Antípodas Patrimoniales en El Chile Actual. Acción Colectiva e Institucional en El Patrimonio Protegido
Antípodas Patrimoniales en El Chile Actual. Acción Colectiva e Institucional en El Patrimonio Protegido
Antípodas Patrimoniales en El Chile Actual. Acción Colectiva e Institucional en El Patrimonio Protegido
22352/SAUSTRAL202127010
ARTÍCULO CIENTÍFICO
Heritage antipodes in current Chile. Collective and institutional action in protected heritage
Javiera Bustamante
Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile. [email protected]
[orcid.org/0000-0002-5490-4326]
ignacia Luco
Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile. [email protected]
[orcid.org/0000-0003-1007-1374]
oscar oLivares
Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile. [email protected]
[orcid.org/0000-0003-0451-997X]
migueL ortiz
Universidad Alberto Hurtado, Santiago, Chile. [email protected]
[orcid.org/0000-0002-1657-3925]
Damián rosenmann
Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, Chile. [email protected]
[orcid.org/0000-0003-0283-0609]
RESUMEN
*
El artículo expone los resultados del proyecto FONDECYT Iniciación N°11200326 “Destrucción, desafección y
contranarrativas patrimoniales. Redefinición del patrimonio cultural en el Chile actual”.
Recibido: 05/07/2021 Aceptado: 29/10/2021 Versión final: 31/12/2021
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que estos patrimonios representen y, por lo tanto, una política de cuidado asimétrica entre
aquellos monumentos que resaltan valores dominantes y otros que encarnan aspectos incó-
modos para la historia oficial.
ABSTRACT
This article reflects on the controversies of the heritage scenery currently in Chile
from the analysis of interventions on two official heritage devices: Public Monuments and
Historic Monuments. Based on the revision of archives and the field work on three Historic
Monuments and one Public Monument, the dynamics of collective and institutional action
are identified which dispute the discourses, applications, functions and representations of
protected heritage. The article evidence that State, although activates and recreates a discourse
that values the appropriation and transformation of cultural heritage, prefix a conservationist
paradigm that operates against the actions of intervention that transgress its materiality
and integrity. On the other hand, it is proposed that the answers to the interventions of the
monuments express a different assessment according to the memories that these patrimonies
represent, and, thus, an asymmetric politic of care between those monuments that highlight
dominant values and others which embodies uncomfortable aspects for the official history.
INTRODUCCIÓN
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
de 20191. A pesar de que este tipo de intervenciones ha sido parte de movimientos sociales
anteriores, es durante este momento que se agudizan y abren nuevos campos de disputa
sobre los Monumentos Nacionales intervenidos. Como es de común conocimiento, a partir de
estos hechos se constata una fractura en la relación que una parte de la sociedad establece
con el patrimonio cultural reconocido, tutelado y protegido por el Estado.
En este contexto partimos de la premisa que lo patrimonial (Settis, 2013) es más que el
objeto patrimonial. Así entendemos lo patrimonial como una interacción entre a) sujetos
(individuos, grupos, movimientos, organizaciones, gremios, reparticiones estatales); b) dis-
positivos patrimoniales, -esto es “elementos [patrimoniales]2 que, junto a los discursos, nor-
mativas e instituciones patrimoniales, legitiman y/o refuerzan la construcción y difusión
de ciertos idearios, narrativas y concepciones sobre el patrimonio” (Pérez, 2019, p. 148)- y c)
su gestión, administración y cuidado. En esta esfera de interacción, las prácticas y discursos
sobre el objeto patrimonial terminan por asentar y comunicar socialmente ideas, valores
e historicidades. En consonancia, consideramos la transformación del campo patrimonial
como un proceso de transformación de lo patrimonial, marcado por la redefinición del
vínculo material, histórico, simbólico y político de la sociedad con el objeto patrimonial
tradicionalmente establecido, proceso expresado en un conjunto de praxis materiales, na-
rrativas, políticas, ideológicas y simbólicas en Monumentos Públicos y Monumentos Histó-
ricos; acciones colectivas cuya potencialidad ha modificado los marcos de valoración, usos
y funcionalidades del patrimonio y donde se han cuestionado especialmente sus principios
rectores de integridad, autenticidad e historicidad que históricamente han primado en la
gestión patrimonial. Al mismo tiempo, dicha transformación ha puesto en evidencia la asi-
metría en su gestión, enfrentando discursos que legitiman la identidad nacional que estos
objetos representan con otros discursos que eligen estos Monumentos Nacionales de alta
carga simbólica para expresar un descontento frente al orden establecido.
