4 ENSEÑAR PALABRA DE DIOS (César)

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CAPITULO I

DE LA PREDICACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS.

C.I.C

213 Los fieles tienen derecho a recibir de los Pastores sagrados la ayuda
de los bienes espirituales de la Iglesia principalmente la palabra de Dios y los
sacramentos

248 La formación doctrinal que ha de impartirse debe tender a que los


alumnos, junto con la cultura general adecuada a las necesidades del tiempo y del
lugar, adquieran un conocimiento amplio y sólido de las disciplinas sagradas, de
modo que, fundando y alimentando en ellas su propia fe, puedan anunciar
convenientemente la doctrina del Evangelio a los hombres de su tiempo, de
manera apropiada a la mentalidad de éstos.

383 § 1. Al ejercer su función pastoral, el Obispo diocesano debe


mostrarse solícito con todos los fieles que se le confían, cualquiera que sea su
edad, condición o nacionalidad, tanto si habitan en el territorio como si se
encuentran en él temporalmente, manifestando su afán apostólico también a
aquellos que, por sus circunstancias, no pueden obtener suficientemente los frutos
de la cura pastoral ordinaria, así como a quienes se hayan apartado de la práctica
de la religión.

§ 2. Si hay en su diócesis fieles de otro rito, provea a sus necesidades


espirituales mediante sacerdotes o parroquias de este rito, o mediante un Vicario
episcopal.

§ 3. Debe mostrarse humano y caritativo con los hermanos que no estén


en comunión plena con la Iglesia católica, fomentando también el ecumenismo tal
y como lo entiende la Iglesia.
§ 4. Considere que se le encomiendan en el Señor los no bautizados,
para que también ante ellos brille la caridad de Cristo, de quien el Obispo debe ser
testigo ante los hombres.

762 Como el pueblo de Dios se congrega ante todo por la palabra de Dios
vivo, que hay absoluto derecho a exigir de labios de los sacerdotes, los ministros
sagrados han de tener en mucho la función de predicar, entre cuyos principales
deberes está el de anunciar a todos el Evangelio de Dios.

763 Los Obispos tienen derecho a predicar la palabra de Dios en cualquier


lugar, sin excluir las iglesias y oratorios de los institutos religiosos de derecho
pontificio, a no ser que, en casos particulares, el Obispo del lugar se oponga
expresamente.

764 Quedando a salvo lo que prescribe el ⇒ c. 765, los presbíteros y los


diáconos tienen la facultad de predicar en todas partes, que han de ejercer con el
consentimiento al menos presunto del rector de la iglesia, a no ser que esta
facultad les haya sido restringida o quitada por el Ordinario competente, o que por
ley particular se requiera licencia expresa.

765 Para predicar a los religiosos en sus iglesias u oratorios, se necesita


licencia del Superior competente a tenor de las constituciones.

766 Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, si
en determinadas circunstancias hay necesidad de ello, o si, en casos particulares,
lo aconseja la utilidad, según las prescripciones de la Conferencia Episcopal y sin
perjuicio del ⇒ c. 767 § 1.

767 § 1. Entre las formas de predicación destaca la homilía, que es parte


de la misma liturgia y está reservada al sacerdote o al diácono; a lo largo del año
litúrgico, expónganse en ella, partiendo del texto sagrado, los misterios de la fe y
las normas de vida cristiana.

§ 2. En todas las Misas de los domingos y fiestas de precepto que se


celebran con concurso del pueblo, debe haber homilía, y no se puede omitir sin
causa grave.

§ 3. Es muy aconsejable que, si hay suficiente concurso de pueblo, haya


homilía también en las Misas que se celebren entre semana, sobre todo en el
tiempo de adviento y de cuaresma, o con ocasión de una fiesta o de un
acontecimiento luctuoso.

69 Propóngase la doctrina cristiana de manera acomodada a la condición


de los oyentes y adaptada a las necesidades de cada época.

770 En ciertas épocas, según las prescripciones del Obispo diocesano,


organicen los párrocos aquellas formas de predicación denominadas ejercicios
espirituales y misiones sagradas, u otras adaptadas a las necesidades.

771 § 1. Muéstrense solícitos los pastores de almas, especialmente los


Obispos y los párrocos, de que la palabra de Dios se anuncie también a aquellos
fieles que, por sus condiciones de vida, no gocen suficientemente de la cura
pastoral común y ordinaria, o carezcan totalmente de ella.

§ 2. Provean también a que el mensaje del Evangelio llegue a los no


creyentes que viven en el territorio, puesto que también a éstos, lo mismo que a
los fieles, debe alcanzar la cura de almas.

