Demoler La Conciencia Demoler El Mundo

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Teologíay cultura, año 15, vol. 20 (diciembre 2018), pp.

105-112
ISSN 1668-6233

Friedrich Nietzsche: demoler la conciencia,


demoler el mundo

Alan Matías Florito Mutton


(UBA-UNLZ)

Reseña

El libro Contra la verdad contiene la compilación de tres ensayos de los llamados


tempranos del pensamiento nietzscheano. El mismo está compuesto de escritos
que ponen de manifiesto la radicalidad crítica de Friedrich Nietzsche: es el
concepto de verdad el que debe resistir los golpes del martillo filosófico. Y si no
los resiste, ¿qué es lo que queda de mundo? Porque la relación de la verdad con la
ciencia, la política, la ética es total (y aparentemente necesaria). ¿Qué ocurre en las
conciencias humanas si la verdad es asesinada por la demolición de una filosofía
que avanza contra absolutamente todo?

Contra la verdad presenta una edición bilingiie, con una delicada traducción y
notas técnicas de Matías Pizzi y una introducción a los escritos de Virginia Cano.
La selección no es casual, sino que ha sido pensada para que el lector sepa
ubicarse en el entramado más esencial del pensamiento nietzscheano, es decir,
son estos escritos los que creemos que más daño le hacen a la autoafirmación que
el pensamiento de la modernidad cree lograr respecto a la importancia central de
la raón. Son golpes de martillo que están especialmente dirigidos contra la cabeza,
contra las conciencias, contra el lenguaje. Cuando pensamos el mundo, lo
hacemos a partir de conceptos, pero si esos conceptos no resisten los ataques
nietzscheanos, ¿cómo debemos comenzar a pensar el mundo? ¿Es acaso esta
radicalidad de demolición nietzscheana un proyecto político? ¿Podemos pensar
radicalmente distinto si los conceptos han sido demolidos?

En el comienzo a la Introducción Virginia Cano es clara:

“Esta sospecha corrosiva que interroga por el valor -y la voluntad- de verdad


recorre, en mayor o menor medida, todos los escritos nietzscheanos, y se
constituye así, poco a poco, en una preocupación fundamental de la filosofía del
autor de Así hablo Zaratustra.”

! Friedrich Nietzsche, Contra la verdad, trad. Matías Pizzi (Buenos Aires: Rara Avis, 2018), 10.
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La referencia a la voluntad es la que se vuelca a la voluntad de verdad. Esta


voluntad de verdad es propia de la historia de la filosofía occidental: todo tiene
que poder aprehenderse mediante conceptos, mediante pensamiento. Por el
contrario, y frente a este repetido proyecto occidental de “no dejar ningún vacío
en el mundo”, Nietzsche propone destruir lo edificado y volcarse más bien a
repensar, junto a sus lectores, el origen de las palabras mismas. Si en el ejercicio
mental de pensar y repensar lo constituido pretéritamente nos encontramos
frente a mares de incertidumbre, es necesario reinventar los conceptos desde uno
0, al menos, valorizar el arte como instrumento de creación. Es en este ejercicio
que encuentra el autor alemán el primer paso de su proyecto político: mucho
antes de pensar la figura emblemática del Ubermensch, los sujetos deben ser
capaces de avanzar contra todo aquello que consideran lo más propio, esto es, su
pensar.

Los valores que guían nuestras acciones, ¿han sido alguna vez puestos en duda?
¿Han sido pensados profundamente hasta lograr concebir cuál es el inicio de cada
uno de ellos? Si todo valor se nos presenta conceptualmente, y si la multiplicidad
de conceptos nos permite estructurar el mundo, pensar los conceptos es pensar
nuestras estructuras sobre el mundo. De esta manera, pensar aquellas estructuras
nos permite ver cómo estamos estructuraros; más aún, son las estructuras
mentales las que permiten leer nuestro mundo. Toda conciencia es distinta a otra
conciencia y es por este motivo que los conceptos universales permiten que la
mayoría de las conciencias funcionen de la misma manera. Esta es la llaga sobre la
que repara Nietzsche: es absurdo seguir generando una humanidad repetida al
infinito. Es así como, frente a una infinidad de combinaciones fácticas, los sujetos
combinan los elementos del mundo de la misma manera. ¡Conceptos! ¿Qué sería
del mundo sin ellos? Quizás lo que ha señalado Kant: un mero caos de
sensaciones. Pero debemos centrarnos en la imperiosa exigencia humana de
comenzar a combinar los elementos del mundo de disimiles maneras.

