3 Trabajo Social de Grupos

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2.- El Trabajo Social de Grupo: siguiendo con lo que nos enseña Ezequiel Ander Egg, uno
de los signos distintivos del método del Trabajo Social es que siempre debe tener presente
la dimensión individual, colectiva y comunitaria de las personas con y para las que se
trabaja, independientemente de cuáles sean las técnicas que utilicemos para ello. Para un
nutrido grupo de autores, el medio ideal para enlazar estas dimensiones es el grupo, que hace
posible construir estructuras intermedias en las que concitar los intereses individuales con las
necesidades colectivas. Sin embargo, el grupo no es sólo un medio para lo comunitario, es
también un fin en sí mismo.

De entrada, entendemos indistintamente por Trabajo Social de Grupos y Trabajo


Social con Grupos “una forma de acción social realizada en situación de grupo que puede
perseguir propósitos muy diversos [educativos, correctivos, preventivos, de promoción,
crecimiento personal, etc.] cuya finalidad última es el crecimiento de los individuos en el
grupo y a través del grupo, así como el desarrollo del grupo hacia tareas específicas y como
medio para actuar sobre ámbitos sociales más amplios” [Aguilar, 2013]. Sin embargo,
según se privilegie la visión del grupo en sí mismo o se le considere un instrumento para
promover a sus integrantes, se diferenciará entre:

a.- Trabajo Social de Grupo, cuyo objetivo es ayudar a sus miembros mediante el grupo
constituyendo grupos socioterapéuticos y socioeducativos.

b.- Trabajo Social con Grupos, donde el objetivo es de tipo social, constituyendo grupos de
acción social dirigidos a la mejora de la colectividad en la que se inserta el grupo.

Esta distinción permite identificar con rapidez los distintos acentos a la hora de
entender el Trabajo Social de Grupo. Así, para De Robertis [1994] o Zamanillo [1998] el
grupo es sobre todo un medio para llegar a lo colectivo, llegando a afirmar que el Trabajo
Social Comunitario no se puede desarrollar sin la ayuda de un grupo de base. Mientras, otros
autores priman la visión del grupo como un objetivo en sí mismo, en consonancia con algunas
de las corrientes de corte psicologicista de amplio arraigo en determinadas áreas de actuación
del Trabajo Social. En cualquier caso, ambas visiones comparten ideas fundamentales:

a.- El grupo constituye un entorno adecuado para aprender y enseñar. En él las personas
llegan a poder compartir sus experiencias y trabajar juntas por un objetivo común.

b.- Los grupos son espacios privilegiados para lograr propósitos sociales que sus miembros
consideran deseables.

c.- En una sociedad de individuos cada vez más aislados que excluye a los que necesitan
ayuda, el grupo es una posibilidad de neutralizar estas consecuencias y descubrir al otro.

Concebimos el individuo como un sujeto inmerso en una red de vínculos relacionales


más amplios: familia, amigos, asociaciones, colectivos, comunidades, con los que crece, se
relaciona y conforma su identidad. En ese proceso el grupo desempeña un papel esencial
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como medio para su socialización. Precisamente por ello, en situaciones en que los individuos
son más frágiles y vulnerables, la dinámica de grupos ofrece la oportunidad de mejorar la
vida de estas personas, rompiendo el aislamiento, permitiéndoles compartir problemas y
soluciones y capacitándoles para resolver problemas. En ese sentido, el gran reto del Trabajo
Social con grupos es, conforme a Fernández García y López Peláez [2006] cómo lograr
potenciar las habilidades sociales, las capacidades y la competencia social, para encontrar
apoyo social en situaciones de incertidumbre y afrontar oportunidades y situaciones
problemáticas en un mundo cada vez más complejo y cambiante.

Antecedentes Históricos del Trabajo Social con Grupos: Se tiene conocimiento, durante
los años veinte, de la utilización del trabajo con grupos por parte de Trabajadores Sociales
vinculados a asociaciones y programas de jóvenes [movimiento scout, centros judíos, etc.]
en EE.UU. En esos inicios, el grupo es considerado “un campo de actuación” u objetivo más
que un método. El establecimiento de la settlement houses y de las asociaciones cristianas de
jóvenes [YMCA] a finales del siglo XIX marcará el principio de esta modalidad de Trabajo
Social. Su principal actividad será la intervención con grupos – no el individual – al
considerar que este es el medio idóneo para resolver muchos de los problemas de los
individuos y evitar su aislamiento social, producto de la revolución industrial. Fruto de estas
y otras experiencias, aparecen a partir de los años treinta, diferentes manuales que intentan
sistematizar el trabajo con grupos. Años más tarde, en 1935, el trabajo con grupos es
reconocido en EE.UU. como una de las ramas del Trabajo Social junto con el “trabajo de
casos” y la “organización de la comunidad”. En síntesis, como señala Aguilar [2013], el
Trabajo Social con grupos nace como una práctica social no conceptualizada que emerge
para dar respuesta a diversos problemas sociales. A partir de los años treinta irá ganando
protagonismo como objeto de investigación e intervención. Así, en 1949, Lewin inicia sus
estudios con grupos y crea el primer laboratorio de investigación en psicología social, que
marca el inicio de la expansión de los grupos psicoterapéuticos. De este modo, poco a poco,
el Trabajo Social de Grupo se aparta del enfoque educativo y pone el énfasis en él como
medio de tratamiento.

