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I.-Baruch Spinoza: la ilusión de la libertad
Baruch de Spinoza (1632-1677) fue un filósofo holandés, de origen sefardí portugués, heredero crítico
del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII.
“Los más creen que sólo hacemos libremente aquello que apetecemos escasamente, ya que
el apetito de tales cosas puede fácilmente ser dominado por la memoria de otra cosa de
que nos acordamos con frecuencia, y, en cambio, no haríamos libremente aquellas cosas
que apetecemos con un deseo muy fuerte, que no puede calmarse con el recuerdo de otra
cosa. Si los hombres no tuviesen experiencia de que hacemos muchas cosas de que
después nos arrepentimos, y de que a menudo, cuando hay en nosotros conflicto entre
afectos contrarios, reconocemos lo que es mejor y hacemos lo que es peor, nada impediría
que creyesen que lo hacemos todo libremente. Así, el niño cree que apetece libremente la
leche, el muchacho irritado, que quiere libremente la venganza, y el tímido, la fuga. También
el ebrio cree decir por libre decisión del alma lo que, ya sobrio, quisiera haber callado, y
asimismo el que delira, la charlatana, el niño y otros muchos de esta laya creen hablar por
libre decisión del alma, siendo así que no pueden reprimir el impulso que les hace hablar. De
modo que la experiencia misma, no menos claramente que la razón, enseña que los
hombres creen ser libres sólo a causa de que son conscientes de sus acciones, e ignorantes
de las causas que las determinan, y, además porque las decisiones del alma no son otra
cosa que los apetitos mismos.”
Spinoza, B.; Ética demostrada según el orden geométrico, Parte tercera, prop. 2 (Editora Nacional,
Madrid 1980, p. 188).
I I.-John Locke: Fines de la sociedad
John Locke (1632- 170) fue un filosofo inglés considerado el padre del empirismo, es decir, sostenía
que todo conocimiento se funda en la experiencia y por tanto rechaza el innatismo de las ideas
sugerido por Descartes.
“Si en el estado de naturaleza el hombre es tan libre como hemos dicho; si es dueño
absoluto de su propia persona y posesiones, (...) y no es súbdito de nadie ¿por qué razón
renuncia a su libertad? ¿Por qué entrega su imperio y se somete al dominio y control de otro
poder? La respuesta obvia es que, aunque en el estado de naturaleza tiene ese derecho, aun
así, su capacidad de disfrutarlo es muy incierta y se ve constantemente expuesta a la
invasión de los otros. Pues, al ser todos tan reyes como él, todos por igual, y dado que la
mayoría de ellos no son estrictos observadores de la equidad y la justicia, el disfrute de la
propiedad de que dispone resulta ser bastante inseguro. Esto es lo que le hace desear
abandonar esta condición, que, por muy libre que sea, está llena de temores y peligros
continuos. Y no le falta razón cuando procura y anhela unirse en sociedad con otros que ya
lo están o que tienen el propósito de estarlo, para la mutua preservación de sus vidas,
libertades y haciendas, a todo lo cual me vengo refiriendo con el término general propiedad.
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Textos sobre la libertad
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Immanuel Kant (1724-1804) Filósofo alemán. Es considerado como uno de los pensadores más
influyentes de la Europa moderna y del último periodo de la Ilustración
“Como ser racional, y por tanto, perteneciente al mundo inteligible, no puede el hombre
pensar nunca la causalidad de su propia voluntad sino bajo la idea de la libertad, pues la
independencia de las causas determinantes del mundo sensible (determinaciones de la
naturaleza, biológicas y emotivas) es libertad. Con la idea de libertad hállese, empero,
inseparablemente unido el concepto de autonomía, y con éste el principio universal de la
moralidad, que sirve de fundamento a la idea de todas las acciones de seres racionales, del
mismo modo que la ley natural sirve de fundamento a todos los fenómenos”
Kant, I.; F
undamentación de la metafísica de las costumbres, III. Madrid, Espasa-Calpe, 1946, p.121
…¿Qué puede ser, pues, la libertad de la voluntad sino autonomía, esto es, propiedad de la
voluntad de ser una ley para sí misma? Pero la proposición: la voluntad es, en todas sus
acciones, una ley de sí misma, caracteriza tan sólo el principio de no obrar según ninguna
otra máxima que la que pueda ser objeto de sí misma, como ley universal. Esta es,
justamente, la fórmula del imperativo categórico y el principio de la moralidad; así pues,
voluntad libre y voluntad sometida a leyes morales son una y la misma cosa.