772 § 1. Respecto al ejercicio de la predicación, observen todos también


las prescripciones establecidas por el Obispo diocesano.
§ 2. Para hablar sobre temas de doctrina cristiana por radio o televisión,
se han de cumplir las prescripciones establecidas por la Conferencia Episcopal.

PRESBYTERORUM ORDINIS
I. FUNCIONES DE LOS PRESBÍTEROS

Los presbíteros, ministros de la palabra de Dios

4. El Pueblo de Dios se reúne, ante todo, por la palabra de Dios vivo, que
con todo derecho hay que esperar de la boca de los sacerdotes. Pues como nadie
puede salvarse, si antes no cree, los presbíteros, como cooperadores de los
obispos, tienen como obligación principal el anunciar a todos el Evangelio de
Cristo, para constituir e incrementar el Pueblo de Dios, cumpliendo el mandato del
Señor: "Id por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura" (Mc., 16, 15).
Porque con la palabra de salvación se suscita la fe en el corazón de los no
creyentes y se robustece en el de los creyentes, y con la fe empieza y se
desarrolla la congregación de los fieles, según la sentencia del Apóstol: "La fe
viene por la predicación, y la predicación por la palabra de Cristo" (Rom., 10, 17).
Los presbíteros, pues, se deben a todos, en cuanto a todos deben comunicar la
verdad del Evangelio que poseen en el Señor. Por tanto, ya lleven a las gentes a
glorificar a Dios, observando entre ellos una conducta ejemplar, ya anuncien a los
no creyentes el misterio de Cristo, predicándoles abiertamente, ya enseñen el
catecismo cristiano o expongan la doctrina de la Iglesia, ya procuren tratar los
problemas actuales a la luz de Cristo, es siempre su deber enseñar, no su propia
sabiduría, sino la palabra de Dios, e invitar indistintamente a todos a la conversión
y a la santidad. Pero la predicación sacerdotal, muy difícil con frecuencia en las
actuales circunstancias del mundo, para mover mejor a las almas de los oyentes,
debe exponer la palabra de Dios, no sólo de una forma general y abstracta, sino
aplicando a circunstancias concretas de la vida la verdad perenne del Evangelio.

Con ello se desarrolla el ministerio de la palabra de muchos modos, según


las diversas necesidades de los oyentes y los carismas de los predicadores. En
las regiones o núcleos no cristianos, los hombres son atraídos a la fe y a los
sacramentos de la salvación por el mensaje evangélico; pero en la comunidad
cristiana, atendiendo, sobre todo, a aquellos que comprenden o creen poco lo que
celebran, se requiere la predicación de la palabra para el ministerio de los
sacramentos, puesto que son sacramentos de fe, que procede de la palabra y de
ella se nutre. Esto se aplica especialmente a la liturgia de la palabra en la
celebración de la misa, en que el anuncio de la muerte y de la resurrección del
Señor y la respuesta del pueblo que escucha se unen inseparablemente con la
oblación misma con la que Cristo confirmó en su sangre la Nueva Alianza,
oblación a la que se unen los fieles o con el deseo o con la recepción del
sacramento.

SACROSANCTUM CONCILIUM
Se recomienda la homilía

52. Se recomienda encarecidamente, como parte de la misma Liturgia, la


homilía, en la cual se exponen durante el ciclo del año litúrgico, a partir de los
textos sagrados, los misterios de la fe y las normas de la vida cristiana. Más aún,
en las Misas que se celebran los domingos y fiestas de precepto, con asistencia
del pueblo, nunca se omita si no es por causa grave.
APOSTOLICAM ACTUOSITATEM
El apostolado individual en determinadas circunstancias

17. Este apostolado individual urge con gran apremio en aquellas regiones
en que la persecución desencadenada impide gravemente la libertad de la Iglesia.
Los laicos, supliendo en cuanto pueden a los sacerdotes en estas circunstancias
difíciles, exponiendo su propia libertad y en ocasiones su vida, enseñan a los que
están junto así a la doctrina cristiana, los instruyen en la vida religiosa y en el
pensamiento católico, y los inducen a la frecuente recepción de los Sacramentos y
a las prácticas de piedad, sobre todo eucarística. El Sacrosanto Concilio, al tiempo
que da de todo corazón gracias a Dios, que no deja de suscitar laicos de fortaleza
heroica en medio de las persecuciones, aun en nuestros días, los abraza con
afecto paterno y con gratitud.