Dada la articulación del mundo a partir de cierta gama de valores


conceptulizadores, Nietzsche se propone comenzar a revisarlos uno por uno y ver
cuáles son los que más fuerte presencia tienen en la vida. Los valores que más
resistencia le presentan a nuestras maneras de vivir son los valores que con mayor
fuerza la filosofía del martillo deberá golpear. Por consiguiente, ¿qué mejor
manera que la de comenzar por el concepto de verdad? Nietzsche es contundente:
lograr la transvaloración de todos los valores instituidos es el fin político
fundamental para comenzar a pensar en el súper hombre. Si no se produce esta
demolición conceptual previamente, no se puede hablar ni siquiera de la génesis
de un hombre nuevo. No se puede pensar en esa génesis porque los modos de
conceptualización que crítica Nietzsche son modos que necesariamente se tienen
que dejar a un lado, dado que no permiten a los espíritus fuertes avanzar con paso
firme en el mundo. El mundo está inundado de debilidades conceptuales, los
conceptos hacen del ser humano una región de inanición repetitiva.

Analizaremos los tres escritos, si bien de manera somera, para poner de


manifiesto que en ellos se encuentra atravesado incuestionablemente el dictamen
de que toda verdad tiene un carácter totalmente ilusorio y aparente. Optamos por
un desarrollo más extenso del primer escrito nietzscheano por la importancia del

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mismo y por su carácter disruptivo en la historia del pensamiento occidental.


Frente a la multiplicidad del mundo, el lenguaje es un útil como simplificador de
esa diversidad. Por este motivo, lo más profundamente distinto es simplificado
como igualdad dado que un concepto subsume multiplicidades. Las unidades, los
conceptos, logran simplificar multiplicidades. Además, el lenguaje se presenta en
el mundo con cierto carácter incuestionable, se lo utiliza a diario sin cuestionar
sus funciones que para nada se reducen a la comunicación. Hay una necesidad en
este proyecto nietzscheano: el lenguaje debe ser pensado ya no como natural, sino
como una invención. Escarbar profundamente debajo de las sedimentaciones
históricas y llegar a desenterrar la causa de los valores nos ubica a cierta distancia
de la naturalidad con la que hemos sido educados. Hacer un trabajo minucioso,
histórico y filosófico de comprender el mundo a partir de sedimentaciones que no
nos pertenecen nos permite vislumbrar que el mundo tiene excedentes que
rebasan el lenguaje. Lograr captar cómo la gran mayoría de los conceptos que han
sido creados en otras épocas siguen funcionando en distancias temporales que
poco tienen que ver con esos mundos pretéritos, nos hace conscientes de la mera
repetición histórica de la que somos parte y nos licencia a preguntarnos si
queremos continuar un hilo de Ariadna de un relato mitológico del que no somos
actores.

1. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral

El primer escrito ha sido considerado el alegato nietzscheano de demolición de la


verdad por excelencia dada su potencia en una escritura que constantemente
cuestiona. Como hemos señalado líneas arriba, cuestionar el elemento
fundamental de nuestro pensamiento, es decir, los conceptos, es cuestionar de
partida el mundo en su totalidad. El conocimiento humano se presenta como un
invento propio de los seres humanos. El ensayo nietzscheano comienza con la
célebre frase:

“En algún rincón alejado del universo centelleante, perdido entre incontables
sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron
el conocimiento. Este fue el minuto más soberbio y falaz de la historia universal;
pero en definitiva, fue tan solo un minuto. Tras unos pocos suspiros de la
naturaleza, el astro se congeló y los animales inteligentes debieron perecer.
Alguien podría inventar semejante fábula y, sin embargo, no ilustraría cabalmente
de qué manera lamentable, indefinida y superficial, cuán inútil y arbitrariamente
el intelecto humano se enajenó de la naturaleza. Hubo eternidades en las que no
existía; y cuando nuevamente todo se acabe para él, nada habrá sucedido. Así, no
hay para aquel intelecto una misión ulterior que lo conduzca más allá de la vida
humana.”

