Metodología de La Investigación - Parcial
Metodología de La Investigación - Parcial
Metodología de La Investigación - Parcial
Primer parcial
la pastoral cristiana, o la iglesia cristiana en tanto que desplegaba una actividad precisa y
específicamente pastoral, ha desarrollado la idea -singular, creo, y extraña completamente a la
cultura antigua- de que cada individuo, cualesquiera que sean su edad, su estatuto, y esto de
un extremo al otro de su vida y hasta en el detalle de sus acciones, debía ser gobernado y
dejarse gobernar, es decir, dirigir hacia su salvación, por alguien a quien le liga una relación
global y al mismo tiempo meticulosa, detallada, de obediencia. (6)
Esta idea, que rompía con los cimientos del mundo antiguo marcando una nueva era,
tiene que ver con una relación de dependencia en la que el individuo, ante la promesa de ser
guiado a la salvación, se dejaba gobernar por aquel que poseía el conocimiento, la llave de su
salvación. Este es, por lo tanto, un eterno menor de edad, tampoco importando ya su estatus
social. Dicha relación de obediencia se mantiene a lo largo de su vida.
En esta operación de dirección hacia la salvación en base a la obediencia, el autor
identifica tres aspectos; es decir, que dicha operación debe hacerse en una triple relación con
la verdad:
verdad entendida como dogma; verdad también en la medida en que esta dirección implica un
cierto modo de conocimiento particular e individualizante de los individuos; y, por último, en
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la medida en que esta dirección se despliega como una técnica reflexiva que comporta una
reglas generales, unos conocimientos particulares, unos preceptos, unos métodos de examen,
de confesiones, de entrevistas, etc. (Foucault 6)
A través de esta verdad esgrimida por la iglesia es que puede hacerse efectiva su
dominación sobre los individuos; es decir, que a través de este direccionamiento de la
conciencia de la masa se perfeccionó el arte de gobernar a los hombres (Foucault, 6).
Trazado este primer esquema, el autor ve que este arte de gobernar a los hombres
tiene su explosión en el siglo XV, antes de la Reforma. Esta explosión puede ser entendida en
dos sentidos:
En primer lugar, desplazamiento con respecto a su foco religioso, digamos, si ustedes quieren,
laicización, expansión en la sociedad civil de este tema del arte de gobernar a los hombres y
de los métodos para hacerlo. Y luego, en segundo lugar, desmultiplicación de este arte de
gobernar en unos dominios variados: cómo gobernar a los niños, cómo gobernar una familia,
una casa, cómo gobernar los ejércitos, cómo gobernar los diferentes grupos, las ciudades, los
Estados, cómo gobernar el propio cuerpo, cómo gobernar el propio espíritu. Cómo gobernar,
creo que ésa ha sido una de las cuestiones fundamentales de lo que ha pasado en el siglo XV o
XVI. (Foucault 7)
Este desplazamiento del foco religioso a otras esferas de la sociedad es uno de los
puntos cruciales de la exposición de Foucault, ya que es vital para entender cómo este arte de
dominar a los hombres, perfeccionado en el núcleo de la actividad pastoral, es ahora aplicado
a otras áreas sociales; en otras palabras, el arte de gobernar a los hombres se desvincula de su
aspecto religioso para ser aplicado de forma estatal. El conocimiento sigue otorgando poder a
la casta dominante.