La publicación en 1967 del libro de Vinter “Principios para la práctica del servicio
social de grupo” y casi al mismo tiempo, 1968, el de Konokpa “Trabajo Social de Grupo”
deben ser considerados los primeros intentos serios de formulación conceptual y
sistematización de este método en nuestro campo. Los años sesenta vendrán marcados por
una forma de entender el grupo como medio de tratamiento. De hecho esta última concepción
es la que se ha impuesto mayoritariamente en España, a pesar de las diferentes concepciones
teóricas y metodológicas que coexisten. No obstante, Rossell [1998] considera que aquí se
da una práctica en la que es difícil diferenciar los elementos terapéuticos de los de ayuda de
los objetivos de la colectividad. La realidad es que el Trabajo Social de Grupos se ha
desarrollado preferentemente en el ámbito de centros e instituciones residenciales [centro de
niños y niñas, salud mental, hospitales, residencias, etc.] y en mucha menor medida, con
objetivos sociales y comunitarios, entre grupos de presión, de desarrollo o de acción
comunitaria. [Josefa Fombuena Valero; Xavier Montagud Mayor; Ferran Senent i Domingo,
2015].
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En Latinoamérica, siguiendo a Ander Egg, con Natalio Kisnerman [argentino],


Renée Dupont [uruguaya] y Zelia Torres [brasileña] se inicia lo que podríamos denominar
“un intento de versión latinoamericana del servicio social de grupo”. A ellos haremos algunas
referencias.

Kisnerman, si bien es autor de un libro – Servicio Social de grupo – ampliamente


difundido en todo el continente, actualmente considera que existe un método único del
servicio social, en el cual “el grupo es un área de análisis y el proceso de grupo, con sus
técnicas y procedimientos, uno de sus cauces de acción”. Con posterioridad a la publicación
de su libro sobre grupo, Kisnerman ha hecho lo que él mismo denomina una “primera
aproximación al método único, como consecuencia de la reconceptualización del servicio
social”. La obra de Kisnerman no se puede comprender sectorialmente, puesto que en los 8
volúmenes sobre Teoría y Práctica del Trabajo Social [publicados entre 1981 y 1987] ha
hecho un intento de abordaje de toda la problemática del servicio social. Sus propuestas sobre
el método de trabajo de grupo han sido enriquecidas con la publicación del volumen 6, de su
Teoría y Práctica, que titula simplemente Grupo. Kisnerman entiende sobre Trabajo Social
con grupos lo siguiente: “es una propuesta de trabajar juntos en una situación de encuentro –
reencuentro, cara a cara, aquí y ahora para lograr una mayor comprensión de los procesos
grupales y capacitarnos para operar en ellos. Es también una invitación a pensar, actuar y
sentir en compañía de otros… para ello disponemos de: a.- un conjunto de personas con la
necesidad de instrumentación para desarrollar una capacidad de intervención eficaz en los
procesos sociales; b.- un coordinador del proceso con un encuadre teórico, que concibe
siempre a las personas en grupos y éstos interactuando con otros grupos conformando un
espacio de convivencia social; y c.- un conjunto de técnicas y procedimientos”.

Por su lado, Renée Dupont, inserta en la corriente reformista – humanista, inicia un


esfuerzo de reconceptualización del servicio social de grupo, otorgándole a este método una
influencia decisiva en la realidad latinoamericana, y considera que falta aún un trabajo de
“conversión” de los conceptos de la sociología y de la psicología social, para su aplicación
al servicio social de grupo, y que la práctica “no se corresponde con teoría alguna, sino con
la capacidad de creación, opiniones e intuiciones de quien la realiza”. He aquí dos propuestas
valiosas y que se deben tener en cuenta en el intento de elaborar un método de Trabajo Social
con grupos adecuado a nuestra realidad. Otro aspecto que debemos destacar en la autora
mencionada es que ella no escapa ni hacia los temas psicológicos, ni hacia los temas
sociológicos, recurso frecuente en algunos Trabajadores Sociales, que no hacen trabajo con
grupos o de grupo, sino que teorizan sobre grupos.

Zelia Torres, sin caer en una mezcolanza incoherente, ha sabido aplicar el


conocimiento universal, recreándolo en su aplicación a las circunstancias socioculturales e
histórica de nuestra realidad. Su obra es la preocupación de reflexionar sobre nuestra propia
experiencia y dar a la misma una connotación científica, procurando analizar y organizar los
conceptos y objetivos teóricos en procedimientos prácticos. Es la tentativa de operacionalizar
y adecuar conocimientos científicos generales a situaciones específicas de actuación.
Además, Zelia ha sabido contextualizar el trabajo con los pequeños grupos, en la realidad
social en donde se desarrolla la vida de sus miembros y del mismo grupo. Si bien el análisis
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de la evolución del servicio social de grupo que hace la autora se centra en Minas Gerais, es
bastante representativo de lo que ha ocurrido en casi todos los países. Claro está, con
variaciones según las realidades y experiencias.

