Cómo Se Forma El Trastorno Narcisista

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 3

¿CÓMO SE FORMA EL TRASTORNO NARCISISTA?

La subjetividad se va construyendo en un afuera, mejor dicho en un afuera-adentro, en las relaciones


sociales. Estas son una combinatoria de constantes y cambiantes condiciones históricas con su
patrimonio cultural específico. No se trata de entender la familia como totalidad autónoma y menos
aún como unidad biológica natural, sino inversamente desde el conocimiento impuesto por los
factores socioculturales.

El narcisismo es constitutivo del yo y las relaciones con los otros. Busca autonomía y autosuficiencia.
Se esfuerza por negar la alteridad.

“narcisismo patológico”: estos sujetos carecen de amor propio. Esa falla narcisista produce un yo
amenazado por la desintegración, desvalorización o por una sensación de vacío interior.

Las teorizaciones acerca del inconsciente materno le dieron con qué construir una teoría del sujeto en
que el complejo de Edipo (como organización primordial de las relaciones del niño con los otros)
estructura la subjetividad. La realidad psíquica materna configurará una tópica dentro de la cual el
niño deberá encontrar sus primeros rasgos identificatorios y constituir su narcisismo.

Necesitamos ideas-herramientas que se adecuen a una clínica, que nos desborda. En el consultante
actual se ve la incidencia de lo socio-cultural: el desempleo, la inseguridad, la marginación y la
crisis en los valores e ideales. La autoestima y la identidad se resquebrajan cuando la sociedad
“maltrata” al sujeto. La degradación de los valores colectivos incide sobre los valores personales,
instituidos en la infancia pero siempre resignificándose.

En las organizaciones borderline, un yo con límites borrosos.

La identificación no es algo que ocurra de una vez y para siempre, sino un proceso que no se
interrumpe. No implica un único vínculo sino muchos vínculos significativos.

El proyecto identificatorio da cuenta de esa autoconstrucción continua de la identidad necesaria para


ese movimiento temporal que le es propio. Identidad, sentimiento de sí, son nociones que implican
permanencia, continuidad, cohesión. Ningún sujeto puede tolerar el arrasamiento de sus referencias
identificatorias. Pero en las soluciones caracteropáticas las aspiraciones identitarias tienen a
preservar una identidad inalterable, al precio de negar la incertidumbre propia de un mundo
interno y externo variable.

Antes y después del complejo de Edipo, se producen actos psíquicos decisivos.

El yo es una construcción, una conquista. No existe al comienzo sino que deviene. El yo es


autoalteración, lo cual supone autoorganización a partir de las representaciones identificatorias. El
niño interioriza las imágenes y las propuestas que los otros tienen de él para construir a ese adulto que
será. Pero una subjetividad no es una unidad sino una multiplicidad.

El trayecto identificatorio implica una renuncia a aquellos otros que, en los primeros años,
fueron los soportes relacionales. Establece diferencias: entre ser y tener; entre lo que querría llegar a
ser y lo que querría poseer, entre el registro identificatorio y las elecciones de objeto. Supone un
trabajo de duelo. En el mejor de los casos se quedará con aquellas identificaciones que le
permitan articular ser y devenir. Pensar al yo como devenir es ubicarlo en la categoría del
tiempo y de la historia.

Los estados borderline nos obligan a profundizar la teoría del yo. En estos pacientes prevalece un yo
frágil, “avasallado” por las otras instancias: ello, realidad y superyó. Se malogró el proceso
identificatorio. A esos déficits estructurales cada tanto la vida le agrega nuevos déficits: duelos,
traumas, enfermedades orgánicas: Las disfunciones del yo remiten a fallas del objeto. Nuestra
tarea es indagar la historia identificatoria y libidinal.

Designemos provisionalmente el conflicto predominante. A nivel tópico hay una instancia


desfalleciente (el yo); a nivel económico hay cantidades que no encuentran tramitación, por lo tanto
hay un desborde traumático.

El niño nace y comienzan una serie de identificaciones, una serie de elecciones de objeto…Cuando la
madre no se discrimina lo suficiente del yo de ese bebé que va surgiendo, en vez de construir límites
del yo, construye un yo borroso. Una madre suficientemente buena permite crear una espacio
transicional, con adentro, afuera, y en el medio un espacio de juego. Historia narcisista-historia
identificatoria, ya que la madre va proveyendo al niño identificaciones, va narcisizando, positiva o
negativamente.

Investir al otro reaviva angustias de separación. Los borderlines buscan o la fusión o el aislamiento. A
veces lo intolerable es la alteridad y la fusión evita que se les escurra el sentimiento de sí. A veces es
tanto el miedo a perder los propios límites que mantienen una cautelosa distancia. La autosuficiencia
negaría toda dependencia.

Se previenen del “avasallamiento”, evocador de una angustia masiva, prevalecen comportamientos


autodestructivos, inestabilidad de las relaciones con los otros, impulsividad, síntomas psicóticos
episódicos, ideas de persecución o síntomas disociativos. La dependencia al otro se acompaña a
menudo de dependencia a la droga y/o al alcohol y de una sexualidad inestable, caótica, impulsiva,
cuando no polimorfa. Hay clivaje más que represión, ataque más que evitación del pensamiento. Los
pasajes al acto son frecuentes e imprevisibles, sin que falten intentos de suicidio. Son actuadores y se
comunican escasamente. El pasaje al acto predomina sobre la acción específica, la catarsis sobre la
praxis lúcida. El pensar es incontinente (Hornstein, 2013a).
Sintomatología ruidosa cuyo rasgo más constante es la angustia. No la angustia psicótica. El paciente
no teme ni la fragmentación ni el estallido. Teme el abandono. El vacío. El silencio.

Labilidad del yo y angustia masiva. Polimorfismo sintomático e inconsistencia de las relaciones de


objeto. Un yo desfalleciente cumple como puede su función de elaboración de los conflictos. La
clínica nos ofrece ciertos indicadores: la incidencia de los procesos primarios en el pensamiento; el
despliegue de mecanismos de defensa primitivos (escisión, idealización primitiva, identificación
proyectiva, desmentida y omnipotencia, etc.).

Los síntomas remiten a problemas del yo y sus relaciones con los otros. Miedo de destrucción
recíproca. Esclavizante dependencia del objeto. Cuando un vínculo amenaza romperse pueden
desencadenarse una depresión severa o afectos incontrolables.

Sus afectos son intensos. No pueden darles un motivo, relacionarlos. Una vivencia habitual es el
aburrimiento. El mundo interno parece árido. Aburrimiento o ebullición de afectos, irrupciones de
proceso primario por déficit yoico. En el fronterizo, las bulimias o anorexias son frecuentes, así como
síntomas psicóticos episódicos. La sensación de vacío facilita el consumo de drogas.

La frontera entre interno y externo es porosa y la tramitación de cantidades se traba, se estanca. Para
drenar, se recurre a vías de descarga.

Una salida al insoportable sufrimiento prolongado es el desinterés, con el costo de empobrecer las
relaciones y al sujeto.

También podría gustarte