El esquema de dominación ha sido planteado, y, como dice el autor, la cuestión
fundamental de los siglos XV y XVI consistía en cómo dominar a la masa. Esta cuestión
tiene su contracara: si existen aquellos que piensan en cómo gobernar, también existen los
que piensan en cómo no ser gobernados. En palabras de Foucault (1969)
Con ello no quiero decir que a la gubernamentalización se habría opuesto, en una especie de
cara a cara, la afirmación contraria, «no queremos ser gobernados, y no queremos ser
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gobernados en absoluto». Quiero decir que, en esta gran inquietud acerca de la manera de
gobernar y en la búsqueda de las maneras de gobernar, se encuentra una cuestión perpetua que
sería: «cómo no ser gobernado de esa forma, por ése, en nombre de esos principios, en vista
de tales objetivos y por medio de tales procedimientos, no de esa forma, no para eso, no por
ellos»; y si damos a este movimiento de la gubernamentalización de la sociedad y de los
individuos a la vez, la inserción histórica y la amplitud que creo que ha sido la suya, parece
que podríamos situar aquí lo que llamaríamos la actitud crítica. (8)
De esta forma queda planteado el inicio de la actitud crítica en ese momento en que, a
la vez que los intelectuales asociados al poder crearon y perfeccionaron nuevas formas de
dominación, un sector opuesto postulaba formas de resistencia a esa dominación. Como bien
dice Foucault, este sector disidente no proponía una anarquía total, sino que lo que se
planteaba era un descontento con quién gobernaba y en nombre de qué principios se era
gobernado. Podemos decir que esta es una primera definición de crítica, la cual podemos
simplificar como “el arte de no ser de tal modo gobernado” (Foucault 8). Esta definición le
permite señalar tres puntos de anclaje de la actitud crítica: El primer punto de anclaje consiste
en que, en una época en que el gobierno era un arte espiritual o una práctica religiosa ligada a
la autoridad de la Iglesia y, por lo tanto, a la Escritura sagrada, “no querer ser gobernado de
esa forma era esencialmente buscar en la Escritura otra relación distinta a la que estaba ligada
al funcionamiento de la enseñanza de Dios” (Foucault 9). El retorno a la Escritura implicaba
un rechazo al magisterio eclesiástico; ya no bastaba con creer en lo que se decía sobre ella,
sino que había un análisis propio de lo que efectivamente estaba plasmado en dichas
Escrituras, accediendo a la verdad de la Escritura en la Escritura misma, hasta llegar a la
cuestión final: ¿era verdadera la Escritura? (9). Para Foucault, “la crítica es históricamente
bíblica” (9) porque aquí se marca el comienzo de la búsqueda del conocimiento a través del
juicio personal, sin un mediador externo: el primer juicio crítico se da a través de lo religioso.
El segundo de los puntos de anclaje consiste en el hecho de no querer ser gobernado
porque no hay intención del individuo en aceptar esas leyes que le parecen injustas, porque
bajo su legitimidad aparente se esconde una ilegitimidad esencial. Por lo tanto, la crítica aquí
consiste en oponer al gobierno, y a la obediencia que exige, unos derechos universales e
imprescriptibles; derechos a los que el gobierno tendrá que someterse, sea cual sea, surgiendo
el problema del derecho natural. “A la pregunta «¿cómo no ser gobernado?» responde
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diciendo: ¿cuáles son los límites del arte de gobernar? Digamos que aquí la crítica es
esencialmente jurídica” (Foucault 10). La crítica ya no apunta hacia lo sagrado; por lo tanto,
es posible tildar a las leyes que delimitan el poder como injustas e ilegítimas. En este punto
de anclaje, el modo de no ser gobernado radica en oponerse a la ilegitimidad de las leyes
humanas que son injustas. Hay derechos universales que ningún gobierno puede violentar, y
ahí es hasta donde llegan los límites del poder estatal.
El tercer punto de anclaje consiste en que no querer ser gobernado es no aceptar como
verdadero lo que una autoridad nos dice que es verdad; o, por lo menos, no aceptarlo solo
porque se nos dice que es verdad. En este tercer punto, la crítica toma su anclaje en el
problema de la certeza frente a la autoridad (Foucault 10). Por lo tanto, en este punto ya
excedemos el tema jurídico y nos centramos directamente en el cuestionamiento de las
verdades esgrimidas por la autoridad. En el momento en que no aceptamos como verdadero
todo lo que se nos vende desde el poder, estamos teniendo una actitud crítica.
Explicitados estos tres puntos de anclaje, podemos sintetizarlos de la siguiente forma:
la gubernamentalización, es decir, el arte de gobernar, es “este movimiento por el cual se
trataba, en la realidad misma de una práctica social, de sujetar a los individuos a través de
unos mecanismos de poder que invocan una verdad” (Foucault 10); por lo tanto, y en
oposición a esto, crítica es “el movimiento por el cual el sujeto se atribuye el derecho de
interrogar a la verdad acerca de sus efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de
verdad” (Foucault 10). En esta puja de poderes es el individuo quién debe atribuirse a sí
mismo el derecho de cuestionar a la verdad que esgrime el poder y sus efectos. Como bien
dice el autor, esta definición de crítica que él da es muy similar a la de Aufklärung de Kant,
en donde el ser humano es mantenido, de forma autoritaria, en un estado de minoría de edad,
en donde está incapacitado de servirse de su propio entendimiento sin la dirección de otro.
