El Niño Jesús Como Padre Eterno: La Tradición de Campillo de Altobuey (Cuenca)

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El Niño Jesús como Padre Eterno: la

tradición de Campillo de Altobuey (Cuenca)

Santiago MONTOYA BELEÑA


Universidad de Valencia

I. Introducción.

II. La imagen del Niño Jesús en la ermita de la Santísima Trinidad


de Campillo de Altobuey (siglo XVI).

2.1. ¿Niño Jesús o Padre Eterno?


2.2. Restauración inadecuada. Transformación iconográfica de la
imagen.
2.3. Tocados propios del Padre Eterno en la figura del Hijo.

III. Importancia del culto al Niño Jesús a partir del Concilio de Trento.

IV. Éxito del culto al Niño Jesús en la comarca campillana.

4.1. Fiestas de Moros y Cristianos.


4.2. Posibles relaciones etnológicas.
4.3. Otras imágenes del Niño Jesús en Campillo de Altobuey.

V. La doctrina de los Santos Padres y el texto bíblico.

VI. Conclusión.
I. INTRODUCCIÓN

El día 13 de octubre de 1589, el obispo irlandés Don Cornelio de Buil


consagraba la ermita de la Santísima Trinidad en la villa conquense de
Campillo de Altobuey1 . Visitaba este obispo de la ciudad irlandesa de Limerick
los pueblos de la diócesis conquense en nombre de su titular, Don Juan Fernández
Vadillo (1587-1595). No se explica muy bien todavía la presencia del mitrado
extranjero en la provincia de Cuenca haciéndole la visita pastoral al Ordinario de
la diócesis, pero así lo constata la documentación de archivo y, ya en el año
anterior, 1588, se detectan las andanzas del obispo irlandés por el territorio
conquense2.

En el siglo XVI, este pueblo de Campillo de Altobuey había acometido la


construcción de un buen número de edificios religiosos (iglesia parroquial de
salón columnario y varias ermitas de notables dimensiones, que aún se conservan),
así como otros edificios civiles que han corrido peor suerte. El aumento
demográfico, una economía boyante, su calidad de villa de realengo, la
ubicación en un nudo de comunicaciones en el Camino Real de Valencia a la
Corte, a Toledo y Lisboa, el hecho de ser un centro importante del Honrado
Concejo de la Mesta, cuyas cañadas y veredas discurrían por el término y
cruzaban la población, especialmente la Cañada Real del Reino de Valencia
y los ramales que ponían esta en comunicación con la Cañada de los
Chorros, así como otros atractivos de tipo asistencial y espiritual, explicarían
esta dinámica constructiva, a la que se añadiría un gran trasiego de personas
de toda clase, condición e ideología.

La invasión de los terrenos en las lindes de las vías pecuarias de la Mesta y la


llegada de cuadrillas de canteros y otros profesionales de la construcción,
propiciaron el surgimiento en la villa de Campillo de unos arrabales de
crecimiento perfectamente detectables en su trazado urbano, entre ellos el de

1
MONTOYA BELEÑA, S., “La ermita de la Santísima Trinidad (S. XVI) de Campillo de
Altobuey (Cuenca). Historia, arte e iconografía”, en Archivo de Arte Valenciano. Real
Academia de Bellas Artes de San Carlos, Valencia 2002, pp. 6-7.
2
PÉREZ RAMÍREZ, D., Escuela conquense de escultura renacentista: Pedro de Villadiego y
el retablo mayor de Tarancón. Ed. Círculo Cultural F. Muñoz, Tarancón, Cuenca 1978, pp. 70-86.
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San Roque, junto a la ermita de este santo en la salida hacia la capital de la


provincia, o el del Coso, en la salida hacia Toledo, y cuyo nombre nos habla
claramente de las actividades que se llevarían a cabo en esta plaza y lugar, es
decir, tientas , actividades taurinas y descanso de ganados, pastores y mulateros,
correos y trajinantes, y en tercer lugar, el vecino arrabal de Cantarranas, un
barrio de alfareros, de cuyo oficio y trabajadores era patrón el Padre Eterno,
Dios Creador del hombre al que sacó del barro y le insufló su aliento vital y
al que sus devotos habían levantado un hermoso templo presidiendo la plaza
del Coso. Para los alfareros, su primer día de faena del año era el día 2 de
enero, fecha muy relacionada con el culto al Niño Jesús, como luego se verá, y
pisaban una gran pastera de arcilla con la que fabricarían numerosos cacharros
durante un prolongado periodo de tiempo. Encargaron un bello retablo de
pinturas sobre tabla a Hernando de Mayorga y Miguel Guijarro, pintores que
se mueven en la órbita del genovés Bartolomé Matarana, engalanando la ermita
con otras pinturas, imágenes y ornamentos para dignificar el culto. La ermita
está consagrada oficialmente a la Santísima Trinidad, que preside el lugar de
privilegio del retablo, con una iconografía bien curiosa, pero popularmente
se le conoce más como Ermita del Padre Eterno.

No hay muchos templos cuyo titular sea la Primera Persona de la Santísima


Trinidad, Dios Padre, el Padre Eterno, pero si tenemos en cuenta la presencia
en Campillo de Altobuey de judíos y moriscos, es decir, de gentes de las
religiones del Libro, del tronco común de Abraham, cuyas ideas monoteístas
en nada se oponían a la existencia de un Dios Padre y Creador, Alah, Jehová
o Padre Eterno, entonces se entenderá mejor esta advocación de la ermita
campillana. Su bóveda está cubierta por un artesonado, con casetones mudéjares
en la cabecera, e igualmente la iglesia parroquial se dotó de un artesonado
renacentista realizado, según dicen los libros de fábrica, “a la morisca”3, lo que
permite aventurar la existencia de profesionales que eran de religión musulmana
y estaban radicados en la población. Y según el Islam, que se apoya para la
cuestión en unos versículos del profeta Isaías (9, 6-7) “…un Niño nos ha nacido
(…) y se llamará Padre Eterno”.Del mismo modo, el callejero urbano del pueblo
ha conservado una calle llamada de Samaria y algunos callejones sin salida,
como los atzucacs valencianos, que nos permiten pensar en la existencia de
una judería o de una pequeña comunidad judía. Por tanto, de ahí a la
tradición de Campillo no hay más que un paso.