A partir de la creación de verdades es que construimos un mundo que es


totalmente ilusorio y que carece de fin alguno. La verdad es una creación útil para
la vida humana, pero también es una herramienta de poder que oscurece los
verdaderos sin sentidos de la vida. Principalmente, es útil para la vida humana

? Ibíd., 31.

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como herramienta de supervivencia. El hombre se separó de la naturaleza


hipostasiando una realidad superior y para Nietzsche este es un grave error.
Enajenarse de la naturaleza es el primer paso que da el hombre para ir
conformando su existencia alejado de su realidad más real. El conocimiento
humano no afecta el mundo porque para la realidad el conocimiento que
nosotros podemos tener de ella es enormemente superficial y producto del ocio.

Dc csta mancra, página tras página la verdad comicnza a ser desplazada de su


supuesta veta de superioridad, de su supuesto carácter absoluto. El conocimiento
es puesto en duda desde sus raíces mismas, porque si se piensa en la creación
misma de los entramados de discurso, es necesario ingresar al campo de
demolición de todo lo que se presenta con carácter ilusorio. Si la verdad es
artificial, entonces podemos decir que no hay correspondencia alguna entre
ciertos hechos de la realidad y los juicios que de dicha supuesta correspondencia
se dan. Los juicios que se postulan como verdaderos lo son porque el ser humano
los genera. Con todo, preguntémonos: ¿Existiría la verdad si el ser humano no
existiera? Los juicios, ¿reflejan algún grado de realidad o son meros productos
rectores del mundo? Y si la respuesta es negativa, si la verdad cae, el mundo
estaría desnudo y sin carga teórica alguna. ¿Son las verdades del mundo meras
pronunciaciones sin sentido?

“Creemos conocer algo sobre las cosas mismas cuando hablamos de árboles,
colores, nieve y flores...y, a pesar de ello, no poseemos más que metáforas de las
cosas, que de ningún modo sc corresponden con las csencias originarias [...] Sc ve
así que la formación del lenguaje no sigue un proceso lógico, y que todo el
material sobre el que trabajan y construyen quienes se ocupan de la verdad -el
investigador, el filósofo- procede, sino directamente de castillos en las nubes, de
ningún modo de la esencia de las cosas.”

Las palabras que emiten los sujetos no tienen vinculación con la realidad que
intentan representar. Parafraseando al maestro de Nietzsche, podemos afirmar
que el mundo es una representación del sujeto que intenta conocer el mundo. En
nuestro caso, el mundo es una representación de conceptos que nada pueden
lograr. El lenguaje es un conjunto de absurdas insinuaciones porque la relación
del mismo con su significado es meramente metafórico: nuestras palabras no se
corresponden con la realidad y sólo nos queda, aunque a nuestro pesar, la simple
descripción. Así, toda palabra se convierte en un concepto que debe adaptarse a
innumerables experiencias: el mismo concepto debe abarcar una multiplicidad de
experiencias que pueden ser más o menos parecidas, pero que jamás serán
idénticas. Bajo este lema, Nietzsche desnuda crudamente la realidad: los
conceptos abarcan múltiples experiencias que son completamente diferentes y
hacen de esta multiplicidad una mera repetición. El carácter irreductible de las
experiencias a la mismidad conceptual es un escollo que no hay que sortear sin
prestar especial atención, porque este proceso de equiparación es llevado a todas
las instancias del lenguaje. La principal preocupación nietzscheana es la de
develar lo que los conceptos religiosos y morales ocultan debajo de ellos: en el
ejemplo que da de la palabra “honestidad” nos encontramos con numerosas

* Ibíc

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acciones humanas individuales que teóricamente se subsumen y hacen referencia


a ella. Pero lo que hay que denunciar es que todas esas acciones humanas son
desiguales entre ellas.

