82-99 La Oracion Que Captura El Corazon de Dios

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LA ORACIÓN QUE CAPTURA


EL CORAZÓN DE DIOS

Fmséñarne, ohJehová, el camino de tus estatutos, y loguardaré hasta


elfin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley,y la cumpliré de todo
corazón. Guiame por la senda de tus mandamientos, porque en ella
tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la
avaricia. Aparta mis ojos, que no 'vean la vanidad; avívame en tu
camino. Confirma tu palabra a tu sieruo, que te teme. Quita de mí el
oprobio que he temido, porque buenos son tus juicios. He aquí yo he
anhelado tus mandamientos; vivifícame en tu justicia.
Salmo 119:33-40

ntes que el timbre suene por segunda vez, mi mano ha alcanzado el


A teléfono que está junto a nuestra cama, esperando no haber despertado
al resto de la familia. El interlocutor se identifica a sí mismo, e inmediata-
mente viene a mi mente la imagen de un miembro de nuestra iglesia quien
es la esencia misma de la fidelidad y la madurez.
«Lamento molestarle».
Ya mi mente está echando a un lado el sueño y rápidamente llegando a
conclusiones. Este es un individuo que nunca llamaría, especialmente tarde
por la noche, a menos que tuviera una buena razón para hacerlo. Su voz
suena tranquila, pero no puede ocultar una sensación de urgencia. Por lo
tanto, no es sorpresa escuchar: «Sally ha sufrido un accidente grave. ¿Puede
venir?»
Apresuradamente me visto y salgo rumbo al hospital. No hay titubeo al
respecto. No me pesa perder unas cuantas horas de sueño. ¡Al contrario! .Me
alegra que esta persona tuvo la confianza y serenidad como para llamarme.
El poder ofrecer apoyo a un hermano fiel en un momento de necesidad es
un gran privilegio.
Como soy pastor de una iglesia grande, hay muchas demandas impuestas

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LA ORAOÓN QUE CAPTURi\ EL CORAZÓN DE DIOS 83

sobre mi tiempo. Una gran parte del trabajo de mi secretaria consiste en


atender las veintenas de llamadas que recibo cada semana. Algunas personas
insisten en hablar personalmente conmigo para averiguar el número telefó-
nico de otro miembro de la iglesia. Otros piensan que es más fácil llamarme
cuando les surge una duda durante sus devocionales que el usar una concor-
dancia..Me encanta hablar con la gente y hago el intento de atender cuantas
llamadas pueda. Sin embargo, si voy a alimentar a mi gente con la Palabra de
Dios, debo ser un buen mayordomo de la cantidad limitada de tiempo con
que dispongo.
Sin embargo, existen ocasiones cuando una persona llama con ese sentido
de urgencia y sincera necesidad. No han llamado a demandar nada ni a im-
poner. Es obvio que tienen una necesidad apremiante. No soy perfecto, ni
puedo hacer todo lo que me gustaría, pero pondré a un lado todo lo que se
pueda poner a un lado para atender esa crisis. Si no me es posible ir en
persona, enviaré a alguien.
Dios es perfecto y El sí puede hacerlo todo. Sin embargo, creo que hay
unas cuantas de nuestras oraciones que llevan en sí un aire de urgencia y que
10 mueven a responder de una manera similar a como yo respondo ante una
llamada urgente a la mitad de la noche.
Permítame ser muy sincero. La mayor parte de nuestras oraciones care-
cen de valor. Jugamos al cristianismo. Oramos para que los hombres nos
escuchen en reuniones públicas, no para que Dios nos escuche en el cielo.
Oramos para seguir las pautas que hallamos en libros devocionales, ponién-
dolo todo nítidamente y en orden, pero sin más intensidad que la que ten-
dríamos al seguir una receta para hornear galletas. Elevamos nuestras
oraciones delante de Dios, con una confianza no muy diferente a la que
tiene un hombre que compra un billete de lotería.
Sabemos que Dios responde a la oración. Hemos leído los testimonios de
cómo alguien en alguna parte recibió una respuesta grande a una oración.
De vez en cuando, Dios contesta nuestras oraciones de a cinco y de a diez
pesos, pero siempre vivimos con la esperanza que un día recibiremos el pre-
mio mayor. ¿Se parece esto a su vida de oración?
Hay una oración que captura el corazón de Dios. Lo que tenemos delante
nuestro en el Salmo 119: 33-40 es un excelente ejemplo de tal tipo de ora-
ción. En la estrofa anterior, los versículos 25-32, discutimos la necesidad de
tener un avivamiento personal. Este tipo de oración -la oración que captu-
ra el corazón de Dios- es una característica reveladora del avivamiento
personal.
Cada uno de los ocho versículos que componen esta estrofa contiene una
petición específica. Cada uno comunica esa sensación de urgencia. Son ora-
ciones que capturan toda la atención de Dios. Todas giran en torno de la
relación del salmista con la Palabra de Dios. Para guardar la belleza y sime-
tría de este salmo, enfocaremos cada versículo de la misma manera. Exami-
naremos cada petición como un deseo a satisfacerse, un compromiso a
establecerse y un concepto a aplicarse.
Antes de embarcarnos en este estudio, quisiera que observara otros aspectos
84 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

importantes de este pasaje. Cada petición tiene que ver con algo que es un
beneficio personal para el salmista. A veces oímos de personas que se jactan
que nunca le piden nada a Dios para sí mismos. Piensan que hacer tal cosa
denotaría una actitud egoísta. Pero cuando el avivamiento personal arremete
con toda su fuerza, uno queda puesto de rodillas en humilde reconocimiento
de un hecho abrumador: su propia necesidad personal. Cada versículo de
esta estrofa puede caracterizarse con una sola palabra, y cada una de las
palabras lleva la terminación «me». De esta manera, los versículos 33-40
comunican las peticiones siguientes: enséñame, ilumíname, guíame,
inc1íname, enfócame, prométeme, protégeme, vivifícame.
No hay nada de malo en orar por el reumatismo de la hermana López,
pero cuando el Espíritu de Dios fluye por su ser como un poderoso viento,
usted se verá consumido por, su propia necesidad. Esta fue la reacción co-
rrecta y bíblica de Moisés (Ex. 3), Isaías (Is. 6), Jeremías (jer, 1) y Pablo
(Hch.9).
Observe además que cada una de las peticiones, en esta estrofa implica un
compromiso definitivo por parte del salmista. El no está pidiendo cosas
materiales para llenar sus graneros. Está desesperadamente buscando la mano
de Dios para evitar hundirse en el pozo de la mediocridad espiritual. Está
pidiendo que Dios haga una obra en su corazón, pero en primer lugar está
dispuesto a rendir ese corazón a Dios.