CHRISTUS DOMINUS

Deber que tienen los Obispos de enseñar

12. En el ejercicio de su ministerio de enseñar, anuncien a los hombres el


Evangelio de Cristo, deber que sobresale entre los principales de los Obispos,
llamándolos a la fe con la fortaleza del Espíritu o confirmándolos en la fe viva.
Propónganles el misterio íntegro de Cristo, es decir, aquellas verdades cuyo
desconocimiento es ignorancia de Cristo, e igualmente el camino que se ha
revelado para la glorificación de Dios y por ello mismo para la consecución de la
felicidad eterna.

Muéstrenles, asimismo, que las mismas cosas terrenas y las instituciones


humanas, por la determinación de Dios Creador, se ordenan también a la
salvación de los hombres y, por consiguiente, pueden contribuir mucho a la
edificación del Cuerpo de Cristo.
Enséñenles, por consiguiente, cuánto hay que apreciar la persona humana,
con su libertad y la misma vida del cuerpo, según la doctrina de la Iglesia; la
familia y su unidad y estabilidad, la procreación y educación de los hijos; la
sociedad civil, con sus leyes y profesiones; el trabajo y el descanso, las artes y los
inventos técnicos; la pobreza y la abundancia, y expónganles, finalmente, los
principios con los que hay que resolver los gravísimos problemas acerca de la
posesión de los bienes materiales, de su incremento y recta distribución, acerca
de la paz y de las guerras y de la vida hermanada de todos pueblos.

Métodos de enseñar la doctrina cristiana

13. Expliquen la doctrina cristiana con métodos acomodados a las


necesidades de los tiempos, es decir, que respondan a las dificultades y
problemas que más preocupan y angustian a los hombres; defiendan también esta
doctrina enseñando a los fieles a defenderla y propagarla. Demuestren en su
enseñanza la materna solicitud de la Iglesia para con todos los hombres, sean
fieles o infieles, teniendo un cuidado especial de los pobres y de los débiles, a los
que el Señor les envió a evangelizar.

Siendo propio de la Iglesia el establecer diálogo con la sociedad humana


dentro de la que vive, los Obispos tienen, ante todo, el deber de llegar a los
hombres, buscar y promover el diálogo con ellos. Diálogos de salvación, que,
como siempre hace la verdad, han de llevarse a cabo con caridad, compresión y
amor; conviene que se distingan siempre por la claridad de su conversación, al
mismo tiempo que por la humildad y la delicadeza, llenos siempre de prudencia y
de confianza, puesto que han surgido para favorecer la amistad y acercar las
almas.

Esfuércense en aprovechar la variedad de medios que hay en estos


tiempos para anunciar la doctrina cristiana, sobre todo la predicación y la
formación catequética, que ocupa siempre el primer lugar; la exposición de la
doctrina en las escuelas, universidades, conferencias y asambleas de todo
género, con declaraciones públicas, hechas con ocasión de algunos sucesos; con
la Prensa y demás medios de comunicación social, que es necesario usar para
anunciar el Evangelio de Cristo.

Preocupación especial por ciertos grupos de fieles

18. Tengan una preocupación especial por los fieles que, por su condición
de vida, no pueden disfrutar convenientemente del cuidado pastoral ordinario de
los párrocos o carecen totalmente de él, como son muchísimos emigrantes,
desterrados y prófugos, marineros y aviadores, nómadas, etc. Promuevan
métodos pastorales convenientes para ayudar la vida espiritual de los que
temporalmente se trasladan a otras tierras para pasar las vacaciones.

Las conferencias episcopales, sobre todo nacionales, preocúpense


celosamente de los problemas más urgentes entre los que acabamos de decir, y
procuren ayudar acordes y unidos con medios e instituciones oportunas su bien
espiritual, teniendo, ante todo, en cuenta las normas que la Sede Apostólica ha
establecido o establecerá, acomodadas oportunamente a las condiciones de los
tiempos lugares y las personas.