Kant, I.; Crítica de la Razón Práctica, citado en Introducción al Filosofía, César Tejedor, p 229)
IV.-Karl Marx: la alienación / el hombre como ser genérico
Karl Marx (1818-1883) fue un filósofo alemán que sostuvo una concepción materialista de la realidad y
la historia, según la cual las fuerzas económicas constituyen la infraestructura que determina en última
instancia los fenómenos «super estructurales» del orden social, político y cultural.
Nosotros partimos de un hecho económico, actual. El obrero es más pobre cuanta
más riqueza produce, cuanto más crece su producción en potencia y en volumen. El
trabajador se convierte en una mercancía tanto más barata cuantas más mercancías
produce. [...] El trabajo no sólo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al
obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en
general.
Este hecho, por lo demás, no expresa sino esto: el objeto que el trabajo produce, su
producto, se enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor.
El producto del trabajo es el trabajo que se ha fijado en un objeto, que se ha hecho cosa; el
producto es la objetivación del trabajo. La realización del trabajo es su objetivación. Esta
realización del trabajo aparece en el estadio de la Economía Política como desrealización
del trabajador, la objetivación como pérdida del objeto y servidumbre a él, la apropiación
como extrañamiento, como enajenación.
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Es más, el trabajo mismo se convierte en un objeto del que el trabajador sólo puede
apoderarse con el mayor esfuerzo y las más extraordinarias interrupciones. [...] Todas estas
consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el
producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que
cuanto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto mas poderoso es el mundo extraño,
objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto
menos dueño de sí mismo .[...] La enajenación del trabajador en su producto significa no
solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que
existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente
a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil. [...]
El trabajador se convierte en siervo de su objeto en un doble sentido: primeramente
porque recibe un objeto de trabajo, es decir, porque recibe trabajo; en segundo lugar porque
recibe medios de subsistencia. Es decir, en primer término porque puede existir como
trabajador, en segundo término porque puede existir como sujeto físico. El colmo de esta
servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador puede mantenerse como sujeto físico y
que sólo como sujeto físico es ya trabajador. [...]
Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones
para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero
deformidades para el trabajador. Sustituye el trabajo por máquinas, pero arroja una parte de
los trabajadores a un trabajo bárbaro, y convierte en máquinas a la otra parte. Produce
espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador. [...]
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo?
Primeramente en que el trabajo es exterior al trabajador, es decir, no pertenece a su
ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz,
sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su
cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en
el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.
Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción
de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del
trabajo. Su carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no
existe una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste.
Marx, K.; Manuscritos: Economía y filosofía. Alianza, Madrid 1974, p.105-115.
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Si verdaderamente la existencia precede a la esencia, el hombre es responsable de lo que
es. Así el primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es,
y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y cuando decimos que el
hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de
su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres. [...] Cuando
decimos que el hombre se elige, entendemos que cada uno de nosotros se elige, pero
también queremos decir con esto que al elegirse elige a todos los hombres. En efecto, no
hay ninguno de nuestros actos que al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo
tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser. Elegir esto o aquello
es afirmar al mismo tiempo el valor de lo que elegimos, porque nunca podemos elegir el
mal; lo que elegimos es siempre el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin serlo
para todos. Si, por otra parte, la existencia precede a la esencia y nosotros quisiéramos
existir al mismo tiempo que modelamos nuestra imagen, esta imagen es valedera para
todos y para nuestra época entera. Así, nuestra responsabilidad es mucho mayor de lo que
podríamos suponer, porque compromete a la humanidad entera. Si soy obrero y elijo
adherirme a un sindicato cristiano en lugar de ser comunista; si por esta adhesión quiero
indicar que la resignación es en el fondo la solución que conviene al hombre, que el reino del
hombre no está en la tierra, no comprometo solamente mi caso: quiero ser un resignado
para todos; en consecuencia, mi acto ha comprometido a la humanidad entera.
Sartre, J.-P.; El existencialismo es un humanismo, Sur, Buenos Aires 1978, 7ª ed., pp. 19-20
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Fuentes:
-Textos de Diccionario Herder de filosofía
-Introducción a la Filosofía de Cesar Tejedor Ed.SM, Madrid 1997
-Selección departamento de Filosofía LMS