Principios Generales de la Dinámica de Grupos: Lewin acuñó el término “dinámica de


grupos” para explicar el funcionamiento de un grupo como un sistema de fuerzas en
interdependencia. En su interior intervienen una serie de elementos que rigen el destino
de los grupos y que influyen en las posibilidades de obtener las metas o propósitos que se
han planteado. En este sentido, debemos tener en cuenta cinco factores que participan en
esta dinámica: a.- la comunicación; b.- la cohesión; c.- la integración e influencia; d.- el poder
y el control; y e.- la cultura.

a.- La comunicación: sabemos que toda interacción grupal, tanto verbal como no verbal,
depende en última instancia, de una comunicación eficaz. Mediante el proceso comunicativo,
los miembros discuten, debaten, fijan objetivos y resuelven diferencias. Diremos pues que la
comunicación será efectiva cuando el receptor interpreta el mensaje del emisor de la manera
deseada por este último. Para conseguirlo han de cumplirse una serie de requisitos: igualdad
y simetría entre los miembros del grupo, bimultidireccionalidad de la comunicación, respeto
y valoración positiva entre los miembros, sinceridad, confidencialidad, racionalidad y
empatía. En otro plano, encontramos cómo toda interacción entre los miembros de un grupo
está influida por tres elementos: el lenguaje no verbal, la atracción interpersonal, el tamaño
y conformación del grupo, el estatus de los miembros y la creatividad de los miembros. Todos
ellos configuran el proceso de comunicación en el grupo y condicionan sus posibilidades para
desenvolverse plenamente.

b.- La cohesión del grupo es otra dimensión básica de la dinámica de grupos. Crear y
mantener el vínculo entre los distintos miembros del equipo es un elemento esencial para
conseguir los objetivos propuestos. Para ello tendremos en cuenta factores como la atracción
interpersonal, los recursos y el estatus de los miembros del grupo, su necesidad de someter a
examen las propias habilidades y las comparaciones. La cohesión desempeña además un
doble papel: por un lado atraer el deseo de pertenecer como miembro pleno al grupo; por
otro, permitir que sus miembros alcancen sus propias metas en el proceso grupal.

c.- La integración viene por su parte dada por el conjunto de vínculos ambientales,
comportamentales, afectivos y cognitivos que unen a los miembros del grupo entre sí. Nos
referimos al modo en que las personas se sienten integradas y aceptadas como miembros
plenos del grupo. Su integración dependerá también de la influencia de las mayorías y las
minorías dentro del grupo, es decir, del modo en cómo influyan sus pensamientos,
sentimientos y conductas sobre las otras personas, tanto directa como indirectamente, en
cuestiones como la normalización de sus conductas, la conformidad o la innovación dentro
del grupo.
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d.- El poder y el control son elementos constantes en la vida social de las personas. Se ejerce
sobre otros tanto de forma individual como estructural por lo que el Trabajador Social debe
tenerlas en cuenta. En primer lugar, se produce su distribución en el interior del grupo según
las características de cada participante. En segundo, debe tenerse en cuenta su influencia en
relación con la clase social, el status y la cultura de cada miembro. Pero ese poder y control
y su ejercicio no son individuales. Pertenecen al grupo y permanecerá ligado a su existencia.
El Trabajador Social deberá conseguir orientar el poder y el control del grupo en un doble
sentido: garantizar un grado adecuado de orden y eficiencia en las reuniones grupales y
mantener la motivación de sus miembros. También debe tener en cuenta que ambos
elementos se asocian al liderazgo, que en muchas ocasiones, se corresponde con la propia
figura del Trabajador Social por lo que éste deberá saber hacer un uso correcto y flexible de
los mismos.

e.- La cultura es, en último lugar, una dimensión básica que nos permite comprender cómo
los miembros del grupo se comportan, analizan y se comunican con el resto de los integrantes.
La cultura del grupo vendrá definida por los valores, creencias, costumbres y tradiciones
compartidas y entendidas implícitamente por todos los miembros del grupo. A lo largo del
proceso grupal, la interrelación entre sus miembros debe permitir construir una cultura
específica de cada grupo, la cual debe ser observada por el Trabajador Social.

Al Trabajador Social le compete, en este contexto, las siguientes acciones en favor


de la dinámica grupal:

1.- Conocer el contexto familiar, social, político y cultural de los miembros, así como su
interacción.

2.- Atender al individuo y al grupo desde una perspectiva sistémica, tanto en la intervención
como en la evaluación.

3.- Definir, junto con los miembros del grupo, cuáles son las fortalezas de la dinámica grupal
para el cumplimiento de sus objetivos; y cuáles son sus debilidades a fin de dirigir también
las acciones a superarlas.

4.- Tener en cuenta que la función de ayuda mutua en el grupo está formada por múltiples
relaciones de ayuda. El papel del coordinador es por consiguiente ayudar a que se ayuden
entre sí. Y el papel del Trabajador Social es capacitar al coordinador para ejercer un correcto
liderazgo, capaz de descubrir las capacidades de cada miembro y encomendar tareas,
responsabilidades y acciones, transmitiendo confianza y valorando los logros obtenidos.

5.- Poner el énfasis en el empoderamiento. El Trabajador Social debe promover la autonomía


del grupo y de sus miembros, dejando en claro que dentro del grupo, de acuerdo con la
situación que enfrente, podrán surgir más de un liderazgo.
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6.- La intervención y la evaluación deben caracterizarse por la flexibilidad frente a los


cambios en la dinámica grupal y los acontecimientos que emergen en la realidad o contexto
en el que está inserto el grupo.