3
MONTOYA BELEÑA, S., “La iglesia parroquial de Campillo de Altobuey (Cuenca): un
ejemplo de Hallenkirche”, en Ars Longa, nº 9-10. Departamento de Historia del Arte de la
Universidad de Valencia, Valencia 2000, p. 294.
274 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

II. LA IMAGEN DEL NIÑO JESÚS EN LA ERMITA DE LA


SANTÍSIMA TRINIDAD DE CAMPILLO DE ALTOBUEY (siglo XVI)

2.1. ¿Niño Jesús o Padre Eterno?

Una de las imágenes pertenecientes al ajuar sagrado de esta ermita del


Padre Eterno, que ha llegado hasta la actualidad, es una figura del Niño Jesús,
policromado, estilizado, elegante y mutilado de brazos y pies, cuya altura no
alcanza el medio metro. Se trata de una imagen de Jesús Niño curiosa, sonriente,
a la que siempre le han dedicado cuidados especiales y piadosos los vecinos
del arrabal, sobre todo por parte de las mujeres de la familia que atiende con
mucho cariño y solicitud las necesidades de la ermita. La pequeña imagen del
Santo Niño Jesús, falto de brazos y pies, llevó a sus cuidadoras a dotarle de los
brazos que le faltaban recurriendo al empleo de los de una muñeca de plástico y a
vestir su desnudez con una túnica de terciopelo por cuyas bocamangas asomaban
las prótesis colocadas con la mejor y más sana intención de ver completa la
imagen de su devoción; los pies no fue preciso recomponerlos porque la túnica
los tapaba y se les suponía existentes y a cubierto por el tejido. El Niño Jesús en
cuestión cubre su cabeza con un extraño gorro, triangular, con adorno bordado
del Espíritu Santo en forma de paloma y gemas de imitación, de factura rígida,
totalmente distinto a una mitra, tiara, bonete o cualquier otro sombrero usado
oficialmente en la Iglesia católica.

En realidad es el triángulo simbólico atanasiano, es decir, el escudo de la


Trinidad o triángulo conocido como Scutum Fidei que sirve para resumir el
misterio trinitario. Parece de época posterior a la escultura del Niño Jesús y
sorprende que no se haya perdido dado su reducido tamaño y atractiva decoración.
La imagencilla llama la atención de los visitantes de la ermita y más la llamaba
cuando se percataban de las prótesis con las que el cariño y la devoción de
las buenas gentes del Coso habían pretendido paliar su mutilación, hecho que en
ocasiones provocaba la hilaridad, el comentario jocoso e incluso el desinterés, aun
cuando se trata de una imagen del siglo XVI, anónima, quizá de origen flamenco
o germánico, si bien no existe ninguna referencia a ella en los libros de cuentas
de la ermita4. Lo mejor del caso es que la tradición popular transmitida de
padres a hijos y llegada hasta la actualidad, identificaba esta imagen del Niño
Jesús con la figura de Dios Padre, con el Padre Eterno, que es el titular de la
ermita para la devoción popular campillana, según quedó dicho líneas atrás.
La gente mayor del pueblo decía señalando a la escultura de Jesús Niño: “El

4
Libro de Visita de la ermita de la Santísima Trinidad que debotamente se venera en esta
Villa del Campillo de Altobuey, comenzóse año de 1718. Manuscrito de siglo XVIII, Archivo
Parroquial de Campillo de Altobuey.
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 275

Padre Eterno es éste”, y no señalaban a la Primera Persona de la Trinidad


que aparece en el cuadro central del retablo, a pesar de su claridad iconográfica
y porte majestuoso habitual. El Niño Jesús es el Padre Eterno para la gente
de la localidad. ¿Pero cómo puede ser esto así?. Es una rara identificación, si bien
uno se lleva una gran sorpresa al tomar en consideración el tocado triangular
con que se cubre la cabeza de la figura.

2.2. Restauración inadecuada: transformación iconográfica de la imagen

En el verano de 2004 se llevaron a cabo obras de restauración en la mazonería


del retablo de la ermita, cuyas pinturas lo habían sido también años antes en
el taller de la Conferencia Episcopal en Madrid. Un convenio entre la Universidad
de Castilla-La Mancha, la Universidad Politécnica de Valencia, el Ayuntamiento
de Campillo y la propia Parroquia, permitió algunas actuaciones sobre el rico
patrimonio histórico-artístico de Campillo, dirigidas las del retablo por la
restauradora Carmen Pérez, profesora de restauración en la Facultad de Bellas
Artes de Valencia y en la actualidad Directora-Gerente del Instituto Valenciano de
Conservación y Restauración de Obras de Arte. Los estudiantes que participaron
en las tareas restauradoras se percatarían de la imagen, cuyo lastimoso estado
llamaría su atención y espolearía sus deseos de aprender y practicar cuanto más
mejor, poniendo manos a la obra -y este caso nunca mejor dicho- porque sacaron
su policromía y eliminaron la suciedad y daños del Santo Niño, añadiéndole
unos brazos y unos pies más adecuados a su tamaño real que los de plástico
pertenecientes a una Nancy o muñeca por el estilo; y hay más : en una de sus
manos pusieron un orbe, transformándolo así en un Niño de la Bola, de
iconografía más común y más fácil de reconocer. La prensa provincial de aquellos
días se hizo eco de la intervención en el retablo y, además, que se había hallado
“… una imagen que, en contra de la creencia general del pueblo, no se
correspondía a un Padre Eterno, sino a un Niño de la Bola, del siglo XVII y
que, probablemente, era de origen flamenco”5.