ENSÉÑALWE (v. 33)


David meditó sobre el camino de la verdadera felicidad (Sal. 119:1-8). Él
agonizó sobre el pecado en su vida y enfrentó las maneras en que podía
ejercitar su corazón «hacia la piedad» (Sal. 119:9-16). Algunas veces, el an-
helo de su corazón era abrumador. El quería obtener todo lo que Dios tuvie-
ra para él (Sal. 119:17-24). Sin embargo, ningún esfuerzo por su parte era
suficiente para vencer el peso constante de su propia carne y las cargas de su
vida. Estaba dispuesto a esperar en Dios para que engrandeciera su corazón,
pero también había fijado el curso de su vida (Sal. 119:25-32). Con el toque
vivificante de Dios en su vida, David ora: «Enséñame, oh Jehová, el camino de
tus estatutos y lo guardaré hasta elfin» (Sal. 119:33).

Un deseo a satisfacerse
David está pidiendo conocimiento de la verdad de Dios. Él ha hecho esta
petición en ocasiones anteriores (Sal. 119:7, 12, 18, 26). Pero ésta no es una
repetición mecánica y pagana. Esta es la búsqueda de su vida: el conocer la
Palabra de Dios y vivirla. Es un deseo que puede verse en todo aspecto de su
vida. Parece haber ocupado una gran porción de sus pensamientos. ¡Cierta-
mente moldeó su vida v su carácter!
Hemos observado que hay varias palabras que en este Salmo aparecen
como sinónimos de la Palabra de Dios. Una de estas palabras es «estatutos».
En nuestro lenguaje moderno, un estatuto es una ley establecida por un
cuerpo legislativo y expresada en un documento formal. Esta es una
traducción apta del vocablo hebreo, cuya raíz significa «cortar» o «grabar».
LA ORi\CIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 85

Considere el siguiente ejemplo de un documento formal: la ley de Dios escrita


por su propio dedo en tablas de piedra. Ya que la ley de Dios no es nada más
que la expresión de Su naturaleza y Sus atributos, podría decirse que Dios
ha grabado su ley en Aquél quien es llamado la Roca (1 Ca. 10:4).
En el primer capítulo de este libro discutimos que la verdad de Dios for-
ma un «camino». Existe un camino bíblico por el cual todo en la vida debe
hacerse. David dice: «Enséñame, ohJehová, el camino de tus estatutos». Esta es
una manera bastante buena de resolver todo asunto en la vida. ¿Tiene usted
algún problema? Pídale a Dios que le enseñe el camino de Sus estatutos.
Santiago nos dice que usted nunca llegará a conocer ese camino si no se lo
pide a Dios (Stg. 4:2).

Un compromiso a establecerse
David tiene suficiente experiencia para saber que la verdad de Dios es
gratuita, pero no es barata. El comprende que Dios no distribuye su verdad
corno si fuera una muestra de alguna golosina en un carnaval. Pablo diría
mucho después que la verdad de Dios se ha de «discernir espiritualmente»
(1 Ca. 2:14) y que sólo el Espíritu de Dios puede hacer que un hombre
comprenda Su verdad. Por lo tanto, después de haber pedido a Dios que le
enseñe Sus estatutos, David añade: <')' lo guardaré basta el fin».
El compromiso se establece antes que la verdad sea revelada. David se
compromete a que no importa cuál sea el camino de los estatutos de Dios, él
lo va a guardar hasta el fin, aun si las cosas se ponen difíciles. Esta es la razón
por la cual muchos creyentes no captan el conocimiento de la verdad de
Dios. Ellos «siempre están aprendiendo.y nunca pueden llegar al conocimiento de
la verdad» (2 Ti. 3:7). Quieren el conocimiento, pero no quieren compro-
meterse a guardarlo. Siguiendo la más alta tradición democrática, quieren
que Dios les revele su verdad para luego someterla a votación y aprobarla en
su caso.

Un concepto a aplicarse
No dejemos atrás el «camino» de los estatutos de Dios sin meditar un
poco más en lo que esto significa. Hay dos aspectos de esta oración que
tienen mucho que ver con nuestras vidas. En primer lugar, Dios tiene una
verdad. Esa verdad forma un «camino» que nos guía.
Conocí a la que ahora es mi esposa mientras escalaba el Monte Cuerno de
la cordillera Sangre de Cristo en el sur del estado de Colorado. Desde nues-
tro campamento se podían observar varios montes grandes que se elevaban
a unos 4300 metros de altura. Entre nosotros y el monte nevado que era
nuestro destino había un inmenso bosque de pinos. Uno podría pasarse toda
una vida recorriendo el bosque y las praderas tratando de llegar a ese monte.
Afortunadamente, había un «camino» que llevaba al monte, yyo lo conocía.
Nuestro grupo de más de veinte jóvenes subió y bajó. Viajamos por bosques
densos, atravesamos praderas de montañas y cruzamos arroyos. Algunas veces
nos encontrábamos con otros caminos que se separaban de «el camino» al
monte. La mayoría de las veces ni siquiera podíamos ver el monte.
86 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

Ocasionalmente, aparecería con toda su gloria en un claro entre los árboles.