Para dar cuenta de este fenómeno, desde marzo de 2020 hasta septiembre de 2021
estudiamos la intervención de cuatro dispositivos patrimoniales protegidos por el Estado: des-
de Monumentos Históricos incendiados, como es la Iglesia de la Veracruz en barrio Lastarria;
derrumbados, como es el caso de la Ex Villa San Luis de Las Condes; abandonados, como es
el Ex Balneario Popular Rocas de Santo Domingo en la V Región; hasta el Monumento Público
General Baquedano, intervenido sucesivamente desde la revuelta popular. En este contexto,
estudiamos tres Monumentos Históricos protegidos bajo la Ley N°17.288 de Monumentos
Nacionales, con valores patrimoniales y atributos materiales específicos y con regímenes de
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El 14 de octubre de 2019, tras el alza del pasaje de metro en $30, estudiantes secundarios saltaron los
torniquetes de distintas estaciones del metro de Santiago, activando un movimiento social conocido como
revuelta popular o estallido social. Lo que nació de forma espontánea producto de una serie de acontecimientos
ligados a lógicas de rebelión del movimiento estudiantil secundario, finalmente detonó un descontento popular
que venía gestándose en silencio durante los últimos años en la sociedad chilena. A partir de entonces, se
multiplicarán en distintas ciudades del país acciones en espacios y monumentos públicos que tendrán como
objetivo expresar el descontento social de un modelo económico y político neoliberal en crisis.
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La inserción es nuestra.
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Siguiendo el planteamiento de Choay (2007), el Monumento Público del siglo XIX correspondería a “todo
artefacto edificado por una comunidad de individuos para acordarse de o para recordar a otras generaciones
determinados eventos, sacrificios, ritos o creencias (…) una creación deliberada, cuyo destino ha sido
asumido a priori” (p.12), mientras que el Monumento Histórico del siglo XX “no ha sido inicialmente deseado
ni creado como tal; se construye a posteriori, por las miradas convergentes del historiador y del aficionado
que lo seleccionan entre la masa de edificios existentes” (p.18) y que por ende se seleccionan posterior a su
construcción para ser resguardados.
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El año 2012, tiempo antes que el patrimonio cultural en el país fuese radicalmente
cuestionado en sus bases históricas, figurativas y conceptuales, el historiador del arte y ar-
queólogo italiano Salvatore Settis exponía en el Festival Puerto de Ideas de Valparaíso una
conferencia que, basada en la revisión histórica del modelo legislativo italiano, enunciaba
que en la raíz más profunda del patrimonio reside el principio de la utilidad pública y el bien
común, y en consecuencia, prima el bien público por sobre el interés privado, principio que
por supuesto debiese saber convivir con el peligro de destrucción que le acecha. Lo relevante
de las ideas de Settis no es tanto la sentencia sobre la necesidad de proteger y conservar legal-
mente ante el riesgo que acecha al patrimonio, sino la idea de que el patrimonio constituye
un bien público y común de la ciudadanía. Siguiendo a Settis,
Antes que cualquier otra obligación mediante normas, este principio creó algo muy
importante: una costumbre difundida, una ética compartida, un sistema de valores
civiles que cada generación, desde hace siglos, transmite a las que han de venir. Re-
conocer la prioridad del bien común quiere decir subordinar al mismo todo interés
individual cuando ambos se enfrentan (2013, p. 40).
La idea de bien común enunciada por Settis recupera un lugar que vincula bien común
con acción colectiva, toda vez que el patrimonio reconquista desde esta mirada las ideas de
derecho a ser ejercido y usado en tanto bien colectivo. Tomando como referencia lo dicho por
Settis, es posible reconocer en nuestra trayectoria legislativa patrimonial la presencia de un
discurso patrimonial que, aun teniendo un sustrato profundamente colonial y republicano,
toma el sentido de lo público en su normativa. Así, ya en el Decreto Ley N°651 promulgado
el 17 de octubre de 1925, cuyo resultado es la creación de la primera ley sobre Monumentos
Nacionales de Chile, se expresa que son Monumentos Nacionales los objetos con carácter
conmemorativo que estén destinados a permanecer en un sitio público. Cuatro décadas más
tarde, esta primera iniciativa será reemplazada por la Ley Nº17.288 de Monumentos Nacionales
de 1970, siendo esta última modificada en 2017 a través de la creación de la Ley Nº21.045 que
crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio. En ésta se reitera el principio
de que serán Monumentos Nacionales los objetos con carácter conmemorativo destinados a
permanecer en un sitio público, pero además reconoce expresamente que el patrimonio “en
toda su diversidad y pluralidad, es un bien público que constituye un espacio de reflexión,
reconocimiento, construcción y reconstrucción de las identidades y de la identidad nacional”
(2017, p. 2). Finalmente, la recién publicada Indicación Sustitutiva de reemplazo al Proyecto de
Ley de Patrimonio Cultural ingresado en 2019 al Congreso Nacional, tiene en su horizonte un
concepto integral y dinámico del patrimonio, y a su vez acepta como principio fundante de
la regulación patrimonial su reconocimiento como bien público y social, con independencia
de su régimen de propiedad (2021).
