3 Trabajo Social de Grupos
3 Trabajo Social de Grupos
3 Trabajo Social de Grupos
2.- El Trabajo Social de Grupo: siguiendo con lo que nos enseña Ezequiel Ander Egg, uno
de los signos distintivos del método del Trabajo Social es que siempre debe tener presente
la dimensión individual, colectiva y comunitaria de las personas con y para las que se
trabaja, independientemente de cuáles sean las técnicas que utilicemos para ello. Para un
nutrido grupo de autores, el medio ideal para enlazar estas dimensiones es el grupo, que hace
posible construir estructuras intermedias en las que concitar los intereses individuales con las
necesidades colectivas. Sin embargo, el grupo no es sólo un medio para lo comunitario, es
también un fin en sí mismo.
a.- Trabajo Social de Grupo, cuyo objetivo es ayudar a sus miembros mediante el grupo
constituyendo grupos socioterapéuticos y socioeducativos.
b.- Trabajo Social con Grupos, donde el objetivo es de tipo social, constituyendo grupos de
acción social dirigidos a la mejora de la colectividad en la que se inserta el grupo.
Esta distinción permite identificar con rapidez los distintos acentos a la hora de
entender el Trabajo Social de Grupo. Así, para De Robertis [1994] o Zamanillo [1998] el
grupo es sobre todo un medio para llegar a lo colectivo, llegando a afirmar que el Trabajo
Social Comunitario no se puede desarrollar sin la ayuda de un grupo de base. Mientras, otros
autores priman la visión del grupo como un objetivo en sí mismo, en consonancia con algunas
de las corrientes de corte psicologicista de amplio arraigo en determinadas áreas de actuación
del Trabajo Social. En cualquier caso, ambas visiones comparten ideas fundamentales:
a.- El grupo constituye un entorno adecuado para aprender y enseñar. En él las personas
llegan a poder compartir sus experiencias y trabajar juntas por un objetivo común.
b.- Los grupos son espacios privilegiados para lograr propósitos sociales que sus miembros
consideran deseables.
c.- En una sociedad de individuos cada vez más aislados que excluye a los que necesitan
ayuda, el grupo es una posibilidad de neutralizar estas consecuencias y descubrir al otro.
como medio para su socialización. Precisamente por ello, en situaciones en que los individuos
son más frágiles y vulnerables, la dinámica de grupos ofrece la oportunidad de mejorar la
vida de estas personas, rompiendo el aislamiento, permitiéndoles compartir problemas y
soluciones y capacitándoles para resolver problemas. En ese sentido, el gran reto del Trabajo
Social con grupos es, conforme a Fernández García y López Peláez [2006] cómo lograr
potenciar las habilidades sociales, las capacidades y la competencia social, para encontrar
apoyo social en situaciones de incertidumbre y afrontar oportunidades y situaciones
problemáticas en un mundo cada vez más complejo y cambiante.
Antecedentes Históricos del Trabajo Social con Grupos: Se tiene conocimiento, durante
los años veinte, de la utilización del trabajo con grupos por parte de Trabajadores Sociales
vinculados a asociaciones y programas de jóvenes [movimiento scout, centros judíos, etc.]
en EE.UU. En esos inicios, el grupo es considerado “un campo de actuación” u objetivo más
que un método. El establecimiento de la settlement houses y de las asociaciones cristianas de
jóvenes [YMCA] a finales del siglo XIX marcará el principio de esta modalidad de Trabajo
Social. Su principal actividad será la intervención con grupos – no el individual – al
considerar que este es el medio idóneo para resolver muchos de los problemas de los
individuos y evitar su aislamiento social, producto de la revolución industrial. Fruto de estas
y otras experiencias, aparecen a partir de los años treinta, diferentes manuales que intentan
sistematizar el trabajo con grupos. Años más tarde, en 1935, el trabajo con grupos es
reconocido en EE.UU. como una de las ramas del Trabajo Social junto con el “trabajo de
casos” y la “organización de la comunidad”. En síntesis, como señala Aguilar [2013], el
Trabajo Social con grupos nace como una práctica social no conceptualizada que emerge
para dar respuesta a diversos problemas sociales. A partir de los años treinta irá ganando
protagonismo como objeto de investigación e intervención. Así, en 1949, Lewin inicia sus
estudios con grupos y crea el primer laboratorio de investigación en psicología social, que
marca el inicio de la expansión de los grupos psicoterapéuticos. De este modo, poco a poco,
el Trabajo Social de Grupo se aparta del enfoque educativo y pone el énfasis en él como
medio de tratamiento.