7.- El comportamiento de los grupos ha de ser analizado como una entidad separada y
diferenciada de cada uno de los integrantes.

8.- Tener en cuenta que el propósito y los objetivos del grupo influyen en el rol y función del
coordinador.

9.- Realizar el control y evaluación de los logros del grupo mediante la observación y la
medición de los resultados.

Tipos de Grupos: Conforme a Johnson y Johnson [2003], el grupo se define como dos o
más individuos que interactúan cara a cara, conscientes de su interdependencia, y
reconocen su propia pertenencia al grupo así como la de los demás, poniéndose de acuerdo
en alcanzar unos objetivos comunes.

Ahora bien, no todos los grupos reúnen todas estas características. En su definición
intervienen otros criterios que según pongan el acento en una u otra, conformarán el tipo de
grupo. Podemos encontrar una amplia variedad de grupos que se definen en función de la
acción que identifica su funcionamiento. En el ámbito del Trabajo Social, Zastrow [2008]
identifica diez tipos de grupos de los cuales ofrecemos un resumen:

1.- Conversación Social: grupo que se establece entre personas que no se conocen bien y
que conversan sobre un tema sin esquema ni objetivo fijo.

2.- Recreativos y de Desarrollo de Habilidades: grupos que se establecen en torno a una


actividad de ocio y / o deporte, carentes por lo general de líder y cuya mejora de habilidades
se realiza de forma amena e informal.

3.- Educativos: grupos en los que se enseña habilidades y conocimientos especializados que
suelen desarrollarse en un ambiente participativo.

4.- De Trabajo: se constituyen para conseguir una serie específica de tareas u objetivos y
que generalmente son desmantelados al cumplir su tarea.

5.- Resolución de problemas y toma de decisiones: pueden considerarse una subcategoría


de los grupos de trabajo. Tiene como objetivo desarrollar un plan de tratamiento, la
resolución de un problema concreto o facilitar la toma de decisiones.

6.- De Discusión: íntimamente relacionado con los grupos de trabajo, así como los grupos
de resolución de problemas y toma de decisiones. Pueden formarse por distintos motivos y
con diversos objetivos. Por lo general, son grupos que se conforman para analizar una
situación determinada que afecta a la comunidad, y en base al diálogo, se hace un diagnóstico
participativo de una situación problema y se discute respecto de las posibles soluciones.
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7.- De autoayuda y de ayuda mutua: grupo formado por iguales que se reúnen para
prestarse asistencia mutua con el fin de dar respuesta a una necesidad común, superando una
situación problemática y haciendo posible el cambio social y/o personal.

8.- De Socialización: su principal objetivo es lograr que sus miembros desarrollen actitudes
positivas y favorecedoras para su desenvolvimiento diario: autoconocimiento;
autovaloración; adquisición de competencias en las relaciones interpersonales.

9.- Terapéutico: grupos integrados por personas con problemas emocionales o conductuales
que exploran sobre ellos en profundidad y desarrollan estrategias para resolverlos.

10.- De sensibilización y Entrenamiento: se refieren a una experiencia de grupo en la que


las personas se relacionan entre sí de una manera íntima. Su objetivo es mejorar la conciencia
interpersonal sobre un tema o problema.

Fases de la Dinámica de Grupos: Fernández García y López Peláez [2006] proponen una
estructura de las distintas etapas de vida por las que atraviesa un grupo; la descripción del
proceso de intervención; y las tareas más importantes que deben estar presentes en la
actividad del Trabajador Social. Estos autores distinguen cinco estadios: 1.- Fase de diseño
del grupo: diagnóstico y preparación; 2.- Fase inicial del grupo: inclusión y orientación; 3.-
Fase de organización y transición en el grupo; 4.- Fase del trabajo y correspondencia entre
los miembros; y 5.- Fase final del grupo. En las siguientes líneas vamos a describir con más
detalle cada una de esas fases:

Primera Fase: Diseño del grupo: diagnóstico y preparación. En esta primera fase el
Trabajador Social debe analizar las circunstancias del conjunto de personas que van a
participar en la dinámica grupal y decidir qué metodología puede ser la más adecuada para
facilitar el desarrollo de habilidades y competencias que hagan posible la experiencia de la
interacción entre sus miembros. Todo ello exige una labor pormenorizada de diagnóstico y
diseño del grupo en el que deben resolverse cuatro grandes cuestiones:

✓ ¿Cómo se va a organizar el grupo?


✓ ¿Cuáles son la cultura, el contexto social, la entidad [pública o privada] que
financia la formación del grupo?
✓ ¿Cuáles son los principales retos y sucesos que podemos prever según el
perfil del grupo, su contexto sociocultural y las metas que pretendemos
alcanzar?
✓ ¿Qué ventajas se derivan de un diseño correcto del grupo?

