Reforzamiento Clase 4, 5 y 6 7° Básico Comprension Lectora

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Reforzamiento de Lenguaje

7° Básico Clase 4

I. Lee el siguiente texto y responde de la pregunta

El ramo azul

Octavio Paz

Desperté, cubierto de sudor. Del piso de ladrillos rojos, recién regados,


subía un vapor caliente. Una mariposa de alas grisáceas revoloteaba
encandilada alrededor del foco amarillento. Salté de la hamaca y
descalzo atravesé el cuarto, cuidando no pisar algún alacrán salido de
su escondrijo a tomar el fresco. Me acerqué al ventanillo y aspiré el
aire del campo. Se oía la respiración de la noche, enorme, femenina.
Regresé al centro de la habitación, vacié el agua de la jarra en la
palangana de peltre y humedecí la toalla. Me froté el torso y las
piernas con el trapo empapado, me sequé un poco y, tras cerciorarme
de que ningún bicho estaba escondido entre los pliegues de mi ropa,
me vestí y calcé. Bajé saltando la escalera pintada de verde. En la
puerta del mesón tropecé con el dueño, sujeto tuerto y reticente.
Sentado en una sillita de tule, fumaba con el ojo entrecerrado. Con voz
ronca me preguntó:
- ¿Dónde va señor?
-A dar una vuelta. Hace mucho calor.
-Hum, todo está ya cerrado. Y no hay alumbrado aquí. Más le valiera
quedarse.
Alcé los hombros, musité “ahora vuelvo” y me metí en lo oscuro. Al
principio no veía nada. Caminé a tientas por la calle empedrada.
Encendí un cigarrillo. De pronto salió la luna de una nube negra,
iluminando un muro blanco, desmoronado a trechos. Me detuve, ciego
ante tanta blancura. Sopló un poco de viento. Respiré el aire de los
tamarindos. Vibraba la noche, llena de hojas e insectos. Los grillos
vivaqueaban entre las hierbas altas. Alcé la cara: arriba también
habían establecido campamento las estrellas. Pensé que el universo
era un vasto sistema de señales, una conversación entre seres
inmensos. Tiré el cigarrillo sobre la banqueta. Al caer, describió una
curva luminosa, arrojando breves chispas, como un cometa minúsculo.
Caminé largo rato, despacio. Me sentía libre, seguro entre los
labios que en ese momento me pronunciaban con tanta felicidad.
La noche era un jardín de ojos. Al cruzar la calle, sentí que alguien
se desprendía de una puerta. Me volví, pero no acerté a distinguir
nada. Apreté el paso. Unos instantes percibí unos huaraches sobre las
piedras calientes. No quise volverme, aunque sentía que la sombra se
acercaba cada vez más. Intenté correr. No pude. Me detuve en seco,
bruscamente. Antes de que pudiese defenderme, sentí la punta de un
cuchillo en mi espalda y una voz dulce:
-No se mueva, señor, o se lo entierro.
Sin volver la cara pregunté:
- ¿Qué quieres?
-Sus ojos, señor –contestó la voz suave, casi apenada.
- ¿Mis ojos? ¿Para qué te servirán mis ojos? Mira, aquí tengo un poco
de dinero. No es mucho, pero es algo. Te daré todo lo que tengo, si
me dejas. No vayas a matarme.
-No tenga miedo, señor. No lo mataré. Nada más voy a sacarle los
ojos.
-Pero, ¿para qué quieres mis ojos?
-Es un capricho de mi novia. Quiere un ramito de ojos azules y por
aquí hay pocos que los tengan.
- Mis ojos no te sirven. No son azules, sino amarillos.
-Ay, señor no quiera engañarme. Bien sé que los tiene azules.
-No se le sacan a un cristiano los ojos así. Te daré otra cosa.
-No se haga el cursi, me dijo con dureza. Dé la vuelta.
Me volví. Era pequeño y frágil. El sombrero de palma le cubría medio
rostro. Sostenía con el brazo derecho un cuchillo de campo, que
brillaba con la luz de la luna.
-Alúmbrese la cara.
Encendí y me acerqué la llama al rostro. El resplandor me hizo
entrecerrar los ojos. El apartó mis párpados con mano firme. No podía
ver bien. Se alzó sobre las puntas de los pies y me contempló
intensamente.
La llama me quemaba los dedos. La arrojé. Permaneció un instante
silencioso.
-¿Ya te convenciste? No los tengo azules.
-¡Ah, qué mañoso es usted! –respondió. -A ver, encienda otra vez.
Froté otro fósforo y lo acerqué a mis ojos. Tirándome de la manga, me
ordenó.
-Arrodíllese.
Mi hinqué. Con una mano me cogió por los cabellos, echándome la
cabeza hacia atrás. Se inclinó sobre mí, curioso y tenso, mientras
el machete descendía lentamente hasta rozar mis párpados. Cerré los
ojos.
-Ábralos bien –ordenó.
Abrí los ojos. La llamita me quemaba las pestañas. Me soltó de
improviso.
-Pues no son azules, señor. Perdone.
Y desapareció.
Me acodé junto al muro, con la cabeza entre las manos. Luego me
incorporé. A tropezones, cayendo y levantándome, corrí durante una
hora por el pueblo desierto. Cuando llegué a la plaza, ví al dueño del
mesón, sentado aún frente a la puerta.
Entré sin decir palabra.
Al día siguiente huí de aquel pueblo.