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
y reflexionar sobre los alcances de la acción colectiva y la acción del Estado en las políticas
de conservación y protección, como, asimismo, en el futuro reflexivo de la concepción, uso
y gestión del patrimonio, ¿en qué contextos se vuelve legítima la acción colectiva sobre los
Monumentos Públicos? Y, por otro lado, ¿en qué medida la calidad de monumento protegido
contribuye a la gestión de su conservación?
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Fig. 1. Vista del muro que protege el plinto de la estatua al General Baquedano, 2021.
Fotografía de Oscar Olivares.
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
elementos si es que hay conductas de desprecio a la historia, a los héroes, a los personajes
que han contribuido a nuestra República” (Carvajal, 2020, parr.8).
A pesar de lo polémico que podría resultar la historia militar de este monumento
para el movimiento social, son los nuevos significados que se construyen en torno a este
lugar los que motivan la constante intervención que tuvo hasta antes de su retiro: “La verdad
nunca supe quién fue Baquedano, pero a raíz de la discusión que se ha dado [en torno a su
restauración] he visto más publicaciones en internet sobre la figura de él” (Transeúnte frente
al Monumento a Baquedano, comunicación personal, marzo de 2021). Esta fue una constante
durante conversaciones informales mantenidas con quienes participaron a lo largo de las
manifestaciones y que, finalmente, tras lo mediático que se tornó la discusión por los intentos
de higienizar el monumento de toda marca material de protesta, terminaron conociendo su
historia, que poco o nada se relacionaba con los significados construidos sobre él durante
la revuelta popular.
Finalmente, en las manifestaciones del viernes 5 de marzo, el Monumento fue
incendiado por desconocidos, generando reacciones de diferentes autoridades políticas y
agudizando las discusiones sobre el destino que la estatua del líder militar debía tener para
resguardar su integridad (Retamal, 2021). Este hecho decantó en que durante la madrugada
del 12 de marzo de 2021 el Monumento a Baquedano fuera retirado de la plaza para ser res-
taurado en el plazo de un año. Junto con esta medida, dos días después del retiro comenzó
la instalación de un muro blindado de tres metros de altura que rodearía el ahora pedestal
vacío y la tumba del Soldado Desconocido para su protección, acompañado de una constante
custodia policial (Fig. 1) (Solís, 2021).
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Fig. 2. Puerta de la Iglesia de la Veracruz tapada con latas. Paredes y pilares rayados en el marco de las moviliza-
ciones sociales, 2021. Fotografía de Álvaro Hoppe.
y artístico, la iglesia y sus dos casas parroquiales aledañas fueron declaradas Monumento
Histórico en 1983. Además, desde 1998 está incluida en la Zona Típica Mulato Gil de Castro.
Pero a pesar de que el templo ha estado permanentemente presente en la vida social del
barrio, y que a lo largo de su existencia ha sido un lugar de encuentro y comunión para sus
feligreses y visitantes, hoy el panorama que se observa dista profundamente de aquella iglesia
vivaz y activa. Durante los últimos años, y sobre todo producto de la revuelta popular, ésta y
otras iglesias se han convertido en espacios de confrontaciones y disputa, por lo que han sido
objeto de diversas acciones y ataques, además de rayados e intervenciones en sus muros (El
Mercurio, 2020). El 12 de noviembre de 2019, en el marco de una jornada de manifestaciones
y en un confuso incidente que aún es materia de investigación, la Iglesia de la Veracruz sufre
un ataque incendiario que dañó gravemente el frontis e interior de la construcción (Edwards,
2020). En un hecho que fue condenado por entidades gubernamentales, eclesiásticas y de la
sociedad civil, el Subsecretario de Patrimonio Cultural, Emilio de la Cerda, señalaba que:
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Pero cabe preguntarse cuáles son los motivos que hay detrás de la quema de ésta
u otras iglesias, y si los valores y «alma del pueblo» en realidad están hoy en sintonía con
aquellos valores canónicos representados en la institución que las ha levantado. Lo cierto es
que, debido a los ataques incendiarios, sumado a las constantes intervenciones, rayados y
afiches que se han instalado en su fachada, la iglesia ha cerrado sus puertas de forma inde-
finida y sellado sus accesos, una medida de seguridad que han adoptado diversos templos
religiosos a lo largo del país. ¿Con qué nos encontramos hoy? Con una iglesia completamente
blindada. Sus puertas y ventanas han sido clausuradas y reforzadas con rejas, planchas de
madera y placas metálicas, imposibilitando el acceso a los y las transeúntes del lugar. Ade-
más, se han ubicado cámaras de seguridad en diversos puntos del templo como un método
de constante vigilancia. Sobre las puertas metalizadas y los muros que rodean la iglesia se
observan las incontables capas de pintura que el municipio ha encomendado repintar en