Por lo tanto, lo que Kant describe como Aufklärung es lo que Foucault describe como crítica;
en cambio, para Kant, la crítica tiene más que ver con un conocer los límites de nuestro
conocimiento; un “saber hasta donde se puede razonar sin peligro”. La crítica, para Kant,
tiene poco que ver con el cuestionamiento de la autoridad.
Es así como Foucault explica que la crítica, a partir del siglo XIX, se ha servido más
del concepto de crítica kantiana que del de Aufklärung, y está basado en tres rasgos
fundamentales: Primero, una ciencia positivista que se autovalida; segundo, el desarrollo de
un Estado nacional que se basa en lo racional y que fundamenta su accionar en la razón pura;
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tercero, una sutura entre este positivismo científico y el desarrollo de los Estados nacionales,
fundando lo que sería una ciencia estatal. Esto, para el autor, se materializa en excesos de
poder justificados en la razón y en el positivismo, ya que la verdad del poder, fundamentada
en la razón cientificista, se torna cada vez más incuestionable.
Este análisis histórico le sirve a Foucault para ilustrar tanto la relación entre
conocimiento y poder, tan recurrente a lo largo de su obra, como el inicio de la actitud crítica
y sus características, pudiendo, de esta manera, definirla y actualizarla.
Haciendo una síntesis de la actitud crítica, podemos decir que esta se fundamenta en
un cuestionamiento hacia la verdad que el poder vende como incuestionable; es un modo de
relacionamiento entre el individuo y la verdad; entre el individuo y el poder. Esta actitud
consiste en abandonar el estado de minoría de edad en donde se acepta todo sin
cuestionamiento. El individuo, al hacer ejercicio de esta actitud crítica, se adjudica el poder
de buscar su propia verdad y de no dejarse gobernar de cierta manera.
2. La crítica literaria ha manifestado diversos cambios con el pasar de las épocas. Dichos
cambios se fundamentan en diversos usos que la crítica ha tenido como mediadora entre el
objeto artístico y el consumidor final, siendo, dependiendo de la época, más o menos
funcional al poder imperante.
Primero que nada, es Aullón de Haro (1994) quién hace una delimitación entre la
crítica militante y la crítica científico-humanista. Para el autor
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género ensayístico, y pone, como ejemplo de sus exponentes, a gente como Baudelaire, Oscar
Wilde, Eliot o Walter Benjamin, entre otros nombres de peso.
En cambio, la crítica literaria científico-humanística
puede ser definida como la reflexión metodológica sobre una estructura objetiva que se
describe a partir de la constitución y relaciones sistemáticas, ya formales, ya conceptuales, del
texto literario respecto de sí propio u otros sistemas; lo cual permite el establecimiento de una
síntesis de resultados o la razonada interpretación concluyente de los mismos. (21)
Consolidada progresivamente como parte del aparato ideológico que acompañó a la fundación
de estados nacionales, la crítica latinoamericana moderna -para no referirnos aquí a sus
antecedentes coloniales, sujetos a una lógica y una epistemología diferentes- se desarrolla así,
aun en sus formas conservadoras, dentro del marco general del pensamiento liberal, asociada
al surgimiento de la consolidación de burguesías nacionales y a la necesidad de creación y
expansión de mercados donde el producto cultural fuera capaz de difundirse e intercambiarse
como mercancía y como instrumento privilegiado de reproducción ideológica, entre los
sectores sociales que a través del disciplinamiento nacionalista podían desarrollar una
capacidad aceptable de consumo y reconversión cultural. (11)
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convertir a las obras literarias en mercancía, así como sirviendo de instrumento de
reproducción ideológica. De esta forma, la crítica estaba aliada al poder de turno, y corrió a
su cargo la elaboración de un cánon que fundamente las bases de la nación imaginada
(Moraña 11).
En las últimas décadas del siglo XIX, el positivismo arbitró una transición “desde el
idealismo romántico hacia un cientificismo que comenzaba por reformular la función de la
crítica como instrumento para el diagnóstico y la regulación socio-cultural” (Moraña 12). Es
decir, la crítica tuvo que reformular su papel en la sociedad, pero aún se mantenía servil al
poder. Para la autora,
El modelo que reproducía la crítica era el de los grandes centros culturales, rebosando
un eurocentrismo que marcaría fuertemente el proceder de los procesos políticos e
ideológicos. De esta manera, América Latina queda dentro del ideal de orden y progreso que
proponía el proyecto de las naciones liberales auspiciado por las burguesías regionales.