EVANGELII NUNTIANDI

Liturgia de la Palabra

43. Esta predicación evangelizadora toma formas muy diversas, que el celo
sugeriría cómo renovar constantemente. En efecto, son innumerables los
acontecimientos de la vida y las situaciones humanas que ofrecen la ocasión de
anunciar, de modo discreto pero eficaz, lo que el Señor desea decir en una
determinada circunstancia. Basta una verdadera sensibilidad espiritual para leer
en los acontecimientos el mensaje de Dios. Además en un momento en que la
liturgia renovada por el Concilio ha valorizado mucho la "liturgia de la Palabra",
sería un error no ver en la homilía un instrumento válido y muy apto para la
evangelización. Cierto que hay que conocer y poner en práctica las exigencias y
posibilidades de la homilía para que ésta adquiera toda su eficacia pastoral. Pero
sobre todo hay que estar convencido de ello y entregarse a la tarea con amor.
Esta predicación, inserida de manera singular en la celebración eucarística, de la
que recibe una fuerza y vigor particular, tiene ciertamente un puesto especial en la
evangelización, en la medida en que expresa la fe profunda del ministro sagrado
que predica y está impregnada de amor. Los fieles, congregados para formar una
Iglesia pascual que celebra la fiesta del Señor presente en medio de ellos,
esperan mucho de esta predicación y sacan fruto de ella con tal que sea sencilla,
clara, directa, acomodada, profundamente enraizada en la enseñanza evangélica
y fiel al Magisterio de la Iglesia, animada por un ardor apostólico equilibrado que le
viene de su carácter propio, llena de esperanza, fortificadora de la fe y fuente de
paz y de unidad. Muchas comunidades, parroquiales o de otro tipo, viven y se
consolidan gracias a la homilía de cada domingo, cuando ésta reúne dichas
cualidades.

Añadamos que, gracias a la renovación de la liturgia, la celebración


eucarística no es el único momento apropiado para la homilía. Esta tiene también
un lugar propio, y no debe ser olvidada, en la celebración de todos los
sacramentos, en las paraliturgias, con ocasión de otras reuniones de fieles. La
homilía será siempre una ocasión privilegiada para comunicar la Palabra del
Señor.

MAXIMUM ILLUD

3. Aun en los tres primeros siglos, cuando una en pos de otra suscitaba el
infierno encarnizadas persecuciones para oprimir en su cuna a la Iglesia, y todo
rebosaba sangre de cristianos, la voz de los predicadores evangélicos se difundió
por todos los confines del Imperio romano.

22. Para que la predicación del Evangelio pueda más pronta y felizmente
llegar a oídos de cada una de esas almas, aprovechará sobremanera fundar
nuevos puestos y residencias, para que, en cuanto la oportunidad lo permita,
pueda la Misión más tarde subdividirse en otros centros misioneros, gérmenes
asimismo de otros tantos futuros Vicariatos y Prefecturas.

GAUDIUM ET SPES

Esperanzas y temores

4. Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a


fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que,
acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes
interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida
futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesario por ello conocer y
comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el
sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza. He aquí algunos rasgos
fundamentales del mundo moderno.

El género humano se halla en un período nuevo de su historia,


caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se
extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su
dinamismo creador; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y
deseos individuales y colectivos, sobre sus modos de pensar y sobre su
comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes convive. Tan
es así esto, que se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y
cultural, que redunda también en la vida religiosa.
Como ocurre en toda crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo
no leves dificultades. Así mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder,
no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con profundidad
creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más incierto que nunca
de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social, y duda sobre la
orientación que a ésta se debe dar.

Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas


posibilidades, tanto poder económico. Y, sin embargo, una gran parte de la
humanidad sufre hambre y miseria y son muchedumbre los que no saben leer ni
escribir. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y
entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. Mientras el
mundo siente con tanta viveza su propia unidad y la mutua interdependencia en
ineludible solidaridad, se ve, sin embargo, gravísimamente dividido por la
presencia de fuerzas contrapuestas. Persisten, en efecto, todavía agudas
tensiones políticas, sociales, económicas, raciales e ideológicas, y ni siquiera falta
el peligro de una guerra que amenaza con destruirlo todo. Se aumenta la
comunicación de las ideas; sin embargo, aun las palabras definidoras de los
conceptos más fundamentales revisten sentidos harto diversos en las distintas
ideologías. Por último, se busca con insistencia un orden temporal más perfecto,
sin que avance paralelamente el mejoramiento de los espíritus.

Afectados por tan compleja situación, muchos de nuestros contemporáneos


difícilmente llegan a conocer los valores permanentes y a compaginarlos con
exactitud al mismo tiempo con los nuevos descubrimientos. La inquietud los
atormenta, y se preguntan, entre angustias y esperanzas, sobre la actual
evolución del mundo. El curso de la historia presente en un desafío al hombre que
le obliga a responder.