múltiples ocasiones para esconder los rayados que durante meses han copado sus muros y
accesos (Municipalidad de Santiago, 2020). Pero, aunque constantemente se vuelva a pintar
de su pulcro color burdeos, como se puede apreciar en la Fig. 2, vuelven a aparecer escritos y
consignas que alteran su fachada, tales como: «La única iglesia que ilumina es la que arde»,
«Tu silencio es culpa», «Curas violadores» y «Aborto libre para que decida la mujer». Y es que
la calidad patrimonial del templo no ha sido impedimento para las acciones en su contra,
por el contrario, sus muros se han convertido en un espacio-lienzo cargado de simbolismos
y descontento social. Aun así, hoy nos encontramos ante una iglesia invisible, que no pare-
ciera llamar la atención de quienes transitan por el barrio. Sus puertas selladas y ocultas
tras capas de pintura no invitan a relacionarse con este espacio, que más bien se convierte
en un gran muro impenetrable que pasa inadvertido e invisibiliza el sitio patrimonial que
se esconde tras sus sólidas medidas de protección.
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Fig. 3. Superficie del Sitio de Memoria Balneario Rocas de Santo Domingo tras las recientes
marejadas de junio, 2021. Fotografía de Oscar Olivares.
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Similar al Balneario Popular Rocas de Santo Domingo, el escenario actual del terreno
de la Villa San Luis de Las Condes está lejos de encarnar la convulsionada trama histórica
de este lugar. O, tal vez, el desolado y enrejado sitio con el que hoy nos encontramos justa-
mente representa el devenir de un proyecto cuya conservación patrimonial se ha puesto en
cuestión, y que ha debido sortear las presiones de millonarios proyectos inmobiliarios en
uno de los terrenos más costosos de la ciudad de Santiago. Y es que las disputas por este
controversial territorio tienen una larga data, que no solamente nos hablan del actual poder
de agencia de los intereses económicos, sino también de cómo elegimos hacernos cargo de
nuestra memoria histórica.
Emplazado en la actual calle Presidente Riesco en la comuna de Las Condes, se
inaugura en 1972 el emblemático proyecto de integración social urbana Villa San Luis, que
buscaba dar solución habitacional a más de mil familias, rompiendo con la segregación so-
cioeconómica de la ciudad. Con el Golpe de Estado en 1973 este proyecto de la Unidad Popular
se ve truncado, dando lugar a un sistemático y brutal desalojo de sus habitantes, quienes,
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Fig. 4. Block de Villa San Luis derrumbado, 2021. Fotografía de Álvaro Hoppe.
Fig. 5. Vista del cierre del predio de Villa San Luis de Las Condes, 2020. Un block en pie y otro en derrumbe.
Fotografía de Ignacia Luco.
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aun siendo propietarios legales de los departamentos, son expulsados a comunas periféricas
-incluso en camiones de basura- para ceder aquéllos a personal del Ejército (Allende & Olave,
2018). Tras el retorno a la democracia, las Fuerzas Armadas inician su progresiva venta a
grupos inmobiliarios privados, que comienzan a demoler los blocks de departamentos para
reemplazarlos por modernas torres de oficinas, con el fin de crear uno de los polos econó-
micos más lujosos de la capital.
La demolición de los últimos edificios que aún quedan en pie significaría el final
de la emblemática Villa San Luis y la posibilidad de que su historia cayera en el olvido. En
este contexto, las y los ex pobladores desalojados no se quedaron pasivos, promoviendo la
reactivación de un proceso de patrimonialización ciudadana que ha buscado conservar los
últimos vestigios de la villa, como un modo de visibilizar la historia del lugar y las violaciones
a los derechos humanos ocurridas allí durante la dictadura, así como resaltar su relevancia
social, arquitectónica y política para el país (Gertosio, 2019). Encabezado por el arquitecto
Miguel Lawner y la Fundación Villa San Luis, este proceso obtuvo su primera victoria el año
2017, cuando el Consejo de Monumentos Nacionales (CMN) aprueba la protección de un área
de 4.329 m2 correspondientes al Lote 18 (actuales block n°14 y n°15) bajo la declaratoria del
sitio como Monumento Histórico. No obstante, la presión de la empresa inmobiliaria dueña
del predio fue suficiente para que, a dos años de esta declaratoria, el mismo CMN permitiera
la demolición de los últimos edificios en pie en pos de la construcción de nuevas torres de
oficinas, abriendo la posibilidad de desafectación del inmueble y comenzando un largo y
engorroso proceso de negociaciones que culminaría el año 2020 con la reducción del polí-
gono declarado Monumento Histórico a un área de 1.000 m2, con la propuesta de crear un
museo-memorial sobre los vestigios del block n°14 (Ministerio de las Culturas, las Artes y
el Patrimonio, 2021). A pesar de que este acuerdo ha sido celebrado por las diversas partes,
cabe cuestionarse la fragilidad que tienen los sitios de valor patrimonial cuando priman las
enormes posibilidades económicas que tienen los territorios donde se emplazan.