Lamentablemente, y por desconocidas circunstancias, la restauración llevada


a cabo en la figura del Niño ha saltado, se está cayendo y la imagen presenta
desconchones, y lo peor no es eso, sino que sin poseer documentación gráfica
anterior, obviando los más elementales criterios seguidos en la restauración de
obras de arte, a las que nada ajeno se les debe añadir si no hay justificación
científica y gráfica que lo avale, se ha transformado la imagen en un amable y
convencional Niño de la Bola, con criterio poco fundamentado y desconociendo

5
LÓPEZ, R., “Conservar el patrimonio. Varias actuaciones para recuperar el patrimonio
cultural y religioso de Campillo”, en El Día de Cuenca, 30 de agosto de 2004, pp. 14-15.
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la amplísima variedad iconográfica y tipológica de las imágenes del Niño


Jesús, aunque los intervinientes sí conocían previamente la tradición local de
identificar este Niño Jesús con el Padre Eterno, es decir, la Segunda Persona de la
Santísima Trinidad con la Primera, según recoge la nota de prensa antes citada,
quizá por ser difícil de entender y aceptar si no ha mediado una profundización
investigadora, si no se ha tratado de buscarle una justificación o circunstancia
doctrinal que lo explique, desatendiendo y desconsiderando la tradición popular
al respecto, que en muchas ocasiones se equivoca, pero que en muchas otras
proporciona una respuesta convincente a los investigadores, que es lo que
aquí trataremos de hacer.

Como bien dice el refrán “Un grano no hace granero, pero ayuda al
compañero”, y quizá un caso único como este, sin otras apoyaturas, no iría
más allá de la pura anécdota, pero encontrarse un par de casos más en la misma
localidad de Campillo de Altobuey y algunos otros fuera de allí, al menos da que
pensar e invita a buscar una explicación válida en alguna medida. La casualidad,
aliada tantas veces de los investigadores, vino a proporcionar unas piezas de
indumentaria que permiten ser relacionados con este Niño Jesús del Padre
Eterno de Campillo de Altobuey, como ahora veremos.

2.3. Tocados propios del Padre Eterno en la figura del Hijo

Hace unos años, esta pequeña localidad conquense inauguró un Museo


Municipal de contenido histórico, artístico y etnológico, cuyos fondos fueron
aportados por los propios vecinos y la parroquia, que se volcaron en el
proyecto. Entre las piezas aportadas por la parroquia destaca una colección de
ornamentos sagrados del siglo XVIII, casullas, dalmáticas, estolas, etc., etc.
de notable calidad artística. Los fondos históricos y etnológicos han sido aportados
por los particulares, que ven con agrado el proyecto, lo han asumido como algo
suyo, aplauden el enorme éxito que tiene entre los visitantes foráneos y ven
con alegría que su nombre de donante aparezca en las cartelas que identifican
los objetos. La gente se ha volcado con su museo y ofrece y aporta piezas que
aumentan y mejoran el proyecto. Y es lo que pasó hace algún tiempo cuando
la familia Lledó López-Cobo hizo entrega de unas vestiduras pertenecientes
a alguna antigua imagen del Niño Jesús. Lo sorprendente fue hallar entre las
túnicas del Santo Niño, esclavina, cíngulos, zapatitos, estandarte o guión, una
pequeña tiara papal cuajada de pedrería y otro gorro triangular muy semejante al
que porta el Niño de la ermita del Padre Eterno que se viene comentando. Es
decir, que tenemos dos bonetes triangulares y una tiara pontificia para ser
colocados en imágenes del Niño Jesús. No olvidemos que existen numerosas
pinturas en las que se adorna la cabeza del Padre Eterno con un nimbo triangular
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 277

y que la tiara papal es usada frecuentemente para identificar a la figura del


Padre Eterno en abundantes obras de arte de iconografía trinitaria. La tiara papal
llevada por Jesucristo adulto está presente en dos casos muy conocidos, como
son el Volto Santo de la ciudad italiana de Luca y el Sant Bult de Valencia, así
como en numerosos iconos de la iglesia ortodoxa. Y esta terna de indumentos,
estos dos gorros triangulares y esta pequeña tiara papal, es lo que nos lleva a tratar
de buscar alguna explicación a esa posible identificación del Niño Jesús con
el Padre Eterno, o sea, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la del
Hijo, con la Primera Persona del Dios Creador.

III. IMPORTANCIA DEL CULTO AL NIÑO JESÚS A PARTIR DEL


CONCILIO DE TRENTO

El gran historiador del arte Emile Mâle señalaba el culto al Niño Jesús como
una de las nuevas devociones surgidas a raíz de las doctrinas del Concilio de
Trento y la Contrarreforma6, si bien le adjudica una notable antigüedad que
se remonta hasta San Francisco de Asís, inspirador de la tradición belenística
en su conocida adoración del Divino Niño en la misa de Navidad celebrada
en la iglesia de Greccio. De todos modos, las representaciones belenísticas eran
muy conocidas y frecuentes ya mucho antes en Italia. Mâle hace mención del
libro que escribiera el padre Borely, franciscano de Apt, La dévotion du Saint
Enfant Jesús au berceau, en París, el año 1664, quien hace remontar la tradición a
San Francisco, según va dicho. A partir de ahí, fue una devoción muy particular y
querida en la orden franciscana, algunos de cuyos santos también se hicieron
partícipes de la misma, como por ejemplo San Antonio de Padua y Santa Clara;
y la devoción al Santo Bambino sigue incluso en la actualidad en su iglesia
romana de Aracoeli.