Por otro lado, a la hora de diseñar el grupo debemos tener en cuenta varias
consideraciones:

a.- Establecer el problema, necesidad o situación: no debemos entender por tales


únicamente una situación problemática derivada de las carencias básicas de integración, sino
también aquellas situaciones en las que las personas buscan mejorar sus capacidades y
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habilidades para vivir una vida mejor. Por ese motivo es preciso definir con exactitud cuál es
el punto de partida del grupo.

b.- Determinar las metas y objetivos de carácter individual y grupal: a partir de este
diagnóstico será posible establecer el propósito que buscamos y la meta que queremos lograr.
Establecer los objetivos con claridad facilitará el éxito de la dinámica grupal a la vez que
permite integrar las metas individuales con las del grupo. El elemento principal para
establecer su propósito es revisar cuál fue la motivación para ponerlo en marcha: el interés
del propio Trabajador Social, una decisión de la organización o una propuesta de un colectivo
o conjunto de personas.

c.- Analizar el contexto social: la intervención no debe descontextualizarse del espacio en


el que trabaja el profesional y en el que viven sus participantes. El entorno ambiental en el
que se desarrolla el grupo tiene una importancia crucial pues en él se definen buena parte de
las situaciones problemáticas que orientan la acción del grupo.

d.- Fijar la composición del grupo: su estructura [composición, número y características]


influye en el diagnóstico y metas que fije la dinámica grupal y determina las posibilidades de
éxito. No es igual la configuración de un grupo terapéutico que la de un grupo orientado a la
toma de decisiones o de autoayuda. Ahora bien, tres principios deben tenerse en cuenta a la
hora de llevar a cabo esta tarea:

✓ Las cualidades de los distintos miembros para desarrollar las tareas del grupo.
✓ El número de participantes que debe establecerse en función del buen
desarrollo grupal.
✓ Otras variables: la edad, el género, el nivel cultural y la idoneidad para trabajar
en equipo.

e.- Programación temporal y de ubicación del grupo: la duración de la dinámica grupal es


muy variable y determina profundamente sus posibilidades. Los grupos de corta duración por
ejemplo, suelen establecer entre una y doce sesiones mientras que otros pueden extenderse
en el tiempo. La frecuencia de las reuniones suele ser semanal aunque debe adaptarse a las
necesidades del grupo. En cuanto al lugar sobra decir que debe ser confortable y evitar
interferencias o interrupciones del entorno en el que se encuentre.

Segunda Fase: Fase Inicial del Grupo: inclusión y orientación. En esta fase se reúne por
primera vez el grupo, hecho que sin embargo no implica aún la existencia del mismo. En este
momento se dan dos procesos: el de inclusión y el de orientación. Al inicio, los miembros
que forman parte del grupo tienen diferentes expectativas. Es un tiempo de incertidumbre, en
el que dominan los miedos y en el que se utilizan los códigos relacionales ya conocidos en
sus familias o relaciones de amistad. Por consiguiente, las experiencias anteriores van a
proporcionar el cristal a través del que percibir en primera instancia el grupo [Napier, 2004].
Sin embargo, con el tiempo, la necesidad natural de agradar y ser aceptado irán relajando el
ambiente inicial y allanando el camino a la conformación del grupo. Se trata pues de lograr
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la cohesión del grupo respecto de sus miembros y respecto de la orientación hacia las metas
establecidas como objetivo.

Son varios los factores que en este momento influyen en el desarrollo del grupo y en
la forma en que sus miembros interactúan. Debemos conocerlos de antemano ya que sin su
consideración no se lograrán los objetivos propuestos:

➢ Antecedentes socioculturales: se trata de averiguar qué predisposiciones pueden


influir y afectar a la marcha del grupo, de modo que sus miembros los conozcan y las
puedan tener en cuenta.
➢ La incertidumbre sobre las metas y los objetivos del grupo: cada integrante trae
consigo sus propias necesidades, motivaciones y emociones por lo que duda si el
grupo será el lugar adecuado en el que expresarlos. El Trabajador Social no debe ser
ajeno a este sentimiento y deberá resolver estas incertidumbres lo antes posible para
facilitar la cohesión del grupo.
➢ Gestión de conflictos en la fase inicial: el papel del Trabajador Social debe tener
como objetivo prioritario tratar los conflictos que permitan establecer los límites de
las conductas individuales en el grupo y faciliten la confianza entre sus miembros.
➢ Los patrones de comunicación: las conductas comunicativas son muy variadas.
Inicialmente los individuos evitarán hablar de sí mismos y la comunicación será
estereotipada pero aun así estos patrones irán cambiando a otros más acordes al
progreso del grupo.

Los principales objetivos que se deben obtener durante esta primera fase son:

1.- Lograr un clima de confianza: la primera consecuencia del logro de este objetivo es
satisfacer la necesidad de seguridad de sus miembros, aumentando la confianza en sí mismos
y en los demás. Algunas de las actitudes que la favorecerán son la aceptación, el respeto, la
empatía, la autenticidad y la apertura.

2.- Una presentación adecuada de los miembros: en este punto, los miembros del grupo se
ven las caras por primera vez. El Trabajador Social debe establecer los términos de la
presentación y la información básica que deben conocer. Es importante, en este primer
momento, que se pueda visualizar de algún modo las preocupaciones comunes de los
miembros del grupo. Además, se debe asegurar la capacidad de escucha de cada uno de los
miembros del grupo, cultivando el silencio interior de cada participante y el silencio exterior
en el clima grupal.

