Prejudicialidad Penal.

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Acumulación objetiva de pretensiones.

El caso de la prejudicialidad penal

La acumulación objetiva consiste en la unión material de dos o más procesos, que tienen
por objeto pretensiones ligadas, que no pueden sustanciarse en forma separada porque
se correría el riesgo de obtener pronunciamientos (sentencias) contradictorios.

La situación típica y compleja es la que acontece respecto de los accidentes de


automóviles, en los que puede haber cuestiones civiles y penales al mismo tiempo. 

El perjudicado puede optar por constituirse en querellante en la sede penal, y una vez
alcanzada la decisión sobre la cuestión criminal, efectuar el reclamo patrimonial ante el
mismo juez; o, por el contrario, solo puede iniciar el reclamo patrimonial en sede civil a
pesar de existir una causa criminal en proceso. En este último supuesto, habrá un juez
penal que resolverá la cuestión criminal y un juez civil que resolverá la cuestión
patrimonial. El ligamiento de las causas resulta evidente, pero de imposible
acumulación objetiva. ¿Cómo resuelve cada uno sin provocar sentencias contradictorias
cuando, en definitiva, la finalidad de cada uno es de diferente naturaleza? Piénsese en el
caso de que el juez penal resuelva que no hubo hecho, es decir, que no existió el
accidente, mientras que el juez civil le imponga la responsabilidad de los daños del
accidente al demandado. ¿Hubo o no hubo accidente?

Una misma conducta (hecho generador o fuente) puede originar su encuadramiento


dentro de diversas órbitas de responsabilidad, sea penal, civil, laboral, administrativa –
sancionadora, disciplinaria o patrimonial–, profesional, incluso política o internacional.
Así, el hecho “ilícito” (susceptible de conferir más de una responsabilidad de modo
paralelo, simultáneo o concomitante) debe resolverse a la luz de la normativa prevista
para cada órbita de responsabilidad (cada una de ellas contiene normas, principios,
alcances y finalidades distintas). Por vía de consecuencia, la responsabilidad penal debe
ajustarse a la normativa sustantiva penal y la responsabilidad civil debe ajustarse a la
normativa sustantiva civil.

El sistema normativo de la presentencialidad penal tiene por fundamento y finalidad la


de evitar sentencias contradictorias (bien jurídicamente protegido), sorteando así
el strepitus fori (escándalo jurídico), que significa la contradicción entre la sentencia
penal y la no penal, evitando que lo que el juzgador criminal tenga por cierto, probado e
indubitable pueda ser juzgado como dubitable, controvertido o, lisa y llanamente,
inexistente por el juzgador civil, que se ocupa del mismo supuesto fáctico (hecho
generador).

El sistema del fenómeno presentencial establece, como política legislativa, la


“supremacía” del pronunciamiento penal sobre la cuestión ventilada en sede civil. Esta
gravitación de la sentencia penal encuentra su sustento en, entre otros, el artículo 1775
del Código Civil y Comercial de la Nación 1 —en adelante, simplemente, CCCN—
(suspensión del dictado de la sentencia civil hasta el dictado del pronunciamiento penal)
y en los artículos 1776, 1777 (alcances generales de la sentencia penal en sede civil) y
1780 del mismo código (alcances de la sentencia penal posterior).

La normativa se dirige al establecimiento de una prelación temporal, preeminencia, y


con ello el efecto extensivo y vinculante de la sentencia penal hacia la civil
(subordinación de esta última a lo dispuesto en sede penal), especialmente en materia de
fijación del factum.

Para evitar las sentencias contradictorias, el sistema establece dos institutos jurídico-
procesales, a saber: 
 la suspensión (o paralización o detención) del dictado de la sentencia civil,
debiendo suspenderse hasta que recaiga pronunciamiento en sede penal;
 la autoridad y eficacia de la cosa juzgada (inmutabilidad) de la sentencia
penal en sede civil (subordinación de esta última a lo decidido en sede
penal).

El fenómeno prejudicial comienza operando cuando un hecho, eventualmente, ilícito


(cuyo pronóstico punitivo puede integrar más de una órbita de responsabilidad)
configura, al menos, dos acciones (una penal, punitiva, y otra civil, resarcitoria, o de
cualquier otra índole).

Indefectiblemente, la presentencialidad penal comienza a funcionar al concretarse al


menos dos acciones, no una, sobre un mismo hecho (acción entendida como poder
jurídico de hacer valer una “pretensión” y tendiente a la realización plena de derecho).

La regulación normativa de la presentencialidad penal ofrece la posibilidad de optar


entre dos alternativas posibles:
 1
1. La acumulación de ambas acciones (civil y penal) en sede penal (pueden
acumularse ambas acciones en sede penal, mas no en sede civil;
2. La separación de acciones, es decir, promover las dos acciones en forma
autónoma e independiente (en sede penal la acción punitiva y en sede no penal la
restante, por ejemplo, la acción de resarcimiento en sede civil).
Esto es lo expresamente establecido el artículo 1774 del CCCN: 

¿siempre debe suspenderse el proceso civil a la espera de la resolución en sede civil?