Así, al finalizar la Edad Media es cuando aparece en el arte y en el culto


el Niño Jesús, representado de muy corta edad y con el globo terráqueo en la
mano. Recuerda Mâle una antigua ilustración del Niño de la Bola, o con esta
iconografía, en un manuscrito de 1500 de la Biblioteca Vaticana. Del mismo
modo, habla de la imagen del Niño Jesús que Santa Teresa entregó a las monjas
de una de sus fundaciones en el vecino pueblo conquense de Villanueva de la
Jara, que se conserva en la actualidad. La santa fundadora advirtió a sus monjas
que pidiesen a este Santo Niño la satisfacción de cualquier necesidad que
tuviesen, que Él velaría por ellas. Y así lo hicieron y lo siguen haciendo todavía.
He conocido personalmente la imagen y las monjas le siguen encomendando

6
MÂLE, E., El Barroco. El arte religioso del siglo XVII. Ed. Encuentro, Madrid 1985,
pp. 287-290.
278 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

la atención de sus carencias: que necesitan garbanzos, pues cuelgan al cuello


del Niño un saquito con estas legumbres; que necesitan pan o dinero para
poderlo comprar, pues un saquito con un poco de trigo al cuello del Niño, que Él
solventará su necesidad. Y la tradición y la historia atestigua que aun siendo un
convento pobre, ubicado en una localidad pequeña7, nunca les faltó lo necesario
para vivir. Santa Teresa, ante el temor de que la fundación no pudiese salir
adelante, entregó a sus hijas esta imagen a la que encomendarse, que en realidad
se trata de un Niño Jesús de Praga.

A partir de esta época cobró un notable éxito la devoción al Niño Jesús,


especialmente en las clausuras de los conventos femeninos, valorándose su
ternura, su inocencia, su silencio y el amor maternal (y paternal) que despertaba
en las monjas y en los frailes. Se crearon numerosas cofradías, hermandades
y congregaciones dedicadas al Niño Jesús o a su Dulce Nombre y a partir de
ahí se diversifican de manera sorprendente las tipologías y la iconografía del
Niño Jesús: niños pasionarios, bendicentes, entronizados, dormidos, desnudos,
peregrinos, resucitados, etc., etc. Órdenes religiosas como los jesuitas también
contribuyeron a extender el culto al nombre de Jesús y la fiesta de la Circuncisión,
o de imposición del nombre, fue tenida por la principal solemnidad de la Compañía.
Monasterios como el de las Descalzas Reales de Madrid, de monjas franciscanas
clarisas, han reunido desde su fundación en el siglo XVI hasta el siglo XIX,
una espléndida colección de figuras del Niño Jesús, de variadas tipologías,
atavíos, tamaños y materiales8. Estas imágenes del Niño Jesús procedentes
de los ajuares o dotes de las propias monjas, de donaciones o de encargos de las
abadesas, hablan en cierta medida de los momentos históricos que iba atravesando
la Real Fundación, la personalidad de sus prioras y de las profesas que allí
residían. En tres siglos de vida monacal llegaron a juntar setenta y dos imágenes
del Niño, lo que habla por sí solo de la importancia que alcanzó la devoción
al Divino Infante en las clausuras.

IV. ÉXITO DEL CULTO AL NIÑO JESÚS EN LA COMARCA


CAMPILLANA

Si nos centramos más en la comarca donde se ubica Campillo de Altobuey,


es decir la Manchuela conquense y localidades próximas, especialmente las
pertenecientes al Señorío y posterior Condado de Valverde del Júcar, veremos que
es una zona geográfica con mucha devoción y culto al Santo Niño, hasta el

7
SANTA TERESA DE JESÚS, “Libro de las Fundaciones”, en Obras Completas, Ed. de
Espiritualidad, Madrid 1976, pp. 570-589.
8
VIANELLO, G., “El Niño de las monjas”, en FMR (Barcelona), nº 12 (1991) 20-32.
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 279

extremo de que en algunas poblaciones es el patrón, como es el caso del


citado Valverde del Júcar, Olivares del Júcar y Valera de Arriba. En casi todos
los demás pueblos, aunque no ostente el patronazgo, existen imágenes del Niño
Jesús a las que se tiene una gran devoción. Y por la importancia y la relación
que se puede establecer con lo que en estas páginas venimos diciendo del Niño
Jesús del Padre Eterno de Campillo, hay que destacar la existencia de una
tradición parecida en el Señorío de Valverde, si bien referida al Santo Niño
Jesús de Praga. Al respecto dice el sacerdote Arsenio Triguero Marín que “Hay
quien asegura que esta imagen no representa al Niño, sino al Padre Eterno,
a Dios que no tiene tiempo, sino solamente presente, y por ello el Niño Infante
expresa la alegre y eterna juventud de Dios. (…)A Dios Padre, ordinariamente,
se le ha pintado con canosas barbas largas y ancianísimo, lo que está en
contradicción con la eternidad viva de Dios”9.

Luis Martínez Lorente, párroco de Alarcón y buen conocedor del tema,


da una plausible explicación a la presencia del extendido culto al Santo Niño
por aquellos territorios conquenses en los textos de alguna homilía y charla de
divulgación cultural que, lamentablemente, no han pasado a la imprenta. Recuerda
que la toma de Granada, el último bastión musulmán, tuvo lugar el día 2 de enero
de 1492, es decir, al día siguiente de la Circuncisión del Señor y la festividad de
la imposición del Santo y Dulce Nombre de Jesús. En esa importante gesta de
armas, la cristiandad se desquitaba de la caída de Constantinopla bajo el yugo
turco en 1453 y celebra la festividad de Nuestra Señora de la Victoria. Los Reyes
Católicos fueron en esta ocasión los artífices de la victoria granadina, en la
que también participaron destacados personajes conquenses, como Martín de
Alarcón, natural de Valverde del Júcar, custodio de Boabdil el Chico tras su
apresamiento en Lucena, o Diego Ramírez de Fuenleal, natural de Villaescusa de
Haro, nombrado tras la conquista de Granada deán de su catedral y, posteriormente,
obispo de Cuenca, y Diego López Pacheco, segundo Marqués de Villena. El
hecho de la conquista de Granada en esa festividad tan importante del culto
al Niño Jesús, porque la Circuncisión del Señor también se celebraba el día 2 de
enero, y no el 1, cuando la Epifanía caía en Domingo, explicaría la extensión del
mismo por la Manchuela conquense y sur de la provincia. A estas zona fueron
deportados numerosos moriscos de las Alpujarras y otras comarcas andaluzas,
de Valencia y de Murcia, hasta su expulsión definitiva en 1609 por los puertos
levantinos ante su negativa a la conversión religiosa a la fe cristiana o ser fingida
su conversión y por la acusación que sobre ellos se hacía de ser apoyo de los
piratas berberiscos que atacaban las costas españolas.