3.- Establecimiento de los propósitos, objetivos y metas: definir con claridad el propósito
del grupo contribuye a su eficacia y le dota de orientación, esperanza y compromiso. Cabe
recordar que este propósito debe ser flexible pues evolucionará en consonancia con la
trayectoria del grupo. Aun así en algunos casos, especialmente en los grupos involuntarios o
preformados, puede ocurrir que el propósito grupal no responda a las necesidades
experimentadas por sus miembros.
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4.- Confidencialidad de la información que se intercambia: es clave para la buena marcha


del grupo determinar con exactitud qué información de la vertida en el curso de las reuniones
de grupo puede ser de dominio público y cuál estará sujeta a confidencialidad, pues las
filtraciones afectan seriamente a la confianza y la cohesión del grupo. Es evidente que no
puede existir la misma exigencia respecto de la confidencialidad en un grupo terapéutico que
en uno orientado a la tarea.

5.- Desarrollar normas: cuando una persona se incorpora al grupo trae consigo sus propias
normas por lo que es preciso que el Trabajador Social establezca al principio las normas. Más
adelante, la interacción entre sus miembros, conformará otro tipo de normas más ajustadas a
los propósitos y a las características específicas del mismo.

6.- Desempeño del Trabajador Social: en esta fase el Trabajador Social es clave dado los
sentimientos de fragilidad e inseguridad de los miembros del grupo. Por consiguiente su
papel será inicialmente directivo tratando de orientar y organizar el funcionamiento del
grupo. Para ello debe activar ciertas habilidades y capacidades personales [empatía,
competencia, receptividad y cortesía] que faciliten la participación activa de los integrantes
del grupo.

Tercera Fase: Transición en el Grupo: incertidumbre, resistencias e inicio. Continúa la


exploración e incertidumbre de los participantes, ya no respecto a su adecuación al grupo
sino respecto a la distribución del poder y la forma de comunicación entre sus miembros. La
interacción en este momento se caracteriza por la búsqueda del equilibrio y la definición del
rol y posición de cada uno de sus miembros, procesos ambos que son fuente de ansiedad y
conflicto.

Por consiguiente, el Trabajador Social debe prestar atención a los factores que
condicionan la dinámica. Sólo de este modo podrá ayudar a los miembros del grupo a
aprender a manejarlos y afrontarlos correctamente. En opinión de la mayoría de los autores
estos factores son:

✓ La incertidumbre y negociación del poder. La interacción del grupo tiene como


consecuencia un triple conflicto: el que se refiere a la definición del poder y control
del grupo; el relativo a las jerarquías que se establecen entre los miembros del grupo
y éstos y el Trabajador Social; y el que se genera en torno a la definición del patrón
de comunicación e interacción entre los participantes. La base de este triple conflicto
es la búsqueda de la aceptación como miembros de pleno derecho y su
correspondencia con algún grado de poder. Lograr la integración de estos conflictos
será la clave del éxito del grupo. Para ello es preciso resdistribuir el poder entre sus
miembros de modo que estos logren cierto reconocimiento en su seno, permitiéndoles
alcanzar a cada uno sus propias metas. En esta fase, el papel del Trabajador Social
debe cambiar del rol directivo al rol delegativo, transfiriendo parte de su poder a los
participantes.
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✓ La gestión de Conflictos. El conflicto es un hecho inevitable, más si cabe en esta


fase en la que cada miembro trata de expresar su individualidad y su preferencia por
una u otra estructura y jerarquía en el grupo. Es tan peligroso ocultar el conflicto,
silenciándolo o convirtiéndolo en un problema como no hacer nada al respecto. Un
principio básico para lograr la cohesión del grupo y aumentar su confianza es abordar
cualquier conflicto que surja. La primera pista que deberá observar el Trabajador
Social son las quejas o reclamaciones lanzadas por algún miembro del grupo a él.
Algunas se pueden resolver en la relación individual pero otras precisarán de la
participación de todo el grupo. Desde la perspectiva del Trabajo Social la gestión de
los conflictos debe apoyarse en tres principios:

1.- Manifestar el conflicto, sacándolo a la luz y objetivándolo de forma


que pueda ser gestionado por los participantes.
2.- Comprender la inevitabilidad del conflicto derivada del carácter
particular de cada miembro, de la relación entre cada uno de ellos, y
de estos con el Trabajador Social.
3.- Comprender que los conflictos son necesarios para una correcta
dinámica del grupo, pues a partir de cada uno de ellos, los miembros
del grupo adquieren conocimientos y habilidades que les permitirán
crecer a ellos como al conjunto.

Para Reid [1991], desde el punto de vista del Trabajo Social con grupos, cinco son
las estrategias para afrontar los conflictos:

1.- La competición, que se caracteriza por querer ganar a cualquier precio y en cualquier
caso anteponiendo las necesidades propias ante otras.

2.- La complacencia, de carácter cooperativo que trata de calmar o satisfacer las demandas
sin prestar atención a las propias necesidades.

3.- La colaboración, que persigue la satisfacción de todas las partes buscando la


colaboración entre los participantes y buscando una solución que sea aceptada por todos.

4.- El diálogo, que se centra en que cada uno pueda dar a conocer su perspectiva frente a un
problema específico, sin pretender ser el dueño de la verdad, respetando la verdad que existe
en el argumento del otro, versando el diálogo sólo en los argumentos e ideas expresadas y
jamás permitir la ofensa personal, sin pretender que el otro renuncie a su propia identidad,
dejando abierta la posibilidad a modificar el propio pensamiento, y centrándose en los puntos
comunes más que en las diferencias, para alcanzar acuerdos en pos del bien común.