Pero los conflictos con el terreno de la ex Villa San Luis no terminan con la construc-
ción del futuro museo. Debido a su condición de bien privado, hoy es un patrimonio prohibido
al acceso público, que lleva años enrejado, abandonado y custodiado. Tras los escombros y el
deterioro (Fig. 4) se observa con dificultad las huellas de lo que otrora fue aquel integrador
complejo habitacional. Así, como se logra apreciar en la Fig. 5 y apelando a la peligrosidad
en la que se encuentran actualmente los edificios, hoy se impide el uso del monumento,
además de cualquier acción colectiva que pueda realizarse en el lugar (Servicio Nacional de
Patrimonio Cultural, 2019). No olvidemos, sin embargo, que fue la misma empresa inmobi-
liaria la que, en su intento por evitar la declaración como Monumento Histórico, cuatro días
antes de la discusión, comenzó la demolición ilegal de los últimos edificios (Valencia, 2017).
De esta manera, nos encontramos ante un espacio protegido por el Estado, pero de propiedad
privada; un sitio declarado como patrimonio, pero que impide la acción ciudadana, el goce
y las manifestaciones sociales y conmemorativas.
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Los casos de estudio analizados, con sus especificidades históricas, legales y políticas,
constituyen hitos fundamentales para comprender lo que venimos entendiendo como antípodas
patrimoniales, esto es, asimetrías en las dinámicas de la gestión del patrimonio protegido, espe-
cialmente en lo que concierne al precario equilibrio en el cuestionamiento contra las acciones
colectivas de intervenciones a la materialidad arquitectónica y monumental. Desde esta línea,
proponemos analizar las contradicciones desde dos ámbitos. Por una parte, la relevancia que
adquiere la defensa de patrimonios que representan valores de los poderes dominantes como
el militar, económico y religioso por sobre otros, prueba que hace imposible no pensar en el
segundo aspecto, esto es, las diferencias de cuidado y gestión sobre estos bienes. Las experien-
cias aquí descritas evidencian una relación asimétrica en su conservación y en las políticas de
cuidado de la materialidad e integridad de unos patrimonios por sobre otros.
En este sentido, la reacción mayormente hostil y ofensiva hacia las acciones contra
monumentos por parte de las voces autorizadas del Colegio de Arquitectos y equipos con-
sultores de arquitectura y urbanismo, el Consejo de Monumentos Nacionales, el Ejército de
Chile y diversos representantes del gobierno de Sebastián Piñera, entre otros muchos grupos,
pareciera jerarquizar la relevancia del patrimonio en un sistema de valores donde los patri-
monios representativos del poder militar, económico y religioso serían más significativos que
otros. No es casualidad que la prensa oficial, el gobierno y los sectores más conservadores
hayan reaccionado con mayor indignación ante la destrucción de Monumentos Nacionales
hegemónicos, representantes de los valores patrios, militares y oligárquicos, que a monu-
mentos históricos representativos de la violencia política y los derechos humanos, como son
los casos del Ex Balneario Popular Rocas de Santo Domingo o la Villa San Luis de Las Condes.
Sin ir más lejos, el diputado Osvaldo Urrutia del partido Unión Demócrata Independiente,
señaló que “el traslado del Monumento al General Baquedano, héroe de nuestra patria, y al
Soldado Desconocido, sería una tremenda derrota para nuestra democracia y, por ende, un
triunfo de los violentistas y delincuentes” (Prensa Radio Agricultura, 2021). Asimismo, la
Consultora Atisba Monitor, en su informe “Estallido Social Eje Alameda-Providencia” señala
que “el daño patrimonial de la violencia es enorme, no sólo por el rayado y destrucción de
los edificios o los ataques incendiarios, sino por la relevancia que tienen lugares afectados
para la identidad y la memoria de los capitalinos” (2019, p. 34). Por su parte, el Presidente
Sebastián Piñera agregó que:
Nosotros como gobierno vamos a reponer la estatua del General Baquedano en la
Plaza Baquedano. Primero como un reconocimiento al tremendo aporte que hizo el general
Baquedano al ganar la guerra del Pacífico, y segundo porque queremos manifestar nuestro
aprecio y respeto por nuestros héroes (Prensa Tele13, 2021).
