Duelo y Melancolia
Duelo y Melancolia
Duelo y Melancolia
“Más mira cómo el alba a la ventana te convoca a vivir sin ganas otro día...”
Cernuda.
Melancolía VS Duelo:
-El Duelo suele ser una reacción ante la pérdida de un objeto amado (persona, país, ideal
etc.) que, al no ser un estado patológico, se espera que se supere pasado un tiempo.
En el duelo, la libido se retira de los enlaces al objeto amado. Esto genera resistencia
forjando cierto extrañamiento de la realidad y retención del objeto a través de una psicosis
alucinatoria de deseo. Aquí, la retirada de la libido anudado al objeto, se va haciendo
paulatinamente y por partes, permaneciendo el objeto aun en lo psíquico.
Podemos ver un ejemplo de esto en estos dos poemas:
“El futuro” (Julio Cortázar):
Y sé muy bien que no estarás.
No estarás en la calle
en el murmullo que brota de la noche
de los postes de alumbrado,
ni en el gesto de elegir el menú,
ni en la sonrisa que alivia los completos en los subtes
ni en los libros prestados,
ni en el hasta mañana.
No estarás en mis sueños,
en el destino original de mis palabras,
ni en una cifra telefónica estarás,
o en el color de un par de guantes
o una blusa.
Me enojaré
amor mío
sin que sea por ti,
y compraré bombones
pero no para ti,
me pararé en la esquina
a la que no vendrás
y diré las cosas que se dicen
y comeré las cosas que se comen
y soñaré los sueños que se sueñan.
Y sé muy bien que no estarás
ni aquí dentro de la cárcel donde te retengo,
ni allí afuera
en ese río de calles y de puentes.
No estarás para nada,
no serás mi recuerdo
y cuando piense en ti
pensaré un pensamiento
que oscuramente trata de acordarse de ti.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
el amor se abrace con la muerte
y se pongan más serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando”.
Se observa aquí los momentos de recreación en el objeto amado cuando se está haciendo
un proceso de duelo: la añoranza de los momentos del pasado con la persona amada y los
rasgos de la misma, fragmentada en piezas (la sonrisa, la mirada, “la forma que tenía de…”).
En el proceso de duelo, el sujeto se va desprendiendo de estos recuerdos dolorosos hasta
que, concluido el trabajo, el yo vuelve a ser libre y desinhibido.
El final de este trabajo de duelo (si resulta normal), implicará la renuncia al objeto,
declarándoselo muerto, debilitando la libido dirigido al mismo para poder continuar con la
vida.
-La Melancolía es similar al duelo a excepción de que en ella existen sentimientos negativos
hacia sí. Esta presenta muchas formas clínicas incluidas las afecciones somáticas. Como en
el duelo, puede ocurrir ante la pérdida de un objeto amado sintiéndose una pesadumbre
anímica que cancela el interés por el mundo externo. Ello implica la pérdida de la capacidad
de amar, la inhibición y una desvalorización del sentimiento de uno/a mismo/a
dedicándose autorreproches inhabilitantes y, en su extremo, una expectativa de castigo.
En la melancolía puede ocurrir que la pérdida tenga una naturaleza más ideal, no estando el
objeto muerto. Es decir, que en el melancólico existe una perdida no concreta, que quizá ni
siquiera la persona sea capaz de señalar. Sabe a quién perdió, pero no lo que perdió en esa
perdida, marcando la diferencia con el duelo, puesto que en la melancolía, la perdida de
objeto funciona en el plano inconsciente.
El melancólico rebaja su yo, empobreciéndolo, se siente indigno, despreciable, se hace
autorreproches constantes, se denigra a sí mismo esperando la repulsión de los demás y el
castigo; a diferencia del duelo, donde lo que se empobrece es el mundo externo.
“Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé
absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele. Ni me cuido ni me he
cuidado nunca, pese a la consideración que me inspiran la medicina y los médicos. Además, soy extremadamente
supersticioso... lo suficiente para sentir respeto por la medicina. (Soy un hombre instruido. Podría, pues, no ser
supersticioso. Pero lo soy.) Si no me cuido, es, evidentemente, por pura maldad. Ustedes seguramente no lo
comprenderán; yo sí que lo comprendo. Claro que no puedo explicarles a quién hago daño al obrar con tanta maldad.
Sé muy bien que no se lo hago a los médicos al no permitir que me cuiden. Me perjudico sólo a mí mismo; lo
comprendo mejor que nadie. Por eso sé que si no me cuido es por maldad. Estoy enfermo del hígado. ¡Me alegro! Y si
me pongo peor, me alegraré más todavía”.
Bibliografía:
- Freud, S. (1990a). Duelo y Melancolía. En: Obras Completas, Amorrortu, Vol. XIV.
Buenos Aires.