CATECHESI TRADENDAE
Homilía
48. Esta observación vale más aún para la catequesis que se hace dentro
del cuadro litúrgico y concretamente en la asamblea litúrgica: respetando lo
específico y el ritmo propio de este cuadro, la homilía vuelve a recorrer el itinerario
de fe propuesto por la catequesis y lo conduce a su perfeccionamiento natural; al
mismo tiempo impulsa a los discípulos del Señor a emprender cada día su
itinerario espiritual en la verdad, la adoración y la acción de gracias. En este
sentido se puede decir que la pedagogía catequética encuentra, a su vez, su
fuente y su plenitud en la eucaristía dentro del horizonte completo del año litúrgico.
La predicación centrada en los textos bíblicos, debe facilitar entonces, a su
manera, el que los fieles se familiaricen con el conjunto de los misterios de la fe y
de las normas de la vida cristiana. Hay que prestar una gran atención a la homilía:
ni demasiado larga, ni demasiado breve, siempre cuidadosamente preparada,
sustanciosa y adecuada, y reservada a los ministros autorizados. Esta homilía
debe tener su puesto en toda eucaristía dominical o festiva, y también en la
celebración de los bautismos, de las liturgias penitenciales, de los matrimonios, de
los funerales. Es éste uno de los beneficios de la renovada liturgia.

DEI VERBUM

La Iglesia venera las Sagradas Escrituras

21. la Iglesia ha venerado siempre las Sagradas Escrituras al igual que el


mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los
fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre
todo en la Sagrada Liturgia. Siempre las ha considerado y considera, juntamente
con la Sagrada Tradición, como la regla suprema de su fe, puesto que, inspiradas
por Dios y escritas de una vez para siempre, comunican inmutablemente la
palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras
de los Profetas y de los Apóstoles.
Es necesario, por consiguiente, que toda la predicación eclesiástica, como
la misma religión cristiana, se nutra de la Sagrada Escritura, y se rija por ella.
Porque en los sagrados libros el Padre que está en los cielos se dirige con amor a
sus hijos y habla con ellos; y es tanta la eficacia que radica en la palabra de Dios,
que es, en verdad, apoyo y vigor de la Iglesia, y fortaleza de la fe para sus hijos,
alimento del alma, fuente pura y perenne de la vida espiritual. Muy a propósito se
aplican a la Sagrada Escritura estas palabras: "Pues la palabra de Dios es viva y
eficaz", "que puede edificar y dar la herencia a todos los que han sido
santificados".

INTER OECUMENICI

54. Por homilía, inspirada en los textos sagrados, se entiende una


explicación de algún aspecto de las lecturas bíblicas o de otro texto del Ordinario o
del Propio de la misa del día, teniendo en cuenta el misterio que se celebra y las
necesidades particulares de los oyentes.
DIRECTORIO GENERAL DE CATEQUESIS

Primer anuncio y catequesis

61. El primer anuncio se dirige a los no creyentes y a los que, de hecho,


viven en la indiferencia religiosa. Asume la función de anunciar el Evangelio y
llamar a la conversión. La catequesis, « distinta del primer anuncio del Evangelio
», promueve y hace madurar esta conversión inicial, educando en la fe al
convertido e incorporándolo a la comunidad cristiana. La relación entre ambas
formas del ministerio de la Palabra es, por tanto, una relación de distinción en la
complementariedad.

El primer anuncio, que todo cristiano está llamado a realizar, participa del
«id» que Jesús propuso a sus discípulos: implica, por tanto, salir, adelantarse,
proponer. La catequesis, en cambio, parte de la condición que el mismo Jesús
indicó, « el que crea », el que se convierta, el que se decida. Las dos acciones son
esenciales y se reclaman mutuamente: ir y acoger, anunciar y educar, llamar e
incorporar.

Importancia de la formación de los catequistas

234. Todos estos quehaceres nacen de la convicción de que cualquier


actividad pastoral que no cuente para su realización con personas
verdaderamente formadas y preparadas, pone en peligro su calidad. Los
instrumentos de trabajo no pueden ser verdaderamente eficaces si no son
utilizados por catequistas bien formados. Por tanto, la adecuada formación de los
catequistas no puede ser descuidada en favor de la renovación de los textos y de
una mejor organización de la catequesis.

En consecuencia, la pastoral catequética diocesana debe dar absoluta


prioridad a la formación de los catequistas laicos. Junto a ello, y como elemento
realmente decisivo, se deberá cuidar al máximo la formación catequética de los
presbíteros, tanto en los planes de estudio de los seminarios como en la formación
permanente. Se recomienda encarecidamente a los Obispos que esta formación
sea exquisitamente cuidada.