En su conjunto, estas declaraciones, representativas del pensamiento e ideología
de sectores conservadores, dejan en evidencia la legitimación y reconocimiento hacia un
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
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Recuperado de: https://colegioarquitectos.com/noticias/?p=27245
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y memoria histórica. Con respecto a la quema de las iglesias, entre ellas La Veracruz, uno de
los entrevistados catalogó la acción como “emocionante”, mientras que otro agregó:
Fue súper chocante ver caer la punta de la iglesia, fue hermoso, fue como lo que siempre
esperé. Es que la iglesia igual representa poder (…), y sabemos que los edificios, los monumentos
a ellos les duele que se los toquen, a la iglesia y al Estado (Comunicación personal, abril 2021).
Ambos coinciden en que fue un acto espontáneo y no planificado, un hecho propio
de las dinámicas de la revuelta social, que tuvo componentes anticlericales muy definidos,
por lo general relacionados con un rechazo hacia el carácter colonialista, la corrupción y
abusos que han puesto en cuestión a la institución católica.
Uno comprende, así como en términos más teóricos, que los espacios que se habitan
siempre son políticos, siempre hay una correlación de fuerzas intrínsecas a los luga-
res. Entonces, claro, la iglesia ya está deslegitimada (…), el tema de la pedofilia que se
ha ido filtrando, esto ya es lo último, el pelo de la cola, pero la iglesia ya viene siendo
deslegitimada hace siglos. Yo creo que representa harto la violencia institucional, las
imposiciones, el autoritarismo, las jerarquías, el encubrimiento, corrupción, o por lo
menos para mí es eso (Comunicación personal, abril 2021).
De acuerdo con estas palabras, cuando se quema un monumento patrimonial de estas carac-
terísticas, se devela que el dispositivo patrimonial es un espacio político en disputa, y que
la memoria representada en él:
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
No es la memoria de las clases dominantes y que no tiene por qué serla. ¿Por qué
debemos tener la identidad de nuestros opresores? No, no es nuestra identidad, y ese
ejercicio a mí me hace muy feliz, ver que está sucediendo, y que no se quema cual-
quier estatua; ahí hay una inteligencia y hay una noción histórica, anticolonialista,
antimilitarista y de reconocimiento de la propia historia (…). A mí me parece muy
hermoso cuando se tiran abajo figuras como la de Pedro de Valdivia, y la de Cau-
policán intacta. En el fondo, también me parece que es un ejercicio anticolonialista
(Comunicación personal, marzo 2021).
Los cuatro casos de estudio que hemos revisado expresan notorias diferencias en
la gestión y conservación patrimonial, y, por lo tanto, en la valoración que los organismos
públicos les otorgan a unos monumentos por sobre otros. Y es que la defensa del patrimonio
oligárquico, militar y religioso pareciera predisponer una asimetría en el tratamiento de los
bienes patrimoniales, lo que no sólo se manifiesta en su protección y resguardo material,
sino que también nos plantea interrogantes sobre los tipos de memorias que se vuelven
legítimas de recordar.
Así, mientras monumentos como la Iglesia de la Veracruz y el Monumento a Baquedano
han sido blindados y constantemente intervenidos por organismos públicos para -de acuerdo
a su discurso- mantener su integridad, la ex Villa San Luis y el Balneario Popular Rocas de
Santo Domingo enfrentan una gestión marcada por el abandono y demolición. Vemos cómo
periódicamente se han pintado y repintado iglesias y estatuas de héroes patrios, cómo se han
puesto muros para protegerlos de la acción colectiva, cómo incluso han retirado al general
Baquedano para restaurarlo y conservarlo en un lugar fuera del alcance público, mientras en
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contraste los sitios de memoria claman por mantenerse en pie y no caer en el olvido estatal.
Vemos cómo se condenan públicamente las intervenciones a aquellos monumentos que encar-
nan el discurso de la memoria oficial, aludiendo a que son ataques a la historia y a la memoria
que han forjado nuestra nación, y cuestionando el legado que se le está dejando a las futuras
generaciones. ¿Pero qué pasa con las memorias incómodas, aquellas que no representan a
militares en la guerra, que no resaltan valores religiosos, sino que representan esas memo-
rias subterráneas (Pollak, 2006) vinculadas a grupos populares o que recuerdan los horrores
de la dictadura? ¿No son acaso también patrimonios que forman parte de nuestra identidad
nacional? Como si no estuviesen considerados dentro de la misma escala de valores, la Villa
San Luis y el ex Balneario Popular no cuentan con la misma atención y política de cuidado
que la Iglesia de la Veracruz y el Monumento a Baquedano, aun cuando todos son tutelados
por el Estado y debiesen estar en el mismo listado de bienes que buscan ser conservados para
las futuras generaciones. Las memorias que representan y la historia política que encarnan
parecieran no merecer el mismo interés y atención estatal y profesional, y no merecen, por
lo tanto, una cobertura mediática y un gasto público incuestionable. Y es que, al menos en
los casos revisados, no pertenecer a la triada del valor oligárquico-militar-eclesiástico ha
exigido a los monumentos y a las comunidades que buscan protegerlos la activación de una
acción colectiva que los ponga en valor, que los instale en la esfera pública y que vele por su
conservación material y simbólica.