No, el propio Código Civil y Comercial establece las causales en las que no será
necesario suspender el proceso civil.

La solución del artículo 1775 quedó diseñada de la siguiente manera: 

Suspensión del dictado de la sentencia civil. Si la acción penal precede a la acción civil,
o es intentada durante su curso, el dictado de la sentencia definitiva debe suspenderse en
el proceso civil hasta la conclusión del proceso penal, con excepción de los siguientes
casos:
a) si median causas de extinción de la acción penal; 
b) si la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración efectiva
del derecho a ser indemnizado;
c) si la acción civil por reparación del daño está fundada en un factor objetivo de
responsabilidad.

La primera excepción a la regla de la suspensión del proceso civil está prevista para las
causas de extinción de la acción penal. No se trata de una verdadera excepción, sino de
la culminación del proceso penal. En definitiva, como ya no se encuentra pendiente la
decisión penal, el proceso civil no se suspendería porque no habría una decisión penal
que esperar. 

En el segundo inciso, la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una
frustración del derecho a ser indemnizado. Con ello, se consagra la jurisprudencia de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, quien consideró que resulta improcedente
suspender el dictado de la sentencia civil por la existencia de una causa penal en trámite
cuando la dilación de esta última ocasiona un agravio a la garantía constitucional del
derecho de defensa. Así, por ejemplo, cuando el proceso penal se paraliza por la
ausencia del imputado, o cuando se suspende el juicio a prueba, en los términos de los
artículos 76 bis, ter y quater del Código Penal (CP). Con esto se busca evitar un proceso
judicial interminable a la espera de otro que se encuentra paralizado indefinidamente. 
El último inciso prevé aquellos supuestos en que, en sede civil, sea aplicable un factor
de atribución objetivo. Por regla, la decisión que se adopta en la sede penal se funda en
la falta de prueba de la culpa del imputado, presupuesto que, en los supuestos de
responsabilidad objetiva, es irrelevante. Es por ello que suspender el dictado de la
sentencia civil en estos litigios tiene como consecuencia que se retrasa innecesariamente
la acción resarcitoria, cuando el riesgo de que se dicten sentencias contradictorias es
mucho menor que en otros casos.
De todas maneras, para el supuesto excepcional en que la sentencia penal posterior sea
contradictoria con lo dicho en la decisión resarcitoria, el artículo 1780 del Código Civil
y Comercial de la Nación prevé una acción de revisión de esta última sentencia. Es
decir, aun en el peor escenario, la propia legislación aporta herramientas tendientes a
solucionar el conflicto que se hubiera generado.

El alcance (extensión e influencia) de lo decidido en sede penal sobre la cuestión


debatida en sede civil varía según el tipo de pronunciamiento penal.

La sentencia penal condenatoria hace cosa juzgada “únicamente” respecto a la


existencia del hecho principal (que constituye el delito) y la culpa del imputado
(autoría). Así lo establece el artículo 1776 del CCCN: “La sentencia penal condenatoria
produce efectos de cosa juzgada en el proceso civil respecto de la existencia del hecho
principal que constituye el delito y de la culpa del condenado”

La expresión del “hecho principal” comprende los elementos de la imputación objetiva,


a saber: 
 1
A la materialidad del hecho; 
 2
B la condición de autor del imputado –la autoría–; 
 3
C el nexo de imputación entre la condena y el resultado –la tipicidad–;
 4
D el carácter delictuoso del hecho –la antijuricidad–.

En efecto, el “hecho principal” se refiere única y exclusivamente a la existencia o


inexistencia de los elementos que tipifican la estructura del delito que se le adjudica al
imputado, y quedan comprendidas la materialidad del hecho que constituye el delito, la
calificación que sobre el hecho principal realice el juez penal (p. ej., homicidio,
lesiones, robo), las circunstancias de tiempo y lugar, y la participación del condenado en
el hecho.

Por su parte, la “culpa del condenado” solo comprende la imputabilidad del autor y su


culpabilidad en sentido genérico a título de dolo o culpa (p. ej., si en sede penal se
consideró que el condenado actuó dolosamente, esto reviste la calidad de cosa juzgada
en sede civil).

Consecuentemente, el pronunciamiento del juez penal no puede ser desconocido en sede


civil, pues reviste autoridad de cosa juzgada, sin perjuicio de que el juez civil pueda
establecer la incidencia de la propia víctima o de un tercero en la producción del hecho
delictivo (concurrencia –o concausa– culposa de la víctima o de un tercero), que pueda
graduar o morigerar la responsabilidad civil; todo ello en virtud de que el juez penal no
puede calificar la conducta de quien no es imputado en dicho proceso. En efecto, no
hace cosa juzgada:

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