9
TRIGUERO MARÍN, A., “Santo Niño, memoria viva”, en Actas IV Jornadas sobre
Patrimonio en la manchuela Conquense, Octubre 2004, Ed. Diputación Provincial de Cuenca,
Cuenca 2008, p. 158.
280 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

4.1. Fiestas de Moros y Cristianos

Y coincidentemente, es en estos territorios de presencia morisca donde se


detectan numerosas representaciones de Moros y Cristianos. En el caso concreto
de Valverde del Júcar, el objeto sagrado que se disputan los moros y los cristianos
es el Santo Niño, el patrón del pueblo, en medio del fragor de la batalla incruenta
en la que se mezclan el ruido atronador de los disparos de arcabuces con la
diatriba dialéctica y literaria de la que siempre saldrán airosos y vencedores
los cristianos. Pero eso no impide que en varias ocasiones a lo largo de la fiesta
la imagen del Santo Niño caiga y esté en posesión de los musulmanes. Cuando
el Niño está en manos cristianas, se le pone un yelmo como el que llevaban
los soldados españoles. Ahora bien, cuando pasa a estar en posesión de los
musulmanes, de los moros, se para la procesión y se le cambia el gorro por un
turbante moruno. Resulta bien curioso este deseo de posesión de la imagen
por parte de las hordas sarracenas, aunque sea en el medio literario. Porque a
continuación uno se puede hacer las preguntas siguientes: ¿Para qué quieren
los moros la imagen del Niño Jesús, si para ellos no es el Salvador, sino un
profeta más?, ¿No explicará mejor ese deseo de poseer al Niño Jesús si se le
identifica con la figura del Padre Eterno, el Dios Creador y Único en el que
ellos sí creen? Y como su religión no admite la representación plástica de la
Divinidad, ¿No será que del mal han escogido el menor y que, además, les
sirve de tapadera y de camuflaje ante el celo de los inquisidores y de los posibles
denunciantes? Si no fuera así, ¿Para qué entran y participan en la Santa Misa
de la fiesta del Santo Niño valverdeño las huestes de Mahoma? Por lo que
respecta a los judíos, están muy extendidas por la zona las cofradías de la
Vera Cruz y de la Sangre de Cristo, que sirvieron de refugio y encubrimiento
para los judíos conversos. Su pertenencia a una de estas cofradías alejaba de
ellos la sospecha de judaizantes en el celoso tribunal de la Santa Inquisición
y sus convecinos no los veían como marranos camuflados, ante las prácticas
de piedad tan duras que llevaban a cabo y ostentosas procesiones penitenciales,
y así ellos se podían reunir sin levantar sospechas y con la seguridad de que
todos los allí reunidos eran correligionarios y del mismo pensamiento.

4.2. Posibles relaciones etnológicas

Joan Amades recoge una tradición mallorquina que interesa a nuestro


propósito. Se trata de una práctica que ocurría en la localidad de Petra, donde
era costumbre encomendarse el primer día de enero a Nuestra Señora del Buen
Año, a la que se le pedía protección para los doce meses siguientes. Las familias
se reunían a comer juntos en casa del abuelo o de algún hijo. Presidían la mesa,
por un lado, el más viejo de la familia, y por el otro, el más joven. Después
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 281

de sacar los postres, que solían ser barquillos, el abuelo hacía una especie de
mitra con el cucurucho de los barquillos y se la ponía en la cabeza al niño más
pequeño, que presidía la mesa junto con él. Este niño con gorro triangular era así
convertido en una especie de obispillo familiar10 y bendecía a todo el mundo
deseándoles mucha suerte y felicidad, permaneciendo todo el resto de la comida
con este sombrero o gorro mitral, siendo de mal agüero que se le cayese antes de
finalizar el ágape porque se pensaba que algo malo ocurriría a la familia a lo
largo del año recién empezado. ¿Puede existir alguna relación o paralelismo
entre esta celebración mallorquina, la presencia de un niño de carne y hueso
tocado con ese gorro mitral y lo que se viene comentando en este escrito sobre
Campillo? Pues es posible, pero no deja de ser curioso y ayuda a explicar un
poco más la tradición religiosa de Campillo de Altobuey. Del mismo modo,
en otra ciudad española, en Sevilla, en algunos de los altares con que se adorna
el recorrido de la procesión del Corpus, se ha visto una imagen del Niño Jesús
vestido de pontifical, con su capa pluvial, báculo episcopal y mitra, es decir,
un Niño Jesús vestido de obispo.

4.3. Otras imágenes del Niño Jesús en Campillo

Además de este Niño Jesús considerado por la devoción popular como imagen
del Padre Eterno, Campillo de Altobuey ha contado con varias imágenes del
Divino Infante a las que ha dispensado un culto acendrado a lo largo de la
historia. Así, al igual que otras poblaciones cercanas, Campillo sacaba en la
procesión del encuentro del Domingo de Resurrección una imagen del Niño
puesto en andas y llevado a hombros de los chicos de la localidad, práctica
desaparecida en la actualidad11. Del mismo modo, era costumbre adornar con
dos imágenes del Niño Jesús el Monumento para la reserva del Santísimo en la
Semana Santa, lo que es también causa de sorpresa por la costumbre que había
de tapar todas las imágenes con paños morados. La parroquia dispuso de grandes
sargas decorativas y telones adornados para la confección del Monumento, de lo
que dejan constancia los Libros de Fábrica, pero estos lienzos dejaron de
usarse y por desgracia se perdieron y destruyeron a causa de los cambios en
la liturgia. Estas imágenes del Niño Jesús del Monumento eran y siguen siendo
propiedad de la familia Redondo Ruiz, quienes amablemente los cedían para
este menester.

