriba abajo, sin
parar, como si de repente comenzaran a hincharse para empezar a trabajar por su perdición…
FIN
Entrada “ABEJAS” en el Diccionario filosófico de Voltaire.

ABEJAS. La especie de las abejas es superior a la raza humana en cuanto extrae de


su cuerpo una sustancia útil, mientras que todas nuestras secreciones son despreciables y no
hay una sola que no haga desagradable al género humano.
Me admira que los enjambres que escapan de la colmena sean más pacíficos que los
chiquillos al salir del colegio, pues en esas circunstancias las jóvenes abejas no pican a nadie,
o lo hacen raras veces y en casos excepcionales. Se dejan atrapar y con la mano se les puede
llevar a una colmena preparada para ello. Pero cuando en su nueva morada conocen sus
verdaderos intereses, se tornan semejantes a nosotros y nos declaran la guerra. En cierta
ocasión presencié cómo iban pacíficamente, durante seis meses, las abejas a libar el néctar
en un prado cercano cuajado de flores. Pero en cuanto comenzaron a segar el prado, salieron
furiosas de la colmena y acometiendo a los segadores que querían privarlas de su alimento
les obligaron a huir.
No sé quién fue el primero que dijo que las abejas se regían por un sistema
monárquico. Indudablemente, esta idea no la emitió ningún republicano. Tampoco sé quién
descubrió que se trataba de una reina en vez de un rey, y supuso que dicha reina era una
Mesalina que disponía de un serrallo fabuloso y se pasaba la vida ayuntándose y procreando,
poniendo y cobijando unos cuarenta mil huevos cada año. Y en las suposiciones se ha ido
más allá. Se ha pretendido que pone huevos de tres especies diferentes: de reinas, de esclavos,
que se llaman zánganos, y de sirvientas, que se llaman obreras. Pero esta suposición no
concuerda con las leyes ordinarias de la Naturaleza. Un eminente sabio, sagaz observador de
la naturaleza, inventó hace unos años la incubadora de pollos, que conocieron ya los egipcios
cuatro mil años atrás, sin importarle un ardid la enorme diferencia que media entre nuestro
clima y el de Egipto. Y también este sabio afirma que la reina de las abejas es la madre de
esas tres especies de ellas.
Ciertos naturalistas tuvieron por buenas esas teorías, hasta que apareció un hombre
que, dueño de seiscientas colmenas, creyó conocer mejor esta materia que los que sin poseer
ninguna han escrito volúmenes enteros sobre esta república industriosa, tan desconocida
como la de las hormigas. Ese hombre se llama Simón. Sin ínfulas de literato, escribe
llanamente, pero consigue recoger miel y cera. Es buen observador y sabe más sobre esta
materia que el prior de Jouval y que el autor del Espectáculo de la naturaleza. Estudió la vida
de las abejas durante veinte años y afirma que es falso cuanto se ha dicho de ellas, y que los
libros escritos sobre esta materia se han burlado de nosotros. Dice que hay efectivamente en
cada colmena un rey y una reina que perpetúan el linaje real y dirigen el laboreo de sus
súbditos, que ha visto dichos reyes y los ha dibujado. Asegura también que en las colmenas
existe la grey de los zánganos y la numerosa familia de las abejas obreras, machos y hembras,
y que éstas depositan sus huevos en las celdillas que han construido. ¿Cómo sería posible
que sólo la reina pudiera poner y cobijar cuarenta mil huevos uno tras otro? El sistema más
sencillo de averiguarlo suele ser el más verdadero. Sin embargo, yo he buscado muchas veces
al rey y a la reina y nunca he llegado a verlos. Algunos observadores afirman que han visto
a la reina rodeada de su corte, y han sacado de su colmena a ella y a su servidumbre,
poniéndolas a todas en el brazo. No he verificado este experimento, pero sí he tomado con la
mano las abejas de un enjambre que salía de la colmena sin que me picaran. Hay personas
tan convencidas de que las abejas no causan daño alguno que se ponen enjambres de ellas en
la cara y en el pecho. Virgilio escribió sobre las abejas incurriendo en los errores de su época.
Yo más bien me inclinaría a creer que el rey y la reina sólo son dos abejas normales que por
casualidad vuelan al frente de las demás, y que cuando todas juntas van a libar el néctar de
las flores hay algunas más rápidas que van delante, pero colegir de ello que en las colmenas
hay rey, reina y corte, resulta muy dudoso. Muchas especies de animales se agrupan y viven
juntos. Se han comparado los corderos y los toros con los reyes, porque entre ellos
frecuentemente hay uno que va delante y esta circunstancia ha llamado siempre la atención.
El animal que muestra mayor apariencia de ser rey y de poseer su corte es el gallo: llama de
continuo a las gallinas y deja caer de su pico el grano para que ellas lo coman, las dirige y las
defiende, no tolera que otro aspirante a rey participe con él del dominio de su pequeño estado,
y no se aleja nunca de su serrallo. Esta es la auténtica imagen de la monarquía, mejor
representada en un gallinero que en una colmena.
En el libro de los Proverbios, atribuido a Salomón, se dice «que cuatro cosas hay entre
las más pequeñas de la tierra, con más sabiduría que los mismos sabios: las hormigas, pueblo
débil que en verano almacena su comida; los conejos, pueblo pacífico que construye su casa
en la piedra; las langostas, que no tienen rey y salen todas en cuadrillas, y la araña, que teje
con las manos y está en palacios de reyes». Ignoro por qué Salomón se olvidó hablar de las
abejas, dotadas de instinto superior al de los conejos, aunque no ponen su casa en la piedra,
y de instinto superior al de la araña, cuyo ingenio desconozco. Yo siempre preferiré la abeja
a las langostas

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