“¿Qué es entonces la verdad? Un ejército en movimiento de metáforas,


metonimias, antropomorfismos, en suma, un cúmulo de relaciones humanas que
han sido realzadas, trasladadas y adornadas, poética y retóricamente, y que,
después de un uso prolongado, un pucblo considera firmes, canónicas y
vinculantes. Las verdades son pucs ilusiones de las que sc ha olvidado quc lo son,
metáforas gastadas que han perdido su fuerza sensual, monedas que han perdido
su troquelado y que ya no pueden ser consideradas como monedas, sino como
mero metal.”

Continuar utilizando palabras, sin tomar conciencia, hace del hombre un


navegante de ríos que ya han sido navegados. No se trata de no zarpar, sino que se
debe comenzar la travesía de la destrucción de los conceptos aún antes de amarrar
el ancla y darle la dirección a la embarcación. Primero, destruir, luego, divisar
destinos propios. ¡Cómo he de crear y vivir una vida distinta si continúo pensando
con palabras añejas que ya han perdido toda referencia! ¡Cómo he de crecer si
continúo sintiendo a partir de una conciencia inundada por conceptos creados
para debilitar a los navegantes del mundo! De manera tácita se encuentra su
pensamiento de la voluntad de poder, y Nietzsche crea la escena e invita al lector a
repensar sus días. El pensamiento del cual somos parte no es más que una maraña
de símbolos que desaparece en cl airc como cl humo de una antigua fábrica que ya
no es producto de sus fabricaciones, sino que danza en el aire porque se incendia.
Pero no sólo hay que tomar conciencia de la fábrica de las palabras, sino que hay
que actuar en consecuencia.

Frente al lenguaje desnudo de verdad, no continuar mintiendo como rebaño es el


primer paso. El segundo es el de no continuar actuando por hábito de manera
inconsciente, es decir, no actuar hipócritamente ante la necesidad de vivir frentea
la multiplicidad de impresiones y acciones. Es una actitud nefasta la de quien
continúa, ya consciente de la mentira de la verdad, actuando de la misma manera
y refugiándose en valores que han hecho fracasar al hombre que ansía la libertad
en su historia.

“El ser humano pone sus actos como ser racional bajo el dominio de las
abstracciones y, puesto que ya no tolera ser arrastrado por las impresiones
repentinas o por las intuiciones, las generaliza y obtiene así primero conceptos
más descoloridos, más fríos, que puede enlazar con el motivo de su vida y de sus
acciones. Todo lo que eleva al ser humano por encima del animal depende de esta
capacidad de evaporar las metáforas intuitivas en un esquema, de disolver una
imagen en un concepto.”

El ser humano busca el sentimiento de asimilación entre las palabras y las


supuestas referencias. Este sentimiento no sólo calma la incertidumbre, sino que
también permite el cálculo de experiencias futuras semejantes a experiencias

* Ibíd.,, 49.
5 Ibíd.,, 51.

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pasadas. Es así cómo, al ingresar al terreno de las palabras, el ser humano se


instala en la tranquilidad de la no diferencia y de la repetición. Por esta
tranquilidad y seguridad es que puede el ser humano vivir con cierta coherencia
mental. Pero Nietzsche sostiene que es necesario hacer todo lo contrario: vivir
bajo esa creencia es vivir una vida como prisionero dado que no existe ningún tipo
de relación causal entre el sujeto, creador de los conceptos, y los objetos, a los
cuales el sujeto hace referencia por medio del lenguaje.