La publicación en 1967 del libro de Vinter “Principios para la práctica del servicio
social de grupo” y casi al mismo tiempo, 1968, el de Konokpa “Trabajo Social de Grupo”
deben ser considerados los primeros intentos serios de formulación conceptual y
sistematización de este método en nuestro campo. Los años sesenta vendrán marcados por
una forma de entender el grupo como medio de tratamiento. De hecho esta última concepción
es la que se ha impuesto mayoritariamente en España, a pesar de las diferentes concepciones
teóricas y metodológicas que coexisten. No obstante, Rossell [1998] considera que aquí se
da una práctica en la que es difícil diferenciar los elementos terapéuticos de los de ayuda de
los objetivos de la colectividad. La realidad es que el Trabajo Social de Grupos se ha
desarrollado preferentemente en el ámbito de centros e instituciones residenciales [centro de
niños y niñas, salud mental, hospitales, residencias, etc.] y en mucha menor medida, con
objetivos sociales y comunitarios, entre grupos de presión, de desarrollo o de acción
comunitaria. [Josefa Fombuena Valero; Xavier Montagud Mayor; Ferran Senent i Domingo,
2015].
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de la evolución del servicio social de grupo que hace la autora se centra en Minas Gerais, es
bastante representativo de lo que ha ocurrido en casi todos los países. Claro está, con
variaciones según las realidades y experiencias.
a.- La comunicación: sabemos que toda interacción grupal, tanto verbal como no verbal,
depende en última instancia, de una comunicación eficaz. Mediante el proceso comunicativo,
los miembros discuten, debaten, fijan objetivos y resuelven diferencias. Diremos pues que la
comunicación será efectiva cuando el receptor interpreta el mensaje del emisor de la manera
deseada por este último. Para conseguirlo han de cumplirse una serie de requisitos: igualdad
y simetría entre los miembros del grupo, bimultidireccionalidad de la comunicación, respeto
y valoración positiva entre los miembros, sinceridad, confidencialidad, racionalidad y
empatía. En otro plano, encontramos cómo toda interacción entre los miembros de un grupo
está influida por tres elementos: el lenguaje no verbal, la atracción interpersonal, el tamaño
y conformación del grupo, el estatus de los miembros y la creatividad de los miembros. Todos
ellos configuran el proceso de comunicación en el grupo y condicionan sus posibilidades para
desenvolverse plenamente.
b.- La cohesión del grupo es otra dimensión básica de la dinámica de grupos. Crear y
mantener el vínculo entre los distintos miembros del equipo es un elemento esencial para
conseguir los objetivos propuestos. Para ello tendremos en cuenta factores como la atracción
interpersonal, los recursos y el estatus de los miembros del grupo, su necesidad de someter a
examen las propias habilidades y las comparaciones. La cohesión desempeña además un
doble papel: por un lado atraer el deseo de pertenecer como miembro pleno al grupo; por
otro, permitir que sus miembros alcancen sus propias metas en el proceso grupal.
c.- La integración viene por su parte dada por el conjunto de vínculos ambientales,
comportamentales, afectivos y cognitivos que unen a los miembros del grupo entre sí. Nos
referimos al modo en que las personas se sienten integradas y aceptadas como miembros
plenos del grupo. Su integración dependerá también de la influencia de las mayorías y las
minorías dentro del grupo, es decir, del modo en cómo influyan sus pensamientos,
sentimientos y conductas sobre las otras personas, tanto directa como indirectamente, en
cuestiones como la normalización de sus conductas, la conformidad o la innovación dentro
del grupo.