DIRECTORIO HOMILÉTICO

Primera parte

La homilía Y ALCANCE LITURGICO

I. El Homilía
4. La naturaleza específica de la homilía está bien educado por el
evangelista Lucas en la historia de la predicación de Cristo en la sinagoga de
Nazaret (cf. Lc 4, 16-30). Después de leer un pasaje del profeta Isaías entregó el
pergamino al ministro, y le dijo: "Hoy se cumple esta Escritura delante de vosotros"
( Lc 4, 21). A medida que leer y reflexionar sobre este pasaje, podemos sentir el
entusiasmo que llenaba la pequeña sinagoga: el anuncio de la Palabra de Dios en
la asamblea santa es un evento. Así, leemos en el Verbum Domini , "la liturgia es
el lugar privilegiado en el que Dios nos habla en el presente de nuestra vida, ahora
habla a su pueblo, que escucha y responde" (VD 52). Es el lugar de elección,
aunque no el único. Ciertamente, Dios nos habla de muchas maneras: a través de
los acontecimientos de la vida, el estudio personal de las Escrituras, la oración
silenciosa. La liturgia, sin embargo, es el lugar de elección ya que es donde
escuchamos la Palabra de Dios como parte de la celebración, que culmina en la
ofrenda del sacrificio de Cristo al Padre Eterno. El Catecismo dice que "la
Eucaristía hace la Iglesia" (CIC 1396), sino también que la Eucaristía es
inseparable de la Palabra de Dios (cf. CCC 1346).

Al ser una parte integral de la liturgia, la homilía no es solamente la


educación, pero también es un acto de adoración. Al leer las homilías de los
Padres nos encontramos con que muchos de ellos terminó el discurso con una
doxología y la palabra "Amén": entendieron que el objetivo homilía era no sólo
para santificar al pueblo, sino para glorificar a Dios La homilía es un canto.
agradecimiento por dioses magnalia : no sólo anunciadas a los reunidos que la
palabra de Dios se cumple en su escucha, pero gracias a Dios para tal
cumplimiento.

Dado su carácter litúrgico, la homilía también tiene un significado


sacramental: Cristo está presente en la asamblea reunida para escuchar su
palabra, tanto en la predicación del ministro, a través del cual el Señor mismo, que
una vez habló en la sinagoga de Nazareth, ahora se enseña a su pueblo. Esto
expresa el Verbum Domini : "La sacramentalidad de la palabra no se deja bien
entendido por analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y
el vino consagrados. Al acercarse al altar y tomar parte en el banquete eucarístico
nos comunicamos realmente el cuerpo y la sangre de Cristo. El anuncio de la
Palabra de Dios en la celebración implica un reconocimiento de que Cristo mismo
está presente, y en contacto con nosotros para ser aceptados "(VD 56).

5. Como parte del culto de la Iglesia, la homilía sólo deben estar en manos
de los obispos, sacerdotes o diáconos. La íntima conexión entre la mesa de la
Palabra y la mesa del altar implica que "la homilía de ordinario debe ser dada por
el sacerdote celebrante" (Instrucción General del Misal Romano, 66), o siempre de
aquellos que han sido ordenados para presidir o de pie en el altar. Enseñanzas
Valida y exhortaciones eficaces también pueden ser ofrecidos por guías laicos
bien preparados, pero estas exposiciones deben proporcionar otros contextos; la
naturaleza inherentemente litúrgico homilía requiere para mantener sólo los que
son ordenados para dirigir el culto de la Iglesia (cf. Redemptionis Sacramentum
161).

6. Francisco señala que la homilía "es un tipo peculiar, ya que es una


predicación en el marco de una celebración de la liturgia; por lo tanto, debe ser
corto y evitar que parezca una conferencia o una lección "(por ejemplo 138). Por lo
tanto, la naturaleza homilía ilumina su función peculiar. Al considerar una función
de este tipo, por lo que puede ser útil para explicar que la homilía no lo es.