Aun así, en ningún caso la acción colectiva sobre monumentos ha sido legitimada, y
más allá de las razones que haya detrás de las intervenciones o de la importancia que tienen
para su eventual conservación, estas acciones han sido detenidas, criminalizadas y alejadas
mediante placas metálicas y paredes terciadas. ¿En qué contextos se valida la intervención
de monumentos patrimoniales? Entendiendo que el patrimonio es dinámico y representante
de determinadas identidades, ideologías y paradigmas, y que por lo tanto está en constante
resignificación, nos preguntamos si éste puede ser realmente utilizado por la sociedad civil
fuera de los usos para los que se erigió. ¿Son los muros de una iglesia espacios legítimos para
manifestarse contra la institución que la encarna? ¿Es la estatua de un general un espacio
donde plasmar el descontento de las masas populares? Los casos revisados nos plantean
que no. Que los usos vinculados al patrimonio colectivo parecieran ser válidos cuando se
relacionan con el fin para los cuales fueron originalmente protegidos: para su permanencia
íntegra en tanto legado a las futuras generaciones. La reiterada manifestación que cuestiona
y criminaliza la acción colectiva sobre los monumentos, y que borra y elimina el gesto de
la acción colectiva, retiene un principio conservador que pone ante todo la integridad en el
centro de la política de restauración y conservación patrimonial, restando la posibilidad de
discutir al menos modelos de restauración y conservación afines a destacar las huellas de la
acción humana que los grupos depositan en los monumentos.
Lo interesante aquí es cuestionarse qué se teme con la destrucción o desmonumen-
talización material de este tipo de monumentos; por el vínculo entre el acto de denuncia y la
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
materialidad donde se inscribe ese gesto. Se observa una evidente preocupación por proteger
aquellos monumentos que se han instituido como un relato de la historia oficial de nuestro
país: monumentos a colonizadores, militares, templos religiosos y emblemas patrios, pero
pareciera que no sólo se resguarda el espacio físico y material del monumento, la libertad
de culto o la valentía de los líderes militares, sino que también se protege a la ciudad de
actos que desestabilizan el orden establecido, que cuestionan los símbolos que han dejado
de representar a las clases populares (o que en realidad nunca las representó), y de actos que
cuestionan la legitimidad y el poder «real» de ciertos poderes fácticos. Así, el cuestionamiento
en clave delictiva hacia las intervenciones materiales del patrimonio podría hablarnos de un
temor hacia la posibilidad de que el pueblo, la ciudadanía o las masas populares se conciban
como sujetos(as) capaces de incidir en el ordenamiento simbólico y material de la ciudad
y sus bienes públicos, y no se reduzca sólo a un problema por la conservación física de las
construcciones patrimoniales.
En contrapunto, habría que preguntarse también qué hay tras la falta de interés
y voluntad conservacionista sobre aquellos monumentos que se relacionan con memorias
subalternas y que no están ubicados en la cima de la escala de valores, ya que mientras unos
bienes públicos se protegen, otros se deterioran y desaparecen esperando su atención y cui-
dado. En cualquier caso, la acción colectiva sobre el patrimonio también se vuelve ilegítima
para quienes administran y son dueños legales de los sitios, aun cuando las razones de su
resguardo no sean necesariamente su puesta en valor como patrimonio. Así, vemos cómo
los intereses y la propiedad privada del territorio han impedido que diversos colectivos
ingresen al Balneario Popular Rocas de Santo Domingo o a la ex Villa San Luis, cercando el
perímetro con rejas, hostigando a sus visitantes y quitando placas conmemorativas u otros
elementos que intentan rescatar la historia de aquellos lugares. Durante años ha primado el
valor privado y económico de estos bienes patrimoniales, prohibiendo y dificultando la uti-
lización de sus espacios. No obstante, en ambos casos ha sido justamente la acción colectiva
la que ha permitido incidir en la gestión patrimonial y protección de los sitios, considerando
en esto las novedosas formas de vinculación de la ciudadanía con el patrimonio, por lo que
cabe preguntarse si no se vuelve ésta necesaria, en cualquiera de sus formas, para poner en
valor y cargar de sentidos estos monumentos en tanto bienes públicos de nuestra sociedad.