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d.- El poder y el control son elementos constantes en la vida social de las personas. Se ejerce
sobre otros tanto de forma individual como estructural por lo que el Trabajador Social debe
tenerlas en cuenta. En primer lugar, se produce su distribución en el interior del grupo según
las características de cada participante. En segundo, debe tenerse en cuenta su influencia en
relación con la clase social, el status y la cultura de cada miembro. Pero ese poder y control
y su ejercicio no son individuales. Pertenecen al grupo y permanecerá ligado a su existencia.
El Trabajador Social deberá conseguir orientar el poder y el control del grupo en un doble
sentido: garantizar un grado adecuado de orden y eficiencia en las reuniones grupales y
mantener la motivación de sus miembros. También debe tener en cuenta que ambos
elementos se asocian al liderazgo, que en muchas ocasiones, se corresponde con la propia
figura del Trabajador Social por lo que éste deberá saber hacer un uso correcto y flexible de
los mismos.
e.- La cultura es, en último lugar, una dimensión básica que nos permite comprender cómo
los miembros del grupo se comportan, analizan y se comunican con el resto de los integrantes.
La cultura del grupo vendrá definida por los valores, creencias, costumbres y tradiciones
compartidas y entendidas implícitamente por todos los miembros del grupo. A lo largo del
proceso grupal, la interrelación entre sus miembros debe permitir construir una cultura
específica de cada grupo, la cual debe ser observada por el Trabajador Social.
1.- Conocer el contexto familiar, social, político y cultural de los miembros, así como su
interacción.
2.- Atender al individuo y al grupo desde una perspectiva sistémica, tanto en la intervención
como en la evaluación.
3.- Definir, junto con los miembros del grupo, cuáles son las fortalezas de la dinámica grupal
para el cumplimiento de sus objetivos; y cuáles son sus debilidades a fin de dirigir también
las acciones a superarlas.
4.- Tener en cuenta que la función de ayuda mutua en el grupo está formada por múltiples
relaciones de ayuda. El papel del coordinador es por consiguiente ayudar a que se ayuden
entre sí. Y el papel del Trabajador Social es capacitar al coordinador para ejercer un correcto
liderazgo, capaz de descubrir las capacidades de cada miembro y encomendar tareas,
responsabilidades y acciones, transmitiendo confianza y valorando los logros obtenidos.
7.- El comportamiento de los grupos ha de ser analizado como una entidad separada y
diferenciada de cada uno de los integrantes.
8.- Tener en cuenta que el propósito y los objetivos del grupo influyen en el rol y función del
coordinador.
9.- Realizar el control y evaluación de los logros del grupo mediante la observación y la
medición de los resultados.
Tipos de Grupos: Conforme a Johnson y Johnson [2003], el grupo se define como dos o
más individuos que interactúan cara a cara, conscientes de su interdependencia, y
reconocen su propia pertenencia al grupo así como la de los demás, poniéndose de acuerdo
en alcanzar unos objetivos comunes.
Ahora bien, no todos los grupos reúnen todas estas características. En su definición
intervienen otros criterios que según pongan el acento en una u otra, conformarán el tipo de
grupo. Podemos encontrar una amplia variedad de grupos que se definen en función de la
acción que identifica su funcionamiento. En el ámbito del Trabajo Social, Zastrow [2008]
identifica diez tipos de grupos de los cuales ofrecemos un resumen:
1.- Conversación Social: grupo que se establece entre personas que no se conocen bien y
que conversan sobre un tema sin esquema ni objetivo fijo.