Otro momento en que las imágenes del Niño Jesús salían de nuevo a
escena en Campillo era en la procesión del Corpus Christi, que recorría las

10
AMADES, J., Costumari català. El curs de l’any. Salvat Editores, Barcelona 1987, t. I, p. 353.
11
Agradezco la información de esta práctica procesional a Matilde Redondo.
282 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

calles de la localidad haciendo estación en una serie de altares colocados en el


recorrido y adornados con estas esculturas, algo parecido, salvando las distancias,
a lo que se hace en el Corpus sevillano y donde ya señalamos líneas atrás que
colocaban imágenes del Niño Jesús, en algún caso vestido de obispo. También
ha desaparecido ya esta costumbre de colocar efigies del Santo Niño en estos
altares del Corpus, pero aún conservan las familias en su propiedad algunas de
estas imágenes de Jesús Niño.
Campillo de Altobuey también tiene una advocación muy particular y
especial del Santo Niño; se trata del Santo Niño Napolitano, cuya iconografía
nos es desconocida, pero que sigue disponiendo de un espléndido retablo barroco
en el crucero del convento agustino recoleto de Nª Sª de La Loma, por lo que
parece obvio que se trate de una devoción vinculada a esta orden de los hijos
de San Agustín, quienes traerían el culto de este Niño a la población conquense.
En la catedral de Jaén existe también esta advocación del Niño Napolitano y
el hecho de pertenecer el convento recoleto de Campillo a la provincia agustina
de Andalucía puede explicar su presencia en esta población conquense.
Posiblemente se trate de un Niño Jesús Pasionario, de origen napolitano, y
así llamado por haber sido traído de la conocida ciudad italiana o realizado a
la manera de modelar allí estas pequeñas imágenes.
Para finalizar este apartado y confirmar la importancia del culto y devoción
al Santo Niño en Campillo, hay que citar la presencia de dos imágenes del
Niño de la Bola, y así referenciados, en un inventario de 1901, pertenecientes a
la iglesia del Hospital del Cristo de Burgos12, de los que solo se ha conservado
hasta la actualidad uno de ellos.

V. LA DOCTRINA DE LOS SANTOS PADRES Y EL TEXTO


BÍBLICO

Según dice el propio San Atanasio13, “El Hijo es el resplandor de la gloria


del Padre y figura de su sustancia, tan perfecta y acabada como el que lo engendró.
Las tres personas son iguales en todo. Aunque nombramos primero al Padre en
este mundo, siempre que fue el Padre, fue el Hijo y no hay entre ellos primero
ni segundo ni tercero. Ni el Padre es más viejo que el Hijo, ni el Hijo es más
mozo que el Padre, sino que las tres personas son en todo iguales y consustanciales
y coeternas”. Con esta cita de San Atanasio vamos a iniciar la recogida de una
12
MONTOYA BELEÑA, S., “El hospital del Cristo (Siglo XVIII) de Campillo de
Altobuey (Cuenca). Arquitectura y arte al cuidado del cuerpo y del alma en el camino real de
Madrid a Valencia”, en Ars Longa, nº 11. Departamento de Historia del Arte de la Universidad de
Valencia, Valencia 2002, p. 54.
13
Anónimo, La leyenda de oro. Ed. Sociedad Editorial La Maravilla, Barcelona, 1865, t. I, p. 51.
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 283

serie de apoyos teológicos o doctrinales que puedan venir a explicar o justificar


la identificación de la figura del Niño Jesús con la del Padre Eterno en
Campillo de Altobuey y alrededores, sin que eso quiera decir que tal idea encaje
perfectamente dentro de la más pura y estricta ortodoxia católica, como
seguramente así será.

El hecho de tomar textos, como el citado líneas atrás, al pie de la letra, pudo
conducir a situaciones como la que analizamos o dar lugar a manifestaciones
plásticas de todos conocidas, pictóricas en especial, donde las tres personas
de la Trinidad se representan iguales, como si de trillizos se tratara. Mediocres
teólogos, mentores de rígido pensamiento y artistas obedientes al criterio y el
encargo que recibían, sin ningún espíritu crítico, si no es que también flotaba
en el ambiente la influencia de herejías protestantes o de otras religiones, que
también puede ser, ocasionaron la presencia de obras de arte, tradiciones populares
y pensamientos religiosos que al haberse conservado hasta el momento presente
causan asombro, dan en qué pensar, mueven la sonrisa y hablan de la complejidad
del pensamiento humano y las soluciones propuestas para atender sus dudas
mentales y espirituales así como su situación histórica y social en determinados
momentos. Una antigua tradición de la Iglesia, apoyada en los textos bíblicos, en
los escritos de los Santos Padres y en las Actas de los Concilios, se oponía a la
representación de Dios, por inoportuna, por peligrosa de idolatría y por provocar
cierta confusión a los ignorantes por la semejanza del Padre con el Hijo14.
Era sacrilegio representar la inmaterialidad de Dios y por ello las Actas del
Segundo Concilio de Nicea establecieron que la única imagen posible y tolerable
de Dios era la de Jesucristo, “imagen de Dios invisible”.

El P. Ribadeneira, poco sospechoso de alegrías heterodoxas, se manifiesta en


los mismos términos que San Atanasio, asegurando que “las personas divinas,
aunque sean distintas, en todo son iguales, por ser ellas de la misma sabiduría y
la misma eternidad, demás los atributos y perfecciones divinas, que son infinitas”.
Esto, que fue dicho bien avanzado el siglo XIX, cogido al pie de la letra permite
llevar a cabo realizaciones artísticas referidas a las Sagradas Personas donde “en
todo son iguales”, es decir, que se admite la figura del Niño para representar al
Padre, o la del Padre para representar al Niño, su Hijo, e incluso al Espíritu
Santo. Y si retrocedemos muchos siglos en el tiempo, remontándonos a la
herejía de Arrio, que negaba la naturaleza divina al Hijo de Dios, ¿no puede
pensarse que se trate de una defensa católica frente al arrianismo esta
identificación icónica de las dos sagradas personas?, es decir, ¿Cómo no va a
ser Dios el Hijo, si el Hijo es lo mismo que el Padre, y el Padre es Dios?. Por

14
SÁNCHEZ ORTIZ, A., De lo visible a lo legible. El color en la iconografía cristiana:
una clave para el restaurador. Universidad Complutense de Madrid, Tesis doctorales, 1995.
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lo tanto, para que no haya duda, representemos –se dirían- al Niño-Hijo como si
fuera el Padre, y para que no haya confusión entre los que no saben, pongamos
sobre su cabeza el gorro o tocado triangular propio de la iconografía de Dios
Padre, según ocurre en Campillo.