A veces hasta parecía que caminábamos en la dirección equivocada, pero
permanecimos en «el camino» que conocíamos.
Llegamos al final del bosque y de allí en adelante el monte siempre estaba
a la vista, haciendo más fácil que mantuviéramos nuestra perspectiva. Esto
no quería decir que nuestra excursión era más fácil. ¡Al contrario! Aún en ese
caso, teníamos que guardar «el camino». La mayoría de las veces era estre-
cho v rodeado de acantilados en cada lado.
Usted logrará sus metas en la vida de manera similar a la forma en que
llegamos a la cima del Monte Cuerno: siguiendo «el camino» de los estatu-
tos de Dios. Algunas veces no podrá ver dónde está, o le parecerá que está
yendo en la dirección equivocada. Finalmente llegará al punto en que su
meta estará claramente a la vista. No todos los miembros de nuestro grupo
llegaron a la cima del monte. Algunos se sentaron al llegar al límite del
bosque y esperaron a que el grupo regresara. Podían ver la cima, pero nunca
llegaron al final del «camino». David había llegado al punto en su vida en el
que no podía detenerse y no había vuelta atrás. Si Dios tan sólo le mostrara
«el camino», él lo guardaría «hasta el fin». La Biblia afirma con claridad que
la salvación del creyente en el Nuevo Testamento es segura, pero afirma con
igual claridad que si uno fracasa en vivir la vida en «el camino» de Dios, el
resultado será la pérdida de recompensas en el Tribunal de Cristo.
¿Ha llegado al punto que llegó David? Algunos todavía andan perdidos
vagando por el bosque, tal como los hijos de Israel vagaron por el desierto.
Otros conocen el camino, pero no confían que Dios les dará la gracia para
guardarlo hasta el fin. Están sentados junto al «camino», esperando mien-
tras otros continúan avanzando.
Otra idea en cuanto al «camino»: cuando uno lo ha descubierto, y está
confiado que lo seguirá, deberá «guardar» ese camino hasta el fin. En los
deportes, cada deporte tiene su propio «camino». Dejando a un lado los
estilos individuales y las estrategias, existe un cierto conjunto de verdades en
cada disciplina atlética que compone el «camino» de ese deporte. Hay un
«camino» para el béisbol, un «camino» para el fútbol, etc.
Los atletas profesionales se ejercitan continuamente con los fundamen-
tos del «camino» del deporte particular que practican. Mientras redacto
estas palabras en el mes de julio, puedo escuchar un informe noticioso sobre
deportes. Los jugadores profesionales de fútbol están yendo al campo de
entrenamiento. Están ejercitándose con los fundamentos del fútbol. Pero
éstos son individuos que conocen los fundamentos del fútbol. Practicarán sin
cesar en medio del sol de verano, hasta que la ejecución de los fundamentos
del «camino» del fútbol se tornen en algo completamente natural para ellos.
Cuando empiece la temporada, los movimientos fundamentales deberán fluir
de forma natural e instintiva.
Un paracortos profesional de béisbol estudia a cada jugador del equipo
contrario. Conoce dónde normalmente envía la bola cada bateador. El se
coloca ep el campo en el punto más cercano al cual anticipa que vendrá la
pelota. El está atento a los detalles sutiles de la postura del bateador. Observa
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 87

las señales que envía el receptor al lanzador para saber el tipo de lanzamiento
que vendrá a continuación. El tipo de lanzamiento influye sobre la manera
en que se batea la pelota y la dirección que llevará la misma. El ha estirado
sus músculos fielmente antes de iniciarse el juego para contar con plena
flexibilidad en su cuerpo. Ahora puede estirarse ese par de centímetros
adicionales que pueden hacer la diferencia. El sabe cómo lograr esa «doble
matanza».
Hay cientos de otras variables que ese paracortos deberá tomar en consi-
deración. Sin embargo, el primer paso a ejecutar para poder hacer esa «do-
ble matanza» es atrapar la pelota. Ese es el «camino» del béisbol.
En los deportes, el hombre que domina los fundamentos del «camino»
de su deporte es considerado un héroe. En la religión, el que hace lo mismo
es considerado un idiota o un fanático.
Existe un «camino» de la vida. Ese camino se halla en la Palabra de Dios.
Es necesario que Dios le enseñe ese camino y él quiere enseñárselo. Pero ello
involucra más que mero conocimiento. Es necesario que exista un compro-
miso por su parte de ejercitarse en los fundamentos de ese camino una y otra
vez para poder guardarlo hasta el fin. Olvídese de lo que los demás pudieran
decir; Dios le llamará un buen siervo fiel.

ILUMÍNAi\1E (v. 34)


¿De dónde viene esa reserva interior, esa energía que lo impulsa a seguir
el camino a la cima de un monte, mientras que otros se quedan rezagados
por el camino? Sí, se necesita más que sólo conocimiento y el salmista ahora
lo pide: «Dame entendimiento, y guar-daré tu ley, y la cumplid de todo corazón»
(Sal. 119:34).

Un deseo a satisfacerse
En esta petición, David comunica su deseo de tener un entendimiento tal
que le permita obedecer la Palabra de Dios. El entendimiento es la fuente
de la motivación interior. Vimos en]ob 28:28 que el entendimiento resulta
de la obediencia a la Palabra de Dios. Lo que David tiene en mente no se
trata de una obediencia mecánica, como la de un esclavo, sino de una obe-
diencia que se produce naturalmente en un corazón que ama a Dios.
La primera petición tenía que ver con la mente. Esta tiene que ver con la
voluntad. David primero dice que quiere llenar su mente con el conoci-
miento de la verdad de Dios. Ahora necesita que Dios haga una obra en su
interior, de modo que su voluntad se moldee en perfecta obediencia a la
Palabra de Dios. David está pidiendo que Dios lo ilumine. Una persona
iluminada va a querer obedecer la verdad de Dios. Una vez que genuina-
mente comprenda la Palabra de Dios, será posible alinear su propia volun-
tad con la verdad de Dios.
David escoge la palabra «ley» en este caso, puesto que está tratando con
la obediencia. La violación de la ley resulta en consecuencias que él desea
evitar. La Palabra de Dios es una ley. Esa palabra frecuentemente nos trae a
la mente imágenes negativas de restricción. Pero la ley de Dios no es un
88 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

conjunto de decretos arbitrarios que se redactaron con el fin de causar pesar


al hombre. La ley de Dios es como la ley de la gravedad; es una verdad
inmutable que es necesario considerar.
La mayoría de las personas no opinarían que la ley de la gravedad limita la
alegría de nuestras vidas. ¡El hombre hasta ha aprendido a volar! Sin embar-
go, si usted viola la ley de la gravedad, o las leyes de la aerodinámica, usted
sufrirá las consecuencias. Los «pilotos iluminados» son aquellos que obede-
cen las leyes de la aerodinámica y la ley d~ la gravedad.
David desea obedecer la ley de Dios. El sabe que éste es el camino a la
verdadera felicidad. El pide entendimiento para mantenerse dentro de los
límites de la ley.

Un compromiso a establecerse
La misma actitud de sumisión que vimos en el primer versículo se en-
cuentra en acción aquí. David se ha comprometido a obedecer antes de reci-
bir el entendimiento. Después de la petición él promete: <')' guardaré tu ley,y
la cumpliré de todo corazon,»
En el primer versículo de esta estrofa el énfasis tenía que ver con la dura-
ción del compromiso de David: guardar el camino «hasta el fin». En este
versículo el énfasis recae sobre la intensidad del compromiso de David: «de
todo corazón».
El mundo tiene más cristianos «a medias» que lo que debiera. Puede ser
que sus mentes estén llenas con una buena medida de información acerca de
la Biblia, pero carecen de entendimiento, como lo evidencia su falta de
compromiso.
¿Está listo para establecer tal compromiso? ¿Qué está dispuesto a sacrifi-
car para obtener el verdadero entendimiento? ¿Dejará a un lado su pecado
favorito? ¿Permitirá que Dios renueve su actitud? ¿Someterá su voluntad a
la de Dios? La verdad de Dios no puede comprarse con dinero; requiere un
compromiso.