3.- Educativos: grupos en los que se enseña habilidades y conocimientos especializados que
suelen desarrollarse en un ambiente participativo.
4.- De Trabajo: se constituyen para conseguir una serie específica de tareas u objetivos y
que generalmente son desmantelados al cumplir su tarea.
6.- De Discusión: íntimamente relacionado con los grupos de trabajo, así como los grupos
de resolución de problemas y toma de decisiones. Pueden formarse por distintos motivos y
con diversos objetivos. Por lo general, son grupos que se conforman para analizar una
situación determinada que afecta a la comunidad, y en base al diálogo, se hace un diagnóstico
participativo de una situación problema y se discute respecto de las posibles soluciones.
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7.- De autoayuda y de ayuda mutua: grupo formado por iguales que se reúnen para
prestarse asistencia mutua con el fin de dar respuesta a una necesidad común, superando una
situación problemática y haciendo posible el cambio social y/o personal.
8.- De Socialización: su principal objetivo es lograr que sus miembros desarrollen actitudes
positivas y favorecedoras para su desenvolvimiento diario: autoconocimiento;
autovaloración; adquisición de competencias en las relaciones interpersonales.
9.- Terapéutico: grupos integrados por personas con problemas emocionales o conductuales
que exploran sobre ellos en profundidad y desarrollan estrategias para resolverlos.
Fases de la Dinámica de Grupos: Fernández García y López Peláez [2006] proponen una
estructura de las distintas etapas de vida por las que atraviesa un grupo; la descripción del
proceso de intervención; y las tareas más importantes que deben estar presentes en la
actividad del Trabajador Social. Estos autores distinguen cinco estadios: 1.- Fase de diseño
del grupo: diagnóstico y preparación; 2.- Fase inicial del grupo: inclusión y orientación; 3.-
Fase de organización y transición en el grupo; 4.- Fase del trabajo y correspondencia entre
los miembros; y 5.- Fase final del grupo. En las siguientes líneas vamos a describir con más
detalle cada una de esas fases:
Primera Fase: Diseño del grupo: diagnóstico y preparación. En esta primera fase el
Trabajador Social debe analizar las circunstancias del conjunto de personas que van a
participar en la dinámica grupal y decidir qué metodología puede ser la más adecuada para
facilitar el desarrollo de habilidades y competencias que hagan posible la experiencia de la
interacción entre sus miembros. Todo ello exige una labor pormenorizada de diagnóstico y
diseño del grupo en el que deben resolverse cuatro grandes cuestiones:
Por otro lado, a la hora de diseñar el grupo debemos tener en cuenta varias
consideraciones:
habilidades para vivir una vida mejor. Por ese motivo es preciso definir con exactitud cuál es
el punto de partida del grupo.
b.- Determinar las metas y objetivos de carácter individual y grupal: a partir de este
diagnóstico será posible establecer el propósito que buscamos y la meta que queremos lograr.
Establecer los objetivos con claridad facilitará el éxito de la dinámica grupal a la vez que
permite integrar las metas individuales con las del grupo. El elemento principal para
establecer su propósito es revisar cuál fue la motivación para ponerlo en marcha: el interés
del propio Trabajador Social, una decisión de la organización o una propuesta de un colectivo
o conjunto de personas.
✓ Las cualidades de los distintos miembros para desarrollar las tareas del grupo.
✓ El número de participantes que debe establecerse en función del buen
desarrollo grupal.
✓ Otras variables: la edad, el género, el nivel cultural y la idoneidad para trabajar
en equipo.
Segunda Fase: Fase Inicial del Grupo: inclusión y orientación. En esta fase se reúne por
primera vez el grupo, hecho que sin embargo no implica aún la existencia del mismo. En este
momento se dan dos procesos: el de inclusión y el de orientación. Al inicio, los miembros
que forman parte del grupo tienen diferentes expectativas. Es un tiempo de incertidumbre, en
el que dominan los miedos y en el que se utilizan los códigos relacionales ya conocidos en
sus familias o relaciones de amistad. Por consiguiente, las experiencias anteriores van a
proporcionar el cristal a través del que percibir en primera instancia el grupo [Napier, 2004].