André Grabar, estudioso de la génesis de la iconografía cristiana15, recoge


las palabras del propio Cristo a través de San Juan (XII-45) al respecto, “Quien
me ve, ve a quien me ha enviado”, o mejor aún, “Quien me ha visto, ha visto
al Padre”. La esencia respectiva de las dos personas es siempre distinta, pero
el aspecto que ofrecen a la vista de los hombres es idéntico para el Padre y el
Hijo. Hay teofanías y mosaicos que son al mismo tiempo visiones de la primera
persona en el cielo, Dios Padre, y de la segunda persona en el Logos. La
juventud de Cristo es el símbolo de la impotencia del tiempo sobre el Logos.
Como el tiempo no actúa sobre Él, se conserva eternamente joven. La eternidad
es igual a la inmutable juventud, aunque en otros casos puede verse a Cristo,
Verbo increado y eterno, representado como un hombre de edad, con cabellos
blancos y barba de un viejo, y sin embargo no es un viejo. Los rasgos de edad
son aquí un símbolo invertido de la eternidad; es decir, que la eternidad igual
puede representarse por una cabeza joven que por una cabeza de viejo. Se ha
dicho que el Cristo imberbe era una figura que encaja bien en el arte gracioso y
superficial de la época imperial romana, arte que sustituía, por ejemplo, con
putti o niños a los participantes reales y adultos de una actividad cualquiera.
En las imágenes cristianas y paganas, estos niños sustituyen a los adultos en
las escenas de trabajos en los campos, labores de jardinería, vendimia o cosecha,
carreras de caballos, escenas de caza, etc. Las imágenes de Cristo adolescente,
amable e insignificante, había que situarlas en el contexto de una prolongación
de este arte. Igualmente André Grabar16 habla de antiguas imágenes dogmáticas
o imágenes simples y directas, de las que una sola de ellas basta para definir
el dogma, lo que la hace comparable a una expresión verbal compuesta de
una sola palabra.

En el mismo sentido, a finales del siglo VI el papa Gregorio el Grande


decía que “la imagen es la escritura de los iletrados”, es un medio de
conocimiento, un medio de enseñar la religión y sus misterios, es decir, que
ya se reconocía el papel pedagógico de la imagen cristiana, con hechos tan
significativos en la Edad Media como las Biblia Pauperum o las pinturas de
los retablos góticos e incluso sus continuadores como grandes tramoyas didácticas
en el Renacimiento, Manierismo y Barroco.

15
GRABAR, A., Las vías de creación de la iconografía cristiana. Ed. Alianza Forma,
Madrid 1985, pp. 112 y ss.
16
Ibídem, p. 106.
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 285

En un sermón sobre Pentecostés del papa San León, al referirse al Espíritu


Santo, dice que las tres personas son igualmente omnipotentes e igualmente
gloriosas, lo que en épocas donde la mayor parte de la población era analfabeta, y
la lectoescritura patrimonio de unos pocos clérigos, daría lugar a excesos
interpretativos en la igualdad de las tres personas, a errores dogmáticos y a
representaciones plásticas inadecuadas y poco convenientes, rayanas en la
heterodoxia de modo consciente o inconsciente. San Juan Damasceno, en un
discurso contra los iconoclastas, declaró que Dios Padre no podía ser representado,
pero sí podía ser figurado con los rasgos del Hijo encarnado a través del cual
la Divinidad toma forma humana. Siendo el Padre y el Hijo uno mismo17 y
puesto que quien ve a uno ve al otro, los artistas no cometían ningún error
cuando figuraban a Dios con los rasgos de Jesucristo, y en el caso de Campillo
con los rasgos de Jesús Niño.
Un antiguo villancico presenta a Dios como Niño:”Cuando te miro Niño/
Dios te contemplo/, cuando Dios te miro/ Niño te veo”. En el rostro del Niño
resplandece el rostro de Dios, es el rostro humano de Dios, que puede decirnos:
“Este Niño, Jesús, soy yo”, que es lo mismo que dice San Juan (10-30) al
afirmar que “Yo y el Padre somos uno”. El Hijo es imagen perfecta del Padre (2
Cor. 4,4), así que el Padre también presenta rostro de niño, aunque no solo.
San Agustín decía: “Dios es el más joven de todos. Las barbas blancas son un
símbolo ingenuo de la eternidad, pero la realidad es que Dios es Niño. En la
eternidad no hay tiempo, ni para envejecer”. Por lo tanto, una vez más, la
presencia de la imagen del Niño como Padre Eterno en Campillo tiene una
explicación doctrinal.
En un estudio reciente sobre Jesús18 se dice que “Su nombre es Padre Eterno.
Esta expresión puede traducirse como Padre de la eternidad. En la Vulgata la
expresión que se usa es “Padre del siglo futuro”. No debe haber aquí ninguna
confusión de cómo el Hijo también es llamado Padre. El Padre es eterno, el
Hijo es eterno y ambos son Dios, no dioses; Dios, en singular. Nunca la mente
podrá expresar y entender todo lo que el corazón sencillamente puede creer.
Aquí es donde nosotros podemos decir: “Su nombre es admirable”. También
es perfectamente aceptable considerar el apelativo Padre Eterno, a la luz del
hebreo y la Vulgata, como una referencia a que Jesús es el artífice de toda
una nueva época de gloria sin fin. Por Él somos hechos nuevas criaturas, que
habitaremos en los cielos nuevos y en la tierra nueva que se aproxima a su
realización”. Vemos en el texto que Jesús Hijo es Padre Eterno y así se le puede

17
SÁNCHEZ ORTIZ, A., o.c., 1995.
18
NÚÑEZ, G. L., El verdadero Jesús. Una visión de la verdadera condición de Jesús
hoy,… Ed. Clie, Barcelona 1999, pp. 79-80.
286 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

llamar, aunque el autor citado reclame cuidado con los excesos interpretativos y
entendiendo con esas expresiones lo que se quiere decir en realidad, sin ánimo
de cruzar la raya de la heterodoxia. Pero en el siglo XVI y otras épocas
lejanas era otra cosa y más fácil llevar a cabo una plástica inconveniente, por
desconocimiento o con toda la idea, y dar lugar a esta tradición que se ha
conservado hasta nuestros días, como se ha visto antes.