Fuente: http://disfrutedelalectura.blogspot.cl/2013/02/el-ramo-azul-
octavio-paz.html
1. ¿Por qué es posible afirmar que este cuento es un relato de terror?
Nombra 2 acontecimientos.

2. ¿Dónde se encontraba el protagonista al comienzo del relato?

3. ¿Cuál es el conflicto principal de la obra?

4. ¿Cómo es posible caracterizar al protagonista? Elige una de las


alternativas y explica el por qué de tu elección.

A) Miedoso.
B) Preocupado.
C) Alegre.
D) Amable.

5. ¿De qué forma el protagonista busca zafar del asalto?

6. ¿Qué consecuencias tiene el frustrado asalto?

7. ¿Por qué el narrador afirma que ‘La noche era un jardín de ojos’?

8. La palabra destacada en el texto “musité” puede ser reemplazada


por: Escribe la oración reemplazando la palabra con la que
escogiste.

A) grité.
B) balbucié.
C) exclamé.
D) hablé.

9. Realiza un breve resumen de este relato.


Reforzamiento de Lenguaje
7° Básico Clase 4

II. Lee el siguiente texto y responde de la pregunta

Espantos de agosto

Gabriel García Márquez

Llegamos a Arezzo un poco antes del mediodía, y perdimos más de


dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano
Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la
campiña toscana. Era un domingo de principios de agosto, ardiente y
bullicioso, y no era fácil encontrar a alguien que supiera algo en las
calles abarrotadas de turistas. Al cabo de muchas tentativas inútiles
volvimos al automóvil, abandonamos la ciudad por un sendero de
cipreses sin indicaciones viales, y una vieja pastora de gansos nos
indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos
preguntó si pensábamos dormir allí, y le contestamos, como lo
teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

-Menos mal -dijo ella- porque en esa casa espantan.

Mi esposa y yo, que no creemos en aparecidos del medio día, nos


burlamos de su credulidad. Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete
años, se pusieron dichosos con la idea de conocer un fantasma de
cuerpo presente.
Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión
espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de
nunca olvidar. Como se nos había hecho tarde no tuvimos tiempo de
conocer el interior del castillo antes de sentarnos a la mesa, pero su
aspecto desde fuera no tenía nada de pavoroso, y cualquier inquietud
se disipaba con la visión completa de la ciudad desde la terraza florida
donde estábamos almorzando. Era difícil creer que en aquella colina
de casas encaramadas, donde apenas cabían noventa mil personas,
hubieran nacido tantos hombres de genio perdurable. Sin embargo,
Miguel Otero Silva nos dijo con su humor caribe que ninguno de tantos
era el más insigne de Arezzo.

-El más grande -sentenció- fue Ludovico.

Así, sin apellidos: Ludovico, el gran señor de las artes y de la guerra,


que había construido aquel castillo de su desgracia, y de quien Miguel
nos habló durante todo el almuerzo. Nos habló de su poder inmenso,
de su amor contrariado y de su muerte espantosa. Nos contó cómo fue
que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama
en el lecho donde acababan de amarse, y luego azuzó contra sí
mismo a sus feroces perros de guerra que lo despedazaron a
dentelladas. Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media
noche el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas
tratando de conseguir el sosiego en su purgatorio de amor.

El castillo, en realidad, era inmenso y sombrío. Pero a pleno día, con


el estómago lleno y el corazón contento, el relato de Miguel no podía
parecer sino una broma como tantas otras suyas para entretener a sus
invitados. Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro
después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus
dueños sucesivos. Miguel había restaurado por completo la planta
baja y se había hecho construir un dormitorio moderno con suelos de
mármol e instalaciones para sauna y cultura física, y la terraza de
flores intensas donde habíamos almorzado. La segunda planta, que
había sido la más usada en el curso de los siglos, era una sucesión de
cuartos sin ningún carácter, con muebles de diferentes épocas
abandonados a su suerte. Pero en la última se conservaba una
habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era
el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico. Allí estaba la cama de cortinas bordadas con


hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía
acartonado por la sangre seca de la amante sacrificada. Estaba la
chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en
piedra, el armario con sus armas bien cebadas, y el retrato al óleo del
caballero pensativo en un marco de oro, pintado por alguno de los
maestros florentinos que no tuvieron la fortuna de sobrevivir a su
tiempo. Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas
recientes que permanecía estancado sin explicación posible en el
ámbito del dormitorio.