Un concepto a aplicarse
Nuestra búsqueda de la aplicación de esta verdad a nuestras vidas nos
lleva a Filipenses 2:13: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer; P07" su buena voluntad». La gracia de Dios no sólo nos da el
poder para cumplir su plan, sino que también es suficiente para hacernos
querer hacer la voluntad de Dios.
Este concepto es tremendo cuando estamos abatidos y pensamos que no
tenemos la fuerza de voluntad para seguir adelante. Si tan sólo sometemos
nuestra voluntad a Dios, El nos dará entendimiento. El arreglará nuestro
«querer». El nos iluminará.
Muchos toman la decisión de establecer un compromiso, pero pronto se
desaniman porque no han sido iluminados. Sencillamente no comprenden.
¿Le pedirá usted a Dios en oración y con seriedad que le ilumine? Ello hará,
si usted está listo para cumplir este compromiso al guardar su ley de todo
corazón.
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 89

GUÍAME (v. 35)


Es difícil imaginar una oración que sea más directa. «Guiame por la senda
de tus mandamientos, p01'que en ella tengo mi voluntad» (Sal. 119:35).

Un deseo a satisfacerse
Dos niños se enfrentan el primer día de clases: «¡Ey! Yo me iba a sentar
allí. ¡Quítate de mi silla!» Los ojos del niño envían rayos eléctricos hacia la
mirada de su pequeño oponente. ¿Cuál será su respuesta? Su ceño se frunce,
su mandíbula se pone tiesa y dice: «Sácame si puedes».
Cuando yo era niño, ese tipo de palabras era lo más fuerte que había. Era
lo que llamábamos «palabras de pelea». Si uno las decía, más valía que uno
estuviera preparado para respaldarlas.
Este no es el espíritu de David. El no está emitiendo un reto. Este es el
ruego de alguien que añora hacer lo correcto. No, no son palabras de pelea,
pero son igual de osadas. ¿Se lo imagina usted? David se acerca a Dios y
dice: «Guiame por la senda de tus mandamientos». El está pidiéndole a Dios
que guíe sus pasos.
Una «senda» es muy parecida a un «camino», pero con una connotación
ligeramente diferente. Una senda es un camino que generalmente ha surgi-
do por el uso constante y no porque ha sido cortado entre la maleza. La
palabra hebrea que aparece aquí se deriva de la palabra que significa «ho-
llar». Una senda es un camino que muchos han hollado y que se ha formado
por el uso constante. Se podría decir que es resultado de un paso de rutina
por el suelo. David está diciendo: «Dios, ponme en la rutina».
¿Siente usted que algunas veces está «fuera de rutina»? Un lanzador de
béisbol lucha durante las primeras dos entradas, y luego encuentra su «ruti-
na». Un jugador de golf descubre que durante un juego le mete un efecto
indeseado a la pelota. Por ello practica su golpe para volver a poner~e «en la
rutina». David está fuera de rutina y quiere volver a entrar en ella. El pide a
Dios que lo guíe a esa rutina.

Un compromiso a establecerse
Esta petición necesariamente implica un compromiso por parte del
salmista. El ha pasado de la mente a la voluntad, y ahora pasa a las acciones.
Es imposible separar la petición del compromiso.
¿Por qué tiene David tal deseo de andar por esta senda? «Porque en ella
tengo mi voluntad». ¿Y qué hay de usted? Sus acciones revelan dónde se de-
leita la voluntad de su corazón.
Esta conexión se expresa en una forma hermosa en otro de los Salmos.
«Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederálas peticiones de tu corazon. Enco-
mienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará» (Sal. 37:4, 5).
Si aprendo a deleitarme en el Señor, y encomiendo mi propio camino a
Dios, El podrá dirigirme en su camino. Además, en el Salmo 37 se expresa
este concepto en una manera aún más directa: «Por Jehová son ordenados los
pasos del hombre, y él aprueba su cantina» (Sal. 37:23).
El recibir dirección del Señor es como una calle de dos sentidos. Cuando
90 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

Él es nuestro deseo, cuando nos deleitamos en el camino de sus manda-


mientos, Él es más que capaz de hacernos andar en su camino.

Un concepto a aplicarse
¿Qué desea de la vida? Hablando sinceramente, ¿cuál es el deseo de su
vida? No responda automáticamente con una respuesta trillada que apren-
dió años atrás en la escuela dominical. Examine su vida minuciosamente v
con frialdad. ¿Hacia dónde se dirige usted? Sus pasos seguirán el deleite d~
su corazón.
Hace algunos años atrás nuestra iglesia no tenía un medio organizado y
sistemático para discipular y ayudar a que una persona creciera. Algunos se
quejaban que no crecían porque la iglesia no les proporcionaba la ayuda que
necesitaban. El Señor nos dio un medio muy efectivo de discipular a creyen-
tes para que puedan estar firmes por sí solos en su vida espiritua1. Hoy día,
algunos de los que entonces se quejaban continúan quejándose. El ministe-
rio de discipulado es demasiado limitante, demasiado rígido, demasiado
legalista, etc., etc., etc. Es fácil ver cuál es el verdadero problema: ¡ellos no
quieren crecer!
La misma verdad trabaja en la relación matrimonial o la relación con los
hijos. ¿Por qué se somete una esposa o un esposo a su cónyuge en el matri-
monio? ¿Por qué es que los niños siguen el ejemplo de sus padres? Porque
todos queremos complacer a quienes amamos. Si usted realmente ama al Se-
ñor Jesucristo, querrá complacerle. Usted tendrá en su interior un deseo tal
que le llevará a suplicarle que le guíe por la senda de sus mandamientos.
Usted establecerá un compromiso de deleitar su voluntad en el camino de
sus mandamientos.

INCLÍNAl\ffi (v. 36)


El versículo siguiente requiere algo de consideración detenida. David dice:
«Inclina mi corazon a tus testimonios, y no a la aoaricia» (Sal. 119:36).