No es un sermón sobre un tema abstracto; En otras palabras, la misa no es


una oportunidad para que el predicador para abordar temas que no tienen relación
con la liturgia y sus lecturas, o para violentar los textos proporcionados por la
Iglesia, contorciéndola para adaptarlos a una idea preconcebida. La homilía no es
un mero ejercicio de exégesis bíblica. El pueblo de Dios tiene un gran deseo de
tomar las Escrituras y los pastores deben proporcionar oportunidades e iniciativas
que permiten a los fieles a profundizar en el conocimiento de la Palabra de Dios.
La homilía del domingo, sin embargo, no es motivo para proporcionar una
exégesis detallada: este no es el momento de hacerlo bien y aún más importante
es el hecho de que el predicador se llama a resonar como la palabra de Dios que
está haciendo aquí y ahora. La homilía no es ni siquiera una instrucción
catequética, incluso si la catequesis es su dimensión importante. Al igual que con
la exégesis bíblica, este no es el momento de ofrecer de forma adecuada; esto
representaría una variación de la práctica de celebrar durante la misa no es un
discurso realmente integrada en la misma celebración litúrgica. Por último, la
homilía no debe ser utilizada como un testimonio de la época predicador. No hay
duda de que las personas pueden ser profundamente tocados por las historias
personales, pero la homilía debe expresar la fe de la Iglesia y no simplemente el
dell'omileta historia personal. Como Francisco advierte, la predicación puramente
moralista o adoctrinamiento, y el que se convierte en una lección de la exégesis,
esto reduce la comunicación entre los corazones que le da la homilía, y que tiene
que tener un carácter casi sacramental, porque la fe viene de lo que se escucha
(cf., por ejemplo 142).

7. Decir que la homilía no es ninguna de estas cosas, no significa que tenga


cabida en los temas fundamentales de predicación, la exégesis bíblica, la
enseñanza doctrinal y testimonio; sin duda en una buena homilía puede ser eficaz
elementos. Es muy apropiado que un predicador sabe cómo conectar las letras de
una celebración de eventos y temas de actualidad, compartir los frutos del estudio
para comprender un pasaje de la Escritura y para establecer la relación que existe
entre la Palabra de Dios y la doctrina de la iglesia. Como el fuego, todos estos
elementos son buenos sirvientes, pero malos amos son buenos si la función de
utilidad homilía; si la anulación, ya no lo son. El predicador debe hablar de manera
que los que escuchan pueden sentir su fe en el poder de Dios. Por supuesto que
no debe reducir los estándares de mensajes a nivel de su testimonio por temor a
ser acusados de no practicar lo que predica. Dado que no se predica a sí mismo,
sino que Cristo puede, sin hipocresía, indicando las alturas de la santidad, que,
como todos los demás, también aspira en su camino de fe.
8. Asimismo, hay que señalar que la homilía debe ser bañado en las
necesidades de la comunidad en particular y realmente tomar la inspiración de tal
atención. Se habla elocuentemente en el Francisco gaudium Evangelii :

El Espíritu, que inspiró a los Evangelios y actuando en el Pueblo de Dios,


inspirado, ya que debe escuchar a la fe de la gente y cómo predicarán en cada
Eucaristía. El sermón cristiano, por lo tanto, situado en el corazón de la cultura de
la gente de una fuente de agua viva, y para saber qué decir, es encontrar la forma
adecuada de decirlo. Como todos como lo haría hablar en nuestra lengua
materna, por lo que en la fe, nos encanta que estamos hablando en términos de
"cultura madre", en dialecto clave materna (ver 2 Mac 7, 21:27), y el corazón usted
tiene que escuchar mejor. Este lenguaje es un tono que transmite el valor, la
respiración, la fuerza, el pulso (EG 139).

9. ¿Cuál es entonces la homilía? Dos breves extractos de Praenotanda de


los libros litúrgicos de la Iglesia comienzan a dar una respuesta. En primer lugar,
en la ' Instrucción General del Misal Romano leemos:
La homilía es parte de la Liturgia y es muy recomendable ya que es
necesario para alimentar la vida cristiana. Debe ser una exposición de algún
aspecto de las lecturas de la sagrada Escritura o de otro texto del Ordinario o del
Propio de la misa del día, teniendo en cuenta tanto el misterio que se celebra y las
necesidades particulares del oyente (65) .

10. El " Introducción al Leccionario amplía enormemente esta breve


descripción:
La homilía, con la que en el curso del año litúrgico están expuestos, de
acuerdo con el texto sagrado, se recomiendan especialmente los misterios de la fe
y las normas de la vida cristiana, como parte de la liturgia de la palabra, (...) de
hecho en algunos casos se prescribe específicamente. Tenuta normalmente será
el que preside, la celebración de la misa de la homilía está destinado a garantizar
que el anuncio de la Palabra de Dios para convertirse, junto con la liturgia
eucarística, "casi una proclamación de las obras maravillosas de Dios en la
historia de la salvación, el misterio de Cristo "(SC 35,2). De hecho, el misterio
pascual de Cristo, que se proclama en las lecturas y la homilía, se actualiza a
través del sacrificio de la misa. Siempre entonces Cristo está presente y activo en
la predicación de su Iglesia.