Podemos decir que el ideario nacional latinoamericano estuvo fuertemente fundado en lo
literario, y ahí radica el poder que antaño esgrimía la crítica.
Según Moraña, es a partir de las vanguardias que la crítica se reformula para dar lugar
a sectores marginalizados de la producción literaria, tales como la oralidad o el
documentalismo. Estos sistemas culturales
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Se marca aquí una ruptura con los valores coloniales eurocentristas, por lo que la
crítica se distancia progresivamente de aquellos postulados que la inauguraron y la
desarrollaron históricamente (Moraña 13). Hay, a partir de este momento de posguerra, una
reconversión de la crítica, que poco a poco se va desvinculando del poder de turno. El
marxismo tiene mucho que ver en este proceso de transformación de la crítica.
Jorge Panesi (2005), en la exposición “Los dos tiempos de la crítica”, analiza la
transformación que tuvo la crítica en la actualidad, pasando de sus inicios periodísticos a
terminar recluida en los claustros de las universidades. Es así que se hace la siguiente
pregunta: “¿Hay otro ámbito hoy para la crítica literaria que no sea la Universidad? ¿Hay
otro lugar acaso para ejercer la incomodidad e incomodarse, para producir efectos
contra-hegemónicos y contra institucionales que no sea el interior de la institución
universitaria misma?” (3). Sobre la respuesta a esta pregunta, parecería que la crítica jamás
volverá a gozar de la importancia masiva que tuvo en otros tiempos, en donde la literatura era
parte fundamental de la vida de las personas..Abogando, en cierta medida, por los métodos de
la crítica tradicional, Panesi, parafraseando a Dalmaroni, propone que
la conservación de modos tradicionales de abordaje crítico tiene que ver no con un simple
conservadurismo defensivo, sino con una estrategia de resistencia ante el ronroneo insistente
que masculla ante nuestras puertas el discurso hegemónico producido en el mercado
académico norteamericano.
El dilema en nuestro contexto sería cómo persistir en esa resistencia sin desechar lo nuevo, lo
otro modificador que, más allá de las hojarascas exóticas y las discusiones apabulladas por el
desconcierto, podrían tocarnos, decirnos algo sobre nosotros mismos y el futuro de nuestra
crítica. (6)
De esta forma, la crítica literaria, al menos la argentina, busca integrar lo nuevo sin
perder su verdadera esencia. El abordaje crítico tradicional se convierte así en una forma de
resistencia, pero esta resistencia debe ser lo suficientemente flexible como para abrir la puerta
de vez en cuando a las novedades, siempre y cuando valgan la pena.
Para finalizar, quisiera referenciar el artículo “Radiografía de la crítica literaria”,
publicado en el diario El País de España y escrito por Winston Manrique Sabogal. En el
mismo se muestran reflexiones de 22 críticos literarios sobre diversos aspectos de la crítica.
En un vistazo general, hay una especie de consenso en que la calidad literaria de los últimos
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años ha bajado considerablemente y que el papel del crítico, antes fundamental para el
mercado literario, hoy en día ha sido sustituido por la publicidad y las estrategias de
marketing. También se denuncia que hay falta de espacio para la crítica literaria en los
medios. Otra cosa que se dice de la crítica literaria actual es que los críticos de la actualidad
no suelen ser profesionales, es decir, no viven de la crítica, y al convivir en el mismo espacio
que los escritores, tampoco tienen ganas de arriesgar demasiado en sus opiniones. En otras
palabras, el crítico es, muchas veces, amigo del escritor, y su crítica es más una publicidad
encubierta que otra cosa. De esta radiografía general de la crítica contemporánea, me gustaría
citar a Santos Sanz Villanueva, escritor y crítico de El Cultural, de El Mundo (España)
Más que mejorar o empeorar, la crítica hoy es distinta de cómo ha sido en el pasado desde que
adquiriera un perfil definido en el siglo XIX. Hasta tiempos recientes era un elemento
fundamental del sistema literario, formado por la cadena autor-lector-crítico. El último
eslabón ha sufrido un desplazamiento de su función y ha sido sustituido por otros factores
más determinantes: el marketing, la publicidad, el peso de la industria editorial, la arrasadora
influencia de los medios audiovisuales.La cultura del espectáculo ha sustituido a la cultura del
razonamiento y ha traído como consecuencia el relegamiento del crítico. Los críticos nos
hemos quedado sin lectores, salvo los escritores, los profesores y una minoría muy interesada
por las letras.
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Bibliografía
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