Un deseo a satisfacerse
¿Qué significa esto? Cuando David pide a Dios que incline su corazón,
está pidiendo que Dios establezca en su vida un patrón, un hábito. Cuando
decimos que una cierta persona tiene «inclinación» hacia algo, lo que que-
remos decir es que existe una cierta tendencia, un patrón predecible en la
vida de esa persona.
David usa la palabra «testimonios» en este versículo para describir la Pa-
labra de Dios. Un testimonio tiene que ver con la persona o con la vida de
un individuo. Los testimonios de Dios son iguales: manifiestan el testimo-
nio de su Persona. David quiere conocer a Dios. Le pide a Dios que habitúe,
o «programe» su corazón de tal modo que siempre se incline hacia Dios.
El corazón de Pablo gozaba de esta inclinación. Estando preso en Roma,
cerca del final de su vida, Pablo clamó «a fin de conocerle... » (Fil. 3:10). ¿Tie-
ne usted este deseo en su interior? Si no lo tiene, ¿le pedirá a Dios que le dé
este deseo? ¿Se atreve usted?
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 91

Un compromiso a establecerse
David comprende que la inclinación natural de su corazón es hacia la
avaricia. La avaricia es uno de los grandes enemigos del creyente. El hom-
bre natural o incrédulo nunca queda satisfecho: quiere lo que no puede te-
ner y quiere lo que no le pertenece. Esta búsqueda obsesiva se convierte en
un dios, razón por la cual Pablo denomina la avaricia como idolatría dos
veces (Ef. 5:5; Col. 3:5).
Repasemos la progresión de eventos desde el versículo 33. Las peticiones
de David han tratado con la mente, la voluntad, las acciones y ahora con el
corazón. David está «barriendo su casa». Está pidiéndole a Dios que aplique
la verdad de la Palabra de Dios a toda su vida. Este es el patrón que necesi-
tamos seguir. Hemos de tomar la Biblia y usarla para purificar completa-
mente toda área de nuestras vidas.
Vemos la misma idea en la oración que Pablo eleva por los tesalonicenses.
«y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser; espíritu,
alma y cuerpo, seaguardado irreprensible para la venida de nuestro Señorfesucris-
to» (1 Ts. 5:23).

Un concepto a aplicarse
El hombre inconverso peca por naturaleza. Su naturaleza es pecar. El
hace lo incorrecto de modo automático. El hacer lo que es bíblico no resulta
normal para el inconverso.
Eso no es cierto en nosotros los creyentes porque Dios nos ha dado un
corazón nuevo. Debiéramos hacer lo que es bíblico por naturaleza. Cuando
cometemos pecado, hemos de verlo como una tragedia innecesaria, en lugar
de verlo como un resultado inevitable. Nuestra inclinación natural debiera
ser responder de modo bíblico.
El problema es que muchos creyentes no se han despojado del viejo hom-
bre para vestirse del nuevo hombre, «creado según Dios en lajusticia y santidad
de la verdad» (Ef. 4:22-24). David no contaba con la morada permanente del
Espíritu Santo que poseemos los creyentes neotestamentarios. Elle pedía a
Dios que diera a su corazón una tendencia hacia la Palabra de Dios. A pesar
de la gran ventaja que tenemos después de la cruz de Cristo, muchos cristia-
nos fracasan en su intento de vivir según su nueva naturaleza. Lo que hacen
es someterse a sus antiguas inclinaciones.
Es triste ver a tantos creyentes hoy día que no sienten deseo alguno por la
Biblia. Pueden dejar su Biblia en un estante en la Iglesia cada domingo y no
la echan de menos hasta la semana siguiente. Esto no es ni normal, ni natu-
ral para un cristiano. Necesitamos orar a Dios para pedirle que incline nues-
tros corazones hacia la Palabra de Dios. Necesitamos aprovechar este nuevo
corazón que hemos recibido.
Tal tipo de creyente es como un niño pequeño que detesta las zanahorias.
No importa que nunca las haya probado, él tiene plena certeza que las detesta.
Mamá y Papá intentan sin éxito todo método conocido a los padres de familia
para persuadirle. Usted puede sustituir las cebollas, la carne, el pescado, o
casi cualquier cosa en este ejemplo; hay ciertas cosas que son un gusto
92 SALMO 119: UNA ODISEA. AL CORAZÓN DE DIOS

adquirido. Pero una vez que uno desarrolla una cierta inclinación por estas
cosas, uno queda prendido de ellas. Para serle sincero, me encantaba cuando
mis hijitas preferían comerse una hamburguesa en lugar de un buen filete.
Traté al máximo de que no se dieran cuenta de lo que se perdían. Pero un día
probaron un buen filete, y de ahí en adelante ya no podíamos ir con la misma
frecuencia a comer en restaurantes. La capacidad de saborear la buena comida
siempre estuvo presente en mis hijas, pero fue necesario despertarla.
Así es el amor por la Palabra de Dios..Muchos se imaginan que la Biblia es
aburrida, poco relevante, etc. No les molesta hacer algunas cosas en la igle-
sia para ayudar, pero no hay lugar en sus vidas para la Biblia. Necesitamos
venir a Dios y pedirle que incline nuestros corazones hacia su palabra. ¿Lo
hará usted? Nuevamente, la clave no es cuánto conozca de la Biblia, sino su
amor por la Biblia. Si usted ama la Palabra de Dios, estará en ella, escudri-
ñando las riquezas de sus páginas.

ENFÓCAivIE (v. 37)


Este versículo en realidad cuenta con dos imperativos, pero es necesario
considerarlos juntos para obtener el significado que transmiten. «Aparta mis
ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino» (Sal. 119:37).

Un deseo a satisfacerse
Pasamos del ámbito del corazón al de los ojos. David en realidad está
pidiéndole a Dios que le dé enfoque. Está hastiado de ver la vanidad. Se da
cuenta que los ojos son un campo de batalla crítico en la guerra espiritual.
Necesita la fortaleza de Dios para poder controlar sus ojos y enfocarlos.
David le pide a Dios que lo «avive» en su camino. El camino de Dios es el
único camino, y ese camino es el mismo Señor Jesucristo (]n. 14:6). Cuando
pide a Dios que le dé vida, o que lo avive, David no está pidiendo que Dios
le conceda el tipo de vida que recibimos al momento de la salvación. David
sencillamente sabe que él no puede andar en ese camino a menos que esté
infundido con el poder del mismo Dios. Necesita energía renovada. «Auioa-
me en tu camino».

Un compromiso a establecerse
En esta petición hay un compromiso tácito por parte de David de alejar
sus ojos de la vanidad para no verla. Como mencionamos anteriormente,
esta es la visión del hombre natural.
La vanidad es un vacío. Es lo que el mundo ofrece. Los anuncios comer-
ciales de cerveza siempre parecen estar entre los mejores. Dan la idea de que
si uno bebe cerveza de una marca particular uno será una persona fuerte,
bien parecida, tranquila, ingeniosa y atractiva para el sexo opuesto. Esa es la
promesa. Es una promesa vana; una promesa que pudiera dejarlo muerto en
una carretera, o deprimido al punto de cometer suicidio en una habitación
solitaria.
He aquí un experimento interesante. Dedique toda una noche a ver tele-
visión. Sí, eso es exactamente lo que acaba de leer. Pero hágalo con fines
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 93