CONCLUSIONES
A lo largo de este texto hemos enfatizado las contradicciones que hoy habitan en el
campo de gestión del patrimonio protegido. De igual forma, hemos buscado dar cuenta que
la acción colectiva sobre la materialidad monumental se ha vuelto un horizonte necesario
para comprender actualmente lo patrimonial, evidenciando que hoy asistimos a un proceso
de redefinición en sus usos, funciones, representaciones y marcos de valoración. En este es-
cenario resulta interesante observar cómo la administración del patrimonio protegido, con
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J. Bustamante et al
una legislación que está próxima a cumplir cien años de existencia, es ejercida por prácticas
y discursos autorizados regidos bajo los mismos parámetros establecidos en su etapa inaugu-
ral, los cuales insisten en desoír el potencial alcance que las manifestaciones de intervención
sobre los monumentos podrían tener, dando cuenta de una profunda desconexión entre la
práctica oficial más conservadora de resguardo y la interacción de las personas con el patri-
monio monumental que disputan sus principios de integridad, autenticidad e historicidad.
A partir de la descripción y comparación de los cuatro casos de estudio trabajados,
- Ex Villa San Luis de Las Condes, Ex Balneario Popular Rocas de Santo Domingo, Monumento
Público General Baquedano e Iglesia de la Veracruz-, hicimos hincapié en la directa asocia-
ción entre escala de valores del patrimonio y políticas institucionales de cuidado, para lo
cual se revisaron los componentes valóricos y prácticos que marcan los distintos procesos
de resguardo y conservación sobre unos y otros, horizonte en el cual dimos cuenta que en
dicha política de cuidado prima el resguardo de la materialidad monumental de acuerdo a
una noción experta conservadora, principalmente arquitectónica, que privilegia una conser-
vación ajustada a una escala de valores descontextualizada y desactualizada, superponiendo
una petrificada relación del presente con el pasado (Lacarrieu, 2019).
Asimismo, los casos escogidos demuestran que los monumentos nacionales, aunque
en términos regulatorios sean definidos como bienes públicos, -y en consecuencia podrían
ser concebidos como espacios de uso y apropiación por la sociedad-, su intervención ha tenido
como consecuencia su cierre y blindaje. ¿Acaso estamos ante un «patrimonio en lugar no
habitado», contrario a la genuina idea del patrimonio como lugar de todos y todas para ser
disfrutado? En este contexto, si consideramos que la materialidad es un eje importante para
transmitir memorias y otorgar significados a los dispositivos patrimoniales, los desafíos
que estos casos plantean son, entonces, cómo poner en valor un patrimonio que no puede
ser utilizado, observado, intervenido ni apropiado, y cómo, en definitiva, se pueden concebir
espacios patrimoniales que dialoguen con los cambios sociales que plantea el Chile actual.
Al mismo tiempo, estas contradicciones invitan a pensar necesariamente lo patrimonial
en su complejidad y pluralidad, no eliminando esas asimetrías, sino que asumiéndolas como
parte inherente de la concepción y gestión del patrimonio en la sociedad contemporánea. En
este sentido comprendemos que, así como el patrimonio está en constante diálogo con los
procesos sociales y los sentidos que se le otorgan en determinados contextos, su materialidad
y relación tangible con la sociedad, así como su rigidez, deben también replantearse para no
perder su calidad de bien público. Desde esta línea, se vuelve necesario problematizar en el
discurso y en la gestión del patrimonio la alteración de la integridad material y el creciente
cuestionamiento al régimen de historicidad de los bienes patrimoniales. Las evidencias
constatadas sacan a la luz la necesidad de comprender e integrar la noción sobre las mate-
rialidades y entonces avanzar hacia la desmonopolización de la gestión patrimonial basada
no sólo en la distinción material e inmaterial, sino que en la diversidad de aquellos procesos
de patrimonialización que desplazan el eje conservacionista de su centro. En este sentido,
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ANTÍPODAS PATRIMONIALES EN EL CHILE ACTUAL.
la pluralidad de materialidades, los novedosos modos en que la sociedad se vincula con sus
patrimonios y perspectivas contemporáneas de restauración y conservación desbordarían
el limitado y canónico esquema monumentalista. El aporte que proyecta la transformación
de lo patrimonial constatada abre, en definitiva, la posibilidad de emparejar la cancha, apla-
nando aquella prevalencia del patrimonio material en tanto “expresión y herencia de la alta
cultura” (Lacarrieu, 2007) por sobre aquellos otros patrimonios de aquellas comunidades
excluidas y marginadas.
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