5.- La evitación, es decir, no prestar atención al conflicto y/o evitar que salga a la luz.
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Por otra parte, los objetivos fijados durante esta fase para los miembros del grupo
son:

1.- Redefinir y afianzar el propósito inicial del grupo, integrando los diferentes objetivos
personales de cada uno de los participantes que permitan acercarse a la meta prevista. Para
ello, el papel del Trabajador Social debe ser impulsar la acción hacia adelante en función de
los intereses y necesidades de sus miembros.

2.- Aumentar el nivel de confianza grupal, mediante el conocimiento mutuo de los


integrantes del grupo, que permitirá una comunicación más sincera y abierta y facilitará la
orientación hacia las metas previstas. El Trabajador Social debe evaluar si el grupo ha
alcanzado el nivel de confianza necesario utilizando para ello indicadores verbales y no
verbales.

3.- Afianzar la cohesión del grupo, entendida como el vínculo permanente entre los
miembros del grupo, en base a la convicción de que cada uno debe buscar el bienestar del
otro. Pues cuanta más cohesión exista, más productivo resultará el grupo en el logro de sus
objetivos. Cabe recordar que la cohesión no es un fin en sí mismo sino un medio para el
propósito del grupo.

4.-. Precisar las normas del grupo y estructurar el trabajo. Las normas, cuanto más
precisas y claras más contribuyen a estructurar el grupo, otorgándole seguridad y reduciendo
el riesgo de conflicto. Hay cuatro normas que permiten evaluar continuamente el
funcionamiento correcto del grupo: el compromiso de asistencia y puntualidad; el respeto a
la limitación del tiempo de la reunión; no establecer comparaciones con otros miembros
durante la sesión; y una participación equilibrada de sus miembros. La estructura por su parte,
será el reflejo de la forma en que se establezca el liderazgo, la duración o el tipo de meta que
se persiga.

5.- Afrontar los miedos y resistencias del grupo. Para que el grupo sea completamente
operativo es necesario afrontar las inseguridades y miedos iniciales de sus miembros,
disminuyéndolos y realizando una correcta gestión de éstos. Para ello, el Trabajador Social
debe evitar las comparaciones, no hacer debates personales y diferenciar entre el valor de la
persona y la validez o veracidad de sus opiniones.

Cuarta Fase: Trabajo y Correspondencia: Logro de Metas: En este momento el grupo


ha alcanzado las condiciones óptimas para centrarse en lograr las metas establecidas.
Conviven ahora altos niveles de interacción grupal con un comportamiento cooperativo
orientado al propósito. Pueden dedicarse a tratar en profundidad los problemas para los que
fueron convocados los miembros del grupo. En este contexto, tres son los factores que
intervienen y condicionan el éxito de esta fase:

✓ El papel a desempeñar por parte del Trabajador Social, que en esta etapa debe
centrarse en evaluar la progresión hacia el logro y al mismo tiempo en evaluar
la correspondencia entre éste y el contexto social en el que los miembros
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tienen que desenvolverse. Las principales estrategias a utilizar: explicitar las


metas establecidas como objetivo del grupo, llevar a cabo evaluaciones
periódicas y diseñar actividades específicas que permitan avanzar hacia esos
logros.
✓ La correspondencia y el apoyo mutuo que son la base del modelo de
interrelación que rige el grupo en este momento. Nos encontramos ante un
grupo cohesionado y con una alta motivación hacia la tarea. La interacción se
caracteriza por una comunicación abierta y una alta participación que permite
manejar los conflictos con facilidad. Esta situación permite al Trabajador
Social relajar su posición directiva.
✓ La progresividad, gradualidad y reversibilidad de la dinámica grupal. El
proceso por el que se interiorizan determinadas habilidades, conocimientos o
pautas de comportamiento es progresivo pero depende tanto de variables
individuales como grupales. Del mismo modo que no todo el mundo avanza
al mismo ritmo, no todos los grupos progresan del mismo modo. Además, los
procesos evolutivos dentro del grupo son reversibles y por consiguiente,
problemas o conflictos que parecían superados pueden volver a resurgir con
fuerza. Ante estas situaciones el Trabajador Social debe actuar como si se
tratara de una oportunidad para crecer y aprender y no correr, reprender o
esconder la situación.

Los objetivos en esta fase del proceso se pueden agrupar en cinco grandes ámbitos
que profundizan en algunas de las cuestiones tratadas con anterioridad:

1.- La estructuración del trabajo en grupo, que permite lograr un aprendizaje rápido de las
nuevas pautas de comportamiento.

2.- El logro de un mayor nivel de cohesión y confianza en el grupo que facilita enormemente
la orientación a la resolución de la tarea y al logro de las metas propuestas.

3.- El logro de las metas establecidas, que depende de que el grupo posea el nivel adecuado
de autoconocimiento, de apertura hacia los demás y de saber gestionar los niveles de ansiedad
y tensión que conlleva todo intento de cambio personal.

4.- El aumento de la competencia social de los miembros del grupo, pues, sus miembros
esperan sobre todo que esa experiencia les permita aumentarla.

5.- La evaluación del proceso grupal y de la evolución de cada participante, que debe incluir
tanto los aspectos positivos como negativos y permitir la retroalimentación interpersonal.