Por lo tanto, la homilía es explicar la palabra de la Escritura que acabamos


de escuchar, u otro texto litúrgico, debe conducir a la comunidad de los fieles a
participar activamente en la Eucaristía, porque "en sus vidas a lo que han recibido
por la fe" (SC 10). Con esta animada exposición de la Palabra de Dios es
proclamada, incluso las celebraciones de la Iglesia que tiene lugar, se puede
lograr una mayor eficiencia, con la condición de que la homilía es realmente el
resultado de la meditación, bien preparado, no demasiado largo ni demasiado
corto, y en ella se presta atención a todos los presentes, incluidos los niños y las
personas sencillas (OLM 24).

11. Vale la pena señalar algunos aspectos fundamentales que ofrecen


estas dos descripciones. En un sentido amplio, la homilía es un discurso sobre los
misterios de la fe y cánones de la vida cristiana, desarrollados de manera
adecuada a las necesidades particulares de los oyentes. Es una descripción
concisa de muchos tipos de predicación y exhortación. Su forma específica es
sugerida por las palabras "según el texto sagrado", en referencia a los pasajes
bíblicos y oraciones de la celebración litúrgica. Esto no debe pasarse por alto, el
hecho de que las oraciones proporcionan una hermenéutica válida para interpretar
los textos bíblicos. Lo que distingue a una homilía de otras formas de enseñanza
es su contexto litúrgico. Esta comprensión se vuelve crucial cuando la imagen es
la homilía de la celebración eucarística: las reclamaciones de los documentos es
esencial para una visión correcta de la función homilía. La Liturgia de la Palabra y
la Liturgia de la Eucaristía juntos proclaman la maravillosa obra de Dios de nuestra
salvación en Cristo: "El misterio pascual de Cristo, que se proclama en las lecturas
y la homilía, se actualiza a través del sacrificio de la misa". La homilía de la misa
"debe llevar a la comunidad de los fieles a participar activamente en la Eucaristía,
porque" en sus vidas a lo que han captado por la fe "(SC 10)" (OLM 24).

12. Esta descripción de la homilía de la misa ofrece un dinámico simple


pero convincente. El primer movimiento es sugerido por las palabras: "El misterio
pascual de Cristo es proclamado en las lecturas y la homilía." La homilía explica
las lecturas y las oraciones de la celebración de modo que su significado es
iluminado por la muerte y resurrección del Señor. Es notable cómo 'lecturas y la
homilía, "asociado estrechamente al punto de que un mal proclamación de las
lecturas bíblicas afecta a la comprensión de la homilía. Ambos pertenecen a la
proclamación, lo que confirma cómo la homilía es un acto litúrgico; en verdad es
una especie de extensión de la proclamación de las mismas lecturas. Al conectar
este último con el misterio pascual, la reflexión puede tocar, con resultados
satisfactorios, enseñanzas doctrinales o morales sugerida por los textos.

13. El segundo movimiento es sugerido por las palabras: "[el misterio


pascual] se actualiza a través del sacrificio de la misa". La segunda parte de la
homilía tiene la comunidad en la celebración eucarística y reconocer que aquí no
es la verdadera presencia del misterio de la muerte y resurrección del Señor.
Prácticamente, se podía ver en cada sermón implícita la necesidad de repetir las
palabras del apóstol Pablo: "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso
comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión con el
cuerpo de Cristo? "(1 Cor 10, 16).

14. Un tercer movimiento, que puede ser corto y tienen la función de cierre,
sugiere miembros de la comunidad, transformados por la Eucaristía, cómo pueden
llevar el Evangelio al mundo a través de la existencia diaria. Por supuesto, las
lecturas bíblicas inspirarán el contenido y directrices para este tipo de
aplicaciones, pero al mismo tiempo también se deberán indicar dall'omileta los
efectos de la misma Eucaristía se celebra y sus consecuencias para la vida
cotidiana, la beata Esperanza de la comunión inseparable con Dios.
15. En resumen, la homilía está cubierto por una muy simple dinámica: la
luz del misterio pascual se refleja en la importancia de las lecturas y oraciones de
una celebración particular y conduce a la asamblea en la liturgia eucarística, en la
que participa al mismo misterio pascual (ejemplos de este tipo de enfoque
homilética se exponen en la segunda parte del Directorio). Esto significa
claramente que la liturgia es la clave esencial para la interpretación de los textos
bíblicos proclamados en la celebración. Ahora vamos a considerar esto su propia
interpretación.

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