educativos y no recreativos. Analice de modo crítico cada uno de los progra-


mas para determinar cuál es la esencia de su significado. ¿Cuál es la premisa
y la promesa de cada uno de ellos? Creo que hallará que la mayoría de las
cosas que ven sus ojos son vanidad: promesas vacías y huecas que nunca se
cumplen.
David estaba cansado de enfocarse en la vanidad. Necesitaba darle un
enfoque nuevo a su vida, y sabía que sólo Dios podía dárselo. Él quiere enfo-
carse en la verdad de Dios, en lugar de en la vanidad de este mundo.
Existe una relación muy cercana entre sus ojos y el enfoque de su vida.
Jesús habló de esto en Mateo 6:22, 23. «La lámpara del cuerpo esel ojo; así que,
si tu ojo esbueno, todo tu cuerpo estarálleno de luz; pero si tu ojo esmaligno, todo tu
cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no
serán las mismas tinieblas?»
Otra forma de expresar esta idea es decir que el enfoque de su vida, tal
como lo ven sus ojos, se refleja en todo lo que usted dice y hace. Es importante
observar el contexto en el cual hallamos estas palabras de Cristo. En los
versículos que preceden a estos comentarios sobre los ojos, el Señor acababa
de decirle a sus discípulos que no se hicieran tesoros en la tierra, sino en el
cielo. Les enseñó que donde estuviere su tesoro, allí también estaría su
corazón. ¡Cuánta gente ha enfocado su vida en hacerse tesoros en esta tierra!
Después de las palabras en cuanto al enfoque de los ojos, Cristo comenta
que «ninguno puedeseroir a dos señores» (1.\1t. 6:24). Esta es la razón por la cual
muchos cristianos no salen adelante en los asuntos espirituales. ¡No pueden
hacerlo: Se han enfocado en las cosas terrenales v materiales. Esas cosas se
han vuelto su señor, y ninguno puede servir a do~ señores.
¿Cuál es el enfoque de su vida? Piénselo con sinceridad. «Tus ojos miren lo
recto, y dirijanse tus párpados hacia lo que tienes delante» (Pr. 4:25).

Un concepto a aplicarse
Hay varias maneras en las que podríamos reaccionar a esta enseñanza.
Una manera sería tirar el televisor por la ventana, cubrir las ventanas de la
casa con cartón, ponernos anteojeras al salir por la calle y adoptar una men-
talidad general de aislamiento.
Si comprendemos que David está tratando con el enfoque y no con lo que
«vemos», nuestra reacción será diferente. La preocupación de David es que
sus ojos no vean la vanidad. Esto habla de un enfoque; no sólo de ver, sino de
fijar la atención en algo. Mientras usted viva en este mundo, nunca podrá
evitar ver las cosas de este mundo con sus ojos. Sin embargo, usted no tiene
que enfocarse en las cosas de este mundo, y esto es lo que David pide.
Mientras yo veía por el televisor las ceremonias de inauguración de los
juegos olímpicos de 1992 en Barcelona, sentí emociones encontradas. La
vistosidad era inigualable en su grandeza. Siguiendo la verdadera tradición
española, todo rebosaba de pasión, drama, colorido, majestuosidad y crisis.
Observé los rostros de los jóvenes de casi todas las naciones de la tierra al
desfilar. Por años habían sacrificado, habían trabajado y habían invertido
todo para llegar a este momento. Representaban lo mejor de la humanidad.
94 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

Sus jóvenes corazones estaban llenos de gozo, temor, asombro y esperanza.


Fue Dios quien les dio sus cuerpos, sus habilidades y sus oportunidades. Me
pregunto cuántos de ellos lo saben. Me pregunto quién se los dirá. Me pre-
gunto cuántos de ellos pasarán sin saber el verdadero significado de la vida
hasta que sea demasiado tarde.
Parte de rnf se regocija con ellos y derrama lágrimas de gozo en este mo-
mento sublime de gloria que celebra el gran potencial del ser humano. ¿Puede
verlo usted? Este es el mensaje de las olimpiadas: que el hombre puede ha-
cerlo todo si trabaja con suficiente fuerza y está dispuesto a pagar el precio
del sacrificio que ello demanda. ¡Eso es mentira! ¡Eso es vanidad! ¿Cuántos
matrimonios han sido rescatados por estos juegos? ¿Cuántos suicidios se
han evitado? ~Cuántas vidas han sido transformadas eternamente?
Yo quiero que Dios aparte mis ojos para que no vean la vanidad. Sin em-
bargo, al hacer esto puedo retener mi perspectiva, porque tengo las casas
bien enfocadas. Esto no significa que no puedo ver los juegos olímpicos y
disfrutarlos. Significa que puedo guardar la perspectiva correcta en cuanto a
las cosas. Puedo apreciar lo que estos jóvenes han hecho, siempre y cuando
no me deje llevar por la idea del potencial ilimitado del ser humano. Puedo
usar tal vistosidad mundial como un recordatorio de orar por todas esas
personas que aún necesitan escuchar el evangelio de Cristo. Puedo mirar
con admiración la dura labor de estos atletas; no tengo que considerados
como dioses.
Sin embargo, es fácil dejarse llevar por el espíritu de este mundo. Es por
ello que necesito que Dios me avive en su camino. ¿Desea usted sincera-
mente que Dios enfoque sus ojos? ¿Tiene usted el valor necesario para ele-
var la misma oración que Devid elevó?

PROMÉTEME (v. 38)


David ha, pasado por todo su ser, descubriéndolo delante de Dios y pi-
diéndole a El que efectúe una transformación completa. Empezando con la
renovación de su mente, David luego pasó al área de la voluntad. Continuó
con someter sus acciones y su corazón al control amoroso de Dios. Luego,
reconoció su necesidad de dejar que Dios enfocara sus ojos. Ahora su aten-
ción se dirige hacia asuntos menos tangibles. El añora recibir una palabra de
confirmación del Dios a quien ama. «Confirma tu palabra a tu sieroo, que te
teme» (Sal. 119:38).

Un deseo a satisfacerse
Hay que considerar las palabras de este versículo con algo de cuidado. La
petición es que Dios «confirme» Su palabra. El confirmar algo significa
corroborar su verdad, convalidarla o ratificarla. El salmista no está pidiendo
a Dios que lo confirme a él, sino que Dios confirme Su palabra ante él. No es
que dude de Dios, ni de Su Palabra. Sencillamente necesita esta confirma-
ción.
Una esposa se complace en recibir la confirmación constante del amor de
su esposo. Ella sabe intelectualmente que él la ama. El se 10 ha dicho muchas
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 9S

veces. Pero no hay sustituto para el sonido maravilloso y reconfortante de


las palabras «Te amo». Son nuevas cada mañana.
Usted puede estudiar las grandes doctrinas de la Biblia, leerla desde el
principio hasta el fin y enseñarla a otros. Sin embargo, no hay nada más
emocionante que ver la Palabra de Dios cumplida en la realidad de su vida.
Con anterioridad vimos que en esta estrofa aparecen el conocimiento y el
entendimiento. Estas dos palabras rara vez aparecen en la Palabra de Dios
sin que aparezca con ellas una tercera palabra: sabiduría. Si bien no se men-
ciona por nombre, esa es la idea tras esta petición. Es por la confirmación
constante de la Palabra de Dios que podemos descubrir cómo trabaja la mente
de Dios. Es la dulce comprobación de ver repetidamente que la Palabra de
Dios es verdad lo que nos hace sentir cómodos con la manera de pensar de
Dios.
La sabiduría es un don gratuito de Dios (Stg. 1:5). Empieza con una acti-
tud de corazón: el temor de Dios (Pr. 9:10). Es precisamente allí en donde
David basa su compromiso.