El scr humano vive aprisionado cn una naturalización constante de procesos


mentales del que no es creador sino mero eslabón histórico:

“Cuando la misma imagen se ha producido millones de veces y ha sido


transmitida por herencia a lo largo de muchas generaciones, termina por
aparecer, para la humanidad entera, como consecuencia siempre del mismo
motivo, y así finalmente tiene para el ser humano el mismo significado, como si
fuese la única imagen necesaria y como si la relación del impulso nervioso
originario con la imagen producida fuera de una estricta relación causal.”*

La costumbre lo conforma como sujeto del hábito. Son los sujetos del hábito
quienes terminan viviendo un sueño eternamente repetido. Contrario a esto,
Nietzsche se pregunta qué ocurre si vemos diferente y percibimos colores de
manera diferente, ¿se caen las leyes de la naturaleza? ¿Qué es una regularidad
natural si el sujeto cognoscente percibe el mundo según su subjetividad? Antes de
ingresar a la segunda parte del texto, donde nos encontraremos con su propuesta
filosófica, ofrece una respuesta a los interrogantes sobre la posibilidad de la
regularidad en la naturaleza:

“Esa regularidad que tanto nos impresiona en las órbitas de los astros, o en los
procesos químicos, en el fondo coincide con aquellas características que nosotros
mismos hemos introducido en las cosas, y de este modo nos infundimos respecto
a nosotros mismos.”

En las construcciones conceptuales, en primer lugar, trabaja arduamente el


lenguaje, luego, la ciencia. Lenguaje y ciencia son los bastiones que construyen el
sentido del mundo. El mundo se piensa mediante conceptos que son generados.
Pero, ¿por qué el ser humano rehúye a la verdad y tiene la invencible inclinación a
dejarse engañar? Si lo desarma, y esta es la propuesta más potente del texto
nietzscheano, deberá guiarse ya no por conceptos, sino por intuiciones. Ya no
deberá guiarse como un indigente en un mundo que no le corresponde, y deberá
tomar las riendas del mundo tal cual es, es decir, sin las figuraciones absurdas del
lenguaje.

En el segundo apartado del texto, Nietzsche enfrenta a los seres humanos que se
guían por conceptos con los seres humanos que se guían por las intuiciones. En lo
programático, nos cuesta pensar en una propuesta: el martillo ha golpeado contra
lo más propio del ser humano, pero, después de la destrucción del lenguaje, ¿qué
queda? Nietzsche nos deja sobre castillos conceptuales en ruinas, pero su

S Ibíd., 63.
7Ibíd., 69.
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propuesta sólo logra inquietar. El cierre del texto es salvaje y deja al lector con una
excitación alarmante. Con todo, se pueden diagramar dos formas de vida. La
observación de Matías Pizzi, en su acertada Nota 20, es clave:

“Del mismo modo que puede encontrarse en El nacimiento de la tragedia (1872) la


dicotomía de lo apolíneo y lo dionisiaco, podemos hallar aqui, de modo
semejante, un antagonismo entre el humano intuitivo y el humano racional. El
primero hace referencia al modo originario de constitución del lenguaje. Ponc de
manificsto cl origen de todo lenguaje mediante cl emplco de metaforas, que
resultan desiguales entre sí y no son asimilables bajo un esquema universal, es
más, son irreductibles a todo proceso lógico. El humano intuitivo será para
Nietzsche el artista. Las “metáforas intuitivas” (Anschaaungsmetaphern), origen
de todo lenguaje, producen imágenes que surgen de la inmediatez del encuentro
con la vida y sus múltiples fenómenos. No poseen ningún tipo de mediación,
dado que preceden a toda posible conceptualización, y por lo tanto, a todo
conocimiento abstracto.”*

Claro que debemos preguntarnos, o al menos dejar la pregunta para que el lector
conduzca sus pensamientos por el camino que traza Nietzsche, si es posible la
captación inmediata y la ausencia de conceptualización como elemento
fundamental de la construcción de una manera de vida en la que prevalece la
intuición por sobre lo conceptual.

1L. Sobre el pathos de la verdad

En el segundo escrito que se ha compilado en la obra, Nietzsche nos ofrece una


reacción crítica de la verdad, pero el foco de atención está puesto sobre aquellos
que se definen como sus portadores. Los elementos filosóficos que se abordan
están estrechamente relacionados con las ideas de gloria y de filosofía. Los
filósofos son quienes más aspiran la grandeza de la gloria por estar más allá de la
simpleza habitual y por fundirse en la complejidad de la vida.