De todos modos, es la propia Biblia la que proporciona más textos a los


que poder acogerse para explicar esta identificación de Jesús con el Padre
Eterno, aunque a veces sea de manera forzada y la interpretación sea poco
ortodoxa. Así, en el profeta Isaías (9-6) puede leerse : “Porque nos ha nacido
un niño, nos ha sido dado un hijo que tiene sobre los hombros la soberanía y
que se llamará Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe
de la Paz, …..”. Y si lo dice el profeta Isaías, ¿Qué impide y por qué no lo iban a
llamar así las gentes sencillas y los teólogos medianos?, o ¿Por qué no iban a
poder representar los artistas plásticos al Niño Jesús con atributos del Padre
Eterno, con tiara papal o bonete triangular identificativo de Dios Padre?. En el
evangelio de San Juan, también son muy abundantes las alusiones a Jesucristo
como Dios Verdadero igual al Padre, por ejemplo en los capítulos y versículos
siguientes, 1-1, 5-18, 10-30 (“Yo y el Padre somos una sola cosa”), 14-9 (“El
que me ha visto a mi, ha visto al Padre”), 16-15, 17-10, 20-28, etc. Lo mismo
ocurre en las epístolas de San Pablo, Hebreos 1-3, en donde la importancia
de su sustancia es interpretada como plena semejanza con el Padre, Romanos
9-5, Filipenses 2-5-6, Tito 2-13, que llama a Jesucristo “Gran Dios y Salvador
nuestro, Cristo Jesús”, Segunda a los Corintios, 4-4, que dice “Cristo es imagen
de Dios”, Colosenses 1-14, donde se afirma taxativamente que “Jesucristo es
la imagen de Dios invisible. Todo fue creado por Él y para Él”, Hechos de
los Apóstoles 1-8, o en la Primera de San Juan 2-23, al afirmar que “El que
confiesa al Hijo, tiene también al Padre” . Por lo tanto, ante tan abrumadoras
identificaciones de la Primera y Segunda Persona de la Trinidad en el Libro
Sagrado de la Biblia, nada de extraño tiene esta tradición popular de Campillo
de Altobuey y explica sobradamente la presencia de esta imagen del Niño
Jesús como Padre Eterno, ataviado con vestiduras propias de Dios Padre en la
iconografía más usual y en una población habitada por gentes de la religión del
Libro, judíos y moriscos.

VI. CONCLUSIÓN

Para finalizar este estudio, recapitulando lo expuesto, puede decirse lo


siguiente:
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 287

1. En el pueblo conquense de Campillo de Altobuey existe una tradición


popular que identifica al Niño Jesús con el Padre Eterno en una figura
del siglo XVI, según ha quedado constatado, y que ésta es una tradición
extendida por la comarca, donde ha existido y sigue existiendo un
fervoroso culto a la imagen de Dios Niño.

2. La presencia de esta imagen en la localidad puede estar relacionada con la


existencia en la misma de grupos de moriscos, mudéjares y judíos, conversos
o no, llegados a la villa para trabajar en oficios de la construcción activos en
los numerosos edificios religiosos y civiles que se estaban levantando a
partir del siglo XVI, o llegados allí por deportación o destierro desde otras
provincias españolas. Como el culto a un Dios único y creador, Padre
Eterno, no estaba reñido con sus ideas religiosas monoteístas, les serviría
de tapadera ante la vigilancia de la Inquisición y las denuncias de las que
pudieran ser objeto.

3. El culto a esta imagen poco común del Niño Jesús es una peculiaridad de
la generalizada devoción al Santo Niño en Campillo y toda la comarca,
según ha quedado demostrado.

4. La imagen ha sido objeto de una restauración inadecuada, con añadidos


impropios y falsos, al no existir documentación gráfica y/o documental
que justifique la intervención llevada a cabo, y desde el desconocimiento y
desprecio más absoluto de la tradición popular y sus formas de manifestarse.

5. La propia historia, civil y religiosa, el surgimiento y desarrollo del culto


al Niño Jesús, su evolución tipológica e iconográfica, así como los escritos
de los santos padres y el propio texto bíblico avalan, explican y justifican
esta tradición de Campillo de Altobuey y la presencia de esta curiosa imagen
del Santo Niño con indumentaria propia de Dios Padre Eterno.
288 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

Anónimo. Imagen del Niño Jesús considerado como Padre Eterno por la
tradición popular, S. XVI. Talla de madera, restaurada; brazos y bola añadidos.
Ermita de la Stma. Trinidad de Campillo de Altobuey (Cuenca).
EL NIÑO JESÚS COMO PADRE ETERNO… 289

Imagen del Niño Jesús considerado como Padre Eterno con tocado
triangular.
290 SANTIAGO MONTOYA BELEÑA

A. Tocado bordado de forma triangular del Niño Jesús considerado como


Padre Eterno, S. XVIII (reverso). B. Tocado, S. XVIII (anverso). C. Tiara
pontificia de la imagen del Niño Jesús, S. XIX. Museo Municipal de Historia
y Etnología de la Villa, donada por la familia Lledó López-Cobo. D. Tocado
triangular, Siglos XVIII-XIX. Museo Municipal de Historia y Etnología de
la Villa, donada por la familia Lledó López-Cobo.

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