Un compromiso a establecerse
«Confirma tu palabraq tu sieroo, que te teme» (énfasis del autor). Este es el
compromiso de David. El ha fijado el rumbo de su vida y no osa volver atrás.
Está dedicado al temor de Dios.
El temor de Dios no es un pánico paranoico y tembloroso que lo tiene a
uno listo para evadir el relámpago de la ira de Dios. Pero al mismo tiempo
es mucho más que el mero «respeto o reverencia» que con tanta frecuencia
se menciona en los comentarios de hoy día. Es la comprensión sobria de
quién es Dios en realidad y quiénes somos nosotros. Tenemos una ilustra-
ción vívida de esta comprensión en la reacción de Isaías, cuando repentina-
mente este hombre se halló ante la presencia de Dios.

En el afio que murió el rey Uzías vi yo al Sellarsentado sobre un trono alto


y sublime, y susfaldas llenaban el templo. Por encimade él babiaserafines;
cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubríansuspies,
y con dos volaban. Yel uno al otrodaba voces, diciendo: Santo, santo, santo,
Jebová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gl07"ia. Y los quiciales
de laspuertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa sellenó
de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porquesiendo hombre
inmundo de labios, y habitando en mediodepueblo que tiene labios inmun-
dos, han visto mis ojos al Rey,Jehová de los ejércitos (Is. 6: 1-5).

Todas las definiciones teológicamente correctas sobre el temor de Dios


que Isaías pudiera hallar en un estante lleno de teologías sistemáticas se es-
fumaron con una sola ráfaga de la santidad de Dios: esa asombrosa com-
prensión de que Dios es mucho más de lo que jamás podríamos imaginar. Si
usted todavía no lo comprende, no se preocupe. En el mismo instante en
que se encuentre repentinamente ante la presencia de Dios, nadie tendrá
que volverle a explicar el significado del temor de Dios a usted.
96 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

Es por ello que en el libro de Proverbios dice que el principio de la sabi-


duría es el temor de Dios (Pr. 1:7 y 9:10). Cuando usted genuinamente llega
a entender quién es Dios, tendrá suficiente entendimiento para obedecer lo
que dice y tendrá la sabiduría para ver cómo todo encaja.

Un concepto a aplicarse
¿Está usted realmente dedicado al temor de Dios? Es necesario tratar con
este asunto primero. Antes de pedirle a Dios que le confirme su palabra,
¿puede Dios confiar en usted? Este tipo de sabiduría, el crecimiento en la
confirmación de la Palabra de Dios, es resultado de avanzar por una espiral
ascendente de crecimiento. Entre más usted confíe en la Palabra de Dios,
más podrá Dios confirmársela a usted.
Hace muchos años hice mi primer viaje en motocicleta. (Después llegué a
ser propietario de una motocicleta, la cual conduje de un extremo de
Centroamérica al otro.) Ese primer viaje fue una experiencia singular. Un
amigo y yo teníamos que viajar desde Managua, Nicaragua hasta Puerto
Cortéz, Honduras. Delante nuestro teníamos 750 kilómetros de caminos
montañosos. Al salir por las suaves colinas al norte de Managua hacia las
montañas distantes, nos topamos con las primeras curvas en el camino. Mi
amigo inclinó su motocicleta Honda 750 hacia la derecha al eI).trar en la
curva. Yo, que iba de pasajero, me incliné hacia la izquierda. El trató de
compensar, inclinando la máquina hacia la izquierda. Yo me incliné hacia la
derecha.
Luego de unos cuantos kilómetros de repetirse esto, mi amigo se detuvo,
se quitó su casco, me sonrió y me dijo con firmeza: «Mira, si quieres seguir
viajando conmigo, vas a tener que aprender a inclinarte hacia las. curvas. Yo
sé que pareciera que nos vamos a caer, pero te aseguro que no.» El continuó
dándome unas palabras de explicación sobre el efecto de la fuerza centrífu-
ga, el ímpetu, los giroscopios y cosas afines. Yo había estudiado física. Men-
talmente, sabía todo lo que me estaba diciendo. Confiaba en mi amigo. El
tenía una motocicleta muy buena. Sin embargo, todos mis instintos me de-
cían: «Si esta motocicleta se inclina hacia la derecha, ¡yo me muevo hacia la
izquierda!» Yo necesitaba esas palabras de confirmación. A pesar de mis te-
mores, empecé a inclinarme hacia las curvas. No nos caímos. Con cada cur-
va que pasamos empecé a adquirir confianza. Volvía a aprender que podía
confiar en mi amigo. Mi confianza en su motocicleta y en las leyes de la
física aumentó, a pesar de que antes las conocía. . .
Con cada curva de la vida, Dios quiere confirmar su Palabra a nosotros.
Así aprendemos una y otra vez que podemos confiar en El y en Su Palabra.
¿Se atreverá a inclinarse con Dios en las curvas?

PROTÉGENIE (v. 39)


Muy cercanamente ligado a la necesidad de confirmación hay un clamor
por protección contra el oprobio. -<-<Quita demí eloprobio quehe temido, porque
buenos son tusjuicios» (Sal. 119:39).
LA ORACIÓN QUE CAPTURA EL CORAZÓN DE DIOS 97

Un deseo a satisfacerse
El oprobio no es una palabra que usamos todos los días. David está
pidiéndole a Dios que proteja su testimonio. El sufrir oprobio es sufrir
vergüenza. Esta petición tiene que ver con la consciencia. Por favor, com-
prenda lo siguiente: el oprobio es algo que David teme. Esta es una men-
talidad poco común hoy en día, cuando hay tanta gente desvergonzada.
Esta gente sirve sólo a sus propios intereses sin importarles lo que pien-
sen los demás, cómo afecten a los demás o las consecuencias que sufrirá
su reputación.
¿Qué ha ocurrido con la gente que temía tener un mal nombre? Hay
quienes se deleitan en engañar a otros, como si fuera una medalla al mérito.
Hoy día la gente en bancarrota es tan común como la gente con resfriado.
«¿Oprobio sobre mi carácter? ¿Yeso qué es? ¿A quién le importa?» ¿Com-
prende usted lo que es temer el oprobio?