Sin embargo, con el tiempo, la necesidad natural de agradar y ser aceptado irán relajando el
ambiente inicial y allanando el camino a la conformación del grupo. Se trata pues de lograr
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la cohesión del grupo respecto de sus miembros y respecto de la orientación hacia las metas
establecidas como objetivo.
Son varios los factores que en este momento influyen en el desarrollo del grupo y en
la forma en que sus miembros interactúan. Debemos conocerlos de antemano ya que sin su
consideración no se lograrán los objetivos propuestos:
Los principales objetivos que se deben obtener durante esta primera fase son:
1.- Lograr un clima de confianza: la primera consecuencia del logro de este objetivo es
satisfacer la necesidad de seguridad de sus miembros, aumentando la confianza en sí mismos
y en los demás. Algunas de las actitudes que la favorecerán son la aceptación, el respeto, la
empatía, la autenticidad y la apertura.
2.- Una presentación adecuada de los miembros: en este punto, los miembros del grupo se
ven las caras por primera vez. El Trabajador Social debe establecer los términos de la
presentación y la información básica que deben conocer. Es importante, en este primer
momento, que se pueda visualizar de algún modo las preocupaciones comunes de los
miembros del grupo. Además, se debe asegurar la capacidad de escucha de cada uno de los
miembros del grupo, cultivando el silencio interior de cada participante y el silencio exterior
en el clima grupal.
3.- Establecimiento de los propósitos, objetivos y metas: definir con claridad el propósito
del grupo contribuye a su eficacia y le dota de orientación, esperanza y compromiso. Cabe
recordar que este propósito debe ser flexible pues evolucionará en consonancia con la
trayectoria del grupo. Aun así en algunos casos, especialmente en los grupos involuntarios o
preformados, puede ocurrir que el propósito grupal no responda a las necesidades
experimentadas por sus miembros.
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5.- Desarrollar normas: cuando una persona se incorpora al grupo trae consigo sus propias
normas por lo que es preciso que el Trabajador Social establezca al principio las normas. Más
adelante, la interacción entre sus miembros, conformará otro tipo de normas más ajustadas a
los propósitos y a las características específicas del mismo.
6.- Desempeño del Trabajador Social: en esta fase el Trabajador Social es clave dado los
sentimientos de fragilidad e inseguridad de los miembros del grupo. Por consiguiente su
papel será inicialmente directivo tratando de orientar y organizar el funcionamiento del
grupo. Para ello debe activar ciertas habilidades y capacidades personales [empatía,
competencia, receptividad y cortesía] que faciliten la participación activa de los integrantes
del grupo.
Por consiguiente, el Trabajador Social debe prestar atención a los factores que
condicionan la dinámica. Sólo de este modo podrá ayudar a los miembros del grupo a
aprender a manejarlos y afrontarlos correctamente. En opinión de la mayoría de los autores
estos factores son:
Para Reid [1991], desde el punto de vista del Trabajo Social con grupos, cinco son
las estrategias para afrontar los conflictos:
1.- La competición, que se caracteriza por querer ganar a cualquier precio y en cualquier
caso anteponiendo las necesidades propias ante otras.
2.- La complacencia, de carácter cooperativo que trata de calmar o satisfacer las demandas
sin prestar atención a las propias necesidades.
4.- El diálogo, que se centra en que cada uno pueda dar a conocer su perspectiva frente a un
problema específico, sin pretender ser el dueño de la verdad, respetando la verdad que existe
en el argumento del otro, versando el diálogo sólo en los argumentos e ideas expresadas y
jamás permitir la ofensa personal, sin pretender que el otro renuncie a su propia identidad,
dejando abierta la posibilidad a modificar el propio pensamiento, y centrándose en los puntos
comunes más que en las diferencias, para alcanzar acuerdos en pos del bien común.