“A los más audaces caballeros entre estos codiciosos de gloria, esos que creen
encontrar un escudo de armas colgado en su constelación, hay que buscarlos
entre los filósofos. No dirigen sus esfuerzos a un “público”, a la excitación de las
masas ni a la ruidosa ovación de sus contemporáneos; por el contrario, marchar
por caminos solitarios forma parte de su esencia. Su talento es el más raro y, en
cierto modo, el más antinatural en la naturaleza, además de impulsivo y hostil
contra los talentos de la misma especie.”

La actitud del filósofo es la de una soberbia que cree en que podrá alcanzar sus
metas y en la que el menosprecio por su época y el mundo de lo cotidiano es una
manera de vivir. La figura del filósofo que defiende Nietzsche es la de Heráclito
por su manera de pensar, dado que no se condice con la simple matematización
propuesta por el pensamiento de la Modernidad, sino que ofrece un pensamiento
intuitivo y centrado en las aseveraciones no argumentativas. Por otro lado,

3 Ibíd., 89.
* Ibíd., 89, 101.

II
Teología y cultura 20 (2018)

Heráclito se presenta como un filósofo del continuo cambio que no saborea la


idea de verdades dogmáticas e inalterables.

“Entre los seres humanos Heraclito fue extraordinario (...) Él no necesitó a los
humanos para conocerlos. Todo lo que pudiera saber de ellos, y lo que los demás
sabios se esforzaron en indagar antes de él, no le importaba para nada. ‘Me he
buscado e investigado a mí mismo”, dijo, con una expresión con la que describía la
consulta de un oráculo, como si él fucra cl verdadero realizador y consumador de
aquella sentencia délfica, “conóccte a ti mismo”, él y nadic más.”*

Según Nietzsche, lo más brillante de Heráclito es que el mundo necesitó de él


pero él no necesitó del mundo. ¿Qué significa para él la gloria de los comunes? La
única gloria que pudo haber obtenido era la de los mortales pasajeros y esto nunca
le interesó. Su egoísmo se vincula más bien con la necesidad de verdad y no con la
búsqueda de gloria. El egoísmo filosófico y existencial heraclíteo es el de la
necesidad de verdad rechazando la absurda gloria terrenal.

111. La relación de la filosofía schopenhaueriana con una cultura alemana

Por último, nos encontramos con un pequeño escrito" que explota contra la
educación alemana de su tiempo. Son varias las obras en las que arremete contra
la cultura y educación alemana, pero en este caso, el centro del cuestionamiento
es la formación que se recibe y la distancia que existe entre grandes hombres,
como Arthur Schopenhauer, y la filosofía idealista e historicista que reinaba en
esos tiempos. La tranquilidad y el conformismo burgueses son los que gobiernan
la academia junto a una visión errática de la filosofía. Por el contrario, Nietzsche
dictamina la necesidad de un pensador del talante de Schopenhauer para que
construya una auténtica cultura alemana: se necesita una filosofía que realmente
libere los espíritus alemanes y no sea una mera reproducción de idealismos
trascendentales que lo único que hacen es debilitar aún más al pueblo.

El autor es Profesor de Enseñanza Media y Superior en Filosofía por la Universidad de Buenos


Aires, institución en la que es candidato al Doctorado en Filosofía. Se especializa en Filosofía
Política Contemporánea y a corrientes epistemológicas. Es profesor en UNLZ y Facultad de
Ciencias Sociales (UBA). Participa en grupos de investigación hace más de una década tanto en la
UBA como en la USAL. Ha publicado artículos en diversas revistas especializadas y ha participado
como expositor en Congresos y Jornadas de Filosofía.

E-mail: [email protected]

Fecha de recepción: 11-11-2018

Fecha de aprobación: 18-11-2018

"Ibíd., 103, 105.


“ Claramente es un pequeño prólogo a su obra Schopenhauer como educador (Madrid: Biblioteca
Nueva, 2009).

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