UfC LlI¡ftpr(Jfftis(J tI establecerse


David ha concluido en su corazón que los, juicios de Dios son buenos.
Esto es, Dios es justo en todo lo que hace. El le pide a Dios que aleje el
oprobio de sí, porque comprende a ciencia cierta que se merece todas las
consecuencias de los pecados que haya cometido. Tal conclusión es resulta-
do de creer la Palabra de Dios.
¡Cuán diferentes serían nuestras vidas si realmente creyéramos que los
juicios de Dios son buenos! Con demasiada frecuencia vemos a algún cre-
yente que sufre consecuencias aplastantes y entonces clama: «¡Esto no es
justo!» Pero un poco de análisis revela que lo que ha ocurrido es sencilla-
mente el resultado de pasar por alto lo que la Biblia enseña. ¿Qué es lo que
no es justo? ¿Acaso Dios no es justo? ¿Acaso no lo son sus juicios? ¿Acaso el
Dios del cielo no es justo en todas sus acciones?
Por un lapso de siete años, Nabucodonosor rey de Babilonia vivió con las
bestias del campo. Comió hierba como una vaca, su cabello creció y sus uñas
llegaron a ser como garras de ave. Todo esto fue conforme a los juicios de
Dios que le fueron revelados por medio de un sueño interpretado por Da-
niel. Nabucodonosor podría haberse tomado en un hombre amargado. Hay
otros que en actitud desafiante han levantado sus puños ante el rostro de
Dios por juicios menos severos. Dios quitó el oprobio del rey, y el rey con-
cluyó que los juicios de Dios eran buenos.

«Mas alfin del tiempoyo Nabucodonossr alcémis ojos al cielo, y mi razón


me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabéy glorifiqué al que vive pam
siempre, cuyo dominio essempiterno, J' su reino pol' todas las edades. IOdos
los habitantes de la tierra son considerados como nada;y él hace según su
uoluntad en el ejército del cielo, )' en los habitantes de la tierra, J' no hay
quien detenga su mano, y le diga: ¿QUéhaces? (Dn. 4:34,35).
98 SALMO 119: UNA ODISEA AL CORAZÓN DE DIOS

Un concepto a aplicarse
¿Qué cosas está descubriendo usted al examinar su vida? Hemos tratado
con la mente, la voluntad, las acciones, el corazón, el enfoque, la sabiduría y
ahora, con el testimonio. ¿Cómo anda su consciencia? ¿Teme usted el opro-
bio? Debiera temerlo, no sólo por evitar las consecuencias justas, sino por-
que el nombre de Dios también está en juego en su vida. Cuando usted se
encuentra hundido en el fango de su propia creación, ¿acaso desarrolla re-
sentimientos?, ¿amargura? Esto no lo hará, si de antemano usted decide que
los juicios de Dios son buenos.

VIVIFÍCAME (v. 40)


David concluye esta oración por avivamiento con una petición que nos ha
resultado muy familiar en este salmo. Nueve veces pide David a Dios que lo
vivifique. «He aquíyo he anhelado tus mandamientos; vivifícame en tu justicia»
(Sal. 119:40).

Un deseo a satisfacerse
Hemos aprendido que «vivificar» es dar vida. Nuevamente, recordamos
que el salmista no está pidiendo que Dios le dé la vida eterna de la salvación.
Está pidiendo que esa vida energizante que fluye del Espíritu de Dios reviva
el corazón del creyente.
Hemos de tener cuidado en observar que en este caso David
específicamente pide que Dios lo vivifique en su justicia. Esta es una peti-
ción de santidad. Es más, es una petición que es resultado de un anhelo por
los mandamientos de Dios. Un mandamiento es una verdad operativa, un
principio de acción.
La santidad no es algo que fabricamos al conformar nuestro exterior con
un vestido particular, ni por abstenernos del alcohol. La santidad sólo se
logra a través del toque avivador de Dios, por el poder vivificante del Espí-
ritu de Dios y de las palabras de Dios.

Un compromiso a establecerse
Nuevamente, David no viene a Dios intentando hacer un trato con Él. Él
viene después de haber establecido un ,compromiso en su vida. En este caso
es un anhelo por la verdad de Dios. El está declarando que tiene una sed
insaciable por la verdad de la Palabra de Dios.
¿Ha hecho usted este compromiso? ¿Qué es lo que Dios ve cuando exa-
mina su vida? ¿Puede Dios ver un anhelo por su Palabra?

Un concepto a aplicarse
Hay quienes temen la santidad. Les aterroriza. Se preguntan qué será lo
que tendrán que dejar atrás, qué pensaría el resto de la gente o si tendrán
que verse o actuar como gente rara. Tal actitud no hace más que revelar un
hecho indiscutible: no saben lo que es tener un anhelo genuino en su cora-
zón por la Palabra de Dios.
Un anhelo ardiente en su corazón por conocer la Palabra de Dios creará
LA OR,"cClÓN QUE CAPTUM EL CORAZÓN DE DIOS 99

un deseo de ser vivificado en la justicia de Dios. Puede leer libros sobre la


santidad. Usted puede seguir detenidamente las fórmulas de avivamiento
que dan muchos libros al respecto. Sin embargo, es el anhelo por los manda-
mientos de Dios lo que resulta en este deseo de justicia.
La generación de la década de los 60 buscaba la verdad. A través de sus
colores sicodélicos, sus pantalones de basta ancha y su cabello largo, la ju-
ventud protestó contra la superficialidad plástica de una sociedad que se
encontraba a punto de perder su rumbo moral. Deseaban la verdad, pero
sólo hay una verdad: la verdad de Dios. Muchos nunca la hallaron. Eran
sinceros, pero nunca fueron vivificados en justicia.
Usted puede ser salvo, ¿pero está vivificado? Muchos creyentes actúan
como si estuvieran muertos. Necesitan ser vivificados. Necesitan comuni-
carse con Dios en oración. Necesitan abrir su alma y derramarla delante de
Dios.
¿Qué hay de usted? ¿Tomará la oración en serio? ¿Rogará a Dios que le
renueve su mente?, ¿que 10 ilumine con su entendimiento?, ¿que lo guíe en
su camino?, ¿que incline su corazón hacia su Palabra? ¿Se atreverá a ir más
allá y pedirle a Dios que le confirme su Palabra y que lo proteja del oprobio?
¿Le pedirá que lo vivifique en su justicia a causa de su intenso anhelo por la
verdad de Dios? Usted nunca podrá «fabricarse» tal tipo de avivamiento.
Necesita ser tocado por Dios, al sumergirse en su Palabra.

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