5.- La evitación, es decir, no prestar atención al conflicto y/o evitar que salga a la luz.
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Por otra parte, los objetivos fijados durante esta fase para los miembros del grupo
son:
1.- Redefinir y afianzar el propósito inicial del grupo, integrando los diferentes objetivos
personales de cada uno de los participantes que permitan acercarse a la meta prevista. Para
ello, el papel del Trabajador Social debe ser impulsar la acción hacia adelante en función de
los intereses y necesidades de sus miembros.
3.- Afianzar la cohesión del grupo, entendida como el vínculo permanente entre los
miembros del grupo, en base a la convicción de que cada uno debe buscar el bienestar del
otro. Pues cuanta más cohesión exista, más productivo resultará el grupo en el logro de sus
objetivos. Cabe recordar que la cohesión no es un fin en sí mismo sino un medio para el
propósito del grupo.
4.-. Precisar las normas del grupo y estructurar el trabajo. Las normas, cuanto más
precisas y claras más contribuyen a estructurar el grupo, otorgándole seguridad y reduciendo
el riesgo de conflicto. Hay cuatro normas que permiten evaluar continuamente el
funcionamiento correcto del grupo: el compromiso de asistencia y puntualidad; el respeto a
la limitación del tiempo de la reunión; no establecer comparaciones con otros miembros
durante la sesión; y una participación equilibrada de sus miembros. La estructura por su parte,
será el reflejo de la forma en que se establezca el liderazgo, la duración o el tipo de meta que
se persiga.
5.- Afrontar los miedos y resistencias del grupo. Para que el grupo sea completamente
operativo es necesario afrontar las inseguridades y miedos iniciales de sus miembros,
disminuyéndolos y realizando una correcta gestión de éstos. Para ello, el Trabajador Social
debe evitar las comparaciones, no hacer debates personales y diferenciar entre el valor de la
persona y la validez o veracidad de sus opiniones.
✓ El papel a desempeñar por parte del Trabajador Social, que en esta etapa debe
centrarse en evaluar la progresión hacia el logro y al mismo tiempo en evaluar
la correspondencia entre éste y el contexto social en el que los miembros
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Los objetivos en esta fase del proceso se pueden agrupar en cinco grandes ámbitos
que profundizan en algunas de las cuestiones tratadas con anterioridad:
1.- La estructuración del trabajo en grupo, que permite lograr un aprendizaje rápido de las
nuevas pautas de comportamiento.
2.- El logro de un mayor nivel de cohesión y confianza en el grupo que facilita enormemente
la orientación a la resolución de la tarea y al logro de las metas propuestas.
3.- El logro de las metas establecidas, que depende de que el grupo posea el nivel adecuado
de autoconocimiento, de apertura hacia los demás y de saber gestionar los niveles de ansiedad
y tensión que conlleva todo intento de cambio personal.
4.- El aumento de la competencia social de los miembros del grupo, pues, sus miembros
esperan sobre todo que esa experiencia les permita aumentarla.
5.- La evaluación del proceso grupal y de la evolución de cada participante, que debe incluir
tanto los aspectos positivos como negativos y permitir la retroalimentación interpersonal.