Los días del verano son largos y parsimoniosos en la Toscana, y el


horizonte se mantiene en su sitio hasta las nueve de la noche. Cuando
terminamos de conocer el castillo eran más de las cinco, pero Miguel
insistió en llevarnos a ver los frescos de Piero della Francesca en la
Iglesia de San Francisco, luego nos tomamos un café bien conversado
bajo las pérgolas de la plaza, y cuando regresamos para recoger las
maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a
cenar.

Mientras lo hacíamos, bajo un cielo malva con una sola estrella, los
niños prendieron unas antorchas en la cocina, y se fueron a explorar
las tinieblas en los pisos altos. Desde la mesa oíamos sus galopes de
caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas, los
gritos felices llamando a Ludovico en los cuartos tenebrosos. Fue a
ellos a quienes se les ocurrió la mala idea de quedarnos a dormir.
Miguel Otero Silva los apoyó encantado, y nosotros no tuvimos el valor
civil de decirles que no.

Al contrario de lo que yo temía, dormimos muy bien, mi esposa y yo en


un dormitorio de la planta baja y mis hijos en el cuarto contiguo.
Ambos habían sido modernizados y no tenían nada de tenebrosos.
Mientras trataba de conseguir el sueño conté los doce toques
insomnes del reloj de péndulo de la sala, y me acordé de la
advertencia pavorosa de la pastora de gansos. Pero estábamos tan
cansados que nos dormimos muy pronto, en un sueño denso y
continuo, y desperté después de las siete con un sol espléndido entre
las enredaderas de la ventana. A mi lado, mi esposa navegaba en el
mar apacible de los inocentes. “Qué tontería -me dije-, que alguien
siga creyendo en fantasmas por estos tiempos”. Sólo entonces me
estremeció el olor de fresas recién cortadas, y vi la chimenea con las
cenizas frías y el último leño convertido en piedra, y el retrato del
caballero triste que nos miraba desde tres siglos antes en el marco de
oro. Pues no estábamos en la alcoba de la planta baja donde nos
habíamos acostado la noche anterior, sino en el dormitorio de
Ludovico, bajo la cornisa y las cortinas polvorientas y las sábanas
empapadas de sangre todavía caliente de su cama maldita.

http://ciudadseva.com/texto/espantos-de-agosto/

9. Gabriel García Márquez escribe este cuento en plena Guerra Fría.


¿Cuál de las siguientes características del texto leído se enmarca en
dicho contexto?

A) Tener un protagonista asesino, dado que refleja el horror de la


muerte.
B) La temática fantasmagórica, porque hubo muchas muertes en esa
guerra.
C) El final abierto, ya que refleja la inestabilidad social y política de la
época.
D) La presencia de una familia, producto de la soledad reinante en la
época.

10. ¿Qué característica de los relatos de terror presenta este texto?

A) Tener un objeto cotidiano con aspectos fantásticos.


B) El relato de una leyenda hecha realidad.
C) Provocar un sentimiento de angustia en el lector.
D) Generar miedo a través de una temática atemorizante.
11. ¿Cuál es la disposición de los acontecimientos en este relato?

A) Cronológica.
B) In media res.
C) Comienza desde el final.
D) Comienza desde el medio.

12. ¿Qué es lo que más impresiona al protagonista sobre el castillo?

A) El olor a fresas.
B) La existencia del fantasma.
C) La credulidad de las personas.
D) La inmensidad del castillo.

13. ¿Qué característica común tienen los protagonistas de ambos


relatos?

A) Ambos son hombres de familia.


B) Ambos están preocupados por lo sobrenatural.
C) Ambos observan analíticamente el espacio que los circunda.
D) Ambos tienen responsabilidades.

14. ¿Con qué finalidad se utilizan los guiones en el siguiente


fragmento?

A mi lado, mi esposa navegaba en el mar apacible de los inocentes.


“Qué tontería -me dije-, que alguien siga creyendo en fantasmas por
estos tiempos”.

A) Para introducir la voz del narrador.


B) Para aclarar un pensamiento del personaje que habla.
C) Para introducir una cita.
D) Para aclarar un argumento.
15. Es posible interpretar que al final de la historia:

A) El protagonista no ha despertado por completo de su sueño.


B) El fantasma de Ludovico asesinó a la esposa.
C) El protagonista se percata de que es realmente Ludovico.
D) El protagonista asesinó a su esposa sin percatarse.
16. Producción escrita (4 puntos):

Reforzamiento de Lenguaje
7° Básico Clase 5
ESCRITURA: Completa el final de esta historia. Para ello, procura:

- Tener coherencia entre tus ideas.


- Mantener el tenor de terror.
- Tener una buena redacción y un correcto uso de la ortografía.
- Entregar un desenlace claro para el protagonista.
- Selecciona al menos 2 palabras del texto que te resulten complejas y
utilízalas en tu nuevo relato. Destaca las palabras escogidas.

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