Quinta Fase: Fase Final: separación de los participantes en el Grupo: Los grupos no
pueden tener una vida ilimitada, pues, su función y su razón de ser no es ésta. Durante esta
última fase asistiremos al cierre de la dinámica que ha dirigido el trabajo con el grupo y a su
disolución, lo que conlleva que a menudo afloren entre sus miembros ciertos sentimientos de
pérdida. Además, no todos los miembros del grupo alcanzan el objetivo personal que se
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habían propuesto. Por ese motivo, las últimas sesiones son las más difíciles para el Trabajador
Social, que deberá conducirlas de modo que cumpla los objetivos formales que se había
propuesto en la intervención. Por otro lado, se trata de que al cierre los miembros del grupo
se vayan satisfechos, con esperanza, con la sensación de haber obtenido un conocimiento o
habilidad que les permitirá mejorar sus vidas. Por tanto, no debemos olvidar que en esta
última etapa el objetivo debe ser lograr un mayor crecimiento personal de los miembros del
grupo. Para ello tendremos en cuenta tres factores:

1.- Las reacciones ante la disolución del grupo, pues tras haber trabajado en dirección a la
cohesión y la ayuda mutua de sus miembros, ahora la acción se dirige a cerrar este espacio,
lo que implica muchos sentimientos de ambigüedad y pérdida. Las reacciones pueden ser
muy variadas y variables en intensidad.

2.- Los motivos para la disolución del grupo. El Trabajador Social debe evaluar estas
causas, ya que añade información sobre la dinámica del grupo. Zastrow [2008] incluye cinco
posibles casusas: a.- Terminación de un grupo exitoso; b.- Terminación de un grupo sin éxito;
c.- Abandono de un miembro; d.- Transferencia de un miembro; e.- Abandono del
coordinador.

3.- Las expectativas para la vida fuera del grupo que deben ser consideradas por el
Trabajador Social, pues favorecerán las interacciones entre los miembros en torno a los
planes futuros una vez finalizado el grupo.

Sabemos que la dinámica de grupos se aplica en ámbitos muy distintos y con fines
diferentes, motivo por el que los objetivos finales pueden serlo también. Por ese motivo es
indispensable guiarnos por un principio general: la adaptación al grupo y a la dinámica que
se ha desarrollado en él. Ahora bien, en todo tipo de grupos deberemos considerar al menos
estos objetivos:

a.- Orientar las reacciones de los participantes ante la disolución del grupo. Es decir,
conocer sus sentimientos y reacciones y gestionarlos de forma correcta, fortaleciendo y
consolidando los grupos alcanzados. En este momento debe proponerse a los miembros metas
que los sitúen ya fuera del grupo y que les permitan, al mismo tiempo, enriquecerlos y
prepararlos para el proceso de separación y disolución del grupo. Huelga decir que hay que
mostrar una actitud positiva ante el final del grupo que permita afrontar esta etapa como una
oportunidad para el futuro.

b.- Evaluación exhaustiva del grupo. En este momento cada miembro del grupo debe
comparar la situación inicial con la final, identificando los problemas sin resolver, pero sobre
todo constatando los problemas resueltos y los avances logrados. Esta tarea debe permitir
superar los sentimientos de preocupación y evolucionar hacia una actitud basada en el
reconocimiento, el agradecimiento, la satisfacción y los compromisos del futuro. Dentro de
la evaluación distinguiremos entre dos dimensiones:
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✓ La Evaluación del Proceso, que es una valoración realizada por los miembros
del grupo sobre los aspectos que les han resultado útiles o perjudiciales
respecto del uso de las técnicas, roles y materiales utilizados.

✓ La Evaluación de los Resultados que implica hasta qué punto se han


cumplido los objetivos establecidos cuando el grupo empezó.

c.- Promover la mejora sostenida en el tiempo de los logros obtenidos, permitiendo así
que se fortalezcan las capacidades de cada persona para aplicarlas en su vida. Para alcanzar
este objetivo podemos seguir algunas pautas:

➢ Organizar el trabajo en función de las necesidades concretas


de cada miembro del grupo.
➢ Apoyar a las personas para que desarrollen lo aprendido en sus
ámbitos personales.
➢ Utilizar técnicas que faciliten el fortalecimiento del
aprendizaje mediante el uso de situaciones cotidianas.
➢ Prevenir las recaídas, cuando las personas se reintegran en
ambientes poco propicios después de finalizar el grupo.
➢ Apoyar a las personas a resolver sus problemas de manera
autónoma.

PARA ORDENAR LA REFLEXIÓN:

1.- ¿Qué es el Método de Trabajo Social de Grupo?

2.- ¿Qué beneficios reporta el desarrollo del Método de Trabajo Social de Grupos para los
individuos?

3.- ¿Cuáles son los hitos históricos principales en el desarrollo del Método de Trabajo Social
de Grupos, y cuáles son las preocupaciones principales de los autores latinoamericanos al
respecto?

4.- ¿Qué es la dinámica de grupo y cuáles son los factores que participan en ella?

5.- ¿Qué acciones le corresponde ejercer al Trabajador Social en favor de la dinámica de un


grupo?

6.- ¿Cómo se puede definir un grupo y qué tipos de grupos existen, en qué consisten?

7.- Desarrolle un esquema de las Fases por las que transita la vida de un grupo y destaque la
función o labor que le corresponde desempeñar al Trabajador Social en cada fase.

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