Quinta Fase: Fase Final: separación de los participantes en el Grupo: Los grupos no
pueden tener una vida ilimitada, pues, su función y su razón de ser no es ésta. Durante esta
última fase asistiremos al cierre de la dinámica que ha dirigido el trabajo con el grupo y a su
disolución, lo que conlleva que a menudo afloren entre sus miembros ciertos sentimientos de
pérdida. Además, no todos los miembros del grupo alcanzan el objetivo personal que se
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habían propuesto. Por ese motivo, las últimas sesiones son las más difíciles para el Trabajador
Social, que deberá conducirlas de modo que cumpla los objetivos formales que se había
propuesto en la intervención. Por otro lado, se trata de que al cierre los miembros del grupo
se vayan satisfechos, con esperanza, con la sensación de haber obtenido un conocimiento o
habilidad que les permitirá mejorar sus vidas. Por tanto, no debemos olvidar que en esta
última etapa el objetivo debe ser lograr un mayor crecimiento personal de los miembros del
grupo. Para ello tendremos en cuenta tres factores:
1.- Las reacciones ante la disolución del grupo, pues tras haber trabajado en dirección a la
cohesión y la ayuda mutua de sus miembros, ahora la acción se dirige a cerrar este espacio,
lo que implica muchos sentimientos de ambigüedad y pérdida. Las reacciones pueden ser
muy variadas y variables en intensidad.
2.- Los motivos para la disolución del grupo. El Trabajador Social debe evaluar estas
causas, ya que añade información sobre la dinámica del grupo. Zastrow [2008] incluye cinco
posibles casusas: a.- Terminación de un grupo exitoso; b.- Terminación de un grupo sin éxito;
c.- Abandono de un miembro; d.- Transferencia de un miembro; e.- Abandono del
coordinador.
3.- Las expectativas para la vida fuera del grupo que deben ser consideradas por el
Trabajador Social, pues favorecerán las interacciones entre los miembros en torno a los
planes futuros una vez finalizado el grupo.
Sabemos que la dinámica de grupos se aplica en ámbitos muy distintos y con fines
diferentes, motivo por el que los objetivos finales pueden serlo también. Por ese motivo es
indispensable guiarnos por un principio general: la adaptación al grupo y a la dinámica que
se ha desarrollado en él. Ahora bien, en todo tipo de grupos deberemos considerar al menos
estos objetivos:
a.- Orientar las reacciones de los participantes ante la disolución del grupo. Es decir,
conocer sus sentimientos y reacciones y gestionarlos de forma correcta, fortaleciendo y
consolidando los grupos alcanzados. En este momento debe proponerse a los miembros metas
que los sitúen ya fuera del grupo y que les permitan, al mismo tiempo, enriquecerlos y
prepararlos para el proceso de separación y disolución del grupo. Huelga decir que hay que
mostrar una actitud positiva ante el final del grupo que permita afrontar esta etapa como una
oportunidad para el futuro.
b.- Evaluación exhaustiva del grupo. En este momento cada miembro del grupo debe
comparar la situación inicial con la final, identificando los problemas sin resolver, pero sobre
todo constatando los problemas resueltos y los avances logrados. Esta tarea debe permitir
superar los sentimientos de preocupación y evolucionar hacia una actitud basada en el
reconocimiento, el agradecimiento, la satisfacción y los compromisos del futuro. Dentro de
la evaluación distinguiremos entre dos dimensiones:
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✓ La Evaluación del Proceso, que es una valoración realizada por los miembros
del grupo sobre los aspectos que les han resultado útiles o perjudiciales
respecto del uso de las técnicas, roles y materiales utilizados.
c.- Promover la mejora sostenida en el tiempo de los logros obtenidos, permitiendo así
que se fortalezcan las capacidades de cada persona para aplicarlas en su vida. Para alcanzar
este objetivo podemos seguir algunas pautas:
2.- ¿Qué beneficios reporta el desarrollo del Método de Trabajo Social de Grupos para los
individuos?
3.- ¿Cuáles son los hitos históricos principales en el desarrollo del Método de Trabajo Social
de Grupos, y cuáles son las preocupaciones principales de los autores latinoamericanos al
respecto?
4.- ¿Qué es la dinámica de grupo y cuáles son los factores que participan en ella?
6.- ¿Cómo se puede definir un grupo y qué tipos de grupos existen, en qué consisten?
7.- Desarrolle un esquema de las Fases por las que transita la vida de un grupo y destaque la
función o labor que le corresponde desempeñar al Trabajador Social en cada fase.